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Calmels La Reencarnación

El documento discute la reencarnación desde diferentes perspectivas. Explica que las religiones occidentales niegan la reencarnación mientras que las orientales, especialmente las influenciadas por la India, creen en la sucesión de existencias humanas y animales. También aclara que la concepción moderna occidental de reencarnación como el paso de un alma a través de cuerpos es errónea y no se encuentra en ninguna doctrina tradicional. Finalmente, describe la metempsicosis como la sucesión de estados psicológicos y causalidades que dan la

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Calmels La Reencarnación

El documento discute la reencarnación desde diferentes perspectivas. Explica que las religiones occidentales niegan la reencarnación mientras que las orientales, especialmente las influenciadas por la India, creen en la sucesión de existencias humanas y animales. También aclara que la concepción moderna occidental de reencarnación como el paso de un alma a través de cuerpos es errónea y no se encuentra en ninguna doctrina tradicional. Finalmente, describe la metempsicosis como la sucesión de estados psicológicos y causalidades que dan la

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LA REENCARNACIÓN por Jean Calmels*

1.- Ninguna otra cuestión parecería haber provocado más malentendidos y controversias
que la de la reencarnación (aparte de aquella del Atman y de Ishwara), no porque ella
presente dificultades excepcionales, sino más bien porque para exponerla correctamente en
todos sus diversos aspectos serían necesarios desarrollos bastante extensos acerca de
nociones que resultan completamente extrañas a los occidentales.
No podemos siquiera pensar en desarrollar aquí semejante exposición, y algunas
explicaciones muy reducidas correrían el riesgo de aumentar aun más la confusión que
impera en este dominio. No obstante nos parece que a pesar de tales inconvenientes no
podemos dejar de presentar al menos algunas consideraciones fundamentales sobre ciertos
puntos esenciales.

2.- Ante todo, debe subrayarse el hecho (cuya importancia exigiría un estudio especial) de
que mientras que las religiones occidentales niegan la reencarnación, en cambio los pueblos
orientales, particularmente aquellos que se vinculan con la civilización india, creen en una
sucesión de existencias bajo formas humana, animal, etc. ... (los cinco destinos). Esta
oposición es del mismo tipo que la que parece existir entre las tradiciones aparentemente
"creacionistas" y aquellas otras aparentemente "emanacionistas", o entre las tradiciones que
consideran basado el origen de la existencia separada en la "Atracción Original" (Nahash), y
aquellas que lo hacen nacer de Avidyâ, la ignorancia o ilusión.
En efecto, como siempre sucede en estos casos, se trata de "puntos de vista" diferentes
respecto a la "Realidad Total", la cual conlleva una "indefinidad" de los mismos, y no existe
-ni puede existir- ninguna contradicción real entre ellos. Por el contrario, podría cometerse
un grave error, si no se precisara a qué corresponde cada punto de vista especial, es decir,
si no se establecen sus limitaciones (o sus límites) y sus relaciones con los demás puntos
de vista.

3.- Tal como decíamos al comenzar este escrito, René Guénon tuvo como cometido
fundamental el de la exposición metafísicamente exacta de las doctrinas tradicionales,
abordando sólo en la medida en que resultaba estrictamente indispensable a esta finalidad
la descripción cosmológica de la Manifestación Universal en sus relaciones con el devenir
humano. Así es como, en su obra fundamental, El hombre y su devenir según el Vêdânta,
expuso completamente (si bien de manera abreviada) las diversas etapas que recorre
aquello que es presentemente el hombre, cuando éste sigue uno de los caminos que
conducen desde el estado humano a la Liberación; en cambio, dejó de abordar, salvo por
una alusión a la teoría de los ciclos, la exposición del devenir del Ser en el pasaje desde un
estado individual humano a otro estado individual.

4.- Desde luego que Guénon ha demostrado metafísicamente (Cap. VI de El error espiritista)
el carácter erróneo de lo que los occidentales entienden por "reencarnación", es decir, el
pasaje de una misma substancia separada, de naturaleza espiritual, o alma (formando una
especie de mónada), por una sucesión de estados corporales1.
Por otra parte, debemos añadir de inmediato que no conocemos ningún texto canónico,
ya sea oriental u occidental, dónde la reencarnación -entendida de esta forma- se halle
* Del artículo “Algunas consideraciones sobre la obra de René Guénon”. Publicado en Études
Traditionnelles, 1951.

1Utilizamos aquí una fórmula tan descriptiva como resulta posible del proceso considerado (ya que se
está aquí dentro del devenir temporal) pero añadimos inmediatamente que las palabras así
aproximadas son lógicamente incompatibles, con lo cual la fórmula resulta absurda. Generalmente
esto sucede con la mayor parte de las fórmulas filosóficas de occidente cuyo contenido resulta
efectivamente "impensable", luego absurdo o ilusorio.
mencionada, y esto simplemente por la razón suficiente de que no conocemos ninguno
donde la noción de alma, tal y como la consideran los occidentales modernos (substancia +
unitaria + espiritual + individual)2, se encuentre asociada, ya sea a la idea de retorno a un
mismo estado, ya sea tampoco a la idea de una supervivencia después de la muerte. Todo
lo que ha sido dicho de contrario a esta afirmación descansa sobre errores de interpretación
o de traducción, y es consecuencia de esta enfermedad de los hombres del Kali-Yuga que
tanto les dificulta concebir las existencias sin formas o existencias que no se vean
sostenidas por substancias separadas o irreductibles.
Ahora bien, ni el Judaísmo (dónde ni Néfesh, ni Rûaj, ni Neshamá corresponden a lo que
los modernos denominan alma y espíritu), ni en el Cristianismo (donde San Pablo
naturalmente se limitó a transponer estos términos hebraicos), ni en el Brahmanismo (donde
Atman no tiene nada en común con el alma de los modernos) ni en el Bhagavad-Gîta (dónde
la fórmula utilizada en el capítulo II, 22, designa a la serie causal individual que engendra
una continuidad de vidas sobre vidas a través de la corriente de las formas), ni mucho
menos en el Budismo o en el Lamaísmo (dónde el Alaya Vîjnana corresponde a la fórmula
del Bhagavad-Gîta), ni en el Islam esotérico; en una palabra, en ninguna de las formas
ortodoxas, jamás existió nada parecido, y la concepción moderna occidental es a las
concepciones metafísicas de oriente lo que la devoción visceral al Sagrado Corazón es al
ardor del amor informal del verdadero cristiano por el Verbo Supremo, encarnado (luego
manifestado) en Jesucristo, Aquel que es para el cristiano la fuente por la cual se produce
en el hombre todo aquello que es Amor y por el cual subsisten y se mueven, en el Cosmos,
el Sol y las demás Estrellas.

5- Pero, precisamente dado que las cuestiones propiamente metafísicas son tratadas ante
todo en su rango primordial (ya sea que se trate del Mahâprajnâ Parâmita en el Lamaísmo,
de los Brahma-Sûtras en el Brahmanismo, etc.), una sección importante de la enseñanza
sagrada del oriente se refiere a la descripción cosmológica de la Manifestación Universal en
sus relaciones con el estado humano (Abidharma en el Lamaísmo, etc.) así como sobre los
aspectos individuales y sobre las técnicas correspondientes (Tantras o Rgyud).
Ahora bien, esta descripción puramente fenoménica pone en juego todos los procesos
englobados sumariamente dentro de lo que los antiguos pitagóricos llamaban
metempsicosis y de la cual quisiéramos tratar de brindar, aunque más no fuera, una somera
idea.

6.- El estado humano, caracterizado por la posesión de Manas (órgano mental) (simple
participación, por lo demás, con el Manú cósmico) conlleva un cierto número de
características psicológicas3, entre las cuales figura la memoria.
Por una parte, la serie interna de los estados que recorre un hombre durante el
transcurso de su existencia individual engendra la determinación del estado de existencia
que le sucederá a este estado humano.
Por otra parte, la serie externa (correspondiente a la precedente) de sus actos durante el
transcurso de la existencia presente ha engendrado, tanto en el mundo grosero como en el
mundo sutil, una serie de causalidades, entre las cuales una gran parte pertenece a esos
complejos psicomentales que nosotros tenemos la costumbre metafísicamente errónea de
considerar como constitutivos del ser individual humano que conocemos (mientras que no
son más que elementos físicos que durante el transcurso de la existencia entran en la
composición del cuerpo grosero y después se retiran del mismo). Estas series de
causalidades se despliegan después de la muerte, engendrando sucesiones de estados
psicomentales, centralizados (o agregados) sobre una o más existencias individuales, que

2 Ejemplo de palabras incompatibles.

3 Empleamos esta palabra a falta de otra mejor. Se trata de lo que el Abidharma llama Caittas, "las
cosas" (dharmas) asociadas al pensamiento.
serán a éste respecto, dentro de este límite y bajo esta forma, la continuación dentro del
dominio psico-mental de la existencia psicológica del desaparecido.
Así se constituyen las "reencarnaciones" del muerto, que no tienen en realidad nada que ver
con la reencarnación, puesto que se trata exclusivamente de una metempsicosis.

7.- Ésta es la oportunidad para indicar que, en ciertos casos, la concentración unificadora de
la vida psicológica durante el transcurso de una existencia humana puede ser tal que casi
todos los elementos psicológicos que estaban ligados a esta nueva existencia se ven
conducidos a reagruparse dentro de una misma nueva existencia humana, de manera que
tal continuidad serial así creada ofrece la ilusión de una transmisión substancial. Del mismo
modo, en el arco iris, algunas gotas de agua entran dentro de la zona dónde la ilusión del
color parece localizada para un observador, y después salen de la misma sin que en
realidad haya ningún color que subsista allí dónde se lo veía, apoyado en alguna substancia
colorida.

8.- Por lo demás, en ciertos casos, la realización de un estado donde determinados


elementos no-individuales, no-humanos, se manifiestan a través de la forma humana (ver lo
que dijimos anteriormente a propósito de la realización metafísica) se acompaña
precisamente de la realización de esta concentración unitaria que estábamos considerando.
En este caso, la continuidad serial considerada está acompañada por una análoga
continuidad de la manifestación del elemento no-individual no-humano, y esto corresponde a
lo que el Lamaísmo designa como Tûlkus (por ejemplo, el Dalai-Lama, Tûlku parcial de
Subhuti al mismo tiempo que de Avalokitêshwara, que continúa además su existencia dentro
de diversas formas y condiciones que corresponden a su definición y a sus funciones).
Por otra parte, es necesario aclarar que semejante transmisión permanece sujeta a
muchas incertidumbres, ya que ella está subordinada a las condiciones cósmicas generales,
y los agregados de elementos que así se suceden en serie pueden soportar cambios por
adiciones, sustracciones, o incluso modificaciones correlativas a las modificaciones de la
biología humana sobre el conjunto de la Tierra durante todo el transcurso de la duración.

9.- Finalmente, para terminar con este tipo de cuestiones, debemos añadir que, tal como en
nuestro mundo occidental muchos creyentes perfectamente incapaces de cualquier
actividad propiamente intelectual toman al pie de la letra la terminología religiosa y, de
hecho, adoran más o menos conscientemente algunas imágenes esculpidas o pintadas, o
determinadas imágenes psicomentales, también en oriente el vulgo poco dotado desde el
punto de vista metafísico o poco instruido ve fácilmente en aquellos fenómenos de
continuación serial que acabamos de describir lo que los ocultistas y neo-espiritualistas de
todo tipo entienden por reencarnación.
Por lo demás, el potente esfuerzo de occidentalización del Oriente, al que nos referíamos
al comienzo de este estudio, se ejerce naturalmente sobre este punto tanto como en todos
los otros, en el sentido más apropiado para destruir todo lo que constituye el espíritu
tradicional, de manera tal de hacer posible, allí como en todas partes, la conquista del poder
terrestre para todo aquello que hay de más bajo y más opuesto al orden jerárquico de los
valores reales.

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