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7mo - Emilia y La Dama Negra

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Rodrigo de Araya
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imurs pancdess pubis, iactuse ee sedis, peek retsalqsniprngin i ‘sThes erica quince, mecinio, dpe, de gen foun eh ‘qpecingssmacensas enn porns previo cel eon omer ion. 955 Soy 1997 “Ter des, 1 Gras cic, 2009 Quine ede, 201, Soxs ein 2001 sims ee. m0 ‘eared 203 Noses sion, 2914 Dagma eden 304 ndash ei, 2001 ews elon, 25 ascites iin, 2099 cunocuars con, 206 Pecimoxn ea 2506 ‘© cQUHLNE tater "KSA RAMA CORALDS Deuchuseschashas ‘exrromia anpess nL cama it Saige de Onde Regio Propiedad kul Teeenpcn © 910, 3901995 Senin Stems ipa deeming i de Stopes en el esd Sse 309 InAMASORES pa Saker SA lates CHILE: PROETED IN CHAE Saw os 1513816 JACQUELINE ‘BALCELLS ANA MARIA GUIRALDES EMILIA Y LA DAMA NEGRA ILUSTRACIONES DE CARLOS ROJAS MAFFIOLETTI EDITORIAL ANDRES BELLO Para Maria Ignacia, jorge, Martin, Alvaro, Simén, José Maria y Benjamin, que ya conocen el placer de leer. ‘Axa Masta Para Panchi, Maria Jess, Ignacia, Valentina, Priscila, Asunci6n, Constanza y Natalia, que ya conocen ef placer dle escribir. Tacqueume Capitulo Uno CAMINO A LAS TERMAS EXTRANO CRIMEN EN EL BARRIO ALTO cuerpo sin vida de Margariia Rodriguez “6 Tazcano, de 52 aris, fue encontrado en OST es fardines de su residencia en la calle A ‘Mar de Brumas 6580, del barrio de Las Ne fl Condes. La occtsa presentaba un golpe en la nuca dado con un objeto coftun- denve, que al parecer fue la causa del deceso. Aiin conser- pesos un anillo y un collar de perlas de gra valor, lo que se presume que el mévil no fue el robo. Segiin Mercere: de esr del bos, den Ua cass Mfahiaba nada. Bi sinico elemento srano enconsrado ate tena dee 2 2n mazo de _— Bmnilia lefa concentrada Ja hoja de periédico, fechada alos atris, que envolvia el cAntaro de greda que tfa ‘habfa insistido en comprar en un puesto de artesantas ala carretera. Calle Mar de Brumas! (Qué nombre tan tétrico! \dié Emilia—. {Ustedes supieron de un crimen Iiubo en ta calle Mar de Bramas hace un tiempo? , {JACQUELINE BALCELSS ANA Nala GOURALDES —Conozeo la calle, pero no el crimen —dijo tio Hemén girando la cabeza para mirarl—. .¥ por qué pre- funtas €50? —Porque en el diario con que‘ envolvieron este ja- ‘r6n aparece la noticia. ;Cuidado, tio! j£1 auto de adelante esté frenandot —iEsti todo controlado, todo controlado, pequefia! —respondié don Hemdn, dando un frenazo que hizo sal- tar a dofa Pepa del asiento. —©tidado, viejo! —Jo reconvino la sefiora, asustada No sean tan nerviosas —contest6 e! aludido, con la vista ahora bien fija en la carretera—. (Esta Enilia, siempre interesada’en misterios! Emilia s¢ echo hacia atrés y volvio a su lectura, dispuesta a no’ seguir pendiente de las arriesgadas manio- bras de su tio —A propésito de crimenes... tengo un hambre! Qué tal si nos detenemos a comer un sandwich de arrollado? —ti6 el to. —jFlombre, por Dios, paréces un cantbal! Y con todo Jo que alegaste porque te hice parar en el puesto de artesanias, ahora que no faltan mis de veinte minutos para llegar a almoreac a las Termas, quieres detenemte a commer Emilia escuchaba a sus tfos en silencio. Se habia propuesto pasar tres dias con ellos en las Termas de Colinahuel con et mejor Animo posible. Queria mucho a sus padrinos y no fue capaz de rehusar la invitacion que Je habian hecho con tanto. carifio. La palabsa “termas” le sonaba a lugar aburrido, a viejos y a enfermos, Pero, por cra part, le aseguraron que el lugar era muy bonito, que se comian muchos dulces y que habia un bosque preci 0, Y lo mejor de todo era que Diego le habia prometido llegar el fin de semana para volverse con ella a Santiago. EL automévil ya viajaba por el camino de tierra, ori ando el rio que corria tormentoso, muchos metros’ mas iy aap. De pronto apareci6 ante ellos un antiguo y enorme eaificio que parecia. colgar del acantiado en. ta ibera puesta del 0 iQue lindo! Ese sera el hotel” —pregunto Emil —Seqiin mis datos, sf —respondid don Hernan, mo- viendo brazos y hombros para girar el manubsio y entrar eel angosto puente que cruzaba el rio, “iQue lugar tan peligroso! Te imaginas caer por ese precipicio? —se asusts tia Pepa. “Piensa mejor en el almuerzo que nos espera, Pepa Uno de los atractivos de este lugar es la comida —tespon- dig don Hern, tragando saliva Bl auromévil siguid sa trayecto y pronto entraban por Jun camino de gravilla. Los arboles centetiarios y la profu- fin de plantas que sombreaban el patio. de entrada 2) hhotel daban la sensacién de paz que todos esperaben Mientras don Hernan llenaba el formulano de recepcién on sus datos, Emilia y sua se encaminaron hacia la fi vidriada que cabs a un inmenso. patio interior, Alraidas por el verdor del césped y los aumerosos maci2os de floces. iQue bien mantenido esié este jardin! —se adminé Pepa. re ce err Aapareci tas ella. Les propongo i a conocer nuestias habitaciones y Wego, a almorzar —les dijo, mientras palpaba su. promi: nena eee ace en eee 8 en dos habitaciones contiguas cuyas ventanas da- 4 precipicio bordeado de arbotes con flores amacilas, y sobrina atravesaron corredores de olorosa madera y “patio en cuya fuente centeal unos leones de bronce ‘agus por sus fauces, Cuando abrieron Ia puerta We que separaba al antiguo y espacioso bar del co- » AEQUELINE ALCELS AA A GLIRALDES medor, el ruido de las conversaciones parecis disminuie y los comensales que alli habia se volvicron disimuladamente ara mirar a los recién legados. Una camarera de ojos ‘vivos, con un impecable y almidonado delantal celeste, se acere6 @ ellos y los condujo a una mesa en cuyo centro, afirmada en un servilletero, habia una tarjeta en la que se lefa: Hernan Martinez y fama. Se sentaron con muy buen Animo y mientras la cama- sera llamaba al mayordomo, Emilia se dedic6 a observar a los otros pasajeros. A su derecha, una mujer vestida de blanco llenab el vaso de jugo de naranjas de un mucha- cho mubio, algo palido y de aspecto muy simpatico que tenfa al frente. Estab sentado en una silla de ruedas. Un poco més allé, un hombre de unos treinta y cinco aitos, de melena larga y bigotes y barbita a lo mosquetero, se dejaba acariciar la mano por una rubia platinada, Esta tenfa una apariencia juvenil, pero su mirada y sontisa revelaban a una mujer de edad ya madura_ A la izquierda, yy cerca de la ventana, dos sefioras cincuentonas conversa ban animadamente. Una de ellas, menuda y de pelo muy corto, llamaba la atencién por su pequefla nariz excesiva- mente respingada; la otra, al parecer més alta y maciza ‘que su compafiera, lucia un peinado Ileno de rizos y grandes aros. Su brazo derecho, rodeado de pulseras, tn- tineaba cada vez que movia la mano. —Bienvenidos, sefiores —Ia voz eduicads y ronca del mayordomo sicé a Emilia de su silencioss contempla- eion—. {Cull de los dos ments de! dia van a elegic? —pregunté extendiendo a cada uno las cartas—. 0 qui= 245 quieren el régimen especial? -jMmmm! Nada de regimenes aqui! —dijo muy se fo don Hemin. Nadie diria que eres médico —to regan su mu: iee— Siempre soy yo la que tengo que estar penciene de tu colesterol “—Trtigame wna entrada de langostinos con mayonesa y luego los titones al jerez, por favor— sigui6 don Hernan, imperécto—. ¥ un vino tito de buena cosecha —agregs. Dofia Pepa dio un profundo suspiro y como para dar ¢jemplo 2 su marido pidié el meni de regimen: pescado al vapor con papas cocidas. =W la sefiorita? —Pello con papas fritas —dijo Emilia, como siempre ‘@ando iba a un restordn, El joven nubio de la mesa vecina escuch6 el pedido de Emilia ¥ le sonri6 abiertamente. Luego, como avergon- mado de su osadia, hundio la mirada en su pose de semola. Emilia se dijo que ese muchacho era muy buen mozo. De pronto se oy6 una explosicn de cristales y la voz ftida de una mujer llegd desde el bar: —jfsta es la tercera vez, Adelina! Ahora te lo descon- taié del sueldo. {0 td crees que a mi las copas me las repalan? A los pocos segundos, la misma camarera que los Juabia atendido al llegar, atavesaba el comedor en direc- G49n a la cocina con las mejilas encendidas y el paso Iipido. En sus manos llevaba una bandeja con uh par de copa rots. De inmediato las pueras se volvieron a abric para dar 4 una mujer de Bgura esbeka, ataviada con falda y te ge kcal eats y try conce ‘efunareaban un rostro de huesos anchos y nariz aguilefa. Se ha en un bastdn para caminar y daba cada paso con cuidado como si temiera resbakir. Sus ojos esaban Por unos. grvesos lentes oscures, con un marco que se elevaba en los extremos como un antifiz " ==Buenas tardes, dota Hortensia —saludé el hombre de barbita—. felicito por la mermelada de los

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