LENGUAJE
PRIVATE SCHOOL OF MISSES
BIOGRAFIA
   “ANDEAN LIGHT AMERICA´S
Ciro Alegría
(1909/11/04 - 1967/02/13)
Escritor peruano
        QUEEN SHOOL”
  Uno de los escritores peruanos más reconocidos.
  Obras: El mundo es ancho y ajeno, Los perros
    hambrientos ...
  Género: Novela, relato, poesía ...
 TEACHER :
  Padres: José Eliseo Alegría Lynch y María
    Herminia Bazán
Ciro Alegría
Nació el 4 de noviembre de 1909 en la hacienda
Quilca, cerca de Huamachuco. Hijo de José Eliseo
Alegría   Lynch    y  María   Herminia   Bazán.
  NAME : Scarlet Ariana
En 1941 ganó el Premio de Literatura hispanoamericana convocado por una
editorial de Nueva York con su novela El mundo es ancho y ajeno. Abandonó
                   Shanthall
Chile y se trasladó a Estados Unidos. Más tarde residirá en Puerto Rico y
Cuba.
 LAS NAME : Cahuana
Libros
La leyenda del nogal (1940) y Duelo de caballeros (1965), y de las
novelas: La serpiente de oro (1935), Los perros hambrientos (1939) y El
                        Zapana
mundo es ancho y ajeno (1941), su obra maestra.
En 1963 se publicó su última obra Duelo de caballeros.
Otros   relatos: La
                    Grade: “2”
                       ofrenda   de   piedra (1978), El   sol   de    los
jaguares (1979), Siete cuentos quirománticos (1980).
Muerte
               Seccion : Green
Ciro Alegría falleció en Chaclacayo el 13 de febrero de 1967 en Chosica a
               Secundary Level
causa de un infarto cardíaco.
Obras
    La serpiente de oro
    Los perros hambrientos
    La leyenda del nopal
    El mundo es ancho y ajeno
    Las aventuras de Machu Picchu
    Duelo de caballeros
    Panki y el guerrero
    Gabriela Mistral íntima
    Sueño y verdad de América
    La ofrenda de piedra
    Siempre hay caminos
    El dilema de Krause
    La revolución cubana: un testimonio personal
Lázaro
Mucha suerte con harto palo
Siete cuentos quirománticos
El sol de los jaguares
Fábulas y leyendas americanas
Sueño y verdad de América
Fitzcarraldo, el dios del oro negro
Sacha en el reino de los árboles
Nace un niño en los Andes
Once animales con alma y uno con garras
El ave invisible que canta en la noche
Mi alforja de caminante
El zorro y el conejo
    LA
SERPIENTE
    DE
   ORO
TEMA PRINCIPAL:
El tema principal de "La serpiente de oro" de Ciro Alegría es el conflicto entre la
cultura occidental y las culturas indígenas en la región andina de Perú, a
medida que los colonizadores explotan los recursos naturales y oprimen a las
comunidades nativas. La novela explora esta lucha a través de diversos
elementos, como el choque de valores, la pérdida de identidad cultural y la
resistencia contra la opresión. La figura simbólica de la serpiente de oro
también representa la codicia y la búsqueda desenfrenada de riqueza que
conduce a la degradación del entorno natural y al sufrimiento de las personas.
En resumen, el tema principal es la exploración de la interacción entre
diferentes culturas y el impacto de la colonización en las tradiciones y formas
de vida indígenas.
GENERO:
El género de "La serpiente de oro" de Ciro Alegría es la novela. Más
específicamente, es una novela de contenido social y regionalista que aborda
cuestiones como la cultura, la identidad, la explotación de recursos naturales y
el choque entre diferentes culturas en la región andina de Perú. La novela
combina elementos de aventura, crítica social y simbolismo para contar su
historia y explorar sus temas centrales.
ESTRUCTURA:
Esta novela se divide en 19 capítulos y 141 páginas.
"La serpiente de oro" de Ciro Alegría sigue una estructura narrativa tradicional,
que se desarrolla en forma lineal y presenta varios elementos típicos de una
novela. La estructura general de la obra se puede dividir en los siguientes
elementos:
Introducción: La novela comienza presentando a los personajes principales,
Fernando y Margarita, así como el contexto en el que viven. Se establece su
deseo de aventurarse en las montañas peruanas en busca de riquezas y
nuevas oportunidades.
Desarrollo: A medida que Fernando y Margarita avanzan en su viaje, entran en
contacto con diferentes personajes y tribus indígenas. Esta parte de la novela
explora la interacción entre los personajes, así como la representación de las
diferentes culturas y formas de vida.
Clímax: El punto culminante de la historia ocurre cuando los personajes
principales se encuentran con la serpiente de oro, un evento que cambia el
curso de la trama y tiene implicaciones simbólicas y emocionales significativas.
Resolución: Después del encuentro con la serpiente de oro, los personajes
enfrentan las consecuencias de sus acciones y decisiones. La resolución
aborda los cambios que experimentan los personajes y cómo sus experiencias
influyen en sus percepciones y elecciones.
Conclusión: La novela cierra proporcionando un cierre a las historias de los
personajes principales y, en algunos casos, ofrece reflexiones finales sobre los
temas y las lecciones presentes en la obra.
Además de esta estructura general, "La serpiente de oro" puede presentar
capítulos o secciones que alternan entre diferentes perspectivas y escenarios
para proporcionar una visión más completa de la narrativa y los personajes. La
estructura contribuye a la exploración de los temas de la novela y a la
presentación gradual de la evolución de los personajes y sus relaciones.
ESCENARIO:
el escenario de "La serpiente de oro" es la región andina de Perú, con su
entorno natural impresionante y los desafíos que enfrentan los personajes en
un contexto de choque cultural y explotación colonial.
EPOCA:
"La serpiente de oro" de Ciro Alegría está ambientada en la época de la
primera mitad del siglo XX, en un contexto en el que la explotación colonial y
las tensiones entre culturas eran relevantes en la región andina de Perú.
Aunque la novela fue publicada en 1935, su ambientación parece estar ubicada
en un período anterior, ya que refleja las condiciones y la forma de vida de esa
época, cuando la explotación de los recursos naturales y los conflictos
culturales eran una realidad en muchas partes de América Latina. El escenario
y los elementos culturales de la obra sugieren que se desarrolla en un
momento en que la influencia de los colonizadores occidentales estaba en
conflicto con las tradiciones y la vida de PERSONAJE PRINCIPAL:
"La serpiente de oro" presenta varios personajes, pero los personajes
principales son Fernando y Margarita,
PERSONAJE SECUNDARIOS:
Uno de los personajes secundarios destacados en "La serpiente de oro" es el
indígena llamado Shapi. Shapi es un personaje nativo de la región andina de
Perú
RESUMEN DE LA OBRA:
I.    EL RÍO, LOS HOMBRES Y LAS BALSAS.
Los cholos balseros de la novela viven en Calemar, un valle a cuyo lado pasa
el imponente río Marañón, por el cual sienten profundo respeto. La creciente
máxima del río ocurre en febrero. La corriente trae consigo palizadas, es decir
troncos y ramas, que son muy peligrosas. La balsa que tiene la desventura de
tropezar como una palizada se enredará para luego ser estrellada entre las
peñas o sorbida por un remolino. Calemar está dominado por un enorme
peñón, que es como una muralla natural de rocas. Existen dos caminos hacia
al poblado. Uno que nace al lado del río, al pie de las peñas, por donde llegan
los forasteros y por donde los cholos de Calemar van a las ferias de
Huamachuco y Cajabamba. El otro es el que baja de la puna de Bambamarca,
por donde llegan los indios de las alturas a intercambiar papas, ollucos, etc. por
coca, ají y plátanos que produce el valle. Los indios no comen mangos,
guayabas ni ciruelas porque creen que les dan tercianas (fiebres palúdicas),
pero de todos modos enferman de dichas fiebres y mueren. Además de la coca
y los frutales propios de la ceja de selva, en el valle abunda el cedro, pero el
árbol maderero más apreciado es el palo de balsa, de color cenizo, que es de
propiedad del dueño del lugar en el que nace. Con la madera se fabrican las
fuertes balsas, herramienta primordial del cholo balsero. Pero dicho árbol es
escaso. Por un palo de balsa pueden estallar disputas sangrientas, como la
que ocurrió entre el Pablo y el Martín. Pablo mató de una cuchillada a Martín
porque éste le cortó un palo de balsa mientras se hallaba ausente. Los palos
de balsa abundan río arriba, en Shicún; sus dueños hacen negocio vendiendo
balsas a los cholos balseros, aunque a precio muy elevado.
II.   RELATO DEL VIEJO MATÍAS.
Corría marzo y el río ya estaba mermando. Al valle llega un forastero muy
elegante, joven, de tez blanca y de contextura delgada, montado en un caballo
zaino, quien solicita hospedaje en la casa del viejo Matías Romero. Este le
recibe amablemente y mientras el forastero acomoda su toldo de dormir en el
corredor, le pregunta su nombre y la razón de su venida. El forastero dice
llamarse Osvaldo Martínez de Calderón, que es ingeniero limeño, y que venía a
estudiar la región, para ver la posibilidad de formar una empresa dedicada a
explotar sus recursos. Don Matías vivía con su mujer, doña Melcha, y su hijo
Rogelio, un jovenzuelo de 20 años. Arturo, su hijo mayor, ya estaba casado y
tenía su propia casa a unos cuantos pasos de allí, aunque de vez en cuando
iba a visitar a sus padres. Llega también de visita el cholo Lucas Vilca, quien
vivía cerca (él es uno de los narradores ficticios de la novela). Osvaldo tiene
curiosidad por las costumbres y la vida del valle, y el viejo Matías, incansable
charlatán, no desperdicia la oportunidad para contarle de todo. Le cuenta por
ejemplo cómo durante la última crecida del río el nivel del agua fue tan alto y la
corriente muy furiosa, que sus balsas fueron arrastradas y solo conservaron la
balsita del Rogelio, hecha de unos palos varados por el río. Al otro lado del río,
unos comerciantes celendinos o shilicos les rogaban que les trajeran comida y
que les darían buena paga. Pero era difícil cruzar el río sin contar con buenas
balsas. Entonces el Roge se ofreció para cruzar el río a nado llevando sobre
los hombros un quipe (alforja) lleno de alimentos. El cholito realizó la hazaña,
aunque retornó con una herida ligera en el pecho, que algunos dijeron que era
un zarpazo del Cayguash, el monstruo que nadie había visto pero que decían
que aparecía cuando el río crecía. Por su parte el forastero no quiso parlar
sobre Lima, como le habría gustado al Matías, y se echó a dormir en su toldo,
que le protegía de los mosquitos. La charla la continúan el Arturo y el Rogelio,
quienes se ponen de acuerdo para ir al día siguiente a Shicún a comprar una
balsa, cuyo precio, calculan, no bajaría de los 30 soles. Lucas Vilca, por su
parte, solo pensaba en cuidar su platanar. Mientras tanto, el viejo Matías
seguía parlando y menciona su proyecto de lavar oro, pues el río era pletórico
en dicho metal.
III.   LUCINDAS Y FLORINDAS.
Arturo Romero estaba casado con la Lucinda, una poblana de ojos verdes
quien ya le había dado un hijo, al cual llamaron Adán, quien todavía era un
caishita, es decir, un infante. El narrador nos cuenta enseguida cómo Arturo se
enredó con la Lucinda. Ello ocurrió seis años atrás, cuando los hermanos
Romero fueron al pueblo de Sartín, donde se alojaron en la posada de doña
Dorotea, la mamá de Lucinda. La cholita se dedicaba entonces a servir la
comida a los visitantes y destacaba por su fina faz y sus senos erguidos. Arturo
se enamora de ella, y consigue el permiso a su madre para llevarla a la fiesta
patronal del pueblo; en dicha reunión ambos se corresponden. La Lucinda
destaca como eximia bailarina y por su belleza natural, dejando alelados al
resto de los asistentes. Las bandas de pallas cantan y bailan incesantemente, y
una banda de oroyeros representan el paso del Marañón por medio de cuerdas
templadas. Arturo recuerda entonces su oficio de balsero y le dice a Lucinda si
no quisiera ir con él a Calemar para vivir allí y formar una familia.
Pero Lucinda no se decide, pensando en su mamá y en su pequeño hermanito
a quien debía cuidar. Dos gendarmes o guardias civiles, venidos de
Huamachuco, llegan al pueblo con el propósito de multar a todo el que bebiera
en exceso, según la ley, aunque en realidad venían a aprovecharse de los
pobladores. A Arturo le piden su libreta de conscripción militar, a pesar de no
ser época de reclutamiento; en realidad los guardias habían puesto los ojos en
la Lucinda y buscaban un pretexto para tomar preso al joven y aprovecharse de
su pareja. Arturo extrae del bolsillo una libreta vieja y les enseña; entonces los
guardias lo dejan ir. Ya entrada la noche, Arturo, Lucinda y Roge retornan a la
posada de Dorotea. Pero aún quedaba un último día de fiesta y Arturo vuelve a
pedir permiso para invitar a la Lucinda, esta vez a la fiesta en casa de doña
Rosario, una devota de la Virgen en cuyo hogar había construido una capilla.
En medio de la euforia producida por el alcohol, Arturo le dice a Lucinda que se
casaría con ella de ser posible al día siguiente, a fin de llevarla consigo a
Calemar. Pero la alegría se interrumpe cuando irrumpen los dos guardias de
manera prepotente.
Uno de ellos saca a bailar a Lucinda; luego el otro solicita lo mismo. Muy
enojado, Arturo les pide no molestar a su mujer. Los guardias se enfurecen y
se arma la trifulca. Víctima de los recios golpes de los cholos, los guardias
quedan tendidos y desmayados. Al Arturo y al Roge no les queda otra sino
escapar y se llevan consigo a Lucinda hacia Calemar. En el trayecto se
hospedan en casa del cholo Venancio Landauro, en Shicún. Así fue como el
Arturo se desposó con Lucinda, aunque los primeros años debieron vivir
escondidos evadiendo la justicia. Luego, cuando el retén de gendarmes de
Huamachuco fue renovado, pudieron vivir más tranquilos. Al principio Lucinda
sufrió de fiebres tercianas, mal de los habitantes de las alturas trasladados a
los valles bajos; tuvo asimismo varios abortos, pero luego, tras encomendarse
a la Virgen, tuvo su primer hijo, el Adán. Sobre la Florinda, otra bella chinita, a
la cual andaba cortejando el Roge, el narrador nos da a entender que tratará
más adelante.
IV.   ANDE, SELVA Y RÍO.
Don Osvaldo Martínez llega a la casa del hacendado de Marcapata, Juan
Plaza, ya anciano y se alegra de encontrar a un blanco que hablaba un
castellano claro, como él, luego de haber frecuentado solo con los cholos de la
región. Don Juan recibe cordialmente al forastero, le presenta a su familia y lo
invita a desayunar con él. Osvaldo es interrogado por los sucesos de Lima, la
política y el gobierno, pero él prefiere hablar sobre otros temas. Informa que ha
venido a explorar la región. Don Juan le ofrece entonces como guía a uno de
sus peones indios, el Santos; luego le cuenta sobre las experiencias de otros
osados exploradores que igualmente vinieron a esa escabrosa región y la
manera como fallecieron o simplemente desaparecieron. Le cuenta la historia
de Alejando Lezcano y dos polacos que cargados de instrumentales y equipos
se internaron en la selva y nunca más se supo de ellos. Osvaldo lo escucha
con interés, pero dice que a él no le ocurriría eso. Juan le aconseja entonces
que al menos, antes de emprender la exploración, fuera a la cima del cerro
Campana, pues de ahí se divisaba toda la región. También le aconseja que lo
mejor sería hacer una empresa que se dedique a lavar oro en el río Marañón,
pues era ganancia segura por su abundancia. Termina diciendo que “ande,
selva y río son cosas duras”. Al día siguiente Osvaldo se dirige a Bambamarca
junto con el Santos, el guía indio que le prestó don Juan, y luego sube al cerro
Campana, donde sufre de soroche.
Asustado, se cubre la nariz sangrante con su pañuelo y saca su revólver,
increpando al indio por haberlo conducido hacia la muerte. Pero el Santos lo
calma y le ofrece coca. Osvaldo, venciendo sus reticencias, masca las hojas
secas y siente algo de alivio. Desde la cima del cerro puede divisar la selva, el
Callangate, el brillante nevado de Cajamarquilla, y el Marañón, el majestuoso
río que repta abajo como una serpiente.
V.    MUCHOS PEJES Y UN LOBO.
El río se encontraba en merma. Debido a ello el viejo Matías y Lucas Vilca
podían balsear a los forasteros fácilmente. Ambos se dedican también a pescar
colocando nasas y utilizando dinamita. El viejo se hallaba preocupado por sus
hijos, el Arturo y el Roge, ya que tardaban en volver de Shicún; sin duda se
habrían dedicado a tomar aguardiente. Lo inquietante era que el viaje de
retorno sería muy peligroso, pues al encontrarse muy bajo el río resultaría muy
difícil pasar en balsa por La Escalera, un pongo o paso muy estrecho que se
extendía sobre un lecho de piedras filudas. Luego Matías y Lucas continúan
pescando pejes y boquichicos, cuando de pronto el viejo divisa un lobo de río y
se lanza al agua para atraparlo. Lucas le ayuda, logrando entre ambos dominar
al animal, el cual muerde en la mano a Matías. Este logra soltarse, estrellando
la cabeza del lobo entre las piedras y matándolo. El viejo, aunque ufano por
haber vencido al animal, al instante siente el presentimiento de que algo malo
pasaría.
VI.     LA ESCALERA.
Arturo y Roge se hallaban todavía en Shicún, alojados en casa de Venancio
Landauro y dedicados a libar aguardiente. Al fin deciden regresar a Calemar
con la balsa por la que pagaron 25 soles, y que cargaron de provisiones.
Bajando por el río calculan que estarían llegando al peligroso paso de La
Escalera ya al anochecer, por lo que Arturo hace notar que sería difícil ver y
esquivar las filudas rocas que sobresalían al estar bajo el caudal del río, y que
lo más prudente sería esperar el amanecer. Pero el Roge, ansioso de llegar
donde la Florinda, le convence para continuar. Lamentablemente y pese a la
pericia de ambos en manejar las palas, la balsa queda atascada en las rocas.
No pueden pues avanzar más y solo les queda esperar la crecida del río para
que la balsa se eleve y vuelva a flote.
VII.    LOS DÍAS DUROS.
En La Escalera los dos hermanos permanecieron días esperando la crecida del
río y consumiendo las provisiones que llevaban. El más afectado anímicamente
era el Roge, pues se sentía culpable por no haber hecho caso a su hermano.
Ello y el temor de que se agotara la comida, le hacen planear lanzarse al río
para alcanzar las peñas de al frente e ir a buscar ayuda. Arturo suplica su
hermano que no lo intente pues era seguro que no podría escalar las rocas,
muy altas y escarpadas, ni tampoco vencer la fuerza del río. Pero sus ruegos y
razonamientos son inútiles pues el Roge se arroja y logra llegar hasta las
peñas. Sin embargo, no logra asirse de las grietas de las rocas y es empujado
por la corriente; trata entonces de meterse al centro de río para esquivar la
correntada, pero sus fuerzas le abandonan y la fuerza del río lo vence,
empujándolo hasta hacerlo desaparecer. Arturo queda tendido e inerme en la
balsa, boca abajo y con la cabeza ardiéndole: sabe que ha perdido
definitivamente a su hermano.
VIII.   “APLICA SEÑOR TU IRA”.
El viejo Matías ya no era el mismo después de la mordida del lobo. Se sentía
intranquilo y malhumorado. Tirado bajo un árbol de mango, se pone a tomar
guarapo y mascar coca. Peor aún, blasfemaba contra Dios repitiendo estribillos
como este: “Aplica, Señor tu ira, tu justicia y tu rigor; y con tu santa paciencia,
friégame nomá, Señor”. Lucas trata de animarlo a volver a sus labores, pero el
viejo se resiste y manda al diablo a todo. Lucas entonces retorna al cuidado de
su platanar y se pone a quemar monte, cuando de pronto escucha un ulular o
grito agudo; al principio no hace caso pero luego, cuando se asoma a ver río
arriba, divisa una balsa y en ella a un hombre desfalleciente que apenas movía
la pala de remar. Reconoce entonces al Arturo y gritando su nombre va a su
encuentro. Matías se levanta sobresaltado y corre también hacia el río. Ambos
logran detener la balsa y sacan de ella a Arturo, llevándolo a su casa. La
Lucinda queda espantada al ver a su marido en estado calamitoso y no atina a
hacer nada, mientras la Florinda intuye la muerte del Roge y llora su
desventura.
IX.   EL RELATO DEL CHOLO ARTURO.
El Arturo después de haber sido salvado permanece inconsciente, delirando y
gritando el nombre de Roge. Cuando se recupera cuenta a sus familiares su
aventura: después de que el río se tragara al Roge estuvo en la balsa atascada
algún tiempo más, sin poder precisar si fueron horas o días, hasta que llegó la
crecida.
Entonces, tomando aliento de las pocas fuerzas que le quedaban, se
encomendó a la Virgen del Socorro, patrona de su pueblo, cogió la pala y fue
remando, esquivando las rocas. La corriente lo empujó directo a una peña,
pero increíblemente en ese instante la velocidad de la balsa disminuyó, y si
bien se produjo el choque, la embarcación no se desarmó. Alentado por lo que
creía ser un milagro de la Virgen, siguió bogando, esquivando las palizadas y
los remolinos, hasta que por fin pudo divisar Calemar y entonces empezó a
gritar. El resto de la historia, termina diciendo Arturo, ya la conocían. Su mamá,
la vieja Melcha, lloraba a su lado, mientras que el viejo Matías permanecía
mudo e inmóvil.
X.    ¡FIESTA!
Llega el tiempo de fiesta de la Santísima Virgen del Perpetuo Socorro de
Calemar, la patrona del pueblo, cuya imagen la habían representado con los
ojos azules, las mejillas encendidas y la boca púrpura. Todo el pueblo se
engalana y llegan forasteros a participar de los festejos, entre ellos el
hacendado Juan Plaza. Los calemarinos llaman al párroco de Pataz, don
Casimiro Baltodano, para que oficie las misas de los difuntos, al igual que todos
los años. Florencio Obando, el Teniente gobernador del caserío, nombra a dos
cholos fornidos como “números” o encargados de vigilar el orden. El narrador
nos cuenta cómo Obando era muy respetado por su tino y destreza para
gobernar. Pero la alegría se ve turbada cuando la gente se entera que el cura
no quería celebrar una misa por cada uno de los difuntos, como era costumbre,
sino que daba por concluido su deber oficiando una sola misa para todos los
muertos. Muchos ya habían cancelado dos soles por misa y fueron entonces a
reclamar al cura. Este les responde de que si querían misa para cada difunto,
debían pagar cinco soles pues los dos soles no alcanzaba ni para el vino. Esto
desata la ira de la gente, más aún cuando ya se habían enterado que el día
anterior el cura había celebrado la misa con un licor hecho a base de cañazo
(aguardiente de caña) pues el vino se lo había tomado en una borrachera que
tuvo con Juan Plaza. La gente se pone entonces de acuerdo para obligar al
cura avariento a devolver el dinero. Los bambamarquinos encabezan la
protesta, seguidos por los calemarinos. Todos se dirigen a la casa donde se
hospeda el cura, pero no lo encuentran y solo sale el sacristán, un indio joven y
enclenque, a quien golpean, exigiéndole que dijera a dónde se había ido el
cura. Entre sollozos, el sacristán dice no saber nada. De pronto una voz lejana
avisa que el cura huía montado a caballo hacia el monte. Algunos cholos,
encabezados por Florencio Obando montan sus caballos y van a perseguirlo.
Pero luego de un rato regresan contando que el cura se detuvo y les hizo
disparos, por lo que tuvieron que retroceder. Pese a este incómodo incidente,
la fiesta continúa pues los devotos creen que las almas de los difuntos
entenderán que por culpa de un cura avariento no se pudieron ofrecer las
misas.
XI.    CHARLA DEL BOHÍO.
Una intensa lluvia que cae día y noche anuncia la llegada del invierno. El cholo
Silverio Cruz va a la casa de don Matías a solicitar brasas de candela y se
queda conversando, a la espera del cese de la lluvia. Participa de la charla
Lucas Vilca y los otros miembros de la familia del viejo. Entre otras cosas tratan
sobre la interrogante de la muerte de los pájaros ya que nunca nadie había
encontrado el cuerpo de un ave fallecida de muerte natural. Silverio les cuenta
entonces una historia curiosa transmitida por su mamá y esta a la vez de sus
antepasados, sobre un hombre que una vez se internó por la montaña en
busca de leña y encontró un claro donde estaban reunidas diversas aves,
viendo que una a una volaban al cielo hasta desaparecer. Los oyentes le
escuchan absortos y el Silverio continúa su historia agregando que uno de los
pajarillos se acercó al hombre y le dijo que si contaba lo que había visto
moriría. Y el hombre hizo caso y nunca lo contó.
Entonces el Arturo observa que si fue así, cómo fue que se enteraron de la
historia la mamá de Silverio y otros antes de ella. A lo que Silverio no atina a
responder y así el encanto de la historia se desvanece. Luego el Silverio se
despide mientras que afuera la tempestad arrecia. El viejo Matías observa que
la quebrada se puede desbordar al caer mucho desmonte. El aullido de los
perros parece anunciar una desgracia.
XII.   LA UTA Y EL PUMA AZUL.
Doña Mariana Chiguala es una viuda madura que vive en el fondo del valle
junto con su sobrina Hormecinda, una chinita de 15 años que se dedica a
pastear cabras. En su casa se hospedan los forasteros, quienes suelen
quedarse tres días (lo que era inusual), y otras veces, según los chismes, el
cholo Encarna iba también a visitarla, cuidando que no se enterara su mujer.
Lucas Vilca también tiene relación con doña Mariana, ya que ella es quien le
prepara la comida, y no faltaba alguno que le aconseja que la tome como
pareja. Pero Lucas solo tenía ojos para la Florinda. En uno de sus habituales
almuerzos, doña Mariana le cuenta que un puma andaba merodeando los
alrededores. Se oyen unas campanadas, lo que era aviso de que llegaban
gente para balsearlas, por lo que Lucas se dirige al río. Son dos utosos
(enfermos de uta) que bajan al caserío y se hospedan en la casa de don
Matías, quien nunca se negaba a dar pensión a los forasteros. Los utosos
dicen a los balseros que mejor sería que los transportaran al día siguiente,
pues venían de un largo viaje y necesitaban descansar. Luego cuentan que son
de Condormarca y que se dirigen a Huamachuco para sanarse. Matías y Arturo
los alientan a continuar el viaje, contándoles los casos de algunos utosos que
sanaron. Luego de la charla se duermen los dos enfermos pero uno de ellos
siente un agudo dolor en el interior y presiente que el mal ya estaba en su
etapa terminal. Al día siguiente cuando iban a ser pasados a la otra orilla del río
cae muerto el mismo que presintió su final y su cuerpo es velado en la casa de
Matías. El otro utoso, ya resignado, decide volver a su tierra diciendo que era
mejor morir en su propio pueblo que en suelo extraño. Mientras tanto, los
calemarinos deben enfrentar un grave problema. La misma noche del velorio el
puma había vuelto a asolar el redil de doña Mariana. Y luego continuó la noche
siguiente y así sucesivamente, atacando a otros rediles. El cholo Encarna
juraba haber visto un puma azul, como el añil, y que posiblemente estaría
encantado, por lo que los hombres nada podrían contra él. Los otros cholos no
lo toman en serio y planean emboscar al puma. Arturo desenfunda su viejo
revolver y se esconde para sorprender al felino. Pero todos fracasan noche tras
noche. Arturo llega a tener cerca al puma, en el momento en que se llevaba
una cabra, pero los cinco disparos de su revólver fallan incomprensiblemente.
Entonces dice también haber visto al puma de color azul, tras lo cual se pone
mal y le dan pesadillas en las cuales siente que una gran mancha azul le cubre
y lo ahoga. Todo ello desalienta al resto de los cholos. Doña Mariana, al ver
que ya nadie se animaba a intentar cazar al puma, que creían encantado,
decide cavar un hoyo y poner estacas al fondo, en el mismo lugar donde la
fiera solía entrar al redil luego de dar un ágil salto. Mariana espera llena de
tensión toda la noche y finalmente escucha un aullido atronador. Pero no se
anima a salir; recién a la mañana sale a ver y encuentra al puma atrapado
entre las estacas y rugiendo ferozmente. Presa de la ira, doña Mariana coge
una roca y le aplasta la cabeza, pero aún muerta la fiera, continúa rematándola
a garrotazos. La gente se acerca mientras tanto y doña Mariana, riendo a
carcajadas, les hace ver que el puma no era azul sino plomizo como cualquier
otro. El Arturo también se ríe y se cura al instante del “encantamiento”.
XIII.   EL DESMONTE.
Don Matías llega de un viaje hacia Bambamarca y por su experiencia presiente
que las laderas de la quebrada al hallarse flojas podrían venirse abajo y llegar
al valle en forma de una inmensa masa de lodo y piedras. Era lo que llamaban
“el desmonte”. El viejo se lamenta no tener al lado un antiguo perro llamado el
“Chusquito” quien con sus ladridos avisaba con tiempo la llegada del desmonte.
Y efecto, el desmonte llegó: un largo estruendo resuena en el valle; Matías se
levanta sobresaltado y va corriendo a avisar a los cholos del pueblo,
ordenándoles que cogieran sus hachas y machetes y se dirigieran a la
quebrada. La idea era derrumbar árboles para que de alguna manera
amortiguaran la fuerza del desmonte. Pero de todos modos el desmonte llega
al valle arrasando la casa y la chacra del cholo Silverio, quien luego de salvar a
su familia, se resigna a perderlo todo y se propone dedicarse a partir de
entonces a la balsería.
XIV.   LA BALSA SOLITARIA.
El narrador nos cuenta la dura vida del balsero del Marañón que debe usar
todas sus fuerzas para vencer la fuerza del río. Ellos se dedican a trasladar a
los viajeros que van y vienen de uno y otro lado. Y una tarde, ya finalizando las
labores, divisan una balsa sin tripulantes ni cargamento. Solo Dios sabrá de
dónde viene y adónde irá a acabar. Tal vez fue arrancada del atracadero por
una súbita creciente. O cogido por una palizada y sus tripulantes tuvieron que
arrojarse al agua para salvarse. O tal vez cayó en una chorrera o un remolino y
por eso quedó sola. Ya en casa, los balseros comentan sobre dicha balsa
solitaria, ya que solo ellos, los habitantes del valle, saben el crudo mensaje que
encierran unos cuantos maderos reunidos que van a la deriva por el río.
XV.    EL REGRESO DE DON OSVALDO.
Don Osvaldo llega después de mucho tiempo a la casa de don Matías y se le
nota muy cambiado tanto en su aspecto como en su comportamiento. Venía
montado en un caballo tordillo, ya que el zaino, como contó luego, lo había
perdido al rodar por un desfiladero. Era el atardecer y junto a esa hora pasaba
la Hormecinda conduciendo su rebaño de cabras. Osvaldo se queda mirando
con insistencia a la muchacha, que a sus 15 años ya lucía un físico atractivo.
Todos notan que empezaba a enamorarse de la chica. Ya dentro de la casa de
Matías, Osvaldo asombra gratamente a todos pues ya sabe mascar coca y
conversar amigablemente con los cholos. Don Matías le dice que quien
aprende a coquear se queda definitivamente en esas tierras.
Osvaldo le cuenta sobre las peripecias y penurias que pasó durante su
exploración. También trae a colación una vieja historia de una mujer quemada
en Bambamarca, cuya alma decían que solía penar en determinadas noches.
Al principio se rio de lo que consideraba simple superstición, pero una noche
oyó algo como el llanto de una mujer y entonces no supo qué pensar.
Finalmente dice que sería muy difícil trasladar maquinarias a las alturas y que
por eso había decidido mejor forma una empresa para lavar oro en el río, y que
los calemarinos se beneficiarían de ella vendiendo sus alimentos y trabajando
como operarios. Don Matías aprueba la idea y don Osvaldo agrega que
bautizaría a su compañía con el nombre de “La Serpiente de Oro”, pues desde
las alturas del cerro Campana el río se veía como una serpiente, y lo de oro era
alusión a sus riquezas. Luego de la charla todos se duermen.
XVI.   LA SERPIENTE DE ORO.
Una semana entera estuvo Osvaldo alojado en la casa de don Matías haciendo
proyectos de su empresa. De noche salía y no regresaba hasta el amanecer.
Hasta que al fin decide partir hacia los lavaderos de oro. Para ello contrata a
los cholos Pablo y Julián como ayudantes. Ya emprendían la marcha río arriba,
cuando de pronto se les acerca la Hormecinda, quien entrega a Osvaldo un
paquete, diciéndole que era su fiambre. Era evidente que ya había algo entre
ellos, y días después, Osvaldo preguntó a sus ayudantes si creían que la
Hormecinda la querría de verdad. Ellos le respondieron que sí, ya que hasta
trataba de ayudarlo. Al parecer, ese pensamiento no dejaba dormir al ingeniero.
De día se dedicaba a examinar las arenas del río y tomar muestras. Pudo
comprobar que el oro efectivamente, abundaba. Ya de regreso a Calemar se
pone a pensar de lo mucho que había cambiado en todo ese tiempo en que
estuvo explorando la región; planea asimismo todo lo que haría de allí en
adelante: volvería a Lima a formar la compañía y se casaría con Ethel, una
chica fina y bella con quien solía brindar en el Country Club. En cuanto a la
Hormecinda, no habría que ser sentimental. Tal vez ella lloraría su partida pero
ya se le pasaría y terminaría juntándose con cualquier cholo de Calemar. En
Lima convencería también a los ricos a invertir en su proyecto. En esos
pensamientos andaba cuando se detiene para llamar a sus ayudantes, pero de
pronto siente una picadura en el cuello y ve una cinta amarilla deslizarse y
perderse entre las ramas. Era una víbora, la intihuaraka. Osvaldo se desespera
y siente como el veneno mortal va haciendo efecto en su cuerpo. El Pablo y el
Julián se limitan a cortarle la herida y exprimirla para hacer fluir la sangre, pero
todo es inútil. Don Osvaldo muere al poco rato y su cadáver es trasladado a
Calemar donde después del velorio, lo entierran a la mañana siguiente.
XVII. COCA.
Lucas Vilca tenía su cocal pero aún no se decidía a proceder a la rauma (acto
de deshojar la hojas de la planta). Se hallaba entonces enamorado de la
Florinda, quien luego de llorar un tiempo por el Roge ya se había resignado.
Una mañana Lucas va a un carrizal junto al río a cortar cañas para hacer
antaras y de pronto escucha un canto. Sigilosamente se acerca a ver quién es
y ve a la Florinda, desnuda y bañándose en el río.
Se extasía mirando el cuerpo núbil de la muchacha; luego de un rato la llama,
gritando su nombre. La chica se asusta y gana la orilla para vestirse, pero en
eso escucha otra voz que la llama también. Es su padre, don Pancho, quien le
trae ropa para lavar. Lucas vuelve entonces al carrizal y una vez terminada su
labor retorna a su choza, pero desde ese día empieza a sentirse algo raro y no
soporta la soledad. La coca que masca le sabe amarga y esto no era buena
señal. Espera que la hoja le dé una señal para saber si la Florinda le
correspondería. Una noche va a buscarla, con la idea de raptarla y poseerla,
pero no la encuentra. De pronto siente que su coca se vuelve dulce en su boca;
entonces se anima y espera. Al día siguiente la Florinda va a su casa a
comprarle ají. Es el momento esperado por Lucas, quien le confiesa el amor
que sentía por ella. La Florinda le responde como que no le cree, pero el Lucas
la abraza y la oprime, y allí mismo se entregan ambos a la pasión carnal. Así
fue como la Florinda llegó a ser la mujer de Lucas. Según él, la coca se lo
había dado.
XVIII. EL CORRIDO.
Un hombre llega montado a caballo frente a la casa del Lucas y llama a los
padres de Lucas (don Cayetano y doña Meche). Intrigado, Lucas sale a
recibirlo, diciéndole que sus padres ya habían fallecido y que él era su hijo. El
desconocido lo mira emocionado y le dice que lo había conocido mucho tiempo
atrás, cuando era muy niño, ya que había sido gran amigo de su padre. Lucas
lo deja pasar y la Florinda va al fogón a prepararle algo. El visitante dice ser
calemarino pero que hacía veinte años había huido y desde entonces era un
corrido (fugitivo de la justicia). Cuenta luego el origen de su infortunio: cierta
vez fue a la fiesta de un pueblo y en el camino un jinete muy elegante casi lo
atropella. Al increpar al prepotente, éste en vez de disculparse volvió a la carga
intentando pisotearlo y fue entonces que, furioso, sacó su cuchillo y de un tajo
le abrió las entrañas al insolente, matándolo. El jinete muerto resultó ser un
hacendado adinerado, por lo que tuvo que huir, acosado incesantemente por la
policía. En ese trajín mató a un teniente y a dos guardias, y todo ello hacía ya
mucho tiempo, habiendo ya prescrito tales delitos, pero la policía lo acusaba de
otros crímenes recientes, por lo que siempre debía estar en permanente huida.
Su apodo era el Riero, pero su verdadero nombre era Inacio Ramos. Al día
siguiente el Riero se levanta muy temprano, antes del amanecer y se despide
de Lucas y de Florinda. Lucas se queda pensando en ese hombre, para quien
nunca sería de día sino de noche, pero al menos una noche sin muros ni
hierros.
XIX.   “NO LE JUIMOS POQUE SEMOS HOMBRES”.
Llega a Calemar don Policarpio Núñez, acompañado de su hijo, ambos
montados y armados con carabinas winchester. Son negociantes de ganado,
quienes se dirigen a las comunidades y haciendas vecinas para comprar las
reses. De pasada solicitan a los cholos balseros para que les transporten el
ganado al otro lado del río. Los cholos aceptan, pero una balsa no es suficiente
y entonces el Lucas y el Arturo van a Shicún a comprar otra embarcación; al
regreso deben surcar el paso de La Escalera. El recuerdo del Rogelio es
inevitable, pero ellos logran superar el paso. Ya de vuelta en Calemar, Matías
los recibe alegremente y todos celebran y reflexionan sobre las bondades del
río, contrastada con los males que ocasiona. Don Matías recuerda la
comparación que hizo el finado Osvaldo, que el río era como una serpiente de
oro. Luego les cuenta una fábula o conseja sobre por qué el mayor de los
males era el desaliento. Llegan al fin don Policarpio y su hijo, junto con tres
indios repunteros, arreando cien cabezas de ganado. El transporte del ganado
no es fácil ya que muchos de los animales se desbandan y caen al río. El
Encarna es herido en la faena por una de las vacas. Pero pese a todo, los
balseros cumplen su cometido y reciben 50 soles por su trabajo.
Ya habían pasado cinco inviernos desde el comienzo de la historia. El río
continuaba como siempre su furia destructora pero en otras regiones más
alejadas. Lo notan pues una vez ven que sus aguas arrastran plantas de coca,
además de un cadáver desnudo. Se enteran que el Chusgón (un afluente del
Marañón que desemboca tres leguas más abajo) había arrasado casi todo el
valle de Shimbuy con sus plantíos de coca. Los cholos de Calemar se jactan de
sobrevivir y suelen decir “no le juimos poque semos hombres”. De todos modos
don Matías ya está muy anciano al igual que otros como el Encarna, y se nota
que todos ellos no vivirán mucho; pero quedan sus hijos dedicados al
tradicional oficio de la balsería y luego los hijos de estos quienes les siguen los
pasos. Entre estos últimos estaba el Adán, el hijo de Arturo y Lucinda, y todos
los cholitos del valle que ya empezaban a empuñar la pala.
                              VOCAVULARIO
TORRENTERA: Nombre femenino Cauce por el que circulan las aguas de un
torrente.
PALIZADA: Extensión de terreno cercada de estacas.
BOGAR: Mover los remos en el agua para hacer avanzar una embarcación.
ABRA: Bahía no muy extensa.
TERCIANA: fiebre, que se repite cada tres días.
TORCACES: Paloma que tiene el cuello verdoso.
JAMELGO: Caballo flaco, viejo y desgarbado, de poco valor y utilidad.
PALLAS: El hijo de Evandro en la mitología romana.
CUARTETA: Estrofa formada por cuatro versos de arte menor, generalmente
octosílabos.
QUEBRADA: Paso estrecho y abrupto entre montañas.
ÁLAMOS: El álamo es un árbol que forma parte del grupo familiar de las
salicáceas.
BUCÓLICO: Que trata de asuntos relacionados con la vida campestre y
peripecias amorosas.
PONGOS: Indígena que sirve en una finca.
POLICROMA: Que es de varios colores.
LÁCTEA: De la leche o relacionado con ella.
ALBOROTO: Alteración, generalmente causada por un ruido de voces alto y
confuso.
UTA: Enfermedad infecciosa que se caracteriza por fiebre y ulceraciones
cutáneas.
CINAMONO: Árbol de copa dilatada, ramas muy frágiles, hojas caducas.
ANCA: Mitas lateral de la parte posterior de algunos animales.
IJARES: Espacio entre las costillas y la cadera.