Diócesis de San Fernando de Apure
Unión Diocesana de Cofradía del Santísimo Sacramento
1. la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida de la Iglesia
La Eucaristía es el corazón de la Iglesia; para destacarlo el Concilio Vaticano II se
sirve de esa frase -que no es enfática sino justa- diciendo que ahí está la "fuente y
cumbre de toda la vida cristiana". Como dice también que "la Sagrada Eucaristía
contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo". Esa es la
razón de que "los demás sacramentos, como también todos los ministerios
eclesiales y las obras de apostolado están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan"
(Presbyterorum ordinis, 5).
2. Los diversos nombres de este sacramento
La riqueza inagotable de la Eucaristía se expresa mediante los distintos nombres
que recibe. Cada uno evoca algún aspecto de su contenido o circunstancia del
momento de la institución. Se le llama:
- Eucaristía, que significa acción de gracias a Dios;
- Banquete del Señor, porque Cristo lo instituyó el Jueves Santo en la última
Cena;
- Santo Sacrificio, porque actualiza el único sacrificio de Cristo recibiendo su
Cuerpo y su Sangre;
- Santa Misa, porque cuando se despide a los fieles al terminar la liturgia
eucarística, se les envía ("missio") para que cumplan la voluntad de Dios en su vida
ordinaria.
3. La Institución de la Eucaristía
Jesucristo instituyó la Eucaristía el Jueves Santo en la última Cena. Ya había
anunciado a los discípulos en Cafarnaún (cfr. Juan, 6) que les daría a comer su
cuerpo y su sangre, como también había ido preparando la fe de los suyos con
argumentos incontestables: el milagro de Caná -convirtió el agua en vino- y la
multiplicación de los panes, que ponían de manifiesto el poder de Jesucristo. Así, al
oír en la última Cena: Esto es mi cuerpo (Lucas 22,19), tendrían la firme persuasión
de que era como decía; igual que el agua se había convertido en vino por su
palabra omnipotente y los panecillos crecieron hasta saciar a una gran multitud.
4. La celebración litúrgica d la Eucaristía
Los Apóstoles recibieron el encargo del Señor: "Haced esto en memoria mía"
(Lucas 22,19) y no ha cesado la Iglesia de llevarlo a cabo en la celebración
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litúrgica, que no es mero recordatorio sino actualización real del memorial de
Cristo: de su vida, de su muerte, de su resurrección y de su intercesión junto al
Padre, que se realiza en la Eucaristía. Desde mediados del siglo II, y según el relato
del Mártir Justino, tenemos atestiguadas las grandes líneas del desarrollo de la
celebración eucarística, que han permanecido invariables hasta nuestros días.
5. La Eucaristía, renovación incruenta del sacrificio de la cruz
Jesucristo ofreció a Dios Padre el sacrificio de su propia vida muriendo en la cruz.
Fue un auténtico sacrificio con el que nos redimió de nuestros pecados, superando
todas las ofensas que han hecho y podrán hacer los hombres, porque es de valor
infinito.
Pero, aunque el valor del sacrificio de Cristo en la cruz fue infinito y único, el
Señor quiso que se perpetuara -se hiciera presente- para aplicar los méritos de la
redención; por eso, antes de morir, consagró el pan y el vino y ordenó a los
Apóstoles: "Haced esto en memoria mía". De esta manera, los hizo sacerdotes del
Nuevo Testamento para que, con su poder y en su persona, ofrecieran
continuamente a Dios el sacrificio visible de la Iglesia.
Jesucristo instituyó la Misa no para perpetuar la Cena, sino el sacrificio de la
cruz. Así, la Misa renueva incruentamente el sacrificio mismo del Calvario; y la
Eucaristía es igualmente sacrificio de la Iglesia, pues, siendo la Iglesia Cuerpo de
Cristo, participa de la ofrenda de su Cabeza.
6. El sacrificio de la Misa y el de la cruz son esencialmente uno y el mismo
Entre la Misa y el sacrificio de la cruz hay identidad esencial y diferencias
accidentales:
- El Sacerdote es el mismo: Cristo, que en el Calvario se ofreció Él solo, mientras
que en la Misa lo hace por medio del sacerdote.
- La Víctima es la misma: Cristo, que en el sacrificio de la cruz se inmoló de
manera cruenta, mientras que en la Misa lo hace de modo incruento. La presencia
de Cristo bajo las especies consagradas del pan y del vino, que contienen por
separado su Cuerpo y su Sangre como especies distintas, manifiestan místicamente
la separación del Cuerpo y de la Sangre ocurrida en la cruz.
- En la cruz, Cristo nos rescató del pecado y ganó para nosotros los méritos de la
salvación; en la Misa, se nos aplican los méritos que Jesucristo ganó entonces.
7. Los fines de la Santa Misa
Los fines de la Santa Misa son cuatro: adorar a Dios, darle gracias, pedirle
beneficios y satisfacer por nuestros pecados. Podemos unir todo nuestro día a la
Santa Misa, y vivir a lo largo de él con esos mismos sentimientos que tuvo Cristo en
la cruz.