TEORÍA DEL ESTADO Y DERECHO CONSTITUCIONAL
VÍCTOR GARCÍA TOMA
EL HOMBRE Y LA SOCIEDAD POLÍTICA
2. LA SOCIEDAD.
2.1. El proceso de la vida social. 2.1.1. La cultura. 2.1.2. La
civilización. 2.1.3. El progreso. 2.1.4. Las castas. 2.1.5. Los
estamentos. 2.1.6. Las clases. 2.1.7. El status. 2.1.8. Los roles. 3. LA.
Para la consecución de los fines antes citados, el ser humano tiene la necesidad de un
“medio” que haga posible un verdadero encuentro con sus congéneres, ya que de estos
depende, en gran medida, su propia esencia. Ese “medio” es conocido con el nombre de
sociedad.
La persona humana es un ser gregario de manera inevitable, dado que no puede prescindir
de la sociedad, pues siempre requiere del concurso y del apoyo de los demás para ser
genuinamente un ser humano. La sociedad viene a ser la unión de una pluralidad de
hombres que aúnan sus esfuerzos de modo estable para la realización de fines individuales
y comunes [Gustavo Palacios Pimentel. Elementos de derecho civil. Lima, 1971]. Ella existe
por “mandato” de la naturaleza humana. Ergo, plantea la trama de las relaciones
intersubjetivas en un mismo espacio y tiempo.
Alfredo Poviñe [Sociología. Córdova: Assendri, 1954] expone que la sociedad alude a la
reunión de individuos que obran en consuno dentro de formaciones colectivas
relativamente permanentes, con el propósito de alcanzar fines predeterminados. Ello
significa convivir por y para algo; esto es, existir y vivir con otros en pro de alcanzar algo
comúnmente útil.
La noción de sociedad apunta a revelar conductas humanas libres, pero mutuamente
interferidas entre sí en razón a algo común. Asimismo, estas acciones conllevan a la
existencia y praxis de normas e instituciones que generan una dinámica en el tiempo y que
crean una historia.
Esta plantea la existencia de un grupo humano orgánico e histórico, constituido
sistemáticamente por elementos materiales y espirituales, por cuya interacción se
desenvuelve la existencia humana; que por tal tiene carácter gregario. En ese contexto la
determinación de roles, status, etc., apunta a la consecución de los fines de la vida.
Al respecto, Robert M. Mac Iver y Charles H. Page [Sociología. Madrid: Tecnos, 1958]
señalan que en la sociedad existen reglas y procedimientos que correlacionan la conducta
de los individuos a efectos de regular las relaciones interpersonales. Por su parte, Henry
Pratt Fairchild [Diccionario de sociología. México: Fondo de Cultura Económica, 1960]
expone que las conductas orientadas por reglas e instituciones expelen fuerzas vitales
articuladas tras actividades colectivas tendientes a satisfacer intereses compartidos.
La sociedad debe ser entendida como un conjunto de relaciones sociales en las que cada
acción social se encuentra inspirada en la unión o enlace de intereses consolidados por su
racionalidad y albedrío. Implica toda forma de convivencia entre los hombres. Aquellos
intereses coexistenciales se expresan a través de fines y valores, ya sean de carácter material
o inmaterial.
El cuerpo social se cohesiona sobre la base de los tres factores siguientes:
a) Interacción social con arreglo a valores (creencia en la necesidad de consolidar y
acrecentar la vinculación interpersonal).
b) Interacción social con arreglo a fines (metas que solo se pueden alcanzar en comunión
con los congéneres).
c) Interacción social con arreglo a sentimientos de afecto recíproco (lealtad, solidaridad,
amor, etc.).
No puede concebirse a la persona humana fuera de la sociedad, ni mucho menos en contra
de ella, pues es a través de las relaciones sociales que este complementa su condición de
indigencia biológica (necesidades), establece comunicación (lenguaje), desarrolla su ética
(fraternidad) y obtiene seguridad y bienestar (justicia). Debe recordarse que Aristóteles
señalaba que la existencia de un ser aislado y solitario llevaba a la conclusión de que se
trataba de un dios o de una bestia.
La persona humana no conforma una unidad cerrada; se trata más bien de un “todo”
abierto; no es un pequeño dios; no es un ídolo que no ve, no oye, ni habla; por el contrario,
tiende por su propia naturaleza a la vida social, a la comunicación, a la solidaridad y al
amor. Como bien dijera el poeta francés Paul Valery (1871-1945) [Citado por Alberto Ruiz
Eldredge. La Constitución comentada de 1979. Lima, 1980]:
“Ser humano es sentir vagamente que hay de todos en cada uno y de cada uno en todos”.
La actividad humana no se realiza en un mundo de abstracciones; se verifica en un ámbito
concreto donde la acción propia de la persona humana alcanza su desarrollo. El “hacerse
hombre” se inscribe en las coordenadas del tiempo y del espacio; en un “ahora” y en un
“aquí”.
El ser humano, de consuno con sus congéneres, asume la tarea de la correalización de sus
posibilidades internas y externas.
En resumen, no se es persona humana, sino en cuanto se es con otro semejante; es decir, uno
junto a los otros. La personalidad no se determina desde dentro, por ser el hombre un
agregado de células, sino desde fuera, por ser un innato portador de relaciones. Como señala
Giorgio del Vecchio [Estudios de filosofía del derecho. Barcelona: Bosch, 1971]:
“El hombre pertenece a ella (la sociedad) desde su nacimiento, y cuando adquiere conciencia de sí, ya
se encuentra precedido de una red múltiple de relaciones sociales. Se manifiestan en sociedad todos
sus instintos, tanto los egoístas como los altruistas, desde el de la propia conservación de la especie.
Y con el progresivo desarrollo de sus facultades añade nuevos motivos y encuentra la integración de
su vida, en sus variadas manifestaciones, y la posibilidad de alcanzar sus fines, de los más elementales
a los más altos”.
Existe un factor que hace comprender la vivencia social del ser humano: la incapacidad de
satisfacer por sí mismo todas sus necesidades. En ese aspecto Carlos Trinidad García
[Apuntes de introducción al estudio del derecho. México: Porrúa, 1986] señala:
“Normalmente la vida del hombre se desarrolla en sociedad, porque así lo imponen las leyes de la
naturaleza a que está sujeta nuestra especie. La vida humana es una vida de relación; las actividades
de los hombres se desenvuelven las unas al lado de las otras, tendiendo a alcanzar propósitos
dependientes entre sí, o en común objeto, o bien persiguiendo por medios encontrados fines opuestos
y dando nacimiento a inevitables conflictos”.
Queda claro entonces que el ser humano requiere de la sociedad por una mera necesidad de
supervivencia, entendida esta en su sentido lato (física, moral, espiritual, etc.).
La necesidad de supervivencia que la sola existencia del hombre impone, produce la obvia
dependencia respecto de los otros.
Señálese además que la coexistencia social se ve impulsada por la inevitabilidad humana de
proponerse fines no incubados por el mero instinto de vivir, sino de existir para “algo”.
Como se ha afirmado antes, la idea de sociedad implica una colaboración continua y
orientada a fines comunes, por lo que esta unión tiene irremediablemente que regularse,
convirtiéndose el derecho en la expresión reglamentadora de la convivencia y la acción
común.
Es dable consignar que cuando una sociedad articula orgánica y estructuralmente una
interacción de mando y obediencia, a efectos de asegurar de manera consciente y deliberada
determinados propósitos convivenciales, ello indica que le ha abierto paso al Estado. A
nuestro modo de ver, en ese contexto la sociedad queda “engarzada” en la trama de la vida
política a través del derecho.
Los fundamentos de las normas jurídicas se encuentran en la naturaleza humana, en razón
de que:
a) Los hombres se relacionan entre sí conforme a tendencias naturales de realización.
b) Las referidas tendencias necesitan, para desarrollarse, de un orden que fije límites éticos
y que permita dicha realización coexistencial de manera justa entre los miembros de la
especie humana.
c) Los hombres conocen naturalmente, mediante la razón, los primeros principios jurídicos
generales necesarios para ordenar la convivencia y el bien común.
Las normas jurídicas representan a aquel conjunto de preceptos que, fundados en la
naturaleza humana, configuran el orden social. Así, las tareas básicas del derecho serían las
cuatro siguientes:
a) Definir las relaciones generales de comportamiento.
b) Designar las autoridades para el ejercicio del poder y su encauzamiento dentro de los
fines y valores socialmente deseados.
c) Descubrir las cosas que perturban la vida normal de la sociedad, permitiendo el
restablecimiento de la armonía y la convivencia.
d) Reorganizar y reedificar las relaciones entre las personas y los grupos cuando cambian o
se alteran las formas de vida.
2.1.- El Proceso de la Vida Social
Dicho íter consiste en la multitud de acciones e interacciones de los seres humanos, actuando
en forma individual o colectiva. Del referido proceso se desprenden algunos conceptos de
particular significación para la sociedad y el Estado: la cultura, la civilización, el progreso,
las castas, los estamentos, las clases, el rol y el status. En atención a su señalada importancia,
los describiremos de manera breve.
2.1.1.- La Cultura
Como afirma E.B. Taylor [Cultura primitiva. Buenos Aires: Ediciones Sudamericana, 1986],
la cultura “es ese todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral,
el derecho, las costumbres y otras acciones adquiridas por el hombre como miembro de una
sociedad”. Comprende productos inmateriales como el lenguaje, la música, la poesía y todos
los productos del pensamiento. Asimismo, incluye productos materiales como el teléfono,
el automóvil, el fax, la computadora, etc.
En suma, es la ronda de la vida en su ciclo entero, transmitida, aprendida y comprendida.
Es, simultáneamente, producto y factor de las interacciones e interrelaciones humanas.
Fernando Silva Santisteban [Antropología. Lima: Universidad de Lima, 1986] refiere que la
cultura “es una abstracción del comportamiento humano; por ende, no puede observársela
directamente, sino a través de las manifestaciones sociales; es decir, en ligazón con lo que
los hombres hacen y refieren, los hábitos y las costumbres, los procedimientos y las técnicas
que emplean, etc.
[…] El comportamiento humano es muy diverso y se encuentra comprendido en un
sinnúmero de actitudes y actividades que constituyen las formas de vida social. De allí que
la cultura comprenda la manera total de vivir de las sociedades y de cómo estas se adaptan
al ambiente geográfico y logran transformarlo”.
Cada sociedad humana tiene una “cultura” diferente, es decir, un sistema de modelos de
vida históricamente derivado.
Ahora bien, los términos cultura y sociedad deben ser precisados en tres campos:
a) La sociedad expresa un conjunto orgánico de personas adscritas a un entorno geográfico,
en tanto que la cultura manifiesta el comportamiento social de dicho grupo. Esta última es
el resumen o síntesis de los sistemas normativos que orientan la forma de vida de las
personas.
b) Las necesidades humanas son las que fomentan el dinamismo de la cultura.
c) La cultura es el resultado de la interacción entre los hombres y el medio ambiente. Es el
conjunto organizado de actitudes mediante las cuales la sociedad se enfrenta a la naturaleza
exterior, a efectos de transformarla y asegurar la adaptación y supervivencia de los
miembros de la sociedad.
Es evidente que el entorno geográfico y las personas que se adscriben a él no expresan
aspectos separados de la realidad, sino que entre ambos existe una interacción constante.
El ser humano observa y reflexiona sobre su sociedad y el mundo, con las “anteojeras” de
su cultura, y los entiende a través de un determinado contexto de valores, juicios, criterios,
etc. El hombre carece de imparcialidad; así, aquello que le resulta extraño o desagradable
deviene casi causalmente en carente de significado ético o valor.
Fernando Silva Santisteban [ob. cit.] estima que “la vida de un determinado individuo [...]
es un proceso de acomodación a las normas y pautas tradicionalmente transmitidas; por lo
que la cultura se convierte en la lente a través de la cual se mira la realidad”. Señala que
existen pueblos que consideran algunas de las costumbres occidentales como
verdaderamente repugnantes (es el caso de los nativos de una comunidad africana, quienes
al ver por primera vez besarse a una pareja de europeos, se escandalizaron y se refirieron a
ellos como “los que comen las salivas de los otros”).
Debido a ese carácter de la cultura, el etnocentrismo es conceptuado como una visión de las
cosas en la que el propio grupo es el centro de “todo”. Esta unidad cultural –llamada etnia–
refleja a un grupo humano en el que todos los que lo conforman comparten las mismas
propiedades culturales en todas sus formas de vida.
El origen del hecho étnico parte de circunstancias concurrentes como el ámbito geográfico,
la acumulación de experiencias históricas, etc. Cada etnia se encuentra situada en un tiempo
y en un punto del espacio determinado.
A través del etnocentrismo se quiere manifestar que los valores –entre ellos los relativos al
derecho– son la resultante del modo de vida de un pueblo, al cual no se le puede
comprender aislado de esta visión. De allí que la realidad muestra la variedad de formas en
que los hombres se han comportado y se comportan en amplias zonas de la vida social.
Es frecuente encontrar que determinado comportamiento o conducta puede ser aprobado
por una cultura y condenado por otra; o que, con el transcurso del tiempo, su autorización
o prohibición varíe. Empero, en todas ellas existen ciertas uniformidades culturales surgidas
de la identidad de necesidades a las que todos tenemos que hacer frente (seguridad,
organización familiar, relación con los muertos, etc.), amén de que ninguna cultura se ha
desarrollado en completo aislamiento, libre e incontaminada de los vientos y tormentas de
doctrinas y prácticas ajenas.
Por lo tanto, los denominados patrones universales de cultura expresan básicamente las
respuestas generales a comunes necesidades esenciales y no aluden de ningún modo a las
formas de esas respuestas; asimismo, incluyen las prácticas asimiladas por el encuentro
entre dos culturas, dentro de una relación política usualmente de dominación.
2.1.2.- La Civilización
Alude al calificado avance de la vida material de un pueblo.
Expresa los “resultados” de la cultura, en la medida en que se refiere a las cosas de orden
utilitario sujetas a los criterios de eficacia, es decir, aquellos objetos que pueden medirse y
perfeccionarse continuamente. Así, de la cultura que expone el reino de los valores y las
ligaduras emocionales y aventuras intelectuales, se materializan los bienes, servicios,
técnicas, etc.
Entre la civilización y la cultura existe una diferencia en el proceso de transferencia. La
adquisición de elementos utilitarios difiere, en aspectos muy significativos, de la
adquisición de ideas, valores y religiones.
La civilización se refiere al grado de adelanto de la vida de un pueblo, así como al control y
la mutación provechosa sobre el medio ambiente. Ello implica una aplicación compleja y
utilitaria de los avances del hombre en el campo de la especialización del trabajo, la
organización social, las ciencias, las armas, la vida política, etc.
2.1.3.- El Progreso
Esta noción encierra un rasgo específico de la civilización: el mejoramiento creciente y
general de todos los planos de la vida coexistencial. Este se halla ligado estrechamente al
desarrollo de la ciencia moderna, a la lucha y el reconocimiento de los derechos
fundamentales y a la rápida transformación industrial y comercial.
Esta idea está íntimamente asociada con el avance de la ciencia moderna y del capitalismo,
debido a que por primera vez en la historia fue posible que el ser humano se convirtiese en
dueño y señor de la naturaleza, la misma que durante largo tiempo lo había sometido.
Dicha noción percibe a la historia como el terreno de una empresa humana que, bajo la egida
de la razón, incrementa el acervo de las sociedades.
El progreso depende de los esfuerzos y de la voluntad del hombre; no es un mero proceso
mecánico o automático. Debe conformarse con los criterios éticos imperantes (moral y
derecho). Como acertadamente señalan Jay Rumney y J. Maier [Sociología. Buenos Aires:
Paidós, 1966]:
“El progreso es, en última instancia, una cuestión ética; una interrogante de lo que los hombres
piensan que deben ser en lugar de lo que son”.
2.1.4.- Las Castas
Aluden a un tipo de estratificación social con connotación en la vida política; la misma que
sobre la base de una estructura jerarquizada separa a los miembros de una colectividad en
capas o estratos impermeables al ingreso de los individuos de una casta a otra. En puridad,
se trata de una población dividida irremisiblemente por barreras sociales, en unidades
endogámicas y por peculiaridades culturales.
Desde una perspectiva histórica son citables los casos del imperio egipcio, el imperio incaico
y el imperio bizantino. Actualmente existen en la India y en la Polinesia.
2.1.5.- Los Estamentos
Aluden a un tipo de estratificación social establecido en función a la propiedad o no
propiedad de la tierra. Dicha modalidad fue propia de la Edad Media; y a pesar de su rigidez
no impidió en términos relativos el desarrollo individual de procesos de movilidad social
vertical.
2.1.6.- Las Clases
Aluden a un tipo de estratificación social sustentada en la acumulación de riqueza, ingresos
económicos o prestigio gregario; y que dentro de ese marco se estimulan ciertas formas de
educación, consumo, patrones de comportamiento, etc. Dicha modalidad es propia de las
sociedades industriales y a diferencia de los casos anteriores carece de rigidez para los
procesos individuales de movilidad social.
2.1.7.- El Status
Alude a la situación, posición, nivel o grado de prestigio social que una persona alcanza
entre los distintos grupos que constituyen la sociedad. Por consiguiente, cada ser humano
tiene, en principio, diferentes status, ya que participa en muy diferentes aspectos de la vida
en relación, alcanzando en cada uno posiciones disímiles.
Así, una persona tiene un status económico que es consecuencia de su nivel de ingresos o
de la riqueza que ha acumulado o heredado, empero también tiene un status intelectual que
es resultado de su reconocido talento o conocimientos, y así sucesivamente.
El status general significa la suma total de todas las posiciones que una persona ocupa en el
seno de la sociedad.
2.1.8.- Los Roles
El status implica la asunción de roles. Estos son las formas o pautas de conducta que el
derecho, como instrumento de la regulación social, exige por razón de la existencia y
ostentación de la tenencia de un determinado status.
El rol permite aseverar que el hombre, es una identidad indisoluble de materia y espíritu.
Su actuación en la sociedad se manifiesta a través de pautas de conducta intersubjetivas que
ejecuta en su calidad de miembro de determinados grupos de la sociedad, bajo la mirada
tuitiva o fiscalizadora del derecho.
La sociedad se presenta como una interacción recíproca de roles específicos, en tanto que el
derecho se revela como la expresión compulsiva que exige o ampara la verificación de una
conducta predeterminada.
En razón de lo expuesto, es evidente que los seres humanos se distinguen no solo por sus
peculiares caracteres y condiciones físicas, sino adicionalmente por las condiciones sociales:
bienes materiales, posición que ocupan en la escala social, cultural, etc.
Ahora bien, aun cuando la sociedad ha mantenido invariable su esencia –la necesidad de
vivir, y vivir para algo–, ha cambiado cualitativa y cuantitativamente de acuerdo con las
diferentes circunstancias de espacio y tiempo. Con sujeción a los condicionamientos
surgidos de la ubicación de los grupos humanos en un lugar y tiempo determinados, se han
ido estableciendo y transformando las formas de asociación humana, hasta llegar hoy al
Estado.
En ese sentido, tal proceso puede ser estudiado en función del carácter estrictamente social,
o con el componente político de dicho común histórico.