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Pecado - Remanente - JOHN OWEN INDICE

Este documento presenta extractos de varios autores cristianos que discuten la obra de John Owen titulada "El Pecado Remanente". Los extractos elogian a Owen como uno de los mejores pensadores cristianos y describen su libro como una guía valiosa para combatir el pecado y crecer en santidad. J.I. Packer dice que el libro de Owen merece ser leído una y otra vez para asimilar correctamente sus enseñanzas.
Derechos de autor
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Pecado - Remanente - JOHN OWEN INDICE

Este documento presenta extractos de varios autores cristianos que discuten la obra de John Owen titulada "El Pecado Remanente". Los extractos elogian a Owen como uno de los mejores pensadores cristianos y describen su libro como una guía valiosa para combatir el pecado y crecer en santidad. J.I. Packer dice que el libro de Owen merece ser leído una y otra vez para asimilar correctamente sus enseñanzas.
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El Pecado Remanente i

Los más grandes escritores cristianos son aquellos que proyectan más
poderosamente a sus lectores espirituales el conocimiento de Dios, de nosotros
mismos y de la gracia de nuestro Señor Jesucristo. Entre estos están Agustín,
Calvino, Edwards y el puritano John Owen, quien debería ser más conocido de lo
que es. Lleno de la teología devocional clásica como El progreso del peregrino de John
Bunyan, necesita ser leído vez tras vez para apropiarse correctamente de sus
enseñanzas. Tenemos en este tratado de Owen una compañía para toda la vida.
J. I. PACKER
Profesor de Teología, Regent College

Owen es extraordinario. Owen es simplemente extraordinario. Él está en una


categoría diferente, como lo dice Packer, junto con Agustín, Lutero, Calvino y
Edwards, esa muy inusual clase de pastores y pensadores que están entre los diez
mejores de la historia. John Owen conoce el alma, conoce a Cristo y conoce cómo
tener comunión con Cristo como muy pocos.
JOHN PIPER
Fundador del ministerio «Desiring God», y autor de muchos libros

El pecado es tenaz, pero por la gracia de Dios podemos odiarlo y cazarlo. John
Owen nos provee de una guía maestra para poder cazar el pecado. La sustancia
de este libro es útil para nuestro entrenamiento espiritual y el amor por las almas.
MARK DEVER
Pastor principal de Capitol Hill Baptist Church, Washington, D.C.

Cuando tienes un volumen de Owen en tus manos te preguntas: «¿Por qué he


pasado tanto tiempo leyendo cosas de menos calidad?» Esto es cierto, y como el
Dr. John Duncan dijo una vez: «Si vas a leer esto, tienes que prepararte a ti mismo
para el cuchillo». Pero ese cuchillo es el bisturí de uno de los más excelentes
cirujanos espirituales del alma en toda la historia de la Iglesia. Owen entendió,
como muy pocos lo han hecho, la manera en cómo el evangelio nos renueva por
completo.
SINCLAIR FERGUSON
Senior Minister, First Presbyterian Church, Columbia, S.C.

Los tres tratados de Owen sobre el pecado, la mortificación, y la tentación son un


tesoro que no tiene precio. Leerlos es extraer oro puro de riqueza espiritual. Sin
embargo, de la misma manera que en la búsqueda del oro, leer a John Owen ha
ii Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

sido un trabajo difícil. Cualquier persona que desea crecer en santidad personal
tendrá gran ganancia de la lectura de este libro.
JERRY BRIDGES
Navigators Community Ministries Group

La pluma del autor es ciertamente un bisturí que se adentra en su tema y pone al


descubierto esta plaga del corazón. Como un obrero que no tiene de qué
avergonzarse, demuestra su punto de vista a partir de la Palabra inerrante de Dios
y la experiencia reconocida de los cristianos. Como un médico compasivo y
habilidoso, prescribe todo el tiempo el antídoto apropiado. Es más, muestra cómo
el veneno puede dejarse sin efecto por la gracia divina y ser manejado por el
paciente vigilante de tal manera que se convierta en medicinal, saludable y
conductivo a los propósitos más beneficiosos.
JAMES HERVEY (1714-1758)
Clérigo inglés y metodista calvinista, famoso autor de «Theron y Aspasio»

Su tratado sobre El pecado remanente siempre ha ocupado un lugar destacado entre


las producciones de nuestro autor. Está diseñado de manera clara para los
creyentes a fin de ayudarles y guiarles en el ejercicio del autoexamen. Hay una
sutileza poco común de análisis moral en muchas de sus afirmaciones: una
exposición (se puede pensar que pesado en su plenitud y variedad) de los múltiples
engaños del corazón humano. Incluso se puede plantear una pregunta sobre si es
un proceso totalmente saludable el hecho de que la mente sea conducida a través
de esta laboriosa y aguda manifestación de los misterios ocultos del pecado, y si
no tiende a excluir de la vista las verdades objetivas de la Palabra. Pero el proceso
es en sí mismo sumamente necesario y esencial para la vida de la fe y el crecimiento
de la santidad. Y con ningún guía podemos estar más seguros que con Owen.

WILLIAM H. GOOLD (1815-1897)


Fue profesor de Literatura Bíblica e Historia de la Iglesia, y ministro de la
Iglesia Presbiteriana Reformada en Edimburgo
El Pecado Remanente iii

EL PECADO
REMANENTE
Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

JOHN OWEN
Editor: Jaime Daniel Caballero
Impreso en Lima, Perú
iv Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

EL PECADO REMANENTE

Autor: © John Owen


Traducción: Elioth R. Fonseca
Revisión de estilo y lenguaje: Elioth R. Fonseca, Jaime D. Caballero
Diseño de cubierta: Jerry Gil Contreras
Serie: Colección John Owen - Volumen: 03
Título original: John Owen, The Nature, Power, Deceit, and Prevalency of
The Remainders of Indwelling Sin in Believers, en The Works of John Owen,
ed. William H. Goold, vol. 6 (Edinburgh: T&T Clark, 1862), 152-322.

Editado por:
©TEOLOGIAPARAVIVIR.S.A.C
José de Rivadeneyra 610. Urb. Santa Catalina, La Victoria.
Lima, Perú.
ventas@teologiaparavivir.com
https://www.facebook.com/teologiaparavivir/
www.teologiaparavivir.com
Primera edición: Abril 2021
Tiraje: 1000 ejemplares

Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú, N°: 2021-03606


ISBN: 978-612-48401-6-6

Se terminó de imprimir en abril del 2021 en:


ALEPH IMPRESIONES S.R.L.
Jr. Risso 580, Lince
Lima, Perú.

Prohibida su reproducción o transmisión total o parcial, por cualquier medio,


sin permiso escrito de la editorial. Las citas bíblicas fueron tomadas de las
versiones Reina Valera de 1960 y de la Nueva Biblia de los Hispanos, salvo
indique lo contrario en alguna de ellas.
El Pecado Remanente v

TABLA DE CONTENIDOS

DEDICATORIA IX
PRÓLOGO 1
TAXONOMÍA EN ESTUDIOS OWENIANOS 2
CONTEXTO HISTÓRICO Y TEOLÓGICO 4
SOBRE ESTA EDICIÓN 8
ENSAYO INTRODUCTORIO 9
PREFACIO ORIGINAL 27
PARTE 1: LA NATURALEZA DEL PECADO REMANENTE 31
CAPÍTULO 1: EXPLICACIÓN DE ROMANOS 7:21 33
A) EL APELATIVO QUE EL APÓSTOL LE DA AL PECADO REMANENTE: «ESTA
LEY» 34
B) LA FORMA EN QUE SE DESCUBRE ESTA LEY: «HALLO ESTA LEY» 36
C) LA INCLINACIÓN HABITUAL DE LA VOLUNTAD DE LOS CREYENTES:
«QUERIENDO HACER EL BIEN» 37
D) EL ESTADO Y ACTIVIDAD DE ESTA LEY CUANDO EL ALMA ESTÁ EN ESA
DISPOSICIÓN DE QUERER HACER EL BIEN: «EL MAL ESTÁ EN MÍ». 39
PARTE 2: EL PODER Y EFICACIA DEL PECADO REMANENTE 43
CAPÍTULO 2: LA LEY DEL PECADO REMANENTE 45
A) CARACTERÍSTICAS DE TODA LEY 46
B) QUÉ TIPO DE LEY ES EL PECADO REMANENTE 49
CAPÍTULO 3: LA LOCALIZACIÓN DEL PECADO REMANENTE 55
A) EL CORAZÓN 56
B) IMPLICACIONES DEL CORAZÓN EN LA MANERA DE REALIZACIÓN DE LO
BUENO Y LO MALO 58
C) PROPIEDADES DEL CORAZÓN 59
D) ALGUNAS CONSIDERACIONES 64
CAPÍTULO 4: LAS PROPIEDADES NATURALES DEL PECADO
REMANENTE 67
A) EL PECADO REMANENTE ES ENEMISTAD 68
B) EL PECADO REMANENTE ES ENEMISTAD CONTRA DIOS 71
C) COMPLEMENTOS INSEPARABLES DE LA PROPIEDAD DE LA NATURALEZA
DE LA LEY DEL PECADO 73
D) RESUMEN 76
vi Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

CAPÍTULO 5: LA AVERSIÓN A DIOS 77


A) EXPRESIONES DE AVERSIÓN 78
B) DEBERES PRIVADOS Y DEBERES PÚBLICOS ESPECIALES 80
C) INSTRUCCIONES PARA LUCHAR CONTRA ESTA AVERSIÓN 83
CAPÍTULO 6: EL DESEO Y LA LUCHA 89
A) DESEA 91
B) LUCHA 99
CAPÍTULO 7: EL CAUTIVERIO DEL ALMA Y EL
ENLOQUECIMIENTO 113
A) LLEVA CAUTIVA EL ALMA 113
B) FUROR Y ENLOQUECIMIENTO 120
CAPÍTULO 8: ALEJAMIENTO DE LA MENTE - I 131
A) TESTIMONIOS DE LA ESCRITURA 132
B) EL ENGAÑO COMO FUENTE DE PECADO 133
C) LA NATURALEZA DEL ENGAÑO 135
D) EL CAMINO DEL ENGAÑO 137
E) «APARTANDO» A LA MENTE DE CONSIDERAR EL PELIGRO DEL PECADO
142
F) «APARTANDO» A LA MENTE DE CONSIDERAR A DIOS Y A SU GRACIA 151
CAPÍTULO 9: ALEJAMIENTO DE LA MENTE - II 155
A) INTRODUCCIÓN 156
B) UTILIDAD DE LA ORACIÓN Y LA MEDITACIÓN PARA RESISTIR AL
PECADO 159
1. SE CONSIDERA TODO LO RELACIONADO CON EL PECADO 159
C) CÓMO OBRA EL PECADO CONTRA ESTE DEBER 165
D) EXHORTACIÓN PARA EVITAR EL ALEJAMIENTO DE NUESTRA MENTE DE
ESTE DEBER 169
CAPÍTULO 10: ALEJAMIENTO DE LA MENTE - III 173
A) ENGAÑO DE LA MENTE 174
B) LA MENTE DEBE ESTAR ATENTA A LOS DEBERES 176
C) LA MENTE DEBE ESTAR ATENTA A LOS PECADOS 184
D) CÓMO EL PECADO ENGAÑA A LA MENTE 190
E) RESUMEN 194
CAPÍTULO 11: LA SEDUCCIÓN DE LOS AFECTOS 197
A) QUÉ ES SER SEDUCIDO POR EL PECADO 198
B) CÓMO EL ENGAÑO DEL PECADO ENREDA LOS AFECTOS 201
C) INSTRUCCIONES PARA REDUCIR LA SEDUCCIÓN DE LOS AFECTOS 204
CAPÍTULO 12: LA CONCEPCIÓN DEL PECADO 209
El Pecado Remanente vii

A) CONSENTIMIENTO DE LA VOLUNTAD 210


B) LOS ACTOS ENGAÑOSOS DEL PECADO 223
CAPÍTULO 13: CÓMO DIOS OBSTACULIZA QUE SE DÉ A LUZ
EL PECADO CONCEBIDO 229
A) LA PROVIDENCIA DE DIOS 231
B) LA GRACIA DE DIOS 247
PARTE 3: EL EFECTO Y LA FORTALEZA DEL PECADO
REMANENTE 263
CAPÍTULO 14: EL ALUMBRAMIENTO DEL PECADO EN SU
REALIZACIÓN ACTUAL - I 265
A) TEMIBLES ERUPCIONES 266
B) DECLINACIONES HABITUALES 270
C) EL PODER DEL PECADO EN LA SUPERACIÓN DE LAS PROVISIONES DE
LOS SANTOS 275
CAPÍTULO 15: EL ALUMBRAMIENTO DEL PECADO EN SU
REALIZACIÓN ACTUAL - II 285
A) FUENTES ESPIRITUALES QUE SOSTIENEN A LOS CREYENTES 286
B) FALTA DE VIGILANCIA CONTRA EL ENEMIGO 293
CAPÍTULO 16: EL PODER DEL PECADO REMANENTE
MOSTRADO EN LOS NO REGENERADOS 307
A) INTRODUCCIÓN 307
B) OFERTAS DE VIOLENCIA 309
C) INCREDULIDAD 314
D) APOSTASÍA 317
CAPÍTULO 17: EL PODER DEL PECADO REMANENTE
MOSTRADO EN SU RESISTENCIA HACIA LA LEY 325
A) LA RESISTENCIA DEL PECADO HACIA LA LEY 326
B) GRANDES ESFUERZOS PARA SOMETER AL PECADO 335
C) LA VIDA DEL PECADO EN EL ALMA 341
D) CONCLUSIÓN 341
ÍNDICE DE REFERENCIAS BÍBLICAS 343
viii Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia
El Pecado Remanente ix

DEDICATORIA

WILLIAM GARDNER

POR SU EJEMPLO DE UNA VIDA DEDICADA AL SERVICIO DE DIOS,


Y DE OTROS COMO PASTOR
x Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

JOHN OWEN (1616-1683)

Retrato por John Greenhill en 1668


PRÓLOGO
Jaime D. Caballero

Las obras de John Owen (1616-1683) han sido clasificadas en tres tipos:
doctrinales, prácticas y controversiales.1 Este arreglo temático de sus
obras hecho en el siglo XIX por William Goold (1815-1897) ha sido
puesto en duda en años recientes por varios expertos en el pensamiento
de Owen. El punto central en contra del arreglo de William Goold radica
en dos puntos principales.
Primero, Owen no fue un teólogo de escritorio, es decir, todas sus
obras son polémicas, en el sentido de que obedecían a un contexto
teológico y político particular. Más aún, quizá más que cualquier otro
de los grandes teólogos de la historia, la preocupación de Owen era en
primer lugar pastoral, incluso sus obras más académicas, en las que
interactúa con eruditos tanto continentales como británicos, su primera
preocupación estaba relacionado con el bienestar del creyente y la
iglesia.
Segundo, la mejor manera de comprender el pensamiento de Owen
es a través de una clasificación cronológica, basada en eventos clave de
su vida y contexto. En lugar de clasificar las obras de Owen entre
doctrinales, prácticas y controversiales, una mejor clasificación es
Owen antes del interregno (1616-1649), durante el interregno (1649-

1 Joel R. Beeke, “Reading the Puritans,” Puritan Reformed Journal Volume 3,

no. 2 (2011): 221-222.


2 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

1660), y después del interregno (1660-1683).2 No solamente los temas


tratados en cada período son diferentes, sino también el contexto,
énfasis, e incluso el pensamiento de Owen varió con el tiempo.

Taxonomía en estudios Owenianos

La tricotomía entre doctrinal, práctica y controversial, aunque ayuda


desde una perspectiva taxonómica, es foránea al pensamiento y
propósito de Owen, y asume categorías derivadas de la Ilustración. En
otras palabras, para Owen, cada una de sus obras era de naturaleza
doctrinal y práctica, y debido a que buscaban responder a dificultades
particulares, se considerarían también polémicas. La pregunta: ¿Es este
un libro doctrinal o práctico? No solo no hubiera tenido sentido para
Owen, sino que hubiera sido incomprensible. Hubiera sido como
preguntarle: ¿Posee el sol luz o calor? La división entre doctrinal y
práctico es una herencia de la Ilustración en occidente.3
Para Owen una obra teológica, por definición, es necesariamente
práctica, pues el propósito, razón de ser y naturaleza misma de la
teología es la práctica. La teología se ocupaba del descubrimiento de la
voluntad de Dios para todas las áreas de la vida del ser humano. La
teología se relacionaba con la manera en que la familia, la iglesia, e
incluso la sociedad y el estado debían guiarse. No había un área de la
vida del hombre que estuviera fuera del espectro de la doctrina. Las
preguntas: ¿Cómo debo criar a mis hijos? ¿Cómo debe la Iglesia
organizarse? ¿Cuál es el rol del funcionario civil o rey? Eran todas
preguntas teológicas. En este contexto, la pregunta si algo era doctrinal
o práctico no hubiera tenido sentido.

2 El interregno inglés corresponde al periodo de gobierno de la

Mancomunidad de Inglaterra que tuvo lugar después de la Guerra civil inglesa y


que estuvo bajo el mando de militares y parlamentarios, en especial Oliver
Cromwell.
3 La Ilustración fue un movimiento cultural e intelectual, primordialmente

europeo, que nació a mediados del siglo XVIII y duró hasta los primeros años del
siglo XIX. Fue especialmente activo en Francia, Inglaterra y Alemania.
El Pecado Remanente 3

Es importante en este punto aclarar que teológico no significa


biblicismo. En otras palabras, no significaba que debía haber un capítulo
y verso de la Biblia para apoyar una práctica, tal entendimiento hubiera
sido contrario al de Sola Scriptura de los Reformadores, que
propugnaba que solo las Escrituras tenían mayor autoridad ética y moral
para la vida del creyente que la historia, credos y confesiones de fe. En
otras palabras, la tarea de la teología era el desarrollo de principios
bíblicos enraizados en las Escrituras, y la continuidad histórica de la
Iglesia desde la era apostólica, aplicada a un contexto particular
específico.
Owen escribió tres obras principales relacionadas con el pecado, la
tentación y la mortificación del pecado: La mortificación del pecado en
los creyentes (1656), La tentación: Su naturaleza y poder (1658); y El
pecado remanente en los creyentes (1667).4 En la mayoría de las
ediciones en inglés estas tres obras aparecen juntas en un solo volumen.5
Sin embargo, esta agrupación temática pasa por alto el contexto y
propósito específico de Owen.
Las primeras dos obras, La mortificación del pecado (1656) y La
tentación (1658), fueron escritas y publicadas durante el período del
interregno (1649-1660), mientras que la tercera, El pecado remanente
(1667), pertenece a una era posterior en la vida y pensamiento de Owen.
Es por esta razón nuestra decisión editorial de publicar El pecado
remanente en un volumen diferente. Las dos primeras obras, La
mortificación del pecado (1656) y La tentación (1658), fueron
publicadas en un solo volumen bajo el nombre Victoria sobre el pecado
y la tentación: La mortificación del pecado, sus causas, y curas (2019).

4 Existe un debate si la obra fue publicada a finales de 1667 o inicios de 1668.

La fecha tradicional de publicación de la obra es de finales de 1667. Sin embargo,


en años recientes la publicación de la obra ha sido fechada a inicio de 1668. Lo más
probable es que la obra haya sido escriba hacia finales de 1667 y publicada a inicios
de 1668.
5 Ver por ejemplo las ediciones producidas por The Banner of Truth, Crossway

o Christian Focus Publications, las cuales agrupan las tres obras en un solo volumen.
4 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

Contexto histórico y teológico

El contexto de El pecado remanente (1667) es muy diferente al de La


mortificación del pecado (1656) y La tentación (1658).6 La disolución
del gobierno de Oliver Cromwell y la restauración del Rey Carlos II al
trono de Inglaterra en 1660 supuso una persecución para la mayoría de
pastores de convicciones puritanas, siendo la vasta mayoría de ellos
expulsados de la Iglesia de Inglaterra y encarcelados después de que
tuviera lugar el Edicto de Conformidad emitido en 1662, en el cual todo
ministro debía conformarse a la Iglesia Establecida, o sería expulsado.
Owen pasó de ser una de las figuras políticas y teológicas más
importantes de Inglaterra, rector de la Universidad de Oxford, y
miembro del Parlamento Inglés, a ser pastor de una pequeña
congregación rural que se reunían en su casa. Dada su alta posición
social y conexiones importantes, tuvo una mejor suerte que la mayoría
de puritanos, los cuales fueron encarcelados o en algunos casos
ejecutados. Por otro lado, para inicios de la década de 1660, Owen era
probablemente el teólogo más reconocido en Inglaterra. Sus libros se
imprimían y vendían en todo el continente europeo, y ya era conocido
como uno de los más grandes teólogos de su tiempo.
Crawford Gribben escribe al respecto:

Las publicaciones de Owen en el último período de su vida reflejaban las


cadencias distintivas de su teología, que hacía tiempo que estaba
establecida, y de su política y método escolástico, confianza que había
empezado a recuperar. Son testigos de su creciente tendencia a distinguir
sus lecturas privadas y especulativas de la providencia de sus
contribuciones públicas y eruditas a los estudios bíblicos y al debate
político. Desde finales de la década de 1660 hasta su muerte, los escritos
de Owen incluirían algunos de sus logros académicos e intelectuales más

6 En esta sección no repetiré elementos relacionados con el contenido, y

estructura de la obra. Estos elementos son desarrollados de manera excelente en


el ensayo introductorio escrito por el Dr. Chalmers.
El Pecado Remanente 5

importantes, y muchos de los libros por los que sería más conocido entre
los disidentes y, más tarde, entre los evangélicos.7

En cuanto al aspecto social más amplio, dos eventos marcaron


fuertemente el contexto de la publicación de El pecado remanente en
1667. Había un sentimiento general que Inglaterra se encontraba
experimentando, un juicio de parte de Dios por la maldad generalizada
de la nación. Varios eventos importantes tuvieron lugar en la década de
1660 que promovían esta creencia. El primero de ellos fueron dos
espectaculares cometas que fueron avistados en 1664 y 1665, y fueron
tomados como señales divinas. El segundo fue la gran plaga de la peste
bubónica que tuvo lugar entre 1665 y 1666, que produjo la muerte de
más del 25% de la población en Londres y otras ciudades principales.
El tercer, y quizá más impactante de todos, fue el gran incendio de
Londres en setiembre de 1666, causando la destrucción de más de 70000
casas, junto con todos sus bienes.8 La mayor parte de Londres quedó en
ruinas por el fuego.
Esto se suma a los eventos de tres guerras civiles, y la decapitación
de un Rey, ocurrido en la década anterior que había diezmado la
población. Sin embargo, el evento más significativo fue la Gran
Expulsión que tuvo lugar en 1662 donde más de 2000 pastores de
convicciones puritanas fueron expulsados de la Iglesia de Inglaterra,
encarcelados y ejecutados.
Varios sermones de Owen evidencian su profunda preocupación y
malestar por la dureza de corazón, y las maldades cometidas. Clama
diciendo: “Parecería que nada es suficiente para quebrantar sus
corazones corruptos por el pecado. Todo lo que ocurre, y aun así se
siguen aferrando a este mundo”. En sus propias palabras dice:

7 Crawford Gribben, John Owen and English Puritanism: Experiences of Defeat.

Oxford Studies in Historical Theology. (New York, NY: Oxford University Press,
2016), 234.
8 Crawford Gribben, John Owen and English Puritanism: Experiences of Defeat.

Oxford Studies in Historical Theology. (New York, NY: Oxford University Press,
2016), 238-239.
6 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

La peste, el fuego, no lo han hecho; las señales en los cielos de arriba y


en la tierra de abajo no lo han hecho; la predicación sincera del evangelio,
aunque en debilidad, no lo ha hecho; las súplicas, los ruegos, las
exhortaciones, no lo han hecho; nuestras oraciones no lo han hecho. Nos
aferramos a este mundo todavía.9

A diferencia de La mortificación del pecado (1656) y La tentación


(1658), Owen no estaba primariamente buscando influenciar en la vida
de jóvenes universitarios, sino hacer un llamamiento nacional al
arrepentimiento y la mortificación del pecado. Una de las consecuencias
de la guerra civil, y postrera expulsión de los ministros puritanos fue el
enfriamiento espiritual de la nación.

Énfasis teológicos

La década de 1660 no solo representa una década de cambios sociales


en Inglaterra, sino también fue una década de cambios teológicos para
Owen. Hay dos factores teológicos importantes que afectaron la
composición de El pecado remanente.
La primera fue el inicio de la composición del comentario de Owen
al libro de Hebreos, su obra principal. El comentario de Owen al libro
de Hebreos es mucho más que un comentario. Owen, tomando como
base el libro de Hebreos, desarrolla un esquema de relación entre los
pactos, teniendo como centro el Sacerdocio de Cristo, para desarrollar
un sistema interpretativo de las Escrituras distintivamente pactual,
progresivo e histórico. En este aspecto, Owen sumamente adelantado a
su tiempo sembrando las semillas de lo que más adelante llegaría a
conocerse como la disciplina de la teología bíblica. Las semillas
sembradas por Owen serían más adelante cosechadas por Geerhardus
Vos en el desarrollo maduro de la disciplina.10

9 John Owen, The Works of John Owen, ed. William H. Goold, vol. 17

(Edinburgh: T&T Clark, n.d.), 496.


10 Para saber más de las conexiones metodológicas, y el uso que hace Vos de

Owen para el desarrollo de la disciplina de la teología bíblica, ver: Richard


Barcellos, The Family Tree of Reformed Biblical Theology (CA: RBAP, 2010)
El Pecado Remanente 7

Un segundo punto importante es el avance del antinomianismo. El


antinomianismo es la creencia que la ley no tiene relevancia para la vida
del creyente. Robert Wall define el antinomianismo de la siguiente
manera:

La convicción de que los creyentes se liberan de las exigencias de la ley


de Dios al depender de la gracia de Dios para su salvación […]. Los
creyentes que enfatizan las promesas incondicionales que Dios hace al
pactar con su pueblo, pero luego restan importancia a lo que Dios espera
de su pueblo, tienden a una fe antinomianista; el énfasis opuesto conduce
a una fe legalista.11

De esta manera el antinomianismo surge como consecuencia de


enfatizar los aspectos incondicionales del pacto. Existe una relación
histórica cercana entre el supralapsarianismo y el antinomianismo. No
todo supralapsario es antinomianista, pero durante el siglo XVII, casi
todo antinomianista sostenía una postura supralapsaria de una
predestinación dura. A Owen le preocupaba el avance del
antinomianismo basado en un mal entendimiento de la predestinación
como una licencia para vivir una vida de impiedad.
Al desarrollar elementos de continuidad y discontinuidad de la ley
entre el Antiguo y el Nuevo Pacto, Owen es capaz de afirmar la
necesidad e insuficiencia de la ley. La necesidad para poder descubrir
el poder del pecado, que nos lleva a una dependencia del Espíritu en
Cristo Jesús, así como la importancia de la ley para crecer en la vida
cristiana a través de los medios ordinarios de gracia.
Owen enfatiza el uso de la ley en la santificación del creyente no
de una manera legalista, sino como consecuencia de una comunión con
Dios en el Espíritu.

11 Robert W. Wall, “Antinomianism,” ed. David Noel Freedman, The Anchor

Yale Bible Dictionary (New York: Doubleday, 1992), 263.


8 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

Sobre esta edición

Este libro corresponde a la versión original, sin abreviar. Todas las obras
publicadas por Teología para Vivir corresponden a la edición original
sin abreviar. Las ediciones usadas para esta obra han sido varias, pero
se han usado de manera principal las siguientes:

1. John Owen, The Nature, Power, Deceit, and Prevalency of the


Remainders of Indwelling-Sin in Believers (London: Printed for
Thomas Cockerill, at the Sign of the Atlas in Cornhil near the
Royal Exchange, 1675).
2. John Owen, The Nature, Power, Deceit, and Prevalency of The
Remainders of Indwelling Sin in Believers, en The Works of
John Owen, ed. William H. Goold, vol. 6 (Edinburgh: T&T
Clark, 1862), 152-322.
3. John Owen, Indwelling Sin (Chapel Library, 2020).

Algunas características que tiene esta edición son las siguientes:

1. Han sido añadidos títulos y subtítulos para facilitar la lectura


del texto.
2. El escrito trae las palabras originales en otros idiomas (griego,
hebreo y latín) junto con su traducción.
3. Las palabras que aparecen en corchetes no son originales del
texto, pero han sido añadidas para una mejor comprensión del
texto.
4. Se han añadido varias notas explicativas al pie de página.
5. En diversos casos se ha citado de manera completa los pasajes
a los que hace referencia el autor.

Somos una editorial totalmente autosostenida. La única manera que


podremos seguir publicando libros es si estos son comprados. Le
pedimos que no piratee este libro, y que nos apoye orando por nosotros,
y adquiriendo estos materiales.
El Pecado Remanente 9

ENSAYO INTRODUCTORIO
Thomas Chalmers

En el asunto del cristianismo práctico, consideramos de primordial


importancia que entendamos bien la clase de obra que tenemos en
nuestras manos, tanto para que podamos andar correctamente en ello
como para que también podamos tener el consuelo de juzgar si
realmente está progresando bajo nuestros esfuerzos. Un error en este
punto puede llevarnos a desperdiciar nuestros esfuerzos en lo que es
impracticable. Y cuando estos esfuerzos, por supuesto, resultan
infructuosos, puede llevarnos a abandonar nuestros espíritus al más
absoluto desaliento. Por lo tanto, para usar el lenguaje del apóstol Pablo,
podemos pasar nuestros días corriendo como a la ventura y peleando
como alguien quien golpea el aire (cf. 1Co. 9:25), igualmente ajenos a
la paz y a la santidad progresiva.
También consideramos la doctrina que forma el tema principal del
siguiente admirable tratado del Dr. Owen: El pecado remanente en los
creyentes, como uno de esos temas cuya correcta comprensión tiene un
grado no menor de influencia en la paz del creyente y en su progreso en
la vida divina. Y es muy importante prestar atención al razonamiento
del apóstol en su exposición de este tema, en el que no solo ilustra la
verdad general, sino que expresa su propio descubrimiento experiencial
sobre el asunto.
Y consideramos que algunos de los términos que emplea en su
exposición son de gran importancia. «No reine, pues, el pecado —dice
el apóstol— en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en
sus concupiscencias» (Ro. 6:12) Ahora bien, no podemos dejar de
percibir cuán ampliamente diverso habría sido el mandato del apóstol,
10 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

si en lugar de decir: «No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo


mortal», hubiera dicho: «Desarraiga el pecado de vuestros cuerpos
mortales»; o si, en lugar de decir: «No obedezcáis sus concupiscencias»,
nos hubiera mandado erradicarlas. Seguramente habría sido un estado
mucho más envidiable no tener ninguna inclinación al mal, que estar
oprimidos con la constante aparición de tal inclinación y mantenerla a
duras penas en control bajo el poder de algún principio opuesto.
Si pudiéramos alcanzar el estado superior en este lado del tiempo,
llegaríamos a ser en la tierra lo que los ángeles son en el cielo, cuyos
deseos corren en la pura corriente del amor y la lealtad a un Dios de
santidad. Pero si estamos destinados al estado inferior durante todos los
días de nuestra morada en el mundo, entonces se nos da a entender que
la vida de un cristiano es una vida de guerra vigilante e incesante.
También se nos indica que consiste en la lucha de dos elementos
adversos y en la prevalencia habitual de uno de ellos. Además, se nos
señala que en nosotros, y estrechamente alrededor de nosotros, hay un
enemigo acosador que no dejará de aferrarse a nosotros hasta que la
muerte lo paralice su agarre y nos deje marchar. Asimismo, se nos
sugiere que no nos libraremos definitivamente de este doloroso
conflicto del Espíritu contra la carne y de la carne contra el Espíritu
hasta que nuestro presente materialismo contaminado sea derribado por
completo. Y también nos advierte que el alma emancipada no tendrá un
acceso libre y sin restricciones para sus afectos celestiales hasta que
haya salido de la prisión de su tabernáculo terrenal.
Ahora bien, esta visión del asunto nos da una noción diferente de
nuestra tarea designada de lo que a menudo se puede imaginar. Parece
ser que el pecado no puede ser exterminado de nuestros cuerpos
mortales, sino que solo puede ser mantenido a raya. No puede ser
destruido en cuanto a su presencia, sino que puede ser reprimido en su
prevalencia y poder. Parece que siempre habitará en nuestro estado
actual, pero no puede tener dominio, aunque habite. Si intentamos
entonces desterrarlo —siendo derrotados en este esfuerzo— podemos
renunciar a la causa de nuestra santificación en una desesperación cruel,
echando por la borda de una vez tanto nuestra paz como nuestra
El Pecado Remanente 11

santidad. Pero tratemos de destronarlo, aunque no podamos expulsarlo.


Y al tener éxito en este esfuerzo mientras lamentamos su odiosa
compañía, podemos mantenerlo bajo el control de la más estricta
guardia y podemos mirar tranquilamente la hora de la muerte como la
hora de la liberación de una carga que al menos se adherirá a nosotros
todos nuestros días, pero que no puede abrumarnos.
Vemos entonces la diferencia entre un santo en el cielo y un santo
en la tierra. El primero puede abandonarse a tales sentimientos y tales
movimientos que le plazcan, pues no tiene otro deleite que el de hacer
la voluntad de Dios y gozar de la contemplación de Su gloria sin
mancha. El segundo no puede abandonarse a sí mismo con seguridad.
Es cierto que hay un ingrediente de su naturaleza (ahora bajo un proceso
de regeneración que avanza) que está totalmente del lado de la piedad.
Y si esto se dejara sin resistencia por alguna influencia opuesta, podría
ahorrarse todas las agonías de la disolución y establecerse de inmediato
entre los coros y las compañías del paraíso. Pero hay otro ingrediente
de su naturaleza (todavía bajo un proceso inacabado de regeneración)
que está totalmente del lado de la impiedad. Y si esto se dejara sin el
control de su nuevo y mejor principio, el pecado aprovecharía el
momento indefenso y recuperaría el predominio de la que había sido
destituido.
Ahora es la muerte la que entra como liberadora. Es la muerte la
que quita la obstrucción. Es la muerte la que acaba y reduce a polvo esa
maquinaria corrupta en cuyas paredes estaban inscritas las inmundas
marcas de la lepra y cuyos materiales más recónditos estaban
impregnados de una infección que al parecer nada más que el proceso
sepulcral de una resolución al polvo y una resurrección en otro cuerpo
glorificado puede eliminar de manera completa y concluyente. Es la
muerte la que nos conduce del estado de un santo en la tierra al estado
de un santo en el cielo. Pero hasta que no seamos conducidos de esta
manera, no estaremos seguros de abandonarnos por un solo instante a la
espontaneidad de nuestras propias inclinaciones.
Y confundimos completamente nuestras verdaderas circunstancias
en el mundo: no juzgamos correctamente lo que tenemos que hacer y la
12 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

actitud en la que debemos estar; nos exponemos a los asaltos de un


enemigo cercano y acechante; y nos aventuramos a los
derrumbamientos más humillantes y a las visitaciones más opresivas del
remordimiento y la desdicha. Si esta es nuestra condición actual en la
tierra, nos vamos a dormir o vamos a jugar entre sus peligros
acechantes. Si alguna vez pensamos que el puesto que ocupamos es otro
que el de armarse o vigilar —imaginando falsamente que solo hay un
ingrediente espiritual en nuestra naturaleza (totalmente del lado de la
santidad) en lugar de dos, de los cuales el otro está todavía vivo y del
lado del pecado—, dejaremos de lado el estar en guardia, el celo, la
humildad de mente y las oraciones de ayuda de lo alto, que tal estado de
las cosas exige de manera muy urgente e imperiosa.
Creemos que es muy importante que sepamos que el cuerpo con el
que estamos cargados (y que debemos llevar con nosotros) es un cuerpo
vil. Afirmamos también que la naturaleza que recibimos al principio (y
de la que no seremos liberados en este lado de la tumba) es una
naturaleza corrupta. Además, sostenemos que todo lo que hay en
nosotros y en torno a nosotros (y que está separado del nuevo espíritu
infundido por la fe en el evangelio) está en un estado de aversión a la
voluntad de Dios. Asimismo, mantenemos que lo que puede ser
denotado por la sola palabra carnalidad, es de residencia perpetua con
nosotros mientras estamos en la tierra. Y también creemos que nuestra
clara preocupación debe ser que no reine sobre nosotros mientras reside
con nosotros. Está siempre presente con sus sugerencias, y esto no lo
podemos evitar. Pero no debe prevalecer con sus sugerencias, y esto lo
podemos evitar por las ayudas y los recursos proporcionados para la
regeneración de un mundo contaminado. Experimentaremos con
nuestro último aliento los movimientos de la carne. Y estos
movimientos (si no son pecados, son al menos tendencias pecaminosas)
terminarían en pecados si se cede a ellos.
Ahora bien, nuestra tarea no consiste en extirpar las tendencias, sino
en oponernos a ellas. No radica en arrancar de raíz esos elementos de
maldad moral que el cuerpo de un hombre bueno tiene antes de la
muerte y no tiene después de su resurrección, sino en sofocarlos y
El Pecado Remanente 13

mantenerlos a raya mediante esa fuerza con la que la nueva criatura en


Jesucristo está armada para la gran batalla, de cuyo resultado depende
su eternidad. No podemos obtener una victoria tal que nunca sintamos
los movimientos de la carne, pero podemos obtener una victoria tal que
no caminemos según la carne. No se mata al enemigo de tal manera que
nos liberemos de su presencia. Más bien, podemos mantenerlo tan
encadenado que nos liberaremos de su poder mediante un esfuerzo
incesante de nuestra parte. Tal es la contienda. Y si es exitosa, tal es el
resultado de la contienda.
Pero se nos debe decir que es una esperanza vana el buscar la
exterminación del principio pecaminoso mientras vivamos en el mundo.
Siempre agita y actúa dentro de nosotros. Y no hay una hora del día en
la que no dé señales de que todavía está vivo. Y aunque haya sido
derribado de su predominio, no es destruido en su existencia. «En guerra
avisada no muere soldado». Y es correcto estar informado de que cerca
de nosotros y dentro de nosotros, hay en todo momento un enemigo
insidioso contra el que debemos estar en guardia de manera muy
vigilante y contra el que debemos orar de manera muy fervorosa y muy
incansable
Se aproxima el momento en que nos explayaremos en libertad sobre
los reinos de la pureza sublime y del amor cuando no experimentemos
ya más ninguna oposición de tendencia adversa y contraria, así como
cuando se aproxima el momento en que la crisálida rompe con el ala
libre la prisión en la que ahora se encuentra. Y en la que, no lo dudamos,
aumenta y crece hasta llegar a ser apta para atravesar ampliamente el
campo de luz y aire que está por encima de ella. El cristiano en la tierra
aumenta y crece de esa manera. Pero por muy cristiano que sea, está
sobre él la pesadez de un materialismo repugnante y contaminado, que
debe ser destruido antes de que sus tendencias espirituales puedan
expandirse hasta su pleno y definitivo desarrollo. Mientras tanto hay
una compresión de él sobre las tendencias descendentes (terrenales y
carnales) que nunca serán eliminadas hasta que muera, pero a las que
debe resistir para que no reinen sobre él. Hay concupiscencias que no
puede erradicar, pero que no debe obedecer. Y mientras deplora con
14 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

humillación y vergüenza los síntomas conscientes dentro de él de una


naturaleza que está así degradada, es su deber —por las energías y
recursos de la nueva naturaleza— matar de hambre, debilitar y
mortificar a la antigua naturaleza de tal manera que pueda persistir en
la decadencia mientras vive (cf. Ro. 8.13) y pueda recibir el golpe de su
completa aniquilación cuando él muera.
Esta representación del estado del creyente en la tierra está de
acuerdo con la Escritura. Encontramos al apóstol afirmando que el
deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu contra la carne,
de tal manera también que el hombre no puede hacer lo que quisiera (cf.
Gá. 5:17). Él quisiera servir a Dios más perfectamente. Quisiera darle
una ofrenda no contaminada por la fragilidad de su naturaleza caída.
Quisiera elevarse al amor seráfico del paraíso superior, gustosamente
ser capaz de consagrarse al Eterno y homenajearle con un corazón tan
puro de modo que no experimente ninguna impureza terrenal adherida
a él. Pero todo esto no puede hacerlo. ¿Y por qué? Por una resistencia
que lo mantiene, con todas sus elevadas aspiraciones, entre el polvo de
un mundo perecedero. Hay en él un contrapeso de secularidad que al
menos amortigua y reprime la sacralidad; y es bueno que no predomine
sobre ella. Esta secularidad pertenece a la antigua naturaleza, estando
tan corrompida que Pablo dice de ella lo siguiente: «Y yo sé que en mí,
esto es, en mi carne, no mora el bien». (Ro. 7:18).
Hay, pues, una ley que lucha contra la ley de nuestra mente, aun
cuando esa mente se deleita interiormente en la ley de Dios (cf. Ro.
7:22-23). El conflicto es tan sumamente intenso, que incluso los que
tienen las primicias del Espíritu gimen interiormente, mientras esperan
la redención del cuerpo (cf. Ro. 8:23) y el traslado a la gloriosa libertad
de los hijos de Dios (cf. Ro. 8:21). Agobiado por la carga de una
naturaleza rebelde, el apóstol exclama: «¡Miserable de mí! ¿Quién me
librará de este cuerpo de muerte?» (Ro. 7:24). Al parecer incluso la
gracia no libera de la residencia del pecado. Y esto debido a que Pablo
se queja de manera muy enfática sobre su cuerpo vil, y no dudamos que
lo habría estigmatizado así hasta la última media hora de su existencia
en el mundo. Pero la gracia todavía hace algo. Nos libra del reino del
El Pecado Remanente 15

pecado, de modo que no obedecemos sus impulsos, aunque nos


irritemos y nos moleste el sentirlos. Y, en consecuencia, de la
exclamación «¡oh, miserable de mí!» pasa en un momento a la
exclamación agradecida «gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor
nuestro» (Ro. 7:25) en quien es que no andamos conforme a la carne,
sino conforme al Espíritu (cf. Ro. 8:1).
De una representación como la que da el apóstol sobre el pecado
remanente, podemos deducir algunas lecciones prácticas y particulares,
que pueden ser de utilidad para el creyente.
En primer lugar, pensamos que conduce a la paz del creyente el
hecho de que se le haga saber lo que tiene que esperar acerca de la
presencia de la corrupción durante su estancia en esta tierra de virtud
inmadura. Lugar donde la santidad de la criatura nacida de nuevo tiene
que abrirse paso a través de todos esos elementos adversos, que nada
sino la muerte eliminará completamente de él. Debe servir para calmar
la perturbación de su espíritu cuando es atravesado y humillado bajo la
conciencia de un deseo malvado y de un principio perverso que todavía
acecha en él, anunciando que todavía está vivo por las instigaciones que
siempre están incitando y los pensamientos que siempre están
sugiriendo al hombre interior. Es su tarea resistir a las instigaciones y
apartarse de los pensamientos. Y así la antigua naturaleza puede ser
mantenida bajo control práctico, aunque en cuanto a su existencia, no
es exterminada. Sin embargo, la sola aparición de un deseo pecaminoso
o de un sentimiento impuro, atormenta a una conciencia delicada. Esto
debido a que tal acontecimiento no le ocurre a un ángel o al espíritu de
un hombre justo hecho perfecto en el cielo. Y puede ser llevado a
sospechar de su participación en las promesas de Cristo cuando se le
hace percibir que hay en él todavía mucho de lo que es incompatible
para la piedad. Por lo tanto, puede tranquilizarlo el hecho de que se le
diga que no es un ángel ni un santo glorificado. Además, lo calma el
hecho de que hay una distinción entre el santo que está luchando en su
guerra designada en la tierra y el santo que está descansando y
regocijándose en el pleno triunfo de su victoria en el cielo. Y la
distinción se anuncia justo por las mismas insinuaciones que tanto le
16 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

desconciertan y afligen. También es justo por la proximidad


experimentada de esa propensión corrupta que es la plaga de su corazón,
contra la cual es su deber obligado mantenerse en guardia, y que
detestará y se lamentará debido a su sensibilidad nacida de nueva del
lado de la santidad. Pero no se verá abrumado por la desesperación a
causa de ello, como si le hubiera sucedido algo extraño o como si
hubiera surgido alguna tentación en su camino que no fuera común a
todos sus hermanos que están en el mundo.
En segundo lugar, este punto de vista del asunto no solo sirve para
mantener la paz del creyente, sino que también conduce a su progreso
en la santidad. Esto debido a que lleva a una desconfianza muy
saludable de sí mismo bajo la conciencia de que todavía hay una parte
en él que está muy viva para el pecado. Una parte que se entregaría por
completo al pecado si no se vigila, si no se custodia y si no mantiene
bajo una restricción severa e intensa. Y en esto hay una sorprendente
concordancia entre la visión teórica que la Biblia da de nuestra
naturaleza y el hábito práctico que se esfuerza por imprimir en todos los
que participan de ella.
Quizás un ángel no necesita ser advertido de que no se exponga a la
tentación debido a que puede no haber ningún ingrediente en su
constitución que pueda ser afectado por ella. Pero no es así con el
hombre. Hecho como su constitución está en la tierra, él está compuesto
de dos grandes partes: una que es propensa al mal (y eso es
continuamente), y la otra en la que se encuentran todos aquellos
principios y poderes cuya función es (si no totalmente) extinguir esta
propensión o al menos reprimir sus brotes. En estas circunstancias, no
le corresponde al hombre de manera positiva empujarse a sí mismo a la
escena de la tentación. Y cuando la alternativa se encuentra a su propia
voluntad, si evitará el encuentro o se arriesgará a él, su deber es evitarlo.
Toda la Escritura está del lado de la cautela más que de la confianza en
este asunto. Y podemos estar seguros de que es nuestra parte (en todos
los casos) no exponer nada y no arriesgar nada a menos que haya un
llamado del deber que equivale a un llamado de la providencia. Cuando
la prueba es provocada por nosotros mismos, no tenemos ninguna
El Pecado Remanente 17

garantía para esperar un resultado exitoso. Dios concederá ayuda y


apoyo contra los ataques que la tentación nos hace, pero no se
compromete a estar de nuestro lado en los ataques presuntuosos que
hacemos a la tentación. Consultamos mejor la mediocridad de nuestras
facultades y adaptamos mejor nuestros hábitos a la condición real de
nuestra naturaleza arruinada y adulterada, cuando mantenemos nuestra
distancia decidida de toda seducción en la medida de lo posible. Así
mismo cuando con todas nuestras fuerzas refrenamos nuestras
tendencias al mal interior, para que no entren en contacto con las
suscitaciones al mal que están fuera.
También cuando hacemos un pacto con nuestros ojos para
apartarlos de la vista de la vanidad. Y si la provocación es a la ira, a
hablar mal, a la intemperancia o a cualquier indulgencia desviada y
viciosa, estemos seguros de que no podemos ser demasiado rápidos en
nuestras alarmas o demasiado tempranos en nuestras medidas (ya sea
de prevención o de resistencia). Y en todos los casos en que lo tenemos
en nuestro poder (y que no implica ninguna negligencia en el
cumplimiento del deber), es nuestra parte sabia y saludable huir de
manera muy decidida de la provocación y no enfrentarnos de manera
muy decidida a ella.
En tercer lugar, esta visión del asunto no solo nos lleva a retirar la
parte viciosa y errónea de nuestra constitución de todo encuentro con la
tentación que pueda evitarse, sino que también nos lleva a tomar
medidas que puedan reclutar y fortalecer la parte llena de gracia o buena
de nuestra constitución para cada encuentro que no pueda evitarse.
Porque, a pesar de toda nuestra prudencia, debemos tener muchos
encuentros de este tipo en el mundo. La tentación llegará a nuestra
puerta, aunque nunca demos un solo paso desprevenido hacia la
tentación. Y entonces nos preguntaremos: «¿Cuál es la armadura de la
resistencia? ¿Cuál es el mejor método para mantener el predominio del
principio bueno sobre el malo?» Diríamos:

Un nuevo compromiso de nosotros mismos en la fe y en la oración con


Aquel que primero puso el principio bueno en nuestros corazones; otro
18 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

acto de recurrencia a la plenitud que hay en Cristo Jesús; una nueva


solicitud de fuerza al Señor nuestro santificador, para hacer frente a esta
nueva ocasión de fuerza que Él mismo ha permitido que se cruce en
nuestro camino y que atraviesa el camino de nuestra historia en el mundo.

La humildad que nos lleva a huir siempre que podemos y a orar cuando
la huida es imposible, es el hábito mismo del alma que la aleja de la
primera serie de tentaciones y la fortalecerá más eficazmente contra la
segunda. Al hombre orgulloso que depende de sus propias capacidades,
Dios le niega la gracia. Al hombre humilde que en sí mismo no tiene
otro sentimiento que el de la más absoluta vacuidad, Dios le da la gracia
en medida abundante para todas sus necesidades. Y así es que,
procediendo como debe con la consideración de que hay una parte de
su naturaleza que pertenece propia y originalmente a él mismo y que
debe mantener a una distancia asidua de toda suscitación al mal; y luego,
procediendo como debe con la consideración de que hay una parte de
su naturaleza derivada por la gracia del cielo y alimentada por
constantes suministros de esa misma parte; así es, decimos, que el
conocimiento de su propia constitución, tal como nos hemos esforzado
en exponerlo, tiene una tendencia directa tanto a profundizar la
humildad del creyente como a exaltar y perfeccionar su santidad.
Es este estado de composición en todo el que ha nacido del Espíritu,
entre el viejo hombre y la nueva criatura,12 el que explica el misterio de
que el cristiano sea más humilde al mismo tiempo que se hace más
santo. Esto también explica el hecho de que crezca al mismo tiempo en
la insatisfacción consigo mismo, y en aquellas obras de justicia que son
por Jesucristo. Además, explica el hecho de que sea a la vez más
sensible a la corrupción que hay en él de una parte de su naturaleza, y
más fructífero en todas las virtudes que tienen su suelo y su alimento en
la otra parte de su naturaleza, de tal manera que se muestra la exhibición
palpable de alguien que evidentemente se eleva en la excelencia positiva
y, sin embargo, se hunde evidentemente en una autohumillación más

12 Véase Ro. 6:6; Ef. 4:20-24; Col. 3:9-10.


El Pecado Remanente 19

profunda que antes; como si necesitara una base mucho más profunda
para sostener la superestructura ascendente. La verdad es que
dondequiera que haya un crecimiento real de la moralidad, debe haber
un crecimiento de la sensibilidad moral junto con ella. Y en proporción
a la sensibilidad habrá la molestia que se experimenta, y el conmovedor
lamento y humillación con que el corazón es visitado por cada nueva
evolución de esa naturaleza depravada, que solo está subordinada, pero
que todavía no está extinguida y eliminada. Y de ahí la falta de simpatía
y la falta de comprensión entre los hijos de este mundo y los hijos de la
luz. De ahí también la mala interpretación que a veces se da a los
dolores, las perplejidades y las inquietudes mentales que estos últimos
experimentan. Y de ahí la desconcertante apariencia de incoherencia
que se desprende de las emociones y los ejercicios de un verdadero
cristiano que está atribulado en todo, pero no angustiado; perplejo, pero
no desesperado; perseguido, pero no desamparado; abatido, pero no
destruido; llevando en su cuerpo la muerte del Señor Jesús, para que la
vida de Jesús se manifieste en su cuerpo, muriendo a los honores
terrenales y a las gratificaciones terrenales, mientras la vida de Jesús se
manifiesta en su carne mortal (cf. 2Co. 4:8-11).

2 Corintios 4:8–11 Afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero


no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no
destruidos; llevando siempre en el cuerpo por todas partes la muerte de
Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Porque nosotros que vivimos, constantemente estamos siendo entregados
a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se
manifieste en nuestro cuerpo mortal.

Y es con el propósito de administrar consuelo, inculcar la vigilancia


y conducir al crecimiento del creyente en la santidad, que queremos
presentar a nuestros lectores el siguiente admirable e instructivo tratado
del Dr. Owen sobre «LA NATURALEZA, EL PODER, EL ENGAÑO Y LA
PREVALENCIA DEL PECADO REMANENTE EN LOS CREYENTES». Los
escritos de este venerable y muy admirado autor forman un rico tesoro
espiritual, adecuado a las variadas necesidades y condiciones de casi
20 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

toda clase de hombres. Pero tal vez no haya ningún tratado de este
erudito y piadoso autor más adecuado para ser útil al discípulo cristiano
que el que ahora nos hemos aventurado a recomendar. Y lo
consideramos todavía más valioso al considerar que el tema principal
sobre el que se explaya no es —nos tememos— bien comprendido por
muchos o al menos no es suficientemente prestado atención, aunque sea
de no poca importancia para el cristiano. Y al pensar como lo hacemos
que posee una relación muy íntima y decidida con la paz y la
santificación del creyente, consideramos muy importante ser instruidos
en la naturaleza y prevalencia del pecado remanente, y en los medios
para mantener sus operaciones bajo control, por alguien que ha
alcanzado tan elevados progresos en la santidad, y cuyo profundo y
experimentado conocimiento de la vida espiritual lo capacita tan bien
para exponer su naturaleza y operaciones. Es hábil para detectar y
exponer los lugares donde se esconde el pecado remanente, y para
revelar las vías por las que hace sus incursiones en el corazón, y en las
que el creyente debe ponerse más vigilantemente en guardia. Y le
recuerda incesantemente que en medio de las urgencias de los asuntos
y las compañías de este mundo (que constituyen los enemigos
engañadores y acosadores del cristiano desde el exterior, y ayudados
como están por los enemigos traicioneros del interior: la oscuridad y la
vanidad de la mente, la inclinación del corazón a los intereses
perecederos del tiempo y la natural muerte de los afectos hacia las cosas
espirituales, que lo traicionan en el poder de estos insidiosos enemigos),
es su única sabiduría y seguridad mantener su espíritu incesantemente
en una celosa y despierta postura de defensa.
Contra los enemigos que obran por medio de la traición y el engaño,
la vigilancia incesante es nuestra única seguridad. Y no conocemos una
parte más valiosa de este excelente tratado que aquella en la que su autor
de mentalidad espiritual previene al creyente contra el descuido y la
pereza, que relajan su vigilancia y lo traicionan de manera imperceptible
hacia una indiferencia hacia las cosas espirituales y una negligencia en
aquellos ejercicios que son necesarios para sostener el espíritu renovado
contra las tendencias terrenales y descendentes de su naturaleza.
El Pecado Remanente 21

Por el descuido en cultivar la oración y la meditación privada, y de


todos aquellos recursos que la sabiduría divina ha provisto para el
sustento de la vida espiritual, el creyente corre el riesgo de una
declinación en la religión, de perder el gusto por las cosas divinas, de
descuidar el cultivo de una estrecha comunión con Dios y de provocar
a su Padre celestial a retirar la luz de Su rostro de reconciliación. Y en
medio de esta deserción de la luz y del consuelo, corre el peligro de que
Dios, en quien se deleitaba, se convierta en un desierto para él. Esta
deserción, desolando su propio corazón y despojando a los ejercicios
espirituales del consuelo y el deleite que solía experimentar en ellos,
inevitablemente convertirá a Dios en un cansancio para él y estará
indispuesto a todos aquellos ejercicios cristianos que son necesarios
para alimentar y sostener la vida de piedad en su alma.
El cristiano no puede estar inmóvil. Debe estar en una carrera de
santidad que avanza o en un proceso de reincidencia que retrocede. Para
aquellos que han disminuido su progreso o están cayendo de su firmeza,
este tratado puede ser un fiel supervisor para advertirles de su peligro.
Les recuerda con fuerza que están en el país de los enemigos, que la
vida cristiana es un estado de guerra incesante y que (siempre ceñidos
para el conflicto) deben luchar con determinación y sin descanso en su
camino hacia el descanso celestial. Con la más asidua diligencia,
afirmando las cosas que quedan y que están a punto de morir (cf. Ap.
3:2), y nunca descansando satisfechos con los logros presentes, deben
presionar hacia los triunfos de su victoria final, teniendo siempre
presente que solo el que resiste hasta el final será salvo (cf. Mt. 10:22).
«Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida» (Ap. 2:10).
Pero si bien este tratado es adecuado para administrar tanto
consuelo como amonestación al creyente, no es menos adecuado para
despertar a los impíos (en quienes el pecado mantiene su prevaleciente
e imperturbable dominio) a un sentido de su temible condición. Así
como «cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está
lo que posee» (Lc. 11:21), así mismo, mientras el pecado mantiene su
posesión imperturbable, ellos están en paz, aunque sean enemigos de
Dios en sus corazones y vivan en total olvido de Él. Y es un indicio
22 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

seguro de muerte espiritual cuando no hay luchas del corazón renovado


con el pecado que reina en sus cuerpos mortales; es un síntoma seguro
de que no hay ningún principio de gracia en el alma cuando no sienten
la lucha del Espíritu contra la carne, y de la carne contra el Espíritu. Tal
reposo mortal del hombre interior debería forzar en sus mentes la
convicción preocupante de que todavía no han pasado de muerte a vida.
Esta es una transición que debe hacerse antes de que puedan ver el
reino de Dios. Y aquellos que han hecho esta transición y tienen los
principios de una nueva vida implantados en sus almas, sentirán la
fuerza y el significado de la declaración del apóstol cuando habla de
crucificar «la carne con sus pasiones y deseos» (Gá. 5:24), del severo
conflicto que tienen que mantener con los principados, las potestades y
las huestes espirituales de maldad (cf. Ef. 6:12), del peligro al que están
expuestos por parte del adversario que anda como león rugiente,
buscando a quien devorar (1P. 5:8), y, por encima de todo, del peligro
que han de temer por parte del más traicionero y engañoso de todos sus
enemigos: el corazón malvado de incredulidad, que les lleva
constantemente a apartarse del Dios vivo.
Pero aquellos que no experimentan ninguna molestia para la
crucifixión de la carne, ni ninguna guerra acosadora con sus enemigos
espirituales, ni ninguna alarma sensible por las artimañas del adversario,
ni ningún temor de ser traicionados por sus propios corazones
engañosos —si no sienten ninguna de estas plagas y molestias que el
creyente (que ha adquirido una nueva naturaleza) experimenta en la vida
divina—, entonces tienen la más convincente de todas las
demostraciones de que ningún principio de gracia ha sido infundido en
sus almas, de que el dios de este mundo mantiene su imperio exclusivo
e imperturbable sobre sus corazones y de que todavía permanecen entre
aquellos que no heredarán el reino de Dios.
Pero sobre estos ricos temas debemos abstenernos, dejando a
nuestros lectores que recojan de este instructivo tratado las numerosas
y saludables lecciones y amonestaciones que es capaz de comunicar.
Concluiremos nuestras observaciones con la exhortación práctica del
apóstol. Que el pecado resida como sea, no se le debe permitir que reine.
El Pecado Remanente 23

Se le puede aguantar como a un inquilino muy ofensivo y desagradable


en la casa, pero hay que ponerle freno y vigilancia, y no concederle ni
un solo elemento de autoridad. Es suficiente con que uno tenga que
soportar su odiosa presencia, pero su tiranía no debe ser tolerada. Contra
este hay que poner siempre una resistencia viril, enérgica y
perseverante. Puede angustiar, pero no debe influir en nosotros.
Habrá una constante incitación de su parte a lo que es malo, pero lo
malo no debe hacerse, y el deseo que nos incita a lo malo no debe ser
obedecido. Esta es la línea de demarcación fuerte y visible entre el
pecador obstinado y el santo anhelante. Ambos tienen cuerpos viles
cargados con los elementos de la corrupción e impregnados con un virus
moral, cuya operación es hacia el pecado y la impiedad. Ambos tienen
una misma tendencia constitucional. Pero mientras uno sigue esa
tendencia, el otro se resiste a ella. Y como fruto de esa resistencia,
aunque no se libera de su detestada presencia, al menos se libra de su
poder dominante. Vive en la casa, pero no es el dueño de la casa. Y está
tan hambrienta, asediada y sometida allí a tal perpetua frustración y
mortificación de todo tipo que languidece y se debilita gradualmente, y
al final expira completamente como con la vida del cuerpo natural. El
alma que se somete a su dominio ha estado sembrando todo el tiempo
para la carne, y de la carne cosechará corrupción. El alma que luchó
contra su dominio, y se negó a acatarlo, ha mortificado las obras del
cuerpo por medio del Espíritu, y vivirá; todo el tiempo ha estado
sembrando para el Espíritu, y del Espíritu cosechará vida eterna.

DR. THOMAS CHALMERS

St. Andrews, Escocia


Julio de 1825
24 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia
El Pecado Remanente 25

LA NATURALEZA, EL PODER, EL ENGAÑO


Y LA PREVALENCIA
de los

REMANENTES DE PECADO QUE


HABITAN EN LOS CREYENTES

junto con

LAS FORMAS DE SU OPERACIÓN Y LOS MEDIOS DE


PREVENCIÓN EXPUESTOS, EVIDENCIADOS
Y PRESENTADOS
con
LA RESOLUCIÓN DE VARIOS CASOS DE
CONCIENCIA RELACIONADOS CON ESTE ASUNTO

¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?


Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.
Romanos 7:24-25

JOHN OWEN
1668
26 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia
El Pecado Remanente 27

PREFACIO ORIGINAL

Siempre ha sido reconocido en la iglesia de Dios que la doctrina del


pecado original es una de las verdades fundamentales de nuestra
profesión cristiana, y forma parte especial de la posesión particular de
la verdad que disfrutan aquellos cuya religión para con Dios es edificada
sobre y determinada en la revelación divina. Así como el mundo nunca
conoció correctamente a Dios mediante Su sabiduría (cf. 1Co. 1:21), así
mismos los sabios siempre fueron completamente ignorantes acerca de
este mal innato en ellos mismos y en otras personas.1 En lo que respecta
nosotros, la doctrina y convicción de esta verdad descansa en el mismo
fundamento de todo lo que tenemos que ver con Dios, ya sea en relación
con agradarle aquí u obtener gozo de Él en la otra vida.
También es conocida la influencia que esta verdad tiene sobre las
grandes verdades relativas a la persona de Cristo, Su mediación, los
frutos y efectos de esta mediación, y todos los beneficios de los que
somos hechos partícipes. Sin una suposición de la doctrina del pecado
original, ninguna de estas cosas puede conocerse verdaderamente o ser
creída para salvación. Por este motivo, esto ha sido tratado
extensamente por muchos hombres santos e instruidos, tanto de la
antigüedad como de tiempos más recientes. Algunos se han esforzado
en exponer su naturaleza y otros su culpa y descrédito, y gracias a ellos
la verdad en lo que respecta a este asunto se ha visto reivindicada de la
oposición realizada contra ella en tiempos pasados y presentes.

1 1 Corintios 1:21 Porque ya que en la sabiduría de Dios el mundo no conoció

a Dios por medio de su propia sabiduría, agradó a Dios, mediante la necedad de la


predicación, salvar a los que creen.
28 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

La mayoría ha considerado estas cosas en toda su plena extensión y


magnitud en relación con la naturaleza de todos los hombres junto con
el estado y condición de aquellos que se encuentran bajo su poder y
culpa. También muchos han evidenciado completamente cómo los
hombres de este modo se encuentran incapacitados por sí mismos para
responder con la obediencia requerida en la ley o en evangelio para
librarse ellos mismos de la maldición de la ley o volverse partícipes de
la bendición del evangelio. Además, se ha enseñado y confirmado
plenamente que existen remanentes del pecado que permanecen en los
creyentes después de su regeneración y conversión a Dios, tal y como
las Escrituras nos testifican abundantemente, así como también la
manera en que su culpa es perdonada para ellos y por cuales medios su
poder es debilitado en ellos. Puedo afirmar que todas estas cosas han
sido tratadas con amplitud para gran beneficio y edificación de la
iglesia.
Por tanto, las daré por hechas en este tratado y me esforzaré
solamente por continuar más en exponer sus operaciones y oposiciones
a la ley y gracia de Dios en los creyentes. No tengo la intención de
discutir nada que haya sido motivo de controversia con respecto a esto.
Lo que las Escrituras claramente revelan y enseñan, lo que los creyentes
encuentran evidentemente por experiencia en sí mismos y lo que pueden
aprender a partir de los ejemplos y reconocimientos de otros, se
presentará de forma adecuada a la capacidad de la persona más humilde
y más débil preocupada por esto. Y parecen existir muchos motivos para
que encargarse de este asunto no sea algo innecesario en estos tiempos.
Vemos sus efectos y frutos en las apostasías y desviaciones de muchos,
así como en los escandalosos pecados y extravíos de algunos y el
transcurrir de la vida de la mayoría. Esto parece llamarnos a tener una
debida consideración. Asimismo, ¡qué gran importancia mostrará ser
para nuestro progreso tener un entendimiento claro y pleno del poder de
este pecado remanente (el asunto que nos proponemos exponer)! Esto
nos estimulará a ser vigilantes y diligentes, a tener fe y orar. Nos llamará
al arrepentimiento, la humildad y a ser más modestos.
El Pecado Remanente 29

En general, estos fueron los objetivos perseguidos con el presente


discurso, que al principio fue compuesto y expuesto para el uso y
beneficio de unos pocos, pero que ahora se hace público por la
providencia de Dios. Y si el lector recibe algún beneficio de estos
débiles esfuerzos, sepa que es su deber dar gloria a Dios, así como
ayudar con sus oraciones a aquellos que en medio de muchas
tentaciones y aflicciones están dispuestos a trabajar en la viña del Señor,
obra a la cual han sido llamados.

JOHN OWEN

1667
30 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia
El Pecado Remanente 31

PARTE 1: LA NATURALEZA
DEL PECADO REMANENTE
El Pecado Remanente 33

CAPÍTULO 1:
EXPLICACIÓN DE
ROMANOS 7:21
Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley:
que el mal está en mí
Romanos 7:21

BOSQUEJO DEL CAPÍTULO


A) EL APELATIVO QUE EL APÓSTOL LE DA AL PECADO REMANENTE: «ESTA
LEY»
B) LA FORMA EN QUE SE DESCUBRE ESTA LEY: «HALLO ESTA LEY»
C) LA INCLINACIÓN HABITUAL DE LA VOLUNTAD DE LOS CREYENTES:
«QUERIENDO HACER EL BIEN»
D) EL ESTADO Y ACTIVIDAD DE ESTA LEY CUANDO EL ALMA ESTÁ EN ESA
DISPOSICIÓN DE QUERER HACER EL BIEN: «EL MAL ESTÁ EN MÍ».

Nuestra intención es tratar acerca del pecado que habita en nosotros y


sus remanentes en las personas después de su conversión a Dios.
También tratar acerca de su poder, eficacia y efectos. Esto es también
lo que el apóstol intenta manifestar y evidenciar en el capítulo 7 de la
epístola a los Romanos. Ciertamente son muchas las discusiones acerca
de la intención principal del apóstol en este capítulo, y sobre si la
condición de la persona que se expresa allí es la de alguien bajo la ley o
bajo la gracia. En este momento no entraré en esa disputa, pero daré por
34 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

hecho lo que innegablemente puede probarse: Esto es, que se trata de la


condición de una persona regenerada con respecto al poder que el
pecado remanente sigue teniendo. Y esto se muestra y se ejemplifica
allí por y en la persona del apóstol mismo.
Por tanto, en sus palabras basaremos lo que tenemos que ofrecer
sobre este tema. No quiero decir que vaya a hacer una exposición de la
revelación que el apóstol realiza de esta verdad tal y como se halla en
su propio contexto, sino que solo haré uso de lo que expresa, tal como
la ocasión se ofrece en sí. Y aquí aparece por primera vez lo que afirma:
«Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en
mí» (v. 21). En estas palabras podemos observar cuatro cosas:

A) El apelativo que él le da al pecado remanente, por el cual


expresa su poder y eficacia. Dice que es una «ley». Y lo que
nombra como «ley» en este versículo, lo llama en el anterior «el
pecado que mora» en él.
B) La forma en la que descubre esta ley. No lo hace de forma
absoluta o por su propia naturaleza, sino que la encuentra en sí
mismo: «Hallo esta ley».
C) La disposición de su alma y ser interior con respecto a esta ley
del pecado al descubrirla: «Queriendo hacer el bien».
D) El estado y actividad de esta ley cuando el alma está en esa
disposición de querer hacer el bien: «Está en mí». Con respecto a
cuál es su objetivo y propósito, lo mostraremos más tarde.

A) El apelativo que el apóstol le da al pecado


remanente: «esta ley»

La primera cosa que podemos observar es el nombre que aquí utiliza el


apóstol. Él llama al pecado remanente «esta ley». Es una ley.
Una ley puede entenderse apropiadamente como una regla directiva
o inapropiadamente como un principio operativo efectivo, que parece
tener la fuerza de una ley. En el primer sentido se trata de una norma
El Pecado Remanente 35

moral que dirige y ordena, y que en distintas formas mueve y regula la


mente y la voluntad en cuanto a las cosas que exige o prohíbe.
Evidentemente esta es la naturaleza general y la forma de funcionar de
una ley. Ordena ciertas cosas y otras las prohíbe con recompensas y
castigos que motivan e impulsan a la persona a hacer una cosa y evitar
la otra. De ahí que, en un sentido secundario, se llame ley al principio
interior que constantemente motiva e inclina hacia cualquier acción.
El principio que podemos encontrar en la naturaleza de todas las
cosas, que las mueve y las lleva hacia sus propios fines y reposo, se
llama la ley de la naturaleza. A este respecto, cualquier principio
interior que inclina y apremia a las operaciones o acciones que le son
propias es una ley.
Por eso la poderosa y efectiva obra del Espíritu y de la gracia de
Cristo en los corazones de los creyentes es llamada «la ley del Espíritu
de vida» (Ro. 8:2). Por esto, el apóstol designa al pecado remanente
como una ley. Es un potente y efectivo principio remanente, que inclina
y presiona hacia acciones que están de acuerdo y conforme a su propia
naturaleza. Esta, y no otra, es la intención del apóstol con esta
expresión.
Porque, aunque el término «ley» a veces pueda identificar un estado
o condición —y si se usara aquí de esa manera, el significado de las
palabras sería: «Encuentro que esta es mi condición, que este es el
estado de las cosas en mí, que cuando quiero hacer el bien, el mal está
presente en mi interior», esto no supondría gran alteración de la
intención principal—, lo único que puede significar apropiadamente es
el tema principal que tratamos.
Y aunque el apóstol utilice el término ley de varias formas en este
capítulo, cuando lo hace en relación con el pecado, no lo aplica en
ningún momento a la condición de la persona, sino que solo expresa la
naturaleza o el poder del pecado mismo. Como al decir: «Veo otra ley
en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me
lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros» (Ro. 7:23).
Por su principal objeto y sede, podemos saber que lo que Pablo llama
aquí la «ley de su mente», no es otra cosa que la «ley del Espíritu de
36 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

vida en Cristo Jesús» (Ro. 8:2) o el poder efectivo del Espíritu de gracia,
como ya se dijo.
Pero cuando se aplica al pecado, la «ley» tiene un doble significado:
En primer lugar, cuando dice «veo una ley en mis miembros», lo
que expresa es el ser y naturaleza del pecado. Y luego, en segundo lugar,
cuando dice «me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis
miembros», muestra su poder y eficacia. Y ambas cosas se comprenden
en el mismo término utilizado de forma única (cf. Ro. 7:21). Ahora bien,
lo que podemos observar con respecto a este nombre o término «ley»
que se atribuye al pecado es que existe una eficacia y poder de gran
magnitud en los remanentes de pecado que habitan en los creyentes, y
una constante operación hacia el mal.
Así sucede en los creyentes. Es una ley que está en ellos, pero no
una ley para ellos. Aunque su gobierno ha sido roto, su fuerza debilitada
e incapacitada, y su raíz mortificada, sigue siendo una ley de gran
potencia y eficacia. Allí donde se percibe menos es más fuerte. Los
hombres carnales, en lo que respecta a sus deberes morales y
espirituales, no son otra cosa que esta ley. Todo lo que hacen viene de
ella y es por ella. En ellos es un principio que gobierna y prevalece en
todos sus actos morales, y que actúa en referencia a un fin sobrenatural
y eterno. No voy a considerarlo en aquellos en los que tiene mayor
poder, sino en aquellos en quienes su poder se descubre y discierne
principalmente —es decir, en los creyentes. En los otros solo se
mencionará para dar mayor convicción y manifestación de ello.

B) La forma en que se descubre esta ley: «hallo esta


ley»

En segundo lugar, el apóstol nos propone la forma en que él mismo


descubrió esta ley: «Εὑρίσχω ἄρα τοὺ νόμον /Jeurísko ára toú nómos/
Hallo entonces (o, por lo tanto) esta ley». Él la encontró. Se le había
dicho que esta ley existía y se le había predicado. Todo esto le
convenció de que existía una ley del pecado. Pero una cosa es conocer
El Pecado Remanente 37

de forma general que existe una ley del pecado, y otra tener experiencia
del poder de esta ley en uno mismo. Se predica a todo el mundo. Toda
persona que posee las Escrituras reconoce que esto se declara en ellas.1
Pero existen pocos que la conozcan en sí mismos.
De otra manera tendríamos más quejas contra ella de las que
tenemos, más luchas contra ella y menos frutos de la misma en el
mundo. Pero esto es lo que el apóstol afirma: No que la doctrina de esta
ley le haya sido predicada, sino que él la encontró por experiencia en sí
mismo. «Hallo esta ley». Como si hubiera dicho: «Tengo experiencia
de su poder y eficacia». Es una cosa bien distinta que un hombre se
encuentre con su enfermedad y el peligro que conlleva sus efectos, que
escuchar un discurso acerca de dicha enfermedad y sus causas. Y esta
experiencia es el gran conservante de toda la verdad divina en el alma.
En esto consiste conocer una cosa de forma cierta, conocerla en
realidad, conocerla por nosotros mismos, cuando podemos encontrarla
en nosotros mismos tal y como se enseña en la Palabra. De ahí
observamos, en segundo lugar, que los creyentes tienen experiencia del
poder y eficacia del pecado remanente. Pueden hallarlo en ellos
mismos, lo hallan como una ley. Tiene una eficacia que es evidente para
aquellos que están vivos y pueden discernirla. Aquellos que no pueden
ver su poder están bajo su dominio. Cualquiera que luche contra ella
puede conocer y hallar que está presente en su interior y es poderosa.
Solo quien nada contra la corriente sabe que esta es fuerte, pero el que
se deja llevar por ella es indiferente a su fuerza.

C) La inclinación habitual de la voluntad de los


creyentes: «queriendo hacer el bien»

En tercer lugar, a pesar de que habite en ellos esta ley del pecado,
también se expresa aquí la disposición general de los creyentes. Ellos
«quieren hacer el bien». Esta ley está «presente»: «Θέλοντι ἐμοὶ ποιεῖν
τὸ χαλόν /Thélonti emoí poieín tó kalón/». La inclinación habitual de su

1 Confesar plenamente o reconocer como cierto.


38 Su naturaleza, poder, engaño, y prevalencia

voluntad es hacia el bien. La ley en ellos no es una ley para ellos como
lo es para los incrédulos. No están desamparados2 a su poder, ni
sometidos moralmente a sus mandatos.
La gracia es soberana en sus almas y esto les da una voluntad
inclinada a hacer el bien. «Quieren hacer el bien» siempre y de forma
constante. 1 Juan 3:9 dice «ποιεῖν ἁμαρτίαν /poieín amartían/ practica
el pecado»,3 esto se refiere a convertir el pecado en un oficio,4 a que la
persona haga del pecado su ocupación habitual. Por eso se dice que el
creyente «no practica el pecado», y también «ποιεῖν τὸ καλόν /poieín tó
kalón/ hace el bien». El querer hacerlo es tener la inclinación y
propensión de la voluntad puesta sobre aquello que es bueno —es decir,
sobre lo que es bueno moral y espiritualmente, lo cual es el asunto que
tratamos. De esto nuestra tercera observación: Existe y se mantiene por
medio de la gracia una voluntad de querer hacer el bien que es
constante y que normalmente prevalece en los creyentes, a pesar del
poder y eficacia del pecado remanente en su contra.
Aún en las peores condiciones, esto nos distingue de los incrédulos
en su mejor condición. La voluntad de los incrédulos está bajo el poder
de la ley del pecado. La oposición que estos hacen al pecado, ya sea en
la raíz o ramas del mismo, proviene de la luz que poseen y de sus
conciencias, pero la voluntad de pecar en ellos nunca es eliminada. Si
se eliminasen todas las otras consideraciones y obstáculos, siempre
estarían bien dispuestos a pecar, de lo cual hablaremos más adelante.
Sus débiles esfuerzos para dar respuesta a sus convicciones están lejos
de ser una voluntad a hacer el bien.
Ciertamente alegarán que dejarían sus pecados si pudiesen hacerlo,
y de buena gana harían las cosas mejor. 5 Pero lo que quieren decir con
esta expresión es obra de la luz y convicciones que poseen, no de una
inclinación espiritual de sus voluntades, porque allí donde existe una

2 Expuestos dañinamente.
3 Esta frase exacta no se encuentra en realidad en 1 Juan 3.9, aunque sí el

concepto.
4 Convertir en un hábito.
5 Abandonar.

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