[go: up one dir, main page]

100% encontró este documento útil (6 votos)
8K vistas98 páginas

Passion in The Mountains - Olivia T. Turner

dos desconocidos se conocen de manera rara y solo con verse una vez la atracción y los sentimientos salen a brote.

Cargado por

Kathie Lopez
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
100% encontró este documento útil (6 votos)
8K vistas98 páginas

Passion in The Mountains - Olivia T. Turner

dos desconocidos se conocen de manera rara y solo con verse una vez la atracción y los sentimientos salen a brote.

Cargado por

Kathie Lopez
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 98

TRADUCCIÓN DE FANS PARA FANS, NO OFICIAL. SIN FINES DE LUCRO.

PUEDE CONTENER ERRORES.

APOYA AL AUTOR ADQUIRIENDO EL LIBRO AL LLEGAR A TU PAÍS Y EN TU


IDIOMA SI ESTAS EN LA DISPONIBILIDAD DE HACERLO

CUIDA A LOS GRUPOS, FOROS Y BLOGS SI DESEAS QUE CONTINÚEN CON SU


TRABAJO. NO DIFUNDAS SUS NOMBRES NI DIRECCIONES.
Acabo de ver a mi ex prometido casarse con su amante gay.
Se suponía que iba a ser nuestra boda, pero me pidió que fuera
su padrino.
Creo que necesito unas vacaciones.
Mi hermana dice que necesito tener sexo.
Ella dice que tengo una picazón que solo un hombre de montaña
puede rascar.
Creo que está llena de eso hasta que me dirijo a Montana y veo a
Dylan Wallis.
Se está bañando en un río.
Mi cuerpo reacciona instantáneamente.
Lo deseo.
Mucho.
Quiero esos hombros grandes y anchos, ese pecho enorme, esos
fuertes brazos tatuados, esas piernas de tronco de árbol y ese
enorme pedazo de madera colgando entre sus piernas.
Lo quiero todo.
Y lo quiero ahora.
Cuando esos ojos oscuros y calientes me encuentran mirándolo,
puedo decir que él también me quiere.
Mi hermana tenía razón.
Esta montaña caliente está a punto de rascarme la picazón.
Está a punto de destruir mi tarjeta V.
Y me va a encantar cada segundo.

Ashley está a punto de dar un gran paseo con un caliente barbudo.


La pasión estallará en las montañas cuando esta afortunada chica
conozca a su sexy alfa obsesivo hombre de montaña.
Insta-love en su máxima expresión sin engaños y un HEA súper
dulce garantizado. ¡Disfruta!
A mi hermano Ryan,
El mejor hermano de la historia.

Dejaste que mis Barbies se casaran con tus


figuras de acción de He-Man.

Hmmm, debe haber sido donde empezó mi


amor por los tipos grandes y fuertes...
SINOPSIS .......................................................................... 3

CONTENIDO ...................................................................... 6

PRÓLOGO ......................................................................... 7

CAPÍTULO UNO ............................................................... 12

CAPÍTULO DOS ................................................................ 24

CAPÍTULO TRES .............................................................. 32

CAPÍTULO CUATRO ......................................................... 38

CAPÍTULO CINCO ............................................................ 51

CAPÍTULO SEIS ............................................................... 60

CAPÍTULO SIETE ............................................................. 71

CAPÍTULO OCHO ............................................................. 84

CAPÍTULO NUEVE ........................................................... 87

EPÍLOGO ......................................................................... 92

EPÍLOGO DOS ................................................................. 94

EPÍLOGO TRES ............................................................... 96


ASHLEY
Llevo todo el día sonriendo. Ya no puedo más.
Estoy desplomada en la cabecera de la mesa y achispada como
una universitaria, pero no de las buenas. Es de las que odian su
vida y quieren una nueva.
Míralos... Parecen tan felices.
Debería haber sido yo.
—¿Cómo lo llevas? —me pregunta mi hermana Megan mientras
se sienta a mi lado.
Coge mi copa de vino casi vacía y la desliza.
Probablemente sea una buena idea.
—¡Estoy de puta madre! —digo con una gran sonrisa
sarcástica—. La vida es simplemente maravillosa cuando estás
viendo a tu ex prometido casarse con otra persona.
Suspira mientras mira a la dichosa pareja que baila lentamente
en la pista como si fueran las dos únicas personas del mundo.
—Sabes que nunca habría funcionado, ¿verdad? —dice Megan.
La miro con ojos muertos. —Sí, Megs. Creo que lo sé. Él es un
búho nocturno y yo soy una persona mañanera. A él le gusta el
Jazz y a mí el Rock 'n Roll. Él es gay y yo no tengo polla.
Megan se ríe y sacude la cabeza. —¿Cuánto has bebido?
—No lo suficiente. —digo mientras paso junto a ella y cojo mi
copa de vino. Intenta quitármela, pero la agarro con fuerza. Sólo
la conseguirá si me la quita de mis manos frías, muertas,
solitarias y amargas.
—No te emborraches demasiado. —me advierte mientras desliza
la botella de tinto a medio terminar—. Sigues siendo el padrino,
o la madrina, o como coño quieras llamarlo.
—Yo lo llamo tercera rueda. —digo mientras miro fijamente a los
dos novios. Justin susurra algo al oído de Richard y mi ex
prometido sonríe con esos preciosos ojos azules iluminados.
Richard y yo fuimos novios en el instituto. Salimos juntos
durante ocho años, de los catorce a los veintidós, que es toda una
vida en años de romance adolescente. En todo ese tiempo, nunca
me miró como mira a Justin. Debería haberlo sabido. Quizá una
pequeña parte de mí lo sabía, pero no quería admitirlo.
Había pequeños indicios, como su intensa fascinación por el
socorrista masculino de la piscina pública; indicios medianos,
como que nunca quisiera ir más allá de cogerse de la mano y
abrazarse; e indicios gigantes, como la vez que me quité el top
delante de él y puso esa cara como si acabara de morder un
limón, luego dijo que le dolía el estómago y prácticamente se fue
corriendo a casa.
Debería haberlo sabido.
Pero era tan dulce y nos queríamos a nuestra extraña manera.
Cuando Richard me propuso matrimonio, dije que sí
inmediatamente. ¿Por qué no iba a hacerlo? Es inteligente,
ingenioso, siempre alegre, siempre me hace reír. Realmente es el
hombre perfecto. Bueno, ya sabes, si puedes ignorar todo el
asunto gay, que yo estaba más que feliz de seguir ignorando.
Planeamos la boda con la ayuda de nuestro guapo coordinador
de bodas, Justin, y los dos congeniaron a las mil maravillas. Unas
semanas más tarde, Richard vino a mi casa llorando y me contó
su gran secreto gay.
Me quedé de piedra, desolada y quizá un poco aliviada. En los
meses que han pasado desde entonces, me he dado cuenta de
que nuestro amor siempre fue más platónico que pasional.
Supongo que siempre nos hemos llevado mejor como amigos.
Siempre he deseado un amor apasionado y ardiente. Del tipo que
te arrasa y lo cambia todo.
Nunca tuve eso con Richard. Casi nunca nos besamos. Tuve
noches de películas románticas y hornear magdalenas con él,
pero nunca una pasión desenfrenada.
—Vamos a bailar. —dice Megan, tirando de mi brazo. Suena Billie
Jean y todos se mueven, incluido Justin, que hace un moonwalk
perfecto. Richard parece tan extasiado mientras lo observa. Ojalá
no fueran tan monos para poder odiarlos.
—No voy a salir ahí fuera. —digo mientras enrosco el tobillo en la
pata de la silla—. Parezco un camarero.
Megan mira mi esmoquin femenino -sí, me horrorizó descubrir que
eso existe y que querían que llevara uno- y se ríe.
—¡Te has reído! —le digo con cara de traición—, Ahora,
definitivamente no voy a ir.
—Bueno, no puedes quedarte aquí toda la noche deprimida.
—Sí que puedo. —digo mientras bebo otro trago de vino—. No
tengo nada en mi vida. No tengo un hombre. Nunca he
experimentado el amor romántico. Estoy agotada de mi trabajo
de mierda y de ayudar a planear esta boda que se suponía que
iba a ser mía. Así que, sí, Megs. Puedo sentarme aquí y
deprimirme todo lo que quiera. ¿De acuerdo?
Esta crisis del cuarto de vida por la que estoy pasando es
jodidamente apessstosaaaaa.
—Te estás autocompadeciendo. Es patético.
La miro con ojos brillantes. —Mi ex prometido y su nuevo novio
van a pasear de la mano por la playa mañana para su luna de
miel y yo voy a estar con resaca viendo reposiciones de Judge
Judy y pidiendo pad Thai para uno.
—Necesitas recomponerte.
—Necesito salir de la ciudad.
Megan suspira mientras me mira fijamente. —Necesitas echar un
polvo.
—Sí. —digo mientras bajo la cabeza exasperada—. Eso también.
Me muero por ello. Desde que Richard me dejó. No sé lo que fue,
pero cuando me separé de ese gay encantador algo se despertó
dentro de mí. Una bestia oscura y cachonda que está
desesperada por algo de acción. Es todo en lo que puedo pensar
últimamente.
Soy una virgen de veinticuatro años y estoy dispuesta a renunciar
a ese título para para siempre.
—¿Qué pasa con las montañas? —dice Megan.
—¿Las montañas? ¿Qué pasa con ellas?
—Siempre estás hablando de querer mudarte a las montañas—,
dice ella—. Tienes fotos de montañas por todo tu apartamento. Y
te hiciste ese tatuaje.
Me toco el costado de las costillas por encima de mi horrible
chaqueta de esmoquin femenina que alquilé en una tienda
destartalada junto a una gasolinera.
Me hice el tatuaje hace tres años. Es mi cita favorita de John
Muir: “Las montañas llaman y tengo que ir”.
El corazón empieza a latirme con más fuerza y me agito en el
asiento. Siempre me he sentido atraída por las montañas.
Siempre me han llamado.
Richard nunca entendió mi fascinación por ellas. Nunca quiso ir.
Pero ahora, no tengo excusa. No tengo nada que me retenga.
—De acuerdo —le digo a Megan asintiendo con firmeza— ¡Bien!
—Bien, ¿qué?
—Las montañas me llaman. —digo mientras me levanto sobre
piernas tambaleantes—. Y tengo que ir.
—¡Vaya! —dice ella, agarrándome cuando casi vuelco— Tal vez
deberías ir primero a la cafetería.
—¡Primero el café! —Digo con una sonrisa decidida— ¡Luego las
montañas!
ASHLEY
—Tú debes de ser Ashley Botter. —me dice un hombre de
mediana edad con el pelo como sal y pimienta alborotado con una
enorme sonrisa en su cara— ¡Yo soy Mitch!
Miro hacia atrás confundida, aunque probablemente soy la única
Ashley Botter en las mil millas más cercanas. Parece tan amable
y emocionado de verme, lo que me hace pensar que sin duda me
ha confundido con otra persona. De donde yo vengo, los extraños
nunca están emocionados de conocerte. Molestos, cautelosos y
hostiles, sí, pero nunca emocionados.
—¡Soy del Greene Mountain Lodge! —dice con sus grandes ojos
azules brillando de alegría— ¡Yo te llevo!
—De acuerdo. —digo mientras salgo de la estación de tren y le
sigo hasta su furgoneta. El logotipo del complejo está en la
puerta, así que las probabilidades de que sea un asesino en serie
son bajas. Eso espero.
Mete las maletas en el maletero y me abre la puerta.
—Ah, el asiento delantero. —digo mientras subo a
regañadientes—. Qué bien.
La cierra y canta para sí mismo mientras camina hacia el lado
del conductor.
Este lugar es tan diferente. Soy de Nueva Jersey y me veo
obligada a hacer el horrible viaje a Manhattan tres veces a la
semana por trabajo, así que estoy acostumbrada a la gente de la
ciudad. Malos, enfadados, que nunca sonríen a menos que
intenten robarte la cartera.
La gente de aquí es tan feliz. ¿Y por qué no? Mira estas
impresionantes montañas, el aire fresco del verano, la sensación
de paz en su alma. Este lugar es mágico.
—¿Qué te trae a Montana? —Mitch pregunta mientras empieza a
conducir.
—Oh, ya sabes... necesitaba unas vacaciones.
—Bueno, has venido al lugar adecuado. —dice con una cálida
sonrisa genuina—. Te va a encantar estar aquí. No querrás irte.
—Creo que tienes razón en eso. —digo mientras se detiene en el
adorable pueblo de montaña. Las calles están hechas de
adoquines y las tiendas todas tienen esa cálida sensación de
bienvenida como si hubieran sido diseñadas por un personaje de
una película de Hallmark.
Estoy encantada con el pueblo. Estoy asombrada.
El delicioso olor a pan recién horneado me llega a la nariz cuando
pasamos por delante de la pequeña panadería. Se me hace agua
la boca y tomo nota para volver y comprar algunas delicias
saladas calientes mañana.
Este sitio es increíble. Es tan sano y acogedor. La oficina de
correos es un edificio diminuto con una puerta roja y un letrero
antiguo pintado a mano.
Los acogedores restaurantes tienen pizarras plegadas en las
aceras con las ofertas escritas con tiza y patios donde los amables
lugareños saltan de mesa en mesa, poniéndose al día de las
noticias de la ciudad.
Me encanta este lugar. Es perfecto.
—Tienes que probar el pescado y las papas fritas de McArthur's.
—me dice Mitch mientras me señala un bonito restaurante con
un oso pardo de tamaño natural tallado en madera junto a la
puerta principal—. Dile a la camarera April que yo te envié y ella
te dará un pastel de manzana gratis.
Sonrío mientras pasamos por delante. Sabe el nombre de la
camarera. Nunca, en toda mi vida, he sabido el nombre de un
camarero o camarera.
—Entonces, ¿qué planeas hacer aquí? —Mitch dice mientras
conducimos fuera del pueblo y nos dirigimos a una carretera de
montaña. Los árboles de por aquí son irreales. Son altísimos. No
dejo de mirarlos con asombro.
—Oh, no lo sé. —digo mientras agarro la manilla de la puerta
cuando subimos una pendiente pronunciada—. Un poco de
senderismo, nadar, no sé.
Sé lo que quiero, pero no voy a decírselo. El cálido... acogedor y
sano Mitch probablemente tendría un ataque al corazón si
supiera... los oscuros deseos que se agitan en mi vientre.
Quiero que estas sean unas vacaciones que lo cambien todo. Que
sacuda mi vida tan fuerte que no pueda volver al infierno que
estaba viviendo en casa.
Suspiro al ver una ardilla saltar de un árbol a otro.
Probablemente acabaré comiendo muchas veces sola y leyendo
en mi balcón toda la noche. El hotel probablemente estará lleno
de familias y parejas. Dudo que haya muchos solteros guapos
deambulando por ahí.
Bueno, tendré que apañármelas como pueda.
—¿Ese es el Hotel? —Digo, mirando en estado de shock cuando
el más impresionante edificio que he visto nunca viene a la vista.
Es impresionante.
Leí un artículo sobre él en la revista The Luxury Traveller, pero
las fotos no le hacían justicia. Es irreal.
El lujoso edificio de piedra y madera se extiende a lo largo de la
base de una espectacular montaña y hay un hermoso lago a poca
distancia. Esto es vivir en la montaña. Esto es digno de un rey y
una reina.
—Este es. —dice Mitch con una risita—. Todo el mundo tiene esa
reacción. Es una belleza, ¿verdad?.
¿Una belleza? Es una buenísima como la mierda, eso es lo que
es.
Sigo mirando con asombro cuando se acerca a la puerta y para
la furgoneta. Salgo e inhalo el aire fresco de la montaña mientras
el amable portero saca mis maletas del maletero.
—Que tengas unas buenas vacaciones. —dice Mitch dándome la
mano con entusiasmo—. Estaré por aquí si necesitas algo.
—Oh, déjame darte... —Digo mientras busco en mi bolso una
propina.
—No, no, no. —dice con una cálida sonrisa—. No es necesario.
Ha sido un placer.
Se sube a la furgoneta y se va, dejándome aquí de pie aturdida.
¿Qué está pasando? ¿Qué es este lugar?
Intento no temblar mientras entro en el espectacular vestíbulo
con la chimenea de piedra gigante. Me imagino entrando aquí
después de un día en las pistas, helada hasta los huesos, y
sentada frente al crepitante fuego. Tengo que volver en invierno...
En la recepción hay dos gemelas idénticas. Los dos tienen las
mismas gafas redondas de montura negra y el mismo pelo negro
y liso en un corte bob. Miro las etiquetas con sus nombres
mientras miran la computadora: Tina y Tiffany.
No levantan la vista. Este es el tipo de servicio al que estoy
acostumbrada.
—Disculpen.
Tina me mira con las cejas levantadas. —¿Sí?
—¿Puedo registrarme?
Juraría que le pedí que me ayudara a mudarme de apartamento
por la forma en que suspira. —Nombre.
Le doy mi nombre y número de reserva y ella saca mi llave.
—¿Hay buenas rutas de senderismo por aquí? —Pregunto,
emocionada por explorar esa espectacular montaña.
—Hay un cine en el pueblo. —dice Tiffany— ¿Has ido alguna vez?
—¿Al cine? —digo, mirándola confusa—. Sí. Um... ¿Por qué?
Se encoge de hombros. —No lo sé. Sólo estoy tratando de
entender por qué alguien querría ir de excursión.
—Puedes ir de compras. —dice Tina.
—O comer en un restaurante. —señala Tiffany no tan servicial.
—Gracias. —digo con una sonrisa cortante—. Pero quiero ir de
excursión.
—Hay osos.
—Y mosquitos.
—Y la mayor parte del camino es en pendiente, así que te pondrás
sudada y asquerosa.
—Sí, pero ella ya está toda sudada y asquerosa por el viaje en
tren.
—Es verdad.
—Perdona. —digo, mirándolas con incredulidad—. No estoy toda
sudada y asquerosa.
Los dos arrugan la nariz de la misma manera mientras miran mis
axilas. Yo, cohibida, recojo los brazos.
—¿Por qué no te das un masaje en el spa? —dice Tina.
—O una siesta. —añade Tiffany—. Las siestas son increíbles.
—Gracias, pero me gustaría ir de excursión.
Cojo mi llave y me alejo. Creo que ya he tenido bastante de estas
dos.
Después de dejar mis maletas en mi increíble habitación con la
increíble vista a la montaña, me pongo unos pantalones de yoga,
una camiseta sin mangas y unos zapatos para correr, y salgo a
la calle.
Todo el estrés y la decepción que he estado sintiendo se
desvanecen una vez que llego a un sendero y a la naturaleza. Miro
hacia arriba y sonrío al enorme pino Ponderosa, preguntándome
cuánto tiempo lleva aquí y cuánto tiempo seguirá sobre la tierra
cuando yo ya no esté. ¿Cuántos pájaros habrán construido nidos
en sus enormes ramas, confiando en él para mantener a salvo
sus preciados huevos? ¿Cuántas ardillas habrán trepado por el
tronco huyendo de hambrientos depredadores que esperaban
hacer de ellas su almuerzo? ¿Cuántos osos lo han utilizado para
rascarse la espalda?
Sonrío mientras arrastro la palma de la mano por la áspera
corteza y sigo avanzando.
El aire es tan fresco. Tan limpio. Lo inhalo con una sonrisa y dejo
que llene mis pulmones. Dejo que me rejuvenezca y me llene de
energía.
Dios, no me había dado cuenta de cuánto me agotaba la ciudad.
Hasta qué punto el interminable enjambre de gente sin sonrisa
chupaba la energía de mi alma.
Estar aquí afuera definitivamente la está reponiendo. Me siento
como si pudiera correr esta montaña hasta arriba.
Acelero el paso y contemplo el impresionante paisaje. Cuanto
más subo, más espectacular se vuelve la vista de las montañas.
Este lugar es como un protector de pantalla de la vida real. Es
surrealista. No sé por qué nunca visité Montana antes de ahora.
Un pájaro depredador se abalanza a través del vasto cielo abierto
como si fuera la reina del mundo y me detengo en seco y la veo
escudriñar abajo en el valle.
Este lugar... me hace sentir como en casa.
Me siento como un animal que se crio en el zoológico y está
poniendo un pie en su hábitat natural por primera vez. Como un
canguro saltando en el Outback, una jirafa pisando el Serengeti,
o una nutria deslizándose en un río. Por fin siento que estoy
donde debo estar.
Con cada paso, me siento más y más vigorizada. Me siento cada
vez más emocionada, como si cualquier cosa pudiera pasar.
Tengo que mudarme aquí. Tengo que dejar mi aburrido trabajo
corporativo que me paga demasiado poco y me causa demasiado
estrés y vivir donde pueda ir de excursión en la naturaleza todos
los días.
Me agacho y recojo una bellota que hay en mi camino. No puedo
evitar sonreír mientras paso la yema del dedo por las crestas
romboidales y toco la punta puntiaguda. Contemplo esta
pequeña cosa con asombro, preguntándome cómo uno de estos
árboles gigantes puede salir de él cuando oigo chapotear en un
río cercano.
Mis oídos se agudizan y se me corta la respiración. Podría ser un
alce o un ciervo.
Con el corazón palpitante, me acerco de puntillas para no
asustarlo.
¿Es un ciervo?
—Vaya. —susurro al llegar.
Me quedo boquiabierta mientras miro atónita.
No es un ciervo...
Definitivamente no es un ciervo.
Es un hombre bañándose en el río... desnudo.
Mis ojos están fijos en él mientras mi cuerpo vibra como un
diapasón que se acaba de golpear contra un muro de hormigón.
Deseo. Necesidad. Lujuria. Me desgarran con una intensidad que
me conmociona. Quiero a ese hombre. Necesito a ese hombre.
Me mareo y tiemblo mientras se lava el pelo negro. Tantos...
muchos... músculos...
Prácticamente estoy babeando mientras miro descaradamente
sus enormes hombros redondos y sus brazos grandes y fuertes.
Los tiene tatuados por todas partes. En sus gruesos antebrazos
y en sus bíceps que hacen agua la boca.
Este hombre es un gigante con un cuerpo tan robusto como uno
de esos pinos Ponderosa. Me pregunto si me dejaría escalarlo.
Tiene una larga y espesa barba negra y la cara más perfecta
jamás puesta en este planeta.
Mi cuerpo lo anhela. Está siendo atraído por él de una manera
que nunca he experimentado antes. Nunca me había pasado
nada parecido. Nunca he reaccionado así ante un hombre en toda
mi vida. Incluso cuando vi a Chase Widows, el guapísimo actor
rompecorazones de Manhattan, apenas me inmuté.
Pero él... Quiero arrastrar mi lengua por cada centímetro de su
cuerpo. Me gustaría estar a horcajadas en ese enorme pecho y
ver qué más tiene para que se eleve.
El agua que fluye le llega hasta la cintura. Aprieto mis muslos,
sintiendo la humedad que se acumula, mientras mis ojos
ardientes recorren sus impecables abdominales hasta la
deliciosamente tentadora V tallada en su pelvis.
Veo una pizca de vello púbico. Me pongo de puntillas, queriendo
ver un poco más, pero esta estúpida agua se interpone.
Se da la vuelta un poco, o el agua lo sumerge por un segundo, no
estoy segura, pero pase lo que pase, el nivel del agua se desliza
hacia abajo y veo la gruesa, y quiero decir gruesa, raíz de su polla.
El agua está probablemente helada y no sé mucho sobre
encogimiento más allá de ese episodio de Seinfeld, pero estoy
bastante segura de que una polla en agua tan fría no debería ser
tan grande.
Se da la vuelta y coge una pastilla de jabón de la roca. Mi ritmo
cardíaco aumenta un poco más cuando veo su gran espalda en
forma de V, llena de crestas corpulentas y músculos tensos y
sexys.
Parece tan robusto. Tan fuerte. Tan jodidamente masculino. Este
hombre parece que pudiera ponerse en cuclillas con un camión
sobre sus anchos hombros tatuados.
Levanta un brazo y se lava las axilas mientras el calor que se
arremolina en mí se dispara a la zona entre mis piernas como un
cohete. Estoy muy mojada. Me duele. Estoy palpitando.
Exhalo larga y lentamente cuando el agua se sumerge y veo la
parte superior de su culo. Mis manos hormiguean mientras
imagino que lo agarro. Apretándolo. Tirando de él hacia mí
mientras me la mete hasta el fondo.
Mierda, Ashley. Contrólate.
Pero no puedo. Estoy hipnotizada por este montañés caliente.
Se está bañando en el maldito río como si estuviera hecho para
el aire libre. Él se ve tan en casa. Este misterioso hombre está
definitivamente en su hábitat natural.
—Oh, sí... —Susurro cuando termina de lavarse y se dirige a la
orilla del río. Me da la espalda y tengo una gloriosa vista de su
culo cuando sale.
No debería estar haciendo esto. Esto está muy mal. Soy una
mirona. Soy una desviada sexual. Soy una pervertida total,
espiando a este extraño desnudo que piensa que se está bañando
solo.
Sé todo esto, pero... No puedo. Dejar. De. Mirar.
Pisa la orilla rocosa y mis ojos recorren de arriba a abajo su
cuerpo viril y fornido, contemplando cada pico y valle de sus
músculos, desde sus robustos hombros, su culo duro como una
roca y sus muslos musculosos que mataría por tocar.
Levanta la barbilla, dejando que el sol bañe su preciosa cara, e
inspira lentamente.
Estoy enamorada.
¿Esto es real? ¿Me resbalé de la cresta y caí en picado hasta mi
muerte, aterrizando en el cielo de los montañeses? Eso no me
sorprendería. Esto es tan diferente de mi vida real que es risible.
Empieza a girar y se me para el corazón. Todo en mí se congela
mientras ese cuerpo deliciosamente tentador gira lentamente.
Sí... Sí...
¡Joder, sí!
Su polla es enorme.
Está colgando entre sus muslos musculosos como bueyes. Se me
hace agua la boca mientras lo miro con asombro. Mi coño palpita
de calor. Mi interior se contrae.
Si no puedo tener eso dentro de mí, me mato.
Mi cuerpo se inclina hacia delante con cada célula de mi cuerpo
siendo atraída hacia él.
La gravedad se apodera de mí y tropiezo con un palo. Se rompe y
los impresionantes ojos marrón oscuro del hermoso montañés se
clavan en mí.
Jadeo aterrorizada.
Me han pillado...
Nuestros ojos se clavan el uno en el otro. No aparta la mirada. No
intenta cubrirse o darse la vuelta. Simplemente se queda ahí con
total confianza, completamente expuesto mientras esos ojos
marrones oscuros se clavan en mí.
Se me calientan las mejillas. Se me revuelve el estómago. La
bestia voraz de mi vagina me suplica que vaya hacia él.
Pero retrocedo, tambaleándome mientras me tiembla todo el
cuerpo.
No me quita los ojos de encima. Yo no quito los míos de los suyos.
Es un contacto visual intenso y ardiente. De los que se apoderan
de todo el cuerpo.
De los que nunca se olvidan.
No sé qué está pensando ese hombre, pero parece que va a venir
aquí en cualquier momento, echarme sobre su hombro gigante,
y llevarme a las montañas para devorarme.
¡De eso estoy hablando! grita mi vagina de bestia cachonda.
Un arrendajo azul se posa en una roca entre nosotros. Me saca
de mi aturdimiento.
Tengo que salir de aquí.
La necesidad de huir se apodera de mí y antes de que la bestia
cachonda intente convencerme de que me quede, me doy la vuelta
y corro por el sendero.
Mis pies golpean la tierra blanda mientras acelero las piernas y
muevo los brazos tan rápido como puedo.
La imagen sexy de ese dios de la montaña se me queda grabada
a fuego en el cerebro todo el camino.
Puede que se quede grabada durante mucho tiempo.
Puede que incluso sea para siempre.
ASHLEY
No paro de esprintar hasta que estoy de vuelta en el vestíbulo del
hotel.
Mierda, ¿ha sido de verdad?
Respiro agitadamente y camino en círculos mientras las
recepcionistas gemelas, Tina y Tiffany, me observan con caras
inexpresivas.
Vale, ahora estoy sudada y asquerosa. Esta vez lo admito.
—Estaba en el camino... —Digo, intentando recuperar el aliento.
—¿Por qué, estaba cerrado el cine? —Pregunta Tina con la nariz
arrugada.
—No lo sé. —digo mientras respiro hondo tragando saliva—.
Había un hombre desnudo en el río.
—¿Era un viejo? —pregunta Tiffany.
—¿De panza hasta acá? —añade Tina.
—Ese es Phil. A veces nada desnudo.
—¿Qué? —Digo entre respiraciones rápidas— ¡No! No era Phil y
definitivamente no era...
Las palabras se me escapan mientras pienso en él bañándose en
el río. Las burbujas de jabón corriendo por sus abdominales
mojados... Sus hombros redondos y tatuados brillando al sol...
La gruesa y tentadora longitud de su hermosa polla... Sus
manos... Su barba... La intensa forma en que me miraba como
nadie lo había hecho antes...
—¿Qué tan caliente era este tipo? —Tina, o tal vez Tiffany,
pregunta.
—Mírala, está babeando.
—No estoy babeando. —digo secamente. Sólo estoy... mirándolo
en mi cabeza.
Los ojos de Tina se abren de par en par detrás de sus gafas
mientras mira hacia la puerta principal. —¿Es él?
Me giro y suelto un chillido cuando lo veo en la entrada. Está
discutiendo con el portero, que se interpone en su camino y no
quiere dejarle pasar. Todavía está empapado y sólo lleva
pantalones cortos.
—¡Dios mío! —chillo mientras salto por encima del mostrador y
me arrastro bajo el escritorio de Tina.
Ninguna de las gemelas dice nada de que me haya escondido
entre las piernas de Tina. Están demasiado ocupadas mirando
boquiabiertas al montañés semidesnudo que quiere entrar.
¿Por qué quiere entrar? ¿Qué hace aquí?
—¿Por qué está todo mojado? —Tiffany pregunta.
—Míralo. —dice Tina—. Probablemente pone a las mujeres tan
húmedas y jugosas que explotan sobre él cada vez que pasa.
—Como cajas de zumo explosivas de deseo.
—¡¿De qué están hablando?! —Les susurro-grito— ¡Les dije que
estaba nadando desnudo en el río!
—¿Dijiste eso?
—¡Sí!
Tiffany se encoge de hombros. —Tenemos esta asombrosa
habilidad por la que podemos mirar fijamente a alguien y asentir,
pero no retener nada de lo que ha dicho.
—Es un superpoder, de verdad. —añade Tina.
—¿Va a entrar? —Pregunto, desesperada por saberlo. Tengo
tantas ganas de asomarme por encima del mostrador, pero me
moriría si me viera. Probablemente está aquí para echarme la
bronca por espiarle. ¿Y si hace que me echen del hotel? ¡No! ¿Y
si se lo cuenta a la policía y me arrestan como depredadora sexual
y me meten en la cárcel? ¡No puedo vivir entre rejas! ¡Apenas
puedo soportar vivir en Nueva Jersey!
—Está tratando de entrar, pero Greg no lo deja. ¿Está aquí por
ti?
—No lo sé. —jadeo con las manos temblorosas. Están
literalmente temblando.
—Está tan bueno. —dice Tiffany— ¿Le has visto desnudo?
—¡Sí! —Tan desnudo... Tan increíblemente desnudo...
—¿Viste su ding dong? —Tina pregunta.
—¿Era más ding o dong?
Siento que mis mejillas se ponen rojas. Definitivamente no era
ding. —Dong.
Tina asiente con la cabeza. —Lo sabía.
—Apuesto a que es como un tronco de árbol ahí abajo. —dice
Tiffany mientras lo mira boquiabierta— ¿Cómo de grande era?
—¡Como … no! Esto es inapropiado.
—Ups, ya viene.
—¡¿Qué?! —jadeo en un susurro. Sujeto mis piernas bajo la
encimera y me hago el ovillo más pequeño que puedo. Aprieto los
ojos y contengo la respiración cuando le oigo acercarse a toda
velocidad.
—No me hagas llamar al sheriff. —dice el portero Greg.
—Llámalo. —responde una voz profunda y gutural. Suena como
una pantera. Es el equivalente auditivo de la gamuza ultrasuave
o el chocolate derretido. Me eriza el vello de los brazos—. Solo
será un segundo.
—Hombre, estás poniendo a prueba mi paciencia. —advierte
Greg—. Estás medio desnudo y empapado.
Hablando de empapado...
—¿Puedo servirte? —Tina pregunta.
—Podemos hacernos cargo de tus necesidades las dos, si quieres.
—añade Tiffany con un movimiento de su corta melena negra.
—¡A la mierda con esto, voy a llamar al Sheriff! —dice Greg
mientras se marcha enfadado.
—Busco a una chica. —dice el montañés en tono desesperado.
Puedo sentir la necesidad y la urgencia en su voz y hace que se
me apriete el corazón. No puedo respirar—. En realidad, es más
bien un ángel. Tiene el pelo rubio más bonito y unos
impresionantes ojos azules que brillan como charcos de zafiro.
¿Has visto alguna mujer así tan guapa?
Tina me mira un momento por debajo del escritorio y luego se
vuelve hacia él. —No, no la he visto.
¡Oye!
Pero en serio... ¿Está hablando de mí?
—Dylan. —dice una nueva voz femenina. ¿Quién es? ¿Su novia?
Dios mío, me muero si es así. Ni siquiera consideré que lo más
probable es que este perfecto espécimen de masculinidad esté
ocupado. Puede elegir a cualquier mujer del mundo. Por
supuesto, no es soltero—. Estás todo mojado.
—No fuimos nosotras. —dice Tina.
—Lo siento, Lauren. —dice Dylan—. Es que... estoy buscando a
alguien.
Su voz suena como si se estuviera quebrando. Como si apenas
estuviera aguantando. Suena desesperado por encontrar a este
precioso ángel que ahora estoy segura de que no soy yo. No puede
ser, ¿verdad?
—¿A quién buscas? —pregunta Lauren.
Sí, Dylan. ¿A quién buscas?
—Un ángel. —dice, sonando sin aliento—. La vi en la ruta de
senderismo. Pelo rubio. Labios deliciosos. Tengo que preguntarle
algo.
Aprieto un poco más las piernas mientras miro fijamente las
rodillas de Tina. ¿Qué quiere preguntarme? ¿Um, a ella?
—Vigilaremos por ti. —dice Lauren con voz firme—. Ahora, por
favor, vete si no tienes camiseta. Mira, estás chorreando por todo
el piso de tu hermano.
Sus voces se apagan. Creo que se dirigen a la puerta.
—¿Se ha ido? —susurro.
—Sí. —dice Tina después de unos segundos—. Ya puedes subir.
Salgo de debajo de la encimera y me asomo rápidamente para
asegurarme de que se ha ido de verdad. Sería como si estas dos
me dijeran que subiera y él siguiera ahí de pie.
Respiro hondo cuando veo el vestíbulo vacío y me pongo de pie
sobre mis piernas tambaleantes. ¡Ha sido aterrador!
Vuelve a entrar una mujer de pelo castaño y ojos marrones que
debe de ser Lauren. La forma en que se comporta hace pensar
que es la directora. Echa la cabeza hacia atrás, sorprendida,
cuando me ve detrás del mostrador.
—Hola. —me dice en un tono rígido pero educado— ¿Quién es
usted?
—Ah, ¿Yo? Soy...
—¿Conoces a ese tipo? —pregunta Tina, interrumpiéndome.
—¿Es soltero? —añade Tiffany.
Lauren suelta un suspiro. —Es el hermano de Owen. Se queda
con nosotros mientras está en el pueblo.
—¿Es soltero? —vuelve a preguntar Tiffany.
¡Sí, vamos, Lauren! ¿Es soltero?
Lauren endereza la espalda y levanta la barbilla. —De hecho, lo
está. —Sus ojos marrones vuelven hacia mí—. Lo siento, ¿por qué
estás detrás del mostrador?
—Soy… el ángel rubio del que hablaba Dylan.
Tina ladea la cabeza, confundida. —Creía que hablaba de mí.
—Ella vio su ding dong. —dice Tiffany.
—Fuerte en el dong. —añade Tina con las cejas levantadas.
Lauren exhala larga y fuertemente como si estuviera tratando de
restablecerse. —De acuerdo. Ustedes dos. Dejen de hablar. Y
usted, señorita...
—Botter. —digo con un nudo en la garganta—. Ashley Botter.
Lauren esboza una sonrisa. —Señorita Botter. Déjeme
acompañarla a los ascensores.
Me siento agitada y nerviosa mientras me apresuro a rodear el
mostrador. ¿Va a echarme del hotel? No quiero irme. Esto es tan
bonito.
Tiene una sonrisa tensa en la cara mientras empezamos a
caminar hacia los ascensores. —Parece que mi cuñado está
prendado de ti.
—¿Tú crees?
Me mira rápidamente y sonríe. Sólo un segundo y luego
desaparece.
—Conozco a Dylan desde hace poco, pero es un hombre
maravilloso. ¿Hay algún... interés por tu parte?
Trago saliva mientras pulsa el botón del ascensor y espera mi
respuesta.
—Um... ¿seguro?
—Bueno, si se parece en algo a su hermano, será bastante...
cavernícola.
—¿Cavernícola? ¿Qué quieres decir? ¿Como hombre de las
cavernas?
Mira al techo como si intentara pensar en la mejor manera de
decirlo. —Será... Intenso. Persistente. Un poco exagerado en su
obsesión.
—¿Obsesión? Bien...
El ascensor llega con un tintineo.
—Mi mejor consejo para ti. —continúa Lauren—. Es que te dejes
llevar, te aferres por tu vida y disfrutes del viaje salvaje. Será el
mejor momento de tu vida.
Entro en el ascensor vacío, con la cabeza agitada por un millón
de pensamientos y preguntas que no consigo despejar.
Miro la cara sonriente de Lauren y todo mi mundo se pone patas
arriba.
Sonríe cuando se cierran las puertas.
—Disfruta de tu estancia en el Greene Mountain Lodge.
DYLAN
Subo corriendo la empinada cuesta de esta montaña con tanta
energía que me parece que podría hacerlo eternamente. Mi
corazón bombea, mis piernas zumban, y Thunderstruck de
AC/DC retumba a través de los AirPods en mis oídos.
Estoy escuchando Thunderstruck porque eso es como estoy: un
gran trueno.
Esa chica de ayer me tiene todo tipo de sacudido. Ha sacudido
mis cimientos. Ha puesto todo mi mundo patas arriba y ya no
hay vuelta atrás.
La impresionante imagen de ella está grabada en mi mente. Me
he pasado toda la noche en vela pensando en ella,
preguntándome dónde estaría, obsesionándome con cada detalle
de ayer por la mañana: su mirada sexy mientras me observaba y
el aspecto tan jugoso y tentador de sus labios carnosos. Cuando
por fin me dormí, me pasé todo el rato soñando con ella.
En mi sueño, estábamos casados. Éramos tan felices juntos.
Podía abrazarla siempre que quería y besarla cuando me
apetecía. Cada noche, enterraba mi gruesa y palpitante polla en
su dulce coñito y la mantenía despierta toda la noche.
—Joder. —gruño mientras salto por encima de una roca y sigo
corriendo montaña arriba.
Lo único que puedo hacer es ejercitarme hasta encontrarla. Me
estoy volviendo loco con todo este exceso de energía y tengo que
quemarla de alguna manera.
Esperé toda la noche en el bar del hotel a que bajara. Tenía los
ojos clavados en la puerta, esperando verla volver de la cena o
dirigirse a la recepción por cualquier motivo. Pero nunca
apareció. Ni siquiera pasó por aquí.
Ni siquiera sé si se aloja allí. Ella podría ser una local. Podría
haber estado ayer en su último día de vacaciones y estar ya de
camino a casa.
Joder, ese último pensamiento me pone enfermo. La horrible idea
de no volver a verla... De pasar toda mi vida sabiendo que esa
chica increíble está ahí afuera, pero no poder encontrarla
nunca... No quiero ni pensarlo. Me volvería loco si eso pasara.
No. Está en el hotel. El sendero llevaba al hotel, así que debe estar
allí.
Aprieto las manos en puños y subo el resto de la pendiente. Se
nivela y respiro hondo mientras camino en círculos, admirando
las impresionantes vistas.
Este lugar es realmente bonito. Montana parece un buen lugar
para echar raíces. En todo caso, mi hermano Owen está aquí con
su nueva chica.
Llevo mucho tiempo viajando, sin quedarme más de unas
semanas en un mismo lugar. Quizá sea hora de asentarme. Ese
pensamiento ha estado apareciendo de vez en cuando, pero desde
que vi a ese ángel, no sé... El pensamiento se ha hecho más
fuerte.
Sigo caminando por el bosque, sin perder de vista el
impresionante paisaje. Las montañas se extienden eternamente.
Aquí arriba todo es naturaleza salvaje, como a mí me gusta.
El río que fluye llega a mis oídos antes de que lo vea. Mi piel
sudorosa hormiguea mientras me dirijo hacia el tentador sonido.
Es agua fresca de montaña. Cristalina y perfecta para quitarse el
calor de una dura carrera por la montaña.
Me quito la camiseta sudada y llego al mismo lugar de ayer. Llevo
tres días subiendo hasta aquí y bañándome en este
extraordinario río. No había visto a nadie por aquí, así que pensé
que sería seguro meterme desnudo. Eso fue hasta que vi a mi
pequeña ninfa mágica del bosque observándome.
Miro a mi alrededor y no veo más que árboles, rocas y agua
corriendo, así que me quito el resto de la ropa y me dirijo a la
gran roca. El primer día escondí una pastilla de jabón debajo de
una roca, pero un mapache muy listo se la llevó y se la comió.
Escondí mi segunda pastilla bajo una roca tan grande que sólo
un oso pardo podría moverla. Con un gruñido, muevo la roca y
agarro la barra que está encajada en la tierra.
—Oh, sí. —susurro mientras me meto en el agua helada. Está
fría, pero es vigorizante. Es agradable después de correr tanto.
Respiro hondo y me sumerjo en el agua, dejando que el frío río se
lleve el sudor y el calor.
Mi mente no para de repetir la escena de ayer. La veo
perfectamente en mi mente: ese pelo rubio recogido en una
coleta, un rubor rojo en sus adorables mejillas, sus radiantes ojos
azules mirándome con fascinación y asombro. Me pregunto
cuánto tiempo estuvo allí mirándome. Me pregunto por qué huyó.
Cuando me arden los pulmones, salgo del agua y empiezo a
enjabonarme el cuerpo sudoroso.
Mis ojos no dejan de mirar hacia el lugar donde estaba mi chica
ayer, pero nunca está allí.
Hasta que...
El corazón se me para de golpe y empieza a latirme con fuerza
cuando la veo subir por el sendero hacia el río.
Sonríe nerviosa mientras camina con unos pantalones cortos
beige y una camiseta blanca de tirantes. Lleva el pelo suelto y
está aún más guapa que ayer, cosa que no creía posible.
El agua fluye justo por debajo de mi cintura. Me cubre la mitad
inferior, lo cual es bueno porque empiezo a ponerme un poco
rígido mientras la miro.
Ella realmente es un ángel. Realmente es la indicada para mí.
No quiero a nadie más. Sólo a ella.
Es el destino, ella y yo. Si existen las almas gemelas, somos
nosotros. Estamos hechos el uno para el otro.
Ya me doy cuenta. Puedo sentir la intensa necesidad de hacerla
mía fluyendo por mi cuerpo y atenazando mi corazón. La
necesidad, la urgencia, el deseo, no me abandonarán hasta que
la haga mía. De eso estoy seguro.
Ella se acerca, se apoya en el tronco de un árbol y me observa
con una tímida sonrisa en sus labios carnosos.
Me paso un poco de agua fría por la cara para asegurarme de que
no estoy soñando. Para asegurarme de que no estoy alucinando
con todo esto.
Ella sigue ahí. Todo esto es demasiado real.
—Has vuelto. —le digo.
Esas adorables mejillas se ponen un poco más rojas. —Sí, bueno,
la vista aquí arriba es increíble.
Sus ojos azules se abren de par en par cuando se da cuenta de
lo que ha dicho. Dios, qué linda es.
—¿Siempre te bañas en los ríos? —pregunta, pasando
rápidamente a otra cosa.
—Cuando puedo. —le digo— ¿Quieres venir conmigo y probarlo?
Suelta una risita y se tapa la boca avergonzada. —Quizá en otra
ocasión. —dice mi ruborizada belleza, incapaz de mirarme a los
ojos.
—Perfecto. —digo mientras la miro fijamente—. Es una cita.
Sus ojos vuelven a mirarme y sonrío, aún incrédulo de que esté
aquí.
—¿Te alojas en el Greene Mountain Lodge?
Ella asiente. —Sí.
—Anoche no fuiste a cenar.
—¿Cómo lo sabes?
—Te estaba esperando en el bar.
—¿Estuviste esperándome?
—Sí. Hasta el cierre. ¿Cómo es que no bajaste?
Aspira nerviosa y se pasa un sedoso mechón de pelo rubio por
detrás de la oreja mientras me mira. —Sabía que, si te veía ahí
abajo, todo cambiaría. Y... supongo que no estaba preparada
para que todo cambiara.
Trago saliva mientras la miro. —¿Estás preparada ahora?
—No lo sé. —dice—. Pero estoy aquí.
—Sí, aquí estás. Me alegro de que hayas venido.
Sus sensuales ojos recorren mi torso y luego vuelven a mis ojos.
—¿Qué vas a hacer esta tarde? —pregunta tímidamente—.
Estaba pensando en ir al pueblo. ¿Quieres venir?
A pesar del agua fría, mi cuerpo irradia calor.
—Por supuesto. —le digo—. Me encantaría.
—Bien. —dice ella, incapaz de ocultar la sonrisa rebosante en sus
labios mientras se baja del árbol—. Te dejaré terminar aquí. ¿Nos
vemos en el vestíbulo dentro de una hora?
Asiento mientras la miro con ojos de lobo hambriento. —Allí
estaré.
—Esta vez no aparezcas empapado. —Se marcha guiñándome un
ojo.
—¿Cómo lo sabes? —Grito tras ella mientras desaparece por el
sendero— ¿Te lo ha dicho Lauren? ¿Las gemelas?
—Nunca te lo diré. —la oigo decir.
Me río mientras miro el río con incredulidad. No importa...
Tengo una cita con un ángel.
Este es el comienzo de algo grande. Algo que lo cambiará todo.
Nuestras vidas nunca volverán a ser las mismas después de hoy.
Sonrío mientras recojo mi ropa y me preparo ansioso para
adentrarme en mi futuro.
Con ese ángel perfecto a mi lado.
ASHLEY
El corazón me late con fuerza mientras el ascensor me lleva al
vestíbulo. Me miro en los paneles reflectantes. Tengo buen
aspecto. Pienso.
Llevo un bonito vestido de verano que encontré en rebajas hace
unas semanas. Es un vestido ligero con estampado floral y un
lazo en la parte delantera. Es divertido y elegante, con un toque
sexy gracias a los tirantes finos y la abertura en el muslo.
También llevo unas elegantes sandalias blancas que
probablemente me destrozarán los tobillos por todas esas calles
adoquinadas, pero merecerá la pena.
Cuando sales con un tipo tan caliente como Dylan, tienes que ir
lo mejor posible. Todas las mujeres con las que me cruce me van
a estar mirando, preguntándose cómo demonios lo he atrapado.
Y aquí están dos de ellas... Tina y Tiffany me miran con
curiosidad mientras salgo del ascensor.
—¿Eso es lo que te pondrás? —pregunta Tina, con cara de horror.
—¿Qué? —Pregunto asustada mientras me miro. El vestido es
súper mono y las sandalias son bonitas. ¿Qué le pasa?
Estoy a punto de preguntarle cuando veo a Dylan de pie en el
vestíbulo. Mi mente se queda en blanco cuando lo veo vestido por
primera vez. Está taaaan bueno. Está buenísimo.
Lleva una camisa de manga corta y cuello abotonado con finas
rayas azules y blancas, y unos pantalones blancos. Trago saliva
cuando veo sus musculosos brazos y su pecho haciendo fuerza
contra esa pobre camisa. Este hombre está hecho para ir sin
camisa. Es como si sus músculos quisieran salirse de esa cosa.
Su tinta sexy recorre sus gruesos antebrazos y desaparece bajo
sus mangas cortas, como si sus tatuajes me tentaran a venir y
descubrir lo que se esconde debajo.
Estoy aquí de pie, atónita y mirándole descaradamente, pero no
pasa nada porque él está haciendo lo mismo conmigo. Me mira
como si nunca hubiera visto nada tan hermoso. Sus errantes ojos
castaño oscuro me recorren por completo, observando cada
centímetro de mi cuerpo hormigueante.
—Hola. —le digo tímidamente mientras me acerco— ¿Listo?
—Definitivamente. —dice mientras se frota la mandíbula
barbuda—. Estoy listo para ir a cualquier parte contigo.
Nos dirigimos a la puerta y me coge de la mano, haciendo que un
cálido escalofrío recorra mi cuerpo.
Miro nuestras manos y sonrío ante la diferencia de tamaño. Se
está tragando mi mano con sus enormes dedos y su gigantesca
palma. Parece que pudiera partir troncos de árbol con la misma
facilidad con la que la mayoría de los hombres partirían un lápiz.
—He cogido prestada la camioneta de mi hermano. —dice
mientras salimos por la puerta principal. El portero, Greg, le mira
mal, pero Dylan ni siquiera se da cuenta. Toda su atención está
puesta en mí.
Una enorme y lujosa camioneta negra está aparcada en la
rotonda del hotel y me acompaña hasta el lado del copiloto.
Respiro cuando me abre la puerta y me deslizo dentro,
metiéndome el vestido bajo los muslos. Esos ojos oscuros y
hambrientos se detienen un segundo en mis piernas antes de que
cierre la puerta con un gemido bajo.
Mierda... ¡Esto está pasando!
Voy a tener una cita con un guapo montañés. Vamos a hacerlo de
verdad.
Le sonrío mientras sube al auto y arranca el motor. Incluso en
este enorme vehículo, parece demasiado grande para él.
—Entonces, ¿estás de vacaciones? —me pregunta mientras nos
alejamos del hotel y nos dirigimos al pueblo.
Baja las ventanillas y el aire fresco de la montaña me da en la
cara. Me encantan los hombres que abren las ventanillas antes
que poner el aire acondicionado. No hay nada mejor que el aire
natural del verano.
—Sí. Necesitaba alejarme un poco.
—¿De dónde eres?
—De Nueva Jersey.
Se lo piensa, como preguntándose si podría vivir en Nueva Jersey.
No puedo ver a este hombre viviendo en otro lugar que no sean
las montañas.
—¿No tienes novio?
No puedo evitar reírme. Este hombre va directo al grano. Eso me
gusta.
—No.
—¿Prometido? ¿Esposo?
—No y no. —Nada de esa triste soledad habitual a la que estoy
acostumbrada me viene con el reconocimiento de que estoy
soltera. En realidad, estoy feliz por ello. Si siguiera comprometida
con Richard, ni siquiera estaría aquí con este misterioso y
atractivo desconocido del que estoy empezando a enamorarme—
. Soy tan libre como el viento de la montaña.
Exhala aliviado. —Bien.
—Ya que estamos en el tema... —Digo, tratando de sonar fría y
despreocupada— ¿Alguna novia, prometida o esposa? —¿De la
que tenga que deshacerme?
Me dedica una sonrisa devastadoramente sexy. —Todavía no,
pero le he echado el ojo a alguien especial.
—¿Sería yo?
—Serías tú.
Sonrío mientras me relamo los labios y me giro en mi asiento,
lanzándole una mirada coqueta. —Eres atrevido.
Se encoge de hombros y mi cuerpo se tensa. —Cuando veo algo
que quiero, no puedo contenerme. No se me da bien contenerme.
Trago saliva mientras miro sus grandes manos alrededor del
volante, preguntándome cómo se sentirían envueltas a mi
alrededor.
—Me gustan los hombres que saben lo que quieren.
—Bien. —dice mientras me lanza una mirada oscura y sexy—
Porque yo sé exactamente lo que quiero.
Aparcamos la camioneta de su hermano en la calle principal y
empezamos a pasear, explorando el adorable pueblecito de
montaña.
—¡Oh! Tenemos que entrar en esta panadería. —digo, mareada
de emoción—. Ayer olí el pan y era irreal.
Vuelve a cogerme de la mano y me acompaña dentro.
No hay nadie dentro, salvo la mujer del mostrador. Está apoyada
en él mientras lee un libro romántico obsceno.
—Hola. —murmura mientras pasa la página.
—¡Hola! —le digo.
—Hola. —dice Dylan con su profunda voz masculina.
Los ojos de la mujer se clavan en él y baja el libro (y la boca),
asombrada.
No puedo evitar soltar una risita al ver la expresión de asombro
de su cara. Debe de pensar que el héroe de su libro ha saltado de
la página y ha cobrado vida.
—Mira esto. —dice Dylan mientras se acerca al expositor de
cristal. Está mirando los cannolis—. Tienen una pinta increíble.
¿Quieres probarlos?
—¡Claro! —Digo, dispuesta a todo.
—Nos llevaremos dos de esos. —le dice Dylan a la mujer
hipnotizada.
Parece que preferiría coger otro cannoli mientras se acerca y pone
dos en el mostrador.
—Abre grande. —dice Dylan mientras coge uno y lo levanta.
Voy a tomarlo, pero me lo retira y niega con la cabeza. —No.
Permíteme.
¿Por qué no? Me he tomado estas vacaciones para cambiar las
cosas y salir de mi zona de confort. Voy a hacerlo.
Inclino la cabeza hacia atrás, pongo la mano en su gruesa
muñeca y dejo que me la meta en la boca. —Mmmmm. —gimo
mientras me lamo la crema de los labios—. Qué rico.
Sus ojos ardientes se clavan en mi boca mientras mastico. Coge
su gran mano y me limpia suavemente una porción de crema de
la comisura de los labios. Observo con el cuerpo ardiendo cómo
se lleva la punta del dedo a la boca y lo chupa.
Está tan caliente, joder. Este sitio está que arde. Si esa panadera
no estuviera...
¡¿Nos está filmando?!
¡¡Lo está haciendo!!
La mujer tiene su teléfono a su lado y parece estar grabando
nuestro pequeño momento. ¡¿Qué demonios?!
No quiero montar una escena, así que espero a que paguemos y,
cuando estamos fuera, me escabullo un segundo.
Ella levanta la vista con ojos entusiasmados que rápidamente
bajan decepcionados cuando ve que soy yo y no Dylan.
—¿Nos estabas grabando?
Asiente emocionada. —¡Sí! Fue muy caliente. ¿Quieres que te lo
envíe?
Estaba a punto de echarle la bronca, pero ahora tengo muchas
ganas de ver ese vídeo.
¡Ah, a la mierda!
—555-783-9054.
—¡Te lo mando ahora mismo! —dice mientras se absorbe en su
teléfono.
Puedo quedarme aquí discutiendo con ella o volver a mi cita, así
que elijo la opción obvia.
Dylan vuelve a cogerme de la mano mientras seguimos
caminando.
—Este sitio es taaaan mono. —digo cuando llegamos a la
adorable oficinita de correos con la puerta roja.
—¿Quieres entrar?
Le miro con las mejillas sonrojadas por la vergüenza. —Sí, ¿es
raro?
Se ríe entre dientes. —Puede, pero hagámoslo de todos modos.
Chillo emocionada mientras le sigo. El interior es bonito, pero no
deja de ser una oficina de correos. El empleado nos mira
expectante, así que me dirijo al estante de las postales. —Sólo
busco una postal. —le digo con una tímida sonrisa.
—Oh, vaya. —digo cuando empiezo a mirarlas—. Son muy
bonitas. —Todas son vistas panorámicas de las montañas de la
zona o de la pequeña ciudad.
Cojo un par para comprarlas y Dylan me las quita, insistiendo en
pagarlas.
—¿Cuál es tu favorita? —me pregunta mientras miro el estante
una vez más.
—Probablemente ésta. —le digo mientras señalo una preciosa
foto de la ciudad, tan acogedora por la noche en invierno. Está
nevando y tiene un aspecto mágico con el cálido resplandor de
las farolas. Tengo que volver alguna vez por Navidad. Debe de
parecer una película.
Coge una del estante y me da la espalda mientras coge un
bolígrafo.
—¿Qué haces? —pregunto, intentando mirar por encima de su
hombro, pero no es tarea fácil. Sus hombros son del tamaño de
rocas.
Garabatea algo y me pide mi dirección. Se la doy, la escribe en la
postal, compra un sello y la envía por correo sin enseñármela.
—¿Qué has escrito?
Se encoge de hombros con una sonrisa. —Pronto lo sabrás.
No puedo dejar de sonreír. Estoy tan emocionada de recibirla por
correo y leer por fin el mensaje secreto.
Volvemos a salir, charlando con facilidad. Quiero saberlo todo
sobre este hombre. Y quiero decir todo.
—¿Cuál es tu canción favorita? —le pregunto. Siempre necesito
saber la canción favorita de todo el mundo. Es algo raro en mí.
La mayoría de la gente dice que no sabe y eso siempre me vuelve
loca.
—Glory Days, Bruce Springsteen.
Sonrío mientras suena el estribillo en mi cabeza. —Me gusta. ¿Ya
has dejado atrás tus días de gloria, Dylan? —le pregunto
juguetonamente.
—No. —responde él, tomándose la pregunta en serio, aunque yo
sólo le estaba tomando el pelo—. Tengo la sensación de que mis
días de gloria acaban de llegar.
Me mira mientras lo dice y todo mi cuerpo estalla en un
cosquilleo. No sé cómo sigue haciéndome eso, pero lo hace.
—¿Cuál es la tuya? —me pregunta mientras paseamos por la
acera en este perfecto día de verano.
—Wouldn't It Be Nice, de Beach Boys. Me encanta. Es una canción
tan alegre. Me encanta cómo los jóvenes enamorados sueñan con
el momento en que puedan crecer y estar juntos. Siempre me ha
inspirado. No sé por qué.
—Buena elección. —dice asintiendo con la cabeza—. La
bailaremos en nuestra boda.
Sonrío mientras seguimos explorando el pueblo. Entramos en la
tienda de ultramarinos y en la pequeña bolera, aunque no
jugamos a los bolos. Con esos brazos, Dylan probablemente haría
añicos los bolos.
—¿Tienes hambre? —le pregunto mientras nos detenemos frente
a una heladería y nos quedamos mirando el escaparate.
—Siempre tengo hambre. —dice riendo.
—Podemos ir a comer. Quiero decir, si quieres.
Desliza su mano sobre la mía y tira suavemente de mí. —
Hagámoslo. ¿En ese restaurante de ahí arriba?
—¡Claro!
Entramos en McArthur's y choco los cinco con el oso pardo de
madera que hay junto a la puerta al entrar. —El tipo que me
recogió en la estación me dijo que el pescado con papas fritas de
aquí es excelente.
—Estoy convencido. —dice Dylan.
El local es perfecto. Suena música divertida y hay una zona de
bar a la izquierda con un espejo detrás de las filas de botellas.
Algunas personas charlan mientras comen en las mesas altas.
Tiene pinta de ser el sitio de moda por la noche. El comedor tiene
cabinas altas a lo largo de la pared y algunas mesas dispersas.
Hay camareros y ayudantes de camarero sirviendo a la docena de
personas que ya están comiendo. Aquí también huele bien, a
papas fritas y hamburguesas. Mi estómago gruñe en señal de
aprobación.
Pido una mesa para dos y la camarera mira fijamente a Dylan
mientras recoge los menús. Nos lleva a un reservado del fondo y
vuelve a mirarlo fijamente mientras coloca los cubiertos y los
menús en su sitio.
—Gracias. —digo secamente, tratando de despedirla. No me hace
caso y vuelve a echar un buen vistazo a mi cita antes de regresar
a la parte delantera.
Una sensación de nerviosismo, excitación y hormigueo recorre mi
cuerpo mientras miro el menú. Me doy cuenta de que es la
primera vez que salgo con alguien.
Empecé a salir con Richard cuando teníamos catorce años, así
que no fue nada parecido. Durante años salimos juntos y dijimos
que éramos novios, pero siempre fue algo cómodo y fácil. No era
nada como esto. Estoy llena de energía nerviosa contenida, pero
de la buena. Apenas puedo concentrarme en el menú, así que al
final pido pescado con papas fritas.
—Hola. —me dice la ruda camarera cuando llega. Se saca el
bolígrafo de detrás de la oreja, se rasca la cabeza con él un par
de veces y luego lo acerca a su bloc de papel— ¿Qué desea?
Miro su etiqueta y sonrío. —Hola, April. Mitch, del Greene
Mountain Lodge, nos envió aquí.
Me mira sin comprender.
—Dijo que nos darías una tarta de manzana gratis si decía eso.
—Mintió. ¿Qué les pongo?
La aparición de Dylan, que tiene un efecto tan fuerte en todos los
demás, no hace nada por ella. No parece encantada en lo más
mínimo.
—Tomaremos dos pescados and papas fritas. —dice.
—Y una cerveza roja. La que tengan de barril. —añado.
Dylan me sonríe y me hace sentir superorgullosa de mi elección
de bebida, aunque solo sea una cerveza. —Que sean dos.
—Impresionante. —dice en tono aburrido mientras coge los
menús y se va.
—Aquí tienen una gramola. —dice Dylan mientras mira a su
alrededor—. Ahora vuelvo.
Sonrío mientras le veo acercarse. Pasa las canciones y yo le miro
la espalda.
Mi mente va a lugares sucios mientras lo miro. No dejo de
imaginármelo desnudo. No dejo de preguntarme qué sentiría al
perder por fin la virginidad con un hombre tan fornido como él.
Probablemente doloroso. Probablemente también increíble.
Empiezan a sonar los Beach Boys mientras April deja las cervezas
en la mesa. Sonrío cuando vuelve Dylan.
—Te has acordado. —le digo cuando se sienta mientras suena
Wouldn't It Be Nice en el restaurante.
—No me des demasiado crédito. —dice riendo entre dientes—.
Fue hace sólo unos veinte minutos.
—Aun así. —digo mientras me acerco y pongo mi mano sobre la
suya—. Gracias.
Me sonríe y la visión es tan tentadora que mi cuerpo empieza a
moverse por sí solo. Me levanto, rodeo la mesa y me deslizo a su
lado.
Estamos tan cerca... Puedo oler su aroma masculino -terroso, a
miel de caña y algo de vainilla- y tengo que contener un gemido.
Huele tan bien. Su aspecto es aún mejor.
Esos ojos marrones oscuros me hipnotizan de cerca. Me pregunto
qué haría si le tocara la barba. Me pregunto qué haría si le
besara.
Mis ojos se posan en su boca y sus labios son tan sensuales que
no puedo apartar la mirada. Se da cuenta, claro, y me coge
suavemente la mandíbula con su gran mano y me levanta la boca.
—¿Quieres que te bese? —susurra, con su cálido aliento
haciéndome cosquillas en los labios.
Le miro la boca fascinada, incapaz de apartar la mirada. —Sí, por
favor.
Sonríe, se inclina y aprieta su deliciosa y cálida boca contra la
mía. Gimo y todo mi cuerpo se rinde a él. Me vuelvo gelatina. Me
derrito contra él al separar los labios y sentir su lengua mágica
deslizándose en mi boca.
Su enorme mano me agarra por el muslo y me acerca a él todo lo
que puedo sin sentarme en su regazo. Me empujo contra su duro
cuerpo -feliz de que estemos en la parte de atrás, donde nadie
puede vernos- y beso a este hombre delicioso mientras suena mi
canción favorita por los altavoces.
Sí... Más. Quiero más...
Deslizo las manos por su larga melena negra mientras él me
rodea la espalda con las suyas y me sujeta como si nunca fuera
a dejarme marchar. Me parece bien. No me importaría quedarme
aquí y hacer esto durante una o dos décadas más.
Nos besamos, manoseamos, tocamos y exploramos mutuamente
nuestras bocas hasta que un fuerte carraspeo me hace saltar
asustada.
April está de pie junto a nuestra mesa, sosteniendo dos platos de
pescado y papas fritas con cara de pocos amigos. Mis mejillas se
sonrojan mientras me lamo el sabor de Dylan en los labios.
Frunce el ceño y me mira. —¿Te vas a sentar en tu lado del
reservado o te vas a quedar en su regazo?
—Claro. —digo mientras me lanzo rápidamente hacia el otro lado.
Mis mejillas podrían encender una vela.
April desliza nuestros platos delante de nosotros con una mirada
de desaprobación. —Disfruten. Y no me hagan coger la
manguera.
Los dos nos reímos cuando se va.
Hasta ahora, esta cita está siendo increíble.
Espero que no termine nunca.
DYLAN
El camarero pone una creme brûlée sobre la mesa y nos da una
cuchara a cada uno. Ashley se remueve en la silla, emocionada,
mientras contempla el postre de aspecto delicioso.
Ha sido el mejor día de mi vida. De verdad.
Después de comer en McArthur's, pasamos todo el día juntos.
Exploramos el resto del pueblo y luego fuimos a una ruta de
senderismo que rodea un hermoso lago. Fue relajado y fácil, y
sentí que podía contarle cualquier cosa.
Nos cogimos de la mano mientras caminábamos y hablábamos,
y no sé ella, pero yo me enamoraba más a cada segundo que
pasaba. Esta chica es para mí. Estoy seguro de ello.
Fue una tortura tener que dejarla en el hotel después. No quería
perderla de vista, pero lo hice para que ambos pudiéramos
lavarnos y vestirnos para la cena. Volví corriendo a casa de Owen,
me duché, me puse mi mejor traje y me apresuré a reunirme con
ella.
Acabamos de cenar en el precioso restaurante del hotel de mi
hermano. Todo ha salido perfecto.
—Tú primero. —dice mientras pasa la cuchara por encima del
postre.
—De ninguna manera. —digo riendo—. Tú tienes el primer
bocado. Siempre. Insisto.
—¿Al mismo tiempo?
—Trato hecho.
Hundimos las cucharas en el cremoso postre y cada uno da un
mordisco. La miro fijamente mientras gime extasiada por el
sabor.
Se despierta un hambre dentro de mí. Llevo todo el día ardiendo
por esta chica. La deseo con todas mis fuerzas. La necesito.
He necesitado todas mis fuerzas para contenerme. Cada célula
de mi cuerpo me grita que le arranque la ropa y la haga mía.
Casi me desmayo cuando la vi salir de los ascensores con ese
precioso vestido. No estaba preparado para ello. Su belleza casi
me hace caer de rodillas.
Salió con un vestido de cóctel negro que dejaba ver sus largas
piernas bronceadas. Llevaba el pelo recogido y los labios
brillantes. Estuve a punto de echármela al hombro, entrar en el
ascensor y llevarla a su habitación para terminar allí la noche.
Tuve que respirar hondo varias veces para calmarme, diciéndome
que ya llegaría nuestro momento. Ya llegará. Sólo tengo que ser
paciente.
Lástima que la paciencia nunca haya sido uno de mis puntos
fuertes.
—Así que nunca me has dicho por qué estás aquí. —me dice
mientras devoramos el increíble postre— ¿Estás visitando a tu
hermano?
—Sí y no. —No esperaba abrirme, pero es tan fácil hablar con ella
que todo sale a borbotones—. Quería conocer a la nueva chica de
Owen, Lauren. Pero también necesitaba un cambio.
—¿Un cambio? ¿De qué?
La miro fijamente a sus ojos azules mientras todo sale a la luz.
—Estuve de viaje dos años.
—¿Qué quieres decir? ¿Como camionero?
—No, sólo viajando. La mayor parte del tiempo viajaba de un
lugar a otro. Hacía trabajos manuales aquí y allá y luego seguía
viajando. Era tan inquieto. No podía quedarme en un sitio.
Sus ojos se entrecierran mientras escucha como si tratara de
entenderme.
—Después del ejército...
—¿Estuviste en el ejército?
—Doce años. —digo asintiendo—. Estuve destinado en Alemania.
—Ah. —dice, sorprendida— ¿Por qué no me lo habías dicho
antes?
Me encojo de hombros. —Sinceramente, nunca se lo cuento a
nadie. Soy una persona bastante reservada.
—Entonces, ¿por qué me lo cuentas ahora?
—Porque quiero que lo sepas. No quiero que haya secretos entre
nosotros.
De repente mira hacia la mesa mientras su cuerpo se tensa.
—Estaba prometida. —dice.
La cuchara se me resbala de la mano y cae sobre la mesa con
estrépito.
—Con mi novio desde hace doce años.
—¿Doce años? —Creo que voy a vomitar.
—Resulta que yo no le gustaba. En absoluto. Todo el tiempo que
salimos.
—Eso es imposible.
—Era gay.
—Oh, entonces supongo que sí.
Ella se ríe.
—Siempre me preguntaba por qué nunca quería tocarme.
Pensaba que era por mí. Pensaba que era fea e indeseable.
Mi cuerpo se paraliza. Le cojo la mano por encima de la mesa.
Esos ojos tímidos se abren paso lentamente hasta los míos.
—No eres fea. —digo con un gruñido voraz—. Eres la mujer más
deseable que he conocido. No he hecho más que desearte desde
el momento en que te vi.
Ella traga saliva mientras me mira.
El camarero llega en el peor momento y rellena nuestras copas
de vino.
—Entonces. —dice ella, intentando cambiar de tema una vez que
él se ha ido—. Después del ejército, ¿seguiste moviéndote? ¿Qué
buscabas?
—No lo sabía en ese momento, pero te estaba buscando a ti.
—¿A mí? —Se ríe.
—A la chica adecuada con la que sentar la cabeza. A la que iba a
cambiar mi vida.
—¿Y esa soy yo?
—Esa eres tú.
Los dos sonreímos como adolescentes tontos mientras nos
miramos a los ojos. Esto es enamorarse. Es incluso mejor de lo
que la gente cree.
—¿Qué tal la comida? —me pregunta una voz familiar. Levanto
la vista y veo a mi hermano Owen de pie en nuestra mesa con
una sonrisa.
Es mi hermano mayor, pero yo siempre he sido un poco más
grande. Que tu hermano mayor te pegue es un rito de la infancia,
pero por suerte con Owen siempre he podido dar lo mismo. A
pesar de la diferencia de edad de año y medio, siempre hemos
estado muy igualados.
Sus ojos azules se vuelven hacia Ashley y extiende su gran mano.
—Soy el hermano de Dylan, Owen.
—Encantada de conocerte. —dice—. Yo soy Ashley. La... um...
amiga de Owen.
—Novia. —digo con total confianza como si fuera el hecho más
cierto del mundo.
Owen y Ashley se giran y me miran. Owen parece sorprendido y
Ashley se sonroja tímidamente con una gran sonrisa en la cara
que no hace más que confirmarlo. Es mía y lo sabe.
—¿He oído que te quedas aquí una semana? —le dice Owen—
¿Qué tal la habitación?
—Todo es increíble. —dice ella. Dios, no puedo dejar de mirarla.
Normalmente me volvería loco si tuviera que verla hablar con otro
hombre, querría tenerla para mí solo, pero mi hermano es
diferente. He visto lo enamorado que está de Lauren. No hay
necesidad de ser posesivo con esta chica cerca de él—. Tienes un
hotel precioso.
Pone su gran mano en mi hombro y sonríe cálidamente. —Me
alegro de que lo estén pasando bien y de que se hayan
encontrado. Creo que nunca había visto a mi hermano tan feliz.
Esta noche invito yo.
—Owen, no... —Digo, pero él levanta las manos y sonríe mientras
se aparta de la mesa.
—Insisto.
Le damos las gracias antes de que se vaya y tiro una enorme
propina sobre la mesa.
—Tu hermano parece genial. —dice Ashley cuando volvemos a
estar los dos solos— ¿Está saliendo con la gerente, Lauren?
—Están prometidos y viven juntos. —Sonrío al recordar la última
vez que vi a Owen, que fue antes de que conociera a Lauren—
Siempre fue un ermitaño. Lo único que quería era vivir solo en
las montañas. Nadie pensó que alguna vez sentaría la cabeza con
alguien.
—¿Qué pasó?
—Lauren sucedió. La conoció y se quedó de piedra. Me quedé de
piedra cuando me enteré de que estaba prometido. No podía
creerlo hasta que la conocí y los vi juntos.
Sonríe para sí misma. —Sabes, ella me advirtió sobre ti.
Me retuerzo en mi asiento. —¿Qué quieres decir?
—No, está bien. No te preocupes, no fue así.
—¿Qué te dijo?
—Me dijo que, si te pareces en algo a tu hermano, serás intenso.
—¿Intenso?
—Y un poco cavernícola.
No puedo evitar reírme. Supongo que mi nueva cuñada sabe
juzgar muy bien a las personas. Ha dado en el clavo. Intento ser
elegante y romántico por fuera, pero por dentro ruge el
cavernícola. Es todo “Tú. Mía. Sexo. Ahora”.
—También dijo que me harías pasar el mejor momento de mi
vida.
—¿Y? ¿Tenía razón?
—Hasta ahora... sí.
—Todavía no ha terminado, ángel. Acabamos de empezar.
Me levanto y le ofrezco la mano.
Ella se lame los labios, la coge y se levanta.
Mis ojos hambrientos se deleitan con la impresionante vista de
ella con ese vestido. Nunca olvidaré su aspecto esta noche. Estoy
seguro de que tendré ochenta años y aún podré recordarlo
perfectamente.
—Eres impresionante.
—Y tú eres un cavernícola. Pero uno bastante suave, tengo que
admitirlo.
Salimos del restaurante y entramos en el vestíbulo. La vista de
Ashley desde atrás es espectacular, con su culo redondo
hipnotizándome mientras camina. Me duele la polla de
necesidad. No quiero que la noche termine todavía.
Se da la vuelta cuando estamos junto a la chimenea vacía. Esos
grandes e inocentes ojos azules me miran bajo sus largas
pestañas y la seductora visión hace que me duela todo el cuerpo.
No sé cuánto tiempo podré contenerme. No sé cuánto tiempo más
puedo esperar para tenerla.
Cada segundo que no he reclamado a esta chica es como un siglo
de agonía.
—Entonces... —dice mientras me mira tímidamente— ¿Quieres
venir a ver mi habitación?
Lucho contra un gruñido mientras la miro con ojos ardientes. —
¿Quieres que te lleve al hombro como un cavernícola?
Se ríe. —Algo así. Pero caminemos.
Mi chica me coge de la mano y me lleva a los ascensores. Mira
hacia la recepción y empieza a reírse.
Rápidamente me giro y veo a una de las gemelas raras montando
el aire. Inmediatamente se detiene y finge trabajar cuando me ve
mirándola.
—¿Qué ha sido eso? —pregunto mientras se abre el ascensor.
—Olvídate de ellas. —dice Ashley mientras agarra un puñado de
mi camiseta y tira de mí hacia dentro—. Y bésame.
La aprieto contra la pared con un gruñido posesivo y aplasto mis
labios contra los suyos en un beso duro y exigente. Gime en mi
boca mientras saboreo su dulce lengua.
No voy a parar aquí. Voy a saborear cada dulce centímetro de ella
antes de que acabe la noche.
Me agarra la camisa con los puños y me aprieta contra su cuerpo
mientras me besa con tanta pasión y necesidad como yo a ella.
Joder, esta chica... estoy loco por ella. Me muero...
La agarro por detrás de las piernas y la levanto, ese sexy vestidito
de cóctel deslizándose por sus muslos desnudos.
Gime con fuerza mientras aprieto mi polla dura como una roca
contra su coño abierto mientras nos besamos. Se siente tan bien.
Incluso con todas estas capas entre nosotros, es increíble.
Empiezo a menear las caderas, apretando mi erección contra su
suave calor mientras ella me mete la lengua en la boca con un
gemido de necesidad.
Más vale que el ascensor no se detenga en otra planta. Si lo hace,
la gente que está esperando va a disfrutar de unas vistas
increíbles. Mi chica está pegada a la pared, me rodea con las
piernas y nuestras bocas hambrientas no pueden saciarse la una
de la otra.
Beso su suave cuello hasta que me agarra dos puñados de pelo y
vuelve a acercar mi boca a la suya. Quiero sentir esa lengua tan
sexy deslizándose por mi polla. Quiero ver qué más puede hacer
con esta boquita caliente.
—Joder. —gime cuando el ascensor se detiene en nuestra planta.
Las puertas se abren y veo un pasillo vacío.
No quiero parar, pero también quiero llevarla a su habitación,
donde podemos volvernos locos.
Ella gime y se aferra a mis hombros mientras me doy la vuelta
con su cuerpo aún pegado al mío y sus piernas aun rodeándome.
Nos besamos mientras la llevo a su habitación.
La tarjeta se desliza por la cerradura. La puerta se abre.
Por fin tengo a este dulce ángel para mí solo.
DYLAN
Ashley gime cuando la aprieto contra la pared y cierro la puerta
de una patada. La polla me aprieta contra los pantalones, como
si intentara desesperadamente rasgar la tela y apoderarse de su
caliente coñito. Me palpita toda mientras nuestras lenguas se
unen en un beso salvaje y frenético.
Me agarra de la chaqueta y tira de ella hacia abajo mientras me
mete la lengua en la boca con un gemido.
La sujeto por su dulce culo y empujo mi dura polla contra su
suave calor mientras le devuelvo el beso.
Es la cosa más sabrosa y sexy que he visto nunca y voy a pasarme
toda la noche haciéndola mía.
—Oh, Dylan. —gime mientras la llevo a la enorme cama que hay
en medio de la habitación.
La bajo sobre ella y me pongo de pie. Está tumbada boca arriba
con las piernas abiertas. Mi mirada se clava en sus bragas negras
mojadas y gimo de necesidad cuando me entran unas ganas
tremendas de follar ese culito tan sexy. Tengo las pelotas tan
llenas que me duelen.
—Eres increíble. —siseo con voz gruñona mientras recorro su
cuerpo con la mirada. Sus tetas turgentes suben y bajan con
cada respiración rápida. Sus preciosos ojos azules brillan de
lujuria mientras me mira.
No puedo creerlo. Es demasiado perfecta. Su pelo rubio se
despliega alrededor de su cabeza como una aureola y sus labios
rojos, húmedos e hinchados están abiertos, mostrándome un
atisbo de esa deliciosa lengua. Mi áspera barba ha marcado la
piel alrededor de sus labios, enrojeciéndola, pero de alguna
manera la hace aún más sexy.
Tengo el abrigo enredado en los brazos. Me lo quitó de encima y
lo tiro en la silla mientras ella disfruta de la vista con ojos
excitados. Parece que quiere más, aspira y contiene el aliento
mientras me mira, así que no me detengo ahí.
Me desabrocho los gemelos lentamente, torturándola un poco, y
luego me dirijo a los botones. Sus ojos se posan en mi pecho y se
relame al ver mis tatuajes.
—¿Te gustan mis tatuajes? —gruño mientras me quito la camisa.
Su sexy cuerpecito empieza a retorcerse en la cama. —Sí. —dice
gimiendo—. Eres tan jodidamente caliente...
—¿Te estoy mojando? —le pregunto mientras mi mirada se
detiene en su coño abierto. Su ropa interior negra de encaje ya
tiene una mancha húmeda y cada vez es más grande.
—Sí. —responde mientras se toma un pecho por encima del
vestido.
—Déjame ver lo mojada que estás. —le digo mientras me arrodillo
delante de ella. La agarro por las caderas y la acerco hasta que
su pequeño coño caliente queda justo delante de mi cara.
Acerco la nariz a su montículo e inhalo profundamente,
llenándome los pulmones con su embriagador aroma. Me
estremezco, huele tan bien.
—¿Estás lista para enseñarme tu pequeño coño? —Gruño.
—Sí. —jadea—. Quiero que lo veas.
Deslizo las manos por sus suaves muslos y agarro los laterales
de su ropa interior, apretándola en mis puños.
—Serás el primero. —dice.
Me paralizo. Mi corazón se detiene mientras la miro, intentando
ver si está jugando conmigo.
—¿Tu ex prometido nunca estuvo aquí abajo? ¿Nunca vio lo que
estoy viendo?
Ella sacude la cabeza mientras me mira con sus grandes ojos
inocentes.
—¿Es tu primera vez?
Asiente.
Se me hace agua la boca y la necesidad de poseerla se intensifica
hasta que apenas puedo pensar en otra cosa. Seré el primero en
su joven y maduro cuerpo. Su virginidad será mía.
—Así me gusta. —susurro mientras me inclino y beso su clítoris
por encima de sus bragas mojadas—. Eso es lo que a tu hombre
le gusta oír.
Todo su cuerpo se estremece con mi boca sobre ella. Me echo
hacia atrás con una sonrisa y le subo el vestido hasta la cintura.
—Voy a hacer que te alegres de haber esperado. —le digo con voz
gutural mientras le agarro las bragas y empiezo a quitárselas—
No vas a querer a nadie más que a mí.
Nos quedamos sin aliento mientras le bajo las bragas por las
piernas y se las quito de los pies. Las dejo caer al suelo y miro su
coño desnudo por primera vez.
Espectacular. Jodidamente espectacular.
Está todo mojado y jugoso, este precioso coñito virgen listo para
ser reclamado. Intento memorizar cada detalle mientras la miro
con asombro. Esos labios rosados relucientes, ese clítoris duro,
su agujero húmedo y apretado... nada volverá a ser lo mismo
cuando acabe con ella. Ahora mismo es pura e intacta. Un coño
virgen impecable que estoy a punto de desflorar.
Nunca se verá tan pura e inocente de nuevo.
—Eres hermosa. —susurro, hipnotizado por ella—. Ninguna otra
mujer tiene la esperanza de compararse contigo. Eres única,
ángel.
Se retuerce en la cama y la bestia que hay en mí se apodera de
mí. Me abalanzo sobre ese pequeño y bonito coño y lo devoro con
largas y duras lamidas.
—¡Oh, mierda! —grita mientras me agarra la nuca, arquea la
espalda y atrae mi boca hacia ella.
Hundo la lengua en su caliente agujerito y gimo al saborear su
dulzura. Sus jugos cubren mis labios y resbalan por mi barba.
Nunca había probado nada tan dulce. Es increíble.
—¿Te gusta? —Pregunto entre gemidos— ¿Quieres que siga
lamiéndote el coño?
—Por favor, no pares. —me suplica mientras subo hasta su
clítoris. Le doy largos y lentos lametones, rápidos golpecitos, rozo
la base de su clítoris con la punta de la lengua y luego me aferro
a él con labios voraces, chupando con fuerza.
Se agita, grita y pide más. Es tan intenso para ella, pero yo no me
contengo. Quiero que recuerde esta noche para siempre.
De repente, me inclino hacia atrás para contemplar de nuevo su
hermoso coño abierto delante de mi cara.
La vuelve loca. Empieza a sacudirse en la cama y a agarrar
puñados de sábanas, arrancándolas del colchón mientras se
revuelve con necesidad. Sonrío y vuelvo a sumergirme, lamiendo
cada centímetro de su caliente coño virgen.
Deslizo mi lengua plana por su cálida raja y luego juego con el
pliegue del centro, abriéndolo y saboreando lo que ha ocultado a
todos los demás hombres.
Gime con fuerza cuando añado mis dedos a la mezcla,
recorriendo su apretado agujero y metiendo las yemas en su
interior. Las cálidas y sedosas paredes de su coño se aprietan
contra mis dedos y gimo, preguntándome qué bien le sentará a
mi polla.
—Déjame ver esas preciosas tetas. —le digo mientras agarro la
parte delantera de su vestido y tiro de él hacia abajo. Jadea y
gime mientras sus pechos se riegan, desnudos y libres.
Me olvido de cómo respirar mientras contemplo sus sensuales
curvas con esos pezones rosas tan perfectos, duros y tentadores.
Mi cuerpo se mueve solo, trepando sobre ella hasta que mi boca
hambrienta se cierne sobre sus picos. Mis brazos están a ambos
lados de ella, aprisionándola para que no pueda escapar.
—No sé cómo sigues poniéndote cada vez más sexy. —digo
apretando mi núcleo—. pero lo haces.
Sus manos se deslizan por mis brazos flexionados mientras me
inclino y empiezo a acariciar un pecho y luego el otro. Los aprieto
con fuerza y chupo sus firmes pezones mientras ella gime debajo
de mí.
Lo hago hasta que la necesidad de volver a estar entre sus piernas
se apodera de mí. Vuelvo a ponerme de rodillas, le agarro las
piernas con fuerza, las separo y le como el coño con frenesí.
No tardo mucho en que se sacuda sobre la cama, a punto de
estallar. Le chupo el clítoris y meto un dedo en su caliente
agujerito mientras sus caderas se mueven al ritmo de mi boca.
—Córrete en mí. —gruño entre lametones—. Córrete en la boca
de tu hombre.
Sus gemidos se convierten en gritos a medida que la intensidad
aumenta hasta un punto febril. La agarro por el culo y acerco su
coño a mi cara, devorándolo sin piedad mientras su espalda se
inclina sobre la cama.
Se corre con fuerza. Los jugos calientes de su coño brotan a
borbotones, cubriéndome la boca y la barba mientras trato
desesperadamente de lamerlo todo. Su coño aprieta mi lengua
mientras oleadas y oleadas de felicidad la recorren.
Sí... Joder, sí...
Se agarra a las sábanas mientras el orgasmo la invade. Esos ojos
inocentes y sexys se cierran mientras siente un nuevo nivel de
placer. Un nivel que no sabía que era posible hasta ahora.
Mi lengua no deja de moverse mientras su coño caliente palpita
contra mi boca. Su espalda cae sobre la cama y empieza a
respirar entrecortadamente.
Lo único en lo que puedo pensar es en que quiero darle ese tipo
de placer todos los días a partir de ahora. No pasará un solo día
sin que esté metido entre esas hermosas piernas y le dé placer a
ese coño perfecto.
—Ven aquí. —me suplica cuando la última oleada de su orgasmo
la ha atravesado—. Por favor...
Me limpio la boca con el antebrazo mientras me levanto con los
ojos ardientes clavados en ella. Mi polla es una barra de metal.
Noto el pegajoso semen untado en mi muslo, pero sé que tengo
mucho más esperándola en mis huevos adoloridos.
Intenta recuperar el aliento, así que me agarro el cinturón
mientras le doy un segundo. Me desabrocho la hebilla y me abro
la cremallera. Sus preciosos ojos azules se agrandan un poco más
mientras me bajo los pantalones y los calzoncillos.
Mi enorme y dura polla sale disparada y me golpea el vientre,
manchándome los abdominales con una mancha de semen. Al
verla, se lame los labios con un gemido hambriento.
—Esta es tu polla, ángel. —le digo mientras la agarro y le doy
unas cuantas caricias— ¿Y de quién es este coño?
Jadea cuando lo acaricio con la mano.
—Tuyo. —gime—. Es todo tuyo, Dylan. No quiero a nadie más.
—Así me gusta. Ahora siéntate y vamos a desnudarte.
Se sienta y coge su vestido. La ayudo a quitárselo y se vuelve a
tumbar con sus preciosas tetas rebotando libres. Deslizo la palma
de la mano por su vientre hasta el sexy tatuaje de sus costillas.
—Las montañas me llaman y tengo ir. —digo mientras lo leo.
—Me llamaban para que fuera a verte. —me dice mientras me
mira—. Todo este tiempo, esa voz me llamaba para que viniera
aquí y pudiera encontrar a mi alma gemela.
Me inclino y la beso suavemente en la boca. —Ya estoy aquí,
cariño. Deja que haga que merezca la pena el viaje.
Me vuelvo a levantar con la polla dura en la mano. Su coño me
llama y tengo que ir...
Se mordisquea el labio inferior mientras me coloco entre sus
piernas y guío la cabeza hinchada de mi polla hasta su apretado
agujero virgen.
—Mierda. —siseo entre dientes apretados al sentir lo fuerte que
me aprieta. Estoy justo en la entrada y ya la siento tan
increíblemente apretada que me cuesta respirar.
Me agarra del brazo y tira de él, ansiosa por meterme hasta el
fondo.
No me pongo nada en la polla. Nunca habrá un condón en
nuestro dormitorio. Tampoco anticonceptivos. Quiero llenar a
esta chica con mi semilla. Quiero que su pequeño vientre maduro
se ahogue en mi semen caliente. Quiero fecundarla cada vez que
pueda.
Agarro una de sus caderas y la inclino hacia arriba mientras
introduzco lentamente mi polla en su interior.
Grita al sentir mi verdadero tamaño. Me clava las uñas en el
brazo y arquea el cuerpo, apretándome el pecho con las tetas
desnudas.
Su coño es como una pinza alrededor de mi polla, apretándola
mientras me baña en calor. No puedo concentrarme en otra cosa.
Es la sensación más hermosa que he experimentado nunca. Ser
el primer hombre en estar en el dulce coño de esta chica increíble
es la mejor sensación del mundo.
La cabeza de mi polla llega hasta su himen y ambos nos
estremecemos. Ya está... Ahora va a ser toda mía.
La agarro por la cadera y empujo con fuerza, desgarrando su
virginidad y tomándola para siempre. Ella grita mientras mi dura
polla se desliza más adentro, empujando hasta que mi pelvis
golpea su pequeño y duro clítoris.
La mantengo ahí, asombrado y abrumado por la increíble
sensación de ser engullido por su apretado calor. Las paredes de
su coño me aprietan con fuerza, pero me siento tan bien.
Después de unos segundos, retrocedo y vuelvo a penetrarla.
Tiene la mandíbula apretada y la frente contraída mientras le
rompo su dulce coño, pero sé que la incomodidad no va a durar
mucho. Tengo que follarla a pesar del dolor. El placer intenso está
al otro lado.
Tras unas cuantas embestidas, su coño empieza a abrirse y me
recibe con más facilidad. Su cara se relaja y empieza a excitarse,
gimiendo y rechinando contra mí mientras la follo con más
fuerza.
La hago gemir una y otra vez mientras se agarra las tetas y las
aprieta.
—¿Qué se siente? —le pregunto con la boca abierta— ¿Te gusta
que tu hombre te la meta?
—Oh, Dylan. —gime mientras se aferra a mis hombros—. Te
sientes tan bien dentro de mí.
Me meto un pezón en la boca mientras le meto la polla con un
ritmo firme y constante. Intento contenerme y ser suave y
delicado. Intento mantener la calma. Intento mantener el control,
pero cada vez es más difícil. Con cada embestida, la necesidad de
vaciar mi carga caliente dentro de ella y penetrar su cuerpo
maduro se hace más fuerte. Apenas puedo contenerlo. Necesito
sentir cómo se corre sobre mí.
—Date la vuelta. —gruño mientras la saco de golpe—. Túmbate
boca abajo.
Está desesperada por volver a tenerme dentro, así que se da la
vuelta y se tumba boca abajo con las piernas juntas.
Le doy una ligera palmada en el culo y luego agarro mi polla
cremosa y húmeda y la deslizo de nuevo dentro de ella.
—Mantén las piernas cerradas. —le digo mientras empiezo a
penetrarla más fuerte y más rápido.
—Dios, estás tan profundo...
Meto la mano bajo su vientre y juego con su clítoris mientras
deslizo mi polla dura dentro y fuera.
Está increíble así, con su melena rubia cayendo a lo largo de la
sexy curva de su espalda y su precioso culo a la vista.
Su coño está aún más apretado en esta posición. Apenas puedo
aguantar.
La cama empieza a balancearse mientras la cojo con más fuerza,
metiéndola y sacándola hasta que los dos gritamos y estamos a
punto de corrernos.
—Es hora de que te corras encima de mí, nena. —gimo en su
oído—. Quiero sentir tu coño caliente estallando sobre mi polla.
—Ya viene... —gime con los ojos apretados—. Puedo sentirlo.
Aumento el ritmo, penetrándola con más fuerza hasta que siento
que su coño me aprieta y empieza a correrse con fuerza.
Con un rugido carnal, meto mi polla todo lo profundo que puedo
en su calor virgen y la mantengo ahí mientras todo mi cuerpo se
estremece en un orgasmo atronador.
Mi semilla caliente sale de mi polla y entra en su dulce coñito.
Imagino que viaja hasta su vientre y la engendra, lo que hace que
el orgasmo sea mucho más dulce.
—Esa es mi chica. —susurro mientras ella se retuerce de placer
debajo de mí—. Sácalo todo con tu coño, nena.
Se agarra a las sábanas y yo la aprieto en la parte baja de la
espalda, utilizándola como palanca para clavarle la polla todo lo
que puedo.
Cuando lo último de mi semilla se ha transferido a su vientre, la
saco lentamente con un gemido. Miro mi polla cubierta de crema,
toda rosada por su virginidad, y me desplomo en la cama a su
lado.
Se acerca y me pone la mano en la espalda.
Tengo una semana con ella. Una semana para hacer que quiera
quedarse para siempre. Una semana para follármela en todas las
posiciones y en cada rincón de esta habitación.
Estoy preparado para el reto.
Haré que nunca quiera irse.
Se quedará aquí en las montañas conmigo.
Justo donde pertenece.
ASHLEY
Me queman las piernas y me arden los pulmones, pero me
esfuerzo más, subiendo la montaña a toda velocidad mientras
intento seguir el ritmo de Dylan.
Es una máquina. Creía que tanto músculo y tanto volumen le
harían ir más despacio, pero el tipo vuela montaña arriba como
si llevara un cohete atado a su bonito y duro culo.
—Podemos ir más despacio. —dice con cara de preocupación.
Probablemente mi aspecto sea asqueroso. Soy un desastre
sudado y tengo el pelo mojado pegado a la frente. Tina y Tiffany
se horrorizarían si me vieran.
—Puedes ir más despacio si quieres. —digo mientras cierro los
ojos y aprieto un poco más—. Sólo estoy empezando.
El camino se nivela -¡Gracias a Dios!- y caminamos más despacio.
—¿Estás bien? —pregunta, intentando no reírse.
—¡Estoy genial! —Digo, forzando una sonrisa mientras lucho
contra las ganas de vomitar. Unas ganas que cada vez son más
fuertes—. Me encanta correr por las montañas. Lo hago todo el
tiempo.
Me detengo y apoyo las manos en las rodillas mientras tomo una
bocanada de aire.
Esto es tan humillante. Apenas puedo respirar.
Nos despertamos y, después de divertirnos un poco, pedimos algo
al servicio de habitaciones y pasamos el rato en la cama mientras
nos lo comíamos. Siento una intensa curiosidad por este hombre,
quiero saberlo todo sobre él, así que le pregunté cuál era su
rutina normal por las mañanas. Me dijo que hacía footing en la
montaña todos los días desde que estaba aquí, así que le pedí
que me llevara.
Pensé que sería un agradable paseo casual, pero debería haber
sabido que ir de excursión con el Capitán América por aquí sería
como hacer una audición para American Ninja Warrior. No volveré
a cometer ese error. La próxima vez, veré si hay un telesilla o algo
en lo que pueda subirme y me reuniré con él en la cima.
—Sé justo lo que te va a hacer sentir mejor. —me dice mientras
me agarro las costillas, con un dolor agudo en el costado.
—¿Una pistola?
Se ríe. —Sígueme.
Caminamos durante unos minutos e intento entablar una
conversación fácil, pero cada dos palabras son un resoplido, así
que lo dejo rápidamente.
Me lleva al lugar del río donde lo vi por primera vez, aunque ahora
lo veo desde su punto de vista. Sonrío cuando veo el abeto
Douglas tras el que me escondí. Aún recuerdo cómo me
estremecía todo el cuerpo cuando vi su enorme figura en el agua.
—¿Nadar? —Digo con las cejas levantadas— ¿En agua fría? ¿Se
supone que eso me hará sentir mejor?
—Bañarse desnudo en agua fría. —me corrige.
Estoy a punto de protestar cuando se quita la camiseta y la deja
caer sobre una roca. En realidad, ya me siento un poco mejor...
Me siento en una roca y veo cómo se desnuda, se quita los
zapatos y luego se baja los pantalones cortos y la ropa interior.
Vaya...
Ver a ese monstruo largo y grueso nunca deja de ser impactante.
Esta vez, puedo mirar todo lo que quiera. Y lo hago. Mis ojos se
clavan en su hermosa polla mientras se adentra en el río.
No puedo creer que esa cosa estuviera dentro de mí. Anoche y
esta mañana. Y espero que más tarde si mi suerte continúa.
Mi coño también reacciona y se humedece cada vez más,
desesperado por un poco de presión. Me retuerzo en la roca
mientras él sale, mostrándome su precioso trasero. Me encanta
su culo. Me imagino viviendo con Dylan y tocándoselo cada vez
que pueda: en la cocina mientras cocina, cuando me cruzo con él
en el pasillo, cuando me despierto en mitad de la noche y le
agarro el duro y musculoso culo. Gimo mientras siento un
hormigueo en los dedos.
—¿Vas a entrar? —me pregunta con esos sensuales ojos
marrones oscuros brillantes.
No me gusta el agua fría, así que normalmente pasaría, pero
cuando un magnífico montañés musculoso y tatuado te pide que
te desnudes para él, te desnudas para él.
—De acuerdo. —digo, dispuesta a probar cualquier cosa por este
hombre, incluso nadar en agua helada.
Se queda de pie en el río con la espectacular vista del bosque y
las cimas de las montañas a sus espaldas mientras me observa
levantarme. Me pregunto si ha habido alguna vez una vista más
impresionante que la de este hombre desnudo en su hábitat
natural montañosa.
Dylan es muy masculino y me encanta lo protector que es
conmigo, siempre vigilándome y asegurándose de que estoy bien.
Sé que no hay nada que él no haría para mantenerme a salvo y
esa es una sensación agradable.
Soy una mujer independiente y orgullosa, pero es agradable
saber que puedo esconderme bajo el ala musculosa de ese
hombre siempre que quiera y dejar que me proteja.
Se pasa la mano por la espesa barba negra y me mira con ojos
acalorados mientras cojo la camiseta sudada y me la quito.
La dejo caer sobre la misma roca que la suya, pero mi camiseta
aterriza como una bofetada. Qué asco.
A continuación me quito los pantalones cortos, pero parte de la
timidez vuelve cuando llega el momento de quitarme el sujetador
deportivo y las bragas. ¿Cómo voy a desnudarme delante de eso?
Había oscuridad anoche y sábanas esta mañana, pero ahora no
hay nada bajo que esconderse. El brillante sol de la mañana me
ilumina y Dylan tiene un asiento en primera fila para el
espectáculo.
No puedo competir con él. Nadie puede, es perfecto.
Me mira con una inhalación aguda y siento un pequeño impulso
de confianza cuando veo que su larga polla empieza a
endurecerse.
Tal vez pueda entrar así...
Me meto en el agua -¡qué frío!- y él frunce el ceño.
—No se permite llevar ropa en este río. —dice con un movimiento
de cabeza, sus ojos se deslizan por mí—. Es la ley de las
montañas.
Parece disfrutar de la vista. Su polla es gruesa y empieza a
temblar. Mi coño reacciona con un pulso acalorado. Se va a llevar
un buen susto en unos segundos cuando lo moje con el agua
helada del río.
—Ley de las montañas, ¿eh? ¿Y quién hizo esa ley?
—Yo y mis compañeros montañeses. —dice—. Además, es malo
para el medio ambiente.
—¿Mi sujetador y mis bragas son malos para el medio ambiente?
—pregunto con una sonrisa— ¿En serio?
Niega lentamente con la cabeza. —No te tomaba por una
contaminadora, Ashley. Esto es muy decepcionante.
Pongo los ojos en blanco y me río. —De acuerdo. —Si tanto quiere
verme, ¿por qué no?
Me quito rápidamente el sujetador deportivo antes de perder los
nervios y lo tiro sobre la roca. Él respira agitadamente cuando
mis pechos desnudos caen. Lucho contra el impulso de cubrirlos
y, en lugar de eso, me quito rápidamente las bragas y las tiro
también detrás de mí.
La brisa fresca me produce un cosquilleo. O quizá sea la mirada
acalorada de Dylan.
Me observa como un lobo hambriento a un conejito cubierto de
salsa barbacoa. Tiemblo, pero no de frío.
Su enorme y larga polla se pone tan dura que se levanta, tocando
sus cincelados abdominales.
—Oh, hombre. —susurro en voz baja mientras le echo un buen
vistazo.
La oscuridad, las sábanas y la excitación también lo ocultaban.
Ni anoche ni esta mañana he podido verle la polla tan bien como
ahora.
Es preciosa. Tan masculina y dominante.
Mi cuerpo lo anhela mientras lo miro descaradamente. La visión
de su dureza y saber que esa dureza es toda para mí me provoca
un calor en el coño. Empiezo a desearlo.
Debe de estar tan desesperado como yo, porque la rodea con su
mano grande y fuerte, apretando el pene mientras me mira con
hambre. Una gota de semen rezuma de la punta y rueda por su
cabeza hasta su mano apretada.
Un pequeño gemido se escapa de mi boca mientras sigo esa gota
de crema. Se desliza por sus dedos y llega a sus enormes huevos
masculinos, que cuelgan y se balancean perfectamente debajo.
Parecen tan llenos, tan viriles, tan listos para descargar en un
cuerpo joven y dispuesto.
Da un paso adelante con una mirada voraz.
Quiero ver lo que tiene en mente, pero no puedo dejar que me
toque así. Estoy toda sudada y asquerosa.
Sin dudarlo, corro hacia el agua más profunda y me zambullo,
dejando que el agua fría fluya sobre mi piel enrojecida y caliente
y elimine el sudor pegajoso.
Está fría, pero también es estimulante. Me siento bien.
Salto de nuevo con un grito y veo a Dylan mirándome con una
sonrisa. Esto no es sólo una aventura. No es sólo un apasionado
romance de vacaciones.
No puede serlo.
Los hombres no te miran así cuando es sólo una aventura casual
de vacaciones. Esto se está convirtiendo en algo más. Esto es
mucho más...
—Pareces natural aquí fuera. —dice con sus ojos ardientes
clavados en mí. Bajan lentamente hasta mis pechos y mis
pezones duros como piedras antes de volver a mirarme con
lujuria.
—¿En serio? —digo con una risita—. Porque tengo la piel de
gallina.
Sonríe y se zambulle en el río. El agua fría me llega a la cintura,
pero el calor lujurioso vuelve a calentarme por dentro mientras él
se acerca nadando.
Cuando aparece frente a mí, estoy prácticamente ardiendo.
Se echa el pelo negro hacia atrás mientras se levanta, erguido
sobre mí. Sus grandes manos se tragan mis hombros mientras
se inclina y me besa con sus labios helados y su boca caliente.
Gimo y me vuelvo gelatina contra él. Incluso en este río frío, su
cuerpo es cálido y emana calor. Dejo que me caliente mientras
aprieto mi cuerpo contra el suyo.
Gime como una bestia cuando mi brazo roza su erección.
Sí...
Envuelvo su grueso pene con la mano y empiezo a deslizarla
arriba y abajo. Sus ojos se cierran y su enorme pecho se queda
inmóvil. Los gemidos y gruñidos que salen de su boca me incitan
a seguir.
—Joder, qué bien se siente. —gime mientras aprieto con más
fuerza, dejando que el agua del río lubrique su enorme polla—.
Me estás matando, ángel.
Se me hace agua la boca. Quiero más... Quiero sentir esta polla
gruesa y firme estirándome la boca como me estiró el coño
anoche. Quiero sentir a este hombre corriéndose en mi boca.
Quiero saborearlo.
—Ven. —le digo mientras me agarro a su polla de cemento y tiro
de él hacia la orilla.
En cuanto el agua me llega hasta los tobillos, me arrodillo en la
arena dura y me lamo los labios.
Su gran polla veteada está dura como una roca delante de mi
cara. Abro la boca y arrastro la lengua por los fríos bajos de su
miembro.
—Mierda. —sisea cuando llego a su cabeza hinchada y la cubro
con la lengua. Sale otra gota de semen y esta vez no dejo que se
escurra.
Maldice en voz baja mientras me ve recogerlo con mi pequeña
lengua codiciosa. Sabía que sabría bien. Salado, excitante y
perfectamente masculino.
Abro la boca y lo trago, gimiendo mientras su enorme tamaño me
empuja la lengua y el paladar. Intento que mis dientes no lo
toquen, pero me llena tanto que es casi imposible.
—Esa es mi niña sucia. —gruñe mientras sus grandes y exigentes
manos se deslizan por mi pelo mojado—. Tu boquita sexy me
gusta tanto.
Deslizo la boca arriba y abajo mientras agarro la gruesa base de
su polla. Me sorprende lo mucho que me gusta. Lo mucho que
me excita. Mi coño palpita, desesperado por entrar en acción.
De momento lo ignoro y centro toda mi atención en su hermosa
y sabrosa polla.
Me agarra la cabeza con fuerza y suelta un gemido gutural.
Mierda... Quiero sentir más de su poder. Quiero sentir su fuerza.
Quiero sentir cómo me la mete en la boca como me la ha metido
en el coño.
Lo saco con un grito ahogado y lo masturbo mientras miro sus
oscuros ojos lujuriosos.
—Folla mi pequeña boca sucia. —le suplico con una
desesperación que me estremece—. Quiero sentirlo.
Me quita la polla de la mano y la suelto mientras la rodea con su
fuerte mano.
—Abre bien la boca. —me dice con una voz gutural que nunca
había oído antes.
Apoyo las manos en los muslos, levanto la cabeza y abro todo lo
que puedo.
Me mete la polla en la boca y me agarra la cabeza por los lados.
Oh, sí... Oh, joder, sí. Él es tan caliente.
Me duele tanto el coño que me meto la mano entre las piernas
para aliviar un poco la tensión. Estoy empapada. Mis dedos se
cubren al instante de crema caliente mientras juego con mi coño
y froto mi clítoris con fuerza.
—Relaja la garganta, ángel. —me dice, mirándome con ojos
oscuros llenos de lujuria. Es tan jodidamente sexy. No puedo
creerlo. Verlo así, de rodillas mientras me someto a él, me excita
tanto que siento que voy a explotar.
—Deja que tu hombre tome el control.
Intento mantener la mandíbula y la garganta sueltas y relajadas
mientras él empieza a entrar y salir lentamente. Es tan grande.
Se me humedecen los ojos mientras me llena.
La cabeza de su polla se empuja hasta el fondo de mi garganta
mientras me froto el clítoris en círculos muy cerrados. Gimo ante
la hermosa sensación de ser rellenada por mi hombre. De
repente, me tenso y empiezo a ahogarme.
Dylan se retira rápidamente y me da un segundo para
recuperarme. —¿Estás bien, ángel?
Asiento y vuelvo a abrir la boca, ansiosa por volver a tenerlo
dentro de mí.
Me pasa la cremosa cabeza de la polla por los labios y vuelve a
metérmela con un gruñido masculino.
Los dos gemimos mientras su dura polla se desliza sobre mi
lengua. Entierro dos dedos en mi apretado y cálido agujero
mientras aprieto los labios en torno a él.
Sus exigentes manos vuelven a colocarse a los lados de mi cabeza
e intento mantenerme lo más suelta y relajada posible mientras
él empieza a deslizarse dentro y fuera.
Su gran cabeza hinchada me golpea la garganta y, cuando ya es
demasiado, se retira y me da un segundo para recuperarme.
Este hombre sabe leer mi cuerpo a la perfección. En cuanto lo
quiero de vuelta, vuelve a entrar y encontramos un ritmo
perfecto.
Me agarra el pelo mojado mientras entra y sale, cada vez más
fuerte, y más rápido.
Sí... Sí...
Le miro mientras me folla la boca y casi me corro al verlo. Está
tan sexy, con una mirada oscura y lujuriosa, mirándome como si
nunca hubiera visto nada tan caliente.
Mis dedos se mueven más rápido. Su respiración se hace más
aguda. Estamos a punto de estallar.
—¿Quieres que me corra en esta boquita tan sexy?
Intento decir que sí, pero me sale un gemido ahogado. Aun así,
me entiende y su cuerpo se tensa.
Asalto mi clítoris con una mano y agarro su duro culo con la otra.
Lo atraigo hacia mí, empujando su enorme y dura polla hasta el
fondo de mi garganta mientras me corro con fuerza sobre mis
dedos.
Él me aprieta el pelo con el puño y lo suelta con un rugido.
Jadeo y gimo al sentir su sabroso y caliente semen llenándome
la boca y bajándome por la garganta.
Es demasiado y me aparto con un gorgoteo. Rápidamente agarra
su polla palpitante y la acaricia con fuerza, disparando los
últimos chorros de esperma caliente sobre mis tetas desnudas.
Me trago lo que queda de él mientras el calor del orgasmo me
recorre las venas. Me mira con ojos oscuros y lujuriosos mientras
me froto su cremoso semen por todo el pecho.
No parece que haya terminado. Su polla sigue siendo una barra
de acero y aún tiene esa mirada hambrienta en los ojos.
Respiro cuando de repente me agarra y me levanta.
Es tan fuerte que parece que no peso nada mientras me sujeta
por los costados e intenta bajar mi coño abierto hasta su polla.
Me agarro a su gran hombro redondo con una mano y agarro su
firme pene. Lo introduzco en mi húmeda abertura.
Los dos gemimos de éxtasis mientras me la mete hasta el fondo,
llenando mi estrecho agujerito con cada centímetro de grosor.
Me agarro a sus hombros con todas mis fuerzas mientras me folla
con fuerza, metiéndome su enorme polla una y otra vez.
Es un viaje infernal, pero no dura mucho. Sólo unas cuantas
sacudidas gloriosas de las poderosas caderas de Dylan hacen que
nos corramos mutuamente.
Su semilla caliente llena mi coño mientras mis jugos calientes
cubren su polla perfecta.
Los dos estamos agotados después de los dos orgasmos y yo me
bajo de mi enorme hombre montaña y me hundo de nuevo en las
profundas aguas.
No aparto los ojos de Dylan mientras se acerca y se une a mí en
el río.
Nos relajamos en el agua, disfrutando de las vistas y del otro
hasta que un hombre se acerca por el sendero.
—¡Buenos días! —dice el anciano con un saludo jovial mientras
se acerca a la orilla del río— ¿Cómo está el agua?
Dylan tira de mí para protegerme mientras mira fijamente al
hombre. El alegre anciano no tiene ni idea de que un montañés
con aspecto de oso pardo le está mirando fijamente.
Sonríe y mira a las montañas mientras se quita la camiseta,
mostrando su enorme barriga.
—Okaaay. —digo mientras me doy la vuelta rápidamente
mientras el viejo se baja los pantalones y los calzoncillos. Debe
de ser el viejo que se baña desnudo del que me hablaron Tina y
Tiffany.
—¿Qué coño? —murmura Dylan en voz baja mientras el hombre
se lanza como un cañón al río.
—Es Phil. —susurro.
Dylan gira la cabeza y me mira sorprendido. —¿Lo conoces?
No puedo evitar reírme por la hilarante expresión que pone en su
cara.
—Sí. Ayer me bañé desnuda con él. No pensarías que eras el
única, ¿verdad? Qué lindo.
Se queda boquiabierto. Literalmente se le abre de par en par.
—¡Es broma! —Me apresuro a decir antes de que se ponga en
plan cavernícola—. Salgamos de aquí y dejémosle tener su tiempo
de él mismo.
Nos alejamos con cuidado mientras Phil flota sobre su espalda,
mirando el vasto cielo de Montana y ofreciéndome una vista que
nunca olvidaré.
Por mucho que lo intente.
ASHLEY
No puedo creer que la semana ya haya terminado. Ha pasado tan
rápido que no es justo.
Todavía hay tanto que quiero hacer con Dylan. Tanto que quiero
descubrir. Intento no pensar en volver a casa y recomenzar mi
vida de mierda con mi trabajo deprimente o empezaré a llorar y
no quiero que la última mañana juntos la pasemos conmigo
llorando.
Está sentado en la cama, mirándome con esos ojos oscuros tan
sexys mientras meto la ropa doblada en la maleta abierta.
Me tiemblan las manos al meter el bañador. ¿Qué va a pasar con
nosotros? ¿Va a haber siquiera un nosotros en cuanto suba al
tren que me lleva al aeropuerto? ¿Por qué parece tan tranquilo?
Quiero hacerle todas estas preguntas, pero sigo haciendo la
maleta e intentando no llorar.
—Sabes que esto no es el final, ¿verdad?
Mis ojos se clavan en los suyos. —¿Qué?
—Ya he reservado mi vuelo a Newark.
El miedo desaparece y la emoción ocupa su lugar. —¿De qué
estás hablando?
—Voy a verte dentro de dos días.
—¿En serio?
Sonríe y yo sonrío tan fuerte que me duelen las mejillas.
—¿Cuándo? ¿Pero...?
Sonríe mientras se levanta y se acerca. —De ninguna manera
este es el final, Ash. Somos el uno para el otro. Ya debes saberlo.
Asiento con la cabeza mientras miro fijamente a este hombre
increíble. ¿Ya ha reservado un vuelo? ¿A Nueva Jersey?
—Aquí tienes tus opciones. —me dice mientras se acerca a mí y
me acaricia las mejillas. Me duele el corazón mientras miro
fijamente sus preciosos ojos—. Me voy a Nueva Jersey y vivo
contigo. O voy a Nueva Jersey y te ayudo a mudarte.
—¿Mudarme?
Él asiente. —Sabes que este es nuestro sitio. Sé cuánto te gustan
las montañas. Me gustaría empezar una nueva vida contigo en
Greene Mountain. ¿Qué dices?
¿Qué puedo decir?
No hay nada que decir más que sí.
Me pongo de puntillas, le doy un gran beso húmedo en los labios
y luego sonrío mientras le miro fijamente a los ojos. —Digo que
sí, Dylan. Me mudaré aquí contigo. No hay nada que me apetezca
más que formar una familia en este pueblecito adorable.
Me aprieta las caderas con las manos y me dedica una hermosa
sonrisa. —Esperaba que dijeras eso.
Vuelvo a besarle, pero esta vez nuestras bocas permanecen
unidas. Nos besamos mientras nuestras manos empiezan a
explorar.
Tiro de él hacia la cama y se inclina sobre mí con ese cuerpo
enorme que tanto me gusta. Me quita rápidamente la ropa y,
antes de que pueda suplicárselo, me mete hasta el fondo su
enorme y gruesa polla.
Toda la tristeza y la preocupación desaparecen cuando me hace
suya.
Se viene a casa conmigo. Vamos a empezar una vida juntos.
Podré hacer esto con este increíble montañés todos los días de mi
vida.
Nos aferramos el uno al otro mientras me corro sobre él. Su
cuerpo reacciona y gimo con fuerza cuando siento su esperma
caliente llenándome.
No ha terminado...
De hecho, es sólo el principio.
Dylan y yo vamos a tener una larga historia. Y el capítulo dos
empieza ahora.
ASHLEY
—Espera. —digo mientras Dylan se agacha para recoger mi
cómoda—. Haré que Richard o Justin vengan a ayudarte.
Dylan me dedica una de esas sonrisas devastadoramente guapas
que siempre me marean un poco y luego levanta fácilmente mi
cómoda como si apenas pesara nada. Sé que pesa. Los cajones
siguen dentro y todos están bien apretados.
—Lo tengo, nena.
Ni siquiera forcejea. La enorme bestia se acerca, me besa en los
labios y se la lleva por el pasillo.
Richard se aplasta contra la pared a su paso. Me río cuando veo
su cara. Está mirando asombrado a mi nuevo hombre.
—Um, ¿dónde dijiste que encontraste a este tipo? ¡¿En las
montañas?!
Le conté la historia a mi mejor y más viejo amigo como media
docena de veces y siempre pensó que exageraba. Hasta que Dylan
bajó del avión y Richard pudo verlo en persona. Le hice una foto
de su cara. Es la foto que más me gusta de todas las que he
hecho. Tiene la mandíbula casi en el suelo y los ojos tan abiertos
y saltones que parecen de dibujos animados. No podía creer que
tuviera a alguien tan sexy. Justin y él se sonrojaron durante todo
el camino a casa desde el aeropuerto.
—Ese hombre pertenece a un museo. —dice Justin mientras
camina por el pasillo, abanicándose las mejillas sonrojadas con
mi correo—. Es impresionante, chica.
Sonrío orgullosa mientras Richard asiente como un pájaro
carpintero.
Mi corpulento montañés suele tener ese efecto en la gente. Atrae
las miradas de todo el mundo. No es tan malo en las montañas,
pero aquí en Nueva Jersey, todo el mundo mira. La gente para
los coches. Le graban. Es como caminar por la calle con Jason
Momoa. O Hulk.
—Último lote de correo. —dice Jason mientras me entrega la
pila—. La próxima vez que recojas el correo será en Montana.
—¿Cuándo podremos ir a visitarte? —pregunta Richard,
intentando que no se le salten las lágrimas—. Estaba pensando
en torno a Navidad...
—Pero quiero ver Montana en verano. —se queja Justin—. Los
vaqueros están allí en verano.
—También están allí en invierno.
—Sí, con gorros y abrigos de invierno. No es lo mismo.
—¡Haremos las dos cosas! —dice Richard, aplaudiendo como si
estuviera decidido.
Me alegro de que quieran venir. Voy a echarles mucho de menos.
Repaso las cartas mientras les oigo hablar de vaqueros. Volante,
volante, factura de la luz. ¡Mierda! Se me ha olvidado cancelarla.
Jadeo cuando le doy la vuelta al sobre y veo una postal.
La reconozco inmediatamente. Es de nuestra primera cita.
Tengo tantas ganas de leerla... He estado deseando leerla desde
el momento en que Dylan empezó a garabatear en el reverso.
Recorro con la punta de los dedos el pueblecito al que estoy
deseando volver. La nieve, las montañas, el restaurante donde
nos dimos nuestro primer beso. Ya me siento como en casa.
—¿Qué es eso? —pregunta Dylan con su voz grave mientras
vuelve a la cocina.
Todos mis amigos de la mudanza están descansando junto al
camión, así que estamos los dos solos en el piso casi vacío.
—Ha llegado. —le digo mientras le enseño la postal.
Sonríe. —Léela.
No puedo dejar que me mire mientras la leo, así que me doy la
vuelta con las mejillas sonrojadas y las manos temblorosas.
Respiro hondo y le doy la vuelta a la tarjeta. Mi timidez se
desvanece y un vértigo feliz ocupa su lugar cuando veo su letra
familiar. Incluso su letra es sexy, con las largas y curvas letras y
las palabras rasposas.
—Ya hemos pasado unos días juntos. —leo mientras él escucha
detrás de mí—. Y espero que te hayas dado cuenta de que soy el
indicado para ti. Supe que eras la indicada para mí en cuanto te
vi. Lo sabía con cada fibra de mi ser. Sabía en mi corazón y en mi
alma que te quería a ti, y sólo a ti, ahora y para siempre. Quiero
que seas mi esposa, Ashley. ¿Quieres casarte conmigo?
Se me cae la boca. ¿Eso es lo que escribió? ¿En nuestra primera
cita?
Está más loco de lo que pensaba.
Me doy la vuelta con el corazón desbocado, esperando que se
retracte, pero en lugar de eso, jadeo cuando lo veo de rodillas
sosteniendo una cajita morada.
—¿Qué estás...?
Levanta lentamente la tapa y descubre un precioso anillo de
diamantes. Me llevo las manos a la boca mientras lo miro atónita.

—Ashley. —dice con voz suave y sexy— ¿Quieres casarte


conmigo?
Se me saltan las lágrimas mientras le miro sin saber qué hacer
ni qué decir. Por millonésima vez desde que estamos juntos, este
hombre ha sacudido mi mundo por completo y me ha
estremecido hasta lo más profundo.
No hay duda de lo que va a pasar a continuación. Voy a decir que
sí, me voy a casar con este hombre maravilloso y vamos a pasar
el resto de nuestras vidas juntos en total felicidad.
—Como que necesito una respuesta aquí abajo. —dice con una
sonrisa.
—¡Lo siento! —le digo mientras me limpio las lágrimas de los
ojos— ¡Sí, me casaré contigo! Claro que me casaré contigo.
Se levanta de un salto, me coge en brazos y me hace girar
mientras mis amigos y mi familia me aclaman desde el pasillo.
Los dos nos giramos sorprendidos al verlos allí. Mi hermana
Megan, mis padres, Justin y Richard, que aplaude con más
fuerza. Parece muy emocionado por mí. Yo también estoy
encantada de que haya encontrado a su Dylan.
Todos se abalanzan sobre nosotros y nos tragan en sus cariñosos
brazos.
—¡Un momento! —dice Dylan riendo—. Tengo que ponerle el
anillo.
Todos contienen la respiración, yo incluida, mientras él me coge
la mano y me pone el anillo.
Los aplausos estallan a mi alrededor mientras mi gran hombre
de montaña me toma de las mejillas y me atrae para darme un
beso delicioso.
Nos vamos a casar.
DYLAN
Seis meses después...
No puedo creer lo hermosa que es mi novia. Me duele el corazón
mientras la abrazo y bailamos por primera vez como marido y
mujer.
La banda canta Wouldn't It Be Nice de los Beach Boys mientras
abrazo a Ashley como si nunca fuera a dejarla marchar.
—Prometí que bailaríamos esto en nuestra boda. —digo
sonriendo— ¿Te acuerdas, en nuestra primera cita?
—Por supuesto. —dice con esos preciosos ojos azules brillando
como pequeños océanos tropicales— ¿Cómo iba a olvidarlo?
Me alegro mucho de que todos sus amigos y familiares hayan
venido a nuestra boda. Es un largo camino desde Nueva Jersey a
Montana, pero creo que el alojamiento gratuito ayudó. Mi
hermano (y padrino) Owen tuvo la amabilidad de cedernos
gratuitamente todo el hotel para el fin de semana largo.
Es un lugar precioso. Nos casamos esta tarde con las
impresionantes montañas como telón de fondo. ¿Qué mejor lugar
para decir nuestros votos que el lugar mágico donde nos
enamoramos?
El mes pasado compramos una casa adorable a las afueras de la
ciudad. No hay vecinos a la vista y la vista de las montañas
nevadas desde nuestro porche hace que no queramos irnos
nunca. Podría sentarme ahí fuera con mi chica para siempre y no
aburrirme.
Hasta ahora, vivir aquí ha sido todo lo que podíamos esperar. Nos
encanta.
Ashley parece tan relajada y en paz. Finalmente parece que está
en el lugar donde se supone que debe estar. Parece tan feliz.
Mantengo la mirada fija en mi impresionante novia mientras la
banda nos canta una serenata y nuestros amigos y familiares
gritan por toda la pista de baile.
Es el momento más feliz de mi vida.
Juro que lo digo todos los días, pero entonces Ashley hace algo
gracioso o me mira de cierta manera o me toca con ternura y
tengo un nuevo momento feliz. Son interminables con esta chica
increíble a mi lado.
No puedo creer que sea mi mujer. No puedo creer lo afortunado
que soy.
La abrazo fuerte mientras la canción llega a su fin.
Cuando termina, me inclino y la beso, y el público enloquece.
Espero que disfruten del espectáculo, porque es lo único que van
a ver.
El verdadero espectáculo empieza esta noche y vamos a estar los
dos solos.
Tenemos la espectacular suite Aspen, servicio de habitaciones
gratuito e ilimitado, cortesía de mi hermano y su mujer, y una
cama gigante y cómoda. No nos iremos hasta dentro de una
semana.
¡Este matrimonio va a empezar bien!
ASHLEY
Doce años después...
—¡Mira, mamá! ¡Una rana!
Mi pequeño Thomas se gira hacia mí con una enorme sonrisa en
su adorable rostro. Con esos ojos marrón oscuro y esa preciosa
sonrisa, parece una versión en miniatura de Dylan.
—¿Quieres verla más de cerca? —le pregunto mientras giro el
kayak y empiezo a remar hacia el grupo de nenúfares.
Está sentado delante con una gran sonrisa de emoción en la cara.
Estos kayaks han sido una gran idea.
Miro alrededor del lago y veo a mi familia más adelante en sus
kayaks. Dylan está en medio del precioso lago rodeado de
nuestras tres hijas, Mackenzie, Daisy y Lynn. Le están hablando
a los cuatro vientos mientras nuestro hijo mayor, Jack, rema por
la orilla, probablemente intentando avistar de nuevo una nutria.
La semana pasada vimos una y eso le alegró el día.
—Ahí hay otra, mamá. —dice Thomas mientras señala una gran
rana toro que nos mira cansada mientras nos acercamos— ¡Y
otra más!
Con cuidado, meto mi remo debajo de la rana más grande
mientras Thomas la observa asombrado. La rana se posa sobre
mi remo y la acerco a mi hijo.
—¿Puedo tocarla?
—Claro.
Extiende un tímido dedo y toca el lomo de la rana. La rana dice
“a la mierda”, salta de la pala y aterriza en el lago con un pequeño
chapoteo.
Thomas se echa a reír y la adorable expresión de su cara hace
que mi corazón se apriete tanto que siento que va a estallar.
Es mi último bebé e intento aprovechar cada momento.
Realmente pasa muy rápido.
Miro a lo lejos la enorme espalda de Dylan y recuerdo nuestros
primeros días juntos. Parece que fue ayer, aunque ya hayan
pasado más de doce años.
Sabía que era especial cuando lo vi por primera vez, pero no sabía
que cambiaría mi vida tan radicalmente.
Una semana con él y ya estaba cruzando el país, empezando una
nueva vida y casándome con el hombre de mis sueños. No he
mirado atrás desde entonces.
Me mira por encima del hombro -siempre lo hace- y sonrío. Él me
devuelve la sonrisa.
Algo pasa entre nosotros en esa mirada.
Es una mirada llena de amor, compromiso, gratitud y la certeza
de que estamos exactamente donde queremos estar...
En un impresionante lago en las montañas espectaculares con
nuestra familia amorosa a nuestro alrededor.
No hay nada mejor que esto.
DYLAN
Cuarenta años después...
Este año he cumplido ochenta y cuatro y mi bella esposa setenta
y cuatro.
Sigue siendo tan sexy como siempre.
Una simple mirada suya es capaz de excitar a este viejo.
—¿Qué estás pensando? —me pregunta con una sonrisa
cómplice mientras estamos sentados en el porche viendo la
puesta de sol.
Le sonrío. —Ya sabes lo que estoy pensando.
Se ríe, sacude la cabeza y vuelve a mirar el paisaje. —Creía que
a los ochenta ya habrías dejado eso.
—¿Qué? ¿El sexo?
Se ríe.
—Ash, voy a tener cien años y te seguiré deseando como si fuera
el día de nuestra boda. Nunca te vas a librar de mí.
Me encanta que todavía pueda hacer que sus mejillas se
sonrojen.
—Tendré la cadera rota y el corazón destrozado y seguiré
persiguiéndote por toda la casa.
Se ríe mientras bebe un sorbo de vino. —No me gustaría que
fuera de otra manera.
Le tiendo la mano y me la coge.
Nos abrazamos mientras contemplamos la espectacular puesta
de sol sobre las montañas. No sé cuántos días de estos me
quedan, pero voy a apreciar cada uno de los que pase con mi
chica.
Hemos tenido una vida increíble. Absolutamente perfecta.
Estaba tan perdido hasta que ella me encontró. No sé dónde
estaría sin ella. Diablos, no quiero saberlo. No quiero ni pensar
en la vida sin esta belleza a mi lado.
Hemos tenido cinco hijos increíbles juntos y este otoño va a nacer
nuestro decimotercer nieto.
Es un legado del que ambos estamos orgullosos. Un legado por
el que doy gracias cada día.
Llevamos juntos más de medio siglo y nunca he dado un
momento por sentado. Sé lo especial que es Ashley para mí y
nunca lo olvidaré.
Aún recuerdo con perfecto detalle el aspecto que tenía en nuestra
primera noche juntos. Ese vestido negro... Esas tímidas mejillas
sonrojadas... La emoción en sus ojos azules.
Tiene más canas y arrugas desde entonces, pero sigue siendo
igual de guapa.
—¿Sabes qué es más divertido que las puestas de sol? —le
pregunto con una sonrisa.
Se sonroja y se sube un poco más la manta por el regazo.
—Déjame adivinar. ¿Tiene que ver con el dormitorio?
Sonrío. —Me has leído el pensamiento.
—De acuerdo. —dice mientras se bebe el resto del vino—.
Tómame, Sr. Montañés. Finjamos que es nuestra primera noche
juntos.
Sonrío mientras me levanto y deslizo mis brazos por debajo de
ella. Chilla de placer cuando la levanto.
Puede que esté viejo y arrugado, pero estos músculos aún
funcionan y todavía puedo cargar a mi chica.
Nos besamos mientras los últimos rayos de sol desaparecen
detrás de las montañas y luego la llevo dentro para sacudir su
mundo una vez más.

FIN.

También podría gustarte