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Homo Musicalis Primeras

Este libro trata sobre la evolución de la música y la inteligencia humana a través de la historia. Explora cómo la música ha estado presente en diferentes aspectos de las sociedades humanas como la religión, la ciencia, la política y la guerra. El libro también examina la relación entre la música y el cerebro humano.

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Homo Musicalis Primeras

Este libro trata sobre la evolución de la música y la inteligencia humana a través de la historia. Explora cómo la música ha estado presente en diferentes aspectos de las sociedades humanas como la religión, la ciencia, la política y la guerra. El libro también examina la relación entre la música y el cerebro humano.

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Luis Antonio Muñoz

HOMO MUSICALIS

Una historia de la evolución musical


y la inteligencia humana

Prólogo de
Espido Freire

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Índice

Agradecimientos ............................................................. 13
Prólogo, por Espido Freire ................................................. 17
Escuchar este libro ........................................................... 21
¿Por qué soy músico? ....................................................... 23
¿Qué es la historia? ........................................................ 27
¿Qué es Homo musicalis? ................................................. 29

PARTE I
LA FORMACIÓN DE LA INTELIGENCIA MUSICAL.
ALLEGRO MA NON TROPPO

Capítulo 1. Música humana. El camino


a la inteligencia .............................................. 33
La cueva: un templo-auditorio sagrado ..................... 34
Hacemos música porque somos música .................... 39
Followers y haters de Pitágoras .................................. 40

Capítulo 2. Música divina. Las canciones de los dioses ... 49


Música, civilización y religión ................................. 50
Orfeo y Cristo. Dioses que resuenan ........................ 55
Y Dios se hizo música. El canto llano ....................... 63
Tiempo y oración. Las horas litúrgicas ...................... 67

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8 H o mo mus i c a lis

Capítulo 3. Música mundana. El sonido


de la naturaleza .............................................. 71
Patrones musicales en el reino animal ....................... 72
La conexión biológica del sonido. De monos y pájaros .... 77
¿Pueden oír las plantas? La música del reino vegetal ...... 84
Tierras, agua y ciclos. El sonido del tiempo ............... 90

Capítulo 4. Música celeste. La armonía del cosmos ..... 97


Una sinfonía mágica. El baile de los planetas .............. 98
Música y cosmos en el Renacimiento ...................... 107
Johannes Kepler. El acierto en el error ...................... 111
El sonido musical del universo. Todo vibra ................ 115
Composiciones para las estrellas ............................... 117

PARTE II
LA MÚSICA Y EL CEREBRO.
SCHERZO. MOLTO VIVACE

Capítulo 5. El cerebro musical. Cómo percibimos los


sonidos ........................................................... 125
La música. La clave de nuestra inteligencia ................ 126
Músicas humanas. Sueño, sexo, amor, humor
y memoria ..................................................... 129
Sé verla al revés. De pareidolias e inversiones acústicas ... 135

Capítulo 6. La música como lenguaje .......................... 147


Melodías dulces y tartas de queso ............................ 148
Música y perspectiva de género. Caminos
por recorrer .................................................... 152
Retóricas y músicas reservadas ................................ 157

Capítulo 7. Los colores de la música. Sonido y sinestesia .... 167


¿De qué color era la manzana de Newton? Música y
discos de color ................................................ 168

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Í n dic e 9

Pintando la música con órganos de colores ................ 173


Sinestesia, cerebro y música .................................... 176

Capítulo 8. Criptografía musical. Melodías


escondidas ....................................................... 183
Tus enemigos te buscan. Partituras cifradas, guerra y
diplomacia ..................................................... 184
Homenajes musicales escondidos. Romanticismo,
estética y juego ............................................... 190
El siglo xx. De espías y tesoros nazis ........................ 194

PARTE III
MÚSICA, SALUD Y ENFERMEDAD.
ADAGIO MOLTO E CANTABILE

Capítulo 9. Músicas que curan. Musicoterapias ........... 205


Ibuprofeno o canción. ¿Qué me tomo, doctor? .......... 206
Una breve historia de la musicoterapia ..................... 209
Música y ciencias inexactas. De la «resonancia
Schumann» al «efecto Mozart» .......................... 217
Canciones para tiempos difíciles. Pandemias
y música ........................................................ 223

Capítulo 10. Melodías peligrosas. Música y muerte ...... 239


De amusias y musicofilias. Disfunciones del cerebro
musical .......................................................... 240
Los músicos y sus mentes complicadas. Drogas
y locuras ........................................................ 244
Canciones que podrían matarte ............................... 251
Charles Manson y las redes sociales .......................... 254
Del rock al black metal.Violencia estética ................... 258
Música y violencia teatral. Juicios mediáticos ............. 263

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10 H o mo mus i c a lis

PARTE IV
MÚSICA, POLÍTICA Y GUERRA.
RECITATIVO Y CORAL. PRESTO

Capítulo 11. Protesta política. Disidencias musicales ... 273


Canciones para el pueblo en la vieja Europa .............. 274
Conflictos de largo recorrido. Israel, Palestina
y Sudáfrica ..................................................... 279
Te doy una canción. Revoluciones musicales
en España y América Latina ............................... 281
Estados Unidos. Música y contraculturas ................... 285
El espíritu crítico del rock. ¿Moda o revolución? ........ 290

Capítulo 12. Música, guerra y humanidad ................... 299


Te canto lo que debes pensar. Música y opinión
pública .......................................................... 300
El origen de la música guerrera ............................... 303
Batallas musicales y efemérides sinfónicas .................. 307

Capítulo 13. Guerras de canciones en papel ................. 315


La guerra en papel. Partituras y propaganda ............... 316
Tipos de canciones. La guerra en los teatros .............. 319
La Guerra Civil española. Un país dividido
en canciones ................................................... 325

Capítulo 14. Guerras audiovisuales ............................. 337


La radio: una nueva arma ....................................... 337
Nazismo y música degenerada ................................ 341
Música y campos de concentración.Tocando por tiempo ... 349
Guerras televisadas y listas de éxitos ......................... 356

Finale ......................................................................... 365


Bibliografía ................................................................... 367

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Prólogo
Por Espido Freire

L eí las galeradas de este libro, las pruebas previas a que se convir-


tiera en el precioso objeto que tienes entre tus manos, como
si estuviera bebiendo las páginas a sorbos largos, con pausas breves
en las notas a pie de página y otras más largas en las sugerencias
de audio que Luis inserta: y cuando acabé, escribí al autor para
decirle lo que pensaba. Que no sabía cómo cumplir con el encar-
go con el que me había comprometido, que era la redacción de
un prólogo, como antes de este había hecho en muchas otras
ocasiones.
Y lo cierto es que creo que estas primeras palabras sobran en un
libro tan completo, tan exhaustivo, documentado y cuidado con
tanto mimo que nada puede decirse que no lo estropee. Hay veces
en que una voz ajena estropea la labor de todo un coro. Una mano
que señala puede romper el encanto de una escena en silencio.
Cuando lo que se debe decir se dice de una manera precisa y com-
pleta, todo añadido estorba. Intentaré estorbar lo menos posible.
No quiero estropearle al lector el placer de descubrir por sí
mismo cada una de las secciones en las que este libro se desgrana: la
inteligencia y la música, el viaje a las cavernas a través del cuerpo,

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18 H o mo mus i c a lis

la voz, el sonido y el ruido. Lo que de divino se encuentra en la mú-


sica, y lo que de esa divinidad se contagia a la naturaleza o, por el
contrario, se absorbe de ella. Esa nostalgia de otros mundos, esa mú-
sica de las esferas apenas intuidas. Y con eso, como diría Lope de
Vega, hemos dejado atrás esa primera parte, ese primer cuarteto.
No quiero tampoco caer en esa alabanza por el talento o la gra-
cia del autor que a menudo se encuentra en los prólogos de los
amigos.Vivimos un momento en el que la amistad se muestra como
si fuera un bien más, un complemento más, y yo creo que es dema-
siado preciosa como para manosearla en público. Otra cosa es el le-
gítimo orgullo porque un amigo, en este caso Luis Antonio Muñoz,
haya dado con un lenguaje propio y con un tema delicioso.Y, crée-
me, ese orgullo existe.
Creo que lo más discreto que puedo hacer es asegurarte que la
lectura de este libro se parece, con gran exactitud, a una conversa-
ción cualquiera con su autor: como en toda charla, no existe un
tema previo, aunque suele fijarse en los primeros momentos. Y a
partir de ahí, con Luis no hay diferencia entre un tema banal y otro
serio, entre lo que de manera convencional entra en los parámetros
de la cultura y lo oficioso: todo lo aborda con el mismo interés,
como si la curiosidad, que en la mayoría de las personas se agota al
final de la infancia, o tras los primeros sorbos a un tema, no le aban-
donara nunca.
Prepárate para un viaje largo (entra, si quieres, en la segunda
parte del libro: recorrerás aquello que crees que se percibe con los
oídos para entrar en la música como lenguaje, como sinestesia, co-
lor, sabor y tacto.Y, sin que sepas muy bien ni cómo ni de qué for-
ma, habrás acabado en los mensajes secretos que se ocultan en la
música, en el espionaje y entre los terrores de la época nazi).
Sí, así recuerdo todas las conversaciones con mi amigo, a veces
compartidas con otros locos del lenguaje, de los instrumentos o de
la escena, a menudo callados todos en torno a lo que decía este mu-
chacho que comenzó en la música, como tantos otros, por azar y si-

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P r ó log o 19

guió en ella casi como una costumbre, hasta que se planteó abando-
narla por aburrimiento.
Por suerte, algo ocurrió en ese momento: las esferas giraron un
cuarto de su eje, y se produjo algo excepcional. Esas melodías que
había repetido a machamartillo, esas teclas que conocía de memoria
pero sin alma, cobraron un sentido nuevo. Hay quien se enamora de
una mujer, de un hombre al que lleva años viendo a diario, de pron-
to, porque la luz cae sobre su rostro de una manera diferente, o por-
que una frase cobra otro sentido. Luis se enamoró de la música
cuando entendió, en una revelación súbita, que era más de lo que
hasta entonces conocía, que existía en ella secretos, diversión, un
mundo entero que se revelaría a partir de ahora.
Y así llegamos a la tercera parte: ¿puede la música curar? ¿Puede
la música herir, matar? Para el autor de este libro, la música le ha lle-
vado a países y lugares exóticos, a experiencias que le han hecho ver
su cuerpo desde otra perspectiva y su mente desde otros ángulos. Le
ha dado la vida, y le ha obligado a vivir cada instante como se escu-
cha una melodía: con intensidad, porque no existe otro momento
fuera de ese. Sobre la muerte me permitirás que no te hable. Nos ha
rozado con demasiada intensidad como para invocarla, como para
mencionarla aunque sea leve, insinuada en la música.
La amistad no solo conserva secretos sino que se recrea en ellos.
Y Luis conoce no solo la importancia de los secretos, sino también
su revelación a unos pocos elegidos. Al fin y al cabo, no se accede al
conocimiento como un regalo, sino como una búsqueda, a menudo
a tientas, una tonadilla que se escucha a lo lejos y de pronto desapa-
rece en el camino.
Cuando un sueño de palabras y teatro llamado El hogar del
monstruo se hizo realidad en 2016, yo me encontraba en un escena-
rio y Luis vestía de música lo que yo contaba en mi monólogo. Al-
gunas de las conversaciones más interesantes de ese año las mantuve
con él. En ellas se mezclaban las creencias sobre el amor y sobre el
desamor, la búsqueda de señales en la nada, las dificultades para

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20 H o mo mus i c a lis

aceptar el mundo tal y como era y a nosotros mismos tal y como no


éramos, la mitología y la simbología, lo que escondíamos y lo que
mostrábamos. No sé si él recordará algunos de esos momentos: un
estreno teatral conlleva siempre prisas, nervios y flashes de momen-
tos muy vívidos. Pero en este libro, entretejidos con su temática (y
aquí llegamos a la cuarta parte, la propuesta política y de justicia, las
revoluciones, la manipulación y la rebeldía, los himnos y la manera
de difundir la música, la manera de sentir y transmitirla) he encon-
trado ecos de aquello que siempre nos ha preocupado a los dos:
compartir la pasión por lo que amamos, preservar, en un mundo
demasiado basto, demasiado rápido, algo de la delicadeza, la fragili-
dad, la fortaleza de hilo de seda del arte.
Creo, cuando este prólogo se acaba, lo mismo que pensaba
cuando comencé: que estoy sirviendo como una pantalla que de-
searás ya apartar, impaciente, antes de que el libro empiece. Soy
consciente del honor, del cariño que Luis me concede al unir mis
palabras a las suyas, mi voz a las que circulan por el libro, mi mirada
a la de filósofos, compositores, escritores y pensadores en los que se
apoya. Solo puedo alentarte a que leas con la pasión con la que ha
sido escrito, que absorbas este texto porque te dará más en cada re-
lectura, más de lo que te pide.Te devolverá el tiempo que le regales
multiplicado en hondura y en placer. Siéntate, pasa, escucha, curio-
sea.Ya no serás el que eras. Bajo la dirección de Luis te habrás trans-
formado, hombre o mujer, en un Homo musicalis.

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Escuchar este libro

U lises volvió a Ítaca sin ser el mismo que salió años atrás.Y qui-
siera que este viaje fuera algo similar para ti, porque leer un
libro debería ser siempre un viaje iniciático que nos cambie. Si-
guiendo el mismo criterio que mi primera publicación Historia
oculta de la música (La Esfera de los Libros, 2020), he considerado
convertir su lectura en una experiencia sonora para que realices, si
quieres, un viaje diferente. De la misma manera he acompañado las
citas musicales con ejemplos y audiciones que siguen el orden de
aparición en el texto. Están señalados como notas a pie por este
signo: . Al leer, podrás crear tu propio mapa sonoro gracias al
material que se encuentra convenientemente ordenado en el canal
de YouTube: HistoriaOcultadelaMúsica.
Así, el canal creado para el primer libro se redimensiona incor-
porando las nuevas audiciones pertenecientes a esta publicación. El
libro tiene una lista de reproducción propia titulada HOMO MU-
SICALIS (Libro). Está clasificada por capítulos numerados según el
índice. Por tanto, cada capítulo se convierte en una lista que ha sido
pensada para completar la información del texto y que personalices
tu experiencia de lectura, aunque no sea indispensable para la com-
prensión del contenido. Soy consciente de que esta forma implica
un mayor esfuerzo y una serie de elecciones por tu parte, pero tam-
bién te puede aportar una mayor riqueza al consolidar los concep-

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22 H o mo mus i c a lis

tos mediante una impresión sonora y creando, en mi opinión, algo


muy importante: un conjunto de emociones.
Sobre todo, me haría muy feliz que lo disfrutaras junto a la lec-
tura tanto como yo lo he hecho al darle forma.

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¿Por qué soy músico?

M i sueño siempre fue jugar al baloncesto. El baloncesto era mi


vida. Llegué a entrenar con figuras conocidas como el selec-
cionador nacional Antonio Díaz Miguel o Aíto García Reneses.
Pero en una de mis primeras inocencias perdidas y con diecisiete
años tuve que asumir que debido a una lesión no podría dedicarme
a mi primera pasión. Y entonces, sin quererlo, apareció la música.
De hecho, estudiaba desde los diez años, pero a los diecisiete la
música (sobre todo la clásica) era una actividad que me aportaba
más sufrimiento y aburrimiento que otra cosa. Algunos de mis
profesores de aquella época serían grandes músicos, pero andaban
un poco escasos de pedagogía. En algunas ocasiones lloré y sentí
miedo o rechazo al ir a mis clases de música. Pero tengo la suerte
de tener unos padres maravillosos que me apoyaron en todo, inclu-
so en no presionarme para estudiar.
Mi casa estaba llena de instrumentos a los que siempre tuve ac-
ceso gracias a mi padre, que daba clases de música en el colegio al
que yo asistía. Más tarde llegaría un piano vertical que supuso un
gran esfuerzo familiar y que agradezco enormemente. También
pude ir a clases que me permitieron estudiar solfeo, armonía, con-
junto coral, etc. Y con aquellos diecisiete años decidí plantearme
que no quería seguir estudiando música. Estaba convencido de que
mis padres se iban a enfadar y era consciente del esfuerzo que había

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24 H o mo mus i c a lis

supuesto para ellos. Después de comentarlo, mi padre dijo algo así:


«Bien, hijo, me lo podrías haber dicho antes y me habría ahorrado
algún dinero, pero si es lo que quieres, está bien». Mi madre asintió,
cómplice. Ambos siguieron haciendo sus cosas y yo me quedé pen-
sando.
Y entonces se produjo la magia. Fui rápido hasta el piano que
estaba en el dormitorio que compartía con mis hermanos. Era
como si fuera a despedirme de él y sintiera que no tenía sentido
que ocupara tanto espacio, ni físico ni emocional. Puse mis manos
sobre el teclado y comencé a tocar. Sentí esa especie de estado
de relajación en el que entras cuando haces música sin preocupar-
te del juicio de terceros. Estuve una o dos horas ahí.Y me di cuenta de
algo que cambiaría mi vida desde entonces. Era posible hacer música
y divertirse.
Al hilo de esta idea y más o menos por esas fechas pude rati-
ficarlo gracias a tres compañeros de clase de solfeo que me conven-
cieron para ver un show de Les Luthiers en un teatro de la calle Al-
calá de Madrid. Yo casi no sabía quiénes eran y estuve a punto de
no ir porque la entrada resultaba cara para mí. Pero no me arrepentí
de aquella «inversión», ya que no recuerdo un momento en el que me
haya reído más, sobre todo por la conexión que sentí entre humor
e inteligencia. Cuando salimos los cuatro del teatro estábamos eufó-
ricos y decidimos montar un grupo, porque en el fondo lo único
que deseábamos era pasarlo bien haciendo música. Aquel grupo fue
un cajón «desastre» maravilloso y sobre todo enriquecedor. Eso sí,
nunca dimos ningún concierto. Unos cuantos años después pude
conocer en persona a aquellos músicos que tanto admiro y entre-
vistarles en un programa que dediqué en Radio Clásica a la relación
del humor y la música. Lo primero que hice fue recordarles que
gracias a ellos comprendí que era posible hacer música y pasarlo
bien. Sería una hora de conversación deliciosa con Carlos López
Puccio, Jorge Maronna y Tomás Mayer. Hablamos de política, de es-
peranza y de humor.

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¿ P o r qué s oy mús ic o? 25

Recuerdo la primera vez que hice música en público. Estaba tan


nervioso que al salir al escenario mi cerebro borró a los que estaban
allí. Eran mis compañeros del instituto, a los que podía sentir, pero
no podía ver. Solo percibía una especie de color gris. Salí y toqué el
piano vertical del salón de actos por primera vez, con tanta tensión
que lo levantaba con las rodillas. Desde entonces, esa adrenalina se ha
convertido en una emoción controlada que da sentido a todos estos
años de profesión.También recuerdo muchas primeras veces. La pri-
mera vez que grabé un disco, que escuché una orquesta sinfónica,
que sentí que podía dedicarme a la música dando clases o talleres
para difundir y transmitir la pasión que siento por este arte.
La música me ha dado muchas cosas. Lo primero, la posibilidad
de conocer a personas muy interesantes que me han aportado mu-
cho como profesionales y seres humanos. He podido cantar en luga-
res tan icónicos como el Musikverein de Viena, o con orquestas tan
prestigiosas como la Filarmónica de Nueva York, Dresde y la BBC;
he podido viajar a países exóticos y diferentes como Kazajistán,
Kuwait, Panamá y Kenia, entre otros muchos. También he hecho
música en lugares tan extraños o peculiares como centros penitencia-
rios, mercados, ruinas de teatros romanos, por no hablar de museos
vacíos, galerías de arte, discotecas, plazas de toros, playas multitudina-
rias o barcos. He cantado delante de reyes, presidentes, políticos, o
algunas de las personas más poderosas de la Tierra, auditorios for-
mados por ancianos de una residencia, internos de centros de reha-
bilitación de drogas, una iglesia góspel en medio de Harlem o un
teatro lleno de ochocientos niños. He visto auditorios enteros llo-
rando o riendo, bailando o cantando, y lo más emocionante: he sen-
tido el silencio previo a cada obra musical. Un silencio humano, que
como dice John Cage es todo menos un silencio vacío.

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¿Qué es la historia?

H eidelberg es una ciudad alemana junto al río Neckar que des-


taca por su castillo-palacio y por la universidad más antigua
del país. Pero lo más curioso es que en esta ciudad se cuenta la
historia de que habiendo sido un centro neurálgico del Partido
Nazi, no fue bombardeada por los aliados porque Estados Unidos
quería que la ciudad sirviera como guarnición después de la guerra.
De hecho, como Heidelberg no era un centro industrial, los ataques
aéreos se centraron en las ciudades de Mannheim y Ludwigshafen.
Pero resulta que estando allí pude sentarme a charlar un rato con
una mujer que trabajaba como guía. Se llamaba Astrid y me contó un
relato que, de ser cierto, podría cambiar la historia oficial de la ciu-
dad. Me dijo que, haciendo un tour en inglés con un grupo de
turistas muy mayores, ella les explicaba por qué la ciudad se había
salvado de los bombardeos aliados. En un momento del relato, un
señor bajito, quizás el mayor del grupo, levantó la mano reclaman-
do atención.Todos le escucharon atentamente mientras les contaba
que había sido piloto en la Segunda Guerra Mundial en un escua-
drón que tenía entre sus planes la orden de bombardear Heidelberg.
El hombre terminó diciendo:
—¡Ese día no pudimos bombardear, porque la niebla cubría
toda la ciudad! No teníamos GPS, así que tuvimos que descargar las
bombas en Mannheim.

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28 H o mo mus i c a lis

Esta historia podría no ser cierta. De hecho, podría ser una dis-
torsión involuntaria de aquel señor; o de la propia guía. O incluso
mía. Pero lo más fascinante es que de haber ocurrido así, en Heidel-
berg deberían dedicar una fiesta a la niebla y no lo saben. Así, con la
vieja máxima de si non e vero e ben trovato, aprendí que la historia no
es solo lo que muestran los datos observados, sino que detrás de los
hechos siempre existen otras lecturas donde ciertos factores huma-
nos son determinantes. La obligación de un historiador para inves-
tigar y entender un fenómeno cualquiera debería incluir el análisis
de esos factores humanos aparentemente desconectados de los da-
tos objetivos.

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¿Qué es Homo musicalis?

N o sé cómo has llegado hasta aquí, pero el caso es que lo has hecho.
Lo primero de todo, es justo que sepas que esta obra que tienes
en tus manos se centra en un misterio desconocido y fascinante: por
qué hacemos música. Y créeme, no es fácil contestar, ya que en el
mundo de la ciencia son muchos los especialistas que llevan años tra-
tando de resolver un enigma tan aparentemente simple. Todo apunta
a que en algún momento de nuestra existencia la música se convirtió
en un proceso crucial para nuestro desarrollo. Pero con respecto a esto
no están todos de acuerdo, como veremos.
Si lo piensas bien, el ser humano se define no solo por su lógica,
sino también por sus incongruencias, que son igual de necesarias.
Como humanos, soportamos sobre nuestros hombros una enorme
responsabilidad: la de ser los seres más inteligentes de este planeta.
A cambio tenemos que pagar el precio de ser capaces de acciones
tan desagradables que podrían llegar a generar incluso nuestra ex-
tinción. En la naturaleza humana existen dos caras, una de creación
y otra de destrucción. Hemos evolucionado a base de estos contras-
tes, de estos espacios que han dado como fruto características que
definen nuestra humanidad. Entre ellas se encuentran algunas (ne-
cesariamente irrenunciables) como el amor o el humor; otras (parece
que inevitables) como la religión o la política; y algunas (desdeña-
bles) como el conflicto y la guerra.Y todas comparten un elemento

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30 H o mo mus i c a lis

común, ya que poseen una música que las define y caracteriza. Es


precisamente de eso de lo que hablaremos en este libro.
Para hacerlo, utilizaremos cuatro bloques de contenido. El pri-
mero trata sobre la formación de la inteligencia musical y ana-
liza cuatro aspectos básicos: la música humana, la música divina, la
música mundana y la música celeste. El segundo bloque se titula
la música y el cerebro y mediante sus cuatro capítulos relaciona la
música con campos tan dispares como la percepción, el lenguaje, el
género y el color. El tercer bloque es música, salud y enfermedad
y trata sobre la capacidad musical para curarnos pero también para
enfermar o volvernos violentos.Y finalmente, el cuarto bloque se
titula música, política y guerra y cuenta cómo la música puede
convertirse en un elemento de control del pensamiento humano.
Sus capítulos analizan el potencial de la música para difundir mensa-
jes específicos mediante la protesta social y como forma de control
sobre la opinión pública en los conflictos bélicos.
Estoy plenamente convencido de que, en su sentido más pro-
fundo, la música nos diferencia de todas las demás especies de este
planeta y este libro es una reflexión sobre estas ideas. Para unos, es una
forma de contemplar a los dioses, para otros es simplemente un pro-
ducto de nuestra inteligencia y quizás una forma de supervivencia.
Así, tomando como referencia los estudios de Oliver Sacks y siguien-
do ideas como las del Zoon politikon de Aristóteles, el Homo ludens de
John Huizinga, el Homo faber de Henri Bergson y otras similares
como el Homo aeconomicus de John Stuart Mill, me gustaría proponer-
te un juego dialéctico: ¿y si el eslabón perdido no fuera una especie
extinta? ¿Y si somos humanos porque además de fabricar cosas, fui-
mos capaces de crear y compartir la música? Desde una posición a
medio camino entre el humor constructivo y la historia divulgativa,
te propongo el juego dialéctico de pensar que pertenecemos a una
especie diferente que llamaremos desde ahora: Homo musicalis.

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PARTE I

LA FORMACIÓN DE LA
INTELIGENCIA MUSICAL
Allegro ma non troppo

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Capítulo 1
MÚSICA HUMANA.
EL CAMINO A LA INTELIGENCIA

La inteligencia conoce todas las cosas y ordenó todas las cosas


que van a ser y las que fueron y las que son ahora y las que no son.
Anaxágoras (500-428 a. C.)

No hay inteligencia allí donde no hay cambio, ni necesidad de cambio.


Herbert George Wells (1866-1946)

H ace algunos años tuve la ocasión de visitar uno de los centros


de interpretación paleoantropológica más importantes del
mundo, la Garganta de Olduvai. Un lugar extraño y solitario en
medio de África, al que se llega después de atravesar una llanura in-
terminable en la que te acompañan a derecha e izquierda pequeños
tornados amenazantes. Se trata del Gran Valle del Rift en los llanos de
Serengueti, al norte del cráter de Ngorongoro, en la región tanzana
de Arusha. Al final del camino, en medio de la nada, llegas a un edi-
ficio que no parece un museo. Es un lugar silencioso que nos mues-
tra cuáles fueron los orígenes de nuestra inteligencia humana, pero lo
más curioso es que no recuerdo que hablara nada de la música.
Después de visitar aquel lugar, no pude evitar preguntarme si se
habían hallado restos significativos de procedimientos musicales en
Olduvai. En un lugar tan cálido, aquella exposición me resultó fría.
Salí al campo y me alejé del complejo para sentarme mirando al
horizonte e intentando imaginar cómo sonaría aquel lugar 400.000
años atrás. Mis ojos se humedecieron y me di cuenta de que, como

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34 H o mo mus i c a lis

músico, lo que realmente me fascinaba era escuchar el sonido del


tiempo.Y para hacerlo tenía que empezar por el principio, justo an-
tes de que nos convirtiéramos en Homo musicalis.

LA CUEVA: UN TEMPLO-AUDITORIO SAGRADO

Los trabajos en Olduvai han revelado que hace unos 2,5 millones
de años se establecieron en este lugar comunidades de Homo sapiens,
que ya llevaban casi 300.000 años caminando por el mundo. Pero
no eran los únicos, ya que el yacimiento ha mostrado parte de la
historia de nuestra evolución, desde la primera especie humana, el
Homo habilis que caminaba por estos territorios hace 1,9 millones
de años o los Paranthropus boisei, un australopiteco de hace 1,8 mi-
llones de años.1 Para aquellos ancestros, las cuevas se convertirían en
sus primeras catedrales. Templos y altares que no solo les ofrecían
cobijo, sino que fueron el espacio perfecto para desarrollar los pri-
meros ejemplos de arte mágico-religioso. Las pinturas pervivieron,
pero el sonido de aquellos lugares se perdió en el tiempo.2
Podemos imaginar a aquellos seres experimentando con la re-
sonancia y recibiendo milagrosamente el eco de su voz que llegaba
rebotado desde la oscuridad. Cómo no pensar en dioses o en fantas-
mas. Quizás las primeras sinfonías de la historia surgieron del inten-
to de imitar el sonido del viento resonando en las grutas, de la so-
noridad de sus estalactitas y estalagmitas.3 Parece que allí donde
las cuevas sonaban mejor se pintaba más frecuentemente, mientras
que donde el sonido no era especialmente definido, se hacían me-
nos dibujos, o incluso ninguno. Aquellos magos-artistas elegían lu-

1
Los fósiles nos cuentan la historia de los Homo erectus, que habitaron la
región hace 1,2 millones de años.
2
La cueva de los sueños olvidados, película documental, Herzog, 2010.
3
YouTube, Natural Music Into the Caves.

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gares sonoros para conectar con la divinidad.4 Y fue en este mo-


mento de la evolución humana cuando surgieron las condiciones
necesarias para la creación de lo que entendemos como «trascen-
dencia». Los enterramientos de la epoca sugieren la idea de un lugar
donde los muertos se trasladan acompañados por sus objetos de va-
lor y de alimentos para poder realizar el viaje. Aunque no lo sabe-
mos con certeza, no es ilógico suponer que acompañaran ese viaje
con algún tipo de música, quizás asociada al llanto.
Por lo tanto, para tratar de entender este proceso de formación
de la inteligencia musical deberíamos centrarnos en un periodo
que abarca los últimos 200.000 años de nuestra Prehistoria. Un
tiempo en el que se manifestaron en nuestra especie una serie
de cambios que nos llevarían a incorporar la música como un tipo de
lenguaje. Algo que ocurrió mientras se establecían los primeros
dioses, asociados a los elementos naturales.
En términos evolutivos no existen muchas diferencias entre un
canto de un chamán en una cueva hace 30.000 años y una canción
moderna en una discoteca llena de jóvenes rebosando feromonas.
El origen es el mismo. El camino desde el desarrollo de las funcio-
nes musicales prerreligiosas o curativas terminó por desarrollar otras
puramente lúdicas, sin un beneficio práctico, salvo el placer que
nos produce su contemplación. No resultaría atrevido afirmar
que el primer instrumento musical que utilizamos como especie
debió de ser nuestra voz.5 Casi en el mismo instante, se produje-
ron los primeros ritmos de la historia de la música, hechos con par-
tes del cuerpo o mediante el golpeo de maderas o piedras.6 Empe-
zamos así a transformarnos gradualmente en Homo musicalis.

4
Reznikoff, 1987.
5
YouTube, Cave Music Explores Ancient Acoustics.
6
Los yacimientos arqueológicos ofrecen indicios y pistas sobre los ins-
trumentos musicales que se usaron hace miles de años, gran parte de los cuales
desaparecieron como producto de su degeneración natural.

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Las piedras suenan.Y durante el periodo geológico de la Gla-


ciación de Mindel (hace 400.000 años) nuestros antepasados se en-
tretuvieron mucho haciéndolas sonar en forma de litófonos.7 En
los orígenes de nuestra humanidad la música no era un arte, sino
una forma de rezar y sobre todo una herramienta de trabajo. Los
primeros ritmos musicales seguramente surgieron para suavizar ta-
reas individuales o colectivas, como tallar una piedra o moler el gra-
no. Más tarde se iría desarrollando hasta el surgimiento de nuevas
técnicas «instrumentales» que adornaron un tipo de cantinelas basa-
das en lenguajes fonéticos simples.8 Todo ello acompañado con ins-
trumentos como los cuernos, los silbatos de huesos o astas de reno
o los tambores de piel animal.Tecnología musical avanzada.
Si viajáramos hasta el Paleolítico Medio, hace unos 100.000
años, podríamos observar en algunos lugares de lo que hoy es Euro-
pa los restos de la cultura musteriense, asociada al Hombre de Nean-
derthal, homínidos que con los años desaparecerían de la Tierra en
una misteriosa extinción. Dejaron constancia pictórica de las danzas
que practicaban como parte de sus rituales mágicos y que se vieron
acompañadas de diferentes maracas confeccionadas con semillas o
arena.Tendrían que pasar unos cuantos miles de años para que nues-
tra especie desarrollara el primer rombo, fabricado hace 25.000 años
con una pieza de asta de reno o similar. Un instrumento que para
cualquier prehumano sería literalmente magia inexplicable y que se
hacía girar por encima de la cabeza produciendo un sonido de baja
frecuencia capaz de incitar a las manadas de animales grandes a acer-
carse a los riscos para ser cazados.9

7
YouTube 1, Lithophone from unchanged natural stones; YouTube 2, Sono-
rous Stones In The Cave.
8
Como los utensilios musicales encontrados en la Cueva del Castillo en
Santander, datados en el periodo glaciar de Riss (sobre el 200000 a. C.) o los
utilizados durante el periodo Achelense.
9
Se han hallado instrumentos similares en la Cueva de la Roche, datados
sobre el 25000 a. C.

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Tan solo hace unos 60.000 años se utilizaban las raíces huecas
de algunos árboles para insuflar aire en su interior, produciendo un
sonido profundo parecido al de los actuales didjeridu. Pervive en la
actualidad en las regiones de Australia y Nueva Zelanda y se utiliza
como instrumento mágico entre los aborígenes.10 En el año 1995
se descubrió una de las primeras flautas de la Prehistoria, conocida
como la Flauta de Divje Babe, y que apareció en el oeste de Eslove-
nia.11 Un trompetista de la Ópera de Liubliana llamado Ljuben
Dimakroski grabó su sonido con una réplica del hueso hecha en ar-
cilla. El músico, que afirmaba haber descubierto la forma de hacerlo
sonar «después de un sueño», decidió interpretar piezas tan inapro-
piadas como la Sinfonía del Nuevo Mundo, la Novena sinfonía de
Beethoven, el Bolero de Ravel o el Adagio de Albinoni.12 Otra flauta
parecida es la denominada Flauta de la Cueva de Potoçka, del co-
nocido como periodo de Cromañón, hace unos 35.000 años. Se
trata de un instrumento de tres agujeros, aparentemente perforados
por manos humanas en el canal del nervio de la mandíbula de un
oso. La responsable principal de su investigación es Mira Omerzel,
que en 1984 conoció al Dr. Mitja Brodar, principal director de la
excavación de la cueva.13 En este caso, las grabaciones de este ins-
trumento, más interesantes que las de Dimakroski, se deben princi-
palmente al marido de esta investigadora, Matija Terlep.14
Más o menos hacia esta época, durante el Paleolítico Superior,
se realizaron otras flautas de hueso perforado como la Flauta de
Geissenklösterle, encontrada en la región alemana de Suabia y data-

10
YouTube, Traditional Didgeridoo Rhythms by Lewis Burns,Aboriginal Aus-
tralian Artist.
11
YouTube, Neanderthal Bone Flute Music, cortometraje, Niska, Sašo.
12
La investigación del arqueólogo Ivan Turk estableció que la flauta había
sido fabricada en un fémur de oso.
13
Omerzel, 1997. Mira Omerzel exploró estos instrumentos desde 1995
en colaboración con Ivan Turk.
14
YouTube, Prehistoric Bear Jawbone from Potoçka Zijalka cave.

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da hace 38.000 años.15 Instrumentos estos similares a los encontra-


dos en la frontera entre España y Francia y que nos aportan pistas
sobre el uso temprano de la música asociada con la caza y la fertilidad.
Entre ellos, destaca el cuerno que lleva en su mano la famosa Venus
de Laussel, diosa madre y símbolo de la tierra, que representa la
abundancia natural a través de la fertilidad femenina.Y este pequeño
viaje imaginario por el sonido de la prehistoria musical termina
en el conocido como periodo Solutrense y de manera específica en el
Magdaleniense, hace unos 15.000 años,16 época a la que pertenecen
ciertas pinturas de danzas rituales previas a la caza. Lo que no sabe-
mos es si son expresiones artísticas o se trata realmente de represen-
taciones con fines mágicos. Destacan las pinturas de la Cueva de los
Tres Hermanos de Ariège. Una escena en la que se representa a un
hechicero vestido con una piel de bisonte sujetando en sus manos
lo que podría ser un ejemplo de arco musical.17 De esta época,
también conservamos unos restos de cráneos humanos trepanados,
de los que se sugiere un posible uso para hacer música. Un hallaz-
go hecho en la Gruta de Shanidar, situada en el actual Irak y cono-
cida por ser la fuente de los primeros restos de Homo neandertal de
la historia.
Y de esta manera, nuestro periplo por la prehistoria musical
acaba después de todo este proceso formativo de lo que podríamos
llamar premúsica. Más o menos entre 7500 y 5000 a. C. la música y
la danza se consolidaron como una realidad social practicada en los
primeros grupos sedentarios en torno a núcleos estables de pobla-
ción. Aquellos primeros humanos llegarían a convertirse en lo que
hoy conocemos como civilizaciones, integrando la música en sus

15
YouTube, Paleolithic Flute from Geißenklösterle 37000 BP.
16
Solutrense (21000-19000 a. C.) y Magdaleniense (c. 15000 a. C.).
17
YouTube, Kalumbu Song, by Chris Haambwiila. El arco de caza o be-
rimbao produce una vibración de su cuerda que se amplifica mediante un reso-
nador natural (la boca) o artificial (calabazas, etc.).

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rituales espirituales y religiosos, pero también en los puramente fes-


tivos o sociales. Comenzaba así la historia en la civilización de los
Homo musicalis.

HACEMOS MÚSICA PORQUE SOMOS MÚSICA

La vida humana comienza a existir cuando se despierta en noso-


tros un ritmo mágico: los dos primeros latidos de nuestro corazón.
A partir de ese momento, este ritmo se combinará con el de nues-
tra madre, creando una polirritmia compleja. Una sincronía que
nos irá preparando para la inmersión en un mundo de vibración.
Pero es probable que no seas consciente de las limitaciones senso-
riales que tuviste al nacer. Mientras eras un ser prenatal, no podías
casi ver, ni enfocar nada y, además, tu oído no se formó del todo
hasta el apogeo auditivo, sobre los dos años de edad. Por eso debes
saber que cualquier feto no puede escuchar el lenguaje común ni
la música como lo hacen los adultos. Podemos decir que antes del
octavo mes de gestación no existen las estructuras necesarias para
que se produzca la audición normalizada.18 Y las que sí lo están no
han madurado lo suficiente. Lo que sí es seguro es que si la madre
escucha música o sonidos agradables en determinadas condiciones
durante el periodo de gestación, generará efectos beneficiosos en
el feto debido a las reacciones químicas que produce una música
alegre o relajada.19
Si has tenido la suerte de ser madre, intenta recordar cómo fue
el sonido de tu primer parto. ¿Recuerdas algún sonido especial? Sin

18
En la fase prenatal, dicho canal está lleno de líquido, y lo que luego será
el oído medio se encuentra lleno de un tejido gelatinoso que se reabsorbe los
últimos meses de gestación. Es este un sistema que hemos desarrollado para
proteger el oído a cambio de mermar la capacidad de escucha.
19
Tarnawiecki, 2000.

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dejar de lado otros factores como el olor hormonal, el tacto o la


temperatura de la piel, el sonido ha sido durante muchas generacio-
nes la primera forma de establecer el primer vínculo madre-hijo.
Nuestra primera emisión vocal suele ser en forma de llanto, pero al
mismo tiempo es una señal genética evidente, un mensaje tranqui-
lizador que transmite vida. Pasamos del agua cálida en la que hemos
permanecido durante nueve meses hasta un nuevo mundo de aire.
Y lo hacemos después de salir de una cueva y recorrer un camino
«hacia la luz». En una milagrosa transmutación los pulmones se lle-
nan y dan sentido a nuestra capacidad fonadora. La voz surge en
nosotros en forma de sonidos guturales, y más tarde en un sistema
más complejo: el lenguaje articulado.Y a esta capacidad le podemos
sumar otras como la postura bípeda, que con seguridad tuvo un
origen práctico frente a los posibles depredadores, pero que tam-
bién nos permitiría cosas tan aparentemente inútiles (para algunos)
como bailar. Así que la música formó parte de un proceso biome-
cánico orientado a un nuevo desarrollo y hacia la búsqueda de un
pensamiento complejo, la base de la inteligencia de los Homo
musicalis.

FOLLOWERS Y HATERS DE PITÁGORAS

En sus Leyes, Platón describía la caída de la ciudad-estado de Atenas


en 404 a. C. Contaba cómo la música pasó de ser una disciplina útil
para la sociedad a degenerarse y convertirse en una actividad pres-
cindible.Y es que en Atenas la práctica totalidad de las conmemora-
ciones importantes y de las ceremonias incluían una música dotada
de un profundo sentido espiritual y trascendente.20 A los griegos les

20
Las historias nos hablan de músicos como Terpandro (676 a. C.) o Arión
de Metimna, uno de los primeros teóricos de la música griega. Mientras, Alcmán
fundaba la canción coral en Esparta, donde tuvo lugar la institución de las fiestas

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gustaba mucho jugar mediante actividades religiosas en las que la


música se integraba como parte del culto por la lucha de los dioses.
Como en los Juegos Panhelénicos; los Juegos Ístmicos, dedicados
a Poseidón o los Juegos Nemeos y Olímpicos, dedicados a Zeus.
De los Misterios de Eleusis no existe ninguna descripción. Pero
sabemos que en la época en que se practicaban son citados por nu-
merosos autores clásicos como Pausanías, Herodoto, Homero,
Hesíodo y Jenofonte, que nos aportan una información valiosa para
su reconstrucción indirecta.21 Los misterios eran unos rituales noc-
turnos que se celebraban anualmente cerca de Atenas para adorar a
las diosas agrícolas Deméter y Perséfone y darían lugar a la forma-
ción de las tragedias teatrales. Dirigidos por el sacerdote principal o
hierofante, los celebrantes se acompañaban tanto de música hipnó-
tica como de la ingesta del kykeon, un preparado alucinógeno basa-
do en la combinación de poleo y un centeno contaminado por
cornezuelo.22
Además de los misterios, la tradición afirmaba que en el Santua-
rio de Delfos, al pie del monte Parnaso, se compusieron las que hoy
conocemos como únicas melodías antiguas interpretadas en honor
al dios griego de la música.23 Se trata del culto a Apolo Pitio, uno
de los dioses del panteón helénico que era adorado en un santuario
considerado el centro de toda la creación y en el que se guardaba el

gimnopedias, festividades religiosas espartanas celebradas en verano en honor de


Leto y de sus hijos, Apolo Pitio y Artemisa.
21
Los misterios se dividían en menores y mayores. Los misterios menores
se centraban en la purificación de los sacerdotes e iniciados, mientras que los
misterios mayores comprendían una serie de fases que incluían el traslado proce-
sional de objetos sagrados desde Eleusis hasta un templo de Atenas (Eleusinon).
22
Probablemente, uno de los primeros precursores del LSD por su alto
contenido en alcaloides (LSA).
23
YouTube, Ancient Greek Music:Two Delphic Hymns. Datados en el año
138 a. C. e inscritos en el templo de Delfos, conservamos un Himno délfico a
Apolo, que es completado con una segunda inscripción (148 a. C.) de un Segundo
himno délfico a Apolo, atribuido esta vez a Limenio de Atenas.

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ónfalo, una piedra tallada en forma ovoide, que simbolizaba el om-


bligo del mundo. En ese lugar celebraba sus reuniones el coro de
musas y náyades, dirigidas con su lira por el dios de la belleza.
Y en este escenario, quizás sea Pitágoras de Samos (c. 569-Me-
taponto, c. 475 a. C.) uno de los personajes históricos más conoci-
dos después de Cristo. Seguro que has tenido que enfrentarte en al-
guna ocasión a calcular la altura de una torre utilizando su famoso
teorema.Y al igual que ocurre con Cristo, no son tantas las pruebas
reales de la existencia del matemático de Samos.24 Al Pitágoras pseu-
dohistórico se le atribuye la invención de dos términos como mate-
mática (lo que se conoce) y filosofía (o amor por el conocimiento). El
Pitágoras mítico y «esotérico» es sobre todo un personaje que basa
su leyenda en fuentes druídicas, judías, fenicias o árabes, normal-
mente dudosas. Para unos cuantos investigadores no existe ninguna
obra concreta atribuible a su autoría, por lo que su vida es una re-
construcción fragmentada de fuentes posteriores.25 En el otro lado,
los que defienden su existencia citan fuentes indirectas entre las que
se encuentran Diógenes Laercio (c. 250 a. C.) y Jámblico de Calcis
(240-325 d. C.), al que le debemos la escritura de Sobre los misterios
egipcios, y una Vida pitagórica.26

24
Según Heráclito, Pitágoras nació en Samos, ciudad muy cercana a Mi-
leto, sobre el año 569 a. C. Recibió una educación exquisita y estudió oratoria
y música, siendo algunos de sus profesores Ferécides de Siros y Tales de Mileto.
Para Herodoto y Aristógeno, viajó a lugares como Italia, Caldea, Fenicia, Helió-
polis, Menfis y Mesopotamia. De los sabios egipcios y mesopotámicos adquirió
su base matemática y astronómica, dando forma a su peculiar concepción reli-
giosa que difundió en Samos y Crotona.
25
Según la versión tradicional, Pitágoras volvió a Samos, donde su vasta eru-
dición le supuso el exilio en Crotona, ciudad en la que fundó una secta de carácter
científico-filosófico, virtuosa y moral. Esa escuela se caracterizaba por la enseñanza de
matemática, lógica, cosmología y música, así como por la práctica de rituales secretos
muy cercanos a los practicados en la antigua adoración de Orfeo y de Dioniso.
26
La teoría pitagórica musical está en el Anexo de Historia oculta de la mú-
sica, Muñoz, 2019.

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Lo que sí es posible afirmar con una cierta seguridad es que los


conocimientos denominados pitagóricos fueron transmitidos du-
rante generaciones por muchos filósofos, que definían a los núme-
ros como la esencia de todas las cosas. Defendieron un modelo en el
que la armonía cósmica y musical era el resultado del equilibrio
entre el cuerpo humano y la creación. Un orden preestablecido que
se relacionaba con disciplinas como la aritmética, la religión, la geo-
metría y la física. Ideas que estarían vigentes desde el siglo vi hasta
el nacimiento del racionalismo empírico del siglo xviii.
En lo que se refiere a Pitágoras había dos bandos principales.
Unos que llamaremos sus followers, que defendían el estudio intelec-
tual de la música y a cuya cabeza se encontraba Hipaso de Meta-
ponto (c. 500 a. C.). En el otro lado, sus haters, que promulgaban el
estudio empírico de los efectos de la música sobre el ser. Su líder era
Aristógenes de Tarento.Veamos primero a sus seguidores.
Hipaso se dedicaba en su tiempo libre a estudiar las proporcio-
nes musicales mediante la observación del peso y el diámetro de
unos discos de bronce.27 Pero además llegaría a ser el director de una
de las ramas de la secta pitagórica: los acusmáticos.28 Tal era su de-
fensa del pitagorismo, que se le llegó a expulsar del grupo por reve-
lar ciertos secretos como el de la existencia de los números irracio-
nales. Debido a esto se le castigó con una sepultura «simbólica»
como representación de su muerte en vida. Otro de los seguidores
de Pitágoras era Arquitas de Tarento (c. 400 a. C.), un discípulo de
Filolao de Crotona, que mostraba la idea de un estado político ba-

27
La leyenda de los estudios pitagóricos del sonido fue cristianizada por
Calcidio e Isidoro de Sevilla, quienes atribuyeron al personaje bíblico de Tubal,
hijo de Lamech, la invención del salterio y del arpa. El astrónomo Ptolomeo
rechazaba la atribución de tales estudios acústicos a la figura de Pitágoras.
28
Jámblico describe la existencia de dos clases de miembros en la primitiva
comunidad pitagórica, los matemáticos o iniciados (mathematikoi, conocedores)
y los acusmáticos (akousmatikoi, oidores), que participaban de las creencias sin
conocer en profundidad las razones de su credo y su proceder.

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sado en la filosofía de las primeras comunidades pitagóricas.29 Y el


tercero de nuestros pitagóricos es Euclides de Alejandría (c. 365 a. C.)
del que también se sabe bastante poco. En cualquier caso, se le atri-
buye tradicionalmente la autoría de una obra importante en el
mundo de las matemáticas y la geometría: Los elementos. De forma
deductiva, Euclides relacionó números con sonidos e intervalos
musicales en forma de proporción numérica. Para Euclides, la con-
sonancia de dos sonidos es mayor a medida que las fracciones que
los representan se acercan más a la unidad. La consonancia musical
nos acerca a Dios, la disonancia nos aleja de él.30
En el otro lado y en contra de Pitágoras se encuentra Aristógenes
de Tarento (c. 350 a. C.), un discípulo «racionalista» de Aristóteles que
promulgaba el uso de los sentidos humanos en combinación con el
intelecto. A Aristógenes le debemos cosas importantes para los músi-
cos, que pasan desapercibidas para los que no lo son. Entre ellas, una
de las primeras definiciones de intervalo musical basada en el con-
cepto de distancia absoluta entre dos alturas; y también la idea de la
difusión del sonido como un resultado del movimiento del aire.
Además fue el primero en establecer la división equidistante de los
intervalos en una escala, de gran importancia durante el Renacimien-
to. Escribió los tratados más antiguos sobre música teórica que se co-
nocen en Occidente: Los elementos armónicos y Los elementos rítmicos,
que han llegado hasta nosotros gracias a fuentes fragmentadas.31 Su

29
Arquitas, posible iniciador de Platón en sus doctrinas, estudió la ciencia
musical centrándose en asuntos como la división correcta de la octava y profun-
dizando en el estudio de la media aritmética y geométrica.
30
Euclides recopila gran parte del saber matemático de su época en tre-
ce volúmenes, los cuales dan lugar a la conocida como Geometría Euclidiana.
También perfeccionó el sistema de cálculo para poder realizar operaciones con
intervalos, llegando a la conclusión de que era posible sumar dos intervalos mu-
sicales multiplicando sus razones y restarlos mediante una división.
31
Otro de los estudiosos del fenómeno físico del sonido fue Dídimo de
Alejandría (c. s. I a. C.), que, junto a Aristógeno, aceptó el intervalo de tercera

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posición se enfrentaba a la de los armónicos (harmonikoi), una especie


de hiperracionalistas a quienes acusó de no demostrar suficientemen-
te las causas verdaderas de los fenómenos acústicos.32
Seguramente si te hablo de Teléfanes de Megara, Dorión, Pán-
crates, Andreas de Corinto,Trásilo de Flia, Estratónico y Cinesias no
sepas quiénes son. No te preocupes, porque casi nadie lo sabe. Pero
para los griegos del siglo iv a. C. eran básicamente sus influencers
musicales en un siglo en el que verían la luz las primeras muestras
de escritura musical griega. También se construirían los primeros
monocordios, herramientas utilizadas para medir los intervalos y
que aparecen por primera vez en los textos de Euclides. Un siglo
después se escribían unos fragmentos en papiro para la obra Ifigenia
en Áulide, de Eurípides, cuya música se debe al propio autor, de
quien también se conserva un extracto musical del Coro del Orestes,
(c. 200 a. C.).33
La arqueología musical ha encontrado ejemplos similares del si-
glo ii a. C. entre los que destaca un skolion, o poema corto, en modo
frigio grabado en una columna de Seikilos de Tralles, en la antigua
región de Asia Menor. Dedicado a la bebida, es conocido como el
Epitafio de Seikilos.34 Precisamente, entre el siglo ii a. C. y el i de
nuestra era, aparecieron algunos autores cruciales para la formación
del pensamiento de los Homo musicalis, como Nicómaco de Gera-
sa (60-120) que con su Tratado sobre música impulsaría nuevos estu-
dios posteriores como la Historia de la música de Dionisio de Halicar-

mayor como consonante, diferenciando entre sus dos tonos enteros como un
tono mayor, representado por la proporción 9:8, y un tono menor representado
por 10:9.
32
Los harmonikoi son una escuela filosófica que atendía al fenómeno mu-
sical con el criterio de la verdad de los sentidos. Su único miembro conocido
es Eratocles.
33
YouTube 1, Música griega antigua. Coro del Orestes de Eurípides; YouTu-
be 2, Orestes Stasimo.
34
YouTube, Epitafio de Seikilos - Música de la Antigua Grecia.

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naso el Joven (siglo ii) o las Vidas paralelas y los Moralia, de Plutarco
de Queronea (c. 50-120). Este Plutarco era realmente un ensayista
e historiador que produjo gran cantidad de escritos sobre música
relacionados con el Timeo de Platón. También se le atribuye el diá-
logo Acerca de la música, denominado Pseudo-Plutarco. Un texto que
discutía sobre las concepciones platónicas y aristotélicas de la per-
cepción humana y el uso de la música en la educación, destacando
la labor de aquellas ciudades que realizaban un buen uso de la ar-
monía y el ritmo para la formación íntegra de sus ciudadanos.35
Entre los siglos i y iii se compusieron otras obras básicas para
entender la vida cotidiana musical en el mundo antiguo, como los
textos del Corpus Herméticum, atribuidos a Hermes Trismegisto o
El banquete de los eruditos, de Ateneo de Náucratis. Mientras tanto,
un músico protegido por el emperador Adriano daba forma a los
tres himnos atribuidos a Mesómedes, el Himno a las musas, un Him-
no al Sol (Helios) y un Himno a Némesis.36 Finalmente, la obra más
significativa entre los tratados musicales griegos clásicos podría ser
la Sección del canon, atribuida a Euclides. De clara influencia platóni-
ca, se une a las ideas de los tratados teóricos de Jámblico, Teón de
Esmirna y Arístides Quintiliano, entre otros.37 En lo que se refiere a
la filosofía, hay un periodo de transición entre los autores romanos de
tradición helenística y los primeros autores cristianos. En él, desa-

35
En los tres discursos del Pseudo-Plutarco encontramos una lista de alu-
siones a músicos como Terpandro, Támiris de Tracia y Linio de Eubea, al igual
que información esencial para comprender a otros autores importantes como
Aristógeno o Heráclides.
36
YouTube 1, Hymn to the Muse Mesomede; YouTube 2, Mesomedes of
Crete - Hymn to the Sun;YouTube 3, Mesomedes - Hymn to Nemesis.
37
Existen otros tratados helénicos tardíos entre los que se encuentran Ei-
sagoguè harmoniké, de autor incierto y atribuido a Euclides, Cleónides, Pappus o
Zósimo; Eisagoguè téchne musikés, de Baquio el Viejo; Harmonikè Eisagogué atri-
buido a Gaudencio y datado entre Ptolomeo y Casiodoro o Eisagoguè Musiké,
de Alipio, un texto que ya aporta ideas precursoras de la tonalidad de años
posteriores.

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rrollaron sus ideas sobre música un filósofo neoplatónico llamado


Macrobio (c. 350) y un gramático llamado Censorino (s. iii).
En el caso de Macrobio no conocemos mucho de él, aunque
podría haber nacido en Egipto, Hispania o el sur de Italia. Su Co-
mentario al sueño de Escipión nos ha llegado intacto, permitiéndonos
recuperar un fragmento de la República de Cicerón donde aparecen
alusiones a la música.38 Según el texto, Cicerón dotaba a la música
de la capacidad para permitir que el alma viajara a su encuentro con
los dioses, incluso de forma temporal:

Toda alma en este mundo es atraída por los sonidos musicales, (…)
y está tan cautivada por su encanto que no hay ningún corazón tan
rudo o tan salvaje que no quede fascinado por el hechizo de este
atractivo.39

Lo que significa que por muy bruto que seas, tu alma no podría
resistirse al influjo de la armonía. Porque la armonía viene de los
dioses. No es algo que se pueda elegir.

38
Macrobius, Commentarii in Somnium Scipionis. NKS 218-4.
39
J. Godwin, Armonía de las esferas, 2009, p. 113.

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