Una idea de “Educación”
Educación es una acción o proceso consciente e intencionado
por medio del cual se pretende dotar a los destinatarios de dicha
acción de los medios necesarios, ya sean saberes, ideas, valores y
principios, para que desde sí mismos, crezcan y se perfeccionen en
la totalidad de su persona, ya sea en su dimensión física como en su
intimidad espiritual, y así alcancen el máximo grado de
perfeccionamiento de sus capacidades, de cumplimiento de su
personalidad y accedan a su plena integración social.
La educación supone multitud de aspectos. Es adquirir valores y energía. Es libertad
y aceptación de las normas. Es actividad y resultado. Es conservación y novedad. Es
adiestramiento y maduración moral. Es formación de individuos singulares y configuración
de la sociedad. Es creación de un mundo nuevo y transmisión del legado tradicional de un
pueblo. Es praxis que modela en todos sus aspectos al educando, y a la vez teoría que debe
constar de una serie de ideas.
Esto hace que definir la educación, como las demás realidades humanas, no sea tarea
simple. Los elementos que entran en ella y la implicación personal de quien la define alteran
fácilmente el concepto que se elabore y la expresión que lo transmite a los demás.
Fijándonos en sus raíces lingüísticas y de las líneas constantes que tal actividad ha
seguido en todos los pueblos conocidos. Educar proviene del verbo latino «educare»,
derivado de la raíz «duc». Tiene el significado de conducir, guiar, dar a luz, criar. Encierra
un básico sentido activo de avanzar desde un deficiente origen y crecer por la acción de otro
adquiriendo una forma definida. El análisis etimológico ya nos revela varios contenidos y
plantea diversos interrogantes que afectarán a todo su desarrollo histórico. En él ya se revelan
las dimensiones de salida, avance, crecimiento, desarrollo o meta. Alude igualmente a la
intervención plural de personas con diverso papel: una que es educada y otra que ayuda a
educar.
En su origen quedan planteados con claridad los interrogantes esenciales de la
educación: qué se conduce; desde dónde; hasta dónde; quién debe conducir, y cómo.
La educación es, por tanto, un proceso intencional, pues ha de seguir una trayectoria
entre un punto de partida y otro de llegada, con un sujeto que avanza y crece, y otro que
plantea los objetivos y las metas, y por ello le ayuda y guía. De ahí que éste se llame
«maestro», término proveniente del latín «magister», cuya raíz «mag» indica superioridad o
preeminencia.
Esto revela que se trata de un proceso dinámico que afecta directamente a una
persona, pero que es a la vez comunitario o social, no sólo por intervenir dos o varios
individuos, sino porque el educador es, en cierta medida, representante de la sociedad, pues
actúa los fines de dicha sociedad; y a su vez, porque la educación, aunque enriquece al
individuo singular, se realiza en función de su integración en la sociedad y, por tanto, de la
continuidad de la misma.
La educación se presenta como un acto complejo, en cuanto conjuga realismo, pues
percibe y parte de la situación concreta del educando, e idealismo, en cuanto persigue una
meta futura, ideal, que debe alcanzarse. Es algo experimental, en cuanto actúa sobre
Sobre lo que entendemos por “Educación” 2
individuos y hechos, y es especulativo, en cuanto discurre sobre objetivos lejanos y aplica sus
métodos sobre una realidad que aún no existe y que nadie sabe cómo será exactamente.
Así la educación en su largo y complejo desarrollo implica multitud de aspectos. La
insistencia prevalente en uno u otro es lo que determina el carácter de las diversas tendencias
pedagógicas. Entre los aspectos aludidos destacan como principales los siguientes:
la deficiencia o limitación inicial del educando;
la apertura y comunicación interhumana;
la formación y maduración de su personalidad y responsabilidad;
el aprendizaje de habilidades o saber hacer;
la adquisición de informaciones y conocimientos sobre cosas;
la comunicación personal y directa con el educador;
las actividades individuales y grupales, familiares o escolares;
el dominio y control del medio ambiente natural y sociocultural;
la liberación de condicionamientos opresores;
la integración social con el desempeño de los roles sociales.
El tratamiento de tal conjunto de caracteres y acciones determina el perfil distintivo
de una u otra pedagogía. Esta siempre implica una reflexión directa sobre la acción educativa
que, partiendo de unas bases primeras, formula los objetivos a conseguir y los métodos a
emplear en la actividad educativa.
La educación es algo universal en todas las sociedades cualquiera que sea su nivel
cultural. Pero necesita de la pedagogía para observar, determinar y objetivizar las acciones
educativas. La educación es un hecho que se realiza ante todo en la relación viva educador-
educando, pero que exige una pedagogía, un conjunto orgánico de ideas, métodos o
estrategias.
Es preciso destacar que las dimensiones tácticas del hecho educativo no sólo necesitan
para realizarse de las aportaciones científicas de la pedagogía. Su raíz viene de más atrás.
Tanto la acción educacional como su entramado pedagógico precisan fundarse previamente,
en una serie de valores, de fines, de normas morales, de ideas políticas, de concepciones del
hombre, en todo el entramado ideológico de la sociedad de la que nace y a la que está
destinada, que el acto educativo mismo ni crea ni inventa. Es decir, aunque en la educación
entran personas, espacios, instrumentos, objetivos sociales o económicos, estrategias
pedagógicas o tácticas psicológicas, a pesar de todo, el proceso educativo no se explica sólo
desde estos elementos concretos de la experiencia.
En la educación hay siempre un fin, un deber ser, que no es experimentable sino
metaempírico, y se establece no sobre lo inmediato, sino sobre otros principios. Tal
insuficiencia de lo empírico revela la necesidad de la reflexión profunda para entender y ver
el sentido de las fases y elementos del proceso educativo dentro de un sistema que explique
qué es la educación y para qué se educa. Elaborar el marco teórico último que ha de dar
significado permanente a lo que es y se entiende por educación.
Sobre lo que entendemos por “Educación” 3
Las tres vías de la educación.
La educación no puede quedar reducida a un tiempo o a un espacio, va más allá del
ámbito escolar, de ahí la necesaria diferenciación, dentro de la educación, de tres conceptos
diversos, aunque relacionados:
Educación informal es un proceso que dura toda la vida y en el que las personas
adquieren y acumulan conocimientos, habilidades, actitudes y modos de
discernimiento mediante las experiencias diarias y su relación con el medio ambiente.
Educación formal es, naturalmente, el “sistema educativo” altamente
institucionalizado, cronológicamente graduado y jerárquicamente estructurado que se
extiende desde los primeros años de la escuela primaria hasta los últimos años de la
Universidad.
Educación no formal es toda actividad organizada, sistemática, educativa, realizada
fuera del marco del sistema oficial, para facilitar determinadas clases de aprendizaje a
subgrupos particulares de la población, tanto adultos como niños.
El análisis de los tres conceptos anteriores nos descubre una red de relaciones, de
semejanza y de contraposición, de acuerdo con los criterios de duración, universalidad,
institución y estructuración:
Duración: Por una parte, la educación informal se extiende a lo largo de toda la vida;
su duración es, por así decirlo, ilimitada, a diferencia de la educación formal con límites
definidos (educación infantil, primaria, secundaria,...; educación universitaria: una
determinada carrera dura tres, cuatro, cinco o seis años, o bien sus estudios se cuentan en
términos de «créditos», teniendo cada crédito una duración fija, por ejemplo, de diez horas).
Del mismo modo, una acción de educación no formal tiene una extensión limitada, por
ejemplo un programa de formación preventiva en salud laboral que dura 200 horas.
Universalidad: La educación informal afecta a todas las personas, pues todo hombre o
mujer tiene y, dentro de ciertos límites, mantiene a lo largo de toda la vida la capacidad de
adquirir y acumular aprendizajes. La educación formal es universal sólo dentro de ciertos
límites o, dicho de otro modo, sólo en alguno de sus niveles (ordinariamente en lo que en
unos u otros países se denomina «educación primaria», «educación básica», «educación
fundamental» o «general»). A su vez, la educación no formal, como tal, afecta a todas las
personas, pero cada una de las acciones a través de las que se especifica está concebida y va
dirigida a una persona en concreto o a un grupo de ellas, con características comunes:
hombres en un centro de internamiento de adultos, colectivos étnicos, grupos de riesgo,...
Institución: En relación con este criterio se reconocen dos tipos de situaciones; por
una parte, la educación formal es propia v absolutamente institucionalizada, y la única que se
da en una institución específica: la escuela, en cualquiera de sus niveles o formas de
organización, desde la educación infantil, hasta la universitaria; por otra, la educación no
formal puede desarrollarse tanto dentro de las organizaciones (hospitales, empresas de
producción, centros de internamiento, etc.), como fuera de ellas (en el hogar, durante el
tiempo de desplazamiento al trabajo, etc.). A su vez, la educación informal es la menos
Sobre lo que entendemos por “Educación” 4
institucional; puede decirse incluso que es no institucional, si prescindimos de algún tipo
específico de educación informal, como la educación familiar, la acción educativa dada en la
institución y medios familiares (en el caso de que no entendamos que la educación familiar es
un tipo de educación no formal, lo cual no es usual).
Estructuración: A diferencia de la educación informal, las otras dos modalidades
educativas poseen esta característica en un nivel muy alto. Esta nota se da con mayor
intensidad en el caso de la educación escolar, que está jerárquicamente estructurada y se
organiza y manifiesta en términos de niveles (infantil o preescolar, primario, secundario,
etc.), de ciclos (1.°, 2.°, 3.°, en la educación primaria, en la secundaria o en la superior), de
períodos temporales (curso, cuatrimestre, períodos de evaluación...), etc., pero también es
patente en las acciones de educación no formal. En efecto, el uso ordinario hace que
hablemos más de programas que de acciones educativas no formales (aunque aquí se ha
tratado de evitar el término «programa» precisamente para reservarlo para esta observación).
Esta característica de la estructuración es tan marcada en los sectores de la educación formal
y no formal que bien se puede afirmar, que ambas tienen un atributo común que no
comparten con la educación informal: la organización y la sistematización. Por esta razón la
relación entre los tres ámbitos debería representarse tal como muestra la figura de abajo.
Estos cuatro criterios (duración, universalidad, institución y estructuración) pueden
ser suficientes para distinguir las tres modalidades educativas. Si acaso, podría utilizarse el
criterio de la intencionalidad y emplearlo para establecer que tanto la educación formal
como la no formal son intencionales, a diferencia de la educación informal a la que algunos
denominan «ocasional» o «incidental», etc., lo que apunta precisamente a su carácter no-
intencional.
Educación
formal Educación
informal
Educación
no formal