2022
MEDIDAS DE
PREVENCION Y
PROTECCION
CONTRA
INCENDIOS
USC
INTRODUCCIÓN
Las causas por las que se origina y se propaga un incendio, así como la forma de
evitarlo y eliminarlo son conocimientos importantes que debe poseer cualquier
persona relacionada con el mundo de la prevención. Sin embargo, la complejidad
con que ciertos temas se han venido abordando dentro de un amplio campo
técnico muy especializado hace que sea con frecuencia difícil de dominar para las
personas que no trabajan habitualmente en el mismo. A esto hay que añadir los
sucesivos cambios que se vienen produciendo durante estos últimos años dentro
del sector, tanto de tipo tecnológico como reglamentario.
Este documento se destina a todos aquellos involucrados en la prevención y lucha
contra el fuego dentro del en-torno de cualquier establecimiento. Se aborda la
descripción de los principios más importantes a tener en cuenta de una forma
sencilla, pero sin perder por ello la profundidad y el rigor que han de guiar el
trabajo del personal relacionado con la prevención. En un primer capítulo se
detallan los conocimientos generales sobre el fuego, los cuales son introductorios
de otros dos grandes bloques, la prevención y la protección, ésta última en su
forma tan-to activa como pasiva.
CONOCIMIENTOS BÁSICOS SOBRE EL FUEGO
Desde antiguo la humanidad ha dado al fuego múltiples usos que van desde la
sim-ple cocción de alimentos, la protección contra los animales salvajes y la
fabricación de piezas metálicas, hasta el uso en la guerra o en lo ofrenda durante
los sacrificios religiosos. Sin embargo, la explicación científica de qué era
realmente el fuego tardó en llegar. Según los clásicos griegos, los materiales
ardían al contener uno de los cuatro elementos de la naturaleza: el fuego.
Todavía en 1669 el médico alemán Johann Joachim Becher afirmaba que el fuego
se encontraba en el interior de los cuerpos y que el fuego era el resultado de su
salida al exterior. Su discípulo Georg Ernst Stahl desarrolló en 1702 la teoría del
flogisto (del griego, “inflamable”), según la cual un cuerpo era tanto más
inflamable cuanto más flogisto tenía en él. Un cuerpo al arder perdía flogisto y
se transformaba en cal (de ahí la expresión todavía en vigor de calcinar”). Sería
Antonoine-Laurent de Lavoisier el que desmontase la esta teoría. En 1783, a
partir de experimentos con mercurio, formuló su teoría de la combustión según
la cual cuando una sustancia arde se combina con el oxígeno del aire para formar
óxido. Es entonces cuando se empieza a comprender realmente cual es la
naturaleza del fuego y cómo se origina.
1. Definición de fuego e incendio La definición técnica de lo que es fuego e
incendio se puede extraer de la norma UNE-EN 13943:2000 Seguridad contra
incendio. Vocabulario. Según dicha norma, fuego es toda combustión
autosoportada que ha sido deliberadamente puesta en marcha para beneficiarse
de sus efectos y que está controlada en su duración y extensión espacial,
mientras que incendio es aquella combustión autosoportada que se propaga
incontrolada en el tiempo y en el espacio.
Para encontrar una definición desde un punto de vista legal, es preciso acudir a
la Ley 50/1980, de 8 de octubre, de Contrato de Seguro, que en su art. 45 indica
que se considera incendio la combustión y el abrasamiento con llama, capaz de
propagarse, de un objeto u objetos que no estaban destinados a ser quemados
en el lugar y momento en que se produce. Por lo tanto, ambas definiciones se
ba-san en la idea del incendio como aquel fuego que no es deseado ni controlado.
Ahora bien, por razonas prácticas lo que interesa es definir el fuego desde un
punto de vista químico. Así, se considera el fuego como una combustión o
reacción de combustiones, definida la combustión como una reacción química de
oxidación - reducción fuertemente exotérmica.
Según esta definición, en el fuego se distingue entre los siguientes elementos:
Un reductor o combustible, que se puede encontrar en estado sólido, líquido
o gaseoso. Es la materia capaz de emitir vapores que entren en combustión
(madera, carbón, gas, etc.)
Un oxidante o comburente, que al combinarse con el combustible permite la
reacción. Se trata habitualmente del oxígeno, aunque existen otras sustancias
que pueden actuar como oxidantes, como los cloratos o peróxidos.
Una fuente de ignición o energía de activación, que aporta el calor
necesario para que la reacción comience. Las fuentes de ignición más frecuentes
son de origen térmico, mecánico, eléctrico, electrostático, electromagnético,
químico o biológico. Esta energía de activación depende de la naturaleza del
combustible y de las condiciones en que éste se encuentre. Los sólidos, como la
madera, precisan de energía elevada, mientras que los gases o vapores
inflamables arden simplemente por pequeños focos, como chispas emitidas por
un interruptor de la luz. Esto es debido a que una sustancia sólida o líquida
precisa calentarse previamente para que desprenda gases o vapores (proceso
que se conoce como pirólisis) y son estos gases los que, combinados con el
oxígeno del aire en presencia de una fuente de ignición, arden. Cuando los
vapores empiezan a arder la reacción pasa a exotérmica, desprende calor. Si la
cantidad de calor desprendida no es suficiente para generar más vapores del
material combustible, el fuego se apagará (figura 1).
Por lo tanto, para que un incendio se inicie tienen que coexistir tres factores:
Combustible, comburente y foco de ignición que conforman el conocido
“triángulo del fuego” (figura 2).
En cuanto a la cadena de reacciones de combustión que tienen lugar, poniendo
como ejemplo el caso más sencillo de una llama ardiendo en presencia de
oxígeno, el calor da lugar a la combinación de un átomo de hidrógeno con
oxígeno que se descompone en radicales OH y átomos de oxígeno, los cuales a
su vez reaccionan con el hidrógeno presente dando lugar a dos moléculas de
agua y tres átomos de hidrógeno (figura 3).
Estos nuevos átomos de hidrógeno continuarán la reacción mientras existan ele-
mentos reactivos suficientes, pero si introducimos algún elemento químico que
interfiera en esta reacción, ésta se parará. Por ejemplo, el halón 1301 (CF3 Br)
con el calor se descompone en HBr el cual elimina los átomos de hidrógeno y los
radicales OH según las siguientes reacciones:
HBr + H2+Br
HBr + OH H2O + Br
Lo que ocurre es que la cadena de reacciones que son necesarias para que se
mantenga el incendio, con átomos de hidrógeno y oxígeno y radicales libres OH,
no puede proseguir. Es por ello que al interferir en esta reacción en cadena se
extingue en fuego.
Por lo tanto, además del combustible, comburente y la energía de activación, hay
que añadir esta reacción en cadena como factor que es imprescindible para que
se mantenga el fuego. Estos cuatro elementos dan lugar al modelo conocido
como “tetraedro del fuego”: Es decir, se acostumbra a visualizar la relación de
los cuatro elementos, combustible, comburente, foco de ignición y reacción en
cadena, como un tetraedro donde cada elemento representa un lado (figura 4).
2. Fases de un incendio
En general, en un incendio tipo se pueden distinguir tres fases: Una fase inicial,
otra de desarrollo máximo y otra de declive (figura 5).
En una primera fase la temperatura va aumentando en función del tiempo.
Transcurrido un cierto tiempo, el incendio alcanzará su máximo desarrollo
consiguiéndose las temperaturas más altas, para a continuación pasar a una
etapa de declive bien sea porque se haya consumido todo el material
combustible, porque el comburente se ha reducido o bien sea por estos dos
motivos a vez. Hace falta indicar que el mecanismo de los incendios es tan
complejo, que es difícil conocer las temperaturas reales que se alcanzan en cada
etapa de desarrollo del mismo.
Si el fenómeno del incendio se desarrolla a una velocidad muy elevada, lo que
ocurre es que en realidad estamos en un caso de explosión. En el incendio,
combustible y comburente no están mezclados, con lo que el aporte continuo del
combustible y comburente hace que se expanda el incendio más o menos
rápidamente. Sin embargo, en una explosión el combustible y el comburente
deben estar mezclados cuando se aporte la energía de activación. La inflamación
se inicia en un punto y se propaga rápidamente al resto de la mezcla explosiva.
Las explosiones podrán ser deflagraciones, si el frente de llama generado va a
una velocidad inferior a la del sonido (340 m/s) o detonaciones, en donde el
frente de llama va a velocidad supersónica y acompañada por una onda de
choque. Es decir, en el caso de la detonación tenemos un frente de presión que
viaja a la misma velocidad que el frente de llamas.
Por otro lado, puede ocurrir que durante el desarrollo del incendio se modifique
alguno de los parámetros que le afectan y con ello la forma en que el incendio
va a desarrollarse. Así, si la ventilación es suficiente, éste se puede desarrollar
rápidamente dando lugar a lo que se conoce como flash-over. Se produce cuando
todos los objetos que estaban dentro de un recinto cerrado con pequeñas
aportaciones de aire (a través de rendijas de puertas y ventanas, por ejemplo)
se inflaman simultáneamente pasando a generalizarse el fuego de forma súbita
a todos los elementos de dicho recinto. Da lugar a una “bola de fuego” que se
propaga a las zonas anexas. Se puede producir generalmente cuando la
temperatura dentro del volumen cerrado alcanza entre 300 y 600 ºC,
dependiendo de las características constructivas, materiales presentes, huecos
de ventilación y resistencia a la presión de los elementos compartimentadores
(figura 7).
Otro fenómeno que se puede producir es el del backdraft. Tiene lugar en
volúmenes cerrados en donde el aporte de aire del exterior está fuertemente
limitado. En una primera fase el fuego se desarrolla de forma normal, para pasar
a producirse mucho monóxido de carbono (inflamable), partículas de carbono y
productos insaturados. La temperatura se estabiliza a un valor inferior al
necesario para que se produzca el flash-over, explicado anteriormente y los
humos, muy inflamables, van tomando progresivamente todo el recinto. Lo que
ocurre en estos casos es que cualquier aporte de aire exterior (por ejemplo, a
través de la apertura de una puerta o ventana) da lugar a un aporte de oxígeno
que origina una fuerte explosión.
3. Parámetros de un incendio
3.1 Los Combustibles
A la hora de considerar el riesgo de incendio que presenta un material
combustible, habrá que considerar:
a) El estado en que se encuentran los productos (sólido, líquido o gaseoso).
Incluso en el caso de los combustibles sólidos además habrá que tener en
cuenta el factor de forma y distribución de masa del material, ya harán
más o menos fácil el inicio de un fuego. Se define factor de forma a la
relación entre la superficie exterior del material y el volumen que ocupa el
mismo. Cuanto mayor sea este parámetro más peligroso será el material
en cuanto a su posibilidad de ignición. Es por eso que un papel suelto es
mucho más fácil que comience a arder que una pieza de madera. Además,
cuanto más finamente esté dividido un combustible menos cantidad de
calor necesitará para alcanzar la temperatura de ignición o el punto de
inflamación. Por eso que algunos materiales al estar finamente
pulverizados se comportan como combustibles muy peligrosos. Como
ejemplo se puede tomar la harina que, al estar pulverizada, puede arder
tan violentamente dando lugar a explosiones.
b) La naturaleza de los productos empleados (combustibles, inflamables,
etc.) y sus características (energía de activación, poder calorífico, etc.).
Estos datos son conocidos a través del etiquetaje del producto y de la ficha
de datos de seguridad que obligatoriamente le acompaña.
c) La cantidad del producto almacenada o manipulada, así como las
condiciones en que se almacena y se utiliza.
d) La naturaleza de los productos resultantes de la combustión y
descomposición térmica.
Dentro de los parámetros que caracterizan a los combustibles tenemos que
considerar:
1) La energía de activación. Es la energía mínima para iniciar la combustión en
presencia de un comburente dado. Depende del combustible y de su estado
físico.
2) Poder calorífico y carga térmica. El poder calorífico es la cantidad de calor
generada por cada kilogramo de material combustible. Se expresa en Kcal/Kg o
en Kcal/m3. La carga térmica sería la cantidad de calor desarrollada por todo el
material si se quemase totalmente (tabla 1).
3) Punto de inflamación (flash point). Es la temperatura a la cual una sustancia
comienza a desprender vapores o gases en cantidad suficiente para mantener la
combustión. Se expresa en grados centígrados. Este dato es un indicativo de la
peligrosidad de un combustible. Cuanto más bajo sea el punto de inflamación
más fácilmente desprenderá vapores un combustible. Así, por ejemplo, la
gasolina tiene un punto de inflamación de -43 ºC a -38 ºC, dependiendo de su
octanaje. El punto de inflamación del aceite de soja es de 282 ºC, evidentemente
menos peligroso que la gasolina ya que se necesita un aporte de calor mayor
para alcanzar esta temperatura.
No hay que confundir el punto de inflamación con el de ignición, aunque a efectos
prácticos sean casi iguales. En el caso de alcanzarse la temperatura de ignición
se empezará a emitir vapores que se inflamarán al contacto con una llama,
mientras que al alcanzarse la temperatura de inflamación esos vapores serán
capaces de mantenerse ardiendo hasta que se consuma el combustible.
4) Temperatura de ignición espontánea. Es la temperatura a la cual una sustancia
empieza a arder por elevación de temperatura sin aporte de una fuente de igni-
ción.
Límites de inflamabilidad. La combustión sólo es posible cuando la concentración
de los gases está comprendida entre los valores específicos para cada
combustible. A la mínima concentración necesaria (porcentaje de volumen de
vapores en volumen de aire) para mantener la combustión se la denomina “Límite
Inferior de Inflamabilidad” (L.I.I.). La concentración por encima de la cual la
combustión no es posible recibe el nombre de “Limite Superior de Inflamabilidad”
(L.S.I.). Estos límites, así como el margen entre ellos, son indicadores de la
peligrosidad de una sustancia o compuesto
3.2 Los Comburentes
El comburente más frecuente es el oxígeno presente en el aire. Del mismo modo
podrían funcionar como comburentes ciertas sustancias químicas muy electrone-
gativas (oxígeno, flúor, etc.) y los compuestos en donde estos elementos electro-
negativos desarrollan uniones de carácter muy débil (peróxidos, cloratos, ácido
nítrico, etc.)
Se caracterizan por:
a) Su naturaleza química, que condicionará la energía desarrollada en una
reacción.
b) La cantidad presente (o renovada) dentro de un recinto determinado. Al
aumentar, la cantidad de calor necesario para que se produzca la combustión
disminuye y la velocidad y temperatura de combustión se elevan.
c) La concentración cuando se encuentra mezclado con un gas inerte.
El oxígeno se encuentra presente aproximadamente en un 21% en volumen en
el aire. Para que se produzca la combustión es la presencia de un mínimo de
oxígeno, que por lo general suele ser de un 15% (figura 9).
Los peróxidos orgánicos se utilizan principalmente como catalizadores de
polimerización en la industria del caucho y de materiales plásticos. También se
encuentran actuando como agentes blanqueadores en la industria textil o
papelera (por ejemplo, agua oxigenada y peróxido de hidrógeno) y en
laboratorios para utilizar en diversas reacciones químicas. Dado que en estado
puro se caracterizan por sus propiedades explosivas, se comercializan en forma
de mezcla con otras sustancias (con un disolvente de punto de ebullición elevado,
con una cierta cantidad de agua o con sustancias viscosas que ralentizan el
incendio).
Las sales oxigenadas son compuestos que reaccionan violentamente con sus-
tancias reductoras y material combustible, especialmente cuando se encuentran
en forma de polvo. Entre los más corrientes se encuentran los nitratos y los clora-
tos (de sodio y de potasio especialmente), presentes en pirotecnia, combustibles,
como recubrimientos de piezas metálicas, fabricación de pasta de papel, industria
textil, etc.
3.3 Fuentes de ignición
Es habitual que una fábrica utilice distintos tipos de energía en el proceso de
producción (hornos, generadores de vapor, llamas desnudas, soldadura, etc.).
Además, como consecuencia de dichos procesos, se liberan otras energías que
pueden provenir de productos y piezas que están a elevada temperatura, de las
reacciones químicas peligrosas, de la electricidad estática, etc. Y otras veces, la
energía proviene del exterior, del sol, de un rayo, de imprudencias de los
fumadores, de fallos en el funcionamiento de las máquinas, etc. Bajo el punto de
vista del fuego, el problema surge cuando existe una transformación de esas
clases de energía en calorífica y esa fuente de calor incide sobre un combustible
cercano.
Su origen suele ser fundamentalmente de tipo:
Térmico: Por contacto con superficies calientes, aparatos de calefacción, llamas
abiertas, soldadura, la acción del sol acrecentada por el efecto del vidrio, etc.
Mecánico: Por chispas de origen mecánico al golpear máquinas herramientas
entre sí o con otros metales en procesos de abrasión o impacto, choques de
partes metálicas del calzado contra el suelo, etc.
Eléctrico: La fuente de ignición, en este caso, puede ser el calentamiento de
una instalación eléctrica provocado por un cortocircuito o una sobrecarga.
Generalmente se debe al carácter improvisado de la instalación, a un aislamiento
defectuoso de los conductores, a su sobrecalentamiento o a instalaciones que no
son apropiadas para la atmósfera de un local (ambiente explosivo o húmedo).
Un cortocircuito se produce cuando entran en contacto las partes activas de dos
conductores eléctricos a distinto potencial (por ejemplo, los dos conductores
activos de un taladro de mano), provocando una circulación de corriente elevada
que a su vez genera un calentamiento tal que origina la ignición de la envolvente
aislante del conductor. También se puede producir el contacto eléctrico entre dos
partes activas en un cuadro eléctrico ante el cebado de un arco eléctrico debido
a la humedad o mediante un elemento muy conductor (por ejemplo, una
herramienta metálica). Además, hay que tener en cuenta una posible fuente de
origen climático, como es el caso de los rayos o tormentas que aún sin presencia
de rayos pueden inducir tensiones importantes en algunos aparatos.
Electrostático: En ciertas situaciones, en presencia de atmósferas con vapores
o gases inflamables, se han originado incendios por descargas en forma de chispa
procedentes de acumulaciones de electricidad estática. Como ejemplos se
pueden citar los siguientes:
- En cabinas de pintura es frecuente que las pistolas de pintar se carguen de este
tipo de electricidad por rozamiento de aire comprimido sobre la boquilla metálica,
al encontrarse aislada. Si ésta entra en contacto con algún elemento que haga
masa puede producir un arco que inicie un incendio, dada la presencia de vapores
inflamables procedentes de la pintura utilizada.
- Otra situación en la que se debe tener en cuenta la presencia de electricidad
estática es durante la descarga de líquidos inflamables. Durante estas
operaciones la cisterna metálica de un vehículo o de un barco se carga por
rozamiento, por lo cual es necesario realizar la conexión a tierra de las mismas.
- Movimiento sobre rodillos de correas de transmisión, de bandas transportado-
ras, etc.
- Durante el transporte de líquidos por canalizaciones y en almacenamientos de
gases comprimidos o licuados.
- En la fabricación y transporte de materiales en forma de polvo, etc.
Químico: Calor generado en reacciones exotérmicas, igniciones espontáneas,
etc. Los materiales orgánicos impregnados de aceite, grasas o esencias tienen
tendencia a inflamarse espontáneamente.
Biológico: La fermentación bacteriana puede calentar el medio en el que se
desarrolla y dotarle de las condiciones adecuadas para que se produzca una
ignición. Una simple condensación de agua-vapor en un material puede ser el
origen de una fermentación y elevar lo suficientemente la temperatura como para
originar una auto inflamación de los productos almacenados. Este es el caso por
ejemplo de ciertos silos de cereales, legumbres, azúcar, etc.
Otras fuentes de ignición posibles, aunque menos frecuentes, son las radiaciones
electromagnéticas, los ultrasonidos, las compresiones adiabáticas, las ondas de
choque, etc.
4. Modos de propagación de un incendio
Existen tres formas de propagación del calor que son:
4.1 Conducción
Se transmite a través de un cuerpo sólido cuando existe variación de temperatura
entre distintos puntos del mismo. Cuanto mayor sea la diferencia de temperatura
más calor se transmitirá.
Si el extremo de una barra de hierro lo aproximamos a la lumbre, en breves
instantes, el otro extremo comenzará a calentarse. Esto ocurre con materiales
que conducen muy bien el calor, como son los metales. A estos materiales se les
denomina conductores. Sin embargo, existen otros materiales como la madera,
el hormigón, la cerámica, etc., que presentan un comportamiento totalmente
distinto debido a que transmiten muy mal el calor.
4.2 Convención
Se denomina a la transmisión del calor a través del movimiento de fluidos. El aire
caliente asciende hacia las capas superiores de un recinto. Por ello, si se incendia
un piso de una planta, el humo tiende a canalizarse y ascender por el hueco de
las escaleras hacia las plantas superiores propagando el incendio hacia las
mismas.
4.3 Radiación
El calor se transmite sin ningún medio o soporte material a los elementos
colindantes a través de ondas electromagnéticas (IR).
En un día de verano, con un sol radiante, si colocamos una lupa junto a un papel
podemos conseguir que se prenda. Ello es debido a la radiación térmica que es
la transmisión de calor sin soporte material por ondas procedentes del sol. En el
caso de un fuego, las llamas emiten radiaciones a las superficies colindantes,
consiguiendo que comiencen a arder.
5. Consecuencias de un incendio
Las consecuencias de un incendio se pueden sentir sobre el hombre, sobre los
edificios y sobre el medio ambiente. Veamos en detalle cada una de ellas.
5.1 Consecuencias sobre el hombre 5.1.1 Consecuencias relacionadas
con los hum os y gases La primera causa de muerte debido a un incendio es
por los humos y gases desprendidos. Pueden presentar los siguientes peligros:
- Temperatura elevada (abrasamiento por inhalación de gases a altas
temperaturas.
- El humo provoca el lagrimeo de los ojos dificultando la visión, lo cual unido a
su opacidad dificulta la evacuación e intervención posterior.
- Bajada en la concentración de oxígeno que es causa de asfixia.
Gases asfixiantes simples: El principal es el dióxido de carbono. Este gas, en
concentraciones del 10% en aire, da lugar a cefaleas y vértigo, y a partir del 20%
a narcosis. Además, al aumentar su concentración aumenta el ritmo respiratorio
y con ello la inhalación de gases tóxicos.
Gases tóxicos: El monóxido de carbono, además de combinarse con la hemog-
lobina de la sangre desplazando al oxígeno, produce un efecto tóxico especial-
mente importante en el cerebro. Da lugar en concentraciones en el aire del 0.01%
a dolores de cabeza, que pasan a vértigo y al final al coma seguido de la muerte
a partir de 0.2%. Resaltar dentro de estos gases también al cianuro de hidrógeno,
resultante de la combustión de bastantes materiales plásticos y fibras naturales
que contienen nitrógeno, al sulfuro de hidrógeno, que se produce en la
combustión incompleta de las materias orgánicas que contienen azufre (cauchos,
neumáticos, lanas...) y al cloruro de carbonilo, que se produce por el contacto de
las llamas sobre los productos de PVC, aislamientos de cables eléctricos,
materiales refrige-rantes como el freón, etc.Otros gases a considerar son el
amoniaco, el ácido fluorhídrico, el cloro, el fosgeno, etc., que dan lugar a graves
lesiones pulmonares (Tabla 7).Existe además otro efecto de los gases que se
suele pasar por alto. Se trata del producido por aquellos gases, especialmente el
ácido clorhídrico, que pueden anular la acción de mecanismos de activación de
alarmas al producir cortocircuitos en la transmisión entre los semiconductores
presentes en los sensores.
Hay que indicar que el color del humo que se genera durante un incendio es
orientativo sobre la composición del mismo. Por ejemplo, un color negro opaco
es debido a la combustión de hidrocarburos, alquitranes, gomas, etc. La madera,
el papel, materiales textiles, cartón, etc. al arder desprenden un humo poco
denso y de color gris. Y si estos elementos están mojados, la combustión
empeora y da lugar a un humo negro (Tabla 8).
5.1.2 Consecuencias relacionadas con las llam as y el calor Si tenemos en
cuenta la curva normalizada de temperaturas de un incendio, el aire alcanza una
temperatura de 500 ºC en menos de 10 minutos. En recintos cerrados el calor se
estratifica normalmente de arriba hacia abajo, con un gradiente ascen-dente
según se aumenta de cota. Este aumento de calor puede provocar importan-tes
daños al organismo, llegando a resultar en algunos casos mortales. Las llamas
están formadas por gases incandescentes con temperaturas que varían entre 600
y 1200 ºC y que producen quemaduras inmediatas por la desnaturali-zación de
las proteínas del organismo. Del mismo modo, las quemaduras pueden tener
lugar por contacto con superficies calientes. La importancia de la quemadura
(extensión, intensidad y profundidad) dependerá de la temperatura, del tiempo
de contacto y de la naturaleza del material. Según su naturaleza, además, se
producen llamas de distintos colores que, en ciertos casos, son característicos.
Por ejemplo, el color amarillo-anaranjado se corresponde con la presencia de
sodio en la atmósfera. Llamas de color azul evidencian la presencia de alcoholes
o gas natural. El color blanco indica que arden metales finamente divididos o
sales de metales alcalinos. Tonalidades verdosas amarillentas, cloro o
compuestos hiperclorados. Verde, sales de cobre y algunos nitratos. El rojo suele
indicar presencia de líquidos inflamables.
Simplemente por proximidad a un incendio, sin contacto con una llama o
superficie alguna, las quemaduras pueden aparecen en menos de 3 a 10 minutos.
Hay que tener en cuenta que las temperaturas medias que se desarrollan como
consecuencia de un incendio son del orden de 50 ºC en menos de 2 minutos y
de 200 ºC en menos de 4 minutos después del comienzo del mismo. Además, el
efecto luminoso de las llamas constituye además un peligro para los ojos. Se
distingues tres categorías de quemaduras: De primer, de segundo y de tercer
grado. Las de primer grado son de carácter superficial, las de segundo grado des-
truyen la epidermis, llegando a la mitad de la dermis y las de tercer grado
penetran en todo el espesor de la piel destruyendo el tejido y pudiendo llegar
incluso hasta el hueso. Existen también las quemaduras de cuarto grado, con
daños en músculos y huesos, pero suelen presentarse en quemaduras por frío
extremo y congelación.
5.1.3 Consecuencias relacionadas con desplom es de estructuras
En pocos minutos tras iniciarse el fuego, el calor disminuye la resistencia
mecánica de las estructuras con riesgo de desplome de todo o parte de los
edificios. Esto puede afectar no sólo al personal que no haya sido evacuado para
entonces, sino también a los equipos de intervención.
5.1.4 Consecuencias económ icas y sociales
Y por último no hay que olvidar que un incendio de un establecimiento comercial
o industrial puede dar lugar a una paralización temporal de la actividad o, en el
peor de los casos, al cierre definitivo como consecuencia de las pérdidas
ocasionadas, con lo que todo ello puede conllevar en cuanto a consecuencias
sociales se refie-re. Además de estas pérdidas económicas, hay que tener en
cuenta la pérdida de reputación como consecuencia de la contaminación y al
efecto producido en el entorno próximo al edificio.
5.2 Consecuencias sobre el edificio
La destrucción de los edificios y de todos los elementos presentes en ellos
supone una de las consecuencias más importantes de un incendio. Para conocer
cómo proteger un edificio contra el fuego es necesario tener en cuenta su poder
calorífico (la cantidad de energía que la unidad de masa de materia puede
desprender al producirse el incendio) así como el comportamiento contra el fuego
de los materiales utilizados en su construcción, los elementos decorativos y los
auxiliares (reacción y resistencia al fuego).
5.3 Consecuencias sobre el medio ambiente
Hay que ser consciente que un incendio representa una amenaza para el medio
ambiente del establecimiento que lo sufre (población, fauna, flora, etc.)
aumentada por el efecto de los productos utilizados en la extinción del fuego (en
el aire, por los gases de combustión tóxicos y/o corrosivos y en el agua y el suelo
ocasionados por los productos resultantes de la combustión y por la utilización
de productos extintores).
MEDIDAS DE PREVENCIÓN DE INCENDIOS
Según la norma UNE-EN ISO 13943 Seguridad contra incendio. Vocabulario se
entiende riesgo de incendio como el producto de:
- la probabilidad de aparición de fuego en una operación técnica determinada o
estado y,
- consecuencia o extensión de los daños en presencia de fuego.
La prevención del incendio consiste en poner en marcha un conjunto de medidas
destinadas a disminuir o eliminar la probabilidad de aparición del fuego mientras
que la protección actuará una vez iniciado el mismo, aminorando las consecuen-
cias o extensión de los daños.
A la hora de prevenir incendios, es preciso
actuar sobre alguno de los cuatro elementos
que forman el tetraedro del fuego
(combustible, comburente, fuente de calor y
reacción en cadena). A continuación, se
expone en cada uno de los apartados
siguientes, los procedimientos que se suelen
aplicar con este objetivo.
1. Medidas de prevención sobre el combustible
En los locales en los cuales se almacenen o manipulen sustancias o preparados
explosivos, comburentes o inflamables, así como materiales combustibles, no
debe existir ninguna fuente de ignición (llama, aparato, superficie caliente, etc.)
susceptible de provocar el inicio de un incendio. En estos locales existirá una
ventilación adecuada y deberán estar debidamente señalizados.
Las medidas que se pueden utilizar son:
- Sustitución del combustible por otra sustancia que no lo sea o lo sea en menor
grado.
- Dilución o mezcla del combustible con otra sustancia que aumente su tempera-
tura de inflamación o la utilización del combustible en un estado de división que
lo haga lo menos peligroso posible.
- Limitar la cantidad de producto inflamable en el puesto a las necesidades para
esa jornada de trabajo. En cualquier caso se controlará la temperatura, la hume-
dad, el nivel de monóxido de carbono, etc., cuando sea preciso para garantizar
que no se origine una mezcla explosiva o se de lugar a reacciones exotérmicas.
- Adaptar las condiciones de almacenamiento a la sustancia, por ejemplo alma-
cenando estrictamente la cantidad necesaria de combustible, manteniendo pe-
riódicamente las instalaciones de almacenamiento para evitar fugas y goteos,
transportando sustancias inflamables preferiblemente por medio de canaliza-
ciones fijas y con el menor número de conexiones posible prefiriendo las uniones
soldadas frente a las roscadas o embridadas, etc.
Para almacenar botellas o recipientes de gas comprimido se buscará un lugar
protegido del sol y de la intemperie, a distancia de los locales de trabajo ocupados
por personal o separándolo de éstos por un muro adecuado. No deberán estar
situados en planta bajo nivel y construidos, en la medida de lo posible, por
materiales no combustibles y no frágiles. Deberán estar bien ventilados de forma
natural, de manera que se evite un sobrecalentamiento del local. Se reducirán
las instalaciones eléctricas a lo indispensable, bien sea utilizando lámparas
situadas en el exterior o utilizando aquellas que estén adaptadas para su uso en
zonas con riesgo de explosión. Estará debidamente señalizada la zona y en ellas
existirá una separación entre las botellas según el tipo de sustancia almacenada.
- Ventilación general y/o aspiración localizada en locales y operaciones donde se
puedan formar mezclas inflamables.
- Orden y limpieza. Se debe controlar y eliminar adecuadamente los residuos.
Asimismo, se debe suprimir toda acumulación de vapores o polvo limpiando de
forma frecuente y segura (por ejemplo, sin dispersar una nube de polvo que
aumente la posibilidad de explosión).
- Almacenar los productos inflamables asegurándose que los recipientes de al-
macenamiento están debidamente cerrados.
- Señalización adecuada en los recipientes o conductos que contengan sustancias
inflamables.
2. Medidas de prevención sobre el comburente Los productos
comburentes, que contienen la cantidad de oxígeno necesaria para su
combustión, deben estar almacenados en locales o armarios específicos y
siempre lejos de materiales combustibles, especialmente en el caso de aquellos
fácilmente o extremadamente inflamables. En ciertas instalaciones en las que se
trabaja con productos inflamables, puede resultar adecuado introducir un gas
inerte que disminuya la concentración de oxígeno en el aire y, por tanto, el riesgo
de ignición. Esta medida debe ser compatible con la presencia de trabajadores,
es decir, hay que tener en cuenta el riesgo de asfixia.
3. Medidas de prevención sobre el foco de ignición Los focos de ignición
pueden ser de los siguientes tipos:
Térmico: Contacto con superficies ca-lientes, aparatos de calefacción, llamas
abiertas, soldadura.
Mecánico: Contacto con chispas de origen mecánico al golpear máquinas
herramientas entre sí o con otros metales, choques de partes metálicas del
calzado contra el suelo, etc.
Eléctrico: La fuente de ignición, en este caso, puede ser el calentamiento de
una instalación eléctrica provocado por un cortocircuito o una sobrecarga. Un
cortocircuito se produce cuando entran en contacto las partes activas de dos con-
ductores eléctricos a distinto potencial (por ejemplo, los dos conductores activos
de un taladro de mano), provocando
una circulación de corriente elevada que a su vez genera un calentamiento tal
que origina la ignición de la envolvente aislante del conductor. También se puede
producir el contacto eléctrico entre dos partes activas en un cuadro eléctrico ante
el cebado de un arco eléctrico debido a la humedad, o mediante un elemento
muy conductor (por ejemplo, una herramienta metálica). Además, hay que tener
en cuenta una posible fuente de origen climático, como es el caso de los rayos o
incluso tormentas sin rayos que podrían inducir tensiones importantes en los
aparatos.
Electrostático: En ciertas situaciones, en presencia de atmósferas con vapores
o gases inflamables, se han originado incendios por descargas en forma de chispa
procedentes de acumulaciones de electricidad estática. Por ejemplo, en cabinas
de pintura es frecuente que las pistolas de pintar se carguen de este tipo de
electricidad por rozamiento de aire comprimido sobre la boquilla metálica, al
encontrarse aislada. Si ésta entra en contacto con algún elemento que haga masa
puede producir un arco que comience un incendio, dada la presencia de vapores
inflamables procedentes de la pintura utilizada. Otra situación en la que se debe
tener en cuenta la presencia de electricidad estática es durante la descarga de
líquidos inflamables. Durante estas operaciones la cisterna metálica de un
vehículo o de un barco se carga por rozamiento, por lo cual es necesario realizar
la conexión a tierra de las mismas. Para profundizar en este punto, se recomienda
la consulta de las siguientes Notas Técnicas de Prevención (NTP):
- NTP 374: Electricidad estática: carga y descarga de camiones cisterna (I)
- NTP 567: Protección frente a cargas electrostáticas
- NTP 827: Electricidad estática en polvos combustibles (I): características de las
descargas electrostáticas.
- NTP 828: Electricidad estática en polvos combustibles (II): medidas de
seguridad.
Electromagnético: Es el caso de calentamiento por ondas electromagnéticas
de radiofrecuencia, radiaciones entre el infrarrojo y el ultravioleta, radiación solar,
ultrasonidos, etc.
Electrostático: En ciertas situaciones, en presencia de atmósferas con vapores
o gases inflamables, se han originado incendios por descargas en forma de chispa
procedentes de acumulaciones de electricidad estática. Por ejemplo, en cabinas
de pintura es frecuente que las pistolas de pintar se carguen de este tipo de
electricidad por rozamiento de aire comprimido sobre la boquilla metálica, al
encontrarse aislada. Si ésta entra en contacto con algún elemento que haga masa
puede producir un arco que comience un incendio, dada la presencia de vapores
inflamables procedentes de la pintura utilizada. Otra situación en la que se debe
tener en cuenta la presencia de electricidad estática es durante la descarga de
líquidos inflamables. Durante estas operaciones la cisterna metálica de un
vehículo o de un barco se carga por rozamiento, por lo cual es necesario realizar
la conexión a tierra de las mismas. Para profundizar en este punto, se recomienda
la consulta de las siguientes Notas Técnicas de Prevención (NTP):
- NTP 374: Electricidad estática: carga y descarga de camiones cisterna (I)
- NTP 567: Protección frente a cargas electrostáticas
- NTP 827: Electricidad estática en polvos combustibles (I): características de las
descargas electrostáticas.
- NTP 828: Electricidad estática en polvos combustibles (II): medidas de
seguridad.
Electromagnético: Es el caso de calentamiento por ondas electromagnéticas
de radiofrecuencia, radiaciones entre el infrarrojo y el ultravioleta, radiación solar,
ultrasonidos, etc.
Procedimientos. Segregación de procesos, utilización de autorizaciones de
trabajo en actividades con fuego, llamas y cualquier otra fuente de ignición,
prohibición de fumar, etc. En cuanto a los permisos de trabajo deberán incluir
como mínimo: el lugar exacto donde debe realizarse el trabajo, las personas
implicadas (quién realiza, quién vigila, quién valida…), las medidas de prevención
y protección y las instrucciones a seguir.
- Acciones sobre el material. Puestas a tierra, adecuación del material a la
zona con riesgo, etc.
3.1 Prevención de incendios producidos por focos eléctricos
Las principales medidas de prevenciónrelativas a los riesgos de incendio pro-
ducidos por focos eléctricos se pueden resumir como sigue:
- Escoger materiales de buena calidad industrial, seguros y adaptados. Si además
deben estar instalados en una zona de riesgo de explosión, es obligación que
siga la reglamentación. En especial se asegurará la calidad de las instalaciones
eléctricas en locales húmedos o en atmósferas peligrosas.
- Asegurar la conformidad de la instalación a la reglamentación y a las normas,
no utilizar arreglos provisionales y verificar el buen funcionamiento de los
dispositivos diferenciales.
- No modificar sin un análisis previo el calibre de los fusibles o disyuntores, no
sobrecargar los conductores y asegurarse siempre de su buen estado.
- Vigilar el mantenimiento y el buen estado de los aparatos, de los cables, de la
toma de corriente.
- Disponer de recipientes de retención del aceite de los transformadores (con un
volumen similar al contenido de aceite total) para la su recogida en caso de
deterioro del material envolvente.
- Airear los locales de carga de acumuladores. Para darse cuenta de la importan-
cia de cumplir con este requisito, se puede indicar que una batería de plomo de
510 Ah a una tensión de 12 V, cargada durante 14 horas, emite un volumen de
hidrógeno durante la carga que pude llegar hasta los 832 litros.
3.2 Prevención de incendios producidos por descargas electrostáticas
Cuando se frotan dos elementos parte de los electrones superficiales de uno van
a acumularse sobre la superficie del otro. Esta acumulación de carga es lo que
constituye la electricidad estática y puede tener lugar, por ejemplo, al fluir un
líquido por una canalización, en las operaciones de limpieza de cisternas, vaciado
de sacos con productos a granel, impacto de partículas sobre las paredes de
separadores, desplazamiento de personas cargadas en aislamiento con el suelo,
bandas transportadoras, etc. Si las cargas acumuladas sobre la superficie no
pueden pasar a tierra o no lo hacen de forma suficientemente rápida, se
continuarán acumulando y pueden llegar a un nivel tal que se produce una
descarga eléctrica (una chispa, por ejemplo). Si ello se produce en presencia de
una atmósfera inflamable o explosiva, se puede originar un incendio o explosión.
Las principales medidas que se pueden tomar para evitar este riesgo son:
- Aumentar la ventilación con el fin de que la concentración de gas o partículas
inflamables o explosivas no alcance límites peligrosos. En algunos casos puede
ser necesario trabajar en una atmósfera cerrada e inertizada.
- Humidificar la atmósfera.
- Evitar suelos y revestimientos de suelos no conductores.
- Poner a tierra todos los elementos conductores. Esta conexión engloba los
compartimentos objeto de trasvase, el equipo de bombeo y sus conexiones.
- Utilizar materiales y equipos antiestáticos.
- Remplazar los disolventes inflamables por otros que no lo sean o lo sean en
menor medida o bien añadir ciertos productos antiestáticos para disminuir la
resistividad de los productos químicos utilizados.
- Utilizar ropa y calzado antiestáticos. Se evitará el uso de prendas a base de
fibras, botas de goma, zapatos con suela de goma o material sintético similar no
conductor.
- Limitar en lo posible la velocidad de circulación de los líquidos o productos en
polvo aumentando el diámetro de la canalización, así como evitar la presencia de
codos bruscos ni salientes internos superfluos. Para ello se recomienda que,
teniendo en cuenta la velocidad del flujo en la tubería (V) en metros por segundo
y el diámetro interior de la misma (d) en metros, el valor V*d sea menor que 0,5.
Este límite no garantiza que no pueda desarrollarse una ignición estática, pero
reduce considerablemente su probabilidad.
- Limitar la altura a la que cae el material en casos de la alimentación por
gravedad de un depósito. El rellenado con líquidos se deberá realizar
preferentemente por la parte baja del depósito (a través de una fuente) mejor
que por la parte alta (en forma de lluvia). En cualquier caso, en la modalidad de
carga por el fondo habrá también que estudiar la necesidad de limitar la velocidad
de llenado o utilizar deflectores que impidan la formación de turbulencias. Es
recomendable que en ciertos casos la manguera de suministro (de descarga) en
el llenado de cisternas alcance el fondo del compartimento, entrando en contacto
físico con él (dotándole en este extremo, por ejemplo, con un material blando
antichispa).
- Utilizar bandas transportadoras, correas y tubos realizados con materiales con-
ductores. En estos casos es necesario establecer un procedimiento con la
sistemática de actuación indicando los pasos a seguir por el operador para evitar
la generación de chispas en los casos en que esto pueda conducir a un accidente.
4. Medidas de prevención sobre la reacción en cadena
Se trata de establecer medidas que eviten la propagación de un incendio en cier-
tos materiales, por ejemplo, la adición de antioxidantes a plásticos o el empleo
de tejidos resistentes al fuego. Estos tejidos resistentes pueden ser obtenidos de
distintas maneras:
1. Fibras tratadas con productos permanentes retardantes de la llama.
2. Fibras químicas resultantes de la incorporación de retardantes permanentes
de llama al polímero disuelto o fundido.
3. Fibras resistentes a la llama y al calor.
4. Fibras intrínsecamente resistentes a la llama.
MEDIDAS DE PROTECCIÓN PASIVA
El mejor sistema de prevención de incendios es aquel que evita que se inicie el
mismo. Si esto no es posible, lo más efectivo es que el sistema de prevención se
desarrolle ya desde el proyecto de ingeniería o arquitectónico. En este sentido se
han creado códigos, leyes y reglamentos que establecen un mínimo de requisitos
para el diseño y la construcción de edificios y estructuras. Dichos códigos se
basan en las propiedades de los materiales, los peligros y riesgos que se pueden
presentar y las lecciones aprendidas, especialmente de casos de incendios y
desastres naturales.
A nivel europeo se puede considerar el primer código de este tipo el aparecido
en 1189 en Londres, que regulaba los métodos de construcción y, entre otros
detalles, recomendaba el uso de muros de piedra para impedir la propagación de
los incendios.
En España actualmente están en vigor, además del REAL DECRETO 486/1997,
de 14 de abril, por el que se establecen las disposiciones mínimas de seguridad
y salud en los lugares de trabajo, lo siguiente:
- el Real Decreto 2267/2004, de 3 de diciembre, por el que se aprueba el Re-
glamento de Seguridad contra Incendios en los Establecimientos Industriales
(RSCIEI), que afecta a los edificios, establecimientos y zonas de uso industrial
dentro del ámbito de aplicación de dicho Reglamento y,
- el Real Decreto 314/2006, de 12 de marzo, por el que se aprueba el Código
Técnico de la Edificación, CTE (BOE de 28 de marzo). En concreto, para el caso
de incendios son de aplicación la Sección 3 “Evacuación de ocupantes” del Docu-
mento Básico de Seguridad en Caso de Incendio (DB-SI) y el Documento Básico
Seguridad de Utilización y Accesibilidad en su sección 4 (SUA-4) de “Seguridad
frente al riesgo causado por iluminación inadecuada”.
Además, se deberá tener en cuenta la reglamentación existente a nivel de las
comunidades autónomas y a nivel municipal sobre protección contra incendios.
En cualquier caso, no hay que olvidar que la legislación a aplicar dependerá del
año de construcción del edificio y por lo tanto, las características mínima que
impone la legislación que aplique en cada momento. Si la construcción es anterior
a la entrada en vigor de este CTE (o del RSCIEI en el caso de establecimientos
industriales), se tendrán en cuenta las Normas Básicas de la Edificación que
correspondan: NBE-CPI-96, NBE-CPI-91, NBE-CPI-82 o en el caso de
establecimientos industriales o no industriales construidos en fechas anteriores,
únicamente la aplicación del artículo 24 y el capítulo VII del Título II de la
Ordenanza General de Seguridad e Higiene en el trabajo.
Los sistemas de protección de los edificios o instalaciones contra los incendios se
dividen en sistemas de protección activa o sistemas de protección pasiva.
- Los SISTEMAS DE PROTECCIÓN PASIVA
son todos aquellos métodos,
materiales, equipos e
instalaciones que se
incorporan no con el fin de
extinguir el fuego, sino para
hacer más difícil su acción
sobre ellos, es decir, dificultar
la destrucción de los mismos, ya que así se podrá controlar el avance del fuego
más fácilmente.
Los SISTEMAS DE PROTECCIÓN ACTIVA son en cambio recursos y equipos
materiales que a través de una fuente de energía manual, mecánica o eléctrica
se utilizan para controlar y extinguir el fuego.
Los elementos más habituales utilizados en protección pasiva son la utilización
de placas, aplicación de pinturas, proyectado de morteros, etc. con el fin de
aumentar la resistencia y reacción al fuego, la implantación de sistemas de
control de temperatura y humos, la instalación de puertas y compuertas
cortafuego, el sellado de penetraciones, el alumbrado de emergencia y la
señalización.
Como objetivos de la protección pasiva pueden citarse:
- Asegurar la estabilidad del edificio. Se busca que las estructuras soporten los
efectos del fuego durante un tiempo mínimo.
- Compartimentar y sectorizar adecuadamente para impedir la propagación del
fuego con el fin de facilitar la evacuación.
- Facilitar los trabajos de extinción.
En la protección pasiva debe tenerse en cuenta distintos condicionantes:
Urbanísticos o de entorno: Ubicación del edificio, tipo de suelo, agua
disponible, vegetación presente, edificios colindantes.
Arquitectónicos: Tipología del edificio, volúmenes, accesibilidad a fachadas,
cerramientos, sectorización del edificio, compartimentación, ventilación,
evacuación, instalaciones de servicio y especiales.
Acabado o interiorismo: Que tienen gran influencia en el inicio y propagación
del fuego: pinturas, revestimiento, mobiliario, maquinaria, instalaciones,
distribución, etc.
1. Control del fuego: la construcción del edificio
Uno de los aspectos más importantes respecto al control del fuego es el diseño
constructivo básico. Hay que tenerlo en cuenta muy seriamente, ya que la
estructura del edificio durará toda la vida del edificio, mientras que las
instalaciones, acaba-dos y el contenido los podremos cambiar más o menos
fácilmente con el tiempo. Los aspectos constructivos que influyen en la seguridad
contra incendios son la sectorización y la ventilación para evitar o ralentizar la
propagación de incendios, así como la habilidad
para evitar el derrumbe en caso de incendio.
Un fallo en la estructura constructiva del edificio puede dar lugar a víctimas, es-
pecialmente entre los miembros del equipo de rescate. Se deben escoger los
materiales en función de su comportamiento al fuego (como se verá en el punto
2. Resistencia al fuego). Por ejemplo, se debe tener en cuenta que las estructuras
metálicas, si bien incombustibles, sufren deformaciones a altas temperaturas. El
acero a 550ºC reduce su resistencia a la mitad y a 800ºC se deforma y dobla
sobre su propio peso, con el peligro de desplome que eso conlleva. El hormigón
armado es sin duda un material con un buen comportamiento al fuego y
actualmente el más empleado. Contrariamente a las ideas preconcebidas, las
estructuras en madera maciza ofrecen una buena resistencia al fuego. La
escayola es un excelente material de construcción y revestimiento: con un
espesor de 5 cm resiste 3 horas a una temperatura de 1000 ºC, manteniendo
además por su cara protegida unas temperaturas que no superan los 100 ºC.
Generalmente este peligro se evita siguiendo los códigos y normas básicas de
edificación existentes, que marcarán los mínimos en reacción y resistencia al
fuego de sus elementos. Para conocer las propiedades de reacción y resistencia
al fuego se debe acudir al Real Decreto 842/2013, de 31 de octubre, por el que
se aprueba la clasificación de los productos de construcción y de los elementos
constructivos en función de sus propiedades de reacción y de resistencia frente
al fuego. Este Real Decreto presenta una clasificación de los productos de
construcción y elementos constructivos, los métodos de ensayo a los que deben
someterse dichos productos y las normas que definen dichos ensayos. Hay que
señalar que, aun siguiendo la normativa actual, el derrumbe a veces ocurre por
deficiencias en la construcción. Estas deficiencias, que no son evidentes durante
el uso normal diario del edificio, se convierten en un problema cuando el fuego
debilita los elementos de soporte del edificio, iniciando un derrumbe parcial o
total del edificio.
2. Resistencia al fuego
Ante el fuego es necesario que los distintos elementos constructivos, de carácter
portante, separador o portante-separador en función de su cometido, mantengan
las propiedades frente a un incendio que afectan a la función para la que han
sido destinados y no incrementen el peligro de propagación del incendio. El
comportamiento frente al fuego de un elemento constructivo se define por el
tiempo durante el cual dicho elemento debe mantener aquellas condiciones que
le sean aplicables durante el ensayo normalizado. Este ensayo se encontraba
recogido en la norma UNE 23 093 “Ensayo de la resistencia al fuego de las
estructuras y elementos de la construcción”, pero ha sido sustituido tras la
entrada en vigor del Real Decreto 842/2013, de 31 de octubre, por el establecido
en la norma UNE-EN 13501-2:2002 “Clasificación de resistencia al fuego de
elementos de construcción, excepto cubiertas y sistemas y servicios de
ventilación”. A partir de 2 de julio de 2005, fecha de entrada en vigor del RD
312/2005, derogado por el Real Decreto 842/2013, de 31 de octubre, las dos
clasificaciones (según UNE 23093 y según UNE-EN 13501-2:2002) son válidas
siempre que la marca CE del producto en cuestión no sea obligatoria o, aunque
lo sea, cuando los modelos de ensayos para la reacción al fuego para la nueva
clasificación aún no estén determinados. En cualquier caso, considerando que el
Código Técnico de la Edificación sólo contempla la nueva clasificación, será
necesario que los materiales a los que aplique dicho código se pidan en base a
las nuevas clasificaciones europeas. El R. D. 312/2005 “Clasificación de los
productos de la construcción y de los elementos constructivos en función de sus
propiedades de reacción y de resistencia al fuego” y, en concreto, el Anexo V
“Adaptación de las exigencias reglamentarias de resistencia al fuego” establecía
unas “tablas de correspondencia” de los conceptos aplicables de resistencia al
fuego a los distintos elementos constructivos (según su función a la obra) en
base a la norma española UNE 23093 y las clases alternativas según la norma
europea UNE-EN 13.501-2:2002.
Las principales propiedades de resistencia al fuego son:
Capacidad portante (R): es la aptitud del elemento constructivo de
permanecer inalterado en su función mecánica bajo la acción del fuego por un
determinado período de tiempo.
Integridad al paso y fuga de llamas y gases calientes (E): Aptitud de un
elemento de construcción de impedir el paso de las llamas o gases calientes a
través de él, por un determinado período de tiempo.
Aislamiento térmico (I): es la propiedad de un material o elemento de
construcción de dificultar la transmisión de calor a través de él, durante un
determinado periodo de tiempo, que evita que la temperatura en la cara no
expuesta al fuego sufra un incremento con relación a la temperatura inicial a la
aplicación del fuego.
También se contemplan las siguientes clasificaciones para algunos casos concre-
tos, por ejemplo:
W: Radiación
M: Acción mecánica
C: Cierre automático
S: Estanquidad al paso de los humos
P o HP: Continuidad de la alimentación eléctrica o de la transmisión de la señal
G: Resistencia a la combustión de hollines
K: Capacidad de protección contra incendios
D: Duración de la estabilidad a temperatura constante
DH: Duración de la estabilidad considerando la curva normalizada tiempo-tem-
peratura
F: Funcionalidad de los extractores mecánicos de humo y calor
B: Funcionalidad de los extractores pasivos de humo y calor
La clasificación viene determinada por el símbolo correspondiente a la propiedad
(R, E, I, u otras especificaciones técnicas del producto) unido al tiempo durante
el cual se mantiene dicha propiedad. La escala de tiempos empleada en minutos
es de: 15, 20, 30, 45, 60 90, 120, 180, 240 y 360.
Estos parámetros se combinan dependiendo de las características del elemento,
siendo las más comunes R, EI y REI.
Ejemplos:
R 120 mantiene su resistencia mecánica durante 120 minutos
EI 60 conserva su integridad y aislamiento durante 60 minutos
REI 90 conserva su resistencia mecánica, su integridad y su aislamiento durante
90 minutos.
3. Reacción al fuego
Un material puede favorecer o contribuir en mayor o menor medida al desarrollo
de un incendio, según sea su naturaleza. Es por ello que es preciso establecer
unas exigencias de comportamiento frente al fuego para los materiales de
acabado o de revestimiento, para el mobiliario fijo que represente una
implantación masiva en lo-cales de determinado uso y para todos aquellos
materiales, que por su abundancia o situación, pueden incrementar el grado de
peligrosidad de un incendio (mate-riales incluidos en paredes o cierres,
materiales de aislamiento en falsos techos o suelos elevados, etc.)El RD 312/20
(ahora derogado por el Real Decreto 842/2013, de 31 de octubre), estableció
que las condiciones de reacción al fuego se deben cumplir acreditando las clases
determinadas conforme a las norma UNE EN 13501-1:2002 (euroclases), que se
indican en la tabla 4.1 para los revestimientos de paredes o techos y los
aislamientos térmicos o acústicos, o en la tabla 4.2 para los revestimientos de
suelos. Esta norma sustituye a la norma nacional UNE 23727:1990. A partir de la
entrada en vigor del RD 312/2005 (2 de julio de 2005) las dos clasificaciones, la
nacional y la europea (UNE 23727:1990 y UNE EN 13501-1:2002), son válidas
siempre y cuando la marca CE del producto en cuestión no sea obligatoria o aun
siéndola, los modelos de ensayos para la reacción al fuego para la nueva
clasificación aún no estuviesen determinados. En cualquier caso, tras la entrada
en vigor del CTE será necesario que los materiales se pidan según las nuevas
clasificaciones europeas ya que éste sólo contempla la nueva clasificación.
En este aspecto, los materiales se clasifican según su grado de Reacción al Fuego
en:
Asimismo, en los ensayos también cabe considerar las clasificaciones adicionales
siguientes, que son de carácter obligatorio en la mayoría de las clases. Los
conceptos para considerar son:
- Según la opacidad de los humos producidos (s, smoke):
Además, la clasificación no sólo depende del comportamiento ante el fuego de
los materiales sino también de la forma en que éstos se colocan sobre los
soportes de ensayo, es decir, los ensayos de un mismo material para diferentes
aplicaciones finales darán lugar a distintas clasificaciones. Consecuentemente, los
materiales deben clasificarse según su aplicación final. La clasificación de los
materiales para paredes y techos irán sin subíndice, para los suelos llevarán el
subíndice FL (floor) y la de los productos lineales. Por último, indicar que en el
Real Decreto 842/2013, de 31 de octubre, se establece una clasificación de las
cubiertas y los recubrimientos de cubiertas (producto que constituye la capa
superior del conjunto de la cubierta) ante un fuego exterior en base la norma
UNE ENV 1187:2003. Esta norma prevé tres métodos de ensayo distintos (XROOF
(t1), XROOF (t2) y XROOF (t3)) que responden a diferentes escenarios de riesgo
de incendio. (t1 = pavesa en llamas; t2 = pavesa en llamas + viento; t3 = pavesa
en llamas + viento + radiación). En territorio español, los productos afectados
por esta clasificación deberán serlo según el ensayo XROOF(t1) (aunque cada
estado miembro de la Unión Europea tiene potestad para determinar el ensayo
aplicable en su territorio).
4. Sectorización
La sectorización o compartimentación de edificios consiste en crear divisiones
interiores utilizando elementos de compartimentación que actúan como barrera
ante el fuego, retrasando el avance del fuego a sectores contiguos o próximos.
Dicha división tiene como objetivo:
a) Evitar que se incremente la intensidad del incendio a causa de materiales
combustibles que formen parte del contenido
.b) Controlar que el incendio no se propague fuera del recinto inicial.
c) Garantizar la resistencia de los elementos portantes y compartimentadores
para evitar el colapso de la instalación.
Generalmente debe tenerse en cuenta durante la fase de proyecto y puede
distinguirse entre:
− Actuación contra la propagación horizontal del incendio (dentro de la
misma planta). Se incluyen aquí medidas como la separación por distancia
entre loca-les con riesgo, la sectorización o compartimentación (las
características de los sectores de incendio se recogen en el CTE y en
RSCIEI), así como la utilización de puertas contra incendios o cortafuegos
y diques o cubetos de retención para contener líquidos inflamables.
− Actuación contra la propagación vertical del incendio (de una planta a
otra). Es el caso de los cortafuegos de cierre automático dispuestos en
conductos de ventilación o climatización, techos de resistencia al fuego
adecuados, sectorización de escaleras, ascensores y otras aberturas
verticales, así como ventanas con vidrio resistente al fuego o armado.
Se van a describir estas medidas a continuación con más detalle.
Separación por distancia:
Es la medida idónea para reducir la conducción y radiación de calor de unos
combustibles a otros o entre edificios, siendo una de las formas de separar
sectores contra incendios. Su defecto es precisar de espacios abiertos no
disponibles en muchos casos. Es una solución aplicable en fase de proyecto o en
la distribución en planta.
Muros, barreras y paredes cortafuegos:
Los muros cortafuegos son muros de cerramiento o de separación, construidos
con materiales incombustibles, que dividen al edificio en zonas aisladas entre sí,
definiendo sectores de incendio. Su resistencia al fuego debe ser suficiente para
prevenir la propagación externa e interna de un incendio, del humo y/o de la
radiación de calor. Su grado de resistencia debe estar en relación con el riesgo
que debe confinar. Los muros se extienden desde el suelo hasta el forjado,
sobresaliendo por encima de la cubierta y separando fachadas exteriores. El
número y tamaño de las aberturas en estos muros debe ser mínimo. Su extensión
no debe sobrepasar en ningún caso el 25% de la superficie de la misma. Como
norma general. el tamaño máximo por abertura debe ser de 10 m². Todas las
aberturas en muros cortafuegos deben ser protegidas por puertas cortafuegos,
con compuertas, válvulas de cierre automático en los conductos de ventilación
(clapetas) y sellado de conductos. Los sellados de conductos deben ser de una
resistencia al fuego igual o mayor que el muro en el cual están instalados. Las
puertas y compuertas activadas manualmente y las cortinas de agua no son
aceptadas como métodos para proteger aberturas en paredes y barreras corta-
fuegos. Estos mecanismos deben ser activados automáticamente en las paredes
cortafuegos.
Las barreras cortafuegos se extienden de suelo al forjado o cubierta. No se
requieren parapetos ni salientes al fuego. Las paredes cortafuegos se extienden
del suelo al techo, siendo el resto de sus características similar a las barreras
cortafuegos, aunque con una resistencia al fuego menor. Las barreras y paredes
cortafuegos tienen como finalidad confinar el flujo inicial de calor en el área de
origen, limitando el funcionamiento innecesario de rociadores fuera del área del
incendio y proporcionando el tiempo suficiente para coordinar y poner en marcha
los esfuerzos manuales de lucha contra incendios en las áreas adyacentes. Son
más efectivas cuando existen exutorios de calor y humo bien dimensionados y
los rociadores están en servicio.
Cualquier paso a través de las paredes o barreras cortafuego para cables,
tuberías y conductos, debe ser sellado con material resistente al fuego
(revestimientos, espumas, masillas, etc) o intumescente1 (collarines,
almohadillas, etc) con una resistencia mínima al fuego igual a la resistencia de la
pared/barrera y protegido hasta una distancia de un metro por ambos lados. Los
conductos deben ser construidos con materiales no combustibles.
1
No se debe confundir intumescente con ignífugo. Un producto ignífugo es aquel que no arde. En cambio,
un producto intumescente se “hincha” al reaccionar con el calor, produciéndose una capa que protege
contra el fuego. Un producto intumescente debe ser ignífugo, pero no al revés.
Los conductos de ventilación deben tener válvulas de cierre automático (clapetas)
activadas por detectores de humo o calor en las zonas en que atraviesen las
paredes o barreras cortafuegos. En general, los conductos de transporte de
materiales las paredes y barreras cortafuegos a menos que se hayan instalado
detectores de chispas adecuados o sistemas de liberación para explosiones.
Deben llevarse a cabo inspecciones regulares y frecuentes de los sistemas,
incluyendo una revisión visual sobre el funcionamiento de las puertas, de las
válvulas (clapetas) y mecanismos de cierre, como detectores, carriles, guías,
cables, fusibles de desconexión, etc. Combustibles (serrín, fibra de celulosa, etc.)
y líquidos inflamables no deben atravesar
Diques o cubetos: Tienen la misión de contener el líquido inflamable derramado
en una rotura o fuga de un depósito, impidiendo su esparcimiento. Su uso eficaz
se extiende a todo el campo de almacenamiento de líquidos inflamables, espe-
cialmente en petroquímicas. Su capacidad, en caso de un solo depósito, debe ser
la misma que dicho depósito. En caso de agrupaciones de depósitos se aplican
coeficientes reductores.
Puertas cortafuego: Su finalidad es proteger las aberturas que sea necesario
practicar en las paredes cortafuegos. El material y el tipo de construcción de la
puerta determinan una resistencia al fuego concreta. Pueden ser de metal,
madera y hasta vidrio y con configuración de eje vertical (en el caso de situarse
en una salida de emergencia) o bien de corredera o guillotina.
La legislación indica que las puertas cortafuegos deben estar cerradas en el mo-
mento en que sea necesario que lo estén, es decir, cuando se declara un incendio,
y por ello, deben tener un accesorio o sistema de cerrado automático. En este
aspecto seguirán las normas UNE-EN 1154:2003 “Herrajes para la edificación.
Dispositivos de cierre controlado de puertas. Requisitos y métodos de ensayo”,
la norma UNE-EN 1155:2003 “Herrajes para la edificación. Dispositivos de
retención electromagnética para puertas batientes. Requisitos y métodos de
ensayo” y la UNE-EN 1158:2003 “Herrajes para la edificación. Dispositivos de
coordinación de puertas. Requisitos y métodos de ensayo”.
Su resistencia al fuego oscila entre 30 y 240, siendo las más habituales de 30 y
60 minutos (se indica normalmente en una etiqueta situada en el canto de la
puerta). Los espacios situados alrededor de las puertas deben permanecer
siempre libres de obstáculos que dificulten o imposibiliten el cierre de las mismas.
Ningún producto combustible debe ser almacenado cerca de una puerta
cortafuegos o de una abertura protegida. Como norma general se deberá
mantener una distancia mínima de 2 metros.
Es recomendable que las puertas cortafuegos pasen inspecciones periódicas (al
menos cada 2 años) con el fin de detectar cualquier mal funcionamiento de sus
componentes, la capacidad de autocierre o el fin de su vida útil (en condiciones
normales se estima en 20 años).
Cortafuegos en conducto: En todos los conductos citados anteriormente y en
especial cuando atraviesan muros, se debe ubicar estratégicamente
amortiguadores de fuego o cortafuegos que impidan el flujo de humos a través
de ellos. Suelen ser unas trampillas, que, accionadas por un fusible, caen por su
propio peso y taponan el conducto en cuestión. Estos conductos deben ser
incombustibles, RF-60 y se recomienda alejarlos de almacenes de materiales
combustibles.
Techos de forjado: El forjado debe ser incombustible y asegurar una resistencia
al fuego acorde con las características esperadas para el incendio. Tiene una
doble misión; impedir el desarrollo vertical del fuego y evitar el debilitamiento de
la resistencia que provoque el desplome de la planta superior.
Huecos verticales: Son los huecos de escaleras, montacargas, ascensores y
otras aberturas verticales que favorecen el desarrollo vertical del incendio a otros
sectores. Se realizan con materiales incombustibles, garantizando alta resistencia
al fuego y con puertas cortafuego protegiendo sus aberturas.
Ventanas: Son un camino fácil para la propagación vertical entre plantas del
mismo edificio, u horizontal entre edificios próximos o contiguos. Las llamas al
calentar el cristal lo rompen y al salir a la fachada radian calor hacia las ventanas
de los edificios próximos, alcanzando las ventanas de la parte superior, cuyos
cristales rompen y permiten la penetración de las llamas en el interior; si hay
combustibles en sus proximidades la propagación continuará.
En los edificios con alto riesgo de incendio se debe limitar en lo posible la pre-
sencia de ventanales. Las que se instalen deben tener marco metálico y, como
mínimo, contar con vidrio armado que, aunque rompa, no deje grandes huecos
a las llamas.
Una protección eficaz para las ventanas son los salientes de los forjados (aleros
o balconadas) que obligan a las llamas a separarse de fachada (aunque siga
existiendo el efecto radiante).
5. Sistemas de control de temperatura y de evacuación de humos
(SCTEH)
Dado que el humo es generalmente el principal peligro para la seguridad de las
personas durante un incendio, se le debe prestar una especial atención en los
espacios cerrados o semicerrados. Según la norma UNE-EN ISO 13943 Seguridad
contra incendio. Vocabulario, se entiende el humo como la parte visible de la
totalidad de los gases y/o aerosoles (incluyendo partículas en suspensión)
originadas por la acción del fuego. Es decir, el humo estará compuesto de
productos de combustión que incluyen gases, como el dióxido de carbono, el
monóxido de carbono, vapor de agua..., sólidos, como el hollín, y líquidos.
El humo puede perjudicar a las personas, a las propiedades (incluyendo la estruc-
tura del edificio y sus contenidos) y a la continuidad de la actividad que se venía
realizando. Se considera que da lugar a tres efectos muy perjudiciales: oscureci-
miento de la luz, toxicidad e impacto tras el incendio. El efecto que producirá
dependerá de sus características (concentración de varios gases, reducción de
visibilidad, temperatura y calor emitido) así como la duración de la exposición al
mismo. Por ejemplo, exposiciones a humo con una concentración de monóxido
de carbono de 0.1 a 0.8% durante 1 o 2 minutos, puede dar lugar a incapacidad
para caminar. Las personas toleran estar envueltas por una capa de humo de
100 ºC aproximadamente 10 minutos. Además, una reducción de la visibilidad
debida al humo puede producir en el personal que se está evacuando una
desorientación o reducir la velocidad de paso y, por lo tanto, aumentar el tiempo
requerido para la evacuación. Hay que añadir además el efecto psicológico que
puede dar lugar a situaciones de pánico generalizado. Sin contar con que una
reducción en la visibilidad puede aumentar la probabilidad de los ocupantes de
un edificio de caer a distinto nivel. Por otro lado, los componentes de un edificio
pueden verse afectados por la exposición a gases corrosivos, materia particulada
y la elevada temperatura del humo (por ejemplo, la fachada de un atrio que no
sea resistente al fuego). De hecho, los componentes electrónicos pueden ser
dañados por temperaturas y concentración de gases mucho antes de que
produzcan daño en las personas.
En esencia, un sistema de control de temperaturas y evacuación de humos
(SCTEH) es (según norma UNE 23585:2004) una instalación que dispone de un
conjunto de aberturas o equipos mecánicos de extracción (ventiladores) para la
evacuación de los humos y gases calientes de la combustión de un incendio y,
en su caso, de aberturas de admisión de aire limpio, dimensionadas de tal manera
que en los casos de incendios previsibles más desfavorables se genere una capa
libre de humos por encima del nivel del piso del incendio, a la par que se mantiene
la temperatura media de los humos dentro de unos niveles aceptables. De este
modo se mejoran las condiciones de seguridad en la evacuación y/o rescate de
personas y animales y la protección de las propiedades y enseres del edificio, así
como de los elementos estructurales del mismo, permitiendo que el incendio sea
combatido mientras todavía se encuentra en un estado semejante al de sus
etapas iniciales.
Esta norma UNE 23585:2004, relativa a sistemas de control de temperatura y
evacuación de humos (SCTEH) es de obligado cumplimiento a través del Real
Decreto 2267/2004, Reglamento de Seguridad contra Incendios en
Establecimientos Industriales (RSCIEI). Esta norma puede también ser usada
según el Código Técnico de la Edificación (CTE).
Tanto el CTE como el RSCIEI establecen en ciertos casos la obligatoriedad de
instalar un sistema de control de humos. En esencia se trata de establecimientos
de pública concurrencia, aparcamientos cerrados, inmuebles de gran altura y
establecimientos comerciales e industriales de gran superficie, en los que por su
tipología resulta fundamental un buen control del humo generado en un posible
incendio (Tablas 9, 10 y 11).
El principio fundamental en el que se basan los STCEH es que el humo, según su
composición y temperatura, sube hasta chocar con el techo (o forjado), se
desplaza de manera plana, hasta que se enfría (con un desplazamiento horizontal
superior a 60 metros) y vuelve a caer. Es esta caída la que principalmente se
quiere evitar. Para ello se recurre a la compartimentación en sectores de humo
que permiten mantener el humo a una temperatura suficiente para ser evacuado
al exterior por convección. De otra forma, al extenderse el humo éste disminuye
de temperatura y pierde fuerza ascensional, descendiendo e invadiendo las zonas
que se quieren proteger.
5.1 Elementos de un SCTEH
Estos sistemas se proyectan según los siguientes elementos:
- Barreras que impiden la propagación horizontal (sectorización).
- Salidas automáticas en el techo (para evacuar el humo).
- Entradas de aire que aseguren la combustión completa por exceso de oxígeno.
Se pueden distinguir los siguientes elementos:
- Sistemas estáticos con aireadores (o exutorios). Son equipos instalados
en la parte superior de los edificios (techos o fachadas) que permitirán la evacua-
ción del humo por vía natural. En caso de producirse un incendio, se abrirán
automáticamente. Esto puede producirse a través de un fusible que se abra por
acción de un sensor a la temperatura, por calor o por humo, o bien a través de
la deformación y posterior caída del recubrimiento especial de termoplástico
diseñado para ello.
Sistemas dinámicos con accionamiento mecánico con extractores. En
este caso la ventilación es forzada. Los tipos de ventiladores dependen del lugar
donde se ubiquen para que el trabajo que realicen sea en sobrepresión o en
aspiración. En el primer caso no se exige ninguna condición especial a los ven-
tiladores, mientras que a los que trabajan en aspiración deben ser capaces de
soportar 400º durante 90 minutos.
- Cortinas de humo. Son elementos de compartimentación o sectorización que
pueden ser elementos estructurales o arquitectónicos, pueden ser barreras fijas
o automáticas o una combinación de varios tipos. Existen, por ejemplo, barreras
textiles que se despliegan automáticamente en caso de alarma mientras que los
paneles, perfiles y placas están fijos. Las cortinas pueden ser de tres tipos:
Aquellas que forman un sector de incendio que limita la propagación del mismo,
aquellas que canalizan el humo en una dirección determinada y por último,
aquellas que evitan la entrada de humo en un recinto determinado (Figuras 10 y
11).
Estos sistemas sin embargo no siempre son adecuados. En concreto, no está
recomendado su uso en caso de:
- Almacenamientos con una altura superior a 4 metros y en los que no se hayan
instalado rociadores de agua automáticos, ya que un incendio en condiciones
superiores provocaría la destrucción total del edificio o del sector considerado si
se permite que el incendio alcance un nivel de desarrollo importante.
- Equipos e instalaciones protegidos con extinción automática por agentes extin-
tores gaseosos.
La velocidad horizontal de un frente de humo varía de 0.2 a 1 m/s (es decir, que
recorre 30 metros en menos de 3 minutos). Con el fin de que la eliminación del
humo de un local sea eficaz, se deberá tener en cuenta dos puntos:
- La evacuación debe comenzar lo antes posible y realizarse lo más cerca del
punto de inicio del incendio. En locales totalmente inundados por el humo un
sistema que se pone en funcionamiento tarde resulta muy poco eficaz.
- La disposición de los aireadores y sus características de funcionamiento debe
ser tal que se eviten turbulencias en los gases. Será necesario por ello un cálculo
adecuado siguiendo normas teniendo en cuenta la geometría del local,
características de los materiales, ocupación y condiciones climatológicas ex-
ternas. Estos cálculos son complejos al combinar química, física, mecánica de
fluidos y termodinámica del fuego y con frecuencia serán abordados con ayuda
de herramientas informáticas.
Una vez puesto en marcha un sistema de este tipo, el instalador debe suministrar
al usuario del SCTEH las instrucciones de su utilización, las pruebas periódicas y
las operaciones de mantenimiento que sean pertinentes. Todos estos requisitos,
junto con los de instalación, se encuentran recogidos en la norma UNE
23584:2008, que viene a ser como un “protocolo” de instalación.
Como ocurre con todos los sistemas de lucha contra incendios, su mal funcio-
namiento se puede poner de manifiesto cuando más falta hacen. Es por ello que
el mantenimiento es fundamental. Con el fin de permanecer fiables se re-
comiendan inspecciones visuales y ensayos periódicos como mínimo una vez al
año. En concreto se deben realizar operaciones de comprobación, limpieza,
ajuste, reparación y sustitución de partes defectuosas por personal cualificado.
El usuario debe disponer del libro de registro de la instalación en el que se re-
flejarán todas las operaciones de mantenimiento, inspección y modificaciones
llevadas a cabo.
6. Señalización e iluminaciónLa señalización es una parte de la protección
pasiva contra incendios a la que no se le suele conceder la importancia que
merece, pero que junto con iluminación de emergencia es fundamental para
realizar la evacuación del edificio durante un incendio. También servirá de ayuda
en la localización de los equipos de utilización manual de protección contra
incendios. En este apartado nos referiremos a la se-
los otros tipos de señalización (acústica o visual) parte de la protección activa.
Los paneles con una combinación de símbolos, pictogramas y/o textos bre-ves
de varios colores, que proporcionan información de manera fácil y rápida a cierta
distancia. Toda esta señalización seguirá el Real Decreto 485/1997, 14 de abril,
sobre disposiciones mínimas en materia de señalización de seguridad y salud en
el trabajo.
El objetivo de la señalización es mostrar las vías de evacuación y el
emplazamiento y localización de los equipos de lucha contra incendios, así como
indicación sobre prohibiciones, advertencias, obligaciones e informaciones. En
concreto, nos permitirán conocer la ubicación de:
- Los sistemas de alarma para que podemos avisar con la mayor rapidez posible.
- Los equipos de extinción para poder actuar con la máxima eficacia.
- Los accesos, recorridos y salidas de evacuación de manera que se consiga una
evacuación rápida y con seguridad. Se colocarán próximas a las salidas y en
cualquier otro punto del recorrido que sea preciso para poder iniciar y proseguir
la evacuación sin confusiones. También se indicará dónde no existe salida, si esto
puede llevar a confusión con una salida real.
- La ubicación de ciertos riesgos especiales.
Según el CTE en su DB SI, los medios de evacuación se señalizarán de la siguiente
forma:1. Se utilizarán las señales de evacuación definidas en la norma UNE
23034:1988 Seguridad contra incendios. Señalización de Seguridad. Vías de
evacuación, conforme a los siguientes criterios:
a) Las salidas de recinto, planta o edificio tendrán una señal con el rótulo
“SALIDA”, excepto en edificios de uso Residencial Vivienda y, en otros usos,
cuando se trate de salidas de recintos cuya superficie no exceda de 50 m², sean
fácilmente visibles desde todo punto de dichos recintos y los ocupantes estén
familiarizados con el edificio.
b) La señal con el rótulo “Salida de emergencia” debe utilizarse en toda salida
prevista para uso exclusivo en caso de emergencia.
c) Deben disponerse señales indicativas de dirección de los recorridos, visibles
desde todo origen de evacuación desde el que no se perciban directamente las
salidas o sus señales indicativas y, en particular, frente a toda salida de un recinto
con ocupación mayor que 100 personas que acceda lateralmente a un pasillo.
d) En los puntos de los recorridos de evacuación en los que existan alternativas
que puedan inducir a error, también se dispondrán las señales antes citadas, de
forma que quede claramente indicada la alternativa correcta. Tal es el caso de
determinados cruces o bifurcaciones de pasillos, así como de aquellas escaleras
que, en la planta de salida del edificio, continúen su trazado hacia plantas más
bajas, etc.
e) En dichos recorridos, junto a las puertas que no sean salida y que puedan
inducir a error en la evacuación, debe disponerse la señal con el rótulo “Sin salida”
en lugar fácilmente visible pero en ningún caso sobre las hojas de las puertas.
f) Las señales se dispondrán de forma coherente con la asignación de ocupantes
que se pretenda hacer a cada salida, conforme a lo establecido en el CTE.
g) Los itinerarios accesibles (ver definición en el Anejo A del DB SUA) para per-
sonas con discapacidad que conduzcan a una zona de refugio, a un sector de
incendio alternativo previsto para la evacuación de personas con discapacidad, o
a una salida del edificio accesible se señalizarán mediante las señales establecidas
en los párrafos anteriores a), b), c) y d) acompañadas del SIA (Símbolo
Internacional de Accesibilidad para la movilidad). Cuando dichos itinerarios
accesibles conduzcan a una zona de refugio o a un sector de incendio alternativo
previsto para la evacuación de personas con discapacidad, irán además
acompañadas del rótulo “ZONA DE REFUGIO”.
h) La superficie de las zonas de refugio se señalizará mediante diferente color en
el pavimento y el rótulo “ZONA DE REFUGIO” acompañado del SIA colocado en
una pared adyacente a la zona.
Con el fin de garantizar el adecuado estado de los paneles de señalización, deben
establecerse revisiones y el mantenimiento correspondiente. El Real Decreto
1942/1993, por el que se aprueba el reglamento de instalaciones de protección
contra incendios, establece la obligación de efectuar una comprobación periódica
de la señalización de los diferentes equipos de protección contra incendios,
dentro del programa de mantenimiento de los medios materiales de lucha contra
incendios.
Con el fin de proporcionar información sobre las instrucciones a seguir ante una
emergencia se utilizan los carteles conocidos como “Ud está aquí”, carteles expli-
cativos dirigidos sobre todo al personal ajeno a la empresa que puedan
encontrarse en el edificio. En este tipo de señales en forma de cartel se facilitará
una información sencilla, breve y clara sobre qué hacer en caso de una
emergencia por parte de estas personas. Suelen recoger información sobre:
- Localización de donde se encuentra la persona.
- Vías de evacuación hacia las salidas de emergencia.
- Ubicación de los diferentes medios de protección contra incendios.
- Normas de actuación a seguir en caso de emergencia, así como el punto de
reunión del personal evacuado.
En general, estos planos venían contemplados en la derogada Orden Ministerial
de 29 de noviembre de 1984 “Manual de Autoprotección. Guía para el desarrollo
del Plan de Emergencia contra Incendios y Evacuación en Locales y Edificios”,
cuyo utilización era de carácter voluntario. Concretamente recogía la confección
de los planos “Usted se encuentra aquí” como uno de los pasos dentro del
programa de implantación del plan.
En cualquier caso y sin perjuicio de lo establecido en la normativa autonómica o
municipal de aplicación que podrá marcar exigencias y criterios en este materia,
los planos “Usted se encuentra aquí” siempre serán convenientes en aquellos
centros en los que se prevea una densidad de ocupación elevada y donde exista
personal que habitualmente no esté familiarizado con el edificio y por lo tanto,
no conoce todas las posibles vías de evacuación en caso de emergencia. Deberán
ser fácilmente visuales para todo el personal que los observe, claros, sencillos y
con las consignas suficientes y concretas para una efectiva evacuación. Este tipo
de planos es importante que se observen por los ocupantes de un centro antes
de que se inicie una emergencia o en los primeros momentos de la misma, de
forma que estas personas cuando deban hacer uso de algún dispositivo de
protección contra incendios o evacuar de forma inmediata el centro estén
familiarizados con la ubicación de los mismos y los recorridos de evacuación a
seguir.
En el caso concreto de los centros a los que les sea de aplicación la Orden de 25
de septiembre de 1979 sobre prevención de incendios en establecimientos turísti-
cos, deberán disponer de un plano de cada planta del establecimiento, situado
en lugar accesible para consulta urgente, en el que figure la situación de las
escaleras, pasillos, salidas, itinerarios de evacuación, situación de los medios de
transmisión y dispositivos de extinción, además de un plano reducido de
información al cliente, fijado en la puerta de la habitación o su proximidad.
La Orden de 24 de octubre de 1979 sobre protección anti-incendios en los esta-
blecimientos sanitarios, regula la obligación de elaborar y colocar de forma fácil-
mente visible en estos centros, un resumen de las actuaciones inmediatas en
caso de incendio en los locales habitualmente ocupados por el personal del
centro, en zonas de alto riesgo, en habitaciones de pacientes, en salas de espera,
en pasillos y vestíbulos.
Las señales deben ser visibles incluso en caso de fallo en el suministro al alum-
brado normal. Cuando sean fotoluminiscentes deben cumplir lo establecido en
las normas UNE 23035-1:2003, UNE 23035-2:2003 y UNE 23035-4:2003 y su
mantenimiento se realizará conforme a lo establecido en la norma UNE 23035-
3:2003. Se establecen dos categorías de productos fotoluminiscentes, que son:
Categoría A. Producto de alta luminancia que se empleará preferentemente
para señales y balizamientos de lugares de concentración pública o con
iluminación exclusivamente artificial.
Categoría B. Productos de menor luminancia que los A que se emplearán para
el resto de usos. No se puede emplear en sótanos, aparcamientos subterráneos,
pasillos, rellanos o escaleras de evacuación que no tengan ventanas.
El CTE también define los tamaños de las señales según la distancia de observa-
ción a la señal.
El RSCIEI sólo indica que se procederá a la señalización de las salidas de uso
habitual o de emergencia, así como la de los medios de protección contra
incendios de utilización manual, cuando no sean fácilmente localizables desde
algún punto de la zona protegida, teniendo en cuenta lo dispuesto en el Real
Decreto 485/1997, de 14 de abril, sobre disposiciones mínimas en materia de
señalización de seguridad y salud en el trabajo.
El alumbrado de emergencia sirve para proporcionar iluminación a nivel del
suelo en los recorridos de evacuación (pasillos, puertas, escaleras) y en todo
punto cuando dichos recorridos discurran por espacios diferentes de los citados,
a partir del momento en que se produce un fallo de alimentación a la instalación
de alumbrado normal, o la caída de tensión de alimentación por debajo del 70%
de su valor nominal.
El objetivo del alumbrado de emergencia es garantizar el mantenimiento de las
mínimas condiciones de iluminación durante un tiempo, para que en caso de fallo
del alumbrado normal se pueda realizar la evacuación segura de personal y se
pueda detener el proceso con seguridad para el operador y los ocupantes de los
locales. De esta manera se evitarán las situaciones de pánico y se permitirá la
visión de las señales indicativas de las salidas y de los equipos y medios manuales
de protección de incendios existentes.
Las características técnicas y condiciones de funcionamiento del alumbrado de
emergencia vienen reguladas por el Reglamento de Seguridad contra Incendios
en los Establecimientos Industriales, por CTE en su DB-SU y además para los
locales de pública concurrencia en el Reglamento Electrotécnico de Baja Tensión
por su ITC-BT-28.
Según la ITC-BT- 28 las instalaciones destinadas a alumbrado de emergencias
especiales tienen por objeto asegurar, en caso de fallo de la alimentación al
alumbrado normal, la iluminación en los locales y accesos hasta las salidas, para
una eventual evacuación del público o iluminar otros puntos que se señalen la
iluminación cuando falla el alumbrado normal.
Se incluyen dentro de este alumbrado el alumbrado de seguridad y el alumbrado
de reemplazamiento.
a) Alumbrado de seguridad. Es el alumbrado de emergencia previsto para
garantizar la seguridad de las personas que evacuen una zona o que tienen que
terminar un trabajo potencialmente peligroso antes de abandonar la zona. Se
divide en:
1. Alumbrado de evacuación. Es la parte del alumbrado de evacuación previs-
to para garantizar el reconocimiento y la utilización de los medios o rutas de
evacuación cuando los locales estén o puedan estar ocupados.
2. Alumbrado ambiente o antipánico. Es la parte del alumbrado de seguridad
previsto para evitar todo riesgo de pánico y proporcionar una iluminación
ambiente adecuada que permita a los ocupantes identificar y acceder a las rutas
de evacuación e identificar obstáculos.
3. Alumbrado de zonas de alto riesgo. Es la parte del alumbrado de evacua-
ción seguridad previsto para garantizar la seguridad de las personas ocupadas
en actividades potencialmente peligrosas o que trabajan en un entorno peligroso.
Permite la interrupción de los trabajos con seguridad para del operador y para
los otros ocupantes del local.
b) Alumbrado de remplazamiento. Parte del alumbrado de emergencia que
permite la continuidad de las actividades normales. En las zonas de
hospitalización, y tratamiento intensivo, la instalación de alumbrado de
emergencia proporcionará una iluminancia no inferior de 5 lux y durante dos
horas como mínimo. Las salas de intervención, las destinadas a tratamiento
intensivo, las salas de curas, paritorios, urgencias dispondrán de un alumbrado
de reemplazamiento que proporcionará un nivel de iluminancia igual al del
alumbrado normal durante dos horas como mínimo.
A continuación se muestra dónde se debe instalar la iluminación de seguridad
según BT-28 (lugares de pública concurrencia), RSCIEI y según el CTE (Tabla
12).
Con el fin de proporcionar una iluminación adecuada, el CTE indica los siguientes
criterios de ubicación de las luminarias:
a) Se situarán al menos a 2 m por encima del nivel del suelo;
b) Se dispondrá una en cada puerta de salida y en posiciones en las que sea
necesario destacar un peligro potencial o el emplazamiento de un equipo de
seguridad. Como mínimo se dispondrán en los siguientes puntos:
- en las puertas existentes en los recorridos de evacuación;
- en las escaleras, de modo que cada tramo de escaleras reciba iluminación
directa;
- en cualquier otro cambio de nivel;
- en los cambios de dirección y en las intersecciones de pasillos.
7. Evacuación
En cuanto a la accesibilidad a un edificio, deben tenerse en cuanta dos aspectos
importantes. Por un lado, se debe permitir poner a salvo al personal y por el otro,
permitir la intervención de los equipos de socorro. En cualquier caso, se debe
tener en cuenta que para que la evacuación se pueda realizar de forma correcta
se tendrá que:
- Detectar el incendio y activar la alarma con rapidez.
- Los ocupantes reconocerán la señal de alarma.
- Los ocupantes se dirijan a las salidas de manera eficiente y ordenada.
- Las vías de ocupación sean adecuadas al número de ocupantes.
- Las vías estén diseñadas, construidas y mantenidas correctamente.
Aunque se tendrá en cuenta que ciertas situaciones pueden hacer mucho más
complejas las labores de evacuación:
- Incapacidad física para abandonar el edificio. Es el ejemplo de los hospitales,
centros geriátricos, etc.
- Impedimentos físicos. Por ejemplo, el caso de las cárceles, donde es necesario
desbloquear puertas para realizar la evacuación.
- Aglomeración de público en entornos con los que no se está familiarizado. Los
ocupantes de los lugares de pública concurrencia no conocen generalmente las
vías de evacuación y el gran número de personas que utilizarán las vías harán
además más difícil la evacuación.
- Incendio cuando los ocupantes duermen. En ese caso hay que contar con que
se requerirá más tiempo para llevar a cabo toda la evacuación.
La evacuación se efectuará por un itinerario prestablecido y se designará unos
responsables de la misma. La reglamentación existente impone el número y di-
mensiones de las vías de evacuación (vigentes el CTE, para los edificios y el
RSCIEI). Cada vía debe tener una anchura y longitud mínima proporcional a la
ocupación existente. Está prohibido el uso durante la evacuación de ascensores,
montacargas y escaleras mecánicas. Todas la vías de evacuación estarán libres
de objetos, mercancías o cualquier material que sea un obstáculo a la circulación
de personas.
En cualquier caso, de forma general, los pasos a seguir para definir los elementos
de evacuación son:
Hacer un cálculo de la ocupación. Para ello se utiliza la densidad de ocupación
(según la legislación que le sea de aplicación), es decir, el número de personas
por metro cuadrado, cuyo valor depende del uso previsto y de la zona o tipo de
actividad.
- Definir el número de salidas y la longitud de los recorridos de evacuación, que
dependen del tipo de uso del edificio. Los recorridos de evacuación permitidos
son del orden de 15, 25, 35 o 50 m.
- Definir los anchos de los pasillos de evacuación, de las puertas, de las rampas
y de las escaleras. Los anchos mínimos suelen ser de 0,80 m y 1 m.
Además se hará uso de una señalización y balizamiento. Estas señales, además
de tener que estar bien situadas, deben tener unos tamaños adecuados para
poder ser vistas en caso de emergencia. Por ejemplo, si la distancia de
observación es de 10 m, el tamaño mínimo de la señal debe ser de 210 x 210
mm. Su colocación será tal que puedan ser visualizadas tanto con alumbrado
normal como de emergencia. Se colocarán según las características
arquitectónicas del edificio y siempre a una altura comprendida entre 2 y 2,5 m
(nunca a menos de 30 cm del techo).
La eficacia de las normas estará garantizada por su certificación según norma
UNE 23.035:2003-4 y para las fotoluminiscentes la UNE 23.035-1 y 4.
MEDIDAS DE PROTECCIÓN ACTIVA
Los sistemas de proteger los edificios o instalaciones contra los incendios se divi-
den en protección activa o pasiva.
- Los SISTEMAS DE PROTECCIÓN PASIVA son todos aquellos métodos, mate-
riales, equipos e instalaciones que se incorporan con el fin de evitar el colapso
de un edificio, minimizar la propagación de un incendio, permitir la evacuación
de los ocupantes y favorecer la intervención de ayuda externa. Son, como su
nombre indica, sistemas estáticos de resistencia al fuego.
Los SISTEMAS DE PROTECCIÓN ACTIVA son en cambio recursos y equipos
materiales que, en unos casos con intervención humana y en otros sin ella, se
incorporan para controlar y extinguir el fuego. Son, por tanto, sistemas activos
diseñados para entrar en acción contra el fuego.
Se entiende por sistema de detección y alarma de incendios aquel que tiene como
función activar una instalación de respuesta ante el inicio de un incendio y/o
avisar a las personas del mismo. Las principales características que debe poseer
son:
a) Advertir lo antes posible del incendio con el fin de posibilitar el control del
mismo sin mayores consecuencias.
b) Fiabilidad en la detección, evitando las falsas alarmas. Si éstas se pudieran
producir durante las horas de trabajo, será necesario considerar soluciones como
la conmutación de detección automática a manual o dos sistemas de detección
distintos durante los períodos de actividad e inactividad.
La legislación española obliga, mediante dos reglamentaciones como son el
Código Técnico de la Edificación (CTE) y el RD 1942/1993, Reglamento de
Instalaciones de Protección contra Incendios (RIPCI), a que los sistemas de
detección y alarma cumplan con una serie de especificaciones recogidas en la
norma UNE 23007 y, así mismo, de acuerdo con el uso del local donde van a
estar instalados, especifica el tipo de dispositivos y elementos con los que debe
contar.
Estos sistemas están compuestos de:
a) Sistemas de detección manual (pulsadores) o automática (detectores
automáticos).
b) Central o base de control y
señalización.
c) Sistemas de alarma.
d) Sistemas accionados. Éstos a su
vez pueden ser dispositivos de
compartimentación, sistema de
bloqueo de instalaciones, extracción
de humo extinción automática.
1.1 Sistemas de alarma
La alarma se puede realizar de forma oral en instalaciones o locales con existencia
permanente de personal y de reducido tamaño o bien, más frecuentemente, será
necesario utilizar sirenas o sistemas de megafonía. La señal transmitida debe ser
audible en todo caso, debiendo ser además visible cuando el nivel de ruido donde
deba ser percibida supere los 60 dB (A). En cualquier caso, los dispositivos
visuales de alarma contra incendios (señales general-mente destellantes) sólo
deben utilizarse como complemento de los acústicos de alarma y no de forma
independiente (por ejemplo, en zonas en las que el nivel de ruido es muy alto,
donde los ocupantes estén sordos o lleven protección auditiva). De acuerdo con
la Norma UNE 23007/14:1996 el número y tipo de dispositivos de alarma
utilizados debe ser suficiente para producir el nivel sonoro mínimo de 65 dB(A) o
bien de 5 dB(A) por encima de cualquier otro posible ruido que pueda du-rar más
de 30 segundos (mínimo 10 dB(A) para el caso de sistemas de alarma de voz).
Si la alarma tiene por objeto despertar a personas que estén durmiendo, el nivel
sonoro mínimo será de 75 dB(A). El nivel sonoro no deberá exceder de 120 dB(A)
en ningún punto en que sea probable que se encuentren personas. Deben
instalarse como mínimo una alarma acústica por sector de incendio y dos en todo
el edificio, incluso aunque sea posible alcanzar el valor sonoro recomendado con
una sola.
En aquellos edificios en donde existe una densidad de ocupación muy alta y la
mayoría de los ocupantes desconocen la distribución de las vías de evacuación
(aunque estén señalizadas) está recomendada la utilización de un sistema de
megafonía para alertar o evacuar en lugar de sirenas (por ejemplo, en centros
comerciales, estaciones de metro, hospitales, grandes edificios de oficinas,
hoteles, museos, cines, etc.). Se puede, por ejemplo, dirigir el mensaje audible
previamente grabado a la zona afectada con la información traducida a varios
idiomas, o bien transmitir un mensaje manualmente mediante micrófono. De esta
manera es más improbable que se produzcan situaciones de pánico que con la
activación de una sirena e indicar la forma y vía de evacuación conforme al plan
de emergencia previsto.
Si la alarma transmitida consiste en un mensaje de voz, debe cumplir además lo
siguiente:
a) Todos los mensajes son claros, breves, inequívocos y, en la medida de lo
posible, planificados previamente (grabado o sintetizado y que se emita de forma
inmediata o retardada, pero sin depender de la presencia de ningún operador).
b) El intervalo de tiempo entre mensajes sucesivos no debe ser mayor de 30
segundos y se utilizarán señales de relleno similares a las alarmas acústicas con-
vencionales cuando los períodos de silencio puedan ser mayores de 10 segundos.
c) Cuando se requiera el uso de mensajes transmitidos por una persona, el acceso
a los micrófonos de incendio debe limitarse a personas autorizadas y todos los
mensajes en caso de una emergencia serán dados por la misma persona. Como
mínimo uno de los micrófonos que se puedan utilizar para tal fin deberá estar
situado en el puesto de control.
1.2 Sistemas de detección
La detección puede ser humana o automática. En principio, en un recinto muy
frecuentado por personas puede no ser necesaria la instalación de detección au-
tomática. Los propios ocupantes pueden rápidamente darse cuenta del siniestro
y actuar en consecuencia, comunicando la situación. Sin embargo, en
instalaciones a las que solamente tiene acceso poco personal, por ejemplo, sólo
el de mantenimiento, es necesario la instalación de un sistema de detección
automática que avise de la existencia del mismo.
1.2.1 Sistem as m anuales
Según el RIPCI los sistemas
manuales de alarma de incendio
están constituidos por un
conjunto de pulsadores que
permiten provocar
voluntariamente y transmitir una
señal a una central de control y
señalización permanentemente
vigila-da, de manera que sea
posible identificar la zona donde
se ha activado el pulsador.
Según criterios de norma UNE-
EN 23007-14:2009 Sistemas de
detección y de alarma de incendios, los pulsadores deberán situar-se en las rutas
de salida de emergencia, junto a cada puerta de acceso a las escaleras de
emergencia (en interior o exterior) y en cada salida al exterior. También se
pueden situar en las proximidades de zonas de riesgos especiales. En aquellos
locales donde los posibles usuarios presenten capacidad de movimiento reducida
deberá ponerse un cuidado adicional en el emplazamiento de los pulsadores. Los
pulsadores de alarma deben ser visibles, identificables y fácilmente accesibles.
Según el RIPCI la distancia máxima a pulsadores desde cualquier punto de la em-
presa será de 25 m. Además, el sistema de comunicación de alarma debe permitir
transmitir una señal diferenciada, generada voluntariamente desde un puesto de
control.
1.2.2 Sistem as autom áticos
Para poder percibir un fuego en un lugar poco frecuentado por personas (puntos
neurálgicos de la empresa, instalaciones o almacenamientos peligrosos, vigilancia
nocturna, etc.) o en el interior de un equipo de trabajo, será necesario instalar
dispositivos destinados a tal fin denominados detectores automáticos. Estos
sistemas revelan la presencia de un incendio por la alteración de alguna
característica del ambiente en donde se encuentran: Cambios de temperatura,
presencia de humos o radiaciones infrarrojas, etc. Estos fenómenos que
acompañan a un incendio se pueden modelizar según una curva tipo (norma ISO
834) recogida en la figura 14.
En una primera etapa del incendio no se generan partículas visibles para el ojo
humano sino partículas cargadas negativamente que dan lugar a una ionización
del ambiente. Al cabo de un tiempo, que puede ir desde algún minuto a incluso
horas, aparece humo visible. Finalmente se presentan las llamas pasando a
cobrar especialmente importancia la emisión de calor generado (incremento de
temperatura).
Cada tipo de detector es sensible a las diferentes etapas de un posible fuego,
captando un determinado fenómeno que ocurre habitualmente en la evolución
previsible del mismo. Por lo tanto, para seleccionar el detector automático más
adecuado (o combinación de ellos), habrá que tener en cuenta los materiales
presentes y la posible evolución de un incendio.
Según lo indicado, si analizamos la curva tipo de fuego que representa el desa-
rrollo ideal de un incendio (norma ISO 834) se puede pensar que los detectores
más apropiados para un incendio son los que detectan las partículas ionizadas
invisibles al ojo humano o como mucho, los de humos. Sin embargo, esta curva
se aleja de la realidad en ciertos casos: En un incendio que evolucione
lentamente, un detector de humo suele ser el primero en funcionar, pero en un
incendio que se desarrolle rápidamente se generará poco humo y mucho calor,
así que un detector de calor funcionará antes que uno de humo. Además, se
deberán tener otros factores, como son:
- Requisitos legislativos, que exige en ciertos tipos de locales su instalación obli-
gatoria. Las partes de un edificio que requieren protección serán como mínimo
las especificadas en la Sección SI 4 “Detección, control y extinción del incendio”
del Documento Básico de Seguridad en caso de Incendio (SI) del CTE o en el
Anexo III del Real Decreto 2267/2004, por el que se aprueba el Reglamento de
Seguridad contra Incendios en los Establecimientos Industriales. No obstante, es
muy recomendable su instalación en locales con alto riesgo de incendio, como
son:
1. Los de almacenamiento de materiales combustibles, por ejemplo, cuartos de
basura, archivos, etc.
2. Los locales técnicos con un carácter de control, por ejemplo, sales de calderas,
centros de transformación, cuartos de ascensores, etc.
3. Falsos techos y suelos elevados cuando en ellos se alojan instalaciones im-
portantes.
- La altura y la configuración del techo. Para los detectores de llama y humo será
necesario que exista un techo o superficie similar que dirija el calor y el humo al
detector lo antes posible. Sin embargo, en el exterior o en recintos con techos
muy altos, será mejor utilizar un detector de llama, ya que ésta se desplaza por
sí misma en línea recta.
- La situación de las entradas y salidas de aire, así como condiciones ambientales
que puedan influir (corrientes de aire, climatización, ventilación, locales con mu-
cho polvo presente que dé lugar a mucha suciedad en los detectores, cambios
de temperatura, etc.):
- La influencia de la temperatura en los detectores de llama y humos es ina-
preciable hasta 50 ºC, salvo especificación del fabricante indicando lo contrario.
En el caso de los detectores de temperatura fija, la temperatura de disparo debe
superar a la de ambiente entre 10 y 30 ºC y no se deben emplear para
temperaturas inferiores a 0 ºC. En el caso de que la temperatura pueda presentar
grandes variaciones, no es recomendable el uso de detectores
termovelocimétricos.
- El movimiento de aire propicia que se ensucien los sensores de los detectores
de humo. En general, habrá que tener en cuenta lo especificado por el fabricante,
aunque se suelen manejar valores de 8 m/s de velocidad del aire para los
detectores ópticos y de 12 m/s para los iónicos.
- Un valor alto de humedad o polvo puede producir falsas alarmas en los de-
tectores de humo.
- Las radiaciones ópticas podrían provocar alteraciones en los detectores de
llama y no suelen tener influencia en los de temperatura y humos.
- Posibilidad de falsas alarmas. En general, si queremos disminuir al mínimo el
número de falsas alarmas, lo mejor suele ser un detector multisensor
combinación de varios tipos (humo/calor, humo/calor/llama, etc.).
- La accesibilidad para permitir las operaciones de mantenimiento (limpieza y
ensayos).
Los detectores deben utilizarse siguiendo las recomendaciones del fabricante
además de las contenidas en la norma UNE-EN 23007-14:2009 Sistemas de
detección y de alarma de incendios.
Los principales tipos de detectores son:
Detectores fases latentes: Detector de aspiración (ADS, Aspirating Detection
System)
Este tipo de detección es la más reciente y tiene su origen en la idea de una
detección “activa” que ayuda a que rápidamente se detecten los primeros
aerosoles que se producen en un incendio (mediante el aspirado hasta el
detector) frente a la detección convencional que puede verse influida por
corrientes de aire, rincones, puertas abiertas, que retrasan la producción de la
señal de detección de incendio, etc.
El detector de aspiración consiste básicamente en una red de tubos de muestreo
que aspiran continuamente aire del área protegida y lo llevan hasta un detector.
Está formado por un dispositivo de aspiración (turbina o ventilador), un filtro y
un equipo de detección todo ello conectado con una red de tuberías de las que
salen capilares con boquillas de aspiración que funcionan como tomas de
muestreo. Existen varios tipos de detector: De aspiración convencional (iónicos
y/o fotoeléctricos), láser, de nefelómetro y de cámara de niebla de Wilson.
La detección por aspiración presenta como principal ventaja el poder detectar
humo en las etapas más tempranas de un incendio. Además, puede cubrir
grandes superficies, bien empleando ventilación forzada existente en el recinto o
bien utilizando un trazado extensivo de tubos de muestreo. Se emplea en
archivos, centrales telefónicas, galerías de cables, salas de control y, en general,
en todos aquellos ambientes donde se precisa una detección muy rápida o donde
los factores ambientales, corrientes de aire, suciedad, etc., pueden dar lugar a
falsas alarmas con otro tipo de detección.
Detectores de humos
Pueden ser de dos tipos: iónicos u ópticos (de barrera o fotoeléctrico).
Los detectores iónicos poseen dos cámaras ionizadas por un elemento
radiactivo (una de medida y otra estanca o cámara patrón). Esto hace su
reciclado difícil, por lo cual actualmente se encuentran en desuso y su
desaparición será completa.
ellos se establece una pequeñísima corriente de iones de oxígeno y nitrógeno
entre ambas cámaras. Cuando los gases de combustión modifican la corriente de
la cámara de medida, se establece una variación de tensión entre cámaras que
convenientemente amplificada da la señal de alarma. Como efectos
perturbadores se tienen:
- Los humos que no proceden de incendio
(tubos de escape de motores de combustión,
calderas, cocinas, etc.). Se puede solucionar
con cambios de ubicación, retardo y aviso por
doble detección.
- Corrientes de aire de velocidad superior a 0,5
m/s. Se soluciona con paravientos.
Los detectores ópticos funcionan al percibir la luz cuando entra en contacto
con partículas suspendidas en el aire. Pueden ser de barrera o fotoeléctricos. Se
basan en la absorción de luz por los humos en la cámara de medida (oscure-
cimiento) o también en la difusión de luz por los humos (efecto Tyridall). Son de
construcción más compleja que los iónicos. La fuente de perturbación principal
es el polvo y la solución a ello es muy difícil, por lo que están desaconsejados en
este entorno.
Detectores de llama
Existen diversos tipos según las radiaciones que detecten (ultravioleta, infrarroja
o una combinación de ellas). Son especialmente adecuados para la vigilancia de
áreas abiertas desde grandes alturas o para aquellas zonas en donde se puede
extender el fuego de llama con gran rapidez, por ejemplo, en redes de tuberías
con líquidos o gases inflamables o en áreas con materiales combustibles.
Detectores térmicos
Existen dos tipos:
- El estático, que actúa cuando se alcanza una determinada temperatura.
- El termovelocimétrico, que actúa cuando la velocidad de crecimiento de la
temperatura supera un valor determinado (generalmente unos 10 ºC/min).Estos
detectores son los más adecuados para fuegos en los que la materia combustible
emite al arder mucho calor en un corto período de tiempo. También son los más
adecuados para proteger sitios en donde la suciedad puede dar lugar a falsas
alarmas, como en salas de máquinas, almacenes o garajes.
1.3 Central de control y señalización
Al activarse un pulsador o detector de incendio, se emite un impulso hacia una
central de control y señalización. Esta central debe situarse en un lugar que sea
de paso y visible, por ejemplo, en la conserjería, la recepción, el centro de control,
etc. Normalmente se sitúa a una altura que facilite su consulta y protegida por
detectores de incendio.
Las centrales de control y señalización se programan para garantizar que en caso
de incendio se obtenga una respuesta automática de acuerdo con lo previsto en
el plan de emergencia. Una vez recogida la información en la central, esta puede
accionar:
- Sistemas de alarmas (avisos al personal, a servicios de vigilancia servicios de
extinción de incendios).
- Dispositivos de compartimentación (puertas cortafuegos, trampillas para la eva-
cuación de humos, etc.).
- Sistemas de bloqueo (de alimentación de depósitos, llaves de paso de tuberías,
etc.).
- Sistemas de control de temperatura y evacuación de humos (SCTEH).
- Sistemas de extinción automática (rociadores automáticos, instalación fija de
dióxido de carbono, de polvo seco, etc.).
La superficie que hay que proteger se divide en zonas donde se colocan una serie
de detectores y pulsadores. Existen diversos tipos de tecnologías de
comunicación del sistema de detección con la señal, en función del riesgo y la
seguridad necesaria en un recinto: Detección convencional, convencional
direccionable y analógica.
1.3.1 Detección convencional
Para superficies pequeñas o diáfanas en donde los detectores y pulsadores sean
fáciles de localizar y próximos a la central, se suele utilizar detección convencional
que informa a la central del estado del detector (normal, avería o alarma) pero
sin identificar en cuál de ellos se ha producido una incidencia. Para comprobar si
la alarma es real o falsa es preciso desplazarse a la zona del detector activado.
De acuerdo con la norma UNE-EN 23007-14:2009 la distancia máxima a recorrer
dentro de una zona para identificar el lugar de procedencia de la señal tiene que
ser inferior a 30 m y el área máxima de una zona deberá ser inferior a 2000 m².
Es un sistema muy económico tanto desde el punto de vista de los detectores
como de la central.
1.3.2 Detección convencional direccionable
Para mayores superficies con mayor riesgo es necesaria mayor comunicación en-
tre la central y el detector, así como con otros componentes de las instalaciones.
El avance tecnológico ha permitido la comunicación mediante bucles o lazos de
to-dos los componentes con la central. Esto ha permitido identificar la localización
del detector aunque siga siendo necesaria la presencia física para verificar su
estado.
1.3.3 Detección analógica
El término “analógico” no se refiere al tipo de tecnología (totalmente digital) sino
a que la información proporcionada es un valor porcentual (analógico) de las
condiciones de humo o temperatura real en función del tiempo. En este caso los
detectores pasan de ser simples relés a sensores que valoran porcentualmente
las condiciones de concentración de humo o valor de la temperatura existente en
función del tiempo. Además permiten una comunicación bidireccional y en tiempo
real con la central, ya que la central puede acceder a cada sensor para recabar
información del mismo. Del mismo modo se obtiene información de cualquier
incidencia (mantenimiento de los sensores, estado de sirenas, etc.) en el
momento en que se produce, pudiéndose trabajar con un fichero histórico útil
para futuras consultas y disminuyendo las falsas alarmas por acumulación de
suciedad en los sensores.
2. Agentes extintores
Para extinguir un incendio se utilizan los productos conocidos como “agentes
extintores”. A continuación, se van a comentar los más conocidos: el agua (o
hídrico), las espumas, los polvos, el anhídrido carbónico y los agentes gaseosos.
2.1 Agua
Es el agente extintor de mayor uso, ya que es fácil de obtener, abundante, inerte
y tiene una gran eficacia extintora. Es el agente más adecuado para fuegos de
combustibles sólidos de la clase A. En ciertas circunstancias, con el fin de mejorar
su comportamiento, se le añaden aditivos (humectantes, emulsionantes,
espesantes y opacos). Por ejemplo, en incendios forestales con el fin de que se
adhiera muy bien a las superficies (masa forestal) se le añade un espesante que
aumenta la viscosidad (carboximetilcelulosa de sodio). En cambio, en fuegos
profundos y escondidos, se añade un aditivo humectante que rompe la tensión
superficial que mantiene unidas las distintas moléculas de agua. Se puede aplicar
de tres formas posibles: A chorro, pulverizada o nebulizada. La aplicación a chorro
es especialmente adecuada para lanzar agua a distancia, cuan-do por alguna
razón no podemos acercarnos suficientemente. El agua pulverizada hace pasar
el agua a presión por boquillas difusoras, que en el caso del agua nebulizada
llegan a dar lugar a diminutas gotas de tamaño comprendido entre 200 y 1000
micras. Con el agua pulverizada y nebulizada aumentamos la superficie de
contacto del agua con el fuego, con lo que se necesita menos cantidad de agente
extintor que con el agua a chorro. Sus propiedades extintoras son:- Extinción por
refrigeración: El agua tiene un alto poder calorífico que le confiere su alta
capacidad de absorción de calorías (540 calorías para pasar a vapor 1 g).-
Extinción por sofocación: El agua, al transformarse en vapor, aparta el oxígeno
del aire. El volumen de 1 g de agua, que ocupa habitualmente 1 cm3, se con-
vierte en 1700 cm3 al transformarse en vapor. Esto ayuda además a evitar el
calor por radiación (especialmente infrarroja) y diluir los gases de combustión,
arrastrando humos y gases tóxicos solubles.
A veces también se utiliza para diluir ciertos líquidos hidrosolubles. Ej. El alcohol
etílico.
Los principales riesgos que presenta son:
- Es poco indicada para apagar a chorro en fuegos de la clase B por la posibilidad
de esparcimiento del combustible. Deberá ser agua pulverizada o nebulizada.
- Tampoco se puede aplicar a chorro sobre instalaciones eléctricas, aunque se
podrá recurrir a su uso pulverizado o nebulizado.
- El agua tiene el inconveniente de convertirse en hielo a partir de 0º. Por ello se
deben proteger las conducciones contras las heladas o añadir anticongelantes
(por ejemplo, glicol o glicerina, cloruro cálcico, etc.).
- Además, no se debe aplicar sobre metales combustibles (por ejemplo, aluminio,
magnesio, socio, zinc, etc.), ya que se produciría una explosión por la súbita
vaporización del agua.
2.2 Espuma
Las espumas se forman a partir de una mezcla de agua con un aditivo
emulsionante. No es tóxica y es el agente más adecuado para fuegos de
combustibles líquidos de la clase B, aunque también se puede aplicar en fuegos
de la clase A.
Se clasifican en función de la forma de generación (de tipo químico o físico), de
su grado de expansión (de alta o baja expansión) y de su composición química.
En cuanto a su forma de generación existe:
- La espuma química está compuesto por un agente espumante acompañado de
una sal alcalina, que en contacto con una solución ácida da lugar a una reacción
química que desprenderá dióxido de carbono (el gas que forme las burbujas).
Está prácticamente en desuso hoy en día por ser altamente corrosiva.
- La espuma física se forma a partir de una mezcla de agua con un aditivo emul-
sionante (llamado espumógeno) que dará lugar al espumante al que se aplica
aire en proporciones adecuadas (aire producido bien por efecto de la turbulencia
generada por la misma presión del espumante o mediante un ventilador).
La relación existente entre el volumen de líquido utilizado y el volumen de espuma
obtenido, se llama coeficiente de expansión (c.e.). En función de este coeficiente
de expansión, se distingue entre espuma de baja, media y alta expansión.
En cuanto a su composición, pueden ser espumas proteínicas, fluoro proteínicas,
sintéticas y especiales antialcohol.
- Las proteínicas son concentrados de polímeros proteínicos hidrolizados con
aditivos especiales. Producen espumas densas y viscosas muy estables al calor.
Tienen un tiempo de almacenamiento limitado, ya que son biodegradables.
- Los espumógenos fluoroproteínicos son concentrados proteínicos que disponen
de agentes fluorados que le dan cualidades especiales como la no adherencia al
combustible y un mejor sellado frente a los vapores. Se emplean inyectados por
debajo de la superficie del combustible.
- Los espumógenos sintéticos son formadores de película acuosa que no necesi-
tan de la adición de aire. Por ejemplo, los AFFF (aqueous film forming foam). Se
caracterizan por el buen sellado de las superficies del combustible. Actualmente
son lo más utilizados.
- Los espumógenos especiales antialcohol permiten la extinción de líquidos com-
bustibles polares hidrosolubles (por ejemplo, el alcohol), los cuales impedirían la
formación de la espuma formada con espumógenos normales al disolver el agua
del líquido espumante.
La espuma actúa fundamentalmente por sofocación, ya que flota sobre el com-
bustible produciendo una capa continua de material que separa el combustible
del oxígeno del aire. Además, la presencia del agua hace que se produzca un
efecto de refrigeración.
Los principales riesgos al aplicar espuma son los mismos que para el agua, en
especial no pueden utilizarse en presencia de electricidad ni tampoco en fuegos
de metales de gran poder reactivo. También se debe tener en cuenta que algunos
polvos extintores descomponen ciertas espumas, por lo que son incompatibles.
2.3 Polvos químicos
Es un agente extintor compuesto de sustancias químicas finamente divididas (por
lo general, bicarbonato sódico o potásico). No son tóxicos ni abrasivos, actúan
muy rápido resistiendo humedad y vibraciones y además, no conducen la
electricidad. Son adecuados para fuegos de las clases A, B, C y D, pero
especialmente para fuegos de la clase B.
La principal forma de extinción que tiene lugar es a través de la inhibición de la
reacción en cadena, al interponerse radicales catalizadores negativos en la reac-
ción de combustión. En menor medida tendrá lugar una refrigeración, debido a
la menor temperatura del polvo, y una sofocación debido a la capa de polvo
formada sobre el combustible.
En la actualidad se utilizan tres tipos de polvos:
- Polvo ABC (polivalente): Fosfato mono-amónico al 75% y otros, como sales
pulverizadas. Es el más usado en la actualidad ya que es totalmente polivalente.
- Polvo BC (convencional, normal o seco): Bicarbonato urea-potasio, potásico o
sódico.
- Polvo para fuegos especiales de la clase D (específico metales). Compuesto a
base de borato de sodio.
Las principales desventajas de su uso son:
- Su corrosividad sobre componentes metálicos en instalaciones eléctricas y
electrónicas, que hace necesaria una rápida limpieza después de su uso.
- Su incompatibilidad con algunas espumas cuando se utilicen conjuntamente.
La reducción de visibilidad, especialmente en interiores o en fuegos exteriores
con viento.
- No son tóxicos, pero al penetrar en las vías respiratorias puede producir irrita-
ción.
- Se pueden apelmazar dentro de los recipientes, lo cual impedirá su uso total y
por lo tanto, reducirá su eficacia.
2.4 Dióxido de carbono
El dióxido de carbono es un gas envasado en fase líquida a presión en recipientes.
Cuando sale del recipiente pasa al estado gaseoso y se produce un enfriamiento
muy rápido. Su principal ventaja es que proporciona su propia presión de
descarga, no conduce la corriente eléctrica y además es limpio y no produce
daños. Además, no reacciona con la mayor parte de sustancias (con la excepción
del magnesio y el carbono)
Actúa primordialmente por sofocación y enfriamiento.
Es un agente extintor adecuado para fuegos de las clases A y B.
Sus principales desventajas son:
- En alta concentración es asfixiante. Se considera que el umbral de dióxido de
carbono en el aire cuyos efectos dañinos resultan evidentes, es del 6-7%. Por
encima del 9%, la mayoría de las personas quedan inconscientes en poco tiempo.
Como la concentración mínima del dióxido de carbono en el aire para extinguir
un fuego es muy superior al 9%, hay que prever las adecuadas medidas de
seguridad con todos los sistemas de extinción de dióxido de carbono. Por
ejemplo, el mecanismo de disparo incluirá un retardo en su acción, un sistema
de pre-alarma y un pulsador que bloquee el sistema de extinción, de forma que
se permita la evacuación de los ocupantes y se garantice su seguridad antes de
la descarga del agente extintor. En cualquier caso, se deberían utilizar en lugares
donde no existan personas: falsos techos, tolvas, interior de un cuadro eléctrico,
campana extractora de cocina, etc.
- Es poco eficaz frente a brasas.
- Se debe envasar en recipientes robustos que, por lo tanto, resultan pesados.
2.5 Agentes extintores sustitutivos de los halones
Los halones (halogenated hidrocarbon), empleados en muy diversas actividades
incluyendo la protección contra incendios, son derivados halogenados de
hidrocarburos en los que se han sustituido átomos de hidrógeno por halógenos
como el flúor, cloro, bromo y yodo. Por ejemplo, el HALON 1211 O
bromoclorodifluormetano y el HALON 1301 O bromotrifluormetano. En la
actualidad está prohibida su fabricación y uso (con muy pocas excepciones frente
a riesgos específicos) por dañar la capa de ozono de rodea la Tierra y colaborar
en el efecto invernadero. Desde el 1 de enero de 1994, según el protocolo de
Montreal (1987) y del acuerdo de Copenhague (1992), está prohibida su
fabricación y distribución, aunque se permitió su utilización hasta el año 2000. El
Reglamento 842/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo de 17 de mayo de
2006 prohibió la comercialización de los agentes fluorados a partir del 4 de julio
de 2007. A partir de entonces se han buscado sustitutos, que se pueden clasificar
en dos clases:
Los agentes inertes: Suelen ser mezcla de gases constitutivos del aire tales
como el nitrógeno, argón, etc. Lo que se pretende conseguir con esta clase de
gases es disminuir la concentración del oxígeno del aire a una proporción inferior
al 12% en el lugar que se ha producido el fuego, al objeto de extinguir el mismo
por sofocación. Ejemplos: INERGEN, ARGON - NITE.
Los agentes activos: Este tipo de gases al entrar en contacto con el fuego se
descomponen en radicales e iones que extinguen el fuego por inhibición.
Ejemplos, FM – 200, FE – 13.
Estos agentes extintores, aparte de tener un bajo impacto ambiental al estar
compuestos de agentes presentes en la atmósfera, tienen una capacidad
extintora similar a la de los halones, facilitan el aprovechamiento de las
instalaciones de halones y no dejan residuos ni son tóxicos. Además,
generalmente no son conductores de la electricidad.
3. Instalaciones y equipos de extinción de incendos
Los sistemas de detección y alarma y sistemas de extinción, tanto en su diseño,
instalación como en su mantenimiento deberán ajustarse a lo establecido en el
Reglamento de Instalaciones de Protección contra Incendios (R.D. 1942/1993 de
5 de noviembre, B.O.E. 14 de diciembre de 1993).
Los sistemas de extinción se pueden clasificar en dos grandes divisiones:
Sistemas destinados a controlar un conato de incendio, entendiendo
como conato de incendio un incendio de tamaño pequeño, o el accidente que
puede ser controlado de forma sencilla y rápida por el personal y medios de
protección del local, dependencia o sector. En este apartado se encuentran los
extintores, que se verán en detalle a continuación. Existen también otros
elementos de acción física como son las mantas, las tapaderas, la arena, etc,
adecuados para fuegos iniciales o instalaciones con determinadas características.
Todos ellos actúan por sofocación, separando combustible y aire. Las mantas
ignífugas o mantas apaga-llamas pueden ser utilizadas para sofocar la fase inicial
de un incendio. Sirven también para envolver al personal que ha sido alcanzado
por las llamas o para protección de máquinas, instalaciones y materiales de valor.
Sistemas para hacer frente a un incendio de serias proporciones:- Boca
de incendios equipada (BIE)- Columna hidrante- Columna seca- Sistemas de
extinción automática:
3.1 Extintores
En la lucha contra el fuego el tiempo es un factor fundamental, de manera que
lo que puede apagarse con medios manuales, como un extintor, en los primeros
segundos, precisa de la intervención de los bomberos algunos minutos después.
Según la norma UNE-EN 3-7: 2004 + A1 Extintores portátiles de incendios. Parte
7: Características, requisitos de funcionamiento y métodos de ensayo, se define
extintor de incendios como el aparato que contiene un agente extintor que puede
proyectarse y dirigirse sobre un fuego por la acción de una presión interna. Del
mismo modo, la norma UNE-EN 1866 Extintores de incendio móviles, define el
extintor portátil de incendios como aquel diseñado para llevarse y utilizarse a
mano y que, en condiciones de funcionamien-to, tiene una masa inferior o igual
a 20 Kg.Los extintores cumplirán el Real Decreto 2060/2008, de 12 de diciembre,
por el que se aprueba el Reglamento de equipos a presión.
Se pueden clasificar en función de:
Tipo de agente extintor: Pueden utilizar agua, espuma, dióxido de carbono,
polvo, halones o sustitutivos de los halones.
Movilidad: Pueden ser bien extintores portátiles, es decir, que pueden ser
portados o desplazados a mano (manuales) o colgados a la espalda (dorsales),
bien estar montados sobre ruedas (extintor de carro) o bien mantenerse fijos
(para colgar directamente sobre el foco de riesgo, por ejemplo, sobre el mechero
de una caldera de calefacción). El peso máximo permitido para un extintor
manual es de 20 kg y para uno dorsal de 30 kg.
Por su sistema de presurización: La presión interna del agente extintor
puede obtenerse por:
Presión propia del agente extintor: (es el caso del dióxido de carbono).
Presión incorporada al agente extintor: A través de un gas auxiliar (por
ejemplo, a través de nitrógeno o dióxido de carbono en los polvos secos y los
halones). Generalmente se encuentran equipados con un manómetro que indica
la presión interior.
Presión adosada interna o externa. A través de la liberación de un gas
auxiliar sin encontrarse el agente extintor permanentemente presurizado. Tienen
un botellín interior o exterior adosado que contiene un agente propelente
permitido (puede ser aire, argón, dióxido de carbono, helio, nitrógeno o una
mezcla de los mismos). Deberán ir provistos de una válvula de seguridad.
Por reacción química. Cuando el agente extintor es líquido (agua) la presión
de impulsión puede obtenerse por un gas producido por una reacción química
que tiene lugar en el interior del recipiente en el momento de su uso.
3.1.1 Com ponentes de un extintor
Los principales componentes de un ex-tintor son:
El cuerpo del extintor, que es el reci-piente que contiene el agente extintor
que precisa ser presurizado.
Cabezal de disparo, válvula que puede estar en el cabezal del recipiente o en
el extremo de la manguera y que controla la descarga. Puede tener también
manómetro y válvula de seguridad.
Dispositivo de seguridad, por ejemplo un alambre metálico o precinto que
deba ser retirado antes de la utilización del extintor y evite el disparo involuntario
del mismo.
Sistema de presurización, que como se ha indicado puede estar dentro del
extintor de forma permanente, en un botellín dentro que se descarga con el
agente extintor, o bien en un botellín en el exterior.
Sistema de descarga, formado por un tubo sonda o sifón por el que sale el
agente extintor hasta la boquilla de descarga, la cual para extintores de capacidad
inferior a 2 kg estará unida al cabezal de disparo y en el resto de los casos en el
extremo de la manguera que va hasta el cabezal.
Los extintores deben estar marcados de tal manera que sean fácilmente locali-
zables sus características y su modo de funcionamiento y peligros en su uso. En
concreto, es especialmente importante conocer:
La carga del extintor, que es la masa o volumen del agente extintor contenido
en el mismo. La carga de los extintores a base de agua se expresa en litros y la
del resto en kilogramos.
Clases de fuego que puede extinguir el extintor, según norma UNE-EN
2:1994/A1 2005.
Eficacia del extintor, que es la capacidad del mismo para extinguir una o varias
clases de fuego. Esta eficacia viene determinada por ensayos normalizados de
distintos hogares tipo cuyas características, su tamaño y el combustible van a
depender del tipo de fuego a extinguir, identificándose mediante la letra
correspondiente a la clase de fuego (A, B o C) y a un número anterior a la misma
que se refiere a la cantidad de combustible que el extintor es capaz de apagar.
Así, para marcar la eficacia de los fuegos de la clase A, el combustible lo compone
un apilamiento de listones o vigas de madera de pino (la eficacia viene
determinada por el número de listones o vigas por capa), para los fuegos de la
clase B se utiliza un recipiente en forma de cilindro conteniendo una mezcla de
heptano y agua (la eficacia viene determinada por el volumen de líquido total) y
para los fuegos clase C no existen ensayos, marcándose simplemente si el
extintor extingue o no un fuego de este tipo.
La identificación del fabricante o importador, la presión de diseño y la
fecha de la primera prueba de presión. Se debe conocer la fecha e
identificación de quien realiza las pruebas de presión con periodicidad de cinco
años. Al adquirirse ya aparece indicada la fecha de la primera prueba de presión
y, a continuación, cada cinco años, se realizará una prueba, hasta que a los 20
años de servicio el extintor se retira.
3.1.2 Funcionam iento de un extintor
1. Asegurarse de que el extintor es el adecuado para el tipo de fuego a extinguir.
2. Descolgar o recoger el extintor.
3. Asegurarse de que el extintor funciona correctamente realizando un pequeño
disparo de prueba. Preparar para ello el extintor según las instrucciones indicadas
en el propio extintor. En los extintores de presión adosada interna o externa,
antes de su ubicación hay que realizar una maniobra de presurización, que será
diferente en función del tipo (válvula,
palanca o percutor). La operación con
el extintor es distinta según sea de
presión incorporada o no. Los de
presión incorporada se utilizan
soportando el extintor por la válvula
con una mano, accionando ésta,
mediante una presión de la misma
mano y dirigiendo la manguera y la
boquilla con la otra. En los de presión
adosada se levanta el extintor con una
mano, por el soporte o asa que lleva el
cuerpo, y se dirige la manguera,
operando la pistola con la otra mano.
4. Dirigirse al fuego a favor del viento en los incendios de exterior o a favor del
tiro de aire en los de interior.
5. Disparar el agente extintor hacia la base de las llamas, realizando un barrido
en zigzag con objeto de cubrir la máxima superficie posible.
6. Si el fuego es tipo A (sólidos), una vez apagadas las llamas conviene espaciar
las brasas (con algún útil o incluso los pies si están bien protegidos) volviéndolas
a apagar bien con el extintor.
7. Si el fuego es tipo B (líquidos) e incluso en el caso de sólidos granulados o
partículas de poco peso, no es conveniente lanzar el chorro directamente, sino
de manera tangencial para evitar que se derrame o esparza el combustible ar-
diendo.
3.1.3 Em plazam iento de un extintor
Según lo marcado por el RD 1942/1993, el emplazamiento de los extintores per-
mitirá que sean fácilmente visibles y accesibles, estarán situados próximos a los
puntos donde se estime mayor probabilidad de iniciarse el incendio, a ser posible
próximos a las salidas de evacuación y preferentemente sobre soportes fijados a
paramentos verticales, de modo que la parte superior del extintor quede, como
máximo, a 1,70 metros sobre el suelo. No obstante, los extintores pueden
colocarse directamente sobre el suelo, colgarse en la pared o incluso en un
pedestal de uso exclusivo. Se considerarán adecuados, para cada una de las
clases de fuego, los agentes extintores, utilizados en extintores, que figuran en
la tabla 2.
La dotación de extintores adecuada en zonas de uso no industrial seguirá el Do-
cumento Básico de Seguridad en caso de Incendio (DB-SI) del Código Técnico de
la Edificación (CTE), aprobado por el Real Decreto 314/2006. Con carácter
general los extintores deberán estar situados cada 15 metros de recorrido en
cada planta, como máximo, desde todo origen de evacuación. Este recorrido se
considera real, es decir, los 15 metros se deben medir sorteando cualquier
elemento dispuesto entre cualquier punto del recinto y el extintor más próximo.
Cada uno de los extintores tendrá una eficacia mínima de 21 A - 113 B.
3.1.4 M antenim iento de un extintor
3.2 Boca de incendio equipada (BIE)
3.2.1 Com ponentes de una BI E
Los sistemas de bocas de incendios equipadas son sistemas de lucha contra in-
cendios fijos de utilización manual que se colocan en los edificios.
Los sistemas de bocas de incendio equipadas suelen están compuestos de:
Red de tuberías de agua y fuente de abastecimiento de agua. A veces la
red de agua pública puede garantizar las condiciones de presión y caudal
exigibles por la legislación, pero de no ser así deberá instalarse un equipo de
bombeo y un depósito para suministro exclusivo de las BIE que puede ser
compartido con otros equipos de protección activa contra incendios, siempre y
cuando se pueda garantizar las condiciones hidráulicas de caudal y presión para
un funcionamiento simultáneo.
Bocas de incendio equipadas (BIE). Las BIE pueden ser de dos tipos: De 25
mm (BIE 25) o 45 mm (BIE 45) de diámetro y están provistas como mínimo de:
Lanza: Tendrá la posibilidad de accionamiento de tres tipos: Cierre,
accionamiento en forma de chorro o pulverización (también conocida como
“dispersión en cono de ataque”). La forma de chorro se utiliza para con-seguir
un gran alcance o intentar penetrar en combustibles sólidos porosos. En la forma
de pulverización se consigue esparcir el agua lo máximo posible con una mejor
eficacia. Existen además modelos de lanzas que disponen de un cuarto efecto,
una cortina de agua que se utiliza para la protección de las personas. Con este
accionamiento, también conocido como en “cono de defensa”, se consigue una
mejor protección frente a radiaciones y llamas del fuego.
El uso de la BIE 45, de manguera plana, requiere para su funcionamiento óptimo
de, al menos, dos personas, debiendo ser desenrollada antes de accionar la
válvula de entrada de agua, puesto que de no ser desplegada la propia presión
estrangularía la manguera en los pliegues y no sería posible su manejo. La BIE
de 25, de manguera semirrígida, permite que el agua pase por la manguera sin
necesidad de desplegarla totalmente (aunque en la práctica sí es necesario
desplegarla un poco para manejarla adecuadamente) y puede ser manejada por
una única persona.
Mangueras: de 15m de longitud en la BIE 45 (plana) o de 20m en la BIE de 25.
La presión del agua en la BIE 25 no provoca movimientos violentos en la
manguera debido a que ésta no cambia de forma al recibir el caudal como
consecuencia de su rigidez, mientras que en la BIE 45 se pueden provocar fuertes
movimientos en la manguera con el consiguiente peligro de golpear a alguien o
algo situado en las proximidades.
Racor: es el elemento metálico de acoplamiento entre las diferentes partes
constituyentes de la BIE.
Válvula: con su apertura permitirá la salida del agua procedente de la tubería a
la propia boca de incendios equipada.
Manómetro: dispositivo situado a la entrada de agua al conjunto para medir la
presión de agua en la red.
Soporte: de tipo de devanadera y también de plegadora
Armario: contiene y protege todos los elementos
El marcado de la BIE debe contener la siguiente información: a) Nombre del
suministrador o la marca comercial o ambos; b) Número de la norma europea
que siguen (UNE 671-1 para la BIE 25 y UNE 671-2 para la BIE 45); c) año de
fabricación; d) presión máxima de servicio: e) longitud y el diámetro de la
manguera, f) diámetro equivalente de orificio de la lanza-boquilla (marcado sobre
la misma).Dado que las BIE 25 son más fáciles de manejar que las BIE45, pero
tienen menos potencia extintora, las BIE 45 se exigen en ambientes industriales
con mayor carga de fuego y en zonas clasificadas con riesgos alto, como por
ejemplo talleres de mantenimiento, salas de calderas, almacenes de productos
farmacéuticos o im prentas, etc. Las BEI 25 se utilizarán en sectores de incendio
industriales de riesgo bajo y en establecimientos de tipo administrativo,
residencial público, hospitales o centros docentes, etc.
3.2.2 Funcionam iento de una BI E
Las BIE deben estar acompañadas de las instrucciones de uso completo, fijadas
sobre o en las inmediaciones de la BIE.
Cuando sea necesario hacer uso de las BIE, será preciso tener en cuenta las
siguientes normas de utilización:
1. Abrir la puerta o romper el cristal de protección (en este caso puede ser
preciso colocar sobre el armario alguna prenda que impida que los cristales
sean proyectados contra los usuarios y, a continuación, retirar los restos de
cristal presentes en los cercos del armario con objeto de impedir que la
manguera resulte dañada al ser desenrollada).
2. Si se trata de una BIE de 45 mm, con carácter previo a su uso, la manguera
de- berá ser totalmente desenrollada y extendida, evitando la presencia de
pliegues a lo largo de la misma.
4. En el manejo de las BIE, la lanza deberá ser sujetada preferiblemente por dos
personas a las que se añadirá una tercera que abrirá la válvula de paso del
agua lentamente.
5. La boca de la BIE permite la salida del agua en forma de chorro compacto, lo
que permite alcanzar lugares alejados, o de manera pulverizada, muy útil
para evitar que el fuego se esparza cuando se trate de sólidos, materiales
granulados o partículas de poco peso.
6. La lanza no se soltará hasta que la válvula no sea totalmente cerrada para
evitar que la presión del agua haga que la manguera golpee a los usuarios.
3.2.3 Em plazam iento de una BI E
Según el RIPCI deberán estar situadas próximas a las salidas del sector de
incendio a una distancia máxima de 5 m. En un espacio diáfano, el número de
BIE será tal que en un sector o compartimento que la superficie del mismo esté
totalmente protegida considerando que cualquier punto pueda ser alcanzado por
la misma añadiendo a la longitud de la manguera 5 m. La distancia máxima entre
dos BIE será de 50 metros. Siempre se mantendrá un espacio libre de obstáculos
alrededor de cada BIE. La distancia desde cualquier punto del local protegido
hasta la BIE, más próxima, no excederá de 25 metros. Deberá montarse sobre
un soporte rígido de forma que la altura de su centro quede como máximo a 1,5
m sobre el nivel del suelo o a más altura si se trata de una BIE de 25 mm, siempre
que la boquilla y la válvula de apertura manual, si existen, estén situadas a la
altura citada. Se deberá mantener alrededor de cada BIE una zona libre de
obstáculos lo suficientemente amplia para permitir el acceso y maniobra sin
dificultad.
3.2.4 M antenim iento de una BI E
3.3 Hidrante
Los hidrantes son unos dispositivos hidráulicos acoplados a una red de abas-
tecimiento de agua, los cuales están destinados a la lucha contra incendios desde
el exterior de los edificios a través de la conexión de las mangueras de los
servicios de extinción de bomberos o propios de ciertos establecimientos in-
dustriales, bien para el ataque directo al fuego o bien para suministrar agua a los
vehículos de extinción.
3.3.1 Com ponentes de un hidrante
Por su diseño los hidrantes se clasifican en columna hidrantes exteriores (CHE)
que pueden ser de columna seca (sin agua en la columna del hidrante) o de
columna húmeda (con agua parlantemente) y en hidrantes de arqueta o bajo el
nivel del suelo (toma de agua subterránea situada debajo de una tapa), los cuales
a su vez también pueden ser húmedos o secos.
El hidrante exterior (de superficie) está formado por una columna de hierro
(cuerpo) que emerge del suelo, sobre la cual se encuentran uno o varios racores
de conexión para las mangueras. Además, en el caso del hidrante de columna
seca, el cierre de paso de agua se realiza a través de una válvula por debajo del
nivel del suelo (un eje de acero, que atraviesa la columna de arriba abajo, permite
maniobrarla), combinada con un sistema de drenaje automático que permite el
vaciado del cuerpo del hidrante una vez se ha utilizado.
Los hidrantes colocados debajo del nivel del suelo están ubicados en una arqueta
con las dimensiones suficientes para el acceso a la válvula que llevan debajo de
su tapa.
Generalmente se prefieren los hidrantes de columna seca (más costoso que el de
columna húmeda) tanto por el peligro de heladas como para evitar las posibles
fugas de agua en caso de impacto accidental. En este caso de columna seca, ésta
se vacía automáticamente tras el llenado al terreno circundante a través de una
pequeña válvula de drenaje. Los sistemas de arqueta se colocan cuando hay
problemas de espacio, como en el caso de grandes ciudades.
Las CHE se ajustarán a las normas UNE 23.405 y 23.406, mientras que los hidran-
tes de arqueta se ajustarán a la norma UNE 23.407.
3.3.2 Funcionam iento de un hidrante
El uso del hidrante dependerá de su presión de descarga. En el caso industrial,
generalmente la presión que tienen permite la conexión directa de las mangueras
o materiales auxiliares, mientras que en el caso de zonas urbanas en donde se
encuentran conectados a la rede de agua, se utilizarán para reponer el agua de
los vehículos motobomba.
Especialmente en zonas industriales, es frecuente disponer de armarios de incen-
dio (o armarios intemperie) equipados con elementos auxiliares como las lanzas,
mangueras, bifurcaciones, reducciones, etc. A veces incluso se incluyen EPI como
cascos, botas para aguar, guantes, trajes, etc. Además, en caso de precisar un
gran caudal de agua a una distancia considerable, se utilicen monitores que
facilitan la regulación de la dirección del agua hacia la zona del incendio.
3.3.3 Em plazam iento de un hidrante
Los hidrantes deberán estar situados en emplazamientos fácilmente accesibles,
fuera de espacios destinados a la circulación y estacionamiento de vehículos. Se
seguirán los criterios recogidos en la legislación vigente (actualmente el CTE y el
RSCIEI). Es también recomendable seguir la regla técnica RT2-CHE de
CEPREVEN.
El emplazamiento de un hidrante en arqueta se señaliza con una señal
rectangular con borde rojo, en donde se representa una T sobre la cual se indica
el tipo de hidrante (de 80 o 100 mm), y bajo los brazos, en el sentido hacia donde
se ubica el hidrante, se indica la distancia en metros desde la señal y, al pie de
la T, la distancia, también en metros, a la que está separado de la fachada donde
se encuentra la señal.
3.3.4 M antenim iento de un hidrante
3.4 Columna seca
El objetivo de las columnas secas es garantizar la actuación de los servicios de
bomberos en edificios en los que por su altura o características singulares
precisan de medios adicionales de extinción.
El CTE exige la instalación de estos sistemas en los usos de residencial vivienda,
administrativo, residencial público, docente, comercial y pública concurrencia si
la altura de evacuación excede de 25 m. Para uso hospitalario lo exige si la altura
de evacuación excede de 15 m. Para uso aparcamiento lo exige si existen más
de tres plantas bajo rasante o más de cuatro sobre rasante, con tomas en todas
sus plantas.
El RSCIEI exige la instalación de este tipo de sistemas en aquellos
establecimientos de riesgo medio o alto y con una altura de evacuación de 25 m
o superior.
3.4.1 Com ponentes de una colum na seca
El sistema de columna seca está compuesto por:
- Toma de agua en fachada o en zona de fácil acceso por parte del servicio de
bomberos. Deberá llevar la indicación de “Uso exclusivo de bomberos”.
- Columna ascendente de tubería. Con trazado por la caja de la escalera o
en sus proximidades. Será de acero galvanizado con diámetro de 80 mm
- Bocas de salida de agua, con tapa de cristal e indicación de “Uso exclusivo
de bomberos”. Estarán colocadas cada dos plantas y a partir de la octava en-
cada una de las plantas.
- Válvula de corte de sección (llave de seccionamiento), cada cuatro
plantas, con objeto de facilitar la presurización y evitar la pérdida de caudal y
presión cuando el suministro de agua no es preciso en plantas superiores al foco
de incendio.
3.4.2 Funcionam iento de una colum na seca
El uso de la columna seca es exclusivo para los servicios de bomberos y las
tuberías, que estarán normalmente secas (de ahí su denominación, aunque
podría en ciertos casos particulares estar permanentemente inundada, en cuyo
caso se denomina columna húmeda), serán alimentadas por las motobombas de
los vehículos de los bomberos, de manera que se suministra el agua necesaria
en las salidas de cada planta, en donde podrán acoplar las mangueras los
bomberos. De esta manera se evita realizar largos tendidos de manguera hasta
los incendios que ocasionarían pérdidas importantes de presión, de tiempo e
incluso posibles pérdidas por uniones entre tramos de mangueras.
3.4.3 Em plazam iento de una colum na seca
La toma de fachada y las salidas en las plantas deben tener el centro de las bocas
a 0,90 m sobre el nivel del suelo.
3.4.4 M antenim iento de una colum na seca
3.5 Sistemas de extinción automática
Un sistema de extinción automática de incendios es una instalación preparada
para detectar un incendio, dar la alarma y activar los elementos de extinción de
forma total o parcial. Se trata de, a partir de la activación, descargar el agente
extintor de forma automática a través de las canalizaciones que discurren sobre
la zona a proteger. Su objetivo es extinguir complemente el incendio prevenir su
propagación o contenerlo hasta la llegada de los servicios de extinción.
Se podrán utilizar cualquiera de los agentes extintores que ya se han visto, es
decir:
- Sistemas de agua, bien sean rociadores (splinkers) o de agua pulverizada.
- Sistemas de espuma física.
- Sistemas de polvo químico.- Sistemas de agentes gaseosos. En el caso de
ciertos sistemas automáticos de extinción (por ejemplo, polvo químico, dióxido
de carbono, etc.) situados en recintos en los que pueda haber personas, se debe
disponer de un sistema de alarma audiovisual que permita desalojar el recinto
antes de se que produzca la descarga. Además, el retardo de disparo de la
instalación se suele hacer de acuerdo con la distancia a recorrer hasta ponerse a
salvo.
3.5.1 Sistem as de rociadores autom áticos (splinkers)
Estos tipos de sistemas proporcionan una fiabilidad casi del 100%, siempre y
cuan-do estén bien diseñados, instalados y mantenidos.
Consta de un sistema de suministro de agua a una red de tuberías sobre las que
van instaladas las cabezas rociadoras (o splinkers), así como un equipo de
bombeo cuando sea preciso para asegurar la presión y el caudal requeridos. Las
cabezas rociadoras son válvulas cuya apertura automática se produce
térmicamente mediante la fusión de un elemento o mediante la rotura de una
ampolla termofusible. Una vez se produce la apertura el agua se descarga sobre
un elemento deflector que distribuye parabólicamente el agua sobre la zona.
La temperatura de funcionamiento de los rociadores va desde 57 ºC hasta los
260 ºC. En caso de incendio únicamente actúan los rociadores que se encuentran
cerca del fuego, es decir, los que se calientan suficientemente para su apertura.
Cada rociador irá marcado con información de su fabricante, modelo,
temperatura nominal de actuación, año de fabricación, etc. Se dispondrán de
instrucciones para cada tipo de rociador, en cuanto a su instalación,
mantenimiento y sustitución. Los sistemas de rociadores automáticos deben
diseñarse según norma UNE 23590, UNE 23595-1, UNE 23595-2, UNE 235953.
3.5.2 Sistem as de agua pulverizada (de diluvio o niebla de agua) y
nebulizada
Estos sistemas funcionan de forma parecida un sistema de rociadores, aunque
producen una “inundación total” al ponerse en funcionamiento y utilizan boquillas
pulverizadoras o nebulizadoras de agua nebulizándola (según el diámetro de la
gota de agua conseguida).
Todas las boquillas descargan al mismo tiempo, lo cual en el caso del agua
pulverizada da lugar a un consumo de grandes cantidades de agua. Esta des-
ventaja se ve minimizada en el caso del agua nebulizada (de características físicas
y de aplicación muy diferentes a los sistemas de agua pulverizada), ya que se
precisan menores cantidades, además de hacer mínimo el daño causado por el
agua sobre determinados equipos e instalaciones durante la extinción.
Los sistemas de aguara pulverizada se diseñan según norma UNE 23501, UNE
23502, UNE 23503, UNE 23504, UNE 23505, UNE 23506y UNE 23507. Para el
agua nebulizada existe un proyecto de norma europea pr EN 14972.
3.5.3 Sistem as de extinción por polvo quím ico
Se trata de un sistema de descarga de polvo químico polivalente a través de
boquillas y tuberías fijas, mediante al acción de un gas impulsor. Se utilizan
fundamentalmente para líquidos inflamables.
Estos sistemas se instalan según las normas UNE 23541, UNE 23542, UNE 23543
y UNE-23544.
3.5.4 Sistem as de extinción por espum a
Se suelen utilizar para zonas de difícil acceso o para riesgos muy localizados (por
ejemplo, tanques de almacenamiento de combustibles líquidos).
Constan de depósitos de espumógeno, de agua, conducción para la distribución
de ambos, mezcladores y generadores de espuma.
Los sistemas de espuma física de baja expansión seguirán las normas UNE 23521,
UNE 23522, UNE 23523, UNE 23524, UNE 23525 y UNE 23526.
3.5.5 Sistem as de extinción por agentes gaseosos
En estos sistemas se utiliza especialmente dióxido de carbono, argón y otros
gases sustitutivos de los halones (por ejemplo, el argonite, inergem, FM-200, FE-
13, etc.). Son especialmente indicados para proteger áreas que contengan
combustibles líquidos u otros materiales que se comporten de forma similar en
presencia del fuego, y para proteger áreas que contengan equipos u objetos de
alto valor que puedan ser dañados se utilizan otros agentes extintores.
Se pueden utilizar puntualmente (por ejemplo, para una cocina industrial) o para
inundación total de una sala. Pueden ser disparados por combinación con la
detección de incendios o por accionamiento manual. En cualquier caso, según se
trate de un gas u otro se tendrá en cuenta el riesgo para las personas.
3.5.6 M antenim iento de los sistem as de extinción autom ática
3.6 Legislación nacional aplicable en cuanto a la dotación de sistemas
de protección activa contra incendios
A nivel nacional, tanto el CTE como el RSCIEI establecen la dotación mínima de
los sistemas de protección activa contra incendios que debe usarse para proteger
cada establecimiento en concreto. Además se tendrá en cuenta que puede existir
legislación municipal o autonómica al respecto.
Además, en la protección contra incendios que corresponde aplicar en actividades
y/o riesgos específicos, se tendrá en cuenta la reglamentación sectorial específica
que le afecta (por ejemplo, el almacenamiento de productos químicos afectados
por las ITC – APQ).