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El Paraguas

Este documento discute la diferencia entre los artistas y poetas que crean nuevas visiones rasgando el "paraguas" de convenciones existentes, versus los imitadores que simplemente restauran el paraguas o intentan explicar las nuevas visiones dentro del lenguaje existente. También propone una arquitectura que cuestione sus propios fundamentos, se abra a múltiples interpretaciones, y esté dispuesta a seguir pistas inciertas en lugar de certezas. Finalmente, describe la piedra como un objeto atemporal que no intenta explicar

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El Paraguas

Este documento discute la diferencia entre los artistas y poetas que crean nuevas visiones rasgando el "paraguas" de convenciones existentes, versus los imitadores que simplemente restauran el paraguas o intentan explicar las nuevas visiones dentro del lenguaje existente. También propone una arquitectura que cuestione sus propios fundamentos, se abra a múltiples interpretaciones, y esté dispuesta a seguir pistas inciertas en lugar de certezas. Finalmente, describe la piedra como un objeto atemporal que no intenta explicar

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El paraguas

…los hombres incesantemente se fabrican un paraguas que les resguarda, en cuya parte inferior
trazan un firmamento y escriben sus convenciones, sus opiniones; pero el poeta, el artista,
practica un corte en el paraguas, rasga el propio firmamento, para dar entrada a un poco del caos
libre y ventoso y para enmarcar en una luz repentina una visión que surge a través de la rasgadura,
primavera de Wordsworth o manzana de Cézanne, silueta de Macbeth o de Acab. Entonces
aparece la multitud de imitadores que restaura el paraguas con un paño que vagamente se parece
a la visión, y la multitud de glosadores que remiendan la hendidura con opiniones:
comunicación.»1

¿Cómo no ser un restaurador de paraguas?


¿Cómo intervenir sin mimetizarse con su lenguaje, hoy que se ha roto la unidad del discurso,
cómo lograr una arquitectura que sea susceptible de tantas interpretaciones y sentidos como la
historia misma, que niegue el discurso narrativo como un todo cerrado, que pueda ser contada de
mil maneras, donde pierda sentido el significado, la interpretación?
Que no establezca ninguna verdad o falsedad.
Que deseche lo hecho anteriormente, que se maneje con la parte, la reversión, la mentira.
Una obra de equívocos y respuestas parciales. Una arquitectura que esté dispuesta a despojarse
de sus certezas, que se mida con lo que no sabe, que se aventure a seguir pistas más difusas,
incluso pistas falsas; que corra riesgos, que se anime a caminar fuera de su red conceptual.

Una arquitectura que no sólo se angustie por el encuentro entre el plano horizontal y el
parámetro vertical, sino que cuestione los fundamentos mismos.
Una arquitectura infundada.
La piedra no es capaz de rasgar el firmamento; y también es incapaz de remendarlo con una
imagen que vagamente se parezca a la visión.
La piedra está allí, conviviendo con esa línea imaginaria que une las cosas con el suelo, quitándole
razones de peso, atestiguando la gravedad de la situación.
La piedra, a pesar de ser una objeción en el camino entre el racionalismo y sus fundamentos, no
pertenece al mundo de los objetos, está del lado de las cosas.
Los objetos son construcciones del hombre, tienen proyecto.
La piedra no tiene proyecto, en todo caso, es un proyecto lapidario. Atemporal, asemántica,
asignificante, inútil, anarquitectónica. Es la materia, el principio, el fin. «Siempre harán falta otros
artistas para hacer otras rasgaduras, llevar a cabo las destrucciones necesarias, quizá cada vez
mayores, y volver a dar así a sus antecesores, la incomunicable novedad que ya no se sabía ver.»2

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