Pentecostés:
El Espíritu Santo en nuestra vida Ricardo Stirparo y Horacio Prado bibliayjoven@hotmail.com
Celebración de Pentecostés
Objetivos:
Conocer más al Espíritu Santo que nos anima.
Abrirse a la acción del Espíritu Santo.
Esquema de la Celebración:
Introducción: Explicamos la íntima relación que existe entre el misterio Pascual y la venida del
Espíritu Santo e invitamos a adentrarnos en la riqueza de su presencia en nuestra vida.
1º Momento: “El Espíritu Santo en nosotros”
Podemos empezar con un diálogo con el grupo sobre lo que conocen del Espíritu Santo
y proponerles a dar un paso más en su conocimiento.
Se entrega una tarjeta a cada participante con una cita sobre el Espíritu Santo y se
invita a buscar a los otros jóvenes que tengan la misma cita.
La propuesta para todos es que sinteticen en una frase ¿Qué quiere hacer el Espíritu
Santo en nosotros? Y la escriban en el reverso de la tarjeta.
Aquí mostramos una posible tarjeta a modo de ejemplo:
El Espíritu Santo nos enseña
todo lo que tiene que ver con Dios
“El Espíritu lo conoce todo, incluso lo profundo de Dios … Y nosotros no hemos recibido el
espíritu de este mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que reconozcamos los dones
gratuitos que Dios nos ha dado” 1 Cor. 2,11
Las demás citas que deberán escribirse en otras tarjetas son:
Efesios 4, 1-3: “Un favor les pido: que vivan a la altura del llamado que han recibido, sean
sencillos, humildes, sean pacientes y ayúdense a llevarse unos a otros en el amor. Esfuércense
en mantener la unidad que crea el Espíritu, estrechándola con la paz. Hay un solo cuerpo y un
solo Espíritu”
1 Cor. 12, 12-13: “El cuerpo es uno pero tiene muchos miembros y todos los miembros
formamos un solo cuerpo. Lo mismo pasa con el Cuerpo de Cristo, el Pueblo de Dios, hemos
sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo, y todos hemos bebido de un
mismo Espíritu”
Gál. 5, 22-26: “El fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y
confianza, mansedumbre y temperancia. Frente a estas cosas, la Ley está demás, porque los
que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos. Si
vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por Él”
2 Cor. 3, 17-18: “Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la
libertad. Nosotros reflejamos como en un espejo, la gloria del señor, y somos transfigurados en
su propia imagen, por la acción del Señor, que es Espíritu”
Jn. 14, 16: “Jesús dijo: si ustedes me aman cumplirán mis mandamientos. Y Yo rogaré al Padre,
y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien
el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce. En cambio, ustedes lo conocen, porque
vive en ustedes y está en ustedes”
Después se pone en común el texto bíblico y la frase armada por el grupo y se va pegando en
un afiche que llevará el título:
¿QUÉ QUIERE HACER EL ESPÍRITU SANTO EN NOSOTROS?
Se comparte con todo el grupo en qué situaciones o personas hemos visto estas acciones del
Espíritu Santo.
Terminamos este momento con un canto acorde al tema.
2º Momento: “El Espíritu Santo en mí”
Ahora le vamos a proponer a los jóvenes un trabajo más personal sobre la presencia del
Espíritu Santo en nuestra vida, partiendo de un testimonio que puede estar escrito para cada
joven:
Este es un testimonio del doctor Luis Salinas, que fue extraído de CRISTO VIVE Aleluia, revista
periódica publicada por la Editorial de la Palabra de Dios:
“Una noche, la madrugada del 17 de febrero, me desperté súbitamente. Miré el reloj: las 3.
Sin entender la causa de mi insomnio, traté de conciliar el sueño nuevamente. Una y otra
vuelta, otra más y nada. Prendí la luz: “¿qué me pasa...?” Al no encontrar respuesta pensé:
“bueno, aprovecho para orar...” Y así lo hice. Un buen rato y la oración se transformó en
intercesión, y se destacó una moción interior: “orá por Fulana”. Bien, así lo hice, y al rato un
sueño muy grande me invadió y me dormí.
Al jueves siguiente, 18 de febrero, una paciente mía que sufría de una grave depresión, me
confesó que el 17 de febrero a las 3 de la madrugada intentó dar fin a su vida. Yo escuchaba
su relato con particular preocupación, hasta que la paciente lo concluyó diciendo: “... pero,
doctor, ¡viera usted!, tuve tan presente sus palabras de la última sesión que realmente
comprendí que si tenía tanta fuerza como para quitarme la vida, también podía usarla para
seguir viviendo. Y al otro día comencé a preocuparme por mi casa: arreglé mi jardín que tenía
tan descuidado, limpié los vidrios, arreglé...”.
“Muy bien vamos muy bien”, dije inocentemente y, dando indicaciones médicas, la cite para el
jueves siguiente.
He aquí lo curioso: terminé de anotar las consignas de la entrevista y leí que la paciente se
llama “Fulana”. Quedando patitieso y tembloroso, no hice más que alabar a Dios por haber
sido testigo del poder de la comunión de los santos, de la oración con poder de los miembros
de Cristo, los unos por los otros.
Y desde ese momento descubrí que la oración más sencilla así como la más entusiasta llegan al
corazón de Dios y que él puede solicitar de sus amigos, a veces, una colaboración especial para
lo cual exige un ejercicio interior de conocer la voz de Dios.
¡Qué todo sea para la Gloria de Dios!
Luego de leer el testimonio proponemos un tiempo de meditación personal guiado por las
siguientes preguntas:
¿Cómo es mi vínculo con el Espíritu Santo?
¿En qué momento de mi vida sentí la presencia del Espíritu Santo?
¿Cuáles son los obstáculos que el Espíritu Santo encuentra en mí?
¿Cómo puedo dejarme conducir por el Espíritu de Dios?
El fuego del Espíritu:
Uno de los símbolos para representar al Espíritu Santo es el fuego, que junto con el viento son
los dos signos que aparecen en el relato de la venida del Espíritu en Pentecostés (Hch. 2, 1-49)
Ya en el Antiguo Testamento el fuego aparece muchas veces como signo de la presencia y el
obrar de Dios: Dios se revela a Moisés a través de la zarza ardiente (Ex. 3, 2), al pueblo lo guía,
en su travesía por el desierto, una columna de fuego (Ex. 13, 21) y muchos otros ejemplos más:
“La Gloria de Yavé estaba en la cumbre del monte y los hijos de Israel la veían semejante a un
fuego ardiente” (Ex.24,17) Ver: Núm 9,15; 2 Re 2,11; Is 4,5; Ez 14; Zac 2,9; Dn 7,9-10
En el Nuevo Testamento, Jesús nos dice: “he venido a traer fuego sobre la tierra y cómo
desearía que ya estuviera ardiendo” (Lc. 12, 49). La efusión del Espíritu sobre los Apóstoles en
Pentecostés, está expresada a través de “lenguas de fuego”. Un fuego que quemó el temor, el
encierro y el pecado y trajo el nacimiento de una nueva vida, el nuevo Pueblo de Dios: la
Iglesia.
Cada participante recibirá una tarjeta en forma de “lengua de fuego” y escribirá en ella una
oración que estará encabezada por la siguiente frase: “ Espíritu Santo quemá en
mí ........................(obstáculos, situaciones que me alejan de Dios). Porque quiero ser nuevo,
quiero nacer a.......................(lo que quiero recibir del Espíritu en este Pentecostés)
Oración Final: En forma espontánea, cada uno irá leyendo su oración, para luego pegar su
tarjeta en forma de “lengua de fuego” en un cartel que tendrá como título:
“VENÍ ESPÍRITU SANTO Y ENCENDÉ EL FUEGO DE TU AMOR”
Luego hacemos un canto y finalizamos esta celebración orando juntos la Secuencia de
Pentecostés.