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Título: Yo, Alien

©Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas


en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita
del autor, la reproducción parcial de esta obra por cualquier medio o
procedimiento, sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por
grabación u otros, así como la distribución de ejemplares mediante
alquiler o préstamo público. La infracción de los derechos
mencionados puede ser constituida de delito contra la propiedad
intelectual (Art. 270 y siguientes del código penal). 
©Nia Rincón

Primera edición: Marzo 2021


Diseño de cubierta: Rachel RP
©De la imagen de la cubierta: Adobe Stock 
Maquetación digital: Maore P. Bautista/ Nia Rincón
Corrección: Nia Rincón

Los personajes, eventos y sucesos presentados en esta obra son


ficticios. Cualquier semejanza con personas vivas o desaparecidas
es pura coincidencia.

Nuestra recompensa se encuentra


en el esfuerzo y no en el resultado.
Un esfuerzo total
es una victoria completa.
Mahatma Ghandi

La Tierra no es ni la sombra de lo que conocieron nuestros


antepasados... El mando lo ostenta el Gran Líder y, aunque algunos
grupos de humanos no aceptan ser dominados por él, otros
moradores de la galaxia ansían tener su poder.
Salem es un guardia juridiano encargado de velar por la
seguridad de una expedición de mujeres que llegará a la base
principal, de entre las que elegirá a su consorte. Esta sencilla misión
se verá empañada por unos sucesos inexplicables en los que
Hannah, una terrícola que sueña ser la mejor neurocirujana, tendrá
mucho que ver. En esta expedición su vida cambiará hasta el punto
de no saber qué es en realidad o en quién puede confiar.
Las galaxias vecinas están atentas a todo lo que pasa, y es que
el rumbo de los acontecimientos acrecienta la sensación de que La
Joya ha hecho acto de presencia en La Tierra. Todo señala que una
simple esclava humana tiene la clave y una sencilla flor no es lo que
aparenta ser...
Un nuevo Alien emergerá y los enemigos no se lo esperan.

Sobrevivir a la Tercera Guerra Mundial era el único incentivo que


tenían los humanos para levantarse cada día. Vivir en un estado de
represión, donde cada individuo era fácilmente intercambiable como
si fuera un cromo, hace que las personas vivan con la incertidumbre
de lo que les pasará al día siguiente. 
Después de dos décadas de lucha entre los grandes países por la
supremacía y tener el control absoluto del planeta, los recursos
naturales estaban prácticamente destruidos. El que fuera presidente
de Estados Unidos en aquel momento, junto con el presidente ruso,
comenzó una guerra sin cuartel contra Europa aprovechando la
debilidad que creyó ver cuando se hizo efectivo el Brexit propuesto
por Inglaterra y luego el intento de fuga de manera sibilino de los
italianos dejando a sus socios prácticamente en bancarrota; a eso le
añadieron la incursión de los espías rusos en varios países
provocando guerras civiles internas. No contaban con que los
asiáticos tuvieran armas de última generación escondidas y de las
que ni los mejores investigadores del mundo tenían conocimiento.
Comenzaron lanzando diferentes virus para provocar varias
pandemias encadenadas y siguieron con demostraciones de algunos
de los juguetitos que habían perfeccionado para ocasionar el caos
mundial. 
Así se desató la Tercera Guerra Mundial o la Reconquista del
Imperio Global, como la quiso denominar Trump, el después
derrocado presidente de la ahora América Unida. Logró hacerse con
el poder de todo el continente americano proporcionando a los
políticos corruptos supuestas riquezas en un principio y castigando
duramente a los pocos honrados que se resistieron a sus locas
aspiraciones. 
La población civil se vio obligada a vivir hacinada en búnkeres
militares ya que había muy pocas zonas terrestres que no estuvieran
contaminadas. La destrucción de las bases nucleares de todo el
planeta se hizo de manera simultánea por culpa de unos hackers de
los que ningún gobierno tenía conocimiento, ni siquiera se
atribuyeron la autoría. Todos los días, en sus plegarias, los
supervivientes pedían que la cordura entrara en la cabeza de los
nuevos mandatarios del planeta y así poder subsistir al menos de
manera digna. 
Mientras desde el exterior seguían los países lanzándose
diferentes armas químicas de manera remota y hackeando satélites
para conocer los planes del rival, la población sufría hambruna,
enfermedades que hacía décadas estaban extinguidas y asaltos y
pillajes entre ellos mismos. El mantra de mucha de la gente del
pueblo al retirarse a intentar dormir era: He sobrevivido un día más. 
El día de la conmemoración del vigésimo aniversario de la victoria
en la Reconquista del Imperio Global, un suceso inesperado hizo que
el curso de la vida en el planeta, como hasta ese momento se
conocía, cambiara radicalmente con la aparición de esos seres
extraños que se proclamaron los mandatarios de todos y cada uno
de los habitantes.
Derrocaron, juzgaron, torturaron y humillaron a los diferentes
gobernantes mundiales ante el regocijo de la población; instauraron
un mejor sistema de protección en los búnkeres ya que era imposible
salir al exterior; proclamaron el Estado de Sitio, nada podía suceder
sin el previo conocimiento de los generales a cargo de cada
comunidad; se les impuso una forma de alimentarse a base de
vegetales hidrolizados que jamás se habían cultivado en nuestro
planeta. En definitiva, comenzaron a mejorar la pobre existencia de
los supervivientes. 
Y aquí estamos hoy, una década después de invadirnos nuestro
nuevo Líder, sobreviviendo día a día porque lo que en un principio
pareció nuestra salvación, ha supuesto una larga condena a la
esclavitud encubierta. 
En cuanto se hicieron con el control de todos los búnkeres,
dividieron la población según diferentes criterios que solo esos seres
entendían y que llegó a separar a familias enteras, solo pudiendo
verse cuando ellos decidían y si les habían sido de utilidad. Los
hombres acabaron al servicio de los generales del Líder y fueron
clasificados según sus capacidades. Las mujeres fueron divididas
por estatus: desde científicas hasta una simple asistenta, pero cada
una tenía que cumplir un cometido en concreto. No quedó nadie
ocioso. 
Se acabaron los tiempos de hambruna y enfermedades;
estrecharon el cerco a los cabecillas de las revueltas que empezaban
a florecer en contra del Líder, y a los pequeños delincuentes les
implantaron una nueva técnica de regeneración de ideales;
empezaron a recuperar la flora del planeta con nano tecnología para
que solo los elegidos pudieran vivir de nuevo libres en las atmósferas
controladas por ellos, y sobre todo jugaron a ser dueños de la vida
de cada uno de los humanos que habían sobrevivido a tanta
penuria. 
Pronto empezaron las habladurías y corrió como la pólvora una
leyenda con la que quisieron hacer creer que durante la época de la
revuelta nacería la persona destinada a unir las especies y evitar una
nueva guerra. Con el paso del tiempo esas voces fueron acalladas
por nuevas medidas referentes a la tasa de natalidad; solo podían
ser padres los terrícolas designados por los generales en función al
servicio prestado dentro de cada comunidad. A pesar de la orden
dada, hubo bastantes nacimientos no controlados. 
─Y así es como nuestro Gran Líder Junrom ha hecho nuestra
vida mejorable ─acaba de contar con tono irónico Sofía, una de las
supervivientes a la Reconquista del Imperio Global, que ya tiene
noventa años─. Jovencitas, ni se os ocurra preguntar nada más.
Tenéis que descansar, sabéis que muy pronto es la nueva Elección. 
Algunas de las chicas que han estado escuchándola se quedan
con ganas de preguntar qué es eso de La Elección ya que todas sus
guías hablan de ese tema continuamente y ninguna les dice nada,
unas pocas saben en realidad en lo que consiste y lo que deben
hacer. Solo saben que pronto serán trasladadas a la base del Líder y
allí se decidirá el destino de cada una de ellas. 

Hannah
 
Me separaron de mis padres cuando contaba con tan solo cinco
años. A pesar de lo que cualquiera pueda pensar, recuerdo de
manera nítida algunos detalles de aquel hecho. Es por eso por lo que
estoy continuamente con un libro en la mano, ellos han sido mi
refugio ante el dolor por una separación que no entiendo y que nadie
se ha molestado en explicar. 
Mi objetivo en la vida es ser la mejor neurocirujana del planeta y
para ello me estoy preparando a conciencia. Mi padre era un
bioquímico de alto nivel, no solo trabajaba en proyectos
gubernamentales si no que daba clase a los futuros profesionales del
sector. Mi madre era una reputada chef dentro de su gremio. Antes
de que me separaran de su lado, logré escuchar que tenía un nuevo
destino con un rango mayor. No lo entendí en aquel momento y es
que luego les hicieron un juicio público y los condenaron a morir. Lo
único que sé es que dependo de lo que quieran hacer conmigo estos
seres. Para ellos solo son importantes los estratos sociales en los
que estamos divididos, y la vida de los habitantes de la Tierra es
valiosa hasta que dejas de servirles en sus propósitos.  
─¡Vamos, Hannah! ─grita mi compañera July mientras acaba de
arreglarse frente al espejo, lo que hace que salga de mis
pensamientos─. ¡El transporte está a punto de llegar!
─Habla por ti, guapa ─le respondo─, eres tú la que lleva media
hora peinándose. 
La veo mirar a través del espejo y me ve sentada en la cama
esperándola. No entiendo la emoción de todas las chicas por
arreglarse tanto para ir a la base principal si es solo el punto
intermedio para llegar a nuestros destinos. 
─¿En serio piensas ir así? ─Me mira con cara de resignación
mientras niega con la cabeza─. No vas a ser una de las Elegidas, a
saber lo que será de ti. 
─Déjate de chorradas. ─Ya me tienen todas harta con tanto
misterio de La Elegida─. Sabes que aspiro a llegar a ser una
reconocida neurocirujana, y para ello tengo que esforzarme y ser la
mejor de mi promoción para que me trasladen al Área 55.
─Pero, ¿tú te has enterado de lo que va La Elección? ─La cara
de July es de asombro cuando niego con la cabeza─. Amiga, te veo
muy perdida. Cuando llegues ya te darás cuenta, supongo que
tendremos una nueva supervisora para guiarnos en las nuevas
disciplinas. 
─Bueno, acaba o llegaremos tarde de verdad por tu culpa. 
Por fin deja de lado el espejo, coge su maleta y nos dirigimos a la
salida. Veo que todas las chicas van demasiado arregladas, cuando
se supone que vamos a cambiar de centro de adiestramiento, y no
sé de dónde han sacado tanta ropa para llevar esos maletones. Yo
llevo mi mochila de la suerte donde llevo las fotos de mis padres y
mis libros favoritos, entre otras cosas, y luego una bolsa de deporte
con varias mudas. Desde siempre visto de manera sencilla, así que
los pantalones y las camisetas ocupan poco espacio, además, tengo
entendido que en el nuevo centro al que nos trasladen de manera
definitiva tendremos que ir de uniforme.
Después de pasar lista y comprobar que estamos las
seleccionadas, nos ordenan salir del bunker para montarnos en los
transportes. Estos son similares a los autobuses de hace cuarenta
años con la diferencia de que se desplazan usando el magnetismo
del planeta con un sistema que absorbe la energía procedente de los
elementos.
Al entrar, comprobamos que los cristales son totalmente opacos,
no vamos a poder observar el camino, y del habitáculo del conductor
nos separa una mampara totalmente oscura. Lo único que podemos
hacer es dormitar hasta que lleguemos a donde sea que nos lleven. 
─¡Chist! ─Vuelvo la cabeza y es Rita la que me llama─. ¿Quién
crees que tiene posibilidades de ser La Elegida?
─Es que no entiendo qué os alborota tanto. ─Frunce el ceño ante
mi respuesta─. Yo tengo muy claro mi objetivo y no veo que vosotras
estéis pensando en vuestro futuro más allá de estar siempre
impecables. 
El jadeo que se escucha es colectivo, acabo de llamarlas
superficiales a todas, pero es lo que veo. Durante todos estos años
he ido pasando de un área a otra sin apenas pensar en hacer amigas
porque duele el que te separen de la gente a la que le coges cariño.
Según iba cumpliendo años y etapas, iban trasladándome de centro
y accediendo a estudios de diferentes áreas. En cada uno de esos
lugares la tónica era prácticamente la misma: yo con la nariz metida
en mis libros y las chicas que me rodeaban haciéndome el vacío por
no integrarme en sus estúpidas actividades.
─Ya lo entenderás cuando te releguen a ser una simple
friegasuelos. ─La pijita de Liss es la que responde─. Si yo soy La
Elegida, ten por seguro que me ocuparé personalmente de tu
destino.
─Como prefieras ─Bajo la mirada a mi mochila y doy la
conversación por terminada. 
Liss y yo nos conocimos cuando teníamos siete años. Al principio
nos caímos bien, pasábamos muchas horas juntas hasta el extremo
en que nos hicimos inseparables. Tendríamos unos catorce años
cuando la situación se torció por su parte y pasamos de ser las
mejores amigas a no poder soportarme, y aún a día de hoy no
entiendo ese cambio. Llegó a nuestro centro un nuevo profesor, muy
joven y guapo según decían todas las niñas porque yo veía a un
profesor más. Los problemas comenzaron cuando Liss me acusó de
acaparar la atención de este no siendo verdad. Me declaró la guerra
en el mismo momento en que me destrozó el trabajo de ciencias que
teníamos que presentar en clase. Desde entonces intento evitarla,
aunque desde la fiesta que hace unos días disfrutamos para
conmemorar que todas entramos en la edad adulta, se ha
endurecido su rabia hacia mí.
A cada una de nosotras nos hicieron entrega de un regalo
enviado por nuestras familias. En mi caso, un precioso libro con
encuadernación antigua en piel, de tapa dura y en cuyo interior
además encontré una nota y otro pequeño regalo escondido en el
interior de la tapa trasera. A ella le envió su madre un pequeño diario
y montó en cólera al ver que las demás habían recibido joyas
familiares y diversos objetos de valor; no sé cuándo se volvió tan
materialista. 
No tenemos ni idea del tiempo que llevaremos aquí metidas
cuando nos anuncian que en breve llegaremos a la base. Todas
estamos nerviosas, a ver lo que nos espera detrás de los nuevos
muros. 

◆◆◆
 

Salem
 
Miro al horizonte desde mi posición en el despacho de mi padre.
Solo se ve la inmensidad del océano, y aunque normalmente me da
paz notar el suave balanceo de la plataforma, hoy no siento nada de
esa sensación que los humanos dicen que transmite el agua. 
─Hijo, aquí estás.
Me giro lentamente y ahí tengo al mejor ejemplar de mi especie,
jefe de todos los ejércitos y el que comanda cada misión de
conquista y colonización, solo que desde su aspecto de persona
mayor aquí en la Tierra no hace que aparente la verdadera fiereza
que lo acompaña. Desde hace unos años se le nota que va
necesitando salir de esta atmósfera y volver a nuestro planeta a
regenerarse, pero es un hecho que no lo hará hasta que encuentre
algo que solo él sabe. 
─Padre, creo que me mandó llamar. ─Veo que se extraña,
aunque sigue su camino hacia el escritorio─. ¿Para qué soy útil?
─Espera un momento. ─Rebusca en su dispositivo inteligente y lo
veo sonreír─. Una nueva camada de lindas terrícolas está siendo
trasladada al área de adiestramiento y van a hacer noche en estas
instalaciones. 
─Pero... ─Alza la mano y guardo silencio.
─Serás el encargado de designar la vigilancia en la zona donde
dormirán todas. Utiliza a los humanos esos que sus líderes castraron
como protectores de las chicas. 
─Sabes que cualquiera de mis soldados acabaría con ellos solo
con una mirada. 
─Lo sé, hijo. ─Vuelve la pantalla hacia mí─. Por eso te he hecho
venir. En este grupo viene la posible Elegida para tu ascenso y debes
hacérselo saber a ellos. 
─¿De qué Elegida hablas? ─Por la cara que acaba de poner sé
que no me va a gustar la respuesta.
─De tu consorte en este planeta.
─¡No! ¡Me niego! ─Ni pensarlo, el que viniera aquí no implicaba
que me enredara con una terrícola con a saber qué finalidad.
─No puedes hacerlo. ─Noto que lo estoy sacando de sus casillas
al ver que sus ojos comienzan a refulgir en ese violeta tan poco
común que ambos poseemos y que se ve cuando nos enfadamos─.
De que hagas la Elección depende el que te quedes como el nuevo
Líder o sigas siendo un simple soldado a mis órdenes cuando vuelva
a mi hogar.
─No puedes estar diciéndolo en serio. ─Bufo ante la realidad que
se me presenta─. Muy bien, me encargaré de hacerles saber a todos
que no se toca la mercancía hasta que acaben el adiestramiento de
cada una. No pienso decirles nada más.
─Como desees, hijo. ─Da un toquecito en la pantalla─. Ahora
echa un vistazo a las candidatas, no podrás quejarte. Es más, acabo
de pensar que no van a ir al centro de adiestramiento. Se quedarán
aquí el tiempo que estime necesario.
─No puedes hacer eso ─replico─. El rumbo de cada terrícola está
marcado y hay unos cauces que seguir. Te recuerdo la manía de no
cambiar un minuto del transcurso de los acontecimientos que
planeas al dedillo.
─Bueno, esta vez voy a improvisar. ─Me tiende el dispositivo─.
Ve mirando lo que viene de camino, hay verdaderas delicias.
Gruño y me siento. Ya que me va a torturar viendo a virginales
jovencitas acicaladas al extremo, al menos lo haré cómodamente. 

Hannah
 
No sabemos cuántas horas nos han tenido moviéndonos.
Al salir del autobús aspiro el aire puro que nos rodea. Hay muy
pocas partes del planeta en las que podamos hacerlo y todas están
en medio del mar, el único lugar donde la contaminación es menos
patente. Aunque hay demasiada luz en el patio, logro ver el brillo de
las estrellas y una hermosa luna llena nos hace de guía, y eso hace
que a mi mente venga un recuerdo, aunque no son mis padres los
que veo.
─Chicas, pónganse en fila para el recuento. ─Nuestra
acompañante me saca de mi pequeño momento de contemplación─.
No perdáis el tiempo, todavía tenéis que adecentaros antes de
presentar nuestros respetos.
─¿A qué se refiere la bruja? ─le susurro a mi amiga July.
─Da igual, no vas a enterarte por más que te lo hemos explicado.
Haz caso y vive el momento.
Me encojo de hombros mentalmente mientras la señorita Brown
va nombrándonos y citando el número de barracón al que iremos. En
realidad nos ha separado en dos grupos; ella vigila el que me ha
asignado y el otro lo hará la señorita Ramírez. Personalmente
prefiero a la segunda por ser más amable, pero es lo que hay.
─Tenéis quince minutos para asearos y cambiaros ─nos avisa la
bruja─. Hannah, espero que hayas echado algo decente en la bolsa
cutre que tienes entre las manos y no esos trapajos que usas
habitualmente.
Escucho las risitas de mis compañeras, así que asiento y me
apresuro a entrar detrás de mi amiga. En cuanto llegamos a las
literas, me chista mientras abre su maleta y me alarga un pequeño
bulto. En cuanto la miro, sé que es uno de esos vestidos que siempre
me obliga a ponerme y que guardo en el fondo de mi armario.
─Me debes otra muy gorda ─me hace saber mientras coge su
ropa y se dirige a la zona de baño común─. Ya puedes llegar muy
lejos en tu carrera como doctora.
─No voy a ser una simple doctora, July. Voy a ser la mejor en el
campo de la neurocirugía.
─Como quieras ─noto hastío en su voz─. Espabila o esta vez
llegaremos tarde y no será por mi culpa.
No tardamos nada todas en adecentarnos. Esta vez mi amiga me
ayuda a peinarme de manera sencilla, dominando mi extraño pelo en
un sencillo, pero elegante recogido. Me aplico un poco de colorete
para dar algo de color a mi pálido rostro y un poco de brillo de labios.
─Ni se te ocurra ponerte ese horror de gafas
─Sin ellas no veo ─mascullo mientras las cojo de sus manos—.
Sabes que no me siento cómoda con las lentillas y que además hace
que se fijen más en mí.
─Déjalas que te miren. ─Me aprieta cariñosamente la mano─. Te
tienen envidia.
─Sabes que no es verdad. ─Suspiro y me miro al espejo─.
Siempre me mirarán con cara de asco y las entiendo, soy rara.
No me gusta mirarme al espejo y es algo que muy pocas veces
me permito. Detrás de las horrorosas gafas de pasta veo una
muchachita de piel pálida con un extraño cabello en dos colores,
blanco y castaño a mechones, y si me fijo en su mirada llego a
distinguir los dos tonos tan dispares que tiene, azul y castaño
ambarino. Ser albina y además tener una heterocromía que no solo
afecta a mi vista, no es fácil de llevar y menos a partir de ciertas
edades. Eso ha hecho que me refugie en mis libros y no sea una cría
superficial y vanidosa como muchas de las que me rodean; prefiero
que piensen que estoy centrada en mis estudios y no me vean como
rival con todo el asunto de La Elegida, hasta ahora me ha ido genial
siendo la tonta que no sabe de lo que hablan.
─¿Nos vamos ya? ─Mi amiga me aprieta el hombro—. A ver si al
final la bruja va a tener otra excusa para regañarte delante de la
estúpida de Liss.
─No, salgamos ya. ─Inspiro hondo, necesito armarme de
paciencia para la noche que tenemos por delante─. Ya me llega el
perfume de esa idiota, debe estar a punto de salir de su barracón.
Una de las cosas buenas que hace la bruja es separarnos en
habitaciones diferentes, solo que en este caso ni siquiera tendré que
compartir las duchas con ella. Aunque no lo parezca, entre las chicas
tiene dos grupos muy diferenciados: sus preferidas, donde están Liss
y su corte de pelotas; y las perdedoras, las chicas que dice que le
producimos dolores de cabeza y a las que nos vigila de cerca por
mucho que prefiera la compañía de las otras. Me da pena que mi
amiga July esté en este ya que nos pone las peores calificaciones
solo porque sí, pero ella siempre me dice que prefiere la sinceridad a
tener que besar el suelo a nadie. Así somos felices.
Nos dirigen hacia un edificio que está en el centro de la
plataforma, uno bastante impresionante ya que no es el típico que he
visto en otros traslados que he vivido. Normalmente son
fortificaciones de hormigón del mismo tamaño, con ventanas de la
misma medida enrejadas a partir del primer piso y protegida con
guardias armados en la parte alta. Este, sin embargo, tiene la
apariencia de los palacios de las historias románticas que de vez en
cuando nos dejan leer. Es un edificio señorial, con las paredes en
blanco, las ventanas tienen preciosos balcones de forja y en un
lateral parece que sube una enredadera, aunque es algo que no se
distingue bien debido a la poca luz que hay en esa parte. Para
acceder al interior hay una pequeña escalinata que nos lleva a una
gran puerta de doble hoja, la cual está abierta y flanqueada por
varios guardias. Nada más entrar, estamos ante un gran espacio
abierto en el que hay varias mesas largas ya dispuestas con el
servicio para la cena. En el lateral izquierdo, al fondo, hay una
escalera para subir al piso superior. A la derecha hay una puerta que
supongo será el acceso a la zona de la cocina.
─Esto es impresionante. ─Distingo admiración en la voz de mi
amiga─. Seguro que es la plataforma del Líder, alguna vez he
escuchado a alguna de nuestras profesoras hablar del lujo y la
opulencia en la que vive nuestro mandatario.
─¿Y cómo saben ellas eso? ─La veo negar con la cabeza, pero
no le da tiempo a contestarme.
─¡Señoritas, atención! ─La palmada de la señorita Brown nos
saca a todas de nuestras conversaciones─. Cada una de ustedes
tiene su sitio asignado en la mesa así que vayan ordenadamente
ocupando sus asientos. Liss y Hannah, acompañadme.
Miro a mi amiga July y ambas nos encogemos a la vez de
hombros. Sigo a la bruja manteniéndome a una distancia prudencial
de Liss, es capaz de hacer que tropiece solo para dejarme en
evidencia. Nos lleva a ambas hacia la cabecera de la mesa y nos
sienta a cada una a un lado, justo en la segunda silla, aunque Liss a
la izquierda y yo a la derecha. Ella se sienta en la siguiente silla junto
a Liss y por suerte la señorita Ramírez lo hace a mi lado. Cuando me
fijo en mis compañeras, veo que hay varios asientos vacíos entre
nosotras y ellas, supongo que para los demás invitados.
─Hannah, espero que esta noche hagas gala de la buena
educación que el sistema te ha proporcionado. ─La bruja me mira de
manera despectiva─. O que al menos mantengas tu bocaza cerrada
y no le quites a Liss su oportunidad de entrar dentro del grupo de Las
Elegidas.
─Sí, señorita Brown... ─Noto que mi profesora favorita me aprieta
el muslo de manera disimulada y me susurra un “no” que decido
obedecer.
─¡Vaya! Me sorprendes, Hannah. ─Centra su atención en Liss al
no recibir respuesta por mi parte─.  Querida, no vas a tener
problemas. Hoy la ratita está comedida.
Me muerdo la lengua, cada vez que quiere ensalzar alguna virtud
de la perfecta rubia que tengo frente a mí, nuestra supervisora se
dedica a vejarme, pero es algo que espero pronto poder cambiar. O
al menos que me alejen de una buena vez de ellas para proseguir mi
carrera.
Estaba tan abstraída que no me he dado cuenta de cuándo han
entrado el anfitrión y todos los que supongo serán sus asesores y
guardaespaldas. Ante nosotras tenemos un hombre imponente, pero
de cara bonachona, debe medir casi un metro ochenta, se nota que
hace ejercicio porque a través de la camisa se le nota que posee una
musculatura bien desarrollada, aunque lo que más me ha impactado
es que, a pesar de poseer unos rasgos firmes y duros bajo la tupida
barba blanca, su mirada me transmite calma y bondad. Para ser el
dueño y señor del planeta no se le ve la prepotencia que pregona
todo el mundo, si hasta nos ha dedicado una sonrisa amplia a todas.
─Señoritas, bienvenidas a mi pequeño fortín ─saluda mirando a
todas y cada una de nosotras─. Deseo que su estancia con nosotros
les sea confortable y les sirva de distracción de sus habituales
obligaciones. Esta cena es para agradecerles el honor de honrarme
con su presencia, espero que pasen unas semanas agradables.
─Las gracias se las tenemos que dar nosotras por la gracia que
nos concede al invitarnos a pasar la noche aquí, Gran Líder. ─La
señorita Brown se ha puesto en pie.
─Vuelvo a repetirle que esto es una mera formalidad para
hacerlas partícipes de que van a estar aquí varias semanas ─replica
en tono duro─. Espero que no tuviera otros planes para las
muchachas.
─Oh, no, por supuesto que no ─se atraganta hablando, lo que me
causa risa y trato de camuflarla─. Es un verdadero honor para todas
y cada una de mis alumnas el haber sido invitadas ante su presencia
por el tiempo que estime oportuno.
Me quedo anonadada por las palabras de la bruja y más ante el
gesto de servilismo que jamás pensé que vería en una persona tan
soberbia: se pone de rodillas, inclina su cuerpo hacia el suelo y estira
las manos hacia adelante. Según nos contó ella alguna vez, eso solo
se hace ante el gran soberano de la Tierra cuando nos honra
sobremanera.
─Por favor, póngase en pie ─contesta este hombre cuando ha
tomado asiento─. No es necesaria tanta formalidad, no estamos en
audiencia pública.
─Claro, Gran Líder. ─La observo y se nota cierta inquina en su
mirada.
─Señorita Liss ─ahora se dirige a mi compañera─, está usted
preciosa esta noche.
La veo sonrojarse y mirar a las demás con superioridad. Este
hombre sigue alabando su buen gusto y sigue con cada una de las
chicas que están a ese lado de la mesa. Observo que en las sillas
que estaban vacías se han sentado los que ha presentado como sus
asesores de seguridad y encargados de cada una de las áreas que
dividen el planeta. Cuando llega hasta mí, me observa fijamente y
opto por bajar mi mirada para evitar notar la pena con la que me mira
todo el mundo la primera vez.
─Tú debes ser Hannah. ─El tono suave que desprende al decir
mi nombre hace que lo mire─. Eres única entre las chicas y además
una estudiante brillante.
─Sí, señor. ─Frunzo el ceño ante tales afirmaciones.
─Tengo grandes planes para ti. ─Lo miro extrañada─. Espero que
me des la oportunidad de pasar algo de tiempo juntos para valorar
tus conocimientos y capacidades.
Asiento, pero guardo silencio al escuchar algo parecido a un
gruñido que procede del hombre que está sentado a mi lado. El Líder
nos lo presenta como su mano derecha, el encargado de las tropas y
de la logística en general. Me fijo en él de manera disimulada y
podría asegurar que tienen algún tipo de parentesco. Liss, al creer
que Junrom, como ha insistido a cada una de nosotras que lo
llamemos, ha acabado de hablar, ha decidido iniciar una
conversación con mi vecino de silla. La entiendo, a ella le ha tocado
uno de los científicos jefe, un señor de barba poblada y de la edad de
su abuelo, algo que hemos visto le ha desagradado. Decido observar
los movimientos de cada uno de ellos de manera disimulada, se
aprende mucho del comportamiento de quienes te rodean siendo una
chica invisible.
La cena pasa con Liss y la bruja acaparando la atención de los
hombres situados en la mesa, lo que me ha dado la oportunidad de
poder observar a ambas y no me ha gustado nada la mirada de odio
que nuestra supervisora le dedicaba al Líder cada vez que este
estaba explicando algo a Liss o a alguna de sus pelotas, las únicas
que han colaborado en aburrirnos al resto mortalmente. En cuanto
dan por finalizada la cena y nos permiten retirarnos, lo hacemos
todas ordenadamente siguiendo a la señorita Ramírez al exterior.
El golpe de aire fresco hace que tome una nueva bocanada y
ralentice mi paso hasta el barracón.
─Hannah ─susurra mi profesora─, no te entretengas que las
brujas no tardaran en alcanzarnos.
Afirmo con un gesto y alzo mi cabeza hacia el cielo. Me maravillo
al poder observar el firmamento cuajado de estrellas, es lo más
bonito que he podido admirar y eso hace que vuelva a acordarme de
mis padres. Suspiro y decido entrar en mi barracón antes de que la
insufrible de la señorita Brown llegue. Lo mejor es que me acueste
para que no me hostigue con lo que supuestamente he debido hacer
mal durante la cena.

Salem
 
No estaba preparado para ver a todas esas jovencitas en la mesa
que mi padre ha dispuesto como cena de bienvenida, pero mucho
menos tener que verme en la obligación de mantener una cordial
charla con algunas de ellas sobre cosas tan banales como mi
entrenamiento para estar tan en forma o sobre mis hobbies en mi
tiempo libre. Como si tuviera opción de poder tirarme horas delante
del espejo como ellas.
─Hijo, espero que te haya gustado la selección de terrícolas que
te he hecho.
Me doy la vuelta y apoyado en el marco de la puerta está mi
padre, con cara de orgullo y un brillo inusual en su mirada.
─Si quieres que alabe tu gusto, no vas a escuchar salir eso de mi
boca. ─Vuelvo a mi posición en el balcón─. Son unas crías
egocéntricas sin nada que haga pensar que tienen un cerebro dentro
de esas lindas cabecitas. No sé la clase de educación a las que las
sometes, pero da escalofríos pensar que debo soportar mi estancia
en este planeta con una mascota así.
─Acabas de reconocer que son bonitas.
─No voy a negar lo evidente ─me apoyo en la reja─, como
tampoco voy a darte el gusto de hacerte pensar que he estado
cómodo entre tanta arpía disfrazada de señorita.
─No puedes negar que hay verdaderas bellezas entre esas
muchachas. ─Se sitúa a mi lado─. Recuerda que solo queremos un
bonito adorno que vaya de tu brazo en las reuniones con los
dirigentes de cada comunidad.
─Pues entonces elige a la que te plazca y listo. ─Lo escucho
chistar─. No me interesa nada de ninguna que no sea para el fin que
tienen determinado entre los nuestros.
─Pero, hijo...
─Nada, padre. ─Lo miro fijamente─. Cuando llegue la hora de
engendrar a mi sucesor, se hará como siempre, sin necesidad de
contacto alguno por mi parte. Pondremos una bonita mansión a
disposición de La Elegida y asunto resuelto.
─Muy bien, como desees. ─En su voz se escucha resignación─.
Has podido escuchar que tengo el beneplácito de la cuidadora al
anunciarle que no voy a dejarlas marchar pronto, eso me ayudará a
reafirmar que no me equivoco en la elección que ya he hecho. Solo
te pido que saques un poco de tiempo para conocerlas, quiero ver
cómo te desenvuelves con ellas.
─¿Es necesario? ─Asiente en respuesta─. Muy bien, todas las
tardes pasearé con las que me vayas indicando, dejo la selección de
turnos en tus manos.
─Muy bien, hijo. ─Guarda silencio durante algunos minutos—.
Mañana invita a la señorita Liss, la rubia parlanchina, y llévala al
jardín lateral. Os estaré observando.
─Como ordenes, padre.
Escucho sus pasos alejarse de mí. Tengo la certeza de que no le
gusta mi pasividad ante el tema de la consorte, es que no soporto la
idea de tener que someterme al capricho de la sociedad arcaica que
todavía a día de hoy rige en nuestro planeta y en cómo han logrado
implantar esa ideología en este.
Cuando decido que ya es hora de descansar, veo algo que se
mueve cerca de uno de los barracones de las muchachas. Agudizo
mi mirada y, aunque quien sea que esté merodeando es muy
sigiloso, logro distinguir que el color de su pelo brilla como plata con
el reflejo de la luna. Una sonrisa se instala sin querer en mi cara al
percatarme de que es la pequeña terrícola que ha estado sentada a
mi lado esta noche y que ni siquiera se ha molestado en mirarme.
Decido descender por el balcón, aprovechando que debajo de la
enredadera tenemos unos ganchos estratégicos, y seguirla. Aunque
no hay peligro de que mis hombres la aborden, tengo curiosidad por
saber el motivo por el que se ha escabullido de su litera.
La encuentro parada en mitad del jardín trasero, ese al que solo
acudimos mi padre o yo para pensar y recargarnos de energía
cuando estamos hastiados de este planeta. La observo y hace algo
que jamás he visto que otro ser de mi planeta o de este pudiera, se
acerca lentamente a una de las plantas que ha arraigado aquí traída
de nuestro planeta, la ha tocado, y ha provocado que sus pétalos se
abran como si fuera de día; algo que nunca, jamás, he visto que
haya sucedido en el ciclo de la jorita.
Maravillado me quedo detrás del tronco de un baobab
observando cómo se abraza al tallo de la gigante flor y escucho un
suave tarareo. Sigo en mi posición unos minutos más hasta que veo
que se ha sentado y se está quedando adormilada.
─Buenas noches. ─Se sobresalta a pesar de mi suave tono de
voz—. ¿Está bien, señorita?
Asiente mientras se pone en pie y estira sus relajadas
extremidades. Sin siquiera mirarme pasa por mi lado para irse, pero
la detengo dando un paso y obstaculizando su camino. En el
momento en que cruza su mirada con la mía, descubro qué es lo que
tiene especial esa chica para que la planta reaccione a ella. Posee
unos impactantes iris de diferentes colores, aunque su mirada es tan
limpia y sincera que cualquier ser vivo se pondría a sus pies, o al
menos es lo que pasa en el planeta del que procedo.
─¿Necesita algo, señor? ─Es poseedora de una voz suave e
hipnótica—. Siento mucho el estar fuera, es que necesitaba respirar
un poco.
─No te preocupes ─carraspeo─, procura no salir sin avisar a
algún escolta. Pueden llegar a confundirte con un intruso y no
querríamos eso.
Sonríe divertida ante el guiño con el que he finalizado mi frase, he
querido hacer ver que bromeaba para no preocuparla. «Tú lo que
quieres es retenerla más tiempo a tu lado», mi subconsciente
expresa mi deseo por mí.
─No se preocupe. ─Mira hacia los lados y acorta la distancia─.
Es la última vez que salgo sin permiso, no quiero que la bruja me
castigue, es muy creativa a la hora de darnos lecciones.
No me da tiempo a preguntar nada porque sale corriendo en
dirección al barracón y me deja ahí plantado. Decido llegar hasta la
planta donde ella ha estado y los pétalos están totalmente cerrados,
toco el tallo y no reacciona. Me siento con la espalda apoyada y miro
al firmamento, decido quedarme aquí el resto de la noche y así
recibir energía desde bien temprano. Ahora mismo estoy tan
enfadado y asombrado a la vez, que lo mejor es dormir al aire libre
como cuando estaba iniciando mi carrera militar.
Lo que no acabo de entender es el motivo de sentirme tan
inquieto porque sé que mi padre se rige por un orden en su vida y
que debo acatar todo lo que me sugiera, es solo que la idea de
emparejarme tan pronto me hace ver que su viaje de vuelta a nuestro
planeta puede estar más cerca de lo que pensaba y este no está
preparado para un cambio de Líder. Las revueltas puntuales se han
acentuado y todavía no hemos encontrado a los verdaderos
cabecillas, aunque lo peor es no saber quién de los nuestros los está
ayudando desde dentro. Tendré que poner a mi mejor hacker a
trabajar solo en este tema.
Respiro hondo y comienzo a contar estrellas, es lo único que
hace que me calme lo suficiente como para poder descansar varias
horas seguidas.

Hannah
 
He dormido de un tirón y he tenido un sueño precioso, estaba en
un bonito prado lleno de plantas extrañas, como la que vi anoche,
junto a mis padres. Es la primera vez, en mucho tiempo, que soy feliz
al reencontrarme con ellos y se respira paz. Me desperezo
lentamente, miro a mi alrededor y veo que todas siguen dormidas.
Decido levantarme y aprovechar que puedo ducharme sin notar la
mirada de nadie sobre mí, casi nunca puedo disfrutar de esa
intimidad.
─¡Tú, rata! ¡Sal de ahí! ─El grito de Liss me saca de mi ducha
relajante.
─Este no es tu barracón, allí tienes todo el espacio que quieras.
─He pedido permiso y la señorita Brown me ha dicho que puedo
ducharme aquí si quiero.
─Cómo no ─mascullo para mí.
Resoplo y doy por acabado mi aseo matutino, mejor no llevar la
contraria a la pequeña arpía. Antes de poder agarrar la toalla ya la
tengo tirada a mis pies empapada, en el habitáculo donde estoy
metida, sin embargo no voy a darle el gusto de enfadarme, sigo feliz
después del sueño. Me la enrollo aunque eso signifique mojarme
más y salgo, me encanta verla sorprendida ante mi nula reacción a
todo lo que me hace. 
─Toda tuya ─le digo, paso por su lado con la cabeza bien alta y
salgo hacia la zona de las literas.
Me apresuro a llegar a mi taquilla donde ya está la bruja
esperándome, pero no dice nada sino que sale corriendo hacia las
duchas. Debe extrañarle no haber escuchado escándalo, a diario
hacen lo mismo para someterme a alguno de sus ingeniosos
castigos.
─Hannah, ¿hoy te has defendido? ─Me doy la vuelta y ahí está la
señorita Ramírez.
─No, señora. ─Agacho la cabeza, pero ella posa un dedo en mi
barbilla.
─Llámame Sarah como hacen todas las chicas. ─Pone un dedo
en mis labios cuando voy a responder─. Aquí no te puede amonestar
por hacerlo, estamos en un sitio demasiado relevante y ella puede
salir perjudicada y de camino hacer que Liss sea repudiada.
Frunzo el ceño porque no entiendo lo que quiere decir. Al ver el
brillo en sus ojos comprendo que no solo estamos aquí para cambiar
de destino sino que es el paso previo a que nos separen ya
definitivamente. Una sonrisa se instala en mi cara ante el
pensamiento de que me queda poco tiempo para separarme de
estas dos y avanzar por fin hacia mi futuro.
─De acuerdo, Sarah. ─La veo sonreír—. Lo único que he hecho
ha sido cederle la ducha sin protestar, no sirve de nada que le diga
otra cosa. Me he levantado demasiado feliz como para ponerme a
discutir tan temprano.
─¿Se puede saber a qué se debe tanta felicidad? ─Sigue
sonriendo, aunque veo algo más en su mirada─. ¿No será que
hiciste alguna trastada anoche al salir a hurtadillas?
Intento negar con la cabeza a la vez que la miro boquiabierta, me
cercioré de que todas durmieran antes de poner un solo pie en el
suelo.
─No hice nada malo ─le susurro─. Solo me limité a pasear,
descubrí un hermoso jardín en la parte trasera del edificio principal y
me relajé debajo de una extraña flor. Volví y me acosté.
─¿Solo eso?
Asiento y su sonrisa se hace más amplia. Tengo muchísima
confianza con ella, solo que no quiero que se preocupe por el
encuentro con ese guardia, no corrí peligro en ningún momento y
además se portó de manera distante y educada.
─Voy a vestirme antes de que la bruja llegue y use este motivo
para amonestarme con a saber qué pérfida idea.
─No te preocupes, la entretengo para que puedas arreglarte con
tranquilidad.
Se despide de mí con un suave beso en la mejilla, como hace
cada vez que estamos solas. En cuanto se va, me apresuro a coger
una toalla de la taquilla para poder secarme con rapidez, me pongo
mi ropa habitual, vaqueros, camiseta y zapatillas deportivas, y me
recojo el pelo en una cola sin llegar a peinarlo. Justo cuando estoy
poniéndome las gafas, aparece Liss con actitud chulesca y me
empuja gruñendo un “me las pagarás”.
Me dirijo a la salida del barracón donde ya nos espera Sarah,
junto a la señorita Brown y el resto de las chicas, para desayunar en
el edificio principal. Todas se dirigen hacia allí, la bruja me coge del
brazo para que aminore el paso aunque seguimos avanzando.
─Espero, por tu bien, que te comportes el tiempo que tengamos
que estar aquí tan sumisa y calladita como anoche. ─Me mira con
odio─. De lo contrario, se acaba tu sueño de ser alguien dentro del
mundo de la medicina porque todos los informes serán negativos.
¿Entendido?
─Sí, señorita Brown ─respondo bajando la mirada.
─Siéntate en el mismo lugar de ayer ─suelta de manera brusca─.
No entiendo el motivo de que te mantengan tan cerca del Líder, pero
ya convenceré a quien haya hecho la distribución para que te pongan
lejos de mi vista. Eres una vergüenza para todas.
Entrar en el edificio hace que cierre su asquerosa boca, ponga
una sonrisa más falsa que el collar que lleva siempre colgado y se
dirija a su lugar. Al menos no voy a tener que caminar junto a ella,
eso debe tenerla muy enfadada al no poder ser la que provoca mis
torpes caídas. Al sentarme me fijo en que nuestro anfitrión ya está
sentado y mira de manera extraña a la bruja, es como si pudiera ver
la maldad que reside en ella.
─¿Ha vuelto a molestarte? ─Doy un respingo ante la pregunta del
guardia de anoche─. Si te ha regañado por lo de anoche, yo puedo
decirle que...
─¡No! ─Lo miro y bajo la voz─. No se dio cuenta de mi salida
nocturna, estaba diciéndome las tareas del día.
Me observa frunciendo el ceño, me coloco en mi lugar y no dejo
que pueda preguntar nada más. El desayuno transcurre, de nuevo,
con la bruja y su discípula acaparando la atención de los varones
que están sentados con nosotras.
─Parecen perras en celo ─refunfuño.
─Es que lo son ─susurra Sarah y me sonríe.
Disimulo la risa y sigo con la cabeza gacha, lo mejor es pasar
desapercibida para que estas dos se sientan las protagonistas. Es un
buen método de que nos dejen a las nerd, como nos califican,
tranquilas.
─Espero que la señorita Hannah pueda acompañarme.
La mención de mi nombre hace que levante la cabeza y mire a la
bruja, la cual tiene un rictus muy tenso, aunque sigue manteniendo
esa falsa sonrisa pegada a sus labios.
─Claro que puede, Gran Líder ─responde─. Nuestra querida niña
seguro que disfruta de lo que usted quiera mostrarle.
─En ese caso, ya podemos dar por terminado el desayuno. ─Se
levanta y sus escoltas se acercan─. Ya saben dónde pueden llevar a
sus alumnas, el personal está esperándolas para ir empezando la
nueva formación.
Me acerco a Sarah y le pregunto susurrando de qué va lo último
que ha dicho y me responde que esta noche me lo explica. Cuando
me dispongo a seguir al anfitrión, el guardia que se sienta a mi lado
se cruza en mi camino, mira hacia su jefe y se aparta gruñendo. Mi
profesora y yo le miramos extrañadas porque nos ha parecido
entender que decía algo así como maldito viejo.
─Acompáñeme, señorita. ─Asiento con un gesto y señala hacia
una puerta que está tras él y que no había visto.
Accedemos a un pasillo largo donde hay unas pocas puertas en
la parte izquierda. Está decorada en el mismo estilo que el salón, la
pared está revestida en madera hasta la mitad y en la pared, además
de las molduras en pan de oro en la parte alta, hay enormes cuadros
que parecen de gran valor. La parte derecha del pasillo da a la zona
de los jardines y está acristalado del techo al suelo, lo que hace que
pueda admirar la planta que vi anoche a todo color. «Es
maravillosa», mi mente me da la razón en cuanto veo lo enorme que
es todo.
─La verdad es que sí ─dice Junrom. Parece que sin darme
cuenta he pensado en voz alta de nuevo─. Ya te contaré la historia
de ese magnífico ejemplar y lo que nos ha costado que se adapte a
vuestro planeta.
─¿A nuestro planeta? ─No me da tiempo a decir nada más
porque se para en el pasillo y levanta la mano.
─Jovencita ─acorta la distancia entre ambos─, no es necesario
que te hagas la inocente conmigo. Ambos sabemos que eres la más
lista de todo tu grupo y que sabes, tan bien como yo, de lo que va
esta expedición.
─Yo no...
─Voy a ayudarte a hacer realidad tu sueño. ─Abro los ojos como
platos─. Es más, voy a presentarte a los mejores científicos del
mundo y, a cambio de que te formes entre prestigiosos doctores,
quiero que estés a mi disposición siempre que te necesite.
─Creo que no he entendido bien sus intenciones. ─Voy a tantear
las ideas ocultas de este individuo─. ¿Qué significa exactamente
estar a su disposición?
─Lo que has entendido, pequeña. ─Suspira teatralmente─.
Quiero que seas mi médico personal.
─¿Y para qué va a querer a una simple chica como su médico
personal si está rodeado de los más prestigiosos?
─Porque tengo algo que quieres. ─Arqueo mi ceja izquierda
esperando─. Tú me sirves de manera leal a cambio de volver a ver a
tu familia. Solo tienes que quedarte aquí cuando el resto siga hacia
su destino.
─No me fio. ─Voy a intentar que me dé algo─. ¿Quién me dice a
mí que, si me quedo, cumplirá su palabra?
─Eres digna hija de tus padres. ─Suelta una carcajada─.
Sígueme, muchacha. Voy a mostrarte tu futuro, si al final aceptas
quedarte.
Llegamos al final, donde ya hay dos guardias flanqueando la
enorme puerta que hay. Nos tienden una bata blanca a ambos, me la
quedo mirando porque pone mi nombre en ella, pero al mirar al Líder
veo que está junto a sus hombres, quienes nos abren para que
pasemos. En cuanto pongo un pie en su interior tengo la sensación
de que hemos cambiado de edificio, hemos pasado del lujo
decadente a la asepsia total. Entramos en un gran espacio, lo que
parece un anexo al edificio que no habíamos visto. Nos situamos en
el centro de la sala y observo todo lo que nos rodea, en cada lateral
hay mostradores que se unen a los demás con todo tipo de
maquinaria destinada al laboratorio. Hay desde simples microscopios
hasta aparatos que no he visto en la vida y todos ellos conectados a
potentes ordenadores.
─¿Sorprendida? ─La voz de mi guía me saca del
ensimismamiento─. Sigamos, hay más salas por descubrir. 
Me guía hasta una puerta abatible que hay al fondo, disimulada al
ser del mismo color blanco que el resto de la estancia. Para pasar a
la siguiente sala, tenemos que ponernos unos equipos de protección
similar al de los hospitales aunque me pide que siga llevando la bata
encima. Una vez vestidos, accedemos y aquí sí que se me debe caer
la baba. Es la antesala de un quirófano y está completamente
equipada con todo lo que uno necesita y más, y todo ello distribuido
en salas anexas separadas del resto. Desde los más básicos
utensilios como electrocardiógrafos hasta los últimos avances. Entre
el material que tienen en la sala de esterilización cuentan con todo
tipo de objetos, desde una simple aguja con hilo transdérmico hasta
el novedoso bisturí-aguja, con el que solo hacen la punción
necesaria para poder llegar al punto a intervenir sin invasión alguna.
─Al otro lado de la puerta tienes el quirófano mejor avanzado que
puedas imaginar ─Junrom me saca de la obsesiva observación que
estoy llevando a cabo─. Si quieres podemos entrar, aunque creo que
eres de las que le gusta la asepsia.
─Claro que sí... ─Dudo si preguntar, pero me hace un gesto con
la cabeza─. ¿Me permitirá ver desde algún lugar alguna
intervención?
─Por supuesto. ─Pone cara de ofendido y me causa gracia─. Si
te quedas podrás hacer y deshacer a tu antojo aunque estés en
formación.
─Es usted muy amable. 
Me asomo por la pequeña ventana que hay en la puerta y solo
puedo atisbar la camilla en el centro de la sala. Junrom me coge con
lentitud por el codo y me insta a seguirle. Unos metros más allá hay
una sala desde la que se puede ver absolutamente todo el interior
del quirófano. Está muy completo y hay máquinas de las que
desconozco su función, aunque no es de extrañar, he estado
estudiando los modelos de medicina hasta hace unos años, lo que
he ido encontrando en los libros, solo que esto que hay aquí es
tecnología punta y secreta.
─¿Seguimos el recorrido? ─Afirmo con un gesto y me cede el
paso.
Una vez en el pasillo me percato de que hay varios corredores en
los que antes no me había fijado. Avanzamos por el de la derecha
mientras me va explicando que el de la izquierda es el que nos lleva
a las zonas de las habitaciones de los pacientes y además cuenta
con una sala de descanso y otra de esparcimiento para el personal.
Esto último no lo entiendo, pero, al ver mi cara, promete llevarme
para que entienda la diferencia. Seguimos doblando pasillos hasta
que llegamos a una sala amplia donde hay un mostrador a la
derecha donde dos chicas vestidas con traje oscuro sonríen
ampliamente.
─Estas simpáticas muchachas son quienes te guiarán hasta cada
una de tus clases. ─Las saludo con la cabeza─. Son las
acompañantes de nuestros estudiantes y quienes llevarán tu horario
al principio.
─Eso en caso de que acepte ─apostillo.
─Por supuesto. ─Sonríe de manera pícara─. Si decides aceptar
la ventaja de formarte entre los mejores del universo.
─No creo que sea para tanto ─mascullo mientras sigo a la chica
morena que ha salido del mostrador y escucho la risa de Junrom
detrás de mí.
Al volverme, veo que uno de sus guardias lo sostiene. En dos
zancadas me acerco a él, se ha quedado lívido, así que acerco mi
mano a la suya para intentar tomarle el pulso, pero el otro guardia se
interpone entre ambos.
─Deja que se acerque. ─Su voz suena débil─. Pequeña,
acércate.
─Yo solo iba... ─Me quedo perpleja al ver dolor en su mirada─.
Solo pretendía tomarle el pulso.
─Lo sé. ─Se suelta del guardia─. Vayamos a comer, se nota que
ya lo necesito.
Asiento y le ofrezco mi brazo como apoyo. Soy menuda en
comparación a él, aunque no sé qué otra cosa hacer. Es cierto que
ya es la hora del almuerzo, se me ha pasado la mañana en un
suspiro y apenas si hemos visto nada, solo que lo que he visto en su
mirada no es producto de una bajada de glucosa por no comer en
varias horas. Salgo de mis pensamientos al notar que agarra mi
mano y la enrosca en su brazo, me hace gracia el cambio.
─Parece usted un verdadero caballero de la época victoriana
─suelto jocosa.
─Quizás quiero serlo. ─Lo miro asombrada─. Debes tener en
cuenta que este edificio recrea la típica residencia londinense del
siglo XVII, con todos sus lujos y excentricidades, aunque adaptada a
las comodidades de nuestra época.
─Es algo que me llamó la atención la primera noche que llegué.
─Me paro un momento esperando a que me guíe─. Tiene unos
jardines amplios en la parte trasera y muy cuidados, sin embargo no
he visto el invernadero que pensé que tendría ya que ha respetado la
arquitectura de la mansión.
─Te lo enseñaré después. ─Seguimos por otro camino─. Ahora
vayamos a comer, no querrás que este pobre viejo muera de
inanición.
─¡No, claro que no! ─Mi tono de indignación le causa gracia y
suelta una carcajada─. ¿Ahora se ríe de mí?
─De ti no, de tu carita. ─Sonrío en respuesta─. Señorita, ¿me
complacería siendo mi acompañante durante el almuerzo?
─Por supuesto, caballero. ─Le hago una pequeña reverencia y
ambos nos reímos continuando nuestro camino─. No sabía que
intentaba copiar los modales de dichos caballeros.
─Yo diría más bien que admiro ciertos aspectos de su
comportamiento.
─¿Ah, sí? ─Lo miro asombrada─. ¿Como cuáles?
─Pues la doble moral con la que vivía la aristocracia. ─Asiento y
espero a que siga─. En su época esos hombres se erigían como los
perfectos caballeros, de modales impecables durante las reuniones
sociales, con las esposas perfectas, bellas damas de la sociedad,
criando sanos herederos y manteniendo el buen honor de sus títulos
cuando en realidad eran unos embusteros, derrochadores,
egocéntricos y puteros. Es eso lo que me hace gracia de todo el
asunto.
─Yo creo que eso es generalizar demasiado. ─Me hace un gesto
para que siga con mi argumento─. Seguro que alguno de esos
caballeros no era tan mentiroso. Si analizamos los registros
históricos, había nobles trabajadores que ayudaban a los estratos
sociales más bajos y que incluso fomentaban la educación de estos,
aunque fuera siglos más tarde. Creo que todo ello fue marcado por la
evolución de la mente humana.
─Exacto, pequeña, aunque no es tan sencillo como piensas.
─Sonrío con otra duda rondando mi mente─. Veo que además de tus
estudios sobre la ciencia, estás versada en más disciplinas.
─Ya que nos obligan a estar instruidas en historia, qué menos
que profundizar en ella cuando llega a mis manos una lectura
interesante ─replico y me encojo de hombros.
Antes de poder seguir la conversación llegamos a un comedor,
pero este debe ser el de su uso exclusivo porque es más pequeño.
El espacio tiene el mismo estilo que el resto del edificio, hay
lámparas de araña colgadas, aunque de menor tamaño, molduras en
techos y cuadros recubiertos de pan de oro. Vamos, no hay nada que
haga pensar que este espacio sea de un Líder de la época actual.
─Sentémonos. ─Junrom saca una silla y me la ofrece─. Espero
que no te importe comer conmigo y no con tus compañeras.
─No se preocupe, es lo menos que podría hacer después de
tanta amabilidad. ─Sonríe y se sienta a la cabecera de la mesa. 
─¡Perfecto! ─Me guiña un ojo y ya no dice nada porque justo
llega el servicio con los entrantes.

Salem
 
─Maldito viejo ─mascullo enfadado.
Desde esta mañana estoy digiriendo el repentino interés de mi
padre por la preciosa muñequita con la que estuve hablando anoche.
Pensé que todas estas chiquillas están aquí para que elija consorte y
no para su propio entretenimiento, tendré que dejarle claro que voy a
hablar con todas y cada una de ellas, sin excepción.
He sometido a mis hombres a un entrenamiento más duro que de
costumbre, de alguna manera tenía que apagar la rabia que se había
apoderado de mi cuerpo al ver al Gran Jefe posar una mano sobre la
parte baja de la espalda de esa muchachita.
─¡Vamos, nenazas! ─les grito por milésima vez esta mañana─.
¡Diez vueltas más!
Estamos corriendo alrededor de las instalaciones para acabar con
nuestros ejercicios diarios, una extensión de tan solo veinte
kilómetros cuadrados. Se quejan por gusto ya que nuestra capacidad
de resistencia es muchísimo mayor que la de un simple terrícola.
Hemos comenzado la mañana con el entrenamiento cuerpo a
cuerpo, hemos seguido en la galería de tiro probando las últimas
creaciones del ingeniero y hemos pasado al gimnasio para levantar
pesas, nada que no hagamos a diario. Voy a tener que ponerlos a
correr más días a la semana, se están volviendo unos vagos.
─¡Jefe! ─irrumpe nervioso uno de mis chicos─. Lo necesitan en la
sala de imágenes.
─Munro, asegúrate de que todos acaben el ejercicio de hoy
─Sí, señor
Me alejo a toda prisa hacia donde me requieren ya que eso solo
pasa por un motivo en concreto, y es algo relacionado con mi padre.
─¿Qué ha sido esta vez? ─le pregunto a Gideon, el chico que me
encargué de instruir personalmente como hacker ya que tiene
muchísimo potencial.
─Nada, solo quiero que mires algo que ha pasado. A ver si
aprecias lo mismo que yo.
─Vale, a ver qué has descubierto.
Cuando entramos en la sala de visionado, Gideon hace una señal
al resto y estos salen de inmediato. Debe ser importante lo que ha
visto para que no quiera que nadie esté presente en la conversación.
─Esto que vas a ver ha pasado hace unos minutos.
Le da al play y en la imagen aparece mi padre con la florecilla en
la recepción de la zona donde se sitúan las diferentes clases. Me fijo
en el brillo en la mirada de la pequeña terrícola y en que hasta sus
mejillas están rojas de emoción, parece que el viejo sabe cómo
hacerla feliz sin apenas conocerla. Sigo observándola, pasa de la
emoción a la indignación, pero inmediatamente, al volverse de nuevo
hacia mi padre, veo su preocupación. Es entonces cuando me fijo en
él, está medio encorvado, sujetado por Gael, su guardaespaldas
personal, pero intentando esconder la mueca de dolor que me ha
parecido ver.
─Dale hacia atrás de nuevo.
En cuanto las imágenes comienzan a pasar de nuevo, observo
atentamente todos los pasos de mi padre en esa sala, que son pocos
porque lo veo extrañamente quieto. En el momento en que Gael lo
sujeta es cuando se ha echado mano a la cabeza primero y al
abdomen después. Sigo mirando y me doy cuenta que justo intenta
enderezarse y cambia la expresión de dolor al volverse la chica.
─¿Desde cuándo pasa esto? ─Miro a Gideon fijamente y este me
invita a tomar asiento con un gesto.
─Llevo varios días observando cosas de ese tipo en nuestro
Líder. Además, en mis ratos libres he decidido revisar los meses
anteriores porque suceden a diario estos episodios desde hace una
semana.
─¿Por qué no he sido informado antes?
─Lo siento, jefe. ─Baja la mirada un momento─. Informé a mi
superior de lo que había visto, pero me dijo que eran apreciaciones
equivocadas por mi parte.
─¿Ha visionado estas imágenes? ─Asiente─. Cuéntame lo que
apreciaste, sé que no me avisas personalmente, saltándote una
orden directa, sin haber visto algo extraño.
─Hace varios días tu padre sufrió un pequeño desmayo, al punto
de caer al suelo. Activé la alarma de inmediato, pero para cuando
llegó Jeff, el Líder ya estaba recuperado. A pesar de enseñarle la
caída me dijo que podría ser algo sin importancia, que no te alarmara
sin tener algo consistente.
Me quedo pensativo ante la reacción del jefe de sala, en la
reunión de encargados de ayer no me comentó nada, ni siquiera en
privado.
─¿Le has enseñado alguna más? ─Asiente en respuesta.
─No solo le he enseñado la de todos estos días atrás, sino que le
he insistido en revisar las de tiempo atrás, a lo que se ha negado.
Me levanto de mi asiento y me pongo a andar alrededor de la sala
intentando ver el interés de que nadie sepa lo que pasa. Puede no
ser nada, pero están obligados a hacerme llegar hasta el más
mínimo detalle.
─Debo ir a comer con nuestras invitadas, en cuanto acabe nos
vemos aquí para revisar lo que has encontrado.
─Perfecto. Una cosa más ─espeta y detengo mi paseo por la
sala─, no es necesario hacerlo aquí si no quieres. Ya sabes que
tengo acceso desde donde sea gracias a lo que me enseñaste, pero
justo esto lo tengo todo en una memoria. De manera fortuita se
reinició todo el sistema y qué casualidad que se han perdido las
imágenes del último mes.
─¿Has investigado eso? ─Cada vez me gusta menos el asunto.
─Estoy en ello ─lo veo renegar—, no soy capaz de descifrar el
algoritmo que han usado para camuflarse, pero creo que ya es
cuestión de días.
─Muy bien. ─Me quedo pensando, creo que lo mejor es verlo
todo aquí─. De todas maneras quedamos aquí después, tengo algo
en mente y necesito que me vean en esta sala.
─Como tú digas, Salem.
─Gracias, chico. En un rato nos vemos.
Le doy una palmada en la espalda cuando me despido y me dirijo
al edificio principal. Me desvío para pasar por el jardín trasero, desde
anoche es mi lugar favorito y es algo que no acabo de entender. Esa
chica tiene una rara influencia sobre nosotros porque mi padre está a
sus pies. No me paro, sigo deprisa y llego a la entrada principal de la
mansión. Me quedo parado un momento porque están las
muchachas entrando en estricto orden, solo que algo alborotadas, se
ve que las ha debido emocionar la visita a la zona preparada para
que se relajen.
─¿Tienes miedo de las dulces terrícolas? ─Mi amigo Rex llega
por detrás y me da una palmada─. A ver si te decides, los chicos
están deseando probarlas.
─¡Que esperen! ─Aprieto la mandíbula─. A ver si os creéis que
las chicas de aquí son como las juridianas[1], a estas hay que
cortejarlas para llevárselas a la cama.
─¡No me jodas, tío! ─Dan ganas de reír por su cara─. ¿Tanto
esfuerzo para un polvo? Pues eso no es lo que se rumorea de la
rubia aquella.
Veo hacia donde está mirando con lujuria y abro los ojos
sorprendido, la rubia a la que se refiere es la misma con la que mi
padre me ha concertado la primera entrevista, como prefiero llamar
yo al intento de emparejamiento.
─Debes estar equivocado. ─Poso la vista en mi amigo─. Todas
acaban de llegar a la madurez sin haber sido profanadas, hasta se
huele su virtud.
─Pues uno de los guardias que las acompañan desde el centro
donde se preparaban, se jacta de haberla probado en multitud de
ocasiones y en posturas diferentes. ─Alza las cejas en repetidas
veces─. No creo que vaya a mentir aunque...
─Aunque, ¿qué? ─Mucho me temo la respuesta─. ¿Qué le
disteis?
─Bueno... ─Baja la mirada─. ¿Te acuerdas del mejunje ese que
nos puso medio locos? ¿El que hizo Babel al mezclar licores
terrícolas con la ambrosía de la Jorita?
─No me expliques más, anda. ─De una palmada lo empujo para
que camine─. Vayamos a comer, pero por hacer algo que prohibió el
Líder te va a tocar no quitarle la vista de encima a ese sujeto.
Con un asentimiento por su parte ambos nos adentramos hacia el
comedor. Va a ser una tortura comer con tanta señorita casadera con
ínfulas de querer llegar a ser la dueña del mundo, menos mal que no
saben quién soy y piensan que es el viejo el que tiene que casarse.

◆◆◆
 
Después de llevar un rato en mi lugar, me extraña no ver
aparecer a mi padre. En el momento en que los trabajadores
comienzan a repartir los platos intento levantarme de mi asiento,
pero la profesora estirada de las chicas llama mi atención.
─Disculpe, comandante. ─Ha confundido el rango, aunque no
seré yo quien la corrija─. Me gustaría preguntarle algo, si no le
importa.
─Claro, pregunte. ─Envío un mensaje a Gideon para que lo
localice y me informe.
─Hoy, durante nuestra visita al pabellón que han habilitado para
las chicas, me ha dicho algo que no he entendido bien. ─Levanto la
ceja y se sonroja─. ¿Es cierto que esta tarde va a pasear con la bella
Liss?
─Según las órdenes que tengo, sí. ─Por su mirada cruza un
atisbo de rabia─. ¿Le supone algún problema a usted o a su
alumna?
─Claro que no, era solo simple curiosidad. ─Me dedica la sonrisa
más falsa que he visto jamás─. Mis chicas estarán encantadas de
entretenerlo cuando usted así lo solicite. En el buen sentido de la
palabra, por supuesto.
─El concepto paseo no es con el fin de entretenerme. ─Hago una
pausa ignorando su ofrecimiento velado─. Me han asignado la labor
de entrevistar a las chicas con el fin de evaluarlas.
La veo abrir y cerrar la boca repetidas veces, parece que la he
dejado descolocada. Escucho un carraspeo procedente de mi
izquierda, al fijarme veo a una pequeña pelirroja alzar lentamente la
mano así que me giro levemente hacia ella y le hago un gesto con la
mano para que hable.
─Disculpe mi atrevimiento. ─Vuelve a aclararse la voz─. ¿En
base a qué nos va a evaluar?
Su pregunta me descoloca, no tengo ni idea de qué contestar si
no quiero que sepan quién soy en realidad. 
─Bueno, tenemos todos sus méritos académicos, pero...
─Tendrá las notas de todas las que estamos en este lado porque
las de enfrente suya son las pijitontas que solo saben...
─¡July! ¡Basta! ─interrumpe la estirada dando un manotazo al
aire─. Luego hablaremos de tu falta de respeto hacia tus
compañeras. Discúlpate y vete al barracón.
─Disculpe, señor ─mastica las palabras mientras arrastra la silla y
se pone en pie─. Mucha suerte con la víbora, espero que lleve
antídoto en el bolsillo.
Sin dar tiempo a que la estirada la reprenda, sale corriendo hacia
la salida. Me ha hecho gracia su salida de tono y ver la contención de
la profesora por estar delante de mi persona y la de mis hombres. Un
pequeño gruñido hace que vuelva a mirar a mi izquierda y veo que
es la otra profesora, la cual está conteniendo la risa, cosa que me da
una nueva idea para molestar a la estirada.
─Señora...
─Brown ─contesta mohína─. Soy la señorita Brown.
─Señorita Brown ─digo con ironía─, estoy pensando que voy a
hacer las entrevistas de manera duales. No dispongo de mucho
tiempo y es la mejor manera de contrastar la preparación de cada
grupo.
─No creo que sea justo para cada una de mis chicas ─replica
mientras aprieta la mandíbula─. La educación de cada señorita que
ve en este salón está versada según las aptitudes de cada una y solo
por ese motivo July cree que las dividimos en dos grupos, lo cual no
es cierto ya que en nuestra área procuramos fomentar la
competitividad hacia ellas mismas, buscamos la solución a cada una
de sus inquietudes y adaptamos las materias al nivel de
conocimiento que van adquiriendo.
─Me parece genial todo eso. ─La miro fijamente para que sepa
que es una orden lo que voy a plantearle a continuación─. Las cosas
se van a hacer como yo diga, y si le sugiero que voy a entrevistar a
las chicas por parejas, se va a hacer así. Esta tarde le toca a Liss y a
July. Que estén en la puerta de este edificio a la hora que uno de mis
subordinados le hará saber.
Sin esperar respuesta doy por terminada la comida con ellas, me
levanto de mi asiento y salgo deprisa. Necesito respirar un poco, esa
altanera saca lo peor de mí y es algo que casi nadie consigue, pero
sus alumnas me dirán lo que necesito.
Me dirijo hacia la parte trasera y me interno en nuestro jardín
privado. Llego junto a la flor donde ella estuvo anoche y ahí me
quedo, pensando en cómo nos ha alterado nuestra rutina la llegada
de las terrícolas, pero sobre todo el interés desmesurado que
muestra mi padre por la más extraña de todas ellas. En cuanto la
planta empieza a hacer su función en mi organismo, recuerdo que
había pedido a mi hacker que mirara la localización de mi progenitor.
Reviso mi dispositivo de localización y veo que mi padre se
encuentra en nuestra área privada, lo cual me extraña porque jamás
ha dejado que nadie pise nuestros dominios, ni siquiera su guardia
personal.
─Gael, confírmame que el Líder sigue en la ubicación que me
enviaste ─ordeno en cuanto responde a mi llamada.
Nada más responde afirmativamente y le anuncio que en un rato
me paso por allí, me alejo de la planta, no sin antes susurrarle el
agradecimiento por relajarme, y me dirijo hacia nuestro comedor
privado para intentar averiguar lo que se trae el viejo entre manos. A
grandes zancadas vuelvo a pasar por la puerta principal y, al ver a
las chicas y a la estirada de la profesora con la rubita sexy, hago una
llamada a mi amigo Rex y lo cito en el jardín lateral en un par de
horas. Voy a averiguar todo lo que necesito estos días con las
entrevistas a las muchachas, a ver cómo interactúan las más listas
con las que van siempre impecables.

Hannah
 
La comida con el Líder ha sido de lo más instructiva y divertida.
Me ha contado muchísimas cosas de su planeta, porque sí, ha
admitido que es un juridiano, aunque su aspecto sea idéntico al de
los terrícolas, en el momento en el que le he mirado escéptica
cuando ha intentado meterme el rollo ese de que la teoría de los
alienígenas es una leyenda urbana.
─Veo que eres muy lista, Hannah ─dice de repente─. Tus
profesores te subestiman, no han sabido ver lo que yo estoy
admirando ahora.
─¿Y puedo saber qué es lo que no ven? ─Me he puesto roja al
terminar de formular mi pregunta.
─Tu sabiduría ─responde sin titubear─. No son capaces de ver
que eres una chica de inteligencia superior que necesita nuevos
retos en su día a día y la cual se esconde tras su aspecto extraño
para pasar desapercibida y absorber los conocimientos que están a
tu alcance y que ellos no saben aprovechar.
─Eso es mucho decir. ─Me mira animándome a que siga─. Hay
unos planes de estudio en los que van valorando las aptitudes de
cada una de nosotras y nos van adaptando las actividades según lo
que ellos ven. Se trata de destacar más en una disciplina u otra para
que marquen el camino.
─En tu caso, no tienes un itinerario claro. ─Lo miro sorprendida─.
Has pasado por todas las disciplinas de arte sin que sobresalgas en
ninguna. Al revés, tienes desconcertado a todo el profesorado
porque lo único a lo que le muestras algo de interés es a los libros.
─Yo lo consideraría una aptitud ─mascullo para mí.
─No es así, muchacha. ─Tiene un oído muy fino─. Muestras una
actitud muy buena en el tema de estudio, pero luego no te esfuerzas
en mostrar tu valía en nada que no sea lo que crees que te va a
llevar a hacer tu sueño realidad. 
Antes de que pueda protestar, levanta su mano pidiendo silencio.
Llama a su guardia, le dice algo e inmediatamente sale de la sala
dejándonos solos.
─Vamos a dejarnos de rodeos. ─Se ha puesto serio de repente─.
Mi propuesta es clara, si tu respuesta es sí, no solo vas a formarte
con los mejores sino que trabajarás codo a codo con tu padre.
─Mi padre...
─Es más ─me interrumpe─, acabas de degustar una de las
especialidades de tu madre.
Las lágrimas hacen acto de presencia, y de un manotazo me las
aparto, estoy segura de que me está engañando para que sea algo
así como su esclava personal, la bruja de mi profesora siempre me
ha dicho que es para lo único que estos seres nos quieren.
─¡Miente! ─Me levanto de golpe tirando la silla─. Usted solo
quiere llenar su harem de niñas inocentes, pero yo no lo soy. ¡No va
a engañarme con la presencia de unos padres inventados, a ellos los
mataron sus soldados por no dejarse someter, porque descubrieron
que todos ustedes proceden de otro planeta! Son todos unos...
─¿Abejita? ─Cierro los ojos, me tambaleo al escuchar esa voz─.
Abejita, mírame.
Lentamente me giro y lo que veo hace que tenga que sostenerme
en la mesa. Ante mí hay una pareja, ella es preciosa, una mujer de
mediana edad, rubia y con unos expresivos ojos azules del mismo
tono que el mío; él es unos centímetros más alto que ella, morenos
con unos ojos castaños con esa veta dorada pegada al iris al igual
que mi otro ojo. Ambos me sonríen abrazados esperando a que yo
diga algo. Miro a mi espalda y veo que Junrom se ha acercado
sigilosamente. 
─¿Qué clase de broma es esta? ─intento tragar mis lágrimas─.
No entiendo la crueldad de todo el mundo contra mí.
─Ven un momento, muchacha. ─Me tiende la mano y niego─.
Siéntate y prometo explicarte todo lo que necesites saber.
Recojo la silla del suelo y me siento de manera que pueda tener a
todos en mi ángulo de visión, no van a pillarme desprevenida si
creen que van a atacarme o algo. Dirijo un movimiento de cabeza al
anfitrión para que comience y veo que sitúa una silla cerca de mí, al
hacerlo noto que vuelve a hacer el mismo gesto de dolor que hace
un rato, solo que lo ignoro, necesito saber lo que se propone.
─Parte de la historia que te han contado tiene retazos de verdad.
─Toma aire a la vez que hace una nueva mueca de dolor─. Cuando
nos hicimos con el control del planeta, decidí instaurar un sistema
parecido con el que gobierno en Juridium. En el proceso me encontré
con bastantes trabas, cosa que era de suponer, y no me quedó más
remedio que recrudecer la ofensiva.
─Al grano ─lo interrumpo.
─Eres una pequeña impaciente. ─Alarga la mano e intenta
acariciarme la cara, sin embargo lo evito─. Voy a contarte mi fortuito
encuentro con tu padre. Estábamos asaltando uno de los edificios
militares donde habían retenido a los mejores científicos de la NASA
y a sus familias cuando un segundo equipo llegó a apoyarnos, pero
en ese había un traidor, y cuando ya habíamos logrado liberar a
todos los secuestrados me atacaron sin piedad, dejándome tan
malherido que pensaron que estaba muerto. Una pequeña niña
rubita, que me pareció una estrella caída en la Tierra, me susurró
que si jugábamos a estar dormidos, su papá vendría a curarnos.
Una lágrima se desliza por mi mejilla, es uno de los pocos
recuerdos que tengo de cuando me separaron de mis padres. Aún
así sigo sin saber hasta dónde quiere llegar y quiénes son estas dos
personas que nos escuchan en silencio y que tienen solo un parecido
razonable a mis fotos.
─¿Y qué pasó? ─me atrevo a preguntar.
─Que mi pequeña estrella estuvo conmigo hasta que su padre
llegó a buscarla y me salvó la vida. 
─Eso es evidente, está aquí delante ─espeto con sarcasmo, a lo
que él se ríe.
─Acabé con todos los traidores y le ofrecí a tu padre la
oportunidad de su vida, elegir dónde alojarse con su familia. ─Señala
al extraño que abraza protectoramente a su mujer─. Con lo que no
contábamos es con que ese eminente doctor había formado parte de
la Resistencia por los motivos equivocados y tuve que acceder a lo
que me pidió.
Mete mis manos entre las suyas, no me he dado cuenta que
estaba acuclillado ante mí. Me mira con una mezcla de rabia, dolor y
arrepentimiento que hace que por un instante deje de respirar.
─Orquesté un juicio público, ambos fueron acusados de traición e
intento de magnicidio y los condené a muerte. Además, para mayor
sufrimiento, decreté que su hija pasaría a formar parte del más bajo
de los estratos de esta sociedad en cuanto cumpliera los ocho años.
─Baja su mirada avergonzado─. Entiende que tuvimos que hacer
desaparecer a tus padres para que siguieran viviendo.
Me niego a escuchar nada más, esto es demasiada información y
ni siquiera así me queda claro el motivo de que yo esté aquí. Me
suelto de sus manos como si quemaran, miro a todos los presentes
en la sala y salgo corriendo. Necesito aire, pero sobre todo tengo que
buscar un rincón donde nadie me vea llorar.
Lo último que escucho antes de abandonar el lugar es la voz
angustiada de Junrom dando la orden de que me protejan y el llanto
desgarrador que sale de esa mujer que me ha llamado por el mote
que solo usaban mis padres.

Salem
 
Estoy girando hacia el pasillo por donde acceder al comedor del
ala privada cuando algo, o más bien alguien, choca contra mí. 
Al fijarme en quién ha acabado entre mis brazos, una sonrisa se
instaura en mi cara, pero en cuanto ella me mira, con esos preciosos
ojos cubiertos de lágrimas, siento unas ganas irrefrenables de matar
a quien las ha provocado y poco me importa en este momento que
sea mi propio padre. Escucho pasos acercarse, la abrazo fuerte y me
giro para llevármela de ahí. En cuestión de segundos los soldados de
mi padre llegan a nosotros, así que con solo un gesto les ordeno que
se marchen. Tengo muy claro que si mi padre les ha encargado
cuidar de la chica no se alejarán, aunque me darán la privacidad
necesaria para saber lo ocurrido. La noto temblar entre mis brazos y
la escucho gimotear, la aprieto más contra mí y la llevo al único lugar
donde sé con certeza que se calmará.
Llegamos a nuestro jardín privado, ese donde ella se coló, y la
llevo hacia la misma jorita donde estuvo. Cuando estamos debajo de
la planta, noto unas vibraciones que hasta entonces no había notado
jamás en estos ejemplares y observo alucinado lo que ocurre
inmediatamente, en cuanto esta chiquilla se suelta de mi abrazo.
─Hola, amiga. ─Se acerca y rodea con sus brazos lo que puede
del tallo─. ¿Me echaste de menos? Porque yo a ti sí.
Me apoyo en el baobab que hace justo de sombra a esta enorme
flor y sigo admirando la interacción de la chica y la jorita, porque a
medida que fluyen las palabras de su boca, la planta va dejando
emanar pequeñas motitas doradas que hacen que se cree un halo
alrededor de ellas, como una burbuja para que nada ni nadie las
moleste.
─Sí, me he llevado una decepción enorme, ahora mismo no sé lo
que es verdad en mi vida y lo que no. ─Parece que se comunican de
alguna manera y es algo inaudito─. Necesito asimilar lo que me han
contado y valorar lo que voy a hacer a partir de ahora, no tiene
sentido todo mi esfuerzo de estos años.
Se queda en silencio mirando hacia algún punto en lo más alto de
la planta, respira profundo, cierra los ojos y se instala la sonrisa más
deslumbrante que he visto jamás. Si no supiera que es una simple
habitante de la Tierra, podría llegar a confundirla con una de nuestras
hembras y más cuando al abrir los ojos, ese que es de un color
castaño tirando a miel, brilla como oro fundido y el azul pálido se ha
convertido en iridiscente. A pesar de llevar esas horribles gafas, es
muy llamativo ese tono que han adquirido.
Miro hacia atrás y veo que los hombres de mi padre están tan
asombrados como yo. Me dirijo con paso firme hacia ellos y les insto
con una mano a tomar distancia acompañándolos hacia el límite del
edificio.
─¿Qué ha pasado para que me haya tropezado con ella y
estuviera llorando? ─Mi tono es susurrante, pero duro.
─No lo sabemos, jefe ─contesta el segundo escolta de mi padre y
mano derecha, Utrech─. Ha estado el Líder comiendo a solas con la
señorita, luego ha ordenado a Gael llamar a su médico personal y a
la chef ante su presencia y media hora después nos ha ordenado a
gritos que protegiéramos a la muchacha.
─Yo me hago cargo del bienestar de la chica, podéis retiraros.
─Pero, jefe, el señor nos ha encargado...
─¡Ya lo sé! ─Respiro porque tendré que dejar que acaten la
orden─. Solo dadnos espacio. En cuanto se tranquilice la dejaré en
su barracón o donde ella quiera. Os avisaré cuando salgamos del
jardín.
─Lo que usted diga, señor. ─Se retiran sin dudar.
Cuando vuelvo al lugar, veo que está sentada con la espalda
apoyada en el tallo de la jorita, se rodea las piernas con los brazos y
en estos tiene la cabeza apoyada admirando el resto del jardín. Toda
la zona está habitada por enormes baobabs que le sirven de
protección a nuestras joritas, y a pesar de que estos árboles son de
terrenos desérticos, tenemos un maravilloso valle de preciosas
prímulas de todos los colores y tamaños.
─¿Estás bien? ─le susurro cuando llego a ella.
─Gracias por traerme.
─¿Quieres contarme lo que te ha ocurrido? ─Es ahora cuando
me mira y si con gafas tiene unos ojos preciosos, sin ellas puedo ver
la belleza que esconde.
─Ya has escuchado suficiente. ─Sonrío ante su intento de ser
déspota─. ¿Tú eres uno de ellos?
Me descoloca su pregunta durante un minuto, pero al momento
sé a lo que se refiere y asiento. Vuelve a mirar hacia alguna parte y
decido sentarme a su lado. En el momento en que lo hago, el efecto
calmante de la planta hace acto de presencia en mi organismo,
aunque también algo más, es como si intentara algo diferente, como
si algo quisiera colarse en mi mente. 
─¿Te refieres a que si soy foráneo? ─Ladea un poco su cabeza a
la vez que asiente─. Sí, soy un juridiano.
─Ah, vale. ─La veo morderse el labio a la vez que la duda se
instala en su carita.
─Vamos a hacer algo, yo te cuento todo lo que quieras saber de
mi planeta a cambio de que, cuando te sientas preparada, me digas
lo que te ha hecho llorar.
─Pero, ¿tiene que ser hoy? ─Niego con la cabeza y suspira─.
Entonces, de acuerdo.
Me acerco un poco más a ella y cambio mi postura apoyando mi
hombro izquierdo en el tallo, a lo que ella se acomoda igual que yo
para quedar ambos de frente y con un punto de contacto con la jorita.
─¿Qué quieres saber? ─La animo a que saque su lado curioso,
quiero ver hasta dónde llega.
Pone su pequeño dedo sobre sus labios mientras mira hacia el
centro de la planta, noto de nuevo ese intento de entrar en mi mente
y cómo sonríe asintiendo con la cabeza.
─Cuéntame de dónde venís, ¿cómo es tu planeta? ─Aprecio un
nuevo brillo en su mirada.
─A ver, somos prácticamente vecinos vuestros. ─Frunce el ceño
—. Yo procedo de Juridium, es un pequeño planeta que está
escondido entre los anillos de Saturno.
─Un momento ─pone una mano frente a mí—, ¿me estás
diciendo que hay mini planetas en los anillos de Saturno? Y, ¿cómo
es que no los hemos descubierto?
─Habéis estado a un paso de vernos desde la nave Cassini.
Hubo una misión en la que hizo un recorrido por el lado contrario al
Sol. Es entonces cuando descubrieron unas nuevas partículas que
hasta entonces no habían sido avistadas entre los anillos F y G. La
creencia vuestra es que son restos de meteoritos todo lo que ha
hecho que se formen los anillos de ese planeta y hasta cierto punto
es cierto, además de las partículas gaseosas que envuelve a todos
los anillos. Pero esas partículas que avistaron, las compartimos las
dos órbitas. Son muy necesarias para que equilibremos la atmósfera
de nuestro planeta.
─Me has dicho que hay dos órbitas, ¿cuáles son? ─pregunta
cuando paro para pensar en lo que puedo contarle.
─Son las órbitas de Jano y Epitemeo. ─Me mira fijamente, se le
nota que le encanta el tema─. Esos satélites cada cierto tiempo van
compartiendo partículas, ten en cuenta que, al ser Saturno algo así
como nuestra fuente de calor, necesitamos equilibrar un poco toda la
energía que emana del planeta.
─He estado leyendo un poco y el último estudio fiable que
encuentro es el de Cassini. Actualmente hay en marcha una
incursión secreta ya que han diseñado unos trajes especiales para
poder ir en una nave tripulada.
─Ha sido una misión suicida y más teniendo en cuenta que
necesitan revestir esas naves de un material que no hay en vuestro
planeta. ─Abre los ojos desmesuradamente, se ve que no tiene al
alcance todas las noticias.
─Maldita sea, voy atrasada, como siempre ─la oigo mascullar─.
Si hay dos órbitas, ¿cuál es la tuya?
─Saturno tiene varias lunas, pero ese tema no hace falta tocarlo.
─Asiente─. Como te he dicho, vivimos en la cara oscura de los
anillos y aun así tenemos ya suficiente energía para desarrollarnos
sin problema.
Ambos nos reímos y se acerca un poco más. Cambiamos
posturas, volvemos a apoyar nuestras espaldas en el tallo de la
planta, pero esta vez ella se acurruca pegada a mí. Paso el brazo por
su espalda y mete la cabeza en mi cuello a la vez que hace un ruidito
que parece un ronroneo.
─Me ha quedado claro. ─Me mira con una sonrisa─. Lo de las
lunas lo investigaré por mi cuenta, ahora cuéntame cosas de tu
planeta.
─Nosotros estamos en la órbita de Jano. ─Le doy un toque en su
nariz—. Nuestro pequeño planeta, Juridium, sí que se creó con el
material resultante del choque de varios meteoritos contra la
superficie de Saturno. Se produjo una explosión de la que resultaron
varios planetas, entre ellos el nuestro. El tema de la creación de la
vida, pues la teoría nuestra es muy parecida a la vuestra. Después
del Big Bang surgieron los primeros seres unicelulares. Nuestra
evolución fue más rápida que la vuestra al no haber existido Era de
Glaciaciones, el sorprendente calor que emana el planeta y la
electricidad que sale de su atmósfera facilitó el proceso de la vida.
─Pero es algo incoherente ─me replica─. Es un planeta con el
recorrido orbital más lento. Comparado a la Tierra, vuestro día dura
como catorce horas menos y tardáis más del doble que nosotros en
dar la vuelta alrededor del Sol. No entiendo que hayáis evolucionado
al mismo ritmo que nosotros.
─Es que estás pensando en las mismas condiciones que las
vuestras. ─Frunce el ceño, pero asiente─. Cada individuo se adapta
a las circunstancias y al no haber habido catástrofes como las que
habéis sufrido vosotros, hemos podido consolidarnos como sociedad
y avanzar. También hay que decir que nuestros recursos os superan
a vosotros en algunos materiales que son más resistentes que los
vuestros, lo que nos sirve para crear todos esos artilugios que
facilitan la vida de todos.
─¿También habéis creado armas de esas invisibles? 
─Eso es algo que solo pueden saber los ingenieros. ─Me acerco
a su oído para susurrarle─. Si no se lo desvelas a nadie, te puedo
enseñar algunas en cuanto nos toque uno de esos paseos de
entrevista.
─Creo que no me vas a enseñar nada. ─Suelta una risita—. Vas
a entrevistar a las plastas, son las que aspiran a formar parte del
grupito de Elegidas para satisfacer al Líder.
─Estás equivocada. ─Ahora me río yo─. Todas y cada una de
vosotras vais a tener que entrevistaros conmigo.
─Bueno, espero que me enseñes algo interesante. ─Se acerca y
me susurra─. Dudo que seas capaz de aguantar una charla sobre
maquillaje, pero tengo la capacidad de hablar de ese tema hasta
matarte de aburrimiento.
Suelto una carcajada ante su descaro a la vez que la aprieto de
nuevo contra mí. Nuestro momento perfecto es interrumpido por un
aviso en mi dispositivo de localización. Miro de reojo la muñeca y es
Rex avisándome de que tiene a dos bellezas esperándome en la
puerta principal. Se me ha pasado el tiempo sin darme cuenta y no
tengo idea de si eso es algo bueno o no.
─Lo siento. ─Me incorporo de un salto después de soltarla─. El
deber me llama, tengo que ir a aburrirme con tus amigas.
─¿Puedo quedarme aquí un rato más? ─pide con cara de
cansada─. Necesito un poco de tiempo antes de volver con nuestro
anfitrión.
─Claro que sí. ─Le sonrío─. Tendrás a la escolta del Líder
esperándote para guiarte ante él sin perderte. Me voy corriendo
antes de que se les derrita el maquillaje.
─Mucha suerte con ellas, sobre todo si te toca lidiar con Liss. ─Se
ríe a carcajadas mientras me alejo.
Al salir del jardín veo que los hombres nos están esperando, así
que les informo que la dejen un rato más ahí dentro, que luego ella
misma les pedirá que la lleven ante el jefe. Me dirijo a toda prisa a la
puerta principal donde ya está Rex flirteando con la rubia, aunque
esta lo mira como si fuera un simple sapo. «Esto va a ser divertido».

◆◆◆
 
En un rincón oscuro de la bodega
─¡Están vivos! ─La voz resuena en la bodega del sótano─. Esos
traidores están vivos y nos han estado engañando todo este tiempo.
─¡No puede ser! ─El ser al otro lado de la línea truena─. Los
condenó a muerte, yo mismo presencié la ejecución y me encargué
de meterlos en la incineradora.
─Te engañaron, sé lo que he oído y además tienen en la base a
la bastarda que acogieron. No la mandaron a la base de huérfanos.
─¿Cómo es eso posible? ─Se escucha un golpe y silencio al otro
lado─. Pagamos una buena cantidad a los encargados de esa base
para que acabaran con ella, me aseguraste que lo habían hecho.
─Lo siento, señora ─baja la voz al escuchar pasos que se
acercan—. Llamaré a mi contacto y le diré que averigüe lo que pasó. 
─Vigiladlos de cerca ─gruñe al otro lado─. Es posible que nos
sean más útiles vivos, no quiero que los pierdas de vista, ¡a ninguno!
Antes de poder contestar, se escucha el pitido de haber colgado.
─Malditos y mil veces malditos ─gruñe de camino a la salida con
una botella para disimular─. Os queda poco en este planeta, pronto
será todo mío.

Hannah
 
Veo alejarse a ese ser que podría considerar casi un amigo, hace
mucho tiempo no siento la protección de nadie de mi alrededor y es
lo que él me proporciona. Es algo ilógico puesto que no le he
preguntado ni su nombre, cosa que arreglaré en cuanto lo vea.
─Princesa ─escucho susurrar─, debes prepararte. El enemigo te
ha descubierto.
Vuelvo a mirar hacia la parte alta de la flor, es increíble que mida
al menos tres metros de altura y se vislumbre la delicadeza propia de
una pequeña margarita. Me fijo mejor y veo que los filamentos
vuelven a desprender esas motitas doradas que nos envuelve y a la
vez me da paz.
─Necesitas saber quién eres para poder combatirlos ─ese
susurro hace que los pétalos se mezan suavemente a la vez que
noto la vibración en el tallo.
─Tan lista que eres ─respondo─, ¿qué me aconsejas?
Parezco idiota, estoy hablando con una planta extraterrestre, esto
es digno de estudio. Aunque ahora que lo pienso, cuando él ha
llegado estaba hablando con ella y no me ha dicho nada. Debe ser
una de las características de este espécimen.
─Habla con tu guía, ve ahora. Sálvanos a todos.
Observo que no hay nadie alrededor y no sé por qué, pero le
hago caso a la flor y me encamino para buscar a mi anfitrión,
disculparme y ponerme a investigar a qué se refiere con lo que me
dijo cuando llegué.
Al salir del jardín, los guardias que nos han acompañado toda la
mañana están esperándome. Me quedo parada un momento y el que
parece que está al mando entre ellos, me señala el camino con la
mano para que lo preceda. En el momento en el que doy unos
pasos, se pone a mi lado.
─Siento mucho haberos hecho seguirme corriendo ─me
disculpo─. No era mi intención.
─No se preocupe, señorita. ─Su suave y profunda voz me
sorprende─. Solo cumplimos órdenes.
Me agarra suavemente del codo y me guía a través de los
diferentes pasillos, ni en mis mejores sueños habría encontrado el
camino, no soy precisamente buena en los juegos de orientación.
Llegamos ante la puerta del salón y me suelta. Inspiro antes de
decidirme a entrar, aunque me quedo parada cuando escucho al
guardia susurrar.
─Señorita, escuche al Líder. Lo hizo todo por su bien.
Lo veo alejarse, parece que sabe quién soy antes que yo misma y
es un tema que voy a tener que solucionar. Desde que llegamos a
esta base noto algo extraño, que me observan, pero sobre todo que
mi verdadera misión en la vida está aquí. Esto último lo tengo claro
desde que he visto parte de las instalaciones porque estoy segura
que solo es un pequeño bocado de todo lo que hay en realidad.
Doy un suave toque en la puerta y esta rápidamente se abre, es
mi anfitrión el que está tras ella. Por un momento agacho la mirada,
me avergüenzo de mi reacción anterior, aunque supongo que se lo
esperaría. Vuelvo a coger aire y lo miro a los ojos.
─Siento mucho lo de antes...
─No te disculpes, pequeña. ─Me abraza, gesto que no espero─.
He sido un bruto al traerte a tus padres sin contarte vuestra historia.
Perdóname. Deja que te explique todo lo que pasó.
Asiento. Me tiende su brazo como si fuera un lord y divertida me
sujeto a él. Esta vez me lleva a una sala adyacente donde hay una
preciosa biblioteca. En un lado hay un coqueto diván con un tapizado
de flores que da la sensación de ser cómodo para leer. Junto a él hay
una preciosa lámpara de pie y a unos metros una mesa de roble con
asientos de cuero a juego, seguro que este es su despacho privado.
Lo impresionante de esta habitación es el gran ventanal que da a un
jardín que no había visto. En este abundan los setos bajos que
rodean pequeños caminos de piedras blanquecinas y dejan hueco
para bancos de forja, multitud de rosales de diferentes colores hacen
especial esta visión. Si fuera una muchacha de la época, seguro que
lo pintaría.
─Sabía que te gustaría esta parte de mi residencia privada. ─Me
sobresalto al descubrir junto a mí a Junrom─. Desde aquí podremos
observar el comportamiento de tus compañeras mientras pasean con
Salem.
Cuando voy a preguntar quién es, veo aparecer por el camino al
soldado que me ha hecho de amigo acompañado de July y a otro
más que va charlando con Liss. En la cara de esta última veo que no
le gusta la situación e incluso me parece percibir un movimiento de
rabia en sus puños.
─Creí escuchar que las entrevistas iban a ser con una chica cada
vez. ─Miro al Líder y por la mueca de su cara creo que él debe
pensar lo mismo.
─Eso ordené. ─Se toca la barbilla─. Luego preguntaré el motivo
del cambio, Salem no desobedece si no tiene una mejor idea en
mente.
─Se supone que si alguien no lleva a cabo una orden suya, es
condenado a muerte ─musito mirando a ambos soldados.
─¿Quién te ha hecho creer eso? ─Al girar la cabeza, veo pena en
su mirada─. Quiero que te sientas segura a mi lado y que no dudes
de mi palabra de que no te haría daño jamás, te debo mi vida.
Aparto mi mirada de la suya, no me atrevo a contestarle la
verdad. Quién sabe las represalias que puede traerme en los
próximos días, así que mejor desvió su atención a otros temas.
─Hay algo que no acabo de entender. ─Observo que Liss se
acerca al primer soldado y pone su mejor sonrisa coqueta─.
Claramente estamos divididas en dos grupos así que pensé que las
menos aptas no tendríamos que someternos a la entrevista.
─¿Quién ha dicho eso, Hannah? ─Alzo una ceja y se sonroja─.
Vale, lo reconozco. La idea inicial era solo conocer a las chicas
predispuestas a cultivar su belleza y no su inteligencia, pero algo ha
debido ver mi hijo para cambiar de opinión.
─¿Tiene un hijo? ─Me ha sorprendido su afirmación.
─¡Claro! ─Cuando se da cuenta de que ha contestado sin pensar,
cambia el gesto─. Ven aquí, muchacha.
Me lleva hasta la librería, donde hay una puerta disimulada y
accedemos a una nueva sala. Esta tiene diferentes pantallas desde
donde se controla todo el perímetro. Al cerrar, me doy cuenta que la
puerta por dentro está reforzada en acero.
─Siéntate donde te apetezca. ─Se dirige a una de las mesas y
pulsa un botón. El espacio se llena con la voz de Liss.
─¿Va a espiarlos? ─Este día está siendo de lo más revelador─.
Si están en el jardín paseando, ¿cómo es posible que pueda
hacerlo?
─Ven, te enseño la tecnología que estamos probando.
Doy los pasos que me faltan para acercarme y a simple vista veo
una mesa normal y corriente. En cuanto él acerca la mano, aparece
un teclado de la nada y con este hace que aparezcan pequeños
artilugios que se proyectan en el aire. 
─Esto que ves aquí ─señala a mi derecha─, es el pequeño
rastreador de ondas. Con él podemos conectar con los micros que
hay distribuidos por toda la base y que son invisibles al ojo humano.
Ahora señala a la izquierda y aparece un mapa virtual de todo el
planeta, donde aprecio zonas marcadas con puntos de diferentes
colores.
─Elige la zona que quieras. ─Sonríe al agarrarme de la mano
para que esté más cerca.
─Esa amarilla, por ejemplo. ─Frunce el ceño, pero con su fino
dedo índice toca el color elegido.
De repente desaparece el mapa y una nueva imagen, más
grande, me sorprende. En ella veo un grupo de trabajadores
sudorosos, con aspecto descuidado, con picos y palas en la mano
horadando la tierra. Me acerco más y aprecio la oscuridad, están en
el interior de una mina.
─¿De verdad los mineros siguen existiendo? ─Se escapa la
pregunta sin apenas darme cuenta.
─Claro que sí. ─Vuelve a tocar la pantalla y aparece esta vez una
imagen de una playa idílica─. Poco a poco te iré explicando lo que
quieras saber sobre los habitantes del planeta, hay cosas que son
ciertas en lo que os explican las profesoras aunque otras están
exageradas. 
─Entonces, ¿para qué me ha traído hasta aquí? ─Tanto
secretismo me saca de mis casillas.
─Porque es la única sala insonorizada que existe en toda la
propiedad y te he desvelado algo que solo dos personas en esta
base saben. ─Se pone serio y me señala una silla.
Quita la imagen y el teclado vuelve a desaparecer. Con un simple
chasquido de dedos hace que la voz de Liss, a la cual ni siquiera
estaba escuchando, pierda volumen.
─La presencia de mi hijo en este planeta es algo que todo el
mundo ignora por ahora. ─Respira hondo─. Te voy a contar su
historia, pero no se la desveles a nadie, confío en ti.
Asiento en respuesta y ahora pone la imagen del soldado que se
ha comportado bien conmigo. Sigue paseando junto a Liss, pero ha
puesto a July al otro lado y van conversando los tres a la vez. Por la
cara de mis compañeras, veo la incomodidad de una y la diversión
de la otra, y estoy segura que esta noche será mi compañera de
barracón la que disfrute de que Liss se haya sentido desplazada por
una de las frikis, como ella nos llama.
─Como verás, Salem tiene poco parecido a mí. ─Asiento sin
quitar mi mirada de la pantalla─. Eso se debe a que, al llegar a la
Tierra, podemos elegir el aspecto físico que queramos. Y mi hijo,
para pasar desapercibido entre sus compañeros, decidió ignorar su
fisionomía original y coger la imagen de un modelo de bastante éxito
antes de aquel virus que marcó el declive de vuestro planeta.
─¿Me está diciendo que pueden adoptar la imagen que deseen?
─Alucino por el nuevo descubrimiento─. ¿Cuál es vuestro aspecto
real? ¿Podéis convertiros en quien queráis en el momento en el que
os apetezca? Si podéis elegir quiénes sois, ¿por qué elegir ser algo
más bajito y mayor que los demás?
─Para, respira un poco. ─Se ríe─. ¿Solo te preocupa nuestro
aspecto? Al final vas a ser más frívola de lo que pensaba.
La carcajada resuena en el lugar a la vez que bufo de
indignación. Es cierto que tengo muchas preguntas, pero mi lado
médico quiere saber cómo se produce el cambio, si usan alguna
técnica avanzada o si es alguna modificación molecular. Me quedaré
callada, ya lo averiguaré, aunque tendré cuidado en ver a quién le
pregunto.
─Me preocupan muchas cosas ─resoplo─, solo que usted ha
pensado en que las mujeres son superficiales y eso me hace pensar
en que los extraterrestres son unos machistas también.
Ahora la carcajada es tan exagerada que el guardia que me
estaba esperando en el jardín entra en la sala corriendo. Al ver que
su jefe se está revolcando de risa, literalmente, en el suelo, se gira
para cerrar la puerta y se apoya en ella.
─Vamos, jefe ─se dirige al Líder sin respeto─, ahora cuéntame el
chiste. Se te escucha desde abajo, no has activado la insonorización.
─¿Y tus audífonos?
─En su lugar de siempre y conectados. ─El guardia se señala las
orejas a la vez que sonríe─. Y se nota la vibración de las risas por
encima de la música.
─Esta niña es la bomba. ─No para de reír, pero hace una mueca
de dolor al tocarse a la altura del estómago─. Le he explicado que
este no es nuestro aspecto real y solo me pregunta si podemos ser
quien queramos, ja, ja, ja...
─Evidentemente no ─contesta el otro─. Si no yo no sería tan feo
ni tú tan bajito.
Lo dice con tanta seriedad que no me queda otro remedio que
echarme a reír.
─Y luego las mujeres son las coquetas. ─Les señalo con el
dedo─. Sois dignos de un estudio, habéis adoptado muchos
comportamientos nuestros.
Se ponen serios de repente, no sé lo que habré dicho mal porque
el guardia se tensa y da un paso hacia delante, sin embargo Junrom
niega con la cabeza y se queda en el mismo lugar. Vuelve a hacer el
mismo gesto de dolor, solo que esta vez se tambalea, llego a su lado
y lo sujeto para que se apoye en mí y pueda sentarse. Acerco mi
mano a su cuello para tomarle el pulso, pero el guardia me la agarra
de manera brusca, no me he dado cuenta de que estaba a mi lado.
─No pretendo hacerle nada ─musito─. Solo quería comprobar su
pulso.
─Hannah ─la voz del Líder se nota cansada─, nuestro organismo
no funciona como el vuestro, aun así te agradezco la atención.
Puedes quedarte en la biblioteca el tiempo que quieras, voy a
retirarme.
─Volveré a mi barracón. ─Niega con la cabeza─. No quiero ser
una molestia, volveré cuando lo requiera.
─Prefiero que estés cerca nuestra ─me sonríe─, pero ve donde
quieras con una condición: debes dejar que Utrech te proteja para
que este viejo pueda descansar tranquilo.
Antes de poder negarme, el guardia llama mi atención tocándome
un hombro. Al dirigir mi atención a él, en su mirada veo tranquilidad y
algo así como una súplica, así que cedo sin ganas.
─Está bien ─claudico─. Vaya a descansar, esperaré al guardia en
la biblioteca mientras lo acompaña a su dormitorio o donde sea que
duerma usted.
─Gracias. ─Me besa la coronilla antes de ir a la salida─. Y no me
trates de usted, no quiero parecer tu abuelo.
Lo veo salir con una sonrisa en la cara, me preocupa ese dolor
que le he visto sentir varias veces, pero más todavía la expresión de
uno de sus guardias al verme en esta sala.

Salem
 
El paseo con la rubia tonta se me está haciendo eterno. Menos
mal que Rex nos acompaña y me ayuda a quitármela de encima a
ratos.
─Querido Salem ─grazna la rubia─, ¿qué hay de cierto en que el
Gran Líder tiene un hijo?
Mientras me hace la pregunta, se cuelga de mi brazo derecho a la
vez que se restriega contra mí. Voy a tener que tomarme en serio las
palabras de mi amigo, muy inocente no parece. Al menos ella.
─Que yo sepa, nada. ─Se suelta inmediatamente, como si
quemara, y me hace mucha gracia su comportamiento─. No
deberíais hacer caso a los rumores. El movimiento contra el Líder es
capaz de inventar cualquier cosa.
─¿Qué cosas? ─Ahora July es la que hace gala de esa
curiosidad innata─. La verdad es que no soy de hacer caso a las
invenciones que nos hace llegar nuestra profesora, pero me gustaría
saber lo que os llega a vosotros. Seguro que, como soldados que
recorréis todo el planeta, os enterareis de todo lo que sucede hasta
en el lugar más recóndito.
─La verdad es que sí ─mi amigo le contesta a la vez que le echa
el brazo por los hombros a la rubia─. Os podemos contar lo que
queráis y además podemos enseñaros lo que deseéis con nuestro
disp...
─Ya vale, Rex ─lo interrumpo─. No querrás aburrir a las señoritas
con historias de cómo hacer hoyos para plantar secuoyas.
Lo miro con intención y capta la indirecta. Demasiada información
para chicas que solo están de paso y a las que hay que agasajar lo
justo para tener a mi padre contento.
─Señoritas, creo que ya es hora de volver. ─Le ofrezco mi brazo
a July─. Seguro que quieren adecentarse para la cena.
Solo Liss asiente, es del grupo de las que han disfrutado de los
tratamientos de belleza que les tenía mi padre preparados para que
pasen las mañanas.
─Gracias por el paseo ─me susurra July─. Ha sido muy
revelador, espero que nos ayudes a las apestadas a librarnos de
tanto aburrimiento como me has prometido.
─Mañana tendréis actividad en la biblioteca como te he dicho ─le
digo en el mismo tono─. Además iréis vosotras solas, ellas que se
vayan al edificio de hoy.
Llegamos a la puerta del barracón de las chicas y veo que mi
amigo anda susurrándole al oído a la rubia y esta asiente mientras le
pone la mano en el pecho. Tendré que vigilar las intenciones de esa
brujita en potencia, no me ha gustado nada el interrogatorio que nos
ha hecho.
─Vamos, colega ─lo llamo─. Tenemos obligaciones que cumplir.
Cuando nos alejamos de las muchachas, intento contactar con mi
padre, pero no lo logro. Seguramente estará en la sala oculta, me
pasaré por allí porque necesito enseñarle las imágenes que borraron
del servidor. Hay cosas muy extrañas en el comportamiento de uno
de sus guardias. Miro a mi amigo y tiene esa sonrisilla de que algo
malo planea.
─Ni se te ocurra seducir a Liss ─le advierto─. Ya conoces las
órdenes del Líder.
─No pensaba...
─No intentes mentirme ─interrumpo─. Ya conoces el castigo que
te caería si incumples una orden directa.
─Se ha ofrecido ella ─dice muy serio─. Solo pretendo saber qué
es lo que planea porque me he dado cuenta, al igual que tú, que no
es una chica más. Está aleccionada y podría asegurar que hay
alguien de la Resistencia entre los educadores de esas chicas, si es
que ella no es un miembro de la secta.
─He pensado lo mismo. ─Miro hacia mi derecha y veo a la
pequeña humana acompañada por el segundo guardaespaldas de mi
padre. Ambos van charlando de manera relajada y un pellizco de
rabia hace que apriete los puños, no entiendo lo que me pasa─. Te
dejo, tengo que pasar un informe antes de acudir a la cena con la
bruja y sus jóvenes discípulas.
Ambos nos despedimos entre risas y me dirijo a las dependencias
privadas de mi padre. Necesito comprobar su estado antes de
ponerme a investigar las anomalías que Gideon quería que viera.
Con el asunto del extraño comportamiento de la muchacha y el
paseo obligado, no he tenido tiempo de ocuparme de eso.
Llego a la biblioteca, donde debería estar mi padre, y me
encuentro a Gael, su jefe de guardia, sentado en el escritorio
rebuscando en los cajones. Cierro tras de mí con un sonoro golpe
para que se sobresalte y lo que veo por unos segundos es rabia que
luego pasa a desconcierto.
─Soldado, ¿qué hace aquí? ─me reprende en tono seco.
─Vine a presentar el informe de la actividad de esta tarde al Líder
─mastico mi mal genio─. Y no soy soldado, soy un oficial de alto
rango. Un respeto.
─Mira, niñato ─se levanta y rodea la mesa─, tu madre debió
chupársela muy bien al jefe para que estés donde estás. Limítate a
hacer tu trabajo para que no te degraden.
─¿Dónde está el Líder? ─Dejo pasar la afrenta por ahora─. Debo
cumplir su orden directa de informarle de las entrevistas de esta
tarde. Y sin excusas, es a él directamente a quien me debo dirigir.
─Vuelve más tarde ─gruñe─. Ahora mismo está descansando.
─¿Qué le pasa? ─Ha debido notar la preocupación en mi voz
porque frunce el ceño.
─Nada de importancia, sé por Utrech que ha estado correteando
por todas las instalaciones con la pequeña terrícola y al parecer se
ha agotado. ─Pone una mueca de asco─. Cada vez las escoge más
jovencitas.
─¿Qué insinúas? ─mascullo.
─Lo que has escuchado. ─Acorta la distancia que nos separa─.
Cada vez busca a sus amantes más tiernas, parece que la energía
que le aportan es mayor.
Doy un paso atrás o soy capaz de estamparlo contra la pared por
insinuar algo así de mi padre. Tendré que decirle a Gideon que no lo
pierda de vista cuando no esté atendiéndolo.
─Entonces volveré más tarde. ─Abro la puerta para salir─. Yo que
tú no andaría hurgando en cajones ajenos, no vayan a tacharte de
traidor.
Salgo de allí sin esperar a escuchar la réplica y me dirijo a la sala
de vigilancia, ya va siendo hora de empezar a averiguar lo que está
pasando y poner ojos sobre el guardia. Se está fraguando algo en
mis narices y tengo que averiguarlo antes de que pase algo
irremediable. Mando un mensaje a mi amigo para avisarle de mi
inminente llegada, ya sabe lo que debe hacer.

Hannah
 
Llego a la zona de dormitorios acompañada de Utrech. En el
corto camino he descubierto que es un hombre agradable y con
sentido del humor, no el ser serio y malhumorado que aparenta. He
intentado sonsacarle qué es lo que le pasa a su jefe, pero ha evadido
el asunto diciendo que es cansancio. El tema es que él mismo
parece creer esa excusa, cuestión que me preocupa porque no opino
que sea eso.
─Vaya, vaya ─Liss parece que me esperaba detrás de la puerta─,
si está aquí la putita del viejo.
Rápidamente me giro hacia ella y le suelto una bofetada que le
vuelve la cara. Cuando va a abalanzarse sobre mí, la cojo de su
bonita melena, la arrastro hasta el centro de la estancia y hago que
se arrodille.
─Repite eso, bruja ─escupo en su cara─. Me tienes harta,
insúltame de nuevo y te arrastro; intenta agredirme y te devolveré la
bofetada; ve a llorarle a la bruja de tu protectora y cuando salga de
cumplir mi castigo, pagarás por lo hecho. ¿Te ha quedado claro?
Asiente como puede y la suelto. Me fijo en su expresión
horrorizada y es cuando me doy cuenta de lo que he hecho, nos
rodean todas las chicas en un silencio tenso, unas me observan con
orgullo y las que siempre andan revoloteando conforme a los deseos
de Liss tienen miradas de rabia, desaprobación y alguna incluso de
pena. Rápidamente corro a la zona de duchas y me encierro en uno
de los cubículos del baño.
─¿Qué he hecho? ─musito─. No entiendo lo que me ha pasado,
yo no soy así.
Lágrimas surcan mi cara, la rabia momentánea que ha dominado
mi cuerpo se convierte ahora en tristeza y sigo llorando por todo lo
pasado hoy: el descubrimiento de que mi vida es toda una mentira
fraguada por a saber quién; mis sueños se harán realidad
dependiendo del deseo de otro ser que no soy yo misma; pero lo
peor es que me siento sola, incomprendida y hasta ahora me había
engañado a mí misma diciendo que tenía que esforzarme para ser la
mejor.
Un estruendo en la puerta me saca de mi dolor, seguro que ya
viene la bruja a impartir justicia, como ella llama a sus castigos
desmesurados.
─¡Sal de ahí, maldita bastarda! ─Su grito han debido escucharlo
en toda la base, así que no la hago esperar─. ¿Has visto cómo le
has dejado la cara a tu hermana?
La rabia en mí vuelve a bullir y me acaloro, odio que utilice esa
palabra para referirse a la relación que nos une. Nunca lo seremos
por mucho que la bruja se empeñe en convencerme de lo contrario.
─No es mi hermana ─mascullo despacio las palabras, intentando
tragar la rabia que sigue creciendo en mí─. Y no se atreva a
desafiarme por una simple caricia, se merece mucho más que lo de
hoy.
Me mira completamente anonadada. Nunca, jamás, me he
atrevido a alzar la voz y mucho menos a contestar como ahora, pero
el que me insulte Liss de esa manera ha hecho que algo despierte en
mí.
─¿Cómo te atreves a contestarme, mocosa? ─Alza la mano para
abofetearme, pero enseguida es retenida en el aire.
─Utrech... ─Asombrada veo como el guardia aparta de malos
modos a la señorita Brown.
─Señorita, ¿está bien? ─Asiento, se acerca y me agarra del
brazo─. Acompáñeme, por favor. La llevaré a sus nuevas
dependencias.
─Usted no puede... ─La señorita Brown se calla al observar la
mirada furibunda del guardia.
─Más tarde vendré a buscarla ─le dice en tono seco─. El Gran
Líder tiene asuntos que resolver con usted.
Sin decir nada más, me empuja con cuidado hacia la salida y me
lleva en dirección al edificio principal no sin antes percatarme de las
miradas de las demás chicas. La de casi todas es de preocupación, y
digo casi porque en la cara de Liss se ve el orgullo de saberse
ganadora de algo que solo ella sabe.
En silencio me lleva de nuevo por el laberinto de pasillos.
Pasamos por la biblioteca y subimos a la siguiente planta. A cada
paso que doy, observo maravillada a mi alrededor ya que la
decoración de los pasillos y la escalera es la misma que en el resto,
todo lujo y decadencia, pero además hay hermosos cuadros de gran
valor. En el primer piso solo hay un amplio pasillo flanqueado por
puertas distantes a cada lado. Utrech me guía hasta el fondo, abre la
puerta de la derecha, y mi asombro sube hasta cuotas
estratosféricas al entrar.
─Pero... ─No me salen las palabras─. ¿Dónde estoy? Supongo
que esta no es vuestra área de castigo.
Enarca una ceja ante mi tono irónico y una sonrisa se dibuja en
su cara. «Increíble lo que una simple expresión puede cambiar el
rostro sombrío de una persona».
─Sí, señorita. Sé sonreír. ─Lo miro extrañada─. No leo
pensamientos, lo ha dicho en voz alta.
La carcajada de este hombre resuena hasta en el pasillo cuando
he enrojecido de la vergüenza.
─No tengo ni idea de lo que pasará por tu cabecita ─baja la voz─.
Tampoco estoy aquí para entenderte, solo para procurar tu
protección y con esa profesora no estás segura.
─No es tan mala como pueda parecer ─intento excusarla─.
Además me he ganado un castigo por atentar contra una compañera.
─Eso no es cierto ─responde Utrech─. Ambos sabemos que hay
oídos por todo el recinto y he escuchado lo ocurrido. Te has
defendido, muchacha, y creo que ya era hora. Por las caras que he
visto al entrar, no lo has hecho nunca.
─Como sea, no ha sido correcta mi respuesta. ─Bajo la cabeza
para no admitir que me he sentido bien después de hacerlo, me
parece una actitud mezquina.
─Te dejo sola para que te instales, ─Se dirige a la puerta─. Este
debería haber sido tu sitio.
Se marcha dejándome sola con esa última frase en el aire. No
entiendo lo que quiere decir, pero por hoy voy a dejar de pensar en
todo.
Estoy en el centro de una habitación enorme presidida por una
cama de tamaño extra grande con cuatro postes de madera labrada
y un precioso edredón en tonos malva. Hay un arcón antiguo a los
pies de la cama que en la tapa está acolchado para cumplir la
función de asiento también. En uno de los laterales hay una preciosa
cómoda a juego con el resto del mobiliario. En el otro hay un coqueto
tocador y veo que tiene todo lo que pudiera necesitar, desde perfume
hasta simples gomas para sujetar el pelo.
Es un sueño de dormitorio, pero sigo investigando porque hay
una puerta en el lateral izquierdo y otra al frente de la cama. Abro la
de mi izquierda y me encuentro un amplio vestidor en el que hay algo
de ropa, me fijo y están aquí mis cosas. Salgo de ahí sin pensar en el
motivo y me dirijo a la otra. Detrás de ella se encuentra un baño del
que muy pocos pueden disfrutar. Además del lavabo con grifos
dorados y el sanitario de mármol, hay una ducha de las que parece
que el agua cae con efecto lluvia y una gran bañera tipo jacuzzi. Lo
mejor, el gran ventanal desde el que poder admirar el jardín donde
he descubierto esa enorme flor y el océano de fondo.
Aprovecho que estoy aquí para darme una ducha rápida y
cambiarme. Lo único que debo hacer para que la bruja desate su
furia delante de estos seres es llegar tarde a la cena y sin cambiar.
Ya he tenido bastantes emociones por un día, no voy a tentar a la
suerte.

Al salir del dormitorio no veo a nadie, no se escucha ni un solo


ruido, así que me dirijo en dirección a las escaleras. Me apresuro
tanto en bajar que no me fijo en la dirección que tomo y acabo
perdida en esta inmensa mansión. Soy de naturaleza curiosa así que
voy observando todo a mi paso hasta que escucho un pequeño
gemido seguido de unas voces amortiguadas. Avanzo lentamente y
veo que al final de este corredor hay una puerta entornada y según
me acerco, se escucha más quejidos.
Observo que no haya nadie alrededor y de puntillas me acerco a
la abertura de la puerta. Como no veo nada, la empujo un poco y en
cuanto la imagen de los integrantes de la reunión entra en mis
retinas, me veo obligada a aguantar un poco la respiración y a
taparme la boca para no gritar de la impresión.
Ante mí tengo a la señorita Brown de rodillas ante un hombre
enorme con los pantalones en los tobillos. Ella sujeta en su mano
algo que no llego a ver mientras el individuo la agarra fuerte del pelo
y con un movimiento brusco mete su cabeza contra su cadera. Ella
gruñe de dolor y saca su lengua para lamer lo que tiene en la mano.
Meto mi cabeza un poco por el hueco de la puerta para ver mejor,
pero la posición del hombre me impide que vea sus rasgos si no es
entrando, cosa que ni se me ocurriría hacer.
─¡Puta, chupa fuerte! ─La ronca voz del hombre hace que
retroceda─. No sirves para nada, no eres capaz de hacer que se me
levante.
Veo que la bruja se afana en lamer y chupar el cacahuete que
tiene en la mano, porque sí, el miembro viril de ese personaje es del
tamaño de un cacahuete. La veo que está roja de indignación, sin
embargo no desiste.
─Quizás deberías hacer como los terrícolas ─la escucho gruñir─,
tomar excitantes si eres impotente.
─Los erkarianos[2] no somos impotentes, zorra. ─Tira de su
cabeza hacia atrás y al agacharse veo su perfil y cómo saca unos
afilados colmillos─. Haz tu trabajo bien o tráeme a esa jovencita de la
última vez, aprende rápido.
─Sabes que no debo. ─Vuelve a lamerlo, pero esta vez gime
teatralmente─. Disfrutarás de las que quieras cuando acabemos la
misión.
─Muy bien. ─Parece que le ha gustado lo que le ha dicho porque
el cacahuete ahora tiene el tamaño de un pepino─. Me conformaré
con tu trabajito por ahora.
La bruja se afana en darle placer al hombre y por los gruñidos de
cerdo que emite, parece que lo está logrando. De repente, tira de su
cabeza de nuevo, pone esa cosa en su cara y se corre violentamente
en ella. Es asquerosa la imagen que tengo delante de mí ahora
mismo, el semen de este ser es de color verde musgo.
En cuanto ha acabado, se limpia su mini cosa con la camisa de la
señorita Brown, se sube el pantalón y sin más, la levanta y la
abofetea tan fuerte que trastabilla y cae al suelo de culo. Salgo
corriendo porque el tipo se ha vuelto hacia la puerta, no quiero que
me descubran espiando.
Si los seres que hay aquí son juridianos, como me contó mi
amigo, no entiendo de dónde es este personaje y sobre todo si los
demás lo saben ya que he logrado ver quién es. Otra duda más, el
día de hoy va a ser demasiado largo.
Al fin encuentro el pasillo que me lleva a la salida, me apresuro y
encuentro la entrada del comedor, donde ya están sentándose mis
compañeras.

Salem
 
He estado un par de horas trabajando con las imágenes que tenía
Gideon guardadas para mí. No he sacado nada en claro, todas las
veces que se aprecia la mueca de dolor de mi padre ha sido estando
en cualquier parte y sin que pueda culpar a una actividad en
concreto. Es cierto lo que me comentó mi amigo de que cada vez es
más frecuente, tanto que en los últimos días le ocurre más a menudo
y se recluye en su habitación durante más tiempo.
Hemos tenido a Jeff, el jefe de vigilancia, dando vueltas a nuestro
alrededor para saber en lo que estábamos inmersos. Por suerte para
mí, este tío no tiene ni idea de algoritmos ni lenguaje informático más
allá de los comandos básicos para cualquier juridiano, por lo que
Gideon y yo usamos nuestro lenguaje en clave para comentar lo que
vemos. Es algo que hacemos desde que fue mi alumno aventajado,
utilizar una serie de tecnicismos si no queremos que nadie sepa de lo
que hablamos.
Antes de salir de la sala, llamo a Utrech para saber dónde cenará
mi padre, pero resulta que es Gael el que tiene que ocuparse de ese
tema en estos días, por lo que decido activar la conexión privada con
mi progenitor para saber su posición. Lo veo ir hacia el comedor
principal solo, sin compañía del guardia, así que me despido de mi
amigo y salgo en dirección a una nueva cena rodeado de arpías con
ganas de trepar posiciones en la vida.
Cuando llego a la entrada del salón, me cruzo con la profesora
extraña de las muchachas, quien me mira con rabia y asco en su
cara. La ignoro, pero al pasar a su lado un olor extraño invade mis
fosas nasales, algo que se me hace extrañamente conocido, aunque
sin saber lo que es. En cuanto voy a preguntarle dónde ha estado,
veo que aligera el paso para ir a sentarse junto a su alumna favorita.
─Buenas noches, señoritas ─saludo en cuanto llego a mi lugar─.
Gran Líder.
Mi padre cabecea en respuesta y sigue dándole instrucciones en
voz baja a Gael, el cual tiene un semblante hosco, es posible que lo
esté reprendiendo por no estar en su puesto. Me centro en la
muchachita que está sentada a mi lado, pero veo que está cabizbaja,
solo atiende a los susurros de su profesora y de su amiga July. No
me queda otra opción que hacer caso de los intentos de llamar la
atención de la rubia.
─Ay, Salem, no sabes lo bien que me lo he pasado paseando
contigo ─suelta con voz de pito─. Para la próxima, espero que me
expliques eso que le has estado contando a mi amiga sobre el
cuidado de las plantas del jardín.
─Sí, claro. ─Miro hacia la mencionada y veo que se ha tapado la
boca para reírse a gusto.
─Veo que han disfrutado del paseo, señoritas ─interviene mi
padre─. Mañana las siguientes serán las que os siguen en las sillas.
Me parece extraño que decida seguir con lo hecho hoy sin
siquiera consultar el motivo por desobedecer la orden. Lo que es
más curioso todavía es la cara de contrariedad que acaba de poner
la directora de las chicas, he podido enterarme que es la que estaba
a cargo del ciclo de educación de la base de donde proceden y que
ha dejado en su puesto a alguien de su confianza para ser ella la
acompañante, ya que no había salido hasta ahora de aquel lugar.
─Señora Brown ─me dirijo a ella con una sonrisa sarcástica─,
¿tiene alguna objeción a lo que va a seguir sucediendo?
─Claro que no ─carraspea─. Solo pensé que se centrarían en las
muchachas que recomendamos desde mi equipo por su idoneidad.
─¿En qué se han basado sus educadores para tal aberración?
─En cuanto dejo la pregunta en el aire, escucho jadeos en mi lado de
la mesa.
─Ese asunto lo hablaremos en privado ─interviene mi padre─.
Necesito saber esa cuestión y algunas más sobre las muchachas.
¿Le parece bien, señorita Brown?
Esta asiente con la cabeza y me mira con rabia. Lo que ella no
sabe es que la estaremos vigilando, la hemos visionado moviéndose
por el recinto como si lo conociera y es algo que me desconcierta.
La cena transcurre en una charla tensa por parte de la rubia. La
muchacha cumple todos los cánones esos antiguos donde los
terrícolas decían que las rubias eran tontas. Pensé que era pura
misoginia, pero es que esta chiquilla les hace flaco favor a las de su
especie. En cuanto me es posible, me excuso y salgo hacia el
barracón de los guardias. Voy a consultar los cuadrantes y asignar
nuevas tareas.
─Hey, colega ─Rex me intercepta en mitad del camino─. ¿Qué
ha pasado ahí dentro?
─Nada ─gruño e intento rodear a mi amigo.
─Sé que hay algo que te ronda la cabeza. ─Mira por detrás
nuestra─. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. Me
voy, la rubia me espera.
─¿Cómo que la rubia...? ─No me da lugar a decir nada más.
Miro en la dirección que ha tomado y casi no me da tiempo a ver
que la estudiante arpía ha doblado la esquina del barracón donde
ella duerme junto a las que se consideran casaderas. Se dirige al
jardín donde hemos estado esta mañana, le diré a Gideon que los
monitorice.
Cuando llego al lugar de descanso que comparto con los demás
guardias, el silencio reinante es lo que me recibe, cosa que se
agradece para poder pensar un poco.
Si recopilo lo descubierto hoy, se podría reducir a la nada si no
fuera porque nos fijamos en los pequeños detalles. Siempre que a mi
padre le dan esos dolores, ha sido unas horas después de tomar sus
vitaminas y eso no puede ser simple casualidad. Investigaré a los
diferentes médicos que tratan a mi padre porque, aunque los
juridianos somos inmunes a los venenos, hay alguna sustancia que
se nos ha debido escapar en nuestros estudios.
Me voy a la ducha, es lo que parece que necesito para poder
relajarme. Soy de los que se recarga de energía cuando tiene
contacto con el agua. Al coger la toalla de mi taquilla, me viene a la
cabeza el pequeño lago artificial que hay en el jardín privado de mi
padre y decido que lo que en realidad necesito es estar bajo la
pequeña cascada que hay en él. Sin pensarlo me dirijo a la salida,
aunque antes dejo mis dispositivos de localización dentro el pequeño
armario; deseo estar solo de verdad.
Voy paseando mirando el firmamento, desde mi planeta, debido a
la cantidad de gases que emanan de Saturno y por todos los restos
que circulan entre dos de nuestras órbitas, no podemos atisbar con
nitidez la preciosidad que nos rodea. Voy tan ensimismado que no
me doy cuenta de que hay alguien en mi lugar secreto hasta que
escucho tararear y el sonido de chapoteo. En cuanto dirijo mi mirada
hacia la zona de la cascada, me sorprendo de la belleza que tengo
delante de mí.
Bañada por la luz de la luna, la extraña muchacha tiene un brillo
espectacular. Cualquiera que la viera como yo la estoy admirando
ahora mismo, pensaría que es una estrella hecha mujer bajada del
cielo para tentar al más santo de los varones.
Una dolorosa erección me aprieta en los pantalones, cosa que no
me había ocurrido con ninguna terrícola desde que llegué aquí hace
unos años. El estar en mi planeta con una preciosa guerrera juridiana
me hizo pensar que ya había llegado a mi vida mi compañera de
unión, pero parece que no, al final le voy a tener que dar la razón a
mi padre por decirme que en cuanto pisara la Tierra se me pasaría el
encaprichamiento por la egocéntrica de Geresia.
Me acerco sin hacer ruido porque ahora me fijo que le está
hablando a la misma flor, pero lo extraño es que está junto a ella y
eso es imposible. No se desplazan del lugar donde las plantamos y
menos teniendo en cuenta que al principio no sobrevivían si no era
bajo un baobab. Desde que esta chica ha llegado a la plataforma,
están sucediendo cosas extrañas.
─¡Hola, muchacha! ─Da un salto de la impresión a la vez que yo
doy otro hacia atrás.
─¿Qué haces aquí? ─En su voz noto, ¿indignación?─. ¡Vete! No
puedes estar aquí conmigo así.
No puedo evitarlo y me entra risa. Mientras más frunce el ceño,
más fuertes son mis carcajadas, hasta el punto de que tengo que
sentarme en la orilla porque me tiemblan las piernas.
─Eres un patán ─me insulta indignada─. Que sepas que pienso
decirle a Junrom que no has hecho nada por salvaguardar mi
modestia.
─Creo que has pasado demasiado tiempo junto a mi jefe. ─Sigo
riéndome hasta que veo que la seriedad no es impostada─. No te
preocupes, nadie sabe que vengo aquí a bañarme. Es más, aquí en
la base solo Junrom y yo entramos en este jardín.
Esto último se lo digo en tono susurrante, me he acercado a ella
sin darme cuenta y estoy situado justo al borde de la pequeña
cascada. Aprovecho para echar un vistazo en las cristalinas aguas y
mi polla pide que la saque de su prisión cuando aprecio que está
completamente desnuda. Esa preciosa piel pálida brilla por las
gotitas de agua que se deslizan por su cuerpo, sigo deslizando mi
mirada por su cuerpo y, aunque ha cruzado los brazos, puedo intuir
un generoso busto.
─¡Eh, tú! ─La llamada de atención de Hannah hace que la mire a
los ojos─. Sé que te gusta lo que ves, pero te pediría que te tapes.
Me quedo un momento pensando en sus palabras porque no
entiendo lo que quiere decir hasta que la veo hacer un gesto con la
cabeza hacia mi torso. Es entonces cuando me acuerdo que llevaba
la camisa de mi uniforme abierta, ni siquiera pensé en adecentarme
antes de salir del barracón. Procedo a abrochármela porque sus
mejillas se están cubriendo de un leve rubor, no quiero incomodarla.
─¿Qué haces de nuevo aquí? ─Me siento junto a una de las
rocas de la pequeña cascada─. No he visto ningún guardia cerca.
Veo que se muerde el labio inferior y me aguanto la risa. Esta
chica es lo más extraño que me había encontrado hasta ahora a la
par que peligrosa, burla la seguridad del pabellón principal como si
nada y tendré que amonestar al personal.
─Necesitaba respirar ─titubea, pero levanta su cabeza
orgullosa─. He decidido salir porque no soy prisionera de nadie, soy
libre y además nadie me ha dicho que no pueda moverme de mi
habitación.
─No te preocupes ─me río, no aguanto las ganas─, puedes venir
cuando quieras, aunque te vuelvo a repetir que no debes salir de
ningún barracón sin guardia. Y eso incluye el edificio principal.
La escucho bufar, acto que me causa gracia, vuelvo a levantarme
y me dirijo hacia su ropa. Se la tiendo y me doy la vuelta, ante todo
debo cuidar de su modestia como ha dicho hace un momento. En
cuanto está vestida, intenta pasar por mi lado para irse, pero la
retengo tomándola por el brazo.
─Te acompaño hasta tu habitación. ─Niega de manera
enérgica─. Debo asegurarme que llegas sana y salva.
Sin siquiera dirigirme la palabra hacemos el camino. En cuanto
llego al pasillo donde están los dormitorios que usa mi padre y donde
yo debería dormir, observo que hay un guardia dormido junto a la
puerta de la habitación de Hannah.
─¿Qué significa eso, Hannah? ─Señalo el lugar y ella se encoge
de hombros─. Dime qué hace uno de mis hombres dormido en vez
de estar apostado haciendo guardia.
─Ya estaba así cuando abrí la puerta ─susurra─. Salí sin hacer
ruido, tiene cara de cansado el pobre.
Estoy tan enfadado con la situación que no sé si matar al guardia
o zarandearla a ella por inconsciente. Algo raro está pasando en la
base desde que han llegado y lo del soldado me lo confirma.
─Quiero que entres en la habitación y no salgas hasta mañana
que envíe a alguien para que te lleve al salón para el desayuno.
─Veo que va a replicarme, así que la corto─. Es una orden y no
admito réplica.
La empujo con cuidado hacia la puerta, se la abro y cuando ya
está dentro, cierro y llamo al responsable de guardia de esta noche.
Movilizo al equipo médico para que se preparen para atenderlo
porque no está dormido, alguien lo ha dejado inconsciente con algún
fin.

Hannah
 
Un ruido de pasos me despierta cuando estoy en lo mejor del
sueño. No es un ruido cualquiera, son pisadas fuertes, con prisa. Me
levanto de mi confortable cama y de puntillas me acerco a la puerta,
la abro con cuidado y con todo el sigilo que soy capaz me asomo
para intentar averiguar qué es lo que está pasando.
Según me contó ayer Utrech, aquí solo están las dependencias
privadas del Líder. Al ser una invitada considerada especial había
tenido la deferencia de cederme una de las habitaciones, aunque en
tono cómplice me dijo que le habían dicho a la señorita Brown que
me llevaban a la zona de castigos por mi comportamiento con una de
mis compañeras.
Y aquí estoy, viendo a los guardias correr de un lado para otro
trayendo al personal médico y como todos entran de manera
apresurada en la habitación del fondo. Miro a los dos lados y cuando
compruebo que nadie se va a fijar en mí, salgo de mi dormitorio y
pegada a la pared voy andando hacia ese lugar. Mi curiosidad me
insta a que intente saber lo ocurrido.
─¿Dónde crees que vas? ─el gruñido procede de mi espalda─.
Vuelve a tu sitio, te lo advertí anoche.
Me doy la vuelta para contestar con impertinencia, sí, no me
gusta que me den órdenes porque sí, y es Salem quien ha
interrumpido mi incursión en mitad del pasillo. Sus facciones se
notan tensas y no solo de preocupación, en su mirada se nota miedo.
Pero, ¿a qué?
─Yo iba a preguntar si necesitáis ayuda ─mi filtro cabeza boca no
funciona─. Bueno, creo que mejor me marcho, seguro que la
señorita Brown me espera para la tortura del día.
Sin esperar respuesta, me doy la vuelta y corro a mi habitación,
aunque justo antes de entrar en ella por el pasillo veo que viene
apurado ese doctor que ayer me dijeron que es mi padre. Durante
unos segundos nuestras miradas coinciden y una imagen borrosa
llega a mi mente, no consigo retenerla. Entro y cierro de un portazo,
ahora mismo no tengo tiempo para pensar en qué ha sido eso, si no
me doy prisa en vestirme y bajar, la bruja sacará su escoba. Me da
igual que nadie me acompañe como me aconsejó anoche el
impertinente de mi amigo.
Esta vez llego al desayuno puntual y sin perderme, el consejo que
me dio ayer el guardia sobre cómo orientarme me ha venido genial.
Me siento en mi lugar y me recibe la sonrisa de victoria de Liss y la
cara de satisfacción de la señorita Brown, pero no les hago caso.
─¿Te tratan bien en la zona de castigo, querida? ─me susurra la
señorita Ramírez mientras comemos─. Hiciste bien al defenderte
aunque las consecuencias sean estas.
─No te preocupes, Sarah. ─La llamo por su nombre y me sonríe
con orgullo─. No está siendo lo malo que esas dos brujas querrían.
Es más, desearían estar en mi lugar si supieran que duermo en el ala
privada del Líder.
─¿En serio? ─Asiento y sonríe─. Me alegro por ti, ya era hora de
que empezaran a darte tu sitio.
─¿Sabes? ─La miro ceñuda─. Eres la segunda persona en estos
dos días que me dice eso mismo.
La pregunta que estoy a punto de formularle se queda en el aire
porque nos vemos interrumpidas por la entrada del guardia que me
ha asignado el Líder, el cual carraspea para llamar nuestra atención.
─Señoritas ─nos mira a todas─, el anfitrión me ha mandado a
informarles que durante el día de hoy las excursiones por la base
quedan suspendidas.
Un coro de lamentos lo interrumpe, pero enseguida es acallado
en cuanto levanta la mano para hacer saber que no ha acabado.
─Niñas, escuchemos al caballero. ─La señorita Brown siempre
apostillando.
─Gracias, señora ─carraspea el guardia y vuelve a observarnos a
todas─. Pueden realizar la actividad que deseen en la zona de spa,
pero para quienes lo prefieran tenemos justo en el edificio adyacente
una magnífica biblioteca que hará las delicias de muchas de ustedes.
La única condición es que no deben salir del lugar que hayan elegido
hasta que llegue la hora de la próxima comida.
─¿Es posible saber el motivo de tal suspensión? ─La bruja es
impertinente hasta para sacar su vena cotilla─. Tenemos que estar
una serie de días aquí y si no se realizan las entrevistas nos iremos
sin cumplir los deseos del Gran Líder y todo por su propia
incompetencia.
Todas, hasta Liss, nos tapamos la boca ante tamaña grosería.
Normalmente esa actitud la utiliza con las cerebritos, como ella
intenta insultarnos, pero nunca lo había hecho en público. En cuanto
se da cuenta de lo que ha hecho intenta balbucear unas disculpas,
solo que el guardia no la deja.
─Le haré llegar su disconformidad a su anfitrión. ─Vuelve a
mirarnos a todas y me señala─. Usted viene conmigo a su área, son
órdenes.
Asiento y me levanto para abandonar el salón detrás de él, pero
me llega el sonido inconfundible de la risita de hiena de ambas. Les
hago una peineta por detrás de mi espalda para que no me vea el
guardia y sigo mi camino.
Esta vez no vamos a mi habitación, me lleva a la zona de
recepción de estudiantes. Al llegar allí una de las chicas me tiende la
bata con mi nombre y me la pongo. No entiendo el motivo de estar
aquí, pero me dejaré llevar. Parece que ayer Junrom tomó como un
sí mi actitud.
─Voy a enseñarle su lugar a partir de ahora. ─Utrech me cede el
paso─. Tendrá un profesor disponible, le explicaran el método que
aquí se utiliza. Espero que sepa aprovechar esta oportunidad.
─Disculpe señor...
─Utrech, puedes llamarme Utrech, no es necesario que me tutee.
─Es que no entiendo qué hago aquí, Utrech. ─Me mira
extrañado─. Serán órdenes del Líder, pero en ningún momento he
pedido esto ni nadie me ha dicho nada. Solo necesito que alguien me
explique lo que está pasando.
Frunce el ceño y se rasca la mandíbula. Me lleva a un pequeño
despacho y nos encierra a ambos dentro.
─A ver, Hannah ─titubea─, solo sigo las directrices marcadas por
mi jefe.
─¡Mientes! ─Enarca una ceja y se sonroja, aunque seguro que no
es mayor que el mío al darme cuenta de que lo he tuteado─. No vas
a moverte de aquí hasta que no me cuentes lo que pasa.
─¿Tú te miras al espejo, niña? ─Su tono burlón me saca de
quicio, pero no va a amedrentarme─. Con solo mover un dedo te
aplasto.
─Inténtalo. ─Cruzo mis brazos y me apoyo en la puerta─.
Siempre puedo gritar y decirles a todos que te has atrevido a
tocarme. No soy tan tonta como aparento y tengo muy claro que no
podéis acercaros a nosotras con ninguna intención que no sea la de
cumplir vuestro cometido.
─Condenada brujilla ─masculla lo suficientemente alto como para
que lo escuche─. Tú ganas, pero a medias. No puedo contarte nada
porque lo único que tengo claro es que mi jefe se encuentra mal,
tanto como para movilizar a todos los científicos de la base.
─¿Cómo que a los científicos? ─Hago memoria, pero no tengo
nada claro─. El señor que dicen que es mi padre es médico, cosa
que no entiendo si siempre he pensado que era bioquímico.
─No, muchacha. ─Se sienta en una de las sillas─. Es el superior
de los científicos de todo el planeta. Sus comienzos fueron como
médico, pero se convirtió en el mejor virólogo de la galaxia. Ni
siquiera los juridianos hemos llegado a su nivel y eso que nuestra
inteligencia es superior a la vuestra.
─Que te crees tú eso ─mascullo.
Doy vueltas por la sala dándole vueltas a lo que me dice y sigue
habiendo algo que se me escapa. Me quedo mirándole fijamente y lo
pillo observándome con algo parecido al orgullo, lo que acicatea mi
curiosidad.
─Hay algo que me desconcierta. ─Me siento a su lado─. Ayer me
mirabas con desconfianza, casi como si me odiaras, y hoy estás
siendo amable. Sigues mintiéndome.
─Eso es algo fácil de entender ─suspira─. Creo que primero
debería pedirte disculpas por lo de ayer, y no solo por desconfiar de ti
sino por mostrar mi disconformidad con tu cercanía al Líder con otros
compañeros, me dejé llevar por Gael.
Abro y cierro la boca, no me salen las palabras.
─Anoche, a petición de mi señor, mantuvimos una charla y me
contó tu historia ─frunzo el ceño, estaba bastante cerca cuando
Junrom me contó lo que pudo─. No te sorprendas si no la escuché
en el momento, llevamos audífonos como viste, pero además el Líder
tiene la capacidad de crear un área insonorizada alrededor de su
persona cuando trata asuntos delicados.
─¿Cómo hace eso?
─Ya te lo enseñará cuando pueda ─me regaña sutilmente─. La
cuestión es que pensé que su interés en ti era de índole... sexual, y
eso me había sacado de quicio sin saber por qué. Así que anoche el
Líder me convocó en una audiencia privada y me explicó su
agradecimiento hacia ti y también el asunto de Salem.
─Así que ya sabes que él es...
─¡Chist, muchacha! ─Pone su manaza en mi boca para
callarme─. Hay oídos por todos lados y es una información
demasiado delicada para airearla en cualquier lugar.
─Pues haz eso de insonorizarnos. ─Pone una mueca de
fastidio─. No me digas que solo puede hacerlo Junrom.
Ante el asentimiento de Utrech y su cara de perrillo apaleado, me
dan tantas ganas de reírme que soy incapaz de retener la carcajada.
Y es así, doblados ambos de la risa, como nos encuentra Salem, el
cual ladra una orden al guardia para que vaya inmediatamente a
cumplir sus funciones, algo que se supone que está haciendo.

Salem
 
Estas últimas horas han sido de locura. En cuanto trasladamos a
Sean a nuestra enfermería, los médicos descubrieron que le habían
administrado una alta dosis, casi letal, de Jopu, uno de los sedantes
que usamos en nuestro planeta a la hora de realizar pruebas de
ensayo en los condenados por algún acto contra nuestro régimen.
Ahora me toca averiguar quién se ha hecho con ese producto, y
además con una dosis tan elevada, porque solo tienen acceso a ella
dos personas en esta base.
Por si no tenía suficiente, en uno de los barracones de las
muchachas hubo tumulto y varios de mis guardias tuvieron que
intervenir. Cómo no, la rubia caprichosa era una de las implicadas
por lo que no me quedó más remedio que amenazarla con llevarla a
la zona de castigo. La bruja de la profesora se la llevó casi a rastras
no sin antes amenazar a la incauta que había osado enfrentarse a la
princesa del drama.
Y aquí estoy ahora, a los pies de la cama de mi padre esperando
el dictamen de los doctores sobre lo que le pasa. Aparentemente
está en perfectas condiciones, pero no reacciona a ningún estímulo y
es algo que nos tiene preocupados. Al principio pensamos que
podrían haberle administrado el mismo sedante que al guardia, solo
que los análisis no arrojan nada anormal. Decido salir un rato, tengo
que tomar las riendas de todo mientras él se recupera. Lo peor es
que voy a tener que dar a conocer mi verdadera identidad y es lo que
más me molesta de todo este asunto.
─¿Dónde está Gael? ─El guardia de la puerta se encoge de
hombros─. Avisadme cuando llegue.
Me resulta extraño que tarde tanto en organizar a las muchachas
y llevar a Hannah a su lugar en los laboratorios, que es al parecer lo
que iba a hacer cuando me ha pedido permiso para ausentarse.
Mientras me dirijo hacia allí, me comunico con el hacker para que
revise las grabaciones de la pasada noche ya que el guardia es difícil
que nos cuente lo sucedido. Va a tener disociaciones si sobrevive.
Este laberinto de pasillos me sirve para poner en orden mis
pensamientos aunque sin llegar a conclusión alguna. Llego a la zona
del laboratorio y me hago con una de las batas de visitantes, el
protocolo respecto a la indumentaria es bastante estricto y debo dar
ejemplo en cuanto sepan a quién deben obedecer por ahora.
Pregunto a uno de los técnicos que se cruza en mi camino y me
indica el lugar de la chica nueva, pero no la diviso allí. Sigo
avanzando y escucho una risa espontánea, musical, seguida de la
atronadora carcajada de mi subalterno, pero no del que estoy
buscando. Abro la puerta de un pequeño despacho y enfurezco al
ver que Utrech está demasiado cerca de la chiquilla, ambos riéndose
como si fueran amigos de toda la vida.
─Vuelve a tus tareas, soldado ─ladro la orden a Utrech, al cual se
le corta la risa al ver mi cara─. Más tarde hablaremos tú y yo.
Asiente con la cabeza y con un gesto se despide de la chica, la
cual se ha quedado seria de repente y me fulmina con la mirada.
─Eres un maleducado ─espeta en cuanto el guardia ha salido─.
Y cuidadito con lo que piensas ordenarme porque no te lo voy a
consentir.
Me hace gracia la postura que ha adquirido, la espalda tensa,
cara de mala leche y ese pequeño dedo apuntándome como si fuera
un arma. Me muerdo el labio para no echarme a reír y eso hace que
suelte un pequeño bufido.
─Una cosa que te quede clara ─bajo la voz a medida que me
acerco a ella─: no oses darme órdenes, no soy el Líder para dejarme
manejar por una muñequita.
Antes de que pueda contestar, la cojo del brazo y la saco del
pequeño despacho. En lugar de dejarla en los laboratorios, decido
llevarla de nuevo a sus aposentos. Estamos investigando lo que
ocurre y todo apunta a que ella tiene algo que ver en los hechos,
según lo que me ha soplado Gideon por el intercomunicador.
─¿Dónde me llevas, bruto? ─Tira de su pequeño brazo para
soltarse─. Junrom ha dicho que empiece mi formación hoy.
No abro la boca, me limito a seguir tirando de ella e ignoro la
mirada de los trabajadores con los que nos cruzamos. La boquita de
la princesita es bastante colorida porque no deja de soltar
improperios a medida que avanzamos. En cuanto llegamos a la
puerta de su dormitorio, la acorralo entre la puerta y mi cuerpo.
─Ahora vas a entrar en tu habitación y esta vez no te moverás de
ahí. ─Noto que se sonroja.
─Ni lo sueñes ─masculla─. Tú no mandas una mierda, pienso
quejarme al Líder.
─Te equivocas, preciosa. ─Una risa pugna por salir al ver la
mueca que acaba de poner─. Mientras nuestro Gran Líder esté
indispuesto, vas a obedecerme.
Veo que su expresión cambia a una de preocupación, aunque
enseguida vuelve a ser la chica insolente que está mostrando a
veces y que deja a todas sus compañeras boquiabiertas.
─Si es verdad que no se encuentra bien, me quedo aquí por el
momento. ─Se da la vuelta en el poco espacio que hay entre mi
cuerpo y la puerta y la abre─. Eso sí, más te vale no dejarme aquí
demasiado rato. En cuanto me aburro mi mente idea cosas muy
extrañas que no te gustaría saber.
Da un portazo dejándome con la palabra en la boca y dejo
escapar la carcajada que llevaba reteniendo un rato mientras me
dirijo a la habitación de mi padre. Espero que en este pequeño lapso
de tiempo hayan logrado averiguar algo de su estado.
Entro en la suite que ocupa mi progenitor en silencio y lo que veo
hace que me quede congelado en la puerta. A la cabecera de mi
padre está Hannah, muy cerca de él, parece que le está susurrando
algo al oído. Es imposible, la acabo de dejar en su habitación, casi al
final del pasillo. Miro un momento hacia atrás y en cuanto vuelvo la
vista hacia la cama, no hay nadie.
─¡Gael! ─Llamo al guardia de mi padre, debería estar aquí.
Miro en la zona de vigilancia adyacente y veo que tanto él como
Utrech están tumbados boca abajo en el suelo. Me comunico con mis
chicos para que vengan inmediatamente a auxiliarlos. Esta situación
se está desbordando y necesito respuestas a la de ya.
─Jeff ─contacto con el jefe de seguridad─, quiero ahora mismo a
tus chicos revisando las imágenes del área privada del Gran Líder y
no quiero excusas. Prioridad máxima al asunto.
Sin siquiera esperar respuesta, corto la comunicación y a grandes
zancadas salgo al pasillo e irrumpo en la habitación de la pequeña
delincuente que está jugando con nosotros. No la veo por ningún
lado aunque escucho su tarareo, la busco y veo abierta la puerta que
da al balcón. Ahí me la encuentro, sentada en una de las cómodas
hamacas, con un libro de misterio en las manos y unos auriculares
puestos.
─Pequeña delincuente ─la zarandeo por un hombro─, vas a venir
conmigo inmediatamente.
Se quita despacio los audífonos con cara de sorpresa, pero no
abre la boca al ver mi mirada de furia. Le señalo la habitación y una
vez ahí la cojo del brazo y la saco de allí.
En cuanto salgo al pasillo, se puede divisar el caos reinante de
soldados entrando y saliendo de la estancia de vigilancia. Con el que
me cruzo primero es con mi amigo y lo detengo.
─Rex, llévatela al castillete. ─Me mira extrañado.
─Pero...
─¡Es una orden, soldado! ─Se sorprende por el tono que he
empleado con él, pero ahora mismo no tengo ni el tiempo ni las
ganas de ponerme a dar explicaciones.
Se cuadra ante mí, agarra a la muchacha con delicadeza y se va
del lugar cuchicheando con ella. Me centro en que los otros dos
guardias reciban la atención necesaria y envío un mensaje a
seguridad para que me digan quiénes han accedido a todo el recinto
durante estas últimas horas.

◆◆◆
 
En el cuarto de limpieza de la planta privada del Líder
─Señora, ya hemos sembrado el caos.
─¡Perfecto! ─La voz al otro lado suena diferente─. Ahora debéis
estar atentos a la reacción del Líder de pacotilla, dejemos que estén
entretenidos interrogando a la nueva mascota.
─¿Qué hacemos si el guardia de anoche despierta? Puede
delatarme, me vio manipulando los puros de su jefe.
─No te preocupes. ─Una risita maléfica se escucha─. Ese
soldadito ya no va a volver a tener conciencia del mundo, lo que le
suministraste es lo bastante potente como para que siquiera llegue a
recordar su nombre.
─¿Ordena algo más? ─Silencio durante unos minutos.
─Una última cosa ─se le agita la respiración─, encargaros de la
profesora que os hace los trabajitos, ya no la necesitaremos más.
─Como usted ordene. ─La sumisión del sujeto es patente hasta
en la voz.
─Una cosa más, esclavo ─respira hondo antes de hablar─, la
alumna putita tiene algo que nos va a venir bien. Llévala mañana por
la noche al lugar de encuentro y te largas. Yo me ocuparé de iniciarla
en nuestra causa.
Antes de que el individuo pueda contestar, se corta la llamada. Ya
está harto de seguir órdenes de alguien a quien ni siquiera ha visto,
pero los beneficios son tan suculentos que piensa seguir un poco
más de tiempo con esa doble vida. El incentivo de lograr todo lo que
su amada se merece para iniciar la vida que ambos ansían, es
suficiente para dejar los escrúpulos a un lado.

Hannah
 
No sé las horas que llevo en esta pequeña, maloliente y oscura
mazmorra. Ha sido un día de lo más extraño aunque, si lo pienso
bien, desde que pusimos el pie en esta plataforma todo lo que
sucede se escapa a cualquier explicación lógica.
Me toco la pulsera que me hicieron llegar el día de mi
vigesimoquinto cumpleaños escondida en la parte trasera del libro
que era un recuerdo de mi madre. Al principio me extrañó por las
causas de que no estuviera en este mundo, pero ya no sé si es un
plan trazado con anterioridad o en realidad me lo guardaron hasta
esa fecha. Pienso en la segunda opción como la más cercana a la
realidad porque tiene pinta de tener muchos años. El cerrojo de la
oxidada puerta me saca de mis cavilaciones.
─Sal fuera, traidora ─el otro guardia de Junrom es quien se dirige
a mí─. ¡Rápido!
Doy un brinco al notar el odio y la rabia que rezuma de su cuerpo,
paso por su lado y cuando intento mirarlo, me empuja fuerte y caigo
arrodillada en el pasillo.
Las risas jocosas no se hacen esperar, al levantar la vista
observo que estoy rodeada de soldados que solo había visto pasar
cerca del barracón donde están las chicas. Tiemblo porque en sus
caras solo veo rabia y asco, tanto que ni siquiera intento ponerme en
pie.
─¡Arriba, maldita! ─Me coge por la camiseta y me pone de pie sin
esfuerzo─. Ahora vamos a ver si te ríes de nosotros. Zulk, llévala a la
sala de interrogatorios.
Un tipo enorme, con cara de matón, me agarra de la muñeca y
tira de mí hacia el fondo del pasillo. La poca iluminación hace que
tropiece ya que el suelo es desigual, con cada traspié que doy, recibo
un tirón que hace que me duela el hombro.
Llegamos a una puerta que no había apreciado debido a la
oscuridad, y en cuanto la abren y me meten en el interior, una ola de
terror invade mi cuerpo. Acabo de entrar en una dimensión
desconocida porque no puede ser real lo que tengo ante mí.
─¡Sacadme de aquí! ─Me da igual tener que suplicar─. Por favor,
no quiero estar en este sitio. Si esto es una broma, no me gusta.
Prometo dejar de ser una sabihonda, no me encerréis en este lugar.
Lo único que se escuchan son mis súplicas entre sollozos, los
soldados están en la puerta mirándome, impertérritos, como si no
estuviera hablando con ellos. No tengo ni idea del tiempo que pasa
hasta que veo llegar a Salem con Utrech, aunque este último ni
siquiera dirige una mirada en mi dirección e incluso pide permiso
para marcharse del lugar.
─¡Atadla! ─La rabia con la que escupe la orden hace que lo mire
con atención.
Tiene el rostro congestionado, casi podría decir que me asusta
ver esa mueca de desprecio que mantiene mientras que el monstruo
de antes me lleva casi a rastras hacia el fondo de la sala. No me fijo
en nada, solo en Salem, y empiezo a darme cuenta de que esto va
en serio. En cuanto noto algo frío a mi espalda, presto atención a lo
que me rodea; un escalofrío de terror recorre mi espina dorsal.
Estoy contra la pared, me están sujetando las manos a unas
esposas con pintas de tener siglos que cuelgan del techo y que
hacen que me apoye de manera precaria sobre las puntas de los
pies. En un lado, a pesar de estar la sala en penumbra, puedo ver un
potro de tortura de los que usaban en la época de la inquisición.
Un chillido sale de mi boca en el momento en que tiran un cubo
de agua helada sobre mí.
─¿Quién eres? ─observo a Salem, no entiendo su pregunta─. No
te lo vuelvo a repetir, traidora. ¿Quién coño eres?
─Hannah 18569 ─le digo mi identificación.
─¡Mentira! ─Su rostro se pone rojo de furia─. Esa Hannah murió
con tan solo 6 años en el orfanato, dime quién eres.
─¡Me llamo Hannah! ─Lloro de impotencia.
Atisbo movimiento a mi derecha y veo que el mismo individuo que
me ha atado se acerca a Salem con una pistola táser. Me remuevo
inquieta al darme cuenta de las intenciones de estos.
─Última oportunidad ─masculla mientras se pasea a mi
alrededor─. Dime quién eres en realidad.
Lloro de dolor en cuanto la primera descarga llega a mi cuerpo.
No sé el tiempo que me tienen preguntando de manera repetida y
constante mi nombre a la vez que van dejando descargas por todo
mi cuerpo. El dolor es tan insoportable que estoy a punto de perder
la consciencia en varias ocasiones si no fuera porque han ido
tirándome cubos de agua cuando notaban que iba a suceder.
─¡Señor! ─El amigo de Salem irrumpe en esta siniestra sala─.
Debe venir inmediatamente, lo reclaman en la habitación del Gran
Líder.
La seriedad con la que se dirige a él no me cuadra, pero en este
momento mi mente necesita descanso y es lo que pienso darle.
─No se os ocurra soltarla ─gruñe a los soldados que nos
rodean─. Os quiero a dos vigilándola de manera permanente hasta
que vuelva, turnaros.
Y así, sin más, abandona la sala de manera apresurada. La
mirada de los dos guardias me aterra y más cuando ambos asienten
después de parecer que se han comunicado entre ellos sin siquiera
hablar.
─Ahora es nuestro turno, putita ─habla el que más miedo da─.
Vamos a darte lo que mereces.
Comienza la verdadera tortura en cuanto dan un tirón de la
cuerda por la que me tienen colgada y dejo de tocar el suelo. La
bofetada que me dan no la veo llegar y hace que vea luces. Me
arrancan la ropa a tirones, uno coge un látigo con el que empieza a
azotarme la espalda mientras el otro me da puñetazos en el
abdomen; ni siquiera tengo fuerzas para patalear o gritar. Me
abandono a la inconsciencia, en este momento no voy a pensar en
qué es lo que quieren escuchar estos seres y a qué viene que me
tengan aquí encerrada como si fuera una asesina.

◆◆◆
 
En un lugar indeterminado de la base, a resguardo de oídos
indiscretos.
─Señora, nos hemos equivocado. ─Un gruñido al otro lado hace
que el gusano dé un respingo.
─Explícate inútil.
─La muchacha no es la hija de los médicos aunque use su
identidad. ─Se le nota nervioso porque espera cualquier tipo de
explosión─. Han empezado a interrogarla y solo dice su nombre a
pesar de que el militar al mando ha descubierto que es una tapadera.
─Está bien. ─Se hace el silencio─. Dejemos que esos idiotas
martiricen a la pobre muchacha y pasemos a la siguiente parte del
plan. Lo que tenemos asegurado es que una de esas chicas es
Azura, solo necesitamos saber cómo activar sus sistema.
─Dígame cómo proceder. ─La sumisión en la voz del esbirro saca
una sonrisa macabra en la cabeza pensante de los erkarianos.
─Vamos a dejar pasar unos días, esclavo. ─El gozo en la voz de
su dueña hace que le den arcadas─. Primero debes acabar con
nuestro enlace con las chicas, pero haced que parezca un accidente.
No conviene que pongan la plataforma en cuarentena.
─Como ordene, ama.
─Llámame cuando esté hecho.
Sin más, vuelve a dejarlo con la palabra en la boca, cosa que lo
enfurece. Antes de salir de su escondite, toma aire y piensa en que
pronto va a poder tomar el relevo, es cuestión de que el Supremo
atienda a sus peticiones de audiencia.
─Te queda poco que mandar, puta. En cuanto tenga lo que
quieres, se lo ofreceré al Supremo a cambio de tu cabeza.
Y así, rezumando odio y rabia por estar sometido, se dirige a
seguir sus labores de vigilancia y encontrar el momento perfecto de
acabar con la siguiente víctima.

Salem
 
Me dirijo raudo a la habitación de mi padre. Ni siquiera me paro a
mirar si está bien la chica con la que he tropezado en el pasillo en el
que tenemos nuestras estancias privadas.
─¿Qué ocurre? ─me dirijo al doctor sin siquiera saludar.
─Tranquilo, muchacho. ─La cocinera de mi padre me toma por el
brazo─. Siéntate para que te expliquemos.
Miro a mi alrededor y veo que solo están ellos dos, no hay nadie
más del personal médico y es algo que me extraña. En cuanto fijo mi
mirada en la cama, mi padre asiente sonriendo; ya puedo respirar
tranquilo. Me acerco para sentarme a su lado, pero acabo
abrazándolo, acto que nos sorprende a ambos porque no somos
nada cariñosos.
─Cuánto me alegro de verte bien ─mi voz suena ronca de
emoción─. No vuelvas a darnos un susto de este tipo.
─Lo intentaré, hijo.
Miro sobre mi hombro y no veo sorpresa en la cara de ambos
testigos de nuestro encuentro. Miro ceñudo a mi padre, pero antes
de que abra la boca me hace un gesto de negación. Mejor espero a
lo que tenga que decirme.
─Ellos son gente de mi total y absoluta confianza, podemos
hablar sin tapujos. ─Dirige una sonrisa hacia ellos que es
correspondida─. Voy a empezar contándote la historia que nos une y
el motivo por el que solo ellos saben lo que me ha pasado.
Me relata los tiempos convulsos del principio, cuando invadieron
la Tierra aprovechando la debilidad de los diferentes dirigentes, el
asalto a las diferentes sedes gubernamentales y cómo en la de la
NASA fue atacado por un traidor infiltrado entre los nuestros. Lo que
me ha llamado la atención es que una pequeña niña lo salvara de
una muerte segura porque, aunque lo creyeran muerto, el resultado
habría sido ese al pasar horas y no tener asistencia. Nuestro
organismo juridiano entra en fase de letargo para reparar los daños
que hayamos recibido, aunque se ralentiza al estar en un cuerpo
similar al de los terrícolas. De ahí que necesitemos ayuda externa en
casos de lesiones severas. A lo largo del relato me fijo en la cara de
las dos personas que están con nosotros y puedo atisbar orgullo
cuando mi padre me habla de la pequeña estrella que lo salvó y le
ayudó a pillar al traidor. Sus rostros mutan a la pena en cuanto llega
a la parte de cuando tuvo que someterlos a juicio público y
condenarlos a muerte ante los nuestros para salvaguardar su
integridad y el dolor que todos tuvieron que soportar al separar a la
pequeña niña de sus padres. Aunque ha habido un gesto que no se
me ha escapado y me hace desconfiar de ellos por mucho que mi
progenitor los defienda, creo que estoy demasiado a la defensiva con
todo el mundo.
─Un momento ─interrumpo─, esa pequeña de la que me hablas
murió al poco de llegar al orfanato.
─No ─niega rotundo mi padre─. Mi salvadora es la preciosa
mujercita que debe estar en este momento descansando en la
habitación que le asigné al final del pasillo.
─Siento mucho llevarte la contraria ─respondo serio─. La
muchacha que habías acogido es una impostora. Todos los informes
revisados sobre la identidad de esa arpía están falsificados, no
sabemos todavía quién es, pero será cuestión de horas que confiese
su identidad y para quién trabaja.
─¿Cómo dice? ─pregunta la cocinera con un chillido agudo.
─Hijo, dime que no has hecho lo que estoy pensando ─ante mi
falta de respuesta, se incorpora con una mueca de dolor─. ¡Utrech!
Me extraña que lo llame a él y no a Gael, que es de quien
siempre va acompañado, pero no me paro a analizar ese hecho al
ver que entra de manera apresurada.
─Dígame, señor.
─¿Dónde está mi invitada? ─Me mira de reojo y asiento para que
le confirme sus sospechas.
─La muchacha está en la sala de torturas del castillete.
Un grito ahogado se escucha en la habitación, me doy la vuelta y
veo que el doctor trata de reanimar a su mujer, la que se haya
inconsciente en sus brazos.
─Sácala de allí inmediatamente ─gruñe la orden─. No quiero
excusas, si el inepto de mi hijo ha dado la orden no voy a tomar
represalias contra ti, pero la quiero de inmediato en su habitación.
─Sí, señor.
Veo que se marcha apresurado a cumplir la orden dada, así que
intento contactar con Zulk para que la descuelguen y se la
entreguen. Tras varios intentos infructuosos, por el intercomunicador
busco a mi amigo Rex para que vaya a ver lo que pasa.
─Ahora me vas a explicar tu comportamiento con la muchacha.
─Mi padre me mira serio─. Y no me valen excusas vagas.
─Tenemos pruebas contra ella. ─Alza una ceja a la espera de que
siga─. Estás inconsciente desde anoche. El guardia que custodiaba
el pasillo desde la puerta de Hannah fue encontrado con una dosis
casi letal de Jopu, y mirando las cámaras descubrimos que la única
que pudo suministrárselo con un zumo fue ella.
─No puede ser ─masculla sorprendido.
─Esta mañana, cuando la dejé en la habitación después de
traerla desde el laboratorio, la encontré a la cabecera de tu cama
susurrándote algo. ─Trago saliva porque viene la parte inexplicable─.
Todavía no he logrado encontrar el pasadizo por el que se haya
podido colar.
─¿Qué pasadizo? ─Me mira extrañado.
─Por el que ha debido acceder desde su habitación hasta la tuya,
es la única manera de que haya aparecido y desaparecido sin pasar
por mi lado en el pasillo o sin que se escuche cerrar la puerta que
comunica las dos estancias.
Mi padre me mira de manera extraña, incluso diría que una
sonrisa intenta abrirse paso. Escucho una pequeña tos que procede
de mi espalda, al volverme veo al médico intentando disimular la risa.
─Hijo, ¿te estás escuchando? ─Es acabar de decir la frase y
ambos estallan en carcajadas hasta que mi padre para debido al
dolor─. Ahora dime algo coherente, esta ala de la mansión carece de
pasadizos.
─Papá, es cierto lo que te digo. ─Abre los ojos al ver la seriedad
que muestro─. Es imposible que pasara de una habitación a otra sin
que la viera.
─¿Has mirado las grabaciones? ─Lo miro ceñudo─. En esta
habitación hay cámaras también, debes entrar a través del circuito
cerrado de nuestro despacho.
No me da tiempo a contestar porque me llama Rex alterado, algo
ha ocurrido en la sala de interrogatorios y reclama mi presencia
inmediata. Solo he entendido algo de que Utrech va a matar a dos de
nuestros chicos.
─Disculpadme ─me dirijo a ambos y a la cocinera, que ya está
volviendo en sí─, enseguida vuelvo, me necesitan en el exterior.
Mi padre asiente, se ha dado cuenta de que algo no va bien, y me
dirijo con rapidez hacia el otro edificio. Tengo que llegar al castillete
antes de que corra la sangre.
No tardo nada en recorrer los quinientos metros que separan la
mansión del barracón de castigo, pero las voces de mi amigo y
Utrech se escuchan altas y claras. La imagen que me recibe es
dantesca. A un lado de la entrada está el cuerpo de uno de los
soldados con el brazo desmembrado, vivo, pero agonizante, y
obstaculizando la entrada está mi amigo.
─¡Qué está pasando aquí! ─rujo más que pregunto, lo que hace
que Utrech pare su intento por sobrepasar a Rex.
─¡Lo que has provocado, maldito cabrón! ─Su respuesta me deja
congelado al recibir un puñetazo del siempre calmado guardia─.
Esos cerdos merecen morir por lo que le han hecho a la muchacha,
no voy a consentir que los enjuicies.
No escucho nada más, empujo a mi amigo para entrar y dirigirme
a la sala donde la dejé bajo la vigilancia de mis hombres. En el
pasillo que lleva a la mazmorra me encuentro a Zulk doblado de
dolor, en cuanto escucha mis pasos levanta la cara y, entre la sangre
y los moratones, puedo atisbar una sonrisa de malicia. Tiemblo
porque si ha hecho lo que me imagino, va a faltar galaxia donde
encontrar sus diminutos restos. Me comunico con Rex para ordenar
que lo saquen del lugar y lo lleve a la zona segura.
─Señor ─balbucea Zulk─, solo nos hemos limitado a cumplir
órdenes.
─¿De qué órdenes hablas? ─lo miro ceñudo.
─Las de la profesora de la traidora que tiene encadenada. Nos
dijo ayer que necesitaba este castigo.
No me paro a pensar en lo que me dice porque llegan varios
hombres y le ponen el collar y el arnés de sujeción que inhibe los
movimientos extraordinarios de los que son de nuestra especie.
Respiro hondo antes de abrir la puerta, aunque nada me habría
preparado para lo que me encuentro dentro de la habitación. La
pequeña muchacha sigue esposada al techo, completamente
desnuda, aunque esta vez no tiene apoyo ninguno, está
balanceándose en el aire. Bajo ella hay un pequeño charco de
sangre, se me saltan las lágrimas cuando me acerco a ella y veo que
no hay una zona de su cuerpo donde no tenga marcas de golpes o
quemaduras, y no son solo de la táser, estos salvajes han usado un
pequeño hierro con el que marcábamos a los esclavos que iban a la
mina. Doy una vuelta a su alrededor y me horrorizo completamente
al ver la espalda de la chiquilla, tiene heridas tan profundas que van
a dejarle marca por mucha nanotecnología que queramos usar.
─¡Utrech! ¡Rex!
Mis hombres no tardan nada en aparecer por la puerta, pero me
sitúo delante de la muchacha, no quiero degradarla más de lo que ya
he hecho.
─Lleva inmediatamente a nuestro médico a la habitación de la
terrícola ─ordeno mirando a Rex─. Y tú evita que sus padres salgan
de la habitación del Gran Líder, luego pensaremos en la manera de
darles la noticia.
─¿Ella está... ? ─Niego de manera vehemente para que no acabe
de formular la pregunta. La sola idea de perderla hace que sienta
dolor, algo que hasta hoy no me había pasado.
En cuanto han salido a llevar a cabo lo encomendado, me
encargo de liberar con cuidado a Hannah de sus ataduras, la
envuelvo en mi camiseta para que nadie pueda distinguir su estado
real y me dirijo con ella en brazos de vuelta a la mansión. En el
trayecto voy controlando que respire, aunque sea de manera débil.
No entiendo que esta pequeña mujer haya podido sobrevivir a lo que
ni siquiera algunos de mis hombres harían.
Al llegar a su habitación ya tengo al doctor que nos atiende en el
interior con todo el material que cree necesitar desplegado en la
mesa auxiliar que siempre lleva a cuestas.
En el momento en el que la deposito sobre el colchón, un
pequeño quejido sale de su boca, lo que hace que una lágrima se
escape y ruede por mi cara. Sorprendido, la toco y observo la
humedad en mi dedo. Esta pequeña ninfa va a ser mi perdición.
─Señor, cuénteme lo que le ha sucedido a la muchacha ─las
palabras del doctor me sacan de mis pensamientos.
─Dos de mis hombres, en vez de vigilarlas como ordené, se han
dedicado a torturarla. ─Me mira asombrado─. Va a necesitar utilizar
nanotecnología para la espalda de la chica y esa técnica que está
probando en humanos.
─No es fiable, señor. ─Me mira asustado─. Si el láser del
removedor de moléculas toca una zona demasiado dañada, puede
ser contraproducente.
─¡¿Cree que puede ser peor que lo que le han hecho esos
salvajes?! ─Soy incapaz de retener la frustración que siento.
─Puede ser peor. ─Me señala la cama y me siento en el borde─.
La piel de los terrícolas es bastante más débil que la nuestra aunque
hayamos adquirido el aspecto de ellos. Debe tener en cuenta que la
técnica del removedor de moléculas lo que hace es eso, cambiar
nuestra apariencia adaptándola al medio, pero la composición inicial
es la misma que tenemos en nuestro planeta.
─Hasta ahí lo entiendo.
─El problema con ellos es que debemos usar el láser y no hemos
encontrado una frecuencia adecuada para no alterar su organismo.
─Señala a la muchacha─. Siempre puedo intentar algo que me ronda
por la cabeza y que estuve comentando con el doctor Johns.
─¿Y eso qué sería? ─Me remuevo impaciente, pero veo la
necesidad de desvelar la identidad de la muchacha.
─Combinar nuestro removedor de moléculas con un láser que
usan en biomedicina avanzada y que está dando muy buenos
resultados.
Me levanto y doy vueltas por la habitación, como sea Hannah va
a tener pocas posibilidades de salir indemne de esta tortura. La miro
y está tan pálida que creo que puede desaparecer en cualquier
momento.
─Está bien, pruebe esa técnica con la muchacha.
─¡Perfecto! ─Da una palmada de alegría─. Aviso al doctor y nos
ponemos inmediatamente a curar a la chica, espero que el resultado
sea satisfactorio.
─Disculpe, doctor T ─me mira ceñudo─, va a tener que hacerlo
usted solo. Disponga del personal que necesite, pero bajo ningún
concepto debe avisar a Johns. Esta terrícola es su hija.
Si abriera más la boca de la sorpresa tendríamos que volvérsela
a encajar, menos mal que solo le dura unos segundos. Al momento
dispone todo el material junto a Hannah, se comunica con algunos
de nuestros científicos para que traigan los pequeños dispositivos
para regenerar las heridas y me ordena salir de la habitación. Con
una última mirada hacia la pequeña terrícola salgo apresurado,
aunque no me dirijo a darle a mi padre la noticia; primero tengo que
darles un escarmiento a mis hombres, no sin antes hacer que
confiesen los motivos.

Hannah
 
Estoy en un bello jardín que huele a margaritas, la flor favorita de
mi madre. Miro lo que me rodea y me encanta la sensación de paz
que me transmite este espacio. Estoy tumbada sobre el corto
césped, me refresca la espalda y parece que estoy en un mullido
colchón. Las pequeñas flores multicolores que me rodean me llaman
la atención, me resulta conocida aunque no lo creo posible. El ruido
de una pequeña cascada no muy lejos hace que mire a la izquierda y
allí, tras unos enormes árboles, los veo. Hay dos personas
abrazadas, la mujer ríe por algo que le dice el hombre al oído. Su
risa me resulta familiar, pero no logro conectarla con mis recuerdos.
─Despierta, pequeña ─esa voz me aleja un poco de este lugar─,
vuelve a nosotros.
Mi cuerpo quiere que me mueva y yo deseo permanecer en esta
paz, hay algo que me dice que debo estar aquí un rato más. Las
figuras de esas personas son un poco más nítidas ya que se están
acercando poco a poco, paseando abrazados, se les nota felices.
─Abejita ─sonrío ante el afecto que destila esa voz─. Ven a
nosotros, mi pequeña joya.
De nuevo esa voz que me resulta familiar. Proviene de ninguna
parte, pero me hace pensar que es de la mujer que se está
acercando, mi instinto me lo marca.
─¡Maldita sea! ¡Haga algo para que despierte! ─Un rayo cruza el
cielo ennegrecido de repente─. Pequeña arpía, ¡despierta y grítame!
Mi respiración cambia en cuanto me veo envuelta en la negrura,
no hay nada a mi alrededor, ya no estoy sobre esa superficie blanda,
noto que la nada me lleva irremediablemente hacia el pozo.
─Parece que reacciona a tu voz ─oigo un murmullo en forma de
eco─. Sigue hablándole.
─¡Hannah! ─Otra vez esa voz que me gusta y me enfada─.
Vamos, abre esos ojazos. La jorita a la que visitas está
marchitándose.
La jorita, la enorme flor que me habla, de eso me sonaban las
pequeñas flores del jardín donde estaba hace un momento. Es
extraño que ahí sean tan pequeñitas, ¿tanto puede crecer ese tipo
de flor? Tendré que estudiar su comportamiento además de las
propiedades, estoy segura de que hay usos que estos seres no
conocen.
Un escalofrío recorre mi cuerpo al venir a mi mente la palabra
seres, una serie de secuencias de mi pequeño cuerpo siendo
torturado por dos locos llegan de repente haciendo que la rabia y la
impotencia se apodere de mi ser. A lo lejos veo una pequeña luz y
sin saber cómo, noto que me muevo en dirección a ella.
─Las constantes están mejorando ─escucho cada vez más
cerca─. Salem, sigue insistiendo.
─Hannah ─su voz se escucha más fuerte, como si estuviera junto
a mí─, pienso ir a bañarme a la pequeña cascada. Si despiertas ya,
dejo que me acompañes.
Que me anuncie con condescendencia que permite que le
acompañe hace que aumente mi ritmo, sigo sin saber cómo, y la luz
me invade. Escucho el pitido de una máquina, el olor a desinfectante
y a algo más inunda mi olfato; ahora los murmullos se han silenciado,
parece que están esperando algo.
Parpadeo, me molesta la luz así que vuelvo la cabeza a un lado y
vuelvo a abrir los ojos poco a poco. En cuanto estos se acostumbran
a la claridad, me doy cuenta que estoy en la preciosa habitación que
el Líder dispuso para mí. Intento moverme y un intenso dolor cruza
mi espalda a la vez que unas manos empujan mis hombros para
evitar que me levante.
─No te muevas todavía. ─Es Salem quien me habla y tiene cara
de cansado─. Debes permanecer quieta unas horas más, por favor.
Me quedo en el sitio, pero no porque me lo pida sino porque
detrás de él está esa pareja, la misma de mi sueño. Me parece una
locura porque no les he visto la cara en el sueño, pero su postura
abrazados es exactamente la misma, con la diferencia de que esta
vez ambos tienen el rostro compungido.
─No vuelvas a tocarme en lo que me reste de vida, cerdo
─mascullo en su dirección.
Asiente y se aleja unos pasos de la cama con las manos en alto.
Sigo observando lo que me rodea y veo una imagen del Líder que
me sonríe.
─¿Qué tal te has despertado, pequeña? ─La imagen se mueve
hasta los pies de mi cama─. Veo que sigues tan guerrera como estos
días atrás, y encima no te cortas en poner a mi hijo en su lugar.
─Padre... ─Lo fulmino con la mirada, pero Salem está mirando a
Junrom.
─¡Ella sabe quién eres desde antes de que tus hombres le
hicieran eso! ─Ha subido el tono de voz para dirigirse a Salem─.
Hannah, en un rato mis doctores personales van a pasar a
comprobar tu evolución, no quiero que te muevas hasta entonces.
¿Entendido?
Asiento aunque no estoy de acuerdo con la orden dada.
─No te preocupes, me quedaré montando guardia para evitar que
incumpla tu orden. ─Junrom asiente hacia su hijo y desaparece─. Es
una imagen holográfica de él.
Miro a Salem, parece que ha leído la pregunta que me he hecho
a mí misma.
─Hasta donde yo sé, no es posible desplazarse por el lugar
─replico.
─Eso era con vuestra tecnología ─se jacta ufano─. Acabas de ver
la nuestra, solo que la más básica ya que en estos momentos no
queremos llamar la atención sobre la mejoría de mi padre.
Lo miro extrañada, al parecer no va a contarme nada más porque
va hacia la salida. Susurra algo a los que dicen que son mis padres,
estos asienten y él abre la puerta.
─ Hannah, te dejo un poco a solas con ellos. ─Señala con su
cabeza en su dirección─. Creo que tenéis bastantes cosas de las
que hablar.
En cuanto sale, el silencio se instaura en la habitación, solo se
escuchan nuestras respiraciones. No tengo idea del tiempo que he
pasado mirando al techo, pero un carraspeo y el movimiento del
colchón hace que pose mi mirada en la preciosa mujer que se ha
sentado a mi lado.
─Me gustaría presentarme si te parece bien ─carraspea y toma
aire─. Me llamo Heidi, soy chef como bien sabes y aunque no me
recuerdes, soy tu madre.
Sus ojos se inundan de lágrimas y el doctor la abraza. Él está
igual de emocionado o más que ella, lo que provoca que tenga que
sorber por la nariz. Estoy demasiado sensible y la imagen de ambos
en ese jardín vuelve a mi mente aunque esta vez me veo de la mano
de ellos, siendo bastante pequeña. Cierro los ojos porque los
recuerdos siguen brotando, un paseo por una pequeña cala donde
recogíamos caracolas; una inmensa habitación donde mi padre me
enseñaba cosas de su trabajo; el olor a galletas de canela de mi
madre cada vez que me abrazaba, solo que hay algo que no acaba
de convencerme de todo esto.
─Abejita, no llores.
Miro al otro lado de la cama y veo a mi padre sentado muy cerca
de mí, no sé en qué momento ha dejado de abrazar a mi madre para
cambiar de lugar, conteniendo las ganas de abrazarme. Ahora que
mi mente no deja de enviarme imágenes de nosotros tres juntos y
felices, me lanzo a sus brazos y lloro desconsolada. Lloro por los
años perdidos, por los recuerdos bloqueados, por el desprecio con el
que los he mirado pensando que todos me estaban engañando.
Hago a un lado la sensación de que todo es un error, ahora mismo
necesito esto.
─Lo siento ─musito─. Perdonadme por lo de estos días.
─No hay nada que perdonarte, abejita. ─Mi padre me abraza más
fuerte y une a mi madre a nosotros, lo que hace que mi cuerpo
reaccione y vuelvo a ignorarlo.
Estamos largo ratos abrazados, hipando, ambos me susurran lo
que me han echado de menos, lo que me han buscado porque
alguien decidió esconderme y no me encontraban, lo guapa y
cambiada que me encuentran después de tantos años.
Un golpe en la puerta nos saca de nuestra burbuja de lloros y
risas. Mi padre promete que hablaremos con calma ya que tenemos
todo el tiempo que queramos, y da paso a la persona que está
esperando.
─Señorita ─saluda un pequeño hombrecillo con gafas y un
enorme bigote mientras se adentra en la habitación─, soy el doctor
Albert y usted debería estar tumbada, dejando reposar la piel
dañada, y no ahí sentada abrazando al personal.
La mirada de desprecio que le dirige a mis padres hace que me
ponga en alerta, desde que llegué a esta base no me ha pasado
nada bueno.
─Disculpe, doctor ─susurro mientras le muestro mi mejor sonrisa
de niña buena─. Estaba agradeciéndoles que me hayan cuidado,
espero que no le moleste.
─Claro que no, señorita. ─Mi pestañeo lo ha dejado dócil─.
Necesito revisarla y confirmar que el tratamiento ha ido como debe.
─Proceda, por favor.
─Ustedes salgan de la habitación ─ordena y mira a mi madre de
arriba abajo con una sonrisa asquerosa en su cara─. La paciente
necesita privacidad.
─No se le olvide, doctor, que soy su superior ─le reprende mi
padre─. Procure ser más educado con quienes le rodean si no quiere
perder su puesto.
La tensión del ambiente no lo corta ni el más potente láser, aún
así mis padres deciden dejarme a solas con el doctorcillo este y no
entiendo a qué venían las miradas entre los dos hombres. Antes de
que llegue a cerrarse, lo oigo mascullar algo parecido a “ya os llegará
la hora”, pero se vuelve sonriente hacia mí.
─Bueno, ya que está sentada en la cama, aprovechemos para
revisar las cicatrices de su espalda. ─Su falsa amabilidad me pone
los pelos de punta.
Después de tantear toda la zona y gruñir un par de “esto es
increíble”, me ordena tumbarme y sigue revisando el resto de mi
anatomía. Parece que se queda satisfecho con lo que ve, va a su
maletín y rebusca durante unos segundos. Me extraña ver que se
dirige de nuevo hacia la cama con una jeringa en la mano. Observo
que la aguja es bastante más larga de lo normal, sin embargo, lo que
hace que un escalofrío cruce mi cuerpo es ver la cara de sádico que
tiene.
─Voy a ponerle la última dosis de antibiótico ─anuncia con su
vocecilla estridente─. La recuperación ha sido asombrosa, no
debemos descuidarnos.
Ni siquiera me da tiempo a contestarle o negarme porque con una
rapidez inusitada me clava la aguja en el abdomen, a la altura del
ovario derecho. El dolor que me produce hace que pierda la
consciencia. Lo último que escucho es una frase extraña por parte
del doctor que no llego a entender.

Salem
 
Las horas que he pasado junto a la pequeña muchacha, velando
por su recuperación y sobre todo protegiéndola de ni siquiera sé
quién, ha hecho que me replantee la idea inicial de mi padre de
tomar una compañera en este planeta.
Mi comportamiento déspota con ella hasta ahora solo ha
obedecido a un instinto natural de supervivencia, o eso quiero
pensar. Desde que la vi la primera vez en el jardín privado, hay algo
en ella que me atrae y no me deja pensar con coherencia. Mucho
menos tengo explicación para los celos irracionales al ver la
protección que tiene mi padre hacia ella, me desquicia a niveles en
que tengo que desfogarme en los entrenamientos cuerpo a cuerpo
con mis hombres.
─Hijo, ¿cómo está la chica? ─mi padre me saca de mis
cavilaciones.
─Ya he avisado al doctor T para que la revise. ─Lo veo fruncir el
ceño─. ¿Pasa algo?
─No estoy seguro, pero ese cirujano justo salió a la Ciudad Gris
en cuanto acabó el regeneramiento celular de la chica. Es imposible
que hayas hablado con él.
─Entonces, ¿quién la va a atender? ─Me dirijo a las pantallas de
la sala de seguridad privada anexa a la habitación de mi padre─.
Veamos quién la revisa.
En cuanto activo las cámaras, lo primero que veo es a un
pequeño hombrecito con una aguja enorme en la mano. Escucho el
jadeo de mi padre, miro hacia su dirección y lo veo pálido.
─Rápido, saca a ese carnicero de la habitación. No entiendo que
el doctor Johns lo haya dejado auscultar a su hija ─masculla cuando
me doy la vuelta.
No espero a que me explique el motivo, ni siquiera dirijo una
mirada a la cámara. Salgo corriendo de la habitación de mi padre y
en cuanto llego a la puerta de la de Hannah, el médico va saliendo
con una sonrisa de satisfacción cruzando su cara.
─¡Retenedlo! ─grito a los hombres que están apostados en el
pasillo y entro en la habitación.
En principio veo a Hannah tumbada, con la respiración relajada,
pero cuando llego a su lado está pálida. Intento despertarla y es
cuando me doy cuenta de que está inconsciente. Una mano llega a
su cuello para tomarle el pulso, su padre ha entrado detrás de mí y ni
siquiera me he dado cuenta. Estoy perdiendo facultades.
─Acércame el maletín, muchacho. ─Me apresuro en cumplir su
pedido─. Veamos lo que le ha hecho ese medicucho a mi hija.
La ausculta mientras controla el pulso. Al llegar a la zona del
abdomen lo escucho gruñir y presto atención a lo que mira: una
pequeña marca, como un puntito enrojecido.
─¿Qué es eso, doctor?
─Nada bueno para ese cabrón si es lo que pienso ─gruñe en
respuesta.
─Podemos preguntarle. ─Me mira extrañado─. Mis hombres
deben tenerlo en el pasillo todavía.
Asiente por respuesta así que me dirijo a la puerta. En efecto,
tengo a uno de mis chicos sujetando del cogote al doctorcillo. Con
solo una mirada, lo acerca hasta la puerta y lo introduce en la
habitación de un empujón, cayendo de rodillas a los pies de la cama.
─Doctor... ─Lo miro desde mi imponente altura.
─Albert ─responde casi susurrando─. Soy el doctor Will Albert.
─Muy bien, doctor Albert ─me paseo a su alrededor─, ahora
mismo me va a contar la revisión que le ha hecho a la chica para que
esté inconsciente.
─Solo me he limitado a comprobar que el proceso de curación de
la espalda vaya al ritmo adecuado ─traga saliva.
─¡Ahora mismo me vas a decir lo que le has inyectado a mi hija!
─El doctor abre los ojos sorprendido ante los gritos de su jefe─. Y no
me mientas.
─Solo he mirado las heridas, me ha sorprendido que esté casi
curada y me he retirado.
Le lanzo el maletín al padre de la chica y este procede a buscar el
objeto que haya podido usar. En el momento en el que saca una
jeringa más grande de lo normal con una aguja enorme, al doctor le
cambia el semblante.
─Eso no lo llevaba yo ahí ─balbucea─. No estoy autorizado para
tener ese tipo de material.
─Pues solo no entran los instrumentos. ─Se acerca con cara
furiosa Johns al doctor─. Dime quién te ha facilitado esta cánula y de
quién es el material que le has inoculado.
─Yo no he hecho nada...
No dice nada más porque de repente comienza a convulsionar
mientras echa una espuma verdosa por la boca. El doctor Johns lo
tumba de lado en el suelo para evitar que se ahogue al mismo
tiempo que grito a mis hombres que vayan a por ayuda, ellos pueden
trasladar al personal de manera más rápida y eficaz que si
esperamos a que ellos lleguen por su propio pie.
─No te mueras, cabrón ─escucho gruñir a Johns─. Tienes que
decirme quién está atacando a mi pequeña.
Para cuando llegan el resto de médicos, no hay nada que puedan
hacer por él. Ha sido una muerte instantánea. Cabeceo hacia mis
hombres y estos entienden mi orden silenciosa, sacan a todo el
personal que ha acudido y se llevan el cuerpo del doctor a la zona de
exploración.
En cuanto el último de mis hombres sale, cierro la puerta y me
acerco a la cama de Hannah. Johns está con el ceño fruncido,
murmurando algo que no llego a entender y lo veo coger su busca.
Manda un mensaje y va hacia la puerta a avisar a su esposa de que
debe entrar y quedarse con la muchacha.
Ahora mismo me siento invisible, como un espectador impaciente
por saber lo que está pasando y que tiene que esperar al siguiente
fotograma. Ni siquiera me acerco a ellas, me quedo a los pies de la
cama de la muchacha, vigilante, alerta a cualquier signo que me diga
que está consciente, pendiente de lo que sucede a nuestro
alrededor.
─¿Quién le tiene tanto odio a mi pequeña? ─la voz de Heidi me
sorprende─. Necesito que averigües quién la desprecia tanto como
para atentar contra su vida.
─Ha sido algo puntual. ─Intento quitarle importancia al asunto─.
De todas maneras investigaremos lo que ha sucedido hoy.
─¿Y la tortura de tus hombres? ─me recrimina─. O esos castigos
que le han impuesto estando en las diferentes escuelas. Sería algo
loable por tu parte que te interesaras un poco por lo que sucede a tu
alrededor. No todo lo que sale por la boca del Gran Líder es cierto,
esconde mucha mierda bajo el felpudo y vosotros no la veis.
─¿Qué quieres decirme con esto? ─Desvía su mirada─. ¡Habla
de una vez!
Nuestra extraña conversación se ve interrumpida por la entrada
del doctor Johns acompañado de uno de sus alumnos y varios
aparatos del laboratorio que traen mis hombres.
En un momento me veo relegado a la entrada de la habitación
observando el despliegue de medios que han desperdigado
alrededor de la cama y como el doctor va dando órdenes de dónde
va cada cosa mientras le explica a su ayudante los pasos a seguir.
─¿Puedo ayudar en algo? ─Ni siquiera sé en qué momento me
he acercado a ellos.
─No, muchacho. ─Suspira─. Esta tecnología es la única capaz de
decirnos lo que se está gestando en el interior de mi hija.
Frunzo el ceño porque no solo se le ve preocupado sino con una
inquietud hasta ahora nunca vista en el Doctor de Hielo, como lo
llaman sus subalternos.
─Veo que no te has dado cuenta de lo que le han inyectado a mi
niña. ─Me enseña la jeringa que encontramos en el maletín─. Esta
es la cánula que usamos para inseminar a las mujeres que
seleccionáis como incubadoras.
Me quedo bloqueado sin saber lo que contestarle al buen doctor y
menos al ver su mirada furibunda.
─Averiguaré quién está detrás de lo que está ocurriendo en la
base.
Salgo de la habitación sin mirar atrás. Ya pensaré en las palabras
de la cocinera aunque antes aviso a Gideon de que la mantenga lo
más vigilada posible.

Salem
 
Llevo dos días en los que apenas descanso, intensas horas de
búsqueda en las cámaras aunque sin saber qué, de ni siquiera pasar
a ver a Hannah, quien ha estado inconsciente hasta hace apenas
unas horas.
Ahora me dirijo a la habitación oculta del dormitorio de mi padre,
hemos quedado en hablar en ese lugar para que no se pueda
interceptar nuestras palabras, y más teniendo en cuenta que en la
base casi todos creen que está en estado de catatonia, algo que
nunca le había pasado a uno de los nuestros.
Al entrar lo veo tumbado en su cama, cosa que me extraña, hasta
que junto al ventanal aprecio un movimiento. Me dirijo hacia allí y veo
que en el balcón privado hay una mujer mirando hacia el horizonte.
Carraspeo para sacarla de su contemplación, cuando se da la vuelta
me quedo sin palabras.
─Hola, hijo. ─Me sonríe a la vez que me tenso─. ¿Esa es la
manera de recibir a tu madre?
─¿Qué haces aquí? ─gruño intentando no sacarla de malas
formas del lugar─. No eres bienvenida en este planeta, y lo sabes.
─No pensé que siguieras guardándome rencor después de tanto
tiempo. ─Se nota el sarcasmo en su voz─. He venido al enterarme
de que tu padre está como un vegetal, necesitaba comprobarlo.
─Aprecio que sigas siendo tan directa y arpía como antaño
─mastico las palabras─. Ahora que has visto que es cierto, lárgate.
Le señalo la salida, pero lo que hace me deja sin saber cómo
reaccionar. Se sienta junto a mi padre y pone cara de compungida.
Justo en ese momento llaman a la puerta y es el ayudante de mi
padre quien entra.
─Señora, qué sorpresa verla aquí. ─La sonrisa que Tirel muestra
en su cara me extraña─. ¿Va a quedarse mucho tiempo? Le puedo
preparar la habitación rosada.
─Eres muy amable. ─¿Suena compungida?─. Preferiría
quedarme cerca de mi amado esposo en la habitación malva, la
contigua a esta.
Me mira intranquilo, se remueve nervioso en el sitio sin saber qué
contestarle a mi madre ya que conoce su carácter explosivo.
─Prepárale la habitación rosada ─ordeno─. Cuando esté lista
manda a alguien a que la saque de aquí y la acompañe.
─Sí, señor.
Se retira casi corriendo y me preparo para las venenosas
palabras de la que dice ser mi madre.
─¿Cómo se te ocurre llevarme la contraria? ─bufa mientras le
cambia la expresión del rostro─. Voy a quedarme en la habitación
contigua, te guste a ti o no.
─Pues va a ser que no. ─Me rio de su desfachatez.
─¡Niñato descarado! ─Se levanta furiosa─. Jamás debí dejar que
vinieras a esta mugrosa base, eres igual que ese cerdo.
Levanta la mano para abofetearme, aunque parece que se lo
piensa un momento porque la baja y se dirige a la cama de mi padre.
Le susurra algo al oído que no llego a escuchar y va hacia la puerta.
La sigo porque sé que tiene intención de ir a la habitación donde está
Hannah, voy a evitar que la vea siquiera.
─Guardia, aparta ─ordena intentando empujar a mi amigo─. Ese
es mi dormitorio.
Él niega con la cabeza y se cruza de brazos. Antes siquiera de
que yo reaccione, ha salido de la habitación la madre de Hannah y la
ha tirado al suelo de una bofetada.
─Esto es culpa tuya, asquerosa ─le escupe a la cara a la vez que
la ha cogido por el pelo para zarandearla─. Como le pase algo, lo
que te hice hace unos años no va a ser nada comparado con lo que
te va a pasar ahora, parásita.
─¡Quitádmela de encima!
Los soldados que han llegado al escuchar el griterío me miran y
hago un gesto de negación con la cabeza, quiero ver hasta dónde
llega la pequeña terrícola.
─¡Salem, quítame a esta cucaracha de encima! ─grita mientras
intenta escapar del agarre de la doctora─. Maldita zorra, parece que
fue poco castigo quitarte a tu hija, debí ordenar tu muerte en vez de
dejar que alimentaras al patán que tienes por jefe.
El sonido del crujir de un hueso hace que mis pies se muevan y
coja a la pequeña humana y la alce mientras esta patalea y blasfema
por no poder seguir apaleando a su víctima. Uno de los guardias
ayuda a mi madre a levantarse y la sujeta para que no ataque a la
chef ahora que la tengo sujeta.
─Te mataré ─amenaza mi madre─. Esto no va a quedar así,
sucia arrastrada.
─Mira quién va a hablar de arrastrarse, la que come nabos para
que atenten contra su marido ─replica desdeñosa la otra,
deshaciéndose de mi agarre─. ¿Quién ha sido el incauto esta vez?
Porque un mindundi no debe ser cuando has llegado al punto de
dejarlo en coma. Debes chuparla muy bien para que se arriesguen a
morir por alta traición.
Una mirada de rabia centellea en la mirada de mi progenitora y
me doy cuenta de que la cocinera ha dado en el clavo. Voy a tener
que ponerle vigilancia todo el tiempo que se quede aquí y mandar a
que alguien revise sus movimientos durante estos meses pasados,
aunque algo me dice que no voy a encontrar nada.
─Llévatela al ala de invitados ─ordeno a mi guardia─. No te
muevas de la puerta ni permitas que abandone la habitación que le
he designado hasta que yo vaya.
Asiente ante el mandato y, sin soltar a mi madre, la arrastra por el
pasillo mientras ella va vociferando que su lugar es ese entre las
múltiples lindezas que le dedica a la cocinera. Dirijo mi mirada a la
pequeña humana y detecto en ella orgullo y no es para menos, no
sabía que una simple terrícola pudiera tumbar a una juridiana de una
sola bofetada por muy de sorpresa que la pille.
─¿Cómo sigue Hannah? ─ pregunto.
Me mira con el ceño fruncido y cuando creo que no va a decirme
nada, se dirige a la puerta y la abre, me hace una señal para que la
siga y ambos nos adentramos en la estancia.
─Sigue igual ─susurra─. Al menos parece que no sufre, los
calmantes le van haciendo efecto.
Llego a la cabecera de la cama y su imagen me impacta: su
semblante relajado, esa tez más blanca que la nieve a juego con su
cabello bicolor, esa carita de niña que tanto me atrae y no quiero
reconocer. Miro a su madre, que se ha colocado a su lado, frente a
mí, y le pido permiso para poder acercarme más a ella. Asiente con
una preciosa sonrisa en su cara que además le llega a los ojos, cosa
que me alegra porque no quiero que esta complicidad se esfume por
culpa de la arpía de mi madre.
─Quédate un rato con ella si te apetece ─me ofrece con cariño─.
Así aprovecho para pasar por las cocinas a ver cómo está todo y
tomar un poco el aire. ¿Te importa?
─Claro que no, ve un rato.
Me siento junto a Hannah y sigo observándola, su respiración
pausada me transmite calma y es algo que ahora necesito con
urgencia.
─No tardo entonces. ─Vuelvo la cabeza un momento y la veo
observarnos a ambos con una emoción en su mirada que no logro
identificar─. Traeré algo rico para que te alimentes y le des al viejo
gruñón también.
─Ve el tiempo que necesites, con la arpía en la base mi padre no
va a poder levantarse tanto ─comento.
─Cuídala, por favor.
Asiento ante su petición y se va después de dejar un beso en la
frente de Hannah. En cuanto se cierra la puerta, me siento junto a
ella y cojo su mano entre las mías. Echo de menos su tacto, su
compañía, pero sobre todo lo que añoro de ella son nuestras charlas.
He pasado muy poco tiempo con esta muchacha porque me atrae de
maneras que una terrícola no debería hacerlo, solo que es tanta la
fascinación que siento por ella, que sin que se dé cuenta casi
siempre tengo un ojo sobre su persona.
Acaricio un mechón de su pelo y una idea retorcida me viene a la
cabeza. Por intentar que vuelva en sí voy a llevarla a la práctica. Me
inclino hacia ella y le susurro todo lo que sé que le llama la atención,
quiero ver de nuevo esos dos luceros diferentes que tiene por ojos.

Hannah
 
Despierto en medio del jardín, justo debajo de mi flor favorita.
Intento hacer memoria para saber cuánto tiempo llevo aquí, al final
va a tener razón la señorita Ramírez en decir que soy demasiado
despistada para mi bien, solo que no recuerdo cómo he llegado aquí
ni cuándo. Desecho ese pensamiento y me centro en observar lo que
me rodea, hay algo que no está bien y no logro encontrar lo que es.
─Tranquila, muchacha, no te alteres. Aquí estás segura por
ahora.
La pausada voz que siempre escuchaba a lo lejos, parece estar
junto a mí. Me incorporo y apoyo mi espalda sobre el tronco de la
jorita, e inmediatamente la calma que esta me pide la obtengo a
través de ella.
─¿Cómo es que te escucho tan cerca?
─Princesa, estoy en tu sueño, ese es el motivo.
Me resultan extrañas sus palabras por lo que sigo observando mi
alrededor. Es cierto que la calma que se respira no es la que
normalmente hay en el jardín, no se escucha el trinar de los pájaros
o las voces de los soldados entrenando al otro lado. Hago un barrido
visual de la zona y me pongo de pie de un salto. Todo lo que se
puede ver en el lugar es la nada, todo es blanco, lo único de color es
justo la porción donde estamos la flor y yo.
─Ten calma, Princesa. ─Las vibraciones que emite la planta me
relaja como ha hecho desde que llegué─. Necesito que me escuches
y hagas lo que te pida sin dudar.
Asiento y vuelvo a mi posición de antes, apoyada contra el tronco
aunque esta vez me pongo de lado, algo en mi interior hace que sea
mi mejilla la que tome contacto con el tronco.
─Los enemigos ya están aquí y te buscan ─susurra esa voz─.
Todavía no saben que eres tú la portadora de la Joya que están
buscando, así que juegas con ventaja.
─No entiendo lo que dices ─gimo desesperada─. Odio cuando
me hablan con claves.
─No tenemos mucho tiempo, pero sabes dónde encontrarme
para que te vaya contando lo que debes saber en cada momento.
─Me parece bien, solo que no entiendo qué es lo que he hecho
para que vengan a por mí.
Parece que le ha hecho gracia mi comentario porque noto que la
planta vibra toda entera. Miro hacia arriba y las chispitas doradas con
las que me envolvió el primer día vuelven a hacerlo aunque esta vez
a mi cabeza vienen imágenes que no logro retener. En ellas veo
vestida de manera elegante, con grandes joyas y una tiara a alguien
muy parecida a mí. Me esfuerzo un poco y una nueva escena, esta
vez en el salón de baile del edificio principal, hace que me
estremezca.
─Hasta ahora es lo que debes saber.
La voz de jorita hace que vuelva al aquí y ahora. Estoy jadeante y
noto humedad en mis mejillas, estoy llorando.
─Debes irte, Princesa ─susurra lejana─. Te reclaman, ve con él,
te protegerá.
─¡No! ─grito mientras me pongo de pie─. ¡Dime qué es lo que he
visto! ¡Qué narices significa y quién es ella!
─Ya te lo contaré, ahora ve, Princesa. Eres nuestra última
esperanza.
Un insoportable dolor en el abdomen corta lo que iba a replicar.
Es entonces cuando recuerdo lo del hombrecillo con el rostro
desfigurado por una mueca de maldad, el pinchazo con esa larga
aguja, la quemazón al meter lo que sea que llevara preparado en la
jeringa, el parecer que me había desmayado y en realidad ser
consciente de la angustia de los que estaban a mi alrededor, la
entrada en tropel de varias personas y luego oscuridad.
Un susurro ronco me llama, me pide que vuelva para contarme
todo lo referente a su planeta y quiero responder, solo que los ojos
me pesan y la boca no responde a mis órdenes.
─Hannah, vuelve. ─Esa voz de nuevo─. No querrás perderte la
cena de esta noche, tenemos invitada nueva, aunque no voy a dejar
que se acerque a ti. Tengo tantas cosas que contarte.
Salem me está susurrando tan cerca que noto su aliento en mi
oído, acto que me da fuerzas para volver a intentarlo.
─Eso es, mi guerrera, despierta.
Sigo mandando órdenes a mi cuerpo y por un momento noto que
he abierto un poco los ojos y la claridad me ha cegado. Vuelvo a
parpadear y esta vez no hay tanta luz, parece que han oscurecido la
habitación.
─¿Mejor, pequeña? ─Escucho la voz del Líder y sonrío, me gusta
ese hombre aunque no lo demuestre─. Abre esos preciosos luceros,
necesito ver que estás bien antes de que llegue alguien.
Esta vez logro abrirlos del todo y junto a mí está Salem. Lleva
barba de varios días, ojeroso y la mirada le brilla de alegría y alivio.
Sigo observando la habitación y a los pies de la cama tengo el
holograma del Líder, el cual me sonríe de oreja a oreja.
─Ya era hora, muchacha ─dice─. No sabes la de sustos que nos
has dado estos días.
─Padre, no es momento de regañarla ─protesta Salem─.
Hannah, ¿cómo te sientes? ¿Necesitas que llamemos a tu padre
para que te revise?
Es mencionar a mis padres y sentimientos encontrados me
inundan. Por un lado quiero seguir conociéndolos, tenerlos a mi lado,
pero hay algo de la visión que he tenido que me frena y me dice que
vaya con cautela.
─Tengo que irme, luego me paso a verte.
La imagen del Líder desaparece a la vez que unos toques en la
puerta anuncian que hay alguien pidiendo paso. Salem va hacia ella,
habla en voz baja con quien hay al otro lado y cierra sin siquiera
dejar que me vean.
─¿Estás bien, Hannah? ─vuelve a preguntar─. Ahora traerán una
bandeja de comida, creo que te va a venir bien tomar algo para
calmar el león que vive dentro de ti.
Una preciosa sonrisa cruza su cara a la vez que escondo mi cara
debajo de las sábanas al darme cuenta de que es cierto que mis
tripas rugen.
─¿Cuánto tiempo llevo aquí? ─pregunto después de carraspear.
─Ahora no es momento de preguntas, solo de que te repongas.
─Veo que desvía la mirada─. Si quieres puedo contarte cosas de mi
gente, de la cultura de mi planeta.
Durante un momento dudo ya que ha sabido despertar mi
curiosidad, solo que tengo la certeza de que hay algo no quiere
decirme y es lo que de verdad quiero saber. Para fiarme de él como
me ha aconsejado la jorita, necesito que empiece siendo claro
conmigo.
─Quiero saber lo que me ha pasado y el tiempo que llevo aquí.
La firmeza de mi voz hace que un brillo de duda se instale en su
mirada, momento que aprovecho para fingir un puchero. Siempre me
ha dado resultado con la bruja de nuestra profesora, así que seguro
que lo ablando a él con más facilidad.
─Está bien, Hannah ─claudica─. En cuanto comas te cuento todo
lo que quieras.
Antes de que vaya a protestar, se dirige de nuevo a la puerta
cuando justo vuelven a golpear. Tengo que averiguar si tienen
poderes psíquicos o el oído muy desarrollado porque varias veces he
observado ese comportamiento tanto en él como en su padre.
Entra una joven que enrojece al pasar junto a Salem y lo mira de
reojo con ojitos de enamorada, gesto que hace que un calor extraño
me suba desde el estómago y sienta molestia a la presencia de la
pobre muchacha.
─Aquí tiene lo que pidió, mi señor ─anuncia bajito mientras
pestañea más de lo recomendable─. ¿Necesita algo más?
Salem dirige su mirada hacia mí y niego con la cabeza. Lo que
quiero es que se largue de inmediato, me incomoda su presencia y
me disgusta su olor. «Un momento, ¿cómo que su olor si está a dos
metros de la cama?». Dejo de prestar atención a mis pensamientos
cuando veo la cantidad de comida que carga Salem en la bandeja y
resulta que es toda mi preferida: lasaña con extra de queso,
ensalada caprese y de postre flan de chocolate casero. Mi estómago
ruge tan fuerte que me sonrojo de vergüenza.
─Siéntate a comer antes de que tu estómago decida salir y
hacerlo por su cuenta. ─El tono jocoso de Salem hace que sonría y
obedezca de inmediato─. Creo que esto no es muy sano teniendo en
cuenta los días que llevas sin probar bocado, pero si tu madre lo ha
enviado es porque tu padre le ha dado permiso.
Suelto el tenedor porque de nuevo esa sensación contradictoria
se ha manifestado en mi cuerpo. Tomo aire para tomar valor y
preguntar algo de todo lo que quiero saber, iré con cuidado hasta
saber si puedo confiar en él y contarle esa visión que me ha
mostrado la planta.
─Salem, ¿puedo preguntarte algo un poco personal?
─Claro que sí ─afirma─. Bueno, no demasiado personal porque
tu padre es de los que saben manejar un bisturí.
Su intento de bromear me hace fruncir el entrecejo y recobra de
nuevo la seriedad. Me hace un gesto con la cabeza para que hable y
veo que coge el tenedor que he dejado en el plato.
─¿Cuánto tiempo llevan mis padres con vosotros? ─suelto de
sopetón.
─No sabría decirte, la verdad ─contesta mientras me ofrece el
tenedor con comida─. Yo puedo asegurarte que cuando llegué a la
base ya estaban aquí, de eso hará unos diez años o así. Puedo
acceder a las fichas de todos nuestros terrícolas en cada uno de los
asentamientos y averiguar lo que quieras.
─Es que me parece todo tan extraño...
─Entiendo ese recelo que sientes ante todo lo que está pasando
─me dice comprensivo─. Yo en tu lugar no estaría tan tranquilo como
aparentas estar. Me parece normal que quieras saber, así que
podemos saltarnos todas las normas y enseñarte lo que necesitas
ver.
─¿Y por qué harías eso? ─Me mira extrañado─. Saltarte las
normas por una simple invitada que siempre ha sido la invisible para
todo el mundo menos en el horario oficial de las burlas.
Agacha la cabeza y traga saliva, lo que me demuestra que sabe
de mí bastante más de lo que aparenta. Pues me toca ponerlo en un
aprieto.
─Muy bien, quiero que me enseñes ese informe que tienes sobre
mí. ─Niega con la cabeza ante mi petición─. ¿No has dicho que lo
que necesite ver? Pues eso es lo que quiero ahora mismo,
determinar hasta qué punto nos tenéis vigilados y qué tan bien te
esconden datos.
─No creo que...
─¿Lo vas a hacer o no?
Nos miramos con fijeza hasta que es él quien se rinde y baja la
mirada. Me doy palmaditas en la espalda mentalmente, esta nueva
faceta desafiante me gusta y pienso sacarle provecho. Jamás me
había sentido tan bien como hasta ahora, veremos hasta dónde me
lleva mi nuevo carácter.
─Acaba de comer mientras voy a por lo que necesito. ─Se
levanta y va hacia la puerta─. Te voy a ayudar en eso y lo que me
pidas, te lo debo.
Antes siquiera de que pueda preguntarle a qué se refiere con lo
que ha murmurado, ha salido y cerrado tan rápido que hasta ha
temblado la bandeja de la comida. Me acomodo un poco mejor en la
cama y me dispongo a comer, aunque lo que de verdad me gustaría
hacer es seguirlo y descubrir todos y cada uno de los secretos que
nos rodean. Desde que llegué a este lugar no dejan de pasarme
cosas extrañas, ilógicas, y lo del ataque me parece que ha sido algo
poco organizado y que lo peor está por llegar.

Salem
 
Salgo disparado de la habitación porque estoy furioso conmigo
mismo. He estado a punto de abalanzarme sobre ella cuando ha
sacado un poco de ese genio que parece tener muy escondido.
Nunca me había pasado que una mujer me haya provocado tantos
sentimientos en solo un instante. Tendré que hablar con mi padre
porque no pienso dejarla escapar, ya tengo su tan ansiada Elegida.
Me dirijo a pasos largos hacia mi despacho en el barracón de
seguridad sin pararme siquiera a saludar a mis hombres. Ahora
mismo mi prioridad es convencer a esa pequeña criatura que su
lugar en el universo está a mi lado, protegida de mis enemigos, a los
cuales iré castigando según vaya conociendo su identidad.
Al llegar al edificio anexo noto algo extraño. El silencio reinante
en el lugar no es normal por lo que entro en estado de alerta. En los
pasillos no se escucha absolutamente nada, no percibo presencia de
alguno de mis hombres y ni siquiera están los diferentes guardias en
sus puestos. Me concentro e intento contactar con mi amigo, lo cual
no puedo hacer porque hay algo en la zona que hace de barrera.
Cuando estoy pasando por la sala de seguridad de camino a mi
despacho, noto una vibración extraña que hace que me detenga y
me gire. Lo único que me da tiempo antes de que todo se vuelva
negro es a soltar un grito intentando alertar a los soldados que
puedan estar por los alrededores.

◆◆◆
 
Abro los ojos y de inmediato reconozco el lugar donde me tienen
atado: la bodega del edificio principal.
─Ya era hora de que te despertaras.
La voz de mi madre hace que me tense en la silla donde me han
puesto. Han sido listos porque han utilizado las cadenas especiales
que tenemos para los de nuestra especie, quien la haya ayudado
tiene los días contados en la base.
─¿Te ha comido la lengua el gato, mocoso? ─Se ha puesto frente
a mí y una sonrisa burlona le cruza la cara─. Bueno, voy a decirte lo
que no me has dejado antes y vas a tener que escucharme hasta el
final.
No hago ningún gesto, la dejaré hablar mientras me comunico
con mi padre ya que aquí no noto que esté la comunicación trabada.
─Voy a contarte una preciosa historia ─comienza a hablar─.
Érase una vez, una bella jovencita que quería llegar muy lejos en su
carrera como doctora. Tenía unos padres amorosos y consentidores
que la empujaron a hacer sus sueños realidad, o eso es lo que quiso
creer la pobre tonta.
»Un día, cuando estaba en plena clase, apareció un fornido
guerrero interrumpiendo al profesor. Buscaba a una alumna porque
la requerían de manera urgente en la base general del planeta. Ese
fue el principio del fin de la inocencia de la muchachita.
Hace una pausa dramática en la que finge limpiarse una
inexistente lágrima mientras hace un ruido extraño con la nariz. Ese
gesto no es propio de mi madre, no puede ser.
─La pobre incauta pensó que algo horrible les había ocurrido a
sus padres ya que nadie contestaba a sus preguntas. ─Me mira con
odio reflejado en sus pupilas─. La montaron en una aeronave y la
llevaron hasta el centro de mando, donde ya le tenían una misión
encomendada sin ella saberlo. Su llegada no pasó desapercibida
para nadie, algo de lo que se dio cuenta de inmediato. La llevaron a
través de varios pasillos oscuros, malolientes, fríos... hasta llegar a
una gran zona de castigo. Ahí fue cuando esa chiquilla inocente dejó
de serlo.
»En el momento en el que vio que tenían a su adorado padre
atado colgando del techo, lleno de fluido viscoso, y a su delicada
madre a los pies del hombre yaciendo inerte, algo en su mente hizo
que cambiara volviéndola un ser frío y cruel.
Me mantengo en silencio porque es la primera vez que veo a mi
progenitora expresarse con furia y dolor. No sabía que estuviera tan
rota por dentro, pero no voy a justificar todo lo que ha estado
haciendo en su larga existencia.
─Por intentar que mi padre salvara la vida, me vendí ─sigue con
amargura─. Mi misión era engendrar al futuro dueño del universo,
solo que tendría que educarlo según las directrices que me
marcaran. Pensé, ilusa de mí, que iba a ser tarea fácil porque el
mandatario de nuestro planeta era bastante atractivo. Lo que no me
dijeron en ningún momento es que tendría que casarme con el
repugnante jefe del planeta rival.
La miro con asombro mientras ella acerca una silla que estaba
apoyada en uno de los botelleros. Suspira en cuanto se sienta frente
a mí.
─Nada más acepté llevar a cabo el plan de infiltración, acabaron
con la vida de mi padre ante mis ojos. ─Una lágrima furtiva corre por
su mejilla─. Se justificaron diciendo que eso me iba a servir para
saber que con ellos no se jugaba.
»Todo sucedió demasiado rápido: cambiaron mi identidad, me
introdujeron un nano chip para tenerme localizada e ir enviando las
órdenes y de inmediato me subieron en el transporte interestelar
para enviarme al otro planeta. La verdad es que, a día de hoy,
todavía no sé cómo es que pude llegar sin ser interceptada. Mi
misión comenzó en cuanto crucé la atmósfera de Juridium, ya estaba
todo preparado.
─¿Eres... ?
─Fue pisar el terreno baldío en el que estaba planeado que
aterrizara y tenía varios guardias y una mujer esperándome ─sigue,
cortando mi pregunta─. De inmediato me llevaron hasta la base
mugrienta donde tu abuelo ejercía las labores de jefe supremo, Gran
Líder lo llamaban ellos, me prepararon como la muchacha virginal
que era y me llevaron ante su presencia. Todo lo que pasó en aquella
habitación es algo que he tratado de olvidar.
Se hace el silencio, ella con la mirada perdida en algún punto
detrás de mí, yo intentando asimilar todo lo que me ha contado y
echando cuentas para averiguar si mi padre lo es o ha tapado los
pecados de mi abuelo.
─Tienes que ayudarme ─me ordena de repente─. Mi vida peligra
y solo tú tienes el poder para hacer que me devuelvan la libertad que
me quitaron por culpa de unos padres ignorantes y una hermana
inocente con la que consiguieron su propósito. No quiero
perjudicarte, aunque lo haré si es necesario: tu padre debe morir de
una maldita vez.
Niego de manera repetida con la cabeza mientras trato de buscar
la respuesta de mi progenitor a lo que le he pedido varias veces
seguidas. Una bofetada hace que pierda la concentración y vea la
furia que recorre el cuerpo de mi ¿madre?
─No hay nadie en toda esta puñetera isla que vaya a venir, andan
muy ocupados intentando salvar las plantas de vuestro planeta ─se
jacta con una sonrisa burlona.
─No pienso formar parte de tus divagaciones de loca despechada
─mascullo─. Debo lealtad a mi Líder y no voy a volverme en su
contra por muy madre mía que digas ser. Conozco tus secretos de
alcoba, tía.
─Al menos has salido con la inteligencia de tu madre, no está
todo perdido.
─De esta no vas a escapar ─amenazo intentando retenerla ya
que mis chicos están llegando.
Un grito agudo de ira sale de su malvada boca a la vez que un
estruendo en la planta de arriba se oye. Pasos acelerados por la
escalera hacen que una sonrisa de orgullo cruce mi cara porque ha
pensado que iba a engañarme, el que sea la gemela de mi madre no
significa que a mis ojos sean iguales. Lo que no entiendo es que no
me haya dado cuenta desde que la vi en la habitación, Hannah me
tiene demasiado distraído.
─¡Apresadla! ─El grito de Utrech hace que me dé cuenta de que
ha huido por la puerta oculta─. Rápido, a la sala de seguridad.
Mientras ordena a los hombres los diferentes lugares a los que
dirigirse, giro un poco mi muñeca para poder poner el brazo en la
posición que necesito para manejar los diferentes sistemas de
seguridad y vigilancia de todo el lugar. En el momento en el que
puedo conectar con el sistema central, me doy cuenta de que han
hackeado todo el programa y han puesto los vídeos en bucle. Este
asalto está preparado desde dentro, tengo que averiguar quiénes
están detrás de todos los ataques ya que tengo la sensación de que
esto es solo el principio y algo más grande es lo que tienen
planeado.
─Señor, su madre ha escapado ─me informa Utrech mientras
suelta las cadenas que me retienen─. Uno de los muchachos ha
podido ver que se ha montado en uno de los transportes destinados
a las chicas para el traslado a la base donde deberían estar ya.
Miro con detenimiento al hombre de confianza de mi padre
porque me ha parecido que en su tono de voz hay bastante
resentimiento, algo que nunca antes había notado en él.
─ Encárgate de volar por los aires el vehículo antes de que tome
tierra ─ordeno en cuanto me ha liberado─. Manda a los hombres
reunirse. Tenemos que averiguar dónde estaban todos ya que han
abandonado sus puestos.
─Señor, a eso tengo que decirle...
─Luego hablaremos los dos de la estrategia a seguir ─susurro ya
que he notado que alguien se está acercando y ese olor tan intenso
a vainilla que me llega no lo conocía de la base─. Protege a mi
padre, su vida corre peligro ya que, según los planes que tiene esa
loca en mente, él debería estar muerto.
Utrech va a preguntarme algo cuando vemos aparecer a la
pequeña humana a pasos largos, con mirada furibunda, sus extraños
ojos brillando de rabia contenida.
Mi soldado masculla una disculpa y sale casi corriendo por la
puerta. Me hace gracia ver el respeto que le tiene a una simple
muchacha ya que podemos aplastar a cualquier terrícola sin apenas
esforzarnos.
─¡Tú, maldito estúpido! ─El grito de Hannah corta mi
pensamiento─. Ahora mismo vas a ir a arreglar el destrozo que están
ocasionando tus hombres si no quieres que mi padre los abra uno a
uno con su bisturí.
Una carcajada me asalta ante la amenaza de esta pequeña
mujer, pero al ver que se cruza de brazos y golpea el pie con el suelo
a la vez que un brillo extraño la rodea, me pongo serio y con una
mano señalo hacia la puerta. Mejor ver lo que ha pasado antes de
que mi padre se ponga de lado de su protegida y nos ponga a limpiar
baños con un cepillo de dientes como hacían los terrícolas décadas
atrás.

Hannah
 
Mientras estoy degustando las delicias que me han traído, la
inquietud dentro de mí sigue aumentando hasta el nivel en el que
escucho cosas extrañas. Cierro los ojos y me concentro en el
murmullo que no para de zumbar en mi cabeza hasta que la voz
clara de Salem me llega como si estuviera susurrando en mi oído:
«Padre, manda ayuda a la bodega. Me tienen retenido».
Después de escuchar varias veces el mismo mensaje, tomo la
determinación de entrar en la habitación de Junrom por la puerta que
conecta con mi habitación hasta que escucho pasos fuera. Cambio
de idea y me dirijo a la entrada y allí me encuentro a Utrech
paseando nervioso y mesándose el pelo.
─Utrech, ¿puedes ayudarme?
A pesar de que mi voz todavía es apenas un susurro ronco, este
asiente y señala el interior con la mano. Nada más cerrar la puerta, le
cuento lo que me ha parecido escuchar y una carcajada por su parte
hace que la rabia me inunde y haga algo que nunca pensé, le grito.
─¡Ve ahora mismo! ─Al ver su cara de sorpresa musito un por
favor con la cabeza gacha.
─Enseguida, señorita ─responde cortés─. ¿Necesita algo más?
─No... Sí... ─titubeo porque no sé cómo se puede tomar mi
petición─. Ten cuidado y llévate varios guardias, parecía urgente la
llamada de vuestro jefe.
Levanto la mirada y el atisbo de una sonrisa junto a un brillo
extraño en sus ojos hace que una nueva imagen cruce mi mente
aunque no soy capaz de retenerla. Se despide saliendo con prisa, al
parecer se va a fiar de mi palabra.
Vuelvo a la cama porque siento mis piernas flaquear y no he
posado la cabeza en la almohada cuando un nuevo murmullo me
acompaña: «Princesa, ayúdanos, nos están destruyendo». Gimo
porque desde que he despertado escucho todo lo que se habla en el
edificio y empieza a dolerme la cabeza. «Princesa, date prisa, están
llegando hacia las que son de mi especie». Me levanto de nuevo y
voy hacia la ventana, al menos desde aquí tengo la vista al jardín
donde está la jorita.
─Pero..., ¿qué narices está pasando?
Enseguida noto que la indignación ante lo que acabo de ver hace
que mi cuerpo vuelva a tener energía y decido ir al jardín a frenar la
atrocidad que están cometiendo los compañeros de Salem.
Cuando ya estoy en la planta principal, una nueva petición de la
jorita hace que lleve mis pasos a la bodega, si ella me dice que es mi
Guardián el único capaz de frenar a sus hombres, se va a tener que
hacer cargo de la situación y rápido. Me apresuro y en pocos minutos
estoy en la puerta del sótano. En el momento en el que voy a
descender por las escaleras vuelvo a notar el olor desagradable que
dejó la muchacha que llevó la comida a la habitación, solo que al
mirar a mi alrededor no veo a nadie aunque no pienso en ello ahora
mismo. Tengo que llegar cuanto antes hasta donde está el único que
puede proteger la flora de su planeta.
En cuanto entro en el lugar, Utrech abandona la sala con rapidez,
acto que hace que Salem arrugue el entrecejo. Me siento ignorada y
eso hace que mi enfado aumente de manera exponencial, no sabía
que era capaz de tener tantas ganas de golpear a nadie sin que me
hayan causado daño alguno.
─¡Tú, maldito estúpido! ─Observo que se sobresalta ante mi
grito─. Ahora mismo vas a ir a arreglar el destrozo que están
ocasionando tus hombres si no quieres que mi padre los abra uno a
uno con su bisturí.
Una repentina carcajada hace que hierva de furia, y además de
manera literal porque noto calor recorrer todo mi cuerpo. Antes de
dar un paso hacia él, se queda serio de repente mirándome con
interés y señala la salida. Me doy la vuelta y salgo corriendo porque
la jorita sigue pidiendo ayuda de manera más angustiosa, están
destrozando ya a sus compañeras.
─¡Rápido!
Subimos los escalones y esquivo a los hombres que están en la
planta principal. Ahora mismo mi prioridad es llegar hasta ese ser
indefenso que se ha convertido en algo así como una amiga. No sé
en qué momento Salem me coge en volandas y en pocos segundos
cruzamos toda la base hasta llegar al jardín privado.
─No te sueltes todavía ─susurra en mi oído─. Es normal que
estés mareada.
─Estoy bien. ─Miro a mi alrededor y me horrorizo con lo que
veo─. ¡Ordénales que paren!
Me suelta, y con una palabra que no entiendo hace que los
hombres se queden inmóviles en el lugar. Yo aprovecho para
escabullirme hasta mi jorita, me angustia el no escucharla. Llego y
me abrazo a ella susurrando disculpas por no haber corrido más. Es
la menos dañada ya que solo tiene un corte en un lado, pero las de
su alrededor están casi todas destruidas y el baobab que le da cobijo
está ardiendo. Lloro desconsolada.
─Hannah, tienes que dejar que nos acerquemos. ─La voz de
Salem hace que mire hacia donde lo dejé─. Por favor, ven conmigo.
Frunzo el ceño porque me tiende la mano desde donde está y no
se acerca. Le susurro nuevas palabras a mi flor y me separo de ella.
En cuanto dejo de abrazarla escucho un suspiro general y al
observar mi alrededor veo que los hombres tienen sus ojos puestos
en mí con asombro. Sigo con mi recorrido y veo que ya no hay
árboles ardiendo y el resto de joritas están en el lugar de antes: el
jardín se ha regenerado.
─Vamos, Hannah, tienes que descansar.
─Dale las gracias a tus hombres ─susurro y me mira extrañado─.
Han sido muy rápidos arreglando el jardín, tienes que contarme
cómo lo hacéis.
─Claro que sí, pero primero tenemos que ir a ver a mi padre
─musita─. ¿Te parece bien?
─Espero que no le hayas contado una versión edulcorada de lo
que han hecho estos... gamberros ─le advierto─. Eso de que le
hables con la mente no me gusta, menos mal que ya no estoy en
desventaja.
─Cuando te parezca bien, nos vamos. ─Sigue con la mano
tendida hacia mí─. Seguro que nos debe estar esperando porque
Utrech ha ido a informarlo.
─Me cae bien ese guardia ─musito a la vez que sonrío al venirme
más nítida la imagen que me martillea el cerebro.
─Es de los mejores ─masculla Salem─. Vamos ya, preciosa,
tienes que descansar.
Asiento y sonrío ante la imagen de Junrom. Seguro que va a
echarles la bronca a todos por lo que han hecho aunque lo hayan
arreglado después. En el momento en el que mi mano hace contacto
con la de Salem todo a mi alrededor se torna negro.

Salem
 
Nada más que la muchacha toca mi mano, hago que caiga en un
profundo sueño ya que tengo a mis hombres realmente
impresionados. Necesito protegerla y averiguar qué es lo que está
pasando en este maldito lugar.
Apresuro mis pasos hacia el edificio principal e ignoro el intento
lamentable de la rubia compañera de Hannah de llamar mi atención,
viene hacia mí lloriqueando y balbuceando palabras que no llego a
entender. Ordeno a mi amigo que la atienda y me desvío hacia una
puerta que me lleva al pasillo que da directamente a la zona privada.
En cuanto estoy ante la habitación de la muchacha, es Utrech
quien viene hacia mí con mala cara.
─¿Qué le has hecho a la terrícola? ─pregunta mientras la señala
con su manaza─. Tu padre se va a enfadar mucho como se entere
que le aplicas técnicas de nuestro planeta para dejarla inconsciente.
─Ha sido por su seguridad, ahora te cuento.
Entro en la habitación de Hannah y me encuentro a mi padre
paseando nervioso por el lugar. En cuanto Utrech cierra la puerta a
mi espalda, mi progenitor me arrebata a la muchacha de los brazos
gruñendo que soy un bruto y que esa pequeña florecilla no merece el
trato que lleva recibiendo toda la vida. La posa con cuidado sobre la
cama y le asegura que él la va a cuidar y que nada más le va a
suceder mientras viva.
─Utrech, reúne a los hombres en el centro de mando ─ordena
mientras tapa a la chica con mimo─. Luego vuelve y quédate con
ella, no dejes entrar a nadie hasta que no vuelva.
─Enseguida, señor.
Se despide con un cabeceo y sale deprisa a llevar a cabo el
mandato. Voy a acercarme a la cama de Hannah cuando noto que mi
padre ha activado su escudo personal, es la primera vez que lo hace
y me sorprende.
─Ve con los demás, en unos minutos estoy con vosotros.
Ni siquiera me mira al hablar, y por su tono deduzco que el
enfado es tan grande que es mejor no replicarle. Le doy un último
vistazo a Hannah y salgo en dirección al barracón, veremos lo que
tiene planeado mi padre.

◆◆◆
 
Escucho demasiado alboroto en la zona común de la planta
principal así que dirijo mis pasos hacia el lugar ya que he usado los
accesos privados para salir del edificio. En cuanto llego el orden del
lugar no existe, todo es caótico: hay muchachas llorando, otras
apartadas cuchicheando con cara de horror y justo al pie de las
escaleras está la rubia abrazada a mi amigo Rex lloriqueando sin
consuelo. Me abro paso hasta ellos y lo que veo me deja pasmado.
─¿Qué ha pasado? ─pregunto a los presentes─. Rex, pon orden
y despeja el lugar.
Mi amigo se deshace de la rubia y hace que los demás guardias
se lleven a las muchachas a su edificio. Hay dos médicos humanos
atendiendo a la señorita Brown, aunque los escucho cuchichear que
no hay nada que hacer.
Me comunico con Gideon para que me tenga preparadas las
imágenes de la zona de las últimas horas, vamos a tener mucho
trabajo de visionado si queremos pillar al responsable de lo que está
pasando en el lugar.
─Trasladad el cuerpo al centro médico y decidle al doctor Johns
que quiero un informe preliminar en menos de dos horas ─ordeno a
los dos sanitarios que siguen arrodillados junto a la mujer.
─Jefe, las mujeres quieren saber lo que deben hacer.
Miro a Rex como si le hubieran salido dos cabezas ya que sabe el
protocolo a seguir en cualquier base ante cualquier contingencia.
─Se siguen las instrucciones dadas por el Líder para estos casos,
sin excepción ─señalo con desagrado─. Ponles un guardia en la
puerta y reúnete con los demás.
Me vuelvo y veo que ya tienen el cuerpo de la mujer en una
camilla para trasladarla. Nada más que se van me doy cuenta de que
en las escaleras, entre los restos de sangre que ha dejado tras el
golpe en la cabeza, hay un pequeño papel. Lo cojo con cuidado y lo
desdoblo, me quedo de piedra con lo que leo. Se lo enseñaré a mi
padre en cuanto nos quedemos a solas, esto parece grave.
Cuando llego al edificio donde ya están todos los hombres, me
sitúo en mi lugar y espero hasta que llega mi progenitor. Todos están
en silencio a la espera de que empiece a hablar, se van a llevar una
sorpresa. En pocos segundos irrumpe en la sala con cara de
determinación y sé que no me va a gustar lo que va a pasar.
─Señores, organicen lo necesario para la evacuación del lugar
─ordena sin mediar palabra.
Ante la cara de asombro de todos los presentes, carraspeo para
llamar la atención de mi padre y en cuanto me mira me comunico
mentalmente con él para decirle que debería dar alguna explicación
a los chicos. Con un pequeño gesto de la cabeza asiente.
─Bueno, como os veo más perdidos que a un terrícola a la hora
de elegir si se va con la mujer o decide pasar a ser un voluntario de
experimentos con tal de no aguantar a la suegra, os voy a comentar
que mi repentina recuperación no es un milagro sino que esperaba
descubrir quién de vosotros es el que ha atentado contra mi vida.
Observo a todos los presentes y veo a varios tragar saliva. Anoto
mentalmente quiénes son para hurgar en sus vidas de nuevo.
─Los sucesos de hoy han adelantado mi aparición, pero eso no
quiere decir que no encuentre a quienes están detrás de lo que está
sucediendo en mis dominios ─afirma con dureza─. Os advierto que
es mejor que confeséis antes de hacerme perder el tiempo, luego no
habrá indulgencia.
Se miran unos a otros y aprovecho para decirle a mi padre lo de
la profesora de las muchachas, nadie ha podido decirle nada porque
ni siquiera han contemplado la posibilidad de que se hubiera
recuperado.
─¡Una última cosa! ─Sonríe con maldad y me temo que ya llega
lo que no me va a gustar─. Me alegro que durante mi ausencia
forzada hayáis obedecido las órdenes de mi segundo al mando, eso
hace que esté menos enfadado con vosotros porque si llegáis a
tratar mal a mi vástago, no os encuentran ni en la galaxia vecina.
Los jadeos de asombro y los cuchicheos llenan la sala antes de
que incluso llegue mi padre a terminar de hablar. Me esperan unos
días de miles de explicaciones o de ignorar todo lo que me
pregunten.
─Vamos, menos cuchicheos y a cumplir rápido con lo ordenado
─los apremia mi padre a la vez que da una palmada─. En cualquier
momento partiremos al nuevo destino.
Sale de la sala ante el estupor de todos los hombres, los cuales
empiezan a lanzar preguntas al aire que decido no responder y huyo.
Cuando estoy ante la sala de seguridad decido que necesito un poco
de calma antes de ponerme a ayudar a Gideon a recoger el material
necesario, así que vuelvo a huir aunque esta vez saliendo del
barracón.
Me dirijo al jardín y mis pasos se detienen junto a la flor a la que
Hannah ha cogido tanto apego. Tengo que avisar a los jardineros que
preparen el traslado de esta en particular, creo que la muchacha
estará más tranquila si sabe que la planta va a poder tenerla allá
donde vayamos.
Me siento y me apoyo en su tronco y al momento la jorita deja
caer las partículas relajantes, aunque esta vez la acompaña la
extraña vibración que he sentido estando aquí Hannah.
─Echas a la muchacha de menos, ¿verdad? ─susurro a la vez
que apoyo mi mejilla en el tronco─. Pues que sepas que ella os ha
salvado. No me preguntes cómo porque es algo que no me explico, y
eso que lo he visto con mis propios ojos. Bueno, yo y todos los que
estaban aquí intentando destruiros.
La vibración se hace más potente y sonrío por la sensación de
paz que me transmite.
─Pronto vamos a viajar así que te aconsejo que no se lo pongas
muy difícil a los chicos a la hora de sacarte del lugar ─digo mientras
sonrío─. Hazlo por nuestra chica, sabes que eres muy importante
para ella.
Me parece escuchar un sí susurrado, pero no estoy seguro por lo
que decido estar aquí un rato más respirando los diferentes aromas
que flotan en el lugar. No tengo ni idea del tiempo que ha pasado
hasta que escucho la llamada de mi padre, me insta a que mueva el
culo y recoja el material porque ya tiene el traslado organizado, nos
vamos a ir de inmediato y casi sin avisar para no dar tiempo a los
traidores a actuar.

◆◆◆
 
En la bodega del edificio principal
En la bodega un olor nauseabundo hace que el individuo tenga
que aguantar una arcada para no mostrar debilidad. Esta vez la
persona que les da las directrices a seguir les ha dejado un regalito
en forma de uno de los miembros del equipo médico desmembrado
de cualquier manera.
─Dime por qué habéis acabado con nuestro enlace con las
chicas. ─La voz distorsionada le llega desde el techo─. Te di la orden
expresa de que esperaras y no llamaras la atención todavía.
─No he sido yo, señora ─replica el cobarde mientras aprieta los
puños─. Estoy intentando averiguar quién se ha atrevido a interferir
en nuestros planes, solo que me va a resultar imposible hasta que no
se calme un poco todo.
─¡No quiero excusas!
─Tenemos orden de iniciar los preparativos para un traslado
─dice de manera abrupta para tratar de desviar la atención sobre su
persona─. Espero que pronto nos digan el destino, parece que van a
evacuar la plataforma.
─Interesante ─masculla la misteriosa mujer─. Espero que esta
vez no seas el último en enterarte de todos los detalles. Ya sabes lo
que hacer.
Un abrumador silencio se apodera del lugar, prueba evidente de
que esa bruja se ha vuelto a volatilizar. El hombre respira hondo
tratando de calmar sus pulsaciones ya que cada vez se arriesga más
al ocultar información importante, pero si quiere llegar a ser la mano
derecha del Supremo necesita acabar con esa mujer que se esconde
de todos y los manipula a su antojo.
─Que te crees que voy a avisarte ─masculla mientras se dirige a
la salida─. Ya va siendo hora de empezar a mostrarle al Supremo
que soy mejor espía que tú, estúpida.

Hannah
 
Un pequeño roce hace que salga de mi letargo. Me resisto a abrir
los ojos porque me siento tan bien que no tengo ganas de
enfrentarme al mundo, no todavía.
─Abejita, es hora de levantarse. ─La suave voz de mi madre me
saca una sonrisa─. No querrás que el Supremo te castigue por llegar
tarde.
Abro los ojos extrañada por la última frase que he escuchado. No
reconozco nada de lo que hay a mi alrededor, es más, me da
escalofríos el lugar y me pongo alerta. Me fijo que estoy tumbada en
un colchón en la esquina de una habitación bastante lúgubre cuyas
paredes están descascarilladas y con alguna zona llena de manchas
oscuras. Junto a mí está mi madre, pero su aspecto es diferente,
parece un ser frío y despiadado, no tiene ni un ápice de esos rasgos
de bondad en su rostro, y me está apuntando con algo que no tengo
ni idea de lo que es aunque parece un arma sofisticada.
─¿Quién eres? ─Me fijo en ella y no la reconozco aunque su voz
sea la de mi madre─. ¿Dónde estoy?
Una risa profunda y ronca suena al extremo de la habitación.
Achico los ojos para tratar de averiguar quién se esconde en la
oscuridad de ese rincón y me quedo asombrada al dar el individuo un
paso adelante y ver de quién se trata.
─No puede ser ─susurro mientras me siento en el colchón y me
encojo todo lo que puedo─. Eres un traidor, dime qué quieres de mí.
─Todo a su tiempo, rata ─escupe las palabras con odio─. Por
ahora te vas a quedar aquí disfrutando de la comodidad de ser
nuestra invitada.
No me da tiempo a contestar cuando una descarga eléctrica
procedente del arma que tiene la mujer a mi lado hace que grite con
todas mis fuerzas.
─¡Nooooo!
Un portazo cerca de mí y notar que se hunde el colchón donde
estoy hace que me encoja de miedo de manera instintiva. Solo el
susurro de Salem hace que abra los ojos y me dé cuenta de que todo
lo vivido ha sido otra nueva pesadilla, aunque tengo la sensación de
que es más que un mal sueño.
─¿Te encuentras bien, Hannah? Dime algo, preciosa ─habla
bajito, aunque no llega a tocarme, cosa que agradezco─. ¿Llamo a
alguien? ¿A tu madre?
Niego con la cabeza de manera repetida y vuelvo a
estremecerme, ahora mismo no quiero que nadie que me recuerde lo
soñado se acerque.
─Aléjate de ella ─el gruñido de Utrech me hace dar un nuevo
respingo─. Tengo órdenes de acabar con cualquiera que se acerque
a la muchacha y eso te incluye a ti.
Alzo una ceja ante la cara de confusión de Salem a la vez que se
aparta con rapidez y se me escapa una risita, aunque me da tiempo
a disimularla como si fuera tos. El guardia me mira y un brillo de
orgullo pasa fugaz por sus iris.
─¿Se encuentra bien, señorita?
─Sí, ha sido solo una pesadilla. ─Le sonrío para que sepa que es
cierto.
─Si no necesita nada más, aquí el idiota este y yo nos retiramos y
la dejamos descansar un poco más ─avisa a la vez que se acerca a
Salem y lo agarra por la camiseta para llevárselo de la habitación.
─¡Utrech! ─Se vuelve ante mi llamada─. ¿Sería posible que
pueda salir a que me dé un poco de aire? Prometo ir solo al jardín
trasero, e incluso permitir que un guardia me acompañe si tú no
puedes.
Le pongo mi mejor cara de niña buena y parece que va a
funcionar por el suspiro que deja escapar.
─Espera un momento a que acabe de organizar unas cosas del
despacho del Gran Líder y te acompaño ─responde y veo a Salem
hacer muecas.
─De verdad que puede acompañarme cualquiera, no quiero que
te distraigas de tus obligaciones. ─Mientras hablo comprendo lo que
ha querido hacerme entender con sus gestos─. Si te quedas más
tranquilo, iré con Salem.
Utrech abre los ojos como platos mientras balbucea que debe
consultar con Junrom el tema de dejar que el idiota de su hijo me
acompañe o no, aunque la irrupción de este en la habitación acaba
con la diatriba sin sentido del pobre guardia.
─Ya estás despierta, me alegro ver que tienes color de nuevo en
tus mejillas. ─Se acerca hasta la cama y me acaricia la cara con
cariño─. He escuchado que quieres salir a pasear, solo que no sé si
mi hijo va a ser el idóneo para acompañarte. Cada vez que está
cerca de ti sufres algún percance o lo ocasiona él mismo, y además
todavía no ha hecho lo que le ordené hace bastante rato.
El gruñido procedente de Salem hace que sonría porque es cierto
que desde que estoy aquí me ha pasado de todo, pero también que
me siento protegida por él y además, según la jorita, es quien va a
velar por mi bienestar.
─Eso ha sido una tremenda casualidad ─replico quitándole
importancia─. Me iba a pasar con Salem o con cualquier otro, y el
que unos guardias se vuelvan idiotas hasta el punto de destrozar el
jardín no es culpa de él.
─¿Quién ha hecho qué?
La voz aparentemente calmada de Junrom hace que abra los ojos
como platos y que busque las expresiones de los otros seres. Ambos
se notan nerviosos, Utrech ha bajado la cabeza y los hombros se le
estremecen, el muy capullo está aguantando la risa, pero Salem está
rojo y resoplando porque de un momento a otro va a estallar en
carcajadas.
Me levanto y llego a los hombres con una velocidad que hasta a
mí misma me sorprende y les doy tal colleja que se ponen serios al
momento y es el turno de Junrom de reírse con ganas y sin aguantar.
─Menos mal que arreglaron el destrozo que si no los tengo
trabajando a todos a base de copones, cenutrios ─espeto indignada.
Me meto en el baño y cierro de un portazo y es cuando los
escucho a los tres romper en carcajadas.
─Hombres ─bufo─. Si es que da lo mismo de dónde vengan, lo
de ser unineuronales se ve que les viene de serie en cuanto el
cromosoma Y aparece, y da lo mismo su procedencia.
Decido tomar una larga ducha para espabilarme antes de ir a ver
a mi jorita. Necesito contarle mi sueño y que me guíe con respecto a
las dudas sobre mi madre y el guardia que ha aparecido en la
pesadilla.

◆◆◆
 
En un lugar de la galaxia...
─Decidme que tenéis localizada ya a La Joya.
La profunda voz del individuo que se pasea por el lugar retumba
en las paredes y hace que un temblor generalizado recorra los
organismos de los seres presentes. El silencio se hace denso, nadie
se atreve a contestar de manera negativa temiendo las represalias.
─Ya veo que no ─masculla─. Estoy rodeado de verdaderos
ineptos, una sencilla misión que se os asigna y os distraéis
sucumbiendo a los placeres con las pequeñas terrícolas. Os dedicáis
a provocar el caos allá por donde vais en vez de pasar por el planeta
de puntillas como se os ha ordenado. Y lo último, actuáis como si
fuerais más listos que yo y nos ponéis a todos en peligro...
Un gruñido al fondo del lugar hace que pare su discurso de mala
gana y se centra en descubrir quién ha osado interrumpirlo. Lo llama
ante su presencia con un gesto de uno de sus tres dedos y el
pequeño gusano se acerca a él con un orgullo extraño en un simple
siervo.
─Dime a qué ha venido ese gruñido. ─Lo rodea mientras le
habla─. ¿Quién te crees que eres, escoria?
─Quien va a acabar con el Gran Líder y recuperará lo que su
excelencia tanto ansía.
Un jadeo general hace que el pequeño ser sonría con orgullo. Si
es que la déspota de su señora todavía no sabe de lo que es capaz
de hacer con tal de llegar a ser alguien en el universo.
─Explícate, gusano ─ordena de mala gana el otro individuo.
─El plan iniciado por mi señora ha hecho aguas por todos lados
─comienza orgulloso─. La dosis que le ha ido administrando al
dirigente de la Tierra ha sido insuficiente y errónea, ya que la
cantidad que le hice ingerir a uno de los guardias para poder probar
mi teoría me dio la razón. El Líder ha estado solo unos días en
estado de catatonia y milagrosamente se ha recuperado mientras
que el soldado acabó muriendo a los dos días.
─¿Eso cuándo ha sido? Nadie me ha informado de ese hecho.
─Da tal puñetazo a una de las paredes que hace temblar el lugar.
─Justo un momento antes de intentar informar a mi señora
sobre... ─Piensa un momento si decir lo que opina o reservarse
algo─. No ha dejado que acabe de decirle lo sucedido, parece que
tenía prisa por marcharse.
─Muy bien, de ahora en adelante te enviaré a alguien de mi
absoluta confianza para que me pongas al corriente de todo
─responde con la mente puesta en lo siguiente que va a hacer a ese
metomentodo─. Vuelve a tu destino y avisa de inmediato si se
produce algún movimiento sospechoso.
─Lo que ordene, su excelencia.
El individuo da por terminada la reunión con los infiltrados en los
diferentes planetas dando la pauta clara de que deben avisar ipso
facto de cualquier cosa que ocurra por nimia que parezca. Se retira a
la sala oculta para intercambiar opiniones con la verdadera cabeza
pensante.
─Mi señora ─se inclina en señal de respeto─, espero sus
órdenes.
─Vamos a dejar que se granjee enemigos entre los fieles a
Junrom ─reflexiona en voz alta─. Encargaré a la rubia que acabe con
él y luego pondremos sus restos de ejemplo de lo que no se debe
hacer ante el resto de gusanos. No podemos permitir que nos
traicionen, amor.
─Estoy totalmente de acuerdo contigo, mi fierecilla.
Los cuerpos de ambos seres se unen en la extraña danza de
apareamiento que realizan los de su planeta, algo totalmente extraño
y difícil de describir, aunque por los ruidos que hacen parece que los
están torturando en lugar de proporcionándose placer.

Salem
 
Los tres reímos a carcajadas en cuanto escuchamos el portazo
que da la pequeña terrícola y que hace temblar las cortinas que
están en la parte opuesta de la habitación. En cuanto nos calmamos
mi padre nos señala la terraza privada de la que goza también esta
habitación y salimos a ella para poder hablar con tranquilidad
mientras sale la muchacha.
─Parece que hay muchas cosas de las que no me he enterado
─comienza mi padre con sorna─. Desembucha.
Paso a relatarle lo sucedido con mi tía, lo cual lo sorprende
porque al igual que yo pensó que era su primera esposa, le
agradezco que me mandara la ayuda tan rápido a lo cual tanto él
como Utrech fruncen el ceño y luego le cuento lo sucedido en el
jardín con Hannah.
─Un momento ─interrumpe─, ¿me estás queriendo decir que la
muchacha, con algún poder místico, ha hecho que todas las plantas
destruidas se regeneraran y haya pensado que lo han hecho tus
hombres?
Asiento porque no me ha dejado acabar y ya está asombrado al
igual que todos los que lo hemos presenciado.
─Y se queda corto el muchacho ─interviene Utrech─. Un halo
brillante rodeaba a la chica y los gusanos que habían poseído a
nuestros hombres se desintegraron nada más salir de los cuerpos.
No solo ha revivido nuestras plantas sino que ha destruido al
enemigo.
─Increíble ─musita mi padre─. ¿Le habéis comentado algo?
─Todavía nada ─gruño la respuesta─. Aquí su fiel perrito faldero
no ha dejado que me acerque a Hannah para nada.
─Te recuerdo que usaste con ella técnicas prohibidas con los
terrícolas ─protesta Utrech─. Además, yo solo he seguido órdenes.
─¡Ya basta! ─corta mi padre dando una palmada─. Dejemos que
siga creyendo que es cosa nuestra y vamos a tenerla
constantemente vigilada.
─Deberíamos asignarle escolta personal ─musito.
─Otro punto a aclarar es el que fuera a ayudarte, muchacho
─habla Utrech─. Hasta ahora no me había dado tiempo a decirlo,
pero fue ella la que insistió en que corrías peligro y me dijo dónde
encontrarte.
─Eso no es posible, usé la comunicación mental con mi padre.
─Miro a ambos y se encogen de hombros─. No es posible que...
La puerta del baño se abre y me quedo en silencio. Observo a
Hannah salir y lo que veo hace que se me corte la respiración: va
envuelta en una pequeña toalla que deja al descubierto sus esbeltas
y pálidas piernas a la vez que deja entrever las curvas que la
muchacha esconde bajo esa ropa cómoda y amplia que se pone
cada día. Una enorme erección empuja dentro de mis pantalones a
la vez que un gruñido sale de mi interior.
─Salem, ni se te ocurra ─susurra mi padre a la vez que me coge
por un brazo─. Recuerda que la chiquilla se está recuperando y no
sabemos lo que se está gestando en su interior.
El hecho de que me recuerde que podría estar embarazada de a
saber qué especie hace que tenga muchas ganas de destruir el
planeta a puñetazos. Asiento para que me suelte, respiro de manera
profunda varias veces y entro en el dormitorio para hacerle notar que
estamos justo al lado.
─¿Un biquini? No voy a bañarme en la cascada por mucho que
me lo digas ─la oigo musitar.
Carraspeo porque parece que no me ha escuchado llegar hasta
ella de tan concentrada que está hablando sola. Se gira e instala en
su cara una mueca que pretende hacer pasar por una sonrisa.
─¿Necesitas algo? ─La repaso con la mirada y sé el momento
exacto en el que se da cuenta de que no lleva nada de ropa─. Si no
te importa, voy a vestirme.
Me quedo clavado en el sitio cuando se lleva la mano a la toalla
para quitársela una vez que se ha dado la vuelta frente a la puerta
del vestidor, no soy capaz de reaccionar ni siquiera cuando me llega
la orden de mi padre de que deje de mirar a la muchacha como si
fuera un aperitivo.
─¿Todavía estás aquí? ─pregunta la condenada─. Fuera de aquí
si no quieres que te patee las bolas.
Me hace tanta gracia el tono condescendiente que ha usado que
me entra la risa, acto que hace que Hannah se dé la vuelta y
comience a brillar. Toda mi hilaridad desaparece dejando paso a la
curiosidad que me causa verla por segunda vez con ese efecto, algo
extraordinario en cualquier ser que habite en la galaxia.
─¡¿Estás sordo?! ─espeta con la rabia haciendo que ahora el
brillo sea más intenso y que incluso crepiten a su alrededor
pequeñas chispas─. Sal ahora mismo si no quieres que te enseñe
que no soy tan tonta como para no saber defenderme.
«Hijo, sal ahora mismo. Es inestable enfadada, ¿no notas las
vibraciones?». La voz de mi padre me saca de mi inspección y sin
decir palabra me doy la vuelta para volver a la terraza. Tendremos
que empezar a investigar qué le sucede y si esto tiene algo que ver
con lo que le inyectaron.
Antes de cruzar el umbral de la puerta, me doy la vuelta al caer
en la cuenta de algo.
─Hannah, ¿al final vas a ir un rato al jardín? ─Me mira con el
ceño fruncido─. Seguro que la jorita se va a alegrar de notar que
estás cerca, y justo estaba hablando con mi padre la posibilidad de
ser yo tu escolta personal.
Afirma con un cabeceo y decido ser malo, que sepa que la he
escuchado hablar sola.
─Si quieres llévate un biquini, puedes aprovechar y darte un baño
en la cascada. ─Retengo una carcajada que pugna por salir al ver su
cara de asombro─. Yo pienso recargar energías allí.
Sin más, salgo y cierro tras de mí. Mi padre me mira negando con
la cabeza hasta que los tres estallamos en carcajadas, nos divierte
ver a esa pequeña terrícola fuera de sus casillas.
Charlamos un poco más de temas banales ya que nos hemos
dado cuenta de que la muchacha nos presta más atención de la
debida y los presentes tenemos la sensación de que nos puede
escuchar aunque los cristales, al estar la puerta cerrada, no deje
pasar sonido alguno. Nunca está de más prevenir posibles
filtraciones o interpretaciones erróneas.
─Bueno, hijo, me retiro a descansar un rato ─corta mi padre la
conversación─. No vayáis demasiado lejos porque voy a ordenar la
evacuación inminente, deja todo listo y que la recarga sea lo más
rápida posible.
Cabeceo en conformidad, pero no me da tiempo a preguntar
sobre lo que vamos a hacer con la investigación de la profesora
porque Hannah abre la puerta sin que la hayamos escuchado llegar.
─Hola, Junrom. Venía a buscar a Salem para que me escolte al
jardín. ─Mastica las palabras con aparente desagrado─. Ya estoy
lista.
No alza la mirada a ninguno mientras habla, hecho que acaba de
confirmarme que ha escuchado todo lo que hemos estado hablando
y eso que no tiene nada que ver con ella o el resto de las terrícolas
que llegaron con ella.
─Cuando quieras.
Le señalo la puerta aunque sigue sin mirarme. Cuando voy a
tocarla para guiarla hacia la salida oculta de un lateral del balcón,
llega con una rapidez inesperada hasta mi padre y se queda rígida
midiéndose ambos con la mirada. No tengo idea de si pasan minutos
o solo unos segundos hasta que la risa abierta de mi padre hace que
me relaje un poco, aunque sin perder mi atención sobre la chica. El
que siga brillando me mantiene alejado.
─Ya averiguaremos lo que está pasando, muchacha ─dice mi
padre entre risas─. Ve a disfrutar de tu flor y relájate en la cascada.
Mi hijo se encargará de que nadie te moleste.
Se abalanza sobre él, pero mi padre me grita un NO mental para
que no me acerque. La acoge entre sus brazos y veo que la
muchacha ha perdido el brillo justo antes de abrazarlo. Le da un
sonoro beso en la mejilla y se da la vuelta con la sonrisa más bonita
que he visto en mi vida, la cual quita cuando fija sus ojos en mí.
─Ya podemos irnos, soldado ─ordena mientras pasa a mi lado a
toda prisa.
─¿Qué cojones ha sido eso? ─gruño a mi padre, el cual se
encoge de hombros─. Tú y yo ya hablaremos de lo que os traéis
entre manos. Me marcho antes de que descubramos que es capaz
de despistarme con algún poder de teletransportarse por el planeta
aunque luego muera a causa de la contaminación reinante en el
lugar.
Al ver a mi padre abrir los ojos de manera desorbitada, corro en
busca de la muchacha. Hannah va a darme más de un dolor, y no
solo de cabeza precisamente.

Hannah
 
De camino al jardín no miro siquiera por donde paso hasta que
escucho unas voces susurrantes en una habitación que se supone
vacía. Como la puerta está cerrada y no hay nadie en el pasillo, me
acerco todo lo que puedo y arrimo la cabeza a la madera para
intentar captar lo que dicen quienes estén dentro.
─Hay que acabar con el guardia antes de que nos delate. ─Esa
voz ronca me es muy familiar─. El momento perfecto será en unos
días, cuando ya sepamos la fecha en la que se va a evacuar la base.
─¿Y cómo quieres que lo haga? ─No puede ser que ella esté
metida en todo esto─. Nos tienen constantemente vigiladas, me va a
resultar imposible llevar a cabo lo que me has propuesto.
─Vas a poder porque haré todo lo que esté en mi mano para que
esté en el cuadrante de la ronda nocturna la noche antes de la
partida. Además, pasas desapercibida y no van a preguntarte dónde
vas si sales del barracón.
Durante un momento no se escucha nada, vuelvo a mirar al
pasillo y veo que Salem se acerca a toda prisa gruñendo algo que no
entiendo. Me estoy alejando de la puerta para enfrentarme a los
bufidos de la bestia cuando este pasa de largo sin siquiera mirarme.
Su actitud me extraña, sin embargo decido seguir en mi tarea de
espionaje.          
Ni siquiera me da tiempo a pegar de nuevo la oreja cuando se
abre la puerta del tirón y me quedo helada al ver quiénes están tras
ella. Pensé que solo había dos personas, pero hay tres guardias y
tres muchachas, dos de ellas en ropa interior al fondo de la
habitación.
─Nosotros vamos primero y entretenemos a los guardias de la
entrada. ─Rex, el amigo de Salem, es quien encabeza la reunión─.
Os avisaremos para tener otro ratito divertido, a ver si convences a
alguna ratoncita más. Son bastante más fogosas de lo que parecen.
Le planta un apasionado beso a July, la que creí mi mejor amiga
hasta ahora, mientras la manosea de manera obscena delante de
sus compañeros, los cuales gruñen con satisfacción. Una vez
saciada su lujuria momentánea, se da la vuelta para salir justo por
donde he podido medio taparme junto a una columna, lo que no va a
evitar que me vea.
─Rex ─llama July─, esta noche nos vemos en nuestro lugar. No
me hagas esperar, llevaré a la rubia de gafitas.
Tras un gruñido de aprobación sigue su camino y pasa casi
rozándome sin siquiera verme. Me extraña, pero no le presto
atención a ese hecho sino a lo que están haciendo las chicas.
─Señoritas ─July llama la atención de las demás dando una
palmada─, elijamos nuestra recompensa por tan placentero servicio.
Se dirigen a la habitación que está enfrente de donde han salido y
forcejean con la manija hasta que logran abrirla. En cuanto están
dentro me muevo y me asomo con cautela al lugar, el interior me
deja tan boquiabierta que ni siquiera escucho los pasos que se
acercan.
─¿Qué hacéis aquí? ─gruñe el último de los guardias que salió
tras Rex─. Rápido, vuestra profesora os está buscando.
Cada una coge algo de un gran arcón que hay junto a los pies de
una amplia cama con dosel que preside la estancia y salen con
prisas con dirección a la planta principal. Me quedo observando la
marcha de todas ellas con el ceño fruncido ya que es muy
sospechoso que ninguna de ellas me haya visto.
─Bueno, entraré a ver si hay un tesoro oculto en el cofre.
Me rio de mi propio chiste y no me molesto siquiera en cerrar la
puerta ya que las demás no lo han hecho. Con toda la tranquilidad
del mundo me pongo a abrir los cajones de los muebles que hay en
la habitación antes de llegar al arcón donde han estado mis
compañeras hurgando.
La estancia está totalmente vacía así que me meto a fisgar el
cofre. Es bastante más grande de lo que parecía y todo lo que hay
en su interior tiene pinta de ser muy valioso a la par que antiguo. A
mis manos llega una preciosa tiara que hace que un recuerdo fugaz
cruce mi mente y no logro atraparlo aunque sé que debe ser
importante por el escalofrío que ha cruzado mi cuerpo.
─¡¿Qué haces aquí?! ─De un salto me doy la vuelta para encarar
a Utrech─. Salem te está buscando como loco por toda la base.
─Ha salido tan rápido que pensé que lo habían llamado por
alguna urgencia. ─Lo miro ceñuda y decido acabar de explicarme─.
Al pasar por mi lado y no decirme nada, pensé que quedaba
pospuesto nuestro paseo al jardín.
─No me mientas ─contesta con furia─. Dime qué haces aquí.
¿Has venido a robar?
Abro los ojos como platos a la vez que una ola de rabia calienta
mi cuerpo. Estoy empezando a cansarme de que siempre piense mal
de mí.
─No soy yo precisamente la que se ha llevado objetos de este
arcón. ─Lo señalo a la vez que dejo caer la tiara en su interior─.
Deberías controlar más lo que hacen los guardias con mis
compañeras, quizás ahí encuentres tu respuesta.
Alzo la cabeza y avanzo hacia la salida lo más derecha que mi
enfado me permite, pero me agarra por el codo cuando paso por su
lado.
─No vamos a salir de aquí hasta que no me aclares lo que
acabas de decir. ─Alza un dedo para frenar mi respuesta─. Y
también eso de que el jefe ha pasado por tu lado y no te ha dicho
nada cuando se ha vuelto un demente pensando que te ha pasado
algo.
Me quedo extrañada con sus últimas palabras, solo que no
reacciono hasta que me lleva de vuelta a mi habitación, cierra la
puerta y da el aviso de que me ha encontrado. Salimos a la terraza y
me señala el pequeño balancín que hay en una esquina, me
acomodo, se sienta delante y con un gesto de la cabeza me insta a
hablar.
Empiezo a relatarle todo lo que he escuchado y he visto, el paso
de Salem por mi lado sin siquiera mirarme, el despiste de los
guardias al estar tan pendiente de mis compañeras que no repararon
en mi presencia y lo que se han llevado cada una de las chicas. En
ningún momento me interrumpe aunque por sus gestos me doy
cuenta de que no acaba de creerme.
─Y ha sido cuando has llegado y me has visto con esa hermosa
corona en la mano. ─Me quedo callada cuando me vuelve la misma
imagen de antes y logro retener una cara que me hace jadear─. Tú
eres uno de ellos.
Me levanto del lugar mientras las lágrimas escapan libres y
ruedan por mis mejillas. Utrech intenta acercarse a mí, pero lo único
que consigo escuchar es que me pide que me tranquilice y vuelve a
llamar a alguien con desesperación.
Un montón de imágenes donde Utrech y una preciosa mujer
aparecen no dejan de sucederse en mi cabeza y hace que un dolor
más allá de lo físico atraviese mi cuerpo. Es tal la rabia y la angustia
que siento que salgo a correr, mi objetivo es llegar como sea a mi flor
favorita y abrazarme a ella. No escucho nada, solo murmullos con
palabras inconexas y una orden clara: que me dejen llegar a donde
quiera.
En el momento en el que noto la rugosidad del tronco de mi jorita
y sus palabras susurrantes en mi mente, me dejo llevar por el dolor y
lloro.
◆◆◆
 
En las cocinas...
El infiltrado no para de pasear por la nueva ubicación de la zona
de encuentro, que no es otra que la cocina del edificio principal. Un
lugar donde la actividad es frenética a cualquier hora del día debido a
la presencia de las terrícolas, algo que lo asquea y lo pone más
caliente que el pico de una plancha a la misma vez, aunque lo
segundo sea debido al cuerpo que ha tenido que usar para sus
propósitos de poder estar en los lugares claves.
Ve entrar en el lugar a la maldita terrícola que tiene su cuerpo
alterado por lo que se dedica a hacer de manera extracurricular, la
cual se acerca al frutero y coge una apetitosa manzana roja. A su
mente le llega el simbolismo que los cristianos le daban a esa fruta y
una risa ronca sale casi sin darse cuenta.
─Vaya, vaya, si está aquí el gusano con ínfulas de grandeza. ─La
rubia llega hasta él contoneándose de forma sensual mientras da un
gran mordisco a la fruta─. Dime que tienes algo interesante, no me
hagas perder el tiempo.
El resoplido del infiltrado casi se podría escuchar en todo el lugar
si no fuera por el incesante ruido de cacharros y guisos en ebullición.
El gusano coloca una sonrisa macabra al pensar en que va a guardar
parte de la información ya que es primordial tener algo para volver a
impresionar al Supremo y llevarse el mérito él mismo.
─Tengo el arma perfecta para poder manipular al Gran Líder a
nuestro antojo y de paso poder ser los amos del planeta ─comienza
con templanza─. La terrícola a la que protege no es solo su amante
sino también su fuente de energía, tiene poderes nunca vistos.
─Nuestra labor no es jugar a los magos sino acabar con el
liderazgo reinante ─gruñe la mujer─. Me estás haciendo perder el
tiempo con tus jueguecitos porque esa muchacha está sufriendo
pequeños accidentes para distraerlos.
─Hazle llegar al Supremo el siguiente mensaje ─ordena orgulloso
sin escucharla─: tenemos el arma perfecta para acabar con Junrom
y se le está yendo de las manos su control al estar desarrollando
poderes que ninguno ha visto todavía. Espero instrucciones sobre
cómo proceder.
─¿Algo más, su señoría? ─pregunta la rubia con cinismo.
─No ─espeta con enfado, aunque su sonrisa repentina acaba
siendo una mueca─. Bueno, sí, que te arrodilles y me la chupes
como hacía tu predecesora si quieres que te tenga en cuenta el día
que pase a ser el mano derecha de nuestro creador.
El sonido de la bofetada que le propina la mujer resuena en toda
la sala y atrae la atención del personal que hasta el momento no les
prestaba atención.
─Ups, lo siento ─se disculpa la mujer con el personal─. Ha
querido hacerme una proposición deshonesta. A mí, una señora
educada en la más estricta disciplina y leal a su esposo hasta que la
muerte nos separe.
Sale del lugar haciendo un puchero y el individuo es rodeado por
parte de los empleados masculinos del lugar en espera de que
aparezca algún superior que diga lo que hacer con él.
─Ya vendrás a mí, zorra ─susurra en el rincón en el que lo han
dejado acorralado─. Serás la que suplique atención si no quieres
acabar siendo la putita de los esclavos de las minas.

Salem
 
Ver a Hannah correr despavorida por todo el edificio cual
antorcha humana hace que se me erice el poco vello que cubre mi
cuerpo y afloren instintos asesinos que no sabía que tenía.
He podido escuchar parte de la conversación que ella ha tenido
con Utrech y hay algo que no comprendo: que haya pasado por su
lado y no la haya mirado. En lugar de salir a la terraza y aclarar lo
sucedido, me he ido a la sala de visionado privada y he buscado las
imágenes del pasillo para comprobar lo que ha dicho. Lleva razón en
lo de mis guardias, pero en ningún momento ella aparece en imagen
alguna y hace que me dé cuenta de que hay algo más que no
esperábamos.
«Salem, la chica está descontrolada». La voz de Utrech por el
intercomunicador hace que deje lo que estaba haciendo y salga de
mi despacho para ir en busca de Hannah. En el edificio principal
todos corren tras ella y otros tratan de cortarle el paso hasta que me
veo en la obligación de ordenarles que la dejen salir, sé de sobra
hacia dónde se dirige.
Salgo tras ella una vez que he ordenado que cada cual vuelva a
su puesto y que en un par de horas los quiero a todos en el centro de
mando. Han tardado segundos en diseminarse.
Al pasar por el edificio donde se alojan las chicas veo que uno de
los soldados que las vigilan es de los que aparecen en las imágenes
del pasillo del ala privada, lo que me da una idea de que aprovechan
sus guardias para hacer lo que fuera que estuvieran haciendo dentro
de la habitación donde iba a alojarse la traidora de mi tía si no se
dejaba llevar al ala de invitados.
Llego al jardín y el corazón me late más deprisa al ver a la
muchacha hecha un ovillo abrazada al tronco de su flor, porque ya es
suya al ver la reacción de esta a la presencia de la pequeña terrícola.
A medida que me voy acercando con sigilo, noto las vibraciones
de la jorita y que el llanto desgarrado de Hannah se va calmando
hasta ser un simple sollozo con algunos hipidos. Un leve susurro me
indica que puedo acercarme, lo cual me deja un momento totalmente
paralizado. No es la primera vez que me pasa cuando estoy con esta
planta y la chica.
─Hannah, cariño, ¿puedo acercarme? ─susurro mientras doy los
pasos que faltan hasta llegar a ella.
Espero con paciencia que levante la cabeza y me mire. En cuanto
lo hace, la sonrisa más preciosa que hay en la galaxia se instala en
su cara a la vez que la jorita deja caer su polen relajante. Parece que
la muchacha está sacando a la luz otras propiedades de nuestras
flores aquí en la Tierra.
─Lo siento mucho ─murmura con pesar.
─¿Por qué te disculpas, Hannah? ─La veo fruncir el ceño y
sonrío─. Es una reacción totalmente normal que te enfades y
necesites respirar en un lugar tranquilo. Tranquila, no pasa nada.
Asiente ante mis palabras y vuelve a apoyar la mejilla en el tallo
de la flor a la vez que susurra algo y sonríe. Noto la vibración de esta
aunque no esa vocecita que he escuchado más veces.
─Hannah, voy a ir a la cascada a recargar energía ─le aviso─, allí
estoy si te apetece ese baño que querías darte.
No recibo respuesta así que decido dejarla tranquila y hacer lo
que tenía planeado, con o sin ella cerca. No pierdo tiempo y voy al
pequeño lago, dejo mi ropa a un lado y me zambullo en el agua,
nado hasta llegar a la caída del agua y me pongo en pie para que el
agua golpee mi cuerpo entero. No sabía que necesitaba tanto esto,
mi cuerpo se resiente en el momento en el que el agua toca mi piel.
Estoy bastante tiempo con los ojos cerrados, conectando mi
interior con la combinación de energía que ejerce la fuerza del agua
y la tierra bajo mis pies, hasta que me veo interrumpido por un débil
chapoteo. Sonrío cuando esa voz, esta vez lejana, me pide que sea
gentil con la chica. Estoy convencido que la flor se ha convertido en
la guardiana de Hannah, solo me falta averiguar el motivo de por qué
ella es tan especial.
Al darme la vuelta la tengo tan cerca de mí que mi instinto hace
que la coja por las caderas y la acerque de un tirón al ver que no es
demasiado ágil nadando.
─Te tengo, tortuguita ─le digo en tono jocoso para que no note lo
nervioso que me ha puesto─. Ya veo que es cierto eso que pone en
tu ficha de que no eres nada deportista.
─Prefiero cultivar mi cerebro ─gruñe en respuesta─. No esperéis
de mí otra cosa.
Me río con ganas y dejo que se apoye en mí ya que justo donde
estamos ella no logra hacer pie. Estamos ambos un rato en silencio,
disfrutando del ruido del agua al caer y de la fuerza con la que nos
golpea. Un largo suspiro hace que abra los ojos y la mire. Tiene un
brillo diferente, desprende una energía nueva y extraña a la vez, algo
que ningún terrícola debería tener, y que hace que empiece a
plantearme una posibilidad hasta entonces bizarra.
─¿Te encuentras bien? ─le pregunto al notar que un nuevo
escalofrío la recorre─. Vuelve a la orilla mientras acabo de recargar
energía.
Niega con la cabeza y se encarama a mi cuerpo, no hay ni un
centímetro de piel de la pequeña terrícola que no esté en contacto
con la mía y eso me hace sentir bien a la vez que despierta de nuevo
ese instinto devorador que me acompaña cada vez que la tengo
cerca.
─No te muevas así ─le gruño en cuanto noto el calor que emana
cerca de mi polla mientras ella busca una postura más cómoda─.
Vas a despertar a la bestia.
─Y si lo hago, ¿qué? ¿Voy a ver tu verdadera forma? ─cuestiona
de manera irónica.
Niego con la cabeza mientras sonrío, me parece una chica
bastante divertida e inocente a la vez que usa su inteligencia de
manera sibilina para ampliar sus conocimientos y es algo que
empiezo a adorar de esta pequeña terrícola que tengo entre mis
brazos.
─Lo que va a pasar es lo siguiente, voy a enseñarte algo que
seguro te va a encantar, tanto que...
Antes de acabar la frase acorto la poca distancia que existe entre
nuestras caras y pego mis labios a los suyos. Me quedo quieto un
momento, aguantando la respiración, a la espera de que ella
reaccione, haga algo que me dé idea de si seguir o no. En el
momento en el que mueve sus labios e inclina la cabeza hacia un
lado para buscar mejor postura, algo se desata en mí ya que la
saboreo a conciencia. Atrapo sus labios, los muerdo, chupo con
avaricia hasta que abre su dulce boca para dejar morir un jadeo en la
mía y es cuando aprovecho para inspeccionar su interior con mi
lengua. La aprieto más contra mí en el momento en el que noto que
me sigue el juego con movimientos tímidos de la suya. Corto el beso
de repente, antes de perder la poca cordura que me queda y porque
noto un dolor punzante en el omoplato derecho, justo donde ella
tiene su mano.
─Deberíamos salir para secarnos ─murmuro jadeante junto a su
oreja a la vez que hociqueo un poco en su cuello buscando su olor
natural y me olvido de todo─. Nos debe estar esperando mi padre
para la cena, ya está anocheciendo.
Se acurruca un poco más contra mí y es cuando me doy cuenta
de que se ha relajado tanto que se está quedando dormida entre mis
brazos. Aspiro una última vez su aroma a vainilla, la cojo mejor y
comienzo a andar hacia la orilla. Un gruñido poco femenino sale de
entre los labios de la muchacha, lo que hace que aguante una
carcajada.
Como puedo la ayudo a vestirse, me pongo mi ropa y me dirijo
con ella en brazos al edificio principal. La calma reinante en el lugar
no me gusta nada, así que aligero el paso a la vez que doy aviso a
Utrech de que me intercepte en el camino y así poder proteger a la
muchacha. Cada vez tengo más claro que no es un imán de mala
suerte sino que van a por ella sin siquiera sospecharlo ellos mismos.
─Qué bien hueles ─susurra posando sus labios en mi cuello─.
Eres muy suave y guapo.
Me detengo a mitad del pasillo, ya estamos los tres en la zona
privada y seguimos sin estar convencidos de que no esté ocurriendo
nada. No es lógico que los guardias estén en sus puestos en
completo silencio.
─¿Vas a quedarte conmigo un rato o vas a pasearte con la rubia
del brazo? ─Frunzo el ceño ante su pregunta─. No me gusta nada
que te toque, es una zorra aprovechada.
Miro a Utrech y tiene la misma expresión confundida que yo. Con
la cabeza me señala la puerta de la muchacha y la abre para que
entre y la acomode.
─Estás cansada y no sabes lo que dices ─comento en el mismo
tono bajo con el que me ha hablado ella mientras la tumbo en la
cama─. Mañana, cuando estés despierta, hablamos.
Me incorporo para alejarme de ella, pero me coge con fuerza de
la muñeca. Nuestras miradas se cruzan y me doy cuenta de que no
está todo lo lúcida que debería.
─Preciosa, descansa ─susurro mientras trato de que me suelte─.
Estaré cerca por si me necesitas.
─¿Te importaría quedarte un rato? ─pide bajito─. El guardia malo
va a venir a buscarme y solo si estás aquí no entrará.
Asiento con un gesto de la cabeza y a la vez que me siento en el
borde de la cama contacto con mi padre y le hago saber que
necesito un doctor para que revise a la muchacha.
Mi sorpresa llega unos minutos después cuando irrumpe en la
habitación de Hannah el doctor Johns sin siquiera llamar y me
fulmina con la mirada. Tras él viene su abnegada esposa con una
mueca extraña en la cara.
─¿Ahora qué coño le has hecho a mi hija? ─La agresividad en el
tono de voz de la chef era del todo desconocida para nosotros─.
Espero que pronto pueda alejarse de todos vosotros, sois escoria.
La fulmino con la mirada, aunque es mi padre, que entra en ese
momento, quien la pone en su lugar con una sola mirada.
─Sal ahora mismo de esta habitación ─masculla─, espera fuera a
tu marido.
Heidi obedece sin rechistar, acto que hace que admire a mi padre
a la vez que recele de la actitud de la mujer. Hay algo en ella que no
me gusta desde que vio a Hannah la primera vez y muchos menos
por su manera de hablarme hace un momento sobre mi padre.
Vuelvo a prestar toda mi atención a la terrícola que está en la
cama sonriendo a su padre y susurrando cosas sin sentido. El doctor
Johns le deja un cariñoso beso en la frente y nos hace un gesto con
la cabeza para que nos retiremos.
─No hay nada mal en mi hija ─comienza a decir después de
titubear─, solo algo que nada más había visto en vuestros vástagos
después de...
Miro a mi padre cuando el médico no acaba la frase y lo veo mirar
a la muchacha asombrado negando con la cabeza. Espero con
paciencia a que abra la boca, me da la sensación de que no se han
acabado las sorpresas.

Hannah
 
Me noto extraña, feliz, aunque con la sensación de que algo no
va como debería. Escucho a Junrom hablar y lo que escucho me
deja helada y hace que el sopor me abandone de repente.
─¿Me estás diciendo que la chica tiene un exceso de energía?
¡Increíble!
Murmullos ininteligibles llegan hasta mí, así que decido abrir los
ojos y hacerles notar que estoy más espabilada.
─Salem ─lo llamo un par de veces hasta que voltea a mirarme─,
¿puedes venir un momento?
Se acerca con rapidez a la cama y se sienta en el borde. Me fijo
en su mirada y lo veo confuso, como si hubiera algo en mí que no va
bien.
─¿Por qué está el doctor Johns aquí? ─pregunto en un susurro.
─Dime lo que recuerdas de nuestra visita a la cascada.
Sonríe cómplice cuando enrojezco y trato de taparme con la
sábana para que no me mire siquiera. Me susurra que verbalice solo
lo que no me dé vergüenza, que el beso es algo nuestro, lo que me
da confianza para mirarlo de nuevo.
─Recuerdo notar mucho cansancio antes de que me sacaras del
agua y luego nada más ─murmuro para todos.
Se miran Junrom y mi padre frunciendo el ceño y es el Líder
quien se sienta al lado contrario al que está Salem y me coge la
mano con afecto.
─Antes de que mi hijo te ayudara a salir de allí, ¿notaste algo
extraño?
Su pregunta me deja un poco descolocada porque me mira con
una curiosidad extraña, como si viera algo que los demás no, lo que
hace que empiece a aflorar esa rabia que sale desde que estoy en
este lugar.
─Llevo bastantes años siendo la rarita, si hubiera sentido algo
fuera de lo normal ya lo sabríais ─mastico las palabras─. Si busca
algo sórdido como lo que hace la pretendiente de su hijo, se ha
equivocado de persona, o de hembra en su caso, ya que a todas nos
trata como incubadoras.
Todos me miran sorprendidos y veo que se han levantado. Salem
es el que está cerca aunque me observa como si fuera un animal
peligroso.
─¿Qué pasa, que ahora que ya me has probado te alejas como si
tuviera una enfermedad infecciosa? ─escupo con rabia y angustia─.
Si no te gusto puedes decirlo, no vas a romperme el corazón por un
simple beso.
─Si te tranquilizas, puedo acercarme a ti de nuevo ─contesta con
cautela─. Hannah, respira hondo y permite que vuelva a mi sitio.
Niego con la cabeza mientras una lágrima furtiva se me escapa.
Salem ordena al doctor ir a por el equipo para revisarme de nuevo y
este sale presuroso del lugar.
─Hannah, ¿quieres que salga mi padre? ─Niego con un gesto─.
Pues necesito que te relajes un poco para poder sentarme contigo y
explicarte lo que pasa.
Hago lo que me dice y parece que mi corazón ralentiza sus
pulsaciones según voy respirando como me está marcando. En
pocos minutos se sienta de nuevo a mi lado y me abraza, lo hace
con tanta fuerza que gimo y comienzo a sollozar. No entiendo lo que
me sucede para pasar de una emoción a otra hasta que una idea me
asalta de repente.
─Salem, dime que lo que me inyectaron es incompatible con mi
cuerpo ─le pido angustiada mientras me separo un poco de su
agarre.
─Vamos a saberlo en cuanto vuelva tu padre con el equipamiento
necesario para comprobarlo.
─No es mi padre ─le susurro─. No vuelvas a referirte así al doctor
Johns.
Vuelvo a apretarme contra él y suspiro tranquila en cuanto la voz
de mi flor entra en mi cabeza. «No te preocupes, muchacha. Tu
cambio está en marcha y es algo tan importante, que ninguno se lo
espera. Paciencia, Princesa».
Noto a Salem temblar cuando le toco el hombro derecho y
recuerdo que justo antes de que dejara de besarme dio un respingo
al apretar en la misma zona.
─¿Estás bien? ¿Te duele el hombro?
─Tranquila, no es nada ─contesta con una mueca que dice lo
contrario─. Seguro que en el entrenamiento de esta mañana he
debido golpearme y me molesta ahora.
─Déjame ver ─Junrom ordena más que pide y le levanta la
camiseta─. Pero, ¿qué cojo...?
─Ya he dicho que...
─Esto no es un golpe, hijo, ve al baño y te miras en el espejo.
Miro de uno a otro ya que parece que se comunican entre ellos y
es cuando resoplo que dejan de hacerlo y me prestan atención. Y lo
que no han llegado a entender es que he escuchado todo lo que han
dicho, por eso mi gesto.
─¿Me enseñas lo que te he hecho? ─pregunto a la vez que bajo
la mirada con vergüenza.
El gruñido de Salem y la risa de Junrom se frenan en seco
cuando la puerta se abre para dar paso al doctor Johns junto a
algunos de sus ayudantes y varias máquinas. El avance tecnológico
es desconocido para todos nosotros ya que lo que debería ser un
simple ecógrafo no lo es, y me doy cuenta en el momento en el que
mi supuesto padre despacha a todo el mundo de la habitación y nos
quedamos solo los cuatro.
─Ahora debes estarte quieta para no tener que repetir la prueba
demasiadas veces ─me ordena─. Primero vamos a hacer un barrido
de tu cuerpo para anotar las distintas variables en reposo y luego
seguiremos.
Asiento ante sus palabras, respiro hondo y me preparo para lo
que tenga que hacer.

◆◆◆
 
En un rincón de la escalera...
─Dime que traes a la chica ─gruñe el gusano traidor─. Tenemos
órdenes de entregarla de inmediato para comenzar con la siguiente
parte del plan.
─Está demasiado vigilada, no hay manera de interceptarla
─protesta el otro individuo.
Ambos guardan silencio un momento ya que escuchan pasos de
varias personas por el pasillo. El gusano se asoma y ve que varios
doctores han salido del ala privada del Líder, lo que hace que monte
un nuevo plan en su cabeza al momento.
─Vamos a meternos en el cuerpo de dos de ellos para llegar a la
muchacha ─comienza a decir con prisa─. Seguro que ya empieza a
notar los efectos de la inyección que le pusimos, el Supremo va a
estar muy orgulloso de nosotros si le llevamos a la chica y su
engendro.
─Veo lagunas en tu repentina idea ─balbucea su cómplice─.
Tenemos órdenes de no hacer nada diferente a lo recomendado y
mucho menos sin consultarlo con uno de nuestros superiores.
─Ahora mismo estoy por encima de ti ─se jacta ufano─, por lo
que me debes obediencia.
─Lo siento ─masculla su acompañante─, pero no voy a participar
en tu suicidio voluntario. No voy a decir nada, no tienes de lo que
preocuparte, sin embargo no voy a ser cómplice de tu rebelión.
Y sin más abandona al gusano traidor a su suerte. Lo que el
pobre incauto no sabe es que horas después va a llegar su
desaparición del planeta, aunque no va a ir donde el ser ambicioso
cree. Todo lo que sucede en el universo es por algo.

Salem
 
El doctor ha estado varias horas revisando las diferentes
imágenes ofrecidas por los aparatos que se ha traído de nuestro
laboratorio privado. He intentado preguntar a qué se debe que en
una simple terrícola utilicen los instrumentos que sirven a los
nuestros, pero mi padre ha negado con un gesto de la cabeza. Hay
algo que se me escapa.
En el momento en el que el doctor Johns se ha puesto a
comparar datos después de dos exámenes a conciencia, me he
sentado junto a ella para tratar de calmar mi impaciencia. Hemos
estado cuchicheando sobre tonterías y más de una vez he estado
tentado de besarla. Lo peor de todo, que ella ha estado todo el rato
prodigándome pequeñas caricias y sonrisas que me van a
acompañar siempre.
─No es posible, necesito volver a revisar a mi hija ─escucho
murmurar al médico.
Me levanto de un salto y me acerco a él. Mi padre le está
negando el volver a usar la maquinaria con la chica y desde luego
pienso lo mismo que él, es perjudicial para cualquier terrícola una
exposición prolongada a algunos de los componentes de nuestro
planeta.
─Ya ha escuchado al Líder, no vuelve a hacer pasar a la
muchacha por nuestra tecnología ─le digo en cuanto estoy a su lado.
Va a abrir la boca para replicar así que uso nuestro poder
paralizador y en sus ojos observo el terror que empieza a sentir, lo
que hace que un escalofrío de placer recorra mi cuerpo.
─¿Algo que objetar, doctor Johns? ─pregunto con ironía─. Eso
pensaba. Puede retirarse.
Nada más que lo libero, llama a sus ayudantes por el walkie y se
pone a recoger todo el material que ha usado.
─Papá, ¿qué me pasa? ─pregunta Hannah cuando lo tiene a su
lado.
─Nada, abejita ─le responde con dulzura─. Solo un exceso de
energía, se ve que las emociones de estos días te están pasando
factura.
─Y de lo otro, ¿se ve algo ya? ─La preocupación que rezuma en
su voz hace que se me encoja el estómago─. Dime que no hay nada.
─No lo hay, hija ─afirma con sinceridad─. Eres la primera mujer
que rechaza lo que sea que te inyectaran, puedes respirar tranquila.
Por el suspiro hondo que ambos soltamos a la vez parece que
nos han quitado un peso de encima. Observo la mueca jocosa de mi
padre cuando entra en mi cabeza para decirme algo que no he sido
capaz de verbalizar y que ya va siendo hora.
─Doctor Johns ─llama mi padre─, ya que tiene el material fuera
de las instalaciones, le pido que lo lleve a la zona de transporte.
─Lo que ordene, Gran Líder.
Mi padre alza una ceja ante el trato del médico ya que hasta
ahora no lo había llamado de esa manera, aunque supongo que será
por lo de hace un momento, sin embargo no lo corrige. En cuanto el
personal llega, recogen de manera eficiente y rápida y se marchan
sin decir palabra, excepto uno de ellos que se queda algo rezagado
con respecto al resto. Es Utrech, que está en la puerta haciendo
labores de escolta, quien lo coge por el cuello de la bata y lo saca de
un empujón del lugar.
─Hijo, ordena a tus hombres la partida inmediata. ─Frunzo el
ceño ante la petición de mi padre─. Coordina a todo el personal para
que en menos de media hora estén dispuestos los diferentes
transportes, activa la evacuación inmediata.
─¿Y cuál va a ser el rumbo a tomar?
─Esas coordenadas las sabrán los conductores en el momento
en el que abandonemos el lugar, no antes ─responde con
rotundidad─. Prefiero que no haya filtraciones, lo de estos últimos
días no es normal. Ahora más que nunca debemos estar preparados,
vienen a por ella, y vendrán más cuando sepan de su verdadera
naturaleza.
Asiento ante sus palabras y seguimos la conversación a nuestra
manera. Me cuenta que ya tiene el informe de la profesora y que,
aunque todo apuntaba a un accidente por caída, han encontrado
pruebas claras de su asesinato. Le informo que tengo que enseñarle
algo que encontré en el lugar de la caída, pero puede esperar.
También me pone en antecedentes de algo que no sabía y que hace
que bufe enfadado, me toca vigilar de cerca a mis hombres porque
he descuidado mi tarea de vigilancia. Tendré que darle las gracias a
Utrech por el descubrimiento y convocar un consejo de disciplina.
─Vamos, márchate de inmediato ─me anima mi padre─. Yo cuido
de la muchacha y la llevo personalmente hasta nuestro vehículo.
Asiento mientras la observo descansando. Se ve tan frágil cuando
está dormida que ese sentimiento que he descubierto se vuelve más
fuerte y me llena de energía.
Me encamino a cumplir las órdenes de mi padre y voy avisando a
Gideon de que acabe de llevar el equipo informático a la zona segura
que hay para ello. Intento contactar con Rex para que movilice al
resto de guardias, y como no contesta me toca hacerlo a través de
Gael, que para eso es el hombre de confianza de Junrom, al menos
hasta que llegaron las mujeres.

◆◆◆
 
En la zona privada del personal
─Rápido, rubia, tienes que acabar con él ahora mismo.
El gusano ha logrado escabullirse sin que los demás médicos
noten su falta y ha ido en busca de la ejecutora. Deben aniquilar al
guardia que puede destaparlos en un momento de cobardía por
conseguir la absolución de su alto mandatario.
─Ese no es el plan y lo sabes ─responde mientras sigue
limándose las uñas con pasividad─. Debo hacerlo en unos días, en
cuanto den la orden de evacuación.
─Pues tienes unos minutos para que se produzca y no va a dar
tiempo ─la apremia─. El cabeza de chorlito que dirige el planeta ha
dicho que nos largamos en media hora.
─¿Y cómo sabes eso?
─No importa el cómo sino que vas a echar a perder el trabajo de
estos meses como no lo ejecutes de manera inminente ─gruñe más
alto de lo recomendable.
─Está bien. ─Se levanta con lentitud y en actitud sexi─. Cuando
sepas dónde nos trasladan, haz el favor de comunicarlo. Y te pasas
a verme en cuanto lleguemos a nuestro destino, creo que necesitas
que te relaje como ya sabemos. No tendré que disimular porque no
me verán mis compañeros y el doctor no se va a enterar.
Le guiña un ojo y sale presurosa a cumplir su misión, aunque
antes de eso se comunica con su ente superior para dejarle claro lo
sucedido y que estén atentos a los pasos del gusano ya que está
moviéndose de manera temeraria invadiendo diferentes cuerpos.
Le cuesta muy poco trabajo llevar a cabo su cometido
recreándose más de lo normal en la tortura, solo que no se ha dado
cuenta que hay unos ojos que están atentos a todo lo que sucede en
esa zona y van a poder empezar a tirar del hilo. La hora de la verdad
se acerca de manera inminente y ninguno de los implicados espera
la sorpresa que les tiene reservada el universo en sí.

Hannah
 
No sé en qué momento me he quedado dormida, pero la
sensación de bienestar que estoy experimentando ya me da idea de
dónde estoy. Observo lo que me rodea y me resulta familiar esta
enorme sala, porque no estoy en el jardín como siempre sino en una
preciosa estancia decorada en tonos pastel.
─Princesa, debes memorizar todo lo que hay en este lugar. ─La
voz de la jorita resuena con fuerza─. Es muy importante que
aproveches la memoria fotográfica que tienes porque en pocos días
te vas a enfrentar a quienes te privaron de todo esto que ves.
Le hago caso y clasifico en mi mente cada uno de los elementos
existentes en este salón, hasta el número de borlas que tiene la cinta
que sujeta la cortina del gran ventanal por el que entra muchísima
luz.
─Ya está ─susurro mientras doy una última mirada.
─Eres increíble ─contesta orgullosa─. Voy a darte las
instrucciones a seguir en cuanto llegues al nuevo lugar donde el
Líder cree que vais a estar todos seguros, solo que ya tiene al
enemigo dentro y se han movilizado.
Me van a salir arrugas en el entrecejo de tantas veces que lo
frunzo y es que todos los días están siendo una aventura. Presto
atención a cada una de sus palabras, pregunto las dudas que me
surgen y anoto mentalmente los pasos a seguir desde el mismo
momento en el que salga de la base.
─Una última cosa, Princesa ─pide la flor─. Vuelvo a recordarte
que no debes separarte de tu Guardián, y que vigiles esas marcas
que han empezado a salirle. Es la señal de que vuestra vinculación
se acerca.
─¿Vinculación?
Una suave risita procedente de la flor me hace temer que la
respuesta va a ser algo que nunca he querido en mi futuro, solo que
ahora mismo no gozo de la libertad de decidir como pensé que iba a
poder hacerlo.
─Cuando sea la hora ─contesta─. Ahora ve, te están esperando
para partir. Nos vemos pronto, Alteza.
Un susurro junto a mi oído me saca de manera abrupta del lugar
a la vez que la paz desaparece.
─Hannah, niña, despierta. ─La voz de Junrom hace que sonría─.
Vamos, muchacha, tenemos que irnos.
Abro los ojos y me sorprendo al ver que Utrech está al otro lado
de la cama dispuesto a cogerme en brazos. Me separo de él y me
pongo en pie de un salto.
─Ya estoy ─les digo bostezando─, no es necesario que me
carguéis como si fuera un bebé.
Salgo de la habitación dejando tras de mí la carcajada de los dos
seres. Espero en el pasillo hasta que se les pasa el ataque de
hilaridad y nos encaminamos hacia la parte trasera de la mansión, es
la que me faltaba por explorar y es una lástima que no me haya dado
tiempo.
Llegamos a un enorme descampado donde hay varios vehículos
de diferentes formas y tamaños. Me fijo bien en cada uno de ellos y
decido ir al de las chicas, es el mismo en el que llegamos y es donde
está mi lugar. Una mano frena mi intención de comenzar el trayecto
hasta mi transporte cogiéndome con cuidado por el codo.
─Usted va a ir con el Gran Líder. ─Utrech señala con la cabeza
algo a mi espalda─. Son órdenes de Salem y de Junrom, no
queremos enfadarlos, ¿verdad?
El tono de confidencia de la última frase del guardia me hace
mucha gracia a la vez que una nueva imagen llega a mi mente
haciendo que me doble de dolor y llore de repente.
─Sácala de aquí, ¡rápido! ─grita alguien─. Todos a los
transportes, ¡nos vamos!
Noto que me elevan y me dejo hacer, es tan grande el dolor que
me recorre ahora mismo que no soy consciente de dónde estoy ni
quién me tiene agarrada. Las imágenes de mi infancia se han
desatado y no hay manera de pararlas. Me agarro la cabeza en un
vano intento de frenarlas, me duele tanto lo que viví que no sé cómo
voy a gestionarlo. Y lo peor es que me han mentido, y no solo a mí
sino también a Junrom.
─Pequeña, ¿estás bien? ─La voz angustiada de Junrom
atraviesa mis caóticos pensamientos─. Haz venir a Salem, ¡ya!
Mi respiración empieza a normalizarse en cuanto escucho el
nombre de mi protector, porque eso es lo que es desde que éramos
apenas unos críos. Aguanto un nuevo sollozo y abro los ojos para
responder a Junrom sin palabras.
─Me has dado un susto de muerte, muchacha ─susurra─. Pensé
que te habían atacado sin verlos.
Niego con la cabeza y me ovillo en el asiento donde me han
colocado. Siento que necesito que me abracen, que me prometan
que no van a dejar que ellos se acerquen a mí, pero no sé en quién
confiar por mucho que la jorita me haya dicho que ellos son parte de
mí.
─¿Vas a contarme lo que ha pasado? ─Vuelvo a negar con un
gesto─. No pasa nada, cuando estés preparada me lo dices.
Observo lo que me rodea y abro los ojos sorprendida por la
austeridad y amplitud del lugar. La parte frontal está presidida por un
enorme cristal en forma de pecera y en la parte baja están los
mandos de la nave, porque es la única manera que se me ocurre
para denominar este transporte. La consola tiene multitud de botones
y pequeñas pantallas para controlar cualquier cosa de la ruta. No
entiendo mucho de este tipo de tecnología, pero hay imágenes que
me recuerdan a los típicos radares.
─Te puedo enseñar para lo que sirve cada pantalla ─ofrece
Junrom cuando ve que no le quito ojo al panel de mandos─. Vamos a
sentarnos ahí y te voy mostrando cada botón y si quieres el lugar al
que vamos a desplazarnos.
Asiento con un gesto y me levanto despacio evitando que se
acerque. Parece que me entiende ya que se adelanta y me ofrece
con una mano uno de los sillones que hay junto al panel de mando a
la vez que él se acomoda en el de la derecha.
Empieza su monólogo sobre el uso de cada uno de los aparatos y
despliega algunos que están metidos debajo de la carcasa de la
consola. La verdad es que estoy disfrutando mucho de sus
explicaciones, de lo atento que está a cada uno de mis gestos ya que
me mira de vez en cuando para cerciorarse de que entiendo lo que
me está mostrando y una pequeña sonrisa hace aparición en mi
cara.
─Ya era hora de que me mostraras tus pequeños dientes
─murmura con una sonrisa─. Estaba empezando a pensar en que no
debo ser demasiado buen profesor y te aburría.
Niego de manera vehemente, ahora mismo no soy capaz de
hablar a menos que quiera romper en llanto de nuevo.
─Voy a marcar las coordenadas del lugar al que vamos a ir ─dice
mientras teclea sobre los botones centrales─. En la pantalla de tu
izquierda aparecerá nuestra nueva ubicación. Enseguida mando al
panel central del resto de vehículos su destino.
Veo que aparece la imagen de unos rascacielos enormes que
están protegidos por unas enormes montañas. Lo idílico de la
imagen es que han recreado los famosos canales de lo que antes
era Venecia entre esos edificios. La mezcla de lo urbanita con lo
rústico es tan fascinante que no escucho a Utrech situarse a mi lado.
─Señor, hay un guardia que no aparece ─notifica con voz grave─.
Nadie del personal lo ha visto y no somos capaces de localizarlo por
su dispositivo.
─¿De quién se trata?
─Rex.
La mención del amigo de Salem hace que un escalofrío recorra
mi cuerpo y la voz de la flor me tranquiliza diciendo que un traidor
menos del que protegerse.
─Maldita sea, su tío no va a perdonarnos el irnos sin él ─masculla
Junrom con fastidio─. Da la orden de que si en quince minutos no ha
aparecido, se suspenda la búsqueda. Y dile a mi hijo que la
muchacha está bien ya.
─Como ordene.
Sale del lugar igual de sigiloso que ha entrado, lo que hace que
vuelva a centrarme en la imagen que tengo delante y me animo a
hacerle a Junrom la pregunta que me ronda por la cabeza.
─Ha dicho que esta es nuestra ubicación y que iba a mandar al
resto de vehículos su destino. ¿Acaso no es el mismo? ─Alza la ceja
a la vez que niega con la cabeza─. Debo ir con mis compañeras.
─Eso es algo que por ahora no va a poder ser hasta que
descubramos lo que está pasando ─dice mientras sigue cambiando
la forma de la consola y sale un mapa en tres dimensiones─. Aunque
creo que debería reconsiderar mi decisión ya que vuestra llegada
tenía un motivo que aún no se ha fraguado, aunque tengo muy claro
el desenlace.
Se me viene a la cabeza eso de lo que tantas veces nos habló la
profesora y se acaba de hacer realidad con el pensamiento en voz
alta de Junrom. Batallo contra las ganas de rebelarme ante todo y
todos porque en mi naturaleza no cabe la posibilidad de dejar que
nadie elija mi futuro, y a la vez quiero ser yo esa persona idónea para
acompañar a Salem en su vida, porque con los primeros paseos con
las chicas entendí que era él y no el viejo quien estaba obligado a
buscar la chica florero a la que llevar del brazo.
─No es una chica florero lo que mi vástago necesita. ─Miro
asombrada a Junrom─. Piensas en voz alta, no creas que poseo tus
poderes.
Se echa a reír mientras bufo indignada. Por actos como este la
difunta señorita Brown me tenía castigada de manera permanente.
Ahora me siento mal porque no he tenido la decencia de preguntar
siquiera qué le ha pasado y lo que han hecho con su cuerpo. Sería
dura conmigo, pero en el fondo no era mala persona y no se merecía
morir.
Dejo el remolino de pensamientos a un lado cuando escucho
pasos acercarse a toda prisa e irrumpe en la nave un Salem
jadeante.

Salem
 
El que Utrech haya vuelto para traerme las nuevas órdenes de mi
padre y haya tratado de tranquilizarme diciendo que Hannah está
bien, no ha hecho que siga sintiendo intranquilidad durante el tiempo
que he tardado en distribuir al personal en los diferentes lugares
respecto al rango o cargo que ostentan. Y la desaparición de mi
amigo no ha hecho sino tener ganas de pegarme a la muchacha y no
perderla de vista ni un segundo hasta que salgamos de aquí.
─¡Señor, creo que tenemos algo! ─Uno de mis soldados llega
corriendo hasta mi posición─. Hemos mirado donde ha dicho su
informático y creo que debe acudir al lugar.
Asiento con la cabeza y apresuro el paso. Gael ha estado
siguiendo el rastro de imágenes y de sus movimientos hasta el
antiguo almacén reconvertido para dejar los distintos cachivaches
terrícolas que habían en el lugar cuando nos hicimos con esta
ubicación.
Me encuentro dos guardias apostados en la puerta, lo que me da
idea de que no me va a gustar lo que hay dentro. Se apartan lo justo
para que pueda acceder y lo que me encuentro me deja asombrado.
─¿Quién más ha visto esto? ─pregunto al chico que me ha
avisado.
─Solo nosotros. ─Señala con la cabeza a sus compañeros─. Creí
más conveniente avisarlo a usted y no usar intermediarios.
─Me parece bien ─respondo─. Vuelvan a sus tareas, nos vamos
en menos de quince minutos. Y aquí no han visto o encontrado nada.
─Entendido, señor.
Se despiden los tres con un gesto y se van. Aprovecho el poco
tiempo que nos queda para registrar en mi memoria todo lo que me
rodea y me comunico con Gideon para que haga una copia en
nuestra base de datos oculta para poder analizarlo todo con calma.
Una vez que he recibido la confirmación de que lo tiene todo, me
despido de mi querido amigo y desintegro el lugar. Rex se merecería
una despedida al nivel de cualquier supervisor, pero con lo que
acabo de descubrir ha perdido cualquier privilegio. Incluso
deberíamos exponerlo como dicta nuestra ley, solo que no iba a ser
de agrado para su tío ya que supone el marcar a toda su familia al
exilio y la deshonra por siglos.
Miro a mi alrededor y no hay ser vivo fuera de los transportes, por
lo que me dirijo raudo hacia la nave de mi padre. Necesito abrazar a
Hannah y comprobar que es cierto que está bien, que ese dolor que
he sentido hace un rato no tiene nada que ver con ella y lo que me
ha contado Utrech que le ha sucedido de repente.
Irrumpo en el lugar jadeante por la carrera y me freno en seco al
escuchar a mi padre reírse a carcajadas a la vez que Hannah está
cruzada de brazos, aunque he notado que tenía la mente en algún
lugar fuera de este espacio.
En cuanto me ve una tímida sonrisa se muestra en su precioso
rostro, lo que me lleva a acortar la distancia que nos separa,
levantarla del asiento en el que está y abrazarla. Su aroma a vainilla
calma de inmediato el alocado ritmo de mi corazón.
─Dime que estás bien ─le susurro a la vez que me siento donde
estaba ella y la pongo en mi regazo─. ¿Qué ha pasado?
Niega con la cabeza metida en mi cuello y solo puedo apretarla
un poco más contra mí. Empiezo a escuchar sus pensamientos,
cosas sin orden o sentido y le paso mi mano por la espalda de
manera suave para que se calme, va a volvernos locos a ambos si
sigue divagando a esa velocidad.
─Puedo saber lo que piensas cuando te tengo así de cerca.
Levanta la cabeza de inmediato y me mira con el ceño fruncido.
No reprimo las ganas de acariciarle la zona, me da lo mismo si
tenemos a mi padre de espectador lanzándome silbidos mentales. La
veo cerrar los ojos y no reprimo las ganas más tiempo, la beso de
manera dulce, solo un pequeño contacto de nuestras bocas que se
ve interrumpido por el carraspeo de Utrech, quien va entrando
acompañado de Gael, y por un nuevo pinchazo en el hombro
derecho. Hannah me mira preocupada, parece que ha notado el
momento en el que me he tensado por el inesperado dolor.
─Iniciemos la marcha ─ordena mi padre mientras acaba de
teclear las coordenadas para todo el mundo.
Bajo a Hannah de mi regazo y la coloco en el asiento que está
justo a mi lado por lo que Utrech se ve obligado en ir en los sillones
de los pasajeros, esta vez solo mi padre y yo estaremos a los
mandos.
Cuando iniciamos la marcha me doy cuenta de que mi progenitor
había dividido el convoy en dos destinos diferentes y separados por
miles de kilómetros y justo vuelve a reprogramar la ruta para ir todos
al mismo lugar. No le pregunto nada ya que no debo rebatir sus
decisiones delante de los guardias, pero le hago saber que no estoy
de acuerdo con lo que ha hecho.
Cierro los ojos un momento para tratar de recuperar la calma,
cosa que surte efecto en cuanto la pequeña mano de Hannah entra
en contacto con la mía y se enlazan.
─¿Te encuentras bien? ─La miro ya que no acabo de entender a
lo que se refiere─. Me he dado cuenta de que te has vuelto a resentir
del hombro, ¿va bien todo?
Asiento con la cabeza y presto atención al sistema de
navegación. Cualquier cosa antes de entablar conversación sobre
algo de lo que todavía no tengo ni idea.
─No es necesario que me mientas. ─La miro sorprendido con el
tono que acaba de usar─. Yo también te escucho y da lo mismo si
me tocas o te comunicas con tu padre.
Ahora es ella la que muestra una pequeña sonrisa tímida al
verme abrir y cerrar la boca varias veces. Pruebo si es cierto lo que
me dice y en cuanto lanzo un pensamiento y la veo enrojecer, me
convenzo de que esta conexión existe y hasta ahora no me había
dado cuenta. Es cuando caigo en algo que le negué a mi padre.
─¿Fuiste tú quien me escuchó cuando me metieron en la
bodega? ─Asiente y respiro hondo para lo que voy a preguntarle─.
¿Desde cuándo está pasando esto? Me refiero a...
─Ya sé lo que quieres plantear ─susurra avergonzada─. No
sabría decirte con exactitud porque empecé a escuchar cosas la
primera vez que toqué la flor. Desde entonces son pequeñas voces
lejanas, aunque el día que te tenían retenido fue cuando más claro
escuché a alguien, y eso que estaba convaleciente.
─¿Como que a alguien?
─Es que también oigo a Junrom. ─Baja tanto el tono de voz que
casi no la he escuchado─. Pero no es porque yo quiera, se meten
vuestras conversaciones solas en mi cabeza. Al que no he
conseguido escuchar es al doctor Johns, menos mal que tu padre
repitió mi diagnóstico, aunque no lo he entendido. Ya le preguntaré a
él directamente.
─No puede ser ─musito.
─Utrech está ahora mismo maldiciendo su suerte por tener que ir
con el inútil del enchufado ─cuchichea en mi oído y me dan tantas
ganas de reírme que no me reprimo.
Mi padre me mira con aspecto feroz, aunque al momento cambia
su expresión por una jocosa al saber por lo que me río. Es algo
extraño porque nadie antes ha podido saber lo que hablábamos en
nuestras conexiones mentales si no lo hemos incluido, pero esta
chica va a un nivel superior porque escucha hasta lo que pensamos
y hasta ahora no habíamos conocido a un mentalista de ese nivel,
que es lo que se me ocurre que puede ser ella.
─No soy mentalista ─gruñe en desacuerdo─. No entiendo lo que
pasa, la culpa la tiene la jorita.
Ver cómo arruga la boca poniendo morritos al enfurruñarse hace
que mi amiguito corcovee dentro del pantalón. Esta muchacha va a
acabar con mi cordura y más cuando la veo aguantar una carcajada,
no me acostumbro a que sepa en todo momento lo que estoy
pensando.
─Ven aquí ─ordeno señalando mi regazo─, voy a enseñarte
cómo funciona todo esto.
Obedece de inmediato aunque tarda un poco en sentarse. Veo
que vuelve su mirada hacia Utrech y enrojece, pero al momento la
tengo acomodada en mis piernas.
Le voy señalando los diferentes aparatos y su utilización durante
el trayecto, a la vez que ella me va preguntando sobre los diferentes
usos que se les podría dar en otros ámbitos del planeta, cosa que
hace que los que estamos en el habitáculo nos maravillemos de la
inteligencia escondida de Hannah.
Llega un momento en el que estamos tan concentrados en lo que
estamos hablando que no me doy cuenta de que el abrazo se ha
hecho demasiado íntimo y que le voy dejando pequeñas caricias,
hasta que Utrech rompe nuestra burbuja con un nuevo carraspeo,
solo que esta vez es de desaprobación.
─¿Vas a contarme lo que te pasa, grandullón? ─pregunta Hannah
en tono sarcástico─. Parece que no has visto en tu larga vida a unos
amigos hablando de manera confidente.
Carraspeo ante la inocencia que muestra en sus palabras y dejo
mi mente en blanco porque sino la iba a asustar por lo poco amigo
que quiero ser ahora mismo.
─Lo que no veo correcto es que una muchacha soltera y virginal
esté sentada en el regazo de un hombre, igualmente soltero y con
intenciones poco honestas, y no sea la chica en cuestión consciente
de las intenciones del sinvergüenza que aparenta ser un buen amigo
─suelta del tirón.
Todos nos quedamos serios y callados, ya no por el tono en el
que ha dicho la frase sino por la connotación de sus palabras. Solo le
ha faltado lanzarme un guante para desafiarme como hacían en la
época que le apasiona a mi padre. Bueno, nos quedamos impasibles
hasta que la preciosa mujer arranca a reír, abandona mi regazo y se
dirige hasta el asiento de Utrech.

Hannah
 
Si la tensión se midiera en peso, la nave en la que estamos
habría caído a plomo sobre donde sea que estemos sobrevolando.
Me ha parecido tan sentido el mini discurso que ha salido de la
boca de Utrech, que no me ha quedado más remedio que cortar el
momento de incomodidad echándome a reír. No me lo pienso
demasiado y voy hasta donde está acomodado y me tiro a sus
brazos. Al principio lo noto tenso, solo que parece que el haber sido
él el que ha presenciado mi episodio doloroso lo hace que me dé ese
abrazo que le estoy pidiendo sin palabras.
Nuevas imágenes vienen a mi mente y logro retenerlas, hasta el
aroma del guardia me ayuda a tener más claras algunas cosas.
Tengo claro que es familiar mío y que él lo sabe al igual que yo.
─¿Cuándo vas a decir quién soy? ─le susurro tan bajito que
pienso que no me ha escuchado.
─En el momento en el que sepa que vas a estar segura ─me
responde en el mismo tono.
Lo miro y me guiña el ojo mientras una preciosa sonrisa cruza su
semblante serio durante al menos tres segundos, todo un récord
tratándose de él.
─¿Y ahora quién es el viejo solterón que tiene en sus piernas a
una recatada y virginal jovencita? ─suelta con sorna Salem.
─¿Celoso?
En cuanto veo la mirada de Salem me arrepiento de haber
formulado la pregunta ya que me contesta que mucho a través de los
pensamientos, lo que me hace enrojecer.
─No digas sandeces, muchacho ─interviene Junrom─. Si podría
ser su padre.
─Y si miras bien su aspecto, diría que su abuelo. ─La respuesta
de Salem hace que Utrech se atragante y se vea obligado a toser,
por lo que le brindo un pequeño apretón en la mano─. Es solo que
en esa época que os gusta tanto a los dos, los viejos verdes se
casaban con tiernas florecillas en busca de ese ansiado heredero.
Quién me dice a mí que Utrech no ha estado cortejando a la dama
delante de mis narices.
Una nueva carcajada general inunda el lugar, de todos excepto
del enchufado, como lo ha llamado en su mente Utrech, que me mira
con rabia e incluso diría que con asco. Hago esa idea a un lado y me
centro en el guardia que lleva toda mi vida velando por mi bienestar
sin siquiera saberlo.
─Deberías tomar tu lugar en la galaxia ─susurro y le beso la
mejilla─. Eres el mejor.
Me levanto de un salto y vuelvo a mi lugar del principio, solo que
Salem me agarra por la muñeca y tira de mí para sentarme de nuevo
en su regazo.
─No hemos terminado la clase, señorita.
Me río al ver la mueca de profesor estricto que acaba de poner y
me acomodo mejor. Sigue explicándome un poco más el
funcionamiento de los mandos, el mantenimiento diario que hay que
hacerle a las distintas naves y vehículos y hasta la preparación que
deben tener cada uno de los trabajadores que realizan cada una de
las tareas. Me impresiona el nivel cultural de cada uno de estos
seres.
─Supongo que la ciudad a la que vamos es diseñada por
vosotros ─titubeo al intentar mostrar mi curiosidad.
─En efecto.
Se me queda mirando y no logro saber lo que piensa, todo está
en silencio.
─Hijo, no seas malo ─regaña Junrom─. Sacia la curiosidad de
nuestra invitada y no juegues a mantener la mente en blanco.
Lo miro enfurruñada, lo que provoca que me sonría pícaro. Besa
mi frente y comienza a explicarme el complejo proceso de crear una
ciudad utilizando los elementos y edificios de otros lugares
conservando su estructura y morfología. Me parece increíble que con
la tecnología que tienen entre manos no hayan decidido prescindir de
nosotros, tengo claro que no les somos de utilidad alguna.
─¿Y por qué seguir teniendo terrícolas en las bases principales?
─me atrevo a preguntar.
─Cosas de mi padre, que es un sentimental ─ironiza Salem.
─No es cierto, niña ─interviene Junrom─. Nuestro cometido al
llegar a este planeta era instaurar el orden lógico, la paz universal o
cualquier término benevolente que se te ocurra, ya que vuestros
conflictos nos estaban afectando al resto, pero el recibimiento por
parte de algunos de los altos mandatarios hizo que respondiéramos
como lo hicimos.
─No lo entiendo ─mascullo─. Una de las supervivientes nos
contó...
─Sé de sobra la versión que se ha extendido por el planeta ─me
corta─, y la verdad es que nosotros mismos hemos dejado que lo
hagan porque es la manera de que los insurgentes no ganen adeptos
con facilidad al temernos.
Lo pienso y tiene su lógica. Me sigue narrando los hechos
acontecidos el día en el que se mostraron al mundo, porque no es
cierto que nos invadieran de golpe. Llevaban décadas a la sombra,
intentando asesorar a los gobernantes de los grandes países sobre
lo que no deberían hacer, estando en las más altas esferas a todos
los niveles tanto cultural, médico o empresarial, y que el punto de
inflexión fue cuando comenzaron a lanzarse armas biológicas entre
países diezmando a la población con diferentes pandemias de las
que los grandes laboratorios salían beneficiados no solo
económicamente sino porque pudieron hacer algo que estaba mal
visto desde el punto de vista ético y moral: probar los diferentes
antídotos directamente con los humanos.
─Por eso nos vimos obligados a reagruparnos y dar el golpe
definitivo ─sigue Utrech─. En ningún caso quisimos resultar los
malos de la historia, solo que ya estaba el planeta lo bastante
destruido como para permitir que se acabara de perder los pocos
recursos que habían dejado tras el expolio.
Si lo pienso en frío, llevan toda la razón aunque hay algo que
todavía no entiendo.
─Si teníais el poder de salvar todo y a todos, ¿por qué no hacerlo
antes de que los corruptos se unieran? ─cuestiono─. ¿Para qué
dejar que acabaran de destruir las reservas? Y sobre todo, ¿por qué
encerrarlos en las minas fomentando la misma esclavitud que ellos
instauraron en los últimos años?
─Esas son muchas preguntas que se responden con una sola
palabra: ego ─responde Junrom─. Todos esos terrícolas estaban
jugando con las vidas de millones de habitantes y mermando sus
propias defensas en esa partida de ajedrez contra los que creían sus
rivales. Todo por una cuestión de alimentar a sus autoestimas. Por
eso decidimos actuar el día que querían proclamar su supremacía
sin pensar en que pudiera haber alguien más fuerte y listo que todos
y cada uno de ellos.
─Una cuestión de estrategia ─mascullo para mí.
─Exacto, muchacha. ─La sonrisa de Junrom me sorprende─. Ya
que ellos iban con una mala planificación e improvisando, decidí que
me había cansado de ser un buen samaritano y que era hora de
instaurar la supremacía que ellos mismos proclamaban. Solo que el
resultado no fue el que buscaban.
─Y el golpe de gracia perfecto era dándolo frente a los millones
de personas que tenían que seguir las paranoias de ese grupo de
locos ─afirmo.
─Ese era el castigo para ellos ─sigue Salem─, solo que tenían
una horda de fanáticos detrás y necesitábamos hacer algo para
evitar que se nos fuera de las manos las revueltas.
─No veo lógico que usarais castigos del Medievo ─protesto─.
Eso de ejecutarlos frente a todo el mundo me parece demasiado.
─Ay, pequeña, cuánto mal ha hecho el que dejáramos que
hicieran parecer verdaderas algunas habladurías ─se lamenta
Junrom─. Lo real de lo que siguió a esa ejecución es que todo fue un
paripé, una ilusión que creamos para todo el que quisiera verla. Los
líderes que todos suponen asesinados de manera bárbara, en
realidad han ido muriendo años después a causa de la edad o de la
mala salud que arrastraban mezclado con el duro trabajo en la mina,
porque eso es lo cierto de todo lo sucedido.
Lo miro con los ojos abiertos como platos, es tan sincero su tono
de voz que no pongo en duda nada de lo que me está contando.
─Y se acabó la charla por ahora, estamos llegando a nuestro
nuevo destino.
Fijo mi mirada al frente y lo que veo me deja verdaderamente
alucinada. Las imágenes mostradas en la pantalla antes de que
saliéramos de la base no le hacen justicia al lugar. Es todo mucho
más verde y urbanita de lo que se apreciaba en la imagen por
satélite, y ya es mucho decir.
─Bienvenida a tu nuevo hogar ─susurra Salem en mi oído a la
vez que empieza el descenso.

Salem
 
Nuestra llegada a la verdadera base que tenemos itinerante por la
Tierra es de todo menos tranquila y organizada.
Para empezar tenemos a Hannah yendo de un lado a otro del
transporte en cuanto tocamos tierra, en este caso aterrizamos en la
azotea de nuestro edificio. Por otro lado tenemos al resto de viajeros
de los demás vehículos, hay que controlar que hacen caso del
comité de bienvenida que ha dispuesto mi padre durante el corto
viaje.
─Utrech, ve al edificio número dos y asegúrate de que las
muchachas se acomodan sin dar ruido al personal ─ordena mi
padre─. Gael, a ti te toca repartir a los hombres por los barracones
junto a esta torre. Deja algunos de confianza en el edificio que van a
ocupar las mujeres, pero ninguno de los que te dije que tenían que
presentarse ante mí de inmediato. A esos los traes más tarde a la
sala de reuniones.
Ambos guardias asienten con la cabeza y salen de inmediato a
cumplir lo mandado. Hannah sigue revoloteando cerca de la salida,
se la ve impaciente y su cuerpo se está iluminando, aunque el brillo
esta vez no parece peligroso.
─Salem, ve con Gideon a montar todo el equipo ─se dirige a mí
con seriedad─. Una vez que hayas acabado, reúnete conmigo
porque vamos a interrogar a los guardias.
Cabeceo en conformidad y me dirijo a la puerta también, solo que
me detengo junto a Hannah y me dejo llevar por el impulso de
besarla. La abrazo un momento y le dejo un corto beso en los labios
que hace que ella se sonroje. Antes de separarnos vuelvo a notar un
nuevo pinchazo en el hombro, aunque no en el mismo lugar de las
dos veces anteriores. Hannah lo nota y hace el amago de posar su
mano en el lugar, niego con un gesto y le hago llegar a su mente que
más tarde nos vemos y le cuento. Salgo del lugar casi corriendo
dispuesto a acabar mi tarea lo antes posible porque quiero enseñarle
algo que no ha visto todavía y de seguro le va a encantar.
En el vestíbulo del edificio me encuentro a uno de los guardias a
los que hemos convocado a consejo discutiendo con una de las
compañeras de Hannah en un rincón apartado y la reconozco en
cuanto se pone de perfil. Camino hacia ellos dispuesto a mandar a la
chica a su edificio ya que aquí no debería estar.
Me freno un poco y me oculto tras una columna al escuchar el
nombre de Hannah en la conversación.
─Tienes que hacerte con el pase para subir en el ascensor
privado, es el que no vigilan ─ordena más que pide July, acabo de
recordar su nombre─. Necesitamos llegar hasta ella.
─Me va a ser imposible ─niega el guardia─. Por culpa de vuestra
excursión al ala privada voy a tener que rendir cuentas al Líder, y
veremos si no me mandan a picar piedra. Y encima está la
desaparición de tu amante, espero que Rex no nos la haya jugado.
─Sabes que eso es una leyenda para asustar a los ignorantes ─le
rebate con ironía─. Las órdenes del jefe es hacernos con la amante
del Gran Líder para usarla en el intercambio. Y por Rex no te
preocupes, aparecerá.
─Podrías usar tu cercana amistad con ella ─gruñe el guardia─. A
nadie le iba a extrañar que te preocupes por ella y la eches de
menos.
─Esos seres son demasiado listos para lograr engañarlos
─contesta exasperada─. Y mucho menos si no me he interesado por
ella desde que el monstruo le puso sus asquerosas manos encima.
¿De repente me va a entrar la añoranza?
─Ella seguro que se iba a alegrar al saber que sigue contando
con tu amistad a pesar de que sea el juguetito del viejo ─comenta
con desprecio.
─Como sea tienes que hacerte con ese pase ─ordena─. No
vamos a improvisar más ya que las órdenes eran llevarla hace días
ante nuestro jefe y no hemos cumplido a pesar de haber tenido la
oportunidad.
─Es peligroso que intentemos algo aquí ─insiste el traidor al que
voy a imponer un castigo ejemplar─. Tenemos que dejar que pasen
unos días, buscar los puntos ciegos del lugar y dejar que entren los
demás para que nos ayuden a reducir a los más fuertes.
─Lo consultaré con Tiago ─recula la otra traidora─. Te haré saber
lo que él ordene.
Salgo de mi escondite y reprimo mi furia poniendo mi mejor cara
inexpresiva. Me acerco a ellos de manera tan sigilosa que cuando se
dan cuenta de mi presencia solo se les ocurre una cosa: abrazarse
como si fueran amantes.
─No es lo que cree ─comienza July─. Nos queremos y me he
escapado de mi profesora para verlo un momento.
─Señor, si me permite explicarle...
Alzo la mano interrumpiéndolo y miro a ambos de manera
minuciosa. Decido consultar con mi padre el paso a dar aunque
desde ahora mismo no perderemos de vista a la chica.
─Julius, deberías estar ayudando a los demás antes del Consejo.
─Baja la cabeza y noto que aprieta la mandíbula─. Vuelva a su tarea,
soldado.
Se cuadra ante mi orden y sale despavorido sin mirar atrás;
además de ser una rata, demuestra que es un cobarde. Centro mi
mirada en la chica y me paseo a su alrededor pensando bien en lo
que le voy a decir.
─July, ¿cierto? ─Afirma con un gesto de su cabeza─. Como estás
tan preocupada por tu adorada amiga, voy a facilitarte la tarea de
colarte para llegar hasta ella.
Abre los ojos horrorizada y la cojo del brazo con fuerza en el
momento en el que veo que va a intentar escapar del edificio.
─¡Lana! ─Al momento aparece una de las guardias femeninas de
este lugar─. Acompaña a la señorita hasta la suite de invitados del
castillete y procura que esté lo más cómoda y atendida posible.
Esta asiente y se acerca a July, a la que coge del brazo libre y tira
un poco de ella en cuanto la he soltado para que comience a andar.
La traidora clava los pies al suelo, acto inútil porque nosotros
siempre seremos superiores incluso ante el militar terrícola mejor
entrenado.
─No te resistas, traidora ─le susurro─. Disfruta de la estancia en
los calabozos mientras decidimos cómo aplastarte como te mereces.
Y tu amiguito va a correr tu misma suerte, al igual que tu jefe, gracias
por darme la pista para saber quién es.
Cabeceo hacia Lana y esta levanta sin apenas esfuerzo a July y
se la lleva entre gritos y lloros.
Sacudo la cabeza y sigo mi recorrido, necesito acabar cuanto
antes el trabajo que tengo pendiente para poder reunirme con
Hannah. Parece que ella es quien me calma después de este tipo de
situaciones.
En el momento en el que llego hasta la zona de las salas de
seguridad y me encuentro con Gideon, me centro en dejar todo a
punto como nos gusta a ambos.
─Oye, ¿dónde está Jeff? ─pregunto ya que no lo vi antes de salir
ni está aquí organizando a los miembros de la sala de vigilancia.
─La verdad es que no tengo ni idea ─contesta distraído mi
amigo─. Me ordenó desmontar su parte del equipamiento de
visionado y no lo volví a ver, ni siquiera ha viajado en nuestro
transbordador.
Me extraña lo último que ha dicho, solo que me centro en dejar
todo listo para la reunión con mi padre. Ya me preocuparé por el
personal que falte o pondré al enchufado a ello. En el momento en el
que pienso en el adjetivo que le ha asignado Utrech y por quien me
he enterado, una sonrisa se instala en mi cara.
◆◆◆
 
En una oficina del edificio principal...
─Os mando coordenadas de nuestra nueva ubicación ─El gusano
ha contactado con su superiora por muy mal que le caiga─.
Esperamos planos y órdenes a seguir.
─Muy bien, pequeño traidor ─ronronea su jefa al otro lado─. Al
final voy a tener que darte la oportunidad de promocionar a un cargo
de responsabilidad y todo.
Menos mal que la conexión que mantienen no lleva imagen
porque si no estaría escuchando improperios por parte de la culebra
a la que tiene que rendir cuentas, no ha podido reprimir las arcadas
que le provoca solo su voz.
Un remolino de pensamientos atraviesa a ambos seres, cada uno
por un motivo diferente aunque la finalidad es la misma: ser el que se
haga con el mando de la Tierra.
─¿Cuándo será la próxima conexión? ─pregunta de mal talante el
infiltrado.
─No te preocupes por nada, el mismo encargado de seguridad te
lo hará llegar ─susurra la contacto─. Procura no cambiar de nuevo
de cuerpo, el Supremo tiene una nueva misión para ti si sigues
parasitando al médico. Tener acceso al laboratorio es algo que no
habíamos pensado.
El gusano sonríe al sentirse adulado, al fin empiezan a
reconocerle su ingenio y el esfuerzo que está realizando por la
causa, algo que hasta el momento a ninguno de sus congéneres le
ha pasado. Espera ser el pionero dentro de los de su clase.
─No volveré a cambiar de espécimen si no se me ordena. ─Se
muestra sumiso para que no sepa de sus verdaderos planes, no es
el momento─. Estaré atento a Jeff. En el momento en el que tenga
todo, doy aviso y pongo en marcha el plan que designe el Supremo.
De manera automática realiza la reverencia que todos y cada uno
de ellos hace al nombrar a la persona que manda , su creador y el
dueño indiscutible de toda la galaxia, aunque por el momento no
ejerza como tal.
─Estupendo, gusano ─replica de forma tosca su contacto─. En
un par de días me personaré para ver cómo van los preparativos.
La conexión se corta tal cual comenzó: sin saludos de rigor o
formalidad alguna. El traidor sonríe ufano porque piensa que su
nueva supervisora es tan tonta como la anterior. Lo que el pobre
incauto no sabe es que ella está al otro lado del espejo opaco que
adorna la pared viendo cada una de las muecas que ha puesto y los
gestos de victoria que ha estado manifestando una vez cerrada la
comunicación. Debe comunicar de manera inmediata a la superiora
de todos ellos para saber en qué momento eliminar al gusano de
este planeta.

Hannah
 
En cuanto Salem se marcha, recuerdo que Junrom todavía está
aquí y me sonrojo de vergüenza ya que ha visto que su hijo me ha
besado, a mí, una simple terrícola más rara que un piojo verde. O no
tan rara si sopeso que sea cierta la posibilidad que se me ha
mostrado y no quiero reconocer.
Pienso una manera de ser útil o de al menos no resultar un
estorbo, pero él me facilita la tarea cuando sale del lugar y con un
gesto me ordena que le siga. Nada más pisar tierra firme, en este
caso la azotea de un enorme rascacielos, una sensación extraña me
invade. No sé identificar la emoción que me asalta, aunque me olvido
de ella para observar lo que me rodea.
─Esto no es como la base ─comienza a hablar Junrom─, pero ya
verás que encontramos un lugar donde puedas evadirte y relajarte
cuando lo necesites.
Sonrío, más por compromiso que por alegría. He sentido todo el
viaje que me faltaba algo y es que no me ha dado tiempo a abrazar
por última vez a mi jorita. Sé que la voy a necesitar para enfrentarme
a todo lo que he logrado recordar de mi pasado, sin embargo ahora
tengo también a Utrech para ser mi escudo y apoyo.
─Seguro que sí ─musito mientras aligero el paso para no
quedarme atrás.
─Ahora voy a enseñarte un poco la planta en la que nos vamos a
quedar, que es el ático ─prosigue mientras me señala una puerta en
un lateral─. Y luego bajaremos hasta el piso donde vamos a instalar
todo el laboratorio. No quiero que descuides tu formación y por eso
he decidido que una parte del equipamiento va a ir en este edificio.
─¿No sería conveniente que mejor lo hiciera con los demás?
─pregunto, a lo que niega con un gesto de cabeza─. Mis
compañeras deben pensar lo peor de mí.
Esto último lo susurro, aunque parece que ha captado el sonido
porque se ha parado y girado en medio de las escaleras que está
bajando.
─Ten claro una cosa ─comienza y me señala con un dedo─, por
alguna razón inexplicable en este momento para mi inquieta mente,
debes quedarte con nosotros porque eres un ser especial. Necesito
saber en todo momento que estás a salvo a la vez que quiero
descubrir el porqué de que cada día nos sorprendas con un poder
nuevo que ningún terrícola puede manifestar.
Abro y cierro la boca para intentar rebatirle, solo que no
encuentro las palabras.
─Además porque eres especial para mi hijo, aunque todavía no lo
hayas visto ─sigue con tono orgulloso─. Tengo grandes ideas para tu
futuro si aceptas las condiciones que te plantearé.
─Pero...
─No hoy ni mañana ─me interrumpe─. Lo primero es enseñarte
todo el lugar, que te familiarices con el nuevo personal y comiences
tus clases intensivas.
Llegamos a la puerta blindada que da al ático y Junrom se acerca
al medidor biométrico que hay en un panel a la derecha. En unos
segundos el aparato pita y se abre despacio dejando a la vista un
enorme salón diáfano presidido por un enorme ventanal.
Me deja paso como todo un caballero y entro. Se respira
comodidad y no lujo, como parece a primera vista.
─Como ves, esta es la sala principal. ─Pone su mano en la parte
baja de mi espalda para animarme a seguir─. Por ese pasillo de la
izquierda está la zona de la cocina, despensa y un par de
habitaciones para el personal que va a estar aquí para lo que
necesitemos.
Asiento y me dejo llevar para la zona izquierda del lugar.
Llegamos a un ancho pasillo donde hay varias puertas cerradas, las
cuales pasamos de largo y al final hay un nuevo panel. Junrom
vuelve a permanecer estático unos segundos ante él y se escucha el
clic antes de que se abra.
─Por aquí accedemos a nuestras habitaciones ─aclara─. Esas
puertas que hemos dejado atrás son de una biblioteca, la sala de
cine y un par de despachos. Tienes pleno acceso a la biblioteca
siempre que lo necesites.
Subimos un tramo de escaleras y me quedo pensando en que no
ha dicho nada de los despachos, lo que acicatea mi curiosidad y me
tocará investigar por mi cuenta. En cuanto toco el último escalón que
da a un iluminado y amplio pasillo, la sensación de que nos observan
hace que se me corte un momento la respiración.
─¿Pasa algo, muchacha? ─pregunta Junrom mientras pasa un
brazo por mi hombro─. Estás temblando.
Un ruido a mi derecha hace que me tense y que tenga que
soltarme, solo que no entiendo el salto de dos metros que ha dado
Junrom para apartarse. Con un dedo en mis labios le ordeno que
guarde silencio y me dirijo al lugar en el que he escuchado los
gruñidos ahogados.
Abro con sumo cuidado la puerta, que casualmente da a un
pequeño armario de mantenimiento, y respiro hondo antes de entrar.
Junrom está junto a mí y me pide mentalmente paso, a lo que me
hago a un lado y observo cómo se desmaterializa para aparecer en
el interior y agarrar a alguien que está detrás de una estantería.
─Te pillé, rata ─gruñe mientras lo zarandea─. Vamos fuera.
Hannah, apártate y no te acerques a menos de dos metros, por favor.
─¿Necesita que llame a algún guardia? ─pregunto angustiada.
─No es necesario, ya lo he hecho yo ─se jacta ufano y sonríe al
ver mi cara de sorpresa─. En menos de cinco minutos tendremos a
tus protectores con nosotros.
Me fijo en el ser que tiene sujeto y el brillo maligno de sus ojos
me resulta familiar y desobedezco lo que me ha dicho Junrom. Me
acerco y lo toco un momento, el tiempo necesario para que una
nueva sucesión de imágenes haga que jadee de angustia y la furia
me invada.
─¡Quema, que me suelte, quema!
Las voces del ser y pasos apresurados me sacan de mi
introspección y lo que veo me horroriza: justo donde ha estado mi
mano tiene el individuo una gran quemadura y huele a carne
chamuscada. Jadeo de la sorpresa y pierdo el equilibrio un momento,
aunque no llego a caer porque Utrech está justo detrás. Me abraza y
trata de calmarme con palabras cariñosas al oído, cosa que logra sin
esfuerzo alguno.
─¿Está bien la muchacha? ─Noto a Utrech afirmar con la
cabeza─. Llévala a su habitación y quédate con ella hasta que
llegue, voy a dejar la rata a buen recaudo.
─Un momento ─balbuceo y me aparto un poco del guardia─.
¿Cómo es posible que haya pasado eso?
Señalo la quemadura y miro mi mano. No hay lesión alguna y no
he notado nada extraño, solo el calor subir por mi cuerpo de la rabia
que he sentido al saber su identidad.
─Vamos a tu habitación y en cuanto el Líder acomode a nuestro
nuevo invitado, vuelve y te lo enseñamos, ¿te parece? ─Ante la cara
de buenazo de Utrech solo me queda la opción de asentir ante lo que
me pide.
Me agarro al brazo que me ofrece y me dejo guiar por el pasillo.
Miro un momento hacia atrás y ya no están ninguno de los dos seres,
alucino con algunas de las cosas que son capaces de hacer y de las
que no tenía ni idea.
Abre una puerta que da a una espaciosa habitación presidida por
una hermosa cama con dosel cuyos postes de madera tienen una
preciosa talla, se nota que es un trabajo hecho a mano. El lugar
cuenta con vestidor y baño propios además de un pequeño
despacho donde hay una mesa, un ordenador y una estantería
repleta de libros, aunque lo que me deja con la boca abierta es la
coqueta terraza privada con la que cuenta y en la que hay unos
pequeños asientos con pinta de ser muy cómodos.
─Esto es demasiado, Utrech. ─Suspiro mientras abro mis brazos
para señalar la amplitud del lugar.
─Nada es suficiente para ti, Princesa. ─Lo miro con atención ante
la solemnidad de su tono de voz en la última palabra─. Si te parece
bien, siempre que no haya nadie alrededor, puedes llamarme abuelo.
─¿De verdad? ─Asiente y me lanzo a sus brazos─. Gracias,
gracias, gracias.
Sollozo de alegría mientras él ríe en respuesta, lo que hace que
nos encuentre Salem a los dos riendo y llorando a la vez. Enseguida
me separo de mi abuelo, qué bien suena esa palabra, y por su cara
parece que no le ha gustado ni un ápice nuestra cercanía, mueca
que provoca una carcajada en ambos.

Salem
 
Maldigo en todos los idiomas de este planeta y en el del mío en el
momento en el que me hace llegar mi padre el mensaje de que
necesita que Utrech y yo vayamos de inmediato al ático.
Dejo a Gideon acabando de calibrar el último aparato de
protección de la sala y salgo corriendo hacia el vestíbulo para poder
subir al ático, aunque mi camino se ve interrumpido por la irrupción
de mi progenitor con un ser extraño.
─A buenas horas vas a rescatar a la muchacha ─regaña con
sarcasmo─. Te has perdido lo mejor.
Me señala al individuo que tiene sujeto por un brazo, pero decido
que ya he perdido bastante el tiempo.
─Disculpa, voy a ver lo que ha pasado ─anuncio─. Avísame en
cuanto estés con los guardias.
─No es necesario, dile a Utrech que me escolte mientras te
quedas con la muchacha ─pide─. Y si no dejamos que ese atajo de
holgazanes esperen hasta que le enseñemos a Hannah lo que ha
hecho.
─Pero tenemos que...
─Lo primero es sacar a la muchacha de dudas y empezar a
investigar su naturaleza, porque me ha quedado claro que no es una
simple terrícola ─me corta─. Esperadme ambos con ella, la
encontrarás en su habitación.
─Y eso es en... ─dejo la frase en el aire y es cuando veo que
sonríe con malicia.
─Junto a tu despacho, por supuesto.
─No puede ser, ahí está mi gimnasio ─mascullo más para mí que
para que lo escuche.
─Ya no, ahora es su dormitorio. Espero que aproveches la
oportunidad que te estoy brindando o seguiremos con el plan inicial.
Hay una rubia lloriqueando por los rincones que estaría encantada
de ser la Elegida ─canturrea.
Se marcha sin darme oportunidad de replicarle y reanudo de
nuevo la marcha, aunque esta vez prescindo del ascensor. Prefiero
quemar parte de la frustración que me deja este hombre cuando me
hace ver que sus planes van a seguir adelante con independencia de
los problemas que debemos sortear a diario.
Llego casi de inmediato al ático y subo a la zona de los
dormitorios. La imagen que me encuentro al llegar al umbral de la
habitación de mi chica hace que todo mi mal genio resurja con más
fuerza y las ganas de destripar a alguien afloren, aunque ese alguien
sea uno de los seres más leales a mi padre.
Un gruñido sale de mi garganta sin siquiera intentar retenerlo y
aprieto los puños para evitar lanzarme contra Utrech. Hannah es la
primera en notar mi presencia y se separa un poco del cuerpo del
maldito guardia, aunque enseguida ambos estallan en carcajadas, lo
que provoca que mi enfado suba a tal nivel que me debato entre
matarlos a ambos o sacarlos de esta atmósfera protectora para que
luchen por respirar los dos minutos que iban a poder vivir en el
exterior.
─¿Tengo cara de chiste? ─les pregunto exaltado, lo que provoca
que lloren de la risa─. Cuando acabéis, me avisáis.
Me giro para salir y al momento noto los brazos de Hannah que
me rodean desde la espalda. Una sonrisa se instala en mi cara
aunque siga enfadado con ella. Entre hipidos me pide disculpas, me
ruega que no me vaya y que no me tome a mal el estallido, que es
fruto de los nervios, por lo que me doy la vuelta sin dejar que se
separe de mí y la abrazo con todo el cuidado del que soy capaz.
Respirar su aroma a vainilla me calma y hace que no me parezca
tan mala la idea que tuvo mi padre hace unas semanas cuando me
anunció la llegada de las muchachas a la base.
─¿Estás más tranquila ya? ─cuestiono en un susurro en cuanto
su respiración se calma─. Tengo que enseñarte algunas cosas a
menos que quieras descansar un poco.
─Ya estoy bien. ─Pone distancia entre ambos antes de mirar a
Utrech y enrojecer─. Creo que debemos esperar a Junrom antes de
poder ir a investigar el entorno, al menos es lo que me pareció
escuchar que decía antes de irse con...
Un nuevo escalofrío cruza su cuerpo y por instinto la acerco a mí.
Lo raro es que lo he sentido en mi propio cuerpo, aunque lo más
extraño es que ha empezado en el hombro derecho, justo donde
están esas marcas.
─Ya lo he visto ─mascullo en su oído─. No tengo idea de lo que
ha pasado, en cuanto llegue mi padre lo averiguaré, y si ese
malnacido te ha tocado un pelo es personajillo despedazado.
─Pues va a ser que he sido yo la que ha hecho algo al parecer.
Noto tanta pena en su voz que la tomo por la barbilla para mirarla
a los ojos. Hay tanta tristeza y confusión reflejados en ellos que no
tengo idea de qué decirle para que sonría de nuevo.
─Ya estoy aquí. ─Entra mi padre de repente─. Muchacha, deja de
pensar. Aunque no te escuche, se te nota que tienes la cabeza
funcionando a mil por hora.
Realiza un gesto bastante gracioso y hace que ella nos muestre
un poco de esa sonrisa que nos vuelve locos de alguna manera.
─Pasemos al despacho de mi hijo ─ordena mi padre sin dudar─.
Vamos a enseñarte lo que ha sucedido, Hannah.
Ella asiente con un gesto a la vez que yo frunzo el ceño y Utrech
se ríe de ambos. Seguimos a mi padre hasta la habitación contigua y
Hannah se frena antes de cruzar el umbral.
─Si este es el lugar de trabajo de Salem, este es su...
─No, tranquila ─interrumpe mi padre─. Ese es tu dormitorio y
está conectado a este lugar por si necesitas leer o mirar algo
referente a tus estudios. Mi hijo pasa mucho tiempo en la zona de
seguridad y tiene su propio espacio allí.
─Creo que debería pensar en dejar que me quede con las demás
─susurra bajando la cabeza.
─¡Ni hablar! ─rujo─. De aquí no vas a moverte aunque tenga que
hacer guardia personalmente en tu puerta y no hay nada más que
discutir.
Noto que mi padre intenta mandarme mensajes mentales, los que
me niego a recibir para no tener que dar explicaciones delante de
ella. Suficiente angustia tiene con lo suyo como para añadirle la
sensación de traición por parte de la que considera su mejor amiga.
─Veamos eso que tenéis que mostrarle ─ordeno con sequedad.
Mi padre señala el sillón que preside el escritorio a Hannah y esta
accede al lugar y se acomoda. Me sitúo a su espalda porque acabo
de caer en la cuenta de que mi padre quiso decirme algo y no lo
dejé, y estoy seguro de que es referente a ella.

Hannah
 
La reacción de Salem me ha sobresaltado porque hasta el
momento no ha ordenado nada de forma tan tajante. Agradezco el
que Junrom me haya cedido el asiento ante el ordenador, aunque
empiezo a sentirme atosigada ante tanto secretismo.
─Salem, activa el circuito cerrado ─ordena de forma seca el
Líder.
Utrech alza una ceja así que intuyo que se está negando, cosa
que corroboro cuando escucho que en las mentes de ambos están
enzarzados en una discusión sin sentido en la que a veces me
pierdo.
─Vamos, no se va a asustar la muchacha por ver cómo lo haces
─dice en voz alta─. Lo de ella tiene más peligro que ver tu sistema
de seguridad.
Salem resopla antes de tocar el interior de su muñeca y hacer
salir una pequeña pantalla holográfica a la cual va dando órdenes
mentales a la vez que manipula con un dedo las imágenes que van
apareciendo.
─Ya lo tienes ─señala el ordenador de la mesa─. Está listo para
que lo pongas desde donde quieras.
Junrom se acerca y teclea hasta que nos veo a ambos al principio
del pasillo, justo antes de que nos encontráramos al ser escondido.
La imagen va pasando ralentizada, y me acerco un poco a la pantalla
porque acabo de notar algo raro en mí.
─¿Qué es eso? ─Señalo la pantalla aunque nadie me contesta─.
No tengo ni idea de lo que ha pasado.
Se me corta la respiración en el momento en el que me doy
cuenta de lo que ha sucedido. Me levanto de un salto y busco una
salida, ahora mismo necesito respirar y con estos tres alienígenas
me resulta asfixiante.
No me da tiempo a llegar a la puerta cuando tengo a Salem
cerrándome el paso en la puerta con los brazos cruzados. Bufo de la
impotencia mirando a mi alrededor dando pequeños saltitos hasta
que veo una puerta corredera que da a la terraza privada, que
supongo es la de la habitación, y hasta allí me dirijo.
Esta vez no interrumpen mi huída y lo agradezco, necesito
entender lo que he visto en esas imágenes. Me agarro a la barandilla
y respiro todo lo profundo que mis pulmones me lo permiten. En
cuanto la calma toma el control de mi cuerpo, observo un poco lo que
me rodea y entre el mobiliario me encuentro con un Utrech
preocupado cuchicheando con un Salem enfadado que intenta que
vuelva al interior.
─Deja que esté cerca de mí ─le pido en un susurro y sin mirarlos.
Espero que me haya escuchado─. Necesito sentir que tengo a mi
abuelo de mi lado para lo que tengáis pensado hacer conmigo y esto
que está sucediendo.
Tengo claro que acabo de desvelarles el único as que tenía
escondido en la manga para no tener que reconocer algo que no
quiero ser y que desde que llegué a ellos empezó a despertar dentro
de mí.
Ni un murmullo, la nada más absoluta es lo que me rodea ahora
mismo y es como me siento: vacía, sola, sin un lugar en este planeta
al no tener clara mis raíces.
Supongo que solo han pasado unos minutos cuando vuelvo de
nuevo en mí y me centro en lo que me rodea. Estoy totalmente sola,
parece que no me ha escuchado cuando le he pedido dejar cerca a
mi abuelo. Me refugio en un pequeño asiento desde el que veo la
cadena montañosa que hace de escudo a esta mini ciudad, por
llamarla de alguna manera, y dejo que esos recuerdos que han ido
asolando mi mente estos últimos días aparezcan y se ordenen.
Una solitaria lágrima surca mi cara cuando de nuevo aparece la
imagen de esa preciosa mujer de manera fugaz y no entiendo quién
es y el papel que juega en mi vida. Me froto los brazos porque el frío
que se ha instalado en mi interior lo noto ahora en forma de
escalofríos.
─¿Te sientes mejor? ─Irrumpe Salem tapándome con una suave
manta─. Te explicaremos lo que necesitamos de ti en cuanto estés
preparada.
Voy a abrir la boca para responder, pero un sollozo desgarrador
me invade. No vacila ni un segundo en abrazarme y eso hace que
llore más fuerte. Ahora mismo no me entiendo ni yo misma.
─¿Está bien mi nieta? ─El gruñido de Utrech me llega al alma─.
No atosigues a mi muchacha o la tenemos.
Una pequeña risa se me escapa entre los hipidos, siempre saca
este hombre lo mejor de mí, y Salem me separa un poco de él para
que el viejo cascarrabias, como lo ha llamado en su mente, vea que
estoy bien.
Aprovecho ese momento para escaparme de los poderosos
brazos que me sostienen y saltar a los que me esperan con cariño.
No sabía que necesitaba tanto algo que me resultara familiar en mi
vida hasta que este hombre me ha descubierto hace unas horas lo
importante que es.
─Sabes que ahora te queda un proceso largo que pasar,
¿verdad? ─Niego con un gesto─. Vas a tener que someterte a una
serie de estudios para ver tu grado de madurez y lo que queda por
descubrir de ti.
Esas palabras susurradas no me afectan de manera negativa, es
como si algo en mi interior me dijera que es necesario para llegar a
saber quién soy en realidad y mi papel en la galaxia.
─Suéltala ya, viejo ─interrumpe Salem.
Su ataque de celos nos provoca la risa y en estos momentos me
da lo mismo si me toman por loca al ver que paso de la risa al llanto
en nanosegundos. Antes de separarnos deja un sentido beso en mi
frente y me hace saber con la mirada el cariño que me profesa.
Ignoro los intentos de Salem de que le preste atención con los
mensajes mentales que me manda y me dirijo al interior del
despacho de nuevo. Debo empezar a demostrar que soy fuerte y que
necesito saber lo que soy exactamente ya que no tengo nada que
esconder.
Encuentro a Junrom sentado donde yo estaba con la mirada
perdida en algún punto fijo de la habitación, y en cierta manera lo
entiendo. Este tema debe tenerlo tan confundido como a mí.
─Gran Líder ─lo llamo─, estoy a su disposición para lo que tenga
planeado para mi persona.
Intento hacerle la reverencia que le vi hacer a mi difunta
profesora, pero una mano me sujeta con firmeza y cuidado. Al elevar
la cabeza veo que es Junrom el que ha dado el salto de su silla para
evitar que me humille, palabras que ha dejado en su mente y no
entiendo. Aun así le hago caso y me quedo en pie sin que perdamos
ese contacto.
─No quiero nada de formalidades entre nosotros ─gruñe sin
levantar la voz─. Nuestra relación no va a cambiar y me da lo mismo
el resultado que arrojen las pruebas a las que vas a tener que
someterte. Además, tendría que ser yo quien se postrara a tus pies y
no al contrario.
Asiento en conformidad, no soy capaz de abrir la boca porque no
sé lo que contestar.
─Ahora quiero que descanses, te dediques a investigar la zona,
leas, lo que te apetezca ─me pide más que ordena─. Vamos a
esperar un poco antes de tener que someterte a los diferentes
análisis y ejercicios, ¿de acuerdo?
Vuelvo a hacerle el gesto de afirmación con la cabeza y me
sorprende con un cálido beso en la mejilla y un sentido abrazo al que
correspondo.
─Salem se quedará por aquí si lo necesitas ─me informa
Junrom─. Tu abuelo y yo tenemos trabajo que hacer. Nos vemos a la
hora de la cena.
Sale del lugar a paso ligero seguido por Utrech y Salem, aunque
este me dice que no tarda. Lo que todavía no me entra en la cabeza
es que no hayan iniciado un interrogatorio para llegar a saber el
motivo de que el guardia y yo seamos familia y no lo hayan sabido
hasta ahora, otro dilema más para mi larga lista de cosas pendientes.
Me dejo caer en la silla del escritorio y observo la pantalla con las
imágenes pausadas. Me atrevo a darle al cursor para que vuelva al
inicio y sigo estando alucinada con lo que veo. En el momento en el
que noté la presencia comienzo a iluminarme como si fuera una
bombilla, aunque lo peor llega cuando me tenso. Ahora entiendo el
porqué del salto de Junrom y soltarme de manera repentina, parece
que desprendo chispas justo antes de hacerlo callar con un gesto de
mi mano. Veo su expresión entre el asombro y el orgullo y eso me
deja confundida, solo que ahora entiendo la advertencia de los dos
metros de separación. En el momento en el que se desmaterializa
para pillar al ser por la espalda se amplía el arco de energía que me
rodea.
─No te tortures más viendo esas imágenes ─susurra Salem junto
a mi oído y doy un salto.
─Pero, ¿has visto que lo he quemado solo con un pequeño roce?
─pregunto más asustada que otra cosa─. ¿Qué va a ser de mí si
resulta que soy una de vuestros enemigos?
─No pienses en nada de eso por ahora ─me reprende─. Vamos ir
paso a paso, ahora mismo tienes que hacerte con este lugar.
Trato de negar con la cabeza, pero con solo alzar su mano
detengo el movimiento.
─Me ha tocado hacer de guía turístico ─anuncia con
pomposidad─, así que, señorita, prepárese para una visita muy
interesante e instructiva.
Su seriedad, sumada a la picardía que brilla en sus ojos, hace
que sonría y decida olvidar por el momento todas las posibilidades
que se acaban de abrir. Me levanto dispuesta a absorber cualquier
cosa que quiera enseñarme y le ofrezco mi mano como señal de
confianza. En el momento en el que ambas hacen contacto un nuevo
escalofrío nos recorre a ambos, esta vez noto que él ha sentido lo
mismo.
─¿Nos vamos? ─pregunto para romper este momento raro.
Contesta con un sí bastante seco y tira de mi mano hacia el
pasillo por una puerta que está disimulada por los muebles del
despacho.

Salem
 
Sé que he sido algo seco con Hannah al sacarla del despacho, es
solo que ese escalofrío y el poder sentir lo mismo que ella además
de escuchar por fin sus caóticos pensamientos ha hecho que una
maraña de sentimientos me invada y no tengo idea de cómo
gestionarlos.
Decido que mi visita va a ser solo por este edificio hasta que
tenga localizados a quienes ayudan a July, Julius y a la Resistencia.
No voy a dejar que le hagan nada y mucho menos ahora.
Dirijo nuestros pasos al ascensor porque voy a enseñarle las
plantas inferiores antes de subir a la azotea para la sorpresa que le
quiero dar.
─¿Te parece si te voy enseñando los servicios con los que cuenta
el edificio? ─Asiente con un gesto y pulso el botón de bajada.
No hablamos en el poco trayecto hasta el vestíbulo aunque el
ambiente se ha enrarecido. La miro de reojo y le doy un toquecito de
atención porque empieza a brillar, necesito que se calme antes de
salir del cubículo. Mantenemos una pequeña charla mental y se
sorprende al darse cuenta de que la sigo perfectamente.
El bip del ascensor nos interrumpe. Salimos y la dirijo hacia la
zona de seguridad, necesito saber que todo quedó acabado antes de
irse Gideon a descansar.
─Primero voy a enseñarte el centro de mando ─le anuncio─.
Desde aquí controlamos el universo.
─Ya será menos.
Su rápida respuesta nos saca una sonrisa a ambos mientras le
cedo el paso a la sala principal donde ya hay varios de nuestros
informáticos trabajando. Oteo en busca de Jeff y no lo encuentro, en
cambio es mi amigo el que está al frente del equipo a pesar de que le
ordené que se fuera a descansar en cuanto acabara de poner a
punto mi equipo personal en este sitio.
─Vamos a mi despacho, te voy a enseñar hasta dónde llegan
nuestros ojos. ─Señalo la puerta del fondo y ella avanza.
─Un momento ─murmura─, ese chico me resulta familiar.
Detiene su paso y me sitúo pegado a su espalda para saber a
quién mira exactamente y me asombra que es Gideon el único que
está en el lugar del que no aparta la vista.
─Él es Gideon, mi mano derecha en este lugar y el mejor hacker
de la galaxia ─respondo a su pregunta sin palabras─. Has debido
encontrártelo en la base en alguna de tus escapadas.
─No es eso ─rezonga─. Tengo la sensación de que lo conozco
de antes y no logro retener la imagen, pero estoy segura que en
algún momento de nuestra infancia nos hemos visto e incluso
jugado.
Le acaricio los brazos para calmarla ya que empieza a emanar
una pequeña vibración de su cuerpo.
─Intenta controlar tus emociones, no queremos que te señalen
antes de saber bien lo que representas para nosotros ─susurro en su
oído.
Asiente con un gesto a la vez que toma respiraciones profundas y
su energía deja de fluir. En cuanto noto que se ha calmado la cojo de
la mano y tiro de ella y nos encierro en mi lugar favorito de todas las
bases y voy a mostrarle el motivo.
Lo primero que sale de su boca es un jadeo de asombro y se
instala una sonrisa tan hermosa que me dan ganas de tenerla
siempre aquí para que no la pierda jamás.
─Esto es… ─Busca las palabras para definirlo─. Maravilloso.
Tiro de su mano y le señalo mi asiento, una silla de las que
usaban los jugadores de videojuegos en los años en los que
comenzó la pandemia. Desde luego nosotros no teníamos nada tan
cómodo y que se adaptara a nuestros cuerpos. La mayoría de las
veces nuestra tecnología está reñida con la comodidad.
─Recuéstate en el asiento para que se amolde a tu peso y
morfología ─ordeno mientras todo un botón oculto en la silla─. No te
asustes si notas que te tumbas.
He modificado un poco el sistema hidráulico primitivo que tenía
para que haga lo que necesito en cada ocasión, pero sin renunciar a
la comodidad. En cuanto sus ojos observan lo que quiero, un halo de
energía precioso procedente de ella nos rodea y me sorprendo
porque nos cubre a los dos, algo que hasta ahora no ha sucedido.
Un nuevo pinchazo cruza mi hombro, solo que esta vez es como si
alguien estuviera pinchando con un objeto punzante fino y haciendo
diferentes filigranas.
─¿Estás bien? ─La voz de Hannah me llega lejana─. Salem,
dime a quién llamo.
La angustia en su voz hace que me dé cuenta de que algo no va
bien. Abro los ojos y estoy tirado en el suelo, en posición fetal y ella
abrazada a las rodillas, asustada. Me incorporo poco a poco y me
acerco a Hannah con cuidado, que se agazapa un poco en el
asiento.
─Tranquila, ya ha pasado.
Asiente y rompe a llorar. Me acerco un poco, abro mis brazos y
ella no duda en saltar y refugiarse en ellos.
─Me has asustado, gruñías y no dejabas que me acercara para
ver qué te pasaba ─gimotea─. Esto no se hace. Uno de tus hombres
ha aporreado la puerta, no he sabido lo que contestar y ha ido a
buscar ayuda.
Le acaricio la espalda y respiro su aroma a vainilla. En cuanto
ambos nos hemos calmado, me siento donde estaba antes y la
pongo en mi regazo, necesito tenerla cerca un poco más. Marco con
una tecla la extensión de Gideon.
─Señor, ¿todo bien? ─contesta sin siquiera saludar.
─Todo en orden, Gideon. ─Sonrío ante el sonido del suspiro de
alivio─. Ha sido una pequeña crisis, se ve que necesito recargar
energía.
─De acuerdo, señor.
─Ya sabes que no debes...
─Tengo que dejarle, señor ─me corta y me doy cuenta de que
hay soldados a su alrededor─. ¿Necesita algo más?
─Tranquilo, amigo. Ve a descansar.
Corto la comunicación y accedo a las imágenes de la sala y veo a
un Jeff con actitud desafiante ante Gideon. Activo el micro del
ordenador de mi amigo y me sorprendo ante la extraña orden que le
da. Hannah ha debido notar mi tensión porque de nuevo empieza a
emanar energía de su cuerpo. Acaricio su cuello con mi nariz para
apaciguarnos a los dos y seguimos escuchando en silencio. Le
mando un mensaje cifrado a mi amigo y hace un pequeño gesto para
que sepa que lo ha visto.
─¿Qué ha sido eso? ─pregunta una asombrada Hannah.
─La declaración de traición de alguien que creímos leal
─comento con tranquilidad─. Se está gestando algo importante y no
sabía que había tantos de los míos ayudando a los terrícolas de la
Resistencia.
─Pensé que eso solo eran cuentos para niños. ─Me mira
molesta.
─Ya ves que no. Vamos a dejar esto por ahora. ¿Qué te parece
mi pecera?
Cambio de tema a propósito, aunque sé que no va a dejarlo estar
demasiado tiempo. Vuelve a mirar el techo y con la mente me lanza
la pregunta de por qué lo defino así cuando lo que veo son las
estrellas. Con un chasqueo de dedos hago que cambie la imagen y
ahora mismo estamos en un precioso fondo marino con corales de
múltiples formas y colores e infinidad de peces. Así debería haber
conocido ella su planeta y no tener que vivir en atmósferas
controladas por nosotros para que no mueran asfixiados por la
contaminación química existente.
─¡Qué bonito! ─jadea a la vez que lleva las manos a su boca─.
Dime que tienes más imágenes.
No puedo resistirme ante esa actitud infantil y le beso la frente
mientras chasqueo los dedos para que la imagen nos lleve a otro
precioso lugar de los que antes existían. Esta vez la llevo al Polo
Norte y dejo que vea animales que llevan años extinguidos como el
zorro ártico o el oso polar. Aunque en realidad no hubo apenas algún
ser que aguantara las radiaciones sin morir. Quedaron solo unas
pocas especies que sufrieron tales mutaciones que tuvimos que
sacrificarlos por su bien.
Voy pasando imágenes hasta que me doy cuenta de que
llevamos dos horas aquí metidos y todavía no le he enseñado nada.
─¿Nos vamos? ─Niega con la cabeza y me río bajito─. Puedo
enseñarte esto cada vez que quieras. Es más, voy a dejar
configurado el panel de mi despacho para que puedas entrar las
veces que necesites calmarte con las imágenes de la belleza que
existía en este planeta.
─De acuerdo ─cede mientras se levanta de manera apresurada─
¿Cuál va a ser nuestra siguiente parada?
Ante su entusiasmo decido ponerme en marcha sin decirle que
vamos a la parte aburrida: el laboratorio, la cocina y demás servicios
que va a encontrar a su disposición en este lugar. Al salir del
despacho me doy de bruces con Jeff, quien está intentando
manipular el panel de acceso, y se queda pálido.
─Buenas tardes, Jeff.
─Señor ─balbucea─, es una sorpresa encontrarlo aquí.
─Si hubieras estado cubriendo tu puesto sabrías que llevo aquí
del orden de... ─miro mi reloj para crearle más nerviosismo─, dos
horas. Mi invitada y yo llevamos reunidos en el despacho ese tiempo.
Observa a Hannah con desagrado y vuelve a fijar su vista en mí.
Se disculpa con la absurda historia de que tiene trabajo que hacer y
se va. Dejo pasar este hecho porque Gideon ha dejado ya a dos de
nuestros hombres sombra vigilándolo, pronto sabremos lo que se
trae entre manos y qué nivel de implicación con la Resistencia tiene.
Sigo el recorrido por el edificio con Hannah y le enseño cada uno
de los lugares por los que debe saber manejarse. Desde luego el
laboratorio es la parte que le ha fascinado, es algo que no me
debería extrañar ya que desde el primer día ha demostrado su
inteligencia y su tendencia por esa rama. Dejo la azotea para finalizar
el recorrido y es justo en ese lugar vacío e inhóspito donde nos
encontramos ahora mismo. Ha llegado la hora de sorprenderla y
volver a ver esa sonrisa tan genuina que solo tiene para mí y lo que
de verdad le ha llamado la atención de mi planeta.

Hannah
 
Estamos en la azotea, dice que es la parte más importante de
todo el edificio, y no entiendo el motivo porque aquí no hay nada,
solo hormigón.
La verdad es que me ha sorprendido lo completo en cuanto a
servicios se refiere del lugar, ya que no es necesario trasladarse a
ningún lado si alguien necesita cualquier cosa. Cuenta desde el
centro médico, restaurante, o tiendas de diferente índole a una zona
de spa, gimnasio o sala de cine y teatro. Lo que de verdad me ha
gustado es la sencillez que se respira en el lugar a excepción de
algún guardia que me ha incomodado con la mirada.
─No entiendo por qué esta es la mejor zona del edificio si no hay
absolutamente nada ─rezongo.
─Porque lo es y me vas a dar la razón.
Su sonrisa pícara y esa seguridad al hablar no me preparan para
lo que va a suceder a continuación. De uno de sus bolsillos saca un
pequeño artefacto que parece...
─¿Eso es un supositorio? ─Asiente con un gesto─. ¿Y qué
piensas hacer con eso?
─Yo nada, lo vas a utilizar tú.
Niego repetidamente con la cabeza y doy pequeños pasos para
alejarme de él, los cuales acorta riéndose de mi intento fallido de
huir.
─Vamos, no es lo que piensas. ─El tono jocoso y
condescendiente que está usando ahora mismo hace que hierva de
indignación─. Tranquila, fierecilla, no querrás quemar la sorpresa.
Me miro y veo ese halo de energía con chispas fluir, algo que
hasta ahora no había sido capaz de ver y sonrío al ver que soy capaz
de controlarlo ya que en el momento en el que decido calmarme,
desaparece.
─Vaya, parece que empiezas a controlar tus ganas de chamuscar
a todo el mundo. ─Alzo una ceja ante sus palabras─. Venga, es solo
un comentario.
─Ni uno más o te depilo las cejas.
Ambos rompemos a reír ante la broma y me señala una esquina
de la azotea donde veo que hay instalados unos maceteros enormes
de hormigón, todos vacíos. Nos dirigimos hacia el lugar y observo
que esto no está tan vacío como supuse al principio.
La zona ha cambiado un poco desde que aterrizamos hace unas
horas porque, aunque estamos en el lado opuesto a la zona donde
está nuestro transporte, se ve que alguien se ha dedicado a diseñar
un lugar de descanso y esparcimiento donde no falta un pequeño
asiento acolchado en forma de columpio y una mesa baja rodeada
de un par de sillones de mimbre a juego con cojines de colores
brillantes.
─Qué bonito ─murmuro.
─Pues esto no es nada, solo queda que hagas tú el trabajo que
falta.
Lo miro frunciendo el ceño y me tiende la mano abierta donde
tiene esa capsulita, supositorio o algún tipo de nanotecnología,
porque procedente de ellos cualquier cosa es de esperar.
─Vamos, cógela. ─Me tiende la mano y vuelvo a negar─. Es solo
un contenedor, no es lo que piensas.
─Juegas con ventaja ─mascullo a la vez que acerco mi mano a la
suya─. Como esto sea un truco...
«Ya era hora, Princesa. Me empiezo a apulgarar aquí dentro».
Doy un respingo al escuchar la voz de mi flor, miro a mi alrededor y
no la veo. «¿Vas a sacarme de aquí o piensas seguir mirando ese
feo lugar más tiempo?».
─No sabía que teníais una relación tan cercana para que te haya
puesto ese apelativo cariñoso ─interviene Salem en tono jocoso─.
Abre la cápsula antes de que se acabe el amor de la jorita por ti.
Miro el pequeño artefacto, porque noto que es metálico y frío,
como si fuera mi peor enemigo. Estoy tan absorta que no me doy
cuenta que Salem nos ha levitado a ambos hasta los parterre que
están al borde de la azotea, donde también hay maceteros enormes.
─Solo tienes que tocar el extremo y se abre ─susurra en mi
oído─. Nos quedaremos levitando hasta que cada una se coloque
donde le guste.
─¿Aquí dentro están las plantas de tu planeta? ─Asiente en
respuesta─. ¿Y por qué levi...?
─Lo vas a saber en cuanto hagas lo que te acabo de explicar
─me interrumpe─. Venga, no tenemos demasiado tiempo y debe
realizarse antes de que anochezca.
Vuelve a señalar el supositorio metálico con la cabeza y hago lo
que me dice, ya le preguntaré luego todo. En el momento en el que
toco uno de los extremos del artefacto, Salem pega mi espalda a su
pecho y me aprieta entre sus brazos.
─Observa el espectáculo, Princesa.
Gruño ante el tono burlón al decir la última palabra, pero no soy
capaz de contestar al ver la maravilla que comienza a gestarse ante
nosotros. Abro y cierro la boca varias veces para nada porque soy
incapaz de parpadear siquiera. Lo primero que sucede es que la
cápsula se aleja de nosotros como si tuviera vida propia a la vez que
se va abriendo como los pétalos de un capullo del que van saliendo
destellos dorados. Una vez que se queda estática en el aire,
pequeñas moléculas multicolor gravitan alrededor nuestra y es
cuando noto el movimiento a nuestro alrededor, me desestabiliza de
manera que me aferro a los antebrazos de Salem, el cual me aprieta
un poco más contra sí para que note la seguridad que me está
proporcionando en este apasionante momento.
─Esto es... ─susurro.
─Único e inigualable ─acaba Salem por mí.
Sigo observando la extraña danza que realizan las pequeñas
partículas y que parece que van eligiendo lugares porque empiezan
a quedarse quietas en un punto fijo en la zona de los parterres que
hay disimulados en los bordes del muro del edificio.
─Esa que todavía da vueltas es la tuya ─cuchichea Salem en mi
oído─. Es la primera vez que le cuesta tanto encontrar su lugar.
Fijo mi mirada en la partícula rosada que gravita a nuestro
alrededor y es cuando me doy cuenta de los movimientos bruscos
que realiza de un lugar a otro incluso llegando a desplazar levemente
a alguna otra que encuentra en su trayectoria.
─Ahí estaría genial ─le comento bajito a Salem mientras señalo
un macetero enorme que hay junto al columpio─. Sería el centro de
todas las miradas.
En cuanto he terminado de comentarle mi idea, la pequeña
partícula se sitúa justo donde le he dicho a Salem, cosa que hace
que sonría.
─Parece que te obedece y todo ─murmura con admiración─.
Ahora vas a ver la importancia de que sea antes del anochecer.
Sigo admirando a todas y cada una de las pequeñas partículas
flotantes y abro la boca asombrada en cuanto empieza el aire a
vibrar a nuestro alrededor emitiendo sonidos que poco a poco van
formando una composición preciosa. Si fuera un coro de voces, sería
algo así como los cantos gregorianos que tanto le gustan a la vieja
Sofía, esa mujer que nos contaba cosas de su niñez y juventud.
─Qué bonito ─susurro cuando los rayos de sol empiezan a incidir
en cada una de ellas.
─El atardecer es el mejor momento para ellas adaptarse a su
lugar en cada base ─murmura Salem─. Sigue mirando porque ya va
a ser rápido lo que les falta.
Asiento con un gesto sin quitar mis ojos de la explosión de
colores que nos rodea. De repente escucho crujidos a nuestro
alrededor y son esas partículas, que empiezan a crecer mientras
descienden a los parterres. En unos pocos minutos tenemos todas y
cada una de las plantas aunque no del mismo tamaño en el que
estaban en el anterior jardín, son algo más pequeñas. Aflojo mi
agarre de Salem y él me susurra que espere un poco porque queda
algo más que me desestabilizaría si estuviera en el suelo, así que me
quedo quieta expectante.
Me fijo en mi jorita y todavía no está dentro del tiesto, sigue
gravitando hasta que el último rayo de sol que se ve la toca. Si ver el
crecimiento de las demás ha sido todo un espectáculo, ver a mi
planta germinar, crecer y empezar a desprender esas motitas
doradas que tanto me gustan ha sido una experiencia que me ha
dejado lágrimas en los ojos.

Salem
 
Ver que la flor favorita de Hannah ha obedecido el deseo de la
muchacha ha sido algo tan extraordinario que he alargado nuestro
momento abrazados todo el tiempo que me ha sido posible.
En cuanto ha acabado el proceso de trasplante a sus nuevos
lugares, dejo de levitar y con reticencia abro mis brazos. Separarme
de esta muchacha cada vez me cuesta más y es como si se llevara
un poco de mí con ella.
Hannah se dirige a su flor y se abraza al tronco dirigiéndole
palabras dulces a las que la jorita corresponde dejando fluir sus
semillas relajantes. Doy pequeños pasos hasta quedarme a solo
unos pocos metros de ellas y espero hasta que la muchacha se
calme lo suficiente para que bajemos a cenar con mi padre.
«Acércate, muchacho, necesitas un poco de energía». No me
acostumbro al susurro de la flor flotando en mi mente, porque no
entra como las palabras de mi padre sino que se deslizan con
sutilidad. Le hago caso y me sitúo junto a Hannah, quien toma mi
mano con la suya después de asentir con una sonrisa. Me molesta el
no saber lo que piensa mi chica en este momento o las
conversaciones que tiene con la planta a menos que quieran
hacerme partícipe.
─¿Qué es eso de tu chica? ─La voz de Hannah me sorprende
porque tiene un tono entre sorpresa y reproche─. Y no me he metido
en tu mente, lo has dicho en voz alta mirando los pétalos de la flor.
Abro y cierro la boca porque ni siquiera me he dado cuenta,
parece que también  he perdido mi filtro boca cerebro cuando estoy
con ella. Con la mano libre me froto la cara buscando alguna
explicación coherente hasta que la voz de la jorita irrumpe en mi
cabeza de nuevo. «Reconoce que es tu consorte, enséñale la señal
de vuestra vinculación».
─Vamos a sentarnos aquí.
Tiro de ella con firmeza y nos llevo a ambos hacia el balancín que
está situado cerca de la planta, así, si se pone nerviosa, puede
recibir la dosis de calma en forma de lluvia dorada. Llevo las manos
al bajo de mi camiseta y ella me detiene con un gesto.
─¿Qué piensas hacer? ─pregunta temblorosa.
─Enseñarte lo que querías ver ─contesto sin más. Veo que
enrojece de repente y se aprieta las manos─. No me digas que ya no
te interesa.
─Me ibas a contar cosas de tu planeta ─masculla indecisa.
─Bueno, ya has visto dónde viajan las joritas y el proceso que
siguen para adaptarse al medio. ─Cabecea en respuesta─. Ahora
toca lo mío.
─No entiendo qué es lo tuyo ─replica a la defensiva, lo que me
saca una sonrisa.
─Calla y espera.
Me quito la camiseta del tirón, sin que ella se lo espere, y la dejo
a un lado. Baja la mirada de inmediato y el nivel de rojo de su cara
me hace gracia porque parece que está a punto de salirse del cuerpo
de la vergüenza que siente ahora mismo.
─Princesa, necesito que memorices bien lo que va a enseñarte tu
Guardián. ─La voz de la jorita flota a nuestro alrededor, esta vez no
se ha instalado en nuestras cabezas y es algo que me sorprende.
─Hannah, esto es lo que me ha estado molestando estos días, lo
que me ha provocado la crisis de hace unas horas.
Me doy la vuelta en el asiento para quedar de espaldas a ella y
escucho un gemido ahogado. Un suspiro se me escapa en cuanto
noto que con un dedo acaricia el entorno del dibujo que hay en mi
hombro.
─¿Esto es lo que te ha provocado el ataque de dolor? ─Afirmo
con la cabeza─. ¿Cómo te has hecho esto? No es un simple dibujo,
brilla por donde le voy pasando el dedo.
─A eso puedo daros yo la respuesta ─interrumpe la flor─. Tengo
que contaros una historia así que debéis mantener la mente abierta.
»Hace unos cuantos milenios, poco después del famoso Big
Bang, la vida se instauró en varios planetas de este sistema solar por
seres procedentes de lo que era mi planeta original, en una galaxia
cercana a esta. Todo iba según lo planeado, evolucionabais a un
ritmo decente, vuestros eruditos iban dando a conocer sus avances
en cuanto les era ordenado por uno de los nuestros y poco a poco
fuisteis siendo independientes.
Hannah ha dejado de dibujar en mi piel así que me acomodo de
manera que puedo pasarle el brazo por los hombros y olerla. Solo
necesito estar así con ella para estar en paz.
─El problema llegó cuando en la Tierra dejaron de creer en los
dioses que guiaban vuestras vidas. Desde el momento en el que los
faraones egipcios fueron sustituidos por líderes de otras
civilizaciones, todos paganos o adoradores de ídolos inexistentes,
este planeta sufrió un parón que supuso que la inteligencia de los
pobladores se viera mermada por ambiciosos que se hicieron con la
riqueza y el poder. ─La flor hace un pequeño paréntesis en el que
Hannah y yo nos miramos sorprendidos─. Mientras los demás seres
de otros planetas evolucionaban y superaban nuestras expectativas,
los terrícolas estaban inmersos en diversos conflictos en el que la
naturaleza siempre ha sido la mayor perjudicada.
»Por eso los dejamos varios milenios desamparados, observando
sin intervenir, aunque dotando de conocimientos a sus sabios porque
ellos sí mostraban algo de interés en la evolución propia de sus
congéneres. Como ves, siempre hemos estado vigilando nuestra
creación hasta que aquí sobrepasaron el límite.
─¿Y eso qué tiene que ver con nosotros? ─Se atreve a preguntar
Hannah─. No entiendo dónde quieres llegar con esta lección de
historia según vuestra visión.
Noto calor emanar de su cuerpo a la vez que la flor emite
vibraciones y desprende las semillas doradas.
─No te va a servir ese truco ─canturreo al sentir que Hannah se
ha tensado.
─Si no vas a preguntar, te callas ─me ordena mi pequeña rebelde
y asiento escondiendo una sonrisa─. Vas a contarnos qué es lo que
tiene que ver con nosotros tu plan con este planeta.
─Es muy sencillo, Princesa. ─Me ha parecido atisbar una especie
de genuflexión en un pequeño movimiento de la flor, una muestra de
respeto─. Eres la esperanza de este planeta y necesitas acabar la
vinculación con tu Guardián porque eres la portadora de La Joya.
Hannah se cruza de brazos y empiezo a escuchar el revoltijo de
pensamientos que le pasan por la cabeza. Va tan rápida que le
aprieto un hombro ya que se ha evadido de cualquier ser que haya a
kilómetros.
─Tranquilízate, ya averiguaremos lo que significa todo esto
─susurro.
─No es eso ─gruñe─. Es todo tan irreal que no entiendo todavía
cómo he llegado hasta aquí, porque mi naturaleza no la tenemos
clara y ella no ha hecho referencia al asunto. Sabe más de lo que
cuenta.
─La paciencia nunca ha sido tu fuerte ─se jacta la flor─. Todo lo
sabrás en su debido momento, solo te puedo adelantar que queda
poco. Debes ejercitarte, dominar los poderes que están despertando
en ti y acabar la vinculación con tu Guardián antes de que lleguen a
ti, y están a punto de llevar a cabo su plan.
Ahora soy yo el que se tensa porque la manera de hablar de la
planta hace que otra posibilidad cruce mi mente: tenemos a nuestros
enemigos entre nosotros y la Resistencia es lo que menos debería
preocuparme ahora mismo.
─Qué pesada con la vinculación ─masculla Hannah─. Empezaré
hoy mismo a hacer lo que me dijiste, pero como no me cuentes más
cosas, va a salvar el planeta quien yo te diga.
─Marchaos ─pide la Jorita─, os están esperando. Y recordad: no
os separéis más de lo necesario y completad la vinculación.
La flor se cierra para descansar y la entiendo porque las demás lo
están haciendo desde que se asentaron en sus nuevos lugares, es el
proceso normal que siguen en cada cambio de base.
Sigo abrazado a Hannah un rato más, cada uno pensando en lo
que nos hemos enterado ya que la historia de nuestros planetas no
se parece en nada a la versión que nosotros tenemos. Tengo que
hablar con mi padre de esto ya que se supone que éramos los
invasores y al parecer somos unas simples marionetas de un ente
que juega a ser superior a todos los demás.

◆◆◆
 
En otra parte del edificio principal...
El silencio del pasillo es interrumpido por unos pasos apresurados
y la respiración jadeante del ser que intenta pasar desapercibido
entre las sombras que se proyectan. Intenta llegar al punto de
encuentro para informar a su supervisora de lo que ha podido
admirar por casualidad y sin que nadie se haya dado cuenta de su
presencia, pero su camino se ve truncado por un suceso totalmente
diferente que lo obliga a buscar un nuevo hueco en el que
esconderse para llevar el informe más completo, solo que esta vez al
Supremo.
─Maldita puta, tú has matado a mi sobrino ─acusa el hombre a su
supervisora mientras la mantiene sujeta del pelo─. De lo que me
digas depende el que sufras o sigas sirviendo a la causa un poco
más.
El gusano se agazapa para escuchar como la rubia canta cual
gorrión aunque lo que cuenta es más la típica escena de celos entre
unos amantes que una conspiración para hacerse con el manejo de
la galaxia. Frunce las cejas extrañado al ver que toda la charla sigue
con una felación por parte de ella allí, en la pequeña habitación
abierta en la que están. Gruñe de impotencia al ver la gran polla con
la que sus malditos enemigos están dotados y el color azulado del
semen al correrse y marcar la mitad de la cara de la mujer. En
ocasiones como esa maldice su suerte al haber sido depositado en el
planeta equivocado.
En cuanto el guardia se va silbando relajado, el gusano sale de
su escondite y entra rápido en el lugar y encierra a ambos. La mujer
se envara al notar la presencia de alguien a su espalda, pero
enseguida saca a relucir su pose altiva al ver que es el lacayo que
tiene espiando en el lugar.
─Vaya, vaya ─el hombrecillo empieza a dar vueltas a su
alrededor en el reducido espacio─, no sabía que mentir y hacerle
trabajitos bucales a uno de los guardias principales entraban dentro
de tu cometido. Y más teniendo en cuenta que eres una mujer
casada educada en valores.
─Al grano, gusano ─espeta con asco─. Tu deber es informar, no
juzgar el trabajo que hacemos los demás.
─Perfecto. Te cuento lo que he visto, pero a cambio quiero un
poco de lo que le has dado a ese cerdo.
─¿Tú te has visto? ─La carcajada déspota se le atora en cuanto
ve que el gusano se baja los pantalones y saca la polla erecta del
cuerpo que ha parasitado.
─Esto no te lo esperabas, ¿eh? ─replica mientras empieza a
masajear con lujuria el duro miembro─. Es todo para ti mientras te
voy contando lo que he presenciado.
La traidora se relame al ver una gotita de líquido perlar la punta
del miembro y se arrodilla sin ofrecer excusa alguna, su faceta
ninfómana no le permite rechazar el placer de saborear una buena
polla.
Entre jadeos ahogados el gusano relata todo lo que ha visto y
escuchado, palabras que hacen que unas cuantas veces la mujer se
atragante por la sorpresa y no por lo que está haciendo. Al acabar,
una mueca de disgusto se instala en la cara de ella al ver que, a
pesar de ser el cuerpo de un terrícola, el semen es esa mezcla
asquerosa de color verde de la que es difícil disimular su
desagradable olor.
Después de dejar su marca en el pecho de la mujer y limpiarse en
su blusa, sale silbando al igual que el guardia y se marcha del lugar
caminando despreocupado sin darse cuenta de que otros ojos lo han
visto todo.

Hannah
 
La cena ha sido de lo más extraño que he vivido en toda mi vida,
y eso que desde que he tenido la suerte o la desgracia de conocer a
estos seres no he tenido un solo día de tranquilidad.
Hemos bajado a la zona de comedores donde hemos coincidido
con parte del personal de la torre y en una mesa apartada nos
estaban esperando Junrom y Utrech, quienes han dejado la intensa
charla que mantenían en cuando nos han divisado. Se han levantado
como los perfectos caballeros que pretenden ser en cuanto he ido a
sentarme, y Salem me ha ofrecido la silla por un ligero empujón
paterno que ha hecho que me ría ante su cara de no saber lo que
quería hasta que de manera descarada le ha señalado mi lugar.
Ya habían pedido por nosotros, así que solo hemos tenido que
esperar a que nos sirvan mientras han estado hablando de cosas
triviales y sin sentido. Todo hasta que ha llegado el doctor Johns, ahí
todo ha cambiado al notar que Utrech se tensaba.
─Buenas noches caballeros, hija. ─El saludo ofrecido por parte
del médico ha sido frío.
─Doctor Johns ─responde Junrom. Salem se envara y toma
asiento junto a mí de manera rápida─. Me alegra verlo, espero que la
nueva ubicación sea de su agrado.
─Por ese tema he venido expresamente.
─Acompáñenos a cenar, hombre. ─Le señala el asiento junto a
Salem─. Aproveche para pasar algo de tiempo con su hija.
─Mi esposa me está esperando en...
─La invitación se extiende a la madre de nuestra invitada como
comprenderá ─replica sin dejarlo acabar─. Avise a Heidi de que se
una a nosotros en cuanto tenga todo el trabajo organizado en la
cocina como sabemos que le gusta.
Sin siquiera decir palabra, el doctor Johns se aleja de la mesa en
dirección a las cocinas y miro extrañada a Junrom. Ya sabe que ellos
no son mis padres, no entiendo a lo que quiere llegar jugando a que
todavía no se ha dado cuenta del engaño.
─Mi padre quiere ver hasta dónde son capaces de llegar
─susurra Salem en mi oído─. Además, hay que saber lo que planean
contigo porque no es normal que sepan cosas de ti, como ese apodo
al que reaccionas.
Asiento a sus palabras ya que veo que la pareja se dirige hacia
nosotros, aunque se los ve incómodos y gesticulando demasiado.
Toco a Salem y le hago llegar mi inquietud, a lo que me responde
con un suave apretón. Me está gustando esta nueva forma de
comunicarnos.
─Señora Heidi ─saluda Junrom─, es un honor que haya aceptado
nuestra invitación a acompañarnos durante la cena.
─Dele las gracias a mi abejita ─masculla agresiva─. Si no fuera
por ella, tenga por seguro que seguiría como hasta ahora.
─Eso no vamos a discutírselo ─responde Utrech─. Ya manifestó
sus preferencias hace un tiempo.
Miro a Salem, quien se encoge de hombros, e intento centrarme
en los pensamientos de mi abuelo y del Líder, pero no saco nada en
claro y sé que hay algo que me estoy perdiendo y que nos afecta a
todos de alguna forma. Además está ese desagradable olor que no
deja de molestarme y parece venir de la cocinera, es el mismo que
tenía la muchacha en la otra base.
La cena pasa entre pullas y miradas encendidas por parte de
todos ellos hasta que Salem pide a todos amablemente el poder
retirarnos ya que ha sido un día demasiado largo. En el momento en
el que nos dan permiso para que podamos irnos, él me coge de la
mano y tira de mí hacia la salida no sin antes decirle a Utrech que
esta noche se encargue él de los turnos de los soldados y se quede
en la sala de vigilancia.
Subimos en el ascensor en completo silencio, cada uno imbuido
en sus pensamientos aunque sin interferir en los del otro. En cuanto
llegamos al ático, Salem me hace probar si el escáner biométrico ya
me reconoce. No tengo idea de en qué momento ha podido hacerlo,
pero me emociona que confíe en mí lo suficiente como para dejarme
paso a todas las áreas restringidas.
Subo hasta la azotea porque ahora mismo estoy demasiado
nerviosa como para irme a descansar y Salem me sigue, parece que
ha notado mi inquietud. Nos sentamos en el balancín junto a mi
jorita, que sigue cerrada a pesar de nuestra presencia, y observamos
el firmamento.
─¿Has notado el...?
─¿Has sentido lo que...?
Hablamos ambos a la vez y nos reímos de la sincronización a la
hora de romper el silencio que nos rodea. Salem me hace saber con
un gesto que empiece yo, y pienso bien si plantear lo que me ronda
la cabeza. «Hazlo, Princesa». Sonrío porque es muy oportuna.
─¿Has notado el desagradable olor que nos ha acompañado en
la cena desde que llegó Heidi con el doctor Johns? ─me atrevo a
preguntar, a lo que él cabecea afirmando─. No es la primera vez que
he detectado ese hedor en alguien.
─¿No? ─Niego con un gesto a Salem─. Pues creo que es la
primera vez que algo así me ha llegado a mí, no es un olor normal.
─En la base anterior, cuando empezaron a sucederme esos
accidentes, lo olí la primera vez en esa muchacha que vino a
traernos la bandeja. ─Me mira confuso─. Aquella que te hizo ojitos.
Salem rompe a reír, se ve que le ha hecho gracia mi tono molesto
al recordar a esa estúpida pegada a él.
─La verdad es que yo una vez note algo raro en tu profesora
─masculla─. El olor de esta noche era mucho más fuerte, el otro era
residual.
─¿Y eso cuándo fue? ─A través de sus pensamientos me lo hace
saber y me llevo las manos a la boca─. Ese día es el que la vi,
cuando estuvo con el guardia del semen verde.
─¿Qué guardia? ─Frunce el ceño mientras le muestro la imagen
de perfil que capté en el momento─. Esto no puede ser, hay más de
los que pensaba.
Me quedo quieta ante las palabras de Salem ya que ha cerrado
completamente sus pensamientos, ha dejado la mente en blanco a
pesar de que noto su rabia a través de mi cuerpo.
─Tranquila, preciosa. ─Las palabras de Salem se abren paso en
mi mente─. Respira hondo, controla tus emociones.
Abro los ojos porque ni siquiera sé el momento en el que los he
cerrado y veo a Salem mirándome con orgullo. Bajo un poco la vista
hacia mí y ahogo un gemido al notar que estoy levitando y con un
bonito halo de luz anaranjado que me rodea.
─Vamos, chica antorcha, deja la barbacoa para dentro de unos
días.
Inspiro hondo y trato de calmarme a la vez que una sonrisa no
abandona mi cara por el tono bromista que usa Salem desde que
hemos descubierto los diferentes halos de energía, porque sé muy
bien que antes lo envolví en uno diferente al que me cubre ahora.
─Cuéntame eso de que hay más de los que pensabas ─pido
cuando vuelve a sentarse pegado a mí─. Sé que hay traidores entre
los tuyos y entre mis compañeras, pero no acabo de entender qué
tengo yo que ver para que me quieran secuestrar.
─Nadie ha hablado de secuestro ─gruñe desviando la mirada─.
No sabemos todavía las intenciones que tienen, pero la Resistencia
está detrás de lo que está pasando.
─Yo creo que no ─musito─. Tus guardias no pueden ser de esa
organización sin que lo sepáis. Hay más cosas y lo sé al igual que tú.
─Dejemos este tema hasta que averigüemos la manera de
pillarlos a todos ─me ruega.
Lo dejo estar y decido sentarme en su regazo para cumplir la
primera directriz de la jorita. Él me recibe con sorpresa y me abraza
con cariño a la vez que hociquea un poco en mi cuello. Cada vez que
lo hace noto que ambos nos tranquilizamos y nuestros latidos se
acompasan.
─Quiero mostrarte una cosa.
Me separo un poco de él y desenrollo con lentitud el medallón
que llevo en mi muñeca envuelto en su mismo colgante de cuero. La
señorita Brown siempre ha llevado a rajatabla su norma de nada de
lucir colgantes de ninguna clase con la excusa de estar prohibido
exhibir nada que parezca un símbolo no permitido por el régimen que
nos gobierna, así que al verlo decidí esconderlo como si fuera un
simple trozo de cuero.
─Esto es lo que me regalaron mis padres por mi madurez,
quienes quiera que fueran ─musito las últimas palabras.
Salem besa mi frente y coge entre sus dedos el medallón. Lo que
sucede a continuación es algo que ninguno de los dos esperábamos
y que nos va a unir a un nivel que ninguno somos capaces de
determinar en el momento.
La vida en el planeta va a sufrir un cambio radical y la jorita será
la encargada de guiarnos para ser los ganadores de la batalla que
acaba de desatarse en el universo, porque en el cielo se ven
destellos de lo que está sucediendo fuera de la atmósfera que nos
protege.

Salem
 
Me encuentro en el despacho que tengo en la zona de seguridad.
He dejado a Hannah descansando después del largo día y la intensa
noche que hemos pasado en la azotea. Fue increíble el momento
que vivimos cuando toqué el colgante, parecía que el universo se
caía a pedazos porque de repente empezaron a caer pequeñas
motas doradas del cielo, las estrellas comenzaron a moverse por el
firmamento, vimos partículas de asteroides cruzar el firmamento y
naves de algunos de los demás moradores de la galaxia cruzaron en
una alocada carrera hacia algún punto indeterminado. Y lo más
impresionante, la marca de mi hombro vibraba mientras mantenía el
colgante entre mis manos.
Después de eso, la jorita se abrió durante unos minutos para
decir que nuestra vinculación estaba casi lista, solo que no era el
momento, que debíamos esperar un poco más para sorprender al
enemigo ya que están subestimando el poder que tendremos ambos
juntos al no esperar que Hannah no sea una simple terrícola.
Y aquí estoy ahora, dando vueltas a todo lo que ha pasado desde
que las muchachas llegaron a la base de entrenamiento a trastocar
mi tranquilidad y de paso la de todo el planeta. El que Hannah me
confesara lo de July me hizo valorar la entereza de la muchacha al
intuir que no íbamos a decirle nada y de paso me ha demostrado su
inteligencia para descubrir lo que sabe porque de otra manera no la
habría creído.
─Hijo, ya estamos todos en la sala de reuniones. ─La entrada de
mi padre me saca de mis divagaciones─. Tus chicos sombra también
esperan.
─Vamos a ver lo que podemos sacar en claro de todo lo que está
sucediendo.
Nos dirigimos a la sala de reuniones anexa a mi pecera y veo que
el traidor de Jeff está sentado a la mesa sin que nadie lo haya
convocado, solo que voy a dejar que disfrute un rato de marearnos
con sus historias.
─Señores ─me dirijo a todos─, activo el escudo para que nadie
pueda interrumpirnos.
La cara de tres de los guardias muta a una de sorpresa y
preocupación, no es para menos. Gideon reparte los informes falsos
que hemos preparado para despistarlos a la hora de que se metieran
en la base de datos y da comienzo el turno de palabra.
Dejo que cada uno exponga el punto en la orden del día que les
compete y se recrean mostrando videos manipulados de lo sucedido
en las áreas de cada uno de ellos. Una vez que creen que hemos
concluido, tomo la palabra.
─Bueno, señores ─empiezan a levantarse─, ahora vamos al
punto importante de esta reunión.
Se miran entre ellos al ver que mis chicos sombra hacen su
aparición y se sitúan tras los traidores. Han estado aquí todo el
tiempo y ninguno se ha dado cuenta.
─Jeff, ahora quiero ver las imágenes buenas y no estas
manipuladas que has tenido la desfachatez de preparar.
Se miran todos los asistentes unos a otros y le hago una señal a
Gideon para que proyecte sobre el holográfico de la mesa lo que ha
estado escondiendo nuestro jefe de seguridad. Jadeos de asombro y
gruñidos de enfado se suceden a lo largo del visionado, mis guardias
sombra atan a los traidores y no les queda otro remedio que acabar
de ver todo lo que pensaban que Jeff había eliminado.
─Y ahora iremos a hablar con los demás invitados al castillete
─anuncia mi padre con una sonrisa macabra en la boca─. Trasladad
a estos allí de inmediato.
En cuanto nuestros chicos salen de la sala y nos quedamos
ambos solos, mi padre alza una ceja pidiendo explicaciones al no
saber nada de lo que hemos desvelado.
─Aquí no acaba la cosa. ─Meto la mano en el bolsillo y le tiendo
la nota que guardé─. Esto estaba bajo el cuerpo de la profesora
malvada de Hannah.
─¿Alguien más ha visto esto? ─Niego con un gesto─. Vamos a
dejar el interrogatorio para más tarde, tenemos que hacerle saber a
Utrech y a la muchacha lo que se nos viene encima.
─Hannah necesita descansar ─mascullo─. Quizás deberíamos
sacarles a nuestra manera qué es lo que busca la Resistencia
porque el nombre que le escuché a July es falso.
─En la nota queda claro que la muchacha es el objetivo y hasta
que no lleguen a ella no van a parar.
─¿Y qué sugieres que hagamos? ─Desvía la mirada y suspira─.
¡Ah, no! Ni lo sueñes, no pienso arriesgar su vida.
─Hijo, entiende que es la manera de que den la cara.
─Me niego, yo me encargo personalmente de los interrogatorios,
pero a ella no vamos a exponerla ─rebato con enfado─. Y ni se te
ocurra sugerirle nada porque no pienso permitirlo.
─Salem, entiende que...
─¡Nada! ─le corto─. He dicho que lo haremos a nuestra manera y
no pienso discutirlo ni contigo ni con nadie.
─¿Estás seguro de ello?
La pregunta que me formula y la cara de satisfacción que pone
me extraña hasta que escucho un carraspeo a mi espalda y la risita
contenida de Utrech. Me doy la vuelta sabiendo lo que me voy a
encontrar y ahí la tengo, a Hannah envuelta por un halo de energía
dorada chisporroteando chispas y dando golpecitos con un pie.
─¿Qué haces aquí? ─Alza una ceja ante mi tono de enfado─.
Deberías estar descansando.
─Junrom, ¿me cuentas lo que está pasando aquí?
La observo pasar por mi lado con lentitud y sentarse a la
cabecera de la mesa. En los pocos pasos que da, ha ido bajando la
intensidad del brillo que desprende, aunque no ha desaparecido del
todo.
─Pequeña, tenemos más traidores de los que esperábamos entre
nosotros. ─Ella asiente con una sonrisa─. Y hay una nota en la que
te señalan como objetivo. Había pensando en disimular tu vigilancia
para que los de la Resistencia crean que nos hemos relajado al
detener a unos cuantos guardias.
─No vamos a hacerlo así ─gruño, evitando que ella pueda decir
nada─. Tenemos a los traidores y sabes lo que quiere Jeff, podemos
usarlo en su contra.
─No vamos a prometer la libertad de su hijo, sabes que no es
posible ─me advierte mi padre con seriedad─. Y las torturas están
descartadas porque sabes del mecanismo de defensa que tenemos.
Maldigo en nuestro idioma porque nunca tengo en cuenta que,
aunque hemos adoptado la morfología de los terrícolas, el ADN es el
original nuestro y mantenemos todas nuestras características y
dones primigenios.
─Debe haber otra manera de que nos digan dónde está el
cabecilla del golpe ─susurro─. Me niego a usar a Hannah de cebo,
puede pasarle cualquier cosa y nosotros no estar cerca.
─Vamos a tener a tus guardias sombra ─insiste esta vez Utrech─.
Hasta ahora no los han detectado y sabes todo lo que han
presenciado.
─¿Te enumero todo lo que han hecho hasta ahora? ─Niega con
la cabeza─. Han llegado a la habitación de mi padre y me hicieron
creer que era ella, ¿quién me dice que no vuelven a jugar con la
baza de los parecidos razonables?
─Es que no hay nadie que se parezca a mí.
Presto atención a Hannah y la veo demasiado tranquila. Asiente
con la cabeza y hago lo que estaba pensando, me acomodo en la
silla contigua, la levanto de la suya, la siento en mi regazo y
hociqueo en su cuello buscando su olor a vainilla. Suspiro de gusto a
la vez que me relajo. En estos momentos necesito la cabeza fría y no
dejarme llevar como me está haciendo llegar ella a mi mente.
─Muy bien ─rompo el silencio─, ¿qué proponéis?
Utrech y mi padre se encogen de hombros y se acomodan
también. Ahora mismo parece que ninguno piensa soltar nada
delante de Hannah y eso que quieren que ella nos sirva en bandeja a
los traidores que faltan.
─Yo tengo una duda ─comienza tímida Hannah─. Si esos
guardias a los que he visto salir son los que ayudan a la Resistencia,
¿a quién ayuda Tirel y la muchacha que os sirve?
Su pregunta me extraña porque ellos no tienen nada que ver en
el complot que se está gestando. Le pregunto con la mente, pero me
ignora. Nos mira de uno a otro con una sonrisa de sabihonda que le
he visto en otras ocasiones cuando nos ha sorprendido con algo que
no esperábamos.
─Di lo que sepas ─la anima Utrech─. No seas mala con nosotros,
ya sabemos que tienes una inteligencia superior a muchos de
nosotros.
Mi padre y yo jadeamos indignados porque eso no es cierto del
todo, aunque la muchachita ha mostrado altas capacidades que
muchos de los nuestros no serían capaces de desarrollar en toda su
existencia.
─Muy bien, la clave está en su cuerpo ─cuchichea─. Tienen un
olor desagradable como el que llevaba la mujer del doctor en la cena.
No sé bien a qué se debe, pero tengo serias dudas de que todo esto
se esté gestando por la Resistencia.
─Puede ser simple casualidad ─gruñe mi padre.
─No lo es y justo lo estuvimos hablando anoche Salem y yo
─interviene molesta─. Tengo claro que hay compañeras que están
colaborando con quienes sea que están intentando secuestrarme...
─Nadie ha hablado de secuestro ─protesto.
─¡No me interrumpas! ─Todos la observamos sorprendidos, casi
nunca levanta la voz─. Voy a contaros todo lo que he ido viendo por
casualidad en la base anterior y luego me dais la razón o no.
De manera involuntaria mi padre y Utrech adelantan sus cuerpos
hacia Hannah, a la que aprieto más contra mí, y ella comienza a
describirnos todas y cada una de las situaciones que ha presenciado
de manera accidental. A cada cosa que nos relata, más increíble nos
parece lo que ha sucedido en nuestras narices.

Hannah
 
A pesar de que nunca me ha gustado ser el centro de atención en
nada, podría acostumbrarme a que me miren con la admiración y el
orgullo que ahora mismo tienen en sus miradas los tres hombres que
están conmigo en esta sala.
Se han quedado en silencio asimilando todo lo que he visto y oído
porque no se esperaban nada de eso. Los gestos de las personas
dicen mucho de lo que sienten los demás, pero en este caso no he
podido atisbar nada durante mi relato.
─¿Os parece normal todo? ─rompo el largo silencio instalado en
la sala─. Ya tendréis una idea de quién puede estar detrás de lo que
está sucediendo.
─¿Qué consideras normal? ─me pregunta Junrom─. Define esa
palabra si te ves capaz.
─Pues...
Me quedo pensando ya que ahora mismo no hay nada que pueda
considerar de esa manera. Mi vida ha dado un giro tan radical y
estoy tan confundida con respecto a mi naturaleza, que todo lo
puedo considerar como extraordinario.
─Ya tienes tu respuesta ─responde Junrom─. Ahora vas a
responder algunas preguntas, aunque antes queremos que veas
algo, ya va siendo hora de que te des cuenta de algunas cosas que
han pasado y en las que ninguno de mis hombres ha intervenido.
Asiento a la vez que Salem gruñe en oposición. Le susurro que
tenemos que estar preparados como nos dijo la jorita y, aunque con
reticencia, pone en marcha su sistema de visionado.
─Quiero que le prestes atención a lo que veas ─me pide
susurrante─. Si hay algo que no entiendas, pides que rebobine y lo
volvemos a visionar.
Afirmo y las imágenes empiezan a sucederse. Nuestra llegada a
la base, mis escapadas nocturnas al jardín, la pelea con Liss y en
ese momento es cuando se ve la primera vez el brillo de mi cuerpo,
solo que de manera muy tenue, mi traslado a las dependencias
privadas, el estar en dos habitaciones a la vez, ir por el pasillo y
desaparecer de repente para aparecer en el mismo pasillo solo que
en otro lugar diferente al que estaba al inicio. No entiendo nada de lo
que las imágenes me muestran, aunque lo que de verdad me
impacta es el momento en el que los guardias están destrozando el
jardín y todo lo que se desencadena después.
─Vuelve a poner esa parte ─musito temblando entre los brazos
de Salem.
En las imágenes aprecio que en cuanto Salem da la orden, salgo
a correr hacia mi flor. Hasta ahí está bien porque es lo que recuerdo.
Para lo que no estaba preparada era para lo que sucede en el poco
trayecto hacia ella: voy empujando a todos y cada uno de los
guardias que andaban destrozando cada unos de los árboles y flores
del lugar, ya rodeada por el halo de energía anaranjada, haciendo
que de ellos salga algo oscuro que se calcina al instante. Lo más
alucinante es que a ellos no les pasa nada, se ponen en pie y me
miran con asombro mientras los voy liberando de lo que sea que los
posee. Lo más asombroso de todo es que un halo totalmente distinto
se fusionaba con el que estaba mostrando y llegaba hasta todas y
cada una de las plantas dañadas, que se iban regenerando según
avanzaba entre ellas.
─No puede ser ─musito.
Sigo observando lo que pasa ante mis ojos y que nada más llegar
a mi jorita y abrazarla, el halo de energía anaranjada desaparece
potenciando el más claro, rodeando a ambas y aislándonos del resto.
Tendré que preguntarle el tiempo que tardó la jorita en regenerarse
porque parece que fue casi instantáneo el desaparecer el corte del
tronco y ella comenzar a dejar caer su preciosa lluvia dorada.
─Creo que es suficiente por ahora ─susurra Salem en mi oído, a
lo que niego─. Hannah, estás empezando a brillar, tienes que
controlarte si quieres que sigamos viendo lo que falta.
─No, estoy bien. ─Tomo aire de manera lenta para ralentizar mi
corazón, y lo logro─. Acabemos cuanto antes con esto.
Sigo viendo otras imágenes que ya me impactan menos, solo que
hay algo que sigue rondándome la cabeza porque estoy muy segura
de mí misma. Salem da por finalizado el visionado después de volver
a repasar lo sucedido con el tipo escondido en el armario de la
limpieza.
─¿Qué opinas, muchacha? ─Se nota ansiedad en el tono de
Junrom─. Sé que es mucha información del tirón, pero tengo la
sensación de que no contamos con demasiado tiempo antes de que
se desate el pandemónium.
─Es todo tan nuevo y confuso que ahora mismo no sé lo que
esperáis de mí, lo que soy o si represento alguna clase de peligro
para vuestro sistema.
Me levanto del regazo de Salem y paseo por la sala, ahora mismo
necesito alejarme de los pensamientos de todos ellos, solo que no
recibo nada, hay absoluto silencio a mi alrededor. Han dejado sus
mentes en blanco para que ordene mis ideas.
En un momento dado, recuerdo otro lugar que me relaja y hacia
allí me dirijo. Ninguno me corta el paso, así que llego al panel para
acceder al despacho de Salem y al momento accedo a su pecera.
Chasqueo los dedos como lo hizo él y se suceden diferentes
imágenes de la naturaleza que existía antes de que acabáramos con
ella.
Una sonrisa se instala en mi cara según voy viendo las diferentes
escenas, a la vez que el cómodo sillón se amolda a mí y me siento
tan relajada que dejo de pensar en nada que no sea lo que estoy
admirando.
─Hannah, ¿estás bien? ─susurra Salem desde la puerta─. Llevas
aquí un par de horas, nos tienes preocupados.
─No me he dado cuenta de que llevaba tanto tiempo aquí ─me
disculpo mientras me levanto y me desperezo─. Vayamos a aclarar
los puntos que me quedan en el aire y lo que tu padre tiene
preparado para mí.
─Puedes negarte a lo que no te guste. Lo sabes, ¿verdad?
─insiste Salem.
─Tengo muy claro que hay algo que todavía no me habéis
enseñado y que tengo que ayudaros. Es mi misión ─musito esto
último porque no tengo tan claro que sea verdad.
No espero respuesta de Salem porque salgo en dirección a la
sala de reuniones. En su interior me encuentro a Junrom hablando
con mi abuelo, qué bonito suena decir eso, hablando y señalando
varios puntos en un mapa interactivo que tienen en la superficie de la
mesa. Nada más llegar a su altura, observo que no es la Tierra, ni
siquiera el universo, esto parece que tiene dimensiones de varias
galaxias por lo que atisbo.
─Acércate ─me pide Junrom─, quiero que veas los movimientos
que ya se están originando en las galaxias vecinas.
Me fijo bien y veo destellos en diferentes colores cuya trayectoria
parece que van a converger en un mismo punto: la Tierra.
─¿Y estos son? ─cuestiono.
─Son nuestros vecinos de otros planetas ─contesta mientras
señala un punto en la pantalla─. Estos de aquí son aliados, nos
cedieron esas flores que tanto te gustan porque era el complemento
que nos faltaba para sobrevivir sin problemas.
─¿Está seguro de eso? ─Frunce el ceño y lo miro fijamente─.
Tengo entendido otra cosa.
─Hannah ─interrumpe Salem─, eso no es importante ahora.
Me pide que deberíamos esperar un poco antes de desvelar lo
que nos contó la flor por si es una invención de la misma. No estoy
de acuerdo, aunque por una vez me plegaré a los deseos de alguien
que no sea mi propia conciencia.
─Yo tengo que dejar algo claro porque hay algo que no me acaba
de encajar ─anuncio─. De todo lo que he visto, y que me parece
increíble, solo hay una parte que creo que ha intervenido alguien
haciéndose pasar por mí.
─Te aseguro que yo he estado presente en...
─En la habitación de tu padre no ─afirmo categórica─. Y puedo
decir que la de ese vídeo no era yo. Recuerdo perfectamente el
momento en el que entraste en mi habitación, estaba fuera, en la
terraza, no me moví de allí.
─Has visto lo mismo que nosotros ─replica Salem.
─Solo he visto alguien con la misma envergadura que yo, quizás
con una peluca, pero no me he visto a mí.
Los hombres se miran entre sí y cambian de inmediato las
imágenes que tienen en la mesa y se ponen a revisar de nuevo las
que he mencionado. Rebobinan una y otra vez y no ven lo que yo.
─Hannah ─comienza Salem─, te sigo viendo a ti.
─Esa no soy yo, fíjate bien.
Pongo un dedo en la pantalla, justo sobre el punto que marca la
diferencia. Salem amplía esa zona y es cuando todos jadean: la
impostora tiene un tatuaje en un lado del cuello. Al principio puede
pasar por una mota de la cámara, pero al haber visto otras imágenes
me he dado cuenta de ese pequeñísimo detalle.
─No es posible ─musita Salem─. Ella no puede estar aquí.
─Hijo, no me digas que es...
Salem asiente de manera vigorosa y un silencio incómodo se
instala en la sala. Tengo ganas de saber quién es ella y lo que
sucede, solo que no me atrevo a abrir la boca al ver la expresión de
furia de mi abuelo.
Musito una disculpa y le digo a Salem que voy a tomar el aire a la
azotea, noto el ambiente demasiado cargado y prefiero dejarlos solos
y que comenten lo que sea que les preocupa. Ya me enteraré de lo
que pasa.

Salem
 
Veo con impotencia que Hannah sale cabizbaja de la sala de
reuniones. Me dan ganas de salir corriendo tras ella y explicarle que
mi pasado ha vuelto y no tengo idea de qué es lo que está buscando
y mucho menos de qué lado está. Tengo claro que la muchacha tenía
razón al hacernos dudar de que todo esté ideado solo por simples
terrícolas. Hay acciones que solo uno que se parezca a nosotros
puede realizarlas.
─¡Dime que no es quien creo! ─espeta mi padre con enfado─. Te
di una simple orden: acabar con ella y los suyos. ¿Qué hace suelta
por la galaxia?
Bajo la cabeza porque no sé qué contestar. Me dejé llevar por el
cariño que le tuve hasta antes de que nos traicionara y dejé que me
regalara los oídos, aunque en el fondo sabía que eran solo eso,
palabras vacías de sentimientos.
─Ahora no solo tenemos traidores que apoyan a la causa de la
Resistencia sino también a una loca que busca venganza porque no
acabó conmigo y lo hizo con tu mellizo, el gran amor de su vida
─sigue hablando furioso a la vez que manotea─. Y por si fuera poco,
se acostaba con los dos. Debí haberme encargado de ella
personalmente y no dejarlo en tus manos. Me has defraudado.
─Lo siento ─susurro.
─De nada me sirve ahora que lo sientas ─replica─. Sabe que tu
punto débil es Hannah y va a usarla en nuestra contra. Parece
mentira que no hayas pensado antes en decirme que la habías
dejado viva al ver las cosas extrañas que estaban pasando.
─Nunca pensé que...
─¡Ese es tu problema, que no piensas! ─Ha subido tanto el tono
de voz que temo que nos están escuchando los informáticos─. Te
quiero pegado a la muchacha todo el tiempo, nada de perderla de
vista. Ahora tiene sentido esa maldita nota y la aparición repentina de
tu tía, las dos se llevaban genial. Son tal para cual.
Me la tira a la cara y vuelvo a releerla, cosa que me da un nuevo
punto de vista sobre ella:
Haceros con la terrícola que pasea a la luz de la luna.
Es la que va a acabar con el sucesor del inútil.
Sus poderes nos serán útiles cuando dé a luz al bastardo del
Supremo.
Gloria al nuevo Poder Supremo.
─Cálmese, jefe ─pide Utrech─. Está convaleciente y no nos
conviene que recaiga.
Me fijo en mi progenitor y lo que veo no me gusta. Tiene la piel
cetrina y se le nota el cansancio al no haber recargado energías en
bastante tiempo. Al ser el Líder necesita ciertos componentes de
nuestro planeta que no tenemos a mano, y la energía que le
proporciona la poca naturaleza que queda en este lugar no es
suficiente.
─Imposible que haga una cosa así ─gruñe en respuesta─. Ahora
sabemos que todo el tiempo han estado esos malditos erkarianos
detrás de la chica, tu nieta, y nosotros relajados pensando que eran
unos simples terrícolas.
─Era previsible que hicieran algo así a pesar de mis esfuerzos
por ocultarla ─rezonga Utrech─. Lo mejor que podemos hacer es
entrenarla de inmediato en los que podamos y protegerla de sí
misma durante el proceso.
─No era ese el plan de sucesión y lo sabes.
Miro de uno a otro porque no tengo ni idea de lo que están
hablando. Va a tener razón mi padre en eso que siempre me ha
dicho, desde que era un simple principiante, de que no me fijaba en
cada uno de los detalles y por eso siempre era el peor estratega.
─¿Alguno de los dos piensa contarme lo que está pasando?
─Ambos niegan con un gesto de la cabeza─. Muy bien, aquí el tonto
piensa largarse tras los pasos de Hannah sin saber de qué o quién
debe protegerla.
Se miran y resoplan abatidos. Saben que llevo razón, así que me
señalan un asiento y nos acomodamos. Parece que va para rato
porque mi padre se ha molestado en avisar a uno de mis chicos
sombra para que vigilen de cerca a Hannah y avisen de cualquier
movimiento extraño cerca de ella.

◆◆◆
 
En el vestíbulo del edificio principal...
A la vista de todos los guardias se reúnen los traidores sin que
sospechen de ellos. Han decidido que lo mejor es pasar
desapercibidos ya que la vigilancia se ha extremado desde que han
llegado a ese nuevo lugar.
─Decidme que ya tenemos la manera de hacernos con el
objetivo.
El gusano se ha denominado el cabecilla de sus congéneres y ha
estado dando órdenes sin consultar con su supervisora, la cual anda
cerca de ellos prestando atención a todo lo que sale por la boca de
ese trepa.
─La verdad es que no hay manera de acceder a ella de momento
─contesta uno de los soldados, quien todavía no ha sido señalado
por los apresados─. Deberíamos mantener un perfil bajo hasta que
nos digan lo contrario.
─Ni hablar ─responde con furia el gusano─. Vamos a seguir el
plan que he elaborado de inmediato si no queremos que nos pisotee
la estúpida que se supone que nos tiene que supervisar.
─Te la estás jugando ─le advierte uno─. Yo no pienso participar
en tu misión suicida, no tengo tantas ganas de pasar a ser
sodomizado por las perversiones de nuestro Jefe Supremo.
─Cuando sea la mano derecha de nuestro creador, no vengas a
pedir clemencia ─amenaza con una sonrisa prepotente en su
rostro─. Solo quien se mantenga fiel a mi plan tendrá la gracia de
poder parasitar de por vida el cuerpo que le apetezca.
─Va a ser que no, gusano. ─Irrumpe en la pequeña reunión la
superior de todos ellos─. Para esto no estás aquí, y lo sabes.
Ambos seres se miran con intensidad y al final el gusano baja la
cabeza para mostrar una sumisión que se les exige y él no siente.
─Volved a vuestras tareas y ni se os ocurra volver a escuchar las
exigencias del inútil este ─les ordena con una sonrisa maliciosa en la
cara─. Luego os quiero ver en la parte trasera del edificio donde
estoy.
Todos se marchan con parsimonia de la zona y saludan a los
guardias al pasar por la zona donde están. Mientras, la supervisora
de todos mantiene cogido por el cuello de la bata el cuerpo que tiene
el gusano parasitado, lo que impide que este pueda salir de él en el
momento que desee. Es una cualidad que posee la bella mujer que
los comanda.
─Y tú, maldito despreciable, vas a venir conmigo a un lugar
donde vamos a contactar con el Supremo. ─Una sonrisa de
satisfacción cruza su cara al ver el amago de reverencia que intenta
hacer─. Veremos si después de que acabe de usarte tienes las
mismas ganas de joderme.
Sin más, sale de allí cogida del brazo del supuesto doctor como si
fueran charlando de manera amigable, acto que pasa desapercibido
para todos menos para el guardia sombra que está destinado a
vigilar al personal. Los sigue para ver lo que va a suceder e informar
a su jefe de quiénes están de verdad afiliados a la causa y la
complejidad de no poder controlarlos. Lo que llega a presenciar es
tan desagradable que llega a plantearse el hecho de omitir ciertas
prácticas cometidas en el cuerpo del terrícola solo por hacer sufrir al
parásito que lleva dentro. Lo que ha quedado muy claro es que el
enemigo entra y sale de la nueva ubicación de manera sibilina y es
algo a averiguar sin dilación.

Hannah
 
Llevo varios días trabajando a destajo en el gimnasio bajo las
órdenes de mi abuelo. Ha pasado una semana desde que
descubrieron quién era la que suplantaba mi identidad y desde
entonces no han vuelto a sacar el tema. La relación de Junrom y mi
abuelo con Salem es tirante. En cuanto alguno de ellos coincide con
él en cualquier lugar, el ambiente se tensa al extremo en el que me
siento incómoda yo misma sin tener nada que ver en el conflicto que
se traigan entre manos.
Salem no se separa de mí en ningún momento, y solo cuando voy
a lugares donde evidentemente no voy a dejarlo estar, manda a
Lena, una preciosa juridiana que es miembro del cuerpo de guardia.
Al principio rechacé su presencia, hablé con el mismo Líder para que
enviara a otra chica a relevarla de sus funciones, pero mi propio
abuelo y luego la jorita me convencieron de que es la única ajena a
todo el conflicto que se está gestando. Si ellos lo dicen, tendré que
hacerles caso.
Otro cambio que he notado ha sido que los turnos de los guardias
son más cortos y han trasladado hombres de otras bases para
reforzar esta. Tengo claro que lo que se avecina es grande, sin
embargo todos los días mi flor me repite que seré la clave para que
se cierre el ciclo de una manera u otra. No me da más explicaciones
y eso me tiene bastante harta, tanto que en el entrenamiento de hoy
no he sido capaz de controlar mis emociones y he chamuscado las
paredes de medio gimnasio.
─¡Hannah! ─El grito de Junrom me saca de mis pensamientos─.
Tienes que centrarte.
El bufido que sale por mi boca hace que me mire con una ceja
alzada. Nunca me ha gustado nada relacionado con el tener que
ejercitar mi cuerpo. El tener que coordinar mis movimientos con el
control de mis emociones es más difícil todavía.
─Venga, Princesa, eres capaz de hacerlo bien ─me anima mi
abuelo con una sonrisa─. Piensa que estos son ejercicios prácticos
de lo que en pocos días vas a tener que hacer en el campo de
batalla.
Los miro a ambos boquiabierta cuando Junrom deja caer una
colleja en la nuca de Utrech y se ponen a discutir por la conveniencia
o no de informarme de que es inminente el que tenga que mostrar
mis poderes frente a todos los seres de la galaxia.
Me escabullo de estos dos y salgo corriendo a mi nuevo refugio.
Los chicos me ven pasar y cabecean como saludo, dejo que el
escáner biométrico haga su función y accedo al despacho de Salem.
En cuanto me acomodo en su asiento y me recuesto, un suspiro
hondo escapa de mi pecho.
─Estoy tan cansada de no saber nada ─mascullo mientras
chasqueo los dedos y una preciosa imagen de un fondo marino
aparece en el techo.
No pasa demasiado tiempo cuando el pitido de la puerta
interrumpe mi paz y accede Salem al lugar. Ya estaba tardando la
chivata de Lena en avisarle de que me ha perdido al salir del
gimnasio.
─No deberías escabullirte de tu personal de seguridad de esa
manera ─me reprende nada más cerrar la puerta─. Necesitamos
saber que estás a salvo y no se adelantan.
Gruño antes sus palabras porque a diario escucho la misma
cantinela de boca de los tres seres y luego ninguno tiene la decencia
de explicar al menos de quién debo protegerme. Ahora mismo voy a
ciegas por la base, por la vida.
─Lo seguiré haciendo mientras me sigáis tratando como a una
niña o un objeto que solo tiene una simple función: descubrir lo que
esconde ─protesto.
─Tendremos la deferencia de pensar en que eres lo bastante
madura cuando dejes esos comportamientos infantiles y empieces a
pensar un poco en tu seguridad ─me replica con acritud, lo que hace
que lo mire sorprendida─. Lo siento, Hannah, estoy nervioso. No he
debido hablarte así.
Palmeo el asiento que estoy ocupando y ladea un poco la
cabeza, pensando si es buena idea hacer lo que le estoy diciendo
mentalmente. Desde que descubrimos que entre nosotros existen
diferentes maneras de comunicarnos, las practicamos a diario.
Asiente y, antes siquiera de que pueda poner un pie en el suelo,
ya lo tengo sentado conmigo en su regazo. Sigo alucinando de la
velocidad que tienen estos seres, aunque parece que empiezo a
pillarles el truco porque cuando salgo a correr con ellos cada vez
llevo mejor el ritmo.
Me acurruco metiendo la nariz en su cuello, su olor a sándalo me
relaja, y dejo escapar un suspiro que lo tensa de inmediato.
─Dime el porqué te has escabullido hoy de esos dos ─susurra
mientras me coge por la barbilla para que lo mire.
─Empiezo a estar harta de que vayan dejando pequeñas frases
de advertencia y no me cuenten nada ─contesto─. Y debería hacer
lo mismo contigo.
Salem chasquea sus dedos y la imagen que se coloca en la
pantalla del techo es una que no había visto hasta ahora, no al
menos aquí.
─Ya va siendo hora de que conozcas tus orígenes ─susurra
hociqueando en mi cuello, lo que provoca que mi cuerpo reaccione
de manera contradictoria─. O al menos lo que he podido sacarle a
esos dos retrógrados que tienes como protectores.
─¿En serio? ─Asiente con una preciosa sonrisa─. Pues no me
hagas esperar.
─Estate quietecita, pequeña impaciente. ─Me sonrojo al notar el
motivo de que haya gruñido más que advertido─. He estado
consultando algunos de los libros de la biblioteca privada sobre
nuestros orígenes y la verdad es que es algo confuso, aunque se
acerca bastante a la versión edulcorada que nos contó la flor.
Comienza a relatarme lo mismo que nos contó mi jorita, como
desde el planeta del que ella procede comenzaron a repartir
diferentes organismos por las distintas galaxias seleccionando a los
cuerpos celestes receptores según su composición, vigilaron las
evoluciones de cada una de las especies que crearon previamente
en su mundo, ya que en cada uno de ellos implantaron una forma de
vida diferente al resto.
─Hasta ahí ya lo sabíamos ─intervengo en cuanto hace una
pausa─. También lo que pasó aquí en la Tierra. Lo que no acabo de
entender es cómo llegasteis a este lugar y mucho menos el motivo
por el que tardasteis tanto en haceros con el control del planeta.
─Eso es algo que solo mi padre puede contarte, supongo
─masculla─. He estado revisando alguna documentación de la que
tiene clasificada y he descubierto algo que no me esperaba.
Lo miro con atención porque se ha callado y ha bajado la mirada,
ni siquiera parece querer comunicarse conmigo mentalmente o
pasarme sus emociones con el contacto. Debe ser gordo lo que ha
visto.
─Salem, sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad? ─Este
asiente en respuesta─. No voy a presionarte, pero en unos minutos
tendremos a los dos cascarrabias arrastrándome a la pista
americana.
─Lo que ves en la imagen es el lugar del que procedes. ─Me
quedo boquiabierta porque confirma que lo que veo en mis sueños
es algo que he vivido en realidad, son lugares que existen─. Lo que
pensé que era un apelativo cariñoso hacia ti en realidad no lo es, es
como debemos tratarte, Majestad.
─¿De qué estás hablando? ─grazno.
─De que eres la futura reinante, la soberana de todos nosotros,
de todo aquel que respire en las diferentes galaxias, y seguramente
eres el motivo por el que todos están ahora mismo a punto de llegar
a la Tierra.
─No puede ser ─mascullo─. Dime que esto es una broma de mal
gusto.
Veo que niega con tristeza reflejada en sus ojos y una lágrima
rueda por mi mejilla. Si eso es cierto, mi existencia se acaba de
complicar y mis sueños no van a poder hacerse realidad. Aunque a
quién quiero engañar, desde el mismo momento en el que tomé
contacto con los juridianos, todos mis planes de futuro se
desmoronaron sin siquiera saberlo.
─Estoy jodida ─susurro.
─No. Hannah, estamos todos en tus manos ─ratifica Salem con
una mueca que quiere hacer pasar por una sonrisa.
─El mundo se va a ir a la mierda, y lo sabes ─sollozo en su
hombro─. Si no soy capaz de controlar mis propias emociones,
imagínate si me tengo que enfrentar a saber qué.
─No te preocupes, preciosa, yo estaré en todo momento a tu lado
─susurra en mi oído─. Como tu Guardián que soy, me ocuparé de
prever cualquier peligro que te aceche.
Asiento mientras noto sus caricias en mi espalda, las cuales me
van calmando y dejo de llorar. Estoy harta de pasar del llanto a la risa
en décimas de segundo, y se supone que todo se debe a los
cambios diarios que estoy experimentando al hacerse presente mi
verdadera naturaleza.
─Solo tienes que prometerme una cosa ─sigue hablando en
cuanto nota que he dejado de llorar─. No vas a volver a usar el don
de hacerte invisible mientras no esté cerca de ti, sabes que soy el
único que puede saber en todo momento que estás en el lugar,
siempre que al usar tu poder yo esté en el mismo radio de acción.
Niego de manera repetida con la cabeza porque, si cedo a su
petición, perderé la poca libertad que tengo en este lugar.
─Cariño ─susurra─, necesito que te comprometas a cumplirlo por
tu seguridad. No sabría lo que sería capaz de hacer si te pasara
algo.
Antes de que pueda responder a su petición, el pitido de la puerta
nos interrumpe y acceden en tromba los dos seres que significan mi
tormento desde hace unos días. Me acurruco un poco más en el
cuerpo de Salem y me abrazo a él con fuerza. No quiero que sigan
con los exhaustivos entrenamientos.
─Aquí estás, pequeña bribona ─dice Junrom en cuanto me ve─.
Esta vez el truquito de dejarnos con los pies clavados en el suelo te
ha durado más tiempo.
Una sonrisa se instala en mi cara porque parece que he mejorado
bastante por el tono orgulloso con el que me reprende.
─Ya me extrañaba a mí que hubiera llegado antes que ellos
─replica Salem en tono jocoso mientras deja un beso en mi cabeza─.
Vamos, Princesa, te toca batirte conmigo en la pista americana.
Abro los ojos sorprendida y niego con la cabeza. Hasta ahora él
no ha intervenido en ninguno de los entrenamientos al que los dos
cromañones me someten, y eso me hace ver que la famosa batalla
que llevan dos días mencionando está más cerca de lo que pensé.
─Ni hablar, me niego a que seas tú quien me dé la paliza esta vez
─protesto mientras me abrazo más fuerte a él.
─La sesión de hoy va a ser divertida ─dice mientras intenta
separarme de su cuerpo─. Vamos, fierecilla, es hora de probar esos
escudos tan molones que eres capaz de activar.
Saco la cara de su cuello porque su plan me gusta, es el único
poder de los que he desarrollado en estos días que me gusta porque
parece que lo puedo ir dirigiendo donde me dé la gana.
─Como se te ocurra engañarme...
No me da tiempo a seguir advirtiendo porque me calla con un
pequeño beso que me sabe a gloria, y todo porque mis dos
entrenadores personales no nos dejan ir solos ni a la azotea, los
cuales carraspean y eso que ha sido un pequeño roce más que otra
cosa.
─No perdamos más tiempo ─gruñe Utrech─. El enemigo no va a
esperar a que os deis cariñitos.
Salem menea la cabeza en negación y me señala el camino para
que salga.

Salem
 
Me hacen gracia los improperios que en su mente lanza Hannah
contra su abuelo y mi padre, aunque casi estoy de acuerdo con ella
porque nos acompañan incluso cuando la muchacha va a
recargarse. Al parecer su flor es la destinada a que un ser como ella
tenga la energía necesaria al ser oriunda de su mismo planeta, de
ahí aquella sobredosis de energía al mezclarla con la energía del
agua de la cascada y que no se quiso decir que era tal. Como diría
un terrícola de a pie: esto es para mear y no echar gota.
Salgo tras ella admirando el vaivén de sus caderas y es que sí,
últimamente me excito nada más que huelo su aroma a vainilla
porque según va desarrollando sus habilidades para acabar de sacar
a la luz su verdadera naturaleza, su olor se intensifica.
No llegamos a salir del edificio cuando Lana llega corriendo hasta
nosotros jadeante, y por su cara sé que no trae noticias agradables.
─Gran Líder. ─Se cuadra ante mi padre y espera a que dé la
orden de que vuelva a la posición de reposo─. Necesito que de
inmediato venga al castillete, uno de los prisioneros reclama su
presencia para una confesión.
Doy un paso adelante, pero en cuanto mi padre me mira
retrocedo a mi posición. Me tiene alejado de la zona donde están
recluidos los traidores, cosa con la que no estoy de acuerdo aunque
me toque aceptarlo, y acato la orden silenciosa que me hace llegar
solo con su mirada.
─Enseguida voy, guardiana.
Seguimos el camino a la zona de entrenamiento en silencio, y en
cuanto llegamos veo que hay varios de los soldados recién llegados
esperándonos. Los presentes miran a Hannah como si fuera el más
delicioso manjar, cosa que me saca de mis casillas y hace que los
mire con el rictus severo que siempre tengo preparado para los
novatos, algo de lo que estos guardias pasan.
─Princesa, tu entrenamiento de hoy va a consistir en protegeros a
Salem y a ti misma del ataque de todos estos muchachos ─anuncia
Utrech─. El ejercicio de hoy va a estar supervisado por mí y el
objetivo es desarrollar los escudos.
─Yo voy a ausentarme ─informa mi progenitor─, pero recuerda
que todo lo veo.
Hannah gruñe en respuesta y se dirige hacia el centro, donde
tenemos la pista de atletismo y un enorme llano diáfano en el que
solemos hacer las diferentes pruebas de resistencia.
─¡Vamos, no tengo todo el día! ─grita sin dirigirse a nadie en
particular.
─Muchacho, deja que te den un par de puñetazos ─me pide
Utrech─. Necesitamos sacar toda la rabia de mi pequeña para
calibrar a lo que nos enfrentamos.
─Por supuesto ─murmuro distraído ante la marcha apresurada de
mi padre sin siquiera llevarse guardias.
─Pues ve ya con ella.
Miro a Utrech porque creo que me he perdido algo de lo que me
ha dicho, y lo que recibo a cambio es un empujón para que me dirija
hacia donde está Hannah rodeada de todos esos imbéciles
aduladores, porque eso es lo que están haciendo, halagándola ante
lo que ven. Y es que está más mujer desde que ha empezado el
cambio, hasta su mirada bicolor seduce al más huraño.
─Vamos a trabajar ─espeto en cuanto llego al corrillo que han
formado─. Acabemos con el entrenamiento cuanto antes.
El primer empujón me llega sin esperarlo, y sin pensarlo sacudo
un puñetazo en la mandíbula del que ha osado tocarme y de paso ha
desestabilizado a Hannah. Escucho a Utrech ladrar órdenes, pero
ahora mismo estoy centrado en defenderme porque noto las
vibraciones de Hannah: está angustiada.
─¡Salem, deja que te toquen! ─grita de nuevo Utrech, esta vez
más cerca de nosotros─. Necesito que la muchacha te vea en peligro
real.
Sacudo la cabeza ante las órdenes del guardia, y es entonces
cuando vienen a mi mente las palabras que ha dicho mientras yo
observaba la marcha de mi padre. Estos segundos de despiste me
han servido para verme rodeado de los muchachos y dos de ellos ya
me tienen sujeto para que otros dos comiencen el ataque.
Sin perder tiempo aplican técnicas que solo usamos con nuestros
prisioneros: ataques con energía que traspasan nuestros cuerpos al
tener una mezcla de las moléculas terrícolas combinadas con las
nuestras. Gruño de dolor en cuanto uno de los golpes llega a la zona
lumbar, es una de las partes que más duelen.
Escucho a Hannah ordenarles que me suelten, toca a alguno de
ellos para apartarlos de mí, pero se unen más guardias debido a que
ella los va quemando. Utrech le ordena que nos proteja a ambos,
que alce el escudo, sin embargo ella niega repetidamente y sigue
con su tarea de intentar apartar soldados.
─¡Hannah, hazlo! ─le ordeno más que pido─. Acabemos con esto
y te prometo que descansarás toda la tarde sin que nadie te moleste.
La oigo lloriquear y me dan ganas de mandar todo a la mierda y
hacer que me suelten ya que soy más fuerte que todos ellos y me
estoy reteniendo para que Hannah libere el último don que posee.
─Hannah, preciosa, hazlo.
Aprovecho para exagerar un gemido de dolor e intento que ella
note en su cuerpo parte de la intensidad de los golpes para ver si así
se apiada un poco de estos pobres guardias, porque no van a salir
de las pistas enteros como sigan ensañándose de esta manera.
─Salem, no puedo ─dice Hannah angustiada─. No sé cómo
hacerlo.
─Libéralo, preciosa ─la animo─. Deja que fluya la energía, el
resto va solo, ya verás.
Noto un cambio en el ánimo de la muchacha, ahora siente rabia e
indignación, algo que no acabo de entender porque no le he dicho
nada para que se sienta ofendida. Intento girar la cabeza para
mirarla y es entonces cuando se desata el caos: un coro de gruñidos
casi instantáneo se apodera del lugar a la vez que veo hombres salir
despedidos por los aires y mis captores desaparecen.
─¿Estás bien? ─pregunta a la vez que me toca la cara─. Malditos
capullos, mira lo que te han hecho.
Me río al ver su carita de preocupación y me estremezco con su
toque, está limpiando mi labio inferior, pero lo hace con tanto cuidado
que ni siquiera entiendo el motivo por el que me está tocando de
manera tan delicada. Eso hasta que veo sus dedos teñidos de rojo:
estos cabrones me han hecho sangrar con tanto ataque de energía.
─Se van a enterar ─gruño─. Van a estar un mes sin poder
tumbarse.
─Creo que va a ser al contrario ─susurra a la vez que baja la
cabeza─. Veremos lo que tardan en poder levantarse.
Ante las palabras de Hannah, me fijo en lo que sucede a nuestro
alrededor y lo que veo me deja asombrado, sin palabras. Y por la
cara que tiene Utrech, diría que está igual que yo. Más tarde
visionaré lo que ha sucedido para que no quede un solo soldado en
pie y todo sea caos y desorden a unos metros de nosotros y de
Utrech, porque él también está en una zona limpia donde no hay ni
un solo grano de tierra levantado.
─Creo que el entrenamiento ha acabado, chicos ─anuncia Utrech
sorprendido─. Podéis iros un rato a la biblioteca, mi nieta necesita
leer unos manuscritos que le he dejado allí.
El gemido de Hannah me hace saber que no está conforme con
la sugerencia de su abuelo. Y la entiendo porque su vida ha
cambiado demasiado en las últimas semanas. Ha pasado de ser una
simple terrícola que pasaba desapercibida al tener la naricilla todo el
día metida entre libros a ser un nuevo ser del que hay que descubrir
todas sus armas, ya que ha quedado claro que no representa
ninguna clase de peligro para nosotros. O al menos eso es lo que
quiero pensar.
─Necesito recargarme, abuelo ─comienza Hannah en tono
meloso─. ¿Podemos dejar lo de la biblioteca para después?
─Ni hablar, señorita ─la amonesta─. Tienes unas obligaciones
que cumplir, te recuerdo que no sabemos del tiempo del que
disponemos antes de que los demás habitantes de las galaxias
próximas tomen la Tierra.
─Luego vamos con tu flor ─le susurro─. Haré lo que sea
necesario para que tengas un rato de tranquilidad y no estén los dos
cascarrabias sentados junto a nosotros.
«Sígueme el rollo, vamos a deshacernos de él y va a pensar que
estamos en la biblioteca, aunque no sé por cuánto tiempo», resuena
en mi cabeza su voz, a lo que asiento de manera imperceptible.
─Tú ganas, abuelo ─contesta inexpresiva─. Espero que cuando
esto acabe me dejéis ser lo que quiero y no lo que decís que tengo
que hacer, me niego.
Frunzo el ceño antes sus palabras y cuando le pregunto lo que ha
querido decir no recibo respuesta, así que me limito a seguirla de
camino al edificio. Subimos hasta la biblioteca privada de mi padre y
en su mesa veo que hay un montón de volúmenes que no había visto
hasta ahora y son los que señala Utrech a la muchacha.
─Comienza por estos. ─El guardia le señala unos que parecen
una recopilación de papiros, se nota que son muy antiguos─. Luego
te toca revisar estos legajos aunque no creo que aquí vayas a
encontrar algo interesante, sin embargo son órdenes de nuestra
creadora.
Me parece que Hannah susurra algo así como que no tenemos ni
pajolera idea de lo que hablamos, pero la dejo pasar porque me
chista y me lanza uno de los legajos para que me siente junto a ella.
Alzo las cejas porque hasta ahora no me había visto obligado a tener
que participar en esto, aunque al parecer esto forma parte de su plan
de despiste.
«Quiero que te pongas a leer con atención las primeras páginas,
concentrado», me ordena. Asiento y me pongo en la tarea sin
preguntar. Si la conozco un poco, sé que algo está tramando y
necesito saber qué más sabe hacer que todavía no hemos visto.
Observo de reojo a Utrech y veo que se ha acomodado frente a
nosotros con una pequeña novela de la que no logro captar el título,
pero que lo tiene totalmente ajeno a lo que Hannah esté planeando.
«Muévete un poco, quiero comprobar una cosa». De inmediato
cambio de posición y giro la cabeza para mirarla, y ella sigue con su
naricita pegada a su libro. Miro hacia su abuelo y ni siquiera se ha
dado cuenta de mi movimiento. Sí que es bueno el libro que tiene en
las manos porque es tan severo en la biblioteca que no soporta el
simple ruido del vuelo de una mosca.
«Ya podemos irnos», anuncia Hannah mientras me tiende su
mano con una preciosa sonrisa instalada en su carita.
Tira de mí hacia la salida, aunque me resisto un poco, solo un
momento, el tiempo justo de ver que Utrech sigue con su lectura y no
nos presta atención. Ni siquiera cerramos la puerta, la dejamos
entornada para que no se escuche el clic y detenga nuestra huida.
─Ahora vamos a ver lo que está haciendo Junrom y quién es el
traidor que va a confesar ─masculla Hannah─. Espero que todavía
podamos enterarnos de algo.
─No podemos hacer eso ─le advierto─. ¿Sabes el castigo que
conlleva desobedecer una orden directa del Líder?
Ella niega con la cabeza, pero pone un dedo sobre mi boca
cuando procedo a enumerarle algunos de los ingeniosos métodos
que usa mi padre para hacerse respetar.
─Tranquilo, ninguno de los guardias que estén en el lugar va a
vernos ─anuncia con orgullo.
Frunzo el ceño y me dejo llevar a la locura que sé que me está
arrastrando sin preguntar porque en su mirada he visto que no
piensa contarme nada, así que para qué perder más tiempo si en el
fondo yo quiero lo mismo: saber lo que está sucediendo a nuestro
alrededor para estar preparado en la medida de lo posible.

Hannah
 
Es extraño que Salem se deje llevar sin preguntar mil veces las
cosas, al parecer empieza a confiar en mí y eso, en cierta manera,
me hace feliz y que sienta cosas por él a las que no sé ni quiero
ponerle nombre.
Nos dirigimos al edificio donde tienen a los prisioneros, pasamos
por delante de todos los guardias y Salem jadea al comprobar que es
cierto que no nos ven, y aún así sigue sin preguntar todo lo que bulle
en esa cabeza. Me encanta tenerlo desconcertado.
─¿Por dónde tenemos que seguir? ─pregunto a Salem en cuanto
entramos en el edificio.
Me señala un pasillo a la derecha y es él quien nos guía ahora
hasta el lugar donde supongo que estará la sala de interrogatorios.
Descendemos por una escalera muy oscura, seguimos por un pasillo
estrecho y oscuro que huele a moho, y me estremezco ante lo tétrico
que me parece. Llegamos a una zona con una iluminación tenue y
Salem gruñe que deberían estar ahí.
─Espera un momento ─le pido mientras cierro los ojos y me
concentro en el lugar─. Debemos ascender, están un piso por
encima.
─No puede ser ─masculla─. Este es el lugar donde se llevan a
cabo los interrogatorios a menos que...
Se queda clavado en el lugar dándole vueltas a las posibilidades
que se abren en su mente, y va tan rápido que me cuesta seguir el
hilo de sus pensamientos. Tanto que decido darle un pequeño
apretón en la mano para que note mi presencia y nos pongamos en
movimiento.
─Subamos para ver quién está apresado ─susurra─. Nos están
ocultando algo los dos viejos.
Asiento en conformidad y el camino de regreso lo hacemos tan
rápido que siento un pequeño vahído al llegar ante la puerta donde
ahora sí que podemos escuchar el murmullo de varias voces.
─Y ahora, ¿qué? ─cuestiona Salem ante la puerta cerrada─. A
las imágenes de esta zona no tengo acceso.
─Vamos a verlo en directo ─anuncio con orgullo─. No te sueltes
de mi mano en ningún momento o nos pillan.
Salem va a replicar, pero corto sus palabras poniendo un dedo
sobre sus labios. Ese simple gesto provoca un escalofrío en ambos y
una nueva mueca de dolor en él que noto yo en mi hombro derecho.
─¿Otra vez? ─Asiente ante mi pregunta, no necesitamos más
palabras para saber lo que le ha sucedido.
Salem agarra el pomo de la puerta aunque al final no tiene que
hacer el movimiento porque sale uno de los guardias corriendo hacia
el exterior pasando por nuestro lado casi rozándonos.
Un coro de gritos desesperados resuena en el interior y, sin
soltarnos, entramos deprisa para encontrarnos la escena más
dantesca que he podido ver en la vida. Me aferro con fuerza a Salem
porque tengo claro que por ahora no deben detectar que estamos
aquí o estaremos perdidos.
«Ni se te ocurra meternos en ese tumulto», le hago llegar a su
mente, pero no me mira siguiera, así que tiro de su brazo con fuerza
para que me mire.
«Es mi padre, tengo que ayudarlo», gime de dolor.
«Lo haremos, solo que no ahora. Tenemos que dejar que suceda,
lo sabes».
Bufa en desacuerdo, sin embargo nos sitúa a ambos en un lugar
desde el que podemos observar cómo los verdaderos traidores se
descubren y vamos quedándonos con sus identidades para el
siguiente paso que tendremos que dar antes de que se hagan con la
dirección de esta base.
La tortura a la que están sometiendo al Líder la sentimos como si
fuéramos nosotros los que estamos en su piel, aunque algo en su
mirada nos hace saber que no van a poder con él y estos estúpidos
no lo saben.
─¡Señora! ─El guardia que nos encontramos saliendo irrumpe en
la sala─. Los objetivos están en la biblioteca privada acompañados
por el guardia de la chica.
Al volverse la persona a la que este se dirige, me sorprendo y dos
lágrimas furtivas ruedan por mis mejillas porque jamás en la vida
podría haber pensado que ella es la cabecilla de todo lo que está por
llegar.
Noto el agarre de Salem y que tira de mi brazo para sacarnos del
lugar. Pienso en resistirme, pero la voz de la jorita me avisa de que
debo ir de inmediato a su presencia. Miro hacia atrás y me doy
cuenta de que el Líder sí que ha podido notar nuestra presencia
porque gesticula un “estoy bien” con la boca.
Salem me coge en brazos y nos lleva de inmediato a la azotea, ni
siquiera me doy cuenta del tiempo que tardamos en salir de un
edificio, entrar en el otro y subir hasta allí. Me abraza fuerte mientras
mi cuerpo se adapta al suelo firme, todavía sigo mareándome y eso
que a diario practicamos este tipo de movimientos.
─¿Estás bien? ─Asiento a su pregunta─. ¿Vas a contarme cómo
es que no nos han visto y creen que seguimos en la biblioteca?
Le hago un gesto con la cabeza para que nos lleve a ambos
hacia el macetero donde está mi jorita, necesito que me calme para
poner en orden mis ideas y poder contarle el nuevo poder que he
descubierto y con el que al fin me he atrevido a jugar.
Pasamos un buen rato en silencio, disfrutando de las vibraciones
calmantes de la flor y de la lluvia de motitas doradas que deja sobre
nosotros. En ningún momento Salem me ha soltado la mano, acto
que agradezco, aunque lo que no sabe es que ahora podríamos
desconcertar a cualquiera que nos vea porque en este momento nos
pueden ver en dos lugares a la vez.
─¿Mejor? ─pregunta Salem con una sonrisa en su cara─. No
hace falta que me contestes, vuelve a llegarme tu maraña de
pensamientos. Me vas a volver loco porque no llego a enterarme de
lo que pasa por tu cabeza.
Me río sin poder evitarlo y una vibración diferente emana de la
planta, parece que ella se ríe también a su manera. Lo extraño es
que hoy todavía no nos ha hablado, solo cuando estábamos en la
sala de interrogatorios, así que la miro y veo que parte de su brillo
natural se ha perdido.
─Salem, mira los pétalos ─pido con angustia─. Algo le pasa.
«No te preocupes, Princesa». Nos llega su voz debilitada. «Este
es el precio a pagar por cumplir una promesa. En cuanto esto acabe,
me recuperaré».
Fruncimos el ceño porque no tenemos nada claro a lo que se
refiere, así que aguardamos hasta que vuelve a hablarnos, aunque
esta vez es para darnos órdenes claras de lo que tenemos que hacer
e incluso nos avisa del poco tiempo del que disponemos. Nos
quedamos un rato asimilando toda la información porque no es nada
que queramos llevar a cabo, y menos porque implica el que no
podamos atrapar a la cabecilla hasta que no llegue el momento de la
invasión.
«Ahora debéis llevar a cabo el proceso final de vuestra unión».
Salem y yo nos miramos asombrados, pensando en que no debe
estar hablando en serio, hasta que la vibración que he asociado a la
risa nos estremece a ambos.
«No sabía que la Princesa tenía la mente tan sucia», dice con
tono jocoso y yo enrojezco más todavía, si es que eso es posible.
«Saca ese precioso regalo que te hicimos llegar, el colgante, y
acércalo al dibujo que Salem tiene en el omóplato».
Hago lo que me pide a la vez que Salem se saca la camiseta por
la cabeza dejando su torso desnudo, acto que me hace sentir de
nuevo esas pulsaciones en mi cuerpo, sobre todo en ese lugar que
siempre ha estado prohibido que tocáramos siquiera.
Tomo el colgante por el cordón de cuero y antes siquiera de que
toque la piel de mi Guardián, este empieza a moverse en
movimientos circulares al principio y luego como si estuviera
trazando el dibujo que lleva él sobre la piel.
«Suéltalo y abrazaros», ordena la jorita. «Pase lo que pase, no os
soltéis hasta que se complete el proceso. Lo sabréis en cuanto
volváis».
La obedezco sin preguntar y suelto el cordón, sin embargo este
sigue suspendido en el aire recorriendo la filigrana del hombro. Me
sitúo frente a Salem y este abre sus brazos con una preciosa sonrisa
instalada en su rostro. No es para menos, en muchos días es el
único momento de calma que tenemos para poder abrazarnos sin
que nos gruñan por ello.
No pensé jamás que podía echar tanto de menos el contacto con
alguien hasta que Salem me envuelve en su calor y su aroma a
sándalo. Dejo un pequeño beso en su pecho antes de apoyar mi
mejilla sobre su corazón, escuchar su alocado ritmo en cierta manera
me relaja y hace que no me preocupe por lo que pueda pasar en
este momento.
─¿Vas a decirme lo que has hecho para que todos piensen que
seguimos en la biblioteca? ─susurra en mi oído, lo que me produce
un escalofrío─. Me intriga saber que tienes dones que no tiene nadie
en otras galaxias.
─Pues muy fácil ─empiezo a decirle a la vez que le paso un dedo
por sus firmes pectorales─, resulta que soy capaz de crear una
imagen en forma de holograma partiendo de unas imágenes
tomadas a tiempo real y luego lo aplico en bucle.
─Eso es...
─No es imposible aunque parezca extraño ─le corto─. Sé que
eso se puede hacer con las imágenes grabadas en vídeo, pero
resulta que el otro día lo probé con vosotros y pude venir a
recargarme sin que os dierais cuenta.
─¿Cómo? ─Me río ante su cara de indignación─. No me puedo
creer que me hayas dado esquinazo y no me haya dado cuenta.
─En realidad una parte de mí permanece allí, por eso seguías
notando mi presencia ─admito en voz baja─. Lo de hoy ha sido la
primera vez, algo dentro de mí decía que tenía que probar a crear
una imagen que cualquiera que la viera pensara que era real, y al
parecer ha funcionado, Utrech no ha activado la alarma al perdernos
de vista.
─Cierto ─afirma con una sonrisa socarrona─. Al menos sabrás de
cuánto tiempo disponemos antes de tener que volver a la biblioteca.
Niego con la cabeza y un sonoro “no me jodas” llega a mi mente,
así que palmeo su pecho a modo de regaño. Es en este momento en
el que me doy cuenta de que no tenemos los pies en el suelo de la
azotea, estamos flotando.

Salem
 
Estoy todavía intentando digerir el don de crear hologramas de
Hannah cuando nos veo a ambos flotando y desplazándonos a saber
dónde. Intento distraerla para que no se dé cuenta de que ahora
mismo no estamos siquiera en la base, pero dura poco el que ella se
fije en lo que nos rodea.
En el momento en el que noto la tensión de su cuerpo y que se
separa un poco de mí, aprieto mi abrazo y meto mi cabeza en su
cuello. Necesito la calma que me proporciona su olor a vainilla para
soportar lo que sea que nos espera en nuestro proceso de
vinculación, como lo llama la maldita jorita.
─Tenemos una conversación pendiente ─susurra Hannah
mientras acaricia mi espalda─. Me has contado lo que has
descubierto en los legajos de tu padre, no lo que hablasteis cuando
huí a la azotea.
─Creo que ya lo sabes todo ─gruño mientras la aprieto más a mí.
─Eso no es cierto ─contesta de mal humor─. Si no quieres
contarme lo de la tiparraca esa, no lo hagas, pero no quieras
tomarme por tonta. Recuerda que soy capaz de entrar en tu mente y
no solo cuando piensas.
─¿Cómo dices?
En cuanto se da cuenta de que ha desvelado otra cosa nueva, se
esconde más en mi cuello y me río porque intenta fingir un lloriqueo
que no siente en realidad. La dejo unos minutos, aunque le voy
lanzando preguntas con la mente que intenta expulsar de su cabeza.
Estoy muy orgulloso de ella porque se nota que estos días ha estado
trabajando muy duro.
─Hagamos un trato ─comienzo a proponerle─, yo te hablo de
Geresia si tú me cuentas todo lo que has descubierto que eres capaz
de hacer.
─Ya lo sabes todo de mí ─masculla con enfado.
─Eso no es verdad y lo sabes ─replico con tono paciente─.
Necesito que confíes en mí como lo he hecho en ti. Nadie sabe lo
que he descubierto ni sospechan siquiera tu verdadera personalidad.
─Eso tampoco podríais hacerlo ─responde con rapidez─. Me
necesitáis de  vuestro lado para no perder el control del planeta.
─Te equivocas, cariño ─le aseguro─. Nosotros somos simples
siervos tuyos aunque de cara a todos seas una simple terrícola y
nosotros vuestros esclavizadores.
Jadea ante la cruda afirmación que acabo de hacerle. Tengo la
sensación de que todavía no se da cuenta de la verdadera relevancia
de su presencia en la vida de los habitantes de todas las galaxias
vecinas. No es una simple terrícola, es la futura gobernante de todos
y cada uno de los seres que ahora luchan por hacerse con el poder
que nunca ha sido nuestro.
─Tengo miedo ─susurra─. Me da pánico que todo esto sea una
broma macabra y luego me castiguéis de manera cruel; a que esto
sea una artimaña de los seres malolientes y me estén utilizando
como una simple distracción. No quiero que os suceda nada, y ya
has visto lo que estaban haciendo a tu padre en ese lugar. Detesto
no controlar lo que sucede en mi vida y me siento a la deriva ahora
mismo. Y confío en ti aunque no lo creas.
Noto una lágrima mojar mi cuello y la tomo por la barbilla para
que me mire. En cuanto su mirada, enrojecida por las lágrimas que
no quiere dejar salir, hace contacto con la mía, una gran ternura me
recorre y me calienta el corazón. Esta chica va a sacar mi lado
romántico porque odio en este momento verla sufrir y solo pienso en
consolarla a besos.
─Princesa, no debes sentirte así ─mascullo─. En tu mano está el
poder cambiar lo que sientes y volcar esa rabia en acabar con los
que tratan de hacerse con tu lugar, porque a fin de cuentas, aunque
ellos no lo sepan, es a ti a la que quieren perjudicar.
Asiente con un intento de sonrisa, y pienso en lo bella que está
con esos ojazos bicolor brillantes por las lágrimas. Beso su frente y
bajo uno de mis brazos para aferrarla bien por la cintura. Necesito
que nuestros cuerpos estén lo más pegados posible.
─Me has convencido ─dice sonriente, aunque esta sí que es
verdadera─. Voy a contarte que todo lo que has visto hasta ahora es
lo que he desarrollado. No hay nada más en mi interior que sepa,
bueno sí, pero hasta que no lleguemos al campo de batalla no sé si
funcionará.
La miro ceñudo porque me pasa unas imágenes a mi mente que
me parecen de lo más surrealistas posibles porque aparece ella
duplicada en dos lugares a la vez que cruza el cielo como si fuera un
meteorito cruzando la atmósfera. Al escuchar la risita de Hannah me
doy cuenta de que esto es parte de su imaginación.
─Pequeña bruja ─la amonesto mientras llevo una de mis manos a
su costado para hacerle cosquillas─. Me las vas a pagar,
mentirosilla.
En el momento en el que empieza a retorcerse y a reír, mi
corazón empieza a golpear en mi pecho con fuerza. Cada día estoy
más convencido de que no soy solo su Guardián, es la enviada para
complementar mi existencia aunque ella ostente un cargo superior al
mío.
─Para, para, por favor ─pide entre carcajadas─. Voy a caerme de
tus brazos si no lo haces.
No ha terminado la frase cuando en unos de sus movimientos se
ve obligada a rodearme las caderas con sus piernas porque nuestro
agarre se ha aflojado al punto de que casi nos separamos. Noto su
femineidad justo encima de mi semierección, que en cuestión de
segundos pasa a ser dura y deseosa de descubrir esa húmeda y
caliente cueva. Respiro hondo para tratar de calmarme y es lo peor
que he podido hacer, su intenso olor a vainilla me atrae de manera
que noto el movimiento inquieto de mi polla buscando alivio. Que
Hannah intente buscar una postura cómoda no me ayuda en nada.
─Deja de moverte así ─gruño alterado por lo que me hace sentir.
Noto que se tensa al momento y la miro, en sus ojos veo brillar la
sorpresa y su mente bulle en pensamientos absurdos sobre lo que
habrá hecho para enfadarme. Todo lo que estoy escuchando hace
que me ría sin remedio de la inocencia que posee esta preciosa
florecilla que tengo entre mis brazos.
─No has hecho nada, cariño ─susurro en cuanto me calmo─. Es
que esta posición es un poco incómoda.
Ha sido acabar la frase y volver a retorcerse cual lombriz
buscando un camino hacia la superficie. La aprieto más contra mí
para evitar cualquier movimiento o voy a correrme en los pantalones
como cuando era un chavalito jugando a ser hombre. No sé si es
peor tenerla con sus pezones erectos apretados contra mi pecho,
estoy desesperado ya.
─Salem, me quema ─lloriquea─. Haz algo, no puedo más.
La miro confuso porque no sé a lo que se refiere hasta que vuelve
a moverse y noto que emana mucho más calor que antes. Me fijo en
ella, no la rodea ningún halo de energía, esto es algo físico y me
mata si es lo que pienso. Los cambios que tiene a diario son cada
vez más rápidos y confusos, de ahí que no la haya entendido en
cuanto se ha puesto a rozarse contra mi polla.
─Ayúdame ─pide mientras se retuerce y se contonea sobre mi
protuberancia─. No sé lo que me pasa.
De manera instintiva dejo de abrazarla llevando mi mano derecha
a su pantalón y rozo con cuidado la zona púbica por encima de la
tela. Un jadeo lleno de agonía desgarra su garganta a la vez que sus
ojos brillan en un tono tan iridiscente que no la reconozco.
─Ahí me quema, Salem ─dice entre jadeos.
─No puedo, Princesa ─mascullo─. Es algo que no debemos
hacer, mi rango no me permite...
─Por favor ─susurra suplicante─. Salem, ayúdame.
Inspiro hondo y tomo la determinación de saltarme todas las
puñeteras normas con las que me ha estado torturando mi padre
estos días atrás. Tampoco es que vaya a hacer nada que otro en mi
lugar no haría, aunque la respetaré en todo momento.
─Cuando la maldita flor nos devuelva a la azotea, pienso
arrancarla de su lugar ─digo entre dientes para distraer a Hannah.
No lo consigo porque vuelve a retorcerse de nuevo contra mí y
esta vez sus pezones están tan duros que parece que me araña con
ellos con cada contacto que tiene con mi torso. Ante el nuevo jadeo,
dejo de pensar y actúo. Llevo mi mano libre a su cara, necesito que
en todo momento me mire.
─Cariño, te voy a ayudar, ¿vale? ─Asiente con una preciosa
sonrisa aunque sus ojos siguen mostrando angustia─. Vamos a ir
poco a poco.
Coloco mi mano en su nuca y la atraigo hacia mí, y en pocos
segundos estamos sumergidos en un beso húmedo, lujurioso, que
nos deja a ambos con ganas de más, aunque solo uno va a tener el
final que ansiamos.
Mientras me hago dueño de todos los recovecos de su boca, voy
bajando mi mano dejando una leve caricia por donde paso hasta que
llego a uno de sus pezones y lo pellizco y acaricio por igual. En el
momento en el que parece que siente algo de alivio y placer, me
araña con fiereza el hombro del tatuaje, lo que me produce una
extraña sensación que no sé cómo calificar.
─¿Te gusta esto? ─le pregunto mientras torturo el otro pezón y le
muerdo el lóbulo de la oreja antes de volver de nuevo a su boca.
El gemido de aprobación que me trago con mis besos hace que
siga el recorrido hacia su lugar secreto, ese que me muero por
probar y no voy a poder. Llevo mi mano a la cinturilla del pantalón y
la introduzco por encima de sus braguitas sin meditarlo demasiado.
El calor y la humedad me reciben, lo que hace que un nuevo
movimiento de mi polla me moleste.
─Salem ─lloriquea─, ¿qué estás haciendo?
Su pregunta me descoloca, sin embargo sigo con los pequeños
roces por encima de la tela para que se vaya acostumbrando a mi
toque, lo que hace que ella comience a moverse buscando un mayor
contacto con mi mano. Introduzco uno de mis dedos bajo la tela y lo
primero que toco es su botón del placer, está muy hinchado así que
me dedico a masajearlo y pellizcarlo con cuidado. En cuanto su
cadera empieza a buscar más contacto con mi mano, dejo de besarla
para mordisquear su cuello y que ella respire a la vez que empiezo a
introducir uno de mis dedos en su chorreante vagina.
─Me encantas, preciosa ─susurro junto a su oído y un escalofrío
nos recorre a ambos─. Prepárate para volar más alto.
Sigo masajeando su clítoris a la vez que bailo con mi dedo en su
interior buscando el punto de máximo placer, sus jadeos aumentan al
igual que su humedad y la fuerza con la que me araña el hombro. La
sensación de placer con cada arañazo en el dibujo que tengo en esa
zona hace que esté a punto de correrme en los pantalones, por lo
que aumento el ritmo de mi mano en la caliente cueva de Hannah.
Llega Hannah al éxtasis en cuestión de segundos y yo me dejo
llevar por sus sensaciones ya que las siento como mías, y algo
extraordinario sucede a nuestro alrededor: miles de estrellas
colisionan formando un precioso espectáculo de estallidos dorados, a
la vez que observamos que las órbitas de los diferentes planetas por
un momento son solo una y se alinean en una muestra absoluta de
reconocimiento.
El silencio y la nada se hacen a nuestro alrededor.

Hannah
 
Cuando vuelvo en mí, estamos de nuevo en la azotea y la
sensación de felicidad me invade. Levanto mi mirada y veo que
Salem me observa con un nuevo brillo en sus ojos, se le nota
radiante de felicidad y eso me hace sentir confusa a la vez que
orgullosa.
Nos separamos con lentitud uno del otro y escuchamos un ruido
seco, el medallón está a nuestros pies brillando. Hace el movimiento
para agacharse a recogerlo, pero este levita hasta mi mano y se
posa en ella. Un sonido de sorpresa escapa de los labios de Salem
mientras yo sonrío, esta es otras de las cosas que puedo hacer.
─Mira esto ─digo sorprendida─. Ha cambiado el dibujo del
interior.
Salem lo coge entre sus manos y mira todos y cada uno de los
detalles que aparecen en él. No necesita decir con palabras lo que
ambos sabemos ya: ha adoptado la misma simbología que se ha ido
creando en su omóplato y por eso ambos estamos ya vinculados. En
cuanto esté en contacto con mi piel, seremos solo uno.
─Princesa, el tiempo se ha acabado ─interrumpe la Jorita.
Me fijo en ella y la veo diferente, sus colores vuelven a ser vivos
aunque su tronco ha cambiado de forma, ya no es el tallo recto que
tienen las demás, parece que simula las curvas de... ¿el cuerpo de
una mujer?
─Pero qué…
─Las explicaciones cuando haya tiempo ─me corta─. Los
enemigos ya han llegado y los tenéis a las puertas de la base.
Salem corre hacia el borde de la azotea y yo lo sigo. La imagen
debajo de nosotros es impactante ya que hasta el canal que separa
los edificios está repleto de transportes que flotan sobre la superficie.
No hay un solo resquicio de tierra o agua en el que no haya una nave
o un soldado en posición de ataque.
─Qué mierda...
─No hay tiempo para explicaciones ─vuelve a interrumpir la flor─.
Vuestra vinculación ha tardado más de lo debido, lleváis dos días
flotando en la nada por no ser capaces de superar vuestras
vergüenzas, y el resultado es el que estáis viendo.
─No puede ser ─mascullo sorprendida─. Todo está igual, hasta la
iluminación del cielo.
─Parece mentira que no sepas que el concepto del tiempo
cambia en cuanto salís de la atmósfera protectora que han creado
los juridianos ─espeta molesta─. Ahora tenéis que escucharme con
atención si queremos tener una oportunidad de que no nos
derroquen y puedas ostentar el cargo que te pertenece por
nacimiento.
─Voy bajando para movilizar a mis tropas y averiguar lo sucedido
con mi padre ─ susurra Salem.
─Espera un momento, Guardián ─ordena la flor─. En ningún
momento debes dejar desprotegida a la Princesa. Tu labor no es
distribuir al personal, para eso ya están Utrech y Junrom. Tu destino
está ligado al de Hannah, cualquier mínimo dolor que sienta ella, lo
sufrirás tú por duplicado. Así que, si no quieres que la muchacha
acabe destruida sufriendo, tendrás que ser su sombra.
Mi piel palidece aún más al escuchar el tono duro de mi querida
jorita, está irreconocible y quiero pensar que es por la tensión que
circula por el ambiente. Un destello cruza el cielo y Salem me atrapa
entre sus brazos a la vez que nos tumba a ambos en el suelo. Una
enorme vibración hace que trozos de hormigón salgan despedidos
alrededor nuestra, por lo que despliego un escudo que nos proteja a
ambos y a mi flor.
Se hace un alto y decidimos bajar para enfrentarnos a lo que sea
que nos está atacando, aunque antes de que podamos pensar
siquiera en abandonar la azotea vemos que un choque de naves se
produce en el exterior de la atmósfera terrestre.
─Aprovechad la confusión para llegar a la zona de seguridad
─nos ordena la jorita─. Allí tenéis las armas con las que vais a
distraerlos. Hannah, tú eres el último recurso y sabrás el momento
exacto, no te adelantes o perderemos cualquier oportunidad de
vencer y sobre todo de demostrar nuestra supremacía.
─No acabo de entender lo que quieres decirme ─bufo
desesperada.
─Todo a su debido momento ─me responde y vemos que se
repliega sobre sí misma.
Salem tira de mí y saltamos por la azotea. Estando en el aire me
rodea con sus brazos y a la vez que nos envuelve el escudo, puedo
ver que Salem hace que de sus cinturón salgan dos pequeños
artefactos pequeñísimos y rígidos que hacen que planeemos hasta
que tocamos el suelo muy cerca de la puerta principal del edificio.
─Tengo que ver la manera de entrar por la puerta lateral sin que
nos detecten ─susurra Salem junto a mi oído, lo que me provoca un
escalofrío agradable─. Hannah, no estamos para jueguecitos.
Su gruñido me produce tanta gracia que no trato de disimular la
risa que me da escucharlo con ese tono de desesperación. Ahora
soy yo quien va a guiarlo hasta el interior pasando junto a nuestros
soldados, o al menos creo que son de los nuestros porque no nos
detectan hasta que estamos en el vestíbulo.
─Mirad a quiénes tenemos aquí. ─Los soldados otean todo el
lugar ante las palabras de la rubia inoportuna─. Salem, no sabía que
tus gustos por las mentalistas seguía estando latente, parece que
sigues buscándome en los brazos de cualquier mosquita muerta que
puede llegar a darte lo que te negué.
Frunzo el ceño ante sus palabras y Salem me hace saber que es
tontería seguir manteniendo nuestra cobertura, que me reserve las
energías. Nada más desactivo la invisibilidad, una docena de armas
nos apuntan a menos de dos metros de distancia, aún así no me
preocupo de que esto sea así porque soy capaz de inutilizarlas en
milésimas de segundo y sin pestañear.
─¿Sabes que también soy capaz de entrar en tu mente,
asquerosa terrícola? ─Sonrío ante sus palabras, sin embargo no le
doy la respuesta que espera─. Enhorabuena, Salem, parece que al
fin has logrado domesticar una mascota.
─¿A qué has venido, Geresia? ─gruñe Salem─. No eres
bienvenida en esta galaxia, estás desterrada.
─Lo sabes bien, he venido a cobrarme una deuda ─mastica con
rabia─. Ojo por ojo.
Ni siquiera ha acabado la frase cuando se ha abalanzado sobre
mí, que logro esquivarla en el último segundo, y cae sobre uno de los
soldados que estaba a nuestra espalda, el cual suelta un grito
desgarrador y su cuerpo salta por los aires invadiendo el espacio de
trozos minúsculos de carne y una sombra oscura se evapora dejando
un olor nauseabundo en el vestíbulo.
─Qué bajo has caído, ¿ahora se la chupas al Supremo? ─Las
palabras de Salem me sorprenden, nunca había escuchado tanto
despotismo en su tono─. Seguro que no tiene un par de hijos con los
que jugar y has venido a ver si me dejo manejar de nuevo, ¿verdad,
zorra?
Imágenes procedentes de la mente de Salem me invaden y lo veo
cuando era algo más joven junto a un chico muy parecido a él, el
tonteo de la rubia con ambos, retazos de conversaciones que
mantenía con él a solas y hasta noto las asquerosas manos de ella
sobre su pecho, y lo peor, me enseña la muerte de su hermano y la
verdadera personalidad de esta arpía. Es la primera vez que veo la
verdadera naturaleza de ellos y desde luego la de ella es monstruosa
y no solo el interior.
Le doy un apretón de apoyo mientras una lágrima de rabia surca
mi cara por lo que ha sufrido mi Guardián, no se lo merece y pienso
destrozarla con mis propias manos.
─Ya basta de charlas, quita de en medio, bicho. ─Me mira
sorprendida ante mi orden, aunque solo unos segundos que es lo
que tarda en reponerse─. Mi sirviente y yo tenemos cosas que hacer
y nos entretienes.
─Hannah, cariño... ─susurra Salem.
─¿Vas a apartarte o tengo que hacerlo yo? ─insisto mientras
Geresia mira de uno a otro─. Luego no digas que no te avisé.
Con un solo movimiento de mi mano anclo los pies de los
soldados que nos rodean y dejo las armas inservibles. Beso con
cariño y posesión a Salem y doy varios pasos en dirección de la
estúpida que ha osado llamarme mascota y dañar a mi amor, porque
tengo que reconocer que lo es aunque no haya querido ver la verdad
antes.
─¡Matadla! ─ordena la rubia con rabia cuando se da cuenta de
que llevo en mi mano unas esposas especiales para esos seres─.
¡Estúpidos, moveos!
─No lo van a hacer ─canturreo mientras doy una vuelta a su
alrededor─. Van a disfrutar del espectáculo en primera fila, te voy a
hacer pedacitos más pequeños de lo que un microscopio de alta
capacidad puede detectar.
Su cara de terror por un momento me causa gracia hasta que
vuelve a abrir su bocaza para insultarme. A partir de ese momento
desconecto de mi yo humano y dejo que aflore mi verdadera
naturaleza, esa que solo en unos vídeos me han dejado ver Junrom
y Utrech, y es que el haber quemado a aquel ser es lo más suave
que puedo llegar a hacerle a alguien porque poseo garras que van
cortando por donde pasan y va haciendo que mis víctimas sufran el
doble debido a una sustancia que voy segregando en el corte y que
hacen que la carne se les vaya corroyendo como si les vertieran el
ácido más potente.
Para cuando he acabado con Geresia, hay varios soldados que
se han meado literalmente en los pantalones y otros andan
suplicando a Salem clemencia en la muerte a las que están
abocados a cambio de delatar a los suyos y ayudarnos a
deshacernos de ellos antes de que maten al Gran Líder. Lo raro de
todo es que hay uno medio quemado y Salem tiene su mano
encendida cual antorcha, es entonces cuando entiendo el alcance de
la vinculación.

Salem
 
Estoy literalmente acojonado viendo a Hannah trabajar sobre
Geresia, hasta ahora no me habían dicho que llegaba a ser tan letal
en cuanto dejaba salir su verdadera naturaleza. Se ha quedado corta
en su amenaza porque no está dejando de ella ni una mísera
partícula por la que puedan intentar saber su identidad, jamás había
conocido a nadie que fuera capaz de tal proeza.
─Señor, no permita que sea ella la que nos inflija el castigo
─lloriquea un soldado a mi derecha─. Le pido clemencia a cambio de
nuestra ayuda, sabemos dónde esconden al Gran Líder hasta que
llegue el momento de su ejecución pública.
Alzo una ceja ante esas palabras porque hasta lo que yo sé, mi
padre estaba malherido pensé que ya liberado por las palabras de la
jorita sobre la organización del personal. Sin pensarlo siquiera, mis
manos se iluminan y me acerco al soldado para torturarlo ahí mismo,
algo en sus ojos me dice que parte de lo que me cuenta es cierto.
─Empieza a darme eso que me estás ofreciendo ─ordeno a la
vez que toco uno de sus brazos descubiertos─. Si pides clemencia,
la puedes tener ahora porque ninguno de los presentes va a ir a la
zona de castigo.
Un gemido general se escucha en el lugar, y no solo por la
imagen de Hannah desmembrando a Geresia falange a falange sino
por la cara del soldado al que he rozado la cara y está chamuscado.
Me encanta esto de poder utilizar los poderes que tiene mi chica.
─Salem...
La voz de Hannah me saca de mis pensamientos y me dirijo
hacia ella. Ya vuelve a tener el semblante normal, no queda nada de
su ser interior, y la abrazo porque me llegan sus pensamientos donde
todo ahora mismo es caos e incomprensión. No me da tiempo a nada
más porque al momento se tensa y siento un dolor punzante en el
hombro.
─¡Maldito! ─grita Hannah a la vez que me suelta y toda ella se
recubre de una energía dorada diferente, esta no la había visto.
Vuelve a desatarse el caos porque no pierde el tiempo y lanza a
los soldados por los aires hasta que los empotra contra los pilares y
los deja ahí con los miembros en posiciones antinaturales.
─Vamos, corre.
Tira con fuerza de mi brazo y nos lleva a ambos a la sala de
seguridad. Como es de suponer, el silencio más absoluto nos recibe.
Lo extraño es que no hay ni una sola pantalla encendida, esto no es
lógico ya que Gideon siempre tiene a alguien en esta sala por mucho
que el planeta se vaya a la mierda.
─Espera un momento ─susurra Hannah a la vez que se agacha
un poco─. Hay alguien en tu pecera.
─No es posible, solo nosotros tenemos acceso ─contesto en su
mismo tono─. Vayamos a ver quién es.
Ella asiente con un gesto y se pone un dedo en los labios. Cierra
los ojos un momento y cuando los abre, el tono se ha vuelto
iridiscente.
«Ahora no van a vernos ni a detectarnos como la rubia de antes,
pillaremos desprevenido al intruso». Sonrío en respuesta porque esta
muchacha está en todo y parece que se está adaptando al medio de
manera sorprendente.
Avanzamos con cautela por el lugar sin soltarnos de la mano,
aunque tengo la sensación de que ya no es necesario que vayamos
de esta manera, sin embargo no me importa estar en contacto con
ella todo lo que nos permitan.
─No puede ser ─musito─. Se supone que estaba en el castillete.
«Guarda silencio, no sé si puede escucharnos». Hago caso a la
petición de Hannah y nos introducimos en el despacho. Me fijo en el
panel de seguridad y veo que está manipulado de mala manera, se
nota que tenía prisa por entrar, pero ¿con qué fin?
Observamos durante largos minutos a Jeff registrar y destrozar
cada uno de los compartimentos que va encontrando en los pocos
muebles que hay en el lugar. Vamos a dejarlo hacer un poco más
porque necesitamos saber qué es lo que quieren.
─¿Ya tienes lo que necesita el Supremo? ─Una voz nos saca de
nuestro escrutinio y Hannah tiembla─. Tienes que darte prisa, los
hemos perdido y no los localizamos.
─Activa el chip de la chica ─responde Jeff de mala gana─. Los
inútiles se piensan que le inoculamos material genético para que
engendrara, por una vez el medicucho hizo las cosas bien al no
decirles lo contrario cuando examinó a la terrícola.
Hannah jadea al darse cuenta de lo que está hablando y
comienza a respirar ansiosa y con los ojos desorbitados. Trato de
calmarla haciéndole saber que el despacho tiene inhibidores más
potentes de lo que ellos creen y no van a poder saber que estamos
aquí junto a ellos, y a pesar de que no acaba de creerme, se rinde
ante mis palabras y seguimos con el plan que haya trazado en su
inquieta mente.
No dejamos pasar mucho tiempo porque se empiezan a escuchar
fuertes estruendos en el exterior, no debemos perder más tiempo
aquí dentro ya que la buscan a ella.
«Yo neutralizo a Jeff, tú retenla a ella», ordeno a la vez que
empiezo a moverme con sigilo.
La risita de Hannah hace que me incorpore y bufe molesto al
escuchar sus palabras burlonas en mi mente sobre ir agachado
cuando no me ven. Me coloco justo detrás de Jeff y me paralizo
cuando veo lo que tiene en las manos: los archivos secretos que
tenemos Gideon y yo encriptados.
«Necesito unos minutos para saber lo que están buscando». Veo
a Hannah negar a la vez que se sitúa junto a la intrusa, a lo que le
vuelvo a pedir un momento más, tengo claro que vamos a
contrarreloj, sin embargo es necesario tener toda la información
posible.
No tardo ni medio minuto en saber lo que se propone, que no es
otra cosa que hacerse con las claves de seguridad para acceder a
las bases problemáticas y liberar a nuestros enemigos: en las minas
tenemos encerrados a los primeros erkarianos que logramos
localizar y neutralizar. Ya sabía yo que algo más grande se traían
entre manos, solo que no le va a salir bien la jugada en el momento
en el que metan el código cebo en el ordenador central.
─Dime que tienes lo que buscas ─interrumpe la tarea la maldita
traidora─. El localizador sigue sin funcionar, tenemos que darnos
prisa porque la nave del Supremo entra en la atmósfera en menos de
5 minutos, tenemos que estar en la plataforma para guiarlo.
Hannah y yo abrimos los ojos sorprendidos porque es algo que
no estaba dentro de las predicciones de la jorita. Nos vamos a ver
obligados a seguirlos para localizar el lugar donde tienen retenido a
mi padre.
─Ya podemos largarnos, tengo lo que va a liberar a los nuestros
─contesta mientras sacude la libreta trampa─. Manda traer al
piltrafilla de Junrom y esperemos al nuevo dueño de todo.
Una risita sarcástica de Hannah resuena en mi cabeza cuando
escucha a los dos estúpidos hablar tan confiados. Antes de que
hayan salido al vestíbulo, escuchamos estruendo en el exterior y nos
damos cuenta de que la verdadera batalla ha comenzado y nosotros
no podemos unirnos a los demás.
─Pero qué cojones... ─jadea sorprendido.
─Esto seguro que es cosa de la putita ─replica con asco la
traidora─. Te dije que no era de fiar, nos ha dejado sin los mejores
hombres, y los terrícolas rebeldes solo son una maniobra de
distracción. Espero que no se den cuenta de que llegan más naves
por el otro lado de la base.
«Tranquilo, ya le he hecho saber a mi abuelo nuestra posición y lo
que van a hacer», me dice Hannah. Los dos traidores salen por la
zona de servicio y los seguimos de cerca aprovechando que no han
notado nuestra presencia a pesar de que Hannah ha ido dejando
caer objetos delante de ellos para ralentizar la marcha y comprobar
que están confiados.
Seguimos por el callejón que hay entre nuestro edificio y el
contiguo y en la parte posterior vemos algunas de nuestras naves
destrozadas para evitar que huyamos a lugar seguro. Pasan de largo
y entre ellas veo los cuerpos de mis informáticos, entre ellos está mi
amigo Gideon, y antes de que pueda abalanzarme sobre Jeff tengo a
Hannah abrazándome por la espalda mandándome palabras de
consuelo a la mente y me promete que podré hacerles pasar lo
mismo que ellos les han hecho a mis muchachos. Estos dos malditos
días flotando en la nada les ha servido para acabar con todos,
incluso algunos de los traidores porque vemos los cuerpos de la
trabajadora y de Tirel, el mayordomo, junto con el de algunas de las
muchachas terrícolas.
Respiro hondo y me tomo un momento para abrazar a Hannah y
aspirar su dulce aroma, es lo que me calma y necesito toda la
frialdad de la que siempre he hecho gala para poder salir airosos de
todo esto.
─Sigamos ─mascullo mirando la distancia que nos han ganado─,
tenemos que asegurarnos de que mi padre sigue con vida.
─No te preocupes, Utrech me ha asegurado que tus soldados
sombra ya van a estar rodeando el lugar. ─En su mirada veo
preocupación─. Son de los pocos que os han sido leales, todos los
que entrenabas estaban corruptos y ha ocurrido en muy poco tiempo.
Frunzo el ceño porque no entiendo a lo que se refiere, hasta que
me hace llegar el mensaje completo y maldigo el día en el que a mi
padre se le ocurrió dejar a esas malditas embaucadoras pasar por la
base. Ni siquiera pienso en que Hannah se puede sentir aludida al
formar parte de la expedición, y sigo mi camino mascullando sobre
los deseos de los padres de obligar a los hijos a formar una familia
sin pensar en las consecuencias. Al sentir un fuerte dolor en el pecho
me obligo a parar y miro a mi alrededor. Respiro tranquilo cuando
veo que Hannah está a unos metros de mí, sin embargo algo en su
postura me dice que ocurre algo, no me da tiempo a preguntar
siquiera porque una nueva explosión nos interrumpe. La nave de
nuestro enemigo acaba de entrar en la atmósfera.
Corremos hasta el lugar y nos escondemos detrás de un pequeño
trozo de asteroide que ha caído en el lugar que estamos. Le cojo la
mano a Hannah para que me mire, pero esta se suelta de inmediato
y sin siquiera mirarme me ordena estar atento para cuando sea el
momento adecuado para apartar a mi padre del lugar. Acaban de
llevarlo de mala manera dos de nuestros hombres y no parece que
esté consciente siquiera.
─¿Dónde está tu abuelo? ─cuestiono al solo localizar a mis
chicos sombra─. Es el único que falta y sabe la manera de mantener
con vida a Junrom.
No me contesta aunque al menos me señala un punto cercano a
nosotros y lo veo agazapado detrás de una enorme chapa,
presumiblemente de una de nuestras naves, observando lo que nos
rodea y seguro que esperando órdenes.
─Vamos a acercarnos un poco a ellos para pillarlos
desprevenidos en cuanto quite la invisibilidad ─ordena Hannah sin
mirarme─. Mi abuelo se llevará a Junrom en un descuido, para ello
deberemos hacer bastante ruido.
Antes de que pueda preguntarle a qué se refiere con lo que ha
dicho, la veo avanzar envarada hacia el centro del lugar, justo donde
acaba de tomar tierra la nueva nave y por donde veo salir un ser
bastante amorfo y maloliente, ese tufo es insoportable y eso que hay
más de cien metros entre nosotros.
Me acerco con rapidez a Hannah para frenar su avance, pero ni
siquiera puedo llegar a tocarla porque ha alzado a su alrededor un
escudo que me ha transmitido una pequeña descarga a la vez que
me ha desplazado alejándome de ella. No me mira cuando la llamo,
pero me centro en lo que sucede a nuestro alrededor porque en
cuanto nos hace visibles, se desata el pandemónium.

Hannah
 
Dolida, estoy dolida y defraudada con las palabras que ha dejado
salir Salem no sé si de manera consciente o debido al enfado, pero
me han calado tan hondo que un intenso dolor en el pecho ha
tomado el relevo a la felicidad que sentía hasta unos minutos antes.
Justo mi cerebro decide que el instante en el que Salem anda
maldiciendo es el perfecto para poner en orden todas las imágenes
que han ido inundando mi cabeza en los momentos menos
oportunos. Jadeo de dolor al descubrirlo todo, fui testigo del
asesinato de mis verdaderos padres y la mano ejecutora está justo
saliendo de esa nave. Ladro órdenes a Salem y activo un escudo
extra que hasta ahora no sabía que tenía a la vez que le hago saber
a mi abuelo lo mucho que lo quiero y le pido que proteja a Junrom y
que no deje a mi Guardián hacer una locura.
Me dirijo hacia donde está la nave y el fétido de mi tío, porque sí,
tengo una mezcla bastante extraña en cuanto a mis orígenes se
refiere, y justo tengo que enterarme ahora, cuando mi futuro y el de
los habitantes de las galaxias vecinas dependen de mí misma.
─Vaya, vaya, mira lo que tenemos aquí ─dice el maloliente
despojo que tengo ante mí─. Si es la terrícola escurridiza.
Alzo una ceja ante el tono confiado y prepotente, al parecer mi
aspecto lo despista y me va a venir genial para llevar a cabo la
estrategia que me ha ido marcando la jorita a espaldas de todos mis
protectores. Por el rabillo del ojo veo que dos soldados llevan en sus
brazos a Junrom, así que le mando a Utrech el modo a proceder
para liberarlo en cuanto me transforme.
─Es una pena que no me reconozcas ─respondo a la vez que
empiezo a liberar mis garras─. Mira, si parece que empiezas a hacer
funcionar la media neurona que posees.
Me mofo de su cara de asombro al ver que poco a poco me
desprende de mi aspecto terrícola para adoptar el originario, que es
una mezcla extraña que no sabría definir, o sí: repelente.
─Pero tú...
La voz de la maldita traidora hace que ponga mi atención en ella
no sin antes anclar al maldito Supremo al suelo sin que se dé cuenta,
es algo que solo mi madre tenía y por ende yo.
─Yo, ¿qué? ─cuestiono con una mueca macabra en mi cara.
Traga saliva cuando observa el cambio que estoy sufriendo. No
solo tengo las garras fuera sino que mi cara ha mutado y no es la
típica que nos han puesto los terrícolas, esa cabeza ahuevada.
Nosotros tenemos una fisionomía muy parecida porque todos
venimos del mismo punto, del planeta de mis antepasados, los
creadores de toda la vida existente en varias galaxias, pero nuestros
cambios son notables porque mi verdadera piel es de un azul
brillante como uno de mis ojos y la de mi tío es oscura y agrietada,
de ahí el mal olor que desprenden por mucho que parasiten un
cuerpo terrícola, porque esa es otra diferencia conmigo, yo soy
capaz de transformarme sin necesidad de pasar por el mismo
proceso que los juridianos, que deben utilizar su tecnología. Los
erkarianos son simples gusanos, ahora entiendo el que detectara el
mal olor en algunos de los trabajadores que he ido cruzándome,
ojalá mi mente hubiera trabajado a pleno rendimiento antes y no
justo cuando solo va a quedar vivo uno de los dos. Lo que no acabo
de entender es cómo no detecté ese rasgo en ella.
─¿Tú eres...? ─Es incapaz de formular la pregunta la maldita
profesora en la que confié mis más absurdos pensamientos hasta
hace poco.
─Yo soy un Alien ─silabeo, con lo que se supone una sonrisa en
mi rostro─. Vas a ser testigo directo de lo que soy capaz de hacer,
Sarah. Y pensar que la señorita Brown era mala...
─¡Era una estúpida que se merecía morir! ─grita enfurecida─. La
muy cerda nos robó el mensaje de nuestra supervisora para
hacérselo llegar al maldito del Gran Líder, menos mal que la tonta de
Jimena la interceptó y se la dejó a tu querido papi de mentira para
que la hiciera sufrir ─escupe con odio─. El que la tiráramos por la
escalera fue una manera de que no investigaran, sin embargo esa
nota desapareció, no la encontramos.
─No entiendo hasta dónde quieres llegar ─respondo con hastío─.
¿Es tu última confesión antes de que acabe con tu miserable vida?
─Me debes lo que eres ─replica─. Si no te hubiera escondido y
cambiado de identidad te habrían matado mucho antes, me debes la
vida, Azura. Tú eras uno de los nuestros, no de los originarios. Nos
engañaron, me dijeron que eras la destinada al Supremo...
─No te debo una mierda ─escupo enfurecida ante los recuerdos
que golpean mi memoria, se acaba de montar el puzle─. Tú fuiste la
que llevó a mis padres a su muerte...
A la vez que una lágrima rueda por mi mejilla, elevo en el aire a la
maldita erkariana vestida de amable profesora y comienzo a pasar
mis garras por su cuerpo. En el momento en el que su parte gusana
intenta escapar, la atrapo con una bola de energía que hace que un
horrible grito salga de ese ser. En mis entrenamientos descubrí que
los cuerpos se calcinan, el de ellos se corroe y les provoca todo el
daño que ahora mismo quiero hacerle.
Ojeo mi alrededor y compruebo que los soldados leales a los
juridianos intentan contener a los erkarianos que van llegando desde
todos los rincones. Las explosiones a nuestro alrededor se suceden
de manera reiterada, y no solo porque están atentando contra
nuestros edificios para acabar con el mayor número de soldados y
civiles posible, sino también las procedentes de la atmósfera al ser
invadida por diferentes naves. Si antes no quedaba un lugar en el
que se pudiera respirar sin un entorno controlado, dudo que vaya a
quedar algo que se pueda regenerar, al menos en esta base.
No veo a Salem cerca y es extraño, así que me centro en acabar
con ella ya que tengo que ajustar cuentas con mi recién descubierto
tío.
Me centro en ir rozando el cuerpo de mi víctima y la escucho
gruñir y balbucear cosas sin sentido, así que la dejo unos segundos.
Algo en mi interior me dice que debo darle la oportunidad de hablar
antes de acabar con ella.
─Azura, nos hemos equivocado ─susurra entre quejidos de
dolor─. No debimos dejarnos llevar por ella...
─¿Quién es...?
No me da tiempo a formular la pregunta porque de repente
explota y se desintegra. No he sido yo, lo que me hace ponerme
alerta es que los diferentes gusanos que están luchando contra los
juridianos están sufriendo el mismo destino que Sarah.
Junrom aparece junto a Utrech y se acercan a toda prisa hasta
donde estoy, la cara de ambos no augura nada bueno. Sigo mirando
lo que me rodea y no logro localizar a Salem, lo llamo con la mente y
no me responde, y aunque lo noto cerca, no lo veo.
─Princesa, lo tiene ella ─murmura Junrom─. Lo han atrapado y lo
tiene ella, va a utilizarlo contra ti.
─No entiendo...
Una nueva explosión nos desplaza a todos del lugar y acabamos
rodando. Un intenso dolor en el hombro hace que gruña, aunque lo
que me impresiona es escuchar el alarido de Salem a solo unos
metros de mí. Alzo la cabeza buscando su posición y lo veo
descender junto a un ser con un color de un verde brillante que lo
tiene apresado por el cuello con una sujeción metálica de la que sale
una cadena con la que controla cualquier mínimo movimiento que
intente hacer. Ahora entiendo el porqué no ha respondido a mi
llamada, es del material que inhibe nuestras comunicaciones.
─¡Quién eres y qué quieres! ─grito exigiendo respuestas.
─Vaya, vaya, si la mini creadora tiene genio y todo ─se mofa a la
vez que da un tirón que hace que Salem se vea obligado a
arrodillarse.
Me fijo en que el supuesto Supremo anda retorciéndose de dolor
en el lugar en el que lo anclé a la vez que una mordaza impide que
escuchemos lo que trata de decir. Con un movimiento de mi mano
logro que lo que lo acalla se desintegre a pesar de la distancia que
nos separa.
─¡Eres una maldita puta! ─vocifera una vez liberado.
─Lo que tú digas, calzonazos ─responde el bicho con una mueca
en la cara─. Ahora vayamos a lo que importa: me traspasas tus
poderes y no acabo con todos los presentes.
Me río. Literalmente me da un ataque de risa ante el momento tan
surrealista que estoy viviendo, esto no salía en las visiones de futuro
que me ha ido mostrando poco a poco mi flor. Utrech y Junrom se
sitúan cada uno a un lado, flanqueándome, a la vez que me llegan
susurros de Salem. Acaba de hacerme ver que no he escuchado sus
advertencias hasta que ahora no he bajado mis defensas contra él.
─¡Deja de reírte, maldita estúpida! ─vocifera a la vez que me
lanza una bola de energía que se cae a mitad de camino
convirtiéndose en una simple pelota─. El poder es mío, eres el último
eslabón con el que acabar para hacerme con el control de todo.
─Muy bien, atrévete ─la reto. No sé a qué, pero voy a dejar a mis
instintos tomar el control.
Avanzo unos pasos y me coloco en posición  de defensa, con las
piernas abiertas, los pies bien apretados contra el suelo, los brazos
cruzados y seguro que un gesto chulesco en la cara al observar las
risitas de los presentes cuando al bicho que tengo ante mí empieza a
salirle humo de varias zonas de su cuerpo.
Sin esperarlo siquiera, lanza el cuerpo de Salem por los aires y lo
hace caer semiinconsciente junto al Supremo. Le ordena que lo
parasite de inmediato a la vez que acaba con mi inmovilización. Le
pido a Utrech que se pongan a resguardo, tengo que evitar que les
pase algo porque ahora mismo cuentan con mis poderes y no sé si
deben saberlo ya.
─Lo sé, estúpida ─responde a mis pensamientos─. Los guardias
hablan demasiado mientras se les hace una buena mamada.
Por un momento me deja ver cuál era su identidad entre nosotros
y la maldigo mil veces, sabía que tenía algo extraño. No me dejo
llevar por la rabia y me concentro en intentar proteger a Salem, ya
acabaré con el gusano que lo tiene.
Lanzo el primer ataque sin que se lo espere y le doy en un brazo,
lo que hace que se desestabilice por un momento que aprovecho
para correr hacia ella y tumbarla de una patada. El caos a nuestro
alrededor se desata de nuevo cuando es Salem el que empieza a
atacar a sus propios soldados, los cuales tratan de cansar su cuerpo
esquivando todos los golpes como buenamente pueden.
Esos segundos en los que me distraigo le sirven a mi oponente
para herirme en el costado, lo que hace que sea Salem quien se
queje de dolor y acabe arrodillado y jadeante.
─¡Utrech, no le ataquéis! ─grito desesperada.
Esquivo una bola de energía y a cambio le desgarro parte de un
brazo al saltar por encima de ella. Nuestra lucha se convierte en un
cuerpo a cuerpo en el que dejo que me hiera porque es la única
manera de que el Supremo abandone a Salem.
Estoy agotada, el cuerpo me pide que me rinda tras un nuevo
ataque de Heidi. Sus garras hacen que se paralice durante unos
segundos la zona donde me toca, y justo ahora me tiene postrada a
sus pies, exigiendo que le pida clemencia. Me río, me da lo mismo
que todos piensen que soy una loca desquiciada, pero lo hago
porque justo Salem parece que ha acabado con el Supremo y viene
con la pistola paralizante en la mano. Lo que ninguno sabe es que le
cambié la munición y puse unas balas especiales que le encargué a
Gideon hace días a espaldas de todos ellos.
─Es tu fin, maldita ─gruñe Heidi con satisfacción─. Saluda a tus
padres allá donde estén.
─Salúdalos tú y les dices que su pequeña abejita fue capaz de
acabar con la chupapollas de la galaxia ─murmuro a la vez que le
lanzo una última ráfaga de energía.
Lo siguiente que sucede lo veo a cámara lenta y no me da tiempo
a hacer nada: en cuanto es alcanzada por la bola y una de mis
garras, Salem dispara con tan mala suerte que el Supremo desvía
unos milímetros la trayectoria al empujarlo y esta atraviesa a Heidi
antes de caer al suelo, atraviesa por una parte que ya tiene en
proceso de corrosión y me alcanza el abdomen, provocando mi caída
y un dolor tan fuerte que la cabeza comienza a darme vueltas.─¡No!
─el grito desgarrador de Salem me llega en un eco.
─Has ganado, Princesa. No te rindas, es mi turno ahora ─la voz
de mi jorita me llega entre la neblina que me está rodeando y sonrío
sin fuerzas.
─Hannah, cielo, mírame.
Noto la mano de Salem sobre mi mejilla y abro los ojos con
cansancio. Sus ojos brillan de lágrimas contenidas y una mueca de
dolor se ha instalado en su bello rostro. Levanto mi mano y lo
acaricio, me noto cada vez más cansada. Veo dos preciosas
luminiscencias acercarse.
─Acaba con el gusano, no dejes que ocupen tu lugar ─musito a la
vez que cierro los ojos un momento─. Cuida de mi flor.
─No puedo, tienes que ver en lo que se ha convertido...
─Son ellos, míralos ─susurro, y nuevas lágrimas salen a
borbotones─. Me van a llevar al lugar de mis sueños, son ellos.
─¡Haz algo rápido! No puedo perderla ─grita Salem mientras se
acurruca a mi lado y me abraza─. No vayas, preciosa, te quiero,
ahora no puedes dejarme.
Sonrío porque sus palabras me llenan de alegría, tanto o más que
ver a mis padres, mis verdaderos padres, junto a mí sonriendo.
«Estamos muy orgullosos de ti, abejita». Amplío mi sonrisa ante
esas palabras y me dejo llevar por la calma. Estoy demasiado
cansada para nada más.

Salem
 
Hace un año que logramos desenmascarar a los verdaderos
traidores y acabar con todos y cada uno de ellos, y algo dentro de los
que sobrevivimos cambió. Nos dedicamos a buscar los pocos que se
escondieron y acabamos con ellos después de tenerlos trabajando
en las minas: explotamos todo con ellos en su interior. Retomamos
las negociaciones con el resto de habitantes de los demás planetas y
llegamos a un pacto que justo va a hacerse realidad hoy. Eso sí,
hemos sabido agradecerles el que fueran meros espectadores
cuando masacramos a los erkarianos rebeldes y decidieran a última
hora no ayudarles.
Hoy es un día muy importante porque no solo conmemoramos
una nueva era entre todos los habitantes de las diferentes galaxias,
sino que ha llegado el momento del relevo: se va a hacer efectivo el
cambio de poder.
─Despierta, dormilona ─susurro en el oído de mi chica─.
Tenemos muchas cosas que hacer.
Meto mi cabeza en su cuello, su olor a vainilla me vuelve loco y
me pone de nuevo duro como una piedra. El que contonee su
pequeño culito contra mi polla no ayuda y al final llegaremos tarde.
─Hannah, nos van a matar si llegamos tarde de nuevo ─gruño
mientras llevo una de mis manos a su pecho y pellizco el pezón, ya
erecto─. Preciosa, tus abuelos me van a cortar los huevos.
─No te preocupes, yo te los reimplanto ─ronronea a la vez que
lleva su mano hacia atrás y me agarra la polla. Siseo de placer─.
Además, no pueden empezar sin nosotros. No vamos a llegar tarde,
son ellos los que estarán en el lugar demasiado pronto.
Me dejo llevar por las ganas que nos tenemos todo el día, meto
mi mano en el vértice de sus piernas y busco su pequeño botoncito,
el interruptor al placer más absoluto que hemos sentido porque sus
orgasmos los siento como míos propios, es una puta locura.
─Salem... ─ronronea a la vez que aprieta más mi polla con su
mano.
─Va a ser rápido, no tenemos tiempo ─le aviso a la vez que
levanto su pierna, ella me suelta y me introduzco de una
embestida─. Siempre preparada para mí.
Bombeo con fuerza al ritmo de nuestros jadeos. Hannah sube su
brazo hasta mi nuca y me agarra el pelo empujando mi cara contra
su cuello, el cual mordisqueo.
─Ya estoy casi ─jadea Hannah y aumento el ritmo.
Con varias embestidas más, nos llevo a ambos a un orgasmo de
tal magnitud que escuchamos explosiones en la atmósfera. De nuevo
han caído algunas estrellas, cada vez sucede más a menudo. Según
nos explicó Zurima, es porque el momento de la concepción de La
Joya está cerca.
Y ahora os preguntaréis: ¿quién narices es Zurima?
Eso mismo me pregunté yo mismo cuando apareció de repente,
cuando Hannah resultó malherida, y desplegó todos sus poderes.
Llegó levitando envuelta en un gran halo de luz dorada, acabando de
destruir lo poco que quedaba de los cuerpos de los dos gusanos, y
miró con devoción hacia mi pequeña guerrera y hacia donde ella
miraba diciendo incoherencias. No tengo idea de lo que hizo ni cómo,
solo tengo claro que en el momento en el que Hannah se recuperó y
descubrimos que en la azotea no estaba su jorita y que la historia
que nos contó esa extraña ser cuadraba, indagamos un poco más y
tuvimos que reconocer que es cierto que Hannah es miembro directo
de la creadora, la que está llamada a gobernarnos.
─Tu abuela va a matarnos ─mascullo con una sonrisa─.
Recuerda que nos dijo que nada de revolucionar el espacio exterior
hasta que se formalice lo de hoy.
─Como si ella no hiciera lo mismo con mi abuelo ─refunfuña─.
Además, le hemos facilitado la entrada a la atmósfera, a ellos y a tu
padre. Espero que no se traiga al nuevo ligue, últimamente anda
desatado en Juridium.
Nos reímos porque es cierto. Mi padre se marchó hace unos
meses a nuestro planeta porque ya en este no pintaba nada, y allí se
ve que se ha reencontrado con un amor de juventud y la tiene todo el
día en posturas imposibles según ha intentado contarnos. Su paso
por la Tierra le ha dado para mucho según sus palabras.
En cuanto a Utrech, resulta que el muy truhán ha sabido todo el
tiempo quién era mi chica, dónde estaba e incluso fue quien
manipuló en primera instancia a la hermana melliza de Sarah, la
profesora, para que escondieran el verdadero nombre de la niña. Lo
que sucedió después fue ya por la causa de la Resistencia hasta que
los erkarianos se infiltraron entre ellos y los utilizaron. Nunca se supo
lo que sucedió con aquella mujer.
─Preciosa, tenemos que levantarnos ya ─le aviso mientras la cojo
por la barbilla y beso su frente─. Tengo que revisar que los nuevos
soldados sean capaces de formar sin tropezar y tú tienes que pasar
por el laboratorio.
─¡Ostias, me van a matar! ─dice mientras se levanta de un
salto─. Ayer les dejé una nota aclaratoria sobre un procedimiento y
acabo de recordar que yo misma mandé cambiar los protocolos.
Cruzo los brazos por detrás de mi cabeza y sigo recostado
disfrutando el espectáculo que me está ofreciendo ahora mismo
Hannah. Está andando de un lado de la habitación, totalmente
desnuda, explicándome lo tontos que son nuestros mejores expertos
ya que según ella ralentizan el trabajo y se aburre soberanamente
con el trabajo que ella misma se ha asignado para seguir ampliando
conocimientos. No tengo idea de en qué momento pierdo el hilo de la
conversación, esos pezones totalmente erizados por la brisa que
entra por el ventanal abierto, esas caderas sensuales, ese coñito
dulce que me llama y me tiene duro de nuevo como si no me la
hubiera follado hace un rato...
─¡¿Me estás escuchando?!
Su grito y el gesto que tiene ahora mismo en la cara, provocan en
mí la risa y no me reprimo. Me levanto, me acerco a ella y nos llevo a
ambos a la ducha. Ahí me encargaré de quitarle el mal humor con un
buen polvo de disculpas.

─Llegáis tarde ─masculla Utrech y abraza a su nieta después de


señalar lo que cree que es mi falta─. Princesa, ya están todos
esperando a que hagas tu entrada.
Hannah me mira y me hace saber su intranquilidad. La
conmemoración de hoy en realidad es una presentación oficial ante
todos los jefes de cada uno de los planetas. Algunos de ellos han
viajado dos días, si calculamos el tiempo como se hace en la Tierra,
solo para mostrar respeto a la última descendiente de nuestra
Creadora.
Entramos en la sala que hemos habilitado para ello y el silencio
se hace de repente, lo que me hace escuchar el jadeo de asombro
de mi chica. Parece que la he dejado con la boca abierta.
─Esto es... ─comienza a decir y se le saltan las lágrimas.
─¿Se acerca en algo a tu sueño? ─Asiente con un gesto y le
ofrezco mi brazo─. Entonces entremos a disfrutar de tu día.
No os lo he dicho, pero después de la lucha que ejerció mi
preciosa muchacha con la monstruosa erkariana, todo quedó
destrozado e inservible, así que volvimos a la base en la que nos
conocimos y aquí estamos. Me contó en una ocasión esas imágenes
que tenía a veces y que no eran otras que la coronación de su
madre, algo que le enseñó Zurima mientras estaba en su forma de
flor. Así que aquí estamos, en su propia coronación, con ella vestida
de princesa y el salón exactamente como me lo hizo ver en mi
cabeza.
El acto en sí no nos va a resultar largo porque lo hemos
preparado de manera que cada Líder presente sus respetos mientras
ella traspasa el salón por el pasillo flanqueado por todos los
asistentes. Y no solo están aquí los dirigentes que están bajo el
mando de mi chica, sino que ha invitado a algunas de las terrícolas
que sobrevivieron.
─¿Dónde se ha metido Liss? ─refunfuña bajito─. Mira que le dije
que la quería aquí.
«No te preocupes, seguro que llega antes de que acabes tu
discurso. Ya sabes lo que es», le hago llegar a la mente mientras
sigo con mi cara seria escoltando a Hannah junto a mi padre.
Todo transcurre con normalidad. Después del discurso de
bienvenida, de que Hannah exprese lo que quiere que logremos con
la unión de todos y de proclamar los cargos de todos y cada uno de
los dirigentes, pasamos a otro salón donde se sirve una opípara
comida para los asistentes. Liss apareció justo para el banquete
acompañada de mi nuevo jefe de seguridad, y se llevó una buena
reprimenda por parte de mi chica. A pesar de que la otra muchacha
llegó a ser casi una verdugo con ella, lo solucionaron todo con una
extensa conversación y llegaron a un punto que ninguna vio: la
señorita Sarah Ramírez fue la verdadera instigadora del odio de Liss
y no la señorita Brown. Jamás habría pensado que la profesora
malvada fuera la protectora de cada una de ellas y que sus
comportamientos tenían una explicación lógica.
─¿Estás disfrutando? ─susurro al oído de Hannah en cuanto
estamos en la pista abriendo el baile.
─Mucho, ¿y tú? ─Asiento y meto mi cabeza en su cuello para
embriagarme de su aroma a la vez que le dejo un pequeño beso─.
Gracias por todo lo que has hecho, no esperaba algo tan perfecto.
─Tú sí que eres perfecta, preciosa ─ronroneo en su oído─. Y
todavía queda lo mejor.
En cuanto termina el baile, tiro de ella y salimos por uno de los
ventanales trasero y la dirijo hacia el jardín privado. Quiero que esta
noche acabe donde empezó todo entre nosotros sin saberlo.
Llegamos a nuestro rinconcito particular, donde esta tarde dejé
todo preparado para nuestra llegada.
─Esto es...
─Vaya, voy a tener que hacer cosas así todos los días para
dejarte sin palabras ─le digo mientras la abrazo pegando su espalda
a mi torso─. Dime que es perfecto el sitio en el que vamos a ver el
acto final del día.
─No hay otro lugar en el universo en que quiera estar ─susurra
con tono afectado─. ¿Te he dado ya las gracias por ser tan detallista
y formar parte de mi vida?
─No puedes dármelas porque todavía no formo parte de tu vida
─contesto con seriedad.
─Eso no es cierto, sabes que...
Se calla en cuanto nota que me separo de ella, dos lágrimas
salen de sus preciosos ojos bicolores en cuanto se vuelve y me ve
arrodillado con una pequeña cajita en las manos.
─Mi amada Hannah, o Azura, como insiste la plasta de tu abuela
que te llame ─esto último lo susurro porque sé que tenemos
espectadores─, sabes que no te considero solo nuestra Princesa
porque me enamoré irremediablemente de ti sin saberlo aquella
noche en la que te observé en la cascada iluminada por la luna.
Hemos pasado por muchas aventuras en este año y pico que nos
conocemos y me gustaría que todos sean testigos del amor que te
profeso. Te amo, preciosa, no puedo ni quiero vivir sin ti, ¿me
honrarás aceptándome como tu esposo?
La veo abrir y cerrar la boca mientras sus ojos se inundan de
lágrimas. Un murmullo a mi espalda hace que menee la cabeza en
negación mientras a Hannah le entra la risa por lo que ve.
─Te dije que el discurso que le has hecho aprender es demasiado
pomposo ─bufa Zurima mientras le da un tortazo en el hombro a
Utrech─. Nuestra nieta no necesita un discurso edulcorado, solo
sinceridad.
─Ha sido el padre del ceporro el que lo escribió ─acusa el guardia
a mi padre y este gime─. Lo siento, compañero, el sofá está muy
duro y mis huesos no lo soportan.
─Cobarde ─masculla mi progenitor─. Gran Creadora, lo hice
porque el muchacho estaba muy nervioso, pero no me negarás que
ha quedado muy sincero.
Me pongo en pie porque cuando estos tres se enzarzan en una
discusión, nos da tiempo a ir y volver a Juridium y aún no han
acabado. Cojo a Hannah por la cintura y le susurro en el oído si se
casará conmigo a pesar de tener que aguantar a los tres pesaditos.
El sí gritado a pleno pulmón de mi chica obra el milagro: se quedan
sin palabras y se ponen a llorar de felicidad.
De repente una repentina lluvia empieza a caer, solo que tiene
una peculiaridad: es dorada.
─Oh... ─jadea Hannah con asombro.
─Estos son mis lágrimas de felicidad, cariño ─dice Zurima─.
Cada vez que en mi forma de flor caían las chispitas doradas, eran
lágrimas de felicidad al saberte sana y a salvo entre nosotros.
La noche ha sido perfecta: mi chica ha caído en gracia a todos y
cada uno de los distintos dirigentes, tanto alienígenas como
terrícolas, ha aceptado ser mi esposa, y el orgasmo en la cascada en
cuanto nos han dejado solos, seguro que va a dar sus frutos.

FIN

Desde hace unos años se respira paz entre las galaxias. Según
mis padres, esto es debido a que supieron llegar a acuerdos con los
gobernantes de cada planeta, según mi abuelo y mis bisabuelos es
porque el mal genio de mi madre es conocido en los lugares más
remotos y nadie es capaz de toserle por no contrariarla.
─Rosswell, es hora de la lección ─avisa mi padre.
Creo que no me conocéis, soy Rosswell, hijo de la Princesa de
todas las galaxias y de su Guardián, aunque todos los habitantes de
los diferentes planetas poblados me llaman La Joya. El motivo, pues
supongo que será por mi aspecto adorable heredado de mi madre,
de mi padre tengo el carácter, un genio bastante apagado
comparado al de mi madre, pero la realidad es bien diferente a la
hora de hacer trastadas con mis compañeros de aula.
─Enseguida voy, papá ─respondo mientras meto el libro de
cálculo en la mochila.
Me dirijo a saltitos por los pasillos que me llevan hasta la escalera
y me deslizo por la barandilla aprovechando que no me siguen.
─Rosswell Patrick, ¿cuántas veces tengo que decirte que no se
despista a los guardias y que está prohibido que bajes por el
pasamanos de la escalera? ─Me encojo al escuchar la voz de mi
madre junto a mí─. Ya sabes el castigo que conlleva lo que has
hecho.
─Jo, mami ─empiezo a protestar, aunque al ver su cara de
enfado me callo.
─Cuida esa boquita, eres muy respondón para los seis años que
tienes ─me reprende─. Vete a clase, que ya vas tarde, y en cuanto
salgas te quiero en el laboratorio. Vas a limpiar microscopios con un
bastoncillo, y más te vale que esta vez lo hagas bien.
─Vale, mami. ─Me abraza y me da un beso de esos que mojan
un montón mi cara, así que me la limpio en cuanto me suelta.
─Recuerda que no debes usar ninguno de tus dones ─advierte─,
quiero que te comportes como uno más.
─Lo que digas, mami ─replico. He aprendido que si le doy la
razón, me deja ir antes─. Hasta luego.
Salgo corriendo hasta el edificio de enfrente, donde ya están mis
amigos esperándome. Hoy tengo una noticia importante que darles:
me voy a convertir en hermano mayor y mi madre ni siquiera lo sabe.
Verás la sorpresa que se va a llevar papá cuando se entere, seguro
que se desmaya como cuando la bisabuela le dijo que iba a tener un
biznieto guapísimo que iba a heredar el poder de su madre e iba a
constituir un nuevo orden en el universo.
No tengo ni idea de lo que significa eso que dijo mami Zurima,
como insiste en que la llame, aunque es algo de lo que me ha dicho
muchas veces que no tengo que preocuparme porque ellos van a
estar toda la vida para ayudarme en mi proceso de maduración.
Un pequeño timbre nos avisa de que ya tenemos que entrar, así
que salgo corriendo junto a mis amiguitos y me siento junto a mi
amiga Shana, la hija de mi tía Liss, y presto atención a lo que nos
enseñan. ¿Esto me servirá para dominar las galaxias que todavía no
hemos explorado?

Querido lector, si has llegado hasta aquí quiero darte las


GRACIAS, por haber formado parte de esta aventura ya que un
pedacito de todos nosotros está en esta historia de alguna manera.
Antes de nada, me gustaría explicaros un poco el nacimiento y la
creación de esta historia. Como mi primer libro, surgió después de
hacer un relato corto, y le gustó tanto a una amiga y me dieron tantas
ganas de probar a ver si era capaz, que no me lo pensé y en octubre
del año 2019 dejé escrito el prólogo. Nunca, jamás, pensé que eso
que habéis leído al principio nos iba a pasar, y me refiero a la parte
pandemia. Es un libro que he tenido que ir cogiendo y dejando, que
me ha aportado muchas alegrías y me ha dejado muchos bloqueos y
falta de energías, pero ha merecido totalmente la pena. Además he
aprendido muchísimo y he descubierto que el proceso de
documentación se va a convertir en mi nueva parte favorita.
Y ahora sí, me toca ser agradecida con las tantísimas personas
que hay alrededor y espero no olvidarme de ninguna.
Primero de todo a ti, Inma, has sido mi ancla y no solo con esta
historia sino en mi vida personal, y eso es de agradecer. Tienes
permiso para seguir sacando el látigo porque ya has visto los frutos,
espero haberte dejado más perdida que batatillo durante gran parte
de la historia.
Quiero mencionar a mi Joana, la creadora de la jorita como tal,
Mara, mi Xurri y todas mis niñas bipocabras, estoy muy agradecida
de haber conocido a gente como vosotras, que sepáis que aportáis
felicidad a mi vida y no solo diversión.
A Jess GR, mi trilli y sus ganas de leerse el Alien, espero haberte
dejado sorprendida y haber estado a la altura de lo que esperabas.
A mi querida Maca, mi Mala Princesa, porque me has aguantado
los spoilers protestando entre risas y me has dejado ese booktrailer
tan precioso y tan tú. Eres magnífica en todo lo que te propongas y lo
sabes.
A mi Rachel RP, mi maga, mi amiga, mi maestra en todo lo que
necesito, gracias por existir en mi vida. Si es que no habría llegado
tan lejos sin tu ayuda y la de mi trilli.
A Xio, mi hermana del mal, que estás ahí para esos bloqueos y
me dices si es buena la idea o no. Parte de la sinopsis es tuya y lo
sabes.
A mi amiga María, que siempre está ahí con el “¿ya está
acabado?”, esas charlas de todo y de nada hasta la madrugada y
esas dudas que nos surgen para cualquier cosa. Es un honor tenerte
como amiga porque siempre estamos ahí la una para la otra. Sabes
que esa flor en parte es obra tuya. Me encanta la maquetación del
digital, que lo sepas.
A ese nuevo grupo de escritoras que andamos picadas gracias a
Noni, si es que de ahí podemos sacar miles de ideas con los que nos
contamos.
Seguro que me dejo mucha gente a la que agradecer, pero tod@s
sabéis que os tengo en mi mente siempre.
Y por último a mis padres, la piedra angular de mi vida. Sin ellos
no sería parte de quien soy ni estaría donde estoy porque confían en
mí, me dan mi espacio y mi tiempo y no preguntan nada cuando me
ven estresada porque me bloquea la historia. Veremos a quién de los
dos me toca firmarle el primer ejemplar de esta historia.
GRACIAS DE CORAZÓN

Nia Rincón es un pseudónimo, o más bien un acortamiento de mi nombre. Nací en


Barakaldo (Vizcaya) allá por el año 1982, aunque soy más malagueña que los
boquerones ya que siendo bebé mis progenitores se trasladaron al lugar donde nació
mi padre.
Descubrí hace relativamente poco que esto de escribir parece que no se me da
del todo mal gracias a un reto. Amante de la lectura desde muy jovencita, de la
naturaleza y los animales, actualmente me he volcado en este mundo, tanto creando
historias como haciendo labores de corrección.
OTROS LIBROS DE LA AUTORA:

La conejita y el zorro (Cupimamis 1)

SINOPSIS:
Tayra es una chica seria, inteligente y responsable que comparte negocio con sus
mejores amigos. Nada la perturba hasta que llega él.
Enrique es un mujeriego y sabe que puede tener a quien quiera, pero sin dejar
entrar a nadie en su alma debido a una infancia solitaria. Todo cambia cuando la ve a
ella. 
Un congreso en Ámsterdam y la irrupción de dos mamis casamenteras, lo
cambiará todo dando un giro en sus vidas de 180°
¿Descubrirán que fueron los protagonistas de su propia historia por muy remota
que sea?
¿Qué les depara el destino?
¿Llegaran a algún entendimiento sin matarse por el camino?
https://www.amazon.es/Nia-Rincon/e/B084QGH5ZD?
ref=sr_ntt_srch_lnk_1&qid=1605565898&sr=8-1

La gatita y el ratón
SINOPSIS:
Miguel es el picaflor del grupo por excelencia, pero con un cerebro privilegiado que lo
ha llevado a ser asesor internacional de empresas, sin dejar de administrar los locales
nocturnos con su inseparable socio y amigo Enrique... Él es de los hombres que lo que se
propone lo consigue sin importar el método que deba usar.
Andrea es una joven abogada que debe mostrar sus garras en el bufete de su familia
para que no la consideren “la niña de papá" y es que por su aspecto de muñequita muchos
no la toman en serio. Por eso su mantra es "no dejarse dominar por nada ni por nadie y
llevar siempre el látigo en la mano".
Un viaje a los Emiratos Árabes lo cambiará todo, donde unas mamis casamenteras
serán capaces de unir fuerzas hasta con sus viejos enemigos para ganar una apuesta.
Y es que al final, la gatita y el ratón, emprenderán una caza sin cuartel.

 
[1] Mujeres del planeta Juridium.
[2] Procedente de Erkarium, planeta vecino y a la vez enemigo de Juridium.

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