LA ORACIÓN EN LOS EJERCICIOS
En el fondo, en última instancia, la esencia de los Ejercicios Espirituales es la oración. Es
decir que lo importante de los Ejercicios Espirituales es el rato en pasamos ante el Sagrario
rezando, es decir, elevando la mente y el corazón a Dios. Que tiene muchas formas, porque
examinar la conciencia es una forma de oración. De hecho el examen que pone, son formas
de oración… Por eso, al ser la esencia de los ejercicios de San Ignacio la oración, lo
fundamental es el contacto con Dios, el buscar esa cercanía, esa unión con Dios. No es
cuestión de escuchar una palabra humana, o que el director de los ejercicios predique muy
bien; eso es secundario, lo que importa es que cada alma, cada ejercitante tiene que unirse a
Dios por la oración
P. Casanovas
La palabra “ejercicios” la aplica S.I. a las diversas operaciones espirituales, pero de un
modo especial se refiere a la oración mental donde el alma tiene ocupadas todas sus
potencias en la íntima comunicación con Dios.
De hecho, encabeza las meditaciones con el título de “ejercicio”, lo cual indica que,
entre todos los ejercicios, la oración es el principal.
Toda gira en torno a las horas de oración, que son la mayor ocupación del día, y los otros
se refieren a ella mediata o inmediatamente como secundarios.
Ahora bien, es importantísima la doctrina, pero se puede decir que toda la eficacia de
los Ejercicios Espirituales, dependerá de la oración. De aquí su importancia y su necesidad.
San Ignacio quiere «preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones
desordenadas, y después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina para la salud del
ánima» [1]; y esto queremos hacerlo, no tan sólo pensarlo; queremos hacerlo mediante
ejercicios espirituales, o sea, con «todo modo de examinar la consciencia, de meditar, de
contemplar, de orar vocal y mental, y de otras espirituales operaciones» [1].
«Vencer a sí mismo y ordenar su vida sin determinarse por afección alguna que
desordenada sea» [21] es el fin de los Ejercicios; y esto se ha de alcanzar con la oración y la
contemplación de las grandes verdades, perseverando en la oración hasta tanto que la luz
divina ilustre el entendimiento, la voluntad se vea movida a darse enteramente a Dios y mis
afectos queden ordenados con los sentimientos espirituales.
De lo contrario tendríamos una máquina perfecta, pero totalmente muerta. Dice el
Kempis escrito: “vale más sentir la compunción que saber su definición”. Y el mismo San
Ignacio “no el mucho saber harta y satisface el alma, mas el sentir y gustar de las cosas
internamente…”
La oración hace que las verdades tan elevadas que se nos presentan, se hagan carne en
nosotros, la asimilemos, la hagamos nuestra y de este modo nos aprovechen.
Hay que insistir en este punto: hay que saborear las verdades, hay que lograr un contacto
íntimo y personal con Dios.
1
II CARÁCTER PRÁCTICO DE LA ORACIÓN EN LOS EJERCICIOS
La oración ignaciana es esencialmente práctica.
Esto no significa que sea una mera oración mecánica, o un reglamento rutinario de pasos
a seguir, como le critican algunos.
Por dos razones llamamos “oración práctica” a la oración ignaciana:
a. Porque toda ella va enderezada a la alcanzar un fin concreto.
Algunos critican alegando que esta oración se opone a una más mística de alto vuelo, más
libre.
- De hecho sabe que a sólo Dios pertenece el entrar, salir, y causar en las almas toda
suerte de santos afectos sin causa precedente, es decir, con entera independencia de
nuestros pensamientos y sentimientos: “2ª regla. La segunda: sólo es de Dios nuestro Señor
dar consolación a la ánima sin causa precedente; porque es proprio del Criador entrar,
salir, hacer moción en ella, trayéndola toda en amor de la su divina majestad” [330].
- También sabe que “no es de nosotros traer o tener devoción crecida, amor intenso,
lágrimas ni otra alguna consolación espiritual, mas que todo es gracia y don de Dios
nuestro Señor” [322].
- Y también recuerda que jamás debemos pretender que Dios venga a donde nosotros
queremos, sino que por el contrario nosotros hemos de dejar todo para ir a Dios.
En el primer número [1], en la definición de los Ejercicios, dice S.I. que los mismos son
una manera de preparar y disponer el alma para que se venza y encuentre la Voluntad de
Dios.
Es decir, no se trata de algo forzado, esquemáticamente cerrado, siempre igual, sino que
se trata de posibilitar al alma las herramientas para que marche al compás de Dios, por donde
Dios la lleve.
El Coloquio, donde S.I. pide que demos rienda suelta a nuestros afectos y discurramos
por lo que se nos ofreciere. No nos está tirando letra al momento de hablar con Dios, sino
que nos deja en total intimidad.
También podemos tener en cuenta cómo S.I. muestra claramente cómo también el
examen es oración y cómo pide ayuda a Dios para hacerlo bien; nunca se le olvida de rezar
primero, pedir la luz y la fuerza a Dios para elegir lo que Él quiera que elijamos.
b. Por otro lado, respecto del fin que se propone (“lo que quiero”), es absoluto,
insistente y eficacísimo.
Los Ejercicios persiguen un fin determinado, cada meditación o ejercicio también.
En esto, podríamos hablar de “esclavitud”, ya que no podemos poner otro fin nosotros,
pero sino, no serían Ejercicios ignacianos.
En esto radica toda la eficacia, de fin en fin, nos va conduciendo hacia la Voluntad de
Dios, hacia el efectivo ordenamiento de nuestra vida.
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III MÉTODO GENERAL DE LA ORACIÓN IGNACIANA
Un método es un conjunto de medios ordenados a conseguir el fin que se propone. Cada
hora de oración tiene bien señaladas siete partes.
1. Preparación:
- Consiste en la guarda continua del recogimiento del espíritu. El silencio, no querer
pensar en cosas que me traigan alegría o placer. Porque para sentir pena, dolor y lágrimas (1°
sem) por nuestros pecados impide cualquier consideración de gozo y alegría. También dice
privarme de toda claridad para el mismo efecto. No reír, refrenar la vista.
Pero tanto silencio, tanto recogimiento para qué?. SI quiere que ocupemos los ratos,
pensando de tiempo en tiempo, lo que estamos meditando. Es decir, ahora estamos tratando
de entender el pecado, sus consecuencias, cómo lo ve Dios, la misericordia de Dios para
conmigo. Con todos estos pensamientos puedo ir, de tiempo en tiempo, ocupando mi alma.
En las siguientes semanas serán otros temas.
2. Oración Preparatoria1: “La oración preparatoria es pedir gracia a Dios nuestro
Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas
en servicio y alabanza de su divina majestad” [46].
Es muy notable el cuidado que pone SI en que siempre se haga, nunca lo da por supuesto.
Siempre lo recuerda
Se trata de renovar el P y F antes de cada ejercicio. “¿No es esto un perfecto resumen del
P. y F. y como una fórmula expresiva y práctica para hacerlo real y efectivo?”
En la oración no buscamos más que su gloria y a él pedimos las gracias necesarias.
3. Preámbulos. Normalmente son dos: composición de lugar y petición; pero cuando se
trata de un hecho histórico, pone también la historia. SI siempre nos da la cita del texto
evangélico.
- La CL no es más que una representación imaginaria del lugar en donde se desarrolla la
escena que contemplamos.
Tiene dos fines: procurar que la imaginación y las otras potencias del hombre se
entreguen totalmente a la gran obra de emplear media hora en la contemplación; y esforzarse
en reconstruir el misterio lo más vivamente posible.
Para ayudar a la memoria, que ella también esté “entretenida” rezando con nosotros.
Cuando me doy cuenta que estoy distraído, tengo algo para volver a la meditación, algo para
darle a la imaginación para que salga de la distracción.
Para algunos es una verdadera ayuda, para otros un gran estorbo: tanto-cuanto.
- La petición: parte esencial del ejercicio, adonde apunta. Encierra el fruto del ejercicio.
Es algo que ya se venía pidiendo en la preparación próxima. Se debe suplicar con fervor, una
y otra vez.
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El P. Buela habla aquí de hacer un acto de presencia de Dios, pero bien puede incluirse de algún modo en la
preparación próxima. Nota también como si ya sentimos el alma dispuesta a hacer un coloquio, hacerlo ahí, sin pasar
adelante hasta que no sintamos que no tenemos más materia.
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4. Los Puntos / El curso de la oración: dividen el cuerpo de la meditación, para que
tenga mayor orden la misma. Uds pueden poner más o menos puntos según les sea más útil.
Y estarán en cada punto el tiempo que el Espíritu Santo le vaya sugiriendo. Siempre más que
menos, son ejercicios.
También se puede volver para atrás.
5. El Coloquio [54]. Es el coloquio nuestra charla íntima con nuestro Señor llena del
afecto que en el alma se han despertado en la contemplación. Y su fin es asegurar el fruto.
Lo que podemos contemplar en los puntos, es lo que en el coloquio hablaremos con
Jesús. Y si no encontré nada. No dejen de hacer el coloquio, hablen con Jesús. Siguán los
puntos de nuevo pero hablando con Él.
Y si no nos salen palabras, bueno, dejar que el silencio hable. También es importante el
silencio, como un reposar en su pecho, como Juan. Para dejar que Él hable, que Él vaya
trabajando silenciosamente en nuestra alma.
Para Casanovas es la “parte principalísima de la oración”.
Lo que el Santo quiere es que el coloquio sea en cada meditación un acto viviente: como
si en él se quisiera resumir y vivificar toda la vida espiritual de los Ejercicios.
Leamos ahora las palabras con que explica toda esta doctrina, complemento de las que
dejamos copiadas anteriormente: «Es de advertir, como antes y en parte está declarado, que
en los coloquios debemos de razonar y pedir según la subiecta materia, es a saber, según
que me hallo tentado o consolado, y según que deseo haber una virtud u otra, según que
quiero disponer de mí a una parte o a otra, según que quiero dolerme o gozarme de la cosa
que contemplo, finalmente pidiendo aquello que más eficazmente deseo sobre alguna cosa
particular; y de esta manera puede hacer un solo coloquio a Cristo nuestro Señor, o si la
materia o la devoción le conmueve, puede hacer tres coloquios, uno a la Madre, otro al
Hijo, otro al Padre, por la misma forma que está dicho en la segunda semana en la
meditación de los dos binarios, con la nota que se sigue a los binarios» [199]. Se entiende
muy bien por lo dicho aquí, que el coloquio ignaciano es algo más que una simple
plática con Dios. Es un meter las grandes verdades de los Ejercicios en la fragua de la
oración para clavarlas después ardientes en el corazón. Es además una dulce violencia
a la gracia divina.
En el coloquio buscamos obtener un fruto más elevado que el de la petición previa.
En la petición nos hace pedir San Ignacio: «lo que quiero y deseo» [43] y en el coloquio,
«aquello que más eficazmente deseo sobre alguna cosa particular» [199], y claro está que lo
principal es lo que con mayor eficacia se busca. EN el coloquio tenemos la libertar de pedir
lo que queramos, lo que hayamos visto en los puntos anteriores, lo que más nos movilizo.
Que puede ser algo que nos mueve al dolor de nuestros pecados o a la alegría de la virtud,
incluso a querer morir a nosotros mismos por amor a Cristo.
Un padre hace notar, y muy acertadamente, que este preparar el alma para que al final
de la meditación aspire a fines más altos que los propuestos en la petición, es propio y
característico de los grandes predicadores y de los maestros en el arte de persuadir. Cosas
difíciles y que a primera vista se las rechaza o acepta con recelo, parecen la cosa más
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natural y aun se las llega a desear si se prepara el espíritu en su favor, con un buen
discurso. A estas mismas leyes obedecen las cosas sobrenaturales, especialmente las que
exigen algún sacrificio de nuestra débil naturaleza. A veces las verdades de la fe son duras
de aceptar cuando las escuchamos por primera vez o no las profundizamos, pero cuando
vencemos ese rechazo y las meditamos en su realidad y sus consecuencias, y entendemos de
quién vienen y qué es lo que Él quiere de nosotros al darnos esto, podemos llegar a entender
y desear querer vivir eso
7. Examen de la oración: “5ª addición. La 5ª: después de acabado el exercicio, por
espacio de un quarto de hora, quier asentado, quier paseándome, miraré cómo me ha ido en
la contemplación o meditación; y si mal, miraré la causa donde procede, y así mirada
arrepentirme, para me enmendar adelante; y si bien, dando gracias a Dios nuestro Señor; y
haré otra vez de la misma manera” [77]
“Una cosa que nunca habría que dejar, a mi modo de ver, es el examen. El cual con el
tiempo se va simplificando y profundizando.
- todo lo hice para la mayor gloria de Dios?
- qué inspiración Dios me ha dado?
- ¿Se concreta eso en algún propósito? Si no lo encuentro, lo dejo anotado para
seguir meditando
- ¿Me he distraído voluntariamente?
- ¿Por qué me cuesta la meditación? Habrá dejado de buscar la santidad. ¿Y por qué
pasa eso? Porque no se presta atención. ¿Y por qué no se presta atención? Porque
no se hace examen… (23.10)… hacer propósito es parte del examen… y todo esto
tiene sus tiempos…
Mucho tiempo parece realmente, quince minutos de examen para cada hora de oración,
pero con esto quiere sin duda alguna el Santo manifestamos la gran importancia de la
meditación y la virtud que ve en el examen para acostumbrarnos a hacer bien las cosas.
Puede ser que de ordinario se encuentra muy largo el examen y que por ese mismo motivo se
hace con dificultad y poco provecho.
No importa tanto repasar una serie de preguntas sino ir a lo esencial. El fruto de la
meditación. Si lo alcance, dar gracias, anotar lo que me sirva. Y si no, aceptarlo, y buscar la
causa para darle un remedio. Cambiar lo que tenga que cambiar. Y si no se como preguntar.
Pero sobre todo, no dejar de buscar el fruto. Cada meditación individual
Conviene también fijarse en la actitud y posición del cuerpo durante el examen.
Según la mente de San Ignacio ha de hacerse sentado o paseando. Para quien haya estado
una hora de rodillas y con la actividad espiritual que el Santo recomienda, el pasearse puede
ser además de un descanso, un excitante físico que favorezca la serena reflexión que pide el
examen. Otra nota de mucha importancia es el no quitar nada de la hora asignada a cada
meditación. Con razón San Ignacio atribuye gran valor a esta fidelidad, y por eso nos dice
que «en el tiempo de la consolación es fácil y leve estar en la contemplación la hora entera;
así como en el tiempo de la desolación es muy difícil cumplirla» [13]; y a la vez recomienda
con el mayor encarecimiento el «hacer contra la desolación» [13] o «hacer el opposito per
diametrum» [325]; o sea, alargar un poco en semejantes casos el tiempo de oración, para
acostumbrarnos «no sólo a resistir al adversario, mas aun a derrocarle» [13]. Este esfuerzo y
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santa tenacidad, no obedecen al propósito de buscar lo arduum sub ratione ardui, sino que
van a dejar el alma en paz, y segura de que por su parte no se pierde ninguna de las
gracias que el Señor haya determinado concederle.
Distintas formas de oración (piezas intercambiables)
a. Meditación2: es considerar con las potencias del alma las grandes verdades de la fe.
La memoria debe recordar, la inteligencia discurrir, y la voluntad amar. Es un discurso
razonado de la inteligencia sobre una verdad revelada para más convencernos de ella, más
amarla y más ponerla por práctica.
La meditación es el discurso de la inteligencia para conocer una verdad natural o
sobrenatural.
b. Contemplación3: San Ignacio fue un gran contemplativo
Se trata una mirada intuitiva de la inteligencia para penetrar más profundamente en las
acciones de Nuestro Señor, para que el ejercitante más se mueva a amarlo e imitarlo en su
proceder. La mayoría de los ejercicios, al mensos a partir de la 2ª semana, son
contemplaciones. En general la materia de los ejercicios son cosas visibles, de modo que se
facilita este tipo de oración. La contemplación es una oración más simple pero más perfecta.
Es un vistazo o mirada afectiva. Pide que el alma se encuentre en reposo. Pero esto no
significa que la inteligencia no trabaja o que no tenga actividad, simplemente que trabaja de
otra manera al modo de la vista.
c. Repetición: es cuando se medita (o contempla) por segunda vez y con mayor
atención en una materia ya ejercitada, volviendo a considerar lo mismo para sacar provecho
o ampliando algún aspecto de la materia dada, prestando mayor atención en los puntos que
se han sentido mayores mociones (consolación o desolación). [62] [118.119]. Es el repaso de
los puntos en donde he sacado más fruto. Para que el alma se sacie. Apunta a sacar todo el
fruto posible. Principalmente se hace repetición de las contemplaciones (es como más
propio).
d. Resumen: es cuando "el entendimiento sin divagar discurra asiduamente por la
reminiscencia de las cosas contempladas en los exercicios pasados" ][64]. El resumen tiende
dejar bien clavadas las ideas en el entendimiento. Tiende a sacar una idea clara en la
inteligencia, es lo que va a motivar a la voluntad. En conclusión, el resumen se ajusta más a
la meditación que a la contemplación, y de hecho San Ignacio lo pone solamente en la
primera semana, que no tiene más que meditaciones. Tanto el resumen como la repetición
nos llevan ambos directamente y con la mayor eficacia a la oración de simplicidad:
simplicidad de ideas, y simplicidad de afectos o sentimientos.
e. Aplicación de sentidos: "traer los sentidos" a la materia contemplada, es "el pasar de
los cinco sentidos de la imaginación" por las contemplaciones ya hechas [121]. Nuestros
sentidos deben tratar de percibir lo que allí ocurre. "El quinto ejercicio, que es aplicación de
sentidos, es muy fácil y útil, imaginando que vemos las personas, y que oímos las palabras o
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Está tratado más arriba en los Los Puntos/El curso de la oración, pero conviene mencionarlo.
3
Como está un poco larga la plática, cuando se de la primera contemplación conviene declarar un poco más la
explicación de Casanovas: mirar lo que hacen…, etc. Quizás se puede también ir diciendo algo mas de los otros modos
de oración en las siguientes platicas. O sea casi que en este punto explicamos bien la meditación y lo demás de pasada.
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el ruido si alguno hay; e tocamos o besamos los lugares o las personas, cosa que debe
hacerse con gran reverencia, modestia y temor. El olfato se aplica a oler la fragancia de los
dones de Dios, y el gusto, a saborear la dulzura; cada uno de los cuales pide cierta presencia
del objeto o de las personas que meditamos, acompañada de gusto y de tierno amor hacia
ellos".
El director debe lograr que el ejercitante se familiarice y experimente todos estos
modos de oración. Que la Virgen, Maestra de la oración… Ave María Purísima…