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Tributo a Jaime Litvak King / coord. Paul Schmidt Schoenberg,
Edith Ortiz Díaz, Joel Santos Ramírez. -- México :
unam, Instituto de Investigaciones Antropológicas,
2008.
352 p. : fots. ; 28 cm.
Incluye bibliografías
ISBN 978-970-32-4809-4
1. Litvak King, Jaime, 1933- 2. Arqueología – México.
3. Indios de México – Antigüedades. 4. México – Antigüedades.
I. Schmidt, Paul. II. Ortiz Díaz, Edith. III. Santos Ramírez, Joel.
IV. Universidad Nacional Autónoma de México.
Instituto de Investigaciones Antropológicas.
972.01-scdd20 Biblioteca Nacional de México
Primera edición, 2008
© D.R. 2008, Universidad Nacional Autónoma de México
Instituto de Investigaciones Antropológicas
Ciudad Universitaria, 04510, México, D. F.
ISBN: 978-970-32-4809-4
Realización de portada: Deyanira Garza
Fotografía de portada: Jaime Litvak bajando de un helicóptero
durante una temporada de campo
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio
sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales
D.R. Derechos reservados conforme a la ley
Impreso y hecho en México
Printed and made in México
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Índice
Presentación. ....................................................................................................... 11
Paul Schmidt Schoenberg, Edith Ortiz Díaz y Joel Santos Ramírez
En recuerdo de Jaime Litvak................................................................................ 13
Carlos Serrano Sánchez
Dibujo de Jaime. .................................................................................................... 15
Fernando Botas
A rqueología en cajas de cartón.......................................................................... 17
Alfredo López Austin
R ecuerdos de mi maestro Litvak. ........................................................................ 21
María Teresa Cabrero García
Jaime Litvak K ing y el patrimonio industrial...................................................... 25
Belem Oviedo Gámez
Un espacio universitario... una anécdota semanal. ............................................ 31
Lucía Pérez Rojas
Jaime mi amigo. Pinceladas................................................................................... 37
María Luisa Olaguíbel Velasco
El “Doc” Litvak y la Biblioteca Juan Comas...................................................... 47
Sandra Riego Ruiz y Olaf Jaime Riverón
Jaime Litvak, encaminador de sueños. ................................................................. 53
María Elena Ruiz Gallut
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L as cláusulas subordinadas en chichimeco. ....................................................... 59
Yolanda Lastra García
Estudiando folklore III: Versos acerca de la carestía de la vida.................... 73
Carlos Navarrete Cáceres
Estudio etnográfico sobre las pinturas rupestres en el centro - sur................ 95
de Á frica: intervención del doctor L itvak
Leslie F. Zubieta
L as costumbres funerarias y la reconstrucción de los sistemas
sociales del pasado. Una reflexión sobre el significado
de los enterramientos humanos........................................................................ 107
Zaid Lagunas Rodríguez
L a arqueología aplicada: una alternativa para la protección
del patrimonio ante las políticas de desarrollo nacional.............................. 123
Sandra L. López Varela y Christoper D. Dore
Diez principios de excavación arqueológica...................................................... 139
Joseph B. Mountjoy
El primer Congreso de Historia de la A rqueología
en A mérica L atina (1984): Jaime L itvak entre un tango argentino
y un corrido mexicano........................................................................................147
Daniel Schávelzon
Excavation of the Platform of Venus, Chichén-Itzá, Yucatán, México :
the pioneering field work of A lice Dixon L e P longeon
and Augustus L e P longeon. .............................................................................. 155
Lawrence G. Desmond
Los espejos de San Lorenzo. .............................................................................. 167
Anna Di Castro Stringher, Ann Cyphers y Marisol Varela Gómez
L a Sierra de las Navajas en la pintura mural teotihuacana........................... 177
Jorge Angulo Villaseñor
Taller de cerámica ritual dependiente del Estado Teotihuacano. ................ 197
Rubén Cabrera Castro
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Minería prehispánica de Querétaro.................................................................. 219
Alberto Herrera Muñoz y Elizabeth Mejía Pérez Campos
Guerrero y la primera civilización mesoamericana.......................................... 233
Louise I. Paradis
De amistad y de nostalgia: el sitio arqueológico de San Miguel Ixtapan
y su “maqueta”..................................................................................................... 249
Morrison Limón Boyce
Jaime Litvak and the Teuchitlan Tradition of Western Mesoamerica........... 267
Phil C. Weigand
C atálogo de materiales arqueológicos. Siglos xx-xxi.................................... 285
Elsa Hernández Pons
Jaime Litvak K ing
1933-2006........................................................................................................... 309
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Guerrero y la primera civilización mesoamericana
Louise I. Paradis
Université de Montréal
Jaime, esta ponencia que se transformó en una contribución a un libro para
ti, te la debo y te la dedico. Me diste mucho pero, sobre todo, me enseñaste
a saber que la investigación implica problemas a resolver pero que si no
se toman en cuenta y no se disfrutan los lugares y la gente con quien se
hace, no vale la pena.
¡Espero haber oído bien!
Itinerario olmeca
Mi interés por la cuestión olmeca empezó en 1966 cuando, siendo estu
diante, participé en las investigaciones de Paul Tolstoy en la cuenca de
México. Publicamos un artículo en el cual definimos la cronología del
Preclásico en la cuenca de México y determinamos que el estilo olmeca
había aparecido hacia 1200 antes de nuestra era (aC) cuando se integró
a los productos culturales de esta región que presentaban una larga y
compleja historia previa (Tolstoy y Paradis 1970). Posteriormente, fue
el sistema de representación olmeca que me llevó a Guerrero. En 1970,
éste sólo se conocía en el estado a través de pequeños y hermosos objetos
de piedra pulida que se encontraban en museos y colecciones privadas;
también se conocían ejemplos de pintura rupestre en Oxtotitlán y en
Juxtlahuaca pero, en todos los casos, se desconocía su contexto cultural y
su fechamiento. El objetivo de mi proyecto de tesis doctoral fue tratar de
encontrar artefactos de estilo olmeca en contextos arqueológicos, con el
fin de verificar la hipótesis de Miguel Covarrubias, quien proponía que
Guerrero era su lugar de origen. Después de un recorrido por los libros
y en los lugares prometedores, elegí la región de Tierra Caliente, ya que
una estela de estilo olmeca se había encontrado en el pueblo de Amuco
de la Reforma (Grove y Paradis 1971). No logré verificar la hipótesis de
Covarrubias, pero encontré figurillas de barro de estilo olmeca en un
contexto residencial en el sitio aldeano de Amuco Abelino, con fechas
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de radiocarbono muy tempranas: 1530 aC ±230 y 1220 aC ±110 (no corre
gidas). Sin embargo, el contexto arqueológico y cerámico indicaba una
fecha más reciente relacionada con el Preclásico Medio. Lo que sobre
salió de este estudio, entre otras cosas, es que el estilo olmeca en Tierra
Caliente se integraba, como en la cuenca de México, a las culturas locales.
No indicaba de ninguna manera una dominación ajena, sino más bien la
participación en un sistema simbólico que abarcaba buena parte de las
regiones mesoamericanas de esta época.
No ha dejado de interesarme la cuestión olmeca, pero mi itinerario
de investigación me ha llevado a estudiar otros problemas fascinantes
del Guerrero antiguo, como el estilo Mezcala y la tradición lapidaria de
Guerrero. En lo que se refiere a la cuestión olmeca, después de mi tesis
(Paradis 1974), publiqué “Guerrero and the Olmec” en 1981; nueve años
más tarde, en 1990, y como consecuencia de un simposio organizado
por Rebecca González Lauck, publiqué “Revisión del fenómeno olmeca”.
Quince años después, en 2005, fui invitada, una vez más por Rebecca a
discutir el mismo tema. Aproveché en mi reflexión los nuevos datos en la
arqueología de Guerrero y en otras regiones de Mesoamérica; también
tomé en cuenta las nuevas y antiguas interpretaciones sobre el fenómeno
olmeca. Desde entonces he explorado los temas de la monumentalidad en
el Preclásico Antiguo y Medio de Guerrero y del estatus político y arquitec
tónico (urbanización) de las primeras capitales de la civilización olmeca.
Trataré aquí de integrar todos estos datos para esbozar una síntesis de la
contribución de Guerrero a la primera civilización mesoamericana.
Cuestiones de semántica y de teoría acerca de la primera civilización
mesoamericana
Christine Niederberger, Paul Tolstoy y otros como yo han tratado de
aclarar los distintos sentidos dados al término “olmeca”: un complejo ar
queológico, un sistema de representación, una civilización (Niederberger
1986; Paradis 1974, 1982; Tolstoy 1989). “Olmeca” es el término otorgado
al complejo arqueológico que se desarrolló en las tierras bajas de la costa
del Golfo de México, en los estados de Tabasco y Veracruz, entre 1250 y
400 aC. La escultura monumental constituye su característica principal:
cabezas colosales, altares-tronos, estelas y otras esculturas hablan del po
der de un arte naciente, pero ya complejo. Si se considera a esta región
cultural en relación con otras que se desarrollaban en Mesoamérica en
la misma época, se observa que es la primera en mostrar, a través de su
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monumentalidad, un alto grado de complejidad social, política y, sobre
todo, ideológica. “Olmeca” es también el término dado a un sistema de
representación que, por primera vez, codifica la ideología o cosmogonía
de Mesoamérica. Este lenguaje simbólico que se expresa y se imprime en
la piedra, la cerámica y la madera, entre otros, fue elaborado, compar
tido y enriquecido por esas regiones que participaban en una esfera de
intercambio pan-mesoamericana en la cual circulaban bienes, personas
e ideas: se ha nombrado “civilización olmeca” y forma la primera civili
zación mesoamericana.
Se manifiesta el sistema de representación olmeca en todas las re
giones culturales del territorio mesoamericano que se habían establecido
alrededor de 1600 antes de nuestra era y que compartían el mismo modo
de subsistencia agrícola y de establecimiento aldeano. Se han reconoci
do tres momentos en la historia de dicha civilización (Henderson 1979;
Niederberger 1986; Paradis 1981, 1982, 1991; Tolstoy 1989): Olmeca
1, ca. 1250-900 aC; Olmeca 2, ca. 900-700/600 aC y Deculturación, ca.
700-500 aC.
Falta un consenso en lo que se refiere al origen de la codificación
del primer sistema simbólico de Mesoamérica y de su significación para
comprender la primera civilización. La razón principal es histórica y pro
cede de un uso erróneo por los arqueólogos del concepto de difusión. La
difusión, de hecho, no es más que una observación sobre la distribución
en el espacio y el tiempo de un rasgo o un estilo cultural. Nunca ha sido
una explicación aunque ha sido utilizada como tal. En el caso de la pri
mera civilización mesoamericana, por ejemplo, muchos arqueólogos han
sugerido que el sistema de representación había cristalizado en la región
de San Lorenzo, Veracruz, y que su difusión se explicaba por la conquis
ta o la colonización del territorio mesoamericano. La segunda parte de
esta afirmación queda por ser comprobada y hasta que se tenga datos
firmes para hacerlo, no es aceptable. Frente a esta posición, la reacción es
tal vez extrema, como la de los “difusionistas”; según sus postulantes, el
primer sistema de representación de Mesoamérica, un sistema simbólico
muy complejo, no solamente un estilo artístico, hubiera nacido al mismo
tiempo en todas las regiones culturales de Mesoamérica. No creo que se
pueda; nunca he visto un caso como éste en la historia de las civilizaciones
del mundo e intentaré demostrarlo. Mi punto de vista es que las regiones
culturales de Mesoamérica intercambian bienes, personas e ideas, desde
hace mucho tiempo, por lo menos desde el principio de la vida aldeana y
de la agricultura, y probablemente antes. Seguramente entre 1600 y 1250
aC lo hicieron también en lo que se refiere a la visión del mundo. Pretendo
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que todas las regiones culturales de Mesoamérica contribuyeron con ideas
y elementos a este sistema simbólico pero que fue codificado por primera
vez en San Lorenzo en 1250 aC al mismo tiempo que desarrollaba un
sistema económico y político complejo como lo sugieren los numerosos
ejemplos de monumentalidad, una jerarquía de sitios a cuatro o cinco
niveles y relaciones con las otras regiones de Mesoamérica. Sugiero tam
bién que este sistema sirvió de lenguaje tanto ideológico como político
entre las capitales regionales que se desarrollan a partir de 1000 aC en
Veracruz (San Lorenzo), Tabasco (La Venta), Morelos (Chalcatzingo),
Guerrero (Teopantecuanitlán) y tal vez un poco más tarde en Oaxaca
(San José Mogote) (Cuadro 1, figura 1).
El Guerrero antiguo y la primera civilización mesoamericana
El estado de Guerrero constituye una unidad geopolítica reciente que
fue creada en 1843; no hay relación entre el territorio moderno y su
contrapartida prehispánica, como lo han dicho Paul Schmidt y Jaime
Litvak (1986). En todas las fronteras del estado moderno se encuentran
relaciones lingüísticas con los estados vecinos, por ejemplo: el Tarasco
utilizado en Tierra Caliente, lo comparte con Michoacán; el Matlazinca,
hablado en los límites norte de Guerrero se encuentra también en el
Estado de México; mientras que el Mixteco, empleado hacia la frontera
sureste de Guerrero, se extiende hasta Oaxaca. A pesar de esta situación,
el Guerrero antiguo se ha definido como una de las regiones culturales de
la esfera mesoamericana. Tanto desde el punto de vista de su desarrollo
como de su historia, merece este estatus.
Desde el punto de vista de su desarrollo, el Guerrero antiguo comparte
las características culturales de Mesoamérica: vida aldeana con base en la
producción de maíz, calabaza y frijol, asociada con su tecnología lítica y
cerámica; una participación activa en ejes de interacción complejos que
incluye bienes, personas e ideas, tanto a nivel regional como interregio
nal; una complejidad sociopolítica que se manifiesta por su diversidad
arquitectónica y artefactual y, finalmente, la participación en un sistema
ideológico compartido. Guerrero no desarrolló esas características en
un grado similar al de la cuenca de México o las tierras bajas mayas, por
ejemplo; sin embargo, por motivos de desarrollo interno o integración
a unidades sociales más complejas, compartió estas características fun
damentales con todas las otras regiones que forman parte de la esfera
mesoamericana.
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Cuadro 1. Cronología de San Lorenzo, La Venta, Chalcatzingo, Teopantecuanitlán y San José
Mogote (a. Coe y Diehl 1980; Symonds, Cyphers y Lunagómez 2001; b. Rust y Leyden 1994;
c. Grove 1987; d. Niederberger 1996; e. Flannery y Marcus 2001)
Sitios San José
San Lorenzo L a Venta Chalcatzingo Teopantecuanitlán
A ños aC Mogote
Ramplas
400
450
500 Palangana La Venta IV
550
600 Reciente Fase IV
Rosario
650 Cantera
700 (Hiato) Antiguo
750
800 Nacaste La Venta III Reciente Fase III Guadalupe
850
900 La Venta II Barranca Fase II
950 B
1000 San Lorenzo Medio
San José
1050 A La Venta I
1100 Antiguo
1150
1200 Reciente Fase I
Chicharras
1250
Tierras
1300 Baio Amate
Largas
1350
1400
Ojochi Antiguo
1500 ---------------------
Espiridión
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Figura 1. Las cinco capitales de la civilización olmeca.
Desde el punto de vista de su historia, el Guerrero antiguo tiene una
constante: desde su principio –que por el momento inicia con los con
cheros de la Costa Grande y se generaliza al territorio guerrerense en
los principios de la vida aldeana en Mesoamérica (±1600 aC)– se define
por la presencia de distintos grupos humanos que se distinguen arqueo
lógicamente por medio de sus prácticas y productos culturales. Desde el
punto de vista arqueológico, esto implica el desarrollo de estilos artefac
tuales y arquitectónicos distintos y, desde el punto de vista etnohistórico,
de grupos lingüísticos distintos. Así es que muchos investigadores han
propuesto subdivisiones arqueológicas para el Guerrero antiguo, con
base en características y distribución de artefactos (Armillas 1948; Lister
1955, 1971; Litvak King 1971; Schmidt y Litvak King 1986): Balsas Medio
o Tierra Caliente; Centro o Región Mezcala; La Montaña; La Sierra Ma
dre del Sur; Costa Grande; Balsas Bajo y Costa Chica. Estas sub-regiones
permanecieron en contacto estrecho a lo largo de la historia del Guerrero
antiguo, pero no hay indicios de que se haya desarrollado una centrali
zación económica o política como la que se observa en las áreas vecinas
de la cuenca de México, de Michoacán o del valle de Oaxaca. Por último,
hasta la fecha, y aunque haya ahora más evidencias para dudar de ello,
no se encuentran testimonios del desarrollo del Estado, salvo cuando
fueron incluidas unas de estas regiones dentro de formaciones estatales
ajenas, tales como los Estados Mexica y Tarasco. Un último comentario
relativo al Guerrero antiguo es que siempre mantuvo contacto con las
otras regiones culturales de Mesoamérica, tanto con las vecinas como
con las más distantes. La presencia de vestigios relacionados con las im
portantes tradiciones estilísticas mesoamericanas –olmeca, teotihuacana,
azteca– sugiere una participación activa en las esferas de interrelaciones
económicas, sociales e ideológicas que constituyeron el mecanismo de
formación y de desarrollo de Mesoamérica a lo largo de su historia.
También Guerrero produjo y exportó materias primas (cobre, cacao, sal,
conchas y “piedras verdes”, entre otros), productos culturales (tradición
lapidaria) y, posiblemente, sus conocimientos tecnológicos y artísticos
más allá de sus fronteras.
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El Guerrero antiguo y la primera civilización mesoamericana:
datos y contextos
El estilo olmeca está presente en todas las regiones culturales conocidas
del Guerrero antiguo, salvo en el Balsas Bajo. Los artefactos olmecas
proceden tanto de contextos arqueológicos controlados (unos 15 sitios
hasta la fecha) como desconocidos. Ocurre en varias formas y materiales,
ambas en el arte monumental (arquitectura, escultura, estelas, pinturas
rupestres, obras hidráulicas) y en el arte portátil (figurillas y vasijas en
cerámica, figurillas y otros ornamentos en piedra pulida). En la mayoría
de las regiones de Guerrero, sin embargo, sólo representa una parte
menor de los complejos arqueológicos locales. Se encuentran artefactos
de distintos tipos y materias primas en la mayoría de las sub-regiones
investigadas del territorio guerrerense y en diversos contextos políticos.
Además, se ha encontrado una cantidad importante de objetos de piedra
pulida que no tienen procedencia arqueológica y que forman la base de
la hipótesis de Miguel Covarrubias, quien decía que el origen del estilo
olmeca se encontraba en el Guerrero antiguo. A continuación se discutirá
la cronología, la distribución y la naturaleza, de los artefactos de estilo
olmeca en el Guerrero antiguo, así como el papel político de las socieda
des que los utilizaron y el tipo de integración que sugieren.
Fechas y contextos
Aunque existen fechas de radiocarbono muy antiguas asociadas con la
presencia del estilo olmeca en Guerrero, todo indica que aparte de unos
escasos casos de cerámica del periodo Olmeca 1, entre 1200–1000/900
aC, fue durante el Preclásico Medio u Olmeca 2, es decir entre 1000/900
y 700 aC, que esta región participó con más intensidad en la civilización ol
meca. Esta conclusión coincide con hallazgos similares en Morelos, más
precisamente los de Chalcatzingo y más recientemente de Zazacatla. Si
aceptamos la premisa de que hubo dos etapas en el desarrollo de la civili
zación olmeca, entonces Guerrero, de la misma forma que Morelos, parti
ciparía con más intensidad en la segunda de éstas. Otros indicios apoyan
esta propuesta: en el Guerrero antiguo, la cultura material asociada con
la cerámica del Horizonte Blanco (double-line-break), la arquitectura y la
escultura monumental se parecen a la de La Venta. Por otro lado, aunque
la mayoría de los objetos de piedra pulida de estilo olmeca encontrados
en Guerrero no estén fechados, el hecho de que objetos similares no
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aparezcan en el registro arqueológico de San Lorenzo, podría sugerir
que no había mucha comunicación entre las dos regiones o que todavía
no se producía este tipo de artefactos.
Distribución
Los hallazgos de artefactos de estilo olmeca con contexto arqueológico
se encuentran en el Balsas medio (Amuco Abelino, La Arboleda y Amuco
Pueblo), el Centro (Atopula y Tlaxmalac, Teopantecuanitlan, Ahuelican,
Xochipala y Coovisur, Oxtotitlan y Juxtlahuaca), en la Montaña (Cahua
ziziqui y Texayac), en la Costa Grande (Puerto Marqués, Zanja, San Je
rónimo) y en la Costa Chica. En otras palabras, se encuentran presentes
en la mayoría de las regiones culturales conocidas de Guerrero. En la cate
goría de los artefactos olmecas sin contexto cultural, sobresale la región
Mezcala (Ahuelicán, Mezcala, Xalitla, Zumpango del Río, Xochipala,
Cañón de la Mano y Tlacotepec), con la producción de pequeños objetos
de piedra muy pulidos. Otras dos regiones, pero sin haberse identificado
sitios específicos, que presentan objetos de piedra pulida son de Tierra
Caliente y del Pacífico (Costa Grande y Chica). En resumen, se puede
decir que, aunque se encuentren artefactos de estilo olmeca en las distin
tas sub-regiones culturales de Guerrero, predominan en el área Mezcala
o centro de Guerrero donde nace y se desarrolla la tradición lapidaria
de Guerrero.
Índices de monumentalidad (arquitectura, escultura, tumbas, pinturas)
Se tienen abundantes indicios de monumentalidad en el Guerrero del
Horizonte Olmeca 2: Teopantecuanitlán, con su arquitectura y escultura
monumental, así como sus sepulturas y obras hidráulicas; Amuco, con su
estela en contexto doméstico; Coovisur, con sus sepulturas y tumbas elabo
radas y, finalmente, Oxtotitlán y toda una serie de cuevas adornadas con
pinturas murales. Se tiene evidencia para las dos formas de monumen
talidad, obras “prácticas” y “no prácticas”. Todas, sin embargo, tienen una
característica en común: están relacionadas con el código simbólico utilizado
por primera vez por la civilización olmeca. Mientras el código simbólico
olmeca se encuentra en todas las partes pobladas del Guerrero antiguo,
la distribución de las primeras obras monumentales se concentra en la
cuenca del río Balsas Alto y Medio. Un sitio, Teopantecuanitlán, actúa
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como la capital de un territorio que hubiera incluido otros sitios con
expresiones de monumentalidad. Hubiera actuado como centro donde
recibía productos para redistribuirlos, productos que interesaban a las
otras regiones de la esfera mesoamericana durante el Horizonte Olmeca
2: concha de mar y cacao, procedentes del Pacífico (Papagayo-Omitlán-
Balsas Alto); serpentina y piedra verde, procedentes del río Balsas así
como obsidiana de Michoacán (Balsas Alto y Medio).
Inferencias e interpretaciones
Fundamental para la comprensión del significado de los primeros ín
dices de monumentalidad en el Guerrero antiguo es su fechamiento.
Dataría, por motivos estilísticos y contextuales más que por las fechas de
radiocarbono, las primeras obras monumentales de Teopantecuanitlán,
Amuco, Coovisur, Oxtotitlán y las otras cuevas con pinturas murales de
estilo olmeca en el periodo Preclásico Medio u Horizonte Olmeca 2, es
decir entre 1000/900 y 700 aC.
En esta época San Lorenzo había perdido su estatus de capital
regional pero nacieron al menos otras cuatro capitales regionales en el
archipiélago olmeca (término que tomé prestado de Robert Rosenswig): La
Venta, Chalcatzingo, Teopantecuanitlán y San José Mogote. Por capitales,
entiendo aglomeraciones humanas complejas (ciudades pre-industriales)
incluyendo arquitectura monumental, áreas habitacionales y especializa
das. También entiendo cabeza de estructuras políticas complejas. Repre
sentan la generalización y el desarrollo de un patrón de complejidad, que
apareció primero en San Lorenzo en el Horizonte Olmeca 1.
En el Horizonte Olmeca 1, el primer sistema simbólico mesoamericano
había sido codificado por lo menos hacía 200 años y estaba compartido
por sus regiones culturales. Fue en el contexto de interacciones en y entre
los habitantes de estas regiones que fue elaborado, transmitido y trans
formado. No es el lugar aquí para discutir su origen, pero es cierto que
un sistema simbólico tan complejo tenía que estar codificado primero en
un lugar a pesar de que las ideas hubieran podido venir de todas partes
a través de los viajes y la transmisión oral. Y por la anterioridad de San
Lorenzo en la complejidad social expresada, entre otros, por sus obras
monumentales, elegiría el área como la que codificó primero este sistema
simbólico. En esta época, ca. 1200 aC, también hay evidencia de la pre
sencia del sistema simbólico en el Soconusco y en el altiplano mexicano.
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Pero, en ningún lugar, aparte de San Lorenzo, se encuentran indicios de
monumentalidad a este grado.
Entonces es en la segunda parte del Horizonte Olmeca, empezando
alrededor de 1000 aC, que la complejidad social y la monumentalidad
aparecen en cuatro regiones de Mesoamérica: Veracruz-Tabasco, con La
Venta, Morelos, con Chalcatzingo; Guerrero, con Teopantecuanitlán y
Oaxaca, con San José Mogote. Seguramente hubo otras que todavía que
dan desconocidas y quizás nunca se van a encontrar, como en la cuenca de
México. ¿Cómo reaccionar ante esta situación? Entre las posibilidades,
rechazo cualquier forma de conquista, colonización o la dominación
política de La Venta sobre dichas áreas y Mesoamérica en general. Más
bien, desarrollaría, con base en nueva evidencia arqueológica, lo que ha
bía inferido en mi tesis de doctorado (Paradis 1974, 1982). Las regiones
culturales de Mesoamérica, nacidas con la expansión de la agricultura y la
vida aldeana, se comunicaban e intercambiaban bienes, ideas y personas.
Cada una de ellas se desarrollaba localmente o regionalmente, pero nun
ca aisladamente. Lo que se percibe son distintos ritmos en el desarrollo
de la complejidad social. En las cuatro regiones donde aparece prime
ro, están acompañadas por obras monumentales inscritas en el código
simbólico olmeca. Pero, por una parte, este código ya era conocido y no
fue impuesto; por la otra, cada caso es único: su cultura material refleja
continuidad con su propia historia regional. El código olmeca sirvió,
entre otros, de lenguaje del poder, el poder político e ideológico, entre
los dirigentes de las capitales La Venta, Chalcatzingo, Teopantecuanitlán
y San José Mogote.
El significado del código olmeca
Los artefactos olmecas se integran a las producciones locales y constituyen
las primeras manifestaciones de un sistema ideológico compartido con las
otras regiones de Mesoamérica. Sirven para reforzar las identidades de
las regiones sub-regiones y lo hacen a varios niveles: social, político y/o
ideológico. El nivel sociopolítico en el cual se encuentran parece dictar el
papel específico que desempeña el simbolismo olmeca y, en este sentido,
se puede decir que los artefactos olmecas tienen un carácter polisémi
co. Así es que en Teopantecuanitlán, es claro que la arquitectura y los
monumentos desempeñan un papel político importante, es lenguaje de
poder, mientras en Amuco Abelino actúan en el marco de los rituales
domésticos.
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Contribuciones de Guerrero a la primera civilización mesoamericana
Entre las aportaciones de Guerrero a la civilización olmeca, se puede con
siderar bienes naturales como la piedra verde (serpentina), las conchas
y otros productos marinos del Pacífico, los cuales sirvieron de soporte
para la expresión ideológica olmeca. También se puede pensar que al
gunos productos como la sal, el algodón o el cacao que, aunque no sean
estrictamente “olmecas”, fueron intercambiados con regiones vecinas o
lejanas de Guerrero durante el Horizonte Olmeca. Asimismo, sobresale
la tradición lapidaria de Guerrero con la producción de pequeños objetos
de piedra dura y pulida. Esta tradición nace y se desarrolla en la región
Mezcala ubicada en el centro de Guerrero. Inicia con la producción de
objetos estilísticamente olmecas y seguirá desarrollándose en diversos
estilos, unos locales, como el estilo Mezcala, y otros demostrando rela
ciones con regiones culturales ajenas, como Teotihuacan.
Miguel Covarrubias tuvo, una vez más, una brillante intuición acerca
de la producción lapidaria en estilo olmeca: propuso que en Guerrero se en
contraba el origen del estilo olmeca, debido a la cantidad de objetos pulidos
de estilo olmeca procedentes de estado, aunque sin contextos arqueológicos.
Hoy, todos estamos de acuerdo en rechazar la supuesta anterioridad del
estilo olmeca en Guerrero, con base en las fechas radiométricas asociadas
a los hallazgos no sólo en esta entidad sino también en otras partes de Me
soamérica. Sin embargo, nadie puede negar la importancia y la maestría
del arte lapidario guerrerense y su asociación con la civilización olmeca,
probablemente durante el Horizonte Olmeca 2 o Preclásico Medio. Sin
lugar a dudas, fue la contribución principal de Guerrero a la civilización
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