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Fallo Despegar Camara Herrera Mingorance

La sentencia de primera instancia hace lugar a la demanda del Sr. Herrera contra Despegar.com.ar por no haberle provisto el alojamiento reservado. La Cámara analiza si confirma dicha sentencia. Analiza que Despegar es responsable como integrante de la cadena de comercialización y no puede alegar falta de culpa propia. Confirma la condena incluyendo devolución de montos pagados, daño moral e impone una multa por infracción a la ley de defensa del consumidor. Contra esto Despegar apela cuestionando su

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Fallo Despegar Camara Herrera Mingorance

La sentencia de primera instancia hace lugar a la demanda del Sr. Herrera contra Despegar.com.ar por no haberle provisto el alojamiento reservado. La Cámara analiza si confirma dicha sentencia. Analiza que Despegar es responsable como integrante de la cadena de comercialización y no puede alegar falta de culpa propia. Confirma la condena incluyendo devolución de montos pagados, daño moral e impone una multa por infracción a la ley de defensa del consumidor. Contra esto Despegar apela cuestionando su

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QUINTA CAMARA DE APELACIONES EN LO CIVIL - PRIMERA CIRCUNSCRIPCION

DE MENDOZA
PODER JUDICIAL MENDOZA

foja:
CUIJ: 13-04857785-1/1
(010305-56088)
DIGITAL - HERRERA MINGORANCE JULIO JOSE C/ DESPEGAR COM AR
S A P/ DAÑOS Y PERJUICIOS

En la Ciudad de Mendoza, a los ocho días del mes de agosto del año dos mil veintidós, se
reúnen en Acuerdo las Ministros de la Excma. Quinta Cámara de Apelaciones en lo Civil,
Comercial, Minas, de Paz y Tributario de la Primera Circunscripción Judicial, Dras. Carla
Zanichelli, Patricia Canela y Beatriz Moureu quienes traen a deliberación, para resolver
en definitiva la causa Nº 13-04857785-1/1 (010305-56088) caratulada “DIGITAL -
HERRERA MINGORANCE JULIO JOSE C/ DESPEGAR COM AR S A P/
DAÑOS Y PERJUICIOS” originaria del Tribunal de Gestión Asociada Segundo de la
Primera Circunscripción Judicial, venidos a esta instancia a mérito del recurso de
apelación interpuesto en contra de la sentencia dictada en autos.
Llamados los autos para sentencia de conformidad a lo previsto por los arts. 135
ap. III y 140 del C.P.C.C.y T., se determinó el siguiente orden de estudio: Zanichelli,
Canela y Moureu.
En cumplimiento de lo dispuesto por los arts. 160 de la Constitución de la
Provincia de Mendoza y 141 del Código Procesal Civil, se plantearon las siguientes
cuestiones:
PRIMERA: ¿Es justa la sentencia apelada? Arcor, municipalidad
SEGUNDA: Costas.

SOBRE LA PRIMERA CUESTIÓN, LA DRA. CARLA ZANICHELLI DIJO:


I- La sentencia de primera instancia hace lugar a la demanda interpuesta por el Sr.
Julio Herrera Mingorance contra Despegar.com.ar., por la suma de $ 354.517,58), con
más intereses; impone las costas a la parte demandada y regula honorarios profesionales.
Para decidir en el sentido indicado tiene por no controvertido que el
actor adquirió en el sitio web de Despegar una reserva identificada bajo el Nº
43774072200, correspondiente al alquiler temporario por dos noches en el alojamiento
“Citycentro” de Santiago de Chile; que abonó en ese momento la suma de $ 665,74 en
concepto de comisión de Despegar; que debía pagar $ 3495,12 directamente al hotel; que
el check-in estaba previsto para el 16/11/2018 y el check-out para el 18/11/2018; que el
16/11/18 la demandada le notificó al actor que el alojamiento contratado no iba a poder
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prestar el servicio; que el 17/11/2018 se comunicó con el actor para reubicarlo; que el
accionante se negó, pues ya se había alojado a su costa en otro establecimiento; que el
importe necesario a ese fin no le fue reintegrado; y que con la última comunicación,
Despegar dio por concluida la contingencia.
Refiere la sentenciante que la cuestión a dilucidar se sustenta sobre tres
planteos: 1) la falta de legitimación pasiva de Despegar, por su carácter de agencia de
viajes y mera intermediaria entre la accionante y el proveedor del servicio de alojamiento,
en los términos del art. 14 del Dec. Regl. 2182/72; 2) la diligencia de la accionada,
consistente en la correcta gestión de la reserva con el proveedor; y 3) el hecho de un
tercero (Citycentro).
Luego considera aplicable el estatuto consumeril, en especial el art. 40 de
la ley 24.240 sostiene que un servicio que brinda una confirmación de reserva, con
voucher incluido, pero que luego deja privado de alojamiento al viajero –circunstancias
que han sido admitidas por la accionada-, evidentemente revela una deficiencia o “vicio”
en su prestación, en los términos contemplados en la norma de referencia. Agrega que
Despegar debe considerarse integrante de la cadena de comercialización allí descripta por
lo que se pronuncia a favor de su legitimación pasiva.
Pondera que en autos medió un incumplimiento que frustró la finalidad
del contrato, y que, como principio, genera el deber de reparar (arg. art. 10 bis de la Ley
24.240 y art. 1716 del Cód. Civ. y Com.); pues la propia accionada ha reconocido que no
se le brindó al actor el alojamiento que éste había reservado en su portal web, y que
recién se contactó con él para ofrecerle una solución un día después de la fecha de check
in contratada, todo ello a pesar de que incluso admitió que le había cobrado por
anticipado la suma de $ 675,54 en concepto de comisión por dicha reserva.
Afirma que de conformidad al citado art. 40 de la ley consumeril la
responsabilidad de los integrantes de la cadena de comercialización es solidaria de lo que
se sigue la irrelevancia de la culpa del agente a los efectos de atribuir responsabilidad así
como tampoco el hecho de otro integrante de la mentada cadena podría configurar “causa
ajena”; pues constituiría, en sí, una interpretación contradictoria con el primer párrafo de
ese mismo artículo, y vaciaría también de contenido a la solidaridad expresamente
establecida.
Destaca que la propia accionada ha sugerido que el hotel reservado --
Citycentro habría incumplido su obligación de prestar el servicio de alojamiento –
contratado a través de la plataforma digital de Despegar- posiblemente en razón de
“overbooking” (es decir, sobreventa de un número de habitaciones que superan su
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capacidad); fenómeno que implica un incumplimiento contractual doloso, dado que la


propia demandada reconoce que ha terminado por instalarse como práctica habitual.
Agrega que es justamente la frecuencia en su ocurrencia, la que lo torna “previsible”,
convirtiéndolo en un riesgo propio de su actividad empresarial; por lo que también desde
esta perspectiva no podría predicarse la “ajenidad” de la causa del daño.
Citando jurisprudencia que considera aplicable al caso señala que si una
agencia de viajes al vender cierto paquete turístico se obligó por un tercero, ofreciendo el
hecho de éste, es responsable frente a su cliente por el incumplimiento del tercero (arts.
1163, CCiv.; 453, CCom. y 40, ley 24.240); no pudiendo invocar las disposiciones de la
Convención de Bruselas sobre Contrato de Viaje (ley 19.918) para exonerarse de
responsabilidad, cuando la posibilidad de que el tercero no cumpliera debió
razonablemente ser prevista por ella.
Concluye que acreditados el vicio del servicio y el daño (frustración del
contrato), y en tanto la demandada incumplió su carga de demostrar la concurrencia de
una causa ajena, el nexo causal entre aquéllos permanece en pie (arg. art. 40 Ley 24.240,
arts. 1722, 1726, 1734 y 1736 Cód. Civ. y Com., y art. 175 ap. I CPCCyT), por lo cual
estima que Despegar debe responder por todos aquellos detrimentos que resulten
debidamente probados por la accionante.
A continuación analiza los rubros reclamados.
Condena a la devolución de $ 675,74 pagados por el actor a la
demandada en concepto de reserva y la suma de $ 3.841,84 por la diferencia que tuvo que
abonar como consecuencia de haberse quedado repentinamente sin el alojamiento
contratado, y la erogación que preveía como esperable, que era cubrir en destino la suma
ya mencionada de $ 3.495,12.
Fija la suma de $ 150.000 en concepto de daño moral, importe que estima
representa un valor que podría compensar actual y adecuadamente al Sr. Herrera por los
padecimientos derivados de la situación de marras ya que resultaría suficiente para, por
ejemplo, propiciar una mejoría en las comodidades de su hogar, en tanto podría permitirle
renovar algunos electrodomésticos o mobiliario.
Rechaza el planteo de inconstitucionalidad del art. 52 bis de ley 24.240
formulado por la demandada para luego acoger el daño punitivo peticionado al considerar
que se encuentran reunidos los requisitos establecidos para su procedencia.
En punto a su cuantificación, sostiene que pondera en primer lugar, y
especialmente, los parámetros de “gravedad del hecho” (art. 52 bis Ley 24.240),
“perjuicio resultante de la infracción para el consumidor” y “grado de intencionalidad”
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(art. 47 Ley 24.240) exhibido por el proveedor. Estima que Despegar incurrió en una
grave inconducta, mostrando un claro menosprecio por los derechos del Sr. Herrera, pues
lo indujo a error sobre la eficacia de la reserva cuya comisión le cobró en el acto de la
contratación (sin siquiera ofrecerle jamás la devolución de ese dinero), y luego omitió
desplegar las acciones necesarias para ofrecerle un alojamiento alternativo, incluso a
sabiendas de que, según sus propios dichos, el “overbooking” es moneda corriente.
Añade que esa conducta le reportó evidentes beneficios económicos indebidos, pues
recibió un importe por un servicio que nunca prestó; y que se empecinó en intentar
liberarse de sus deberes como proveedora durante más de dos años, obligando al
consumidor a embarcarse en un proceso judicial para lograr la satisfacción de su derecho.
Determina la multa civil en la suma de $ 200.000.
II- Contra este decisorio se alza la demandada quien expresa agravios
peticionando la revocación del fallo.
En primer lugar cuestiona el rechazo de la defensa de falta de
legitimación sustancial pasiva opuesta.
Se queja de que el decisorio en crisis considere el contrato de viaje o
turismo como un contrato de consumo apartándose del plexo normativo específico de las
agencias de viajes.
Sostiene que la juez de grado incurre en una grave contradicción al
interpretar la ley de agentes de viaje N° 18.829 y la ley 19.918 mediante la cual nuestro
país adhirió al Convenio Internacional sobre Contratos de Viaje el que establece la
responsabilidad subjetiva del intermediario de viajes, ello por cuanto le endilga la
responsabilidad objetiva por lo ocurrido en el caso, desconociendo que ha actuado como
un intermediario entre el Sr. Herrera y el hotel por él contratado y habiendo cumplido las
obligaciones que se encontraban a su cargo en carácter de agencia de viajes.
Refiere que a través de su página web el usuario puede elegir el
proveedor de servicios que más se ajuste a sus necesidades siendo con dichos
proveedores con quienes contratan por lo que su parte actúa como una mera agencia de
viajes intermediaria, no brinda el servicio ni los organiza. Añade que su responsabilidad
debe quedar limitada a las gestiones que efectivamente corresponden por su
intermediación y no por la actuación de quien debió proveer el servicio, en el caso el
Hotel Citycentro quien ha sido citado en autos y no ha contestado la mentada citación.
Insiste en que cumplió con sus obligaciones propias de una agencia de
viajes, en su carácter de intermediario, toda vez que arbitró los medios posibles para
reubicar al accionantes ante la cancelación de la reserva atribuible exclusivamente al
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establecimiento hotelero, por lo que el actor debió dirigir su demanda en contra de este
último.
Destaca que su gestión se circunscribió a cumplir efectivamente su rol de
intemediadior en base a la información provista por el propio hotel escapando a su
conocimiento si la reserva contratada sufrió un caso de “sobreventa” por parte de
Citycentro.
Solicita se revoque la sentencia apelada rechazándose la demanda
interpuesta.
Critica la admisión del rubro daño material en razón de haberse
acreditado que el mismo día en que el actor debía hacer el check in le envió un correo
electrónico a los fines de solucionar el problema y no al día siguiente como se expone en
la resolución impugnada.
Como tercer agravio protesta por la admisión y cuantificación del daño
moral.
Sostiene que los términos empleados por la juez de grado para
fundamentar la concesión del rubro son vagos y genéricos y que la suma fijada resulta
exagerada en tanto no existen pruebas que justifiquen ningún daño moral.
Alega que en la pericia psicológica practicada en autos se determina que
no se observa en el demandante la presencia de ningún cuadro patológico a consecuencia
del evento de autos.
Señala que la resolución apelada luce arbitraria al haberse apartado del
informe pericial. Alega que quien invoca haber sufrido un daño moral en materia de
responsabilidad contractual debe invocar y probar los hechos que determinan su
existencia y la prueba del daño debe ser clara y concluyente.
Aduce que la accionante solicitó por este concepto la suma de $ 20.000
por lo que la sentenciante falló “ultra petita” elevando el monto a una suma muy superior
siendo la misma exorbitante.
Se agravia de la procedencia y monto fijado por daño punitivo.
Señala que este instituto tiene por finalidad compensar a la víctima por la
angustia, injustica y/o herida en sus sentimientos generados por un incumplimiento grave,
deliberado y/o negligente y destinado a prevenir actos similares en el futuro,
circunstancias éstas que estima no se presentan en el caso dado.
En este aspecto argumenta que desde el primer momento que tomó
conocimiento de que el hotel no respetaría la reserva confirmada se puso en contacto con
el actor primero por teléfono y luego por mail al no poder comunicarse por la primera
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vía.
Señala que jamás hubo incumplimiento en lo que a su gestión le atañe por
lo que solicita la revocación de la imposición de una multa en concepto de daño punitivo
por no haberse configurado actuación alguna que merezca ser penada.
En subsidio cuestiona el monto fijado al considerar que no guarda
ninguna relación razonable en un caso en que el daño material reconocido es de $ 4.517
siendo además un importe mayor al peticionado en la demanda.
Se queja de la fijación de intereses respecto de este rubro desde la fecha
del hecho pues no puede sostenerse que haya existido mora en su pago pues la obligación
de pagarlo nace con la sentencia que lo dispone por lo que los intereses eventualmente
deben correr desde el vnecimiento que se otorgue para el pago de estos daños.
Corrido traslado de la expresión de agravios contesta la parte actora quien
peticiona el rechazo del recurso en una extensa presentación a la que remito en honor a la
brevedad.
III- Anticipo mi opinión parcialmente favorable a la procedencia del
recurso en trato.
Previo a todo y en sentido coincidente con anteriores pronunciamientos
de esta Cámara en distinta composición, advierto que estimo improcedente a los fines de
la resolución de la cuestión planteada recurrir a la doctrina de la arbitrariedad que invoca
la apelante.
Con este temperamento se ha resuelto que : “La circunstancia de que el
apelante diga que la prueba ha sido arbitrariamente valorada no impide que el Tribunal de
Apela-ciones, que asume la plena jurisdicción del expediente en todos aquellos aspectos
que han sido impugnados, verifique si existe error en la apreciación del material fáctico –
el probatorio incluido-, y detectado, el Tribunal revisor debe corregirlo, aunque la equivo-
cación del inferior no alcance caracteres de arbitrariedad o absurdidad. En consecuencia,
no se trata de determinar si el juez de Primera Instancia “rompió o no el proceso lógico
del razonamiento” sino de analizar la prueba rendida y comparar si el resultado al que
llega al inferior coincide con el criterio del Tribunal ordinario que revisa…, con plena
Jurisdicción” (S.C.J. Mza., 28/12/04, “Leytes, Teresa E. en J:…”, Revista del Foro de
Cuyo Nro. 66, pág. 186; en el mismo sentido CC2, 24/10/2011, expte. Nro.
187.550/36.099, “Araya, Salvador Clemente c/ Castro Fernando L. p/ d. y p.” y CC 1:
11/11/2011, expte. Nro. 132.723/43.811, “Dalvian S.A. c/ Alberto Tohmé Sociedad
Anónima p/ div. de cond. y sus acumulados”; autos N° 112.406/44.400 caratulados
“Calabria Antonio Rodolfo c/ Vera Carlos Carmelo y ots p/ d y p”).
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En el mismo sentido se ha dicho que “no cabe confundir recurso de ape-


lación con recurso extraordinario por arbitrariedad, este último sólo queda habilitado ante
aquellos errores groseros que implican un palmario apartamiento de la solución
normativa que corresponde, o una decisiva carencia de fundamentos de la decisión
recurrida, mientras que la apelación se torna procedente si el tribunal de alzada considera
meramente erróneo el pronunciamiento, aunque el error no sea grosero o consista la
cuestión en una divergencia de interpretación jurídica o de los hechos distinto al
efectuado en la primera instancia. Por ello es que, no es técnicamente adecuado acudir a
la arbitrariedad para fundar un recurso de apelación “( cfr. Expte.: 36359, “Liderar
Compañía General de Seguros S.A. en J. J: 87.899 Ansuni María Teresa c/ Sarmiento
Walter p/ D.yO. p/ Inc. Dec. Cit. En Gar.”, 03/04/2012; 2°Cám.Civ).
Formulada esta salvedad me adentraré en el estudio de los agravios de la
recu-rrente, haciendo la aclaración que no me encuentro obligada al análisis de todos
los argumentos expresados sino solo de aquéllos que efectivamente sean conducentes a la
solución del pleito (ver CSJN, "Fallos": 258:304; 262:222; 265:301; 272:225; Fassi
Yañez, "Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, Comentado, Anotado y Con-
cordado", Tº I, pág. 825; Fenocchieto Arazi. "Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación. Comentado y Anotado", T 1, pág. 620). Asimismo, en sentido análogo, tampoco
es obligación del juzgador ponderar todas las pruebas agregadas, sino únicamente las que
estime apropiadas para resolver el conflicto (art. 386, in fine , del ritual; CSJN, "Fallos":
274:113; 280:3201).
Coincido con el encuadre jurídico efectuado por la juez de grado de allí
que también acuerdo con el rechazo de la defensa de falta de legitimación pasiva opuesta
por la demandada, aspecto que ha sido materia de agravios ante esta alzada.
La actuación que le cupo a la demandada se encuadra dentro de la
categoría contratos de viajes y, como subespecie, dentro de los contratos de
intermediación de viaje, que se perfeccionan cuando una persona/agente de viaje, el
intermediario, tiene el poder de actuar, actúa o pretende actuar en sus relaciones con un
tercero (usuario/cliente) por cuenta de otra persona física o jurídica, el representado (que
puede ser otra agencia de viajes, o un hotel como en este caso), comprometiendo, ya sea
una organización de viaje o prestaciones aisladas que permiten realizar un viaje o una
estadía cualquiera. Incluye pues, la actividad del intermediario (agencia de turismo)
consistente en recibir y en comunicar proposiciones o en realizar negociaciones por
cuenta de otras personas y se aplica, tanto si el intermediario actúa en nombre propio,
como cuando actúa en nombre del representado o del usuario y tanto si su actividad es
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habitual, como ocasional (conf, Cám. Nac. de Apel. Com., sala A., “Liborio Erena
Jacquelina Gisela y otro c/ Miranda Natalia Soledad y otro s/ ordinario”; 19 de abril de
2021; MJ-JU-M-132230-AR|MJJ132230|MJJ132230).
Ahora bien, cuando el objeto de estos contratos de viaje consiste en la
adquisición de parte de terceros (clientes/usuarios) de servicios para uso o disfrute
personal o familiar que tienen como destino final una utilización que agota la prestación
objeto del contrato, se incluyen dentro de las denominadas relaciones de consumo, ello
por cuanto la prestación de bienes o servicios que se establece entre quien los adquiere
en calidad de usuario o consumidor final y el proveedor de ellos, configura un contrato de
consumo, sin importar, y esto es de destacar, que entre ellos exista una vinculación
directa o de intermediación, como en este caso (véase sobre el tema: Uzal, María Elsa,
"Derecho Internacional Privado", Ed. La Ley, Buenos Aires, 2016, pág. 537/8) (fallo
Liborio, cit.).
Las agencias de viaje, se trate intermediarias u organizadoras, han
contado desde principios de la década de 1970 con un ordenamiento particular integrado
por la ley 18.829 de agentes de viajes, su decreto reglamentario 2182/72 y la ley 19.918
que receptó la Convención de Bruselas sobre Contrato de Viaje.
El art. 8 de la primera ley mencionada establece que los agentes de viajes
se encuentran obligados a respetar los contratos, las tarifas convenidas y a ser veraces en
la propaganda que realicen a fin de promover sus actividades, debiendo el material de
dicha propaganda reflejar exactamente, sin dar lugar a confusión, el tipo de servicio
ofrecido.
Por su parte el art. 14 del decreto Nº 2.182 , reglamentario de la referida
ley dispone, que las agencias de viajes serán responsables por cualquier servicio que
hayan comprometido ellas, sus sucursales o sus corresponsales, sin embargo, quedan
eximidas las agencias de toda responsabilidad frente al usuario, no mediando culpa, dolo
o negligencia de su parte, cuando sean intermediarias entre las empresas de servicios y
los mencionados usuarios, siempre y cuando tales empresas desarrollen sus actividades
sujetas a un reglamento o legislación aprobado por autoridad competente que establezca
las modalidades de la contratación entre esas empresas y los usuarios
Si bien la legislación antes aludida contiene un régimen de
responsabilidad en caso de incumplimiento con un factor de atribución de carácter
subjetivo la tendencia unánime considera que ello fue modificado por la ley de defensa
del consumidor al consagrar un sistema de responsabilidad objetiva, integral y solidaria
de todos los proveedores que integran la cadena de comercialización.
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Es que si bien la aplicación de la ley 24.240 a los contratos de turismo en


un principio fue resistida y cuestionada en base a la evidente contradicción del sistema de
responsabilidad provisto por el ordenamiento del consumidor frente a las leyes
"especiales" de las agencias, lo cierto es que la raíz constitucional del derecho del
consumidor ha provocado que la doctrina y la jurisprudencia no tardaran en reaccionar y
catalogar al contrato de viaje como un contrato de consumo.
Tal como lo apunta la juez de grado cuando el contrato de intermediación
de viaje como ocurre en la especie, por sus características deba ser considerado además
como un contrato de consumo, la legislación especial antes citada debe ser interpretada a
la luz de las directivas establecidas por la Ley de Defensa del Consumidor N° 24.240,
pues en tal caso, se reputa al contrato celebrado entre el cliente y la agencia de turismo
como una relación de consumo, en la que debe protegerse a la parte débil, que es el
consumidor o usuario, frente al poderío creciente de las redes de este tipo de prestadores
(cfr. Lorenzetti, Ricardo Luis, "Tratado de los Contratos", T° III, Ed. Rubinzal - Culzoni,
Santa Fé, 2000, pág. 190; en igual sentido, Alegría, Héctor - Mosset Iturraspe, "Contratos
Conexos - Revista de Derecho Privado y Comunitario", 2007-2, Ed. Rubinzal Culzoni,
pág. 306).
El criterio jurisprudencial hoy predominante tiende a reconocer la debida
protección a los derechos del consumidor de servicios turísticos, según la cual la agencia
de turismo asume una intermediación con rasgos propios de una obligación de resultados,
especialmente adaptada a la relación de consumo que la compromete a predisponer todos
los medios tendientes a asegurar la efectiva concreción del viaje conf. Alegría Héctor -
Mosset Iturraspe, "Contratos Conexos - Revista de Derecho Privado y Comunitario",
2007-2, Ed. Rubinzal Culzoni, pág. 30).
En suma, no puede negarse la calidad de contrato de consumo al
celebrado entre las partes, esto es un contrato que celebran un proveedor de bienes y
servicios profesionales y un adquirente a título oneroso que contrate para destinar dichos
bienes o servicios para consumo final o beneficio propio o de su grupo familiar o social.
No ha sido controvertido el objeto del contrato celebrado por el cual la
demandada se comprometía a gestionar una reserva por dos noches para los días 16 y 17
de noviembre del 2018 en el hotel Citiycenter en Santiago, Chile, así como también que
por tal servicio abonó el precio estipulado en concepto de comisión, esto es la suma de $
665,74.
Surge de las constancias de autos que tal reserva fue cancelada por el
referido hotel, extremo que fue comunicado vía correo electrónico el mismo día de la
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reserva.
La demanda en dicha comunicación le solicita al actor un número
telefónico, habiéndose demostrado a través de la pericia informática practicada en la
causa que el demandante lo respondió apenas arribado al aeropuerto de Santiago, sin
obtener respuesta satisfactoria alguna.
En el último de los mails cursados por el Sr. Herrera a la demandada el
día 16 afirma: “Conseguí comunicarme desde mi móvil con despegar Chile, me
reconocieron el inconveniente y luego de dos llamadas internacionales de mi parte de casi
media hora cada una no me dieron ninguna solución! Me dejaban esperando.... Terminé
dándoles mi número para q se comuniquen Son casi las dos de la tarde y mi primera
comunicación fue a las 11 Hasta ahora nadie se comunicó conmigo por mail o móvil Una
verdadera vergüenza y desconsideración para alguien q frecuentemente utiliza sus
servicios Vine a Santiago a dar una conferencia como profesor universitario Termine
pidiendo ayuda en turismo q solicitamente me consiguieron un hotel Me reservo la
posibilidad de realizar acciones legales en defensa del consumidor al volver a Argentina
Julio José Herrera mingorance”.
De la secuencia de los hechos que dan cuenta la instrumental
acompañada surge que Despegar.com no solucionó en forma alguna el inconveniente
presentado.
El actor tuvo que contratar otro hospedaje por su cuenta, extremo que no
ha suido controvertido.
Por otra parte no ha sido probado que la accionada haya informado de
algún modo la posibilidad de la contingencia que en los hechos se produjo, esto es la
posibilidad de que el hotel estuviera sobrevendido.
Entiendo que la demandada, en su carácter de vendedor profesional, debe
desarrollar una adecuada y diligente conducta, ya sea brindando la información e
instrucciones necesarias al cliente acerca del viaje. Dada la confianza que el turista
deposita en su agente de viajes, no tiene otro medio idóneo para contar con una
información veraz que le permita adoptar una decisión adecuada (conf. Ghersi, Carlos A.
- Weingarten, Celia "Defensa del Consumidor - Tratado Jurisprudencial y Doctrinario" T.
1, pág. 105, ed. La Ley, Bs. As., 2011).
Por lo demás la responsabilidad de la intermediaria subsiste, aun cuando
se acredite que los servicios estaban contratados y que el incumplimiento se debió a la
culpa de los respectivos prestadores, en el caso el hotel Citycentro.
El empresario es responsable por la prestación comprometida y debe
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poner todo su esfuerzo y diligencia en caso de hechos ajenos a su voluntad, pero no por
ello imprevisibles, que impidan el cabal cumplimiento de lo comprometido, para procurar
de los obligados y mediante su gestión como representante de sus clientes, que se les
brinden alternativas que les puedan proporcionar soluciones idóneas ante los
inconvenientes que se puedan presentar.
Ello en razón de haber asumido una obligación que incluía o se
integraba, con prestaciones de terceros, cuyas actividades eran coordinadas para el
cumplimiento del servicio prometido al viajero, y cuya prestación ha asegurado (arg.
analog. art.1631 C.Civ., conf. Farina, Juan, "Contratos Comerciales Modernos", Ed.
Astrea, 2005, pág. 407/10, citado en CNCom. Sala A, in re, "Favale”).
En un caso similar se ha resuelto que es de toda lógica que “si recibe una
retribución por atender los requerimientos de sus clientes, su actividad no puede quedar
circunscripta a la mera entrega de las boletas electrónicas de la línea aérea, cometido que
el pasajero podría obtener sin mayor dificultad desde su propio ordenador personal. Si
acude al agente de viajes es claro que espera de éste algo más, un asesoramiento al decidir
el curso de su travesía y la línea aérea que utilizará, así como una mínima colaboración
para superar eventuales obstáculos” (conf.CNCom, Sala C, "Schuster, Matías Nicolás
c/Air Madrid y otro s/ordinario" del 13/04/2010).
Por todo cuanto vengo exponiendo, el agravio relativo a la ausencia de
legitimación pasiva por parte de la demandada resulta a todas luces inaudible.
Por la misma razón resulta improcedente la queja relativa a la admisión
del rubro daño material, puesto que ante el incumplimiento de la demandada la misma
debe restituir la prestación recibida, no habiendo sido controvertido que recibió la suma
de $ 665,74 por comisión de la reserva finalmente frustrada, extremo que por otra parte es
informado en la pericia contable incorporada a la causa, caso contrario se produciría un
enriquecimiento sin causa por parte de la demandada (arg. art. 1794 del CCCN).
Asimismo debe hacerse cargo del mayor precio que tuvo que afrontar el actor por la
contratación de un nuevo hotel puesto que dicho perjuicio forzosamente se produjo por la
cancelación del hotel originalmente contratado (art. 1738 ss. y cc. del CCCN).
En cuanto a la admisión del daño moral el agravio corre igual suerte.
Puede decirse, en términos generales, que el daño moral constituye
aquella especie de agravio por la violación de alguno de los derechos inherentes a la
personalidad; o sea, de esos derechos subjetivos que protegen como bien jurídico, las
facultades o presu-puestos de la personalidad: la paz, la tranquilidad de espíritu, la
libertad individual, la integridad física, etc., todo lo cual se resume en el concepto de
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"seguridad personal", y el honor, honra, sagrados afectos, etc., o sea en una palabra las
"afecciones legítimas".
Existe consenso tanto en la doctrina como en la jurisprudencia en
calificar como “resarcitoria” la naturaleza del daño moral, considerando que la reparación
pecuniaria de sufrimientos físicos y de padecimientos espirituales es, en definitiva, una
imper-fecta compensación de una mortificación psicofísica con una suma de dinero
destina-da a dar satisfacciones a la víctima que la ayuden a sobrellevar aquellos aspectos
ne-gativos que el hecho dañoso ha dejado en su vida de modo permanente o no (Orgaz,
Alfredo, El daño resarcible, Marcos Lerner- Editora Córdoba, Bs. As., 1980, p. 212).
En materia de daño moral no siempre es posible producir una prueba
directa sobre el perjuicio causado, pues la índole espiritual y la subjetividad del
menoscabo suele ser insusceptible de tal forma de acreditación. Zavala de González nos
dice que en tal situación nadie sostiene que la prueba del daño moral debe versar sobre
lágrimas vertidas, ni que se requiera un peritaje psicológico para acreditar la efectiva
alteración espiritual del afectado. Es decir, por propia naturaleza de aquel, es
especialmente idó-nea una evaluación presuncional: a partir de contextos fácticos que
permitan inferirlo, acordes con patrones de regularidad y normalidad de la vida (Zavala
de González, Matilde., "El proceso de daños y estrategias defensivas", Rosario, Juris,
2006, pág. 241).
La demandada resiste su procedencia a base a la prueba pericial
psicológica practicada en la causa la que da cuenta que el accionante no padece daño
psicológico.
Pero tal circunstancia no obsta a la procedencia del rubro en trato puesto
que corresponde distinguir el daño moral, cuya reparación fuera peticionada en autos, del
daño psicológico que no fuera objeto de reclamo, entendiendo por este último la
perturbación patológica de la personalidad de la víctima, que altera su equilibrio básico o
agrava algún desequilibrio precedente (cfr. Zavala de González, Matilde, “Resarcimiento
de daños”, 2ª “Daños a las personas”, pág. 231, Ed. Hammurabi, Bs. As. 1996.
En punto al nuevo régimen instaurado por el Código Civil y Comercial
que unifica la responsabilidad contractual y extracontractual en el artículo 1716, se ha
dicho que “da por finalizada la discusión retrógrada que desconocía la aplicación del daño
moral en el caso de incumplimiento obligacional, teniendo en cuenta la presencia del
verbo “podrá” en el art. 522 del Código de Vélez, afortunadamente eliminado de la nueva
codificación” (conf. Ritto, Graciela, “Sistema de Defensa del Consumidor: Paradig-mas
del nuevo Código y de las leyes 26.993 y 24.240”, 1ª edición, Buenos Aires, 20XII Grupo
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Editorial, 2016, p. 75 y ss.). Y en especial referencia al ámbito de defensa del consumidor


la autora citada expresa: “Nos interesa destacar que la defensa del consumidor se abre en
dos campos: el de los derechos patrimoniales (la seguridad de no sufrir un daño, los
intereses económicos, la libertad de elección, el trato equitativo y digno) y el de los
derechos personales (la protección de la salud y la seguridad de no sufrir menoscabo en
esta o en la vida), en tanto que el derecho a la información adecuada y veraz, resguarda
tanto los derechos patrimoniales como los personales. Y, fundamentalmente, que la
vulneración de los derechos patrimoniales, como la de los personales, da lugar a
indemnización por daño moral, que en muchos de los casos asume el carácter de
autónomo” (ob.cit., p. 78).
A pesar de lo dicho no soslayo que cuando el daño moral tiene origen
contractual, en principio debe ser apreciado con criterio estricto, desde que generalmente
en ese ámbito de interacción humana sólo se afectan intereses pecuniarios.
“Frecuentemente el incumplimiento obligacional por sí propio, no genera
daño moral, ya que por lo general las molestias e inconvenientes que produce no alcanzan
para configurar un perjuicio de esta naturaleza por falta de certidumbre” (cfr, Pizarro,
Ramón Daniel, “Daño moral”, pág. 204, Ed. Hammurabi, Bs. As. 1996).
Es que la noción de daño moral está íntimamente relacionada con el
concepto de desmedro extrapatrimonial o lesión en los sentimientos personales, en las
afecciones legítimas o en la tranquilidad anímica, que no pueden asimilarse a las simples
mo-lestias, dificultades, inquietudes o perturbaciones que puede llegar a constituir un in-
cumplimiento contractual, toda vez que estas vicisitudes o contrariedades son propias de
cualquier contingencia contractual. La solución contraria implicará la irrazonable
conclusión que cualquier incumplimiento podría producir un daño moral resarcible.
No obstante ello de los antecedentes reunidos en el expediente, resulta
per-ceptible la configuración de este perjuicio.
En el caso es dable presumir la incómoda y frustrante situación que el
de-mandante debió atravesar al haber sido cancelada su reserva intempestivamente el
mismo día en el que debía realizar el check in habiendo tomado conocimiento de dicho
contratiempo en oportunidad de haber arribado al aeropuerto. En lugar de empezar a
disfrutar de su estancia en Santiago debió solucionar el inconveniente de falta de hotel
buscando alojamiento por sus propios medios dado que la demandada no le brindó
ninguna solución.
En relación a su cuantificación el agravio luce desierto por cuanto la
recurrente no invoca motivo alguno del que se infiera la excesividad o irrazonabilidad del
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monto fijado. Su queja se limita a un mero disentir con la suma fijada sin cumplir
mínimamente los recaudos del art. 137 inc. III del CPCCT.
Solo invoca que la sentencia concede un monto mayor al peticionado
fallando ultra petita. Advierto que no le asiste razón.
En este sentido destaco que la Corte de la Nación sostiene que se vulnera
el principio de congruencia cuando se conceden rubros que no fueron peticionados por
cuanto de esta forma se impide a la demandada a ejercer su derecho de defensa, pero no
cuando se concede un monto mayor. Así ha dicho que “el principio constitucional de la
repa-ración integral no justifica que sean sorteadas explícitas normas procesales que de-
terminan el preciso alcance de la competencia apelada y que hace a la tutela de la defensa
en juicio. Es que el principio procesal de congruencia, de raigambre consti-tucional,
resultaría vulnerado si la sentencia que establece la indemnización decidiese respecto de
una partida que no fue incluida en el escrito de demanda como objeto de la pretensión
deducida” (CSN 24/8/1995, P.F.F. c/Empresa de Ferrocarriles Argenti-nos, LL 1995-E-
17).
Siguiendo este criterio nuestro máximo Tribunal provincial tiene dicho
“que el principio de congruencia está estrechamente unido al derecho de defensa en juicio
por lo que no existe el vicio si no existe tal violación” (Ver sentencias del 1/10/1990, LS
217-114; 27/9/2000, LS 297-286; 16/12/1992, LS 233-435, etc.).” (SCJ Mza. Expte N°
72.019 caratula-da: Lucero, Olga Estanislada en j: 5987 Lucero, Olga c/ Manuel Gil-bert
y Ots. p/ D. y P. s/ Inc."; 17-05-2002).
En la especie no vislumbro que no se ha fallado ultra petita por cuanto se
fijó la indemnización a la fecha del dictado de la sentencia ajustada al momento actual.
Sí aprecio que debe ser admitida la queja referida a la admisión del daño
punitivo.
Dispone el art. 52 bis de la ley de defensa al consumidor que “Al
proveedor que no cumpla sus obligaciones legales o contractuales con el consumidor, a
instancia del damnificado, el juez podrá aplicar una multa civil a favor del consumidor, la
que se graduará en función de la gravedad del hecho y demás circunstancias del caso,
independientemente de otras indemnizaciones que correspondan. Cuando más de un
proveedor sea responsable del incumplimiento responderán todos solidariamente ante el
consumidor, sin perjuicio de las acciones de regreso que les correspondan. La multa civil
que se imponga no podrá superar el má-ximo de la sanción de multa prevista en el
artículo 47, inciso b) de esta ley”.
Este instituto tiene por fin sancionar al demandado (el sujeto dañador)
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por haber cometido un hecho particularmente grave y reprochable con el fin de disuadir o
desanimar acciones del mismo tipo (conf. Kejelmajer de Carlucci, Aída R., ¿Conviene la
introducción de los llamados “daños punitivos” en el derecho argentino?, p. 88, Anales de
la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, segunda época,
año XXXVIII, 1993, N° 31, Buenos Aires, 1994). En otras palabras, se trata de, “sumas
de dinero que los tribunales mandan a pagar a la víctima de ciertos ilícitos, que se suman
a las indemnizaciones por daños realmente experimentados por el damnificado, que están
destinados a punir graves inconductas del demandado y a prevenir hechos similares en el
futuro” (Pizarro, Ramón D., Daños Punitivos, publica-do en Kemelmajer de Carlucci,
Aída (directora) y Palladera, Carlos (Coordinador), Derecho de daños, p. 291 y 292).
Es decir, que se trata de una reparación que se otorga a la víctima por
sobre la indemnización de daños efectivamente sufridos por ésta, con la idea de: a)
castigar la conducta antijurídica particularmente grave del dañador, y b) prevenir otras
que pu-dieran suscitarse en el futuro.
Conforme una interpretación literal de la citada disposición para la
aplicación de la multa civil se requiere simplemente un incumplimiento legal o
contractual por parte del proveedor de bienes o servicios, sin necesidad de indagar si ha
actuado con un determinado ánimo subjetivo (dolo o culpa grave).
Se ha criticado esta postura al considerarse que se desnaturaliza los
eventuales beneficios que trae aparejada la figura, “haciéndola pasar como una parte
ordinaria más dentro de una sentencia condenatoria, perdiendo de vista el norte a seguir y
que no es otro que disuadir cierto tipo de conductas”. Es por ello que conforme a la
opinión mayoritaria se requiere, forzosamente, que quien realiza la conducta ilícita actúe
con una intención subjetiva especial. “Es decir que, para que impongan daños punitivos,
será necesario que se acredite que el agente dañador violó deliberadamente un deber a su
cargo (dolo) o que su incumplimiento es tan grosero que resultaría difícil creer (a menos
que exista mucha ingenuidad) que se trataría de un acto no intencional (culpa grave); en
otras palabras de una acción negligente o imprudente al extremo” (conf. Chamatropulos,
Demetrio Alejandro, “Estatuto del Consumidor Comentado”, pág. 1109, Ed. La Ley, Bs.
As. 2019).
Es que más allá de la deficiente redacción del art. 52 bis de la Ley 24.240
, por su extrema laxitud, doctrina y jurisprudencia se han encargado de delimitar el campo
de aplicación del instituto a situaciones de excepción donde la conducta del proveedor
presenta una gravedad e intencionalidad tal que justifique, amén de las indemnizaciones
usuales, imponer una sanción (Picasso S. y Vázquez Ferreyra R., Ley de Defensa del
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Consumidor, Comentada y Anotada, T. I. pág. 620 y siguientes; Pizarro R. y Stiglitz, R.,


Reformas a la ley de defensa del consumidor, LA LEY 2009-B, 949; Brun, C., Los
llamados daños punitivos en la nueva Ley de Defensa del Consumidor, DJ 2008-II, 369;
Furlotti, S., Los daños punitivos: sentido y alcance del art. 52 de la ley 24.240, LA LEY
Gran Cuyo 2010 —octubre—, 819).
En este sentido Trigo Represas, recuerda que la opinión mayoritaria
tanto en nuestra doctrina como en el derecho comparado es que “...las indemnizaciones o
daños punitivos sólo proceden en supuestos de particular gravedad, calificados por el
dolo o la culpa grave del sancionado, o por la obtención de enriquecimientos derivados
del ilícito, o en casos excepcionales, por un abuso de posición de poder, particularmente
cuando ella evidencia un menosprecio grave por derechos individuales o de incidencia
colectiva” Agrega que “el instituto persigue tres funciones: 1) sancionar al causante del
daño que derivó de una conducta intolerablemente nociva; 2) hacer des-aparecer los
beneficios injustamente obtenidos a través de la actividad dañosa… 3) Por último, la
imposición de estas multas tendrá por efecto prevenir o evitar la reiteración de este tipo
de evaluaciones económicas” (conf. Trigo Represas, “La responsabi-lidad civil en la
nueva ley de defensa del consumidor”, LA LEY diario 03/05/2010).
Es por ello que además de la antijuricidad de la conducta, debe
comprobarse que ha existido un propósito deliberado de obtener un rédito, con total
desprecio al usuario; o que el hecho haya sido extremadamente injusto, y con una total
ignorancia de la integridad o dignidad humana (conf. Brun, Carlos, “Sobre los daños
punitivos. A propósito del destino de la multa”, Revista del Derecho Comercial y de las
Obliga-ciones, año 2017, Rev. 286).
“En este marco, cabe destacar que el referido artículo 52 bis de la ley
24.240 sólo confiere al Juez la facultad de imponer estas sanciones al disponer que “...el
juez podrá aplicar una multa civil a favor del consumidor...”[-]. No estamos entonces en
presencia de una imposición al Juzgador sino sólo una potestad que el magistrado po-drá
o no utilizar según entienda que la conducta antijurídica previamente demostrada presenta
características de excepción que exigen, congruentemente, una condena “ex-tra” que
persiga no sólo resarcir a la víctima sino también sancionar al responsable, quitarle todo
resabio de rédito económico derivado de la inconducta, y que genere un efecto
ejemplificador que prevenga su reiteración” (fallo del 31/08/2012, “Liberatore, Lydia L.
c. Banco Sáenz SA s/ ordinario” citado por in re “Costa” antes citado).
En la especie, a contrario de los sostenido en el decisorio apelado no
vislumbro en modo alguno los presupuestos de procedencia de la condena por daños
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punitivos peti-cionada, puesto que no se ha probado el dolo o culpa grave por parte de la
demandada. Y es que, aun ante la falta de una solución eficaz frente a la cancelación de la
reserva por parte del hotel contratado, no se aprecia intención alguna de dañar por parte
de la accionada, más aún teniendo en cuenta, que oportunamente efectuó la reserva la que
se vio frustrada por las razones ajenas, sin perjuicio que su incumplimiento consistió en
no resolver el problema en su carácter de agencia intermediaria.
La conducta de la demandada no puede ser catalogada en forma alguna
de intencional o gravemente negligente.
Por otra parte, no se ha demostrado en modo alguno que su accionar
hubiera respondido a un cálculo de probabilidades económicas que le sugerían actuar del
modo en que lo hizo, por ser económicamente más rentable que conducirse como debió
haberlo hecho.
Finalmente tampoco considero que en el caso medie una particular
gravedad del hecho lo suficientemente importante, o trascendental que amerite la
imposición de una sanción como la aquí analizada, tanto desde la perspectiva de los
daños concretos padecidos por el demandante, como desde la visión de reprochabilidad
del acto en sí mismo.
Tengo en cuenta para ello que la estancia frustrada en el hotel contratado
por dos días era en la capital del vecino país de Chile, esto es una ciudad importante con
una gran capacidad hotelera por lo que forzosamente no fue dificultoso para el actor la
búsqueda de otro hotel más allá de las normales incomodidades. En definitiva no se le
frustró el viaje el que en los hechos efectivamente llevó a cabo igualmente.
También valoro que a pesar que la demandada resistió la pretensión
reconoció la relación jurídica habida entre las partes.
En razón de ello considero que la sentencia en este aspecto debe ser
modificada rechazándose el rubro en estudio,
Respecto de las costas por el rechazo de este rubro adhiero al criterio
sentado por nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación quien se ha pronunciado
omitiendo la imposición de costas por el rechazo del rubro daño punitivo in re
U.66.XLVI, “Unión de Usuarios y Consumido-res y otros c/ Banca Nazionale del Lavoro
S.A. s/ sumarísimo”, de fecha 11/10/11, por apli-cación del art. 55, 2° párrafo de la Ley
24.240 (“La justicia gratuita en la Ley de De-fensa del Consumidor y la defensa del débil
jurídico”, Ritto, Graciela B., Publica-do en: RCyS 2013-VIII , 167, Fallo Comentado:
Cámara de Apelaciones en lo Civil, Comercial y Minería de General Roca, 2012-11-20,
“Janavel, Andrés Orlando y otro c. Telefónica Móviles Argentina S.A. (Movistar)
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s/sumarísimo”, Cita Online: AR/DOC/1778/2013).


Esta postura también ha sido adoptada por nuestro máximo Tribunal
Provincial quien ha omitido la imposición de costas por el rechazo del rubro referido
“teniendo presente la especialidad de la cuestión, el orden público involucrado, el espíritu
tuitivo de la ley en relación al consumidor, el carácter aleccionador de los daños punitivos
solicitados lo cual hace que sea muy difícil su cuantificación, la necesidad de que se
priorice el acceso a la justicia de los consumidores sin ninguna limitación que pueda
coartarlo, y el hecho de que la concesión del daño punitivo es una facultad judicial” (conf.
S.C.J.Mza., Expte. N.º 108977; “Castillo Julio D. en J. 149.520/14.364 Castillo Julio c/
Banco Ñatagonia S.A. s/ D. y P. s/ Casación”, 11/03/2014; ídem Cám.Civ. 2°, Expte. N.º
2529, “Gallardo Romina Natali y Luna Ju-lio César por su hija Camila Abril Luna
Gallardo C/ Supermercado Vea y Jumbo Re-tail Argentina S.A. p/ Ord.”, 06/11/2017;
Cám.Civ. 4°, Expte. N.º 52581, “Romano, Jose Antonio y ots. C/ Coop. Andina de
Transporte Aut. De Servicio CATA Ltda y ots. P/ D. y P.”; 25/10/2017; Cám.Civ. 3°,
04/02/14, “Segovia, Carmen c. Jumbo Re-tail Argentina S.A. s/D. y P.”;
Por todo cuanto vengo exponiendo propicio el acogimiento del recurso
deducido en la extensión antes analizada.
Así voto
Sobre la misma cuestión las Dras Canela y Moureu adhieren al voto que antecede.

SOBRE LA SEGUNDA CUESTIÓN LA DRA. ZANICHELLI DIJO:


En cuanto a las costas de Alzada, corresponde que las mismas sean soportadas por
la demandada recurrente en cuanto se rechaza el recurso. En tanto que por lo que se acoge
y dada la naturaleza del rubro rechazado las costas devengadas ante esta instancia deben
ser soportadas en el orden causado (arts. 35, 36 y 204 inc. II.- del C.P.C.C.yT.).
Sobre la misma cuestión los Dras. Canela y Moureu adhieren al voto que an-
tecede.
Con lo que se dio por finalizado el presente acuerdo, procediéndose a dictar la
sentencia que se inserta a continuación:

SENTENCIA:
Mendoza, 08 de agosto del 2022.

Y VISTOS: Por lo que resulta del acuerdo, precedente el Tribunal


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RESUELVE:
I- Hacer lugar parcialmente al recurso de apelación interpuesto y en
consecuencia revocar la sentencia de fs. 305 y su aclaratoria de fs. 307 la que queda
redactada como sigue: “I.- Hacer lugar a la demanda interpuesta por eL Sr. JULIO
JOSÉ HERRERA MIN-GORANCE contra DESPEGAR.COM.AR S.A., por la suma de
PESOS CIENTO CINCUENTA Y CUATRO MIL QUINIENTOS DIECIESIETE CON
58/100 ($ 154.517,58), con más los intereses establecidos en el considerando respectivo.
En consecuencia, condenar a la demandada a que le pague al actor el monto indicado en
el término de DIEZ DÍAS desde la firmeza de la presente. II.- Impone las costas por lo
que prospera la demanda a la parte demandada y por lo que se rechaza el rubro daño
punitivo en el orden causado (arts. 35 y 36 del CPCCT). III.- Regular honorarios
profesionales tal como sigue: Dra. María Milagros Mosquera en la suma de pesos
cuarenta y seis mil trescientos cincuenta y cinco con 20/100 ($ 46.355,20.-); y Dres.
Gonzalo Asensio Albino y Analia Falaschi en las sumas respectivas de pesos diez mil
ochocientos dieciséis con 21/100 ($ 10.813,21) y pesos veintiún mil seiscientos treinta y
dos con 42/100 ($ 21.632,42.-) (arts. 2 y 3 Ley 9131 y 33 CPCCyT). IV- Regular
honorarios profesionales por lo que se rechaza la demanda (daño punitivo) a la María
Milagros Mosquera en la suma de pesos ciento dos mil novecientos ($ 102.900.-) y Dres.
Gonzalo Asensio Albino y Analia Falaschi en las sumas respectivas de noventa y ocho
mil ($ 98.000.-) y de pesos cuarenta y nueve mil ($ 49.000.-) (arts. 2 y 3 Ley 9131 y 33
CPCCyT). V.- Regular los honorarios periciales tal como sigue: Perito Contador Ignacio
J. González en la suma de pesos cuatro mil seiscientos treinta y cinco con 55/100 ($
4.635,55.-); Perito Ingeniero en Informática Aníbal Daniel Catapano Gili en la suma de
pesos cuatro mil seiscientos treinta y cinco con 55/100 ($ 4.635,55.-) y Perito Psicóloga
María Fernanda Rizzo, en la suma de pesos cuatro mil seiscientos treinta y cinco con
55/100 ($ 4.635,55.-) (art. 184 ap. III CPCCyT). VI.- Adicionar el impuesto al valor
agregado (I.V.A.) en la etapa liquidatoria a los profesionales que acrediten su condición
de responsables inscriptos”.
II- Imponer las costas por lo que se rechaza el recurso a la apelante y por
lo que se admite en el orden causado.
III- Regular los honorarios profesionales por lo que prospera el recurso
de apelación a los Dres. María Milagros Mosquera en la suma de pesos dieciocho mil
doscientos ($ 18.200.-); y Dres. Gonzalo Asensio Albino y Analia Falaschi en las sumas
respectivas de pesos veinte mil ($ 20.000.-) y pesos seis mil ($ 6.000.-) (arts. 2, 3, 15 y
31 Ley 9131 y 33 CPCCyT).
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IV. Regular honorarios por lo que se rechaza el recurso de apelación a los


Dres. María Milagros Mosquera en la suma de pesos veinte mil ochenta y siete con
27/100 ($ 20.087,27.-); y Dres. Gonzalo Asensio Albino y Analia Falaschi en las sumas
respectivas de pesos diez mil ochocientos dieciséis ($ 10.816.-) y pesos tres mil
doscientos cuarenta y cuatro con 80/100 ($ 3.244,80.-) (arts. 2, 3, 15 y 31 Ley 9131 y 33
CPCCyT).

NOTIFÍQUESE y BAJEN.

MOUREU Beatriz CANELA Patricia Beatriz ZANICHELLI Carla Viviana

2022.08.08 12:01:09 ART 2022.08.08 12:07:07 ART 2022.08.08 12:11:38 ART

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