Quitarse el abrigo
Incluído en “50 pasos hacia la paz, editorial Tequisté. Disponible en las principales tiendas online
tanto en papel como en versión digital y el librerías seleccionadas.
Las leyendas del rey Arturo relatan como el mago Merlín tenía una capa
en virtud de la cual podía hacerse invisible. Más recientemente, Harry
Potter heredó de su padre una malla dotada de la misma propiedad.
También Frodo en El Señor de los Anillos desaparecía al ponerse el anillo
del poder.
Tú tienes un objeto mágico parecido, aunque en este caso te confiere la
propiedad contraria: la de la visibilidad. Se llama cuerpo. A través de esa
capa te haces visible en el mundo físico. Con ella te condensas, te espesas,
apareces en el espacio y en el tiempo. El cuerpo te otorga la propiedad de
la solidez, te convierte en una forma con contornos definidos. También con
ideas y emociones. Te da una identidad.
Sin embargo, ese abrigo que llevas puesto no anula lo que realmente eres,
igual que cuando Merlín se ponía la capa seguía existiendo aunque dejara
de vérsele. A eso que eres realmente le llamaremos entidad.
La entidad es lo que eres sin el abrigo puesto: una esencia sin forma, sin
materia, sin perfiles ni frontera y por lo tanto ilimitada. La entidad —
aquello que eres fundamentalmente— no tiene necesidad de espacio ni
de tiempo. Habita fuera de ellos. Esa entidad también posee una propiedad
mágica, francamente mágica: la de poder convertirse en cualquier forma y
en cualquier materia.
Como toda otra prenda, algún día te la quitarás. Puede parecer que
entonces te anularás, te desintegrarás, te aniquilarás. Pero no es así. Muy
al contrario, detrás aparecerá tu cuerpo original, un cuerpo sin forma ni
materia.
El motivo por el cual creemos que alguien desaparece cuando se despoja
de su vestidura está en que nuestro sistema perceptivo (nuestros ojos,
oídos, tacto, gusto y olfato) pertenece al abrigo y no a lo existente detrás.
Por ese motivo no puede percibirlo, al igual que la camisa o los pantalones
con los cuales vistes ahora mismo no perciben tu cuerpo. No lo ven, no lo
oyen, no lo sienten porque no tienen esa facultad.
La idea de muerte parte de un error de percepción.
El cuerpo correctamente visto es algo tan mágico como la capa de Merlín
o el anillo de Frodo porque te confiere un poder extraordinario: el de
experimentar el mundo tridimensional. Se trata de una colosal
herramienta para dos cosas: para aprender y para comunicarte en él.
Aprender a recordar tu entidad —qué eres— y comunicárselo a tus
semejantes a fin de que también la recuerden, pues ellos son como tú.
Esas dos son las tareas fundamentales del mago. Te conviertes en un mago
en cuanto recuperas la conciencia tanto de tu capa como de tu esencia y la
comunicas.
Además, el cuerpo es algo divertidísimo. Permite disfrutar de miles de
placeres, experiencias, aventuras. Con lo único que hay que tener cuidado
es con no verse atrapado por ellas. Para eso, lo único necesario es darse
cuenta de que todo lo que experimentas aquí es consecuencia de llevar el
abrigo puesto. Verse encerrado en las peripecias del anillo es como
ponerse uno demasiado estrecho que más que mágico acaba resultando
incómodo.
Asimismo es importante recordar lo siguiente. Dado que el cuerpo es un
abrigo que llevamos puesto sin cesar durante nuestro paso por esta vida,
es conveniente cepillarlo todos los días. ¿Cómo? Con alimentación
adecuada, con ejercicio adecuado y con descanso adecuado. Gracias a ello
no se apolillará ni le saldrán agujeros.
Y como decíamos antes, llegará un día en el cual te despojarás de él. No
tengas miedo. Ese es el momento de agradecer todo lo que ha hecho por
ti, colgarlo con cariño, cepillarlo por última vez, rezar una oración por él,
abrazarlo y partir desnudo hacia un lugar donde ya no hacen falta prendas
ni disfraces.