Cátedra I Psicología, Ética y Derechos Humanos
Facultad de Psicología, UBA
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El doble de la clonación y la división del sujeto*
Carlos Gutiérrez
Juan Jorge Michel Fariña
París era, en la infancia de mi abuela, el sitio adonde iban las cigüeñas a
buscar a los recién nacidos, para dejarlos caer después por las chimeneas del
mundo. Yo no tuve la posibilidad de creer en eso. No sólo porque era muy
difícil encontrar chimeneas en una casa cubana, sino porque mi abuela
detestaba esa historia y le gustaba, en cambio, explicar el parto extrayendo
una muñeca pequeña de entre las piernas de una muñeca más grande. A ese
sitio mojado desde donde surgía la vida seguí llamándolo París hasta que
terminó mi infancia.
Zoe Valdés
Si la genealogía establece la diferenciación entre los humanos que son
semejantes, esto quiere decir que estos humanos no están clasificados
como idénticos. Cada quien debe, sin dejar de ser el mismo, volverse otro.
Pierre Legendre1
La invención no consiste en crear del vacío sino del caos. La afirmación pertenece a
Mary Shelley quien, confinada por la lluvia junto a su marido y a Lord Byron, tuvo por fin su
sueño. Durante aquella noche de verano en Suiza, vio con nitidez el horrendo fantasma de un
hombre tendido y al estudiante de medicina que lo había ensamblado. Sorpresivamente, el
monstruo cobró vida, inspirando en ella un argumento fantástico. Corría el año 1816 y un
gesto romántico inauguraba, con aquella historia, el género de la ciencia ficción.
Habían transcurrido ya dos siglos desde que André Vesale desplegara su fábrica del
cuerpo humano. Descartes había escrito sobre autómatas controlados por hilos que podían
producir una acción a distancia y Leibniz enunciaba sus complejos mecanismos hechos de
engranajes. Erasmus Darwin, Vauncanson y los estudios sobre el galvanismo alentaban la
esperanza de animar la materia. Todo se conjugaba para que el optimismo científico inicie
una marcha que ya no se detendría.
Ya en las puertas del tercer milenio, la medicina, aquella alquimia que, según la
ficción de Shelley, estudió en Ingolstadt el doctor Victor Frankenstein, se encuentra cercana a
suprimir la distancia entre la fecundación in vitro (que incrementa cada vez más el tiempo de
conservación del embrión fuera del vientre materno) y la neonatología (que logra mantener
*
Fariña, J.; Gutiérrez, C. (comp.): (2001) La encrucijada de la filiación. Tecnologías reproductivas y
Restitución de niños. Editorial Lumen Humanitas. Buenos Aires. ISBN 987-00-0010-X.
1 “El inestimable objeto de la transmisión”, Siglo XXI, México, 1996, pág. 49.
1
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con vida niños cada vez más prematuros). La gestación completa del niño por fuera del útero
materno será su consecuencia directa. Ectogénesis es el nombre del nuevo prodigio. Entre la
probeta y la incubadora, sólo las manos del científico obrando el milagro de la vida.
Tendencia que en rigor estaba anticipada por la propia fecundación in vitro, cuyas
ramificaciones tocaban ya las fibras más íntimas de la condición humana. Donación de óvulos
y espermatozoides, transferencia de embriones y gametos, vientres sustitutos,
predeterminación del sexo, congelamiento de óvulos y embriones, trasplantes de tejido fetal,
seccionamiento cesáreo post mortem...
Como lo sugiere la exacta síntesis de Susana Sommer: De la cigüeña a la probeta. La
certeza de la ciencia intentando desplazar al mito. Mito cuyo sentido se ocupó de
desentrañar Freud y que se halla débilmente sostenido por la nueva reproducción, cuyas
siglas, en su ironía, no dejan de reconocerlo: la promesa de un obsequio (GIFT2), o por qué
no, de toda una dinastía (TUDOR3).
Aun con estas reservas, las tecnologías reproductivas campean el temporal, y
dividiendo las opiniones reinan a su manera. Cuando las legislaciones están basadas en un
optimismo mercantil o en un oscurantismo extremo, todo posible avance deviene un
peligroso retroceso. Cuando en cambio se basan en concepciones que subordinan su
accionar a un horizonte ético, el desarrollo científico encuentra un límite de otro orden.
La copia de la foto
Así las cosas, no podía dejar de preocupar el entusiasta ¡Hello Dolly! con que la
comunidad científica saludó la primera clonación de un mamífero superior adulto. La
avalancha de interrogantes no se hizo esperar, en especial aquel que preguntaba ¿es posible
y deseable la clonación de un ser humano?
Para desplegar el alcance de este interrogante comencemos por detenernos un
momento en una observación que resulta algo más que una curiosidad. Como modo de
divulgar la idea de la duplicación del código genético, que permite obtener dos seres
idénticos a través de la clonación, los medios de comunicación echaron mano a la analogía
con la fotocopia. Este recurso mediático de la “fotocopia genética” para hacer sencilla la
comprensión de un complejo mecanismo, ha generado en un gran número de personas
fantasías de duplicación especular casi delirantes. Al conocer que los adultos podían ser
clonados se supuso que era posible producir un clon tan idéntico que incluso duplicara el
momento del desarrollo que atraviesa el sujeto clonado. Según tal ilusión si se clona un
adulto, el clon es tan adulto como aquel.
Aunque demasiado obvio queremos acentuar el sentido de la figura elegida: la
copia de la foto es la copia de la imagen, su duplicación. Pero las fantasías de duplicación
especular provenientes de la “fotocopia genética” no se reducen al aspecto semántico de
los términos involucrados en tal expresión. Sus razones son otras, de índole estructural y
en sentido estricto no se originan en ella, sino que ella fue producida para expresar una
2 Es la sigla que corresponde a Gamete Intra-Fallopian Transfer.
3 Es la sigla que corresponde a Transvaginal Ultrasound-Directed Oocyte Recovery.
2
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ilusión cara al campo del narcisismo. Nos aproximaremos a esas razones a partir del
análisis de esta tecnología cuya aplicación en mamíferos superiores era considerada, hasta
hace muy poco tiempo, imposible de llevar a cabo. Hoy, sin embargo, sorprende con su
posible aplicación en seres humanos. Del generalizado rechazo inicial, se ha pasado a una
creciente aceptación en diversos ámbitos científicos.
Función de la genealogía
En principio resulta necesario determinar cómo nombrar lo que hace venir al
mundo al nuevo ser. ¿Reproducción humana? ¿Producción de humanos? ¿Procreación?
¿Creación de vida?
Y con respecto al nuevo ser que llega al mundo ¿cómo se inscribe en el campo de
lo humano cuando es obvio que no basta con parirlo?
Partamos de considerar cómo se humaniza la carne que nace, cómo se instituye un
sujeto:
Según Legendre la genealogía instituye los tres principios básicos mediante los
cuales la palabra humaniza. La genealogía proporciona un principio de identidad, a partir
del cual el sujeto puede decir soy este que soy; un principio de diferenciación subjetiva,
mediante el cual el sujeto no se confunde con los otros ni confunde a los otros con él; y un
principio de causalidad, mediante el cual el sujeto es el que es y no se confunde con otros
porque fue engendrado por determinados padres.
El discurso social puede ser decisivo para otorgar las condiciones discursivas para
el primero de tales principios (subjetividad de la época: imaginario que otorga
consistencia al ser, lo idéntico a sí mismo). Pero es insuficiente para operar como
determinación para los otros dos.
El proceso de subjetivación es correlativo a la transmisión de un objeto inasible,
que la familia porta: “Cada quien nace objeto capitalizado, imagen de alguien; cada quien
nace otro, radicalmente otro. Nacemos ante todo para ser esa cosa ahí, fuera del
comercio ordinario y que, antes de ser nombrada y tratar de vivir su propia parte de
sujeto, es en primer lugar la parte plena y entera de otros, de esos otros privilegiados, los
padres -literalmente los reproductores-, enfrentados con el objeto desconocido de su
deseo, con lo inasible de una transmisión. Todo lo que se sabe de ese inasible es que se
encarna y sostiene la reproducción humana de una generación a otra”.4
La función de la genealogía es separar, introducir la sucesión de las generaciones
nombrando los lugares para permitir que cada uno tenga el suyo; y que estos lugares no
se confundan, que no se penetren unos a otros. Por el contrario, cuando se penetran y
confunden, esa copulación de los lugares es el incesto. La palabra nombra separando,
4Legendre, P., Op. Cit., pág. 19/20 (destacado nuestro). También remitimos al lector al artículo de Armando Kletnicki
“De un deseo que no sea anónimo”, en este volumen.
3
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ordenando la sucesión, haciendo testamento. Hacer un hijo es afiliarlo a esta función
jurídica de la palabra.5
Renuncia y rechazo
Tomemos ahora, para acentuar el desarrollo de Legendre en relación al proceso de
diferenciación humana, una conferencia de Contardo Calligaris6 quien -basándose en una
teoría del antropólogo Louis Dumont- se refiere a la figura del Sanyasi, el renunciante.
Tal era la denominación en la India, quince siglos antes de Cristo, de aquel que
opta por no integrar su comunidad retrocediendo frente al tipo de estructuración que su
civilización le brinda. “El Sanyasi renuncia al tipo de integración que la estructura
simbólica en la que nació le ofrece o podría ofrecerle, y se pone en camino, se pone en
marcha. Es decir que retrocede ante su propia integración y parte en busca de otra
verdad, en otra parte.”7
Para Calligaris éste es el origen de la cultura Occidental marcada por el
individualismo. El autor destaca el carácter fuertemente paradójico de este movimiento:
“La modalidad de acceso a nuestra cultura, la manera impuesta de atravesar la puerta de
entrada que sería por lo tanto la simbolización de la función paterna, es una especie de
erotización bastante peculiar del padre, un modo, a la vez, sin duda, de simbolizarlo y
luego negarlo, alejarse de él, situarse como constituyendo en cierta forma una excepción
a su herencia”.8
Precisamente por este carácter paradójico de alejamiento y conservación resulta
llamativo que el autor, a lo largo de la conferencia, utilice indistintamente los términos
renuncia y rechazo. El uso que en el campo del psicoanálisis se ha hecho del término
rechazo, como forclusión fundante de estructura, quizás merezca un breve comentario
para mostrar los alcances diversos de uno y otro término.
La renuncia funciona respecto de algo que se tiene y se deja; en ocasiones
obligadamente. Se renuncia, por ejemplo, a un lugar que se ocupa. Se renuncia también a
un objeto que se posee. Incluso puede poseerse un objeto por el lugar ocupado, y
renunciar a ese lugar implica también el abandono del objeto. La etimología nos ofrece
una referencia por demás interesante. Renuncia proviene de nuncio: Nûntiûs, emisario,
anunciador. El sujeto de la renuncia deja de ser el emisario que anuncia la palabra de otro
para tomar la palabra por sí mismo. Es aquel que abandona lo que tiene, que resigna lo
que posee, aunque sólo lo posea en la medida que le es ofrecido.
5 Ver Kreszes, David, “Filiación y juridicidad de la lengua”, en Redes de la Letra Nº 7, Buenos Aires, Ediciones Legere,
Noviembre 1997.
6 “La estructura psicótica al margen de la crisis. Cuestión preliminar”, en 1958-1993 El abordaje de la psicosis después de
Lacan. Este artículo plantea múltiples problemas que en esta ocasión dejamos de lado para remitirnos puntualmente a
una distinción semántica de importancia para situar la posición subjetiva.
7 Op. cit.
8 Op. Cit.
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Resignar hemos dicho. Quisiéramos insistir con el recurso etimológico aun a riesgo
de abusar de ello. Resignar proviene de seña: Sîgna, plural de sîgnum, significa ‘señal,
marca’, y también ‘insignia, bandera’.
La figura del renunciante tiene una posición paradojal, la de afirmarse como sujeto
por fuera de la tradición a la que debe su estructuración. Pero resignar las marcas de la
tradición -que un pueblo porta como insignia- supone, no obstante, haber pasado por
ellas. Lo que está en juego en este movimiento es la operación de alienación-separación 9.
Lo interesante de la figura que Calligaris toma es que pone en el centro de la
cuestión a la renuncia como operación fundante y nudo de la separación. En efecto, la
renuncia pulsional está en la base misma de la estructuración del sujeto. Los hermanos de
la horda primitiva -el mito creado por Freud- han debido renunciar a ocupar el lugar
paterno, y con ello al objeto incestuoso. De este modo el sujeto es expulsado de la
endogamia, y parte del seno de la familia habiendo pasado por ella como un momento
necesario para la existencia como sujeto de la cultura.
El sujeto, desterrado de la naturaleza por la palabra que proviene del Otro, se aloja
en las marcas de ese Otro como asilo necesario. La separación del Otro sólo es posible a
partir de esa alienación como operación necesaria: hay, del lado del sujeto, una
afirmación primordial (bejahung) que lo ubica en el campo de la palabra, sometido a la ley
de la palabra. La paradoja se refuerza al ser la palabra misma la que separa al sujeto del
Otro, desprendiéndolo, restándolo del campo del Otro. La palabra aliena y separa, afilia y
desafilia a la vez.
En el rechazo, en cambio, no hay tal afirmación. Cuando el rechazo opera, se pone
en marcha una empresa de autoengendramiento en la pretensión de impedir la
inscripción de las marcas; si no de su totalidad al menos de aquella que permitiría
organizarlas en un universo simbólico.
Ahora bien, si el sujeto con el rechazo se desentiende de las marcas, esto no
significa que las marcas se desentiendan de él. Las marcas rechazadas en el campo del
Otro arraigan como un real que retornan como productor del delirio de
autoengendramiento. El delirio de autoengendramiento -aquello que pretende borrar la
deuda con el Otro- es efecto del rechazo de la operación de alienación con el consecuente
rechazo a la operación de separación10.
La separación permite hacer lazo genealógico.
9 Ver Lacan, J. “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, (Cap. XVI y XVII), y “Posición del inconciente”, en
Escritos 2.
10 Alienación-separación no son momentos de sucesión cronológica sino tiempos lógicos en el movimiento instituyente.
Alterar a uno de los términos implica afectar al otro. Si lo que opera es el rechazo, tanto alienación como separación se
ven afectados en ese proceso. “No es sino en la perspectiva que abre la lógica de la operación instituyente del sujeto
que debemos discutir el estatuto de las universales prohibiciones edípicas: incesto y parricidio. ... La prohibición del
incesto tematiza la la imposibilidad de hacer Uno con el Otro. Esto es, que el sujeto emerge encarnando un objeto a
caído irremediablemente del campo del Otro y, por lo tanto, atestiguando de la imposibilidad de suprimir la separación.
En cuanto a la prohibición del parricidio, redobla la imposibilidad de desentenderse del Otro, de autofundarse. Inscribe
la imposibilidad de no contar con la alienación. (D. Kreszes, op. cit., ppág. 71/72. Subrayado del autor)
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El autoengendramiento, en cambio, supone negarse a decir sí -como afirmación
primordial- a las marcas del linaje. La diferenciación queda así afectada al no encontrar el
sujeto su punto en la ligadura genealógica11.
Resulta particularmente interesante que Legendre, en las múltiples maneras de
nombrar la genealogía, se ocupe de evitar -deliberadamente, según creemos- la palabra
encadenamiento. La cadena supone la multiplicación de eslabones idénticos que se
suceden sin diferenciación. La palabra -que nombra los lugares y a los sujetos dentro de
ella-, liga y desliga diferenciando.
Deme dos
La clonación es una tecnología productora no de lo semejante diferenciado, de
aquello que busca la semejanza porque difiere, sino de lo idéntico. Allí no hay espacio para
la diferenciación como operación humana que la palabra habilita. Es el reino de lo doble,
de la duplicidad especular, de la duplicación incesante de sí mismo que busca desplazar a
la castración de su lugar de marca irrepetible. El clon no es otro sino algo nacido de sí
mismo, autoengendrado por un cuerpo que de ese modo busca alejar al infinito la
posibilidad de la muerte. La clonación pretende la producción de un sujeto doblado,
duplicado a la perfección, sin falla ni brecha.
No hay producción de humanos, a menos que la aceptación social de tal práctica
encuentre en ese término industrial el nombre que más conviene a sus propósitos. Si esto
es así, pues entonces estaría indicándonos una dirección sucesoria de otro orden: ser hijos
de una imagen al margen de la palabra12.
La reproducción, en cambio, es repetición sin mímesis. Hay reproducción de
aquello que nunca es idéntico. Volver a reproducir lo reproducido: procrear.
La producción es creacionista.
La reproducción en cambio es sexuada, y es el lugar por donde la muerte se
presenta al ser viviente, al tiempo que instala un enigma al carecer de un término que la
11 El término ligadura está indisolublemente vinculado a la operación filiatoria a partir de la referencia mítica de la Torá
en la que Dios reclama a Abraham un sacrificio: la muerte de su hijo Isaac. Abraham liga a su hijo para el sacrificio y
luego lo desliga a nombre de Dios.
Por otra parte. Giorgio Agamben señala lo siguiente: “Se ha hecho notar agudamente que el Estado no se funda sobre
un lazo social, del que sería expresión, sino sobre su desligadura (déliaison), que prohibe (Badiou, p. 125). Podemos
ahora dar un nuevo sentido a esta tesis. La déliaison no debe ser entendida como la desligadura de un vínculo
preexistente (que podría tener la forma de un pacto o contrato): más bien el vínculo tiene de por sí originariamente la
forma de una desligadura o de una excepción, en que lo comprendido en él es, al mismo tiempo, excluido; la vida
humana se politiza solamente mediante el abandono a un poder incondicionado de muerte. Más originario que el
vínculo de la norma positiva o del pacto social es el vínculo soberano que, en verdad, no es, empero, otra cosa que una
desligadura; y lo que esta desligadura implica y produce -la nuda vida, que habita la tierra de nadie entre la casa y la
ciudad- es, desde el punto de vista de la soberanía, el elemento político originario.” (Homo sacer. El poder soberano y la
nuda vida, Pre-textos, Valencia, 1998, pág. 117/118). Esta cita de Agamben introduce la necesidad de distinguir entre
soberanía y soberano, distinción que el autor no lleva a cabo. La soberanía de la ley es instituyente del sujeto, el bando
soberano, en cambio, tiene poder destituyente. La ampliación de este tema quedará para otro momento.
12 La distinción que los griegos hacían entre zoe (vida natural) y bios (vida política) marca la distancia entre la vida como
pura organicidad y la vida marcada por lo simbólico.
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inscriba en el campo del saber inconciente. La reproducción es un acto de transmisión
generacional que no transmite otra cosa que el límite a la omnipotencia: “...si la castración
golpea al hijo, ¿no le hace acceder también por el camino adecuado a lo que constituye la
función del padre? Toda nuestra experiencia lo muestra. ¿No se indica así que es de padre
a hijo como se transmite la castración?”13. Esa castración separa al sujeto al tiempo que lo
divide fundándolo como deseante. El clon es doble, el sujeto es dividido.
La clonación busca hacer de la reproducción humana una reiteración que, idéntica
al modelo, sostiene una perpetuidad ilusoria, alienándose a su imagen en un infinito juego
de espejos. El deseo frío, la metáfora con que Michel Tort evocó las tecnologías
reproductivas, se ve hoy largamente excedida: la clonación se coloca por fuera mismo del
campo del deseo. El antiguo horror por el doble ha devenido vocación narcisista,
encontrando ahora su soporte en una inquietante promesa de la ciencia: prescindir
incluso de uno de los sexos14. Al dejar en el camino al partenaire del sexo masculino la
reproducción prescinde del sexo mismo, de lo sexuado de la reproducción.
La pregunta útil y el enigma sin respuesta
Suele dirigírsele a los científicos en condiciones de clonar -y como una forma de
cuestionar su práctica- la siguiente interrogación: ¿Para qué clonar?
Frente este interrogante las respuestas no se hacen esperar: para banco de
órganos, para reproducir ventajas biológicas, para procrear sin necesidad del padre... A
una pregunta de carácter utilitarista le siguen, obviamente, respuestas en el mismo
terreno. Nunca faltan razones para justificar las demandas del mercado y siempre con
argumentos que procuran resolver padecimientos de la humanidad, forma eufemística de
nombrar el malestar en la cultura.
Pero ya que se trata de la reproducción humana podemos reemplazar esa
pregunta por esta otra: ¿Para qué reproducir humanos? O más claramente aún: ¿Para qué
sirve reproducir humanos?
La pregunta así formulada se revela escandalosa. Por supuesto que ya lo era, pero
de algún modo su alcance nos pasa inadvertido acostumbrados como estamos a ubicar
todo en el terreno de la utilidad y las utilidades. Su pleno contenido utilitarista se desliza
hacia el hombre mismo quien, se supone, debe servir para algo, que está dispuesto para
determinado fin. De esta forma queda determinado que el hombre tiene un destino fijo, y
más exactamente que está destinado por alguien que le asigna un fin. El sujeto deviene así
un puro objeto de la ciencia como Otro del saber absoluto.
Esta vocación creacionista no es nueva y tanto la mitología como la ficción estética se
han ocupado de poner en evidencia sus riesgos para la condición humana. Entre Fausto y
13Lacan, Jacques, “Seminario Nº 17, El reverso del psicoanálisis”, Editorial Paidós, Bs. As., pág. 128.
14Es posible prescindir de una de las células germinales -el espermatozoide- para la generación de un nuevo ser
combinando el óvulo con otra célula del propio cuerpo de la mujer.
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Prometeo, la leyenda del Golem15 constituye un magnífico ejemplo de esto. Aquel muñeco
de arcilla que podía ser vitalizado pronunciando sobre su cuerpo las claves que permitieran al
engendro caminar entre los vivos. La omnipotencia del rabino, que usurpaba un sitio vedado
a cualquier mortal, se expresaba en una tarea de penoso resultado: el muñeco, arrancado de
la nada y forzado a la vida, resultaba un ser patético que apenas si podía ejecutar órdenes
simples. Hecho de combinaciones literales, el autómata estaba sin embargo imposibilitado de
hablar.
O aquella otra ficción, Blade Runner16, film dirigido por Ridley Scott, donde el
propósito de producir humanos con fines precisos se expresa abiertamente.
En ella los seres creados por manipulación genética tienen un nombre por demás
interesante para el tema que tratamos aquí: “replicantes”. Estas réplicas son utilizadas
con un destino preciso; el replicante tiene un fin prefigurado desde antes de su creación:
custodios en las colonias espaciales. Su creador -el ingeniero en genética dueño de una
enorme corporación- ha definido de antemano su destino y función. Su creador sabe
sobre su origen y la fecha en la que morirán. Conoce con exactitud la fecha de “retiro”17
del replicante.
Esta historia introduce un aspecto de sumo interés: las réplicas se preguntan por
su origen y su muerte. Más exactamente se preguntan por la fecha de su muerte: aquello
que en el sujeto se presenta como una pura incertidumbre. Y para resolver tal
interrogante recurren -como en algún momento cualquier sujeto hace- a que su padre le
responda. El problema es que su creador sabe, conoce la respuesta. El saber sobre la vida
y la muerte ha desvirtuado radicalmente el problema sustrayéndolo de la dimensión del
enigma y rebajándolo al rango del simple dato. Ese dato, en esta pretensión omnipotente,
es patrimonio del científico que ha creado a su criatura. El científico ha saturado de saber
el lugar del enigma. La pregunta por el origen de la vida (la sexualidad) y sobre la muerte
encuentran en el científico la respuesta última que, de ese modo, pretende destituir toda
ficción fundadora para ubicar su saber en el lugar de la fundación.
En el film el replicante vacía ese lugar del saber a su manera, o mejor dicho a la
manera que tal operación le permite: matando al que sabe. Cuando la destitución
simbólica del Otro se hace imposible, se torna posible el pasaje al acto parricida.
La pregunta fundamental
15 Ver Gershom Scholem, La idea del Gólem en sus relaciones telúricas y mágicas, en La Cábala y su simbolismo, Siglo XXI,
México, 1992. También remitimos al lector al análisis de este mito en el texto de Carlos Gutiérrez Saber creacionista y
ficción fundadora. Una lectura del Golem, en este volumen.
16 Basada en la novela de Philip Dick ¿Sueñan los androides con ovejas mecánicas?
17 La referencia eufemística para nombrar la muerte del “replicante” -al modo del “traslado” al que sometían a los
desaparecidos de la dictadura militar argentina de 1976/1983- necesita la siguiente explicación: “...consideramos que la
verdadera función del eufemismo no es -o no es sólo- trabajar sobre una expresión que se debe ocultar por descarnada,
sino que consiste en advenir al lugar de donde fueron erradicadas las marcas jurídicas que la lengua vehiculiza, marcas
que nombran de distinta manera lo subjetivo (...) El eufemismo, entonces, motoriza la suspensión de la función filiatoria
de la lengua. (David Kreszes, Filiación y juridicidad de la lengua, en Redes de la letra Nº 7, Ediciones Legere, (subrayado
del autor).
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Sería prudente salir de la pregunta ¿para qué clonar? -sostenida en un principio
utilitarista, habitual en la vida cotidiana-, para ubicar el problema en otro plano y
preguntarse entonces ¿por qué clonar? Es decir, formularse la pregunta por el
fundamento. Y en tanto pregunta por el fundamento, conviene dejar vacío el lugar de la
respuesta. O mejor, quizás, será sugerir una historia de duplicaciones y singularidades.
Es la historia bíblica de Job. Aquel hombre próspero y feliz, que vivía junto a su
esposa e hijos, en la posesión de una casa cómoda y una buena cuota de ganado. Job vivía
en la plenitud de un hombre feliz y devoto de Dios. Pero su devoción a Dios ¿no se debía a
que nada a su alrededor le ponía obstáculos para ello? Dios decide poner a prueba a Job
como hombre de fe. Va quitándole cada una de sus posesiones y a cada uno de sus seres
queridos. Job, no obstante, continúa siendo un fiel creyente. Finalmente lo ha perdido
todo; y sin posesiones, ni esposa, ni hijos, soportando una enfermedad que le cubre de
llagas el cuerpo, sólo conserva una pequeña piedra para remover su piel. Sin embargo,
conserva también su fe. La fe de Job se mantiene incólume, y Dios decide recompensarlo
devolviéndole el doble de sus posesiones; pero este sabio criterio no alcanza a su mujer y
sus hijos que retornan junto a él irrepetibles en su singularidad.
Ante esta nueva racionalidad, la pregunta por las consecuencias de nuestro acto
adopta su carácter más pleno. Una vez más, la humanidad deberá hacer su elección; pero
esta vez la cuestión está al borde de excederla en su condición de tal.
Se trata, finalmente, de soñar con el monstruo, o de convivir con él.