RESUMEN DE MOTIVACIÓN Y EMOCIÓN
MOTIVACIÓN
1.1. Definición de motivación.
La motivación incluye tres aspectos:
- Un estado impulsor dentro del organismo que se activa por necesidades corporales,
estímulos ambientales o acontecimientos mentales como pensamiento o recuerdos;
- La conducta activada y dirigida por este estado y;
- La meta hacia la cual se dirigen la mencionada conducta.
Entre las variables (determinantes) motivacionales se distinguen tres categorías: variables
fisiológicas/organísmicas (están constituidas básicamente por los impulsos y la activación o
arousal); variables cognitivas (expectativas, atribuciones causales e intenciones de meta); y
variables del entorno (una amplia gama de objetos y acontecimientos que suelen designarse
con la etiqueta común de incentivos).
Variables motivacionales fisiológicas y situacionales.
1. Impulsos.
El impulso es un estado interno del organismo, que se experimenta subjetivamente como algo
desagradable, y que activa o vigoriza (anima) el comportamiento. El hambre y la sed son
ejemplo de impulsos.
La concepción de Hull es la concepción central del impulso. Los aspectos más importantes del
concepto de impulso propuesto por Hull son los siguientes:
a) Las condiciones antecedentes del impulso son las necesidades biológicas (desequilibrios en
diferentes parámetros orgánicos).
b) El impulso vigoriza o activa la conducta, pero no la dirige.
c) El efecto vigorizante del impulso se manifiesta en niveles diferentes: en la ejecución de las
conductas instrumentales; en la ejecución de las conductas consumativas y en el incremento
de la actividad general.
d) La reducción del impulso es reforzante: una conducta sólo quedará reforzada si consigue
reducir el impulso.
2. Activación o arousal.
El concepto de activación o arousal equivale a la intensidad de la actividad bioeléctrica global
del sistema nervioso. Teniendo en cuenta la división estructural del sistema nervioso, suelen
distinguirse dos tipos principales de activación: central y periférica/autonómica.
- La activación central es el grado de alerta o vigilancia de la corteza cerebral, que está
regulado en gran manera por la rama ascendente de la estructura cerebral conocida
como formación reticular.
- La activación periférica/autonómica es el grado de actividad del sistema nervioso
autónomo (regulador de las constantes vitales), sobre todo en su rama simpática.
Experimentos demuestran que el rendimiento máximo se produce con niveles intermedios de
activación, y que tanto una activación baja como alta perjudican el rendimiento. Así, la relación
entre intensidades de la activación y el rendimiento tiene la forma de U invertida; este tipo de
relación entre activación y rendimiento se conoce como la Ley de Yerkes-Dodson.
3. Incentivos.
Los incentivos consisten en objetos o acontecimiento, en general externos al sujeto, que se
producen como consecuencia de la conducta, y que activan o inhiben la ejecución de esta
conducta en el futuro.
Si bien en la mayoría de los casos los incentivos son objetos o cambios en el entorno, algunos
autores (Bandura, 1986) también consideran como incentivos ciertos cambios fisiológicos y
psicológicos que ocurren en el sujeto, a los cuales se refieren con el nombre de autoincentivos
o incentivos autoproducidos. Entre éstos, destacan de manera especial las reacciones
emocionales autogeneradas por el éxito y por el fracaso.
Los incentivos no están físicamente presentes cuando el sujeto muestra la conducta, sino que
lo que está presente durante la ejecución de la conducta es la anticipación mental
(expectativa) de los incentivos (ejemplo, el salario por la realización de un trabajo, los aplausos
por una actuación, los incentivos ocurren después de la conducta correspondiente). El esfuerzo
del sujeto durante la tarea correspondiente no está motivado, por lo tanto, por la presencia
física de los incentivos, sino por la expectativa de éstos. En este sentido, los incentivos son
siempre consecuencias de la conducta.
Los incentivos se pueden clasificar atendiendo a diferentes criterios. Algunos de los más
utilizados son su carácter innato o aprendido, la naturaleza o características intrínsecas, su
papel inhibidor o activador de la conducta, y su relación con el sujeto actuante.
1) Carácter innato o aprendido: según este criterio, se tienen que distinguir dos
categorías de incentivos.
a) Incentivos primarios. Son aquéllos en los cuales no se necesita un proceso de
aprendizaje previo para que funcionen como incentivos. (Para un organismo sediento,
el agua constituye de manera innata un incentivo).
b) Incentivos secundarios. Son aquellos objetos o acontecimientos en los cuales se
necesita un proceso de aprendizaje previo para que funcionen como motivadores. El
dinero constituye un poderosísimo incentivo secundario una vez que la persona ha
aprendido que sirve para obtener una gran variedad de otros incentivos.
2) Naturaleza o características intrínsecas. Atendiendo a este criterio, se puede distinguir
entre:
a) Incentivos vinculados a las necesidades fisiológicas corporales. Entre éstos suelen
incluirse la comida, la bebida, el sexo, la estimulación térmica relacionada con la
regulación de la temperatura y la estimulación dolorosa.
b) Incentivos sensoriales. Consisten en estimulaciones extereoceptivas (de carácter
olfativo, visual y auditivo, táctil o gustativo), que pueden actuar como motivadores de
la conducta. La contemplación de un paisaje o un cuadro y la audición de una pieza de
música son ejemplos de este tipo de incentivos, pero también lo es un olor
nauseabundo.
c) Incentivos de actividad. Se trata de conductas cuya ejecución puede funcionar como
un incentivo para la realización de otras conductas. La posibilidad de jugar un rato con
el videojuego preferido puede ser un buen incentivo para que un niño haga sus
deberes escolares. La principal diferencia de esta categoría de incentivos en
comparación con las dos categorías anteriores es que, en este caso, el incentivo no es
un objeto material consumible, ni una estimulación externa, sino una conducta.
d) Incentivos sociales. Consisten en la aprobación o desaprobación social expresada
por las personas del entorno mediante palabras o gestos. Los aplausos, y también los
silbidos, serían ejemplos de este tipo de incentivos.
e) Incentivos monetarios. El dinero constituye un poderoso incentivo en la mayoría de
las sociedades.
f) Incentivos de estatus y de poder. Consisten en alcanzar una determinada posición en
la estructura de un grupo o de una organización. En un hospital, llegar a ser el jefe de
servicio de su especialidad puede constituir un poderoso incentivo para un profesional
de la medicina.
3) Papel activador o inhibidor de la conducta. Según este criterio, los incentivos se
clasifican en:
a) Positivos, objetos o acontecimientos que en general se experimentan como
agradables (se dice que tienen valencia positiva) y que, por eso, activan el
comportamiento.
b) Negativos, objetos o acontecimientos que en general se experimentan como
desagradables (se dice que tienen valencia negativa) y que, por eso, inhiben el
comportamiento. Inhibir una conducta no equivale a olvidarla, sino a dejar de hacerla
aunque se sabe cómo tiene que hacerse.
4) Relación con el sujeto actuando. Según este criterio, los incentivos pueden ser:
a) Directos. Son las consecuencias producidas y experimentadas personalmente por la
conducta del sujeto actuante. Un atleta de medio fondo consigue la medalla de oro en
una competición importante. La medalla es el resultado de su extraordinaria carrera y
le produce una enorme satisfacción.
b) Vicarios. Son las consecuencias observadas producidas por el comportamiento de
otros; los premios obtenidos por un concursante televisivo pueden animar a los
espectadores a inscribirse para participar en el concurso.
Los criterios de clasificación de los incentivos que acabamos de comentar no son dimensiones
excluyentes entre sí, sino combinables.
Variables motivacionales cognitivas.
1. Expectativas.
La idea compartida por todas las teorías cognitivas es que la motivación para realizar una
conducta (M) es el producto de la expectativa de que la conducta produciría determinadas
consecuencias (E) y del valor otorgado a estas consecuencias (V) (es decir, si impide la
satisfacción de una necesidad o la genera tendrá una valencia negativa, si contribuye a la
satisfacción de una necesidad tendrá valencia positiva).
CONCEPTO Y CLASIFICACIÓN DE LAS EXPECTATIVAS.
Expectativas: anticipación en el ámbito cognitivo de futuros acontecimientos, que pueden ser:
objetos del entorno independientes de la conducta, la misma conducta y consecuencias de la
conducta.
Bandura distingue entre:
Expectativa de resultados (también llamadas expectativas de acción-resultados y
expectativas de conducta-resultados): creencia de una persona de que un comportamiento
determinado conduce a unos resultados determinados.
Expectativa de eficacia (también llamadas expectativas de autoeficacia, autoeficacia
percibida y autoeficacia): creencia sobre la propia capacidad para realizar la conducta, es decir,
la creencia de que uno puede ejecutar CORRECTAMENTE un determinado comportamiento
requerido para obtener unos determinados resultados.
La valencia (importancia o valor) de los resultados constituye una de las dimensiones
relevantes de las expectativas de resultados. Hay dos dimensiones más importantes: la
probabilidad y la naturaleza de las consecuencias.
- Característica importante de las expectativas: son variables psicológicas tipo estado
(son específicas para diferentes conductas y situaciones y variables a lo largo del
tiempo), por tanto NO son variables de tipo rasgo (no son globales ni estables a lo
largo del tiempo).
EXPECTATIVAS COMO VARIABLES DEPENDIENTES: FUENTES DE INFORMACIÓN
Para elaborar nuestras expectativas, tanto la autoeficacia como las expectativas de resultados,
las personas utilizamos diferentes tipos de información. Bandura (1977, 1986, 1997) propone
de manera explícita cuatro tipos o fuentes de información:
Éxito de ejecución: Esta fuente de información se refiere a la experiencia directa de la
persona cuando en el pasado ha realizado una determinada conducta. En general, los
éxitos en los comportamientos emprendidos fortalecen la autoeficacia, mientras que
los fracasos la debilitan. En lo que concierne a las expectativas de resultados, las
consecuencias que una persona anticipa cuando se dispone a hacer una conducta
dependen en gran manera de las consecuencias que ha obtenido en el pasado cuando
ha realizado esta misma conducta.
Experiencia vicaria: a veces las expectativas se elaboran a partir de las observaciones
del comportamiento de otras personas. El hecho de ver cómo los demás realizan con
éxito determinadas tareas puede fortalecer la autoeficacia de los observadores (ellos
pueden yo también). Asimismo, simplemente observando lo que ocurre a los demás,
sin tener que experimentarla personalmente, se pueden formar expectativas sobre las
consecuencias de la conducta.
Persuasión verbal: Mediante el lenguaje oral y escrito puede transmitirse información
sobre las capacidades personales y también sobre las consecuencias de la conducta. El
lenguaje se utiliza profusamente en la vida cotidiana, tanto para influir sobre la
autoeficacia (“¡Claro que eres capaz de hacerlo! ¡Inténtalo y ya lo verás!”) como para
informar sobre las consecuencias potenciales de una conducta.
Estados fisiológicas y estado de ánimo: La información sobre los estados fisiológicos
tiene una especial importancia para la elaboración de la autoeficacia y las expectativas
de resultados en ámbitos como la actividad física y deportiva, las conductas
relacionadas con la salud, y las conductas para afrontar situaciones estresantes. En
estas áreas de actividad, los indicadores fisiológicos que proporcionan información
relevante para las expectativas son los relacionados con la activación autonómica, la
fatiga, la debilidad/fortaleza física y el dolor. Por otro lado, los estados de ánimo
influyen también sobre la autoeficacia y las expectativas de resultados; en general,
podría decirse que los estados de ánimo hedónicamente positivos fortalecen las
expectativas, mientras que los negativos las debilitan.
Un aspecto importante que se debe tener en cuenta con respecto a la elaboración de las
expectativas es que no son el reflejo exacto de la información bruta procedente de una o de
varias fuentes, sino el resultado del procesamiento y la integración que hace el sujeto de la
información mencionada. Tanto el procesamiento como la integración activos son mecanismos
que sirven de puente entre las fuentes de información y las expectativas, y explican por qué los
éxitos (ya sean propios, observados o comunicados mediante el lenguaje) no fortalecen
siempre la autoeficacia, y por qué los fracasos no siempre la debilitan.
En el procesamiento de la información de las diferentes fuentes intervienen variables de
carácter situacional y personal.
En el proceso de la información de éxitos de ejecución interviene variables situacionales
como la facilidad/dificultad intrínseca de la tarea, las circunstancias (favorables o
desfavorables) en las cuales se ha realizado y el patrón temporal de éxitos y fracasos (si los
fracasos ocurren al principio de un determinado curso de acción debilitan más la autoeficacia
que si ocurren en medio o al final). También de penderá de variables personales como el grado
de esfuerzo en la realización de la tarea (del éxito conseguido con poco esfuerzo se deriva una
autoeficacia mayor), los sesgos cognitivos en la autoobservación de la propia conducta (es muy
probable que las personas que atienden selectivamente a los aspectos negativos de la propia
conducta subestimen su autoeficacia, mientras que las que atienden tan sólo a los positivos la
sobrestimarán) y las atribuciones causales del éxito y del fracaso.
En el procesamiento de la información vicaria interviene variables como la
facilidad/dificultad de la conducta que muestra el modelo, la claridad de las consecuencias de
la mencionada conducta y, sobre todo, la similitud modelo-observador: cuanto más parecidos
sean, sobre todo en características indicadoras de competencia/habilidad, mayor será el
impacto de los éxitos del modelo sobre la autoeficacia del observador (“si él puede hacerlo, yo,
que soy tan competente como él, también puedo”).
El impacto de la información verbal sobre las expectativas dependerá sobre todo de las
características del persuasor como su credibilidad, su prestigio, su habilidad como persuasivo,
o las relaciones de poder entre persuasivo y persuadido.
La información procedente de los estados fisiológicos influye sobre la autoeficacia también
por medio del procesamiento cognitivo.
En la mayoría de las veces, en la vida cotidiana, la persona elaborará sus expectativas
específicas a partir no de una sola, sino de varias fuentes de información. Por eso tendrá que
integrar la información procedente de las diferentes fuentes. Esta información puede ser
convergente o contradictoria.
EFECTOS MOTIVACIONALES Y EMOCIONALES DE LAS EXPECTATIVAS
La autoeficacia y las expectativas de resultados tiene dos tipos principales de efecto:
motivacionales (inicio de la conducta, esfuerzo y persistencia), emocionales (confianza y
autoestima, o, por el contrario, ansiedad, depresión y apatía). Bandura sostiene que, en
general, cuanto mayor es la autoeficacia y las expectativas de resultados, mayor es el esfuerzo
y la persistencia, y también es mayor la probabilidad de experimentar emociones positivas.
Personalmente, creemos que los efectos motivacionales y emocionales de la autoeficacia y las
expectativas de resultados se pueden predecir mejor considerando la interacción entre las dos
variables. De hecho, diferentes combinaciones de expectativas de eficacia y expectativas de
resultados producirán efectos psicológicos, comportamentales y afectivos diferentes:
Por último, según Bandura (1982, 1986), la naturaleza de los resultados que se pretenden
controlar permite predecir cuándo la baja autoeficacia producirá ansiedad y cuándo producirá
depresión. Las personas se sienten ansiosas cuando se creen incapaces de controlar
“resultados negativos”, y deprimidas cuando se creen ineficaces para controlar “resultados
positivos” altamente deseados. Sin embargo, a veces, la ineficacia percibida para alcanzar
resultados valiosos puede generar también ansiedad si estos resultados sirven para impedir la
ocurrencia de futuros acontecimientos negativos. A causa de la interdependencia de los
acontecimientos en el medio natural de las personas, la baja autoeficacia suele ir acompañada
de forma conjunta de sentimientos de ansiedad y/o depresión.
2. Atribuciones causales.
DEFINICIÓN Y CLASIFICACIÓN DE LAS ATRIBUCIONES CAUSALES
Las atribuciones causales se pueden definir como “las explicaciones que uno se da a sí mismo
sobre las causas de la conducta, propia o ajena, o sobre las causas de acontecimientos
derivados de ella, una vez que ha tenido lugar la conducta o sus consecuencias”.
Clasificaciones de las atribuciones causales: autoatribuciones (interpretaciones a posteriori
que una persona hace de su propio comportamiento o de las consecuencias de éste.) y
heteroatribuciones (interpretaciones que una persona hace a posteriori del comportamiento o
de los resultados de otro (o de otros)).
El sujeto que hace autoatribuciones ejerce un triple papel: es al mismo tiempo actor,
observador e intérprete de su propia conducta. El sujeto que hace heteroatribuciones ejerce
únicamente los papeles de observador e intérprete de la conducta, pero no el de actor; el
actor es el otro.
DETERMIANTES DE LAS ATRIBUCIONES
Según el planteamiento de Kelley y Michella, las atribuciones causales, tanto las
autoatribuciones como las heteroatribuciones, están determinadas por aspectos de la
información relativa a la situación en la cual se ha producido la conducta y por el sistema de
creencias y la motivación del observador/intérprete. En su búsqueda de explicaciones de la
conducta (y/o de sus consecuencias), el observador/ intérprete procesa la información externa
siguiendo determinadas reglas (covariación, saliencia, contigüidad y primacía) y está influido
por sus expectativas previas, y también por sus necesidades psicológicas de autoestima
(preservación de la autoestima) y de control (sentirse competente y autodeterminado).
Como puede inferirse fácilmente del diagrama de la figura anterior, los principales enfoques en
el estudio de las atribuciones se pueden ubicar en una de dos categorías según si se han
ocupado principalmente de estudiar los antecedentes de las atribuciones (“teorías de la
atribución”) o sus consecuencias (“teorías atribucionales”). Según esta categorización
particular, la teoría de Kelley y la de Jones y Davis serían “teorías de la atribución”, mientras
que el enfoque de Weiner sería una “teoría atribucional”. Por la parte de las consecuencias,
las atribuciones influyen sobre las emociones relacionadas con el éxito y sobre las expectativas
y, por medio de éstas, sobre la motivación futura.
EFECTOS DE LAS ATRIBUCIONES CAUSALES: LA TEORÍA DE WEINER (TEORÍA
MOTIVACIONAL/EMOCIONAL)
Weiner incluye en su teoría cuatro momentos básicos:
1. Valoración de los éxitos y resultados (pasados) a partir de la autoobservación de la
propia actuación.
2. Atribución causal (interpretación) de éstos.
3. Expectativas y emociones derivadas de las atribuciones y;
4. Motivación y rendimiento futuro.
Las principales aportaciones de Weiner se relacionan con los momentos segundo y tercero de
su modelo global. Según Weiner, las causas atribuidas de los resultados propios (éxitos y
fracasos), tal vez numerosas y variadas, se pueden clasificar a partir de unas cuantas
dimensiones:
1. La primera dimensión es el locus de control: atribuir la causalidad a factores INTERNOS
(habilidad y esfuerzo) o a factores EXTERNOS (dificultad de la tarea y suerte).
2. La segunda dimensión es la estabilidad: atribuir la causalidad a factores ESTABLES
(habilidad y dificultad de la tarea) o a factores INESTABLES (esfuerzo y suerte).
3. La tercera dimensión es la controlabiliadad: que se introduce para distinguir entre las
causas que aunque son internas no tienen un control personal total (INCONTROLABLE),
como es el caso de la habilidad innata, y las causas más CONTROLABLES por el sujeto,
como el esfuerzo personal.
Las dimensiones de las atribuciones causales influyen sobre las variables especificadas en el
tercer momento. Las expectativas se relacionan sobre todo con la dimensión de estabilidad de
las causas. El éxito atribuido a causas estables genera expectativas de éxito para el futuro;
cuando se atribuye a causas inestables no genera expectativas de éxito. Por otra parte, el
fracaso generará con mucha más probabilidad expectativas de fracaso cuando se atribuye a
causas estables que a causas puntuales.
En lo que concierne a las emociones, Weiner distingue entre “emociones dependientes del
resultado” y “emociones dependientes de las atribuciones”. Después de su actuación, el sujeto
establece una primera valoración de ésta (valoración primaria) como un éxito, caso en el que
se producirá una emoción general de satisfacción, o como un fracaso, que dará lugar a una
emoción general de tristeza y frustración. Después de esta primera valoración, sobre todo si
los resultados son inesperados, la persona hace atribuciones de su éxito/fracaso; estas
atribuciones generan emociones específicas (“emociones dependientes de las atribuciones”)
reguladas sobre todo por las dimensiones locus de control y controlabilidad. En la figura
siguiente pueden verse las diferentes emociones específicas derivadas de las posibles
atribuciones causales. Las distintas combinaciones de expectativas y emociones específicas
deriv adas de las atribuciones regulan la motivación futura.
3. Intenciones de meta.
DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS DE LAS METAS
El concepto de meta, que, según los teóricos cognitivos de la motivación, es equivalente al de
intención, puede definirse como el nivel de rendimiento o el tipo de consecuencias que una
persona se propone alcanzar en la realización de una determinada conducta. Así, de aquí se
desprende que las metas son representaciones mentales (anticipaciones) de futuros estados,
son futuros éxitos anticipados y deseados; y las metas se pueden referir a la conducta (un
determinado nivel de rendimiento) o a los resultados (determinadas consecuencias).
El establecimiento de metas u objetivos moviliza el esfuerzo y la persistencia, y por ello
contribuye a mejorar el rendimiento. Sin embargo, no todas las metas producen estos efectos
motivacionales. Para que contribuyan a mejorar el rendimiento, las metas tienen que ser
específicas, difíciles (pero asequibles) y próximas en el tiempo.
- La especificidad: grado de concreción con el que se define las metas. En este tipo de
definición requiere concretar en términos conductuales la tarea que se debe realizar y
establecer un plazo temporal para ella. Ej.: Para una persona obesa que sigue una
dieta para perder peso, adelgazar un kilo a la semana es una meta específica; en
cambio, adelgazar un poco es una meta ambigua. Más ejemplo página 28.
- Dificultad de la meta: las metas difíciles motivan más que las metas fáciles, ya que
movilizan un esfuerzo mayor. ¿Cuál es el nivel óptimo de dificultad? Para establecer el
nivel óptimo hay que tener en cuenta, además de las características intrínsecas de las
metas, las habilidades (competencias) del sujeto en particular. Así, algunos autores
han señalado que las metas más motivadoras son aquellas que representan un reto
para el sujeto: son difíciles, pero él las ve como asequibles. Adelgazar un kilo cada
semana puede ser una meta difícil, pero asequible; adelgazar diez kilos en una semana
es una meta prácticamente imposible, y lo más probable es que produzca frustración y
desánimo.
- Proximidad de la meta: las metas próximas en el tiempo ejercen una influencia mayor
sobre la conducta que las metas a medio y a largo plazo. Teniendo en cuenta que
muchas de las metas que nos planteamos en la vida cotidiana son metas muy difíciles a
medio y a largo plazo (metas distales, en la terminología de la teoría cognitiva social),
una estrategia adecuada para conseguirlas puede consistir en planificar la actividad
desglosándola en submetas (proximales) que cumplan las características señaladas
antes: específicas, próximas en el tiempo y que representen un reto para el sujeto.
Ejemplo p. 29.
Para que el establecimiento de metas con las características que hemos señalado antes
(específicas, próximas en el tiempo y que constituyan un reto) genere la máxima motivación y
el consiguiente rendimiento, se requiere que se cumplan, además, otras dos condiciones
importantes: que el sujeto tenga retroalimentación (feedback) de su rendimiento y que tenga
un alto grado de compromiso (es el grado que se asumen las metas como propias) con las
metas.
4. Expectativas, atribuciones y metas: prelación temporal e influencia recíproca.
Las variables cognitivas tratadas no se sitúan al mismo nivel en cuanto a la determinación de la
motivación para realizar una tarea.
Las atribuciones causales intervienen en la formación de expectativas a partir de los éxitos
pasados. A su vez, las expectativas, junto con la valencia de los resultados, influyen en las
intenciones de meta que uno se propone, y las metas regulan el esfuerzo y la persistencia
(motivación) en la tarea. En este sentido, según se puede observar en la figura siguiente, las
atribuciones actúan como determinantes lejanos de la motivación, las expectativas como
determinantes intermedios, y las intenciones de meta como determinantes próximos.
Prelación (preferencia) temporal (a), e influencia recíproca (b)
entre las atribuciones causales, las expectativas y las intenciones de metas.
La existencia de una prelación temporal entre las atribuciones causales, las expectativas y las
metas en la regulación de la acción no implica necesariamente que la influencia entre estas
tres variables vaya siempre en la dirección propuesta en el apartado a) de la figura anterior. La
influencia entre las atribuciones y las expectativas, y entre las expectativas y las metas es
recíproca, como puede verse en el apartado b) de la misma figura. La interpretación de los
éxitos influye sobre las expectativas de rendimiento en el futuro, pero una vez formadas, las
expectativas determinarán en parte la interpretación del rendimiento cuando se vuelva a
ejecutar la tarea. Esta influencia mutua que tiene lugar en diferentes momentos temporales se
produce también entre las expectativas y las metas. Las metas que uno se propone dependen
en gran manera de las expectativas que uno tiene, y las características de las metas que uno se
fija influyen en las futuras expectativas de rendimiento. (Expectativas – conducta – resultados
– atribuciones - nuevas expectativas….).
2. De los motivos primarios a los motivos sociales
2.1. Motivos o necesidades.
El vocablo motivación se usa para explicar el porqué de la conducta, sus causas, y el término
motivo para describir el estado que activa, mantiene y dirige la conducta de los organismos.
Necesidad es un concepto que se utiliza para referirse a aquellas situaciones en las cuales el
organismo experimenta una falta o déficit importante (por ejemplo, falta de comida o de
afecto).
2.1.1. Clasificación de los motivos.
Los motivos (las causas que provocan la conducta) suelen clasificarse en dos
grandes categorías:
motivos primarios: son motivos innatos o no aprendidos. Son, por lo
tanto, biológicos, están determinados genéticamente y entran en
funcionamiento desde el nacimiento. Están relacionados, principalmente,
con la subsistencia o supervivencia del individuo y de la especie. A su vez,
los motivos primarios pueden estar relacionados con las necesidades
biológicas y con los motivos de adaptación ambiental (son motivos
primarios pues o satisfacemos estas necesidades biológicas o morimos
(ej.: necesidad de aire, respiración). Los motivos primarios se clasifican en
motivos biológicos (regulación temperatura, hambre, sed,
descanso/sueño, sexo) y en motivos de adaptación ambiental (evitación
del dolor, evitación del peligro (miedo), exploración (visual)/manipulación
(de objetos)).
motivos secundarios: son motivos adquiridos o aprendidos y se
denominan también motivos sociales. Están determinados por el medio
ambiente y por la cultura, y también por la interacción que los sujetos
establecen. A diferencia de los motivos primarios, los motivos sociales no
tienen como objetivo satisfacer una necesidad fisiológica. Los motivos
sociales pueden ejercer una gran influencia y control sobre los motivos
primarios. Por ej.: un persona puede beber o comer por motivos sociales
(reunión de amigos) y no porque tenga hambre o sed. Más ejemplo p.33.
Existe un dificultas en clasificar los motivos sociales, Murray a elaborado una lista
de necesidades psicógenas o secundarias.
Sumisión: Rendirse. Buscar el daño, la culpa, la crítica y el castigo, y disfrutar con
ellos. Autodepreciación. Masoquismo.
Éxito: Superar obstáculos y llegar a un estándar alto. Superar a los demás.
Esforzarse y conseguir el dominio.
Afiliación: Formar amistades y asociaciones. Saludar, juntarse y vivir con otros.
Cooperar y conversar de manera sociable con otros.
Agresión: Asaltar o herir a otro. Luchar. Oponerse con fuerza. Humillar. Hacer
daño. Acusar o despreciar a otra persona. Vengarse de un daño que os han hecho.
Autonomía: Resistirse al influjo o la coacción. Resistirse a las normas. Ser
independiente y libre de actuar por impulso.
Contrarresto: Adquirir dominio sobre algo o compensar un fracaso volviendo a
esforzarse. Superar una debilidad. Mantener el honor, el orgullo y la dignidad.
Defensa: Defenderse contra las acusaciones, la crítica, la humillación. Ofrecer
explicaciones y excusas. Resistirse a la “indagación”.
Deferencia: Admirar y seguir los pasos de otro aliado superior. Cooperar con un
líder. Alabar y honrar. Dominancia
Dominancia: Influir o controlar a los demás. Persuadir, prohibir, dictar, ordenar.
Restringir, organizar la conducta de un grupo.
Exhibición: Atraer la atención sobre la propia persona. Causar impresión. Excitar,
divertir, provocar, intrigar, sorprender y causar sensación a otras personas.
Evitación del dolor: Evitar el daño, las heridas físicas, la enfermedad y la muerte.
Escaparse de una situación peligrosa. Adoptar medidas de seguridad.
Infraevitación: Evitar el fracaso, la vergüenza, la humillación y el ridículo. Desistir
de la acción por miedo al fracaso.
Nutrición: Alimentar, ayudar o proteger a otro que está indefenso. Compadecer a
alguien. Cuidar a un niño. Alimentar, ayudar, dar apoyo, consolar, sanar, curar.
Orden: Arreglar, ordenar y guardar cosas. Ser limpio y ordenado. Ser preciso de
manera metódica.
Juego: Relajarse, divertirse, buscar diversión y entretenimiento. Pasárselo bien y
jugar, reír, bromear y estar alegres. Divertirse por divertirse.
Rechazo: Despreciar, ignorar o excluir a otra persona. Ser altivo e indiferente. Ser
selectivo.
Sensitividad: Buscar la sensualidad y disfrutar de ella.
Sexo: Formar una relación erótica y seguir adelante con ella. Tener relaciones
sexuales.
Socorro: Buscar ayuda, protección o compasión. Pedir ayuda. Pedir clemencia.
Estar junto al padre, que proporciona afecto y alimento. Ser dependiente. Tener
apoyo.
Dichas necesidades están relacionadas con acciones dirigidas a:
a) objetos;
b) conseguir prestigio y reconocimiento;
c) defender el estatus;
d) alcanzar el poder;
e) obrar de manera masoquista;
f) acomodación e
g) interacción social
2.1.2. La pirámide motivacional de Maslow: un ejemplo de clasificación de los motivos.
Se propone una ordenación o estructuración jerárquica de los motivos, conocida
como PIRÁMIDE MOTIVACIONAL DE MASLOW.
Las necesidades humanas que define Maslow siguen cierto orden y son las
siguientes:
- Fisiológicas: En la base de la pirámide se sitúan las necesidades fisiológicas del
organismo: regulación de la temperatura, hambre, sed, sueño, etc., las cuales son
necesarias para la supervivencia del individuo. El sexo, a pesar de lo que se piensa
popularmente, no es una necesidad esencial para la supervivencia del individuo, pero
sí para la de la especie. En nuestra sociedad, como estas necesidades se satisfacen con
facilidad, pierden rápidamente toda su importancia.
- Seguridad: Se refiere a los aspectos que garantizan la vida del individuo en su
ambiente: necesidad de sentirse seguro y cómodo (protección), relación familiar y
laboral, defensa, lucha. Incluye la ausencia, el dolor, el peligro, y también una cierta
estabilidad del entorno/medio social y simbólico del sujeto. Según Maslow, ciertos
productos típicamente humanos como la superstición, la religión o la ciencia estarían
motivados, en parte, por esta necesidad.
- Afiliación: (también llamada de afecto y de pertenencia). Necesidad de afecto y de
pertenencia a grupos sociales (amar y ser amado, pertenecer a un grupo de referencia
y ser aceptado por él –matrimonio, amigos, sociedad.
- Autoestima: La autoestima se refiere a la estima que una persona siente por ella
misma –estima propia– y la valoración que hacen los demás de nosotros –estimación
ajena–. La necesidad de preservar la estima por uno mismo comprende también la
necesidad de afirmación personal o de prestigio o reconocimiento. La baja autoestima
es una de las características principales que se da en la depresión.
- Autorrealización: Hace referencia al desarrollo de las propias capacidades (adquisición
de conocimiento, comprensión de la realidad, elaboración de una escala de valores,
etc.). Incluye la necesidad de llegar a ser lo que uno pretende, desarrollar las
potencialidades propias según un plan establecido previamente o la realización de un
proyecto vital.
Premisas de la pirámide de Maslow:
1. Los niveles más bajos de la pirámide están relacionados con la supervivencia del
individuo. Tiene una fuerza mayor que las situadas en niveles superiores.
2. Para satisfacer una necesidad e un nivel superior, primero se debe satisfacer una
necesidad inferior previa.
3. medida que ascendemos en la pirámide, las necesidades cambian de objetivo, y pasan de
necesidades de falta o privación (las cuatro primeras), orientadas a la supervivencia, a
necesidades de crecimiento (autorrealización). Según Maslow, las necesidades de
crecimiento que surgen cuando se han satisfecho las necesidades de falta anteriores
provocan tensión e inquietud en la persona, y hacen que busque la perfección, la justicia, la
verdad, la entrega a los demás, etc., es decir, la autorrealización plena como persona.
2.2. Algunos motivos primarios.
Los organismos intentan continuamente mantener su nivel de funcionamiento interno en un
punto óptimo, pasando de una situación de falta o necesidad a otra de equilibrio, y así
sucesivamente. Los encargados de mantener este equilibrio dinámico son los mecanismos
homeostáticos, mecanismos internos del organismo que detectan estos desequilibrios
biológicos, y que se canalizan por medio de malestar o tensión (también llamado impulso). Es
esta tensión la que impulsa o activa el comportamiento o las acciones del organismo
encaminadas a restaurar el equilibrio y a disminuir o eliminar dicha tensión. Los
comportamientos que reducen o suprimen la tensión quedan reforzados por las consecuencias
gratificantes consiguientes, a la vez que restauran el equilibrio interno biológico.
La homeostasis es un equilibrio dinámico con continuas fluctuaciones. Estos desequilibrios
nos indican que tiene que haber algún mecanismo por medio del cual nuestro organismo sabe
cuándo tiene que ponerse en marcha y cuándo tiene que detenerse la conducta en curso. Este
mecanismo es la retroalimentación o feedback, que puede ser positiva o negativa. En el caso
de retroalimentación positiva, los mecanismos homeostáticos serían los que incitarían a una
conducta al generar malestar o tensión (impulso). En el segundo (retroalimentación negativa),
se generaría una sensación de alivio o placer y comportaría la detención de la conducta
motivada.
En síntesis, la homeostasis es un mecanismo fisiológico de regulación del estado interno del
organismo que comprende desde reacciones automáticas internas de ajuste a causa de un
desequilibrio (por ejemplo, el exceso de glucosa en la sangre comporta la liberación de insulina
por parte del páncreas para disminuir su concentración) hasta comportamientos externos u
observables, y hace que el organismo busque, por ejemplo, los nutrientes que necesita (agua o
comida) o evite el frío.
Según algunos autores, el concepto de homeostasis es insuficiente para explicar la conducta
motivada, al no tener en cuenta otras variables como las cognitivas (expectativas, atribuciones,
metas y planes) que también suscitan y mantienen la conducta. Con la finalidad de superar
esta dificultad, algunos autores han introducido el concepto de homeostasis predictiva,
mecanismo que entraría en funcionamiento antes de producirse el desequilibrio interno y que,
por lo tanto, actuaría como mecanismo anticipatorio de un déficit futuro. Este mecanismo de
base cognitiva sería diferente de la homeostasis reactiva, que se pondría en funcionamiento
una vez que se ha producido un determinado desequilibrio interno (por lo tanto, se
correspondería con el concepto más clásico de homeostasis).
Algunos motivos primarios:
- Hambre: estado motivacional que impulsa o activa al organismo para buscar alimentos
e ingerirlos. El hambre, la necesidad subjetiva de alimentarse, es, por tanto, una
emoción con funciones motivadoras implicada en la regulación de la ingesta de
comida. Tenemos hambre porque necesitamos comida. Con la comida obtenemos los
nutrientes indispensables para el funcionamiento óptimo del organismo y su
mantenimiento. En la infancia, la ingesta sirve, además, para crecer y desarrollar el
organismo. Están los mecanismos biológicos de regulación del hambre (que son las
áreas cerebrales implicadas) y también están los mecanismos psicológicos de
regulación del hambre, donde los factores psicológicos que intervienen en la
regulación de la ingesta son las influencias ambientales, los factores de aprendizaje y
los aspectos emocionales.
Las influencias ambientales: pueden estar relacionadas con las características
de los estímulos (alimentos, olor, sabor, aspecto, cantidad y variedad) que
actuarían de incentivos (claves externas que motivan la conducta). Ej.: página
42. Dentro de las influencia ambientales se encuentras las influencia sociales,
donde el hombre es un ser social, y muchas de las actividades sociales
comportan la ingesta de comida o bebida (como en un a reunión social). Otra
variable que más afecta al hambre son los horarios de las comidas, muchas
veces influido por los horario laborales. Las normas sociales y los hábitos
hacen que nuestro organismo reaccione a los signos de hambre que coinciden
con el momento en que habitualmente comemos.
El aprendizaje: tiene un papel muy importante a la hora de determinar qué,
cuándo y cuánto comemos. El ambiente familiar ejerce una influencia notable,
desde el nacimiento hasta la edad adulta. Asimismo, los factores culturales
también influyen en las preferencias y aversiones alimentarias (en algunas
comunidades se aprecia el consumo y la cosecha de las setas, como es el caso
de Cataluña, mientras que en otros, no).
Aspectos emocionales: con relación a los estados emocionales, normales o
patológicos, algunos como la ansiedad, el estrés o la depresión pueden
modular la ingesta. Paradójicamente, estos estados emocionales pueden
producir tanto efectos de reducción como de incremento de la ingesta en
diferentes personas.
Cuando los mecanismos de regulación del hambre fallan, podemos
encontrarnos ante alteraciones de la conducta motivada que son problemas
tan importantes como la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y la obesidad.
Ejemplos p. 43.
- Sed: es el estado motivacional que incita al organismo a buscar líquido –agua–
(conducta instrumental) y a beber (conducta consumativa) para reponer el déficit de
agua del organismo. Están los mecanismos fisiológicos de regulación de la sed y
también los mecanismos psicológicos de regulación de la sed. Como en el caso del
hambre, los factores psicológicos desempeñan un papel importante en la ingesta de
líquidos. Los factores de aprendizaje influyen en el tipo de bebida que ingerimos, por
ejemplo, refresco de cola o agua para comer. La disponibilidad de agua, el tiempo
transcurrido desde la última bebida y el sabor son elementos reguladores de la
conducta de beber. En lo que concierne a la disponibilidad de agua, se ha observado
que los animales que viven en ambientes ricos de agua beben menos que los animales
que viven en áreas donde el agua escasea. Con relación a los incentivos, la vista, el
sabor o el olor pueden activar la conducta de ingesta, aunque no se tenga sed. Los
estados emocionales pueden condicionar el consumo de bebidas alcohólicas (vino,
cervezas, licores) o estimulantes (café, té, colas), no con el motivo de reponer líquidos,
sino impulsados por otros deseos, como el sabor, la estimulación o para sentirse
“bien”. Asimismo, la cultura y la influencia social de los demás quedan patente en lo
que se consume y en las cantidades que se bebe, sobre todo bebidas alcohólicas y
estimulantes, que se consumen habitualmente en actos sociales.
- Búsqueda de estimulación (motivos de adaptación ambiental): cuando hablamos de
motivos de adaptación ambiental nos referimos a conductas exploratorias, conducta
que tiene como finalidad principal el incremento de la estimulación externa o la
búsqueda de estimulación nueva. Dentro de la conducta exploratoria, se puede
distinguir entre exploración locomotriz, exploración perceptiva y manipulación de
objetos (ej.: p.46). Estas conductas no están motivadas por ninguna necesidad
fisiológica, sino que, como veremos más adelante, están vinculadas a los motivos de
adaptación ambiental. Los resultados de investigaciones afirman que los animales
objetos de estudios son capaces de realizar determinadas actividades, no con el fin de
satisfacer algunas necesidades fisiológicas, sino por la curiosidad y por el placer de
experimentar una estimulación nueva. En las conductas exploratorias hay dos
elementos: la novedad y la complejidad.
El nivel óptimo de activación: ambiente no cambiante o pobre estimulación.
Una estimulación insuficiente es negativa y un exceso de ella también tiene
efectos perjudiciales sobre el organismo y la conducta. Ejemplo p.47
investigación. Ahora bien, de la misma manera que la reducción de la
estimulación sensorial es aversiva o desagradable, y motiva al organismo a
incrementar esta estimulación, un incremento desmesurado de ésta también
lo es, y motiva, por lo tanto, al sujeto a reducirla. Si cada persona busca un
nivel óptimo de estimulación, este hecho sugiere que cada individuo se
esfuerza por mantener un nivel de activación óptimo en el sistema nervioso
central. Un nivel moderado de activación produce una experiencia emocional
de placer, mientras que una activación deficiente puede provocar estados de
aburrimiento.
Asimismo, el nivel de activación varia de un apersona a otra (diferencias
individuales). Este hecho ha dado lugar al desarrollo de varias teorías de la
personalidad basadas en el grado de estimulación que necesita una persona
para funcionar de forma óptima. En este sentido, Zuckerman ha relacionado el
nivel de activación con la necesidad de estimulación, y argumenta que las
personas con un nivel bajo de activación tienen la necesidad de buscar
sensaciones y experiencias que aumenten su nivel general de activación
(situaciones que implican peligro, desafío, drogas, conducción automovilística
veloz, alpinismo, etc.). Por su parte, Eysenck ha elaborado una teoría de la
personalidad a partir de la dimensión introversión-extraversión como rasgo de
personalidad y de la activación cortical. Eysenck también incorpora la
dimensión neuroticismo-estabilidad a su teoría de la personalidad.
Las características de la estimulación nueva: la variedad, la novedad y la
complejidad son elementos claves en la conducta exploratoria. Así, parece ser
que los niños pasan más tiempo mirando figuras complejas que figuras
simples, y que los adultos focalizan más su atención en las figuras complejas y
originales.
El motivo o conducta de exploración y manipulación está relacionado con la
supervivencia de los organismos. Por medio de la exploración o investigación
del entorno, y de tocar o manipular objetos, aprendemos sobre nuestro medio
y su funcionamiento. Esta conducta nos ayuda a saber cómo tiene que
controlarse nuestro medio. El ser humano desde su nacimiento explora y
juega, solo o en compañía de sus congéneres. Eso le permite adquirir
conocimientos y habilidades sociales.
Los conceptos de homeostasis e impulso que hemos explicado describen algunos
aspectos de los motivos primarios, pero no todos. Las conductas exploratoria y
manipulativa no se pueden explicar en términos de reducción del impulso. En primer
lugar, porque no están causadas por ningún déficit fisiológico (desequilibrio
homeostático), y, en segundo lugar, estas conductas tienen por objeto que los
sujetos busquen el nivel óptimo de activación. Con relación a los sistemas
motivacionales ingestivos (hambre y sueño), los modelos homeostáticos los explican
en parte. Una excepción de esta explicación sería el fenómeno de la saciedad
sensorial específica. Y, finalmente, el comportamiento sexual tampoco estaría
causado por ningún déficit hormonal en la sangre u otra falta fisiológica. Asimismo, la
conducta sexual no supone ningún reequilibrio fisiológico. Este motivo primario no es
necesario para la supervivencia del individuo, pero sí para la de la especie. Si estos
motivos no se explican por medio de los modelos homeostáticos, ¿qué otros factores
intervienen en ellos? Otro concepto que se ha empleado para explicar estos motivos
primarios sería el de incentivo. Los incentivos son, generalmente, estímulos externos
que tienen propiedades motivacionales. Por otra parte, tal como hemos comentado
con anterioridad, no basta con el concepto de homeostasis para explicar la conducta
motivada, porque no tiene en cuenta las variables cognitivas con efectos
motivacionales.
3. Conflictos motivacionales y frustración
3.1. Conflictos motivacionales.
Por conflicto motivacional se entiende, en general, la existencia de dos (o más) respuestas
o tendencias de acción de la misma intensidad, pero incompatibles entre sí. La situación
conflictiva genera una tensión que se caracteriza por la vacilación, la incertidumbre, la
fatiga, la ausencia temporal de respuesta o el bloqueo. Atendiendo a las consecuencias
negativas del conflicto, en algunas ocasiones, se evita y no se intenta resolver.
Dos alternativas, no puede quedarse con ambas, tiene que tomar una decisión. El tener
que decidir entre dos opciones general, en la mayoría de los caso, conflicto motivacional.
Lewin, dentro de su teoría de campo psicológico, hizo una taxonomía de situaciones
conflictivas:
a) Conflicto de aproximación-aproximación: La persona se encuentra entre dos objetos
con valencia positiva y tiene que elegir uno de ellos. Este caso da lugar a una situación
de equilibrio inestable. Por ejemplo: elegir al mar o a la montaña.
b) Conflicto de aproximación-evitación: un individuo se encuentra ante un objeto meta
que ejerce tanto una fuerza de atracción –valencia positiva– como una fuerza de
evitación o rechazo –valencia negativa–, lo que produce movimientos constantes de
aproximación y alejamiento. Por ejemplo: Joaquín quiere hacer salto de puente, pero
al mismo tiempo tiene miedo por las posibles consecuencias.
c) Conflicto de evitación-evitación: Se caracteriza por el hecho de que la persona se
encuentra entre dos objetos con valencia negativa y tiene que elegir uno de ellos. Este
caso da lugar a una situación de equilibrio estable. Por ejemplo: los padres dicen a su
hijo o arreglas la habitación o te vas a fregar los platos.
d) Doble conflictos de aproximación-evitación: se produce una combinación de varias
tendencias de aproximación-evitación. En esta situación conflictiva pueden estar
implícitas dos o más metas, y cada una puede tener asociadas tendencias opuestas. Es
decir, el hecho de acercarse a un objeto-meta concreto supone la pérdida del otro. Por
ejemplo, cuando una persona tiene que decidir entre dos trabajos, que tienen tanto
aspectos positivos como negativos.
Estos mismos autores concluyeron que las respuestas que las personas dan con más
frecuencia ante esta situación conflictiva para tratar de solucionarla eran la respuesta de
compromiso y el bloqueo –este último no solucionaba el conflicto–
Miller elaboró un modelo teórico sobre el conflicto que describe y predice la conducta en
situaciones conflictivas. Postulados:
1) La tendencia de aproximación –gradiente de aproximación– o de evitación –gradiente
de evitación– en una meta aumenta según la proximidad a ella. La fuerza de atracción
es mayor cuanto más cerca de la meta está un organismo. Lo mismo sucede con la
fuerza de evitación.
2) La fuerza (o tendencia) de evitación aumenta más rápidamente que la de aproximación
cuando se está más próximo a la meta. La fuerza de evitación, por lo tanto, disminuye
más rápidamente al alejarse del objeto meta.
3) Tanto la tendencia de aproximación como de evitación concuerdan con la intensidad
de la tensión o motivación subyacente.
4) Cuando dos tendencias incompatibles entran en conflicto, la tendencia de fuerza
mayor es la que triunfará.
Los resultados de investigaciones muestran que el tiempo medio de resolución era más
bajo para los conflictos de aproximación-aproximación que para los de evitación-
evitación. Las situaciones de evitación-evitación producen más bloqueos, siempre que se
impida al individuo que evite la situación.
3.2. Frustración.
La frustración puede definirse como aquel comportamiento motivado que está bloqueado
por algún obstáculo. La persona u organismo no puede conseguir su objetivo deseado o
acceder a él, lo cual genera un estado emocional negativo. En otras palabras, cuando no
podemos tener lo que queremos porque hay algún impedimento, se experimenta una
vivencia emocional desagradable, que va desde la confusión, la tensión o inquietud, hasta
el enfado e incluso la agresión, y en última instancia, la desorganización de la conducta.
Ejemplos: p. 54.
Las causas de la frustración son diversas. Dependen tanto de la naturaleza del obstáculo
que produce la frustración como de la intensidad de la conducta motivada y de las
características de la persona (experiencia, expectativas, metas, etc.). Podemos agrupar
estas circunstancias que generan frustración en tres tipos de factores:
- El bloqueo o impedimento físico de la conducta. El obstáculo puede ser de los tipos
siguientes:
Físico: consiste en impedir físicamente la realización de la conducta que
conduce al objetivo, por ejemplo, inmovilizando a la persona (como en el caso
de los padres que no dejan salir de casa a su hija el fin de semana porque ha
suspendido, o en el caso de verse atrapado en un atasco de tráfico).
De tipo social o moral: las normas sociales o la ética impiden hacer cosas que a
uno le gustaría hacer en un momento determinado, porque están prohibidas o
reguladas socialmente.
- Las deficiencias: el obstáculo que impide el logro del objetivo se debe a una falta de
algo que la persona debería tener o que se le supone. En este caso, se produce la
frustración por no tener algo que uno cree que debería tener y que todos los demás
tienen. En este tipo de factores se incluirían los niveles de aspiración excesivamente
altos y no correlacionados con las capacidades o competencias de la persona, por
ejemplo, timidez, falta de asertividad, expectativas bajas de autoeficacia, capacidades
cognitivas, etc. También se incluiría en este apartado la retirada de un refuerzo cuando
hay la expectativa de recibirlo, tanto si se ha recibido con anterioridad como si hay
expectativas de que se recibirá en un futuro. Por ejemplo, un aumento de sueldo que
no se produce, una disminución de las comisiones de un vendedor o la supresión de un
puente festivo. Ejemplos: p.54.
- Los conflictos motivacionales: la existencia de conflictos motivacionales, tal como
hemos comentado en el subapartado anterior, pueden causar frustración. La persona
se encuentra inmersa entre diferentes motivos incompatibles entre sí y se ve forzada a
elegir uno de ellos.
Otro tipo de clasificación, más en la línea de Maslow, distingue entre frustración interna y
externa. La frustración interna se refiere a la incapacidad de satisfacer una necesidad, a
falta de competencia de la persona, cuando se tiene la oportunidad de hacerlo. Y la
frustración externa estaría relacionada con los obstáculos presentes en el entorno que
interfieren en nuestra conducta motivada.
3.2.1. Consecuencias comportamentales y emocionales de la frustración.
Antes nos hemos centrado en las posibles fuentes que generan frustración, ahora nos
centramos en sus consecuencias comportamentales y emocionales. Las principales formas
de reaccionar ante la frustración son:
- La agresión: Es la consecuencia más frecuente de la frustración. La agresividad puede
ser física (ataques, gestos agresivos) o verbal (insultos, humillaciones), y puede
dirigirse hacia la fuente que ha generado la frustración al impedir con la respuesta de
meta o interferir en ella –agresividad dirigida hacia el agente frustrante– o bien esta
agresividad se puede desplazar, la mayoría de las veces de manera inconsciente, hacia
otros objetos o personas, que diríamos vulgarmente que pagan los platos rotos o son
cabezas de turco. Como señala Yates, la tendencia a la agresión y su intensidad serán
mayores, cuanto mayor sea la motivación subyacente para alcanzar una meta deseada
que se ha interferido. La agresividad se puede dirigir hacia: el entorno (la persona
frustrada puede agredir directamente al agente causante de frustración. Cuando no
posible agredir directamente a la fuente causante (por ejemplo al jefe), la persona
dirige su agresión hacia objetos (dar golpes a las cosas o romperlas) u otras personas
de su entorno (familia, amigos)). Hacia la misma persona frustrada (la persona que
está frustrada dirige la agresividad contra ella misma, autoagresividad). Este tipo de
conductas suele ser porque la persona cree que es ella la causante de su frustración o
porque el sujeto es incapaz de canalizar su irritación o agresividad hacia el entorno.
- La regresión y la fijación: La frustración continuada puede provocar en el sujeto que la
sufre, además de la agresión, dos tipos de conductas: la regresión y la fijación.
Por regresión entendemos las conductas típicas de estadios evolutivos anteriores; es
una vuelta o retroceso a las etapas primarias de desarrollo –infantilismo. Ej.: p. 56.
La fijación se refiere a la conducta rígida, a la repetición de secuencias conductuales
que en el pasado eran adaptativas, pero que ahora no lo son. Se trata de una conducta
sin una meta clara, muy resistente a los cambios, y por lo tanto, estereotipada que se
hace de manera compulsiva.
A pesar de las consecuencias aversivas de los conflictos motivacionales y de la frustración,
conviene señalar que las personas tienen mecanismos para salvaguardar su integridad,
bienestar y autoestima. Son mecanismos de defensa (por ejemplo, justificación,
proyección), que si bien no solucionan el problema, disminuyen su impacto negativo.
4. Motivos sociales
Motivación de logro (motivo de logro): deseo (o la tendencia) de hacer las cosas tan
bien y rápidamente como sea posible. Por tanto, para Murray, el motivo o necesidad de
logro hace que las personas superen obstáculos, consigan metas difíciles, rivalicen con
otros o se superen a ellas mismas. McClelland define de una manera más concreta que
Murray el motivo de logro al indicar que consiste en una disposición a alcanzar el éxito
en aquellas actividades que implican la evaluación de la ejecución en relación con un
criterio de excelencia establecido. Es, por lo tanto, una tendencia a superarse o a
competir con uno o con los demás en relación con un criterio de excelencia establecido.
Este motivo se caracteriza, por tanto, por desarrollar al máximo las potencialidades de
la persona para conseguir sus objetivos o metas. Está orientado hacia el futuro, y, por lo
tanto, relacionado con la planificación de objetivos y esfuerzos en el logro de una meta.
- Investigaciones de laboratorio. Evaluación de la motivación de logro mediante
el TAT: Test de Apercepción Temática. P.58
- Motivación de logro y desarrollo económico: p.59. Las principales conclusiones
que se derivan del análisis hecho por McClelland consisten en el hecho de que:
(a) los incrementos en motivación de logro preceden al desarrollo económico,
y que (b) la disminución en la motivación de logro precede al declive
económico (McClelland, 1985).
- Investigación aplicada: modificación del motivo de logro: p.59-60.
En síntesis, las aportaciones de McClelland a la psicología de la motivación en relación
con la motivación de logro han consistido en lo siguiente: a) la elaboración de un
instrumento para medirla, a partir del trabajo pionero de Murray; b) el estudio de la
relación entre la motivación del logro y el desarrollo económico de los países, y c) la
realización de programas de modificación de la motivación del éxito a corto plazo.
John Atkinson es, junto con McClelland, otro autor relevante en el estudio de la
motivación de logro. Atkinson ha desarrollado la teoría de asunción del riesgo para
explicar la motivación de logro. Según este autor, la conducta orientada al éxito es el
resultado de un conflicto emocional entre la esperanza de éxito y el miedo al fracaso.
Matemáticamente, esta relación se formularía de la manera siguiente:
Ta = Te - Tf, donde Ta es la tendencia a la realización de una tarea orientada al éxito,
Te es la tendencia al éxito y Tf es la tendencia al fracaso.
A su vez, la tendencia al éxito (Te) es una función multiplicativa de tres variables:
• La motivación de logro (Me): puntuación obtenida por la persona en el TAT y que
representa la fuerza del motivo de logro.
• La probabilidad de éxito (Pe): calculada a partir de la percepción de la dificultad de la
tarea que indica la probabilidad de realizar una determinada tarea que conduzca al
éxito.
• El incentivo del éxito (Ie): varía según la probabilidad de éxito y se define como Ie =
1-Pe.
La tendencia al éxito se formula, globalmente, de la manera siguiente: Te = = Me x Pe x
Ie o Te = Me x Pe x (1 - Pe).
Por otro lado, los determinantes de la tendencia a evitar el fracaso se describen de
manera análoga a los de la motivación de aproximación:
• La tendencia a evitar el fracaso (Tf): depende de la motivación a evitar el fracaso
(Mf), que quiere ser la puntuación obtenida por la persona en un test para medir la
ansiedad o el miedo.
• La probabilidad de fracaso (Pf): se calcularía a partir de la probabilidad de éxito (Pe),
siendo Pf = 1 - Pe.
• El valor del incentivo del fracaso (If): varía según la probabilidad de fracaso y se
define como If = 1 – Pf.
De manera global, la tendencia al fracaso se formula del siguiente modo: Tf = Mf x Pf x
If o Tf = Mf x Pf x (1 - Pf).
Si combinamos globalmente ambas tendencias, tenemos que la conducta
orientada al éxito se definiría de la manera siguiente:
Ta = (Me x Pe x Ie) - (Mf x Pf x If).
Según la tendencia que se imponga, el sujeto realizará actividades orientadas al
éxito cuando la tendencia al éxito sea mayor que la tendencia a evitar el fracaso
(Te > Tf); o al contrario, desarrollará actividades dirigidas a evitar el fracaso cuando
Tf > Te.
Reeve señala que la conducta de logro no sólo está en relación con las tendencias al
éxito y miedo al fracaso, sino también con si la conducta de logro conduce o no a una
futura meta. La futura orientación de logro es función de la distancia psicológica o
tiempo que hay entre el presente y el momento en que se alcanza esta meta, y de las
características de personalidad que están relacionadas con el valor incentivo de la
meta presente o futura (Ejemplo de motivación de logro. Un atleta procura ganar una
carrera en el momento presente porque con esto se clasifica para una competición
futura de más prestigio).
Weiner y sus colaboradores han analizado cómo afectan las atribuciones causales a la
futura expectativade éxito-fracaso y a las emociones, y cómo por medio de éstas
determinan, enparte, la conducta futura. En lo que concierne a la motivación de logro
y a las atribuciones causales, Weiner sostiene que las personas con diferentes niveles
de necesidad de logro manifiestan distintos estilos atribucionales de sus éxitos y de sus
fracasos.
Las personas con una necesidad alta de logro atribuyen, más que los individuos con
una necesidad baja de logro, sus éxitos a causas internas y estables (capacidad), sus
fracasos, generalmente, a la falta de esfuerzo (causa interna e inestable). Por otro
lado, las personas con baja motivación de éxito atribuyen el logro a la facilidad de la
tarea o a la buena suerte (causas externas y puntuales) y el fracaso a la falta de
capacidad (causa interna y estable).
CARACTERÍSTICAS DE LAS PERSONAS CON MOTIVACIÓN DE LOGRO ALTA.
Los rasgos más frecuentes que están presentes en estos individuos:
- Rinden más en tareas de dificultad moderada que suponen un reto o desafío.
Los sujetos con motivación alta de logro prefieren tareas de dificultades
moderadas (ni fáciles ni difíciles).
- Rinden igual que las personas con necesidad baja de logro en tareas
consideradas fáciles o difíciles, ya que estas situaciones no son motivadoras
para ellos. Es decir, ante tareas desafiadoras (dificultad moderada), los sujetos
con motivación alta de logro ponen a prueba sus capacidades y habilidades, y
se convierten en tareas atractivas.
- Las personas con un temor alto al fracaso elegirán, en general, tareas fáciles o
difíciles. Con relación a las tareas fáciles, la probabilidad de fracaso es baja, y
con respecto a las tareas difíciles es alta, pero esta última no llevaría asociada
la emoción de vergüenza, a causa de la dificultad propia de la tarea.
- Atribuyen el éxito al esfuerzo personal prolongado, y por ello persisten
durante más tiempo en sus esfuerzos en la tarea propuesta hasta que alcanzan
su objetivo. El éxito se debe a causas internas, a factores disposicionales y no
ambientales.
- Asumen la responsabilidad de las consecuencias de su conducta.
- Son emprendedores y buscan el éxito en las actividades profesionales que se
proponen.
- Necesitan tener retroalimentación o información sobre su ejecución o
rendimiento en una tarea determinada.
Motivos de afiliación: El motivo de afiliación puede definirse como el interés por
establecer, mantener o restaurar una relación afectiva positiva con una o varias
personas. Es la necesidad de ser aceptado socialmente y de tener seguridad en las
relaciones interpersonales, tanto individuales como grupales. También incluye la
pertenencia a un grupo de referencia como pueden ser los compañeros –de trabajo, de
la escuela–, los amigos, una sociedad, corporación o partido político. De acuerdo con
Reeve, la conceptualización de afiliación comprende tanto aspectos positivos de la
relación social –necesidad de establecer relaciones cordiales, íntimas y positivas– como
aspectos negativos de ésta –necesidad ansiosa de establecer, mantener y recuperar las
relaciones interpersonales.
- Desarrollo de la motivación de afiliación: Parece que el desarrollo de la
necesidad de afiliación está influido por la relación de los padres con sus hijos.
El niño aprende a asociar la presencia de los progenitores –en particular, la
madre– o la presencia de otras personas con la satisfacción de sus necesidades
fisiológicas y psicológicas. las alabanzas recibidas por los niños durante la
infancia favorecen el desarrollo de la motivación de afiliación, mientras que el
hecho de no prestar atención al niño –ausencia de atenciones maternales–, no
demostrarle afecto, hace que disminuya esta motivación. El miedo al rechazo
ejerce un papel importante en el desarrollo de la motivación de afiliación. La
motivación de afiliación varía a lo largo del ciclo vital, y en ella ejercen una
gran influencia los patrones educativos, sociales y culturales.
CARACTERÍSTICAS DE LAS PERSONAS CON MOTIVACIÓN DE AFILIACIÓN ALTA.
Las personas con una necesidad alta de afiliación se caracterizan por lo siguiente:
- Desarrollar las relaciones interpersonales. Se esfuerzan por iniciar amistades
nuevas, formar parte de grupos o asociaciones e interactúan más tiempo con
las personas, etc.
- Mantener las redes interpersonales. Intentan mantener o conservar las
amistades; para esto se ponen más en contacto con los amigos (teléfono,
carta, Internet, visitas, etc.). Evitan el conflicto y el juego competitivo; se
muestran más cooperadores y son más conformistas con los deseos de los
demás. Se preocupan por lo que los demás pueden pensar de ellos y
encuentran gratificantes y satisfactorias las interacciones o el contacto con los
demás. Establecen una comunicación no verbal positiva (sonrisas, risas,
contacto visual) y son más sensibles a las caras que a otros objetos.
Eso no quiere decir que las personas con una necesidad baja de afiliación no realicen
estas actividades, sino que en comparación con los sujetos con motivación alta de
afiliación, las realizan con una frecuencia más baja.
Por otra parte, parece que el miedo activa o induce la conducta de afiliación. El
aislamiento social y las situaciones que generan miedo aumentan el deseo de la
persona de afiliarse, ya que el hecho de estar o sentirse en compañía de otras
personas reduce el miedo. Por este motivo, los individuos con una necesidad alta de
afiliación intentan evitar el rechazo de los demás, y por ello rehúyen el conflicto y la
competición, y buscan la aprobación de los demás.
En relación con el motivo de afiliación, se encuentra el motivo de intimidad, que es
una conceptualización más positiva del motivo de afiliación. A diferencia de este
último, el motivo de intimidad se centra menos en el rechazo social y más en la calidad
(social y afectiva) de las relaciones interpersonales. Como señala McAdams , el motivo
de intimidad implica la voluntad o deseo de experimentar un intercambio cálido,
íntimo y comunicativo con otras personas, en el que el afecto positivo es un elemento
esencial de las relaciones sociales.
Los individuos que tienen un motivo fuerte de intimidad se consideran más cordiales,
sinceros y afectuosos. Prestan más atención a los aspectos no verbales y afectivos de la
comunicación (expresiones faciales, contacto corporal, contacto ocular, etc.), son más
propensos a fomentar la amistad y se sinceran más con la gente que las personas con
necesidades bajas de intimidad.
Motivo de poder: el motivo de poder consiste en ejercer dominio y control sobre los
demás, y mantener esta autoridad mientras se quiera (EJ.: P. 67).
- Desarrollo del motivo de poder: En el desarrollo, adquisición y uso del motivo
de poder parece que, como en el caso de los motivos anteriores de afiliación y
de logro, las pautas educativas familiares y escolares durante la infancia y la
adolescencia, junto con los valores socioculturales, son los máximos
responsables de este motivo. No obstante, puede haber otras variables
difíciles de precisar y cuantificar que también pueden influir en la aparición y
mantenimiento de esta necesidad de poder. Por otra parte, dentro del motivo
de poder conviene diferenciar entre la adquisición y posesión de fuentes de
poder, y las acciones de poder que es posible ejercer sobre los demás. Por
fuentes de poder se entienden los recursos de que dispone la persona para
ejercer el poder, que pueden ser personales (inteligencia, fuerza física, belleza,
encanto, etc.) o institucionales (materiales, económicos, legales, estatus
laboral, estatus social, control de la información, armas, etc.), mientras que las
acciones de poder serían los mecanismos por medio de los cuales se ejerce el
poder o el control sobre los demás (persuasión, amenazas, promesas,
recompensas, fuerza, etc.). Como se desprende, el motivo de poder requiere
como mínimo dos participantes: uno que ejerce el poder y otro que lo sufre.
Es, por lo tanto, una relación de asimetría, en la cual una persona influye en la
conducta de la otra, la mayoría de las veces a partir del miedo que genera en
los demás la probable consecuencia de la aplicación del poder. Tendríamos un
claro ejemplo de esto en las dictaduras.
CARACTERÍSTICAS DE LAS PERSONAS CON MOTIVACIÓN ALTA DE PODER.
Las características más destacadas son las siguientes:
- Tienden a buscar el reconocimiento en grupos pequeños. Quieren ser el líder
del grupo. Por este motivo, se rodean de personas que las respeten, las adulen
y sean seguidoras no competitivas.
- Suelen hacer alianzas de conveniencia con otras personas para su propio
beneficio. No obstante, pueden llegar a ser buenos líderes cuando están
orientados a la tarea y no actúan por beneficio personal.
- Intentan convencer a los demás y persuadirlos, y muchas veces ejercen
profesiones en las cuales es más fácil la posibilidad de influir (por ejemplo,
profesor, psicólogo, sacerdote, empresario, abogado o periodista).
- Tienden a buscar el reconocimiento en grupos pequeños. Quieren ser el líder
del grupo. Por este motivo, se rodean de personas que las respeten, las adulen
y sean seguidoras no competitivas.
- Suelen hacer alianzas de conveniencia con otras personas para su propio
beneficio. No obstante, pueden llegar a ser buenos líderes cuando están
orientados a la tarea y no actúan por beneficio personal.
- Intentan convencer a los demás y persuadirlos, y muchas veces ejercen
profesiones en las cuales es más fácil la posibilidad de influir (por ejemplo,
profesor, psicólogo, sacerdote, empresario, abogado o periodista).
Motivos de agresión.
Relación entre el motivo de poder y los motivos sociales de logro y afiliación: Una de
las diferencias entre el motivo de logro y el motivo de poder reside en el hecho de que
las personas con necesidad alta de poder son conservadoras, ya que utilizan el poder
para mantener su situación actual, mientras que los individuos con necesidad alta de
logro, en su intento de mejorar su situación, no rechazan los cambios siempre que
éstos les favorezcan en el logro de su meta u objetivo.
5. Motivación intrínseca y extrínseca
5.1. Motivación intrínseca: conductas que son motivadoras por sí misma.
Definición: la motivación intrínseca (MI) es la de “ejecución de actividades sin
mediación de ninguna recompensa externa aparente”. Esta definición presenta una
limitación.
Ejemplo de definición problemática de la motivación intrínseca
Un niño de quinto curso de primaria que aborrece las matemáticas se pasa durante la semana muchas horas
haciendo multiplicaciones y divisiones, porque su padre le ha prometido que si aprueba, le regalará el último
modelo de videoconsola, y sabe que su padre cumple las promesas. Un observador externo que desconozca
estas circunstancias puede inferir, erróneamente, que este niño está motivado intrínsecamente por las
matemáticas, cuando está en realidad motivado por la expectativa de un incentivo extrínseco (por lo que se
sabe hasta el momento, la realización de operaciones matemáticas no genera de manera natural
videoconsolas).
Esta limitación importante de la definición conductual de motivación intrínseca nos
lleva a reconocer que difícilmente se puede definir con precisión este concepto si no se
tienen en cuenta determinadas características de la experiencia subjetiva (de la
conciencia) del sujeto que hace la conducta. Tradicionalmente, se ha considerado que
los contenidos de la conciencia indicadores de motivación intrínseca para una tarea
son las emociones positivas de disfrute e interés que acompañan a la ejecución de
ésta.
Más recientemente, Csikszentmihalyi ha estudiado en profundidad las características
componentes de la experiencia subjetiva (estado de conciencia) que acompaña a la
motivación intrínseca. Ha llamado a este estado de conciencia experiencia de flujo (y
también conciencia autotélica y experiencia óptima), y se caracteriza porque el sujeto
se muestra del modo siguiente:
a) Está totalmente concentrado (e implicado) en la realización de la tarea.
b) El altísimo nivel de concentración en la tarea produce a veces pérdida de la
conciencia del yo (la persona está tan concentrada en lo que hace que se olvida de ella
misma).
c) Tiene una sensación alta de control sobre la tarea y sus resultados.
d) Tiene una percepción “distorsionada” del paso del tiempo (transcurre normalmente
mucho más deprisa).
e) Se siente bien, desde un punto de vista emocional (suele sentirse contento,
satisfecho, activo y confiado).
Cuando una persona se esfuerza y persiste en la ejecución de una tarea sin que haya
incentivos extrínsecos para ello (reales o anticipados mentalmente) y en el plano
subjetivo experimenta con una cierta intensidad las dimensiones que acabamos de
señalar, podemos decir que está motivada intrínsecamente. Un ejemplo, las aficiones
que una persona tiene. La motivación intrínseca también suele ser alta en las
actividades profesionales creativas como escribir, pintar, componer, etc. Debemos
tener en cuenta, no obstante, que la motivación intrínseca no es patrimonio exclusivo
de este tipo de actividades. Como veremos más adelante, si se cumplen determinadas
condiciones, prácticamente cualquier tipo de tarea puede llegar a suscitar interés
intrínseco. Para evaluar la motivación intrínseca se utilizan dos tipos principales de
procedimientos: conductual y de autoinforme.
Teorías actuales de la motivación intrínseca: tres teorías teoría de la evaluación
cognitiva, teoría cognitiva social y teoría del flujo.
Teoría de la evaluación cognitiva de Deci:
Enunciados básicos:
a) En lo que concierne a los humanos, la conducta motivada intrínsecamente se debe a
una necesidad (psicológica) innata de sentirse competente y autodeterminado. El
sentimiento de competencia se refiere a la percepción que tiene la persona de sus
habilidades. La autodeterminación consiste en la percepción que tiene de que ella es la
causa de su conducta: percibir una acción como el resultado de una decisión y un deseo
personal y no de influencias externas, más o menos sutiles. Necesitamos sentirnos
capaces (competentes) de realizar aquellas tareas que valoramos, y percibirnos como los
agentes causales de nuestras acciones.
b) En los acontecimientos externos relacionados con la conducta (diferentes tipos de
recompensas, retroalimentación de la información, etc.) se pueden distinguir dos
aspectos funcionales: uno de control y uno informativo. Según si se destaca más un
aspecto u otro, los mencionados acontecimientos externos se clasifican como
controladores o como informativos.
c) Los acontecimientos externos afectan a la motivación intrínseca mediante las
percepciones mediadoras de competencia y autodeterminación. Los acontecimientos
controladores disminuyen la motivación intrínseca porque cambian el locus de causalidad
de la conducta de interno a externo. Los acontecimientos informativos afectan a la
motivación intrínseca por medio de la percepción de competencia: si mejoran la
competencia percibida, incrementan la motivación intrínseca; si empeoran la
competencia percibida, la disminuyen.
d) En el año 1985, Deci y Ryan añadieron una cuarta proposición a la teoría de la
evaluación cognitiva que prevé la influencia sobre la motivación intrínseca de los
acontecimientos internos (variables psicológicas personales, específicas y globales). Estas
variables pueden ejercer un doble papel: actuar directamente como reguladores de la
motivación intrínseca y modular la influencia de los acontecimientos externos sobre la
motivación intrínseca. Las variables personales moduladoras (diferentes de la
competencia percibida y de la autodeterminación) son de carácter disposicional. Dos de
las más importantes son el locus de control del reforzamiento (Rotter, 1966) y la
orientación disposicional de metas. De una manera parecida a como habían hecho con los
acontecimientos externos, Deci y Ryan clasifican los acontecimientos internos (variables
personales) en informativos y controladores, según si favorecen o perjudican a la
motivación intrínseca.
(La Teoría de la Evaluación Cognoscitiva busca determinar la influencia de las recompensas sobra la
motivación intrínseca. Básicamente plantea que cuando una persona realiza una actividad impulsado por
motivación intrínseca y recibe alguna recompensa (motivador extrínseco) ésto provoca una disminución de la
motivación intrínseca inicial. La explicación más común del fenómeno señala que al agregar compensaciones
externas (recompensas), el individuo empieza a percibir que su conducta es controlada desde afuera, por
otros (los otorgantes de la recompensa). Esto afecta negativamente su autodeterminación y resiente su
motivación intrínseca. Se ha descubierto, sin embargo, que no todas las recompensas tienen el mismo efecto
sobre la motivación intrínseca. Las recompensas tangibles (dinero o cualquier otro premio material, por
ejemplo) disminuyen la motivación intrínseca, mientras que las recompensas intangibles (un elogio,
verbigracia) no la afectan. Por otro lado, las recompensas esperadas (anunciadas con antelación) disminuyen
la motivación intrínseca, mientras que las recompensas inesperadas no la afectan. Así, una recompensa
tangible y esperada afecta fuertemente la motivación intrínseca. Una recompensa intangible e inesperada no
la afectaría. De tal forma que la relación entre recompensas externas y motivación intrínseca no es tan lineal
como en un principio se creyó. Otro par de factores suministra una idea más clara de esta relación, Toda
recompensa tiene dos efectos: un efecto controlador de la conducta (moldea el comportamiento en la
dirección deseada por el otorgante de la recompensa, afectando así la autodeterminación del individuo) y un
efecto informativo sobre su competencia (le comunica a la persona su nivel de habilidad para la realización de
la tarea). Si una recompensa tiene un efecto poco controlador (promueve la autodeterminación) hace que la
motivación intrínseca aumente. Esto no ocurre si la recompensa tiene un alto efecto controlador (niega la
autodeterminación). Por otro lado, si la información hace que el individuo se perciba como muy competente,
se estimula la motivación intrínseca. Lo contrario ocurre si la información hace énfasis en las fallas y transmite
una idea de baja competencia).
Resultados: síntesis e interpretación
Como apuntábamos con anterioridad, los resultados de los numerosos estudios sobre los
efectos de las recompensas en la MI son variados y a veces contradictorios, al menos en
apariencia. Según algunos autores, el hecho de encontrar resultados diferentes viene por
el hecho de que en estos experimentos las recompensas se aplicaron con diferentes
criterios (contingencia de recompensa).Taxonomía de contingencias de recompensa:
a) Recompensa no contingente con la tarea. El sujeto recibe los incentivos simplemente
por participar en el experimento, independientemente de lo que haga (este tipo de
contingencia es parecido a la contingencia del trabajo por horas).
b) Recompensa contingente con la tarea. El sujeto recibe los incentivos por trabajar en la
tarea o por acabarla, pero sin tener en cuenta la calidad de la ejecución (es lo que en la
vida real correspondería al sistema de trabajo a destajo).
c) Recompensa contingente con la calidad de la ejecución. Sólo se proporcionan los
incentivos si se alcanza un determinado nivel de calidad en la realización de la tarea. Por
ejemplo, colorear un dibujo sin salir una sola vez del contorno.
d) Recompensa contingente competitiva. Los sujetos compiten los unos con los otros por
un número limitado de recompensas, más pequeño que el número de competidores. Sólo
se obtiene la recompensa si se rinde más que el competidor.
Los resultados encontrados según la contingencia de recompensa se pueden resumir del
modo siguiente:
1) Las recompensas no contingentes con la tarea (recompensas por participar) no afectan
a la motivación intrínseca previa.
2) Las recompensas competitivas disminuyen la motivación intrínseca.
3) Las recompensas contingentes con la realización de la tarea disminuyen la motivación
intrínseca alta, pero incrementan la motivación intrínseca baja.
4) Las recompensas contingentes con la calidad de la ejecución, en la mayoría de los
estudios, incrementan la MI, si comparamos este procedimiento con un grupo de control
al cual no se proporciona ningún tipo de recompensa.
Por lo que respecta a la influencia sobre la motivación intrínseca de la expectativa y el
efecto de la recompensa, se ha encontrado que: 1) sólo las recompensas anunciadas
previamente, y por lo tanto esperadas, disminuyen la motivación intrínseca; y 2) las
recompensas disminuyen la motivación intrínseca cuando son muy manifiestas (su
presencia en el entorno se destaca mediante varios procedimientos), pero no a la inversa.
Los resultados de la mayoría de los estudios sobre los efectos de la retroalimentación
(feedback) del rendimiento en la motivación intrínseca muestran que la retroalimentación
positiva (información verbal sobre un buen rendimiento en la tarea) incrementa la
motivación intrínseca, mientras que la retroalimentación negativa la disminuye.
Deci y Ryan interpretan del modo siguiente los resultados que hemos resumido como
favorables a la teoría de la evaluación cognitiva: cuando se proporciona retroalimentación
informativa, si es positiva, potencia la percepción de competencia y, a su vez, favorece la
MI. Contrariamente, la retroalimentación negativa disminuye la competencia percibida y
la motivación intrínseca. El uso de recompensas extrínsecas perjudica la MI porque
disminuye la percepción de autodeterminación y cambia el locus de causalidad de interno
a externo.
Teoría cognitiva social de Bandura (TCS):
Según la TCS, las conductas motivadas intrínsecamente (las que uno emprende porque se
divierte haciéndolas) no están reguladas por las necesidades psicológicas globales e
innatas de autodeterminación y competencia, sino por las consecuencias afectivamente
positivas que genera de una manera natural y espontánea su ejecución (incentivos
intrínsecos). En otras palabras, una conducta motivada intrínsecamente es aquella cuya
ejecución está regulada, principalmente, por los incentivos intrínsecos que produce.
En la TCS (Bandura, 1986), se proponen dos dimensiones o criterios objetivos para
distinguir entre incentivos intrínsecos y extrínsecos y para establecer las diferentes
categorías de incentivos intrínsecos (observad la figura siguiente). Estas dos dimensiones
son la contingencia (tipo de relación entre la conducta y los incentivos) y el locus (lugar o
ubicación donde se producen los incentivos). La contingencia puede ser natural (los
incentivos son consecuencias naturales de la conducta) o arbitraria (los incentivos son
consecuencias relacionadas con la conducta por criterios o convencionalismos sociales). El
locus es externo si los incentivos son acontecimientos que se producen en el entorno
(fuera del sujeto), y es interno si son acontecimientos que se producen en el sujeto.
Clasificación de los incentivos en intrínsecos y extrínsecos según la
contingencia (natural-arbitraria) y el locus de control (interno-externo).
Según la TCS, los incentivos extrínsecos son consecuencias de la conducta arbitrarias y
externas y positivas afectivamente. Todas las demás combinaciones de las dimensiones de
contingencia y de locus dan lugar a incentivos intrínsecos (consecuencias naturales y
consecuencias internas de la conducta). Ilustraremos con ejemplos cada una de las cuatro
categorías de incentivos.
a) Incentivos intrínsecos naturales-externos. En este caso, se trata de cambios que tienen
lugar en el entorno y que constituyen consecuencias naturales de la conducta. Ejemplos
de este tipo de incentivos intrínsecos son los sonidos agradables producidos por el
manejo hábil de un instrumento musical, las vistas maravillosas que puede contemplar un
escalador o las sensaciones táctiles agradables que experimenta un nadador en la piscina.
b) Incentivos intrínsecos naturales-internos. Este tipo de incentivos intrínsecos está
constituido por los cambios fisiológicos y las sensaciones propioceptivas e interoceptivas
agradables que se derivan de forma natural de la ejecución de algunas actividades. Un
ejemplo de este tipo de incentivos intrínsecos son las sensaciones de bienestar corporal
producidas por el ejercicio físico, una vez superada la etapa inicial de las agujetas.
c) Incentivos intrínsecos arbitrarios-internos. Esta categoría de incentivos intrínsecos se
refiere a los fenómenos psicológicos que se derivan del éxito en la realización de una
determinada conducta como el fortalecimiento de la autoeficacia y las emociones
positivas relacionadas con el éxito. Según Bandura, los incentivos intrínsecos de esta
categoría son los más importantes en la regulación de la motivación. (Para un escalador,
volver a coronar la misma cima siguiendo una ruta ya conocida y en condiciones climáticas
idénticas constituye algo falto de interés, aunque le continúe ofreciendo unas vistas
maravillosas. Esta meta ya conquistada no constituye un reto para él, y, por lo tanto, su
éxito no le permitirá fortalecer su autoeficacia ni experimentar emociones positivas.)
El carácter arbitrario de la contingencia entre la conducta y las variables psicológicas
mencionadas se refiere al hecho de que no dependen de niveles fijos de rendimiento
(dificultad de la tarea), sino de criterios personales que se forman a partir de la particular
historia de aprendizaje social de cada individuo. No obstante, una vez formados estos
criterios personales de rendimiento, las emociones relacionadas con el éxito se derivan de
ellos de manera casi automática. La obtención de un aprobado en una asignatura no
genera invariablemente respuestas emocionales positivas en todos los estudiantes.
Producirá satisfacción en aquellos que aspiran a un aprobado, pero no en los que aspiran
a un sobresaliente.
e) Incentivos extrínsecos. Están constituidos por acontecimientos que son por sí mismos
de naturaleza social, o por objetos y acontecimientos que se relacionan con la conducta
por medio de convenios sociales. Las felicitaciones por una tarea bien hecha, los aplausos
después de una actuación o el dinero recibido por hacer un trabajo constituyen ejemplos
de incentivos extrínsecos.
Según la investigaciones llegan a estos resultados: el establecimiento de metas próximas,
que promueve un desarrollo más alto de la autoeficacia, es un procedimiento adecuado
para fomentar la MI para tareas inicialmente poco interesantes; cuando la MI inicial para
una tarea es media/alta (y también la autoeficacia), el mejor procedimiento para
mantenerla e incluso incrementarla parece que es el establecimiento de metas lejanas (en
este caso, la utilización de metas próximas afectaría negativamente a la percepción de
autodeterminación).
Considerados de manera conjunta, los resultados de Bandura y Schunk y los Manderlink y
Harakiewicz sugieren la existencia de un efecto umbral en la relación entre la autoeficacia
y la MI: el incremento de la autoeficacia más allá de valores moderados/altos no genera
incrementos correlativos en el interés intrínseco.
Teoría del flujo de Csikszentmihalyi:
Csikszentmihalyi propuso un modelo para explicar la experiencia de flujo que las personas
experimentan cuando realizan un tipo determinado de actividades. (El flujo es un estado
mental operativo en el cual la persona está completamente inmersa en la actividad que
está ejecutando. Se caracteriza por un sentimiento de enfocar la energía, de total
implicación con la tarea y de éxito en la relación de la actividad).
Tal como puede observarse en la figura anterior, la experiencia de flujo depende de la
relación entre dos variables: la dificultad de la tarea (reto o desafío) y el nivel de
habilidad del sujeto para llevarla a término; o mejor dicho, de la correspondencia entre la
percepción que tiene el sujeto de la dificultad de la tarea y la percepción de su habilidad
(autoeficacia). La proporción desafíos/habilidades necesaria para que la persona
experimente flujo mental tiene que aproximarse a la unidad, representada en la figura por
la línea en diagonal; en otras palabras, la persona experimentará flujo cuando su
percepción de habilidad se corresponda con la dificultad de la tarea (reto óptimo). Si la
dificultad de la tarea supera ampliamente las habilidades del sujeto, y la tarea es
importante, experimentará ansiedad. Si las habilidades y, en consecuencia, la
autoeficacia, son muy superiores a la dificultad de la tarea, el sujeto se aburrirá.
El modelo representado en la figura es un modelo global, en un doble sentido. Por una
parte, pretende explicar la experiencia de flujo de diferentes sujetos, con diferente grado
de habilidad respecto de una misma tarea; un sujeto con una habilidad baja (una
puntuación de tres) puede experimentar flujo (si la dificultad de la tarea es también baja),
de la misma manera que un sujeto con habilidad alta (una puntuación de ocho). Por otra
parte, es un modelo aplicable a muchas tareas diferentes; en principio, cualquier tarea
puede generar experiencia de flujo, si la dificultad se corresponde con las habilidades.
Este modelo es también diacrónico: permite explicar cómo evoluciona a lo largo del
tiempo la experiencia de flujo para una actividad concreta en un sujeto concreto. Para
que una tarea continúe generando flujo, el sujeto tiene que fijarse progresivamente retos
nuevos a medida que aumenta su destreza.
En el año 1985, el equipo de Fasto Massimini, de la Universidad de Milán hizo una
aportación interesante metodológica en esta línea de investigación. Así, este hallazgo
empírico tuvo un corolario teórico interesante: la formulación de un modelo específico
(para un sujeto particular en una tarea particular) de la experiencia de flujo (observad la
figura siguiente).
El modelo específico de flujo. El origen de la experiencia óptima se encuentra en
la media de desafíos y habilidades (sólo por encima de aquel punto se empieza a experimentar).
Según este modelo, un sujeto concreto en una actividad concreta sólo experimentará
flujo cuando sus habilidades se ajusten al nivel de dificultad de la tarea, y ésta sea
media/alta para este sujeto en aquel momento. Si la dificultad y la habilidad son bajas, la
persona experimentará apatía; si la dificultad es alta y la habilidad baja, se producirá
ansiedad; y si la dificultad es baja y la habilidad alta, el sujeto se aburrirá. El modelo
específico de flujo (para un sujeto concreto respecto de una tarea concreta en un
momento concreto) de la figura anterior no es contradictorio, sino complementario, con
el modelo global y diacrónico de la figura.
Las predicciones del modelo específico de flujo han recibido confirmación empírica. Así,
los resultados de este estudio, resumidos en el gráfico siguiente, muestran cómo cuatro
de los componentes básicos de la experiencia de flujo (concentración, sensación de
control, percepción de control y satisfacción) sólo adquieren valores altos (expresados en
puntuaciones Z) cuando la dificultad de la tarea y la habilidad del sujeto son medias/altas.
Procedimientos para fomentar la motivación intrínseca.
Procedimientos para fomentar la MI para tareas que suscitan en principio poco interés.
En la actualidad, tenemos bastante conocimiento sobre estos procedimientos.
Proponemos su clasificación en tres grandes categorías:
1) Procedimientos centrados en la presentación y planificación de las tareas. Incluiríamos
aquí la participación en la toma de decisiones, la variedad y novedad en el contenido de las
tareas (para evitar la rutina y el aburrimiento), y las técnicas de establecimiento de objetivos.
Al utilizar estas técnicas, se debe procurar que la dificultad de las metas se adecue a las
habilidades del sujeto y que éste participe en el establecimiento de metas, para potenciar su
grado de compromiso y su sentido de autodeterminación personal.
2) Procedimientos centrados en la enseñanza de habilidades. Los procedimientos que
parece que facilitan al máximo la adquisición de habilidades nuevas y el
fortalecimiento de la autoeficacia son los de modelado participante en los cuales el
sujeto, en primer lugar, observa la habilidad en cuestión y, después, la práctica, y
recibe retroalimentación adecuada para corregir los errores.
3) Procedimientos de aplicación de incentivos extrínsecos. En muchos casos, para
motivar el aprendizaje de habilidades nuevas implicadas en la ejecución de una
tarea y fomentar el interés intrínseco por ella, no hay más remedio, en las etapas
iniciales, que utilizar incentivos extrínsecos (premios, alabanzas, etc.). En este caso,
se tiene que procurar que los incentivos mencionados sean contingentes con la
calidad de la ejecución y con el progreso individual (no contingentes con la tarea) y
que sean tan poco salientes como sea posible. A medida que el sujeto mejora sus
habilidades, se pueden ir retirando de manera progresiva los incentivos
extrínsecos, ya que la actuación hábil producirá sus propios incentivos intrínsecos.
Estos procedimientos pueden aplicarse por separado o combinándolos en una sola
intervención, y potencian la MI por medio de los procesos mediadores especificados en la
figura que viene a continuación.
5.2. Motivación extrínseca: podemos definir como conducta motivada extrínsecamente toda
aquélla en la cual el esfuerzo y la persistencia están regulados principalmente por
incentivos externos (objetos o acontecimientos que se producen en el entorno) y de
contingencia arbitraria (relacionados con la conducta para una convención social). Por
ejemplo, el trabajador que se esfuerza porque le pagan, pero no le gusta su trabajo; el niño
que practica un deporte porque es una ocasión de estar con sus amigos. Son ejemplo de
conductas motivadas extrínsecamente. No obstante, también se consideran conductas
motivadas extrínsecamente las que tienen como finalidad principal la evitación del castigo.
Así, el soldado que se esfuerza en sus tareas para evitar una semana entera de guardias en
el cuartel, o el niño que hace sus deberes para que los padres no lo riñan constituyen
también ejemplos de motivación extrínseca.
6. Campo de aplicación de la psicología de la motivación
Motivación y promoción de la salud:
A continuación, describiremos tres de los modelos sociocognitivos de primera generación más
utilizados en la predicción de las conductas relacionadas con la salud: el modelo de creencias
sobre la salud (MCS), la teoría de la acción razonada (TAR) y la teoría de la autoeficacia
aplicada a la salud (TAE).
- Modelo de creencias sobre la salud (MCS): Según este modelo, y tal como
puede observarse en la figura siguiente, la probabilidad de ejecución de una
conducta promotora de la salud está determinada directamente, por un lado
por el balance coste-beneficio de la conducta preventiva y, por el otro, por la
amenaza percibida de enfermedad. Definiremos, pues, en primer lugar estos
constructos. Los beneficios consisten en las consecuencias percibidas positivas
de la conducta saludable (físicas, psicológicas y sociales), mientras que los
costes o barreras se refieren a las consecuencias negativas percibidas (costes
económicos, incomodidades físicas, efectos secundarios) de la conducta
preventiva. Por su parte, la amenaza es la resultante del producto de la
susceptibilidad y la gravedad percibidas de la enfermedad. A su vez, la
susceptibilidad se define como la probabilidad percibida de que se produzca la
enfermedad, y es equivalente al riesgo percibido; la gravedad se refiere a la
importancia que la persona concede a las consecuencias orgánicas,
psicológicas y sociales de enfermar. Otro constructo importante en el modelo
de creencias sobre la salud son las claves para la acción, que se definen como
el conjunto de señales externas e internas que activan o actúan como
desencadenantes de la amenaza percibida. Algunos ejemplos de claves para la
acción externa son las campañas sobre la salud por los medios de
comunicación o los consejos sobre la salud aportados por otras personas.
Entre las claves internas, hay que destacar como más importante la percepción
de síntomas.
En el MCS se prevé también la posible influencia de variables
sociodemográficas y psicosociales sobre las conductas de salud. Sin embargo,
esta influencia es siempre mediada, que se produce por la cognición del
sujeto, y que hace que estas variables actúen como los determinantes
próximos del comportamiento.
En síntesis, los constructos importantes del MCS son los beneficios y las
barreras de la conducta de salud; la amenaza percibida; la susceptibilidad y
gravedad percibida de la enfermedad, y las claves para la acción.
La idea central del MCS puede pronunciarse del siguiente modo: la
probabilidad de ejecución de una conducta de salud es una función de la
amenaza percibida de enfermedad y del balance coste/beneficio anticipados
de la acción preventiva. Esto significa que, para que haya una motivación
mínima para ejecutar la conducta preventiva, la persona tiene que percibir
que su salud corre un cierto riesgo y que la conducta que se debe tener
presenta más ventajas que inconvenientes.
- Teoría de la acción razonada (TAR): en la TAR la conducta de salud se considera
directamente determinada por la intención, que puede definirse como la
decisión o el propósito firme de hacer la conducta en un futuro próximo
inmediato. La intención está codeterminada por la actitud hacia la conducta,
que en este modelo sería la variable de carácter personal, y por la norma
subjetiva, un determinante de carácter situacional y social. La actitud consiste
en el juicio de la persona sobre la utilidad o la conveniencia e idoneidad de
hacer la conducta de salud. La norma subjetiva consiste en la percepción
subjetiva de las presiones sociales para llevarla a término. El peso relativo de la
actitud y de la norma subjetiva en la determinación de la intención dependerá
en cada caso de la conducta de salud concreta y de la situación. A su vez, la
actitud y la norma subjetiva están determinadas por las creencias
conductuales y las creencias normativas, respectivamente. Las creencias
conductuales (tipo y valor de los resultados) consisten en las consecuencias de
la conducta de salud anticipadas por la persona. Las creencias normativas se
refieren a la percepción que uno tiene de lo que otras personas próximas y
relevantes esperan de alguien, en relación con la realización de la conducta de
salud, y las ganas que uno mismo tiene de gustar a estas personas (motivación
para cumplir).
- Teoría de la autoeficacia aplicada a la salud (TAE): Desde un punto de vista
teórico, se plantea que la autoeficacia y las expectativas de resultados pueden
influir en la salud por medio de sus efectos motivacionales y también
mediante sus efectos emocionales, entendidos básicamente como la
capacidad de modulación de la reactividad biológica ante estímulos
estresantes. En lo que concierne a variables motivacionales de carácter
cognitivo que determinan la elección de comportamientos y el esfuerzo y la
persistencia en los comportamientos elegidos, las expectativas pueden:
a) regular los intentos de abandonar hábitos perjudiciales para la salud:
conductas adictivas y ciertas pautas alimentarias;
b) determinar el esfuerzo y la persistencia en el cumplimiento de
comportamientos favorecedores de la salud, autoimpuestos o prescritos por
profesionales médicos, e
c) influir en la rapidez y magnitud de la recuperación de actividades de la vida
cotidiana, como el comportamiento sexual o la actividad laboral, que han
quedado interrumpidas por traumas físicos o por enfermedades de
discapacidad (artritis, infarto de miocardio).
Las expectativas pueden influir también en la salud mediante los efectos de
carácter emocional, porque parece que la capacidad percibida para afrontar
situaciones estresantes es una variable psicológica crítica en la modulación de
la reactividad biológica.
Los otros dos modelos sociocognitivos, el MCS y la TAR, no tienen en cuenta
este mecanismo doble de influencia de las variables psicológicas sobre la
salud, por medio de la conducta y por medio de la modulación de la
reactividad biológica.
- Modelo de síntesis de las teorías teoría de la conducta planificada (TAP): en
el modelo TAP se añade una variable nueva a la teoría de la acción razonada.
Esta variable nueva se denomina control conductual percibido y es equivalente
a la autoeficacia (capacidad percibida para realizar la conducta de salud).
Influye sobre la intención y sobre la conducta. El modelo TAP es en la
actualidad el más completo y el más predictivo.
Obviamente, los determinantes motivacionales no son todos los
determinantes de las conductas de salud. Para hacer conductas preventivas y
promotoras de la salud, la persona necesita, además de estar motivada, tener
los recursos materiales y las habilidades necesarias para hacer la conducta. En
todo caso, para promover estas conductas hay que actuar sobre sus
determinantes, motivacionales y no motivacionales.
Motivación y educación:
La investigación sobre motivación en el ámbito de la educación escolar ha obtenido un impulso
renovado a partir de la formulación hace pocos años de conceptos motivacionales nuevos. Los
más importantes son, según nuestra opinión, el orientación de metas, el clima motivacional y
la autoeficacia colectiva.
- La orientación de metas: se define como la tendencia de una persona a
proponerse un determinado tipo de objetivos en las tareas de logro; se
distinguen al respecto dos tipos principales: orientación hacia el yo (ego
orientation, también llamada orientación hacia los resultados), y orientación
hacia la tarea (task orientation, también llamada orientación hacia el dominio
o la maestría). En la orientación hacia los resultados se busca superar sobre
todo a los demás, ganar, y la persona se siente competente sólo cuando rinde
más que sus competidores. En la orientación hacia la tarea, la persona se
siente competente cuando se autosupera o mejora sus habilidades anteriores.
- El clima motivacional: Este concepto puede definirse como la percepción que
tienen los miembros de un grupo del tipo de metas que se le proponen, de
cómo se evalúa y se recompensa su actuación, y del tipo de relaciones que se
fomenta entre ellos. El clima motivacional (también llamado estructura de
metas situacional) es el equivalente ambiental (situacional) de la variable
individual (disposicional) que hemos denominado orientación de meta, y de
forma parecida, se distingue entre el clima motivacional orientado al yo y el
clima motivacional orientado a la tarea. En el clima motivacional orientado a la
tarea se enfatizan las metas de aprendizaje y se fomenta la participación y la
cooperación entre todos los miembros del equipo. Por el contrario, en el clima
motivacional orientado al yo se enfatizan las metas de resultados, se valora y
se refuerza sólo a los individuos que sobresalen, se castigan los errores y se
fomenta el individualismo. El clima motivacional se evalúa con frecuencia por
medio de la percepción que tienen, de la estructura de metas, todos y cada
uno de los miembros del grupo. Por eso se le suele denominar clima
motivacional percibido.
- Autoeficacia colectiva: es el equivalente a nivel de grupo de la autoeficacia
individual, y puede definirse como la medida en que un grupo se ve a sí mismo
capacitado para ejecutar un determinado tipo de habilidades. Según Bandura,
la autoeficacia colectiva actúa como un determinante del esfuerzo y la
persistencia del grupo para alcanzar un determinado nivel de rendimiento. Por
eso, las medidas de la autoeficacia colectiva pueden ser un buen predictor del
rendimiento del grupo.
Motivación, deporte y actividad física:
Modelo de autoconfianza en el deporte.
Vealey distingue entre autoconfianza-rasgo (ACT) (confianza que tiene habitualmente un atleta
en sus habilidades para tener éxito en su deporte) y la autoconfianza- estado (ACE) (confianza
que tiene un atleta en sus habilidades para tener éxito en su deporte en una situación
concreta). Según el modelo planteado, la autoconfianza-estado, que actúa como el
determinante próximo del rendimiento, depende de la interacción entre una variable
situacional: las características concretas de una competición deportiva y dos variables
disposicionales, la ACT y la orientación competitiva. Como hemos señalado antes, este último
concepto fue introducido por Nicholls (1984) y, en el ámbito del deporte, se refiere al tipo de
meta que un atleta suele marcarse cuando compite. Se distinguen dos orientaciones de meta:
ego orientation (el atleta aspira a ganar) y task orientation (el atleta aspira a mejorar sus
habilidades y su actuación anterior). Para una situación competitiva particular, cuanto más ACT
y más orientación a la tarea, más ACE.
Los resultados subjetivos incluyen la interpretación del rendimiento como éxito o como
fracaso, las atribuciones causales del éxito y del fracaso, y las emociones derivadas de las
mencionadas atribuciones. Entre los resultados subjetivos, por una parte, y la orientación
competitiva y la ACT, por la otra, se da una influencia recíproca. Así, una persona con
orientación hacia la tarea y autoconfianza rasgo alta percibirá como un éxito cualquier mejora
en la actuación propia, se sentirá satisfecha por ello, y atribuirá su mejora al esfuerzo, y todo, a
su vez, redundará en un fortalecimiento de la autoconfianza.
EMOCIÓN
1. Aspectos generales y conceptuales de la emoción.
¿Qué es una emoción?
Las emociones están presentes en la vida de todas las personas, prácticamente en todo lo que
hacen. Estamos con un amigo porque estamos a gusto con él, visitamos a nuestros padres
porque los queremos, y vamos el fin de semana a la playa con ánimo de pasarlo bien. Nos
enfadamos cuando no nos salen bien las cosas, y nos alegramos y estamos satisfechos cuando
triunfamos. Tenemos miedo a volar en avión o a ir a la consulta del dentista, y nos
preocupamos cuando nuestro hijo tiene fiebre o no va bien en la escuela. Nos sentimos
afligidos y doloridos cuando muere un familiar, o alegres cuando se casa un amigo. Hay días
que podemos trabajar con interés, y otros con desgana… Éstas y otras situaciones de la vida
cotidiana ponen de manifiesto la influencia que las emociones ejercen en nuestras vidas.
Podemos afirmar que las emociones son inherentes a la propia condición humana y que, en
gran manera, determinan su existencia.
Es difícil definir la emoción, por eso hay muchos modelos teóricos dela emoción. La
coexistencia de diferentes enfoques teóricos provocan que en la actualidad el estudio de la
emoción sea fragmentario, en el sentido de que cada enfoque se ocupa de un aspecto
concreto del fenómeno emocional objeto de su interés. Este hecho hace que cada modelo
teórico defina la emoción según las variables que considera que intervienen en ella (el
concepto de emoción es demasiado amplio, de tal manera que cada autor se ciñe a aquellos
aspectos de la emoción que son pertinentes en sus investigaciones).
En síntesis, la existencia de múltiples definiciones del concepto de emoción conduce a una
falta de consenso sobre su definición.
Kleinginna y Kleinginna han llevado a cabo una recopilación de 101 definiciones de emoción
procedentes de varias fuentes –diccionarios, textos sobre emociones, motivación, psicología
fisiológica y psicología general– y las han clasificado en once categorías diferentes de acuerdo
con las variables principales implicadas en la emoción:
Las dos primeras categorías enfatizan los aspectos subjetivos o experienciales de la emoción.
- Categoría afectiva: consideran los sentimientos como las experiencias
subjetivas de las emociones.
- Categoría cognitiva: Estas definiciones parten de la hipótesis de que los
aspectos cognitivos constituyen los elementos más importantes de la emoción.
- Categoría basada en los estímulos externos elicitadores: comprende un
conjunto de definiciones que señalan que los estímulos exteriores son los
desencadenantes de las emociones.
- Categoría fisiológica: definiciones que ponen de relieve la dependencia de las
emociones de los mecanismos fisiológicos. Estas definiciones se basan en el
hecho de que cualquier actividad de los organismos tiene una base o sustrato
biológico.
- Categoría emocional/expresiva: pone de relieve las respuestas emocionales
externamente observables. Estas conductas expresivas comprenden cambios
en la musculatura esquelética superficial –especialmente, la expresión facial–,
la respiración, la entonación de voz, etc.
- Categoría disruptiva o desorganizadora: contiene definiciones que ponen el
énfasis en los aspectos disfuncionales o disruptores de la emoción.
- Categoría adaptativa: al contrario de la anterior, destaca el papel adaptativo y
funcional de las emociones, y sigue los planteamientos darwinistas según los
cuales las emociones han contribuido a la supervivencia de las especies.
- Categoría multidimensional: incluye el mayor número de definiciones y pone
de manifiesto la importancia de los distintos componentes de la emoción:
afectivos, cognitivos, fisiológicos y expresivos.
- Categoría restrictiva: incluye las definiciones de la emoción que han intentado
delimitar y diferenciar el concepto de emoción de otros procesos psicológicos
(como por ejemplo, la motivación).
- Conceptualización motivacional: Las definiciones que pertenecen a esta
categoría destacan que las emociones pueden activar sistemas motivacionales.
- Categoría escéptica: definiciones que cuestionan la importancia y el valor del
concepto de emoción. Estas definiciones se basan en la falta de consenso
sobre lo que se entiende por emoción para hacer una crítica de este concepto.
Desde nuestro punto de vista, y teniendo presente el trabajo de revisión de Kleinginna y
Kleinginna, pensamos que las emociones se deben considerar como fenómenos complejos
multifactoriales que incluyen, entre otros, los aspectos siguientes: una evaluación cognitiva de
la situación –apreciación–; un conjunto muy diverso de cambios fisiológicos –principalmente,
relacionados con el sistema nervioso autónomo–; una serie de expresiones manifiestas o
conductas visibles –expresiones faciales y gestuales–; un componente motivacional que se
refleja en una intención o tendencia a la acción, y un estado subjetivo-experiencial o de
sentimiento –aspecto hedónico de la emoción.
Componentes de la emoción y sistemas de evaluación:
Para Lang, las emociones son respuestas a estímulos significativos que se producen en tres
sistemas o componentes: (1) el neurofisiológico-bioquímico, (2) el motor o conductual
(expresivo) y (3) el cognitivo o experiencial (subjetivo).
Los tres componentes de la emoción.
Para comprender las emociones se deben estudiar, por tanto, de forma conjunta los tres
sistemas de respuesta, ya que cada componente sólo refleja una parte de la emoción.
- Componente fisiológico: relacionado con las respuestas psicofisiológicas tanto
anatómicas (sistema nervioso autónomo) –por ejemplo, actividad eléctrica de
la piel, actividad cardiovascular (frecuencia cardiaca, presión sanguínea
sistólica y diastólica) y actividad salival–, como somáticas (sistema nervioso
somático) –actividad respiratoria y actividad electromiográfica–; endocrinas
(sistema endocrino) –por ejemplo, segregación de adrenalina, endorfinas– y
centrales (sistema nervioso central) –neurotransmisores, potenciales evocados
y actividad electroencefalográfica– que se producen en la reacción emocional.
por ejemplo, cuando experimentamos miedo, nuestro corazón late con fuerza,
la respiración se acelera, se dilata la pupila, nos sudan las manos, nuestra
musculatura se tensa, se produce segregación de adrenalina y un aumento de
glucosa en la sangre, etc. Como puede apreciarse, se produce un gran número
de cambios corporales destinados a preparar el organismo para hacer frente a
las demandas o exigencias del medio.
Estas respuestas fisiológicas que acompañan las emociones son relativamente
incontrolables, y sólo a veces el mismo sujeto u otras personas las perciben. La
medición objetiva de estas respuestas fisiológicas del organismo sólo es
posible por medio de técnicas de registro psicofisiológicas. Asimismo,
mediante autoinformes también se pueden analizar algunos de los cambios
corporales que puede percibir el sujeto.
- Componente conductual o expresivo de la emoción: comprende un conjunto
de conductas externas como: expresiones faciales, movimientos corporales,
conducta de aproximación-evitación, conducta verbal (entonación de la voz,
intensidad, sonidos, etc.). Por ejemplo, si vemos a una persona con la boca
abierta, las cejas alzadas y los ojos bien abiertos, al mismo tiempo que emite
una exclamación, por ejemplo, ¡oh!, seguramente calificaremos, sin grandes
dificultades, su estado emocional como sorpresa. Este componente de la
emoción está muy influido por factores socioculturales y educativos que
pueden modular la expresión emocional. De este modo, la expresión
emocional varía a lo largo del desarrollo ontogenético de la persona, y son los
adultos los que ejercen un control emocional mayor en comparación con los
niños. Por otra parte, las reglas sociales modulan la expresión emocional
porque facilitan o inhiben la manifestación de acuerdo con el contexto en el
cual tiene lugar la experiencia emocional. Así, por ejemplo, lloramos y nos
sentimos tristes en un entierro e inhibimos nuestra ira o insatisfacción en el
trabajo ante un superior. Es lo que Ekman denomina reglas de expresión o de
exhibición. Desde otro punto de vista, las emociones (especialmente, las
emociones intensas como el miedo) se han considerado elementos disruptores
o desorganizadores de la conducta en curso; mientras que, en otras ocasiones,
se las ha asociado a un efecto activador o de tendencia a la acción. En este
caso, las emociones serían fenómenos intencionales. De este modo, la ira
estaría asociada al ataque y el miedo a las conductas de evitación.
- Componente cognitivo-experiencial de la emoción: incluye dos aspectos
fundamentales de la emoción: el experiencial y el cognitivo. El componente
experiencial está relacionado con la vivencia afectiva, con el hecho de sentir y
de experimentar propiamente la emoción. Hace referencia al tono hedónico
de la experiencia emocional, es decir, a los estados subjetivos calificados por,
el sujeto, como agradables o desagradables, positivos o negativos que
experimenta cuando es objeto de una emoción. Por su parte, el componente
cognitivo se refiere tanto a los procesos valorativos de la situación –
apreciación–, que son los que determinan que se experimente una
determinada emoción, como a la etiqueta verbal que utilizamos para expresar
nuestro estado emocional –siempre que seamos conscientes de ello– o a los
pensamientos que se presentan cuando una persona está en un determinado
estado emocional. De este modo, cuando experimentamos una emoción, la
podemos expresar poniendo una “etiqueta” verbal a ésta, por ejemplo decir
que “soy feliz”, “tengo miedo” o “me siento culpable”.
Por otro lado, hemos de tener en cuenta que los estados de ánimo, tanto los
positivos como los negativos, con mayor o menor intensidad, están siempre
presentes en la vida de las personas y pueden condicionar tanto los procesos
psicológicos como el comportamiento. Conviene señalar que aunque la
experiencia emocional es interna, el objeto de ésta, lo que la produce, puede
ser externo (una situación) o interno (un pensamiento).
Este componente cognitivo-experiencial de la emoción, a diferencia de los dos
componentes anteriores, pertenece a lo que se denomina conducta
encubierta o no observable directamente. Puesto que la emoción es una
experiencia subjetiva, sólo podrá conocerse si se pregunta directamente al
sujeto cuál es su estado emocional. Por eso, para conocer este componente se
pueden utilizar autoinformes, tanto verbales como por medio de cuestionarios
o listas de adjetivos.
Como hemos comentado con anterioridad, las emociones son fenómenos complejos
caracterizados por una combinación de factores cognitivos, experienciales, estados fisiológicos
y expresiones conductuales. Para comprender de una manera adecuada la emoción, es
necesario llevar a cabo un análisis conjunto de todos sus componentes.
Estudio e investigación de las emociones.
El estudio de la emoción se puede tratar según la conceptualización que se haga de ella. La
emoción se suele considerar como:
- una variable dependiente (VD): se refiere al estudio de la emoción entendida
como producto o respuesta a varias manipulaciones hechas con relación al
sujeto y a su entorno (Villa, 1985). Normalmente, esta línea de investigación se
centra en el tipo de estímulos o situaciones que pueden llegar a producir una
emoción, a los métodos experimentales para producirlas, y también a los
procesos de interpretación cognitiva implicados en su experimentación.
- como una variable independiente (VI): se refiere al estudio de sus efectos
sobre otros procesos psicológicos. Es decir, de qué manera los diferentes tipos
de emociones, positivas o negativas, influyen en los distintos procesos
psicológicos como, por ejemplo, la memoria o la atención.
Estudio experimental de las emociones: la inducción emocional.
El estudio científico de las emociones se ha desarrollado, básicamente, en dos contextos bien
diferenciados (tanto en animales como en humanos):
- situaciones naturales de campo: su estudio permite analizar las emociones
reales y espontáneas de las personas, tal y como se presentan en la vida real.
Inconvenientes: no se pueden analizar en profundidad todos los componentes
que integran las emociones ni las situaciones estimulares que las han
originado, ya que es metodológicamente “complejo” analizarlas in situ, en el
mismo momento en que se producen.
- situaciones de laboratorio, permiten analizar, con mayor detalle y profundidad,
las emociones creadas de manera artificial. Inconvenientes: se discute la
validez ecológica de las mismas y los posibles problemas éticos que pueden
producirse al provocar, por ejemplo, emociones negativas o la presencia del
denominado efecto demanda, que reduce la fiabilidad y efectividad de la
inducción emocional al ser los sujetos conscientes de que se les está
manipulando a nivel efectivo, dando lugar, en ocasiones, a la sobrevaloración
de los resultados.
INDUCCIÓN EMOCIONAL: consiste en la elicitación o generación (artificial) de un estado
emocional por medio de diversos procedimientos experimentales. Estos procedimientos de
inducción emocional siguen, generalmente, el siguiente paradigma de investigación:
En primer lugar, se realiza una evaluación emocional (A), analizando, básicamente, el
componente subjetivo-experiencial, aunque también se puede analizar el componente
fisiológico de las emociones. A continuación se produce la inducción emocional (B) por alguno
de los métodos que veremos posteriormente y, finalmente, se realiza una nueva evaluación
emocional (A) para verificar el estado emocional generado o inducido artificialmente. Algunas
investigaciones se han dedicado a validar los diferentes métodos de inducción emocional,
utilizando estas tres fases A-B-A, cuyo objetivo fundamental es generar una emoción
determinada (entendida como variable dependiente), mientras que otras investigaciones se
han centrado en analizar el efecto del estado emocional inducido sobre otros procesos
psicológicos (C), en los que este estado emocional actúa como variable independiente.
Los diferentes procedimientos experimentales de inducción emocional se pueden clasificar en
función de las principales variables que se manipulan para inducirlos. De este modo, nos
aparecen tres grandes categorías: (p. 22-23-24-25)
- métodos que manipulan variables cognitivas,
- métodos que manipulan variables fisiológicas,
- métodos que manipulan variables conductuales.
- Asimismo, podríamos incluir una cuarta categoría que incluiría diversos
procedimientos que podrían ser una combinación de alguno de los anteriores.
Como síntesis de los diferentes procedimientos y estudios realizados sobre inducción
emocional, se podría decir que la elección de un método depende de los objetivos que se
persiguen y de los medios disponibles. Así, por ejemplo, se ha de tener en cuenta que algunos
procedimientos son más complejos y costosos que otros (por ejemplo, la inducción emocional
por medio de la administración de insulina requiere de sofisticada tecnología de
monitorización de glucosa, mientras que el método Velten o el recuerdo de acontecimientos
afectivos son mucho más sencillos y económicos).
La efectividad de los diferentes procedimientos de inducción varía según el método utilizado;
no obstante, se consiguen mejores resultados cuando se pretende conseguir estados de ánimo
negativos que no positivos. Por otra parte, se puede decir que estos procedimientos producen
efectos emocionales (estados de ánimo) de poca intensidad y no está claro hasta el momento
si la inducción de emociones en el laboratorio produce emociones discretas o estados
afectivos múltiples. Otra de las cuestiones críticas de estos métodos está relacionada con el
hecho de que en la mayoría de los procedimientos de inducción emocional sólo se evalúa un
componente de la emoción: básicamente la dimensión cognitivo- experiencial (tono hedónico),
y no se tiene en cuenta a los otros dos componentes de la misma: el componente fisiológico y
el conductual.
2. Clasificación de las emociones.
A la hora de tratar la organización de las emociones nos encontramos con dos perspectivas de
análisis bien diferenciadas:
- la orientación biológica, que aboga por el modelo discreto de las emociones, y
- la orientación cognitiva, que apuesta por el modelo dimensional.
Modelos discreto o categórico de las emociones: las emociones básicas.
Esta aproximación considera que la emoción está organizada en un conjunto de estados
afectivos discretos y específicos que son fácilmente reconocidos y diferenciables entre sí en
distintos niveles –fisiológico, cognitivo-experiencial y conductual-motor–. En esta dimensión
estarían ubicadas emociones como, por ejemplo, el miedo, la alegría o la rabia. Son emociones
muy definidas, se diferencian las unas de las otras y son fácilmente identificables, sobre todo
por la expresión facial.
Las emociones básicas son mecanismos biológicos (muy primitivos desde un punto de vista
evolutivo) que aparecen muy pronto en el desarrollo del individuo. Son, por lo tanto,
mecanismos de supervivencia automáticos y funcionales que tenemos cuando nacemos y
están vinculados a la supervivencia –regulan los procesos biológicos básicos. Para Izard una
emoción es básica si cumple los criterios siguientes: tiene una base neural específica; tiene una
expresión facial única y universal; tiene una calidad subjetiva única, y produce consecuencias
conductuales particulares. El número de emociones básicas varia de una autor a otro (p.28).
Esta perspectiva biologicista de las emociones surge principalmente a partir de las ideas de
Darwin. Darwin argumenta que las expresiones faciales de algunas emociones son universales
y han sido seleccionadas por su utilidad en la adaptación del individuo al medio para favorecer
la supervivencia. La idea principal es la existencia de un número reducido de emociones que
son innatas y, por lo tanto, determinadas genéticamente, que tienen como función principal
favorecer la comunicación social entre los individuos.
HIPÓTESIS DE LA UNIVERSALIDAD DE LAS EXPRESIONES FACIALES DE LA
EMOCIÓN.
Los estudios más característicos en este ámbito han analizado las expresiones
faciales de las emociones en ciegos de nacimiento, en niños y en bebés, en
personas de diferentes culturas y en primates. Los paradigmas experimentales
principales en el estudio de la universalidad de la expresión facial de las emociones
han consistido en a) el reconocimiento de las emociones por medio de la expresión
facial, y b) en la observación de las expresiones faciales suscitadas por estímulos
emocionales. En ambos casos, se llevan a cabo estudios con personas de diferentes
culturas y países.
Las investigaciones realizadas ponen de manifiesto la naturaleza innata y universal
de las emociones.
HIPÓTESIS DE LA ESPECIFICIDAD FISIOLÓGICA DE LAS EMOCIONES.
Para verificar la hipótesis de la especificidad fisiológica de las emociones, es decir,
si las diferentes emociones están asociadas a diferentes patrones de actividad del
sistema nervioso autónomo –SNA–, tal como había argumentado James, Ekman y
otros colaboradores han llevado a término varias investigaciones en las cuales las
emociones básicas (ira, asco, miedo, sorpresa, alegría y tristeza) se han elicitado,
principalmente, por medio de dos procedimientos:
a) La tarea de acción facial dirigida, por la cual se instruye a los sujetos para que
contraigan determinados músculos faciales para producir configuraciones faciales
propias de estas emociones y que por medio de la retroalimentación facial lleguen
a experimentar esta emoción.
b) La tarea de las emociones revividas, que consiste en experimentar emociones
vividas con anterioridad.
En ambos procedimientos, cuando los sujetos experimentan las emociones, se
evalúan diferentes parámetros fisiológicos, por ejemplo, frecuencia cardiaca,
presión sanguínea, temperatura periférica digital, resistencia eléctrica de la piel y
actividad eléctrica de la musculatura facial.
La actividad del sistema nervioso autónomo variaba no sólo entre emociones
positivas y negativas, sino también entre las distintas emociones negativas. De esta
manera, la reactividad de la frecuencia cardiaca fue más alta en el miedo que en la
alegría, y la reactividad de la temperatura periférica fue más alta en la rabia que en
la alegría. Entre las emociones negativas, la reactividad de la temperatura
periférica fue más alta en la rabia que en el miedo o en la tristeza.
A pesar de los datos positivos aportados por el grupo de Ekman, hay otros datos
que no avalan esta hipótesis.
ESTUDIOS TRASCULTURALES REALIZADOS MEDIANTE AUTOINFORMES.
El tercer tipo de evidencia empírica a favor del modelo discreto o categórico de las
emociones procede de los estudios transculturales realizados mediante
autoinformes. En los estudios anteriores se ha tratado algún aspecto concreto del
fenómeno emocional, o la expresión facial o las respuestas fisiológicas. En este
subapartado nos ocuparemos de los estudios que intentan comprender de forma
conjunta todos los componentes emocionales, y lo hacen por medio de técnicas de
autoinforme en las cuales se reúnen tanto la experiencia emocional subjetiva, el
nivel fisiológico como el nivel conductual. Se trata de cuestionarios que reúnen la
experiencia emocional vivida recientemente.
Antes de finalizar este subapartado, debemos comentar que, aunque las emociones básicas
son fundamentales en las primeras etapas de vida de un individuo, no describen el abanico
amplio de emociones que una persona es capaz de experimentar. A medida que el desarrollo
del individuo avanza, las relaciones con su entorno son más variadas y elaboradas. Se unen a
los mecanismos de las emociones primarias los mecanismos de las emociones complejas (o
secundarias) que aparecen cuando somos conscientes de nuestras emociones; por lo tanto,
dependientes de procesos corticales (Damasio, 1994). Los celos, el remordimiento o el orgullo
serían ejemplos de emociones complejas. A diferencia de las emociones básicas, las emociones
complejas pueden ser difíciles de reconocer mediante las expresiones faciales, es posible que
no tengan especificidad fisiológica, y se desencadenan por una variedad mayor de estímulos o
situaciones.
Modelo dimensional de las emociones.
La orientación cognitiva aboga por el modelo dimensional de las emociones, en el que se parte
de la idea de que las personas tienen más emociones que las que señala la tradición
biologicista, es decir, que las cuatro o diez emociones básicas que hemos señalado con
anterioridad. Esta perspectiva enfatiza el papel de la cognición en la emoción, según el cual
una misma situación o éxito puede interpretarse de varias maneras y originar diferentes
emociones. Asimismo, las reacciones corporales o fisiológicas pueden ser comunes entre
emociones dispares (diferentes). Así, por ejemplo, la rabia y el miedo pueden producir, entre
otras reacciones, un incremento tanto de la frecuencia cardiaca como de la presión sanguínea.
Lo que diferenciaría estas emociones no sería, por lo tanto, la reacción fisiológica del
organismo, sino la vivencia o experiencia emocional y la valoración o interpretación que los
individuos han realizado de las situaciones o hechos, y del contexto social en el cual se
encuentren. De este modo, una reprimenda injusta del jefe a un trabajador puede generar
miedo, ya que tal vez piense que puede llegar a perder el trabajo, mientras que a otro puede
provocarle rabia por la situación de injusticia y frustración que experimenta.
Los primeros estudios sobre la estructura dimensional de las emociones se remontan a la
teoría tridimensional de las emociones de Wundt, en la cual este autor proponía tres
dimensiones emocionales: grado-desagrado, relajación-tensión y calma-excitación. Desde
entonces hasta nuestros días, diferentes líneas de investigación que comprenden estudios
desde las expresiones faciales y vocales de las emociones hasta estudios sobre diferencial
semántico, han puesto de manifiesto la existencia de dos dimensiones emocionales bipolares.
Estas dimensiones emocionales son, según Russell agrado-desagrado y nivel de activación.
Russell, partiendo de estas ideas, elabora un modelo circular o circumplejo de las emociones
en el cual sitúa y organiza el conjunto de las emociones discretas en un espacio concreto
afectivo con una estructura circular en torno a estas dos dimensiones emocionales con ejes
ortogonales.
Modelo dimensional de las emociones,
adaptado a partir de Russell (1980), Watson y Tellegen (1985). Podemos apreciar las dimensiones de activación y placer-desplacer, propuestas por Russell, y
la agrupación sugerida por Watson y Tellegen en la dimensión afecto positivo y afecto negativo.
La primera dimensión, agrado-desagrado, hace referencia a la valencia hedónica de las
emociones. Es decir, a si las emociones son experiencias agradables o positivas (alegría,
felicidad) o, por el contrario, desagradables o negativas (miedo, irritación). De hecho, nuestra
experiencia emocional tiene naturaleza bipolar, ya que tendemos a pensar en las emociones
en términos de oposición, por ejemplo, alegría-tristeza o amor-odio.
La dimensión nivel de activación está relacionada con la excitación y la actividad requerida
para experimentar una emoción determinada. En un extremo del continuum de activación
(intensidad), se encontrarían las emociones que requieren un nivel de activación elevado (por
ejemplo, eufórico, animado, irritado) y, en el otro, las que requieren un nivel bajo (pasivo,
abatido, relajado, por ejemplo). Esta diferencia de intensidad o gradación se manifiesta
implícitamente en el lenguaje. Así, por ejemplo, la rabia es más intensa que la ira, mientras
que la irritación presenta una intensidad más baja.
Watson y Tellegen, después de realizar un análisis exhaustivo sobre las investigaciones que
han estudiado la estructura emocional basada en autoinformes, han llegado a la conclusión de
que hay dos dimensiones ortogonales (independientes): afecto positivo y afecto negativo, que
complementarían el modelo de Russell. De hecho, estas dos dimensiones se pueden entender
como estados emocionales transitorios o como rasgos de personalidad (diferencias
individuales emocionales estables en el tiempo).
El afecto positivo está relacionado con un tono hedónico agradable, que puede ser alto o bajo.
Así, el afecto positivo sería alto relacionado, por ejemplo, con los descriptores entusiasmado o
animado, mientras que relajado o calmado reflejarían el afecto positivo bajo. Por otra parte, el
afecto negativo alto estaría representado por vocablos como irritado o ansioso, y el afecto
negativo bajo por abatido o aburrido.
Las emociones parecidas se situarían unas cerca de las otras, y así se da a entender que los
estados emocionales similares, por ejemplo los que pertenecen al afecto positivo, ocurren
conjuntamente, de tal manera que cuando una persona experimenta, por ejemplo, alegría, es
posible que también manifieste otras emociones relacionadas en diferentes grados de
activación (por ejemplo, felicidad, complacencia). Lo mismo sucedería con las emociones que
pertenecen al afecto negativo.
A modo de síntesis, la aproximación dimensional de las emociones postula que las emociones
varían de manera continua a lo largo de un número limitado de dimensiones: valencia
hedónica –afecto positivo y negativo– y nivel de activación.
Emociones y otros fenómenos afectivos.
Afecto: término que se utiliza para describir el tono hedónico o valencia de un estado
emocional, es decir, su calidad positiva –agradable– o negativa –desagradable– y su
intensidad, que puede ser alta o baja. En este sentido, el afecto está relacionado con la
preferencia, con el valor que tienen para el sujeto las diferentes situaciones a las cuales se
enfrenta.
Estados de ánimo y emociones: Una de las distinciones más comunes entre los fenómenos
afectivos es la que se produce entre los estados de ánimo y las emociones. De acuerdo con
Fridja, los estados de ánimo se diferencian de las emociones a partir de los criterios que
mencionamos a continuación. En primer lugar, los estados de ánimo no tienen especificidad,
tienen carácter global y no tienen un objeto específico. En este sentido, los sujetos están
alegres o tristes sin saber por qué, sin conocer la razón de su estado. Son típicas las
expresiones del tipo “¡todo me sale mal!” o “¡no hay nada que me interese!”. Como se puede
apreciar, el componente principal de los estados de ánimo es el afecto (positivo o negativo)
que condiciona tanto el comportamiento de la persona como sus procesos cognitivos.
Por su parte, las emociones tienen un objeto, se producen por un hecho intenso concreto –
interno (pensamiento) o externo (procedente del entorno)– y, por lo tanto, son sobre algo. Así,
de este modo, estamos alegres por algo y nos enfadamos con alguien. Por otro lado, las
emociones son intencionales porque implican una relación sujeto-objeto, en la cual la
conducta emocional está orientada hacia algo concreto: se dirige hacia algo o se aleja. La
emoción se concibe, por lo tanto, como una reacción específica a acontecimientos
particulares. Por ejemplo, si alguien nos felicita por el trabajo que hacemos, nos alegramos, y si
nos critican, nos podemos enfadar, entristecer o tener en cuenta los comentarios que se nos
haga.
En segundo lugar, los estados de ánimo tienen una duración mayor que las emociones, pueden
durar desde horas hasta días o, incluso, varias semanas; en cambio, las emociones, dada la
relación que tienen con el objeto o situación que las provoca, suelen durar muy poco tiempo,
unos cuantos segundos o minutos a menos que el estímulo “emocional” perdure en el tiempo.
En tercer lugar, los estados de ánimo son menos intensos que las emociones.
Relación entre estado emocional y
emoción. Un estímulo o situación produce una emoción intensa sobre un estado de ánimo ya existente, pero esta emoción dura poco. La disminución de la
emoción da lugar a la aparición del estado de ánimo, menos intenso pero más duradero.
En síntesis, el estado de ánimo se distingue de la emoción por falta de especificidad, no tiene
un objeto o situación concreta que lo provoque o bien ésta es cambiante, presenta una
duración mayor y una intensidad más baja que las emociones y, al estar en mayor o menor
medida siempre presente, modula o influye en los procesos cognitivos y, por lo tanto, en la
conducta de la persona que lo experimenta.
Temperamento: ería la tendencia a responder emocionalmente de una manera particular. Esta
manera emocional de responder a los acontecimientos parece que depende de una base
biológica (herencia) y de unas cualidades psicológicas que interaccionan de manera conjunta
con el ambiente desde el nacimiento modulando, de esta manera, la conducta emocional del
niño por medio de su desarrollo ontogenético. En este sentido, Lazarus señala que el
temperamento es una disposición que aparece pronto en la vida del recién nacido y que
condicionará su vida emocional porque influirá en la manera en que el niño responderá a las
situaciones específicas de su entorno.
Sentimiento: se denomina actitud emocional, se utiliza para explicar las propensiones o
inclinaciones que tienen las personas para responder de manera emocional, bien ante objetos
particulares, o bien ante cierto tipo de acontecimientos. Está relacionado con las preferencias
y las aversiones. Así, por ejemplo, expresiones como “odio los gatos” o “me gusta el fútbol”
serían representativas de este fenómeno emocional, igual que lo serían las actitudes
xenófobas hacia los inmigrantes. En este sentido, el amor y el odio se entenderían más como
sentimientos que como emociones. Ambas palabras se refieren más a maneras de ver y tratar
un objeto que a una respuesta momentánea. Como se puede apreciar, las emociones y los
sentimientos están íntimamente relacionados; de hecho, Fridja señala lo siguiente:
“[…] los sentimientos de amor pueden dar origen a la emoción amor, provocada por un
acontecimiento particular, y una emoción puede ser elicitada por el pensamiento de una
persona hacia la cual hay un sentimiento de amor.”
La mayoría de los sentimientos se adquieren por la experiencia previa temprana con ciertos
estímulos o situaciones –por ejemplo, miedo a los gatos u otro animal si hemos tenido una
experiencia desagradable con éstos– o por medio de aprendizaje social –por ejemplo,
aversiones/preferencias determinadas culturalmente: “me gusta la pizza” u “odio las
espinacas”–; no obstante, hay algunos sentimientos que parece que tienen una naturaleza
innata en el hombre como, por ejemplo, las aversiones a la sangre o el miedo a las ratas.
Dado que la gran mayoría de los libros o textos sobre las emociones son anglosajones,
conviene señalar la confusión que se produce cuando se traduce del inglés el vocablo feeling
por sentimiento, con el objetivo de referirse al componente subjetivo-experiencial de las
emociones.
3. ¿Para qué sirven las emociones? Función de las emociones.
Darwin fue el primero que puso de manifiesto la importancia funcional de las emociones. Las
emociones, según Darwin, cumplían dos funciones:
1) Facilitaban la adaptación del organismo al medio y, por lo tanto, su supervivencia al
reaccionar éste de manera adecuada ante las situaciones de emergencia (por ejemplo, lucha,
huida).
2) Servían como medio de comunicación de las futuras intenciones a otros animales mediante
la expresión de la conducta emocional.
- Con relación a la función adaptativa de las emociones, éstas preparan el organismo (lo
activan) con el fin de hacer frente a las demandas o exigencias del entorno y lo dirigen hacia un
objetivo (aproximación-evitación). En este sentido, Plutchik señala que la conducta emocional
tiene ocho funciones o propósitos según la situación estimular antecedente. Para Plutchik,
cada conducta emocional tiene un objetivo; de este modo, el miedo está relacionado con la
protección, la rabia con la destrucción, la energía con la reproducción, la tristeza con la
reintegración, la aceptación con la afiliación, el asco con el rechazo, la anticipación con la
exploración y la sorpresa con la orientación. Todas estas emociones y sus funciones
representan patrones de conducta adaptativa relacionada con la supervivencia.
- Función motivacional de las emociones: Las emociones son determinantes motivacionales
de la conducta en el sentido de que activan la conducta motivada, preparan el organismo para
la acción, para actuar ante las exigencias del entorno. Así, por ejemplo, el miedo favorecería
aquellas acciones encaminadas a la autoprotección, a la evitación del peligro o a la supresión
de la conducta en curso hasta que la amenaza haya pasado.
- La función social de las emociones hace referencia al papel que las emociones ejercen en la
adaptación del individuo a su entorno social. Los principales medios de comunicación del
estado emocional a los demás son la expresión facial y los movimientos de la postura junto con
la expresión verbal. Las emociones se convierten en formas de comunicación social con un
valor adaptativo alto. Señalan los estados e intenciones del sujeto a los demás (tanto si son
miembros de una misma especie como de otra), con lo cual afectan de esta manera al
comportamiento o a las acciones de los demás.
Las reacciones emocionales expresan nuestro estado afectivo, pero también regulan la manera
en que los demás reaccionan ante nosotros.
Las expresiones emocionales también facilitan la interacción social. Un claro exponente de
esta función es la sonrisa que se manifiesta de forma espontánea cuando estamos alegres o
felices, pero en muchas ocasiones esta expresión emocional está motivada socialmente y no
emocionalmente. Es decir, sonreímos cuando nos presentan a alguien, y la sonrisa es una
expresión social de amistad.
A pesar de este papel facilitador de las emociones en la adaptación social, hay ocasiones en las
cuales las expresiones emocionales pueden dificultar esta relación y producir un efecto
antagonista no deseado en la persona que las manifiesta. Así, por ejemplo, al principio, la
manifestación de tristeza o pena puede generar compasión, interés, o ayuda a la persona que
la expresa, pero si ésta se repite en el tiempo, puede generar un efecto contrario en el
receptor de esta expresión emocional, en los demás, es decir, la evitación de la persona
deprimida.
Los estados emocionales positivos (felicidad, alegría) también facilitan la interacción social
porque promueven conductas prosociales. Las personas que se encuentran en un estado
afectivo positivo tienen una probabilidad mayor de ser prosociales –más sociales,
cooperadoras y más proclives a ayudar a los demás–.
A modo de síntesis, y de acuerdo con Izard (1989), las emociones cumplen cuatro funciones
sociales: a) facilitan la comunicación de los estados emocionales; b) regulan el
comportamiento de los demás; c) facilitan las interacciones sociales y d) promueven la
conducta prosocial.
Un aspecto estrechamente relacionado con la funcionalidad de las emociones es su regulación
o control. Las emociones, para que cumplan las funciones mencionadas antes, deben
manifestarse en un contexto apropiado y con una intensidad adecuada. En la regulación
emocional intervienen tanto mecanismos biológicos como culturales. Con relación a los
mecanismos biológicos, la regulación emocional puede consistir en incrementar o disminuir la
activación emocional. En este sentido, un niño puede intensificar su ira o rabia hacia otro que
le da una patada intencionada muy fuerte cuando jugaba a fútbol, con el claro objetivo de
defenderse de esta agresión.
Por lo que respecta a los mecanismos socioculturales de regulación emocional, podemos
encontrar otra vez un ejemplo esclarecedor (consultad al respecto el experimento de Hüebner
e Izard, 1988) en la relación madrehijo, en la cual la comunicación emocional depende del
desarrollo evolutivo del niño. A medida que el niño crece se producen cambios en la expresión
facial de las emociones; adquiere lenguaje y habilidades de comunicación que favorecerán su
propia regulación emocional, que estará influida por la relación con los demás (socialización).
Al principio, la madre interpreta las emociones primarias de su bebé (llanto, malestar físico,
tristeza, etc.) y actúa en consecuencia. La reiteración de las expresiones emocionales del niño y
de las respuestas que emitan sus progenitores contribuirán al proceso de regulación emocional
del niño. El niño aprenderá en su proceso de socialización lo que Ekman denomina reglas de
expresión emocional.
Los padres, los hermanos y otros miembros de la familia, y también los compañeros y el resto
de la gente llevan a cabo una regulación interpersonal de las emociones del niño. En esta
relación interpersonal se produce una doble regulación: la conducta expresiva del niño influye
en el comportamiento de los demás, y la conducta de los demás afecta al modo en que el niño
manifiesta sus emociones y a su manera de comportarse. El niño aprende en su proceso de
regulación emocional que algunas conductas no se pueden llevar a término en determinados
lugares y que no puede expresar sus reacciones afectivas ante determinadas personas. (ej.: p.
44).
La regulación emocional óptima se produce cuando la persona es capaz de controlar sus
emociones en relación consigo mismo y los demás y en las normas sociales establecidas, y
presenta un funcionamiento psicológico competente. La regulación emocional está
íntimamente vinculada a la inteligencia emocional.
Salovey y Mayer definen la IE como una habilidad para procesar la información emocional.
Para estos autores, la IE es un tipo de inteligencia que implica la habilidad de las personas para
atender y percibir las emociones propias y ajenas de forma precisa y apropiada, la capacidad
para asimilarlas y comprenderlas de manera adecuada, y la habilidad para regular y modificar
nuestras emociones o estados de ánimo o el de los demás, así como la habilidad para utilizar
las emociones para facilitar el pensamiento. Los métodos más empleados en la evaluación de
la IE son: los instrumentos de auto-informe, los tests de ejecución y los informes de
observadores externos.
En conclusión, podemos decir que las pautas socioculturales imponen una serie de reglas
relacionadas con la manifestación e inhibición emocional que favorecen, en la mayoría de los
casos, la adaptación de la persona a su medio social y favorecen su ajuste psicológico.
4. Modelos teóricos de la emoción.
Teorías clásicas de la Teorías cognitivas de Teorías evolutivas y Teorías
emoción la emoción de adaptación psicobiológicas de la
emoción
- Teoría de James- - Teoría bifactorial - Darwin, Ekman y - El modelo de la
Lange de Schachter-Singer las expresiones doble vía de LeDoux
emocionales
- Teoría de Cannon- - El modelo de Fridja -La teoría del
Bard y el modelo de Lang marcador somáticos
de Damasio
- Teoría cognitiva de
Lazarus Modelo
neuropsicológico de
- Crítica de Zajonc a las emociones de J.
los modelos
A. Gray
cognitivistas
- Emoción y teoría de
la atribución de
Weiner
Teorías clásicas de la emoción
- Teoría de James-Lange (teoría sensacionista de las emociones): la base de las
emociones deriva de nuestra percepción de las sensaciones fisiológicas, como
los cambios en el ritmo cardíaco y la tensión arterial y las contracciones de los
músculos viscerales y el esqueleto. De acuerdo con esta teoría, cuando le
insultan no se siente enfadado y luego experimenta los síntomas fisiológicos
de la ira, sino al contrario, su corazón y respiración aumentan de velocidad y
sus músculos se tensan, y entonces interpreta estos cambios corporales como
“estoy enfadado”. Esta teoría sostiene que las respuestas fisiológicas son
diferentes para cada emoción.
Para James, una emoción debe entenderse, necesariamente, como un tipo
especial de sensación. En concreto, la percepción de una serie de estados
fisiológicos internos –los latidos de nuestro corazón, un sudor frío, las lágrimas
de nuestros ojos, los movimientos peristálticos de ciertas vísceras, etc.– es lo
que hace que nos encontremos en una cierta emoción. Como dice el mismo
James en los Principios de psicología: “No lloramos porque estemos tristes;
estamos tristes porque lloramos”. Según este modelo, “tengo miedo” es más o
menos una manera breve de decir: “ahora mismo percibo una sensación
característica de peso en el estómago, siento que se me acelera el corazón, mi
expresión facial se modifica también de forma característica, se me pone la
piel de gallina y los pelos del cuerpo se erizan...”. Si interpretamos a James de
manera estricta, este autor dice, más o menos, que tener una emoción no es
más que percibir un estado interno determinado.
Teoría de las emociones de James y Lange
Así, a percepción de un determinado estímulo/ situación genera una serie de
cambios o respuestas corporales (fisiológicas y motoras), que se perciben en el
momento en que se producen, lo que da lugar a la experiencia emocional.
La teoría de James-Lange implica una serie de supuestos básicos:
a) para cada experiencia emocional subjetiva debe haber un patrón
específico de reacciones corporales (cambios corporales).
b) los cambios corporales son necesarios para que se dé una emoción.
c) la percepción de los cambios corporales se ha de dar en el momento en
que éstos se producen. Dicho de otra manera, la teoría de James-Lange se
basa tanto en el feedback autonómico como en el feedback procedente de
la musculatura somática. En este sentido, enfatiza los aspectos subjetivos
en la experiencia emocional.
d) la activación voluntaria de los cambios corporales propios de una emoción
debería producir esa emoción.
e) cada persona posee una idiosincrasia personal –diferencias individuales
respecto a las reacciones corporales.
James apuntó una característica fundamental de las emociones que hay que
tener en cuenta. No puede haber emoción sin algún tipo de sensación que lo
acompañe.
Hacen unas críticas: p.51
- Teoría de Cannon-Bard (teoría talámica de las emociones): Cannon
argumentó en contra de la posición de James-Lange, argumentación que fue
luego ampliada por Bard. Mostraron que las reacciones fisiológicas que
acompañan a diferentes emociones son las mismas en una emoción u otra. En
otras palabras, cuando una persona está nerviosa, enfadada, tiene miedo o
está enamorada, aumenta el ritmo cardíaco, la velocidad de la respiración y los
músculos se tensan. Así, se dependiéramos únicamente de nuestras
respuestas fisiológicas, no seriamos capaces de distinguir una emoción de
otra. Afirmaron, además, que el individuo normalmente no es consciente de
los cambios internos (como las contracciones de los órganos viscerales, por
ejemplo de los riñones y el hígado). Propusieron que la experiencia emocional
y la activación fisiológicas ocurren al mismo tiempo, no una detrás de otra. De
acuerdo con Cannon y Bard, cuando tropezamos con un ladrón, los impulsos
nerviosos llevan esa información a dos lugares importantes del cerebro: la
corteza, el área donde tienen lugar los procesos más sofisticados de
pensamiento, le dice que el ladrón constituye una amenaza para su seguridad
personal, y el darse cuenta de esto, este pensamiento, basta para producir el
miedo. Al mismo tiempo, el tálamo produce diversos cambios fisiológicos
inespecíficos (o sea, no son específicos de una emoción determinada, sino que
se producen como respuesta a cualquier emoción). Nos referimos a estos
cambios como la reacción de “estrés” o la reacción de “lucha o fuga”. Esta
reacción le prepara para gastar energía y prevenir un daño potencial. Si más
adelante descubre que la persona amenazadora no era un ladrón, sino sólo
alguien que quería preguntarle algo, ambas áreas se calmarán: la corteza hará
desaparecer sus sensaciones de miedo y el tálamo suspenderá la reacción
fisiológica.
Así pues, en su teoría de las emociones sostiene que para experimentar una
determinada emoción se han de producir una serie de acontecimientos que se
inician con la percepción del estímulo que, a su vez, produce una activación
del tálamo, el cual provoca dos efectos simultáneos: por una parte (1) activa
los músculos y las vísceras –cambios corporales– y por otra (2) envía un
feedback informativo hacia la corteza produciéndose la experiencia emocional.
De este modo, la emoción (experiencia subjetiva) y los cambios corporales
ocurren prácticamente al mismo tiempo y no hay, pues, una relación causal
entre ellos. La corteza cerebral actuaría como inhibidor del tálamo excepto en
los casos de estimulación intensa o emocional. En la argumentación de
Cannon, la emoción es un fenómeno central en el que el tálamo juega un
papel regulador importante.
Cannon decía que estos cambios corporales que para James eran la base de las
emociones los generaba el cerebro y que no servían, de hecho, para distinguir
las emociones, ya que eran exactamente los mismos aunque uno tuviera dos
emociones diferentes, como el miedo o el enfado, e, incluso, que se producían
cuando no hay ninguna emoción presente. Desde el cerebro, todas las
emociones activarían la misma parte del sistema nervioso, y estas activaciones
tendrían la función de generar respuestas automáticas con el fin de hacer
frente al hecho generador de la emoción en cuestión (por ejemplo, en el caso
del miedo, prepararse para huir del peligro).
Teoría de Cannon-Bard
Teorías cognitivas de la emoción
- Teoría bifactorial de Schachter-Singer: Implica dos factores: la activación
fisiológica y la atribución cognitiva. La teoría asume que, tanto la activación
fisiológica como la atribución cognitiva, son necesarias para la experiencia
completa de la emoción. La activación fisiológica (que se concibe como
generalizada y difusa) determina la intensidad pero no la cualidad de la
emoción. El tipo de emoción (cualidad) vivida por la persona viene
determinada por la evaluación cognitiva de la situación. Las emociones
dependen de una doble apreciación cognitiva: como evaluamos el suceso y
como identificamos lo que esta pasando en nuestro cuerpo.
Schachter y Singer pensaban, al igual que Walter Cannon, que todas las
emociones comparten un mismo patrón indiferenciado de cambios
fisiológicos, pero, por la otra, también creían, como James y Lange, que el
sentimiento, es decir, la experiencia subjetiva de las emociones, tenía mucho
que ver con la percepción que tenemos de estos cambios fisiológicos.
Entonces, ¿de qué manera podemos experimentar emociones diferentes si
todas están hechas de la misma materia prima? La teoría bifactorial afirma que
toda emoción requiere la aparición de una fuerte sacudida fisiológica en el
cuerpo debido a la activación del sistema nervioso simpático, y que el cerebro
será informado de ésta. También en el cerebro se pondrán en marcha unos
mecanismos que intentarán emitir una explicación a aquellos cambios
corporales que producen sensaciones bastante inespecíficas; si dispone de una
explicación evidente, no aparecerá ninguna emoción. En cambio, si no hay
disponible ninguna explicación inmediata, entonces el cerebro buscará
activamente en el entorno que se está experimentando en el presente, o en
las vivencias del pasado que hay en la memoria, un acontecimiento que
explique aquella conmoción de las propias vísceras. Eso quiere decir que dos
emociones diferentes (miedo y amor, por ejemplo) podrían compartir el
mismo sustrato fisiológico, pero la diferencia en el sentimiento experimentado
sería debida a la explicación que nuestro cerebro diera a aquel arousal.
Se ha descrito un fenómeno, la transferencia de arousal, que encuentra una
explicación satisfactoria en la teoría bifactorial. La interpretación, desde el
punto de vista de la teoría bifactorial, es que los hombres que fueron
entrevistados sobre el puente peligroso experimentaron por esta razón un
fuerte y adaptativo incremento de la activación fisiológica. Pero al ser
preguntados por la chica, ésta captó toda su atención, por lo cual se convertía
en una clave contextual para que los hombres hicieran una interpretación de
su potente incremento del arousal, y acababan sintiéndose enamorados de
ella con más probabilidad.
- Modelo de Fridja y el modelo de Lang: ofrecía una versión mejorada del
modelo original de Schachter-Singer. En síntesis, se trataba de disminuir la
antiintuitividad y falta de apoyo experimental que tenía la teoría original y
admite la posibilidad de que haya dos tipos de excitación fisiológica: una de
carácter placentero y una de tipo desagradable –en lugar de sólo una
activación fisiológica general indefinida.
Para Fridja hay dos tipos de señales fisiológicas básicas: placer y dolor. Estas
señales fisiológicas informan de la utilidad o corrección de ciertos
acontecimientos y objetivos, y permiten así que las emociones dirijan –al
menos hasta cierto punto– nuestro comportamiento.
Es el mismo modelo de Schachter y Singer, pero aumentado. Continuamos con
un estado cognitivo que nos informa de una serie de propiedades del objeto o
acontecimiento que elicita la emoción (si es peligroso, si es inesperado, etc.),
pero ahora tenemos dos sensaciones diferenciadas, placer y dolor, en lugar de
una. Así, simplificando un poco, un cambio de planes combinado con una señal
positiva es lo que llamamos normalmente felicidad. Si el cambio va
acompañado por una señal negativa, hablamos entonces de tristeza. Fridja es
también muy reconocido por señalar un aspecto básico de las emociones: que
tener una emoción comporta necesariamente un cambio cognitivo y fisiológico
para prepararnos para la acción. Así, según Fridja, una emoción implica tres
fases diferenciadas: a) reconocimiento del hecho de que un objeto o un
acontecimiento reclama nuestra atención; b) evaluación del contexto
relevante con el fin de considerar las acciones posibles y c) prepararse para la
acción. Sin embargo, Fridja es contrario a la propuesta de la existencia de
emociones básicas, afirma que –introspectivamente– sólo podemos sostener
que tenemos sensaciones de placer y dolor, y ninguna más.
Para Peter Lang, al igual que para Fridja, las emociones son disposiciones o
tendencias para la acción, es decir, estados que preparan al organismo para
llevar a cabo una conducta adaptativa. En otras palabras, las emociones
surgieron como patrones de respuesta muy simples (disposiciones biológicas):
movimientos de aproximación o evitación hacia estímulos apetitivos o
aversivos, que tienen como función primordial la adaptación del individuo al
medio.
Según Lang en su teoría bifásica de las emociones, éstas se pueden clasificar y
organizar en función de dos estados motivacionales-emocionales diferentes: la
valencia afectiva o tono hedónico y la intensidad de la activación o arousal.
Sobre la base de estas dimensiones, Lang ha propuesto la existencia de dos
sistemas cerebrales motivacionales: apetitivo y aversivo, enfatizando el papel
de la valencia en la respuesta emocional.
- Teoría cognitiva de Lazarus: Sin saber nada concreto de la conversación, ni de
cómo se está desarrollando, sólo fijándonos en lo que piensa la persona
implicada, se puede llegar a predecir hasta cierto punto la emoción que
sentirá, lo cual ilustra la importancia de cómo la interpretación y el
procesamiento de la información sobre lo que pasa a nuestro alrededor se
relaciona con lo que sentimos, y que es el principal postulado de los modelos
cognitivos de la emoción.
Estos modelos consideran que el procesamiento emocional de las
características del estímulo es lo que determinará la emoción discreta que
experimentaremos. Cuando se habla de procesamiento emocional de las
características del estímulo, hay que tener en cuenta que éste se da en un
contexto determinado, y que por lo tanto hay muchos aspectos diferentes de
la situación que pueden relacionarse con la emoción, y determinar en mayor o
menor grado cómo nos sentimos.
Todos aquellos aspectos que pueden determinar la emoción, y en los cuales
han ido poniendo el énfasis los diferentes modelos, se podrían resumir en
cuatro grupos básicos:
a) Características del estímulo, como podrían ser la novedad, la intensidad, si
es predecible o no... Así, por ejemplo, darse cuenta de que se llega unos
minutos tarde a una reunión no es lo mismo, en relación con la emoción
que sentiremos, que darse cuenta de que llevamos media hora de retraso.
b) Significado que el estímulo tiene para las metas o los objetivos propios.
Siguiendo el ejemplo anterior, se correspondería con la importancia y las
implicaciones que tiene la reunión a la que se llega tarde, y que haría que
nos sintiéramos más o menos amenazados.
c) La capacidad que creemos tener para afrontar la situación. Si vemos que
podemos correr para no llegar tan tarde, o avisar con una llamada, nos
sentiremos más aliviados que si vemos que no hay nada que hacer, y que
es inevitable que lleguemos tarde.
d) Creencias o valores de la persona, que modulan la percepción de todos los
otros aspectos. No sentirá lo mismo alguien que tiene la creencia de que
llegar tarde a una reunión da imagen de irresponsable, que alguien que
crea que no pasa nada por llegar tarde a una reunión.
Uno de los modelos más representativos con relación a cómo la evaluación
cognitiva puede determinar la emoción que sentimos es el que formuló
Richard Lazarus y su equipo en la década de los setenta. En una primera
aproximación a un modelo que relacionara cognición y emoción, este autor
planteó la existencia de dos tipos de evaluación: una evaluación primaria, muy
rápida y automática, que nos indicaba si la situación podía ser relevante y por
qué; y una evaluación secundaria, que nos hacía valorar los recursos de que
disponíamos para tratar de hacerle frente.
Dos fueron las grandes aportaciones de este modelo en sus primeras
formulaciones:
Se ha mostrado como un modelo muy útil a la hora de predecir el estado
afectivo positivo o negativo que puede presentar una persona ante situaciones
emocionalmente relevantes. Si la persona percibe, como resultado de la
evaluación primaria, que tiene mucho que perder en la situación en la que se
encuentra, o incluso que ya ha perdido alguna cosa importante, ello le
generará emociones negativas. Si la persona percibe que tiene mucho que
ganar, experimentará emociones positivas. De todos modos, a la hora de
predecir qué emoción concreta podía experimentar la persona (si por ejemplo
ante una pérdida se sentiría más bien triste o enfadado), le faltan elementos
que ayuden a discriminar entre las diferentes emociones discretas.
Fue el primero en poner de manifiesto los elementos críticos de toda
evaluación relacionada con las emociones: el procesamiento de las
características del estímulo y su significación (elementos presentes en la
evaluación primaria), y la percepción de los propios recursos para hacerle
frente (elementos presentes en la evaluación secundaria). Aun así, los
primeros estudios que trataron de encontrar apoyo empírico a estos
postulados pusieron en duda que la evaluación primaria y secundaria fueran
evaluaciones secuenciales, y que la primaria fuera realmente tan automática y
casi inconsciente como postulaba el autor.
REFORMULACIÓN: actualmente se considera que hay una parte de la
evaluación primaria que sí que es automática e inconsciente, aquella que hace
referencia a las características del estímulo, y que avisa a la persona de que
debe prestar una atención especial a aquel estímulo o situación que se le está
presentando. A partir de aquí, empieza una evaluación más consciente en
relación con la significación que tiene aquel estímulo para nosotros, y a los
recursos que tenemos, pero que no tiene por qué ser secuencial y ordenada.
Por otra parte, para incluir en el modelo esta idea de procesamiento dinámico
y constante de los estímulos emocionales, los autores añaden una tercera
evaluación (la evaluación terciaria), que implica reevaluar la situación una vez
se han puesto en marcha las estrategias de afrontamiento escogidas.
Respecto a los elementos de evaluación que se añaden al modelo a fin de
predecir emociones discretas, la reformulación incluye variables que añaden
matices sobre todo a la evaluación primaria (significación que tiene aquella
situación para nosotros una vez la valoración más automática ya nos la ha
hecho detectar como relevante):
• En primer lugar, hay que tener en cuenta la congruencia motivacional que
aquella situación tiene para nosotros, definida como consistente o no, con
nuestros deseos y metas. En este sentido, si la vemos como congruente (nos
ayuda o nos aporta alguna cosa que nos gusta), experimentaremos emociones
positivas; si la vemos como incongruente (es un obstáculo para nuestro
desarrollo a cualquier nivel), experimentaremos emociones negativas.
• En segundo lugar, la persona intenta relacionar aquella situación con algún
esquema conceptual ya conocido, que resume las principales características y
que la ayuda a ubicarse y a saber qué hacer y cómo hacerlo. Cada esquema
conceptual lleva una emoción asociada, que es la que la persona
experimentará cuando identifique la situación con el esquema distintivo. Estos
esquemas conceptuales propios de cada emoción son lo que ellos llaman
núcleos de temas relacionados.
En lo concerniente a la evaluación secundaria, los autores postulan que,
globalmente, percibir más o menos recursos puede hacer cambiar la
percepción de congruencia motivacional de la situación. Así, por ejemplo,
aunque en un primer momento valoremos que la situación representa un
obstáculo para nuestros deseos, si creemos que podemos superarlo o
cambiarlo, disminuirá la incongruencia y la fuerza de la emoción negativa
asociada.
(Así pues, dentro de los modelos que ponen el énfasis en cómo el procesamiento
emocional de estímulos determina la emoción que experimentamos en cada situación,
el modelo de Lazarus y sus colaboradores da un marco para entender cómo, después
de una primera evaluación automática que nos indica que un estímulo puede tener
importancia, las personas valoramos si es congruente o no con nuestros deseos y
metas, y tratamos de ubicar la situación en algún esquema propio que nos ayude a
decidir de manera rápida y oportuna las opciones de actuación que tenemos,
generándonos al mismo tiempo la emoción relacionada con este esquema. Por otra
parte, percibir que tenemos más o menos recursos para superar obstáculos o
conseguir objetivos deseados puede matizar la intensidad de la emoción
experimentada).
- Críticas de Zajonc a los modelos cognitivistas: p. 62-63.
- Emoción y teoría de la atribución de Weiner: La teoría atribucional de Weiner
aplicada a las emociones, se interesa por comprender cómo nuestra tendencia
a buscar las causas que expliquen lo que nos pasa puede estar determinando
la emoción que experimentamos en una situación. ¿Por qué cuando
suspendemos un examen a veces nos sentimos tristes, otras veces culpables, o
muy enfadados? Desde la teoría atribucional se considera que estas diferentes
emociones son el resultado de considerar que el fracaso que hemos obtenido
se explica por razones muy diferentes. Así pues, la teoría de la atribución
postula que serán las inferencias que hacemos sobre por qué ha pasado lo que
ha pasado las que explicarán cómo nos sentimos.
De todos modos, las personas no estamos constantemente buscando las
causas de todo aquello que nos pasa, sino que esta tendencia se pone de
manifiesto sólo en aquellas situaciones que son inesperadas, ambiguas y/o
muy significativas: cuanto más inesperado, ambiguo e importante sea un
acontecimiento, más trataremos de buscarle una posible explicación, y eso lo
haremos tanto con los acontecimientos negativos (p. ej.: suspender un
examen que esperábamos aprobar), como con los positivos (aprobar un
examen que esperábamos suspender).
Así, siguiendo con el ejemplo del examen suspendido, si obtenemos el
resultado que esperábamos, nos podemos sentir un poco decepcionados, pero
no le daremos más vueltas, nos lo sacaremos rápidamente de la cabeza
aunque sea un resultado negativo; en cambio, cuando el resultado del examen
rompe con nuestras expectativas, entran en juego las atribuciones para tratar
de dar sentido a lo que ha pasado. Por otra parte, si nos dan la noticia
inesperada de que tenemos una enfermedad grave, nos costará mucho más
dejar de buscar explicaciones de por qué nos ha pasado eso a nosotros, que si
lo que nos ha pasado es que hemos perdido las llaves de casa: cuanto más
significativa sea la situación, más necesidad tendremos de encontrarle una
explicación.
Entender que las personas hacemos atribuciones, y que son éstas las
responsables de las emociones, nos ayudará a entender, predecir y controlar
procesos emocionales, siempre y cuando seamos capaces de describir qué tipo
de atribuciones hacemos y cómo se relacionan con las emociones. Si hay
tantas posibles causas como personas y situaciones, no podremos llegar a
predecir cómo nos sentiremos, y por lo tanto tampoco tendremos
herramientas para trabajar las emociones que estemos experimentando. De
aquí que una de las grandes aportaciones de la teoría atribucional de Weiner
sea precisamente el desarrollo de un modelo teórico que agrupa y resume
todas las posibles causas de acontecimientos inesperados en unas pocas
dimensiones, y las relaciona con las emociones que más habitualmente se
presentan en este tipo de situación.
Así, Weiner (1986) postula que las diferentes causas se pueden reducir a tres
dimensiones independientes que las caracterizan: el locus de causalidad, la
controlabilidad, y la estabilidad, siendo las dos primeras dimensiones las más
directamente implicadas en la emoción.
El locus de causalidad consiste en determinar si la causa a la cual se
atribuyen los hechos es interna a la persona implicada en la situación, o en
cambio, es externa a ella. Atribuir una enfermedad inesperada a un agente
infeccioso sería hacerlo a una causa externa, y atribuirla a la mala salud o a los
malos hábitos sería hacerlo a una causa interna.
La controlabilidad consiste en considerar si la causa es modificable o no;
dicho de otra manera, si se podría haber hecho alguna cosa para cambiarla, o
si se trata de un hecho intencionado que se habría podido hacer de otra
manera. Para entender la dimensión de controlabilidad como independiente
de la de locus de causalidad, hay que tener en cuenta que el hecho de que
haya control no implica que sea necesariamente la persona implicada en la
situación quien puede ejercerlo. Así, considerar que se ha suspendido un
examen porque el profesor nos tiene manía se puede ver como externa pero
controlable (por el profesor).
La estabilidad hace referencia al hecho de si se trata de una causa muy
puntual en el tiempo, que puede no estar presente siempre, ya que es
cambiante y variable (inestable), o en cambio es una causa que siempre estará
allí (estable). Para distinguir esta dimensión de la de controlabilidad, hay que
considerar que la variabilidad de las causas inestables puede venir dada por
factores incontrolables, y que las causas estables pueden ser también
controlables: atribuir el fracaso en una carrera de velocidad a la lluvia
torrencial que caía en aquel momento es hacerlo a una causa externa e
incontrolable; atribuir nuestro fracaso en un examen al hecho de que se trata
de un examen tipo test no quiere decir que no consideremos que se puede
aprender a hacer mejor este tipo de examen y, por lo tanto, considerarla una
causa estable (siempre será tipo test) pero controlable.
Así pues, toda causa de un hecho inesperado tendrá un nivel de locus de
causalidad (será interna o externa), un nivel de controlabilidad (será
controlable o incontrolable) y un nivel de estabilidad (estable o inestable).
Según qué combinación de locus de causalidad y de controlabilidad tenga la
atribución, la emoción experimentada será diferente, tal como muestran los
cuadros que se presentan a continuación para los acontecimientos
inesperados positivos y negativos:
Así pues, las emociones que experimentamos en situaciones inesperadas
vienen determinadas por el tipo de atribución que hacemos en relación con la
causa que creemos que las explica. Clasificar las diferentes causas en función
de las tres dimensiones de controlabilidad, locus de causalidad, y estabilidad,
siempre que se tomen las precauciones metodológicas necesarias para hacerlo
adecuadamente, no sólo nos permite predecir la emoción resultante, sino que
nos permite agrupar razones aparentemente muy diferentes y variadas, lo cual
ayuda a establecer leyes generales en la relación entre cognición y emoción, a
la vez que nos permite planificar estrategias de cambio adecuadas.
Teorías evolutivas y de adaptación
Charles Darwin, ya trató las emociones como estados mentales diseñados por la selección
natural.
- Darwin, Ekman y las expresiones emocionales: Darwin creía que las
emociones se desarrollaron a causa de su valor de adaptación. El miedo
ayudaba al organismo a evitar el peligro y del mismo modo a su supervivencia.
Para Darwin, la emoción humana es un producto de la evolución. Conforme a
las teorías evolutivas, la emoción es una reacción innata ante ciertos
estímulos. Por tanto, las emociones deberían reconocerse de inmediato, sin
pensarlo mucho. Los teóricos evolutivos creen que las emociones
evolucionaron antes que el pensamiento: el pensamiento cumple una función
relativamente pequeña en la emoción, aunque el aprendizaje y la cognición tal
vez influyan. Asimismo, estas teorías suponen además que la evolución dotó al
ser humano de un reducido número de emociones innatas con valor
adaptativo. Afirman que el ser humano tiene entre 8 y 10 emociones primarias
(miedo, ira, alegría, repulsión interés y sorpresa, etc.). Pero, por supuesto que
experimentamos más de 8 a 10 emociones. Esto se explica, según estas
teorías, que muchas emociones complejas provienen de combinaciones de las
emociones primarias y de variaciones en su intensidad.
En su libro La expresión de las emociones en los animales y en el hombre,
Darwin analiza las formas en que todos los animales (humanos y no humanos)
expresamos nuestras emociones, y se intenta encontrar rasgos universales
resultado de adaptaciones al medio. Inspirado en estos hallazgos, casi cien
años más tarde, el psicólogo Ekman decidió estudiar las expresiones
emocionales con el fin de demostrar que las emociones son rasgos biológicos
generales presentes en todos los humanos.
Estos experimentos y otros parecidos llevados a cabo por Ekman y otros
psicólogos muestran claramente que ciertos hechos relacionados con las
emociones, como su expresión facial, son innatos, no aprendidos, y eso es una
buena pista para pensar que al menos ciertas características de las emociones
son adaptaciones resultado de la selección natural. Siguiendo el modelo de
Darwin, las emociones tendrían –entre otras– la función de regular las
relaciones sociales. Una cara enfadada es una advertencia al que nos molesta
para que deje de hacerlo; una cara feliz ayuda a mantener una relación más
armónica con vuestros compañeros; una cara de miedo es la advertencia de un
peligro próximo, etc.
Teorías psicobiológicas de la emoción
Intentan determinar las bases neurológicas de los procesos emocionales.
- El modelo de la doble vía de LeDoux: Según LeDoux, en presencia de un
estímulo emocional, el cerebro valora su significado y responde en función de
éste. A nivel neural, la evaluación del estímulo y el control de la respuesta
desencadenada por éste tiene lugar en la amígdala. LeDoux propone la
existencia de dos sistemas o rutas neurobiológicas diferentes por las que la
información sensorial puede llegar a la amígdala. La primera ruta pasa por la
corteza cerebral. La segunda vía es una vía extralemniscal, más corta y
filogenéticamente más antigua que une directamente el tálamo con la
amígdala. Esta vía tálamo-amigdalar hace posible que una parte de la
información del estímulo, poco elaborada, acceda de forma rápida a la
amígdala, y ésta elabore una respuesta apropiada, de manera prácticamente
inmediata, lo que resulta especialmente adaptativo en las situaciones de
peligro.
En definitiva, según LeDoux, la información de los estímulos externos llega a la
amígdala por la vía directa procedente del tálamo, y por la vía que va desde el
tálamo hasta la amígdala pasando por la corteza. La primera vía es una vía
más rápida que nos permite empezar a responder al estímulo antes de que
éste sea elaborado por la corteza. Sin embargo, dado que no interviene la
corteza, la información que esta vía puede transmitir a la amígdala es poco
precisa, poco elaborada, y la respuesta que desencadena, inespecífica. Por
ello, cuando llega a la amígdala la información procedente de la segunda vía, si
la respuesta inicial, desencadenada por la primera vía, ha sido correcta, se
refina en su manifestación. Sin embargo, si la respuesta inicial no fue
apropiada, se detiene automáticamente la respuesta (Palmero, 2003). En
palabras del propio LeDoux, “[...] la información recibida directamente desde
el tálamo predispone a producir respuestas, mientras que la tarea de la
corteza es evitar la respuesta inadecuada más que producir la apropiada”.
- Teoría del marcador somático de Damasio: Según Damasio, la experiencia
afectiva global se compone de tres elementos: los procesos de valoración del
estímulo, las reacciones corporales y viscerales con las que el sistema nervioso
responde a dicha valoración y la forma en la que el cerebro percibe esos
cambios corporales y viscerales. A este último elemento, es decir, a la
experiencia de los cambios corporales y viscerales. Damasio lo llama
“sentimiento”, y sobre la base de este concepto elabora la hipótesis conocida
como “hipótesis del marcador somático”.
Según esta hipótesis, la toma de decisiones no depende únicamente de
procesos racionales, sino que éstos se encuentran asistidos por procesos de
tipo emocional que facilitan la toma de decisiones. Basándose en el análisis de
las alteraciones conductuales y emocionales observadas en personas que han
sufrido lesiones en la corteza prefrontal del cerebro, Damasio concluye que es
en esta zona del cerebro donde se localizan los sistemas a través de los cuales
las emociones favorecen la toma de decisiones.
Según argumenta Damasio, una solución puramente racional a los problemas
que afrontamos normalmente en nuestra vida cotidiana requeriría muchísimo
tiempo, en la medida en que deberíamos imaginar todas las alternativas
posibles de solución del problema y determinar, para cada una de ellas, sus
costes y sus beneficios a fin de compararlas y poder decidir cuál de ellas es la
mejor. De manera que, cuando nos encontramos ante la existencia de
diferentes posibilidades de actuación, la corteza prefrontal crea, para cada una
de ellas, una representación de lo que ocurriría si la eligiéramos. Dicha
representación incluye, además de los elementos descriptivos de la situación,
un esbozo de la reacción emocional que la situación real desencadenaría. Y ese
esbozo incluye, a su vez, un anticipo de las reacciones corporales y viscerales
propias de la reacción emocional de la que se trata. A estas reacciones
corporales y viscerales anticipadas es a lo que Damasio llama el “marcador
somático”, ya que lo que hacen es marcar afectivamente cada una de las
elecciones posibles. Por consiguiente, cuando el sujeto intenta tomar una
decisión, tiende a evitar aquellas opciones que han sido marcadas por
sensaciones viscerales desagradables y “preselecciona” aquellas que han sido
marcadas positivamente. Se acota, de esta manera, el número de alternativas
de elección posibles, incrementándose la velocidad del proceso de elección.
Los “marcadores somáticos” simplifican el proceso de toma de decisiones.
Así pues, según Damasio, la elección y la toma de decisiones no sólo están
guiadas por la evaluación de los costes-beneficios de cada una de las opciones
posibles, sino también por el conocimiento implícito anticipado del valor
afectivo de cada opción.
- Modelo neuropsicológico de las emociones de J.A. Gray: El modelo propuesto
por Jeffrey Gray postula la existencia en el cerebro de los mamíferos de tres
sistemas motivacionales/emocionales capaces de procesar tipos específicos de
información: el sistema de inhibición conductual (BIS), el sistema de
aproximación conductual (BAS) y el sistema de lucha-huida (FFS).
Sistema de inhibición conductual (BIS): este sistema es activado por tres
tipos de estímulos diferentes: estímulos condicionados asociados con un
castigo, estímulos condicionados asociados con una no recompensa y
estímulos nuevos. Una vez activado por los estímulos adecuados, el sistema
produce un patrón de respuestas caracterizado por la inhibición conductual, el
incremento del nivel de arousal y el aumento de la atención hacia los estímulos
ambientales. La activación de este sistema se encuentra, también, asociada a
la experiencia de estados emocionales negativos, como por ejemplo, la
ansiedad, el miedo, la tristeza o la frustración.
El concepto clave para entender el funcionamiento del BIS es, según Gray, el
concepto de comparador. El comparador es un mecanismo que predice cuál
será el próximo evento más posible, y compara dicha predicción con el evento
real. Cuando la predicción y el estímulo real coinciden, el control conductual lo
ejercen mecanismos cerebrales inespecíficos. Cuando se produce una
discrepancia entre la predicción y el estímulo real, el comparador asume el
control de la conducta, y se produce el patrón de respuesta característico de la
activación del BIS que acabamos de describir.
Sistema de aproximación conductual (BAS): se activa ante estímulos
asociados a una recompensa o a la retirada/no presentación de un castigo.
Cuando es activado, se producen conductas de aproximación a los estímulos
desencadenantes y aparecen estados emocionales positivos como la euforia, la
felicidad o el placer.
Sistema de lucha-huida (FFS): se activa ante estímulos aversivos
incondicionados, dando lugar a una respuesta instrumental de escape o lucha.
Este sistema no ha sido vinculado a ningún tipo concreto de experiencia
emocional.
Igualmente, al aplicar su modelo a los humanos, Gray propuso que las
diferencias individuales en el funcionamiento del BIS y del BAS daban lugar a
dos dimensiones de personalidad: la ansiedad o neuroticismo (susceptibilidad
al castigo) y la impulsividad (susceptibilidad a la recompensa).
5. Fenómenos emocionales y procesos psicológicos.
La relación que existe entre las emociones y los procesos cognitivos. Específicamente se asume
que nuestras percepciones, pensamientos y acciones están fuertemente influidos por nuestro
estado emocional. En este apartado describiremos, brevemente, la posible influencia de los
estados emocionales sobre los diferentes procesos cognitivos, y sobre el comportamiento de
las personas.
Emoción y creatividad:
Diferentes estudios han mostrado cómo el afecto positivo promueve la creatividad. Las
personas que se sienten alegres presentan una flexibilidad cognitiva mayor, elaboran más el
material, son más rápidos pensando, son más capaces de establecer asociaciones de ideas
nuevas, establecer relaciones múltiples –similitudes y diferencias–, categorizaciones, etc. En
otras palabras, el afecto positivo favorece la creatividad o las respuestas innovadoras y la
solución de problemas.
Emoción y toma de decisiones:
Las personas que tienen un estado de ánimo positivo, por ejemplo, por haber conseguido un
objetivo o una meta determinada deseada, si ésta se ha conseguido por méritos propios (por
ejemplo, esfuerzo, capacidad), hará que en el futuro se planteen retos superiores. El estado de
ánimo positivo incrementa las expectativas de autoeficacia, las posibilidades subjetivas de
éxito y la sensación de control de la situación, y disminuye el riesgo percibido.
En el proceso de toma de decisiones, la influencia del estado de ánimo positivo depende del
tipo de tarea que se tiene que realizar, del contexto y de la trascendencia del resultado. En un
estudio hecho por Isen, Rosenzweig y Young (1991), estos autores observaron en estudiantes
universitarios de tercer curso de medicina que el estado de ánimo positivo no sólo facilitaba el
diagnóstico de la enfermedad a partir de las descripciones dadas, sino que en muchos casos,
estos estudiantes sugerían el tratamiento que se debía aplicar al enfermo.
Emoción y conducta prosocial:
Cuando las personas están bajo el efecto de un estado de ánimo positivo, se facilita la
interacción social y se incrementa la probabilidad de ayudar a los demás, es decir, de ser
prosociales.
¿Cuál es el mecanismo por medio del cual el afecto positivo favorece la conducta prosocial? En
el trabajo de revisión realizado por Carlson, Charlin y Miller, estos autores proponen varios
mecanismos de actuación. En primer lugar, parece que el afecto positivo influye sobre varios
procesos cognitivos (memoria, razonamiento, juicio, etc.) y genera un sesgo en éstos, lo cual
facilita de este modo la conducta prosocial. Así, por ejemplo, cuando una persona está alegre,
tiene más facilidad de acceder a recuerdos positivos, suele ser más optimista, juzgar los
acontecimientos como más positivos, es más amistosa, sociable y cooperadora. En este
sentido, se produce una alteración –positiva– de la percepción o valoración de los demás.
En segundo lugar, se sugiere que la persona actúa de manera prosocial para conservar por más
tiempo (mantener) su estado de ánimo positivo, ya que al comportarse de esta manera, se
recompensa intrínsecamente a ella misma cuando la realización de la conducta de ayuda a los
demás es gratificante per se, pero disminuye cuando el ofrecimiento a los demás comporta
una carga o esfuerzo. Y, por último, otra explicación plausible nos la proporciona la culpa. Las
personas pueden ayudar a los demás para evitarse los sentimientos de culpa que les generaría
el hecho de no hacerlo, y evitar, de este modo, que este estado negativo resultante de su
omisión de ayuda neutralice su estado positivo actual.
Llegados a este punto, podemos preguntarnos si el afecto positivo facilita la conducta prosocial
y si el afecto negativo la empeora. De acuerdo con Reeve, la respuesta es más compleja que en
el caso del afecto positivo. Mientras que la respuesta es sí para algunos casos de afecto
negativo, como la depresión o la rabia, en otros no es tan claro su efecto sobre la conducta
prosocial. Se debe tener presente que dentro de los estados emocionales negativos se
engloban estados muy diferentes, entre ellos miedo, rabia, ansiedad, depresión, y la persona
que está, por ejemplo, deprimida no piensa y se comporta igual que la persona que tiene
miedo.
Emoción, atención y percepción:
En los subapartados anteriores hemos comentado el posible efecto que el estado emocional
positivo ejerce sobre los procesos cognitivos y sobre la conducta. En éste, nos ocuparemos de
la influencia del afecto negativo, principalmente la ansiedad y la depresión, sobre dos de los
procesos psicológicos básicos que más se han estudiado: la percepción y la atención.
Con relación a la atención, se ha observado en diferentes estudios que las personas con niveles
elevados de ansiedad presentan un sesgo atencional, en el sentido de que prestan más
atención –atención selectiva– a los estímulos amenazadores que a los estímulos neutros
(artículo PEC 2).
Del mismo modo, en relación con la percepción, los sujetos con niveles altos de ansiedad
tienen más tendencia a interpretar los estímulos ambiguos como amenazadores que como
neutros. Asimismo, los individuos ansiosos también manifiestan un sesgo perceptivo en
relación con los estímulos internos procedentes de su reactividad fisiológica. Malinterpretan su
reactividad fisiológica (por ejemplo, palpitaciones, sudoraciones, etc.) como indicadora de
situaciones amenazadoras, fenómeno que constituye la base de los ataques de pánico.
En el caso de la depresión, los datos no son tan concluyentes como en la ansiedad. Algunos
estudios muestran la presencia de sesgo de la atención y de otros, no. Sin embargo, en lo que
concierne a los procesos perceptivos o interpretativos, se ha observado que los sujetos
depresivos hacen consistentemente interpretaciones más negativas de estímulos ambiguos
que los individuos control. Los interpretan de manera más amenazadora. Señalan también una
mayor probabilidad de futura ocurrencia de sucesos negativos que positivos.
Emoción y memoria:
El estado emocional influye sobre la memoria. Las investigaciones que se realizan se pueden
sintetizar en los supuestos siguientes:
a) Recuerdo dependiente del estado emocional.
b) Estado emocional congruente.
c) Pensamientos congruentes.
d) Intensidad emocional.
Con relación al primer supuesto, recuerdo dependiente del estado emocional, los datos
obtenidos muestran que el material que se aprende en un determinado estado emocional se
recuerda mejor cuando se está en este mismo estado que en otro. De este modo, el
rendimiento es más alto cuando se aprende, por ejemplo, alegre y se recuerda alegre, y peor
cuando se aprende alegre y se recuerda triste. Es decir, cuando no hay congruencia con los
estados emocionales presentes en el momento del aprendizaje con los del recuerdo, el
recuerdo es peor. Esta hipótesis se cumple cuando nos referimos al recuerdo libre (evocación)
y no cuando el recuerdo se hace a partir de una identificación o reconocimiento del material.
En este último caso no se aprecia la influencia del estado emocional sobre la memoria.
Por lo que respecta al segundo supuesto, estado emocional congruente, la investigación
empírica realizada demuestra que la valencia hedónica del material que se debe aprender se
recuerda mejor cuando éste coincide con el estado emocional del sujeto en el momento del
aprendizaje. Si se aprende una lista de palabras con contenido emocional triste, éstas se
recordarán mejor si en el momento del aprendizaje el sujeto también está triste. Lo
importante es la congruencia emocional entre el significado emocional del material y el estado
de ánimo del sujeto. La persona fija más atención en los objetos, estímulos o situaciones
congruentes con su estado emocional, y se produce un procesamiento mayor de la
información y, por lo tanto, un mejor aprendizaje. En el caso de que no se produzca esta
coincidencia, el rendimiento se ve empeorado.
La tercera hipótesis se refiere a los pensamientos congruentes. Los pensamientos de un
individuo –asociaciones, interpretaciones y juicios– tienden a ser congruentes temáticamente
con su estado emocional. Se observa que el estado de ánimo positivo genera un recuerdo
mayor de acontecimientos positivos. Lo mismo sucede con el estado de ánimo negativo.
Y, por último, la intensidad emocional se refiere al hecho de que incrementos en la intensidad
del estado de ánimo producen a su vez un incremento de recuerdos que se asocian a éste. Se
han realizado pocas investigaciones relacionadas con este supuesto. Según la teoría de la
memoria de Bower, cada emoción tiene un nodo o unidad específica en memoria, y cada
unidad está formada por proposiciones que describen acontecimientos emocionales de la
persona. Cada nodo se encuentra unido a otros nodos en forma de red, de tal manera que si se
activa uno, se propaga tal activación a otros nódulos. Así, por ejemplo, si una persona ha
tenido un accidente grave de tráfico, cuando con posterioridad ve otro accidente, por ejemplo,
por la televisión, éste le recuerda el suyo y las emociones que se asocian a él. Lang amplía esta
idea de Bower incluyendo en los nódulos no sólo el recuerdo emocional, sino todos sus
elementos (experiencia emocional, respuestas fisiológicas y conductuales).
Emoción, aprendizaje y organización de la conducta:
Las emociones pueden actuar, a veces, como vigorizadoras (o motivadoras) y directoras de la
conducta, y otras, pueden interrumpir o suprimir la conducta en curso. Como se puede
apreciar, existe una relación íntima entre motivación y emoción, y entre éstas y el resto de los
procesos psicológicos básicos. La mayoría de los estudios experimentales que se han realizado
para demostrar los efectos de los estados emocionales sobre la conducta. Las emociones se
pueden aprender, sobre todo las emociones negativas como el miedo, por medio del
condicionamiento clásico, y que este miedo aprendido podía generalizarse a otros estímulos
parecidos. Mediante este condicionamiento podrían explicarse algunas de las conductas
fóbicas que presentan las personas y que les dificultan la realización de una vida normal.
Por su parte, Seligman pone de relieve cómo algunas conductas parece que se aprenden con
más facilidad que otras, y propone el concepto de preparación biológica. A partir de esta
concepción, Seligman propone que el desarrollo de las fobias es un ejemplo de aprendizaje
preparado –determinado biológicamente– en los humanos. Las fobias pueden ser el resultado
de un condicionamiento clásico en estímulos a los cuales el organismo está biológicamente
predispuesto a reaccionar por su relevancia.
Es más fácil condicionar una respuesta de miedo a las arañas –relevancia filogenética– que a
una escoba. Por otra parte, las fobias son muy resistentes a la extinción, se aprenden con una
exposición mínima al estímulo fóbico, y la mayoría de ellas se produce en relación con objetos
de origen natural. En este sentido, Öhman, por medio de numerosos experimentos sobre
condicionamiento, ofrece datos que dan apoyo a la tesis de Seligman. Este autor ha observado
que es más fácil generar miedo asociado a estímulos preparados –relevantes para la
supervivencia del individuo– (serpientes, arañas y caras con expresión de enfado) que a
estímulos neutros (flores, setas y caras con expresión facial neutra).
Estes y Skinner, al comienzo de la década de los cuarenta, describieron el fenómeno
denominado supresión condicionada o respuesta emocional condicionada. Según estos
autores, los estímulos aversivos condicionados son capaces de suprimir las respuestas
instrumentales reforzadas positivamente (ejemplo: Brasildiño es un jugador de fútbol del
equipo Negriblanco, muy habilidoso y de gran calidad. Sin embargo, cuando juega contra un
equipo rival que lleva camiseta blanca, y un jugador contrario con cabellera y bigote lo cubre,
es incapaz de driblarlo, empieza a tener miedo, a fallar y a jugar mal, ya que hace dos años, un
contrincante de estas características le rompió la rodilla. Brasildiño se pone nervioso, empieza
a recordar el episodio pasado y su entrenador acaba por sustituirlo).
El fenómeno de la evitación también puede explicar algunas de las conductas “normales” o
“atípicas” que manifiestan las personas. Para Mowrer, la respuesta de evitación está motivada
por el miedo y reforzada por su reducción. El miedo está concebido como un impulso que
motiva al organismo. Es una emoción negativa o aversiva, de modo que su reducción puede
proporcionar un reforzamiento negativo (Villa y Fernández, 1985; Cándido et al., 1990). Por
medio de la evitación, se pueden explicar, por ejemplo, algunas conductas supersticiosas. Estas
y otras conductas que se hacen para tener suerte o evitar desgracias están motivadas por el
miedo. Se trata de conductas que, en principio, no interfieren en la tarea de la persona. Ahora
bien, cuando estas conductas se agravan y causan más daño que algo bueno, es decir,
dificultan el desarrollo de una vida normal, se entra en el terreno de la patología como, por
ejemplo, los trastornos obsesivos-compulsivos.
Hebb relaciona los diferentes estados psicológicos con la activación fisiológica. Según este
autor, la perturbación emocional y la consiguiente desorganización de la conducta ocurriría
cuando se sobrepasa un determinado nivel de activación. A medida que aumenta la activación
se organiza la conducta y emergen las emociones positivas (por ejemplo, interés). Si se
sobrepasa un determinado nivel óptimo de activación, la conducta se desorganiza y aparecen
las emociones negativas (por ejemplo, ansiedad). (Recordad la similitud de esta teoría con la
Ley de Yerkes- Dodson estudiada en el tema de la motivación en la que se relaciona la
activación y el nivel de rendimiento.)
Aprendizaje y emoción:
- Miedo condicionado:
- Aprendizaje emocional vicario: El aprendizaje emocional vicario se refiere al
hecho de que los inductores de la emoción en un individuo modelo se pueden
convertir, mediante una experiencia de aprendizaje, en inductores de
emociones parecidas en individuos observadores. El aprendizaje emocional
vicario podría explicar el origen de algunos miedos irracionales persistentes
(conductas fóbicas), en los cuales los sujetos no han experimentado
personalmente ningún acontecimiento traumático. Los miedos intensos y
persistentes se pueden adquirir simplemente a partir de experiencias de
observación.
El aprendizaje emocional vicario es un proceso íntimamente relacionado con la
activación vicaria de las emociones. Los resultados de este experimento
apuntan a que la persona que empatiza no sólo comprende el sufrimiento del
otro, sino que de manera genuina lo está experimentando, aunque la materia
prima, es decir, la experiencia sensorial de dolor en sí misma no esté presente.
Por lo tanto, la empatía es un mecanismo de activación emocional vicaria,
probablemente necesario, o al menos facilitador, del aprendizaje vicario de las
emociones, y se convierte en un mecanismo de regulación social de las
emociones basado en la reconstrucción y experimentación de la vida
emocional de los otros.
La activación emocional vicaria puede ser al mismo tiempo un mecanismo
fundamental en la regulación social del comportamiento, ya que se manifiesta
incluso en fases tempranas del desarrollo humano.
- Indefensión aprendida: La teoría de la indefensión aprendida propone que la
exposición a un hecho aversivo incontrolable provoca que un animal, o un
humano, se forme una representación de no contingencia entre su
comportamiento y la terminación del suceso aversivo y espere que esa no
contingencia se mantenga en el futuro.
Esta formulación parte de tres elementos principales: la información sobre la
contingencia, la representación cognitiva de la contingencia y la conducta.
Cuando se produce la representación cognitiva es cuando aparece la
indefensión, ya que el sujeto se forma la expectativa de que la respuesta
emitida por su parte y el resultado obtenido son independientes, lo cual le
lleva a percibir que sus respuestas carecen de éxito. Seligman hace hincapié en
el hecho de que únicamente los organismos que se forman expectativas de no
contingencia sufren indefensión.
Varios estudios han intentado clarificar por qué una vivencia muy
desagradable, cuando no se dispone de ningún control de la misma, produce
este efecto sobre el comportamiento, postulando dos mecanismos: un efecto
de desmotivación (estrategia adaptativa, ya que cuando se hace patente la
inutilidad instrumental del comportamiento, lo mejor es no malgastar
energía), o bien una interferencia sobre los mecanismos de aprendizaje (es
decir, un déficit cognitivo), debido a que el sujeto hubiera aprendido a
generalizar la falta de control experimentado ante una situación en las otras
situaciones y contextos. Las evidencias experimentales obtenidas indican que
ambos efectos explican parcialmente la indefensión aprendida, pero el más
potente y fundamental parece ser el segundo.
En los humanos, el fenómeno parece más complejo. Aparte de que, al igual
que en otras especies, algunas personas están inmunizadas contra la
indefensión (que se intenta inducir en contexto experimental), y de que la
inmunización se puede inducir mediante experiencias previas de control sobre
acontecimientos desagradables, a veces la indefensión se generaliza a
cualquier situación futura, mientras que en otras el efecto se circunscribe a
situaciones similares a aquéllas en que se había experimentado la falta de
control. Además, a veces el efecto es transitorio, pero otras veces la
indefensión se cronifica y es resistente al cambio. Para dar una explicación a la
amplia variabilidad individual observada en humanos, Seligman hizo en 1978
una reformulación de su teoría en la que propuso las atribuciones causales
como elemento nuclear de esta variabilidad. Esta reformulación plantea una
restricción en las condiciones que se tienen que producir para generar
indefensión aprendida: no sólo se tiene que exponer a una situación muy
aversiva, sino que hay que hacer una atribución interna, incontrolable y global
de su causa.
Seligman introdujo el concepto de estilo atribucional depresogénico para
caracterizar a las personas que ante los fracasos presentan una predisposición
sistemática a formular atribuciones internas, incontrolables y globales,
mientras que, contrariamente, ante los éxitos, hacen atribuciones externas,
incontrolables y específicas. Este estilo atribucional ha sido postulado como
factor de vulnerabilidad por la depresión.
Emociones y procesamiento de la información:
Los ordenadores procesan los datos con un modo único. El cerebro, en cambio, modifica, para
cada estado emocional, su forma de procesar la información entrante. Desde el punto de vista
de cómo los diferentes módulos del cerebro procesan estos datos, las emociones se
caracterizan por dos grandes efectos: de priorización y de compensación. El primero de ellos
se manifiesta como sesgos atencionales, perceptuales y de memoria; el segundo, en
variaciones en el nivel de activación (arousal) central y periférico.
Sesgos atencionales
Las emociones implican un filtrado o selección de la información; se prioriza aquella
información asociada a la emoción predominante en un instante determinado en el individuo.
El paradigma de Stroop emocional permite evaluar tales sesgos atencionales.
Sesgos perceptuales/interpretativos
El sesgo interpretativo tiene que ver con la asignación de significados en la entrada sensorial. A
menudo sucede que la información que recibimos de los sistemas sensoriales resulta ambigua,
de mala calidad, de manera que la respuesta perceptual queda fuertemente regulada por
mecanismos de alto nivel cognitivo llamados procesos top-down. El proceso perceptual,
especialmente el que se basa en información ambigua, supone la comparación de ésta con la
que tenemos disponible en la memoria. Cada estado emocional facilita un acceso selectivo a la
memoria de las imágenes mentales de estímulos (llamados esquemas anticipatorios) o hechos
que fueron codificados y guardados en tal estado emocional. Por ejemplo, si antes de ir a
dormir nos encontramos nerviosos porque acabamos de ver una película de miedo, es más
probable que, ante un ruido extraño e inesperado cerca de nuestra habitación, llegue a
nuestra conciencia el esquema anticipatorio ladrón que el esquema viento. Una prueba
utilizada para evaluar estos sesgos la encontramos en los experimentos de homófonos.
Mecanismos de compensación
Junto con los mecanismos de priorización en el procesamiento de los estímulos congruentes
con el estado afectivo, éste induce mecanismos de compensación, consistentes en aumentar la
capacidad total de procesamiento del córtex cerebral, es decir, del arousal cortical.
Analizamos el miedo para entender los mecanismos de compensación y su valor adaptativo.
Ante una situación neutra, tenemos disponible toda la capacidad de procesamiento para
realizar la tarea (o tareas) que hemos decidido hacer (o que nos han impuesto). Pero ante una
amenaza, tenemos que procesar toda la información que provenga de la misma y,
simultáneamente, hacer acciones directas para evitarla, huir de ella, o bien atenuar su impacto
si es inevitable. Por lo tanto, nos vemos forzados a repartir nuestra capacidad de
procesamiento entre mantenernos atentos al peligro, y al mismo tiempo hacer las secuencias
de acción que nos permiten hacerle frente activamente.
Como la capacidad de acción ha quedado limitada por los recursos de procesamiento
destinados al seguimiento del estímulo amenazador, hay que poner en funcionamiento
recursos auxiliares de procesamiento, con lo cual hacemos mucho más esfuerzo mental y
gastamos más energía.
El efecto final que observamos es que usualmente se puede obtener un nivel de rendimiento
aceptable en las acciones que hacemos, pero asumiendo un gasto energético más alto y mayor
carga mental. Por lo tanto, desde el punto de vista de costes y beneficios, una persona que
intenta resolver una tarea cognitiva con bastante ansiedad podría hacerla con la misma
eficacia que una que no tuviera tanta, pero con menos eficiencia, dado el esfuerzo energético
extra efectuado (PEC 2).
6. Emociones, estrés y salud.
Salud y comportamiento:
La salud puede conceptualizarse como un estado de bienestar que, además de incluir la
ausencia de enfermedad, comprende el equilibrio psicológico y la inserción social.
Eso quiere decir que la enfermedad no es un hecho eminentemente biológico, sino que es un
fenómeno multifactorial en el cual además de los factores biológicos (vulnerabilidad genética
del organismo, estado general orgánico y agentes patógenos variados) intervienen los factores
psicosociales. Así, por ejemplo, por lo que respecta a los factores de riesgo de las
enfermedades cardiovasculares, el tabaquismo, el sedentarismo y el estrés son factores
psicológicos importantes que intervienen junto con la hipertensión, los niveles elevados de
colesterol, la obesidad, etc. Con esto queremos decir que, aunque las enfermedades son
hechos orgánicos, dependen en gran manera de nuestra conducta, de lo que la gente hace,
piensa y siente. Las personas podrían mejorar y mantener su salud si evitasen las conductas de
riesgo y llevasen a término conductas saludables.
Emociones y salud:
Hoy día nadie pone en duda el poder que ejercen las emociones en nuestro bienestar diario y
en la salud. Las emociones no son las (únicas) culpables, ya que éstas son producto de la
interacción con nuestro entorno, del modo de interpretar las situaciones y de cómo se
afrontan. Las emociones podían enfermar al organismo.
Los datos aportados desde este ámbito confirman que las situaciones ambientales y sociales
que generan estados emocionales negativos en los individuos como, por ejemplo, el estrés o la
ansiedad, son capaces de disminuir la competencia del sistema inmunitario –
inmunosupresión–, y constituyen un factor de riesgo porque incrementan la vulnerabilidad a la
enfermedad. Además de incrementar la vulnerabilidad del individuo a la enfermedad, las
emociones inciden también en el curso de las ya instauradas, y favorecen el inicio de una crisis
o la agravación de la enfermedad.
En síntesis, las emociones negativas pueden incrementar la vulnerabilidad del individuo a la
enfermedad, favorecer el inicio de una crisis o la agravación de la enfermedad ya instaurada,
incidir sobre los hábitos de salud y distorsionar la conducta de los enfermos. Por el contrario,
las emociones positivas pueden favorecer las recuperaciones quirúrgicas, la supervivencia de
los individuos y favorecer la curación, porque actúan como adyuvante (que ayudan) de los
tratamientos farmacológicos.
Estrés, afrontamiento y salud:
Nos ocuparemos de un fenómeno emocional más complejo, como es el estrés y las
repercusiones positivas y negativas que tiene sobre el bienestar de la persona.
- El concepto de estrés:
Conviene señalar que el estrés forma parte de nuestras vidas, y está implicado
en los mecanismos psicológicos de la adaptación humana. Es un proceso
adaptativo y de emergencia necesario para la supervivencia de la persona. Sin
embargo, a pesar de lo que muchos creen, el estrés no es una emoción, sino el
proceso por el cual el individuo responde a los acontecimientos ambientales y
psicológicos que percibe como amenazadores o desafiadores.
Reanudando el tema de la indefinición de estrés, la característica que mejor lo
define es su inespecificidad y generalidad, y el hecho de que aparece en
cualquier ámbito de la actividad humana.
De esta indefinición del concepto de estrés, se extrae la conclusión de que éste
puede tratarse de diferentes maneras según lo que se entienda por estrés. En
este sentido, y partiendo de los autores anteriores y especialmente del
excelente trabajo de reflexión de Fernández- Castro, el estrés puede
conceptualizarse de la manera siguiente:
1) Una situación ambiental, por ejemplo esperar un hijo o las molestias que
nos ocasiona el vecino que vive encima de nosotros. Esta idea de
conceptualizar el estrés como una condición o estímulo ha dado lugar a la
creación de varias escalas que contienen listas de acontecimientos
potencialmente estresantes (Ejemplo de definición Labrador (1992)
considera que una persona está en situación estresante cuando tiene que
hacer frente a situaciones que implican demandas que son difíciles de
hacer. Es decir, que el individuo se encuentre estresado depende tanto de
las demandas del medio como de sus propios recursos para hacerles
frente.).
2) Una apreciación personal de la situación, por ejemplo la persona
interpreta o valora una determinada situación como amenazadora o no
para su bienestar personal. Eso quiere decir que entre dos personas que se
encuentran ante una misma situación, una puede experimentar estrés y la
otra no.
3) Una respuesta a determinadas condiciones ambientales. Las respuestas
del sujeto –conductuales, fisiológicas o psicológicas– tienen como objetivo
prepararlo para hacer frente a las demandas del medio de la forma más
adecuada posible. En relación con las respuestas fisiológicas, Selye (1976)
describió cómo el cuerpo reacciona ante las demandas estresantes del
medio y dio lugar al conocido síndrome general de adaptación –SGA.
Este SGA tiene tres fases: la primera es la reacción de alarma, que tiene
como objetivo activar el organismo y prepararlo para actuar, por ejemplo,
mediante el aumento de la frecuencia cardiaca y respiratoria, secreción de
adrenalina, tensión muscular, etc. En la segunda fase, llamada fase de
resistencia, el cuerpo intenta hacer frente a la situación generadora de
estrés o adaptarse, manteniendo la sobreactivación del organismo; y si la
situación estresante perdura en el tiempo, se entraría en la fase de
agotamiento, en la cual el organismo es incapaz de mantener por más
tiempo la activación, agota las reservas corporales, y en casos extremos,
puede provocar la muerte.
En general, la respuesta de estrés es una respuesta automática del
organismo a cualquier cambio ambiental (externo o interno), mediante el
cual se prepara para hacer frente a las posibles demandas que se generen
como consecuencia de la situación nueva.
4) Una relación de desequilibrio entre las demandas ambientales y los
recursos o competencia del individuo, que pueden ser propios o ajenos. La
persona valora la situación en relación con sus recursos disponibles, y si la
situación desborda o sobrepasa la capacidad del individuo para hacerle
frente, se entraría en una situación de estrés.
5) Una consecuencia nociva concreta derivada de alguna de las situaciones
anteriores. Si retomamos el ejemplo del trabajador anterior, éste puede
sufrir trastornos psicofisiológicos, por ejemplo: dolores de cabeza o
taquicardia, depresión, insomnio, rendimiento bajo, etc.
Puesto que el estrés forma parte de nuestras vidas, y está implicado en los
mecanismos psicológicos de la adaptación humana, podemos formularnos la
pregunta siguiente: ¿el estrés es bueno o malo?
Con estos comentarios queremos señalar que el estrés, en su medida justa es
positivo (nos activa y nos motiva), pero un exceso de éste es negativo, ya que
desorganiza la conducta de la persona y la hace más propensa a las
enfermedades y a los estados emocionales negativos.
- Análisis de los elementos que componen el proceso de estrés:
Creemos que la mejor manera de tratar el fenómeno del estrés es considerarlo
un proceso. En este proceso tendremos en cuenta los diferentes elementos
que hemos expuesto en el subapartado anterior, y recalcaremos el factor más
relevante de todos éstos, los procesos cognitivos que hay entre las condiciones
ambientales y las reacciones fisiológicas. Dentro de este proceso pueden
diferenciarse tres elementos: el núcleo del estrés, los moduladores y las
consecuencias del estrés.
1. El núcleo del estrés: el núcleo del estrés está formado por varios factores:
situación, apreciación, fuentes del estrés, afrontamiento, reacción
orgánica y estado afectivo.
- La situación estresante y las fuentes de estrés:
La situación estresante hace referencia a cualquier condición tanto
fisiológica –por ejemplo, enfermedad–, como ambiental –por ejemplo,
ruido procedente del tráfico–, o personal –por ejemplo, tener problemas
económicos– que pueda ser potencialmente estresante. El hecho de que
una situación determinada genere o no estrés dependerá de cómo valore
el individuo la situación, y de los recursos que tenga para hacerle frente.
Se ha tratado de identificar diferentes situaciones potencialmente
estresantes o estresoras, y se han dividido en tres grupos:
• Acontecimientos vitales intensos o extraordinarios. Son cambios
importantes en la vida de las personas –positivos o negativos– como, por
ejemplo, la pérdida del puesto de trabajo, casarse, sufrir una enfermedad
grave, tener un accidente, la muerte de un familiar, etc. Son
acontecimientos que exigen que la persona pase un proceso de
adaptación intenso e importante, y que requieren habilidades para
hacerles frente. Si este proceso se prolonga, puede dar lugar a trastornos
psicofisiológicos (por ejemplo, hipertensión, insomnio, pérdida de
hambre) y a trastornos psicológicos (depresión, ansiedad). Cuanto más
tiempo se mantenga la respuesta de estrés, mayor será el desgaste del
organismo.
• Molestias y alegrías diarias. Las molestias y acontecimientos diarios
pueden llegar a ser tan estresantes o traumáticos como los
acontecimientos vitales. Estos estresores cotidianos están relacionados
con: los aspectos laborales (por ejemplo, relación con otros compañeros),
las relaciones familiares (por ejemplo, cuidado de los niños o bebés, etc.),
los asuntos económicos (por ejemplo, avería del coche) y las relaciones
sociales (como una discusión con un amigo). Por su parte, las alegrías
diarias son las pequeñas alegrías de la vida cotidiana (tomar algo con los
amigos, ir al cine, completar una tarea, pasar un rato a gusto con el hijo,
entre otros), y tienen el potencial de reducir las molestias provocadas por
el estrés (molestias diarias).
• Situaciones crónicas. Son situaciones capaces de generar estrés si se
mantienen durante periodos prolongados de tiempo como, por ejemplo,
la enfermedad (romperse una pierna, tener hepatitis, tener a la madre
enferma o ingresada en el hospital) o mal ambiente laboral (tener un
trabajo no satisfactorio) o familiar (discusiones conyugales). Se trata de
situaciones persistentes y aversivas. Por una parte, son estresores
intensos y, por otra, son duraderos, lo cual hace que el impacto sobre el
bienestar de la persona sea muy importante.
Por fuentes de estrés se entiende la relación conjunta entre situación-
apreciación, que da como resultado que un determinado acontecimiento
sea apreciado o valorado como estresante. Que una situación sea
considerada o no estresante depende de la propia situación y de cómo la
valora la persona en relación con sus recursos y capacidades para hacerle
frente.
La apreciación o la valoración primaria y la valoración secundaria
Se refiere a las interpretaciones o valoraciones individuales que cada
persona puede hacer de una situación determinada. Las apreciaciones son
las responsables de transformar una situación ambiental determinada en
una situación estresante. La valoración (cognición) es una variable
mediacional o que interviene entre la situación y la respuesta emocional
(o estrés). En otras palabras, el nivel de estrés que experimentamos está
relacionado con el modo en que apreciamos los hechos de nuestra vida.
Lazarus y Folkman (1984) enfatizan la importancia de los procesos
cognitivos (valoración) en la experimentación del estrés. Estos autores
diferencian dos tipos de evaluaciones o valoraciones –apreciación–:
• Valoración primaria
La valoración primaria es una valoración subjetiva de la situación, en la
cual se aprecian las posibles consecuencias que la situación puede tener
para la persona en relación con su bienestar.
El resultado de la valoración puede ser el siguiente:
– Irrelevante, no tiene consecuencias ni trascendencia para la persona.
– Benignopositiva, si ayuda a preservar o mejorar el bienestar de la
persona; es la base de los estados emocionales positivos (alegría, amor,
felicidad).
– Estresante, puede significar una amenaza (se prevén daños o pérdidas
que todavía no han ocurrido), daño o pérdida (el individuo ha recibido ya
un perjuicio, por ejemplo, lesión, pérdida de estima), y se viven
negativamente o, al contrario, un reto (oportunidad para mejorar o
demostrar sus capacidades y dominar la situación); en este caso, se vive
positivamente, y la situación estresante actúa como motivadora.
Esta valoración primaria es consciente y controlada, pero la interacción
del individuo con el medio ambiente puede generar también una
valoración automática no consciente de la situación que puede
desencadenar una respuesta emocional ante ésta, lo cual facilitaría la
adaptación del sujeto.
• Valoración secundaria
La valoración secundaria hace referencia a los recursos disponibles que
tiene el sujeto (propios o ajenos) y a la capacidad para hacer frente a la
situación, en el caso de que la valoración primaria sea amenazadora o
negativa. Es una valoración relativa de lo que debe hacerse y se puede
hacer. Esta valoración tiene en cuenta los recursos disponibles, la eficacia
de las estrategias de afrontamiento y el análisis de las consecuencias.
Cuando hay discrepancia –relación negativa– entre las exigencias del
medio y los recursos que tiene el sujeto, el estrés experimentado será
mayor.
• Evaluación terciaria o reevaluación de la situación que se produce
cuando se ha introducido un cambio en la valoración inicial de acuerdo
con información nueva que procede del entorno o del mismo sujeto.
- Afrontamiento:
El afrontamiento es cualquier intento de hacer frente a la situación ya sea
modificando objetivamente la situación ambiental, cambiando su apreciación
subjetiva o controlando las reacciones orgánicas.
Son muchas las situaciones estresantes y muchas las maneras de hacerles
frente. Ante fuentes similares de estrés, unas personas se ponen en alerta y
vigilantes, mientras que otras intentan negar la situación, distraerse u olvidar.
Asimismo, otras pueden actuar de forma directa y activa para cambiar la
situación, y otras la pueden aceptar con resignación (capacidad de aceptación a
las adversidades).
En un intento de clasificar las diferentes maneras de actuar frente a las
situaciones estresantes:
Fernández-Abascal (1997) llega a señalar hasta dieciocho estrategias
diferentes de afrontamiento, que agrupa en tres dimensiones según el método
de afrontamiento utilizado, la focalización de éste y la actividad movilizada en el
afrontamiento.
Lazarus y Folkman (1984) agrupan las diferentes formas de actuar en dos
factores: afrontamiento dirigido al problema y afrontamiento dirigido a la
emoción.
Reeve (1992) las clasifica en dos tipos: métodos de afrontamiento directos y
métodos de afrontamiento defensivos. Nosotros nos decantamos por esta
última opción.
Los métodos de afrontamiento directos implican que la persona se centre en el
acontecimiento estresante y utilice los recursos cognitivos y conductuales para
provocar un cambio directamente en la situación estresante, reducirla o
eliminarla. Este afrontamiento directo comporta, en primer lugar, la
identificación de la fuente de estrés y, en segundo lugar, el desarrollo e
implementación (ejecución) de estrategias de afrontamiento contra el estresor.
Las estrategias más frecuentes son las siguientes:
• Resolución planificada de problemas, en la cual se lleva a cabo una evaluación
de las medidas o estrategias que deben adoptarse para reducir o eliminar
completamente un estresor, evaluación del coste y las posibles consecuencias, y
también la puesta en práctica o implementación de la estrategia seleccionada.
Por ejemplo, si la relación de pareja no funciona, la pareja puede buscar ayuda
de un consejero matrimonial o acabar con la relación y separarse. No obstante,
debemos tener en cuenta que algunas fuentes de estrés no pueden eliminarse,
como la muerte de un hijo.
• Afrontamiento confrontativo, que consiste en dirigirse directamente a la
fuente de estrés e intentarla cambiar en el momento en que se presenta. Por
ejemplo, en una discusión con un vecino por el ruido de la radio a altas horas de
la noche, se le dice que baje el volumen de la radio o lo denunciamos a la policía.
Este tipo de afrontamiento, en muchas ocasiones, puede tener más
consecuencias nocivas que positivas, tal como señalan Folkman y Lazarus (1986).
Una variante de este tipo de afrontamiento es la negociación, que produce en
general mejores resultados. En el caso del ejemplo anterior, se le puede decir al
vecino que el volumen de la radio durante el día no nos molesta, pero que a
estas horas de la noche no nos permite dormir. Este tipo de estrategia
confrontativa está relacionada con la agresividad causada por la frustración.
• Apoyo social, que se refiere a la red de amistades o personas que tiene un
sujeto y de las cuales puede recibir ayuda –recursos afectivos y prácticos– en
momentos de crisis, malestar o cuando los necesita. La familia, los amigos o los
compañeros de trabajo e, incluso, un vecino pueden proporcionar este apoyo
social. En situaciones límite, como una enfermedad terminal, este tipo de apoyo
es incluso más importante, desde un punto de vista emocional, que la atención
médica prestada (Limonero y Bayés, 1995).
Los métodos de afrontamiento defensivos, la persona intenta evitar la fuente
productora de estrés, o intenta suprimir la respuesta emocional, cognitiva o
fisiológica frente al estresor con el fin de reducir su impacto. En este tipo de
afrontamiento se intentan reducir los efectos emocionales negativos del estrés,
sin actuar directamente sobre la fuente generadora de éste.
Las estrategias más frecuentes son las siguientes:
• Mecanismos de defensa. Tienen como objetivo reducir o eliminar la respuesta
emocional aversiva generada por la situación estresora. Este alivio emocional
puede hacerse mediante el uso de varios mecanismos defensivos: negación,
evitación, minimización, distanciamiento, atención selectiva, sentido del humor,
etc.
• Reducción química del estrés. Consiste básicamente en el consumo de
fármacos (tranquilizantes, hipnóticos) o drogas (por ejemplo, alcohol, tabaco)
con el fin de disminuir la activación fisiológica, principalmente del sistema
nervioso autónomo, generada por la situación estresante. En definitiva, son
sustancias con poder relajante, que actúan sobre los síntomas, no sobre las
causas que los provocan.
• Otras técnicas que tienen como objetivo disminuir la actividad fisiológica
como, por ejemplo, la relajación, la biorretroalimentación (biofeedback), el
ejercicio, etc.
No obstante, independientemente del tipo de estrategia de afrontamiento
utilizada, y del éxito o fracaso obtenido, el afrontamiento comporta siempre un
coste, como, por ejemplo, fatiga.
Afrontamiento y adaptación
Sea cual sea la clasificación de estrategias de afrontamiento utilizada, una
cuestión que habría que resolver es cómo se relacionan estas estrategias con la
adaptación y con la salud. ¿Hay algún tipo de estrategia que sea más adaptativa?
Una estrategia puede ser buena según un criterio, pero en cambio no serlo para
otro. Por eso, cuando se trata de decidir si las estrategias son o no son
adaptativas, habrá que tener en cuenta hasta qué punto esta estrategia ayuda a
mantener el equilibrio personal, y por lo tanto valorar también cómo afecta su
aplicación a todos los ámbitos que sean significativos para la persona implicada
(laboral, personal, de relaciones sociales, etc.).
Eso implica que se haga realmente difícil establecer una lista cerrada de
estrategias adaptativas o desadaptativas. Aun así, en líneas generales, los
estudios indican que el uso de estrategias más activas (con las cuales las
personas hacen todo aquello que pueden para solucionar la situación, aunque
realmente no aporte grandes resultados) permite una mejor adaptación. Ahora
bien, en algunas circunstancias -en las cuales no se puede hacer demasiado para
cambiar las cosas, y focalizarse en la situación puede comportar una excitación
emocional innecesaria-, estrategias más defensivas (como evitar pensar en la
situación) pueden ser beneficiosas.
Lo que también se ha visto es que hay unos tipos de estrategias que pocas veces
permiten obtener buenos resultados, y que son aquellas que lo que provocan es
que pensemos demasiado en nuestra situación y en cómo nos sentimos, sin
dejarnos avanzar (como por ejemplo darle muchas vueltas al problema, o
quejarse y lamentarse de forma reiterada e improductiva).
En conclusión, y teniendo en cuenta la dificultad de establecer una clara
distinción entre estrategias adaptativas y desadaptativas, se podría decir que
las estrategias activas pueden ser más adaptativas en la medida en que el
control de la situación las haga posibles, pero que lo que también es importante
es saber ser flexibles y detectar en qué momento puede ser bueno el cambio al
uso de estrategias más defensivas
2. Moduladores del estrés:
Hay una serie de factores personales y situacionales que pueden modular el
proceso de estrés, e incrementar o reducir su impacto sobre el bienestar
personal al influir sobre las estrategias utilizadas para combatirlo.
Los factores relacionados con las características propias del individuo,
destacamos como más importantes los siguientes:
a) Competencia personal percibida, que se refiere a la creencia general sobre la
capacidad que tiene un individuo de conseguir aquellos objetivos o metas que se
propone. Las personas con alta competencia personal percibida tienen un locus
de control interno, y creen que lo que les sucede en la vida depende de las
acciones de cada uno y no de factores externos. La competencia personal
favorece la realización de una conducta efectiva y reduce la magnitud y duración
de los estados emocionales negativos.
El control de los acontecimientos está relacionado con su predictibilidad; los
acontecimientos que son predecibles son mucho menos estresantes que los que
no lo son.
b) Expectativas de autoeficacia y de resultados. La primera se refiere a las
creencias sobre la capacidad que tiene una persona para realizar una
determinada tarea, y la segunda se refiere a la creencia de que una determinada
conducta conducirá a unos resultados determinados. En general, cuanta más
alta sean estas creencias, más pequeño será el impacto que tendrá el estrés.
c) Experiencia previa. Está relacionada con los aprendizajes previos ante las
mismas situaciones de estrés o situaciones parecidas que favorecen su
afrontamiento. Las reacciones de estrés son menos virulentas si el individuo ha
tenido alguna experiencia previa similar.
d) Rasgos de personalidad. Son las diferencias individuales que influyen en la
elección de las estrategias de afrontamiento y en las apreciaciones o
valoraciones de la situación (por ejemplo, personas extravertidas-introvertidas,
neuróticas o estables, patrón tipo A de conducta, optimistas-pesimistas). Por
ejemplo, las personas muy optimistas tienden a ver los aspectos positivos de los
acontecimientos negativos, y hacen que el impacto de éstos sea más bajo.
Los factores sociales moduladores del estrés están relacionados con los
aspectos siguientes:
a) Apoyo social. Por apoyo social entendemos, la ayuda, consejo, bienestar e
información que recibe una persona de su red social, incluyendo a la familia, los
amigos, los compañeros de trabajo y los vecinos. El impacto del estrés es mucho
más bajo en las personas que tienen un buen apoyo social.
b) Pautas generales. Las pautas generales están relacionadas con los
estereotipos y valores culturales y morales que pueden facilitar o dificultar el
hecho de afrontar la situación estresante. La cultura desempeña un papel muy
importante en nuestra percepción del estrés, ya que determina las expectativas
sobre la probabilidad de ocurrencia de determinados acontecimientos, influye
en las valoraciones o apreciaciones de la situación como estresante o no, y
determina, en muchos casos, el apoyo social. Por ejemplo, el cáncer socialmente
se concibe como sinónimo de dolor y muerte (aspecto negativo), sin tener en
cuenta que un tercio de los enfermos oncológicos se curan. Lo mismo sucede
con el sida, que comporta connotaciones sociales negativas (homosexualidad,
drogadicción, prostitución), lo cual dificulta la lucha del enfermo contra su
enfermedad.
3. Consecuencias del estrés:
Se presentan las consecuencias del estrés, que pueden afectar al rendimiento y
la salud. En esta exposición nos centraremos en la salud.
Conviene señalar que el estrés debe considerarse un proceso natural por medio
del cual los individuos se adaptan de forma adecuada a su entorno. Así, por
ejemplo, estar tenso antes de casarse es una reacción normal. No obstante,
cuando las respuestas de estrés son excesivamente intensas, prolongadas y
frecuentes, pueden producirse varios trastornos psicofisiológicos. Al principio,
los trastornos son relativamente leves –falta de concentración, pérdida de
hambre, sensación de fatiga– y son señales de aviso o de peligro que emite el
organismo para prevenir el desarrollo de problemas más importantes.
Los efectos negativos de la activación fisiológica reiterada producida por el
estrés afectan a los tres sistemas de respuesta: fisiológicos, cognitivos y
conductuales. Como hemos comentado con anterioridad, el estrés favorece la
vulnerabilidad del organismo a los agentes patógenos al disminuir sus defensas,
y, por lo tanto, incrementa las posibilidades de enfermar. Así, por ejemplo, hay
suficiente evidencia que pone de manifiesto la relación entre estrés y sufrir una
gripe o resfriado (Cohen, 1996). Sin embargo, conviene señalar que para eso es
necesario que el organismo esté en contacto con un número suficiente de
agentes patógenos causantes, y que el estrés disminuya las defensas biológicas
del organismo –inmunocompetencia–, lo que incrementa la vulnerabilidad, y
favorece la probabilidad de enfermar, en este caso de resfriarse.
Recordad que las consecuencias del estrés dependen tanto de la aversión o
virulencia de la fuente de estrés como de los mecanismos que utilice la persona
para hacer frente a la situación.
En síntesis, las consecuencias negativas del estrés para la salud se producirán cuando se
presenten estados emocionales aversivos intensos y prolongados, en sinergia con otros
factores, como la presencia de agentes patógenos, una predisposición genética y una
vulnerabilidad biológica. En estos casos, el estrés puede agravar una enfermedad existente o
favorecer un episodio de crisis, y distorsionar la conducta de los enfermos.
El proceso de estrés que hemos descrito consta de tres dimensiones o factores. El primero es
el núcleo del estrés, que comprende las situaciones potencialmente estresoras y la valoración
que hace la persona de éstas, y da lugar a las fuentes de estrés si la valoración es negativa o
estresante. Esta evaluación de la situación como estresante elicita, por una parte, la
reactividad orgánica, básicamente, actividad del sistema nervioso autónomo y sistema
endocrino y, por la otra, pone en marcha estrategias de afrontamiento para reducir o eliminar
el estrés. Todo este proceso genera un estado afectivo. Este estado afectivo incidirá positiva o
negativamente en el rendimiento o en la salud de las personas.
Por su parte, los moduladores pueden ser personales o ambientales y tienen como objetivo
disminuir o incrementar el impacto del estrés en el sujeto. La actuación conjunta del estado
emocional y de los factores moduladores determinará las posibles consecuencias del estrés en
el rendimiento y en la salud.