[go: up one dir, main page]

100% encontró este documento útil (1 voto)
299 vistas20 páginas

Hendriksen Mateo

Cargado por

Rebeca Trujillo
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
100% encontró este documento útil (1 voto)
299 vistas20 páginas

Hendriksen Mateo

Cargado por

Rebeca Trujillo
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 20

2

[p 3]

COMENTARIO AL
NUEVO TESTAMENTO
por
WILLIAM HENDRIKSEN
Exposición
del
Evangelio según San Mateo

2003
3
[p 4]
Copyright © 2007 por Libros Desafío
El Evangelio según San Mateo
Título original en inglés: New Testament Commentary: Matthew
Autor: William Hendriksen
Publicado por Baker Book House
Grand Rapids, Michigan © 1979
Título: Comentario al Nuevo Testamento: El Evangelio según San Mateo
Traductor: Humberto Casanova
Diseño de cubierta: Willem J. Mineur
Primera edición: 1986
Reimpresiones: 1994, 2003, 2007

Mayormente las citas bíblicas provienen de la traducción propia del Dr. Kistemaker y de la
versión Reina-Valera, revisión 1960 de las Sociedades Bíblicas Unidas. En otros casos las
citas son traducciones libres de alguna versión inglesa indicada en la lista de abreviaturas y
en las notas.

Sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, queda totalmente prohibida, bajo las
sanciones contempladas por la ley, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier
medio o procedimiento.
PROHIBIDA LA REPRODUCCIÓN O FOTOCOPIA
Publicado por
LIBROS DESAFÍO
2850 Kalamazoo Ave. SE
Grand Rapids, MI 49560
EE.UU.
info@librosdesafio.org
www.librosdesafio.org
602139
ISBN 978-1-55883-043-1
EX LIBRIS ELTROPICAL
67
[p 87]
Introducción al Evangelio según Mateo
[p 89]
I. Características
Estas se pueden resumir de la siguiente manera:
Este Evangelio es metódico, es decir, caracterizado por el orden.
El escritor emprende la obra de acuerdo con un plan definido, afirmando que Jesús es, en
verdad, el Cristo. La naturaleza de este plan y la forma en que difiere de los demás
evangelistas ya ha sido considerada en las pp. 33–39.
Este Evangelio es atractivo.
Ha sido denominado “el libro más importante del mundo” (Renán), “el libro más exitoso
que se haya escrito” (Goodspeed). Además de ser importante y exitoso, es también
verdaderamente hermoso. Leerlo de principio a fin de una sentada es una experiencia
emocionante. El libro es sencillamente irresistible. En el principio mismo uno es intrigado por
el misterio de los tres catorces (cap. 1). Sigue la emocionante historia de los magos que
vinieron “del oriente” a rendir adoración al niño (cap. 2). El Sermón del Monte (5–7), con sus
bienaventuranzas (5:3–12), el Padre nuestro (6:9–14), y sus muchos otros pasajes preciosos,
tales como 5:13–16, 27ss, 43–48; 6:19–34, y no menos importante, 7:24–27, nos da una
mirada penetrante al corazón mismo del Maestro. La comisión a los Doce (cap. 10) se
caracteriza por la franqueza y ternura: primero, porque a los apóstoles se les dice claramente
que el fiel cumplimiento del deber les significará ser perseguidos (v. 22); y segundo, porque
reciben la seguridad del cuidado permanente del Padre y la permanente cercanía del Hijo (v.
40). Las parábolas del reino (cap. 13) son interesantes y reveladoras. Las normas que
gobiernan la disciplina cristiana (cap. 18) se han citado y se siguen citando repetidas veces, y
ya han tenido como resultado bendiciones que no se pueden contar ni medir. Para nuestra
instrucción, el cap. 23, el de los siete ayes, muestra que el amor del Salvador no es todo
dulzura y sonrisas. Tiene su aspecto serio, porque, ¿cómo iba a ser posible que quien exhorta
a los hombres a que entren en el reino de su Padre mirase con favor especial a quienes
cierran las puertas del reino ante los hombres (23:13)? ¿O, que quien ayuda a las viudas se
complazca en quienes les devoran las casas (Mr. 12:40)? Es también el Evangelio de Mateo el
que contiene la dramática descripción del juicio final (cap. 25). El relato conmovedor de la
pasión del Salvador ha tenido una reverente expresión musical en la Pasión según San Mateo
de Bach, mientras que la contribución exclusiva de Mateo al relato de la [p 90] resurrección
(me refiero particularmente a su pasaje más bien extenso acerca de la guardia; véase
comentario sobre 27:62–66; 28:2–4, 11–15) todavía guarda una cristalización adecuada en la
música o en el lienzo.
Es un Evangelio orientado hacia el pasado; es decir, hacia el Antiguo Testamento, con
sus muchas predicciones mesiánicas, y que proclama su cumplimiento en el presente, a
saber, en Jesucristo.
Mateo contiene por lo menos cuarenta citas formales, esto es, citas que de inmediato se
evidencian como tales al ser introducidas por palabras tales como “que lo que fue dicho … se
cumpliese”, “Oísteis que fue dicho”, “porque así está escrito en el profeta”, etc. Nótese las
siguientes:
68

Pasaje del
Referencia
Antiguo Véase también
en Mateo
Testamento

1:23 Is. 7:14

2:6 Mi. 5:2

Os. 11:1 (cf. Ex.


2:15
4:22)

2:18 Jer. 31:15

¿Is. 11:1? (cf.


2:23 Jn. 1:46; 7:52
Is. 53:2, 3)

3:3 Is. 40:3 Mr. 1:3; Lc. 3:4

4:4 Dt. 8:3 Lc. 4:4

4:6 Sal. 91:11, 12 Lc. 4:10, 11

4:7 Dt. 6:16 Lc. 4:12

4:10 Dt. 5:9; 6:13 Lc. 4:8

4:15, 16 Is. 9:1, 2

Ex. 20:13; Dt.


5:12
5:17

5:27 (cf. Ex. 20:14; Dt. Mr. 10:19; Lc. 18:20; Ro.
19:18) 5:18 2:22; 13:9; Stg. 2:11

5:31 (cf.
Dt. 24:1 Mr. 10:4
19:7)

Lv. 19:12; Nm.


5:33 30:3; Dt. 23:21,
22
69

Ex. 21:24; Lv.


5:38 24:20; Dt.
19:21

5:43 (cf. Mr. 12:31, 33; Lc. 10:27;


19:19; Lv. 19:18 Ro. 13:9; Gá. 5:14; Stg.
22:39) 2:8

8:17 Is. 53:5

9:13 (cf.
Os. 6:6
12:7)

11:10 Mal. 3:1 Mr. 1:2; Lc. 7:27

12:7 (cf.
Os. 6:6
9:13)

[p 91]
Is. 42:1–4
12:18–21

13:14, 15 Is. 6:9, 10 Jn. 12:39–41

13:35 Sal. 78:2

15:4a (cf. Ex. 20:12; Dt. Mr. 7:10a; 10:19; Lc.


19:19) 5:16 18:20; Ef. 6:2

Ex. 21:17; Lv.


15:3b 20:9; Dt. 27:16; Mr. 7:10b
Pr. 20:20; 30:17

15:8, 9 Is. 29:13 Mr. 7:6, 7

19:4 Gn. 1:27 Mr. 10:6

19:5 Gn. 2:24 Mr. 10:7

19:7 (cf.
Dt. 24:1 Mr. 10:4
5:31)

Para Mt. 19:18, 19a,


19:18, 19 Ex. 20:12–16;
véase también Mr. 10:19;
(cf. 5:43; Lv. 19:18; Dt.
Lc. 18:20; y para Mt.
70

22:39) 5:16–20 19:19b véanse las


referencias dadas en Mt.
5:43

21:5 Zac. 9:9 Jn. 12:15

21:13a Is. 56:7 Mr. 11:17a; Lc. 19:46a

21:13b Jer. 7:11 Mr. 11:17b; Lc. 19:46b

21:16 Sal. 8:2

Mr. 12:10, 11; Lc. 20:17;


21:42 Sal. 118:22, 23
Hch. 4:11; 1 P. 2:7

22:24 Dt. 25:5 Mr. 12:19; Lc. 20:28

22:32 Ex. 3:6 Mr. 12:26

22:37 Dt. 6:5 Mr. 12:30; Lc. 10:27a

22:39 (cf.
Véanse referencias dadas
5:43; 19:18, Lv. 19:18
con Mt. 5:43
19)

Mr. 12:36; Hch. 2:34, 35;


22:44 Sal. 110:1
Heb. 1:13

Sal. 118:26;
23:38, 39 Lc. 13:35
Jer. 22:5

Dn. 9:27;
24:15 Mr. 13:14
11:31; 12:11

24:29–31 Véase p. 904s

26:31 Zac. 13:7 Mr. 14:27

Sal. 110:1; Dn.


[p 92] 26:64
7:13, 14

27:9, 10 Zac. 11:12, 13


(cf. Jer. 32:6–
71

15)

27:46 Sal. 22:1 Mr. 15:34

Además de las citas que se identifican definidamente como tales, hay otras que, aunque
no se les identifica así, se pueden reconocer de inmediato como citas de frases conocidas del
Antiguo Testamento. Véanse Mt. 10:35, 36; 11:5, 23; 18:16; 21:9, 33; 26:15, 64; 27:34, 35.
Algunas podrían no ser reconocidas de inmediato, y entre estas hay expresiones que quizás
podrían mejor describirse como alusiones que como citas: 8:4; 10:21; 12:4, 40; 27:39, 43, 48.
Es un Evangelio orientado hacia el presente, que revela la voluntad de Dios para el
momento actual, y hacia el futuro: el suyo (sufrimientos, muerte, resurrección, etc.), el de su
pueblo y el del mundo.
En Mateo, Jesús no solamente es el cumplimiento de la profecía; también es muy
definidamente el profeta. Como tal, es mayor que Jonás (12:39–41; cf. Lc. 11:29–32), hace
que uno recuerde vívidamente a Isaías (13:13–15), y responde a la predicción dada a Moisés.
En realidad, es el Glorificado, el que iba a venir, y a quien el pueblo debía oír (Dt. 18:15–19;
Mt. 17:5).86 Como profeta de Dios revela la voluntad de su Padre en todo lo que es, dice y
hace. Cuando queremos leer los grandes discursos de nuestro Señor y Salvador, nos
dirigimos naturalmente al Evangelio de Mateo en primer lugar, porque sean cuales fueren los
paralelos que los otros Evangelios contienen, es el ex publicano quien nos entrega este
material en su forma más completa y organizada (caps. 5–7; 10; 13; 18; 23; y 24–25). Es
nuevamente Mateo quien no solamente ha preservado para nosotros las predicciones de
Cristo acerca de sí mismo—estas lecciones acerca de la cruz seguida por la corona también se
encuentran en los demás Evangelios—sino también nos ha dejado la predicción más vivida y
detallada del Maestro con respecto al curso futuro de los acontecimientos respecto de
Jerusalén, la iglesia y el mundo (23:37–25:30), culminando con el majestuoso cuadro del
juicio final, que introduce la miseria eterna y la bienaventuranza eterna (25:31–46).
Por lo tanto, se puede decir algo en favor del punto de vista que sostiene que, aunque en
cada Evangelio se presenta a Jesús como el Mesías largamente [p 93] esperado, enviado por
el Padre y ungido por el Espíritu Santo para ser nuestro Gran Profeta, compasivo Sumo
Sacerdote y Rey eterno, es el oficio profético el que aparece prominentemente en Mateo, el
oficio real en Marcos y el sumo sacerdotal en Lucas. En cuanto a Marcos y Lucas, el
argumento corresponde a los comentarios sobre esos Evangelios. En cuanto a Mateo, a mí me
parece que F. W. Grosheide tenía razón cuando dijo:
“Según algunos, Mateo describe a Jesús especialmente en su calidad de rey. No se puede
negar que lo vemos surgir de una dinastía real, que oímos de la adulteración de su reinado de
parte de los judíos y de Pilato, que se vindica a sí mismo como verdadero rey de Israel, y que
en la conclusión él funciona como rey, poseyendo toda autoridad en el cielo y en la tierra. Sin
embargo, como lo vemos, esto no es lo que distingue el Evangelio de Mateo de los demás …
Antes, al contrario, en ningún Evangelio aparece en el primer plano el oficio profético de
Jesús en forma tan clara como en el primero. No sólo es cierto que Jesús es el cumplimiento
de la profecía, sino que él mismo—son testigos los diversos discursos completos que aparecen
en Mateo más que en los otros—actúa como profeta con respecto a su propia obra,
especialmente como profeta de sus propios sufrimientos y muerte. El es el verdadero profeta,
el profeta de Dt. 18:18 … En este Evangelio, como lo demuestra su contenido y organización,
la palabra de Cristo recibe un énfasis mayor que su obra” (Commentaar op het Nieuwe
Testament, Kampen, 1954, pp. 14, 15).

86
Cf. R. H. Gundry, The Use of the Old Testament in St. Matthew’s Gospel, Leiden, 1967, tesis doctoral aceptada por la
Universidad de Manchester en la primavera de 1961 y reactualizada en el verano de 1964, p. 210.
72
Además, Jesús es el Profeta Principal de Dios, no solamente en los discursos, sino aun en
las predicciones del Antiguo Testamento que él cumplió. ¿No se enseña esto claramente en 1
P. 1:10, 11 y en Ap. 19:10b?
Este Evangelio es hebraizante, esto es, se caracteriza por los patrones de pensamiento y
el espíritu de los hebreos.
Según la opinión de algunos,87 los cuatro Evangelios en griego—con la excepción del
último capítulo de Juan y el prólogo de Lucas—son documentos arameos que luego fueron
traducidos al griego. Los argumentos presentados para la confirmación de este punto de vista
son principalmente los siguientes: a. el griego está marcado por características del estilo
arameo, o por lo menos, semita; b. varios pasajes que ahora son oscuros se aclaran en
cuanto se consideran como una mala traducción del arameo [p 94] original, y se pone la
traducción correcta en lugar de la defectuosa encontrada en el texto griego.
La teoría de ningún modo ha convencido a todos los eruditos.88 Esto no es sorprendente.
No se niega que el arameo es la base de gran parte del contenido de los Evangelios en griego.
Ya se ha dejado en claro que Jesús generalmente hablaba en arameo (véase p. 50). Luego,
¿no es probable que cuando por primera vez se escribieron lo hayan sido en el lenguaje (o por
lo menos también en el lenguaje) en que habían sido pronunciadas? Algunas expresiones que
son característicamente semitas, o que por lo menos ocurren con mayor frecuencia en los
idiomas semíticos que en el griego, también aparecen repetidas veces en los Evangelios.89

87

La teoría según la cual uno o todos los evangelios fueron escritos originalmente en arameo, punto de vista ya defendido en el siglo
diecinueve por J. T. Marshall y J. Wellhausen, fue revivida con un énfasis más fuerte aun en el siglo veinte. Véase especialmente
los siguientes libros y artículos:
C. F. Burney, The Aramaic Origin of the Fourth Gospel, Oxford, 1922.
C. C. Torrey, The Four Gospels, a New Translation, Nueva York, 1933.
Our Translated Gospels, Nueva York, 1936.
Documents of the Primitive Church, Nueva York, 1941.
“The Aramaic of the Gospels”, JBL, 61 (1942), pp. 71–85.
J. A. Montgomery, “Some Aramaisms in the Gospels and Acts”, JBL, 46 (1927), pp. 69–73.
“Torrey’s Aramaic Gospels”, JBL, 53 (1934), pp. 79–99.
88

El ataque contra Torrey y sus aliados fue llevado por los siguientes, entre otros:
O. T. Allis, “The Alleged Aramaic Origin of the Fourth Gospel”, PTR, 26 (1928), pp. 531–572.
E. C. Colwell, The Greek of the Fourth Gospel, Chicago, 1931.
E. J. Goodspeed, New Solutions of New Testament Problems, Chicago, 1927.
New Chapters in New Testament Study, Nueva York, 1937, pp. 141–168.
D. W. Riddle, “The Aramaic Gospels and the Synoptic Problems”, JBL, 54 (1935), pp. 127–138.
Entre dos eruditos se llevó a cabo un vivo debate, un representante de cada campo: “The Riddle-Torrey Debate”, CC (julio
18–octubre 31, 1934).
89
Así, “Jesús respondió y dijo”, fórmula introductoria usada aun cuando no precede pregunta alguna (Mt. 4:4; 8:8; 11:4; Mr. 6:37;
7:6; 9:5; Lc. 1:35; 4:8; 7:43; Jn. 1:48; 2:19; 3:3), nos recuerda la fórmula similar que se encuentra en Gn. 18:27; 24:50; 27:37, 39;
31:14, 31; Ex. 4:1; etc. (hebreo); y en Dn. 2:15, 20, 26, 47; 3:9, 14, 25; 4:19; 5:17; 6:13; etc. (arameo). Además, el uso de la voz
activa tercera persona plural donde el griego (y también el inglés) usaría más comúnmente la tercera persona singular en voz
pasiva, y cambiaría el objeto del verbo activo por el sujeto de la oración (Lc. 12:20, en inglés lo refleja bien) es paralelo al uso
similar en el Antiguo Testamento. A esto se podría agregar el muy frecuente uso pleonástico de καί y también el uso adversativo;
véase artículo sobre esta conjunción en L.N.T. (A. y G.), pp. 392–394. En cuanto a la presencia de palabras semíticas, además de
las ya mencionadas (p. 50), véase también Mt. 27:16, 20, 46; Jn. 5:2; 16:20. Los paralelismos que abundan en el Antiguo
Testamento (Sal. 1; 19:2; 93:3; Pr. 14:34; etc.) también son de ocurrencia frecuente en los Evangelios (Mt. 7:6; 10:24, 32, 33, 39,
40; 11:28, 29; 20:26, 27; Lc. 1:46, 47, 52; 2:32; Jn. 1:3; 15:9,10; etc.). La fórmula hebraísta de transición καί ἐγένετο se da con
gran frecuencia tanto en Mateo (7:28; 9:10; 11:1; 13:53; 19:1; 26:1) como en Lucas (1:23, 41, 59; 2:15, 46; 5:12, 17; 7:11; 8:1;
9:18, 33; 11:1; 14:1; 17:11; 19:5, 29, 20:1; 24:4, 15, 30, 51), donde sin embargo, se sustituye frecuentemente con ἐγένετο δε (1:8;
2:1; 3:21; 6:1; etc.), como se podría esperar en ese Evangelio; véase nota 37. Finalmente, otro fuerte recordatorio de un uso en el
Antiguo Testamento trasladado al Nuevo es he aquí, que ocurre en la forma de hinnēh o ēn en casi cada libro del Antiguo
73
No se puede negar que las investigaciones de Torrey y sus aliados han puesto en claro que
es indispensable el estudio del semítico (en este caso especialmente el hebreo y el arameo)
tanto como el griego para una comprensión adecuada del Nuevo Testamento. El estudiante
que se especializa en lenguas semitas y se conforma con poseer un conocimiento elemental
del griego corre el peligro de ver semitismos en cada párrafo del Nuevo Testamento. Por otra
parte, quien se confina principalmente al estudio del griego no logrará percibir el estilo y
sabor semita de los Evangelios. Hay que lograr un equilibrio adecuado de interés. Cuando se
[p 95] logra esto, también se reconocerá que la atmósfera semita o hebraica de los Evangelios
demuestra que “preservan una genuina tradición palestina, semita” (F. V. Filson). No son
escritos posteriores originados durante el segundo siglo, como solían afirmar con gran
presunción los críticos racionalistas, sino documentos que pertenecen a una época primitiva,
cuando los creyentes de lengua griega estaban en estrecho contacto con los que hablaban
arameo, y cuando muchos dominaban ambos idiomas (o aun los tres: hebreo, arameo y
griego). En consecuencia, estos Evangelios fueron escritos en un tiempo cuando los hechos
acerca de Jesús, su peregrinación terrenal, sus milagros, sus dichos, su muerte expiatoria,
su resurrección, etc., estaban aún frescos en la mente de los discípulos y de sus seguidores
inmediatos. Así Dios, en su providencia, usa la obra de una escuela de alta crítica—Torrey y
sus aliados—para combatir las teorías de otra escuela, la de quienes proponen fechas muy
posteriores para los libros del Nuevo Testamento.
Todo esto en cuanto al aspecto positivo. La teoría aramea tiene también su aspecto
claramente negativo, como ya se ha insinuado. Primero, ahora se reconoce en forma
generalizada que esta teoría no ha logrado probar que tras nuestros actuales Evangelios en
griego yacen cuatro evangelios escritos en arameo. Después de todo, hay otras maneras para
explicar el sabor semita de estos libros. Mateo, Marcos y Juan eran judíos, y no solamente
estos tres sino también Lucas estaban en estrecho contacto con los judíos y usaron fuentes
orales y escritas que eran judías. Cuando los judíos hablan o escriben en griego, no se
despojan inmediatamente de su trasfondo hebraico. Los semitismos del Nuevo Testamento,
en consecuencia, se pueden explicar parcialmente como variaciones regionales del griego
helenista. El conocimiento íntimo del Antiguo Testamento hebreo y de su versión griega (la
Septuaginta), así como el conocimiento de algún material procedente de fuentes arameas
orales o escritas, sin duda contribuyeron en el producto final. Y en todo esto no negamos que
aun podría haber existido en algún tiempo un Mateo primitivo en arameo. Sencillamente no
sabemos. En un momento veremos más de esto.
En segundo lugar, no solamente Torrey y su grupo mantienen que nuestros Evangelios
griegos son traducciones de originales arameos, sino que trataron de demostrar, además, que
eran, en varios casos, traducciones defectuosas. Sin embargo, ese punto de vista también ha
sido decisivamente refutado. Por ejemplo, se ha demostrado que la pretensión de Torrey,
según la cual es un error cuando Mt. 5:48 se traduce: “Sed, pues, perfectos …” y que debió
decir: “Sed, pues, omnímodos”, es un error en sí misma.90 Aun el lector que no sepa griego y
hebreo puede ver, comparando [p 96] Mt. 5:48 con Lv. 19:2 y Dt. 18:13, que la traducción a
que se ha acostumbrado (a través de la lectura de cualesquiera de las versiones) no es un
error, y que, en la forma en que generalmente se ha traducido, este pasaje armoniza con la
idea central de Jesús, a saber, que como el Padre es, así deben ser los hijos; cf. Lc. 6:35. En
los escritos de Torrey se discuten muchas otras traducciones que se presumen estar
equivocadas. Al examinarlas cuidadosamente, se encuentra que de ningún modo son
erróneas. Lo interesante del caso es que en muchos casos específicos los abogados de la teoría

Testamento (unas 100 veces en Génesis), y en la forma de ἰδού o ἴδε en el Nuevo, profusamente distribuidos a través de todos los
Evangelios (unas 60 veces en Mateo).
90
Véase Torrey, Our Translated Gospels, p. 93ss, y la refutación de D. Baube en BJRL, 29 (1945), p. 31ss.
74
aramea en su forma extrema rechazan entre sí las conclusiónes a que han llegado en cuanto a
traducciones erradas, como lo muestra la literatura mencionada en la nota 88.91
¿Cómo se aplica todo esto específicamente al Evangelio de Mateo? Ya se ha mostrado que,
en conjunto, el griego de Mateo es más fluido que el de Marcos y contiene menos palabras en
arameo. En vista de esto, el adjetivo “hebraizante” es apenas aplicable a este Evangelio si uno
define este vocablo en un sentido estrechamente lingüístico. Por otra parte, cuando la palabra
“hebraizante” se emplea en un sentido más amplio, como referencia al mundo conceptual de
los judíos, las ideas religiosas que eran prominentes entre ellos debido a su trasfondo
veterotestamentario y la fraseología por medio de la cual se expresaban esas ideas, el adjetivo
es completamente adecuado.
El judaísmo del Evangelio de Mateo de ningún modo está confinado a ciertos rasgos que,
en mayor o menor grado, tiene en común con los otros Evangelios. Es mucho más profundo
que esto. Por ejemplo, tenemos la idea de la teleología divina: el plan de Dios y su realización
en la historia, un énfasis más fuerte sobre la profecía y su cumplimiento que el que se
encuentra en los demás Evangelios, como se ha mostrado. También tenemos el deleite que
Mateo encuentra en el concepto siete. Ya en el primer capítulo representa a Cristo como el
iniciador del séptimo siete, el clímax de los tres catorces. Aunque, en la forma presentada por
Mateo, el Padre nuestro tiene seis peticiones (6:9–13), sin embargo, según él, Jesús dijo un
grupo de siete parábolas del reino (cap. 13) y pronunció siete ayes contra los [p 97] fariseos y
los escribas (cap. 23).92 Todo esto nos recuerda poderosamente la ordenanza divina respecto
de la semana de siete días (Gn. 2:2; Ex. 20:10; Dt. 5:14), el reposo de las semanas
(Pentecostés, Lv. 23:15), la fiesta del séptimo mes (Lv. 23:24), el séptimo año (Lv. 25:4), y el
año de jubileo al final de siete veces siete años (Lv. 25:8). En cuanto a otros sietes del Antiguo
Testamento, véanse Gn. 4:24; Ex. 25:37; Jos. 6:4, 6, 8, 13, 15; Job 1:2; Dn. 4:16, 23, 25;
9:25; Zac. 4:2; para mencionar sólo algunos.
Además, Mateo usa la expresión “reino de los cielos” en lugar de “reino de Dios” que usan
los demás evangelistas. Por cierto, no evita la última expresión (12:28; 21:31), y no hay una
diferencia esencial entre las dos denominaciones. Sin embargo, el hecho de que en su
designación más usual la palabra griega traducida “cielo” está en plural (cf. Gn. 1:1 en el
original) y que la referencia al cielo le recuerda a uno Dn. 2:44; 7:13, 14, ¿no apunta a la
conclusión de que es un hebreo quien está escribiendo estas cosas? El presenta a Jesús
como “hijo de David, hijo de Abraham” (contrástese Mt. 1:1 con Lc. 3:38). El hecho de que el
adverbio de tiempo τότε (entonces) aparece en Mateo unas 90 veces (contrástese con Marcos,
6 veces; Lucas 15 veces; Juan 10 veces) es otro vínculo con su equivalente semita.

91
En cuanto a mí, puedo testificar que después de un estudio más bien completo de los escritos de Torrey y sus asociados, así
como de los de sus oponentes, estudio exigido como base para escribir un extenso documento sobre este mismo tema durante mis
estudios de postgrado en el Seminario Teológico Princeton, mi fe en la infalibilidad de las Escrituras, razonablemente interpretada,
no fue sacudida en lo más mínimo sino más bien confirmada. Pasajes tales como Ap. 10:7; 15:2; 18:23; y 19:17, todos los cuales,
según Torrey, son o contienen malas traducciones, se ponen hermosamente en armonía y adquieren un excelente sentido en cuanto
se les interpreta a la luz del contexto, como he tratado de hacerlo en mi libro Más que vencedores, T.E.L.L., Grand Rapids.
Ninguna es una mala traducción. Lo mismo es válido para los Evangelios y Hechos.
92
Intencionadamente he dejado fuera de consideración los siete que Mateo tiene en común con uno o los dos Sinópticos restantes,
tales como los otros siete espíritus (12:45), los siete panes (15:34s), los siete canastos (15:37), el perdonar siete o setenta veces
siete (18:21, 22), y siete hermanos (22:25). Como se ha indicado, en Mateo hay suficientes relatos con sietes que son distintivos
como para considerarlo uno de sus rasgos peculiares. De propósito he omitido toda mención a los tres y cincos de Mateo (véase la
lista en W. C. Allen, op. cit., p. lxv. Se podrían haber agregado unos más a esa lista). Una mirada en las partes correspondientes en
una concordancia completa debiera convencer a cualquiera de que estos tres y cincos se distribuyen en forma más bien pareja a
través de los tres Sinópticos, especialmente a través de Mateo y Lucas. Por la misma razón no estoy muy impresionado con el
intento de Goodspeed de relacionar el énfasis numérico que él ve en el primer Evangelio canónico con el punto de vista de que en
consecuencia probablemente haya sido escrito por un cobrador de impuestos, un hombre que mostraba facilidad en el manejo de
los números y cifras; véase op. cit., pp. 21, 22, 24, 25, 36, 58, 59, 70, 71, 76, 112, 113, 133–135. En cuanto a eso, él mismo parece
haber sentido la debilidad de su argumento; véase p. 58.
75
Además, el constante énfasis de este Evangelio sobre la ley (véase especialmente la
extensa sección 5:17–48; cf. 7:12; 12:5; 23:23), ¿no apoya esta conclusión? Y si se necesita
mayor evidencia, recuérdese que este es el único Evangelio en que no se reserva el título “rey
de los judíos”, refiriéndose a Jesús, para los capítulos finales, sino que se encuentra desde el
mismo principio (2:2). Es también el único Evangelio en que se informa que Jesús dio el
mandamiento: “En ningún camino de los gentiles entréis, ni en ciudad alguna de los
samaritanos, sino más bien id a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (10:5, 6). Es también
el único Evangelio en que se anotan estas palabras: “No soy enviado sino a las ovejas
perdidas de la casa de Israel”. Es el único Evangelio que llama “santa ciudad” a Jerusalén
(4:5; 27:53; cf. Ap. 21:2). Finalmente, es el único Evangelio en que no es necesario explicar
las costumbres judías (15:2; contrástese con Mr. 7:3, 4), porque los judíos conocían sus
propias costumbres. La afirmación “el [p 98] Evangelio de Mateo tiene un aspecto más
judaico que los demás Sinópticos”93 es enteramente correcta. Es en ese sentido que lo
llamamos “hebraizante”.
¿Hubo alguna vez un evangelio semítico (en hebreo o en arameo) escrito por el mismo
autor que, según este punto de vista, después produjo lo que ahora se llama “Evangelio
según Mateo” en griego? Eusebio nos dice que fue Papías quien escribió (en una obra ahora
perdida):94 “Mateo arregló los oráculos en (el) idioma hebreo, y cada quien los tradujo como
pudo”.95
Algunas evaluaciones e interpretaciones divergentes de esta afirmación:
1. Papías estaba obviamente equivocado. Basó su opinión en el hecho de que Mateo
escribió en primer lugar para los judíos. Además, podría haber confundido nuestro Mateo en
griego con otro documento, como Jerónimo, que consideraba que el apócrifo Evangelio según
los hebreos era el original del Mateo en hebreo. Jamás se ha encontrado un Mateo en arameo
que sea de una fecha anterior a la del Mateo en griego. De haber existido tal Evangelio,
ciertamente en sus citas del Antiguo Testamento habría seguido el texto hebreo. El centro
mismo de la acusación de Jesús contra los fariseos y escribas (Mt. 15:6ss; Mr. 7:8ss) en que
se les denuncia por anular la Palabra de Dios por su tradición, se habría perdido si se
hubiera seguido el texto hebreo (de Is. 29:13). Es claro que tanto Jesús como Mateo aquí
estaban siguiendo el texto del Antiguo Testamento traducido al griego (es decir, la LXX). Por
tanto, la evidencia señala hacia un Evangelio escrito originalmente no en hebreo (ni arameo)
sino en greigo.96
2. Igual que la ya descrita, pero con énfasis en el punto de vista que el original en que fue
escrita la obra que Papías erróneamente atribuyó a Mateo, era definitivamente hebreo, y las
diversas traducciones fueron al arameo y no al greigo.97
3. Papías tenía razón. Mateo, después de escribir su Evangelio en el idioma de los
hebreos—dando como resultado que al hablar con griegos, cada persona según su capacidad
podía traducirlo a su idioma—y habiendo salido de Palestina para trabajar en otro lugar,

93
L. Berkhof, New Testament Introduction, Grand Rapids, 1915, p. 64.
94
Título: Interpretation of the Oracles of the Lord, in five treatises; op. cit., III. xxxix. 3–5.
95

La misma obra, III. xxxix. 16. El griego dice así: ΜατΘαῖος μἑν οὖν Ἑβραί̈δι διαλέκτῳ τἁ λόγια σθνετάεξατο, ἡρμήνευσεν δʼ αὐτά
ὠς ἦν δυνατὸς ἐκαστος. Casi parece que cada lector de esta declaración de Papías ha hecho con ella “como ha podido”, o, quizás
en algunos casos, “como convenía a sus puntos de vista”. Las traducciones que difieren de las sugeridas arriba son:
Ἑβραί̈δι: “en el idioma arameo”, “en el dialecto hebreo”, y “en el estilo hebreo”.
τὰ λά: “los dichos”.
σθνετάξατο: “interpretado”, “compuesto”, “recolectado”, “anotado”.
96
En cuanto a este punto de vista, véase N. B. Stonehouse, Origins of the Synoptic Gospels, pp. 87–92.
97
H. Mulder, “Het Synoptisch Vraagstuk”, Exegetica (1952), p. 17.
76
produjo un Evangelio en griego dirigido a “los judíos de la diáspora” (Berkhof), o a “naciones
extranjeras” (Thiessen).98
[p 99] 4. Al hablar de logia, Papías estaba pensando en los “dichos de Jesús”. Mateo había
tomado nota de ellos en arameo. Cuando el ex publicano tuvo acceso al Evangelio de Marcos,
lo usó casi todo, transponiendo el material cada vez que lo estimó necesario, y combinándolo
con los dichos, discursos o enseñanzas de Jesús que él mismo, Mateo, había compilado. En
el curso del tiempo, lo que resultó se llamó Evangelio según Mateo en griego.99
5. Papías no quiso decir que Mateo había escrito un Evangelio en hebreo, sino que había
escrito al estilo hebreo.100
No dedicaré tiempo a comentar todos estos puntos de vista por separado. Serán
suficientes unas pocas reflexiones. Primero, al hablar de Marcos y su Evangelio,101 Papías
define claramente la palabra “oráculos” (logia)102 como que tiene referencia a “las cosas
dichas o hechas por el Señor”, y no sólo a “las cosas dichas”. Por lo tanto, Papías no está
pensando en las palabras o dichos sin las obras o hechos, cuando usa la palabra. Está
pensando en el Evangelio como un todo. Es, por lo tanto, lógico suponer que cuando dice
“Mateo arregló los oráculos”, está hablando del Evangelio de Mateo.
En segundo lugar, debemos distinguir cuidadosamente entre dos preguntas: a. “¿Es
nuestro Mateo en griego una traducción de una obra semítica anterior (sea hebrea o
aramea)?” y b. ¿Hubo una obra anterior, escrita en el idioma de los hebreos, un escrito que
precedió al Mateo en griego, y que tuvo cierta relación con éste, sirviéndole como modelo y/o
quizás aun, aunque en sentido restringido, como fuente de parte de su contenido?” Estas dos
preguntas no deben ser confundidas. Teóricamente podría considerarse posible contestar la
primera pregunta en forma negativa, pero la segunda afirmativamente. En cuanto a la
segunda pregunta, la posibilidad de permanecer neutral es algo que no debe ser excluido.
En cuanto a la primera pregunta, la posición de quienes consideran los Evangelios y
ciertas porciones del Nuevo Testamento como traducciones del arameo escrito ya fue
discutida y refutada (pp. 93–95). El Mateo en griego no es una simple traducción del arameo.
En toda su extensión, el griego y sus expresiones idiomáticas tienen un papel importante. El
argumento basado en Mt. 15:8, 9, tomado como evidencia para la acusación del v. 6 (véase
opinión No 1), es válido. Aun cuando lo que Jesús está diciendo podría bien estar implícito
también en el hebreo, está por cierto mucho más claramente expresado en la Septuaginta. El
hecho de que por su tradición los fariseos y escribas habían invalidado la Palabra de Dios
porque la habían reemplazado por preceptos de hombres, preceptos que ellos enseñan [p
100] al pueblo, hace que uno recuerde el pasaje de Isaías no tanto como aparece en el
original hebreo sino según la versión griega (Septuaginta) del Antiguo Testamento.
Hebreo (Is. 29:13):
“Porque este pueblo se me acerca con su boca, y con sus labios me honran, pero alejan de
mí su corazón, y su temor de mí (es sólo) un mandamiento adquirido de hombres, por lo
tanto …”
Septuaginta
“Este pueblo se acerca a mí (y) con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí.
Pero en vano me rinden culto, enseñando preceptos de hombres y (sus) doctrinas”.
Mt. 15:8, 9 (cf. Mr. 7:6, 7):
98
L. Berkhof, New Testament Introduction, pp. 66–69; cf. H. C. Thiessen, op. cit., p. 137.
99
E. J. Goodspeed, op. cit., pp. 16, 108–110, 144.
100
J. Kürzinger, BZ 4 (1960), pp. 19–38.
101
Eusebio, op. cit., III. xxxix. 15.
102
En cuanto a λόγιον véase Th.D.N.T., Vol. IV, pp. 137–141, especialmente, pp. 140, 141.
77
“Este pueblo me honra con sus labios pero su corazón está lejos de mí. Mas en vano me
honran, enseñando (como sus) doctrinas, preceptos de hombres”.
Nada hay que haga necesaria la proposición de un evangelio escrito en arameo como
respaldo del Mateo en griego. Jamás se ha encontrado tal documento. Ningún testigo de la
antigüedad lo cita. Hoy día no se puede establecer con ningún grado de certeza si existiera
alguna vez. La forma en que aparecen muchas de las citas en los tres sinópticos indica una
base común para todos. Esta fuente bien podría ser las notas de Mateo.103 Notas similares
escritas por la misma persona bien podrían dar razón de algo del resto del material del
Evangelio (es decir, lo que no es cita). Como ya se ha mostrado, es probable que además
Mateo haya usado el Evangelio de Marcos, el cual, según la tradición, se derivó de la
predicación de Pedro, el que a su vez en muchos casos pudo haber dependido de las notas de
Mateo. Por cierto, también tenemos que tener en cuenta la memoria de Mateo, con el
recuerdo de lo que había visto y oído y de lo que otros le habían dicho (tradición oral). Con
toda esta fuente de materiales a la mano, sería difícil demostrar la necesidad de algún
evangelio escrito en arameo del que se haya traducido el griego.
Sin embargo, esto no prueba en forma absoluta que jamás haya existido tal evangelio, y
que Papías y quienes puedan haber seguido esa idea hayan estado en un error. Podrían haber
estado errados, pero aún no se ha escrito la palabra final al respecto. Los argumentos que se
han usado para demostrar que Papías estuvo errado no han convencido a todos. Algunos
razonan así: Es difícil entender cómo el error de Jerónimo (340?–420 d.C.), un [p 101]
hombre que vivió mucho después que el último de los apóstoles hubo muerto, puede ser un
argumento poderoso en contra de la declaración de Papías. Este Papías fue un testigo muy
cercano (probablemente haya escrito entre 125 y 140), descrito por Ireneo como oyente de
Juan (el apóstol) y compañero de Policarpo.
El hecho de no haberse encontrado ni citado un Mateo en arameo procedente de una fecha
anterior a la composición de Mateo en griego sería un argumento casi aniquilador contra la
posición que afirma la existencia de tal documento, si no fuera por dos consideraciones: a. la
declaración de Papías y otros después de él que atestiguan su existencia, y b. el hecho de que
con el transcurso del tiempo habría cada vez menos necesidad de tal libro, lo que explicaría
su completa desaparición: “Los misioneros con un libro en arameo … en sus manos habrían
sido impotentes para hacer propaganda en lo que era en realidad un mundo griego o más
bien helenizado”.104
Otra objeción contra la teoría de que Papías estaba errado ha sido expresada en estas
palabras: “Recordemos también que es incongruente creer a Papías cuando dice que Mateo
escribió el Evangelio y desacreditar su testimonio posterior en el sentido de que el apóstol
escribió en hebreo, como lo hacen algunos especialistas. Desde luego, es casi cierto que
Panteno (véase Eusebio, op. cit., V.x,1–4) estaba errado cuando pensó que había hallado el
Evangelio en hebreo en la India, y que Jerónimo era víctima de un concepto falso cuando
imaginó que lo había traducido en Cesarea. Lo que vieron fue probablemente una corrupción
del original hebreo, conocido como el evangelio según los hebreos. Pero este posible error no
invalida el otro testimonio independiente de Jerónimo y de todos los padres antiguos respecto
de que Mateo escribió el Evangelio en hebreo”.105 El mismo autor sugiere que el Mateo en
griego era “un nuevo texto revisado del Evangelio”.106 Y en un estudio reciente, C. S. Petrie

103
Véase también pp. 42, 61, 107. Véase también referencia a las notas de Mateo en A. T. Robertson, Word Pictures in the New
Testament, Nueva York y Londres, 1930, Vol. I, p. xii; E. J. Goodspeed, op. cit., pp. 80, 86, 88, 108, 142; G. Hendriksen, Bible
Survey, Grand Rapids, 1978, pp. 379s.; y R. H. Gundry, The Use of the Old Testament in St. Matthew’s Gospel, pp. xii, 181, 182
104
A. Deissmann, Light from the Ancient East (traducido del alemán al inglés por L. R. M. Strachan), Nueva York, 1922, p. 65.
105
L. Berkhof, New Testament Introduction, pp. 69, 70.
106
El mismo, p. 70. R. V. G. Tasker habla en forma similar, The Gospel according to St. Matthew, p. 13.
78
llega a la conclusión de que el testimonio de Papías sobre el Evangelio de Mateo descansa
sobre una base más sólida que las mejores suposiciones del día de hoy.107
No sería difícil producir argumentos en contra. Al autor de este libro le parece que no hay
evidencia suficiente para probar o para refutar la existencia de un evangelio primitivo según
Mateo en el idioma de los hebreos. ¿Escribió Mateo un evangelio en lengua semita? ¿Es el
Mateo en griego un “nuevo texto revisado”? Mi respuesta es: “No sé”. Es claro que no se trata
de la traducción de un evangelio escrito en hebreo o en arameo. Por [p 102] lo demás, de una
cosa estoy seguro: el Evangelio de Mateo en griego es hebraizante en el sentido ya explicado.
Este Evangelio es evangelizador, esto es, tiene un amplio propósito misionero.
Mateo deja muy en claro que este Mesías de la profecía está relacionado con todo el
mundo. En su genealogía se mencionan no solamente una buena cantidad de descendientes
de Abraham, sino también “extranjeras” como Tamar, Rahab y Rut (1:3, 5). Los magos
vinieron del oriente a adorar al niño y a ofrecerle presentes (cap. 2). Que el evangelio de la
salvación plena y gratuito alcanza aun a los que están fuera de las fronteras de Israel es
evidente por las palabras de Cristo: “Muchos, os digo, vendrán del este y del oeste y se
reclinarán a la mesa con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos pero los hijos del
reino serán echados fuera a las tinieblas más distantes” (8:11, 12). Es el mismo Cristo que
sanó al siervo del centurión (8:5–13), elogió la fe de la mujer cananea y sanó a su hija (15:21–
28). El es quien dijo: “El reino de Dios os será quitado y será dado a una nación que produzca
sus frutos” (21:43). También dijo: “… invitad a cuantos encontréis a las bodas … Y el salón de
bodas se llenó de invitados” (22:9, 10). Lo que quizás sea el mandamiento de carácter más
universal se encuentra en el capítulo final: “Por tanto, id y hacer discípulos de todas las
naciones” (28:19–20).
Se podría hacer la pregunta: “Pero, ¿cómo es posible que el mismo evangelista—o que
Cristo, el evangelio (las buenas nuevas de salvación), o el Evangelio (el libro de Mateo)—sea al
mismo tiempo hebraizante y evangelizador?” La respuesta se encuentra en pasajes tales como
Hch. 13:46 y Ro. 1:16.
Después del Gólgota, con un vislumbre anticipado aun durante el período inmediatamente
precedente, hay una raza escogida, que está formada por todos los que están “en Cristo”, sin
importar cuál sea su raza o nacionalidad. Las distinciones marcadas que caracterizaban la
era del Antiguo Testamento se desvanecieron completamente (Ro. 10:12; 1 Co. 7:19; Gá. 3:9,
28, 29; Ef. 2:14, 18; Col. 3:11; 1 P. 2:9; Ap. 7:9; 22:17).
Este Evangelio fue escrito por un hombre cuyas cualidades correspondían con estas
características. ¿Quién fue este hombre? Esto nos conduce a la sección siguiente:
II. Paternidad Literaria, Fecha y Lugar
La opinión de varios es que el escritor del libro que abre la puerta hacia los tesoros del
Nuevo Testamento “ciertamente no fue Mateo el apóstol”.108 [p 103] Hasta donde concierne a
107
C. S. Petrie, “The Authorship of “The Gospel according to Matthew’: A Reconsideration of the External Evidence”, NTStud 14
(1, 1967), pp. 15–32.
108
A. H. McNeile, The Gospel According to St. Matthew, Londres, 1915, p. xxviii. La misma idea es expresada por B. M. Metzger,
The New Testament, Its Background, Growth, and Content, pp. 96, 97. E. J. Goodspeed, op. cit., p. 20, reconoce que por mucho
tiempo él también había sido de esa opinión. Su libro indica un giro completo. Se sostiene en forma más o menos extensa el punto
de vista de que aunque Mateo no fue el escritor de la obra acabada, él tuvo algo que ver con ella. Había provisto la estructura
básica al escribir los dichos (logia) del Señor, etc. Sea lo que fuere que el verdadero Mateo había escrito, posteriormente se lo usó,
amplió y organizó mediante el trabajo de un compilador o editor cuyo nombre se ha perdido. El conjunto se llamó entonces “El
Evangelio según Mateo”. Según un autor, la razón para atribuírselo fue que “habría una tendencia irresistible a buscarle sanción
apostólica”, W. C. Allen, A Critical and Exegetical Commentary on the Gospel according to Matthew (International Critical
Commentary), p. lxxxi. Esta razón no es muy convincente. Si el Evangelio en cuestión se atribuyó a Mateo “a fin de encontrarle
sanción apostólica”, ¿por qué no se atribuyó el Evangelio más largo al apóstol Pablo en vez de a Lucas y el más corto al apóstol
Pedro en vez de a Marcos? Según A. Plummer, el escritor de este Evangelio “no fue Mateo”, sino “un cristiano judío del primer
79
la doctrina de la inspiración, no hay objeción a esta opinión. En ningún lugar revela el
escritor su identidad. Lo que escribió es anónimo y permanece anónimo. El caso de Pablo es
distinto. Cuando dirigió una carta a Filemón, incluyó estas palabras: “Yo Pablo lo escribo”.
En realidad, en el primer versículo de cada epístola se identifica como escritor. Desde luego,
el nombre de Mateo aparece en 9:9 y en 10:3 pero en ninguno de estos pasajes se llama a sí
mismo escritor. Además, como se ha indicado previamente, el título que, según se interpreta
corrientemente aunque no en forma estricta, atribuye el libro a Mateo como escritor, sólo fue
agregado hacia el año 125 d.C. Por eso no pertenece al libro inspirado mismo.
Hay que reconocer la posibilidad de que el título del Evangelio pueda señalar al nombre de
una persona que, supongamos, fuera responsable de parte de su contenido solamente.
Excelentes eruditos conservadores no ven dificultades en el título, aun cuando rechazan el
punto de vista tradicional según el cual el ex publicano Mateo fue el compositor de todo el
Evangelio. Como ellos lo ven, la relación entre Mateo y su Evangelio debe entenderse en el
sentido que, además de lo que tiene en común con los demás sinópticos, también contiene
mucho que es original en material, propósito y estructura. En este modo nuevo e
independiente de considerarlo, disciernen la influencia permanente de un testigo ocular bien
definido, esto es, del apóstol Mateo.109
Sin embargo, de ningún modo están todos los especialistas satisfechos con la idea de que
el ex publicano fue el escritor solamente en el sentido de que fue responsable de una parte de
su contenido. En cambio, creen que en sentido real él fue el escritor o compositor de todo el
libro, aunque al [p 104] escribir hizo uso profuso de fuentes.110
Los argumentos111 de quienes aceptan una conexión remota entre el ex publicano y el
libro que se le atribuye son los siguientes:
1. La apelación a la tradición primitiva en apoyo de la proposición de que Mateo mismo fue
el escritor de todo el primer Evangelio canónico no se justifica, porque la tradición se refiere a
un escrito en arameo y el Mateo en griego ni siquiera es una traducción del arameo escrito.
Respuesta: Si los exponentes de la antigua tradición consideraban Mateo en griego como
una traducción libre, de modo que ellos estimaban que el supuesto original arameo y el
nuevo documento eran un solo libro, el cual atribuían a Mateo, ¿no pierde su fuerza este
argumento? Si estos primeros testigos (Papías, Ireneo, Orígenes, etc.) no lo consideraron así,
¿no debemos concluir que algunos de ellos, aun cuando con frecuencia citaban el Mateo en
griego, nunca discuten su paternidad literaria? Además, ¿no sugiere una tradición muy

tiempo que no tenía la suficiente importancia como para dar su nombre a un Evangelio”. Este escritor desconocido usó el más
antiguo logia de Mateo (“colección de hechos acerca de Jesús, que consiste principalmente en sus dichos y las circunstancias en
que fueron pronunciados”) como fuente (An Exegetical Commentary on the Gospel according to St. Matthew, reimpresión, Grand
Rapids, 1953, pp. viii–x.
109
Así, por ejemplo, H. N. Ridderbos, Het Evangelie naar Mattheus (Korte Verklaring der Heilige Schrift), Kampen, 1952, pp. 13–
15. De ahora en adelante, cada vez que el nombre de este autor es mencionado y seguido por las palabras op. cit., la referencia es a
su comentario sobre Mateo.
110
Según A. T. Robertson lo ve, “no hay una razón verdadera por la cual el apóstol Mateo no pueda haber escrito tanto el Logia en
arameo como nuestro Mateo en griego, a menos que uno no quiera creer que él podía usar la obra de Marcos a la par que la suya
propia” (Word Pictures, Vol. I p. xi). R. C. H. Lenski considera que Mateo es el escritor de todo el libro, en el cual incorporó
ciertos dichos hebreos o logia (Interpretation of St. Matthew’s Gospel, Columbus, Ohio, 1932, p. 18. De aquí en adelante, cuando
se menciona el nombre de este autor seguido por las palabras op. cit., la referencia es a su comentario de Mateo). S. Greijdanus
considera que Mateo es el escritor del Evangelio en arameo, y cree que alguien lo tradujo al griego (Bijbelsch Handboek, Kampen,
1935, Vol. II, p. 104). N. B. Stonehouse cree que “la autoridad apostólica de Mateo está tan firmemente atestiguada como
cualquier otro hecho de la historia eclesiástica antigua” (Origins of the Synoptic Gospels, pp. 46, 47). Como se ha dicho antes, esto
concuerda con lo que antes escribiera Goodspeed, aun cuando no todas las razones en las que éste basó sus opiniones fueron
aceptadas por Stonehouse. Finalmente, R. H. Gundry también defiende el punto de vista de que Mateo fue el escritor de la obra
que se le atribuye (op. cit., pp. 181–185. En la p. 182 da su estimación de los argumentos de Goodspeed. Estoy completamente de
acuerdo con esa estimación.
111
En cuanto a estos argumentos, véase especialmente H. N. Ridderbos, op. cit., p. 13.
80
antigua el título “según Mateo”? En cuanto a evidencia sobre la fecha primitiva del título,
véase Goodspeed, op. cit., pp. 37, 38.
2. Es muy dudoso que Mateo, un testigo ocular, hiciera un uso tan extenso de un
Evangelio escrito por Marcos, hombre que ni siquiera formaba parte del grupo de los Doce.
Respuesta: Este argumento ya fue contestado; véanse pp. 54, 55.
3. El primer Evangelio canónico no es tan vívido como esperaríamos si hubiese sido
compuesto por un testigo ocular. En realidad, no es tan vívido como el Evangelio de Marcos (o
el de Juan).
Respuesta: Se reconoce de inmediato que entre los Sinópticos Marcos es generalmente el
más vívido, como también sería de esperar con referencia a un Evangelio escrito por el
intérprete de Pedro. Sin embargo, para dar razón de la presencia de un relato vívido, no
solamente se debe considerar la proximidad al escenario donde ocurrió la acción, sino
también el carácter o [p 105] personalidad del escritor. Probablemente Pedro fuera un
individuo más intenso y vibrante que Mateo. Marcos podría haberse parecido a Pedro en
algunos de sus rasgos (véanse pp. 49, 50). Mateo podría haber sido más calmado y más
cauto. Además, esta probable diferencia en cuanto a vivacidad no se debe exagerar. El
Evangelio de Mateo no carece de toques vívidos: 1:20; cap. 2; 7:24–27; 8:23–27; 14:28–31;
20:1–16; 22:1–14; 23:1–39; cap. 25; 27:3–10, 19–21, 24, 25, 50–56, 62–66; 28:2–4, 11–15.
Lo que hasta ahora se ha discutido es una posición conservadora acerca de la paternidad
literaria del libro conocido como “Evangelio según Mateo”. Los conservadores están de
acuerdo que de uno u otro modo el título es correcto. También concuerdan en creer que el
libro es una parte de la Palabra inspirada por Dios. Las diferencias entre ellos tienen que ver
con un punto relativamente secundario. Sin embargo, ningún conservador verdadero podrá
apoyar la posición de un radical en cuanto a la paternidad literaria, el carácter y el contenido
del Evangelio. Puesto que esta posición es verdaderamente un ataque al carácter fidedigno de
los Evangelios, tema que ya ha sido tratado con cierta extensión (véanse pp. 63–86). Queda
poco por añadir aquí.
Un ejemplo típico del punto de vista radical en cuanto al Evangelio de Mateo se encuentra
en un artículo de H. H. Koester de la Escuela de Divinidad de Harvard.112 Ese autor considera
que parte del material contenido en este Evangelio es de carácter legendario, niega de plano
que pudiera haber escrito el libro un discípulo inmediato de Jesús, y expresa como opinión
suya que 22:6, 7 considera la caída de Jerusalén como algo ya ocurrido. También está seguro
que las formulaciones cristológicas, doctrinales y litúrgicas desarrolladas demuestran que el
libro fue escrito por un hombre de la tercera generación, no antes de 75–100 d.C.
Pero el rechazo de un relato (por ejemplo, el nacimiento virginal) no prueba que el suceso
indicado no haya ocurrido. El argumento basado en 22:6, 7 es muy débil, como ya se ha
mostrado (véase p. 30). Y un argumento consistente exigiría que si vamos a rechazar la
existencia de formulaciones cristológicas, doctrinales y litúrgicas desarrolladas antes del año
75 d.C., tendríamos que negar también la autenticidad de todas las epístolas de Pablo (y, de
hecho, de gran parte del Nuevo Testamento).
Argumentos en defensa de la atribución
del “Evangelio según Mateo”
a Mateo, uno de los Doce

112
“Matthew, Gospel according to Saint”, Encyclopaedia Britannica, Chicago, Londres, etc., edición de 1969, Vol. XIV, pp.
1117–1118.
81
1. Mateo (Mt. 9:9; 10:3; Mr. 3:18; Lc. 6:15; Hch. 1:13), llamado también [p 106] Leví (Mr.
2:14; Lc. 5:27, 29), era judío, como se ve claramente por sus nombres.113 Esto puede explicar
el carácter judaico de su Evangelio.
2. Cuando recibió el llamamiento a seguir a Jesús, Mateo era un publicano, esto es, un
cobrador de impuestos en Capernaum. Es probable que estuviera al servicio de Herodes
Antipas. Puesto que trabajaba en “Galilea de los gentiles” tenía que estar familiarizado con el
griego y con el arameo.114 El Evangelio según Mateo muestra que su escritor tenía buen
conocimiento de más de un idioma. Así las citas que en él se encuentran con frecuencia
presentan una especie de paráfrasis en que se combinan elementos de la Septuaginta griega
con elementos arameos y derivados del hebreo.115
Además, como recolector de impuestos, Mateo estaba obligado a presentar informes
escritos del dinero que cobraba. Hasta puede haber sabido algún sistema de taquigrafía.116
Por lo tanto, era la persona más indicada para tomar notas de las palabras y obras de Cristo.
3. Mateo no solamente era un judío inteligente; también era profundamente religioso,
como se ve del hecho de que cuando Jesús lo llamó, él obedeció inmediatamente. Como tal
bien podemos creer que tenía un conocimiento muy completo del Antiguo Testamento en
hebreo y de la traducción al griego, la Septuaginta. Ciertamente estaba bien versado en las
Escrituras. Por eso, guiado por el Espíritu, era el tipo de hombre que podía interpretar
pasajes del Antiguo Testamento de tal modo que podía aplicarlo a nuevas situaciones. El
Evangelio según Mateo concuerda con esta habilidad de parte de Mateo. Los escritores de los
demás Evangelios, podemos suponer, pudieron hacer uso de las notas de Mateo. El, por su
parte, pudo utilizar el Evangelio de Marcos.
[p 107] 4. La tradición es unánime al señalar a Mateo como el escritor. Nunca menciona a
otro:
Eusebio, al comienzo del cuarto siglo, escribió lo siguiente:
“Mateo, habiendo predicado al principio a los hebreos, cuando estaba a punto de salir en
busca de otros puso por escrito en su idioma nativo el Evangelio según él mismo, y así, al
escribir, hizo provisión para la falta de su propia presencia” (op. cit., III.xxiv.6).
Un poco antes, Orígenes (escribió entre 210–250) se expresó en forma similar, y también,
aun antes (entre 182 y 188), Ireneo (véase en p. 53, notas 41b y 41a respectivamente). Papías

113
El nombre de su padre era Alfeo (Mr. 2:14). Este era también el nombre del padre de Jacobo el Menor y de José (Mt. 10:3; Mr.
15:40). Goodspeed identifica a este Alfeo con el padre de Mateo. Como él lo ve, la madre de la familia era una de las Marías, y era
madrastra de Mateo. Aun sugiere que la presencia de Mateo en esta familia notable podría haber sido el trasfondo para el
dramático llamado al discipulado que él recibió (op. cit., pp. 2, 6, 7). Todo esto suena un poco irreal. No encuentro base alguna
para ello en las Escrituras. Puesto que los Evangelios no señalan relación familiar entre Mateo y Jacobo el Menor (como lo hacen
entre Jacobo y Juan, y entre Pedro y Andrés), ¿no es mucho más posible que no hubiera tal relación? Con toda probabilidad, por lo
tanto, así como la Biblia habla de más de uno que lleva el nombre Goliat, Herodes, Jacobo, Jeroboam, Juan, Josué, Judas, Noé,
Felipe, Simón, etc., así también reconoce más de un Alfeo. En algunos aspectos encuentro que el libro de Goodspeed, Matthew,
Apostle and Evangelist es muy estimulante e informativo, pero en otros aspectos muy repetitivo e irreal.
114
Véase E. Schürer, Geschichte des jüdischen Volkes in Zeitaltar Jesu Christi, Leipzig, 1901–1909, Vol. I, pp. 5755; 84ss.
115
Esto lo aclara R. H. Gundry, The Use of the Old Testament in St. Matthew’s Gospel, pp. 174–178.
116
Goodspeed arroja valiosa luz sobre este tema basado en papiros descubiertos, op. cit., pp. 57–76. Sobre el tema de taquigrafía
antigua véase también G. Milligan, The N. T. Documents, Londres, 1913, pp. 241–247. La taquigrafía era bien conocida y estaba
muy difundida aun antes del tiempo de Mateo, lo que es confirmado por el hecho de que ya en el año 63 a.C. Marcus Tulius Tiro,
amigo de Cicerón había inventado un sistema taquigráfico que se enseñaba extensamente en las escuelas del imperio y era usada
por los notarii en el Senado Romano para tomar los discursos de los oradores. Y el mundo griego no se quedaba atrás en esto,
como Milligan y otros han demostrado.
41b “En el primero de sus Comentarios sobre el Evangelio según Mateo, al defender el canon de la iglesia, él (Orígenes) da
testimonio de conocer solamente cuatro evangelios, escribiendo más o menos como sigue: ‘… habiendo aprendido por la tradición
acerca de los cuatro Evangelios, los únicos que son indiscutibles en la iglesia de Dios bajo el cielo, que primero fue escrito aquel
según el ex cobrador de impuestos, luego apóstol de Jesucristo, Mateo; quien lo publicó para quienes llegaban del judaísmo a
82
es el más antiguo en esta serie de testigos (entre 125 y 140) cuya referencia a Mateo y su
Evangelio también ha sido citada y discutida (pp. 97–100). Papías fue descrito por Ireneo
como oyente del apóstol Juan y compañero de Policarpo.
Hay abundante testimonio del uso de este Evangelio en los primeros escritos patrísticos
que se han preservado (los atribuidos a Bernabé, Clemente de Roma, Ignacio y Policarpo). La
Didaché también añade su testimonio. En realidad, uno puede decir sin exageración que la
evidencia externa del uso primitivo de este Evangelio, y de su atribución a Mateo tan pronto
como estas comenzaron a hacerse, es unánime.
5. Sería difícil explicar cómo dentro de un período de quizás sesenta años desde que se
escribió este Evangelio pudiera haberse perdido el nombre de su verdadero escritor y se
hubiera puesto otro nombre ficticio en su lugar.
6. El escritor de una obra tan hermosa en diseño, tan armoniosa en estilo y tan
majestuosa en contenido difícilmente podría haberse perdido de vista.
7. El hecho de que este Evangelio fue atribuido a uno de los menos destacados de los doce
apóstoles, un hombre acerca de quien apenas se sabe algo, es otro argumento en favor del
carácter fidedigno de esta atribución.
En cuanto a la fecha y el lugar de origen hay mucho de incierto. El conocimiento de Mateo
del Antiguo Testamento hebreo y su acceso a los rollos hebreos parecen indicar una fecha en
que la ruptura con la sinagoga donde tales rollos eran guardados aún no era completa, y a
Palestina en cuanto a lugar, o región general donde se originó el escrito. Apoyando también
este lugar están las muchas referencias a sucesos y situaciones en Jerusalén o en sus
alrededores, relatados exclusivamente por Mateo (2:3, 16; 21:10; 27:3–8, 24, 25, 52, 53, 62–
66; 28:4, 11–15). La fecha no puede ser posterior a 70 d.C., porque Jerusalén y su templo
aún no habían sido destruidos (24:2, 15–28). Sin embargo, debe ser suficientemente tardío
como para permitir que Mateo usara el Evangelio de Marcos. Pero no sabemos exactamente
cuando escribió Marcos su libro. Pero véase p. 54. La declaración de Ireneo, apreciada e
interpretada en diversas formas (citada en p. 50), según la cual Mateo publicó su Evangelio
“mientras Pedro y [p 108] Pablo estaban predicando en Roma y estableciendo la iglesia”,117
parecería señalar a una fecha no muy anterior a 63 d. C. y probablemente antes del principio
de la guerra judía. Considero 63–66 d.C. como una fecha que no está lejos de ser la exacta.
No pudo ser mucho antes, porque 27:8 y 28:15 implican que desde el Calvario había
transcurrido mucho tiempo.

creer, compuesto como fue en el idioma hebreo; en segundo lugar, aquel según Marcos, quien escribió de acuerdo con las
instrucciones de Pedro, a quien también Pedro en su epístola general reconoce como su hijo diciendo: La que está en Babilonia,
elegida juntamente con vosotros, os saluda, como también Marcos, mi hijo. Y en tercer lugar, aquel según Lucas, quien escribió
para quienes de los gentiles habían llegado a creer, el evangelio que fue elogiado por Pablo. Después de todos ellos, aquel según
Juan’ ” (Orígenes, citado por Eusebio, Historia Eclesiástica VI.xxv, 3–6).
41a “Mateo publicó entre los hebreos un Evangelio escrito en su propio idioma, mientras Pedro y Pablo estaban predicando en
Roma y estableciendo la iglesia. Después de la partida de ellos, Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, nos entregó por escrito lo
que Pedro había predicado. Y Lucas también, compañero de Pablo, escribió en un libro el evangelio que éste predicaba. Después
Juan, discípulo del Señor, el que se había reclinado sobre su pecho, también publicó un Evangelio durante su residencia en Efeso
de Asia” (Ireneo, Contra herejías III.i.1).
117
Mucho está aún oscuro: a. Cuando Ireneo dice que este Evangelio fue publicado “entre los hebreos en su propio idioma”, ¿es
esta su propia opinión original o está haciendo eco de Papías? b. Cuando dice que la redacción de este Evangelio ocurrió en el
tiempo en que “Pedro y Pablo estaban estableciendo la iglesia en Roma”, ¿es esto un error, considerando el hecho de que la iglesia
de Roma no fue fundada por Pablo? O ¿se debe dar a las palabras “estaban estableciendo” un sentido más figurado, por ejemplo,
“fortaleciendo”? Véase Fil. 1:12–18. c. ¿Estaba Pedro en Roma durante el lapso entre el primero y el segundo encarcelamiento de
Pablo allí? Véase 1 P. 5:13.
83

III. Propósito
En general se puede decir que el propósito de este Evangelio fue ganar plenamente a los
judíos para Cristo; esto es, ganar a los aún no convertidos y fortalecer a los ya convertidos. El
carácter hebraizante del Evangelio de Mateo, según se ha descrito en las páginas
precedentes, indica que esta es su meta. Con el fin de lograrlo, el énfasis se pone en el hecho
de que Jesús es ciertamente el Mesías largamente esperado que se anuncia en las Escrituras
hebreas.
Por eso, bajo la dirección providencial de Dios, los libros proféticos del Antiguo Testamento
son seguidos de inmediato por el libro del cumplimiento de las profecías, Mateo. Además, en
armonía con la norma: “al judío primeramente y también al griego” (Ro. 1:16); y “seréis mis
testigos en Jerusalén … y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8; cf. Lc. 24:47), se pone en
primer lugar el Evangelio más judaico, escrito por un judío para los judíos. Le sigue el
Evangelio según Marcos quien, aunque también es judío, lo compuso para los romanos.
Lucas, que no es judío, viene luego con su Evangelio dirigido a los griegos. Aunque en todos
estos Evangelios se presenta a Jesús como el único Redentor del pecador, la sublime verdad
de que este Redentor es “el Salvador del mundo”, esto es, de los elegidos de Dios reunidos de
toda nación bajo el cielo, se enfatiza en el Evangelio de Juan (1:13; 3:16; 4:42; 10:16; 17:20,
21). Así el orden de los libros de nuestro canon progresa en forma muy bella de lo particular
a lo universal; sin embargo, lo particular ya incluye lo universal, y lo universal, en un
sentido, sigue siendo particular siempre: el evangelio es poder de Dios para salvación a todo
aquel que cree, a todos ellos y a ellos solamente.
En Mateo se enfatiza particularmente el hecho de que Jesús es ciertamente el Cristo de la
profecía, no solamente para que los judíos, aceptando a este Hijo de David como su Salvador,
puedan tener vida en su nombre, sino también a fin de que puedan defenderse contra los
ataques del enemigo [p 109] y aun puedan llegar a ganar a los gentiles.
Cuando una persona pregunta: “¿Cuál es el propósito de este Evangelio?”, lo mejor que se
puede hacer para encontrar la respuesta es leer y volver a leer todo el libro. Entonces la
respuesta en particular es la siguiente:
1. Traslación del reino de las tinieblas al de la luz: la conversión de los judíos que aún no
han experimentado el cambio espiritual básico. A éstos se les debe recordar los grandes
privilegios que les han sido otorgados, y también las horrendas consecuencias de negarse a
oír el llamamiento de Dios (10:5ss; 11:25–29; 23:37–39).
2. Transformación: Renovación constante de la vida de parte de (mayormente) los judíos
que, por el poder del Espíritu ya se han rendido a Cristo. A éstos se les muestra cómo deben
conducirse a fin de ser motivo de bendición a otros, para gloria del Padre celestial (4:19; 5:16,
43–48; 6:19ss; 7:1ss, 24–27; etc.).
3. Vindicación de la verdad de Dios contra el ataque de encarnizados adversarios (5:17ss;
6:2ss; cap. 12; 13:10ss, 54–58; 15:1–20; 16:1–4; cap. 23; etc.).
4. Evangelización de todas las naciones (8:5–13; 15:21–28; 28:16–20).
IV. Tema y bosquejo
Como ya ha sido señalado con anterioridad, la peregrinación terrenal de Jesús debe
considerarse primariamente no como una serie de cosas que le ocurrieron, sino más bien
como el cumplimiento de una tarea asignada. Otros niños nacen. Son completamente pasivos
en su nacimiento. El también nació, pero además vino. Además, vino con un propósito: no
para recibir sino para dar, a dar su alma en rescate por muchos (Mt. 20:28; Mr. 10:45), a
buscar y a salvar lo que se había perdido (Lc. 19:10).
84
Los cuatro Evangelios enfatizan este aspecto de designio en la vida de Cristo sobre la
tierra: en Mateo con todos los pasajes acerca del cumplimiento de las profecías (véase
además, 10:34–36; 20:22); en Marcos (10:38); en Lucas (9:51; 12:50; 22:22, 42); y en Juan
(4:4, 34; 9:4; 17:4; 19:30). En consecuencia, un buen tema (véase Jn. 17:4b) para la historia
relatada en todos y en cada uno de los Evangelios es:
La obra que le diste que hiciera
Las divisiones principales, como ya se ha indicado, serían las mismas para los tres
Sinópticos, a saber:
I. El comienzo de la tarea
II. La continuación de la tarea
[p 110]
III. El cumplimiento de la tarea
O, en una fraseología algo diferente:
I. Su comienzo o inauguración
II. Su progreso o continuación
III. Su clímax o culminación
En muchos casos, las subdivisiones bajo cada encabezamiento serán diferentes para cada
uno de los tres Evangelios. Para un bosquejo más detallado, véase el contenido y los
bosquejos al comienzo de los capítulos.118

118
Un plan general más o menos similar fue seguido en el C. N. T. sobre el Evangelio según Juan, obra de este autor; véase pp. 69,
72, 266, 402, 488, 532, 646 y 722.

También podría gustarte