Esperanza para las familias actuales
WILLIE Y ELAINE OLIVER
Tema para el programa de inicación
Ministerio Adventista de la Familia
Febrero 2023
Esperanza para las familias actuales
Los Textos
Lucas 8:40-56
(Mateo 9:18-26; Marcos 5:21-43) a
I. Introducción
Nuestro mundo actual está repleto de conflictos religiosos y guerras, polarizació n polı́tica,
refugiados buscando amparo, migrantes que huyen de regı́menes despó ticos, pobreza extrema,
envejecimiento de la població n, dificultades econó micas, inseguridad de alimento y agua, falta de
acceso a la educació n bá sica, cambios climá ticos, y el aumento en las formaciones familiares
alternativas, enfermedades debilitantes y terminales, y mucho má s. Desarrollar familias
saludables en este contexto está entre las tareas desafiantes má s grandes que los seres humanos
pueden emprender. Incluso cuando las personas se proponen deliberadamente desarrollar
relaciones familiares saludables aun ası́ es desafiante –a pesar de nuestras mejores intenciones–
porque somos todos humanos, y todo ser humano es imperfecto. Nuestras fallas hacen que sea
muy difı́cil mantener relaciones saludables.
Pese a la dificultad de vivir en relaciones hay Esperanza para las Familias Actuales: de Abidjan a
Aberdeen; de Berrien Springs a Buenos Aires; del Cairo a Ciudad del Cabo; de Florencia
a Freetown; de Haifa a Hanoi; de Moscú a Mumbai; de Nairobi a Nueva York; de Sı́dney a Shanghá i;
de Taipei a Tegucigalpa; de Zanzibar a Zabrze; mucho puede cambiar para mejor cuando
confiamos en Dios para darnos la paciencia, dulzura, y amor que é l desea que tengamos en
nuestras relaciones, independiente del mundo en que vivimos. Cuando acogemos las razones de
Dios para crear la familia, es posible tener relaciones familiares má s fuertes y má s saludables.
Nuestro tó pico de hoy lleva como tı́tulo “Esperanza para las Familias Actuales”. Oremos.
II. O Texto: Lucas 8:40-56.
La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús
Cuando volvió Jesú s, lo recibió la multitud con gozo, pues todos lo esperaban. Entonces llegó
un hombre llamado Jairo, que era un alto dignatario de la sinagoga; postrá ndose a los pies de Jesú s,
le rogaba que entrara en su casa, porque tenı́a una hija ú nica, como de doce añ os, que
se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud lo oprimı́a. Pero una mujer que padecı́a de lujo de
sangre desde hacı́a doce añ os, y que habı́a gastado en mé dicos todo cuanto tenı́a y por ninguno
habı́a podido ser curada, se le acercó por detrá s y tocó el borde de su manto. Al instante se detuvo
el flujo de su sangre. Entonces Jesú s dijo: —¿Quié n es el que me ha tocado? Todos lo negaban, y
dijo Pedro y los que con é l estaban: —Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y preguntas:
“¿Quié n es el que me ha tocado?” Pero Jesú s dijo: — Alguien me ha tocado, porque yo he sentido
que ha salido poder de mı́. Entonces, cuando la mujer vio que habı́a sido descubierta, vino
temblando y, postrá ndose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa lo habı́a
tocado y có mo al instante habı́a sido sanada. Ekl le dijo: —Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz. Estaba
hablando aú n, cuando vino uno de casa del alto dignatario de la sinagoga a decirle: —Tu hija ha
muerto; no molestes má s al Maestro. Oyé ndolo Jesú s, le respondió : —No temas; cree solamente y
será salva. Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan y al
padre y a la madre de la niñ a. Todos lloraban y hacı́an lamentació n por ella. Pero é l dijo: —No
lloré is; no está muerta, sino que duerme. Y se burlaban de é l, porque sabı́an que estaba muerta.
Pero é l, tomá ndola de la mano, clamó diciendo: —¡Muchacha, levá ntate! Entonces su espı́ritu
volvió , e inmediatamente se levantó ; y é l mandó que se le diera de comer. Sus padres estaban
ató nitos; pero Jesú s les mandó que a nadie dijeran lo que habı́a sucedido. (Lucas 8:40-56 RVR)
III. Explicación y aplicación
El contexto de esta narració n encuentra a Jesú s en la orilla occidental del Mar de Galilea –
probablemente en Capernaú n –habiendo estado recientemente en Gá dara un lugar en el lado
oriental del Mar de Galilea. Esto quedaba en el paı́s de los gadarenos o gerasenos (actualmente
Altos del Golá n), donde Jesú s recientemente habı́a curado a un hombre endemoniado, segú n
relatos de Lucas (Luc. 8:26-27) y Marcos (Marc. 5:1-2). Mateo (Mat. 5:28) declara que habı́a dos
hombres endemoniados. Compadecido Jesú s expulsa a los demonios que suplicaron se les
permitiera entrar en un hato de cerdos (Luc. 8:31-33). Esta actitud provocó miedo e ira entre la
gente de aquel lugar los cuales pidieron que Jesú s abandonara su paı́s y los dejara en paz.
Es posible que la gente de la orilla occidental de Galilea haya oı́do sobre los maravillosos milagros
que Jesú s habı́a obrado y deseado que é l obrara las mismas cosas entre ellos tambié n. O, quien
sabe, simplemente deseaban ver al hombre que habı́a realizado maravillas tan sobresalientes para
jactarse ante sus amigos de que habı́an estado con é l. Cualquiera sea el caso, el relato bı́blico
declara en Lucas 8:40 “la multitud lo recibió con gozo”.
Un hombre rico y prominente, de gran reputació n, y una mujer modesta – en el banco Western-
llevaban sus propias cargas pesadas y estaban entre aquellos que dieron la bienvenida a Jesú s. El
hombre fue mencionado – Jairo – pero la mujer era anó nima. Jairo era un lı́der influyente de la
sinagoga que con humildad y valor vino a Jesú s para suplicar por la vida de su hija, aun cuando
sus compañ eros del templo planeaban matar al Maestro. Por otro lado, ella era humilde, la pobre
mujer que habı́a agotado todo su dinero tratando de curarse, só lo para ver que su condició n
empeoraba. Ella estaba desesperada tratando de recibir ayuda para sı́ misma. Jairo estaba
agradecido por los doce añ os de felicidad que habı́a disfrutado con su hija, pero ahora puede
perderla a cualquier momento. La mujer habı́a soportado doce añ os de desesperació n por su
condició n; pero estaba esperando que Jesú s pudiera sanarla.
De inmediato Jesú s salió con Jairo a su casa. Y, aunque los discı́pulos habı́an experimentado esta
amable respuesta de Jesú s en el pasado, estaban un poco alarmados por su amabilidad ante la
petició n del arrogante rabino. Aun ası́, siguieron a Jesú s mientras la multitud los acompañ aba con
entusiasmo y esperanza.
A pesar de que la casa de Jairo no era muy distante de donde é ste habı́a encontrado al Maestro, el
progreso era muy lento debido a la gran multitud de personas que presionaba a Jesú s por todos
lados. El ansioso padre estaba preocupado con la lentitud ya que Jesú s se detenı́a a intervalos
regulares para ayudar a alguien necesitado o para consolar a alguna persona afligida.
Mientras se dirigı́an hacia la casa del dirigente, un mensajero fue empujado en medio de la
multitud con malas noticias para Jairo. Su hija habı́a muerto y ya no debı́a perturbar a Jesú s. Sin
embargo, Jesú s escuchó el mensaje e inmediatamente se acercó a consolar al quebrantado padre
diciendo: “No temas; cree solamente y será salva”. (Luc. 8:50).
La escena en la casa del dirigente era de romper el corazó n de cualquier padre. Las plañ ideras
profesionales ya estaban en el lugar llorando y lamentá ndose, y un grupo de vecinos, familiares y
amigos también estaba allı́ en ese momento. Los judı́os de la época se dedicaron rápidamente a
compartir y demostrar su dolor, dado que se esperaba que el cuerpo se enterrara el mismo dı́a,
despué s de haber sido lavado y ungido.
Perturbado por el ruido, Jesú s trató de calmar a la multitud dicié ndoles que la niñ a no estaba
muerta, sino que dormı́a. Le aseguro que esto no resultó muy bien con todos los presentes en la
escena. Ya que para Jesú s la muerte no es nada má s que un sueñ o, é l estaba siendo absolutamente
verdadero en su declaració n. Pero el grupo reunido allı́ lo ridiculizó porque para ellos la niñ a
estaba realmente muerta. Ellos no se dieron cuenta que Jesú s era “la resurrecció n y la vida” (Juan
11:25. Despué s de todo, ¿no habı́a sido Jesú s quien resucitó al hijo de la viuda de Naı́n (Luc. 7:11-
15)? ¿No le dijo é l a Juan el Bautista que los muertos serı́an resucitados? (Luc. 7:22) Ciertamente
las plañideras no creı́an en estos informes y pensaron que Jesús era un charlatán y un loco.
Despué s de retirar a todos de la casa, Jesú s llevó a Pedro, Santiago, Juan, y al padre y madre de la
niñ a muerta dentro del cuarto. Tomá ndola por la mano, Jesú s le habló en arameo, el idioma usado
en aquella casa: “¡Talita cumi! ¡Niñ a, levá ntate!”. Esas no eran palabras má gicas sino el comando
del dador de vida. Elena G. de White describe lo que sucedió a continuació n de esta manera:
“Instantá neamente, un temblor pasó por el cuerpo inconsciente. El pulso de la vida volvió a latir.
Los labios se entreabrieron con una sonrisa. Los ojos se abrieron como si ella despertase del
sueñ o, y la niñ a miró con asombro al grupo que la rodeaba. Se levantó , y sus padres la estrecharon
en sus brazos llorando de alegrı́a.”
Por supuesto, en el camino hacia la casa de Jairo, Jesú s entró en contacto con una mujer de la
multitud. Ella habı́a sufrido por largos doce añ os con una enfermedad que le habı́a hecho la vida
increı́blemente miserable.
Ella era ceremonialmente impura y se sentı́a fı́sicamente inferior, imposibilitada de encontrar
calor espiritual con los creyentes pues su condició n le impedı́a de entrar en contacto con ellos o
de ir a la sinagoga cada semana. Sus finanzas limitadas fueron invertidas sin é xito en mé dicos y
remedios esoté ricos.
A pesar de su larga noche de prueba, un dı́a la esperanza se renovó en su corazó n cuando escuchó
sobre lo que Jesú s habı́a hecho por otros. Ella se convenció de que si pudiera encontrarlo
finalmente serı́a curada. Tı́mida, dé bil y frá gil, ella vino a la orilla del mar de Galilea, donde Jesú s
estaba enseñ ando, tratando de pasar en medio de la multitud, sin lograrlo. Su esperanza estaba
empezando a desvanecerse cuando por alguna providencia de Dios, Jesú s caminó a travé s de la
multitud y vino cerca de donde ella estaba. En un ú ltimo y desesperado movimiento la sufriente
mujer reunió la poca fuerza que le quedaba y se lanzó en direcció n a Jesú s tocá ndole apenas el
borde del manto. ¡Sucedió instantá neamente!! La sensació n de estar seca! La fuerza reemplazó a
la debilidad. ¡El dolor se transformó en alegrı́a incontenible! ¡Su alma fue invadida por paz,
tranquilidad, serenidad, é xtasis inexplicable y felicidad!
Con el corazó n lleno de gratitud e indescriptible euforia, la mujer enfrentó a la multitud. Con
vitalidad recié n descubierta ella estaba segura que podrı́a desaparecer y vivir el resto de sus añ os
con gozo, paz y libertad de la enfermedad que la habı́a aprisionado por tantos añ os. Pero la voz de
Jesú s traspasó el bullicio de la multitud.
“¿Quié n me ha tocado?, preguntó . Imagı́nense las miradas de asombro en los rostros de la
multitud. ¿Está bromeando? ¿Está realmente haciendo esa pregunta? ¿Con toda la gente
presionándolo y él pregunta quién lo ha tocado? Pedro, el impulsivo e impetuoso; el que carecı́a de
inteligencia emocional respondió a Jesú s con actitud en su voz. Mirá ndolo incré dulamente Pedro
preguntó , Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y preguntas: “¿Quié n es el que me ha tocado?”
(Luc. 8:45). Jesú s ignoró la pregunta algo burlona de Pedro y declaró : “Alguien me ha tocado,
porque yo he sentido que ha salido poder de mı́” (Luc. 8:46).
Tratando de permanecer en el anonimato –una realidad que Jesú s no acepta de nadie que venga a
é l- má s bien querer afirmar la personalidad y las cualidades ú nicas que cada ser humano ha
recibido de su creador; deseando que esta mujer insegura y ansiosa se vuelva asertiva, confiada y
segura de sı́ misma; Jesú s creó una ocasió n para una interacció n y comunió n reales, las cuales esta
pobre mujer ha perdido por largos doce añ os. Sintiendo el foco de atenció n sobre ella, la mujer
recié n curada se presentó y confesó en pú blico lo que habı́a sucedido en su vida y lo que ocurrió
cuando su necesidad se cruzó con la abundancia de Jesú s. “Ella estaba contaminada, indigente,
desanimada y desesperada, pero vino a Jesú s y su necesidad fue atendida.” Una cosa es presionar
a Jesú s; otra cosa es Tocarlo.
IV. Conclusión
En un estudio publicado en Nature Neuroscience, edició n de Octubre de 2011, investigadores del
Wellcome Trust Centro de Neuroimagen de la Universidad de Londres presentan evidencia de que
las personas que son naturalmente optimistas só lo aprenden de la informació n que refuerza esa
perspectiva optimista. El estudio actualmente sugiere que muchos de nosotros tambié n estamos
programados para el optimismo. Algunos reporteros han abreviado este hallazgo para describir
al optimismo como un “defecto cerebral”. Defecto cerebral o no, el optimismo parece ser necesario
para el progreso personal. Tenemos que ser capaces de imaginar mejores realidades, que nos
presionen hacia ese objetivo.
Sin embargo, esperanza es má s que optimismo. Bı́blicamente hablando, esperanza juntamente con
fe y amor, forman el “gran á rbol” del cristianismo. Ekstas son las cosas de las que el apó stol Pablo
habló en 1 Corintios 13 que permanecen cuando todo lo demá s falla. “Ahora permanecen la fe, la
esperanza y el amor,” es có mo lo expresa, y quiso decir que cuando buscamos las cualidades que
se destilan de la experiencia de la vida en comú n de los creyentes, estas tres cosas son la base
só lida en la cual nos afirmamos – incluso si ahora só lo se ve oscuramente como a travé s de un
cristal distorsionado.
¿Cuá l es su necesidad actual? ¿Demandará humildad y valor alcanzarla, como aquella demostrada
por Jairo – un rabino arrogante, engreı́do y autosuficiente cuya hija estaba muriendo y necesitaba
la Resurrección y la Vida? ¿O es usted como la mujer anó nima que sufrió en silencio –evitada,
ignorada y rechazada? ¿Se necesitará una esperanza renovada, no só lo el optimismo mundano,
sino una creencia real y confianza en las promesas de Dios encontradas en la Biblia? ¿Son ustedes
aú n cautivos de la esperanza? ¿Arde aú n la esperanza en sus corazones?
Jesú s está caminando entre su pueblo ahora y con é l viene la cura para cada enfermedad terrible,
aun cuando la muerte ha llegado a ser una realidad. No importa lo que usted está enfrentando en
sus relaciones actuales, recuerde que aú n existe Esperanza para las Familias de Hoy por medio
de Jesucristo, nuestro Señ or. Confı́e en é l hoy, mañ ana, y siempre; y há galo el Señ or de tu vida.
Que Dios le bendiga hasta el fin, es nuestra oració n.