TENDENCIAS EN PSICOLOGIA Estilos de Cria
TENDENCIAS EN PSICOLOGIA Estilos de Cria
y Educación
Revisiones Temáticas
Volumen 1
ISBN 978-607-00-3756-6
Presentación 6
María Teresa Fuentes Navarro, Juan José Irigoyen y Guadalupe Mares Cárdenas
Capítulo 1 10
Estilos de crianza e interacciones familiares:
aproximaciones teóricas e investigaciones empíricas
Capítulo 2 46
Conducta alimentaria: instrucciones y aprendizaje
Capítulo 4 94
Análisis de competencias académicas
en la formación de estudiantes en ciencias
Capítulo 5 128
La comprensión lectora: revisión teórica desde la
perspectiva cognoscitiva, conductual e interconductual
Capítulo 6 167
Burnout y factores relacionados
con su presentación en Maestros
Capítulo 1
Estilos de crianza e interacciones familiares:
aproximaciones teóricas e investigaciones empíricas
El objetivo del presente capítulo es exponer una revisión de los trabajos de investigación que
se han realizado para estudiar los estilos paternos de crianza y las interacciones familiares,
así como sus efectos sobre diversos aspectos del desarrollo infantil, con particular interés
en el desempeño académico y social de los niños. Tal revisión muestra las aportaciones que
diversas investigaciones empíricas han realizado para la comprensión de este campo de estudio
de la psicología, poniendo especial énfasis en aquellas desarrolladas con mayor grado de
sistematización, a saber, desde las perspectivas teóricas conductual y cognitivo conductual.
Dicha revisión de investigaciones sirve de marco y antecedentes para una exposición
del estado actual del campo, en donde se incluye la descripción y discusión del trabajo de
investigación realizado por los autores del presente capítulo (Jiménez y Guevara, 2008), lo cual
permite delimitar las herramientas teórico-metodológicas con que actualmente se cuenta para
realizar estudios sistemáticos en esta área de investigación tan importante para la psicología
educativa y del desarrollo.
Para comprender qué es la psicología contemporánea del desarrollo, podemos entenderla como el
campo que estudia aquellos cambios que se conforman en la organización de la conducta durante
el transcurso de la vida del individuo. Evidentemente el individuo pertenece a su vez a un
sistema organizado que se puede describir de manera intraindividuo e interindividuo. En primera
instancia, cada persona se constituye por un sistema anatómico, bioquímico, neuroisiológico,
motor, perceptual, cognitivo, de aprendizaje, lingüístico y social. En segunda instancia, la
persona es parte de un sistema mayor, donde interactúa con otros y establece una interacción
activa. De esta manera se desarrolla una relación del individuo consigo mismo, con su familia,
con su comunidad y con su cultura (Fitzgerald, Strommen y McKinney, 1981).
Las perspectivas teóricas con las cuales se ha estudiado el desarrollo del ser humano
plantean que, en el transcurso de la vida del individuo, existen condiciones más favorables que
otras para que se establezcan cambios importantes en su desarrollo. De hecho, diferentes teorías
ponderan aspectos distintos del desarrollo humano como trascendentes, algunos autores enfatizan
aspectos de tipo biológico, otros de tipo ambiental, y otros más de tipo emocional y cognitivo.
observó la relación de los estilos de crianza con variables como escolaridad de los padres (nivel
educativo alto, medio o bajo), estructura familiar (familias intactas, padre o madre soltero, padre
o madre con otra pareja) y origen étnico de la familia (asiático-americano, euro-americano, afro-
americano e hispano). El estudio se llevó a cabo a través de la aplicación de un cuestionario a
una muestra de 7 836 jóvenes entre 14 y 18 años de edad, todos de clase socioeconómica media.
Los principales hallazgos de esta investigación indicaron que el estilo de crianza democrático no
pareció alterarse en función de la edad o el género del hijo; se presentó más frecuentemente en
familias de origen europeo que en familias de origen asiático, africano e hispano, y se presentó
principalmente en familias de adolescentes que vivían con ambos padres biológicos. El estilo
autoritario tampoco se modiicó por género, aunque sí de acuerdo a la edad del hijo, fue más
común cuando los hijos eran adolescentes, de entre 14 y 15 años de edad; éste fue el estilo
más frecuente en familias de origen asiático, africano e hispano, y se presentó más en familias
donde uno de los padres biológicos vivía con una nueva pareja (padrastro o madrastra). El estilo
permisivo no se modiicó por género; se presentó más frecuentemente cuando el hijo contaba
con 17 o 18 años de edad, así como en familias de origen asiático e hispano, especialmente con
madres o padres sin pareja o con pareja nueva.
El estudio de Dornbusch et al. (1987) también reportó que los padres de bajo nivel
educativo parecen tener tendencias a adoptar un estilo autoritario o permisivo, mientras que los
padres de nivel educativo alto y medio suelen desarrollar un estilo democrático (autoritativo).
La variable que más se relacionó con la ejecución académica fue el estilo de crianza, los
alumnos con bajo rendimiento escolar reportaron estilos paternos autoritario o permisivo y los
de rendimiento alto reportaron un estilo de crianza democrático. Los autores señalan que estos
hallazgos conirman los de estudios similares llevados a cabo con poblaciones de niños de clase
media que cursaban el nivel primaria.
Steinberg, Elmen y Mounts (1989) estudiaron la relación entre estilos de crianza de
los padres y el rendimiento académico de los hijos. Se consideraron los siguientes aspectos:
percepción del alumno sobre los estilos de crianza de sus padres, nivel de aceptación hacia
sus padres y evaluación de su autonomía; estos factores se correlacionaron con el rendimiento
escolar de los niños, así como con los puntajes de una escala de madurez social. Los resultados
indicaron que la madurez social del alumno parece ser un efecto del estilo de crianza, cuando los
padres mostraron un estilo de crianza regido por el razonamiento (democrático) o una mezcla
de éste con el estilo autoritario, los hijos obtuvieron puntajes altos en la escala de madurez
social y tuvieron un rendimiento escolar alto. Pasó lo contrario cuando el estilo de los padres fue
permisivo, negligente o autoritario. Los autores concluyen que si los alumnos identiican a sus
padres como garantizadores de autonomía, con control irme pero que permiten la negociación
de acuerdos, tienden a mostrar índices altos de autonomía, autorregulación y alto rendimiento
académico.
Lambord, Mounts, Steinberg y Dornbusch (1991) realizaron un estudio transversal,
con el propósito de explorar los efectos de lo que denominaron “estilos de paternidad”
(democrático, autoritario, permisivo y negligente) sobre diversos aspectos del desarrollo de sus
hijos adolescentes (competencia social, orientación hacia la escuela, competencia académica,
promedio escolar, orientación hacia el trabajo, auto-realización, síntomas psicológicos, síntomas
somáticos, uso de drogas, nivel de delincuencia y mala conducta escolar). El estudio también
consideró el origen étnico de la familia, la clase social, la escolaridad de los padres y la
estructura familiar. Se recurrió a entrevistar a una población de 4 100 adolescentes con edades
entre 14 y 18 años.
Estos autores reportan que los adolescentes cuyos padres fueron democráticos
obtuvieron los mejores resultados en variables como auto-realización, orientación hacia el
trabajo, competencia social, orientación hacia la escuela, competencia académica y promedio
escolar; este estilo paterno también tuvo inluencia positiva en las variables de conducta, en
los adolescentes de ambos géneros que reportaron este estilo paterno se obtuvieron los índices
más bajos en síntomas psicológicos, síntomas somáticos, mala conducta escolar, uso de
drogas y delincuencia. En los adolescentes cuyos padres solían ser autoritarios, se observaron
buenos resultados en orientación hacia el trabajo, competencia social, orientación hacia la
escuela, competencia académica y promedio escolar; los jóvenes de ambos géneros que
reportaron este estilo en sus padres no manifestaron mala conducta escolar, ni uso de drogas o
delincuencia, tampoco expresaron síntomas somáticos, aunque sí mostraron bajos índices de
auto-realización. Los resultados de los adolescentes que percibieron el estilo paterno permisivo
fueron los más variados de los cuatro estilos; prácticamente en todas las variables relacionadas
con la competencia, auto-realización y promedio escolar obtuvieron altos puntajes, variando
ligeramente de acuerdo al género del adolescente, sin embargo en algunos varones se obtuvieron
puntajes altos de mala conducta escolar, uso de drogas y delincuencia; los síntomas psicológicos
y somáticos no se presentaron en estos jóvenes. El estilo negligente resultó ser el menos
adecuado, los jóvenes de ambos géneros que reportaron este estilo en sus padres obtuvieron bajos
acuerdo a sus índices de consumo de bebidas alcohólicas. La frecuencia del consumo de alcohol
fue de la siguiente manera: abstemios 24%, consumidores moderados 57% y consumidores
excesivos 19%. También en dos momentos del estudio, se aplicó a los adolescentes una escala
donde reportaron los estilos parentales de socialización. Los datos se expresan en términos
de la probabilidad de cada estilo paterno para propiciar consumo de alcohol en sus hijos, de
mayor a menor probabilidad, se ubicaron: reprobación, castigo, rechazo, presión hacia el logro,
sobreprotección, comprensión y apoyo.
De acuerdo con los autores, las prácticas educativas de los padres basadas en la facilidad
para establecer comunicación, afecto, apoyo y comprensión, juegan un papel decisivo en el ajuste
social y emocional de sus hijos; señalan la necesidad de proporcionar a los padres programas
preventivos, a in de crear un ambiente familiar positivo y ofrecer a los hijos un modelo racional
y controlado en lo relativo al uso de bebidas alcohólicas. La prevención debe incluir a los padres
como un agente central de la intervención, pero dirigir su objetivo hacia los niños y adolescentes.
También en el contexto español, Rodríguez y Torrente (2003) encontraron que los padres
elaboran teorías implícitas de cómo debe ser el proceso de crianza, y que por ello son múltiples
las técnicas educativas que suelen poner en marcha para lograr sus objetivos educativos. Estas
técnicas pueden estar presentes en las familias, y el uso de una u otra depende de la situación
especíica que se vive; aunque también mencionan que suele existir un estilo dominante que
los padres ponen en marcha con mayor frecuencia. Estos autores aseguran que las prácticas
educativas más adecuadas para los hijos son las que establecen normas nítidas, las que no
utilizan sanciones punitivas, las más congruentes, las que se basan en la explicación, las que
permiten el intercambio de opiniones entre padres e hijos, las que promueven actividades
cotidianas adaptadas y las que fomentan el desarrollo de ideas propias y opiniones en los niños y
adolescentes, favoreciendo así que el clima familiar sea cohesivo.
Cerezo, Trenado y Pons (2006) mencionan que la sensibilidad materna es de suma
importancia para las interacciones familiares. La deinen como la percepción consistente de
la madre hacia las señales o necesidades de su hijo, así como saber interpretar y proporcionar
las respuestas apropiadas, y actuar oportunamente. Aclaran que si la madre maniiesta
estados emocionales negativos ante los estresores del medio, puede afectarse sus habilidades
atencionales respecto de sus hijos. Esto se traduce en actuaciones menos sensibles en las
situaciones de crianza, propiciando interacciones inapropiadas que llevan a conlictos y actos
abusivos contra los menores. Los autores continúan exponiendo que los factores de distrés o
malestar psicológico, infelicidad, ansiedad y problemas percibidos con los otros y con uno
mismo, iguran entre los más relevantes en relación con situaciones y percepciones emocionales
negativas. Los padres con altos niveles en estos factores tienen riesgos de actuar con sus hijos
de forma inapropiada o incluso abusiva, física y emocionalmente. En concordancia con los
planteamientos de Belsky (1981), Cerezo et al. (2006) mencionan que, a nivel microsocial, la
sensibilidad materna se traduce en interacciones sincrónicas, acompasadas y oportunas, propias
de un cuidador hábil para adaptarse al estado emocional y necesidades del niño. Sin embargo,
reiteran que el déicit cognitivo de las madres, propiciado por sus estados emocionales negativos,
se maniiesta en respuestas inoportunas o asincrónicas. Cuando el niño está molesto, la conducta
inapropiada materna es insatisfactoria porque no propicia la auto-regulación emocional que el
niño necesita, lo que intensiicará sus señales estresando más a la madre; aunado a lo anterior,
estas madres presentan patrones de interacción similares a los de quienes abusan físicamente de
sus hijos, es decir, de los que ejercen prácticas de paternidad de riesgo.
En relación con lo anterior Torío, Peña y Caro (2008) mencionan que, en un momento
en que la estructura y la conformación familiar están cambiando en la sociedad actual, parece
importante insistir en entender las prácticas educativas de los padres. Tanto padres como madres
disponen de modelos o técnicas disciplinares diversas, pero son las “técnicas inductivas de
apoyo” (los autores llaman así a las formas de interacción que los padres muestran dentro del
hogar para apoyar a sus hijos), las que más favorecen el ajuste social y familiar del niño, así
como las que proporcionan una adecuada seguridad emocional y autoestima al menor. Los
autores aseguran que, la gran mayoría de los padres no tiene un estilo único de interacción
deinido y tiende a proporcionar pautas contradictorias. Para Torío et al. (2008) la expresión
de afecto y comunicación, combinada con una forma prioritariamente “inductiva de apoyo”
para establecer las normas en el hogar, constituyen las bases de una interacción familiar de
tipo democrático, la cual, como se ha mostrado ampliamente en numerosas investigaciones,
contribuye al mejor desarrollo de la personalidad de los hijos, especialmente cuando ellos lo
perciben así. La buena comunicación entre padres e hijos facilita la resolución de conlictos entre
ellos. Los estudios que han explorado la “supervisión parental” y el papel que juegan los hijos en
el modo en que los padres obtienen la información necesaria para su supervisión, sugieren que
éste es un proceso bidireccional donde inluyen tanto la solicitud de información y el control que
los padres ejercen sobre los hijos, como el deseo de niños y adolescentes de revelar información
a sus padres acerca de sí mismos y de sus actividades.
Ahora bien, entre los pocos estudios realizados en México para investigar acerca de los
estilos de crianza, pueden ubicarse los que se presentan a continuación.
Aguilar, Valencia, Martínez, Romero y Lemus (2004) realizaron un estudio transversal,
cuyo objetivo fue determinar las relaciones que guardan los estilos paternos y maternos con
variables de desarrollo psicológico y variables sociales (competencia académica, auto-conianza,
morosidad, evitación al trabajo, auto-estima, depresión, mala conducta escolar, consumo de
alcohol y drogas), en una muestra de 236 estudiantes universitarios mexicanos de clase media,
con edades entre 18 y 20 años. Estos autores caliican los estilos paternos y maternos como
positivos o negativos. Dentro de los primeros ubican el democrático (o autoritativo), así como
el permisivo, encontrando que los jóvenes universitarios que ubicaron estos estilos en su familia
reportaron tener buena competencia académica y auto-conianza, no reportaron conductas
catalogadas como morosidad, evitación al trabajo, depresión, mala conducta escolar o consumo
de alcohol y drogas. Los estilos ubicados como negativos fueron el autoritario y el negligente,
encontrando que los jóvenes que ubicaron estos estilos en sus padres también reportaron baja
competencia académica, altos niveles de morosidad y evitación al trabajo, baja auto-estima,
problemas de depresión, mala conducta escolar y consumo de alcohol y drogas.
Ortega (1994) realizó un estudio donde exploró la inluencia de tres dimensiones
(castigo, rechazo y aceptación) de los estilos de crianza maternos sobre el auto-concepto de
niños mexicanos pre-adolescentes. La muestra constó de 362 participantes (195 alumnos y 167
madres), los niños tenían 12 años de edad y estaban inscritos en quinto o en sexto grado de
primaria, la edad promedio de las madres fue de 39 años. Las familias pertenecían a clases media
y baja. Se aplicó a los alumnos un cuestionario que permite ubicar, de acuerdo a una escala de
clasiicación, algunas de las tres dimensiones (rechazo, castigo y aceptación) en los estilos de
crianza de sus madres, así como un cuestionario de auto-concepto. Por su parte, a las madres se
les preguntó acerca de su escolaridad y acerca del ingreso económico de la familia. Los niños
que ubicaron las dimensiones rechazo o castigo materno reportaron bajos niveles de auto-estima
moral y bajo auto-concepto como hijos, aunque algunos reportan un buen auto-concepto como
estudiantes. En cambio, los niños que ubicaron la dimensión de aceptación materna, reportaron
buenos niveles de auto-concepto. Con esto, el autor corroboró los hallazgos de estudios previos
(Kapur et al., 1986; Kawash et al., 1984; Peterson et al., 1983; citados en Ortega, 1994) que
indican que la aceptación de ambos padres desarrolla en el niño una auto-estima alta, tanto en
familias de alto nivel socioeconómico como en familias económicamente marginadas.
El estudio de Ortega arrojó dos datos adicionales importantes, el primero fue que se
corroboró que la escolaridad materna tiene efectos sobre el estilo de crianza, ya que los hijos de
madres con mayor nivel de estudios reportan más frecuentemente la dimensión de aceptación,
en tanto que a los niños cuyas madres únicamente cursaron la primaria se les castiga más; el
segundo dato tiene que ver con el nivel de ingreso familiar, al parecer, las familias con ingreso
mensual bajo suelen ejercer más castigos hacia sus hijos.
Jiménez (2000) realizó un estudio cuyo objetivo fue determinar si el estilo de crianza
materno tiene relación con el “estatus socio-cognitivo” en niños de nivel preescolar, término
deinido por la autora tomando como base conductas de solución de problemas que realizaron
los niños y por las conductas de interacción de éstos con sus compañeros de escuela. Se utilizó
una muestra de 254 niños mexicanos, con edades entre 5 y 6 años, y sus madres. Las díadas
pertenecían a clase media. A los niños se les aplicó un cuestionario a través de dibujos, donde
cada niño elegía el dibujo que representaba cómo actuaba su madre ante diversas situaciones;
las respuestas se catalogaron de acuerdo a una escala que incluye los cuatro estilos maternos
de crianza (democrático o autoritativo, autoritario, permisivo y negligente o indiferente). A
las madres se les aplicaron entrevistas y a partir de sus respuestas se catalogaron los estilos
de crianza que ellas reportaron utilizar más frecuentemente con sus hijos. El “estatus socio-
cognitivo” de los niños se obtuvo a partir de observaciones de su interacción social en el
contexto escolar; la categorización fue a través de un instrumento sociométrico compuesto por
mapas socio-cognitivos, desarrollado por Santoyo (1994, en Jiménez, 2000). En este estudio,
el estilo de crianza más reportado por los niños fue el autoritario, seguido del democrático y en
último sitio el permisivo y el indiferente o negligente. Los estilos de crianza más reportados por
las madres fueron el autoritario con apoyo en el democrático, y al inal se ubican el permisivo y
el negligente. Según esta autora, se encuentra una relación entre el estilo de crianza materno y el
estatus socio-cognitivo de los niños, concluyendo que: cuando las madres son menos autoritarias
los hijos suelen establecer mejores relaciones amistosas con sus compañeros y mejor ejecución
en tareas de solución de problemas en el contexto escolar; sin encontrarse diferencias de acuerdo
al género del niño.
Las investigaciones cognitivas y conductuales hasta ahora expuestas dejan clara la
importancia de los estilos de crianza sobre la interacción familiar, así como sobre el desarrollo
psicológico y académico de los niños y adolescentes. Han aportado datos que permiten conocer
la importancia de variables como la clase social, el nivel educativo de los padres, e inclusive el
origen étnico de las familias.
Por su parte, los estudios realizados en México, además de dar cuenta de la inluencia de
dichos factores, han corroborado que el hecho de pertenecer a una familia de estrato sociocultural
bajo, puede colocar a los niños en situación de riesgo social y académico.
Otra de las aportaciones de la perspectiva cognitivo-conductual se relaciona con
la metodología para estudiar este tema. Dentro de la cual pueden ubicarse la deinición, la
categorización y la medición de variables como estilos de crianza, rendimiento académico
y conducta social, con referencia a parámetros observables. Así como llevar a cabo estudios
longitudinales y transversales que permiten conocer más ampliamente la inluencia de diversas
variables sobre los estilos paternos de crianza y la inluencia de dichos estilos de crianza sobre
distintos aspectos del desarrollo psicológico infantil. Sin embargo, también es ampliamente
reconocido que las prácticas de crianza no son el único factor que interviene en la dinámica
familiar, las interacciones que se presentan en el hogar suelen estar asociadas con diversos
aspectos, por ello se recurrió a la revisión de estudios que exploran interacciones familiares y su
efecto sobre el desarrollo del niño, mismas que son presentadas en el siguiente apartado.
través de sus estilos de crianza, determinan las características de la relación familiar, y por ende
el desarrollo infantil. Autores como Garrido, Reyes y Torres (1998) concuerdan con lo anterior,
al mencionar que “tradicionalmente, el estudio sobre el desarrollo infantil estuvo centrado en
observar el comportamiento materno y su inluencia en el desarrollo de su hijo, sin embargo
existe evidencia psicológica que revela que la madre no es la única responsable del desarrollo
del menor, también… el propio niño contribuye a él” (según planteamientos de Bronfenbrenner,
1979, en Garrido et al., 1998, p.145).
En esta nueva concepción interactiva de la relación familiar y del proceso de desarrollo,
se parte de que las características de los hijos van a afectar la manera en que los padres se
dirigen a ellos. A partir de lo anterior es que comienzan a tomarse en cuenta factores que afectan
las interacciones familiares, tales como características del padre, de la madre, de los hijos, e
incluso de los contextos en que se interactúa dentro y fuera del hogar. Con este planteamiento
se sentaron las bases para incursionar en el estudio más amplio de la interacción familiar y
de la inluencia que sobre ella pueden tener diversos factores personales, socioeconómicos,
culturales y contextuales de la familia (Guevara y Mares, 1995). Pineda (1993) señala que una
interacción diádica es la dependencia entre la actividad de adulto y niño, y que esto puede variar
en contextos situacionales distintos. Agrega que existen contextos especíicos que promueven
más que otros el desarrollo de interacciones familiares. Por ello, el comportamiento de los padres
en situaciones de interacción con los niños depende de las características y tipo de conductas de
éstos, y a su vez, la conducta infantil varía de acuerdo a las características y conductas del padre,
así como de la situación particular que se viva.
Los estudios observacionales de Valdéz y Whitehurst (1988) prueban que cuando el
niño pequeño es expuesto a un ambiente rico, donde hay muchos objetos y actividades cuyo
acceso sólo es posible a través de la interacción, se promueven interacciones duraderas entre
niños y adultos. Durante el aprendizaje incidental el niño suele controlar la situación iniciando
la interacción que el adulto aprovecha para proporcionar un modelo; la interacción que se
presenta en la díada normalmente incluye reforzamientos especíicos. Respecto a los efectos
de la interacción diádica, Tomasello y Farrar (1986) reportan que los niños desarrollan mejor
el lenguaje cuando las madres se ajustan al foco de atención que el niño elige; cuando la
madre nombra objetos que en ese momento están siendo el foco de atención del niño se tienen
mayores efectos sobre su adquisición del vocabulario que cuando la madre nombra objetos que
implican la reorientación o el cambio en el foco de atención del niño. Las evidencias indican
que la cantidad de tiempo que las díadas permanecen en atención conjunta está relacionada
positivamente con el tamaño del vocabulario del niño, así como con su nivel de desarrollo
psicológico general (Guevara, 1992).
Torres, Ortega, Reyes y Garrido (2007) exponen las bases sobre las cuales se desarrolló
esta perspectiva interactiva. Explican que la adquisición de conductas como el lenguaje y la
socialización es posible sólo a través de un proceso de desarrollo que tiene lugar en situaciones
interactivas. En un primer momento, estas situaciones en la vida del infante están deinidas en
términos de las interacciones madre-hijo, de tal manera que una investigación sobre desarrollo
psicológico y lingüístico deberá centrarse en el análisis de la interacción diádica madre-hijo.
Al concebir la conducta psicológica como un proceso interactivo que se va desarrollando
en el tiempo, de acuerdo a diferentes situaciones sociales, dentro de esta perspectiva fue
necesario el desarrollo de una metodología que permitiera analizar los cambios ocurridos en los
elementos básicos de la díada, es decir, cambios recíprocos de la conducta, tanto de la madre
como del niño. Las estrategias metodológicas para analizar ese desarrollo fueron, según Torres et
al., (2007), las tres siguientes:
1. Estudios longitudinales, para observar los cambios en las clases de interacciones entre
la madre y el infante.
2. Estudios experimentales, que especiicaron las clases de interacciones a través de la
manipulación de, por ejemplo, variables situacionales.
3. Estudios comparativos, que permitieron encontrar similitudes y diferencias entre los
estados de desarrollo de distintas díadas madre-hijo.
Las autoras aclaran que, dentro de esta línea de investigación, por lo general los
estudios se llevan a cabo utilizando categorías de observación que permitan conocer el proceso
interactivo entre la madre, el infante y los eventos del medio ambiente, así como su inluencia
en el desarrollo psicológico infantil. Citando los trabajos de autores como Belsky (1981) y
Hann (1989, citados en Torres et al., 2007), exponen que las primeras interacciones madre-hijo
se pueden conceptualizar a lo largo de un continuo que puede ir desde interacciones de baja
calidad (insensitivas, de rechazo e inadecuadas), hasta interacciones de alta calidad (sensitivas y
de responsividad). Este continuo de interacciones madre-hijo y la calidad de éstas sirven como
medios para favorecer un desarrollo psicológico adecuado. “El que el niño cuente con conductas
necesarias por parte de la madre: sensitiva, estimulación física y verbal, responsividad a sus
respuestas y baja frecuencia en conductas directivas facilita un desarrollo general adecuado,
principalmente en las áreas cognoscitiva, social, lingüística, afectiva y psicológica” (p.128).
la actividad del adulto y la del niño. Ello justiica la importancia de analizar la calidad de las
interacciones adulto-niño para determinar las características y particularidades de las mismas.
Torres et al. (2007) explican que un desarrollo infantil óptimo se reiere a que el niño pueda
actuar y manejar su entorno de tal manera que pueda obtener beneicios de su medio, y a la
vez desarrollar habilidades que le permitan enfrentarse al medio que le rodea. Para esto, los
estudios en este campo han empleado la metodología observacional, y han buscado diferentes
medidas que permitan obtener datos que muestren qué conductas maternas, qué contexto o
qué factores son los que potencializan o contribuyen al desarrollo infantil. Se han desarrollado
estudios longitudinales y transversales, para hacer los cortes en determinadas edades, analizando
la interacción diádica y evaluando el desarrollo infantil, a in de correlacionar variables como
los estilos maternos, el involucramiento, la calidad del ambiente, la responsividad de ambos
miembros de la díada, las características familiares y los niveles de desarrollo psicológico
infantil.
Partiendo de que desde que el niño nace es un ser social que se integra, conforma y
desarrolla a partir de la relación con los demás, se hace necesario que la madre, como cuidadora
principal del niño, desarrolle una sensibilidad que le permita ajustar su conducta a las exigencias
especíicas de sus hijos a in de asumir un papel que, sin ser directivo, sea estimulante del
desarrollo psicológico del menor. Según diversos autores (Ford, 1994; Laosa, 1982; citados
en Garrido et al., 1998) existe un conjunto de factores que inluyen en la interacción diádica y
que repercuten en la forma en la cual la madre se relaciona con su hijo. Entre tales factores se
encuentran el nivel de escolaridad de la madre, el número de integrantes de la familia, el orden
de nacimiento de cada hijo y la situación ambiental o contextual del hogar.
Entre los primeros estudios que aportaron datos al respecto se encuentran el de Hess
y Shipman, 1960, el de Duyckaer, 1970 y el de Marjoribank, 1975 (citados en Torres et al.,
1998), quienes probaron que la clase social de pertenencia (que incluye nivel de ingresos y
nivel cultural), tiene inluencia sobre los estilos de enseñanza materna, así como sobre las
variaciones en los modos lingüísticos y cognitivos de las díadas madre-hijo. Los resultados de
estas investigaciones indicaron que existe una diferencia en los códigos verbales que utilizan
las madres de diferentes clases sociales, las madres de clase media utilizan más frecuentemente
palabras abstractas y estructuras sintácticas complejas, además de elogiar los esfuerzos verbales
y cognitivos de sus hijos; mientras que en las madres de clase baja se presentan producciones
verbales y cognitivas simples, y se observa una tendencia a hacer críticas en vez de motivar
verbalmente los esfuerzos de su hijo. De acuerdo con estos hallazgos, las madres de clase
media tienden a ser más abiertas en las demostraciones afectivas con sus hijos, y tienen mayor
interacción visual y verbal con ellos, en comparación con las de clase baja, quienes interactúan
con sus hijos casi exclusivamente en actividades de cuidado básico, como son el baño y la
alimentación. También se encontró que a mayor número de miembros en la familia existen
menores posibilidades de interacciones, y que los primogénitos tienden a recibir más atención que
los hijos posteriores, siendo los más pequeños los que suelen ser desatendidos por sus padres. Esto
a su vez, parece tener un efecto sobre los puntajes cognitivos obtenidos por los niños.
Las conclusiones que pueden obtenerse, de acuerdo a los hallazgos de la investigación
en el campo, es que existen una serie de factores que afectan negativamente los patrones de
interacción entre padres e hijos, entre los que se encuentran: la baja escolaridad de los padres,
contar con una familia numerosa, bajo nivel nutricional y bajos ingresos familiares. Tales
hallazgos permiten ubicar a esas variables como ‘factores de riesgo ambiental’.
Farran (1982) señala que existen muchas razones por las cuales la clase social puede
afectar la habilidad de los padres para dar al niño un óptimo medio ambiente. Los grupos o clases
sociales pueden diferir, por ejemplo, en cuanto a su ideología acerca del desarrollo infantil, del
papel que juega el adulto en el desarrollo del niño o respecto a qué interacciones familiares son
las adecuadas. Puede haber grupos o clases sociales que crean que ciertas habilidades verbales y
cognoscitivas son deseables en el niño y dirigirán sus esfuerzos a desarrollar tales habilidades,
mientras otros grupos pueden pensar que los niños deben ser quietos y obedientes.
Según este autor, grupos sociales distintos enfatizan el desarrollo de diferentes
comportamientos en sus hijos, de acuerdo a su nivel de educación, su clase social y su etnia.
Dentro de un círculo social más amplio, como un país, esto se convierte en un problema,
porque los programas educativos son los mismos para todos los grupos sociales que lo integran,
basándose en el supuesto de que todos los individuos cuentan con las habilidades que desarrollan
normalmente niños de un grupo social especíico. Los programas educativos, así como los libros
y materiales de enseñanza, están diseñados pensando en que los niños que los utilizarán tienen un
cierto nivel de desarrollo conductual correspondiente a niños de clase media, criados bajo ciertas
condiciones; incluso el lenguaje de los profesores y las actividades de enseñanza dentro del aula
se enfocan al perfeccionamiento de habilidades lingüísticas y académicas, partiendo del supuesto
de que los alumnos ya cuentan con las bases psicológicas previas. La investigación de Farran
(1982) reporta que pueden no existir diferencias signiicativas entre madres de clases media y
baja acerca de las creencias y objetivos de la crianza, sin embargo las madres de clase baja están
sometidas a situaciones de estrés, que guardan relación con sus condiciones de vida (bajo ingreso
económico, largas jornadas de trabajo, pérdida de empleo, enfermedades crónicas, problemas
nutricionales, así como con el número de hijos que tienen), y dichas situaciones las hacen más
propensas a modiicar sus patrones de interacción con los hijos.
Ortega (1994) realizó una revisión de investigaciones dirigidas a conocer las formas
especíicas de interacción entre madres e hijos pequeños. Concuerda en que la mayoría de
estos estudios recurre a la observación diádica y reporta que los niños cuyas madres son
cariñosas, responsivas a sus necesidades y que aceptan sus limitaciones, tienden a desarrollarse
exitosamente, lo cual no ocurre cuando las madres son poco sensibles a las necesidades de sus
hijos; se concluye que la sensitividad de la madre es una dimensión importante tanto durante la
época de desarrollo temprano como en las experiencias posteriores. También se aclara que la
sensibilidad y responsividad de la madre hacia sus hijos se relaciona con las características del
niño, de la madre y de su medio social; en relación a esto último, las madres que reportan tener
mayor apoyo social suelen ser más sensitivas hacia sus hijos. A su vez, existe evidencia de que
cuando la madre percibe que desempeña un papel satisfactorio en la crianza y en un empleo,
suele tener actitudes positivas, lo cual se asocia con calidad en la relación madre-hijo.
Dentro del contexto social mexicano, Salguero, Torres y Ortega (1996) compararon
las interacciones diádicas madre-hijo en poblaciones con características socioeconómicas y
culturales diferentes. En un primer grupo, participaron ocho díadas madre-hijo, donde las madres
contaban con una escolaridad superior al bachillerato, con ingreso económico mensual mayor a
cuatro salarios mínimos, y cuya vivienda estaba ubicada en zona urbana, con su hijo primogénito
sin daño orgánico. En un segundo grupo participaron ocho díadas madre-hijo donde el nivel
de escolaridad materna fue de primaria, con un ingreso económico mensual de dos salarios
mínimos y cuya vivienda estaba ubicada en zona suburbana con servicios incompletos, con un
hijo participante que no era el primogénito. Se realizaron tres sesiones de ilmación con cada
díada, en una situación de juego libre de aproximadamente 30 minutos cada una. Para el análisis
midieron diferentes categorías de conducta materna dentro de las interacciones diádicas: ignorar
(cuando la madre no se relaciona con la actividad infantil); iniciar (cuando la madre propicia la
actividad conjunta con el niño); responder (cuando la conducta materna se produce en respuesta
a la demanda del niño). Los resultados indicaron que las madres de clase socioeconómica y
cultural media y alta mostraron un patrón de estilo materno que favorece el desarrollo del niño,
y que incluye: mostrar y comentar la actividad con el niño, realizarla, observar después cómo el
niño la realiza, además de proporcionarle las instrucciones pertinentes. Asimismo, se encontró
que estas madres respondieron a las conductas del niño siguiendo sus iniciativas y aprovechando
la oportunidad de interactuar con él. Por su parte, las madres de clase socioeconómica y cultural
baja no lograron atraer la atención de su hijo para realizar actividades conjuntas, estas madres
intentaron una y otra vez iniciar actividades que para sus hijos no eran atractivas, por lo que éstos
no seguían las sugerencias maternas.
Salguero et al. (1996) señalan que esta falta de conocimiento materno de las preferencias
del infante podría ser el resultado de la poca interacción que se establece entre este tipo de
díadas, ya que por las condiciones socioeconómicas bajas la madre suele ocupar su tiempo en
actividades que le resultan más productivas, y resta importancia a la actividad conjunta con su
hijo. Estas madres tampoco aprovecharon las situaciones de cuidado (alimentación y baño) para
interactuar con sus hijos, lo que quizá se debe a las creencias maternas acerca del desarrollo
infantil; por sus características culturales, en estas poblaciones las madres suelen considerar que
la escuela y los maestros son los que deben encargarse de la educación de sus hijos, por ello no
sienten la responsabilidad de hacerlo. Las autoras concluyen que estas diferencias en la calidad
del ambiente familiar son de suma importancia para el desarrollo infantil; que la variedad de
contactos que los niños tengan con adultos que atiendan, sigan y comenten acerca de los objetos,
situaciones o personas a los cuales él atiende, le proporciona oportunidades para su óptimo
desarrollo psicológico.
En un estudio similar, Torres, Salguero y Ortega (1997) llevan a cabo mediciones de
calidad del ambiente familiar a través de un inventario (“Home, observation for measurement
of environment”), comparando díadas con características socioculturales diferentes. Se encontró
que en las díadas cuyas madres tenían estudios superiores, los puntajes en el inventario también
fueron superiores, especíicamente en las categorías que incluyeron: estimulación académica,
estimulación del lenguaje y ambiente físico. A diferencia de las madres con bajos niveles cultural,
las madres con mayor preparación académica consideraron que una función importante en la
crianza de sus hijos es la enseñanza de algunos comportamientos precurrentes necesarios para
el buen ajuste del niño al ingresar a la escuela; estas madres creen que deben enseñar conductas
académicas a sus hijos para que tengan una buena ejecución cuando entren a la escuela.
Del Valle (1997) realizó un estudio para comparar interacciones que tienen con sus hijos
madres adultas y madres adolescentes; la población fue de 40 díadas madre-hijo, 20 con madres
de 16 años de edad o menos y 20 con madres adultas; los niños tenían entre 24 y 27 meses de
edad. Las familias pertenecían a clases sociales media y baja, de nacionalidad mexicana. Se
obtuvieron datos demográicos de las madres, como estado civil, estructura familiar y edades
de madre e hijo. Se grabaron en video tres episodios interactivos entre madre e hijo y se
utilizaron categorías de observación para analizar las interacciones. Los resultados indicaron
que las madres adultas solían mantener mayor proximidad con sus hijos, observarlos con mayor
frecuencia y estimularlos mejor que las madres adolescentes. Estas últimas, solían desviar más
la atención hacia otros estímulos, hacían menor número de referencias a sus hijos en el episodio
interactivo y se oponían con mayor frecuencia a lo que sus hijos querían. Sin embargo, cuando
se encontraban en una situación interactiva de juego, las madres adolescentes se desempeñaron
mejor que las adultas. No se encontraron evidencias para concluir que la estructura familiar y el
estado civil de las madres inluyeran sobre la interacción materno-infantil.
Mestre, Samper, Tur y Díez (2001) realizaron una revisión de investigaciones en el
campo, después de lo cual concluyen que los factores ecológicos, las condiciones físicas que
prevalecen en un hogar y el grado de orden que caracteriza las actividades que se llevan a cabo
en la familia, también inluyen en el desarrollo del niño. Hogares ricos en estímulos, que poseen
orden y dedicación, suelen proporcional estímulos dirigidos al niño en forma de conversación,
atención, caricias o juegos, que contribuyen al desarrollo de conductas más maduras en los
niños. Estos autores aseguran que el tipo de normas que una familia establece, los recursos y
procedimientos que utiliza para hacer cumplir dichas normas, junto con el grado de afectividad,
comunicación y apoyo entre padres e hijos, constituyen dimensiones fundamentales para el
crecimiento personal de los más jóvenes, y para su interiorización de valores, lo cual inluirá
sobre las decisiones que toman ante conlictos sociales. En general diferentes variables familiares
se consideran relacionadas con el desarrollo personal del niño, variables que se reieren a la
estructura familiar, tamaño de la familia, así como cantidad y calidad de las interacciones entre
sus miembros. En la medida en que las familias están menos estructuradas transmiten indecisión
e inseguridad en los niños, que no tienen un marco de referencia estable ni una previsión de las
consecuencias de su conducta.
Hill, Bush y Roosa (2003) llevan a cabo una investigación en una comunidad
estadounidense, donde se evaluó qué nivel de inluencia tienen variables como el origen étnico,
las prácticas de cuidado materno y los conlictos familiares, sobre variables como problemas
de conducta de los hijos, nivel de aceptación materna y disciplina. El estudio contó con la
participaron de 344 díadas madre-hijo, de dos diferentes orígenes étnicos (mexicano y europeo),
pertenecientes a familias de bajos ingresos de una misma comunidad, en la cual los niños
cursaban la primaria. Se obtuvieron los reportes de cada integrante de las díadas, en lo relativo
a diversas variables: problemas de conducta de los niños, síntomas depresivos en los niños,
prácticas de cuidado materno (que se catalogaron como aceptación materna, control hostil o
disciplina inconsistente) y conlictos familiares.
El análisis de datos indicó que hubo algunas diferencias entre los grupos étnicos.
Ambos miembros de las díadas de origen mexicano reportaron mayor control hostil y mayor
inconsistencia en la disciplina que ejercen las madres, en comparación con las díadas de
origen europeo. Los niños de origen mexicano también reportaron un mayor nivel de síntomas
depresivos, aunque según los reportes maternos no hubo diferencias entre ambos grupos étnicos
en esta variable. El dato más signiicativo de este estudio fue que, cuando las madres mostraron
altos niveles de aceptación y de consistencia en la disciplina, en combinación con bajos niveles
de conlictos familiares y de control hostil, los niños mostraron bajos niveles de conductas
problema y de síntomas depresivos. En concordancia, cuando se presentó el control hostil y
las inconsistencias en la disciplina, así como los conlictos familiares, se presentaron mayores
problemas de conducta infantil. Este dato fue consistente, tomando en cuenta los reportes de
las madres y de los niños, en ambos grupos étnicos. Los autores concluyen que las prácticas de
cuidado materno y los conlictos familiares pueden considerarse como variables predictoras de
los problemas de conducta infantil, y que estas variables parecen estar más relacionadas con el
estatus sociocultural de las familias que con su origen étnico.
Torres et al. (2007) concluyen que las interacciones diádicas se pueden diferenciar
de acuerdo a su calidad. La calidad de la interacción madre-niño puede verse inluida por el
momento y la topografía en que se den las respuestas a la otra persona, dado que la respuesta de
un integrante generalmente precede a la del otro, con lo cual se da una sincronía de respuestas.
Dentro de las interacciones de alta calidad ubican aquellas en donde las madres observan y
responden a las necesidades del niño, es decir son sensitivas y responsivas a las conductas
presentadas por su hijo, inician y promueven situaciones interactivas, integrándose en actividades
conjuntas con su hijo, sin recurrir a conductas que pudieran restringir la adquisición de nuevas
habilidades por parte del niño, como la directividad. La relación inicial que se establezca
entre los padres y el hijo tiene efecto en las interacciones posteriores, puesto que el desarrollo
de conductas mutuamente reforzantes durante los primeros años de vida del niño aumenta la
probabilidad de que se mantenga la satisfacción mutua, y a partir de esto, surjan estilos de
interacción que sean promotores de un buen desarrollo psicológico en los niños.
La revisión hasta aquí presentada deja claro que, ya sea a través del estudio de los estilos
de crianza, o bien por el análisis de las interacciones diádicas y familiares, la evidencia de la
investigación en el campo apunta hacia la fuerte inluencia que estos aspectos tienen para el
desarrollo psicológico de los niños y para su desempeño académico y social dentro de la sociedad
en general, y la comunidad escolar en particular. También se han expuesto las inluencias que
sobre las interacciones familiares pueden tener diversas variables de carácter sociocultural, entre
las que destacan: nivel educativo y cultural de los padres, nivel socioeconómico de la familia,
raza a la que pertenecen, características de organización familiar, tiempo disponible de la familia
para la crianza y la educación infantil, conocimientos de la familia (y en especial de la madre)
sobre el desarrollo infantil, así como prácticas de crianza y estructuración de la vida familiar.
En virtud de los hallazgos de los diversos estudios expuestos en el apartado anterior, puede
decirse que hay claras evidencias de que el estilo de crianza de los padres (y en especial de las
madres), tiene efectos importantes sobre el desarrollo psicológico y académico de los niños,
y que el estilo de crianza con mejores efectos sobre el desarrollo infantil es el democrático o
autoritativo, porque las interacciones familiares que se propician con él suelen promover en los
niños habilidades personales y sociales, así como niveles académicos, que pueden considerarse
mejores que los que se desarrollan con otros estilos de crianza e interacción familiar.
También parece claro, según las investigaciones observacionales, que las familias que
reportan ejercer un estilo democrático, también reportan contar con un alto nivel de escolaridad
materna y paterna, así como con niveles sociocultural y económico medios o altos. Mientras que
en las familias de bajo estrato sociocultural y educativo, se practican habitualmente los estilos
de crianza autoritario o negligente. En directa relación con lo anterior, en estas familias los niños
pueden mostrar niveles académicos bajos, así como comportamiento inadecuado dentro de los
ámbitos escolar, familiar y social. Situaciones que los colocan en riesgo de fracaso escolar.
Sin embargo, es importante señalar que la gran mayoría de los estudios en el campo
han sido llevados a cabo en países como Estados Unidos, y que varios de esos estudios
estuvieron encaminados especíicamente a comparar poblaciones según su origen étnico, clase
socioeconómica, nivel sociocultural y escolaridad de los padres. Si se toman al pie de la letra los
sus hijos), aunque en ocasiones se aplica el instrumento a quienes han vivido con tales prácticas
de crianza, los hijos adolescentes o niños. Dado que hay instrumentos diseñados para ambos
miembros de la díada, puede plantearse una nueva pregunta de investigación:
5. ¿Qué grado de correspondencia existe entre los estilos de crianza que reportan las
madres ejercer sobre sus hijos y los que ellos reportan recibir?
Jiménez y Guevara (2008) dirigieron un estudio para intentar dar respuesta a las preguntas de
investigación antes expuestas. El objetivo central del estudio fue evaluar la efectividad de dos
estrategias de intervención en las interacciones madre-hijo, y su relación con el desempeño
académico y social de los niños. Se tuvieron como objetivos particulares: 1) Evaluar qué
estilos maternos de crianza se reportan en familias de estrato sociocultural bajo, cuyos niños
muestran problemas de rendimiento académico y/o de conducta en el aula. 2) Probar si es
posible mejorar el aprovechamiento escolar de los alumnos, así como su conducta en el aula,
a través de programas dirigidos a promover un estilo de crianza democrático en sus madres.
3) Obtener datos acerca de la relación que guardan los problemas académicos y conductuales
que los niños muestran en la escuela con los estilos de interacción que se presentan en sus
hogares, especialmente entre los niños y sus madres. 4) Comparar el nivel de efectividad de
dos estrategias de intervención: una que se enfoca en el entrenamiento a las madres y otra que
se enfoca a un entrenamiento diádico, para desarrollar un estilo democrático de interacción en
madres e hijos. 5) Describir el grado de correspondencia que existe entre los estilos de crianza
que reportan las madres ejercer sobre sus hijos y los que ellos reportan recibir.
En el estudio se contó con 90 participantes, 45 madres y sus hijos con una media de edad
de 5.9 años, inscritos en el primer grado de una escuela primaria pública ubicada en una colonia
de nivel sociocultural bajo. El criterio para la inclusión de los niños fue que hubieran obtenido
un promedio de caliicación global menor de 7 durante la primera evaluación bimestral del ciclo
escolar en curso y que junto con sus madres, estuvieran dispuestos a participar en el estudio.
Además, el 44% de los alumnos participantes fue reportado por sus profesores con conducta
inadecuada dentro del salón de clases.
Las variables de la investigación correspondieron a tres categorías: demográicas,
dependientes e independientes. Dentro de las primeras se ubicaron: edad y sexo del niño, edad,
estado civil, escolaridad y ocupación de la madre, así como estructura e ingreso mensual familiar.
Las variables dependientes fueron: 1) Estilos de crianza reportados por las madres, deinidos
en términos del porcentaje de reactivos que las madres contestaron como “frecuentemente” y
“muy frecuentemente”, en respuesta a las preguntas realizadas acerca de la forma en que actúan
ante situaciones particulares con sus hijos; tales respuestas permitieron ubicar los niveles en
que se presentó cada uno de los cuatro estilos de crianza (democrático, permisivo, negligente
y autoritario) que explora la “Escala sobre estilos maternos de crianza” elaborado por Jiménez
(2000). 2) Estilos de crianza reportados por los hijos, deinidos como el porcentaje de reactivos
que los niños eligieron en respuesta a las preguntas realizadas acerca de la forma en que actúan
sus madres ante situaciones particulares con ellos, que explora la “Escala de reportes del niño
acerca del estilo de crianza materno” de Jiménez (2000). 3) Rendimiento académico de los
alumnos participantes, que contempló los puntajes de las caliicaciones bimestrales oiciales
de las tres materias académicas del currículum o plan de estudios de primer grado de primaria,
Matemáticas, Español y Conocimiento del medio, relacionadas con habilidades operacionales, de
lecto-escritura y de conocimiento del medio ambiente; son obtenidas a través de los criterios que
la Secretaría de Educación Pública determina para evaluar el avance académico de los alumnos,
incluye participación en clase, cumplimiento de tareas académicas y ejecución en los exámenes
bimestrales diseñados con base en los contenidos temáticos revisados durante el periodo
correspondiente. 4) Conductas sociales inadecuadas en el aula, deinidas (de acuerdo con Plaza,
1996), como aquellas que inluyen negativamente en el proceso docente y/o suponen un trastorno
para el desarrollo de la vida escolar; entre ellas se ubican: negarse a cumplir las reglas o tareas,
molestar a compañeros o profesores, desobediencia sistemática y agresión física o verbal; para el
presente estudio se consideró el número de niños cuyos profesores identiicaron con alguna(s) de
estas conductas, con base en el cuestionario utilizado para ello.
La variable independiente fue la estrategia de intervención. Se compararon dos
estrategias generales: la primera fue la intervención con un grupo de madres y sus hijos, para
mejorar sus patrones de interacción diádica; la segunda fue el entrenamiento dirigido a madres,
orientado a modiicar sus estilos de crianza y promover en ellas el estilo democrático con sus
hijos. Ambas estrategias fueron comparadas entre sí, al comparar a los grupos que recibieron uno
y otro programa, así como con el grupo control que no recibió ninguno de los programas durante
el ciclo escolar referido.
El estudio tuvo un diseño pretest-postest, con dos grupos experimentales y un grupo
control, siguiendo los criterios de Méndez, Namihira, Moreno y Sosa (2006). Durante la fase de
las variables deinidas, para estudiar los efectos de cada uno de los entrenamientos sobre las
prácticas de crianza de las madres, así como sobre el desempeño académico y la conducta
en el aula de los niños, en diferentes momentos del ciclo escolar. Entre las pruebas utilizadas
estuvieron la chi cuadrada, el ANOVA y la t de Student para muestras relacionadas.
Los resultados indicaron que el Grupo C (Control) no mostró cambios en ninguna de
las variables. En el Grupo B (entrenamiento dado a las madres) se observaron cambios en las
prácticas de crianza reportadas por las madres, pero no en las reportadas por los hijos; también
se encontró que el rendimiento académico (promedio escolar) de los niños mejoró después
del entrenamiento, pero no su conducta en el aula. En el Grupo A (entrenamiento a díadas)
se observaron efectos muy positivos en todos los indicadores de efectividad de la estrategia:
las prácticas de crianza reportadas por madres e hijos mostraron una clara predominancia
democrática, mientras que el rendimiento académico y la conducta de los alumnos en el aula
mejoraron notablemente.
en sus hogares, especialmente entre los niños y sus madres. Para lograr esto, fue necesario
deinir teórica y operacionalmente cada variable y llevar a cabo análisis estadísticos rigurosos.
Recapitulando los datos que arrojaron las pruebas estadísticas se puede decir que, antes del
entrenamiento no se observaron diferencias entre los alumnos de los tres grupos, en ninguna de
las variables demográicas y en ninguna de las variables dependientes, pero en las evaluaciones
inales sí se observaron diferencias estadísticamente signiicativas. Ese control hace posible
asegurar que las diferencias en el rendimiento académico, observadas al inal del ciclo escolar
entre los grupos de entrenamiento (A y B) y el Grupo Control, pueden ser atribuidas al hecho
de que los dos primeros participaron en uno de los programas de intervención llevados a cabo
(entrenamiento diádico y entrenamiento a madres, respectivamente). Adicionalmente, los datos
relativos al rendimiento académico y la conducta de los alumnos en el aula indican que los
mejores efectos se observaron en los niños del Grupo A. Estos hallazgos parecen conirmar
que los problemas de rendimiento académico y los problemas conductuales de los niños están
asociados con los estilos de crianza predominantes en sus familias, y que es posible disminuir
estos problemas a través de programas dirigidos a promover un estilo de crianza y de interacción
democrático en los hogares.
Los datos obtenidos de los auto-reportes maternos sobre sus estilos indican que los dos
programas tuvieron efectos positivos, aunque el reporte de los niños acerca de los estilos de
crianza de sus madres indican que únicamente el programa diádico aplicado al Grupo A tuvo un
efecto positivo. Estos datos nos llevan a concluir que el entrenamiento que se lleva a cabo con la
participación de díadas madre-hijo parece ser más efectivo para desarrollar un estilo democrático
de interacción entre ellos, que el entrenamiento donde participan exclusivamente las madres.
En cumplimiento del último objetivo de la investigación de Jiménez y Guevara se
exploró el nivel de correspondencia entre los estilos de crianza que reportan las madres ejercer
sobre sus hijos y los que ellos reportan recibir por parte de sus madres. En relación a este
aspecto puede concluirse que no existe una clara correspondencia entre lo reportado por las
madres y lo reportado por los niños. Esa falta de correspondencia entre auto-reportes maternos y
reportes infantiles es evidente en los tres grupos durante la pre-evaluación (según las madres la
predominancia se da en su estilo democrático, según los niños esa predominancia corresponde al
estilo autoritario). Respecto a los datos de pos-evaluación, esa falta de correspondencia se sigue
presentando entre madres e hijos de los Grupos B y C, pero en el Grupo A los reportes maternos
e infantiles sí coinciden en reportar la predominancia del estilo democrático.
socialmente deseable (a quedar bien con la persona que les aplica un instrumento), la balanza
parece inclinarse hacia una mayor coniabilidad de los reportes infantiles. Pero, para contar con
datos más coniables, ese es un aspecto que se requiere estudiar especíica y sistemáticamente en
estudios futuros.
También puede ser útil para estudios futuros contar con video-grabaciones de las
actividades de las madres y/o de las díadas participantes, durante las diferentes sesiones
de trabajo, sean éstas parte de estudios observacionales o de intervención. En el segundo
caso se podrían utilizar las ilmaciones de las propias interacciones diádicas como parte
del entrenamiento; el hecho de que las madres observen sus propios videos y reciban
retroalimentación de sus interacciones puede ser una excelente estrategia de entrenamiento,
además de que ello permite visualizar los avances de cada participante (como lo demuestran los
estudios de Guevara et al., 1997). Esta herramienta metodológica permitiría contar con mayores
datos cuando se pretenda comparar el nivel de efectividad de las dos estrategias de intervención,
disminuyendo con ello el problema de la concordancia entre los reportes maternos y los
infantiles.
Un aspecto metodológico muy importante para ser considerado en estudios futuros es
que, si se tiene la posibilidad, se realicen las observaciones o las intervenciones en al menos dos
escuelas distintas, para aplicar de manera paralela los instrumentos, observaciones o programas
de entrenamiento y comparar los resultados entre los participantes de uno y otro plantel; ello
puede aportar datos más precisos acerca del nivel de generalización de los datos obtenidos.
Claro que, para ello, es indispensable contar con el interés de las autoridades de las escuelas
para que se permita el acceso al equipo de investigación, lo cual no siempre es fácil de lograr;
esta problemática suele constituirse en una limitación para la realización de investigaciones
educativas en escenarios escolares.
En estudios futuros también sería importante, además de contar con el reporte de los
profesores acerca de los alumnos participantes, observar directamente las interacciones que se
establecen dentro del salón de clase. Las variables que podrían considerarse para un análisis
más detallado acerca de la conducta de cada alumno, podrían ser: su competencia académica en
términos de participación, culminación de tareas, resolución de problemas, así como los aciertos
y errores que comete durante tales actividades; también podrían evaluarse la auto-percepción
del niño acerca de su competencia académica, las interacciones que establecen los niños entre
sí y con el profesor. Las variables sugeridas podrían deinirse operacionalmente para su registro
y análisis posterior, o bien recurrir a video-grabaciones para evitar que se pierda parte de la
información.
Retomando todo lo expuesto en la presente revisión, y a pesar de algunas limitaciones
que todavía se tienen, a nivel teórico y metodológico, puede decirse que en la actualidad se
cuenta con un sólido bagaje de conocimientos que permite realizar programas de intervención
para resolver diversos problemas académicos y de desarrollo psicológico infantil relacionados
con los estilos paternos de crianza y las interacciones familiares. Los hallazgos apuntan hacia
la consideración de la díada madre-hijo cuando se intenta resolver un problema de rendimiento
académico o de conducta del alumno en el aula, y no exclusivamente al entrenamiento a madres
de familia. Esto es importante porque, cuando se pretende mejorar dichos aspectos, normalmente
se piensa en que las madres deben asumir una actitud directiva hacia sus hijos “con problemas”,
en que son ellas quienes tienen la responsabilidad de “educar bien” a sus hijos, y pocas veces se
enfoca la solución hacia la mejor manera de lograr que madres e hijos participen activamente
en la deinición de sus formas especíicas de interactuar y de resolver el problema académico
o conductual que se maniiesta en la escuela. Enfocar la solución de esta manera puede tener
muchas ventajas, especialmente con poblaciones de nivel sociocultural bajo que, como se ha
demostrado repetidamente en las investigaciones del campo, pueden mostrar una tendencia hacia
la directividad y el autoritarismo, así como un riesgo de fracaso escolar o de bajo rendimiento
académico en sus niños (INEE, 2004, 2006).
Sin embargo, debe reconocerse que realizar este tipo de intervenciones puede tener
diicultades. Una de ellas es que el entrenamiento diádico puede requerir tiempo y esfuerzo de los
profesionales, así como de los miembros de la familia, de los cuales no siempre se dispone en la
vida cotidiana dentro de las escuelas públicas mexicanas; para solventar en parte esta diicultad,
una alternativa puede ser llevar a cabo convenios institucionales entre las escuelas primarias de
la SEP y las instituciones de educación superior, para incorporar estudiantes de psicología que
realicen esa importante labor de enlace entre escuela y familia. Una segunda diicultad tiene que
ver con el propio nivel educativo de las madres de familia, si éste es demasiado bajo (llegando
al analfabetismo) la puesta en práctica de cualquier programa de intervención puede requerir
ajustes, y el apoyo académico hacia sus hijos se verá también limitado.
Por esas razones, entre otras importantes, se hace necesario que en investigaciones
posteriores también se elaboren y prueben programas dirigidos a profesores y alumnos de
educación básica, encaminados a mejorar sus formas de interacción en el aula, ya que éste es otro
de los aspectos que pueden poner en riesgo el cumplimiento de los objetivos educativos.
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