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PUJA DISTRIBUTIVA
Y EQUIDAD
JORGE KATZ
ALBERTO M U N O Z
BIBLIOTECAS
UNIVERSITARIAS
Centro Editor
de A m érica Latina
€
CEPAL
BUENOS
Comisión Económica para
America Launa y el Caribe
V
A
ORGANIZACION
DEL SECTOR SALUD
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PUJA DISTRIBUTIVA
Y EQUIDAD
Centro Editor de América Latina
Dirección: Amanda Toubes
Secretaría de redacción: Alberto Bernades
Asesoram iento artístico: Oscar Díaz
Diseño de tapa: Oscar Díaz
D iagram aclón: Gustavo Valdés, Oscar Sammartino
C oordinación y pro d u cció n : Natalio Lukawecki, Fermín Márquez
LC/Bue/G.102
7
ocupan de la salud se acentúa frente al hecno de que en este campo la de
manda suele tener carácter pasivo y está sobredeterminada por la figura del
médico que diagnostica una enfermedad y decide un camino terapéutico pa
ra enfrentarla. En otros términos: lo que muchas veces observamos como
“demanda" en el mercado de salud es un conjunto de decisiones de gasto
efectuadas por el prestador último del servicio, es decir, el oferente.
Por estas razones -percepción, accesibilidad, etc.- y por el papel que la
oferta cumple en este mercado al desdibujar la libre elección del consumidor,
los enfoques convencionales de mercado provenientes de la economía políti
ca dejan más de una sombra de duda en otros investigadores sociales preo
cupados por los temas del complejo salud-enfermedad.
Las diferencias entre ambos enfoques se observan no sólo en el marco
teórico con que se aborda el estudio de la problemática de salud, sino tam
bién en la agenda de medidas de política pública que unos y otros profesio
nales juzgan conveniente proponer a la hora de enumerar los temas centrales
de acción gubernamental. Por un lado, los economistas piensan en acciones
regulatorias para organizar el funcionamiento de los mercados, desarrollar la
competencia entre efectores y fiscalizar las múltiples prácticas restrictivas que
prosperan en este mercado. Por su parte, los médicos sanitaristas y los so
ciólogos de la salud se preocupan más por las necesidades de la población y
por la percepción que los distintos sectores de la sociedad tienen de las mis
mas; trascienden así el plano de la regulación del mercado y reclaman que el
gobierno incorpore acciones para mejorar la información y la percepción que
los individuos tienen de sus necesidades y para desarrollar, simultáneamen
te, los mecanismos de participación comunitaria que lleven a dichos indivi
duos a transformar sus necesidades de salud en demandas de mercado.
8
I. Los temas centrales de esta investigación
9
ca relación con la atención médica y con el sector salud propiamente dicho;
por ejemplo, la mejora del sistema de carreteras o de acceso al agua potable
de determinado núcleo humano. Aparecen aquí externalidades de distinto ti
po que difícilmente el consumidor esté en condiciones de percibir y, menos
aún, de evaluar económicamente, fenómeno que acentúa la dificultad del mer
cado para actuar como regulador de la conducta. Obviamente, así como exis
ten externalidades de signo positivo también' las hay de efecto negativo
relacionadas, por ejemplo, con la destrucción de la ecología, la contamina
ción ambiental, etc., que, al igual que las anteriores, son difíciles de percibir y
de descontar adecuadamente por la vía del sistema de precios.
Esa Información imperfecta sobre el conjunto de variables que afectan a la
salud de un individuo y sobre el impacto de las múltiples externalidades posi
tivas y negativas existe no sólo en el nivel del consumidor final de servicios de
salud, sino también -lo que es potencialmente más grave- en el nivel del médi
co que efectúa el diagnóstico de determinada enfermedad y que decide un
camino terapéutico para enfrentarla, sustituyendo así al paciente como toma
dor de decisiones. Obviamente esa desinformación es menor en este caso,
y esa diferencia informativa es, justamente, lo que hace tan desigual la rela
ción médico paciente y lo que condiciona diversas formas de paternalismo y
dependencia. Pero es razonable suponer que en muchas situaciones médi
cas ni siquiera el profesional goza de perfecta información acerca del cuadro
clínico que enfrenta.
A las formas previamente mencionadas de imperfecta o incompleta infor
mación se suman tanto para el médico coñio para el paciente fenómenos de
carácter intertemporal que agregan razones para esperar a priori que el me
canismo de mercado opere imperfectamente en este campo de la actividad
económica.
Nos referimos al trade-ofi intertemporal que existe entre prevención y cura
de determinada enfermedad. Debido a que el consumidor final carece de in
formación correcta, la atención de salud demandada por los pacientes es, ge
neralmente, de carácter restauratorio: tiende a iniciarse tras una pérdida parcial
de la salud, en lugar de requerir, antes de dicha pérdida, acciones preventi
vas de tipo primario y resguardatorio. Aparece así un nuevo factor que, des
de el lado de la demanda, introduce un elemento adicional de suboptimización
en la asignación de recursos. A título de ejemplo: es posible que hoy este
mos gastando de más en internaciones y costosos sistemas de rehabilitación
-propios de una atención curativa y altamente medicalizada como la que se
enseña en la mayor parte de las escuelas de medicina- por no haber tenido
una eficaz estrategia de atención primaria -incentivada, por ejemplo, median
te aranceles adecuados- que ponga el acento sobre la prevención de la enfer
medad y no sobre la restauración de la salud. Vacunación versus costos de
rehabilitación podría constituir un ejemplo típico de esta clase de efecto inter
temporal que el consumidor está en muy pocas condiciones de "descontar* a
la hora de elegir determinado patrón de asignación de recursos.
Lo incompleto del set de posibilidades que enfrentan tanto los médicos co
mo los pacientes y la imperfecta información sobre los efectos intertempora
les que median entre atención primaria y medicina curativa no agotan el listado
de razones concernientes a la demanda, por las que el mercado fracasa co
mo agente de regulación de la actividad económica en el campo de la salud.
También existe aquí un fenómeno de tercer pagador" en el que el econo
mista debe sospechar a priori que en el mercado habrá un ingreso excesivo
10
de consumidores en relación con lo que sería la solución hipotética de equili
brio competitivo. Dado que el precio no iguala al costo marginal y que quien
paga no es quien decide la compra del servicio (decide el médico responsa
ble del paciente y pagan, total o parcialmente, los organismos de seguridad
social o los seguros de prepago con que cuenta el consumidor), seguramen
te habrán de producirse situaciones de sobreconsumo difíciles de contrarres
tar, incluso allí donde se introduzcan mecanismos de fiscalización del gasto.
Pasemos ahora a la esfera de la oferta de servicios de salud. También aquí
son muchas las razones por las que el mercado fracasa y por las que se tor
na necesaria la intervención regulatoria de la autoridad pública. Ante los múlti
ples problemas derivados de la Imperfecta información del consumidor, de la
falta de percepción de su condición de riesgo, etc., la oferta de servicios de
salud cumple un papel crucial en la conformación de los patrones de deman
da del mercado.
La atención de la salud demanda bienes y servicios de diversos prestata
rios: servicios médicos, servicios sanatoriales, fármacos, servicios odontoló
gicos, etc. Cada uno de estos sectores prestatarios se caracteriza por tener
una morfología de mercado altamente ¡diosincrática, originada en un comple
jo proceso histórico-evolutivo en el que han ido apareciendo cambios tec
nológicos de origen exógeno y endógeno con respecto al campo de la
medicina, formas particulares de organización y división social del trabajo, gru
pos económicos con distinta capacidad de presión y de lobby político, así co
mo prácticas restrictivas diversas que llevan a que el oligopolio con
diferenciación de producto y la formación de precios bajo condiciones de
competencia imperfecta constituyan las tipologías de mercado que prevale
cen.
En cada uno de estos mercados tendieron a aparecer Colegios Profesio
nales y Cámaras Empresariales que negocian, entre otros aspectos, precios y
condiciones de acreditación y prestación de servicios, con las entidades públi
cas y privadas responsables de la provisión y del financiamiento de servicios
de salud: las Obras Sociales (o el Instituto Nacional de Obras Sociales -INOS-
que en el presente marco legal actúa como representante de éstas), el Esta
do en los niveles nacional, provincial y municipal, etc. Estas entidades
adoptan la representación del consumidor final, cuya voz en el mercado de la
salud sólo tiene una entrada indirecta.
Dada esta situación de oligopsonio, por el lado de la demanda, y de pode
rosos grupos oligopólicos, por el lado de la oferta de servicios e insumos pa
ra la atención de la salud -situación que exploraremos en detalle en sucesivos
capítulos de este estudio-, debemos a priori esperar que los precios vigentes
en este mercado sean el reflejo del poder relativo de negociación de grandes
grupos prestadores vis a vis grandes grupos compradores de servicios de sa
lud, más que la consecuencia del costo competitivo de producción de los dis
tintos bienes y servicios involucrados en la atención de la misma.
El Nomenclador Arancelario que regula los precios y las condiciones gene
rales de prestación de servicios de salud en el vasto sector del mercado cu
bierto por la seguridad social -que abarca aproximadamente tres puntos
porcentuales del PBI, o sea, una masa de recursos cercana a los 2.000 millo
nes de dólares anuales- tiene poco que ver con los costos de producción de
los bienes y servicios involucrados. Es más bien expresión, por un lado, de las
presiones politicoeconómicas que ejercen los sectores prestadores y, por otro,
de la creciente limitación de recursos con que se mueve el sistema de Obras
11
Sociales. Esto último obliga a los entes de la seguridad social a fijar valores
arancelarios sin tomar demasiado en cuenta el verdadero costo de produc
ción de los servicios involucrados.
12
El propósito de este estudio es presentar un diagnóstico de la actual situa
ción y mostrar cómo aspectos tecnológicos, organizacionales, políticos,
económico-financieros y médico-sociales fueron incidiendo a través de los
años en la conformación de una estructura de oferta y demanda de servicios
de salud cargada de irracionalidades, injusticias distributivas e ineficienclas
operativas.
13
Tal como se verá a lo largo de ese capítulo, no es factible hablar de un úni
co "modelo" de comportamiento del mercado de salud a nivel nacional. Es
necesario identificar un catálogo de situaciones que difieren entre sí en la mor
fología de mercado y en las conductas competitivas de los distintos núcleos
oferentes. Por ejemplo, existen grandes diferencias entre el modus operandi
de las grandes ciudades del interior y el de los pueblos pequeños o zonas ru
rales, y entre el de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires y el de los esta
dos provinciales. Se examinan aquí algunas de esas situaciones alternativas
haciéndose hincapié en sus principales diferencias y en el impacto que tienen
sobre el comportamiento global del sector salud en cada escenario particu
lar.
La descripción del comportamiento de los mercados cubiertos por la se
guridad social no agota el estudio de la problemática nacional de salud. El
sector público, obviamente, también cumple un papel central en esta materia.
Por eso, en el capítulo V se examina este subsector de la estructura prestacio-
nal otorgando especial atención a su creciente pérdida de presencia en ma
teria de salud, no sólo como ente responsable de la normatización, de la
acreditación de efectores y del control y fiscalización ex post de los mismos,
sino también como prestador directo de servicios de salud a través del hospi
tal público. En un contexto social en el que la medicina comercial va ganan
do terreno a lo largo del tiem po, el hospital público se convertirá,
necesariamente, en el receptor último de las patologías y de las tecnologías
de atención médica de menor rentabilidad relativa. En cambio, el sector pri
vado se desplaza hacia los campos más rentables y hacia las formas de
organización y división social del trabajo en las que se alcanza mayor veloci
dad de rotación del capital invertido y, por ende, más alta tasa de ganancia.
Hasta aquí nuestro diagnóstico de situación y los contenidos de este tra
bajo. Un segunao estudio -actualmente en marcha y seguramente motivo de
una futura publicación- entra en el terreno de la prospectiva: examina posibles
estrategias e instrumentos de política pública en el vasto territorio descrito.
Tras un breve resumen de lo aquí expuesto, dicho estudio, propone una es
trategia de abordaje a los distintos problemas actuales que exhibe el sector
salud en nuestro medio. La misma abarca tanto la "ingeniería institucional",
esto es, el diseño de un conjunto de instituciones y normas que revitalicen y
consoliden el marco regulators existente hoy en el país, como posibles
formas de reorganización de los mercados prestadores.
Resulta casi innecesario decir que sin un importante esfuerzo en este últi
mo aspecto, el alto grado de irracionalidad que hoy prevalece, así como la pu
ja distributiva en que el sector está inmerso, seguirán dando por resultado una
inadecuada organización social de la medicina, sobreprestación, sobrefac
turación y prácticas restrictivas diversas, que continuarán atentando contra la
equidad y la eficiencia del sistema.
Fortalecer el papel regulators del Estado -hoy francamente desdibujado- y
encaminarse hacia un nuevo "modelo" de funcionamiento del sector que bus
que compatibilizar los intereses y las necesidades de la comunidad usuaria
con los de los núcleos prestadores, se transforma así en una cuestión central
de política pública que el país deberá encarar en el mediano y largo plazo. En
nuestra opinión, la normatización de los servicios y la de los mecanismos de
acreditación de agentes prestadores constituyen poderosos instrumentos de
reorganización del mercado que el sector público tiene a su disposición y que,
hoy por hoy, emplea inadecuadamente.
14
Para racionalizar el sistema, cosa que es claramente necesaria, hay que
adoptar rigurosamente normas y estándares internacionales. El incum
plimiento en nuestro medio de estándares internacionales de calidad y orga
nización del trabajo no sólo aumenta el riesgo del consumidor, sino que
introduce deseconomías de escala estáticas y dinámicas que incrementan los
costos y disminuyen la eficiencia operativa del sistema. Pieza central de cual
quier futuro programa de acción gubernamental en el campo de la salud de
berá ser la reorganización de los mercados prestadores, tema que hasta ahora
permanece prácticamente ignorado en el debate nacional sobre la problemáti
ca de la salud.
15
II. Morfología de los mercados proveedores de
bienes y servicios para la atención de la salud
1. Introducción
17
dores y prestatarios de servicios de salud, dado por leyes como la 18.610
y la 22.269;
• el proceso de acumulación de capital y de desarrollo de la capacidad tec
nológica local que alcanzan distintos prestadores atendiendo a su carácter
jurídico -empresas familiares, sociedades de capital- a su nacionalidad,
etcétera;
• la capacidad del gobierno en materia de normatización y acreditación de
agentes y de control y fiscalización ex post de los mismos.
Es importante comprender que las reglas de juego, las formas que adopta
la competencia entre oferentes, y la organización y división social del trabajo
en cada mercado particular constituyen hechos de naturaleza histórica. Si bien
pueden describirse como una fotografía en un punto dado del tiempo, nece
sariamente deben comprenderse como parte de un proceso dinámico y evo
lutivo que cambia a través de los años parí pasu con los cambios que se
producen en la tecnología médica, en el cuadro epidemiológico que exhibe la
sociedad, en el poder político de los diversos actores, etcétera.
Para comprender cabalmente el funcionamiento actual del mercado es ne
cesario estudiar primero el desarrollo histórico y la morfología de mercado de
los tres principales agentes prestadores: médicos, clínicas y sanatorios, y pro
ductores de medicamentos. Ello permitirá caracterizar la oferta en cada mer
cado particular y comprender el poder relativo de negociación con que cada
agente se desempeña en el escenario global.
A efectos de brindar una primera visión de la importancia relativa de los
agentes prestadores, el cuadro 11.1 presenta una estructura "tipo" de costos de
atención de salud. La misma proviene de información del Instituto Nacional de
Obras Sociales (INOS) correspondiente a enero de 1987, sobre la base de las
respuestas al formulario de encuesta que hizo circular el INOS entre 121 Obras
Sociales responsables de la cobertura de 7,2 millones de personas, es decir,
del 42% del universo total de la población beneficiada por la seguridad social
local. La seguridad social representa cerca del 3,0% del PBI, esto es, poco más
de un tercio del gasto global que nuestro país realiza en salud, que ha sido es
timado recientemente entre 5.000 y 5.400 millones de dólares estadouniden
ses (World Bank, 1987 y CONCISA, 1987). Por lo tanto, puede suponerse que
la estructura de costos "tipo" a que hace referencia el cuadro 11.1 es repre
sentativa de lo que ocurre en un vasto sector de la atención médica local, aun
que ésta, obviamente, no sea la misma en el área pública y en el campo
estrictamente privado. Lamentablemente, en estas dos últimas esferas la au
sencia de datos de costos es prácticamente total.11
18
Cuadro II. 1. Estructura del gasto en salud
según información del INOS 1987
IN O S %Total
Rubros
%
SUBTOTAL 63,78
5 - Fármacos 19,78
TOTAL 100,00
Fuentes: "Estructura del gasto total de Obras Sociales", INOS 1987 (trabajo mimeografiado).
Para un dato comparativo véase "Distribución de recursos en el gasto de la atención médica".
FEME8A, marzo de 1987
19
minar primero cada uno de ellos por separado. En un capítulo posterior -el
cuarto de este estudio- intentaremos un análisis de conjunto para aclarar el
funcionamiento del sector salud visto como un todo. En nuestra opinión, éste
debe estudiarse como si se tratara de un vasto sistema de vasos comunican
tes en el que, en ausencia de un conjunto de normas claramente establecidas
y respetadas por los distintos agentes participantes, ia puja distributiva y el con
flicto de intereses se traslada perpetuamente de un mercado al otro, reali
mentándose una situación de inestabilidad y conflicto. La sobreprestación en
materia de consultas médicas, de uso de fármacos, de internación hospitala
ria, etc., así como la sobrefacturación de insumos y otras prácticas restrictivas
que abundan en el campo de la salud, deben verse como resultado último de
la ya mencionada creciente escasez de recursos y de la puja distributiva entre
los distintos grupos efectores.
Comenzaremos estudiando el mercado de servicios médicos, que, estima
mos, absorbe una masa de recursos de alrededor de los 1.400 millones de
dólares anuales. 2
2 Las bases del cálculo aquí efectuado han sido las siguientes: 1) Aceptamos como
válida la estimación de 5.000 millones de dólares como Indicativa del gasto total anual
que realiza el pais en materia de salud, a pesar de que algunos especialistas consideran
que dicha cifra constituye una subestimación, por no incluir los gastos de salud que se
llevan a cabo para cumplir con la legislación laboral -consultorios médicos y programas
de atención primaria en empresas industriales-, en tanto que otros especialistas sugie
ren que la cifra estaria sobreestimada y, ante la falta de información suficientemente
confiable como para realizar un cálculo independiente, hemos decidido adoptar aquí
dicha cifra como base de cálculo. 2) Supondremos que los Ingresos por honorarios mé
dicos incluyen: a) 600 millones de dólares en el sector de la seguridad social -calculados
como 28% de 2.000 millones de dólares-; b) 20 millones de dólares como ingresos que
la comunidad médica deriva del sector público -los que estimamos sobre la base de
40,000 puestos de trabajo médico en hospitales públicos a un Ingreso medio de 500dó
lares (de 1985) por profesional. El monto restante -entre 600 y 800 millones de dólares-
derivan del pago directo de bolsillo en el sector privado.
20
dal cifras que superan -a precios de mayo de 1985- los 10 mil australes men
suales, los cuatro deciles inferiores de la distribución de ingresos sólo alcan
zan a facturar 100 australes por mes. Los cuatro deciles intermedios muestran
una facturación promedio del orden de los 700 australes mensuales, lo que
sugiere que, a grandes rasgos, el primer decil de la distribución logra captu
rar una parte importante del total de ingresos, dejando sólo una fracción me
nor para los últimos tres o cuatro deciles de la misma. Por lo tanto, la evidencia
empírica disponible confirma la presencia de un elevado índice de concentra
ción del ingreso en el interior de la comunidad médica.
Como acabamos de señalar, esta concentración tiene que ver con la orga
nización y la división social del trabajo que la medicina ha ido tomando en
nuestro medio en el curso de las últimas décadas, fenómeno que ha estado
fuertemente condicionado por el avance de la especialización, por la incorpo
ración masiva de nuevas tecnologías de diagnóstico y tratamiento, por el rápi
do ritmo de ingreso de nuevos profesionales al mercado y su mayor
propensión a incorporarse como asalariados en relación de dependencia, por
los cambios que la matrícula ha experimentado en términos de composición
femenino-masculina, etc. Todos estos temas serán examinados a continua
ción a fin de arrojar cierta luz sobre la morfología y el comportamiento del mer
cado médico. Antes de hacerlo, sin embargo, creemos útil comenzar con un
breve comentario de naturaleza histórica para definir a grandes trazos el par
ticular sendero que tomó la medicina en nuestro medio y muchos de los ras
gos que actualmente caracterizan el accionar de la comunidad médica en los
diversos mercados de nuestra geografía.
El temprano desarrollo de la medicina en nuestro país estuvo íntimamente
ligado a las escuelas europeas, particularmente a la francesa y, con posterio
ridad, a la alemana e inglesa (Corneef al., 1977, pág. 123). Ello es cierto, tan
to en el plano de la medicina privada como en la esfera del hospital y de la
higiene pública. En uno y otro niveles los profesionales que lideraron el de
sarrollo local de la medicina se nutrieron en el medio europeo y trasplantaron
al contexto doméstico doctrinas, tecnologías de proceso y de organización y
hasta prejuicios originarios del debate europeo de la época.
La primera aplicación de anestesia general en el país, y probablemente
también en América Latina (Buenos Aires Herald, 28 de octubre de 1944) la
realizó el doctor Juan Guillermo Makenna en el Hospital Británico en 1848.
Años más tarde, en 1877, el doctor Manuel Montes de Oca incorporaba la no
vedad de la antisepsia y antes de fin de siglo, en 1896, el doctor Jaime Acos
ta iniciaba el uso de la radiología. Dichos cambios tecnológicos hicieron que,
desde comienzos del siglo, la cirugía se transformara en la más importante
disciplina científica dentro de la profesión médica. 'Los doctores Pedro Chu-
tro, Enrique Finochietto y José Arce simbolizan a toda una generación médi
ca que pega el salto hacia la madurez de nuestra clínica quirúrgica" (Corne et.
al, 1977, pág. 131). El primero de lo3 nombrados fue el fundador de la Socie
dad de Cirugía en 1911. Finochietto fue condiscípulo de aquél y, al igual que
Chutro, fue jefe de cirugía de un hospital parisino durante los años de la Pri
mera Guerra Mundial. También el doctor José Arce fue una figura de relieve
internacional; además de desempeñarse como profesor titular de cirugía de
la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires desde 1919 has
ta 1942, fue decano de dicha Facultad y rector de la Universidad de Buenos
Aires.
Los anteriores, junto con otros médicos como Mariano Castex, José Tori-
21
bio Ayerza y Salvador Massa, consiguieron que la medicina argentina alcan
zara madurez y prestigio internacional en la primera mitad del siglo actual, he
cho corroborado con el otorgamiento del Premio Nobel de Medicina al Doctor
Bernardo Houssay en 1947.
Esta línea de desarrollo doctrinario e intelectual de la comunidad médica
local introdujo un sesgo fuertemente academicista en la formación del profe
sional médico y en la concepción de la relación médico-paciente. Asimismo,
marcó una visión sumamente particular del rol que cumplen el conocimiento
científico y la investigación biomédica en el arte de curar y sobre la preponde
rancia de factores biológicos en la relación salud-enfermedad.
Todo esto incidiría posteriormente -y de manera crucial- tanto en la natura
leza de la formación universitaria impartida en nuestras facultades de medici
na (Troncoso, 1985) como en el rumbo que tomaron los esfuerzos domésticos
de investigación y desarrollo en el campo biomédico y sociomédico (Katz,
1987). También en el plano de la higiene pública observamos un proceso pa
recido, esto es, fuertemente enraizado en las tradiciones europeas,
particularmente francesa. Este tema será examinado en detalle en un capítu
lo posterior, cuando nos ocupemos del desarrollo del hospital público en nues
tro medio; no obstante, conviene citar aquí brevemente a S. Vuegen quien, en
un estudio referido a la construcción y puesta en funcionamiento del Hospital
Rivadavia en 1887, afirma: "El moderno hospital francés, casi sin modificacio
nes, es el modelo que se encuentra en la génesis del hospital moderno de
Buenos Aires." Y continúa afirmando que en el caso del Hospital Rivadavia no
será solamente el "modelo" de institución lo que se transfiere, sino que "...lle
garán de Francia gran parte del instrumental y equipamiento médico, el mate
rial de construcción, como hierros, mármoles, baldosas, el diseño de las
cocinas y las camas. Se comprarán allí ropa de cama y de baño, sillones, me
sas y otro tipo de muebles, etc." (Vuegen, 1987).
En esa temprana época, la medicina estatal qn nuestro medio crece aso
ciada a la sanidad marítima -ingeniería sanitaria de puertos y ciudades-, como
también a la producción industrial. En este último plano, la promulgación del
Código de Trabajo en 1904 institucionaliza un conjunto de acciones sanitarias
destinadas a mejorar las condiciones de trabajo y elevar la productividad
(García, 1982). Tras una breve etapa-en los años treinta- en que el país sufre
un retraso relativo con respecto a otras latitudes en materia de salud pública y
seguridad social, ambos temas comienzan a adquirir mayor presencia a par
tir de los años cuarenta. En 1943 el Departamento Nacional de Higiene se
transforma en Dirección Nacional de Salud Pública y Asistencia Social, la que,
a su vez, en mayo de 1946 se transforma en Secretaría de Salud Pública y Asis
tencia Social y, en marzo de 1949, en Ministerio de Salud Pública y Asistencia
Social. Desde 1946 hasta 1954, el doctor Ramón Carrillo dirigió los destinos
de la política pública en este campo; creó gran cantidad de hospitales en el in
terior del país e impulsó la realización de importantes campañas masivas pa
ra erradicar enfermedades endémicas en nuestro medio como, por ejemplo,
el paludismo. Los doctores Alberto Alvarado y Jorge Coll desarrollaron esta
línea de trabajo médico-epidemiológico.
No obstante el desigual peso relativo que ambas vertientes doctrinarias -la
"biologista" y la "higienista"- alcanzaron en nuestro medio, una y otra han per-
meado la historia médica y universitaria del país y aún hoy subyacen bajo los
"modelos" asistenciales que sucesivas generaciones de graduados van adqui
riendo a su paso por nuestras escuelas de medicina. Es por ello que los jui-
22
cios de valor, las percepciones éticas, o las elecciones tecnológicas, profun
damente arraigadas en la comunidad médica -y claramente determinantes de
la conducta individual de cada profesional en el mercado- deben ser compren
didas como parte de un proceso histórico de larga data (Troncoso, 1985).
Efectuada esta breve reflexión histórica, pasamos ahora a ocuparnos de
ciertos aspectos morfológicos de la oferta de servicios médicos. Tamaño de
la comunidad médica, distribución de la misma por edades, composición fe
menino-masculina, peso relativo de la especialización, son algunos de los ras
gos que examinaremos antes de considerar su incidencia sobre el
funcionamiento del mercado y la competencia.
En términos de tamaño relativo de la comunidad médica respecto del to
tal de población, Argentina exhibe una situación claramente privilegiada en el
mundo. Sus casi 70.000 médicos activos (World Bank, 1987, pág. 38) indican
una dotación, para 1985, de 425 personas por profesional, cifra solamente
superada, en ese entonces, por Italia e Israel, con 340 y 370 habitantes por
médico,- respectivamente. No sólo la dotación de médicos es alta, sino tam
bién su tasa de crecimiento, lo que abre varias preguntas cruciales acerca del
impacto que ello tiene sobre la morfología del mercado médico y sobre las
formas que adopta en él el juego competitivo. Como lo atestigua el citado in
forme (World Bank 1987), "entre 1973 y 1976 la admisión a las siete principa
les escuelas de medicina no fue restringida, razón por la que los postulantes
se triplicaron llegando a 18.440 en 1974." Tras una caída en las admisiones
durante la etapa del gobierno militar, en 1984 vuelven a crecer de 3.000 a 8.000.
Este ritmo "espasmódico" -aunque en promedio sumamente alto- de entrada
de nuevos postulantes a la formación médica dio lugar aun primer "boom" de
graduaciones entre 1979 y 1984 con un promedio anual de 5.000 nuevos in
gresantes a la profesión, fenómeno que volverá a repetirse hacia 1990 en fun
ción de los alumnos actualmente en formación.
Las estadísticas de la Federación Médica de la Provincia de Buenos Aires
(FEMEBA) referidas a la provincia de Buenos Aires reflejan con dramatismo
este problema. "En cinco años -entre 1977 y 1982- la cantidad de médicos
inscritos en el sistema federado creció en un 51%, o sea, de 11.007 a 13.709
médicos, con un ritmo anual del 8,2% (...) en tanto que la población general
creció al 1,6%-anual" (FEMEBA, 1983).
Se puede esperar a priori que semejante ritmo de incorporación de nue
vos profesionales -se calcula que en los próximos cinco años ingresarán al
mercado 25.000 nuevos médicos-, debería afectar profundamente a la orga
nización y división social del trabajo médico y a las reglas competitivas preva-
lentes en el mercado. Como veremos, es lo que efectivamente está
ocurriendo, aunque vale la aclaración de que el mayor o menor funcionamien
to de las fuerzas competitivas no sólo depende de la dimensión absoluta y de
la tasa de crecimiento de la comunidad médica, sino también de su distribu
ción espacial, de su mayor o menor propensión a trabajar en relación de de
pendencia, de su grado de especialización, etcétera.
Veamos cada uno de estos temas. La localización geográfica de los médi
cos introduce un primer conjunto de calificaciones a los datos hasta aquí exa
minados. Un ejemplo que se repite a lo largo de la geografía nacional revela
la naturaleza del problema. En tanto que la ciudad de La Plata presenta un
médico cada 150 habitantes, el partido de Moreno exhibe uno cada 2.000
(Pérez Arias y Feller, 1983) y las cifras se tornan aun más dramáticas -5.000 o
23
más habitantes por médico- en zonas de frontera, en comunidades indígenas
y en otros núcleos poblacionales marginados.
En otros términos, el exceso de oferta y la fuerte escasez de médicos son
rasgos que conviven en el seno de la estadística agregada; ello, obviamente,
tiene que ver con el funcionamiento de la competencia entre profesionales que,
por cierto, tenderá a ser más alta en grandes conglomerados urbanos que en
pueblos o ciudades más pequeñas o en parajes rurales. Veremos cómo ello
afecta tanto la organización y naturaleza del acto médico como la formación
de precios en el mercado de servicios médicos y sanatoriales.
Además del tamaño de la comunidad médica y de su localización, también
incide sobre el accionar del mercado la distribución etárea y por sexo de los
médicos profesionales.
Tomando como base la información de FEMEBA (FEMEBA, 1983 y tam
bién Pérez Arias y Feller, 1983) sabemos que el 75% de los médicos en ejer
cicio tiene menos de 50 años de edad, en tanto que el 45% sólo alcanza a los
40 años. Además de la juventud, resalta el hecho de que en los tramos etáreos
más bajos ha crecido significativamente la proporción de mujeres. Así, en el
tramo etáreo de 25 a 34 años -esto es, en el grupo de profesionales que tie
nen 10 años o menos de graduados- el 54% de los casi 25.000 médicos que
registra la provincia de Buenos Aires son de sexo femenino (Pérez Arlas y Fe
ller, 1983, pág.9). El mismo estudio revela que el 82% de las profesionales
médicas -las que, en conjunto, constituyen cerca del 25% del total de médicos
que registra la provincia de Buenos Aires- tiene menos de 45 años de edad y
20 o menos años de graduación.
Edad y sexo parecerían estar asociados a las distintas modalidades de in
serción del médico en el mercado de trabajo. El trabajo asalariado en relación
de dependencia -ya sea en empresas médicas o en consultorios de obras so
ciales- tiene mayor peso relativo en el tramo etáreo más bajo -0 a 4 años de
antigüedad en la profesión- que en los restantes tramos (Belmartino, Bloch y
de Quinteros, 1980, pág. 63). A su vez, se observa aquí colinearidad con la
variable sexo, lo que lleva a que también entre las médicas jóvenes el peso re
lativo del trabajo en relación de dependencia sea significativo (Machado y Lai
te, 1986, pág. 29).
En resumen: la dimensión de la comunidad médica en determinado ámbi
to geográfico, ei ritmo de crecimiento de la misma a través de la incorporación
de nuevos graduados, y la edad y sexo de éstos, son todos rasgos que favo
recen el desarrollo de fuerzas competitivas en el interior del mercado médico.
Es más, dichas variables permiten comprender la incipiente aparición de un
■proletariado médico" que trabaja como asalariado de grandes grupos corpo
rativos que avanzan en la institucionalización de la medicina comercial. Fren
te a esto, como en seguida veremos, el creciente nivel de especialización que
va adquiriendo la profesión a través del tiempo actúa en sentido contrario, es
decir, favoreciendo la diferenciación del producto y el desarrollo de nuevas for
mas de organización y división social del trabajo médico con la aparición de
'nichos" de mercado e imperfecciones en la competencia.
El grado de especialización en el mercado médico argentino es elevado.
Según datos del Banco Mundial el 57% de los médicos actúan como especia
listas (World Bank, 1987, pág.43), cifra que Belmartino et al., (1980, págs. 38
y 40) colocan en el 59% en la muestra de 3.200 médicos con que trabajaron
en la ciudad de Rosario.
Sin embargo, el peso relativo de la especialización no se distribuye de ma
24
ñera homogénea entre los distintos tramos etéreos en que se divide la pobla
ción médica. En tanto que el peso relativo de los especialistas es bajo -10%
de la muestra examinada por Belmartino et al. (1980)- entre aquéllos que tie
nen de 0 a 4 años de antigüedad en la profesión, crece dramáticamente has
ta alcanzar cerca del 80% de la muestra entre quienes tienen de 15 a 30 años
de ejercicio de la medicina.
A su vez, la categoría de ejercicio combinado de la profesión -esto es, de
médicos que dicen ser especialistas o clínicos y que ejercen en ambos cam
pos simultáneamente según las circunstancias- también cae significativamen
te al pasar del grupo etéreo más joven -esto es, el de 0 a 4 años de ejercicio
en la profesión- al grupo con 15 a 30 años de experiencia profesional (Belmar
tino et al., 1980, pág. 39). Habiendo ubicado la importancia relativa de la es-
pecialización dentro de la comunidad médica, corresponde ahora examinar
cuáles son los pro y los contra -pecuniarios y no pecuniarios- asociados a ella.
A falta de otros estudios sobre el tema también aquí habremos de basarnos
en los resultados publicados por Belmartino et al. en 1980.
Según dichos autores, la especialización que se logra, por ejemplo, por vía
de las “concurrencias" médicas y de los cursos normatizados de las socieda
des científicas (con o sin requisitos de examen, evaluación y trabajos de te
sis), permite acceder a diversos beneficios, entre los que se destacan: 1)
menor carga de trabajo semanal: en tanto que la media muestral de horas de
trabajo semanal oscila, en la información de Belmartino et al. (1980), en torno
de las 60 horas (cinco jornadas de 12 horas), sólo el 25% de los especialistas,
contra casi el 40% de los médicos clínicos muestrados, aparecen trabajando
más de dicho número de horas semanales; 2) menor incidencia del trabajo en
relación de dependencia y de los ingresos profesionales provenientes de éste
(Belmartino et al., 1980, págs. 67, 68 y 80); 3) mayor probabilidad de tener en
propiedad equipos y aparatos complejos para el ejercicio de la actividad
profesional (Belmartino et al., 1980, pág. 71).
Ahora bien, como ya dijimos, mientras que la dimensión y el ritmo de creci
miento de la comunidad médica y su composición en edad y sexo parecen
favorecer el desarrollo de fuerzas competitivas en el mercado médico, el ele
vado -y creciente- índice de especialización lleva a la diferenciación del pro
ducto y al desarrollo de “nichos" de mercado. En ellos, el monopolio o el
oligopolio diferenciado constituyen las formas de organización prevalentes y
los precios del servicio reflejan la presencia de rentas diferenciales asociadas
a la especialización y al equipamiento de alta complejidad.3
Examinados los temas anteriores es conveniente prestar atención ahora a
ciertos aspectos de la estructura institucional que caracterizan al mercado
médico y que también aparecen como factor clave en la comprensión del fun
cionamiento de ese mercado, de la formación de precios, etcétera.
La profesión médica se estructura en entidades gremiales de primero, se
gundo y tercer grado. Los colegios o círculos médicos constituyen los entes
de primer grado; se agrupan en Federaciones Médicas que, a su vez, se
reúnen en una entidad de tercer grado de carácter nacional que es la Confe
deración Médica de la República Argentina (COMRA). El médico individual
3 Son muchos los convenios entre la seguridad social y el sistema prestador que
admiten formas diferenciales de pago en función de la antigüedad del profesional invo
lucrado.
25
percibe como una necesidad el afiliarse a las entidades de primer grado. Ello
deriva del hecho de que el colegio o círculo del área de su residencia es el que
consigue con exclusividad la contratación con Obras Sociales. En otros térmi
nos: resulta imposible facturar a la seguridad social actuando como médico
aislado; este trámite debe realizarse a través ^del colegio médico respectivo.
Como condición de afiliación el profesional paga cierto porcentaje del valor de
cada acto médico que realiza y recibe, a cambio, el servicio de validación le
gal y de gestión de cobro de sus facturas por honorarios. Debido a este
mecanismo, los médicos que más facturan son los que poseen mayor peso
gremial en el círculo o colegio individual. A su vez, los colegios se agrupan
en federaciones, en las que vuelve a repetirse un proceso similar de concen
tración del poder gremial en manos de los círculos de mayor número de afilia
dos y recaudación financiera. En aquellos casos en los que los círCulos
pequeños votan en pie de igualdad con respecto a los grandes para conducir
la federación suelen aparecer fracturas, por el hecho de que estos últimos no
tienen poder gremial acorde con su peso económico. Tal es el caso de la
Agremiación Médica Platense, o del Círculo Médico de Mar del Plata, que se
separaron de la Federación Médica de la Provincia de Buenos Aires (FEME-
BA) hace ya varios años. La federación o los círculos médicos grandes nego
cian directamente con la seguridad social los contratos de atención médica
cobrando las facturas de sus afiliados. Esta misma es la que en algunos esce
narios provinciales subcontrata a clínicas y sanatorios y actúa como eventual
pagador a los distintos efectores. El cronograma de pago puede variar entre
efectores, quedando librado a la discrecionalidad de la federación -o de los
círculos médicos- el manejo financiero de los recursos. Esto da pie a un com
plejo problema de apropiación y uso de rentas financieras que juegan un pa
pel importante a la hora de estudiar el funcionamiento del mercado en su
totalidad.
26
3. El mercado de servicios sanatoriales
27
nológico importado tuvieron que sufrir modificaciones y ajustes recíprocos pa
ra adaptarse a una nueva dinámica operativa seguramente distinta a la involu
crada en el país en el que originariamente se aplicaba esa tecnología.
No fueron pocas las entidades que fracasaron en seguir el acelerado ritmo
de transformación tecnológica y que, eventualmente, debieron retirarse del
mercado ante el rigor de la competencia.
Esta rápida caracterización de "generaciones" tecnológicas en el universo
de clínicas y sanatorios no es independiente de la localización geográfica y del
tamaño del mercado en el que trabaja cada clínica en particular.
La Capital Federal o algunas grandes ciudades del interior -como Rosario,
Córdoba, Mendoza, etc.-, muestran un amplio universo de entidades sanato
riales en el que están representados los diversos estratos de tamaño y nive
les de complejidad descritos. En cambio, ciudades chicas del interior o incluso
capitales de provicias más pequeñas atraviesan un "estadio madurativo" me
nos desarrollado, en el que la clínica personal o el sanatorio de baja comple
jidad constituyen el eje del mercado.
Ahora bien, en cualquier mercado el analista económico enfrenta una distri
bución de firmas por edad, tamaño, nivel de complejidad, tipología del grupo
propietario (cooperativas o cuasi cooperativas médicas frente a las empresas
de capital) etc., y puede examinar las razones que explican la performance di
ferencial entre empresas. En el caso de clínicas y sanatorios también es con
veniente estudiar el impacto diferencial de variables tales como las economías
de escala, el grado de utilización de la capacidad instalada, la incidencia del
"mix" de casos atendidos -pacientes agudos vs. crónicos-, el volumen y la na
turaleza de la atención quirúrgica brindada, la conducta de reinversión de ca
pital del grupo propietario, etc., sobre la velocidad de rotación del capital
invertido y la rentabilidad empresaria. Pensamos que un análisis de este tipo
permitirá comprender el funcionamiento del mercado de clínicas y sanatorios,
así como su interrelación con los restantes mercados del área de la salud, con
los que compite por recursos cada vez más escasos. A dicho análisis nos abo
camos a continuación.
Desde un punto de vista microeconómico, y bajo condiciones de ceteris
paribus respecto del conjunto de variables macro, debemos suponer que la
tasa interna de ganancia de una clínica médica está asociada a: 1) el "mix" de
casos que atiende; éste puede tener un mayor o menor contenido de aten
ción clínica, de enfermos quirúrgicos, de casos crónicos, etc; el "mix" de ca
sos determinará el número promedio de días de estadía por paciente, el
costo/cama/día, el número de egresos por unidad de tiempo, etc.; 2) el gra
do de utilización de la capacidad instalada; 3) la mayor o menor eficiencia
empresaria, tanto en el plano administrativo como en el área de la atención
médica. Esto último tiene mucho que ver con la calidad del servicio brindado
que, obviamente, exhibe un fuerte grado de variabilidad entre efectores según
la forma en que cada grupo empresario decide cubrir riesgos quirúrgicos, pro
veer controles varios asociados al cuidado de un cuadro clínico dado, etc. Di
cho grado de eficiencia empresaria es también función de los objetivos del
grupo propietario, es decir, si funciona como una cooperativa médica que uti
liza el establecimiento como lugar de trabajo o si el manejo se realiza con el
estricto objetivo de extraer rédito de la inversión realizada.
El ingreso de nuevas clínicas al mercado se produjo a un ritmo acelerado
en el curso de las últimas dos décadas. Como ocurre en los modelos conven
cionales de teoría económica, la percepción de que en el campo de los servi-
28
cios sanatoriales existían rentas diferenciales captadles atrajo a un creciente
número de empresarios-médicos, lo que llevó a que la oferta de servicios sa
natoriales privados prácticamente se duplicara en sólo pocos años. Al res
pecto, el informe del Banco Mundial comenta: “Pequeños hospitales’for profit’
-con menos de 40 camas- han proliferado en las pasadas décadas y ahora
cuentan con el 47% de todas las camas privadas. Ellos son poseídos y ope
rados por un pequeño grupo de Médicos." (World Bank, 1987, pág. 30). En
esta oferta Incremental de servicios sanatoriales se observa una significativa
variancla en lo que hace al tamaño, tipo y calidad de la atención ofrecida, al
grado alcanzado en la utilización de la capacidad instalada, etc. Así, mientras
que en un extremo de la distribución se alcanzan simultáneamente altos
estándares de calidad y elevados índices de utilización de la capacidad ins
talada, en el otro extremo resulta proverbial.la baja calidad, el incumplimiento
de normas y, concomitantemente, la subutilización de la capacidad instalada
disponible. Es justamente esta última -y su incidencia sobre la velocidad de
rotación y la tasa de ganancia del capital empleado- la que crecientemente
está dando lugar a fracturas en los acuerdos interempresarios en que se ba
sa la organización de este mercado -acuerdos, por ejemplo, sobre la libre elec
ción del médico y del lugar de internación por parte del usuario-, al par que
induce a algunos prestadores a buscar soluciones ’ pactadas’ con determi
nadas Obras Sociales o firmas de prepago en torno de contratos capitados,
contratos por cartera fija, etcétera.
29
4. El mercado de medicamentos
30
ducción, dadas las fuertes deseconomías de escala que genera un mercado
pequeño como el local. En efecto, a pesar de que un sector importante de
ios mejores establecimientos farmacéuticos de capital nacional cumple con ri
gor exigencias internacionales de manufactura y control de calidad, ésta no
es la situación del grueso de las firmas de capital nacional. La exigencia que
en este sentido le plantea a cada subsidiaria doméstica su respectiva casa ma
triz internacional hace que, en un número significativo de casos, la escala de
producción local impida alcanzar niveles aceptables de rentabilidad operati
va, lo que cuestiona seriamente la viabilidad a largo plazo del grupo empre
sario respectivo. Como ocurre con los temas anteriormente mencionados
-número de lanzamientos anuales de productos nuevos, gastos de promoción
y ventas, monodrogas vs. combinaciones, etc,-, este último tema, es decir, el
mayor o menor cumplimiento de normas y exigencias internacionales de ma
nufactura y control de calidad, debe verse como parte del conflicto ¡nterem-
presario subyacente en el mercado de medicamentos.
A pesar del interés intrínseco de muchos de estos temas, en el curso de
este trabajo sólo habremos de detenernos en el examen de aquellos aspec
tos centrales de la morfología y el comportamiento del mercado farmacéutico
que inciden de manera sustantiva sobre el funcionamiento del sector salud en
su totalidad. Esto implica que muchas cuestiones de importancia general pa
ra una comprensión más cabal del tema farmacéutico serán aquí soslayadas,
por lo que el lector deberá remitirse a otras publicaciones que aborden el te
ma de manera más global (Katz, 1974, y Katz, 1986). Concentraremos aquí
nuestra atención sobre el lanzamiento de productos nuevos como determi
nante del ritmo de crecimiento empresario y sobre el impacto que ello tiene
en la participación relativa de las firmas de capital nacional y extranjero en las
ventas totales de la industria. Tal como tendremos oportunidad de ver, este
hecho repercute significativamente sobre la puja distributiva que la industria
farmacéutica mantiene cón los restantes grupos prestadores -médicos y clíni
cas y sanatorios- ante la creciente limitación de recursos con que el conjunto
del sector salud opera a través del tiempo.
El cuadro II.2. muestra la participación relativa de los principales 25 labo
ratorios farmacéuticos activos en el medio argentino en 1969 y 1984. Obvia
mente, ¡os nombres de las f rmas no tienen por qué ser los mismos, ya que e
ritmo de crecimiento de las empresas ha sido diferente a través del tiempo, lo
que generó los cambios en el "ranking" que exhibe el sector.
Los datos del cuadro II.2. deben manejarse con cierta cautela porque re
flejan fenómenos de muy diverso tipo, tales como cierre de empresas, fusio
nes, transferencias parciales o totales de las "líneas" de productos de firmas
que dejaron el mercado a otras que permanecieron en él, caídas y ascensos
muy espectaculares de firmas particulares, etcétera.
Así, por ejemplo, en 1986 Squibb había cerrado sus puertas; Ciba Argen
tina se había fusionado con Geigy Argentina; Gerardo Ramón, Eli Lilly, Pfizer,
Schering, Lederle-Cyanamid, Raffo y Promeco, habían perdido posiciones de
manera abrupta dentro del ranking de empresas, en tanto que otras firmas
que no integraban la nómina de las 25 mayores en 1969 sí lo hacían en 1986,
como es el caso de Montpellier, Microsules-Bernabó, Phoenix, Gador, Beta,
Sidus, Syntial, etc. En otros términos, tras una superficie aparentemente cal
ma, en realidad se oculta un leve aumento de la concentración agregada y
una profunda recomposición interempresaria en la que diversas firmas de ca-
31
Cuadro 11.2. Veinticinco laboratorios farmacéuticos en 1969 y 1984
pital extranjero -y sólo algunas pocas de capital nacional- han perdido terreno
relativo frente a otras que lograron ascensos de carácter vertiginoso. A pesar
de que dentro de estas últimas se ubican algunas pocas subsidiarias de gru
pos extranjeros -por ejemplo, Bayer o MSD-, esta categoría parece describir
más bien el caso de diversos fabricantes medianos de capital nacional que lo
graron una rápida mejora de su posición relativa en el curso de pocos años.
El ascenso relativo de diversos grupos empresarios de capital nacional en
el ranking de la industria y la concomitante pérdida de posición del sector de
empresas extranjeras constituye uno de los temas centrales en este estudio
del mercado farmacéutico. El mismo reclama un examen pormenorizado que
encaramos a continuación.
En el quinquenio comprendido entre 1980 y 1985 entraron al mercado far
macéutico argentino 1.577 productos nuevos, 544 de ellos lanzados por fir
mas de capital extranjero y 1.033 por empresas de capital nacional. Dado que
el precio promedio de los productos que tienen entre 0 y 12 meses de vida
cuadruplica aproximadamente el precio medio de la industria y que el de los
que tienen entre 0 y 24 meses de vida lo duplica, podemos comprender inme
diatamente que el más rápido ritmo de lanzamiento de productos nuevos al
mercado por parte del sector de empresas de capital nacional -y, particular
mente, por aquéllas que registran avances espectaculares dentro del ranking
32
de firmas de la industria- es lo que explica que la participación relativa de ese
sector haya aumentado tan considerablemente (IMS, varios números).
En otros términos: el mayor ritmo de lanzamiento de nuevos productos y
la recomposición del precio promedio por laboratorio que ello lleva involucra
do, es lo que explica la reestructuración industrial que pone de manifiesto el
cuadro 11.2. antes presentado. Ahora bien, la creciente erosión en la participa
ción relativa del sector transnacional torna cada vez más inviable el hecho de
que muchos de los grupos empresarios extranjeros hoy activos en el país man
tengan a largo plazo su interés por seguir operando en el medio doméstico.
En efecto, un mercado interno en gradual contracción, en el marco de un ele
vado costo fijo originado en la necesidad de cumplir con prácticas internacio
nales de manufactura y control de calidad, sólo puede dar por resultado una
creciente caída de la rentabilidad operativa y un eventual interés por abando
nar el mercado cediendo la línea de productos a una tercera firma interesada
en comercializarla. La concentración económica y el gradual retiro de firmas
del mercado de medicamentos configuran así una realidad difícil de evitar con
las actuales reglas de juego.
33
entre otros, incluyen consulta ambulatoria, radiología, kinesio y fisioterapia, in
ternaciones quirúrgicas y obstétricas, prácticas especializadas de consultorio
(electrocardiograma), se observan fuertes diferencias en los comportamientos
individuales de los distintos grupos terapéuticos, lo que pone en evidencia un
complejo fenómeno distributivo dentro de cada serle agregada.
Un trabajo reciente del Dr. C. Marracino preparado para la Confederación
de Clínicas y Sanatorios, vuelve a examinar este tema mostrando, por un la
do, que el conjunto de las Obras Sociales "...propicia el establecimiento de una
línea arancelaria que responda a la disponibilidad de fondos y no a los reales
costos de los servicios, creando una brecha cuyas consecuencias son difíci
les de prever..." y, por otro lado, que la puja distributiva entre mercados pres
tadores produce distintos desfases y ajustes a través del tiempo, dando origen
a "atrasos" y "adelantos" relativos entre todos ellos.5
Ahora bien, llegados a este punto de nuestra argumentación, estamos en
condiciones de comprender un hecho crucial relacionado con la organización
social de la medicina en nuestro medio, así como con la creciente nómina de
conductas restrictivas -sobreprestación en materia de consultas y prácticas
médicas, uso excesivo de medicamentos, sobrefacturación de insumos, tasas
de cirugía anormalmente elevadas, cobro de "bonos complementarlos", etc.-
que gradualmente fueron apareciendo y consolidándose en el escenario lo
cal.
Esas conductas constituyen sin duda la respuesta de los varios agentes
prestadores que operan en mercados imperfectamente competitivos y que en
frentan la creciente restricción de recursos que padece el sector y la sosteni
da puja distributiva, a través de acciones "perversas" destinadas a captar
recursos relativamente móviles. En otros términos: es el conflicto distributivo
y no las necesidades médico-asistenciales de la población lo que está deter
minando las pautas de funcionamiento del mercado de la salud, ante la cre
ciente falta de capacidad regulatoria por parte de la autoridad pública.
Cerramos aquí nuestro análisis de los tres principales mercados proveedo
res de bienes y servicios para la atención de la salud, de la puja distributiva
que entre los mismos se entabla y de la incidencia que todo ello tiene sobre la
organización social de la medicina en nuestro medio. El capítulo siguiente de
este trabajo encara el estudio del sistema de Obras Sociales y de su ente técni
co, el INOS. En la práctica, dichas agencias adoptan la representación indi
recta del consumidor final, negociando precios y condiciones de prestación
de los servicios con los diversos grupos oferentes hasta aquí examinados. Co
mo tendremos oportunidad de ver, el sistema de Obras Sociales tiene una
compleja historia en nuestro medio y arrastra viejos problemas de organiza
ción, equidad distributiva, solidaridad, etc., que Inciden fuertemente en el ni
vel de bienestar alcanzado por la comunidad nacional. Encaramos a
continuación el estudio de dichos temas.
34
III. Situación contemporánea de la seguridad social
médica en la República Argentina: el sistema de
Obras Sociales
1. Introducción
35
que, a efectos polrtico-institucionaies, tienen en el Ministerio de Trabajo su in
terlocutor natural dentro del aparato del Estado- dio pie al surgimiento de un
profundo conflicto jurisdiccional que habría de continuar hasta nuestros días,
transformándose en principal escollo para que la política nacional de salud ad
quiriera mayor autonomía y claridad. Nos referimos al conflicto de jurisdiccio
nes que existe entre el Ministerio de Salud Pública y el de Trabajo y Previsión
Social, conflicto que también es dable observar en otras latitudes. En nues
tro caso, llevó a que la salud se tratara sistemáticamente como un elemento
de negociación política entre Estado y sindicatos y no como un fin en sí mismo,
merecedor de una acción pública explícita cuya finalidad última fuera la de
mejorar el cuadro de salud de la población.
La reconstrucción histórica que a continuación se efectúa muestra cómo
este rasgo permaneció como elemento recurrente de! escenario político na
cional, bloqueando un verdadero desarrollo de la política pública en materia
de salud.
Tras el derrocamiento del gobierno del Genera! Perón se suceden tanto los
estudios y diagnósticos institucionales acerca del estado de situación del sec
tor salud como los intentos gubernamentales de reorganizarlo.
Al ya existente,y poderoso conjunto de Obras Sociales se suman ahora,
con creciente poder relativo de negociación, las diferentes asociaciones
médico-gremiales que gradualmente van expandiendo su papel político y
económico en el mercado de atención módica. (Belmartino y Bloch, 1982). Jun
to a ellas toman forma diversas instituciones gubernamentales originadas en
el intento de reorganizar el sistema. Esto ocurre tanto durante el gobierno del
General Aramburu como, posteriormente, durante los años de gobierno del
Dr. Frondizi. En 1961 emerge una entidad específica de esta índole, el Con
sejo Federal de Seguridad Social (COFESES), que tempranamente examina
la posibilidad de unificar las instituciones de previsión y asistencia bajo la con
ducción de un Instituto Nacional de Seguridad Social. En su tercer Informe
Técnico sintetiza de este modo la situación de las Obras Sociales y Mutualida
des: "prestaciones de pobre calidad, parciales o limitadas, remuneración
inadecuada al personal médico, maquinaria burocrática asfixiante, gran que
branto económico-financiero." (Belmartino y Bloch, 1982).
En el marco de un cuadro heredado, en el que resaltan tanto la falta de
coordinación entre Obras Sociales como las profundas diferencias en la co
bertura brindada a sus respectivos beneficiarios, el sistema comienza en esos
años a crecer rápidamente por la incorporación de familiares, directos e indi
rectos y, posteriormente, por la afiliación obligatoria.
Pero, lejos de corregir las deficiencias recibidas, el crecimiento de la de-1
1 Idéntico conflicto Jurisdiccional puede advertirse aún en el marco del sistema m ultila
teral de organismos internacionales que emerge tras la Segunda Guerra Mundial. La
OPS -Oficina Panamericana de la Salud- incorpora al campo de su interés temático
aspectos Inherentes a la seguridad social recién en 1984, tras la Asamblea de Medellin,
Véase acerca de estos temas A Isuanl (1985).
36
manda va generando nuevos problemas; la falta de programación y normali
zación con que se producen las nuevas incorporaciones de beneficiarlos y de
proveedores de atención médica acentúa los elementos de inequldad ya exis
tentes. A continuación veremos estos temas, antes de proseguir con el estu
dio de los varios intentos de reorganización del sistema que se acometen con
mayor Intensidad a partir de 1967, durante la gestión de gobierno del Gene
ral Onganía.
Estudios llevados a cabo por el Consejo Nacional de Desarrollo (CONA
DE) en 1963 y 1965, ilustran sobre la herencia histórica de inequidad estruc
tural que subyace al sistema de Obras Sociales. La misma se manifiesta tanto
en el plano financiero -en relación con las contribuciones que algunas Obras
Sociales estatales y paraestatales reciben de las reparticiones públicas de que
dependen- como en el plano de la provisión de atención médica -vinculada al
muy distinto gasto por beneficiario en las diversas entidades de la seguridad
social. Con respecto al primero de dichos temas -contribuciones diferencíales
de las diversas reparticiones estatales a la Obra Social respectiva- ios es
tudios del CONADE indican que dentro del conjunto de Obras Sociales
estatales y paraestatales, los aportes de la entidad pública involucrada repre
sentaban el 81,6% del total de los ingresos para la Obra Social de la Secreta
ría de Hacienda y el 82,7% para la Obra Social y Sanidad Policial, en tanto que
el aporte para las que agrupan al personal docente del Ministerio de Educa
ción y del Consejo Nacional de Educación, sólo llegaba al 10,4% y 16,4% de
sus ingresos totales, respectivamente.
Una situación análoga puede verse en los institutos de administración mix
ta, ya que los correspondientes a Seguros y Bancarios recibían ingresos ba
sados en la percepción de un impuesto a las primas cobradas en la operatoria
aseguradora y en los servicios prestados por los segundos a particulares; di
chos ingresos representaban nada menos que el 72% y el 77% de los
respectivos totales manejados por la Obra Social.
A esta importante fuente de inequidad se agrega también el hecho de que
en algunos casos el pago de sueldos del personal adscrito a la Obra Social
era efectuado por la repartición pública respectiva y no por el ente de seguri
dad social correspondiente.
En lo que atañe a la heterogeneidad prestacional recibida por los benefi
ciarios de las distintas Obras Sociales, los estudios mencionados indican que
los gastos por servicio médico durante 1963 fueron de 38.544 pesos por tra
bajador activo en Gas del Estado, de 28.095 pesos en SEGBA y 18.866 pesos
en Seguros, mientras que en el otro extremo de la distribución se encontra
ban, por ejemplo, la Obra Social de Comunicaciones con 314 pesos y la del
Consejo Nacional de Educación con 246 pesos.
Otro indicador de la fuerte desigualdad heredada está dado por la distin
ta cobertura recibida por los miembros de la clase pasiva, ya que dentro de
las Obras Sociales sindicales encuestadas los jubilados representaban
sólo el 2% de la nómina global, en tanto que en el conjunto de Obras Sociales
estatales -tanto nacionales como provinciales- los pasivos alcanzaban al 8%
de la nómina total.
Debido a estas distintas formas de inequidad en el modelo financiero y
prestacional, el gobierno del General Onganía se propone la unificación finan
ciera del sistema bajo el control de la cartera de salud: ‘ El Estado deberá ar
monizar las fuentes de financiación de la salud ... unificándolas y tendiendo a
37
la creación de un Seguro de Salud para las prestaciones dé acción médica in
tegrada...'. 2
Dicha propuesta se fundamentaba en los informes de dos comisiones de
signadas al efecto, la 'Comisión Coordinadora de los Servicios Sociales Sin
dicales', designada por el decreto 2318/67 y 'a 'Comisión Nacional de Obras
y Servicios Sociales', nombrada por la ley 17 230 del mismo año, que dirigió
su actividad a los organismos estatales y paraestatales.
El informe de la Com iso^ Nacional enumera un conjunto de problemas y
falencias que reproducen e! diagnóstico de los estudios de la CONADE de
1963 y 1965 ya comentados, y que son similares a los que contemporá
neamente afectan a las Obras Sociales estatales, a las sindicales y a los Insti
tutos de Administración Mixta. Así, creemos conveniente citar in extenso varios
de sus párrafos principales para comprobar cómo, veinte años más tarde, aún
nos debatimos en cuestiones semejantes (Encuesta Preliminar sobre Obras y
Servicios Sociales Sindicales, 1967, y Separata del Informe Final de la Comi
sión de Obras y Servicios Sociales, 1968):
38
"La mayor parte de Los organismos estudiados carece de registros
actualizados de afiliados que permitan conocer algunos de sus atributos
básicos: categoría, sexo, edad, lugar de residencia, ingreso, tamaño del
grupo familiar, etc. Esta falta de información dificulta la programación de
actividades e imposibilita la elaboración de estudios actuariats que per
mitan conocer la evolución probable de los riesgos y la posibilidad finan
ciera de su cobertura.’
"En los organismos que brindan sus servicios por intermedio de terce
ros, los mayores problemas derivan de la falta de procedimientos regla
dos en materia de contratación con los grupos profesionales y otras ins
tituciones prestatarias (clínicas, sanatorios, etc.)"
39
Finalmente, también adquiere importancia el cobro de “aranceles
diferenciados", asociado al diferente grado de negociación de los gremios pro
veedores, tal como ocurre en la actualidad en el mercado de atención médi
ca. En tal sentido, el informe de 1967 dice:
El informe concluye con una evaluación de los resultados del sistema es
tructurado hasta ese entonces; allí aparecen, por un lado, la sobreprestación
en algunos tramos del mercado y, en contraposición, un importante déficit de
servicios asistenciales en otros, ante la escasa capacidad regulatoria de la au
toridad sanitaria:
40
no del General Ongania dicta la ley 18.610, que cierra el denominado período
"voluntarista" de la seguridad social médica en la República Argentina. Esta
ley suele considerarse como uno de los "pilares básicos" del encuadre institu
cional actualmente vigente en nuestro medio.
La afiliación obligatoria lleva la cobertura médica a casi el 70 % de la po
blación del país y el flujo financiero anual de aportes y contribuciones a apro
ximadamente el 2,5 % del PBI, situación qu'e no se aleja demasiado del
panorama actual (INOS, 1972).
Entre 1967 y 1972, a medida que van consolidándose, pór un lado, la ca
pacidad negociadora de los distintos grupos prestadores y, por otro, la inten
ción regulatoria del gobierno del General Onganía, se suceden diversas leyes
que buscan reestructurar el sistema de seguridad social, normatizar la provi
sión de atención médica, crear un mecanismo de formación de precios de uso
universal -nomencladores-, etc. En esos años, el proceso de negociación en
tre Estado, Obras Sociales y grupos prestadores dista de ser sencillo y lineal;
abundan las contramarchas y los instrumentos jurídicos, muchas veces de
carácter antagónico. Examinemos a continuación lo que ocurrió en este sen
tido.
En abril de 1967, el gobierno del General Onganía promulga la ley 17.230,
la cual, en su mensaje acerca de las Obras Sociales dice: "... sus modalida
des -en cuanto a formas de ingreso, coberturas, prestaciones, aportes y
administración- son tan dispares que en definitiva se ha institucionalizado un
sistema de enervante injusticia ...“. Continúa comentando acerca del resulta
do del modelo de provisión médica estructurado hasta ese entonces: ‘ ...ha
operado en forma totalmente desvinculada de la política general de Gobierno
y los diversos estudios efectuados en los últimos años sobre el tema han de
tectado uso irracional de los recursos disponibles, superposiciones y falta de
coordinación entre los diversos organismos.-
Como ya mencionamos, dicha ley dispuso crear la Comisión Nacional de
Obras y Servicios Sociales Estatales, cuyas funciones eran, entre otras: "coor
dinar las actividades de estos organismos integrándolos al Plan de Reordena
miento y Transformación-; "elaborar y presentar al Poder Ejecutivo Nacional
en un plazo de 240 días un proyecto definitivo que permita: a) Integrar los ac
tuales organismos dentro de un sistema coherente y homogéneo, b) Definir
sus modalidades en cuanto a afiliación, cobertura, prestaciones, financiamien-
to y administración.
El "proyecto definitivo" que debía elevarse al Poder Ejecutivo Nacional en
un plazo de 240 días y que sería la base de una ley que regulase el sector no
pudo concluirse atérmino. Por ello la ley 17.850, de agosto de 1968, además
de congelar hasta fines de dicho año los aranceles de atención médica con
venidos entre prestadores y prestatarios, dispuso que en dicho plazo "... el
Poder Ejecutivo Nacional estableciera las bases de un nuevo sistema que con
temple: un nomenclador uniforme de prestaciones, ...implementación de una
auditoría de los servicios, normas de trabajo técnicas y administrativas unifor
mes, un mecanismo de conciliación y arbitraje obligatorio para los casos cié
41
conflicto y toda otra disposición destinada a asegurar el ordenamiento de las
prestaciones médicas y paramédicas que se convengan entre las entidades
mencionadas...’ .
Cuatro meses más tarde, la ley 18.045 normatizó diversos aspectos de los
convenios a celebrarse entre las entidades compradoras y las proveedoras de
atención médica, convenios que debían cumplir, entre otras, con las siguien
tes condiciones generales: asegurar la permanencia y continuidad de las
prestaciones médicas y paramédicas a los afiliados; establecer normas de tra
bajo técnicas y administrativas uniformes; fijar claramente los derechos y
obligaciones de las partes, las penalidades por incumplimiento y mecanismos
de conciliación y arbitraje para casos de conflictos; fijar mecanismos de audi
toría compartidos que aseguren el perfeccionamiento de los aspectos científi
cos y la fiscalización de las prestaciones; fijar nomencladores definitivos de
prestaciones y los mecanismos compartidos de actualización periódica de los
aranceles.
Un año después se promulga la ley 18.483 -diciembre de 1969-, por la que
se declara "vigentes en todo el territorio del país los nomencladores -médicos,
odontológicos y bioquímicos’ . Esta ley menciona los problemas surgidos al
intentar normatizar el mercado de atención médica:
42
de conciliación y, por otra, las bases del arbitraje obligatorio al que deberían
someterse las entidades y sus adhérentes en caso de falta de acuerdo. Tam
bién debía crearse 'un organismo consultivo permanente, con participación
paritaria de los sectores y ramas profesionales interesados", organismo que
se encargaría de la regulación del sector y que tendría las funciones de parti
cipar en la elaboración de los proyectos de convenio tipo, intervenir en la eta
pa de conciliación a pedido de parte frente a posibles situaciones de conflicto,
participar en la elaboración de los proyectos de modificación de nomenclado
res y honorarios y asesorar al Poder Ejecutivo Nacional, en forma permanen
te, sobre todos los aspectos involucrados en dicho texto legal.
La ley 18.610 de 1970 tendió a ordenar y consolidar el sistema de Obras
Sociales, incluyendo a las de origen sindical y extendiendo la cobertura me
diante la obligatoriedad legal de afiliación y contribución, con el objetivo de
universalizar el acceso a los servicios médicos para el trabajador y su grupo
familiar primario. Obligaba a las instituciones de Obra Social a destinar sus re
cursos en forma prioritaria a las prestaciones médico-asistenciales mínimas,
conforme a la reglamentación que se dictara. Creó el INOS, que actuaría co
mo autoridad de aplicación de la ley, con jurisdicción sobre las instituciones
comprendidas en la misma, funcionando como organismo descentralizado
del Ministerio de Bienestar Social. El INOS tendría como 'fin promover, coor
dinar e integrar las actividades de las Obras Sociales, así como controlarlas
en sus aspectos técnicos, administrativos, financieros y contables.
Para el cumplimiento de sus fines, se le acordaron al INOS varias atribu
ciones: "a) coordinar la acción de las obras sociales con los planes que esta
blezcan los organismos nacionales y aprobar la instalación de sus servicios
propios; b) promover la coordinación e integración de las obras sociales; c)
orientar la distribución de los recursos entre las distintas prestaciones socia
les; d) aprobar el establecimiento de aranceles para el otorgamiento de servi
cios y realizar el contralor contable, médico y de las otras prestaciones de las
obras sociales; e) establecer la distribución de los recursos en los casos a que
se refiere el art. 99 (cuando dos entes tienen servicios de obra social, por ej.,
un instituto de administración mixta y un sindicato para una misma rama la
boral) y disponer de los correspondientes al ‘Fondo de Redistribución’...; f)
proponer la intervención de las obras sociales cuando se acrediten irregulari
dades o graves deficiencias en su funcionamiento."
En lo que hace al manejo de los recursos del Fondo de Redistribución
-manejo confiado al directorio del INOS-, establece que los mismos serían uti
lizados por el INOS "...para incrementar o mejorar la capacidad instalada que
se destinare a las prestaciones de las mismas o para la asistencia financiera
de las obras sociales que por especiales circunstancias la requieran. Los re
cursos se otorgarán en calidad de préstamo, subvención o subsidio."
Finalmente, el art. 26° le confiere al INOS el poder de superintendencia y
policía del sistema: "Las violaciones a las disposiciones legales y reglamenta
rias, o de las que establezca el órgano de aplicación, harán pasible a los res
ponsables de las siguientes sanciones, (...): a) apercibimiento, b) multa (...) c)
intervención. El órgano de aplicación dispondrá las sanciones establecidas
en los incisos a) y b), graduándolas conforme a la gravedad y reiteración de
las infracciones y la prevista en el inciso c), será dispuesta por el Poder Ejecu
tivo Nacional."
La ley 18.912, promulgada poco tiempo después que la 18.610, crea el mar
co legal de contratación de servicios entre las Obras Sociales y los proveedo
43
res privados de atención médica, ya que procura "...armonizar los fines perse
guidos por la ley 18.483 con la opinión sostenida por los sectores directamen
te vinculados con la aplicación de las normas pertinentes...", sometiendo a la
misma "...la concertación de los convenios que tengan por objeto contratar la
prestación personal, sin relación de dependencia, de servicios de atención
médica, odontológica o de análisis biológicos que las obras sociales y mutuali
dades acuerden con las entidades de afiliación voluntaria, representativas de
los respectivos profesionales." Dicha ley obligaba a convenir la prestación de
servicios mediante documentos contractuales, en los que debían establecer
se, entre otras cosas, normas uniformes de trabajo en el orden técnico y en el
administrativo, mecanismos de auditoría compartida y referencias de los valo
res arancelarios, índices y tarifas sanatoriales respecto del nomenclador. Crea
ba también, "en jurisdicción de la autoridad sanitaria nacional, un organismo
permanente constituido con participación paritaria de las entidades prestata
rias por una parte, y, por otra, de las entidades con representatividad de alcan
ce nacional, por cuyo intermedio se convenga la provisión de los servicios que
aquellas utilicen." Este organismo estaría presidido por un funcionario desig
nado por el Poder Ejecutivo, compitiéndole entender en el proceso de aplica
ción de la ley, propender a la coordinación de los sectores representados
en su seno, establecer los criterios básicos con que se estudie lo concerniente
a la actualización de los diferentes nomencladores y determinar conceptos
uniformes para establecer sistemas comunes de auditoría, información, nor
mas técnicas y evaluación de las prestaciones.
Esta norma legal pronto fue modificada ya que, aparentemente, según co
menta el mensaje de la norma legal que la reemplazó, fue observada por las
entidades prestatarias. En diciembre de 1971, el decreto 6.382 estableció que
los Ministerios de Bienestar Social y de Trabajo, en forma conjunta, proyec
tarían un régimen en reemplazo del establecido en la ley 18.912, al que ‘de
berán adecuarse las obras sociales y mutualidades por un lado, y los
prestadores de servicios a que se refiere la misma, por el otro, para fijar las re
tribuciones por acto profesional...". Ambos ministerios quedaban facultados
para designar comisiones especiales integradas por funcionarios estatales y
representantes de los sectores interesados, debiendo elevar sus propuestas
antes de marzo de 1972.
El régimen de contratación de servicios que establecía la ley 18.912 es mo
dificado en junio de 1972 mediante la ley 19.710, debido a que: "La regla
mentación contemplada por esta norma legal (la 18.912) ha sido objeto de
reiteradas observaciones por parte de las entidades comprendidas en el sis
tema de la ley 18.610, como también por otras prestatarias de servicios asis-
tenciales en virtud, esencialmente, del grave problema financiero que provoca
la aplicación de la modalidad de contratación por acto profesional, única re
glada por la ley cuya derogación se proyecta. De la situación financiera crea
da por tal circunstancia derivan, igualmente, graves casos de carencia en la
atención médica al limitar, por el elevado costo resultante, la accesibilidad igua
litaria a los servicios. El hecho de haberse reglamentado solamente una mo
dalidad de contratación de servicios ha generado en la práctica, un estado de
situación de efectiva exclusión de los demás tipos de contratación posibles, al
carecer los sectores interesados de un marco de referencia legal de tipifica
ción que precise los derechos y obligaciones emergentes y, sobre todo, por
la no previsión de mecanismos operativos que permitan a las partes estable
cerlos convencionalmente y en equilibradas condiciones de negociación. Aquí
44
corresponde dejar señalado que, en apoyo de la modificación del texto de la
Ley 18.912 y de la diversificación de modalidades de contratación, se ha ex
presado la Reunión de Autoridades de Salud Pública -Comisión de Revisión
Ley 18.912- realizada el 21 de diciembre de 1971. También se inclina por un
sistema plural de contratación la doctrina y experiencia extranjera."
Así, esta nueva norma legal incluye, además de la modalidad de pago por
prestación del acto médico, las siguientes modalidades: de relación de de
pendencia, por capitación -sujeta a la libertad de elección por parte de los
beneficiarios-, por carteras fijas y por formas mixtas. También crea la Comi
sión Paritaria Nacional, con la función de concertar los convenios tarifarios de
aplicación obligatoria para los servicios de las entidades prestadoras com
prendidas en dicha ley. Finalmente, su art. 39a establece: "Las normas técni
cas relativas a las prestaciones de atención médica y de internación
hospitalaria o sanatorial que establezca la Subsecretaría de Salud Pública, de
berán ser observadas a todos los efectos de la aplicación de la presente ley,"
45
El proyecto de ley de creación del Sistema Nacional Integrado de Salud
-enviado al Congreso Nacional por el Poder Ejecutivo el 14 de diciembre de
1973- trataba de alcanzar diversos y complejos objetivos de política pública:
"El sistema propuesto asume y unifica la planificación, financiación y ejecu
ción de todas las acciones concernientes a salud previéndose un plazo no ma
yor de tres años para implementar el proyecto sin perturbar los servicios y
beneficios que actualmente se prestan’ .
Para la ¡mplementación de este sistema el gobierno Intenta fortalecer nue
vamente el liderazgo del Estado en el sector salud, ampliando su espacio en
todos los niveles -nacional, provincial y municipal-, a través de un marcado au
mento de los mecanismos de poder normativos y de control de gestión en ma
nos del Ministerio de Bienestar Social de la Nación: "... el proyecto destaca la
participación predominante estatal en los niveles superiores que hacen a la
definición política, mientras que en el nivel de las áreas programáticas -donde
se concentran todas las decisiones vinculadas con el funcionamiento de los
servicios- la ejecución de las acciones queda en manos de funcionarios capa
citados, asesorados por un consejo formado por representantes del personal
de la salud y de los trabajadores del área.’
Los planos en los que se busca ampliar la presencia estatal son: a) la ofer
ta de servicios; b) la cobertura financiera: ’ Este proyecto define la función del
Estado como garante de la salud y determina a partir de la postulación del prin
cipio de solidaridad nacional, su responsabilidad como financiador y garante
económico en la dirección de un sistema que será único e Igualitario para to
dos los argentinos'; y c) el proceso de planeamiento del sector -en particular
en lo que atañe a la formación de recursos humanos-, al incorporar a un
representante de las universidades nacionales al Consejo Federal del SNIS.
En las décadas previas al proyecto del SNIS se ensayaron diversos mode
los de organización de la atención médica desde el sector público, que no per
duraron en el tiempo,, y '... demostraron su inoperancia para resolver
globalmente el problema, puesto que no lograron salvar dificultades de finan-_
dación o de real integración del trabajo profesional, ni contaron con el con
senso y el respaldo popular'.
Los resultados de los mencionados intentos de reforma parcial en materia
sanitaria demuestran el bajo rendimento del sistema, a pesar de que ya se re
conocía -al Igual que en nuestros días- la existencia de una suficiente dispo
nibilidad de recursos de todo tipo para lograr mejorar los Indicadores de
morbi-mortalidad: 'A pesar de disponerse en nuestro país de recursos para la
salud en cantidad y calidad suficientes, como lo demuestran los índices
pertinentes, los resultados, medibles a través de las tasas de mortalidad infan
til, morbilidad por tuberculosis, Chagas, etc., señalan estancamiento y un gra
ve deterioro en la situación sanitaria argentina. Todo esto es la resultante de
falta de racionalidad en la organización y empleo de los recursos humanos y
económicos disponibles para la salud."
Por el lado de la oferta de servicios de atención médica, el SNIS intenta in
troducir dos importantes modificaciones: a) trasladar el centro del modelo de
atención médica desde el hospital estatal -hasta ese entonces utilizado como
eje de los programas de atención de salud- hacia el 'área programática' -área
de la cual aquél pasa a ser una subunidad-; y b) transformar el rol pasivo tra
dicionalmente asignado al equipo médico hospitalario -es decir, la espera de
los enfermos en la Institución-, en uno activo, donde dicho equipo sale a pro-
46
mocionar actividades de atención primaria, prevención, participación
comunitaria, etcétera.
Como ya señalamos, el plan de integración de la oferta de servicios co
mienza con la incorporación al sistema de los hospitales y centros de aten
ción estatales de jurisdicción nacional, de la Municipalidad de la Ciudad de
Buenos Aires y del Territorio Nacional de Tierra del Fuego. A estos se
incorporarían luego los de aquellas jurisdicciones provinciales que adhirieran
al SNIS mediante convenios, al igual que los proveedores privados y los de
propiedad de Obras Sociales.
Aunque las Obras Sociales con servicios propios podían integrarlos por
convenio, el art. 36a las obligaba a cumplir con las políticas de prestaciones y
coberturas dictadas por la administración del SNIS: “Las Obras Sociales no
adheridas al sistema deberán en todos los casos, dentro del área programáti
ca, coordinar su planificación y acciones de salud con el Sistema Nacional In
tegrado de Salud, a través de sus organismos competentes". Sin embargo,
el art. 38° otorgaba espacio al Instituto Nacional de Obras Sociales en la ela
boración de la política de salud, sin precisar límites jurisdiccionales entre éste
y el Consejo Federal, ya que se mantenía la facultad otorgada “... al INOS a
participar con los sectores oficiales en la formulación de proyectos de salud,
y a compatibilizar dichas formulaciones con los programas que desarrollan
las Obras Sociales" (Véanse arts. 36a y 38a de la ley 28.748, y art. 29a inc. b)
del decreto 4714/71, reglamentario del decreto-ley 18.610).
El sistema fue diseñado con una marcada concentración de los mecanis
mos normativos y de control de gestión que hacían al proceso decisorio en
manos del Ministerio de Bienestar Social de la Nación. La composición de la
Administración Federal, organismo encargado de la gestión del SNIS, refleja
ba el complejo mecanismo institucional de poder diseñado a los fines de ope
rar el sistema. El mismo estaba integrado por:
a) el Consejo Federal;
b) el Secretario Ejecutivo Nacional;
c) el Cuerpo Consultivo del Secretario Ejecutivo Nacional;
d) los Consejos de las Jurisdicciones Provinciales;
e) los Secretarios Ejecutivos de las Jurisdicciones Provinciales;
f) los Consejos de Areas Programáticas; y
g) los Directores de Areas Programáticas.
47
lud, crear áreas programáticas nacionales, y supervisar y evaluar en forma per
manente los resultados del sistema.
El Secretario Ejecutivo Nacional era el Secretario de Estado de Salud Públi
ca; lo asistía un cuerpo consultivo formado por un representante del sector es
tatal, un representante de la CGT y un representante de la CGE, extraídos de
la nómina de integrantes del Consejo Federal por el Secretario Ejecutivo Na
cional a propuesta de las entidades respectivas. Eran sus funciones: hacer
cumplir las directivas emanadas del Consejo Federal, dictar las normas técni
cas necesarias para la realización de las acciones de salud, administrar los re
cursos del 'fondo financiero nacional* en el área de su competencia, celebrar
contratos de acuerdo con las normas vigentes, fijar prioridades en la imple-
mentación de las áreas programáticas, clasificar los establecimientos según
su complejidad, y crear y dirigir el control de gestión y auditoría general de! sis
tema.
En cada Jurisdicción Provincial adherida al SNIS debían constituirse Con
sejos de Salud similares al federal, cuya composición y duración de manda
tos serían determinados por cada una de ellas, excepto en la Municipalidad
de la Ciudad de Buenos Aires y el Territorio Nacional de Tierra del Fuego, en
los cuales dicha composición y duración serían determinados por el Poder Eje
cutivo Nacional. Así, un importante oferente de servicios como la Municipali
dad de la Ciudad de Buenos Aires quedaba también bajo directo control del
Ministerio de Bienestar Social.
Las atribuciones de los Consejos Provinciales eran: elaborar los programas
de salud correspondientes -adecuados al plan nacional de salud y a sus nor
mas y directivas- en apoyo a los programas regionales, y crear 'áreas pro
gramáticas' en el territorio respectivo. Sin embargo, la gestión de! SNIS en la
Jurisdicción Provincial que adhiriese al mismo podía verse condicionada en
forma parcial o total, ya que los Secretarios Ejecutivos Provinciales -que debían
ser médicos-, estaban sujetos a designación y remoción por parte del Poder
Ejecutivo Nacional, a propuesta de ios respectivos gobernadores. Sus debe
res y atribuciones eran: actuar como secretarios de los respectivos consejos
provinciales, dictar las normas técnicas para la realización de las acciones de
salud en la provincia, ejecutar los actos necesarios para organizar las áreas
programáticas en la provincia, administrar el ‘ fondo financiero sanitario nacio
nal', y celebrar contratos de acuerdo con las normas vigentes y hasta los mon
tos que determinase el Poder Ejecutivo Nacional, etcétera.
Las prestaciones debían organizarse por áreas -art. 18°- dentro de los cien
to ochenta días de la entrada en vigencia de la ley 20.748 con respecto a una
o más áreas, y tenían que extenderse a todas las áreas de las provincias ad
heridas y para todas las prestaciones de salud dentro de los ocho años de la
promulgación de la ley.
La oferta de servicios de salud debía estructurarse sobre la base de las áre
as programáticas, que, por la ley de creación del SNIS, eran "las unidades de
organización sanitaria'. Dichas áreas se calculaban según los requerimientos
sanitarios de una determinada región: ‘Deberán satisfacer las necesidades de
salud de una población geográficamente delimitada por circunstancias de
mográficas y técnico-sanitarias, a través de un proceso unificado de progra
mación y conducción de todos los recursos de salud disponibles para la
atención de la población que la compone".
Las áreas programáticas serían dirigidas y administradas por un Director,
que, a su vez, actuaría asesorado por un consejo (art. 28°), el Consejo de Area
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Programática, compuesto por: a) el Director del área -a cargo de la presiden
cia-; b) un representante por cada municipalidad con asiento en el área; c) los
directores de los establecimientos de mayor complejidad; d) dos repre
sentantes del personal profesional (de los cuales uno por lo menos debía ser
médico) y un tercero del personal no profesional de la salud (perteneciente al
SNIS, Carrera Sanitaria Nacional), todos designados a propuesta de las enti
dades gremiales representativas con personería gremial; e) dos repre
sentantes de las asociaciones de trabajadores que tuvieran Obras Sociales y
relación territorial con el área; f) dos integrantes de las asociaciones civiles
representativas. Los miembros del Consejo del Area Programática serían de
signados por el Secretario Ejecutivo con competencia en el área y durarían
cuatro años en sus funciones.
Algunos de los deberes y atribuciones de los Consejos de Areas eran: ela
borar y elevar ai secretario ejecutivo competente el anteproyecto de
presupuesto y el programa de acción sanitaria en el área, promover la partici
pación de la comunidad en las acciones de salud, proponer los reglamentos
internos de los establecimientos y servicios del área; etc. El director del Area
debía ser médico, designado por el Secretario Ejecutivo Nacional mediante
concurso, según las normas de la Carrera Sanitaria Nacional. Entre sus debe
res y atribuciones se contaban: ejecutar las directivas y programas de acción
sanitaria previstos para el área; dirigir la acción de los establecimientos y los
servicios del sistema del área; celebrar contratos de acuerdo con las normas
legales vigentes y hasta los montos que determinara el Poder Ejecutivo Na
cional; etcétera.
El Estado era el garante financiero de la demanda de atención médica de
toda la población, ya que el sistema debía asegurar una cobertura equitativa
para toda la población.
En lo relativo al financiamlento del sistema (art. 24° de la ley 20.748) entre
los aportes más importantes se enumeran los provenientes del presupuesto
nacional y los de las Jurisdicciones Provinciales, a medida que ingresaran al
sistema. Si bien la masa financiera de las Obras Sociales quedaba fuera del
ámbito del SNIS, el hecho de que el manejo del "modelo prestador' sí queda
ra en sus manos permitía orientar los recursos de aquéllas en la dirección que
los programas del sistema lo Indicasen.
El maneio centralizado hasta aquí descrito originó serios conflictos con las
entidades gremiales médicas. Las solicitadas periodísticas publicadas por las
mismas ¡lustran sus respectivas posiciones. El Consejo Federal de la Federa
ción Médica de la Capital (FEMECA) fijó su posición si bien apoyaba la filo
sofía del sistema, criticaba, entre otros puntos, su articulación y la forma de
cogestion adoptada por el SNIS, a lo cual agrega: "... Reclamamos (...) una
cogestion intersectorial (nacional, provincial y municipal) (...) Representativi-
dad real de las entidades que agrupan a los distintos sectores intervinientes
en la conducción y puesta en marcha del Sistema". El 15-4-74 FEMEBA -el
gremio de proveedores de atención médica de la provincia de Buenos Aires-
anuncia su apoyo a "... las reivindicaciones de los médicos de la Capital Fe
deral y coloca en estado de alerta a los colegas bonaerenses...".
Al respecto, la Confederación Médica de la República Argentina también
publicó una solicitada el 20 de abril de 1974, la cual fue citada y discutida en
las sesiones del Senado Nacional (Véase Diario de Sesiones del Senado,
24/25-4-74, pág. 4040). Decía: "... El SNIS concede a las estructuras de nivel
central -Consejo Federal y Secretaría Ejecutiva Nacional- prerrogativas que
49
enervan legal, constitucional y técnicamente los derechos de los sectoresque
adhieran (...) La transferencia de bienes y personal a que obliga la adhesión
constituye una absorción jurídica y constitucional inadmisible que provocará
la mengua del patrimonio provincial y municipal, y un cambio coercitivo del
régimen laboral, escalafonario y provisional de los trabajadores de la salud,
modificando, además, su encuadramiento sindical". Dicha solicitada termina
advirtiendo: "...que la redacción actual de ambos proyectos -ley de creación
del SNIS y de la carrera sanitaria nacional- lleva en su seno potenciales
conflictos institucionales y sindicales...", solicitando finalmente "...la revisión
de los tópicos cuestionados".
La declaración del Consejo Federal Extraordinario de la Confederación
Médica de la República Argentina del 3 de agosto d e l 974 vuelve a criticar el
proyecto: "... el denominado SNIS ha desvirtuado en su articulado los princi
pios de solidaridad nacional, que, integrando todos los recursos disponibles
en una política de salud realista y eficiente, aseguraran una sola medicina pa
ra todos los habitantes del país (...) los médicos, legítimos protagonistas de
cualquier sistema sanitario, ven burlada en el SNIS la representación de sus
organismos auténticamente mayoritarios, destruyéndose así, en su esencia,
toda real cogestion...” (Véase Diario de Sesiones de Diputados, 6/7-8-74, pág.
1474).
Las propuestas de modificación del diseño original del proyecto del SNIS
apuntaban, por una parte, a darle mayor grado de autonomía y, por otra, a lo
grar la inclusión de representantes de las federaciones médicas en las áreas
programáticas. La COMRA llevó al Poder Legislativo las siguientes propues
tas entre otras:
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’ ...La oposición cerrada del sindicalismo organizado determinó que en
el proyecto definitivo la incorporación de las Obras Sociales quedara li
brada a la voluntad de los interesados, hecho que en la práctica no se
concretó.’
51
sanatoriales se hará a partir del 1s de noviembre de 1976, utilizando exclusiva
mente las cantidades de unidades sanatoriales correspondientes a la categoría
‘con requisitos mínimos' del Nomenclador Nacional en uso. El INOS normatl-
zará las prestaciones codificadas en el Nomenclador Nacional en uso
comprendidas entre los Códigos 01 y 82, que podrán ser realizadas en el con
sultorio del profesional."
El art. 6a, por su parte, decía: "El INOS, en uso de las atribuciones conferi
das por las Leyes 18.610 y 21.371, procederá a fijar normas para la categoriza-
ción de los establecimientos que se inscriban en el Registro Nacional de
Prestadores de Atención Médica e Internación. Sobre la base de dichas nor
mas, el citado Instituto establecerá las prácticas que pueden realizarse y fac
turarse en cada categoría de establecimiento." Finalmente disponía que los
servicios de atención médica a los que el citado decreto hacía referencia, eran
considerados "servicio público de asistencia social", y que su suspensión o ne
gación haría a los prestadores pasibles de sanciones, en razón del carácter
acordado a los mismos.
La ley 22.269, dictada en 1980 tras diversas negociaciones -no exentas de
contramarchas y de diferencias de opinión interjurisdiccionales entre los
Ministerios de Economía y Trabajo-, es la vigente en la actualidad, ya que mo
dificó en muchos de sus aspectos a la ley 18.610; ambas normas regulatorias
son la base jurídico-legal sobre la que se asienta hoy el funcionamiento del sis
tema de Obras Sociales. Entre sus considerandos dicha ley mencionaba: "La
falta de funcionamiento pleno del Instituto Nacional de Obras Sociales y la con
siguiente carencia de controles eficaces, provocaron numerosas situaciones
irregulares, traducidas en ausencia total o parcial de prestaciones, falta de ade
cuada cobertura de importantes sectores beneficiarlos, y derivación de fondos
de obras sociales hacia el financlamiento de actividades extrañas a sus fines."
Esta situación de logro parcial de muchos de los objetivos que la ley 18.610
estableciera para el INOS -superintendente y fiscalizador del sistema- muestra
que a este organismo se le impusieron, a lo largo de su gestión, otros objeti
vos políticos además del de la regulación de la atención médica; esto le restó
efectividad al obligar a su conducción a derivar sus esfuerzos de gestión ha
cia objetivos de política pública no siempre propios del sector de atención
médica.
Con respecto a la prestación de servicios, el art. 9a dispone: "Los entes de
obra social deberán garantizar a todos sus beneficiarios el otorgamiento de
prestaciones médico-aslstenciales básicas. La autoridad de aplicación definirá
las prestaciones médico-asistenciales básicas que serán otorgadas obligato
riamente conforme a las prioridades que fije la Secretaría de Estado de Salud
Pública de la Nación."
En lo que hace a la administración del sistema, el art. 23a dispone: “El INOS
tendrá capacidad de derecho y facultades suficientes para promover el desa
rrollo de las prestaciones médico-asistenciales y otras contempladas en la pre
sente ley, conducir y controlar el sistema estructurado en la mismay coordinar,
integrar y supervisar las actividades de los entes de Obra Social, con compe
tencia específica para aplicar sanciones, conforme a la reglamentación que en
lo pertinente aprobara el Poder Ejecutivo Nacional." En el capítulo de adminis
tración del sistema se prevé también, mediante el artículo 28a, que "En cada
ente de obra social funcionará una sindicatura que tendrá por cometido la fis
calización y control de los actos de los órganos y funcionarios del mismo (...)
Los síndicos serán designados por el INOS...".
52
El art. 31 ° le da al sistema de las Obras Sociales el carácter de entes ase
guradores financieros y no prestadores: 'Los entes de obra social actuarán
como financiadores de servidos, sin desarrollar capacidad instalada propia,
y procurando reducir la existente. El INOS, previa intervención de la autori
dad sanitaria competente, autorizará la instalación de servicios médico-asis-
tenciales propios de los entes de obra social, cuando fuere estrictamente
indispensable.'
Dado el carácter de instituciones aseguradoras y financiadoras previamen
te discutido, el art. 33a establecía las modalidades de contratación de la pro
visión de servicios: 'Las prestaciones médico-asistenciales que otorguen los
entes de obra social se contratarán con sujeción a las siguientes modalidades
y mediante la adopción de una o varias de ellas: a) por profesionales en rela
ción de dependencia con remuneración fija; b) por capitación; c) por presta
ción; d) por formas mixtas. Estas modalidades de contratación se regulan de
acuerdo con las normas de aplicación que para cada una de ellas establezca
el INOS ...'.
El control de la acreditación de los proveedores de servicios de dichos con
tratos está legislado en el art. 34a, que, además de establecer la obligatorie
dad de la inscripción en el INOS, somete a los prestadores inscritos a la
normativa dictada por la autoridad pública de la jurisdicción donde los mis
mos actúan: 'El INOS llevará un Registro de Prestadores, en el que deberán
inscribirse los prestadores de servicios médico-asistenciales que deseen con
tratar con los entes de obra social (...) La inscripción en el Registro constituirá
requisito indispensable, bajo pena de nulidad, para que los entes de obra so
cial puedan celebrar contratos de atención médico-aslstencial con los presta
dores. La autoridad de aplicación establecerá los requisitos que deberán
cumplimentar las personas o entidades que deseen inscribirse como presta
dores, siendo las normas para la habilitación y calificación de los prestadores
de salud, facultad exclusiva de la autoridad sanitaria c o m p e te n te E l art. 39a
hace lo propio con respecto a la provisión de insumos farmacéuticos: "El
INOS, en coordinación con la Secretaría de Estado de Salud Pública de la Na
ción podrá establecer listados de medicamentos a utilizar por los entes de
obra social, sujetos a la aprobación del Ministerio de Bienestar Social."
Además de disponer que los prestadores deben cumplir con las normas
de acreditación, la ley 22.269 también los obliga, en su art. 35a a cumplir con
los valores del nomenclador: "La inscripción en el Registro de Prestaciones
implicará, para los prestadores, la obligación de respetar el nomenclador y va
lores arancelarios que rijan para las contrataciones con los entes de obra so
cial (...) Los prestadores no podrán exigir el pago de suma alguna a los
beneficiarios por los servicios que presten, salvo autorización expresa de los
entes de obra social."
La coordinación entre la política de prestación de servicios de la seguridad
social módica y la dictada por la autoridad pública nacional también está pre
vista, ya que en sus arts. 49a y 50a dice: "El INOS y los entes de obra social
deberán adecuar su accionar, en lo pertinente a las políticas nacionales de sa
lud fijadas por el Ministerio de Bienestar Social a través de la Secretaría de Es
tado de Salud Pública de la Nación. El citado Instituto será el encargado de
coordinar el cumplimiento de esas políticas entre todos los entes de obra so
cial". "El INOS coordinará con la autoridad sanitaria competente el ejercicio
de sus facultades y atribuciones concernientes a la eficiencia, extensión y ca
lidad de las prestaciones médico-asistenciales que otorguen los entes de obra
53
social a través de servicios propios o contratados, procurando el intercambio
de información y la realización de auditorías conjuntas.’
Tras la asunción del nuevo gobierno en 1983 se dictó un decreto por el cual
se retorna al sistema de paritarias anteriormente vigente: "Desde diciembre de
1983, y de acuerdo con el Decreto 353/83 del PEN, funciona la Comisión Per
manente de Concertación conformada por las Subcomisiones Sectoriales
Médica, Bioquímica, Odontológica, Sanatorial y Farmacéutica. Las mismas
están integradas por representantes de las obras sociales y de los prestado
res siendo coordinadas por el INOS." (INOS, octubre de 1986).
54
aranceles, tarifas u honorarios de las prestaciones médicas y paramédicas
convenidos entre las obras sociales" y las organizaciones prestatarias de di
chos servicios, "a los valores que regían al 31 de diciembre de 1967 con un
incremento de hasta el quince por ciento", fijando dicho lapso como plazo pa
ra establecer un nomenclador uniforme. Aparentemente, el objetivo propues
to no pudo cumplirse en el plazo predeterminado, estableciéndose por la ley
18.045 de diciembre de 1968 que regirían "los honorarios médicos y paramédi
cos vigentes en la Provincia de Buenos Aires al 31 de diciembre de 1967 con
un incremento de hasta el veinte por ciento para los convenios entre obras so
ciales (...) y las organizaciones profesionales representativas, para la con
tratación de servicios personales, retribuidos por acto médico o paramédi
co." Además se facultaba al Poder Ejecutivo Nacional a acordar aumentos de
hasta un 25 por ciento según diferencias zonales por condiciones desfavora
bles.
Poco más tarde, la ley 18.483, promulgada en diciembre de 1969, pone en
vigencia "en todo el territorio del país los nomencladores de prestaciones
médicas, odontológicas y de análisis biológicos." "Tales nomencladores serán
de aplicación con sus respectivos valores en los convenios que se celebren
entre las Obras y Servicios Sociales del Estado (Administración Central,
Organismos Descentralizados, Empresas del Estado) (...) servicios sociales
sindicales y mutualidades -sean ellas de carácter nacional, provincial o muni
cipal- y las organizaciones profesionales representativas de afiliación volun
taria para la contratación de servicios personales retribuidos por acto médico,
odontológico o de análisis bioquímico." El Poder Ejecutivo fue facultado por
la ley 18.483, por una parte, a revisar y modificar los nomencladores de pres
taciones y, por otra, a actualizar anualmente los valores de los honorarios
médicos, odontológicos y de análisis biológicos y paramédicos, en función
de las variaciones producidas en el nivel del costo de vida, el nivel de salarios,
el nivel de las cotizaciones y la estructura del costo de las prestaciones.
En 1970 se modifica el Nomenclador Nacional, introduciendo nuevas
prácticas como la medicina nuclear y la terapia intensiva; estas prácticas im
plican no sólo una innovación tecnológica importante en la organización so
cial de la atención médica, sino también significativos montos de inversión
que van a dar comienzo a una nueva era de mayores costos en la provisión
de servicios y de creciente presencia del empresario médico (Reale et al.,
1978, pág. 31).
En diciembre de 1970 se sanciona la ley 18.912, que modifica parcialmen
te a la 18.483, sometiendo al mismo régimen de concertación establecido por
aquélla a los convenios de servicios de atención módica, odontológica o de
análisis biológicos acordados entre las Obras Sociales y entidades profesio
nales. A tal efecto, el Poder Ejecutivo debía crear "en jurisdicción de la
autoridad sanitaria nacional, un organismo permanente constituido con
participación paritaria de las entidades prestatarias por una parte y, por la otra,
de las entidades prestadoras." Además, "la comisión de la ley 18.912 en 1970
pone en vigencia el Nomenclador Nacional en todo el país, tomando como
fuente los vigentes a la fecha y unificándolos con el denominado ‘Libro Rosa’
de aranceles para clínicas y sanatorios, generando algunas modificaciones y
valores en nuevas prácticas." (Reale et al., 1978). Dicho Nomenclador tuvo
vigencia hasta 1977, año en que se producen importantes modificaciones en
la estructura de precios relativos vigentes en el mercado médico local. Exa
minamos este tema a continuación.
55
6. El escenario contemporáneo: papel de las modificaciones en el
nomenclador como incentivo para la incorporación de nuevas
tecnologías de diagnóstico y tratamiento
56
de los servicios -tales como pago por prestación o arancel, capitación, con
tratación asalariada y cartera fija- ia que prevalece es la primera y toma como
precios de referencia los establecidos en dicho Nomenclador (World Bank,
1987, pág. 50).
Al establecer un estándar de precios relativos a nivel nacional, el Nomen
clador indujo formas de especialización, patrones de adquisición de equipos
de diagnóstico y tratamiento, cronogramas de recuperación de las inversio
nes de capital , etc., constituyéndose así en determinante central de la con
ducta económica de los agentes prestadores. Además, desde el punto de
vista del proveedor del servicio, el Nomenclador brinda una cobertura incom
pleta de los costos reales de provisión del mismo (situación que se ha agudi
zado en los últimos años); por ello, los médicos se ven impelidos a cobrar un
pago adicional a fin de financiar la diferencia entre el arancel nominal y el 'aran
cel deseado", con lo que resulta cada ve2 más frecuente observar el pago de
bonos complementarios por parte de los usuarios.
Al respecto, el reciente informe del Banco Mundial comenta: 'Sin embar
go, en los últimos años, la diferencia entre los aranceles fijados y los realmen
te cobrados por el sector privado han estimulado la demanda por seguros
privados para cubrir el ‘plus’. Es ampliamente conocido que pacientes priva
dos hacen sustanciales pagos no autorizados a sus médicos. Este ‘plus’ ase
gura tratamiento preferencia!, pero no entra en los récords oficiales. Expertos
aseguran que estos pagos han estado aumentando, particularmente por ser
vicios quirúrgicos, y que ascienden a diez por ciento o más del pago total a
los proveedores privados' (World Bank, 1987, pág. 50).
Tanto el importante incremento de demanda por ampliación de la cober
tura-y, por consiguiente, el incremento del gasto- como los incentivos provis
tos por el Nomenclador Nacional, indujeron la aparición de profundos
cambios en el funcionamiento de los mercados médicos locales a lo largo de
los últimos años. Por un lado, aumentó la participación de las tasas de uso
de las prácticas especializadas, asociadas al uso de equipos sofisticados y de
técnicas de diagnóstico y tratamiento que requieren mayor tiempo de especia
lización del profesional; por otro lado, el número de profesionales que toman
parte en la "interconsulta" creció con respecto al modelo organizativo de la
atención ambulatoria convencional. Ambos factores constituyen modificacio
nes de gran importancia en la organización social de la medicina en nuestro
medio con no menos importantes impactos en los niveles y la composición
del gasto de las Obras Sociales.
Así, el progresivo aumento del número de profesionales que intervienen en
la resolución de un diagnóstico y tratamiento derivó en la complejización del
acto médico y en el crecimiento de su costo global. ‘ Por otra parte, el incre
mento de la tecnología médica ha conducido a una intensificación de su utili
zación complejizando la atención. Según datos disponibles de algunas
obras sociales, el incremento de prácticas especializadas por beneficiario/año
en el período 1970-77 triplicó el incremento de la tasa de consulta por benefi
ciario/año, es decir que no sólo las obras sociales incrementaron su partici
pación en la cobertura de la demanda de servicios, sino que éstos
incrementaron su complejidad." (INOS, 1986).
Un trabajo reciente de Molinero et al. (1987) que analiza el gasto y ¡as
prestaciones de un conjunto de Obras Sociales, muestra que, si bien prácti
cas tales como ecografías, tomografías, cobaltoterapia, centelleografia, y
otras, participan con sólo el 11% del total del número de prestaciones ambu-
57
latorias, su peso dentro del gasto ambulatorio es del 29,8%. (Molinero et al.,
1987). Al respecto -según mencionáramos previamente-, la situación argenti
na no es un fenómeno aislado en el contexto internacional. La actitud hacia
la incorporación de este tipo de equipamiento está influida, por un lado, por
los diversos mecanismos de reembolso del gasto y, por otro, por el fuerte ele
mento de prestigio, así como por la imperfecta información que rodea al nue
vo conjunto de prácticas especializadas.
En fecha reciente, comienza a percibirse cierto cambio de actitud en esta
materia. Este cambio se asocia al hecho de que el balance de costos y bene
ficios en el uso de estas nuevas tecnologías dista francamente de ser alenta
dor. Esta situación está llevando a un creciente control en su utilización por
parte de gobiernos de países como Canadá o el Reino Unido (Banta y Rus
sell, 1982).
Sin embargo, es importante observar que el sistema prestador doméstico
-a pesar de estar fuertemente influido por esta nueva tecnología de diagnósti
co y tratamiento- emplea en una elevada proporción los recursos humanos
calificados. Esto responde al hecho de que la consulta ambulatoria posee en
nuestro país un fuerte peso relativo vis a vis la internación, particularmente
cuando comparamos nuestro modelo prestacional con el de otros países, co
mo, por ejemplo, Estados Unidos. Al respecto, un trabajo reciente del INOS
comenta: "En el análisis de la utilización de servicios, medido en función del
gasto médico-asistencial de las Obras Sociales, surge que la atención ambu
latoria representa un gasto mayor que la internación, hecho éste que refleja
una realidad del modelo prestador vigente..." (INOS, 1986).
De todas formas, esa mayor incidencia relativa de la consulta ambulatoria,
aunque contrarresta en parte el efecto "capital intensivo” de la creciente
complejización del acto médico y la incidencia que ello tiene sobre su costo,
es insuficiente; lo cierto es que el acto médico ha ido reclamando una crecien
te participación del gasto de bolsillo del usuario final frente a la imposibilidad
del sistema de Obras Sociales de cubrir, a partir de recursos propios, el creci
miento absoluto que aquél ha experimentado.
Un reciente estudio de Consultores en Ciencias de la Salud (CONCISA) ilus
tra sobre los efectos que produce contemporáneamente el aumento del gas
to de bolsillo sobre el gasto total en salud influido, al igual que en el resto del
mundo, por el aumento estructural de los costos de atención médica y el en
vejecimiento de la población, y sobre la cobertura efectiva brindada por la se
guridad social:
"Adviértase que en el año elegido para el estudio los aranceles de las pres
taciones financiadas por la Seguridad Social todavía eran mayoritariamen-
te respetados por los prestadores. Poco tiempo después, profundizándo
se hacia el presente, se registró un generalizado desborde del sistema,
expresado en un incremento de precios por encima y fuera de los valores
58
arancelarios oficiales que recayó sobre el bolsillo del público a través del
cobro de sobreprecios, aranceles diferenciales, etc. En consecuencia, es
dable suponer que el peso del gasto directo de las personas puede ser
aún mayor en el presente."
59
fra da un promedio de gasto por beneficiario por año cercano a los 85 dóla
res estadounidenses (INOS, 1986). La estimación de CONCISA para 1985 sitúa
el gasto de la seguridad social en el 3,2% del PBI, siendo el gasto p e r capita
de 95 dólares, aproximadamente: "El gasto total del sector representa con el
39,2% una participación mayor en el total del gasto en salud que las registra
das en los años 70 y 80, del 26,2% y 35,8% respectivamente. Con ello el sec
tor continúa -en términos relativos- con una tendencia expansiva como agente
financiador.* (CONCISA, 1987, págs. 59 y 60).
Estas cifras de gasto promedio del sector distan mucho de mostrar su he
terogeneidad financiera -por la diversidad en los recursos disponibles y en la
capacidad de gasto por beneficiario de las distintas Obras Sociales- y su he
terogeneidad en cuando a grados de cobertura y de calidad ofrecidos por ca
da una de las instituciones. Así, por una parte, existe un pequeño número de
instituciones -los institutos de administración mixta- que concentra aproxima
damente el 40% de los beneficiarlos y más del 50% del gasto del sistema; y,
por otra, el gasto por beneficiario del conjunto de las Obras Sociales Sindica
les representa apenas entre el 30 y el 50% del gasto promedio de las institu
ciones'más beneficiadas (CONCISA, 1987, págs. 60 y 82). Este tema, y la
¡nequidad distributiva que el mismo Involucra, merecen un comentario más
detallado.
Por una parte un grupo compuesto por Obras Sociales como ISSB (Ban-
carios), ISSPSRCAYP (Seguros), INSSJP (PAMI), e IOSME (Hacienda), exhi
ben indicadores de gasto per capita de 120,8, 116,2, 105,9 y 104,1 dólares,
respectivamente; por otra parte, se observa la situación de un subconjunto de
Obras Sociales que incluye a ISSARA (rurales), OSECAC (Comercio), ISS (Vi
drio), IOSPMS (Salud y Trabajo) e ISSPICA (Carne), cuyos indicadores res
pectivos de gasto son 26,1, 30,7, 41,4, 52,5 y 54,9 dólares por beneficiario.
Además, corresponde señalar la elevada participación del INSSJP (PAMI) en
el gasto del primer grupo. En realidad, dicha entidad tiene un peso crucial den
tro del sistema en su conjunto, ya que representa más del 50 % del total gas
tado por los institutos de administración mixta y prácticamente una cuarta parte
del total de gastos del conjunto de Obras Sociales.
La importancia dentro del conjunto del caso PAMI -cuya población benefi
ciaria difiere de la de las restantes Obras Sociales- nos ha indicado la conve
niencia de efectuar un análisis pormenorizado de su funcionamiento, que
presentamos algo más adelante en este capítulo.
Continuando con nuestro examen de las fuertes desigualdades del siste
ma, observamos que esa situación también existe al comparar Obras Socia
les sindicales y provinciales. Con respecto al conjunto de las sindicales, el
promedio de gasto por beneficiario/ año estimado por CONCISA es de 50
dólares para 1985, pero con una importante dispersión: Luz y Fuerza 75,7 dóla
res, SMATA 116,5 dólares, Gastronómicos 62,1 dólares, UTA 61,4 dólares,
Textiles 61,2 dólares, mientras que FOTIA sólo gasta 8,3 dólares por benefi-
ciario/año, UTEDYC 33,1 dólares, Alimentación 34,3 dólares, Madereros 37,9
dólares y Vitivinícolas 40,8 dólares. Una situación similar existe en las Obras
Sociales provinciales: si bien el promedio es de 102,7 dólares, se observa un
amplio rango de valores que van desde los 20,9 dólares del IPROS rionegrino
y los 24,6 dólares del IPSST tucumano, a los 145,9 dólares del IOMA bonae
rense y los 184 dólares del ISSN neuquino (Véase CONCISA, 1987, págs. 26,
65 y 72).
60
Como vemos, al igual que hace varias décadas, también en nuestros días
la variación en gastos por beneficiario sigue siendo significativa.
61
política. En el pasado, sin embargo, el Fondo ha fracasado en alcanzar estos
objetivos. Las Obras Sociales demoran estos pagos con lo que la inflación ero
siona su valor real -un decreto presidencial ordenando al sistema bancario de
ducir los fondos de los depósitos de Obras Sociales para pagar al INOS podría
resolver esta fuente de evasión- y el poco dinero reunido por el Fondo es sólo
usado para balancear los déficits de fin de año de las entidades." (World Bank,
1987, pág. 51).
62
te que absorbe -total o parcialmente- prestaciones que deberían ser cubier
tas por la seguridad social, el precario equilibrio financiero-prestacional alcan
zado en la actualidad por la seguridad social sería difícil de sostener y la
cobertura real que ella brinda experimentaría un considerable deterioro.
63
yor de personas lleguen a una edad en que se hacen más vulnerables a las
enfermedades crónicas.*
"El aumento en la esperanza de vida no va asociado a una reducción sig
nificativa de la morbilidad, sino a un aumento en las enfermedades crónicas
que requieren atención médica." (Golbert, 1987, pág. 5). En la República Ar
gentina, al iguai que en otras sociedades, aumentó sustancialmente la espe
ranza de vida al nacer: pasó de 40 años en 1895-1914 a 68,7 años en
1975-1980. Este aumento derivó en importantes cambios de la pirámide
poblacional, ya que el grupo de más edad -65 anos y más- pasó del 5,7 % del
total de la población en el censo de 1960 al 8,17 % en el de 1980, y las proyec
ciones futuras sitúan a este indicador en 8,9 % y 9,7 % para 1990 y 2010,
respectivamente (M.S.A.S. y O.P.S., 1985, págs. 28, 29, 30 y 31).
Entre la población beneficiaria del PAMI, constituida principalmente por los
jubilados y pensionados del Régimen Nacional de Previsión y por sus grupos
familiares primarios, encontramos que estos representan el 43 % del total de
afiliados; dicha población muestra una significativa heterogeneidad tanto en
lo etáreo como en lo sexual, porque la cobertura de familiares directos deter
mina que el 26% del total de beneficiarios tenga menos de 60 años; a esto se
suma una neta preponderancia de mujeres el 63% de los beneficiarios del PA
MI.
Dichas heterogeneidades -etárea y sexual- no sólo determinan una signifi
cativa diversificación de la demanda de servicios médicos y asistenclales del
programa, sino que también repercuten notablemente sobre los niveles de
costos del mismo: se detecta una mayor utilización de atención médica entre
la población femenina y de tramos etáreos más viejos (Golbert, 1987 y Moli
nero et al., 1987, pág. 4).
A esto se agrega otro aspecto que juega un papel relevante en el tipo de
atención médica requerida y en él gasto que de ella deriva: nos referimos, por
un lado, al tipo de patología de este grupo de usuarios y a su frecuencia y, por
otro lado, al tiempo de recuperación del paciente ’ típico". Dado que prevale
cen los enfermos crónicos, los días de convalescência son más que los del
resto de los enfermos de la seguridad social. Ambos hechos -tipo de patología
y frecuencia- resultan, sin duda, en un mayor gasto por beneficiario/año.
Todo lo anterior explica la importante participación del gasto de PAMI en
el sistema de Obras Sociales. Gomo ya se dijo, según los datos de 1985, al
canza casi a una cuarta parte del total del gasto del sistema y llega a 173 dóla
res por beneficiario (CONCISA, 1987, págs. 66 y 17).
Este fenómeno se observa también en otras sociedades de estructuras
etéreas envejecidas: "La frecuencia de la enfermedad, su 'severidad', así co
mo la complejidad del tratamiento requerido están estrechamente relaciona
dos con el aumento de la edad. Los gastos médicos de las personas de más
de 65 años de edad representan más del doble del gasto de los más jóvenes,
y esta proporción va aumentando con la edad. En Japón los gastos médicos
per capita son tres veces mayores en el grupo de 65-69 años que en el de 15-
64, aumentándose a más de 5 para el grupo de 70 y más. En Gran Bretaña,
los individuos de más de 73 años gastan más del doble de los que están en
tré 65 y 74 años y 8 veces más que los del tramo 15-64."3
3 International Monetary Fund, “Aging and Social Expenditures in the Major Industrial
Countries, 1980 - 2025", Washington D.C., 1986, citado por Golbert (1987).
64
El gasto en atención médica y medicamentos representa más del 80% de
los egresos del Instituto. Entre 1978 y 1981 ambos rubros aumentaron un 44%
en forma conjunta, aunque su evolución fue totalmente diferente, según la in
formación disponible a partir de 1980: entre este año y 1985 el gasto en pres
ta cion es m éd ico -a siste n cia le s aum entó el 9,5%, m ientras que el
correspondiente a medicamentos lo hizo en 133,7%. Además, entre 1981 y
1985 el aumento en el número de prestaciones de alta complejidad, que se
pagan por acto realizado y son de alto costo unitario, fue del 340% en tomo-
grafía axial computada (pasaron de 4.487 prácticas facturadas a 15.045), 800%
en ecografía, excluido ecocardiogramas (de 2.334_prácticas a 11.640), y 400%
en Cámara Gamma (de 1.870 prácticas a 8.255).4
La estructura de los servicios del PAMI está organizada en tres niveles:
a) El nivel primario tiene como eje central al médico clínico general, deno
minado “de cabecera”, que el paciente elige entre una lista de profesio
nales contratados directamente por el INSSJP en la zona de la Capital
Federal y conurbano. En pueblos y ciudades del interior, dicha elección
se realiza entre los médicos que trabajan para las Asociaciones de Obras
Sociales (ADOS) contratistas del PAMI o mediante la "libre elección”
entre los afiliados al Circulo Médico de la jurisdicción del beneficiario.
Este nivel incluye consulta módica en consultorio, visitas domiciliarias,
urgencias, apoyo diagnóstico de laboratorio y radiología, disponibilidad
de servicios de enfermería domiciliaria y otras actividades de asistencia
de la vida cotidiana.
c) El tercer nivel tiene como final ¡dad la prestación de atención módica a los
beneficiarios que padecen de afecciones prolongadas, prestaciones
que incluyen prácticas diagnósticas en cardiología, en medicina nuclear,
en neurología, en neuroclrugía, en nefrología, en oftalmología, en he-
moterapla, en genética humana, trasplantes de riñón y tomografía com
putada, como también prácticas terapéuticas en cardiología y medicina
(M.S.A.S. y O.P.S., 1985, pág. 118).
65
médicas, atención de enfermería y ayuda doméstica. (Molinero et al., pág.
130).
En general, el PAMI tiene muy poca capacidad instalada propia, por lo cual
compra la gran mayoría de los servicios e insumos de salud que sus benefi
ciarios requieren. Para los niveles primero y segundo, el INSSJP contrata la
prestación de servicios de dos formas: 1) Directamente con efectores priva
dos, sean estos profesionales o instituciones de diagnóstico y /o tratamiento,
o sanatoriales, retribuyendo los servicios por ‘ capitación*. El paciente puede
seleccionar el profesional o la institución entre aquellos contratados por el Ins
tituto; ésta es la situación predominante en el área de la ciudad de Buenos Ai
res y el Conurbano. 2) En ciudades y pueblos del interior, el PAMI contrata
generalmente con los Círculos Profesionales y de Efectores Institucionales o
con las Federaciones que los agrupan, mediante "capitación". Los profesiona
les o efectores afiliados prestan sus servicios mediante el sistema de pago por
prestación realizada. En algunas áreas del interior del país el PAMI contrata
con la ADOS local -Asociación de Obras Sociales- que, por lo general, tiene
capacidad instalada propia y profesionales contratados en forma asalariada.
Para el tercer nivel, el INSSJP contrata con prestadores Individuales o ins
titucionales privados, pagando por prestación efectuada.
La financiación del PAMI está íntimamente ligada a la evolución de los In
gresos del Sistema Nacional de Previsión. Ahora bien, tanto la población
beneficiaria del sistema como el número de beneficios otorgados crecieron a
una tasa superior a la del total del país y a la de la población económicamen
te activa, principal fuente de su flnanclamlento a través de la recaudación ba
sada en los salarlos. En el período que va de 1975 a 1983, el número de
jubilados aumentó un 55%, de 1,7 a 2,7 millones, con lo que, hacia 1981, el to
tal de gastos por jubilaciones, pensiones y financiación parcial del programa
PAMI alcanzó el 7% del PBI (Golbert, 1987). Esto derivó, a partir de 1978, en
una situación de déficit permanente -cerca del 0,5% del PBI. Es en ese período
también que el PAMI recibió un fuerte impulso, por el aumento de la cobertu
ra numérica de beneficiarios, principalmente en el interior del país, y por la me
jora y el aumento de los servicios brindados. La aparición y el desarrollo de
PAMI en el escenarlo previsional argentino se produce poco tiempo después
de que se registraran importantes ampliaciones de la cobertura del Sistema
Nacional de Previsión, sistema que es una de las principales fuentes financie
ras del INSSJP. Es decir, la incorporación durante los años 1960 y 1970 de
sectores antes no beneficiados a las cajas jubilatorias, tuvo un significativo im
pacto financiero sobre el sistema jubilatorio y, en consecuencia, sobre el PA
MI. El número de beneficiarios del Sistema Nacional de Previsión se triplicó
entre 1961 y 1980, cifra que corresponde aproximadamente en un 56% a las
incorporaciones de autónomos, rurales y domésticos. Entre dichas incorpo
raciones predominó la mujer, con menores años de aportes y más temprana
edad de retiro; a esto se sumó el otorgamiento de numerosas pensiones a la
viudez. Tales situaciones provocaron posteriores desbalances financieros de
las cajas jubilatorias mencionadas, impactando así, indirectamente, sobre el
flujo financiero que el Sistema Nacional de Previsión debía aportar al INSSJP
para el PAMI -el total de mujeres beneficiarías creció un 207% entre 1966 y
1982 (Feldman et al., 1986, págs. 78 y 80).
Los recursos que contemporáneamente financian al PAMI, estimados en
0,78% del PBI para 1985 (World Bank, 1987, pág. 49), se componen de la si
guiente forma: 19% son contribuciones del Tesoro Nacional, 21 % provienen
66
de un impuesto del 1% sobre la nómina salarial, 40% de fuentes especiales
como impuestos sobre alcohol, comisiones bancarias y otras, y el resto, 19%,
es aportado por los mismos miembros del INSSJP; en 1985 este último apor
te representó el 15% del total de erogaciones del Sistema Nacional de Previ
sión -jubilaciones, pensiones a la viudez y programa PAMI. Esas erogaciones,
por otra parte, mostraron una tendencia creciente a partir de 1975-77 (Feld
man et al., 1986). Vemos, pues, que los recursos que financian al PAMI se
basan en la nómina salarial -tanto los que provienen del impuesto a la misma
como los que derivan de la recaudación provisional-, nómina que provee
aproximadamente el 40% de su financiamiento total. Dichos recursos están
directamente ligados a la situación financiera de las cajas jubilatorias.
67
"La fragmentación del financiamiento del cuidado de la salud condujo a
una costosa proliferación de establecimientos de salud. La multiplicidad
de Obras Sociales ofreció oportunidades para los proveedores privados
quienes establecieron nuevas facilidades, centros de diagnósticos y hos
pitales. En principio, esta proliferación de establecimientos podría haber
resultado en un mejor acceso y adaptación a las necesidades de grupos
específicos. En la práctica, sin embargo, resultó en excesiva fragmenta
ción con economías de escala ‘negativas’. Más importante, se crearon
duplicaciones de establecimientos, superposición de servicios en áreas
‘rentables’ como las de rayos X y laboratorios de diagnóstico, centellogra-
fía, ecografía, tomografía computada, tratamientos sofisticados como he-
modiálisis, en tanto que han subsistido brechas no cubiertas en aquellas
‘menos rentables’ tales como el cuidado de los ancianos, atención mater-
no-infantil, rehabilitación y atención primaria."
68
La eficiencia redistributiva de todo el sistema en cierta forma también tien
de a desdibujarse:
5 Bunge, Augusto, "Cuadro General de las Mutualidades en Buenos Aires", 1910, citado
en el proyecto Ley de Sociedades de Socorros Mutuos presentado por Angel Giménez
a la Cámara de Diputados de la Nación el 30 de setiembre de 1914 (Giménez, 1914).
69
La población migrante traía incorporadas las características culturales de
sus sociedades originales, lo que influyó sobre el pensamiento de los funda
dores de las asociaciones de socorros mutuos de nuestro medio. El estadio
de desarrollo alcanzado por las mutualidades en diversos países europeos
era muy importante. En Francia existían alrededor de siete millones de mu-
tualistas. Inglaterra e Italia ya tenían legislación regulatoria en este campo y
Dinamarca contaba incluso con subsidios estatales. En los Países Bajos los
orígenes del sistema mutual se remontan a la Edad Media, con las "ghlldas",
las cofradías y los montepíos (Mastrangelo, 1984 y 1985).
Otro criterio de nucleamiento en asociaciones mutuales fue la pertenencia
a una misma rama de la producción; ello dio origen a sociedades denomina
das "cosmopolitas". (Belmartino ef al., 1987). Algunos sindicatos desarrolla
dos a partir de industrias manufactureras y /o de servicios públicos, como los
ferrocarriles, y algunas empresas -en su mayoría de capital extranjero- organi
zaron entidades mutuales sobre la base de una contribución individual calcula
da como un porcentaje del salario.
Además de los mencionados criterios de agrupación, en los casos de la
Asociación Obrera de Socorros Mutuos, de orientación socialista, y de los
Círculos de Obreros Católicos, los factores convocantes fueron principalmen
te ideológicos y doctrinarios (Belmartino et al., 1987).
Otro de los motivos fundacionales del sistema de la seguridad social en la
República Argentina, quizá tan importante como el de la protección de la sa
lud, fue el educacional, ya que el censo de 1904 muestra 27 escuelas financia
das por igual número de instituciones mutuales y que contaban con 3.500
alumnos.
En todos los casos el fin era la prevención y cobertura de uno o varios ries
gos que pudieran afectar financiera o físicamente ?. sus asociados, dada la im
posibilidad de una adecuada cobertura individual (Mastrangelo, 1984 y 1985).
Entre 1850 y 1900 se fundan en el país 541 entidades, y entre 1901 y 1925,
811 más, perdurando hasta hoy 464 del primer período mencionado y 598 del
segundo (Mastrangelo, 1984 y 1985). El total estimado de afiliados para todo
el país a comienzos de siglo era de más de 500.000 (Giménez, 1914); de ellos,
según cifras de Bunge, más de 150.000 estaban radicados en Buenos Aires
(Giménez, 1914) y esa población permaneció aparentemente estable durante
el siguiente cuarto de siglo, ya que el censo de 1927 muestra 1.141 asocia
ciones de socorros mutuos con 552.986 afiliados. De acuerdo con el estudio
de Bunge, de los 151.248 afiliados a las mutualidades existentes en 1910 en
la ciudad de Buenos Aires un 48% lo estaba a cajas patronales, un 45% a
mutualidades de diferentes nacionalidades -entre las que predominaban las
comunidades italiana y española con 26,7% y 15,3% de la población afiliada-
y solamente un 7% a lo que podrían considerarse como mutualidades obre
ras ligadas a la inserción ocupacional. Además de la población afiliada a estas
sociedades de socorros mutuos existían también los círculos obreros, con 10
mil afiliados, y las empresas de asistencia médica, con 91 mil cotizantes
aproximadamente. De modo que los círculos obreros y las empresas de pre
visión y asistencia médica pueden considerarse también como parte del siste
ma de seguridad social de la época, con lo cual su cobertura se aproximaba
a 252 mil personas para el área de la ciudad de Buenos Aires, cifra nada des
preciable, ya que representaba el 27% de la población de la ciudad.
La población afiliada mostraba las siguientes características relevantes pa
ra la determinación de la estructura de la demanda de los servicios de salud:
70
a) Era predominantemente masculina: de los 250 mil afiliados, 173 mil eran
varones (69%), 46 mil mujeres (18%) y 34 mil niños (13%).
b) De baja edad promedio: en 1914 el 82,5% de la comunidad española y
el 73,4% de la italiana tenían entre 10 y 49 años (Nascimbene, 1986).
c) Con cierta predominancia a las enfermedades ¡nfecto-contaglosas y ve
néreas. Estas afectaban fundamentalmente a la población económica
mente activa y a la infanto-juvenil, ya que la población mayor de 50 años
era sólo el 5,5% de la totalidad del país. Dichas enfermedades eran de
fácil contagio por la deficiente alimentación y las pobres condiciones
aborales y habitacionales en que vivía la mayor parte de la población
a principios de siglo. Obviamente, la no existencia de antibióticos
dificultaba el control de tales patologías. Cabe destacar que este grupo
de enfermedades no sólo incidía sobre el cuadro de morbilidad corriente,
sino también sobre la capacidad laboral de largo plazo del individuo
afectado y del grupo en el cual convivía.
71
C u a d ro I I U . C u a d ro G e n e ra l d e la s M u tu a lid a d e s e n B u e n o s A ir e s . A ñ o 19 10
B - Pseudo Mutualidades
T o t a le s g e n e ra le s 2 5 2 .7 6 3 1 2 ,1 0 n /d n /d n /d n /d n /d n /d
73
se produce en cada distrito la superposición y el entrecruzamiento de las ta
reas de numerosos médicos, los cuales realizan, con una pérdida de tiempo
ocasionada por su traslado, una labor que podría ser llevada a cabo, en más
breve plazo y en mejores condiciones si se asignara a cada uno de ellos un
radio menos extenso y más nutrido, común para todas las sociedades". Co
mo se ve, los problemas derivados de la ubicación espacial médica afectaban
ya a buena parte de la población afiliada al sistema como sucede hoy con las
Obras Sociales pequeñas en diversos lugares del interior del país.
La oferta de servicios de atención médica se organizaba principalmente de
dos formas, ambas muy similares a los modelos que hoy prevalecen: "1) en
las sociedades que cuentan con un crecido número de inscriptos y con local
social, el servicio suele estar organizado mediante la instalación de un consul
torio central para consultas y curaciones, con un número más o menos gran
de de especialistas; la asistencia médica ordinaria está a cargo de médicos de
distrito también a sueldo, por lo común en número de ocho, pagándoseles
sus servicios por visita en consultorio y a domicilio en los radios que cuentan
con pocos miembros. 2) En las sociedades de escasa importanciajiumérica,
es decir, que cuentan menos de mil socios, suele pagarse por servicio a los
médicos, lo que les permite a veces ostentar listas de dichos profesionales ca
si tan numerosas como las de sus socios respectivos". En esta segunda situa
ción, la forma de pago a los profesionales variaba según se tratase de una
institución con un número relativamente bajo de afiliados y con alta concen
tración o con descentralización geográfica: en el primer caso se podía abonar
por servicio prestado, mientras que para el último se utilizaba el sistema de
prorrateo de Leipzig, por el cual un grupo de médicos contratistas de la mu
tualidad se prorrateaba el dinero de acuerdo con los servicios provistos indivi
dualmente a la sociedad, en forma similar a lo que actualmente sucede con
los contratos capitados.
En lo que hace a la estructura de costos del sistema de mutualidades, Na-
sino dice que los honorarios médicos eran una de las mayores erogaciones
que dichas entidades debían enfrentar. "Sabido es que el monto de esos ho
norarios suele absorber más de la tercera parte de sus cuotas, por lo que el
problema de su reducción, en los límites de lo posible, debe preocupar seria
mente a los administradores de nuestras entidades de previsión popular". Es
te comentario permite comprender que ya entonces el pago de servicios
médicos representaba alrededor de la tercera parte de la estructura de costos
del sistema de la seguridad social, existiendo preocupación no sólo por su ni
vel sino por su tendencia a seguir creciendo. En 1913, esta situación estaba
comenzando a afectar al sistema en su conjunto por el aumento de la edad
promedio de los asociados (Nasino, 1919, pág. 269).
Los cinco hospitales de comunidad existentes en la ciudad de Buenos Ai
res en 1909 reunían 1.091 camas, que representaban el 11% del total disponi
ble en dicho distrito (Veronelli, 1975). Los datos de costos con que contamos
son del censo municipal de 1887; allí se aprecian niveles disímiles en cuanto
al gasto por cama/año: Francés 467 pesos, Italiano 295 pesos, Español 496
pesos, Inglés 521 pesos y Alemán 500 pesos. Es importante señalar las dife
rencias en la clientela de cada uno de ellos: el Francés, el Español y el Italia
no tenían com o pacientes a los m iem bros carenciados de dichas
comunidades, mientras que el Británico y el Alemán atendían a directivos de
compañías extranjeras, comerciantes y propietarios de establecimientos agro
pecuarios; en el caso del Alemán, se agregaban los pacientes que provenían
74
de un convenio para atención del personal de buques de banderas alemana,
danesa, sueca y rusa. También difería el grado de utilización de la capacidad
Instalada, según sugieren los datos censales disponibles del Español (67%) y
el Francés (88%), para 1888. Además de los servicios sanatoriales proporcio
nados por los hospitales de colectividades, existían también los llamados "sa
natorios privados' que cobraban de 4 a 4,5 pesos diarios, y los hospitales
públicos, que ofrecían servicios gratuitos sólo a los “pobres de solemnidad" y
a los que podían recurrir los afiliados a las mutualidades categorizadas como
"argentinas' y "cosmopolitas' (Belmartino et al., 1987).
En lo que respecta a la intensidad de uso de la atención ambulatoria fren
te a la internación sanatorial y la de insumos farmacéuticos, si bien casi no
existen datos debido a que en las encuestas aparecen gastos consolidados,
puede inferirse que en su estructura predominaba la consulta médica clínica
y las compras de medicamentos, con una baja participación de las prácticas
especializadas y de la internación quirúrgica. Como ejemplo representativo de
la situación imperante en la época descrita, puede citarse la estructura de gas
tos de la Asociación Obrera de Socorros Mutuos en 1919, donde, por una par
te, se destacan los rubros visitas a consultorio con el 29,5%, fórmulas
medicamentosas con el 25,3%, medicamentos específicos con el 10%, inyec
ciones con el 7,6% y visitas a domicilio con el 6,5%; por otra parte y contraria
mente a esto, los gastos en maternidad y cirugía sólo representaban el 0,5%
y el 0,2% respectivamente, lo que, como ya vimos, se explica por la no co
bertura de atención de partos y la reciente aparición de la cirugía.
Un sector de gran importancia por el monto de población que nucleaba
eran las llamadas “empresas sanitarias' que, en 1910, reunían 90.000 afilia
dos, es decir, el 36% del universo de población con cobertura de seguro médi
co. Según el informe de Bunge, el bajo costo de sus cuotas permitía el acceso
de trabajadores de menor salario que el de la población afiliada a las mutua
lidades, compuesta principalmente por obreros calificados y sectores de la in
cipiente clase media, con mayor capacidad de pago individual. Esto muestra
que la falta de solidaridad del sistema era ya un tema Importante en épocas
tempranas de nuestra historia. Bunge también rescata otro hecho positivo de
las "empresas sanitarias": algunas cubrían también a la familia del beneficia
rio; en tanto que en el conjunto del sistema, según su cálculo, las socias mu
jeres se encontraban en una proporción de una cada siete varones y los niños
de uno por cada treinta (14,2 y 3,3%, respectivamente), en las empresas de
asistencia médica las mujeres constituían más de la tercera parte del total de
cotizantes y los niños más del 20% (Belmartino et al., 1987).
La prestación de servicios médicos y la provisión de medicamentos a la
población afiliada a las empresas sanitarias presentaba, como hoy, situacio
nes de sobre y subconsumo. Hace referencia a ello la coexistencia de baja ca
lidad y desperdicio de recursos, por una parte, y de insuficiencia de oferta por
la otra. A esto alude un artículo de "La Mutualidad", año III, n° 8, pág. 5, agos
to de 1905 (citado en Belmartino et al., 1987): "Un médico sin conciencia y un
mercader desalmado, se asocian para vivir y enriquecerse a costa de los en
fermos pobres. El mercader se encarga de recorrer todos los conventillos y
casas de pobres, para buscar abonados a la flamante sociedad o empresa.
Hace la mar de promesas: médico, botica, subsidio, entierro, viaje a Europa,
etc., etc., todo esto por la modesta suma de un peso con cincuenta mensua
les. El médico, por su parte, se encarga de representar la otra parte de la far
sa. Visita a los enfermos con un apuro tal que nunca se da cuenta de la
75
enfermedad que tienen y formula recetas tan baratas que en ningún caso su
precio puede pasar de cincuenta centavos. Cuando se trata de una enferme
dad importante, operación de parto o de otra naturaleza, el enfermo es des
pachado rápidamente para la Asistencia Pública".
Vemos que, tal como sucede contemporáneamente con algunas prestacio
nes efectuadas por el sistema de seguridad social médica, tienden a ser deri
vadas hacia el hospital público porque el sector privado se enfrenta con la
incapacidad o inconveniencia de encararlos por razones de rentabilidad.
La fundamentación de un proyecto de ordenanza del Concejo Deliberante
de la Ciudad de Buenos Aires parece confirmar esto cuando dice que en di
chas sociedades "... los médicos se prestan a manejos, se quita la asistencia
al enfermo que la necesita (...) y dan fórmulas medicamentosas inútiles para
el paciente, pero útiles para el negocio...’ . 6 Esto está presente también en los
fundamentos del proyecto de Giménez sobre mutualidades, cuando dice de
las empresas sanitarias: "Formas de mimetismo social, han encubierto una ver
dadera explotación...'; comenta también, ya en ese entonces, la falta de
fiscalización del sistema: "Sin ningún control, rotuladas algunas como aproba
das por el superior gobierno por el simple hecho de pagar una patente de ne
gocio, explotan a los profesionales a los que remuneran en forma irrisoria, a
los farmacéuticos con las recetas microscópicas y la exclusión de otras
imprescindibles, y a los miles de incautos que caen en sus redes..."
La problemática actual de fuertes diferenciales de precios por drogas equi
valentes ya existía en ese entonces en el mercado farmacéutico argentino. Aun
que la cobertura era buena, se reconocía que el sistema debía enfrentar un
mayor gasto por la "adquisición de drogas innecesarias, por ser muchas de
ellas especialidades que tienen equivalentes de costo muy inferior, o por ser
recetadas con exceso". Nasino atribuyó esta situación a la forma en que algu
nos profesionales realizaban la práctica médica: al no destinar al diagnóstico
el tiempo requerido, en algunos casos por excesiva carga de trabajo yen otros,
por considerar inadecuada la remuneración, recurrían al tratamiento sintomáti
co mediante drogas. A esto se sumaba la difusión cultural del prejuicio de que
"el médico que no receta algo al enfermo no lo ha atendido debidamente" o
de que "de nada sirve una visita médica que no deja una droga nueva en la
cabecera del paciente".
"La mayor parte de las sociedades de socorros mutuos existentes en la Ar
gentina carecen de farmacia propia y adoptan para la provisión de medica
mentos una de las dos formas siguientes: 1) algunas pagan el precio corriente
de los medicamentos que procuran a sus socios enfermos, logrando en tal ca
so, las sociedades que cuentan con un crecido número de miembros activos,
obtener una reducción más o menos importante sobre los precios usuales; 2)
otras, y éstas desgraciadamente las más numerosas, prefieren adoptar para
la provisión de medicamentos a sus socios un método muy cómodo para la
contabilidad y las finanzas de esas sociedades, pero de resultados deplora
bles para los asistidos; este procedimiento, consiste en pagar a las farmacias
con quienes se ponen de acuerdo a ese respecto una suma fija, generalmen
te de 50 a 60 centavos por receta, lo cual abre la posibilidad de engaño me
diante la venta de menor cantidad del medicamento o, en el caso de
6 Anales del Departamento Nacional de Higiene, XI, 1, enero de 1904, pág. 20, citado
en Belmartino e t at. (1987).
76
farmacéuticos honestos, el cambio por recetas de productos baratos, lo que
no siempre era compatible con las exigencias terapéuticas’ . Eran muy pocas
las instituciones que tenían farmacia propia (Nasino, 1919).
Es así que ya en esa época la sobreprestación médica y el sobreconsumo
farmacéutico aumentaban los niveles de costos y disminuían la cobertura “re
al” de los enfermos. Como ya hemos dicho, estos rasgos han estado presen
tes a lo largo de toda la historia nacional y conviven actualmente con nosotros
(Gaffuri, 1939).
Este conjunto de circunstancias comenzó a afectar financieramente al sis
tema y, en especial, a algunas de las mutualidades de menor cantidad de so
cios, que tenían un mayor peso relativo de costos administrativos y, al mismo
tiempo, menores posibilidades de incorporar nuevos miembros de tramos
etéreos más jóvenes. Por el contrario, y de un modo similar a lo que determi
na actualmente la capacidad ingresos/egresos y el grado de cobertura ofre
cido por las distintas Obras Sociales, se observa una mayor disponibilidad
financiera del afiliado de las instituciones con mayor número de socios, dado
el menor peso relativo de los costos administrativos y las mayores rentas de
rivadas de inversiones inmobiliarias (Nasino, 1919).
77
cia cómo las grandes mutualidades brindan servicios más complejos, con un
costo por enfermo, que es inferior a la mitad de lo invertido por las pequeñas
mutualidades..." Continuando con su análisis, muestra que más de la mitad
del gasto en servicios correspondía al grupo de mutuales que superaban los
5.000 afiliados cada una; eran seis en total y agrupaban al 60% de la pobla
ción afiliada, habiendo prestado servicios al 50% de sus socios. El siguiente
grupo, de 14 instituciones, que agrupaba al 19% de la población afiliada, había
asistido al 44% de la misma. Los porcentajes de asistencia brindada iban de
creciendo para las entidades de menor número de cotizantes. Niklison expli
ca así este fenómeno: "La mayor suma de riesgos relativos resultan soportados
por las grandes mutualidades y decrecen, en general, con la menor importan
cia de éstas, lo que puede explicarse teniendo en cuenta que aquéllas impo
nen menos restricciones al uso de sus servicios y que realizando su obra de
solidaridad en los grandes centros urbanos, los riesgos de enfermedad cre
cen con la mayor intensidad del trabajo y con el hecho de vivir una vida me
nos higiénica. Sabido es que las grandes mutualidades realizan una labor más
amplia, más completa, en procura de la conservación de la vida de sus aso
ciados...’ .
Estos hechos demuestran también la falta de correlación entre gasto por
afiliado y calidad y cobertura prestacional.
En el estudio de Gaffuri se discute también la fragmentación institucional
del sistema de seguridad social en la década del treinta, fragmentación que
en diversas regiones del país, a raíz del pequeño número de afiliados, obliga
ba a muchas entidades nacionales a operar con baja cobertura y con alto cos
to prestacional por cotizante. Al respecto plantea lo siguiente: "Suele
comprobarse en determinados países y regiones la existencia de gran núme
ro de asociaciones de socorros mutuos, que reúnen en su seno un escaso
número de socios. A los efectos de la debida compensación de riesgos sería
prudente que se dejaran de lado ciertos antagonismos injustificados, y que se
reuniesen varias asociaciones entre sí, para beneficio de todos, pues a mayor
número de afiliados corresponde paralelamente una disminución en el costo
de los beneficios".
La ausencia de un organismo estatal que actuase como regulador, supe
rintendente y coordinador del sistema fue también rasgo predominante en el
sistema de seguridad social de la Argentina en esos años. A dicha ausencia
de política regulatoria se atribuye la gran variabilidad en los grados de eficien
cia financiera del sistema por la fragmentación en instituciones de diferente ta
maño, con un desigual peso de costos administrativos y con una disímil
gestión empresaria. Para cubrir los déficits financieros provenientes de dicha
situación y de los costos crecientes de la atención médica debidos al cambio
tecnológico y al envejecimiento de la población cubierta, las instituciones de
bieron recurrir a otras fuentes de ingresos, principalmente a las provenientes
de rifas, fiestas, y rentas de bienes raíces acumulados durante sus primeros
años de existencia en los que, por lo general, sus asociados eran jóvenes y
hacían poco uso del sistema.
Otra analogía con la situación contemporánea, planteada también por Gaf
furi, es la que se refiere a los subsidios estatales: "Las subvenciones de los po
deres públicos, nacionales, provinciales y municipales, contribuyen también a
reforzar los ingresos sociales. La falta de una reglamentación a ese respecto
se hace sentir, pues los subsidios en cuestión son acordados con un criterio
78
anárquico, beneficiándose muchas veces en forma desproporcionada institu
ciones que en realidad no lo merecen."
Esta presencia estatal como mecanismo de provisión de subsidios es uno
de los cambios más importantes que surgen de la comparación intercensal
del sistema mutual de los años 1913 y 1927, además del aumento de los cos
tos de atención médica y el envejecimiento relativo de la población ya men
cionado. Resulta claro, asimismo, que ese crecimiento fue acompañado por
el mayor espacio político del movimiento sindical en la sociedad argentina.
Sobre este último aspecto comentan Belmartino ef al. (1987): "El peso de es
te tipo de organizaciones en las reparticiones públicas parece haber sido lo
bastante importante como para justificar el Acuerdo de Ministros del 26 de
septiembre de 1932 por el cual se facultaba a las Direcciones de Administra
ción o Tesorerías a efectuar descuentos de los sueldos de los empleados a
favor de asociaciones autorizadas por éstos." Los decretos número 9.849, de
setiembre de 1932, y 88.855, de agosto de 1936, que determinaban que tales
sociedades debían tener como mínimo doscientos asociados, no sólo confir
man el espacio político ganado por ellas, sino que repres«ntan un intento de
mejorar la eficiencia financiera de un ya importante grupo comprador de ser
vicios e insumos de salud, cuyo número de beneficiarios se estimaba en
aproximadamente dos millones de personas al comienzo de los años 1940.
Esto contrasta con la visión tradicionalmente aceptada de que la seguridad
social comienza a tener importancia en el mercado argentino de la salud en
la década del cincuenta.
Dicha presencia económica y política aparece explícitamente reconocida
en la sociedad argentina hacia 1944, con la asistencia del entonces Coronel
Perón al Congreso de Mutualidades realizado ese año. Ese congreso contó
con la participación de importantes instituciones: las mutualidades del perso
nal de varias reparticiones públicas (Ministerio de Marina, Matadero y Frigorífi
co Municipal, Mercado de Hacienda, Telégrafos, Policía, Hospicio de las
Mercedes, Dirección General de Aduanas, Ministerio de Hacienda, Departa
mento Nacional de Higiene, División de Impuesto a los Réditos, entre otras) y
las nucleadas en torno del personal de algunas empresas privadas (Cerve
cería Palermo, Frigorífico La Negra, Talleres Metalúrgicos San Martín, Tamet,
Frigorífico Anglo, Corporación Nacional de Granos y Elevadores, Piazza
Hnos. , Fábrica de Tejidos La Unión, etc.) (Belmartino et al., 1987); estas
mutualidades servirán de base a las Obras Sociales promovidas luego desde
el gobierno.
El sistema de la seguridad social va a experimentar un sostenido crecimien
to con el importante proceso de sindicalización ocurrido entre 1946 y 1955 du
rante el gobierno peronista, ya que, partiendo de 877 mil afiliados en 1946,
pasó a 1,5 millones en 1948, 2 millones en 1950 y a 2,3 millones en 1954 (Do-
yon, 1975). Obviamente esto implica una rápida traslación a la curva de de
manda en el mercado de servicios de salud (Véase en el capítulo IV la
incidencia que esto tiene sobre el funcionamiento general del mercado).
En el plano político, el cambio de la relación entre el Estado y el sector de
la seguridad social se produjo tras el nombramiento del entonces Coronel
Perón como Secretario de Trabajo y Previsión en 1943. En 1944 se transfiere
a dicha cartera de Estado el Departamento de Asistencia Social, que integra
ba hasta ese entonces vi ámbito de la Dirección Nacional de Salud Pública;
ese mismo año se creó también el Instituto de Previsión Social, que cubría los
siguientes riesgos: accidentes de trabajo, invalidez, vejez, muerte, viudez, or
79
fandad, maternidad e infancia, familiar a cargo, enfermedad, cesantía, deso
cupación y otros. (INOS, 1974). Es importante observar que en esos años el
sistema de la seguridad social transitó caminos algo diferentes a los que ima
ginara el proyecto técnico de salud del Ministro Carrillo. La Secretaría de Pre
visión tuvo objetivos de política pública diferentes de los que caracterizaban
al área de salud. Esto no sólo implicó cierto divorcio institucional entre la car
tera de salud y el sistema financiador, sino que también aumentó el campo cu
bierto por la secretaría laboral. Su escasa capacidad para coordinar y regular
el sistema no hizo sino perpetuar la ya histórica ausencia de políticas globales
en esta área de la vida nacional.
A lo largo de toda esta etapa el gobierno central siguió impulsando el de
sarrollo del sistema de Obras Sociales, tanto sindicales como oficiales, no sólo
sobre la base de la población afiliada a las instituciones mutuales preexisten
tes, sino también induciendo un creciente proceso de sindicalización. "Con
miembros de la misma Secretaría y bajo la supervisión directa de la Vicepresi
dencia de la Nación, ocupada en ese momento por el Coronel Perón, se crea
en 1944 la Comisión de Servicio Social, encargada de ‘propulsar la implanta
ción de servicios sociales en los establecimientos de cualquier ramo de la ac
tividad...’ (Decreto 30.655 del 14/11 /44, art. 1°). La creación de dicha Comisión
es aceptada corrientemente como punto de partida de la organización de las
obras sociales sindicales. Los servicios sociales cuya implantación debía pro
moverse eran, entre otros, atención médica y farmacéutica a precios de cos
to." (Belmartino y Bloch, 1982).
En dicha dirección se establecieron, entre otras, las siguientes Obras So
ciales: de los ferroviarios en 1944, del Ministerio del Interior en 1947, del Mi
nisterio de Educación en 1948, del Ministerio de Agricultura y de los bancarios
(ley 13.897), del Vidrio (14.056) y de Seguros (14.057) (INOS, 1986 e INOS,
1972). "Más tarde, ya en la década del 50, se incorporará a los beneficios del
sistema el personal de la Aeronáutica, el Ejército, la Presidencia de la Nación,
el Ministerio de Asuntos Económicos, la Secretaría de Comunicaciones, Co
mercio Exterior, etc. y el personal de los frigoríficos estatales y privados" (Bel
martino y Bloch, 1982).
Los rasgos que caracterizaban al sistema desde décadas anteriores siguie
ron predominando en las nuevas entidades creadas, ya que la dispersión del
tamaño y recursos per capita continuó generando e incluso acentuando situa
ciones de inequidad. Aun entre las obras sociales estatales era muy extraño
encontrar similitudes, en razón de los diferentes aportes y contribuciones que
recibía cada una de ellas. Las organizaciones con mayor capacidad financie
ra lograron brindar a sus beneficiarios una mejor atención médica y, en algu
nos casos, comenzaron a instalar servicios propios de internación y atención
ambulatoria, especialmente en la Capital Federal.
La ausencia de coordinación de objetivos entre las carteras de Salud y de
Trabajo permitió la continuidad histórica de los viejos modelos de financiación,
de prestación y de cobertura. Al respecto, el Seguro Nacional de Salud pro
yectado por el Ministro Carrillo preveía la administración financiera y la
coordinación de los servicios por parte del Estado; la provisión de dichos ser
vicios estaría a cargo de los efectores del sector público, ya que este sector
había duplicado la capacidad instalada en camas y había aumentado en más
del doble el número de médicos y enfermeras. Pero la mencionada ausencia
de coordinación de políticas entre los Ministerios de Salud y de Trabajo llevó
a que el sistema de la seguridad social tendiera al desarrollo de capacidad ins
80
talada propia, en los casos de las instituciones de mayor número de beneficia
rios, y a la contratación de servicios con efectores privados, en los casos de
las instituciones de menor población afiliada (Belmartino y Bloch, 1982).
Entre agosto de 1950 y marzo de 1951 se efectuaron alrededor de 15 reu
niones, convocadas por el entonces Ministerio de Asuntos Técnicos, con el
propósito de conseguir la coordinación del sistema de Obras Sociales. El Mi
nistro de Asuntos Técnicos , que presidió la reunión, expuso la necesidad de
coordinar el sistema, sin llegar a centralizarlo, ya que reconocía que el Minis
terio por sí mismo no podía resolver todos los problemas; se afirma en ese
momento lo siguiente: "Es necesario tener un organismo de coordinación, con
la ventaja en este caso de que no costará nada, porque su personal realiza
otras tareas al mismo tiempo." En la primera reunión los delegados de los mi
nisterios propusieron racionalizar las normas, coordinar la adquisición de me
dicamentos y la importación conjunta de drogas y otros materiales, uniformar
los servicios, los aranceles médicos y los aranceles en institutos particulares,
unificar los aportes del Estado y las cuotas, racionalizar los recursos y elabo
rar una escala de acuerdo con los sueldos e implantar la reciprocidad en las
prestaciones, la utilización conjunta de sanatorios y clínicas, la contratación
simultánea de especialistas y clínicos, las prestaciones máximas y mínimas y
la derivación de algunas de ellas hacia establecimientos oficiales. Entre las su
gerencias efectuadas se destaca el reconocimiento de la falta de institutos ofi
ciales en el interior, que obligaba al afiliado a recurrir a los particulares con
aranceles superiores a los mutualistas; la necesidad de solucionar el proble
ma de los enfermos crónicos, Infecciosos, mentales y pulmonares mediante
la compra o construcción de establecimientos especializados; la utilización
conjunta de sanatorios o clínicas propios de cada Obra Social, haciéndose
cargo cada una de los gastos de sus afiliados y extendiendo este beneficio a
empleados provinciales y munlclpales;_y, finalmente, la creación y ejecución
centralizada de un sistema estadístico.7
Como resultado de estas reuniones se sancionaron los decretos 21.119,
de 1953, y 4.642, de 1954; el primero, en su art. 5a inc. 11, recomienda a los
Ministerios facilitar la coordinación de los servicios de las Obras Sociales ba
jo su jurisdicción, propendiendo a la reducción de costos; el segundo, en su
art. 1°, decreta que el Ministerio de Trabajo y Previsión, con el asesoramiento
de una comisión, coordinará los distintos servicios sociales de la Administra
ción Nacional para dar cumplimiento al inciso mencionado anteriormente. Es
tas normas legales no tuvieron el efecto deseado, a juzgar por el diagnóstico
sobre los problemas de funcionamiento del sistema que el decreto 693 de
1960 contiene entre sus considerandos.
81
IV. Funcionamiento del mercado de salud
Sin embargo, tal como dijéramos en las páginas introductorias de este tra
bajo, es evidente que existe más de un modelo de comportamiento en el sec
tor salud en el ámbito nacional. Por lo tanto, es necesario caracterizar distintos
'escenarios' del mercado atendiendo a lo específico e idiosincrático de las di
versas situaciones provinciales, a los casos particulares de los pueblos y ciu
dades pequeñas del interior, al de la Capital Federal y el Conurbano de la
provincia de Buenos Aires, etc. Entonces, tras examinar el caso general,
concentraremos nuestra atención en algunas situaciones particulares en las
que el funcionamiento del mercado de salud difiere de la norma general en
ciertos aspectos de detalle que conviene identificar. Porque a la hora de di
señar e implementar medidas de política pública, dichas diferencias de deta
lle seguramente resultarán cruciales para definir formas adecuadas de
intervención en cada ámbito particular.
83
1. El mercado de salud desde una perspectiva agregada
Cinco mil nuevos médicos por año -en un país que ya cuenta con cuatro
cientos veinticinco habitantes por médico-, una oferta de camas sanatoriales
privadas que crece al 4,2% anual frente a una población que se expande al
1,7% anual y, finalmente, 350 nuevos fármacos que ingresan por año a un mer
cado que exhibe un estándar de consumo -50 dólares/habitante/año- que ya
es alto en una comparación internacional, configuran una situación masiva y
generalizada de expansión de la oferta de insumos y servicios en el mercado
de salud. Pero ya vimos que ello no significa una distribución equitativa de la
oferta a lo largo de la sociedad y de la geografía nacional.
Desde el punto de vista de un modelo estático de equilibrio competitivo, un
ritmo de expansión de la oferta como el actual, en principio, tendría que pro
vocar una caída de precios que, aunque mayor en algunos campos terapéuti
cos, por la elasticidad de la demanda, debería observarse a nivel agregado,
es decir, para el sector tomado en su conjunto. Sin embargo, esto no es así,
lo que requiere cierta explicación a la que nos abocamos de inmediato.
Son al menos tres las razones que podrían explicar el hecho de que los pre
cios no estén reflejando de manera adecuada el aumento observado en la ofer
ta. La primera de dichas razones -manteniendo el análisis dentro del marco
convencional de un modelo estático de equilibrio competitivo- podría buscar
se en el hecho de que la expansión y rotación de la curva de demanda, origi
nada en el crecimiento de la población cubierta por la seguridad social, haya
sobrecompensado el aumento de la oferta, neutralizando su efecto sobre los
precios de mercado (Freeh III y Glnsburg, 1975). Y en efecto, la población cu
bierta por la seguridad social ha crecido en nuestro medio a una tasa del or
den del 5,1% anual en el curso de las últimas dos décadas.
Un segundo conjunto de razones explicativas podrían hallarse en el ritmo
y la naturaleza del cambio tecnológico que el sector salud ha ¡do incorporan
do y en la relación entre el cambio tecnológico y los precios de mercado. El
cambio tecnológico se refiere tanto a nuevas prácticas módicas o a nuevos
productos (medicamentos, prótesis, etc.) como a nuevos procesos que per
miten llevar a cabo a menor costo (o con mayor calidad) la fabricación de pro
ductos ya conocidos, o la realización de prácticas módicas preexistentes.
Ahora bien, ¿cómo se fija el precio de mercado de las nuevas prestaciones
y /o productos? y, en el caso de prestaciones y /o productos preeexistentes,
donde el progreso técnico permite la introducción de procesos que bajan su
costo productivo de largo plazo, ¿hasta qué punto dicho precio refleja el cos
to competitivo de producción de largo plazo?. No hay duda de que se trata
de preguntas de gran importancia que deben examinarse si se pretende com
prender el funcionamiento del sistema de precios en el campo de la salud.
Desde que el Informe Kefauver (1961, págs. 98 y 99) iluminara -hace casi
treinta años- el mecanismo de formación de precios en matena de nuevos
fármacos, varios estudios mostraron que el "precio de introducción" de una
nueva práctica médica o de un nuevo insumo para el cuidado de la salud tien
de a reflejar el mayor precio que el mercado está dispuesto a aceptar -dado,
por lo general, por el precio de la práctica o el producto que resulta sustituido-
y no el verdadero costo competitivo de producción del producto o servicio in
volucrado. De esta forma el progreso tecnológico no resulta transferido a los
consumidores por la vía del mecanismo de precios, sino que es apropiado in
situ por el productor o proveedor del servicio, bajo la forma de una renta in-
84
novativa. Ello se observa con claridad en el siguiente párrafo dei Informe Ke-
fauver (1961, pág. 93):
85
servicios aumente significativamente a través del tiempo. En la medida en que
el componente 'innovativo' de la oferta global siga creciendo -como efectiva
mente ocurre en el caso del mercado de la salud- los grupos prestadores lo
grarán captar un flujo relativamente estable de rentas recurriendo al constante
reemplazo de bienes y servicios por sustitutos tecnológicamente superiores
(o imaginados como tales por parte de la comunidad médica, como en el ca
so de ciertos fármacos y de no pocas prácticas de diagnóstico y atención médi
ca de dudosa contribución marginal en el plano clínico). Obviamente este
modelo supone que existe una fuerte heterogeneidad en los servidos, prácti
cas y productos que reciben los distintos sectores de la comunidad, incluso
frente a cuadros clínicos sustantivamente semejantes. Es claro que no resul
ta difícil de aceptar ese supuesto como un rasgo típico déla situación domésti
ca, donde la variación en el tratamiento de cuadros clínicos incluso idénticos
es realmente significativa.
Finalmente, un tercer camino para "explicar' por qué los precios de merca
do no parecen reflejar el aumento observado de oferta de bienes y servicios,
podría encontrarse abandonando el modelo de equilibrio competitivo -estáti
co o dinámico- como marco analítico y atribuyendo ese fenómeno al fracaso
parcial del mercado como mecanismo de regulación de la conducta económi
ca en el campo de la salud. En tal caso, deben examinarse, entonces, las di
versas razones del fracaso. A lo largo de este trabajo hemos visto que dichas
razones son múltiples y que difieren según el escenario examinado.
Así, en el mercado de servicios médicos la heterogeneidad del "producto"
ofrecido y los esfuerzos de diferenciación del mismo que realiza la comunidad
médica, la "cartelización" de esta última en el marco de asociaciones de pri
mero, segundo y tercer grado que con frecuencia bloquean el funcionamiento
del juego competitivo, así como la imperfecta información con que opera la
demanda, aparecen como causâtes importantes del fracaso de las señales de
precios en lo que atañe al valor de la consulta médica. Es decir, un sector de
la comunidad médica ofrece un producto indiferenciado y se comporta como
"tomador de precios" y otro sector, una fracción creciente en el interior de la
comunidad médica, usa la especializaclón como factor de diferenciación de
producto, con lo que logra transformarse en "formador de precios" e impedir
la tendencia natural de los mismos a caer ante el crecimiento que registra la
oferta de profesionales.
En el caso de la oferta de servicios sanatoriales, el aumento de la oferta de
camas privadas y la caída en la tasa media de utilización de la capacidad ins
talada deberían dar lugar a caídas en los aranceles. Ello ocurre sólo parcial
mente, en especial con los contratos capitados o por cartera fija, que le
permiten a una clínica dada aumentar el grado de utilización de su planta y ba
jar costos operativos. Pero la creciente sofisticación en Isf hotelería, la incorpo
ración de especialistas de prestigio en la nómina de profesionales que integran
el personal médico de la clínica o que ofrecen sus servidos a través de ella, la
adquisición de equipos de alta complejidad que favorecen la aparición de
prácticas de diferenciación de producto y, finalmente, el creciente desarrollo
gremial de este segundo grupo prestador también derivan, como en el caso
anterior, en la aparición de "nichos" de mercado en los que la competencia im
perfecta frena la hipotética tendencia a la baja de precios por la expansión de
la oferta.
Por último, en relación con el caso de los medicamentos, resulta claro que
son escasos los nuevos fármacos que involucran un aumento significativo en
86
el valor terapéutico del producto ya existente. La inmensa mayoría de los lan
zamientos son duplicaciones de productos conocidos y ya comercializados,
así como sustitutos de productos que se discontinúan a fin de circunvalar el
control de precios que ejerce la autoridad pública. Ninguno de ellos significa
novedad terapéutica alguna, a pesar de lo cual la propaganda busca diferen
ciarlos a los ojos de la comunidad médica encargada de recetarlos. Como ya
vimos, el precio medio de estos productos nuevos supera varias veces el pre
cio promedio del mercado de especialidades farmacéuticas. Esto indica que
el elevado número de lanzamientos anuales no induce la baja de los precios
de mercado; por el contrario, los precios suben respecto de los de los pro
ductos que reemplazan, sin modificar necesariamente su valor terapéutico.
También aquí el ritmo innovativo juega en contra de la caída de precios, a pe
sar del rápido crecimiento de la oferta.
En resumen, el aumento de la demanda, por un lado, el cambio tecnológi
co y su impacto sobre el mecanismo de formación de precios y sobre la
generación de rentas innovativas, por otro y, finalmente, el fracaso parcial del
mercado como agente de regulación de la actividad económica en el campo
de la salud, constituyen todas explicaciones plausibles, y no necesariamente
excluyentes, de por qué los precios de mercado no están reflejando el aumen
to de oferta de servicios módicos, sanatoriales y de productos medicinales
que nuestro sistema de salud incorpora anualmente.
El tema de la imperfección de los mercados conduce a una dimensión
geográfica que hasta el presente ha recibido escasa atención en nuestro me
dio. Por cierto, parece poco satisfactorio afirmar que existe un único merca
do de salud en nuestro país; resulta más razonable hablar de diferentes
morfologías de los mercados regionales caracterizadas por distintos tipos de
imperfección en el funcionamiento del juego competitivo. Es por esto que se
justifica presentar a continuación una breve caracterización del funcionamien
to del mercado a nivel agregado, para proseguir con el estudio de varios ‘ mo
delos” regionales del mercado de salud. Ello permitirá identificar y resaltar las
diferencias de detalle que se observan en el funcionamiento del sector salud
en distintas latitudes del ámbito nacional.
A nivel agregado es dable caracterizar por lo menos tres diferentes situa
ciones de mercado que, a título ejemplificativo, llamaremos:
87
subcontratando los servidos de clínicas y sanatorios; pero existen situaciones
en las que el "modelo" funciona a la inversa. A su vez, el poder relativo de ne
gociación del sector que en este caso representa a la demanda -esto es, el
sector de Obras Sociales- será función de variables tales como su tamaño ab
soluto como demandante de servicios médicos, el mayor o menor ingreso de
sus afiliados, la disponibilidad de internación propia, etc. La relación entre
prestadores y prestatarios de servicios de salud -particularmente en los distin
tos ámbitos provinciales- estará condicionada además por la magnitud de la
Obra Social provincial en cada ámbito jurisdiccional, así como por el ejercicio
de la titularidad del contrato capitado con PAMI (quién y cómo la ejerce); el
contrato puede ser manejado, en algunos casos, por la federación médica y
en otros por la federación de clínicas y sanatorios, suscitándose muy diversas
situaciones de distribución de rentas entre sectores prestadores. Veremos
que, en función de las circunstancias mencionadas, es posible caracterizar dis
tintos "escenarios" en los que el funcionamiento del mercado de salud difiere
significativamente.
En el caso de Capital Federal y conurbano -donde hay una alta concentra
ción y un rápido ritmo de crecimiento de prestadores- la Obra Social exhibe
mayor capacidad de negociación con entidades gremiales como FEMECA u
otras, y logra muchas veces imponer sistemas cerrados de atención, en los
que el principio de libre elección tiende a desdibujarse. La Obra Social apro
vecha aquí la existencia de excedente en la oferta de efectores y, en el marco
de listas cerradas de prestadores, puede ofrecer cobertura a sus afiliados a
costos relativamente más bajos que si operara la libre elección -por los impor
tantes descuentos que consigue de los proveedores al comprar en grandes
cantidades. Pero no es improbable que la calidad de la atención baje como
consecuencia de la falta de opciones competitivas; sólo la capacidad de fis
calización y control de la Obra Social puede interceder para que ello no ocu
rra; pero como dicha capacidad de fiscalización es escasa, la calidad por lo
general tiende a resentirse.
En ciudades grandes del interior, la federación médica es la entidad que
habitualmente posee la titularidad del contrato con Obras Sociales; la federa
ción de clínicas y sanatorios puede tener contratos separados para internación
con el conjunto de las Obras Sociales o, alternativamente, operar como sub
contratista de la federación médica. En todos los casos, es el titular del con
trato el que recibe los pagos déla Obra Social, legaliza y cobra las prestaciones
de sus socios percibiendo un arancel por ello y abona a dichos socios -y a las
clínicas y sanatorios cuando operan como subcontratistas- las consultas e
internaciones oportunamente facturadas a la seguridad social. El contrato con
las Obras Sociales tiene carácter de exclusivo; los médicos y las clínicas no
pueden facturar por su cuenta a determinada Obra Social prestaciones a afi
liados de esta última realizadas al margen del contrato general vigente entre
la federación respectiva y la Obra Social. En este segundo "modelo" el con
sumidor tiene mayor capacidad de elección que en el primero, ya que, efecti
vamente, existe un mayor juego competitivo. Pero, tanto en el frente gremial
módico como en el de clínicas y sanatorios, los acuerdos colusivos tienden a
fracturarse al aumentar la oferta o al producirse situaciones de desfinancia-
miento de la Obra Social que la llevan a demorar sus pagos a prestadores o
a usar "índices" de pago que involucran pagar sólo una fracción de lo adeu
dado (80%, 60%, etc.). Al fracturarse los grupos prestadores aparecen los con
tratos cerrados de cartera fija, los acuerdos capitados que violan el principio
88
de la libre elección, o, lisa y llanamente, se produce la denuncia del contrato
preexistente y la no recepción de pacientes de una (o varias) Obras Sociales.
La organización del acto médico en este segundo modelo difiere significa
tivamente del caso de la Capital Federal y el conurbano, y su cobertura y ca
lidad dependen del mayor o menor poder de fiscalización que tiene y ejerce
la entidad titular del contrato. En última instancia, ésta es la que tiene poder
sobre el manejo de los recursos, que da origen a importantes rentas de capi
tal que permiten el desarrollo de la entidad gremial respectiva. Dentro de es
te caso merece una atención particular el contrato capitado con PAMI, el que
por su modalidad -pago ex ante, cantidad de afiliados, etc.- genera interés y
diversas formas de conflicto entre entidades prestadoras.
Finalmente, en pueblos y ciudades chicas del Interior resulta mucho me
nos factible que surjan antagonismos significativos entre médicos y clínicas
sanatoriales, ya que estas últimas suelen ser propiedad de aquéllos. Por en
de, no hay mayor margen para la aparición de situaciones conflictivas en tor
no del manejo de los recursos obtenidos de las Obras Sociales. En este
ámbito el poder de fiscalización de las Obras Sociales es francamente esca
so y tienden a registrarse los mayores índices de sobreprestación por parte
de los distintos efectores. Como en el caso anterior, este tema reclama una
investigación de detalle que en nuestro medio todavía no se ha encarado.
Ya señalamos que el país muestra un mosaico de situaciones distintas en
torno de estos tres ‘ modelos' básicos de funcionamiento del sector salud. A
continuación, y a título de introducción y exploración, examinaremos algunos
de los varios 'escenarios' detectados. Sin duda, para comprender a fondo
el funcionamiento del sector salud en la heterogénea geografía nacional, serán
necesarios nuevos estudios de esta índole.
89
ción tiende a ser mucho mayor en los pueblos y ciudades chicas del interior.
El diferencial de ingresos entre los médicos de capital y los del interior apare
ce como un incentivo importante para que los nuevos graduados permanez
can en el ámbito de la capital provincial.
Los médicos de la provincia se agrupan gremialmente en 13 colegios módi
cos regionales. A su vez, la Federación Módica de la provincia reúne a dichos
colegios y cada uno de ellos está representado por dos votos en el Consejo
Directivo de la misma. Esto implica que el Colegio de Ja capital provincial, a
pesar de tener más afiliados que todos los restantes colegios sumados, a la
hora de las votaciones posee un bajo poder relativo de negociación. Como
veremos luego, este hecho adquiere importancia para el funcionamiento del
mercado de servicios médicos.
La Federación Módica provincial concentra el poder de negociación de la
comunidad médica, negocia los contratos de trabajo con las Obras Sociales
provinciales y recibe el pago por los servicios módicos que brindan sus afilia
dos. En el interior de la provincia actúa subcontratando clínicas y sanatorios,
que facturan a las Obras Sociales através de la Federación. Ello no es así en
la ciudad capital; allí la Asociación de Clínicas y Sanatorios tiene presencia ins
titucional propia y negocia contratos de internación directamente con las Obras
Sociales.
La percepción de recursos y su manejo -el tiempo y la forma de retribución
a los médicos y a las clínicas del interior que son subcontratistas de la Fede
ración Médica- le otorga a ésta un fuerte poder de mercado.
En la negociación de los contratos de prestación de servicios la Federación
Médica debe enfrentar al sistema de Obras Sociales. De estas últimas, la más
importante es la Obra Social Provincial (IOSCOR) que agrupa a unos 160.000
beneficiarios, siguiendo en orden de importancia -aunque son varias veces
más pequeñas- PAMI (15.000 beneficiarios), Bancarios (8.000), Ferroviarios
(5.000), ISSARA (3.000), etc. Se calcula que cerca del 50% de los ingresos de
un módico de la provincia proviene de pacientes de IOSCOR, en tanto que el
restante 50% deriva de PAMI, Ferroviarios -35%, aproximadamente- y de va
rias decenas de Obras Sociales mucho más pequeñas.
Algunas de estas Obras Sociales -como el PAMI, Ferroviarios, Marítimos y
otras- actúan sobre la base de contratos capitados; IOSCOR, en cambio, pa
ga por prestación realizada. El tipo de contrato pactado entre la Obra Social
y las federaciones de prestadores -pago 'por capitación" o "por prestación"-
tiene incidencia tanto sobre la cantidad y la calidad de la prestación, como so
bre la viabilidad y efectividad de las acciones de fiscalización del gasto. En el
caso del pago por acto módico, el servicio tiende a ser más caro y sesgado
hacia la sobreprestación y hacia una mayor complejidad tecnológica. En cam
bio en los contratos capitados es la misma Federación Médica la que está in
teresada en bajar costos, racionalizar prestaciones, etcétera.
A su vez, las clínicas y sanatorios de los pueblos y ciudades chicas del in
terior de la provincia suelen ser propiedad de los módicos que controlan la Fe
deración Módica y no forman parte de la Asociación de Clínicas y Sanatorios
de la provincia; en cambio, la separación entre el profesional médico y la clíni
ca es mucho más nítida en la capital provincial, donde la entidad gremial de
clínicas y sanatorios tiene mayor presencia institucional y un más alto poder
relativo de negociación a la hora de fijar condiciones de pago y de funciona
miento en el mercado de salud de la capital provincial.
En dicha capital operan unas veinte clínicas privadas que reúnen un total
90
aproximado a las 500 camas. Existen enormes diferencias de calidad entre
ellas y es posible que sólo unas pocas cumplan efectivamente con los crite
rios de acreditación impuestos por la autoridad regulatoria. La mayoría po
see instalaciones sumamente precarias y no están preparadas para atender
adecuadamente muchas de las prestaciones que realizan. Asociada a esta
dispersión del nivel de calidad de los servicios prestados también se observa
una correlativa variación en el nivel de utilización de la infraestructura disponi
ble; sólo los mejores establecimientos del mercado alcanzan un índice de uti
lización elevado, compatible con una alta velocidad de rotación del capital
invertido.
En lo que atañe a fármacos, los médicos y clínicas de la provincia no sue
len emplear un formulario restringido de especialidades. En el transcurso de
las internaciones los pacientes no reciben los medicamentos directamente de
las clínicas y sanatorios, sino que los adquieren en las farmacias particulares.
En el interior de la provincia se han registrado situaciones de sobreprestación
y de uso indebido de las chequeras de fármacos.
Hasta aquí una muy breve descripción de la morfología del mercado pro
vincial de salud. Nuestro interés no es abundar en detalles, sino brindar una
base sumaria de información que permita explorar el funcionamiento del mer
cado, tema del que pasamos a ocuparnos.
En la provincia existe -quizá deberíamos decir existía- la libre elección de
médicos y sanatorios. La Federación Médica es la que administra el sistema
y tras recibir los ingresos de Obras Sociales o el pago adelantado de los con
tratos capitados tipo PAMI, paga a médicos y clínicas y sanatorios (en este
último caso a los del interior, ya que los de la capital negocian directamente
con las Obras Sociales a través de la Asociación de Clínicas y Sanatorios).
Dicho pago a médicos y sanatorios se hace por lo general con cierto atra
so, existiendo aquí un importante ingreso de capital para la Federación Médi
ca, producto de la colocación financiera de los recursos recibidos. Los
sanatorios cobran a 30 días, en tanto que los médicos lo hacen en plazos más
largos.
El mercado entra en crisis debido a la creciente estrechez de recursos con
que el sector salud se ve obligado a actuar a través del tiempo. Los costos
de la atención médica crecen, mientras que los recursos del sistema de Obras
Sociales lo hacen más lentamente o permanecen estancados. Comienza así
a producirse el atraso en los pagos a los distintos prestadores y el pago so
bre la base de índices que buscan institucionalizar alguna fórmula de reparti
ción equitativa de los insuficientes recursos que ingresan al sistema.
Surge, entonces, entre los prestadores la puja en torno de la repartición de
los recursos existentes, puja que se acrecienta en el caso de los contratos ca
pitados que, al revaluarse a un ritmo menor al que avanza el costo de la aten
ción médica, acaban perdiendo rentabilidad para la entidad que los
administra, en este caso la Federación Médica. Esta, al intentar pagar por índi
ce, entra en conflicto con la Asociación de Clínicas y Sanatorios, la que deci
de cortar los servicios de internación. Sin embargo, el frente de concertación
de clínicas y sanatorios tiende a fracturarse por el hecho de que aquéllos que
operan con alta capacidad subutilizada en sus establecimientos prefieren rom
per el acuerdo oligopólico de no internación a cambio de ver incrementada
su tasa de utilización con pacientes PAMI, aceptando así que la Federación
Médica -su administradora- continúe fijando condiciones de mercado. Aquí
se pierde el principio de libertad de elección de médico y sanatorio, ya que la
91
Federación Médica debe forzar a algunos de los pacientes a elegir aquellas
clínicas y sanatorios que han violado el acuerdo oligopólico. A su vez, y en
función de la administración del contrato capitado con PAMI, el Colegio Médi
co de la Capital entra en conflicto con la Federación Médica y plantea su po
sible retiro de la misma, buscando captar el contrato PAMI por su propia
cuenta. Como vemos, el mercado privado de salud, el principio de la libre
elección y el equilibrio entre prestadores, entran en crisis y la confrontación en
tre médicos y sanatorios tiende a generalizarse y a aumentar. Si, como posi
ble válvula de escape, se decide implantar el uso de un formulario terapéutico
restringido, la industria farmacéutica también será parte del conflicto,
agravándose la situación. Todo esto, por supuesto, guarda poca o ninguna
relación con los principios de racionalidad médica que permitirían ordenar la
cobertura, los niveles de atención, la organización y división social del traba
jo, la sobreprestación y deficiente infraestructura sanatorial que hoy prevale
cen, etc., todos ellos rasgos estructurales de largo plazo que acusa este
mercado provincial.
Hasta aquí hemos descrito el funcionamiento del sector privado. Incorpo
remos ahora al análisis al sector público. La atención médica del sector públi
co está arancelada, pero, en los hechos, es escasa la probabilidad de
recuperar los costos de atención de pacientes de Obras Sociales. La Obra
Social Provincial (IOSCOR) enfrenta dos caminos para diluir el déficit a que se
ve sometida al incorporar a su cobertura a Obras Sociales deficitarias, secto
res carenciados; etc. O bien transfiere su déficit al presupuesto provincial -co
mo lo hizo recientemente al incorporar a su cobertura al deficitario gremio
tabacalero- o bien trata de que el hospital público reciba a sus pacientes sin
hacerse cargo del arancelamiento que aquél estipula. De una u otra forma, la
insuficiencia de recursos con que opera el sistema acaba siendo transferida al
Estado, ya sea directamente, por vía del déficit en las cuentas fiscales, o indi
rectamente, a través del nivel y la calidad de los servicios que está forzado a
dar el sector público.
En resumen, en la base hay una situación estructural sumamente precaria
en laque resaltan: a) una oferta médica fuertemente desbaíanceada si se com
para la capital provincial con el interior; b) elevados índices de sobrepresta
ción y sobrefacturación, particularmente en el interior de la provincia; y cjsalvo
situaciones de excepción, un plantel de clínicas y sanatorios inadecuado a la
luz de los estándares de acreditación requeridos por INOS. A esta situación
se agrega en la actualidad una crisis originada en la creciente estrechez de re
cursos con que opera el sector salud y en el costo cada vez mayor de (a aten
ción médica. La crisis rompe el frente gremial de módicos y de clínicas y
sanatorios y arroja progresivamente el problema al erario público, ya sea por
el mayor uso y el eventual desfinanciamiento del hospital público o por el au
mento del déficit fiscal provincial. La caída en los niveles de cobertura y de ca
lidad de la atención, así como el incremento de los pagos de bolsillo por parte
de la comunidad usuaria, constituyen rasgos salientes de la presente crisis.
92
2.2. El caso de la provincia de Mendoza
93
cia de sobreprestación y sobrefacturación difíciles de contrarrestar en este
tramo del mercado.
Además de los ingresos de la actividad privada la comunidad médica tam
bién recibe ingresos por cargos públicos, de los cuales existen alrededor de
1.900. A ellos accede, fundamentalmente, el grupo de ingresos medios. Los
médicos del segmento más alto carecen de incentivos para competir en ese
mercado, por el elevado costo de oportunidad que tiene actuar en,la actividad
pública, en tanto que la falta de antecedentes curriculares de los estratos más
bajos actúa como barrera al ingreso a dichos cargos.
Pasando ahora al tema de clínicas y sanatorios observamos que sobre un
total aproximado de 5.300 camas con que cuenta la provincia, 1.200 corres
ponden al sector privado propiamente dicho, 445 pertenecen a tres entidades
mutuales de colectividades que han incorporado recientemente sistemas pro
pios de prepago, 310 son de Obras Sociales con capacidad de internación
propia -Ferroviarios 240 y la Obra Social Provincial (OSEP) 70- y el resto, es
tos es, 3.350 camas aproximadamente, son del sector público, que de esta
manera controla cerca del 70% de las camas totales. El poder de negociación
de clínicas y sanatorios se ve así restringido por la presencia de una importan
te “oferta cautiva' en manos de entidades mutuales y de Obras Sociales con
capacidad de internación propia, a lo que se suma un sector público de gran
peso como prestador.
La distribución por tamaño de las clínicas y sanatorios privados revela una
fuerte dispersión. Así, las primeras 11 entidades sanatoriales reúnen 697 ca
mas, lo que da un promedio cercano a las 63 camas por institución; las 27 en
tidades restantes tienen un tamaño medio de 17 camas, en un rango que cubre
desde 4 a 32 camas, evidenciando esto una variancia mucho mayor que en el
primer grupo. Al igual que en otras regiones o mercados, la dispersión de ca
lidad entre ambos grupos y en el interior de los mismos, es muy grande.
Además de la diferencia de escala, conviene también observar que en el
grupo de clínicas de mayor tamaño predomina la propiedad en manos de un
grupo médico cuya conducta de acumulación y reinversión de capitales se
asocia a la lógica económica general en mayor medida que en el caso de las
clínicas pequeñas. Estas últimas son el lugar de trabajo de médicos particu
lares más que una entidad manejada con criterios verdaderamente empresa
rios.
Médicos y clínicas y sanatorios contratan con el sistema de Obras Socia
les. La mayores la Obra Social Provincial (OSEP) que reúne 200.000 beneficia
rios. Le siguen PAMI -que es un contrato capitado- con 91.500 afiliados,
OSECAC con 74.000, 0SPAD (Viñateros) con 61.000 beneficiarios -esta última
tuvo un contrato capitado hasta fecha reciente-, etc. La población cubierta ron
da los 800.000 habitantes, según información proporcionada por la Dirección
de Estadística del Ministerio de Salud mendocino, estimándose que el resto
carece de cobertura.
En lo que hace al gasto anual por beneficiario también aquí se observa una
fuerte dispersión entre Obras Sociales, fluctuando entre 55 dólares por bene-
ficiario/año en OSECAC y 180 dólares por beneficiario/año en Bancarios. Los
datos disponibles ubican a PAMI en los 130 dólares anuales por beneficiario.
Pero esta dispersión no refleja necesariamente diferencias de igual magnitud
en materia de cantidad y calidad de servicios recibidos.
Descritos los agentes podemos ahora concentramos en el funcionamiento
del mercado y en el examen de la crisis actual. El conjunto de Obras Socia-
94
¡es que no tiene infraestructura propia de prestación de servicios contrata di
rectamente -y por lo general por la modalidad denominada de ’ libre elección
y pago por prestación’- con las federaciones de profesionales y de clínicas y
sanatorios. En el caso del contrato capitado de PAMI, la Federación Médica
-que tiene su titularidad y exclusividad- subcontrata los servicios sanatoriales
de la respectiva entidad gremial provincial. El resto de las Obras Sociales con
tratan directamente con la Federación de Clínicas y Sanatorios la provisión de
los servicios de internación y otros, pagando en forma individual por cada uno
de los actos de atención médica.
El estudio sobre distribución de la facturación previamente citado muestra
un predominio de la atención ambulatoria, el 45%, aunque las prácticas aso
ciadas a la especialización y al uso de equipamiento sofisticado suman casi
el 55% de la facturación global, con la siguiente distribución: 15,7% para ra
yos X, 4,5% para cardiología, 3,6% para oftalmología, 3,4% para cirugía gine-
cológico-obstétrica, 3,1% para anatomía patológica, 2,8% para ecografía, y
2,65% para cirugía digestiva (Estudio Mendocino, 1982).
Del conjunto de 1.600 profesionales estudiados, los grupos de ingresos
medios y bajos -el 90% del total- constituyen los niveles iniciales del sistema
de atención médica, la "puerta de entrada’ del paciente; estos profesionales
se encargan de la derivación hacia el grupo de especialistas del estrato de in
gresos superiores.
La concentración de ingresos se observa también entre los prestadores del
estrato superior en cada uno de los grupos de prácticas especializadas cita
dos. El estudio muestra que un pequeño número de profesionales facturó la
mayor parte de los ’ galenos’ a la seguridad social: dos prestadores factura
ron el 100% de las prácticas nefrológicas, 20 radiólogos el 84%, cuatro espe
cialistas en terapia intensiva el 80%, 15 cardiólogos el 88%, seis traumatólogos
el 66%, 10 urólogos el 68%, 11 ginecólogos y obstetras el 64%, etc. (Estudio
Mendocino, 1982).
El porcentaje que cobra la Federación Médica Provincial por la validación
legal de la facturación a la seguridad social permite a los profesionales de ma
yores niveles de facturación -que son los contribuyentes con una participación
más alta en el financiamiento del gremio- una capacidad de lobby y de ma
nejo de la Federación superior a la de los prestadores ubicados en los estra
tos de ingresos inferiores. Así, la Federación defiende gremialmente la
contratación mediante la modalidad de ’ libre elección de profesional’ y pago
por ’ acto médico’ frente a otras formas de prestación de servicios, tales co
mo la contratación asalariada y los contratos capitados.
La fortaleza que se observa en el gremio médico mendocino respecto de
la capacidad propia de atención ambulatoria que algunas Obras Sociales tie
nen en la región, no es tan clara cuando se examina la situación de la Fede
ración Sanatorial. Como vimos, existe una importante ’ oferta cautiva’ en
manos de la Obra Social Provincial, de la Ferroviaria, de los Hospitales de las
FF.AA. -que atienden a los afiliados de sus respectivas Obras Sociales- y de
los tres centros de internación y tratamiento de colectividades, a lo que se su
ma un importante sector público. A ello se agrega también la expansión que
tuvieron en los últimos años los sistemas de prepago de las citadas entidades
mutuales de colectividades, cuyos beneficiarios constituyen generalmente
una "demanda cautiva’ de los centros de atención médica que las mismas po
seen.
Como en otras latitudes del país, en la prestación de servicios a los bene-
95
Acianos de la seguridad social se observan importantes diferencias de calidad
que explican parcialmente los rangos observados en los precios fijados por el
Nomenclador; esos rangos se expresan bajo la forma de descuentos o sobre
precios ("plus") abonados por el usuario. Se repite también aquí la situación
referida al papel que el sector público cumple en el mercado de salud ha
ciéndose cargo de la cobertura de carenciados y de beneficiarios de Obras
Sociales desfinanciadas. Dicho papel se acentúa más en aquellas áreas de la
provincia con menor presencia de profesionales y clínicas privadas, y donde
predominan los centros de atención ambulatoria y los pequeños hospitales
públicos.
Así, entre los problemas estructurales que se observan en el caso mendo-
cino se encuentran: a) una oferta de atención módica y hospitalaria, tanto públi
ca como privada, fuertemente concentrada en las zonas urbanas de la
provincia, con preferencia en el Gran Mendoza; b) una elevada concentración
del ingreso y del poder gremial módico, con sobreprestación y sobrefactura
ción crecientes; c) una gran dispersión de calidad ¡ntrasectorial en clínicas y
sanatorios, con bajo cumplimiento de los estándares de acreditación del INOS,
etcétera.
Finalmente, el panorama coyuntural del sector salud mendocino es el de
una creciente participación del sector público como resultado de una mayor
demanda proveniente de carenciados y de beneficiarios de las Obras Socia
les de menores recursos.
Existen en la provincia de San Juan unos 1.100 médicos de los cuales 975
están agrupados en el Colegio Médico de San Juan, según datos de abril de
1987. Esta entidad es la única en su tipo en la provincia.
Los profesionales no agremiados en esa entidad trabajan para ADOS en
forma asalariada, situación que contrasta con el principio, sustentado por el
Colegio Médico, de libre elección y pago por prestación.
El 90% de los 975 módicos registrados en el Colegio vive en el área del Gran
San Juan, lo cual da un índice de 300 habitantes por profesional en una zona
que concentra el 60% de la población provincial. Si nos limitamos exclusiva
mente al departamento Capital, dicho índice disminuye a sólo 150 habitantes
por médico. Esto contrasta con el interior de la provincia, donde la presencia
médica es sensiblemente inferior. Vaya a título de ejemplo el caso de Jáchal,
con 1.000 habitantes por médico. Esta diferencia llega a un médico cada cua
tro o cinco mil habitantes en los departamentos más alejados de la Capital.
La Federación de Clínicas y Sanatorios de San Juan nació sobre la base
de los dos principales sanatorios de la provincia a comienzos de la década del
sesenta. Las razones fundacionales fueron las habitualmente encontradas en
esa época en el resto del país: un grupo de médicos que deseaba tener un lu-
96
gar de trabajo. En años siguientes, al producirse el crecimiento del sistema
de seguridad social, aumenta el número de clínicas pero no crece el tamaño
de las existentes, lo que evita el incremento en la concentración de la propie
dad en este sector. La venta a ADOS en 1972, de las dos clínicas más
importantes de la provincia hizo que la Federación de Clínicas perdiera parte
de su poder de negociación frente a ADOS y al resto del sistema de Obras
Sociales. Dicho poder se resiente aun más cuando, tiempo después, el Co
legio Médico decide construir un hospital privado que cuenta con 90 camas,
reduciéndose nuevamente la libertad de elección de sanatorio por parte del
usuario final. En este punto particular el caso sanjuanino es algo diferente al
ejemplo de Corrientes, porque la fractura de la Federación de Clínicas corren-
tina se produjo como consecuencia del conflicto con la Federación Médica.
Integrando la oferta de servicios sanatoriales junto al sistema de clínicas y
sanatorios y al hospital privado del Colegio Médico, encontramos a las dos
principales clínicas del escenario provincial, propiedad de ADOS. En conjun
to suman aproximadamente 200 camas, cifra que equivale más o menos al
número de camas que controla la Federación de Clínicas y Sanatorios. ADOS
maneja los servicios de alta complejidad, en particular en terapia intensiva,
neonatología y cirugía cardiovascular. La Federación de Clínicas sólo cuen
ta con una institución de alta complejidad: una clínica pediátrica que posee
terapia intensiva infantil.
Pasando al otro lado del mercado, esto es, a los demandantes de servicios
médicos, observamos que entre las Obras Sociales más importantes de la
provincia se destaca la Obra Social Provincial, que cuenta con 108.000 bene
ficiarios, lo que significa el 23% de la población provincial. Esta Obra Social
contrata con la Federación de Clínicas y Sanatorios y con el Colegio Médico.
Le sigue un grupo de Obras Sociales nucleadas en ADOS que brindan cober
tura a aproximadamente el 25% de la población sanjuanina. ADOS también
maneja el contrato capitado con PAMI.
El sector público provincial cuenta con dos hospitales, el Rawson y el Mar
cial Quiroga, de 611 y 327 camas, respectivamente, localizados en el Gran
San Juan. En el interior de la provincia hay además otros hospitales de me
diana complejidad que reúnen aproximadamente otras 200 camas. Así, la
disponibilidad provincial de camas de agudos ronda el número de 1.100. La
oferta de camas públicas en internación de crónicos comprende 140 camas
en un hospital geriátrico y 70 en un establecimiento neuropsiquiátrico.
Los dos hospitales principales citados son de alta complejidad; el Rawson
tiene un importante servicio de terapia intensiva, que fue el primero instalado
en el marco provincial. Dicho servicio no sólo satisfizo los requerimientos del
área pública sino que recibió las derivaciones de ADOS y de la Federación de
Clínicas. Hace poco una de las Clínicas de ADOS incorporó un servicio de
esta naturaleza.
Entre los demandantes de servicios del sector público encontramos a los
afiliados a Obras Sociales no nucleadas en ADOS y que disponen de esca
sos recursos financieros por afiliado, y a los sectores carenciados y de em
pleados por cuenta propia que reúnen aproximadamente el 20% de la
población.
Hasta aquí hemos considerado a los tres subsectores en que se divide el
m ercado provincial de salud; veam os a continuación cóm o es su
funcionamiento. Como dijimos, el primero de los subsectores es el que cu
bre ADOS con efectores propios y abarca el 27% de la población provincial.
97
ADOS constituye el elemento idlosincrático del escenario de salud sanjua
neo. Se constituyó en 1970 como un ente sin fines de lucro que agrupaba a
los beneficiarios de 17 Obras Sociales nacionales. En ese entonces adquiere
las dos principales clínicas existentes en el ámbito provincial, como también
varios centros de atención ambulatoria. Para la prestación de servicios ADOS
contrata profesionales en forma asalariada, lo cual origina una clara fractura
en el gremio médico: los así contratados deben abandonar el Colegio por
cuanto éste sostiene como principio gremial la libre elección de médico y el
pago por prestación. A ese conflicto se sumó el que se planteó con la Fede
ración de Clínicas y Sanatorios que también sustentaba el principio de la libre
elección de efector y el pago por prestación.
ADOS opera normalmente utilizando a pleno su capacidad de Internación
y de atención ambulatoria, y derivando su demanda excedente hacia los
profesionales del Colegio Médico y las clínicas de la Federación. El contrato
capitado con PAMI es manejado por ADOS, lo que disminuye las oportu
nidades de fractura del frente de Clínicas y Sanatorios -como puede haberlas
en el caso de Corrientes- ante el atractivo de establecer un vínculo ‘ atado’ con
PAMI. El sector público atiende las patologías menos rentables, a los asocia
dos de Obras Sociales con menor cobertura, a los carenclados y a los emplea
dos por cuenta propia. La presencia de ADOS debilita el poder de negociación
de la comunidad médica y de los propietarios de clínicas y sanatorios. Salvo
las clínicas de ADOS y el Hospital Privado del Colegio Médico, la mayoría de
las clínicas provinciales evidencian un bajo grado de equipamiento y poco
cumplimiento de los estándares de acreditación oficiales.
98
V. El sector público en el campo de la salud
99
ron construyendo una trama social cada vez más intrincada y difícil de orde
nar y describir. Como en otros capítulos de este trabajo, nos proponemos pre
sentar un diagnóstico general de situación que comience poruña breve reseña
histórica sobre el papel que el Estado cumplió en el sector salud en los albo
res de la organización nacional; luego nos acercaremos gradualmente al es
cenario que el país exhibe contemporáneamente en esta materia. La reseña
histórica no es mera formalidad porque, como se verá, muchos aspectos cen
trales de la actual organización social de la medicina en nuestro medio cons
tituyen herencia de larga data.
100
be tenerse presente que la nómina incluye establecimientos nacionales,
municipales y de comunidades, tales como el Hospital Francés, el Italiano, el
Español, el Inglés y el Alemán.
H o s p ita le s J u ris d ic c ió n N ú m e ro de G a s to s P e rs o n a l
cam as a n u a le s M é d ic o s P ra c tic a n te s
Fuente: Censo de la Capital Federal, setiembre 1887. Cap. IX, Hospitales, Asilos, etc., pág. 187.
Puede verse que ya 100 años atrás el sector salud de nuestro país mostra
ba varios rasgos estructurales que a través del tiempo ha mantenido y aun
exacerbado.
En primer lugar, conviven en el ámbito capitalino establecimientos de dife
rente dependencia jurisdiccional; esto, sumado a la completa desarticulación
organizativa que exhibe el sector permite que coexistan "...hospitales munici
pales repletos que no tienen ni un rincón ni una cama libre" y hospitales na
cionales o de las Sociedades de Beneficiencia que "ostentan espléndidas
salas casi vacías"1.
Segundo, el hospital público -municipal o nacional- tiende a ser una insti
tución para pobres; los extranjeros y los sectores de más altos ingresos lo
gran una atención más esmerada, ya sea en los hospitales de comunidad
(obsérvese el mayor gasto medio por cama que los mismos registran en 1887)
o en un incipiente "sector privado", que según datos censales un poco poste
riores -1909- reúne algo menos del 10% de las camas totales disponibles en
la ciudad (Veronelli, 1975, pág. 38). En el citado comentario del Dr. Dellepia-
ne al censo de 1904, éste informa que la Asistencia Pública -entidad munici
pal creada en 1856 al organizarse la Municipalidad de la Ciudad de Buenos
Aires- atiende a dos categorías de pobres: los de solemnidad, que tienen de-
101
recho a la asistencia médica gratuita, y los de segunda categoría, que deben
abonar 30 centavos por consulta y receta. Estas últimas son personas que
"...sin ser verdaderamente pobres no pueden costearse una asistencia parti
cular" (Censo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, 1904, pág. 304). Es el
comisario seccional quien debe certificar la condición de pobreza y expedir un
documento que la acredite.
Esta diferenciación en la atención (privada para los pacientes de mayores
recursos y estatal para los pobres) permite comprender por qué varios años
después -particularmente a partir de la década del cincuenta- el crecimiento
del sistema de Obras Sociales tuvo como contrapartida la expansión de la In
fraestructura de efectores privados y no la del hospital público: los sectores
gremiales sindicalizados históricamente han visualizado al hospital público co
mo proveedor de un 'bien inferior" frente a la opción de obtener atención pri
vada.
Tercero, ya desde los orígenes del modelo prestador observamos una ele
vada variancia en gastos por cama; en el cuadro anterior, aun excluyendo el
caso del Aislamiento -que es un hospital de enfermos contagiosos cuya cifra
aparece muy alejada del resto de la distribución-, la variancia alcanza una re
lación de 1 a 4, lo que habla de fuertes diferencias de calidad y cobertura den
tro de la misma medicina estatal. La falta de normatización y de un programa
centralizado de fiscalización han permitido sin duda desde temprano la
existencia de fuertes focos de inequldad e inef¡ciencia, Incluso en el sector
público.
En cuarto lugar, el censo de la Capital de 1904 -que revela la existencia de
13 establecimientos hospitalarios municipales- Indica que existen habilitadas
8.578 camas "para los pobres del municipio y los provenientes del interior que
llegan atraídos por la reputación de las clínicas de la metrópoli" (Censo Muni
cipal de la Ciudad de Buenos Aires, 1904, pág. 303). He aquí otro rasgo
estructural de larga data del sistema nacional de salud: su fuerte concentra
ción en el ámbito capitalino y la falta de desarrollo en el resto del territorio.
En resumen, la desarticulación administrativa, la coexistencia en el mismo
ámbito geográfico de demanda excedente y capacidad subutilizada, la divi
sión en medicina para pobres en el ámbito estatal y medicina para sectores de
mayores ingresos en el campo privado, las fuertes diferencias entre institucio
nes del campo estatal en lo que hace a gastos unitarios, la desigual cobertu
ra geográfica y la gran concentración de recursos en el ámbito capitalino, son
rasgos estructurales presentes desde siempre en nuestro medio.
Las diferencias y superposiciones jurisdiccionales se observaron primero
entre la Sociedad de Beneficencia y la Asistencia Pública haciendo que "...los
recursos de aquélla, provenientes del Gobierno Nacional y de la Lotería sobre
pasen en más de la mitad a los que el presupuesto municipal acuerda a la Asis
tencia Pública" (Censo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, 1904). Esas
diferencias se ahondan y multiplican cuando, sobre el final del siglo, se crea
el Departamento Nacional de Higiene, que entra en conflicto con la Intenden
cia Municipal de Buenos Aires, particularmente en lo que atañe al manejo de
epidemias y "enfermedades pestilentes". Dichos conflictos revelan con clari
dad la falta de un marco legal e institucional que delimite los fueros jurisdiccio
nales de las diversas reparticiones nacionales, provinciales y municipales en
materia de salud pública, así como la ausencia de una autoridad central que
la organice. Ambas carencias se seguirán arrastrando por largas décadas,
hasta el presente.
102
Recién en los años cuarenta observamos cambios verdaderamente pro
fundos en lo que podríamos denominar la "ingeniería institucional" del siste
ma. Esta denominación incluye tanto los aspectos de infraestructura física
como los componentes de tipo ideológico y político en la forma de encarar la
organización social y el financiamiento de los servicios de salud en el ámbito
nacional (Plan Nacional de Salud Pública, 1947).
En esos años se produce un esfuerzo masivo -aunque no necesariamen
te muy ordenado- de organización del aparato burocrático del Estado en los
distintos niveles políticos e institucionales en los que habría de manejarse el
tema de la salud pública de allí en más. Así, el proceso comienza en 1943 con
la creación de la Dirección Nacional de Salud Pública; continúa en 1946 con
la incorporación a nivel de gabinete de gobierno de una Secretaría de Estado
encargada del tema; culmina con la creación, en 1949, de un Ministerio de Sa
lud Pública que, desde entonces, ha constituido la máxima autoridad nacio
nal encargada del tema salud en nuestro medio. Los conflictos sobre fueros
jurisdiccionales no se resuelven en la etapa política que el país recorre a lo lar
go de la inmediata posguerra; más aún, se ahondan al trasladarse también al
ámbito de la relación entre la Secretaría de Trabajo y Previsión -encargada de
la Asistencia Social y bajo la conducción en 1944 del entonces Coronel Juan
Perón- y la Secretaría de Salud Pública. La Fundación Eva Perón, que, entre
otros roles, absorbe los que cumplía la vieja Sociedad de Beneficencia, cons
truye diversos establecimientos hospitalarios en el conurbano bonaerense
(OIT, 1985, pág. 35), que posteriormente son transferidos al Ministerio de Sa
lud Pública de la Nación. A pesar de que el Dr. R. Carrillo -Ministro de Salud
Pública desde 1946- rechaza la división de jurisdicciones entre Salud Pública
y Previsión Social, a lo largo de estos años no sólo no se avanza en otorgar
mayor claridad organizativa al sector, sino que su manejo en función de ob
jetivos políticos ajenos al campo propio de la salud, introduce diversas limi
taciones al modelo de organización y financiamiento de la medicina que
pretende desarrollar el Dr. Carrillo desde su Ministerio. Los grupos sindica
les -que fueron adquiriendo creciente independencia del aparato estatal a lo
largo de la década del cincuenta- y la Fundación Eva Perón pretenden desa
rrollar y capitalizar políticamente un masivo esfuerzo de organización institu
cional y de construcción de infraestructura física. De este modo llevaron a la
aparición de una compleja trama de relaciones políticas y jurisdiccionales que
restó fuerza al proyecto original de medicina estatal Impulsado por el Dr. Ca
rrillo (Véase Belmartlno y Bloch, 1980).
Concomitantemente con esa complejización del cuadro institucional y con
la superposición de niveles de responsabilidad, la segunda mitad de la déca
da del cuarenta muestra también otros dos aspectos que conviene conside
rar a esta altura de nuestra reconstrucción histórica. Por un lado, aparece un
cambio cualitativo en el 'discurso ideológico" del Estado, en lo que hace a
financiamiento y provisión de servicios de salud (Belmartino y Bloch, 1980);
por otro, se produce una rápida expansión de la infraestructura física con que
el Estado cuenta para la prestación de servicios.
Creemos conveniente examinar ambos temas. En relación con el primero,
es importante observar que en esos años el discurso oficial comienza a ha
blar de la "semisocializacíón de la medicina" y el profesional del arte de curar
pasa a ser visto como un funcionario del Estado que actúa bajo las órdenes
y la responsabilidad de aquél (Discurso del General Perón del 4 de marzo de
1947, citado por J. Veronelli, 1975, pág. 65).
103
Con respecto al tema de la expansión de la infraestructura física, hay que
comprender el cariz masivo y desordenado del crecimiento que alcanza en
esos años la infraestructura de salud de nuestro país, gran parte de la cual es,
por entonces, de propiedad pública. En 1946, el país tiene 66.300 camas hos
pitalarias'... de las cuales 15.424 pertenecen a establecimientos nacionales,
8.100 a establecimientos provinciales, 18.200 a establecimientos municipales,
815 a Universidades y 23.760 a mutuales y establecimientos privados. En 1951
las camas nacionales son 27.351, las provinciales 23.278, las municipales
20.877 y 1.700 las de universidades. La Fundación Eva Perón posee en ese
año 18.130 camas, las Obras Sociales oficiales 2.040 y las privadas 21.233.
Así, las 66.300 camas de 1946 se han convertido en 114.609 en 1951' (Vero-
nelli y Rodríguez Campoamor, 1970, pág. 17). Continuando con esta rápida
tendencia expansiva, el total de camas disponible en el país ha crecido hasta
134.218 en 1954. El presupuesto del Ministerio de Salud Pública se duplica en
cuatro años y entre 1946 y 1951 el personal sufre un incremento equivalente a
un 168% (Veronelli, 1975, pág. 67), pasando de 7.000 a 30.000 agentes. En
1955 el número de agentes alcanza a 35.000 empleados (OIT, 1986, pág. 36,
tomado de Barrenecheaefa/., 1963). Veronelli y Rodríguez Campoamor (1970,
pág. 17) brindan otro indicador cuantitativo de este rápido proceso expansivo
de la infraestructura pública de salud: “En junio de 1946 los edificios pertene
cientes al Ministerio sumaban 401.917 metros cuadrados. En el período 1946-
1961 se agregan 274.675 metros cuadrados'.
Resulta claro que una incorporación masiva de recursos, como la que re
flejan los números anteriores, casi necesariamente tenía que ocurrir en el mar
co de un profundo desequilibrio, con fuertes desbalances y 'cuellos de botella’
entre los distintos tipos de insumos y las formas organizativas de los servicios,
y dando paso a un proceso de 'indigestión' que llevaría varios años 'digerir'
y absorber adecuadamente en el marco social.
A pesar de la indudable carga ideológica que contiene, un detallado infor
me presentado en 1956 por el Dr. Odair P. Pedroso, consultor de la Oficina
Panamericana de la Salud, permite comprender algunos aspectos microe-
conómicos de dicho proceso de crecimiento con desequilibrio de la infraes
tructura pública de salud. Entre sus páginas leemos lo siguiente (Pedroso,
1956):
"La mayor falla que se notó en los hospitales visitados es el sistema de ad
ministración. Todos tienen el mismo patrón, cualquiera sea su clase y ta
maño, cualquiera sea la región en que se encuentran.' (pág. 30).
104
licencias a las instituciones de asistencia hospitalar." (pág. 30). (Aquí se
refiere también a la infraestructura hospitalaria privada).
El informe del Dr. Pedroso no hace más que corroborar un hecho Intuitiva
mente obvio: la rápida expansión de la medicina estatal de fines de los años
105
cuarenta y principios de los años cincuenta ocurre en el marco de un comple-
jo escenario social en el que abundan la desorganización y la superposición
de fueros jurisdiccionales, los objetivos de naturaleza política y los desbalan
ces y "cuellos de botella" intrasectoriales.
Hacia comienzos de los años cincuenta, el proceso expansivo de la infraes
tructura pública de salud comienza a perder impulso, como reflejo de la situa
ción económica general que atraviesa el país tras la crisis de balance de pagos
de 1952, la aparición de presiones inflacionarias y el deterioro del proceso de
acumulación y crecimiento a nivel agregado (Katz y Kosacoff, 1987).
Conjuntamente con esta creciente incapacidad del sector público para se
guir expandiendo su infraestructura de atención de la salud, cobra fuerza en
los años cincuenta otro hecho que habrá de incidir profundamente sobre la
dualidad "medicina estatal vs. medicina comercial", favoreciendo el desarro
llo de esta última en detrimento de la primera. Nos referimos al decidido ses
go anti-hospital público, una entidad tradicionalmente asociada en Argentina
a la atención de indigentes, que fuera tomando cuerpo en el movimiento sin
dical; este sesgo decididamente vuelca a dicho movimiento en favor del desa
rrollo de capacidad de internación propia y de subcontratación de servicios
con el sector privado, considerado como proveedor de un “bien superior" y
por lo tanto "preferible" al provisto por el hospital público.
Con respecto al primero de dichos temas, Belmartino y Bloch (1980, pág.
20) reflejan, a través de citas del Segundo Plan Quinquenal aprobado a fines
de 1952, y de discursos del mismo Dr. Carrillo, "las crecientes dificultades afron
tadas por el Ministerio para aumentar la capacidad instalada y financiar el fun
cionamiento de la existente". Dichos autores citan a R. Carrillo afirmando que
"ha llegado el momento en que los fondos de rentas generales son insuficien
tes para seguir sosteniendo a los hospitales (...) Los servicios sanitarios nacio
nales están insuficientemente financiados, lo que se traduce en pobreza, falta
de medios técnicos, mala organización y por ende deficiente servicio...". Co
mo acertadamente afirman: "... los recursos del Estado han tocado su límite
obligando a la reducción del gasto público..." (Belmartino y Bloch, 1980). Un
indicador físico de esta situación puede hallarse en el hecho de que las 134.218
camas hospitalarias con que el país cuenta en 1954, pasan a ser sólo 121.250
en 1958 (OIT, 1986, págs. 36 y 61); es el sector público el que contrae la ca
pacidad instalada, después de una década de vertiginosa expansión.
De allí en más, esta situación de desfmanciamlento en el sector público
habría de volverse un fenómeno recurrente en el escenario económico nacio
nal forzando respuestas como las siguientes: a) contracción lisa y llana del
gasto público en salud, b) intentos de arancelamiento de los servicios brinda
dos por el hospital público, c) proyectos y acciones concretas de transferen
cia de hospitales públicos nacionales a la órbita provincial y /o municipal, d)
creciente aceptación del papel que las entidades privadas de atención médi
ca pueden cumplir como prestadoras de servicios. En este último sentido es
interesante observar que, todavía en 1951, el mismo Dr. Carrillo consideraba
como transitorio el desarrollo de la infraestructura privada de atención de la
salud. Sin embargo, de allí en adelante pasa a ser progresivamente aceptada
como una posible salida de largo plazo a la crisis de financiamiento que pa
dece el sector público.
Es importante observar queUa manifiesta propensión del sector gremial a
buscar atención médica en la esfera privada y /o a desarrollar capacidad pro
pia de internación y atención ambulatoria, se manifiesta ya en los inicios de la
106
década del cincuenta; por entonces, sindicatos “grandes" del ámbito capitali
no -Bancarios, Ferroviarios, Carnes, etc.- avanzan hacia el desarrollo de una
infraestructura propia de atención ambulatoria e internación, mientras que
otros sindicatos más pequeños buscan la subcontratación con el sector pri
vado para satisfacer simultáneamente su preferencia por la atención médica
privada y la necesidad de circunvalar las deseconomías de escala que les im
pone su dimensión más reducida.
El creciente desfinanciamiento del sector público lleva a que desde media
dos de los años cincuenta la infraestructura pública de salud se reduzca no
sólo en términos físicos, sino en su productividad por el deficiente manteni
miento y la obsolescencia tecnológica de las camas y equipos disponibles.
Reflejando dicha situación, el reciente estudio del Banco Mundial indica que
"... Muchos hospitales públicos tienen más de cuarenta años de antigüedad;
poco o ningún mantenimiento han recibido durante los últimos 20 años. Co
mo reflejo de ello 25% de la capacidad de internación de corto plazo está di
lapidada más allá de toda posibilidad de reparación y otro 25% requiere una
extensa tarea de mejoras. A su vez, los hospitales de crónicos son aun más
viejos y 50% de sus camas están completamente obsoletas" (World Bank,
1987, pág. 31).
Acuciados por la creciente restricción financiera, sucesivos gobiernos a
partir de fines de la década del cincuenta han intentado la descentralización
ejecutiva y administrativa de los servicios nacionales, transfiriendo hospitales
y servicios de esta jurisdicción a los ámbitos provincial y municipal. Además
se intentó recurrentemente arancelar los servicios brindados por el hospital
público, a fin de contribuir a su financiamiento. Como veremos a continua
ción, las acciones de este tipo, desligadas de una programación y reorgani
zación global del sector salud, sólo aumentaron el grado de anarquía
imperante en el sistema, empeorando la situación de desfinanciamiento de las
entidades transferidas y deteriorando aun más el funcionamiento real y la Ima
gen social del hospital público nacional. Veamos brevemente lo ocurrido en
estos planos.
En relación con la gradual contracción de la infraestructura física de salud
del Estado la información de catastros revela que las 97.319 camas que el sec
tor público poseía en 1958, pasan a ser sólo 94.883 en 1980 (OIT, 1986). En
ese mismo ínterin las camas privadas aumentan de 17.903 a 47.048; es decir,
en 1969 constituían una cuarta parte del total y pasan a representar un tercio
del conjunto a comienzos de la década del ochenta. A su vez, se observa una
sustantiva reducción del peso relativo del sector público nacional frente a una
marcada expansión del sector público provincial. Ello es lógica consecuencia
de la política de transferencias jurisdiccionales que sucesivos gobiernos im-
plementan desde fines de los años cincuenta y que pasamos a examinar.
El tema de la transferencia de hospitales nacionales a la órbita municipal
y /o provincial adquiere presencia dentro de la agenda de política pública ha
cia 1957. Por entonces, una comisión de expertos internacionales sugiere uti
lizar este mecanismo para aliviar el presupuesto de la administración nacional.
Así, una medida que, como la descentralización administrativa, debería haber
permitido acercar el hospital público a la comunidad y ganar terreno en térmi
nos de participación com unitaria y de interacción entre usuarios y
administradores, al ser instrumentada sin un adecuado marco programático
y sólo como una salida de emergencia para enfrentar la escasez de recursos
financieros del Estado nacional "...trajo como consecuencia un estado de
107
incertidumbre, de anarquía y de caos en los servicios asistenciales naciona
les, con el resultado final de un desmantelamiento en cuanto a dotación de
personal, renovación de equipos técnicos y mantenimiento presupuestario..."
(Veronelli, 1975, pág. 77).2 En el mismo discurso el Dr. Oñativia afirma: ” ...En
muchas provincias se estableció la atención administrativa a cargo de la Na
ción y la técnica por las provincias, sistema que agravó aun más el panorama
de crisis hospitalaria pues ni la Nación ni las provincias atendieron satisfactoria
mente las necesidades del hospital...' (Veronelli, 1975, pág. 77).
La falta de un marco programático general para la descentralización
administrativa del sistema hospitalario puede observarse en las marchas y con
tramarchas que se registran sobre el final de la década del cincuenta. En los
primeros meses de 1958 se efectuaron transferencias parciales de estableci
mientos que pocos meses más tarde fueron reintegrados al Ministerio de Sa
lud Pública de la Nación, para ser nuevamente transferidas en 1961 y 1962.
Sobre el final de la década -1967/1968- volvemos a encontrar nuevas accio
nes de descentralización administrativa y ejecutiva (Veronelli, 1975, pág. 80).
De esta forma, ya sobre el final de la década del sesenta, el presupuesto de
salud del Estado Nacional ha pasado a constituir sólo una fracción menor del
gasto público global que el país realiza en materia de salud -véase el análisis
de este tema algo más adelante en el presente capítulo-; ahora son los presu
puestos provinciales los que absorben la parte más sustantiva del esfuerzo
público en esta materia. Como contrapartida de dicha transformación, las
23.278 camas provinciales que el país tenía en 1951 pasaron a ser 57.076 en
1980, en tanto que las camas nacionales han caído entre esas dos fechas de
27.351 a 10.580.Paripasu con este cambio estructural del sector público con
solidado, el peso relativo del sector privado aumentó significativamente en el
curso de las décadas del sesenta y del setenta, de forma tal que las 23.273 ca
mas privadas y de mutualidades de 1951 llegan a ser 55.127 en 1980 (World
Bank, 1987, Tabla 6, Anexos 5-6).
Decíamos que junto con la idea de la descentralización administrativa en
los años sesenta comienza a plantearse el tema del arancelamie'nto del hos
pital público, es decir, del pago directo por parte de los usuarios, como meca
nismo de fortalecimiento financiero. En los hechos, ésta ha sido una vía poco
exitosa para aportar recursos al erario público en la medida en que '...n o exis
ten incentivos para que el hospital público identifique a los pacientes según la
obra social a que pertenecen y facturen a esta última los costos de atención
de sus afiliados...’ (World Bank, 1987, pág. 33). La información referida al uso
que el sistema de Obras Sociales hace del hospital público es escasa y frag
mentaria; el citado informe del Banco Mundial sugiere que el 40% del total de
pacientes/día atendidos por el sector público (seguramente se refiere al ámbi
to municipal y capitalino) son afiliados del sistema de seguridad social, y da
tos preliminares recogidos en el interior del país (Villamil, 1987, comunicación
privada) confirman dicha estimación. Pero, a pesar de esa falta de Informa
ción, sin duda se puede afirmar que "... son las Obras Sociales más pobres las
que son indirectamente subsidiadas por el hospital público...” (World Bank,
1987, pág. 34) a través de este mecanismo de no facturación por la atención
de sus afiliados. En este sentido, también la comunidad empresaria resulta
2 Veronelli cita este texto perteneciente aun discurso que el Ministro Oñativia pronunció
en las jornadas de Salud Pública de 1963 llevadas a cabo en San Juan.
108
subsidiada en la medida en que el hospital público se hace cargo de acciden
tes de trabajo y de patologías ) riesgos que según la legislación laboral de
berían estar cubiertos por la emoresa pero que en los hechos terminan sien
do atendidos gratuitamente en hospitales públicos.
En resumen: la descentralize ción administrativa y ejecutiva y el arancela-
mlento de servicios -dos de los caminos elegidos para enfrentar la crisis de
financiamiento que padece el hospital público desde fines de los años cin
cuenta- no parecen haber rendido mayores frutos. Esto "explica" la dramáti
ca caída de performance del hospital público a lo largo de los últimos años y
hace que el mismo exhiba una tasa media de estadía por paciente relativa
mente alta -casi 11 días/pacienl e, en promedio- junto con una tasa de utiliza
ción que no supera el 60% de la capacidad instalada en hospitales de agudos,
evidenciando así una performance cuantitativa relativamente pobre. Escasez
de recursos financieros con los que afrontar gastos corrientes, desorganiza
ción administrativa, decaimiento de la infraestructura física, uso de tecnolo
gías que exigen más mano de obra y más tiempo de internación, etc.,
constituyen explicaciones parciales y complementarias de la situación obser
vada. Sin embargo, y tal como lo refleja el informe del Banco Mundial, lo an
terior no constituye evidencia suficiente como para concluir afirmando que en
la comparación con el sector privado en términos cualitativos la inferioridad
relativa del hospital público sea un hecho obvio y evidente. Este es un tema
que "...da lugar a una apasionada controversia", en la que aún se carece de
estudios de calidad y cobertura lo suficientemente detallados e imparciales
como para extraer conclusiones definitivas. En este sentido la conclusión del
reciente informe del Banco Mundial debe tomarse como un oportuno llama
do de atención cuando afirma: "... La calidad de la atención es, en promedio,
superior en los hospitales públicos especialmente en lo que concierne a que
mados, pediatría, cirugía pediátrica, neurología e inmunología. La obsolescen
cia de los equipos impide en algunos casos una atención más actualizada.
Sin embargo, en capitales de provincia y en la mayoría de las ciudades y pue
blos pequeños del interior el hospital público aún hoy constituye la mejor aten
ción disponible." (World Bank, 1987, pág. 32).
Hasta aquí lo referido al papel que el sector público ha cumplido y cumple
en nuestro medio como prestador directo de servicios de salud en el plano de
la internación hospitalaria. Hemos centrado nuestra atención en el tema de las
camas hospitalarias como insumo central de la infraestructura física de aten
ción. Pero, a pesar de su importancia, éste no es el único tema que reclama
atención cuando pretendemos arrojar cierta luz sobre la evolución de la me
dicina estatal. Por ello, a continuación nos ocupamos de los recursos huma
nos calificados -médicos, personal de enfermería, etc.- y del equipamiento de
alta complejidad, integrantes igualmente básicos de la función de producción
de servicios de salud -tanto ambulatorios como de internación- del sector
público.
Como vimos en el capítulo II, Argentina posee una dotación relativamente
alta de médicos: 69.000 en actividad, según el censo de 1980 (World Bank,
1987, pág. 38) que, en términos aproximados, constituye un tercio del total de
la fuerza de trabajo que emplea el sector salud en su conjunto. Esto implica
la existencia de 425 habitantes por módico, cifra elevada según los estánda
res internacionales. Esta situación constituye un rasgo histórico de larga da
ta. En 1914 el país contaba con 3.542 médicos, cifra que se eleva a 16.240 en
1947 y a 22.412 en 1954 (OIT, 1986, pág. 42); desde fecha temprana, pues, el
109
país exhibía índices de habitantes por médico del tipo de los que muchos
países desarrollados recién alcanzan contemporáneamente.
Por el contrario, la dotación relativa de personal de enfermería no sólo es
Insuficiente en relación con el tamaño de la comunidad médica, sino que re
sulta sumamente baja según los patrones internacionales. Estadísticas oficia
les revelan que en 1980 había en el país 64.685 enfermeras, lo que arroja
prácticamente una relación de uno por uno respecto de los médicos. En países
desarrollados dicha relación es del orden de 3 a 1 o de 4 a 1. Esto señala que
existen fuertes diferencias entre nuestro país y los más desarrollados en la
organización del trabajo médico y el papel que el médico juega dentro del equi
po prestador de servicios de salud.
El catastro de 1980 indica que sobre 69.338 médicos activos en el país, el
sector público emplea 35.452, es decir, el 51% de la nómina global. Ello, por
supuesto, no dice nada acerca del número de horas de dedicación; puede su
ponerse que el elevado número de puestos en realidad encubre diversas for
mas de dedicación parcial complementadas con contratos simultáneos
celebrados con unidades prestadoras del sector privado o del área de la se
guridad social. Si recordamos que en dicho año el sector público operaba con
94.883 camas (OIT, 1986, pág. 10), surge un índice de 2,6 camas por médico
en el área de la atención pública. El ya citado informe del Banco Mundial ubi
ca en 1,79 las camas por médico en el sector privado (World Bank, 1987, Ta
bla 3, Anexos 6-5), pero la menor confiabilidad de la estadística de médicos
empleados en el campo privado hace que el margen de error en dicho dato
sea probablemente más alto que en el caso de la estadística pública. De to
das formas, ambos indicadores son mucho más bajos que los que suelen pre
valecer en el escenario Internacional, donde cinco camas por médico
constituye un número razonable. Este hecho justifica que el ya citado Informe
del Banco Mundial afirme que '...Los servicios hospitalarios están sobreabas
tecidos de médicos, lo que se pone en evidencia ante un promedio de 2,06
camas por médico. Es más, no parece haber grandes diferencias en este sen
tido entre el sector privado y el sector público. La productividad y la eficiencia
son extremadamente bajas. Los médicos argentinos muestran una alta dedi
cación a su tarea. Pese a las pobres condiciones de trabajo la relación médi
co-paciente es normalmente buena y cálida. Sin embargo, existen múltiples
razones que explican la baja performance tanto en el área pública como pri
vada. Entre dichas razones se citan: el trabajo part-time, la fragmentación de
tareas ("peacemear duties), los extensos tiempos de transporte (entre lugares
de trabajo y pacientes), la escasa dotación de enfermeras y personal
complementario, lo reducido y obsoleto del equipamiento disponible, etc., to
do ello en adición a salarios bajos y a una sensación general de desaliento."
(World Bank, 1987, pág. 39).
En lo que hace específicamente al equipamiento disponible, el cuadro V.2.
confirma que la dotación de capital por cama atendida con que opera el sec
tor público es mucho menor. Si a ello sumamos la mayor obsolescencia tec
nológica y el peor estado de mantenimiento técnico de los equipos disponibles
en hospitales públicos, obtenemos una explicación parcial pero significativa
del diferencial de performance que es dable observar entre una y otra esferas
de atención.
En el cuadro V.2. se puede observar que la disparidad en densidad de equi
pamiento de alta complejidad es muy significativa, aun tomando en conside
ración sola y exclusivamente las camas de agudos en el área pública, y el
110
hecho-adicional de que, al basarse la información en el Catastro de 1980, los
datos subestiman el número absoluto de equipos de alta complejidad dispo
nibles en el sector privado. Este sector, entre dicho año y el presente, ha con
tinuado importando a pasos acelerados equipos como los involucrados en el
cuadro V.2. Véase en este sentido el ‘ Estudio de Mercado sobre el sector
Electromédico' (1986, pág. 3) cuando dice: ‘ Información adicional obtenida
de importadores y representantes de firmas vendedoras del exterior indica
que en 1980/81 se instalaron en el país 40 tomógrafos computados y no
menos de 80 cámaras gamma, electrocardiógrafos, etc., de última genera
ción...”
(*) La información sobre el sector privado excluye los datos referidos a la seguridad
social. La última columna refleja el total de equipos disponibles en 1980, Incluidos
los que operan en el área de las obras sociales.
Camas totales sector público 94.883; de agudos: 70 095
Camas totales sector privado 47.048; de agudos: 41.096.
Cerramos aquí lo relativo al papel del sector público como prestador direc
to de servicios ambulatorios y de internación hospitalaria. En nuestra opinión
no es aconsejable comparar estadísticas de performance entre éste y el sec
tor privado, esto es, reflexionar acerca del número de egresos, días de estadía,
número de consultas ambulatorias evacuadas, etc., en uno y otro casos, co
mo frecuentemente se hace en estudios de esta índole. Dada la distinta organi
zación del trabajo médico, la diferente dotación de personal complementario
que integra el equipo de salud, la intensidad absolutamente incomparable de
capital físico por cama, médico, etc., el hecho de que en uno y otro casos se
esté prestando atención a individuos de distinto nivel socioeconómico y, por
ende, con distinto nivel nutricional y de ‘ calidad de vida", el hecho de que mu
chas veces los hospitales públicos brindan formación profesional a los residen
tes médicos y que ello tiende a afectar el tiempo de estadía de los enfermos,
111
etc., toman sumamente dudosos los índices comparativos de performance
entre los sectores público y privado, y pueden Inducir a más de un error de
apreciación. Resulta mucho más razonable preguntarnos cómo ha ¡do cam
biando la performance del sector público a través del tiempo, manteniendo
cuasi constante la naturaleza del universo bajo observación.
El cuadro V.3. da cuenta de la información recogida en ese sentido en el
marco de los hospitales públicos de la Capital Federal operados por la Muni
cipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. La estadística revela con toda clari
dad que la productividad del sector público ha ido creciendo significativamente
a través de los años.
112
rrera para la racionalización y mejora de los servicios de salud. Muchos de es
tos temas ya mencionados en secciones anteriores son problemas de larga
data en el ámbito nacional y en no pocas oportunidades su origen debe bus
carse en el fundamento jurídico del Estado Federal sancionado en la Consti
tución, o sea que proviene de uno de los pilares esenciales de la organización
política de nuestro país.
Observamos en este sentido que '...Las provincias conservan todos los po
deres inherentes que no hayan delegado por la Constitución en el gobierno
federal. Siendo que el número de los poderes confiados al gobierno federal
es limitado, el poder provincial es, por lo tanto, la regla genérica y el poder fe
deral es la excepción." Entre los poderes expresamente delegados al gobier
no federal no se menciona la salud tema que, por lo tanto, queda dentro de
la competencia o jurisdicción provincial. (Art. 104 y 67 inc. 28 de la Constitu
ción).
Hasta aquí el cuadro institucional parece claro: las provincias son las que
tienen jurisdicción en materia de salud. Sin embargo, las cosas no resultan tan
sencillas. Por un lado, porque la Nación actúa -mucho más en el pasado que
contemporáneamente- con efectores propios que trabajan a nivel provincial.
Por otro, porque existen programas de carácter nacional -vacunación, Cha-
gas, etc.- que se manejan desde-el nivel federal. Ambas cosas llevan a crear
la figura de los "delegados regionales", que no son más que representantes
federales que actúan en el ámbito provincial. La posibilidad de duplicación y
superposición de funciones resulta aquí clara. El problema, sin embargo, no
termina en esto.- Existen en el marco del sector salud diversas actividades que
se llevan a cabo cubriendo el ámbito nacional -por ejemplo, la producción y
distribución de medicamentos- y para las cuales la matriculación y fiscaliza
ción debe ser por definición de ámbito nacional, a pesar de que el efector ope
re en el medio provincial. También ocurre que la capacidad regulatoria de las
distintas provincias varía según el grado de desarrollo madurativo de sus plan
teles administrativos, razón por la cual las más pobres muchas veces deposi
tan en el ámbito federal acciones regulatorias de jurisdicción provincial.
Complicando aun más el cuadro se agrega la problemática jurisdiccional
deja Capital Federal. En el caso de ésta "el gobierno político se encomienda
al Congreso (como legislatura local) mientras que el régimen municipal o régi
men administrativo de la ciudad se reserva para ser ejercido por la Municipa
lidad en la forma en que el Congreso preceptúe" (Plan de Salud de la Ciudad
de Buenos Aires, pág. 64).
Ocurre entonces que, mientras que en la Capital Federal la Nación es la
que matricula médicos, el Municipio es el que se encarga de la habilitación e
inspección de clínicas y sanatorios. Ocurre también que en las provincias la
acreditación de médicos -y otras acciones de contralor ético- las cumple una
entidad paraestatal que es el Colegio Médico; este último es distinto del Círcu
lo Médico que, en realidad, es una institución de carácter gremial y de afilia
ción no obligatoria para los profesionales en medicina. Pero no en.todas las
provincias hay Colegio y Círculo Médico, razón por la que la acción de acre
ditación y contralor médico tiende a superponerse con la acción gremial, he
cho no necesariamente aconsejable. En la provincia de Buenos Aires, la
matriculación médica la realiza el Estado Nacional en una delegación de fun
ciones propias del estado provincial.
En síntesis, el rol regulatorio del Estado en el campo de la salud fue pobre
y confuso desde hace 100 años y continúa siéndolo al presente, debido a un
113
cuadro jurídico-instrtucional poco claro. En él se superponen los fueros nacio
nales, provinciales y municipales, en él se mezclan las funciones ético-re-
gulatorias con las actividades gremiales y corporativas, etc. Resulta claro que
será necesario llevar a cabo, ante todo, una extensa labor de “ingeniería insti
tucional" para poder normatizar los servicios de salud que se desea dar a la
población, supervisar adecuadamente la acreditación de efectores, fiscalizar
ex post el cumplimiento de normas, etcétera.
Pero la falta de un marco jurídico-institucional adecuado no es el único mo
tivo por el que asistimos a un marcado fracaso del Estado en el plano regulato
rs. Otro factor fundamental es la creciente estrechez financiera con que se
desempeñan tanto la Secretaría de Salud Pública de la Nación como las auto
ridades de salud de los respectivos estados provinciales. (Para una clara iden
tificación de lo magro e insuficiente de los recursos públicos disponibles en
esta materia a nivel nacional véase el cuadro V.4.; se carece de información
de esta índole a nivel provincial o municipal).
Es más, las diferencias ideológico-polrticas que subsisten en la base mis
ma del sistema llevan a que el logro de acciones concertadas y el afianza
miento de un marco regulatorio adecuado sigan tropezando en la actualidad
con graves dificultades. A raíz de todo esto el tema de la salud, junto con otros
en los que el país todavía reclama avanzar hacia un verdadero Pacto Federal
que trascienda de lo meramente declarativo, aparece como prioritario en la
agenda política de años venideros.
114
Cuadro V.4. Estructura del gasto de la Secretarla de Salud Pública de la Nación e INOS
(en miles de Australes de 1985)
S e c re ta ria de S a lu d P ú b lic a
P e rs o n a ) 2 2 .6 2 6 ,4 4 .2 0 1 ,8 9 2 ,4 1 .4 0 9 ,8 3 .8 1 8 ,5 3 .2 5 9 ,8 9 0 9 ,0 3 6 .3 1 7 ,7
B ie n e s d e c o n s u m o 1 4 .4 5 9 ,5 7 .2 5 2 ,0 3 ,9 6 0 9 ,0 7 4 4 ,4 2 0 6 ,6 -- 1 .6 1 1 ,5 1 4 4 ,0 2 5 .0 3 0 ,9
- A lim e n t o s y p r o d .
- a g r o p e c u a r io s 2 .3 4 7 ,3 7 4 8 ,5 .. .. .. .. 3 .0 9 5 ,8
- P r o d , q u í m ic o s y
- m e d ic in a le s 3 .6 0 4 ,2 5 .3 1 9 ,8 „. 4 7 2 ,8 1 4 8 ,2 8 6 ,1 1 .6 1 1 ,5 .. 1 1 .2 4 2 ,6
S e rv ic io s n o p e r s o n . 6 .2 6 1 ,9 7 2 2 ,3 5 .3 2 1 7 ,4 3 .8 7 9 ,4 2 5 3 ,5 -- -- 2 1 1 ,0 1 1 .5 5 0 ,8
T r a n s f e r e n c ia s p a r a
e r o g a c io n e s c te s . .. .. 1 .3 8 4 ,8 . . 2 5 .5 4 8 ,0 „_ 4 4 .9 2 1 ,0 (1) 7 3 .4 4 6 ,9
1 .5 8 7 ,5 5 ,6
T r a n s f e r e n c ia s p a r a
e r o g a c io n e s d e c a p . 5 0 8 ,6 3 6 7 ,3 . . .- -- 1 4 .7 2 1 ,0 -- 2 .2 2 6 ,0 (1) 1 7 .8 2 2 ,9
E q u ip a m ie n t o e
I n v e r s io n e s 6 .9 7 1 ,2 5 2 9 ,0 4 .8 9 5 ,2 3 6 ,6 5 8 ,9 4 5 9 ,6 1 5 ,0 1 2 ,9 6 5 ,5
P ré s ta m o s a o tro s
e n te s d e l s e c to r P ú b .
y O b r a s S o c ia le s 1 5 .3 6 2 ,0 (1 ) 1 5 .3 6 2 ,0
T o t a le s p o r p r o g r a m a 5 2 .4 1 5 ,1 1 2 .7 0 5 ,1 5 .3 6 4 ,1 2 .2 7 8 ,4 9 . 8 8 6 ,0 4 .1 7 9 ,5 4 0 .2 6 9 ,0 3 .2 2 3 ,0 . 6 3 .7 8 8 ,0 1 9 2 .4 9 6 ,7
F uente: Ley de P resupuesto, 1B85 010: PGM de C o n d u c c ió n y Adm inistración (Los viajes oficiales de to d o s loe funcionarios co m o
asi ta m b a n les transferencias a organism os In te rn a d o oalea co m o OPS y OMS se p a gan a
través de est e program a).
PGM de F iscalización y Control (SI bien el program a tiene un p resupuesto reducido, su
015: PGM d e M e d icin a Asistencia] y R ehabilitación (Hospitales N acionales)
im pacto social es significativo, ya que su o rg a n ism o más Im portante es el que fiscaliza
026: PGM de M e d icin o Sanitaria (Atención de S alud d e las Personas, M aternidad e Infancia,
drogas, m e d ica m e n to s y alim entos).
E p id e m io lo g ía , program as de V a cunación y E ducación p a e la Salud).
PGM de Asistencia a las Provincias (PAS)
050: PGM de C o nstrucciones Sanitarias (54% de! m o n to g astado corresp o n d e a la construcción
T ransiendo a O bras Sociales
del H ospital N acto nal de Pediatría). W
037: PGM de O p tim ización del M edio A m biente (Incluye tra ta m ie n to del Chagas m ediante fà No proviene de rentas dei Tesoro. Está fin a n cia d o con recursos provenientes del F o n d o de
R edistribución d e l INOS, recursos q ue son un por ciento de la re caudación de Obras
dele g a cio n e s sanitarias nacionales que fiscalizan a Las provincias y realizan cam parias de
Sociales.
fu m ig a c ió n c o n ju n ta con las mism as).
VI. Reflexiones finales
117
El presente estudio pone de manifiesto estos temas y sugiere la convenien
cia de futuras exploraciones micro y macroeconômicas que arrojen nueva y
más detallada luz sobre los problemas expuestos. Será difícil reordenar el fun
cionamiento de los mercados, replantear la relación entre sector público y sec
tor privado y recuperar los niveles de equidad y eficiencia hoy perdidos, si
nuestra sociedad no profundiza el estudio, el debate y la participación comu
nitaria en torno ce estos temas.
118
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