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Tesis de Grado: Área Clínica: "El Estrago Materno Como Un Elemento Posible en La Estructuración de La Psicosis"

Este documento presenta la tesis de grado de Dana Sofía Barros sobre el estrago materno como un elemento posible en la estructuración de la psicosis. La tesis analizará este tema desde una perspectiva psicoanalítica lacaniana y presentará casos clínicos que ilustran la hipótesis de que el estrago materno puede incidir en la formación de la posición psicótica del sujeto debido a la no operación de la metáfora paterna.

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Tesis de Grado: Área Clínica: "El Estrago Materno Como Un Elemento Posible en La Estructuración de La Psicosis"

Este documento presenta la tesis de grado de Dana Sofía Barros sobre el estrago materno como un elemento posible en la estructuración de la psicosis. La tesis analizará este tema desde una perspectiva psicoanalítica lacaniana y presentará casos clínicos que ilustran la hipótesis de que el estrago materno puede incidir en la formación de la posición psicótica del sujeto debido a la no operación de la metáfora paterna.

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TESIS DE GRADO: ÁREA CLÍNICA

“El estrago materno como un elemento posible en la


estructuración de la psicosis”

Alumna: Dana Sofía Barros

Nro. De L.U: 38.690.7680

Mail: dana.sbarros2@gmail.com

Tutora: Noelia García Neira

DNI: 29.571.836

Entidad académica: Universidad de Buenos Aires, Facultad de


Psicología

Año de presentación: 2020

1
Índice

Agradecimientos ............................................................................................................................ 3
Introducción..................................................................................................................................... 4
Tema .................................................................................................................................................. 4
Planteo del problema .................................................................................................................... 5
Hipótesis ........................................................................................................................................... 5
Objetivos........................................................................................................................................... 5
Objetivo general ............................................................................................................................. 5
Objetivos específicos .................................................................................................................... 5
Marco teórico................................................................................................................................... 6
Estado del Arte ............................................................................................................................... 6
Lacan y la psicosis ........................................................................................................................ 7
Función Paterna ¿qué queda para la psicosis?..................................................................... 7
La ley de la madre .......................................................................................................................... 8
¿Deseo o Estrago materno? Distinciones necesarias ......................................................... 8
Niño/a Objeto de goce................................................................................................................... 9
Metodología ................................................................................................................................... 10
Desarrollo ....................................................................................................................................... 10
Teorizaciones acerca de la psicosis ....................................................................................... 11
¿Y cuando la metáfora paterna no opera? ............................................................................ 13
La ley de la madre ........................................................................................................................ 15
Otro Materno del Estrago ........................................................................................................... 16
Hijo/a objeto ................................................................................................................................... 18
Lo estragante del Deseo Materno ............................................................................................ 21
Conclusiones................................................................................................................................. 27
Bibliografía ..................................................................................................................................... 28
Anexo............................................................................................................................................... 30
Caso Julián .................................................................................................................................... 30
Caso Karim..................................................................................................................................... 36
Caso del “Emperador esclavizado” ........................................................................................ 47

2
Agradecimientos

A la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, por ser la casa de


estudios que me alojó siempre, donde crecí todos estos años, y aprendí que no
hay nada como la educación de calidad, pública y gratuita.

A los y las profesores/as con los que me encontré, quienes marcaron el camino y
transmitieron la pasión que hoy me genera el psicoanálisis.

Agradezco particularmente a Valeria Morera, por presentarme a mi tutora Noelia


Garcia Neira, quien me acompañó a lo largo de todo este trabajo de escritura, me
alentó en un periodo de incertidumbre absoluto, a la distancia y sin conocernos.
Gracias por tu vocación y por tus palabras.

A mi familia, que acompañó este recorrido, festejando los aciertos a la par.

A Nicolás, por estar ahí siempre desde el amor. Por tanto empuje, “dale que ya
estás”.

A mis amistades, por aguantar y comprender la falta de tiempo, pero festejar


siempre junto a mi. Por sus palabras tan lindas siempre.

A mis futuras colegas, que también son amigas, gracias por transitar juntas este
camino.

Muchas gracias a todos/as por tanta compañía.

3
Introducción

La presente tesis de grado se encuentra enmarcada dentro del ámbito clínico y


pretende abordar desde un enfoque psicoanalítico, al estrago materno en tanto un
elemento con posibilidad de incidencia en la estructuración de la psicosis.

El interés al momento de investigar sobre dichas temáticas, surge a partir de la


lectura de casos clínicos con diagnóstico de psicosis a lo largo de la formación
académica, como así también del encuentro con pacientes dentro del ámbito del
Acompañamiento terapéutico, donde el vínculo con el Otro materno me resultó
significativo y llamativo.

A los fines de llevar a cabo el presente trabajo, serán plasmados conocimientos


adquiridos en materias como “Psicopatología”, “Psicoanálisis: Orientación
lacaniana. Clínica y escritura” y “Psicoanálisis: Escuela francesa” entre otras; como
así también material de interés estudiado por fuera del plan de estudios.

En ese sentido, se intentará realizar un recorrido teórico, partiendo de la obra de J.


Lacan y siguiendo por psicoanalistas contemporáneos, a fin de dar cuenta del
mecanismo que opera en la psicosis, la forclusión; de aquello que no opera, la
metáfora paterna; como así también se intentará conceptualizar a la Ley de la
madre, como aquello que opera en el primer momento de la constitución subjetiva,
siendo el estrago un posible factor resultante que incide en la estructuración de la
posición psicótica.

Tema

El tema elegido tiene su marco en el Psicoanálisis Lacaniano, dentro del Área


Clínica. Se abordará a la Psicosis como estructura subjetiva, tomando a la noción
de Estrago para estudiar su incidencia, como así también las posibles modalidades
de presentación en la clínica.

4
Planteo del problema

Partiendo de la forclusión como mecanismo operante en la psicosis, ¿podría


tomarse al estrago materno como un factor que, producto de la no operatoria del
Nombre del Padre, incide en la estructuración de la psicosis?

Es preciso destacar que en la mayoría de los casos donde se trabaja la cuestión del
estrago es en la relación madre-hija, mientras que lo novedoso de este desarrollo
refiere a la articulación del estrago materno con la estructuración de la psicosis.

Hipótesis

El estrago materno como un elemento posible en la estructuración de la


psicosis.

Objetivos

Objetivo general

• Constatación de la hipótesis acerca de la incidencia del estrago materno en


la estructuración de la psicosis desde la teoría psicoanalítica.

Objetivos específicos

• Dar cuenta del mecanismo forclusivo como aquel que opera en la psicosis y
establecer una posible relación con la posición subjetiva del Otro materno.

• Teorizar acerca de la posición de objeto a la que queda reducido el sujeto


psicótico, ejemplificando con los casos seleccionados.

• Ubicar en los casos clínicos seleccionados, hechos significativos que den cuenta
de una relación estragante del sujeto con el Otro materno.

5
Marco teórico

El presente trabajo será abordado desde una perspectiva psicoanalítica, tomando


como referencia principal a la teoría desarrollada por Jacques Lacan. También se
utilizarán elaboraciones de psicoanalistas contemporáneos, tales como J.C Maleval,
N. Soria, G. Morel y C. Soler, M.S Miloz y M. Lavia.

Para comenzar, se tomará la definición de la Real Academia Española respecto de


la palabra estrago, la cual significa “ruina, daño, asolamiento”. En este punto,
tomando como referencia la enseñanza de Lacan, es posible situar al estrago como
aquello que deja al sujeto reducido como objeto de goce, quedando estragado,
alienado el sujeto de deseo.

Es preciso destacar que no se tratará en este caso de reducir la conformación de la


estructura de la psicosis al estrago materno, sino de estudiar su relación e incidencia
mutua conceptual, que no puede afirmarse en todos los casos sino en la búsqueda
de cada caso singular y es por ello que se tomarán casos clínicos para estudiar
ambos conceptos. Se tomará el “caso Julián” del psicoanalista Marcelo Barros, el
“caso Karim” del psicoanalista Jean Claude Maleval y finalmente el caso del
“Emperador Esclavizado” de la psicoanalista Julieta De Battista.

Estado del Arte

Resulta vasto el conjunto de autores contemporáneos que se ha interesado por


estudiar la clínica de la psicosis. A los fines de llevar a cabo el trabajo que aquí nos
convoca, serán tomados algunos aportes de J. Lacan y autores contemporáneos
que han trabajado acerca de la relación existente entre la psicosis y el estrago
materno, siendo imprescindible la revisión teórica de conceptos como: forclusión del
Nombre del Padre, Metáfora Paterna y función paterna, deseo de la madre y ley de
la madre; como así también resulta necesaria la diferenciación conceptual entre
sujeto de deseo y objeto de goce en referencia al estrago y la psicosis.

6
Lacan y la psicosis

Lacan (1958) sostiene que en la fórmula de la metáfora se produce una sustitución


significante, donde al llevarse a cabo la elisión de dos significantes, se produce el
éxito de la operación. En este sentido aplica dicha fórmula a la Metáfora Paterna,
término que Lacan acuña en un intento de formalización del Complejo de Edipo,
donde se sustituye el Deseo de la Madre por el Nombre del Padre, quedando como
producto de la operación la significación fálica en un intento de dar respuesta al
enigma del Deseo de la Madre.

En el seminario 3, el autor (1955-1956) se dedica de lleno al estudio de la psicosis.


Allí establece como mecanismo específico de esta última a la forclusión del
Significante del Nombre del Padre. En este sentido, al producirse el mecanismo
forclusivo, no opera el Nombre del Padre como significante que establece un cierto
orden y en consecuencia no se produce el efecto de la Metáfora Paterna.

En el Seminario 4, es posible ubicar que en el intento del niño por identificarse al


falo imaginario, es decir, al objeto que desea la madre; el sujeto puede ser devorado
o destruido (Lacan, 1956-57, p.162). Allí también el autor caracteriza a la madre
como alguien “insaciable, insatisfecha, a cuyo alrededor se construye toda la
ascensión del niño por el camino del narcisismo, es alguien real, ella está ahí, y
como todos los seres insaciables, busca qué devorar” (p. 197), para más adelante
señalar en referencia al niño que la madre “vuelve a encontrárselo tal vez frente a
él como unas fauces abiertas” (p.197).

Función Paterna ¿qué queda para la psicosis?

Señala Lacan respecto de la función paterna (1957-58) que:

Es mediante toda su presencia, por sus efectos en el inconsciente, como lleva a


cabo la interdicción de la madre. Ustedes esperan que diga bajo amenaza de
castración. Es cierto, hay que decirlo, pero no es tan simple. De acuerdo, la
castración tiene aquí un papel manifiesto y cada vez más confirmado, el vínculo de
la castración con la ley es esencial (p. 173).

7
Maleval (2002) afirma que la operación paterna acota el goce propio de la relación
madre-hijo al tachar el significante del Deseo de la Madre. En este punto, el autor
también señala lo que ocurre cuando la Metáfora Paterna no opera; es decir, cuando
el significante del Nombre del Padre permanece forcluido: el Deseo de la Madre
queda como puro goce indomable frente a un sujeto sin significación fálica.

Del mismo modo, Lavia retomando a Lacan señala que “la función del padre no se
reduce a ser un simple generador sino que posee el derecho a la madre, y en tanto
tal es lo que permitirá cierto recorte y la apertura al deseo.” (Lavia, 2019, p.44)

La ley de la madre

En el seminario 5, Lacan nombra a “la ley de la madre”, como algo incontrolado,


caprichoso, “toda entera en el sujeto que la soporta” (Lacan, 1957-58, p.194). Allí
mismo, respecto del niño, el autor se refiere a él como un súbdito del capricho
materno.

En el mismo seminario, manifiesta que de lo que se trata en la Metáfora Paterna, es


de que la palabra del padre no resulte equivalente a nada para la madre. Afirma el
autor que “lo esencial es que la madre fundamenta al padre como mediador de lo
que está más allá de su ley, la de ella, y de su capricho, a saber, pura y simplemente,
la ley propiamente dicha” (Lacan, 1957-58, p. 197).

Del mismo modo, señala que en la psicosis lo que ocurre es que “el padre puede
decir lo que le parezca, pero a ella no le da frío ni calor” (Lacan, 1957-58, p.214).
Para indicar más adelante que cuando la interdicción del Deseo Materno fracasa,
es la madre quien finalmente lleva a cabo el dictado de la ley.

¿Deseo o Estrago materno? Distinciones necesarias

Respecto del estrago que se puede producir al no haber Deseo de la Madre que
aloje al niño por venir, Soria (2017) señala que es preciso que ambos significantes
estén presentes para que la Metáfora Paterna opere, y se pregunta qué ocurre
cuando no hay Deseo Materno; para responder que es imposible que el Nombre del
Padre opere si no hay nada sobre lo que sea posible operar (p.99-100).

8
En la misma línea, Soler (1995) manifiesta que el estrago designa un sujeto que
queda librado a la voluntad de goce del Otro. Más adelante en “Lo que Lacan dijo
de las mujeres” (2015), la autora señala que precisamente en el núcleo del estrago
se encuentra el goce Otro, que tiene como efectos subjetivos la aniquilación del
sujeto.

Siguiendo los desarrollos de Lacan, Miloz señala que en el estrago “hay un sujeto
apabullado, devastado por el estrago como efecto del Deseo de la Madre. En el
estrago se haría presente lo ilimitado del Deseo de la Madre” (Miloz, 2016, p.143).

Niño/a Objeto de goce

En referencia a la posición de objeto a la que queda reducido el hijo en consecuencia


del estrago materno, Lacan (1972) manifiesta que:

La distancia entre la identificación con el ideal del yo y la parte tomada del deseo de
la madre, si ella no tiene mediación (normalmente asegurada por la función del
padre), deja al niño abierto a todas las capturas fantasmáticas. Deviene el "objeto"
de la madre, y ya no tiene otra función que la de revelar la verdad de ese objeto (p.
394).

En lo que refiere a la relación madre-hijo/a, Soler señala que “el recién nacido no es
al principio un sujeto, sino un objeto. Objeto real, en las manos de la madre quien,
mucho más allá de lo que exigen los cuidados, puede usarlo como una posesión,
como una muñeca erótica para gozar y hacer gozar” (Soler, 2015, p.134). Del mismo
modo, la autora manifiesta que el destino del niño puede depender de la solución
materna a la falta fálica y del lugar que ocupe este último en el inconsciente materno.
A su vez, señala que si el niño queda condenado a la alienación máxima, es decir,
realizar el fantasma de la madre, queda reducido a la posición de objeto.

En la misma línea, Miloz (2016) respecto de lo que ocurre con el lugar del niño/a
cuando no se produce la Metáfora Paterna, afirma:

9
En vez de estar en un primer tiempo lógico como objeto fálico para la madre, puede
estar como objeto de goce, que es de otro orden, y tiene otros efectos. Que el niño
esté como objeto de goce, es gracias al Deseo de la Madre no barrado por el
significante del Nombre del Padre, que se puso en juego allí, no dando lugar a la
constitución deseante. (p.144)

Metodología

La investigación será de carácter cualitativo, ya que no se utilizarán métodos de


recolección de datos estadísticos. Su carácter también será descriptivo, partiendo
de un trabajo de exploración previo acerca de los temas a desarrollar, intentando la
articulación de conceptos con material clínico extraído de textos bibliográficos
abordados por diferentes analistas.

Desarrollo

“Dentro de ese sistema de duro juicio final, que no permite ni un


segundo de incredulidad porque si no el ideal se derrumba, miró
atontado la larga calle - y ahora todo estaba estragado y seco
como si tuviera la boca llena de polvo. Ahora, y por fin solo, estaba
sin defensa, a merced de la mentira presurosa con que los otros
intentaban enseñarle ser un hombre. ¿¡Pero y el mensaje?! El
mensaje diseminado en el polvo que el viento arrastraba hacia los
desagües. Mamá, dijo.” (Lispector, C. 1971)

A los fines de comenzar con el desarrollo, se tomará la siguiente cita de Lacan


(1969-70), que pese a corresponder a un período más avanzado en su enseñanza,
funcionará como columna vertebral de este trabajo:

El papel de la madre es el deseo de la madre. Esto es capital. El deseo de la madre


no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles indiferente. Siempre
produce estragos. Es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre. No
se sabe qué mosca puede llegar a picarle de repente y va y cierra la boca. Eso es
el deseo de la madre. (p.118)

10
A partir de aquí es que pueden desplegarse distintas conceptualizaciones de Lacan
que se corresponden con su primer enseñanza, como así también de autores
contemporáneos; a los fines de esclarecer la hipótesis que guía este trabajo, al
articularlas con fragmentos tomados de los casos clínicos seleccionados.

Es preciso destacar, que se trata de casos clínicos de psicosis, con lo cual se


intentará dar cuenta de estar efectivamente en presencia de dicha estructura, y de
articular en ese punto conceptos que permitan establecer un vínculo entre la
estructuración de la psicosis y el Estrago Materno.

A su vez, se procederá a destacar que, considerando la interpelación a la que invita


la época actual, lejos de criticar el ejercicio de la maternidad, la presente tesis de
grado apuesta a ubicar que el deslizamiento del deseo siempre tiene efectos
positivos, mientras que el estancamiento en un lugar y orden fijo, puede resultar
problemático y en ese punto dificultar el despliegue de subjetividades libres y
deseantes.

Teorizaciones acerca de la psicosis

En el Seminario 3, Lacan (1955-56) se pregunta por aquello que diferencia a alguien


psicótico de alguien no psicótico. El autor señala al respecto que “la diferencia se
debe a que es posible para el psicótico una relación amorosa que lo suprime como
sujeto” (Lacan, 1955-56, p.362). En este sentido es que podría pensarse el lugar de
objeto al cual podría quedar reducido el sujeto psicótico, aspecto que será retomado
más adelante.

A su vez, el autor atribuye a un accidente en el registro simbólico que remite a la


preclusión1 del Nombre del Padre y en consecuencia al fracaso de la Metáfora
Paterna, la condición que separa estructuralmente a la Psicosis de la Neurosis
(p.559).

Dice Lacan (1957-58) respecto de la forclusión del Nombre del Padre:

1
Preclusión se entiende en términos de Forclusión, aquí lo que varía es la traducción.

11
En una cadena de los significantes, algo puede faltar. Han de comprender ustedes
la importancia de la falta de este significante particular del que acabo de hablarles,
el Nombre del Padre, dado que funda el hecho mismo de que haya ley, es decir,
articulación en un cierto orden del significante - complejo de Edipo, o la ley del Edipo,
o ley de prohibición de la madre (p.151)

Allí mismo, Lacan (1957-58) se refiere al hecho de que de la posesión del Nombre
del Padre, como así también de la posibilidad de servirse de él, dependerá el destino
del sujeto. Señala de este modo que en la psicosis, el Nombre del Padre, está
verworfen (forcluido). Allí también realiza un examen respecto del lugar del padre y
la madre en tanto funciones que inciden en la constitución subjetiva del hijo/a, para
finalmente concluir que de lo que se trata en la Metáfora Paterna es de poner al
padre en el lugar de la madre, prohibiendo a la madre y frustrando al niño de ella.

Ahora bien, en referencia a la posibilidad de la madre de habilitar o no el discurso


paterno, Lacan (1958) afirma que:

No es sólo de la manera en que la madre se aviene a la persona del padre de lo


que convendría ocuparse, sino del caso que hace de su palabra, digamos el término,
de su autoridad, dicho de otra manera, del lugar que ella reserva al Nombre del
Padre en la promoción de la ley (p. 553)

Es decir que podría considerarse que para que opere efectivamente la Metáfora
Paterna y se produzca en ese punto la interdicción del Deseo Materno por medio
del Significante Primordial del Nombre del padre, es preciso que el Otro Materno
habilite dicha operatoria.

Lavia (2019) señala que:

Es el que padre debería funcionar como una lija, como el ebanista, para labrar la
tabla de la madre, quitar lo tosco o rudo que puede resultar el deseo de la madre.
Hacer de ese discurso un reverso. Pero cuando esto no está, lo patógeno del
estrago es lo sin límite (p.89)

12
A partir de aquí es que podrían desplegarse los desarrollos correspondientes
respecto de la no operatoria de la Metáfora Paterna, donde sería posible observar
el funcionamiento desregulado del Deseo Materno, sin barraduras.

¿Y cuando la metáfora paterna no opera?

Señala Lacan que “hay un palo, de piedra por supuesto, que está ahí, en potencia,
en la boca, y eso la contiene, la traba. Es lo que se llama el falo. Es el palo que te
protege si, de repente, eso se cierra” (Lacan, 1970, p.118). De dicha cita se
desprende que el falo opera como elemento protector de la integridad del sujeto
cuando la Metáfora paterna también opera.

Respecto de ésta última, Maleval (2002) señala que al interdictar el Deseo Materno,
el Nombre del Padre se inscribe; y el sujeto deja de estar librado a la omnipotencia
del capricho materno, deja de ser presa del Deseo de la Madre. Manifiesta a su vez
que la Metáfora viene a separar a la madre de su producto, extrayendo en ese
sentido al hijo/a del deseo de la madre. A los fines de dar cuenta de una relación
entre un hijo/a y el Otro materno donde la Metáfora paterna no opere, podría
introducirse el “Caso Karim”, del psicoanalista Jean Claude Maleval, quien señala
que “Karim describe una relación incestuosa y ambivalente con el Otro materno.
Hasta la edad de 13 años, había dormido con su madre. Ésta, no solo lo lavaba,
sino que no se podía duchar sin él” (Maleval, 2002, p.387). Más adelante, el
psicoanalista también señala que Karim se encontraba sujeto al discurso del Otro,
del cual no podía escaparse “mediante el recurso de un sujeto dividido por el
significante” (Maleval, 2002, p. 389). En este caso se puede observar una ausencia
de algo que opere llevando a cabo la interdicción del Deseo Materno, separando,
prohibiendo, instaurando una suerte de límite, de borde que permita un
funcionamiento subjetivo del paciente que sea independiente del funcionamiento
subjetivo del Otro materno.

Del mismo modo, se podría retomar respecto del caso del “Emperador esclavizado”,
el hecho de que la analista señala que el paciente manifestaba que su padre no

13
intervenía, siendo esa la única referencia al padre que se encuentra en el caso
clínico tomado.

Lavia (2019) señala que:

Ahí donde la metáfora paterna no pudo cumplir con su función de separación es


donde la madre se colmará con su producto e impedirá que advenga el sujeto del
deseo. En tanto el deseo de la madre no esté articulado con el Nombre del Padre,
no se producirá la significación fálica (p.61)

Por otra parte, Maleval (2002) realiza un estudio sobre las concepciones de Lacan
acerca de la función paterna, y señala que el significante del “Nombre del Padre”
viene a instaurar un orden. Manifiesta que Lacan toma la metáfora del punto de
capitón para señalar que el significante viene a permitir una especie de amarre, de
anclaje, de ordenamiento simbólico. En este punto también destaca que en las
primeras conceptualizaciones que realiza Lacan acerca de dicho Significante
primordial, es posible observar una ligazón con la instancia de la ley, resulta un
significante inherente al campo del Otro, que viene a interdictar el goce primordial.
El autor destaca que si el sujeto no recibe una simbolización por parte del Nombre
del Padre respecto de qué desea la madre, el sujeto podría enfrentarse con un Otro
que se le presente como puro goce que no puede dominar ya que no cuenta con la
significación fálica que queda como resto de dicha metáfora.

En este punto podría tomarse el siguiente fragmento que corresponde a las palabras
del analista del “Caso Julián”: “Aunque no llegó a constituir propiamente un delirio
hipocondríaco típico, se observan ya las consecuencias de una perturbación a nivel
de la significación fálica” (Barros, 2008, p. 359). En este punto es preciso destacar
que dicho paciente contaba con un diagnóstico de esquizofrenia, y con
sintomatología delirante, alucinatoria e hipocondríaca. Del mismo modo, el
psicoanalista afirma que “se aprecia la carencia de la función de un Nombre del
Padre que clausure la interrogación por la cuestión del origen. Esta falta de
“definición” se traduce en un retocamiento interminable de la imagen especular. En

14
una ocasión dirá que según él “vino al mundo fallado de entrada, mal armado,
inacabado, y por eso no llega a tener una cara definitiva” (Barros, 2008, p. 359).

La ley de la madre

Retomando a Lacan, Lavia (2019) manifiesta que la ley de la madre a la que refiere
el autor, no remite a otra cosa, no desplaza. En ese sentido es que se observa el
carácter caprichoso, queda soportada en ella misma; y es en ese punto que la
intervención del Nombre del Padre en tanto función que instaura un orden, se torna
necesaria y vital al decirle no al hijo/a, pero también no a la madre, limitando,
acotando su deseo. A su vez, Miloz señala que “la madre no controlada, no regulada
por la ley paterna, es a puro capricho” (Miloz, 2016, p.129).

Al respecto podría tomarse un fragmento del caso del “Emperador Esclavizado” de


la analista Julieta De Battista quien señala respecto de la madre del paciente que
“ella era muy posesiva y caprichosa con él, la acusa de haberlo seducido cuando
niño y luego de haber armado intrigas para que todas sus parejas fracasaran” (De
Battista, 2015, p. 190). Del mismo modo, tomando como marco de referencia al
Seminario 17 de Lacan, Lavia (2019) señala que al no producirse la separación
entre el hijo/a y el Otro materno, el niño/a queda como apéndice de ella, y en ese
punto se pregunta si la falta del palo en la boca a la que alude Lacan no podría
pensarse como aquello que produce estragos en la psicosis.

En el Seminario 5, Lacan señala que “lo esencial es que la madre fundamenta al


padre como mediador de lo que está más allá de su ley, la de ella, y de su capricho,
a saber, pura y simplemente, la ley propiamente dicha” (p. 197). Luego se refiere a
los dos tiempos que se dan en la Psicosis, donde aparece la interdicción, pero luego
la señal de que dicha interdicción fracasó, y en consecuencia al decir del autor “es
la madre quien, al final, ha dictado la ley” (Lacan, 1957-58, p.215).

Cuando la madre no fundamenta al padre y en consecuencia su palabra no cuenta,


podrían observarse las consecuencias del estrago. Esto se puede relacionar con lo
que Lacan trabaja posteriormente en el Seminario 21 en relación al “Nombrar Para”,
en tanto suplencia de la Nominación Paterna. Allí el sujeto queda objetivado, fijado

15
en relación al ideal materno donde no se transmite la demostración de lo imposible,
pudiendo entenderse esto último en términos de la castración. Dicho “Nombrar para”
consiste en ser nombrado para algo, donde al decir de Lacan “la madre
generalmente basta por sí sola para designar su proyecto, para efectuar su trazado,
para indicar su camino” (Lacan, 1973-74, p.50). En este punto es que podría
tomarse el “Caso Julián”, sobre el que el analista relata que “es notoria la influencia
superior de la madre y la familia materna sobre el paciente” (Barros, 2002, p. 363).
Respecto de éste último, es preciso señalar que debido a tener el mismo nombre
que su padre, Julián solo usaba ese nombre, su primer nombre, en el marco del
tratamiento y en antiguos trabajos; mientras que su familia materna y amigos lo
llamaban con el nombre de “Pablo”, su segundo nombre.

Del mismo modo, es posible observar la percepción de omnipotencia de La Ley de


la Madre, como así también la potencia de la palabra del Otro materno para marcar
el camino y destino, en el caso del “Emperador esclavizado” quien pese a cortar
vínculos familiares en su adolescencia, percibe que “continúa bajo el influjo
perjudicial de su madre que arruina sus parejas: un primer matrimonio en el que
nacieron dos hijos sucumbió a este perjuicio materno, él los abandonó hace 10 años
durante una crisis depresiva con riesgo suicida y no volvió a saber de ellos” (De
Battista, 2015, p.190). Del mismo modo, se podría tomar el hecho de que “a partir
de un dicho de su madre sobre su parecido con su abuelo, él interpreta que no es
su verdadero padre” (De Battista, 2015, p. 190). En este punto, se observa que La
ley de la madre opera como única ley, como único discurso válido.

Otro Materno del Estrago

En línea con los desarrollos acerca de la Ley de la madre, se podría señalar que
Soler (2015) señala que la nocividad materna puede tener dos extremos, por un
lado la madre que no se ocupa de su hijo/a, sin registro de éste; y por el otro la que
no se ocupa de otra cosa que no sea su hijo/a. Señala que las figuras que puede
tomar la madre se desplazan entre esos dos polos, que “va desde la madre
demasiado madre que encierra al niño, hasta la madre demasiado mujer, ocupada
en otras cosas, hasta a veces ser tan Otro, que allí uno no se puede reconocer”

16
(Soler, 2015, p.138). Del mismo modo, la autora afirma que más allá de esas figuras,
pueden desplegarse otras formas ya que hay diferentes singularidades que se
pueden poner en juego. Señala también que el núcleo del estrago es el Goce Otro,
el cual produce efectos subjetivos aniquiladores para el sujeto. En la misma línea,
Lavia se refiere al estrago como “devastación sin límite, goce sin límite” (Lavia,
2019, p. 63).

Ahora bien, haciendo particular hincapié en la última forma a la que refiere Soler, a
un Otro materno “demasiado madre” podrían retomarse fragmentos de los dichos
de los pacientes respecto de la relación que mantenían con sus madres, quien se
les tornaba en todos los casos, como un Otro amenazante, un Otro gozador que los
reclamaba constantemente. En el caso del “Emperador esclavizado”, se observa
que consulta por “problemas sexuales”, es decir, las relaciones sexuales con su
mujer no resultan satisfactorias, aspecto que le genera malestar, siendo el punto
insoportable para él el hecho de que su compañera le exija ciertas prácticas
sexuales que lo empujan a que “se sienta anulado, ya que lo reenvían a quedar en
situación de esclavo frente a ella” (De Battista, 2015, p. 189). Esto remite al paciente
a prácticas que llevaba a cabo en su adolescencia, “ser esclavo de una mujer” lo
llevó a travestirse de joven, aspecto que asocia en terapia con su infancia. En este
punto el paciente introduce la relación con el Otro materno, quien “lo obligaba a
hacer tareas femeninas, cuestión que para él le ha inoculado ciertos “rasgos de
mujer” que han <quebrado> su personalidad” (De Battista, 2015, p. 190). Señala
que en su infancia también vestía con ropa de mujer, con la ropa de su madre.

En el “Caso Julián”, el paciente señala que “habría escuchado a su madre decir ‘qué
bueno que estás’ en lugar de ‘qué bueno que sos’” (Barros, 2008, p. 362). Comenta
del mismo modo que “varias veces ha sentido un acoso sexual velado por parte de
su madre, expresado en frases o gestos provocativos” (Barros, 2008, p. 362).
Dichos recortes podrían relacionarse con las palabras de Soler quien afirma en
referencia al niño objeto que “antes de que entre en juego para el niño la diferencia
de los sexos, está en una trampa al “servicio sexual de la madre”, en posición de
fetiche y a veces de víctima” (Soler, 2015, p. 133).

17
En el “Caso Karim”, se observa que el paciente relata una relación incestuosa con
el Otro materno. Manifiesta que en su pre-adolescencia, su madre “le pedía que le
frotara con una esponja los senos, las nalgas y el resto de su cuerpo. Siempre quería
que ‘continuara’” (Maleval, 2002, p. 387). A su vez, Karim señala respecto de su
madre “me pedía que la tocara” (Maleval, 2002, p. 387). Maleval señala al respecto
que en las sesiones con el paciente se podría observar que “más allá del yo
especular, a menudo se revelaba, en momentos de una angustia extrema, una
figura todavía más terrorífica, la del Otro gozador, que sólo quedaría satisfecho con
su castración” (Maleval, 2002, p. 388). En algún punto podría pensarse que algo del
vínculo primordial con el Otro materno, se reactualiza dentro de la terapia analítica,
percibiéndose el analista como una posible amenaza para el sujeto.

Respecto de la Ley caprichosa, Miloz (2016) señala que existe la posibilidad de que
no toda ley se encuentre barrada por el Significante Primordial del Nombre del
Padre, y en ese sentido establece que allí es donde tiene lugar lo estragante, es
decir, lo materno que no queda barrado (p.54). En los casos tomados, es posible
observar que la posición del Otro materno remite a un empuje al goce, al intento de
completud madre-hijo/a, a conformar una unidad, una relación de pegoteo
imaginario que conforma un todo; donde no se halla ningún límite, ningún corte que
permita un despliegue distinto de la relación.

Hijo/a objeto

En la mayoría de los autores seleccionados, es posible observar un trabajo de


teorización acerca de la posición de objeto a la que queda reducido el sujeto
psicótico producto de la no operatoria de la Metáfora Paterna, y del hecho de que la
única ley que opere sea la Ley de la Madre, ley privada, no compartida. Soler (2015)
señala que si hay ausencia de deseo en la Madre más allá del hijo/a, éste podrá
verse compelido a colmar la falta del Otro materno, cayendo en la trampa de ser el
objeto que a la madre le falta poseer (136-7).

En palabras de Maleval: “se percibe que cuando la metáfora paterna no ha


intervenido para efectuar la operación de separación, el psicótico permanece

18
fundamentalmente identificado con un objeto de goce” (Maleval, 2002, p.103). En
este sentido, es posible tomar las palabras del autor respecto del “Caso Karim”: “la
estructura de Karim no le permitía encontrar un enganche en el lugar del Otro por
medio de ese semblante de objeto a. Su única modalidad posible de relación con el
objeto consistía en tenerlo “en el bolsillo”, de acuerdo con la expresión de Lacan”
(Maleval, 2002, p. 391).

Retomando los desarrollos de Lacan en el Seminario Aún, Miloz (2016) desarrolla


que la madre goza de un objeto, es decir, del cuerpo del niño/a. Señala que en el
estrago, el Deseo de la Madre permanece como un puro goce sin barrar (p.85) En
este sentido, respecto del lugar de objeto al que se identifica el sujeto producto del
enigma que produce el Deseo Materno, la autora distingue entre ser objeto fálico
con posibilidad de deslizamiento significante, respecto de ser objeto de goce, con el
carácter de fijeza que eso implica. De este modo, podrían tomarse las palabras de
Karim, quien afirma: “soy como un pelo en la sopa en este mundo, no me inscribo
en él” (Maleval, 2002, p. 389). Es decir, se posiciona como un objeto, sin rasgos
vitales; como un pelo, algo que no logra insertarse en el universo compartido
haciendo lazo. Señala Maleval al respecto que el paciente “muestra encontrarse
permanentemente enfrentado con un Otro que no lo suelta (...) su madre que tiene
necesidad de él para comunicarse” (Maleval, 2002, p. 389). El paciente manifiesta
que debido a que su madre sólo hablaba árabe, “le correspondía a él traducir sus
quejas” (Maleval, 2002, p. 388). En este sentido, se observa que su madre lo
utilizaba como medio para alcanzar determinados fines, se valía de él como un
instrumento útil, como un objeto funcional para comunicarse con los demás.

Siguiendo con el “Caso Karim”, es posible tomar los desarrollos de Lavia (2019)
quien afirma:

Pensando en las modalidades del estrago en la psicosis, podría decir que en la


medida en que la relación de dependencia madre-hija permanece en el plano
imaginario y dual, no cuenta con la significación fálica, (terceridad, mediación
simbólica) que le permita la separación de la diada imaginaria. Por lo tanto fijada-
petrificada a la alienación significante, enganchada al pequeño otro, el sujeto
19
adoptará una posición intimidada, y la falla simbólica deberá contar con
identificaciones compensatorias a “personajes” que le darán cierto “libreto” de qué
hay que hacer para ser hombre o para ser mujer (p.43)

En Karim, es posible observar una necesidad de separación, incluso el psicoanalista


señala que la dirección de la cura del paciente parece basarse en una elaboración
de la separación. La madre del paciente siempre lo reclamaba para ella, incluso él
“con frecuencia se veía obligado a acompañarla a distintos médicos, debido a
diversas dolencias físicas” (Maleval, 2002, p. 388). A su vez, señala Karim respecto
de su síntoma que con él podía diferenciarse y sentir algo como propio, “establecer
una separación entre nosotros” (Maleval, 2002, p. 389). El paciente padecía de
dolores en los testículos, y es allí donde creía encontrar algo de su “identidad”. En
línea con las identificaciones compensatorias nombradas previamente, en Karim se
observa, en palabras de Maleval que “debido a la carencia de la función del rasgo
unario, sus identificaciones no tienen base, de tal forma que se encuentra entregado
a un mundo de imágenes donde busca una identidad que es incapaz de encontrar”
(Maleval, 2002, p.390).

Por su parte Miloz (2016) señala que el hecho de que el/la hijo/a permanezca en el
lugar de objeto de deseo materno, sin la barradura que provee el Significante
primordial del Nombre del Padre, tiene efectos devastadores en la constitución
subjetiva (p.129). Respecto del “Caso Julián”, el psicoanalista señala en referencia
a la dirección que tomó la cura, que se había trabajado sobre la relación del paciente
con su padre y “con el padre mismo, el cual sostenía una posición de negación de
la enfermedad del hijo, ubicándose en las antípodas de la actitud materna que
parecía fijarlo en un lugar de discapacidad absoluta.” (Barros, 2008, p.363). De este
modo se observa que la toma de posición del Otro materno respecto del hijo, remite
a una anulación de este último, como así también a una negación de las
capacidades del hijo. Señala Miloz respecto del hijo/a que “si queda estragado por
la madre, en lugar de ocupar una posición subjetiva, queda en una posición de
objeto, y para pensar en acceder a su posición sexuada, se necesita pensar en un
sujeto” (Miloz, 2016, p.66)

20
Este último aspecto podría relacionarse con la dificultad que se observa en Julián
para lograr estar conforme, a gusto con su cuerpo. No quiere ser visto, lo atormenta
la mirada de los otros desde que es adolescente. Encuentra obstáculos para
desenvolverse en la vida social, se retrae, evita el contacto con otras personas. A
partir de aquí podría pensarse que el paciente permanece en posición de objeto,
mientras que tiende a atribuirle vida a partes de su cuerpo como por ejemplo a su
nariz, la cual lo atormenta e incluso le adjudica vida propia. El Otro se le vuelve
siempre amenazante, invasivo, siempre puede observar sus fallas. Afirma Miloz que
“el estrago es ese mandato permanente, esa mirada obscena, panóptica, que Todo
lo ve” (Miloz, 2016, p.142).

Lo estragante del Deseo Materno

Es preciso resaltar que, como se dijo previamente, si bien la noción de Estrago suele
estudiarse en la relación madre-hija, lo novedoso del presente trabajo consiste en
indagar al Estrago en la relación madre-hijo/a, independientemente de la
identificación sexo-genérica perteneciente a cada sujeto. Al decir de Soler “la hija
no es la única en pagar los extremismos maternos” (Soler, 2015, p.139).

En su libro “Un dique contra la madre”, Miloz (2016) afirma lo siguiente:

Desde la lectura lacaniana, se puede pensar el estrago como lo que en sus primeros
seminarios llama “capricho de la madre”, cuando la operación significante no se
produce y, en consecuencia, el deseo materno no está regulado por una ley
universal. La ley paterna no barra toda la ley caprichosa, y algo de esa ley propia
de lo materno seguirá comandando su deseo (p.142-143)

La autora señala allí mismo que ella entiende por Estrago al “arrasamiento en la
constitución subjetiva como efecto de la ley incontrolada de la madre” (Miloz, 2016,
p. 141) y manifiesta que lejos de destacarse como un cuadro clínico independiente,
el estrago es consecuencia, efecto de lo que del Deseo de la Madre queda en forma
de marcas en los/as hijos/as. Es un fenómeno que da cuenta de subjetividades que
resultan aplastadas producto del Deseo Materno (p.141).

21
Haciendo referencia a las producciones de los Seminarios 4 y 5, Lavia (2019) señala
que Lacan deja entrever que el estrago refiere al papel de la madre, específicamente
al deseo de esta última, el cual se encuentra desarticulado de la metáfora paterna,
del falo; con lo cual se torna impredecible, sin causa, caprichoso. (p.49).

Señala Soler (2015) que el hijo/a puede ser para la madre un posible objeto a, que
sólo raras veces logra saturarla, colmarla. Afirma del mismo modo que a lo largo de
su experiencia, en la asociación libre de sus pacientes, la madre suele aparecer
como acusada. En palabras de la autora, la madre aparece como:

Imperativa, posesiva, obscena o, al contrario, indiferente, fría y mortífera,


demasiado aquí o demasiado allá, demasiado atenta o demasiado distante, ella
atiborra o priva, se preocupa o descuida, rechaza o colma: es la figura de sus
primeras angustias, el lugar de un insondable enigma, y de una oscura amenaza
(p.130)

Ahora bien, tal como se esbozó previamente respecto de la nocividad materna y sus
polos, podrían diferenciarse al menos dos modos en que el Estrago Materno puede
producirse. Uno de ellos, resulta cuando no hay lugar en el Deseo materno que aloje
a ese niño/a por venir, quedando este último como puro resto, puro desecho, como
un objeto que cae. Mientras que el otro modo, podría darse allí cuando se produce
todo lo contrario, esto es, cuando no hay otro objeto de Deseo Materno más allá del
hijo/a, quien obturando la falta de la madre, torna imposible cualquier despliegue de
otro deseo.

Sobre el primero de los casos, podría tomarse a Soria (2017) quien ubica como
clave en la clínica de la Melancolía y Manía, al Sujeto no deseado, sin espejo del
Deseo Materno. Señala al respecto que “cuando el Otro no responde
amorosamente, no funciona como un espejo donde el sujeto pueda verse como
amable, se queda sin otro cuerpo con el cual hacer el nudo inicial” (Soria, 2017,
p.78).

22
En la misma línea, se podrían tomar los desarrollos de Maleval (2002), quien retoma
la experiencia de Federico II2 realizada en el Siglo XIII, donde se les prescribió a las
nodrizas que amamantaran y bañaran a los/as niños/as, pero sin hablarles, a los
fines de averiguar qué clase de lengua hablarían en un futuro. Como resultado,
los/as niños/as se morían. De este hecho se deduce que allí cuando las
necesidades básicas estaban satisfechas, pero no había lugar para la palabra, para
las emociones, para cualquier atisbo de deseo, comenzaban a tener lugar los
fenómenos de Marasmo Infantil. De este modo, el autor realiza un recorrido por
algunas experiencias para concluir en que cuando falta la palabra, la letra; no hay
nada allí que acote el goce, que permita una organización que lo fije para que deje
de circular sin rumbo ni limitación (p.210-11).

Soler (2015) señala respecto del destino del niño/a que dependerá en gran parte
del lugar que ocupe en el inconsciente materno, y destaca que existen casos en que
no hay lugar a ocupar, que existen madres para las que “el hijo no es más que un
pedazo de carne. Lacan, formulaba esta hipótesis acerca del pequeño
esquizofrénico” (Soler, 2015, p. 134-5).

A partir de dicha distinción conceptual, se procederá a desarrollar aquella modalidad


de estrago donde el hijo/a colma a la madre, se ubica en el lugar de aquello que
supone que representa el objeto del Deseo Materno. En palabras de Soler “aquí no
es la falta de amor sino el exceso el que puede hacer daño y se requiere de un
proceso de separación necesario” (Soler, 2015, p.137).

En este punto, es posible ubicar los desarrollos de Miloz quien, retomando la


enseñanza de Lacan a la altura del Seminario 5, sostiene que “el niño busca poder
satisfacer el deseo de su madre, ser o no ser el objeto del Deseo de la Madre. El
sujeto se identifica en espejo con el objeto del Deseo de la Madre” (Miloz, 2016,
p.52). A su vez, la autora señala la necesidad de que en la relación de la madre con
el hijo/a predomine el deseo para que el goce no se cierre sobre el/ella, ya que si

2
Experiencia realizada en el Siglo XIII por Federico II, emperador de Alemania y Rey de las Dos Sicilias.

23
permanece fijado en el lugar de objeto, las posibilidades de convertirse en sujeto se
dificultan.

A partir de aquí se podría tomar un fragmento del “Caso Julián”, quien afirma que
“sostuvo siempre con su madre una relación de apego radical. Dice ser su ‘mascota’.
Ha vivido en relación a ella como una suerte de apéndice” (Barros, 2008, p. 362)
como así también un fragmento del “Caso Karim”, quien señala que “su madre le
prohibía ir a jugar con sus hermanos reclamándolo siempre junto a ella” (Maleval,
2002, p. 387-8).

En el caso del “Emperador esclavizado”, como se señaló previamente, es posible


observar que algo de “ser esclavo” de una mujer lo angustia y atormenta, al punto
de no querer saber nada con eso, con mujeres que tengan actitudes que lo lleven a
sentirse esclavizado. Afirma el paciente que “ser esclavo de una mujer se actualiza
no sólo con su mujer, sino también con otras que forman parte de su entorno: una
vecina, la hija de un amigo, su cuñada, amigas de su mujer, etc.” (De Battista, 2015,
p. 190). La psicoanalista señala luego que dentro de la terapia, el paciente
“reconoce en ellas las características que lo llevarían nuevamente a la esclavitud.
las mujeres que han tomado la iniciativa de amarlo comparten el ser posesivas y
algo masculinas. Los mismos rasgos que ha rechazado en la madre, ahora le
resultan atractivos” (De Battista, 2015, p. 190). En este punto se podría tomar el
hecho de que el paciente haya podido rechazar los rasgos posesivos, que lo
llevarían a quedar en una posición de esclavo, o bien en posición de objeto. Al
señalar el término “nuevamente”, podría pensarse que se encuentra en referencia
al vínculo inicial que mantenía con el Otro materno, y que sus miedos radican en
que algo de esa relación vuelva a producirse en sus relaciones actuales.

Lavia señala respecto de la posibilidad de encontrarse con el tipo clínico de la


paranoia en consecuencia del estrago, que podría ubicarse allí “un imperio materno
que todo lo gobierna, y un sujeto sujetado al odio como intento de hacer algo con el
estrago, que lo atormenta, lo persigue y es gozado por el Otro” (Lavia, 2019, p.20).
Este aspecto señalado por la autora, también podría relacionarse con las ideas
delirantes del paciente acerca de que su madre siempre le estropeaba las relaciones
24
con sus parejas. A su vez la autora, haciendo una lectura de “Notas sobre el niño”
de Lacan, señala que el autor enfatiza en que se torna problemático el hecho de
que el síntoma que predomine en un sujeto dependa de la subjetividad de la madre,
ya que el hijo/a deviene objeto del fantasma de la misma, sin mediación de la función
paterna. Del mismo modo, pensando en la relación madre-hija en su modalidad
estragante en la estructura de la psicosis, la autora señala que el lazo social puede
volverse perturbador, ya que el deseo se encuentra desarticulado de la metáfora
paterna. Dice Lavia que “es por eso que Lacan dirá que una mosca puede picarle y
va y cierra sus fauces” (Lavia, 2019, p.54).

La autora allí también señala que cuando no se produce la separación entre hijo/a
y madre, es difícil establecer una diferenciación, ya que el niño/a queda como
apéndice de ella (p.58). En este sentido, se podría señalar respecto de Karim, la
dificultad que tenía para diferenciarse de su madre, para identificarse como alguien
independiente y distinto de su ella, en palabras de Maleval: “a veces me confunde
con su madre o se confunde él mismo con ella” (Maleva, 2002, p.388). En la misma
línea, respecto del “Emperador esclavizado”, podría resaltarse que la solución que
él demanda y finalmente encuentra en la terapia analítica remite a una “presencia
intermitente”, donde podría pensarse que no haya extremos, polos en juego. Donde
no haya todo o nada, sino una presencia que sea posible de soportar, cada dos
meses en este caso, para no sentir la invasión del Otro, para no quedar aprisionado
en las redes del goce del Otro. En palabras de su analista: “Fue también en
transferencia que él construyó una solución que se basa en cierta “buena distancia”
en el trato con las mujeres” (De Battista, 2015, p. 191). Señala del mismo modo que
en el marco de la transferencia, el paciente fue logrando ciertas soluciones con
aquello que para él hacía síntoma, esto es, las relaciones con mujeres que
esclavizan. De este modo pudo sostener un análisis con sesiones cada dos meses,
con una analista mujer que no es un dato menor, y vincularse con otras mujeres sin
sentirse amenazado.

Maleval se pregunta acerca de “¿cómo desalojar al sujeto psicótico del lugar de


objeto de goce del Otro que le otorga su entrada en una relación transferencial?

25
(Maleval, 2002, p.328). En este sentido, respecto de la dirección que toma la cura
del “Emperador Esclavizado”, la analista señala que el paciente logra construir en
transferencia una dimensión del más allá “que abre un movimiento deseante que lo
vivifica y lo aleja de la experiencia de la mortificación” (De Battista, 2015, p.192).
Señala luego que “la puesta en forma del síntoma abrió esta dimensión, cuya
teorización parece estar ligada, a mi entender, a la posibilidad de posicionarse como
deseante y sostenerlo, produciendo efectos en la regulación del goce” (De Battista,
2015, 192). Esto es, podría pensarse por un lado a ese “más allá” en referencia a la
madre, más allá de lo que la Ley de la madre indique y sancione; por otro lado al
goce como lo que constituye un peso mortificante para el sujeto, y en este sentido
podría establecerse que allí donde el fenómeno del Estrago hace su entrada, donde
lo que queda es un goce desregulado e ilimitado, la búsqueda debería orientarse
por la vía del deseo a los fines de vivificar a ese/a hijo/a objeto de goce del Otro ya
que, al decir de Miloz (2016) lo que hace estragos tiene como consecuencia el
aplastamiento del deseo (p.83-84), siendo el psicoanálisis en contrapartida una
apuesta por el deseo subjetivo.

26
Conclusiones

A lo largo del presente trabajo se intentó rastrear en la obra de J. Lacan como así
también en los trabajos de autores contemporáneos Post-lacanianos, nociones
conceptuales que den cuenta de la diferenciación estructural a la que remite la
psicosis, de su mecanismo fundamental, de aquello que no opera; pero de igual
modo se intentó realizar un despliegue sobre los efectos devastadores que puede
tener en un sujeto la posición subjetiva del Otro materno (quien sea que ocupe ese
lugar) cuyo deseo no remite, no da lugar a nada más que al hijo/a.

Se realizó un estudio respecto de los tres casos clínicos seleccionados, donde se


intentó ubicar allí el punto de fijación al que remite el goce, allí donde el deseo se
estanca en un solo lugar sin deslizamiento posible. Fue posible constatar la misma
posición subjetiva, reducida a la condición de objeto; como así también un patrón
que se repite en lo que refiere a las conductas del Otro materno, un Otro aplastante
de la subjetividad en juego.

A partir de aquí es que se podría constatar la hipótesis que guía el presente trabajo,
sin dejar de destacar que la misma se puede observar siempre en el caso por caso.

En este sentido, tomar al estrago como un elemento que puede incidir en la


estructuración de la psicosis en tanto estructura subjetiva, lejos está de reducirlo a
ser un motivo único ni exclusivo. De este modo, queda abierta la posibilidad de
estudiar en futuros trabajos de investigación la incidencia de múltiples fenómenos
en la estructuración de la psicosis.

27
Bibliografía

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segunda edición. Disponible en http://www.rae.es. 20/05/2012.
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Orientación Lacaniana.
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Buenos Aires: Paidós.
• Soria, N. (2017). Duelo, melancolía y manía en la práctica analítica. Buenos
AIres: Del Bucle.

29
Anexo

Caso Julián - Marcelo Barros

Un cuerpo inacabable

En el momento de la derivación Julián es un hombre de 35 años, soltero,


temporalmente desocupado, que vive con la madre y el marido de ésta. Llega al
Centro de Salud Mental con un diagnóstico de esquizofrenia. Padece alucinaciones.
El paciente es admitido por la psiquiatra, la cual recibe la derivación de otro lugar.
Presenta una larga historia de tratamientos psicoterapéuticos, analíticos y
psiquiátricos. La medicación que se le prescribe tiene un efecto positivo (ya venía
medicado, pero sin éxito). Cuando llega a la consulta todavía refiere alucinaciones,
pero su intensidad y el nivel de angustia han cedido considerablemente. El síndrome
alucinatorio se presenta como crónico, dado que las alucinaciones persisten en la
actualidad, pero de un modo más esporádico y con una intensidad que el paciente
puede soportar. Antes de llegar a la entrevista conmigo, la psiquiatra ordena hacer
un nuevo EEG (ya tenía hecho otro) y un psicodiagnóstico. Motivó esa indicación el
hecho de que él refiere tener “auras”, esto es, el presentimiento de la alucinación
sin que la misma llegue a producirse. Pero el EEG es normal (como el anterior) y el
psicodiagnóstico no arroja ningún índice de organicidad. El habla es coherente en
la transmisión de las ideas, conversa con fluidez, se muestra orientado y lúcido, no
presenta interceptaciones u otros trastornos manifiestos del discurso. Se muestra
accesible.

A lo largo del tratamiento y hasta la actualidad sigue sintiendo esas “auras


prealucinatorias” como él mismo las llama. Las describe como una sensación
sumamente desagradable, un “presentimiento”, una “extrañeza”, que no puede
precisar y que antecede a los episodios alucinatorios, pero que desde hace mucho
tiempo se producen sin llegar a desembocar en una alucinación. Este fenómeno
responde a un estado de ánimo sin contenido determinado, pero insoportable, que
muchos autores de la psiquiatría han descripto como propio del Stimmung delirante.
En realidad ya hay algo alucinatorio en el fenómeno, solo que en estos casos la

30
alucinación no da lugar a una significación, y predomina la perplejidad y la
expectativa de un sentido que no llega a producirse.

Cuando tienen lugar las primeras entrevistas está compensado pero todavía
alucina, sobre todo en la calle, lo cual hace que a menudo no pueda salir de su casa.
Más que de sus alucinaciones el sujeto se queja permanentemente de sus
malestares y dolores corporales. Dice no haber sufrido delirios ni alucinaciones
hasta hace unos diez años atrás. Su vida fue, según él, normal, salvo por lo que
podríamos denominar como un síndrome dismórfico corporal. Desde la época
prepuberal sentía un defecto en su nariz que no podía explicar. Cierta “falla que la
hacía desviarse hacia el lado derecho” de una manera que los demás muchas veces
no podían notar pero que él podía sentir con seguridad. Esa “desacomodación” de
la nariz era vivida con mucho pesar. A veces sentía que variaba de forma y tamaño,
“como si esa parte de su cuerpo tuviese vida propia.” Ya en esa época se perfilaba
una perturbación narcisista de carácter hipocondriaco cuyas manifestaciones
asumen el carácter de un fenómeno elemental aunque no se manifestaran en el
plano verbal.

Entrado en la adolescencia este malestar se agudizó severamente. Estaba


obsesionado con el aspecto de su nariz, y sobre todo con la idea de que los otros
pudieran notar esa anomalía. La idea de suscitar la mirada de los otros lo
atormentaba. Esto lo lleva a adoptar una serie de conductas de evitación que
determinaban las limitaciones en su vida social. No concurría a fiestas y por lo
general no salía con mujeres. Sobre todo cuando se reía o emocionaba, sentía que
la forma o la disposición de su nariz podía variar desfavorablemente, por lo cual se
había acostumbrado a hacer un gesto con el brazo y la mano al reír de modo tal de
taparse la nariz. Una maniobra similar tenía lugar cada vez que bebía delante de los
otros. Asimismo, se veía limitado en los deportes por el temor a sufrir un golpe que
pudiese agravar todavía más su “problema”. Una lectura inadvertida de estos
fenómenos podría haberlos rubricado como un cuadro obsesivo-fóbico. Aunque no
llegó a constituir propiamente un delirio hipocondríaco típico, se observan ya las
consecuencias de una perturbación a nivel de la significación fálica.

31
El paciente mantiene cierta reserva sobre su vida sexual, y no ha dado mayores
detalles de la misma. Se sabe que sus experiencias concretas han sido contadas y
solamente con prostitutas. No revela experiencias homosexuales ni ideaciones de
ese tipo.

Desfiló por muchos especialistas en garganta, nariz y oído buscando algún


diagnóstico, pero después visitó cirujanos plásticos para ser operado. Muchos se
negaron, hasta que encontró uno dispuesto a hacerlo. La operación tiene lugar a los
veintiséis años. Con posterioridad a la intervención empieza inmediatamente una
sensación de malestar que afectaba todo su rostro y toda su cabeza, y que después
se extendió al cuerpo en su totalidad. Esas manifestaciones se ubican mayormente
bajo la rúbrica del dolor o la inflamación. Su rostro estaba hinchado, la piel estirada
hasta un punto doloroso, la pigmentación rojiza. Pero también sentía variaciones en
la masa muscular y ósea, sobre todo en el sentido de la pérdida. Asimismo se
habían producido “desacomodaciones” de los huesos, fundamentalmente en la cara
y el cráneo, cambios en su forma, pérdida de consistencia.

Se conserva un diario de anotaciones de esos días en que el paciente intentaba


llevar un registro de esas mutaciones y donde elucubrara hipótesis acerca de su
padecimiento. Tales anotaciones, descriptivas, metonímicas, abundantes,
monótonas y repetitivas, tienen las características de un proceso lógico centrado en
la interrogación por las causas posibles de esos trastornos. Esa interrogación
constante no encuentra límite y se prolonga hasta la actualidad. Se aprecia la
carencia de la función de un Nombre del Padre que clausure la interrogación por la
cuestión del origen. Esta falta de “definición” se traduce en un retocamiento
interminable de la imagen especular. En una ocasión dirá que según el “vino al
mundo fallado de entrada, mal armado, inacabado, y por eso no llega a tener una
cara definitiva”. En las primeras semanas de ese diario abunda la terminología
médica y el intento de encontrar una explicación científica de su padecer, pero a
partir de cierto punto hay un viraje al lenguaje religioso. En el diario, al principio, no
hay atribución de causas “metafísicas”, sino que el sujeto busca en la religión más

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bien la solución y el consuelo. Pero después se manifiestan las ideas que lo llevan
a explicaciones sobrenaturales.

Al tiempo se instala el síndrome alucinatorio, y debió ser internado. Conserva,


aparentemente, escasa memoria de todo ese periodo o se muestra muy reservado,
pero de todos modos refiere que los episodios y la cronología se confunden. Pese
a ello, el discurso del sujeto es siempre coherente en apariencia. Las alucinaciones
y las ideas delirantes no llegan a conformar nunca – tampoco en la actualidad – un
delirio sistemático. Son borrosas, imprecisas e inconsistentes. Presenta dos series
de ideas, “la serie medica” y la “serie religiosa”, en las que construye
permanentemente hipótesis sobre lo que le sucede. Estas dos series corren
paralelamente, alternativa o simultáneamente, a menudo sin que el paciente
establezca relaciones manifiestas entre una y otra. A lo sumo expresa, a veces, que
los trastornos físicos que padece podrían ser, “tal vez”, una prueba a la que Dios lo
somete. Las hipótesis sobre sus trastornos cenestésicos son polimorfas y variantes
según la oportunidad. Se aferra por un tiempo a cualquier explicación que surja, por
ejemplo, si escucha por la televisión hablar a un especialista en alergias elucubra
una hipótesis alérgica, pero eso cambia según las circunstancias en breve tiempo.
Cabe decir, además, que mientras predomina el cuadro corporal las alucinaciones
“místicas” pasan a un segundo plano. Con pareja asiduidad consulta médicos y
sacerdotes. Jamás designa los eventos de su cuerpo como alucinaciones. Las
hipótesis medicas o religiosas se suceden, se sustituyen, se yuxtaponen. No hay un
tema delirante definido pero predominan los temas hipocondríacos,
megalomaníacos y persecutorios. El cuadro corresponde al delirio paranoide típico.

Al principio la totalidad de las entrevistas están ocupadas por el problema corporal


y la “serie medica”. Pasaron varios meses antes de que el paciente comenzase a
confiar el contenido de su ideación delirante. Lo que refiere como “alucinaciones”
consiste en alusiones autorreferenciales, interpretaciones paranoides de hechos o
frases que se presentan en el entorno, aunque a veces también escucha voces que
“están en su cabeza”. Cosas que se dicen en la televisión o la radio, o que ocurren
en la calle, están referidas a su persona. Un accidente, un choque, una discusión

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entre dos personas, un incidente menor en la cola o la ventanilla del hospital,
cualquier disturbio que se produce está relacionado con la cercanía de su persona.
De alguna manera se siente, o bien el causante de lo que sucede, o, mas a menudo,
“llamado” a intervenir como quien debería solucionar ese problema. Lo describe
como una influencia invertida: sin quererlo, enigmáticamente, el ejerce un poder
sobre el entorno. Quiere comprar cigarrillos y los negocios de la cuadra han cerrado
o se quedaron sin mercadería. Sin hacer sistema, estas significaciones tienden a la
megalomanía. A veces se presentan directamente como voces que pueden llegar a
decirle que es Jesús, o un elegido de Dios. Siente que Dios espera algo de él, que
lleve a cabo un acto “por los demás”, que soluciones “un desarreglo”. Esas voces,
que esporádicamente se siguen presentando al día de hoy, son tomadas ahora con
cierta distancia. El paciente duda si se trata de Dios o del Diablo, reconoce que todo
es “una locura”, pero al mismo tiempo le resulta inverosímil que todo sea producto
de la “sugestión”. En el pasado las voces lo instaron varias veces al suicidio,
diciéndole que se arrojase por la ventana. La duda sobre si eso estaba bien, y la
falta de coraje, según dice, le impidieron hacerlo. Más raramente el sacrificio que se
le pide seria para expiar pecados que habría cometido, como haberse masturbado
(también hay culpa por haberse tocado la nariz después de la operación). En un
programa de preguntas y respuestas los participantes parecen poseídos por
demonios, hablan con voces cavernosas, transmiten alusiones a su persona. La
pronunciación de la palabra “justicida” por parte de uno de ellos está referida a él.
El taxi en el que viaja se detiene en la mano izquierda y ese hecho, como muchos
otros, le hace sentir que hay “un trastocamiento del orden de las cosas, algo
morboso”.

En la actualidad consigue contener el impulso a intervenir en situaciones externas


y que en el pasado lo llevó a incidentes de diversa seriedad.

Continúa consultando profesionales y ensayando hipótesis. Pero desde hace unos


meses la tónica dominante de los comentarios es positiva. Siente movimientos
óseos, crujidos, desplazamientos del maxilar, o de los huesos del cráneo, o también
del oído, pero estos sucesos tienen ahora un carácter restitutivo. Según refiere, ha

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recuperado masa muscular. La piel está más distendida. Los huesos están
“acomodándose”. A veces siente punzadas regulares y sucesivas en las junturas de
los huesos del cráneo como si hubiera un proceso de “zurcido”. Siente movimientos
en el oído interno, “como si algo se estuviera cerrando”. Dice que su cuerpo era
“como un matambre atado al que le cortaron el nudo (refiriéndose a la operación) y
entonces todo se desató y desparramó”. Estas sensaciones ahora le traen alivio
más que inquietud. Sin embargo, este proceso de reacomodación y cierre no deja
de manifestarse como interminable. Los dolores persisten, sobre todo en la cabeza,
y con frecuencia no le permiten salir de su casa. Pero la concurrencia se ha hecho
regular y el paciente estableció un vínculo positivo al tratamiento.

Cabe señalar que el primer brote está precedido por el encuentro con una figura
paterna que detenta un poder sobre el cuerpo, a saber el cirujano que lo operó. Una
segunda internación fue el final de una crisis que comenzó cuando un médico
psicoanalista decide retirarle toda la medicación que estaba tomando. En este último
caso debe tenerse en cuenta, aparte del efecto propiamente psicofarmacológico, el
valor simbólico de semejante iniciativa por parte del médico.

Después de bastante tiempo confía algunas ideas que precedieron a su primera


internación. Habría escuchado a su madre decir “qué bueno que estás” en lugar de
“qué bueno que sos”. Varias veces ha sentido un acoso sexual velado por parte de
su madre, expresado en frases o gestos provocativos. Esta idea lo angustia
gravemente. Sostuvo siempre con su madre una relación de apego radica. Dice ser
“su mascota”. Ha vivido en relación a ella como una suerte de apéndice. El padre
se va de la casa cuando Julián tenía dos años, y refiere el mismo haber sido “un
típico padre de fin de semana”. Cabe señalar que es el único miembro de la familia
que se ha acercado al tratamiento del paciente, mientras que la madre parece
sostener una posición de indiferencia. Es notoria la influencia superior de la madre
y la familia materna sobre el paciente. Un dato curioso y significativo es que en su
casa y en el entorno de la familia materna, así como entre sus amigos y parientes,
el paciente responde al nombre de Pablo, que es su segundo nombre. No lo llaman
Julián porque es el mismo que el nombre de su padre. El único lugar en el que cual

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el ha usado y sigue usando su primer nombre es en el tratamiento, así como en los
trabajos en el pasado. Las ideas de rivalidad edípica con el marido de la madre y de
persecución por diversas figuras masculinas que lo amenazan se aclaran desde
esta perspectiva. No se deja de apreciar la raíz incestuosa de ese “trastocamiento
morboso del orden de las cosas” al que hace referencia el sujeto.

La perplejidad producida por ciertos significantes que se le presentan como


enigmáticos persiste todavía sin llegar a ser reducida por un segundo significante
que le otorgue una significación aunque sea delirante.

La posición terapéutica del analista obró siempre en la línea del testigo y el


acompañante. Las intervenciones apuntaron a la atenuación del carácter extremo
de las ideas que lo parasitaban, a desalentar toda tentación de ceder al impulso
incitado por las voces, a evitar las posiciones heroicas y sacrificiales. El
establecimiento de un espacio de palabra y de confianza fue un objetivo que demoró
prácticamente un año entero poder alcanzar. Se trabajó sobre el vínculo con el
padre y con el padre mismo, el cual sostenía una posición de negación de la
enfermedad del hijo, ubicándose en las antípodas de la actitud materna que parecía
fijarlo en un lugar de discapacidad absoluta.

Caso Karim – Jean Claude Maleval

El tratamiento de Karim

Karim se manifiesta como un ser trágico en quien todo es extremo: la


desesperación, la violencia, pero también la inteligencia. Es comprensible que los
estilos de tratamiento difieran.

Karim me es remitido por uno de sus amigos, en 1985, porque ambos se niegan a
aceptar un diagnóstico de psicosis. Como el amigo en cuestión ha tenido noticias
de mi trabajo sobre las locuras histéricas, supone que yo no caería en el mismo

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error. Karim me escribe desde una clínica para estudiantes donde es atendido.
Desea un encuentro conmigo, o bien con “gente que tenga la misma posición”.

Precisa que carece de recursos y que sus padres, que hasta ahora han podido
ayudarlo, quieren volver a Argelia, mientras que él no puede hacerlo debido a su
estado y a su educación francesa. “Me siento muy mal -escribe-, usted representa
para mí, quizás, una de mis únicas oportunidades para salir del universo psiquiátrico
donde me encierran las teorías psiquiátricas actuales.”

Durante la primera entrevista, se refiere insistentemente a que su infancia


transcurrió en un barrio de barracas de las afueras de París. Fue uno de los pocos
de su generación que obtuvo el bachillerato.

Muy dotado para las lenguas, habla varias de ellas. Tiene grandes facilidades para
los estudios, pero sus trastornos le impiden proseguirlos. Su principal queja se
refiere a una dolencia que experimenta en el testículo izquierdo, por la que corre
peligro de perderlo: ¿no se estaría desarrollando un cáncer? Por otra parte, desde
las primeras sesiones expresa una temática edípica no reprimida: tiene ganas de
matar a su padre, con quien siempre ha mantenido relaciones muy difíciles, mientras
que tiene sentimientos incestuosos respecto a su madre. Además, se siente
atormentado por un enigma sobre su bisabuelo paterno. ¿Por qué habría sido
condenado por su familia a ser ejecutado y castrado? ¿Qué había hecho? ¿Había
matado a su mujer? ¿A su propio padre? Había perdido su apellido cuando
abandonó Argelia para dirigirse a Marruecos. Se había visto obligado a adoptar el
nombre de su madre. Karim no sabe por qué, y no deja de pensar en el drama de
este hombre, a quien califica de “deudor eterno”. Más tarde se comprobará que esta
historia fantástica es un producto de su imaginación, de manera que traduce, sobre
todo, un sentimiento de carencia en relación con la transmisión de la función paterna
-lo que no deja de recordar al misterioso “asesinato de almas” que tuvo lugar entre
los ancestros de Schreber, “mucho tiempo atrás”, escribía éste, “quizás en el siglo
XVIII”.

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Karim llevó a cabo un análisis durante dos años con un analista de cierto renombre.
La cura se había interrumpido ocho años atrás debido a un pasaje al acto por su
parte: en un estado de crisis, fuera de control, se desestabilizó, se arrojó a los pies
del analista y le dijo: “Mátame”. A consecuencia de ello, su analista llamó a un
psiquiatra para hospitalizarlo. A pesar de la demanda de Karim, el analista no quiso
proseguir la cura. Desde entonces varios analistas lo han rechazado de la misma
forma. A la espera de poder encontrar trabajo, me suplica que lo acepte en análisis,
dispuesto a ponerse de rodillas para conseguirlo. Pero, en lo que se refiere al dinero,
tiene lo justo para pagarse el tabaco, y carece de todo otro recurso; más tarde sabré
que sus principales recursos los obtiene “birlándoselos a los franceses”. Le pregunto
cuánto podría pagar por sus sesiones. Propone una cantidad mínima, que acepto.

Durante las primeras entrevistas, insiste mucho en una escena de su infancia en


la que, mientras se encontraba escondido tras unas cortinas, comiéndose las uñas,
había visto a su padre afeitándole el pubis a su madre. Más tarde, volviendo a
pensar en ello, él se superpone a su madre, como si al mismo tiempo su padre le
estuviera cortando el pene. Por otra parte, cuando se masturba, imagina ser la mujer
que desea. En lo referente al sexo de las mujeres, dice: “No salgo de mi asombro,
aunque sé que no hay nada que entender. Me da la impresión de que tienen el sexo
de un hombre”. Hay una frase notable para expresar su confusión y sus dificultades
en lo relativo a la identidad sexual: “Algo falta en mi cabeza entre las piernas de las
mujeres". Añade que la sexualidad lo descoyunta, y que si su padre puede tener
erecciones, él no puede tenerlas. Así, se concibe a sí mismo, en ocasiones, como
un falo fláccido. En su infancia le habían enseñado varias veces que tenía que
sujetarse el pene para orinar, pero él no lo hacía, prefiriendo hacerlo sentado como
una niña.

Karim describe una relación incestuosa y ambivalente con el Otro materno. Hasta
la edad de 13 años, había dormido con su madre. Esta, no sólo lo lavaba, sino que
no se podía duchar sin él. Le pedía que le frotara con una esponja los senos, las
nalgas y el resto de su cuerpo. Siempre quería que “continuara". “Me pedía que la
tocara", afirma en la actualidad. Entre los 7 y los 10 años, cuando su madre decía

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algo que le desagradaba, tomaba carrerilla en el pasillo y se lanzaba contra la pared
para golpearla con la cabeza, mientras gritaba que quería suicidarse. La madre
replicaba: “Continúa”. Después de esto, trataba de hundirse un tenedor en el cuerpo,
o bien comía tierra. Tras uno de sus intentos de envenenamiento, tuvo miedo de
que su pene se hubiera retraído al interior del vientre. Además, su madre le prohibía
ir a jugar con sus hermanos reclamándolo siempre junto a ella. De esta forma, con
frecuencia se veía obligado a acompañarla a distintos médicos, debido a diversas
dolencias físicas. Pero como su madre sólo hablaba árabe, le correspondía a él
traducir sus quejas: así es como -cree él- aprendió francés. Entregarse a una mujer,
repetía en diversas ocasiones, constituye el supremo horror. A menudo me
reprochará que yo me plantee esto como una finalidad, y a veces me confunde con
su madre o se confunde él mismo con ella.

La relación especular se actualiza en múltiples oportunidades a lo largo de los


nueve años del tratamiento analítico, de tal forma que Karim encuentra en el analista
a veces una imagen ideal, otras veces una imagen repulsiva. “Me gustaría eliminarlo
-me dijo bastante pronto- y al mismo tiempo usted cuenta demasiado para mí.” La
mayor parte de sus recriminaciones contra mi persona podrían reducirse a una sola,
aunque nunca fuese formulada; querer hacerlo a mi imagen y semejanza, un francés
conformista, incluso racista. Sin embargo, más allá del yo especular, a menudo se
revelaba, en momentos de una angustia extrema, una figura todavía más terrorífica,
la del Otro gozador, que sólo quedaría satisfecho con su castración. “Me encuentro
frente a usted como ante un tribunal -afirma en los primeros meses de la cura-. Mi
crimen consiste en ser árabe, y la sentencia ya está pronunciada de antemano:
cortarse los cojones.” Las dos problemáticas más manifiestas del tratamiento de
Karim se encuentran, pues, correlacionadas en esta última frase: la cuestión de la
identidad, en particular la identidad étnica, y el sufrimiento que experimenta en su
cuerpo en el testículo izquierdo.

Karim interpreta enseguida este síntoma como una castración que le ha sido
impuesta por los franceses debido a su situación de inmigrante. Pero si bien esta
explicación es la que se da a sí mismo más a menudo, no siempre lo satisface. “Mi

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síntoma -dice- rehúye la palabra, pasa directamente del cerebro a mis cojones sin
ser simbolizado, expresa la voluntad de una pérdida incomprensible y me convierte
en un cojón blando.” Otras veces, lo considera “una forma de castigarse por haber
querido traicionar la cultura árabe-islámica”. Durante el quinto año de tratamiento,
emerge una nueva forma de entender su trastorno: descubre que, a pesar del horror
que le produce, no carece de cierta utilidad: "Cuando siento miedo de no tener ya
sexo, el dolor me tranquiliza, porque demuestra que sigue ahí. MÍ síntoma es una
forma de hacerme ayudar, es una muleta en la que me apoyo. Este dolor me permite
existir, de lo contrario estallo. Me ayuda a contener mi cohesión cuando noto que
mi identidad se va. Con mi síntoma, produzco una diferencia, no soy como los
demás, es algo propio de mí, constituye una tentativa de establecer una separación
entre nosotros”. La fineza de los análisis de Karim Uegan lo más cerca posible de
la estructura. Subraya que su testículo doloroso, que por este mismo motivo queda
destacado, contribuye a sostener su identidad. Aunque lo hace de forma imperfecta:
se trata de un retorno de goce en el cuerpo, que se produce mediante una
inscripción significante sostenida por un puro S1, es decir, por un significante único
y no articulado, de tal manera que el sujeto se encuentra petrificado debajo de él.

En este fenómeno, Karim revela encontrarse sujeto al discurso del Otro, del que
no se puede escapar mediante el recurso de un sujeto dividido por el significante.
Él lo experimenta de esta forma con toda claridad y trata de defenderse de ello:
“Tengo la impresión de que mi testículo está aquí entre nosotros, nos separa y nos
reúne, es mío y es suyo. No quiero seguir perteneciéndole, ya no quiero ser un
colador de sus ideas. Tengo la impresión de que quiere que sea como usted, que
adopte todos sus valores. No tengo interioridad, espacio personal, no puedo
conservar nada. Pongo mi cuerpo en juego en la relación: entre usted y yo, mi
testículo”. Su ser se encuentra atrapado en la cadena significante, algo que él
expresa con un fórmula chocante: “Soy como un pelo en la sopa en este mundo, no
me inscribo en él”. En consecuencia. se siente atravesado por el discurso del Otro.
Es cada vez más consciente de ello en los primeros años del tratamiento. Más de
una vez se pone a aullar, sumergido en crisis de angustia paroxística: “Suélteme...
déjeme tranquilo... no me hable más... déjeme ir o lo rompo todo”. Muestra

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encontrarse permanentemente enfrentado con otro que no lo suelta: el francés
racista omnipresente, su madre que tiene necesidad de el para comunicarse, el
analista a quien le responde interiormente sin cesar fuera de las sesiones.

Debido a la ausencia de la falta de ser instaurada por la afánisis del sujeto, se


siente como si no tuviera interioridad y se pierde en las imágenes de los otros. “Soy
de derechas con alguien de derechas, de izquierdas con un comunista, cristiano con
un cristiano, musulmán con un musulmán... Cuando veo a una mujer deseable, me
quedo colgado de ella. Trato de pegarme a los demás para que no sean peligrosos.
Siempre estoy buscando un portavoz, porque temo asumir lo que digo: después hay
que sostenerlo, y eso me da miedo”. Debido a la carencia de la función del rasgo
unario, sus identificaciones no tienen base, de tal forma que se encuentra entregado
a un mundo de imágenes donde busca una identidad que es incapaz de encontrar:
¿es francés, argelino, árabe o judío? No deja de hacerse preguntas. En dos
ocasiones rompe su carné de identidad durante la sesión. Cuando hace gestiones
para obtener el estatuto de apátrida, durante el tercer año del tratamiento, sin duda
es porque capta que la respuesta es algo que únicamente se esboza más allá de
toda imagen. Por otra parte, va poniendo a prueba sucesivamente cada una de las
otras hipótesis. Le reprocha mucho a su primer análisis haberlo orientado hacia la
identidad judía, al igual que yo lo habría orientado hacia la identidad francesa. A
menudo trata de optar por no ser nada de todo ello situándose como
“intermediario”.* Sólo al final del tratamiento afirmará haber encontrado “una base
musulmana”: en adelante, pondrá sus esperanzas en el Islam, se esforzará por
seguir la sharia y descubrirá modelos paternos estimables en Faisal de Arabia y en
Mohamed V.

A posteriori, la cura de Karim da la impresión de haber encontrado una lógica


basada en la elaboración progresiva de una separación. En los primeros tiempos,
hubiera querido estar pegado a mí para que nada nos diferenciara. Los periodos de
vacaciones constituían duras pruebas, a lo largo de las cuales a veces necesitaba
hacerse hospitalizar. Trataba, me decía, de crear una identidad entre nosotros. Pero
esto mismo se le impone cuando se sentía aspirado por lo que yo le decía, o cuando

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tenía la sensación de estar mirándose a sí mismo cuando me miraba. En su lenguaje
crudo y violento, expresaba su búsqueda de fusión en los siguientes términos:
“Usted es fuerte, omnipotente, me gustaría que me diera por el culo para que su
polla salga por la mía y la virilice”. Tuvo fantasmas parecidos respecto a su padre,
a quien se hubiera querido “pegar” para que lo “virilizara". “Entre una chica
agradable y usted -afirmó en el segundo año de la cura-, no hay problemas de
elección; es terrible estar pegado de esta forma a un hombre, sobre todo cuando
uno no es homosexual.” En este mismo periodo declaró: “Sólo vivo los días que
vengo a verlo”. El vínculo transferencial manifiesta ser particularmente intenso:
Karim no falta a ninguna sesión, nunca llega tarde, sigue las peregrinaciones de mi
despacho de una ciudad a otra, mientras que afirma sentir por mi persona
paroxismos tanto de amor como de odio.

Es un hecho manifiesto que el análisis produjo la entrada de un nuevo objeto de


goce en el campo de su realidad, pero la estructura de Karim no le permitía
encontrar un enganche en el lugar del Otro por medio de ese semblante de objeto
a. Su única modalidad posible de relación con el objeto consistía en tenerlo “en el
bolsillo”, de acuerdo con la expresión de Lacan; de ahí la tentativa de fusionarse
con el analista y de considerarlo un doble. En efecto, la búsqueda de fusión es
correlativa de un rechazo absoluto de toda puesta en juego de la pérdida de un
objeto de goce. Como me confiesa tras varios años de tratamiento: “Antes morir que
perder algo, eso es lo que me digo a menudo... Antes morir que aceptar una ayuda
que venga de usted, esto es lo que pensaba hace ya mucho tiempo, por esta razón
lo interrumpía cuando me hablaba, o me negaba a escucharle. Sin embargo, acudo
a las sesiones, y si vengo es, ciertamente, porque espero algo de usted. Aquí hay
una contradicción, una paradoja que me resulta muy penosa”.

A pesar de su apego, pero también debido a él, el odio fue predominante, con la
mayor frecuencia, en sus dichos. Desde el segundo año, entre otras amenazas llegó
a proferir la de venir armado y pegarme un tiro entre los ojos.19 Sin embargo, por
esa época era sobre todo la amenaza de suicidio la que persistía durante largos
meses, sesión tras sesión. Más valía morir que soportar lo que él soportaba: el

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racismo, el dolor en el testículo, una vida vegetativa, ausencia de identidad, la
autointerdicción de los deseos... advirtió a su familia que debía prepararse para su
desaparición en los próximos meses. Al parecer, esta acentuación de los
sentimientos depresivos fue determinada en gran parte por el descubrimiento de
que le era imposible seguir orientándose hacia la fusión como modalidad de
relación. “No puedo fusionarme - constataba-, pero la distancia me hace sufrir
demasiado, nada me puede consolar."

Poco a poco, sale con sorpresa y con dolor de lo que él llama un “imaginario de
copertenencia”: descubre que yo no pienso como él y que no lo sé todo. Cuando
consigue un pequeño trabajo y le aumento el precio de las sesiones, lo acepta
haciendo el siguiente comentario: “Usted tiene sus cuentas, yo tengo las mías.
Tendré que administrar mi dinero, hasta ahora no me había ocupado de ello”. Más
tarde, por su propia iniciativa, me pide aumentar de nuevo el precio de la sesión.
Sus comentarios dan a entender que esta demanda se basa en una tentativa de
proponer un objeto de satisfacción al goce del Otro para que éste no apunte a su
ser. Por otra parte, mientras que sus preguntas sobre los orígenes del linaje paterno
caen en el olvido, empieza a considerar con inquietud “un fin de ruptura” en el
tratamiento analítico. Me predice que yo lo dejaría caer como lo había hecho su
anterior analista. En efecto, a continuación iba a emplearse a fondo para que esta
predicción se realizara, tratando de satisfacer así al Otro gozador que se había
revelado en el lugar del analista al retirarse la imagen especular.

Entonces me reprocha que le toco los cojones y que no lo reconozco en su


especificidad. “Usted quiere limitarme incitándome a casarme, haciendo que no
frecuente a prostitutas, y obligándome a sentirme culpable de haberle quitado dinero
a los franceses. No quiere que sea rico y feliz. Limita usted mi libertad decidiendo el
final de las sesiones y obligándome a pagárselas cada vez más caras.” Por otra
parte, muchas veces me ofrece su castración y/o su muerte como el mejor regalo
que un árabe puede hacerle al francés racista que él supone a veces que soy. En
otras ocasiones considera que el análisis sólo le sirve para reafirmar su decisión de
morir, hasta tal punto que me pide ayuda para ir en esta dirección. Entonces le exijo

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que tire los medicamentos que ha acumulado para destruirse. “Es un esfuerzo muy
grande -me responde-, no sé si podré hacerlo.” En la siguiente sesión me asegura,
sin embargo, que lo ha hecho. Aunque mintiera, no es menos cierto que esta
intervención estaba justificada, aunque más no fuese para manifestar el deseo del
analista, orientado hacia el sostenimiento de la cura. Se trataba, por otra parte, de
no aceptar que él se redujera a un objeto sacrificial, y esto es lo que hice
oponiéndome a su convicción de acuerdo con la cual yo quería gozar de su caída.

Lo más difícil a lo largo de esta cura fue no interrumpirla por la extrema


ambivalencia de los sentimientos transferenciales del paciente. Gritos, insultos,
amenazas, dominaron gran número de sesiones en las que surgían también, a
pesar de todo, momentos de lucidez y de un fino análisis de la transferencia. En
ocasiones, él mismo se sorprendía de que yo pudiera soportar la forma en que me
trataba sin interrumpir la cura, y halagaba mis cualidades profesionales; mientras
que, a la sesión siguiente, me convenía en un racista inepto que merecía ser
eliminado por la maligna manipulación que ejercía sobre su persona.

La necesidad de producir una separación parece haberse ido imponiendo cada vez
más a lo largo de los últimos meses de tratamiento. Entonces se produjo una
escalada de comportamientos que parecían destinados a hacerme interrumpir el
trabajo. Empezar y terminar las sesiones se hizo muy difícil. Karim se negaba a
entrar en el despacho, y luego se negaba a salir. Permanecía mucho tiempo en la
sala de espera, quejándose o profiriendo amenazas, sabiendo que lo que decía se
oía en mi apartamento, donde se encontraban los míos. A veces desplazaba los
muebles del despacho con el fin de levantar un muro entre él y yo. O abría una
ventana gritando que iba a arrojarse por ella desde el quinto piso. Ya sólo pagaba
sus sesiones con dificultad. Con más frecuencia que antes, reclamaba un
enfrentamiento físico conmigo para demostrar que no me tenía miedo. Esto último
llegó a resultar inquietante un día que blandió una silla sobre mi cabeza, hasta tomó
de encima de mi mesa un cortapapeles para suicidarse o matarme.

Sin duda, tardé demasiado en poner freno a sus desbordamientos, en parte porque
me parecían una afirmación positiva de su diferencia, en parte porque la violencia
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exacerbada de sus reacciones frente a cualquier expresión de una prohibición me
llevaba a contenerme. Cuando le exigí que dejara los objetos peligrosos, silla y
cortapapeles, pues de lo contrario daría por terminada la sesión, estalló en una crisis
de furor, pero lo aceptó. Todo indica, a pesar de su reacción inmediata, que tales
intervenciones lo apaciguaban más que el hecho de dar libre curso a la corriente de
sus asociaciones centradas en sentimientos de persecución.

De entre sus medidas de desafío, la más difícil de contener era la que consistía en
no querer salir de mi consulta. Cuando mi persuasión y mi paciencia llegaban al
límite, abandonaba yo mismo el consultorio, en el que él no permanecía mucho más
tiempo. Pero dos meses antes del final de la cura se produjo una escena que, sin
lugar a dudas, fue decisiva. Aquel día, al final de la sesión, Karim salió de la consulta
vociferando y se instaló en la sala de espera, decidido a no abandonarla y a seguir
diciendo cosas poco agradables sobre mi persona. Entonces, el analizante
siguiente, sin duda algo inquieto, se precipitó dentro del consultorio, mientras que.
a pesar de mis demandas reiteradas, Karim se negaba a salir. Entonces me
encontré en la delicada y desagradable situación de tener que llevar dos sesiones
al mismo tiempo. Es algo que no soporto. Abrí la puerta de entrada, agarré a Karim
por los hombros mientras él gritaba: "¡No me toque!”. Lo eché afuera, repetí en un
tono exasperado: “La sesión ha terminado ", y luego di un portazo. Por supuesto,
un gesto así no fue el resultado de ninguna reflexión. A posteriori. me parece que lo
que me guió fue la intención de oponerme de nuevo a una de sus múltiples tentativas
de obligarme a interrumpir la cura. A pesar de las apariencias, el hecho de echarlo,
sin mostrar rechazo, para marcar el fin de una sesión y no la interrupción del análisis,
contrariaba su tendencia a convertirse en el resto de la cura al servicio del Otro
gozador. Sin embargo, después de esta intervención, no dejé de temer una
venganza por su parte. Pero no sólo no ocurrió nada parecido, sino que a la
siguiente sesión resultó estar muy calmado y aportó nuevo material. Entonces me
presentó a su padre como un hombre valiente, trabajador y humano, no como el
pobre inmigrado que trataba mal a sus hijos, que era como casi siempre lo había
descrito; por otra parte, Karim se refirió a su esperanza de haber encontrado en el

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Islam lo que le faltaba, convicción que a continuación fue adquiriendo fuerza
paulatinamente.

Algunas semanas más tarde, Karim propuso reducir la frecuencia de las sesiones
de dos a una por semana, a lo que yo me negué, y poco después quiso interrumpir
el tratamiento, cosa que acepté. Al parecer, de esta forma fue posible dejar que se
marchara sin dejarlo caer. Unos veinte días después, vino a saldar una pequeña
deuda, y me dejó una carta que terminaba así: “Hasta la vista”. En esta carta me
agradecía que hubiera aceptado poner fin a la cura. Desde entonces, no he tenido
demasiadas noticias de él.

¿Por qué trató Karim de poner en acto una separación real en la última tase del
tratamiento, obligándome primero a echarlo y decidiendo luego interrumpir la cura?
Es cierto que, al final de nuestro trabajo, parecía haber encontrado en el Islam
significantes adecuados para enmarcar el goce y para proporcionarle ideales con
los que orientarse. De todas formas, hay que resaltar la importancia de una
demanda que se había producido poco tiempo antes: la de que yo le proporcionara
la dirección de un analista árabe, supuestamente capaz de comprenderlo, algo que
sería imposible con un analista francés. Constantemente enfrentado, en aquel
periodo, con sus afirmaciones insistentes sobre mi incapacidad para dirigir la cura,
yo había aceptado procurarle esa dirección. Karim fue a ver al analista, que le
produjo una excelente impresión, pero que declinó tomarlo en tratamiento.

Una observación de Karim, planteada ya en la primera sesión, me parece que


esclarece en parte esta demanda de un analista árabe, así como la conclusión de
la cura. Había advertido que yo compartía consultorio con alguien cuyo nombre
tenía resonancias judías: él no me ocultó que esto le planteaba un problema.
Además, en repetidas ocasiones me había reprochado encarnar los valores de la
sociedad francesa y querer imponérselos negando su arabidad. Al final del
tratamiento se comprobó que, tras diversas tentativas, la suplencia que había
elegido construir la elaboró con los significantes del Corán. Ahora bien, resulta
imposible imaginar que yo pudiera dárselos, incluso que yo pudiera apoyarlo en esta
orientación. Él se mostró muy discreto en lo referente a su conversión al Islam.
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Debido a su fantasmática, como ya me había indicado en la primera sesión, no
podía otorgarme la posición de sostener los significantes del ideal En consecuencia,
a falta de poder quedar situado en I, y a pesar de algunas tentativas por su parte,
mi posición en la transferencia se decantó hacia M: de ahí el predominio en la
transferencia de la erotomanía mortificante.

Faltan elementos para apreciar con precisión el efecto terapéutico de esta cura,
pero es indiscutible que se produjo una clara modificación de la posición subjetiva
de Karim. gracias a una separación pacificante solicitada por él mismo nueve años
después de haber afirmado: “Me apoyo en usted, usted es una muleta, haría
cualquier cosa por evitar la separación: me pondría de rodillas, me haría cortar un
brazo... Es usted la última persona con quien rompería".

Al parecer, la cura llegó a conseguir en este caso una cierta subjetivación de la


decisión de separarse del Otro.” A posteriori, todo lleva a considerar que la condición
principal requerida para que esta separación se pudiera producir era no aceptar que
Karim se dejara caer tratando de encarnar un objeto sacrificial adecuado para el
goce del Otro. Atemperar este goce supuso, en gran parte, oponerse a todos sus
intentos de convertirse en resto de la cura, ya sea suicidándose, ya sea
obligándome a rechazarlo.

Caso del “Emperador esclavizado” - Julieta de Battista

En este caso, se trata de un paciente que desde un primer momento rechazó la


presencia permanente del analista y me llevó a ubicarme en una posición que
responde más bien a la sumisión completa a las posiciones subjetivas del paciente,
que Lacan señaló en 1958. Diría que esta sumisión fue orientando la cura y sólo
apres-coup pude leer que una presencia intermitente y no personificada le permitió
realizar un trabajo que tuvo efectos sobre su posición y que ubico como efectos
analíticos. Mas que de dirigir la cura de manera activa, se trató de no obstaculizar
la dirección que la cura misma fue tomando en el transcurso de los encuentros.

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Presentación de los síntomas y ocasionamiento

Se trata de un paciente de unos 40 años, cuyo sobrenombre evoca al de un


emperador, que le pidió a su psiquiatra una derivación con una psicóloga para que
lo escuche. Una primera tentativa había fracasado, dado que no fue aceptada su
petición de no asistir todas las semanas – como se estila en los consultorios
externos – sino cada dos meses. Tiempo después solicitó nuevamente una
derivación, insistiendo en el hecho de que se trate de una mujer. En el intervalo, su
vida transcurrió sin mayores sobresaltos ocupando diferentes puestos de trabajo.
Yo lo recibo y acepto sus condiciones: vendrá cada dos meses, escucho que tendrá
sus razones.

Consulta “por problemas sexuales”: las relaciones con su mujer – con la que está
desde hace 9 años – han dejado de ser satisfactorias para él, llegando al punto de
querer evitarlas, produciéndole un gran malestar y sintiéndose depresivo. Ha
disfrutado mucho de la sexualidad con ella y quiere recuperar ese aspecto. El puno
insoportable se localiza en ciertas practicas que su mujer ha comenzado a pedirle y
que hacen que se sienta anulado, ya que lo reenvían a quedar en situación de
esclavo frente a ella.

“Ser esclavo de una mujer” reedita en él un empuje a la mujer ahora latente, pero
que en su adolescencia lo llevó a travestirse y a embarcarse en practicas
homosexuales con hombres que encontraba de modo ocasional en la calle. En la
actualidad a veces estas ganas vuelven a aflorar, pero prefiere evitar darles curso.

Asocia esto de inmediato con su infancia, en particular a la relación con su madre,


que lo obligaba a hacer tareas femeninas, cuestión que para el le ha inoculado
ciertos “rasgos de mujer” que han quebrado su personalidad. En ocasiones se vestía
con la ropa de su madre. Ella era muy posesiva y caprichosa con él, la acusa de
haberlo seducido cuando niño y luego de haber armado intrigas para que todas sus
parejas fracasaran. El padre no intervenía. A partir de un dicho de la madre sobre
su parecido con su abuelo, él interpreta que no es su verdadero padre.

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Corta todo lazo con su familia en la adolescencia, no obstante sentir que continúa
bajo el influjo perjudicial de su madre que arruina sus parejas: un primer matrimonio
en el que nacieron dos hijos sucumbió a este prejuicio materno, él los abandonó
hace 10 años durante una crisis depresiva con riesgo suicida y no volvió a saber de
ellos.

Ahora, el “ser esclavo de una mujer” se actualiza no sólo con su mujer, sino también
con otras que forman parte de su entorno: una vecina, la hija de un amigo, su
cuñada, amigas de su mujer, etc. Ellas manifiestan su interés por él indirectamente,
él se da cuenta por la forma en que lo miran y por sus actitudes: la vecina espera el
bus mientras él pasea su perro, eso quiere decir que ella está enamorada de él. Ella
hace ruido con la puerta al salir: espera encontrarlo. Le comenta que tiene goteras
en su departamento: por lo tanto está loca de amor por él. Los pequeños gestos de
la vida cotidiana se vuelven signos de que han tomado la iniciativa de amarlo.

Efectos de transferencia

No sabe muy bien qué hacer con esto: por un lado se siente atraído por la
posibilidad de tomar ciertos riesgos y responder a la iniciativa de estas mujeres “es
una linda sensación, arriesgarse, es la pasión, tengo cuatro mujeres y tengo que
elegir una”. Por el otro, en el trabajo analítico reconoce en ellas las características
que lo llevarían nuevamente a la esclavitud. [u1] Las mujeres que han tomado la
iniciativa de amarlo comparten el ser posesivas y algo masculinas. Los mismos
rasgos que ha rechazado en la madre, ahora le resultan atractivos.

Al mismo tiempo, él puede situar en las entrevistas que una relación de esclavitud
con una mujer le resulta insoportable pues lo empuja a ofrecerse sexualmente a
otros hombres, lo reenvía a sus propios “rasgos de mujer”. No quiere dejar a su
compañera, sabe que no podría hacer una doble vida, el sólo hecho de pensarlo lo
pone agresivo con ella, teme golpearla, dado el nerviosismo que lo embarga cuando
piensa en separarse.

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Ella no es una mujer más para él, es una excepción a las “mujeres que lo
esclavizan”. Una mujer sumisa y comprensiva que ha aceptado su pedido de no
compartir el techo, sino habitar en dos departamentos diferentes: uno en el segundo
piso, el otro en el cuarto.

El trabajo sobre estas coordenadas se fue produciendo en las entrevistas, en el


marco de una sumisión a las posiciones de este paciente cuyo punto de partida fue
aceptar sus propias condiciones. Fue también en transferencia que él construyó una
solución que se basa en cierta “buena distancia” en el trato con las mujeres.
Comenzó a escribir cartas de amor anónimas a su vecina, quien había tomado
fuertemente la iniciativa de amarlo: “me siento más tranquilo, es un juego de chicos,
pero me da una gran satisfacción interior”.

Esto le permitió, según sus palabras, fantasear con ceder a la tentación sin
exponerse a la relación de esclavitud: “Es mi inconsciente de auto-conservación, la
evito porque está como loca buscando al hombre que escribe las cartas. Me parezco
a Eva, quiero morder la manzana de la prohibición”. Su solución me parecía un poco
arriesgada, no obstante dejé esa idea de lado y lo acompañé en esto. Para él era
muy importante que yo escuchara sus peripecias.

Mantuvo esta práctica del “amor platónico” – como el la llamaba – durante un año
y la dio por finalizada cuando creyó que podían descubrirlo dado que muchas
mujeres del barrio estaban tras la pista del amante anónimo, tal el pseudónimo con
el que firmaba las cartas y que encendió la intriga histérica en el vecindario.

Durante ese tiempo, recuperó el gusto por la sexualidad con su mujer y ya no se


sentía deprimido, pero el hecho de no poder continuar con su juego lo llevó a un
estado de mortificación patente en su insomnio, la depresión y en el retorno de
pesadillas ligadas a su desencadenamiento.

Implementó entonces otra práctica que explota las mismas líneas de eficiencia que
la primera, sin las dificultades de ésta: se relaciona con mujeres en un grupo de

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sexo telefónico donde puede dar rienda suelta a su agresividad y a su erotismo. El
encuentro posible queda siempre postergado a un futuro indeterminado.

La solución hallada, generada en transferencia, trasciende sin embargo el ámbito


de la cura, que finaliza sin demasiados inconvenientes y sin apelar nuevamente a
la presencia de la analista. Sé por colegas que su solución se mantiene y que él
suele aprovechar la oportunidad de que otras profesionales mujeres lo escuchen,
eso sí: cada dos meses.

Estas soluciones fueron construidas en un lazo en el cual él podía hablar


libremente de eso que para él hacía síntoma: su relación a las mujeres que
esclavizan, en un lazo que hacía posible el encuentro cara a cara con una mujer sin
que eso implique el pasaje al acto erotomaníaco. Esta “justa distancia” que ya
funcionaba en la relación con su pareja, se instala en la transferencia y se traslada
luego a otras soluciones, donde una relación pacífica y disfrutable con las mujeres
puede sostenerse.

Construye en transferencia una dimensión del “más allá” que no funciona sólo
como limitación, sino que abre a un movimiento deseante que lo vivifica y lo aleja
de la experiencia de la mortificación, que sin embargo se hace presente cuando la
solución amenaza con caer. La puesta en forma del síntoma abrió esta dimensión,
cuya teorización parece estar ligada, a mi entender, a la posibilidad de posicionarse
como deseante y sostenerlo, produciendo efectos en la regulación del goce.

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