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IESE

Universidad de Navarra
Barcelona-Madrid

0-296-016
FN-391
Documento de consulta gratuito para el uso exclusivo del/a Prof. BOLIVAR DE LA TORRE, 2016-06-22

LA GESTION FINANCIERA DE LOS STOCKS

Introducción

En esta nota centramos nuestra atención en una partida del balance generada por las
operaciones de la empresa, en este caso los stocks, con el propósito de analizar las acciones
directivas que dan lugar a la creación y evolución a lo largo del tiempo de esta inversión de
recursos. Hablaremos, por tanto, del empleo de recursos en stocks o, dicho de otra forma,
de la gestión financiera de los stocks y, tal vez de forma más precisa, de las implicaciones
financieras de la gestión operativa de los stocks.

Salvo excepciones, las empresas mantienen ciertas cantidades de bienes o productos


para hacer posible su propia actividad económica. Claro está que, hablando en términos
generales, según sea la naturaleza de dicha actividad será mayor o menor el importe del stock
mantenido. Unos grandes almacenes, por ejemplo, tendrán fuertes sumas empleadas en
artículos de toda índole; por el contrario, una empresa de suministro de servicios, como una
compañía hidroeléctrica, pongamos por caso, sólo necesitará mantener en stock las materias
auxiliares para el funcionamiento de sus turbinas.

De todos modos, es evidente que la existencia, prácticamente inevitable, de unos


stocks implica una serie de problemas que inciden en todas las áreas funcionales de la
empresa. Porque la dirección de la producción tiene que intervenir en los stocks por cuanto
éstos son, precisamente, la base de la producción y su producto; la dirección comercial tendrá
que intervenir en el monto del stock de los productos terminados, pues de su correcto
volumen puede depender el servicio de ventas; la dirección del departamento de control tiene
que preocuparse de la correcta contabilización y valoración de los stocks, para disponer de
los datos que necesita a efectos de previsión y adecuada determinación del beneficio
de explotación y control; la dirección financiera se enfrenta con el hecho de que el
mantenimiento de los stocks absorbe unos fondos que tiene que procurar y administrar.

Nota técnica de la División de Investigación del IESE.


Preparada por el profesor Josep Faus. Noviembre de 1995.
Basada parcialmente en la nota «El empleo de recursos en stocks» (FNM-4), del profesor Rafael Termes.

Copyright © 1995, IESE.


Prohibida la reproducción, total o parcial, sin autorización escrita del IESE.
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Esto hace que se pueda hablar de stocks desde muchos ángulos y con enfoques muy
diversos. Aquí nos limitaremos, con exclusión de todo lo demás, a considerar los aspectos
financieros de la gestión de los stocks por parte de los directivos operativos, dando por
supuesto que los demás aspectos ya son conocidos. Una vez más revertimos a la idea central
de que las finanzas operativas afectan directamente a todos los directivos que, de una forma u
otra, tienen responsabilidades sobre las operaciones.
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Para el debido enfoque de la cuestión plantearemos el problema en función de una


empresa industrial, entre otras razones porque tal tipo de empresa es la que presenta todo el
conjunto de cuestiones que giran en torno a los stocks vistos desde las finanzas operativas.
No creemos que sea muy difícil aplicar luego a cualquier otro tipo específico de empresa las
conclusiones y análisis que vamos a considerar.

Clasificación de los stocks

Normalmente, en los balances de las compañías aparece una sola rúbrica, bajo el
nombre de «stocks», «mercancías», «inventario» o cualquier otra denominación similar.
Ahora bien, puede clasificarse el stock en tres grandes categorías:

1. Materias primas, que comprenden también las llamadas materias auxiliares o


suministros.

2. Productos o géneros en proceso de fabricación.

3. Productos o artículos terminados.

La problemática de cada una de estas tres categorías de bienes es distinta, por lo que
creemos conveniente analizarlas por separado para así poder delimitar mejor sus
implicaciones financieras.

Materias primas

De modo general se puede decir que son materias primas todos aquellos bienes,
productos o materiales necesarios para la producción de la empresa y que aún no han entrado
en el proceso productivo. Este stock sube con las compras y baja cuando entran en proceso
los materiales que lo componen.

El problema básico que hay que resolver es el de mantener el nivel adecuado de


stock en función de la venta. Es indudable que, en principio, cuanto más reducido sea el stock
mayor será la rentabilidad global del activo poseído por la empresa. Pero, por otra parte, un
stock excesivamente reducido planteará problemas en orden a la producción y,
subsecuentemente, a la venta; por tanto, puede afectar el volumen de ésta, con la consiguiente
pérdida de rentabilidad. Recae básicamente sobre el área de dirección de la producción la
determinación del nivel técnicamente correcto del stock de materias primas. No obstante,
creemos conveniente enumerar los factores determinantes del volumen de los stocks, además
del puramente técnico, para sentar las bases de la decisión financiera a este respecto.
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En líneas generales, los factores más importantes son:

1. El stock de seguridad, necesario para prevenir rupturas o interrupciones en la


producción, con los perjuicios que esto lleva siempre consigo.

2. La medida del lote económico de compra. Normalmente, cuando se compran


grandes cantidades suelen obtenerse mejores precios o condiciones de compra.
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El lote mínimo de compra, por tanto, dependerá de las condiciones que los
proveedores tengan por costumbre dar; las ventajas en precio y condiciones
importantes de una compra deben ponderarse, sin embargo, con la cuantía de
los costes que el mantenimiento de grandes stocks suponga.

3. Las perspectivas sobre la evolución de los precios. Es evidente que ante un


mercado en alza suele ser conveniente «cubrirse» adquiriendo más cantidad de
materia prima de la que se habría comprado en condiciones normales. También
es absolutamente cierta la proposición inversa.

4. El volumen previsto de producción, que está íntimamente conectado con el


volumen previsto de ventas. Cuando una empresa se enfrenta con una
coyuntura de incremento en sus operaciones, necesita preparar la producción
adecuada a esta alza de sus ventas. Por tanto, normalmente deberá hacer
mayores compras de materias primas. También aquí es cierta la proposición
contraria.

5. Estos costes son muy diversos y se pueden calcular de muchas maneras. En


principio, deben comprender no solamente los costes directos (mantenimiento,
almacenaje, financieros, etc.), sino también los derivados del riesgo de pérdida,
deterioro, obsolescencia, etc. Estos últimos son muy difíciles de calcular, pero
su influencia suele ser mucho mayor de lo que a primera vista pudiera parecer.

6. El coste de los recursos. Si tener stocks supone el empleo de fondos y disponer


de estos fondos siempre cuesta dinero a la empresa, hay que comparar las
ventajas económicas de poseer unos stocks amplios con la desventaja de tener
que pagar unos costes para utilizar los fondos adecuados a tal fin. De la
correcta medición de ambas partidas depende el acierto de la decisión que se
adopte.

Hay un problema que debe considerarse atentamente. Nos referimos a que, al menos
durante los últimos años, la inflación más o menos declarada que han padecido la mayor
parte de los países ha hecho que los beneficios contables derivados de la simple alza de
precios de los stocks hayan compensado cualquier otra desventaja económica que su
sostenimiento comportase. Dejando aparte, por el momento, el hecho de que estos beneficios
han sido más aparentes que reales a consecuencia de la pérdida de poder de compra de las
unidades monetarias en que se hallaban expresados, es también muy importante pensar que
esta coyuntura alcista puede quebrar –y de hecho ha quebrado en ocasiones– motivando
pérdidas notables para las empresas que mantenían excesivos stocks y que obtenían
beneficios por el simple hecho del mayor valor de sus materias primas. Por consiguiente,
debe medirse muy cuidadosamente este aspecto del problema, pues, insistimos,
una devaluación de los stocks de las materias primas puede suponer la creación de una
situación de atasco financiero de muy difícil salida.
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Los movimientos de caja en relación con el stock de materias primas

Para poder establecer correctamente la programación financiera hay que tener clara
la circulación de fondos que el mantenimiento de los stocks de materias primas lleva consigo.

Desde el punto de vista de los movimientos de caja es preciso recordar, en primer


lugar, que la compra de materias primas supone contraer una obligación de pago que,
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normalmente, deberá hacerse efectiva algún tiempo después, digamos 30, 60, 90 ó 120 días, y
no precisamente siempre en el momento en que la materia prima es adquirida. Esto permite
planear la incidencia financiera de las compras y, por tanto, hace posible una política de
compra atemperada a las disponibilidades financieras.

El segundo punto a tener en cuenta es que cuando la materia prima «sale» del stock
para entrar en el proceso de producción no se produce entrada financiera alguna. Dicha
entrada no tendrá lugar hasta que, terminada la fabricación, el producto sea vendido y su
importe hecho efectivo por algún procedimiento financiero del cliente. De ahí que un
descenso en el stock de materias primas por traslado al stock de productos en curso no se
traduce en una entrada de fondos.

Productos o géneros en proceso de producción

Esta categoría de stock abarca todos los materiales en proceso de manufactura o


fabricación. Su valor será, por tanto, el que tenga la materia prima más todos –y sólo–
aquellos costes variables directamente incorporados a la materia prima a lo largo del proceso
productivo.

Es muy corriente que en la valoración de los productos en proceso se incluya una


partida resultante del reparto, mediante cualquier mecanismo de coeficientes de aplicación,
de los llamados gastos generales de fabricación. Entendiendo por tales aquellos gastos
–mejor llamados cargas de estructura– en los que se incurre con independencia, entre ciertos
márgenes, de las unidades producidas. Pero no es correcta, de ninguna manera, esta
interpretación del valor de los géneros en proceso. Su valor real está formado por lo que
tienen incorporado, y esto sólo es la materia prima y los costes variables directamente
imputables al proceso productivo.

¿Cuáles son los factores determinantes del volumen de stock de los productos en
proceso de producción?

1. El primer factor determinante es la longitud del proceso productivo en sí. La


construcción de un buque, por ejemplo, dura un par de años y, por tanto, el
volumen del producto en proceso es enorme. Por el contrario, la destilación de
alcohol vinílico o la fabricación de pan son procesos continuos y muy cortos.
En relación, pues, con el volumen total de ventas, en el primer caso el stock en
proceso es enorme, frente a la pequeñísima cifra que supone el stock
en proceso en los otros dos ejemplos.

2. El grado de integración de fases productivas de la empresa también


influye de modo directo. Un fabricante de automóviles que produzca por sus
propios medios desde los materiales de fundición, pasando por todos los
componentes de los motores, cajas de cambio, etc., tendrá más cantidad de
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productos en proceso que otro fabricante de automóviles que básicamente sólo


tenga una cadena de montaje de las distintas partes. Siendo de notar que, por
consiguiente, mediante la integración o desintegración de las distintas fases
productivas, la política de la compañía puede influir directamente en el
volumen del stock de productos en proceso, pese a que técnicamente el proceso
de producción siga siendo el mismo.
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3. El importe del «valor añadido» en el proceso también influye en el monto total


de los fondos empleados en el sostenimiento del stock en que nos ocupamos.

4. El volumen de producción previsto, dependiente como antes hemos visto del


volumen de ventas esperado, influye asimismo en el stock de productos en
curso de fabricación. Es importante ver que, a igualdad de todos los otros
factores, éste es el determinante absoluto del volumen de stock de productos en
proceso.

5. La cuantía y modificación de los precios de materias primas, salarios y otras


partidas que componen los costes variables, influyen también de modo
específico sobre la cuantía en pesetas del stock de productos en curso.

Los movimientos de caja en relación con el stock de productos en proceso

Si, como hemos visto, el valor del stock se obtiene sumando a la materia prima los
costes variables que se van incorporando a lo largo del proceso productivo, el movimiento de
caja relacionado con este tipo de stock es simplemente el desembolso, fase por fase, de la
cuantía de los fondos necesarios para la elaboración progresiva del mismo. Ahora bien, en
esta clase de stock, muchos de los costes variables se producen con pago prácticamente al
contado o por períodos de tiempo muy cortos –por ejemplo, semanalmente los salarios,
mensualmente los servicios, etc.– y, por tanto, no existe aquel desfase en el tiempo que
hemos visto que ocurre con el pago de las materias primas.

Productos terminados

El stock de productos terminados se incrementa a medida que éstos van saliendo del
proceso productivo, y se reduce a través de las ventas.

El modo de variar este stock es muy distinto para una compañía que produce sobre
pedido que para otra que produce sin tener vendido el producto, es decir, que va almacenando
sus productos y les va dando salida a medida que los vende. Todo lo dicho sobre la
valoración de los stocks de productos en curso es igualmente válido para los productos
acabados, cuyo valor de coste es igual al coste de los materiales y suministros incorporados o
consumidos en el proceso más el valor directamente añadido a lo largo del mismo. La
diferencia entre el precio neto obtenido, deducidos los gastos inherentes a la venta, y el coste,
calculado como queda dicho, es el margen de contribución al sostenimiento de las cargas de
estructura.

Los factores que influyen más acusadamente en el volumen de stock de productos


terminados son:
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1. La política que la empresa desee desarrollar en orden a sus ventas. Es el caso


de una empresa que quiere tener un completo stock de sus productos, para que
cualquier venta pueda ser servida rápidamente. Otras empresas, por el
contrario, preferirán retrasar las entregas, evitando de este modo la
acumulación de stocks de productos terminados en sus almacenes.

2. La política en orden a la producción de series más o menos constantes.


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Efectivamente, productos que tienen una demanda estacional pueden ser


fabricados a ritmo uniforme a lo largo del año, aun cuando su venta se
concentre sólo en períodos mucho más cortos de tiempo. Esto hace que el
volumen del stock vaya creciendo hasta que, iniciada la venta, disminuya a un
nivel más pequeño.

3. La posibilidad que tenga la empresa de traspasar los stocks a sus propios


compradores o clientes. Es el caso de una empresa que tenga fuerza para
obligar u ofrezca ventajas de cualquier orden que induzcan a sus clientes a
comprarle cantidades mínimas importantes, fuera de temporada o mediante
encargos específicos.

4. El hecho de que las materias primas sólo están disponibles en determinados


períodos de tiempo. Es el caso de las empresas que manufacturan productos
agrícolas, que se ven obligadas a adquirir sus materias primas y fabricar sus
propios productos a lo largo de unos meses, pongamos por ejemplo, mientras
que sus ventas son uniformes a lo largo del año.

5. El volumen de ventas. De la misma forma que se ha dicho para las primeras


materias y productos en curso, es el factor básico. Pero aquí hay que tener
mucho cuidado antes de sacar conclusiones, porque si bien es cierto que, a la
larga, el volumen del stock de productos terminados varía de forma
directamente proporcional con el volumen de la venta esperada, a corto plazo
el volumen del stock de productos terminados varía inversamente a la venta.
Porque si las ventas disminuyen, comoquiera que la producción no se puede
normalmente interrumpir de golpe, siguen fluyendo bienes terminados y, al no
venderse, se incrementa el stock de los mismos. Por el contrario, si la venta se
incrementa rápidamente, al no poder, en la mayoría de los casos, ampliar la
producción de forma instantánea, el stock de bienes terminados se reduce a
corto plazo. Esta forma de reaccionar del stock de productos terminados,
aunque de sentido común, no siempre se analiza adecuadamente, y es causa de
atascos en la marcha normal de la vida financiera de las empresas que ven
crecer sus stocks de productos terminados y, confiando en que la recesión de
las ventas sea pasajera, no reducen su producción de forma adecuada, con lo
que el stock aumenta hasta ahogar el normal ritmo de circulación de su activo,
que debería ser circulante, pero que se va inmovilizando cada vez más.

Movimiento de fondos relacionado con el stock de productos terminados

La venta es la salida normal de los productos terminados. Pero esta venta no siempre
supone la entrada inmediata de fondos en caja, ya que la mayor parte de las operaciones de
venta se hacen a crédito.
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No obstante esto, hay procedimientos para movilizar las cuentas de deudores de


modo que, para la empresa vendedora, la venta se transforme de forma más rápida en caja. El
plazo de movilización en efectivo de las ventas, y no el concedido a los clientes para el pago,
es el que debe tenerse en cuenta al planificar los ingresos que proceden de las ventas, a fin de
estructurar adecuadamente las líneas de pagos y cobros y poder prever la situación real
de caja en cualquier momento futuro.
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Análisis financiero del stock en general

El poder desarrollar una técnica de análisis para medir la importancia absoluta y


relativa del stock, su evolución, su peso dentro del conjunto financiero de la empresa y todas
cuantas cuestiones lleva consigo el hecho de que en los activos de las empresas aparezca una
partida de esta naturaleza, es algo que interesa no solamente al propio empresario, sino
también, y mucho, a sus proveedores, banqueros, posibles prestamistas, etc.

Naturalmente que, según sea el propio empresario o alguna persona ajena a la


empresa quien haga el estudio, podrá penetrar más o menos en la realidad del problema. En
muchos balances el stock aparece englobado en una sola rúbrica contable y, además, no suele
explicarse el método utilizado para su contabilización, valoración, etc. Por ello, desde fuera
de la empresa es más difícil captar la realidad de las cifras y su desenvolvimiento a lo
largo de un período de tiempo más o menos largo. Ahora bien, la mecánica del análisis es
prácticamente la misma. La diferencia estriba en que al conocer mejor el significado de los
datos manejados, las conclusiones que se pueden extraer del análisis son más o menos
fiables.

Un primer paso consiste en comprobar las variaciones en el volumen del stock en


función de las variaciones del volumen de las ventas. Como hemos visto en los epígrafes
anteriores, el stock varía, sobre todo a largo plazo, en proporción directa al volumen de
ventas. Por consiguiente, una variación en el stock que no responda a una variación del
mismo sentido de las ventas nos indicará que interviene algún otro factor. Es decir, si
comparados los balances de una misma empresa, vemos que el stock se ha duplicado y, sin
embargo, las ventas sólo han crecido un 50%, es evidente que el incremento del stock no se
debe sólo al aumento de las ventas y que, por tanto, deberemos intentar profundizar más en el
análisis para detectar el porqué del mayor stock.

Existen varios métodos para determinar la relación entre las ventas y el volumen del
stock. En la nota FN-386, y dentro de la sección sobre ratios operativos, se introduce y
comenta la utilidad de expresar el stock de productos terminados en días de ventas, así como
el stock de materias primas en días de compras. El primero representa el plazo medio de
permanencia en almacén de los géneros terminados. La rotación de stocks de productos
terminados se obtiene dividiendo el número de días del año por los días de permanencia
media en almacén de dichos stocks. Si el tiempo de permanencia media es de dos meses, la
rotación será de 6 vueltas al año.

El expresar el stock de materias primas en días de compra constituye una forma


simple de relacionar ambas variables en función de determinados objetivos, que con
frecuencia se fijan las empresas, del tipo de «en el almacén de materias primas como máximo
las compras de mes y medio», que tienen relación con el lote económico de compra, el stock
de seguridad deseado y otras variables que hemos comentado en la sección sobre stocks de
materias primas. No obstante, los días así medidos no corresponden al concepto de días de
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permanencia en almacén. Para que los días calculados tengan esta consideración, el volumen
de stock de materias primas no debería relacionarse con el flujo de entradas, sino con el
flujo de salidas.

En sentido estricto, este flujo de salida habría que medirlo en función de las órdenes
de fabricación previstas y de los consumos de materias primas que surgieran del despiece de
estas órdenes. No obstante, en términos de análisis financiero, lo normal es relacionar todos
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los volúmenes de stocks con una única variable básica definidora del ritmo de actividad, para
la que se suele tomar la cifra de ventas. En este sentido hablaríamos de tiempo de
permanencia medio en el almacén de materias primas como los «días de materia prima en
ventas» que contiene dicho almacén. Dicho de otra manera, si podemos estimar el volumen
de materias primas contenido en la cifra media de venta diaria, tendremos el volumen medio
diario de materias primas que «salen de la empresa» y, por tanto, podemos obtener el tiempo
de permanencia medio dividiendo el volumen del almacén en unidades monetarias por la
cifra media de materias primas que salen diariamente de la empresa.

En muchas ocasiones se suele calcular el coste de materias primas incluido en la


compra diaria mediante un simple coeficiente que refleje las medias históricas o previstas de
materias primas contenidas en las ventas.

En el ejemplo de Comercial Ciurana, desarrollado en las notas FN-386 y FN-387,


las materias primas contenidas en las ventas corresponden exactamente al concepto contable
de «coste de mercancías vendidas», por tratarse de una empresa meramente comercial, sin
transformación de ninguna clase. En este caso, las cifras históricas de 1991, 1992 y 1993 eran
las siguientes (véase nota FN-386):

1991 1992 1993

Ventas 202.307 307.506 516.611

Materias primas (coste) vendidas 170.342 266.300 459.784

Relación materias primas/Ventas 0,842 0,866 0,890

Inventarios de materias primas a fin de año 44.298 75.896 137.935

Compras 180.413 297.907 521.823

Materias primas en días de compra 88 92 95

A la vista de estos datos sería probablemente lógico situar el coeficiente de materias


primas contenidas en las ventas en torno al 0,88. De hecho, en este caso, y a efectos de las
previsiones para 1994 que se presentan en la nota FN-387, la empresa aplicó un coeficiente
del 0,9 porque estimó que continuaría el proceso de ligera disminución del margen bruto. En
el caso general, en el que las mercancías vendidas no sean puramente las compradas, también
será posible calcular las materias primas salidas con las ventas a través de las compras y las
diferencias de inventarios, contando en este caso no sólo las cifras del almacén de materias
primas, sino, además, el volumen de materias primas contenido en los inventarios de géneros
en curso y acabados.
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En cualquier caso, comparando las cifras de inventario no con las compras, sino con
las materias primas salidas, tendríamos:

1991 1992 1993

Salida media diaria de mat. prima (coste/365) 466,69 728,59 1.259,68


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Permanencia en almacén (días) 95 104 110

Como puede verse, en un caso como el de Comercial Ciurana, con un factor de


crecimiento importante, las compras deben ser superiores a los consumos, con lo que los
ratios de almacén en días de compra tienden a infravalorar los plazos medios reales de
permanencia de las materias primas en almacén.

Algunos analistas afirman, a nuestro juicio con razón, que el stock de fin de año no
puede ponerse significativamente en relación con las ventas de todo el año, salvo en el caso
de que ambos hayan sido constantes a lo largo del período. Cualquier procedimiento que
tienda a poner en relación las ventas descompuestas por los períodos disponibles, para dar la
máxima regularidad dentro del período, con el stock medio sostenido a lo largo de este
período, dará una medida más adecuada de los plazos de permanencia en almacén y, por
tanto, de las rotaciones de los stocks, cifras que en todo caso deberán finalmente ser elevadas
ponderadamente al año. Pero un observador extraño a la compañía no podrá llegar a este
refinamiento del cálculo, y menos todavía en España, debido a la falta de datos publicados
por las empresas. Lo más que se consigue es la relación entre el coste de las ventas del
período publicado, que en nuestro país casi sin excepción será de un año, por el stock medio
entre el de apertura y el de cierre del período. En este orden de ideas, es interesante conocer
el desarrollo estacional de las ventas de la compañía, si es que lo tiene, pues puede darse el
caso de que el balance esté cerrado en una época punta –tanto al alza como a la baja– de la
temporada o campaña y, por tanto, no sea representativo.

Obsérvese que en el caso de las materias primas, como en el de los productos


terminados, si podemos calcular los plazos medios de permanencia en almacén tendremos
inmediatamente las rotaciones dividiendo el número de días del año por los correspondientes
plazos medios. Cabe también observar que dichos plazos medios, y por tanto las rotaciones,
pueden ser muy distintos si hablamos de materias primas o de productos acabados. Por esta
razón, si se dispone de cifras separadas de las distintas categorías en que hemos visto que
debía clasificarse el stock, este sistema de análisis debe aplicarse separadamente a cada una
de ellas, pues así los datos resultantes tienen mayor precisión y son más útiles para la
adopción de las pertinentes políticas.

Hasta ahora no hemos hablado de los stocks en curso. Aquí no podemos hablar de
«permanencia en almacén». Más bien, en todo caso, de plazo promedio de «permanencia en
fábrica». A este plazo promedio, en ocasiones se le llama «duración del proceso». La
denominación no es incorrecta, pero exige cierta prudencia en su interpretación. Para tomar
un ejemplo sencillo, en aquellos procesos productivos que consisten básicamente en una
transformación de las primeras materias, el plazo habría que entenderlo como el período
medio de tiempo transcurrido entre la salida de una unidad de materia prima de su almacén
para entrar en fábrica y la salida de fábrica de la correspondiente unidad como producto
acabado. Ello no es lo mismo, por ejemplo, que el tiempo que se tarda en completar una
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orden de fabricación, cuyo tiempo total de proceso desde que se inicia la fabricación hasta
que se termina depende, entre otras cosas, del propio tamaño de la orden.

El tiempo de permanencia en fábrica de los stocks en curso ni es fácil de calcular ni


siempre tiene mucho sentido. Si trabajamos con productos de naturaleza muy distinta, los
tiempos de fabricación pueden ser también muy distintos y, en cualquier caso, dichos tiempos
son variables técnicas que es mejor controlar por otros sistemas sobre el terreno, y no en base
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a variables de balance, que incluso en la propia empresa no están suficientemente detalladas


y, además, siempre se conocen con cierto retraso. Asimismo, un calculo basado en la cifra de
stock de productos en curso siempre dependerá de cómo se ha calculado el valor
de dicho stock.

En ocasiones, no obstante, por la regularidad de los productos y de los procesos, el


tiempo de permanencia en fábrica, o duración del proceso, puede ser una variable de control
financiero a posteriori, útil para detectar posibles ineficiencias en la programación de la
producción y, también, una referencia más para tener una idea de la duración total del ciclo
necesario para procesar una unidad de materia prima desde que se recibe hasta que sale de la
empresa para ser entregada a un cliente. Esta situación suele darse, por ejemplo, en empresas
de confección de prendas de vestir que tienen ciclos de producción de duración similar. En
este caso, podría procederse de forma similar a lo que se ha indicado para las materias
primas, determinando un coeficiente para transformar cifras de ventas diarias en cifras de
coste de unidades en curso «salidas diariamente con las ventas».

Por ejemplo, si el coste de la materia prima representa el 40% del precio de venta y
el coste del producto terminado es el 70% del precio de venta, suponiendo que toda la
materia prima se incorpora al inicio del proceso y que este proceso va incorporando costes
con cierta regularidad, podría considerarse que el coste promedio de los géneros en curso
representa un 55% del precio de venta. Si, además, los géneros en curso se han valorado
realmente de esta forma, no habría problema para calcular la duración del proceso. Veamos
un ejemplo numérico.

Supongamos que para un determinado período tuviéramos las siguientes cifras:

Ventas 73.000.000
Productos en curso 5.720.000
Valoración productos en curso 55% del precio de venta

Podríamos calcular:

Venta media diaria (73.000.000 / 365) 200.000


Venta diaria a valor de productos en curso (x 0,55) 110.000
Duración del proceso (5.720.000 / 110.000) 52 días

Repetimos que este tipo de cálculos ni tiene sentido siempre ni siempre es fácil de
hacer y, en algunos casos, será mejor ni tan siquiera intentarlo.

Por otra parte, cabe recordar que, como se indica en la nota FN-386, en el fondo, con
estos cálculos lo único que se puede conseguir es una mejor información sobre la situación de
la empresa. Pero si no pueden ser comparados a lo largo de una serie de años o con los ratios
de las empresas del sector que pudiéramos considerar «normalizadas», el significado de los
mismos, especialmente para un analista externo, queda muy reducido.
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La teoría del «just-in-time»

Habiendo expuesto de modo descriptivo lo que los stocks son, cómo funcionan, de
qué variables dependen y cómo pueden ser analizados desde el ángulo financiero, sólo nos
queda centrar el porqué de los mismos.

En realidad, las empresas mantienen stocks porque solamente con ellos se puede,
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durante cortos períodos de tiempo, producir a un ritmo distinto al de la compra de materias


primas o vender a un ritmo distinto al de producción. Por tanto, los stocks son como el
volante regulador de la producción y la venta, y gracias a ellos pueden «desconectarse» una y
otra sin que aparezcan rupturas en el ritmo productivo o en el de ventas.

Ultimamente han estado muy en boga las técnicas en ocasiones llamadas «just-in-
time», que preconizan determinados esquemas organizativos mediante los cuales puede
pensarse idealmente en no mantener stocks de ninguna clase, salvo los de productos en
proceso y únicamente en tanto en cuanto técnicamente éstos sean imprescindibles. Algunos
fabricantes de automóviles han conseguido logros espectaculares en este sentido, a base de
organizaciones complejas que incorporan necesariamente a los propios proveedores, y que se
basan en los llamados «pull systems», mediante los cuales cada centro de operaciones va
pasando pedidos a las operaciones inmediatamente anteriores. Los fabricantes japoneses
popularizaron un sistema de «tarjetas de pedido» denominadas «kanban», nombre que en
ocasiones se ha usado también para designar estos sistemas de «cero inventario». La filosofía
de esta forma concreta de poner en marcha el sistema es poder llegar a controlar lotes de
fabricación de una unidad.

Todo ello requiere una complejísima organización para programar las compras de
materias primas, las diversas fases del proceso y las expediciones de productos terminados,
sin posible error. Además, exige un poder de negociación y convencimiento, especialmente
frente a los proveedores, que no está al alcance de muchas empresas. Visto así el problema,
puede decirse que los stocks «compran» organización, ya que a mayor cantidad de stocks,
menos necesaria será esa compleja organización de programación.

Los sistemas «just-in-time» no nacieron por razones de tipo financiero, sino


fundamentalmente para incrementar la eficiencia de la producción y la productividad del
personal. La puesta en marcha de un sistema de este tipo se considera un proyecto singular e
irrepetible, distinto para cada empresa, y con un proceso de implantación que abarca varios
años. De hecho, los costes de implantación no se justificarían simplemente por los ahorros
potenciales en los costes financieros asociados al mantenimiento de un stock. El tema
planteado en esta sección desborda claramente nuestro objetivo, que sólo se refiere a la
gestión financiera de los stocks y no a la gestión técnica de los mismos.

Señalemos, para terminar, que en el fondo y para cada empresa, el volumen de


stocks deseable siempre representa un cierto compromiso entre el coste de mantenimiento
de estos stocks y el coste de montaje y mantenimiento de un sistema de programación que los
propios stocks evitan o por lo menos suavizan.

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