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Cuentos Guatemaltecos

Los resúmenes presentan historias breves sobre varios temas como una oveja negra, un espejo que no podía dormir, un burro y una flauta, un fraile que engañó a sus captores usando un eclipse solar predicho, y una rana que quería ser auténtica. También incluyen una historia sobre un rayo que cayó dos veces en el mismo lugar y sobre la tortuga y Aquiles llegando a la meta de una carrera. El último párrafo describe una tradición sobre un árbol encantado cuya flor trae

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Cuentos Guatemaltecos

Los resúmenes presentan historias breves sobre varios temas como una oveja negra, un espejo que no podía dormir, un burro y una flauta, un fraile que engañó a sus captores usando un eclipse solar predicho, y una rana que quería ser auténtica. También incluyen una historia sobre un rayo que cayó dos veces en el mismo lugar y sobre la tortuga y Aquiles llegando a la meta de una carrera. El último párrafo describe una tradición sobre un árbol encantado cuya flor trae

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La Oveja negra

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada.

Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que


quedó muy bien en el parque.

Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente
pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y
corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

EL ESPEJO QUE NO PODÍA DORMIR

Había una vez un espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en
él se sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros
espejos se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo
cajón del tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación
del neurótico.

EL BURRO Y LA FLAUTA

Tirada en el campo estaba desde hacía tiempo una Flauta que ya nadie tocaba,
hasta que un día un Burro que paseaba por ahí resopló fuerte sobre ella
haciéndola producir el sonido más dulce de su vida, es decir, de la vida del Burro y
de la Flauta.

Incapaces de comprender lo que había pasado, pues la racionalidad no era su


fuerte y ambos creían en la racionalidad, se separaron presurosos, avergonzados
de lo mejor que el uno y el otro habían hecho durante su triste existencia.
EL PARAÍSO IMPERFECTO

—Es cierto —dijo mecánicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que
ardían en la chimenea aquella noche de invierno—; en el Paraíso hay amigos,
música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve.

EL FABULISTA Y SUS CRÍTICOS

En la Selva vivía hace mucho tiempo un Fabulista cuyos criticados se reunieron un


día y lo visitaron para quejarse de él (fingiendo alegremente que no hablaban por
ellos sino por otros), sobre la base de que sus críticas no nacían de la buena
intención sino del odio.

Como él estuvo de acuerdo, ellos se retiraron corridos, como la vez que la Cigarra
se decidió y dijo a la Hormiga todo lo que tenía que decirle.

EL ECLIPSE

Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido acepto que ya nada podría
salvarlos. La selva poderosa de Guatemala lo había opresado, implacable y
definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la
muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado con el pensamiento fijo en
la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos
Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba
en el celo religioso de su labor redentora.

Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible


que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció
como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de si
mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas
nativas. Intento algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.

Entonces floreció en el una idea que tuvo por digna de su talento y de si cultura
universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles.

Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo
mas intimo, valerse de ese conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la
vida.

-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.

Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus


ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y espero confiado, no sin cierto
desdén.

Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre


vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol
eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin
prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y
lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en
sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

La Rana que quería ser una rana auténtica

Había una vez una Rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días se
esforzaba en ello.
Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su
ansiada autenticidad.

Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la
hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.

Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión
de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le
quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era
una Rana auténtica.

Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente
sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener
unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.

Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr
que la consideraran una Rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros
se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que
qué buena Rana, que parecía Pollo.

El Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio

Hubo una vez un Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que
ya la primera había hecho suficiente daño, que ya no era necesario, y se deprimió
mucho.

La Tortuga y Aquiles

Por fin, según el cable, la semana pasada la Tortuga llegó a la meta.


En rueda de prensa declaró modestamente que siempre temió perder, pues su
contrincante le pisó todo el tiempo los talones.

En efecto, una diezmiltrillonésima de segundo después, como una flecha y


maldiciendo a Zenón de Elea, llegó Aquiles.

EL  CANTO DE LA FLOR  DEL AMATE.


El Progreso-Guastatoya don Domingo Castillo, "contador de maravillas", de la
aldea Casas Viejas, narra el cuento "El Canto de la Flor del Amate", muy difundido
y vigente en todo el departamento. Asegura don Domingo Castillo que ese palo es
encantado y nunca da flor, pero cuando le entra el encanto si florece. "El encanto
sólo se abre la noche de la víspera del Día de San Juan y es necesario que haya
luna llena. El hombre o la mujer deben llegar al pie del árbol a las doce de la
noche para que les caiga el encanto". Y si al Encanto del Árbol le cae bien la
gente, les deja caer una flor y con ello los vuelve "suertudos en el amor y con
mucho dinero".

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