El Teatro de Corte
El Teatro de Corte
ISBN: 84-96446-94-8
Thesaurus:
Pedro Calderón de la Barca; Félix Lope de Vega; Cosimo Lotti; Baccio del Bianco;
Coliseo del Buen Retiro; Salón Dorado del Alcázar; comedia mitológica; escenotecnia;
fiesta real; zarzuela.
Resumen
La colaboración a lo largo del siglo XVII de los escenógrafos de procedencia italiana al
servicio de la corte española con los autores de los textos dramáticos destinados a las
fiestas reales, y la introducción del género dramático-musical, o melodramma, también
importado de Italia, daría lugar al nacimiento de un nuevo concepto de espectáculo
teatral en el que poesía, música y pintura se integraban armónicamente en un conjunto
que convertiría a la fiesta barroca en “la obra de arte total”. Sólo conociendo la
importación de los modelos italianos en materia escenotécnica se podrá entender el
posterior desarrollo de las puestas en escena de los dramas y comedias de aparato en
los regios teatros y los cambios sufridos en los años siguientes, y sus consecuencias a
la hora de concebir, por parte de dramaturgos y escenógrafos, y de apreciar, por parte
del público, las producciones escénicas.
Mª TERESA CHAVES: El teatro de corte.
Desde finales del siglo XVI se habían combinado en los escenarios de la corte
española, tanto en el interior de los palacios como en sus exteriores –plazas y
jardines–, en Madrid, Valladolid, Lerma, Aranjuez, etc., la tradición del mundo
celebrativo medieval (mansiones o pequeños escenarios y tramoyas como las
empleadas en las representaciones de los misterios en las iglesias) y renacentista
(aparatos efímeros y carros triunfales), con algunas tímidas experimentaciones
escénicas importadas de Italia (escena en perspectiva ilusionista y decorados en dos
dimensiones). Algunos ejemplos los encontramos sobre todo en las fiestas del período
de Felipe III, muchas de ellas organizadas por el duque de Lerma. El marco
arquitectónico lo proporcionaban los espacios, en el interior de los palacios o al aire libre,
concebidos como salones de torneo en los que se presentaban diversos géneros
–desfiles de carros triunfales, representación dramática, danzas, etc.– que se articulaban
entre sí formando un espectáculo unitario, generalmente de tipo caballeresco y a menudo
acompañado de elementos de ambiente pastoril, muy del gusto de la corte española. La
cual, sin embargo, fue abandonando estas aficiones atraída por el nuevo concepto de
teatro que introdujeron poco a poco en su vida cotidiana los escenógrafos italianos en
colaboración con los dramaturgos nacionales, a partir de los años 20 de la
decimoséptima centuria centuria. Los efectos logrados con la perspectiva, las máquinas y
la música, en la gran comedia de aparato, ofrecían al espectador cortesano de la época
un atractivo tal que a veces éste terminará por preferirla a la comedia en la que la palabra
dominaba sobre los efectos visuales, género dominante en los teatros públicos.
Las fiestas de Aranjuez de 1622 que inauguraron el reinado de Felipe IV
siguieron (como se verá más abajo) unos esquemas repetidos en anteriores ocasiones
festivas cortesanas, por ejemplo, la máscara que se hizo en el Palacio Real de
Valladolid para festejar el nacimiento del futuro Felipe IV, en 1605; la comedia de 1614
en el Parque de Lerma; y las máscaras y comedia de 1617, en el patio de palacio y en
el jardín de Lerma. Las máscaras de Lerma de 1617 tuvieron como patrocinador al
conde de Lemos y su autor fue uno de los miembros de la napolitana Academia de los
Ociosos, el poeta dramático Mira de Amescua. El otro responsable de los festejos fue
el duque de Pastrana, quien traería años después a Madrid al ingeniero florentino
Cosimo Lotti, con ocho danzas que ofreció a Felipe III. Y por último, el responsable de
la comedia que completó el conjunto de estas celebraciones fue el conde de Saldaña,
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que primero pensó en Lope de Vega, pero ante el rechazo de éste a contribuir de
nuevo con su arte a las diversiones cortesanas (como explicó más tarde en una carta
al duque de Sesa), decidió encargársela a Luis Vélez de Guevara. Lope, no obstante,
escribió con una cierta frecuencia comedias para que fueran representadas en el
contexto palaciego, entre los años 10 y 20 de la decimoséptima centuria, por ejemplo,
Adonis y Venus, cuya dedicatoria estaba dirigida al duque de Pastrana, quien se había
mostrado entusiasmado con la representación de otra obra de Lope destinada al
ámbito cortesano, El premio de la hermosura, de 1614; esta tragicomedia de gran
aparato, recitada ante la Familia Real por sus damas en el el Parque de Lerma; y una
Fábula de Perseo, no posterior a 1615. El premio de la hermosura, de Lope de Vega
fue representada en el Parque de Lerma el 3 de noviembre de 1614 (fue publicada en
la Parte XVI de las comedias de Lope de Vega, en 1621, y estaba lejanamente
inspirada en su poema épico La hermosura de Angélica, de1602), junto al río Arlanza
en un tablado a ras de suelo, cubierto por un toldo, en el que se distribuyeron los
elementos escénicos: un monte, a sus pies una cueva y junto a ésta un templo (de
Diana); a un lado del monte la galería para los músicos; y en otras partes, un palacio,
un castillo y otro templo (de Cupido). Es verdad que no puede hablarse de un
escenario múltiple de herencia medieval (en donde cada mansión o decorado
individual correspondía a una escena distinta), pues todos los elementos escénicos
formaban parte del decorado de una misma acción, pero tampoco estamos
precisamente ante un modo innovador de disponer un escenario a principios del siglo
XVII. Sin embargo, en la puesta en escena de la comedia de Luis Vélez de Guevara,
El caballero del Sol, uno de sus cronistas, Fernández Caso habla de un decorado con
“perspectivas de cuevas, bosques y peñascos variados” en el tablado montado a las
orillas del río Arlanza. (Ferrer Valls, 1991: 178-179 y 187-190).
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producción dramática sin igual en el resto de Europa, debida a las insignes plumas de
nuestro Siglo de Oro, en el que pudieron cultivar una semilla que, al menos durante su
presencia, daría los excepcionales frutos que se traducirían en los grandes
espectáculos en el ámbito de la corte de Felipe IV (1621-1665).
Un primer paso decisivo lo darían en 1622 el ingeniero napolitano Giulio
Cesare Fontana y don Juan de Tassis, el poeta conde Villamediana, cuando crearon
conjuntamente el gran espectáculo repleto de mutaciones escénicas y efectos de
tramoyas, titulado La Gloria de Niquea, en el Jardín de la Isla de Aranjuez, destinado a
festejar el decimoséptimo cumpleaños de Felipe IV y que, a pesar de conservar aún
algunas características de la fiesta cortesana tradicional, compuesta por danzas,
máscaras y una sencilla estructura dramática interpretada por las damas de la corte, y
de que el teatro presentaba un cierto aspecto de salón de torneo (pero con un
escenario ya definido y con decorados en perspectiva artificial), aportaron un nuevo
concepto marcadamente espectacular de la fiesta que hizo que el público español lo
recibiera como el modelo de lo que a partir de entonces iban a ser sus nuevas
exigencias como espectadores, deseo que fue proyectado por el propio rey en su
petición de un ingeniero y escenógrafo originario de Italia, país de referencia de la
moderna escenotecnia.
La segunda comedia representada con el mismo motivo, El Vellocino de Oro, de
Lope de Vega, cuyo asunto aludía a la insignia de la Orden del Toisón de Oro, privilegio
de la Casa de Habsburgo, tuvo por marco el Jardín de los Negros, siempre en el Real
Sitio de Aranjuez. También en esta ocasión las damas fueron improvisadas actrices (o no
tan improvisadas, a juzgar por lo habitual de su participación activa en las diversiones de
la corte y los indudablemente numerosos ensayos que harían antes de cada
representación), pero el concepto del espectáculo era bien diverso del anterior y, desde
luego, más moderno. Era una comedia escrita por un dramaturgo profesional y
consagrado, su estructura respondía a las normas de la dramaturgia convencional, la
misma que las de las comedias representadas en los corrales, pero añadiéndole en esta
ocasión los elementos de la maravilla que requería la fiesta. Por supuesto se desarrolló
exclusivamente encima del escenario en el que además Fontana aplicó las conquistas
escenotécnicas de los últimos años del siglo anterior en los teatros italianos, ya que se
puede hablar con casi total seguridad de decorados en perspectiva y de un uso de las
tramoyas, o maquinaria, verdaderamente ‘a la italiana’.
Aunque La Gloria de Niquea inauguró la actividad teatral cortesana del reinado de
Felipe IV, debe ser considerada el último ejemplo de su género. Supuso el cierre de un
período definido desde el punto de vista teatral por la convivencia de la comedia cultivada
en los teatros públicos o corrales por compañías de actores profesionales, en los que la
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1.3. El teatro en la corte durante los primeros años del reinado de Felipe IV
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llegado noticias, así que parece bastante probable que, a causa de las protestas
suscitadas, el corral no llegara a ejercer la función para el que fue creado.
En sólo cuatro meses (entre el 5 de octubre de 1622 y el 8 de febrero de 1623),
por ejemplo, se representaron hasta cuarenta y cinco comedias particulares en el
Cuarto de la Reina del Alcázar, según parece aprovechando las ausencias del rey,
cuando iba a Valsaín y El Escorial. Otro testimonio importante de la frecuencia con que
se daban estas diversiones dramáticas ante la corte es la lista de representaciones
palaciegas recogidas por Shergold y Varey (1983) en el Archivo de Palacio de 1603 a
1699, en donde la mayoría, además, pertenecían a ese tipo de comedia escritas
siguiendo el esquema convencional de aquéllas que, antes o después, eran
escenificadas en los teatros públicos. El 19 de agosto de 1622, para celebrar el
cumpleaños de la infanta María, los criados de la reina le ofrecieron al aire libre, en un
tablado levantado en uno de los patios del Alcázar y decorado con tapices, una
comedia de Lope de Vega sobre Las locuras de Orlando, aunque la lluvia les estropeó
en parte la fiesta. Lope trató el personaje de Orlando para componer su poema épico
La hermosura de Angélica (1602) por cuya causa el caballero perdió la razón, y que
pudo servir de inspiración para esta comedia hoy perdida.
2.1. La Selva sin amor (1627), de Lope de Vega y El mayor encanto, amor (1635), de
Calderón de la Barca
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2.2. Los tres mayores prodigios (1636), de Calderón de la Barca, y las fiestas por la
elección del Rey de Romanos (1637)
Otra importante creación que Lotti añadió a las hasta entonces obtenidas fue el
teatro levantado al aire libre en los jardines del Buen Retiro, con una cávea
semicircular para el público y enfrente tres escenarios en perspectiva cada uno de
ellos, pero dispuestos de forma que el rey y su familia, sentados en el centro del medio
círculo, pudieran gozar del punto de vista privilegiado de las tres escenas en las que
se desarrolló la comedia de Los tres mayores prodigios, o Fábula de Hércules y
Deyanira, de Calderón de la Barca, con la que se celebró la noche de San Juan de
1636. El teatro fue proyectado a la manera de los anfiteatros permanentes de los
jardines italianos y a su vez estaba adornado con verdes follajes y enramados, es
decir, el teatro y la naturaleza se fundían en un único ambiente, según un concepto de
tradición manierista también importado por el ingeniero toscano.
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La elección del hijo del emperador Fernando II como Rey de Romanos fue
festejada durante los Carnavales de 1637 con diez días de espectáculos de todo género,
incluidos los teatrales, y cuyo broche final le correspondió ponerlo al dramaturgo oficial de
la corte, Pedro Calderón de la Barca, con la hoy perdida Los disparates de Don Quijote,
escenificada la noche del Martes de Carnaval, 24 de febrero, en el Salón de Reinos.
Hubo otras comedias previstas, encargadas por palacio pero que seguían el esquema
convencional de las simples de los corrales, es decir, sin aparatos, ni tramoyas, ni
(parece que tampoco en este caso) perspectivas, de las cuales se llegaron a ver El amor
en vizcaino, de Luis Vélez de Guevara, representada por Olmedo, y El robo de las
Sabinas, escrita por Antonio Coello, Juan de Coello y Arias y Francisco de Rojas Zorrilla,
y llevada a escena el lunes 23 por la compañía de Tomás Fernández. La primera de
estas dos, una “comedia de venganza de honor”, se ofreció el domingo; su argumento
era una continuación de la temática regionalista que había caracterizado estas jornadas
festivas, y en ella el pérfido seductor del que se vengaba la vizcaina Dominga estaba
encarnado en la figura del delfín de Francia. La obra se resolvía con un torneo (un toque
escénico cortesano en una escenificación a la manera de las hechas en los teatros
públicos) que se hizo en toda regla contando incluso con el asesoramiento de un oficial.
La tercera comedia, pues, fue la de Los disparates de Don Quijote, asunto que se
adecuaba al tono caricaturesco, satírico y desenfadado que caracterizaba los días de
Carnaval. Luis de Benavente escribió, como ya era habitual, los bailes para los
entreactos, seis en total.
Bajo el asesoramiento técnico de Lotti o puede que tal vez según sus trazas, el
maestro de obras del Buen Retiro, Alonso de Carbonel dirigió la construcción de un
edificio destinado a las representaciones teatrales a imitación de los modelos italianos
de arquitectura teatral y equipado con los más modernos elementos escenotécnicos,
un edificio como lugar teatral independiente, provisto de una sala en planta oval con
varios órdenes de palcos o aposentos y un amplio escenario enmarcado por un arco
de proscenio, según el resultado final al que llevó la experimentación secuencial de los
teatros italianos a partir del Olimpico de Vicenza, que dieron lugar a los de Parma
(Farnese), Sabbioneta (Olímpico), Pesaro (Teatro del Sole), y que Lotti introdujo en
España, aunque no hay que olvidar algunas aproximaciones anteriores en este terreno
llevadas a cabo en otras ciudades españolas, como los teatros públicos de La
Montería, en Sevilla, o de La Olivera, en Valencia. El escenario del Coliseo disponía
de amplios espacios dedicados a las áreas técnicas, un tablado con la ligera
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conflicto entre Capeletes (apellido que recuerda al de los reyes de Francia Capeto) y
Montescos (los personajes masculinos pertenecientes a esta familia se llaman
Alejandro y Carlos, esto es, Alejandro Magno y Carlomagno, figuras históricas con las
que era comparado Felipe el Grande IV por sus apologistas) con el enfrentamiento
entre Francia y España, así como las dificultades y situaciones incómodas en las que
se encontraban las dos reinas por sus vínculos con las dos coronas enemigas (Isabel
de Borbón era hermana de Luis XIII y Ana de Austria su mujer) con las de las dos
protagonistas femeninas, casadas con miembros de las dos familias rivales. Al final los
Montescos triunfaban sobre los Capeletes, quienes, gracias a la clemencia del
vencedor Alejandro, recibían su perdón. Así pues, la comedia obedecía a un fin
propagandístico bien preciso y, sobre todo, bien necesario para la monarquía
hispánica en ese delicado momento histórico.
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dos Iornadas que se hizo a sus Magestades de Don Pedro Calderón de la Barca
(1648). Fue escenificada en el Salón Dorado del Alcázar y pertenecía a un intento de
nuevo género dramático-musical que posteriormente recibió el nombre de zarzuela,
tomado del Sitio Real en cuyo pequeño teatro, si no nació, al menos se generalizó su
uso, gracias también a sus reducidas dimensiones que favorecían una acústica
adecuada a la interpretación vocal e instrumental. Los personajes de El jardín de
Falerina estaban tomados del Orlando innamorato de Boyardo, en concreto el de la
maga protagonista, y del Orlando Furioso de Ariosto, en donde se menciona la espada
que forjó Falerina, de la que se adueñó Orlando para matar a los monstruos del
famoso jardín y que después pasó a manos de Rugero. Las mutaciones escénicas
(bosque y palacio en el primer acto, jardín en el segundo) se producían combinándose
con otros elementos del teatro público tradicional como eran las dos puertas del
vestuario, una cortina de apariencias y las tramoyas, útiles, por ejemplo, para la
transformación de Rugero en estatua, en la escena del jardín encantado de Falerina
de la segunda jornada, como efecto del canto hipnótico de las ninfas (“Ay mísero de
ti”) entonado por orden de la maga, que de este modo quería vengarse de la
resistencia por parte del caballero ante sus intentos de seducción (Stein, 1998: 170-
173).
Hacia 1650 el Coliseo del Buen Retiro fue restaurado bajo la dirección del
pintor de la escuela madrileña, experto autor de frescos con arquitecturas fingidas y de
aparatos efímeros, Francisco Rizi, y de Juan de Caramanchel, maestro carpintero, y
autor de muchos de los carros y tablados destinados a las representaciones de los
Autos Sacramentales. En el restaurado teatro se hizo en el Carnaval de ese mismo
año de 1650 una fiesta, acompañada de máscara, “parte recitata e parte in musica”,
con mutaciones escénicas y tramoyas, con contrarios pareceres sobre el resultado del
espectáculo por parte del residente toscano, Ludovico Incontri, y el nuncio papal,
monseñor Giulio Rospigliosi, ambos conocedores de los esplendores del mundo teatral
de sus respectivas ciudades de procedencia, Florencia y Roma. Esta comedia grande
del Carnaval de 1650 tuvo tanto éxito y gustó tanto a la nueva reina, que don Luis de
Haro pidió al embajador toscano que la corte granducal les enviara un nuevo
ingeniero-escenógrafo para que ocupara la vacante dejada por Lotti, quien no había
dejado alumnos en un país tan bien provisto, sin embargo, de “hombres de gran
ingenio en materia de letras, y en este tipo de poesía, que a la comedia pertenece”,
como afirmaba Baldinucci en la biografía dedicada a Baccio del Bianco en sus Notizie
de’ Professori del disegno da Cimabue in qua (Florencia, 1681-1728), aunque algunos
conocimientos en materia de escenotecnia tuvieron por fuerza que ser asimilados por
los oficiales que le ayudaron en sus montajes teatrales.
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3. Creación del género lírico nacional y la fortuna del parlar cantando en el teatro
cortesano
3.1. Baccio del Bianco y Calderón de la Barca: La fiera, el rayo y la piedra (1652)
y Fortunas de Andrómeda y Perseo (1653)
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la Andromède de Pierre Corneille, estrenada tres años antes en la Sala del Petit
Bourbon del Louvre con escenografía y máquinas de Giacomo Torelli, resulta más
evidente la familiaridad de Calderón con El Perseo o La fábula de la bella Andrómeda
y Perseo, tragicomedia de Lope de Vega publicada en la Parte decimosexta de
Comedias (Madrid, 1621) y escenificada por encargo del duque de Lerma en
Ventosilla, en 1613, ante Felipe III y sus hijos, la infanta Ana y el príncipe Felipe. La
fábula de Perseo, considerada por la crítica, en cuanto a estructura narrativa, inferior a
la obra de Calderón, se diferencia básicamente de ésta en lo que se refiere a la mayor
importancia del texto dramático respecto a los efectos especiales de la pieza de Lope,
con la que coincide la fiesta del Coliseo en los nombres de varios de sus personajes,
incluso secundarios, y en algunos episodios, siendo también los tres principales en
torno a los cuales se articula la trama, la concepción de Perseo y las dos aventuras,
con Medusa y el monstruo marino (Valbuena Briones, nota preliminar a Calderón de la
Barca, 1987: 1.639-1.640; Gentilli, 1991: 112-131). No se puede, sin embargo, negar
la proximidad formal entre las representaciones francesa y española de 1650 y 1653,
respectivamente, ambas producto de una muy similar concepción dramático-
espectacular.
Las fiestas se sucedían año tras año para animar los cumpleaños de los reyes
y sus hijas las infantas, las noches de San Juan y los Carnavales, y los lugares
habituales eran los Sitios Reales del Alcázar, la Zarzuela o el Retiro, siendo su
principal promotor el marqués de Heliche, superintendente del Real Sitio del Buen
Retiro, aunque debido al hastío que le producía a la reina Mariana el palacio del
Alcázar y a su preferencia por el conjunto del Retiro, las estancias de sus majestades
en “aquel paraje” se hicieron cada vez más frecuentes. Entre las competencias que
abarcaba el puesto de alcaide estaba la de organizar las fiestas y diversiones que
tenían lugar en los jardines, teatro y salones del Retiro, papel que Heliche desempeñó
con la misma auténtica dedicación e igual entusiasmo con que lo había hecho años
antes su tío el Conde Duque de Olivares, llegando Bances Candamo a adjudicarle el
honor (a Heliche) de haber introducido el uso del arte de la escenografía –o aplicación
de la perspectiva a los decorados teatrales– y de la escenotecnia en los escenarios de
la corte española (Shergold, 1967: 313).
En el Carnaval de 1654 la habitual comedia de tramoyas trataba el mito de
Eurídice, cuya primera representación tuvo lugar el jueves de Carnaval y se repitió los
dos días siguientes. La comedia pudo ser la misma que escribió unos años atrás
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el primero en reconocer que esta idea de introdurre lo stile recitativo o parlar cantando,
junto con las partes propiamente cantadas, no terminaba de convencer ni a los
actores-cantantes ni al público español: de hecho, él mismo expresó su poca
confianza en el éxito del experimento en la loa de La púrpura de la rosa. Pero si se
quería celebrar el final feliz al largo enfrentamiento entre Francia y España con actos
que estuvieran a la altura de los realizados en la corte francesa y, en cualquier caso,
siguiendo los modelos festivos imperantes en el resto de Europa, había que hacerlo
con una representación del género de moda en ese momento, una fiesta o comedia
toda cantada cuya composición debía correr a cargo de un poeta y un músico
españoles sin necesidad de tener que importar un título extranjero, más en concreto
italiano (aunque la producción nacional contara con un escenógrafo originario de aquel
país), demostrando que eran capaces de competir “los primores de otras naciones”. El
texto de La púrpura de la rosa fue concluido en el otoño de 1659, y se confió su
representación a las compañías de Pedro de la Rosa y Juan de la Calle, bajo la
dirección musical del proprio Juan Hidalgo, que también acompañó con el arpa a los
músicos de la capilla y cámara real y las guitarras que tocaban integrantes de ambas
compañias. La fecha del estreno de esta “representación música” en un acto
permanece incierta, pues unas veces se da el 17 de enero y otras el 5 de diciembre de
1660 (Cardona, Cruishank y Cunnigham en Calderón de la Barca, 1990: 40; Pedraza,
1998: 94-95; Valbuena Briones, nota preliminar a Calderón de la Barca, 1987: 1.766;
Shergold, 1967: 324-325). Asimismo, se ha apuntado la posibilidad de que fuera
escenificada por primera vez, así como El laurel de Apolo y como lo había sido tres
años antes El golfo de las sirenas (el 17 de enero de 1657), en el pequeño teatro
levantado junto a la ermita de San Pablo del Buen Retiro. Cuando algunos años
después se llevó otra vez a escena La púrpura de la rosa, el 18 de enero de 1680
(anteriormente había sido repetida, el 25 de agosto de 1679, con motivo del
matrimonio de Carlos II con María Luisa de Orléans), el dramaturgo Juan Bautista
Diamante y el compositor Juan Hidalgo tuvieron que elaborar una nueva loa para que
la reposición se adaptase a su nuevo marco, el salón de comedias del Alcázar
madrileño (Shergold y Varey, 1983: 98-100).
El argumento de La púrpura de la rosa trataba los trágicos amores de Venus y
Adonis a los que Calderón añadió elementos nuevos y variantes al relato de Ovidio
(Metamorfosis, Libro X), que narraba el encuentro de ambos en Chipre, la pasión que
el más bello de los mortales despertó en la diosa y su breve relación que troncó la
muerte del joven cazador, atacado por el enfurecido jabalí al que había herido. Venus,
para inmortalizar la memoria de su amante, decidió que de la sangre de Adonis
creciera la anémona, una flor de pétalos rojos y vida efímera. En La púrpura de la rosa
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para la siguiente producción escénica que habría de dedicarse al nacimiento del futuro
hijo de Felipe y Mariana, previsto para el otoño sucesivo. Mientras, la Familia Real
había celebrado en el Alcázar, el 12 de julio de 1661 los diez años de Margarita con la
zarzuela Eco y Narciso, de Pedro Calderón de la Barca, representada por las
compañías de Antonio de Escamilla y Sebastián de Prado, y se disponía a pasar el
verano, que coincidía con los últimos meses del nuevo embarazo de la reina, en el
palacio madrileño.
El jueves 19 de enero de 1662 se puso en escena por primera vez la fiesta de
Calderón de la Barca con intervenciones musicales de Juan Hidalgo Ni amor se libra
de amor, adaptación dramática de la fábula de Psique y Cupido que el dramaturgo
elaboró en otras ocasiones en forma de auto sacramental con el título de Siquis y
Cupido, como alegorías del alma y del amor divino, una versión para Toledo escrita en
1640 y otra para Madrid de 1665. Los amores de Psique y Cupido habían formado
parte también del argumento de Triunfos de Amor y Fortuna, de Antonio de Solís, y
fueron objeto de varios dramas y óperas de los siglos XVI y XVII. La narración que
inspiró durante dos siglos a escritores y artistas estaba contenida en la obra de
Apuleyo más conocida como el Asno de Oro (Metamorphoseon Libri XI), cuya primera
traducción en español apareció en Sevilla en 1536 (Valbuena Briones, nota preliminar
a Calderón de la Barca, 1987: 1.941-1.942).
El 20 de febrero, Lunes de Carnestolendas, las compañías de Prado, Carrillo y
Escamilla recitaron ante los reyes una comedia grande de Calderón de la Barca,
enriquecida con numerosos efectos escenotécnicos, en el Salón de Reinos. Algunos
autores han afirmado que esta fue una reposición de El Faetonte (o El hijo del Sol,
Faetón), ya estrenada el 1 de marzo de 1661 en el Coliseo, a partir de los documentos
conservados en el Ayuntamiento de Madrid (Varey y Shergold, 1973: 237) en los que
se hablaba de una comedia de don Pedro Calderón –y sus ensayos– hecha por Juana
de Cisneros el Martes de Carnaval de ese año de 1661 y que ha sido identificada con
dicho título por las referencias al entonces vivo Felipe Próspero (al que se llama Felipe
Carlos) en algunos versos de la loa (Valbuena Briones, nota preliminar a Calderón de
la Barca, 1987: 1.862; Maestre, introducción a Calderón de la Barca, 1996: II-IV).
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4.1. Los celos hacen estrellas (1672), de Juan Vélez de Guevara y las comedias
de Calderón de la Barca para Carlos II
En la segunda mitad del siglo XVII, los escenógrafos que tomaron el relevo de
los italianos procedían de la cantera nacional y sustituyeron la herencia manierista de
los artistas toscanos por la corriente del barroco decorativo que cultivaron los pintores
de la escuela madrileña, como el sevillano Francisco de Herrera, el Mozo, cuya
experiencia en la Roma de Pietro da Cortona, de donde regresó en 1654, influiría en
su formación y se reflejaría, por tanto, en sus creaciones escénicas. En 1672 fue
nombrado pintor del rey, y este mismo año diseñó la escenografía para la zarzuela en
dos actos Los celos hacen estrellas, estrenada en el Salón Dorado del Alcázar el 22
de diciembre, día del cumpleaños de la reina gobernadora Mariana; también realizó las
cinco aguadas con cinco de las escenas, ilustrando el manuscrito con el texto
dramático que se envió a la corte de Viena y que hoy se conserva en la
Österreichische Nationalbibliothek de la capital austriaca.
La comedia Fieras afemina Amor, de Calderón, se preparó para festejar el
cumpleaños de la reina Mariana, el 22 de diciembre de 1669, en el Real Coliseo del
Buen Retiro, pero se aplazó su estreno a enero del año siguiente (1670) en honor de
la hija de la infanta Margarita y su esposo el emperador Leopoldo I, que cumplía su
primer año de vida. La loa, como era habitual, enlazaba la comedia con el
acontecimiento festejado: el Aguila, el Ave Fénix y el Pavo alzaban el telón -con la
figura de Hércules en él pintado, flanqueado por sus dos cualidades "valor" y "osadía"
encarnadas en las estatuas del provisional arco de proscenio-, después de haber
ofrecido a la reina la fiesta en nombre de su hijo Carlos II, y a continuación daba inicio
la comedia que tenía como argumento las aventuras de Hércules, personaje vinculado
a los monarcas españoles por la tradición heráclea de la Casa de Borgoña.
Los emperadores habían ofrecido en 1669 en Viena por el cumpleaños de la
reina gobernadora la ópera Benchè vinto, vince Amore o Il Prometeo, que bien pudo
servir de base o inspiración a Calderón para escribir La Estatua de Prometeo (algunos
ejemplares habían sido enviados al embajador de Viena en Madrid), fiesta real
representada el 22 de diciembre de 1670 en el real teatro del Buen Retiro. Comedia de
compleja iconografía, que se presta a diversas interpretaciones, juega también con
numerosos equívocos, sobre todo entre el personaje de Pandora y la estatua de
Minerva, de idéntica fisonomía. La idea fundamental, no obstante, resultaba
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Los últimos años del siglo XVII se caracterizaron por una mayor proliferación de
fiestas de la zarzuela, significativa de la falta de asimilación o aceptación de la ópera a
la italiana por parte de dramaturgos, músicos y público españoles; por la reposición de
muchas de las comedias mitológicas de Calderón; y por una repetición (incluso se
podría hablar de una marcha atrás en algunos casos), de la técnica escenográfica, con
lo cual mucho menos puede hablarse de aportaciones o innovaciones. Así pues, el
número de representaciones de grandes comedias de aparato, de asunto mitológico,
llamadas en su gran mayoría “fiestas de zarzuela”, aumentó de forma considerable a
lo largo del último cuarto del siglo XVII, y sus autores fueron una serie de escritores
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escenificada ante los reyes el 25 de agosto de 1687 en el Coliseo del Buen Retiro y
titulada Los tres mayores imperios: el cielo, el mar y el abismo. Bances Candamo está
considerado como el más importante escritor dramático de los últimos años del siglo.
Fue nombrado dramaturgo oficial de la corte de Carlos II y, además de las comedias
de gran aparato escenotécnico y efectos tramoyísticos de contenido mitológico en las
que se deja ver la innegable influencia de Calderón de la Barca, escribió un tratado
teórico y práctico titulado Theatro de los theatros de los passados y presentes siglos.
Sus dos obras mitológicas más famosas son la zarzuela Fieras de celos y amor,
representada en el Coliseo del Buen Retiro el 26 de julio de 1690, día de los santos de
las dos reinas de nombre Mariana, y la fiesta real Duelos de ingenio y Fortuna para
celebrar los años de Carlos II (que los cumplía el 6 de noviembre), el 9 de noviembre
de 1687 en el Coliseo.
José de Cañizares y Antonio de Zamora, aunque nacidos en el siglo XVII, como
dramaturgos pertenecen al siglo XVIII, continuando con su obra la tradición dramática
cortesana iniciada el siglo anterior. Admiradores de la obra de Calderón de la Barca y
Lope de Vega, fueron autores de numerosas fiestas teatrales para el disfrute de la
corte en el Coliseo del Buen Retiro. Pero, a pesar de los éxitos cosechados con las
zarzuelas escritas en colaboración con los más importantes compositores de la época,
el cambio de siglo, coincidente con el cambio de dinastía, supuso también el cambio
de las costumbres y gustos teatrales de la corte. La afición de los Borbones por la
ópera italiana, con la masiva presencia de músicos de aquel país en Madrid y en los
Sitios Reales (preferentemente los nuevos), provocará la progresiva sustitución en sus
escenarios, sobre todo en los palaciegos, de las obras de los dramaturgos españoles
por los melodramas italianos, en su mayoría firmados por Metastasio, con los que el
repertorio nacional compartirá cartelera también en los teatros públicos.
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