ELOGIOS PARA
UN MATRIMONIO A PRUEBA DE FUEGO
Las batallas y las guerras que se libran en lo natural producen
soldados heridos y amargados. Sin embargo, las batallas y guerras
que se libran en lo espiritual producen guerreros dulces y profundos.
¡Rey Matos es uno de esos guerreros! A través de Un matrimonio a
prueba de fuego, Rey logra expresar lo tierno y firme del amor de
Dios para la belleza del pacto matrimonial.
Este es un libro inmensamente rico en verdades bíblicas que
desafiará tus paradigmas personales y fortalecerá tus convicciones
de fe en cuanto a la vida conyugal. Aquí encontrarás, como escribe
Rey, «conceptos revolucionarios que el evangelio de Jesucristo nos
regaló a precio de su propia vida. Estos son secretos escondidos a
los sabios de este mundo y revelados a los sencillos de corazón que
no han perdido la fe en Dios». Ha llegado la hora de gozar a plenitud
tu vida conyugal. Emprende el desafío de Un matrimonio a prueba
de fuego y descubre los secretos que revolucionarán tu vida
matrimonial.
Guillermo Aguayo
Pastor principal de «La Casa del Padre»
Presidente de la «Fundación para el Desarrollo de la Familia»
Siempre pensé que debía existir un «manual de instrucciones» que
te diera las claves necesarias para tener un matrimonio feliz y para
toda la vida. Me sorprendía la cantidad de divorcios de parejas que
se amaban, y que me constaba que eran personas valiosas y
grandes seres humanos. Me preguntaba por qué sucedía esto. Hoy
puedo ver, gracias a este libro, las respuestas a esas preguntas y la
solución a la epidemia del divorcio que está afectando a tantas
familias y a la humanidad. Gracias al conocimiento que he adquirido
después de esta «lección de vida», me siento una mujer preparada
para asumir el papel que me corresponde en mi matrimonio. En
estas páginas encontré un alimento para mi espíritu y una fuente de
sabiduría que de seguro me ayudará a nacer de nuevo en la verdad
de nuestro Señor Jesucristo.
Sra. Dora N. Muñoz de Báez
En el matrimonio, la unión es el punto de partida, mientras que
permanecer juntos es progresar, y trabajar hombro con hombro es el
éxito. Toda persona piensa que siempre pone de su parte para que
su cónyuge sea feliz. No es así. Entonces, cuando alguien nos dice
la manera adecuada de hacer las cosas, nos damos cuenta de que
nuestro matrimonio tiene un gran potencial. En esta ocasión tuve el
privilegio de leer este libro que me hizo ver lo equivocado que
estaba cumpliendo mi deber como esposo y no ver en mi esposa,
Dora, la luz y la maravilla que Dios me regaló en ella. Todo gracias a
que Rey, inspirado por el Espíritu Santo, escribiera esta magnífica
obra. Más que otro libro de temas matrimoniales, es una guía diaria
para entender lo que en verdad quiere y espera tu pareja de ti. Es
una senda espiritual para que cada vez que pienses que estás
fallando o a punto de rendirte, vuelvas y la leas, para que allí
encuentres la respuesta. Tan así, que estoy convencido que toda
persona que tenga una relación matrimonial, o esté pensando en
casarse, debe leerlo, a fin de poder ser feliz. Gracias, Rey, por
darme el honor de leer tu máxima inspiración, y así lograr salvar y
mantener lo más sagrado de Dios en la tierra... mi matrimonio.
Dr. Norberto Báez
Cirujano ortopeda
A menudo, vemos cómo las infidelidades y el número de divorcios
siguen tocando las puertas de los hogares. El reconocido pastor y
conferenciante sobre temas de familia, Rey Matos, nos demuestra
en su libro Un Matrimonio a prueba de fuego que para desarrollar un
matrimonio firme y fuerte con lazos indisolubles no basta el sexo ni
es suficiente ser creyente. Si así fuera, no existiera el divorcio. En
este libro, su autor explica que cuando caminamos haciendo yugo
con Dios, vamos en la dirección que Él nos va marcando y
desarrollamos la sensibilidad necesaria para dejar de ser egoístas y
pensar en el bienestar de nuestro cónyuge. Ese amor que surge en
el matrimonio debido a la intimidad que ambos han logrado entre
ellos y con Dios, es indisoluble. Toda pareja necesita leer Un
matrimonio a prueba de fuego para identificar los puntos débiles de
su relación y conocer cuáles son los recursos que lo fortalecerán. El
plan de Dios para el matrimonio es perfecto y Él anhela que todas
las familias seamos felices. Mi esposo y yo lo hemos logrado por
cuarenta y siete años... y cada vez se pone mejor. Hazlo tú también.
¡Amárrate al yugo de Dios y sé feliz!
Norma Pantojas
Consejera de familia
El matrimonio, por naturaleza, es la relación más profunda,
gratificante y demandante que pueden tener dos seres humanos.
Sin duda, la lista de destrezas que se requiere para tener éxito es
larga y puede ser agobiante: un compromiso a toda prueba, una
perseverancia titánica, un constante examen y ajuste, una
sinceridad dolorosa, mucho humor y una gran dosis de fe. Sin
embargo, la vida de fe que nace de una relación con Dios, el autor
de la idea, y de su Palabra, la base espiritual y conceptual de la
familia, es lo que nos puede llevar al éxito en esta aventura, y a
disfrutar el proceso enriquecedor y transformador que acompaña la
tarea de construir una relación matrimonial sólida. ¡Qué bueno es
que tengamos padres en la fe como el pastor Matos para
acompañarnos en la saga de formar una familia! Su sinceridad para
hablar sobre el tema es siempre una invitación a ser transparentes.
En vez de gastar «tinta» tratando de ofrecer fórmulas y pasos, el
pastor Rey nos lleva a principios poderosos de fe y vida que pueden
fortalecer la relación de pareja. En lugar de ofrecer soluciones
simplistas, Rey nos lleva a principios probados en su propia vida, los
mismos que han sacado adelante su matrimonio y que lo han
transformado en el proceso.
Danilo Montero
Ministerio Sígueme Internacional
DEDICATORIA
Amada mía, ¿cómo no dedicarte otro de mis libros? Es mi
manera de expresarte mi agradecimiento por todo lo que has
invertido en nosotros, tu familia.
Fue difícil conquistarte, pero después que entregaste tu
corazón no tuviste marcha atrás. Lo sacrificaste todo y estoy
seguro que debes haber sentido temor e inseguridad en el
camino. Sobre todo, cuando comenzamos a experimentar el
fuego de la incomprensión y las actitudes corrosivas de la
ignorancia. Muchas preguntas tuvieron que haberte acosado,
pero parecía como si nada pudiera quitar de tu mente que Dios te
daría la victoria.
Fue una gran sorpresa cuando tu «príncipe azul» comenzó a
cambiar y a mostrar su lado oscuro. Nunca habías imaginado
que el pastor con el que te casaste se convertiría en un hombre
rudo, hostil, de palabras hirientes y que te rechazara, al parecer
porque no estabas a la altura de sus expectativas. Te había
prometido que te amaría de manera incondicional por toda la
vida. Entonces, ¿por qué ahora te rechazaba y te castigaba con
sus críticas?
Mildred, sé que ya lo he hecho y no tengo que volver a hacerlo,
pero quiero pedirte perdón una vez más porque en un momento
dado te dejé de amar como debía. Aun en esas circunstancias no
perdiste la fe. Me enseñaste que habías «quemado los barcos»
para no considerar dar vuelta atrás. Buscaste el rostro de Dios.
Lo hiciste tu aliado y te alimentaste de su amor cuando te faltaba
el mío. Lo más maravilloso de todo fue que no perdiste tu alegría
delante de nuestros hijos, aunque sabe Dios cuántas noches
lloraste a solas. Los ayudaste a crecer pensando que «La vida es
maravillosa... a pesar de la lluvia», como dice nuestro amado
hermano Jacobo. Fuiste fiel a Dios.
Tu amor y lealtad me doblaron el brazo. Me abrieron los ojos.
Pude ver con claridad que mientras yo luchaba por levantar
congregaciones y extender el evangelio a los pueblos, tú
luchabas por levantar nuestro amor y sostener nuestro hogar
llenándolo de fe y alegría. Pudiste preservar la esencia del
evangelio en nuestros corazones a través de la palabra de tu
testimonio. Pude reconocer que había muchas esferas de mi
corazón que necesitaban sanidad. Me vi en el espejo de tu
pureza y tuve que caer de rodillas. Cuando dejé de justificarme y
decidí volver a amarte de manera incondicional, descubrí una
hermosa perla de alto valor. Volví a enamorarme de ti.
Mildred, si retenerte tuviera precio, estaría dispuesto a hacer
como aquel mercader de la parábola que buscaba buenas perlas
y que, habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo
que tenía y la compró. Todo lo que tengo lo vendería por ti... ¡mi
perla preciosa!
Te amo con todo mi corazón...
Tu esposo,
Frankie (Rey Matos)
CONTENIDO
PORTADA
PORTADA INTERIOR
ELOGIOS
DEDICATORIA
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
1. LOS QUE VALIDAN ESTE MENSAJE
2. EL YUGO DE DIOS
3. ¿LEALTAD O FIDELIDAD? ¿NO ES LO MISMO?
4. ¡SOY FANÁTICO DEL DISEÑO ORIGINAL!
5. ¡LE DARÉ AYUDA IDÓNEA!
6. REGLAS DEL JUEGO SEXUAL Y RELACIONAL
7. EL AMOR QUE NO DA FRUTO
8. EL PRECIO DE SER FELIZ
9. EL ORDEN DE DIOS PARA EL MATRIMONIO
10. CONSEJOS PARA EVITAR Y MANEJAR CONFLICTOS
11. ALGUNOS CONSEJOS PREVENTIVOS Y DE RESTAURACIÓN
12. LA MEJOR DECISIÓN: ¡ESCOGE BIEN!
NOTAS
CRÉDITOS
ACERCA DEL AUTOR
PRÓLOGO
Leer a Rey Matos es inspirador porque llama las cosas por su
nombre y abre su corazón para ser íntimo en su exposición. Te
animo a que recorras las páginas de este libro con un corazón
abierto y una mente dispuesta a crecer. Déjate golpear por las
verdades expuestas y permítele a Dios que te dé un corazón de
discípulo en el arte de amar.
La lectura del libro Un matrimonio a prueba de fuego es
apasionante. Responde con profundidad las preguntas que nos
hemos hecho todos. Es un libro para crecer en la debida
comprensión de lo que es el matrimonio. Como lo indica Rey: «A lo
largo de estas páginas encontrarás una respuesta de Dios para tu
vida».
Es fascinante ver la valentía con la que Rey abre su corazón para
reconocer la fuente que les ha sostenido a él y a Mildred. Rey dijo
de Mildred: «Buscaste el rostro de Dios. Lo hiciste tu aliado y te
alimentaste de su amor cuando te faltaba el mío».
La vida matrimonial hay que construirla, no es algo que brota con
naturalidad y es un arte que se aprende. Este libro te ayudará a
romper tus propios paradigmas para descubrir el diseño de Dios
para el matrimonio. O como lo dice Rey:
Sin el yugo de Dios seremos tan variantes como se le antoje a
nuestro egoísmo. Por favor, no te sorprendas de lo que digo,
porque todos somos egoístas por naturaleza y tendremos que
luchar contra eso toda la vida [...] A través de los principios
bíblicos descubrirás lo que Dios persigue mediante la vida
matrimonial y cuáles son sus propósitos desde el origen de la
familia en el Edén.
La intimidad se ha circunscrito sobre todo al aspecto sexual. Sin
embargo, una buena, agradable y satisfactoria relación sexual es
producto de que ha existido una verdadera intimidad. Por eso, como
Rey dice, «el sexo no es suficiente». Hoy muchos se preparan para
mejorar sus relaciones sexuales, pero pocos tienen una verdadera
intimidad. Para tener intimidad con otra persona debo conocerle,
aceptarle, valorarle y esto me permite amarle.
La intimidad se refiere a una aceptación mutua, y esta aceptación
solo emerge de una admiración que debe cultivarse. Si se quiere
tener verdadera intimidad con otra persona, se debe desarrollar una
profunda amistad. Un amigo es alguien que inspira confianza,
respeto y admiración; es alguien en quien se puede confiar; es quien
acepta a la otra persona tal cual es; es con quien se desea estar
porque existe una relación de admiración y respeto. Un amigo es
alguien a quien se espera. Es la persona con la que se puede hablar
con libertad. Este es el inicio de una verdadera intimidad, la que
inspira el deseo de regresar a casa.
¿Qué tipo de amistad promueve el amor? La que implica una
desinteresada dedicación a la felicidad del cónyuge, sin perder la
propia identidad, individualidad y valoración. Dar no es anularse,
sino que es sinónimo de identificación, aprecio, comprensión,
valoración y proyección en el tiempo. La intimidad es el ejercicio
voluntario de querer estar cerca del corazón de la persona amada.
De desear valorarle por lo que es, de querer agradarle con hechos.
Es el deseo sincero de que seas feliz.
Recorre las páginas de este apasionante libro porque te permitirá
descubrir la adecuada razón de ser del matrimonio. Deja que la
autoridad que otorga el señorío de Cristo guíe tus pasos. Como lo
afirma Rey:
El matrimonio es una unión poderosamente espiritual porque es el
reflejo de Dios que muestra su semejanza en la tierra. Imagínate
que cuando Dios quiso crear al hombre dijo: «Hagamos al hombre
a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza [...] Y creó Dios
al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra
los creó. Y los bendijo Dios». (Génesis 1:26-28a)
El matrimonio es para valientes y solo lo logran los que persisten,
los que no se rinden, los que no se rompen con facilidad, los que
comprenden que es para toda la vida, pues Dios lo diseñó para que
se disfrute y se viva con intensidad.
Doy gracias a Dios por la vida de mi esposa, Helen, que me ha
motivado a sacar lo mejor de mí. La he visto edificar con sabiduría y,
como lo he dicho muchas veces, es fácil vivir a su lado y, más que
fácil, es agradable y gratificante. La pregunta que uno debe hacerse
es la siguiente: «¿Es fácil convivir conmigo?». Sí, el amor se
aprende. Es el señorío de Cristo en mi vida y es cuando Dios hace
agradable esta convivencia.
No es de extrañar que haya confianza, cercanía y amistad cuando
se llega a comprender que la relación no nació para ser
circunstancial ni emocional, sino que se sostiene en el tiempo con la
certeza de que es para toda la vida. No significa que sea fácil,
significa que existe amor. Este libro te permitirá crecer en el arte de
amar y en ese diseño divino que nació para disfrutarse.
Sixto y Helen Porras
«Enfoque a la Familia»
INTRODUCCIÓN
Un matrimonio a prueba de fuego
Desde hace muchos años mi esposa y yo realizamos retiros y
conferencias para matrimonios con el propósito de fortalecer
relaciones saludables, proveer una oportunidad de acercamiento
para las parejas que no han logrado entenderse, y ofrecer ayuda a
matrimonios que han fracasado y quieren darse la última
oportunidad de restauración. En todos esos años hemos visto
milagros extraordinarios que nos han dejado perplejos y llenos de
gozo, y que nos animan a organizar el siguiente.
A través de este libro, Un matrimonio a prueba de fuego,
anhelamos despertar el interés de todo el que sabe que su
matrimonio necesita un rescate de emergencia, pues le queda poco
tiempo y necesita recursos radicales que lo libren y lo pongan fuera
de peligro.
La vida misma es un campo incendiado donde tenemos que
aprender a sobrevivir ilesos y a disfrutarla a pesar de todos los
peligros que encontremos. Además de las innumerables tentaciones
fatales que tienen un gran potencial de destrucción del matrimonio,
todo el sistema de vida natural que nos rodea también amenaza la
unidad del matrimonio. Aun las cosas buenas de la vida, como son
las amistades, la familia extendida, el trabajo, los hijos, las finanzas,
las propiedades, la iglesia, los entretenimientos, etc., pueden
convertirse en fuentes de peligrosidad para la integridad de la pareja
si no los sabemos manejar como es debido. Esta pequeña lista les
da una idea de los temas en los que tendremos que ponernos de
acuerdo y pactar con la pareja, a fin de vivir en verdadera armonía.
El matrimonio tiene que estar muy equipado para poder salir ileso
de cada prueba inevitable que le planteará la vida en todas sus
etapas. Las demandas de la vida quizá entren de manera sutil hasta
hacernos daño, por lo que es necesario que seamos preventivos.
Ocurrirá también muchas veces que la crisis matrimonial no dé
señales de aviso y nos tome por sorpresa. Por lo que tendremos
que caminar con fuertes compromisos de supervivencia, como por
ejemplo, «nunca abandonar al compañero en medio de un peligro
de fuego». Esto es un compromiso de honor que merece la
condecoración y el reconocimiento a todo el que lo practica.
Entonces... ¿por qué no resulta igual en el matrimonio?
¿QUIÉNES TENDRÁN OÍDOS PARA OÍR?
Para Dios, el matrimonio es una unión indisoluble. No obstante, hay
ciertos casos muy específicos donde Él justifica el divorcio. Cristo lo
confirmó con claridad y así quedó registrado en la Biblia. En los
próximos capítulos de este libro analizaré estas excepciones y las
discutiré en detalle de modo que no queden dudas.
¿Por qué planteo este tema en plena introducción? Porque este
mensaje no es para esos casos justificados, sino para la mayoría
que ejecutó su divorcio fuera de la voluntad de Dios y a expensas
del dolor y el sufrimiento de los hijos y de toda la familia que los
rodea. También se escribió para los que están casados y caminan
por una cuerda floja, esperando una respuesta divina a su laberinto
sin salida. También para los que no quieren vivir resignados a una
vida desgraciada sin esperanza, pero no quieren tomar decisiones a
la ligera y están tocando a las puertas del Reino con desesperación.
A lo largo de estas páginas encontrarás una respuesta de Dios para
tu vida.
No puedo olvidar a los que quieren volver a intentarlo habiendo
aprendido de sus errores conscientes, pero que desean descubrir
esos de los que no eran conscientes. No para «castigarse», sino
para corregir patrones de comportamiento nocivos. Transitarán de
nuevo la aventura del matrimonio, pero esta vez irán equipados
«hasta los dientes» para llegar hasta el final del camino.
Más aún, escribí este libro para los que quieren casarse y
aprender a vivir diferente a como lo hicieron sus padres. Escribí para
los que quieren hacer camino, ya que la senda del matrimonio
ordenado por Dios se ha abandonado por las generaciones que les
precedieron. Es más, tienen la esperanza de redescubrir un tesoro
escondido que parecía una leyenda o un cuento de hadas. También
es para los que insisten en creer que es real y lo van a evidenciar en
verdad con hechos y frutos indubitables.
La gran pregunta que me hago es: ¿Llegué tarde? ¿Habrá quién
se interese en intentarlo? ¿Quién tendrá oídos para oír? ¿Todavía
habrá fe sobre la tierra para creerlo?
¡Confío en que estoy a tiempo!
¡UNA VOZ QUE CLAMA EN EL DESIERTO!
Sé que al escribir este libro seré como una voz que clama en el
desierto. ¿Por qué? Porque es probable que los principios de
calidad de vida que voy a plasmar en estas páginas se consideren
muy anticuados y obsoletos como para aplicarlos. Quizá porque ya
sean pocos los consejeros y pastores que se atrevan a enseñar
estas verdades radicales tal como son. A otros, mi voz les sonará
parecida a la de un poeta que habla con nostalgia sobre los estilos
de vida del pasado que ya no se volverán a ver, no solo porque no
los creen, sino porque se consideran ridículos para este tiempo.
De todos modos, decidí ser esa voz por amor a los pocos que en
su interior sienten que el matrimonio, tal como lo diseñó Dios, tiene
que ser bueno, y que si no lo están experimentando de esa manera,
es porque se perdieron en el camino. Lo hago también por los que
no se resignan a vivir perdidos, como si la verdad no existiera.
Seguirán buscándola hasta que logren encontrar el camino que los
conduzca al tesoro. Ellos no serán los únicos beneficiados, porque
todos los que les rodeen se sentirán atraídos cuando los vean
«enriquecerse».
Seré una voz que clama en el desierto para esos individuos que
quieren superarse como personas y han decidido creer que el
matrimonio es eficaz para ayudarlos a crecer aunque haya lágrimas
y dificultades en el camino. Estos son los que no se resignan a vivir
como los engreídos que solo viven para el placer o como los
egoístas que pretenden que los demás se ajusten y acomoden a
ellos.
Escribo para los que saben que no van a lograr con facilidad la
felicidad de la comunión matrimonial, pero están dispuestos a pagar
el precio que sea, aunque tengan que pasar por el valle de dolores y
frustraciones en el proceso. Cuando estén sentados a la mesa del
banquete, mirarán hacia atrás y dirán que valió la pena haber sufrido
para ahora cosechar la vida en abundancia que están disfrutando.
Seré una voz que clama en el desierto para alcanzar a los que
descubrirán que el matrimonio es poderoso en autoridad espiritual
para quien quiere levantar una familia que le haga frente a todas las
acechanzas de un mundo corrupto. Estos son hombres que
reconocen que hallar esposa es encontrar un ser que lo rodeará con
su potencial espiritual para defenderlo de su más voraz enemigo, el
diablo: «Porque Jehová creará una cosa nueva sobre la tierra: la
mujer rodeará al varón» (Jeremías 31:22b). (Los que leyeron mi libro
anterior, La mujer, el sello de la creación, saben a lo que me refiero).
El que descubre esa unción espiritual, y junto a ella procrea hijos
que amen a Dios, llena «su aljaba de saetas» contra las cuales
Satanás no tiene resistencia:
He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto
del vientre. Como saetas en mano del valiente, así son los hijos
habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su
aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los
enemigos en la puerta. (Salmo 127:3-5)
Seré una voz que clama en el desierto por amor a los que todavía
reconocen la genética espiritual heredada de nuestro Creador
cuando dijo:
Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza [...] Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de
Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios. (Génesis
1:26-28)
Escribo para los que creen que el estado perfecto, donde el ser
humano se complementa con su pareja y descubren la imagen de
Dios plasmada en ellos, es el matrimonio. Muchos han descubierto a
través de su experiencia personal que el sexo no es suficiente para
mantener una relación exitosa. Aunque haya buenos encuentros
sexuales, reconocen el vacío que ha dejado el no haber cultivado el
comportamiento de la vida cotidiana que en verdad llena de
satisfacción la relación matrimonial.
Reconocen que, aunque en Cristo estamos completos, el Señor
dijo durante la creación que «no es bueno que el hombre esté solo»
(Génesis 2:18). Quiere decir que Dios puso una necesidad
intrínseca en el corazón del hombre por la compañía de una mujer, y
lo más sorprendente es que esa unión de dos seres en uno lo hace
aún más semejante a Dios.
Confío que este libro llegue a poner piedra de tropiezo a las
enseñanzas heréticas que prometen la gracia de Dios mientras los
hombres logran encontrar su «alma gemela». Los tiempos finales de
la apostasía se distinguen porque los hombres que «se casarán y se
darán en casamiento», en una desenfrenada violación de los
propósitos originales de Dios, se expresa de forma categórica
cuando se dijo:
¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra
los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se
unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son
ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo
separe el hombre. (Mateo 19:4-6)
CAPÍTULO 1
LOS QUE VALIDAN ESTE MENSAJE
A la hora de validar nuestro mensaje, ¿quiénes podrían apoyarnos
mejor que las personas que le transmiten fuerza o firmeza? Por lo
tanto, sus palabras logran manifestar la autenticidad y la integridad
que nos caracterizan cuando comunicamos lo que Dios pone en
nuestro corazón.
HAY MENSAJES... ¡¡Y HAY MENSAJES!!
¿Qué quiero decir con esto? Que podemos dominar un tema,
haberlo estudiado lo suficiente como para dictar conferencias que
impresionen a nuestros oyentes, pero si no tenemos autoridad para
enseñarlo o impartirlo, nada lograremos en cuanto a dejar legados
de cambios permanentes en la gente. Esa es la diferencia entre los
que tienen conocimiento y los que tienen autoridad. Los primeros
alimentan el intelecto; y los segundos, alimentan el alma, son los
que provocan cambios, los que muestran el camino, caminando.
Aunque hay gente que aprende por consejos, la mayoría se
transforma por el impacto de alguien que dejó huellas al modelar el
camino de la verdad. Me parece que este es uno de los principios
que todos los maestros, conferenciantes y pastores deberían
entender. El éxito no está en cuántos aplausos arranquemos de la
gente, sino en cuántos cambios permanentes lograremos dejar en
nuestros discípulos.
En el estudio de las Escrituras bíblicas descubrí a un profeta que
vivió en tiempos sumamente difíciles. Tiempos donde la gente que
solía ser creyente y devota abandonaba el honroso y privilegiado
lugar del llamado «pueblo de Dios». El profeta se llamaba Isaías.
Pocos le querían escuchar, pues lo consideraban anticuado e
irrelevante. Sobre todo, porque todavía apoyaba ese poco atractivo
mensaje de: «Arrepiéntete, porque el reino de los cielos se ha
acercado». Solo que la sociedad de la época vivía una de las más
grandes crisis de la familia y de decadencia moral que destruyó el
orden que le da armonía a todas las cosas creadas por Dios.
A fin de llevar su mensaje, Isaías se aprovechaba de esa
necesidad intrínseca de todo ser humano de sentirse en familia, de
experimentar el calor de un hogar y disfrutar de la comunión con un
pequeño grupo íntimo de consanguíneos. Así lo expresó:
Ata el testimonio, sella la ley entre mis discípulos. Esperaré, pues,
a Jehová, el cual escondió su rostro de la casa de Jacob, y en él
confiaré. He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová somos por
señales y presagios en Israel, de parte de Jehová de los ejércitos,
que mora en el monte de Sion.
Isaías 8:16-18
Isaías sabía que el lugar donde desarrollaría su autoridad para
poder confrontar al «pueblo de Dios» era asegurándose de vivir en
el orden de Dios entre sus discípulos más importantes (v. 16). Si
lograba impresionar bien a esos discípulos, todos los demás le
escucharían. Por eso, y a fin de lograr el respeto de sus íntimos, dijo
con mucha sabiduría: «Esperaré, pues, a Jehová, el cual escondió
su rostro de la casa de Jacob, y en él confiaré».
¿Quiénes eran esos íntimos de Isaías? El versículo 18 da la
respuesta: «He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová». El profeta
les dedicó todo el tiempo necesario para dejar una huella imborrable
en el corazón de sus hijos. Serían su «carta de presentación» ante
el mundo. Serían los que les callarían la boca a todos los críticos y
detractores de Isaías, a todos los que se opusieran y trataran de
contradecir las enseñanzas del profeta.
UNA SEÑAL PROFÉTICA DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS
¡Qué poderoso es este pasaje! «He aquí, yo y los hijos que me dio
Jehová somos por señales y presagios en Israel». En otras
palabras, expresó: «Si no quieren oírme, no me oigan; pero lo que
nunca podrán hacer es callarles la boca a mis hijos, pues son los
que dan testimonio de mí. Son los que validan mi mensaje. Son los
que prueban que estas “teorías” del orden divino para la familia son
contundentemente poderosas y eficaces como para cambiar al
mundo». Sí, señores, ¡para cambiar al mundo!
Por eso Isaías dijo con toda autoridad: «Yo y los hijos que me dio
Jehová somos por señales y presagios en Israel, de parte de
Jehová de los ejércitos» (énfasis añadido).
Señal: Esta palabra significa seña, marca o medio que informa,
avisa o advierte de algo. Este aviso permite dar a conocer una
información, realizar una advertencia o constituirse en un
recordatorio.
Presagio: Esta palabra, en cambio, es una señal que nos anticipa
un acontecimiento que sucederá en el futuro. La señal que prevé un
suceso futuro.
LA PALABRA DEL TESTIMONIO
Cuando alguien logra mostrar la veracidad de las enseñanzas de
Dios a través de la palabra vivida en su testimonio, es poderoso. Sin
embargo, la palabra vivida a través de la palabra del testimonio de
su familia lo lleva a otro nivel. El temor de Dios cae sobre la gente.
Es como si el Señor mismo convenciera de pecado, justicia y juicio a
los oyentes por haberse demostrado que sí es posible vivir en la
tierra los valores del reino de los cielos. Por lo tanto, no debemos
dudar de las advertencias de Dios cuando nos reclama obediencia a
sus preceptos. No debemos dudar de las consecuencias que
vendrán sobre quienes se nieguen a aceptar que esa vida piadosa
es posible si tan solo pudiésemos CREER.
Le pregunté a mi familia si querían participar de este escrito, si
querían expresar en este libro sus impresiones sobre el concepto de
la familia desde la perspectiva de lo que hemos aprendido de las
Escrituras y hemos practicado en nuestro hogar.
A decir verdad, no daba por sentado que quisieran escribir.
Entonces, para mi sorpresa, todos respondieron de manera
afirmativa y de inmediato comenzaron a preguntarme de qué quería
que escribieran. Les dije que no deseaba sugerirles nada, sino que
les daba la libertad para que lo hicieran según les dirigieran sus
corazones.
Soy testigo de cómo el Espíritu Santo ha tratado con cada
miembro de mi familia. Por lo tanto, creí que, de alguna manera,
Dios los dirigiría a complementarse unos a otros para llevar un
mensaje a la comunidad de lo IMPRESCINDIBLE que es tener a
Dios como el centro del hogar y del matrimonio.
MI FAMILIA, MIS DISCÍPULOS... FUNDAMENTO DE
AUTORIDAD
Me complace presentarles a mi familia, mis discípulos... En primer
lugar, a Frances Areli, nuestra hija primogénita:
Siempre fui una niña observadora y analítica. Como hija mayor, o
primogénita, asumía el papel de cuidadora de mi hermano, con
quien siempre me llevé muy bien. Tenía afinidad con mi padre,
pues se metía en mi mundo introvertido con tal de conocerme y
ganarse el derecho de pastorear mi corazón. Lo hacía con
excelencia y sacrificio, ya que su tiempo estaba muy
comprometido. Él siempre me «buscaba la vuelta» para saber
cómo me encontraba. De mi madre aprendí a tener un corazón
puro, a sonreírle a la vida, a ser servicial para con los demás, y a
calcular el precio de todo y buscar las mejores ofertas... ¡Ja, ja, ja!
En mi hogar tuve el mejor de los ejemplos de lo que es ser una
familia imperfecta, pero amándose con el amor perfecto de Dios.
Sin embargo, crecí pensando en no casarme ni formar una
familia... ¿Cóooooomooo? ¡Pues sí! Inclusive, en dos ocasiones
les dije a mis padres que no esperaran nietos de mí, que los nietos
se los darían mi hermano.
¿La razón? Desde niña observé el fracaso de muchas familias
cristianas y llegué a la conclusión equivocada de que el
matrimonio no valía la pena, y que la mayoría de los hombres
terminaban haciendo lo mismo: Abandonando a sus mujeres por
otras y dejándolas solas con sus hijos. En mi mente, esas ideas
las fundamentaba en todo el dolor que observaba en esposas e
hijos de ministros heridos por el divorcio de sus padres dentro de
la propia iglesia. Todos esos casos ocurrieron muy cerca de
nosotros y me hicieron creer en que yo tenía razón al pensar en
no casarme.
No fue hasta los veinticinco años de edad que, con dificultad,
llegué a enamorarme de un hombre dispuesto a conocerme tal y
como era, un hombre que se ganó toda mi confianza como para
darle el «sí». Luego de cerca de dos años de noviazgo, nos
casamos y nos fuimos como misioneros a tiempo completo a la
República Dominicana. A los seis años de matrimonio, nació
nuestra primera hija, Valeria Zoé. Más adelante, tuvimos a nuestro
hijo varón, Jason Dariel. Ambos nos bendicen mucho, y llenan
nuestros días de risas y aventuras.
Sin lugar a dudas, lo que hoy vivo es, en primer lugar, gracias a
Dios que me muestra en su Palabra que todos los planes que
tiene para nosotros son de bien y no de mal. Incluso, en una
ocasión me dijo con mucha ternura que «no llamara malo a lo que
Él había llamado bueno». Además, me recordó que los hijos son
su herencia para nosotros y que para las próximas generaciones
Él tiene planes... ¡y muchos!
También, gracias al ejemplo que me dieron mis padres, que son
únicos, son apasionados, intensos y revoltosos (¡ja, ja, ja!), y que
parecen no cansarse. Hasta hacen lo impensable con tal de amar
y servir a Dios, a su familia y a todo el que los rodea. Han dejado
un legado, una huella, un llamado y una pasión que no se apagará
con facilidad en sus generaciones. Ese ambiente, ese ejemplo,
esa pasión, nos han hecho enamorarnos de Dios. Hoy ellos
pueden disfrutar y rodearse de nietos que aman y temen a Dios.
Un legado de niños con un corazón especial, sincero y
genuinamente apasionados por Jesús.
Lo que está escrito en este libro es con toda seguridad un
testimonio vivo y real de lo que dos personas, con corazones de
niños para Dios, pueden alcanzar sin importar el trasfondo que
tengan. Digo esto porque algo que admiro, y me hace ver la
transformación del Espíritu Santo, es ver personas así como mis
padres. Aunque no se criaron en hogares cristianos y vienen de
dos culturas diametralmente diferentes, pueden subsistir por más
valores que les hubieran enseñado en sus respectivos hogares.
Eso no era suficiente como para que su matrimonio fuera tan
duradero. Así lo reconocen y lo expresan en ocasiones: Sin Jesús
en sus vidas, hubieran sido parte de las estadísticas de divorcio
dentro de la iglesia.
Se requiere mucho amor, certísimo por demás, y mucho
compromiso. Claro, se necesita mucha lealtad también, como
poner la Palabra de Dios en práctica, a fin de lograr que tanto
ellos, como nosotros sus hijos, seamos exitosos en el campo del
matrimonio y de la familia. La Palabra de Dios nos da un punto de
referencia, es como una brújula cómoda, un mapa. Además, nos
ayuda a calibrar nuestras emociones cuando estas quieren
dominarnos y llevarnos a cometer actos de los que nos
arrepentiríamos después. Cuanto más temprano decidamos
tomarlo en serio, mejor será, pues cada día cuenta. Las heridas en
el corazón, las ofensas, las traiciones, las infidelidades... por más
que se perdonen, todas traen consecuencias. Entonces, al tratar
de hacerlas desaparecer, será cuesta arriba.
Mi oración es que nuestro testimonio te inspire, ya sea a formar
una familia conforme al diseño de Dios, o a continuar haciendo
crecer la que ahora tienes, de acuerdo a los planes que Él tiene
para ti. ¡Créelo! ¡Se puede! Solo necesitas esforzarte y ser
valiente para poner por obra la voluntad de Dios revelada en las
Escrituras. Cada vez que te falten las fuerzas, vuélvete al Señor
en oración, humíllate delante de Él y verás cómo te levanta
dotándote con su poder sobrenatural, capacitándote para hacer lo
que humanamente te era imposible. ¡Amén!
Frances Areli y su familia.
Ahora quiero presentarte a mi hijo Rey Francisco, y aquí tienes lo
que escribió:
Hay muchos matrimonios que duran veinte, treinta y cuarenta
años. Incluso, hay algunos que llegan a los cincuenta y sesenta
años de casados. Así que podemos pensar: «¡Vaya, qué increíble!
¡Ese es el deseo de Dios!».
En muchos aspectos, esto es buenísimo y parte del deseo de
Dios. Sin embargo, en ocasiones he visto un mal, y es que hay
matrimonios que han durado muchísimos años, pero el ambiente
familiar que ha perdurado es tóxico, triste, de tratos hostiles,
donde los hijos son los primeros que dicen: «¡Mejor hubiera sido
que mis padres se divorciaran!». Hay ancianos que viven juntos,
pero todavía en esa etapa son como perros y gatos. Lo
asombroso es que se sienten satisfechos en que, por lo menos, se
han sido fieles el uno al otro como premio de consolación.
Cuántas gracias le doy a Dios que este no fuera mi caso. No hay
nada igual que el poder habitar en un lugar donde haya deleite
real, no fingido. Esto no se da porque la familia sea perfecta, más
bien se da porque Dios está presente y los miembros de la familia
obedecen los preceptos que nos da la Palabra.
Entonces, nos debemos preguntar: «¿Qué es lo que de veras
busca Dios, fidelidad y devoción o deleite familiar?». Creo
firmemente que lo que Dios busca es el deleite más que la
fidelidad. De seguro que nunca alcanzaremos deleite si no hay
fidelidad, pero la fidelidad no es el fin en sí misma. Una pregunta
que nos deberíamos hacer es: «¿Estamos con Dios porque Él es
fiel o porque nos ama?». Es muy bueno que Él sea fiel, pero
mayor que eso es la realidad de lo mucho que nos ama. Un tirano
puede ser muy fiel, pero a nadie le gusta estar con el tirano.
Ahora bien, el deleite del que hablo no es cualquier deleite. Se
trata del deleite que tenemos en Dios y en su Palabra, la cual nos
enseña a disfrutar de la mejor forma todo lo que Dios diseñó para
nuestro deleite. Cuando analizamos el huerto del Edén,
observamos a Dios diciéndoles a Adán y a Eva que TODO lo que
hizo fue para su deleite, y que solo pedía que se restringieran de
tomar del árbol de la ciencia del bien y del mal, pero que TODO lo
demás era para su disfrute. Muy bien sabemos que escogieron
mal, y de una sola regla que había antes, ahora tenemos muchas
reglas de lo que NO debemos hacer. Entonces, si evaluamos lo
que Dios quería hacer, era el de darles gran placer a Adán, Eva y
sus hijos en un paraíso, porque este es el deseo de Dios. ¿A qué
padre no le encanta ver a sus hijos disfrutar? Pues así también es
Dios.
Esto no ha cambiado, porque Dios no cambia, y creo que
nuestra religiosidad en ocasiones nos ha robado la esencia de lo
que Dios diseñó de veras para nosotros. La fidelidad es algo
obligatorio si quiero agradar a Dios y a mi pareja, pero no solo es
el fin que debo buscar. Dios diseñó la familia para que fuera el
lugar de mayor placer y deleite que tuviera cualquier ser humano
y, en el fondo, todos lo sabemos. Por eso, cuando nuestras
familias están quebrantadas, el dolor es muy profundo. Creo que
una de las razones de por qué vivimos en un mundo donde se
quiere redefinir a la familia es porque las familias cristianas no le
han servido de inspiración al mundo. Aunque muchos han sido
fieles, no muchos han tenido la sabiduría de trabajar por el deleite
familiar, y los hijos son los primeros que dicen que no quieren vivir
lo que vivieron sus padres.
Si algo he podido apreciar, más que escuchar excelentes
predicaciones de parte de mis padres, ha sido el haber podido
disfrutar de un ambiente familiar saludable. Incluso, cuando
teníamos diferencias, lo hablábamos, nos perdonábamos y
procurábamos que lo que nos molestó no creara un lastre en
nuestra relación. En esto tengo que reconocer que mi madre fue
excelente. Si algo siempre procuró fue el mantener un ambiente
de alegría, de disfrute, y lleno de abrazos y risas. Como familia
teníamos nuestros momentos de «horas felices», donde nos
sentábamos a tomar chocolate caliente, comer pan y queso, y
hacer chistes hasta tarde en la noche. Cuando hay más memorias
de deleite que de peleas y discordias, se crea una protección
fuerte. Cuando se invoca a Dios en un hogar donde hay gran
deleite primero en Él y entre los miembros de la familia, es muy
difícil que Satanás logre robar la buena semilla sembrada en los
hijos. Una de las cosas que más fortaleza me dio fue poder
conocer un ambiente así.
No le permitamos a Satanás que nos robe la esencia de la
familia haciendo que solo nos satisfagamos en ser fieles, pues si
estamos tristes en el proceso, a nadie bendigo, ni a mi cónyuge, ni
a mis hijos, y no seré de inspiración a ninguna persona que me
rodee. Cuando hay verdadero deleite familiar en Dios, se crea una
coraza de protección en contra del pecado. Este fue mi caso. Yo
me levanté en una familia saludable, aunque no perfecta, pero
TODOS en casa trabajamos para mantener un ambiente de gozo
y paz. Esto me ayudó mucho a poder levantarme sano, al punto
que la pornografía nunca fue parte de mi vida, ni la masturbación
y, como es obvio, me casé con mi amada esposa Iris y nunca
fornicamos. Desde el primer día en que nos casamos, pudimos
experimentar la bendición de haberle sido fieles a Dios, quien nos
regaló gran deleite en Él y entre nosotros, aunque hemos tenido
que trabajar arduamente por mantenerlo. En parte, esto fue
posible por la bendición del deleite familiar que pude experimentar.
He conocido parejas jóvenes que se aman, pero a pesar de eso
se quebrantaron en su relación. Cuando les hago algunas
preguntas, me doy cuenta de que empezaron a descuidar esos
momentos de deleite, de disfrutarse el uno al otro. Descuidaron
sus encuentros sexuales y momentos casuales que provocan un
cambio en la rutina del día. Dios fue el que inventó el deleite, no
Satanás; y aprovecho para decir: ¡Que el Señor lo reprenda!
Dios nos diseñó para vivir en el deleite porque Él sabe que eso
es una de las cosas que nos fortalece para enfrentar los días
malos. Las memorias del deleite nos fortalecen para las próximas
batallas, nos llenan de esperanza y nos animan a seguir
esforzándonos en construir familias saludables que honren el
nombre del Señor y provoquen que el que no conozca a Dios
desee tener lo que tenemos nosotros.
Vale la pena todo esfuerzo, conversación, búsqueda de consejos
y, sobre todo de Dios, para que podamos vencer cualquier
obstáculo, a fin de construir una familia saludable. Nuestros hijos
lo necesitan, nuestro país también. Fue más fácil para mí creer en
Dios y conocerlo gracias al ambiente de deleite, lo cual creó un
cerco de protección en contra de cualquier tentación que
enfrentaba.
En el libro de Eclesiastés, el predicador declara que el fin del
hombre, después de evaluarlo todo, es glorificar a Dios y
deleitarse con la mujer de su juventud. Este es justo el propósito
de Dios: que en medio de un tiempo malvado como el que
vivimos, tengamos la capacidad de no solo serles fieles a Él y a
nuestros cónyuges, sino también que podamos deleitarnos en
Dios y en nuestros cónyuges. ¡Que así sea en el nombre de
Jesús!
Rey Fransico y su familia.
Qué hermoso, ¿verdad? Bueno, por último, pero no menos
importante, les presento la palabra de una maravillosa mujer, les
presento a la protagonista del milagro llamado Familia Matos, mi
amada Mildred:
En primer lugar, quiero aclarar que desde que conocí al Señor, le
he servido con pasión y acepté con la misma pasión el ministerio
al cual nos llamó. Los que me conocen saben que ha sido de esa
manera, ¡sin importarme TÍTULO ALGUNO!
Me convertí muy joven, a los dieciséis años de edad, y en ese
momento era novia de mi actual y único esposo, Rey Matos.
Como siempre digo, me lo gané para el Señor y para mí. Fuimos
los primeros en convertirnos en nuestros respectivos hogares, y
fueron años de oración, perseverancia y de tratar de ser ejemplos
del evangelio práctico dentro de nuestras familias. Con el paso de
los años, hemos visto venir a los pies de Cristo a la mayoría de
ellos. Creemos que más que palabras, es servir de modelo lo que
gana a tu familia, pues son los que te conocen tal cual eres, con
tus virtudes y tus defectos.
Cuando Rey yo nos casamos, amándonos y convencidos de que
sería para toda la vida, no pensamos jamás cuánto nos afectaría
el pasado que traíamos cada uno de nuestros hogares de crianza.
Ambos veíamos el mundo de una manera tan diferente, que
comenzó una constante batalla, solo por no entender nuestras
perspectivas y por malinterpretarlas.
No obstante, había un fuego que nos quemaba y apasionaba
por servir al Señor y honrarlo con nuestra vida. Por eso, en su
misericordia, Dios mismo nos visitó al nacer nuestra primogénita,
Frances. Su llegada provocó arrepentimiento, provocó que nos
concientizáramos, que rindiéramos nuestras malas actitudes y que
comenzáramos a respetar la Presencia de Dios en nuestro hogar.
Deseábamos con todo el corazón ganar el corazón de nuestros
hijos para Cristo, y si no les mostrábamos el verdadero evangelio,
su futuro eterno estaría en juego. Esa es
la razón por la que muchos hijos de creyentes se apartan y
se alejan de la iglesia. Los escenarios son contradictorios cuando
se compara el ambiente del hogar con nuestro comportamiento en
la congregación.
Como sabrán, pues se explicó con claridad en el libro Señor,
que mis hijos te amen, el proceso que vivimos para lograr levantar
una familia no perfecta, pero sí saludable, costó muchas lágrimas.
Aprendimos a pedirnos perdón todas las veces que fuera
necesario. Incluso, a pedirles perdón a nuestros hijos diciéndoles
que Jesús no se hubiera comportado como lo hicieron papá y
mamá. Creo firmemente que esta actitud nos ayudó en gran
medida a levantar hijos sanos. El mejor antídoto contra la rebeldía
juvenil es lograr y proteger la armonía entre los padres.
Al pasar el tiempo, vimos crecer a nuestros hijos, Frances y Rey
Francisco, y vimos cómo se enamoraron de Jesús teniendo sus
propias experiencias. Se convirtieron en adolescentes
apasionados por la obra de Dios. No hay palabras para
agradecerle al Señor esa bendición.
La transformación dentro de nuestro hogar provocó que nuestro
ministerio se tornara más fuerte, sobre todo en el aspecto familiar.
Dios abrió puertas en programas radiales y de televisión para que
testificáramos acerca de lo que vivíamos en el hogar. Mi esposo,
Rey, comenzó a escribir libros de nuestras experiencias, que a su
vez provocaron viajes e invitaciones dentro y fuera del país.
Fuimos a sitios y países donde nunca pensamos llegar.
Y en medio de tanto trabajo, la iglesia en crecimiento y los
viajes, llega la pandemia de la COVID-19 a cambiarnos la vida.
Como muchos saben, ese virus nos afectó a mi esposo, mi hijo y a
mí. También algunos hermanos muy cercanos a nosotros se
contagiaron a la vez. Estoy convencida de que el Señor tuvo
propósitos divinos en permitirnos pasar por esta experiencia tan
difícil y creo que es lo más fuerte que hemos vivido como familia.
Recuerdo que cuando nos empezamos a sentir mal, comencé a
sentir un profundo agotamiento. Era como recibir un golpe tan
fuerte que nos rompieran los huesos, donde nos molestaba hasta
quitarnos la ropa, pues nos dolía mucho la piel. La debilidad y el
cansancio era tal, que en lo que pensaba pararme de la cama
para ir a la cocina para hacer algo de comer, podía pasar una hora
y media. Perdí el sentido del gusto, tenía escalofríos, vómitos,
diarreas. En fin, un día esperando a que llegaran los resultados de
la bendita prueba, nos miramos mi esposo y yo queriendo reírnos,
pero sin fuerzas, y le dije: «Si nos llaman hoy para decirnos que
dimos positivos, les diré: “¿En serio? Ya lo sabía, pues nos
estamos muriendo”». ¡Ja, ja, ja!
Precisamente ese día nos llamaron y nos estremecimos con la
noticia de que los tres dimos positivos al covid. Créanme que con
todo y lo mal que nos sentíamos, guardaba la esperanza de que
no fuera cierto.
No queríamos que hospitalizaran a mi esposo, pero a los pocos
días había empeorado mucho. Se fatigaba tanto que trataba de
dormir sentado. Tenía mucha tos y su oxigenación bajó a tal punto
que sus uñas comenzaron a ponerse azules. Entonces, él mismo,
muy decidido, pidió que lo lleváramos al hospital. Ya habíamos
traído a la casa a nuestro hijo para evitar que su esposa e hijos,
nuestros nietos, se contagiaran. Así que los dos fuimos a llevarlo
al hospital sin tener idea de lo que vendría. Para ese tiempo, mi
hijo y yo estábamos empezando a mejorar poco a poco, pero no
así mi amado esposo.
Desde que entró al hospital, el médico nos dijo que lo habíamos
llevado muy tarde y que no podía darnos esperanza de nada, que
solo un milagro podría hacer que cambiara el cuadro clínico. Por
supuesto, el médico, el Dr. Jesús Manuel Román, un varón de
Dios, aunque sabía la realidad de la condición crítica de mi
esposo, también estaba parado en fe creyendo junto a nosotros la
verdad del Señor de que sí podía surgir el milagro de vida a través
de la oración. De modo que, por tres largas noches, nos llamaba
para decirnos lo mismo, que esa noche era crítica. La última
noche nos dijo que tenían que entubarlo, pues sus pulmones no
respondían.
En ese momento, le dije al médico: «Lo escucho, pero siento
que me está hablando de otra persona». Aunque en momentos
sentía que las piernas no me sostenían y mi cabeza se apretara,
de pronto sentía las fuerzas sobrenaturales de Dios que me
impartían la fortaleza y el gozo de saber que eran de quien había
creído desde mi juventud. Justo en medio de las malas noticias,
venía una palabra profética que me afirmaba y me sostenía.
También justo en esos momentos era que el enemigo quería
debilitarme.
Desde entonces, se levantaron rondas de oración y ayunos en
nuestra iglesia y alrededor de muchos países. Hicimos guerra
espiritual como nunca antes. Hasta el día de hoy, creo que todavía
no sabemos cuántos hermanos nos sostuvieron en oración, en
especial a mi amado. Declaramos vida sobre los pulmones de mi
esposo y reprendimos al espíritu de muerte que sentíamos que lo
zarandeaba.
Recuerdo que en una de esas noches, cuando estaba
durmiendo, despertaba de repente reprendiendo y declarando
sanidad. Sentía cómo la visión de nuestra iglesia de que «Somos
una familia de restauración y amor que camina en lo sobrenatural
de Dios», se estaba haciendo real en mí, ya que el fuego de la
prueba me llevó a experimentarlo.
Al tercer día de mi esposo estar entubado, pasó por Puerto Rico
la tormenta tropical Isaías (en julio de 2020). El portón eléctrico de
nuestra casa se dañó, y justo cuando mi hijo tenía sus manos en
la cadena cerca de la estrella que la mueve, para tratar de
arreglarlo, el portón se activa provocando que sus manos
quedaran trabadas, sobre todo en su mano derecha, ¡todo eso
frente a mis ojos! Les digo que cuando mi esposo salió de mi casa
para el hospital, sentí que me movían el suelo. Luego, cuando me
llamaron para decirme que tenían que entubarlo, sentí que me
quitaban el suelo. Y ahora, con el accidente de mi hijo, sentí que
me tiraban barranco abajo.
Testifico que el Señor me sacó de allí y me cargó durante ese
tiempo. Me mantuvo «anestesiada» hasta que le dieron de alta a
mi esposo. Gracias a Dios, mi hijo no tuvo fractura en su dedo
más afectado. Tampoco se les dañaron los tendones, aunque la
mano todavía no está restaurada por completo. Fue un tiempo
sumamente difícil, pero las experiencias fortalecieron mi mujer
interior. Al mes, a mi esposo le dieron el alta, pues su
recuperación fue bastante rápida. Así que todos los días le doy
gracias a Dios por preservarle la vida.
Cuánto valoro esta experiencia, pues de seguro que no
sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos o estamos a
punto de perderlo. ¿A cuántos matrimonios y miembros de la
familia inmediata los sorprenden la pérdida de un ser querido? El
dolor de ese desprendimiento sorpresivo es mucho más grande si
no tuvimos la oportunidad de reconciliar cosas que se quedaron
«debajo de la alfombra». Pensar que estuvieron alejados e
indiferentes en una relación fría que pudo resolverse si hubieran
puesto en práctica los principios del evangelio, como el de «no se
ponga el sol sobre su enojo» y «ponte de acuerdo con tu
adversario pronto, antes de que se compliquen las cosas», etc.
Cuando nos enfrentamos a la muerte, donde ya no hay vuelta
atrás, venimos a descubrir con remordimiento que nos estábamos
«ahogando en un vaso de agua»; que pudimos haber resuelto los
problemas y disfrutarnos, pero que el orgullo, entre otras cosas,
nos mantuvo endurecidos. Tenemos que resolver todos nuestros
conflictos no resueltos en los dos lugares más importantes de la
vida: la familia y la iglesia.
Hoy me hago eco de las palabras de mi esposo al salir del
hospital: «El Cuerpo de Cristo es lo más glorioso que tiene la
tierra. Cada oración se responderá, ninguna se perderá. Valoren a
su familia, pues es lo más grande que tenemos en la vida después
de Jesús».
Amados, ¡no es tiempo de callar ni de dormir! Es tiempo de
predicar la verdad y de testificarle al mundo lo que hemos creído
sobre Jesucristo.
¡Sal de tu burbuja! Es tiempo de orar y resolver cualquier
conflicto con Dios y con los hombres. Vivimos un tiempo de gracia
único en la historia de la iglesia y se nos demandará mucho.
Prepárate para anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó de
las tinieblas a su luz admirable. Nosotros, la Iglesia, somos la voz
profética de Dios en estos tiempos finales.
CAPÍTULO 2
EL YUGO DE DIOS
Me atrevo a escribir sobre este tema en pleno siglo veintiuno porque
he puesto a prueba todos los principios expuestos en este libro y te
aseguro, por experiencia propia, que dan resultado. Las veces que
he descuidado esta «filosofía de vida» me he deteriorado como ser
humano; y no es hasta que recapacito, que vuelvo a concluir que
fuera de Él nada somos y que fuera de las reglas que gobiernan en
este reino nada da resultado.
Entonces, me acomodo en «su yugo», y comienzo a disfrutar la
vida en paz y armonía. No solo me deleito con mi esposa de
cuarenta y cuatro años de casados, sino que disfruto de todos los
frutos de nuestra relación. Además, cuando uno camina en este
«orden», Dios mismo nos recompensa con su favor y bendición.
Estamos testificando sin palabras, pues su Palabra es la verdad que
ha rechazado el mundo, negándose a sí mismo la prosperidad
prometida por Dios para los que le obedecen.
CLAVES PARA LA VIDA
En el Evangelio de Mateo encontramos el siguiente pasaje que nos
da una serie de claves para la vida:
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os
haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí,
que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mateo
11:28-30)
Entonces, ¿cuáles son esas claves de la vida para gozar de las
relaciones interpersonales más extraordinarias que te harán crecer
como ser humano y como cristiano, y que llenarán tu vida de
muchas satisfacciones?
Analicemos lo que nos enseña el pasaje anterior:
Primera clave: «Venid a mí»
Dios promete que nos hará descansar cuando nos
acerquemos a Él. La forma de hacerlo es a través de la
oración simple, conversacional, donde podemos ser nosotros
mismos, de manera franca y sincera. Ese lugar que escoges
para desahogarte y volcar todas tus emociones y sentimientos
heridos, y donde puedes volver a llenarte de la presencia de
Dios. Jesús prometió que enviaría el Consolador, el Espíritu
Santo, para sanar todas nuestras dolencias del alma y del
corazón. Créanme... es maravilloso lo que ocurre cuando nos
desahogamos con Dios.
Segunda clave: «Yo os haré descansar»
Ese descanso que Dios promete se experimenta mediante su
paz. Después de un toque del «dedo de Dios», una paz
inexplicable inunda nuestro interior, aunque el problema no
esté resuelto. Después, la crisis pierde grandeza y
complejidad. Y si así no fuera, no nos importa mucho porque
sentimos una tranquilidad que responde a la confianza de que
Dios tiene el control.
Tercera clave: «Llevad mi yugo sobre vosotros»
Después que reconocemos que la vida no tiene sentido sin
Dios, y que nuestra inteligencia y nuestro conocimiento no
son suficientes para lograr ser feliz, comenzamos a buscar el
consejo de Dios. Le pedimos instrucciones para salir de
nuestros conflictos y problemas. Nuestras oraciones se
convierten en preguntas genuinas como: «Señor, ¿qué debo
hacer?». Luego, vendrán las respuestas del Señor. No
necesariamente escucharemos cosas agradables y tal vez no
sea sencillo lidiar con esto. Ahora bien, no habrá duda de que
los resultados de la obediencia serán revolucionarios.
Por lo tanto, el consejo divino es: «Llevad mi yugo sobre vosotros,
y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mateo
11:29).
ENTONCES... ¿DIOS TIENE UN YUGO?
Para los que se están preguntando qué es un yugo, deben saber
que es un instrumento muy pesado de madera con dos espacios
para acomodar el cuello de dos bueyes juntos. Al amarrar el yugo a
los cuernos de los bueyes, se ven obligados «a caminar juntos». De
esa manera, el agricultor cuenta con la fuerza de dos animales para
labrar la tierra seca y endurecida. Si no se usara un yugo, los
bueyes no caminarían juntos y sus fuerzas se dividirían en
diferentes direcciones haciendo imposible o muy difícil la tarea del
labrador.
Es obvio que esto nos enseña a gritos que sin el «yugo divino»
somos como veletas al viento, llevados de aquí para allá según
donde la corriente de nuestra propia concupiscencia quiera
llevarnos. Sin el yugo de Dios seremos tan variantes como se le
antoje a nuestro egoísmo. Por favor, no te sorprendas de lo que
digo, porque todos somos egoístas por naturaleza y tendremos que
luchar contra eso toda la vida.
«Llevad mi yugo» es el principio de vida más claro que Jesús haya
podido enseñar, pues se ajusta a todas las relaciones
interpersonales a cualquier nivel. El matrimonio, que es la relación
más profunda, íntima y compleja por el grado de compromiso que
requiere, no lograría caminar en armonía hacia un mismo objetivo
sin el yugo de Dios. No podríamos alcanzar nuestras metas, mucho
menos las de Dios.
Por lo tanto, necesitamos algo que nos controle, una autoridad
que nos limite a caminar «al son que Él nos toque», a fin de que su
melodía nos marque el paso. Así podremos «bailar» con extremada
elegancia y llegar muy lejos en la vida. Además, los que observan
disfrutarán del espectáculo y querrán aprender a bailar como
nosotros, para parecer así de hermosos. Dios quiera que sean
nuestros hijos los que se deleiten en observarnos y digan: «¡Qué
lindos se ven! ¡Así quiero ser yo cuando me toque tener una esposa
o un esposo!».
El yugo de Dios se define como el madero que nos mantiene
unánimes juntos en armonía, caminando con un mismo propósito en
la vida, que es la Palabra de Dios. En esta ocasión, Jesús lo resume
todo con dos palabras: «Mansedumbre» y «humildad».
Para «aprender a ser manso y humilde de corazón» debemos
conocer el significado de estas dos palabras y así dimensionar la
magnitud del mandamiento.
MANSEDUMBRE
¿Qué es la mansedumbre? Veamos su manifestación...
«De condición benigna y suave». Esto significa que una
persona mansa no responde mal a quien le ha tratado mal,
sino que mantiene la paciencia para responder de manera
suave y positiva, y buscando la paz.
«Insensible, apacible, sosegada y tranquila». El manso es
insensible a la ofensa y a la aspereza. Tiene paz y no permite
que se la roben. Cuando el estrés llega a la puerta de tu vida,
procura mantener la calma para tranquilizar a los demás.
En el ganado, el manso es el que sirve de guía a los demás.
Esto es interesante en particular, pues en el reino de los
animales estos reconocen la autoridad innata que tiene el que
controla sus impulsos y lo siguen. Por eso el más manso del
ganado se convierte en el líder.
En el mundo que vivimos, los seres humanos relacionan la
mansedumbre con la debilidad. No obstante, el manso tiene la
fuerza de controlar lo que descontrola a los otros. Los mejores
líderes mundiales que son respetados y seguidos por inspiración, y
no por intimidación, son los que dirigen con mansedumbre.
En el hogar, los mansos serán los que a la larga se conviertan en
los consejeros de la familia y del matrimonio. Impartirán dirección
cuando los demás estén perdidos en sus problemas y dependerán
de ellos para interceder delante de Dios. El manso es la persona
que cuando habla, todos lo respetan porque se ha ganado ese lugar.
Estos fueron los que, al principio, casi todos atacaron con críticas y
los persiguieron con sus acusaciones, pero que perseveraron al
creer que Dios les haría justicia. A través del tiempo, sus frutos lo
posicionaron en un lugar de honra y de respeto que ahora
reconocen todos.
¿No te parece que vale la pena pagar ese precio?
HUMILDAD
Veamos ahora la humildad y sus características.
«Sumisión y rendimiento». El humilde no resiste, sino que se
rinde para lograr la comunión y la armonía. Busca estrategias
para lograr lo que quiere, pero nunca para poner en riesgo la
relación.
El humilde es servicial y complaciente. Trata a los demás
como si fueran superiores a sí mismo.
La humildad es una virtud que consiste en el conocimiento de
las limitaciones y debilidades propias, y en obrar de acuerdo
con este conocimiento: «No es sabio en su propia opinión. No
tiene más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que
piensa de sí con cordura». El humilde reconoce sus propias
debilidades con sinceridad y es transparente sobre ellas ante
los demás.
Estas son las dos cualidades clave que distinguen el carácter de
Jesús. Por eso, Él dijo: «Aprended de mí, que soy manso y humilde
de corazón». Nadie disfrutará de paz en su vida hasta que se
coloque este yugo sobre su carácter y su temperamento. Tenemos
que convertirnos en gente mansa y humilde. Esposos que tratemos
a nuestras esposas con mansedumbre, mientras las esposas tratan
a sus esposos con humildad.
Ahora bien... ¿y qué hago si no nace de mí esta actitud?
No hay otro lugar donde encontrar las fuerzas para ser de esa
manera. Solo en la presencia de Dios y en la búsqueda de su rostro
para que te invista con su personalidad. Lo que ocurrirá, en esencia,
es que Él mismo vendrá a hacer morada en tu interior para
provocarte a ser así. Eso no significa que tu propio corazón no
tratará de resistirse, pero si estás decidido a ser mejor persona,
optarás por dar el primer paso hacia la mansedumbre y la humildad,
y Dios hará el resto.
Por último, «hallaréis descanso para vuestras almas». Así que a
los que logren ser mansos y humildes, las cosas le saldrán bien, y
mientras se arreglan sus problemas, tendrán paz. Esto se debe a
que la paz de su alma no depende de quienes lo rodean. El manso y
humilde tiene paz porque desarrolló una insensibilidad a las
ofensas.
EL GRANO DE TRIGO, SI NO CAE Y MUERE, NO PUEDE
LLEVAR FRUTO
Los más entendidos ya se han dado cuenta del sentido que tienen
las palabras de Jesús cuando dijo en Juan 12:
Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De
cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra
y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama
su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para
vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo
estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi
Padre le honrará. (vv. 23-26)
Este pasaje declara que todo el que «cae en la tierra» (que se
humilla con actitudes mansas) y «muere» (cede, calla y renuncia de
manera temporal a sus razones por amor a la relación), llevará
mucho fruto.
¡Ay! ¡Cómo duele!
Ahora bien, el que no está dispuesto a «caer y morir», quedará
solo. La mayoría de los que hoy en día están solos después de
haber estado casados, se lamentan reconociendo que pudieron
haber evitado el divorcio y las funestas consecuencias emocionales
y espirituales de este. Si tan solo hubiesen sido un poco más
mansos y humildes en los momentos de conflicto, todo hubiera sido
distinto. A la vez descubrieron que las otras relaciones que han
tenido fueron más de lo mismo.
Conclusión: El denominador común fue la inmadurez.
TÚ DECIDES CÓMO REACCIONARÁS A ESTAS
VERDADES
Al leer este libro, tú decides cómo querrás reaccionar a las verdades
vertidas en estas enseñanzas. Hay una parábola en los Evangelios
donde se explica las diferentes reacciones que los seres humanos
asumimos ante la Palabra de Dios, y es la parábola del sembrador.
Esta habla acerca de la semilla que cayó en el camino, la que cayó
en un pedregal, la que cayó entre espinos y la que cayó en buena
tierra.
He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba,
parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la
comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra;
y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido
el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó
entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte
cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y
cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga. (Mateo
13:3b-9)
Luego, Jesús continúa explicando en los versos del 18 al 23:
Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: Cuando alguno
oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata
lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado
junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el
que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene
raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción
o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. El que
fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el
afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y
se hace infructuosa. Mas el que fue sembrado en buena tierra,
este es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a
ciento, a sesenta, y a treinta por uno.
¿DÓNDE ESTÁN MIS DERECHOS HUMANOS?
Es probable que algunas de estas verdades te hagan sentir
indignado porque no parecen «preceptos justos para tus derechos
humanos», ¡pero espera, espera! ¿Quién dijo que el evangelio era
justo? Ni siquiera Jesús reclamó diciendo que su Reino era justo. La
lucha de Jesús era una revolución de misericordia, no de justicia.
Por eso dijo que no había venido para buscar a justos, sino a
pecadores. Y que aquel que estuviera libre de pecados, que tirara la
primera piedra. ¿Por qué? Porque si todos hemos pecado, todos
fuimos objeto de la misericordia de Dios. Por lo tanto, todos los
perdonados tenemos la obligación de perdonar, y a todos los que
nos han cubierto de misericordia tenemos que ofrecer misericordia a
los que nos ofenden.
Ninguna oración se escuchará en el cielo si no perdonamos a
nuestros deudores de amor. En Mateo 6, cuando Jesús nos enseñó
a orar, dijo lo siguiente:
Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros
perdonamos a nuestros deudores [...] Porque si perdonáis a los
hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro
Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. (Mateo
6:12, 14-15)
¡NO PERMITAS QUE TE ROBEN!
El que no quiera escuchar estas palabras será como la semilla que
cayó en el camino (haciendo referencia a la parábola anterior): ¡No
la entendió! Entonces, vendrá Satanás y robará la Palabra de su
corazón. Y cualquier otra que le quede, de lo poco que tenga, la
robará también. Estos son los que aun asistiendo a la iglesia se
divorcian y justifican su decisión por otras razones que no son las
bíblicas. Se hacen sabios en su propia opinión, y llegan a
conclusiones lógicas y muy humanas. ¡Claro! Con todo el respaldo
de «los que te aman», que pasan por alto las verdades
revolucionarias de Dios, estas verdades no son fáciles de aplicar,
pero siempre han dado los mejores resultados.
Por eso, si estuviera en alguna crisis, preferiría estar rodeado de
los que conocen el consejo de Dios, aunque sus palabras hieran
«mis sentimientos saturados de carne y sangre». Proverbios 27:5-6
dice: «Mejor es reprensión manifiesta, que amor oculto. Fieles son
las heridas del que ama». ¡Sí! Por favor, hiéranme con la verdad que
me hará libre de mí mismo y no me tengan lástima. Gracias por
llorar conmigo, eso me alienta y me consuela. No obstante, díganme
la verdad de Dios aunque no me agrade. Una sola verdad de Dios
es más poderosa que muchas razones humanas.
Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni
vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos
los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que
vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos. Porque como desciende de los cielos la lluvia y la
nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar
y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así
será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino
que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que
la envié. Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los
montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y
todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso. En lugar
de la zarza crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán;
y será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será
raída. (Isaías 55:8-13)
¡NO PERMITAS QUE TU CORAZÓN SE CONVIERTA EN
UN PEDREGAL!
Los que reciban con gozo los consejos de este libro, creerán con
esperanza que su matrimonio recuperará fuerzas e ingresará a un
nivel de intimidad mayor. Cobrarán ánimo y comenzarán a aplicar
los principios que restauran las relaciones. Sin embargo, ante el
primer choque con el muro de su cónyuge, frente a la aflicción de la
decepción o la persecución consecuente de nuevas actitudes que
nadie entiende, vendrá el desánimo para hacerlos claudicar y
enseguida dejarán de orar para luego dudar de la eficacia de la
Palabra. Estas situaciones son como la semilla que se sembró en
pedregales. No tienen raíces. Son de corta duración. Entonces la fe
tropieza con la duda y vuelves atrás, a tus viejos métodos de
supervivencia: «la guerra o la huida».
Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se
enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo. (Mateo
24:12-13)
Habrá también algunos que lean este libro y lo consideren bueno,
pero un poco idealista como para ser cierto. O quizá lo visualicen
como una meta inalcanzable, teniendo en cuenta la realidad de su
vida, y digan: «No tengo tiempo para cuidar de mi salud, mucho
menos voy a tener tiempo para aplicar esos principios platónicos.
¡Olvídalo! ¡Gracias! No es para mí». Lo lamentable es que estos
sean los que cumplen la palabra profética de Jesús cuando hizo
referencia a la semilla sembrada entre espinos, que son los futuros
creyentes que están ahogados de afanes y preocupaciones por
causa de sus negocios y trabajos. La Palabra no halla espacio en
sus corazones porque, al parecer, «está fuera de la realidad que
viven». La verdad quedó ahogada y no dio fruto...
NINGUNO PUEDE SERVIR A DOS SEÑORES
Jesús nos dice que solo podemos servir a un señor. Entonces,
¿hacia dónde van dirigidos casi todos nuestros pensamientos,
tiempo y esfuerzos que nos indican a quién servimos? La solución
está en buscar primero a Dios:
Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y
amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No
podéis servir a Dios y a las riquezas. Por tanto os digo: No os
afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de
beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida
más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las
aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en
graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis
vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por
mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el
vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo,
cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun
Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la
hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios
la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué
beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas
estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis
necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el
reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de
mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal. (Mateo
6:24-34)
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mirad
también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se
carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida,
y venga de repente sobre vosotros aquel día. (Lucas 21:33-34)
Los valientes que creen, ya sea por convicción de fe o porque no
tengan otra opción ya que lo han perdido todo y esta es la última
carta que les queda por jugar, tal vez decidan considerar estos
principios antes de rendirse por completo y aplicarlos con fuerza.
Pondrán por obra cada consejo al pie de la letra y no querrán
desviarse ni a izquierda ni a derecha. Esperarán como el buen
labrador que siembra su semilla y sabe que no hallará fruto al día
siguiente, pero con mucha paciencia verá brotar la primera flor y
surgir el fruto final. Estos representan a los de las semillas
sembradas en buena tierra. Llevarán mucho fruto, y cada fruto dará
más fruto. Así aseguran la perpetuidad de la bendición para las
siguientes generaciones por venir.
¿HALLARÁ DIOS FE EN LA TIERRA?
El sueño de Dios es hallar fe en la tierra. Él anhela encontrar
personas dispuestas a creer en lo imposible, a escuchar sus
recomendaciones, aunque les parezcan descabelladas, y ponerlas
por obra. Esas personas descubrirán que lo descabellado de Dios
es más sabio que las filosofías más ilustres de los hombres. Que lo
«sin sentido de Dios» puede revolucionar nuestra vida si
obedecemos con fe en el poder de su Nombre y en la autoridad de
su Palabra.
Por eso, Jesús se maravilló de la fe del centurión cuando creyó
con tanta sencillez en el poder de la Palabra que salía de la boca de
Jesús. Mateo 8 lo describe así:
Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole,
y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico,
gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré.
Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres
bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque
también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes
soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi
siervo: Haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los
que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado
tanta fe. Y os digo que vendrán muchos del oriente y del
occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino
de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas
de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces Jesús
dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue
sanado en aquella misma hora. (Mateo 8:5-13)
EL ESPÍRITU SANTO NOS DESPERTARÁ DEL SUEÑO
Confío en que el Espíritu Santo nos despierte del sueño en que
hemos caído, aunque la Biblia predice que el amor de muchos se
enfriará. Sin embargo, estoy convencido de que los últimos tiempos
será la era donde Dios se glorificará en la Iglesia, restaurando
familias completas. El Espíritu educará al pueblo acerca de cómo
amarse y transformará el corazón de los hombres impartiéndoles el
don de amar a sus esposas de manera sacrificial, como Cristo amó
a la Iglesia. Levantará a las mujeres en una autoridad espiritual sin
precedentes, como fruto del respeto que aprendieron a darle a su
esposo a pesar de sus debilidades. El Señor hará que se torne el
corazón de los padres hacia los hijos y el de los hijos hacia sus
padres, evitando así que la maldición cubra toda la tierra.
He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de
Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres
hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea
que yo venga y hiera la tierra con maldición. (Malaquías 4:5-6)
No hay mayor señal que esta sobre la tierra: que las familias de la
iglesia le muestren al mundo que el orden de Dios no tiene
comparación ni sustitución, que el diseño original todavía da
resultados. Si en ocasiones no fue así, de seguro que se debió a
que nos desviamos del camino y a que caímos en el error de
escuchar la voz de los hombres y no la de Dios revelada a través de
su Palabra. Gracias a la obra del Espíritu Santo pudimos hallar las
sendas antiguas que nos llevaron a descubrir los propósitos de Dios
para la creación. Si caminamos en armonía hacia nuestro propósito,
prosperaremos en todo para testimonio del mundo.
DETENTE Y PREGUNTA POR LAS SENDAS ANTIGUAS
En el hogar, Dios nos señala las sendas antiguas por las que
debemos andar. Solo allí seremos capaces de hallar la paz y el
verdadero descanso para nuestras almas.
Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por
las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y
hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos.
(Jeremías 6:16)
Los que no quieran verlo tendrán que taparse los ojos, pues no
hay peor ciego que el que no quiere ver. Los que no quieran oírlo
tendrán que taparse los oídos. Sin embargo, «el que tiene oídos
para oír, oiga», ya que el mundo verá y oirá cuán sabio fue Dios al
planificar el matrimonio y la familia de la forma que lo hizo.
Mientras el mundo se hunde en una corrupción de grandes
proporciones, la mayor de toda la historia humana, la iglesia
mostrará la senda de la justicia de Dios a través de matrimonios y
familias restauradas.
Esto ocurrirá antes de que venga el día grande y terrible.
¡Amén, Señor! ¡Que así sea! ¡Sí, amén!
CAPÍTULO 3
¿LEALTAD O FIDELIDAD? ¿NO ES LO
MISMO?
Sin duda alguna, la fidelidad exige lealtad. Aun así, a la hora de
analizar todo el significado que encierran estas palabras en la vida
matrimonial, hay que entrar en una serie de detalles que nos
permitan entenderlas en su totalidad. Veamos...
PRINCIPIOS DE VIDA
Permíteme sugerirte que al leer los consejos que desarrollaré a
continuación, no los analices considerando si se ajustan o no a la
situación personal que estás viviendo. Estos «Principios de vida»
son para todos, ya que son verdades fundamentales sobre las
cuales se rigen las relaciones humanas en cualquier circunstancia y
contexto. Como todo principio, tienen una aplicación en cualquier
estructura de vida. Por lo tanto, puedes aplicarlos sin importar la
situación en que te encuentres. De modo que si no eres casado, no
te cierres al asunto. Por el contrario, presta atención con sumo
cuidado. Déjame volver a repetirte las palabras de Jesús: «El que
tiene oídos para oír, oiga» (Mateo 11:15).
Al continuar leyendo el libro descubrirás que obviamente estoy
caminando en la enseñanza y la dirección que Dios me dio para el
matrimonio: la indisolubilidad de la relación y la permanencia del
compromiso. Esto significa que el casado tendrá que quedarse así
por el resto de su vida. Esta es la voluntad de Dios que hizo
«atragantar» a los discípulos cuando oyeron a Jesús hablar sobre la
permanencia del matrimonio.
A través de los principios bíblicos descubrirás lo que Dios persigue
mediante la vida matrimonial y cuáles son sus propósitos desde el
origen de la familia en el Edén. Conoceremos también los propósitos
e intenciones de Dios aun para los que forman parte de una relación
dañada que tuvo un mal comienzo. También hay planes divinos para
esos a quienes «Dios no unió», aunque estos no permanezcan
unidos para siempre. Si una relación es irreparable, Dios sigue
teniendo propósitos contigo y con la otra persona, porque Él te creó
para tener éxito en la vida a través de relaciones interpersonales
saludables. ¡Sí, hasta con tus «enemigos»! Recuerda, las verdades
de Dios son universales.
Así es que para los que ya están «atragantados» como los
discípulos, reciban esta palabra en su corazón con mucho amor y
humildad, a fin de que no les tengan que dar reanimación
cardiopulmonar mientras lean este libro.
Te pido, por favor, que no me escuches a mí. Inclina tu corazón a
la Palabra y oye la voz de Dios a través de estos principios.
AJÚSTATE EL CINTURÓN DE SEGURIDAD QUE... ¡AQUÍ
VAMOS!
El profeta Malaquías dice lo siguiente:
¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un
mismo Dios? ¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno
contra el otro, profanando el pacto de nuestros padres? Prevaricó
Judá, y en Israel y en Jerusalén se ha cometido abominación;
porque Judá ha profanado el santuario de Jehová que él amó, y
se casó con hija de dios extraño. Jehová cortará de las tiendas de
Jacob al hombre que hiciere esto, al que vela y al que responde, y
al que ofrece ofrenda a Jehová de los ejércitos.
Y esta otra vez haréis cubrir el altar de Jehová de lágrimas, de
llanto, y de clamor; así que no miraré más a la ofrenda, para
aceptarla con gusto de vuestra mano. Mas diréis: ¿Por qué?
Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud,
contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la
mujer de tu pacto. ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de
espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia
para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis
desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová
Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre
de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos,
pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales. (Malaquías 2:10-
16)
Ahora, desarrollaré algunas frases de este pasaje bíblico, de modo
que le encontremos sentido a cada uno de los principios que revela.
«¿No tenemos todos un mismo padre?»
Las dos personas que conforman un matrimonio tienen el
mismo Padre, Dios. Como todo buen Padre, ama por igual a
sus hijos y siempre procurará mantener una relación cercana,
saludable, en comunión y reconciliadora entre ellos.
Entonces, si ambos somos sus hijos, ¿por qué nos atacamos
como si fuéramos extraños o enemigos? Cuando Dios nos ve
disgustados el uno con el otro, no le da mucha importancia a
quién tiene la razón, sino que se detiene a observar la
comunión rota entre dos de sus hijos.
Cuando como padres teníamos que intervenir en algún
conflicto entre nuestros hijos, lo que más nos preocupaba
eran las actitudes que cada uno asumía durante el conflicto.
Nunca dimos por sentado que no tendrían peleas, discusiones
y desavenencias, pero siempre procurábamos que las
resolvieran. Por lo tanto, observábamos qué acciones
negativas asumieron durante el conflicto para luego
hacérselos notar y corregirlos. Como padres, nuestro interés
era que ambos aprendieran de la experiencia y terminaran en
una mejor relación, más madura.
En nuestro hogar, cuando nuestros hijos se enfrentaban, lo
primero que observábamos como padres y jueces del
conflicto era cómo se trataron. Si descubríamos que nuestro
hijo tenía la razón, pero que agredió a su hermana como
producto de su frustración, no le podíamos hacer justicia
porque pecó en el proceso. Ambos recibían disciplina. Ella por
haber provocado el problema. Él por haberla agredido.
Después les explicábamos que en la vida siempre tendrían
conflictos donde los demás actuarían de manera indebida. No
obstante, debían saber que lo malo de otros no era una
justificación para que respondieran de la misma manera. Les
enseñamos que solo les haríamos justicia cuando
respondieran con humildad ante «el ofensor». ¡Solo entonces
les dábamos todo nuestro respaldo a su causa!
Lo mismo ocurría cuando nuestra hija tenía la razón, pero
que en el proceso le faltaba al respeto a su hermano. Ambos
recibían disciplina. No terminábamos el proceso de corrección
hasta que los dos se pedían perdón y se daban un abrazo
reconciliador.
Luego de estas enseñanzas, nuestros hijos aprendieron que
era conveniente asumir actitudes mansas en medio de los
conflictos para que: «Papá nos haga justicia; porque de lo
contrario, los dos sufriremos las consecuencias». ¿Acaso no
es justo lo mismo que siente Dios cuando cada uno reclama
justicia, pero no cuida la manera en que reacciona durante el
conflicto? Lo peor de todo es cuando la actitud que asumió
fue ofensiva e irrespetuosa, y el producto final fue el enojo y el
rechazo. Esto sin mencionar la agresión.
Dios no atenderá nuestras necesidades hasta que
aprendamos a tratarnos bien durante los conflictos. Si
queremos que Dios nos respalde en nuestras razones, aun
cuando estemos
airados, tendremos que tratar con respeto a nuestro cónyuge.
Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro
enojo, ni deis lugar al diablo. (Efesios 4:26-27)
Es lamentable, pero aun cuando tengamos la razón, Dios
no nos hará justicia si los procedimientos que utilizamos no
fueron los apropiados. Aunque tengamos la razón, el Señor
nos disciplinará porque para Él es más importante la
comunión que la razón.
«¿No nos ha creado un mismo Dios?»
Esta pregunta lleva implícita una clara respuesta: En el
matrimonio, los dos debemos rendirle cuentas a Dios, el
Creador, por lo que hacemos con esta relación que consagró
Él.
Cuando el pacto matrimonial se hace delante de Dios, al
invocar su nombre sobre nosotros decidimos someter nuestra
relación a su autoridad. Rogamos su bendición, pero esta
tiene un precio: Nuestra sujeción al sistema de valores
establecido por Él para el matrimonio. Ese día en el altar
decidimos que Dios sería el juez entre nosotros. No debes
olvidar que tu Dios es el mismo que el de tu cónyuge.
Supongo que este pensamiento nos pone en perspectiva a
la hora de tomar decisiones. Quizá muchos no estuviéramos
al tanto de los compromisos incurridos en el altar cuando
sellamos el pacto de lealtad con los anillos. Con todo, la
ignorancia no nos exime de responsabilidad. Habrá
misericordia para el ignorante, pero nada lo exime de asumir
la responsabilidad ante lo que es la voluntad del Dios
Soberano.
Algunos dirán: «Bueno, pues... si el asunto es así, mejor
juntarnos sin casarnos para no tener que rendirle cuentas a
Dios y poder tomar las decisiones que mejor nos convenga a
cada uno sin necesidad de sujetarnos a nadie».
Es de lamentar que este sea el camino que muchos han
decidido tomar. Sin embargo, olvidan que este mundo le
pertenece a Jehová Dios y que ellos no se crearon a sí
mismos. Por lo tanto, no tienen opciones. Están bajo un reino
del cual, mientras vivan allí, tendrán que sujetarse a sus leyes
y reglamentos. Además, es necesario saber que los reinos de
este mundo les sacan provecho a sus ciudadanos y se
enseñorean sobre ellos. El reino de Dios, en cambio, no tiene
comparación porque envió a su Señor a morir por nosotros y
a prepararnos para que disfrutemos de sus riquezas en gloria.
A la larga, nos pondrá a reinar junto con Él para vergüenza de
todos los que no creyeron ni quisieron someterse al Dios
Creador. ¡Aunque parezca mentira!
Ese Dios Creador determinó que en la unión sexual entre
un hombre y una mujer tiene que mediar un pacto. Todo pacto
válido requiere una autoridad que los una, testigos que lo
confirmen y un documento que lo certifique. El primer
matrimonio celebrado en la historia cumplió con esos tres
requisitos. Dios mismo, la autoridad máxima en los cielos y la
tierra, los casó. Los ángeles fueron los testigos y se
documentó en el libro del Génesis. Este es el primer
documento de Registro demográfico de la humanidad. Por
eso, a toda unión consensual que no está bajo la bendición
de Dios, nada podrá justificarla y se declarará una unión
fornicaria.
«¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente?»
Es importantísimo definir lo que es ser desleal, pues para la
mayoría de las personas la palabra significa «infidelidad»,
pero esa no es su definición en realidad.
La definición del diccionario para la palabra «lealtad» es:
«Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las
del honor y hombría de bien»[1]. Explicado en otras palabras,
es saber tratar con honor a su cónyuge por lo que es y no
necesariamente por lo que hace ni por cómo se comporta.
Podemos decir... ¡Ay! ¡Cómo duele!
Si una persona leal es la que trata a su cónyuge conforme a
lo que es, cabe la pregunta: «¿Y quién es tu cónyuge por
definición bíblica?». La respuesta es la siguiente:
Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente,
dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a
coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras
oraciones no tengan estorbo. (1 Pedro 3:7)
Para que no haya lugar a dudas, un coheredero es quien va
a heredar junto con nosotros y va a disfrutar lo mismo que
nosotros del lugar y de los privilegios de la herencia. Lo
recibirá el mismo Dios que nos recibirá a nosotros cuando
entremos al Reino de los cielos.
El diccionario continúa definiendo la palabra «lealtad» así:
«Amor o gratitud que muestran al hombre algunos animales,
como el perro y el caballo»[2].
Sabemos que no siempre los amos tratan bien a sus
mascotas o animales de servicio. Sin embargo, estos siempre
son leales. El «mejor amigo del hombre» siempre está al lado
de su amo de manera incondicional, listo para darse por él
cuando este lo necesite. Lo protege aunque no sea el perro
más satisfecho del mundo. A pesar del trato que recibe,
siempre que se lo permitan, procurará dormir al lado de su
amo.
¡Qué bofetada! ¿Verdad?
Por lo tanto, un individuo leal es aquel que sabe honrar a
otra persona sin importar los problemas que pueda tener con
ella. En fin, esto nos enseña que, si aplicamos la capacidad
de lealtad que tienen estos animales, nunca debemos
abandonar a nuestros cónyuges, y mucho menos en tiempos
de crisis.
«Profanando el pacto de nuestros padres»
El pacto de nuestros padres es la bendición de Abraham que
Dios les prometió a todas las familias de la tierra. Esta no es
automática para todos los seres humanos, sino solo para los
que imiten la fe de Abraham, considerado a través de la
historia como el «padre de la fe». Las religiones más
importantes del mundo, como el judaísmo, el islamismo y el
cristianismo, concuerdan con el lugar de honra que ocupa
Abraham como fundador o padre de sus respectivas
religiones. La promesa de Dios para él fue: «Y serán benditas
en ti todas las familias de la tierra» (Génesis 12:3b).
El compromiso que Jehová hizo se establece sobre el
fundamento familiar que Abraham creó como resultado de su
fe en Dios. Veamos lo que encontramos en Génesis:
Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer,
habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y
habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la
tierra? Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa
después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo
justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham
lo que ha hablado acerca de él. (Génesis 18:17-19)
Este fundamento familiar se resume de esta manera:
Primero, amó a su esposa y se unió a ella; y segundo, amó
con pasión a su hijo mucho antes de que naciera y se
comprometió con enseñarle a adorar y amar a Dios. Su
compromiso se probó hasta lo sumo, y por su obediencia
ganó un lugar de honra delante de Dios y mucha prosperidad.
Este fundamento de vida familiar abrahámica aplicado a
nosotros se traduce en lo siguiente:
1. El ambiente de la familia debe estar caracterizado por
el amor que los padres se ofrecen entre sí.
2. El amor a los hijos y el compromiso en cultivar su vida
espiritual como la prioridad de su vida. Todo lo anterior
debe ser el fruto de nuestro amor por Dios y respeto por
su voluntad.
Concluimos que todos los que vivan sobre este mismo
fundamento y estilo de vida familiar provocarán que toda la
bendición y prosperidad que Dios le prometió a Abraham
caiga sobre ellos también. En esto se cumple la promesa de
Dios: que en la fe de Abraham serían benditas todas las
familias de la tierra.
Por lo tanto, no vivir este estándar de vida es «profanar el
pacto de nuestros padres espirituales», de los cuales
Abraham es el primero. Es bueno señalar que este
fundamento familiar también caracterizó la vida de Isaac,
Jacob y los descendientes directos de Abraham.
«Judá ha profanado el santuario de Jehová que él amó, y
se casó con hija de dios extraño»
Judá, uno de los hijos de Israel, profanó el templo o el
santuario de Dios. La razón fue que se casó con la hija de un
dios extraño. Esto muestra con claridad que la unión
matrimonial también es espiritual, y por eso es necesario
rendirle cuentas al único Dios verdadero. De ahí que casarse
con una persona de fe pagana, o de ninguna fe, es
contraproducente y atenta contra los propósitos de Dios para
la familia.
Por eso unirse a una persona no creyente es faltarle al
respeto a Dios que constituyó el matrimonio bajo estatutos
muy específicos. Es profanar el santuario donde se invoca su
nombre. En esta era posmodernista hay cristianos que
justifican algunas uniones matrimoniales sobre la base de
argumentos humanistas que carecen de fundamento bíblico.
Estos argumentos tienen mucho sentido y resultan ser
análisis lógicos e inteligentes, pero violentan la voluntad de
Dios.
Sé que lo antes expresado parece muy duro, pero esa es la
verdad de Dios. Cabe decir que si alguien ha violentado algún
principio del Reino de Dios, solo tiene que humillarse ante Él y
pedirle perdón. Si hay algo que abunda en el Reino de Dios
es la misericordia.
«Haréis cubrir el altar de Jehová de lágrimas, de llanto, y
de clamor; así que no miraré más a la ofrenda, para
aceptarla con gusto de vuestra mano. Mas diréis: ¿Por
qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de
tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu
compañera, y la mujer de tu pacto»
Es evidente que esta palabra está dirigida a los cristianos que
oran en los altares, clamando y gimiendo delante de la
presencia del Señor buscando su bendición y el respaldo del
Espíritu Santo. El Señor no escuchará ni tomará en cuenta
todo ese despliegue de espiritualidad. Cuando hay obstáculos
en la oración, no llega la bendición.
Entonces, quizá se pregunten: «¿Por qué Dios nos está
dando la espalda?». Según este pasaje, la razón es clara:
Porque Jehová ha atestiguado. Él ha sido el testigo silencioso
de cómo nos hemos comportado con nuestro cónyuge. Dios
observa con dolor y tristeza en su corazón cuando en el
santuario de nuestro hogar se escuchan gritos de ira,
palabras hirientes, críticas denigrantes, gestos
desagradables, tonos de voz desafiantes, irrespetuosos y
hostiles; actitudes de desprecio, silencios de rebeldía y
alejamientos de repudio, por mencionar solo algunos.
Debemos recordar que Dios exige un ambiente especial en
nuestro hogar y tenemos la responsabilidad de procurarlo y
mantenerlo. Esta clase de ambiente asegura que esa relación
sea permanente. La palabra que lo resume todo es: AMOR.
Sin embargo, como esta palabra ya está viciada, y en estos
tiempos significa tan poco, debemos cambiarla por otra
palabra que Dios utiliza de manera profética en las Escrituras:
HONRA. Digo que de manera profética porque como Él sabía
que el amor perdería su significado en los últimos tiempos,
adelantándose a los acontecimientos utilizó la palabra
«honra» para ayudarnos a interpretar como es debido lo que
quería decir.
Muchos creen que aman por lo que sienten y se olvidan de
que lo que sienten solo lo saben ellos. En otras palabras, el
receptor del amor no siente que le aman a menos que se lo
demuestren, debido a que el amor sin obras es muerto.
Algunos piensan que al sacrificarse en lo laboral para llevar
provisión y suplir las necesidades del hogar están
demostrando el amor. A pesar de eso, te aseguro que toda la
familia estaría dispuesta a renunciar a esas comodidades si
tan solo tuviera la dicha de disfrutar de ti en un ambiente de
gozo, alegría, paz, comunión, armonía, comunicación bilateral
cómoda y relajada, además de
halagos y reconocimientos de afirmación que les ofrezcas
de forma continua. Esto último es honra. Aunque muchos
ponen por excusa que sus trabajos, negocios o actividades
«se lo impiden» porque le roban todo el tiempo.
La honra no expresada pierde su significado y se convierte
solo en «buenas intenciones», y de bienintencionados está
lleno el infierno. ¡Ay, perdón! Se me escapó...
Cuando en ese ambiente de honra empieza a descuidarse
la unidad, esa relación entra bajo amenaza. Los impulsos de
la
carne comienzan a tomar dominio. Las reacciones egoístas,
la manipulación y la arrogancia minan poco a poco la relación.
La tristeza y el dolor complican aún más la reconciliación y la
impiden. Entonces, las diferencias que Dios creó entre el
hombre y la mujer para que se complementaran y los uniera
más, en este tiempo representan elementos de división y
frustración por no entenderse. Sumado a eso, ahora nuestra
vida espiritual cae al fondo del barril porque Dios no está
dispuesto «a negociar» con los que no sean capaces de
caminar en comunión, pues no estuvieron dispuestos a
someterse al «yugo de Dios».
El respeto por Dios nos obliga a resolver nuestros conflictos
debido a que el amor por su autoridad doblega nuestra
voluntad. El temor de Dios nos hace someternos a Él y
aceptar sus veredictos.
«¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de
espíritu?»
Dios está preguntando: «¿Acaso no los hice yo uno?». Aquí
continúa revelándonos otra gran verdad: En la unión hay
«abundancia de espíritu». Justo por eso es que Satanás tiene
su mira puesta contra esta unidad llamada matrimonio, pues
si la debilita o destruye, también debilita o destruye nuestra
vida espiritual.
El matrimonio es una unión poderosamente espiritual
porque es el reflejo de Dios que muestra su semejanza en la
tierra. Imagínate que cuando Dios quiso crear al hombre dijo:
Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de
los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal
que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su
imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Y los bendijo Dios. (Génesis 1:26-28a)
Nuestra semejanza a Dios no solo es en lo individual, sino
también en lo relacional como pareja. Al igual que lo son entre
sí (refiriéndome a las tres personas de la Trinidad), tenemos
que ser entre nosotros, varón y hembra, complementándonos
en una unidad permanente e indisoluble. Basado en el pasaje
anterior, me atrevo a concluir que lo más parecido al Trino
Dios en la tierra es el matrimonio. Esto explica por qué hay
abundancia de espíritu en él.
Jesús habló sobre el matrimonio y le dio un carácter tan
serio a la relación que creó preocupación entre sus discípulos.
Lee con detenimiento este pasaje:
Aconteció que cuando Jesús terminó estas palabras, se
alejó de Galilea, y fue a las regiones de Judea al otro lado
del Jordán. Y le siguieron grandes multitudes, y los sanó
allí.
Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y
diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por
cualquier causa? Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis
leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los
hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se
unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que
no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que
Dios juntó, no lo separe el hombre. Le dijeron: ¿Por qué,
pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? Él
les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os
permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue
así. (Mateo 19:1-8)
¡Qué verdad tan contundente la que enfrenta nuestra
conciencia! Moisés les permitió a los israelitas dar carta de
divorcio y repudiar a sus mujeres debido a la dureza de sus
corazones. Por la vía de la concesión se les permitió el
divorcio a los que querían separarse a toda costa, pero Jesús
aclara que fue porque poseían un corazón contencioso. Sin
embargo, en un inicio no fue así. ¿Por qué ustedes creen que
Jesús hace mención que «al principio no fue así»?
Contestamos esa pregunta con otra pregunta: ¿A qué vino
Cristo? Hasta los cristianos más modernos contestarían lo
que todos sabemos: Jesús vino a restaurar todas las cosas
como fueron en un principio de la creación, antes de que el
pecado entrara al mundo. ¿Acaso esto no incluye al
matrimonio? Por eso la contundente respuesta de Jesús: «Así
que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que
Dios juntó, no lo separe el hombre» (Mateo 19:6).
«¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia
para Dios»
Esta es una pregunta retórica que está haciendo Dios. No
espera respuesta porque Él mismo la va a contestar.
«¿Y por qué uno?». En otras palabras, ¿por qué los hizo
uno? La respuesta es que Dios buscaba una descendencia.
¡Qué verdad tan fuerte reveló Dios en esta declaración! ¡Vaya!
Esto significa que para lograr esa descendencia hizo que el
hombre y la mujer fueran uno.
«Los hizo uno». Esta frase no solo revela que les dio la
capacidad de convertirse en una sola carne, refiriéndose a las
relaciones sexuales, sino también los hizo espiritualmente uno
de modo que puedan darle descendencia a Dios. Él nos hizo
«uno» para que seamos una fuente de hijos para el Reino de
los cielos.
Sin embargo, es casi imposible lograr que nuestros hijos
amen a Dios y se interesen por integrarse a su reino, si los
padres no conviven en unidad. Por eso impartió su imagen a
la unidad del matrimonio, semejante a la unidad de la
Trinidad, para que a través de la exposición a esa relación de
amor matrimonial, los hijos descubrieran la revelación de
Dios.
Nacer en este mundo no nos hace hijos de Dios, sino sus
criaturas, parte de su creación. Haber nacido del Espíritu nos
hace hijos de Dios, según Jesús se lo explicó a Nicodemo.
Esta verdad se encuentra en el capítulo 3 de Juan:
Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo,
un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y
le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como
maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú
haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no
puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede
un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por
segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió
Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de
agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo
que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del
Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es
necesario nacer de nuevo. (Juan 3:1-7)
Los descendientes de Dios son los que Él reconoce como
hijos. En otras palabras, la forma más eficaz de dirigir a los
hijos a la fe y al amor por Dios es mostrándoles el amor de
Dios a través de cómo los padres se aman entre sí. La lealtad
(honra) matrimonial provoca que los hijos abracen a Dios.
¡Qué principio espiritual tan poderoso!
«Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis
desleales para con la mujer de vuestra juventud»
Las Escrituras, en el capítulo 2 de Malaquías, nos da la
solución para lograr que no seamos desleales: «Guardaos en
vuestro espíritu» (v. 15). Es decir, «cuidarnos de manera
espiritual». Es obvio que nos recuerda que sin Él nada
podemos hacer. Tener del mismo amor de Dios es el
resultado de una relación diaria con Él. Aquel que guarda la
comunión verdadera con Dios, también la guarda con su
cónyuge. Por eso, el apóstol Juan nos dice:
Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es
verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van
pasando, y la luz verdadera ya alumbra. El que dice que
está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en
tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y
en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano
está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va,
porque las tinieblas le han cegado los ojos. (1 Juan 2:8-11)
Nadie puede tener comunión con Dios sin tenerla con su
cónyuge. El que dice que tiene una buena relación con Dios y
no la tiene con su cónyuge, se está engañando a sí mismo.
Por eso es que las Escrituras confirman que nuestras
oraciones tendrían estorbo por las asperezas con que
tratamos a nuestra pareja. En 1 Pedro 3:7 encontramos:
Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente,
dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a
coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras
oraciones no tengan estorbo.
Mientras más me acerque a Dios, más cariñoso y afectuoso
seré. Si descuido mi relación con el Espíritu Santo, de manera
automática comienza un proceso de deterioro interno que se
reflejará en mi manera de tratar la relación. Cuando estamos
en la carne, es difícil de sostener la relación matrimonial.
La luna de miel más extraordinaria que ha existido en toda
la creación fue la de Adán y Eva. Imagínate, todo era
perfecto. Eva no sufría dolores, ni tenía molestias físicas
durante la relación íntima con Adán. El deseo sexual de Eva
era parecido al de Adán. Todo era maravilloso, así que cada
uno de los encuentros sexuales era poderoso.
Sin embargo, en cuanto entró el pecado, las cosas
empezaron a cambiar dentro del corazón de ambos. El primer
conflicto matrimonial registrado en la Biblia fue cuando Dios
los enfrentó por haber comido del fruto prohibido y la
respuesta de Adán fue culpar a Eva.
¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y
el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera
me dio del árbol, y yo comí. (Génesis 3:11b-12)
¡Qué actitud de poco hombre! «Tiró al medio», a su mujer.
La culpó, como si lo hubiera obligado. Adán fue un cobarde.
En vez de enfrentar la situación y asumir su responsabilidad,
expuso a su esposa. Hasta casi acusa a Dios de haberle dado
una esposa defectuosa. Desde entonces, muchos hombres
han asumido esa misma actitud. No quiero excluir a las
mujeres, porque una cada vez mayor cantidad de ellas actúan
de la misma manera y... ¡se armó la guerra!
¿A qué conclusión deberíamos llegar cuando actuamos
así? ¡Que estamos en pecado! Estamos «caminando en la
carne» y nos dominan los frutos de la carne. De alguna
manera me he contaminado con el mundo y por eso el
Espíritu ya no tiene el control de mi vida, sino que está
contrito.
El remedio a este conflicto es buscar el rostro de Dios y
arrepentirnos. Limpiar nuestro corazón pidiéndole al Espíritu
Santo que entre y saque lo tenebroso de nuestro interior. Por
lo general, no nos damos cuenta de que en cuanto la maldad
entra al corazón, la carne toma el control y dejamos de ser
puros. Aun así, lo importante es que cuando veamos los
frutos correspondientes a la carne, nos detengamos y
corramos a los pies de Jesús, a fin de darnos una «limpieza»
espiritual.
Todo esto les ocurre al pobre y al rico, al profesional y al
obrero, al cristiano profeso y al que no asiste a la iglesia.
También les ocurre a los pastores, apóstoles, profetas,
maestros de la Palabra y a los diáconos, etc. Nadie está
exento de que la carne interfiera en nuestra paz matrimonial.
Satanás sabe utilizar de manera estratégica los designios de
la carne, y por eso su principal objetivo es lograr que el afán
de este mundo nos aleje un poco de Dios. Solo un poco será
suficiente...
«Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el
repudio,
y al que cubre de iniquidad su vestido»
Dios aborrece el repudio. Es obvio que esta palabra se utiliza
en la Biblia para referirse al divorcio. No obstante, el
significado de «repudiar» en el diccionario es: «Rechazar
algo, no aceptarlo»[3]. De modo que el que se divorcia decide
no aceptar más a su cónyuge tal como es, sino que le
rechaza. Dios aborrece esta actitud, ya que el amor es una
dinámica continua de aceptación y perdón. Aceptamos al otro
por quien es, no por lo que hace o no hace. El compromiso de
permanecer siendo compañeros no se basa en méritos
personales, sino en un amor incondicional. Dios lo estableció
de ese modo porque Él es así con nosotros.
Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos,
porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son
cada mañana; grande es tu fidelidad. (Lamentaciones 3:22-
23)
Tal vez te preguntes: «¿Y quién podrá cumplir ese
estándar? ¿Quién podrá mantener un compromiso tal con su
cónyuge si las cosas van mal?». Eso mismo le dijeron los
discípulos a Jesús en Mateo 19:10: «Si así es la condición del
hombre con su mujer, no conviene casarse». Claro, que para
quien lo mira desde la perspectiva de la carne, como lo veían
ellos, le es imposible mantener ese pacto tan firme. Sin
embargo, para quien lo ve en el Espíritu, advierte una
oportunidad para crecer a la medida de la estatura de Cristo,
pues la gracia de Dios lo capacitará para salir victorioso, y le
concederá la sabiduría y las estrategias para resolver
conflictos. Además, le dará humildad y mansedumbre para
ayudar a su cónyuge a crecer y madurar.
ENTONCES... ¿QUÉ DECIDES?
El mensaje de Malaquías es bastante claro. Tal vez no hayas
descubierto estos maravillosos principios de vida que encierran ese
párrafo. No sé si a ti te ha ocurrido lo mismo, pero después de
exponerme a un análisis bíblico de esta índole quedó en mí una
sensación de impartición de dirección. Quedé contemplativo, junto
con una energía impulsora, con ganas de practicarlo, aun cuando sé
que hacerlo me va costar caro, y le dará mucho dolor y humillación a
mi naturaleza caída.
A pesar de eso, ¡quiero lograrlo! Por Dios y por mí. Por mi esposa
y por mis hijos. Por mi congregación y por la Iglesia de Jesucristo.
Por mi nación y por las naciones de esta tierra. Quiero ver a
Satanás humillado al comprobar que sí se puede vivir a este nivel de
sujeción a la voluntad de Dios y a este nivel de sabiduría.
¿SON LOS MINISTROS LOS MEJORES EJEMPLOS DE
VIDA MATRIMONIAL?
Siempre se considera que los predicadores, pastores y obispos del
evangelio son los llamados a modelar el estilo de vida que agrada a
Dios. Es obvio que esto es de esperar, ya que la autoridad de la
predicación está en modelar la Palabra y en ser ejemplo. Por lo
tanto, veamos en las Escrituras los requisitos claros establecidos
sobre la vida matrimonial de tales personas:
Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero
es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola
mujer. (1 Timoteo 3:1-2a)
Es interesante, pero a los diáconos también se les somete a los
mismos requisitos, ya que ejercen cierto nivel de autoridad en la
congregación. La autoridad espiritual no es válida solo por el
testimonio de vida en la congregación, sino por el testimonio como
individuo en el papel familiar dentro del contexto del hogar.
Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen
bien sus hijos y sus casas. Porque los que ejerzan bien el
diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza
en la fe que es en Cristo Jesús. (1 Timoteo 3:12-13)
¿Y qué vamos a hacer con los líderes de las iglesias que tienen en
su haber dos y tres matrimonios previos, sus hijos viven de manera
desordenada y siguen ministrando solo por el impresionante manejo
de la disertación en la predicación o por el gran compromiso que
tienen con el ministerio? No lo sé, pero dejo ahí la pregunta.
¡Por favor, no pienses en nadie para juzgarlo! Solo aplica en tu
vida estos principios bíblicos que te harán prosperar. De lo contrario,
caerás también. Si yo hubiera fijado mis ojos en todos los malos
ejemplos que he visto en líderes de la iglesia, no estaría aquí. He
tenido que esforzarme en gran medida para no fijarme en los que
viven de modo desordenado y que, además, parecen prosperar
como si Dios los estuviera respaldando «a pesar de». Sé que es
muy difícil de obviar, pero no imposible. Deja que esta Palabra
penetre en tu alma:
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan
grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del
pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que
tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y
consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él
sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra
del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción
de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se
canse hasta desmayar. (Hebreos 12:1-3)
CAPÍTULO 4
¡SOY FANÁTICO DEL DISEÑO ORIGINAL!
En la Biblia se reconocen a los ángeles como hijos de Dios. Antes
de la creación terrenal, de la cual los hombres somos parte, ya se
habían creado a los ángeles. A todas las categorías de seres
angelicales, por ser creación de Dios, se les consideraban hijos.
Incluso a Satanás, por creársele en un inicio como un querubín
(ángel de alto nivel) y entre ellos era «el Grande», también se le
considera como hijo de Dios. En Job 1:6-7, encontramos lo
siguiente:
Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios,
entre los cuales vino también Satanás. Y dijo Jehová a Satanás:
¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De
rodear la tierra y de andar por ella.
Es evidente que a Satanás, como ángel creado por Dios, se le
consideraba dentro de la categoría de los hijos de Dios. Cabe
señalar que ya no lo es según la nueva definición que Jesús dio de
acuerdo con los nuevos criterios del Reino de los cielos. Los hijos de
Dios son «los que hacen la voluntad del Padre».
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los
cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los
cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces
les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de
maldad. (Mateo 7:21-23)
En otras palabras, ya no somos hijos por creación, sino por un
continuo pacto de fe en Jesús, el que perfeccionó la obediencia al
Padre.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. (Juan 1:12)
Una de las razones por las que Lucifer perdió su dignidad y lo
expulsaron del Monte de Dios fue porque ya no quería permanecer
en el estado en el que lo creó Dios, sino que aspiraba a ser
semejante al Altísimo, algo que estaba reservado de manera
exclusiva para los humanos.
¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado
fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías
en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de
Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré,
a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré
semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los
lados del abismo. (Isaías 14:12-15)
Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección,
lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el
huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura;
de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro,
carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y
flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú,
querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios,
allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas.
Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado,
hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus
contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te
eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego,
oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu
hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo
te arrojaré por tierra. (Ezequiel 28:12a-17a)
IMAGEN Y SEMEJANZA DE LA DEIDAD
Ninguno de los seres espirituales creados antes que el hombre y la
mujer, gozaba del estado de privilegio de ser semejantes al Altísimo.
Desde antes de la fundación del mundo, Dios abrigaba la idea de
llevar a cabo la creación de hijos formados a su semejanza. Por fin
llegaba el momento en que se cumpliría ese sueño. El más
extraordinario de todos los sueños de Dios: «Crear hijos terrenales
diseñados a su imagen y hacerlos partícipes de la mayor gloria que
podía otorgarse a ser alguno, después de la suya propia. Hijos
creados a su imagen y semejanza. Hijos semejantes a ellos». ¿A
ellos?
De modo que la ejecución de esta idea se llevó a cabo de la
siguiente manera:
Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen,
conforme a nuestra semejanza [...] Y creó Dios al hombre a su
imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los
bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos. (Génesis 1:26-
28)
Después de crear la tierra y todas las cosas que en ella hay
durante las primeras cinco etapas del espectacular proceso creativo,
que la Biblia llama los primeros cinco días de la Creación, Dios
esperó hasta el sexto día para crear al hombre. Es evidente que allí
no terminaba todo, pues después que lo formó y le dio vida, declaró:
«No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea»
(Génesis 2:18). Había algo que todavía le faltaba al hombre para
que lograra ser como ellos... ¿Ellos?
La Biblia relaciona el pensamiento de la creación con un trabajo y
pensamiento de equipo. El texto expresa: «Dijo Dios: Hagamos al
hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza». Este
«hagamos/nuestra» implica que había más de una persona en ese
proceso creativo.
¿Quiénes podían ser los que participaron de la creación? No
podían ser ángeles, pues la Biblia revela con claridad que el único
que tiene el poder de crear es Dios. Nadie más que Dios puede
crear ni participar de este proceso. Todos los que aprendieron
teología y conocen la Biblia, saben que fuera de Jehová Dios no hay
un ser en el mundo ni en el universo lo bastante poderoso que tenga
la capacidad de crear.
Dios creó y solo Él puede hacerlo, pues uno de los principales
elementos que le da carácter de «Único Dios» a nuestro Señor es
su poder creativo. Por lo tanto, si utiliza el término «hagamos al
hombre», deducimos en conclusión que los que estaban creando
eran las tres personas de la Trinidad.
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era
Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él
fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
(Juan 1:1-3)
Todos sabemos que este Verbo del que habla el apóstol Juan en
este pasaje es el Cristo preencarnado que, junto con la otra persona
de la Trinidad, el Espíritu Santo, participó de la creación. Estos tres
componen al único Dios verdadero y es una clara revelación de su
naturaleza. Tres personas en una.
Sin embargo, no es tan difícil de entender cuando vemos el
resultado de lo que se creó a su imagen y semejanza. Dios tomó a
dos personas y las unió declarando sobre ellas que ya no serían
dos, sino una.
¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra
los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se
unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son
ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo
separe el hombre. (Mateo 19:4b-6)
¿En qué somos imagen y semejanza de Dios?
Veamos lo que nos dice la Biblia al respecto:
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo
creó; varón y hembra los creó. (Génesis 2:27)
Dios creó al hombre (singular) a imagen de Dios (singular)
lo creó (singular). No obstante, tiene que terminar diciendo:
«Varón y hembra los creó» (plural). ¿Por qué? Porque así
como Dios es una composición de tres personas (plural) en
una, del mismo modo el hombre (singular) es una
composición plural de más de una persona en una.
Si a esto le añadimos el milagro de la concepción, donde un
ser humano se gesta dentro de otro durante el embarazo
cuando esa pareja, futuros padres, se unen en intimidad
sexual, se manifiesta la maravilla divina de tres personas en
una. ¡Gloria a Dios! La grandeza de la imagen y semejanza
de Dios plasmada en un ser humano.
Quiere decir que la expresión «nuestra imagen» confirma
que el hombre se creó según la imagen de varias personas en
una. Esto significa que tienen que ser tan unidas entre sí
como una sola persona. Esa es la naturaleza de Dios. Tres
personas en una. Un solo Dios en tres personas. Y si la
persona de Dios es indisoluble, también la persona del
hombre unida a su mujer tiene que ser indisoluble. Esposo-
Esposa-
Hijos: La maravilla de la familia. Una unidad perfecta de
manera física, emocional y espiritual.
Detengámonos un poco a revisar que existe una
individualidad en el matrimonio. La mujer sigue siendo mujer y
tiene su propia personalidad. El hombre sigue siendo hombre
y tiene
su propia personalidad. Aun así, la comunión matrimonial
posee una grandeza que ninguno por sí solo puede lograr.
Los dos aportan los dones y talentos que les han dado Dios y
la naturaleza, a fin de hacer de nosotros algo superior a lo
que seríamos por nosotros mismos en forma individual.
Si permitimos que Dios nos ayude a descubrir la maravilla
de sus propósitos en vez de combatirnos, y nos esforzamos
por utilizar nuestras diferencias para complementarnos el uno
al otro, experimentaremos la vida en abundancia que Él les
prometió a los que se sujetan a «su yugo».
El átomo, una ilustración del poder de la unidad
Para poder mantener la unidad, la fuerza y el poder espiritual
en el matrimonio, se requiere de un gran poder sobrenatural.
Un ejemplo científico nos ayudará a ilustrar este postulado.
Pensemos en el átomo. Esta es la menor unidad de un
elemento físico-químico que mantiene su identidad o sus
propiedades. No es posible dividirlo mediante procesos
químicos.
Es interesante saber que el término proviene del latín
atŏmus, calco del griego ἄτομον (átomon), que significa
«indivisible». Esto se debe a que esta unidad atómica está
compuesta por un núcleo de partículas de carga positiva
llamada protones, rodeado de una nube de partículas de
carga negativa llamada electrones.
Ahora bien, si las cargas electromagnéticas positivas se
repelen entre sí, ¿cómo es posible que el núcleo de un átomo
se mantenga unido hasta el punto que su unidad sea
indivisible? La respuesta es la nube de electrones que lo
rodea. Esa fuerza de carga electromagnética negativa, que en
tamaño es mucho mayor que el núcleo, ejerce una fuerza
enorme sobre el núcleo y por esa razón se mantiene unido,
aun cuando por propiedades naturales se supone que se
repelan. ¡Qué maravilloso! ¿Verdad?
Sin duda alguna, Dios es como esa «nube
electromagnética» mucho mayor y poderosa que nosotros,
que nos rodea y nos protege de nosotros mismos. Dios es el
que nos mantiene unidos, aun cuando por naturaleza
nuestras cualidades de hombre y de mujer hagan que nos
repelamos. Esa gloria que emana de Dios es la que nos
mantiene íntimamente juntos en cuerpo, alma y espíritu. La
fuerza que hace que el matrimonio a través de toda la vida
sea una bendición que, en términos puertorriqueños, sea una
«chulería».
Por esa razón, para Dios es importante que esa relación
subsista y que tenga éxito. Él anhela que aprendamos a
amarnos de manera incondicional y que así nos
mantengamos por el resto de la vida. No obstante, todos
tenemos que asumir la responsabilidad de la posición que nos
ha tocado vivir dentro del matrimonio y de la familia. En el
nombre de Dios podemos superar todas las dificultades que
pueda presentarnos la vida, hasta adonde esté a nuestro
alcance. Al final, Él dará testimonio de en qué medida fuimos
leales en el desempeño de nuestro papel en la familia.
Privilegio solo reservado para los humanos
A los ángeles no los diseñaron para compartir un cuerpo
como nosotros, ni tienen la capacidad de reproducirse. No los
crearon semejantes a Dios. Aunque por su naturaleza
espiritual los hicieron un poco mayor que nosotros, cuando
seamos redimidos de nuestra naturaleza caída, seremos
superiores a ellos en todo el sentido de la palabra. Quiere
decir que el privilegio de que nos crearan a imagen y
semejanza de Dios solo se reservó para nosotros, los
humanos.
Este lugar de superioridad sobre todo lo creado nos lo dio
Cristo con su redención expiatoria. Además, el Espíritu Santo
vino a morar en nuestro interior, a sellar con broche de oro el
estado del matrimonio, porque esta característica nos hace
únicos en semejanza a Él.
La estructura social llamada familia tiene como núcleo el
matrimonio. La espina dorsal de una sociedad es la familia,
mientras que el corazón de la familia es el matrimonio. Por
eso es que lo más importante que tiene un país que puede
darle estabilidad y mucha prosperidad es esta unidad
inquebrantable llamada familia. Esa es precisamente la
intención de Dios. ¡El plan de Dios es sencillo, pero
extraordinario!
Aunque la relación matrimonial no es consanguínea, la
implicación de la intimidad sexual y la conversión en una sola
carne se constituyen la unión más perfecta que existe en toda
la creación. Es más perfecta que la unión de una madre con
su hijo, porque esa relación maternofilial desde el principio del
embarazo está destinada a la separación. Sin embargo, la
unión matrimonial está diseñada para permanecer unida
durante la vida entera.
Todo el orden familiar desde la perspectiva paternofilial está
destinado a que poco a poco se separe de manera física de
los hijos, aunque se mantenga la relación emocional. No
obstante, la relación matrimonial está diseñada para
mantenerse intacta. Mientras más fuerte sea la comunión
matrimonial, más circulará toda la familia a su alrededor,
aunque ya sean adultos independientes.
Regresemos a la ilustración del átomo. Si este se obliga a
romperse, la energía que desata es tan inmensa que se
destruye todo lo que está a su alrededor. Esto es lo que se
conoce como una bomba atómica. Entonces, ¿de qué manera
algo tan pequeño como un átomo puede hacer tanto daño
cuando se separan sus elementos?
La familia sufrirá el mismo fin debido a la rotura de los lazos
matrimoniales. Como reacción en cadena, la familia se
despedaza y la sociedad se corrompe poco a poco. Esto es lo
que está viviendo la comunidad mundial. En la actualidad, el
mundo está en caos y se está descomponiendo debido a la
desintegración familiar. Todos tenemos la responsabilidad de
detener esta tendencia. Hemos llegado a un punto fatal del
cual difícilmente nos recuperaremos si los casados y los
ministros del evangelio no tomamos posturas radicales para
salvar y restaurar a la familia.
Tenemos que hacer guerra espiritual y discipular en
abundancia para aprender a aplicar los principios de calidad
de vida que enseñó y modeló Jesús. Nuestras agendas como
iglesia tienen que dirigirse hacia eso. Es necesario abrir
oficinas de consejería y terapia familiar. La educación y la
formación en los hogares tienen que ir en la misma dirección.
Tenemos que provocar que todos los programas dirigidos a la
restauración social dediquen más tiempo, preparación y
presupuesto a la prevención y restauración. La oración y la
enseñanza de valores y principios de vida deben regresar a
las escuelas. Nadie debería casarse sin tomar un curso
completo de capacitación prematrimonial.
Dios está muy interesado en socorrer a cada matrimonio de
sus crisis, pues hasta cierto punto está involucrada su
reputación. Él nos unió y nos dio su bendición para que le
reflejáramos al mundo la grandeza de su amor incondicional
que reina en la relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo. El matrimonio se creó para que se mostrara la imagen
del Dios celestial en el plano terrenal, así como para que
pudiera mostrarse un reflejo de la grandeza del Dios invisible
en su capacidad de amar dentro de una relación permanente.
Nosotros también tenemos que ser una unión permanente
para ser dignos de reflejar como en un espejo la gloria de
Dios. Es como si lo que nuestros hijos no pueden ver de Dios,
sean capaces de percibirlo a través de nuestra unidad
matrimonial. Solo así los hombres del mundo podrán
concebirlo y entenderlo.
Cuando Cristo venga a reinar en gloria, restaurará todas las
cosas como las diseñó desde el principio.
LA META PRINCIPAL DEL DIABLO: LA DESTRUCCIÓN
DE TODA RELACIÓN MATRIMONIAL
Satanás ha escogido de manera estratégica al matrimonio como su
meta principal en este tiempo. No hay mayor logro para el mundo de
las tinieblas que romper un matrimonio o convertirlo en una relación
miserable. El diablo sabe que desintegrar la unión matrimonial es
darle un golpe al corazón de Dios.
En mi libro La mujer, el sello de la creación expliqué que la
principal enemiga de Satanás es la mujer. Es la que le da al hombre
la capacidad de hacerse una sola carne con otra persona y,
además, le da la capacidad de reproducirse. Por lo tanto, esa unión
es poderosísima si entra bajo el control del Espíritu Santo (el yugo
de Dios). Esto se debe a que la bendición que se produzca durante
esa generación puede dejar un legado que alcance hasta la tercera
y cuarta generaciones. Por el contrario, si Satanás logra sembrar su
germen de corrupción, disensión y destrucción en una pareja, puede
llegar de igual modo a multiplicar el daño hasta la tercera y cuarta
generaciones. ¿Acaso no es esto lo que hemos visto en este siglo
malo y perverso en que vivimos?
Cada matrimonio que se rompe distorsiona ante la sociedad la
imagen de Dios que se depositó en sus integrantes. Con cada
familia que se desintegra, Satanás trata de menguar la gloria de
Dios ante de los ojos del mundo. Es muy estratégico, no anda
azotando el aire. Planifica bien lo que va a hacer. Sabe que después
de quebrar tu relación matrimonial puede «sentarse a descansar».
Desde ese momento en adelante, se desata el efecto dominó que
sin ayuda se apodera de todo el ambiente familiar. Solo tiene que
dañarle el corazón a uno, y lo demás viene por añadidura, a no ser
que haya alguien dentro del hogar que sirva de muro de
contención... De eso hablaremos más adelante.
Es lamentable que a los jóvenes de hoy, y al mundo en general,
los hayan decepcionado por la tasa de divorcio que abarca en gran
parte a la comunidad, donde ni siquiera la iglesia es la excepción.
Por causa de lo anterior es que el mundo secular y ateo acusa a
Dios de haber fracasado. Por eso es que la oferta de la agenda
homosexual se ha hecho cada vez más atractiva. Según ellos, el
plan de la familia tradicional ha fracasado y, por lo tanto, Dios
también.
Sin embargo, tú debes saber que la familia tradicional no ha
fracasado. ¡De ninguna manera! En los últimos tiempos, las cosas
están cambiando. Los hombres estamos despertando del sueño
espiritual. Las mujeres están posicionándose con una autoridad
espiritual sin precedentes sobre la base de la humildad. Una
generación de jóvenes puros, mansos y poderosos en Dios se está
levantando como saetas en manos de valientes. Todos juntos, cada
cual aportando con la palabra de nuestro testimonio, estamos
haciendo retroceder a las tinieblas. Por más densas que sean esas
tinieblas, retrocederán. El próximo avivamiento que tocará la tierra
se manifestará así:
Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el
corazón de los hijos hacia los padres, no sea que Él venga y hiera
la tierra con maldición. (Malaquías 4:6)
¿Cuántos dicen amén?
¿Qué dice el Nuevo Testamento sobre el divorcio?
También el Nuevo Testamento nos habla acerca del divorcio:
También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele
carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su
mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella
adultere; y el que se casa con la repudiada, comete
adulterio. (Mateo 5:31-32)
Ya quedó bastante claro que este «fue dicho» se refiere a la
ley de Moisés, que por la dureza del corazón de los hombres
se les concedió dar carta de repudio. Queda claro que hasta
en esos tiempos esta no era la voluntad de Dios. Sin
embargo, por el pecado del corazón se les permitió
divorciarse.
Ahora bien, este «pero yo os digo» significa que Jesús, en
su autoridad como Hijo del Dios viviente y el Mesías, canceló
la concesión de Moisés y decretó que es pecado volverse a
casar si alguien se divorcia. Desde ese momento, el divorcio
no se reconoce en su Reino. Además, aclara que solo hay
una excepción para divorciarse con respaldo de Dios y con
permiso para volver a casarse. ¿Cuál? Él dijo: «A no ser por
causa de fornicación».
En ocasiones, este punto ha traído algo de confusión, pues
algunos lo han interpretado como un pecado de solteros. No
obstante, la definición de fornicación no está ligada al estado
civil. Su definición es: Relación sexual ilícita. De modo que
tanto el soltero como el casado fornican. En otras palabras, si
el soltero mantuvo relaciones sexuales con alguien sin
casarse, eso es fornicar. Si el casado mantuvo relaciones
sexuales con alguien fuera de su matrimonio, eso también es
fornicar. ¿Un soltero puede adulterar? Sí. Cuando entra en
romance con una persona casada, los dos adulteran. Ahora
bien, mientras no haya una relación sexual, no han fornicado
aún. Ambos están en adulterio, pero no han llegado a fornicar.
Si el casado adulteró, no implica fornicación
El casado puede adulterar de muchas maneras sin fornicar,
sin tener relaciones sexuales. La codicia lujuriosa del corazón
por otra mujer, o por otro hombre, ¿acaso no es adulterio?
Tener acercamientos deshonestos a otra persona, ¿no es
adulterio? Salir con otra persona y tener contactos físicos,
tales como besos y toques románticos, ¿no es adulterio? Ver
pornografía y excitarse sexualmente a través de imágenes de
cuerpos desnudos de otras personas fuera de tu cónyuge,
¿no es adulterio? Sin embargo, no se puede categorizar como
fornicación, ya que no implicó una relación sexual física entre
dos personas o más. No se juntaron en una sola carne. En 1
Corintios 6:16-18 encontramos lo siguiente:
¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un
cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola
carne. Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.
Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre
cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su
propio cuerpo peca.
Entonces, ¿en qué consiste el pecado de los que se
divorcian y se casan de nuevo? Veamos:
Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por
causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se
casa con la repudiada, comete adulterio. (Mateo 5:32)
Causa que justifica el divorcio y aprueba un nuevo
casamiento
El que repudia a su mujer, o sea, el que se divorcia de su
mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que si ella
decide volver a casarse se le considere adúltera. Si la razón
del divorcio no fue la fornicación, sino cualquier otra causa,
para Dios ella sigue casada, aunque esté legalmente
divorciada. Por eso, si se casa de nuevo, comete adulterio
con ese próximo marido, porque su matrimonio anterior no se
ha disuelto en el Reino. Lo único que podía disolverlo es que
su marido hubiera fornicado. Aclaro, no que haya adulterado,
sino fornicado. De ahí que el que se casa con la repudiada
también comete adulterio, porque se casa con una mujer que
todavía está ligada delante de Dios a otro hombre.
El pasaje anterior está escrito desde la perspectiva de una
mujer repudiada. No obstante, en el Evangelio de Mateo se
presenta el mismo decreto desde otra perspectiva y es el de
la mujer del marido que repudió:
Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo
por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el
que se casa con la repudiada, adultera. (Mateo 19:9)
En conclusión, ambos pasajes bíblicos dictados por Jesús
confirman fuera de toda duda que el nuevo casamiento
después de un divorcio donde no medió fornicación,
constituye un
acto de adulterio. Los únicos que tienen el derecho a
divorciarse y volver a casarse sin que se constituya en
adulterio, son esos cuyos cónyuges se unieron sexualmente a
otra persona, ya sea antes del divorcio o después.
Por lo tanto, si la razón del divorcio NO fue la fornicación,
has quedado ligado a tu excónyuge. Además, en el momento
que la persona se unió sexualmente a otra, quedaste libre. Es
obvio que Jesús está estableciendo la indisolubilidad del
matrimonio con mucha claridad: «No lo separe el hombre».
Solo ofrece una excepción: la fornicación del cónyuge.
¿Me tengo que divorciar porque mi cónyuge fornicó?
Muy buena pregunta. La respuesta es «No». En realidad, no
tienes que divorciarte. Debes entender que este es un
derecho que te concede Dios, pero que no necesariamente
tienes que acogerte al mismo. Dicho sea de paso, creo que
aun cuando haya ocurrido fornicación, toda persona que va a
tomar la decisión de divorciarse o no, debería consultar a
Dios. Si tu cónyuge está profundamente arrepentido, confesó
su error y pidió perdón rogándote que le concedieras una
oportunidad, y después de haber orado con intensidad tienes
paz en tu corazón de mantener la relación, atrévete. Mi
consejo es que pasen por una etapa de restauración, donde
un consejero pastoral o matrimonial experimentado los guíe
en el proceso.
La voluntad de Dios siempre es la restauración. Para Dios
no hay nada imposible. La razón detrás de esta determinación
sobre el matrimonio responde a lo que significa el matrimonio
para Dios. Responde a la naturaleza espiritual de la relación,
a la necesidad de ofrecerles estabilidad a los niños para que
conozcan a Dios. Por eso, toda relación matrimonial en crisis
tiene que pasar por un proceso de restauración, discipulado,
sanidad y terapia, pero la opción del divorcio no es negociable
para Dios.
Ahora bien, también es necesario indicar que si tu deseo es
divorciarte porque piensas que no vas a poder confiar de
nuevo en tu cónyuge, no pecas si procedes y después
restauras tu vida con otra persona. La fornicación es parecida
a la muerte de tu cónyuge, te libera del pacto y te concede
proyectarte al futuro con otra persona.
Te aconsejo que no tomes a la ligera esta decisión. No la
adoptes como una dirección automática, si ese fuera el caso
de tu cónyuge. ¿Por qué? Porque siempre es imprescindible
conocer la voluntad de Dios en todas las circunstancias de
nuestra vida. También es sabio considerar cuáles pueden ser
las consecuencias de esta determinación en la vida de los
hijos, si es que los tienes. Además, se debe evaluar los frutos
de arrepentimiento del que violó el pacto. Siempre busca la
asesoría de consejeros matrimoniales espirituales que te
aconsejen basados en la sabiduría de la Palabra y el Espíritu
Santo.
Si te estás preguntando si he apoyado a alguien que ha
tomado la decisión de divorciarse, la respuesta es «Sí».
Después de haber visto todos los aspectos importantes de
esa decisión y evaluar los frutos de la parte transgresora de la
pareja, he llegado a la conclusión que lo más recomendable
es el divorcio, y por eso he respaldado la decisión de
divorciarse que tomó la persona que vino a buscar asesoría.
De igual manera, he llegado a la conclusión por todos los
elementos evaluados que se le debe dar una oportunidad de
restauración al matrimonio. Aun así, como sabrás, cada caso
es una situación muy específica, y hay que manejarlo y
sopesarlo según sus propios méritos.
Si mi cónyuge resultó ser un «fiasco», ¿tengo que
quedarme a su lado?
El pacto matrimonial es para toda la vida. Dios decidió
amarnos cuando todavía nosotros no le amábamos. Logró
seducirnos hasta que nos rendimos a Él. Dios querrá hacer lo
mismo con tu cónyuge, pues para Él no hay nada imposible.
Solo que ahora lo quiere hacer a través de ti.
«Y si mi esposa resultó defectuosa y descubrí que no es mi
“alma gemela”, ¿tengo que quedarme con ella?». Más o
menos esas fueron las mismas preguntas que los discípulos
le hicieron a Jesús.
Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre
con su mujer, no conviene casarse. Entonces él les dijo: No
todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes
es dado. (Mateo 19:10-11)
En otras palabras, quizá se diga: «Señor, si no tengo
opciones, ya que el matrimonio es indisoluble, mejor no me
arriesgo, ¿pues qué pasaría si me equivoco? ¿Tendría que
cargar con esa cruz hasta la muerte?».
La respuesta de Jesús parece ser: «No todos pueden
asumir ese grado de compromiso; no todos están preparados
para el matrimonio. Por otro lado, no es bueno que el hombre
esté solo. Por lo tanto, no todos pueden soportar estar sin
compañera». Así que, al parecer, estamos entre la espada y
la pared. Lo mejor es que nos dispongamos a madurar, a
buscar a Dios y a crecer a la estatura de Jesús, a fin de
aprender a amar de manera incondicional a una sola mujer, o
a un solo hombre, por el resto de nuestra vida... ¡en el poder
de su fuerza!
La Palabra de Dios es viva y eficaz y tiene el poder para
transformar nuestra forma de pensar y de sentir. De manera
que aun los que dejaron de amar, deciden amar por dirección
divina, y de nuevo les sobrecoge los sentimientos
desaparecidos que tanto echaban de menos. El Espíritu
Santo nos enseña a amar de manera que podamos cumplir
con nuestro deber conyugal: «Suplir todas las necesidades de
mi cónyuge sin medir cuán bien lo está haciendo».
Tal vez me digas: «¡Pero Rey, el matrimonio es una relación
bilateral, ambos tenemos que hacer la parte que nos
corresponde!». Es muy cierto, así lo enseña la Palabra:
El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y
asimismo la mujer con el marido. (1 Corintios 7:3)
ASUMAMOS LA RESPONSABILIDAD QUE NOS TOCA
SIN MEDIR AL OTRO
La razón por la que tenemos que asumir nuestra parte, sin mirar el
desempeño del otro, es porque si sopesamos las incoherencias de
nuestro cónyuge en su esfuerzo por modificar comportamientos que
nos desagradan, nos vamos a desanimar y dejaremos de cumplir
con nuestros deberes. Entonces, si tu cónyuge hace lo mismo, se
desanimará al ver tus incoherencias. Ambos estarán juzgándose,
midiendo la eficiencia del otro, y eso no va a ayudar al proceso.
Tenemos que esforzarnos por hacerlo bien al cien por cien,
aunque la otra parte esté al cincuenta por ciento. O lo que es peor,
esté en el comienzo de cambios correctivos. ¡Cómo duele! Sí, es
cierto, duele, pero dolerá en la carne solo porque cuando busques
fuerzas en Dios y te mantengas dando tu cien por cien, su poder
vendrá sobre ti y te arropará su gracia para que no desmayes ni te
canses. Él te honrará así como tú lo honras a Él. Créeme, te lo digo
por experiencia... Te sentirás tan gozoso por la bendición de Dios
derramada sobre ti que poco te importará saber en qué parte del
proceso va tu cónyuge.
Hay quienes viven hoy en día en segundas nupcias y se están
preguntando: «¿Quiere decir que estoy viviendo en adulterio porque
me divorcié por otros motivos que no fueron fornicación? ¿Qué
hago? ¿Estará mi futuro condenado?». ¡NO! La Palabra nos da una
respuesta a esta disyuntiva en 1 Corintios. No te preocupes. Espera
a que lleguemos al capítulo donde discutiremos estas excepciones
en detalle. Mientras tanto, continúa abriéndole tu corazón al Señor y
a su Palabra, de modo que al poner este libro en tus manos se
cumpla su propósito.
CAPÍTULO 5
¡LE DARÉ AYUDA IDÓNEA!
«Pastor, si Dios prometió darle una ayuda idónea a todo hombre,
¿por qué no me tocó una a mí?».
Esto que vas a leer está «grueso», así es que «me curo en salud»
repitiendo: «El que tiene oídos para oír, oiga».
¿Quién dijo que Dios le daría una ayuda idónea a todo hombre?
¿Dónde está escrita esa supuesta promesa? La verdad es que Dios
no le da una ayuda idónea a ningún hombre. ¡Sí, leíste bien, eso
dije! Dios no le da una ayuda idónea hecha a la «imagen y
semejanza» de cada hombre. Te voy a explicar el porqué, y para
eso tenemos que juntar ambos testamentos bíblicos a fin de poder
entenderlo.
En el Antiguo Testamento, Dios dijo que le daría una ayuda idónea
a Adán. A este fue al único que Dios le prometió tal cosa. Él no
escogió a Eva, sino que Dios lo hizo entrar en un sueño profundo,
tomó una de sus costillas y la creó de esa materia. Cuando
despertó, se encontró con esa maravilla de mujer creada y
preparada para ser su ayuda idónea. Adán quedó en estado de
choque y se enamoró a primera vista. Sin embargo, ella fue la
fuente de tentación para Adán cuando lo indujo a comer del fruto.
¿Qué pudo haber pasado? Si era su «ayuda idónea», ¿por qué se
comportó así? Cualquier respuesta podría ser especulativa. De
todos modos, creo que el Nuevo Testamento podría arrojar luz sobre
el asunto.
CÓMO DEBES AMAR A TU ESPOSA
En el Nuevo Testamento, la doctrina de Dios exige que los hombres
aprendamos a amar a nuestras esposas como Jesús amó a la
Iglesia. Veamos:
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la
iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla,
habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a
fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no
tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa
y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres
como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo
se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que
la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia. (Efesios
5:25-29)
Este es el análisis de este pasaje: «Maridos, amad a vuestras
mujeres, así como Cristo amó a la iglesia». Ese es el estándar.
Tengo que aprender a amar a mi esposa como Jesús amó a la
Iglesia. Esa es la voluntad de Dios que golpea mi conciencia todos
los días de rutina matrimonial; sobre todo, en los días que no me
siento romántico ni espiritual. Quienes hemos pecado (que somos
todos), y que todavía tenemos nuestros pies sobre la tierra y
tenemos carnalidades que se manifiestan en nuestro carácter, nos
enfrentamos a muchas tendencias que no suplen las necesidades
de nuestro cónyuge. Este mandamiento de Dios golpea la
conciencia del hombre que a pesar de sus debilidades es sensible a
la Palabra.
Por eso, el hombre de Dios lleva a rastras sus pensamientos y
sentimientos para hacer lo que no siente ni quiere con tal de
obedecer a nuestra autoridad mayor, el Señor Jesucristo. Hacemos
lo que tenemos que hacer porque así es que actúan los hombres de
Dios que aman la Palabra. No nos dejamos llevar por sentimientos,
sino que actuamos por sabiduría y por lo que es apropiado. Una vez
que hemos caminado por un tiempo con el «yugo de Dios» bien
puesto, entonces disfrutamos de los resultados de haber obedecido.
Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;
porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino
poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando
argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento
de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a
Cristo. (2 Corintios 10:3-5)
Ahora bien, ¿qué es amar a nuestra mujer como Cristo amó a la
Iglesia? La Biblia no deja esta pregunta sin respuesta. Explica muy
bien cómo Cristo amó de esta manera:
«Se entregó»
El diccionario expresa las siguientes definiciones para la
palabra «entregar»: «Recibir realmente algo y encargarse de
ello [...] Hacerse cargo de alguien o algo [...] Dedicarse
enteramente a algo, emplearse en ello [...] Morir»[4]. Según
estas definiciones, llegamos a las siguientes conclusiones de
lo que es amar como Cristo:
«Recibir de manera real y genuina a su esposa».
«Encargarse de todas sus necesidades».
«Hacerse cargo de ella hasta cautivarla por
completo».
«Dedicarse por entero a ella».
«Estar dispuesto a morir por ella».
A decir verdad, esto es entregarse en amor por una mujer...
No hay duda de que amar así resolvería los problemas de
todas las esposas del mundo. No se escucharían quejas de
ningún tipo sobre el asunto. No habría necesidad de
ministerios como el mío. Solo haría falta discipular a los que
se van a casar. Sin embargo, todos sabemos que esta no es
la realidad.
Es obvio que no sabemos amar así. No se educa a los
hombres para que aprendan a velar por sus actitudes
después de casados. ¿Por qué después de casados? Porque
la necesidad que tenemos de la compañía de una mujer y de
unirnos sexualmente a ella nos lleva a ser cariñosos,
amorosos, y a darle todos los cuidados y atenciones que
necesitan. Por eso se enamoran de nosotros. Entonces,
después se preguntan: «¿Qué pasó? ¿Dónde está el hombre
que cautivó mi corazón?». El problema surge justo después
de casados.
Cuando el hombre resuelve sus necesidades (las
mencionadas en el párrafo anterior), se olvida con facilidad
que ella continúa teniendo las mismas necesidades que
cuando eran novios. Como el hombre se siente satisfecho,
realizado y sus necesidades más apremiantes están
resueltas, tiende a descuidar las necesidades de su esposa.
Por eso debe tener una fuerza superior a él que lo dirija a
cumplir con el deber conyugal de agradar a su mujer. En
cuanto a mandamientos, el estándar que estableció Dios es
bastante alto: «Como Cristo amó a la Iglesia».
«Para santificarla»
El diccionario define la palabra «santificar» de esta manera:
«Reconocer a quien es santo, honrándolo y sirviéndolo como
a tal»[5]. La palabra «santo» significa «separado». En
términos prácticos, lo que Cristo hizo con la Iglesia fue
separarla para perfeccionarla. Quiere decir que aunque la
Iglesia no era santa ni perfecta, para empezar Cristo la trató
como si lo fuera. Todo el que quiere transformar a alguien
comienza a tratarlo a la altura de donde lo quiere llevar. Cristo
la amó santificándola, haciéndola sentir como si fuera «santa,
única y especial», separada de entre todas las cosas
maravillosas del mundo, solo para Él.
Cuando en el matrimonio utilizamos estos mismos principios
de vida y entendemos que a través del amor Dios nos dio la
capacidad de transformar al ser amado en quien queremos
influir para que cambie, veremos transformaciones
maravillosas. El precio es alto, pues el principio implica tener
que tratar a la otra persona «como si fuera, pero todavía no lo
es».
En el proceso, no obtendrás resultados inmediatos. Este es
el ejercicio de la paciencia donde, el que siembra, espera y
cree que está moldeando el carácter del otro. La estrategia
ganadora es ser ejemplo y el amor que acepta a los demás
como son hasta lograr los cambios esperados.
«Habiéndola purificado»
Como resultado del amor incondicional inmerecido que la
Iglesia recibió de su Amado, se alejó y separó de las
seducciones de este mundo para guardarse pura hasta la
Segunda Venida de Cristo.
¿Acaso no ocurre lo mismo cuando a una mujer la aman así
a pesar de sus defectos? No teme que la repudien. Aprende a
crecer y madurar en un ambiente de amor, aceptación y
perdón, sin sentirse amenazada por un posible abandono.
Florece y despide el mejor de sus aromas, refiriéndome a sus
encantos de mujer. Se guarda para ese hombre y no hay
espacio en su corazón para ningún otro. Es más, aunque él
haya perdido algunos de sus mejores atributos, lo amará con
pasión...
Es muy difícil que una mujer amada a este nivel ceda ante
algún hombre seductor. Los hombres que son «depredadores
sexuales» en los lugares de trabajo, tienen mucha sagacidad.
Poseen un radar para detectar mujeres heridas, entristecidas
y secas por la pobre relación de amor y los descuidos de sus
esposos. Comienzan a hacerlas sentir especiales y únicas
con sus tratos, servicios y atenciones. ¿A quién le amarga un
dulce? Pocas se resisten a sentirse «santificadas» por un
hombre, pero las que tienen una fuerte relación con Dios o las
que están rodeadas por el amor sacrificial de su esposo,
pueden espantar con mucha facilidad a esas sabandijas que
lo único que quieren es aprovecharse de su herida. ¡Ay,
perdón!
Si no hemos disfrutado del aroma de una mujer enamorada,
tal vez sea porque no se sienta segura de cuánto la amamos.
Una de las virtudes de las mujeres enamoradas y satisfechas
es que despiden un aroma que llena todo el hogar de vida,
alegría y placer al hombre que la alimenta.
«A fin de presentársela a sí mismo»
Cristo se preparó para sí mismo una Iglesia tal como la
quería. Aquí está la clave de esta enseñanza. Todo este
asunto del amor incondicional tiene como propósito
«presentármela a mí mismo».
En otras palabras, ¡el esposo es el que se prepara para sí
mismo una ayuda idónea! Por lo tanto, si juntamos toda la
revelación bíblica, descubriremos que Dios no nos da una
ayuda idónea, pero sí le da a todo hombre una mujer con la
capacidad de convertirse en su ayuda idónea. Sin embargo,
de Dios no depende tal conversión, sino de nosotros,
conforme a cuánto la amemos. El amor incondicional de un
esposo, expresado en los términos de la manera en que
Cristo se entregó por la Iglesia, hace que ella se convierta en
la perfecta ayuda idónea que necesita.
Esto confirma que los hombres tenemos el llamado de Dios
para asumir la iniciativa y que las mujeres respondan a
nuestro trato. Cada hombre tendría la mujer perfecta, hecha a
su medida y como anillo a su dedo, si se dedicara a estudiar a
su esposa para suplir todas sus necesidades. Ese estudio
concienzudo lo haría descubrir cómo sacar lo mejor de ella
entrando a su corazón a través del lenguaje de amor
específico de su mujer.
«Una iglesia gloriosa»
Una mujer amada con esos cuidados especiales puede
convertirse en un ser glorioso. En ellas hay un potencial tan
grande para cubrir, cuidar, suplir, multiplicar y alegrar la vida
de un hombre que lo haría experimentar una sensación
extraña, pero agradable. Todo esto se debe a que tener una
esposa es haber hallado el bien y alcanzado la benevolencia
de Jehová. Es como si Dios mismo estuviera llenando
nuestros hogares y paseándose por allí a través de la
maravillosa gracia que despide una mujer que se siente plena
por el amor de su esposo.
«Que no tuviese mancha ni arruga»
Las mujeres amadas así, por lo general, son mujeres
hermosas. Tienden a cuidarse mucho más que las demás,
porque su autoestima es más saludable. En respuesta al
amor de sus esposos quieren serles agradables en cuerpo,
alma y espíritu. Los hombres se deleitan en ellas a través de
toda la vida, pues aunque ya tengan algunas señales de
vejez, todavía son hermosas por la manera en que se cuidan,
visten y proyectan. Las mujeres amadas así maduran con
elegancia y gracia. Se esfuerzan más por complacer a sus
esposos. Incluso, son más intensas y complacientes en lo
sexual, porque han soltado todas sus reservas e
inseguridades naturales de mujer para corresponder a la
pasión que sus esposos vierten sobre ellas.
Una mujer así tiene un alto precio... ¿Quién estaría
dispuesto a pagarlo?
«Santa y sin mancha»
Uno de los mayores tesoros que existe en la vida, según la
Biblia, es tener «un corazón puro». Una mujer amada así
desarrollará uno de los corazones más puros que existen. El
amor incondicional sana en las tres dimensiones de un ser
humano: Cuerpo, alma y espíritu. En el libro de Proverbios se
nos dice:
Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis
razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de
tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina
a todo su cuerpo. Sobre toda cosa guardada, guarda tu
corazón; porque de él mana la vida. (Proverbios 4:20-23)
Tener a una esposa de corazón puro es un tesoro que te
ayudará a sobrevivir en tiempos de tempestades. Cuando
necesites una palabra de sabiduría que te salve de desviarte
de tu camino, que te preserve en tiempos peligrosos y te evite
tropezar por malas decisiones, tu esposa te la ofrecerá con
firmeza debido al corazón puro que posee. Será como un
muro de contención que no permitirá que ninguna crisis te
derrumbe.
Cuando un esposo ama y cuida a su mujer, esta desarrolla
una sabiduría sanadora, reconciliadora, perdonadora, y de
carácter manso y humilde. Será una fuente de consejos y de
consuelo para el hombre que ha sembrado en ella. Nunca se
enconará contra tus enemigos, sino que te dará estrategias
divinas para resolver o soportar las desavenencias de la
gente que te rodea. Su sabiduría y fortaleza te ayudarán a
enfrentar a tus enemigos para que jamás muerdas el anzuelo
de la amargura. Y si esta te tocare y te quitare visibilidad, la
sabiduría de una mujer de Dios te guiará por el camino para
salir de ese valle de sombra.
Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd, y entended: No lo
que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale
de la boca, esto contamina al hombre.
Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes
que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra?
Pero respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi
Padre celestial, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos
guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán
en el hoyo. Respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos esta
parábola.
Jesús dijo: ¿También vosotros sois aún sin entendimiento?
¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al
vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la
boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque
del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios,
los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos
testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que
contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin
lavar no contamina al hombre. (Mateo 15:10-20)
En conclusión, la vida espiritual de una mujer amada se
fortalece, y eso la capacitará para ayudarte a amortiguar los
golpes de la vida. Será tu «entrenadora» personal que te dirá
a cada momento lo que eres capaz de lograr. Siempre creerá
en ti, pues al hombre capaz de amar a su esposa como Cristo
amó a la Iglesia, nada le será imposible.
«Así también los maridos deben amar a sus mujeres»
Este «así también» quiere decir: De esa manera tenemos que
aprender a amar a nuestras esposas. ¡Casi nada! ¡Sencillo!
Luego de leer esto, queda en mí la sensación y la
necesidad de nacer de nuevo para convertirme en otro
hombre que pueda amar de esa manera. Precisamente eso
fue lo que Jesús nos dijo en el Evangelio de Juan:
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino
de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es
nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te
dije: Os es necesario nacer de nuevo. (Juan 3:5-7)
Sin Dios es imposible amar de esa manera. Por lo tanto,
¡voy a hacer todo lo que sea necesario para logarlo! Buscaré
a Dios, ¡pues todo lo puedo en Cristo que me fortalece!
«El que ama a su mujer, a sí mismo se ama»
Son tantos los beneficios que tienen que nos sometamos a
este yugo de Dios, que no hacerlo es no amarse lo suficiente.
Si lo antes expuesto corresponde a todas las bendiciones que
alcanzan los que aman a este nivel, no hacerlo es como
condenarse uno mismo. Solo alguien que no se ama se
negaría a levantarse y esforzarse por ganar el premio. Solo
los engreídos y los orgullosos se mantendrían sentados
esperando a que le sirvan y que alguien se esfuerce en su
lugar.
Basado en mi experiencia, he visto muchísimos hombres
que se enojaron con sus esposas y cayeron en un estado de
rebelión que iba en contra de ellas. Esa condición los hace
quedar presos de la infelicidad, hasta el punto que no se
soportan ni a sí mismos. La vida les «apesta». Todas las
personas de la familia pierden atractivo y ya nada tiene
sentido para ellos.
No quieren acercarse y reconciliarse, pero de manera
inconsciente están desesperados por volver con ellas.
Siempre están de mal humor por lo mucho que las necesitan,
pero cuando las tienen cerca, se vuelven groseros. Son
infelices, y por eso dejan de disfrutar con el resto de la familia.
Hasta parecen desconectados de sus propios hijos. Incluso,
algunos se descuidan en su aseo personal porque se
deprimen y ya no rinden con eficiencia en sus trabajos. Todos
se dan cuenta de que algo terrible les está pasando.
La razón es que dejaron de amar a sus esposas. Y
podemos asegurar que la Palabra se cumple en verdad: «El
que ama a su mujer, a sí mismo se ama». Si invertimos esta
afirmación, podemos concluir diciendo que «el que no ama a
su mujer, tampoco se ama a sí mismo». Eso responde al
porqué tantos hombres dejan de amar de forma automática
todo lo que les rodea, incluyéndose a sí mismos, cuando
dejan de amar a sus esposas. Dejar de amar a su mujer es
como suicidarse desde el punto de vista emocional y
espiritual...
Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la
sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque
somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus
huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre,
y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.
Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de
Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros
ame también a su mujer como a sí mismo. (Efesios 5:29-
33a)
SI ORÉ Y DIOS ME LO CONFIRMÓ, ¿POR QUÉ ME SALIÓ
MAL?
Si creíste que debido a que Dios te lo confirmó te casabas con tu
ayuda idónea, lamentablemente te equivocaste. Si creíste que como
tu relación era espiritual y dio frutos durante el noviazgo te habías
casado con una persona de una estatura «parecida a Cristo», pues
te equivocaste. Dios te confirmó y te bendijo, pero Él sabía muy bien
que te casabas con una persona en proceso de transformación.
Cuando Dios te lo confirmó, lo hizo porque sabía que tú tenías la
capacidad de soportar lo necesario hasta que tu pareja creciera y
madurara.
Dios nunca nos dará una prueba que no podamos soportar. Él usó
esta relación para enseñarte a ser un canal de bendición para que la
otra persona se transformara. Aunque fuera Dios el que te unió, Él
nunca prometió entregarte «su perfecta obra de arte» para que
saciaras todas tus necesidades. Con todo, Él sí espera que te
dispongas a formarla y moldearla hasta convertirla en una ayuda
idónea mediante el amor incondicional y el modelado.
El modelado significa que debemos «educar» a nuestro cónyuge a
través del ejemplo. Todo lo que quiero obtener, lo tengo que dar
primero. La forma más eficaz de transformar la vida de los que te
rodean es enseñándoles mediante tu estilo de vida las cosas que
quisieras ver en ellos. Puedes hacerles observaciones con humildad
al utilizar justo las actitudes que observan en ti.
Ten siempre presente este consejo. Yo mismo tengo que
recordarlo muy a menudo: A ningún hombre ni a ninguna mujer se le
moldea a fuerza de golpes. A ninguna persona se le puede moldear
a fuerza de críticas y reproches. Los que se dejan moldear y crecen
con rapidez son las personas que se aceptan y aman tal como son
de manera incondicional. Son las personas a las que se estimulan
sin cesar al amor y a las buenas obras mediante el ejemplo que
reciben a cada momento.
Cada vez que me hallaba sin fuerzas para dar lo que mi carne se
negaba a dar, iba a la presencia de Dios en oración para pedir
inspiración, ánimo, deseos, amor, etc. La mayoría de las veces no
sentía nada, no recibía nada de lo que había pedido, sino solo la
convicción de que lo debía hacer. Tenía que obedecer a Dios,
negarme a mí mismo y «cantar a capela». Después que actuaba en
fe y hacía lo que no sentía hacer, venía una unción de Dios sobre
mí, un aire de alegría, de libertad, de satisfacción, que me animaba
a continuar.
¿QUÉ ES ESO DE «ALMA GEMELA»?
Esta doctrina tiene su origen en el infierno mismo. Esta enseñanza
se creó por la concupiscencia de esos predicadores modernos
llamados bíblicamente «apóstatas» que quieren satisfacer la
fantasía de tener una mujer nueva y, a la larga, tener más de una
esposa. Esto ha traído maldiciones sobre muchas familias e iglesias
donde, por ignorancia, le han permitido la entrada los que se han
dejado encantar por las palabras lisonjeras de los seductores del
evangelio.
Esta doctrina reclama que Dios separó en la eternidad a una
persona que es la ideal, perfecta e idónea, diseñada por Él mismo
para satisfacer todas tus necesidades. Es la persona con la que te
remontarás a las alturas de la revelación de Dios, junto con la cual
Satanás no te podrá hacer frente. ¡Vaya, qué hermoso! ¿Verdad?
Como dirían algunos: «Demasiado bueno para ser cierto».
Todo lo que he enseñado hasta aquí destruye, en esencia, la
doctrina del «alma gemela». Este engaño religioso justifica el
divorcio y el volverse a casar hasta encontrar esa alma gemela.
Enseña que Dios preparó con antelación a una sola persona para ti,
y si no la has encontrado, Él comprenderá tu equivocación y te dará
la oportunidad de hacerlo mejor la próxima vez. El asunto es que
algunos se han equivocado varias veces.
Además, lo que empieza mal, siempre termina mal, a no ser que
vayamos a la cruz de Cristo para arrepentirnos, humillarnos y buscar
restauración.
SI LO QUE AYER ERA BUENO HOY ES MALO, ¿QUÉ
PUDO HABER PASADO?
Muchos han tenido la sensación de que los engañaron debido a que
la verdad de la persona con la que se casaron estaba escondida, y
ahora que «lo amarraron al casamiento», salió toda la verdad a la
luz. ¿Qué pudo haber pasado? Quizá sea cierto que le escondieran
muy bien la verdad y la persona lograra disimular lo que era en
realidad, pero esa no es la única posibilidad.
La lógica me dice que lo que ocurrió fue que tú te metiste en el
medio. ¡Ay! Otra vez, ¡perdón! No ocurre siempre, pero en mi
experiencia, la mayoría de los casos en los que las personas dejan
de ser lo que eran fue producto del maltrato y la soledad, el
desprecio, la falta de afirmación y de agradecimiento dentro del
matrimonio. Aunque parezca duro, tómalo en consideración.
Cuando yo estaba atravesando uno de esos arranques de
rebeldía por la desilusión que sentía hacia mi esposa, algunos de
los pensamientos que me venían a la cabeza eran que ella ya no
era igual, que había cambiado. Le doy gracias a Dios que por lo
menos dentro de mis actitudes necias y carnales practicaba la
oración para desahogar mi dolor. ¡Cuántas grandes sorpresas me
llevé cuando el Espíritu Santo lograba «colarse» en mi turbado
corazón y de alguna manera me decía: «Si ella ha cambiado es por
tu forma de tratarla! Exiges respeto y se te olvida que eso viene en
respuesta a la honra. Si ella asumió ese comportamiento, es porque
no hay un buen líder en su casa. Ella necesita a alguien que sea un
modelo para su vida. Lo que está ocurriendo es el resultado de una
pobre vida espiritual que hay en el hogar del cual tú tienes la
responsabilidad. Tú me buscas y te lo aplaudo, pero no la pastoreas
a ella», etc. ¡Ay! Mejor dicho, ¡amén! Gracias, Señor, por hablarme.
Esa reprensión del Señor me ayudó a reconocer que yo tenía la
responsabilidad de producir lo que esperaba de mi esposa,
asumiendo el papel que me correspondía. De igual manera, las
mujeres pueden ser de gran influencia transformadora para sus
esposos. Si en lugar de pelear con fuerzas y argumentos humanos
decidieran buscar el rostro del Señor, de Él recibirían el consejo que
las sacaría victoriosas y con la meta cumplida.
Una buena relación con Dios nos hace ser más afables, más
mansos, más tolerantes, más humildes y misericordiosos. Sobre
todo, nos abre un canal de entendimiento y sabiduría. Una buena
relación con Dios nos capacita para escuchar esa voz interna del
Espíritu Santo que nos dará las estrategias para que «Yo y mi casa
sirvamos a Jehová» en un espíritu de verdadera armonía.
CAPÍTULO 6
REGLAS DEL JUEGO SEXUAL Y
RELACIONAL
En este capítulo analizaremos los privilegios del matrimonio y cómo
la bendición de Dios es capaz de enriquecer la vida de los
cónyuges. Antes, veamos las reglas que establece la Palabra de
Dios:
El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la
mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su propio
cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre
su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no
ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos
sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para
que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia. Mas
esto digo por vía de concesión, no por mandamiento. (1 Corintios
7:3-6)
¿QUÉ ES EL DEBER CONYUGAL?
El deber conyugal es la responsabilidad de cada cónyuge de
satisfacer las necesidades sexuales del otro. Me gusta el hecho de
que el apóstol no generalizara el asunto, sino que les dijera al
hombre que cumpliera con su mujer, y a la mujer que cumpliera con
su marido. Esto se debe a que las necesidades sexuales son muy
diferentes entre ambos sexos.
Cuando le pide al hombre que cumpla su deber conyugal, desde
el punto de vista bíblico significa que el hombre tiene la
responsabilidad de iniciar la relación, debe asumir la iniciativa. El
hombre, al igual que Jesús, debe amar primero. Algunos dirán:
«Muy bien, excelente, no hay problema. Si se trata de asumir la
iniciativa para tener relaciones sexuales, ¡pues heme aquí, Señor,
envíame a mí!». Fantástico, pero no te olvides que vas a cumplir tu
deber conyugal para con tu mujer. En otras palabras, no vas a suplir
tus necesidades, sino las suyas.
Cuando un hombre quiere cumplir su deber, tiene que entender
cuál es el lenguaje del amor de su esposa. Aquí no cabe el refrán
que dice: «Haz al otro lo que te gustaría que te hagan a ti». Ella es
diferente a ti. Si tal vez has estado todo el día fuera de casa sin
verla y sin haber hablado con ella, y al llegar a tu casa no te importa
enfrascarte de inmediato en una relación sexual comenzando desde
la puerta de entrada de la casa, jamás pienses que para ella es
igual. ¡No lo intentes! ¡Podrías darte contra una pared de concreto!
Si en la televisión has visto escenas como esa, no creas que es
igual en la vida real. Las mujeres son diferentes... Necesitan
emocionarse primero, para después encenderse. Primero debió
haber recibido alguna llamadita, algún mensaje de texto. Necesita
escuchar trivialidades de las que ocurrieron durante el día. Necesita
que primero te bañes y en esa ocasión utilizar un gel aromático de
baño. Necesitará explicarte los problemas que tuvo en el día, y
sentir que te preocupaste por escucharla e identificarte con ella, sin
sermonearla ni darle consejos, sino que la halagaste por cómo lo
manejó. Entonces, ella se dispondrá a comenzar, y en esos
momentos tú estás como un volcán en erupción, desesperado, y
como si fuera poco, ella te dice al oído: «Mi amor, suavecito, poco a
poco...».
Luego, descubres que aunque ella está dispuesta a la intimidad
sexual, no significa que esté lista para el coito. Estar dispuesta no
significa que esté encendida en lo sexual. Desde donde está hasta
donde quieres llegar hay un tramo más que te corresponde a ti
recorrerlo a su lado, pues tampoco puede hacerlo sola.
NO ES TAN FÁCIL COMO PARECE
En este punto es donde muchos hombres «explotan de
desesperación», debido a que no entienden cómo esa mujer puede
ser tan difícil. Todo esto nos confirma que cumplir con nuestra mujer
el deber conyugal no es tan fácil como parece. Esto significa que yo
tengo que entender las necesidades específicas de mi cónyuge para
poder suplirlas. Tengo que estudiarla, tener extensas
conversaciones de tema sexual, a fin de llegar a conocer sus
necesidades más íntimas y prepararme para suplirlas. Además,
debo darme a la tarea de conocer cuáles son las cosas que
entorpecen o dificultan que ella pueda encenderse con más rapidez.
Hombres, no caigan en el fatídico error de criticar lo que no
conocen. Si nos eres mujer, no juzgues su comportamiento sexual.
Tampoco cometas el grave error de comparar a tu esposa con tus
experiencias sexuales anteriores. Me refiero a que cada persona es
un mundo, pero cada mujer es un universo escondido que hay que
descubrir. No todas son iguales.
De igual manera, no compares a tu cónyuge con otras personas
de tu pasado de fornicación, pues la relación sexual doméstica no
puede competir con la callejera. Cuando una persona tiene una
relación sexual prohibida, algo en su interior le dice que está
haciendo algo malo. Cuando alguien está caminando en terreno
peligroso, a escondidas, se pone tenso y nervioso. Esa tensión
nerviosa produce en el cuerpo una sustancia llamada «adrenalina».
En el momento en que esta sustancia se mezcla con las hormonas,
se produce una «bomba» muy fuerte de reacciones sexuales.
Cuando esa persona entra en una relación sexual doméstica, a la
que defino como relación sexual lícita y licenciada por la sociedad y
la iglesia, no se produce adrenalina. Solo actúan las hormonas, pero
la persona no se siente igual. Dicho sea de paso, puede tener
relaciones sexuales con la misma persona que fornicaba en «sus
andanzas» del pasado, y ahora después de casados ambos sienten
que ya no es igual, que ya no es tan fuerte la experiencia.
Al igual que el hombre, la mujer tiene que aprender a suplir las
necesidades específicas de su esposo. No puede meter a su esposo
en un molde de mujer. Aunque él tiene que asumir la
responsabilidad por entenderte de manera sexual, tu
responsabilidad es hacer lo mismo. Si él no debe juzgar tu
naturaleza sexual, tú no debes hacerlo tampoco. Lo digo porque hay
mujeres a las que sus esposos las complacen, pero a la hora de
complacerlos a ellos, los juzgan de «carnales» por querer tener
relaciones sexuales casi todos los días o querer tener algunas
aventuras sexuales que a ti no te parecen interesantes.
Hay mujeres que consideran una tontería y una pérdida de dinero
comprarse unas «batitas especiales» o «camisones cortos» a fin de
tener relaciones sexuales. Les parece ridículo ponerse esas
«parafernalias»: «Total, si en unos minutos me la quitan». Prefieren
ponerse las batas «prácticas» que les gustan, pero no las que le
encantan a él, aunque sea por unos segundos.
Deja que te explique cómo se siente él cuando tiene urgencias
sexuales, cómo reacciona su cuerpo en diversas circunstancias y
cómo se activa de modo sexual cuando siente que te ama. Qué
síntomas experimenta cuando está tenso sexualmente. Recuerda no
criticar lo que no entiendes, pues si no tienes un cuerpo de hombre,
jamás experimentarás lo que siente él.
Si no lo entiendes, acéptalo por fe. Sobre todo, cumple tu deber
conyugal hablando su lenguaje, atendiendo sus necesidades
sexuales según las entiende él y no como tú las percibes a juzgar
por la manera en que las sientes.
Pregúntale qué cosas lo complacerían y qué experiencias quisiera
tener en su deleite sexual contigo. Nunca accedas a lo perverso y
contaminado, pero «haz con todas tus fuerzas» lo sano y puro.
¿Verdad, siervos de Dios? Me parece escucharlos... ¡Améééén!
¡NO SE NIEGUEN EL UNO AL OTRO!
El libro de la sabiduría, la Biblia, ordena en 1 de Corintios capítulo 7
que la pareja no se niegue el uno al otro. Dios sabe lo delicado que
es el corazón cuando se trata de asuntos sexuales. La sexualidad
exige entrega, y cuando no somos correspondidos, la herida se
hace profunda. La tristeza de un rechazo sexual es grande. Cuando
ese rechazo se repite, la otra persona puede hasta caer en una
depresión o en un estado de irritabilidad profundo. Es obvio que la
relación de pareja se complica si a la hora de comunicarse se
espera un estallido emocional o una reacción melancólica y
depresiva.
El otro elemento en juego es cuando alguno de los dos hace un
acercamiento del tipo erótico que tal vez se deba a que sienta la
necesidad de expresarse de esa manera. Sin duda, lo inicia
pensando en complacer a la otra persona, pero también sabemos
que lo hace por necesidad. De lo contrario, hubiera esperado a que
el otro asumiera la iniciativa. Casi nadie hace el acercamiento por
conciencia, sino por deseo sexual. Esto se conoce como la libido.
Ese deseo sexual impulsado por las hormonas del cuerpo.
¿Qué pasa con alguien que impulsado por sus deseos sexuales
hace un acercamiento y recibe una excusa como respuesta que
significa un «NO»? ¿Qué pasa con alguien que tuvo que recoger
sus deseos sexuales y bajar las velas porque «hoy no navegas»?
Seas hombre o mujer, te quedas «trepando paredes». ¿Verdad?
En ese estado no es conveniente que nadie salga a la calle. No
estoy diciendo que esa persona vaya a fornicar ni adulterar por tu
culpa, pero al negarnos estamos provocando que en su estado de
«alerta sexual» se fije en otra persona. Este «fijarse» se inicia en el
desarrollo del trato con la otra persona, en quien poco a poco
descubre cualidades que lo lleven a admirarle. El resto es historia.
Así es que si quieres que sus ojos sean solo para ti. Ayudaría
muchísimo si siempre dispusieses en tu corazón a nunca negártele,
aunque en ocasiones represente un sacrificio de amor hacerlo. Creo
que hay mucha sabiduría en esta determinación.
A NO SER POR ALGÚN TIEMPO DE MUTUO
CONSENTIMIENTO
Siguiendo con los mandamientos de 1 de Corintios, puede haber un
tiempo de abstinencia sexual en el matrimonio por motivos
especiales, tal como el dedicarse «sosegadamente a la oración».
Sin embargo, es imprescindible apuntar que es por «mutuo
consentimiento». Por lo tanto, si uno de los dos decide dedicarse
sosegadamente a la oración, que lo haga, pero sin obligar a su
cónyuge a entrar en el ayuno sexual si no siente en su corazón
hacerlo.
Entonces... si hago un retiro de oración y sostengo relaciones
sexuales con mi cónyuge durante el mismo, ¿peco? ¡Claro que no!
El milagro de la sexualidad es parte de lo que Dios utilizó para
impartirnos su imagen y semejanza. Así es que debemos concluir
que se puede estar en un retiro de oración y sostener relaciones
sexuales con su cónyuge para que tu tiempo con Dios no vaya a
resultar en una aflicción para tu pareja; como también acordar la
abstinencia por mutuo acuerdo y tan pronto salgan, juntarse de
nuevo para evitar aflicciones innecesarias de la carne.
VUELVAN A JUNTARSE EN UNO PARA QUE SATANÁS
NO LOS TIENTE A CAUSA DE SU INCONTINENCIA
No permitas que nadie te imponga mandamientos de hombres que
parecen espirituales, pero no lo son. Insisto en que la verdadera
espiritualidad es la que entiende la naturaleza tal como la diseñó
Dios. Si Él reconoce lo poderoso que es la sexualidad, razón por la
cual nos ordena que volvamos a juntarnos de inmediato al salir de
un tiempo de abstinencia que ambos decidieron de forma voluntaria,
es porque la incontinencia sexual natural puede ser peligrosa debido
a la falta de intimidad.
Debemos entender que el tiempo de abstinencia no es natural,
pero Dios nos concede la opción de entrar en ella si ambos están de
acuerdo. Con todo, no es un mandamiento. El versículo 6 lo
confirma: «Mas esto digo por vía de concesión, no por
mandamiento». Así que no permitas que nadie te «lo venda» como
mandamiento, porque no lo es.
Algunos preguntan: «Si la sexualidad es así, ¿por qué entonces
Dios les exige a los solteros abstenerse de tener relaciones
sexuales?». La pregunta en muy buena. La verdad es que el soltero
que se abstiene de toda actividad sexual, incluyendo la
masturbación, no tiene las mismas urgencias sexuales que los
casados. Por lo tanto, puede en Dios mantenerse en abstinencia
hasta que se case. Ya sé, yo dije que si el soltero se estaba
quemando, era mejor que se casara. Y lo sostengo. Aun así,
también acabo de decir que el soltero no tiene las mismas presiones
sexuales que los casados.
¿QUIÉN TIENE MAYOR SENSIBILIDAD SEXUAL, EL
SOLTERO O EL CASADO?
Las personas casadas activaron de manera física todos los
sensores sexuales de su cuerpo. Los órganos con la
responsabilidad de hacer funcionar toda la maquinaria sexual están
trabajando a su mayor capacidad. Las hormonas están a su máxima
concentración porque la actividad sexual estimula todos los
componentes del metabolismo sexual.
Si conversas con un soltero, puedes tocarlo en sus brazos o en
cualquier área prudente de su cuerpo durante la conversación y
nada ocurre. Sin embargo, con un casado debes ponerte límites,
pues las experiencias de toques durante las relaciones sexuales han
despertado sus sensores corporales creando un estímulo mayor que
el de los solteros. No es que no se pueda tocar a una persona
casada, me refiero a toques frecuentes que entre los solteros ocurre
con mucha naturalidad durante conversaciones, pero que entre
casados es peligroso.
Los casados tienen todas las hormonas activas. Sus genitales
entraron en un nivel de metabolismo enorme por las experiencias
orgásmicas, y además de todo lo anterior, duerme en una cama con
una persona del sexo opuesto todas las noches. Esto quiere decir
que ese cuerpo a su lado le provoca atracciones fortísimas que
revuelven sus deseos sexuales. El soltero no tiene estas
experiencias ni esas presiones.
Por eso, un joven que busca a Dios y experimenta el gozo del
Espíritu Santo morando en su interior, tiene la capacidad de
controlar su sexualidad. Aun cuando siente una fuerte atracción por
el sexo opuesto, su vida no se desarma, puede ser feliz hasta con
«la neura sexual». Por el contrario, un casado que no mantiene una
intimidad sexual frecuente, ya sea por conflictos con su cónyuge,
actitudes contrarias a las sexuales, incomprensión o tabúes
religiosos, puede sufrir trastornos de toda clase que se van a
manifestar de diferentes maneras. El nivel de sufrimiento, angustia,
depresión, malhumor, presión alta, insomnio, entre muchas otras, es
mayor que lo que pueda sufrir el soltero. Se necesita a Dios y su
santa ayuda para lidiar con las consecuencias de un matrimonio de
frecuentes abstenciones, sobre todo cuando no son voluntarias.
Si Dios mismo nos pide que nos juntemos, como una forma de
protegernos el uno al otro, debemos seguir sus instrucciones
aunque no sea nuestra preferencia en todos los casos. Es de
suponerse que Satanás, que se comporta como «león rugiente»,
está buscando sin cesar a quien devorar. Está pendiente de las
parejas que descuidan su deber conyugal por las razones que sean,
a fin de tentar, seducir o provocar atracciones e intereses fuera del
lecho matrimonial. Cuando digo fuera del lecho, incluye las
actividades sexuales que se ven a través de la pantalla de una
computadora o del televisor.
LOS SUSTITUTOS SEXUALES DE LOS CASADOS
Cabe señalar que hoy en día existe una enorme cantidad de parejas
casadas jóvenes que tienen pocas relaciones sexuales debido a que
uno de los dos, que casi siempre son los hombres, canalizan su
sexualidad mediante la pornografía y la masturbación. Hay un
creciente número de personas teniendo experiencias sexuales a
través de estos medios, reduciéndose así la actividad sexual con su
cónyuge. Esto es parte de las estrategias de Satanás para
desarticular la unidad matrimonial, aprovechándose de tiempos de
alejamiento sexual entre la pareja que nunca debieron ocurrir.
Entonces, preguntarás: «¿Cómo voy a tener relaciones sexuales
si existen problemas y conflictos no resueltos entre nosotros? ¡Yo no
puedo!». Lo entiendo a la perfección. Créanme que sí. A pesar de
eso, la verdad es la verdad, sin importar las razones que tengamos
para justificar por qué no podemos obedecer a Dios cuando nos
exige que no nos neguemos. Debido a que no podemos negarnos
porque hacerlo no va a resolver nada, sino solo complicarlo, no hay
otra salida que arreglar el conflicto a como dé lugar. La Palabra de
Dios nos dice:
Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni
deis lugar al diablo. (Efesios 4:26-27)
Este pasaje confirma que cuando hay enojos, no podemos
dejarlos vivos por más de un día, ya que si lo hacemos, le damos
lugar al diablo. «No se ponga el sol sobre tu enojo» quiere decir que
todos los problemas que tengamos debemos resolverlos cada día.
No podemos dejar que se acumulen los conflictos, pues los niveles
de ira, o cualquier otra manera en que tu carne decida canalizar el
malestar, serán cada vez más fuertes.
Satanás espera con paciencia esos momentos para intervenir,
aprovechando los conflictos e incitarnos a alejarnos, en vez de
resolverlos. Puede aprovecharse de nuestra falta de sabiduría al no
tener en cuenta el consejo de Dios que nos enseña a no dejar pasar
tiempo. El asunto es que si a los problemas y conflictos le añadimos
el abandono de nuestras responsabilidades conyugales, estas crisis
tomarán dimensiones astronómicas.
Por lo tanto, como no podemos abandonar las relaciones
sexuales y no podemos tenerlas si no estamos en comunión,
debemos resolver de inmediato todos nuestros conflictos para estar
siempre conectados de manera emocional, y así estar siempre listos
para «toda buena obra». ¡Ese es el asunto!
EL AMOR ES UN COMPROMISO DE «RUDA» VALENTÍA
El amor no solo es un asunto de sentimientos hermosos y romances
idílicos. También es un compromiso de ruda valentía. ¿Y qué va a
pasar cuando las cosas no sean tan lindas como siempre lo habías
soñado? ¿Se derrumbará nuestro mundo y nos lanzaremos al
suicidio? ¡No! Tenemos que «agarrar el toro por los cuernos»,
dejarnos de delicadezas sentimentales, y hacerle frente al asunto
con mucha determinación y madurez. Tenemos que citarnos,
establecer las «reglas del juego» durante la discusión, y ponernos
de acuerdo con mucho respeto y humildad «agresiva». Establecer
así una estrategia dura contra la autocompasión y una actitud
decidida a ganar la batalla del corazón de nuestro cónyuge.
Si no podemos lograrlo, tenemos que recurrir a Dios y humillarnos
delante de Él, reconociendo que Satanás ganó terreno. Si tu
cónyuge no te quiere acompañar en el proceso de reconciliación,
lánzate igual. Dios, que es poderoso y amplio en perdonar, nos
socorrerá por amor de su nombre y nos sacará de la crisis, poniendo
en cada cual conciencia de pecado. En otras palabras, a cada uno
le mostrará en qué falló. El primero que reconozca su error y le pida
perdón a su cónyuge, ganará gran estima delante de Dios y,
créanme, será recompensado.
¿Y qué si sabes que tienes la razón y que tu criterio es el
adecuado, pero en el proceso Dios te redarguye por alguna falta
cometida? Qué difícil será pedir perdón sabiendo que solo cometiste
una falta y que, sobre todo, tienes razón en cuanto al problema que
los llevó a esto. Por eso digo que tenemos que ser humildes de
manera agresiva.
Es probable que cuando terminen la discusión estén exhaustos en
lo emocional. Tengan intimidad sexual para sellar la reconciliación y
terminar de sanar la relación. Si uno de los dos quedó dolorido
después de la reconciliación, que se le ceda un poco de espacio.
Entonces, tan pronto puedan, intimen y vuelvan a intimar, para
cerrarle toda puerta a Satanás en su vida.
¿Y SI TENEMOS QUE LLEGAR A LA SEPARACIÓN?
Veamos lo que nos dice la Biblia:
Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el
Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa,
quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido
no abandone a su mujer. (1 Corintios 7:10-11)
Pablo es muy responsable con la revelación de Dios y su propia
interpretación. Por eso aclara aquí que este mandamiento no es
producto de su propia interpretación de las enseñanzas de Jesús,
sino un mandamiento directo de Dios: «Mando, no yo, sino el
Señor». En esta ocasión, el mandamiento va dirigido a las mujeres,
pero se ajusta por igual a los hombres. Les pide que no se separen
del esposo, pero si se separan, que se queden sin casar. La otra
opción que ofrece es la reconciliación. ¿Por qué estas son las
únicas dos opciones?
Recuerda que en Mateo capítulos 5 y 19 Jesús decretó que solo
había una razón para el divorcio aprobado por Dios, el cual era la
fornicación de una o ambas partes. Recuerda también que Él
estableció que cualquier otra causa determina que el divorciado que
se casa de nuevo adultera con su nueva relación. Por eso es que el
apóstol Pablo le dice a la mujer que en iguales circunstancias, si se
separa, o sea, si se divorcia, debe quedarse sin casar. En el caso de
que se vuelva a casar, cometería adulterio. Aquí Pablo valida el
mandamiento de Jesús sobre divorcio y el nuevo casamiento.
LA SEPARACIÓN COMO UN ELEMENTO DE DISCIPLINA
En otras palabras, el pecado no es separarte si tienes que hacerlo,
ni divorciarte si la situación fuera tan grave que tuvieras que tomar
esa decisión. El pecado consiste en volver a casarse si el divorcio
no fue por la razón justificada. La voluntad de Dios es que si tuvieras
que utilizar la separación como un elemento de disciplina para tu
cónyuge, pues hazlo si tienes el apoyo de consejeros matrimoniales
y de tus pastores, pero quédate sin casar. El propósito de la
disciplina de separación es la corrección, la educación, la formación
del carácter de tu cónyuge, a fin de que, a la larga, los lleve a la
reconciliación.
Aun si la situación fuera tan precaria donde mantener la relación
pudiera hacer caer a toda la familia en un caos irrecuperable de
serias dimensiones legales, quizá tengan que divorciarse para evitar
algunas consecuencias graves. No obstante, quédate sin casar,
pues si al final del proceso la persona se recupera, deben
reconciliarse.
Si tu cónyuge se recupera y se convierte en una persona diferente
a la que conocías, ¿por qué no darle la oportunidad? Tus hijos te lo
agradecerán. En lo profundo de su corazón saben mejor que nadie
la meta de Dios: Que el matrimonio sea indisoluble.
Conozco parejas en las que uno de los dos llegó divorciado a la
iglesia. Después de entrevistarle descubrimos que la causa del
divorcio no cumplía con los requisitos dados por Dios. Así que la
solución era tratar de reconciliar esa relación previa, siempre y
cuando la otra persona no estuviera con alguna pareja en relación
consensual.
Hace poco, tuvimos a una pareja que al cabo de cinco años de
divorciados volvieron a darse una oportunidad y los volvimos a casar
después de un largo proceso de restauración de la relación. Sus
hijos estuvieron en la boda de reconciliación de sus padres. La
alegría de sus rostros no tenía precio. Sus vidas espirituales habían
crecido en gran medida y los adolescentes brillaban de gozo.
¿Y QUÉ DE LOS CRISTIANOS QUE TIENEN CÓNYUGES
INCONVERSOS?
La Palabra de Dios también tiene la respuesta:
Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer
que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la
abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él
consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido
incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el
marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos,
mientras que ahora son santos.
(1 Corintios 7:12-14)
El verso 12 es una opinión interpretativa del apóstol sobre lo que
entiende que debe ser la voluntad de Dios en este caso en
particular. Es obvio que esa opinión debe considerarse con
seriedad, pues él tuvo una revelación muy personal de Dios y,
además, mostró ser muy consciente de la realidad humana. Los
versos 13 y 14 nos confirman que si el creyente tiene un cónyuge no
creyente y consiente en vivir con el creyente, no lo debe abandonar
por ser inconverso. Lo que más me conmueve es la razón que da
para dicha recomendación: «El marido incrédulo es santificado en la
mujer, y la mujer incrédula en el marido» (v. 14).
Esto significa que por el solo hecho de que consienta en vivir con
él, Dios lo va a bendecir y santificar. Claro, esto no significa que
ahora sea salvo, como si la salvación fuera por «ósmosis» espiritual.
Significa que Dios lo separará para tratar con esa persona de una
manera especial por amor a ti. Aunque no lo merezca, Dios lo
bendecirá porque te ama. Lo rodeará de sus misericordias por amor
a ti. Le mostrará lo que tú significas para Él. Luego, el verso
continúa diciendo: «Pues de otra manera vuestros hijos serían
inmundos, mientras que ahora son santos».
Esto es más fuerte aún. Significa que la presencia de un creyente
trae bendición, protección, prosperidad y gracia a toda la familia.
Mantener el matrimonio garantiza la santificación de los hijos. Esto
no quiere decir que los hijos sean salvos, pues como dice el refrán:
«Dios tiene hijos, pero no nietos». Aun así, Dios promete darles un
trato especial. Los llamará y les hablará de muchas maneras. Los
protegerá de peligros, los separará para la salvación, pero ellos
tendrán que responder de manera favorable. El simple hecho de que
Dios los llame santificados para sus propósitos, para mí es
suficiente. ¿No te parece?
ENTONCES, SI EL INCRÉDULO SE SEPARA... QUE SE
SEPARE
Queda claro que si el incrédulo decide separarse, debes
permitírselo. No lo amarres. No quieras obligarle a vivir contigo.
Tampoco vayas a «negociar» tu fe por causa del incrédulo.
Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano
o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a
paz nos llamó Dios. (1 Corintios 7:15)
Cuando el apóstol dice que el creyente no está sujeto a
servidumbre, es para que nadie vaya a sentirse obligado «por causa
de la fe en la indisolubilidad del matrimonio» a tener que quedarse
con esa persona. Esto es para evitar que el creyente entre en
actitudes necias, como apelar a los sentimientos del otro, y
manipularlo con un sentido de culpabilidad o condenación para
obligarle a quedarse. No, déjalo ir. Descansa, Dios te concede la
paz.
Ahora bien, tengo varias cosas que quiero que recuerdes para que
no te desvíes ni a izquierda ni a derecha. La decisión la tomó el
incrédulo, no tú. Además, recuerda que mientras esa persona esté
sola, el matrimonio sigue vigente en el Reino de Dios aunque haya
ocurrido un divorcio legal terrenal. Volvemos a reiterar el propósito
porque la voluntad de Dios es ganar a ese incrédulo para el Reino y
nuestras expectativas deben ser iguales a las de Él.
Sin embargo, tan pronto esa persona se ligue a otra, quedas libre
para unirte sin pecar a otra persona. Puedes rehacer tu vida con
otra persona que, suponemos, será creyente, ¿verdad? Porque no
vas a caer en el mismo error dos veces, ¿¡no!?
LA SEPARACIÓN NO ES UN PROCESO DE REPUDIO
El siguiente pasaje le da mucho equilibrio a la concesión de la
separación, pues este no es un proceso de repudio, sino de
restauración.
Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido?
¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?
(1 Corintios 7:16)
Si el creyente utiliza la concesión con la motivación de repudiar,
tengo que recordarle que Dios aborrece el repudio. Por lo tanto,
debo concluir que tu corazón se dañó y es probable que de aquí en
adelante todas las decisiones que tomes sean equivocadas. Estas
son las cosas que Satanás discierne con mucha habilidad para
sembrar la semillita de la cizaña con la que se puede ir a descansar,
pues por sí misma seguirá su curso tenebroso.
No obstante, en todo tiempo mantén en tu corazón la esperanza
de Dios: «¿Qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu
marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu
mujer?».
Es obvio que durante todo ese proceso será necesario que no
solo guardes tu corazón de no contaminarse, sino también guardes
tus comportamientos, actitudes y reacciones para que le puedas
modelar el carácter de Cristo. He visto a muchos correr a los pies de
Jesucristo como producto de haberse expuesto al testimonio de
creyentes que, al pasar por la crisis, se comportan de tal manera
que dejan una impresión de gloria en los demás. Esos son los
momentos donde nos convertimos en «sal de la tierra y la luz del
mundo»:
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean
vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en
los cielos.(Mateo 5:16)
DE LA MANERA EN QUE LLEGASTE A CRISTO,
QUÉDATE ASÍ
No trates de arreglar los errores del pasado si estos ya son
irreparables. ¿Llegaste a Cristo habiendo tenido dos o tres
matrimonios anteriores? No trates de arreglar lo que ya no tiene
remedio. Lo único que puedes hacer es pedir perdón, si fuera
prudente hacerlo, y restituir daños o cumplir con pensiones
abandonadas, etc. Sin embargo, deja atrás lo que forma parte del
pasado y no quieras entrar en un laberinto del cual no hay salida.
Recuerda que Dios te llamó a paz. Lee con detenimiento el siguiente
pasaje bíblico donde se brinda el consejo que resuelve este dilema:
Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a
cada uno, así haga; esto ordeno en todas las iglesias. ¿Fue
llamado alguno siendo circunciso? Quédese circunciso. ¿Fue
llamado alguno siendo incircunciso? No se circuncide. La
circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar
los mandamientos de Dios. Cada uno en el estado en que fue
llamado, en él se quede. ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te
dé cuidado; pero también, si puedes hacerte libre, procúralo más.
Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es
del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de
Cristo. Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los
hombres. Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado,
así permanezca para con Dios. (1 Corintios 7:17-24)
Aplicando este principio espiritual expuesto aquí, llegamos a la
conclusión de que si conociste a Cristo con un matrimonio que se
formó en adulterio por cualquiera de las circunstancias discutidas
con anterioridad, o incluso por otras no planteadas todavía, quédate
en él. No vayas a tratar de restituir el matrimonio previo rompiendo
el que tienes. Es como desvestir a un santo para vestir a otro, y
mucho menos si tienes hijos en la relación actual. De todos modos,
creo conveniente que todo el que haya tenido un pasado
«accidentado» debería asistir a alguna sesión de consejería pastoral
para asegurarse de que todo está en orden o para establecer
plataformas sólidas sobre las que pueda edificar su vida de aquí en
adelante, a pesar de todos los errores cometidos en el pasado.
HAY QUE RESOLVER EL PECADO DEL PASADO
Existe un principio espiritual que no podemos obviar en estos
momentos. Aunque es cierto que la Palabra nos ordena que nos
quedemos en la condición en que llegamos a Cristo, eso no
resuelve el problema del pecado. ¿A qué me refiero? A que si me
casé en pecado, porque adulteré al casarme con el cónyuge que
tengo en la actualidad, tengo paz al saber que no debo arruinar
nada de lo actual. Sin embargo, el problema del pecado no está
resuelto, pues sigo en pecado.
Por lo tanto, ahora que tengo conciencia de pecado, debo
arrepentirme junto con mi cónyuge en la presencia de Dios en
oración, de modo que mi pasado quede borrado con el perdón de
Dios. En realidad, tenemos que asumir la responsabilidad por
nuestros pecados. Mi conversión me limpia de todo pecado, pero
cuando soy consciente de algo tan serio como esto, es necesario
asumir la responsabilidad y concluir el pasado. Si se pudiera dar en
el contexto de un consejero pastoral, mejor, aunque no es
imprescindible.
LA REPARACIÓN DE LO REPARABLE
Cuando hay problemas en el matrimonio, la solución no es romperlo.
Si se daña algún artículo doméstico de valor, la solución no es
comprar otro, sino repararlo.
¿Qué tal si vieras a algún vecino subirse al techo de una hermosa
casa de hormigón armado, tomar un martillo hidráulico de gran
potencia y comenzar a romper todo el techo de la casa hasta
convertir su linda residencia en una ruina? Es probable que irías a
preguntar: «¿Por qué hiciste eso? ¿Qué pasó? ¿Qué tan malo era
eso que tenía la casa para que la convirtieras en una ruina?». Sin
duda, caerías de espaldas, metafóricamente hablando, si la
respuesta que te diera fuese: «Es que tenía una grieta en el techo
por donde entraba agua. Me molestaba mucho. Así que decidí
romper el techo para hacer uno nuevo». ¡Qué absurdo! ¿Verdad?
Jamás pensarías que alguien fuera capaz de hacer tal cosa. No
cabe en una mente humana sana tomar una medida tan drástica
cuando se hubiera podido resolver de otra manera.
Luego, otro vecino que tiene una hermosa terraza de madera
preciosamente decorada con plantas y fuentes de agua bordeando
una piscina espectacular, descubre que tiene un rastro de termitas
subiendo por una de las columnas de la terraza. Te acercas y
descubres que está echándole a la hilera de termitas un poco de
gasolina. Para tu sorpresa, lo ves tomar un fósforo y prenderle
fuego. Es obvio que la terraza entera arde y el fuego la consume en
cuestión de minutos. Todavía te encuentras en estado de choque
porque no puedes creer lo que acaban de ver tus ojos, y mucho más
cuando le ves una sonrisa de satisfacción en sus labios.
—¿Por qué sonríes? ¿De qué te alegras? —le preguntas.
—Resolví el problema —te responde.
—¿Cuál? —preguntas de nuevo.
—Pues se acabaron las termitas.
—¡Pero a qué precio! —le contestas.
Sin duda, estos ejemplos te parecen absurdos. Es inconcebible
que propiedades de tanto valor se destruyan por problemas que
pueden resolverse de una manera más inteligente. La palabra de
orden es la siguiente: «Mantenimiento». Con la pequeña inversión
de un sellador de techo se hubiera resuelto el problema de la casa.
Con un poco de insecticida especial para termitas se hubiera
resuelto el problema de la terraza. Nadie tomaría medidas tan
drásticas para solucionar problemas que puede remediar el
mantenimiento.
NO DESTRUYAS LO QUE SOLO NECESITA
MANTENIMIENTO
Analiza esto bien. Si a tu matrimonio le apareciera una grieta, no lo
rompas. Si a tu matrimonio le apareciera una plaga de insectos, no
lo quemes hasta destruirlo. ¿Por qué no parece tan absurdo cuando
las parejas, por problemas que tienen solución, deciden romper la
relación? Sin embargo, muchos optan por tomar medidas drásticas,
tal como la disolución de su matrimonio, cuando una inversión de
mantenimiento matrimonial lo hubiera podido resolver.
Reconozcan la necesidad del mantenimiento. Hay dos maneras de
hacerlo y ambas son aceptables. Una es el mantenimiento curativo y
la otra es el preventivo. Lo perfecto es que pudiéramos en la
totalidad de los casos prevenir los problemas y evitarlos, tomando
medidas que suplan las necesidades de nuestro cónyuge, y aun las
nuestras, antes de que nos «pasen la factura». No obstante, eso no
siempre es posible. Por más que lo preveamos, a la corta o a la
larga descubriremos que nuestro cónyuge está molesto o incómodo
por las necesidades no suplidas. O quizá seamos nosotros los que
estemos irritados por lo mismo. Sea cual sea el origen del problema,
debemos responder como es debido y darle de inmediato el
mantenimiento a la relación.
Es evidente que lo más sabio es que seamos preventivos. ¿De
qué manera podemos serlo? Primero, aprende de los problemas de
los demás. Hay un dicho que reza: «Nadie aprende por cabeza
ajena». Sin embargo, se supone que los cristianos tengamos «oídos
para oír», que sepamos poner por obra los consejos ofrecidos por la
gente que nos rodea, y que ha vivido distintas experiencias y tiene
mucho que aportar. Ya sea la sabiduría de la experiencia o los
errores de los demás, ambos serán eficaces por igual a la hora de
ofrecer información valiosa que nos evitará el dolor del fracaso.
En segundo lugar, debemos aprender de nuestros propios errores.
Si tenemos la humildad de «buscar la vuelta» para reconciliar la
relación después de un conflicto, habremos podido prevenir. No
obstante, es importante que nos detengamos a analizar qué sucedió
y por qué. De lo contrario, seguiremos cayendo en los mismos
conflictos como en un círculo vicioso. Así que lo sabio es sacar
tiempo para comunicarnos e identificar cuáles fueron nuestros
errores en el proceso. No estoy hablando de quién tiene la razón,
pues eso no es lo más importante, sino de analizar cuáles fueron
nuestras actitudes durante el conflicto y disculparnos por todas las
que fueron erróneas a la luz de las Escrituras. Al final de esa
conversación, debemos ponernos de acuerdo en cómo evitar caer
en este conflicto una vez más.
Puede que el que tuviera la razón en cuanto al conflicto original
fuera el que más pecara durante el enfrentamiento. Ese será el que
más responsabilidad tendrá que asumir a la hora de la solución del
asunto. Dolerá mucho, pero es justo y razonable que sea así.
Aunque la vida está llena de problemas y conflictos de los que no
tenemos la responsabilidad, sí la tendremos con relación a la
manera en que los manejamos y resolvemos. El que reacciona
«rompiendo y quemando», sufrirá más, porque esa no es la forma
apropiada de enfrentar la vida. No eres culpable de la «grieta ni de
la plaga», pero sí del remedio equivocado.
CAPÍTULO 7
EL AMOR QUE NO DA FRUTO
El amor no es una emoción, sino una decisión del corazón para
llegar a otros. Incluso, es más importante que todos los dones
espirituales, pues «las profecías se acabarán, y cesarán las
lenguas» (1 Corintios 13:8), pero el amor permanecerá. Sin
embargo, muchas veces vemos que el amor no da frutos de su
existencia. ¿A qué se debe esto?
LA DIFERENCIA ENTRE SENTIR AMOR Y EXPRESARLO
Existe un gran abismo entre sentir amor y expresarlo. Hay muchas
personas que son categóricas en cuanto a sus sentimientos. Aun
así, es muy triste ver que esos miembros de la familia a los que
dicen amar sean infelices y depresivos justo porque no se sienten
amados. Esto evidencia que sentir amor a nadie salva, a nadie
edifica, a nadie bendice, a nadie hace feliz. El amor no expresado es
nulo, infructífero e irresponsable.
«Amarás a tu prójimo como a ti mismo» revela que debemos ser
sanos en nuestro interior para dar amor a medida que nos amamos
a nosotros mismos. Nadie puede amar a otros más de lo que se
ama a sí mismo. A muchas de estas personas se les hace tan difícil
expresar el amor, porque es probable que también fueran víctimas al
no haberse sentido valoradas, apreciadas, estimadas ni importantes.
Quienes se formaron sintiéndose de esa manera, no pueden dar lo
que nunca recibieron ni poseen. De modo que Cristo vino a nuestra
vida para restaurarnos el corazón y hacernos sentir «hijos
especiales», cuidados y valorados más allá de lo imaginable. Hijos
acompañados por nuestro Padre todos los días de nuestra vida.
Al devolvernos el sentido de dignidad, de importancia y de
grandeza (esa que ofrece el perdón), recibimos la libertad de las
vergüenzas y los complejos. Ese amor nos capacita para poder
devolverles a otros ese mismo sentimiento, pero ahora expresado.
Por esa razón damos amor, según lo recibimos de Cristo confirmado
por medio del Espíritu Santo que vino a morar en nuestro corazón.
Tenemos el llamado de Dios para amar de la misma manera que
Él. Por lo tanto, no expresarlo es desobediencia y, por consiguiente,
pecado. Significa que debemos evaluar hasta qué punto tenemos la
libertad para amar. El pecado en el corazón es uno de los antídotos
del amor. Mientras más libres seamos del pecado, más capaces
seremos de amar.
Muchas veces, cuando me sentía incapaz de darle cariño a mi
esposa, tenía que preguntarme: «¿Por qué no fluye ese sentimiento
de amor como debería?». La respuesta basada en la verdad de Dios
era: «Al parecer, hay pecado guardado en tu corazón, porque eso es
lo único que neutraliza el amor de un cristiano». Entonces, corría a
humillarme delante de la presencia de Dios y descubría por
revelación del Espíritu Santo lo que me tenía estancado o frío en
mis expresiones de amor.
Otra de las causas que ha afectado a generaciones enteras de
hombres es la cultura machista. Aunque poco a poco esta forma de
pensamiento está cambiando, todavía quedan muchos machistas:
Hombres atados por un falso paradigma. Esta «filosofía» creó una
imagen de hombría insensible, fría e inexpresiva. Para muchos
hombres era importante ser machista. La rudeza, la agresividad, el
trabajo duro y la capacidad para soportar el dolor sin llorar
representaban la hombría. Ser emocional, ofrecer abrazos y afecto
físico era humillante, pues los hacía sentir «afeminados» y débiles.
Hoy en día, estos hombres se enfrentan al hecho de que la vida
les exige algo que no pueden dar, porque hacerlo sería como
renunciar a la hombría como la conciben. Es obvio que esto requiera
una renovación del espíritu de su entendimiento. La Palabra del
Señor y una buena experiencia con el bautismo del Espíritu Santo
los transformará. Saldrán del claustro emocional donde se
encontraban y comenzarán a dar frutos que traerá bendición a todo
aquel que esté a su alrededor. ¡Amén!
¿QUÉ ES AMAR SEGÚN DIOS?
Las Escrituras son muy fuertes con respecto a nuestra
responsabilidad de expresar el amor. Veamos lo que nos dice sobre
la preeminencia del amor:
Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor,
vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si
tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y
si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no
tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de
comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y
no tengo amor, de nada me sirve. (1 Corintios 13:1-3)
Tenemos que entender a cabalidad el significado universal de este
pasaje, pero también tenemos que entenderlo a la luz del
matrimonio. Es aquí donde el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu
Santo, detalló el amor para que este no fuera de definición relativa.
Muchos escritores, poetas y autores de canciones han tratado de
definir el amor, pero el apóstol ha logrado expresarlo con claridad,
más de lo que muchos quisiéramos aceptar, ya que es una
definición que nos deja sin aliento.
La definición de amor que nos da Dios no nos deja con la
sensación erótica que despiertan los poetas, sino con un enorme
sentido de responsabilidad e impotencia. Eso es para que
entendamos que este estándar de amor solo lo obtenemos a través
de una genuina relación con Cristo.
Analicemos el pasaje anterior verso a verso:
1. Si no le expreso amor a mi cónyuge, mis oraciones a Dios
solo hacen ruido en el cielo
«Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo
amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que
retiñe». Las paráfrasis se utilizan para dar una explicación o
interpretación amplificada de un texto y, de esa manera,
ilustrarlo o hacerlo más claro. Por lo tanto, quisiera
parafrasear e interpretar el pasaje anterior aplicado a nuestra
vida matrimonial de modo que tenga mayor sentido:
Si yo fuera una persona muy sociable, con habilidad para
hablar de manera inteligente en público, capaz de rodearme
de personas importantes e impresionarlos con mi discurso,
y si en la iglesia fuera muy elocuente y espiritual, hasta me
comunico con Dios en otras lenguas, pero no sé expresarle
amor a mi cónyuge, soy hueco y vano. Mis oraciones
sonarán como un ruido disonante en el cielo. El hablar en
lenguas no impresiona a Dios, pues lo más importante para
Él es que aprenda a expresarle mi cariño y amor romántico
a mi cónyuge. Si me niego a hacerlo por la excusa que sea,
el ruido de mis palabras cuando trate de comunicarme con
Dios le traerá mucho disgusto. Tendrá que taparse los
oídos.
Me parece que Dios nos enfrenta de modo muy profundo al
apelar a nuestra conciencia de personas espirituales y
religiosas, a fin de que no nos engañemos a nosotros
mismos. El ser humano adulto es capaz de dividir en
departamentos su espiritualidad como si fuese posible
desvincularla de nuestra vida cotidiana. En psicología se le
llama esquizofrenia a algo parecido a esto.
La verdad de Dios es contundente: «El que ama a Dios,
ame también a su hermano» (1 Juan 4:20). El asunto es que
cuando se trata del amor matrimonial, no podemos
conformarnos con brindarnos el amor que le damos a todo el
mundo, pues el amor matrimonial se ubica en otra dimensión.
Al igual que Dios no permite que seamos mediocres en
nuestro amor por Él, tampoco permitirá que lo seamos en el
amor por nuestro cónyuge. Esas son las dos relaciones más
importantes que tenemos que cuidar, debido a que son los
únicos vínculos permanentes que existen debajo del sol.
2. Aunque sea un ministro, si no le manifiesto amor a mi
cónyuge, nada soy delante de Dios
«Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda
ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase
los montes, y no tengo amor, nada soy». La paráfrasis de este
pasaje sería:
Si yo fuera una persona de fe y de revelación, con un
ministerio profético o apostólico que enseñara la Palabra de
Dios con mucha autoridad, que estuviera muy
comprometido con la iglesia, y tuviera un ministerio
próspero y reconocido, pero fallo en expresarle amor a mi
cónyuge, nada soy delante de Dios.
En varias oportunidades me han invitado a dar charlas
sobre el matrimonio y temas de familia a diferentes iglesias.
Mientras hablo, me ha parecido interesante la reacción de
muchas de las esposas de pastores.
Al comienzo, abren sus ojos como si se asustaran por el
mensaje. Digo «asustadas», porque en primer lugar expongo
mi testimonio de cómo yo, siendo pastor, mantuve una doble
vida, ya que manejé mi relación con mi esposa con mucha
hostilidad y en la iglesia era «todo amor». Le faltaba al
respeto con mucha regularidad, la culpaba y la criticaba por
todo. Sin embargo, después llegaba a la congregación y me
comportaba como si nada hubiera sucedido.
Esta revelación de nuestra intimidad como matrimonio
pastoral parece desnudar varias situaciones semejantes. Al
cabo de escuchar un rato, algunas mujeres no pueden
contener las lágrimas. Cuando los hombres ven llorar a sus
esposas, casi siempre deciden humillarse y reconocen en la
presencia de Dios que aunque sean exitosos desde el punto
de vista ministerial, han fracasado como amantes dentro del
matrimonio.
Parte de lo que Dios va a usar para cautivar el corazón de
la familia pastoral es el ambiente de cariño, las
manifestaciones de afecto y la relación de intimidad en la
pareja pastoral. Donde el evangelio cobra sentido ante los
ojos de los niños, adolescentes y jóvenes es cuando el gozo
de la pareja llena el hogar. Esa alegría y disfrute matrimonial
es el mayor testimonio del poder de Dios. Hace a todos
querer servirle.
Siempre habrá sus excepciones. Tengo que mencionarlo
por la paz mental de algunos a quienes este mensaje sobre
los hijos siguiendo la fe de sus padres les resulta
amenazante. Siempre buscan que yo establezca el equilibrio,
como si tuvieran temor a que les juzgaran si alguno de sus
hijos decidiera no seguir sus pasos. Por lo general, no hablo
de las excepciones, a fin de que los padres cómodos no
descansen en ellas, sino que hagan lo que tienen que hacer
para no sentirse culpables si los hijos deciden no amar y
servir a Dios.
¿Complacidos? ¡Está bien! Aun así, que quede claro que se
supone que un árbol de naranjas produzca naranjas. Una
planta de plátanos se supone que produzca plátanos. De
igual manera, se supone que los padres cristianos produzcan
hijos cristianos. De que hay sus excepciones, las hay, pero
son tan pocas que no vale la pena destacarlo.
3. De nada me sirve ser generoso y sacrificarme por hacer
acción social, si no le suplo las necesidades de amor a mi
cónyuge
«Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los
pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, y no
tengo amor, de nada me sirve». Al parafrasearlo, lo diría así:
Si fuera muy generoso con un corazón compasivo por los
marginados y necesitados, y en la iglesia diezmara con
fidelidad y, más aún, siempre fuera uno de los primeros en
ayudar con ofrendas voluntarias a las diferentes causas, y
hasta supiera sacrificarme sacando tiempo de mi trabajo
para entregarlo por las misiones y sacrificar todo lo mío por
los demás, pero me niego a darle el amor que necesita mi
cónyuge, de nada me sirve lo que hago y todo lo que doy.
Cada comportamiento amable y desprendido fuera del
matrimonio descrito con anterioridad, solo hace feliz al que lo
practica y a los que reciben esos tratos especiales. Hasta
cierto punto, es una crueldad desplegar toda esa
generosidad, capacidad de agradar, servir y de darse de
manera sacrificial y, al mismo tiempo, mantener al cónyuge a
su lado, sediento y hambriento de atenciones de amor.
La palabra «prójimo» viene del latín proxĭmus, que significa
«el más cercano». Esto destaca que todos los mandamientos
de amor y unidad que las Escrituras nos imponen para ser
considerados como hijos del Reino, tenemos que
manifestarlos como prioridad a los más cercanos a nuestra
vida. ¿Quiénes se suponen que sean nuestros proxĭmus? Es
obvio que, en primer lugar, nuestro cónyuge y, luego, nuestros
hijos. En el caso de los solteros, sus padres y hermanos.
UN DIOS DE PRIORIDADES
Cuando enfrentaron a Jesús al preguntarle cuál era el primer
mandamiento de todas las leyes de Dios y de su Reino, Él contestó:
Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el
principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que
estos. (Marcos 12:30-31)
Ante la cantidad de leyes y preceptos del Reino, Jesús estableció
cuáles eran las prioridades por las que nos juzgarían. Podríamos
descuidar algún día de congregarnos. Podríamos no haber ayunado
todas las veces que debimos. Podríamos haber sido incoherentes
en nuestro estudio de la Biblia, entre otros muchos actos de los
piadosos. Sin embargo, lo que no se tolerará es que descuidemos lo
más importante de la ley que es amar a Dios y amar a los más
cercanos que tenemos en nuestra vida.
Todos los días tenemos que cultivar nuestra relación con Dios, así
como alimentar nuestra relación matrimonial. Las consecuencias de
desatender ambas responsabilidades no tardarán en manifestarse.
Por eso, de las palabras de Jesús se puede inferir que si te dedicas
a cultivar tu relación de amor con Dios cada día y te concentras en
practicar el amor con tu cónyuge de manera coherente, tendrás
amplia entrada al Reino de los cielos.
HABRÁ MALDICIÓN SOBRE LA TIERRA POR
DESCUIDAR EL AMOR FAMILIAR
Dios recompensará en gran medida el cultivo de las relaciones
matrimoniales y familiares. Con igual intensidad se castigará el
descuido irresponsable de nuestro deber conyugal y familiar. En lo
personal, me sorprendieron cuando entendí el contenido de las
palabras proféticas de Malaquías, al final del Antiguo Testamento.
He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de
Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres
hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea
que yo venga y hiera la tierra con maldición. (Malaquías 4:5-6)
Para los que están pensando que este pasaje no se ajusta a
nosotros porque es del Antiguo Testamento, permítanme explicarles
que esta es una profecía que habla de los últimos tiempos. Eso
significa que tendrá cumplimiento en nuestros días. Por lo tanto,
nunca ha tenido más vigencia que hoy. Si habrá maldición por
descuidar nuestra relación con nuestros hijos, ¿qué no se dirá del
descuido de nuestro amor matrimonial? De seguro que será peor...
Si alguno se está preguntando por qué no se mencionó el
matrimonio en la profecía de Malaquías, la respuesta es sencilla: Es
imposible hacer volver el corazón de nuestros hijos si no lo hemos
podido hacer con nuestro cónyuge. Nuestros hijos nunca nos van a
comprar la idea si se sienten insatisfechos de cuánto nos amamos
como esposos. Si lo que han visto en nosotros no les impresiona,
tampoco se impresionarán cuando tratemos de convencerlos de
cuánto los amamos.
Por lo tanto, los padres que gozan de una excelente relación con
sus hijos, y sienten su admiración y se apasionan por sus intereses,
es debido a que la relación matrimonial es lo suficientemente
saludable como para impartirles seguridad y certeza de
permanencia. El acercamiento de estos padres hacia sus hijos se
recibe con mucha receptividad y confianza.
DONDE HAY BENDICIÓN Y UNCIÓN ALLÍ HAY
AUTORIDAD ESPIRITUAL
El Salmo 133 trae una hermosa revelación de la unción derramada
en lugares donde se manifiesta el amor y la comunión unos con
otros.
¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos
en armonía! Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual
desciende sobre la barba, la barba de Aarón, Y baja hasta el
borde de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende
sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y
vida eterna. (Salmo 133:1-3)
La Palabra describe ese ambiente como bueno y delicioso. Es rica
y placentera la sensación de vivir en un ambiente de armonía. La
unidad que se genera cuando habitamos juntos en armonía provoca
que Dios derrame unción de lo alto. Esa unción de Dios es tan
poderosa que Satanás no tiene poder en su contra. Por eso los
ungidos de Jehová son intocables para el reino de las tinieblas. Los
demonios no tienen acceso a los ungidos de Dios.
Un matrimonio que habita en unidad y armonía produce esta clase
de bendición sobre sus vidas, y por eso gozan de una enorme
autoridad espiritual contra las fuerzas del mal. Cuando una pareja
ungida se pone de rodillas o junta sus manos para orar y reprender
demonios, estos tienen que huir porque no resisten la unción de
Dios. De la misma manera, una pareja sin unción, por más
conocimiento bíblico que tenga, puede usar las palabras apropiadas
y procurar expresarse con autoridad espiritual, pero no la posee.
Esto se debe a que la autoridad de la unción viene como producto
de la comunión y la armonía, y no por el conocimiento.
Cuando un matrimonio logra transmitirles ese mismo espíritu a sus
hijos, les imparte una gran autoridad espiritual. El Salmo 127:3-5 se
refiere a esto:
He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto
del vientre. Como saetas en mano del valiente, así son los hijos
habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su
aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los
enemigos en la puerta.
NUESTROS HIJOS, ¿ARMAS DE GUERRA?
La Palabra describe a los hijos «como saetas en manos del
valiente» (Salmo 127:4). En otras palabras, estos se convierten en
armas de guerra. Si lo aplicamos al mundo espiritual, significa que
cuando los hijos son investidos de la unción de sus padres, este
salmo les llama valientes y la autoridad espiritual se magnifica en
ellos haciéndose más poderosos que sus padres. Entonces, los
hijos son las armas de guerra que poseen los valientes para
enfrentarse a sus enemigos espirituales. Es más, los padres no
serán avergonzados cuando se enfrenten a sus enemigos
espirituales que amenazan a la familia.
Hay guerras que se ganan o se evitan con solo mostrarle al
enemigo las armas de ofensiva que posee la nación. Cuando el
enemigo se da cuenta de lo poderosas que son las armas que van a
utilizar en su contra, muchas veces deciden retirarse. Cuando
nosotros los padres hemos logrado vivir en armonía matrimonial y
así les hemos enseñado a convivir a nuestros hijos, solo tenemos
que invitarlos a orar y hacer guerra espiritual cuando sentimos que
nos están amenazando las fuerzas del mal. Es como exhibir ante los
demonios nuestra capacidad bélica, nuestros hijos, para
enfrentarlos; y cuando se dan cuenta de lo poderosos que son
nuestros soldados de primera fila, retrocederán de inmediato. Nunca
nos vencerán... ¡Amén!
CAPÍTULO 8
EL PRECIO DE SER FELIZ
Todo el mundo quiere ser feliz. Es normal y natural que todos lo
pretendamos. El problema es que muchos creen que no cuesta
trabajo conseguir la felicidad, que no duele, que no se sufre. Si la
experiencia no trae esfuerzo, dolor y sufrimiento, no puede ser
felicidad. Por eso es que muchos piensan que la felicidad no existe.
Este pensamiento es falso por completo. Llegar a esa conclusión
puede hacernos caer en un estado de decepción por la vida que nos
quite las fuerzas de querer vivir con intensidad. Esa idea engañosa
puede incapacitarte para crecer como ser humano.
El libro de la sabiduría, la Biblia, es muy claro al respecto.
Describe el amor con un violento sentido de sinceridad. No lo
idealiza con romanticismo. Lo presenta tal y como es, y de la
manera en que se debe practicar:
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor
no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no
busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la
injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser.
(1 Corintios 13:4-8ª)
EL AMOR ES SUFRIDO
Basado en esta verdad bíblica que tanto cuesta aceptar, el amor sí
sufre o, mejor dicho, «todo lo sufre». Por el simple hecho de amar,
ya se sufre. El que no sufre es porque no ama. El amor cuesta. A
Dios le costó amar. Le costó sacrificar a su único Hijo. El amor
duele. En este mundo no hay nada ideal. Por lo tanto, el que ama
tendrá que soportar en amor al imperfecto. El único amor ideal que
existe forma parte del Reino de Dios.
En conclusión, al que ama y es fiel, al que acepta la Palabra y
quiere obedecer al Señor, le va a costar mucho mantenerse
amando. Tener que resistir su propia carne cuando esta quiere
rebelarse y rechazar al cónyuge será una de las cosas más difíciles
que tendremos que vivir. Sin embargo, aunque sea duro obedecer,
en ello está la vida en abundancia que prometió Jesús. De manera
que si el Libro de la Sabiduría te recomienda hacer algo, sigue las
instrucciones por fe e intenta hacerlo a la manera de Dios para ver si
cambian tus circunstancias. Te aseguro que cambiarán.
Es posible que todo lo que tienes por dentro te diga: «¡Quiero el
divorcio!». No obstante, si la Escritura ordena: «No te separes de tu
marido o de tu esposa, mientras consienta estar a tu lado», sé fiel y
mantente ahí (lee 1 Corintios 7:12-13). Guárdate íntegro. Entonces,
si lo haces, tienes que hacerlo de corazón, no a regañadientes. La
obediencia a Dios tiene que ser íntegra en cuerpo, alma y espíritu.
En otras palabras, debes buscar el rostro de Dios para que Él ponga
en ti tanto el querer como el hacer. Si todo lo que tienes por dentro
no quiere y Dios te dice: «Quiero que quieras», solo Él puede
hacerte querer algo que no querías, pero tienes que disponerte para
que Él obre.
Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no
como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi
ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor,
porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el
hacer, por su buena voluntad. Haced todo sin murmuraciones y
contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios
sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en
medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo;
asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo
pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he
trabajado. (Filipenses 2:12-16)
Sin duda, el proceso de disponerte a amar a alguien que no
quieres va a doler. ¡Claro que sí! Con todo, hazlo sin murmuraciones
ni contiendas. No te quejes... ¡Aférrate con fuerzas de Dios!
Por eso el amor es sufrido.
EL AMOR ES BENIGNO
El Evangelio de Lucas define muy bien lo que es ser benigno:
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque
también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien
a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los
pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes
esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los
pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Amad,
pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando
de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del
Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed,
pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es
misericordioso. (Lucas 6:32-36)
Esta es una característica en el fruto del Espíritu más difícil de
obedecer, ya que se trata de devolver un bien a un mal recibido. Es
todo lo opuesto a «ojo por ojo y diente por diente». Es bendecir al
que me maldice y tratar con mansedumbre al que me trata con
aspereza. Es ser misericordioso con el egoísta y servirle con
fidelidad al desconsiderado. ¡Ayayay!
Aquí es donde tenemos que correr a los pies del Señor y decirle
con todas nuestras fuerzas: «¡Ayúdame, Señoooor! ¡Por favor, que
los frutos de ser benigno se vean proontooo!». Si buscas el rostro
del Señor en momentos como estos, créeme que verás su mano
sobrenatural socorrerte.
Aunque difícil, sin embargo, es uno de los frutos más poderosos
en cuanto a resultados se refiere. La benignidad es lo que más
avergüenza a los ofensores, pues hace que su maldad aflore con
claridad y que se haga patente su mal carácter. Esta es la actitud
más eficaz que ha traído a los inconversos a los pies de Jesús, pues
la gente se convence de la presencia de Dios en ti. Es la actitud que
más provoca a que te respeten los demás, incluso tus enemigos.
EL AMOR NO TIENE ENVIDIA
La definición de la palabra «envidia» es: «Tristeza o pesar del bien
ajeno»[6]
Aunque parezca increíble, hay hombres que experimentan
sentimientos de tristeza por el bien de su esposa, sobre todo cuando
ella recibe un aumento salarial, promociones o ascensos en su
puesto de trabajo que representan una prosperidad con la que
sienten que no pueden competir. En vez de alegrarse y respaldarla
en su nueva función profesional, responden con actitud de aspereza
e irritabilidad, porque como hombres se sienten amenazados en lo
emocional.
Si su esposa lo invita a una actividad social de su trabajo, prefiere
no asistir porque le da vergüenza la posición que ocupa en
comparación con sus logros personales. Sin duda alguna, esta
molestia interna no es otra cosa que envidia. El amor no es así. Si
en algún momento surgiera ese sentimiento, hay que llevarlo a la
cruz de Cristo.
La otra definición de envidia es: «Emulación, deseo de algo que
no se posee»[7].
Hay mujeres que sienten una incomodidad interna porque
consideran que los hombres son los privilegiados de la sociedad.
Creen que son los que llevan la parte más fácil de las
responsabilidades familiares y que tienen determinadas «libertades»
que no poseen ellas. Asimismo, les parece injusto que sean los que
tengan siempre la autoridad. A decir verdad, son mujeres que
envidian la autoridad de los hombres y no pueden ser del todo
felices a su lado porque se resienten ante el papel que les impuso la
sociedad. Todo el que ama con el amor de Dios se goza del lugar
que le tocó asumir dentro de la creación y respeta el orden que se le
dio en el matrimonio. La mujer que ama así, disfruta su papel y lo
ejecuta al cien por cien con excelencia, sin darle importancia a lo
que le dicta su lógica.
Además, la mujer que entiende cuál fue el lugar que Dios le dio en
la creación, no querrá el lugar que ocupa el hombre. Las que
leyeron mi libro anterior La mujer, el sello de la creación, saben a lo
que me refiero.
EL AMOR NO ES JACTANCIOSO
La definición de «jactancia» es la siguiente: «Alabanza propia,
desordenada y presuntuosa». La Palabra de Dios nos enseña que
debemos aprender a moldear nuestro carácter conforme a Jesús:
Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con
humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él
mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual
también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir
que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de
Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino
que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se
humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y
muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y
le dio un nombre que es sobre todo nombre. (Filipenses 2:3-9)
[Jesús dijo:] Aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. (Mateo
11:29b)
Hay hombres que se jactan de su posición y su forma de
proyectarse es muy autoritaria. Hacen sentir a sus esposas e hijos
como «ciudadanos de segunda» dentro de su hogar, porque él es el
único rey y señor. Jesús era Rey y Señor, pero nunca se aferró a
eso, sino que vino a servir entre nosotros. De la misma manera,
todo el que tiene verdadera autoridad no debe jactarse de ella, pues
con esto demuestra su inseguridad.
Los jactanciosos son personas con una identidad herida que
obtienen seguridad propia intimidando a los demás. Funcionan con
un régimen de terror. Sus familias les temen, pero no los respetan.
La jactancia es una especie de orgullo que lo hace ser
perfeccionista y por eso trata a los demás como torpes. El que es
así, tiende a ser rezongón y crítico. Se le hace difícil enseñar, pues
su jactancia le hace ver a los demás como «brutos» y por eso pierde
la paciencia con facilidad. El jactancioso reprocha mucho a los
demás debido a que le fastidia que no puedan ver las cosas con
tanta claridad como las ve él.
El que ama procura vivir por las recomendaciones enunciadas en
este pasaje de Filipenses. El que ama actúa con humildad. Aun
siendo una persona con muchas capacidades, trata a los demás
como si fueran superiores a sí mismo. Sabe honrar a los que están
bajo su autoridad. No se aferra a la posición que ocupa, pues cree
más en la persuasión amorosa que en la intimidación del poder. El
que se jacta es presuntuoso. Le gusta impresionar para que otros le
sirvan, mientras que el que ama prefiere servir aunque tenga de qué
gloriarse.
EL AMOR NO SE ENVANECE
La definición de «envanecer» es la siguiente: «Causar o infundir
soberbia o vanidad a alguien»[8]. Entonces, alguien con «vanidad»
se caracteriza por ser «vano». Es decir, «falto de realidad, sustancia
o entidad. Hueco, vacío y falto de solidez»[9]. En otras palabras: «El
amor sea sin fingimiento» (Romanos 12:9).
No debemos asumir actitudes mediocres ni poco apasionadas. El
amor «vano» es ofensivo porque muestra cansancio y poco
compromiso. Podemos sentirnos huecos por descuido de la
relación, pero tenemos la responsabilidad de volver a alimentarla de
modo que gane sustancia y sentido.
Si Dios nos pide amar, tenemos que hacerlo de corazón y de
buena gana. La actitud de amar con «cuentagotas» es amar de
manera fingida. El verdadero amor procura hacer las cosas
genuinamente; y si no se siente así, procura hacerlo como si lo
sintiera. La alternativa sabia no es dejarlo de hacer porque no lo
sintamos y no queremos ser «hipócritas». La persona madura se
conduce en amor aunque no tenga ganas. El verdadero amor actúa
con pasión no solo cuando lo siente, sino que decide hacerlo
conforme al amor porque quiere ser siempre una persona amorosa,
sin tener en cuenta si los demás se lo merecen o no.
Precisamente así es Dios. Él nos pide que lo imitemos en esto,
que le obedezcamos aunque no lo sintamos. La lógica de nuestra
mente nos dice que no debemos hacer nada que no sintamos y que
no fluya de nuestro interior. Satanás, por su lado, también nos
atormenta con la acusación de que intentarlo es ser hipócrita. Yo
también pensaba así, pero un día mientras oraba, el Espíritu Santo
me dijo al corazón: «No llames hipocresía lo que Yo he llamado
obediencia». Con el impulso de esta palabra aprendí a hacer lo que
es debido, sin importar cómo me sienta. Entendí que el corazón es
engañoso. De ahí que no se le pueda hacer caso.
Por lo tanto, nunca ames en silencio ni a medias debido a cómo te
sientes. Hazlo por conciencia, por obediencia. Hazlo de manera que
se te note. Ese es el único amor que da frutos... «el que se nota».
EL AMOR NO HACE NADA INDEBIDO
La definición de la palabra «indebido» es: «Ilícito, injusto y falto de
equidad»[10].
El que ama, no pone en riesgo la relación haciendo cosas ilícitas
ni fuera de la ley. El que ama procura ser fiel. De modo que si se
encuentra en alguna situación de peligro, donde por ejemplo una
tentación lo está debilitando y vislumbra una caída, mejor es hablar
que hacer algo ilícito. Habla a tiempo para no tener que lamentarte
de algo peor. Alguien que asume la iniciativa de hablar da más
confianza que el que descubren en alguna falta. Se arriesga a
hablar de sus debilidades.
El que ama es equitativo, y para serlo debe tener oídos para oír.
No juzga las circunstancias por apariencias, ni salta a conclusiones
sin antes hacer las preguntas «de rigor» para asegurarse de no
reprochar o, mejor dicho, amonestar por algo que no entendía bien
por falta de información. Es irritante recibir un sermón por algo que
no entiende el que sermonea. Por eso, el necio pasa por sabio
cuando aprende a callar para escuchar bien a los demás.
Así es que cuando llegues a casa y tus expectativas en cuanto a
lo que esperabas ver realizado no se cumplen, antes de llegar a
conclusiones a la ligera, tómate el tiempo de darles amor a los que
están allí y, luego, pregunta cuál fue el motivo. Pregunta por qué no
se dio lo que esperabas, para entonces hablar al respecto. Además,
recuerda que las responsabilidades del hogar y la familia son
compartidas. Lo justo y razonable es que mientras uno esté
trabajando en los quehaceres domésticos, también lo esté el otro.
Cuando hayan acabado, ambos se sentirán satisfechos y deseosos
de entrar en «otro tipo de quehaceres» mucho más placenteros...
EL AMOR NO BUSCA LO SUYO
Esta es la definición más cercana a la palabra «egoísta». Todos
tenemos algo de egoísmo y viene con el paquete de nacimiento. Por
eso tenemos que cuidarnos mucho, ya que este sentimiento puede
manifestarse en nosotros sin darnos cuenta.
Una de las cosas más hermosas del amor es cuando asumimos la
iniciativa para darnos por el otro. Es cuando sorprendemos al ser
amado con un servicio inesperado. Es cuando nos preocupamos por
complacer antes de ser complacidos. Si nos han complacido, debe
ser porque nuestro cónyuge tomó la iniciativa, aun cuando no
necesariamente sus necesidades estuvieran satisfechas, ni porque
aprendiéramos a darnos primero.
Por ejemplo, el amor erótico o sexual debe tener mucho de esto.
El sexo opuesto no conoce la naturaleza sexual del otro. Por eso
tenemos que preocuparnos por aprender sobre las necesidades y
características sexuales de nuestro cónyuge, a fin de complacerlo al
máximo. El que no es egoísta disfruta mucho al ver lo eficiente que
es cuando le ofrece placer a su cónyuge. El ser complacido es un
elemento secundario, porque lo que más le interesa es complacer.
Cuando ayuda u orienta a su cónyuge en cómo complacerle, lo hace
con paciencia porque esa no es su mayor motivación.
El egoísta mantiene un estilo de vida y lo protege aunque sea en
detrimento de su cónyuge y su familia. Quiere seguir viviendo su
vida de soltero y no acepta reconocer que el matrimonio exige que
renunciemos a un sinnúmero de cosas, pues ahora tenemos otras
responsabilidades más apremiantes que asumir. El matrimonio se
diseñó para que estemos juntos en todo. Y cuando digo «todo» es
«todo». Es injusto y egoísta de nuestra parte vivir como si una sola
persona fuera la que tuvo que hacer el pacto de asumir todos los
sacrificios para mantener el matrimonio y la familia. El egoísta
reclama mucho y se queja del esfuerzo de tener que trabajar y
«reventarse el espinazo», como dicen algunos, tal como si eso fuera
lo único que requiera las responsabilidades familiares. El egoísta
tiene mucha lástima de sí mismo y por eso reclama la necesidad de
entretenerse aunque el otro no pueda hacerlo.
Por lo general, el que desarrolla la habilidad de complacer
cosecha más de lo que ha sembrado...
EL AMOR NO SE IRRITA
Cuando se hace referencia a que «el amor no se irrita», tengo que
suponer que significa que la persona no se queda sulfurada.
Procura drenar sus emociones en Dios para que estas no afecten su
comportamiento. Las mismas Escrituras enseñan que es natural que
sintamos ira, pero no tenemos excusa para pecar debido a que
alguien nos provocó.
Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni
deis lugar al diablo. (Efesios 4:26-27)
Tenemos espacio para airarnos porque este es un sentimiento que
no podemos evitar. Sin embargo, tenemos el control de evitar pecar
como consecuencia de lo que sentimos en ese momento. Así que es
legítimo sentir ira, pero no es legítimo reaccionar sin control
presentando como excusa que lo «provocaron».
El «no pequéis» incluye que «no se ponga el sol sobre vuestro
enojo». Esto implica que podemos «rumiar» el problema durante el
transcurso del día, pero en algún momento, antes de terminar la
noche, tenemos que resolver lo ocurrido. Si nos acostamos
enojados y sin resolver nuestro sentir, le estamos «dando lugar al
diablo». El enojo es tierra fértil para que Satanás siembre la semilla
de la cizaña y la contienda. El tiempo agrava el resentimiento y
alimenta la rebeldía. Por lo tanto, tenemos que actuar lo antes
posible. El uso del tiempo para castigar a tu cónyuge con el
alejamiento es un bumerán que te va a retribuir con creces.
Hablar con tu adversario en un ambiente de respeto, a fin de
ponerte de acuerdo con el propósito de reconciliarse y llegar a una
mejor posición, es darle el lugar a Dios. Cuando el propósito de la
conversación es la reconciliación, se nota por el estilo que utilizamos
para comenzar el diálogo. No obstante, cuando el propósito es
pelear o, mejor dicho, ganar la discusión, se nota también por el
estilo que se utiliza.
El amor no se irrita...
EL AMOR NO GUARDA RENCOR
La definición de la palabra «rencor» es: «Resentimiento arraigado y
tenaz»[11].
El verdadero amor no permanece recordando el momento de la
herida ni la ofensa. Sabe que ese ejercicio mental puede ser
morboso y no lleva a nada bueno. Por eso, el verdadero amor
perdona antes de que se le pida perdón. Sin embargo, el que espera
el arrepentimiento del otro se estará resintiendo y se amarrará más
al dolor original que causó la ofensa. A eso se le añadirá el dolor
que causa que no se cumplan sus expectativas.
El que guarda rencor se arriesga a que cuando al final venga el
ofensor a asumir la responsabilidad sobre «sus faltas», ya no quiera
ni escucharle ni reconciliarse. Ese punto de rencor se define como
amargura.
Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al
Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia
de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por
ella muchos sean contaminados. (Hebreos 12:14-15)
Tenemos que cuidarnos mucho de esta mala actitud, pues
amargarse es muy peligroso. La amargura nos ciega e insensibiliza
a la voz del Espíritu Santo. Nos ata con tanta tenacidad que será
muy difícil librarse de ella después que se ha apoderado del
corazón. Es uno de los sentimientos que nos puede llevar a la fatal
decisión de dejar de amar.
Dios es el especialista en sanar amarguras del corazón. Debemos
correr a sus pies para derramar todo el veneno que hay dentro y
dejarlo que tome el control de nuestro corazón. Cree con toda fe que
el Espíritu Santo vendrá a tu encuentro para ayudarte. Él te
aconsejará, pero ten en cuenta que lo que dirá y las instrucciones
que recibirás no necesariamente te van a gustar. No obstante, si
estás dispuesto a obedecer, serás bendecido y prosperado más allá
de tus expectativas.
EL AMOR NO SE GOZA DE LA INJUSTICIA
¿Conocen la famosa frase de «¡Te lo dije!»? Por lo general, se
utiliza cuando se han hecho las advertencias necesarias para evitar
que el cónyuge cometa un error, pero al no tomar las
recomendaciones, obtiene resultados negativos. Cuando llega la
mala noticia del error cometido, nace de repente la frase (como si se
gozara en hacerlo): «¡Te lo dije!».
Estas palabras se dicen con una mezcla de molestia y orgullo,
puesto que, a la larga, se probó que tenías la razón. El verdadero
amor no actúa así, pues entiende que la experiencia fue suficiente
para enseñar a la otra persona, y no quiere agregarle humillación a
lo que ya debe estar sintiendo debido a que sabe que se le advirtió.
Debo añadirle a esto que la persona que no fue sensible a las
recomendaciones de su cónyuge, si tomó la decisión por terquedad,
debería disculparse cuando traiga la mala noticia del fracaso. No
hacerlo también es orgullo.
Volviendo al punto original, la actitud arrogante se ajusta del
mismo modo a algunos cuando su cónyuge, por ejemplo, le informa
que sufrió un accidente automovilístico y entonces le responden:
«Me alegro que te sucediera. ¿Cuántas veces te advertí que
condujeras con más cuidado?». Creo que esos son momentos en
los que tenemos que identificarnos con el dolor ajeno y no golpear
sobre la herida. Esa actitud es cruel y condenable delante de Dios.
El amor no se goza de la injusticia.
Sé que es difícil amarrarse la lengua y aguantar el placer de
desahogar toda la frustración que sientes al saber que si te hubieran
hecho caso, se hubiera evitado el problema y que la experiencia te
dio toda la razón. Aun así, hay que encerrarse en privado con Dios,
llorar y desahogarse con Él de modo que cuando salgas de allí,
puedas mantenerte en paz y servir a tu esposo, si ese fuera el caso.
Tu silencio entristecido le va a doler más que todo lo que le
hubieses dicho.
EL AMOR SE GOZA DE LA VERDAD
Parece bonita la frase «el amor se goza de la verdad» hasta que se
trata de una verdad que duele. Hay verdades que duelen porque
nos enfrentan a nuestros errores, nuestra inmadurez, nuestras
debilidades de carácter, falta de liderazgo o imprudencias. Cuando
nuestros cónyuges nos afrontan con esas verdades, podemos
reaccionar de dos formas: Nos gozamos de la verdad, en el sentido
de que aprendemos a aceptarla aunque esta no nos favorezca, o la
rechazamos por el hecho de que nos está haciendo ver mal. La
humildad acepta la verdad aunque duela.
Por lo tanto, ayudaría muchísimo si a la hora de conversar o
discutir algún problema entre ambos, asumes un fuerte compromiso
con la verdad. De ahí que siempre debamos identificar la verdad y
aceptarla con palabras. Asimismo, que debamos confesarle a
nuestro cónyuge que reconocemos que tiene razón, que es cierto lo
que nos está diciendo y que aceptamos la corrección con el
compromiso de tomar las medidas correspondientes.
Sin embargo, resulta muy difícil aceptar la verdad cuando nos la
«estrujan» con actitudes irrespetuosas. Hay personas que cuando
tienen la verdad, la expresan de manera hiriente, pues esta actitud
las hace sentir poderosas debido a la autoridad intrínseca de la
razón. A estas personas se les olvida que cuando no manejan la
verdad con mansedumbre, se pierde la autoridad que poseen.
Como a la verdad hay que amarla independientemente de cómo
nos la comuniquen, aun si te faltaron al respeto enfrentándote con
una verdad, acéptala, pues es la verdad. Una vez que expresas que
lo sientes y pides perdón por el agravio cometido, puedes decirle
que agradecerías que la próxima vez te lo dijera utilizando un estilo
más amable. El hecho de haber aceptado con humildad el «regaño»
hará que cuando le pidas con mansedumbre que la próxima vez lo
haga con más respeto, quizá se avergüence y se disculpe. Este es
el fruto de amar la verdad «aunque te la estrujen en la cara».
EL AMOR TODO LO SUFRE
Ya hicimos referencia a este aspecto del amor. El amor se preocupa,
quiere proteger y, en el proceso, sufre por la posibilidad de que
ocurra algo. Quiere lo mejor para su cónyuge, y cuando eso no
sucede, sufre. Ahora bien, a la hora de soportar con paciencia y en
amor las malas actitudes de su cónyuge, sufrirá de manera
irremediable porque duele ver y oír esas reacciones. No obstante,
también duele el querer actuar como lo siente la carne y no poder
hacerlo debido a que quiere agradar a Dios.
Os ruego que andéis como es digno de la vocación con que
fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre,
soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos
en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. (Efesios
4:1b-3)
La esperanza del que soporta es que terminará cosechando lo
que sembró. Se trata de personas que creen en dar oportunidades
de crecimiento a los demás y, en este caso, a su cónyuge. Saben
que todos tenemos algunas esferas de nuestra vida
subdesarrolladas y que parte del resultado de vivir en armonía es
soportarnos con paciencia en amor, en lo que se completa el fruto
de nuestra paciencia. Aunque ese proceso sea doloroso, a la larga
toma carácter de satisfacción, puesto que sentimos que ambos
estamos creciendo, madurando y cometiendo cada vez menos
errores. Todo eso es positivo.
En el verso anterior la palabra «solícitos» revela que requerirá
esfuerzo guardar la unidad. No será fácil, pero es posible, porque
«todo lo puedo en Cristo, que me fortalece».
EL AMOR TODO LO CREE
El amor fundado sobre un pacto de fidelidad y confianza es muy
importante, pues el que ama tiene que confiar en la persona amada.
Tenemos que creer el uno en el otro, y si no podemos, no vale la
pena estar juntos. Por eso es que los que aman en verdad con un
amor maduro, no se celan.
Si tu cónyuge te falló, no restaures la relación si no estás seguro
de que aprendió la lección y ha superado lo que le llevó a caer.
Mientras no demuestre haber cambiado su estilo de vida, no
restaures la relación. No temas perderlo por mantenerte firme
mientras la otra persona asume la responsabilidad por sus errores.
Sepárense si tienen que hacerlo, hasta que tu cónyuge te convenza,
fuera de toda duda, que no volverá a incurrir en esas acciones
deshonestas. Ahora bien, cuando se reconcilien, tienen que hacer
un pacto de confianza basado en los frutos que han demostrado
ambos. En ese pacto declararán bajo juramento que creerán el uno
en el otro de nuevo.
Es una agonía mantener una relación por conveniencia, por temor
a la soledad o por temor a la escasez económica. Están juntos, pero
no pueden creer ni confiar en el otro. A cada momento los atacará la
inseguridad y la sospecha, lo que los inducirá a investigar y a
reprochar exigiendo explicaciones. Esto añadirá mucho estrés a la
relación. «No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista»,
es un refrán de mi barrio que expresa lo difícil que es vivir en un
ambiente de malas actitudes. Los celos deterioran toda relación.
En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el
temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme,
no ha sido perfeccionado en el amor. (1 Juan 4:18)
El Libro de la Sabiduría categoriza el celo como algo muy
desagradable. Es una desconfianza crasa, un sentido de
inseguridad que se fundamenta en el temor y no en el amor.
¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena
conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos
amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis
contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de
lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y
contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la
sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después
pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos
frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se
siembra en paz para aquellos que hacen la paz. (Santiago 3:13-
18)
El amor se caracteriza por la confianza plena en la persona que se
ama. Tu cónyuge tuvo que haberse ganado la confianza para
poderle entregar tu vida y dedicarle el resto de tu futuro. A fin de que
pueda ser la persona que comparta la paternidad junto a ti, tiene
que haber mostrado los frutos necesarios que te brinden un alto
grado de confianza al demostrarte que es un ser humano idóneo
para ayudarte a criar tus hijos. Por lo tanto, si pudo probarlo y se
ganó tu confianza, tienes que descansar en su carácter y nunca
celarlo.
Los celos son destructivos porque juzgan al otro y lo ponen en un
lugar de desconfianza donde se mina el amor de ambos y se
desgasta la relación en gran medida. El celo pone en duda la
integridad y la moral del otro. Los celos son posesivos y a nadie le
gusta sentirse propiedad de otro. Por lo tanto, resultará en
alejamiento y desilusión. Cuando el que cela descubre que se
equivocó, podrá pedir perdón, pero el mal ya está hecho. Además,
el celado sabe que es cuestión de tiempo, porque en cualquier
momento volverá a brotar la raíz del celo y atacará de nuevo.
Los celos son sentimientos de inseguridad y de inferioridad. Su
raíz quizá fuera una infidelidad o la acumulación de complejos de
inferioridad. Cuando ve a alguien con atributos físicos que no posee
la persona, se siente amenazada. Entonces, se enfrenta contra
quien no tiene la culpa, contra quien decidió amarle tal como es.
Los celos solo pueden entenderse si la relación que mantiene con
la otra persona es producto del adulterio, ya que la mayoría de los
que comenten adulterio en algún momento temen ser víctimas de su
propia trampa. La otra razón por la que se puede entender,
obviamente, es cuando dentro de la relación hubo infidelidad. Ahora
bien, si hubo una restauración eficaz, no se supone que existan
celos, porque durante el proceso de restauración el ofensor debió
haber probado fuera de toda duda que es otra persona, que
aprendió la lección, que creció, maduró y pagó un precio que
merece un buen grado de confianza.
EL AMOR TODO LO ESPERA
La gracia de la espera... Esa es la capacidad de sostenerse
creyendo que verá los resultados para lo cual ha sembrado. Es
como la fe del agricultor que siembra y espera, en algunos casos
por mucho tiempo, hasta que obtiene el fruto. En toda relación de
amor ocurre lo mismo. El que ama espera con paciencia ver
cambios en el comportamiento del otro con la confianza de que lo
que ha modelado traerá cambios favorables.
Cuando las expectativas que tenemos de nuestro cónyuge son
positivas, siempre esperamos lo bueno de ellos. En cambio, cuando
nuestras expectativas son negativas, ya tenemos el prejuicio de que
vendrá con algo malo.
Esto último va en detrimento de la relación, pues cuando el
cónyuge comienza a cambiar de forma favorable y manifiesta
buenos frutos, la reacción inmediata puede ser la incredulidad. Por
lo general, pensamos: «Vamos a ver cuánto tiempo le dura». Es
obvio que estas actitudes de incredulidad y prejuicio se reflejen de
alguna manera, y la persona que está luchando por cambiar se
frustre porque siente que no está recibiendo una recompensa por su
esfuerzo.
Por eso, el verdadero amor todo lo espera. Practica el profetizar
sobre tu cónyuge. Cuando durante tus oraciones recibas una
impresión del Espíritu Santo de que tu cónyuge se convertirá en una
persona con un llamado de parte de Dios, comienza a anunciarle
por fe lo que va a ocurrir. Explícale con certeza y seguridad eso en
lo que se convertirá. Hazlo con mucha alegría, aun cuando tu
cónyuge se ría y te tilde de loco. Espera con una convicción tal, que
empieces a tratarlo como si ya se hubiera cumplido la profecía. Esta
es la aplicación de la «ley del camaleón» en el contexto del
matrimonio. Es la capacidad de ver el potencial superior del otro y
tratarlo con esa expectativa, convencido de que lo va a alcanzar.
El verdadero amor todo lo espera...
EL AMOR TODO LO SOPORTA
La definición de «soportar» es la siguiente: «Sostener o llevar sobre
sí una carga o peso»[12]. La capacidad de tolerancia del que sabe
amar como Dios es enorme. El que ama reconoce que no está
casado con Jesús y, en el caso de los hombres, estos saben que no
están casados con un ángel. Por lo tanto, el amor sabe que tenemos
el llamado a cubrir las faltas de los demás.
Todos tenemos muchas cosas que corregir en el camino, pero el
proceso se puede acelerar o retrasar en dependencia del ambiente
donde nos desarrollemos. Si el ambiente es crítico y hostil, el
crecimiento se retrasará, porque nadie se siente estimulado al
crecimiento saludable en esas condiciones. Si por otro lado nos
ofrecemos un ambiente de amor, aceptación y perdón, creceremos
con rapidez. Esos son los frutos de una relación donde se aprenden
a soportar con paciencia en amor.
Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y
velad en oración. Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor;
porque el amor cubrirá multitud de pecados. (1 Pedro 4:7-8)
Manantial de vida es la boca del justo; pero violencia cubrirá la
boca de los impíos. El odio despierta rencillas; pero el amor
cubrirá todas las faltas. (Proverbios 10:11-12)
Creo que hay una sola cosa fuera de la infidelidad que no se debe
tolerar en ninguna circunstancia y esta es la violencia doméstica. Mi
recomendación ante la violencia física es la separación inmediata,
ya sea de forma voluntaria o por medio de las autoridades. Fuera de
eso, el amor es tolerante y todo lo soporta.
Esto no significa que calla y se resigna a «la vida que le tocó
vivir». El que soporta se gana el derecho de afrontar con respeto, de
pedir cuentas por el comportamiento negativo, pero lo hace con
mucho tacto y prudencia. El que todo lo soporta se gana el derecho
de hacer uso de las figuras de autoridad que rodean a su cónyuge
para que estas le ayuden a enderezar su comportamiento. Justo por
eso puede hacerlo, pues ha dado testimonio de lealtad a la relación.
El que todo lo soporta no tiene que obedecer los caprichos de su
cónyuge cuando no quiere ayuda, aunque esto lo hiera, porque sabe
que su lealtad le debe llevar a protegerlo aun de sí mismo.
EL AMOR NUNCA DEJA DE SER
Quien alguna vez amó, entiende que ese amor nunca deja de ser. El
que cree en lo que dijo Dios, sabe que aunque los sentimientos
estén maltrechos, el amor está allí. No lo siente porque está herido.
Tal vez haya malhumor, se sienta defraudado y desilusionado, etc.
Sin embargo, sabe que el amor tiene que estar por ahí, en algún
lado de su corazón. Por eso, el que ama como Dios, puede actuar
en amor aunque no sienta «nadita de nada». Sabe que no es un
acto de hipocresía, porque lo está buscando al asumir actitudes
positivas propias del amor.
Cuando el amor ha dejado de sentirse, siempre es por una
decisión consciente o inconsciente. Nosotros somos los que
decidimos dejar de amar y de sentir. Cuando amar duele
demasiado, algunos deciden dejar de amar para no sentir más dolor.
Por lo tanto, el amor es siempre una decisión. Así como decidimos
una cosa, podemos decidir la otra. Solo que cuando decidimos amar
en un principio, las emociones y las circunstancias nos ayudaron a
tomar esa decisión, y ahora la decisión se tiene que tomar por el
compromiso con el pacto.
En nuestra relación con Dios, el amor se enfría o se apaga por
muchas razones que ahora no vienen al caso, pero Él nos da una
solución de modo que avivemos los sentimientos de amor apagados
o muertos. En este pasaje bíblico nos reclama el haber perdido la
pasión por Él y haber dejado enfriar nuestra relación de amor. El
amor de Dios nos ofrece tres pasos hacia la recuperación de una
vida apasionada:
Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. [1] Recuerda,
por tanto, de dónde has caído, y [2] arrepiéntete, y [3] haz las
primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu
candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido. (Apocalipsis
2:4-5)
1. Recuerda: El que quiere recuperarse tiene que hacer un
esfuerzo por recordar todas las experiencias hermosas que
han vivido juntos. El recuerdo traerá frescura a tu atribulado
corazón. Recuerda todas las promesas de amor y
momentos de verdadera amistad que han disfrutado. Trata
de analizar cuáles son las cualidades que todavía te
agradan de tu cónyuge y detente solo a pensar en ellas.
Recuerda todo lo que hablaban y de qué hablaban. Trata de
recordar cuáles eran las actividades que más disfrutaban
juntos, etc.
Cuando hagas este ejercicio, experimentarás un ánimo
especial para levantarte, una melancolía que desea
acercamiento y el valor de querer hablar. Echarás de menos
a tu pareja y se asomará un vago pero firme deseo de que
ocurra algo positivo.
2. Arrepiéntete: Pídele perdón a Dios por haber descuidado el
amor. Arrepiéntete de haber menguado en las actitudes
románticas que tanto necesita un matrimonio para
mantenerse vivo. Pídele perdón a tu cónyuge por haberte
retirado de manera emocional y por haberte encerrado en ti
mismo, quizá como un acto de represalia o venganza
emotiva. Si tienes hijos, pídeles perdón. Son unos de los
que más sufren el enfriamiento del romance entre sus
padres.
Cuando te liberes del pecado del desamor,
experimentarás una sensación especial de pureza.
Experimentarás un mayor deseo de acercarte. Entonces,
querrás sembrar para que la relación se restaure y se
fortalezca. En ese punto es donde el tercer paso resulta
determinante para devolverle al amor toda la pasión
perdida, y hasta sobrepasar los niveles de atracción y
acoplamiento nunca antes vividos. Esto ocurre porque
ahora el amor es maduro, consciente, ajustado a la
realidad, más realista, más estable, más templado, etc.
3. Haz las primeras obras: Aquí es donde vamos a actuar en
amor y ya no nos importa cómo varían los sentimientos.
Decidiremos ser firmes en todo lo que pueda alimentar el
corazón de nuestro cónyuge. El ejercicio de recordar nos
devolverá frescura al corazón, pero también nos ayudará a
crear una agenda de actividades que nos harán revivir
experiencias románticas. Actuaremos en amor de manera
consciente y lo haremos con el ánimo de saber que
estamos edificando una relación mucho más madura que ya
no depende de sentimientos, los cuales pueden variar de
dirección como una «veleta al viento». Es una relación
sostenida por el pacto de amarnos por encima de cómo nos
sentimos. Las primeras obras son todas esas actitudes
propias de los enamorados, que ahora desplegamos,
sintiéndolas o no.
El precio parece ser alto porque exige de todos los recursos
internos que podamos tener para disfrutar la relación más profunda
e íntima que existe. Esta relación es tan grande y maravillosa que
requiere del poder de Dios para crecer en su interior. En definitiva,
es una relación casi divina que no puede mantenerse solo por
vínculos de carne y sangre, sino que requiere entrar en la dimensión
de lo espiritual para alcanzar extraordinarios grados de placer y
satisfacción.
Puedo hablar de esto debido a que, como dije, supe perder la
bendición del amor dentro de nuestro matrimonio. Sin embargo,
cuando nos levantamos, conocemos las dimensiones del amor
incondicional sin temer ninguna amenaza al respecto. Los cielos
parecen abrirse sobre nosotros de muchas maneras diferentes, si
tan solo se puede creer...
Aun cuando debemos tomar la triste decisión de separarnos de
manera temporal o permanente a través del divorcio, lo hacemos
por amor debido a que sabemos que es lo mejor que podemos
hacer por esa persona. Este tipo de amor no depende de lo que
puedan ofrecernos como cónyuges, y por eso podemos disolver la
relación sin dejar restos de amargura, odio, ni resentimientos.
Podemos mantener una relación cordial de respeto y honra por lo
que fuimos sin comprometer nuestro corazón el uno con el otro en
cuanto a lo romántico. Solo así podemos ser felices y apasionados
en verdad con nuestro nuevo cónyuge, si Dios nos lo concede.
Por esa razón, si alguna vez amaste, nunca dejarás de hacerlo
aunque ya no estén juntos.
CAPÍTULO 9
EL ORDEN DE DIOS PARA EL
MATRIMONIO
La época que nos ha tocado vivir va cada vez más en contra de la
institución familiar. ¿Concuerda esto con el orden de Dios para el
matrimonio? ¿Eso es lo que Él desea para la familia? En realidad,
los modelos del matrimonio que vemos a cada paso dejan mucho
que desear, así que necesitamos volver al antiguo orden de Dios.
¿SON PERFECTOS LOS MATRIMONIOS EN CRISTO?
¿Los matrimonios en Cristo tienen una relación perfecta? Es
evidente que no. Lo que hace perfecta a una relación es el Espíritu
de Cristo que está en medio de ellos. Mientras estemos en este
mundo y metidos en esta «piel», vamos a tener que luchar con una
naturaleza que no se quiere sujetar a Dios ni a su Palabra. Por más
espirituales que seamos, siempre vamos a tener un enemigo muy
cerca, y no me refiero solo al diablo, sino a nuestra propia
naturaleza carnal. Hasta que Cristo venga, todos los días de nuestra
vida tendremos que resistir a los impulsos de la carne. Esta se
puede dominar por el Espíritu, pero tan pronto tengamos un
descuido, buscará el hueco por donde manifestarse.
Los deseos del corazón son los que vienen a nuestra mente cada
vez que algo no resulta como esperábamos. Es lo que nos hace
sentir infelices si no los satisfacemos. Entonces, si nos separamos
de los sentimientos del alma y nos identificamos con los
sentimientos del Espíritu, experimentaremos una felicidad nunca
antes conocida. Para entender esto tenemos que estudiar el
siguiente pasaje bíblico:
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que
toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el
espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los
pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada
que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas
están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos
que dar cuenta. (Hebreos 4:12-13)
Cuando la Palabra de Dios mora en nuestro corazón, enfrenta
nuestros pensamientos si estos no armonizan con la mente de
Cristo. Es maravilloso el proceso que se da en nuestro interior
cuando la Palabra penetra hasta partir el alma y el espíritu.
En el alma residen los pensamientos y las emociones humanas.
Allí se toman todas las decisiones de las que tenemos la
responsabilidad. El alma es nuestro ser interior. Los impulsos de la
carne canalizan sus deseos a través del alma humana, a fin de
lograr que se tomen las decisiones que satisfagan sus caprichos.
Por otra parte, el espíritu del hombre es la parte de Dios que
tenemos por dentro. Cuando el espíritu está muerto por causa del
dominio del pecado, este no tiene el poder de vencer los deseos de
la carne ni los designios humanos del alma. Por lo tanto, el resultado
es un estilo de vida carnal e inestable, y desestabilizado desde el
punto de vista emocional. Alguien así no puede ser feliz ni hacer
feliz a nadie.
LA VICTORIA ESTÁ EN SEPARAR EL ALMA DEL
ESPÍRITU
Ahora bien, cuando tomamos la decisión de concederle al Espíritu
Santo el control de nuestra vida y comenzamos a estudiar su
Palabra, nos equipamos de recursos para vencer las influencias del
mundo, la carne y nuestra propia voluntad del alma. Solo entonces
las cosas toman un giro sobrenatural y empezamos a identificarnos
con la sabiduría de Dios. Aquí es donde la Palabra sirve como una
espada que parte o separa el alma del espíritu.
El espíritu no está atado al alma, sino que ahora responde a Dios
y a su Palabra. Además, influye en el alma de manera poderosa, de
modo que esta tome decisiones sabias aunque no sea lo que desee
su humanidad. Esta decisión traerá dolor al alma porque todavía
está en proceso de conversión, pero si nos aferramos a la verdad de
Dios, convencidos por fe que la verdad nos hará libres,
conoceremos la felicidad real. Este es el resultado de una batalla
entre el alma y el espíritu. Cuando le damos la victoria al espíritu,
experimentamos la felicidad, porque alcanzamos los propósitos de
Dios y descubrimos nuestra razón de ser.
Por esto determinamos que las personas espirituales de verdad
son las que vencen los designios de la carne. Experimentan todos
esos impulsos carnales y del alma, igual que cualquier otro ser
humano, pero los vencen por el Espíritu con el amor de Dios. Lo que
no podemos evitar es el dolor. Todo el que lucha contra los
designios de su carne sabe que el proceso traerá aflicción. A
medida que buscamos el rostro del Señor cada vez más, nos vamos
acostumbrando a «su estilo» y a «su personalidad» hasta que
terminamos siendo semejantes a Él.
Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en
amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por
nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. (Efesios 5:1-
2)
Dios pretende que lo imitemos en su forma de amar. Si Él lo pide,
es porque nos ha dado el poder para lograrlo. Por eso envió al
Espíritu Santo para que lo que era imposible lograr por causa de la
carne lo alcancemos mediante el poder del Espíritu Santo, el cual
derramó en nuestro corazón cuando fuimos bautizados en fuego y
gloria.
Si no tienes idea de lo que estoy diciendo con «bautizados en
fuego y gloria», te sugiero que leas el capítulo 2 del libro de los
Hechos de los apóstoles. Allí encontrarás detalles de la promesa
hecha por Dios para que todo el que le entregue su corazón de
manera genuina, y quiera ser un testigo sincero de Jesús, reciba el
bautismo del Espíritu Santo y su vida se revolucione de modo
radical.
Volviendo al punto, nosotros podemos imitar a Dios en su forma
de amar, pero tendremos que reconocer que para lograrlo debemos
ofrendarnos y sacrificarnos. En esos momentos no podemos
pretender recompensa de nadie, pues al igual que Dios, los frutos
de su sacrificio no fueron inmediatos, sino paulatinos. Asimismo,
nuestros resultados llegarán con el transcurso de nuestro ejemplo.
Esto puede ser frustrante, pero será la corona de victoria para el que
persevere. El agricultor no se frustra porque sabe que después de
sembrar no puede aspirar a cosechar de inmediato, sino que tiene
que esperar el proceso natural de crecimiento.
EL ORDEN ASEGURA LA ARMONÍA DE LA FELICIDAD
El orden comienza de esta manera:
Someteos unos a otros en el temor de Dios. (Efesios 5:21)
Este verso bíblico está justo antes del que dice lo siguiente:
Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor;
porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es
cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así
que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas
lo estén a sus maridos en todo. (Efesios 5:22-24)
¿Qué quería asegurar Dios cuando estableció los estatutos de
orden y sujeción matrimonial? El verso 21 deja establecido con
claridad que para Dios no hay diferencia entre hombre y mujer en
cuanto a autoridad y sujeción se refiere, pues los que temen a Dios,
como dice ese mismo verso, se someten unos a otros. El temor de
Dios se puede definir como un amor reverente por la autoridad del
Señor y un respeto especial por su Palabra.
Por lo tanto, cuando convivimos en nuestro hogar en el temor de
Dios, nadie acentúa su autoridad sobre nadie, pues todos
caminamos bajo la sombra de la autoridad de Dios. Esa conciencia
de la presencia de Dios morando en nuestro hogar nos hace sentir
que todos nos debemos a Él y tenemos que rendirle cuentas. Esa
presencia gloriosa invisible nos hace sensibles para escucharnos y
nos enseña a valorar todo lo que se dice, independientemente de
quien venga, porque respetamos la dignidad de todos sin tener en
cuenta el sexo ni la edad. El temor de Dios hace que nos
escuchemos con respeto, porque hasta los niños se consideran
importantes en el Reino de los cielos.
El temor de Dios es el que hace que la verdad prevalezca sobre
quien la posee. De manera que si la razón la tiene la mujer, todos
nos sujetamos a ella. Si la razón la posee uno de nuestros hijos,
todos nos sometemos a él. Si la razón la tiene el hombre, todos nos
sujetamos a él.
El Espíritu Santo es el que logra esto porque Él vence el
machismo, el feminismo y el orgullo de quienes creyeron tener la
razón. El Espíritu Santo vence el egoísmo de quienes tienden a
dominar y acaparar la autoridad. En Cristo, la autoridad la tiene el
que posee la verdad. El que camina en el Espíritu discierne la
verdad y la razón en cuanto la escucha y se sensibiliza a ella.
Respeta tanto
la verdad que se somete a esta sin problema alguno, puesto que
ama la sabiduría y sabe que ese es el único camino hacia la
prosperidad. No toma nada como un enfrentamiento personal, sino
que hace los ajustes con rapidez cuando descubre que no tenía la
razón. Es más, hasta agradece que expresaran sus opiniones,
aunque estas no sigan la misma dirección que llevaba la suya.
¿CÓMO DEBEMOS PROCEDER CUANDO ALGUIEN SE
PONE TERCO?
El problema está en que no siempre estamos en el Espíritu y por
eso hay tantas desavenencias en las familias y en el matrimonio.
Además de eso, existe también la posibilidad de que ambos
tengamos parte de la razón y creamos que estamos en conflicto,
pero no lo estamos en realidad, y no hemos logrado ponernos de
acuerdo. ¿Qué debemos hacer cuando ocurre esto? ¿Cómo
debemos proceder cuando alguien se pone terco?
La respuesta está en el verso 22 del mismo pasaje anterior: «Las
casadas estén sujetas a sus propios maridos como al Señor». Ese
es el orden establecido por Dios. Esto quizá sea doloroso para una
mujer que tenga buenos criterios y conozca lo suficiente como para
saber qué dirección o decisión tomar. ¿Significa esto que ella no
puede opinar, que no puede tratar de convencerlo de alguna mala
decisión? Al contrario, creo que toda mujer tiene la responsabilidad
de ser «voz de Dios» para su esposo. Una mujer sabia busca el
rostro de Dios para siempre tener consejos llenos de sabiduría con
una «perspectiva casi divina». En eso es que radica la autoridad
de una mujer. Sin embargo, a la hora de la verdad, después de
haber puesto los puntos sobre la mesa, la mujer debe cederle a su
esposo la autoridad de decidir.
Lo importante es que para que las cosas funcionen en armonía,
Dios responsabilizó al hombre por las decisiones tomadas y tendrá
que rendirle cuentas por todo lo que haga con su familia. Alguien
tiene que asumir la responsabilidad ante Dios, esté bien o mal su
criterio. Alguien tiene que ser cabeza. Por eso nunca encontrarás un
cuerpo con dos cabezas. La misma naturaleza nos lo enseña. A fin
de que podamos ir en una sola dirección de manera eficiente,
alguien tiene que servir de líder. Alguien tiene que asumir la
responsabilidad por todos los demás. Dios designó al hombre para
que ocupara ese lugar «para bien o para mal».
¿A qué me refiero con esto? Utilicemos el ejemplo del Edén,
donde Dios estableció el orden y puso los límites cuando dijo:
Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del
huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal
no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente
morirás. (Génesis 2:16-17)
Cuando Adán le enseñó a su mujer el mandamiento de Dios, se lo
comunicó de la siguiente manera:
Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto
del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de
él, ni le tocaréis, para que no muráis. (Génesis 3:2b-3)
Las instrucciones que Adán le dio a Eva fueron fieles al
mandamiento divino. A decir verdad, fue más lejos que Dios, porque
la única prohibición dada fue el comer del fruto del árbol, pero Adán
le dijo a Eva que ni siquiera lo tocara. Por lo tanto, Adán no tuvo la
responsabilidad por el pecado de Eva. Sin embargo, el hecho de
que le designaran como cabeza de la relación, lo responsabilizó de
rendir cuentas por lo que no hizo a nombre de su esposa. Veamos a
lo que me refiero:
Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era
agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría;
y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual
comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos,
y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de
higuera, y se hicieron delantales. Y oyeron la voz de Jehová Dios
que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su
mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los
árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre. (Génesis
3:6-9a)
Este mismo sistema de rendir cuentas prevalece hasta hoy en
todas las organizaciones y empresas donde hay directores y
presidentes responsables de dirigir la productividad y lograr los
objetivos por los que les contrataron. Aunque no tienen la
responsabilidad por los problemas que ocurren en las operaciones
de piso, tienen que rendir cuentas cuando vienen los oficiales
corporativos. Si alguna situación ocurrida es de naturaleza seria,
muchas veces pagan con sus propios puestos, ya que se esperaba
que tomaran las medidas correctivas necesarias. De manera que
aunque no fueron los que «pecaron», tienen que pagar por los
errores de los que están bajo su responsabilidad.
«SUJETAS A SUS PROPIOS MARIDOS COMO AL
SEÑOR»
¿Qué significa esto de «como al Señor»? Cuando Dios determina
algo, ¿entras en discusiones con Él? ¿Cuestionas de manera
insistente con el propósito de resistir una decisión que Él tomó sobre
tu vida? ¿Te rebelas contra Dios porque hizo algo que no entiendes?
Sabemos que todo el que asume actitudes como estas sufre feas
consecuencias debido a que dura cosa es dar patadas contra un
aguijón (lee Hechos 9:5). ¿Quién termina herido? Sabemos la
respuesta.
Por lo tanto, la sabiduría de Dios determinó que la mujer se
sujetara a su marido cuando haya opiniones encontradas, cuando
haya un obstáculo de dirección, etc. Se necesita mucha humildad
para obedecer este mandamiento del Señor. La Palabra garantiza
que Dios prosperará y respaldará a la mujer sujeta.
La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la
derriba. (Proverbios 14:1)
Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos;
para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin
palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra
conducta casta y respetuosa. (1 Pedro 3:1-2)
La ventaja que ofrece la obediencia a la Palabra es que la mujer
que se sujeta a su marido, aun sabiendo que este no tiene la razón,
hace que Dios intervenga con su esposo. Recuerda que Dios es
Padre de ambos. Si uno de los dos está actuando mal, pero el otro
es fiel al mandamiento, y se mantiene en su lugar de lealtad y
fidelidad a la voluntad de Dios, provoca a que el Señor le haga
justicia.
Por lo tanto, la sujeción no responde al hombre, sino a Dios, quien
«toma cartas en el asunto». Dios no puede hacer justicia si tú tomas
el problema en tus propias manos. Cuando una mujer le falta al
respeto a su marido y se niega a sujetarse a él, se niega a sí misma
la ayuda sobrenatural de Dios. Ninguna mujer que se comporte de
esa manera contará con el respaldo de Dios.
DIOS NO ES CHOVINISTA
Cuando enseño sobre el tema de la sujeción, hay algunas mujeres
que en forma de broma comentan que reconocen a sus esposos
como cabeza, pero que ellas son el cuello y que su función es
mover la cabeza, por lo que declaran que tienen el control. Es obvio
que se refleja de manera jocosa la dificultad que existe ante el
concepto de sujeción en la mayoría de las mujeres, sobre todo entre
las que tienen títulos universitarios y las que ocupan posiciones
profesionales de autoridad. Esto no es un asunto lógico ni racional,
sino de fe y confianza en el Dios que les puso orden al matrimonio y
a la familia.
Las mujeres que leyeron mi libro La mujer, el sello de la creación,
descubrieron desde el punto de vista teológico que Jehová no es un
Dios chovinista que prefiere y exalta al sexo masculino sobre el
femenino. Todo lo contrario, Dios es un Dios de equilibrio, y en la
búsqueda de orden no estableció leyes para restringir, sino para
ofrecerle mayor libertad a su creación. El «lugar privilegiado» de los
hombres está sujeto a los privilegios que Dios le dio a la mujer. De
manera que Dios le dio mayor honra a quien parecía faltarle.
Hay un pasaje bíblico que si observas con detenimiento, aunque
está aplicado a la iglesia, descubrirás que se ajusta a la perfección
al matrimonio en sus diferentes papeles:
Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros,
pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo
cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos
todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean
esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo
Espíritu.
Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si
dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no
será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del
cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo,
¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el
olfato?
Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en
el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro,
¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros,
pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te
necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de
vosotros.
Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles,
son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen
menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en
nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. Porque
los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad;
pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le
faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los
miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera
que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y
si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.
Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno
en particular. (1 Corintios 12:12-27)
SI LA MUJER SE RESISTE, ¿PUEDE PEDIR EL
RESPALDO DE DIOS?
Volvamos al punto de la sujeción. Después de resistirse y pelear
hasta el cansancio, si la mujer se rinde y decide buscar a Dios para
que Él intervenga, ¿puede pedir su respaldo? Puede pedirlo, pero
no lo tendrá. No verá la mano de Dios obrando a su favor porque
primero tendrá que arrepentirse frente a Dios de su soberbia. Él le
pedirá que se humille ante su esposo disculpándose por las
actitudes desafiantes que asumió en cuanto a su autoridad como
hombre.
Solo entonces, a su tiempo, Dios intervendrá. Lo que quiero
acentuar con esta aclaración es que la primera opción no puede ser
la discusión irritante, ni el enfrentamiento irrespetuoso. La primera
opción no puede agotarse discutiendo hasta desgastarse de manera
emocional, para entonces darle lugar a Dios. La primera opción
siempre tiene que ser Dios. Y Él te va a pedir que expreses con
mucha mansedumbre tus opiniones, como lo harías con tu padre, y
que luego confíes en el Señor sujetándote a tu marido aunque él no
tenga la razón. Jesús va a sacar la cara por ti.
¡Qué difícil! ¿Verdad? Y aunque creas que no es justo para ti, esto
solo puedes aceptarlo por fe. Sí, fe en el consejo de Dios, en el
orden del Reino, en los preceptos de la multiforme sabiduría de Dios
que no se puede entender con sabiduría humana. Por eso la
Palabra nos enseña que esto es locura para los que se pierden,
pero para el que cree, es poder de Dios.
«Pruébame en esto, te dice el Señor».
Y SI MI ESPOSO ES INCONVERSO, ¿DEBO SUJETARME
A ÉL?
Analiza lo que dice la Biblia en estos pasajes:
Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos;
para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin
palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra
conducta casta y respetuosa. (1 Pedro 3:1-2)
Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es
cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así
que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas
lo estén a sus maridos en todo. (Efesios 5:23-24)
Es obvio que en lo único que una mujer no debe sujetarse a su
marido es cuando este pretende que peque contra Dios. Esta
pretensión hace que una ley mayor prevalezca: «Es necesario
obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:29b). Sin
embargo, fuera de esta salvedad, la Palabra dice que debe
sujetarse a él en todo. Y todo es todo.
Según el pasaje de 1 Pedro, este comportamiento será
determinante para que un hombre vuelva su corazón a Dios. Fíjate
qué fuerte es el testimonio de una mujer de Dios para un hombre no
creyente, cuando sin palabras le traduce el evangelio a su marido de
una forma que lo pueda entender. Además, esa mujer le cede todo
el espacio a Dios para que llegue a su interior y lo convenza de
pecado. Mujer, te conviene que sea Dios el que lo convenza, ¿no te
parece? Deja actuar a Dios.
UNA PALABRA PARA LOS MARIDOS
Ahora veamos lo que la Biblia les dice a los maridos:
Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando
honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de
la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan
estorbo. (1 Pedro 3:7)
Antes de explicar este pasaje, creo necesario entregar una
información pertinente sobre la sexualidad masculina del hombre
que ha caído. Los hombres están diseñados con una fuerza de
índole sexual muy intensa. Ese deseo sexual llamado libido es tan
fuerte que cuando no tienen mujer, sexualmente hablando, los pone
muy románticos y detallistas para cautivar el corazón de una mujer.
Se pueden hacer enciclopedias solo de poemas románticos y de
palabras impresionantes halagando a las mujeres pretendidas. Las
más increíbles canciones inspiradoras se han escrito por hombres
enamorados de la figura de la mujer. Sienten una necesidad tan
fuerte de unirse a una mujer que las buscan con normalidad y
naturalidad, y asumen la iniciativa de seducirlas. Como las mujeres
saben que las están observando todo el tiempo, se maquillan, se
cambian el corte de cabello y se arreglan. Por supuesto, son las que
casi siempre enseñan más de su cuerpo que los hombres.
El problema es que, tan pronto los hombres tienen relaciones
sexuales con ellas, satisfacen todo ese fuego interno. Entonces, al
aliviar esa tensión sexual, se les apaga el romanticismo. Ya no dicen
cosas lindas ni miran con cariño, ni tratan con ternura a su esposa.
¿Por qué? Porque lo que les llevaba a ser así era la necesidad de
poseerla. Cuando ya la tienen, casi siempre solo recuerdan ser
tiernos y románticos cuando cierran la puerta del cuarto y... ¡voilà!
Fuera de ese momento, se esfuma toda la inspiración, el brote de
ternura y la valoración.
Esto ha provocado que un gran número de mujeres, buenas
esposas, serviciales y sujetas a sus maridos, estén viviendo con
tristeza, secas y marchitas en lo emocional. Se sienten usadas por
sus maridos y con un vacío interno, aun cuando tienen a Dios en su
corazón. Quizá alguien se cuestione cómo es posible que una mujer
llena de Dios sienta un vacío en su corazón. ¡Pues, sí!
¿Recuerdas que después que Dios creó al hombre, dijo: «No es
bueno que el hombre esté solo»? Si Adán vivía en el huerto de Dios,
el Edén, donde se paseaba la misma presencia de Dios, ¿por qué
no era bueno que estuviera solo? Por lo tanto, se puede concluir
que Dios nos creó con una necesidad que solo pueden suplir
nuestros cónyuges. Estas necesidades son precisamente las que
describe la Biblia y que yo trataré de explicar.
LA NATURALEZA DE LOS HOMBRES ES MÁS SEXUAL
QUE ROMÁNTICA
Dios sabe cómo es la naturaleza del hombre, por eso le exige que
ame a su mujer como ella lo necesita. A fin de que una mujer con
todas las capacidades con las que la diseñó Dios pueda sujetarse
de buena gana, necesitará que la amen y honren de una manera
especial. Para ella, el romance es el aire que respira, los halagos y
los reconocimientos son el alimento de su alma de mujer. El único
que puede hacerla sentir así es su esposo, aquel por el cual estuvo
dispuesta a perder su libertad para unirse a él.
Es interesante que varios pasajes bíblicos analicen el tema de la
exhortación a los maridos y les demanden amar a su esposa. Sin
embargo, no es así en el caso de las esposas. En esencia, el Libro
de la Sabiduría las exhorta a sujetarse y a respetar a sus esposos.
¿Por qué Dios les pide tanto a los hombres que amen a sus
esposas? Porque la naturaleza del hombre es más sexual que la de
las mujeres. Ellas no interpretan la relación sexual como amor, a no
ser que vaya acompañada del romance diario.
Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando
honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de
la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan
estorbo. (1 Pedro 3:7)
A continuación, veamos este pasaje en detalles:
«Vivid con ellas sabiamente»
Tratar a una mujer como es digno requiere de mucha
sabiduría. No se puede hacer feliz a una mujer por instinto
varonil, ya que ese instinto es un poco rudo, tosco y algo
descuidado. El hombre que sabe tratar a una mujer planifica
lo que va a decir y cómo se lo va a decir para evitar herir su
sensibilidad.
El hombre sabio en el amor estudia a su esposa para fluir
según sus necesidades. No la critica por ser delicada, ni la
acusa de «exigente» ni de «susceptible», pues sabe que está
tratando a una mujer y ella es «vaso frágil». El hombre sabio
intenta suplir las necesidades de la mujer para obtener lo que
quiere.
¿Te has preguntado cuál es el ambiente idóneo para
sensibilizar a tu esposa hacia la intimidad sexual? Si hay algo
que no entiendes de su comportamiento, ¿te das a la tarea de
investigar? El que hace los ejercicios de investigación con
sabiduría, ya sea preguntando u observando, va a tener éxito
en su trato con ella. Descubrirás gustos que tal vez no
acoplarán con lo tuyos, pero si analizas bien el asunto,
descubrirás que es mejor acomodarse a sus necesidades
para luego poder disfrutar al máximo de lo más importante
para ti.
Se es sabio cuando nunca violentas la naturaleza de una
mujer. Me refiero a que si sabes qué cosas la afectan, te vas
a cuidar mucho de no herirla en esos aspectos. De igual
forma, alimentarás sin cesar las cosas que la hacen sentir
realizada y despejada. Para darte un ejemplo, el agradarle de
manera física a su esposo es algo de suma importancia para
toda mujer. Por lo tanto, nunca hagas bromas sobre su físico
en privado y mucho menos en público. Nosotros, los hombres,
podemos bromear tomando como punto algún aspecto de
nuestro físico, pero para una mujer... eso es la muerte. Otro
ejemplo: Si te pregunta cómo le queda un vestido en
particular y a ti no te gusta, no le digas: «Te queda mal». En
su lugar, dile que prefieres que se ponga otro que le puede
quedar mejor.
No la critiques ni la presiones a someterse a algo que va en
contra de su naturaleza de mujer. Por ejemplo, la mujer no
tiene los niveles de testosterona (la hormona de la excitación
sexual) que tienen los hombres. Así que pedirle que se
comporte de manera intensa en lo sexual y que asuma la
iniciativa con impulsividad, no es natural en ellas. La petición
de tal comportamiento va en contra de su naturaleza. Lo
puede hacer por aprendizaje, pero no debe ser la norma,
pues se va a desgastar. Necesita mucho tiempo de tratos
especiales para activarse sexualmente y llegar a ese nivel de
intensidad.
Amar a una esposa con sabiduría requiere mucha
sensibilidad y ganas de aprender. El orgulloso que cree
saberlo todo, o el machista que actúa por instinto debido a
que cree que todo viene en el «paquete», no va a lograr hacer
feliz a su esposa. Así que, hombre de Dios, no critiques a un
ser tan delicado como es la mujer, ni le exijas nada que vaya
en contra de su naturaleza. Esto es amar con sabiduría.
«Dando honor»
La palabra «honor», según su definición, es: «Estima y
respeto de la dignidad de la persona honrada».
Todo lo que hagamos para que la mujer se sienta estimada,
respetada y dignificada cultivará lo mejor de ella para
transformarse en servicios y atenciones que tanto anhelan y
disfrutan los hombres. Si hay algo imprescindible para una
mujer sujeta, es sentirse honrada por su esposo. Estaría
dispuesta a seguirlo por el resto de su vida si la hiciera sentir
especial. A fin de poder sentirse realizada en esta esfera
necesita estar rodeada de expresiones de honra.
Honras a una mujer cuando...
Le dices todos los días que la amas.
Le dices en privado cuánto aprecias y agradeces lo
que hace por ti. (Puedes hacerlo en público, pero no
lo valorará tanto como cuando es en privado).
Reconoces sus servicios dándole las gracias cada
vez que te sirve en cualquier cosa.
Caminas lado a lado con ella sin dejarla nunca atrás.
La tomas de la mano al caminar juntos para
identificarla como tu esposa, de la cual te sientes
orgulloso.
Le abres la puerta de entrada o salida de algún lugar
o del automóvil para que entre primero.
Te pones de pie cuando ella entra a algún lugar para
ofrecerle los saludos correspondientes.
La sorprendes con una serenata cuando menos se lo
espera.
La valoras frente a tus hijos y validas su autoridad
ante ellos.
La valoras delante de los suegros y nunca les
permites a tus padres que la critiquen ni le falten al
respeto de ninguna manera.
Le das miradas tiernas que le digan en silencio: «Eres
idónea para mí».
¿Está bien honrar a una mujer imperfecta? El problema de
muchos hombres es que piensan que todo ese despliegue de
honra se lo darían a la mujer ideal, a la perfecta, a la idónea,
pero no la tienen.
¿Cómo dar honra a una persona a la que le ves defectos y
que no reúne todos los requisitos ideales de tu concepto de
mujer? El asunto se resuelve cuando entendemos que es una
orden de Dios. Independientemente de lo que sintamos o
pensemos, Dios dijo que, por cuanto es su hija, tenemos la
obligación de honrarla. De lo contrario, nuestras oraciones
tendrán estorbo y no serán escuchadas en el Reino. No
tenemos opción. La honramos a pesar de todo, o le negamos
la honra y nos atenemos a las consecuencias de que se nos
cierren los cielos y se detenga la bendición de Dios.
Dios está tratando de educarnos a pensar y sentir como Él.
Como somos una especie caída no podemos concebir las
cosas como las ve Dios. Sin embargo, a medida que
practicamos y nos ejercitamos en el mecanismo del
pensamiento de Dios, empieza a tener sentido. Al principio
parece extraño, pero luego lo sobrenatural empieza a ser
común.
El verso de Romanos 4:17 dice:
Como está escrito: Te he puesto por padre de muchas
gentes, delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los
muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.
Así como Dios enseña, tenemos que honrar a nuestras
esposas como si fuesen perfectas e idóneas en todo, y no
permitir que lo que vemos interfiera lo que Dios está viendo
en ellas. Para honrar a nuestras esposas de esta manera
tenemos que verlas con los ojos de Dios y desbordarnos en
admiración por ellas. De ese modo, nosotros seremos los
instrumentos para lograr los sueños de Dios para con
nuestras esposas.
Cuando una mujer es amada y honrada de manera
incondicional, florece con todo su potencial.
«Como a vaso más frágil»
La mujer está representada como una copa del más fino
cristal que pueda manufacturarse. Para disfrutar de algo tan
elegante y que sea útil para beber un vino de la más alta
calidad, requerirá que se maneje con mucho cuidado. De lo
contrario, se podría romper una copa carísima y echar a
perder un vino de alto valor. Así es la mujer. Demasiado
delicada, más de lo que pensamos. Entonces, tenemos que
aceptarla tal como la creó Dios. Si nos negamos a aceptar su
frágil naturaleza sentimental, sería como reprocharle a Dios
por haberla diseñado así.
Por lo tanto, tenemos que pensar muy bien antes de hablar,
puesto que son frágiles al oído. Tampoco podemos hablar con
ligereza, pues quedaremos en situaciones muy difíciles sin
darnos cuenta. Tenemos que afirmarlas en todo lo que son
buenas y eficientes para que, al corregirlas, no se sumerjan
en tristeza ni molestia al sentir que las acusamos de
defectuosas o incapaces. Nuestro tono de voz, nuestro
semblante, nuestra rapidez al responderle y los decibeles de
volumen vocal pueden ser determinantes a la hora de
tratarlas.
En lo físico, de igual modo, son sensibles y delicadas. Por lo
tanto, lo que para nosotros es normal, para ellas puede ser
áspero, tosco y torpe. ¿Y qué me dices de lo sexual? Es muy
difícil entenderlas porque le disgustan algunos tratos cuando
se hacen fuera de tiempo. Así que, después de estar listas,
les agrada y, más aún, te piden que seas más intenso o
vehemente, y eso a veces nos confunde. Para nosotros los
hombres, lo que nos gusta, nos gusta, al principio o al final.
¡Eso es así de simple! Sin embargo, para ellas, cada cosa
tiene su momento, y lo que no se hace en su preciso instante,
no da resultados. Por eso tenemos que fluir con ellas por fe y
por observación, tratando de leerlas utilizando la clave de
lectura de los ciegos.
Cuando hablamos con nuestros amigos y compañeros, no
tenemos que preocuparnos de tantos detalles ni tenemos que
ser tan cuidadosos en nuestra forma de tratarnos. No
obstante, cuando se refiere a una mujer, tenemos que ser
delicados y sensibles a sus señales, dando honor «a tiempo y
fuera de tiempo». ¡Ah! Y no se pueden olvidar de esto: Deben
estar dispuestos a pedir perdón todas las veces que sea
necesario. Y cuidado... ¡serán muchas veces!
«Como a coherederas de la gracia»
El término «coheredera» significa que tenemos junto con ella
los mismos derechos en lo que respecta a Dios. Ella hereda y
es digna de bendición tanto como nosotros. Es evidente que
esto confirma algo que todos sabemos y es que es tan hija de
Dios como nosotros. Así que el celo de Jehová la cuida. Mira
lo que dice Mateo 18:6-7:
Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños
que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello
una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo
profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque
es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel
hombre por quien viene el tropiezo!
Si Dios nos dijera: «Ten mucho cuidado de cómo tratas a tu
esposa porque es mi hija», de seguro la trataríamos de
manera muy especial. Por lo tanto, tienes que hacerte la idea
de que «tu suegro vive en tu casa». Veamos las
consecuencias de no tomar esto en serio a través de un
pasaje bíblico:
Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos:
Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos
que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas,
mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en
luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros,
y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
(1 Juan 1:5-7)
Es determinación de Dios no permitirle a ningún hombre,
sea quien sea, deshonrar con tratos inapropiados a una
mujer. No quedará impune el hombre que no quiera amar o
deje de amar a su esposa. Aunque sea pastor o ministro de la
Palabra, Dios cierra sus oídos. No es el llamado lo que le
asegura la unción y el respaldo de Dios, sino la comunión que
mantenga con su esposa.
Podremos ser hombres de fe con grandes metas y sueños
en Dios, gozar de fama y buena reputación entre las iglesias
del evangelio, pero nada de lo anterior nos da identidad en el
Reino. Nos equivocamos de gravedad si pensamos de esa
manera. Lo que nos da identidad en el Reino es la comunión
que sostenemos los unos con los otros. La esencia de la fe
está en cuánto amamos a Dios y cuánto amamos a los más
cercanos, nuestro prójimo.
CAPÍTULO 10
CONSEJOS PARA EVITAR Y MANEJAR
CONFLICTOS
El matrimonio es el vínculo más importante y el más duradero e
íntimo también. A pesar de eso, surgen conflictos que aunque no
tengan en sí la capacidad de destruirlos, pueden llevarlo a la ruina si
se pasa por alto la manera de manejarlos.
UNA PALABRA PARA AMBOS: ESPOSO Y ESPOSA
Tanto la esposa como el esposo tienen la responsabilidad de actuar
independientemente de cómo actúe el otro. Tenemos el cien por
cien de la responsabilidad de obedecer al Señor en lo que respecta
a nosotros. Tenemos que evitar la tentación de medir hasta qué
punto es el buen desempeño de nuestro cónyuge. Siempre que
midamos el cometido de nuestro cónyuge, nos debilitaremos en la
meta de hacer el máximo de lo que nos toca, según las órdenes de
Dios.
Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos
fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal
por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario,
bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis
bendición. Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos,
refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño;
Apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz, y sígala. Porque
los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a
sus oraciones; Pero el rostro del Señor está contra aquellos que
hacen el mal. (1 Pedro 3:8-12)
Veamos este pasaje en detalles:
«Sed todos de un mismo sentir»
Según el texto citado, la Palabra nos dice que seamos «todos
de un mismo sentir». Para lograr eso, tiene que haber un
estándar que encuentro en un pasaje de las Escrituras, donde
se explica cómo debemos actuar para obtener buenos
resultados:
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en
Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el
ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se
despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en la condición de
hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta
la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le
exaltó hasta lo sumo. (Filipenses 2:5-9a)
No podemos tener un concepto mayor de nosotros mismos
que el que tenemos de nuestro cónyuge. Esto es
fundamental. Muchos asumen actitudes irrespetuosas porque
se sienten superiores o más capacitados que el otro. Creen
que están en un lugar de preeminencia por autoridad
espiritual, inteligencia, ingresos económicos, posición de
liderazgo, apellido, ser hombre o por la razón que sea. El
pasaje bíblico de 1 Pedro ordena que ambos nos demos el
mismo trato que aparece allí y en los próximos versículos.
Además de lo citado antes, ese «mismo sentir» también
significa unidad en cuanto a la fe, al concepto de crianza de
los hijos, a la administración financiera, al trato con la familia
extendida, etc. Ser de un mismo sentir requerirá de mucha
comunicación, a fin de poder armonizar y adoptar la misma
filosofía o visión de la vida matrimonial y familiar. Ambos
tenemos la responsabilidad de ponernos de acuerdo con
antelación. No obstante, si algo nos toma de sorpresa,
tenemos que trabajarlo con diligencia, comunicándonos para
evitar los choques de dirección y de paradigmas. Muchas
veces es más sencillo que un consejero ayude a descubrir y
detectar las grandes diferencias en la pareja. El
enamoramiento o la falsa fe de los que ya están
emocionalmente ligados les impiden ver con claridad esas
cosas. Por eso creo que la ayuda de un consejero sería ideal.
Cada vez que descubrimos que no estamos «hablando el
mismo lenguaje» en algún tema, tenemos que conversarlo
para ponernos de acuerdo. Debemos escuchar cuáles son los
criterios de nuestro cónyuge sobre el asunto, sopesar con
seriedad su punto de vista y expresarle también nuestra visión
al respecto. Asimismo, después de analizarlo juntos, tomar
una decisión que establezca nuestra filosofía como
matrimonio en esa esfera en particular. Una vez más les
sugiero que consideren la intervención de un consejero que
los ayude a decidir con el menor estrés posible.
«Compasivos»
La definición de la palabra «compasión» es: «Que padece
con otros. Que tiene compasión. Sentimiento de
conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren
penalidades o desgracias».
Esto significa que tenemos la responsabilidad de
identificarnos con el dolor, la pena y los problemas que tiene
nuestro cónyuge. Cuando pasa por alguna crisis, ese no es el
momento para reproches ni reclamar facturas de culpas
pendientes. Tampoco es el momento para ofrecerle
recomendaciones e instrucciones de cómo resolver el
problema, pues lo único que la otra persona necesita es un
hombro donde llorar y nada más. La persona compasiva
provee el espacio, el tiempo y la sensibilidad para escuchar y
servir de desahogo al otro.
El compasivo entiende que no tiene el llamado a aconsejar,
sino solo a acompañar de forma pasiva a la persona en
necesidad de apoyo. Si tuvieras recomendaciones que
hacerle, espera a que te pida un consejo acerca de qué
hacer. Luego, si no lo hace, limítate a preguntarle si quiere un
consejo. No te incomodes si te dice que no. Acepta que solo
necesitaba tu apoyo emocional para sentirse escuchada.
Qué bueno es cuando nuestro cónyuge representa ese
papel de apoyo silente, pues evitamos la tentación de buscar
otro hombro donde llorar y otros oídos que nos escuchen, y
que nos pasen la factura después de suplir nuestra
necesidad. Con esto, solo evitamos enlazarnos de manera
emocional con otra persona que no sea nuestro cónyuge.
«Amándoos fraternalmente»
El amor fraternal es el «afecto entre hermanos o entre
quienes se tratan como tales». Esto significa que la Palabra
recomienda que, además de ser esposos, tenemos que
aprender a ser hermanos y darnos el afecto propio de este
vínculo. Ambos tenemos la responsabilidad de cultivar la
hermandad. Esta clase de relación es muy necesaria, pues
cuando llegan esos momentos en los que no se puede intimar
sexualmente por causa de, por ejemplo, la cuarentena
después de un embarazo, una operación quirúrgica que
requiera convalecencia, etc., la relación continúa hermosa,
cordial y pacífica, sin tensiones en ninguno de los dos.
Ambos sabían que momentos así podían llegar y se sienten
cómodos en esperar, sobre todo cuando el que está sano
afirma al otro diciéndole que lo más que le satisface es poder
servirle en un momento tan especial como ese. Le afirma
comunicándole que obrará para bien el proceso de
abstinencia debido a que el reencuentro será más intenso,
excitante e interesante.
Además, el espíritu fraternal fomenta que la pareja
practique la búsqueda del rostro de Dios juntos. Cuando nos
sentimos hermanos en Cristo, se nos hace más fácil tomarnos
de las manos y orar. Los hermanos hablan de sus cargas y
preocupaciones en oración e interceden unos por otros, algo
que es muy raro entre las parejas de casados que no
practican el amor fraternal.
«Misericordiosos»
«Misericordia» es, por definición, «el atributo de Dios, en cuya
virtud perdona los pecados y se compadece de las miserias
de sus criaturas».
Dios nos da la responsabilidad de cultivar la virtud de ser
misericordioso el uno con el otro. Recuerden que la
misericordia se aplica cuando el otro ha cometido una falta o
ha pecado. También la misericordia se compadece de los
defectos de personalidad que tenemos todos y por eso
soporta con paciencia esas diferencias. Así que vamos a
tratar de no ser tan duros e intransigentes cuando el otro
cometa un error, pues «con el juicio con que juzgáis, seréis
juzgados, y con la medida con que medís, os será medido»
(Mateo 7:2).
Cuando somos perfeccionistas y muy exigentes, casi
siempre tratamos a los demás de la familia con reproches y
críticas. Con quien más se peca en este sentido es con el
cónyuge. Dios se va a encargar de que cometamos errores y
así mostrar nuestras debilidades. Entonces, seremos capaces
de bajar «la guardia» al entender que también cometemos
torpezas que requerirán de la misericordia de los demás para
que no nos caiga encima la «avalancha».
Dios es lento para la ira y grande en misericordia. Por lo
tanto, tenemos que imitarlo a Él. Recuerda que orando y
dedicando tiempo para la lectura de las Escrituras irás
adquiriendo una nueva personalidad que será más cercana al
carácter de Jesús. ¡Qué bueno! ¿Verdad? No tenemos que
resignarnos a ser como somos toda la vida.
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las
cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
(2 Corintios 5:17)
«Amigables»
Se supone que los esposos comenzaron siendo amigos,
luego novios, y terminaron siendo marido y mujer. La voluntad
de Dios es que mantengamos los lazos de amistad y las
actividades propias de cuando éramos amigos para que
sigamos disfrutando de una relación fresca y agradable a lo
largo del camino. Tenemos que hacer un esfuerzo consciente
para mantener un equilibrio entre las demandas serias de la
vida y la jovialidad que descubrió el «arte de perder el
tiempo» disfrutándose el uno al otro en actividades triviales.
La vida de los casados está llena de responsabilidades
«administrativas», además de las presiones del trabajo, los
hijos en formación, la casa, etc. La misma relación
matrimonial representa otra presión emocional cuando
empiezan las dificultades y los consecuentes alejamientos. De
ahí que tengamos que hacer muchas «paradas» en el camino
para renovar nuestra relación de amistad.
Es de matrimonios sabios y maduros hacer actividades
propias de amigos, como jugar, ver juntos una buena película,
salir a cenar y ver algún espectáculo digno, conversar sobre
recuerdos de la niñez o juventud, jugar juegos de mesa y reír
mucho. Todo lo anterior será parte de las cosas que
tendremos que planificar si ambos estamos de acuerdo en la
importancia de «relajarnos». Ambos tienen que asumir la
responsabilidad de planificarlo, pues si dejan que surja de
manera espontánea, rara vez se va a dar. Ninguno debe
esperar por el otro, sino que ambos deben asumir la iniciativa.
No dejen que la seriedad de la vida les haga perder la
chispa de una vida jovial. Sean siempre amigos y «jueguen»
durante todas las etapas del matrimonio.
«No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición,
sino por el contrario, bendiciendo»
No creo que esto merezca mucha discusión. Bendice al que
te maldiga. Eso solo lo pueden hacer los hijos de Dios. Todo
el que bendiga de manera incondicional, así también será
bendito de parte de Dios.
Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero
yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera
que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra;
y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale
también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga
por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que
quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. (Mateo 5:38-
42)
Aunque no tengas la disposición de seguir estas
recomendaciones al pie de la letra, al menos practica lo de no
devolver mal por mal. De lo contrario, lo único que lograrás es
empeorar las cosas y darle excusas al necio para justificarse.
«Refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen
engaño»
Unos de los mayores retos de un matrimonio es el uso
adecuado y apropiado de la lengua. Refrenarla es una de las
cosas más difíciles para un ser humano y, para los casados,
¡más todavía!
Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su
lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es
vana. (Santiago 1:26)
Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto,
capaz también de refrenar todo el cuerpo. He aquí nosotros
ponemos freno en la boca de los caballos para que nos
obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también
las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos
vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por
donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es
un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas.
He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño
fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La
lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina
todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella
misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza
de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar,
se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero
ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que
no puede ser refrenado, llena de
veneno mortal.
Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella
maldecimos a los hombres, que están hechos a la
semejanza de Dios. De una misma boca proceden
bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser
así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura
agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la
higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también
ninguna fuente puede dar agua salada y dulce. (Santiago
3:2b-12)
Los matrimonios más estables son precisamente los que
mejor controlan los impulsos de la lengua. Son los que no
hablan cuando hay mucha irritabilidad, a fin de evitar decir
cosas de las que se tengan que arrepentir después. Dios nos
exige a ambos que asumamos la responsabilidad de los frutos
de nuestra boca. Si prestas atención, descubrirás que el juicio
es severo para los que atacan de palabras a los demás:
Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y
cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os
digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será
culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio [estúpido], a
su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que
le diga: Fatuo [imbécil], quedará expuesto al infierno de
fuego.
Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de
que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda
delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu
hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de
acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con
él en el camino, no sea que el adversario te entregue al
juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De
cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el
último cuadrante. (Mateo 5:21-26)
Dios es muy serio cuando se trata de insultos proferidos
contra otra persona, independientemente de que hayamos
tenido razones para hacerlo. El bueno se conoce por el
contenido de sus palabras, así como también el malo:
O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol
malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol.
¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno,
siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla
la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca
buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas
cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que
hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del
juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus
palabras serás condenado. (Mateo 12:33-37)
Ocioso significa «sin fruto». Las palabras ociosas son esas
que no dan fruto, que no dan resultados positivos.
¡No hay nada más que añadir! ¿Verdad?
«Busque la paz, y sígala»
La Biblia tiene promesas para los que buscan la paz:
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán
llamados hijos de Dios. (Mateo 5:9)
La paz hay que buscarla, no viene sola. Hay que seguirla,
porque se puede tener y perder con mucha facilidad. Cuando
ocurra el quebrantamiento de la comunión, procura
reconciliarte con rapidez. No lo dejes para después, porque el
tiempo lo único que hace es complicarlo más. Solo espera el
tiempo necesario para que bajen los «humos». Entonces, tan
pronto se pueda, disponte a lograr la reconciliación. No debe
pasar más de un día.
Hay quienes se mantienen «trancados» y se justifican
diciendo que están evitando más problemas. La dificultad
estriba en que aunque no están peleando ni discutiendo,
tampoco están buscando la reconciliación. Están en sus
respectivas «trincheras» y lo único que logran es evitar que
los hieran más. Sin embargo, la orden de Dios es que nos
«arriesguemos» para reconciliarnos hasta lograrlo. Uso el
término «arriesgar», pues en el intento es posible que se
revuelva el avispero. A pesar de eso, si estás decidido a no
enredarte en la red de la discusión, tu cónyuge discutirá solo.
Así que... ¡échale el cuerpo al agua y procura el
acercamiento!
LAS CRISIS SON OPORTUNIDADES DE CRECIMIENTO
Para mantener un matrimonio saludable a través del tiempo
tenemos que enfocarnos en lo que la sabiduría considera ideal
dentro de lo real hacia la meta. Dicho sea de paso, en mi
experiencia como pastor consejero matrimonial he observado que
las parejas restauradas desarrollan una mejor calidad de vida que
las que nunca han pasado por un proceso de restauración. ¿Qué
explicación puedo darte? Pues que la crisis los puso en la necesidad
y los obligó a aplicar los principios de la Palabra de Dios como la
única y la última oportunidad para lograr estabilizar y darle
permanencia a la relación. Las crisis obran para bien...
Cuando hemos fracasado lo suficiente, dejamos de confiar en
nosotros mismos porque somos conscientes que tenemos todas las
capacidades para destruir una familia entera. Por lo tanto, estamos
dispuestos a aplicar cualquier remedio que nos presenten. Si por la
gracia del Señor te topas con los consejos de Dios para el
matrimonio, ganaste «el gordo de la lotería». Por eso muchas
parejas restauradas se convierten en el modelo a seguir y terminan
educando y discipulando a otros matrimonios que los rodean.
Para las parejas comunes, vivir a esta altura les parece una utopía
o una ridiculez de los idealistas matrimoniales. Tener que aplicar
estos preceptos parece tan difícil que lo postergan, lo dejan para
más adelante y lo siguen posponiendo hasta que abandonan la idea.
Es lamentable, pero sufrirán las consecuencias. Mantendrán una
relación agonizante por el uso de métodos equivocados a fin de
mantener la relación.
Es obvio que los que más sufrirán las consecuencias de tal
irresponsabilidad son los hijos, quienes no pidieron venir al mundo.
Para ellos, el mayor gozo es estar rodeados de padres que se amen
mucho. Necesitarán la afirmación de que ellos son la recompensa
de ese amor. Es triste que la mayoría de los niños no se sientan así,
sino que guarden temores e inseguridades en silencio por el
ambiente que prevalece entre sus padres.
La meta de toda pareja es darles a sus hijos un futuro digno.
Asimismo, poder disfrutar a plenitud de ellos durante toda la vida y
ofrecerles de igual modo a sus nietos un ambiente familiar de gozo y
alegría donde a todos les guste estar. Esto es darse a la tarea de
estudiar y descubrir el poder del amor en todos sus contextos. Aun
así, lo más importante es crecer y desarrollarse en el amor
conyugal.
El que madura y crece en el amor conyugal podrá superar todas
las dificultades, los retos y las experiencias dolorosas que puedan
ofrecer en todos los contextos las relaciones interpersonales. El que
vence los desafíos del amor más perfecto es capaz de superar
cualquier obstáculo de cualquier otra relación. Por lo tanto, esa debe
ser nuestra meta.
EL AMOR MÁS COMPLETO O PERFECTO SOBRE LA
TIERRA
El amor más perfecto que existe sobre la tierra es el del esposo
hacia la esposa, y de la esposa hacia el esposo. Culturalmente se
dice que el amor más perfecto que existe en el mundo es el de las
madres. No estoy de acuerdo y voy a explicar el porqué.
Reconozco que el amor materno es muy especial, muy grande y
tiene características hermosas. No le quito mérito a esa clase de
amor. Ahora bien, cuando hablo de un amor perfecto me tengo que
referir al amor matrimonial, pues la misma Escritura nos enseña que
ese es el amor más parecido al amor de Dios hacia la iglesia.
Lo defino como el amor perfecto porque volviendo al amor
maternofilial, una madre y un hijo comparten una esencia genética.
En otras palabras, una madre puede verse a sí misma en sus hijos
debido a los genes heredados. Un padre también comparte
características similares porque hasta el temperamento se hereda.
Por cuanto hay una herencia en común, se provoca una unidad
única entre ellos.
Así que me parece que es más fácil para un padre y una madre
amar un hijo que los esposos amarse entre sí. El esposo y la esposa
no comparten material genético. Tienen trasfondos culturales,
sociales y familiares diferentes por completo. Los hijos y los padres
vienen de un lugar común, surgen de la misma fuente familiar, de un
vientre y de un mismo hogar. De manera que aprender a amar y
mantener el amor entre dos seres tan diferentes como lo es en el
matrimonio requiere mucho más esfuerzo y perseverancia que
el amor entre los que comparten la misma sangre.
EL AMOR MATERNOFILIAL SE DIRIGE A LA
SEPARACIÓN
A lo anterior se le suma la realidad de que todo el proceso
maternofilial desde que comienza se dirige hacia la separación.
Desde que lo lleva en el vientre, el proceso natural lo dirige hacia la
salida del vientre. Desde que comienza a lactar, el proceso lo dirige
hacia el destete. Según va creciendo el niño, lo adecuado es la
independencia natural hasta que se convierte en una persona con la
capacidad de decidir por sí mismo, incluso de escoger a la persona
con la que se va a casar.
Luego, el casamiento representa el dejar o separarse del padre y
la madre, y unirse a su cónyuge para crear su propia familia.
Aunque hay muchísimo amor en todo este proceso natural, cuando
llegan los nietos... ¡ni hablar del asunto! Sin embargo, tenemos que
estar de acuerdo en que el amor consanguíneo no es el amor
perfecto, pues en muchos aspectos nos conduce a la separación
física, financiera, de autoridad y, en cierto sentido, a la emocional
también.
En cambio, un hombre procedente de otro trasfondo familiar, de
otra composición o herencia genética, se encuentra con una mujer
de trasfondo familiar y contenido genético diferente, y deciden
amarse. Esto va a representar una unión que requerirá mucha
energía para mantenerse junta y unida. Ambos son desconocidos en
su totalidad y tienen orígenes diferentes por completo.
En el proceso de conocerse y agradarse pretenden acoplar esas
diferencias. Todos esos trasfondos diferentes, ese material genético
distinto, esos temperamentos tan opuestos el uno del otro, la pareja
trata de unirlos y acoplarlos. En otras palabras, no tienen casi nada
en común, en función de crianza y de formación, pero tratan de
unirse para hacer de esa relación la unión más íntima y perfecta.
Imagínense que, además, tienen el potencial de producir vida y
procrearse.
En el camino a largo plazo comienzan a descubrir lo difícil que es
caminar juntos, en armonía, si no se aman con el amor de Dios. Es
prácticamente imposible que esa relación sea una relación rica,
hermosa y gratificante, que sea duradera y se mantenga llena de
vida y de gozo a través de los años. Si no es por el amor de Dios, es
difícil que envejezcan juntos sintiendo la alegría de haber caminado
a lo largo de la vida en unidad. Es casi imposible, porque estamos
hablando de dos seres del todo diferentes. Para unir esos dos seres,
y hacerlos caminar juntos y valorarse, estimarse, respetarse y
honrarse el uno al otro, ¡se requiere del amor de Dios y de su santa
ayuda!
Ese amor perfecto debe ser el que tenga la naturaleza de
permanencia en todos los sentidos, donde nunca nos alejamos,
nunca nos separamos. Todo lo tenemos en común, todo lo que
logramos nos dirige a unirnos y acercarnos cada vez más, hasta que
la muerte nos separe. El proceso natural de un matrimonio conduce
a los cónyuges a un mayor acercamiento y unidad debido a que la
experiencia de la paternidad hará que ambos se vean mezclados en
la imagen de una hermosa criatura, maravillándose de ver en carne
y hueso el milagro de la unidad.
Ahora bien, tal vez estés de acuerdo conmigo al creer que el amor
perfecto y el más completo es el matrimonial. Esto se debe
a que se requiere de un poder que no existe en este mundo. El amor
que une un matrimonio a ese nivel es el amor que solo viene del
Reino de los cielos, solo viene por medio del Espíritu de Dios, y el
que recibe su Espíritu tiene la capacidad de amar así. Es obvio que
tendremos que hacer morir las obras de nuestra carne que siempre
querrán batallar contra los designios del Espíritu. Si le damos más
espacio al Espíritu, venceremos.
En lo personal, no he conocido a ninguna pareja que sea feliz de
verdad sin tener al Señor en sus corazones. Aun los que dicen que
tienen un matrimonio maravilloso sin ser religiosos y declaran «que
su esposo es una maravilla y su mujer es alguien encantadora»,
cuando nos sentamos a entrevistarlos, encontramos
que la «piña está agria». Al conversar con ellos, salen muchas
cosas a la luz. Todos esos «matrimonios modelos» empiezan a
relatar con sinceridad todo lo que han sufrido en la intimidad. En
ocasiones, uno de los dos, o ambos, están guardando algo y se
resignan a la situación de las apariencias. Esa no es la voluntad de
Dios que desea que la relación matrimonial vaya de gloria en gloria,
así como nuestra relación con Él. Si el Señor no está en medio, es
muy difícil que prospere la relación.
Entonces, ¿por qué digo que el amor matrimonial es el amor más
perfecto? Porque cuando alguno de la pareja busca a Dios hasta el
punto de entregarle el dominio de su vida y su matrimonio, aprende
a amar como Él ama y a valorar al otro por fe. Aprende a honrar por
obediencia, a caminar en armonía, pues decidió confiar en que Dios
enderezaría los pasos equivocados. A decir verdad, crea un
ambiente idóneo de bendición donde Dios opera para la
transformación de todos los de la casa. Cada dificultad de
acoplamiento la pudieron superar gracias a los frutos del Espíritu
que uno de los dos decidió desplegar.
Por eso siempre he creído que para destruir un matrimonio hacen
falta dos, pero para componerlo o restaurarlo solo hace falta uno.
SOLO LO LOGRAN LOS QUE ALCANZAN MADUREZ EN
DIOS
Gracias a esa persona madura en Dios, en vez de chocar, ahora se
complementan. Además, canaliza lo de ambos para
complementarse el uno al otro, a fin de hacer del matrimonio algo
mucho mayor de lo que eran en su realidad individual. Ahora debes
estar de acuerdo conmigo al concluir que el tipo de amor que hay
que aplicar a esta clase de relación matrimonial es el amor más
perfecto que existe, el amor de Dios. Es el amor que requiere mucho
más que lo que se espera de un padre, de una madre y de un hijo.
Por esa razón, la pareja que descuida su relación con Dios está
descuidando de manera automática su relación el uno con el otro.
Aunque no quieras creerlo ni aceptarlo, al descuidar tu relación con
Dios, tu matrimonio sufrirá las consecuencias al instante.
Empezarás a tener desavenencias debido a que lo único que
produce una armonía llena de gozo es el Espíritu de Dios. El único
que tiene la capacidad de amansar, apaciguar y dotarnos de una
sabiduría humilde es Jesús. El Espíritu de Dios es el único que te da
la capacidad para poder lograr la meta de vivir una relación con tu
cónyuge como Cristo la sueña para Él con la Iglesia.
Debo aclarar que no se trata de asistir a la iglesia, ya que varios
de sus miembros se están divorciando. El asunto es invocar a Dios y
su Reino en tu casa, entre tu cónyuge y tú, entre tus hijos y ustedes.
En las peores condiciones es invocar a Dios por tu propia cuenta y
perseverar en ello aunque nadie te acompañe. Es creer que Dios y
tú pueden convertirse en agentes de cambio para toda la familia.
NO TRATES DE OBTENER DE CÓNYUGE LO QUE NO
TIENE
Si entiendes que para poder suplir tus necesidades lo que tu
cónyuge necesita es a Dios, ¿lograras algo con exigirle lo que no
sabe que tiene? ¿Haces bien en tratar de «sacudir» de manera
emocional a tu cónyuge para sacarle lo que necesitas? No
«golpees» las emociones de tu cónyuge con demandas y exigencias
como el que quiere sacarle el agua dulce a un coco. No trates de
obtener de tu cónyuge lo que no entiende. Lo que necesita es que el
Espíritu de Dios lo capacite y lo llene de iniciativas de amor. En
última instancia, que lo libere.
Por lo tanto, lo más sabio es modelarle a Cristo, sorprenderlo con
tu comportamiento y por testimonio ayudarlo a crecer
espiritualmente. Entonces, a medida que crezca, la relación será
cada vez mejor. Aportar a la vida espiritual de tu cónyuge es lo más
sabio que puedes hacer para cooperar con el Espíritu Santo a que
crezca en Dios.
Prepárate bien, porque no es fácil. Sentirás como si todo el peso
del matrimonio está solo sobre ti. Sentirás que no es justo que solo
tú tengas que pagar un precio tan alto. En la eternidad llegarás a
entender a cabalidad cuánto costó restaurar a tu familia, y quizá solo
allí recibas la recompensa digna de tanto esfuerzo.
HUYE DE LA VAGANCIA ESPIRITUAL Y PROCURA
ANIMAR A TU CÓNYUGE
Por esto mismo, no podemos ni por pena ni consideración humana
apoyar a nuestro cónyuge cuando se pone haragán y no quiere
congregarse. Cuando observamos que está dedicando demasiado
tiempo al trabajo, pasatiempos, o a otras cosas, y se está
desconectando de Dios, tenemos que intervenir, reaccionar a tiempo
y mostrar preocupación.
No estoy diciendo que ahora saques la Biblia para llamarle la
atención disparando versículos. Esa nunca ha sido la forma sabia de
estimular a una persona para que busque a Dios. Sin embargo,
cuando empiece a buscar excusas, ruégale que te acompañe a la
iglesia. Prométele ayudarlo en lo que sea necesario cuando
regresen a la casa. Muéstrale aflicción si no te acompaña, pero no
dejes de ir
a no ser que el hacerlo provoque una crisis. Si eso sucede, habrá
que buscar alternativas y soluciones al asunto.
Si insiste en no querer ir por trivialidades, decide ir tú, aunque no
te acompañe. No caigas en la trampa de dejarte manipular por el
pensamiento de que te sientes mal cuando vas sin compañía debido
a que las demás parejas asisten juntas a la iglesia. No te dejes
llevar por el malestar que te produce el interés de los hermanos
cuando preguntan por tu cónyuge. Tampoco te permitas sentirte
intimidada por la idea de que lo estás descuidando al dejarlo solo, y
que tu deber es evitar que vaya a hacer algo indebido por tu culpa y
que deberías quedarte en la casa acompañándole. Repito, a no ser
que el congregarte produzca un caos, sigue haciéndolo y no le
permitas a ninguno de tus hijos quedarse tampoco. Enfréntate a lo
que sea, pero no te dejes dominar por el desánimo, la frustración y
el cansancio que produce todo esto, pues hoy es uno y mañana
serán dos, y pasado mañana toda una familia.
Cuando se vayan a dormir, si ninguno ha tomado la iniciativa de
invocar al Señor en oración, asúmela tú. ¡No lo mandes a orar!
Hazlo tú. En un momento dado, alza la voz y ora por tu cónyuge
para que te oiga y reciba la bendición. Acuérdate que invertir en la
vida espiritual de tu cónyuge es invertir en el matrimonio y en toda la
familia. Haz lo mismo con tus hijos. Reúnelos a orar aunque solo
seas tú y ellos. Pasado el tiempo, descubrirás lo valiosos que fueron
los momentos de oración que pasaron juntos para la protección y el
desarrollo sano de tu familia, gracias a que no te rendiste y
perseveraste creyendo que Dios sería fiel en responder.
LO QUE CAUTIVA EL CORAZÓN DE LOS CASADOS:
AMOR ROMÁNTICO Y RESPETO
Cuando las parejas se van a casar, les pregunto durante la
ceremonia: «¿Quieren saber el secreto para mantener a tu cónyuge
enamorado para toda la vida?».
Ansiosos por saber, como es obvio, me responden de manera
afirmativa y escuchan con mucha atención mi respuesta: «A la
mujer: En las buenas y las malas, háblale con mucho respeto a tu
marido y ofrécele servicios VIP. Al hombre: Rodéala de mucho amor
romántico y háblale con amor tanto en los buenos momentos como
en los malos».
Por lo general, observo entre el público personas a las que les
corren las lágrimas cuando escuchan este consejo, pues es
probable que tocara las fibras más íntimas de una necesidad que no
se ha suplido durante el tiempo que llevan de casados. Algunos que
me vienen a felicitar me comentan con jocosidad que si hubieran
sabido ese precepto tan sencillo de vida matrimonial, no hubieran
tenido tantos problemas.
Es lamentable que para la mayoría de las parejas no sea común el
mantener estos dos elementos que tanto edifican y fortalecen la
relación. Cuando practicamos de modo coherente el amor
romántico, los niveles de tolerancia por las cosas que no
necesariamente son de su agrado se elevarán de manera
automática. Cuando la esposa practica el respeto constante, el
esposo elevará, aun sin darse cuenta, sus niveles de tolerancia por
las cosas que no le resultan agradables. ¿Por qué sucede esto?
Porque en cada uno de nosotros existe una profunda necesidad
diseñada por Dios con el propósito de que la supla nuestro cónyuge.
Las esposas necesitan el amor romántico. Los esposos necesitamos
sentirnos respetados.
Esa necesidad de trato especial forma parte de los dos, ya sea
que lo merezcamos o no. Por lo tanto, cuando intentes resolver un
conflicto con tu esposa, que de seguro lo ha provocado ella por
algún error cometido, tienes que corregirla en amor porque no
digerirá nada que esté fuera de ese estilo de trato amoroso y
romántico. De la misma manera, cuando tu esposa te afronta debido
a tus torpezas, tiene que hacerlo con respeto porque ese es el único
idioma al que respondemos nosotros.
FUNDAMENTOS BÁSICOS DE UNA RELACIÓN
MATRIMONIAL SALUDABLE
Cuando una relación que ha sufrido una caída de cualquier tipo que
los dañó, los separó, los hirió en lo más profundo y, sin embargo,
decidieron restaurar y darse una oportunidad, tienen que
restablecerse los fundamentos básicos de una relación matrimonial
saludable. Tendrán que dedicarse a desarrollar el arte de lo que
mantiene cautivo el corazón de los casados por toda la vida. En el
caso de los hombres, deberán hacerlo en el amor romántico, ya que
esa es la mayor necesidad de las esposas. Y en el caso de las
mujeres, necesitarán desarrollar el arte del trato respetuoso y las
atenciones especiales, pues esa es la mayor necesidad de los
hombres.
En las últimas exhortaciones que el apóstol Pablo les ofrece a los
matrimonios enfatiza las cosas que cautivan el corazón de los
casados. Así como el romanticismo conquista el corazón de las
mujeres, el respeto les encanta a los hombres. Las mujeres deben
entender que lo que alimenta su corazón no es necesariamente lo
mismo que alimentará el de sus esposos. Por eso, la mayoría de los
hombres tendrán que actuar por fe en lo que respecta a cumplir con
su deber conyugal debido a que lo que tienen que hacer, que es ser
románticos, no los llena a ellos.
De igual forma, la mujer que quiere cumplir con su deber conyugal
tendrá que aceptar por fe que los tratos respetuosos y las
«atenciones de señor importante», como ellos lo definen, es lo que
los mantiene enamorados, aunque a la mujer no le dé mucho gusto
hacerlo. Sin duda, las preguntas asaltarán tu mente y batallarán por
resolver si esa necesidad es solo de los machistas o de todos los
hombres. No obstante, al igual que a los hombres, te sentirás
cómoda ofreciendo estos tratos solo cuando por fe entiendas que la
vida es así y contra ella no se puede luchar porque vas a perder.
El esposo tendrá que establecer o crear de nuevo un ambiente de
romance, si es que quizá nunca antes existiera. Mi recomendación a
toda mujer que quiere darle una nueva oportunidad a su esposo es
que antes de recibirlo otra vez se asegure que él aprenda y
desarrolle una actitud de romanticismo. Si no lo logra antes de la
restauración, no lo conseguirá después. Entonces, esa mujer se
quedará con una profunda decepción porque cedió para volver a lo
mismo, al menos, en lo que respecta al romance. ¡Mujer, oblígalo a
crecer en el romanticismo! ¡No vuelvas a entregarte tan rápido!
La mayoría de las mujeres que no espera es porque teme a que él
no aguante la carga y se vaya con otra. En el amor, toda decisión
que se toma por miedo es equivocada. La Biblia nos enseña que el
perfecto amor echa fuera el temor. Así que no temas perderlo. Si en
verdad te ama, peleará la «buena batalla» por ti. ¡Qué pena es que
no se valoren lo suficiente! Porque si se va con otra, era porque
sucedería tarde o temprano. Por lo tanto, ¿qué pierdes si se va
porque no puede con el reto que le has puesto? Piénsalo...
En resumen, lo que para una mujer es el romance, para el hombre
es el respeto. A ella el romance la mantiene enamorada, mientras
que a él lo enamora el trato respetuoso. Contra esta verdad no se
puede luchar.
El respeto no se limita estrictamente a la manera en que una
mujer le habla a su esposo, ni al modo de enfrentarlo, ni al hecho de
evitar darle órdenes. Hay otros tratos que para él representarían una
forma respetuosa de servirle. Los hombres están acostumbrados a
ver a sus esposas servir a toda la familia. Cuando ella no hace
diferencia en la forma de servirle comparado con el resto de la
familia, puede echarlo de menos y en ocasiones resentirlo, aun sin
darse cuenta.
¿QUÉ SON LOS SERVICIOS VIP?
Cuando una persona se considera muy importante, le llamamos VIP.
Se trata de la sigla que compone el conjunto de iniciales de la
expresión Very Important Person [Persona muy importante]. En
muchos lugares del mundo, tales como restaurantes y hoteles, se
utiliza a menudo este término para identificar a esas personas a las
que hay que darles un servicio muy especial. Un trato a la altura de
una persona muy importante. El mundo reconoce a esas personas y
la Escritura también. La Biblia dice que al que merece honra hay
que darle honra.
Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que
impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.
(Romanos 13:7)
Como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual
vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer
ninguna amenaza. (1 Pedro 3:6)
Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con
humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él
mismo. (Filipenses 2:3)
Entre otras, esta palabra exhorta a la mujer a darle un trato VIP a
su esposo. Como no especifica si solo debe ser en caso de que lo
merezca, y Dios se distingue por dar cosas inmerecidas, debes
darle siempre ese trato. Ahora bien, para los efectos del hombre, si
no ves a tu esposa como si fuera superior a ti, no serás capaz de
darle la clase de amor y de honra que exige Dios que le des.
Entendamos que no se trata de que la persona lo merezca, sino de
quién te mandó a amar y honrar así. Dios sí merece que lo
obedezcamos y, además, sabe galardonar a los que le honran.
Las mujeres inteligentes, que se aman de manera saludable, que
saben quiénes son y hacia dónde van, que son libres, que conocen
todas las capacidades que tienen, decidieron entregarse a un
hombre porque él se la ganó. A esas mujeres les va a costar mucho
trabajo respetar a un hombre tal como lo ordena la Escritura. Esto
se debe a que ese tipo de mujer siente que tiene tanto valor propio,
que tratar a un hombre con servicios VIP le resulta muy difícil. Lo
puede ver denigrante, sobre todo cuando siente que él no se lo
merece. Algunas juzgarán este mensaje como «chovinista» o
«machista». Y con eso en mente «borran» (eliminan) la idea. Mi
consejo es: «Escúchenlo todo, retengan lo bueno y desechen lo
malo, pero cuídense de no desechar a Dios».
Como me encanta la verdad, tengo que enseñarla con el mismo
equilibrio que tiene la Escritura. Por eso debo decirte que para poder
respetar a un hombre como él lo necesita tendrás que recurrir
también a Dios y a «su santa ayuda». Asimismo, para que un
hombre después de casado pueda mantenerse romántico,
necesitará a Dios. Su nivel de romanticismo será una variable que
responda a su vida espiritual. Sin embargo, en la mujer, su
capacidad de tratar con respeto a su esposo y darle servicios
«especiales» será lo que mida la salud de su vida espiritual. Para
poder dar ese grado de honra a una persona que muchas veces, o
algunas, será indigna de ella, ambos tendrán que estar bajo el
control del Espíritu Santo.
Para los que tienen cónyuges que no son creyentes, la estrategia
es ganarlo para ti primero y luego ganarlo para Cristo. Las parejas
educadas en la sabiduría de estos dos preceptos de vida alcanzan
los veinte, treinta o más años de casados, y todavía disfrutan de
estar enamorados, aun cuando han pasado por momentos difíciles.
EL EFECTO DE LA LLEGADA DE LOS HIJOS
Muchos hombres empiezan a secarse y debilitarse en el romance
cuando llegan los hijos. Poco a poco comienza un alejamiento de su
esposa, ya que ahora todas las atenciones se desvían para los
niños, descuidando así el lugar especial que tenía. Esta esposa
ahora está las veinticuatro horas, los siete días de la semana,
alrededor de sus hijos y no se da cuenta de que está haciendo una
excepción que se alarga por varios años. El esposo comienza a
sentirse solo aun dentro de su propio hogar. Los hijos comen
primero, ya que tienen la prioridad del tiempo, al igual que los
cariños que también se centran en ellos. ¡Este es un grave error!
Los niños nunca deben ser los primeros en el hogar, sino el
esposo. Él tiene que ser la persona más importante en cuanto a
atenciones se refiere. Al primero que hay que servir, al que hay que
cuidar. Si tu marido es muy considerado y te dice: «Mi amor, no te
preocupes, yo me las arreglo solo, atiende tú a los niños», no tomes
en cuenta esas palabras. Atiéndelo primero a él, pues eso lo va a
impresionar. Él lo necesita, no por machista, sino porque Dios lo
creó así. Entonces, si tú no quieres que se aleje de manera
emocional, rodéalo de servicios de primera. Esposa, sírveles a tus
hijos en platos de plástico si así lo quieres, pero a tu esposo en
«loza y vajilla» porque es un VIP. No obstante, si te dice: «No mi
amor, no, dámelo de plástico, para que no pases trabajo», debes
tener presente esto, escúchame bien, ¡que sea VIP todo el tiempo!
Es muy probable que cuando los esposos se sientan bien
atendidos y vean a sus esposas «ahogadas» con los cuidados de
los hijos, quieran ayudarla y asistirla en los quehaceres. Ese es el
resultado de sembrar en la vida de un esposo, aunque no tenga
sentido y parezca injusto. Sé fiel al consejo de Dios y Él complacerá
tus peticiones.
Cuando una persona muy importante llega a tu casa, ¿quién lo
recibe? ¿La mascota? ¿Los niños? No. Eso sería un desaire. Por lo
tanto, dale importancia a la llegada de tu esposo a la casa y recíbelo
como debes. Hay muchos maridos que llegan a su casa y tienen
que buscar a su esposa por todos lados, aun cuando ella sabía que
había llegado. Aunque tu esposo fuera áspero el día anterior,
recíbelo en la puerta y dale honra. Es probable que se extrañe y se
pregunte:
«Y ahora, ¿qué mosca le picó?». Yo contestaré esa pregunta: «¡Le
picó la Palabra de Dios!».
Dicho sea de paso, cuando ella llega a la casa, debe ocurrir lo
mismo. Debemos dejar lo que estamos haciendo para recibirlas.
Quizá estés pensando: «Rey, esto es mucho protocolo, por favor».
Si no haber utilizado los protocolos no te ha hecho feliz, prueba a
usarlos. Tú me dirás...
CAPÍTULO 11
ALGUNOS CONSEJOS PREVENTIVOS Y
DE RESTAURACIÓN
Es evidente que los problemas surgen a menudo en los
matrimonios. Entonces, cuando hay un problema, ¿a quién
acudimos? Necesitamos consejos sabios que nos ayuden a prevenir
las tormentas y, si hace falta, recuperar lo perdido.
LOS HOMBRES QUE DEJAN ESPOSAS HERMOSAS
POR MUJERES COMUNES
A muchas esposas les da curiosidad saber quién fue la mujer, y de
qué tipo, por la que su marido le fue infiel. Se imaginan una serie de
cosas en cuanto a qué fue lo que le vio a la otra que lo atrajo tanto.
Cuando al final la conocen, se llevan una gran sorpresa. Esa mujer
no es un monumento de hermosura, ni siquiera se compara con ella
en cuanto a belleza se refiere. Entonces, entran en crisis porque no
entienden qué pudo haber sucedido.
Sé que va a parecer fuerte lo que voy a decir ahora, pero es la
verdad: Hay esposos que solo se sienten valorados como señores,
atendidos como reyes y siempre tienen la disponibilidad para tener
intimidad con sus amantes, y ellas parecen disfrutarlos muchísimo.
Para un hombre estas tres cosas son cautivadoras y hasta la cuarta
le añade fuerza al lazo de la seducción adúltera.
¿Cuál es la diferencia? Muchas esposas se sienten seguras de
tener a sus esposos comprometidos con ellas y más aún cuando ya
tienen hijos. Al sentirse seguras, comienzan a descuidar las cuatro
esferas que cautivan a un hombre:
1. Ser valorado como señor a pesar de sus defectos.
2. Atenciones VIP.
3. Disponibilidad sexual.
4. Disfrutar de él aunque lo que tenga de bueno sea muy poco.
Estas son cosas que seducen y cautivan a los hombres.
Es obvio que para que esto se pueda dar en una mujer, tendría
que caminar en dos principios: Alimentar al hombre terrenal y
discipular al hombre espiritual. Debo aclarar que discipular no
implica ejercer autoridad, sino educar. Por lo tanto, puede comunicar
y educar a su esposo con prudencia en relación con sus
necesidades de mujer. Para él será muy «digerible» lo que escuche,
siempre y cuando se sienta alimentado por su esposa en cuanto a
los puntos planteados arriba.
Si se siente insatisfecha y por esa razón actúa de manera
irrespetuosa limitando sus «servicios de todo tipo», puede arriesgar
una relación que tenía grandes probabilidades de restaurarse de
forma satisfactoria. Si él hace lo mismo, la relación se convierte en
un círculo vicioso de irresponsabilidad conyugal. De modo que la
restauración se reduce a uno de los dos que está dispuesto a
asumir la iniciativa y esperar, dándolo todo, hasta que la otra
persona reaccione y decida corresponder redargüida por el
comportamiento intachable del otro. ¿Quieres ser tú el que asuma la
iniciativa y siembre en la relación?
EL ATAVÍO MÁS ATRACTIVO DE LAS MUJERES
Ahora, volvamos a los deberes conyugales:
Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos;
para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin
palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra
conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de
peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos,
sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un
espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de
Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas
santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus
maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la
cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien.
(1 Pedro 3:1-6)
¡Aquí hay que detenerse! Este pasaje se ha malinterpretado por
mucho tiempo. Basado en esto se ha enseñado que la mujer no se
puede peinar para lucir su cabello ni puede usar prendas de oro
para adornarse. Sin embargo, ¡eso no es lo que dice!
Lo que el apóstol enseñaba era que si la mujer va a arreglarse el
pelo y adornarse con joyas, que lo haga con moderación. Eso no es
pecado, sino una necesidad natural de las mujeres. La Palabra
exhorta a que se dedique y se esfuerce por lo más importante:
Adornarse por dentro con los frutos de carácter que tanto le agradan
a Dios. ¡Adórnate por dentro! Sé afable y apacible. Eso es lo que
hace grande a una mujer en el Reino de Dios.
Ser afable y apacible es ser una mujer que lleva y trae paz. Las
mujeres peleonas no son así. La rencillosa no trae paz. La
malhumorada tampoco. La mujer que tiene un carácter agresivo se
destruye a sí misma en lo espiritual.
Porque así también, se ataviaban en otro tiempo aquellas santas
mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. (1
Pedro 3:5)
Este verso es interesante porque esas mujeres eran santas y
tuvieron que esperar en Dios para sujetarse a sus maridos. Las
cosas no han cambiado. Me refiero a que, según Dios, lo que daba
resultados en el pasado sigue dando resultados hoy, si es que lo
obedecemos. ¿Quieres ser santa según Dios? Busca el rostro del
Señor Jesús para darle a tu esposo el trato que Sara le daba al
suyo.
Quizá digas: «¡Es que mi marido no se parece a Abraham!».
Entiendo... ¿pero quién te dijo que Abraham siempre fue el padre de
la fe? No sabemos cómo era antes del encuentro con el Ángel de
Jehová. A lo mejor fue Sara la que creara en Abraham la
sensibilidad que desarrolló para Dios. Tal vez fuera el fruto del trato
que recibía de su esposa. En lo personal, creo que Sara ya era así
porque, de lo contrario, se hubiera negado a la locura de dejar
posesiones, tierras y riquezas. En especial, dejar a la familia por irse
en busca de una «tierra prometida» que no sabían dónde quedaba.
No obstante, Sara siguió a su marido sin dificultad alguna. De
seguro que ya era esa clase de mujer que confiaba tanto en Dios
que estaba dispuesta a seguir a su esposo a cualquier parte que
fuera porque sabía que Dios los cuidaría, inclusive de los errores de
su marido.
El verso 6 dice: «Como Sara obedecía a Abraham, llamándole
señor». ¿Te imaginas lo que va a ocurrir el día que llames a tu
marido «señor» en tu hogar. ¡Increíble! Ese hombre podría tener un
infarto. Después de eso, pídele «la mitad de su reino» y te lo dará.
Dios creó a los hombres con ese espíritu de señorío. Cuando Dios le
dijo a Adán: «Te pongo por Señor de la creación», Adán lo creyó y
así se sintió. Eso quedó en la genética emocional y espiritual de
todo hombre. No es machismo lo que hace que los hombres
necesiten sentirse importantes, sino el diseño divino.
El hombre moderno común no pretende ser señor de la creación,
pero sí de su casa, aunque no haya hecho nada para merecer ese
lugar. Lo que más va a doler siempre es tener que darle un trato de
honra al que no lo merece. Acuérdate que Dios «llama las cosas
que no son, como si fuesen» (Romanos 4:17). Quizá tu esposo no
necesite que lo llames «señor», pero que le haga falta que lo
escuches y no lo etiquetes con la palabra «machista» cuando
expresa sus necesidades o cuando te dice que le faltaste al respeto.
Si te niegas a aceptarlo porque no lo entiendes, tal vez ocurra que
cuando le expreses tu sentir, él tampoco lo acepte porque te juzgue
de muy emocional y sentimental por no entenderte o, en cambio,
considere poco importante lo que necesitas.
Como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual
vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien. (1 Pedro 3:6)
Las hijas de Sara son las que no se sienten amenazadas por este
mandamiento de Dios. Su autoestima y su inteligencia no se sienten
amenazadas por el orden de Dios, sino que lo entienden y
reconocen la voluntad de Dios independientemente del rendimiento
o el comportamiento de su cónyuge.
¿QUÉ HACER EN CASOS DE VIOLENCIA
DOMÉSTICA O MALTRATO?
Este es el tipo de acto que no se puede tolerar nunca.
Desde la primera vez que ocurre, y me refiero en forma específica
a los casos donde ha habido agresión física que dejó algún golpe,
se debe tomar acción correctiva y preventiva de inmediato. Sin tener
en cuenta de quién fuera, el hombre o la mujer, el caso debe
informarse a las autoridades para que se tomen las medidas
correspondientes según la gravedad del caso. Mi consejo siempre
ha sido que nunca se tomen decisiones por temor, pues de seguro
vas a sentir lástima o a sentirte culpable, y no vas a decir ni hacer
nada. La excusa de que no quieres hacerle daño no debe validarse,
sobre todo en el caso de las mujeres que son las más compasivas.
El agresor tiene que aprender desde la primera vez que la opción de
la violencia es inaceptable por completo.
Además, aparte de lo que decida la ley, recomiendo que haya una
separación inmediata para que la pareja pueda comenzar un
proceso de consejería donde se estudie y se analice lo ocurrido. Los
patrones de comportamiento de su trasfondo familiar y su condición
espiritual son parte de los criterios para diseñar una terapia con la
frecuencia que determine el consejero.
¿Se puede restaurar tal relación? Sí, tiene probabilidades.
¿Cuándo se debe reanudar la relación? Cuando se complete el
proceso de forma satisfactoria; al menos, la parte del proceso que
tiene que ver con las raíces de la violencia. Luego, deben continuar
tomando consejería para que la pareja logre manejar la vida
conyugal normal y cotidiana. Una renovación de pacto sería muy
recomendable para que tengan que prometer y pactar sobre el
nuevo estilo de vida que jurarán mantener.
El cónyuge afectado no debería ser el que tome por su cuenta la
decisión de reanudar la relación, sino en conjunto con el consejero,
pues hay cosas que solo el consejero las va a ver y entender.
Considero sabio que se haga en conjunto con quien ha estado a su
lado apoyándole en la restauración. Trata de seguir las
recomendaciones de tu consejero. Por favor, cuando veas que las
cosas están dando resultados y la relación con tu cónyuge está
dando frutos, no te independices de tu consejero. Muchos lo
hacen...
DESPUÉS DE UNA INFIDELIDAD EXTREMA
En estos casos, sé que hay diversas opiniones sobre si se debe
tratar de restaurar y cómo, en cuanto a condiciones y procesos. Mi
recomendación es que de igual manera que el anterior, los casos de
fornicación requieren la separación inmediata de la pareja, mientras
se trata de restaurar la relación.
¿Por qué? Bien, en primer lugar, tenemos que estar seguros de
que la salud del fiel no está en riesgo. De modo que se requiere una
separación y las pruebas de laboratorio correspondientes de ambos.
Además, el ofensor o infiel ahora tiene que trabajar la restauración
de la confianza de su cónyuge. Esto va a requerir de tiempo en lo
que se prueba, fuera de toda duda, de que la relación adúltera
terminó y no quedan lazos de ningún tipo. Durante ese proceso
deben estar separados para que el ofensor, si no está del todo
decidido, acabe de decidirse. Es evidente que el cónyuge tiene que
tener un alto nivel de valor y madurez para esperar por el proceso,
arriesgándose a que todo termine allí.
El ofensor tendrá que volver a enamorar a su cónyuge y a
conquistar de nuevo su corazón. Eso requiere tiempo. Ese mismo
período va a probar si es capaz de abstenerse sexualmente por
amor. Si no puede, pues prueba que tampoco en el matrimonio se
iba a guardar puro solo para su cónyuge. A todo esto, las
consejerías de restauración serán necesarias durante este proceso,
así como después. Una renovación de pacto será inminente para
que haya un nuevo comienzo en la relación de manera oficial.
Después de este proceso, nunca más se tendrá que hablar de lo
que pasó, pues quedó sano por completo y como es debido.
Reitero que es imprescindible que el consejero participe en el
proceso haciendo las recomendaciones pertinentes al tiempo de la
restauración.
CONSEJOS DE RESTAURACIÓN
Quiero darte algunos consejos que le di por escrito a una pareja en
un momento dado. Representa, en términos generales, las cosas
que todos deben seguir para levantarse. Cambiaré los nombres a fin
de proteger su privacidad. A esta pareja que recibió orientación
pastoral les llamaré Roberto y Raquel.
La restauración en un adulterio es en extremo difícil para ambos.
Va a requerir un alto grado de compromiso de los dos para poder
superarlo y terminar mejor que antes, que es lo que perseguimos, si
es que se decidió perdonar y restaurar la relación. No vamos a
restaurar para vivir una agonía, pues no hay mal que dure cien años
ni cuerpo que lo resista. Por lo tanto, mis consejos son los
siguientes:
Roberto y Raquel, busquen el rostro de Dios como nunca antes lo
han hecho, pues la carne no sabe perdonar ni restaurar por
completo. Solo Dios arregla las ruinas y sin Él será imposible que
puedan lograr levantar algo que valga la pena. La maldición del
adulterio es espiritual y solo se puede manejar de manera
espiritual, no solo para el beneficio de ustedes, sino para que la
bendición de Dios alcance a sus próximas generaciones, y este
pecado no afecte a sus hijas ni a los esposos de sus hijas.
Cuando se burla al diablo por el perdón que Dios les otorgó,
trata de derramar su furia contra lo más débil de la familia: sus
hijos. Por lo tanto, protejan espiritualmente a sus hijos en oración.
Cuando estos comiencen relaciones en el futuro, cúbranlos con la
unción profética paternal de modo que Satanás no pueda tener
acceso, ni parte ni suerte, en la vida de sus respectivas familias.
Roberto, tienes que responderle a Raquel todas sus preguntas,
y ser más responsable y rendir más cuentas que antes. No puedes
exigirle que confíe en ti. No debes decirle que si en verdad te
perdonó, se supone que no siga preguntando como si estuviera
desconfiando. El privilegio de la confianza ciega ya te la ofreció
antes y la desaprovechaste. Por lo tanto, acepta que las cosas
cambiaron y que ahora tendrás que rendir cuentas por todo.
Cuando lo hagas así, hazlo de buena gana y ofrece más
información de la que te pide. Aprovecha para decirle que la
comprendes, que no se preocupe, que la amas y que estás
agradecido de que te haya perdonado. Eso le dará cada vez más
descanso emocional y ayudará para que haga cada vez menos
preguntas.
Raquel, creo que es un error volver con tu esposo si no estás
convencida por completo de su arrepentimiento. Muchas veces la
decisión automática de perdonarlo responde más al temor de
perderlo y esa no debe ser la motivación. Recuerda que el hombre
aprende a valorar a la mujer a través del cristal con que se ve a sí
misma. Si el hombre recibe un perdón incondicional tan pronto y
fácil, podría malinterpretarlo (y no estoy diciendo que este sea el
caso de Roberto). Quizá hasta piense que se lo otorgaste porque
te sientes insegura sin él, que tienes que hacerlo porque él es
quien le da valor a tu vida, porque sin él la vida no vale la pena,
etc. Esta interpretación puede hacer que se fortalezca su orgullo,
el mismo que sienten los que idolatran las admiradoras. El
problema de esto es que cuando una mujer seductora lo haga
sentir como «un ídolo», no podrá resistirse. Se le hará muy difícil
no caer de nuevo, «aunque sienta que te ama». Esta impresión lo
puede llevar a querer restaurar la relación por «lástima a ti» y esa
no debe ser la razón, sino debe ser porque te valora, porque
descubrió cuánto te ama y porque aprecia todo lo que
representas: Una familia.
Roberto y Raquel, creo que deben pasar por un proceso de
consejería restauradora con un consejero matrimonial cristiano
que les ayude a hablar de TODO, desde la A hasta la Z, y que se
reproduzcan todos los acontecimientos del adulterio desde sus
comienzos con el único propósito de identificar lo que se pudo
haber prevenido. Esos puntos identificados son los que van a
formar parte de una lista que escribirán para llegar a acuerdos de
cómo lo van a manejar a partir de ese momento. Recuerden que
ahora tenemos que ser preventivos para no seguir cargando con
preocupaciones y temores, y para evitar que vuelva a ocurrir. Lo
más difícil fue adulterar la primera vez, así que tenemos que ser
preventivos. La responsabilidad de la prevención es común,
ambos tienen que cubrirse de manera preventiva.
Raquel, cuídate del «síndrome de la venganza». A muchas
mujeres nunca les pasó por la mente adulterar hasta que le
fallaron sus esposos. Es un espíritu de venganza que se apodera
poco a poco de sus mentes hasta que las vence, sobre todo
cuando la restauración fue a medias y sienten que tuvieron que
dar demasiado. No tengas lástima de ti misma. La autocompasión
puede llevarte a la amargura y esta a la rebeldía. En ese estado
ya no tienes el control. No digas que eso no te puede pasar,
porque esta reacción no ocurre de inmediato, sino con el tiempo.
Puedes evitarlo si aceptas que podría ocurrir y te cuidas de forma
preventiva en oración.
También el «síndrome de la venganza» se manifiesta de otras
maneras similares. No me refiero al adulterio, sino a que puede
desarrollarse una necesidad de castigarlo, sobre todo cuando el
arrepentimiento de tu esposo es evidente y ahora aprendió a
valorarte. Cuando te sientas segura de él, querrás castigarlo de
manera inconsciente. Eso puede ser asumiendo una actitud
emocional de desprecio e indiferencia. Lo que deseó tu corazón
por un tiempo, que es verlo «morirse» por ti, ahora quieres
satisfacerlo viéndolo «sufrir» por ti. También puede evidenciarse
negándote sexualmente para castigarlo. Ver cómo te desea y sufre
al no permitírselo, te hace sentir bien desde el punto de vista
emocional.
Todo eso ocurre de forma inconsciente y no necesariamente se
hace a propósito, pero sucede como consecuencia de las heridas
guardadas en el corazón. Si un consejero advierte esta posibilidad
y te enseña qué hacer si se manifiesta este comportamiento, es
posible que en ese momento salga el primer síntoma en la oficina
del consejero, dándonos la oportunidad de canalizarlo como es
debido.
TUS HIJOS, MIS HIJOS Y NUESTROS HIJOS
Hay muchas parejas que han tenido serios problemas por causa de
los hijos que uno o ambos trajeron al matrimonio, ya sea por
casamientos o relaciones consensuales anteriores. Es lamentable
que se produjeran divorcios solo por el hecho de que no pudieron
resolver las diferencias con relación a los hijastros. Los padres que
trajeron los hijos a la nueva relación tampoco pudieron manejarlo, y
se desencadenó tanta frustración en todos que se hizo muy difícil
repararla en realidad. Uno de los dos sintió que era inminente serles
fiel a sus hijos y terminó con la relación.
Por tales razones, siempre he recomendado que cuando una
pareja se une, los hijos que vienen a ese hogar también deberían
entrar bajo pacto. Me refiero de manera específica a que la persona
que se casa con la madre o el padre tiene que hacer pacto con los
hijos de su cónyuge. El padre o la madre deben asegurarse de que
la persona que vaya a acompañarlo de ahora en adelante se gane a
sus hijos. Es obvio que debe suceder antes de que se materialice el
matrimonio.
Los padres no deben acelerar el casamiento hasta que los hijos
hayan digerido el proceso y asimilado a la persona que se va a
añadir a la familia. Lo ideal es que los mismos hijos en un momento
hagan la recomendación. Los adultos deben tener mucho cuidado
de no utilizar el razonamiento muy común, pero egoísta, de que
«ellos también merecen ser felices». Siempre recomendaré que la
decisión se tome consultando a un consejero matrimonial.
Quisiera aclarar que ese padrastro o madrastra ahora tiene que
representar el papel de papá o de mamá en la responsabilidad y la
autoridad que requiera esa función. Esta persona es la que
compartirá el techo con toda la familia y tendrá que hacerlo en
unidad con su cónyuge durante el proceso de criar a esos hijos. Por
más responsable que sea el padre que está fuera de la casa, no hay
manera de que pueda suplir con eficiencia todas las necesidades
que representa la crianza de los hijos. Por lo tanto, el padrastro
tendrá que ser el delegado que ayude. De manera que ya no son
dos, sino tres los que participan en comunión unos con otros en el
proceso de discipular, supervisar y disciplinar a los hijos. Sin duda,
el padrastro tendrá que ganarse ese lugar de autoridad mediante el
amor y el servicio incondicional. No obstante, tendrá que ejercer a
su vez la autoridad apoyando a su cónyuge, ya que Dios no lo
diseñó para que criara solo a sus hijos.
Esto no debe ser experimental después del matrimonio. He visto
muchos matrimonios deshacerse, aun amándose, porque no
pudieron lidiar con los conflictos entre madre e hijos, padrastro,
padre biológico, etc. Cuando la presión era demasiada, alguien
decidió que era mejor separarse porque la «sangre pesa más que el
agua».
¿Cuándo es que comienzan los problemas?
Cuando uno de los padres no quiere que su cónyuge intervenga en
el ejercicio de la disciplina y la autoridad de dar permisos, etc. Si
una persona se siente desplazada en una familia, empieza a
sentirse como miembro de segunda, no legítimo. Si el desplazado
es un hombre, la cosa es peor. Esto crea un malestar que lo va
alejando poco a poco. Entonces, mengua el afecto y el cariño de
padre que estuvo dispuesto a ofrecer, pues si no quieren reconocer
su autoridad, tampoco quiere asumir su responsabilidad. Creo que
tiene sentido que se sienta así. Por lo tanto, se desconecta de esos
hijos de manera parcial o completa. Se tratan con cordialidad, pero
todos sienten la pared invisible que los separa y les genera
desconfianza.
Los hijos se dan cuenta que están ganando terreno, en función de
independencia y control, ya que se silenció el cincuenta por ciento
de la autoridad. El padre biológico, por lo general, se sentirá tentado
a congraciarse con sus hijos en los conflictos, pues de esa manera
se siente más cerca de ellos y eso compensa su ausencia. A todo
esto, los hijos capitalizan. Sin planificarlo ni razonarlo, toman ventaja
de la falta de unidad familiar. Al final, todos lamentarán las
consecuencias. En esto se cumple el siguiente proverbio: «Los
padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la
dentera» (Ezequiel 18:2).
La cosa empeora si viene un hijo de esa nueva relación, pues
como ese es hijo de sangre, el padre se sentirá en completa
confianza y libertad de tratarlo como a tal, tanto desde el afecto
como la disciplina. Ahora se marca una gran diferencia entre los
hijos naturales y los que no lo son. Los hijos del primer matrimonio
comienzan a sentirse hijos de segunda y no legítimos. Esto les
puede producir mayor distanciamiento y cierta rebeldía. Se
multiplicarán los problemas de relaciones hasta que alguien decida
que ya es suficiente, y se va del hogar o le piden que se vaya. Estos
casos son muy tristes, porque a todos les llega la decepción, el
sentido de frustración y el fracaso. Como resultado, queda un gran
vacío.
¿Cómo se puede evitar?
Esto se puede evitar llegando a acordar antes de casarse cómo se
van a solucionar todos los asuntos que tengan que ver con los hijos.
Por ejemplo:
El tiempo de realización de la boda tienen que determinarlo
todas las partes involucradas, pero debe incluir que los hijos
estén preparados para recibir a ese nuevo miembro de la
familia.
Tiene que haber una buena relación de afecto y respeto para
que el nuevo miembro de la familia pueda ejercer la autoridad
correspondiente. En un inicio, debe mantener una fuerte
coordinación con su cónyuge, a fin de asegurarse que va en
la misma línea de criterios de crianza y así evitar
contradicciones.
Discutirán y acordarán cuáles serán los procesos aceptables
para ejercer control, disciplina y supervisión de los niños. Tal
vez se sorprendan de la enorme disparidad que puede existir
entre ambos si no se ponen de acuerdo. Por lo tanto, prevean
todo lo que puedan y decidan que durante todas las etapas
del desarrollo de los hijos seguirán poniéndose de acuerdo en
cómo lo van a enfrentar.
El excónyuge no podrá negarse a que el padrastro intervenga
en los procesos internos de controlar a los niños,
adolescentes y jóvenes. Así que se debe discutir el asunto
con él y acordar con antelación que los tres cooperarán y se
apoyarán los unos a los otros.
Si estas condiciones no se pueden completar y arreglar, no es
conveniente que se casen. Se necesitará mucha madurez
para que aun estando enamorados puedan tomar la decisión
de romper el compromiso de casarse.
LAS HERIDAS ORIGINADAS POR LA FAMILIA
EXTENDIDA
Se producen tremendas heridas cuando la familia extendida de uno
de los dos comete la imprudencia de criticar a nuestro cónyuge. En
ocasiones, durante reuniones familiares toman de punto al yerno o a
la nuera para hacer bromas de mal gusto. Esas bromas muchas
veces hacen sentir humillados a los señalados. No pueden
defenderse de las mofas porque no es su familia de sangre. Por lo
tanto, depende por entero de que lo haga su cónyuge. Si este le da
poca importancia o no se atreve a enfrentar a su familia y lo
«arregla» con cualquier excusa, se provocará una gran herida en el
corazón del afectado que repercutirá en el matrimonio.
El hijo o la hija de la familia que está hiriendo con sus palabras
tiene la responsabilidad de parar enseguida cualquier comentario
despectivo o actitud negativa hacia su cónyuge. Recomiendo que el
que lo necesite hacer busque orientación en cómo enfrentar a la
familia para lograr resultados positivos. Tendrá que hacer las
reuniones que sean necesarias para asegurarse que su familia no
va a continuar con esas actitudes hirientes. Incluso, es conveniente
que la familia se disculpe para así sanar cualquier resentimiento que
haya quedado.
Cuando la razón del «rechazo» es que tu familia todavía guarda
relación con tu excónyuge, puede ser un poco más difícil resolverlo,
pues no podemos impedir dicha relación. Por eso, debería haber
una buena comunicación entre ambos, me refiero al cónyuge y al
ex, sobre todo cuando hay hijos de por medio. No debería ser un
problema el hecho de que ambos participen de las mismas
actividades familiares importantes, sobre todo si cada cual está
acompañado con su respectivo cónyuge. No obstante, si no fuera
posible, se deberán establecer las reglas del juego en cuanto a las
actividades familiares se refiere. Hay que acordar con antelación a
cuáles actividades van a invitar al ex para así decidir a cuáles ir y a
cuáles no.
Recuerden que la vida familiar no se diseñó para el divorcio y el
rechazo, sino para que fuera indisoluble. Por lo tanto, todo lo que se
salga de ese orden será difícil manejarlo, aunque no imposible. En
definitiva, Dios no planificó estas cosas, pues todo lo anterior está
fuera del plan divino para la familia. De todos modos, tenemos que
buscar dentro de estas circunstancias adversas la forma más sabia
de actuar sin violentar ningún principio espiritual bíblico.
CUANDO EL CÓNYUGE MANIFIESTA
UN TRASTORNO MENTAL
Todos sabemos que el pacto matrimonial requiere de un
compromiso, al punto de que si mi cónyuge enferma, yo deba
permanecer a su lado para cuidarle y ayudarle a pasar por la crisis.
Cada caso es muy particular y habría que afrontarlo de acuerdo con
su propio peso. El precio del compromiso exige que no
abandonemos a nuestro cónyuge cuando esté enfermo, solo
tenemos que ponernos en su lugar y pensar si hubiese sido al revés,
cómo nos gustaría que actuara nuestro cónyuge.
No obstante, hay algunos casos de enfermedades mentales que
quizá requieran una separación temporal, a fin de tratar de provocar
cambios en la persona que está tomando su condición mental como
excusa para manipular a su cónyuge. Esos casos se dan a diario.
Incluso, esta separación pudiera llegar a un divorcio si representa la
debacle, por ejemplo, un caos económico que pudiera llevar a la
familia entera a la miseria. Cuando hay hijos, cada problema toma
características muy complejas, así que a veces hay que hacer
excepciones a las reglas. Además, debemos recordar que el
divorcio no es el pecado según las Escrituras, sino en volverse a
casar cuando la causa no es fornicación.
Por lo tanto, aun cuando esté divorciado, no podrá casarse de
nuevo, debido a que Dios no reconoce ese divorcio. Así que
procurar la sanidad de su cónyuge y restaurar la relación debe ser lo
recomendable, pues esas son las expectativas de Dios. Si durante
la separación el cónyuge decide unirse a otra persona, se queda
libre del pacto. Lo importante es que hasta ese momento le hayas
mostrado fidelidad a tu cónyuge enfermo y estuviste dispuesto a
darle la oportunidad de enmendar y tratarse.
Que quede claro, y valga la aclaración, que mientras tu cónyuge
esté solo, tu deber es esperar hasta su estabilidad para darle otra
oportunidad de restauración.
CUANDO EL CÓNYUGE TIENE VICIOS
Las adicciones han sido la causante de la mayoría de las crisis que
hiere a toda la familia. El peligro no solo se limita a que la persona
atada a vicios pierda el control de sí mismo durante la mayor parte
del tiempo, sino que pone a su familia en peligro. Los peligros son
variados, desde amenaza a la salud hasta el caos económico
cuando la familia representa la primera opción para suplir su vicio.
Además, surgen los problemas de seguridad personal de la familia.
El sufrimiento es incalculable para todos, y si el cónyuge no toma las
medidas necesarias, con el paso del tiempo los hijos podrían
reclamarle esa negligencia.
Creo que hay que remover del hogar, por la vía que sea necesaria,
a los que no respetan la integridad de la familia. No solo hay que
hacerlo por la seguridad de todos, sino porque cuando estamos
formando hijos, este mal ejemplo obstaculiza la eficacia de la
crianza. No es justo que a los niños los tengamos que someter a
este ambiente. Reconozco que parece fuerte y duro lo de «remover
del hogar», pero es la medicina más eficaz para que aprenda a
valorar a la familia como un privilegio que hay que mantener con
mucho respeto. No removemos del hogar a quien ya no se ama,
sino al que todavía amamos, pero queremos ayudarle a cambiar
mediante la disciplina.
El sentido de pérdida va estimular al vicioso a reconsiderar su
trayectoria. Es probable que decida someterse a terapias de
rehabilitación para reincorporarse a la familia. Si no se toman estas
medidas drásticas, tal vez pasen muchos años antes de que
recapacite. Es importante notar que todo esfuerzo hecho por el
ofensor para mejorar debería recompensarse y celebrarse por la
familia, de modo que le animen a continuar el proceso.
LA ADMINISTRACIÓN DEL PRESUPUESTO Y LOS
GASTOS
Efraín Soto, «Pachy», es pastor ejecutivo sénior de la congregación
que pastoreo y, además, es el administrador financiero. También es
consejero de parejas, en el campo de las finanzas en especial. Dada
su habilidad en esta tarea, le pedí que escribiera varios consejos
que casi siempre da para ayudar a los matrimonios en crisis. Estos
fueron sus comentarios:
Una de mis responsabilidades como pastor es la de educar a las
parejas en todas las cosas que la Palabra enseña sobre la
administración del dinero, las finanzas y las posesiones, entre
otras.
Uno de los recursos más utilizados por Satanás para destruir a
las familias y detener a la Iglesia es la creación de crisis
financieras. Si a lo anterior se le añade la toma de decisiones
indebidas, se arma una combinación fatal, al extremo que se
destruyen los matrimonios, se dividen las iglesias, no se logran los
planes y no se alcanza a la gente porque no hay recursos.
Satanás hace fiesta cuando consigue este objetivo. El noventa por
ciento de las parejas que se divorcian apuntan al aspecto
financiero como uno de los más importantes en el desarrollo del
conflicto.
Ha sido un privilegio y una tremenda bendición contar
experiencias y dar consejos en esta esfera tan delicada, como es
la administración del dinero. La Biblia está llena de principios,
consejos y ejemplos de cómo ser buenos administradores o
mayordomos de todas las cosas que nos concede Dios.
A fin de establecer los fundamentos o principios bíblicos, les
muestro algunos de los pasajes que utilizo en consejería:
Tesoro precioso y aceite hay en la casa del sabio; mas el
hombre insensato todo lo disipa [disipar: desperdiciar o
malgastar]. (Proverbios 21:20)
El rico se enseñorea de los pobres; y el que toma prestado es
siervo del que presta. (Proverbios 22:7)
Hay quienes reparten y le es añadido más; y hay quienes
retienen más de lo que es justo, y vienen a pobreza. El alma
generosa será prosperada; y el que saciare, él también será
saciado. (Proverbios 11:24-25)
Dad y se os dará, medida buena, apretada, remecida y
rebosando darán a vuestro regazo. (Lucas 6:38)
Así que teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.
(1 Timoteo 6:8)
No te jactes del día de mañana; porque no sabes que dará de sí
el día. (Proverbios 27:1)
Pagad todos lo que debéis; al que tributo, tributo; al que
impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra,
honra. No debáis nada a nadie. (Romanos 13:7-8a)
Fíate de Jehová de todo tu corazón y no te apoyes en tu propia
prudencia, reconócelo en todos tus caminos y Él enderezará tus
veredas. (Proverbios 3:5-6)
Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la
cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara para
el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su
mantenimiento. (Proverbios 6:6-8)
Parábola de los talentos: Mateo 25:14-30
La mayoría de las parejas, cuando se acercan a recibir consejería,
presentan los siguientes problemas:
1. Sus padres no les enseñaron a administrar sus finanzas.
2. Esto implica que ahora deberán aprender a llevar una
chequera y mantenerla. Necesitarán aprender a evitar
intereses bancarios. Tendrán que procurar las coberturas
básicas de seguro. Deberán cumplir el principio básico de la
prosperidad: El diezmo.
3. No tienen un presupuesto, ni siquiera individual.
4. Para ello es necesario aprender a preparar un presupuesto
en conjunto con su cónyuge. Deben tener un control de
gastos. Esto requiere que ambos se pongan de acuerdo en
cuáles serán los criterios para la toma de decisiones.
5. Viven de cheque a cheque.
6. Como matrimonio, deben seleccionar un sistema de ahorros
de común acuerdo y pensar en inversiones que los ayuden
a crecer.
7. Tienen muchas deudas y no poseen un plan para liquidarlas.
8. Es necesario que el matrimonio tenga un plan para
establecer prioridades en el saldo de deudas. También se
necesita una estrategia para el uso del crédito en el saldo de
deudas.
9. Meta de vivienda propia.
10. En este caso, ese sueño debe ser el impulsor de los ahorros
y la organización de las reservas junto con las inversiones.
Con tal objetivo, hace falta organizar estrategias futuras y
programarlas.
Las personas que logran establecer orden en su economía a
través de estos consejos han obtenido resultados extraordinarios,
pues la mayoría ha visto cómo los ha bendecido Dios. Testifican y
recomiendan a otros que se expongan a estos principios de
sabiduría financiera que han marcado sus vidas.
Por favor, tomen este bosquejo de recomendaciones como una
guía para ir trabajando en cada una de estas esferas. Consulten con
los funcionarios de su banco favorito en cómo lograr estas metas o
acérquense a los consejeros de su congregación. En fin, denle
importancia y atención. Se sentirán muy bien cuando hayan logrado
una estructura financiera sólida.
CAPÍTULO 12
LA MEJOR DECISIÓN: ¡ESCOGE BIEN!
A lo largo de todo el libro hemos visto distintos conflictos y
situaciones de crisis que afronta el matrimonio, así como múltiples
consejos para enfrentarlos y resolverlos. De modo que ahora
necesitas entender que es de suma importancia escoger como es
debido desde la primera vez. Esto va a ser difícil si te enamoras
antes de hacer el ejercicio de discernimiento. El enamoramiento es
maravilloso, pero no ayuda a ser objetivo. Por lo tanto, tengámoslo
en cuenta para no permitirle que nos lleve como ovejas al matadero.
MEJOR ES PREVENIR QUE...
Cuando se trata de problemas en el matrimonio, la mejor forma de
evitarlos es prevenirlos. Y la mejor prevención comienza cuando se
tienen buenas motivaciones.
Tener las motivaciones equivocadas para unirte a otra persona
puede ser un elemento que te lleve a tomar malas decisiones sobre
la persona que te acompañará por el resto de tu vida. Por eso ser
ingenuo en cuanto a la información que te ofrece tu pretendiente y
no corroborarla podría ser un gran riesgo. Muchos engañadores se
visten de piedad y, en realidad, son lobos rapaces. Tal vez parezca
fuerte lo que voy a sugerir, pero debes hacer las investigaciones
correspondientes a fin de averiguar, por ejemplo, lo siguiente:
1. Cómo son las relaciones interpersonales con su familia, en
especial con su madre y hermanas en el caso de los
hombres, y con padre y hermanos en el caso de las
mujeres. Escucha bien cómo se expresan sobre su familia y
la clase de problema típico que se manifiesta. Los que
tienen problemas en su familia y salen de su hogar con
asuntos no resueltos, casi siempre manifiestan sus
frustraciones en el nuevo contexto familiar que formen. En
ese nuevo contexto estarás tú.
2. ¿Cuáles fueron las verdaderas razones de los fracasos en
sus relaciones anteriores? No te conformes con la versión
de la persona en cuestión. Si su versión es que el otro tuvo
toda la culpa, ¡no le creas! Entrevista a los que estuvieron
cerca durante esas relaciones anteriores, sobre todo a
quienes no sean de su familia. Si pudieras hablar con la
persona afectada, mejor.
3. Si no tiene un trabajo estable, averigua con compañeros de
trabajo anteriores o, mejor aún, si es posible con el jefe, cuál
fue su rendimiento laboral. Pregúntale a tu pretendiente y
compara sus explicaciones con las obtenidas.
4. Averigua con sus compañeros de trabajo del sexo opuesto
cuál es su comportamiento normal. ¿Por qué? Porque es
frecuente que si el sexo opuesto tiene una buena opinión,
debe ser bastante confiable.
5. Si te confesó haber tenido relaciones sexuales con parejas
previas, es prudente pedirle pruebas de laboratorio que
certifiquen que está saludable.
6. Si te pide tener relaciones sexuales antes de casarse
porque «te ama tanto que no puede aguantarse; y que si no
accedes, prefiere dejarte porque le hace daño», con esa
propuesta ya mostró quién es en realidad. Si te dejas
manipular, puedes tener la gran sorpresa de que eres uno o
una más en su lista. Además, es importante entender que el
mismo dominio propio que tu pareja necesita para controlar
sus impulsos sexuales ahora que son novios, es el mismo
dominio propio que necesitará para controlarse cuando
después de casado lo seduzca alguien en la calle o en el
ámbito laboral. Por lo tanto, el que te haya pedido tener
relaciones sexuales en el noviazgo es un buen indicativo de
que con mucha probabilidad te será infiel durante el
matrimonio.
En mi experiencia como consejero pastoral he visto que la
mayoría de las parejas que tienen problemas de acoplamiento
sexual en el matrimonio, tuvieron relaciones sexuales antes de
casarse. Me da la impresión que es como una maldición que se
echan encima cuando violan este límite que Dios ha puesto para
nuestra protección. Esto no significa que llevarán esa maldición por
el resto de sus vidas, pero tendrán que rendirle cuentas a Dios y
humillarse en arrepentimiento para que les conceda el perdón con la
bendición consecuente de una sexualidad poderosa de tres
dimensiones: Un disfrute sexual en cuerpo, alma y espíritu. Además,
es conveniente que pasen por consejería pastoral, pues hay
consecuencias espirituales y psicológicas que si se atienden a
tiempo, ayudarán a que comiencen con un alto nivel de sanidad.
La buena relación sexual es poderosa, porque como mencioné
antes, es tridimensional: Emocional, física y espiritual. Las parejas
comunes experimentan una relación de placer orgánico y otras
pocas experimentan el placer emocional cuando todavía hay
romance. No obstante, muy pocos experimentan el placer sexual en
tres dimensiones que surge donde existe una profunda relación con
Dios, donde el amor se practica conforme a su orden. Por lo tanto,
son muy cuidadosos en practicar el romance, y cuando tienen
intimidad física, como ya hay tanta «carga positiva» espiritual y
emocional, la experiencia física es poderosa.
Nadie experimenta el placer sexual con más intensidad que este
pequeño grupo de personas. No necesitan ayudas de «pastillitas» a
temprana edad, ni juguetes que los remedien y mucho menos de
pornografía para encenderse, pues el verdadero amor los tiene
encendidos y preparados para «toda buena obra».
NO SEAS INGENUO
Sé que estas recomendaciones parecerán exageradas, pero
conozco casos de gente sabia que me pidió sugerencias sobre un
candidato, y después de haber realizado las consultas
correspondientes, descubrimos que la tal persona tenía «gato
encerrado». De alguna manera estaba engañando, ocultando o
«vendiendo» en sí la persona que no era en realidad.
Es lamentable que esta sea la condición de muchos hoy y estos
son los tiempos que nos han tocado vivir. El que por el
enamoramiento no quiere hacer este ejercicio y teme que algo le
derrumbe «su castillo», se arriesga a entrar en arenas movedizas.
Se va a arrepentir de no haberse asegurado antes de
comprometerse.
En capítulos anteriores ya hablamos acerca de la importancia de
no unirse en yugo desigual ni de comprometerse en pacto
matrimonial con quienes no tienen tu misma fe. Es casi imposible
conciliar una relación desigual basada en diferentes maneras de
pensar y en diversos estilos en la forma de manejar todas las cosas,
ambas son opuestas de manera radical. Lo peor surge a la hora de
tener que educar a los niños en la fe. Uno de los dos tendrá que
ceder. Y es muy triste ver a los hijos que tanto amamos inclinados
hacia comportamientos nocivos para su vida espiritual por causa del
cónyuge no creyente y sus enseñanzas.
EL MATRIMONIO TRAE QUEBRANTAMIENTO
QUE AÑADE CALIDAD DE VIDA
Existe un nivel de calidad y plenitud de vida que Dios quiere que
conozcas en este mundo. Esa vida próspera surgirá a través del
matrimonio, pero te va a costar. Dios permitirá que la vida
matrimonial te haga «pedazos», ya que las circunstancias de esa
relación tan íntima quebrantarán tu orgullo y sacarán a la luz tus
rebeldías. Es más, desenmascararán tu cultura mental y emocional,
quebrantarán complejos, enfrentarán tus temores, etc.
Si Dios quiere transformarte y darte un corazón como el de su
Hijo, solo entonces tu vida tomará un giro que no pensabas que
existía. Cuando salgas de la «molienda» divina, te sentirás
satisfecho de todo lo que has ganado, tanto en carácter como en
capacidad de amar, en sabiduría, en madurez, así como en
habilidades para relaciones interpersonales exitosas. Serás una
mejor persona en todo el sentido de la palabra.
Amados, ese es el evangelio. Si tomas esa decisión, caerás con tu
rostro a tierra delante de Dios para que te ayude a superar todas tus
debilidades y flaquezas. Muchas veces he tenido que orar diciendo:
«Señor, para mí esto es imposible, pero si tu poder viene sobre mí y
me llena, podré hacer lo que me era imposible por cuenta propia».
Quizá haya una gran fuerza de tendencias generacionales de
pecado y mal carácter, pero el poder de Dios va por encima de toda
maldición.
Para amar como Dios ama necesitamos el Espíritu de Cristo
dentro de nosotros. De esta forma seremos capaces de hacer lo que
la carne se resiste a hacer.
¿Tener el Espíritu de Cristo significa que no voy a sentir deseos
contrarios?
La Escritura dice que la carne combate todo el tiempo contra el
espíritu, y el espíritu combate todo el tiempo contra la carne. Aunque
estés lleno de Dios, sentirás la carga halando para el lado contrario.
Solo tienes que tomar una decisión: «O te dejas llevar por lo que
sientes en la carne o sigues las instrucciones del Espíritu Santo».
Aquí es donde los hombres dejan de ser niños y las mujeres niñas.
Estos son los momentos donde se prueba qué grado de madurez y
de fe poseemos.
A la hora de la verdad, la fe es la que te va a ayudar a tomar esa
decisión. Ahí es donde decimos: «No me voy a dejar llevar por lo
que siento, sino por lo que es adecuado. Aunque no me guste
hacerlo, actúo en el nombre del Señor, y si siento que no tengo las
fuerzas, caigo de rodillas al suelo y clamo: “¡Dios, ayúdame!”». Una
vez hecha esa oración, serás capaz de hacerlo. Tu casa se llenará
de una gloria que tus hijos discernirán. Y ellos terminarán
comprometiéndose con Dios, pues casi todos los niños que aman al
Señor lo hacen como resultado de lo que está ocurriendo entre papá
y mamá. Por lo tanto, si hemos entendido este mensaje, es probable
que lleguemos a la conclusión de que tenemos que volvernos a Dios
y renovar nuestro pacto con Él para fortalecernos.
Si no queremos conformarnos a vivir una vida mediocre,
tendremos que «convertirnos» todas las veces que sea necesario.
Voy a ser un poco más radical aún, me refiero a «convertirme a
Cristo». En este contexto, el significado de esta frase es
«convertirme a mi cónyuge». Puede que esto parezca herejía, hasta
que recordamos lo que dijo el apóstol Juan:
Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno
dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues
el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar
a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este
mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su
hermano. (1 Juan 4:19-21)
Esto significa que no es fácil amar a quien no hemos visto. Por lo
tanto, Dios no puede aceptar el «cuento» de que lo amamos, si no
somos capaces de amar a aquel con quien dormimos cada noche.
En otras palabras, la verdad bíblica me enseña que convertirme a
Cristo significa convertirme a mi cónyuge. Así que, para los
casados, hacer pacto con Dios es hacer pacto con su cónyuge.
Para el soltero significa que tendrá que hacer pacto con su propio
corazón, de modo que el día que escoja a la persona con la que se
va a casar, lo haga de por vida, sin vuelta atrás. Es decir, nos vamos
a una travesía sin regreso, y cuando llegamos a la isla de nuestro
hogar constituido por el matrimonio, quemamos los barcos para no
tener la tentación de regresar al lugar de origen.
Ante este concepto de compromiso matrimonial, los discípulos le
dijeron a Jesús lo siguiente:
Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene
casarse. Entonces él les dijo: No todos son capaces de recibir
esto, sino aquellos a quienes es dado. (Mateo 19:10b-11)
Lo que sucede es que todos quieren casarse, quieren el placer del
matrimonio, pero no todos están dispuestos a pagar el precio de lo
que implica vivir un matrimonio a la altura del orden de Dios.
En el mundo moderno actual hay una gran cantidad de mujeres
que están dispuestas a darle placer sexual a los hombres sin que
estos se comprometan de manera oficial delante de las autoridades
y de los familiares de ambos. La convivencia es una epidemia en
nuestros días. Es triste que las que más sufran sean las mujeres, ya
que no se les hace fácil romper con los lazos emocionales de una
relación que nunca tuvo prueba ni evidencia de ser fiel. Mientras que
debido a la constitución emocional de los hombres irresponsables,
cortar con una relación y buscar otra es tan sencillo como tomarse
un refresco.
Estas mujeres son las que tienen que hacerse cargo de los hijos
procreados durante esa relación efímera, a no ser que haya tomado
la mala decisión de pasar por el trauma de abortar lo que concibió
por «error» durante esa relación. Esto sin contar con los riesgos a la
salud que trae consigo dicho procedimiento.
Lo único que tienen que hacer los hombres es agarrar su ropa y
largarse, con la única consecuencia de enviar un cheque mensual
para la pensión. En cuanto a la condición física, tampoco tiene
consecuencias, solo limpiarse después de haber disfrutado de la
relación sexual gratuita y sin compromiso. ¡Mujeres modernas, por
favor, respétense más!
LA VIDA ESPIRITUAL DENTRO DEL MATRIMONIO
Le pedí a quien fuera mi asistente administrativo de mi oficina
pastoral, Antonio «Tony» Rivera[13], que escribiera unos
comentarios sobre la vida espiritual dentro del matrimonio, pues
formó parte del equipo que ofrece consejería prematrimonial a las
parejas de nuestra congregación próximas a casarse. Sus notas
fueron las siguientes:
Hay una frase muy popular que dice: «La familia que ora unida,
permanece unida». Sin duda alguna, esta expresión encierra una
verdad poderosa que puede transformar la atmósfera espiritual
dentro de un matrimonio. Tomando este principio como base,
veamos cuáles son los beneficios de cultivar una vida espiritual
sana en nuestra relación de pareja.
Mejores son dos que uno [...] porque si cayeren, el uno levantará
a su compañero. (Eclesiastés 4:9-10a)
1. Nos cubrimos las espaldas
La oración en pareja nos ayuda a desarrollar una
sensibilidad especial por las necesidades de nuestra
relación. He tenido el privilegio de experimentar momentos
donde, en oración, Dios me ha revelado situaciones dentro
del corazón de mi esposa que ni ella misma sabía cómo
comunicármelas.
Recuerdo una ocasión en la que estábamos atravesando
momentos difíciles en nuestro hogar. Era uno de esos
tiempos en los que todo parecía estar bien, pero ambos
sabíamos que necesitábamos un toque de la poderosa
mano del Padre. Una noche, decidimos ir temprano a la
habitación y apagar los teléfonos para evitar cualquier
distracción. Allí, a media luz, comenzamos a orar pidiéndole
a Dios que nos visitara.
Al principio, parecía que estábamos empujando una pared.
Sin embargo, mientras pasaban los minutos en su
presencia, el cielo se abrió. De repente, nuestra habitación
se llenó del peso de la gloria de Dios y comenzamos a llorar
sin una razón aparente. Debo confesar que no recuerdo con
exactitud cuáles fueron las palabras, pero de mi boca
comenzaron a brotar declaraciones que sanaban el corazón
de mi esposa.
En ese instante entendimos que estábamos en medio de
una cita divina con el Padre de todo lo creado. Él, y solo Él,
podía levantarnos del lugar en el que estábamos, y así lo
hizo. Nos calibramos...
En Amós 3:3 dice: «¿Andarán dos juntos, si no estuvieren
de acuerdo?».
La oración en pareja se convierte en un mecanismo de
equilibrio. Podría compararla con el eje de un automóvil que
ayuda a que los neumáticos puedan rotar juntos a la misma
velocidad. Imagínate una rueda indicándole a la otra:
«Déjame moverme como yo quiera y haz tú lo mismo». Así
sucede en un matrimonio cuando sus pensamientos no
están calibrados en realidad. Sin duda alguna, esto trae
consecuencias devastadoras. Para Dios es de suma
importancia que andemos unánimes juntos. La oración tiene
esa virtud.
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos
unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo
como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la
casa donde estaban sentados [...] y fueron todos llenos del
Espíritu Santo. (Hechos 2:1-2, 4a)
La palabra «unánime» proviene del latín unanĭmis, la cual
está compuesta por el prefijo unus que significa «uno» y
anĭmus que significa «ánimo». Esto quiere decir que
debemos estar en un mismo ánimo.
Como pareja, habrá días en que él venga cansado del
trabajo y con toda la presión del día. Ella también carga con
un cúmulo de tensiones de la casa, los niños o el trabajo,
etc. En la oración es donde se aligeran las cargas y,
despejados, logran encontrarse de nuevo.
Además, vemos que al andar de esta manera somos
testigos de grandes manifestaciones de Dios, como la de los
discípulos en el pasaje anterior del libro de Hechos. Esa
clase de experiencia no solo nos bendice como pareja, sino
que se les transmite a nuestros hijos, quienes se benefician
de igual manera.
Este principio no solo se aplica a momentos de tensión,
sino también a situaciones en las que, como pareja,
tenemos que tomar decisiones que influirán en toda nuestra
familia. Eso me recuerda el momento cuando a mi esposa le
diagnosticaron un problema en sus cuerdas vocales que
podría ser peligroso para ella como cantante si no
tomábamos medidas inmediatas. En esa época, también
trabajaba como maestra de primaria y el médico le
recomendó que renunciara a su trabajo, pues podría agravar
la situación. Al principio, no lográbamos ponernos de
acuerdo en cómo dar ese paso, ya que sería yo solo el que
tendría que enfrentar las responsabilidades económicas de
la casa.
Después de orar y pedirle dirección a Dios, logramos
calibrarnos y, al final, tomamos la decisión de que ella
abandonara ese trabajo. Confieso que estábamos aterrados,
pero confiábamos en que Dios nos respaldaría. Al cabo de
unos días, llamaron a mi esposa para ofrecerle un puesto
como profesora de canto en la universidad de música donde
nos graduamos. En un inicio, pensamos que no era lo
apropiado, pero para nuestra sorpresa, el médico entendía
que podría ser saludable porque le ayudaría a tratar su
condición, ya que necesitaba mayor preparación vocal. Esto
nos enseñó a calibrar siempre nuestras decisiones como
familia en la presencia de Dios.
2. sNos compenetramos más
He descubierto en mi relación matrimonial que cuando «bajo
la guardia en mis tiempos de oración», me convierto en un
hombre insensible, duro y difícil. Estoy seguro que a mi
esposa le sucede igual. Esto se debe a que la oración nos
ayuda a continuar fundidos en una sola carne como lo
diseñó Dios. Además, nos hace sensibles a su voluntad.
Todos sabemos que uno de los problemas más comunes
dentro de un matrimonio se desarrolla detrás de la puerta de
la habitación matrimonial. Muchas parejas sienten que no
son compatibles en su sexualidad. Ellos piensan que sus
esposas no comprenden sus necesidades orgánicas y ellas
sienten que sus esposos no comprenden sus necesidades
emocionales.
Es muy difícil llegar a un encuentro de intimidad total
(cuerpo, alma y espíritu), si no se cultiva una de estas
esferas, pues somos seres trinos o tridimensionales. Aquí es
donde resulta importante promover tiempos de intimidad
llenos de la presencia de Dios. Sé que puede parecer
extraño, pero a los mejores momentos de intimidad que mi
esposa y yo hemos tenido les han precedido un tiempo de
oración intensa.
Cuando tú y tu pareja comprenden la importancia de pasar
tiempos juntos en la presencia de Dios y lo ponen en
práctica, comienzan a experimentar momentos poderosos
dentro de la familia. Si el temor por algo nuevo o la
vergüenza de iniciar lo que rechazabas antes te limitan, te
animo a dar el primer paso. Toma la iniciativa con valentía.
Comienza esta misma noche. Invita a tu pareja a orar juntos
antes de acostarse y tengan una lectura bíblica. Quizá te
mire extrañado por tu propuesta, pero te aseguro que si
persistes, verás buenos resultados. Claro está, esto debe ir
acompañado con el compromiso de cambiar las actitudes
que ponen en peligro la estabilidad de tu matrimonio.
La combinación de todos estos factores traerá un nuevo despertar
en tu matrimonio.
«La medida del amor es amar sin medidas».
Agustín de Hipona
CONCEPTOS REVOLUCIONARIOS
Amado lector, si has llegado hasta aquí, habrás podido descubrir
que no escribí acerca de los temas comunes sobre el matrimonio.
En esencia, me limité al análisis de los conceptos revolucionarios
que el evangelio de Jesucristo nos regaló a precio de su propia vida.
Estos son secretos escondidos a los sabios de este mundo y
revelados a los sencillos de corazón que no han perdido la fe en
Dios.
Por eso les podrán parecer demasiado altos y sublimes como para
poderse cumplir. Sin embargo, la realidad es que Jesús envió al
Espíritu Santo y lo dio por promesa a los creyentes, porque para el
hombre natural es imposible vivir a la altura del estándar del Reino
de los cielos. Precisamente por eso envió al Consolador, a fin de
que estuviera con nosotros todos los días de nuestra vida, y nos
diera el poder de «querer y hacer» lo que era imposible desde el
punto de vista humano.
No queda mucho tiempo para intentarlo. Estamos en los tiempos
finales. La condición del matrimonio, las familias y el mundo son
señales de que algo inminente tiene que ocurrir, porque el mundo
perece. Todavía me estremecen las palabras de Jesús cuando
predijo la condición de la humanidad cuando se acerque su
Segunda Venida:
Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos,
sino solo mi Padre. Mas como en los días de Noé, así será la
venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del
diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en
casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no
entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así
será también la venida del Hijo del Hombre. Entonces estarán dos
en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. (Mateo
24:36-40)
Es importante tomar decisiones firmes y rápidas. Te animo a que
al cerrar este libro decidas ponerte sobre tus rodillas e invoques a
Dios. Declárate incapaz de amar como ama Dios. Pídele que te
perdone. Exprésale que quieres ser como Jesús e imitar el amor de
Dios, pero que solo no puedes a no ser que envíe su Espíritu y te
llene de ese poder sobrenatural que prometió derramar sobre sus
discípulos. Dile que estás dispuesto a rescatar a tu cónyuge aunque
quizá, si fuera por ti, no lo harías, y que quieres hacerlo por amor a
Él.
Ahora, toma tu Biblia y comienza a nutrir tu espíritu con la
sabiduría que hay en ella. Visita una iglesia que eduque con
frecuencia a sus miembros en temas de vida familiar. Acércate a
personas sabias que demuestran poner en práctica estos principios
y hazles todas las preguntas que quieras. Aprende de ellas e
imítalas.
Cuando sientas que la bendición de Dios está sobre ti, toma la
iniciativa de acercarte, comunicarte y humillarte como Jesús, que
siendo justo murió por los pecadores, y empieza a modelarles a tu
cónyuge y familiares tu nuevo estilo de vida.
¡Dios te bendiga y te conceda mucho éxito en recompensa a tu
sensibilidad a su Palabra y tu obediencia!
NOTAS
[1] Diccionario de la lengua española, vigésima segunda edición, ©
Real Academia Española, 2003, © Espasa Calpe, S.A., 2003,
bajo la palabra «lealtad», primera acepción.
[2] Ibídem, segunda acepción.
[3] Ibídem, bajo la palabra «repudiar», primera acepción.
[4] Ibídem, bajo la palabra «entregar», séptima, octava y novena
acepción; y «entregarla», primera acepción.
[5] Ibídem, bajo la palabra «santificar», cuarta acepción.
[6] Ibídem, bajo la palabra «envidia», primera acepción.
[7] Ibídem, segunda acepción.
[8] Ibídem, bajo la palabra «envanecer», primera acepción.
[9] Ibídem, bajo la palabra «vano», primera y segunda acepción.
[10] Ibídem, bajo la palabra «indebido», segunda acepción.
[11] Ibídem, bajo la palabra «rencor».
[12] Ibídem, bajo la palabra «soportar», primera acepción.
[13] Antonio Rivera, más conocido como «Tony», es esposo de
Marisol Salazar, ambos fueron cantantes y directores del
ministerio de adoración en la congregación del Ministerio
Cristiano Catacumba 5, de la ciudad de Añasco, Puerto Rico.
Antonio Rivera es el director del ministerio en español de la
Gateway Church en Dallas, Texas.
Publicado por
Unilit
Medley, FL 33166
© 2021 Rey Matos
Primera edición ampliada y revisada
La presente edición de este libro se publicó por primera vez bajo el título
Cuando el sexo no es suficiente
Publicado por Unilit
© 2010 Rey Matos
Edición: Nancy Pineda
Diseño de cubierta: Ronald Flores
Realización ePub: produccioneditorial.com
Reservados todos los derechos. Ninguna porción ni parte de esta obra se puede reproducir,
ni guardar en un sistema de almacenamiento de información, ni transmitir en ninguna forma
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previo de los editores.
Texto bíblico: Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960.
Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.
Reina-Valera 1960 ® es una marca registrada de las Sociedades Bíblicas Unidas, y puede
ser usada solamente bajo licencia.
Categoría: Vida cristiana / Relaciones / Familia
Category: Christian Living / Family & Relationships
Producto: 495951
ISBN: 0-7899-2574-5 / 978-0-7899-2574-9
ACERCA DEL AUTOR
El pastor Rey Matos, autor de los libros Señor que mis hijos te
amen, La mujer, el sello de la creación, Cuando el sexo no es
suficiente y Un líder a prueba de fuego, es conocido por un mensaje
para la familia de los tiempos actuales, basado en principios bíblicos
aplicados a la vida común que traen crecimiento y madurez.
Le caracteriza un mensaje práctico y pertinente presentado en una
forma muy particular que, entre llanto y risas, confronta al más serio
y derrite al más duro con la manifestación del amor y la comprensión
de ser el primero que desnuda su corazón delante de sus oyentes.
El pastor Rey y su esposa, Mildred, han fundado varias iglesias en
su isla. Sin embargo, en el año de 1976, Rey comenzó su carrera en
la industria farmacéutica trabajando como microbiólogo. Durante
trece años consecutivos continuó en dicha empresa hasta terminar
como director de planta. Luego de varios exitosos años, Dios lo
llama a trabajar a tiempo completo en el pastorado.
Durante estos años, ha desarrollado eventos de impacto para
familias y matrimonios dentro y fuera de Puerto Rico. Entre estos
resalta el seminario «Matrimonios a prueba de fuego», el que ha
tenido una gran acogida, y otros eventos por todas las Américas y
Europa, dirigido a los temas antes mencionados. Tanto Rey como su
esposa Mildred sirvieron como oradores para la organización
internacional Family Life Ministry.
Por más de veinte años, Rey participó de un programa radial
llamado «Vida de casados», el cual se transmitió por Nueva Vida
97.7 FM, una de las emisoras radiales más importantes de Puerto
Rico, y por CVC La Voz, que se escucha en los Estados Unidos y
Latinoamérica. A través de este programa se ha logrado alcanzar a
miles de matrimonios y familias en crisis.
En la actualidad, es el pastor sénior del Ministerio Cristiano
Catacumba 5, en Añasco, Puerto Rico, desde donde aconseja a
pastores e iglesias que se acercan buscándolo como mentor.
El pastor Rey lleva cuarenta y siete años en el pastorado, y
cuarenta y cuatro de casado con su inseparable esposa, Mildred.
Juntos tienen dos hijos y cuatro nietos. Sus hijos Frances y Rey
Francisco colaboran de manera activa en el ministerio. Su hija
trabajó durante cinco años como misionera en República
Dominicana junto a su esposo, Edward, y ambos tienen dos hijos.
Rey Francisco es pastor ejecutivo en Catacumba 5, junto a su
esposa, Iris Debra, e hijos.
Para más información, puedes escribir a las siguientes
direcciones:
Catacumba 5
RR-05 Box 24800
Añasco, PR 00610-8804
Correo electrónico: lacatacumba5@gmail.com
También puedes llamar al (787) 826-7717.