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Derecho A La Libertad Religiosa

Este documento presenta una iniciativa de norma constitucional sobre el derecho a la libertad de conciencia, religión, pensamiento, culto y cosmovisión. Argumenta que la libertad religiosa es un derecho fundamental que protege las creencias individuales y colectivas. Sin embargo, en América Latina este derecho no está suficientemente protegido y existe discriminación contra algunas religiones. La iniciativa busca reconocer el pluralismo religioso y el estatus público de las creencias en la nueva constitución.

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Derecho A La Libertad Religiosa

Este documento presenta una iniciativa de norma constitucional sobre el derecho a la libertad de conciencia, religión, pensamiento, culto y cosmovisión. Argumenta que la libertad religiosa es un derecho fundamental que protege las creencias individuales y colectivas. Sin embargo, en América Latina este derecho no está suficientemente protegido y existe discriminación contra algunas religiones. La iniciativa busca reconocer el pluralismo religioso y el estatus público de las creencias en la nueva constitución.

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Mat: Iniciativa de norma constitucional

sobre “Derecho a la libertad de conciencia,


religión, pensamiento, culto y cosmovisión.

__________________________________

31 de enero de 2022

A : DRA. MARÍA ELISA QUINTEROS


Presidenta de la Convención Constitucional

DE : CONVENCIONALES CONSTITUYENTES FIRMANTES.

En razón de los artículos 81 y siguientes del Reglamento General de la Convención


constitucional, nos dirigimos a UD. para presentar la siguiente iniciativa de norma
constitucional, sobre “Derecho a la libertad de conciencia, religión, pensamiento, culto y
cosmovisión”, conforme a los siguientes fundamentos:

1. Fundamento

1.1.Cuestión filosófica

1.1.1. Libertad religiosa como derecho

La noción de “libertad religiosa” es generalmente asumida como una condición


inherente al modelo de Estado liberal, imperante en sociedades occidentales modernas.
Constituye un elemento presente desde los inicios de la historia de los derechos humanos,
como lo muestran el artículo 3 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre (Bogotá, 1945), el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos (ONU, 1945), el artículo 9 del Convenio para la Protección de los Derechos
Humanos y las Libertades Fundamentales (Consejo de Europa, 1954), entre otros
documentos de igual relevancia. La presencia axiológica de esta noción lleva a muchos/as a
considerar la libertad religiosa como “la primera de las libertades”.

Básicamente, el concepto de libertad religiosa tiene que ver con el derecho y la


posibilidad de todo ser humano a la práctica de un culto o creencia, a partir del libre
desarrollo de todas las mediaciones rituales e institucionales que se requieran. Existen tres
dimensiones implicadas en este campo1. Primero, la dimensión personal. Se ubican las
creencias individuales como puntos de partida de todo marco religioso, entendido como un
universo simbólico que da sentido existencial y es conscientemente escogido y asumido por

1
Orrego, Ely, ed. Las paradojas de la libertad religiosa en América Latina. GEMRIP:
Santiago, 2019

1
un individuo que actúa por decisión propia, por lo que posee el derecho inalienable de
practicarlo, según sus búsquedas y deseos. Segundo, la dimensión comunitaria, donde
prima la idea de que toda expresión religiosa posee una comunidad fundante, con sus
preceptos organizacionales, dogmáticos y teológicos, sus jerarquías y mecanismos de
liderazgo, entre otros elementos, aspectos que deben ser desarrolladas de manera
autónoma por cada grupo, según sus disposiciones colectivas. Tercero, la dimensión
socio-política, donde el individuo creyente y la comunidad religiosa se entienden dentro de
un contexto social más amplio, en el cual no sólo interactúa con otras identificaciones
rituales sino también con prácticas sociales no necesariamente religiosas, con las cuales
debe convivir, consensuar y mediar en torno a los procesos del espacio público que
comparten, como lo hace, además, cualquier otro agente social. Es en esta última
dimensión donde nos adentramos al marco más bien político y jurídico de la categoría de
libertad religiosa.

La idea de libertad religiosa ubica al campo de las creencias dentro de un entramado


más amplio de dinámicas socio-políticas, y lo asume –desde diversas miradas, entre unas
más complejas y otras reduccionistas- como un actor social más dentro del campo político,
legal e institucional, y por ello, desde la necesidad de ser tratado y legitimado con el mismo
rango de incidencia que otros agentes sociales. La resistencia a esta figura responde a un
instalado prejuicio en el pensamiento político contemporáneo, muy vinculado al laicisimo
liberal que impera como matriz de análisis, que lleva a restringir lo religioso únicamente
desde la “excepcionalidad” que deviene de la separación entre Iglesia y Estado, fundada
con el nacimiento del Estado moderno (donde las creencias se inscriben sólo en el ámbito
de lo privado, sin incidencia pública alguna), elemento sumamente esencial para el
desarrollo democrático, pero que no tiene necesariamente una correlación con respecto al
estatus público de lo religioso. En otros términos, tiene que ver con las dificultades que
impone en términos políticos el abordar la relación entre secularización y laicidad,
paradigma que posee una historia particular en América Latina, comparando con otros
continentes2

En el ámbito estrictamente socio-político, en América Latina la libertad religiosa es


una deuda pendiente. A pesar de la existencia de legislaciones en la materia, la mayoría de
los países carecen de leyes de libertad religiosa que den cuenta de la complejidad del
campo de las creencias, siguiendo los modelos liberales hegemónicos. Prevalece, además,
una noción cristiano-céntrica sobre el lugar de las creencias, definidas desde la presencia o
ausencia de marcos institucionales particulares, jerarquías fijas o dogmas desarrollados

2
Para un análisis en profundidad de esta problemática, ver Matínez 2011; Seman, Pablo, “La
secularización entre los cientistas de la religión del Mercosur” en Carozzi, María Julia César Ceriani
Cernadas (coord.) Ciencias sociales y religión en América Latina, perspectivas en debate, Buenos
Aires, Biblos, 2007; Vaggione, Juan Marcos y Faúndes, José Manuel Morán, eds. Laicidad and
Religious Diversity in Latin America. Switzerland: Springer Nature, 2017; Monod, Jean-Claude. La
querella de la secularización. Buenos Aires: Amorrortu, 2015; Asad, Talal. Secular translations.
Nation-State, Modern Self and Calculative Reason. NY: Colombia University Press, 2018, p.2; Balibar,
Etiene. Secularism and Cosmopolitanism. Critical Hypotheses on religion and Politics. NY: Colombia
University Press, 2018, p.21; Hervieu-Léger, Danièle. La religión, hilo de memoria. Barcelona: Herder,
2005; Bermejo, Diego. “Secularismo, religión y democracia. El giro democrático en el debate
secularismo-religión”. Pensamiento. Revista De Investigación E Información Filosófica, 72(271),
2016, pp.229-256.; Connolly, William. Why I am Not a Secularist. Minneapolis: University of
Minnesota Press, 1999, p.39.

2
sistemáticamente3. Esto sin contar una extendida preponderancia discriminatoria en el
privilegio que posee la Iglesia Católica, en términos legales, simbólicos y políticos, factor
que limita cualquier intento real de equiparación con otras expresiones4.

Estos elementos, además, tienen impacto directo sobre lo que se admite o no como
religión o creencia válidas, lo cual provoca graves casos de persecución, mal que aqueja a
muchos países, como las religiosidades de matriz afro en Brasil. Finalmente, en términos
legales, aun perduran grandes baches para dirimir casos de discriminación por causas
religiosas o para reconocer la personería de diversas comunidades5.

En la totalidad de las constituciones nacionales de América Latina encontramos


patente el principio de libertad religiosa, a pesar de que en algunos casos –como Argentina
y Costa Rica- existe una mención preferencial o hasta confesional con respecto a la iglesia
católica6. A la hora de hablar de leyes de libertad religiosa y culto, el panorama se
complejiza aún más. Contamos con ejemplos en Bolivia, Perú, Colombia y Honduras, pero
son casos muy disímiles en cuanto a alcance, agentes y configuración general.

El problema no reside tanto en la aceptación o no de la libertad religiosa como principio


constitucional o valor democrático, sino más bien en la ausencia de mecanismos legales y
políticos que den cuenta del pluralismo religioso y su lugar social7. Es decir, de instancias
formales y cosmovisionales que inscriban el campo de las creencias en un entendimiento
más amplio sobre su relación con otros actores y sobre su incidencia en lo público desde un
sentido más abarcativo, que se proyecte más allá de las actividades institucionales de las
comunidades religiosas, de los dogmas como mecanismos internos o de los rituales como
elementos folclóricos.

Por otro lado, el sentido de “libertad” desde un marco religioso tampoco puede darse
de forma absoluta. Para la convivencia democrática de una sociedad, existen delimitaciones
y marcos generales que son estipulados a través de consensos que las instituciones
religiosas no pueden obviar. En este sentido, cuando hablamos de libertad religiosa no se

3
Hurd, Elizabeth (2008) The Politics of Secularism in International Relations. New Jersey: Princeton
University; y Hurd, Elizabeth (2013) Beyond Religious Freedom. The New Global Politics of Religion.
New Jersey: Princeton University.
4
Blancarte, Roberto. “Laicidad: la construcción de un concepto de validez universal”. Néstor Da
Costa (Ed.), Laicidad en América Latina y Europa: repensando lo religioso entre lo público y lo
privado en el siglo XXI. Montevideo: CLAEH, 2006, pp. 32–36.
-- “América Latina: Entre pluri-confesionalidad y laicidad”. Civitas - Revista De Ciências Sociais,
11(2), 2011, pp.182-206.
5
Ugarte, Pedro Salazar. La laicidad: antídoto contra la discriminación. México: Consejo Nacional para
Prevenir la Discriminación, 2007; Mahmood, Saba. Religious Difference in a Secular Age. A Minoruty
Report. NY: Princeton University Press, 2016, p.7-11; Naïr, Sami, ed. Democracia y responsabilidad.
Madrid: Galaxia Gutenberg, 2008; Asad, Talal; Brown, Wendy; Butler, Judith; Mahmood, Saba. Is
Critique Secular? Blasphemy, Injury, and Free Speech. NY: Fordham University Press, 2013.
6
Blancarte, Roberto. “Laicidad: la construcción de un concepto de validez universal”. Néstor Da
Costa (Ed.), Laicidad en América Latina y Europa: repensando lo religioso entre lo público y lo
privado en el siglo XXI. Montevideo: CLAEH, 2006, pp. 32–36.
-- “América Latina: Entre pluri-confesionalidad y laicidad”. Civitas - Revista De Ciências Sociais,
11(2), 2011, pp.182-206.
7
Maclure, Jocelyn y Taylor, Charles . Laicidad y libertad de conciencia. Madrid: Alianza Editorial,
2011, p.56.

3
puede conferir a dicha capacidad la posibilidad de vulnerar otro tipo de libertades, las cuales
son garantizadas política y jurídicamente a través de consensos ya alcanzados por las vías
políticas y legales pertinentes, ni tampoco la idea de que una identificación religiosa no
pueda ser cuestionada si alguna de sus prácticas o discursos vulnera otro tipo de derechos.

Son varios los aspectos críticos a considerar con respecto a los marcos legales que
ubicamos en el continente. Primero, como ya hemos indicado, uno de los grandes escollos
es el lugar de privilegio que posee la Iglesia Católica. Obviamente, en este caso nos
topamos con el dilema de cómo abordar los procesos políticos y legales con una comunidad
que es, a su vez, iglesia y Estado (vaticano). Esto hace, por un lado, que los marcos
jurisdiccionales religiosos y políticos se presenten desde fronteras muy difusas, y por otro,
involucra varios conflictos a la hora de entender el estatus legal de todas las comunidades y
el principio de “justa desigualdad”, como sostienen algunos juristas, al sopesar el alcance y
extensión demográfica del catolicismo con respecto a otras religiones. En otros términos,
aquí se levanta la gran disyuntiva, aún irresuelta, entre la libertad religiosa e igualdad
religiosa, y cómo ello se traduce en términos legales.

En segundo lugar, todo esto evoca naturalmente una problemática con respecto a
cómo se entiende la personería legal de las comunidades religiosas. Por una parte, existen
discrepancias en cómo entender las demarcaciones jurídicas sobre las organizaciones
religiosas y las iglesias, donde se establecen diferencias que por momentos limitan la
definición de los grupos eclesiales a entidades sociales, y las responsabilidades públicas
que poseen como tales. Esto despertó un debate, por ejemplo, con la reciente ley de
libertad religiosa promulgada en Bolivia, donde se estableció una diferencia legal entre
organizaciones religiosas como personas sociales, e instituciones eclesiales como personas
específicamente religiosas. El problema se profundiza si traemos a cuenta los favoritismos
existentes sobre la iglesia católica donde, por ejemplo, en el caso de Argentina, dicha
institución inviste un estatus autárquico, junto con el gobierno nacional y los gobiernos
provinciales, avalado por el mismo código civil.

Hay varios conflictos más que podríamos sugerir en este campo, más bien
relacionados con cuestiones técnicas o de aplicación, como por ejemplo la relación con
circunscripciones jurídicas en otros órdenes (como el código penal o civil), el régimen
tributario, la articulación con organizaciones de sociedad civil, o directamente, los modelos o
casos que se utilizan como ejemplos de un país a otro, lo cual hace que muchas veces se
transfieran conceptos, marcos legales y visiones políticas que no coinciden con las
realidades a las cuales se aplican.

De aquí la importancia de profundizar nuestros abordajes en torno a la libertad


religiosa, no ya como un asunto restringido a las comunidades de fe, sino con un objetivo
doble: para redefinir los tipos de relación entre lo religioso y lo público, y además, para tratar
con mayor cuidado un asunto que tiene directa relación con la promoción democrática8.
Para ello, como primer elemento, es fundamental saber que la libertad religiosa reconoce el
derecho de todas las creencias y se resiste a la imposición de una por sobre el resto, o a la

8
Mouffe, Chantal. “Religion, Liberal Democracy, and Citizenship”. Hent de Vries y Lawrence
E. Sullivan, eds. Political Theologies: Public Religions in a Post-Secular World New York:
Fordham UP, 2006, p.325.

4
sociedad como un todo. Trabajar en prácticas de libertad religiosa implica romper con el
monopolio que poseen ciertas visiones religiosas hegemónicas -especialmente cristianas-,
en su intento por naturalizar una posición particular desde su lugar de privilegio. El
reconocimiento del pluralismo religioso permite crear espacios plurales de diálogo que dan
cuenta de todas las voces que conforman el complejo y vasto campo de las religiones,
creencias y espiritualidades, confrontando así todo intento de monopolización.

En segundo lugar, la libertad religiosa en clave de derecho evita que las creencias
sean manipuladas para usos particulares y abusivos. La idea de libertad religiosa parte del
hecho de que las mismas comunidades de fe son espacios sin un posicionamiento único
con respecto a las agendas sociales en disputa, por lo cual ningún grupo puede adjudicarse
hablar en nombre del todo. Por ello, se requieren de mecanismos más amplios desde el
propio Estado, donde todas las voces sean convocadas para el tratamiento de distintas
temáticas sensibles, desde la diversidad de opiniones, perspectivas y prácticas que forman
parte del mundo religioso.

Por último, la libertad religiosa reconoce la pluralidad de expresiones, y con ello que
lo religioso se inscribe en las mismas tensiones que se juegan en el campo social9. Como
mencionamos, las religiones viven también disputas internas con respecto a temáticas
donde no hay un consenso único, y más aún si hablamos de articulaciones interreligiosas.
Por esta razón, lo más justo es reconocer que existen visiones religiosas que apoyan las
diversas perspectivas en discusión dentro del espacio público. De aquí que una práctica
democrática implica no hegemonizar ninguna posición particular, e identificar y convocar
voces para las distintas posiciones en juego.

En resumen, valorar democráticamente la libertad religiosa significa crear prácticas


–tanto desde el Estado como desde la sociedad civil- que visibilicen la pluralidad de
creencias en un grupo social, el aporte de estas comunidades y voces al bien común, y la
convocatoria de espacios de diálogo amplios, sin privilegios. Esto servirá a que lo religioso
deje de ser sinónimo de populismo, de manipulación, de persecución de minorías y de
resistencia a la ampliación de derechos, para ser vista también como un campo que aporta
a la pacificación, al diálogo democrático y a la defensa de las libertades.

1.1.2. Libertad religiosa desde la noción de pluralidad de religiones y espiritualidades

En el marco del debate político tanto nacional como regional es imperante una
redefinición de la cuestión de la laicidad y la libertad religiosa de creencia y de conciencia
en el marco de una profundización y ampliación del sentido de lo religioso y las
espiritualidades. Muchos de estos malentendidos y tensiones devienen de concepciones
homogéneas sobre el fenómeno religioso, sin comprender la complejidad de su composición
y dinámicas internas. Aquí son necesarias más precisiones:

● Es imposible delimitar un solo concepto de religión a la luz de las incontables


experiencias, prácticas y definiciones del término dentro del campo plural de las
religiones.

9
Panotto, Nicolás. Fe que se hace pública, Reflexiones sobre Religión, Cultura, Sociedad e
Incidencia. JUANUNO1 Ediciones, 2019 pág. 21-30 y 39-32.

5
● No podemos hacer un puente entre religión y moralidad. Más allá de que toda
expresión religiosa conlleva elementos ético-morales, es imposible plantear que
existe una posición moral única, ni siquiera dentro de las expresiones religiones
específicas (ej: el cristianismo).

● Comprender el mundo religioso significa comprender la diversidad de procesos de


construcción de creencias y espiritualidades. Por ello, es muy importante comenzar
a reflexionar sobre el impacto que términos como creencias, espiritualidades y
religiones vividas tienen en el campo de la política y la jurisprudencia, en su foco
sobre la complejidad de la construcción de las identidades religiosas, las cuales van
mucho más allá de las demarcaciones institucionales y dogmáticas oficiales.

La idea de autonomía de las instituciones religiosas también merece ser


complejizada desde varios frentes. Hablar de laicidad (separación iglesia-Estado) no
significa que no exista una vinculación entre lo religioso y el espacio público, lo cual conlleva
inevitablemente que la relación religiones/creencias-sociedad deba ser abordado política y
jurídicamente, a través de instrumentos que encuadren dicha relación en el marco de los
derechos, políticas públicas y lineamientos jurídicos pertinentes. En este sentido, una
política de libertad religiosa y de laicidad no implica sólo obligaciones desde el mundo
sociopolítico y jurídico hacia el religioso, sino también viceversa: sobre las
responsabilidades que poseen las comunidades religiosas en tanto agentes sociales dentro
del espacio público.

Por todo esto es necesario precisar que, a la hora de hablar de autonomía del
mundo religioso, ello refiere al reconocimiento de las comunidades y expresiones religiosas
en su derecho de existencia, sin que ello implique una demarcación identitaria que las
excluya de toda responsabilidad, regulación y demarcación dentro de las estipulaciones
vigentes en el espacio público de un país. Por esta razón, aunque el Estado no debe
adentrarse en temas dogmáticos, idearios e identitarios de ningún grupo social (donde las
religiones son un actor más, no el único), sí tiene la función de regular y ser un espacio de
encuentro, diálogo, representación y construcción de consensos, donde las religiones
participen como un actor junto a otros, sin privilegios ni exclusivismos, ya que forman parte
del mismo espacio social conformado por otras instituciones, con iguales obligaciones y
responsabilidades.

1.1.3. Estado laico como garantía de la libertad religiosa en clave plural y democrática

La laicidad fue el principal instrumento político del proceso de secularización


moderna. Básicamente trata de los mecanismos a partir de los cuales queda explícita la
separación entre la Iglesia y el Estado. El desarrollo de la laicidad va de la mano con el
desarrollo del Estado moderno: la necesidad de alcanzar una paz social que merme el
conflicto entre identificaciones particulares, especialmente religiosas -como lo vemos en la
Paz de Westfalia en 1648-, el establecimiento de una soberanía popular que deje de lado el
poder papal y eclesial sobre los gobiernos territoriales, la idea de una ciudadanía nacional
con un estatus particular más allá de la identificación hegemónica de la “ciudadanía

6
cristiana” y, como ya dijimos, el establecimiento de una institucionalidad política autónoma
de las autoridades religiosas10.

Históricamente se desarrollaron varios modelos, aunque predominan tres


principales. Por un lado, el modelo laicista (también reconocido como el “modelo francés”),
que ha tendido a marcar una separación estricta entre lo religioso y lo público, donde no
sólo opera una separación entre Iglesia y Estado, sino también entre lo religioso y cualquier
expresión pública. El segundo es el modelo republicano-liberal, que promueve la separación
Iglesia-Estado, pero reconociendo la importancia pública y el aporte de las religiones,
siempre y cuando se ajusten a las estipulaciones institucionales. Este modelo tiende a
trabajar con las institucionalidades religiosas, donde toman preponderancia las expresiones
mayoritarias y sus jerarquías. Finalmente, encontramos el modelo liberal-pluralista, que
además de plantear la separación Iglesia-Estado y destacar la importancia social de lo
religioso, enfatiza en el hecho de que lo religioso debe ser aprehendido por el Estado en
clave plural, no sólo en términos de pluralidad de identificaciones religiosas sino también de
la diversidad interna de dichas expresiones en términos socio-políticos y morales. La
importancia de este último modelo reside en 1) cuestionar el monopolio de expresiones
religiosas particulares a partir de la visibilización de expresiones religiosas y 2) de construir
puentes de diálogo e incidencia en clave religiosa en temas de derecho, jurisprudencia y
política, teniendo en cuenta que en las diversas expresiones religiosas no existen
consensos sobre temas de relevancia pública, sino que existen voces desde la misma
variedad que hay en los grupos sociales.

Por esta razón, es necesario afirmar un Estado Laico junto al reconocimiento de


libertad religiosa, pero no como un derecho individual y privado, sino en clave de derecho.
Es decir, una laicidad real y proactiva11 donde las religiones no poseen una instancia de
exclusividad sino que dialogan y participan desde el mismo estatus y mecanismos junto a
otros grupos sociales. De aquí que el Estado debe plantear una laicidad (separación
iglesia-estado) para abrir un camino de diálogo con la diversidad de expresiones religiosas y
espirituales de un territorio, para así alimentar la convivencia plural y democrática en su
diversidad constitutiva.

1.1.4. Laicidad y Estado laico en Chile

1.2 Historia constitucional chilena y la libertad religiosa.

Naturalmente, para realizar una propuesta constitucional coherente con nuestra


tradición constitucional, teniendo presente sus virtudes y deficiencias, necesitamos revisar
nuestra propia tradición constitucional en la materia. La temática religiosa aparece desde los
inicios de nuestra historia constitucional, tanto en los así denominados “ensayos
constitucionales”, como en la constituciones de mayor duración que ha tenido nuestra patria
como son la de 1833, 1925 y la de 1980.

10
(Monod 2015, Asad, Talal. Secular translations. Nation-State, Modern Self and Calculative Reason.
NY: Colombia University Press, 2018, p.2).
11
Turégano, Isabel. “¿Qué deben esperar las mujeres de un Estado laico?”. Feminismo/s 28,
diciembre 2016, pp. 49-74

7
Desde luego, después de la revolución que dio lugar a la independencia de Chile, la
República continuó con la lógica colonial en la que el Estado tenía una religión oficial, en
este caso la católica romana de forma excluyente de las demás expresiones de fe (o la falta
de ellas), y especialmente invisibilizadora de las espiritualidades y cosmovisión de los
pueblos originarios presentes en el territorio. Prácticamente todos los avances que se
observarán en la historia constitucional chilena en materia de libertad religiosa y estado
laico subyacen a una discusión marcadamente eclesial cristiana, pero invisibilizadora de la
riqueza de expresiones religiosas fuera del occidente cristiano. Aquello debe tenerse
presente desde el principio de nuestra caracterización normativa de la historia constitucional
chilena en materia de libertad religiosa, pues dicha ausencia en la historia no quiere decir
que no la tengamos ahora presente.

- Constitución de 1812

Nuestra primera norma constitucional, la de 1812, denominada “Reglamento


Constitucional Provisorio del Pueblo de Chile” señalaba en su artículo primero: “La
religión católica, apostólica, es y será siempre la de Chile”. A los ojos de cualquier lector
contemporáneo dicha redacción podría parecer conservadora y anacrónica, sin embargo fue
polémica pues parecía nacionalizar a la iglesia católica, ya que no señalaba que era
“romana”, y no prohibía expresamente la existencia del resto de confesiones religiosas. De
esa forma se daban desde ya las primeras pequeñas luces relacionadas con la libertad de
culto12.

- Constitución de 1818

El siguiente ensayo constitucional, de 1818, consciente de la polémica ocasionada


por la Constitución de 1812, reafirmó la tradición colonial y de vinculo entre el Estado y la
Iglesia Católica, agregando que la iglesia oficial del Estado era la romana, y que era
además exclusiva, es decir excluyente de los otros credos o cultos.

- Constitución de 1822 y 1823

Luego, la Constitución de 1822 volvió a establecer como religión del Estado a la


“Iglesia Católica, Apostólica y Romana con exclusión de cualquier otra”, abriendo un
pequeño reconocimiento a la disidencia al reconocer que pueden existir “opiniones
privadas”, es decir, un leve reconocimiento a la disidencia a una religión oficial y estatal en
el espacio privado. Dicha Constitución fue efímera, y fue reemplazada por la Constitución
moralista de Egaña en 1823, la que se encargó de eliminar el reconocimiento a la opinión
privada, y de exigir la adherencia a la religión católica romana para ser ciudadano. La
explicación del conservador Egaña para esta disposición era que “el pluralismo religioso
terminaría necesariamente generando ingobernabilidad, inmoralidad e irreligión en la
población, debilitando el poderío del Estado”13.

12
Lagos Schuffeneger, Humberto. (2009) La Herejía en Chile. Evangélicos y Protestantes desde la
colonia hasta 1925. Santiago : Ediciones Sociedad Bíblica Chilena. pág. 30
13
Cid, Gabriel. 2014. Religión, legitimidad política y esfera pública en Chile: el tránsito de la
monarquía a la república (1808-1833). [aut. libro] Ana María Stuven. La religión en la esfera pública
chilena: ¿laicidad o secularización? Santiago : Ediciones Universidad Diego Portales, 2014. pág. 173

8
- Constitución de 1828

La Constitución de 1828, escrita por el español y de fe protestante José Joaquín de


Mora, realizó dos cambios importantes, pues estableció la religión Católica Romana, no
como la oficial del Estado, sino como oficial la de la “nación” o el pueblo chileno, y mantuvo
su exclusividad para el ejercicio público de forma específica, abriendo una puerta pequeña
para la diversidad religiosa al menos en el espacio privado. Aquello encontró resistencia
natural en los grupos conservadores en el poder.

- Constitución de 1833

La Constitución de 1833, base del orden portaliano, fue opuesta a la Constitución de


1828 siendo evidentemente conservadora, de manera que volvió a decir que la religión del
estado, la religión de la república, era la “Católica Apostólica Romana”, de esta forma, fue
una constitución “reclericalizante” (Cid, 2014 pág. 182). No obstante, mantuvo el vital
elemento de la Constitución de 1828 en torno a que la exclusividad del culto católico
romano era en lo público, abriendo la puerta para la disidencia religiosa al menos en lo
privado, un pequeño triunfo para el liberalismo y pluralismo religioso.

Durante la vigencia de esta constitución, sin embargo, se dan enormes tensiones en


la unidad existente entre la Iglesia Católica Romana y el Estado chileno, con su régimen sin
libertad ni igualdad para las disidencias religiosas y de invisibilidad de los cultos indígenas.
En efecto, en 1856 se da “la cuestión del sacristán” que tensiona la unidad entre Estado e
Iglesia Católica Romana y los deberes de protector de la iglesia que tenía el presidente de
la República, además de debates en torno a la tolerancia religiosa producto de la presencia
de minorías religiosas protestantes de origen anglosajón y alemán, y de la presencia de
políticos liberales, masones y anticlericales que admiran el orden liberal presente en EE.UU
e Inglaterra.

Por ello, en 1865, luego de fuertes tensiones, nace una norma interpretativa de la
Constitución en torno a la temática religiosa, diciendo que “se permite a los que no profesan
la relijion católica, apostólica, romana, el culto que practiquen dentro del recinto de edificios
de propiedad particular”, asimismo se agrega “Es permitido a los disidentes fundar y
sostener escuelas privadas para la enseñanza de sus propios hijos en la doctrina de sus
relijiones”. Esta norma potencia desde luego la puerta que abrió José Joaquín de Mora, y
abre la puerta para el proceso de separación de la iglesia y el Estado, a través de las leyes
laicas que se consolidarían en las décadas siguientes.

- Las leyes laicas.

La primera ley laica es dictada el 6 de septiembre de 1844, cuando se crea una ley
que permite la celebración de matrimonios entre personas no católicas, sin la necesidad de
comparecer ante un sacerdote católico romano para estar civilmente casados. Fue una ley
especialmente migratoria, para los matrimonios de colonias e inversionistas protestantes,
como ingleses, alemanes, y estadounidenses.

La segunda ley laica corresponde a la de los cementerios lacios, promulgada el 2 de


agosto de 1883, que permitió a los disidentes religiosos, no bautizados, ateos, protestantes,

9
judíos, islámicos, a los suicidas y otras expresiones religiosas acceder a algo tan
fundamental e higiénico como ser sepultados al momento de la muerte, la oficialidad
católica anterior a esta norma sostenía que la presencia de sus cuerpos profanaba sus
camposantos, por lo tanto fue necesario que los cementerios fueran laicos.

La tercera ley laica corresponde a la dictada el 27 de septiembre de 1883 en virtud


de la cual se secularizó el matrimonio, separando su dimensión civil de la religiosa,
creándose el “matrimonio civil”, de forma tal que los no católicos, y los matrimonios mixtos
entre católicos y no católicos no tuvieron más que comparecer ante un sacerdote católico
para estar casados ante la ley, ni verse forzados al concubinato o a abjurar de su fe para
poder acceder al matrimonio, separando dichas funciones14. Aquella disposición generó
amplia tensión pues en la doctrina católica no podía separarse el efecto civil del religioso
pues se le consideraba un sacramento indivisible, por lo tanto la Iglesia consideró que con
ello se ofendía “a la religión, se implanta el ateísmo político y se expulsa a Dios del orden
público”15.

La cuarta ley laica fue promulgada el 26 de julio de 1884, y fue la que consolidó la
separación de la iglesia católica y el estado a nivel práctico en su relación con los
ciudadanos durante todo el ciclo vital, y que se relaciona con todas las otras leyes laicas
anteriores, se trata de la creación del Registro Civil, con él el ciudadano ya no debía
acreditar su nacimiento con la partida de bautismo, ni debía ir a una iglesia particular para
casarse, ni su familia dar cuenta de su muerte a través del sacerdote católico, todas esas
funciones, para católicos y no católicos, quedaron radicadas en un funcionario público sin
discriminación, y con ello el Estado también se modernizó radicalmente, y los habitantes del
país obtuvieron expresiones cotidianas de su libertad religiosa.

- Constitución de 1925.

El proceso histórico de las leyes laicas encuentra consolidación constitucional


cuarenta y un años después, con la Constitución de 1925. En la referida Constitución, si
bien tiene la debilidad de que no se habla de un estado laico de forma expresa, se
estableció un régimen de “libertad de culto” con estas palabras:

“La Constitución asegura a todos los habitantes de la República: [...]

2.° La manifestación de todas las creencias, la libertad de conciencia y el ejercicio libre


de todos los cultos que no se opongan a la moral, a las buenas costumbres o al orden
público, pudiendo, por tanto, las respectivas confesiones religiosas erigir y conservar
templos y sus dependencias con las condiciones de seguridad e higiene fijadas por las leyes
y ordenanzas. Las iglesias, las confesiones e instituciones religiosas de cualquier
culto, tendrán los derechos que otorgan y reconocen, con respecto a los bienes, las
leyes actualmente en vigor; pero quedarán sometidas, dentro de las garantías de esta
Constitución, al derecho común para el ejercicio del dominio de sus bienes futuros. Los

14
Trumbull, David. 1863. La lejislacion respecto a los matrimonios mistos juzgada a la luz de
los intereses morales, políticos y relijiosos del país. Valparaíso : Imprenta del Universo de G.
Helfmann, 1863. pág. 6
15
Iglesia Católica. 1884. Pastoral colectiva sobre relaciones entre Iglesia y Estado.
Santiago: Imprenta del Correo, 1884. pág. 4.

10
templos y sus dependencias, destinados al servicio de un culto, estarán exentos de
contribuciones”.

Esta norma, si bien adolece de no señalar expresamente la voz “libertad religiosa” ni


señalar la calidad “laica” del estado, ha sido la que ha abierto la posibilidad de libertad
religiosa para las disidencias presentes en el país, y es paralela al crecimiento de otras
confesiones religiosas en el territorio, especialmente la protestante o evangélica16, y el
derecho de las personas que no tienen religión alguna. Evidentemente tenía otras
limitaciones pues parece concluir que del derecho a manifestar las creencias se sigue
sencilla y únicamente el derecho de construir templos, lo que es una comprensión muy
limitada de la libertad religiosa y nuevamente excluyente de expresiones religiosas que no
ocupan construcciones para sus reuniones y ceremonias, como podrían ser algunas
expresiones de los pueblos originarios. Esta norma, mantiene además una específica
regulación sobre los bienes inmuebles de las iglesias, relativas al derecho de propiedad y a
las cuestiones tributarias, que son asuntos muy particulares para una Constitución y que se
explican contextualmente por ser verdaderas normas transitorias para definir la propiedad
de los templos católicos, que pasarían desde el Estado a la Iglesia Católica Romana como
institución “separada”. Desde entonces, y viniendo incluso desde el propio Vaticano, esta
especie limitada de libertad religiosa y de separación entre Iglesia Católica Romana y el
estado chileno casi no levanta discusión en la discusión constitucional y política como se dio
en el siglo XIX, sino en cuándo se profundizará más la misma o si se mantendrá como está.

- Constitución de 1980.

La Constitución de 1980 impuesta por la dictadura cívico militar casi no introdujo


innovación en esta materia, sino que solamente reordenó algunas de las expresiones de la
Constitución del 25. Esto principalmente siguiendo indicaciones del abogado Enrique Evans
y Sergio Diez, abogados designados por Pinochet en la Comisión Ortuzar, quienes
plantearon poner en primer lugar la expresión “la libertad de conciencia”, al considerarlo
algo más amplio que la “manifestación de todas las creencias” que era la frase con que
partía el artículo de la Constitución de 1925. También modificaron la normativa eliminando la
expresión “por tanto”, a fin de reconocer que la libertad de conciencia y de manifestación del
culto es algo más amplio que el derecho a levantar un templo . Asimismo, modificaron
algunas indicaciones sobre los bienes pues comprendieron que se trataba de normas
transitorias relativa a la propiedad de los templos católicos que antes eran estatales y que
pasarían a ser de un ente diferente, como es la Iglesia Católica17.

En las sesiones de la referida comisión sin embargo se dio una discusión importante
para la temática de la separación de Iglesia y Estado y la cuestión de la igualdad de trato
entre las diversas confesiones religiosas. En efecto, el abogado Alejandro Silva Bascuñan
hace referencia a una cuestión no zanjada por la Constitución de 1925, y es que la Iglesia
Católica Romana (y la Iglesia Católica Ortodoxa) gozan de una persona jurídica de derecho
público, que de acuerdo con dicha comisión se desprendería de la negociación de la
Constitución del 25, mientras que el resto de confesiones religiosas mantiene una de

16
Lalive d´Epinay, Christian. 2010. El refugio de las masas. Estudio sociológico del protestantismo
chileno. Santiago : CEEP Ediciones, 2010. 978-956-8052-06-5. pág. 55.
17
Quiroz, Esteban. Libertad de conciencia y religión en el proceso constituyente chileno. Revista
Latinoamericana de Derecho y Religión (2020). Vol 6. Núm 1., pág. 10

11
derecho privado, es decir, una inferior, basada en las corporaciones y fundaciones
reguladas por el derecho civil. En efecto, aquella condición es uno de los privilegios
principales de la Iglesia Católica Romana, además de otros tratos preferentes que aun no
se resuelven, por ejemplo en capellanías en el palacio de la Moneda, en las Fuerzas
Armadas, y de tratos exclusivos. Sin embargo, triunfó la idea de no cambiar ni tocar este
asunto, pues les pareció políticamente impertinente. De esta manera, la referida comisión sí
tuvo conocimiento de las fallas de la Constitución de 1925 en cuanto a la laicidad y el
derecho a la igualdad y libertad religiosa, pero decidieron dejar todo como estaba en la
Constitución de 1925 en la de 198018.

Al respecto, es preciso señalar y tener presente que esta calidad de derecho público
de la Iglesia Católica Romana fue una de las cuestiones que le permitió crear y amparar
bajo su alero jurídico a las principales organizaciones ecuménicas de derechos humanos
durante la dictadura cívico militar, como fuera la Vicaría de la Solidaridad (Frenz, 2006,
159). En efecto, cualquier otra organización estaba sujeta a organizarse como persona
jurídica de derecho privado, y sujeta por tanto a la posibilidad de disolución por parte del
régimen militar con sus facultades autoritarias e intrusivas. Aquella situación fue la que
intimidó a varias de las iglesias evangélicas que se involucraron inicialmente en la defensa
de los derechos humanos, pues estaban bajo amenaza de disolución por ser personas
jurídicas de derecho privado, como sucedió con el organismo ecuménico de derechos
humanos llamado “Comité Pro Paz”. O con los obstáculos que imponía al ingreso de dineros
para las organizaciones de derechos humanos provenientes del Consejo Mundial de
Iglesias.

Por lo demás, es preciso dejar asentado dentro de nuetra historia constitucional, que
si bien la dictadura militar mantuvo el régimen de libertad religiosa (aunque de trato desigual
y preferente para la fe católica romana), fue también violador de este derecho en reiteradas
ocasiones, no solo en cuanto disolvió el Comité Pro Paz fundado por católicos, luteranos,
metodistas, ortodoxos, judíos, pentecostales y el Consejo Mundial de Iglesias, persiguiendo
a sus miembros, por ejemplo, expulsando al obispo luterano Helmut Frenz, exiliando al
abogado metodista Nibaldo Galleguillos y al abogado José Zalaquett y torturando y
expulsando a la funcionaria luterana Georgina Ocaranza, sino también en cuanto no
permitió elecciones dentro de las personas jurídicas de derecho privado, intentó modificar
las elecciones de directorio de la Convención Bautista19, e incluso quiso reconocer
oficialmente solamente a las iglesias evangélicas que estaban en una organización que
apoyaba su gobierno20. Adicionalmente, la dictadura asesinó a al menos 6 sacerdotes
católicos (destacándose Joan Alsina y André Jarlán), 2 pastores evangélicos (José Matías
Ñanco y Roberto Avila), y expulsó a innumerables sacerdotes, pastores y religiosas por
oponerse a sus crímenes y abusos de poder desde sus religiones21.

18
Quiroz, Esteban. Libertad de conciencia y religión en el proceso constituyente chileno. Revista
Latinoamericana de Derecho y Religión (2020). Vol 6. Núm 1., pág. 10-14
19
Lagos Schuffeneger, Humberto. (1988) Crisis de la esperanza. Santiago : Presor-Lar. pág. 223.
20
Lagos Schuffeneger, Humberto. (1988) Crisis de la esperanza. Santiago : Presor-Lar. pág. 214.
21
Escobar, Jaime. (1986) Persecución a la Iglesia en Chile (martiriológico 1973-1986). Terranova
Editores S.A.; Quiroz González, Esteban (2020b). «Sobre la necesidad de una memoria evangélica
acerca de las dictaduras latinoamericanas: Elementos para su abordaje en el caso de Chile».
Religión e Incidencia Pública. Revista de Investigación de GEMRIP 8: pp. 43 -115.

12
1.3 Otras fuentes normativas.

1.3.1 Ley de “culto” 19.638 de 1999 que Establece Normas sobre la Constitución
Jurídica de las Iglesias y Organizaciones Religiosas.

Una vez restaurada la democracia, este problema constitucional y legal acerca del
trato preferencial del Estado chileno a la Iglesia Católica Romana, y del que la comisión
Ortuzar tuvo plena conciencia, se manifestó en la disputa por la denominada “ley de culto”,
que vio luz en 1999, y que fue fuertemente impulsada por las iglesias evangélicas y
protestantes en conjunto con la Concertación, precisamente por este antecedente histórico
de diferencia de trato tanto a nivel normativo como práctico. Dicha ley en realidad no regula
el culto, sino que la obtención de la calidad de persona jurídica de derecho público,
cuestión que fue hecha para solucionar legislativamente las diferencias que tienen un
sustrato constitucional, que es finalmente que la separación entre la Iglesia Católica y el
Estado no es ni expresa en la Constitución, ni del todo cierta en la práctica. Por ello,
algunos autores como Jorge Precht consideran que la misma debería ser una “ley orgánica
constitucional”.

En los últimos años, el empoderamiento político de algunas iglesias evangélicas, ha


generado en todo caso posibilidades de mayor igualdad entre los credos, sin embargo ha
generado que en realidad algunas iglesias evangélicas accedan a los privilegios de los
católicos romanos, como por ejemplo el nombramiento de capellanes, pero no se ha
traducido necesariamente en una política de igualdad de trato con todas las confesiones
religiosas y espiritualidades.

1.3.2. Proyecto Constitucional de Bachelet de 2017.

Adicionalmente, constituye una interesante fuente normativa, que esta Convención


debería tener en cuenta, el proyecto de reforma constitucional presentado por Michelle
Bachelet en 2018, pues el mismo también fue generado con participación ciudadana,
aunque mucho más acotada. En su contenido, se puede decir que no innova demasiado en
relación con la Constitución del 80, mas es interesante observar que el proyecto agrega la
idea del derecho a la “objeción de conciencia” aunque sin añadir ningún elemento adicional
como requisitos, limitaciones o condiciones. Asimismo elimina la limitación de la libertad de
conciencia señalada en la Constitución del 80 que dice que será limite la “moral, las buenas
costumbres y el orden público” para decir que solo será “la ley”. Aquello es sin duda una
limitación menor a dicho derecho pues la ley forma parte del orden público, mas el orden
público es un concepto mayor que ley, toda vez que los decretos del poder ejecutivo
también forman parte del orden público, estableciendo así competencia para limitar este
derecho en el Congreso, adicionalmente al suprimir “la moral y las buenas costumbres”
como limitación, abre mayor libertad pues estos dos conceptos son amplios y variables, y
han afectado generalmente a los cultos de los pueblos originarios, que pueden ser
considerados escandalosos y por ende propensos a ser limitados invocándose la moral y
las buenas costumbres. En el segundo inciso, se suprimen los conceptos “higiene y
seguridad” como limitante para el levantamiento de templos para señalar una limitación más
general, eso parece aconsejable toda vez que esas edificaciones están sujetas también a
regulaciones de otras características como las ambientales.

13
Es evidente que la propuesta de Bachelet no fue demasiado innovadora en esta
materia, sin embargo los elementos que agrega y retira producen algunos matices que
resultan aconsejables.

1.3.3 Derechos humanos como límite al poder constituyente.

Adicionalmente, este proceso constituyente también nos ofrece un marco de


derechos humanos que como convencionales debemos no solo respetar sino profundizar.
En primer lugar resulta evidente que el propio poder constituyente está limitado por los
derechos humanos, de manera que como representantes electos para redactar la
constitución, debemos crear un proyecto que respete los derechos humanos, donde el
derecho a la libertad religiosa, se encuentra consagrado de forma expresa y patente como
un elemento esencial de la dignidad humana. Asimismo nos mandata el legislador al señalar
que este proceso constituyente debe mantener nuestro estado como una república con
régimen democrático, pues no puede haber una república democrática allí donde no hay
libertad de conciencia y religión, ni estado laico.

Asimismo, los tratados internacionales de derechos humanos ratificados por Chile y


que se encuentran vigentes son fundamento e inspiración de nuestra propuesta, en especial
la Declaración Universal de Derechos Humanos que en su artículo 18 señala expresamente
la “libertad de religión” como derecho humano, señalando que esta “incluye la libertad de
cambiar de religión o creencia, reconociendo su manifestación tanto individual como
colectivamente y tanto en público como en privado”, elementos todos que son incorporados
en este proyecto, considerando especialmente que ninguna constitución chilena ha
considerado estos elementos de forma expresa antes. Por su parte, el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos establece en su artículo 18 similares elementos, agregando
además el derecho de los padres y tutores legales para educar a sus hijos de acuerdo con
sus convicciones, elemento de derechos humanos que esta propuesta también recoje.
También es fuente para nuestro proyecto la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, que en su artículo 12 señala similares elementos a los señalados en los otros
tratados citados. Por último, también hemos considerado dentro de nuestras fuentes lo
dicho por la Convención de los Derechos del Niño, que establece también el derecho a
libertad religiosa y de conciencia de niños y niñas, el cual debe ser ejercido -desde luego-
considerando su autonomía progresiva y su interés superior.

1.3.4 Iniciativa ciudadana 3042 de la Plataforma Digitar de Participación Popular.

Desde luego, como convencionales, debemos ser mediadores de la voluntad popular


y el proyecto constitucional, por lo tanto, tal como se acordó, estamos teniendo en cuenta
como fuente la iniciativa ciudadana presentada en la Plataforma Digital de Participación
Popular. Allí se observa una iniciativa con el número 3.042, que ha conseguido más de
15.000 firmas. Dicha iniciativa incorpora elementos que son incorporados en esta
propuesta, a saber la necesidad de hablar explícitamente de libertad de conciencia y
religión, y la especificación que aquello permite tanto conservar como cambiar de religión o
creencias, además de divulgarlas tanto en público como en privado, descartando así una
concepción privatizadora del ejercicio de la conciencia y religión.

14
Asimismo, también consideramos la objeción de conciencia planteada en su
propuesta, aunque con un perfeccionamiento técnico para no dar lugar a una anarquía, con
especial invitación al legislador a regularla, pues no resulta admisible otorgar sin requisitos
el derecho a cualquier ciudadano de objetar cualquier norma invocando estas libertades,
pues con ello básicamente se podría objetar todo y poner en riesgo el estado de derecho y
principalmente los derechos de los demás.

Por otra parte, nuestra propuesta también toma de dicha iniciativa la idea de derecho
a la personalidad jurídica, y a la igualdad de trato, junto con la posibilidad de cooperación
entre los organismos religiosos y el Estado.

De la iniciativa sin embargo, no replicamos la idea de que “todo daño a los templos,
dependencias y lugares de culto” se consideren un atentado contra los derechos humanos
de los afectados, esto no por cuanto consideremos que no sea lesivo de la libertad religiosa
las lamentables y repudiables vandalizaciones de templos, sino por ser una mala técnica
legislativa hecha al fulgor del actual contexto social. En efecto, la redacción deja dudas,
pues dañar una cruz, destruir un arbol sagrado, intervenir un río sagrado, destruir una
imagen de la vírgen, destruir la Torá ¿no se constituiría como atentado contra la libertad
religiosa? o quien realiza un rayado en el edificio de una iglesia, ¿realiza un atentado contra
los derechos humanos tan intenso? La técnica legislativa no es buena, pues al ser
demasiado específica excluye muchos otros espacios o objetos sagrados, y supone además
una definición demasiado restrictiva de aquello que debe entenderse como restricción a la
libertad religiosa, lo que deviene en una limitante de ella en lugar de un garantizador de
derechos, además de estar redactada para una intensidad muy alta para cuando incurre un
daño de caracter menor. Debiendo quedar en todo caso claro que la no incorporación de
este aspecto de la propuesta, de ninguna manera significa que un ataque de odio contra un
templo o lugar de culto no sea un atentado contra la libertad religiosa, pues desde luego lo
es en la redacción amplia aquí propuesta, como lo ha sido también el daño contra ríos y
bosques sagrados, o contra cementerios y espacios espirituales de los pueblos originarios
intervenidos por el Estado o los privados.

1.3.5 Derecho constitucional latinoamericano comparado.

Naturalmente, Chile y su constitución no se encuentran solos ni son la primera


experiencia de cambio constitucional ocurrida en la región. En latinoamérica también se han
vivido experiencias democráticas de cambio constitucional en las últimas décadas, de las
cuales también podemos encontrar fundamento para nuestra propuesta. Tal como han
señalado algunos autores22, los procesos constitucionales latinoamericanos de las últimas
tres décadas “siempre han presentado modificaciones al régimen de las libertades
religiosas, siempre tendiente a proteger con mayor fuerza la libertad de religión y
conciencia, eliminar o restringir la oficialidad de una religión en particular como la Católica
(Bolivia y Ecuador) o limitar los controles del Estado sobre los diversos cultos
(Venezuela)”.

22
Quiroz, Esteban. Libertad de conciencia y religión en el proceso constituyente chileno.
Revista Latinoamericana de Derecho y Religión (2020). Vol 6. Núm 1. pág 29.

15
A nuestro juicio, los países que más han avanzado en materia de libertad religiosa,
separación entre iglesia y el Estado, y reconocimiento de la espiritualidad como una
característica propia del ser humano, con especial énfasis en los pueblos originarios, son
los procesos de Ecuador (2008) y Bolivia (2009).

a. Bolivia.

En efecto, Bolivia en 2009 pasó de tener una unión entre Iglesia Católica y Estado, a
un Estado laico, respetuoso de la libertad religiosa en toda su diversidad. En efecto, en su
artículo 4 la Constitución Boliviana señala que “respeta y garantiza la libertad de religión y
creencias espirituales, de acuerdo con sus cosmovisiones”, y luego señala de forma
expresa que el Estado es “independiente de la religión”. Adicionalmente, incorpora la
obligatoriedad de los tratados internacionales de derechos humanos ratificados por el
Estado, donde naturalmente se incorpora lo que estos señalan en cuanto a libertad religiosa
y de conciencia.

Ya desde el punto de vista de los derechos fundamentales, en su cláusula de no


discriminación señala expresamente que “el credo religioso” no puede ser causal para
discriminar. Y en forma más específica, en el artículo 21 numeral 3 garantiza “la libertad de
pensamiento, espiritualidad, religión y culto, expresados en forma individual o colectiva,
tanto en público como en privado, con fines lícitos.”

Luego, en su capítulo cuarto, donde establece los “derechos de las naciones y


pueblos indígena originario campesinos”, señala en el artículo 30 numeral II., número 2, que
dichas naciones y pueblos gozan de derecho “A su identidad cultural, creencia religiosa,
espiritualidades, prácticas y costumbres, y a su propia cosmovisión.”

En cuanto a la cultura, en el artículo 99 la constitución boliviana reconoce como


parte de su patrimonio cultural “la riqueza procedente del culto religioso y del folklore”.

En general, puede decirse que la constitución de Bolivia es laica, bajo un régimen de


libertad religiosa, donde el estado, manteniéndose independiente de una religión en
particular, valora el hecho religioso y la convivencia pacífica y colaborativa entre las diversas
expresiones religiosas y de cosmovisión, con especial atención en las creencias religiosas y
cosmovisión de sus pueblos indígenas. Dicha influencia se encuentra presente en nuestra
propuesta.

b. Ecuador.

La Constitución Ecuatoriana de 2008 y sus revisiones también constituye una


interesante experiencia informadora de nuestro proyecto. Esto toda vez que el artículo 1 al
definir el Estado señala que es intercultural, plurinacional y laico. Y su artículo 3 numeral 4
señala que un deber primordial del Estado es “garantizar la ética laica como sustento del
quehacer público y del ordenamiento jurídico”. En materia de educación además señala que
la “educación pública será universal y laica en todos sus niveles”. En este especial sentido,
la Constitución ecuatoriana da un énfasis importante y explícita a la laicidad del Estado,
separándolo de la religión y abriendo de par en par las puertas de la libertad de conciencia y
religión.

16
Consecuentemente, en materia de derechos, la protección de las personas en su
conciencia, religión y creencias se encuentra en varios niveles en la Constitución
ecuatoriana. El primer nivel se encuentra en la cláusula antidiscriminación señalada en el
artículo 11 número 2 que dice que “nadie podrá ser discriminado por razones de… religión”.

El segundo nivel radica en que su artículo 20 “se prohibe la emisión de publicidad


que induzca a la intolerancia religiosa”.

El artículo 66, ubicado en el capítulo 6 sobre derechos de libertad, dice que se


garantizará a las personas:

8. El derecho a practicar, conservar, cambiar, profesar en público o en privado, su


religión o sus creencias, y a difundirlas individual o colectivamente, con las restricciones que
impone el respeto a los derechos.

El Estado protegerá la práctica religiosa voluntaria, así como la expresión de quienes no


profesan religión alguna, y favorecerá un ambiente de pluralidad y tolerancia.

Luego en el número 11 del referido artículo señala:

11. El derecho a guardar reserva sobre sus convicciones. Nadie podrá ser obligado a
declarar sobre las mismas. En ningún caso se podrá exigir o utilizar sin autorización del
titular o de sus legítimos representantes, la información personal o de terceros sobre sus
creencias religiosas…

Asimismo, al regular el derecho de los refugiados señala que los extranjeros no podrán ser
devueltas o expulsadas a un país donde su vida, libertad, seguridad o integridad o la de sus
familiares peligren por causa de su… religión.

Posteriormente en el número 28 dice:

El derecho a la identidad personal y colectiva, que incluye tener nombre y apellido,


debidamente registrados y libremente escogidos; y conservar, desarrollar y fortalecer las
características materiales e inmateriales de la identidad, tales como… las manifestaciones
espirituales, culturales, religiosas, lingüísticas…

Las normas establecidas en estos dos procesos constituyentes, en conjunto con la


historia constitucional chilena, son fuentes directas de nuestra iniciativa, la cual busca
mejorar y perfeccionar el régimen de libertades en materia de pensamiento, conciencia,
religión, culto y cosmovisión, sabiendo que cada persona que se encuentra en nuestro
territorio tiene pensamiento, creencia, cosmovisión, y espiritualidad, y muchas de ellas
participan de alguna religión, lo que incluye especialmente la de los pueblos originarios.

17
2. Contenido de la iniciativa

Para desarrollar el contenido de esta iniciativa, se ha tenido en cuenta todo los


fundamentos y fuentes ya señalados, que nos permiten dar con una redacción coherente
con nuestra historia constitucional, la discusión jurídica, filosófica y política y por supuesto el
contexto internacional en la materia. Resaltan tres aspectos que son fundamentales como
trasfondo para el articulado propuesto:

2.1. Se hace imperante establecer que el Estado chileno es un Estado laico. La


estipulación de este principio otorga las herramientas jurídicas y políticas para resignificar la
relación entre lo público, lo estatal y la diversidad de religiones y espiritualidades. En este
sentido, el estado laico no significa privatización de las diversas expresiones religiosas, sino
su comprensión en igualdad y respeto en el marco de un ambiente democrático. Toda
iniciativa constitucional hacia el campo religioso, debe comprender no sólo el deber del
Estado hacia dicho campo, sino también de dichas expresiones hacia la sociedad en
general. Por ello, la libertad religiosa como derecho fundamental debe reconocer también
deberes de las comunidades religiosas y los individuos creyentes.

2.2. Se usa constantemente la expresión “entidades religiosas” y “grupos de orden


espiritual”. Esto tiene una intencionalidad pues la ley 19.638 en su artículo 5 define las
“entidades religiosas” como: “las iglesias, confesiones e instituciones religiosas de cualquier
culto”, e innovamos hablado de “grupos de orden espiritual” para aludir a expresiones
religiosas fuera del marco de las instituciones o iglesias, como podrían ser los cultos de los
pueblos originarios o religiones de carácter no cristiano que no usan una confesionalidad
sino una cosmovisión o una espiritualidad.

2.3. El articulado mira a las entidades religiosas tanto como una cuestión de hecho como
con la posibilidad de organizarse como personas jurídicas, lo cual a su vez tendrá
requisitos de transparencia, rendición de cuentas (accountability) y de habilitación mínima
de sus dirigentes. Esto es innovador pero creemos que es necesario ante la deslegitimación
social de las instituciones religiosas.

2.4. En el numeral 1, teniendo conciencia que hablamos de un derecho que trasciende a la


libertad religiosa, sino también al pensamiento y la conciencia, incorporamos esta triada
clásica en materia de derechos fundamentales, agregando también las nociones de culto y
cosmovisión, pensando en la espiritualidad de los pueblos originarios, los grupos
afrochilenos, otras expresiones religiosas minoritarias derivadas de la migración, además
de, por supuesto las personas que no tienen una religión específica o son ateas o
agnósticas.

2.5. En el numeral 2 se detalla brevemente las libertades que dan lugar estos derechos, en
concordancia con las expresiones de los tratados internacionales de derechos humanos que
las desarrollan de esa manera.

2.6. Los numerales 3 y 4, son incorporados como recordatorio de que estos eventualmente
deben ser incorporados en cláuslas distintas relativas a igualdad y no discriminación,
además de la regulación constitucional de limitación de los derechos fundamentales.
Sabemos que aquello puede y debe ser armonizado con el resto de propuestas, pero no

18
hemos querido dejar de ponerlas pues forman parte de aquello que debemos proponer y
defender.

2.7. En el numéro 5 se regula la objeción de conciencia o desobediencia civil, se le


denomina así por el pensamiento de Henry Thoreau. Sabiendo que la objeción de
conciencia se encuentra presente en estos momentos reconocida por los organismos
internacionales de derechos humanos, además de haber sido propuesta en el proyecto
constitucional de Bachelet, y conociendo que la jurisprudencia del tribunal constitucional
también la he reconocido, creemos necesario que la Constitución la reconozca en forma
general, poniendo algunos controles para evitar un desarrollo anárquico de la misma,
aunque dando orden al legislador para regularla. Por ello es importante para nosotros
reconocer que la objeción de conciencia es un derecho solo de la persona natural, y no de
la persona jurídica y limitarla en los derechos de los demás. Así por ejemplo, alguien podría
optar por no recibir una transfusión de sangre o por no recibir un tratamiento de cáncer, mas
no podría objetar el aplicar dichos tratamientos a terceros, como sus hijos o sus pacientes.
Bien alguien puede objetar que se le envíe al servicio militar obligatorio por ser pacifista,
mas no puede invocar dicho derecho para oponerse a que terceros asistan o para evitarse a
sí mismo alguna otra carga sustitutiva del servicio militar.

2.8. En el número 6 se sigue lo establecido en el Artículo 12 número 4 de la Convención


Interamericana de Derechos Humanos al regular la libertad religiosa, y armonizado con la
Convención de derechos del Niño en sus artículos 3 y 12, a fin de evitar pugnas
innecesarias entre derechos perfectamente armónicos. Esperamos esto pueda ser
coordinado además con las regulaciones constitucionales que se hagan respecto a la
educación, que siempre debe ser laica, pluralista e inclusiva, en todo establecimiento
educacional reconocido por el Estado.

2.9. En el número 7 proponemos definir desde ya que las personas tienen derecho a que el
estado sea laico, esto es, que está separado de cualquier iglesia, religión o confesión,
reconociendo la libertad religiosa, y la autonomía de éste y de las propias confesiones
religiosas. Cuando afirmamos que se rige por el “principio de neutralidad religiosa” estamos
hablando de la otra cara de la libertad religiosa, cual es que el estado garantiza un trato no
discriminatorio entre confesiones religiosas, que no adhiere a una confesión en particular, y
que se asegura con ello el desarrollo libre de las creencias de los ciudadanos tanto
individual como colectivamente. Por ello, a fin de evitar confusiones que hagan pensar que
el estado tiene una confesionalidad atea o antirreligiosa, se aclara inmediatamente que el
estado valora la espiritualidad como hecho propiamente humano, y que se incentiva la
convivencia pacífica de las diversas religiones e incluso su colaboración para cuestiones
relacionadas con el bien común.

2.10. En el numeral 8 se establece expresamente la posibilidad de acceder el derecho


público como un derecho constitucional para las confesiones religiosas a fin de consolidar lo
conseguido por la ley 19.638, que vino a dar una igualdad de trato a las confesiones
religiosas. Reconociendo aquel elevado derecho se establecen también deberes para las
confesiones religiosas, pues naturalmente deben tener exclusión de perseguir fines de lucro
y se establece una sentida norma de exclusión para los condenados para trabajar con
menores de edad o violencia intrafamiliar, en respuesta a las enormes crisis que hoy
presentan estas organizaciones con persona jurídica reconocida por el Estado.

19
INICIATIVA DE NORMA CONSTITUCIONAL

Art. X. Libertad de conciencia, religión, pensamiento, culto y cosmovisión.

1. Toda persona tiene derecho a la libertad de conciencia, pensamiento, religión, culto o


cosmovisión.

2. Estos derechos incluyen tener, no tener, disentir o cambiar de decisiones, pensamientos,


ideología, cosmovisión, religión o creencia, asimismo incluye el derecho a manifestarlas
tanto en público como en privado o a mantener reserva sobre ellas, a practicarlas,
enseñarlas, observarlas, y desarrollar su culto o ceremonias según corresponda.

3. El ejercicio individual y colectivo de estos derechos sólo puede restringirse en casos


previstos por ley y cuando sea necesario en una democracia para la protección de los
derechos de los demás, la seguridad, o el orden y la salud públicas23.

4. La religión, creencia, cosmovisión, ideología o pensamiento o la falta de ellas no podrá


ser razón para discriminar arbitrariamente a persona alguna24.

5. La objeción de conciencia o desobediencia civil constitucional se reconoce a la persona


natural y se ejercerá siempre y cuando no se vulnere con ello los derechos de terceras
personas y los efectos inmediatos de aquella recaigan sobre quien la invoca. La objeción de
conciencia de los funcionarios públicos aplicará siempre y cuando no se ponga en riesgo la
continuidad y oportunidad de los servicios públicos respectivos. Sus casos y formas
deberán ser reguladas por la ley.

6. Los padres, madres o tutores, tienen derecho a educar a sus hijos, hijas o pupilos de
acuerdo a sus propias convicciones éticas, religiosas, cosmovisiones, e ideologías,
resguardando el interés superior y la autonomía progresiva de cada niño, niña y
adolescente en el ejercicio de sus derechos.

7. El Estado de Chile es laico y no confesional, y se rige por el principio de neutralidad


religiosa, por lo tanto reconoce la espiritualidad como elemento esencial del ser humano, e
incentiva la convivencia pacífica y la colaboración para el bien común con todas las
entidades religiosas y grupos de orden espiritual, con su diversidad étnica y de
cosmovisiones.

8. Las entidades religiosas y grupos de orden espiritual podrán optar a organizarse como
personas jurídicas de derecho público, con arreglo a la ley, respetando los derechos y
deberes que esta Constitución establece. Las personas jurídicas con fines religiosos no
podrán tener fines de lucro y sus ingresos y gastos deberán gestionarse de forma
transparente. Sus ministros de culto, autoridades o directores no podrán tener condenas
que los inhabiliten para trabajar con menores de edad, ni registrar condenas por violencia
intrafamiliar.

23
Inciso a armonizar o conciliar con cláusula general de limitación de derechos.
24
Inciso a armonizar o conciliar con cláusula general de prohibición de todo tipo de discriminacion.

20
CONSTITUYENTES PATROCINANTES

Benito Baranda Ferrán Cristóbal Andrade


CI.: 7.563.691-1 CI.: 17.070.435-5

Javier Fuschlocher Baeza Amaya Alvez Marín


CI.: 16.987.987-7 CI.: 9.194.205-4

Loreto Vallejos Dávila Adolfo Millabur


CI.: 13.912.179-1 CI.: 10.845.322-2

21
Cesar Uribe Araya Daniel Bravo
CI.: 15.667.404-9 CI.: 15.051.598-K

Patricia Politzer Kerekes


6.068.495-2

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