Sólo puede escribir quien sabe leer la vida.
Sobre Buenas
palabras, malas palabras de Ana María Machado.
POR LUCÍA COUSO Y ROCÍO MALACARNE
Machado, Ana María
Buenas palabras, malas palabras
Buenos Aires
Sudamericana
1998
132 págs.
156 páginas
Sólo puede escribir quien sabe leer la vida. Sobre Buenas
palabras, malas palabras de Ana María Machado.
Lucía Couso1
Rocío Malacarne2
Entre 1998 y 2003, la editora Canela dirigió en Sudamericana la colección La Llave de
ensayos sobre temas relacionados con el campo de la literatura infantil. La colección
1
Profesora en Letras (Universidad Nacional de Mar del Plata). Ayudante graduada en la cátedra
Didáctica especial y práctica docente del Profesorado en Letras (UNMdP). Coordinadora editorial de la
revista Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños. Contacto:
luciabelencouso@gmail.com
2
Profesora en Letras por la UNMdP, donde desempeña tareas de investigación y docencia (Depto. de
Ciencia de la Información). Docente de Prácticas del Lenguaje y Literatura en Nivel Secundario. Socia de
Jitanjáfora, Redes sociales para la promoción de la lectura y la escritura.
Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños.
Vol. 2; Nº. 4, junio de 2017. ISSN (en línea): 2525-0493. (pp. 260-269) 260
Mapoteca: Reseñas en perspectiva
comenzó en 1998 con la publicación de Mujercitas ¿eran las de antes? y otros escritos
de Graciela Cabal y culminó en 2003, con la publicación de Literatura infantil. Creación
censura y resistencia de Graciela Montes y Ana María Machado. En esta reseña nos
ocuparemos de analizar el libro que Ana María Machado publicara en solitario dentro
de la colección, Buenas palabras, malas palabras (1998). La compilación de
conferencias en intervenciones en eventos relacionados con la literatura infantil y la
lectura es una pieza clave de la colección, porque reflexiona sobre la carga ideológica
de los textos y las prácticas de lectura que movilizan los cambios dentro de este campo
literario, temáticas que abordarán también el resto de los libros que conforman la
colección.
Ana María Machado es reconocida, al menos en Argentina, más como escritora
de literatura para niños que como profesora, ensayista o periodista. Como expresa
Graciela Montes en el prólogo del libro, es difícil imaginar cómo una discípula de
Roland Barthes y Umberto Eco terminó interesada por la literatura para niños. Sin
embargo, una buena forma de responder esta pregunta la ofrece este libro: una
muestra de su forma de leer la literatura infantil, las prácticas de lectura, una forma
también de posicionarse dentro del campo de la literatura contemporánea. A pesar de
que el libro cumplirá 20 años en el 2018, su actualidad permanece intacta, no solo en
los artículos referidos a la ideología o los usos del lenguaje en la literatura para niños,
sino también en los textos donde aborda la tecnología y las nuevas formas de leer
como tema.
El lector, la lectura, el autor
Buenas palabras, malas palabras se construye como una serie de conferencias e
intervenciones que leídas a partir de la unidad que propone el libro son una reflexión
sobre la literatura y su lugar en las prácticas sociales y la vida del hombre gracias a la
capacidad del autora de “no aislar la fantasía de lo real” (Montes, 1998, p. 9) en su
discurso ensayístico.
Su pensamiento crítico y teórico está anclado en prácticas sociales y en su
propia biografía. Un ejemplo de ello es el trabajo “Buenas y malas palabras en los
Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños.
Vol. 2; Nº. 4, junio de 2017. ISSN (en línea): 2525-0493. (pp. 260-269) 261
Lucía Couso y Rocío Malacarne
cuentos para niños” que abre el libro, originalmente presentado en 1994 en el marco
del I Congreso Latinoamericano de Literatura infantil y juvenil. En este artículo
desarrolla sus hipótesis sobre el poder transformador de la palabra en la literatura,
pero también en la vida. Propone que el niño como lector de literatura infantil es
consciente del poder mágico que poseen las palabras: “Salvo en ese género, muy raro
es el lector capaz de acreditar que un conjunto de palabras tiene poderes para mover
parte de una montaña, transformar una piedra en una puerta y revelar tesoros
incalculables en su interior…” (p. 13)
Para explicar la función de las palabras y su poder en la vida acude a una
anécdota personal sobre su hijo que desencadenó, posteriormente la escritura de su
libro Palabras, palabritas y palabrotas. En el cuento, una nena se pregunta sobre el
sentido y función de las palabras e intenta comprender los usos del lenguaje en el
mundo de los adultos que se contradicen constantemente. La protagonista, que está
por tener una hermanita, aborda los conflictos que eso conlleva desde el lenguaje:
cuando habla, cuando deja de hablar, y cuando vuelve a hablar en el encuentro con su
hermana que abre la posibilidad de juego y complicidad a través de sus balbuceos.
La problemática en torno a la literatura infantil se trabaja desde la teoría, pero
también desde la anécdota personal para explorar una temática desde su experiencia
como escritora que aparece ligada a su vida cotidiana. Esta forma de escritura
reaparece a lo largo de los ensayos y deja al lector con una sensación de cotidianeidad
respecto de los usos del lenguaje, de las formas de apropiación que tenemos, gracias al
lenguaje, de nuestra vida literaria, pero también del poder transformador de la
literatura en tanto arte y la responsabilidad de los escritores. En consecuencia,
también construye una imagen de escritor, la suya propia, arraigada a la vida y a su
propia experiencia como lectora.
En los ensayos “El libro. De la letra a la lectura” de 1993 y “El oficio de escribir
para niños” (1981) desarrolla sus ideas en torno al rol del autor y el lector en los
procesos de lectura y escritura. Expresa, siguiendo las ideas teóricas de Roland
Barthes, la importancia de que existan lectores que sean capaces de, en la lectura,
escribir su propio libro a través del escrito por el autor. Esta idea le permite, entonces,
establecer una teoría sobre el autor:
Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños.
Vol. 2; Nº. 4, junio de 2017. ISSN (en línea): 2525-0493. (pp. 260-269) 262
Mapoteca: Reseñas en perspectiva
no hay cómo negar que mejor autor será aquel que mejor sepa leer los libros
potenciales de todos los lectores y ofrecerles más posibilidades de reconocerse
en su obra. El mejor autor será el que mejor sepa leer el mundo y los hombres,
las creaciones de la naturaleza y la cultura, el espacio y el tiempo. Sólo puede
escribir quien sabe leer la vida. (p. 25)
El acto de escribir para Machado es una forma de expresión, palabra que
etimológicamente es “una forma de echar hacia fuera la presión que puede explotar
dentro de uno.” (p. 31). Escribir conlleva para Machado una responsabilidad, cierta
fidelidad con ella misma y su cultura. Y en esa responsabilidad, ella ve la capacidad de
un escritor de llegar a lectores diversos y escribir una literatura potencialmente
universal.
También reflexiona sobre la literatura como hecho cultural y la influencia del
mercado editorial y el mundo académico en la conformación de la literatura infantil
como género. Manifiesta la importancia de discutir sobre libros y niños en términos
sociales que no dejen de lado los modelos económicos, éticos y morales que los libros
y las formas de leer que proponen. Expresa la importancia de diferenciar la literatura
que tiene fines pedagógicos o educativos de la que espera lectores activos y creativos.
La ideología del autor y la ideología del lector
Si los niños no leen más que los libros
más habituales, de los autores y culturas más
habituales, y de los editores más habituales, algo
faltará en su régimen alimenticio: se volverán
más débiles y susceptibles de caer
intelectualmente enfermos. En cambio, si un
libro empieza a discutir con otro, el que gana es
el lector.
Ana María Machado
En su Conferencia de 1994 para el 24° congreso mundial de IBBY en Sevilla, “Ideología
y libros para niños” expresa, siguiendo a Camus, “la ideología no debía formar parte de
las intenciones del autor en el acto creativo, sino de las experiencias vitales del
artista.” (p. 39)
Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños.
Vol. 2; Nº. 4, junio de 2017. ISSN (en línea): 2525-0493. (pp. 260-269) 263
Lucía Couso y Rocío Malacarne
Analizará la aparición del niño en la sociedad para dar cuenta de las mutaciones
en torno a la idea de infancia y del niño a lo largo de la historia. Desde el momento en
que los niños compartían los espacios con los adultos hasta la aparición del
sentimiento moderno de infancia y los cambios actuales que han establecido una
relación empática y menos asimétrica entre los niños y los adultos. A partir de esta
reflexión dará cuenta de la ideología que llevan los libros consigo y cómo, en tanto
lectores, somos capaces de leerla o no. Es decir, la ideología no es algo puesto
intencionalmente en el libro sino que surge, se escribe en la lectura. Para dar cuenta
de esta hipótesis recurrirá otra vez a una anécdota personal:
Siempre me habían encantado los cuentos de Las mil y una noches, uno de mis
libros favoritos desde muy pequeña. (…) Lo leía y releía (...) De mayor, sin
embargo, no volví a releerlos hasta hace dos años, y cuando lo hice, me quede
muy sorprendida del contenido racista y sexista. ¿Había cambiado el libro? No,
era yo la que había cambiado. Y cambié porque cambió la sociedad.
Probablemente si alguna persona de origen africano hubiera leído el libro
entonces, a la luz dolorosa del trato vergonzoso que su gente había sufrido por
siglos, con otra sensibilidad de cómo eran las cosas, hubiera localizado sin duda,
todos los pasajes repugnantes sobre los esclavos negros que en mi nueva
lectura no pude soportar. (p. 43)
Machado propone que los lectores debemos familizarizarnos con textos y
contextos diversos porque eso ampliará nuestra capacidad de lectura crítica. La
pregunta sobre lo que deberían leer los niños es una pregunta obsoleta si analizamos
con lupa grandes clásicos como Pipi Mediaslargas (1945) o Robinson Crusoe (1719).
Loa que propone Machado es que nuestras preguntas en torno a la literatura tienen
que virar del qué leer al cómo leer. Y la respuesta consiste en convertir toda lectura en
una lectura crítica, promocionar la lectura de toda clase de libros y no sólo la de un
tipo de libro determinado. Cuando acercamos a los lectores libros basados en criterios
de calidad, el lector recibe una “recompensa inesperada” (pp. 55). El lector descubre
que puede elegir más allá del mercado editorial y pueden contactarse “…con la
instintiva energía e invención que fundamentan cualquier obra de arte” (p. 55)
El texto “Lectura e ideología” (1996) retoma las ideas anteriores y propone
convivir críticamente con lo ideológico y concientizar el ejercicio permanente de la
razón y el pensamiento. De esta forma, como lectores, no caemos en el intuicionismo
Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños.
Vol. 2; Nº. 4, junio de 2017. ISSN (en línea): 2525-0493. (pp. 260-269) 264
Mapoteca: Reseñas en perspectiva
actual relacionado con la actitud pasiva que imposibilita la discusión por constituirse
en base a supuestos absolutos e infundados sobre la realidad.
La propuesta de este texto es poner el foco sobre el lector en relación a la
ideología de los textos, lo que Machado llama la “ideología del lector” (p. 64), es decir,
la carga que el lector trae al acto de leer. Tanto lo escrito como lo leído están
atravesados por procesos ideológicos que proponen una idea del mundo. El libro que
es capaz de conservar su potencial literario, su polisemia, es aquel que ha sido creado
en base a una originalidad no estereotipada y encontrará lectores generosos que
puedan “hacerlo dialogar con muchas otras obras, con visiones del mundo
enriquecidas por la pluralidad y la aceptación democrática de creencias.” (pp. 70-71)
Señala:
los libros subversivos pueden ser leídos por adultos a los niños como si fueran
lecciones de conformismos, transformados en fábulas con moraleja. Los libros
conformistas y autoritarios pueden leerse como ideales y deseables para
formar una generación sumisa. Los libros inteligentes, irreverentes y
deliciosamente inventivos pueden ser leídos como una tontería, o censurados
como políticamente incorrectos, en estos tiempo de tan poca sutiliza y tan poca
lectura. (65)
Machado desarrolla esta idea a partir de un análisis de las lecturas que recibió
su cuento Niña bonita (1995), y también explica la génesis de ese cuento arraigada a su
propia experiencia. El ejemplo es propicio a los fines de la argumentación porque da
cuenta de que, efectivamente, la carga que trae el lector, su ideología y forma de leer
el mundo, puede transformar el contenido ideológico de una historia. La ideología del
autor se borronea y las diferentes lecturas que proponen los lectores, diametralmente
opuestas entre sí, construyen la ideología del texto, es decir, muestran la ideología del
lector.
La democratización del libro… y de la lectura.
El lector que sabe que siempre puede correr al
encuentro de la lectura como una fuente secreta e
inagotable, que respeta generosamente su libertad
individual y no le cobra nada. El lector para quien los
libros no se dividen en de moda o fuera de moda o
fáciles o difíciles, sino simplemente en los que lo
atraen o no, capaces o no de vivir dentro de sí.
Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños.
Vol. 2; Nº. 4, junio de 2017. ISSN (en línea): 2525-0493. (pp. 260-269) 265
Lucía Couso y Rocío Malacarne
Ana María Machado
Uno de los problemas actuales en torno a la lectura de literatura es la calidad de los
libros que el mercado y los mediadores acercan a los lectores. Machado intuye que el
acceso al libro no es sinónimo de la democratización del libro. Se confunde la cantidad
de libros existentes en el mercado, con posibilidad de acceso. Este cuestionamiento
sobre lo que leemos y cómo lo leemos atraviesa todos los textos recogidos en este
volumen ya sea cual fuere la temática general que se esté abordando, pero este es el
tema principal de "¿Vamos a pasear por el bosque?” de 1995.
El ensayo se construye como una defensa a la literatura como arte.
Problematiza y diferencia, entonces, la cantidad y calidad de los libros impresos que
permiten creer, ilusoriamente, en un mundo democrático de información accesible. En
este punto, discute sobre la calidad estética de los libros impresos y los lectores,
existentes o no, para esos libros: “No es posible que haya lectura para todo lo que se
publica, como mera mercancía descartable, destinada a un consumo inmediato y
efímero.” (p. 93). Observa en el sistema la perversidad de delimitar a los lectores, es
decir, intuye que las personas que accederán a los libros desde una mirada creativa,
crítica e independiente están delimitadas por un sistema perverso que excluye y relega
a otros ciudadanos a “leer solo manuales de instrucciones, información
inmediatamente utilitaria, juegos, esoterismo, autoayuda, chicle mental que no aporta
nada al espíritu” (p. 80). Machado observa un proceso de exclusión de las grandes
masas que implica una censura de la literatura (cualquier literatura) en la vida de los
lectores producto de la falacia de la democratización del libro y del desinterés del
estado por crear y sostener lectores.
En sintonía con el ensayo anterior, “Lectura, libro y nuevas tecnologías” (1997)
ofrece un análisis de los cambios en las formas de leer que aparecen con las nuevas
tecnologías. Machado expresa que “Nunca se leyó tanto como hoy. Pero nunca se dejó
de leer tanto como hoy…” (p. 99). La pérdida de la noción vertical del tiempo hace que
como lectores olvidemos que pasado, presente y futuro dan sentido a los hechos y dan
lugar a la palabra creadora y transformadora. Expresa que a lo largo de la historia
siempre han cambiado las formas y los soportes de lectura, pero que la literatura como
Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños.
Vol. 2; Nº. 4, junio de 2017. ISSN (en línea): 2525-0493. (pp. 260-269) 266
Mapoteca: Reseñas en perspectiva
arte encarnado en la vida ha sobrevivido. Pone la esperanza en la supervivencia del
lector que comparta sus dudas y perplejidades para dar sentido a la aventura humana,
un lector que comprenda el poder de la palabra y sus infinitos mundos.
Desde su perspectiva, para que este lector sobreviva es necesario que se luche
por la preservación del crítico como lector experto que nos ayuda a ubicarnos dentro
de la cantidad de libros publicados. Tema que vertebra la conferencia “Acceso al libro,
exceso de libros” leída en 1997 en el marco del 5° Congreso de Literatura Infantil y
Juvenil en Córdoba, Argentina. Este texto es una defensa a la primacía de la expresión
sobre la comunicación, al acto de crear por sobre el acto de producir porque “Seguir
confundiendo libro con literatura sólo dificulta que se vean las cosas con claridad” (p.
115). Expresa la importancia de que no nos dejemos manipular ni rebajar ante las
imposiciones del mercado, los medios, la publicidad, sino que seamos lectores que
insisten críticamente en elegir lo que queremos leer. Como dice la propia Machado,
“Más vale, en lugar de elegir las novedades que nos deja el mercado, preferir las
eternidades que nos dejan marcados.” (p. 116)
En relación a esto, es interesante la anécdota que cuenta en el texto “La
vocación del lector: lectura y resistencia” (1998) acerca de José, un empleado de un
bar vecino a su Librería en Río de Janeiro. En la anécdota el joven le agradece a
Machado su tarea de escritora de ficción y novelista. Le cuenta que había visto la
película El nombre de la rosa (1986), y como no le había quedado muy claro el motivo
de la fascinación de los personajes por los libros, decidió leer la novela. Esa lectura
generó una serie de lecturas posteriores y el encuentro con Machado, quien le
presentó a otros autores como João Guimarães Rosa e Italo Calvino. José “se
entusiasmó con la idea de que la sociedad tiene personas que inventan historias y
hablan por todas las otras personas que no las inventan, sino que las leen y se
reencuentran en ellas” (p. 122). Esta anécdota permite expandir sus ideas en torno a la
importancia de que los niños y los jóvenes en particular y los lectores en general
puedan encontrarse con toda clase de libros, libros como El nombre de la rosa (1980)
al que siempre se le adjudicado cierto grado de dificultad.
De allí se desprende, la importancia de que los lectores tengan acceso a libros
de otras culturas porque esas lecturas les permitirán comprender a los otros en sus
Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños.
Vol. 2; Nº. 4, junio de 2017. ISSN (en línea): 2525-0493. (pp. 260-269) 267
Lucía Couso y Rocío Malacarne
contextos particulares desenmascarando el sistema perverso que excluye voces
diferentes. Machado asegura que no existe una dificultad de comprensión al leer libros
que fueron escritos por otra cultura. Esa explicación se desprende del rechazo de los
adultos por aceptar que otra cultura puede producir cosas interesantes. “…una actitud
sólidamente establecida en la inalterable convicción de la superioridad etnocéntrica.”
(p. 129) que se perpetuará en los niños que no se enfrente a textos diversos.
Machado arremete sobre la importancia de hacer de los niños lectores libres,
críticos y creativos, lectores que resistan, que busquen y elijan “de la manera más libre
posible, seleccionando el libro que prefiere y no el que le imponen.” (p. 132)
Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños.
Vol. 2; Nº. 4, junio de 2017. ISSN (en línea): 2525-0493. (pp. 260-269) 268
Mapoteca: Reseñas en perspectiva
Referencias bibliográficas
Machado, A. M. (1998). Buenas palabras, malas palabras. Buenos Aires: Sudamericana.
Machado, A. M. (1987). Palabras, palabritas y palabrotas. Buenos Aires: Emecé.
Catalejos. Revista sobre lectura, formación de lectores y literatura para niños.
Vol. 2; Nº. 4, junio de 2017. ISSN (en línea): 2525-0493. (pp. 260-269) 269