W
La importancia del sector hidrocarburos lleva a la sanción en el año 1920 de la
primera Ley reguladora de esta actividad y que será reformada dos años
después para adaptarla a las exigencias de las compañías extranjeras que se
disputaban las ventajas que ofrecía Venezuela.
La conjunción de las circunstancias que hemos reseñado con antelación,
determinan que a pesar de la crisis, se observe un incremento importante en
la renta nacional, que no puede ser explicado sólo por los ingresos petroleros,
sino por los derechos aduanales que se vieron multiplicados por los aportes
del sector comercio que como explicamos recibieron con retraso cantidades
de productos importados que habían sido comprados durante la guerra
(Fuenmayor, I, 1975: 321). Este fenómeno se hace patente si observamos
que para 1922 la disminución de la renta aduanera es de un cincuenta por
ciento, lo cual confirma el fenómeno coyuntural que hemos reseñado.
En Venezuela, el período que se extiende desde el final de la crisis de la
reconversión hasta 1929, se ve signado por la prosperidad, causada por una
doble realidad: por una parte, la recuperación de la economía cafetalera que
aporta importantes dividendos, y por la otra, la explotación petrolera creciente,
que significará para el país ingresos como jamás había soñado (Pacheco;
1984: 94).
Juan Vicente Gómez, aprovecho la coyuntura para crear una fachada
venezolana a la explotación de hidrocarburos. Es así como surge la
Compañía Venezolana de Petróleo, cuya única función era la especulación en
la negociación de las concesiones petroleras con las compañías
trasnacionales, lo cual significó para el dictador el aumento de su caudal
personal.
La primera guerra mundial había demostrado la importancia estratégica del
recurso energético. Es por esto, que en los años inmediatos a la finalización
del conflicto, acudimos a una disputa de los capitales norteamericanos y
británicos por las concesiones petroleras venezolanas.
El desplazamiento a nivel mundial del capital británico por capital
norteamericano, es un patrón que se repite en el caso del petróleo
venezolano. A partir de 1924 las empresas estadounidenses copan el
mercado nacional, situación que se profundiza a partir de 1929. Es el influjo
del capital de las compañías procedentes del país del norte el que
transformará a Venezuela en el primer exportador de petróleo a nivel mundial
y en el segundo productor, por detrás de los Estados Unidos. (Fuenmayor, II,
1976: 123)
La profundización de la crisis de la economía agraria a partir de 1929, tendrá
una influencia social decisiva. Se produce un incremento de la población
urbana, con todo lo que esto significa en cuanto a estilo de vida.
De hecho, el año de 1929, emblemático por coincidir con el inició de la
segunda y más profunda crisis de los años veinte, y cuyos efectos se
prolongaron de una forma u otra hasta 1940, coincide con la última gran
exportación de café y cacao venezolanos. La explotación petrolera alcanza
niveles inusitados pasando a ser el contribuyente fundamental del producto
interno bruto venezolano y de la renta nacional.
5. La crisis de 1929
El año de 1927, las exportaciones agrícolas aunque no alcanzaban los niveles
de 1919, constituían una cifra considerable dentro de la globalidad de los
ingresos de la economía venezolana. Sin embargo, en el año de 1928 se
produce una baja del 20%, circunstancia que generó una situación crítica de
los terratenientes que apenas alcanzaban a cubrir los costos de producción.
(Fuenmayor, II, 1976: 156)
El gobierno gomecista, para no darles excusa a las manifestaciones sociales
que se presentaron ese año, decide el establecimiento del Banco Agrícola
(1928), con la finalidad de soportar a los productores agrícolas y evitar que la
crisis de este sector fuera utilizada como bandera política por los sectores de
oposición, en especial los universitarios. Sin embargo, "Fueron pocos los
agricultores y ganaderos que, sin tener el padrinazgo del General Gómez,
obtuvieron crédito en ese instituto. En todo caso, la política de dicho Instituto
no fue la de estimular la renovación de la tecnología y la modernización de los
métodos de cultivo y procesamiento de los productos de la agricultura y la
ganadería venezolana. Nada para prepararse para enfrentar los problemas
que se estaban presentando con motivo del impacto del petróleo en toda la
economía venezolana, sino que sencillamente el Banco se limitó a otorgar
hipotecas a los solicitantes" (Carrillo, 73; 1992: XLVII)
Más que las medidas adoptadas, la situación internacional favoreció al
régimen, y al bajón de 1928, siguió un incremento considerable en 1929, sólo
superado por el de 1919, situación que suele ser común a los prolegómenos
de toda crisis, pero que nadie pensó nunca estaba por venir. El país recibió
casi 134 millones de bolívares en razón de las exportaciones de café,
cantidad que cuadruplicaba lo recibido en 1909. Sin embargo, esa cantidad,
respecto de la totalidad de los ingresos del país, no representaba ni un cuarto,
lo cual permite medir la disminución de la importancia del café como rubro
fundamental (Sullivan, 1976: 254).
El impulso económico de comienzos del año 1929 se ve reflejado en la prensa
de la época. Las ediciones de El Universal de enero de ese año, dan noticia
de la llegada a Caracas de una misión polaca, integrada por el doctor Casimir
Radwan de Praglowski y el conde Alejandro de Ongonezyk-Wiesiolowski, con
la intención de estrechar las relaciones culturales y comerciales entre Polonia
y Venezuela (Molina, 1984: 84)
El mismo diario en las ediciones correspondientes al mes señalado reseña la
llegada de una misión francesa encabezada por el exdiputado y oficial de la
Legión de Honor, señor Paúl Bellamy. Coincidiendo con las anteriores se
toma noticia de una misión norteamericana integrada por Mr. Erick King, Jefe
de la División de Especialidades, y Mr. Edward Pickard, Jefe de la División de
Textiles, lo cual pone de relieve la intención de los norteamericanos de no
dejarse aventajar por los europeos (Molina, 1984: 84-85).
Venezuela es apreciada internacionalmente como el territorio de las
oportunidades.
Sin embargo, el desencanto no tardaría en llegar. En el año 1930
presenciamos un desplome de la economía agrícola venezolana con sus
secuelas: crecimiento desmedido del desempleo, como consecuencia de la
ruina de los cosecheros, la merma de los salarios y por supuesto la reducción
de los ingresos públicos.(Fuenmayor, II, 1976: 156).
Haciendo un balance se puede afirmar que:
"El año de 1929 no será malo para la exportaciones de café y cacao, las
cuales en valor alcanzaron 185 millones de bolívares superando la baja que
había ocurrido en 1928 pero en 1930 vendrá la debacle cuando bajaron estos
rubros a 128 millones de bolívares, trayendo la ruina a muchos agricultores,
junto con una baja generalizada en los salarios y en el nivel de empleo"
(Esteves, 1995: 185)
Se iniciaban para Venezuela los efectos de la Gran Depresión, que coincide
con los últimos cinco años del gobierno de Juan Vicente Gómez. Como es
sabido, "... los efectos de la crisis se transmiten con cierto retardo en el resto
del mundo, en el año 1929 prácticamente no se sintieron estos efectos en
Venezuela. Empiezan a sentirse en el año 1930, más en 1931..." (Carrillo, 73,
1992: CII)
No obstante, la magnitud del cataclismo que parecía caer sobre Venezuela,
su intensidad no fue tal en virtud nuevamente de la exportación petrolera. En
1929 alcanza la cifra más elevada conocida hasta la fecha, cantidad que a
pesar de los vaivenes de los años posteriores hasta 1935, seguirá
incrementándose (Rodríguez Gallad; 1985: 82).
"La acelerada expansión de las operaciones petroleras entre 1917 y 1936,
apenas disminuida en los primeros años de la gran depresión, se explica por
las excepcionales condiciones de Venezuela para la explotación del
mencionado recurso por las compañías extranjeras, de modo tal que la
reproductividad del capital ha debido alcanzar entre 1925 y 1936 un 50% o
más; esto significa que cada dos años revertía al capital extranjero la totalidad
de la inversión" (Maza, 1989: 165)
Continua diciendo Maza Zavala:
"El producto petrolero representaba para ese año (1930) el 33% del producto
total del país, contra 21% de la agricultura, 16% de la industria, el artesanado
y la construcción y 30% de los servicios. Si restringimos el concepto a la
producción material (bienes únicamente), el producto petrolero significaba el
47% contra 30% de la agricultura y el 23% de las industrias manufactureras y
el artesanado. Estas proporciones indican que para 1930 el sector económico
principal del país era la explotación de petróleo..." (Maza; 1989: 147-148)
Ese mismo año Gumersindo Torres reasume el ministerio de fomento y se
empeña en la aprobación del reglamento de la Ley de Hidrocarburos, con la
finalidad de garantizar un seguimiento más cercano de la actuación de las
compañías extranjeras. Su aprobación no fue pacífica y la oposición de las
concesionarias llevó a la destitución de Torres y por supuesto a la
desaplicación del reglamento. La repetición de episodios como el descrito ha
llevado a muchos autores a afirmar que "...el interés de las compañías
terminaba imponiéndose sobre las propias conveniencias nacionales y
quedaba así de manifiesto que durante gran tiempo del régimen gomecista las
empresas petroleras ejercían el poder, mientras que el caudillo rehabilitador
apenas controlaba el Gobierno" (Rodríguez Gallad; 1985: 83).
A pesar de lo expuesto, no podemos sobreestimar el papel jugado por el
petróleo en aquellos momentos. Venezuela estaba en una posición de ventaja
respecto de otros países como Perú y Cuba. Compartía con ellos la condición
de país altamente dependientes del mercado mundial, pero en el caso
venezolano la deuda externa era mucho menor. No obstante, la crisis se sintió
y la actividad petrolera, aunque continuó creciendo, tuvo que reducir su ritmo.
Sobre el particular apunta Manuel Caballero:
"La reducción de las actividades de la industria petrolera, sus despidos en
masa, tuvieron consecuencias negativas: en 1931, había en Maracaibo 1.600
viviendas vacías al volverse los trabajadores, ahora desocupados, a sus
lugares de origen. El sector inmobiliario, que había inflado sus precios
especulativamente, se vino al suelo. En ese mismo año, un joven de 23 años
escribía que si bien la dictadura había logrado evitar con tremenda buena
suerte el proyecto de ley del senador Cooper, que proponía limitar por tres
años la importación de petróleo crudo y prohibía la del petróleo refinado, no
pudo hacerlo con el acuerdo privado entre los trusts petroleros yanquis para
limitar la explotación de sus concesiones en el mundo, y cuyas consecuencias
decía, (...) (sic) se están palpando" (Caballero; 1993: 329-330)
En este período acudimos al fenecimiento de la economía agrícola
venezolana, que como es sabido constituía la base de nuestra economía
desde el período colonial. La crisis de 1929 pone fin a una etapa histórica.
Los subsidios gratuitos aportados por el Estado, aunque aliviaron
momentáneamente las cargas del sector agrícola, no pudieron impedir su
ruina.
En la decadencia de la producción agrícola venezolana, muchos autores han
sobrevalorado el impacto de la explotación petrolera, con la consiguiente
inmigración del campo a la ciudad, lo cual significó un abandono progresivo
de la economía agropecuaria. Sin embargo, un análisis de las cifras permite
dimensionar la magnitud de este fenómeno. Para la época que estudiamos, la
explotación petrolera se limitaba a la región zuliana, que en sus tiempos de
mayor auge incorporó a la industria no más de setenta mil trabajadores. Si
estimamos que los trabajadores del campo superaban los dos millones de
personas, podemos concluir que el impacto petrolero, aunque significativo no
podía determinar la ruina del campo en un plazo tan corto. Además, es
conveniente significar que muchos de los que acudieron con sus familias para
incorporarse a la actividad de explotación de hidrocarburos, no provenían de
lugares caracterizados por la explotación agrícola y pecuaria.(Carrillo, 73,
1992: XCIII; Fuenmayor, II, 1976: 157-158) Algunas cifras pueden ser
ilustrativas de lo señalado. Para el año 1922 los empleados directos de la
industria petrolera eran 3.464, número que asciende en 1929 a 27.221
trabajadores (Soublette, 1976: 28-29)
Rómulo Betancourt se identifica con esta postura cuando afirma:
"Falso es también que gran número de brazos fueran sustraídos de la
agricultura por los campamentos del oro negro. Ni el medio por ciento de la
población económicamente activa encontró ocupación al pie de los taladros"
(Carrillo, 77; 1992: XXI).
Sin embargo, no todos los autores comparten este punto de vista. Para
algunos la explotación petrolera significó un aumento general de los salarios
de los obreros, circunstancia que golpeó a la agricultura, sector que pagaba
salarios bajo otros parámetros. Además, de tres bolívares por jornada diaria
que se pagaba antes de la crisis en el sector café, se paso a tres reales en su
momento más duro. La onda expansiva generó un aumento de los costos del
campo, que favoreció que principalmente en la zona occidental del país
muchas personas se desplazaran hacia los campos petroleros,
conformándose un cinturón poblacional, formado por personas cuya intención
no era incorporarse directamente a la actividad petrolera (Carrillo, 73; 1992:
XXXVI)
Pensamos que no deben sobrestimarse los cambios que se suscitan durante
el gobierno gomecista. Es innegable que se produce un desarrollo de las
ciudades, pero colocar el nacimiento de la Venezuela moderna a partir de esta
época no pasa de ser una exageración. Preferimos afirmar que hay una
coexistencia de la vida urbana con la rural, que se mantiene en la medida en
que un amplio sector de la población sigue dedicado a actividades de corte
tradicional.
Otra explicación que suele darse es la poca importancia del grano de café
para la subsistencia humana, lo cual traía como consecuencia que en épocas
de crisis se dejara a un lado su consumo. Esto en el caso venezolano no es
del todo cierto.
Debemos agregar la actitud de los cosecheros, quienes seguían explotando el
café con técnicas coloniales y no hicieron lo esfuerzos pertinentes para lograr
ahorros, razón por la cual dependían de las casas comerciales extranjeras, y
sólo se ocuparon en ampliar las zonas de cultivo de sus haciendas, pensando
en cantidad más que en calidad (Sullivan, 1976: 254). Muchos han pretendido
justificar esta situación presentando una situación generalizada de atraso de
la economía agropecuaria, pero esto no coincide con la realidad, ya que en
lugares como Brasil se realizaba una importante labor investigativa con la
finalidad de soportar la actividad agrícola (Carrillo, 73, 1992, XCIV).
Por otra parte, mientras en lugares como México se combatió el latifundio, en
Venezuela el gobierno favoreció la concentración de la tierra en pocas manos,
de allí que los cambios estructurales necesarios no se hicieron, lo cual
colocaba al país en una situación de desventaja frente a todos los demás
productores de café del continente. Esta situación es tan patente que "...fue al
morir el general Gómez cuando se abrió una unidad de mejoramiento cafetero
en el Ministerio de Agricultura y Cría, llegándose a constituir el Instituto
Nacional del Café, y trayéndose un técnico colombiano, el doctor Jaime
Henao Jaramillo, quien vino a Venezuela a implantar lo que hacía ya muchos
años estaba haciendo nuestro vecino occidental" (Carrillo, 79, 1993: LXVII)
El propio Betancourt lo señala:
"Lo que sucedió fue que la avalancha de dólares y de libras esterlinas afluyó a
un país que no había democratizado ni modernizados sus sistemas de
producción; que en el siglo XX producía dentro de módulos del siglo XVIII y
gobernado por una tiranía zafia y rapaz..." (Carrillo, 77; 1992: XXII)
"La gran depresión de 1929 hundió al café venezolano en una situación de
grandes dificultades, de las que no recuperó, parcialmente, sino después de la
Segunda Guerra Mundial" (Carrillo, 73, 1992, XCIII)
Es innegable que todas las situaciones internas que hemos analizado
contribuyeron a la decadencia de nuestra agricultura de exportación, pero la
agonía se hubiera prolongado por un tiempo más largo de no ser por la crisis
mundial.
En el caso específico del café, desde el inicio de los años veinte venía
manifestándose un fenómeno de sobreproducción importante. Entre 1920 y
1928 la producción mundial de café fue de 176 millones de sacos contra un
consumo de 166,4 millones de sacos. Si tomamos por separado el período
1927-1928 el fenómeno es más significativo. La producción es de casi 36,5
millones de sacos, frente a un consumo que no supera los 24 millones de
sacos. La crisis hizo palmaria una situación que venía incubandose desde
épocas anteriores. En 1929 el café se cotizaba a 201,8 bolívares por cada
cien kilogramos. Este valor se reduce a 114,30 en 1930 y a 57,50 en 1935
(Rodríguez Gallad; 1985: 86)
Hemos insistido en el tema del café, pero esta circunstancia puede
extrapolarse al cacao; de 114, 40 bolívares que era el valor de los cien
kilogramos en 1929, se reduce a 93 en 1930, hasta caer a los 45,50 bolívares
en 1935 (Rodríguez Gallad; 1985: 86)
Lo señalado impacto la economía cafetalera y cacaotera, pero otra razón
golpeó a la agricultura en general. No es otra que la baja cotización de la
moneda norteamericana en nuestro mercado de divisas (Fuenmayor, II, 1976:
158). Como explicamos en la primera parte de esta investigación, durante la
primera guerra mundial se produce un fortalecimiento del capital
norteamericano, que desplaza a Gran Bretaña como principal potencia
financiera mundial.
El orgullo inglés no iba a aceptar esta circunstancia sin pelear, y cuando su
economía, finalizada la crisis de 1921, comienza un período de cierta
recuperación, tratan de tomar medidas que le permitan reasumir el rol
protagónico. Es por esto, que dejando a un lado su orgullo, proceden a la
devaluación de la libra esterlina, lo cual implicaba un fortalecimiento del
bolívar que pasaba de Bs. 30 a Bs. 10 por libra esterlina (Redondo, 1984:
251). Sin embargo, esta medida que abarataba en un tercio los productos
británicos, no trajo para ese país los beneficios esperados, ya que los Estados
Unidos, compelidos por la crisis iniciada en 1929, procedieron a una medida
similar de devaluación, pasando la moneda norteamericana de un máximo de
Bs. 5,20 a Bs. 2,50 por dólar (Esteves, 1995: 186; Carrillo, 73; 1992: XLV)
Con estas medidas los agricultores venezolanos vieron descender sus
ingresos a la mitad, ya que las divisas extranjeras que recibían por la venta de
sus productos, frente a un bolívar fortalecido, representaban un ingreso
menor. Muchos productores agrícolas, se vieron en la circunstancia de no
poder honrar las obligaciones que tenían con las instituciones financieras, las
cuales no tuvieron otra alternativa que ejecutar las hipotecas y adueñarse de
las haciendas. Pero siendo haciendas perdidosas, más que un activo,
constituían una carga para los bancos y casas comerciales que no lograban
colocarlas en el mercado.
"Durante el período 1909-1913, Venezuela ocupaba el segundo puesto entre
los exportadores de café, contribuyendo con el 4,6% de las exportaciones
mundiales. En 1933, Venezuela ocupó el séptimo puesto, y sus exportaciones
sólo compusieron el 3,8% aproximadamente, del total mundial..." (Adriani;
1984: 336-337. En: Carrillo, 73; 1992: XLVI)
El Estado, para evitar una caída en cadena de la actividad agrícola, introdujo
un convenio cambiario, por el cual los dólares se compraban a Bs. 3,33 y se
vendían a 3,35. Sin duda era un alivio para algunos agricultores, pero si
tomamos en cuenta que la moneda norteamericana en épocas pasadas llegó
a cotizarse a Bs. 12, y su precio habitual rondó los Bs. 6, 00, el control
impuesto por el Estado no era suficiente para revertir la merma del sector
agrícola (Fuenmayor, II, 1976: 159)
Para la época, el Banco de Venezuela, que por contrato con el ejecutivo
nacional, estaba obligado como Banco Auxiliar de la Tesorería a la regulación
de la circulación monetaria del país, por medio de su presidente se reúne con
el gerente del Banco Caracas y con las compañías petroleras. La intención
era acordar un convenio que permitiera un alza de la cotización del dólar
(Estéves, 1995: 186)
Este acuerdo que se conoce con el nombre de Convenio Tinoco, por ser
impulsado por el Dr. Pedro Rafael Tinoco, permitía la estabilización del tipo de
cambio y evitaba las variaciones bruscas que tanto daño hacían a la
economía. Este sistema se mantuvo hasta el año 1960, cuando frente a la
crisis cambiaria de noviembre de ese año se fijo un control de cambio
moderado, y hasta 1964 cuando el bolívar fue devaluado en un 30%. Para las
compañías petroleras el convenio significaba una ventaja ya que tenían que
traer menos dólares para cubrir sus obligaciones en el país en moneda
nacional.
"Este convenio trajo consecuencias importantísimas para Venezuela, en
primer lugar, nuestro país no devaluó en la misma proporción en que lo había
hecho el Gobierno norteamericano, jamás se regresó a un tipo alto de dólar a
Bs. 5,6 o 7 como prevalecía en la década de los veinte, para quedarse en un
tipo fijo y único de cambio a Bs. 3,93 el cual representó un subsidio para
importar de todo en el país, y posteriormente dificultaría la instalación de
industrias, obligando a las autoridades a implantar elevados aranceles. Por
otra parte, algunos piensan que este tipo de cambio había que imponerlo para
obligar a las petroleras a gastar más en Venezuela por sus operaciones"
(Estéves, 1995: 187).
Sin embargo, lo relativo al tipo de cambio no se asumió de manera pacífica.
Para la época implicó un gran debate entre los que consideraban que debía
realizarse una devolución de la moneda, incluso del cien por ciento, contra los
que pensaban que el camino acertado era el contrario.
No se trataba de una discusión estéril. Los partidarios de la devaluación
pensaban en la reflotación del sector agrícola. Por su parte los que defendían
el mantenimiento de un bolívar fuerte alegaban que las empresas extranjeras
debían pagar sus derechos en bolívares, en consecuencia una devolución
implicaba un beneficio. No obstante, la postura venezolana es atípica en
relación con la realidad de otras naciones, la mayoría de las cuales tomaron el
camino de la devaluación (Caballero; 1993: 331; Redondo, 1989: 248)
Sobre el particular comenta Uslar Pietro:
"El establecimiento de un sistema de cambios diferenciales, que fue lo que se
llamó `Convenio Tinoco´, porque, ante la plétora de dólares que la actividad
petrolera lanzaba sobre el país y la incapacidad de la economía venezolana
de absorberlos, se corría el riesgo de que el bolívar se fuera valorizando cada
vez más frente al dólar hasta llegar a unos niveles que harían totalmente
imposible las exportaciones tradicionales. Se hizo el primer convenio por el
cual no ingresaba al mercado de divisas del país sino la parte que la actividad
normal podía absorber y el resto se esterilizaba en el Tesoro nacional en
forma de oro" (Uslar, 1991: 41)
Pese a todo lo dicho, nos parece que el establecimiento del convenio tendrá
sus consecuencias negativas, ya que "...dará un resultado espléndido en el
corto plazo, y según criterios de la más primaria economía: al morir Gómez,
dejará como herencia la moneda acaso más sólida del mundo. Pero en el
largo plazo, aun dentro de los moldes de la más ortodoxa economía, el
resultado será catastrófico: Venezuela acentuará su condición no sólo mono-
exportadora, sino poli-importadora" (Caballero; 1993: 331-332)
La ruina del sector agrícola no implicó para la economía venezolana una
carencia de recursos. Para 1930 la producción petrolera alcanzaba los 136
millones de barriles. Mientras, el café caía de los 133,7 millones de bolívares
que produjo en 1929 a 68 millones de bolívares para 1930, fenómeno
ocasionado por una coincidente disminución de la exportación y de los
precios. Para 1931 el volumen exportado sube, pero la debacle en los precios
hace que el ingreso por este rubro apenas sume 65,4 millones de bolívares.
En cuanto al cacao también se produce una disminución de la exportación y
de los precios, en consecuencia de 24,1 millones de bolívares en 1929 se
pasa a 17,2 millones. En 1931, aunque el nivel de exportación se mantiene, el
descenso de los precios hace que el ingreso monte 15 millones de bolívares
(Carrillo, 73; 1992: XLIII-XLIV)
Ese año 1931 para conmemorar los primeros cien años de la muerte del
Libertador, el gobierno se planteó el pago de la deuda externa. Esta erogación
afianzaba al gobierno gomecista en el plano internacional, ya que coincide
con una moratoria generalizada de los países hispanoamericanos, en virtud
del rigor de la crisis que los afecta (Esteves, 1995: 188)
Tomás Polanco Alcántara nos transmite una anécdota que pone de relieve la
postura de Gómez en estos asuntos:
"Cuando se supo del mensaje de Gómez al Presidente, el Dr. José Gil Fortoul,
en una conversación privada tenida en Maracay con el General Gómez, le
hizo ver que si la suma que sería utilizada en pagar la deuda externa, en vez
de destinarla a ese fin, se colocaba en el mercado mundial, podría obtenerse
un beneficio para la República, pues era posible recibir un provecho de 8%
mientras que Venezuela solamente estaba pagando por sus deudas 3%. La
respuesta de Gómez fue categórica: `Doctor Gil, usted tiene razón, pero pobre
no debe´" (Polanco; 1990: 403)
Sin embargo, las erogaciones por la conmemoración del centenario,
específicamente lo destinado al pago de la deuda, impactaron el presupuesto
de la nación, al punto que el ejercicio económico 1930-1931 cerró con el
mayor déficit que se haya registrado hasta la fecha (Veloz; 1984: 369).
Para los años 1932-1933 la crisis del sector agrícola continua agudizándose y
muchos cosecheros mantenían en depósito inmensas cantidades de café al
cual era imposible darle salida. Ni siquiera la incineración de grandes
cantidades de sacos, como la ocurrida en Brasil, ayudó a detener la
decadencia del sector. Se estima que para 1934 el consumo de café había
disminuido en un 12%, y aunque hemos señalado que no era la única causa
de la crisis, sin duda influyó en el agravamiento de la situación. El poder
adquisitivo se había reducido de manera tal que el café era casi que un
producto de lujo (Adriani, 1984: 233-234)
Los años 1932-1933 se caracterizaron por una baja sensible de los precios en
los mercados internacionales, realidad que repercutió en la economía
venezolana. Los años siguientes no fueron distintos. 1933-1934, asistimos a
una crisis del sector bancario que no llegó a los niveles de desastre financiero
por la intervención del Gobierno que sacó a flote el Banco Mercantil y
Agrícola, inyectándole ocho millones de bolívares (Veloz; 1984: 376-378) Esta
institución había concedido créditos a la agricultura, especialmente al cacao,
pero también al café, en la época de la bonanza, pero sobrevenida la crisis los
cosecheros se encontraron imposibilitados para cumplir con sus obligaciones.
Cabe destacar que para el momento que historiamos, sólo el Estado tenía la
capacidad para reflotar una institución financiera, y el Doctor Pedro Tinoco
logró la indispensable aprobación del benemérito para hacerlo. Sin duda la
medida fue acertada y evitó una profundización de la crisis.
Los años 1934 y 1935, últimos del general Gómez, no sólo el café, sino la
producción tradicional en general, continua deprimida por efecto de la crisis.
Más allá de algunos repuntes puntuales, la disminución tanto en exportación
como en precios es notoria.
Específicamente en 1934 el gobierno establece entre otras cosas una política
de subsidios para los productores de café y cacao. Se repartieron diez
millones de bolívares que constituyeron un alivio, pero los males eran
profundos. Arturo Uslar Pietri al considerar este fenómeno señala:
"Venezuela había vivido del café y del cacao toda su vida, y esa era la primera
vez que el café y el cacao no sostenían a Venezuela, sino que el Gobierno de
Venezuela sostenía al café y al cacao" (Uslar, 1991: 41)
En esos mismos años, las casas comerciales tenían como política la
concesión de créditos a los agricultores, garantizados sobre la cosecha futura.
Cuando este esquema se quiebra como consecuencia de la situación
económica crítica, se produce una reacción en cadena, ya que el colapso de
las casas comerciales genera el colapso de sus dependientes. Recordemos
que para la época el sistema financiero era reducido y muchas de estas casas
funcionan como instituciones de intermediación financiera. Además, muchos
de sus activos eran haciendas de café y de cacao que habían quedado en sus
manos, cuando los cosecheros no honraban sus compromisos, circunstancia
que las afectaba doblemente (Carrillo; 1993: XCVII)
El 17 de diciembre de 1935 morirá el general Juan Vicente Gómez, con quien
también muere una etapa política, en la que la conformación de un estado
nacional centralizado es la característica más resaltante. Pero también se
cierra este período de crisis económicas, ya que coincidencialmente, el año
1935 marca el inicio de un proceso de desarrollo económico, de signo
petrolero, que abrirá las puertas de la modernización a Venezuela.
Consideraciones finales
En conclusión, las crisis de la economía mundial que se presentan en los
comienzos de los años veinte y al final de esta década con extensión hacia la
siguiente, tuvieron un impacto significativo en la realidad venezolana. Sólo el
desarrollo de la actividad petrolera apartará a Venezuela del camino de la
catástrofe económica, sin embargo, el costo de todo este proceso fue el
fenecimiento de la economía agrícola a la que la crisis sorprendió con una
deficiencias estructurales que impidieron que pudiera sobrevivir al impacto de
la crisis.
Notas
Deflación. Concepto opuesto al de inflación; pues, mientras esta representa la
existencia excesiva de numerario o de poder adquisitivo en manos de los
consumidores en relación con la oferta de mercaderías, así como la existencia
de grandes cantidades de dinero inactivo en los depósitos de los bancos
(Serra Moret), la deflación se produce cuando las circunstancias se
encuentran invertidas; es decir, cuando la oferta de mercaderías supera al
numerario o al poder adquisitivo de los consumidores. (Manuel Ossorio,
Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales, página 207)
"Económicamente la guerra supuso un fuerte aunque pasajero trauma para
Hispanoamérica. El río de capitales y de inmigrantes europeos cesó
repentinamente. Las exportaciones a Europa se redujeron también
temporalmente a causa del destino de los barcos mercantes a otras misiones.
Pero estas exportaciones se recuperarían rápidamente debido a la urgente
necesidad que tenían los aliados de productos alimenticios y de materias
primas" (Parry, 444)
La prosperidad hispanoamericana no fue uniforme, ya que la disminución de
la demanda de los nitratos chilenos y de la carne de Argentina y Uruguay,
generó una dura situación económica para estos países.
Significa estallido, golpazo, estruendo, choque, fracaso, quiebra, bancarrota
(Castillo, 1987: 319).
Un fenómeno que tuvo honda repercusión en la crisis fue la especulación a
crédito. El particular acudía a un tercero (agente de bolsa). Obtenía de este un
crédito y compraba los títulos de la bolsa, que pasaban a garantizar la
obligación. El agente por su parte obtenía su capital de un banco privado,
depositando los títulos en la entidad como garantía. Este banco, carente de
suficiente capital, recurría a los banco de la Reserva Federal para obtener
dinero, que se iba encareciendo a medida que se avanzaba en la cadena.
Vemos como se montaba una estructura de naipes, que cualquier corriente de
aire podía derrumbar.
"El 18 de octubre comenzaron a predominar las ventas. El sábado, 19, el
índice Times cedió 12 puntos, pero la prensa se encargo de tranquilizar a los
inversores: era una contracción pasajera del mercado. El lunes 21 las ventas
afectaron ya a más de seis millones de títulos. El miércoles, 23, se produjeron
nuevas pérdidas: el índice times bajó 31 puntos, de 415 a 384. Y llegó el
`jueves negro´, 24 de octubre de 1929. Fue la primera sesión de pánico real.
Se transfirieron 12.894.650 acciones, muchas de ellas a precios irrisorios. En
esta sesión se perdieron 13.000 millones de dólares. El lunes, 28, cesaron los
préstamos norteamericanos a Europa: la crisis pasó a ser mundial. Se había
abierto una era de depresión y desempleo. El martes, 29, fue el golpe
definitivo: se perdieron ese día más de 16.000 millones de dólares".(Redondo,
1989: 245)
Diversos autores han presentado los suicidios en masa como una de las
consecuencias de la caída de la bolsa de Nueva York. Sin embargo, aunque
es innegable su ocurrencia, autores como Galbraith que el fenómeno no fue
tan extendido y que en el mismo año 1929, cuando los negocios eran todavía
fructíferos, se pueden encontrar tasas de suicidios más elevadas.
"En efecto, en ese año (1919), nuestras exportaciones de café subieron a una
cantidad no superada ni antes, ni después, que fue de Bs. 151.428.568,43.
Igualmente, el cacao nos suministró una cantidad de dinero que tampoco
antes conocimos ni volvimos más tarde a recibir. Se trataba de la cantidad de
Bs. 39.086.569,90. Para entonces, el petróleo no representaba gran cosa en
la economía nacional, pues la explotación alcanzó solamente a Bs.
892.197,75 que, comparado con el café y el cacao, resultaba verdaderamente
irrisoria". (Fuenmayor, 155)
"...ya en el año 28 aparecen en las páginas de El Universal ciertos síntomas
que interpretamos como repercusión de la crisis del capitalismo en la
economía nacional. Veamos: El Juzgado de Comercio del Distrito Federal
publica en enero un edicto sobre la quiebra de José Manuel D´Andrea, cuyo
establecimiento `Casino Americano´ ha quebrado. El mismo juzgado publica el
8-1-28 un cartel fechado en diciembre de 1927, por el cual hace saber de la
quiebra de la firma Charles Torbay y Hno" (Molina, 1984: 229-230). Así como
éstas son muchos los edictos o carteles informando la quiebra de
empresarios.
"El 13 de septiembre de 1931 la libra esterlina es devaluada, produciéndose
de facto una revaluación del resto de las monedas. El Gobierno
norteamericano buscando desquitarse de este golpe monetario, mediante la
enmienda Thomas procede a embargar el oro amonedado, y a devaluar el
dólar rebajando su contenido de oro fino. Esto provoca que la paridad del
bolívar suba a 3,06 y la cotización del dólar descienda a Bs. 3,17 en febrero
de 1934. Ante esta situación los exportadores de café y cacao no encuentran
como obtener beneficios sin rebajar sus ya deteriorados precios" (Estéves,
1995: 186)
El informe de la firma marabina Ríbboli pone de relieve como los empréstitos
concedidos a Brasil estimulaban su industria cafetalera, realidad que iba en
detrimento de la venezolana. Dicho informe reza entre otras cosas lo
siguiente: "Cuando recientemente se confirmó la noticia de haber conseguido
Brasil un empréstito de 2.000.000 de libras esterlinas, entre nosotros causó
cierta sorpresa que el mercado, en lugar de afirmarse siquiera, continuara
registrando bajas importantes; pero sobre el particular la última
correspondencia llegada del exterior nos refiere que ese préstamo concedido
por un grupo de banqueros europeos y americanos y garantizado con
2.000.000 de sacos de café, servirá para ser aplicado al cubrimiento de un
empréstito viejo y vencido"
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Páginas web
www.pastranec.net
www.artehistoria.com
Résmil Eduardo Chacón Santana
resmilchacon[arroba]hotmail.com
FORMACIÓN
2005 - UCV, Universidad Central de Venezuela (Caracas, Venezuela)
Especialidad en Derecho Mercantil (En curso)
Asignaturas cursadas:
Derecho Mercantil Profundizado I
Derecho Mercantil Profundizado II
Derecho Mercantil Profundizado III
La empresa Mercantil
Títulos Valores
Atraso y quiebra
Comercio electrónico
Mercado de Capitales
Seguros
1999 - 2004 UCV, Universidad Central de Venezuela (Caracas, Venezuela)
Abogado. Mención de Honor Suma Cum Laude (19 puntos de promedio)
1995 UCAB, Universidad Católica Andrés Bello (Caracas, Venezuela)
Magíster Scienciarum en Historia de Venezuela Mención de Hornor Cum
Laude (18 puntos de promedio)
Tesis: "Aproximación a la Historia Colonial de Caucagua en el siglo XVIII"
Calificada con 20 puntos y derecho a publicación
1983 - 1988 UCAB, Universidad Católica Andrés Bello (Caracas,
Venezuela)
Licenciado en Educación mención Ciencias Sociales Mención de Honor Cum
Laude (18 puntos de promedio)
EXPERIENCIA LABORAL
2004 - actual Abogado litigante libre ejercicio en materia civil y mercantil.
2004 - actual Instituto de Creatividad y Comunicación, ICREA (Caracas,
Venezuela) Gerente General
1998 - actual UMA, Universidad Monteávila (Caracas, Venezuela).
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas:
Profesor de Metodología de la Investigación, Venezuela y su circunstancia,
Asistente de la asignatura Instituciones de Derecho Procesal II
Facultad de Ciencias de la Educación:
Profesor de Historia de la Cultura e Historia de Venezuela
1999 - 2004 UMA, Universidad Monteávila (Caracas, Venezuela) Decano de
la Facultad de Ciencias de la Educación
1990 - 2000 UCAB, Universidad Católica Andrés Bello (Caracas,
Venezuela) Profesor de Historia de Venezuela e Historia de la Civilización
1990 - 1998 Liceo Los Arcos (Caracas, Venezuela) Director Académico
1986 - 1990 Liceo Los Arcos (Caracas, Venezuela) Profesor de Educación
Básica, Media y Coordinador
1989 - 1992 Liceo Alonso Andrea de Ledesma (Guarenas, Venezuela)
Profesor de Historia y Geografía
Venezuela, Caracas, 2006
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