Historia ecológica iberoamericana. De los Mayas al Quijote.
Antonio Brailovsky
Selección de Cátedra - PET Americana y Argentina 2019
Segunda parte: EL AMBIENTE EN AMÉRICA
8. EL AMBIENTE EN LA PREHISTORIA DE AMÉRICA.
A menudo extendemos sobre los pueblos que nos precedieron la
misma mirada de subestimación que los conquistadores aplicaron
sobre los dominados. Se supone que hay hombres y sociedades que
son “primitivos” y que enfrentan problemas “simples”, en tanto que
nosotros, más evolucionados, enfrentamos problemas “complejos”.
En “Un yanqui en la corte del Rey Arturo”, Mark Twain141 nos enseñó
cómo un hombre del siglo XIX, con algunos conocimientos prácticos
de electricidad y pirotecnia, podía llevarse por delante a la corte
entera del mítico soberano de Camelot.
En este capítulo someteremos a crítica algunos de esos criterios.
Cada sociedad humana posee su propia complejidad y sus propias
reglas para percibir esa complejidad. Es difícil imaginar una vida tan
simple como la de un empleado de las grandes cadenas
internacionales de venta de hamburguesas, con sus mínimas acciones
previamente pautadas por un manual provisto por la empresa. Y es
difícil imaginar un día más complejo que el de un cazador-recolector
de una selva tropical, atento permanentemente a miles de estímulos y
tomando cientos de decisiones para su propia supervivencia y la de su
familia. Esa vida cotidiana en relación directa con la naturaleza es tan
compleja que muchos pueblos americanos de cazadores-recolectores
tuvieron la costumbre del matrimonio de personas de edades muy
diversas. Un hombre joven se casaba con una mujer mayor, que lo
entrenaba a lo largo de los años en la difícil supervivencia en la selva.
Cuando ese hombre, ya mayor, enviudaba, se casaba a su vez con una
mujer joven que repetiría el aprendizaje y así sucesivamente142.
Y si analizamos en términos de proyectos sociales, tal vez no exista
ninguna sociedad contemporánea capaz de llevar adelante un
proyecto de la complejidad de crear artificialmente una planta que
fuera a ser la base de su alimentación. Tal vez ninguna sociedad actual
pueda mantener la continuidad en el muy largo plazo de un proyecto
biológico de la envergadura de la creación del maíz.
UN ANIMAL QUE USA EL FUEGO.
Está muy generalizada la creencia que sostiene que los problemas
ambientales son una exclusiva consecuencia de los procesos recientes
de urbanización e industrialización. En realidad, ése es un caso
particular de incidencia sobre el medio ambiente, pero todas las
sociedades humanas tienen una particular relación con la naturaleza.
En consecuencia, existe una problemática ambiental específica de
cada una de las formas de organización social. Esto ocurre desde los
primeros estadios del desarrollo de nuestra especie.
El proceso de hominización nos lleva a definir nuevas relaciones con
el entorno, cualitativamente distintas de las que establecen los demás
animales. Esto genera situaciones que podemos definir como
ambientales, en la medida que implican un modo de relación con el
entorno natural, especifico de nuestra especie.
La aparición del hombre significó el comienzo de una modificación
en gran escala de los ecosistemas del planeta. Sabemos que cualquier
especie nueva puede alterar su ecosistema de algún modo: un nuevo
vegetal significará la oportunidad para aves que aniden, insectos que
polinicen o roedores que coman. Un herbívoro disminuirá en algo la
cantidad de vegetales, competirá con otros semejantes a él y estará
disponible para ser comido. Un carnívoro hará bajar las poblaciones
de aquellos herbívoros que se come; y así sucesivamente hasta
recuperarse alguna forma de equilibrio. Esta forma de
funcionamiento de los sistemas naturales comienza a modificarse hace
un par de millones de años, con la llegada de nuestros primeros
antepasados. El desarrollo de las diversas culturas y los avances
tecnológicos permiten que los seres humanos alteren los mecanismos
naturales de regulación de las poblaciones animales.
Como sabemos, los herbívoros comerían todos los pastos a su
disposición (y después morirían de hambre) si no fueran, a su vez,
comidos por los carnívoros. A su vez, las poblaciones de carnívoros
están reguladas por la cantidad de herbívoros disponibles. No pueden
ir más allá porque no tendrían de qué sustentarse. Esto hace que en
el largo plazo, las biomasas de pasto, de conejos y de zorros
permanezcan más o menos equilibradas en torno a ciertos valores
promedio. Están condicionadas por una cantidad de factores
ambientales, entre los cuales la producción de fotosíntesis es el más
determinante.
Pero la aparición y el desarrollo de las tecnologías productivas hace
que los seres humanos reduzcan continuamente los límites que la
naturaleza impone a su especie. Desde la invención de la agricultura
y la ganadería (cuando empezaron a escasear los animales para cazar
y las plantas para recolectar) hasta la detección de recursos naturales
mediante imágenes de satélite (cuando comenzaron a escasear esos
mismos recursos naturales), la tecnología aumenta la disponibilidad
de alimentos y, en general, de recursos para los seres humanos. Es
decir, aumenta la capacidad de carga de los ecosistemas del planeta
en relación con nuestra especie.
Esto significa, por una parte, una tendencia al crecimiento más o
menos continuo de las poblaciones humanas, lo que no ocurre con
ninguna especie sujeta a los mecanismos de la naturaleza. Pero
además, cada crecimiento poblacional termina agotando las ventajas
logradas por el avance tecnológico que le dio origen. El resultado es
que nuestra especie vive largos períodos de su historia actuando sobre
el límite de carga de los ecosistemas que utiliza. Pero además, la acción
del hombre sobre la naturaleza va mucho más allá de su triple rol
como comedor de vegetales, carnes o desperdicios143. Nuestra
incidencia no es sólo por lo que comemos sino especialmente por
nuestra capacidad para alterar el entorno.
Pensémoslo de este modo: lo primero que hicimos al humanizarnos
fue acceder al fuego. No había forma de hacerlo antes. Para poder
acercarse al fuego, para ser capaz de manipularlo, de conocer sus
efectos y de preverlos, hay que tenerle miedo primero; después poder
reflexionar sobre ese miedo y transformar el pensamiento en acción.
Esa capacidad de operar sobre lo abstracto y aplicarlo a la vida, es lo
que nos hace humanos. Es también, un primer abismo frente a
animales que tienen organización social (como las abejas y las
hormigas), o tienen un lenguaje complejo (como los delfines, cuyo
lenguaje es aun más complejo que el nuestro144) o utilizan
herramientas (como los chimpancés), o cultivan vegetales y crían
animales (como algunas especies de hormigas que crían pulgones).
Los primeros grupos humanos usan el fuego para cazar y para
modelar su entorno. Tal vez por haber sido comidos desde tiempos
ancestrales por los grandes depredadores de la selva, tengamos una
marcada preferencia por los espacios abiertos. La visión del horizonte
nos serena y eso nos lleva a despejar nuestro entorno de árboles, desde
los lejanos tiempos en los que esos árboles servían de escondite a
quienes nos comían.
Pero además, la quema de pastizales, el incendio de bosques, se
practican desde el fondo de los tiempos para aterrorizar a las piezas
de caza, concentrarlas y llevarlas hacia una emboscada o despeñarlas
en un barranco. La dramática imagen de las revistas dominicales, de
un grupo de cazadores peludos y ataviados con pieles que rodea a un
mamut y lo ataca con pequeñas hachas de piedra es absolutamente
inverosímil. Ninguna tribu perdería a varios de sus mejores hombres
para intentar comerse un mamut. En cambio, sí, es probable que esas
hachas de piedra se usaran para trocear un animal ya caído.
Mientras unos cazadores prenden el fuego y avanzan creando una
media luna de altas llamaradas que conducen hacia el despeñadero,
otros esperan en un escondite. Hay indicios que sugieren que así se
extinguió el rinoceronte lanudo europeo, hace unos catorce mil años.
Sus osamentas cubren los campamentos trogloditas de esa época. Lo
mismo ocurrió con el oso gigante de las cavernas y el ciervo de las
turberas. Las grandes batidas de caza con ayuda del fuego
provocaron una gran mortandad en las tropillas de caballos salvajes
y bisontes que frecuentaban las llanuras euroasiáticas. Por supuesto
que se trata de una técnica de caza efectiva, pero sumamente
destructiva. Implica la muerte de muchos más ejemplares de los que
efectivamente pueden utilizarse, más la destrucción del habitat de
otros muchos y la pérdida de los recursos alimenticios del área
incendiada. Como vemos, no siempre el buen salvaje cuidaba su
entorno. Vale la pena destacar que al tiempo de la conquista, los indios
norteamericanos habían desarrollado técnicas de caza diferentes, que
implicaban un menor despilfarro de recursos faunísticos.
Hace quince mil años, se extinguió en Australia un roedor gigante.
Poco más tarde desapareció el mamut del norte de Europa y de
América, y pronto lo siguió el bisonte antiguo, todos aparentemente
eliminados por nuestros antepasados. A fines del paleolítico, habían
desaparecido quince grandes especies de mamíferos, con indicios de
intervención humana en casi todos los casos.
En un período aún indeterminado, pero que podemos estimar como
anterior al año 13.000 a. C. llegan al continente americano cazadores
primitivos a través de Siberia. Se trataba, por supuesto, de un
ambiente muy distinto del actual: frío, glaciares locales, grandes
mamíferos. Había volcanes muy activos, que cubrieron grandes
extensiones con cenizas y lavas. Durante la era glacial los primeros
americanos cazaban grandes animales: caballos, mastodontes, etc. Es
probable que los cazadores hayan jugado un rol importante en la
extinción de esos animales.
"La fase terminal del último período glacial representó el punto
culminante de la caza mayor especializada en el Nuevo Mundo. En
algunos parajes de Venezuela, Perú, México, Idaho y Nevada, los
arqueólogos hallaron puntas de proyectiles bellamente trabajadas en
forma de hoja, buriles y hojas filosas que se pueden fechar entre los
años 13.000 y 9.000 antes de nuestra era. Algunos de los utensilios
nombrados se relacionan con especies extinguidas".
"Entre los años 11.000 y 8.000 antes de nuestra era, los cazadores
de caza mayor equipados con puntas estriadas y acanaladas,
desarrollaron su actividad en una amplia extensión de tierra de
América del Norte, pero hacia el año 7.000 antes de nuestra era, la
depredación y los cambios climatológicos producidos por los glaciares
en retirada dieron por resultado la total extinción de treinta y dos
géneros de grandes animales del Nuevo Mundo, incluyendo caballos,
bisontes gigantes, bovinos, elefantes, camellos, antílopes, cerdos,
perezosos y roedores gigantes" 145.
La extinción de una especie es un fenómeno complejo, en el que
interviene, obviamente, una mayor depredación, pero también
inciden cambios climáticos y modificaciones (naturales o artificiales)
en su habitat. Algunos animales no se extinguieron porque los
hombres se los hayan comido a todos, ya que los humanos no eran
tantos. Muchos de estos animales desaparecieron por no haber podido
adaptarse a los cambios que las variaciones climáticas y el fuego
reiterado provocaron en los ecosistemas. En muchos casos, esos
cambios estimularon el desarrollo de competidores mejor adaptados
que ellos a las nuevas condiciones del habitat.
Los hombres evolucionaron en un mundo cubierto por bosques en
algo así como el 80 por ciento de su superficie. Para cazar, para abrir
nuevas tierras al pastoreo o a la agricultura, para dejar espacio para
nuevos poblados, los hombres quemaron los bosques. El resultado:
transformamos un mundo de bosques en uno de praderas. Quizás el
mayor impacto ambiental de la historia sobre el planeta haya sido la
deforestación masiva que los seres humanos realizamos en el
paleolítico.
Una vez iniciadas las quemas, en muchos sitios la frecuencia de
incendios impide la reconstrucción del bosque. En otros, la extensión
del área deforestada es tal que se anulan los mecanismos de
autorregulación del ecosistema bosque. Si el clima es distinto del que
había cuando el bosque original se formó, es menor la probabilidad
de que se regenere. Lo reemplaza un amplio pastizal con arbustos y
algunos árboles dispersos.
El ecosistema entero se adapta. Desaparecen algunos grandes
mamíferos habituados a vivir en el bosque. Disminuyen las
poblaciones de pájaros que anidan sobre los árboles y aumentan los
que anidan en el suelo. La mayor frecuencia de incendios genera
mecanismos adaptativos, equivalentes a los de la selección natural.
Proliferan los roedores que viven en cuevas: conejos, ratones,
vizcachas. Los depredan carnívoros veloces como los zorros o grandes
caminadores cono los lobos. El tamaño promedio de las especies
disminuye. Casi inadvertidamente, por el sólo hecho de frotar dos
maderas hasta que aparezca una débil columna de humo, el hombre
comienza a modificar la Tierra de un modo irreversible146.
LA REGIÓN PAMPEANA ANTES DE LA CONQUISTA
La región pampeana parece haber sufrido varios procesos de
poblamiento y despoblamiento, en función de las variaciones
ocurridas en la disponibilidad de recursos naturales utilizables. En
primer término están los grandes mamíferos extinguidos, de los que
se conservan registros fósiles impresionantes. Una hipótesis razonable
es que muchos de esos animales no fueran oriundos de la pampa, sino
que llegaran en grandes migraciones provocadas por los cambios
ecológicos en sus lugares de origen. Es probable que "huyendo de las
condiciones en extremo desfavorables del interior, grandes cantidades
de mamíferos llegasen a morir entre los médanos de la costa, atraídos
allí por la ilusión de un precario refugio"147.
Algunos de estos animales eran: el megaterio, un herbívoro del
tamaño de un hipopótamo; el toxodón, de dimensiones parecidas; o el
gliptodonte, un peludo de dimensiones de pesadilla. Tan grande era el
gliptodonte que los primeros naturalistas argentinos dijeron que las
tribus prehistóricas utilizaban su caparazón vacía como vivienda,
afirmación que no tiene ningún respaldo arqueológico.
Estos animales pastaban en una llanura cubierta de pajonales de
gran altura. Esta llanura tenía bosques de araucarias, de los que hay
fósiles, pero su extensión precisa es controvertida. Los animales que
hemos nombrado coexistían con grupos humanos que los cazaban. En
1915 se encontró un todoxón con una punta de piedra clavada en un
hueso, señal de que alguien intentó cazarlo y el animal escapó
herido148.
Puede especularse sobre si la incidencia del hombre en la extinción
de estos animales fue alta o baja. Lo que sabemos es que
desaparecieron, como también los bosques que albergaban a muchos
de ellos. Los cambios climáticos generaron el ecosistema que
conocieron los españoles: un paisaje de altos pajonales, con casi total
ausencia de árboles y con animales pequeños que corrían o se
escondían en cuevas.
Los hombres eran cazadores y se desplazaban buscando su
alimento. Con la desaparición de los grandes mamíferos
prehistóricos, disminuyeron las posibilidades de caza en la región. Los
hombres emigraron hacia los bordes de la pampa, siguiendo a los
guanacos, hacia sitios como las sierras de Tandil y Ventana. El
guanaco se hizo, así, la base de la dieta del hombre prehispánico.
También su cuero proporcionaba vestimenta y era insustituible en la
confección de los "toldos" que usaban como habitación. Era frecuente
conducir las tropillas de guanacos salvajes hacia corrales que
actuaban como trampas. También se utilizaba la carne, el hueso y el
cuero. En el Museo de Ciencias Naturales de La Plata se conserva la
armadura de un guerrero indígena, hecha con doce cueros
superpuestos de guanaco.
Es decir, que la distribución de los hombres en el espacio estuvo
determinada por los guanacos. "Estos animales -dice Guillermo
Madrazo- prefieren, como es sabido, territorios ventilados y frescos,
lo que estarían en relación con su extrema sensibilidad hacia las
picaduras de insectos. Y estos últimos -la "sabandija" a que aluden
los antiguos viajeros (jejenes, mosquitos, tábanos)- eran
abundantísimos en la pampa deprimida virgen. Existen referencias a
que la "sabandija" era tan agresiva en los sitios bajos que en ocasiones
los propios caballos sedientos debían refugiarse en lo alto de los
médanos donde corría la brisa, sin poder acercarse a la orilla de las
lagunas"149.
Con los guanacos en la región serrana y en la Patagonia, en una
tierra sin cuevas y sin árboles, con pocos cursos de agua permanentes
y con bastantes lagunas saladas, la pampa estaba lejos de parecerse a
un paraíso. La mayor densidad de población se encontraba en los
bordes de ríos y lagunas y en el delta del Paraná. Pero el centro de la
pampa recién volvió a poblarse con la expansión de la hacienda
cimarrona, multiplicada a partir de las pocas cabezas que trajeron los
españoles.
Son interesantes los paralelos y diferencias con las formas de
relación con la naturaleza en las grandes praderas norteamericanas.
En ambos casos, el poblamiento indígena se efectuó en los bordes de
la gran llanura durante la época precolombina. La llanura fue
ocupada por las tribus nómades después de la introducción del
caballo, que representó cambios profundos en la forma de ocupación
del espacio.
En la gran pradera norteamericana, el objeto principal de la caza
era el bisonte (animal originario de esa pradera). En cambio, en la
región pampeana se pasó de centrar la economía indígena en el
guanaco (animal originario de los bordes de la pampa) a centrarla en
vacunos y equinos (animales introducidos y asilvestrados después de
la conquista).
EL ORIGEN DE LA AGRICULTURA AMERICANA
Las fases iniciales de la agricultura corresponden al período que va
entre el 6.500 y el 1.500 a.C. Para la mayor parte de los autores, el
evento más importante de la prehistoria es la obtención de la energía
alimenticia contenida en las plantas. Los estudios arqueológicos
revelan que a medida que disminuían las poblaciones de animales
salvajes (es decir, a medida que se agotaba la caza) se iba produciendo
un reemplazo progresivo en la dieta: cada vez menos carne y más
vegetales. Esto no ocurre por un mero avance del conocimiento, como
a veces se sugiere. En realidad, la caza es la conducta más racional
para alimentar a un grupo humano pequeño que se encuentra en un
ecosistema poco alterado. Es la actividad que rinde una mayor
cantidad de calorías en proporción al tiempo de trabajo que se le
dedica. El tiempo que los cazadores prehistóricos destinaban a
ganarse el sustento puede provocar la envidia de todos nosotros.
Cuando por las noches apagamos la computadora, al fin de una larga
jornada de trabajo, le hemos dedicado en un día el mismo tiempo que
aquellos “salvajes” le dedicaban en una semana.
Sin embargo, los paraísos suelen ser efímeros: la presión excesiva
de caza, generada por el aumento de la población en los períodos
favorables, llevó a diversificar las fuentes de alimentación. Podemos
imaginar la forma en que la invención de la agricultura provocó un
salto cualitativo en la historia humana. Muchos grupos de cazadores
y recolectores eran nómades. Sus desplazamientos eran estacionales:
tenían que seguir las migraciones de los animales o las épocas en que
se formaba el grano en las plantas silvestres.
Los grupos que viajaban preferían ir todos los años por el mismo
camino. Ya sabían dónde había agua, o donde crecían ciertas plantas;
en qué sitios acechaban los animales peligrosos o las tribus hostiles. Y
al reconocer sus campamentos abandonados del año anterior
encontraban mayor cantidad de plantas comestibles que en el
entorno, lo que era un buen motivo para volver siempre a los mismos
lugares en la misma época. Alguna vez descubrieron que eso sucedía
porque las semillas caídas o arrojadas después de la recolección
habían germinado. El paso siguiente fue sembrarlas
deliberadamente: cuando al año siguiente regresaran, tendrían
comida. Mientras la caza fue fácil, este conocimiento fue apenas una
curiosidad.
Por supuesto que si uno siembra algo, después no puede irse lejos y
dejar el alimento a merced de que otro lo consuma. Sembrar algo
equivale a quedarse para cuidarlo. Para esto, hay que escalonar
cultivos, es decir, encontrar plantas que den hojas o frutos, raíces
comestibles o tallos apropiados en diferentes épocas del año. Y
complementar la agricultura con la ganadería o la caza.
Afortunadamente, tenemos datos sobre cómo era la dieta en
diferentes períodos en una misma zona: el valle de Tehuacán, en
México, que se presentan en el cuadro siguiente. Tehuacán nos
interesa especialmente porque, a pesar de desmentidas de científicos
de otros sitios (aparentemente más fundamentadas en el patriotismo
que en la arqueología) allí se inventó el maíz.
En el primer período (entre los 7 mil y los 5 mil años a.C.), la
alimentación se basaba casi exclusivamente en la caza. Comían
caballos, antílopes, liebres y grandes tortugas. No tenemos registros
de intentos de domesticación de estos animales. En la estación más
favorable, la carne representaba un promedio del 89 por ciento de su
dieta, según los registros arqueológicos. En la menos favorable, el 76
por ciento de su alimentación era carne. Pero a medida que las
poblaciones humanas del valle crecían, las piezas de caza comenzaron
a escasear y la actividad agrícola las fue reemplazando. En el 2 mil
a.C., en la estación menos favorable apenas el 15 por ciento de la dieta
era de carne.
En el momento de la conquista, casi no quedaban en América
pueblos que fueran exclusivamente cazadores, salvo los habitantes de
las zonas tan extremas que en ellas no es posible la fotosíntesis, como
veremos al hablar de ellos.
ALIMENTACIÓN EN EL VALLE DE TEHUACAN
-estado mexicano de Puebla-
Períodos (años antes de nuestra era)
Ajuereado El Riego Coxcatlán Abejas
(3400-2300)
(7000-5000) (5000-3400) (2300-1850)
89%-76% 69%-31% 62%-23% 47%-15%
% carne en
alimentación
(según
estaciones)
Fuente: Harris, op. cit.
Encontrarse en el trópico significa la ventaja de una temperatura
constante todo el año, y por consiguiente, la posibilidad de más de una
cosecha al año. Esto facilita más que en otros climas el comienzo de la
agricultura y la vida urbana. En ese lugar, la presencia del maíz fue
un factor decisivo y significó al salto cualitativo que se observa en la
cultura que los antropólogos llamaron Abejas.
En los diferentes sitios en los que se desarrolla la agricultura, se
producen cambios culturales que modifican las relaciones entre los
géneros. El que la luna y la mujer tengan ciclos de 28 días produce
asociaciones entre ambas que trascienden las diferentes culturas. Se
considera a la mujer como más cercana a la naturaleza que el varón,
creencia que mantienen muchos grupos feministas actuales. En todas
partes, la agricultura ayuda a generar diosas femeninas de la
fertilidad, vinculadas con la tierra y con la luna. Aún nuestras iglesias
representan a María apoyada sobre un cuarto creciente, como una
lejanísima herencia de nuestros antepasados paganos.
Las creencias vinculadas con el rol femenino en los mitos se reflejan
en las prácticas cotidianas en muchas culturas americanas, tal como
describe un misionero en el Orinoco: “ Concluida esta faena, y una
vez ya quemada la labranza, no les queda que trabajar a los Indios,
según su detestable costumbre; porque el sembrar, limpiar, coger los
frutos y almacenarlos, todo pertenece ya a las pobres mujeres.
«Hermanos, (les decía yo) ¿porqué no ayudáis a sembrar a vuestras
pobres mujeres, que están fatigadas al Sol, trabajando con sus hijos a
los pechos? ¿No veis, que pueden enfermar ellas y vuestros hijos?
Ayudadles vosotros también. Tú, Padre, (respondían ellos,) no sabes
de estas cosas, y por eso te da lástima: has de saber, que las mujeres
saben parir, y nosotros no; si ellas siembran, la caña del maíz da dos
o tres mazorcas; la mata de yuca da dos o tres canastos de raíces; y
así multiplica todo. ¿Por qué? Porque las mujeres saben parir, y
saben cómo han de mandar parir al grano que siembran: pues
siembren ellas, que nosotros no sabemos tanto como ellas». “150.
EL MAÍZ, UNA PLANTA ARTIFICIAL
En muchas culturas mesoamericanas, el 90 % de las calorías
provenían del maíz. "Por encima de todos los cultivos hay que
mencionar el maíz indio, la única hierba silvestre importante del
Nuevo Mundo que fue transformada en un cereal alimenticio, de la
misma forma que los pueblos del Viejo Mundo habían transformado
sus hierbas nativas en trigo, cebada, centeno, avena y mijo. Desde
Chile hasta el valle del San Lorenzo, en Canadá, una u otra de las 150
variedades del maíz indio constituía la base de la dieta alimenticia de
los pueblos precolombinos"151.
El maíz es la planta más domesticada y evolucionada del reino
vegetal. A diferencia de los otros cereales, el maíz no puede
reproducirse por sí mismo, sino que necesita que los seres humanos lo
planten. Las hojas que cubren la mazorca y la protegen del ataque de
muchos pájaros impiden la dispersión de la semilla, tal como ocurre
con otras especies de cereales. Por eso no hay ni puede haber maíces
silvestres de hace miles de años. Esta absoluta dependencia de nuestra
actividad para una de las funciones primordiales de un ser viviente
nos da una idea del alto grado de artificialización sufrido por las
plantas silvestres que fueron antecesoras del maíz. No hay nada
comparable en los cereales originados en otros continentes.
El origen y la evolución del maíz han sido un misterio porque el maíz
ha llegado a nosotros altamente evolucionado, sin conocerse formas
intermedias. A pesar de extensivas búsquedas de las formas silvestres
de esta planta, no ha sido encontrada ninguna.
Mientras que los cereales del Viejo Mundo tienen variedades
silvestres que se preservan en la naturaleza, el maíz es conocido
solamente por la especie cultivada (Zea mays). Desde el siglo XIX
diversas teorías han sido expuestas para explicar el origen y la
evolución del maíz, la más popular de ellas acepta al teosintle 152de
Chalco (Zea mays ssp mexicana) como uno de los antecesores directos
del maíz.
El desarrollo el maíz doméstico a partir del maíz silvestre es un
ejemplo impresionante del uso de técnicas agronómicas y de selección
genética en etapas muy tempranas. Se basa en la selección de plantas
con un alto contenido de alimento disponible por planta. En largos
períodos, se van eligiendo como semilla las mejores mazorcas, lo que
permite ir aumentando la cantidad de granos por mazorca. Uno de
los lugares de origen del maíz es, precisamente, el mismo valle de
Tehuacán en el que las piezas de caza se habían ido agotando. Otro de
los lugares posibles es la costa del lago Titicaca.
Del teosintle al maíz
Se han podido encontrar restos de maíces silvestres de 80 mil años
de antigüedad; es decir, unos 50 mil años más viejos que los primeros
restos humanos conocidos en América. Los pueblos zunis, indios de
Nuevo México, lo saben bien: la palabra que en su idioma designa el
maíz, tawa, también significa antiguo153.
El maíz se cultivaba desde aproximadamente el 5.000 a.C., pero aún
era un cereal muy pequeño. Las primeras mazorcas no eran más
grandes que el dedo pulgar de un ser humano y durante al menos
2.000 años en lugar de molerlas para hacer harina las masticaban. Por
razones genéticas, al principio era difícil cruzar el maíz con otras
hierbas silvestres y producir variedades mejores y más productivas.
El primer maíz que se cultivó era prácticamente idéntico al
silvestre, y su tamaño era sólo un poco mayor debido a las mejores
condiciones de cultivo. Las primeras variedades de alta producción
no se desarrollaron hasta aproximadamente el 2000 a.C. y las
mazorcas de maíz modernas son unas siete veces más grandes que las
primeras variedades cultivadas. "Esta baja productividad durante las
primeras fases del desarrollo agrícola centroamericano hizo que
durante mucho tiempo fuese más económico recolectar el alimento de
las plantas silvestres que depender del maíz. Aún 2.000 años después
de la domesticación, las plantas cultivadas constituían sólo una cuarta
parte de la dieta. Hasta el 2000 a.C., la producción no fue lo
suficientemente grande como para mantener la vida de las aldeas, que
más tarde se desarrolló con bastante rapidez por toda
Centroamérica"154.
La leyenda sugiere que los antiguos agricultores habían encontrado
que había una planta silvestre, el teosintle, que les daba suerte.
Cuando esa planta rodeaba los campos de maíz, las mazorcas eran de
mayor tamaño. Recientes investigaciones demostraron que el maíz
actual procede de varios cruzamientos, de los cuales el principal es el
del maíz silvestre con el teosintle. Durante el largo período en que
coexistieron el cultivo con la recolección, el maíz silvestre fue
volviéndose cada vez más escaso hasta casi extinguirse hacia el
comienzo de nuestra era.
El maíz (Zea mays L.) fue domesticado en el hemisferio occidental;
él ha sido alimento, moneda y religión para el pueblo de México.
Durante siglos la historia nacional y las condiciones de vida de los
mexicanos han estado asociadas estrechamente a su cultivo. La
representación de plantas de maíz o partes de ellas, en esculturas,
códices y cerámicas, así como estudios de fósiles indican que México
fue el centro primario de su origen, domesticación y dispersión a otras
regiones de América del Sur hace 5.000 ó 6.000 años. Desde su
domesticación el maíz ha influido en el desarrollo de las grandes
civilizaciones de Mesoamérica. En América del Sur fue decisivo, junto
con otros cultivos, en el desarrollo de las civilizaciones andinas.
Las evidencias arqueológicas y de fitolitos encontrados en el valle
de México, indican que hace más de 6.000 años existían sociedades
preagrícolas sedentarias en el valle de México. Estas sociedades
pudieron ser los grupos que inicialmente comenzaron la
domesticación de plantas en el valle de México. En los estratos de esa
época se encontraron granos de teosintle, peces y pájaros. En estratos
que datan de unos 3.000 años a.C. destacan fitolitos de Amaranthus,
Physalis, Capsicum y polen de maíz. Los estudios de épocas más
recientes denotan una economía sedentaria, una alta tasa de
crecimiento poblacional, integración sociopolítica y manipulación y
domesticación del maíz.
Se estudiaron las evidencias arqueológicas de 50.000 especímenes
de maíz conservadas, procedentes de las localidades de Tehuacán,
Oaxaca, Chiapas, Valle de México, Sonora, Chihuahua y Nuevo
México. Al respecto, se sugiere que el maíz fue domesticado en una
región estrecha de México, entre el norte de Chiapas y el sur de
Ciudad de México. El tiempo señalado es de unos 5.000 años y algunas
muestras presentaron evidencias de introgresión de maíz y teosintle.
Los especímenes encontrados en las fases tempranas pueden
considerarse como teosintles semidomesticados o como formas
intermedias de maíz-teosintle, y pudo haber dispersión de tipos
intermedios fuera del valle de México. Hay evidencias para aceptar
una teoría difusionista para el maíz de los Andes. Según esto, el maíz
se originó en México o Guatemala, cruzó Centroamérica y llegó a
Panamá, donde existen indicios de su presencia desde hace 5.000 años.
Desde Panamá pasó a Colombia y Ecuador y alrededor del año 800
a.C. aparece en Venezuela.
La evidencia más antigua de la presencia de maíz en Sudamérica
proviene de Huachichocama (Argentina); el maíz se encontró en
asociación con ají (Capsicum), poroto o frijol (Phaseolus) en un
estrato fechado entre 7.670 a 6.720 años. De igual forma en Venezuela
los estratos más antiguos encontrados en Parmana - Orinoquía tienen
una fecha de 800 a 400 años a.C. 155
Los mitos mayas sobre la creación reconocen que la mayor parte de
las sociedades americanas no son imaginables sin el maíz. “Ésta es la
relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, todo en
silencio; todo inmóvil y callado y vacía la extensión del cielo. Esta es
la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre,
un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas,
barracas, hierbas ni bosques sólo el cielo existía”. En ese momento,
los dioses intentan crear al hombre de barro y se les deshace. Después
lo crean de madera, pero no tiene alma. El siguiente hombre es de
paja y se aterroriza porque se le rebelan los pequeños animales que
no quieren estarle sometidos. Finalmente, los dioses aciertan cuando
crean al hombre de maíz, porque ésa es la materia prima de la que
están hechos los hombres156.
Los dioses del mito amasan al primer hombre con harina de maíz.
El hombre, en cambio, realiza un larguísimo proceso de selección
biológica, mediante cruzamientos sucesivos eligiendo cuáles semillas
sembrar y cuáles plantas cultivar juntas, para ir aumentando
progresivamente el tamaño de las semillas y mazorcas y la
productividad de sus cultivos. A lo largo de una cantidad de tiempo
inabarcable para nosotros, los hombres de maíz construyen
colectivamente la planta que va a sustentar su vida y su civilización.
Posteriormente, el maíz se difunde y la misma operación selectiva se
repite por lo menos 150 veces en diferentes pueblos hasta producir las
150 variedades conocidas de esta planta. Los agricultores de cada uno
de estos pueblos, guiados por sus sacerdotes, siembran y cosechan,
observan y seleccionan las nuevas semillas durante incontables
generaciones para producir, cada uno de ellos, un maíz adaptado a las
condiciones ecológicas locales.
Es sugestivo el que tengamos una muy amplia bibliografía sobre los
aspectos botánicos del origen del maíz y casi nada sobre las
condiciones sociales en las que se desarrolló. Crear el maíz tal como
lo conocemos a partir de sus antecesores silvestres es una hazaña
impresionante, ya que significa la continuidad de un proyecto
biológico a lo largo de miles de años. ¿Somos capaces de imaginar un
proyecto de esa envergadura, ya que no de reproducirlo o de hacer
otro semejante? ¿O tal vez nos encontremos ante una escala de tiempo
en la que nuestras sociedades actuales se nieguen a pensar?
LOS AGRICULTORES TAMBIÉN MODIFICARON LA PAPA
Una zona que continuó a Mesoamérica en el desarrollo de la
agricultura fue Perú, que, en términos arqueológicos, incluye grandes
zonas de Bolivia y el Ecuador actuales. El maíz se extendió hacia el
sur desde Mesoamérica hasta llegar a los Andes hacia el 1000 a.C. y a
las regiones costeras unos 150 años después. Otras plantas como el
pimiento y los porotos fueron cultivadas en ambas áreas, pero a
partir de distintos progenitores silvestres.
La papa es originaria de las montañas andinas. "Se desconoce la
fecha exacta de su cultivo doméstico, pero sólo podría haber tenido
lugar una vez que la selección de los tubérculos hubo reducido los
venenosos niveles glucoalcaloides naturalmente altos"157.
Tenemos que recordar que la defensa natural de muchos vegetales
ante los herbívoros es el desarrollo de raíces venenosas. Este parece
ser el caso de los antecesores silvestres de la papa, ya que otros
tubérculos como una de las variedades de la mandioca, mantienen esa
toxicidad. Es probable que las cruzas destinadas a aumentar el
tamaño de las raíces de papa hayan tenido algo que ver en la
desaparición de esos venenos. La eliminación de esos venenos sólo
pudo haber sido gradual y sólo pudo haberse logrado en el muy largo
plazo.
¿Cómo se les ocurrió tomar la decisión de transformar la papa
silvestre? ¿Mediante qué técnicas se hizo la selección que llevó a la
papa actual? ¿Cómo fueron eligiendo aquellos ejemplares que iban a
sembrar, pensando que eso los acercaría más y más a la buscada papa
sin venenos naturales? ¿Mirarían si eran atacados por plagas? ¿Los
darían a probar a algún animal doméstico para ver si se intoxicaba?
Nuevamente, estamos ante proyectos de desarrollo agrario
pensados en la escala de muchas generaciones. ¿Somos capaces de
desarrollar proyectos semejantes en la actualidad? ¿Quiénes son los
primitivos?
LAS RAZONES DEL ASENTAMIENTO
En el largo plazo, la agricultura permite el asentamiento en
poblados más estables y de tamaño mayor de lo que puede sostener la
mera actividad cazadora o recolectora. Como un asentamiento
humano tiene que estar siempre al lado del agua, también se podrá
pescar.
Al mismo tiempo, aumentan las posibilidades de domesticar
animales y criar aquellas especies que no es posible llevar en largas
peregrinaciones. Los nómades asiáticos pueden llevar sus rebaños de
ovejas a grandes distancias, pero para criar pavos o cobayos es
necesario tener una vida sedentaria. Esto permite, además, atenuar la
vulnerabilidad del asentamiento ante los problemas derivados del
ciclo agrícola. La agricultura ofrece comida en determinados
momentos del año. La ganadería la ofrecerá en época
complementaria: cuando haya menos comida para los animales, será
el momento de sacrificar una parte de ellos, porque ser la época en
que no haya suficientes vegetales para consumir.
Para que este sistema de vida funcione como tal, requiere también
de la alfarería. Un pueblo nómade no puede transportar pesadas
vasijas de barro: desarrollará la cestería. Pero se necesitan envases de
barro cocido para mantener secos los granos entre una cosecha y otra.
La posibilidad de conservar los alimentos se constituye en una de las
principales ventajas de la vida sedentaria. Por eso, la cerámica
comienza a generalizarse recién hacia el 3000 A. C., aunque se la
conocía con anterioridad.
La agricultura significa acopio de cereales, exige lugares estables
donde realizarlo, requiere alguien que lo registre y quien lo
administre. La contabilidad lleva a inventar alguna forma de
escritura, que después podrá usarse para expresar pensamientos o
sentimientos, o para consolidar un orden social determinado.
El manejo de los excedentes conduce a una forma más compleja de
la división social del trabajo. Esto permite destinar amplios sectores
de la población a actividades distintas de la producción de alimentos:
se hacen posibles los palacios, los templos, las pirámides. Con ellos, la
pintura, la escultura, las obras hidráulicas y los hombres capaces de
desempeñar los más diversos oficios.
Al mismo tiempo, el que un grupo humano disponga de más comida
de la que inmediatamente necesita, le permite alimentar a personas
ajenas a él y forzarlas a trabajar en su beneficio. La invención de la
agricultura conduce así al establecimiento de nuevos modos de
servidumbre y esclavitud en una escala antes desconocida. Una cierta
forma de relación con la naturaleza nos moldea hasta tal punto, que
es capaz de hacer surgir lo mejor y lo peor de los seres humanos158.
En numerosas culturas, la división familiar del trabajo hacía que la
ganadería y la caza fuesen actividades masculinas, mientras que la
agricultura estaba a cargo de las mujeres. Esto ha generado el mito
de una era matriarcal (otro paraíso perdido) en el que el gobierno
estaba en manos de las mujeres y por esa razón no existía la guerra y
las relaciones humanas eran bondadosas.
No conocemos evidencias de semejante edad del oro. Toda la
bibliografía que hemos manejado habla de sociedades humanas en
conflicto unas con otras, bajo la presión de una población que crece
sobre recursos naturales escasos. En ese contexto, más tarde o más
temprano, tanto los patriarcas como las matriarcas se habrían visto
obligados a relaciones violentas con sus vecinos y con su propio
pueblo.
Hablamos de vida urbana temprana para calificar el período que
va aproximadamente entre los años 1500 al 900 a.C. Se trata de
pequeños poblados (10 a 12 casas), ubicados en su mayor parte en
lagunas o estuarios, y con dieta basada en pescado y maíz. Por
ejemplo, la civilización olmeca se desarrolla en una zona de muy alta
fertilidad y capacidad para la producción de maíz.
La pregunta siguiente es qué tipo de conclusiones podemos extraer
de los datos que hasta aquí tenemos. Un autor que acabamos de citar
sostiene que "esta larga transición hacia las comunidades sedentarias
tuvo un profundo efecto sobre la historia mundial. Significó que la
evolución de sociedades complejas en Centroamérica empezase 4.000
años después que en Europa y Asia. Así, cuando en el siglo XVI
llegaron a las Américas los primeros europeos, encontraron una
sociedad que era comparable en numerosos sentidos a las de
Mesopotamia del 2000 a.C."159.
Esto equivale a afirmar que las sociedades humanas siguen líneas
de evolución semejantes y que pasan todas por etapas comparables.
Podemos encontrar el origen de esa forma de pensar en las teorías de
Darwin, para quien los hombres habían evolucionado desde los
primeros estadios del salvajismo hasta la cúspide de la evolución, el
inglés victoriano160. Una resonancia de esa misma concepción aparece
en los escritos de un economista norteamericano de la década de 1960,
quien sostiene que las diferentes sociedades atraviesan estadios de
desarrollo parecidos a los de la vida de las personas. Para Rostow,
esos estadios son siempre los mismos y el punto más alto de la
evolución es, en este caso, la sociedad norteamericana161.
Esto es un punto de vista atendible, pero es sólo una de las formas
posibles de ver el tema. También podríamos poner el acento en las
diferencias entre las sociedades humanas, y en la dificultad de
asimilarlas a un patrón de tipo general. Esto supone aceptar que existe
una amplia diversidad en los caminos posibles de las sociedades
humanas. En nuestro caso, diferentes modalidades de relación con la
naturaleza tienen implicancias particulares en las diferentes
sociedades.
Por ejemplo, mientras en la Europa y Asia prehistóricas se puso el
acento en la domesticación de animales (aves, caprinos, vacunos,
ovinos, porcinos, equinos, camélidos, etc.), las culturas americanas se
basaron mucho más en la producción y consumo de vegetales.
Apenas se domesticaron los camélidos andinos (la llama y la
alpaca), los cobayos y algunas aves como los pavos. La lista de especies
animales americanas domesticadas es sorprendentemente reducida.
Esto hizo que dependieran de la habilidad de sus cazadores (y de la
oferta natural) para procurarse de la mayor parte de los productos de
origen animal: carne, cuero, pieles, plumas, dientes y garras.
En cambio, la cantidad de plantas domesticadas en América es
muchas veces mayor que las cultivadas en las sociedades
euroasiáticas. El algodón, la calabaza, la batata y el coco fueron
probablemente cultivados en forma independiente en ambos
hemisferios. La papa en sus múltiples variedades fue exclusiva de este
continente. Para sazonar los alimentos, en lugar de la pimienta y
mostaza, los pueblos americanos cultivaron vainilla y varios tipos
distintos de pimientos.
Entre las semillas comestibles contaron con el amaranto, el
cebollino, el mijo, el girasol, la quinoa, el apazote, el cacao, el maní y
varias clases de porotos. Además de las papas, los pueblos americanos
cultivaron una docena de plantas de raíces comestibles, como la oca o
la mandioca. En lugar de los melones de Eurasia, cultivaron media
docena de variedades de calabazas. Entre los frutos podemos citar el
tomate, la palta o aguacate, el ananá, la guayaba, la baya del saúco y
la papaya.
En otras palabras, que los primeros asentamientos de Europa o
del Medio Oriente se basaron en la sedentarización de pueblos
pastores, mientras que en América el peso de la agricultura era
muchísimo mayor, a punto tal que en algunos casos eran casi
exclusivamente agricultores.
Esto parece haber provocado condicionamientos tecnológicos y, en
el más largo plazo, sociales. La domesticación de animales de tiro lleva
a la invención de la rueda, la que es casi inútil sin ellos. Para aquellos
que creen que las concepciones tecnológicas son el motor de la
historia, una vitrina del Museo Nacional de Antropología de México
muestra un objeto inquietante: se trata de un carrito con ruedas,
usado hace muchos siglos como juguete infantil. Es decir, que la rueda
era perfectamente conocida por las culturas mesoamericanas.
Simplemente, no había buenas razones para usarla.
La domesticación de animales de tiro generará una línea de
desarrollo tecnológico que se basará en aparatos con ruedas,
completamente distinta de otra que no las utilice. Por ejemplo, los
incas movían grandes pesos apoyándolos sobre piedras esféricas, lo
que es más eficaz que usar ruedas si uno sólo dispone de la fuerza
humana y de la capacidad de coordinación de un grupo de hombres.
"Las culturas regionales tuvieron que responder a estas carencias
potenciando las estructuras organizativas y perfeccionando el trabajo
individual, ayudadas por otra diferencia, esta vez con ventaja a su
favor, con respecto al mundo euroasiático: el mayor rendimiento,
tanto absoluto como relativo medido en tiempo de trabajo, de los dos
principales cultivos americanos: maíz y patata"162.
Además, una cultura que utilice animales de tiro inventará el arado.
Esto aumentará la productividad del trabajo, al precio de impedir el
cultivo en aquellos terrenos en los que el arado no sea adecuado. Este
impedimento es más cultural que material: los pueblos que aran
simplemente considerarán imposible el cultivo en los sitios en los que
no pueden pasar el arado. Por contraste, los pueblos americanos
desarrollaron técnicas de cultivo específicas, basadas en la fuerza de
trabajo humana (sin apoyo animal alguno), lo que les permitió
cultivar terrenos que por su inundación (las chinampas de México) o
por su pendiente (las terrazas andinas) no podrían trabajarse
mediante arados. Desde el punto de vista de la relación con la
naturaleza se trata de situaciones muy distintas a las de la
Mesopotamia asiática, aunque muchos de los edificios construidos por
estas culturas se parezcan entre sí.
Sobre la relación de estas culturas con animales y plantas
domesticados, el naturalista Alejandro de Humboldt ofrece una
interpretación ecológica y señala diferencias con su propia cultura:
"Hallamos que en un país eminentemente fértil, una media hectárea
de tierra, plantada de plátanos de la grande especie, puede alimentar
más de cincuenta individuos, al paso que en Europa la misma
extensión de terreno no da al año más que 576 kilogramos de harina
de trigo, cantidad que no basta para el alimento de dos individuos.
Por esto, lo que más admira al europeo que llega a la zona tórrida, es
la poquísima extensión de los terrenos cultivados alrededor de una
choza habitada por una numerosa familia de indígenas".
"En las casas de los indígenas del Nuevo Continente, antes de la
conquista, había muy pocas aves domésticas, porque su conservación
y alimento exigen un cuidado muy particular en países recientemente
desmontados y cuyos bosques abundan en animales carnívoros de
toda especie. Además, la necesidad de los animales domésticos se hace
sentir menos en el habitante de los trópicos que en el de la zona
templada, porque la fertilidad del suelo le dispensa de labrar una
grande extensión de terreno y porque los lagos y los ríos están
cubiertos de innumerables pájaros, que se cogen con mucha facilidad
y proporcionan abundante comida.
"Un viajero europeo se admira al ver que los salvajes de la América
Meridional se dan muchísimo trabajo para amansar monos o ardillas,
al paso que no procuran domesticar un gran número de animales
útiles que se hallan en los bosques inmediatos. Sin embargo, ya antes
de la llegada de los españoles, los pueblos más civilizados del Nuevo
Continente criaban en los corrales varias gallináceas como pavos,
faisanes, patos, gallinetas, pavas de monte y loros, que se estiman
como una comida muy sabrosa cuando son jóvenes. Los antiguos
mexicanos tenían patos domésticos y todos los años les arrancaban las
plumas, lo que constituía un ramo importante de comercio"163.
9. EL AMBIENTE EN MESOAMÉRICA.
CIUDADES Y AMBIENTE URBANO EN AMÉRICA
En este capítulo analizamos la particular relación que tuvieron con
la naturaleza los pueblos mesoamericanos. Ponemos el acento en tres
estudios de caso de situaciones bien diferenciadas. En la Mesoamérica
precolombina tenemos grandes ciudades (Teotihuacán y
Tenochtitlán, con problemas urbanísticos semejantes a los de otras
metrópolis de la historia). Tenemos también núcleos urbanos como
los mayas, con una relación específica con la selva. Pero además,
encontramos el complejo proceso de construcción de nuevos
ecosistemas (chinampas) que sustentó la antigua ciudad de México
(Tenochtitlán).
Si nosotros pensamos que todos los pueblos siguen un camino
semejante, no debería llamarnos la atención la existencia de grandes
ciudades en la América precolonial. Equivale a reconocer que todos
los pueblos en determinado estado de desarrollo, reconocen las
ventajas de la vida urbana y se deciden a construir ciudades, las que
son cada vez mayores. Sin embargo, nada es obvio. Los procesos de
urbanización del Viejo Mundo han sido diferentes entre sí, aunque las
palabras se parezcan. Lo mismo ocurre con los del Nuevo Mundo.
Hay muchas maneras de hacer ciudades y muchos motivos diferentes
para hacerlas. Cada una de esas ciudades tiene diferentes
características del ambiente urbano, por los mismos motivos que las
condiciones ambientales son diferentes en Acapulco y Punta del Este
que en los suburbios industriales de San Pablo.
Estamos tan acostumbrados a vivir en ciudades de una forma
determinada que nos cuesta pensar en ámbitos urbanos diferentes de
los nuestros. Miramos las ciudades ajenas con los ojos de nuestra
cultura. Cuando el escritor alemán Goethe visitó las ruinas de
Pompeya, se asombró de la pequeñez y estrechez de las calles y casas.
Sintió que sus edificios eran "más una maqueta y una casa de muñecas
que edificios".
Para nosotros está claro lo que es una ciudad, pero los arqueólogos
que estudian restos de asentamientos antiguos, de culturas diferentes
de la nuestra, muchas veces se preguntan si están ante las ruinas de
una ciudad o de otra clase de asentamiento. Cada sociedad, cada
cultura, cada forma de organización de los seres humanos, estructura
asentamientos que cumplen funciones diferentes y que, por ende,
están organizados de otra manera. No todo asentamiento humano es
una ciudad y, a veces, encontramos testimonios medievales o antiguos
que usan ese nombre para referirse a lo que nosotros llamaríamos
pequeños poblados.
Por ejemplo, la Biblia cuenta que el rey Salomón contrató con
Hiram, rey de Tiro, que le enviara madera de los cedros del Líbano
para construir su famoso Templo en Jerusalem. Cuando a Salomón
se le acabó el dinero, le pagó entregándole "veinte ciudades en tierra
de Galilea"164. Por su parte, la famosa Micenas que encabezó el sitio
de Troya en la época de Agamenón, tenía una superficie amurallada
de apenas 4 hectáreas. Está claro que hoy no llamaríamos ciudades a
ninguna de ellas. Esto no quiere decir que toda ciudad antigua sea
necesariamente pequeña. En la Antigüedad existieron grandes
ciudades, aún para nuestra concepción actual. Roma y
Constantinopla, fueron verdaderas megalópolis, cumplieron
funciones como tales y tuvieron problemas ambientales derivados de
su tamaño. Algunos de esos problemas ambientales son comparables
a los de nuestras megalópolis actuales.
Los faraones casi no urbanizan esa delgada cinta contigua al Nilo
que fue el antiguo Egipto. Es necesario que Alejandro Magno
conquiste Egipto para encontrar la síntesis entre la magnificente
construcción egipcia y la concepción urbanística que llevó a edificar
Alejandría. Roma funda ciudades para consolidar su dominio sobre
las tierras conquistadas, y con ese fin urbaniza la gran cuenca del
Mediterráneo. Roma domina urbanizando, en tanto que Atila y
Genghis Khan dominan arrasando ciudades. Mientras que asirios y
babilonios necesitan de sus ciudades como centro de la administración
de enormes sistemas de regadío. Los teotihuacanos lo harán de una
manera muy semejante a los hombres de la Mesopotamia asiática y
los incas de un modo muy distinto.
Esto hace que los especialistas intenten definiciones de ciudad, para
ponerse de acuerdo en cuáles son las características de lo que tienen
delante. Vamos a enunciar algunos de los criterios que se utilizan para
tratar de definir lo específico de una ciudad165. Se trata de
aproximaciones tentativas. Vemos que mencionarlos no aclara las
dudas sino que tiende a reforzarlas:
1. Una ciudad tiene una unidad física y administrativa.
Esto parece obvio, pero hay bastantes ejemplos en contrario. Berlín
es una sola ciudad, y en los tiempos en que un muro la dividía, siguió
siendo una sola ciudad, aunque careciera de unidad administrativa.
Del mismo modo, desde el punto de vista de las funciones urbanas, el
Area Metropolitana de Buenos Aires se comporta como una única
ciudad, aunque esté dividida administrativamente.
Ni siquiera se cumple del todo el tema de la unidad física al hablar
de una ciudad. Los urbanistas consideran que los asentamientos del
Alto Valle del Río Negro, en la Patagonia, constituyen una única
ciudad, aunque de tipo discontinuo. Del mismo modo, en la
Antigüedad, el puerto de El Pireo estaba próximo a Atenas pero era
parte funcional de la capital griega.
2. Una ciudad tiene una población de varios miles de habitantes (los
lugares de unos mil se consideran casos límite).
Es cierto, pero obviamente no basta. Una fortaleza, una colegio, un
presidio, un hospital o un country pueden tener esa población y no
serían considerados ciudades.
3. Existe una marcada división del trabajo y diferenciación social bien
definidos.
Esto se liga con la idea de Max Weber de que en una ciudad la gente
se abastece en el mercado local y es claramente, una característica de
nuestras ciudades. ¿Podemos imaginar ciudades diferentes de las
nuestras, ciudades con una mínima división social del trabajo? ¿O la
división del trabajo es esencial a la vida urbana?
4. Se observan diversidad de construcciones.
Lo que equivale a decir edificios con funciones diferenciadas. Por
eso, un conjunto de templos egipcios no es una ciudad, aunque
albergue a una gran cantidad de personas. En el caso de Tenochtitlán
claramente nos encontramos con una ciudad. ¿Ocurre lo mismo con
todas las ruinas mayas que conocemos o sólo con algunas de ellas?
5. Hay un modo de vida urbano.
Es el punto más difícil de definir y de probar su existencia en un
momento y lugar determinados, especialmente cuando estamos ante
restos arqueológicos, con pocos testimonios escritos. Mucho más,
cuando nuestro modo de vida urbano no tiene por qué coincidir con
el de otros pueblos. Machu Picchu y Constantinopla tuvieron una
importante actividad agrícola en el interior de la ciudad; ¿esto hace
menos urbano su modo de vida? Desde este punto de vista, es
sugestivo pensar que Teotihuacán fue una ciudad mientras estuvo
habitada y dejó de serlo cuando se transformó en centro ceremonial.
Es obvio que las condiciones ambientales de una y de otro son
cualitativamente distintas.
6. El asentamiento cumple funciones como centro de un entorno.
Nuevamente, cada respuesta nos lleva a formularnos otros
interrogantes: Londres es, sin duda, el centro de un entorno. Lo
mismo Madrid o Nueva York. Pero también el Oráculo de Delfos fue
el centro de la vida espiritual y política de Grecia, e influyó sobre un
entorno mucho mayor que el que nunca tuvo Atenas, sin que esto le
haya dado a Delfos carácter de ciudad.
En otras palabras, que nuestra aproximación a lo que es una ciudad
tendrá un fuerte sesgo intuitivo, aunque basada en los criterios
mencionados, cuyos alcances y limitaciones hemos visto.
Agregamos que "en la Antigüedad clásica, la ciudad constituía un
conjunto inseparable del campo circundante. Tanto griegos como
romanos, que alababan la agricultura, estaban profundamente
convencidos de que la ciudad era lo que permitía llevar una vida
civilizada. Era la ciudad donde, por costumbre secular, se residía
desde siempre en la zona mediterránea. La expansión del Imperio
Romano tuvo en realidad el aspecto de un proceso de urbanización.
En las provincias fronterizas los grandes campamentos militares
habían desempeñado el papel de ciudad. A través de diversos procesos
la forma urbana se extendió desde el Asia Menor y las civilizaciones
del Próximo Oriente, a las regiones del Danubio y del Rin. En estas
últimas, con la conquista romana se produjo un verdadero boom
urbano"166.
El grado en que este ocurrió no tuvo precedentes y quizás no se haya
repetido. "Se cuenta un total de 5.627 ciudades que fueron fundadas
por los romanos o repobladas por ellos en este perfecto imperio que
se extendía en torno del Mediterráneo. Séneca ha observado que los
romanos se instalaron siempre allí donde habían vencido"167. Es decir
que los romanos no dejaban sólo ruinas a su paso, como otros
conquistadores, sino que siempre fundaban ciudades.
Este modo de organización del espacio físico y de los seres humanos
se repite con variantes en América. Tanto incas como españoles
procurarán urbanizar a los pueblos conquistados, como una forma de
imponerles sus propias pautas e integrarlos a su economía y su
sistema de dominación. En tal sentido, la semejanza de los incas con
los romanos has sido destacada en numerosas oportunidades,
poniendo a menudo el acento en los grandes acueductos. ¿Hubo en
Mesoamérica intentos semejantes de urbanizar a los vencidos? ¿O se
mantuvo en todas partes el modelo azteca de dejarlos vivir por su
cuenta pero exigiéndoles tributos o guerreando contra ellos para
capturarles prisioneros?
EL URBANISMO PLANIFICADO DE TEOTIHUACÁN.
Si fuéramos a buscar analogías con el mundo antiguo, a lo que más
se parece Teotihuacán es a Babilonia y no por las pirámides sino por
sus bases ecológicas de sustento. Teotihuacán es la cabeza de un
imperio de regadío que le permite producir excedentes en niveles muy
altos, con la posibilidad de sostener una gran población.
Habitualmente, la administración de un gran sistema de riego
requiere de un poder centralizado, capaz de asignar parcelas
cultivables y aguas, de diseñar canales de riego y drenaje, acequias y
acueductos y de lograr la coordinación del trabajo de amplias masas
de campesinos. Asimismo, los imperios de regadío suelen meterse en
un callejón sin salida político-ecológico, que los lleva a sobreutilizar el
suelo buscando mayores cosechas (es decir, más riquezas y poder). De
este modo se aceleran acelerar procesos de erosión que terminan
amenazando la propia subsistencia del imperio. Teotihuacán y
Babilonia se parecen, sustancialmente, en las razones ecológicas de su
caída.
Hacia los comienzos de la era cristiana, la población de Texcoco, al
este de la cuenca de México, era ya de unos 3.500 habitantes. En esa
época comenzó el desarrollo el centro urbano y religioso de
Teotihuacán, al noreste del lago de Texcoco y suficientemente alejado
de las áreas más proclives a las inundaciones. Hacia el año 100 DC,
Teotihuacán tenía ya unos 30 mil habitantes, y cinco siglos más tarde,
en el año 650, la población de este gran centro ceremonial alcanzó a
superar los 100 mil habitantes. Algunas fuentes estiman su población
en las 200 mil personas. Sus pirámides del Sol y de la Luna, y el área
ceremonial llamada Calle de los Muertos están entre los principales
conjuntos monumentales del mundo168.
El urbanismo planificado de Teotihuacan
Teotihuacán es la megalópolis de América. Como tal, plantea una
serie de complejos problemas de ambiente urbano. A diferencia de
muchas de nuestras ciudades actuales, Teotihuacán no crece
espontáneamente, librada a la decisión de cada uno de sus habitantes.
Se trata de un urbanismo rigurosamente planificado, que es la
expresión sobre el espacio de una cierta concepción del mundo. Las
zonas residenciales que rodeaban el centro ceremonial formaban una
red de calles que aislaban manzanas cuadradas de unos 57 metros de
lado. Esta es una medida tipo que se repite para mantener
proporciones armónicas en todo el trazado urbano.
Podemos analizar el ambiente teotihuacano desde la doble
perspectiva de lo urbano y lo rural. Sobre el ambiente urbano, se
conocen sobre todo las condiciones de vivienda de los sectores
populares. En cuanto al ambiente rural, hay evidencias de un
progresivo deterioro de su base de sustentación agrícola, debido a una
combinación de la sobreutilización de los suelos con un cambio
climático desfavorable. Como toda gran ciudad, parece haber tenido
serios problemas de ambiente urbano. Sobre su importancia o su
gravedad, sin embargo, hay opiniones contrapuestas, ya que a
menudo los datos arqueológicos admiten más de una interpretación,
especialmente en lo que hace a la relación entre ambiente y vivienda.
Las casas estaban formadas por cuatro habitaciones cuadradas
abiertas hacia un patio interior.
Un autor sostiene que "las zonas residenciales de Teotihuacán
deben haber tenido un aspecto exterior bastante siniestro: altos muros
sin ventanas que dejaban entre ellos calles estrechas. En el interior de
los edificios, sin embargo, los ocupantes tenían garantizada la
intimidad. Cada patio poseía su propio sistema de drenaje, daba luz
y aire a las habitaciones circundantes y permitía a los residentes gozar
el aire libre en soledad"169. Por supuesto, que para alguien que mira
el mundo desde su ventana del piso 34 de un edificio de
departamentos, ese sitio es siniestro. Pero, ¿cómo lo sentían ellos? ¿Es
lícito apelar a esta valoración de nuestra propia cultura?
Otro autor, en cambio, afirma que los aspectos siniestros también
se encontraban en el interior de las viviendas: "A lo largo de sucesivas
incorporaciones y ampliaciones, se iba formando un tupido laberinto
de estancias en torno a las cuatro habitaciones mayores. El mayor de
los conjuntos de viviendas estudiados hasta ahora, contiene en su
superficie de 3.500 m2 y no menos de 176 piezas comunicadas, 21
patios pequeños, 5 plazas mayores y numerosos callejones. Las
viviendas, que en su mayor parte están escasamente iluminadas o son
completamente oscuras, no debían de ser muy acogedoras ni estaban
a salvo de los peligros, ya que durante una lluvia muy fuerte podían
hacerse inhabitables fácilmente, cuando los depósitos y los tubos de
desagüe se llenaban de agua. Además, si se declaraba un incendio,
para quienes se encontraban en las habitaciones centrales de los
edificios era casi imposible salvarse"170.
Encontramos nuevamente, la mirada etnocéntrica que define los
problemas ambientales de otros sobre la base de las prioridades de
nuestra cultura. Hablar de viviendas hospitalarias o inhóspitas
supone dar por sentada una sola forma posible de utilización de la
vivienda; en este caso, la nuestra. Pero en nuestra cultura tenemos un
modo de vida originado en climas fríos, con un importante
equipamiento individual en el interior de las viviendas. ¿Por qué los
antiguos teotihuacanos habrían de vivir sus casas del mismo modo
que nosotros las nuestras?
Aún hoy, millones de personas de los sectores populares mexicanos
desarrollan una parte importante de sus vidas en la calle, es decir, en
el exterior de las viviendas. En la calle se producen artesanías y se las
vende, en la calle se cocina y se come y se desarrollan muchos de los
intercambios sociales que en otras culturas se hacen en el interior de
las viviendas. Estos hábitos no sólo tienen que ver con la pobreza
ancestral. También son la herencia de costumbres prehispánicas, de
la vida cotidiana antes de la conquista, en un medio en que el clima
tropical facilitaba la vida al aire libre. Es probable que en la antigua
Teotihuacán las viviendas cumplieran una función mucho más
restringida que entre nosotros y que las calles de esa ciudad fueran
tan animadas como las de las actuales ciudades de México.
Alimentar a una población de esas dimensiones requirió de extensas
superficies de cultivo bajo riego, dadas las características climáticas
de la zona. Para evitar el agotamiento de los suelos se utilizó la
fertilización artificial. La erosión era contenida con terrazas de tierra,
de piedra o de maguey. Eran usadas también para mantener la
humedad.
(Pero hacia el año 750 d.C.) "la población de Teotihuacán había
descendido nuevamente a menos de 10 mil habitantes. No se sabe con
certeza cuál fue la causa del colapso de esta cultura. Algunos
investigadores lo atribuyen al alzamiento de grupos sometidos; otros,
al agotamiento de los recursos naturales explotados por los
teotihuacanos. Aún si la primera hipótesis fuera cierta, el significado
ecológico del tributo que se exigía a los grupos sometidos era el de
aportar recursos naturales con los que se subsidiaba la economía
local. En cualquiera de las dos hipótesis, por tanto, el agotamiento de
los recursos naturales y el conflicto sobre su apropiación aparecen
como la causa principal".
(Se afirma que) "la sobreexplotación de los recursos naturales
semiáridos que rodean a Teotihuacán, junto con la falta de una
tecnología apropiada para explotar los terrenos fértiles pero
inundables del fondo de la cuenca, fueron determinantes decisivos en
el colapso de esta civilización"171.
Una opinión complementaria incorpora los cambios climáticos en
la línea de causalidad que explica la alteración del delicado equilibrio
de un poder sustentado en la productividad agraria: "¿Cuáles fueron
las circunstancias del declive y caída de Teotihuacán? Casi con
seguridad intervinieron tanto factores sociales como físicos. El clima
de la región es actualmente semiárido, y existen pruebas de que la
lenta disminución de las precipitaciones anuales colocó a la ciudad en
la misma situación durante la segunda mitad del primer milenio de la
era cristiana. Incluso antes de esta fecha, la deforestación de los
montes cercanos pudo haber iniciado un proceso de erosión que
causaría una disminución de la humedad del suelo, y a través de ella,
de las cosechas. Aunque la persistente sequía habría presentado
problemas cada vez más graves para los que suministraban alimentos
a la ciudad, ésta pudo haber sido la consecuencia de menor
importancia".
"Los efectos de la creciente aridez habrían sido más nefastos para
los que cultivaban tierras marginales y para las tribus
semisedentarias de las tierras altas del norte del valle de México. A
medida que el empeoramiento de las condiciones obligaba a estos
pueblos a trasladarse, los habitantes de Teotihuacán podrían haberse
encontrados no sólo escasos de alimentos, sino también sometidos a
una presión militar a lo largo de su frontera septentrional"172.
Con aproximaciones diferentes, los estudios sobre esta ciudad
coinciden en su caída y abandono por razones ambientales. Podemos
encontrar sugestivas analogías con las ciudades-imperio de la
Mesopotamia asiática. Ur, Nínive, Babilonia, y varias otras basan su
expansión en un sistema de riego que agota y saliniza los suelos. Son
ricos y poderosos mientras su agricultura puede mantener decenas de
miles de personas. Cuando arruinan su base ecológica de
sustentación, se debilitan y pierden el poder a manos de otra ciudad-
imperio que se alimenta de suelos menos dañados. Para quienes creen
que una gran ciudad es inmune a los deterioros ambientales que
genera, la historia de Teotihuacán debería ser, por lo menos,
inquietante.
LA RELACIÓN ENTRE LOS MAYAS Y LA SELVA. CRISIS
ECOLÓGICA EN CIUDADES Y CENTROS CEREMONIALES.
Además de Teotihuacán, en Mesoamérica se desarrollaron otras
culturas, que tuvieron diferentes formas de relacionarse con la
naturaleza. La cultura maya es un caso peculiar de relación con la
selva tropical. Los grandes asentamientos mayas ya habían sido
abandonados cuando llegaron los conquistadores, quienes hicieron los
posible por borrar los rastros de quienes los habían precedido en el
control del territorio.
El siguiente testimonio muestra la actitud social hacia ese pasado,
lo que ayuda a comprender que los intentos de conocimiento
arqueológico hayan sido tardíos: “27 de marzo de 1826. En
Tamaulipas, un caballero me permitió dibujar dos perfectos ídolos
mexicanos. Eran de basalto, y habían sido excavados junto con otros
muchos cerca del lugar pero sus compañeros habían encontrado la
suerte común de estos interesantes objetos ¡habiendo sido quebrados
para utilizarse como material de construcción! Algunos españoles de
Europa que me miraban mientras hacían mis bosquejos, no pudieron
ocultar su asombro de que perdiera mi tiempo en “cosas tan feas”, un
comentario que pronto dejó de maravillarme, pues posteriormente a
esta ocasión tuve frecuentes oportunidades de observar la gran
indiferencia que la generalidad de los españoles tenía hacia todo lo
relacionado con la historia de los aborígenes del país”173.
Habitualmente tenemos la imagen de estas selvas como áreas de
muy baja densidad de población. El modo en que los mayas utilizaron
las selvas del Petén (Guatemala) y Yucatán (México) para sostener
ciudades importantes configura una muy original forma de
adaptación al entorno natural. Durante mucho tiempo, se consideró
que los grandes conjuntos de templos y pirámides mayas tenían una
finalidad exclusivamente ceremonial. Simplemente, se consideraba
que era imposible que los cultivos selváticos pudieran sostener una
población de envergadura. Se imaginaba que los mayas habían
utilizado sistemas de tala y quema de la selva, que suelen dar origen a
cultivos muy poco sustentables. Como esas tierras pierden muy
rápidamente su fertilidad, las personas deben abandonarlas y talar
otro pedazo de selva. Por tanto, se pensaba que la población vivía
dispersa, se alimentaba con pequeños huertos familiares, y se reunía
en los grandes centros ceremoniales exclusivamente por motivos
religiosos174.
Chichén Itzá invadida por la selva
Pero descubrimientos posteriores permitieron encontrar
tecnologías mayas que parecen haber posibilitado el sustento de
grandes ciudades y explican una densidad de población 250 veces
mayor que la que hoy existe en las zonas próximas a los ríos Amazonas
y Orinoco. Por ejemplo, Tikal, la más extensa ciudad maya, tenía una
población estable de 10 mil personas y un área de influencia habitada
por 45 mil personas175. Por eso el asombro de los primeros
exploradores que descubrieron la magnitud de las intervenciones de
los mayas sobre el ecosistema selvático.
“La región –dice un viajero en 1824- tiene un encanto singular para
el viajero que desea conocerla, pues hay en ella rastros de tribus
extinguidas de una densa población agrícola, que habían
desaparecido antes de que los españoles invadieran el país. Cuando la
hierba quemada deja al descubierto el terreno, podemos ver hileras
de terrazas con algún trabajo de albañilería; en todas ellas, a cada
nivel, se tornaron precauciones contra las amenazantes lluvias
tropicales, incluso en los sitios más profundos y escarpados en donde
la tierra sólo tiene un pie de ancho. Encontramos también
innumerables restos de represas y depósitos de agua de grandes
piedras y arcilla, muchos de sólida albañilería, todos llenos
naturalmente de agua y tierra. Sobre los cerros planos y secos se han
encontrado ruinas de grandes ciudades que forman por millas y más
millas caminos regulares. El centro de estas ciudades se construía
alrededor de una gran plaza cuadrada, en cuyos costados se
levantaban sólidas edificaciones en forma simétrica. En el frente
principal de la plaza estaban los templos en forma de pirámides de
cuarenta a cincuenta pies de altura y puede apreciarse en ellos restos
de estuco y argamasa, y de pavimentos. Todos los cimientos están
cubiertos por montones de escombros y piedras. En la unión de dos
hondonadas con paredes rocosas perpendiculares (hay muchos sitios
así) se nota una construcción protegida por tres lados, con castillos de
albañilería, murallas y fortificaciones; en los patios se ven ruinas de
palacios, templos y tumbas. Todo cubierto por árboles y vegetación;
no hay una sola choza en donde antaño cada pie cuadrado de tierra
estuvo tan eficazmente cultivado como en las márgenes del Nilo o del
Éufrates en tiempos de Salomón. No se sabe si fue una plaga, el
hambre, tribus guerreras del norte, o una enorme convulsión de la
naturaleza lo que acabó con la numerosa población y no existe una
sola pista que pueda ayudarnos a descubrir a qué pueblo
pertenecieron estas reliquias reveladoras de una gran actividad
industrial”176.
Y en la década de 1830 ya expresaron en un fuerte tono romántico
lo que durante largo tiempo fue el enigma de los mayas. “Nosotros nos
esforzamos en vano por comprender el misterio que nos rodeaba.
¿Quiénes fueron los que construyeron esta ciudad?... Arquitectura,
escultura, pintura, todas las artes que embellecen la vida habían
florecido en este poblado bosque; oradores, guerreros y estadistas,
belleza ambición y gloria, habían vivido y habían desaparecido, y
nadie sabía que tales cosas hubiesen existido ni podía hablar de su
existencia pasada... En el romance dela historia del mundo, nada me
impresionó tanto como el espectáculo de esta ciudad, otrora grande y
bella, derrotada, destruida y perdida; descubierta por accidente,
rodeada de kilómetros de árboles, y sin un nombre siquiera que la
identifique”177.
Lo primero, fue la plantación de árboles con frutos alimenticios, lo
que permitió elevar la productividad por hectárea, frente a los
cultivos anuales de huerta. Todavía en el siglo XX, gran parte de los
árboles que conformaban la selva que cubría las ruinas mayas,
provenían de las plantaciones efectuadas por este pueblo. Pero
además había un complicado sistema de irrigación y protección de
cultivos. Nada de esto puede verse sobre el terreno, donde sólo se
registran algunos desniveles casi imperceptibles, tapados por el barro
de los siglos. Pero las fotografías áreas muestran los restos de una red
de canales, fosos y depósitos de agua, utilizados para un complejo
sistema agrícola. "Los canales tienen aproximadamente un kilómetro
y medio de longitud, treinta metros de ancho y alrededor de tres
metros de profundidad. Se supone que fueron utilizados para
almacenar agua potable, para regar a mano los huertos adyacentes y
como fuente de barro para renovar la fertilidad de los campos en
barbecho. En algunas regiones, los canales permitieron que se
practicaran dos cosechan anuales, una basada en drenar las zonas
bajas durante la estación de las lluvias y la segunda plantada en el
barro húmedo durante la estación seca"178.
También resultó muy útil construir campos elevados en las zonas
pantanosas, siguiendo el principio básico de construcción de suelo
agrícola, que caracteriza a muchas culturas de este continente.
Después de una gran expansión, hacia el año 800 de nuestra era, se
detiene el crecimiento del pueblo maya. Los centros ceremoniales
dejan de construirse, van siendo abandonados y su población se
dispersa por la selva. Las causas son aún oscuras. Las hipótesis
explicativas sugieren que se trataba de un sistema agrícola de enorme
fragilidad, que se desarticuló por una serie de alteraciones que
podrían parecernos pequeñas, pero que se potenciaron mutuamente.
Por ejemplo, las redes de canales que hemos mencionado están en
las tierras bajas. El agua que los abastece proviene de una meseta
central. La deforestación de esa meseta -realizada para suministrar
madera a las ciudades- habría provocado un formidable proceso de
erosión. Esto, a su vez, significó una gran cantidad de barro que fue
taponando los canales y las cisternas, reduciendo la productividad
agrícola.
Obviamente, esto ya estaba previsto. En los buenos tiempos, los
sistemas de riego se limpian y reparan periódicamente. Pero la
experiencia de otros países, como China179, muestra que estas obras
se detienen en períodos de guerras o de incertidumbre política. Un
gran sistema hidráulico suele requerir de un poder político unificado,
capaz de organizar a grandes masas de población (aún contra su
voluntad) para su mantenimiento. Estas condiciones no tienen por
qué mantenerse indefinidamente.
En algún momento, los sectores dominantes se debilitan y otros
compiten con ellos por el poder. En medio del conflicto, las grandes
obras de mantenimiento del sistema hídrico van disminuyendo hasta
que finalmente no se realizan del todo. Esto, a su vez, va disminuyendo
la base de sustentación del grupo dominante, porque el sistema pierde
población, al no poder alimentarla. En algún momento, el deterioro
se vuelve irreversible y el sistema entero colapsa. Los mayas
abandonan sus ciudades y vuelven a dispersarse en la selva.
Una interpretación señala que “El cultivo se hizo más intenso. Sin
embargo, se carecía por completo de la base ecológica necesaria para
mantener una superestructura tan imponente. Los suelos de los
bosques tropicales se erosionan fácilmente una vez que se elimina la
capa arbórea. Los asentamientos mayas se agruparon, lo que no es de
extrañar, alrededor de las áreas de suelo fértil, pero las tres cuartas
partes del suelo fértil de la zona ocupada por los antiguos mayas se
clasifica hoy como sumamente susceptible a la erosión. Alrededor de
Tikal, por ejemplo, el 75 por ciento del suelo se cataloga como
sumamente fértil, pero casi el 60 por ciento es vulnerable a la erosión
una vez que se le quitan los árboles. El clareo del bosque, por tanto,
corría el riesgo de provocar un deterioro del suelo y un descenso en la
producción de las cosechas, y esto se vería exacerbado por la falta de
animales domesticados que produjesen abonos para conservar la
composición del suelo y su fertilidad. El bosque se aclaraba no sólo
para dejar tierra para la agricultura sino también para combustible,
materiales de construcción y para la fabricación de grandes
cantidades de cal para revestir los edificios ceremoniales. La presión
demográfica empujó los campos y terrazas hacia zonas todavía más
marginales que aún eran más vulnerables a la erosión. En toda la zona
maya los vulnerabIes suelos estaban cada vez más expuestos al viento
y a la lluvia y cada vez más erosionados”.
“La erosión del suelo causada por la deforestación habría
reducido la producción de las cosechas en las zonas afectadas, y los
consiguientes niveles más altos de cieno de los ríos habrían dañado
gravemente los extensos campos elevados de las zonas pantanosas,
alterando el delicado equilibrio entre los niveles de agua y los campos
y haciendo que fuese mucho más difícil mantener limpias las zanjas.
Los primeros indicios de descenso de la producción alimentaria se
hicieron palpables en el período anterior al año 800, cuando los
esqueletos procedentes de los enterramientos de ese período presentan
una mayor mortalidad infantil y femenina y crecientes niveles de
enfermedades carenciales ocasionadas por el descenso de los niveles
nutritivos. Una reducción en el excedente alimentario del que
dependían la elite gobernante, la clase sacerdotal y el ejército habría
tenido importantes consecuencias sociales. Hubo intentos de
aumentar la cantidad de alimentos que se recaudaban entre los
campesinos, lo que originó revueltas internas. El conflicto entre las
ciudades por la disminución de recursos se habría intensificado,
provocando más guerras. El descenso de los recursos alimentarios y
la creciente competencia por lo que quedaba de ellos desembocó en
tasas de defunción muy altas y en un catastrófico descenso
demográfico, con lo que resultó imposible mantener la compleja
superestructura que los mayas habían levantado sobre su limitada
base medioambiental. En unas cuantas décadas las ciudades fueron
abandonadas y dejaron de erigirse estelas para conmemorar a los
gobernantes. Sólo un reducido número de campesinos siguió viviendo
en la zona. Los campos desiertos y las ciudades, enterradas bajo una
espesa jungla, no se pudieron encontrar hasta el siglo XIX”180.
Existen, sin embargo, estudios que discuten el modelo ecológico de
caída de la civilización maya. “El colapso de la civilización clásica
maya –sostiene Lori E. Wright- ha sido interpretado con base en una
contradicción ecológica entre la civilización compleja y el medio
ambiente tropical. Se supone que la población creció a un nivel en cual
el sistema agrícola no la pudo sostener, y que una crisis nutricional
contribuyó al abandono de las ciudades grandes. Los estudios
arqueológicos efectuados en la región del río de la Pasión, El Petén,
Guatemala, enfocan las implicaciones biológicas de este modelo”. En
ese trabajo se analizaron los restos humanos encontrados en varios
altares de sacrificios mayas. “Aunque son abundantes, la distribución
de las lesiones (en huesos y dientes, originadas en la desnutrición) no
apoyan la hipótesis de que durante la historia hubo cambios
dramáticos en la salud maya”. (...) “Junto con la evidencia
osteopatológica, los cambios cronológicos en el consumo de maíz y
carne animal no corresponden con las expectativas de un modelo
ecológico para el colapso de la región”181.
El debate aquí no es discutir la exactitud de los datos de campo sino
su interpretación. La investigación demuestra que no hubo un grado
significativo de desnutrición entre las personas sacrificadas, lo que tal
vez no sea un dato relevante como para extraer de él conclusiones
políticas. Por una parte, tenemos que destacar la existencia de
numerosos testimonios sobre el trato especial (que incluía una
alimentación muy abundante) a aquellas personas que iban a ser
sacrificadas182. Los dioses no aceptaban que les sacrificaran
hambrientos, por lo cual el estudio se realizó sobre el segmento de la
población mejor alimentado: los que iban a ser entregados a los dioses
para que los dioses aseguraran el alimento de toda la población. De
este modo, alimentar bien a los prisioneros destinados al sacrificio era
considerado como una inversión que hacía la comunidad y que
redundaba en su beneficio.
Por otra parte, no es necesario encontrar niveles muy marcados de
desnutrición para pensar en una crisis política, tal como sucede a
menudo en nuestra propia cultura. Basta con que el deterioro
ambiental haya alterado determinados equilibrios políticos y sociales
para que la élite gobernante fuera cuestionada y se generara una
situación de inestabilidad que impidiera el mantenimiento regular del
sistema hídrico. Una sociedad que depende de ese sistema es tan
vulnerable a sus alteraciones como lo es la nuestra a un corte de
energía eléctrica y puede desorganizarse rápidamente. En otras
palabras, que el motor de la caída de las sociedades mayas no sería el
hambre sino más bien el desorden social que impediría el
mantenimiento de su red hidrológica artificial.
Por supuesto, esto es sólo una hipótesis, verosímil con los datos que
hoy tenemos, pero que nos puede dar una idea de las estrechas
interrelaciones existentes entre naturaleza y sociedad en todas las
culturas. En cualquiera de los casos, la degradación ambiental
provocada en Teotihuacán y en las ciudades mayas debería
mostrarnos que ninguna cultura está inmune a estos fenómenos.
Los mayas describen en sus libros sagrados la creación del hombre
y la naturaleza, a partir del encuentro entre los dioses: "Este es el
relato de cómo todo se hallaba en suspenso, todo en calma, en silencio;
todo inmóvil, quieto, y vacía la extensión del cielo. Este es el primer
relato, la primera narración. No existía el hombre, ni animal alguno,
ni existían pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cavernas,
barrancas, hierbas, bosques; sólo existía el cielo.
Nada existía. Sólo había inmovilidad y silencio en la oscuridad, en la
noche. Sólo por un milagro, sólo por arte de magia se formaron las
montañas y los valles; e instantáneamente de los bosquecillos de
cipreses y pinos brotaron tallos, juntos en la superficie de la tierra"183.
LOS CULTIVOS FLOTANTES (CHINAMPAS) EN EL VALLE DE
MÉXICO.
Sabemos de la sorpresa de los españoles ante el oro y los templos
que encontraron en América. Hay, sin embargo, un deslumbramiento
menos conocido, y es el de los espacios verdes. Para ellos, que venían
del hacinamiento de las ciudades europeas, fue un impacto especial
ver las enormes plazas de Tenochtitlán, ubicada en lo que hoy es
Ciudad de México, y, muy especialmente, las huertas y jardines. Los
conquistadores españoles quedaron muy impresionados por los
jardines y espacios verdes de Tenochtitlán y así lo expresan en sus
crónicas. Lo dice Hernán Cortés, que quedó tan admirado por las
plantas como por el oro.
"Tiene muchos cuartos altos y bajos -dice Hernán Cortés de una
casa azteca en 1520-, jardines muy frescos de muchos árboles y rosas
olorosas; asimismo albercas de agua dulce muy bien labradas, con sus
escaleras hasta lo hondo. Tiene una muy grande huerta junto a la
casa, y sobre ella un mirador de muy hermosos corredores y salas, y
dentro de la huerta una muy grande alberca de agua dulce, muy
cuadrada, y las paredes de gentil cantería, y alrededor de ella un
andén de muy buen suelo ladrillado, tan ancho que pueden ir por él
cuatro paseándose".
"Y tiene de cuadra cuatrocientos pasos, que son en torno mil y
seiscientos; de la otra parte del andén hacia la pared de la huerta va
todo labrado de cañas con unas vergas, y detrás de ellas todo de
arboledas y hierbas olorosas, y dentro de la alberca hay mucho
pescado y muchas aves de agua, tantas que muchas veces casi cubren
el agua"184.
Bernal Díaz del Castillo, que escribió para desmentir a Cortés,
coincide en descripciones semejantes: "Y desde que vimos tantas
ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes
poblaciones (en la capital azteca) (...) nos quedamos admirados y
decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el
libro de Amadís (...) Fuimos a la huerta e jardín, que fue cosa muy
admirable vello y paseallo, que no me hartaba de mirar la diversidad
de árboles y los olores que cada uno tenía, y andenes llenos de rosas
y flores, y muchos frutales y rosales de la tierra, y un estanque de agua
dulce, y otra cosa de ver: que podían entrar en el vergel grandes
canoas desde la laguna por una abertura que tenían hecha, sin saltar
en tierra, e todo muy encalado y lucido, de muchas maneras de
piedras y pinturas en ellas que había harto de ponderar, y de las aves
de muchas diversidades y raleas que entraban en el estanque"185 .
En 1519 la cuenca de México sostenía una población de 1,5 millones
de personas, con muy alta densidad (200 habitantes por kilómetro
cuadrado). Esto era posible gracias a un sistema de cultivo
extraordinariamente intensivo, con una cantidad de técnicas
especializadas.
El sistema de chinampas fue aplicado originariamente en el lago
Chalco, con tanto éxito que continuaron en la laguna Texcoco. Se
basan en la construcción de islas artificiales de vegetación, de muy
alta productividad. A punto tal, que actualmente se hacen
experiencias para producir alimentos por ese sistema. Es la base de
sustentación de Tenochtitlán.
Pero lo más sugestivo es que no se trata solamente de un desarrollo
agrario. La ciudad misma había sido construida sobre un ecosistema
artificial. Los dioses les habían ordenado buscar un cactus sobre el
que un águila estuviera devorando a una serpiente. Los encontraron
a orillas de una laguna y se quedaron allí.
Como los venecianos, los aztecas eligieron construir sobre el agua
porque eran débiles y ésa era una defensa ante enemigos poderosos.
Y como los venecianos, cuando llegaron a ser poderosos se volvieron
extraordinariamente crueles, como veremos al hablar del canibalismo
ritual.
La ciudad estaba en el medio de la laguna, llena de islas construidas
especialmente. Las llamadas chinampas o jardines flotantes son islas
pequeñas, artificiales, estacionarias, construidas en un lago con
propósito agrícola. Se construye una cantidad de pequeñas islas de 6
a 10 metros por 100 a 200 metros de largo, fertilizadas artificialmente.
Las chinampas son bases de troncos flotantes cubiertos con tierra
para sembrar allí hortalizas. A menudo, no usaban troncos, sino que
empleaban una especie de colchón flotante de plantas acuáticas,
parecido a los camalotes del río Paraná186.
De un espesor que varía entre 20 centímetros y un metro, este
colchón puede soportar el peso de animales grandes o de personas. En
esto también se parecen a los camalotes, que a veces eran tan grandes
que transportaban jaguares. Después plantaron sauces sobre las islas
flotantes para que sus raíces llegaran al fondo de la laguna y las
fijaran en su lugar.
El problema de las malezas fue resuelto de una forma muy sencilla:
comiéndoselas. La mayor parte de estas plantas inútiles o
perjudiciales son comestibles en sus primeros estadios de desarrollo.
Esto requería una continua recolección de dichas plántulas, que
fueron incorporadas a la dieta con un nombre genérico: los quelites.
La técnica es muy antigua y es probable que haya llegado a México
desde el Asia, a través del Pacífico. Las primeras chinampas
conocidas aparecen en el valle de Cachemira, en la India. De allí se
van hasta el sur de Birmania y también a Malasia, donde se las utiliza
en la producción de arroz. ¿Fueron quizás los legendarios navegantes
malayos quienes llevaron a Mesoamérica la técnica de construir islas
artificiales para cultivo?187, 188 .
La existencia de grandes poblaciones en el Valle de México en la
época de la conquista sólo se puede explicar por la gran productividad
de las chinampas. Una chinampa no necesita descanso y está siempre
en producción. Su fertilidad se mantiene mediante un alto uso de
abonos que hace posible que esté dando cultivo tras cultivo. Es claro
que esto sólo puede hacerse en un lugar en el que la temperatura se
mantenga constante durante todo el año; es decir, en el trópico.
Estas islas artificiales son alargadas y dejan canales para navegar
entre ellas. Las góndolas de este lugar se llaman trajineras, unas
barcas de fondo chato, impulsadas con palos que se apoyan en el lecho
de la laguna. Aún hoy son una de las áreas de producción de
hortalizas y flores para Ciudad de México, y una importante
atracción turística. Xochimilco ("País de las Flores"), un lugar en que
las orquestas de mariachis cantan sin llorar, porque el canto alegra
los corazones, es hoy el último resto de las chinampas aztecas.
Construcción de chinampas en el valle de México
El vínculo con la naturaleza tiene una particular importancia en la
cultura azteca. En el siguiente texto tradicional, se menciona la
actividad agraria como una de las cosas que dan fama a un hombre.
Se trata de la voz de los ancianos, que exigen del joven azteca una
conducta tan rígida como la que en su momento se exigió a los jóvenes
romanos: "Ten cuidado de las cosas de la tierra: haz algo, corta leña,
labra la tierra, planta nopales, planta magueyes. Tendrás que beber,
que comer, que vestir. Con eso estarás en pie. Serás verdadero. Con
eso andarás. Con eso se hablará de ti. Se te alabará. Con eso te darás
a conocer"189.
EL DESARROLLO AMBIENTAL DE LA CUENCA DE MÉXICO:
TENOCHTITLÁN, UNA GRAN CIUDAD EN UNA LAGUNA.
Tenochtitlán, la Venecia de América, estaba construida en medio
de una laguna, ocupando una red de islas naturales y artificiales. La
laguna Texcoco es en parte salada, lo que requirió de acueductos para
el abastecimiento de agua dulce desde las otras lagunas. Un sabio de
la época colonial, Joaquín Velázquez de León, explicó esta
característica diciendo que sus aguas provenían del Diluvio Universal.
Para cruzar el lago se utilizaron procedimientos constructivos
peculiares, que usan principios semejantes a los de las chinampas. Los
aztecas iban realizando pequeñas islas artificiales, poco separadas
entre sí. La construcción de estas islas comenzaba tejiendo, a orillas
de la laguna, esteras de juncos en forma de bolsas de siete u ocho
metros de lado. Las esteras eran llevadas al emplazamiento en que
quería formarse la isla y fijadas con estacas al fondo. Después eran
rellenadas con tierra y piedras hasta formar primero una isla y
después una cadena de islas. Sobre ellas pasaban dos caños paralelos
de argamasa, uno para el transporte de agua y el otro permanecía
vacío como reserva, para usarlo cuando hubiera que limpiar o
reparar el primero. El chorro de agua era "del gordor de un cuerpo
de hombre", dice Hernán Cortés190.
La semejanza con las chinampas no es puramente casual. Una
tecnología no es sólo una idea que se le ocurrió a alguien y reveló ser
útil. Es, por sobre todo, un reflejo de una concepción del mundo, una
forma de entender las cosas y, en este caso, de pensar la relación con
la naturaleza. Esta concepción es lo que hace que las tecnologías de
los distintos pueblos sean diversas, pero que las de cada pueblo sean
coherentes entre sí porque responden a una misma cosmovisión. Las
tecnologías son, entonces, la expresión de esa cosmovisión sobre el
medio físico.
La gran Tenochtitlán, imaginada por Diego Rivera
Un complejo sistema de obras de ingeniería había hecho habitable
ese ecosistema donde en tiempos de los aztecas llegaron a vivir 200 mil
personas. Diques, presas, canales, esclusas y compuertas permitían
controlar el nivel del agua y adaptarlo a las necesidades de la villa, de
la agricultura y de la navegación. En efecto, la ausencia de animales
de tiro hacía más eficaz el transporte en canoas que en carretas.
“Aquella inmensa urbe de miles de casas con huertos y jardines, de
palacios con parques zoológicos, provista de numerosas escuelas y
templos, canchas de juego de pelota, baños de vapor e infinidad de
cosas inimaginables, tenía además un magnífico sistema para la
eliminación de las aguas negras, que iban a parar a las lagunas, y se
observaba en ella una gran limpieza, a la que contribuían por igual
los mil barrenderos que se dice cuidaban las calles, las numerosas
letrinas (con persianas de caña) pulcramente instaladas en los lugares
públicos, la temperatura fresca de la que disfrutaba el altiplano y las
lluvias que enviaba generosamente el dios Tlaloc”191.
A pesar de estos cuidados tuvieron desastres ambientales, como la
inundación del año 1382, en la que, según la crónica azteca muchos
cultivos "fueron devastados por el agua de las lluvias". En 1446
Tenochtitlán se inundó completamente y Moctezuma I construyó un
muro de protección de 12.000 metros de largo y 20 de ancho.
En 1498, ante una sequía, el rey Ahuízotl construyó un canal para
alimentar el lago Texcoco, “sin reflexionar que este mismo lago,
aunque falto de agua en tiempos secos, es más peligroso en los años
lluviosos a proporción que se aumentan las aguas que entran en él”.
Ahuízotl hizo matar a un ciudadano que le advirtió los riesgos de la
obra “y poco tiempo después se vio este joven rey mexicano a pique
de ahogarse dentro de su palacio. La avenida de las aguas fue tan
rápida, que el príncipe recibió una grave herida en la cabeza al
quererse salvar por una puerta que desde el piso bajo salía a la calle”
192.
Sin embargo, la mayor parte de las inundaciones no eran tan graves
en una ciudad surcada por canales como lo fueron después, cuando se
intentó desecarlos completamente.
RESERVAS DE ALIMENTOS
Un imperio como el azteca representa la ocupación y el control de
grandes territorios y exige estrategias para el uso de esos territorios,
teniendo en cuenta sus condiciones locales específicas. Una de sus
características es el aprovechamiento de las condiciones climáticas de
las distintas zonas de influencia. Es obvio que se las utilizará en
función de sus respectivas aptitudes productivas. Menos previsible es
su uso en función de sus posibilidades para el almacenamiento de
aquellos alimentos que podían descomponerse en el clima de la capital
azteca. Recordemos que los recursos naturales no son solamente
objetos físicos: las condiciones climáticas también son recursos
naturales.
Un viajero que recorre Veracruz en 1609 encuentra un lugar
llamado "el pueblo de las trojes, porque dicen las tenía aquí
Moctezuma, de mucha cantidad de maíz, que por ser tan frío y seco
se conservaba aquí como en depósito, para los tiempos de
hambres"193.
¿CONVIENE SER CANÍBAL?
Cuando los españoles llegaron a México se asombraron y
maravillaron, por supuesto, con las grandes pirámides y la
arquitectura de los templos. Miraron con horror los sacrificios
humanos y las imágenes de esos dioses feroces, que necesitaban ser
regados con sangre de hombres para que el sol pudiera salir al día
siguiente. Lo que más los sorprendió es que todas las víctimas de esos
sacrificios eran prolijamente comidas, y que ello ocurría en una escala
tan grande que la calificaron de diabólica.
Bernal Díaz del Castillo describe una plaza en la que "había pilas
de cráneos humanos dispuestos con tanta regularidad que uno podía
contarlos y los calculé en más de cien mil. Vuelvo a repetir que había
más de cien mil"194. La importancia de estos sacrificios humanos en
la cultura azteca era tan grande que tenían pueblos vecinos a los que
no habían conquistado para poder hacerles la guerra y así capturar
prisioneros y sacrificarlos. La guerra azteca trataba de no matar a los
enemigos sino capturarlos con vida y sus soldados estuvieron tan
condicionados por ese entrenamiento que no supieron cómo enfrentar
a los hombres de Cortés, que no tenían ningún interés en capturar
prisioneros vivos.
El problema es tratar de comprender el rol que los sacrificios
humanos jugaron en esa cultura, ya que ha sido asociado con una
respuesta a determinadas condiciones ecológicas. Una corriente de
pensamiento relativamente difundida explica el canibalismo ritual de
los aztecas desde el punto de vista ecológico. Recuerdan que se trataba
de una zona en la que se habían extinguido los animales de caza y
había muy pocos animales domésticos. En una cultura caracterizada
por la escasez de carne, el asociar a los sectores dominantes aztecas al
canibalismo ritual permitía darles una dosis adicional de proteínas
animales.
Después de sacrificar cada una de los miles de víctimas humanas
"todas las partes comestibles se utilizaban de un modo claramente
comparable con el consumo de los animales domesticados. Es legítimo
describir a los sacerdotes aztecas –dice Marvin Harris- como asesinos
rituales en un sistema patrocinado por el Estado y destinado a la
producción y redistribución de cantidades considerables de proteínas
animales en forma de carne humana".
"A diferencia de los dioses aztecas, los máximos dioses del Viejo
Mundo declaraban tabú el consumo de carne humana. ¿Por qué sólo
en Mesoamérica los dioses alentaron el canibalismo? Creo que
debemos buscar la respuesta tanto en los agotamientos específicos del
ecosistema mesoamericano bajo el impacto de siglos de intensificación
y de crecimiento demográfico, como en los costos y beneficios de
utilizar carne humana como fuente de proteínas animales a falta de
opciones más baratas".
"La pregunta debería plantear (...) hasta qué punto los costos y
beneficios del control político experimentaron un cambio favorable a
consecuencia de utilizar carne humana para recompensar a grupos
selectos en períodos cruciales"195.
La hipótesis es sugestiva, ya que nos ayuda a pensar las cosas de
otro modo. Por una parte, es posible que asociar a los grupos
dominantes al canibalismo ritual haya contribuido a fortalecer el
sistema de poder. Pero la pregunta que nosotros nos formulamos es:
¿se trataba de una forma de unir la clase dominante al hacerlos sentir
importantes y poderosos, o era un mero reparto de comida, como
sugiere el autor que acabamos de citar? Dado que el argumento apela
a lo ecológico, sería interesante pensarlo desde lo ecológico. Nuestra
siguiente pregunta es, entonces: ¿conviene ser caníbal?
O, en otros términos, dado que los aztecas concentraban el poder
en su zona de influencia: ¿cuál es la ventaja de comer seres humanos
en vez de conquistar a esas personas e imponerles un tributo en
animales domésticos? Por ejemplo, podrían haberlos obligado a
entregar una cierta cantidad de pavos para alimentar a la élite
gobernante azteca.
Esto no habría sido novedad para ellos, ya que lo estaban haciendo
con diversos productos agrícolas. La altura de Tenochtitlán no
permitía obtener productos tropicales (algodón, tabaco, copal, cacao,
frutas, etc.). Una motivación para sus conquistas fue la obtención de
esos recursos vegetales. También impusieron tributos en maíz a los
pueblos sometidos, por las propias dificultades de autoabastecer una
ciudad de esa envergadura.
Sobre la escasez de proteínas animales para la élite gobernante,
tenemos testimonios que sugieren que, si bien no había para todos,
parecen haber tenido lo suficiente para los poderosos. (En la capital
azteca) “la carne se obtenía de dos de sus animales domésticos, el pavo
y el perro, o bien de la caza, muy abundante: venados, conejos, liebres
pecaris, así como de numerosas aves, como faisanes, cornejas, tórtolas
y patos”.
“De su pasado lejano como pueblo recolector conservaban el gusto
por algunas plantas silvestres, las hormigas, los gusanos de maguey y
los caracoles. De su pasado cercano como pueblo aislado en los lagos,
la costumbre de comer numerosas criaturas acuáticas, como peces,
ranas y renacuajos, culebras, camarones, moscas acuáticas (también
sus huevos), larvas y gusanos blancos. Su expansión les permitió
finalmente incorporar a su dieta el pescado traído del mar, además de
tortugas, ostras y cangrejos”196.
Es decir, que tenían algunas proteínas animales, aunque tal vez
fuesen escasas. ¿Les convenía agregar carne humana a la dieta? Para
reflexionar sobre esto, tenemos que recordar que los seres humanos
son los peores conversores energéticos del planeta Tierra. Esto se debe
a que los humanos nacen prematuros en relación con otros animales.
El enorme tamaño de la cabeza (resultado del mayor desarrollo
cerebral) provoca el nacimiento temprano, es decir, antes que el bebé
se pueda valer por sí mismo. Pero necesita mucho tiempo para
recuperar esos pocos meses que no pasó dentro del útero materno. Por
nuestra lentitud de crecimiento, para aumentar de peso necesitamos
comer mucho más que otros animales que nacen más formados.
¿Cuánto más? Veamos una estimación numérica:
• Suponemos que los aztecas obligan a los pueblos vecinos
a pagarles un tributo consistente en una cantidad de pavos al
año. Para producir estas aves se necesita aproximadamente
unos 10 kilos de maíz por cada kilo de pavo adulto que se
obtiene.
Comparemos ahora la eficiencia de la hipótesis caníbal:
• Un hombre adulto y activo, es decir, un soldado, no
come menos de un kilo de maíz por día (lo que equivale a unas
3.600 calorías). Si dejamos de lado la primera infancia, en
veinte años (7.300 días) nuestro soldado habrá comido unos
7.300 kilos de maíz. Si suponemos tiene un peso del orden de
los 70 kilos cuando los aztecas se lo comen a él, esto significa
que hay que destinar más de 100 kilos de maíz para producir
un sólo kilo de indio.
En otras palabras, que con los mismos insumos se pueden obtener
10 kilos de carne de pavo por cada kilo de carne humana. No hay, por
consiguiente, argumentos ecológicos o económicos que nos expliquen
el canibalismo azteca, ni el canibalismo en general. Salvo en casos de
naufragios, ciudades sitiadas o semejantes, nunca hubo motivos
alimenticios para comer seres humanos. Tenemos, entonces, que
buscar explicaciones de índole cultural y política antes que ecológicas
y nutricionales.
Recíprocamente, el odio que los pueblos comidos sentían por los
aztecas movilizó el apoyo que prestaron a Cortés para destruir
Tenochtitlán. Por esas paradojas de la vida, el inmenso esfuerzo
dedicado a alimentar a los dioses con sangre humana no sólo no salvó
al imperio azteca sino que contribuyó a su caída.
10. El ambiente en América del Sur
UN IMPERIO BASADO EN LOS CULTIVOS EN LOS ANDES
La existencia de un imperio en zonas de altas montañas es una
peculiaridad de Sudamérica, que debería llamarnos la atención. A lo
largo de la historia humana, los imperios se expanden siguiendo las
vías de comunicación más fáciles: las costas, los valles de los ríos, las
grandes llanuras. Los fenicios, atenienses y romanos navegan el
Mediterráneo desde mucho antes de nuestra era. Los venecianos y los
turcos lo harán durante la Edad Media. Los egipcios siguen la larga
línea del Nilo. Los chinos, las grandes llanuras fértiles de su país, y
recién conquistarán las alturas de Tibet durante el siglo XX.
Pero las montañas han sido siempre y en todas partes sinónimo de
aislamiento. La historia no registra imperios en los Himalayas ni en
los Alpes. Braudel197 señala que en la cuenca del Mediterráneo la
historia pasa siempre por otro lado: en las montañas no hay
comunicación, ni comercio, no circula moneda; no se cobran los
impuestos y la gente no aprende a leer ni escribir. Sus habitantes son
atrasados y utilizan tecnologías primitivas. Su principal contacto con
el resto de las sociedades es violento: se emplean como mercenarios o
actúan como salteadores de caminos. A menudo hablan dialectos
locales, incomprensibles fuera de su pequeña región. Son vagamente
cristianos, pero con frecuencia pasan generaciones sin tener la
asistencia de un sacerdote. A los gobiernos no les resulta rentable
extender su poder sobre los lejanos montañeses, que permanecen
indómitos, sujetos a sus propias leyes durante siglos. Una costumbre
como la vendetta es el resultado de un área donde no existe la ley y las
familias se arman para tomar la justicia por su propia mano.
Todo esto resalta el carácter excepcional del imperio incaico, un
imperio de las altas montañas, con un fuerte desarrollo tecnológico,
artístico y organizacional, en un continente donde las grandes
llanuras permanecen desiertas y las márgenes de los ríos navegables
tienen muy escasa población durante siglos.
Así como las chinampas son la expresión sobre un espacio
productivo de un modo mesoamericano de ver el mundo, las terrazas
de cultivo son su equivalente en el mundo andino. La construcción de
ecosistemas es una característica distintiva de muchos pueblos
americanos y nos dice mucho sobre sus respectivas concepciones del
mundo y sobre sus formas de organización social.
LOS PRIMEROS AGRICULTORES.
En el actual territorio argentino, los cronistas españoles señalan
que los habitantes de los valles calchaquíes "siembran con acequias
de regadío"198. En la antigua ciudad de Quilmes encontraron una
represa, prolijamente confeccionada en piedra, aprovechando una
depresión natural del terreno. De ella salía un canal de riego199. En
Catamarca existen restos de terrazas con lajas verticales adosadas,
que facilitan la condensación de las gotas de rocío. De este modo,
transformaban el rocío en un recurso productivo y lo utilizaban para
el riego.
El origen de estas tecnologías está ligado a la forma de evolución
del poblamiento andino. En el noroeste del actual territorio argentino,
los cultivos en terrazas estuvieron ampliamente difundidos. Algunas
terrazas fueron construidas bajo el imperio incaico, en tanto que otras
corresponden a culturas previas que habían alcanzado un alto grado
de desarrollo. Desarrollos semejantes se efectuaron en gran parte de
la zona andina, incluyendo lo que hoy es Perú, Bolivia y Ecuador.
En algunos valles andinos se encuentran restos de técnicas de
cultivo que aparecen como antecesoras de las terrazas incaicas. Por
ejemplo, en Iglesia (provincia de San Juan), unos mil años antes de
Colón se desarrolló una cultura que construyó obras de regadío, las
que permitieron el cultivo de tierras que no pueden ponerse en
producción con las tecnologías actuales. Se trataba de grandes
cisternas de piedra (de unos 40 metros de diámetro), que recolectaban
el agua de los arroyos y la desviaban por medio de acequias hacia las
parcelas de cultivo. Su tamaño permitía retener agua para usarla
durante las sequías invernales. Cuando los canales pasaban por
terreno arenoso, impermeabilizaban su fondo con piezas de cerámica.
Los sitios de cultivo son terrenos deprimidos artificialmente, a los
que llegan los canales. Se trata de pozos de unos 80 centímetros de
profundidad, cuyo fondo se cubría con limo, estiércol y desperdicios.
De esta forma se solucionaba el problema de la falta de suelos fértiles.
Los pozos están rodeados por un borde de tierra que cumplía la
misma función de defensa que veremos en su equivalente en las
terrazas incaicas. Se trata, básicamente, del mismo principio: hacer
plano un relieve escarpado, proteger los bordes de las parcelas para
evitar la erosión y regarla artificialmente por medio de canales y
cisternas.
Además, los bordes de estos pozos permitían el crecimiento de
arbustos que mantuvieran la humedad y defendieran al cultivo de los
vientos desecantes de la cordillera (especialmente el "zonda"). Al
mismo tiempo, se genera un microclima que retiene el calor diurno
(originado en la alta insolación) y protege el cultivo de las
temperaturas muy frías de la noche200.
La diferencia entre las pequeñas acequias indígenas y las grandes
obras de ingeniería incaicas no estriba en los principios ecológicos que
las rigen sino en la organización social que las sustenta. Las
comunidades familiares descubrieron la forma de cultivar los Andes
sin erosionar el suelo, pero fue necesaria una organización social más
compleja para que esa tecnología sirviera para alimentar a millones
de personas.
Ni las tecnologías productivas utilizadas en América del Sur ni las
usadas en Mesoamérica necesitaron del arado. Al respecto, un autor
ya citado sostiene que “Nuestros pueblos no alcanzaron un mayor
avance agrícola porque les faltó una herramienta decisiva: el
arado”201. Se trata simplemente de un error y lo destacamos porque
responde a una concepción que podemos llamar de
“unilinealidad del desarrollo tecnológico”. Es decir, suponer que
existe una sola posibilidad de “hacer las cosas bien”, que viene dada
por el conocimiento, que avanza en el marco ideológico del progreso
indefinido. Por el contrario, nuestro punto de vista es que cada
cultura crea sus propias tecnologías, adaptadas a sus particulares
condiciones ambientales. Más adelante veremos los desastres que el
uso indiscriminado del arado provoca en los ecosistemas de América
Latina después de la conquista.
Pero la adaptación al medio de las culturas de los Andes no es sólo
agronómica. También ha habido cambios fisiológicos, que facilitaron
su desarrollo en los ambientes de altura: "En sus altos refugios, los
quechuas parecen haber evolucionado físicamente para sobrevivir en
las montañas: anchos pulmones, corazones un 20 por ciento más
grandes que lo habitual y un sistema circulatorio que bombea casi dos
litros más de sangre que el americano o europeo medio. De pequeña
estatura, también en esto parece haber una gran ventaja. Unos brazos
y piernas cortos y un tronco fuerte exigen menos esfuerzos
circulatorios al corazón, y presentan menos superficie expuesta a la
pérdida de calor"202.
LOS ANDENES DE CULTIVO DE LOS COLLAGUAS EN EL VALLE
DEL COLCA.
A 200 kilómetros de Arequipa, la segunda ciudad del Perú, el río
Colca fue cavando en las montañas una formación geológica parecida
al Gran Cañón del Colorado. El paisaje natural es de una aridez
semejante a la que vemos en las películas del Oeste norteamericano,
sólo que el cañón del Colca es de un verdor inusitado, porque alberga
una de las principales maravillas ecológicas de la ingeniería
prehispánica.
Gigantescos andenes collaguas en el Colca
Allí los indios collaguas perfeccionaron y sofisticaron al extremo el
sistema de riego que después sería la base del imperio incaico. "Ni en
el Cusco ni en ninguna otra zona de los Andes -dice el escritor Mario
Vargas Llosa- he visto unas andenerías que suban y bajen de los
cerros con semejante desprecio de la ley de gravedad. En algunos
puntos es como si la montaña entera, por una suerte de milagro
geológico, se hubiera contorsionado y encogido para que las aguas del
río y de los delgados arroyos en que deshielan sus cumbres fertilicen
todos su recovecos. Poco han cambiado estas gradientes -en las que se
suceden todas las tonalidades del verde, en severo contraste con el
ocre y el gris de las partes altas de la cordillera- desde que los antiguos
peruanos las construyeran, afirmándolas con muros que resistieron
la embestida de los siglos"203. Se trata de tierras que no piden
agricultores “sino héroes”, señala Arguedas204.
Estos andenes o terrazas de cultivo son una forma de disminuir las
pendientes. Si se cultiva un suelo que no es perfectamente horizontal,
la erosión lo destruirá muy rápidamente. El suelo de las laderas de las
montañas está sostenido por las raíces de la vegetación natural. Si se
quita ésta para reemplazarla por un cultivo, las lluvias arrastrarán la
capa de tierra fértil, que en dichos lugares suele ser muy delgada. En
consecuencia, para que el cultivo sea sustentable (es decir, para que
se mantenga en el tiempo), se necesita una construcción especial que
modifique esas pendientes.
"Las terrazas están constituidas por plataformas que escalan
horizontalmente las laderas ajustándose a la topografía del terreno”.
"El andén, individualmente, cuenta con tres partes fundamentales:
el muro de contención, que se levantaba en ángulo inclinado (talud)
mediante el ensamblaje de piedras medianas; el relleno artificial,
compuesto de guijarros y piedras pequeñas, y la capa de tierra
cultivable, que con un espesor de entre 40 y 60 centímetros se
depositaba sobre el relleno. A falta de bestias de tiro, el antiguo
hombre andino labraba sus terrenos con el chaqui-taclla o arado de
pie, que era un largo palo de unos 170 cm que terminaba en una
afilada punta de metal, sobre la que se presionaba con la planta del
pie para socavar la tierra"205.
Como el maíz no requiere del arado, estas herramientas eran
suficientes. Las terrazas fueron protegidas con paredes de piedra,
fertilizadas artificialmente y regadas con arroyos de deshielo. Un
sector especial del Colca, de andenes en diferentes niveles, permitía la
investigación aplicada, detectándose los límites agroecológicos de
cada variedad de cultivo. Estos límites eran especialmente
importantes para todas las culturas andinas. Cuando, más tarde, los
incas funden el Cusco, lo harán a 3.400 metros de altura, apenas por
debajo del límite superior para la producción del maíz. Esto significa
estar lo más alto posible (es decir, cerca del sol), pero sin alejarse de
la tierra que nutre los hombres.
Para prevenir las eventualidades climáticas -especialmente las
heladas tardías- los collaguas del Colca no sembraban toda una
terraza al mismo tiempo, sino que se iban sembrando unas pocas
hileras cada dos semanas para que las tormentas encontraran siempre
las plantas en diferentes estadios de desarrollo y las pérdidas fueran
mínimas.
Uno de los roles de los antiguos caciques fue distribuir la tierra
entre los diferentes grupos familiares. Para ello, en un impresionante
mirador sobre el abismo hay esculpida en la roca una maqueta del
valle del Colca, en la misma perspectiva que se ve desde ese sitio. Allí,
en forma pública, se efectuaba la ceremonia de asignación de las
parcelas a los collaguas y se dirimían los litigios sobre cuestiones
agrarias.
Seis mil hectáreas bajo riego -todas en las laderas de las montañas-
hicieron del Colca el principal centro de provisión de alimentos de los
Andes prehispánicos. A punto tal que la palabra colca significa
precisamente granero. Un activo comercio posibilitó la distribución
del maíz y de otros alimentos en amplias zonas de lo que hoy es Perú
y Bolivia.
Hoy, después de 1.500 años de uso continuado sin erosionar el suelo,
la andenería construida por los collaguas del Colca sigue en plena
producción y es la base económica de esa población. "Cuando uno
contempla estos andenes collaguas casi llega a creer lo que aseguran
los historiadores: que el antiguo Perú dio de comer a todos sus
habitantes, hazaña que no ha sido capaz de repetir ningún régimen
posterior", concluye Mario Vargas Llosa.
El lugar central que el maíz ocupa en la cultura andina le ha dado
una carga religiosa en la época prehispánica que se refleja aún en la
canción folklórica contemporánea: "Todo es hermoso en ella, la
mazorca madura / guarda granos en noches de vientos campesinos. /
El mortero y la moza con trenzas sobre el hombro, / entre los granos
mezclan rubores y suspiros”206.
LOS CULTIVOS INCAICOS
Los incas sintetizaron y llevaron a su máxima expresión las
experiencias agrícolas previas. "La agricultura constituyó la base de
la economía del incanato. Aunque el pueblo quechua no creó de
manera efectiva ninguna técnica agrícola novedosa, sí que intensificó
los cultivos mediante un tratamiento adecuado de la tierra,
sometiéndola a una abundante irrigación y a una fertilización
racional mediante un cuidadoso uso del guano. Todo ello contribuyó
a una mejora sustancial del rendimiento agrícola de los campos del
imperio"207.
Una característica del imperio incaico fue llevar la agricultura
intensiva a todas sus áreas de influencia. El primer paso después de
la conquista de un territorio era llevar allí constructores y agrónomos,
que aprovecharan los conocimientos locales y adaptaran a la realidad
local la experiencia de otras zonas. Esto originó una gran diversidad
de situaciones, según las topografías y climas de los diferentes lugares
del imperio.
Terrazas de cultivo en Machu Picchu
En las vastas zonas desérticas de la vertiente occidental de la
cordillera se realizaron importantes obras hidráulicas, consistentes
sobre todo en la construcción de canales que permitiesen conducir el
agua desde las altas cumbres serranas hasta la árida y desecada
meseta, a fin de convertirla en terreno cultivable. En las zonas
tropicales al este de las montañas, el subsuelo era enriquecido
mediante la tala y quema de la vegetación, cuyas cenizas -a las que se
añadía algún fertilizante- eran labradas junto con la tierra para que
esta última pudiese absorber gran cantidad de nutrientes.
En las zonas escarpadas de la serranía, los incas perfeccionaron
los andenes o terrazas de cultivo, que aumentaban la superficie
utilizable en áreas donde el suelo era muy escaso. El resultado es un
paisaje peculiar, como el que describe Ernesto Che Guevara en el
siguiente fragmento: “Las acequias de la montaña resbalan valle
abajo formando mil cascadas y entrecruzándose con el camino que
desciende en espiral; al frente, las nubes bajas tapan las cimas de las
montaña, pero en algunos claros se alcanza a ver la nieve que cae
sobre los altos picos, blanqueándolos poco a poco. Los diferentes
cultivos de los pobladores, cuidadosamente ordenados en los andenes,
nos hacen penetrar en una nueva rama de nuestros conocimientos
botánicos: la oca, la quinua, la canihua, el rocoto, el maíz, se suceden
sin interrupción”208.
También "las terrazas cumplían la función de distribuir
regularmente la humedad. Allí el agua de lluvia iba filtrándose
lentamente desde los niveles superiores a los inferiores, utilizándose
plenamente la escasa cantidad de líquido disponible. En las áreas más
lluviosas y en las de mayor pendiente, las terrazas permitían evitar la
erosión, al impedir que el escurrimiento superficial del agua de lluvia
arrastrara las partículas del suelo. También facilitaron el
aprovechamiento de los diversos pisos ecológicos"209.
El acto de utilizar diferentes pisos ecológicos significa la máxima
diversidad posible de productos agrícolas, cultivados en todas las
condiciones posibles de suelo y de clima. Al respecto el antropólogo
John Murra define como un archipiélago a la relación entre las
distintas zonas de producción de los Andes, por tratarse de áreas
pequeñas, separadas por grandes espacios. Estamos de acuerdo,
aunque la acertada definición ya había sido propuesta por Humboldt,
quien señala que “su difícil acceso y la separación en que están unos
de otros por profundos valles, favorece muy poco la circulación de
productos y el comercio interior. Como están coronando alturas
aisladas entre sí, forman por decirlo así, islotes en medio del océano
aéreo”210.
Esto tiene una importancia particular para nosotros, ya que
nuestra cultura aprovecha muy pocos de los recursos naturales que
conoce y que tiene disponibles. Los mecanismos de mercado de
nuestra cultura no aseguran la utilización de aquellos productos o
ecosistemas para los que no se generen demandas solventes. Por el
contrario, al estar orientada la cultura incaica hacia la maximización
de la producción física, se utilizaron tierras y plantas de cultivo que
no entrarían en producción en nuestra economía.
Las terrazas no eran solamente defensivas, sino que constituían la
base de un trabajo posterior. Este espacio se rellenaba con tierra
traída de zonas más bajas y se abonaba con suelos lacustres y algas,
lo que significaba un acto de verdadera construcción del suelo
agrícola. El suelo agrícola se mezclaba también con guano, el
excremento de aves marinas acumulado en las islas y costas. Este
recurso era cuidadosamente administrado, porque de él dependía en
buena medida la alimentación de la población; para extraerlo, cada
aldea tenía asignada una parte de isla o costa, marcada con mojones
de piedra que no era permitido alterar. "Había tanta vigilancia en
guardar aquellas aves, que al tiempo de la cría a nadie era lícito entrar
en las islas, so pena de la vida, porque no las asombrasen y echasen de
sus nidos. Tampoco era lícito matarlas en ningún tiempo, so la misma
pena", cuenta el Inca Garcilaso de la Vega211.
Paradójicamente, los incas se consideraban a sí mismos como hijos
de la tierra la Pachamama-, pero su práctica agraria de creadores de
suelos los muestra mucho más como los padres de la tierra que como
sus hijos.
Se practicaba regularmente el barbecho, es decir, el descanso del
suelo para permitirle recuperar su fertilidad en forma natural. En la
costa y en los valles fertilizaban con cabezas de pescado, que
enterraban con semillas de maíz en su interior. Para este cultivo
también utilizaron excrementos humanos secados al sol y
pulverizados. En el esfuerzo por alimentar a una población en
crecimiento, se utilizaron todos los recursos disponibles.
La explotación agrícola no hubiera sido posible sin riego, porque
ocuparon amplias zonas áridas y semiáridas. Buscaron el agua en las
nacientes de los arroyos y la encauzaron mediante una red de canales
y acueductos. Se describen algunos principales, de muchos kilómetros
de largo y hasta 4 metros de diámetro. Se consideraba que valía la
pena construir largos canales, aún para regar superficies
relativamente pequeñas.
Para eso, se hacía un surco a lo largo de las montañas y se lo cubría
con grandes losas de piedra unidas con tierra para que el ganado no
lo destruyese. En ciertos casos, había razones militares para ocultar
los acueductos que abastecían a una ciudad y a su área agrícola. A
veces, al cruzar un valle, era necesario sostener el canal sobre
columnas para que el agua no perdiese altura, construyéndose
acueductos similares a los romanos.
La alimentación era principalmente vegetariana, basada en el maíz
y la papa, pero también se cultivaban unas cien especies más, debido
a un cuidadoso trabajo de domesticación, efectuado a lo largo de
varios siglos. La tecnología de conservación de alimentos estaba
adecuadamente desarrollada: para carnes, el secado y salado en
forma de charqui. Para la papa, el chuño: papa helada a la
intemperie, desecada por congelamiento (liofilización)212.
La ganadería incaica estaba basada en camélidos domesticados.
Las llamas fueron usadas como bestias de carga y para la provisión
de carne, mientras que las alpacas se empleaban para obtener lana.
Ambos animales pueden cruzarse entre sí, lo que significa que
realizaron una selección biológica para producir dos variedades de
diferente especialización.
Empleaban las vicuñas para la producción de la lana más fina,
destinada al inca y su corte. Como no pudieron domesticarlas, las
capturaban en grandes cacerías "que se realizaban cada cuatro o
cinco años. Las vicuñas eran espantadas y arreadas hasta zonas de
cañada, corrales o bien hacia espacios cercados con estacas unidas por
sogas de lana con trapos coloridos, y luego capturadas con
boleadoras"213.
Algunas versiones dicen que les cortaban la lana y las volvían a
soltar, y aún agregan que la preocupación por evitar su extinción era
tal que no las esquilaban a fondo, para que no corriesen el riesgo de
morir de frío. Otras versiones, que sacrificaban y comían una
proporción de machos que no afectase las poblaciones existentes. Es
decir, en ambos casos, que consideraban a los animales salvajes como
un recurso natural que debía ser cuidado y utilizado racionalmente.
El contexto social de la agricultura incaica ha sido descrito por un
cronista y testigo de la época, el Inca Garcilaso de la Vega, quien
insiste en los aspectos de protección de los sectores de menores
recursos: "En el labrar y cultivar las tierras también había orden y
concierto; labraban primero las del sol, luego las de las viudas y
huérfanos, y de los impedidos por vejez o por enfermedad. Todos estos
eran tenidos por pobres, y por tanto mandaba el Inca que les labrasen
las tierras. Había en cada pueblo o en cada barrio hombres diputados
solamente para beneficiar las tierras de los que llamamos pobres”.
"Tenían cuidado al tiempo de barbechar, sembrar y coger los
frutos, subirse de noche en atalayas o torres que para este efecto había
hechas, y tocaban una trompeta o caracol para pedir atención, y a
grandes voces decían: "tal día se labran las tierras de los impedidos".
Los vecinos ya sabían por el padrón que estaba hecho a cuáles tierras
habían de acudir. Las tierras de los soldados que andaban ocupados
en la guerra, también se labraban por concejo como las tierras de las
viudas, huérfanos y pobres”.
"Labradas las tierras de los pobres, labraba cada uno las suyas,
ayudándose unos a otros. Luego labraban las del curaca, las cuales
habían de ser las postreras que en cada pueblo o provincia se
labrasen. En tiempo de Huayna Capac, porque un indio regidor
antepuso las tierras del curaca que era su pariente a las de una viuda,
lo ahorcaron por quebrantador del orden que el Inca había dado en
labrar las tierras, y pusieron la horca en la misma tierra del curaca.
Mandaba el Inca que las tierras de los vasallos fuesen preferidas a las
suyas; porque decían que de la prosperidad de los súbditos redundaba
el buen servicio para el rey, que estando pobres y necesitados, mal
podían servir en la guerra como en la paz"214.
Estos sentimientos comunitarios tienen su reflejo en la cultura
andina y se expresan mediante ritos sociales que se han mantenido
con muy escasas modificaciones hasta la actualidad. En la siembra y
la cosecha, los cantos y bailes, unidos al conjunto de actos rituales de
homenaje a la madre tierra, refuerzan los sentimientos comunitarios
y aseguran la reproducción de las prácticas de cuidado de la tierra y
del hombre. “En los meses de siembra, por las noches –dice José
María Arguedas- un canto lúgubre y agudo se oye desde todas las
chacras. En la oscuridad o en la luz de la luna, ese canto parece salir
de dentro de la tierra, o bajar del cielo frío y hundirse a lo más hondo,
a lo más duro del suelo. Primero canta una sola voz, el guía; la voz no
se sabe si es femenina o de hombre, pues es aguda, verdaderamente
penetrante y extraña, como un aullido lento que llegara desde lejos;
cuando acaba de cantar pasa un rato de silencio y durante ese rato
parece seguir viviendo en el aire y resonando en el cielo y el corazón
del que oye; de repente, la misma melodía triste y lenta se levanta de
la tierra, pero más fuerte y extensa, así aguda y penetrante; es un coro
de hombres que repite exactamente el canto del guía; el canto tiene
entonces más volumen y aunque es agudo como el del guía, por ser en
coro, parece un poco más grave y sacude el alma de los que oyen desde
lejos. A la distancia, todo el canto parece sólo un alarido, un grito
sostenido y lúgubre que alcanzara la más honda entraña del cielo y de
la tierra”215. En las ceremonias de la cosecha, los jóvenes arrastran a
las muchachas sobre al tierra, para que la fecundidad pase de la
mujer a la tierra y de la tierra a la mujer.
Más allá de sus formas particulares, estas prácticas rituales tienen
un mensaje claro: recordar a los hombres que la agricultura es una
actividad social, no individual.
CUSCO, LA LEYENDA DE UNA CIUDAD EN FORMA DE PUMA
Una de las interpretaciones más sugestivas sobre la ciudad del
Cusco216 es que el inca Pachacútec, al reconstruirla completamente en
el siglo XV, la diseñó de modo que su plano representara un puma
agazapado, cuya cabeza estaría en la fortaleza de Sacsahuamán. En
el momento en que fueran poblándose las áreas de expansión, el puma
iría, poco a poco, poniéndose de pie217. Lamentablemente, no hay
suficientes evidencias materiales que permitan sustentar esta
hipótesis, pero puede darnos una idea del tipo de fantasías que esta
ciudad genera.
Pachacútec diseña una ciudad simbólica en muchos otros aspectos.
Por una parte, define un trazado geométrico. El suyo no es un damero,
ya que muchas calles se cortan en ángulo recto, pero no define
manzanas iguales. Esto se vincula con una ciudadosa adaptación a la
topografía. “La misma ciudad prehispánica del Cusco no era lo que
hoy llamaríamos una cuadrícula, pero podría reconocerse en ella el
uso de calles rectas y manzanas rectangulares acomodadas –más que
implantadas- sobre un terreno con fuertes pendientes y cruzado por
tres cursos de agua”218.
Este modelo le va a servir para asignar la residencia a las personas
en función de su tierra natal. De este modo, cada barrio representará
una zona del incanato (definida según los puntos cardinales) y los
cuzqueños deberán residir en el barrio que represente a su zona de
origen. En definitiva, el inca transforma la ciudad en una gran
maqueta en la que hace una representación geográfica del imperio.
Los barrios están separados del núcleo central de palacios y templos
por andenerías de cultivo. En ésta, como en otras ciudades incaicas,
tenemos producción agrícola en su interior. Esto lleva a una
concepción diferente de lo que llamamos urbano o rural.
El espacio central es una plaza de unos 150 por 450 metros, tan
grande que más tarde los españoles ordenarán ocuparla parcialmente
con edificios para reducirla a su propia concepción del espacio. Se
trata de uno de los innumerables casos en los que los espacios
americanos les parecen a los españoles “desproporcionados”, según
las propias palabras del virrey Toledo al ordenar cortar esa plaza que
a sus ojos era inmensa.
La ciudad tiene abastecimiento de agua a partir de canales
subterráneos, ocultos por motivos defensivos, que Garcilaso describe
del siguiente modo: “Por ahí sale el camino real que va a Contisuyu;
cerca de aquel camino están dos caños de muy linda agua que va
encañada por debajo de tierra; no saben decir los indios de dónde la
llevaron porque es obra muy antigua y también porque van faltando
las tradiciones tan particulares. Llaman collquemachác-huay aquellos
caños; quieren decir culebras de plata porque el agua se asemeja en
lo blanco a la plata y en los caños a las culebras, en las vueltas que van
dando por la tierra”219. Uno de los cursos de agua atraviesa la gran
plaza central, dividiendo espacios que tenían usos diferentes.
Después de la conquista, los españoles tratarán de hacer del Cusco
una ciudad más parecida a las suyas, achicando la plaza,
construyendo casas con portales sobre los bordes de los ríos, usando
las piedras de base incaicas como cimientos para sus propios edificios,
y, muy especialmente, ocupando con viviendas las andenerías de
cultivos para suprimir esa molesta confusión entre ciudad y campo.
Los españoles utilizarán las mismas áreas que los incas para ubicar el
poder político y religioso, utilizando en su favor los símbolos de la
ciudad. “Casi como lo que pasara en Granada o en Córdoba, la
ciudad española se plantó sobre la existente y aprovechó los lugares
de prestigio, los hitos simbólicos y las vías de unión entre ellos y de
proyección territorial”220.
Construir Cusco como maqueta y símbolo del imperio significó
crear un espacio sagrado que fortaleció la unidad espiritual del
imperio, actuando como la Roma y Jerusalem de los Andes.
Nuevamente, tenemos que recurrir a Arguedas para comprender la
racionalidad de esta decisión: “Se ha interpretado siempre la palabra
K´osk´o como que significa ombligo, es decir, centro y ojo del imperio,
cuando el Perú fue el imperio de los Incas. Residencia del Inca, hijo
del Sol y padre universal de todos los indios, la gran ciudad legendaria
de la que se hablaba en los confines del Imperio como de algo
extraterreno y maravilloso. La ciudad dentro del arte, de la riqueza,
de la sabiduría y del poder. Durante las fiestas principales, los nobles
bailaban en las grandes plazas con la mejor música que había creado
el hombre de este lado del Nuevo Mundo; luciendo sus vestidos más
hermosos, ñustas y príncipes danzaban, ofrendando al Sol y al Inca
su arte más noble y el arte más perfecto de tejedores, orfebres y
joyeros. Era el centro, el dueño de la fiesta, el Inca, el Padre Amado,
el Solo, el Único; para él la alegría, la luz y el fuego de los artistas; la
hermosura del cielo y de las nubes, de las flores y de las aves, del oro
y de las piedras preciosas. La ciudad del refinamiento; lo mejor de las
provincias era llevado allá para que adornara la residencia del Inca.
Y los mejores de entre los hombres: los amautas y los poetas, los
músicos y los alfareros, los pintores y los arquitectos, los tejedores y
los joyeros; y los príncipes, los nobles y los dioses de todos los pueblos
y las mujeres más hermosas. ¡K´osk´o! La gran ciudad: en las
provincias lejanas, y aún entre los pueblos guerreros mal sometidos,
al oír su nombre surgía en las almas la imagen de lo insuperado, lo
inigualado, lo único perfecto, y de la más alta y suprema hechura del
hombre”221.
EL CASO DE MACHU PICCHU Y SU ADAPTACIÓN AL CONTEXTO
NATURAL
A principios del siglo XX, dos campesinos peruanos decidieron
desertar del servicio militar. Se fueron con sus mujeres a un lugar
escondido entre las montañas, donde el ejército no los encontrara. Se
instalaron en unas ruinas de la época incaica, donde había terrazas de
cultivo utilizables en buen estado y reservas artificiales de agua de
lluvia. Cada tanto, eran visitados por los ladrones de tumbas y los
buscadores de oro. En 1911, se cruzaron con un historiador
norteamericano, Hiram Birmgham, que estaba buscando
Vilcabamba, la ciudad perdida desde la cual los últimos incas
resistieron la invasión española. Lo guiaron hasta las ruinas, que aún
no tenían nombre, y Birmgham les puso el de la montaña en la que
estaban: llamó a la ciudad Machu Picchu, que significa "Montaña
Vieja". Frente a ella, un cerro de menor tamaño, el Huayna Picchu,
es la "Montaña Joven".
"Parecía un sueño imposible..., ¿qué podía ser ese lugar?", escribió
Bingham en su diario, y agregó: "¿Quién podrá creer lo que he
encontrado? Poco a poco, fui tomando conciencia de que tal muralla,
con el templo semicircular sobre la cueva, era de tal perfección que
podía ser comparado con la mejor obra de sillería del mundo... Casi
me quedé sin aliento" También destacó que "ningún lugar de las
altiplanicies del Perú está mejor defendido por baluartes naturales:
un asombroso desfiladero de roca granítica, cuyas paredes caen en
vertical desde unas alturas que a menudo superan los 1.000 pies, con
dificultades que asustan a los más ambiciosos andinistas
modernos"222.
Machu Picchu, una ciudad oculta en la montaña
Se trataba, en apariencia de un centro religioso, edificado en
sincronía con el centro del poder político, el Cusco. En Machu Picchu
vivían unas mil personas que se autoabastecían de alimentos y
productos artesanales. Paradójicamente, es el grupo monumental
incaico más estudiado y del que menos se sabe. A pesar de la
importancia de la ciudad y su cercanía del Cusco (está a apenas 112
kilómetros), los españoles nunca llegaron a conocer su existencia. No
la mencionan los cronistas de la época y, aparentemente, el secreto
estuvo tan bien guardado que los españoles ni siquiera sospecharon
que los incas les escondían una ciudad entera.
Las funciones de la ciudad son parte de su misterio. Un hecho
curioso es que el 80 por ciento de los esqueletos encontrados por los
arqueólogos pertenecen a mujeres. Esto generó hipótesis según las
cuales Machu Picchu era una enorme casa de mujeres elegidas, que
debían prepararse para servir al Inca y a los dioses. Esto explicaría
su aislamiento. Contra esta hipótesis se alegó el argumento de que los
hombres debían estar en la guerra contra los invasores españoles y
que las mujeres habrían sido las últimas habitantes de la ciudad
escondida que, poco a poco, iba volviéndose una ciudad fantasma, a
medida que iban muriendo sus últimos moradores.
Su ubicación local es ritual, por estar rodeada de montañas. Sin
embargo, su localización regional parece tener que ver con motivos
políticos y militares: es la avanzada de los incas ante la selva
amazónica, un territorio que ansiaban conquistar y no llegaron a
hacerlo. Había una curiosa razón social para querer extender su
influencia a la selva tropical, que tenía que ver con la extracción de
sus recursos naturales. Particularmente, se requerían miles de plumas
de colores para tejer los mantos que distinguían a los nobles. Estas
eran tan apreciadas que se usaban en la vincha-corona del emperador
Inca. Con una nobleza en expansión, esta clase social requería de los
símbolos de su autoridad, que sólo podían obtenerse en la selva
amazónica.
Túpac Inca Yupanqui reinó entre 1471 y 1493. Llevó la frontera del
imperio hasta el norte de Chile, dominó al poderoso reino chimú, y
aún se dice que construyó balsas para dominar algunas islas oceánicas
(quizá las Galápagos). Sin embargo, este inca fracasó en su intento de
dominar la selva amazónica, por lo cual mandó construir
fortificaciones en las gargantas montañosas que descendían hacia la
selva, para prevenir posibles invasiones. Esta ciudad quizás sea obra
suya.
Machu Picchu es una fortaleza inexpugnable, que domina el valle
del río Urubamba, a 112 kilómetros del Cusco, y que defiende la
capital de cualquier penetración por ese camino. A medida que iba
excavando y limpiando los edificios de la selva que los había invadido,
Birmgham encontraba más y más motivos de desconcierto. Algunos
de ellos, que tienen que ver con la relación de Machu Picchu con la
naturaleza, subsisten hasta hoy.
La primera impresión que ofrece es la de un conjunto de edificios
construidos con piedras irregulares o toscamente labradas. Pero
vemos eso porque tenemos en la cabeza un particular modelo de
ruinas de una ciudad antigua: las de la Acrópolis de Atenas, donde se
han hecho todos los esfuerzos por diferenciar el Partenón de la colina
sobre la que está implantado. Pero, ¿qué sucede si alguien planifica
una ciudad con el criterio opuesto?
Machu Picchu es una Acrópolis donde todos los esfuerzos están
orientados a confundir la obra del hombre con la de la naturaleza.
Las piedras de los muros son irregulares y apoyadas unas sobre otras,
sin pegarlas con cemento, pero ajustadas con tal perfección que no
pasa un cuchillo entre ellas. Esto significa que el arquitecto ha
diseñado separadamente cada una de las piedras que componen cada
uno de los muros de la ciudad y que han sido talladas especialmente
para ser ubicadas en el lugar que hoy ocupan. Las piedras se cortaban
introduciendo una línea de cuñas de madera húmeda y aprovechando
su dilatación, que producía fracturas a lo largo de esa línea. Esta
práctica requiere conocimientos empíricos de la estructura cristalina
de las rocas, para definir sus líneas de fractura con la precisión que se
ve en el resultado final.
El resultado es una rusticidad aparente, pero muchísimo más
trabajosa que si estuviera construida con bloques idénticos de granito.
Se llega al punto en que no se puede distinguir cuándo una roca ha
sido aprovechada en su forma natural de cuándo ha sido tallada
especialmente para que lo pareciera. En diversos puntos arrancan
escalinatas laterales. Algunas escaleras de seis, ocho y diez peldaños,
que conducen a un palacio, fueron talladas con su balaustrada de un
solo bloque de granito.
Otro de los muchos motivos de asombro tiene que ver con el
tamaño de las piedras utilizadas, algunas de las cuales pesan varias
toneladas. Han sido cortadas y pulidas sin herramientas de hierro y
transportados sin usar carros, ni ruedas, ni animales de tiro. Una
hipótesis es que movían las grandes rocas apoyándolas sobre bolas de
piedra, como grandes rulemanes. Cuando no se dispone de bueyes ni
caballos, la rueda es inútil y además tiene la desventaja de que
disminuye mucho los movimientos laterales. En cambio, los apoyos
sobre bolas de piedra permiten una movilidad en todas direcciones,
que es lo más adecuado cuando se emplea la fuerza humana como
tracción.
Esta construcción es, además, antisísmica, pero lo es con criterios
absolutamente opuestos a los que nosotros aplicamos para ese tipo de
obras. Para nosotros, antisísmica es una construcción muy reforzada,
de una mayor rigidez que lo habitual, cargada de hierro y cemento.
El principio es que el terremoto la mueva lo menos posible. Pero los
constructores de Machu Picchu se adaptaron a los terremotos
tallando las piedras en ángulos irregulares y haciéndolas encastrar
unas en otras como los juegos de construcción que usan nuestros
niños. El resultado es que ante un movimiento sísmico, todas las
partes del edificio se mueven, pero después su propio peso las vuelve
a colocar en su lugar originario.
El núcleo de la vida urbana era la Gran Plaza, donde se cree que se
celebraban festivales y mercados. Las casas de los nobles se elevaban
sobre terrazas alrededor de la plaza, mientras que las viviendas de los
campesinos y artesanos estaban en niveles inferiores. Tenían los
techos de paja y estaban agrupadas en torno de los patios donde las
mujeres hacían las tareas domésticas. Otro aspecto inusual es que en
todas las ciudades incaicas, las viviendas populares eran de adobe,
mientras que los templos, palacios y casas de los nobles eran de piedra.
En Machu Picchu no hay casas de adobe, sino que todas las
construcciones, aún las más humildes, son de granito, como si no les
hubiera preocupado el enorme esfuerzo de trabajar esas cantidades
de piedra.
El sistema de abastecimiento de agua está formado por un
ingenioso conjunto de fuentes que divide irregularmente la ciudad
desde la parte superior hasta la inferior. El agua era conducida por
una serie de acueductos de piedra desde los manantiales, que se
encuentran a unos dos kilómetros de distancia, en la montaña hasta
las fuentes de la ciudad a través de un complejo sistema de orificios
practicados en los gruesos muros de granito.
Esta ciudad también ofrece sorpresas en materia de saneamiento
urbano. El agua llega a varias fuentes públicas a través de
canalizaciones de piedra, cubiertas en todo su trayecto para evitar su
contaminación. Y las aguas servidas salen por caños de piedras
equivalentes, sólo que mucho más anchos. Un detalle adicional: las
aguas servidas pasan a través de un largo zig-zag que permite su
oxigenación, para llegar depuradas al río Urubamba, el que, por su
carácter sagrado, no debía contaminarse.
Las terrazas de cultivo permitían el autoabastecimiento
alimentario de la población. A diferencia de nuestras ciudades, que
tienen un entorno rural para la actividad agrícola, Machu Picchu
tenía un sector agrícola dentro de su espacio urbano. A un costado de
la plaza principal, una sofisticación más: una terraza especialmente
reparada de los vientos, que funciona como invernadero para la
producción de cultivos que no crecen a los 2.500 metros de altura en
los que está la ciudad.
Una sola cosa falta en Machu Picchu: el oro. Se encontraron piezas
arqueológicas de cerámica, de piedra, de cuero, de bronce o de plata.
En la ciudad considerada como el último refugio de los incas podría
pensarse que se encontrarían tesoros fabulosos. Los tesoros del Cusco
fueron la causa del saqueo de la capital incaica. Al ver esos tesoros,
los conquistadores exigieron a Atahualpa una enorme cantidad de
piezas de oro como rescate. Se movilizó el imperio entero para juntar
ese oro en tierras que iban desde Ecuador a Chile, y después de
entregado el Inca fue asesinado. Quizás el oro que falta en Machu
Picchu sea el que pagó ese rescate inútil.
En cuanto a los sentimientos que esta ciudad nos despierta, nadie
los describió mejor que Pablo Neruda, en "Alturas de Machu Picchu":
"Esta fue la morada, éste es el sitio: / aquí los anchos granos de maíz
ascendieron / y bajaron de nuevo como granizo rojo. / Aquí la hebra
dorada salió de la vicuña / a vestir los amores, los túmulos, las madres,
/ el rey, las oraciones, los guerreros. "223.
LOS CULTIVOS INUNDABLES DEL LAGO TITICACA
Ubicado a 3.820 metros sobre el nivel del mar, el lago Titicaca es
una de las masas de agua más grandes de Sudamérica y uno de los
lagos navegables más altos del mundo. En sus márgenes se generó la
cultura de Tiahuanaco, que se inició hacia el 1580 AC y decayó en el
siglo XIII de nuestra era224. Esta cultura tuvo una base agrícola lo
suficientemente importante como para sustentar una expansión que
algunos autores califican como imperial225, 226, 227, ya que en ese
contexto la elevada productividad agraria permitió concentrar y
mantener una gran cantidad de guerreros.
Camellones en la zona del Titicaca
En un clima caracterizado por muy pocas precipitaciones, las
mejores tierras agrícolas se encuentran próximas al lago. Pero
grandes extensiones situadas en las márgenes del lago Titicaca son
muy bajas y están sujetas a un régimen de inundaciones estacionales,
lo que exigió diseñar una modalidad de cultivos que se adaptara a
ellas. En dicha zona se construyen camellones, que son terrenos
elevados, como albardones artificiales, sobre los que se siembra un
conjunto heterogéneo de semillas. Al estar elevados sobre el terreno
circundante, no serán destruidos por la inundación, pero sí regados
por ella.
Los camellones son también una estrategia adaptativa ante las
heladas, ya que permiten cultivar plantas que morirían con el frío de
esas zonas elevadas, de gran amplitud térmica. Del mismo modo, en
Cayembe (hoy en Ecuador), a 2.600 metros sobre el nivel del mar, se
construyeron unas 5.000 hectáreas de camellones. Allí el agua
estancada en los canales ayuda a mantener sobre cero la temperatura
del aire alrededor de las plantas en los campos elevados, durante las
heladas repentinas. Aquí el recurso natural utilizada fue la capacidad
de una masas de agua de actuar como regulador térmico228, 229.
La diversidad de semillas es una estrategia para minimizar los
riesgos de eventualidades climáticas y de ataque de plagas. Su
productividad en el corto plazo es más baja que en el caso de
monocultivo en cada camellón, pero sus probabilidades de resistir
situaciones desfavorables compensan con creces esa disminución.
Como ocurre con otras técnicas de cultivo prehispánicas, los
camellones del lago Titicaca se encuentran en plena producción y
sustentan a los pobladores locales 230.
LOS CRITERIOS PARA DEFINIR UN ASENTAMIENTO
Todas las culturas tienen criterios para seleccionar el terreno para
un asentamiento. A menudo estos criterios tienen un alto componente
ecológico, aunque el carácter ritual nos suele oscurecer los motivos de
fondo que llevaron a definir ese ritual. Así, podemos ver con otros ojos
el episodio de la fundación de Roma, en el que Rómulo mata a su
hermano Remo después de haber delimitado con el arado los límites
de la futura ciudad. ¿Ese antiguo ritual no nos estará diciendo que
hay que fundar una ciudad en un sitio en el cual el suelo admita el
arado, tanto por su consistencia como por su pendiente? Es decir, que
fundaron una ciudad en un lugar en el que podían sembrar trigo.
El siguiente relato mítico se refiere a una tribu de origen
ecuatoriano que después de una larga migración llega al actual
territorio mexicano. Allí eligen el lugar de asentamiento por un
procedimiento que aparenta tener una forma religiosa, pero que tal
vez no de cuenta de un criterio para descubrir un terreno que no se
inunde en ninguna época del año.
“Creyéndose en este sitio al abrigo de las persecuciones de sus
enemigos, deliberaron sobre el lugar sería en el que aclamarían con el
dulce nombre de patria, sujetando, sus más ancianos, el terreno que
pisaban a la prueba del fuego. A este efecto se enterró en un hoyo,
cavado al intento, un tizón, que al otro día se encontró apagado, por
cuyas señas reconocieron que la voluntad del sol era que sus hijos
siguiesen su viaje; y salieron al punto cuatro emisarios en solicitud de
otro lugar más conveniente. Al cabo de andar algunas horas, rendidos
e hipando de puro cansados, se sentaron a la sombra de un enorme
cuapinole (Hymenoea courbaril) , cuyas crecidas ramas cubiertas de
frondosa hojarasca los guarnecían a todas horas de los rayos
abrasados del sol. Lo hermoso de los sitios que circundaban este lugar,
y los elevados cerros que lo ocultan ala vista, determinaron la elección
de los encargados; por consiguiente se repitió la ceremonia religiosa
del tizón, y habiéndose conservado hasta el día siguiente el fuego
sagrado, fue decidido a unanimidad que aquél sitio pondría coto a su
peregrinación”231.
EL MANEJO DEL AGUA EN LA COSTA Y EL RIEGO CON AGUA
SUBTERRÁNEA
Los pueblos de la costa norte del Perú realizaron un especial
sistema de aprovechamiento en la cuenca del río Moche "planificando
y estableciendo una real vinculación entre el hombre, el agua y los
suelos disponibles, con el objetivo de conservar un equilibrio óptimo
entre el nivel de agua, los cultivos y la capa freática"232.
Las culturas mochica y chimú debieron plantearse la dificultad de
mantener importantes asentamientos (como el gran complejo de
adobe de Chan Chan) a partir del riego obtenido de un río con
grandes variaciones estacionales. Las inundaciones y sequías del
Moche son parte de su régimen habitual y la adaptación de estas
culturas a sus características los llevó al uso sistemático del agua
subterránea.
El agua del río Moche fue utilizada primero para el riego de cultivos
establecidos en las partes alta y media de la cuenca. En la baja cuenca,
se la desvió hacia puntos de infiltración. Esto les permitió retener
parte del agua que iba hacia el mar en forma de agua subterránea y
regar con ella. Chan Chan estaba provista de por lo menos 125 pozos
artesianos rectangulares, que tienen distintos pisos de excavación,
según el nivel en que se encontrara el agua subterránea. Tienen
rampas laterales para el uso del agua y su subida a la superficie. Uno
de los aportes agrarios más significativos de esta cultura fue el cultivo
en chacras hundidas; es decir, el sembrar en pozas que llegaran hasta
el nivel de la capa freática, para que los cultivos pudieran ser regados
con el agua subterránea.
Los canales de riego son de gran importancia. El mayor de ellos (el
canal Intervalles), que aprovecha partes de una red de canales
preexistentes, fue excavado hacia el 1000 DC, tuvo 70 kilómetros de
largo y fue abandonado después de haber sido parcialmente destruido
por el gran aluvión del 1100. Un dato significativo es que los canales
chimúes mantienen una pendiente constante de 30 grados, lo que
significa que conocían las técnicas para este tipo de medición.
LAS CULTURAS DE LA CIÉNAGA: ADAPTACIÓN AMBIENTAL EN
LA CUENCA DEL RÍO MAGDALENA
Sabemos -o creemos saber- bastante sobre la relación que tuvieron
con la naturaleza las altas culturas de América: conocemos las
grandes obras hechas por incas, mayas o aztecas. Pero, ¿y los demás
pueblos? ¿Acaso ninguno dejó obras relevantes? Como siempre, nos
resulta más fácil apreciar las obras realizadas con piedras que las
efectuadas sobre los ecosistemas.
En Colombia se desarrolló una cultura anfibia en la zona de las
ciénagas. En un área de 600 mil hectáreas, en el centro de las llanuras
del Caribe, está la mayor depresión cenagosa del país. Allí convergen
las aguas de los ríos Cauca, Magdalena y San Jorge. Estos ríos tienen
inundaciones periódicas en las que traen tantos sedimentos que su
peso hace hundir la zona a un ritmo de unos 2 milímetros por año.
La cultura zenú desarrolló una sugestiva adaptación a esas
particulares condiciones ecológicas. Durante un largo período, "el
hombre manejó los humedales aprovechando la riqueza de la fauna
acuática y controlando las aguas de inundación, con el fin de proteger
las viviendas en un comienzo y, eventualmente, enriquecer con sus
sedimentos las zonas de cultivo. Este fue un proceso lento, iniciado
durante el segundo milenio antes de Cristo, que se prolongó en
algunas áreas hasta la época de la conquista española", explican dos
investigadoras del Museo del Oro de Colombia233.
Allí, los pobladores prehispánicos controlaron las aguas mediante
redes de drenaje. Las fotografías aéreas permiten ver miles de canales
perpendiculares a los ríos, algunos de 1 a 4 kilómetros de largo, que
permitían evacuar el exceso de agua y evitar la inundación de las
viviendas. También los usaban para comunicarse por medio de
canoas.
Unos mil años antes de nuestra era, esta cultura tuvo un enorme
desarrollo. Las amplias áreas de ciénagas y de humedales próximos
a la sabana tenían el atractivo de la abundancia de fauna (peces, aves
reptiles) y la fertilidad de sus suelos. Aunque se vieran afectadas
periódicamente por inundaciones, sus habitantes podían observar que
cuando terminaban las crecidas, su aporte de sedimentos había
enriquecido el suelo y los cultivos tenían rendimientos excepcionales.
A partir de esta experiencia, comenzaron a usar los canales para
proteger sus viviendas de la inundación y para beneficiar los cultivos.
La tierra que sacaban del canal les permitía crear terraplenes sobre
los que levantaban sus casas y plantaban yuca, ya que este cultivo
necesita absorber el agua con lentitud. En condiciones climáticas muy
distintas de las de los Andes, utilizaron construcciones semejantes a
los camellones andinos.
Durante 2 mil años, (desde el 800 AC hasta el 1200 DC) se realizó
un sistema de control de aguas a escala regional. Los canales largos
cumplían la función de desalojar el exceso de agua y desembocaban
en el cauce principal, acomodándose a su curso, que es muy sinuoso.
En los meandros se entrelazaban formando una especie de abanico
para conservar su eficacia sin correr el riesgo de desviar el curso del
río. Al estar en funcionamiento los ejes mayores de los canales, el río
circulaba más rápidamente y producía menos sedimentación a su
paso.
Los zenú mantenían poco pobladas las riberas de los ríos
principales -ya que eran las de mayor riesgo de inundación- y
concentraban sus viviendas en las márgenes de los arroyos menores.
Además de evacuar el exceso de agua, los canales la distribuían,
permitiendo la explotación agrícola de las áreas bajas. Por su parte,
la inundación traía sedimentos que reponían la fertilidad que los
cultivos le quitaban a las tierras. Este aprovechamiento era más
eficiente si se destinaban amplias áreas a los cultivos, separadas de
las áreas de vivienda, de manera que el sistema fue haciéndose cada
vez más complejo y eficiente.
Nuevamente, nos preguntamos: ¿qué sociedad, qué cultura produjo
estas obras admirables sobre el barro de la ciénaga? En el resto del
mundo investigado, un gran sistema de obras de regadío requiere de
un orden autoritario capaz de disciplinar a grandes masas de
trabajadores. De Nabocodonosor a Manco Cápac, las grandes obras
de irrigación fueron siempre la expresión de un poder altamente
concentrado. Por eso nuestro desconcierto al hablar de los zenú. No
sabemos casi nada sobre el orden social que hizo posible la utilización
en gran escala de este ecosistema. Es claro que una intervención de
este tamaño no puede hacerse por suma de esfuerzos aislados. Sin
embargo, no hay vestigios de un gran imperio que haya obligado a los
indios a cavar innumerables zanjas. Más bien, parece haber
funcionado como una unión de pequeños grupos familiares, basada
en el trabajo voluntario y una compleja planificación basada en el
consenso, antes que en la imposición. Durante dos mil años, a partir
del 800 AC, la zona estuvo poblada y trabajada con diversas variantes
del mismo modelo. Hay canales lineales y hay redes ajedrezadas. Hay
también reservorios de agua para las épocas de seca y abono artificial
de cultivos.
Entre el 1200 y el 1300 de nuestra era, un período de intensa sequía
afectó la ciénaga y el Caribe entero. El sistema se desarticuló y los
zenú emigraron. Los pueblos que se asentaron allí cuando 234, 235
volvió el agua, no guardaron memoria de las maravillas de sus
antecesores, sino que quedaron sometidos a las contingencias de las
inundaciones. Durante su época de oro, la ciénaga llegó a tener una
densidad de población de unos 160 habitantes por kilómetro
cuadrado. Hoy es un desierto húmedo, donde no hay más de un
habitante por kilómetro cuadrado.
Esta ciénaga fue el límite infranqueable para los exploradores que
salieron de Macondo a descubrir el mundo. Gabriel García Márquez
la describe, diciendo que "al sur estaban los pantanos, cubiertos de
una eterna nata vegetal, y el vasto universo de la ciénaga grande, que
según testimonio de los gitanos carecía de límites. La ciénaga grande
se confundía al occidente con una extensión acuática sin horizontes,
donde había cetáceos de piel delicada y torso de mujer, que perdían a
los navegantes con el hechizo de sus tetas descomunales"236.
LA VIDA EN LAS SELVAS TROPICALES. CULTIVOS Y SUCESIÓN
ECOLÓGICA EN EL AMAZONAS
La cuenca del río Amazonas es un ecosistema de un tamaño y una
complejidad difíciles de abarcar. Incluye más pueblos y más tipos de
relación con la naturaleza de los que pueden mencionarse en este
libro. Es un río de llanura, pero entre sus fuentes se encuentran los
deshielos de nevados peruanos, como el Misti, de cuyas aguas beben
llamas y alpacas. Su desembocadura en el mar genera una amplia
zona de interfase con agua parcialmente salada, en la que viven
delfines. En consecuencia, la cuenca del Amazonas tiene todos los
climas y la más amplia biodiversidad del mundo. "Hay más especies
de peces en el Amazonas que en el océano Atlántico -dice el
oceanógrafo Jacques-Yves Cousteau-. Tan sólo de barbos existen 500
especies"237.
La complejidad del ecosistema genera formas de manejo que son, a
su vez, extremadamente complejas. Una actividad en apariencia tan
simple como la recolección puede tener una envergadura
insospechada en otros lugares. Por ejemplo, "algunas tribus indias del
Amazonas recolectan hasta 60 variedades de frutos silvestres"238.
Sugiero observar en cualquier frutería de nuestra ciudad y contar la
cantidad de frutos diferentes que nos ofrecen, sin tener en cuenta que
en nuestra cultura las facilidades de transporte permiten consumir
alimentos producidos en ecosistemas diferentes.
En la selva hay pueblos cazadores, como los yanomamo (que viven
en la frontera entre Brasil y Venezuela, cerca de las cabeceras de los
ríos Negro y Orinoco), que regulan el tamaño de sus aldeas en función
de la disponibilidad de recursos faunísticos. A medida que la
población de un grupo crece, se agotan los animales salvajes en el
entorno de las aldeas. Por tanto, los cazadores deben hacer viajes cada
vez más largos para seguir buscando animales con que procurar el
sustento a sus familias. Esto genera fuertes conflictos entre ellos, que
hacen que la aldea se divida.
El nuevo grupo se irá a buscar un territorio donde haya más presas.
Separados, harán una menor presión sobre la fauna que si se
mantienen en el mismo lugar. La división de la aldea es siempre
violenta y los dos grupos pasan a ser enemigos, lo que exige se
mantengan a suficiente distancia. Esta guerra es esencial para la
supervivencia de ambos grupos, ya que entre sus aldeas se forma una
tierra de nadie en la que es peligroso internarse para cazar. La tierra
de nadie funciona como un área de reserva en la que la fauna puede
reproducirse libremente, lo que mejora las oportunidades de caza
para los dos grupos enemigos239, los que, paradójicamente, se ayudan
mutuamente más en la guerra que en la paz.
Sin embargo, los casos más interesantes son los de un manejo
productivo de los mecanismos de sucesión ecológica. Como se sabe, la
sucesión es la serie de etapas por las que atraviesa un ecosistema
alterado en su retorno al equilibrio. Nuestra agronomía utiliza
ecosistemas alterados a los que se impide deliberadamente volver al
equilibrio. Cuando cultivamos trigo tratamos que prolifere sólo la
especie que plantamos. Procuramos eliminar todas las demás plantas
y animales que aparecen naturalmente allí, a los que calificamos de
plagas y malezas, tal como hicieron griegos y romanos en la cuenca
del Mediterráneo. Pero ésa no es la única manera de pensar la
agricultura. Diversas tribus amazónicas hacen otra cosa.
La exploración del Amazonas hace que nos encontremos con sitios
que tienen la misma apariencia que la selva originaria, pero se
distinguen de ella en que la proporción de especies útiles es mucho
mayor de lo que sería si hubieran crecido espontáneamente. En
realidad, lo que parecía ser una selva es solamente un huerto muy
crecido. Muchos de estos huertos abandonados fueron tomados por
los exploradores como "selva virgen" hasta que se conoció el
mecanismo de la sucesión artificial. Las huellas del hombre en la
naturaleza no son solamente ciudades y monumentos. También
pueden ser cambios en la forma de la biodiversidad selvática.
Los kayapó son agricultores y trabajan en un muy sofisticado ciclo
de muchos años de duración. Se trata de un procedimiento
tradicional, que, casi con certeza, se viene llevando a la práctica desde
mucho antes de la conquista de América. Sus chamanes utilizan
diversos indicadores naturales (como el florecimiento de ciertos
árboles o la migración de ciertos animales) para definir el momento
del fin de la temporada seca, en que se inicia la quema del trozo de
selva que van a cultivar.
El fuego es cuidadosamente controlado, de manera que sólo se
queman las hojas, los troncos pequeños y las lianas. Se trata, no
solamente de dejar espacio para que crezcan las plantas, sino también
de usar las cenizas como fertilizante. De este modo, se entrega al suelo
una serie de nutrientes (especialmente el fósforo) que son escasos en
la selva amazónica.
Pero antes plantan diversos cultivos -como batatas y yuca- que
brotarán apenas se apague el fuego. Un poco más tarde, sembrarán
plantas de ciclo corto, como maíz, porotos, melones y calabazas. Estas
plantas cubren muy rápidamente áreas extensas y evitan que el suelo
quede descubierto (y por tanto, desguarnecido) frente a las lluvias
torrenciales del trópico.
El orden de siembra reproduce o imita lo que hace la naturaleza
con los mecanismos de la sucesión ecológica. Lo primero es cubrir el
suelo, mediante plantas que necesiten de toda la intensidad de luz
solar. Esas primeras plantas permitirán que crezcan arbustos leñosos
a su sombra, y ciertos árboles en una etapa posterior, los que se van
plantando en la medida de sus tiempos de crecimiento.
También se trata de sustituir las plantas que aparecen
espontáneamente durante la sucesión por otras, más útiles, que
cumplan una función semejante. Las leguminosas silvestres, que fijan
nitrógeno en sus raíces, son reemplazadas por variedades domésticas,
como los porotos. El papel de las solanáceas silvestres es ocupado por
sus primos domesticados, los pimientos.
Pero las diferentes plantas aprovechan las cenizas de diferente
manera. Algunas prosperan mejor con grandes cantidades de cenizas.
Es el caso de las batatas. Por eso, los kayapo recogen ramas
carbonizadas y desechos y hacen otra quema, para definir algunos
núcleos de mayor fertilidad dentro del campo, donde plantarán las
batatas. Hacen lo mismo con el perímetro del campo, donde plantan
papayas, piñas, ñames y otros cultivos que tardarán mucho más
tiempo en fructificar. El manejo del fuego por parte de este pueblo es
tan delicado que suelen quemar las malezas mientras están creciendo
sus cultivos, sin afectarlos.
Cuando la productividad del suelo empieza a decaer (lo que en el
Amazonas ocurre con mucha rapidez), se debe dejar el huerto y
repetirse toda la operación en otro lugar. Pero, "cuando el terreno
deja de ser un área de producción de tubérculos, se convierte en una
fuente de producción de productos perennes y de fauna. Con la
siembra de arbustos y de árboles que dan frutos para la vida silvestre,
los estadios secundarios de la sucesión se convierten en jardines de
animales"240.
Es decir, que el huerto que no se cultiva vuelve a ser selva, pero se
transforma en una nueva porción de la selva, donde se pueden hacer
actividades de recolección y de caza. Una vez puesto en marcha, el
mecanismo se realimenta a sí mismo: los árboles frutales sembrados
buscan atraer la caza hacia los campos, y los animales salvajes traen
semillas de otros árboles frutales de la selva en sus excrementos. "Una
parte esencial del proceso de recuperación es hacer atractivos los
huertos para los animales de caza. De esta manera, la agricultura y el
manejo de los barbechos garantizan que selvas útiles y diversas
suceder n a los cultivos. En comparación con la sucesión natural, esta
manipulación puede aumentar la diversidad de especies en un sitio
dado. Un estudio tras otro han comprobado que incluso cuando las
tribus se desplazan estos sitios no son abandonados"241.
Es significativo cómo los observadores científicos, cegados por
prejuicios etnocéntricos, tardaron siglos en darse cuenta de estas
formas complejas de manejar los ecosistemas. Así, a principios del
siglo XIX, Humboldt afirmaba que “los salvajes se parecen a ciertos
animales, que las más de las veces no sacan su alimento más que de
una sola especie de planta”242.
La regulación de estas actividades en cada pueblo corresponde al
shamán, que es quien recibe el mandato social (a partir de complejos
rituales de iniciación) de comunicarse con el más allá. Lo hace en
estados de trance y, a menudo, con la ayuda de alucinógenos. En tal
sentido, es el creador de los mitos y rituales que permiten fortalecer
la unidad de su pueblo con la naturaleza. Refiriéndose a otra tribu del
Amazonas (los tukano), un antropólogo escribe que "el shamán
interfiere directamente la caza, la pesca, la recolección y las
actividades agrícolas. Por ejemplo, un shamán controlará
personalmente la cantidad y concentración de veneno para peces
utilizado en un tramo del río; determinará el número de animales a
ser muertos cuando se informe de la existencia de un grupo de pécaris
y decidirá la estrategia conveniente para la recolección de frutos
silvestres. Determinará qué peces deben ser devueltos al agua después
de haber sido efectuada la captura, y en ocasiones incluso podría
prohibir totalmente la muerte de ciertos animales en una zona
restringida de la selva”.
"También controlará actividades tecnológicas tales como la
construcción de una casa comunal, la fabricación de una canoa o la
apertura de un sendero. Obviamente, todas estas actividades afectan
al entorno natural dado que han de talarse árboles y destruirse o
utilizarse muchas plantas en el proceso, y el rol del shamán como
protector de la caza y la vida vegetal explica por qué los animales y
las plantas figuran de modo tan prominente como ayudantes
espirituales suyos. Me gustaría apuntar aquí que todo esto no son
especulaciones; los indios son muy explícitos en estas cuestiones y
aseguran que los espíritus poseedores de la naturaleza no deben ser
irritados y que le corresponde al shamán la tarea de reconciliarles con
ellos"243. ¿Tenemos nosotros alguien que nos ayude a reconciliarnos
con los espíritus de la naturaleza? ¿Le hacemos caso?
EL AMBIENTE INSULAR: GRANDES CABEZAS Y DEGRADACIÓN
AMBIENTAL EN LA ISLA DE PASCUA
En el Pacífico, a una gran distancia de Chile, la isla de Pascua
exhibe el misterio de sus cabezas gigantes. Se ha hablado mucho sobre
ellas, aludiendo a civilizaciones desaparecidas y conocimientos
esotéricos. Sin embargo, los pascuenses no llegaron a la isla en platos
voladores sino en canoas y su decadencia no se debe a ninguna
catástrofe cósmica sino a un desastre ecológico.
Según una de las hipótesis más aceptadas, en el siglo V DC, un
grupo de polinesios llegó a la isla, navegando en sus grandes canoas
de doble casco. Al principio, el lugar les pareció ideal, pero poco a
poco descubrieron sus limitaciones ambientales. Pascua no tiene
cursos de agua, sino sólo lagos en los cráteres de volcanes apagados.
Había muy pocas especies autóctonas de plantas y animales y casi
ninguna era comestible. Las semillas que traían (como las del coco) no
germinaron por ser el clima un poco más frío que el de sus tierras de
origen. De este modo, tuvieron que resignarse a una dieta monótona,
basada en batatas y pollo.
En los primeros tiempos, los cultivos eran fáciles, lo que hizo que
tuvieran mucho tiempo para actividades ceremoniales. Allí
comenzaron a esculpir las cabezas gigantescas y ponerlas encima de
las plataformas, las que muy pronto actuaron como el reflejo del
poder de los respectivos clanes. Trasladar esas cabezas que pesan
decenas de toneladas desde las canteras hasta su emplazamiento
definitivo fue una obra de mayor magnitud aún que su construcción.
En una isla sin animales de tiro, se las llevó a fuerza de brazos, sobre
rodillos preparados con una enorme cantidad de troncos. Las
ubicaron en sitios cuidadosamente elegidos, según su orientación
astronómica.
En esta etapa, parecen haber existido vínculos con el continente
americano, aunque no sabemos si continuos u ocasionales. El más
sugestivo de ellos es un muro que parece reflejar una tecnología
constructiva semejante a la de los incas, sin que hayamos encontrado
documentación convincente sobre su origen. Aquí puede destacarse la
hipótesis del arqueólogo noruego Thor Heyerdahl, quien sostuvo que
"los primeros habitantes llegaron del este, de la América del Sur
preincaica, portando en sus balsas la batata, las totoras o juncos que
crecen en profusión alrededor de los lagos o cráteres de la isla, y su
habilidad para tallar la piedra"244.
Llegó un momento en que el crecimiento de la población superó la
capacidad de soporte del ecosistema y presionó sobre los suelos y los
bosques en forma irreversible. Hacia 1550 ya vivían 7.000 personas
en la isla y se agravaron los conflictos originados en el exceso de
población. La gente cortó los árboles para construir viviendas y
encender fuego. La mayor competencia entre los clanes los llevó a una
carrera para la construcción de más y más cabezas gigantes. Y, por
supuesto, a talar los últimos árboles para poder llevarlas a sus
emplazamientos. Pero la exhibición de poder de cada grupo debilitó
al conjunto de la sociedad.
La deforestación se hizo crítica. Desde el 1500, muchos debieron
vivir en cuevas por no encontrar madera para hacer sus casas. La
eliminación de los árboles también afectó negativamente los suelos,
que ya padecían la falta de abono animal para reponer los nutrientes.
El rendimiento de los cultivos disminuyó y se hizo sentir la escasez de
alimentos.
Hacia el 1600, casi no quedaban bosques en la isla. Los herederos
de una civilización marítima quedaron atrapados en su lejano hogar,
sin troncos para construir canoas. La imposibilidad de seguir
levantando estatuas desarticuló el sistema de creencias, y con él, el
orden social. Las diferencias entre clanes comenzaron a resolverse
por medio de la guerra: cada grupo volteó las cabezas levantadas por
los grupos enemigos y se comenzó a practicar el canibalismo245.
Al llegar los europeos en el siglo XVIII, hallaron más de 600
imponentes estatuas de piedra de una altura media de seis metros. Los
grabados de la expedición de La Pérouse (enviado por Luis XVI a
explorar Oceanía) muestran a los franceses midiendo las grandes
cabezas, con los últimos árboles como fondo. Los habitantes de la isla
eran un grupo de indígenas miserables, ocupados en matarse y
comerse unos a otros. Cuando el capitán Cook, unos años más tarde,
les preguntó cómo habían llegado las estatuas a los lugares en que
estaban, lo miraron con desconcierto y le dijeron que creían que
habían ido caminando.