UNA VIDA SUBTERRÁNEA
DIARIO 1991 – 1994
LAURA FREIXAS
Índice
Presentación9
199113
199221
1993133
primer a edición: mayo de 2013
1994215
© Laura Freixas, 2013
© Errata naturae editores, 2013
C/ Río Uruguay 7, bajo C
28018 Madrid
info@erratanaturae.com
www.erratanaturae.com
isbn: 978-84-15217-46-6
depósito legal: m-11046-2013
código bic: fa
diseño de colección: Julián Rodríguez y Juan Luis López Espada
para Inmedia (Cáceres)
imagen de cubierta: Sinnende, © Gabriele Münter, 1917
/ Städtische Galerie im Lenbachhaus, Múnich
maquetación: María O’Shea
impresión: Kadmos
impreso en españa – printed in spain
presentación
Hace muchos años que llevo un diario. Durante la adoles-
cencia —y luego en algunos periodos tormentosos de la
primera juventud—, lo hice sin saber muy bien por qué o
para qué; por no saber, no sabía ni siquiera en qué lengua
escribirlo: a veces lo redactaba en catalán, otras en caste-
llano. Lo dejé, si mal no recuerdo, cuando, y porque, em-
pecé a hacer seriamente lo que he querido hacer siempre:
escribir literatura. A los diecinueve años elegí lengua, el
castellano, y compuse mis primeros relatos. El diario que-
dó atrás, a modo de ejercicio o borrador.
¿Por qué lo reinicié, ya de forma mucho más sistemáti-
ca, en 1989? No lo sé muy bien, pero imagino que se debe
a que había cerrado una etapa: había conseguido terminar
y publicar un primer libro (El asesino en la muñeca, una co-
lección de relatos, en 1988); ya no me acosaba aquella sen-
sación de urgencia, de no poder perder el tiempo, de tener
que concentrar todas mis fuerzas literarias en un solo obje-
tivo, que había dominado el decenio anterior; además, ese
año me casé, lo que contribuyó a mi sensación de estabi-
lidad, de estar pasando página, convirtiéndome en adulta.
Desde que inicié esa segunda fase del diario supe que
quería publicarlo. Por el mismo motivo por el que publico
9
novelas, ensayos, relatos o autobiografía, y, además, por decido a iniciar su publicación. No exactamente desde el
otro: hay algo que sólo el diario puede aportar. Pues es principio, pues las anotaciones de los primeros años me
un género con unas características muy particulares. Las parecen demasiado vacilantes. He elegido, como fecha
historias que en él se cuentan, las reflexiones que en él se inicial, un momento-bisagra: aquel en que me disponía a
vierten, no están falseadas por esa coherencia que impone- abandonar París (donde viví en 1990-1991) para instalar-
mos, retrospectivamente, a las reflexiones o a las historias me en Madrid; y he puesto término a esta primera entrega
para convertirlas en relato o argumentación. Además, el a finales del año 1994, para darle una extensión adecuada.
diario lo escribimos en secreto, y eso nos permite mostrar- Para poner a la lectora o lector en antecedentes, diré
nos tal como somos, con nuestras dudas, contradicciones, que nací en Barcelona y hasta 1990 viví en esa ciudad,
vergüenzas, miserias, vanidades… que jamás mostraremos salvo en el curso 1980-81, que pasé estudiando en París, y
en público. O sólo con ciertas condiciones. Que para mí en 1984-86, etapa en la que fui lectora de español en dos
eran, son, dos. universidades inglesas, Bradford y Southampton. En Bar-
La primera consiste en no publicar el diario íntegro, celona, estaba empleada —desde 1987— en una editorial,
sino hacerlo reservándome una zona de privacidad. Así lo en la que dirigía una colección literaria, El espejo de tinta,
he hecho, suprimiendo aproximadamente un quince por y vivía con mi novio, un francés al que había conocido
ciento del texto original, por razones de discreción y res- en Inglaterra. En 1989 nos casamos y él se marchó a Pa-
peto a la intimidad de terceros. Por los mismos motivos, rís. En el verano de 1990 fui a reunirme con él; vivimos
he sustituido algunos nombres reales por nombres su- juntos en París hasta el otoño siguiente. Entre tanto, la
puestos o iniciales. Los nombres ficticios están en cursiva, editorial en la que trabajaba se integró en un grupo em-
y las supresiones, indicadas por […]. He mantenido, en presarial con sede en Madrid. Elegimos vivir en Madrid
cambio —en aras de la autenticidad—, el uso del pronom- porque en esa ciudad podíamos trabajar los dos: yo en la
bre indeterminado uno en masculino, que tanto me choca editorial, y mi marido en la recién inaugurada sede madri-
al releer (hoy lo uso siempre en femenino), así como al- leña de la empresa.
gunos juicios y opiniones que hoy matizaría o que ya no Ver estas páginas impresas, encuadernadas, con el sello
comparto en absoluto. de una editorial, me produce, lo confieso, cierta perple-
La segunda condición era que hubieran transcurrido jidad. ¿Es esto mi diario o se trata de un libro? Dije más
muchos años —quince o veinte— desde el momento de arriba que el diario como género se distingue, en mi opi-
la escritura, con la esperanza de que el tiempo suavizara nión, por dos cosas: por su carácter secreto, y por ser, al
los filos demasiado cortantes. Por eso es ahora cuando me contrario que un relato o una argumentación, un texto
10 11
incoherente, deslavazado, sin otro sentido o hilo conduc-
tor que la búsqueda, justamente, de sentido. Pues bien:
la publicación destruye su carácter secreto… pero no lo
desmiente. En su momento, yo escribí estas páginas sin
ninguna certeza de que algún día saldrían a la luz: su pu- 1991
blicación estaba ligada a mi condición de escritora, la cual,
en esa época de mi vida, resultaba de lo más incierto. En
cuanto al sentido, tal vez lo adquiera retrospectivamente
con la publicación, pues ésta reconoce a quien lo escribió
una identidad, la de escritora, que da sentido a una vida.
Y es que el diario es un género en la frontera, en el filo de
la literatura: eso lo hace paradójico y, para mí, fascinante.
Laura Freixas
Madrid, enero de 2013
12
[parís,] domingo 22 de septiembre
Trabajar, tener ocupaciones, obligaciones, es —mientras no
se abuse de ello, mientras no sea una droga— un excelen-
te remedio contra la ansiedad. Dejé París, hace diez días,
angustiada; la semana en Madrid, trabajando y buscando
piso, me ha puesto de excelente humor. Ahora ya estoy, en
espíritu, en Madrid, aunque físicamente esté todavía —por
un mes más— en París. Pienso con ilusión en el piso que
he encontrado [en el barrio de Arturo Soria], en la terracita
donde podremos desayunar los domingos al sol en invier-
no, en las plantas que colocaré, en el espacio del que dispon-
dremos —por fin un poco de orden, imposible de mantener
en un piso tan pequeño como éste—, en la habitación para
invitados, en tener una mesa digna de tal nombre —cosa
que nunca hemos tenido— para poder invitar a los amigos
a cenar; pienso en quién vendrá a vernos, pienso en lo ma-
ravilloso que será, tres o cuatro meses al año, nadar media
hora o tres cuartos en la piscina al volver del trabajo…
¿Iremos a Colombia, a la boda de Jean-Claude? Todavía
no sabemos si encontraremos billetes a un precio razonable.
¿Me quedaré embarazada?
15
1991 1991
¿Cuándo terminaré la novela [Último domingo en Lon- Detesto la típica actitud femenina de no actuar, de re-
dres]? ¿Qué destino le espera? huir las responsabilidades y quejarse interminablemente.
¿Seré de los elegidos para pasar un mes en el castillo Debo reconocer (y esto tengo que analizarlo) que lo «típi-
escocés de Hawthornden? camente femenino» me exaspera la mayoría de las veces.
¿Me saldrá bien el proyecto de ese programa de libros Mi ensalzamiento, en la época feminista, de la feminidad,
para la televisión?… las mujeres, etcétera, me parece que era falso de medio
Tengo unas ganas feroces de trabajar muchísimo este a medio, que encubría aversión y desprecio. Aunque es
año. Entre otras cosas porque me está empezando a po- verdad que las mujeres pueden inspirarme una simpatía,
ner incómoda que E. vaya a ganar tanto dinero: no quiero una ternura muy especiales.
dejarme llevar por la facilidad, por la pereza, por el «para […]
qué voy a pasarme diez horas traduciendo, si lo que yo
podría ganar, lo gana E. mucho más fácilmente, y no ne-
cesitamos mucho más». Por el contrario, que él gane di- domingo 29 de septiembre
nero me tiene que servir de estímulo. No digo que ganar
dinero sea mi principal motor profesional, pero sí quiero El jueves tuve la última sesión con la doctora R. (o «seño-
—y en estos momentos estoy muy lejos de ello— explo- ra A.», tal y como se presentó un día que me llamó por
tar mis posibilidades, explorarlas, avanzar, llegar casi al teléfono, cosa que tuvo el don de enfurecerme…).
límite; no quiero pasar por la vida sigilosamente, como Es tan bonito, tan acogedor su despacho, con el escri-
una espectadora. Me molesta, por ejemplo, que el agente torio y la silla de madera oscura barnizada, cajones con
inmobiliario con quien traté el tema del piso me llamara tiradores de metal dorado, apagado su brillo por los años,
«señora K.» —el piso me lo enseñó a mí, y yo le había el barco en la botella, la bandeja dorada redonda —de esas
dado mi nombre; y, por separado, más tarde, el de E.— y bandejas árabes para el té— en el suelo con un jarrón y
que declinara sin más mi ofrecimiento de darle mis datos un ramo de flores, y en el centro del techo algo circular,
laborales y bancarios, para interesarse únicamente por los abombado, de cristales de colores, con un gozne, que no
de E. Pero es evidente que no me puedo quejar, porque el sé muy bien qué es, pero que a fuerza de tener puestos
machismo del caballero en cuestión no se equivoca: acier- en él los ojos cuando estoy echada en el diván, me sé de
ta al dar por supuesto que mi marido gana mucho más memoria… y esa ventana que da a un vago patio, amplio
que yo, y que el piso lo podemos alquilar gracias a él y su y silencioso, de ese color gris perla que tiene París, y al cie-
empresa, no gracias a mí y a la mía. lo también gris perla, sereno… Esto es la feminidad: algo
16 17