Argumento
ANGEL ENCADENADO
ANGEL IN CHAINS
TERCER LIBRO DE LA SERIE THE FALLEN (CAIDOS)
DE CYNTHIA EDEN
Como un Ángel Caído de la Muerte, Azrael está maldito y deberá
caminar solo por la tierra en busca de la redención. Una noche,
mientras deambula por las calles de Nueva Orleans, descubre a una
mujer rodeada de panteras cambiaformas. Ya no es capaz de contener
la ira que hierve a fuego lento en su interior, Az convoca sus oscuros
poderes y ataca, decidido a proteger a esta humana inocente de una
muerte segura.
Sólo que Jade Pierce no es una flor delicada. Ha pasado años
aprendiendo a sobrevivir y a luchar contra las fuerzas del mal
enviadas por su ex-amante que se niega a dejarla ir. Pero después de
ver a Az en acción, cree que le vendría bien un poco de ayuda
sobrenatural. Y así planea un curso de acción basada en la seducción
que garantice despertar el interés de él y sus angelicales pasiones.
Agradecimientos
TRADUCTORA Y CORRECTORA
Fangtasy
Esta es una traducción independiente de fans, para fans, está hecha para el
disfrute y el incentivo de la lectura.
Para que todos los de habla hispana tengamos la posibilidad de leer estas
maravillosas historias.
Está hecha sin ningún fin de lucro.
Incentivamos a todas nuestras lectoras a comprar los libros de nuestras
autoras favoritas cuando se tengan los medios económicos y la oportunidad de
tener estos libros en nuestro idioma, ya que sin ellas no podríamos disfrutar de
estas maravillosas historias.
Indice
Argumento
Agradecimientos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Continua con:
Capítulo Uno
Vivir en el infierno apestaba.
Azrael, que una vez fue el Ángel de la Muerte más poderoso en honrar los
dorados pisos del cielo, encorvó sus hombros contra el fuerte viento que soplaba
procedente del río Mississippi y se dirigió hacia las sinuosas calles de Nueva
Orleáns.
Había caído hacía seis meses -caído y quemado- y todavía no se había
acostumbrado al hedor que podía saturar los callejones. Especialmente durante el
Mardi Gras.
¿Por qué los humanos se preocupaban tanto de morirse y enfrentarse al
diablo en el infierno? Este reino mortal era un infierno para él. Con las voces,
siempre gritando, los cuerpos, siempre demasiados, los pecados…
En todas partes. Por mucho que lo intentase, no había escapatoria de los
pecados mortales que le rodeaban.
Pecado más que suficiente para tentar a un ángel cuyas alas se habían
quemado cuando cayó.
—¡Ayúdenme!
El grito atravesó la noche, cercanamente, y la cabeza de Az se giró a la
izquierda. Sobre el olor de la basura podrida, de los cigarrillos rancios y de la
bebida vieja, captó el olor del... miedo.
Y de animal. No de una bestia, tampoco.
—¡Aléjate de mí! —Esa voz otra vez, la de una mujer, y ahora podía
escuchar el miedo mezclándose con ira en sus palabras vociferadas.
Incluso igual de fuerte, una dura y mordaz risa flotó hacia sus oídos, Az se
encontró dirigiéndose hacia la boca de otro callejón. Dirigiéndose hacia el
sonido de aquellos gritos.
Al doblar la esquina, Az vio primero a los hombres. Tres de ellos. Tipos
grandes y corpulentos que habían cercado a su presa. Az ni siquiera podía ver a
la mujer, pero él sabía que tenía que estar en el centro del círculo en el que se
alineaban los hombres. Una pared de ladrillo esperaba delante de ellos,
atrapándola. No había lugar adonde ella pudiera huir.
Az entró en el callejón y esperó.
El frío susurro de la Muerte no había llegado a este lugar. No todavía. Si lo
hubiera hecho, Az habría sentido la presencia de otro Ángel de la Muerte.
Siempre podía sentir a los de su propia clase, incluso si ya no gobernaba a esos
fríos bastardos.
Pero la Muerte no estaba allí. Así que la mujer no estaba a punto de morir,
al menos aún no.
En ese momento, la mujer burló a sus atacantes, y él vio su cara. Amplios
y desesperados ojos verdes, piel pálida, labios rojos oscuros y…
—¡Ayúdame! —Ella le gritó las palabras.
Az no se movió. Durante miles de años, su trabajo había sido observar a
los que estaban muriendo. Esperar hasta el último momento, y sólo entonces se
le había permitido tocar. Como Ángel de la Muerte, su toque mataba. Extraía el
alma directamente del cuerpo, y llevaba esa preciosa carga al reino que esperaba
más allá de este mundo.
Su trabajo...
Ya no más.
Había visto morir a inocentes. Los había visto masacrados en tiempos de
guerra y de paz. Había visto asesinos caminando por la tierra, matando una y
otra vez, y él…
—¡Idiota, ayúdame! —Le gruñó ella a Az, y éste parpadeó. —No te
quedes ahí parado mirando, —soltó la mujer. —Ayuda...
Un tipo con pelo negro y una chaqueta de cuero la agarró por el estómago
y la arrastró de vuelta contra él. —Él sabe que no debe involucrarse, Jade. —Un
fuerte acento cubrió sus palabras. —Sabe que si intenta jugar al caballero de
brillante armadura... —El tipo levantó la vista con una sonrisa ladeada que
mostraba dientes demasiado afilados, —hará que lo maten.
Fue entonces cuando Az notó las garras que habían aflorado para envolver
la garganta de la mujer. No eran uñas humanas normales.
En vez de eso, unas garras afiladas de cinco centímetros de largo
sobresalían de la mano del hombre.
Así que no eran simples idiotas mortales normales. —Cambiaformas, —
murmuró Az mientras hacía rotar sus hombros. Interesante. Quizás la noche
acababa de empezar para él.
Los tres tipos llevaban garras y sonrisas que mostraban muchos dientes.
Pero la mujer…no, no había indicios de garras o colmillos en ella, y olía…
Como las fresas.
Él frunció el ceño. Recientemente había desarrollado un gusto por la fruta
dulce, e incluso a tres metros de distancia, podía captar la fragancia
embriagadora de la hembra.
Su cuerpo se tensó.
—¡Atrás! —Otro hombre gruñó. Este tenía un oscuro tatuaje tribal que
serpenteaba ascendiendo por su brazo y por un lateral de su cuello. —Retrocede
o empieza a sangrar.
Az no retrocedió. Mantuvo las manos a los costados. Finalmente, un reto.
Y,mira, había estado aburrido durante días. —Dejen ir a la mujer. — Su voz
resonó, tranquila pero fuerte.
El cambiaformas tatuado se rio, y luego atacó a Az. Éste se aferró a su
control -cuidado, cuidado- y cuando el cambiaformas asestó un golpe con sus
garras, Az lanzó una bola de fuego directamente al tonto.
El imbécil aulló de dolor y cayó al suelo, rodando mientras intentaba
apagar las llamas.
Cambiaformas frito.
La mujer miró fijamente a Az con los ojos aún más exorbitados mientras
sus labios se entreabrían con estupefacta sorpresa. Él casi sonrió. Pobre pequeña
humana. Los humanos nunca se daban cuenta de lo peligroso que era su mundo
mortal.
Verdaderamente eran corderos caminando ciegamente entre lobos. O
cambiaformas.
—¡Duncan, joder! —El cambiaformas que aún sostenía a la mujer miró
asombrado a su amigo en llamas y luego miró a Az. —Acabas de pedir tu
muerte.
Az no impidió que su sonrisa se desplegara esta vez. —No, tú lo hiciste.
El cambiaformas lanzó a la mujer contra la pared cercana, y Az oyó el
espeluznante ruido sordo cuando su cabeza golpeó los ladrillos. Entonces el líder
y su perro de apoyo cargaron contra Az. Éste pensó en jugar con más fuego, pero
optó por ensuciarse las manos esta vez. Repartió puñetazos, golpeando tan
rápido que sabía que los cambiaformas ni siquiera podrían ver los movimientos
de sus manos y de su cuerpo, y en segundos, estaban en el suelo, sangrando y
rotos.
Se quitó el polvo de las manos. Hmmm... Ni siquiera tenía sangre en los
nudillos. Tal vez estaba mejorando en este asunto de las peleas físicas.
Cuando estuvo seguro de que no iban a levantarse, camino sobre sus
cuerpos postrados y se acercó a la mujer.
No se había quedado mirado simplemente esta vez. Ese reconocimiento se
asentó en él mientras se acercaba a ella. Un inocente no había muerto mientras él
miraba. Az la alcanzó. Un débil hilillo de sangre goteaba por la comisura de su
boca. Suavemente, porque él podía mostrar dulzura, limpió la sangre y la miró
fijamente.
Los humanos eran demasiado débiles. Podían ser quebrados y asesinados
con demasiada facilidad. Él lo sabía. Había matado a miles de ellos en su vida.
La levantó en sus brazos y su cabeza rodó hacia atrás contra su hombro. El
olor a fresas era más fuerte, y un extraño dolor le ardía en el pecho mientras una
áspera opresión llenaba su cuerpo.
Las pestañas de la mujer proyectaban sombras oscuras sobre sus mejillas,
y el resplandor parpadeante de una farola de la calle caía por el callejón y
golpeaba la negra cortina de su cabello.
Sosteniéndola con cuidado, se volvió hacia la entrada del callejón. Las
sirenas de la policía gritaban a lo lejos y, aunque ya se acercaba el amanecer,
todavía podía oír la risa de borrachos que flotaba en la brisa.
Durante el Mardi Gras, nadie dormía en esta ciudad.
—T-tonto... bastardo... —Fue el cambiaformas que había agarrado a la
mujer momentos antes. Escupió sangre al suelo e intentó levantarse. Fracasó.
Como Az le había roto las dos piernas, el tipo tendría que transformarse para
curarse. Az supuso que tenía unos segundos más antes de que el hombre tuviera
suficiente fuerza para mutar.
Antes de que cualquiera de ellos lo hiciera.
Y él y su humana se habrían ido hacía tiempo para entonces. Apretando
sus brazos alrededor de ella, volvió a pisar sobre los cuerpos rotos e ignoró las
gruñidas maldiciones que llenaron el aire.
Al salir del callejón, miró por última vez a los cambiaformas. —Vengan a
por mí, y sólo encontrarán la muerte. —Pensó que era justo advertirles. Si
decidían ignorar su útil advertencia…
Entonces podrían encontrarse con la muerte.
La ira en aquellos ojos ya brillantes hizo que otra sonrisa curvara sus
labios. Vendrán a por mí. Que así sea. Se volvió y se adentró en la menguante
noche con su humana.
Ella era suave en sus brazos, un peso ligero. ¿Sabía lo afortunada que
había sido? Probablemente no. Por su experiencia sabía la mayoría de los
humanos permanecían completamente ajenos a los peligros que los rodeaban.
La mayoría de los humanos que vagaban por la tierra ni siquiera sabía de la
existencia de los Otros, todas las criaturas paranormales que a menudo
caminaban justo al lado de los mortales. Demonios, vampiros, genios… todos
los llamados monstruos eran reales.
Los humanos no se daban cuenta de eso.
La mujer que sostenía en brazos era una humana que había sobrevivido a
un ataque de una manada de cambiaformas. Creía que las probabilidades de
sobrevivir eran de uno contra un millón.
Por supuesto, esas probabilidades cambiaban considerablemente cuando
un Caído se veía involucrado.
Pocas criaturas en esta tierra eran más fuertes que él.
Serpenteó por las calles, girando a la izquierda, a la derecha, y ninguno de
aquellos por cuyo lado pasó ni tan siquiera parpadeó sorprendido al ver a una
mujer ensangrentada e inconsciente en sus brazos.
Mardi Gras.
Acababa de llegar a los escalones de su apartamento en el Barrio Francés
cuando el rugido de un animal le alcanzó. El grito fuerte y feroz de un gato
grande.
Az se quedó quieto. Los hombres se habían transformado más rápido de lo
que había esperado.
Se apresuró a entrar en su apartamento y cerró la puerta de un puntapié tras
de sí. Luego la llevó al sofá. Los ojos de la mujer aún estaban cerrados cuando la
colocó sobre los cojines y un leve gemido se le escapó de los labios al soltarla de
sus brazos.
Az dio un paso atrás y la miró fijamente. Bonita, supuso. Tenía rasgos
delicados, casi inocentes, que eran desmentidos por la voluptuosidad de su boca.
Su mirada se arrastró por su cuerpo. Los humanos estaban obsesionados con el
sexo. Siempre lo supo, así que supuso que los machos humanos estarían
encantados con el cuerpo curvilíneo de la mujer y sus largas piernas. Él estaba…
Encantado también.
Az parpadeó. ¿Qué diablos...?
Los ojos de la mujer se abrieron. No había inocencia. Grandes, de un verde
oscuro y tan profundos queAz la miró a los ojos y pensó en sábanas enredadas,
carne desnuda y en los placeres que los humanos disfrutaban en la oscuridad.
Quiero placer.
La frente de la humana se arrugó mientras le miraba fijamente. Entonces
vio que la comprensión la inundaba en un instante. Ésta se levantó de un salto y
soltó un chillido capaz de romper tímpanos.
Cuando ella echó a correr para dejarlo atrás, Az simplemente se apartó de su
camino. Si ella quería correr de vuelta a la manada…—Eso sólo será tu funeral,
— dijo, encogiéndose de hombros. Había hecho su buena acción del siglo.
Su tono aburrido la detuvo. Ella le miró por encima del hombro y
parpadeó.
—Probablemente te estén dando caza ahora. —Se alejó de ella y se dirigió
hacia la ventana que daba a la calle. —Dándonos caza, — añadió en voz baja y
se dio cuenta de que estaba deseando la pelea. ¿Cuándo había llegado a anhelar
la furia? ¿Cuándo había crecido tanto la sed de sangre en su interior?
Ella se quedó tan quieta como una estatua ante su puerta. Su mano estaba
levantada, flotando sobre el pomo de la puerta, y él casi podía sentir el miedo
emanando de ella en ondas.
Pero luego ella respiró hondo, y él vio como sus pequeños hombros se
cuadraban. Empujó hacia atrás la pesada maraña de su cabello y se volvió hacia
él. —¿Cómo lograste alejarnos de ellos?
Az se encogió de hombros una vez más.
Ella dio un paso hacia él. —Tú...sabes lo que son, ¿verdad?
La diversión se extendió en él. —Noté las garras. —Era difícil no verlas.
La mujer parpadeó, y sus ojos se entrecerraron mientras lo estudiaba. Az
nunca antes había visto ese tono de verde. Ella se acercó sigilosamente,
trayéndole ese ligero aroma a fresas. Cuando se detuvo, estaba a menos de un
paso de él. Sería tan fácil tocarla.
Aunque él sabía muy bien lo peligroso que podía ser su toque.
Aún así ella estaba lo suficientemente cerca como para besarla. Pero los
ángeles,se suponía, que no debían besar a los mortales…
Ya no eres un ángel. El susurro vino de lo más profundo de su interior. El
mismo susurro tentador contra el que había estado peleando desde su caída.
No eres un ángel. Haz lo que quieras.
No eres un ángel. Agarra lo que quieras.
Estaba descubriendo que podía querer muchas cosas.
La coronilla de la cabeza de la mujer apenas llegaba a sus hombros. Ella
echó la cabeza hacia atrás y lo observó fijamente. Entonces su mirada barrió su
cuerpo.
Az se puso tenso incluso antes de que ella susurrara: —¿Qué eres tú?
Una pregunta bastante insultante. —Soy el hombre que te salvó la vida. —
¿Necesitaba saber más? Él no lo creía así.
Su mano se levantó y se presionó contra su boca. Un pequeño rastro de
sangre aún descansaba cerca de sus labios. —Eran tres, y, tú eres grande y todo
eso, pero aún así solo eres uno.
Podría ser uno de los humanos más desagradecidos que jamás se haya
encontrado. Sofocando un suspiro, Az inclinó la cabeza. —De nada.
Lo fulminó con la mirada, sorprendida, durante un momento. Luego se rio.
Un sonido suave y extrañamente lírico se derramó de sus labios, y su amplia
sonrisa iluminó su cara.
No sólo guapa.
Se puso tenso cuando la ola de necesidad lo golpeó. No la lujuria de sangre
o de muerte… esta vez la lujuria era sólo por ella.
Ya no eres un ángel. Agarra lo que quieras.
—Sí, — dijo ella, mientras su risa se desvanecía pero la sonrisa seguía en
sus labios, —gracias por salvarme el culo. — Entonces ella le tendió la mano. —
Mi nombre es Jade. Jade Pierce.
Az observó su mano. Ella meneó los dedos hacia él. Lentamente, Az
levantó su propia mano y agarró esos dedos que se meneaban. Suave. —Soy
Azrael. —Soltó su mano. No había usado el nombre Azrael en siglos. —La
mayoría me llaman Az.
—Bueno, Az, es un placer conocerte. —Su mirada volvió a deslizarse
sobre su cuerpo. —Pero voy a tener que preguntar, una vez más, ¿qué eres...?
La puerta estalló detrás de ella. Esta vez no gritó, pero quizás Az no le dio
la oportunidad de gritar.
Porque mientras las tres panteras negras, completamente transformadas,
irrumpían en la habitación saltando sobre la puerta rota, Az agarró a Jade y la
lanzó hacia el sofá.
Entonces corrió directo hacia las bestias gruñonas.
Debería haber sabido que no debía bajar la guardia. Los cambiaformas y
sus malditos sentidos agudos. Captaron su olor, el de ella, y los siguieron por
todo el Barrio Francés.
—Te lo advertí, —soltó Az y saltó sobre la pantera más cercana. Agarró
las patas delanteras de la bestia y empujó al gigante gato hacia atrás. —Deberías
haber escuchado. —No habría más advertencias ahora. Sólo muerte.
Con un giro de sus manos, Az rompió ambas patas y lanzó al gato de
vuelta a través de la puerta.
Arruinó mi puerta. Esa pantera tenía…
Unas garras se clavaron en su espalda, hundiéndose profundamente en el
músculo y raspando el hueso. Inhalando entre dientes contra el dolor, Az apretó
los dientes y se giró con un movimiento borroso. Alargó la mano mientras la
furia le atravesaba y el grito de horror de Jade sonó en sus oídos.
Ataca. Destruye. Mata.
Tocó a la pantera, y el animal se puso rígido bajo el toque de sus dedos.
Los ojos dorados de la bestia se quedaron fijos en él. Az exhaló su aliento
mientras exigía: —¿Listo para el infierno?
El aroma de flores entró en la habitación, flotando en la brisa desde el
exterior. Entró en su casa y pareció rodear al cambiaformas.
Az sabía bien lo que significaba ese olor. Un Ángel de la Muerte estaba
cerca. A pesar de lo que los humanos puedan haber pensado, la Muerte no olía a
putrefacción. La muerte era dulce. Lo mejor para tentar y llevarse a las almas.
Az levantó la mano. La pantera cayó al suelo. El pelaje se desintegró, y
bajó la mirada para observar el cuerpo tatuado del hombre que había elegido
buscar la muerte. —Te lo advertí.
Un gemido hizo que Az levantara la cabeza. La otra pantera se agazapó, y
su cabeza giraba de un lado a otro entre Az y el cuerpo que yacía en el suelo. Az
levantó la mano, con la palma hacia arriba, hacia la bestia. —¿Quieres unirte a
él?
La pantera se giró y saltó por la ventana. El vidrio se hizo añicos, y Az
contuvo su propio gruñido. Algo más que arreglar, maldita sea.
Corrió hacia la puerta. Las dos panteras supervivientes estaban huyendo.
Su hermano Sammael diría que estaban arrastrando sus culos.
Finalmente. Se habían dado cuenta de que debían temerle. Y sólo había
sido necesario que el pequeño asunto de la muerte anotase ese tanto en el
marcador de casa.
—¡Oh, Dios mío! — El grito salvaje provino de su anciana vecina. Miró
justo a tiempo para ver a la Sra. Hattie McRae entrar en su apartamento. Genial.
Probablemente estaba haciendo una llamada frenética a la policía.
Parecía como que no iba a reparar el lugar después de todo. Hora de
largarse. Otra vez.
Cada vez que los humanos encontraban un cadáver, solían hacer
interminables e inútiles preguntas. Cuando le hacían esas preguntas largas y
aburridas, había descubierto que a la policía no le gustaba cuando le decían que
se fueran a la mierda.
—Tú...lo mataste. —Fue susurrado detrás de él.
Az se enderezó lentamente. Su espalda le ardía y su camisa estaba pegada
a la sangre que cubría su piel.
—¿Cómo? —Preguntó Jade. El suelo crujió cuando ella se acercó a él.
Sus heridas sanarían, pero a causa de ese movimiento, el dolor hizo que
apretara los dientes. Ahora no era el momento para explicaciones. No es que él
quisiera ofrecerle alguna a ella.
Con un gesto de la mano con la que había matado, hizo un gesto hacia la
puerta rota. —Huye mientras puedas. —Otra advertencia. Con suerte, ella sería
lo suficientemente inteligente como para escucharlo y salir de allí.
Él haría lo mismo. Irse de este lugar. Buscar otra vivienda.
—¿Huir? —Repitió, su voz subiendo una escala.
Tomando una profunda inhalación mientras se giraba, Az asintió. —Sí,
antes de que la policía llegue y encuentre... —Señaló al cuerpo. —A él. —
Porque no parecía que hubiera matado a una pantera. No, ahora parecía que
acababa de asesinar a un hombre. En el momento de la muerte, los
cambiaformas siempre volvían a su forma humana.
Ella se arrodilló cerca del cuerpo. —No tiene heridas.
No. No tenía que herir para matar.
Jade cayó hacia atrás sobre su trasero y le miró fijamente. —¿Cómo lo
hiciste?
Con un toque. Eso era lo que hacía el Ángel de la Muerte. Tocaba, y
mataba, y el resto del mundo lo temía.
Esa era su vida. O, lo había sido.
Toma lo que quieras.
Ella se humedeció los labios y aquellos ojos que le hacían pensar
demasiado en el placer y en los pecados humanos se encontraron con los suyos.
Tentación.
Lo estaba mirando fijamente. A veces, las tentaciones más peligrosas eran
las que estaban justo frente a ti.
Entonces vio el miedo que se deslizaba sobre su cara. —¿Qué eres? —Por
supuesto, volvería a hacer esa molesta pregunta.
Era la pregunta que odiaba porque la respuesta era: una abominación.
Así que Az no respondió. Él la había salvado. Le advertí que huyera. Eso
significaba que había hecho más que su parte. Lo que ocurriera después
dependía de ella.
Se apartó de ella y se deslizó hacia la luz naciente del amanecer. Su cuerpo
se desdibujó, moviéndose rápidamente, y sabía que, para ella, parecería que
había desaparecido.
Si tan sólo pudiera.
Pero desaparecer del mundo sería demasiado fácil, y Az sabía que no
estaba destinado a seguir ningún camino fácil.
Estaba destinado a sufrir.
Su héroe la dejó con un cadáver. Jade miró fijamente a la pantera. —
Austin, imbécil, espero que estés en un lugar muy, muy, caliente. —Después del
infierno que le había hecho pasar durante los últimos años, merecía arder.
El ruido estridente de las sirenas llegó a sus oídos. Pensó que los policías
serían rápidos esta vez, cuando ella necesitaba que fueran lentos. Jade se puso en
pie. —¡Az!
Ella se empujó a través de la puerta rota. La madera le raspó el brazo.
Perfecto. Por supuesto que dejaría evidencias de ADN en la escena del crimen.
1
Pero, con suerte, una vez que examinaran el cuerpo, los sabios de la DPNO se
darían cuenta de que no estaban tratando con un cadáver normal y harían
desaparecer esta víctima de asesinato.
2
Otras muertes tenían otra forma de desaparecer en la Big Easy . Sobre
todo porque había muchos Otros escondidos en la ciudad. Cuando los
sobrenaturales pretendían mezclarse con la población humana, se dirigían en
masa a las grandes ciudades. Era más fácil para ellos esconderse a plena vista
allí. Por supuesto, en Nueva Orleans, la ciudad hecha para el vudú y la
magia...esconderse a plena vista adquiría un significado completamente nuevo
para los paranormales.
Miró a la izquierda, luego a la derecha. ¿Dónde diablos estaba su salvador?
Grande, rubio y demasiado hermoso, había desaparecido ante ella.
Literalmente desapareció. Vamos, ella no necesitaba esto ahora mismo. Su
salvador debería haberse quedado quieto, y…bueno, continuar con el
salvamento.
No te alejarás de mí tan fácilmente.
Su mirada observó la vieja acera de cemento. Buscando, buscando...
Gotas de sangre.
Se fijó en esas gotas rojas y siguió el sendero de salpicaduras. Austin había
herido demasiado a su héroe. Con ese tipo de herida, era increíble que Az
pudiera caminar. Ella estaba segura de que Austin le había seccionado la
columna vertebral -o se había acercado- pero Az había actuado como si la herida
apenas le hubiera molestado. Un ataque tan brutal a ella la habría paralizado.
Az había matado con un toque. Había sido más fuerte. Y tenía una
resistencia increíble.
Oh, sí, él era el hombre con el que ella había estado soñando durante años,
el hombre que podría ayudarla finalmente.
No. Te. Vayas. Cuando una chica esperaba tanto tiempo como ella había
esperado para que su héroe apareciera, no dejaba que el tipo se largara.
Patrulleras de la policía pasaban raudos por su lado. Jade encorvó sus
hombros y siguió adelante acelerando aún más el paso. La sangre hacía un giro
hacia un callejón.
Genial. Otro callejón que apestaba a pis. ¿Por qué tan solo uno no puede
oler a rosas?
Su velocidad se ralentizó al entrar en el callejón. Ya no se tenía prisa, sino
que ahora avanzaba despacio mientras seguía cuidadosamente el rastro de
sangre. Por lo que ella podía ver, no había forma de escapar de este callejón sin
salida. Los ladrillos rojos la miraban fijamente y su frente palpitante le recordaba
que ya había llegado a toparse de cerca con el borde duro de los ladrillos una vez
y…
Un brazo serpenteó a su alrededor y levantó a Jade contra un cuerpo
masculino muy, muy, fuerte. No había ninguna posibilidad de gritar -no es que
ella hubiera estado planeando gritar- porque una mano pesada cubría su boca.
—Te dije que huyeras. —Su voz grave y retumbante.
Pero entonces reconoció el toque de Az al instante. No había forma de
equivocarse con esa fuerza mortal.
—Deberías haberme escuchado. —Su aliento abanicó su oreja, y ella sintió
el más leve toque de sus labios contra su lóbulo. Jade no pudo evitarlo, tembló.
Sus orejas siempre habían sido un punto débil.
Además, si Az no era el tipo de hombre que hacía temblar a una mujer,
nadie lo era. Alto, fuerte, con la cara esculpida a la perfección, el tipo caminaba
exudando sex-appeal. Y peligro.
¿Por qué, por qué, siempre tenía que desear a los peligrosos? Ya debería
haber aprendido la lección. Debería haberme enamorado de un contable
tranquilo en alguna parte.
Pero si lo hubiera hecho, el contable habría acabado muerto, gracias a mí.
Era mejor pegarse a un tipo de hombre patea traseros.
Ella abrió la boca para hablar y se dio cuenta, síp, que su mano aún estaba
sobre su boca. Más sirenas ululaban en la distancia. Jade se puso tensa,
esperando que ninguno de esos policías sintiera la necesidad de registrar el área,
u, oh, seguir el rastro de sangre que les conduciría directamente hacia ellos.
Cuando Az aflojó su mano, ella respiró hondo, y su lengua serpenteó un
poco y le lamió la palma.
Tal vez ese movimiento no había sido exactamente accidental por su parte.
Seduce. Usa. Traiciona.
Algunos días, ese era su lema. Si hubiera sido una buena chica, habría
muerto hace mucho tiempo. Jade había aprendido que las chicas malas vivían
más tiempo.
Az inhaló profundamente con ese toque sensual, y Jade sintió la
inconfundible respuesta de su cuerpo detrás de ella. Eso era interesante.
La hizo girar -los hizo girar a ambos- y la inmovilizó contra los ladrillos.
La miró fijamente, esos ojos de él, azules como el cielo, tan brillantes bajo la luz
del creciente amanecer. Demasiado brillantes.
—No quieres jugar conmigo. —Su voz probablemente habría asustado a
los niños pequeños.
Menos mal que no era una niña. ¿Y quién dijo que estuviera jugando? —T-
tú me salvaste. —Lo había hecho. Tan impresionante. —Y-y resultaste herido. —
Ni siquiera tuvo que fingir el temblor de su voz. Huir de la policía a menudo
dejaba su voz temblorosa. Era esa combinación salvaje de miedo y adrenalina.
La miró fijamente. —Me curo rápido.
Maravilloso. Regalo extra para ellos. Ella se humedeció los labios, y la
mirada de Az parpadeó al ver el movimiento de su lengua. Aún mejor. Esta
mañana -menos por la leve conmoción cerebral y por el casi desmembramiento-
mejoraba por momentos para ella. —Sí, bueno, mientras te estás curando,
también estás dejando un rastro de sangre por toda la ciudad.
Sus cejas se juntaron mientras echaba un vistazo a la sangre que cubría el
suelo cerca de ellos.
—Y los policías probablemente están asaltando tu casa ahora mismo, —
continuó, hablando demasiado rápido. Pero tenían que ponerse en marcha.—
¿Por qué no me dejas llevarte a un lugar seguro? Puedes terminar de curarte,
limpiarte la sangre...
Su mirada analizó la de ella. —¿Quieres... ayudarme?
No exactamente. —Sí. —Ella le sonrió. Jade esperaba que la sonrisa
pareciese inocente. Le habían dicho con anterioridad que podía fingir bastante
bien ser inocente. Vale, excepto por los ojos. Sus ojos siempre le arruinaban las
cosas, así que bajó la mirada con cuidado. —Me salvaste. Ahora déjame
devolverte el favor.
Él no habló.
Así que ella tomó su mano. Jade cuidadosamente entrelazó sus dedos con
los de él. La mano del tipo se tragó la de ella. El toque de Az también hizo que
su corazón latiera demasiado rápido.
—No deberías tocarme. —Sus palabras salieron con un sonido ronco.
Ahora ella se obligó a mirarlo a los ojos. —No te tengo miedo. Me
salvaste. —Si no hubiera sido por él, ella habría regresado al infierno.
—Deberías temerme. —Intentó apartar la mano.
Ella apretó más la mano. —Y deberías aprender a confiar en otras
personas.
El gemido de una sirena flotó en el aire. Jade se puso tensa. La charla era
divertida, pero.... —Tenemos que salir de aquí.
Su brillante mirada la repasó de nuevo. Pero, tras la más breve vacilación,
asintió.
Sí.
—Tengo un coche esperando, —le dijo a Az mientras lo empujaba detrás
de ella. Menos mal que había escondido su coche cerca, antes del loco ataque
delos cambiaformas. Ella y Az podrían subir al auto y largarse. Entonces él
podría seguir sangrando en el vehículo y dejar de dejar un rastro de sangre. —En
diez minutos, estaremos a salvo.
Bueno, tan seguros como podrían estarlo con una manada muy enfadada
de panteras cambiaformas tras ellos.
Normalmente, las panteras eran una raza solitaria. Pero si tienen un alfa
fuerte que los guíe, un maldito enfermo que lo sabía todo sobre el control,
entonces se unían y hacían de la vida un infierno para todos los demás.
Estos panteras cambiaformas en particular la habían perseguido durante
años. Siempre dándole caza. Destruyendo todo y a todos a su paso.
A algunos chicos les costaba mucho superarlo.
Así que tenías que matarlos para que el mensaje fuera captado.
—Vamos, —susurró ella. —Larguémonos de aquí.
Antes de que empezara otra cacería.
—Austin está muerto.
Brandt Dupre levantó la vista ante el anuncio. El pantano esperaba tras él,
del color de la sangre debido al fuego del sol naciente. Ladeó una ceja mientras
estudiaba al panteracambiaformasque tenía ante él. Riley estaba prácticamente
vibrando de rabia, probablemente porque la sangre y los moretones en su cuerpo
indicaban que el tipo acababa de recibir una seria patada en el trasero.
—¿Jade? —Preguntó Brandt en voz suave. Pero incluso después de todos
estos años, ella podría sorprenderlo. Eliminando a uno de sus asesinos pantera
más fiables. Tendría que castigarla por eso, por supuesto, pero...
—No fue ella, —Riley escupió al suelo. La sangre goteaba de sus labios.
—Fue ese rubio bastardo grandeque...
Brandt se abalanzó sobre el cambiaformas. Sus garras se dispararon de la
punta de sus dedos mientras agarraba a Riley por el cuello. —¿Un hombre estaba
con Jade?—¿Con su Jade?
Riley asintió con la cabeza mientras las garras de Brandt le cortaban el
cuello. Riley ni siquiera se inmutó cuando la sangre se deslizó por su cuello.
La ira ardía en el cuerpo de Brandt. Jade ya debería haber aprendido a
estas alturas. Ella debería ser más prudente.
Esta era su guerra. Ella no podía traer a otros para entrometerse en su
batalla. Y seguro como el infierno que no debía follar con otros.
¿Cuántos cadáveres tendría que dejar antes de que ella se diera cuenta?
¿Quería que siguiera matando a esos tan tontos como para salir en su ayuda?
Debe quererlo.
Arrojó a Riley unos metros hacia atrás. El cambiaformas cayó sobre la
tierra oscura. Brandt se volvió hacia el pantano mientras luchaba por controlar su
temperamento. —Está muerto.—Una orden. Y lo que el alfa quería...
Lo conseguía.
¿Por qué no podía Jade entender eso?
—Puede que no sea tan fácil matarlo.
Brandt se puso tenso ante las murmuradas palabras de Riley. Luego miró
por encima de su hombro.
Riley se había puesto de pie. El cambiaformas ignoró su cuello sangrante,
pero hizo un gesto desdeñoso con sus manos. —El tipo no es humano. —Riley
tragó y su nuez de Adán se agitó. —Ni siquiera estoy seguro de qué carajo es.
Interesante. —¿Pero estás seguro de que estaba con mi Jade?—Mía. Ella le
pertenecía, en cuerpo y alma.
—Maldito caballero de brillante armadura. —La torcida mueca de
desprecio de Riley mostró sus caninos en crecimiento. —El tipo salió corriendo
de la nada, tratando de salvarla.
Sus palabras calmaron a la bestia dentro de Brandt. Si el desconocido se
había apresurado a unirse a la lucha, entonces el tonto podría haber sido un buen
samaritano. Y tal vez el bastardo no estaba follándose a Jade.
Pero quienquiera que fuera, todavía había matado a un cambiaformas.
—Encuéntralo, —ordenó Brandt. —Tráemelo. —Sonrió. —Entonces lo
abriré.—Se merecía su diversión, y las panteras se merecían su venganza.
Después de todo, le gustaría más a Austin.
Quizás incluso dejaría que Jade lo viera mientras masacraba a su caballero.
Otra muerte. Más sangre. Cuando su caballero muriera, quizás se diera
cuenta de que no había escapatoria.
Ella le pertenecía. Para siempre.
Capítulo Dos
—Deberías desnudarte.
Su tipo duro rubio y grande se volvió y le frunció el ceño.
Jade le ofreció una de sus inocentes sonrisas. —Tu ropa está empapada en
sangre. Dámelas, y yo iré a lavártelas. —¿No sonó eso amistoso? ¿Servicial? —
Y puedes, um, ir a ducharte. —Hizo un gesto con la mano para indicar el
pequeño baño que esperaba justo al final del pasillo.
Su hogar temporal -porque, sí, todos sus hogares eran temporales
últimamente- no era gran cosa. Un pequeño apartamento situado en las afueras
del Barrio Francés. Ella estaba en el último piso y una tienda de antigüedades
abandonada la esperaba en la planta de abajo.
Había pintado las paredes. Las cubrió con murales de la ciudad. Sentía
cierta... pasión por la pintura. Era el único talento que siempre había tenido.
Bueno, pintar y matar. Pero el talento para matar le había llegado más tarde en su
vida.
Así que mientras los muebles del lugar podían parecer mierda, ella pensaba
que la decoración era bastante estelar.
Jade le tendió la mano. —Ejem. La ropa.
Se giró para mirarla a la cara, y el tipo no mostró signos de estar de humor
para desnudarse. Una verdadera lástima.
¿Cómo se supone que iba a seducirlo si iba a ponerse tan difícil? Ella
apenas ahogó su suspiro.
Pero entonces sus manos alcanzaron la parte inferior de su camiseta. Sus
ojos estaban sobre ella. Jade le ofreció una sonrisa alentadora. Vamos,
grandullón, quítatelo todo.
Se quitó la camiseta. Se la lanzó a ella con un movimiento casual de su
mano.
Jade no dejó que se le cayera la mandíbula. Pero, guau, maldición, Az
estaba potente. Hablando de unos abdominales extremadamente apetitosos.
—Me ocuparé de esto...—Se acercó a él y se aclaró la garganta. —Ahora
déjame ver tu espalda. Quiero asegurarme...
Pero él se puso rígido.
Ella puso su mano en su brazo. Era agradable y cálido. —Lo sé, dijiste que
eras un súper sanador. Pero déjame ver esas heridas, ¿de acuerdo?
Un músculo palpitó en su mandíbula. —No me duele la espalda.
Cierto. El tipo duro no sentía dolor. —Necesito ver si tu herida es grave.—
Ella lo miró fijamente y esperó.
Sus fosas nasales se ensancharon, sólo un poco. —¿Por qué…— volvió a
inhalar, —hueles a... fresas?
Ah, de acuerdo. No era la pregunta que Jade había esperado. Pero tal vez
esto era una buena señal. Estaba mostrando un interés real por ella. O, al menos,
interés por su olor. —Es el jabón que uso.—Inclinó la cabeza hacia el baño. —
Muy pronto olerás de la misma manera.
Sus ojos se entrecerraron. —No quiero oler a fresas.
—No lo rechaces.—Era mejor que oler a sangre y a callejón meado. Ella
agitó la cabeza y lo empujó hacia el baño. Mientras él se giraba-ha, ella lo pilló-
su mirada se deslizó sobre su espalda, y no pudo controlar el jadeo que partió de
sus labios.
—Te dije que me curaría, —tragó mientras entraba en el baño.
Y tenía razón. Las profundas heridas de las garras del cambiaformas
habían desaparecido. La sangre manchaba su espalda, pero las heridas estaban
completamente curadas.
Pero no fue su súper curación lo que le provocó el grito ahogado.
No, el shock había procedido de la visión de las cicatrices inflamadas,
gruesas, y todavía muy frescas que cubrían su espalda superior. Esas cicatrices
trazaban perfectamente la trayectoria de sus omóplatos. Perfectamente.
Se había curado, sin que le quedara ni un rasguño, del ataque a su columna
vertebral de un cambiaformas. Entonces, ¿qué demonios se apoderó de él y dejó
esas profundas cicatrices en la carne de Az?
Él se quitó las botas a puntapiés. Mientras ella trataba de averiguar qué
criatura paranormal lo había cortado, Az se deshizo de sus vaqueros.
Por supuesto, su mirada tuvo que caer a su culo.
Bonito. En realidad, mucho, mucho más que bonito.
Luego se metió en la ducha y el sonido del torrente de agua llenó la
habitación.
Jade se acordó de recobrar el aliento entonces. Vale, el primer paso de su
plan acababa de funcionar. Tenía al tipo en su apartamento. En realidad, desnudo
y en su apartamento.
Ella agarró sus vaqueros y se escabulló fuera del baño. Sus manos se
metieron en sus bolsillos para una búsqueda rápida y sucia. Una búsqueda que
resultó totalmente inútil. ¡Maldita sea, sin identificación! ¿Quién andaba por
Nueva Orleans sin siquiera una billetera?
Az-Azrael. ¿El tipo sólo tenía un nombre? Ella necesitaba más
información de él. Sobre él.
Metió la ropa en la lavadora y corrió de vuelta hacia el torrente de agua
corriendo en su cuarto de baño. El vapor llenaba la habitación, y pudo ver la
dura silueta del cuerpo de Az detrás de la delgada cortina de la ducha.
Había pasado bastante tiempo desde que había tenido un amante. En
realidad, habían pasado diecisiete meses, catorce días y seis horas. No es que
estuviera contando.
Vale, sí que lo estaba contando.
Pero no podía borrar el recuerdo de los gritos de su último amante de su
cabeza. Por mucho que lo intentase, Jade no podía olvidarlos. Fue por mi culpa.
La imagen de su muerte estabagrabada a fuego en su memoria, y ella no lo
iba a olvidar, ni a él, en un futuro cercano. Johnny había sido otra lección muy
dolorosa para ella. La mayoría de los humanos no eran lo suficientemente fuertes
para sobrevivir a la batalla en la que ella se encontró sumergida. Y enamorarse
de un ser humano, uno que no podía luchar contra los cambiaformas que venían
a por ella,eso fue un plan seguro para garantizar la muerte.
Su mirada se detuvo en Az. Él no era humano,ella lo sabía. ¿Pero qué era?
¿Cómo de fuerte sería realmente? Si ella lo empujaba, si se le acercaba,
¿acabaría igual que Johnny? ¿Sangrando? ¿Roto? ¿Con su nombre en los labios?
Pero él mató a un cambiaformas. Lo mató con sólo tocarlo.
Ella quería creer que Az era lo suficientemente fuerte como para derrotar a
cualquier cosa o a cualquier persona que se interpusiera en su camino.
Sólo que... algo le había destrozado la espalda. Había sido atacado por un
ser tan fuerte que aún llevaba las cicatrices.
Jade agarró una toalla. La puso cerca de la ducha. Hasta que descubriera
quién –qué- era Az, no podía arriesgarse a acostarse con él. Tendría que volver a
contar los días.
La seducción tendría que esperar.
No podía tener sangre de otro hombre en sus manos. Otra vez no.
Cuando Az salió de la ducha, casi esperaba encontrar a Jade esperándole.
Tal vez esperaba que ella estuviera allí con sus ojos seductores fijos en él.
Pero la habitación estaba vacía. Agarró una toalla, se secó frotándose
bruscamente, luego aseguró la tela de algodón alrededor de sus caderas mientras
iba a buscarla. La sangre se había lavado, volviendo el agua de color rojo
mientras se deslizaba por el desagüe. Se había curado y ahora....
Él quería.
Se suponía que los ángeles no debían sentir emociones. Ni deseos. Pero
desde que había caído, había sido golpeado con cada sensación que los humanos
experimentaban. Todas las necesidades. Todos los deseos. Todo tipo de hambres
sin fin.
Y, en ese momento, su cuerpo estaba duro y cargado de deseo.
Porque Jade lo había mirado con hambre en los ojos. Había visto el calor
en su mirada cuando ella observó su cuerpo desnudo. Le había gustado lo que
había visto.
En realidad, era justo. Cuando él la miraba, sin duda podía apreciar la
vista.
Abrió la puerta. Una rápida mirada reveló que Jade no estaba en el
pequeño dormitorio que esperaba a la derecha. Salió del baño y giró a la
izquierda en el pasillo.
Y la encontró agachada, pintando la imagen de un artista callejero en su
pared.
Ella dudó, y luego le miró. Una tenue mancha de pintura azul cubría su
mejilla. —Tu ropa no está lista todavía.
Bien. Se acercó más a ella. Le quitó el pincel de la mano. Dejó que sus
dedos se demoraran sobre la piel de ella.
Pero Jade agitó la cabeza. —No quieres hacer... esto.
—¿Esto?—Preguntó, aunque sabía exactamente a qué se refería.
Ella asintió. —No es seguro desearme. Pensé... —Jade respiró hondo y se
humedeció los labios. Az estaba descubriendo que le encantaba observar los
movimientos suaves de sus labios y su lengua. —Cuando termines de vestirte,—
dijo, —deberías irte y olvidar que me has conocido.
Había olvidado a muchos humanos. Recordaba los gritos de otros. Puso el
pincel sobre la pequeña cubeta de pintura. Entonces sus dedos se deslizaron
ascendiendo por sus brazos.
Se curvaron sobre sus hombros. —Creo que olvidarte puede no ser una
tarea fácil.
—No lo entiendes.—No se apartó, pero se quedó perfectamente quieta
mientras le decía: —Los hombres que me quieren tienen una historia
desafortunada con la muerte.
Si ella tan sólo supiera...
Su sonrisa era triste cuando se levantó y se alejó. —Así que por una vez,
voy a hacer algo bien.—Pero su mirada bajó por su pecho. —Maldita sea.
Az levantó una ceja y se puso de pie junto a ella.
—Gracias por salvarme el culo hoy, —dijo Jade mientras se alejaba de él.
—Pero una vez que tengas tu ropa, realmente necesitas alejarte de mí.
No es lo que esperaba. Antes de entrar en la ducha, Az había pensado que
la hembra humana estaba tratando de seducirlo.
Otras lo habían intentado. Lo habían tentado.
Pero él no las había querido, no como la quería a ella.
Quería a Jade en la gran cama de su habitación. La quería abierta a él, con
los brazos a su alrededor. Gritando por él.
Quería saborear el placer que tanto disfrutaban los humanos. Con ella.
Todo ángel era tentado en algún momento...
—Sé que no es asunto mío... —Sus palabras tenían un borde ronco que a
Az le parecía sexy. —Pero,—continuó con esa voz que parecía acariciar su piel,
—¿qué te pasó en la espalda?
—Caí.—Sencillamente. La verdad.
Sus oscuras cejas se elevaron. —Te caíste.—Jade negó levemente con la
cabeza y silbó suavemente. —Debe haber sido una gran caída.
—Lo fue.—Quería volver a tocarla. El tacto le había sido negado durante
siglos, y no se había dado cuenta de lo placentero que era sentir la piel de una
mujer contra la suya.
Así que se adelantó y dejó que sus dedos se deslizaran por su mejilla.
Suave.
—No deberías...—Su voz era como un susurro durante el sexo.
—Debería. —¿Qué más tenía que perder? Su mirada se cerró sobre su
boca. Labios rojos y regordetes. —Quiero saber a qué sabes.
Az captó su jadeó, pero ella agitó la cabeza. —Te lo dije...
Ahora él se rio. —No le temo a la muerte.
Sus labios se entreabrieron, sorprendida.
Az no esperó más. Sus labios abordaron los de ella. No fue un beso gentil
y tentativo. No le iba mucho la dulzura últimamente. Su lengua se clavó en la
boca de ella. Se sumergió dentro y se sirvió.
Sabía más dulce que las fresas. Tan dulce. Su lengua la probó y sus manos
se curvaron alrededor de ella mientras acercaba su cuerpo al de él.
Su cuerpo era pequeño, sus pechos exuberantes, y él quería más.
Su polla empujaba contra la toalla, engrosándose y estirándose hacia ella.
No podía alejarse de Jade. No quería hacerlo. Los labios de ellasuccionaronsu
lengua y todo el cuerpo de Az se apretó.
Se tambaleó con ella avanzando hacia delante. La enjauló contra la pared y
la disfrutó.
Boca. Lengua. Carne.
La toalla estaba en medio. Quería piel contra piel. Quería ver los pliegues
rosas de su sexo. Quería estar dentro de ella.
Quería, como nunca había querido a ninguna otra.
Las manos de Jade se curvaron en torno a sus hombros. Sus uñas se
clavaron en su piel, y le gustó la punzada de dolor.
Un gruñido tomó forma en la garganta de Az.
Su boca se desprendió de la de ella, y empezó a saborear su garganta. Ella
temblaba contra él. Ah, le gustaba eso. Justo ahí, en la curva de su cuello y
hombro y…
—¡No!
Su cabeza se levantó de repente, y la miró fijamente. Sus pechos estaban
apretados, con sus picos duros, empujando contra su tórax. Sus caderas se habían
arqueado hambrientamente contra él, y sus ojos… no había forma de pasar por
alto la lujuria en su mirada. La misma lujuria que calentaba su propio cuerpo.
Pero la humana le había dicho que no.
—¿Por qué?—Dijo con los dientes apretados. ¿Era porque él no era...
como ella? No era menos que un humano, no, él era…
Ella tembló contra él mientras sus dedos se deslizaban por sus brazos. —
Te lo dije,—dijo Jade otra vez, —Soy peligrosa. No quieres estar conmigo.
Él quería. Quería follarla en ese momento.
—Lo mejor que puedes hacer es alejarte de mí.—Sus manos se aplanaron
sobre su torso y lo empujó.
Az retrocedió un paso. Sólo uno.
Ella le miró con esos ojos verdes que él sospechaba que probablemente
habían roto a hombres mortales. —Esa manada de panteras vendrá a por mí otra
vez. A por mí y a por cualquiera que esté conmigo. Así que créeme, no quieres
verte atrapado en esta guerra.
Entonces ella se escabulló de él. Su cuerpo rozó el de Az, un suave
deslizamiento de piel femenina.
—Me voy a duchar, —dijo ella. —Deberías... deberías haberte ido cuando
yo salga.
Si así era como la pequeña mortal quería las cosas...
Ella se dirigió al baño. No lo miró de nuevo. ¿Por qué le enfurecía ese
hecho? Y por qué sentía que debía preguntar: —¿Por qué te quieren las panteras?
Jade se detuvo con una mano en el marco de la puerta. —Supongo que
hice algo para hacerlos enojar.—Eso parece. —Ahora, no van a parar. No hasta
que me maten.
Una humana contra una manada de panteras. Apenas le parecían
probabilidades justas. Una humana contra un solo cambiaformas no era una
pelea justa.
—Pero esta no es tu batalla.—Ella seguía sin mirar atrás. ¿Por qué no? —
Deberías irte mientras tengas la oportunidad. Y no te limites a marcharte de mi
apartamento. Vete de Nueva Orleans. Si no lo haces, captarán tu olor. Te
perseguirán. Te harán pedazos.
Altamente dudoso. —Me gustaría verlos intentarlo.
Se giró en un instante. —Yo no. —Suave. Espera, ¿eso que brillaban en
sus ojos eran lágrimas?
¿Una mortal, llorando por él?
—Tú me ayudaste. No me conocías. Pero tú... me salvaste la vida.—Jade
sacudió la cabeza rápida y negativamente. —Ahora déjame a mí salvar la tuya.
Az, lárgate de aquí y no regreses jamás.
Parecía que hablaba en serio.
Jade se giró y cerró la puerta tras ella con un portazo. Unos segundos más
tarde, el agua comenzó a correr con un sonido similar a un rugido.
Az miró fijamente a la puerta cerrada. Después de un momento, agitó la
mano e instantáneamente vistió su cuerpo con una nueva muda de ropa. No la
había necesitado para lavar su ropa sucia. Usar la magia era fácil para él.
Siempre lo había sido. La magia era uno de sus dones.
El agua continuó corriendo en el baño.
La mortal quería que la dejara en paz.
Pero a veces, los mortales no siempre consiguen lo que quieren.
Especialmente no cuando lo tentaban tanto.
Él se había ido.
Mientras salía de puntillas del baño, las manos de Jade se apretaban en
torno a la toalla que cubría su cuerpo. Era bueno que se hubiera ido.
¿Entonces por qué le dolía el pecho?
Respiró hondo. Por una vez, había hecho lo correcto. No había arrastrado a
Az a su infierno.
Ella podía manejar esta pesadilla, y él estaría mucho mejor cuanto más se
alejara de ella. Por su bien, Jade esperaba que el tipo se fuera lejos y rápido.
Además, estaba acostumbrada a estar sola. Era la forma en que quería
estar. Az simplemente habría complicado las cosas para ella. La distraía.
Y... y todavía podía saborearlo en sus labios.
Maldita sea.
Az esperó hasta que el sol se puso, y luego buscó a su hermano Sammael
en el club favorito de los Caídos.
Hermano. Él y Sammael -o mejor dicho, Sam, ya que su hermano prefería
esa versión de su nombre- no estaban exactamente muy unidos, especialmente
desde que Az había pasado una cantidad desmesurada de tiempo intentando
matar a Sam a lo largo de los siglos.
Pero, bueno, eso ya pasó. Todo eso quedaba en el pasado. Eso esperaba.
Mientras Sam no viniera en busca de revancha en algún momento próximo.
Una larga fila de humanos esperaba fuera de las puertas del Sunrise. Los
humanos siempre trataban de jugar en el lado oscuro. Tal vez sentían que el club
atendía a una clientela más salvaje. Tal vez buscaban el subidón que
acompañabaal hecho dearriesgarse a morir.
Tontos.
Pasó junto al portero paranormal y se dirigió adentro. Sam estaba en el bar,
con aspecto aburrido mientras hablaba con uno de sus demonios. Sam pasaba
demasiado tiempo con los demonios. Y con sabuesos del infierno. Pero,
afortunadamente, el sabueso de Sam no estaba en el Sunrise en ese momento.
Quizás más tarde la bestia haría su aparición.
Sam emitió un suspiro exagerado cuando vio a Az en el espejo del bar. Se
giró sobre el taburete para mirarle. —¿De visita otra vez?—Sam hizo un gesto
hacia el escenario. —Y el entretenimiento aún no ha comenzado. Vaya, estás
merodeando por las calles temprano esta noche.
Los molares de Az se apretaron. —Quiero hablar con Seline.
Sam levantó las cejas. —Bueno, ¿qué querrías tú de mi Seline?—Un acero
posesivo había acentuado su voz.
Porque Seline era suya. Una mujer que cambió el cielo por vivir con Sam
en este infierno. Az aún no entendía por qué había tomado esa decisión en
particular. Por amor, o al menos eso dijo ella.
—Ah...—Sam asintió con la cabeza y su mirada se agudizó mientras
chasqueaba los dedos. —Quieres interrogarla sobre cómo volver a subir,
¿verdad? Porque eso es lo que jodidamente siempre quieres hacer…regresar.
Regresar. A veces, Az, puedes ser una perra llorona. —Agarró un vaso de
chupito y vació su contenido de un trago rápido. —La cagaste, te tiraron aquí,
ahora lidia con ello.
Pero no quería lidiar con ello. Az estaba cansado de las emociones que se
hacían más fuertes cada día. Desgarrándolo. Y desde que conoció a Jade, la
lujuria había estado creciendo en su interior…todo el día. No podía dejar de
pensar en ella. No podía dejar de desearla.
Todavía podía oler el aroma de las fresas.
Az exhaló un fuerte aliento. —Este mundo no es para mí.—Había
gobernado sobre un ejército de ángeles, y ahora se veía reducido a luchar contra
los cambiaformas en un callejón sucio para divertirse. —Voy a volver.
—No a menos que consigas la redención, —le dijo una voz suave y
femenina.
Seline.
Miró al espejo y vio que la compañera de Sam estaba justo detrás de él. La
cálida mirada marrón de Seline se encontró con la suya en el espejo. —Si
realmente odias tanto estar aquí, —continuó, encogiéndose de hombros y
deslizando su pelo hacia atrás, —entonces demuestra que deberías conseguir el
pase libre para subir arriba.
Arriba. Donde no había emociones molestas que lo atormentaran. Sin
sentimientos que lo aten en nudos. Sin necesidades que le provocaban dolor.
Sólo el deber y la muerte.
—Si eso es lo que quieres...—Sam les interrumpió, su voz burlándose
mientras le ofrecía su mano a Seline. Ella se acercó a él y sus dedos se
entrelazaron. —Pero algo me dice que cuanto más tiempo estés aquí abajo,—
dijo Sam, la diversión parpadeando en sus ojos, —más te va a gustar.
La mirada de Az se desvió por el bar. Las parejas bailaban, sus cuerpos
demasiado juntos. Casi follando en público. Las bebidas se servían y eran
bebidas instantáneamente. La magia flotaba en el aire.
Beber. Alcohol. Sexo.
Jade.
Parpadeó, preguntándose por un momento si se la había imaginado. Pero,
no, esta no era otra fantasía.
Ella estaba allí. De pie, justo dentro de la puerta, con los ojos
entrecerrados, mientras escudriñaba el bar.
—¿Ves algo que te guste?—Sam se burló. —Porque creo con total certeza
que debes haberlo hecho.
Az se dio cuenta de que todo su cuerpo se había endurecido. Incluso había
dado un paso hacia ella sin darse cuenta.
La mano izquierda de Sam le dio una palmada en el hombro a Az, y se
sintió como si un atizador ardiente hubiera sido puesto contra su piel.
Probablemente porque Sam seguía enojado con él y quería que le doliera su
contacto. Sam era tan poderoso como Az, y el otro Caído sabía cómo controlar el
fuego y la magia tan fácilmente, si no más, que Az.
—Adelante, —le dijo Sam. —Ve a buscar a una humana. Folla hasta
perder el sentido. Vive un poco.
Pero con cada momento que pasaba en la tierra, Az sentía que se alejaba
más de su pasado. De su vida real.
No estaba hecho para la Tierra. Demasiado dolor. Lo reconcomía aquí.
—Redención, —dijo Seline en voz baja mientras se presionaba contra el
costado de Sam. —Es la única manera.
Era la única forma que tenía de hacerlo. Porque si se quedaba aquí, bueno,
hace mucho, mucho tiempo, un cierto profeta poderoso había predicho que Az
podría provocar el fin del mundo... cuando matase a su propio hermano.
Había tenido la oportunidad de matar a Sam antes. Él lo había descartado.
Apocalipsis del fin del mundo evitado.
Por el momento. Pero día tras día, Az podía sentir una oscuridad
agitándose dentro de él. Si las emociones siguieran fortaleciéndose, ¿qué
pasaría?
¿Podría mantener su control?
¿O qué pasaría si esa vieja predicción finalmente se hiciera realidad? Si la
oscuridad dentro de él se hacía demasiado fuerte, Az no estaba seguro de lo que
pasaría o lo que podría hacer.
Su mirada volvió a Jade. Apenas podía ver la parte superior de su cabello
oscuro. Ella se había deslizado hacia un lado, moviéndose casi sigilosamente
mientras se giraba hacia el pasillo que conducía a la parte más oscura del
Sunrise.
La parte que los humanos,se suponía, no debían ver.
Ella era humana. Perdida. Sola. Perseguida por Otros.
Débil.
Sam empezó a reírse detrás de él.
Los humanos eran débiles, pero también estaban favorecidos.
—Te vas a arrepentir de tantas cosas, —murmuró Sam a Az mientras
acercaba a Seline. —Tantas...
Az volteó la cabeza y le ofreció una sonrisa tensa a su hermano, el único
ángel que había sido capaz de igualarlo en poder. El ángel que había caído
cuando masacró a docenas de humanos. —Que te jodan, —le dijo Az.
Pero la sonrisa de Sam no se desvaneció. Sólo se agrandó mientras decía:
—Ése es el espíritu, hermano.
Az lo dejó. Con la intención de encontrar a Jade, se abrió paso entre la
multitud. Ella no debería estar allí. Era demasiado peligroso para ella estar entre
esa multitud salvaje.
Redención.
Hizo retroceder a dos demonios que habían bloqueado su camino.
Demonios… parecían humanos, a menos que fueras lo suficientemente poderoso
como para ver a través del encantamiento que usaban. Normalmente, sólo otros
demonios podían leer más allá de la ilusión. La verdadera mirada de un demonio
era oscura como la boca de un lobo. Más oscura que la peor noche en el infierno.
Los demonios no se molestaron con el encantamiento cuando lo miraron.
Az les lanzó una ráfaga de su poder e hizo que los demonios volvieran a
tambalearse hacia atrás. En esta ciudad, estaba acostumbrado a que los enemigos
estuvieran cerca. Estaba acostumbrado a que los enemigos estuvieran por todas
partes.
El oscuro pasillo de la izquierda se alejaba de la barra principal. Unos
pasos más por ese pasillo, y Az se encontró frente a una puerta enrejada. Un oso
cambiaformas de dos metros de altura bloqueaba su camino, y no había señales
de Jade.
—¿Dónde está ella?—Preguntó Az.
El cambiaformas sonrió.
Bien. Az lo agarró y golpeó la cabeza del cambiaformas contra la puerta.
Una vez. Dos veces. Al tercer golpe rompió la puerta.
Tiró al cambiaformas a un lado y miró a través de los destrozados restos de
la puerta. Otro pasillo lo esperaba.
Pero unas voces llegaron hasta sus oídos. Hombres. Probablemente más
demonios o cambiaformas. Y entonces, la escuchó.
Az entró en una habitación cavernosa e, incluso con el apiñamiento de
cuerpos, captó el olor de las fresas. Se concentró en ese olor. Lo siguió.
Ahí estaba ella. Jade estaba inclinada sobre una vieja mesa de madera. Dos
demonios estaban sentados al otro lado de la mesa, con sus ojos demasiado fijos
en su cuerpo. Ella arrojó un fajo de dinero en la superficie marcada del tablero.
—Aquí está el dinero, ahora hazlo.
Un demonio se puso en pie de repente. La agarró. Y le puso un cuchillo en
la garganta.
En ese instante, el estúpido demonio rogó por su muerte.
Y la Muerte escuchó su súplica.
Capítulo Tres
La hoja se deslizó descendiendo por su garganta cortando la piel, luego el
demonio fue apartado y arrojado a través de la habitación.
¿Qué demonios...?
Jade cubrió su garganta mientras corría hacia el cuchillo que había caído al
suelo. Ella necesitaba ese cuchillo, necesitaba…
—Vete de aquí.—Oh, demonios. Ella conocía esa voz profunda y
retumbante. Az estaba allí. La agarró antes de que sus dedos se cerraran sobre la
empuñadura del cuchillo. —Corre, —le dijo. —Yo me encargaré de ellos.
¿Correr? No, gracias. Su garganta le dolía, pero, por suerte, la hoja no la
había cortado muy profundamente. —¿Qué estás haciendo aquí?—¿El tipo no la
había escuchado en absoluto? Había tratado de hacer lo correcto, pero no, aquí
estaba él, con la cara bien alta, fuerte y vengador, y…
Y él había sido el que arrojó al demonio al otro lado de la habitación.
Y de ese modo arruinando mi plan.
—Vete. —Az la empujó hacia la puerta. Jade supuso que no se había dado
cuenta de que la puerta estaba ahora bloqueada por dos demonios muy
cabreados. —Yo me encargaré de ellos.
Ella no lo intentó.
El demonio que había lanzado por la habitación se había puesto en pie. Sus
ojos, que ya no eran de un verde cálidosino fríos y negros, la miraban fijamente.
—Me tendiste una trampa, perra.
Bueno, no, no lo había hecho. Ella había venido, con la intención de hacer
convenientemente este trato. ¿No podía una chica contratar a un escuadrón de
asesinos paranormales sin que surjan problemas? Ningún trato era sencillo hoy
en día.
—Yo no te tendí una trampa, —le dijo al demonio. William. Un duro
matón con reputación de ocuparse de sus asuntos. Había trabajado durante
semanas organizando esta reunión. Jade intentó dar un paso alrededor de Az. Él
la miró fijamente y le bloqueó el camino. Momento equivocado, héroe. —Esto es
sólo un malentendido.
Necesitaba a esos demonios. Si iban tras las panteras, podrían acabar con
toda la manada.
—Tenía un cuchillo en tu garganta, —gruñó Az. —Estás sangrando por su
culpa.
—La dama quería ver de cerca mi hojade plata.—William se encogió de
hombros y ofreció una sonrisa que era puro hielo. —Quería ver cómo había
matado a los dos últimos cambiaformas que fueron tan tontos como para
cruzarse en mi camino.
No importa lo que cuenten las historias, la plata no sólo funcionaba con los
hombres lobo. Era un arma polivalente contra la mayoría de los cambiaformas.
Pero para acabar con Brandt y sus amigos panteras, necesitarían mucho
más que unos cuantos trucos de plata.
He estado ahí, he hecho eso.
Az giró la cabeza, y ella vio como su mirada escudriñaba la habitación.
Escaneando a todos los demonios que ahora llevaban expresiones cabreadas.
Su plan maestro estaba tan jodido. —Todavía podemos hacer que esto
funcione, —dijo Jade, luchando por mantener su voz calmada, pero la
desesperación que sentía quería filtrarse en sus palabras.—Puedes tomar el
dinero, dar el golpe...
—Oh, me llevaré el dinero.—William chasqueó los dedos, y uno de sus
espeluznantes secuaces agarró el dinero en un instante. —En cuanto al golpe...
Acéptalo. Elimina a Brandt. Hazlo.
Le mostró una sonrisa. —Me temo que no eres la primera en venir a mí
con un trato, cariño.
Mierda.
—Tu novio vino a mí primero. Y pagó más.
Ahora Jade dio un paso atrás y deseó, realmente, realmente deseó, que ella
hubiera corrido tan pronto como apareció Az. Pero cuando no podías correr…
Luchabas tan duro como podías.
—Ha puesto precio a tu preciosa cabeza.—William le dirigió una mueca
con una sonrisa mientras se acercaba. Con el dorso de su mano, se limpió la
sangre que goteaba de su labio partido. Az había hecho sangrar de lo lindo al
demonio cuando arrojó su lamentable trasero de asesino al otro lado de la
habitación.
—¿Me quiere muerta?,—preguntó Jade, pero no estaba realmente
sorprendida. Sólo había sido cuestión de tiempo antes de que Brandt se cansara
del juego y decidiera que matarla era la mejor opción.
—No, te quiere vivita y coleando.—La mirada de William se dirigió a
Azrael. —Pero no dijo nada de que no matase a ningún imbécil que estuviera
contigo.
Az enderezó sus hombros y… sonrió. La sonrisa lo hizo parecer aún más
hermoso, pero, ¿el tipo se daba cuenta de que estaba rodeado de asesinos
sobrenaturales despiadados?
La mirada de Az se posó sobre el demonio. —No sabes quién soy,
¿verdad?
—¿Un idiota que está a punto de morir?
Los otros demonios se rieron.
Jade vio el destello del cuchillo. Éste se había caído bajo la mesa. No muy
lejos. Si se movía lo suficientemente rápido, podría ser capaz de agarrarlo.
—Supongo que no vengo aquí con la suficiente frecuencia como para que
la gente me conozca, —dijo Az lentamente, hablando en un tono pensativo. Se
detuvo y dijo: —Apuesto a que conoces a mi hermano.
William levantó las manos, y una bola de fuego apareció entre sus palmas.
Demonios y fuego. Qué mezcla tan mortífera. —¿Parece que me importe un
carajo de quién seas hermano?
Az no parecía particularmente asustado por esas llamas. —Ya que estás en
su bar, deberías.
Por alguna razón, esa declaración hizo que algunos de los demonios
palidecieran. Y ella captó el susurro. . . —¡Joder, Sammael!
Entonces Az caminó hacia ese demonio y su bola de fuego. —Te diré algo,
—dijo Az, —para ser justos, incluso te dejaré hacer el primer disparo.
¿Qué? —¡No!—Jade gritó, pero era demasiado tarde. William ya le había
lanzado su bola de fuego a Az.
Se zambulló por el cuchillo. Sus dedos se envolvieron fuertemente
alrededor de la empuñadura. Jade saltó. ¡No te quemes, no! Ella giró tan rápido
como pudo y enterró el cuchillo en el costado de William. —¡Aléjate de él!
El demonio se estremeció y se tambaleó hacia atrás.
—¿Az?—Apenas pronunció su nombre con una exhalación. Su mirada se
posó sobre su tórax, pero…pero no había señales de ninguna quemadura. Ni
siquiera un poco de humo.
Sus ojos estaban puestos en el demonio. —Mi turno.
Luego extendió la mano y la apretó contra el pecho de William.
Los ojos del demonio se abrieron de par en par. Sus labios se abrieron
como si tratara de hablar, pero luego su cuerpo cayó hacia atrás, y golpeó el
suelo con un ruido sordo.
Muerto.
Jade le miró. Luego volvió a mirar a Az. —¿Qué hiciste?—Su voz era un
susurro. Pero... esto fue como en el callejón. Lo había tocado, y lo había matado.
Su mirada se encontró con la de ella. Az no habló.
—¿Qué eres?—Murmuró con tono severo. Tenía que saberlo.
Ahora sus labios se curvaron en una sonrisa que la dejó helada. —Soy la
Muerte.
Como si fuera el primer hombre en decirle esa frase.
—Soy la muerte.—El grito de Brandt resonó en sus oídos. —Dondequiera
que vayas, a quienquiera que acudas, lo sabré. Y los mataré a todos.
Ella se agachó y extrajo el cuchillo del cuerpo de William. Luego levantó
el cuchillo porque era la única arma que tenía. —Aléjate de mí.
Una arruga dibujó una línea entre las cejas rubias de Az. —Yo te ayudé.
¿Dónde estaba el demonio que se llevó su dinero? Necesitaría eso de
vuelta. Pero parecía que esos tipos se habían entremezclado. Probablemente
habían estado saliendo a toda prisa de aquel lugar incluso mientras el cuerpo de
William caía al suelo. —¿Me has seguido hasta aquí?—Su corazón latía tan
rápido que a Jade le preocupaba que se le saliera del pecho.
Az negó con la cabeza. —Ya estaba en el Sunrise cuando entraste.
¿Mentira o verdad? Pero, espera, dijo que su hermano era el dueño del
lugar. Tal vez sus palabras eran ciertas.
Tal vez no.
Ella empezó a alejarse de él. Jade mantenía el maldito cuchillo en alto. No
era tan tonta como para bajar la guardia con él, no cuando sabía lo fácil que
podía matar. —Quédate ahí, ¿de acuerdo?—Quedarse donde ella pudiera verlo
mientras huía.
—Me tienes miedo.
Sí, porque no era una idiota. Hombres que podían matar con un toque…
cualquier persona cuerda les temería a esos tipos. —Mantén tus manos quietas,
grandullón, y no tendremos problemas.
—Pensé que te gustaba cuando te tocaba.
Un metro y medio los separaba. No era suficiente espacio ni de cerca. ¿Y
ahora se estaba poniendo íntimo y sexual con ella? ¿Ahora?
Se aclaró la garganta. —Eso fue...
—Tus pezones estaban duros contra mí. Tus caderas se apretaban contra
mi polla como si tuvieras hambre de mí.—¿Por qué sus palabras sonaban casi
clínicas? Palabras frías, pero su mirada parecía lo suficientemente caliente como
para quemar.
Ella se sentía abrasada. —Vale, mira, hay un demonio muerto en el suelo.
¿Qué tal si hablamos de esas otras cosas más tarde?—Porque tenía que atrapar a
otro demonio. Un demonio que pensaba que se iba a salir con la suya largándose
con su dinero. Como si fuera a decirle adiós a esa pasta.
Su mirada se dirigió a la distancia que había entre ella y Az. De acuerdo.
Eso parecía suficiente espacio entre ellos. Bueno, suficiente para una buena
ventaja de todos modos. Jade se alejó de Az y corrió hacia la puerta.
Él la atrapó. Apareció justo delante de ella. Gritó por la sorpresa y luego
con verdadero temor cuando sus manos se cerraron a su alrededor.
—¡No me mates!
Pero su boca se presionó contra la de ella. Le robó las palabras. Su lengua
penetró la boca de ella.
Tenía el cuchillo en la mano. Ella podría usarlo contra él. Podría clavárselo
debajo de las costillas y retorcerlo para optimizar el dolor.
Ella le había hecho eso a un hombre antes.
Pero Az no le había hecho daño. Había matado dos veces, ambas para
protegerla. Podía destruir con un toque, pero en ese momento, sus manos eran
ligeras sobre su piel y su boca casi acariciaba la de ella.
Así que no le clavó el cuchillo en las costillas. En vez de eso, Jade bajó el
arma.
—Buena elección. —Az gruñó las palabras contra su boca mientras sus
labios se alzaban. —Tú no me matas, y yo no te mataré a ti.
Un plan justo. Entonces su boca volvió a la de ella. Sólo el toque de sus
labios, y maldita sea, ella lo quería. Ella trató de jugar a lo seguro con él, intentó
toda la rutina de hacer lo correcto, pero…
Pero Az parecía quererla tanto como ella a él. Así que la boca de Jade se
abrió más. Su lengua se encontró con la de él. Ella lo probó. Saqueó. Anhelaba
mucho más.
Las manos de Az estaban en su trasero ahora. Presionándola contra él. No
había forma de pasar por alto la dura longitud de su excitación. Muerte y deseo.
Algunos hombres se alimentaban de esa peligrosa combinación.
También lo hacían algunas mujeres.
Jade empujó su mano izquierda contra su torso. El demonio. Su boca se
separó de la de él. —Tengo que...—Ella agitó la cabeza, y luego se alejó de él.
Él la miró fijamente sin pestañear.
—El demonio tiene mi dinero, —dijo ella, jadeando.—No voy a dejar que
se escape.—Afortunadamente, se había vuelto muy buena rastreando con los
años. Buena, para tratarse de una humana, al menos.
Jadecaminó en torno a él. Az no la detuvo, aunque ella esperaba que lo
hiciera.
¿Quería que lo hiciera?
Jade corrió hacia delante, y casi chocó contra el pecho de un alto y
sonriente dios.
Grande, oscuro. Rasgos tan perfectos que tenía que ser un pecado.
—¿Hay un demonio muerto en mi bar?—Preguntó, casi con voz…
divertida.
¿Su bar?
Pero antes de que Jade pudiera responder, el tipo agitó la cabeza. —De
verdad, Az, estoy empezando a pensar que te gusta jugar aquí abajo.
¿Jugar?
Entonces los ojos del hombre se fijaron en ella. Sus ojos azules eran como
los de Az. Sólo una mirada a los ojos de este hombre y su corazón se sintió
helado.
—¿Y qué tenemos aquí?—Dijo arrastrando las palabras, levantando una
mano hacia ella. —Algo tentador...
—No la toques.—Az gruño la orden. Entonces, él estaba allí. Moviéndose
de esa manera demasiado rápida que todavía le ponía los pelos de punta.
Interpuso su cuerpo entre ella y…
—Sammael, joder, nunca la toques.
Pero este Sammael se rio. —Ese lenguaje..., —lo reprendió. —Cada día
pareces volverte más y más como el maldito resto de nosotros.—Ella miró
alrededor del hombro de Az y vio la mirada de Sammael examinándolo.
Sammael le preguntó: —Supongo que ya no eres tan perfecto, ¿verdad,
hermano?
Az se lanzó hacia adelante y agarró a Sammael. De acuerdo. Vale. Cosas
de familia. Lo que sea. Ella tenía que ocuparse de sus propiosasuntos. Así que
Jade aprovechó ese momento para zambullirse por la puerta.
Había un demonio por ahí, en alguna parte, con su último fajo de billetes.
Debería haber sabido que cinco de los grandes era un precio demasiado bajo
para pagar por la muerte de alguien, pero estaba desesperada.
Una vez que ella agarraraa ese demonio ladrón, éste sería el desesperado.
Sorprendentemente, Sam no peleó. Az empujó a su hermano al suelo
esperando sentir un rayo golpeando su pecho.
Pero Sam estaba muy ocupado riéndose. —Sabía que cuanto más tiempo
estuvieras aquí, más tentado te sentirías.
Sam tenía razón. Maldito sea. Los sentimientos, las necesidades y los
deseos lo presionaban todo el tiempo. Constantemente tentándolo.
No es de extrañar que los humanos se sintieran tan atraídos por el pecado.
Si Sam no los hubiera interrumpido, Az habría tomado a Jade justo allí.
—Se ha ido, ya sabes, —dijo Sam mientras su risa se desvanecía
lentamente, y se ponía en pie. —Huyó como un conejo asustado.—Frunció el
ceño. —Sabes, pensándolo bien, tal vez deberías ir con calma. Una humana no
es la mejor opción para tu primera amante.
Primera. Porque los ángeles no necesitaban sexo. No tenían hambre por el
placer y el…
Tengo hambre de ella.
—Nos podemos poner un poco... bruscos.—Sam continuó encogiéndose
de hombros. —Sería mejor que empezaras con una cambiaformas, o tal vez con
una vampira. Alguien que pueda manejar nuestro exceso de poder. Una vez que
tengas más control, entonces puedes trabajar para acostarte con una humana.
Az flexionó los músculos de su espalda. —No quiero a otra.—Eso era
parte del problema. Otras mujeres habían venido a tentarle, intentando
convencerle, pero su cuerpo nunca había ardido de hambre como lo había hecho
con Jade. Un beso y se le antojó.
Debo. Tener. Más.
Quería ver por qué los humanos estaban dispuestos a morir por su placer.
¿Era el sexo realmente tan bueno?
No podía serlo.
¿Verdad?
Las cejas de Sam se alzaron. —Si no quieres a nadie más, ¿por qué la
dejaste salir corriendo de aquí?—Su mirada se dirigió al demonio muerto de la
esquina. —Son asesinos profesionales, ya sabes. Págales suficiente dinero, y
matarán a quien quieras.
"Él ha puesto precio a tu preciosa cabeza..." Las palabras del demonio se
deslizaron por la mente de Az y sus manos se cerraron formando puños. —Sabes
que lo hacen… ¿y aún así les has permitido estar en tu bar?
—Bueno, planeaba matarlos a todos esta noche.—Sam parecía
completamente despreocupado. —Pero entonces sólo tuviste que saltar y hacerte
el héroe antes de que pudiera sacar la basura. —Los ojos de Az se entrecerraron
hasta no ser más que una hendidura. —Ahora los otros imbéciles andan sueltos.
—Sam se golpeó la barbilla. —Y la pequeña humana ala que estabas tan
empeñado en vigilar está ahí afuera sola.
Gruñendo, Az empujó a su hermano.
—Cuidado, —la voz de Sam se endureció, y Az le miró. —No son tan
débiles como podrías pensar, —advirtió Sam.
Pero Sam estaba equivocado.
Nada era más débil que un humano.
Az fue tras Jade.
—Lo descubrirás.—La burla de Sam lo siguió. —Muy pronto.
Los demonios habían huido, rápido. Habían arrastrado el culo y salido del
bar a casi la velocidad de la luz.
Jade estaba fuera del Sunrise, ignorando a la multitud. Su mirada
escudriñando la calle. Si tuviera una nariz de cambiaformas, podría oler a los
demonios y seguir su rastro.
Ella no tenía ese talento.
No tenía garras. Nada de magia. No tenía súper fuerza.
Pero era inteligente, maldita sea. Podía resolver esto sin ningún
abracadabra paranormal.
Su mirada siguió cada pendiente y cada giro de la calle. Si estuviera
corriendo, se habría quedado en las sombras. Se habría alejado de la multitud.
Trataría de desaparecer en la oscuridad.
Jade marchó por esa oscuridad. Sus dedos aún se curvaban alrededor del
cuchillo, pero tenía el arma bajada y escondida cerca del costado junto a su
cadera. Su peso la tranquilizaba mientras caminaba por la noche.
Un paso. Otro.
El bar se desvaneció detrás de ella. Sus pasos fueron más rápidos. Más
rápido. Corría más que caminaba.
Escuchó el susurro de una risa en el viento. El gruñido de un motor.
Jade dobló la esquina. Oh, demonios, no. Reconoció al demonio que estaba
metiendo su dinero en la alforja de una motocicleta negra.
Empujándose tan fuerte como pudo, Jade se lanzó hacia delante. Levantó
el cuchillo y envolvió al demonio con su brazo. Su estómago se presionó contra
su espalda y la punta de la hoja se deslizó sobre su garganta. —Tienes algo mío.
Él se quedó inmóvil.
Luego se rio. —Imaginé que vendrías tras de mí.
—Pensaste bien.—¿Quería algún tipo de puntos extra? —¡Ahora
devuélveme mi dinero!—Una chica tenía que vivir. Y tenía que poseer suficiente
dinero para mantener al diablo lejos de su espalda.
Levantó la alforja y se la tiró. Dejó que la hoja del cuchillo se deslizase
más profundamente en su piel.
—Vas a morir, —le dijo él, su voz un gruñido.
Ahora era su turno de reír. Como si una pequeña amenaza de muerte la
fuese a molestar. No era la primera vez que la amenazaban, ni siquiera la quinta.
—Tú serás el primero en ver el infierno. —¿Cómo crees que reaccionará Brandt
cuando se entere de que me tuviste, pero me dejaste ir?
Brandt no se tomaba muy bien el fracaso.
Sintió la repentina tensión en el cuerpo del demonio. Ella le acercó la boca
a la oreja. —Prepárate para que te arranquen algo de esa piel de tu cuerpo.
Brandt disfruta tomando su libra de carne.—Muy cierto.
Pero ella no. Jade saltó hacia atrás, cogiendo el cuchillo y la alforja. El
demonio podría usar esa moto y largarse de la ciudad. Si fuera inteligente, eso es
exactamente lo que haría.
La motocicleta gruñó detrás de ella.
—Maldita perra...
Y ella sabía que el demonio no iba a ser inteligente. Lástima. Eso habría
hecho las cosas más fáciles. Ella trató de darle una salida. No había forma.
Jade empezó a correr.
El motor de la motocicleta dejó de gruñir y empezó a rugir. Mirando
rápidamente por encima de su hombro, vio que el demonio había hecho girar su
motocicleta. Iba directo hacia ella.
Algunos tipos tenían ganas de morir.
Ella hizo un giro brusco hacia la izquierda. Sentía el aliento de la moto
detrás de ella.
Tan cerca ahora. Tan cerca.
Se tiró sobre un montón de basura. Se estrelló contra el cemento. La
motocicleta no la alcanzó sólo por unos cinco centímetros.
Entonces el demonio dio la vuelta.
El haz de luz del faro delantero atravesó la oscuridad. —¡Ninguna perra
humana se me escapa!—, gritó el demonio.
Jade se puso en pie. La motocicleta había frenado a unos tres metros de
distancia. Ella caminó hacia adelante, esquivó la basura y se paró en medio de la
calle.
Había dejado la alforja llena de dinero detrás de la basura. Sus manos
estaban caídas hacia abajo, medio escondidas detrás de sus vaqueros. Bajó la
cabeza, ofreciendo una pose de sumisión.
Debilidad.
Todos los Otrossabían lo débiles que eran los humanos.
Espéralo. Espera...
La motocicleta rugió una vez más. Vino corriendo hacia ella.
Jade echó la cabeza hacia atrás y se encontró con su mirada. Ella sonrió.
En ese instante antes del impacto, saltó a un lado, y luego golpeó con su
cuchillo. Su grito llenó sus oídos mientras el metal chirriaba y la motocicleta se
estrellaba contra la carretera.
Sus hombros se hundieron mientras miraba el cuerpo. El cuchillo estaba en
su pecho. La parte de atrás de su cabeza había chocado contra el pavimento, y su
pierna estaba retorcida debajo de él.
La motocicleta había dado dos vueltas de campana. Ahora yacía en una
pila de chatarra a pocos metros de distancia.
—Perra...—Esta vez no fue un gruñido. Sólo un susurro.
Jade se humedeció los labios. —Deberías haberte ido.—¿No lo entendía?
Brandt la quería de vuelta por una razón.
Porque yo soy tan jodida como él.
Matar había sido demasiado fácil para ella. Todo lo que necesitaba era un
poco de orientación. Brandt había estado tan dispuesto a guiarla.
Cuando se apartó del demonio, Jade casi podría haber jurado que un ligero
olor de flores se burlaba de su nariz. Se detuvo y miró hacia atrás. Los ojos del
demonio aún estaban abiertos. Todavía fijos sobre ella.
—No quería matarte, —dijo, y la tristeza hizo que sus palabras se
volvieran pesadas, —pero no estoy lista para morir.
El aroma floral parecía profundizarse. Ella cogió el dinero. Dejó el
cuchillo en su pecho.
Y se fue.
Brandt encontró el cuerpo del demonio. Tirado como basura en la calle. Se
inclinó y estudió el cuchillo que aún estaba enterrado en el pecho del demonio.
Jade había estado de compras. A la mujer siempre le gustó su plata. Tocó la
empuñadura, teniendo cuidado de mantener sus manos alejadas de esa hoja de
plata ardiente.
El demonio jadeó.
Todavía con vida.
Brandt sonrió. —Llamaste. Me dijiste que tenías a mi Jade.—Echó un
vistazo a la calle vacía. Nada de juerga allí. Nada de celebraciones. Sólo la
muerte. —Pero no la veo.—El demonio intentó hablar. La sangre brotaba de sus
labios. —¿Por qué no la veo?—Brandt preguntó y sacudió un poco la cabeza. —
Te pagué dinero, mucho dinero, para que me la guardaras.—Ya no confiaba en
su manada. No respecto a ella. Siempre metían la pata. Así que optó por la
diversificación. Músculo contratado.
Y Jade le había clavado un cuchillo de plata en el pecho al tipo.
Oh, pero él la amaba.
—Ahora, ¿dónde diablos está William?—Le preguntó. William era el
demonio a cargo de este grupo de asesinos. El gran jefe demonio. —Si no la
tiene...—Pero había visto las pestañas del demonio moverse. Brandt se quedó
inmóvil. —¿Dónde está William?—No estaba preguntando. Estaba exigiendo
esta vez.
—M-muerto...—Un gorgoteo de sonido.
—¿Por mano de Jade?—Impresionante. Estaba adquiriendo nuevas
habilidades. Él sospechaba que a ella siempre le había gustado la sangre, pero
dos muertes de demonios en una noche estaba llevando su juego a un nivel
completamente nuevo.
—B-bastardo... con... ella...
No, no, eso no era lo que él quería oír. Brandt empujó ese cuchillo tan
profundamente como pudo. Atravesó hueso y carne y se hundió en el pavimento
bajo el cuerpo del demonio.
No más gorjeos. No más susurros. Sólo ojos bien abiertos y un demonio
que miraba al infierno. Brandt esperaba que el tipo disfrutara de la vista.
Riley se paseaba detrás de él. —¿Crees que es el mismo hombre?
Brandt se puso de pie. Joder, sí.
¿Y ese hombre se la estaba tirando? Estaba, seguro, matando por ella. Dos
veces ahora. ¿Y por qué otra razón mataría?, ¿por qué más se involucraría? El
gilipollas desconocido tenía que estar follando con ella. —Encuéntralo, —era
difícil hablar como hombre cuando la bestia de adentro gruñía tan fuerte. —Trae
a todos los cazadores que tenemos en esta ciudad y encuéntralo.
—¿Lo quieres vivo o muerto?—Preguntó Riley en voz baja mientras
retrocedía para mantener una distancia.
Vivo o muerto, la misma pregunta que se había hecho sobre Jade.
—Vivo. —Porque él sería el que matase al bastardo. Jade miraría.
Como lo había hecho antes.
A ella también le gusta la sangre.
Los fiesteros todavía llenaban las calles de Nueva Orleans. Los desfiles
habían terminado hacía horas, pero mientras Jade se abría paso por las calles,
sabía que a la gente que celebraba en Bourbon Street no le importaba que las
cuentas ya no volaran.
La risa flotaba en el aire en una brisa con olor a alcohol. Las mujeres
colgaban de los balcones, luciéndose para la multitud de abajo.
Ella no había vuelto a su casa. En ese momento, Jade no estaba convencida
de que el pequeño apartamento fuera seguro. Primero la manada había venido a
por ella, y luego había descubierto lo de los demonios.
Su anonimato temporal en esta ciudad definitivamente había sido volado
en pedazos.
Jade temía que si volvía a ese apartamento, encontraría otro cazador
esperándola.
La ciudad no era un refugio para ella. Ya no más.
—Hola, nena.—Un tipo grande y sonriente se le acercó. —¿Puedo
invitarte a una copa?
—No, gracias.—Ella se alejó de él. Lo último que quería era hacerse
amiga de un chico de fraternidad que buscaba pasar un buen rato.
—¡Pero, nena!—Ahora parecía herido. —Tengo...
La multitud a su alrededor la aclamó. Los hombres del balcón de la
derecha habían asomado. De nuevo.
—Tienes a la mujer equivocada, —le dijo. —Ve a probar suerte con otra
persona.—Tal vez una de las Srta. Lucientes.
Sus ojos se entrecerraron sobre ella, y Jade se dio cuenta de que,
desafortunadamente, no estaba tan borracho como ella pensaba. —Mierda, ¿estás
manchada de sangre?,—exigió el tipo de la fraternidad, ahora con una nota de
asombro en la voz.
Y, sí, sí, lo estaba. La sangre de demonio también puede ser muy difícil de
sacar de la camisa de una chica. No importa cuántos lavados, esa cosa espesa
perduraba.
Esta vez, cuando se alejó del chico de la fraternidad, éste la dejó ir. En
realidad, casi la empujó en su prisa por escapar. Hmm.
Futura nota de referencia. Muestra un poco de sangre y los chicos
desaparecerán rápido.
Ella se empujó entre las multitudes mientras se abría camino hacia el
apartamento abierto más cercano que pudiera encontrar. Por suerte para ella,
algunas personas invitaban a todo el mundo a sus casas para una fiesta de Mardi
Gras.
Una buena fiesta non-stop estaba teniendo lugar al final de la calle. Se
deslizó dentro de las puertas abiertas. Encontró un dormitorio. Dos parejas se
besaban en la cama. Los ignoró y ellos la ignoraron a ella, y agarró una camisa
limpia del armario.
Jade se deshizo de su ropa ensangrentada y se vistió rápidamente. La parte
superior le quedaba un poco apretada en los pechos, pero no estaba dispuesta a
quejarse.
Ni siquiera de cerca.
Subió las escaleras y luego salió al balcón. Su mirada barrió a la multitud.
Vio una gran y ondulante masa de cuerpos. Risas. Bebidas. Besos.
Entonces….
Az.
Él estaba parado en medio de la multitud, silencioso, fuerte, y la estaba
mirando fijamente.
Su corazón pareció detenerse. Su mirada era tan caliente, incluso a través
de ese torrente de cuerpos. Casi parecía que podía sentir el ardor de su mirada y
el calor de su tacto.
¿Miedo? Sí, ella lo temía. ¿Cómo no iba a tenerlo, después de todo lo que
había pasado?Pero también lo deseaba. En ese instante, Jade se dio cuenta de
que deseaba a Az mucho más de lo que le temía. Peligroso, pero...
No era exactamente del tipo de las que juegan a lo seguro. Su lado
imprudente era parte de su problema.
Él es la clave. Úsalo. No pueden hacerle daño.
Pero...
Pero su mirada se disparó sobre el hombro de Az, y vio a dos figuras
familiares moviéndose hacia él a través del salvaje apiñamiento de la multitud.
Las figuras se acercaban cada vez más a su presa. Az estaba concentrado en ella.
Ni siquiera sabía que el peligro estabajusto allí.
Riley y Anton, dos de los malvados compañeros de manada de Brandt, lo
acechaban. Sus miradas estaban sobre él. Incluso desde lejos, podía ver el
destello de sus garras.
—¡No! —Gritó Jade mientras agarraba la barandilla del balcón de hierro
forjado.
Pero la multitud que estaba debajo de ella la aclamaba. Az no se movió.
Había tocado y matado, pero ¿qué pasaría cuando no tuviera la
oportunidad de golpear primero?
Jade no quería averiguarlo. —¡Riley, Anton!—Ella gritó sus nombres. —
¡Aquí estoy, bastardos!
Más rugidos de la multitud. Le gritarían a cualquier cosa. Pero ella sabía
que los cambiaformas la escucharon porque sus miradas se apartaron de Az y la
miraron fijamente.
—Dejadlo en paz.—Sabía que sus palabras se perderían ante la locura de
la multitud, pero esos cambiaformas con sus sentidos mejorados, si no podían oír
sus palabras reales, entonces todavía podrían leer sus labios.
Riley le sonrió y negó con la cabeza. Luego se llevó las garras hasta la
garganta e imitó un corte en el cuello.
Bastardo.
Az no iba a morir mientras ella miraba.
Capítulo Cuatro
El rugido de la multitud ahogó sus gritos. Az comenzó a caminar hacia
ella. Los cambiaformas seguían acechando detrás de él.
No, no, no.
—¡Detrás de ti!—Jade gritó tan fuerte como pudo. —¡Están justo detrás
de ti!
Az no miró hacia atrás. Esto no estaba funcionando. Su mirada corrió hacia
abajo. Vale, era sólo una caída de un piso. Sobreviviría a esa caída, ¿verdad? Tal
vez con algunos huesos rotos, tal vez sólo con algunos moretones. Ella podría
hacer esto.
Tenía que hacer esto.
Respirando temblorosamente, Jade subió por encima de la barandilla. La
multitud aplaudió más fuerte. Más alto.
Ella saltó.
Y fue atrapada por tres tipos. ¿Qué demonios...? Lallevaron en volandas,
vitoreándola.
Locos idiotas. Pero acababan de ahorrarle un poco de dolor. Así que le dio
un beso rápido a la mejilla más cercana y saltó de esos brazos que la acunaban.
Entonces Jade empezó a correr hacia Az. —Están tras de ti, están tras de ti...
Un disparo atravesó la multitud. La explosión del disparo finalmente,
finalmente, trajo el silencio.
Silencio que duró sólo un momento porque entonces otro disparo tronó en
el aire.
Los ojos de Jade estaban puestos en Az, así que vio la convulsión de su
cuerpo cuando la bala le alcanzó.
Entonces empezaron los gritos, cuando la conmoción de los juerguistasse
disipó. Los humanos bullían, corrían, chillaban, dejaban caer sus bebidas y sus
collares de cuentas mientras se alejaban corriendo de los disparos.
Desesperada por llegar al lado de Az, Jade se abrió paso entre ellos. Es mi
culpa. Esto era lo que les pasaba a los hombres que trataban de hacer de
caballero de brillante armadura para ella
Terminaban manchados de sangre.
Le dolía el costado mientras corría hacia él. Lentamente, él se estaba dando
la vuelta, finalmente enfrentándose a los bastardos que habían venido a por él.
Demasiado tarde.
Otra ráfaga de disparos. Estaba lo suficientemente cerca como para
escuchar el ruido sordo cuando la segunda bala se hundió en la carne de Az.
Su cuerpo tembló.
—¡Para!—Jade le gritó a Riley porque era el idiota con el arma. —
¡Déjenlo en paz!
Ella agarró el brazo de Az y lo acercó. La sangre brotaba de una herida
cerca de su hombro, y sabía que tenía una bala en su espalda. —¡Tenemos que
sacarte de aquí!
Ya podía oír las sirenas. Los policías estaban respondiendo rápido esta vez.
No era una gran sorpresa. Nadie quería una masacre durante el Mardi Gras. Eso
era malo para el negocio.
Su mirada voló a la izquierda, a la derecha. No había ningún parapeto
cercano para ellos, y Riley aún tenía su arma en alto. Sólo que ya no estaba
dirigida a Az. Estaba dirigida hacia ella.
Riley sonrió.
Pero ella se daba cuenta de la mierda cuando la veía. —No puedes
matarme, —le gruñó, ni siquiera un poco asustada por lo que pudiera hacer. —
Porque en cuanto lo hagas, estás muerto.
Ella entendía cómo funcionaba este juego. Riley no era un alfa. Era un
buen pequeño soldado cambiaformas que hacía exactamente lo que se le
ordenaba.
Un músculo palpitó en la mandíbula de Riley mientras se acercaba. —Tal
vez no pueda matarte... —La rabia latía bajo el estruendo de las palabras. Ella lo
sabía, oh, sí, él quería asesinarla, pero si lo hacía, entonces Brandt le arrancaría
la piel de su cuerpo. —Pero aún puedo hacerte sangrar.
El arma ya no apuntaba a su cabeza. La bajó y le apuntó a la pierna.
Ella vio sus caninos afilados cuando sonrió. —Veamos cómo de rápido
puedes correr con una bala en...
No pudo terminar su amenaza. Una bola de jodidofuego rodó hacia él.
Riley y Anton saltaron hacia atrás.
La multitud gritó aún más fuerte porque, claro, las balas y el fuego ponían
histérica a la mayoría de la gente.
Se puso el brazo de Az alrededor del hombro. Entonces ella metió su
cuerpo cerca del de él. Antes de que los cambiaformas se reagruparan, tenía que
sacarlo de allí.
Y tenía que esquivar a la policía. Había un pequeño asunto con unos
cuantos cadáveres en su pasado con los que no había tenido tiempo de lidiar en
aquel momento.
Esas explicaciones podrían esperar otro día.
—Vamos, —susurró ella. Guau. El tipo era pesado.
Él no habló, pero su mano se apretó alrededor de su hombro, y Az la dejó
guiarlo a través de la multitud. Afortunadamente, después de algunos pasos
tambaleantes, ella y Az pronto se mezclaron con la multitud que huía.
Dos calles más allá, Jade encontró un coche. Un BMW negro viejo que
estaba solo bajo una farola rota. Dejar ese vehículo solo en ese lugar era un
grave error.
Una pérdida para el conductor.
Levantó el pie derecho y lo estrelló contra la ventanilla trasera. Una alarma
se disparó inmediatamente. Alejándose de Az, abrió la puerta, saltó dentro del
vehículo, y dos segundos después, estaba debajo del salpicadero. Apenas le llevó
un suspiro apagar la alarma y darle vida al motor.
Puede que sólo fuera humana, pero tenía algunas habilidades serias.
Gracias a Brandt.
Maldito sea.
Jade ayudó a Az a entrar en el BMW. Bueno, ayudar, empujar, era lo
mismo. El tipo seguía sin hablar. Con las balas dentro, tal vez tenía demasiado
dolor para hablar en ese momento.
Los cambiaformas habían estado jugando con él.
Esos imbéciles sádicos sólo querían lastimar a Az. Sin duda, por orden de
Brandt. Porque si lo hubieran querido muerto…
Riley era un buen tirador. Si hubiera querido a Az en una morgue,
simplemente le habría disparado una bala en el cerebro.
Mientras yo miraba.
Había que detener a esos cambiaformas enfermos.
—Aguanta, —le dijo a Az mientras tiraba de la palanca de cambioen
posición de marcha atrás y echó una miraba rápidamente por el espejo retrovisor.
—Te llevaré a un lugar seguro y te sacaré esas balas. —Preocupada, Jade lo
miró.
No estaba desmadejado sobre el asiento. La estaba mirando, con un leve
ceño fruncido que le bajaba las cejas.
Mierda. —¿Estás en shock?—Genial, lo último que…
Az dirigió su mano hacia el enorme agujero en su hombro y sacó la bala.
Cuando sus dedos se enterraron en la carne desgarrada, el contacto generó un
sonido de succión que a Jadele puso la piel de gallina en todo el cuerpo. Después
de sólo un movimiento de búsqueda, tenía la bala ensangrentada apretada entre
sus dedos.
Jade tragó. —Supongo que eso significa que no estás en shock.
Az bajó la ventanilla y lanzó la bala afuera.
—Está bien, entonces... —Ahora no era el momento de quejarse del tipo
por tirar basura. La sangre tiene prioridad en este momento. Volvió su atención
hacia la carretera. Las sirenas aullaban en la siguiente cuadra, y tenía que haber
gente entre esa multitud que estuviera lo suficientemente sobria como para dar
descripciones de los que habían disparado y de Az. Su pie presionó el acelerador.
Despacio y con calma. Todo el vidrio se había roto en la ventana lateral trasera,
así que si alguien lamiraba, pensaría que la ventana estaba bajada. No se darían
cuenta de que había hecho un revienta-y-pilla.
Mientras se comportara bien, tendría esto.
Entonces élapareció.
Brandt salió de la oscuridad. Alto. Musculoso. Una fantasía que hablaba y
caminaba. No. No una fantasía, una pesadilla.
¿Cómo puede alguien tan guapo estar tan jodidamente loco?
Cruzó los brazos sobre el pecho. Se paró en medio dela carretera.
Esperaba.
Ella pisó los frenos.
—¿Quién es él?
Ah, ahora, finalmente, Az habló. Los dedos de Jade se blanquearon
alrededor del volante. —Un hombre muerto. —Empujó el pie sobre el acelerador
hasta el tope. Muerto.
El BMW se lanzó hacia adelante. El olor a goma quemada llenó su nariz.
Rápido, más rápido...
El motor gruñó.
Brandt ladeó la cabeza y le sonrió.
¿Pensaba que ella era una cobarde? ¿Después de lo que le hizo pasar? Ella
no iba a esquivarlo.
La colisión no lo mataría. El tipo era demasiado fuerte para eso. Pero
quería que sufriera.
Espera. Maldita sea. ¿Realmente se estaba volviendo como él?
No. No lo haría. No podía.
Brandt saltó justo cuando ella giró el volante.
Su corazón atronaba sus oídos, y el áspero tamborileo era tan salvaje que
sacudía su pecho. Giró demasiado rápido doblando de la curva que se
aproximaba, y el coche se tambaleó sobre dos neumáticos.
Maldiciendo, Jade sacudió el volante y apenas consiguió mantener el
coche estable. Arriesgando una rápida mirada hacia atrás, vio que Brandt se
había levantado del pavimento. Estaba mirándola fijamente.
Y el duro cambiaformas ya no sonreía.
El acelerador ya tocaba fondo. Era hora de salir de esa ciudad.
Menos mal que ya había recorrido el área y encontrado un plan de
respaldo. Lo hacía cada vez que estaba en una ciudad nueva. Para esos casos -
como este- cuando necesitaba correr rápido y buscar refugio.
Az le cogió la mano. Su sangre cubría las yemas de sus dedos. —¿Quién
era él?—La ira -no, más bien como rabia- se espesaba bajo sus palabras.
Pero ella le había puesto un blanco en la espalda, así que se merecía la
verdad y su rabia. —Brandt Dupre. —Una breve pausa. —Dirige la manada de
panteras más poderosa del sureste.—Diablos, probablemente de todos los
EE.UU. —Es malvado, inteligente, y le encanta hacer sufrir a su presa.
Az no la soltó, y Jade podía sentir el peso de su mirada sobre ella.
Pasaron de largo las altas tumbas del cementerio. Los pesados
monumentos se alzaban sobre la vieja muralla, oscuros, fríos.
—¿Quién es él…—Az preguntó, y luego presionó, —…para ti?
—Él es el hombre que se apropió de mi vida.—Todo lo que ella tenía.
Todo lo que había sido. —Y él es el imbécil que me está dando caza ahora.
Brandt nunca va a parar. Va a seguir viniendo, va a seguir atacando hasta que yo
esté muerta...
—O hasta que lo esté él.—Palabras monótonas y definitivas.
Su mirada voló hacia él.
La piel de Az ni siquiera estaba pálida. Había recibido disparos de balas,
había perdido una tonelada de sangre, y estaba sentado allí, con los ojos
esculpidos en su cara brillando con una intensidad y una oscura determinación.
—Esta no es tu lucha, —le dijo ella, su voz tranquila pero firme. —No
puedes entenderlo... no tienes idea de cómo son.—Podría pensar que Az sabía lo
de los paranormales, pero la manada de Brandt era diferente. Salvaje. Ella nunca
había encontrado a nadie más como ellos.
Su mirada se precipitó de regreso ala carretera. La interestatal estaba
desierta. Perfecto. Corre, corre.
Había pasado los últimos diez años corriendo.
—Me dispararon. Ellos la convirtieron en mi lucha.—Ahora sus dedos se
separaron de los de ella. —Ellos son los que pidieron la muerte. —El estómago
de Jade se sentía como si estuviera atado en nudos. —Así que ellos son los que
lo tendrán.
Sus palabras sonaban como una promesa.
—Las balas ni siquiera ralentizaron a ese bufón, —murmuró Riley
mientras el SUV gris recorría la ciudad.
Brandt miraba hacia adelante. —Esas balas pueden ralentizar cualquier
cosa. —Se había asegurado de ello. Había pagado más de una libra de carne por
ellas.
Ese lote particular de balas había enviado vampiros al suelo y hacía que los
demonios gritaran en agonía.
Podrían matar al bastardo que estaba con Jade.
—Puse dos de esas en él, —dijo Riley mientras tiraba del volante hacia la
izquierda y hacía un giro brusco. —Ni siquiera trastabilló. Se dio la vuelta y nos
envió una bola de fuego.
Interesante. Brandt se frotó la barbilla. —¿Qué demonios es él?
—No es humano, eso es seguro.—Riley exhaló con un fuerte suspiro. —
No va a ser fácil matarlo.
Una buena presa nunca lo era.
—Jade estaba desesperada por llegar hasta él.—Los dedos de Riley
tamborileaban sobre el volante. —Ella saltó del balcón y corrió hacia él, gritando
su nombre. —La mandíbula de Brandt se apretó. No le gustaba mucho esta
noticia. —Te estoy diciendo... —Riley dudó y Brandt captó el temblor de lo que
podría haber sido miedo en la voz del cambiaformas cuando dijo: —tenemos que
averiguar qué es ese bastardo antes de hacer nada más.
Brandt recordó la mirada en los ojos de Jade mientras ésta conducía hacia
él. Furia. Tanta rabia. Pero...
Me esquivaste, nena. No puedes matarme, ¿verdad?
Al igual que él no podía matarla a ella.
—Te diré lo que es, —sonrió Brandt mientras sus dedos se deslizaban
hacia abajo para acariciar el borde de su barbilla. —Es un puto muerto.
Que empiece la cacería.
La cabaña de tres pisos estaba enclavada en un lago, sus grandes
ventanales de vidrio brillando bajo la temprana luz del sol. Jade frenó cerca del
borde del largo, y del sinuoso camino, y saltó del coche. Vagamente curioso, Az
observó cómo salía corriendo del vehículo. Pero no fue muy lejos. Unos
segundos más tarde, estaba de regreso y tirando un letrero de SE VENDE en la
parte trasera del BMW.
—Me imagino que podemos quedarnos aquí una noche, tal vez dos.— Ella
lo miró con preocupación mientras conducía el coche por el camino. —Podemos
quedarnos aquí el tiempo suficiente para que te cures.
Pero ya se estaba curando. Al menos, su hombro. La espalda le dolía y
ardía, donde la bala aún seguía alojada cerca de su columna vertebral.
El dolor era una sensación inusual. Desde su caída, se había dado cuenta
de que había tantas maneras diferentes de sentir dolor. Cortes rápidos, rebanadas
con un cuchillo que abre la carne en un instante. Dolor profundo y ardiente que
le desgarraba bajo la piel cuando una bala se alojaba en el músculo y…
—No te vas a desmayar, ¿verdad?—La preocupación había vuelto su voz
ronca.
Jade frenó el coche, y Az se dio cuenta de que le estaba mirando con los
ojos muy abiertos.
Él levantó una ceja. —Difícilmente. —Su sugerencia era bastante
insultante. Como si no pudiera manejar unas cuantas heridas de bala.
—Bien. —Su aliento salió expulsado rápidamente. La vio salir
precipitadamente del coche y correr a su lado. Jade abrió su puerta y lo alcanzó.
—Vamos. Sólo apóyate en mí.
Cómo... interesante. Ella estaba tratando de ayudarlo de nuevo.
Una vez fuera del coche, se apoyó. Az no necesitaba hacerlo, por supuesto,
pero le gustaba sentir el cuerpo de ella contra el suyo. Ella tomó su brazo
izquierdo y se lo puso sobre los hombros. Su cuerpo se inclinó hacia el de él, y la
exuberante plenitud de sus pechos se presionaba contra su torso.
Tan suave.
Su olor tentaba su nariz. Esas fresas otra vez. Necesitaba probarlas. A ella.
Su cabeza se inclinó hacia ella mientras ésta les maniobraba por el camino
de piedra que llevaba hacia la morada. Era extraño, pero su cuerpo -pequeño,
delgado- parecía encajar perfectamente al lado del suyo.
Cuando llegaron a la puerta principal, les esperaba una caja de seguridad.
Jade tiró de ésta. No pasó nada. Ella tiró de nuevo, maldiciendo…
Az la agarró por ella y la abrió. Una llave cayó. Jade cogió la llave en el
aire y le ofreció una sonrisa brillante como el sol.
La sonrisa lo detuvo. Tenía un hoyuelo en la mejilla derecha. No lo había
notado antes, pero ahí estaba. Pequeño, casi escondido. Y sus labios se veían
más llenos que antes.
Sabroso. Había podido probar su boca, pero quería hacerlo de nuevo.
Quería mucho más de ella.
Abrió la puerta. Az apenas vio la cabaña cuando entró. No podía quitarle
los ojos de encima a ella.
Jade se estaba mordiendo el labio inferior. Tampoco estaba mirando el
interior de la cabaña. En cambio, lo miraba con ojos demasiado grandes y
oscuros.
Esos ojos que le hacían pensar demasiado en el pecado.
Az se agarró la camisa. Se laquitó por encima de la cabeza. La dejó caer en
el suelo. No le pasó desapercibido el jadeo en su respiración.
Su boca se abrió con sorpresa. —Tu... tu hombro...
Él sabía que esa herida ya se había cerrado. Az le dio la espalda. —No
puedo alcanzar la segunda bala.—Esta era el área que le molestaba.
Silencio.
Entonces el suelo de madera crujió cuando ella caminó hacia él. Cuando su
sedosa mano tocó su hombro, Az se tensó.
—Yo no... No quiero hacerte daño.
Mirando por encima de su hombro, dijo: —No me lo harás.
Su mirada sostuvo la de él. —Eso no lo sabes.—Su mirada cayó a su
espalda. Vio un débil fulgor en sus ojos mientras ella evaluaba el daño. Después
de un momento, asintió a regañadientes.—Pero tenemos que sacar esa bala.—Se
mordió el labio. —Deberíamos llevarte a un médico. Está tan cerca de tu
columna...
—No necesito un médico.
—Sí, créeme, lo necesitas...
—Un médico humano no puede trabajar en mí.—No, a menos que
quisieran que el doctor enloqueciera y llamara a la policía.
Ella suspiró mientras se alejaba de él. —Hay un dormitorio por ahí.—
Señaló hacia la puerta. —Yo…
—Has estado aquí antes.—No era una sospecha. Era una certeza.
Su sonrisa parecía triste. —Ayuda tener un plan de respaldo.
No estaba seguro de lo que realmente significaban esas palabras.
Jade se dirigió hacia el área de la cocina. Ella dijo: —Veré si puedo
esterilizar...
—No es necesario.—Giró los hombros y sintió la presión de la bala. —Me
curaré de cualquier infección casi inmediatamente.
Jade no lo miró mientras decía: —Esas no son... balas normales.
Ya se había dado cuenta de eso. Las armas del hombre no pueden herir a
los de su clase. Una bala normal no habría sido nada para él. Esta... había
rasgado y penetrado, y por dentro, ardía.
Se lavó las manos. —Ve a la cama, —dijo de nuevo. —Enseguida voy.
Se apartó de ella y se dirigió al dormitorio. La cama era grande, lo
suficientemente ancha para él y Jade, y podía imaginársela allí. Desnuda.
Esperándolo.
Concéntrate en el dolor.
Porque no necesitaba pensar en tener sexo con ella. Otra vez no.
Había un trabajo que hacer. Jade lo necesitaba, y si él jugaba bien su papel,
ella podría terminar ayudándolo.
Una humana, perseguida por un Otro. Salvarla sería noble. Lo que debía
hacerse.
Una tarea que podría incluso proporcionarle... la redención.
Lo había mirado todo desde una perspectiva errónea antes. La caída no
consistía en vivir en el infierno. En vez de eso, se trataba de mostrar que
pertenecías al cielo. Si hacía bien su trabajo, si la ayudaba...
Puede que logre volver.
Az yacía boca abajo en la cama. El crujido de la madera le dijo cuando
Jade entró en la habitación. Unos segundos después, la cama se sumergió bajo su
peso.
—¿Has sacado una bala antes?, —preguntó Az. No es que importara. La
bala tenía que salir. Por una mano experta o una novata.
Sus manos presionaron su espalda. —¿Quieres que mienta y diga que sí?
—Az casi sonrió. Sintió su aliento soplar sobre su piel. —Está tan cerca de tu
columna vertebral...—Ella había dicho eso antes, pero esta vez, la preocupación
añadió peso a sus palabras. Luego levantó las manos. —No creo que pueda hacer
esto.
Él se giró y le agarró la mano. —Tienes que hacerlo. —Se le trabó la
mandíbula y Az dijo: —Quema, Jade. Como si me estuviera carcomiendo desde
adentro.
Se humedeció los labios. —Lo... hace. Brandt consiguió esas balas de una
bruja. Ni siquiera sé de qué demonios están hechas, pero la manada de Brandt las
usa para eliminar a los paranormales que se interponen en su camino. —Sus
labios se curvaron hacia abajo cuando la tristeza parpadeó sobre sus rasgos. —
Para matar de cerca, siempre usan sus garras, pero desde lejos... nada detiene sus
armas.
—Balas mágicas. —Az agitó la cabeza. Así que los cambiaformas habían
intensificado su juego. —Supongo que tengo suerte de que el bastardo fuera un
pobre tirador.—Se necesitaba mucho para matar a un Caído, pero…
—No tuviste suerte.—Sus manos estaban de nuevo sobre él, y su toque
ligeramente frío calmaba su carne sobrecalentada. —No te querían muerto.
Querían incapacitarte. Estaban…
Ella se detuvo.
Pero Az sabía lo que Jade había estado planeando decir a continuación. —
¿Querían hacerme una presa más fácil?
—Lo mejor para torturar después, —dijo en voz baja. Sintió la presión de
un metal en su espalda. Ella debe haber encontrado algún tipo de herramienta en
la cocina. —No te muevas.—Su susurro nervioso. —Por favor, no te muevas.
Sintió presión en la espalda. Más dolor a medida que la quemadura se
profundizaba.
—Casi la tengo, —le dijo Jade. Ella movió su cuerpo, cabalgando a
horcajadas sus piernas y su culo. —¡Ca-si es-tá!
El dolor retrocedió instantáneamente. Los músculos y los tejidos
comenzaron a sanar con una débil tensión que se extendió por toda su espalda.
—In... jodidamente... creíble.—La voz en voz baja de Jade. —Tu espalda...
puedo ver cómo se cierra la herida.
Y él podía sentir el calor de su cuerpo a lo largo del de él.
Pero entonces ella se estaba alejando de él. Bajándose de su espalda y
quedándose en la cama a su lado. En su mano, sostenía la bala.
Az se giró y se incorporó a su lado. Cogió la bala, mirándola fijamente. De
color dorado, la bala tenía un peso sorprendentemente alto y ardía. El calor le
chamuscó las puntas de los dedos. La bala que se había sacado del hombro
también le había quemado, y por eso la había tirado a la primera oportunidad.
Ahora que sabía lo poderosa que era esta bala, se aferraría a ella.
Curioso, Az la miró. —¿Te dolió tocarla?
—No.—Jade agitó la cabeza. Se escabulló y se dirigió hacia el baño para
lavarse la sangre de las manos.
Las balas no quemaban a los humanos. Interesante. Puso la bala en la
mesita de noche cercana. Tendría que descubrir qué infierno especial había en
esa bala.
Huh. Tal vez era infierno. Literalmente. Le parecía que los sobrenaturales
se habían vuelto particularmente viciosos e inventivos con sus ataques
últimamente. Incluso llegando tan lejos como para usar el Polvo de Ángel unos
contra otros.
Polvo de Ángel. Los Otros no hablaban de una droga cuando nombraban
esta arma. Se referían al polvo que quedaba cuando las alas de un ángel eran
reducidas a cenizas. Unos pocos paranormales emprendedores habían logrado
incautarse o encontrar algo de dicho polvo, y lo habían estado usando, con
consecuencias mortales.
La magia de las alas de un ángel podría ser muy, muy potente.
Así que ahora, los ángeles parecían ser el plato principal del menú, porque
todos querían ese toque especial de poder. Como si hubiera otra razón para que
losOtros fueran tras los de su clase.
Az levantó la vista y encontró la intensa mirada de Jade sobre él. —Dime
qué eres, Az. Necesito saberlo.—Estaba parada cerca del borde de la cama.
Ya había preguntado antes. Él no le había respondido. Esta vez, no le
mentiría. De hecho, no podía. A los ángeles no se les permitía mentir.
Pero ya no era exactamente un ángel, ya no.
—Esas marcas en tu espalda, las que atraviesan tus hombros...—Se inclinó
hacia delante y trazó la cicatriz izquierda con la punta de un dedo, una cicatriz
que marcaba dónde había estado una vez su ala.
Cuando ella tocó su cicatriz, un golpe de placer le atravesó el cuerpo. El
placer era tan intenso que se estremeció.
—¿Az?
Sus dedos estaban acariciando ligeramente la cicatriz.
Las alas eran siempre la parte más sensible del cuerpo de un ángel, e
incluso las cicatrices mantenían esa mayor sensibilidad. Así que cuando ella lo
tocó, él pensó:quiero más.
—Sigue tocándome, —dijo con los dientes apretados. El fuego en su
cuerpo ya no provenía de su herida. Era pura y caliente necesidad. Deseo.
Lujuria.
Los humanos sentían lujuria. Tenían necesidades. Obtenían su placer.
Quiero el placer.
Sus manos se posaron sobre su espalda. —¿Qué te ha pasado?
—Caí.—La verdad.
Ahora ambas manos estaban sobre él, acariciando las cicatrices que
cubrían sus hombros y enviando placer pulsando a través de su cuerpo.
Ese dulce aroma a fresas llenaba su nariz mientras ella se acercaba aún
más. Entonces…
Sintió sus labios sobre la cicatriz que atravesaba su omóplato derecho. —
Siento que te hayas lastimado,—susurró y besó la cicatriz.
Un sordo rugido parecía llenar la cabeza de Az. La lujuria y la necesidad
inundaron su cuerpo. Se giró, la envolvió con sus brazos, y tiró de Jade más
cerca. Su boca encontró la de ella y su lengua la penetró profundamente.
Sus dedos estaban sobre sus cicatrices, deslizándose suavemente sobre
ellas mientras su lengua se acariciaba contra la de él.
La polla de Az se convulsionó hacia ella, tan llena y gruesa que le dolía.
Placer.
Az movió sus cuerpos para llevarla mejor debajo de él. Az se abrió paso a
besos descendiendo por su garganta. Le gustaba la forma en que ella jadeaba su
nombre. Le gustaba la sensación exuberante de sus pechos contra su tórax.
Le gustabaella.
Az le arrancó la camisa. Sus pechos se derramaron contra las copas negras
de su sostén. Saboréalos.
Con una mano que no era muy firme, Az empujó las finas correas del
sostén hacia abajo por sus hombros. Sus pechos presionaban hacia él. Sus
pequeños pezones estaban apretados y eran de color rosa oscuro. Bajó la cabeza,
y su lengua se deslizó sobre el borde de su pezón.
—Az.
Sabía mejor que las fresas.
La lamió de nuevo. Otra vez. Su boca se cerró sobre el pecho de ella, y
comenzó a succionar su carne.
No me extraña que los humanos disfrutaran del sexo. Hasta ahora, parecía
bastante fantástico.
Las manos de Jade estaban sobre él. Sus caderas se arqueaban hacia él. Su
cuerpo era de seda y pecado, y Az quería más.
Pero...
Los ángeles no necesitaban sexo. Los ángeles no sentían anhelo.
Él la anhelaba. Las manos de Az estaban en sus vaqueros. Tiró del botón.
Le bajó la cremallera.
Tentación.
Debería luchar contra la tentación. Debería…
Un fino trozo de encaje.
Az le bajó los vaqueros. Sus dedos se deslizaron bajo el borde de sus
bragas de encaje.
Tócala. Tómala.
Tanta tentación.
—Te deseo, —la voz de Jade, susurrándole. Az levantó la cabeza. Sus
labios estaban rojos. Llenos. La besó de nuevo. Se embebió de ella y quería más.
Su polla estaba tan pesada por la excitación que sentía que iba a explotar en
cualquier momento.
Dentro de ella.
Pero su mano atrapó la de él. —Yo te deseo, pero Brandt destruye todoy a
cualquiera que yo desee. —El recuerdo del dolor oscureció sus palabras.
Az se aferró a su control y se resistió, fuertemente.
Toma. Toca.
Jade agitó la cabeza. —Esta no es una buena idea. Ya están tras de ti por
mi culpa.—Ahora ella empujó contra él. —Déjame ir, Az.
No quería dejarla ir. Ni en este momento, ni…
¿Qué estoy haciendo? Az apartó las manos y rodó hacia el otro lado de la
cama. Miró fijamente al techo mientras aspiraba profundamente, jadeando
profundamente.
Jade no se levantó de la cama. Se quedó allí, a unos centímetros de
distancia. —Mató al último hombre con el que me acosté, Brandt lo mató
delante de mí. —Bastardo. Az giró la cabeza y la miró. Los ojos de Jade estaban
sobre él. —Te están buscando ahora, porque tú me ayudaste la primera noche,—
le dijo. —A Brandt...—Tragó y sus ojos estaban tristes. —Le gusta jugar con su
presa.
No le importaba una mierda Brandt en ese momento. No mientras su
cuerpo estuviera duro y apretado por su necesidad por ella.
Jade se sentó y se levantó de la cama. Su cuerpo... perfecto. —Tener sexo
conmigo hará que quiera hacerte más daño.
La vio alejarse, y la ira explotó.
En un instante, Az estaba al otro lado de la habitación, frente a ella.
Agarrando sus brazos y arrastrándola contra él. Toda esa dulce carne. —¿Crees
que me importa lo que un bastardo pantera crea que puede hacerme?
Sus ojos se abrieron de par en par. —Um, ¿no?
—Soy un Caído. No temo a nadie ni a nada en esta tierra.
—¿U-un Caído?
—He visto el cielo. He visto el infierno. He sido la mano de la muerte. —
Ella tragó. —La pantera puede darme caza, pero al final, seré yo quien lo mate.
—Como había matado a tantos otros. Miles de almas tomadas.
¿Qué es una más?
Su lengua rosada serpenteó por su labio inferior. El labio que él había
besado. Todavía podía saborearla.
—Las cicatrices en tu espalda...—susurró.
Cuéntaselo todo. —Mis alas se quemaron cuando caí.
Los ojos de Jade se abrieron de par en par mientras negaba lentamente con
su cabeza. —No, no, eso no es posible. Estás diciendo que tú eres...
Él la liberó. Retrocedió. —Yo no miento.
El pecho de Jade se alzaba y hundía con su rápida respiración. Se alzaba y
se hundía... y sus pechos estaban todavía apretados por la excitación. Así como
su cuerpo aún la anhelaba.
—Soy un Ángel Caído, y tú...—Su voz se volvió ronca tanto por su rabia
como por su lujuria: —Tú eres mi tentación.
Capítulo Cinco
Un ángel.
Jade estaba en la ducha, dejando que el chorro de agua se deslizase sobre
su piel. Se suponía que la ducha la enfriaría, pero, um, no.
Porque seguía imaginándose a Az. Su mirada intensa. Su tórax ancho y
musculoso, esos abdominales que gritaban lámame. Podía sentir sus manos en su
piel. Su boca en su pecho y…
Un ángel caído.
Sus ojos se cerraron mientras ponía su cara bajo el agua.
Claro, había oído historias sobre ángeles. Cuando tenía diecisiete años,
tuvo un despertar brutal al mundo sobrenatural que la rodeaba. Desde entonces,
había visto casi de todo -demonios, vampiros, incluso un genio una vez- y él la
había asustado muchísimo.
Pero…¿un ángel? Maldita sea, si él supiera todas las cosas que ella había
hecho.
Estaba cubierta de sangre y pecado.
La cortina de la ducha fue retirada hacia un lado y la repentina ráfaga de
aire frío hizo que sus ojos se abrieran y se girara.
Az estaba allí de pie. Su mirada recorriéndola lentamente.
¿Debería fingir una modestia que no sentía? Su mirada era abrasadora y…
—Hay alguien afuera, —dijo.
Au, mierda. No se trataba de sexo salvaje.
Y, ah, demasiado para un lugar seguro.
Saltó de la ducha. Él no retrocedió. El cuerpo de Jade rozó el de él
mientras tiraba de una toalla.
—Me tienes miedo, —Az cargó con su voz plana y fría.
Pero, no, no lo tenía. —¿Debería tenerlo?—Preguntó Jade mientras se
aseguraba la toalla entre sus pechos.
Ella esperaba una negación instantánea. Él había sido el que le había
salvado el culo durante los últimos días. Él era el héroe. El ángel, por el amor de
Dios. Pero…
—Sí.
Entonces oyó un golpeteo en la puerta. Lo que tenía que ser un puño contra
la madera. Alguien tenía muchas ganas de entrar en la cabaña. No era una buena
señal.
—Vístete, —le dijo mientras retrocedía. Finalmente. Ella pudo respirar. —
Yo me encargaré de nuestro visitante.
Espera, cuidado con... ¿con qué exactamente?
Pero él se había ido y ella se apresuró a ponerse los vaqueros mientras
escuchaba una voz que le gritaba.
—Policía. ¡Abran la puerta!
¡No, no, no, no!—¡Az, no la abras!—Jade gritó y se lanzó hacia delante.
Se las había arreglado para ponerse los vaqueros, sin ropa interior, y su sujetador.
Az se volvió para mirarla fijamente.
—No puedes dejar entrar a la policía, —le dijo ella en voz baja.
No debían permitir que entrase nadie. Tenían que huir.
Az le frunció el ceño.
Oh, cielos. Ángeles.
La puerta principal volvió a retumbar.—¡Abran!
Jade se puso una camiseta blanca limpia por la cabeza. —Robamos un
auto, —le recordó a Az y le agarró la mano. Un coche que probablemente había
sido equipado con algún tipo de dispositivo antirrobo. Maldita sea, ni siquiera lo
había comprobado. Un error de principiante, pero había tenido prisa. —
Probablemente nos rastreó. —Habían pasado tres horas desde que llegaron a la
cabaña. Tres horas demasiado rápidas.
Tiempo suficiente para que un policía los rastreara.
—Tenemos que salir de aquí.
Az sólo la miraba fijamente.
De acuerdo, tal vez ella necesitaba explicarle esto. —Nos meterá en la
cárcel.
Az le ofreció una sonrisa torcida. —No, no lo hará. —Jade parpadeó. —
Porque no es realmente un policía.
Entonces Az se alejó de ella. Caminó como un predador hasta la puerta
principal. Ella casi podía ver la tensión que se arremolinaba en torno a su cuerpo
con una energía feroz.
Espera, ¿había dicho... que no era realmente un policía?
La puerta volvió a temblar. Aún más duro esta vez.
Az abrió la puerta de un tirón. Ella vio rápidamente el uniforme de un
oficial de policía. Una placa. Un arma que apuntaba a Az…
Y luego Az le quitó el arma de las manos al tipo. En un instante, el arma
estaba volandocruzando la habitación, y Az tenía al policía agarrado por el
cuello.
Um, a mí me parece un policía. A lo largo de los años, también se había
encontrado con muchos de esos hombres y mujeres uniformados.
Jade atravesó a toda prisa la habitación. —¡Az! Bájalo, no puedes...
Entonces vio los dientes del policía. Los caninos demasiado afilados que
colgaban detrás de sus labios. Las garras del hombre estaban desplegadas y
ahora se estaban clavando en los brazos de Az.
A pesar del ataque, Az no lo iba a soltar.
—Pude olerlo, —dijo Az, levantando al tipo aún más.—Cambiaformas. El
mismo olor que llevaban esos otros idiotas.
Pero Jade no reconoció a este tipo, y pensó que conocía a todos los
cambiaformas panteras de la manada de Brandt.
Se puso de puntillas y miró por encima del hombro de Az. ¿Era este
supuesto policía otro cazador que había contratado Brandt?
—Llámalo y haz que se detenga...—El tipo gruñó. —No voy a lastimarte...
Como si no hubiera oído eso antes. Jade retrocedió y encontró el arma que
había sido arrojada. Se aseguró de que estaba cargada -oh sí- y luego corrió
alrededor de Az para apuntar con el arma al policía. —Retrocede, Az.
Después de un momento de vacilación, lo hizo.
El cambiaformas cayó al suelo, jadeando. Az tenía un agarre asesino.
—¿Quién eres?—Preguntó Jade mientras agarraba con más fuerza el arma.
—¿Y por qué demonios estás vestido como un policía?
Sus palmas se aplanaron sobre el suelo de madera. —Porque soy policía.—
La miró, mostrando un rostro duro y cincelado, y una sonrisa malvada que
mostraba sus afilados caninos. —Y un cambiaformas.
—¿Trabajas para Brandt?—Porque Az había dicho que el tipo olía como
los otros.
—Estoy trabajando para derribar a Dupre.—Dijo esas palabras con
vehemencia. —Ese retorcido bastardo está destruyendo a las panteras en
Louisiana.—Ahora el desconocido se puso en pie. —No todos somos psicóticos
de mierda, a pesar de lo que puedas pensar.
—Quieres decir a pesar de lo que he visto.—No iba a bajar el arma. Jade
no confiaba en este tipo. Claro, se suponía que los policías estaban bien y te
ponían a salvo, pero el único hombre con el que se sentía a salvo era…
Az.
La mirada de Az pivotaba entre ella y el policía.
El cambiaformas gruñó. —Mira, me llamo Tanner. Tanner Chance. Y
quiero detener a Dupre tanto como tú.
—Lo dudo.—Enormemente.
Az separó un poco sus pies y enderezó sus hombros, un ligero movimiento
que sostenía un aura de amenaza. —¿Cómo nos encontraste?—Az quería saber.
—Robaste un auto. —El cambiaformas se encogió de hombros. —Hay una
orden de búsqueda para ti. Sólo fui el bastardo afortunado que te encontró
primero.
—No creo en la suerte, —dijo Jade. Sobre todo porque sólo había tenido
mala suerte en los últimos años.
El arma era un peso constante en su mano. Era una buena tiradora, pero
aunque no lo hubiera sido, sería difícil fallar su tiro a una distancia tan corta.
—Bien. No creas en ella.—El tipo llamado Tanner exhaló pesadamente. —
Cree en un localizador GPS y en un policía que arrastró el culo para llegar a ti
antes que nadie.
Ella podría comprar esa parte.
La mirada de Tanner se deslizó hacia Az. —¿Quién es el tipo duro?—Az
cruzó los brazos sobre su pecho y miró fijamente al policía. —Captaste mi olor,
¿eh?—Tanner le frunció el ceño. —Así que tienes un sentido del olfatomejorado,
y eres demasiado fuerte para ser humano.
—Soy su guardián, —dijo Az. —Azrael.
La mirada de Jade se deslizó hacia él. ¿Como un... ángel de la guarda? ¿En
serio? Por supuesto, era de imaginar que su ángel de la guarda hubiese caído en
desgracia.
La mirada de Tanner se entornó. —También eres el gilipollas que se las
arregló para cabrear al grupo de panteras de Nueva Orleans.
Az sonrió.
El corazón de Jade dio un brinco loco en su pecho. ¿Por qué le gustaba
tanto su sonrisa?
—Hago lo que puedo, —le concedió Az. No había relajado su cuerpo,
todavía no.
Pero claro, ella tampoco iba a soltar el arma. Jade había conocido a
demasiados chicos de azul en los que no confiaba.
El policía levantó las manos, probablemente tratando de demostrar que era
inofensivo. El hecho de que estuviera luciendo garras de cincocentímetros no
ayudaba mucho a su demostración de indefensión, —Mira, no tienes demasiado
tiempo. —Tanner dijo. —Brandt ofrece una recompensa por tu cabeza, y, si no lo
están ya, todos los sobrenaturales de la zona van a estar buscándote.
Jade se rio de eso. —Me ha estado dando caza durante años.
—No. A ti no. Esta vez no. —Su oscura cabeza se inclinó hacia Az. —A tu
guardián. —La mirada verde de Tanner regresó para atrapar la de ella. —Sabes
que las panteras no llevan bien lo de compartir.—Vio la ligera flexión de sus
fosas nasales.
Malditos sentidos de los cambiaformas.
—Tu olor está sobre él, e incluso tu ducha no puede ocultar el hecho de
que él ha estado sobre ti.
Az le dio un puñetazo. El cambiaformas se tambaleó hacia atrás y cayó
contra la pared.
Jade agarró el brazo de Az. —¡Espera!—Sus músculos eran duros como
una roca bajo su tacto. Empezó a quitársela de encima. Ella lo agarró más fuerte.
—Espera, Az.—Porque la batalla ya no era sólo por ella.
No puedo permitir que Brandt atrape a Az.
—Quiero oír lo que tiene que decir, —le dijo a Az.
Él apretó la mandíbula y ella sabía que Az preferiría darle una paliza al
tipo. Tentador, pero necesitaban probar otra opción primero.
—Por favor, —dijo, aflojando la mano para acariciar los tensos músculos
del brazo de Az. —Dale solo un minuto. Si no nos gusta lo que dice...
Az inclinó la cabeza. —Entonces le haré desear no haber hablado.
A ella le pareció bien. Jade miró a Tanner.
El cambiaformas tragó. —Brandt aún no se ha dado cuenta de que has
estado follando, —dijo mientras se alejaba de la pared, y Jade captó el
endurecimiento de la mandíbula de Az.
No lo hemos hecho, todavía.
Tentación.
—Pero cuando se dé cuenta, ya sabes lo que Brandt hará.
A Brandt le gustaba jugar con su presa.
La cabeza del policía se inclinó a un lado. —¿Cuánta tortura crees que
puedes soportar?—Le preguntó a Az.
Y Az sonrió. —Más de lo que puedas imaginar.
Tanner se levantó la camisa para revelar carne que había sido salvajemente
maltratada. Largas y retorcidas cicatrices cubrían su estómago y se deslizaban
alrededor de su espalda. Con cicatrices tan profundas y viejas como esas, había
sido herido hace mucho tiempo. Antes de su primera transformación como
cambiaformas.
Habría sido sólo un niño.
—Confía en mí, puedo imaginar un montón de cosas.—La voz de Tanner
era un gruñido.
Desafortunadamente, ella había visto marcas como esa antes. Brandt tenía
cicatrices como ellas. —Estás en la manada de Brandt.
—No.—Tanner agitó la cabeza. —Estuve en la manada hasta que tuve
unos doce años y me las arreglé para alejarme de Brandt y de su padre.
Porque el padre de Brandt había sido el que le dio a Brandt las cicatrices
que llevaba. Para probar que puedo soportar cualquier dolor. La voz de Brandt
susurró a través de su mente. Él le había dicho esas palabras, la primera vez que
ella vio las cicatrices que marcaban su cuerpo.
El bastardo del padre de Brandt había disfrutado torturando, y él le había
pasado ese amor a su hijo.
—Lo entiendes, —dijo Tanner, mirándola con ojos que veían demasiado.
—Sabes por qué tuve que alejarme de ellos. —No iba a terminar como esos
imbéciles.
Depravados. Rotos.
Asesinos.
Jade bajó su arma.
Az frunció el ceño. —Sólo porque se fue, no significa que este tipo no sea
como ellos.
—No lo soy. Me alejé de ellos, —dijo Tanner, la ira haciendo que su voz se
volviera áspera. —Y me mantuve alejado. Pero luego vinieron a mi ciudad...
—Buscándome, —terminó Jade. Brandt y su manada tenían su base en el
norte de Louisiana, pero se dirigieron al sur para buscarla.
Tanner asintió. La placa de su uniforme brilló. —Casi te atrapo en el
Barrio Francés. Yo estaba allí cuando esos bastardos empezaron a disparar a tu
guardián. Su mandíbula se apretó. —Pero tuve que ayudar a los humanos. Tuve
que cuidar de ellos.
—No necesitábamos tu ayuda, —dijo Az. Cierto. Porque había recibido los
balazos y continuó de pie y lanzando fuego.
Pero Jade no tenía el lujo de la súper fuerza. —¿Qué es lo que quieres?—
Le preguntó a Tanner.
—Te lo dije, quiero detener a Dupre.
Pero, ¿cuál era la definición de "detener" para un policía? —Una jaula no
lo detendrá. —Trató de decirlo con la mayor delicadeza posible. —No vas a ser
capaz de arrestar al tipo y...
Tanner miró su placa. Luego, lentamente, agitó la cabeza. —No estoy
buscando arrestarlo.—Una pausa. —Estoy buscando matar a Brandt Dupre, y a
cualquiera que lo siga. La única forma de que paren es si no pueden respirar. —
Una verdad que ella conocía demasiado bien. —Y tú puedes ayudarme, —dijo.
—Podemos trabajar juntos, y podemos matar al bastardo.
He estado ahí, lo he intentado.—No es exactamente fácil de matar.
Az le envió una mirada rápida. —Cualquiera puede morir.
Tal vez. Tal vez no.
—Mira, no tenemos mucho tiempo para seguir hablando ahora.— Tanner
se pasó una mano por la cara. El cambiaformas estaba sudando. —Una docena
de policías se acercarán a este lugar pronto.
—¿Qué?—Ella se lanzó hacia delante pero, sorprendentemente, fue Az
quien lasujetó por los hombros y la retuvo antes de que pudiera agarrar a Tanner.
—Tranquila, —le dijo Az.
Al diablo con eso. No se sentía tranquila en este momento. No si los
policías estaban a punto de asaltar el lugar.
Tanner puso una mueca de dolor. —Los testigos te vieron casi pasarle por
encima a un civil en Nueva Orleáns...
—Oh, vamos,—Jade explotó, —eseera Brandt, un golpe con el coche
apenas lo hubiera ralentizado.—Sólo le habría producido algunos chichones y
moretones y le haría sentir algo del dolor que ella sentía.
—Te vieron, así que ahora la policía te persigue.—Tanner ladeó la cabeza a
la derecha mientras la estudiaba. —He hecho algunos arreglos para que una
motocicleta te esté esperando. Si cruzas a través del pantano, está a unas tres
3
millas al noroeste de aquí. Después de que te rastreé, conseguí que un amigo me
dejara la moto allí.
Az le preguntó: —¿Y se supone que debemos confiar en ti?
—Sí.
Jade no era del tipo confiado. Tampoco creía que Az lo fuera.
—Y tienes que empezar a mover el culo, —continuó Tanner. —Sólo tenía
diez minutos de ventaja sobre el resto del equipo de la policía, y ahora diría que
te quedarán unos...
—Cinco minutos, —terminó Az.
Fabuloso.
—Sí.—Tanner asintió. —Así que, lárgate de aquí, coge esa motocicleta y
reúnete conmigo esta noche en Nueva Orleáns...
—¿Quieres que volvamos a la ciudad?—Preguntó Jade. Un plan muy
tonto. —¿Con Brandt de caza allí?—Tal vez también podría detenerse a pintarse
un gran blanco en la espalda. Se alejó de Az.
O mejor dicho, Az la dejó ir. Sobre todo porque ahora estaba estudiando al
cambiaformas con ojo clínico. —Quiere usarte como cebo.
Se había dado cuenta de eso por su cuenta. Cebo para colgar justo en frente
de un gran psicópata obsesionado. Encantador.
—Esta noche, sólo quiero hablar.—Las palabras de Tanner eran valientes.
—Nos vemos en el cementerio de St. Louis. A medianoche.
Aún mejor. Porque quería pasar el rato en la oscuridad, en un cementerio, y
esperar a una pantera en la que no confiaba.
Tanner dio un paso hacia ella. —Puedo hacer que todo esto termine. Puedo
devolverte tu vida, Jade.
¿Qué vida?
Entonces ella oyó el más leve aullido de una sirena. Parecía que los
policías no venían en silencio.
La mirada de Tanner no abandonó su rostro. —Se nos acaba el tiempo.
Confía en mí.
No.
Metió la mano en su bolsillo y sacó un juego de llaves. Tannerlas lanzó y
Az cogió las llaves fácilmente en su puño.
—Ahora vas a tener que noquearme antes de que lleguen.—Tanner inclinó
su cabeza hacia Az. —Tiene que parecer que me dominaste para que nadie
piense...
—Que un policía está ayudando a un criminal, —dijo Jade. Cierto. Ella lo
entendía. —Bien, creo que podemos...
Az se balanceó con su puño. Le dio un puñetazo a la mandíbula del
cambiaformas con un sonido de un fuerte crujido. Tanner cayó, con los ojos
cerrados, y el cuerpo flojo del tipo cayó al suelo.
—O túpuedes manejarlo, —murmuró Jade y se aclaró la garganta. Bueno,
Az le había ahorrado algunos moretones en los nudillos.
Az la miró. Ella estaba bastante segura de que él había disfrutado
entregando ese puñetazo. El tipo estaba conteniendo una sonrisa.
Ángel malo.
Me gustan así.
—¿Estás listo para correr por el pantano?—Preguntó Jade mientras tiraba
de él hacia la parte trasera de la cabaña. A juzgar por esas sirenas, la policía se
estaba acercando demasiado.
—No deberíamos confiar en él, —dijo Az, moviéndose lentamente y
ralentizándola.
—Por supuesto que no. No deberíamos confiar en nadie. —Pero ella
confiaba en Az. ¿Cómo puedes no confiar en un ángel? —Una cosa sabemos...
los policías están viniendo. Esas sirenas están sonando más fuerte a cada
segundo, y necesitamos sacar nuestros traseros de aquí.
Las cárceles apestaban. Había pasado un tiempo imprevisto en una antes.
En el pasado, cuando...
No. Jade cerró la puerta de ese recuerdo de golpe. No pensaría en ellos.
Ahora no.
Como regla general, nunca se permitía pensar en ellos. Le dolía
demasiado.
Se dio cuenta de que estaba agarrando la mano de Az, sus dedos
entrelazados con los de él. Jade le miró la mano. Fuerte. Caliente.
Tentación. El susurro la abrasó.
Ella se alejó de él. ¿Sabía siquiera Az cuánto la lastimaba con esa sola
palabra? Ella ya era la maldición de otro hombre.
¿No podría ser más?
—Dame las llaves, y me largaré de aquí sola.—Ella alzó la barbilla. —
Puedes ir por el camino opuesto. La policía probablemente ni siquiera sabe de ti.
Puedes irte, podemos separarnos, y los dos seguir con nuestras vidas.
Az abrió la palma de su mano. Jade intentó robarle las llaves, pero él las
alejó de ella.
¿Qué? Idiota.
—Vamos juntos.
Su mirada sostenía la de él. —¿Seguro que no será demasiada tentación
para ti?— Oh, sí, ella lo dijo.
Pero entonces el tipo la sorprendió cuando le dijo: —¿Será demasiado para
ti?
Se quedó boquiabierta. Tal vez.
Al diablo con eso. Jade corrió hacia la puerta trasera. Podrían hacerse los
tímidos y resolver la tensión entre ellos más tarde. Ahora era el momento de
correr.
Sus pies bajaron por las escaleras de madera, y Az corrió justo detrás de
ella. Alcanzaron el borde del pantano en una carrera, evitando y esquivando
árboles y ramas caídas. El calor los golpeó, y Jade ni siquiera quería pensar en
las serpientes que probablemente estaban al acecho.
Odiaba las serpientes.
El espeso olor de la vegetación los rodeaba. Una línea de agua verde
oscuro, cubierta de algas, esperaba a la izquierda. Un tronco -no, no un tronco,
un caimán- iba a la deriva perezosamente entre el lodo.
Su corazón se le clavó en las costillas. Más rápido, más rápido, corrió por
el pantano. Noroeste. Tres millas no era mucho.
Excepto que parecía mucho cuando corrías por un maldito pantano
infestado de criaturas.
Entonces Az la agarró de la muñeca y la empujó contra él.
—Qué...—empezó a jadear.
Le cubrió la boca con la mano.
—Alguien nos está siguiendo.—Susurró.
Y oyó el ruido de pies pisando rápidamente hacia ellos.
Un cambiaformas podría captar su rastro y seguirlos perfectamente en el
pantano. Pero si sólo fueran humanos... los humanos no podrían rastrearlos ni la
mitad de bien.
Su mano se presionó contra el pecho de Az. Su mirada sostenía la de ella.
Esperaron.
¿Humanos... o cambiaformas?
Az la hizo adentrarse más en las sombras de unos árboles que se
balanceaban. Su mano se deslizó de su boca. Se quedaron paradosmuy cerca el
uno del otro, sus cuerpos rozándose. Ninguno de los dos se atrevió a hablar.
—¡Maldita sea!—El grito de enojo de un hombre pareció resonar por el
pantano. —¡Los vi salir corriendo!
—Ahora no veo nada, —dijo otra voz. También masculina. También
enojada.
El sonido de su respiración parecía demasiado fuerte para Jade. Y esas
voces estaban demasiado cerca. Se levantó de puntillas y, por encima del hombro
de Az, vio a los hombres.
Uniformes. —Policías, —susurró. Policías que se dirigían en su dirección.
Sintió la tensión en el cuerpo de Az. Su cabeza inclinada hacia la de ella.
—Puedo encargarme de ellos.—Apenas un suspiro de sonido.
No hay duda de que podría. Pero, si es posible, le gustaría evitar añadir el
asalto a dos oficiales de policía a su ya extenso currículum. Así que Jade tiró de
Az más cerca y trató de no hacer ruido.
Váyanse de aquí. Váyanse en otra dirección.
—Mierda, ya podrían estar en cualquier lugar, —gruñó uno de los policías.
No en cualquier lugar. Ella se había ido al noroeste. Había hecho algo de
exploración antes de elegir esta casa como lugar de retiro. Sabía cómo marcar las
direcciones. Y en esta dirección, se dirigían al viejo camino de tierra que daba la
vuelta y atravesaba la parte posterior del pantano.
Los policías no pararon de hablar, pero el sonido de sus voces se hacía más
suave. Se estaban alejando. Regresando a la casa. Murmurando sobre que no les
pagan lo suficiente para esquivar serpientes.
Esperó hasta que esas voces se desvanecieron por completo. Luego respiró
hondo. Jade levantó la vista y encontró los ojos de Az en su, bueno, en su boca.
Su mano aún estaba sobre su torso. Justo sobre su palpitante corazón. Se
aclaró la garganta. —Yo... creo que no hay peligro ahora.—Aunque la policía
podría volver con refuerzos en cualquier momento.
Él asintió y retrocedió.
Contrólate, chica.
Jade se dio la vuelta y se dirigió hacia adelante, lejos de los árboles que la
cobijaban.
—¿Seguro que sabes adónde vamos?—Preguntó.
Mirando hacia atrás, ella le lanzó una verdadera sonrisa. —Soy buena con
los planes de escape.
Sus ojos se entrecerraron sobre ella.
Ella agitó la cabeza. —Vamos, ángel, muévete.
No volvieron a hablar hasta que abandonaron el pantano. La motocicleta
esperaba bajo un sauce llorón, justo donde Tanner había prometido.
Esto es demasiado fácil. Tiene que ser una trampa.
Después de años de correr y luchar para sobrevivir sola, ¿ahora de repente
tenía un ángel y un policía que querían ayudarla?
De ninguna manera. El destino no le sonreiría así.
Az se montó en la motocicleta. Por supuesto, se veía bien -mejor que bien-
sobre ella. Mejor que el sexo caliente en un día de verano.
Pero ella sabía lo peligroso que podía ser un hombre sexy.
El peso del arma que le había quitado a Tanner le presionaba en la parte
baja de la espalda. ¿La había visto Az coger el arma y sacarla de la cabaña? Tal
vez. Tal vez no. De cualquier manera, ya no estaba exactamente indefensa.
Jade alzó una ceja. —Entiendo que tú eres el grande y duro sobrenatural, y
todo eso.—Levantó las llaves. —Pero soy yo quien conoce la zona, así que seré
yo quien conduzca.
Az parpadeó hacia ella.
Jade sonrió. —Muévete hacia atrás, ángel.
Ella se deslizó delante de él. Arrancó el motor y disfrutó del ronroneo de la
motocicleta.
Los muslos de Az se presionaban en torno a ella. Su brazo se deslizó
alrededor de su estómago.
—Agárrate, —le dijo ella y salió disparada alejándose del árbol. Una nube
de polvo la siguió a su paso. —Las cosas se van a poner difíciles.
Justo como le gustaban a Jade.
Capítulo Seis
Diez minutos para la medianoche.
Az miraba fijamente las tumbas mientras se elevaban sobre la pesada pared
de ladrillo que rodeaba el cementerio. El olor de las flores se burlaba de su nariz,
pero sabía que ese olor no provenía de algunas muestras florales dejadas en las
tumbas por los afligidos de duelo.
Siempre puedes captar el olor cuando la Muerte está cerca.
Una señal de que había un ángel cerca. Los Ángeles de la Muerte estaban
en su punto álgido cuando estaban a punto de tomar un alma. En esos pocos
momentos, los humanos podían captar el dulce aroma de las flores.
Un olor a muerte.
La muerte no olía realmente a descomposición y putrefacción. Ese olor
llegaba a los cuerpos después de que las almas les abandonaban.
Esta noche, la muerte estaba cerca. Siguiéndolo.
Sus ojos se entrecerraron mientras escudriñaba la oscuridad. ¿Quién va a
morir esta noche?
—Bien, esto es lo más lejos que tú llegas.—Jade cruzó los brazos sobre su
pecho y le miró fijamente. Sus ojos parecían brillar bajo la luz de la luna y las
estrellas. —Ahora toma la motocicleta y vete a algún lugar seguro.
Los labios de Az temblaron. Qué... encantador. Ella pensaba protegerlo
una vez más. Seguía haciendo eso, a pesar de lo que sabía de él. —¿Intentas
deshacerte de mí otra vez?
Ella negó con la cabeza. —Mira, ni siquiera entiendo... ¿por qué quieres
ayudarme? ¡No soy nada para ti!
La ira se agitó dentro de él cuando la leve diversión desapareció. Ella
difícilmente era nada.
—Aprecio la rutina del caballero de brillante armadura, de verdad, pero
¿por qué?—Una débil arruga apareció entre las cejas de Jade. Ella estaba parada
a unos pocos pasos de distancia, en la acera agrietada, y preguntó: —¿Por qué
quieres ayudarme? ¿Por qué arriesgas tu vida por mí?
Y la verdad salió de él. —Porque creo que puedes devolverme mi vida.
Sus ojos se abrieron de par en par. —¿Qué?
Az empujó la pata de cabra y se bajó de la motocicleta para poder
acercarse a ella. Su mirada se dirigió a esa línea de tumbas desoladas que se
elevaban por encima de las empinadas paredes. —He estado aquí antes.
—Sí, bueno, tú, yo y todo turista que quiera ver de cerca las ciudades de
los muertos...
—Caí aquí.
Ella no dijo nada en respuesta a eso. Interesante. Se había dado cuenta de
que Jade a menudo tenía mucho que decir. Esta vez no.
Su boca estaba un poco entreabierta.
Pasó rozándola y se dirigió a las pesadas puertas que conducían al
cementerio. Unas sombras oscuras se extendían desde la entrada. Y Az recordó...
Chocar. Agonía. Dolor.
—No recordaba quién era.—No al principio. El descenso había sido tan
intenso, el fuego tan caliente, que sus recuerdos le habían sido borrados.
Az cruzó el umbral del cementerio. Su mirada se deslizó por todas partes,
y luego estaba serpenteando entre las viejas tumbas. Izquierda. Derecha.
Moviéndose más por instinto que por cualquier otra cosa.
Ella lo siguió de cerca. —Az…
—Después de la caída, nadie se acuerda, no al principio.—Había sido
bueno, también, no saber. Vivir en la ignorancia de las vidas que había quitado.
Los pecados que había cometido.
Otro giro. Otro.
La oyó jadear detrás de él. Delante de ellos, una vieja cripta había sido
destrozada, gruesas grietas se extendían del centro de la tumba rota como si
fuera una telaraña. Junto a los restos, un ángel de piedra roto miraba tristemente
a los escombros.
Parecía sólo apropiado que ella también hubiera perdido un ala.
Él miró fijamente a esa cripta. —¿Sabes lo que es despertar en el infierno?
—Sí.
Frunciendo el ceño, Az la miró.
Su mirada estaba sobre él, no en la cripta. —Todos tenemos nuestro propio
infierno. —Su mano tocó su hombro. —Y-yo no estoy segura de lo que esperas
exactamente. No puedo devolverte al cielo.
Tal vez no.
Pero tal vez...
—Una bruja me encontró. —Se volvió para mirarla más de frente, y las
cejas de Jade se alzaron ante su anuncio. —Me limpió, me dio comida, entonces,
justo cuando me estaba volviendo más fuerte, se dio la vuelta y me vendió a un
puñado de bastardos que se excitaban torturando a un Otro.
Jade tragó. —¿Qué les pasó?
Necesitaba verle tal cual era. —Los maté a todos. —Bueno, esos tipos
encantadores no habían sido los primeros, de todos modos.
Ella le miró fijamente. —¿Y la bruja?
—Llegará su hora.—Ella no escaparía ilesa de él. Az planeaba asegurarse
de eso.
Jade le miró con aire desconcertada. —Estás aquí diciéndome que eres un
malvado sin corazón, perome estásayudando para que yo…
—Me estoy ayudando a mí mismo.—Las palabras cayeron pesadamente.
—Eres una humana. Favorecida. Débil.
Engañosamente. Los humanos estaban dotados con un torrente de
emociones. Con placeres. Dolores.
Él podía buscar vengarse de los que le habían hecho daño. La venganza era
suya por derecho. Pero darle protección, ayudar a alguien más débil... eso sólo
podría ser suficiente para ganar algo de redención.
—¿Así que soy la humana afortunada que viste a punto de que le patearan
el trasero? ¿Quién sea yo no importa? ¿Arriesgarías tu vida para salvar a
cualquiera de nosotros?
Asintió con la cabeza. —Sí.—Haría lo que fuera necesario. Proteger a los
débiles. Luchar y abrirse camino de regreso al cielo.
Su suspiro sonó triste. —No todos los humanos necesitan protección.—
Una pausa. —No todos los humanos quieren protección.—Entonces ella se alejó
de él. —Tampoco todos disfrutamos de ser llamados “tentación” por algún Caído
perdido con algunos problemaspara intimar.
Parpadeó y la miró fijamente. ¿Problemas para intimar? Nunca había
intimado con nadie. A los ángeles no se les permitía el lujo de la intimidad. —
No entiendes cómo es el mundo para mí.—Tanto ruido. Los sentimientos. Las
emociones. Todos lo estaban destrozando.
Excepto que no había sido tan malo en los últimos días. No desde que él
estaba con ella.
Jade no le miró. —¿Era realmente mucho mejor allá arriba?
No respondió.
Ante su silencio, Jade lo miró por encima del hombro. —Quiero decir, no
todo es sol y arco iris aquí abajo, pero estamos vivos. Eso tiene que contar para
algo, ¿no?—Para algo. —En lugar de esforzarte tanto para volver a subir, —le
dijo Jade, —tal vez deberías considerar que estás exactamente donde se supone
que debes estar.
Con ella.
Pero entonces ella agitó la cabeza y apartó la mirada de él.—Creo que ese
policía nos dejó plantados. Y estar en un cementerio, a medianoche, no es mi
idea de pasar un buen rato.
Pero mientras hablaba, Az oyó el susurro de unos pasos. ¿Alejándose o
acercándose?
De cualquier forma, dio un paso hacia Jade.
—Los ladrones se esconden aquí, —le dijo ella, con voz más baja ahora
mientras escudriñaba las sombras a su alrededor. —Pero ni siquiera son el
comienzo de lo que debemos temer.
Sabía todo acerca de los vampiros a los que les gustaba acechar en las
ciudades de los muertos. Se escondían en la oscuridad, esperando a las víctimas
que eran curiosas, e incluso dispuestas, y luego atacaban.
Esas víctimas morirían.
Pero no fue un vampiro el que salió de entre las sombras. Fue el
cambiaformas.
Az no relajó su guardia, y se dio cuenta por la rigidez de los hombros de
Jade que ella tampoco estaba relajando la suya.
—Das unos jodidos buenos puñetazos, —dijo Tanner mientras estudiaba a
Az. La luna llena caía sobre ellos y proyectaba sus sombras en persecución a
través de las criptas.
Az se encogió de hombros. De hecho, fue suave con el tipo. Si hubiera
querido, podría haberle roto la mandíbula al policía con ese puñetazo.
Tanner silbó suavemente. —Hay un precio muy alto por tu cabeza,
hombre. ¿Vas a estar a la altura de los cazadores que vienen a por ti?
No veía la hora de enfrentarse a ellos. Una batalla drenaría algo de la
creciente tensión en su cuerpo. Tensión que aumentaba cada vez que Jade tocaba
su piel.
La quiero a ella. Le había acariciado la piel. La había probado.
Y había descubierto por qué los mortales mataban por obtener placer.
Az dejó esos recuerdos a un lado. —Estoy listo.—El miedo era la única
emoción que aún le quedaba por sentir en la tierra. ¿Qué había que temer? ¿Qué
quedaba por perder? Nada.
—Él no tiene que estar listo.—Se escuchó la voz de Jade. Apática.
Calmada. —Esta no es su lucha. Yo soy la que va tras Brandt.—Ella se volvió
hacia Az y puso su mano sobre su torso, justo sobre su corazón. Su voz bajó al
decir: —No soy tu salvación. Ayudarme no te dará un pase libre al cielo. —Su
olor se deslizó alrededor de Az. Su cuerpo estaba hambriento por el de ella.
Necesitado.—Y tampoco voy a ser tu tentación.—Ahora un hilo de ira se deslizó
en su voz. Ira. ¿Estaba dolida? —Ya he estado ahí y lo he hecho por otro.
Maldita sea, soy más que eso.
El dolor se reflejaba en sus ojos.
Ella intentó apartarse entonces. Az la agarró de la mano y la sostuvo con
fuerza. No te dejaré marchar. —Me necesitas.—No se molestó en bajar la voz.
Quería que el cambiaformas oyera esto. Si iban a pelear, necesitarían su fuerza
para ganar.
Jade lo necesitaría. No sabía por qué era tan importante para ella admitirlo.
Simplemente lo era.
—Mira,—gruñó Tanner, —ustedes dos pueden tener la pelea de amantes
más tarde, pero ahora mismo, tenemos que pensar en nuestro plan de ataque.
Entonces Az sintió los ojos del cambiaformas sobre él. Viendo demasiado.
Su agarre sobre Jade se intensificó mientras alzaba la mirada y observaba al
cambiaformas con una suspicacia más pronunciada. Sólo porque fueras policía,
no significa que todos deban confiar en ti.
Él seguro que no confiaba en ese imbécil.
Sólo porque fueras un ángel, no significa que seas bueno.
Lo sabía mejor que los demás.
—No viniste solo,—dijo Az, con certeza.
—Porque yo tampoco soy tan confiado.—Se encogió de hombros. —Y
porque sé que no eres un guardián.
No, pero estaba protegiendo a Jade. Aunque los ángeles no podían mentir,
sabían cómo tergiversar la verdad para ocultar sus secretos.
—¿Quién nos vigila?—Jade quería saberlo. Con su mano libre, señaló a las
sombras.
—Mi plan de respaldo. —Tanner no apartó la mirada de ellos. —¿Vamos a
estar aquí toda la noche perdiendo el tiempo, o estamos listos para tratar nuestro
negocio?
—¿Negocio?—Az repitió.
—La muerte de Brandt. Es lo que ambos queremos.
Era lo que Jade parecía necesitar.
—No es exactamente un tipo fácil de destruir, —dijo Jade en voz baja. —
En caso de que no lo hayas notado.
Tanner se rio, pero el sonido chirriante no contenía humor. —Lo noté bien.
También sé que todo puede morir. Sólo tienes que acercarte lo suficiente para
matar. —Tanner caminó hacia ellos. —Acercarse no es exactamente un
problema para ti, ¿verdad, Jade?
Ella no contestó. Az entrecerró los ojos mirando al cambiaformas.
—Pero hay diferencia entre estar cerca...—murmuró Tanner, —y
mortalmente cerca.
Jade aspiró profundamente. —¿Tienes un plan?, —preguntó ella. —¿O
sólo estás aquí para decir tonterías?
Az sonrió. Le gustaba el fuego de la mujer. Parecía tener más furia que la
mayoría de los humanos.
Tan caliente, que casi podías sentir la quemadura.
Tanner también le sonrió, y esa sonrisa mostró sus afilados caninos. —
Pensé que una humana tendría más miedo.
—Tengo miedo. Estoy asustada todos y cada uno de los segundos del día.
— Eso tampoco era sarcasmo. Su confesión hizo que Az se detuviera. No se
había dado cuenta. —Sólo quiero que se acabe la pesadilla,—continuó,—y
quiero poder vivir como todo el mundo. Así que si tienes un gran plan,
compártelo y dejémonos de mierdas.
Az escuchó atentamente, no a Jade y al cambiaformas, sino al susurro de
los sonidos que los rodeaban.
Otro susurro. Un roce de tela contra piedra. La más suave de las
respiraciones.
Allí.
Az se movió en un instante, corriendo hacia el que les expiaba, y
moviéndose tan rápido que supo que parecería un borrón.
Atrapó al observador con sus manos mientras escuchaba a Tanner gritar
una advertencia.
Demasiado tarde.
Miró fijamente a la persona que tenía agarrada, una persona que le
resultaba muy familiar.
Ojos muy abiertos. Cabello rubio de corte corto. Pequeña. Engañosamente
delicada.
Bruja.
La misma bruja que le había vendido meses atrás. En ese instante, Az supo
que habían caído en una trampa.
—Vas a morir, —le dijo. Ella había vendido su vida. Ahora él tomaría la de
ella.
—¡No!—El grito de Tanner, cortando a través de la noche. —¡Joder, no, no
le hagas daño!
No le haría daño. Podría ser compasivo. La muerte podía ser tan suave
como un susurro.
La venganza es mía.
—Az...—La voz de Jade, flotando en el viento hacia él.
El olor de las flores volvió a burlarse de su nariz. Un Ángel de la Muerte
estaba cerca.
Az miró hacia atrás. Tanner tenía sus garras en la garganta de Jade. A su
vez, ella tenía un arma apuntando a su corazón.
—Creo que todos necesitamos tomarnos un minuto y calmarnos de una
vez, —gritó el cambiaformas.
Az se sentía increíblemente tranquilo. La bruja apenas parecía respirar.
—Nos necesitamos el uno al otro, —gruñó Tanner. —Brandt y su manada
son demasiado poderosos para que los enfrentemos solos.
Lo dudo.
Az miró fijamente a la bruja. Una leve sonrisa alzó sus labios. —Sigues
pensando que eres la fuerza más poderosa de la tierra, ¿verdad, ángel?
—Creo que estoy viendo a una mujer muerta, —dijo.
Pero ella se rio.—Aún no, no lo vasa hacer.
¿Por qué dudaba? —Ya me vendiste una vez.
—Y lo haré de nuevo.—Sonaba como una promesa. —Por eso me
necesitas.
Unas pisadas corrían hacia ellos. Jade y Tanner. Ya no se apuntaban el uno
al otro. En cambio…
—No la lastimes, —ordenó Tanner. —Esa bruja es nuestro boleto a la
manada.
—¿Bruja? —Jade trastabilló hasta detenerse junto a ellos. La atención de
Az se desplazó hacia Jade aún mientras mantenía su agarre sobre la bruja.
La mirada de Jade voló entre Az y la mujer. —Nadie mencionó nada sobre
una bruja...
—Te dije que todos los Otrosde la ciudad irían tras tu guardián.—El sudor
corría por la sien de Tanner. —Bueno, Heather, aquí presente, tiene una cierta…
reputación.
—¿Por vender a todos los que conoce?—Preguntó Az. Aún no había
soltado a la bruja, pero tampoco la había matado.
Pensó que estaba mostrando bastante buena moderación.
—Casi a todos,—dijo la bruja.
—Heather...—Un tono de advertencia acompañaba a la voz de Tanner.
Pero Heather hizo caso omiso de esa advertencia. —Intentaba hacerle un
favor al mundo.—Sostuvo la mirada de Az. —Algunos Otros son demasiado
peligrosos para vivir.
—¡Espera un minuto!—Jade agarró el brazo de Az y lo alejó de la bruja.
Sólo porque Az la dejó apartarlo. —¿Tú eres la que encontró a Az?— Le
preguntó a la otra mujer.
Los labios de Heather se curvaron. —El mundo es más pequeño de lo que
nos gusta pensar.
Jade asintió. —Correcto. De acuerdo. Tomaré eso como un sí.—Luego le
dio un puñetazo a la bruja. Heather recibió el golpe en la mandíbula y retrocedió.
—¡Joder, vendiste a un ángel, perra loca!
Heather parpadeó, y luego se frotó la mandíbula. —Vaya, vaya, eres una
humana luchadora.
Az pensó que lo era. Ella acababa de... luchar por él. O al menos había
dado un puñetazo por él. Nunca nadie había…
—Nos vamos de aquí, Az.—Ahora Jade estaba tirando de su brazo. —Sea
cual sea el juego en el que esté trabajando este cambiaformas, no queremos ser
parte de él.
No si la bruja estaba involucrada.
Pero aún no estaba listo para caminar. Venganza. Justo ahí, tan cerca.
—¿Serás lo suficientemente fuerte para matarlo... —La voz de la bruja era
diferente ahora. Cargada de poder y magia. Az la miró y vio que el oro brillante
de sus ojos se había desvanecido mientras ella continuaba, —….cuando llegue el
momento?
Su descolorida mirada no estaba sobre él. Estaba sobre Jade.
—¿Te sacrificarás?—Heather continuó, y una ligera brisa sopló contra la
carne de Az. —¿Tomarás la decisión de salvar a los demás y enfrentarte a la
muerte?
La bruja estaba presionando su autocontrol y le estaba poniendo los
nervios de punta muy seriamente.
—¿De qué demonios estás hablando?—Jade quería saber. Ella no sonaba
agitada o preocupada, sólo cabreada.
—El amor tiene un precio.—Ese mismo y extraño estruendo que no era la
voz de un humano. No exactamente. —El sacrificio es el pago. La elección de la
vida o la muerte. Tienes que matar lo que amas.
Los ojos de Jade se entrecerraron. —Seamos claros, aquí, ¿de acuerdo,
mujer bruja? No amo a Brandt. Yo lo odio. Me lo ha quitado todo. Mi casa. Mi
familia.—Su barbilla se elevó. —Así que cuando llegue el momento, oh sí, haré
lo que tenga que hacer. Si la elección consiste en mi vida o la suya, entonces será
él quien muera.
Los ojos de Heather se iluminaron una vez más mientras la niebla parecía
desvanecerse de su mirada. Ella sonrió hacia Jade. —Serás puesta a prueba
pronto.
—¿Por qué seguimos aquí?—Jade murmuró, tirando de Az. —Vayamos...
Pero Tanner se adelantó. —La manada no me dará la bienvenida. No a
menos que les lleve...—Su mirada se posó sobre Az. —Algo.
—Quieres deciralguien, —lo acusó Jade. —¿Quieres llevarles a Az?
¿Estás...?
—En realidad, quiero llevarte a tia Brandt. Si le devuelvo a su compañera
perdida, no hay forma de que me rechace.
Compañera. ¿Por qué esa palabra puso a Az tenso como una rosa de furia
al rojo vivo dentro de él? —Ella no es su compañera.—Los cambiaformas y sus
compañeras. Tan posesivos. Tan territoriales.
No. Es. Suya.
Tanner levantó las manos. —Tranquilo, grandullón. Eso es sólo lo que
piensa Brandt, no lo que realmente es. No quise meterme en… ningún asunto
personal.
—Tanner lleva ala humana, —Heather se puso del lado del cambiaformas.
—Y yo te llevo a ti, —le dijo a Az.
Porque ella era muy buena vendiendo a la gente.
—Creerán que estoy ahí por la recompensa por tu cabeza. Me dejarán
entrar y nos llevarán a los dos hasta Brandt, —terminó Heather con una pequeña
sonrisa de satisfacción.
—No,—dijo inmediatamente Jade, y esa sonrisa se deslizó un poco. —
Esto no va a funcionar...
—Parece que hiciste enojar alAlfa de la manada.—Tanner se frotó la
mandíbula mientras estudiaba a Az. —Y quiere que te lleve vivo.
—Sólo para que pueda tomarse su tiempo descuartizando a Az.—Jade
agitó la cabeza. —De ninguna manera. Hemos terminado aquí. Tu plan es una
mierda. Si lo seguimos, todos moriremos.
No todos.
—¿No puedes matarlo?—Le preguntó Heather a Az, cruzando los brazos.
—Quiero decir, eres el Ángel de la Muerte. Todo lo que tienes que hacer es
tocarlo, ¿verdad?
Vio como a Jade se le descolgaba la mandíbula. —¿Ángel de la Muerte?
Como en…
—Ya no.—Gruñó él. Le habría contado esa parte a Jade, eventualmente.
—Pero tú puedes hacerlo, —espetó Tanner. —Eres el único que puede.
Brandt es más fuerte que la mayoría de los paranormales. Tiene magia de su
lado, y no tiene miedo de usarla. Si queremos cargárnoslo, necesitamos tu ayuda.
Los labios de Jade temblaban mientras miraba a los ojos de Az. —Ya te lo
he dicho, esta no es tu...
—Te conviene usarme como cebo.—Az quería ser claro con las reglas.—
La bruja me lleva adentro…
—Y recoge la recompensa, —añadió Heather rápidamente.
—Por supuesto.—Ya se imaginaba que se llevaría su parte. No lo haría por
la bondad de su corazón. Por lo que Az había visto, la bruja no tenía corazón. —
Entonces me toca a mí eliminar a Brandt.—Y salvar a Jade. Para emprender su
viaje de vuelta de ascensión.
El cuerpo de Jade prácticamente vibraba de furia. —Eso es estúpido...
—Estaré allí como apoyo.—Tanner se balanceó hacia adelante sobre las
almohadillas de sus pies. —Juntos, derribaremos a toda la manada.
Az,en realidad, no necesitaba su ayuda. Pero si el cambiaformas quería
vengarse por sí mismo...
—No puedes hacer esto.—Jade le agarró las dos manos y le dio un
zarandeo. —Esto es una locura. No es inteligente caminar directo hacia Brandt.
—¿No?—Ahora la ira de Tanner había hecho trizas su autocontrol. —
¿Cuál es tu gran plan, entonces? ¿Quieres seguir huyendo de él?
¿Escondiéndote? ¿Mientras otros mueren?
Jade se estremeció. —Iré a verle. Terminaré con esto yo misma.
—No tienes el poder necesario.—Tanner estaba seguro.
También Az.
Su mirada sostuvo la de él.
—Por favor, —susurró. —No quiero que te hagan daño por mi culpa.
Y la decisión fue tomada. Una vida por otra. Sacrificio. Señaló a la bruja.
—Vuelve a traicionarme y me aseguraré de que sientas toda la furia del infierno.
—He estado ahí, —murmuró.
—Y lo estarás de nuevo.—Una promesa.
Ella tragó y miró hacia otro lado, y él supo que ella entendía las
consecuencias. Le parecía justo.
Los ángeles nunca mentían.
El trato estaba cerrado.
Los ángeles eran idiotas. Tenían que serlo. Mientras Jade seguía a Az a
través del sinuoso pasillo ubicado en la parte trasera de una tienda de vudú, se
preguntó qué demonios estaba haciendo.
¿Confiar su vida a un policía cambiaformas y a una bruja? Oh, no, no era
una buena idea.
Estos dos eran, probablemente, en quien menos debería confiar, excepto...
Excepto que Tanner la había ayudado a salir del pantano. Pudo haberla
entregado a las autoridades o a Brandt.
—Confía en mí, —dijo Az. La mano de éste estaba alrededor de la suya. Y
ella confiaba en él. ¿Cómo podías no confiar en un ángel? Eso era
probablemente algún tipo de regla en algún lugar. Debes confiar en los ángeles.
Todo lo que había oído de ellos decía que eran los buenos, si es que
alguien era realmente bueno. Ellos protegían a los humanos, justo como Az
estaba tratando de protegerla.
Ahora las profundas cicatrices en sus hombros tenían sentido. Alas. Sus
alas deben haberse quemado cuando cayó.
Pero,¿por qué había caído Az?
—Arreglaré el encuentro, —dijo Heather mientras abría otra puerta. El
espeso olor del incienso saturaba el aire. Esta habitación estaba llena de libros
viejos, frascos de vidrio, y algunas cosas que Jade no quería mirar durante
mucho tiempo. Un pesado espejo estaba colocado sobre la mesa a la izquierda.
Y, sí, parecía como si su superficieestuviera embadurnada con sangre.
Supuso que eso respondía a la pregunta de bruja buena / bruja mala.
Jade no tenía mucha experiencia con brujas, pero había oído historias
susurradas. Algunas brujas podían mirar en espejos para ver el futuro. Pero cada
vez que miraban hacia ese futuro, tenían que usar la magia más oscura.
Jade no quería formar parte de ese tipo de magia. Como estaba, tenía ya
más que suficiente oscuridad con la que lidiar sola.
—Así que este es el trato.—Tanner sacó una silla, la volteó y la montó a
horcajadas. —Haremos el intercambio al amanecer.
A ella todavía no le gustaba este plan. Pero Jade podía admitir que era
mejor que nada. —¿Así que Az y yo entramos como tu gran y gorda carnada?
¿Qué garantía tenemos de que no nos dejarás allí a merced de ellos?
Antes de que Tanner pudiera responder, Az habló. —No importa, —dijo.
—Una vez que me acerque lo suficiente a Brandt, podré matarlo a él y a sus
hombres.—Se paró junto a ese espejo ensangrentado. Ella vio su mirada caer
sobre el cristal.
Cierto. Un ángel grande, duro e inmortal. Ella podía contar con él.
Tanner se aclaró la garganta. —Y no me conoces de...
Az resopló.
—Créeme, quiero detener a Brandt. Quiero detenerlos a todos.
La mirada de Jade cayó sobre su torso. Su camisa cubría las cicatrices,
pero ella no las olvidaría pronto. Tanto dolor.
Suficiente para llenar a un hombre de furia.
Su aliento exhaló en un áspero suspiro. Parecía que,tanto si ella lo quería
como si no, iba a ser el cebo.
Pero era hora de que Jade emitiera una advertencia. —Si nos jodes, me
aseguraré de que pagues. —Tanner y la bruja probablemente pensaron que
estaba haciendo una dura amenaza sin ninguna sustancia. Estaban equivocados.
Brandt también pensó que ella estaba echándose un farol. Hasta que entró
en su casa y encontró el rastro de sangre que ella le había dejado.
No pienses en eso ahora. No lo hagas.
Le había llevado horas lavar la sangre de sus manos y de su cuerpo.
—No te preocupes, —dijo Tanner, moviendo sus anchos hombros. —Si
este plan se va a la mierda, Brandt será el que me quite su libra de carne.
Le quitaría más de una libra de carne. Brandt lo mataría. Lentamente.
Jade miró hacia Az. Los ojos de éste aún estabanfijos en el espejo. Y la
bruja se había acercado más a él.
Los dientes traseros de Jade rechinaron. Esa chica flaca sólo la estaba
cabreando. Puede que tuviera que confiar en Tanner, pero en esa mujer, de
ninguna manera, Jade no confiaría en ella ni por medio minuto.
—¿Quieres saber qué te depara el futuro?—Le preguntó Heather a Az en
voz baja. —Todo lo que tienes que hacer es sangrar para mí.
Oh, en serio, demonios no, la mujer no acababa de decir eso.
Az seguía mirando ese cristal como si estuviera hipnotizado. No eranada
bueno. —No puedes ver mi futuro, —dijo finalmente, su voz retumbando.
—¿Por lo que eres?—Preguntó Heather, y luego se rio.
Jade odiaba ese sonido chirriante. La mujer se reía como una hiena.
—No te engañes pensando que eres el único ángel que he conocido.— Su
mano le rozó el brazo.
Él era el único ángel que Jade había conocido. Y la bruja estaba demasiado
cerca de él. La bruja también tenía que dejar de tocarlo de ese modo. Ahora.
—Te dije por qué te entregué a esos hombres antes.
Estar en la oscuridad apestaba. Jade deseaba saber más sobre lo que había
pasado entre Az y Heather. Hola, celos. Ella reconoció el sentimiento por lo que
era exactamente.
—Pobre Azrael. Crees que tu trabajo es salvar el mundo. —Los labios de
Heather se retorcieron mientras se concentraba en Jade.—Cuando realmente
estás aquí para destruirlo. Poco a poco.
Mentira. Az no había hecho más que ayudar desde…
—¿No es eso lo que la leyenda dice de ti?—Heather se burló. —Tú y tu
hermano Sammael, los dos que cayeron en desgracia para destrozar el mundo.
Az alzó las cejas. —Esa no es exactamente la forma en que va la historia.
—Bastante de cerca, —murmuró ella.
Con los ojos entrecerrados, Jade empezó a acechar a la bruja.
—La leyenda dice que un día, un hermano será asesinado por el otro.
Cuando ese día llegue, el infierno vendrá a reclamar la tierra.
¿No era un cuento encantador para compartir? —La mayoría de las
leyendas no son más que mentiras, —dijo Jade, encogiéndose de hombros. —
Son buenas para asustar a los niños y divertirse entreteniendo a perras aburridas,
es decir, a brujas. Brujas que no tienen el poder suficiente para ver lo que
acontecerá en los días venideros.
—Ya conozco su futuro.—Ahora Heather le hablaba a ella, no a Az, y sus
mejillas se enrojecieron. —Lo vi cuando cayó. Le saqué sangre y vi lo que podía
ser.
Jade tomó nota de la frase. —Hay una gran diferencia entre lo que será y lo
que podría ser.—Ella podíaapartar esa mano en forma de garra lejos de Az. O
podía ser una dama por unos minutos más.
La bruja inclinó la cabeza. —Los ángeles son más difíciles de leer,
requieren mucho poder, pero los humanos, ah, los humanos los leo bien siempre.
—Y su mano se apartó de Az.
Buena jugada, pero... —No voy a sangrar para ti.—Estaban perdiendo el
tiempo con esta charla. Ella había venido a la tienda de vudú por una razón:
armas. Tanner le había prometido a Jade que podría darle lo que necesitaba.
De ninguna manera voy a caer en una emboscada sin potencia para
atacar.
Pero Tanner no hablaba, y Az… bueno, al menos había conseguido apartar
la mirada del espejo.
—Tarde o temprano, sangrarás.—Heather parecía absolutamente segura. El
rojo había comenzado a desvanecerse de sus mejillas, así que la mujer debía
estar recobrando el control.
La bruja loca podía estar tan segura como pretendía. Pero Jade se iba a
largar de allí. El incienso que había en el lugar la estaba volviendo loca y le
hacía palpitar las sienes.
—Danos las armas,—dijo Jade, —y luego nos iremos de aquí.
—No necesitas irte.—Tanner le frunció el ceño. —Este lugar es seguro.
Puedes quedarte aquí hasta nuestra reunión al amanecer.
Jade no quería quedarse allí, pero Az estaba asintiendo. ¿Qué? ¿Desde
cuándo estaba dispuesto a confiar en estos dos?
—Hay una habitación que puedes usar en el piso de arriba, —dijo Heather
con un gesto de su mano. —Descansa un poco, y nos aseguraremos de que estés
a salvo.
Se aseguraría, ¿eh? —¿Por qué eso no me tranquiliza?—Murmuró Jade.
—Porque esperas que todos te traicionen.—La respuesta instantánea de
Heather. —La mayor parte del tiempo, tienes razón. Esta vez te equivocas.
Eso era dudoso. —Ya traicionaste a Az.
—Para salvar a otros.
Eso decía ella. Porque él era el ángel maligno.
—Esto es personal.—La voz de la bruja se había suavizado. —Brandt se
llevó algo muy valioso para mí.—Sus manos se cerraron en puños. —Ahora,
quiero arrebatárselo todo.
Únete al club. —No estoy aquí para intercambiar historias tristes contigo,
señora.—Heather se tensó. —Quiero armas. —Ese había sido el trato. Az podría
ser capaz de matar con un toque -todavía le resultaba espeluznante- pero ella no
tenía esa súper habilidad, y las balas normales no eran suficientes para ella.
—Por supuesto.—Heather se dirigió hacia un pesado armario de madera.
Abrió las puertas.
Guau.
Docenas de armas brillaban ante Jade. Cuchillos. Pistolas. Balas. Incluso
lo que parecía una vieja espada.
—¿Te sentirás mejor si vas armada con plata?—La voz de Heather sólo
tenía una leve curiosidad.
—Sí, lo haré.—Mucho mejor.
—Pero nos sentiríamos aún mejor, —dijo Az, finalmente hablando, —si
tenemos más de estas. —Entonces Az sacó una bala de su bolsillo. Por su color,
la reconoció al instante. Era la misma bala que Jade había sacado de su espalda.
Ni siquiera se había dado cuenta de que la había recuperado de la mesita de
noche en la cabaña. Un ángel truculento.
La bruja miró la bala, y Jade vio la ligera dilatación de sus ojos. Un
movimiento tan débil, y Heather se recuperó rápidamente.
La bruja agarró la bala. La levantó hacia la luz. Probó su peso.—Esto no se
parece a ninguna bala que haya visto antes.—Se la acercó a la nariz e inhaló. —
Azufre.
Ahora Jade era quien la miraba sorprendida. —¿Como en eso deinfierno y
azufre?
Una inclinación de cabeza. Los dedos de Heather se enrollaron alrededor
de la bala. —Déjame quedármela. Veré qué puedo encontrar y...
En un instante, Az volvió a tener la bala en sus manos. A veces, a Jade le
encantaba su súper velocidad.
—O no, —terminó Heather suavemente. Ella sonrió. —Me imagino que
una bala como esa sería muy útil. Probablemente podría derribar casi cualquier
cosa.
¿Incluso un ángel? Si la bala le hubiera dado a Az en el corazón, ¿lo habría
matado?
Suficiente de esto. Jade empujó a un lado a la bruja y cogió las balas de
plata que la llamaban. Las cargó en su pistola. Entonces decidió coger un arma
extra, por si acaso.
Una chica nunca podía ser demasiado precavida.
—Ahora ve a descansar, —dijo Tanner. —Toma el cuarto que hay
escaleras arriba. Arreglaremos lo de la reunión.
Su mirada se encontró con la de Az.
Confianza. Diablos, no, no tenía nada que ofrecer. Pero Jade asintió y
siguió a Az saliendo de la habitación. Alguien moriría al amanecer. Ese alguien
no sería ella.
Capítulo Siete
Az cerró la vieja puerta de madera, y luego giró la cerradura. La cosa era
tan endeble que dudaba que fuese capaz de mantener a nadie afuera. Pero claro,
si alguien entraba, estaría listo para ellos.
—No podemos confiar en esos dos. —Jade se paseaba de un lado a otro de
la habitación, cerca de la solitaria ventana. —Después de lo que te hizo, no
podemos confiar en ellos.
Él apenas había conseguido contener su ira mientras hablaba con la bruja.
—Podemos usarlos. —Ese era el plan. Sin confianza. No confiaba en nadie.
Excepto…
—Ellos nos están usando a nosotros. Esa bruja recibirá un gran pago
cuando nos entregue a Brandt. —Se frotó los brazos. —Pero supongo que
cuando estás atrapado entre el infierno y un lugar difícil, no puedes elegir a tus
aliados, ¿verdad?
No.
Dejó caer las manos. Lo miró fijamente. —Puedes cargarte a Brandt. —No
era una pregunta. —He visto lo que puedes hacer con mis propios ojos. Sé lo
fuerte que eres.
Caminó hacia ella. Lentamente. Ella no retrocedió, ni siquiera cuando él
levantó la mano y le tocó la mejilla. —Puedo matarlo tan fácilmente como puedo
besarte a ti.
Con su aliento, susurró. —Un ángel asesino. Az, eres lo último que
esperaba encontrar en ese sucio callejón.
Y ella era lo último que él había esperado jamás.
Sus dedos ascendieron y se curvaron alrededor de la mano de Az. —
Bésame. —El latido del corazón de Az se aceleró. —Este es el final, ¿verdad?—
Sus palabras vacilaron. —En unas pocas horas, tenemos nuestro enfrentamiento.
Usamos nuestra arma secreta, tú, y eliminamos al malo.
Ese era el plan. No se trataba de confiar en el policía y en la bruja. Se
trataba de usarlos para tener una audiencia cercana con el cambiaformas pantera
al que enviaría al infierno.
—Estoy protegida, —le dijo Jade. —No hay riesgo de embarazo o...o,
um…—Se interrumpió, ruborizándose un poco.
Az levantó una ceja. —No tengo enfermedades ni dolencias. Los ángeles
no pueden contraerlas.
Su aliento salió en un suspiro. —Es bueno... saberlo.—Sí, lo era. —
Bésame, —le dijo Jade de nuevo. —No quiero pasar las próximas horas
preocupándome y temiendo lo que vendrá con el amanecer.
Él quería su boca. Más aún, él la quería a ella.
Jade acercó su cuerpo al de él. —Soy tu tentación, ¿verdad?—Él no había
querido decir…—Entonces déjame tentarte.—Lo estaba haciendo. —Después
del amanecer, después de enfrentarnos a lo que se avecina, seguiremos por
caminos separados. —Redención.—Pero ahora estemos juntos.—Se puso de
puntillas y sus labios rozaron la línea de su mandíbula. —Necesito esto. Necesito
estar contigo.
Conocía el poder que él poseía, pero Jade no tenía miedo. Él creía que ella
nunca le había tenido miedo. No a su toque. Nial fuego que él controlaba.
¿Debería temer la lujuria que él sentía por ella? Porque podía salirse fuera
de control.
Az cogió sus manos. —Yo no soy como los demás hombres.
Su mirada sostuvo la de él. —Bien.
Ella no entendía. —No soy... seguro.
Ella le devolvió la mirada. El deseo que vio en su mirada hizo que su polla
se endureciera aún más.
Trató de advertirla. —Si pierdo el control, podría ser peligroso para ti.
Pero ella sólo se rio. —Eres un ángel, no puedes...
Jade no lo entendía, y la lujuria que se elevaba en él pronto le empujaría
demasiado lejos. —Soy un Caído.
Ella lo besó. De puntillas sobre los dedos de los pies, para así poder
alcanzarlo mejor, pero aún así Az bajó su cabeza y su boca se presionó contra la
de ella. Labios dulces y suaves. Su lengua acariciando.
La mano de Jade serpenteó entre sus cuerpos. Encontró el broche de sus
vaqueros. Lo desabrochó. El sonido de su cremallera llenó los oídos de Az
mientras los dedos de ella se deslizaban hacia adentro y se enrollaban alrededor
de su polla.
Sí.
Jade se lamió los labios y supuño bombeó su carne excitada.
—Esta noche, —el susurro de Jade estaba sobre sus labios, —estamos sólo
nosotros. Dame eso.
En ese momento, le habría dado cualquier cosa.
Él se hizo cargo del beso. Metió su lengua en la boca de ella. La probó. La
saboreó, y le encantó su ligero sabor.
Esta vez, no se detendría. Tomaría los placeres que los humanos sentían.
La tomaría a ella.
Una noche.
¿No se merecía eso al menos?
La mano de Jade se levantó de su tensa carne, e inmediatamente él echó de
menos su toque. Az ancló sus manos por debajo de sus caderas y la levantó. Jade
jadeó contra su boca. Le gustaba ese pequeño sonido. Se dio la vuelta, y la
presionó contra la pared más cercana.
Sus piernas rodeaban sus caderas. Su polla se inclinó hacia ella. Placer.
Aunque la lujuria lo golpeaba, Az sabía que tenía que hacer que el sexo
fuera bueno para ella. Ella también necesitaría el placer.
Su cabeza se levantó y los ojos de Az se clavaron en los de ella. Jade lo
miraba fijamente, sin parecer ver al monstruo que tenía que estar mirándola con
tanta hambre.
¿Por qué no podía verlo? ¿Por qué no estaba corriendo?
No la dejaré correr.
Az le besó el cuello. Marcó su carne con sus dientes. Chupó su piel. La
lamió.
—Az... —Su nombre fue un susurro de necesidad que salió de sus labios.
Sus uñas se clavaron en sus brazos. —No tienes que ir despacio conmigo.
Bien. Porque no quería algo lento o gentil. Necesitaba algo caliente, duro y
salvaje.
Sus manos se empujaron entre las piernas de ella. Quería su ropa fuera.
Quería piel contra piel.
Sus uñas se hundieron más profundamente en su carne, marcándolo,
mientras arqueaba sus caderas contra él. —No quiero esperar... no la primera
vez.
Él le arrancó la camiseta. Laarrojó junto con su sostén. Az la mantuvo
inmovilizada con su cuerpo y bajó la mirada para observar su carne. Bonitos
pezones rosados. Pechos llenos que llenarían sus manos. Perfecta.
La levantó más alto, sosteniéndola con facilidad, y se metió un pezón en la
boca.
Ella gimió. La lamió. La chupó. Su polla se levantó de entre sus vaqueros
abiertos, hambrienta, ansiosa.
Por ella.
Agarrándola fuerte, se alejó de la pared. Cinco pasos, y la tuvosobre la
estrecha cama. Dos segundos, y la tuvo completamente desnuda. Ella lo esperaba
en la cama, con los brazos a cada lado de la cabeza y los ojos puestos sobre él.
Nunca antes había tomado a una mujer. Los ángeles no necesitaban…
La necesito. —¿Y si te hago daño?—No quería que Jade sintiera dolor.
Sólo placer. Era tan importante que ella lo deseara tanto como él a ella.
Y Az la deseaba más de lo que deseaba su siguiente aliento. Ella tenía que
sentir lo mismo.
—No te preocupes, ya te he dejado arañazos.—Ella le sonrió, y su hoyuelo
hizo acto de presencia. —No me vas a romper.
Todavía no entendía lo peligroso que podía ser.
Pero ya no podía advertirla por más tiempo. La necesidad de poseerla era
demasiado fuerte.
Az se deshizo de su ropa y se subió a la cama. Ella lo tocó, deslizando sus
manos sobre su piel mientras se levantaba para lamerle el pezón. El húmedo
toque de su lengua hizo que deseo lo apuñalara.
Su polla se inclinó hacia ella. El pulgar de Jade acarició la punta pesada de
su excitación, y luego se llevó el pulgar hasta la boca y probó…
Lo probó a él.
Az puso sus dedos entre las piernas abiertas de ella. Estaba mojada,
caliente. Lista para él.
No podía esperar más por ella. Parecía que ya había esperado demasiado.
Siglos.
La enjauló bajo su cuerpo. Puso sus caderas entre las piernas de ella. La
cabeza de su polla rozaba su lubricado sexo. Sus ojos sostuvieron los de ella
mientras él empezaba a empujar.
Apretada. Tan apretada y caliente…
El sudor perló la frente de Az. No podía apartar la mirada de ella. Sabía
que Jade vería demasiado en su mirada, pero no podía apartar la vista.
Él quería bombear dentro de ella y correr hacia la liberación prometida,
pero parecía tan pequeña debajo de él. Frágil. Humana.
Sus uñas rasguñaron la base de su espalda. Sus caderas arqueándose hacia
arriba para salir al encuentro de las de él.
El control de Az se rompió. Se empujó dentro de ella lo más profundo que
pudo. Ella lo estrujó, sus delicados músculos internos estirándose alrededor de
su polla, y el placer lo azotó.
Sus manos pegadas al colchón al lado de ella. Levantaba las caderas. Se
retiraba. Penetraba profundo.
Una y otra y otra vez.
Ella se estremeció debajo de él mientras su aliento salía en jadeos. Sus
piernas se curvaron alrededor de sus caderas y su cuello se arqueó mientras Jade
exhalaba su nombre.
Bombeo. Bombeo. No podía llegar lo suficientemente profundo.
Su cuerpo era perfecto. Su sexo era un guante apretado como un puño. La
parte inferior de su espina dorsal le cosquilleaba. Sus embates se volvieron más
duros. Más profundos. La besó. Le metió la lengua en la boca mientras poseía su
cuerpo.
La besó, se volvió aún más salvaje por ella. Sus labios se arrancaron de los
de ella y apretó su boca contra la garganta de ella.
Entonces ella gritó, y él supo que ese llanto era sólo de placer. Su clímax
se onduló a su alrededor cuando su sexo se contrajo. Y él se hundió más
profundamente en ella. Az no quería dejarla ir nunca.
No podía.
Bombeo. Bom…
Su liberación lo atravesó y pareció consumirlo mientras las ráfagas de
placer sacudían su cuerpo. Y en ese movimiento, se aferró a Jade más fuerte de
lo que nunca se había aferrado a nadie ni a nada en su muy larga vida.
Sexo. Lujuria.
Placer.
El mundo pareció astillarse mientras se concentrabasólo en ella. Ahora
entendía... ahora...
Necesito más. Debo tenerla.
Tentación.
¿Cómo se suponía que iba a resistirse?
Tanner caminaba lentamente por los pasillos de la tienda de magia vacía.
Los clientes, incluso los turistas curiosos, rara vez entraban en este lugar. Quizás
podían sentir su oscuridad, y eso los mantenía alejados.
Cuando entró en la sala de armas, encontró a Heather mirando en su
espejo. Ese espejo oscuro siempre lo ponía nervioso.
—El intercambio está arreglado,—dijo. —Nos encontraremos con las
panteras en el pantano al amanecer.
Por fin tendría su justicia. Arrancaría la carne del cuerpo de Brandt, haría
que el bastardo suplicara, y luego lo enviaría al infierno.
Tanner inhaló. El espeso olor del incienso había desaparecido. Incienso…
y magia. —¿Realmente pensaste que eso fue prudente?
Heather levantó la vista lentamente. Su cara parecía más pálida. —No sé a
qué te refieres.—Su voz era perfectamente inexpresiva. Lo hacía cuando mentía.
Dejar que toda emoción se desvaneciera hasta que no quedaba nada.
Se dio un golpecito en la nariz. —Sentidos de cambiaformas, ¿recuerdas?
Cuando entramos, me di cuenta de que habías añadido algo extra a tu habitual
mezcla de incienso.
Sus labios se curvaron en una leve sonrisa. —Fue sólo un hechizo de luz.
Inofensivo, de verdad.
¿Parecía estúpido? —¿Qué provocó?
Se encogió de hombros. Sus manos estaban en el espejo, como si intentara
volver a meter imágenes en él. —El hechizo que lancé simplemente disminuye
las inhibiciones. Nos hace más propensos a tomar las cosas que queremos.
Los ojos de Tanner se elevaron hacia el techo. No tenía ninguna duda de lo
que Azrael quería. —Brandt lo olerá en ella.—Miró a Heather.
—Sí.—Su sonrisa tenía un aspecto gélido. —Y eso lo pondrá furioso.
Furioso era probablemente una palabra demasiado suave. —Brandt mató a
su último amante.—Cuando empezó a indagar en la vida de Jade, había
descubierto detalles que incluso a él le hacían estremecerse. No había tenido una
vida fácil, no gracias a Brandt Dupre.
Heather levantó las manos del espejo. —Pero contamos con que no sea
capaz de matar a Az, ¿verdad? Ese es nuestro plan maestro.
No nuestro. —¿Lo viste? ¿Qué te reveló el espejo?
Su sonrisa se desvaneció. —Alguien encontrará la muerte al amanecer.
—Brandt. —Ya era hora, maldita sea. La satisfacción puso su cuerpo
tenso.
—Su corazón se detiene.
Tanner sospechaba que su sonrisa era salvaje. Trabajar con Heather había
sido un negocio arriesgado, pero sabía que la bruja guardaba tanto rencor como
él.
Brandt tenía una forma única de dejar el infierno a su paso. Casi había roto
a Heather. Le prometió la eternidad, un amor que no moriría…
Pero entonces conoció a Jade, y había tratado de destruir a la bruja que ya
no quería.
Heather se frotó el hombro derecho. Tanner sabía que sus dedos
presionaban el borde de las cicatrices que comenzaban en su hombro y
terminaban en su corazón. Cicatrices hechas por las garras de un cambiaformas.
—Brandt puede ser un bastardo celoso, —dijo en voz baja. —Esos celos lo
debilitarán. Se enfurecerá tanto que no se detendrá a pensar. Simplemente
atacará.
La ira ciega podía ser una debilidad. Para un cambiaformas, también podía
ser un poder mortal. La ira daba fuerza a la bestia.
Esperaba que esta apuesta valiera la pena. Porque si no lo valía, no habría
escapatoria para ninguno de ellos.
Tanner se alejó de ella.
—¡Espera!
Con los hombros rígidos, se dio la vuelta. Ella estaba frunciendo el ceño
hacia él. —La magia… ¿no te afectó?
No, sí lo había hecho. Él sentía deseo. Heather era una mujer hermosa,
pero sabía lo mortal que podía ser. Brandt no sólo había dejado cicatrices en su
cuerpo, sino que había retorcido su alma. Úsala, no confíes en ella.
Así que él se estaba aferrando a su control. La bruja no obtendría más
poder sobre él.
—¿Qué harás cuando Brandt muera?—Le preguntó a ella en lugar de
responder a su pregunta. Desde que la conocía -y la conoció hace años, casi
muerta y cubierta de sangre mientras intentaba arrastrarse fuera del pantano-
nunca había hablado de su propio futuro. Del de otros, sí, hablaba de lo que
vendría para ellos todo el tiempo.
¿Había intentado alguna vez ver cómo sería su propia vida?
Sus cejas se hundieron. Ella agitó la cabeza. —Yo no…
Él suspiró. Tanner reconocía el miedo cuando lo veía. —Tal vez deberías
averiguarlo.
Ella se mordió el labio y no parecía tan poderosa.
—No eres malvada, —le dijo. Retorcida, como lo era él, pero en el fondo,
Heather no carecía de alma. —Tal vez, tal vez puedas encontrar a la chica que
solías ser.
Su mano se deslizó hacia su corazón. Presionó sobre la suave tela que la
cubría. —Está perdida.—La tristeza encorvó sus hombros e hizo que sus ojos
parecieran perdidos. —A veces, creo que está muerta.
—No.—La respuesta de Tanner fue instantánea. —Brandt es el que está
muerto. El bastardo simplemente aún no lo sabe.
Az se hundió en el sexo de Jade, llenándola, estirando sus músculos
internos, y ella jadeó ante la deliciosa fricción.
Ella estaba sentada a horcajadas sobre sus caderas, sus rodillas clavadas en
el colchón, mientras miraba a Az. Sus ojos eran tan azules, brillantes y ardientes,
y su cara estaba contorneada por líneas de gran necesidad y cruda lujuria.
Sus uñas le rastrillaron el pecho. Él la penetró más fuerte, arqueándose de
la cama. El primer clímax apenas había terminado para ambos cuando había
empezado a bombear de nuevo.
Y otra vez.
Su ángel era insaciable y le encantaba. Su corazón temblaba con réplicas
de placer. Cada movimiento de su cuerpo la tenía tensa y queriendo más.
¿Había pensado en rechazarlo? ¿Negarlos a ambos? ¿Por qué? El infierno
podría llegar al amanecer. Ella se tomaría este tiempo, lo tomaría a él, y nunca
miraría atrás.
Su cabeza bajó. Presionó sus labios contra los de él. Lo probó, mientras los
dedos de Az se deslizaban entre sus cuerpos y su pulgar presionaba sobre el
clítoris de ella. Sí... El hombre sabía cómo usar ese toque de su derecha.
Ella apretó su sexo a su alrededor, estrujándolo con la oleada de placer.
Luego Jade mordisqueó su labio inferior. Cuando su aliento jadeaba, se lo robó,
y le dio el suyo propio antes de concederle un beso profundo.
Su cabeza se levantó lentamente mientras lo miraba fijamente.
—Yo... entiendo... ahora...—Az dijo las palabras con los dientes apretados.
Sus manos estaban en las caderas de ella. Agarrándose tan fuerte que
podría dejarle moretones, pero a Jade no le importaba. Se irguió sobre sus
rodillas, y luego se hundió sobre él.
—Los humanos y el sexo... la necesidad...—Su voz era cruda y áspera por
la pasión.
Y será mejor que no volviera a llamarla tentación.
—Matarías... por… el placer.
Algunos lo habían hecho. Algunos lo harían de nuevo. Con Az, el placer
era tan intenso que parecía partirla en dos. ¿Mataría por eso? ¿Por él?
Az se levantó, posicionando su cuerpo de modo que se quedase cara a cara
con ella y sus brazos estuviesen apretados alrededor de Jade. Las manos de ésta
se deslizaron sobre su espalda. Tocaron la gruesa cresta de esas cicatrices.
Ella vio cómo su control se rompía con su caricia. Sus pupilas se dilataron,
pareciendo tragar todo el azul de sus ojos. Az gruñó, un sonido animalmientras
bombeaba más rápido, más fuerte. Arruinaron la cama mientras rodaban y
luchaban por su liberación.
La enjauló debajo de él. Le levantó las piernas para así poder penetrarla lo
más profundamente posible. El placer no fue una ola esta vez. Fue una
explosión. Una que la atravesó e hizo que todo el mundo se oscureciera por un
instante.
A Jade se le escapó su nombre de los labios.
Él entró en erupción en el interior de ella.
Un placer por el que vale la pena morir.
Oh, sí... más, por favor.
—Llegan al amanecer.—Riley se movió para posicionarse de pie al lado de
Brandt mientras el alfa miraba el viejo muelle y el agua turbia. —La bruja los
traerá. Ella y ese perro callejero que echamos años atrás.
Los dientes traseros de Brandt se apretaron cuando la ira lo golpeó.
Riley continuó,—¿Quién hubiera pensado que esos dos serían los que
trajeran el botín? Ese cambiaformas pedazo de mierda no pudo...
Brandt se giró y, en un movimiento rápido y brutal, clavó sus garras en el
pecho de Riley.
La sangre brotó sobre él cuando las palabras de Riley terminaron en un
estrangulado gorgoteo.
—Cuidado, —reprendió Brandt mientras agarraba el corazón de su amigo
con un tirón de sus garras. —Estás hablando de mi hermano.
Y, finalmente, finalmente su hermano estaba demostrando que tenía lo
necesario para llevar el nombre Dupre. Trayendo de vuelta a Jade. Ofreciendo el
cuerpo de su protector. Nadie más en la manada había sido capaz de traer la
presa que él quería.
Sólo Tanner. El hermanito que huyó de ellos una noche oscura.
El hermanito que estaba regresando a casa.
Brandt sacó su mano del cuerpo de Riley. El hombre que había estado a su
lado durante los últimos diez años se estremeció, y luego cayó de rodillas. Sus
ojos estaban abiertos de par en par, su corazón ya no estaba.
Pero aún así vivía. Algunos cambiaformas tardaban mucho tiempo en
morir. Brandt le sonrió antes de levantar la bota y patear a Riley tan fuerte como
pudo. Riley se derrumbó de lado, cayó del desvencijado muelle y se hundió en el
agua verde y turbia.
A lo lejos, Brandt vio a dos caimanes deslizarse de la orilla y comenzar a
abrirse paso rápidamente a través del agua. Un camino que llevaría directamente
a Riley.
Los caimanes eran buenos en seguir el rastro de la sangre. No tan buenos
como las panteras, pero aún así... bastante malditamentebuenos. —Adiós, Riley.
—La muerte de su amigo ya iba con retraso. Desde el momento en que Brandt se
dio cuenta de que Riley no quería atrapar a Jade. El bastardo quería matarla.
Nadie lastima a Jade. Nadie, joder.
Y nadie jodía a su familia.
Los caimanes nadaron más cerca. —No se preocupen, —les prometió. —
Habrá más sangre. —Siempre la había.
Capítulo Ocho
—Recuerden el plan,—dijo Tanner mientras frenaba el auto al final del
viejo camino de tierra. Los gruesos árboles inclinados del pantano los rodeaban
y casi bloqueaban la luz del amanecer. —Yo me encargo de Azrael, y tú...—
Señaló a Heather,—Te encargas de Jade.
El corazón de Jade aporreaba contra su caja torácica. Tenía la pistola
metida en la parte de atrás de sus vaqueros, y se había tomado la libertad de
meterse un cuchillo en el tobillo derecho. Az no había cogido ninguna arma.
Demasiado confiado.
Y sus manos estaban actualmente esposadas. Sólo para dar el pego, por
supuesto, porque a pesar de que las esposas se suponía que eran algún tipo de
truco a prueba de Otros que Heather había sacado de su caja de trucos, Az se
había liberado de ellas poco antes en unos dos segundos.
Una prueba de fuga. Para asegurarse de que fuera capaz de deshacerse de
las esposas cuando llegara la verdadera acción. Y la verdadera acción se
avecinaba, pronto.
—Espera a que venga hacia ti, —le dijo Tanner a Az con una dura mirada.
—No vayas a cargar contra él. Brandt puede moverse más rápido que cualquier
otro cambiaformas que yo haya visto. Si atacamos primero, el juego terminará
para todos nosotros.
Porque el plan era que Az esperara hasta que Brandt acudiera a él. Cuando
Brandt estuviera lo suficientemente cerca para ser tocado...
Az haría lo suyo y la pesadilla terminaría.
Eso esperaba.
—Todos conocemos el plan, —murmuró Heather. —Ya lo hemos repasado
muchas veces.
Sí, lo habían hecho.
Tanner exhaló. —Muy bien. Hagámoslo.—Jade se preguntó si él sabía que
su voz temblaba. El policía estaba asustado. No necesitabas los sentidos de un
cambiaformas para oler su miedo.
Tanner y Heather salieron del coche. Vacilante, Jade miró a Az. Después
del furor del sexo y del placer, no sabía qué decir. Excepto... —Por favor, ten
cuidado.—Un dolor hueco llenaba su intestino. Ella nunca había hecho planes
respecto a Az. Ni siquiera estaba segura de lo que sentía por él, pero sabía que
no quería perderlo. —Brandt es muy inteligente y muy peligroso.
Az ladeó la cabeza y la estudió. Luego levantó las manos esposadas. Le
tocó la mejilla. —Tú fuiste mi primera.
Ella parpadeó ante eso. —¿Primera? —¿Primera qué? ¿Primera humana
que lo arrastraba a un infierno de problemas con su psicótico ex?
—Observé la muerte y el sufrimiento durante siglos, —dijo mientras sus
ojos escudriñaban los de ella. —Nunca intervine. Nunca lo detuve, hasta llegar a
ti.—Oh, espera, eso era... um, no dulce, exactamente. Algo más. —Me parece
apropiado que mi primera experiencia de verdadero placer proviniera de ti.
Ella no había tenido intención de que pasara lo de anoche. Lo había mirado
fijamente, lo había necesitado, y su autocontrol había desaparecido. Demasiado
para contenerlo y mantener a Az…
Whoa. Espera. Sus palabras la calaron. ¿Estaba diciendo... primera?
Estaba bastante segura de que el aliento se le quedó atrapado en la garganta en
ese momento. —Deberías habérmelo dicho. —Las cosas podrían haber sido
diferentes, ella podría haber…
Él la besó. Sus labios estaban abiertos, y su boca parecía encajar tan
perfectamente en la de ella en ese momento. Sin peligro. Sin miedo.
Sólo él.
Ella cerró apretadamente sus ojos y se presionó contra su tórax. Su lengua
se encontró con la de él, y se dio cuenta de lo mucho que le gustaba su gusto.
Jade no rompió el beso, sólo lo disfrutó. Mientras disfrutaba de Az.
Cuando él se alejó lentamente, ella tuvo que susurrar,—¿Dónde estabas
hace diez años?—Él no habló. Jade abrió los ojos y se obligó a sonreír. —
Supongo que estabas arriba, mirándonos a los mortales.
Sus ojos se entrecerraron.
Ojalá te hubiera conocido primero. Ojalá te hubiera conocido antes que
Brandt.
La vida podría haber sido diferente. Su familia habría estado viva. No
habría sido una asesina.
Tanner se aclaró la garganta y golpeó en la ventanilla. —Hagámoslo.
Porque era hora de enfrentarse a su propio diablo personal. Se alejó de Az
y abrió la puerta del auto. Él salió por su lado, y se encontraron delante del
coche.
Heather se movía nerviosamente de su pie izquierdo a su pie derecho, y
luego de nuevo al izquierdo, una y otra vez. Tanner estaba de pie con los brazos
cruzados y miraba fijamente a la oscuridad.
El corazón de Jade estaba acelerado, y el miedo que se arremolinaba en sus
entrañas hacía que todo su cuerpo se tensara. Por lo de anoche, ella sabía que el
olor de Az estaba por todas partes sobre ella. Al igual que su olor lo marcó a él.
Ese olor enfurecería a Brandt. Antes de que ellos entraran en esta batalla, ella
necesitaba que Az lo entendiera. —No quiero ver cómo te mata.
Si algo salía mal, si el plan no salía como ellos lo habían imaginado…
Él levantó una ceja. Le ofreció una leve sonrisa. —No tendrás que hacerlo,
—dijo. —Puedes verme a mí matarlo a él.
Tan seguro de sí mismo.
¿Por qué estaba tan asustada?
Miraron fijamente a los árboles y a la niebla que se desprendía del pantano.
Los insectos canturreaban y gritaban. El fuerte olor de la vegetación llenaba el
aire.
Heather se acercó a Jade. La bruja sacó unapistola y la empujó contra la
espalda de Jade. Más vale que aún esté descargada. Había revisado el arma justo
antes de que aparcaran. No había balas. Al menos, no había habido ninguna en la
recámara entonces.
—Muévete, —le dijo Heather, pero la palabra irrumpió con nerviosismo.
Jade exhaló pesadamente y empezó a caminar. Az estaba a su lado, siendo
"empujado" por Tanner. Caminaron recto hacia delante, adentrándose en el
pantano. Mientras caminaban, el sonido de los insectos comenzó a desvanecerse
incluso a medida que la niebla se hacía más espesa a su alrededor.
Tal vez los insectos sentían a los depredadores en su medio.
Las sombras comenzaron a moverse en la niebla. Grandes, amenazantes.
Los gruñidos llegaron a sus oídos. Eran los mismos gruñidos que oía en sus
pesadillas.
Un estanque les esperaba más adelante. El agua chapoteaba ligeramente
contra la orilla.
Una risa flotó en el aire. Fría, cruel. El sonido hizo que la columna
vertebral de Jade se enderezase aún más.
Entonces Brandt caminó hacia ellos, como si acabara de aparecer entre la
densa capa de niebla. Estaba sonriendo y sus ojos estaban sobre ella. —Te
extrañé, nena, —dijo. Las palabras eran las de un amante. Las garras que
manaban de las yemas de sus dedos eran las armas de una bestia.
El cañón de la pistola de Heather se le clavó más fuerte en la espalda. —
¡Quiero mi dinero!—La exigencia frenética de la bruja. Heather debería intentar
representar su papel de forma más fría.
Lentamente, la mirada de Brandt se dirigió de la cara de Jade a la de la
bruja. Dio otro paso hacia ellos. Uno más. Sus ojos se entrecerraron sobre
Heather. —Supongo que es bueno que hayas sobrevivido. Has demostrado ser
útil con el paso de los años.
Vale, ahora esa pistola se clavaba en Jade tan fuerte que dolía. —Supongo
que los dos éramos algo más que pedazos de basura para arrojar.—Esto provino
de Tanner. Az no estaba hablando. Solo estaba fulminando con la mirada a
Brandt como si estuviera marcando a la pantera para su muerte, lo que
probablemente estaba realmente haciendo.
Brandt le sonrió a Tanner. —Bienvenido de nuevo, hermano.
La mirada de Jade voló hacia el policía. Sus garras estaban fuera y sobre la
garganta de Az.
Entonces Brandt hizo sonar sus palmas. Un tipo con un gran bolso negro
vino corriendo hacia ellos. —Pago, —dijo Brandt con una amplia sonrisa, —por
un trabajo bien hecho. —Señaló a Jade. —Me empujaste a una buena
persecución, pero la cacería ha terminado.
No debería estar tan tranquilo. Jade apretó las manos y se negó a mostrar
miedo. Brandt ya debería haber captado los olores mezclados a estas alturas.
Debería estar furioso. No con burlas y bajo control.
Brandt tiró la bolsa de lona por los aires. Aterrizó frente a los pies de Jade.
El cañón del arma fue inmediatamente apartado de su espalda. Heather la rodeó
y agarró la bolsa. La abrió con un tirón.
No había nada dentro.
La cabeza de Heather se echó hacia atrás. —¿Qué demonios estás tratando
de hacer?—Su arma se levantó y apuntó hacia él. El cañón temblaba.
—¿Desde cuándo una bruja necesita usar un arma humana?—Preguntó
Brandt, con voz monótona. —¿Por qué no usar un hechizo para noquear a tus
cautivos?
Porque no habían estado dispuestos a jugar de esa manera. Heather seguro
que había querido usar su mojo mágico, pero Jade no había estado dispuesta a
correr el riesgo. La bruja podría matarlos mientras ellos estaban allí afuera. No,
gracias.
—Porque él no puede ser noqueado, —fue el gruñido de Tanner lo que
contestó a Brandt.
Jade retrocedió un paso. Su mano derecha comenzó a levantarse
lentamente. No era el momento de sacar su propia arma, todavía no.
—Sabes que no es humano.—Las garras de Tanner habían extraído sangre.
Las gotas rojas se deslizaban por la garganta de Az. —Puede resistir la magia de
Heather.
Las fosas nasales de Brandt se dilataron mientras estudiaba a Az. —¿Quién
eres tú? ¿Por qué diablos estás en esta pelea?
Porque ella lo había metido en esto. Porque…
—Soy el hombre que hizo gritar a Jade anoche.
Oh, ejem, sí, pero ella también le hizo gritar.
Las garras de Brandt se alargaron. Vio un músculo palpitar a lo largo de su
mandíbula. Finalmente, su control mostraba signos de agrietamiento. —Haré que
desees la muerte.—Una promesa que había cumplido antes, con otros.
Incluso cuando ella le había rogado que parara.
Había suplicado y luchado, pero Jade no había sido lo suficientemente
fuerte para ayudarlo.
Esta vez, las cosas serían diferentes.
—¡No me vuelvas a hacer esto otra vez!—Heather le devolvió la bolsa. —
Hice mi parte. Yo los traje aquí, ¡ahora quiero mi dinero!—El poder, la magia,
parecían vibrar en el aire a su alrededor.
—Lárgate, Heather, —le dijo Brandt en voz baja. —Mientras tengas la
oportunidad, date la vuelta y sal de aquí.
Sí, era hora de que la bruja se fuera en busca de un puerto más seguro.
—¿Qué hay de mi pago?—Preguntó Tanner. —A mí también me
prometieron dinero. ¿Vas a traicionarme a mí también?
Hermanos. Jade lo supo desde el primer momento en que vio las cicatrices
de Tanner.
El único otro miembro de la manada con cicatrices como ésas era Brandt, y
el bastardo de su padre había sido quien había cortado su carne. Su carne y la de
su hermano.
—Me trajiste lo que más quiero en este mundo.—El cuerpo de Brandt se
mantenía dolorosamente inmóvil. Nunca le había gustado la moderación, así
que,¿de dónde diablos venía su autocontrol ahora? Si su ataque iba a funcionar,
tenía que moverse hasta una distancia al alcance del ataque de Az. —Por eso,—
dijo Brandt, —puedes volver. Puedes regresar a la manada otra vez.
Silencio.
Entonces Heather respiró profunda y temblorosamente. —Casi me mataste
una vez.—Todavía tenía su arma. ¿El arma inofensiva?
Ahora Brandt dio un paso, pero fue hacia Heather y no hacia Az.
—Me rajaste, me clavaste tus garras, —la voz de Heather se hizo más
fuerte cuando el viento empezó a azotar el área. Un viento furioso alimentado
por la magia de la bruja. —Luego me abandonaste, para morir.
Brandt se encogió de hombros. —Me traicionaste. ¿Qué más creías que
haría?
—Yo nunca...
Otro paso sutil hacia ella. —Me sacaste sangre, bruja, sé que lo hiciste. Lo
usaste para tu precognición. Para ver qué futuro tendríamos. ¡Miraste cuando te
dije que nunca lo hicieras!
—¡No vi nada! Sólo oscuridad contigo porque…
Luego la atrapó. Una embestida y le arrancó la pistola de la mano. La
arrojó entre los arbustos y sus dedos se cerraron alrededor de su cuello. La
levantó y sus pies colgaban en el aire.
No, no, esta no era la forma en que se suponía que iba a resultar todo esto.
—Esta vez, —le dijo Brandt a Heather,—Me aseguraré de que mueras.
—¡No! —Jade gritó y sacó su arma. Pero no tenía a tiro a Brandt. El
cuerpo de Heather lo cubría. —¡Déjala ir!
Brandt se rio. —Ahora, ¿cómo sabía que tú no eras la pequeña e indefensa
prisionera traída por la bruja mala y grande?
Luego arrojó el cuerpo de Heather, lanzándola por los aires. Su cabeza se
estrelló contra un árbol, y se quedó desmadejada en el suelo como una muñeca
rota.
Brandt se frotó las manos como si estuviera limpiando su suciedad. Miró el
arma de Jade, y luego de nuevo a ella. —Vamos, nena, ambos sabemos que tú
no...
Ella le disparó. Disparó una y otra vez hasta que el arma hizo click porque
todas las balas se habían terminado.
Pero... Brandt no cayó. La sangre brotaba de su pecho, y sus ojos se
entornaron hacia ella. —Eso duele, Jade.
—¡Se suponía que así debía ser, Brandt!—Pero, maldita sea, ¿cómo no le
dio en el corazón? ¿Cómo se mantenía en pie? Las balas de plata en el corazón
deberían matar a un cambiaformas pero…
¿Fallé?
Brandt agitó la cabeza. —Voy a tener que castigarte por eso...
—No, no lo harás. —Y así como así, Az se paró frente a ella. Grande,
fuerte, con las esposas rotas y las manos libres. —No la volverás a tocar nunca
más.
—Ni tú tampoco. —La voz de Brandt se había convertido en un gruñido.
—¡Jodidamente, ni tú tampoco!
La cabeza de Jade giró a la izquierda. Cuatro panteras habían surgido de
las sombras y se habían lanzado contra Tanner. Estaba peleando, golpeando con
sus garras, pero el tipo era débil contra ellos porque todavía estaba bajo su forma
humana. No había habido tiempo para cambiar, no para él. Si se detuviera para
transformarse, las panteras lo matarían en esos momentos de vulnerabilidad.
Heather no se movía.
El arma de Jade estaba vacía.
Estaban jodidos.
Jade tiró el arma y puso sus manos en la espalda de Az, justo sobre sus
hombros y sobre esas gruesas cicatrices. —Mátalo,—susurró ella.
Su ángel asesino.
Entonces Jade trastabilló hacia atrás para no interponerse en el camino de
Az.
Brandt corrió hacia delante, viniendo finalmente a por Az con las garras en
alto y listo para atacar. Jade no podía respirar. Se quedó allí, mirando, esperando
a que llegara la muerte. Espero que te guste el infierno, Brandt.
Az atrapó las manos de Brandt. Sostuvo esas garras a unos centímetros de
su cuerpo. Sí, sí, Az lo estaba tocando. Brandt caería al suelo, inmóvil, en
cualquier momento. Mientras tanto...
Jade sacó su cuchillo de plata de su bota y corrió hacia el enjambre que
estaba atacando a Tanner. No iba a dejar que esos bastardos pantera lo mataran.
Ella clavó su cuchillo en la parte trasera de la pantera más cercana. Rugiendo en
agonía, se giró e intentó darle un zarpazo. Agachándose, evitó el zarpazo y le
rajó el estómago con su cuchillo.
La pantera se fue rodando, sangrando, respirando con fuerza. Tanner lanzó
a otra pantera a unos tres metros y luego se giró para clavar sus garras en la
espalda de su siguiente atacante.
Un luchador despiadado. A ella le gustaba eso. Eso ayudaría…
La risa de Brandt la congeló. Un muerto no debería estar riéndose. Miró
por encima de su hombro. Brandt estaba parado sobre Az... ¿por qué estaba Az
arrodillándose en el suelo?
Los dedos de Brandt goteaban sangre.
Ella empezó a correr entonces. Jade apenas sintió el aguijón de las garras
mientras le rasgaban la espalda. —¡Az!—Su grito.
Él giró lentamente la cabeza para mirarla. Sus ojos estaban perplejos, y ella
podía ver el dolor en su cara.
—Conoce a tu enemigo, tonto, —se burló Brandt. —Y entérate cuando te
enfrentas a alguien a quien no le importa una mierda tu Toque Mortal.
Sus garras se clavaron en el pecho de Az. —Sé quién coño eres, Azrael, —
se mofó Brandt. —Y no te tengo miedo.
—¡Para!—Un par de metros más. Sólo tenía que conseguir…
—No puedes matarme, —dijo Brandt mientras retiraba sus garras del
cuerpo de Az. La sangre goteaba de los labios de Az y brotaba del agujero
gigante en su pecho. —Pero puedo cortarte en pedazos mientras ella mira.
No voy a mirar. Az había intentado ayudarla. Cuando la había necesitado,
ella lo dejó solo. Corrió para luchar contra otros.
No debí haberlo dejado. No debí haber…
Jade lanzó su cuerpo contra Brandt. Usando todas sus fuerzas, clavó el
cuchillo de plata en su costado. Luego lo empujó tan fuerte como pudo hacia la
izquierda. Su bramido le hizo daño en los oídos mientras... mientras el aroma de
flores flotaba en el aire a su alrededor.
¿Flores? ¿En el infierno?
Brandt agarró sus brazos y la jaló más cerca de él. —¿Luchas por ese
bastardo?
—Él no es el bastardo.—Brandt parecía no haberse dado cuenta nunca de
lo jodido que estaba realmente. —Tú lo eres.
La zarandeó, haciendo que su cabeza diese un latigazo hacia atrás. —
Después de todo lo que he hecho por ti, después de que yo…
Las resbaladizas manos de Jade encontraron la empuñadura del cuchillo.
El arma aún estaba incrustada en su costado. Lo cogió y lo retorció.
Y él la besó. Sus labios se aplastaron contra los de ella, y Jade pudo
saborear su ira y su lujuria.
—¡No!—Ella empujó a Brandt incluso mientras era arrancada de sus
brazos.
Az. Abrazándola fuerte. De pie otra vez. Sangrando, pero fuerte.
—Como yo, —susurró Brandt. Su mirada encontró la de ella. —Oscura y
peligrosa... instinto asesino, está justo ahí.
—¡No me parezco en nada a ti!—Ella no quería ser como él.
Az la empujó detrás de él. —¿Qué eres?—Le arrojó las palabras a Brandt.
Brandt sacó el cuchillo de su costado y lo tiró al suelo. —Soy el hombre
que te va a matar, ángel. —Jade se echó a la izquierda y vio a Brandt levantar
sus garras. —Así que prepárate para una patada en el culo.
Los dos hombres se abalanzaron el uno sobre el otro. El fuego crepitaba en
el aire a su alrededor. Llamas gruesas y calientes que obligaron a Jade a
retroceder. Brandt cortó con sus garras mientras Az golpeaba al cambiaformas
con puños poderosos. Una y otra vez. El crujido de los huesos y los golpes
contra carne llenaban el aire.
Jade corrió hacia delante, pero el fuego la empujó hacia atrás. Las llamas
rodeaban a los hombres. Enjaulándolos y manteniendo alejados a todos los
demás.
Az. Maldito sea. Él había puesto el fuego. Para mantenerla fuera. Para
protegerla.
Pero él estaba sangrando. Tambaleándose.
Su mirada corrió por toda la zona. Tanner estaba luchando contra las dos
últimas panteras. Heather estaba intentando ponerse en pie. Jade corrió a su lado.
—¡Tenemos que ayudarlo!
La sangre goteaba por un lado de la cara de Heather. Miró fijamente la
línea de fuego. A los dos hombres encerrados en un combate brutal.
Heather asintió rápidamente. —Tenemos que... tenemos que distraerlo, —
susurró Heather mientras sacaba un cuchillo de una vaina de su muslo.
Un arma escondida. Huh. Quizás se parecían más de lo que Jade había
pensado. Pero... —Vamos a necesitar mucho más que plata para detener a
Brandt.
Pero justo entonces Brandt lanzó un largo grito de agonía. La mirada de
Jade voló hacia los hombres. Az le había roto la muñeca a Brandt y le había
clavado las propias garras del cambiaformas en el pecho. Brutal.
Inteligente.
Pero Brandt golpeó a Az en la cabeza y envió a su ángel deslizándose
hacia atrás.
—Az ha perdido demasiada sangre... la pantera lo debilita...—La voz de
Heather atrajo su atención hacia la bruja. Jade vio los dedos de la mujer
apretarse alrededor del cuchillo. —Brandt es... más que una bestia. Debería
haberlo visto antes.
Al diablo con esto. —¡Envía algo de magia! ¡Ayuda a Az!
—Necesitamos debilitar a Brandt...—La voz de Heather era tan suave.
Ondeó su mano un poco mientras se adelantaba. —Tengo que tomar su
corazón...
Entonces ella levantó su cuchillo y lo clavó en el pecho de Jade.
Jade intentó esquivarlo, pero no se movió lo suficientemente rápido. El
cuchillo se le clavó en el pecho. Una puñalada candente de dolor la atravesó y le
robó el aliento a Jade. La hoja se hundió hasta la empuñadura, y luego Heather
sacó el cuchillo.
—¡Sabrás lo que se siente, Brandt!—Heather gritó y se rio y volvió a
clavar el cuchillo en Jade. —¡Sabrás lo que se siente al perder lo que amas!
La bruja era fuerte. Pero esta vez, Jade estaba lista para ella. Un rugido
llenó el aire tras ella. Los ojos dorados de Heather brillaban tanto. Demasiado
brillantes. Cuando esa hoja volvió a atacarla, Jade cogió la mano de Heather y
apartó el arma.
La bruja se estremeció, y sus ojos ardieron más brillantes. —Estoy
arrancando su corazón, —dijo Heather, casi gruñendo las palabras. —Tengo que
volverlo débil.
La sangre de Jade empapaba su camisa. Pateó a la bruja y alcanzó a la otra
mujer en la rodilla. Jade escuchó algo crujir, y el sonido la llenó de pernicioso
placer.
Heather se cayó de espaldas. Jade también cayó, mientras su mano se
alzaba hacia su pecho e intentaba detener la sangre. Perra loca...
Una mancha de piel negra pasó volando junto a ella. Una pantera. Brandt.
Se había transformado. Había salido de las llamas.
Fue a por la garganta de Heather. La bruja ni siquiera tuvo tiempo de gritar.
Sus dientes se hundieron profundamente, matándola, casi arrancándole la cabeza
de los hombros.
—¿Jade? —La voz de Az. Las manos de Az sobre ella mientras él la
volteaba para quedar cara a cara. En ese momento sentía frío, pero su cuerpo
temblaba como si tuviera fiebre.
—Aléjate de ella, —ordenó Az con fiereza. —Aléjate. —Y vio que él
estaba mirando por encima de su hombro. Espera, ¿quién estaba detrás de ella?
Brandt no. Estaba ocupado a unos metros, matando a Heather.
El gruñido de la pantera le puso el pelo de su cuello de punta.
—No te la llevarás, —dijo Az, aún mirando detrás de ella. —Así que
apártate, joder.
Ella trató de incorporarse entre sus brazos. La habían apuñalado, pero no
estaba acabada. Sobreviviría a esto pero…
Pero Brandt, en plena forma de pantera, estaba cargando contra Az por la
espalda. Ella lo vio por encima del hombro de Az, corriendo rápido con la boca
abierta, sus dientes ensangrentados por su reciente asesinato. Se lanzó hacia
adelante…
—¡No!—Gritó Jade y empujó a Az a un lado.
Las garras de Brandt estaban desplegadas. Estaba demasiado cerca.
Demasiado cerca.
Sus garras se hundieron en el pecho de Jade. El dolor la atravesó, rasgando
carne, músculos y huesos.
La mató.
Az se incorporó de un salto y agarró a la pantera. Con un rugido, lanzó a
Brandt hacia atrás. Mientras la pantera volaba por el aire, el pelo se derritió de su
cuerpo. Los huesos empezaron a quebrarse y a doblarse…
Me estoy muriendo.
Jade no podía mirarse el pecho. No quería ver lo que él le había hecho.
Ella quería matarlo, pero en vez de eso, la muerte venía a por ella.
—¡No!—Az fue el que gritó la negación. —¡No te la llevarás! ¡No te lo
permitiré!—Sus manos estaban sobre ella, tirando de ella hacia arriba, pero su
cabeza quería caerse y sus ojos estaban tratando de cerrarse.
La zarandeó. —Quédate conmigo. —No era una súplica. Era una orden.
Ella quería quedarse. Pero... pero parecía que ella...
—Quédate.
—¡Jade!—El grito angustiado de Brandt.
Todo se estaba oscureciendo, pero ella vio la cabeza de Az girarse en
dirección de la pantera. —Estás muerto. —Az nunca había sonado tan frío. Tan
brutal.
Entonces una ráfaga de fuego se disparó desde las yemas de los dedos de
Az. Una bola. Otra. Otra. Las llamas iluminaron la oscuridad que la rodeaba
mientras estallaban como fuegos artificiales. El fuego volaba sobre Brandt.
Derretía su carne.
Entonces el suelo empezó a temblar. A sumergirse y girar. La tierra se
abrió. Una larga y ancha grieta se abrió y corrió hacia Brandt. Él trató de saltar
fuera de su camino, pero esa grieta parecía perseguirlo.
Luego se lo tragó. Gritando, Brandt se hundió en el agujero. Az se rio y un
rayo salió volando de las yemas de sus dedos. Los poderosos rayos golpearon el
suelo y quemaron el aire con azufre. Y el relámpago... selló la tierra, encerrando
a Brandt dentro.
Entonces Az la miró. Sus ojos brillaban con un brillo que coincidía con el
relámpago. Su cara estaba contorsionada y tan oscura. Enfurecido.
Su ángel parecía el diablo.
—No morirás, —juró.
Ni siquiera un ángel podía detener a la muerte. Jade intentó hablar pero no
podía. El aroma de las flores era tan fuerte ahora que su fragancia ahogaba el
olor de la muerte y de la sangre... había una mujer junto a Az. Jade se esforzó
para verla mejor. Una mujer de pelo largo y rubio. Ojos color azul pálido.
Y…¿alas?
Az se tensó. Su cabeza se movió hacia la izquierda. —Marna, ni se te
ocurra tocarla.
Pero la mano de Marna ya estaba de camino. A sólo unos centímetros de
distancia. El pecho de Jade ardía mucho. Podía sentir que su corazón luchaba por
latir. Tan débil. Tan…
Az envolvió sus brazos alrededor de Jade y pareció volar tres metros.
Dolía estar tan apretada contra él y un gemido emanó de Jade.
—¡No la toques!—Gritó de nuevo. —Marna, te lo juro, si te vuelves a
acercar a ella...—Más relámpagos iluminaron el área. Un rayo que parecía
provenir de Az. —Pelearé contigo.
Entonces Az estaba corriendo de nuevo, con ella en brazos. Se movía tan
rápido que todo estaba borroso. Cuando el mundo dejó de girar, Jade se encontró
en el asiento trasero del coche que habían usado unos momentos antes.
—¡Conduce!—Az ordenó. Jade logró girar la cabeza y vio que Tanner
estaba en el asiento delantero. ¿Cómo había llegado allí? Había estado...
luchando con panteras.
¿Verdad?
Se estaba volviendo muy difícil pensar ahora. Aún más difícil respirar.
Tanner hizo girar el coche con un chirriar de neumáticos. Jade habría caído
sobre el suelo, pero Az la sostenía con fuerza con unas manos que temblaban.
—Tú recibiste el golpe por mí.—Presionó sus labios contra la mejilla de
ella. Ella intentó tocarle la cara, pero sus manos no se movían.
No podía respirar a pleno pulmón. Cuando lo intentaba, se ahogaba con su
propia sangre.
Muerte.
—Un humano no debe salvar a un ángel, —dijo Az, con voz ronca. —
Somos más fuertes. Nosotros protegemos. Nosotros...
Ya no podía mantener los ojos abiertos. Su última visión sería la de Az y el
miedo y la rabia que contorsionaban su perfecto rostro. Ella deseaba poder
hablar con él, pero le dolía demasiado. Todo le dolía. No había manera de decir...
Adiós.
Brandt salió de la tierra con un grito en los labios que era el nombre de
Jade. La tierra volaba a su alrededor, saliendo de su boca y de sus ojos. El
maldito bastardo trató de enterrarlo vivo.
—Te voy a arrancar...
El ángel se había ido. Jade se había ido. Todo lo que quedaba donde había
estado era un charco de sangre.
La herí. La bestia que tenía dentro arañó y rugió. Jade. Yo... la…herí.
Pero sólo porque ese ángel había empujado a Jade hacia adelante. Sí, sí,
eso era lo que el cobarde había hecho. Había alzado a Jade y obligado a Brandt a
hacerle daño.
No estés muerta, nena. Por favor...
La necesitaba demasiado.
Un quejido hizo que su cabeza se girara a la izquierda. La bruja aún yacía
cerca del ciprés lleno de musgo. La sangre había enrojecido el suelo debajo de
ella. Heather miraba fijamente hacia arriba, a la mujer que estaba sobre ella. Una
mujer de pelo rubio largo y alas negras.
La mujer ni siquiera lo miraba a él. Tenía que saber que él estaba allí, pero
la mujer alada miraba fijamente a Heather. Mientras él miraba, ella lentamente
levantó una mano para tocar a la sangrante bruja.
Sé lo que eres. Justo lo mismo que Azrael. La rabia se apoderó de él
mientras Brandt corría hacia la rubia. Sus garras se desplegaron y le desgarraron
las alas.
Ella gritó, el sonido alto y agudo, y la mujer se volvió hacia él
conmocionada. Las lágrimas nadaban en sus ojos azules.
Él le sonrió. —Hola, ángel.—Había visto alas como las de ella antes. Hace
mucho, mucho tiempo.
Ella se tambaleó hacia atrás, se resbaló sobre el cuerpo inclinado de
Heather y se cayó.
—Estás a punto de que te corten las alas.
Su cabeza negó frenéticamente. —¡No puedes... no puedes verme!
Le rajó el brazo. —Oh, te veo muy bien.—Se echó hacia atrás y trató de
darle otro zarpazo.
Ella voló pasando junto a él, una carrera salvaje que le hizo volar el pelo a
Brandt y le rozó la piel. Pero sus garras estaban fuera cuando ella intentó pasar
corriendo, y él sabía que la había atrapado.
Su sangre llovió sobre él mientras lapequeña ángel trataba
desesperadamente de regresar al cielo.
Pero sería difícil volar con las alas rotas.
Un sonido salió del pecho de Heather. Poco a poco, su mirada se volvió
hacia ella. A pesar de la herida abierta en su cuello, ella todavía vivía.
Porque el ángel no la había tocado. Hijo de puta, todas esas malditas
historias habían sido ciertas.
Cuando sus compañeros de manada volvieron la primera vez con
información que habían reunido en Nueva Orleans, en realidad no se había
creído sus noticias. ¿El nuevo perro guardián de Jade era un ángel? Basura.
Pero… pero una de sus panteras había sobornado a un demonio que
trabajaba en un club llamado Sunrise. Ese demonio había estado dispuesto a
revelar secretos, por un precio.
Según la historia, Azrael era un ángel caído al que había echado del cielo a
patadas en el culo. Y los ángeles, bueno, eran hijos de puta difíciles de matar. De
hecho, ninguna arma de los mortales podría matarlos.
Miró sus manos y las garras que aún brotaban de la punta de sus dedos.
Menos mal que no tenía que usar ninguna arma de los mortales cuando atacaba.
Como esta no era la primera vez que se encontraba con un ángel, ya
conocía la debilidad de Azrael, y había atacado con una venganza.
El aliento de Heather volvió a retumbar en su pecho. Un sonido de muerte.
El sonido debería haber significado que estaba a segundos de morir. Si no
hubiera hecho huir a su Ángel de la Muerte, la bruja estaría muriendo.
Ahora tú... no lo estás haciendo.
Se arrodilló junto a Heather. Sus ojos estaban abiertos y las lágrimas caían
por su mejilla. —Tranquila, —le susurró y le sonrió. —Voy a cuidar de ti.—Él se
encargaría de que ella sobreviviera, porque Heather le sería útil. —Y vas a
ayudarme a encontrar lo que casi me quitas.
Ella intentó alejarse a rastras. Él se rio. —No te preocupes, una vez que
tenga a Jade de vuelta, dejaré que la muerte te lleve.—Después de que se hubiera
divertido con ella.
Después.
Pero primero...
Jade, sobrevive. Porque si no lo hiciera, él se abriría camino a través del
infierno para recuperarla.
Capítulo Nueve
—Se está muriendo. —La declaración provino de Tanner mientras echaba
un rápido vistazo al asiento trasero. —Esta mierda no debería haber pasado, y
ella se está muriendo.
La sangre de Jade manchaba las yemas de los dedos de Az. No importaba
cuantas veces intentase acariciar su carne y compartir su calor con ella, la piel de
Jade permanecía helada. Más fría que la muerte. Conocía ese toque demasiado
bien.
—La muerte aún no ha llegado.—Porque había dejado a Marna atrás.
Había asustado al ángel. Se supone que los ángeles no sienten miedo. Pero
Marna siempre había sido débil. Demasiada curiosidad por los humanos.
Demasiado lenta para tomar a los moribundos.
Si había un ángel al que podía esquivar, ese era ella.
Así que si ella regresaba, él se aseguraría de esquivarla de nuevo. —Sólo
tenemos que detener la hemorragia, —dijo Az y su mirada se fijó en la cara de
Jade.
Tanner murmuró,—Creo que tenemos que hacer más que eso.
—Sólo llévala a un médico. —Si hubiera sido una Otra, ya podría haber
estado curándose en lugar de enfriándose más con cada segundo que pasaba.
—La ciudad está al menos a unos cuarenta y cinco minutos.
Porque se habían adentrado en los pantanos de Luisiana para encontrar una
presa más fuerte de lo que Az había anticipado. Mi toque debería haberlo
matado.
¿Había sabido Jade a lo que él se enfrentaba? Él lo averiguaría, una vez
que ella sobreviviera. —No creo que le queden cuarenta y cinco minutos, —dijo
Tanner mientras aceleraba el auto y lo hizo volar hacia la izquierda con un
chirrido de los neumáticos. —Pero conozco a un doctor que está más cerca.
Tiene una clínica en el pantano...
—Llévanos hasta él.
El coche estaba dando botes y corriendo por el camino de tierra. —Lo
haré, pero, joder, tío, no esperes un milagro.
¿Por qué no? Otros los habían recibido. ¿Por qué él no podía?
—Ella podría morir en cualquier...
—No la dejaré morir. —Az fue inflexible. Su muerte no era una opción
para él. —Sólo llévanos al médico. Llévanos allí, y yo me encargaré de la
Muerte.
Bajo su vigilancia, ningún ángel llegaría a ella. Y si ningún ángel podía
reclamar el alma de Jade...
Entonces no podía morir.
Az la abrazó con más fuerza mientras el auto daba bandazos a lo largo del
viejo camino de tierra entre los retorcidos árboles. Los ojos de Jade no estaban
abiertos. La sangre empapaba su pecho, pero su corazón seguía latiendo. Su
mano estaba sobre el corazón de ella, así que sentía esos preciosos y esforzados
latidos.
—Quédate conmigo, —le susurró.
Nadie se había interpuesto entre él y la muerte antes. Nadie se había
sacrificado por él.
Hasta ahora.
El coche chirrió y se detuvo bruscamente minutos más tarde. Tanner salió
a toda prisa del asiento delantero. El policía abrió la puerta trasera e intentó
llevarse a Jade. Az la abrazó más fuerte. Si un ángel venía, él tenía que estar
cerca de ella.
Con ella todavía en brazos, Az se bajó cuidadosamente del coche. Su
cabeza colgaba hacia atrás contra su hombro. Sombras oscuras contorneaban sus
ojos cerrados.
Tanner corrió hacia la choza que descansaba cerca del bosque. Su puño
golpeó la puerta. —¡Cody! ¡Maldita sea, Cody, abre la puerta!—Pero no le dio a
Cody la oportunidad de responder a su llamada. Sin dudarlo ni un segundo,
Tanner abrió la puerta de una patada.
Y fue inmediatamente empujado de regreso por el aire. —¿Qué demonios
estás pensando, Tanner?,—gruñó una voz dura. —No traigas tu arrogante trasero
de pantera aquí y choques contra mi puerta.
Tanner se puso de pie. —Necesitamos tu ayuda.—Señaló hacia Az y Jade.
—Está herida.
La cabeza oscura de Cody se volvió y sus ojos -ojos oscuros, ojos de
demonio- se fijaron en Jade. —Está muerta.
Az pensó en incinerarlo. Pero, no, necesitaban al tipo. Por ahora. —
Demonio, ¿eres médico?
Cody se puso tenso. —No soy un demonio.
Az se dirigió hacia él. —Dile eso a alguien que no pueda verte como lo
que realmente eres.—Conocía los ojos de un demonio cuando los miraba
fijamente. Ningún encanto mágico podía engañarlo.
Las manos de Cody se levantaron como para alejarlo. —No traigas a una
chica muerta a mi puerta. No hay nada que pueda hacer por ella.
—Ella no está muerta.—Pero el doctor podría estarlo, muy pronto.
—Brandt la atacó. —Tanner se pasó una mano temblorosa por el pelo. —
Fueron sus garras las que le abrieron el pecho.
—Joder. —Cody se meció sobre sus talones. —Nuestro hermano psicópata
nunca se detendrá, ¿verdad?
—Esa es Jade. —La intensidad alimentó la voz de Tanner.
Las cejas de Cody se alzaron y sus brazos bajaron. —¿La Jade de Brandt?
Diablos, no. —Mi Jade. —Az se enfrentó al demonio. —Y si quieres
seguir viviendo, entonces te asegurarás de que ella también lo haga. Tienes que
coserla. Cierra esas heridas. Ayúdala.—Una orden cuando probablemente
debería haber sido una súplica. Pero nunca había tenido que suplicar por nada
antes. Incluso cuando había sido expulsado del cielo, no había rogado. Había
estado furioso. Había sido maldecido. Había luchado.
Cody tragó y asintió. —H-haré lo que pueda.
No es lo suficientemente bueno. —Lo harás todo. —Cruzó la entrada y se
sorprendió al ver que el lugar era mucho más grande de lo que se había dado
cuenta. Serpenteaba hacia atrás, sumergiéndose hacia abajo y retorciéndose.
Cody se apresuró a pasar en torno a él. —Por aquí. Tengo una pequeña
clínica preparada para...
—Para emergencias como estas, —finalizó Tanner en voz baja.
El doctor demonio abrió otra puerta. El cuarto de adentro era pequeño,
pero lleno de equipo médico.
—Ponla sobre la mesa. —Agarró un par de guantes. —Tenemos que cortar
esa camisa para que pueda ver con qué clase de daño estamos lidiando.
Az la bajó sobre la delgada mesa. Su cabeza rodó hacia la derecha.
Cuidadosamente, le arrancó la camisa, rasgándola cuando se pegaba a la sangre
seca porque no quería menearla. Las heridas eran profundas en su pecho.
Gruesas, abiertas. Le dolía verlas.
Y quería destrozar a Brandt. La muerte te hará gritar.
—Sádico bastardo. —La ira engrosó la voz de Cody. —Pensé que se
suponía que ella era la que él amaba.
Tanner negó con la cabeza. —Sabes que no puede amar de verdad nada.
Sólo puede destrozar. Él puede...
—Él pretendía matarme. —Az se atusó el pelo. —Ella... se interpuso en su
camino.
—Quieres decir que ella afrontó el ataque en tu lugar. —Tanner estaba a su
lado. —Brandt ha matado a demasiada gente que Jade amaba. Yo no estaba allí
entonces, pero conozco las historias. Ella no iba a dejarte morir a ti también.
Az frunció el ceño hacia ella. —Jade no me ama.—Lo necesitaba. Ella…
lo deseaba.
Pero, ¿amor?
El policía no respondió.
El que se llamaba Cody miraba fijamente el cuerpo destrozado de Jade. —
Puedo cerrar las heridas...—Se humedeció los labios. —Pero te diré ya mismo
que ella ha perdido demasiada sangre para sobrevivir.
La cabeza de Tanner se alzó bruscamente. Az vio los orificios nasales del
cambiaformas dilatarse. —Flores, —murmuró Tanner. —Ese olor, lo olí antes...
Nos encontró. Az se apartó de la mesa. —Cierra sus heridas y prepárala
para una transfusión...
—No tengo sangre aquí. —Cody cortó sus palabras instantáneamente. —
No puedo...
—¡Prepárala!—Le gritó. Az siguió ese olor floral fuera de la casa. Si no
hubiese estado tan concentrado en Jade, si el olor de su sangre no hubiese
llenado sus fosas nasales, entonces ya lo habría sabido.
La muerte los acechaba.
Era hora de hacer que la Muerte saliera corriendo.
Atravesó la puerta rota y se paró en el porche de techo con caída con las
piernas separadas y los brazos sueltos a los lados. —¡Marna, te dije lo que
pasaría si te volvía a ver!
Un ángel apareció frente a él. Las largas y negras alas del ángel se
extendían hacia el cielo. Pero este no era la delicada Marna. Este... este era
Bastion, un antiguo Ángel de la Muerte. Un ángel que había sido el segundo
después de Az.
—¿Dónde está ella?—Preguntó Bastion mientras bajaba sus alas. Sus ojos,
dorados como las calles del cielo, atraparon a Az.
Az no se movió. —No vas a llegar hasta ella.
Los ojos de Bastion se entrecerraron. Interesante. El ángel nunca había
mostrado ninguna emoción antes. O... quizás Az no había notado las señales
cuando estaba en el cielo. Tal vez no quería verlas.
Porque eso habría significado que todos éramos débiles.
—Tu humana ya debería haber dejado este mundo, —dijo Bastion sin
rodeos. —Su nombre está en el libro.
El maldito libro. Una vez perteneció sólo a Azrael. Inmenso, mágico,
contenía los nombres de todos los moribundos. Una vez que un nombre aparecía
en el preciado libro, el alma se recogía en cuarenta días.
Sólo hubo un alma que escapó de la colección. Sólo una. Una vampiresa.
Pero si uno pudo escapar, entonces las reglas podían romperse. —Jade no
irá contigo.
Bastion negó con la cabeza. —No quieres pelear conmigo.
—Sí, quiero.—Y arrojó una bola de fuego justo al pecho de Bastion. Sin
estar preparado, el ángel recibió la ráfaga y voló hacia atrás por el aire.
El fuego no podía matar a un ángel. Los ángeles podían controlar ese
elemento demasiado bien, pero podía tomarlos por sorpresa.
Bastion se puso en pie en un instante. —¿Harías la guerra conmigo?
Esa no era la opción que él preferiría, pero, sí. —Es un alma.—Había
miles más que tomar. Millones. —Puedes soportar perderla, sólo por esta vez.
—Sabes que no es así como funciona.—Las llamas que persistían en la
piel de Bastion desaparecieron con un movimiento de su mano. —Y no puedes
detenerme. Ya no eres un ángel. Tú no eres el que está a cargo arriba. No
puedes...
—Soy un Caído. —Az saltó del porche y buscó en su bolsillo trasero la
bala que se había sacado de su propia piel. Había cogido el arma de Jade antes y
la había metido en la parte de atrás de sus vaqueros. Mientras caminaba hacia
Bastion, Az cargó esa única bala en el arma. —Ser un Caído significa que ya no
tengo que seguir las buenas reglas.
Bastion sonrió con suficiencia ante el arma. ¿Sonrió? El ángel estaba
jugando con todo tipo de emociones. ¿Se daba cuenta de lo peligroso que era?
¿Al menos le importaba?
—Las balas no me harán daño. ¿Has vivido demasiado tiempo con los
humanos? Ninguna arma del hombre puede matar a un ángel. —Bastion agitó la
cabeza. —Y tu toque mortal no funcionará con los de tu propia especie.
Unas pisadas sonaron detrás de él. —¡Az!—Tanner gritó. —¡Necesitamos
esa sangre, ahora! Ella está... ella está...—Bastion inhaló una respiración
profunda. —Su corazón se está parando. El doctor no puede ayudarla.
—¡Ahora!—Gritó Tanner.
Tanner no vería al ángel. Sólo los que llevaban sangre de ángel podían ver
a los ángeles. Los que tienen sangre... o los que están cerca de la muerte. Cuando
llegaba el momento de que la Muerte te llevara, los moribundos siempre podían
ver a los ángeles a sus lados.
—Puedo ayudarla. —Az levantó el arma. Su dedo se curvó en torno al
gatillo. —Vete de aquí, Bastion. No te la llevarás esta noche.
—Uh... ¿Az?—La voz confusa de Tanner.
Bastion no se movió. —Ya no estás a cargo.
—No, pero yo soy el hombre que sostiene la bala hecha de azufre, y yo soy
el que te disparará con ella si no sacas volando tu culo de aquí.
Bastion parpadeó. —¿A-azufre?
Az reconocía el miedo cuando lo escuchaba.
—No es un arma del hombre. Más bien un arma del diablo. —El arma no
se movió. —Puedo atestiguar personalmente que estas balas arden. Y cuando
son disparadas al corazón de un ángel, tengo probabilidades de que maten. —
Levantó una ceja. —¿Lo averiguamos?
Bastion retrocedió un paso. —Quiero a Marna.
—Entonces ve y encuéntrala. Simplemente aléjate de Jade. Ella no va a
morir por mí.
Las alas del Bastion se desplegaron. Miró fijamente a Az con dureza, y
luego miró al cielo. Pasó un segundo, dos...
—Az...—Tanner agarró su hombro. —Deja de hablar contigo mismo y...
—Ella no es la inocente que crees. —Bastion dio otro paso atrás. En
retirada.—Crees que estás salvando a una humana débil, pero ella no es lo que
crees que es.
—Ella es exactamente lo que creo que es.
—¿Una asesina?
Az no dejó que su sorpresa se notara.
—Porque ella ha matado, y no sólo una vez. —Bastion levantó los brazos
ante él. —¿Realmente lucharías con los tuyos para proteger el alma de una
asesina?
Ella recibió el golpe que era para mí. —No quieres ponerme a prueba
ahora mismo, Bastion.
Pero el ángel no estaba dando marcha atrás. —Ya has suspendido todas las
pruebas. Por eso tus alas se quemaron hasta quedar reducidas a cenizas.
Bastardo. —Y es por eso que estás a punto de tener un corazón lleno de
azufre.
—Espero por Dios que realmente estés hablando con alguien, —soltó
Tanner. —Porque simplemente no puedo lidiar con otro imbécil chiflado justo
ahora.
Los ojos de Bastion se entrecerraron. —¡Ella muere ahora!
No, no lo hizo.
Az le disparó. No al corazón. No quería matar a Bastion. Pero la bala
golpeó profundamente en el estómago del ángel.
Bastion se dobló y aulló en agonía.
—Eso es dolor, —le dijo Az. —Es lo que se siente cuando los ángeles
sufren.
Bastion lo miró, sus ojos aturdidos.
—Vete de aquí, —le dijo Az. —Y aléjate de Jade.
Los dedos del ángel estaban manchados de sangre. —Tú... te arrepentirás
de esto...
Az le devolvió la mirada. —Tendrás que sacarte la bala. Cuanto más
tiempo permanezca dentro de ti, más te dolerá y arderá.
Las alas de Bastion comenzaron a agitarse cuando el ángel se elevó. —
Volveré a por ella.
Pero no de inmediato. El ángel necesitaría curarse. Eso les daría algo de
tiempo.
—Tú... acabas de pedir una guerra.
Había pedido una vida.
Un músculo se flexionó a lo largo de la mandíbula de Bastion. —Los
ángeles del castigo vendrán a por ti.
¿Como si se supusiera que debía tenerles miedo? No era probable. —¿Lo
estás olvidando?—Preguntó. —Ya he luchado contra un ángel del castigo. Y
Rogziel fue el que terminó en el infierno, no yo. —Suficiente de esto. Jade lo
necesitaba. —¿Quieres unirte a ese bastardo?
Los ojos de Bastion se entrecerraron mientras luchaba contra el dolor. —
La muerte siempre encuentra un camino, —soltó Bastion. —Ya lo sabes.—El
aire se precipitó contra la piel de Az cuando Bastion despegó hacia el cielo. A
pesar de su herida, el Ángel de la Muerte se elevó rápidamente, lanzándose hacia
arriba y desapareciendo casi instantáneamente.
Se había ido. Por ahora.
—La fragancia... —Tanner inhaló. —Vale, ¿quieres decirme qué demonios
está pasando?
Az se metió el arma en la parte de atrás de sus vaqueros. —Ahora no.—Se
apresuró a entrar y dejó al cambiaformas en el porche. El olor a sangre era más
fuerte, y cuando entró en la habitación del fondo, vio a Cody inclinado sobre el
cuerpo vulnerable de Jade. Unos tubos corrían desde su brazo. El doctor tenía un
pedazo de tubo y una gran aguja en sus manos.
—Esta no es la forma en que se supone que debemos hacer esto...—Cody
comenzó. —Az se adelantó. Era la forma en que tenían que hacerlo. —Una
transfusión como esta es demasiado arriesgada.—El sudor cubría la frente del
médico. —El riesgo de infección, enfermedad...
—No tengo ninguna enfermedad.—El tipo podía eliminar esa
preocupación de la lista.
El doctor no parecía tranquilo. —¿Y si tu grupo sanguíneo no coincide con
el de ella?
—Considérame un donante universal.—Sabía que su sonrisa era amarga
cuando Az se abrió su propia vena y se puso a trabajar conectando el tubo. Se
suponía que la sangre de ángel era todopoderosa. Y su sangre era la única
oportunidad de Jade. O la salvaba o…
O seguiré luchando contra la muerte todo el tiempo que deba hacerlo.
Cody corrió alrededor de la mesa y comenzó con el trabajo de ajustar los
tubos y monitorear la formación de maquinaria que había instalado y que emitía
pitidos. La sangre fluía de Az, color rojo oscuro, mientras llenaba el tubo y se
deslizaba hacia el cuerpo de Jade.
Az se dio cuenta de que apenas respiraba. Esperando. Observando. Lucha,
Jade. Lucha.
La sangre en el tubo llegó hasta ella. Nutrió su cuerpo.
Un segundo. Dos. El corazón de Az casi se había detenido. Jade... quédate
conmigo.
Los ojos de Jade se abrieron. Sus ojos no eran del verde oscuro que le
recordaba a Az los campos exuberantes que había visto una vez en Irlanda. En
cambio, el verde era más brillante de lo que jamás había visto antes.
El alivio hizo que Az hundiera los hombros. Ella estaría bien. Ella
estaría…
Jade gritó. Una y otra vez. Sus largos y horrorizados gritos llenaron el aire.
Sus ojos estaban sobre él. Llenos de terror.
Y sus gritos no paraban.
Marna no regresó al cielo. Bastion se paseaba por el Gran Salón, el
desasosiego recorriéndolo en ondas. Ya debería haber regresado a su reino a
estas alturas.
No tenía miedo. No podía sentir miedo. Pero una opresión le apretaba el
pecho al recordar a Azrael. Az, un Caído que había estado dispuesto a matar para
proteger a una humana.
Marna había sido enviada a reclamar el alma de la mujer. ¿También se
había enfrentado a la furia de Az? Excepto que... quizás Az no sólo había
amenazado con matarla.
Las alas del Bastion se extendieron mientras se lanzaba desde el Salón. Las
nubes corrían a su paso, una tras otra. Sabía dónde estaba previsto que Jade
Pierce hubiese muerto. Al borde de un pantano de Louisiana, justo debajo de un
ciprés que se balanceaba cerca de un estanque infestado de caimanes. Debería
haber muerto allí, con Azrael a su lado.
Marna había visto la muerte dela humana días antes. Ella había acudido a
él y se lo había contado porque le había sorprendido que Azrael hubiera estado
en su visión.
Marna no era como las otras. Él había intentado protegerla durante siglos y
asegurarse de que nadie viera sus debilidades.
O sus miedos.
Le había tenido miedo a Azrael. Sin embargo, la mayoría de los seres se lo
tenían. Pero Bastion sabía que cuando Marna había salido en esa última misión,
había tenido miedo de llevarse a alguien que fuese anhelada por elCaído. Había
temido que él pudiera tomar represalias.
Quizás tenía razón en tener miedo.
El suelo era un mar verde bajo él mientras volaba sobre los árboles. Marna
no podía simplemente desaparecer.
Sus pies se estrellaron contra la tierra a pocos metros del balanceante
ciprés. Miró fijamente las distintas señales de batalla. Sangre en el suelo. La
tierra maltratada.
Tanta sangre. . .
Sus fosas nasales se dilataron mientras caminaba hacia delante. Había
sangre, pero... había más.
Su corazón comenzó a latir más rápido en su pecho. Tan rápido que el
profundo golpeteo lo sobresaltó. Nunca antes había estado preocupado. Nunca
había tenido miedo.
Pero esta vez...
Había plumas negras, de alas, en el suelo, manchadas de sangre. Su mano
tembló mientras agarraba las alas. Un ángel no perdía así como así sus alas. Era
casi imposible cortárselas. Podían arder en caso de una salvaje caída del cielo.
O... o podían desaparecer cuando un ángel moría.
El tamborileo de su corazón se hizo aún más fuerte. Marna era un buen
ángel. Sólo quería ayudar a los demás. Nunca debió haber sido un Ángel de la
Muerte. Llevarse almas parecía herirla. Debería haber sido un ángel guardián.
Ella debería haber…
Un grito arrancó de su garganta. Furia. Dolor.
Había más plumas negras y ensangrentadas. Tantas más. Y el olor de la
sangre que cubría las plumas era sangre de ángel.
Azrael se había asegurado de que se le perdonara la vida a su mortal, y a
cambio, había sabido cómo equilibrar la balanza de la muerte para darle a Jade
Pierce una oportunidad más para luchar.
Una vida por otra vida.
Si Bastion revisara el Libro de la Muerte, el nombre de Jade
probablemente ya no estaría en la lista. Un alma había sido tomada. La muerte
había sido satisfecha por ese instante en el tiempo.
Porque Azrael había sacrificado a un ángel para dejar vivir a una humana.
El corazón de Bastion ardía en su pecho. Un Ángel de la Muerte no
debería querer venganza.
Los ángeles del castigo deberían ser los que desataran la furia y la ira.
Pero Azrael ya ha matado a un ángel del castigo.
Después de su caída, Azrael había luchado contra un ángel del castigo
llamado Rogziel. Rogziel no había recibido la sentencia más leve de destierro
del cielo por sus crímenes. En cambio, Azrael había sido el instrumento de su
destrucción.
¿Irían los otros ángeles del castigo tras Azrael por esta ofensa?
¿O le temerían demasiado?
Azrael había introducido el miedo en los corazones de muchos ángeles.
Las plumas revoloteaban con la brisa. No había señales del cuerpo de
Marna. Sólo los restos rotos de sus alas.
Bastion se obligó a levantarse. Lentamente, sus dedos soltaron las plumas
negras que agarraba en un puño.
Si los ángeles del castigo no hacían su trabajo, entonces él buscaría
venganza.
Azrael no se quedaría con su humana. No engañaría a la muerte.
Porque la Muerte viene a por ti, Az.
Esta vez, Azrael sería el que sintiese miedo… y moriría.
Marna, lo siento, pero serás vengada.
—He hecho todo lo que he podido.—El doctor demonio tiró sus guantes
ensangrentados a la basura. Agitó la cabeza y miró a Jade con ojos cansados. —
Ahora sólo tenemos que esperar y ver si tu sangre puede ayudarla.
Jade no había dejado de gritar, no hasta que Cody la llenó de sedantes que
la habían noqueado. Az había intentado acercarse a ella, consolarla, pero tan
pronto como avanzaba, sus gritos se volvían aún más frenéticos.
Ella lo había mirado, pero parecían ver a un monstruo.
Ahora sí que me está viendo de verdad.
—¿Cuánto tiempo estará inconsciente?
—Al menos hasta el anochecer. Demonios...—Cody se frotó la frente. —
Con todos esos tranquilizantes que le di, un elefante estaría fuera de combate
hasta el atardecer.
Az estaba parado a su lado. No podía alejarse. Su color parecía mejor. Ya
no había líneas de dolor en su cara. Una sábana cubría su pecho y la parte
inferior de su cuerpo. Debajo de la sábana, los vendajes escondían sus heridas.
No había forma de que un humano no cicatrizara por esas heridas. Pero
claro, un humano tampoco debería vivir con ellas.
—Sabes que ella será... más cuando despierte.—La voz de Cody era
vacilante.
Az frunció el ceño y miró al demonio.
Cody aún miraba a Jade con un tenue surco entre sus cejas. —Era humana
antes, —murmuró, —pero ahora, con tu sangre...
—Será igual que antes.
Cody levantó una ceja y volvió su mirada demasiado oscura hacia Az. —
¿Realmente crees eso? ¿O sólo estás tratando de hacerte creer a ti mismo que es
verdad?—Cody exhaló con un fuerte suspiro. —Cuando los primeros ángeles
cayeron y se aparearon con humanos, su sangre se mezcló...
—Y nacieron los demonios.—No necesitaba una lección de historia. Había
estado allí para esa historia. Había presenciado las tentaciones. Había limpiado
el caos que dejó la estela de tanta imprudencia.
—Hasta los vampiros pueden volverse locos cuando ingieren la sangre de
un ángel. —Cody levantó la muñeca de Jade y le revisó el pulso. —He oído a
vampiros decir que pueden beber el poder de un ángel a través de la sangre.—Él
bajó su mano y miró fijamente su forma inmóvil. —No puedo evitar
preguntarme… ¿pensaste en los riesgos para ella? ¿O simplemente no te
importó?
—No la iba a dejar morir,—gruñó Az.
—Pero tampoco ibas a dejar que permaneciera siendo humana, ¿verdad?
—¡Todavía es humana! Ella no cambiará.
El doctor se dio la vuelta. —Ya lo ha hecho. ¿No oíste sus gritos?
Az se pasó la mano por el pelo. Dejó que su otra mano se quedara en la
mejilla de ella. —Ella estaba delirando. Desquiciada por el dolor y por el
ataque...
—No. —El demonio miró por la pequeña ventana. —Abrió los ojos y vio
monstruos a su alrededor. Vio monstruos cuando sólo había visto hombres antes.
—El cuerpo de Az se tensó. —Vio mis ojos negros, —continuó el doctor
mientras se volvía lentamente para mirar a Az una vez más, —y tengo curiosidad
por saber, ¿qué crees que vio cuando te miró? Porque fuese lo que fuese, esa
visión la hizo gritar más fuerte.
Capítulo Diez
Fue el pitido lo que la despertó. Un lento y constante pitido de sonido que
gradualmente penetraba la conciencia de Jade. Abrió los ojos, e inmediatamente
entrecerró los ojos contra la luz.
—Estás de vuelta.
Se puso rígida ante la grave voz.
—No te preocupes. —Una cálida mano cubrió la suya. —Estás a salvo
aquí.
Jade giró la cabeza y se encontró con la mirada preocupada de Tanner. Se
humedeció los labios, se tragó lo que sabía a ceniza que había en su lengua y se
las arregló para preguntar: —¿Dónde estoy?—Su voz salió fría y... normal. ¿Por
qué había pensado que estaría ronca? ¿Por qué el recuerdo de los gritos
susurraba a través de su mente?
—Ah...—Él exhaló. —Vale, no te asustes, pero estamos en casa de mi
hermano.
En un instante, ella le arrancó la mano y se puso en pie. Algo afilado le tiró
del brazo. Rápidamente, miró a su brazo derecho. ¿Qué era eso? ¿Una aguja?
¿Una intravenosa? Odiaba las agujas. Jade se lo arrancó y lo tiró. —¡Me
vendiste!
—Tranquila. —Levantó ambas manos en uno de esos gestos de soy-
inofensivo que la gente hacía. —No estoy hablando de ese hermano, ¿de
acuerdo? No el loco y psicótico gilipollas que nos quiere muertos a los dos. —
Señaló con su pulgar detrás de él, hacia la pared llena de vendas y medicinas y lo
que parecía un equipo de hospital. —Mi hermano Cody es médico, y después de
que te hirieron...
—Quieres decir después de que tú y esa perra bruja amiga tuya intentaron
matarme...
—No ibas a llegar viva a la ciudad.
Vale, eso la detuvo. —Sabía que estaba muriendo.—Demencial, pero, ella
casi sintió que la muerte la tocaba.
—Tu ángel no tenía muchas ganas de dejarte ir. —Ángel. La mirada de ella
voló de vuelta a la suya. —Sí, sé lo que él es. Este no es mi primer partido,
señora. Y cuando llegamos aquí y él empezó a hablar con gente que yo no podía
ver y mi nariz—, se dijo un golpecito en su nariz con el dedo, —siguió
percibiendo el olor de las flores, supe que la Muerte estaba cerca.
Ahora Tanner la había hecho perderse. —¿Flores? ¿De qué estás
hablando?
—Una vieja leyenda. Al menos, algunos creen que es una leyenda. Cuando
un ángel está cerca, si prestas atención, captarás el olor de las flores en el aire.
—Az no huele a flores.—A hombre. A poder. No a petunias.
—Eso es porque ya no es exactamente un ángel, ¿verdad?
Ella tragó. —No, no lo es. —Las vendas de su pecho le tiraban de la piel.
No quería mirar hacia abajo y ver la barbaridad que habían hecho con su carne.
Todavía podía sentir las garras de Brandt, hundiéndose en su pecho.
Jade respiró hondo y forzó su cabeza a levantarse. La mirada de Tanner
estaba llena de empatía y eso la hizo sentir vulnerable. Y un poco triste. —
¿Cómo es que sigo viva?
—Estás viva porque tus venas están bombeando esa no-del-todo sangre de
ángel.—El shock la congeló por un momento. —Te trajimos aquí a toda prisa, —
dijo. —Mi hermano te puso en su mesa, hizo lo mejor que pudo para curarte, y
luego Az te dio la transfusión de sangre más sucia que he visto.
—¿Transfusión de sangre?—Se le puso la piel de gallina.
—Um...—Inclinó la cabeza hacia ella. —Pensé que estabas muerta, pero
ese ex-ángel tuyo te devolvió la vida.
No recordaba ninguna transfusión. No recordaba a un médico. Sólo...
Alas negras, elevándose sobre ella. Un monstruo con ojos más oscuros que
la noche.
Jade se humedeció los labios. —¿Dónde está Az?
Tanner miró hacia la puerta cerrada. —Cuando vimos que estabas
empezando a despertar, pensamos que sería mejor que no lo vieras primero a él o
a Cody.
—¿Cody?
—Mi hermano.
Brandt nunca lo había mencionado. Pero tampoco le había hablado de
Tanner.
Jade ejercitó sus hombros. El doctor debe haberle dado algunas drogas
fabulosas. No le dolía nada. En realidad, se sentía más fuerte que nunca.
Pero... —¿Por qué sería mejor para mí no verlos?—Esa parte no tenía
ningún sentido.
—Porque la última vez que los viste a ambos, gritaste tan fuerte y largo
que tuvimos que noquearte.
Negando con la cabeza, dijo: —No, no, yo no...
—Yo estaba fuera, corriendo por el bosque, y tus gritos casi me
ensordecen.
No parecía que la estuviera engañando.
—Queríamos asegurarnos de que te despertaras sintiéndote tranquila y
segura.
¿Se suponía que un cambiaformas la haría sentir segura? Se habría sentido
mucho más segura con Az. Jade miró alrededor de la habitación mientras se
ponía en una mejor posición sentada. Estaba en una cama, una pequeña cama
gemela que había sido empujada contra la pared del lado derecho. La débil luz
del sol goteaba a través de las finas cortinas blancas. —¿Cuánto tiempo estuve
inconsciente?
—Unas diez horas.
¿Tanto?
Un ligero golpe en la puerta.
Tanner no le quitó la mirada de encima. —¿Estás lista para esto?
Ella emitió una risa ligera que salió sonando un tanto perdida. —No sé de
qué estás hablando.
—Lo harás. Porque ya no eres la misma. —Él se cuadró los hombros. —
Sólo recuerda que estás a salvo. Estaré a tu lado.
Ella quería a Az a su lado.
—¡Entra!—Gritó Tanner.
La puerta se abrió. La cabeza oscura de un hombre apareció. No era Az.
El tipo entró. Sus anchos hombros pasaron dificultosamente por la puerta.
Tenía la cabeza gacha, el pelo largo rozando sus mejillas. —Me alegra que estés
despierta.—Su voz era un sonido de un profundo retumbar. —Estabas
empezando a preocuparnos.—Su cabeza se levantó y sus ojos se encontraron con
los de ella.
Ojos negros. Ojos completamente negros. Incluso la esclerótica. Cada
parte de sus ojos era negra.
Jade no hizo ningún ruido.
Había oído historias, por supuesto. Ella sabía de los demonios que
caminaban por la tierra. Algunos demonios poseían un poder enorme, suficiente
como para arrasar una manzana de la ciudad. Otros eran apenas más que
humanos. Pero, según las historias, todos tenían los mismos ojos. Ojos tan
negros como la noche. Usaban un encantamiento para cambiar el color de sus
ojos y engañar a los humanos para que no se dieran cuenta de los monstruos que
había a su lado.
Este tipo no estaba usando ningún encantamiento. Le estaba mostrando sus
verdaderos ojos.
Le cogió la muñeca. Ella apenas selas arregló para no tirar de su mano
lejos de él. El hermano de Brandt, y un demonio. Hablando de tener dos strikes
en tu contra.
—No voy a hacerte daño.—Dos dedos se presionaron contra la parte
interna de su muñeca mientras él revisaba su pulso. —No soy como Brandt.
Ella no podía apartar los ojos de su mirada.
—Me ves como soy, ¿verdad?
—¿H-hay alguna razón en particular por la que no te molestas en usar la
magia de un encantamiento?—Tal vez se sentía seguro en su casa. Tal vez...
—Lo estoy usando. Puedes ver a través de él. —Le soltó la muñeca. —Me
viste en el momento en que su sangre llenó tus venas.
¿Así que ahora estaba viendo demonios? Genial. Lo que necesitaba ver era
un ángel. —Quiero a Az.
—¿Estás segura de eso?—Tanner se había desplazado al pie de la cama. La
miraba con esa mirada medio preocupada, medio empática que la hacía sentir
cada vez más ansiosa.
—Parecías querer…estar lejos de él la última vez que lo viste. —Esa parte
provino del doctor demonio.
—Estaba fuera de mis cabales entonces.—El doctor alcanzó las vendas que
empezaban cerca de su hombro. —Quiero a Az, —dijo otra vez Jade.
Sus dedos rozaron la punta de las vendas. —Acuéstate y déjame revisar tus
heridas. Una vez que esté seguro de que te estás curando bien, lo llamaré.
Tanner le ofreció una leve media sonrisa. —Cody teme que vuelvas a
enloquecer y arruines su buen trabajo.
Se deslizó de nuevo sobre la cama. —Examíname y luego consígueme a
Az.—Ella lo necesitaba.
Cuando Cody se puso a trabajar lentamente tirando de las vendas, ella miró
al techo. Débiles grietas entrecruzaban la pintura blanca sobre ella, y fijó su
mirada en ellas. La sensación de malestar en su intestino le dijo que tendría
cicatrices en el pecho que se parecerían a esas grietas. Largas, irregulares.
Un ligero toque de aire golpeó su piel cuando el demonio retiró las vendas.
—¿Cómo...—La sorpresa desbarató su capacidad de hablarincluso
mientras el doctor se acercaba a ella. —Que me condenen.
Ella había estado evitando mirar sus heridas pero ahora... Jade se arriesgó a
echar un rápido vistazo hacia abajo, pero solo vio al doctor coger unas tijeras.
Pinzas.
Su mirada saltó inmediatamente hacia el techo.
Después de un momento, sintió un ligero tirón en su pecho. Entonces le
sacó algo, ¿puntos de sutura? Tenía que parecerse al monstruo de Frankenstein, y
sabía que era un signo de debilidad, pero Jade no quería ver esas heridas en ese
momento. Dale un par de horas más, y se comportaría como toda una mujer y lo
haría, pero en ese momento...
—Estás curada.
Mentira. Pero... sus ojos se abalanzaron sobre la carne devastada que no
había querido ver. Sólo que no estaba desfigurada. Ni siquiera estaba rasguñada.
Pálida como siempre, suave. No había señales de los profundos cortes que
habían desgarrado la carne y el músculo.
—¡Az!—Ella gritó su nombre porque en ese momento, estaba aterrorizada
de en lo que se había convertido.
La puerta se abrió y se golpeó contra la pared. Az estaba en la entrada,
llenando el espacio. Tenía las manos apretadas en puños. Sus ojos brillando. —
¡Aléjate de ella!—Rugió. Y en el siguiente segundo, saltó a través de la
habitación. Az agarró al demonio por la nuca y lo lanzó contra la pared.
Jade se dio cuenta de que estaba desnuda de cintura para abajo. Levantó la
sábana y terminó el espectáculo erótico.
—¡Tranquilo!—Tanner levantó las manos cuando Az se dio la vuelta hacia
él. —No la estábamos lastimando.
—Yo estaba... solo...—El demonio se levantó y se estremeció. —Sólo la
estaba examinando.
—Ya vi eso.—Un tono letal subrayó las palabras de Az. Se giró para mirar
al médico, dándole la espalda a Jade, y fue entonces cuando ella le prestó la
suficiente atención como para darse cuenta de sus alas.
No alas de verdad. Más bien sombras. Gruesas, negras, se elevaban desde
sus hombros desnudos y se extendían por encima de él.
Eran oscuras y tan hermosas.
—Estaba asustada, —gruñó Az mientras acechaba al demonio. —Oí su
miedo.—Sus manos estaban cerradas en puños poderosos.
Uh, oh. Jade se agarró a su sábana mientras saltaba de la cama. Sus rodillas
ni tan siquiera flaquearon cuando sus pies aterrizaron en el suelo de madera. Esa
sangre de ángel tuvo un gran impacto.
—Porque ella se dio cuenta -ambos nos dimos cuenta-, —Cody hablaba
rápidamente ahora mientras presionaba su espalda contra la pared en un intento
de poner más distancia entre él y Az. —Nos dimos cuenta de que está curada.
Jade se arrastró detrás de Az. Tanner no se movió. Ella extendió la mano y
sus dedos se deslizaron sobre esas sombreadas alas. Casi podía sentirlas contra
su piel. Como seda.
Az se quedó paralizado. Le había encantado cuando ella le acarició las
cicatrices antes. ¿Qué efecto tendría en él que ella tocara estos restos oscuros de
sus alas?
—Jade...—Su nombre sonó como un carraspeo, lleno de necesidad, lujuria.
Ella volvió a acariciar las sombras.
Esta vez, él se estremeció.
—Está curada, —dijo Cody otra vez. —Y...
Az se volvió para mirarla. Su mandíbula estaba cerrada a cal y canto, y sus
ojos aún ardían lo suficiente como para abrasarla. Y el hombre parecía como si
pudiera comérsela.
Oh, Dios.
—Creo que es hora de que salgamos de aquí.—Tanner se apresuró a
acercarse a su hermano y agarró el brazo de Cody. —Necesitan... hablar.
—¿Hablar? No creo que hablar sea lo que…
Tanner golpeó la cabeza de su hermano contra la pared y luego lo sacó de
la habitación.
El cambiaformas se aseguró de cerrar la puerta con un portazo.
Las alas de Az estaban fuera de su alcance ahora, pero ella quería tocarlas
de nuevo. —Puedo verlas, —susurró ella.
Él negó con la cabeza. —No hay nada ahí. Las alas se quemaron cuando
caí.
Tal vez. Pero esas sombras aún estaban allí. Ella se acercó a él. Jade
mantenía una mano en la sábana que había envuelto apresuradamente alrededor
de su cuerpo mientras su mano izquierda se levantaba y tocaba esas sombras. —
¿Cómo se siente cuando las toco?—Susurró Jade.
—No están ahí.
Algo sí estaba. Sus dedos atravesaron los restos de seda.
Az dio un paso atrás y puso suficiente distancia entre ellos para que ella no
pudiera tocar sus alas. Luego la cogió de la mano y la agarró fuerte. —Estás
viendo lo que fue, —dijo apretando los dientes. —Mi sangre está en ti. Sólo los
que tienen sangre de ángel pueden...
—Gracias, —sus suaves palabras le interrumpieron. Él parpadeó. Agitó la
cabeza. —Me salvaste.—Eso ella lo sabía con certeza.
Sus dedos apretaron los de ella. —Tenía miedo de que fuera demasiado
tarde. —No. Deja que un ángel sepa cómo engañar a la muerte.—¿Me tienes
miedo?—Preguntó Az mientras sus ojos buscaban los de ella.
Jade dejó caer la sábana. Se acumuló en el suelo entre ellos. —No.— Jade
se acercó a él.
Su cabeza bajó hacia la de ella. —¿Estás segura...?—Sólo unos
centímetros separaban sus bocas cuando él le preguntó,—¿Estás segura de que
no estás todavía herida?
Ella le sonrió mientras su corazón latía en su pecho. —El demonio dijo
que ni siquiera tenía un rasguño.
Todavía no la besaba. —Me asustaste. —¿Al ángel grande y rudo? —No
vuelvas a hacer eso, —ordenó, y finalmente, su boca tomó la de ella.
Era como si un infierno se encendiera dentro de ella. Con el toque de los
labios de Az contra los suyos, la lujuria parecía alimentar su sangre. Ella abrió la
boca. Su lengua se encontró con la de él.
Sabía incluso mejor de lo que ella recordaba.
Como su pecho estaba desnudo, sus pechos se presionaron contra su piel.
Su carne parecía caliente, tan fuerte, y ondulante con músculos.
Sus manos estaban apretadas alrededor de ella, intensamente, pero no le
hacían daño. Az conocía demasiado bien su propio poder.
Sus caderas se presionaron contra él. La gruesa longitud de su excitación
era imposible de pasar por alto. Los dedos de Az desabrocharon el botón de la
parte superior de sus vaqueros. Con un siseo bajo, su cremallera se deslizó hacia
abajo.
Su polla salió disparada hacia delante, pesada, tirante, y ella acarició la
punta.
Az apartó su boca de la de ella. —Debería ir más despacio...—Sin aliento.
—Debo tener cuidado...
—Sí.—Ella le lamió el cuello. Le mordió ligeramente con los dientes. —
Definitivamente deberías ocuparte de esta necesidad que tengo.—Sólo por él.
Nunca había querido a nadie tan rápido, tanto. —Muéstrame que sigo viva, Az.
Muéstramelo.
Él la levantó. La sostuvo como si no pesara nada. Para él, probablemente
así era. Dos pasos, y la posó sobre el borde de la cama. Las piernas de Jade
rodeaban sus caderas. Su polla empujaba entre las piernas de ella.
Nada de preliminares. Nada de palabras suaves. Nada de promesas falsas.
Sexo. Lujuria. Necesidad.
Vida.
Él la penetró. Llenó cada centímetro de ella, la estiró tanto que le dolía.
Luego sus dedos presionaron contra su clítoris y ese dolor se convirtió en
una deliciosa espiral de placer. Su sexo se apretó alrededor de él.
Ella amaba el grosor de su carne en el interior de su cuerpo.
Az estaba entre sus piernas abiertas. Se inclinó sobre ella mientras la
embestía. Cuando se echaba hacia atrás, su carne se deslizaba sobre su núcleo
sensorial. Luego se empujaba en su interior hasta las pelotas.
Sus ojos se mantuvieron fijos, los del uno en los del otro. El corazón de
Jade tronaba en su pecho. La cama era blanda debajo de ella. Él estaba duro
dentro de ella.
La avalancha de placer la consumía. Ella se arqueó de nuevo, pero las
manos e Az se aferraron alrededor de sus caderas, inmovilizándola. Los ojos del
ángel parecían abrasarla. Nunca antes nadie la había mirado con tanta lujuria
descarnada.
Brandt había actuado como si fuera su dueño. Az… actuaba como si fuera
a morir sin ella.
Su polla la llenaba completamente. Como la tenía presionada contra él, ella
no podía forzarlo a bombear arqueando sus caderas. Pero... Jade apretó su carne
a su alrededor y estrujó su polla con susmúsculos internos.
Las pupilas de Az se dilataron.
Luego empezó a embestirla y a retirarse de nuevo, pero esta vez era
diferente.
El hambre que les consumía todavía estaba allí, apenas controlada. Él se
movía un poco más despacio. Más suave.
El sudor perlaba la frente de Az. Sus manos, aunque letalmente fuertes,
eran más ligeras sobre la carne de ella.
Suavidad. Sólo había esperado calor y hambre.
—No me romperé, —le dijo Jade.
—Nunca te dejaré.—Un voto.
Mantuvo los movimientos más tranquilos. Más ligeros, pero justo donde
ella lo quería. Ahora podía arquear sus caderas contra él, y con cada embate de
su cuerpo le frotaba el clítoris. La sensación era un puro golpe de placer que
vibraba a través de su cuerpo.
—No te perderé, —dijo él, las palabras eran un gruñido pero sus manos
seguían siendo suaves con su cuerpo.
Ella envolvió sus piernas alrededor de sus caderas. Su cuerpo se estaba
apretando y preparando para la liberación que estaba a sólo unos segundos de
distancia. Podía sentirla remontando dentro de ella. Az se inclinó hacia Jade, y
ésta mordió la curva de su hombro.
Él se estremeció, pero el control que había alcanzado no se rompió.
Bombeaba despacio. Tan lento. Forzando el placer en ella con cada movimiento
de su cuerpo.
No, no forzando el placer. Dándoselo a ella.
Ella quería dárselo a él.
—Me haces desear más que ninguna otra.—Sus manos se levantaron.
Encontraron las de ella. Sus dedos se entrelazaron y los sostuvo unidos contra el
colchón. —¿Cómo?
Sólo podía sacudir la cabeza. —Az… —Jade tembló bajo él. —Más fuerte.
Pero no la iba a penetrarla más duro. Estaba controlado. Comedido. Y ella
estaba a punto de volverse loca.
—¡Az!
Él bombeó en su interior. Otra vez. Otra vez. Se inclinó y su lengua se
arremolinó sobre su pecho. Su sexo se contrajo codiciosamente a su alrededor.
—Esta vez, nos lo tomamos con calma.—Su mandíbula se apretó mientras
decía las palabras entre dientes. —Casi...te… perdí...
Ella abrió más sus piernas, levantó sus caderas, y él se hundió más
profundamente.
La cabeza de Jade se echó hacia atrás ante la dura puñalada de placer.
Bueno, pero...
Le levantó los brazos por encima de la cabeza. Enjauló sus muñecas con
una mano. Entonces Az dejó que su mano derecha acariciara entre sus cuerpos.
Sus anchos dedos se empujaron hacia abajo entre las piernas de ella. Encontró el
centro de su necesidad.
—Quiero verte... a ti... —Su voz más áspera, su tacto se volvió más
exigente. Él empujó…
Ella se corrió en una larga y caliente explosión de placer.
Su control se rompió. Sí. La pequeña cama se estrellaba contra la pared
con la fuerza de sus embates. Se sumergió en ella, tan profundamente que ella
gritó. No de dolor. Oh, no, no de dolor.
El orgasmo continuó desgarrándola. Sus embates parecían duplicar el
placer, haciendo que el clímax se alargara en una ola que nunca parecía terminar.
Az se agarrotó contra ella y gritó su nombre. No un susurro suave. Más
bien un rugido cuando él se corrió en su interior.
Sus alas de sombras se alzaban sobre ellos. Sus ojos azules se oscurecieron
tanto que parecían negros. Y la abrazó tan fuerte que se preguntó si alguna vez la
soltaría.
En ese instante, Jade pensó que nunca lo haría.
—No te vas a morir.—Brandt agarró la barbilla de Heather y movió su cara
hacia él.
—La hemorragia ha parado, y estás toda suturada.
Las pestañas de la bruja se agitaron, luego sus ojos se abrieron, sólo una
rendija. La sangre seca se había endurecido en su cara y cuello. Brandt soltó su
barbilla y cruzó los brazos mientras la miraba. —No estoy tan dotado con una
aguja como lo está mi hermano, pero no te desangrarás hasta la muerte de
inmediato.—Bueno, al menos no hasta que él hubiese terminado con ella.
Su pálida mano se levantó y, con los dedos temblorosos, trazó el retorcido
sendero de puntos de sutura que le atravesaba el pecho y el cuello. Heather
palideció.
Él sonrió. —Ahora, a menos que quieras que empiece a abrirte de nuevo...
—Brandt dejó que se le salieran las garras de una mano. —Responderás a mis
preguntas.
Los labios demasiado gruesos de Heather temblaban. —¿Es por eso que
estoy viva?—Su voz era un graznido roto. Probablemente por todos los gritos
que había soltado cuando él la cosió. Al final, se desmayó.
Al final.
—Te dejé vivir porque fuiste tú quien me devolvió a Jade. —Ahora ella
trató de sonreír. —A ella y a ese jodido bastardo que llevaste directo a mi
campamento.—Se lanzó hacia delante y le abrió los dos puntos de sutura que
tenía en la clavícula.
Heather gritó. Bien, ahora su sonrisa había desaparecido. La bruja no iba a
jugar con él. En este juego, él era el que tenía el poder. Era hora de que ella
reconociera ese hecho.
—No me jodas, —le dijo. —Me tomé muchas molestias para salvarte.—
Nunca había salvado a nadie antes. Eso se sentía como... erróneo. Heather lo
había jodido. Ella atacó a Jade. La bruja se merecía su castigo.
Sin embargo, él la había salvado.
Brandt exhaló y rodó sus hombros. La tensión le hacía doler todo el
cuerpo. —Si no vas a ser útil, te abriré la garganta y les daré caza yo mismo.
Su entrecortada respiración sonaba demasiado fuerte en la pequeña
habitación. Ella mantuvo sus ojos exorbitados sobre él.
Brandt levantó una ceja. Casi podía ver los engranajes rodando en su
cabeza mientras ella maquinaba. —Tratando de reunir suficiente magia para
trabajar en mi contra, ¿eh?
—Tan pronto como... como yo esté.... más fuerte...
—Bla, mierda, bla. —Nunca iba a estar más fuerte. Él se había ocupado de
eso. La bruja ni siquiera sabía lo que había hecho. Lo sabría. Muy pronto. Se
sentó en la pequeña cama junto a ella y disfrutó de la forma en que ella se alejó
de él. Como si no le hubiera rogado que la tocara tantas veces en el pasado. —
Cuéntame todo lo que sabes sobre Azrael.
Ella parpadeó. —¿Quién?
Bien. Si quería más dolor… Le puso las garras sobre el cuello. —El jodido
Az-ra-el.
Una lágrima se filtró de su ojo. —Oh, él.
Cierto. Él. —Tengo algunos demonios en Nueva Orleans que me dicen que
ese bastardo se supone que es bastante fuerte.—Se detuvo. —Pero claro, los
ángeles lo son, ¿no?
Ella asintió y las garras de Brandt le rasparon la barbilla.
Bien. Ella no iba a negar lo que era el tipo. —¿Cómo lo encontraste?—Le
quitó las garras de la garganta.
Una risa salió de sus labios. Triste. Enojada. —Lo encontré desnudo en un
cementerio. Acababa de caer y fui a ayudarlo.
Brandt no dejó que su expresión se alterara a pesar de que su corazón de
repente latía demasiado rápido. —No eres exactamente de los que ayudan.—Una
de las cosas que siempre lo había tenido nervioso: Heather podía ser tan brutal y
fría como él.
Por eso moriría pronto. Pero primero...Se inclinó hacia delante y le echó
hacia atrás el pelo que se le había quedado atrapado en la sangre de su mejilla.
Heather lo miraba con los ojos muy abiertos. Ojos que siempre habían visto
demasiado.
—¿De dónde había caído ese Azrael?—Preguntó, poniéndola a prueba.
Ella tragó. —¿De dónde diablos crees?
Brandt no le hizo daño. No esta vez. —Hubo un tiempo, me dijiste que
tuviste una visión de que un ángel te mataría. Que destruiría el mundo entero.—
Heather y sus visiones. Había mirado en la oscuridad tantas veces. Al principio
ella había escudriñado porque él quería ver qué le deparaba el futuro. Pero más
tarde, Heather lo había hecho porque se había vuelto adicta a ese torrente salvaje
de poder.
Él sabía lo tentadora que era la oscuridad.
Cuando una bruja usaba la precognición, miraba más allá de la vida y la
muerte. Miraba en la misma oscuridad que esperaba al hombre y al Otro.
La muerte y la oscuridad la miraban a ella. A veces, incluso la atacaban.
Heather tenía cicatrices en su cuerpo para probar eso.
Primero acudió a él, joven y asustada, por esa visión inicial de la muerte.
Quería encontrar a alguien que la mantuviera a salvo del ángel que sería su
perdición.
Había acudido al hombre equivocado.
Ella había vuelto a mirar en sus espejos una y otra vez, pero su visión de la
muerte nunca había cambiado.
Un ángel la mataría. Un ángel que caminaba por la tierra sin alas. Un ángel
que sólo conocía la muerte.
Inclinando la cabeza hacia un lado, Brandt preguntó: —¿Ha cambiado tu
futuro?
Un aliento dificultoso, y luego contestó, —Algunas cosas no pueden... ser
cambiadas.
—No, no pueden ser cambiadas.—Algunas personas no podían cambiar.
Pero estaba sorprendido porque... —Si Azrael es quien debe matarte, ¿por qué
todavía sigue respirando? ¿Por qué no lo enviaste al infierno tu misma?
—Porque no puedes matar a la Muerte.
Tal vez la bruja finalmente se había vuelto loca. Demasiada oscuridad
podría hacerle eso a un débil espíritu. Brandt se encogió de hombros. —Sangró
bastante fácilmente para mí.
Ella miró hacia otro lado. Ah... ocultando algo. No importa. Él llegaría a
esa verdad muy pronto. Ahora mismo, quería saber... —¿Por qué está él con
Jade?
—Porque se la está follando.
Dentro, la pantera gruñó, mientras el hombre clavaba sus garras en la pared
más cercana. Una pared a pocos centímetros de la cabeza de Heather.
—Me aseguré de eso, —susurró y le miró fijamente a los ojos mientras
confesaba, —Hasta... les ayudé.
Con un tirón, sus garras se soltaron y trozos de yeso cubrieron la cama. —
Tus malditos hechizos.
Su sonrisa había sido hermosa en su día. Ahora sólo era fría. —
Simplemente le di a Jade el valor de tomar lo que ella quería.—Intentó
encogerse de hombros, pero el movimiento se detuvo cuando puso una mueca de
dolor. —Habría sucedido... eventualmente. Vi la forma en que ella lo miraba. La
forma en que él la miraba a ella.
Heather no era una mujer estúpida. Las cosas habrían sido más fáciles si lo
hubiera sido. —Sabes que él morirá ahora. —Pero eso era lo que ella quería.
—Sé que está empezando a quererla tan desesperadamente como tú la
quieres.
Sus dientes traseros rechinaron. —Quieres que lo mate.—Para asegurarse
de que su visión nunca se hiciera realidad. Si este Azrael era realmente el ángel
de su visión, al que había temido durante tanto tiempo...
—No estaba segura de que… pudieras, —dijo ella. —Pero...tal vez.
—¿Estás seguro de que es un ángel?—Preguntó Brandt porque en este
mundo sabía que los seres no siempre eran lo que parecían. No podía haber
sorpresas cuando se enfrentaran de nuevo. Sólo muerte.
—Estoy segura de que nunca había conocido la tentación, no hasta que
Jade se cruzó en su camino. Nunca había conocido el pecado, no hasta ella.
Eso era un montón de mierda. Había mirado a los ojos de Azrael. Era un
hombre que conocía bien el pecado.
Después de todo, Brandt conocía esa mirada demasiado bien, era la misma
mirada que sus propios ojos poseían.
—No te dejará tenerla. —El aliento de Heather era un resuello mientras la
sangre se filtraba a través de sus puntos de sutura. Quizás debería haber hecho
algo más que cerrar la piel. ¿Quizás debería haber trabajado en las heridas
internas? Oh, bueno. Demasiado tarde ahora. —Él es... un guardia...
¿Un guardián? Por lo que había oído, esos ángeles no eran grandes
amenazas.
Pero quizás un guardián que ha caído sería un reto mayor. —Si sangra,
entonces puede morir.—Sus garras habían atravesado la piel de Azrael con
bastante facilidad. —Sólo dime dónde está y lo mataré. —Una rápida búsqueda
con su precognición y ella tendría la ubicación del tipo.
Pero Heather agitó la cabeza. —Demasiado… débil.
Suspirando, Brandt se puso de pie. —Bien. Deberías descansar. Recupera
tus fuerzas.
Ella asintió.
Él se dio la vuelta. Se dirigió a la mesa cercana y dejó que sus dedos se
enroscaran alrededor del espejo oscuro que había enviado a un compañero de
manada a recuperar.
En un instante, volvió a la cama. Sus garras le abrieron el brazo y la sangre
de Heather voló sobre el cristal.
Ella gritó.
—Heather, ¿parece como si me importara una mierda lo débil que te
sientas?—Ahora la bruja gimoteó. Sí, debería haberlo sabido. —Mi hermano
gilipollas está ahí fuera con este ángel. Jade me traicionó. Tanner me traicionó
de nuevo. Los quiero a todos, y los quiero ahora. —La agarró por la nuca. —
Antes de ir al infierno, escudriñaen la oscuridad y averigua dónde se esconde ese
ángel.
Ella miró fijamente a la oscuridad. Cuando sus ojos empezaron a nublarse,
supo que la oscuridad le devolvía la mirada. Él empujó su cara hacia el espejo.
Ya voy, Jade. Y voy a matar a todos los que estén cerca de ti.
Era una promesa vieja y familiar. Una que ella conocía demasiado bien.
Una que él cumpliría, una vez más.
Capítulo Once
—¿Por qué no me hablaste de él?—La mano de Az acarició la curva de la
espalda de Jade. Ésta estaba sentada en el borde de la pequeña cama, y, ante su
pregunta, le miró por encima del hombro.
Sus mejillas aún estaban sonrojadas, sus labios rojos e hinchados a causa
de su boca.
Ella era tan hermosa para él. Incluso ahora, él se dolía por ella, pero...
Pero ella me tendió una trampa.
Con esfuerzo, Az mantuvo la voz tranquila mientras preguntaba: —¿Hay
alguna razón por la que no me dijiste la verdad sobre Brandt?—¿Querías que me
matara?
Parpadeó con eso ojos que decían fóllame. —Yo... te la dije. Es un
cambiaformas psicótico. Súper fuerte, súper loco y...
—Y tiene un montón de sangre de ángel fluyendo a través de él.—Ahora la
ira se abrió paso más allá del hielo en sus palabras. —¿No pensaste que era
importante que yo conociera ese pequeño detalle? El toque mortal no funcionará
con alguien como yo. —Una de las pequeñas cláusulas de seguridad que el gran
jefe había puesto en marcha. Se suponía que los ángeles no debían matarse entre
sí.
Pero Jade estaba sacudiendo la cabeza. —No es un ángel. Viste sus garras,
joder, ¡lo he visto transformarse! Es una pantera. No es como tú.
Az sólo la miró mientras su mente daba vueltas. Había roto tantas reglas
por ella. Pensó que ella podría ofrecerle redención, pero la oportunidad de
recuperar su vida nunca había estado más lejos de él.
Ahora no sólo tenían que lidiar con el bastardo de su ex, sino que también
tenían que lidiar con los Ángeles de la Muerte que estarían tras su rastro.
—Cada Otro puede reconocer a los de su propia especie, —dijo. Era una
regla de la naturaleza. Los cambiaformas podían captar los olores que
identificarían a otros de su calaña. Las brujas podían sentir el impulso mágico de
aquellos con poderes como los suyos, y en cuanto a los Ángeles de la Muerte...
—Mi toque habría matado a un cambiaformas normal.—Apartó los dedos de su
piel. Las posibilidades se barajaron en su mente, y luego la más fuerte se le
metió en la cabeza. —Mi suposición es que el tipo es un híbrido.
Ella se levantó de la cama y se volvió hacia él. La mujer ni siquiera parecía
darse cuenta de su desnudez. Eso estaba bien. Él era muy consciente de ello por
ambos.
—¿Un híbrido?—Repitió con una pequeña línea que se profundizaba entre
sus cejas. —Quieres decir que su padre era un cambiaformas y su madre...
—Probablemente era un ángel.
Sus ojos se entrecerraron. —Nunca me habló de su madre.—Registró la
habitación. Encontró su camisa. Frunció el ceño cuando se dio cuenta de que
había sido cortada en pedazos.
—¿Así que realmente no lo sabías?—Se levantó lentamente, estirándose.
Su olor estaba en su piel.
A Az le gustaba bastante. Lo que no le gustaba era la idea de que ella le
hubiese tendido una trampa deliberadamente. Aunque su toque no había sido
capaz de matar a Brandt, las garras de ese tipo habían hecho un trabajo
minucioso cortándolo en pedazos.
Las garras de un cambiaformas no eran un arma forjada por el hombre, así
que, sí, servirían cuando se trataba de matar a un ángel.
¿Es así como murió la madre de Brandt?
Las manos de Jade se apretaron en torno al tejido desgarrado de su camisa.
—¿Realmente crees que te tendí una trampa? ¿Para que murieras?
La miró fijamente, esperando.
Ella le tiró la camisa. —¡No, idiota, no lo hice! —Luego se dio la vuelta y
empezó a abrir los armarios y cajones. Jade gruñó cuando no encontró nada de
ropa, y luego se dio la vuelta con ojos iracundos.
El rojo manchaba sus mejillas, pero él ya no creía que ese resplandor fuera
por pasión. Más bien por furia. —Yo fui quien se llevó sus garras al pecho para
protegerte. ¿Recuerdas ese pequeño y dulce momento? Porque seguro que yo sí
lo recuerdo. Está grabado en mi memoria.
Él nunca sería capaz de olvidar ese momento. En ese instante, había
decidido…
—Así que, no, no pensé que sería un juego divertido de mierdas y risitas
para mí entregarte a mi ex, quien ha llenado mi vida de infierno y sangre durante
los últimos diez años,para que pudiera matarte. Realmente esperaba que el
todopoderoso y duro ángel fuera el que se lo cargara. —Su pecho se levantaba y
hundía con su acelerada respiración.
Era extrañamente hermosa cuando se enfurecía.
La mirada de Jade se posó en su polla. Entrecerrada. —Ni siquiera lo
pienses ahora, ¿entendido? Acabas de acusarme de usarte como una especie de
juguete de presa para Brandt. No es así como trabajo, y tú, ángel, bueno, tienes
que replantearte las cosas. —Ella se alejó de él.
Debería dejarlo pasar. Déjala ir. Pero…
—¿A quién mataste?—Az le preguntó.
Se congeló con los dedos a unos centímetros del pomo de la puerta.
Con un gesto de sus manos, conjuró ropa para sí mismo, y para ella. Jade
podría estar enojada, pero él no la dejaría salir de la habitación desnuda, no con
los otros a sólo unos metros de distancia.
En un instante, unos vaqueros suaves y una camiseta blanca aparecieron
sobre su cuerpo. Ella no conocía la ropa, aunque se sobresaltó por la sorpresa.
Sigue sin mirarme. Haría que ella lo mirara. Después de a lo que había
renunciado por ella, le debía la verdad.
—¿Te dijo Brandt que soy una asesina? —Su voz era suave. —Sabes que
no deberías confiar en él. Es un mentiroso patológico.
—No fue Brandt. Fue un ángel que conozco desde hace siglos. —Un tipo
que no podía mentir. A diferencia de Brandt, el tipo no era un híbrido. Los
ángeles de sangre pura sólo decían la verdad.
Como las palabras provenían de Bastion, sabía que no eran un truco. Él
había pensado que ella era inocente. Necesitada de protección. Pero le había
estado mintiendo todo el tiempo.
No era tan inocente. Ni siquiera de cerca.
¿Por qué sigo queriéndola tanto?
Jade seguía sin mirarlo. Sus dedos alcanzaron el pomo de la puerta. —
Entonces supongo que sabes la verdad.
Jade abrió la puerta. No. Él la agarró. Cerró esa puerta de un portazo y, en
un instante, la enjauló entre sus brazos. —¿Quién fue?
Un débil brillo de lágrimas inundó sus ojos. —Vete al infierno.—Az dio un
paso atrás, sorprendido más por las lágrimas que por sus palabras. —No te
quedes ahí parado juzgándome. Eres un Ángel de la Muerte. No un guardián
gentil. La muerte es todo lo que conoces. Cuántas vidas has quitado, ¿eh?
¿Cientos? ¿Miles? No sabes cómo ha sido mi vida, y seguro que no entiendes lo
que he tenido que hacer para sobrevivir. —Matar. —Los humanos se adaptan,
¿verdad? ¿Esa es nuestra fuerza?—Sus labios se curvaron en la sonrisa más dura
que jamás le había visto. Una sonrisa que no coincidía con el rastro de humedad
en sus ojos. —Digamos que soy una profesional adaptándome. Ahora hazme un
favor y retrocede.
La miró fijamente y no se movió ni un centímetro. —¿Sabes a lo que
renuncié por ti?
—Considerando que yo estaba dispuesta a entregar mi vida por ti, ahora
mismo, no me importa.—Ella no esperó a que se moviera. Jade lo empujó y Az
salió disparado un metro y medio de distancia. —La mandíbula de Jade se quedó
colgando. —¿Cómo...?—Se interrumpió, mirando su mano. —Lo siento. Yo-yo
no pretendía...
Az se levantó del suelo. La sangre. Él tendría que decirle qué esperar,
pero... no sabía qué esperar.
Jade se giró y abrió la puerta. Salió corriendo aún cuando Az la llamaba.
Pero no llegó muy lejos. Unos pasos y se estrelló contra Tanner.
El cambiaformas la agarró por los brazos y la sostuvo en su lugar. —
Tenemos un problema.—Un músculo se movió a lo largo de su mandíbula.
Ella se alejó de él. —¿Un problema?—Su risa tenía un tono irregular. —
Confía en mí, creo que tenemos mucho más que un problema con lo que lidiar
aquí.
Tanner miró por encima de su hombro a Az. —Nos está dando caza.
Az sólo asintió. Se había figurado que Brandt vendría a por él más pronto
que tarde.
—Quizás tengamos una hora, probablemente menos que eso, antes de que
nos siga el rastro hasta aquí.
—¿Cómo sabes eso?—Preguntó Jade mientras se pasaba una mano por el
pelo. —¿Cómo es posible que tú lo sepas?
—Porque todavía tengo un amigo en la manada, y me llamó para decirme
que tenemos que salir de este lugar.—Exhaló enojado. —Heather sigue viva.
Brandt la obligó a usar la precognición y le dijo exactamente dónde estamos.
Así que el bastardo venía a por él. Bien. —Deja que nos dé caza.
Tanner levantó una ceja. —¿Estás tan ansioso por otra patada en el culo?
Porque yo no lo estoy.
Az cruzó la habitación en un instante. Su poder podría no funcionar con
Brandt, pero Tanner era cien por cien un cambiaformas. —Tú sabías lo que era
él.
Jade no. Lo tenía claro, ahora. Pero Tanner...
—Sí, lo sabía.
Y con un movimiento de su mano, Az tiró al bastardo por la ventana más
cercana. El cristal se hizo añicos mientras Tanner volaba hacia el muelle.
—¡Az!—Jade le envió una mirada conmocionada antes de salir corriendo
tras el cambiaformas que ahora gruñía. —Cielos, un puñetazo habría sido
suficiente, —le gritó ella. —Lanzarlo a través de la ventana fue un poco
demasiado.
La verdad es que no. Pensaba que le debía más a Tanner.
Conjuró una bola de fuego y la siguió fuera de la casa hasta el
desvencijado muelle. Tanner acababa de levantarse. Echó un vistazo a las llamas
que se cernían sobre las manos de Az y sus garras se desplegaron
inmediatamente.
Pero entonces Jade saltó entre ellos.
Az detuvo su fuego.
—¿Hay alguna razón por la que no nos hablaste acerca de los, um,
pequeños poderes de Brandt?—Preguntó Jade, con una voz lo suficientemente
caliente como para arder como el fuego en las manos de Az.
—Creí que lo sabías, —fue la respuesta inmediata de Tanner. —Diablos,
pensé que no había nada que no supieras sobre Brandt. Y si tú creíste que este
tipo...—Apuntó con una garra hacia Az. —Podría cargárselo, entonces yo
también lo creí.
Hasta el momento en que Brandt hundió sus garras en el pecho de Az.
Entonces todos dejaron de creer. —Aquí hay algunas trivialidades angelicales
para ti.—Az dejó que el fuego muriera. Siempre podía volver a conjurarlo
fácilmente. —Se necesita más que el Toque de la Muerte para matar a los
nuestros. Los ángeles, incluso los mestizos, no pueden ser asesinados con las
armas de los mortales. —Dales unas cuantas vueltas más a través de la herencia
sanguínea, unas cuantas generaciones más para diluir esa poderosa sangre,
entonces podrías tener un ser que moriría con un toque. Pero los ángeles de pura
sangre y mestizos de primera generación eran demasiado fuertes.
Su magia luchaba contra la Muerte.
—Así que si no puedes matarlo, ¿qué se supone que hagamos con Brandt?
—Tanner quería saber mientras comenzaba a pasearse a lo largo del muelle. —
¿Qué? ¿Vamos a esperar aquí, dejar que venga y nos mate a todos?
—Ese no es un buen plan, —soltó Jade.
No, no lo era. —Tiene a la bruja.
Tanner se detuvo y asintió.
—La necesitamos.—No le gustaba Heather. No confiaba en ella,
especialmente después de lo que le había hecho a Jade, pero si iban a eliminar a
Brandt, tendrían que salvarla. —Ella sabía lo de la bala de azufre. Ella podría
haber incluso...
—Ella es la que le hizo las balas, —admitió Tanner, deteniendo las
palabras de Az. —Encontró un sabueso del infierno herido hace mucho tiempo.
Molió sus garras para hacer las balas.
Un sabueso del infierno, ¿eh?
—¡Espera!—Jade levantó su mano. —Me dijo que recibió esas balas de
una bruja en Las Vegas.
—Sí, eso es porque originalmente se enrolló con Heather en Sin City.
—¿Se enrollaron? —Preguntó Jade. Luego agitó la cabeza. —No te
refieres a que ellos...
—Correcto. Estaban calientes y salidos, hasta que Brandt conoció a cierta
humana que se metió bajo su piel. Heather me dijo que una vez que te conoció,
la dejó… por muerta, por cierto.
Sus manos se apretaron en puños. —Suena muy típico de Brandt.
—Sabías todo esto de ella,—Az caminó por el viejo muelle mientras se
acercaba a Tanner, —¿Y aún así confiaste en ella? Nos enviaste con ella y...
—¡La rajó y la tiró al pantano!—Tanner se paró junto a él. —No es como
si ella estuviera pensando en él. ¡La mujer quería venganza! Pensé que nos
ayudaría.
—Ella quería venganza.—La voz enfadada de Jade hizo que la mirada de
Az se deslizara hacia ella. Se frotó el pecho. —Estaba dispuesta a matarme para
conseguirlo.
—Nunca pensé que te atacaría, —dijo Tanner. —Lo juro, ¿de acuerdo?
Pensé que ella querría matar a Brandt, no a ti.
Pero Az lo entendía. —Ella estaba atacando a Brandt cuando fue a por
Jade.
Jade asintió. —Ella me dijo que estaba tomando su corazón.—Matándola.
—Perra, —murmuró Jade mientras se frotaba los brazos, como si estuviera
helada.
—Lo siento.—Las palabras pronunciadas entre dientes eran de Tanner. —
Si hubiera pensado por un momento que intentaría matarte, Jade, nunca la habría
llevado con nosotros.
Fue un error que Az se aseguraría de que no repitieran.
Pero la mirada de Jade estaba estudiando a Az ahora. —Bueno, digamos lo
que digamos de ella, la bruja conoce sus armas. Esas balas que hizo funcionaron
contigo.
—Así que también funcionarán sobre él.—Herirían a Brandt. Lo matarían.
—Sólo necesitamos que Heather nos dé un nuevo lote.—Entonces estarían en
igualdad de condiciones. Garras contra azufre.
Tal vez no en igualdad.
Y tal vez Brandt estaría muerto.
Az sonrió. —Deja que nos dé caza. Mientras viene a por nosotros,
estaremos volviendo a su campamento. —Y llevándonos a la bruja.
Un agudo ladrido de risa escapó de Tanner. —Estás loco, ¿verdad?
Tal vez. Una Caída podría enviar a algunos ángeles a una delirante locura.
Crear asesinos, monstruos.
Pesadillas que caminaban por la tierra.
—Pero ese es un plan muy inteligente, —continuó Tanner. —Uno que
Brandt no lo verá venir. Tendremos que movernos rápido.—Su cabeza se movió
hacia la izquierda mientras sus fosas nasales se dilataban. —¿Qué demonios?
Az siguió su mirada hacia la retorcida oscuridad de los árboles.
—¿Ya nos ha encontrado?—Preguntó en voz baja Jade.
Tanner pasó junto a ella. —Alguien está herido ahí fuera. Puedo oler la
sangre.
Sentidos de cambiaformas.
—No es humano, —añadió, casi como si fuera una idea tardía.
Jade le frunció el ceño. —¿Quién lo es hoy en día?
Az dejó que su mirada buscara entre los árboles. Esto podría ser una
trampa. Brandt era un cazador astuto. Podría haber puesto un cebo débil para
atraerlos.
Az había visto a asesinos usar este movimiento docenas de veces a lo largo
de los siglos. —¿Encontraste el rastro, Tanner?
El cambiaformas asintió. —Una milla a la izquierda. Quienquiera que sea,
se mueve muy despacio. —Miró hacia Az. —Podría estar cerca de su muerte.
El muelle crujió. Az miró hacia atrás y vio a Cody avanzando hacia ellos.
Ahora su pequeño grupo estaba todo reunido.
La preocupación asomó en la cara del demonio. —No podemos dejar que
alguien muera ahí afuera.
Jade se puso rígida cuando vio al doctor, y dio un rápido paso hacia Az.
—No tenemos mucho tiempo que perder, —gruñó Tanner. —Brandt está
arrastrando el culo hasta aquí. No podemos derrotarlo a él y a toda su manada
ahora mismo. Tenemos que irnos.
—Necesitamos a la bruja, —dijo Az. Tenía que conseguir esas balas y
Heather era la que podía proporcionarle el arma perfecta. No había forma de que
él olvidara o perdonara lo que ella le había hecho a Jade. O a él. Pero usaría a la
bruja. —Ella es la que puede darnos el arma que necesitamos.
—¿Es ella realmente nuestra única opción?—La delicada mandíbula de
Jade se apretó mientras se acercaba a Az.—Lo siento, supongo que estoy un
poco indecisa por todo el asunto del intento de matarme.
Sus dedos rozaron su mejilla. —No va a hacerte daño otra vez.
—No, —dijo Jade, —no lo hará. No voy a darle la oportunidad.
Tanner se aclaró la garganta. —Todos estamos enojados. Todos queremos
nuestra libra de carne.—Él suspiró. —Pero si queremos usarla, tenemos que
darnos prisa e ir a buscarla.
—Todavía no.
Todos se giraron ante las impetuosas palabras de Cody. El demonio se
mantuvo firme. —Aún no nos vamos.
Como si el doctor fuera a detenerlo.
Pero Cody señaló al bosque. —Yo también puedo oler la sangre, —dijo. —
Hay alguien ahí afuera, herido. ¿De verdad vamos a abandonarlos?
No, no lo iban a hacer. Az inclinó la cabeza y Tanner salió corriendo. Salió
del muelle y se dirigió hacia la izquierda. Todos le siguieron, corriendo entre la
espesura de los árboles. El cambiaformas no dudó mientras seguía el rastro a
través de esos bosques. Cuando se trata de cazar, no hay nada mejor que la nariz
de un cambiaformas.
Y Tanner no tardó en atajar por el pantano y encontrar a su presa. Los otros
le siguieron, y Az se aseguró de mantener a Jade cerca de él. Hasta que
descubriera todos los efectos que su sangre tendría en ella, Az no quería a Jade
fuera de su vista.
Tanner se detuvo. Inhalado. Apuntando a un lado. —El olor a sangre y
flores viene de allí.
¿Sangre... y flores? El corazón de Az comenzó a latir más rápido.
Tanner ladeó la cabeza mientras estudiaba a Az con una comprensión
creciente en sus ojos. Jade y Cody exhalaron alientos mientras se detenían.
—¿Seguro que quieres volver a ser un héroe?—preguntó Tanner. —Tal vez
no sea alguien a quien quieras salvar. Tal vez es alguien a quien ya le diste una
patada en el trasero.
Tal vez. Sangre y flores. No lo sabría con seguridad, no hasta que viera a la
presa.
Empezaron a moverse de nuevo. Más rápido ahora, porque Tanner se
estaba acercando a ese olor. Jade se movía demasiado rápido para ser humana, y
ni siquiera parecía darse cuenta de ello. No sabía por cuánto tiempo la sangre
seguiría impactando en ella. El hecho de que ella haya visto sus alas…
Ella no tenía miedo.
Los árboles parecían soplar a su paso mientras las ramas se extendían y
arañaban su carne.
—¡Tanner!—Por un instante, perdió de vista al cambiaformas.
Entonces Az dobló una curva, saltó sobre un árbol caído y encontró a
Tanner agachado en el suelo.
Una mujer rubia yacía en sus brazos. Con la piel pálida y manchada de
sangre. Marna.
No.
En un instante, estaba al lado de Marna. Estaba boca arriba, con los ojos
cerrados. La levantó con cuidado. Sus ropas estaban desgarradas pero la piel de
su estómago y pecho estaban completamente curados. Los ángeles podían
curarse tan rápido, incluso de las garras de una pantera.
Pero al levantar a Marna en sus brazos, se dio cuenta de que algunas
heridas no se podían curar.
Le habían cortado las alas. La carne de su espalda aún se estaba
remendando, cruzada con gruesos y rojos cortes, y sus alas ya no estaban.
—¿Az?—Ahora la voz de Jade tenía miedo.
El ángel que vino a tomar tu alma. ¿Jade la recordaba? No podía mirarla
entonces. La culpa era demasiado. Las heridas de Marna eran culpa suya. Había
interferido. Había alterado el destino.
Un ángel no podría volar hasta la puerta y entrar en el cielo sin sus alas.
—Conozco este trabajo. —Las palabras bajas y estruendosas de Tanner. Az
lo miró y vio que la cara de Tanner estaba retorcida de furia. —Parece que
Brandt la cogió.
Los ojos de Marna no se abrían.
Jade tocó a Az en el hombro. —Tú la conoces.
Asintió con la cabeza. —Su nombre... Ella es Marna.
—¿Otro ángel?—Ella susurró. —Esto... esto probablemente suene
demencial, pero creo que la he visto antes.
—La has visto.—El poder de un ángel provenía de sus alas. Sin las alas,
Marna tardaría semanas en fortalecerse. Los demás podían verla ahora, porque
sus alas habían desaparecido. La vida de Marna había desaparecido.—Cuando
llegó el momento de tu muerte, ella fue la que vino a llevarse tu alma.
Jade se puso de rodillas junto a él. —¿Entonces por qué es ella la que está
rota en el suelo?
Por mi culpa.
Cody se inclinó para presionar sus manos contra la espalda de Marna. —
Puedo suturarla. Tenemos que llevarla a mi casa. Limpiaré las heridas, la
vendaré...
—Y entonces Brandt aparecerá y terminará de rebanarla, —terminó
Tanner. —Lo siento, pero diablos, no. La mejor oportunidad de sobrevivir de
esta mujer es salir de aquí.
Él tenía razón. Az estaba de pie, con Marna acunada en sus brazos. Su
mirada se encontró con la de Cody. —Te confío su vida. Si algo le pasa a ella, ni
siquiera quieres saber la furia que va a llover sobre todos nosotros.
Cody asintió y la alcanzó. —Yo la trataré, yo...
—Tú y Tanner la sacaréis de aquí. Corred tan rápido como podáis, y no
miréis atrás.—Porque cuando Brandt viniera de caza, seguiría el olor de Jade, no
el de Marna. El de Jade y el de Az. Tenían que separarse de los otros si Marna
iba a sobrevivir. Az mantuvo la mirada del demonio.—Cuando despierte, hagas
lo que hagas, no dejes que te toque.
Los ojos del doctor se abrieron de par en par. —¿Por qué querría...?
—Ella va a estar furiosa, y tú serás el demonio que esté a su alcance. Un
toque y estarás muerto.
Cody tragó. —Supongo que la tendré que restringir.—Agarró con fuerza a
la mujer inconsciente.
—Si quieres seguir viviendo, lo harás.
Un asentimiento del demonio.
Jade se quedó en silencio a su lado.
—¿Cómo nos encontrarás?—Preguntó Tanner.—Una vez que atrapes a la
bruja, ¿cuál es el gran plan? ¿Vas a ir tras Brandt por tu cuenta?
Tal vez. —Regresa a Nueva Orleans. Vea un bar llamado Sunrise mañana
por la noche, justo a medianoche.
—¿Y tú estarás allí?—El cambiaformas presionó.
Mentir no era una opción, así que fue bueno que Jade dijera: —Sí.— antes
de que Azrael tuviera que responder.
—¡Márchense!—Le dijo Az a los otros dos, porque la tensión ya atenazaba
su cuerpo. Los minutos iban pasando. Brandt se estaría acercando.
Tanner y Cody desaparecieron entre los árboles. Protegerían a Marna. Az
sólo esperaba que ella no terminara matándolos por su problema.
—Tenemos que asegurarnos de que Brandt tiene un olor que seguir, —dijo.
—Tú eres a quien él quiere, así que ignorará a todos los demás y se concentrará
en tu rastro.
Jade asintió, luego se giró y empezó a correr hacia el bosque. Az se quedó
justo sobre su estela. Corriendo con ella, manteniéndose cerca, pero sin tratar de
enmascarar su olor de ninguna manera.
Luego se metieron entre los arbustos. Ella se quedó jadeando a la orilla
dela espesa y verde agua del pantano. —Ahora... ¿qué?
Correrían lo suficiente para llevar a Brandt a una buena persecución. Az
cogió su mano. Tiró de ella cerca. Nunca había probado esto con otrapersona. —
¿Confías en mí?
—Sí.—Sin dudarlo.
—Entonces, agárrate.—Él apretó sus brazos alrededor de ella.
Y desaparecieron.
Cuando Jade abrió los ojos, el mundo entero estaba girando. Se tambaleó
al alejarse de Az y casi cayó al suelo. Los reflejos del tipo eran súper rápidos, y
él la atrapó justo antes de que ella pudiera estrellarse contra la tierra.
—Tranquila,—susurró contra su oído. —Tu cuerpo tardará unos minutos
en adaptarse.
¿Adaptarse a qué? Las náuseas se agolparon en su estómago y tuvo que
agacharse, poniendo la cabeza entre las rodillas. —¿Qué acaba… de pasar?
—Nos movimos muy, muy rápido.
Parpadeando, miró hacia arriba. El pantano había desaparecido. Estaban
parados a pocos metros de un ciprés que se arqueaba. No cualquier ciprés. Se
recordó mirando fijamente a este árbol mientras luchaba por vivir.
Azrael se alejó de ella. Se inclinó y estudió el suelo. Ella vio sus hombros
tensos.
El suelo parecía temblar bajo sus pies.
Jade aspiró profundamente. Luego de nuevo. Lo siguió con piernas
temblorosas., y vio las plumas negras ensangrentadas en el suelo. Las plumas
eran demasiado grandes como para pertenecer a un pájaro.
Ven conmigo, Jade. Es hora de que descanses. Recordó las palabras,
susurradas a través de su mente, aunque no se lo había contado a Az. Recordaba
las palabras y al ángel que se le había aparecido.
Marna.
Pero Marna nunca la había tocado. Si el ángel lo hubiera hecho, Jade sabía
que no estaría allí.
—¿Dónde está su campamento?,—preguntó Az mientras miraba esas
plumas. —¿Dónde está el agujero al que se retiró el bastardo después de que la
rebanara?
Az levantó la vista y ella se quedó muy quieta. Sus ojos ya no eran azules.
Eran negros como los de un demonio.
Y la rabia que vio en ellos le robó el aliento.
—¿Adónde iría?—Az se dirigió hacia ella. —Tú lo conoces. Sabes cómo
piensa. ¿Dónde establecería su base el bastardo?
Cerca de aquí. Jade endureció sus temblorosas rodillas mientras señalaba.
—Probablemente al otro lado del agua.—Ella conocía esta zona. Ahora que la
niebla había desaparecido, reconocía el lugar porque lo había visitado en su
juventud. —Podrían haber ido en lanchas a motor. Por lo que recuerdo, solía
haber un campamento por allí. Muchos edificios abandonados.
Az se enderezó y se dirigió hacia el muelle. Los caimanes se deslizaban
lentamente por el agua.
Podía ver el viejo campamento. —No habrá dejado el lugar indefenso, —le
dijo ella. —Es demasiado listo para eso. Está de caza, pero habrá dejado una
trampa. Habrá dejado hombres atrás.
—Contaba con eso.
La promesa mortal en su voz hizo que los escalofríos se elevaran en sus
brazos. Este Az... era diferente. Desde el momento en que encontró a Marna en
aquel bosque, una frialdad se apoderó de él.
—Veamos qué tan rápido mueren,—susurró mientras agarraba su muñeca.
Esta vez no hubo una advertencia. Sólo la ráfaga salvaje del viento. La sensación
de mil manos esqueléticas en su cuerpo, y en el siguiente instanteestaban al otro
lado del agua. En la orilla.
Y ella sabía que Az estaba a punto de cazar.
Aparecieron justo en medio del área, a menos de dos pasos de un
cambiaformas que estaba recostado. Cuando los vio, el tipo soltó un gruñido
asustado y saltó hacia ellos con las garras en alto. Az envolvió su mano
alrededor de la garganta del tipo y lo levantó en el aire. —Quiero a la bruja, —
ordenó Az.
El cambiaformas le dio un zarpazo. La sangre se derramada del hombro de
Az.
Az solo sonrió.
Esa sonrisa la heló. Este no era el Az que había llegado a conocer. Este
tipo... era algo completamente diferente.
Con su mano izquierda, le rompió la muñeca al cambiaformas. Huesos
hechos añicos.
—Vas a morir, —le dijo Az. —Es sólo cuestión de... ¿cuán dolorosa
quieres que sea esa muerte?
Un tenue resplandor apareció bajo la mano de Az mientras agarraba la
garganta del cambiaformas. El humo comenzó a salir de la piel de la pantera
mientras se convulsionaba.
—Puedes arder,—Az le dijo, —desde adentro hacia afuera.
Y lo estaba haciendo.
—Az... —Jade levantó su propia mano, y luego dudó cuando el
cambiaformas empezó a hablar.
—A-a la izquierda. Tercer edificio. La b-bruja... está allí… —Las palabras
terminaron en un gorgojeo ahogado cuando el cambiaformas cayó al suelo. Su
cuerpo seguía humeando, pero sus ojos estaban abiertos y mirando a la nada.
Jade se volvió y miró a la izquierda. Vio los cuerpos ensombrecidos de
otros dos cambiaformas que venían hacia ella. Sólo que no estaban atacando
como hombres. Se precipitaban sobre unas silenciosas patas de pantera. Ella
abrió la boca para gritar una advertencia.
No hubo oportunidad de advertir a Az. No hubo oportunidad ni necesidad.
Una bola de fuego salió volando de las yemas de sus dedos y se dirigió hacia las
panteras. Uno gritó, un sonido alto y agudo, y voló hacia la derecha. Las llamas
chocaron contra la segunda bestia. Cayó al suelo e inmediatamente empezó a
rodar mientras luchaba por apagar las llamas. Su pelaje desapareció al perder el
cuerpo de bestia, y la carne del hombre se quemó al transformarse.
La otra pantera se levantó. Se encaró hacia Az.
Az comenzó a acecharle.
Vale, bien, así que él lo tenía todo controlado. Ella se encargaría de la
bruja. Tal vez hasta se vengaría porque nunca olvidaría a la mujer que le clavó el
cuchillo en el pecho.
Jade corrió detrás de Az. Contó los edificios. Uno. Dos. Tr…
Ella pateó la puerta. —Vale, bruja, estoy...
Heather estaba atada a la cama. La sangre se acumulaba a su alrededor. La
cara de la bruja había sido cortada. Su cuerpo estaba cubierto de zarpazos. Había
sangre. Tanta sangre. Sin embargo, ella aún vivía.
¿Cómo?
Jade se tragó la bilis que tenía en la garganta. La cabeza de Heather se
había girado cuando la puerta se abrió, y sus aturdidos ojos se fijaron en Jade.
—A-ayúdame...—La bruja susurró.
La lástima atravesó a Jade mientras ella recordaba... El cuchillo se clavaba
en su pecho. "Estoy tomando su corazón..." Sólo que Heather no le había
arrancado el corazón a Brandt.
Ella trató de arrancar el mío.
Jade entró en la habitación. Su mirada buscó en cada rincón, en todas las
sombras. Ninguna pantera esperaba al acecho.
—Por favor...—El llanto estrangulado de Heather. —Necesito...—Ella
trató de levantar su mano, pero la cuerda en el viejo poste de la cama no permitió
que su muñeca se levantara.
Jade se agachó cerca de la cama. Maldita sea. Esos zarpazos eran
profundos. Y toda esa sangre...
—Vas a estar bien ahora.—No, no iba a estarlo. No a menos que Az
pudiera entrar y ayudarla.
Su sangre. Esa sangre de ángel suya podría ser lo suficientemente fuerte
como para salvar a Heather.
—Vas a estar bien, —le dijo a Heather de nuevo, en serio esta vez. —¡Az!
—Jade gritó su nombre.
La bruja había sufrido. Tanta tortura. Jade no perdonaba a la mujer por lo
que había hecho, pero morir así....
Nadie merecía morir así.
Jade tiró de las gruesas cuerdas alrededor de las muñecas de Heather y
logró liberar la mano izquierda de la bruja.
—¡Az!—Ella gritó de nuevo. Lo necesitaba, ahora. Maldición, si él no
venía, ella tendría que arrastrar al ángel lejos de esas panteras.
Jade se alejó de la cama, pero la mano libre de Heather salió volando y se
enrolló alrededor de su muñeca. —Lo siento... lo si... siento...
Moviendo la cabeza, Jade dijo: —Olvídate de eso ahora. Puedes pedir
perdón, pero puedo patearte el trasero… más tarde. Lo haremos después de...
—Tenía que hacerte daño... para llegar a él... —Heather se quedó sin
aliento. —Sólo hay un camino...—La sangre goteaba entre sus labios.
Sí, bueno, había sido una manera de mierda, pero lidiarían con eso después
de evitar que Heather muriera.
—Le haces… débil.
—Nada debilita a Brandt. —Heather debería haberse dado cuenta de eso.
—Él realmente no me ama. No puede amar a nadie. —Era un sociópata. Incapaz
de amar de verdad. Lo había aprendido hace mucho tiempo. Había dicho las
cosas adecuadas al principio. Hizo lo correcto. Pero el hombre estaba roto por
dentro.
—Ahora vuelvo, —le prometió Jade. —Traeré a Az. Él puede ayudarte.
Pero Heather no le soltaba la muñeca. —Tú... mátalo. —Las uñas de la
bruja se clavaron en su carne. —Tengo que...—Más sangre borboteó de los
labios de Heather. —Él… lo destruirá todo.
—Si quieres que detenga a Brandt, entonces tútienes que ayudarme.—Jade
intentó mantener el miedo fuera de su voz. A la bruja no parecía que le quedara
mucha vida. —Necesitamos esas balas de azufre que hiciste para Brandt. Az cree
que pueden eliminarlo.
Movió su cabeza en el más pequeño de los movimientos negativos. —No...
más.—Bueno, demonios. —Tú mata...
Una ráfaga de aire le revolvió el pelo a Jade. Parpadeó y encontró a Az
arrodillado junto a la cama.
Cuando ella lo vio, Heather gritó y trató de retroceder. No tenía adónde ir.
—¡No! No toques...
—¿Dónde están las balas?—Preguntó.
Heather empezó a jadear.
Jade agarró su hombro. —No tiene más balas. Sólo... mierda, ayúdala.
Él giró lentamente su cabeza para enfrentarse a la mirada de Jade. —Te
clavó un cuchillo en el pecho. Y se rio mientras sangrabas.
Um, no recordaba exactamente toda esa parte de la risa.
Entonces Heather empezó a reírse de nuevo y el goteo de un helado
recuerdo fluyó por la mente de Jade.
—Sabía... sabía que serías tú... —Susurró Heather. —Siempre...—Sus
párpados comenzaron a cerrarse.
Az la zarandeó. —Aún no te vas a morir.
—Ya estoy… muerta. —No abrió los ojos. —Tú sabes... cómo funciona.
Debería haberme llevado antes... no se puede detener a la muerte.
El frío hizo que la piel de Jade se volviera más áspera. —¿Hay más balas
de azufre en tu tienda?
—Ve... al infierno... para conseguirlas...—El aliento de Heather parecía
ahogarse. Su pecho apenas se elevaba. —Tal vez... tal vez encuentre algunas
cuando llegue allí. —Sus pálidos y ensangrentados labios se curvaron.
—¡Haz algo, Az!—Sólo ver morir a la bruja la estaba desgarrando.
Pero entonces la habitación pareció volverse muy, muy oscura. Como si
algo estuviera absorbiendo toda la luz.
Una gruesa sombra apareció cerca de la cama. Una sombra con forma de
hombre. Se cernía sobre Heather. La alcanzó.
Incluso cuando Az extendió la mano al mismo tiempo. La mano de Az se
presionó sobre esa mano sombría. Heather se puso rígida. Su boca se abrió en un
grito silencioso. Su pecho dejó de levantarse.
Jade se giró. Abriendo la puerta, ella huyó afuera. Dos cambiaformas
yacían tirados en el suelo. Inmóviles. ¿Estaban muertos también?
Estaba tan cansada de la muerte. Jade corrió hacia el bosque. Quizás
debería haber sentido alivio por la muerte de Heather. Una perra loca menos que
la quería muerta. Pero...
Pero no se sentía aliviada. Heather no debería haber terminado así. Nadie
debería sufrir tanto.
Jade chocó contra un fuerte pecho. Unos brazos poderosos la alcanzaron.
La sostuvieron fuertemente. La cabeza de Jade sufrió un latigazo cervical. Sus
ojos quedaron atrapados por una mirada dorada. Una que parecía fría como el
hielo.
—Te he estado esperando, —dijo el hombre, y sus manos se apretaron
alrededor de ella.—Es hora de venir conmigo.
Jade le dio una patada en la ingle. Sorprendido, la soltó. Su pelo ondeaba
con la brisa.
—Sigue esperando, gilipollas, —le dijo mientras retrocedía unos preciosos
pasos. —¡No iré a ningún lado contigo!
Una línea de fuego apareció, separándola del acaparador extraño. —
¡Aléjate de ella, Bastion!—Rugió Az. —¡No la toques!
Demasiado tarde. La había tocado. Y el tipo, Bastion, simplemente saltó a
través de esa pared de llamas y la agarró de nuevo. La agarró y Jade finalmente
vio las alas que brotaban de su espalda. Oh, maldición.
La levantó, sosteniéndola sin esfuerzo. Su rostro, guapo, fuerte, demasiado
duro, se acercó al de ella mientras la miraba fijamente a los ojos.
Esas alas suyas parecían bloquear la luz. No eran sombras como las de Az,
sino tangibles, reales, unas alas gruesas. Alas negras.
Los ojos de Bastion la congelaron. —Deberías estar muerta.
La misma canción. —Me lo han dicho muchas veces, —susurró.
—¡Bastion!—Az bramó, y luego embistió contra el otro ángel. En esa
estremecedora colisión, todos cayeron al suelo. Jade gruñó ante el impacto y se
alejó rodando. Se levantó y encontró a Az y a Bastion girando uno alrededor del
otro.
—¿Vas a dispararme de nuevo?—Se burló Bastion. —¿Vas a seguir
volviéndote contra los tuyos para proteger a la humana?
¿Qué? —Az... —¿Le había disparado a este tipo?
Az inmediatamente saltó hacia ella, medio colocando su cuerpo frente al
de ella.
Bastion se rio ante ese movimiento, pero el sonido carecía de humor. Sólo
más hielo. —¿Intentando jugar al héroe? ¿Qué? ¿Tu pequeña mortal
erróneamente cree que eres el bueno en esta historia?
Entonces el viento crujió a su alrededor. No, el viento no. Bastion. Se
había movido como un relámpago, viniendo a pararse justo al lado de Jade. —
Eres una tonta, —le dijo. —Azrael fue expulsado por una razón.
La mano de Jade alcanzó la de Az. Sus dedos se entretejieron con los de él.
La mirada de Bastion cayó sobre sus manos entrelazadas. Parpadeó, como
confundido, y luego lentamente levantó los ojos una vez más. Esta vez, su
mirada se encontró con la de Az. —La destruirás. Tú lo sabes. Destruimos todo
lo que tocamos.
—Esta vez no. —Las palabras de Az sonaban como un voto.
Pero Bastion negó con la cabeza. —Debería estar muerta. Un toque, y ella
debería estar muerta. ¿No te das cuenta de lo que has hecho? —Az la envolvió
con su brazo y la acercó al pecho. —Ya la has destruido, —dijo Bastion, con voz
más suave. —Ni siquiera te das cuenta.—Luego levantó las manos. Él avivó el
fuego, como ella había visto hacer a Az muchas veces. Llamas brillantes, rojas y
doradas. Bailando. Girando en círculo. Girando… y volando hacia ella.
Jade gritó mientras el fuego se hinchaba aún más. Sintió la quemadura del
calor en su piel. Pero entonces Az estaba allí. Envolviéndola en sus brazos.
Protegiéndola y soportando el fuego abrasador directo en su carne.
Tomándolo, y luego devolviéndoselo al otro ángel. Bastion gritó. El olor a
carne quemada llenaba el aire.
Bastion desapareció.
Al principio, Jade no respiraba. Su mirada barrió el claro. De izquierda a
derecha. El suelo a su alrededor se había ennegrecido con el fuego. —¿Se ha...?
—Aspiró hondo, se aclaró la garganta, y preguntó, —¿ido?
Az no la soltó. —No.
Genial.
—Pero no volverá a atacar, aún no. No hasta que esté seguro de que puede
derribarme.
Esa no era la noticia tranquilizadora que esperaba escuchar. Az necesitaba
trabajar en todo eso de arengar la moralidad del equipo. —Entonces
larguémonos de aquí, ¿de acuerdo? Haz ese movimiento súper rápido y llévanos
a un lugar seguro. —Incluso si eso la hacía sentir náuseas. Estar enferma era
mejor que estar muerta.
No tenía duda de que Bastion la quería muerta.
—No hay un lugar seguro de Bastion. Podrá seguirnos a donde quiera que
vayamos.
Otra vez con toda la respuesta de "no lo que ella quería oír". Pero antes de
que pudiera hablar, Az la levantó en sus brazos. Ella puso sus manos alrededor
del cuello de Az. Se aferró a él tan fuerte como pudo.
Cuando el mundo giró a su alrededor, ni siquiera sintió miedo.
Vale, tal vez lo sentía. Porque mientras miraba hacia atrás por encima del
hombro de Az y veía que los retorcidos árboles comenzaban a desvanecerse
mientras él se alejaba corriendo, ella vislumbró la sombra corpulenta de unas
poderosas alas negras.
Bastion. Persiguiéndolos, justo tras ellos.
Ya la has destruido.
Capítulo Doce
—Jade. —Az la sostuvo fácilmente contra su pecho. Ella se sentía bien en
sus brazos. Su cuerpo suave, con curvas.
Mía.
No, no, un humano no podía pertenecerle a un ángel. Ese camino había
sido intentado antes, por otros. Esos ángeles habían caído por su lujuria. Habían
sufrido.
Yo ya he caído.
Sus ojos estaban cerrados, proyectando oscuras sombras sobre sus mejillas.
Parecía demasiado pálida a la luz del ocaso. Ella había querido protección. En
vez de eso, ahora tenía a un ángel vengativo tras ella.
Inclinó la cabeza. Sus labios rozaron su pelo mientras inhalaba su olor.
Después del infierno por el que había pasado, ¿cómo es que todavía olía a
fresas?
Su brazo colgaba sin fuerzas alrededor de su cuello. A mitad del viaje,
había caído inconsciente. El cuerpo de un humano, incluso uno nutrido por
sangre de ángel, simplemente no podía soportar la velocidad que había usado.
Entró en la cabaña. Una cama esperaba a pocos metros de distancia. Por
ahora, este lugar sería su refugio temporal.
Su tiempo juntos llegaría a su fin demasiado pronto.
No quiero dejarla ir.
¿Por qué no podía quedarse con algo para sí mismo, sólo por esta vez?
¿Estaría tan mal?
Sus pestañas comenzaron a agitarse. Apretando los dientes, la bajó a la
cama. Sus manos querían quedarse donde estaban, pero se obligó a dar un paso
atrás.
Sus ojos se abrieron y parecieron encontrar los suyos al instante. —¿Az?—
Ella dijo su nombre con una exhalación, su voz el mismo ronroneo ronco que
tenía durante el sexo.
Sus manos apretadas en puños. —Estás a salvo, Jade.
Miró alrededor de la cabaña. —¿Dónde estamos?
—Donde los ángeles temen pisar.—Los listos, al menos. Sam fue quien le
habló de este lugar. —Tierra profana. —Al menos así lo llamaba su hermano.
Más bien un terreno maldito. Tierra que una vez había sido empapada por la
sangre de vampiros y demonios en una batalla épica. Sam había sido testigo de
esa batalla cuando fue a recoger a los muertos.
El poder había sido grande aquí. Los susurros de la magia aún flotaban en
el aire. Magia... y maldad.
Las brujas habían usado muchos hechizos aquí a lo largo de los siglos.
Hechizos para herir. Matar. La mancha de magia negra estaba en el aire, y lo
presionaba como manos empujando sobre su espalda.
Mientras pudiera mantener la oscuridad a raya, estarían a salvo allí.
Mientras...
Él no es el tipo bueno. Bastion se había burlado de él, pero... los ángeles
no podían mentir.
—Él estaba… siguiéndonos,—una débil arruga apareció entre sus cejas. —
Lo vi. Volando tras de nosotros con esas grandes alas negras. —Se incorporó
sobre los codos. Lo estudió. —¿Eran así tus alas?
—Sí.
—Ese Bastion...—Se humedeció los labios. —Es un Ángel de la Muerte.
Díselo. Az se dirigió a la ventana. Ni siquiera estaba seguro de quién había
construido esta cabaña, pero Sam la había usado cuando necesitaba lamerse las
heridas después de las batallas. Su hermano había pasado por muchas batallas.
—¿Az?
Se obligó a volverse hacia ella. Jade estaba sentada, y su pelo era una
maraña salvaje alrededor de su cara. Parecía cansada. Pálida.
Sigue siendo hermosa.
¿Por qué los mortales eran tan débiles? ¿Tan quebradizos?
Az vio la mirada de Jade lanzarse por encima de su hombro. Curioso, le
preguntó: —¿Todavía puedes ver mis alas?
Ella asintió. —Sí.
Entonces su sangre todavía la nutría. Tal vez ella no era tan débil como él
temía.
Un solitario aullido resonó en la distancia. Jade tembló. —Este lugar me
resulta un poco espeluznante.
Se suponía que debía serlo. Los humanos podían sentir los vestigios de la
magia en el aire, magia que se había usado para mantenerlos alejados. Sin su
sangre, probablemente ella no habría sido capaz de poner un pie en esta tierra.
—No puedes perderme de vista, —le dijo Az, deliberadamente
manteniendo su distancia. Ir junto a ella en ese momento no era una buena idea.
El poder mágico lo presionaba. Empujando la oscuridad que había estado
encadenada por tanto tiempo en su interior. —Es demasiado peligroso ahora.
—¿Por Brandt?—Ella exhaló y se levantó. Los vaqueros que él había
conjurado colgaban bajosen sus caderas y captó un vislumbre de su suave
vientre. —Así que nos quedamos sin balas. Podemos idear un plan de respaldo.
Estaba trabajando en uno. Podría intentar arrancarle las garras a la pantera
y usarlas para cercenarle la cabeza al bastardo de los hombros. Eso funcionaría.
No, eso debería funcionar. Pero sospechaba que el híbrido había estado usando
magia para aumentar su poder.
No era de extrañar que Brandt hubiera tomado a la bruja como amante...
¿qué mejor manera de acercarse a la magia?
Para derribar a Brandt, para estar seguro de que tendría la fuerza para
derrotar a ese bastardo, Az sabía que tendría que aumentar su propio poder.
Aunque una amplificación de ese tipo conllevaba riesgos.
—¿Qué pasa?—La vieja madera crujió bajo los pies de Jade. —Algo va
mal.
Todo iba mal. Ahora podía darle un beso de despedida al cielo. No habría
un regreso arriba. Nada de perdonar y olvidar las cosas que había hecho. O por
lo que haría.
La oscuridad empujaba desde el interior de su pecho. Se había esforzado
tanto por hacer lo correcto. Había encadenado los susurros dentro, y había hecho
lo mejor para derrotar las peligrosas necesidades que le incitaban. Había luchado
contra ellas cada momento que había pasado en la tierra.
Hasta llegar a ella.
—¿Az?—El suelo volvió a crujir mientras ella daba un paso hacia él.
Él levantó la mano. —Para.—Ella no podía tocarlo. Ahora no. —Bastion
tenía razón.
Ella se quedó inmóvil.
Era la hora de su confesión. —Ni siquiera me has preguntado por qué caí.
—Y tú no me has preguntado cómo terminé con un imbécil como Brandt.
Sorprendido, su mirada se dirigió a su cara. Ella lo estaba observando con
una mirada intensa.
Concentrada, pero sin miedo. ¿Cuándo aprendería que necesitaba temerle?
—No soy perfecta, —dijo Jade en voz baja mientras su barbilla se alzaba.
—Así que no espero que tú lo seas.
Pero tampoco esperaba que fuera un monstruo. Que trajera el infierno a la
tierra. La bruja, ella esperaba eso de él. Le prometió que destruiría todo y a
todos. Ella le había advertido que un día rompería las ataduras que contenían al
monstruo dentro, y que ningún hombre sería capaz de detenerlo.
—Yo maté al padre de Brandt. —Jade lanzó las palabras tan
despreocupadamente que Az parpadeó. —Era el gran líder alfa malo. El hombre
que torturó a su hijo durante años. El hombre que pensó que me iba a torturar a
mí... pero yo lo maté. —Su risa era amarga. —No sintió ninguna amenaza por mi
parte. Porque soy solo humana, ¿verdad? Débil. Indefensa. No había ningún
peligro para un tipo duro como él.
Ella era peligrosa. El dolor en el pecho de Az creció. Este lugar... lo estaba
apretando demasiado profundamente en su interior. Bastion nunca se aventuraría
aquí. Era demasiado bueno para sobrevivir en este lugar. En cuanto a Brandt, no
esperaría que Az trajera a Jade a una morada así.
Malevolencia.
Se espesaba cada vez más en el aire, como si estuviera disfrutando de su
confesión.
—Conocí a Brandt cuando yo tenía diecisiete años.
Él no quería saber nada de su tiempo con la pantera. El latido del corazón
de Az empezaba a sonar más fuerte en sus oídos.
Si alguna vez necesitas recargarte, ve al Lago del Diablo. Considéralo una
casa segura, más o menos. La magia allí te encenderá, pero ten cuidado,
hermano... viene con un precio alto.
La advertencia de Sam. Az no había tenido miedo de pagarlo, pero... pero
ahora que la furia en su cuerpo remontaba, se preguntaba qué estaría
sacrificando a cambio del poder que venía hacia él.
¿Por qué perseguir a una bruja cuando puedes robar el poder que ellas
dejaron atrás?Había parecía más rápido, más inteligente, venir aquí y absorber
los remanentes de la magia.
A veces, tenías que luchar contra la oscuridad con…
—Él parecía perfecto cuando nos conocimos, —dijo Jade. —Fuerte.
Guapo.
No quiero escuchar esta historia.
—Dejé a mi familia para estar con él. Me dijeron que tuviera cuidado, que
yo era demasiado joven, que realmente no lo conocía. —Sacudió la cabeza y se
quedó allí con los hombros caídos. —Pero yo lo amaba, él me amaba a mí, y yo
sabía que se suponía que estaríamos juntos.
Lo amaba.
Casi podía sentir el despliegue de sus alas fantasmagóricas. —No era para
que lo amaras.—La furia que había en su interior le volvió la voz ronca, pero se
aferró a su control. Este lugar no lo rompería. Tomaría el poder. Mantendría a
Jade a salvo. Destruiría a cualquiera que intentara alejarla de él.
—Al principio, todo era perfecto.—Ella dio otro paso hacia él.
Az se tensó. Su polla estaba dura e hinchada. Su cuerpo apretado por la
necesidad. Siempre que estaba cerca, él la deseaba. Pero no quería tomarla aquí.
No en este lugar.
No a ella.
—Brandt puede ser encantador. Puede ser seductor. —Podía ser un
hombre muerto con la cabeza cercenada de su cuerpo.—Pero empecé a
encontrar... más en él.—Los ojos de Jade guardaban recuerdos que no quería ver.
—Mi madre siempre me había dicho que el diablo era un hombre guapo, tan
perfecto que no verías más allá de su belleza hasta que fuera demasiado tarde.—
Sus pestañas bajaron y protegieron esos recuerdos. —Vi demasiado tarde.
Brandt corrió de vuelta a su base improvisada. En su forma de pantera, sus
poderosas piernas volaban sobre la tierra. Un gruñido se le escapó mientras el
olor de la sangre llenaba su nariz.
Dos de los hombres que había dejado atrás se giraron ante su
acercamiento. Todavía en forma humana. Sus ojos estaban muy abiertos. Sus
manos en alto como si lo fueran a calmar.
El olor de Jade.
Ella había estado allí. Mientras él estaba fuera, buscándola tan
desesperadamente, ella había estado allí... con él. El jodido Caído.
Brandt se lanzó al aire y tomó la garganta del primer tonto que debería
haber capturado a Jade. La sangre irrumpió en su boca, y se bebió el último
aliento del tipo.
El otro cambiaformas intentó huir.
No había lugar a donde huir.
Brandt lo atacó. Dejó que sus garras rasgaran la carne del cambiaformas.
Le seccionó la columna vertebral.
Y más sangre fluyó. La bestia siempre quería más.
—Ni siquiera me di cuenta de lo que era, no al principio.
Ella se estaba acercando demasiado a él. Az quería retroceder, pero
necesitaba estar cerca de ella. Lo necesitaba más de lo que los humanos
necesitaban su aliento.
—Supongo que no podía ver al monstruo escondido detrás de la sonrisa
del hombre. No lo vi hasta que fue demasiado tarde.
Todo el mundo tenía un monstruo en su interior. Otros. Humanos. Un lado
oscuro que algunos combatían. Algunos lo abrazaban.
Algunos lo mantenían encarcelado.
—Había pasado un mes desde que me había escapado con él. El amor...
parece ser lo único que importa cuando tienes diecisiete años. —Ella parpadeó
rápidamente, y él se preguntó si se daba cuenta de que podía ver las lágrimas en
sus pestañas. —Pero extrañaba a mi madre. Mi padre. Los extrañaba, y no
importa cuántas veces los llamaba, nunca pude conseguir que contestaran al
teléfono.
Az esperó. Quería abrazarla, pero tenía miedo de tocarla.
—Así que me escabullí una noche. Robé una motocicleta, Brandt fue el
que me enseñó a hacerles un puente, y volví a casa. —Ahora una lágrima se
deslizó por su mejilla. —Estaban muertos. Llevaban muertos desde la noche que
me fui. Los-los vecinos me dijeron que fue una especie de ataque de animales
salvajes. Mis padres habían sido asesinados, enterrados, y yo ni siquiera lo sabía.
—¿Un... ataque de animales?—Sus propias palabras sonaban como el
rugido áspero de una bestia.
Sus ojos se cerraron. —Incluso entonces, no me di cuenta de la verdad.
Brandt me encontró. Me consoló ante sus tumbas. Me dijo que él haría todo
mejor para mí. Que nuestra vida juntos apenas estaba comenzando. —Una vida
bañada en sangre. —Entonces una noche,—se humedeció los labios, —un tipo
en un bar empezó a coquetear conmigo. Brandt tuvo una pelea con él. Vi... sus
garras desplegarse. Cortó al hombre, le abrió el pecho. Traté de detenerlo, pero
no pude.
Un humano no sería rival para un cambiaformas.
—Hui de él. Pero Brandt me encontró y me dijo que nunca escaparía. Dijo
que estábamos destinados a estar juntos, para siempre. Que nada ni nadie se
interpondría entre nosotros. —Se enjugó las lágrimas de las mejillas. —Y me
contó... admitió haber matado a mis padres. Dijo que al final se interpondrían en
nuestro camino, así que me ayudó y se deshizo de ellos. —Su voz se había
vuelto entrecortada por el dolor. —No quería que se fueran. Los amaba. Pero
estaban muertos, y yo me quedé con un hombre que podía convertirse en un
monstruo. —La risa de Jade era desquiciada.—Pensaba que yo debía apreciar lo
que había hecho. Yo me preguntaba cuándo me mataría, y él me decía cómo
había demostrado su amor por mí.
Az no podía mantenerse alejado de ella. La oscuridad estaba todavía allí,
presionando sobre él, pero...
Pero ella lo necesitaba. Az fue a por Jade. La envolvió con sus brazos
mientras ella continuaba su historia.
—Me llevó a la manada. No habíamos quedado solos, en hoteles y cabañas
baratas, pero Brandt dijo que ya que sabía la verdad, era hora de llevarme a casa.
—A casa, al infierno. —No había oportunidad de escapar de él. Siempre estaba
observándome. —Protegiéndola. —Brandt tenía cicatrices por todo el cuerpo.
Cicatrices que me di cuenta demasiado tarde que provenían de marcas de garras.
Las recibió cuando era niño, mucho antes de que se transformara por primera
vez. —Ella se apartó de él y lo miró a los ojos. —Su padre es el que lo marcó. Se
excitaba haciéndole daño a Brandt. O hiriendo a cualquiera que pudiera. Cuando
Brandt salió en una cacería, me dejó con ese bastardo. Esa noche... ambos
cometieron un grave error.
Yo maté al padre de Brandt.Él estudió su mirada. —¿Cómo lo hiciste?—
¿Una humana contra una pantera alfa?
—Un cuchillo de plata en el corazón. Había estado escondiendo el cuchillo
durante días. Esperando el momento adecuado. P-pensé que lo usaría contra
Brandt... pero su padre me atacó. Golpeando. Dando zarpazos...
Había más. Podía verlo en sus ojos. —¿Jade?
Ella parpadeó y pareció rechazar el pasado. —Mientras intentaba violarme,
le clavé ese cuchillo en el corazón. Lo retorcí y me aseguré de que muriera.
La oscuridad se hinchó aún más dentro de él mientras ardía la ira. —Bien.
—Le dio un beso en la frente. Más vale que estés ardiendo, bastardo.
—Y luego me fui. Corrí tan rápido y tan lejos como pude. No quería
volver a ver a Brandt ni a ninguno de esos otros cambiaformas.
—Pero siguió persiguiéndote.
Su sonrisa era triste. —Es bueno en eso...
Brandt siguió el rastro de Jade hasta la habitación de la bruja. Caminó al
interior y olfateó el cuerpo. Heather finalmente había encontrado su infierno.
Ella nunca lo había entendido... él sólo necesitaba su poder, no a ella.
Sólo una mujer había sido lo suficientemente fuerte para él. Sólo una había
luchado por él.
Jade.
Ella había luchado contra la única cosa que él temía en este mundo. Ella le
había dado la libertad. La vida.
Todo repartiendo un poco de muerte.
La pantera inhaló los olores a su alrededor. Su cuerpo se tensó. Azrael. Y...
otro.
Salió corriendo. Su manada, algunos todavía en sus formas de panteras y
otros parados como hombres, estaban tensos.
La bestia pasó junto a ellos. Corrió. Corrió, siguiendo el rastro que Jade
había dejado.
Entonces se detuvo.
Porque el rastro había desaparecido. La pantera echó la cabeza hacia atrás
y rugió.
—Pensé que sería capaz de alejarme de él al principio. —Un relámpago
centelleó afuera, arrastrándose por la creciente oscuridad. Una tormenta se
acercaba con la noche. —Pensé que podría encontrar un lugar seguro para
esconderme de él. Que podría empezar una nueva vida, y él me olvidaría.—Su
sonrisa se desvaneció. —Tendría pesadillas con él, pero recuperaría mi vida. —
Az esperó, su cuerpo tenso. —Pasaron los meses. Eventualmente, dejé de
despertarme gritando. Conseguí un trabajo como camarera en un restaurante en
Arkansas. Incluso... Incluso conocí a un hombre que no me asustaba.
Ella había retrocedido, solo un paso, como si sintiese la oscura energía que
había venido a rodearlo. Pero Az luchaba contra esa oscuridad, mientras extraía
la energía de la magia que manchaba la tierra como sangre. Cuando ella
retrocedió, sus manos se cerraron en puños para no volver a tocarla.
La oscuridad ya la había tocado bastante.
—Brandt mató a Paul delante de mí. Me dijo que no podía estar con otro.
Que yo era suya, para siempre. —No de él. —Grité y rogué, pero Brandt le cortó
la garganta. Los ojos de Paul estaban en los míos cuando murió.
Siempre se podía ver la vida drenarse de los ojos de un humano en el
momento de la muerte. Cuando el alma se iba, no quedaba nada.
—¿Cómo escapaste de él esa vez?—Az quería saber. Brandt habría estado
en guardia entonces. Incluso más desesperado por mantenerla a su lado.
Los truenos retumbaban, haciendo eco de sus palabras. Az miró hacia las
ventanas. La tormenta había llegado tan repentinamente. Enconada, ruda…
Y Az se dio cuenta de que sus poderes se le escapaban de las manos.
Estaba tirando de la tormenta mientras tiraba de la energía latente de la tierra
profana.
—Brandt realmente pensaba que me alegraría de verlo. Actuó como si
hubiera hecho un gran gesto por mí. —Sus labios se retorcieron en una mueca.
—Despidió a sus hombres. Estábamos solos, juntos. Creo que nunca se dio
cuenta de que yo tenía el cuchillo. No hasta que se lo clavé en el pecho. —Az
parpadeó, sorprendido. Impresionado. Ella se lo quedó mirando e inclinó la
cabeza. —Digamos que en aquellos tiempos, nunca iba lejos sin un cuchillo de
plata. Cuando no lo maté, pensé que no había acertado en su corazón. Sabía que
no tendría otra oportunidad en ese momento, así que corrí como el demonio. —
Jade se encogió de hombros. —Creo que fue entonces cuando empezó a disfrutar
de la cacería.
La piel se derritió del cuerpo de Brandt. Los huesos se contorsionaron, se
quebraban.Sus patas traseras se convirtieron en pies. Los dedos humanos se
curvaron sobre la tierra húmeda. Inclinó la cabeza un momento y aspiró
profundamente.
Jade.
Entonces levantó la vista y encontró a sus hombres a su alrededor. Le
temían, como debían. Se había ganado el título de alfa, abriéndose paso a través
de todo lo que se interpusiera en su camino.
Ahora, esperaban. Listos para las órdenes.
—Vamos de caza, —les dijo, su voz calmada a pesar de la bestia que aún
arañaba en su interior. Pero siempre estaba tranquilo en una cacería.
Era más fácil rastrear a la presa sin emoción.
Buscar. Cazar. Capturar.
Pero esta vez, su presa era diferente. Porque esta presa se había tropezado
en su camino. Tú me darás el poder que necesito.
—¿Jade? —Preguntó Duncan. Ah, Duncan. Acababa de unirse a la manada
cuando Jade escapó por primera vez. Sabía cuánto la valoraba Brandt.
Pero Brandt negó con la cabeza. —Esta vez no. —Todavía no. Porque
antes de que pudiera llegar a Jade, tendría que matar a sus protectores.
Dos. Dos hombres que no son de este mundo.
—Primero, vamos a atrapar a algunos ángeles, y vamos a mostrarles lo que
realmente significa el infierno en la tierra.
—Durante años, después de eso, tuve miedo de acercarme a alguien.
Pero... Cometí un error.—Sus hombros se desplomaron. —Encontré a otro
hombre que era tan amable. Johnny… apenas habíamos empezado a salir
cuando… Brandt lo encontró. —Y lo mató. Sí, Az pudo averiguar cómo
terminaba esa historia. —Después de Johnny, sabía que la única forma de
detener a Brandt era la muerte. O la suya... o la mía.
Los relámpagos destellaron. A penas unos centímetros separaban su piel de
la de él. No toques. —No vas a morir.
Su risa lo ponía en duda. —¿Entonces por qué tengo un Ángel de la
Muerte tras de mí?
—Yo no estoy...
Sus dedos se presionaron contra su pecho. Su corazón se aceleró aún más.
—Tú no. El otro. Bastion.
—No se suponía que lo vieras.—Si no hubiera sido por la sangre de Az,
nunca habría sabido lo de Bastion.
Sus ojos parecían tan profundos cuando le miró fijamente. —¿Qué hiciste?
Brandt había matado para mantenerla. Y Az... había estado dispuesto a
luchar contra la Muerte por ella. Lamandíbula de Az se apretó. —No deberías
tocarme.
Su mano presionó más fuerte. —No creo que se suponga que debiera estar
aquí, ¿verdad? —El trueno retumbó. —Si un Ángel de la Muerte estácabreado y
siguiendo mi rastro... —Ella exhaló suavemente. —Supongo que eso significa
que debería estar muerta.
No.
—No era tu momento, —dijo. Me aseguré de ello.
Su mirada examinó la de él. —No quiero que nadie más muera por mí. No
puedo quedarme parada ahí otra vez y mirar...
Él se rompió. La cabaña tembló mientras el viento aullaba a su alrededor.
El trueno retumbó tan fuerte que sonó como un tambor. Az la agarró. La levantó
contra él. —Y que me condenen si te veo morir antes que yo.
Sus labios se estrellaron contra ella. Control, con-trol, un grito frenético en
su cabeza, pero un grito que no podía escuchar. Su cuerpo ardía de necesidad, de
lujuria, de rabia y de… miedo.
El miedo, la más oscura de todas las emociones.
No la perderé. No puedo.
Ella era lo único que él jamás había querido más que el cielo.
Jade no lo empujó. Sus manos se curvaron en torno a sus hombros, y ella
abrió más su boca para él.
Su gusto simplemente alimentó su frenesí. Un movimiento de su mano
hizo que la ropa de Jade se desprendiera de su cuerpo y se cayera al suelo. Dos
pasos, y la tenía en la cama. La mano de ella se dirigió a su polla, a la carne
excitada que se atirantaba hacia ella, pero esta vez, él necesitaba algo más que
lasalvajeprecipitación de su liberación.
Lo necesitaba todo.
Las manos de Az se envolvieron alrededor de los muslos de Jade. Una piel
tan suave y elástica. Le abrió las piernas. Bajó la miraba hacia su bonito y rosado
sexo.
Sabía que tenía que probarlo.
Sus dedos la acariciaron primero. Deslizándose ligeramente sobre la suave
carne, la encontró húmeda y caliente. Un empuje de su dedo índice le mostró lo
perfectamente apretada que estaba por dentro.
Poséela.
Pero primero, la saborearía.
Cuando puso su boca sobre ella, las caderas de Jade se arquearon contra él.
Su lengua la cubrió. Más dulce que las fresas. Mucho mejor. Él lamió. La besó.
Sus dedos se hundieron en ella mientras su lengua acariciaba su clítoris.
Los dedos de Jade se cerraron en puños en el pelo de Az, y ella se convulsionó
cuando se corrió contra su boca.
La primera vez.
Porque él no había terminado. Az acababa de empezar. Sus manos se
posicionaron firmemente bajo sus caderas, y forzó su sexo a estar aún más cerca
de él. La sostuvo, la mantuvo atrapada justo donde la quería, y probó cada
centímetro del dulce centro de Jade.
El aliento de ella era jadeante, su cuerpo temblaba, y gritó el nombre de Az
cuando el clímax la golpeó de nuevo.
Él pudo saborear el placer en su lengua.
Le dolía la polla. La carne pesada se sentía tan grande e hinchada que sabía
que se correría en cualquier momento. Az se levantó. Se lamió los labios y la
volvió a saborear.
Los relámpagos destellaban.
La lluvia caía afuera. Una lluvia fuerte y torrencial que lo arrastraba todo.
Todo...
Colocó su pene en la entrada de su cuerpo. La besó mientras él la
penetraba profundamente.
La lluvia caía.
Sus piernas se enroscaron alrededor de las de él. Sujetándolo con fuerza.
Sus embates se hicieron más duros. Más rudos.
El trueno era tan fuerte que ahogaba los chirridos de los viejos muelles de
la cama. Az se abrió camino descendiendo por el cuello de Jade a besos. Sus
dientes marcaron su carne.
El sexo de ella lo agarraba tan fuerte. Cada movimiento enviaba placer
remontando a través de su cuerpo. Más rápido. Más fuerte.
Sus pezones estaban tensos contra él. Perfectos para su boca. La probó allí.
La penetró más fuerte.
Ella salió a su encuentro con su cuerpo y se aferró a él tan ferozmente
como pudo. Su mano derecha agarró la sábana de la cama. La apretó mientras
echaba la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos con fuerza.
Más placer. Más calor.
Tentación.
—Jade.
Sus ojos se abrieron. Brillantes. Salvajes. Perdidos.
¿Se veían los suyos igual?
La mano de Jade se levantó. Acarició su hombro y la parte superior de la
espalda de Az. Sus acariciadores dedos trazaron el contorno de sus alas.
—Tan hermoso, —susurró. —Mi ángel...
No un ángel. ¿No lo había visto? ¿No podía sentir la oscuridad?
Pero su toque era todo lo que él necesitaba. Az entró en erupción dentro de
Jade en una caliente y temblorosa explosión de liberación. El placer le destripó,
atravesando su cuerpo y dejándole sin aliento.
Después de un tiempo, el trueno se calmó y los latidos de su corazón se
ralentizaron.
Az se irguió sobre sus codos y miró fijamente a Jade. Su aliento aún era un
jadeo, como el de él. Le acarició el pelo. —No deberías estar conmigo,—dijo,
mientras su cuerpo comenzaba a engrosarse una vez más dentro del de ella.
Simplemente no podía tener suficiente de ella.
Pero ella ya estaba huyendo de un monstruo. No necesitaba estar en la
cama con otro.
La mirada de Jade parecía tierna mientras lo miraba. —No quiero a nadie
más. Sólo a ti.
No se daba cuenta de lo peligrosas que eran las palabras. Seguramente, no
se deba cuenta. Para ofrecérselas a un hombre que nunca antes había tenido a
nadie que lo quisiera.
—Ahora conoces todo sobre mí, —le dijo ella, con la voz ronca, del sexo
ydel pecado. —No soy perfecta. He hecho... algunas cosas bastante terribles.
Cosas por las que sé que nunca ganaré el perdón.
Pero ella no estaba pidiendo ser perdonada.
Ella estaba peleando. Planeando destruir al hombre que le había robado la
vida.
—Ya me conoces, —susurró ella mientras sus manos bajaban por sus
hombros y se deslizaban sobre las gruesas cicatrices que quedaban en su carne.
—Así que, ¿cuándo te conoceré a ti?
Él no es el tipo bueno que tú crees…
Que lo jodan a Bastion.
Az nunca quiso que supiera la verdad sobre él. Quería que ella siguiera
mirándolo como si fuera un héroe. Como si fuera un protector. Un hombre con el
que podía contar. Un hombre que ella quería.
No un monstruo al que temer.
—Sabes todo lo que importa de mí.—Empezó a bombear de nuevo.
Movimientos lentos y fáciles. —El resto es sólo infierno y muerte. No importa.
No era el mismo que antes. Jade le hacía querer ser diferente.
Por ella, lo sería.
Ella suspiró suavemente, el sonido tan dulce y exuberante que él se inclinó
y lo recogió con sus labios. Esto era necesidad. Esto era placer. Esto era... vida.
Tan diferente de un mundo de muerte.
Sus manos agarraron las de él. Az se incorporó y miró a sus pechos
perfectos. Ni siquiera había un indicio de cicatrices estropeando su carne. Él
había detenido el toque de la Muerte.
Y lo haría de nuevo.
Bastion no la tendría. Az había entregado a la bruja a la muerte. La dejó ir,
pero a Jade no.
Sus dedos se apretaron alrededor de los de ella. Jade no moriría. Ella no se
le escaparía.
No cuando la acababa de encontrar.
Y si tenía que luchar contra todos los ángeles del cielo para mantenerla,
entonces lo haría.
Capítulo Trece
La luz del sol atravesaba la vieja ventana. Jade levantó su mano para
proteger sus ojos. Por fin había amanecido. La luz debería haberla hecho sentir
más segura.
No lo hizo.
Su mirada se dirigió hacia la derecha. Az dormía a su lado. Ella empezó a
tocarlo, pero dudó.
Anoche, ella sintió una oscuridad a su alrededor, llenando el aire.
Y sus ojos azules se habían vuelto negros.
Exhaló su aliento lentamente mientras se deslizaba fuera de la cama. Había
hablado con él y desnudado su alma en un esfuerzo por atraerlo de vuelta a ella.
Cualquier furia que ardiera dentro de él, ella había querido apagarla.
Pero...
Pero sabía que no lo había logrado.
El sexo había sido fenomenal, como estaba bastante segura de que siempre
lo sería con él. Sin embargo, Az había sido diferente. Tan intenso. Como si un
fuego estuviera encadenado dentro de él. Uno que estallaría en cualquier
momento.
Cogió su ropa y se vistió apenas provocando un susurro de sonido. Incluso
en reposo, su cuerpo, desnudo hasta la cintura, parecía tan fuerte y letal.
No es el chico bueno.
Pero ella quería que lo fuera.
Tal vez lo habría sido, si no hubiera sido por ella. Porque ahora ella lo
tenía encerrado en una batalla a muerte con su ex, y por lo que había escuchado,
se las había arreglado para poner a los de su propia especie en contra de él.
¿Se supone que debía estar muerta?
No se le ocurría otra razón para que un Ángel de la Muerte la siguiera. Y
Az no podía pelear con ambos, con Bastion y con Brandt. Ni siquiera él era lo
suficientemente fuerte para enfrentarse a dos Otros enemigos y poderosos.
Ella abrió la puerta. El chirrido la puso tensa. Mierda. Pero una rápida
mirada sobre su hombro le mostró a Jade que Az aún dormía.
De acuerdo. Bien. Ella podía hacer esto. Anoche, se había asomado por la
ventana y vio un brillo de metal cerca del borde del bosque.
Y si fuera a ocultar un medio de transporte en este lugar…
Ese seguro habría sido el lugar que escogería para esconder su vehículo.
Jade salió corriendo y se dirigió hacia el bosque. Se le puso la piel de
gallina. Incluso a la luz del día, este lugar se sentía extraño, y podía jurar que
escuchó el eco de viejos susurros flotando en el aire.
Cinco pasos más y ya estaba en el borde del bosque. Volvió a ver el
reluciente metal, y se dio cuenta de que alguien había intentado usar una lona
verde para esconder este premio. Ella agarró esa lona descolorida y tiró. Salió
volando para revelar la pesada estructura de una motocicleta.
Alguien había dejado un plan de respaldo. Empezó a sonreír.
Una ramita se rompió detrás de ella. Tensa, miró por encima de su hombro.
No era Az. No era ningún otro Ángel de la Muerte vengativo viniendo
hacia ella, tampoco. No…
—¿Vas a algún lado?—Preguntó la voz profunda de Az.
Ella se sobresaltó y perdió el aliento. Luego volvió a mirar a su alrededor,
siguiendo el sonido de su voz. Estaba delante de la moto, con la cabeza ladeada
y los brazos cruzados sobre el pecho.
Su aliento volvió, sólo para ser expulsado en un suspiro rápido. —Yo
sólo... Me pareció ver esto, —dijo con la mano hacia la motocicleta, —anoche.
Y mientras dormías, pensé en echarle un vistazo. —Su mirada sostenía la de él y
se negaba a ceder, incluso cuando esa mirada demasiado tensa analizaba la suya.
—Me estás mintiendo.
Vale, se suponía que algunos cambiaformas eran capaces de detectar las
mentiras, tal vez incluso de olerlas, pero ¿tenían los ángeles también un detector
de mentiras incorporado? Ella no lo creía así.
—No, no lo estoy.—Mantendría su farol.
Su sonrisa era fría. —Después de todo, ¿ibas a irte y dejarme?
La oscuridad era aún más intensa en él hoy.
Ella cogió su mano. —No, quiero que los dos nos larguemos de aquí.—
Tierra profana. Traducción: tierra de la que tenían que alejartede cojones. Le
estaba causando algún tipo de mal yuyu a Az, y quería recuperar a su héroe.
Ella no quería lidiar con su lado oscuro y bizarro.
Él miró hacia su mano. Ella siguió su mirada. Su piel parecía tan pálida,
mientras que la de él era más oscura, dorada.
—Soñé contigo.—Ella tragó. Vale, los sueños eran buenos, eran…—
Moriste en mis brazos.
Los sueños apestaban. Cuando su mirada retornó a su cara, Jade intentó
sonreír. —Menos mal que los sueños no se hacen realidad, ¿eh?
—Para los ángeles, lo hacen.—Su sonrisa desapareció. —Vemos cuando
las personas a nuestro cargo respirarán por última vez. Conocemos el momento
en que debemos tomarlos con nuestro toque. —Él estaba sosteniendo su mano y
acariciando con sus dedos la parte posterior de sus nudillos. —He quitado miles
de vidas. Nunca dudé ni una vez. No como Keenan.
No tenía ni idea de quién era Keenan. —Lo siento, creo que no lo conozco.
Unas arrugas débiles aparecieron alrededor de sus ojos. —Keenan era un
poderoso Ángel de la Muerte. Pero cuando llegó el momento de tomar su último
encargo, dudó. Sentía simpatía por la mortal, y no quería llevarse su alma.
Jade no sabía qué decir, pero eso estaba bien porque Az no había
terminado de hablar.
Él dijo,—Keenan perdió sus alas por ella.
Eso era muy dulce. —¿Así que sobrevivieron? ¿Lograron vivir felices para
siempre?—Genial, ahora sonaba como un cuento de hadas. Tal vez incluso como
una chica alegre de tarjeta de felicitación.
La piel de gallina en sus brazos estaba empeorando. Un frío viento parecía
rodearla.
—Como Keenan no se la llevó cuando debía, su mortal fue mordida por un
vampiro. —Jade se puso tensa.—Ahora Nicole St. James tiene que pasar una
eternidad alimentándose de otros.—Así que no fue un final feliz. —Keenan
sabía lo que tenía que hacer, —continuó Az, gruñendo profundamente. —Se lo
dije, pero él no la entregó. Estaba dispuesto a cambiar su vida por la de ella.
No le gustaba a dónde iba esto. —No quiero que nadie dé su vida por mí.
—Ella no asumiría esa carga, muchas gracias. —Así que si viene un Ángel de la
Muerte, vendrá a por mí. No a por nadie más.
La oscuridad se profundizó en los ojos de Az. Eso era espeluznante.
¿Estaba su ángel mostrando algunas tendencias demoníacas? Necesitaba parar.
—Vámonos de aquí,—susurró. —Por favor, Az, vámonos.
Se inclinó sobre ella. Parecía rodearla. —¿Quieres que me aleje y que
permita que la muerte te lleve?—La furia se apoderó de sus palabras.
Ella no se echó atrás. —Quiero que subas tu culo a esa motocicleta y nos
saques de aquí. —Porque sentía que la Muerte la estaba agarrando con sus dedos
helados en ese momento.
Es este lugar. Tenemos que largarnos.
Envolviendo sus manos alrededor de sus brazos, Az la agarró y la levantó
de puntillas. —Sé cómo se sentía Keenan, —murmuró Az. —Lo que le pedí que
hiciera... Ahora lo sé. —Maravilloso. Fabuloso. Podían…—Le dije que la
matara. Que la tocara, que tomara su alma y volviera a casa. Que se olvidara de
ella.—Jade le frunció el ceño. Eso era una mierda a sangre fría. La boca de Az se
curvó, pero no era una sonrisa lo que había en su cara. —Bastion te dijo que yo
no era el tipo bueno. Y deberías saber… que los ángeles no pueden mentir.
—Oh, demonios. Trató de alejarse de él. Sólo la agarró más fuerte. —Sé cómo se
sentía Keenan, —dijo Az con los dientes apretados. —Porque si Bastion viniera
a mí y me dijera que te matara, lo destruiría.
Ella se congeló.
—¿Cómo?
Ahora Jade estaba perdida. ¿Cómo… qué?
—¿Qué me hiciste?—Sus manos se apretaron contra ella. —Nunca me
preocupé por un humano, pero no puedo dejar que nadie te lastime.—El azul
volvió a brillar en sus ojos, como si estuviese luchando contra algo. Contra
alguien. —Ni siquiera yo mismo.
En el siguiente momento, Jade se encontró en la parte trasera de la
motocicleta. Az estaba delante de ella, acelerando el motor.
—¡Sujétate!
Ella cerró sus brazos alrededor de su estómago. Se sujetó tan fuerte como
pudo. La motocicleta se disparó hacia adelante con una explosión de potencia
que no le pareció del todo natural.
Pero claro, lo antinatural se volvía más normal para ella cada día. Jade
miró hacia la vieja cabaña. Los bosques eran tan retorcidos a su alrededor que
las vides y la vegetación parecían tragar el lugar. Y, por un instante, podría haber
jurado que vio imágenes finas y fantasmales caminando cerca del bosque.
Imágenes que la miraban con furia.
Antes de desaparecer en la luz.
Jade volteó la cabeza y apretó su cara contra la espalda de Az. Sea lo que
sea que haya sido ese lugar, nunca quería volver allí. Ella tenía más que
suficiente oscuridad en su vida.
Maldiciones, espíritus, podrían simplemente mantenerse alejados de ella.
Az frenó frente a un garito de aspecto muy familiar en Nueva Orleans.
Apagó el motor y empujó la pata de cabra de la moto.
Jade miró hacia la entrada del Sunrise. ¿Acaso casi morir una vez en este
lugar no significaba que probablemente deberían mantenerse alejados? Pensó
que podría ser una buena guía para que ellos la siguieran.
Y se dio cuenta de que seguía aferrada a Az. Aclarándose la garganta, ella
se las arregló para soltar al tipo y bajarse de la motocicleta. —¿Quieres decirme
por qué estamos caminando por el carril de los malos recuerdos? Quiero decir,
tenemos toda la ciudad como lugar de encuentro, ¿tenías que decirle a Tanner
que nos alcanzara aquí?—Sólo que no se iban a encontrar con Tanner en ese
momento. Quedaba un largo camino hasta la medianoche, y ella seguro que no
quería simplemente pasar el tiempo en este agujero.
Az la miró. Su pelo rubio brillaba a la luz del sol. No había cascos para
ellos, ninguno había sido escondido junto con la motocicleta. Sí, ellos estaban
bailando con la muerte.
La estudió un momento. Sus ojos volvían a ser tan azules y brillantes como
ella los amaba... gracias a Dios. Con suerte, el "Az malo" se había quedado atrás
en esa cabaña en el bosque dejada de la mano de Dios.
—Necesitamos azufre.—Az se bajó de la motocicleta.
Ella suspiró. —Sí, bueno, a menos que planees hacer una pequeña parada
en el infierno, conseguir azufre podría ser un problema para nosotros.—Hacer
una excursión al infierno no era su idea de pasar un buen rato.
Az pasó junto a ella y su puño golpeó las cerradas puertas delanteras del
bar. El lugar podría llamarse Sunrise, pero ella sabía que no abría hasta bien
pasada la puesta del sol.
Jade miró nerviosamente a un lado y al otro de la calle. Estar afuera al
descubierto no era un plan tan estelar. Se acercó más a Az. Sus dedos se
deslizaron por el costado de su brazo. —Tal vez deberíamos volver esta noche.
—Podrían encontrar un buen lugar para esconderse hasta entonces.
Negó con la cabeza. —Es mejor cuando no hay nadie alrededor.—Dejó de
golpear, obviamente entendiendo que la puerta no iba a ser abierta. Az hizo un
gesto con la mano, y la entrada se abrió. Las puertas golpearon contra las
paredes interiores.
Era útil, tener un poder como ese.
—Vamos.—Él tomó su mano, y ellos entraron apresuradamente. Las
puertas se cerraron de golpe tras ella. —Tal vez lo tengan aquí.
Um... ¿lo... qué?
El club estaba oscuro, con la luz del sol apenas entrando. Las sillas habían
sido apiladas encima de las mesas, y las cortinas estaban cerradas en el pequeño
escenario. El aroma de una docena de perfumes perduraba en el aire. Una pesada
jaula dorada colgaba del techo sobre ellos. Sí, esa jaula la asustaba un poco.
Habían dado unos diez pasos dentro cuando oyó el gruñido. El pelo de su
cuello se erizó con el sonido gutural. —Az…
Él se detuvo y giró a la izquierda. Una pesada puerta metálica esperaba a
unos seis metros de distancia. Una puerta que había sido cerrada con candado.
—Perfecto, —dijo Az, y en realidad parecía que lo decía en serio. —Pensé
que lo tendrían aquí durante el día.
Otra vez con el "lo" que la ponía tan nerviosa.
—Quédate aquí, —dijo.
Bien. Como si quisiera seguirlo hacia ese gruñido espeluznante. No,
gracias. Dio unos pasos atrás, sólo para estar segura. Deja que el ángel duro
investigue, ella simplemente...
Unas fuertes manos se cerraron alrededor de sus hombros. Jade no perdió
el aliento gritando. Brandt. Se giró y golpeó con su puño cerrado.
Y el tipo atrapó su puño a medio camino del puñetazo.
No era Brandt. Ella reconoció a Sammael al instante. No había duda con
esos ojos que parecían haber pasado demasiado tiempo mirando el infierno.
Más monstruo que hombre.
—Bueno, hola, —murmuró, su voz una sedosa amenaza. —Veo que a mi
hermano le gusta irrumpir en mi casa... y traer amigos violentos de visita.
No muestres miedo, sino...—Dime que no estás aquí para matarme.
Él sonrió.
—No lo está. —Az estaba a su lado. Empujando al otro tipo hacia atrás. —
Sam es dueño del Sunrise.
Ahora lo del allanamiento tenía sentido.
Sam levantó una ceja oscura mientras la estudiaba. —Bueno, ¿no estás
algo... diferente?
Jade negó con la cabeza. —¿Desde cuándo ser mortal me hace diferente?
Vosotros sois los extraños, no yo. —Ella no podía ir por ahí tocando a la gente y
haciendo que cayera muerta. Ojalá. Entonces no estaría en este lío.
Sam dio un paso adelante, deslizándose más hacia la luz, y ella vio la
ondulación de unas oscuras alas que se extendían desde detrás de su cuerpo. Alas
que no estaban allí. Alas que no debería ver.
Las alas de Bastion parecían haber atravesado su ropa. Pero, ya que los
ángeles podían conjurar la ropa, ella pensó que en realidad se trataba sólo de
ropa mágica que encajabacon las alas. Con Az y Sam, lo mismo parecía estar
sucediendo con sus alas de sombras. Las sombras simplemente se proyectaban a
través de la parte de atrás de sus camisas.
Ni siquiera parecían darse cuenta.
Y ella lo había estado mirando fijamente demasiado tiempo.
Ruborizándose, Jade desvió la mirada para encontrarse con sus ojos. Demasiado
tarde. A juzgar por la expresión de su cara, sabía que ella había estado mirando
alas que no debía ver.
—Diferente, —volvió a murmurar. —Un demonio convertido, no nacido.
—¿Qué?—Su corazón se estrelló contra sus costillas. —¿Acabas de
llamarme demonio?
Pero ahora el tipo ni siquiera la estaba mirando. Su mirada se dirigía hacia
Az. —Has estado jodiendo con la gente equivocada, Azrael. El cielo te quiere
muerto, y los bastardos aquí en la tierra quieren darte un boleto de ida al
infierno.
Ella notó que él no parecía particularmente preocupado.
Y Az se encogió de hombros, no pareciendoimportarle a él tampoco.
¿Desde cuándo la vida no le importa?
—¿Dónde está el sabueso?—Preguntó Az, y vio como su mirada recorría
el bar y se volvía hacia esas puertas metálicas cerradas con llave.
Sam alzó una ceja. —¿Por qué? ¿Estás ansioso por ese viaje al infierno?
Supongo que Beelzebub puede arrastrarte hasta allí. Aunque creía que habrías
aprendido la lección después de la última ronda con un sabueso.
—Espera un segundo.—Jade levantó sus manos. Su cabeza estaba
empezando a latir como una perra. —¿Quién es Beelzebub?
—El sabueso del infierno mascota de mi compañera. —Sam sonrió. Era un
espectáculo aterrador. —Y apuesto a que ahora está bastante hambriento.
Oh, no. De ninguna manera. El tipo no acababa de decir… en un abrir y
cerrar de ojos, Jade agarró el brazo de Az y le obligó a mirarla a la cara. —¿Hay
un sabueso del infierno aquí? ¿Un verdadero, vivo, y maldito sabueso del
infierno?
¿Y qué persona cuerda querría estar cerca de una bestia como esa?
—Antes de caer, la compañerade… Sam era un ángel del castigo. —La
mirada de Az sostuvo la suya. —Los ángeles del castigo son los únicos que
pueden controlar a las bestias.
—Así es.—La suave voz de una mujer flotó en el aire. Jade se dio la vuelta
y vio a una preciosa rubia caminar junto a Sam. Sus ojos eran oscuros y
calculadores mientras repasaban a Jade. —Beelzebub no es un perro de ataque
que presto, —dijo la mujer y sonó... ofendida. Definitivamente enojada. La rubia
se detuvo y añadió: —Es de la familia.
Vale. Porque era normal tener a un sabueso del infierno como mascota. No,
como familia. Jade soltó a Az y se quedó allí, intentando no parecer tan asustada
como se sentía.
—Sólo necesito sus garras.—Az se volvió hacia la rubia. Ahora tenía las
manos sueltas a los costados. —No es como si no le volvieran a crecer.
Sam echó la cabeza hacia atrás y se rio. —¿Crees que un sabueso del
infierno te dejará cortarle las uñas? No es muy jodidamente probable, hermano.
Más bien te abrirá en canal. —La sonrisa permaneció en su cara. —Aunque creo
que te tienes bien merecido un poco de dolor.
La mirada de la mujer aún estaba sobre Jade. —Ella es... no es humana.—
Su voz era suave y ronca.
Sam apretó los labios contra la mejilla de la rubia. —Az ha sido un muy,
muy mal Caído. Parece que se ha metido en el negocio de hacer demonios.
Un puño pareció golpear el estómago de Jade. Era la segunda vez que él
mencionaba que ella era un demonio. Miró a Az. —¿De qué está hablando?—No
podías hacer un demonio. Al menos, ella no pensaba que se pudiera.
—¿Sabes qué ser es creado…. —,preguntó Sam con su voz retumbante, —
cuando un ángel y un humano se reproducen?
No quería una lección de biología, pero lo sabía. —Un demonio. —Ella
había oído esas leyendas. Las historias decían que los demonios modernos eran
en realidad los descendientes delos Caídos originales. Aquellos que dejaron el
cielo porque fueron tentados por los humanos.
Eres mi tentación.
Ella desechó el recuerdo de las palabras de enojo de Az. Los demonios de
esta tierra no eran siervos del diablo; al menos, ella no creía que lo fueran.
Algunos eran todopoderosos, capaces de destruir tanto como un huracán Otros
eran apenas más dotados que los psíquicos humanos.
De cualquier manera, ella no era un demonio.
—Puedes ver nuestras alas, —dijo Sam mientras la dama que estaba con él
observaba en silencio. —Eso significa que tienes sangre de ángel en ti.
Jade enderezó sus hombros. —Az me salvó la vida. Me estaba muriendo.
Él-él me dio la sangre para que yo sobreviviera.
Un ceño fruncido bajó las oscuras cejas de Sam. —Qué propio de Az. —
Agitó la cabeza mientras señalaba a Azrael. —Eso explicaría por qué a los
ángeles se les ha puesto dura por ti. Apuesto a que Uriel está ansioso por darte
un castigo particularmente doloroso.
—¡No se merece un castigo!—Ahora su voz era cada vez más fuerte. ¿A
quién le importaba? —¿No me has oído? ¡Az me salvó la vida!
—Y cambió el destino.—Habló la mujer otra vez. La mujer que era
demasiado guapa y que tenía unos ojos que veía demasiado. —Ahora, Az,
¿cómo la protegerás cuando vengan los ángeles de la muerte?
—Convertirla en un demonio sólo la ha marcado más.—Sam parecía
lamentarlo. —Dirán que es una abominación. Conversa, no nacida.
La mujer se estremeció. Sam le rozó la mejilla con los dedos. Parecía
pesaroso, tenía que ser falso, y dijo: —Acabas de ponerle una diana más grande
en la espalda. Por lo que sé, un humano nunca se ha convertido en un demonio
antes...
Su control se rompió. —¡No soy un demonio!—Una ráfaga de aire caliente
pareció azotar la habitación.
—¿Por qué no se lo dijiste?—La mujer le preguntó a Az. —¿No creías que
merecía saber que la vida que había vivido se había terminado?
No, no, esta chica estaba equivocada.
—Sangre humana.—Sam suspiró. —Mézclala con sangre de ángel. Ya
hemos dicho qué tipo de ser es creado...
—Demonio,—soltó Jade.
—Eres una raza completamente nueva, —continuó Sam y el tipo la estudió
como si fuera una especie de experimento científico. Empezaba a sentirse como
si lo fuera. —Me pregunto cómo de fuerte serás.—Luego se movió con la
velocidad de un ángel, apareciendo instantáneamente justo delante de ella. Le
puso la mano alrededor del cuello y la levantó del suelo. —¿O cuán débil?
No podía respirar. Jade le dio una patada tan fuerte como pudo.
Y Az lo atacó.
Jade cayó al suelo. Su mano se elevó automáticamente hasta la garganta.
El bar pareció inclinarse y balancearse y una gigantesca grieta corrió a través de
la parte superior del techo.
—¡No vuelvas a intentar herirla!—El bramido de Az. Tenía a su hermano
contra la pared y su puño estaba levantado mientras se preparaba para hacer algo
de daño a la cara de Sam.
Sam no estaba peleando. Sólo se reía. Entonces él dijo: —Estás tan
jodidamente perdido. No puedes volver arriba si rompes las reglas y haces
nuevos demonios.
La compañera de Sam no se había movido, pero su cuerpo estaba tenso y
Jade vio su mirada lanzarse hacia las puertas cerradas con candado.
Uh, oh. La mirada de Jade siguió esa grieta en el techo una vez más. El bar
había estado temblando, pero ella no pensaba que esa explosión de energía
hubiera venido de los dos Caídos. Esa grieta se dirigía hacia la izquierda,
siguiendo la dirección de la mirada de la mujer y dirigiéndose hacia esas puertas
metálicas.
¿Qué había detrás de esa cerradura?
Sabueso del infierno.
—Az… —Se humedeció los labios. —Creo que... que... debemos irnos
ahora.—Tratar con una pantera psicótica ya era bastante malo. ¿Enfrentarse a un
sabueso del infierno?
Hoy no, por favor.
Pero un gruñido retumbaba por todo el edificio. Az miró a Sam. —Todavía
tiene órdenes de protegerte, ¿no?,—preguntó Az.
Uno de los hombros de Sam se alzó, y luego se cayó, en un movimiento
casi descuidado. —¿Qué puedo decir? A Seline le gusta mantenerme a salvo.
Seline... esa sería la mujer que estaba apresurándose a volver al lado de
Sam en ese momento.
Apresurándose, mientras Az retrocedía y se volvía hacia esas pesadas
puertas. Jade corrió hacia delante y bloqueó su camino. —Mal plan. ¿De
acuerdo? Malo. Pensemos en otra cosa. Tiene que haber otra manera...
—¿Otra forma de detener a un híbrido mitad cambiaformasmitad ángel?—
Preguntó Az. —Entonces dime cuál. Porque sus garras pueden rajarme, pero mi
Toque de Muerte no le hará nada.
—Oh, hombre, estás jodido.—La voz de Sam era tranquila. —Supongo
que es hora de que pruebes unas rondas con Beelzebub. Cuando pierdas un poco
más de carne, creo que las cosas se quedarán empatadas entre nosotros.
¿Empatadas? Ese tipo estaba loco.
Az lo ignoró y no apartó la mirada de Jade. —Necesitamos estas armas, —
le recordó. Un recordatorio que no necesitaba. —Si quieres ser libre, entonces
me dejarás enfrentarme a él.
—¡Podría matarte!—Gritó Seline. —¿No lo entiendes? Cuanto más tiempo
permanezca en este reino, más fuerte será Beelzebub. Y… y tiene gusto por el
pecado.
El latido de Jade sonó en sus oídos.
—¿Has estado manteniéndote blanco como una azucena?—Sam se burló.
—¿O has caído de verdad, Az?
Había caído. Asesinado. Follado.
—Beelzebub juzga. —Seline estaba tratando de advertir a Az. Jade se dio
cuenta de que le estaba empezando a gustar la rubia.—Él puede ver lo que hay
en tu corazón. Si ve el mal, atacará.
Ahora Sam se había puesto al lado de Az. —¿Acaso sabes lo que hay en tu
corazón?—Le echó una mirada a Jade. —¿Lo sabe ella?
Az asintió con la cabeza. Se adelantó y rozó un beso sobre los labios de
Jade. —No te preocupes.
Ella atrapó su mano. —No mueras por esto.—Por mí. —Hay otra manera.
Lo sé.
Pero él sacudió la cabeza. —Esta es la mejor manera. Podemos conseguir
un suministro de balas. Puedo usarlas. Tú puedes usarlas.
—El sabueso no renunciará a esas garras. —Sam se golpeó la barbilla. —
Vas a tener que luchar duro por ellas.
Este plan apestaba. —No, —dijo Jade rotundamente. —Olvídalo. No vas
a…
Az la besó de nuevo. Un roce de sus labios. Un desliz de su lengua.
Entonces... —Mantenla a salvo, y no dejes que me siga.
Él desapareció. No, no desapareció. Sólo corrió de su lado porque sintió el
látigo rápido del viento al pasar. Jade se giró para correr tras él, pero Sam agarró
su mano.
—No puedo dejarte hacer eso, —murmuró. —Lo siento, demonio, pero...
—En un abrir y cerrar de ojos, la tenía al otro lado de la habitación. La había
arrojado a esa gran jaula dorada que colgaba de la pista de baile. Un movimiento
de su mano hizo que la puerta se cerrara con llave, y una ráfaga de fuego de las
yemas de sus dedos derritió la cerradura, sellando efectivamente la jaula y
atrapándola dentro. —Pero Az no necesita que lo distraigas ahora mismo.
Los gruñidos llegaron a sus oídos entonces. Gruñidos. Sonidos humanos.
Y las paredes temblaban cuando la bestia atacó.
Ella agarró las barras doradas. —¡Déjenme salir de aquí!
Sam estaba en el suelo debajo de ella. Agitó la cabeza, pero no parecía
especialmente arrepentido. —Confía en mí, merece que le arranquen una o dos
libras de carne. Tu ángel no es exactamente el premio que crees.
—Es exactamente lo que creo que es.—Y estaba cansada de que todos
dijeran lo contrario. —¡Ahora déjame salir!
Pero él se dio la vuelta. —Si quiere las garras de Beelzebub, entonces Az
tendrá que sangrar por ellas.
—¡No!—Gritó Jade. Las barras no se rompían. La jaula se balanceaba de
un lado a otro de su pesada cadena, y esos gruñidos se hicieron más fuertes.
Az bajó por la vieja escalera en la parte de atrás del Sunrise. Le había
supuesto poco trabajoencargarse de las puertas de metal y los candados de arriba.
Un movimiento de su mano y el fuego desintegró el siguiente juego de candados
que impedían su camino. Una patada rápida, y la puerta de acero reforzada que
tenía ante él voló hacia adentro.
Az entró corriendo y el sabueso lo atacó inmediatamente.
El aliento de la bestia, caliente y apestando al hedor del infierno, aventó en
la cara de Az. Unos dientes gigantes y amarillos selanzaron a por su garganta
mientras las garras del sabueso pasaban sobre el pecho de Az. Gritó ante el dolor
candente y le dio una patada a la bestia.
El sabueso voló por los aires, pero aterrizó fácilmente de pie. El grueso y
mate pelaje negro cubría su cuerpo corpulento. Largas y ensangrentadas garras
rastrillaban el suelo.
La bestia le miró fijamente.
Él puede ver el pecado.
Y Beelzebub atacó de nuevo.
El sabueso hizo que Az se estrellara contra la pared. El pladur caía a su
alrededor, y Az estaba bastante seguro de que el crujido era la ruptura de sus
costillas. Los dientes del sabueso se le hundieron en el hombro.
El dolor lo atravesó. Los dientes de un sabueso del infierno no sólo
cortaban y desgarraban, sino que quemaban a un ángel. Apretando los dientes,
Az agarró la cabeza de la bestia y arrancó esos afilados dientes del hombro.
Tenía la cabeza de la bestia en sus manos y miró a los ojos encendidos por el
fuego del infierno.
—Hoy no me vas a matar, —gruñó. Sam tenía que encontrar un lugar
mejor para guardar a la bestia. Tarde o temprano, empezaría a comerse a los
clientes del Sunrise.
La bestia saltó hacia atrás.
Az se pasó la lengua por encima de su labio inferior y probó la sangre. —Y
por mucho que quiera...—La bestia dio vueltas a su alrededor, echando hacia
atrás su feroz cabeza y aullando lo suficientemente fuerte como para despertar a
los muertos. —No voy a matarte.—Sabía que Sam y Seline estaban demasiado
encariñados con su monstruosa mascota.
La bestia atacó de nuevo. Az saltó fuera de su camino. La cabeza del
sabueso se estrelló contra la puerta de acero.
—No te mataré, —dijo Az otra vez mientras el sabueso movía la cabeza,
—pero conseguiré esas garras.
Podría haber jurado que el sabueso le sonrió entonces. Tantos dientes.
Luego la bestia se abalanzó sobre él, y esas garras se hundieron en el estómago
de Az.
Sammael, Sam, iba a quedarse ahí parado mientras Az moría. Y Seline no
parecía que fuera a apresurarse a ofrecer su ayuda a Az. —¿Por qué estás
haciendo esto?— Preguntó Jade. Había tirado de todas las barras de la jaula. No
cedieron, y mucho menos la cerradura, ya que el tipo había usado su fuego para
soldar la puerta.
Sam la miró. —Az es el que quería enredarse con la bestia. Sólo le di lo
que quería.
—¿Por qué lo odias tanto?—No podía hacer que su corazón se ralentizara.
Sus manos temblaban mientras la furia llenaba su cuerpo. —Quiero decir, lo
entiendo, es tu hermano, así que es probable que haya alguna rivalidad entre
hermanos. —La mirada de Sam se congeló. —Pero podría morir ahí dentro.
Brandt casi lo mató antes. Az no es tan fuerte como pareces pensar que es.
La risa se derramó desde el Caído. —Y no es tan débil como parece que
crees.
Cuando su risa se desvaneció, el silencio llenó la habitación. No más
gruñidos. Los gruñidos habían cesado.
La jaula se balanceaba de un lado a otro.
Sus manos anudadas alrededor de los barrotes.
—Más le vale que no haya lastimado a mi sabueso. —El murmullo de
Seline llegó a los oídos de Jade. —Estoy en deuda con tu hermano, así que lo
dejé subir al ring con Beelzebub, pero si Az hiere...
Az entró en la habitación. Un rastro de sangre le seguía.
—¡Az!—Gritó Jade.
Tenía las manos sobre su estómago. Heridas profundas cubrían su pecho y
brazos. Cuando apartó las manos, Jade jadeó al ver la profunda herida que le
había rajado el estómago.
Su mirada se elevó ante el sonido de su sobresaltado aliento. La sangre
goteaba de su labio roto. —No te preocupes.—A pesar de sus heridas, su voz era
fría, incluso tranquila. —Conseguí lo que necesitábamos.
Luego metió la mano en el desastre que tenía en el estómago. Sacó una
garra gruesa. Otra. Otra.
Sus rodillas querían doblarse, así que Jade se agarró más fuerte a las barras
para mantenerse erguida.
—Tu mascota se rompió unas cuantas uñas, —le dijo Az a Seline mientras
dejaba caer cinco garras pesadas al suelo.
Seline se arrastró hacia delante. —¿Has...?
Pero ella no logró terminar. Porque una gran y corpulenta bestia negra
irrumpió por esas puertas metálicas y se dirigió directo a la espalda de Az.
Jade gritó una advertencia, pero sabía que sería demasiado tarde. El
sabueso del infiernoera una pesadilla. Dientes apretados, ojos ardiendo como el
fuego del infierno.
Y no había nada que pudiera hacer. Estaba atrapada. Az moriría.
—¡No!—El grito pareció desprenderse de su alma al estallar su furia.
Ardía fuerte y brillante y la atravesó. Mientras caía al suelo de la jaula, una bola
de fuego salió de su cuerpo y corrió hacia la bestia. El fuego se estrelló contra el
sabueso y detuvo al monstruo justo antes de que pudiera llegar a Az.
Se quedó sin aliento. Mierda, ¿acaba de hacer eso?
Demonio.
Jade se puso de rodillas. Una salvaje sonrisa levantó sus labios. El sabueso
había caído. Az estaba a salvo. Ella usó la magia y…
Y la bestia se estaba haciendo más grande. Justo ante sus ojos, él duplicó
su tamaño.
Sam levantó las cejas mientras la miraba. —A los sabuesos les gusta el
fuego, demonio. Sólo lo hiciste más fuerte.
El sabueso se puso de pie y corrió hacia Az.
Capítulo Catorce
Jade estaba gritando su nombre. El miedo contorsionaba su hermoso
rostro. Ella se agarraba a las barras de la jaula mientras las lágrimas se
deslizaban por sus mejillas.
Az no apartó la mirada de ella. No podía. Puso su mano detrás de él.
Beelzebub gimoteó, y luego lo lamió. El aliento caliente de la bestia aventó
sobre la piel de Az.
—¿Qué demonios?—Sam murmuró incluso mientras Seline decía...
—Amansaste a la bestia. —Su voz estaba aturdida, pero admirada.
—No es exactamente una doma.—Metió la mano en ese grueso pelaje. —
Supongo que decidió que no le gustaba mi sabor, así que me dejó ir. —Ahora
parecía tener un amigo de cuatro patas que no podía sacudirse de encima.
¿Y por qué estaba Jade en una jaula de oro? ¿Estaba llorando por él?
Mientras él la miraba fijamente, sus manos lentamente soltaron las barras.
Ella se enjugó las lágrimas de su cara, y él vio el temblor en la punta de sus
dedos.
—A Beelzebub debe haberle gustado lo que vio en tu alma, —dijo Seline
mientras caminaba a su alrededor. Az miró hacia atrás a tiempo de ver como los
dedos de ella se hundían en el pelaje del sabueso. —Así que no importa lo que
pienses de ti mismo, no eres un bastardo sin corazón.
El sabueso se presionó contra el costado de Seline. Ella se inclinó e
inspeccionó los irregulares restos de sus garras. —Ven conmigo, Beelzie, —le
dijo ella, canturreando con su voz, —Las volveré a poner en forma en un
santiamén.
El sabueso del infierno la siguió como un afectuoso cachorro.
Az hizo una mueca de dolor cuando los músculos y ligamentos
desgarrados de su cuerpo comenzaron a repararse. La sangre finalmente había
dejado de brotar de él. Una buena señal.
—Te dije que tu mujer era un demonio.—Sam caminó hacia él con las
manos cruzadas sobre su pecho. —Y tiene más que un poco de poder en ella.
La jaula se balanceó como un borracho sobre él. Az entrecerró los ojos. —
No recuerdo haberte dicho que la encerraras.
—Era mi manera de mantenerla a salvo.—Una pausa. —De nada, —dijo
Sam.
Az gruñó. Asumiendo lo que Sam había hecho, pero su hermano le
extendió la mano en un movimiento aparentemente lento y le dio una palmadita
en el hombro. —¿Hay algún ángel híbrido de caza del que necesites advertirme?
Az volvió a mirar a Jade. No había más lágrimas procedentes de ella.
Ninguna emoción en absoluto asomaba en su cara. Pero el miedo y la
desesperación habían estado ahí antes, y lo habían quemado.
—Yo me encargaré de ese tipo. —Las palabras de Az eran una promesa.
—No tienes que preocuparte por él.
—Me preocupo cada vez que hay un ser ahí afuera que puede matarme.—
Sam se agarró a su hombro. —¿Seguro que puedes con él?
Az giró la cabeza y se encontró con la mirada de Sam. —Consígueme una
bruja que pueda sacar las balas de esas garras, y el cambiaformas estará muerto.
Una ceja se elevó. —Oh. ¿Es todo lo que necesitas?
Asintió con la cabeza.
—Entonces considéralo hecho, pero deberías saber que Mateo no trabaja
gratis. Habrá un precio.
Ah, sí, Mateo. El mago que había peleado con Sam meses antes en
México. —Siempre lo hay, —dijo Az.
Con una reverencia de su cabeza, Sam se alejó. El tipo incluso silbaba
mientras esquivaba el rastro que Az había dejado.
—Uh, sí, este es un gran momento familiar y todo eso,—la voz tensa de
Jade espetó, —pero, ¿qué tal si me sacas de esta jaula?
Az hizo un gesto con la mano. La puerta de la jaula se abrió.
Jade saltó. Él la cogió y la sostuvo fácilmente en sus brazos. La mirada de
ella examinó la cara de Az. Los restos del miedo iluminaban su mirada. —Si
vuelves a hacer eso...—Tragó. —Encontraré la forma de matarte yo misma. —
Frunciendo el ceño, Az puso a Jade de pie. No se esperaba esa respuesta. Con las
manos cerradas en puños a los costados, dijo: —Se supone que somos socios en
esto. Cuando tienes un compañero, no sales corriendo solo para hacer frente al
sabueso del infierno malo.
—Un golpe de sus garras te habría matado.—Su propio enojo comenzó a
aumentar mientras sentía el continuo dolor de su carne sanándose. —¿De verdad
querías que arriesgara tu vida?
—¡No, idiota, no quería que arriesgaras la tuya!—Luego caminó hasta las
garras ensangrentadas para recuperarlas. —¡Esto!—Las levantó en el aire. —No
valen tu vida.
—Son un arma que necesitamos.
Ella negó con la cabeza.—No quiero volver a estar atrapada cuando no
pueda hacer nada más que esperar a que lleguen los gritos mientras mueres.—El
calor le sonrojó las mejillas. —He estado ahí antes. Cuando Brandt vino después
de...—Se detuvo y levantó la barbilla. —¡No me quedaré al margen mientras
alguien muere de nuevo!
Se dirigió lentamente hacia ella. Sus pasos parecían resonar en el
cavernoso bar. —No voy a morir.
Le temblaba el labio. —Más te vale que no.
A ella le importaba. Él podía ver eso. Ella era la única mujer que alguna
vez se había preocupado por él.
Sus dedos, aún ensangrentados, rozaron su mejilla. —Tú... me haces sentir
cosas que no debería sentir. —Las emociones parecían desgarrarlo. La lujuria.
La necesidad.
Pero había más.
Quería estar a su lado en la oscuridad. Quería oírla reír. Jade no se reía lo
suficiente. No mostraba su verdadera sonrisa lo suficiente para su deleite.
¿Cuánto tiempo hacía que no veía su hoyuelo? Demasiado tiempo.
¿Cómo se vería cuando fuera realmente feliz? ¿Brillarían sus ojos verdes?
¿Lo descubriría alguna vez?
—Es tu día de suerte, Az.—La voz burlona de Sam apartó su mirada de
Jade.
Vio a su hermano caminar hacia él desde las oficinas traseras. Sam
sostenía una delgada hoja de papel entre el pulgar y el índice. —Mateo está en la
ciudad.
La tensión apretó su cuerpo. Mateo no era sólo un brujo. Era un
convocador, el hijo híbrido de un espíritu de encrucijadas y una bruja que había
querido demasiado poder. Tenías que tener cuidado cuando tratabas con Mateo,
porque a veces, el pago por sus servicios era tu vida.
La mirada de Az se deslizó hacia Jade. Lo último que quería era que se
acercara demasiado a Mateo. Si Sam había sentido curiosidad por sus poderes,
Mateo estaría fascinado. Y fascinar a Mateo no era algo bueno.
—Oh, no,—dijo Jade mientras le señalaba con una garra ensangrentada. —
Deja de pensar en ello. No vas a abandonarme mientras persigues a Mateo.
—No quieres estar en su radar, —le dijo Az.—Quédate aquí. Sam puede
mantenerte a salvo.
—¿Así que ahora soy una niñera de bebés demonio?,—murmuró Sam. —
Qué divertido para mí.
Az no miró a su hermano. Había sido quemado y había sangrado por el
tipo en México, así que pensó que Sam aún le debía algo.
—No me vas a dejar atrás.—Los ojos de Jade se entornaron. —Estamos
juntos en esto, ¿recuerdas?
Pero fue Sam quien se lo dijo. —Si vas con él, pagarás un precio.
—Bien. —Apenas le dirigió una mirada a Sam. —Entonces estoy lista para
pagar. Az está en este lío por mi culpa. Porque estaba tratando de salvarme la
vida.
Un lado de la boca de Sam se curvó con una sonrisa. —¿No es un héroe?
—Sí, lo es para mí. —Az parpadeó. —Y me quedo a tu lado, —continuó
Jade, con voz y cara decidida. —Así que acéptalo. Si alguno de ustedes intenta
volver a meterme en esa jaula de stripper...
—No la descartes, —aconsejó Sam.
—Veremos cuánto más fuego puedo lanzar.
Sam se rascó la nariz. —Suenas tan feroz.
Cierto. Como si Sam le temiera a un poco de fuego. O incluso a mucho
fuego. El tipo había estado dispuesto a ir al infierno para salvar a su Seline. De
hecho, había rogado para ir al infierno.
Todo por amor.
Incluso los ángeles caídos podían ablandarse.
—Ve a lavarte la sangre, —le aconsejó Sam. —Puedes usar el apartamento
de arriba. Entonces tú y tu...ah...amiga...pueden encontrarse con Mateo. Pero
será mejor que te apures. Cuando el sol se ponga, se habrá ido, y la única forma
de encontrarlo entonces es convocarlo en un cruce de caminos.
No es una opción. Los tratos de las encrucijadas nunca funcionaban bien
para el tonto que hacía la invocación. Claro, el espíritu invocado estaba obligado
a conceder el deseo del idiota, pero después de que ese deseo era concedido,
entonces el espíritu empezaba a retorcer las cosas. Deseas riqueza, la obtienes,
pero sólo porque tu esposa muere en una explosión y obtienes dinero del seguro.
Deseas vivir para siempre... lo deseas, pero sólo porque estás en coma y no
puedes moverte porque las máquinas te mantienen vivo indefinidamente.
Hacer un trato con un espíritu de encrucijadas era tan malo como hacer un
trato con el diablo.
Pero no era como si tuvieran muchas opciones en este momento.
Az inclinó la cabeza. —Gracias.
Los ojos de Sam se abrieron un poco.
¿Alguna vez le había dado las gracias su hermano? Echarlo del cielo, sí,
intentar matarlo... sí.
¿Pero darle las gracias? No.
Az se aclaró la garganta. —Te debo una. —Az quería asegurarse de que
Sam entendiera eso. —Encontraré la manera de pagar mi deuda.
Un músculo se flexionó en la mandíbula de Sam. —Luchaste para salvar a
mi Seline. Por lo que a mí respecta, estamos en paz.
No, no lo estaban.
Tal vez algún día lo estarían.
Az tomó el brazo de Jade. Se limpiarían y volverían a la caza.
—Ten cuidado.—La advertencia de Sam. Forzada.
Az miró por encima de su hombro para ver que la mirada de Sam no estaba
sobre él. Estaba sobre Jade.
—Estaba dispuesto a arder para mantener a mi pareja conmigo.—Los ojos
de Sam brillaron con el doloroso recuerdo. —Cuando la perdí, perdí el control.
—Era demasiado peligroso para un Caído como Sam perder el control. —Una
bruja me dijo una vez que tú destruirías el mundo, —continuó Sam. —Cuando
ella dijo eso, yo tuve que preguntarme... ¿qué podría empujarte tanto como para
que te volvieras en contra de todos los que te rodean? —La mano de Jade era
suave y delicada en su agarre. —Ten cuidado, —Sam le advirtió de nuevo. —
Asegúrate de no tener que enfrentarte a la misma oscuridad que yo.
Az asintió. Sam había estado listo para destrozar, para matar, pero Seline
había regresado con él antes de que cruzara el punto de no retorno.
¿Qué habría pasado si ella no hubiera estado allí?
Az y Jade subieron corriendo la vieja escalera. Y mientras el cuerpo de ella
rozaba el de él, un insidioso susurro lo tensó. Un susurro que provenía de su
interior.
¿Qué haría yo sin ella?
Bastion permanecía entre las sombras, observando a los mortales mientras
éstos recorrían a toda prisa las calles de Nueva Orleans. Nadie lo veía. No
podían... nadie de allí estaba previsto que se encontrara con la muerte.
Su mirada se fijó en el edificio de enfrente. El Sunrise. Conocía bien el bar
de Sammael. Los Caído servían a los humanos y alosOtros allí, haciendo alarde
de sus pecados para que todos los vieran.
Pero Sammael había estado pecando durante siglos, desde que Az lo había
desterrado del cielo. Un hermano, volviéndose contra el otro.
Una vieja profecía.
Pero Az había hecho bien al desterrar a su hermano. Sammael había roto
las reglas. Había tomado almas que no le correspondía reclamar. Az no había
tenido elección en el castigo de su hermano.
Ahora él tenía una opción. Tenía una opción, y había elegido atacar a otros
ángeles.
¿Dónde estaba Marna?
Cortarle las alas... Az sabía lo que le costaría a Marna perder las alas. Las
alas no volvían a crecer. Los ángeles podían regenerarse de la mayoría de las
heridas, pero no de esa. Nunca las alas.
Ella no volvería a casa de nuevo.
Las bocinas sonaron. Las voces se alzaban y caían en una suave cadencia.
El olor del río flotaba en el aire. Ignoró todo eso, demasiado consciente del
pecado que Az había cometido.
Az se había llevado la única cosa que a Bastion le importaba en este
mundo.
Su cabeza se inclinó hacia atrás al ver las sombras de dos formas
moviéndose en el piso superior del Sunrise. Dos personas. Un hombre. Una
mujer. Justo detrás de las cortinas.
Az le había quitado algo, y ahora él se lo quitaría todo al Caído.
Todo.
El agua de la ducha golpeó la carne de Az. Jade le miraba fijamente a
través del fino panel de cristal. No iba a dejar que la sensualidad del tipo la
distrajera.
Az se volvió. Se encontró con su mirada. La llamó con el dedo.
Bastardo sexy.
No te distraigas. No…
Pero una chica necesitaba estar limpia, ¿verdad?
Se sacó la camisa por encima de la cabeza. Tiró el sostén. Se quitó los
zapatos a puntapiés y se desnudó en unos treinta segundos. No tan rápido como
la técnica de desaparición instantánea de ropa de Az, pero aún así bastante
buena.
Pero no se metió en la ducha. Podía hacerlo bien. Hacer que la deseara
tanto como ella lo deseaba a él. Jade enderezó sus hombros. Se echó hacia atrás
el pelo, y dejó que su mirada se sumergiese lentamente descendiendo por el
cuerpo de Az.
El agua recorría sus abdominales. Qué carne tan esculpida. Sus heridas ya
estaban curadas. Era una vez más todo músculo afinado y piel dorada. Por
supuesto, era más que humano.
Su mirada bajó un poco más. No había forma de pasar por alto esa carne
excitada. Hambriento, duro. Por ella.
Mientras ella miraba su erección, su polla se hinchó aún más, y ella se
relamió los labios.
Él puso su mano sobre el cristal.
Jade levantó la mano y la dejó reposar sobre el cristal, poniéndola justo
encima de la de él. El cristal estaba frío al tacto. Su mano parecía mucho más
pequeña que la de Az. Más débil.
No volveré a ser débil.
Su mirada sostenía la de ella a través del cristal. El vapor empezó a
elevarse, difuminando lentamente su imagen.
Az abrió la puerta de la ducha deslizándola. Jade entró, teniendo mucho
cuidado de no tocarlo. Todavía no. Su cuerpo se deslizó más allá del de él,
apenas una pulgada de espacio los separaba. Podía sentirlo a su alrededor.
Pero Az hacía eso. La hacía sentirlo, a cada momento. Lo había hecho,
desde el principio. Dejó que el agua la golpeara. Dejó que la lavara y se deslizara
por su piel.
Az no la tocó.
Ella todavía no lo tocaba a él.
Jade se giró bajo la ducha y encontró sus ojos sobre ella. Calientes.
Hambrientos.
El agua caía.
Ella le sonrió y le llamó con un dedo.
Al segundo siguiente, la tenía contra la pared de la ducha. Su boca estaba
sobre la de ella. Abierta. Sus labios se encontraron. La lengua de Az se metió en
la boca de ella.
Sus manos sostuvieron sus caderas contra la pared y la posicionaron
perfectamente. Jade se arqueó contra él mientras su mano se deslizaba entre sus
cuerpos. Encontró su polla. Lo acarició. Guio su carne hacia la entrada de su
cuerpo.
Nada de preliminares.
No más seducción.
Ella sólo lo quería.
Cuando él la embistió, ella quiso congelar ese momento. Su fuerza a su
alrededor. Su boca en la de ella. El cuerpo de él en el de ella. Az.
Pero no podías parar el tiempo. No podías contenerlo por mucho que
quisieras.
Az se retiró. La penetró profundo incluso mientras acolchaba su espalda
con sus manos. Su boca se volvió más dura, más desesperada. Ella ni siquiera
podía sentir el agua ya.
Sólo a él.
Sus piernas se deslizaron sobre las de él. Sus manos se agarraban
fuertemente a sus hombros. El placer remontaba dentro de ella, pero Jade luchó
contra el clímax.
No, demasiado pronto. Todavía no.
Más profundo. Más profundo. Él llenaba cada centímetro de su ansioso
sexo.
La boca de Az se levantó de la suya. Sus ojos la miraron, casi ciegos de
placer. —Sólo... tú.—Su gruñido. Volvió a empujar. —Sólo... tú... Jade. Sólo... te
quiero... a ti.
Y él era todo lo que ella necesitaba. El pasado no le importaba. Lo que él
había hecho, lo que había sido. En ese momento, él era de ella.
El placer despuntó, golpeando a través de ella en un clímax tan intenso que
gritó mientras se arqueaba contra él.
Az la abrazó más fuerte. Embistiéndola de nuevo. Otra vez. Cuando él se
corrió, ella sintió el salpicón caliente de su liberación dentro de ella y el salvaje
latir de su corazón contra ella.
Y el agua caía en la ducha.
Az la bajó lentamente. El sexo de Jade se contrajo, manteniéndolo dentro
mientras las réplicas del placer ondulaban a través de ella. Ésta sabía que debía
decirle algo entonces, pero estaba asustada.
Az había llegado a significar demasiado para ella. Ella había cometido un
error. Uno muy peligroso.
Se había vuelto a enamorar.
La primera vez que amó, sus padres murieron por su error. Su amante se
había vuelto contra ella, había pasado de preocuparse por ella a obsesionarse en
unsalvaje giro de ciento ochenta grados.
Az era diferente. Ella lo sabía. Az era diferente porque. . .
Porque sabía que él no la amaba. No podía.
Ella cerró los ojos y los apretó. Él tampoco hablaba, pero se estaba
alejando de ella. Parecía que siempre se alejaba cuando terminaba el sexo. Toma
placer, nada más.
Ella se giró de nuevo bajo el chorro de agua.
Nada más.
Entonces, ¿por qué se sentía como si él lo fuera todo?
Az usó su poder y conjuró un nuevo par de mudas de ropa para ellos.
Pantalones vaqueros y una camiseta para él, una camiseta que se veía muy bien
mientras se estiraba firmemente sobre su poderoso torso.
Los vaqueros que él le dio le abrazaban las caderas un poco demasiado
estrechamente para su comodidad, pero cuando vio que los ojos de Az se
dirigían a su culo y se le salían un poco de las órbitas, Jade decidió que no se
quejaría, ni de ellos ni del top que mostraba demasiado escote.
Además, ella pensó que no importaba lo que llevara puesto, era mucho
mejor que los trapos manchados de sangre que había estado usando antes.
Cuando llegaron al final de las escaleras, no había señales de Sam. Parecía
que se había ido con su amada. Con suerte, se habrían llevado a ese sabueso del
infierno con ellos.
—Así que...—Jade se aclaró la garganta y trató de actuar con calma
cuando su corazón estaba a punto de salirse galopando de su pecho. —¿Crees
que este Mateo podrá ayudarnos?
—Creo que Mateo es un hijo de puta peligroso, y cuando lo encontremos,
no quiero que te apartes de mi lado.
Ella parpadeó. Um, vale. —Tengo la sensación de que lo conoces.
Az abrió un poco la puerta trasera del club para poder mirar afuera. —Ya
he tratado con él antes. Le debía a Sam un juramento de sangre, así que estaba
obligado a pagar esa deuda. —La miró. —Sin un juramento como ese, Mateo no
tiene que hacer nada que no desee. Por un trabajo así, querrá que le paguemos.
Se puso tensa. —¿Pagar qué?
—Lo que sea que tengamos.—Rozó la mejilla de ella con el dorso de su
mano. —Si pensabas que Heather era peligrosa, cariño, aún no has visto nada.
De hecho, había visto de sobra. Puede que no fuera un ángel con siglos de
antigüedad, pero había visto más que su justa parte de sangre y muerte mientras
caminaba por la tierra.
—No es sólo un brujo. Tiene poderes oscuros, y créeme, provienen
directamente del infierno.
Ella no se inmutó ni retrocedió. Brandt le había enseñado a no echarse
atrás, ni siquiera cuando tenía miedo. Especialmente entonces.
Había aprendido bien esa lección en particular. —Entonces vayamos a
encontrarlo antes de que se vaya de la ciudad.—Encontrarlo, conseguir las balas
de azufre y eliminar a Brandt.
Un plan bastante simple. ¿Por qué estaba tan preocupada? ¿Por qué sentía
que el peligro estaba esperando para caer sobre ellos?
Porque lo estaba.
Az abrió la puerta completamente. La luz del sol se derramó dentro del bar.
La motocicleta esperaba afuera. Az probablemente podría usar su magia para
llevarlos donde sea que necesitaban ir, pero ese modo de viajar no era
exactamente la preferencia de Jade. Tenían la motocicleta, así que podían usarla,
y ella podía evitar los efectos secundarios de sentirse como si fuera a vomitar
después de viajar.
Así que corrieron hacia la motocicleta. Az tuvo el motor gruñendo en unos
dos segundos. Tres segundos más, y estaban acelerando por la calle.
Corrían tanto que a ella casi se le pasa por alto la figura sombría al otro
lado de la calle. El hombre alto y rubio que observabacomo ella y Az se ponían
en marcha a toda velocidad.
El ángel que había venido antes a por ella.
Bastion.
—¡Az!—Ella trató de gritarle una advertencia, pero el rugido del motor de
la motocicleta ahogó su grito. Jade miró hacia atrás, sus manos apretando a Az,
pero Bastion se había ido.
—¿Va a lograrlo?—Preguntó Tanner mientras observaba la pálida figura
de la cama.
Un jodido ángel. Las lágrimas se habían secado en sus mejillas hacía
tiempo. Sus labios, temblorosos, ya no se rompían con gritos de dolor.
Sus alas habían desaparecido. Cody era bueno, peroel tipo no hacía
milagros. Le habían cortado las alas y le habían masacrado la piel de la espalda.
Cody la había cosido, la había drogado para que le dejara de doler, pero no había
mucho más que pudiera hacer.
Desaparecido.
Tanner sabía desde hacía años que su hermano era un bastardo sádico, pero
¿hacer esto? ¿A un ángel?
Ella yacía boca abajo, con la cara vuelta hacia él. Vendas gruesas y blancas
cubrían su espalda. Le acarició el brazo. La había estado tocando casi
constantemente, queriendo consolar a la pequeña rubia que había sangrado y
suplicado.
Esto no debería haberle pasado a ella. Esta no era su guerra.
Era la mía.
—Ella se curará, —la voz de Cody era tranquila. —Pero por todos los
cuentos que he oído, esas alas no volverán a crecer.
La piel de un ángel podía regenerarse. Sus músculos desgarrados podían
curarse. Se recuperaría de la pérdida de sangre. Pero, sin sus alas, estaría
atrapada en la tierra.
—Az puede darle su sangre.—Seencontrarían con el Caído en unas pocas
horas. —Con su sangre, ella puede...
—Ambos sabemos que la pérdida de sangre no va a matarla.—Cody
levantó la vista con su mirada negra como el alquitrán. Cody nunca se molestaba
con el encantamiento cuando estaban sólo ellos dos. ¿Por qué fingir? Tanner
sabía exactamente lo que era su hermano.
Sabía lo que eran sus dos hermanos.
—Su sangre no hará que sus alas vuelvan a crecer. Sólo un milagro puede
hacer eso, —dijo Cody.
Parecía tan pequeña. Tan débil. No como un ser inmortal todopoderoso en
ese momento.
Cody sacó un par de esposas de una bolsa negra.
Tanner se tensó. —¿Qué diablos haces con eso?
Pero su hermano se limitó a agarrar la mano derecha del ángel. —Cuando
se despierte y se le pase el efecto de esas drogas, se va a enojar.
—¡Le salvamos la vida! Ella no va a estar...
—Nuestro hermano le cortó las alas. La dejó para morir. —Cody cerró un
grillete alrededor de su muñeca y le estiró el brazo para cerrar el otro extremo
alrededor del delgadoposte de la cama. —Si ella es un Ángel de la Muerte, todo
lo que necesita es un toque para sacarnos a los dos de este mundo. Ya oíste lo
que dijo Azrael, no podemos dejar que nos toque.
Cody sacó otro par de esposas.
—¿Desde cuándo llevas esposas?—Tanner le tenía agarradala mano
izquierda, y no quería soltarla.
—Son a prueba de Otros, gracias a una pequeña y dulce reina vudú que
conocí en el pantano.—Cody sostenía las esposas sueltas en su mano. —
Mantendrán sus manos lejos de nosotros hasta que podamos calmarla y ayudarla
a entrar en razón.
—¿Razón?—Tanner exhaló un suspiro áspero y se relajó para que Cody
pudiera poner las esposas en su lugar. —Nuestro hermano le cortó las alas. No
hay nada razonable en eso.
—No, no lo hay.
Tanner enderezó sus hombros. —¿Alguna vez te has preguntado... Quiero
decir, tenemos la misma sangre. ¿Y si nosotros...?
—¿Nos convertimos en cabrones retorcidos como él?
Asintió con la cabeza.
—El día que lo haga, ese es el día que quiero que me elimines.
Tanner se encontró con la mirada negra de Cody. Siempre supo que había
oscuridad dentro de Cody. Los demonios y la oscuridad iban de la mano.
—Prométemelo,—dijo Cody, con la voz gruesa, —y yo haré lo mismo por
ti.
Eliminarme. —Lo prometo.—Sabía que si llegaba el momento, él sería el
que mataría a Cody.
Igual que él sería el que matase a Brandt. Su mirada se volvió hacia el
ángel roto.
Bastardo enfermo.
Entonces, susurrando a través de su mente.... Nunca quiero ser como él.
Pero el miedo siempre estaba ahí, escondido en su cabeza. No quiero serlo,
pero ¿y si lo soy?
Esperaba que Az la llevara a una pequeña tienda en el Barrio Francés. Un
lugar que prometía magia y sueños con una docena de cristales mágicos y
pociones almacenadas en las ventanas.
Pero pasó de largo el Barrio Francés y dejó atrás la muchedumbre de la
ciudad. Su mirada se iluminó observando los abalorios mientras se dirigían a las
afueras. Cuentas que colgaban de los postes de luz. Cuentas que habían sido
esparcidas en la calle.
Sólo quedaban unos pocos días más de la locura del Mardi Gras. Para
cuando la gran fiesta terminara, ¿cómo sería su vida?
Jade se agarró más fuerte a Az cuando las casas empezaban a desdibujarse
a su paso. Pronto, las casas desaparecieron, y ella vio edificios más grandes.
Antiguos almacenes. Cruzaron las vías del tren. Giraron a la derecha. A la
izquierda.
Él frenó la motocicleta. Jade levantó la vista. Otro almacén. Todas las
ventanas del piso inferior habían sido tapiadas, pero las ventanas del segundo
piso brillaban bajo la luz del sol.
No exactamente donde ella esperaba encontrar un brujo, pero nada era
realmente lo que ella esperaba últimamente.
Cuando se bajó de la motocicleta, Az tomó su mano. —Recuerda lo que
dije, —le dijo él, con voz suave. —Quédate cerca. Mateo es muy peligroso, muy
fuerte y no sigue las reglas.
¿Había reglas? ¿Por qué nadie le había hablado de ellas?
Parándose frente a las puertas dobles, Az levantó el puño y las aporreó. El
feroz golpe pareció hacer eco en su interior. Jade miró por encima de su hombro,
medio esperando ver a Bastion merodeando tras ella. Pero no vio a nadie.
Miró a Az. Su cuerpo estaba tenso, alerta, y Jade se preguntaba qué…
La puerta se abrió con un gemido. Un tipo alto y musculoso con una
camiseta negra y vaqueros descoloridos alzó una ceja al verlos. Tatuajes tribales
rodeaban su cabeza afeitada. —Me preguntaba cuándo vendrías a tocar a mi
puerta, Caído, —dijo, con el más leve indicio de acento español. —Tú y
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tu…querida .—Su oscura mirada se fijó en ella.
Los dedos de Az se apretaron en torno al brazo de Jade. Mateo bajó la
mirada, notando el movimiento. Una leve sonrisa curvó sus labios. —Es como
una enfermedad, ¿verdad?
—¿Qué?—Az le frunció el ceño.
—Las emociones. Una vez que empiezas a sentirlas, se te meten dentro y
te destrozan. —El tipo sonrió. —Pueden cortar más profundo que nada, incluso
las garras de un cambiaformas pantera.
La piel de gallina hizo erupción en los brazos de Jade. —Sabes lo de
Brandt.
—Hay muy poco en este mundo que yo no sepa.—Dio un paso atrás e hizo
un gesto para que entraran. Una vez dentro, ella esperaba que inmediatamente
cerrase las puertas tras ellos. En vez de eso, se dirigió al umbral y miró afuera
con esa leve sonrisa todavía en sus labios. Después de unos segundos, la miró de
nuevo. —Eres una mujer buscada.
Este tipo la estaba asustando.—Eso he oído.
Cerró las puertas con llave y se dirigió hacia una escalera de madera que
había a la derecha. —Ven.
Jade miró a Az. Se encogió de hombros y empezó a seguir a Mateo.
—Habrá una minuta, por supuesto,—dijo Mateo sin mirar hacia atrás. La
escalera crujió mientras se dirigían hacia arriba. No había nada en la planta baja.
Bueno, un viejo escritorio. Dos sillas. Nada más.
Mateo abrió otra puerta al final de la escalera. Esta puerta conducía a un
apartamento, o al menos a lo que parecía un apartamento. Todo el lugar había
sido remodelado. Cocina. Estudio. La habitación tenía un televisor gigante de
pantalla plana. No era lo que ella esperaba. Parecía el apartamento de soltero de
cualquier otro tipo. ¿Los brujos se habían vuelto innovadores?
Pero Mateo dejó atrás todo eso. Se dirigió hacia un pasillo. Abrió otra
puerta más.
Ah... y aquí era donde ocurría la magia. Vio los grabados en la pared. Los
trazos de tiza negra y roja que habían sido dibujados cuidadosamente en el suelo.
Una mesa negra estaba situada en el centro de la habitación, y podía ver la
reluciente superficie de un espejo descansando en la parte superior de esa mesa.
Un espejo y un cuchillo.
—¿Has estado usando la adivinación últimamente?—Preguntó Az con voz
baja.
Así que Heather no era la única a la que le gustaba prever el futuro.
—A veces necesitas saber lo que viene.—Mateo se detuvo junto a la mesa.
Sus dedos estaban a unos centímetros del cuchillo. —Tienes que estar preparado
para los enemigos que vendrán a tu puerta.
—¡No somos tus enemigos!—Dijo Jade, las palabras surgiendo de ella.
Tomó la pequeña bolsa negra que se había anudado en la cadera. —Nosotros
sólo…necesitamos tu ayuda.
—Sí*, todo el mundo necesita algo. —Az le quitó la bolsa y se la arrojó a
Mateo. El brujo la atrapó con una mano. —Tuviste que sangrar por esto,
¿verdad?—preguntó Mateo.
—Fue un pequeño precio a pagar.
Mateo se rio. —Ahora eres tan diferente, ¿no? No como el ángel que
conocí tiempo atrás.
Jade miró entre ellos.
—Ella cree que te conoce, —le dijo Mateo a Az. —Cree que puede confiar
en que al final estarás ahí para ella.
Sí, ellaestaba en la habitación. —Ella lo cree, —soltó Jade.
Los ojos oscuros de Mateo se encontraron con los de ella. —Pero, ¿sabe
ella que lo que más deseas en este mundo es… dejar este lugar? ¿Que quieres
alejarte de las necesidades, lujurias y emociones que inundan a los humanos?
Jade no apartaría la mirada de Mateo. —Sé que puedo contar con Az.—
Ella podía. Sin duda alguna. Desde el primer momento, cuando vino corriendo
para salvarla... sin duda.
Nadie había intentado salvarla antes de Az.
—Él gobernaba en el cielo, ahora mata por ti en la tierra.
Espera, ¿gobernaba?
—Pero la muerte siempre ha sido su negocio, —continuó Mateo, con voz
ligera. —Es lo que mejor hace.
La ira se agitó dentro de ella. —Él es más que muerte.
Mateo asintió. —Y tú... tú eres más que humana.
Y ahí estaba de nuevo. ¿Iba a venir más charla sobre demonios?
Mateo abrió la bolsa y sacó las garras. Sus dedos acariciaron los bordes
afilados como navajas de afeitar. —¿Crees que serás capaz de eliminar al ángel
terrenal con esto?
Az se adelantó con un movimiento ondulante de sus músculos y aire
amenazador. —Creo que seré capaz de eliminar al asesino psicópata que nos
sigue el rastro.
—La mujer de Sammael también fue terrenal. Cuando una forma terminó,
ella renació de nuevo.
Jade se acercó al borde de esa mesa. La superficie del espejo ahora no
estaba brillando. Estaba oscuro como boca de lobo. —Brandt no es un ángel.—
Más bien un demonio.
Mateo negó con la cabeza. —Él tiene la sangre. Necesitas saber que matar
su forma humana puede desencadenar algo… más.
¿Qué? —¿Estás diciendo que no podemos matarlo?—No era la noticia que
ella quería. Nunca seré libre.
Mateo puso las garras sobre su espejo. —Digo que quizásustedes no
sobrevivan a la batalla que se avecina.
Ella puso sus dedos en el espejo y se sorprendió por su sensación gélida.
—¿Es eso lo que has visto?
Lentamente la miró. —Para saber lo que veo, tienes que pagar un precio.
Jade tragó mientras el miedo la atravesaba. Su mirada... ¿cómo podían
parecer brillar los ojos oscuros?
—Pagaré, —dijo Az inmediatamente.
—Sólo puedes ver mi futuro.—Jade habló rápido, demasiado rápido. —No
puedes saber de Az porque él es...
—No soy un brujo de tienda de diez centavos. —El poder vibraba en las
palabras de Mateo y en el aire que la rodeaba. —Puedo ver más allá de la tierra,
más allá del cielo y del infierno. Cuando convoco, los muertos me responden.
Um, cierto. Ella miró de reojo a Az.
—Pero no es su pago lo que quiero primero.—La voz de Mateo estaba más
tranquila ahora, algo bueno, o bueno hasta que dijo,—Es el tuyo.
—No.—Az agarró su mano y la apartó del espejo. —Yo soy el que pagará.
Dime lo que quieres. Dime el precio de esas balas y...
—No tienes alas para intercambiarlas. No recibiré ningún polvo de ángel
de ti. —Se encogió de hombros. —Es una pena. Las alas de un ángel contienen
una magia tan poderosa. Pueden atar a casi todo el mundo.
¿Éste era el tipo que se suponía que iba a ayudarlos? No era de extrañar
que Az le hubiera hecho tantas advertencias sobre él. Y, mientras lo miraba, los
tatuajes en su cabeza parecían alterarse, sólo un poco. Como si se hubieran
movido unos milímetros.
Él le sonrió a Jade. —Ahora,¿estás lista para pagar mi precio?
Las garras esperaban sobre el espejo. —¿Qué es lo que quieres?
—Una deuda.
Uh, huh. —Vas a tener que ser un poco más específico que eso.
Pero él negó con la cabeza. —No es así cómo funciona. Hago esto por ti, y
me prometes que cuando vaya a visitarte en el futuro, harás lo que yo quiera, sin
hacer preguntas.
¿Parecía loca? Debía parecerlo si él pensaba que le ofrecería cualquier
cosa.
—No hay trato, —gruñó Az.
—Entonces no puedo ayudarte.
—Quieres decir que no lo harás.—Ahora Az golpeó con su mano en el
espejo. —Pero lo que no entiendes es que no me iré de aquí sin esas balas.
La superficie del espejo comenzó a girar bajo la mano de Az. —Az...—
Empezó Jade.
—Sangraré para ti, —le dijo Az. —Te daré una libra de carne, si eso es lo
que quieres. Aceptaré estar en deuda contigo, pero déjala fuera de esto.
—¿Por qué?—Mateo parecía honestamente confundido. —Todo esto es
por ella.
Y lo era. Su batalla. Su pelea. Su vida. Entonces, ¿por qué debería ser Az
el que se sacrificara?
—Pero si estás de verdad dispuesto a ofrecer todo lo que tienes,—
murmuró Mateo a Az.
—¡No!—La negación estalló de ella. Mierda, mierda, mierda…—No vas a
querer a mi primogénito, ¿verdad? Porque eso no va a pasar.
La mirada de Mateo se dirigió hacia su estómago. Esa sonrisa de fantasma
curvó sus labios una vez más. —Me pregunto cómo será el niño.
En un instante, Az tenía el cuchillo en la garganta de Mateo. —Corta el
juego, Mateo.—Un hilo de sangre se deslizó por la garganta del brujo. —
Ayúdanos o...
—¿O me abrirás en canal? ¿Por qué usar un cuchillo cuando puedes
matarme con tu mano?
—Porque no te quiero muerto. Sólo quiero que sangres. —Tiró el cuchillo
y empujó la cabeza de Mateo sobre ese espejo giratorio. Gotas de sangre cayeron
cobre el cristal. —¡Dime lo que ves!
Se formaron nubes en el vidrio. Moviéndose más rápido. Más rápido. Pero
Mateo se rio. —Te veo morir en las manos de Brandt. Sus garras te destrozan.—
Volteó la cabeza y se encontró con la mirada de Az. —Porque no tienes las
jodidas balas de azufre.
Eso no iba a pasar. —Lo haré, —dijo inmediatamente Jade.
Az se dio la vuelta. —No, Jade...
—Demasiado tarde. —Una débil carga iluminó el aire. Un estallido de
chispas. —Ya no hay vuelta atrás.
El corazón de Jade tronó en su pecho. —Sólo danos las balas.
—El trato está hecho, —dijo Mateo con satisfacción.
—Entonces deshazlo,—vino la furiosa orden de Az, —o me aseguraré de
que nunca estés cerca para cobrarte la deuda.
—Pero vas a intentarlo de todos modos, —dijo Mateo. —Vas a tratar de
destruir a todos.
No, estaba equivocado. Az no haría eso.
—He visto el futuro, Azrael. Sé por qué esa bruja te entregó a los
cazadores hace meses. Sé por qué el mundo debería temerte.—Las tenues líneas
alrededor de los ojos de Mateo se profundizaron aún cuando sus tatuajes
continuaban cambiando sutilmente. —Fuiste el gobernante de los Ángeles de la
Muerte, y vas a traer el infierno a la tierra.
Capítulo Quince
—No, no lo va a hacer.—La voz de Jade era confiada y no tenía miedo. —
No sé qué crees que viste, amigo, pero te equivocas. Az no ha hecho más que
ayudarme desde el momento en que nos conocimos.
—Ha intentado ayudarse a sí mismo.—Ante las palabras monótonas de
Mateo, Az rechinó los dientes. —Entrar en ese callejón esa primera noche no
tuvo nada que ver contigo y todo que ver con la necesidad de violencia de Az.
Jade negó con la cabeza. —Te equivocas. Él me salvó...
—A Az le gusta la violencia. —Una pausa. —Sexo y violencia, ¿no te has
dado cuenta? O tal vez sólo le gusta más el sexo contigo.
—¡Az nunca me ha hecho daño!
El brujo estaba a punto de llegar demasiado lejos. —Crea las balas, —
ordenó Az. Jade había cometido un error al ofrecer mantener una deuda con el
tipo, pero Az podría ocuparse de eso por ella. Se aseguraría de que no tuviera
que sacrificar nada.
A Mateo le gustaban demasiado los sacrificios.
—Una vez que se dio cuenta de que eras humana, Az supo que podía
usarte. —La voz de Mateo era suave. El tipo necesitaba callarse.
Az se lanzó hacia adelante y agarró el brazo de Mateo. —Las balas.
Mateo se rio de él. —No te tengo miedo.
Debería tenerlo.
—¡Az no me está usando!—Jade seguía defendiéndolo. ¿Por qué eso lo
hacía sentirse tan… culpable?
—Sí*, lo está haciendo. Pregúntale a él.
Az empujó al brujo. No podía matar a Mateo, al menos, no hasta que
tuviera las balas.
Una sombría sonrisa levantó la boca de Mateo mientras estudiaba a Az. —
Después de todo,—dijo, —todos sabemos que los ángeles no pueden mentir.
—¡No necesito preguntarle!—Los verdes ojos de Jade destellaron de furia
mientras su oscuro pelo caía salvajemente sobre sus hombros. —¿Para qué
podría estar usándome? ¡Yo soy quien lo necesita a él! Me está salvando el
pellejo y...
—Y pensó que tú eras su boleto de regreso al cielo. —El brujo realmente
veía demasiado. —Ayudar a un humano, ayudar a uno de los elegidos...—Mateo
se acarició la garganta. —Se suponía que eso te llevaría arriba, ¿verdad, Azrael?
—Pareces tener todas las respuestas, —le gruñó Az. —Entonces, ¿por qué
preguntas?
—Porque ella necesita verte por lo que eres.—La cara de Mateo se
contorsionó de ira. —Está cegada por ti. Ella no entiende que tú eres...
—Basta de charla. —La voz de Jade interrumpió sus furiosas palabras. Az
la miró, y la vio por primera vez. Jade había cogido el cuchillo de la mesa de
Mateo, y acababa de empujar la punta contra el costado del brujo. —Hicimos
untrato, ahora sólo haz tu parte.
La boca de Mateo se aflojó en estado de shock.
—Es un cuchillo mágico, ¿verdad?—Murmuró ella. —Diablos, ¿no es
todo mágico hoy en día? Y estoy pensando que si puede cortarte, tal vez pueda
matarte, incluso si eres un invocador con súperpoderes. —Empujó la punta de la
hoja un poco más adentro de la carne de Mateo. —Al menos, puedo hacerte
daño.
Los ojos de Mateo se entrecerraron. —A ti no te importa lo que es él.—La
sorpresa se deslizó en sus ojos, pero desapareció casi instantáneamente.
—Lo quiero a él,—dijo ella, —tal como es.
Az se frotó el pecho, consciente de un dolor que descansaba bajo la piel.
El brujo analizó sus ojos. Luego, después de un momento, inclinó la
cabeza. —Espera afuera. Te daré lo que necesitas.
—Más te vale. —Muy lentamente, bajó el cuchillo. —Y deja de hablar mal
de Az, ¿entendido? Lo entiendo, no eres un fan, pero déjalo en paz.
Ella lo estaba protegiendo. Az se acercó a ella. Le retiró un mechón de su
pelo oscuro. Su cabeza se volvió hacia él. —No me importa, Az. Cualquiera que
sea la razón por la que viniste a mí, no me importa.
Pero... pero había un destello de dolor en sus ojos.
Te está usando.
Az le envolvió el brazo alrededor de los hombros. —Vamos.—Esperarían
abajo. Él le aclararía las cosas.
—Necesito tu sangre, Caído.—Las palabras de Mateo lo detuvieron.
Y, por supuesto, lo hizo.
—Tú también tienes que pagar, —murmuró Mateo. —Así que tomaré esa
libra de carne que me ofreciste.—Una pequeña pausa. —Menos mal que los de
tu clase se curan tan rápido.
Pero Az no quería que Jade viera cómo le abrían en canal. —¿Tienes
hechizos protegiendo este lugar?, —le preguntó a Mateo.
—Siempre, —fue la respuesta instantánea.
Exhalando, Az dijo: —Baja, Jade. Estaré allí pronto. Dame un minuto.
Ella asintió y se alejó de él.
Pero antes de que ella se fuera, él quería que ella lo entendiera. —No voy a
volver.
El cuerpo de Jade se puso tenso.
—No te estoy usando como un trueque a cambio del cielo.
Ella se volvió hacia él. Su mano se levantó y le tocó la línea de su
mandíbula. Si hubiera tenido uno, la mirada de Jade le habría roto el corazón.
Pero los ángeles no amaban.
Los ángeles no lo hacían, pero los Caídos…
—Bien, —le dijo en voz baja mientras su mano se alejaba lentamente, —
porque un truequepor alguien como yo, con todas las cosas que he hecho,es más
probable que lo que consigas a cambio sea el infierno.
Luego ella se fue. La puerta del apartamento se cerró silenciosamente
detrás de ella. Az se dio cuenta de que sus manos se habían cerrado en puños.
—Supongo que es verdad.—Mateo vino a pararse frente a él. Sostenía un
cuchillo suelto en sus manos.
Az obligó a sus manos a relajarse. —¿Qué lo es?
—Que todo ángel tiene una tentación.—No era sólo una tentación. —Tal
vez ese sea el verdadero desafío.—La mirada de Mateo tenía los párpados
pesados. —¿Puedes renunciar a ella? Si lo hicieras, tal vez conseguirías lo que
quieres.
—Tú no sabes lo que quiero.—Lo que quería era bajar las escaleras. Podía
oír los suavessonidos de sus pasos. —Así que vayamos a lo de rebanarme y
apurémonos.—Tenía lugares a los que ir. Un ángel al que ver.
Un cambiaformas al que matar.
—Si eso es lo que quieres.—Entonces Mateo empezó a cortarlo. Az apretó
los dientes, negándose a gritar mientras el brujo le trinchaba. Mateo recogió su
sangre en una taza, sosteniéndola cerca.
Az no hizo ningún ruido. No quería que Jade lo viera así, no quería que
escuchara su dolor.
Así que cerró los ojos, ignoró la rebanada caliente de ese cuchillo, y pensó
en los ángeles... y sus planes mortales.
Ella había sabido que él era demasiado bueno para ser verdad. Jade se
paseaba por el polvoriento piso de abajo del almacén, sus brazos cruzados sobre
sus pechos. Esa primera noche supo que el destino no podía ser tan amable con
ella.
—Usándome, —murmuró, ¿y qué? ¿No lo había estado usando ella a él
también?
Entonces, ¿por qué conocer las verdaderas intenciones de Az hacía que le
doliera el corazón?
Porque sabes que no quiere quedarse contigo. Sabes que cuando esta
pesadilla termine, Az encontrará la manera de conseguir lo que más quiere.
Y lo que más quería no era ella.
Maldita sea.
El tipo quería irse a casa.
¿Cómo podría una chica competir con el cielo?
Miró arriba. No había oído nada desde que bajó al primer piso. Eso era
raro, pero…
—Ayúdenme... Jade se puso tensa ante ese grito. Débil, a la deriva en el
viento. Ella corrió hacia la puerta del almacén. Poniendo la oreja contra ésta,
escuchó.
—Ayúdame...—Una voz de mujer. Desesperada. Más alto. —¡Por favor,
ayúdenme!
Jade se echó hacia atrás. Agarró el pomo de la puerta. Tiró.
La maldita cosa no se abrió.
La mujer gritó, un grito alto y lleno de dolor.
Jade tiró más fuerte de la puerta. No se abría. Corrió hacia las ventanas
tapiadas. Presionándose cerca, entrecerró los ojos y pudo ver la forma de una
mujersosteniéndose contra la pared al otro lado de la calle. La mujer se agarraba
el estómago, balanceándose sobre sus pies. Y había un rastro de sangre a su
estela.
Oh, demonios. —¡Az!—Jade gritó. —¡Te necesito!—Porque no podía
quedarse ahí parada y ver morir a esa mujer. Jade se dio la vuelta. Necesitaba
algo, algo, la silla. Corrió hacia el viejo escritorio y las sillas, y sus manos se
cerraron alrededor de la silla más cercana.
La arrastró con ella y la golpeó contra la ventana. El vidrio se rompió. La
madera que había sido clavada en su lugar gimió.
Los llantos de la mujer se debilitaban.
—¡Az!—Gritó otra vez Jade. —¡Ayúdame!
El viento aullaba en el apartamento mientras la magia se encendía. Mateo
estaba mezclando la sangre de Az y las garras del sabueso, machacándolas y
volviéndolas a formar con sus poderes. Mateo usó su propio poder de fuego para
fundirlas y darles forma.
El aullido sonaba como mil voces gritando en su cabeza, e incluso con el
fuego girando a solo unos pasos de distancia, Az sentía un frío helado en su piel.
Alguna magia podía hacer que hasta los ángeles se detuvieran.
Y esta... los poderes que Mateo invocaba, eran malditamente oscuros.
Az se alegró de que Jade estuviera a salvo abajo. No quería que esta
oscuridad la tocara.
La madera se agrietó con un crujido. Jade volvió a agarrar la silla, y ésta
voló a través de las destrozadas vigas de madera. Luego le tocó a ella lanzarse
por la ventana.
La mujer ya no lloraba. Se había caído al suelo y no parecía moverse en
absoluto.
No estés muerta. Por favor, no estés muerta.
Pero Jade podía oler el olor demasiado dulce de las flores, y eso se suponía
que significaba que un Ángel de la Muerte estaba cerca, ¿verdad?
—¡Aguanta!—Gritó Jade mientras corría por la calle. —No estás sola.
Todo va a estar bien.
Se dejó caer de rodillas junto a la mujer. La rubia se había alejado de ella,
hundiéndose contra el viejo edificio de ladrillos. Jade agarró su hombro. —Vas
a...
La ilusión desapareció. Eso era todo lo que era, una ilusión, una ilusión
que no podía sobrevivir al tacto. Porque Jade no estaba agarrando el hombro de
una mujer herida. Estaba tocando la dura musculatura del brazo de un hombre.
Su mirada se elevó lentamente y se encontró atrapada en la mirada
demasiado brillante de un ángel con inclinación por la muerte.
—Los demonios no son los únicos que saben usar el poder del
encantamiento.—Bastion le sonrió. —Los ángeles se esconden a plena vista todo
el tiempo. ¿Por qué crees que los humanos nunca nos ven?
Apenas podía oírlo por el loco latido de su corazón. Jade intentó ponerse
de pie y retroceder.
Demasiado tarde. Su mano salió volando y atrapó la de ella. —No puedo
dejarte escapar, —murmuró. —Esta vez no.
—¡Az!—Ella gritó su nombre tan fuerte como pudo, pero incluso si él la
escuchaba, ella sabía que nunca llegaría a tiempo.
Az...
Él no podía oír nada. Az se acercó a la línea de ventanas. La luz del sol
entraba, pero no había calor en la habitación. Una bocanada de vaho frío
aparecía delante de su boca cada vez que respiraba. El hielo y el mal parecían ir
de la mano.
Miró por la ventana. Todos los edificios cercanos estaban abandonados. Su
mirada se dirigió hacia abajo. Entonces cada músculo de su cuerpo se paralizó.
Jade estaba al otro lado de la calle. No estaba sola.
Su cabeza se volvió hacia él, y Az vio sus labios moverse en un
desesperado grito que él no podía oír.
Su nombre.
Rugió y atravesó el cristal. Dos segundos más tarde, estaba en el suelo, sus
rodillas apenas se doblaron mientras se lanzaba hacia delante.
Bastion estaba sonriendo. Sus manos estaban envueltas alrededor de Jade.
—¡Déjala ir!—Gritó Az. No sabía por qué Jade estaba en la calle. No
importaba. Todo lo que importaba era recuperarla. Mantenerla a salvo y…
Y ella desapareció. Bastion desapareció.
No.
Cuando la tierra dejó de girar, Jade cayó al suelo. No sobre el asfalto
áspero de una calle pavimentada, sino sobre tierra blanda y cubierta de hierba.
Las náuseas se agitaron en su estómago, y apretó los ojos mientras luchaba por
recuperar el control.
Entonces se dio cuenta de que aún estaba viva. Porque si se sentía tan
miserable, tenía que estar viva.
Se le abrieron los ojos y se puso de pie. Ese movimiento rápido sólo
empeoró las náuseas.
—Tranquila. —Bastion le frunció el ceño. —Había olvidado que... los
humanos no siempre reaccionan tan bien a la magia…. eso de la velocidad. —
Segundo tras segundo, estaba recuperando el control. —Esta vez necesitábamos
algo más fuerte.—Una ceja dorada levantada. —No fuiste la única que visitó al
brujo hoy.
¿Qué? ¡Ese imbécil los había vendido totalmente!
—Az… te cambió. Te dio su sangre.
Todo el mundo parecía seguir insistiendo en eso.
Bastion levantó la mano y miró fijamente a sus dedos. —Un simple toque
mío no puede matarte. La sangre de Az te hace inmune al Toque de la Muerte...
por ahora.
Eso estaba bien, ¿verdad?
Bastion dejó caer su mano y la miró a los ojos. —No quiero que sufras.
Se puso de pie tambaleándose y puso una preciosa distancia entre ellos. —
Qué coincidencia. Yo tampoco quiero eso. —La cabeza de Bastion se ladeó
mientras le fruncía el ceño. —Así que, ¿qué tal si sigues tu feliz camino de
ángel?, —ahora podía ver sus alas brotar de su espalda. Era difícil no verlas sin
su magia extra. —Y yo seguiré el mío.
Bastion negó con la cabeza. —Te necesito.
—No, tienes que alejarte de mí. Una vez que Az llegue aquí…—Ven aquí,
Az, trae tu trasero caído aquí.—No quieres estar cerca.
—Las cosas tienen que arreglarse. No se puede permitir que Az cambie el
destino.
Oh, no. Eso sonaba muy mal. —Tú... tú quieres matarme.
—Ya deberías estar muerta.—Sacudió bruscamente la cabeza. —En vez de
eso, el Caído atacó a un inocente. Él brutalizó a Marna, un ángel que nunca…
—¡Whoa! Espera un momento.—Iba a ignorar toda esa parte de "Ya
deberías estar muerta" por el momento. —Az no ha atacado a ningún ángel.
Bastion se rio. —¿En serio? Entonces, ¿cómo conseguí una bala de azufre
en mi vientre? —Ah…—Fui a llevarte, y me disparó.—¿Le disparó a otro ángel
para salvarla? Dulce, pero mortal. —Estás marcada para la Muerte, y, una vez
marcada, no hay forma de cambiar lo que vendrá.—Sus ojos se oscurecieron. —
Te he visto morir.
Jade se humedeció los labios. —Cuando dices eso, ¿quieres decir...
—Estás en mi lista. He visto lo que vendrá por ti. Es un final terrible. —
¿Tenía que sonar tan alegre al respecto? ¿No se suponía que los ángeles que
todavía tenían esas preciosas alas no tenían emociones? —Como dije, no quiero
que sufras, pero ya hay otros planes en marcha. El Toque de la Muerte de mi
parte habría sido misericordioso, pero ahora, otro final te espera.
—Sí, bueno...—Y excavó profundamente, tratando de extraer ese nuevo
poder que aún no podía controlar. —Voy a tener que elegir la opción B en todo
esto y decir...—Ella le envió una ráfaga de fuego. No una bola de llamas
controlada, sino una pared de calor abultada y arremolinada. —Al diablo con tus
planes.
Entonces se dio la vuelta y corrió, sin molestarse en ver cómo Bastion
detenía el fuego. Alejarse. Rápido. Esa era su prioridad. Alejarse. Volvercon Az.
Conseguir…
Cayó al suelo. Algo duro y fuerte la había golpeado en la espalda, y los
pies de Jade salieron volando de debajo de ella.
—Abominación. —La grava crujió mientras Bastion daba vueltas a su
alrededor. —Los humanos no están destinados a tener tales poderes.
Saboreó la sangre en su boca. Jade levantó la cabeza. No, el ángel ni
siquiera estaba chamuscado. Estaba parado a unos dos metros de distancia, sin
que su aliento pareciera agitado, más bien pareciendo... ligeramente cabreado.
Bueno, gran cosa para él. Ella también se sentía muy cabreada.
—No te vas a escapar.—Las alas del Bastion ondeaban con la brisa.
Estaban haciendo ese truco de magia de nuevo donde parecía que le brotaban
justo a través de la camisa. Él se agachó para quedar más a la altura de sus ojos.
—Te encontrará pronto.
¿Por qué esas palabras la llenaban de pavor?
Porque le está tendiendo una trampa a Az, y yo soy su cebo.
Az no se molestó en llamar a la puerta del brujo esta vez. Voló la pared
derecha del lugar y volvió a entrar furioso.
Mateo se giró ante su avance, sosteniendo la pequeña bolsa negra que Jade
le había dado. —Ah, has vuelto de tu momento psicótico, ¿verdad? Bueno*,
porque tengo tus balas...
Y Az lo tenía a él. Sus manos se clavaron en la camisa del brujo, y tiró de
Mateo hacia él. —Has tenido otra visita.
Mateo miró al suelo. Az lo mantenía a unos buenos cincuenta centímetros
del suelo. —Tengo muchas visitas.
—En un momento, vas a estar en muchos pedazos.
La mirada de Mateo se elevó. —Tus ojos se han vuelto negros.
—Dónde. Está. Ella.
—Algunos seres son demasiado poderosos. Cuando las emociones les
golpean, pierden todo el control. El poder sin control puede significar…
—¿Quieres que te incinere?
Mateo le sonrió. —He sentido el fuego antes, Caído. Recuerda de dónde
vengo.
Del infierno.
Mateo se alejó de él. El viento soplaba en el aire. —Tu amiga me pagó por
un trabajo. El trabajo está hecho.—Le tiró la bolsa a Az.
Az la atrapó y trató de luchar contra la furia que surgía dentro de él. Jade.
Desapareció.
Bastion nunca debería haberla tocado. Nunca. —¿Está muerta?, —dijo.
Mateo negó con la cabeza.
Az se tomó un respiro.
—Ahora sabes cómo funciona... hay que pagar un precio por la
información.
Az dejó que su poder se desprendiera de él. En un instante, el fuego
envolvió el edificio. Las paredes que quedaban en pie se quemaron. Las ventanas
explotaron. El humo espesaba el aire.
Los ojos de Mateo se abrieron de par en par.
Las llamas estaban a menos de un metro del brujo. El fuego no lo estaba
tocando, pero sólo porque Az no quería a Mateo muerto, todavía no.
—Creo que me has confundido con otra persona.—La voz de Az sonaba
atronadora, fácilmente más fuerte que las crepitantes llamas. —No soy
Sammael. No estoy aquí para salvar tu trasero y jugar tus juegos.
Con un gesto de su mano, envió el fuego a lamer los brazos de Mateo. La
agonía retorció la cara del brujo.
—Esto no es fuego del infierno, —gruñó Az. —Tú no lo controlas.
Mateo agitó las llamas con su mano, pero se avivaron con más fuerza
cuando él empezó a gritar.
—Así que los juegos terminan ahora, o tú mueres.—Mateo cayó de
rodillas. Las llamas se cerraron sobre él. —La elección es tuya.
Jade se puso de rodillas. —Vale, ángel, lo entiendo. Estás cabreado...
—Los ángeles no sienten emociones.
Sí, ella diría que eso es una jodida mentira. El tipo era una gran bola
vibrante de emoción, sobre todo de rabia.
—Como sea. Así que yo soy la muerta andante y tú quieres enterrarme. —
Ella enderezó sus hombros. —Pero este es el trato. Az no te va a dejar hacer eso,
¿vale?—Mejor que no lo haga. —Cuando llegue aquí, estará espeluznantemente
furioso, y no querrás estar por la zona cuando ese tipo esté furioso.
Esperaba que su amenaza hiciera que el ángel retrocediera lo suficiente
para que pudiera echar a correr. Pero él se mantuvo firme.
Luego sus labios se curvaron un poco. —Nunca dije que Azrael fuese el
que venía a buscarte.
Su corazón pareció congelarse.
Bastion señaló hacia el bosque que había detrás de él. —Tu cambiaformas
ha encontrado una nueva base. Sólo a una milla o dos sobre esa colina.—Al
segundo siguiente, él estaba a su lado. La agarró del brazo y le cortó la piel con
un cuchillo que ni siquiera había visto.
Ella no le dio la satisfacción de gritar. ¿Desde cuándo los ángeles andan
por ahí acuchillando a la gente? ¿Cómo es posible que eso esté incluido en la
descripción de su trabajo?
—Tu olor es especial para el cambiaformas.—Bastion bajó la mano. —
Seguirá el rastro de la sangre y te encontrará.—Dio un paso atrás. Sus alas
comenzaron a desplegarse detrás de él. Se dio cuenta entonces de que el imbécil
iba a dejarla, sangrando, para que Brandt la encontrara.
—El orden será restaurado, —dijo Bastion.
Ella se cubrió la herida. La había cortado profundamente, un corte que se
extendía casi desde el codo hasta la muñeca. —¿Por qué no me dejaste en la
puerta del bastardo? —Él dudó. —¿Tenías miedo de que te descuartizara a ti
también?—Sus palabras llegaron rápido y no dejó que su mirada se desviara por
encima del hombro de Bastion. No vengas, Brandt. —Que conste que fue él
quien atacó al otro ángel, no Az. Brandt. El tipo es una especie de cambiaformas
híbrido,mezclado con ángel. Él la atacó y ahora...
Ahora ella definitivamente tenía su atención. Bastion estaba justo delante
de ella. —Sus alas fueron cortadas de su cuerpo.
Más rabia. ¿Y el tipo pensaba que no sentía emoción?
—Sí.—Su voz era suave. —La encontramos en el bosque. Un médico la
está ayudando. —Dejó a un lado lo de que Cody era un doctor demonio.
Las cejas de Bastion se juntaron. —No, Azrael…
—Él la encontró. Brandt fue el que se excitó cortándola en pedazos. —Ella
tragó. No mires a la colina. —Al igual que él va a rebanarme a mí a menos que
nos vayamos de aquí, ahora. —Su mirada sostenía la de ella. —Te estoy
diciendo la verdad. No fue Az. —Tragó. —Por favor, créeme.
—Los ángeles no pueden mentir.—Su propia voz se había suavizado.
Ella sabía lo que él quería decir. Los ángeles no podían mentir, pero los
humanos sí. —Los humanos también pueden decir la verdad.
La estudió un momento más y luego pareció… ¿creerle?Tiró de ella contra
su pecho y la sostuvo con fuerza. Sus alas se estaban desplegando de nuevo
mientras se preparaba para volar. En la distancia, podía oír gruñidos.
Brandt había captado su olor.
Necesitaban salir de allí.
Ahora.
Capítulo Dieciséis
Az sacó a Mateo de entre los escombros. Las llamas se elevaban en el aire.
Las sirenas sonaban mientras los humanos corrían hacia el almacén en llamas.
Nunca llegarían a tiempo. Para cuando los camiones de bomberos llegaran,
el edificio estaría hecho cenizas.
Tiró al brujo al suelo. Mateo había hablado. Los brujos, incluso los
mestizos, no podían soportar el fuego.
Az le dio la espalda.
—Vi... vi... esto...—Las palabras de Mateo lo congelaron. —Tú...
destruyendo...
Destruiría a cualquiera que intentara llevarse a Jade. —Te dejo vivir.—
Después de que el brujo lo traicionara deliberadamente. Separarlo de Jade había
sido parte del plan del tipo todo el tiempo. Para que ella fuera vulnerable. Para
que estuviera sola. Entonces Mateo había levantado el viento en esa habitación
para que Az no pudiera oír sus gritos.
No hasta que fue demasiado tarde.
Miró al cielo. Las llamas y el humo habían ensombrecido la luz del sol.
Aún, mientras observaba, las nubes parecían espesarse. Una forma oscura
emergió.
Una forma con las amplias y negras alas de un Ángel de la Muerte.
Sus molares traseros rechinaron. Si Bastion volvía para burlarse de él,
haría que el ángel pagara.
Y era Bastion. No había manera de confundir la forma del ángel. Pero
Bastion no estaba solo.
Bastion aterrizó justo frente a las llamas. Tenía a Jade contra su pecho.
Uno de los brazos de Bastion rodeaba el estómago de ella, y el ángel le mantenía
un cuchillo contra la garganta.
—Déjala ir, —exigió Az. Las sirenas se hacían más fuertes. El fuego
parecía chillar tras Jade y Bastion.
Los ojos de Bastion estaban muy abiertos. —¿Tú hiciste esto?
Mateo se puso en pie lentamente. Las ampollas cubrían su brazo derecho.
Se curarían. Mateo era demasiado poderoso para no sanar ahora que estaba lejos
de las llamas. —No se suponía que ella… volviera… aquí.
La punta del cuchillo le cortó la garganta a Jade.
Az no podía oír los gritos de las sirenas que se acercaban ni el crujido de
las llamas. Los labios de Jade se movían pero no podía discernir ningún sonido.
Él saltó hacia delante, deteniéndose a pocos centímetros de Bastion. —
Déjala ir o muere. —Si tenía que usar sus puños para golpear esas balas de
azufre en la cabeza y el corazón de Bastión, lo haría.
Nadie iba a lastimar a Jade.
El miedo apareció en los ojos de Bastion. Az reconocía el miedo cuando lo
veía y lo olía.
—M-Marna…—Captó el susurro del ángel. —Dime, ¿le arrancaste sus
alas?
—Ya te lo dije, —murmuró Jade, —no lo hizo.
Az luchó contra la furia dentro de él. Su mirada sostenía la de Bastion. —
No lo hice. —Las alas del Bastion se plegaron hacia dentro. —Brandt fue el que
la atacó, —le dijo Az. —Es más que humano. Podía verla. Y sabes lo que las
garras de un cambiaformas pueden hacernos.
—No es un arma del hombre.—Bastion tragó. El cuchillo levantado. Le
temblaban las manos. —Yo... yo pensé que tú... —Empujó a Jade hacia Az.
Él la agarró, la abrazó y olió su sangre.
Az se tensó. Manteniendo su mano sobre ella, su mirada hizo un barrido
sobre su cuerpo. No había forma de pasar por alto la larga herida que le había
abierto en el brazo.
—Az, —empezó Jade, con los ojos muy abiertos. —Cálmate. Fue un
malentendido...
Bastion atacándola a ella no era un malentendido. Az la empujó detrás de
él. —¿Sabes lo que has hecho?
La cabeza del ángel colgaba hacia abajo. —Cuando las encontré, las alas
de Marna estaban cubiertas de sangre. No había señales de ella en el pantano.
Yo... yo pensé que tú...
—No me atacaste a mí. La atacaste a ella.—El ángel no le miraba. —¿Qué
ibas a hacer?—Az demandó. El impulso de atacar, de destruir, era tan fuerte que
su cuerpo temblaba.
La barbilla de Bastion se levantó lentamente. —Iba a dejar que Brandt la
tuviera.
—Pésimo, pésimo error.— Levantó la mano y se preparó para golpear a
cierto ángel.
—¡Az!—Jade agarró su mano. —¡Maldición, no tenemos tiempo para esto
ahora!
Sammael habría dicho que siempre había tiempo para una patada en el
culo.
Quizás realmente se estaba pareciendo cada día más a su hermano. O tal
vez siempre había sido como él y no se había dado cuenta.
—Los polis están casi encima de nosotros. Tenemos que salir de aquí.—El
miedo parpadeaba en sus ojos. —No hay forma de que queramos ser atrapados
por las autoridades humanas ahora.
La escandalera, demasiado cercana, de las sirenas llenaba sus oídos. Jade
tenía razón. Tenían que irse. La venganza vendría en segundo lugar. Protegerla
era su primera prioridad.
Tomó su mano y se alejó de Bastion. Su mirada repasó la escena. Mateo
había desaparecido. No era ninguna sorpresa. Pero pronto encontraría a ese
brujo.
O él nos encontrará a nosotros.
Az podía ver los coches de policía y los camiones de bomberos doblando
la esquina ahora. Levantó a Jade en sus brazos. Las manos de éstase deslizaron
alrededor de su cuello y su cuerpo... se sentía tan bien. Ella siempre parecía
encajar perfectamente contra él. —Agárrate fuerte, —le dijo, presionando un
beso en su frente.
Se lanzó hacia delante, pero Bastion se movió en un instante y le bloqueó
el paso.
—¿Dónde está ella?—Susurró Bastion. —No tenía tiempo para esto. —
Sabes que será débil. Si un enemigo viene a por ella de nuevo… Marna no
sobrevivirá a otro ataque tan pronto después de la pérdida de sus alas.
Quería destrozar a Bastion, pero los dedos de Jade le acariciaban
levemente la nuca y eso calmaba algo de la tensa furia que sentía. Amainando,
pero todavía planeando una terrible venganza, Az gruñó: —A medianoche,
reúnete con nosotros en el club de Sammael. —Un camión de bomberos entró
corriendo en la calle. —Ella estará allí,—prometió.
Bastion asintió y sus alas se arquearon mientras se elevaba en el aire. Los
humanos no verían al ángel.
Pero los policías y bomberos seguro que tratarían de atraparlo a él y a Jade.
Los coches de policía estaban plagando la escena ahora. Az corrió hacia
adelante. Saltó sobre el capó de un coche patrulla, abollando el metal, y luego se
impulsó hacia delante y hacia arriba, corriendo rápido, tan rápido...
Los humanos nunca podrían identificarlo. Sólo verían un borrón.
Jade se agarró más fuerte y el resto del mundo se desvaneció.
Sammael no necesitaba escuchar al intruso para saber que alguien había
entrado en su casa.
Después de todo, había muy poco que sucediera sin que él se diera cuenta.
Pero el hecho de que un imbécil entrara a hurtadillas en su casa, mientras
Seline estaba allí, bueno, eso lo enfurecía.
Nadie se metía con Seline.
—¿Sam?—Su voz era somnolienta, sexy, e instantáneamente se le puso
dura.
Oh, muy pronto para eso, pero primero Sam presionó un beso contra la
suave seda de su hombro. —Duerme, amor. Necesito ocuparme de unos asuntos.
Sus cejas se juntaron. Ella sabía todo sobre sus asuntos.
La besó de nuevo y dejó que sus dedos acariciaran su brazo. Podía oír las
más leves pisadas en sus escaleras. Su intruso había pasado las protecciones
mágicas que mantenía en guardia en su casa.
No era un humano. Pero claro, los humanos parecían instintivamente
mantenerse alejados de él.
Se levantó de la cama. Agitó la mano e instantáneamente tenía un par de
jeans sobre su cuerpo.
—¿Quieres que llame a Beelzie?—Preguntó Seline, y él miró hacia atrás
para ver que ella estaba sentándose en la cama, con los ojos bien abiertos y
preocupada.
—No. Yo me encargo de esto.—Porque conocía la identidad de su
visitante. Si no tuviera una débil amistad con el tipo -aunque había estado en esta
tierra durante siglos, podría contar a sus amigos con los dedos de una mano-
Sam ya habría atacado.
Caminó hacia delante. Abrió la puerta de la habitación. Y encontró a
Mateo de pie en su pasillo.
Un Mateo bastante ampollado, cubierto de ceniza.
Sam levantó una ceja. —Has estado visitando el infierno otra vez,
¿verdad?—Sacudiendo la cabeza, preguntó: —¿Por qué no dejas ese lugar y...?
—Tenemos un problema.—La voz de Mateo era monótona y fría. Su
mirada se desvió por encima del hombro de Sam, probablemente para encontrar
a Seline.
El tipo siempre la había mirado demasiado.
Sam movió su cuerpo para bloquear su mirada. —Tienes toda la razón.
Algún bastardo acaba de entrar en mi casa.—Mateo había sido el que había
puesto los encantamientos y protecciones en su lugar. Se imaginó que él sería el
único que se las saltaría.
La mandíbula de Mateo se endureció. —Tendrás que detenerlo. Nadie más
será lo suficientemente fuerte.
Sabía que Seline podía oír todo lo que decían. —¿Detener a quién?
—Azrael.
Mierda. —¿Qué ha pasado?—No dejó que se le notara ninguna emoción
en la cara. Gracias a su tiempo en el cielo, sabía cómo camuflar sus
sentimientos.
—Aún no ha ocurrido. Sucederá.—Mateo exhaló y el olor a humo se
profundizó a su alrededor. —He visto lo que se avecina. Sé lo que hará.
—¿Sí? Bueno, entonces corta el rollo y cuéntamelo. Porque nunca me
gustaron los acertijos. —Y tampoco le gustaba el duro roer en sus tripas. Incluso
desde su caída, había planeado vengarse de un hermano siempre recto y
apasionado por seguir las reglas. Entonces Az había empezado a darle caza.
Az,el imbécil.
Sam había pensado que tendría que matar a Az durante aquellos días.
Pero desde su propia caída, su hermano había cambiado. Az se había
sacrificado. Casi da su vida para proteger a Seline.
Así que dejó que el tipo siguiera con vida.
¿Había sido un error?
—Su humana morirá mañana, y cuandolo haga... —Otro largo suspiro de
Mateo, solo que este estaba acompañado por el olor de la muerte. —Se romperá.
—Sam descubrió que no podía hablar.—Cuando Az se rompa, irá tras cualquiera
que se encuentre ensu camino. Matará a todos, hará cualquier cosa. —No, no,
esto era una mierda. —Ella muere mañana, —dijo Mateo otra vez, —y ese
destino no cambiará. No puede. Así que tú y yo tenemos que encontrar una
jodida manera de detenerlo.
Az se había encariñado con su humana. No, más que cariño. Sam había
visto la forma en que su hermano miraba a la mujer.
De la forma en que yo miro a Seline.
Y recordó cómo se sintió cuando perdió a su Seline. Recordaba lo
desesperado que estaba.
Lo suficientemente desesperado como para enfrentarse al infierno y al
cielo.
—Si no lo detienes,—la mirada de Mateo buscó la suya, —si no lo matas,
todos sufriremos.
Sam aún no ha hablaba.
—¿Realmente te quedarás al margen y dejarás que destruya el mundo?
¿Todo por una vida humana perdida?
Pero no era cualquier humano. No cualquier vida.
La compañera de un caído. La muerte no podía llevársela, no sin una pelea
descomunal.
—Muchos han dicho que Az es la encarnación de todo mal. —Había oído
los cuentos. —También dicen eso de mí.—Algunos cuentos eran sólo historias
para asustar a los niños.
—Con Az, —continuó Mateo, —las cadenas del cielo lo mantenían a raya.
Sam sabía que era verdad. Az siempre se había aferrado tan fuertemente a
su control, porque conocía bien a la bestia que aguardaba en su interior.
—Ya no hay cadenas.—La mirada de Mateo era austera. —No hay nada
que lo detenga. El recubrimiento de bondad se resquebrajará, y el verdadero ser
que es Azrael emergerá.
Sam miró por encima de su hombro. Seline estaba a salvo en la habitación,
protegida.
Seline, su vida. —Mi hermano sigue encadenado.—No con cadenas
forjadas en el cielo, sino con una delicada cadena que se había creado en la
tierra.
Mientras su hembra viviera, Az estaba atado a Jade.
Pero cuando ella muriera...
El lado oscuro de Azrael definitivamente saldría a la luz.
Y podría ser una fiesta de presentación en la que el mundo podría no
sobrevivir.
El mundo no dejaba de girar para Jade. Cuando Az ralentizó su súper
velocidad, se encontró dentro de lo que parecía una habitación. Madera brillante
la rodeaba y…
Y Az la besó y la sensación de estar girando continuó. Su lengua se
empujó dentro de su boca y su mano se deslizó por su cuerpo.
El beso era duro, casi brutal en su intensidad, y ella sabía que estaba
alimentado por la ira.
Jade no quería su ira. Había tenido suficiente ira para toda la vida. Volteó
la cabeza. —Az. Detente.
Instantáneamente se paralizó.
Había tanto que decir, y Jade tenía mucho miedo de que no hubiese tiempo
suficiente para decir nada. Nada que importase, al menos.
Az inhaló profunda y temblorosamente y se alejó de ella. —Debería... ver
cómo vendarte el brazo.
El brazo ya no le dolía. En realidad, la herida profunda se estaba cerrando.
Probablemente gracias a esa sangre de ángel que seguía bombeándose por su
cuerpo.
—No te preocupes por eso, —susurró mientras se llevaba una mano a la
cabeza. Esa súper velocidad no funcionaba muy bien para ella. —Az, lo siento.
Parpadeó. —No tienes nada por lo que disculparte.
Sí, lo tenía. Jade se alejó de él. —¿Dónde estamos?—Acababa de hacer
esa pregunta para ganar más tiempo para sí misma. Si Az la había traído aquí,
sabía que era un lugar seguro. Ella confiaba en él.
Él no debería confiar en ella.
—Es una de las casas seguras de Sam en Nueva Orleans.
Ah, Sammael de nuevo. El Caído al que le gustaba estar preparado.
—Mientras yo estaba.... persiguiéndolo hace un tiempo, encontré este
lugar.
Mirando por encima de su hombro, Jade levantó una ceja. —
¿Persiguiéndolo?—Preguntó cuidadosamente.
—Tenía intención de matarlo.
—No es muy angelical de tu parte,— susurró.
Ladeó la cabeza y aguzó su mirada sobre ella. —Pero claro, no soy un
ángel, ¿verdad?
¿Se suponía que ella debía tener miedo de él? —Nunca debí haberte
metido en este lío.—Por ayudarla, Az había perdido lo que más quería.
Ese gran viaje de vuelta arriba.
—Elegí ayudarte.—El suelo de madera crujió bajo sus pies.
—Y yo supe en el momento en que te vi, —bajó la mirada a sus manos,
dándose cuenta de que las había cerrado en puños, —que te usaría.
Las palabras cayeron en la habitación y fueron seguidas por un espeso
silencio.
El corazón de Jade latía demasiado rápido, y ella se forzó a levantar su
barbilla y enfrentarse a él. —Por eso lo siento, Azrael. Viniste en mi ayuda, y yo,
egoístamente, descubrí lo poderoso que eras. Intenté jugar con tus emociones.
Quería que estuvieras dispuesto a luchar por mí. A hacer cualquier cosa por mí...
porque me di cuenta de que eras el tipo duro que necesitaba para destruir a
Brandt. —Ella tragó. Él no estaba hablando, y Jade sólo estaba cavando un gran
agujero para sí misma. —No me importaba lo que quisieras o el tipo de vida que
tuvieras. Sólo quería usarte para matar la pesadilla que me acecha.
Se merecía esta verdad. Ahora tenían las balas. Podía tomarlas y
enfrentarse a Brandt por su cuenta. Az podría irse.
Tal vez incluso recuperar su cielo.
—¿Jugaste con mis emociones?—Repitió, con voz baja. —¿Cómo?
Esta estaba avergonzada. —Seduciéndote.—Esperaba su rabia. En vez de
eso, él solo se rio. —Uh, ¿Az?—¿Se reía cuando estaba realmente enojado?
Poco a poco, su risa se desvaneció. —Yo te estaba usando a ti.
Eso dolió, pero la verdad a menudo lo hacía.
Caminó seguro hacia ella. —Una humana. Unaque estaba siendo cazada.
Perseguida.—Su cabeza se inclinó a la derecha mientras la estudiaba. —
Ayudarte iba a ser mi primer paso hacia la redención.
—En vez de eso, te adentré más en el infierno.—¿Cómo la había llamado?
Su tentación.
Ella quería ser más, pero ahora sabía que nunca lo sería. —Tienes que
alejarte de mí, —le dijo. —Ya has cruzado demasiadas líneas.—Luchar contra
otros ángeles, engañar a la muerte. —Si quieres la redención, entonces déjame.
—¿Es eso lo que quieres?
—Quiero que tengas la oportunidad de conseguir las cosas que necesitas.
Quiero que seas capaz de volver a casa. —Jade se humedeció los labios. —No
dejaré que renuncies a tus sueños a cambio de mi vida.—Eso no le parecía un
intercambio justo.
Su mirada descendió a la boca de ella. —No hay renuncia. El cielo se ha
ido. No voy a volver.
Le dolía el corazón. —Si tuvieras la oportunidad...
—No te voy a dejar.—Su boca tomó la de ella. Duro, duro, pero sin la
rabia de momentos antes. Sólo calor y hambre salvaje, y una pasión que la
quemaba por dentro y por fuera.
Las manos de Jade se levantaron y se presionaron contra su pecho. Ella se
inclinó hacia su beso, incapaz de retroceder esta vez. El deseo se aceleraba
dentro de ella.
Una vez más.
Sólo una vez más, antes del final del juego. Una vez más.
Sus labios se levantaron de los de ella. —Tenía... miedo.—La confesión
fue ruda, y lo último que ella esperaba.
Jade sólo podía mirarle fijamente.
—Bastion te atrapó cuando yo debería haberte protegido. Si hubieras
muerto...—Su mirada pareció oscurecerse. —No estoy seguro de lo que habría
hecho.
El frío susurro del miedo volvió a caer sobre su piel. Le decía que Az era
peligroso. Que no debería estar con él.
Había tenido a un monstruo por amante. Había visto lo malvado que podía
ser. El mal se escondía tan fácilmente detrás de una hermosa cara.
Cuando miraba a Az, veía otra cara hermosa.
¿Era una cara que escondía el mal?
No. La certeza era profunda. —No tienes de qué preocuparte. No planeo
morir pronto.
No la iba a dejar. Ella no lo dejaría a él. Tal vez... tal vez ellos podrían
hacer que esto funcionase. La esperanza era pequeña, frágil, pero la testarudez
en el interior de Jade estaba creciendo incluso cuando sabía que no sería así.
Habían pasado años desde que ella había albergado esperanza.
Pero tal vez...
Sus dedos descendieron por su tórax. Encontró el broche de sus vaqueros.
Él se lo había dado a ella. Esta vez, ella sería quien se lo diese a él.
Placer.
El broche cedió bajo sus dedos. Ella cuidadosamente le bajó la cremallera.
Sus ojos estaban puestos en los de Az mientras se arrodillaba ante él.
—¿Jade?
Ella agitó la cabeza y quiso ofrecerle una sonrisa, pero el momento era
demasiado tenso.
Az no llevaba ropa interior y su polla saltó hacia ella, gruesa y llena. Sus
dedos se curvaron sobre él cuando sus rodillas golpearon el suelo. Ella lo
acarició, bombeándolo suavemente desde la base hacia la punta y Az se flexionó
contra ella, el movimiento sensual casi desvalido.
Ella no lo quería desvalido. Nunca eso. Nunca él.
Su cabeza se inclinó hacia adelante, y lamió la punta de su polla. La carne
era firme y salada porque él estaba tan listo para ella, y la cabeza de su erección
se movía ansiosamente hacia su boca.
Su aliento sopló ligeramente sobre su carne.
—Jade. —No era una pregunta esta vez. Era una demanda acalorada.
Su boca se abrió sobre él y ella se llevó su carne adentro. Lo lamió y dejó
que su polla se deslizara sobre su lengua. Sus mejillas se ahuecaron mientras ella
lo conducía más profundamente, y él se bombeó dentro de su boca.
Cuando Jade tragó, él gruñó su placer.
La mano de Jade se enrolló alrededor de la base de su erección para poder
mantener el control mientras saboreaba su carne. Atrás, adelante, su polla se
deslizaba sobre su lengua. Ella lo chupó. Lo lamió. Memorizó el tacto de su
polla y se mojó mientras lo saboreaba.
Sus pezones estaban duros ahora, le dolían. Sus caderas se movían
inquietas porque la necesidad se estaba apretando dentro de ella.
Los dedos de Az estaban en el pelo de ella, hundiéndose profundamente y
sosteniéndola mientras ella lo agarraba. Pero Jade parecía no tener suficiente de
él. Su sabor era caliente y salvaje, y la estaba volviendo loca.
Ella quería más. Quería que él se corriera y…
Az se alejó.
Respirando jadeantemente, ella lo miró fijamente. Los ojos de Az ardían
de necesidad. Sus mejillas teñidas con una oleada de color caliente.
—Dentro… de ti. —Eso fue todo lo que dijo. Al segundo siguiente, la
tenía inmovilizada contra el suelo. Una alfombra protegíasu espalda mientras él
le tiraba de los vaqueros y le arrancaba las bragas. Entonces su polla estaba allí,
empujando entre sus piernas. Jade estaba húmeda y lista, y con un embate fuerte,
él se había enterrado hasta las pelotas dentro de ella.
No era suficiente.
Los talones de ella se presionaban contra su espalda mientras se arqueaba
contra él. Cada empuje hacia abajo hacía que su cuerpo se deslizase contra su
clítoris y la sensación la hacía gemir.
Se levantó, separando sus cuerpos lo suficiente para poder palparle un
pecho. Sus dedos le pellizcaron el pezón, y luego su boca salió al encuentro.
La lengua de Az la lamió mientras sus caderas golpeaban contra su sexo.
Más, más, más.
El susurro no estaba sólo en su mente. Estaba suplicando, exigiendo.
Az rodó, reposicionando sus cuerpos, y Jade se encontró mirándole
fijamente desde arriba. Sus manos se aplanaron sobre su pecho mientras ella se
levantaba, y luego bajaba sus caderas casi frenéticamente. No podía tener
suficiente. El placer estaba cerca, fuera de su alcance, y ella le miraba fijamente
a los ojos y su polla la llenaba, cada centímetro de ella y…
Jade se corrió en una explosión de placer que sacudió todo su cuerpo. Az
continuó bombeándose dentro de ella, y el bombeo profundo de su polla en su
interior sólo hizo que el placer se intensificara. Quería gritar pero no podía
recuperar el aliento. Sus uñas se hundieron en su torso mientras ella atravesaba
su demoledor clímax.
Sus ojos brillaban de negro puro cuando su liberación lo alcanzó. Su
cuerpo se atirantó, convirtiéndose en acero bajo su tacto, y él se enterró aún más
profundo en su interior. Cuando él se corrió, ella sintió la oleada de calor en su
interior, y el placer se apoderó de ella.
El latido del corazón de Jade galopaba demasiado rápido. Jadeaba mientras
lo miraba fijamente. Nunca habría otro amante para ella como Az. Nunca
habránadie que pueda hacerla gritar, hacerla correrse tan fuerte...
Porque ella nunca amaría a otro como lo amaba a él.
La verdad la aterrorizaba, pero lo sospechaba desde hacía tiempo.
Le había dado su corazón a su Caído. Su cabeza bajó hacia la de él, y le
dio un ligero beso en la boca. Ya no era salvaje y desesperado. Era más suave,
lleno de emoción.
Az era tan fuerte debajo de ella. Tan poderoso.
Su cabeza se levantó lentamente.
Y Jade se dio cuenta de que la oscuridad no había desaparecido de su
mirada.
—Le habría dado caza.—Las palabras de Az eran ásperas como grava. —
Ella le miró fijamente. —Yo ya había recibido un hechizo de rastreo de Mateo.
Iba a por ti. —Sus manos estaban alrededor de sus caderas, flojas, pero con un
agarre irrompible. —Brandt nunca habría llegado a ti. Te habría encontrado, y
me habría asegurado de que estuvieras a salvo.
Todavía estaba tratando de protegerla.
—No puedes...—Él ya se estaba poniendo en posición de firme dentro de
ella, y Jade quería levantar sus caderas y sentir el delicioso deslizamiento de su
carne dentro de ella. Quería hacerlo, pero... —No siempre puedes salvar al
mundo.
—No estoy interesado en el mundo.—Él se empujó hacia arriba en su
interior y su carne sensible respondió con una ondulación de placer. —Sólo en ti.
Sólo en ti.
Las palabras parecían unirlos, pero claro, ella había estado atada a él desde
el primer momento en que lo vio.
No se había dado cuenta de lo profundamente que se había enamorado.
Más allá del cielo. Más allá del infierno. En los brazos de un ángel que se
había quemado.
Brandt miró las gotas de sangre que manchaban la tierra. La sangre de
Jade.
La pantera comenzó a arañar en su interior, enloquecida de furia.
Pensaba que el ángel había estado protegiendo a Jade. Su amante, su
protector.
Pero el olor distintivo de un ángel seguía flotando en el aire a su alrededor
mientras la sangre de Jade llenaba el suelo.
Herida.
Jade debe haber estado intentando volver con él. Ella lo había buscado.
Debe haber recordado que él usó esta zona como base una vez.
Jade nunca olvidaba nada. Para ser una humana, su intelecto era fascinante.
Una de las muchas razones por las que ella era suya.
Ella lo había buscado, había venido a él, pero el ángel la había encontrado
primero.
La detuvo. Le hizo daño. Se la había llevado.
Las garras estallaron de las yemas de los dedos de Brandt.
Perdonaría a Jade. Sería castigada, pero perdonada porque intentó hacer lo
correcto. Ella había intentado volver al lado de su compañero.
Pero el ángel... no habría perdón para él. Brandt desollaría su cuerpo,
arrancándole lentamente, tira a tira, su piel.
¿El ángel pensaba que conocía el infierno? Aún no, no lo conocía.
Pero pronto... pronto.
Y Brandt empezó a seguir las gotas de sangre de Jade. Era un rastro
perfecto que lo conduciría de vuelta a su pareja.
Capítulo Diecisiete
Medianoche. Eso, por supuesto, significaba que el Sunrise estaba repleto.
La cola para entrar en el club se alargaba varias cuadras.
Az no era exactamente del tipo de los que se ponían en la fila.
La mirada de Jade estaba sobre la manada de humanos y Otrosque
esperaban la ansiosa entrada. —Uh, ¿Los humanos se dan cuenta de lo que está
pasando ahí adentro?
Porque la mayoría de la gente que esperaba entrar eran humanos. Mujeres
escasamente vestidas. Hombres pavoneándose.
Si no tenían cuidado, terminarían siendo presa delosOtros esta noche. Pero
quizás eso era lo que algunos querían.
—Creen que se están excitando. No se dan cuenta de que el tipo que estará
esperando en el bar realmente es un vampiro buscando una mordida. —Los seres
humanos podían encontrar un argumento para explicarlo todo. Y para los que
veían bajo las máscaras y en los verdaderos corazones de los monstruos… había
maneras de hacerles olvidar lo que habían visto.
Todo lo que se necesitaba era un poco de magia.
Había mucha magia y cosas de los Otrosa la venta en el Sunrise.
—Vamos.—Cogió su mano y entrelazó sus dedos con los de ella. El
portero de la puerta era un demonio, uno de los demonios que Sam solía
mantener muy cerca. Az sabía que este demonio en particular era considerado
amigo de su hermano.
Cuando Cole lo vio venir, arqueó una ceja oscura y chasqueó los dedos.
Inmediatamente, una gran masa abultada de músculos sin cuello que era un
demonio tomó el lugar de Cole en la puerta.
—Me dijeron que vendrías.—Cole desenganchó la cuerda de seda que
bloqueaba la fila para que no subieran aceleradamente esos infames escalones
que conducían al Sunrise. —Por aquí.
Az dejó que Jade entrara antes que él. Vio la mirada de evaluación que
Cole deslizó sobre ella. Los ojos del demonio permanecieron demasiado tiempo
sobre su trasero.
—No.—Toscamente. La única advertencia que le daría al demonio.
Cole sonrió. —Un hombre puede mirar, ¿verdad? ¿Qué hay de malo en
eso? —Entonces se apresuró a abrir la puerta. El golpeteo de la música se
derramó afuera mientras entraban al club. Alcohol. Sexo. Perfume. Los olores se
arremolinaban en el aire mientras los cuerpos bailaban y giraban en el pequeño
suelo.
Había mujeres arriba, en la jaula dorada que se balanceaba ligeramente
desde el techo. Una banda gritaba en el pequeño escenario.
—Por ahí... —Cole señaló hacia la izquierda. —Tus… um… amigos ya
han sido llevados a una habitación privada.
Bien. —¿La mujer estaba con ellos?
Cole se rio con verdadera apreciación entonces. —Sí, lo estaba.—Se
inclinó hacia Az. —Es difícil no ver a un ángel esposado y enojado.
Az vio los hombros de Jade relajarse. —Está viva.
Cole la miró y asintió. —Pero dudo que esos tipos que están con ella lo
estén cuando ella se libere.—Se encogió de hombros. —Así que es mejor que
ellos esperen que esas esposas la mantengan a raya.
Cole se giró para volver a salir, pero Az levantó la mano y le detuvo. —
Habrá un invitado más para nuestra pequeña fiesta privada.—Se detuvo. —Ten
mucho cuidado con él. Bastion no es del tipo con los que quieres antagonizar. En
realidad, no quieres tocarlo en absoluto.
—Genial.—Cole suspiró y agitó la cabeza. —¿Otro Ángel de la Muerte?
¿Ninguno de ustedes puede quedarse en el cielo últimamente?
—Él no ha Caído. —Todavía no. Pero si Bastion se quedaba en el camino
que parecía estar tomando... —Es rubio, de mi estatura, y...
—Y creo que seré capaz de adivinar quién es el ángel. No es mi primer
partido. —Cole se giró. —Jodidos ángeles, —murmuró.
Az hizo un gesto con la mano, y la multitud se partió ante él. Los
bailarines ni siquiera se dieron cuenta de que retrocedían. Era como si un ligero
viento soplara junto a ellos, haciéndolos echarse sutilmente a un lado, pero él y
Jade ahora podían deslizarse a través del tumulto de cuerpos sin ningún
problema.
Evitaron las puertas metálicas que, una vez más, estaban cerradas a cal y
canto, aunque Az estaba seguro de que el sabueso del infierno había sido...
reubicado. En vez de eso, siguieron el sinuoso pasillo que se alejaba de la
multitud. Cuando llegaron ante el cuarto reservado, el cuarto que Sam guardaba
especialmente para las ocasiones en que algún Otronecesitaba un lugar privado
para reunirse, Az no se molestó en llamar. Hizo un gesto con la mano y la puerta
se abrió.
Los ojos azules de Marna se abrieron de par en par cuando lo vio. Estaba
sentada en una silla de madera, con las manos esposadas detrás de ella. Tanner
estaba parado a un lado de ella mientras Cody se paseaba cerca del fondo de la
habitación.
La puerta se golpeó contra la pared, haciendo que todos prestasen atención
a él y a Jade.
—Azrael. —La voz aguda de Marna.
—¿Por qué está esposada?—Preguntó Jade mientras avanzaba. —Debería
estar tomándoselo con calma, no...
—Sus heridas se han curado, —le dijo Cody al acercarse a ella. Luego se
detuvo y miró a Marna. —Tanto como puedan sanar.
Marna se rio entonces. Una risa amarga y tensa que Az nunca había
esperado escuchar del ángel que se preocupaba demasiado. —Él quiere decir que
la sangre se detuvo, pero mis alas ya no están.
Las lágrimas destellaban en sus ojos, brillando como diamantes en bruto.
—Quítale las esposas, —soltó Jade.
El cuerpo de Tanner se tensó. —No estoy seguro de que sea un buen plan,
Jade.—Su débil forma de arrastrar las palabras se había engrosado. —Un toque
y...
—Ya está bastante herida.—Jade se acercó más a ella. Az se aseguró de
seguir sus movimientos. —Libérala,—dijo Jade.
La mirada de Marna se dirigió hacia él. El miedo seguía ahí. Miedo y furia
y...
¿Esperanza?
—Hay algún tipo de hechizo en las esposas, —dijo Marna, su voz suave
ahora, casi rota. —No puedo salir de ellas, no importa lo que haga.
La atención de Jade saltó de vuelta a Tanner. —Coge la llave y sácala de
ahí.
Pero Tanner se mantuvo firme. —¿De verdad tienes tantas ganas de que te
mate? Las alas pueden haber desaparecido, pero sus poderes no. Un toque y no
regresarás.
—El contacto ya no funciona conmigo. Al menos, Bastion dijo que no
funcionaba
Los ojos de Marna se abrieron de par en par, y Az vio la esperanza morir
en su mirada.
Se dio cuenta de que ella había estado planeando terminar su misión.
Matar a Jade.
Y una mierda que lo haría.
Az se adelantó. Se agachó frente a Marna y se aseguró de que sus miradas
se encontraran. —Te encontramos en esos bosques. Los dos hombres detrás de
ti...
—¡No son hombres!—Su voz ahora era más fuerte, más llena de furia que
de miedo. —¡Uno es un animal, el otro un demonio, y ambos están ligados al
bastardo que me hizo esto!
—Un bastardo que tiene sangre de ángel.—Esto vino del doctor demonio
que Az sabía que debía haber pasado horas tratando de ayudar a Marna. —Él es
como tú, así que antes de que empieces a mirar por encima de esa perfecta nariz
tuya a los animales, recuérdalo. Los ángeles también se pueden volver malos.
Ella nunca apartó la mirada de Az. —Ya lo sé. He visto ángeles malos con
mis propios ojos.
Az se negó a sentir vergüenza. —Bastion te está buscando.
Sus pestañas bajaron para ocultar su mirada. —No puede llevarme a casa.
No, las reglas no funcionaban así. Tenías que volar al cielo por tus propios
medios.
—Sin embargo, él puede cuidar de ti. Puede ayudarte. —Az exhaló. —Yo
también. No vas a estar sola aquí abajo.—Se aseguraría de ello.
Una lágrima se filtró de su ojo. —A-a él le gustaba hacerme daño.—
Respiró hondo. —Se… estaba riendo mientras me cortaba.
Tanner se alejó de ella, rápido. Az levantó la vista y se dio cuenta de que
las garras del cambiaformas habían salido disparadas de su piel. La ira dibujaba
profundas líneas en su cara, y Az sabía que la furia estaba dirigida directamente
hacia Brandt.
—Vamos a detenerlo, —le dijo Jade. Su mano se levantó, como si fuera a
tocar el hombro de Marna, pero dudó. —No lastimará a nadie más.
La cabeza de Marna se levantó mientras se concentraba en Jade. —Si
realmente es como nosotros...—Su mirada se dirigió hacia Az, —¿Entonces
cómo puedes matarlo?
La pequeña bolsa atada a su cintura parecía demasiado pesada, y también
la pistola que había metido en el costado de su cinturón. —Hasta los ángeles
pueden morir. Perecerá. Confía en mí.
Ella tragó y Az sabía que Marna intentaba aferrarse a su control. Sin la
protección mágica de sus alas, estaría sintiendo todo el peso de las emociones
humanas. El ángel probablemente se sentía como si se estuviera rompiendo por
dentro.
Él se había sentido así. Aún lo hacía.
La mano de Jade tocó el hombro de Marna. El aroma de las flores inundó
la habitación entonces. Az se puso de pie. No necesitaba mirar hacia atrás para
saber que Bastion se había unido a ellos.
Las lágrimas corrían por las mejillas de Marna más rápido ahora. —No me
mires...—Su murmullo severo.
Az sabía que le daba vergüenza que Bastion la viera así.
Al momento siguiente, Bastion no pudo verla en absoluto. Tanner se había
puesto delante de Marna, protegiéndola. —¿Quién coño eres?—Su mirada se
desvió hacia Az. —No recuerdo que dijeras que alguien más se uniría a esta
pequeña fiesta.
No, no había dicho eso. —Bastion está aquí por Marna.
Tanner miró por encima de su hombro al ángel sollozante. —Tal vez
Marna no quiere ir con él.—Sus garras aún estaban expuestas, pero Az notó que
el cambiaformas las mantenía cuidadosamente fuera de la vista de Marna.
—¡No puedo ir!—Marna escupió las palabras.—Bastion, es demasiado
tarde.
En un instante, Bastion estaba parado frente a frente con Tanner. —No
quieres interponerte entre nosotros, —le dijo al cambiaformas. Sus alas rozaban
la parte superior de la habitación. Estaba permitiendo que todos lo vieran, tal
como era.
Pero Tanner no parecía particularmente intimidado. —Sé cómo funciona
esto, —dijo Tanner mientras exponía sus afilados caninos. —A menos que mi
nombre aparezca en ese elegante libro de arriba que solía pertenecer a Azrael, no
puedes tocarme. —Sonrió. —A menos que quieras ver cómo se te queman las
alas. Porque matar a alguien que no está marcado para la muerte, es una ofensa
merecedora de una caída, ¿verdad?
—Lo fue para mí, —dijo Sam desde la puerta, su voz perezosa pero letal.
Bastion se tensó. —Sammael.
—Cuánto tiempo sin vernos, ¿eh, Bastion?
La mirada de Jade recorrió la habitación. —Bueno, ¿no es esta una gran
reunión angelical? —Empujó a Tanner. Su codo lo cogió desprevenido e hizo
que el cambiaformas se tambaleara. O tal vez no lo pilló con la guardia baja. Tal
vez esa sangre aún la hacía más fuerte de lo que debería ser. —Dame las llaves
de las esposas.
Los ojos de Tanner se entrecerraron sobre ella. —No las tengo.
—Yo sí las tengo. —Cody sacó un pequeño anillo dorado de su bolsillo. —
Pero quiero que ella me lo prometa primero. —No era sorprendente que el
demonio fuera el menos confiado. —Nadie muere por su toque esta noche.
Sam se adelantó. —Parece un trato justo por tu libertad, Marna.
Bastion no habló.
—Lo prometo, —dijo Marna en voz baja.
Tanner se volvió. Cody le tiró la llave. Az pensó que los ojos del
cambiaformas se suavizaron cuando miró a Marna. Un error, ese. Marna puede
parecer débil ahora, pero no permanecerá así por mucho tiempo.
Tanner se acercó por detrás de ella y un momento después, Az oyó el
suave sonido al soltar el grillete.
Así de rápido, Marna se levantó de la silla y le dio un puñetazo con la
mano derecha en el pecho a Cody mientras lo aporreaba contra la pared más
cercana.
—¡Pensé que teníamos un trato!—Tanner gritó mientras se lanzaba a
ayudar a su hermano.
—Lo tenemos. —Marna no malgastó ni una mirada sobre él—No lo voy a
matar. Nunca dije nada sobre no hacerle daño. —Una pausa. —O a ti.—Su
sonrisa era cruel.
Ojo por ojo. Los ángeles estaban demasiado familiarizados con las viejas
costumbres.
—Ellos te ayudaron, —le recordó Jade. —Son la razón por la que no
sigues tirada en un charco de tu propia sangre en el bosque. Y por cierto, Brandt
estaba de cazaen esos bosques. Si él te hubiera encontrado, en vez de a ellos,
¿qué crees que habría pasado?
Marna frunció el ceño y se alejó un paso de Cody. Ese pequeño
movimiento era todo lo que Tanner necesitaba. Le agarró la mano, la retorció, y
luego atrapó a Marna en su abrazo.
Ella gritó.
—Tranquila, —dijo, sujetándola con cuidado. —No voy a hacerte daño,
pero ese es el hermano que realmente me gusta.
Ella se estremeció en sus brazos.
Az agarró la mano de Bastion cuando el ángel intentó pasar junto a él. —
No quieres hacer eso.—Az miró deliberadamente las oscuras alas de Bastion. —
Matar a un cambiaformas te costará demasiado.
Bastion logró asentir con la cabeza, y Az pudo verlo intentando recuperar
el control. Az no se movió, sin embargo, no hasta que estuvo seguro de que
nadie en esa habitación estaba a punto de morir.
Les llevó a todos unos segundos calmarse. Az pensó que era interesante,
sin embargo, que Marna ni una sola vez tratase de usar su Toque de la
Muertecontra el cambiaformas. Parecía una buena señal. Ella lo mordió, lo
arañó, pero no lo mató.
Sam cerró la puerta y los aseguró a todos en la habitación.
—Parece que todo el equipo está aquí, —murmuró Jade. —Bueno, la
mayoría del equipo. ¿Dónde está Seline?
—En un lugar a salvo, con un sabueso del infierno asegurándose de que no
se acerque al Sunrise.—La respuesta de Sam fue instantánea. Su mirada se
dirigió a Bastion. —No iba a dejar que un Ángel de la Muerte se le acercara.—
La mirada de Bastion se entrecerró.—Y no puedo evitar preguntarme...—Sam se
acercó más a ellos. Conociendo a su hermano, Az sospechaba que Cole estaba
ahora de guardia afuera de la puerta cerrada. —¿Cuántos ángeles se necesitan
para detener a un cambiaformas híbrido?
—Sólo hace falta uno, —dijo Az, mirando a los ojos de su hermano. —
Porque esta pelea es mía.
—Nunca está de más tener refuerzos.
Y nunca está de más proteger al hombre al que le has hecho daño
demasiadas veces. —Brandt es mío. Sé cómo derribarlo.
Los otros no hablaban. Fue Jade quien se aclaró la garganta. —Sólo
necesito saber...—Miró a Tanner, que aún se aferraba a Marna, y a Cody. —
¿Cómo terminó siendo el hijo de un ángel?
Los labios de Cody se tensaron y dijo: —Nuestro padre quería un hijo
imparable. Al bastardo le gustaba experimentar.
—No, —dijo Tanner, —le gustaba pensar que era Dios.
El silencio latía fuerte en la habitación.
—¿Qué clase de ángel era ella?—Preguntó finalmente Sam mientras
inclinaba la cabeza hacia la izquierda. Ah… Sam sería el que hiciese esa
pregunta. Como Seline también había sido un híbrido, uno con un poderoso lado
angelical, tenía sentido que Sam quisiera saber sobre el tipo de ángel que había
creado a Brandt.
Comprendía lo peligroso que podía ser un híbrido como Brandt.
—No lo sé, —dijo Tanner, al encontrarse con los ojos de Sam con una
mirada carente de emoción.—Brandt es mi medio hermano. Su madre… murió
antes de que yo naciera.
—Asesinada por las tiernas manos de mi padre, y por sus garras, —añadió
Cody.
—Huh.—Sam lanzó su mirada de evaluación hacia Az. —Supongo que su
padre también está en la lista negra.
—El padre está muerto, —dijo Bastion sin apartar la vista de Marna. —Lo
despacharon hace años.
—Por mi mano, —les dijo Jade, con voz baja.
—Interesante. —Sam asintió con la cabeza, y Az vio la chispa de
admiración brillar en sus ojos. —Algunos humanos pueden ser
sorprendentemente fuertes.
—Y algunos ángeles pueden ser sorprendentemente débiles.—Fue Bastion
quien habló. —Y Lailyn era débil.—Le ofreció su mano a Marna. —Tenemos
que irnos de aquí. Tú no eres lo suficientemente fuerte para la batalla que se
avecina.
Los brazos de Tanner se apretaron a su alrededor.
—¿Lailyn?—Az repitió el nombre. Le era familiar. Una imagen de una
pequeña ángel de pelo oscuro y piel clara apareció en su mente. No la había visto
mucho, porque había sido una... guardiana.
—Fue enviada a cuidar de Vincent Dupre. Para ayudar a guiarlo y
protegerlo.—Los labios de Bastion se retorcieron en lo que habría sido
repugnancia si hubiera sido humano. Si hubiera estado plagado de emociones.
Por supuesto, no lo era. Así que el ángel fingió.
—Cambió el cielo por una oportunidad de redimirlo. Lailyn pensó que
podría salvarlo, quedándose a su lado y ofreciéndole una vida junto a ella.
—Pero algunas personas no pueden ser salvadas.—Az dijo la verdad que
todos los ángeles ya deberían saber. Incluso aquellos cegados por las emociones
humanas. Los guardianes eran los más tentados por esas emociones. Estaban
tanto alrededor de los humanos, que era fácil para ellos ser tentados... a querer lo
que estaba justo ante ellos.
Tan cerca, pero tan lejos de lo que se suponía debían tener.
—Vi lo que hizo, —dijo Bastion. —Cuando le clavó las garras en el pecho
y le arrancó el corazón, yo estaba allí, mirando, y no pude hacer nada para
ayudarla.—Su mirada bajó para observar las manos de Tanner, no, para observar
las afiladas garras de Tanner. —Todo lo que los animales conocen es violencia y
dolor.
Poco a poco, los brazos de Tanner se separaron de los de Marna. Sus garras
no retrocedieron. Pero tampoco le rasgaron la delicada piel.
Bastion tomó la mano de Marna. —Te mantendré a salvo, —le prometió.
—Hasta que esto termine... entonces ya se nos ocurrirá algo.
Ella asintió, pero Az se preguntó si Bastion podía ver la duda en los ojos
de Marna. Pero al segundo siguiente, Bastion tiró de ella contra su pecho. Sus
alas comenzaron a envolverla.
—No soy como él.—Las palabras parecían arrancadas de Tanner.
Marna lo miró. Sus labios temblaban.
Entonces ella y Bastion desaparecieron.
Brandt miraba fijamente la fila de humanos que esperaban para entrar en el
club. Eran tan estúpidos. Ovejas, ofreciéndose a los monstruos que estaban
hambrientos de un bocado.
Había reunido a su manada. Una docena de fuertes cambiaformas
esperaban tras él, listos para atacar a su orden.
Jade estaba en ese edificio. En ese club con los desesperados y ávidos
humanos. Todavía podía oler su sangre. Su herida no se había cerrado
completamente, aún no.
Nunca debiste lastimarla.
Cada vez que Brandt cerraba los ojos, veía la imagen de sus garras
hundiéndose en su pecho, una y otra vez. Era una imagen que lo perseguía.
Porque vi al viejo bastardo hacerle lo mismo a mi madre.
Él tenía tres años, y ella le sonrió mientras la sangre le salía de entre los
labios.
Te amo. Sus últimas palabras.
Y su madre había muerto. Lo había dejado. Lo dejó solo con el maldito
enfermo de su padre a quien le gustaba torturarlo.
Tenía siete años cuando su padre usó sus garras por primera vez para
arrancarle la piel de la espalda.
Ni siquiera tenía edad para transformarse, mucho menos para curarse de
las heridas.
—Serás fuerte, chico, serás más fuerte que todos ellos. Acepta el dolor. No
llores, joder, nunca llores.
No lo había hecho. No desde que los ojos de su madre se habían cerrado.
Había llorado entonces.
El tormento que su padre le brindó había sido interminable. El alfa había
gobernado la manada con puño de hierro, y Brandt había sido como un perro
azotado. Demasiado asustado para moverse, para contraatacar de cualquier
manera.
Pero Jade golpeó por mí.
Ella había matado al alfa. Le había dado la libertad a Brandt.
Ahora Brandt quería darle todo. ¿Por qué, por qué no se lo permitía?
Nunca quiso hacerle daño. Esas heridas en el pecho también habían sido
culpa del ángel. No se había dado cuenta en el calor del momento, pero Brandt
estaba ahora seguro de que Azrael había usado de forma deliberada a Jade como
escudo para protegerse.
El ángel la había sacrificado.
Ahora la lastimaría de nuevo.
Azrael merecía el infierno, y Brandt sería quien se lo diera.
Pero primero, tendría que matar a unos cuantos humanos.
Porque estaban en su camino.
—Alguien ha estado visitando a Mateo, —murmuró Sam mientras miraba
el lugar donde Bastion había estado momentos antes. —Reconocería ese hechizo
de "sácame jodidamente de aquí" en cualquier parte.
Az gruñó. —Mateo me vendió a Bastion cuando le hicimos una visita al
brujo hoy. Mateo le entregóa Jade. Y ella casi muere.—Ese pensamiento aún
tenía sus tripas apretadas por el miedo y la furia rememorada.
—¿De verdad?—Sam sonaba un poco curioso. —Mateo no suele trabajar
con ángeles. Los encuentra.... molestos y aburridos.
—Supongo que si el precio es el correcto, trabajará con cualquiera.—Az
sacó su pistola y comenzó a cargar las balas. El barniz dorado de las balas
parecía brillar. ¿A causa de la magia? ¿O por el fuego del infierno?
Tanner silbó mientras se acercaba para ver mejor las balas. —De verdad
las conseguiste.
—¿Había alguna duda?—Preguntó Jade mientras sus cejas se levantaban.
Az casi le sonríe. En vez de eso, miró al cambiaformas y dijo: —
Garantizadas para detener a cualquier ángel, —incluso a uno terrenal, —que se
encuentre en su camino. —Cerró el cargador con un giro brusco de su muñeca.
—¿Y si él... cambia?—Sam preguntó, y Az le miró, sorprendido por la
extraña nota en la voz de su hermano. Pero la cara de Sam estaba perfectamente
en blanco cuando dijo: —Seline también es un híbrido, y cuando su cuerpo
humano murió, los ángeles se la llevaron para trabajar arriba.
Az sabía que ese había sido el momento en que Sam comenzó su
verdadero infierno.
Miró a Jade y vio como la preocupación parpadeaba en su mirada
esmeralda. No puede tener eso. No quiero que se preocupe.
—Si eso sucede, supongo que perseguiré su alado culo y me aseguraré de
que siga muerto. —El arma era un peso ligero que apenas sentía en la mano. —
Pero algo me dice que después de toda la mierda que ha hecho, el cielo no va a
estar muy ansioso por darle la bienvenida para que atraviese sus grandes puertas.
—Más vale que así sea, —murmuró Cody.
—¿Cuál es el plan?—Tanner quería saber. El cuerpo del cambiaformas
parecía vibrar con energía apenas contenida. —¿Quieres que salga y rastree al
bastardo?
Los gritos se escucharon a través de la puerta cerrada. Gritos. Pasos
acelerados.
—No creo que sea necesariorastrearlo, —dijo Sam mientras caminaba
hacia esa puerta. Sus dedos se enrollaron alrededor del pomo de la puerta
mientras la abría. Los gritos se derramaron en la habitación. —Algo me dice que
nuestro chico nos ha encontrado.
Los ojos de Jade se abrieron de par en par al acercarse a la puerta. Az la
bloqueó. —De ninguna manera.—Si Brandt pensaba que la iba a volver a tener
en sus manos, el tipo bien podría replanteárselo. El cambiaformas híbrido tendría
que pasar sobre él primero. Su mirada se dirigió a Tanner y a Cody. —Ustedes
dos quédense aquí con ella. Asegúrense de que nadie más que yo vuelva a entrar
por esa puerta.
Una entrada. Una salida. Dos poderosos Otros. La mantendrían a salvo.
O les haría desear la muerte.
Miró por encima de su hombro. Sam ya se había ido. El tipo había
desaparecido dirigiéndose hacia los gritos y el caos.
Jade le agarró el brazo. —¿Así que eso es todo?¿Me quedo aquí mientras
tú corres y arriesgas tu vida?
Ese era el plan general, sí.
—Déjame ayudarte.
Az negó con la cabeza. —No te pondré en riesgo de nuevo. Brandt casi te
mata antes. No te tendrá esta noche.
Ahora podía oír gruñidos animales. Brandt y sus hombres se habían
transformado para atacar. ¿Con humanos allí? Estaban realmente locos.
Doblándose, la besó. Una rápida y fuerte presión de sus labios. —Pronto
terminará.
Ella no hablaba, solo lo miraba con ojos preocupados.
Luego le tocó a Az seguir los gritos. Salió corriendo de la habitación
privada y vio la masa de personas en estampida. Se había equivocado: los
hombres de Brandt no se habían transformado, no del todo, pero estaban usando
sus garras para descuartizar a cualquiera que se interpusiera en su camino.
Cortando, riendo y gruñendo como panteras mientras la sangre fluía.
Sam ya estaba corriendo hacia ellos. Un toque, y el imbécil risueño a la
derecha de Samcayó fulminado.
Su hermano era rápido.
Az era más rápido.
Otro cambiaformas cortó a una pelirroja, rebanándole el estómago. Az
saltó hacia adelante y la alejó del tipo. La empujó detrás de él incluso mientras
empujaba su mano contra el pecho del cambiaformas. Antes de que la pantera
cayera al suelo, su cuerpo estaba duro como una piedra y sus ojos exorbitados,
horrorizados, miraban a la nada. Dos menos. Quedaba el resto de la manada. Az
sonrió con anticipación.
De ninguna manera. Jade observó la poderosa forma de Az salir
precipitadamente dela habitación. No se iba a quedar atrás, no iba a esconderse,
mientras Az salía y se enfrentaba a su pesadilla.
El tipo lo había olvidado, ya no era sólo una humana. Mientras la
adrenalina bombeaba a través de ella, el cuerpo de Jade comenzó a calentarse
con una carga que ya había sentido antes. Arde, nena, arde.
Si tuviera que hacerlo, podría abrirse paso con su fuego a través de esa
manada.
No dejaré que asumas tú todo el riesgo, Az.
El tipo necesitaba pensárselo mejor.
Caminó hacia adelante. El rápido agarre de Tanner sobre su brazo le
produjo un tirón hacia atrás. —¿Adónde crees que vas ahora, señora?
Jade entrecerró los ojos. —Creo que voy a entrar en la pelea.
Click.
Ella miró a su muñeca. El brillante grillete de oro que le había quitado a
Marna ahora estaba cerrado sobre su muñeca.
Click.
El otro grillete rodeaba la gruesa muñeca de Tanner.
Hijo de perra. Ella realmente no lo había visto venir. Cambiaformas ladino.
—No lo creo, —dijo Tanner en voz baja. —Verás, a pesar de lo que puedas
pensar, no tengo ganas de morir, y no quiero que tu amante Caído venga para
mandar mi culo al infierno.
Ella tiró del grillete.
Sus cejas bajaron. —Cálmate. Una vez que oigamos los disparos, y
sepamos que todo está despejado...—Miró a Cody. El demonio había tomado
una posición que bloqueaba la ahora cerrada y bloqueada puerta. —Entonces
saldremos y podrás darme tantos golpes como quieras.
Y lo haría. Cálmate, mi trasero.
Pero entonces oyó un gemido. Un largo y tembloroso gemido que parecía
hacer templar al mismo edificio.
—Joder, —escupió Tanner y se giró hacia la pared derecha.
Una larga grieta se estaba extendiendo por la superficie blanca.
Abriéndose, abriéndose...
Una explosión se estrelló contra la pared. Ladrillos y tablas volaron por los
aires, el fuego rugió, y Jade y Tanner fueron lanzados hacia atrás antes de
golpear el duro suelo.
La explosión congeló a Az. Dos cambiaformas lo rodeaban, cada uno
usando a mujeres humanas como escudos, y cuando la estruendosa reverberación
sacudió el club, empezaron a reírse.
—Demasiado tarde ahora, —dijo uno, y lanzó a la rubia y sollozante
hembra contra Az.
Az la agarró, apenas impidiendo que se estrellara contra el suelo. Ella se
aferró a él, desesperada. Histérica.
—Deberías haber dejado que los humanos se pudrieran, —murmuró el otro
cambiaformas mientras le cortaba la cara de la morena con las garras.
Ella gritó de dolor y rabia.
Az se sacó de encima a la rubia y saltó hacia delante, pero el cambiaformas
ya se había dado la vuelta y había tirado a un lado a su presa como si fuera un
pedazo de basura.
Todos los cambiaformas estaban retrocediendo ahora.
Arrojaban al suelo a los humanos heridos y se reían de su dolor.
El corazón de Az latía en sus oídos. Los cambiaformas estaban en su
camino. Deliberadamente se alineaban para interponerse entre él y el sinuoso
pasillo que conducía de vuelta a Jade.
La explosión había venido de ese lado del edificio.
—Divide y conquista, —gruñó Sam mientras maniobraba hacia el lado de
Az. —Los animales son más inteligentes de lo que pensábamos.
—Sí, —dijo el cambiaformas del frente. Sus ojos verdes casi brillaban y
sus colmillos destellaban mientras sonreía. —Lo somos.—Entonces el tipo se
abrió la chaqueta y sacó un frasco blanco y delgado.
¿Qué demonios...?
—Oh, mierda, —gruñó Sam mientras empujaba a Az.
Pero ese tipo no era el único con un frasco. Otros dos cambiaformas
también los sacaron. Le arrojaron los botes a Az. A Sam. El cristal se rompió, y
un polvo blanco se derramó a su alrededor.
Más frascos le dieron por la espalda. Otros cambiaformas que se habían
acercado. Otros que habían estado armados.
Preparados. Demasiado preparados. No eran los únicos que venían con un
arma mágica.
Intentó dar un paso al frente y se encontró atrapado. No era una gran
sorpresa.
Porque sabía por el olor que no era sólo polvo lo que esos bastardos le
habían arrojado.
Era Polvo de Ángel.
La única arma lo suficientemente poderosa como para mantener a un
Caído atrapado en su lugar, porque era un arma forjada con las alas de un ángel.
—Supongo que las alas de la perra no se desperdiciaron después de todo.
—El cambiaformas de ojos verdes sonrió con suficiencia. —Brandt tenía razón.
Las mueles, y realmente son tan buenas como el oro.
Las manos de Az se estrellaron contra una pared invisible.
—Ahora...—Los colmillos del cambiaformas se agudizaron aún más
mientras miraba a su alrededor. —Quememos este lugar.
Capítulo Dieciocho
El cuerpo de Tanner cayó sobre el de ella. Asfixiado por el humo, Jade se
levantó, tratando de empujar al tipo a un lado.
Pero en el instante siguiente, Tanner fue arrojado lejos de ella, bueno,
arrojado tan lejos comoera posible con esas esposas cerradas. Ella dio tumbos
tras él, pero se detuvo bruscamente a causa del agarre de hierro que envolvía su
cintura.
Reconocería ese agarre demasiado fuerte en cualquier parte. Especialmente
en sus pesadillas.
—Hola, Jade.
Las llamas parpadeaban a su alrededor. Tosió para expulsar la ceniza de su
garganta y se obligó a mirar hacia arriba, a los ojos brillantes de Brandt. —
¿Cómo...
—Explosivos simples y anticuados. —Su sonrisa más bien juvenil se
amplió. —Los humanos tienen buenos inventos. Ya sabes.
Tanner gimió.
La sonrisa de Brandt desapareció. Miró fijamente las esposas, luego se
agachó y trató de romperlas.
La fuerza de cambiaformas habría destrozado unos grilletes normales, pero
en este caso...
—N-no va a funcionar,—Logró decir Tanner mientras empujaba lo que
parecía un hombro dislocado de vuelta a su lugar. —No la vas… a alejar… de
mí.
Los ojos de Brandt se entrecerraron. —¿Quieres apostar, hermano?
Az... ¿dónde estás? Debe haber oído la explosión. Entraría corriendo, en
cualquier momento, con el arma literalmente abriendo fuego. Mejor que fuera
así. Sólo tenía que entretener a Brandt lo suficiente para que su ángel llegara.
—Son a prueba de Otros, —le susurró ella a Brandt. —Tienes que
encontrar la llave para abrirlos.—Intentó parecer débil e indefensa. Mientras él
buscaba las llaves, Az podría tener más tiempo para irrumpir y…
Brandt sólo se rio. —No tengo tiempo para una maldita llave.—Sacó las
garras de las yemas de los dedos. —Le cortaré la maldita mano.
Levantó sus garras y lanzó un zarpazo.
—¡No!—Jade gritó mientras se lanzaba hacia Tanner. Ella se estrelló
contra él, y rodaron por el suelo.
Rodaron, hasta que se encontraron con la forma inmóvil de Cody.
El cuello del demonio estaba retorcido. Sus ojos cerrados.
Y el asqueroso y dulce aroma de las flores colgaba en el aire a su
alrededor.
Jade inhaló rápido. —¡Az!—Ella gritó su nombre tan fuerte como pudo. —
¡Trae tu culo de ángel aquí!—¡Deprisa!
Los dedos de Brandt se hundieron en su pelo, y tiró de su cabeza hacia
arriba. —El ángel no va a venir.
Su sangre se congeló. Los gritos de afuera casi habían desaparecido.
Esperaba que eso significara que todos los humanos habían logrado salir.
En cuanto a Az…
—¿Alguna vez te dije, —preguntó Brandt mientras le inclinaba la cabeza y
la obligaba a encontrarse con su mirada. —cómo mi padre mató a mi madre?
Ella no quería conocer esa historia.
—Le cortó las alas.
¿Como Brandt le había cortado las alas a Marna?
—Luego las molió hasta que se redujeron para convertirse en el más fino
polvo. Era como seda en mis dedos.—Ella se tragó la bilis en la garganta. ¿Él
tocó ese polvo?
Su expresión se endureció mientras la miraba fijamente. —Aprendí
entonces que las alas están llenas de magia. Llenas de poder.
A ella no le gustaba a donde iba esto. —Cuando vi al hermoso angelito que
venía a por ti en el pantano,—dijo, —Yo sabía que tenía que conseguir sus alas.
No podía dejar que ese poder se desperdiciara.
Parecía que estaba a punto de arrancarle el pelo de la cabeza. —Suéltame,
—logó decir.
Pero no lo hizo. Ni siquiera cuando Tanner se abalanzó sobre él. Brandt le
dio un puñetazo en la mandíbula a Tanner y el cambiaformas cayó hacia atrás.
—Ese polvo fino... algunos lo llaman Polvo de Ángel. Puede matar
demonios, y puede atrapar a ángeles.
No.
Sus labios se levantaron con una sonrisa, y ella sabía que Brandt estaba
disfrutando de su miedo.
—Si los rodeas de polvo, los ángeles no se pueden mover. Están atrapados
en una prisión, una hecha de su propio poder. —Su sonrisa se evaporó y las
sombras plagaron sus ojos. —Mi padre atrapó a mi madre en el polvo. Luego
usó sus garras para arrancarle el corazón. —Se inclinó hacia ella y le dio un beso
en la mejilla. —Al igual que yole arrancaré el corazón a tu Caído.
El miedo la estaba ahogando. Azno.
—A menos que vengas conmigo ahora.—Se alejó de ella. —Ven conmigo,
y no le arrancaré el corazón esta noche.
Podría estar echándose un farol. Totalmente mintiendo sobre el polvo de
ángel.
Pero sus ojos le decían que no lo estaba haciendo. Y si Az hubiera estado
libre, ya estaría en esta habitación. Él habría venido a ayudarla.
—N-no lo hagas... —Se aseguró de que su voz tuviera un tono débil y
tembloroso. Brandt siempre se sentía más fuerte cuando ella era débil. Quería
que el tipo pensara que tenía el control. Justo hasta el momento en que ella le
arrebatara el control. —No le hagas daño a Az.
Ella captó el sutil endurecimiento de sus ojos y supo que había cometido
un error. Siempre hacía daño a los que le importaban.
Jade buscó sobre el cuerpo de Tanner y tanteó dentro de sus bolsillos. Él
gimió bajo ella, y sus ojos empezaron a abrirse. —¿Jade?
Sus dedos se cerraron alrededor de la llave.
—Quédate abajo, —susurró, pero sabía que Brandt lo oiría. Con sus oídos
de cambiaformas, no habría forma de que le pasara desapercibido.
Jade se apartó. Sus manos temblaban mientras abría los grilletes. Dejó caer
la llave al suelo.
Brandt la cogió del brazo y la apartó de Tanner. Su mirada pasó del uno al
otro.
—No, —dijo Jade, su voz endureciéndose a pesar de sus esfuerzos por
hacerse la débil.
Pero Brandt sólo sonrió. —La muerte debería haber venido a por él mucho
antes. —Sus garras cortaron mientras Jade gritaba y se agarraba a sus brazos.
Tanner se abalanzó en el mismo instante. Sus manos atraparon las muñecas
de Brandt, y sostuvo esas afiladas garras lejos de su cara.
La furia venció a Jade. Brandt le había arrebatado tanto. Demasiado. —Ya
no más, —dijo ella, y el fuego pareció arder bajo su piel. Quema, quema… Sus
dedos se calentaron donde tocaba a Brandt.
Lentamente giró la cabeza para mirarla.
Ella levantó las manos y se echó hacia atrás. Estaban tan calientes que
quemaban. Estoy ardiendo. —¡No-Más! —Ella gritó y una bola de fuego salió
disparada de sus dedos, y voló directamente hacia Brandt. El fuego se estrelló
contra su pecho y el olor a carne quemada alcanzó su nariz.
Él se cayó, las llamas comiendo su carne, gritando.
Ella agarró a Tanner y lo puso en pie. —¡Trae a Cody!—Más vale que el
demonio esté vivo. Él la había salvado antes, y ahora ellos lo salvarían a él.
Tanner asintió y corrió hacia su hermano. El grillete golpeaba su muñeca
mientras levantaba a Cody y corría hacia la puerta.
Jade siguió sus pasos, moviéndose tan rápido como podía.
—No, —gruñó Brandt. Sus dedos, ampollados, chamuscados, se
envolvieron alrededor de la muñeca de Jade, y ella sintió la lamida del calor
abrasándola al tocarla. —No te alejarás de mí tan fácilmente.
Tensando el cuerpo, Tanner la miró.
—¡Sácalo de aquí!—Le gritó a Tanner. Ella podía convocar más fuego.
Podía volver a atacar a Brandt. Maldita sea, no tendría miedo.
Ya no más.
Tanner se escapó con Cody.
Al menos ellos están a salvo.
Brandt tiró de ella contra su pecho. El fuego había consumido su camiseta
y las llamas habían quemado su carne.
Pero... pero esa carne se estaba curando ante sus ojos.
—¿No estás llena de sorpresas?,—murmuró él mientras inclinaba su
cabeza hacia la de ella. Su aliento, que llevaba el olor de la ceniza, aventó
ligeramente su cara. —¿Desde cuándo mi humanapuede jugar tan bien con
fuego?
—Desde que alguien estuvo dispuesto a arriesgar su vida por mí. Desde
que me dio la vida.—Y no intentó destruir todo lo que ella tenía.
Las débiles líneas alrededor de los ojos de Brandt se tensaron. —Crees que
es tan jodidamente especial, ¿verdad? Pero sé lo que ha hecho. Rastreé la sangre.
Te ha hecho daño.
—No.—Su barbilla se levantó. —Nunca lo hizo. Nunca lo haría. Az no es
como...
Tiró de ella hacia arriba contra él, y los dedos de sus pies dejaron de tocar
el suelo. —¿Cómo yo?, —terminó Brandt, sus palabras un gruñido salvaje.
Ella asintió.
—¿Así que yo soy el jodido bastardo?
Sí, lo era.
Brandt agitó la cabeza como si se negara algo a sí mismo. ¿A ella? —Me
amaste una vez.
Era eso. El momento que ella había sabido que llegaría. Jade le miró
fijamente a los ojos, rehusó dejar que el miedo la dominara, y dijo las palabras
que sabía que lo quebrarían. —Y ahora lo amo a él.
Ella esperaba una erupción de rabia. Un ataque. Jade soportaría el dolor.
Eso les daría a Tanner y a Cody el tiempo para huir. Le proporcionaría a Az
tiempo para salir de esa trampa de Polvo de Ángel.
Pero Brandt no hizo erupción. Presionó su frente contra la de ella. —Eso
es un error.—Sus labios la rozaron. Una dulzura que ella sabía que encubría una
furia mortal. Ella podía sentir su furia, sentirla incluso mientras...
Golpeó la cabeza de Jade contra la pared más cercana.
—No puedes amar a un hombre muerto.—Su susurro la siguió a la
oscuridad.
Las llamas bailaban alrededor de Az. Brillantes, oscuras, doradas y rojas.
El fuego estaba tan candente que le quemaba la piel.
—No puedo creer que esto esté pasando de nuevo, —gruñó Sam desde la
trampa justo al lado de Az. —Eso es… mi próximo club será a prueba de fuego,
no importa cuántas brujas tenga que contratar para encantar el lugar.
Los aspersores instalados en el techo del Sunrise se habían disparado
momentos antes, pero no pudieron detener el incendio. Especialmente debido a
que el fuego era cada vez más álgido porque los cambiaformas estaban vertiendo
licor por todas partes. Empapando el lugar y gruñendo de triunfo cuando las
llamas ardían más brillantes.
Esas llamas estaban corriendo por el suelo de madera hacia Az ahora.
Tan cerca, pero no lo suficiente. Todavía no.
Acércate más.
A través del humo y del fuego, vio la forma alta de Tanner. El
cambiaformas llevaba algo... ¿a alguien? Alguien que no se movía.
—¡Jade!—Su nombre salió de sus labios, pero Tanner no redujo la
velocidad. El cambiaformasderribó a dos atacantes que se abalanzaron sobre él,
y luego salió corriendo del lugar, alejándose de las llamas.
—Lo siento, Azrael.—La voz de Bastion provino de a un lado de él y
apenas se elevó sobre el crepitar del fuego.
—No lo sientas, —Az le respondió. Esto no era el final para él. —
Prepárate para recoger todas las almas que voy a enviarte.
Entonces él la vio. Brandt caminó a través del fuego, y tenía a Jade
fuertemente agarrada entre sus brazos. La mirada de Brandt se encontró con la
de Az.
No. Por un instante, pareció que incluso las llamas se detuvieron.
—Tengo que hacerlo, —la voz de Bastion era tensa. —Sabes que no hay
elección.
El puño de Az golpeó contra la trampa mágica. —¡Sácame de aquí,
Bastion!
Sam estaba muy callado a su lado.
Las llamas ardían más alto.
Brandt lo acechaba. Los ojos de Jade estaban cerrados, y su cabeza caía
contra su pecho.
Bastardo. Te haré pedazos.
Brandt levantó a Jade y la colocó de manera que colgara sobre su hombro
derecho. —Yo quería que ella viera...—El cambiaformas comenzó.
—Y yo quiero que ruegues por la muerte.—La muerte está lista para ti.
—Pero supongo que no siempre conseguimos lo que queremos.—Las
garras de Brandt se dispararon de las puntas de sus dedos. Levantó la mano.
Y se estrelló contra la pared invisible de la jaula que había sido forjada con
Polvo de Ángel.
—Estúpido imbécil, —gritó la voz de Sam. —Tú también eres un ángel.
Nos mantiene a nosotros dentro, y tú no puedes atravesarlo, no a menos que
rompas la línea.
La mirada de Brandt se dirigió hacia la fina línea de polvo en el suelo.
Cuando volvió a mirar hacia arriba, Az tenía el arma en la mano. Apuntaba a la
cara de Brandt. —Apuesto a que estas balas pueden atravesarlo, —dijo Az.
Apostaba a que podrían salir y matar a Brandt donde estaba.
Brandt no dudó. En un instante, posicionó a Jade delante de él.
Los ojos de ésta se abrieron lentamente, y, con creciente temor, miró hacia
abajo al cañón del arma con la que Az le había apuntado.
—Adelante, —se burló Brandt de él. —Mátame, pero mátala a ella
también.
Bastion había desaparecido. Los otros cambiaformas panteras corrían hacia
la puerta. Las llamas se hacían más grandes y calientes con cada segundo que
pasaba.
—Az… —Vio como se movían sus labios pero ningún sonido salió de la
boca de Jade. Su mirada sostenía la de él. Tan profundamente, tan intensamente.
Bajó el arma.
Brandt la atrajo de vuelta. El agarre que mantenía alrededor de su garganta
tenía sus garras a sólo una pulgada de su carne.
—No la lastimes, —ordenó Az, con voz resonante. —Pero Brandt no
respondió. —¡Maldita sea, no la lastimes!
—Yo no te estaba usando, Az.—Las palabras de Jade estaban siendo
tragadas por las llamas. Él tuvo que esforzarse para escucharla cuando ella le
dijo: —Te estaba amando...
Entonces las llamas se encendieron más alto. Brandt se la llevó.
—Lo siento, —el susurro de Bastion llenó sus oídos cuando el ángel
apareció una vez más.
Ahora Az sabía por qué el ángel se estaba disculpando.
—¡No!—Az arañó la pared invisible, pero ésta no cedió. La magia era
demasiado fuerte. El fuego ardía.
Y Jade se había ido.
Los cambiaformas se habían dividido, huyendo hacia la oscuridad tan
pronto como escaparon del creciente infierno que era el Sunrise.
Brandt se movió rápidamente con Jade y su cuerpo rebotaba y le dolía con
cada paso ya que ella había sido arrojada sobre su hombro como un maldito
saco. Gruñendo, Jade lo pateaba. Sus uñas se clavaban en su espalda.
Él no bajó la velocidad.
Doblaron la esquina. Las sirenas aullaban a lo lejos. Esos malditos
camiones de bomberos bien necesitaban darse prisa.
—El fuego… no lo matará, —se las arregló ella para decir con los dientes
apretados. Su pelo colgaba sobre su cara mientras toda la sangre corría hacia su
cabeza. —Vendrá a por ti.—Las llamas no detendrían a Az por mucho tiempo.
—Cuento con ello.
Bastardo engreído.
Otro giro. Esta vez, reconoció la calle. Era difícil no reconocer Bourbon
Street. Los juerguistas se paseaban, riendo, y las cuentas crujían bajo las botas de
Brandt mientras él avanzaba.
—¡Ayúdenme!—Jade gritó a través de la cascada de su pelo.
Se las arregló para apartar temporalmente ese pelo de su camino y vio a
dos hombres que la miraban. Oh, vamos, incluso durante el Mardi Gras, no
estaba bien dejar que un imbécil huyera con una mujer forcejeando sobre su
hombro.
Los chicos se dieron cuenta de eso. Escuchó el ruido sordo de sus pasos
corriendo hacia allí.
—Oye, hombre, déjala ir...
Brandt les gruñó, un profundo e inhumano gruñido. —Aléjense o morirán.
—Ella no tenía duda de que él estaba destallando sus brillantes colmillos.
Pero los chicos no se echaron atrás.
—Mira, monstruo, —uno gruñó en respuesta, —deja que esa dama...
Brandt lo lanzó por el aire con una mano.
Los pies del otro tipo se retiraron apresuradamente.
Brandt la tiró al suelo. Mientras ella se esforzaba para incorporarse sobre
sus rodillas, él la miraba con unos ojos que brillaban con furia y con el poder de
la bestia que había dentro de él. —Pide ayuda de nuevo, y le cortaré la cabeza al
primer imbécil que venga en tu rescate.
Lo haría.
Brandt la agarró del brazo. —Vamos, nena.
Las llamas se abrieron paso a través del suelo, destruyendo lentamente
todo lo que había a su paso. Demasiado despacio.
Sam alternadamente gruñía y maldecía mientras el calor y el humo se
espesaban en la habitación.
Az no se movía. Ahora no. Sólo esperaba. Las llamas sólo tenían que
acercarse un poco más.
Sólo un poco.
El fuego crepitó sobre los bordes del Polvo de Ángel. El polvo se
encendió, ardiendo con una llama azul y blanca.
Y la prisión se rompió.
Az se abalanzó fuera de la trampa y sacó fuera las manos. Las llamas
lancearon su piel, pero él ignoró el fuego y lo empujó con su propio poder. Un
viento amargo sopló a través del Sunrise, aullando como un lobo, y las llamas
murieron en un instante.
Lentamente, su cabeza se giró hacia la derecha. Hacia la puerta que Brandt
había usado cuando se llevó a Jade.
Bastion había desaparecido. Más vale que el ángel no esté cerca de ella.
Az dio un paso adelante.
—Uh, sí, hermano, —la voz de Sam lo detuvo. —Antes de que salgas a
patear traseros y salvar el día, ¿crees que puedes hacerme un favor y sacarme de
aquí?
Miró hacia atrás. Sam estaba de pie con los brazos cruzados sobre el pecho
y se las arregló para parecer cabreado y aburrido.
Az agitó la cabeza. —Intentarás detenerme.
La mandíbula de Sam se cayó. —¿Qué?
—Es mi lucha.—Tomó aliento. Sabía a ceniza y a muerte. Sus ojos se
cerraron. —Adiós, Sam.
Su hermano gritó su nombre, pero ya era demasiado tarde. Az usó su
mayor velocidad para salir corriendo del bar y pasar al lado de los bomberos de
aspecto aturdido que miraban la escena del incendio.
Corrió hacia adelante dos cuadras y sólo se detuvo cuando estuvo seguro
de que no había seres humanos alrededor. —¡Bastion!—Será mejor que el ángel
atendiera a su llamada. —¡Ven aquí, ahora! —Az pudo haber sido expulsado del
cielo, pero aún así poseía mucho poder.
Había gobernado a los Ángeles de la Muerte, e incluso los que aún vivían
en el cielo sabían que debían temerle.
El viento sopló ligeramente contra su cara. No viento sino airebatido por
unas alas. La forma de Bastion apareció ante él. No había ninguna expresión en
la cara del ángel.
—¿Dónde está ella?—Preguntó Az.
Bastion le miró en silencio.
—Si está en el maldito libro de la muerte...—En su libro, de antaño, había
sido él quien anotaba los nombres y los pasajes de las vidas. Pero esos nombres
no le habían importado. Recolectar almas había sido su deber. Jade importaba.
—Si Jade está en ese libro, entonces eso significa que alguien la está siguiendo
más o menos veinticuatro horas al día, siete días a la semana.
El ángel no lo negó ni lo confirmó.
Az agarró a Bastion y lo empujó contra la pared del callejón. Sacó su arma
y puso el arma en el corazón de Bastion. —Está cargada de azufre. No te
dispararé en el estómago esta vez. Te dispararé en el corazón.
Bastion tragó. —No, no lo harás. No dispararás en absoluto.—¿Poniéndolo
a prueba? El tipo debería saberlo. —Tú... de entre todos los ángeles... entiendes
el sentido del deber.—Bastion no luchó contra su agarre. Se quedó ahí parado
mientras el cañón de la pistola se clavaba en su pecho. —Ya sabes lo que hay
que hacer.
El dedo de Az se atirantó sobre el gatillo. —Dime dónde está o prepárate
para despedirte del cielo.
Bastion agitó la cabeza y se mantuvo firme. —Es… a ti a quien estoy
protegiendo. Tienes que dejarla ir.
La grava fue pisoteada detrás de ellos. —Tengo su olor, —dijo Tanner. —
Olvida el ángel, puedo llevarte hasta Brandt.
Az se tensó. —¿Qué hay de Cody?—Sabía que el cuerpo que Tanner había
sacado del Sunrise debía ser el del doctor demonio.
—Lo logrará. —Aunque Tanner no parecía tan seguro. —Los demonios
pueden sanar de casi todo.
Az miró fijamente a los ojos de Bastion. —Si te dejo ir, intentarás
llevártela.
—No.—Bastion negó con la cabeza. —Mi toque ya no funciona con ella,
¿recuerdas? Yo no seré el ángel que tomará su vida. El que la ama lo hará.
¿Qué? Él frunció el ceño al ángel, estaba perdido. Entonces la
comprensión lo golpeó, la comprensión y el horror.
Se giró. —Llévame con ella, ahora, —le ladró a Tanner.
Tanner, con sus colmillos desnudos, asintió.
Mientras se alejaban, Az pudo sentir cómo su control se desgarraba. Tenía
que llegar a Jade antes de que fuera demasiado tarde.
Te estaba amando.
Y él... ¿la había amado a ella?
Espera, Jade. Aguanta.
Brandt la llevó al cementerio. El resto de sus cambiaformas aparecieron
desde detrás de las pesadas y blancas tumbas, saliendo como fantasmas mientras
la rodeaban.
La tumba rota sobre la que Az había caído tanto tiempo antes yacía en
pedazos a sólo unos metros de todos ellos.
—Aquí es donde él muere, —dijo Brandt. —Heather me habló de este
lugar... cómo él cayó.—Sus labios se curvaron mientras miraba al cielo
estrellado.—Parece apropiado que lo envíe al infierno en este lugar.
Jade se frotó los brazos. El aire era frío, golpeándola. —Él es más fuerte
que tú.
La sonrisa de Brandt decía que lo dudaba.—Ya le pateé el trasero una vez
antes.
—Sólo porque no sabía lo que eras entonces.—Az no había estado
preparado para la fuerza de Brandt.
La mirada de Brandt se dirigió a ella. —¿Y qué soy yo?
Maligno. Ojalá lo hubiera visto desde el principio. —Mitad ángel, mitad
bestia.
Los otros se estaban transformando a su alrededor. Cambiando con el
estallido y el chasquido de los huesos cuando la luna brillaba sobre ellos.
Brandt levantó la mano y miró fijamente las garras que le sobresalían de
las puntas de sus dedos. —Siempre pensé que era una maldición tener la sangre
de ella en mí.
Ella se alejó de él.
—Mi padre dijo que me hacía débil. Que me hacía demasiado blando con
nuestra presa.
—Sí, bueno, tu padre era un imbécil.—Necesitaba encontrar un arma. Su
mirada recorrió la zona. Esos panteras terminarían pronto su transformación.
Necesitaba atacar antes de eso. Siempre estaban en su punto más débil durante
esos momentos de transformación.
Allí.
Una de las tumbas había sido separada de las otras por una valla de hierro
forjado a la antigua usanza.
—Mi padre fue el cambioformas más despiadado que he visto en mi vida.
—Brandt rodó los hombros. —Pero tú lo pusiste en la tumba por mí.
Avanzó hacia la valla dando traspiés, tropezando deliberadamente, de
modo que sus manos tuvieron que salir volando y agarrarse al hierro para
apoyarse. Lentamente, se volvió hacia él. Sus manos se cerraron alrededor de
uno de los postes. —No hice eso por ti. Estaba tratando de violarme. Lo maté
por mí.
—Me parece justo.—Una pausa. La cabeza de Brandt se inclinó hacia la
derecha mientras la estudiaba. —Yo maté a tus padres por mí.
La bilis le subió por la garganta y su mano se apretó alrededor del poste de
la cerca. Jade mantuvo sus ojos en Brandt mientras tiraba de ese poste. Ella
pensó que había oído el gemido de hierro, y pareció doblarse en su mano.
Oh, por favor, sangre de ángel, no me falles ahora. Porque esa sangre
parecía darle la fuerza que necesitaba para conseguir esta arma improvisada.
—Sabía que al final volverías con ellos. Una vez que te dieras cuenta de
que yo era...—Levantó las manos, y la luz de la luna resplandeció en sus garras.
—Huirías como una pequeña humana asustada.
Porque había sido unapequeña humana asustado. ¿Qué tiene de malo eso?
Una chica de diecisiete años, asustada.
—Tenía que asegurarme de que no tuvieras a nadie a quien acudir. Así que
los maté. —Se encogió de hombros. —Lo hice rápido, sin embargo, si eso te
hace sentir mejor.
Loco enfermo. —¡Estás tan loco como lo estaba tu padre!
Se abalanzó sobre ella y le puso las manos alrededor de la garganta. —No,
—su voz era letalmente suave. —No lo estoy.
Ella no habló. Sobre todo porque no podía. Brandt estaba aplastando su
tráquea.
Él apoyó su frente contra la de ella. Había hecho ese movimiento a
menudo en los viejos tiempos, cuando empezaron a salir. Presionaba su frente
contra la de ella. Un gesto suave, casi afectuoso. Sólo que en ese entonces, no la
había estado estrangulando cuando se inclinaba tan cerca.
—No quiero ser así, —susurró Brandt tan suavemente que casi no lo
escuchó. —Pero no puedo contenerme.—Sonó como si estuviera… perdido.
Y, por un instante, él fue el chico que conoció. El chico de los ojos tristes y
la sonrisa melancólica. El chico que la miraba como si estuviera mirando un arco
iris.
El chico que ella amaba.
No el monstruo que temía.
Excepto que el chico la estaba estrangulando. La mano izquierda de Jade
se apartó de la valla, y agarró esas férreas manos sobre su garganta.
Brandt parpadeó y el pasado se desvaneció de sus ojos mientras sus manos
se alejaban de ella. —Vamos a empezar de nuevo. Alejarnos del Sur y hacer las
cosas bien.
Inhaló un par de tragos profundos de aire. —Es demasiado tarde para eso.
—Seguramente él lo sabía. —No te amo, Brandt.
Él se puso rígido.
Parte de la valla cedió, pero ella no la levantó. Todavía no.
—¿Crees que lo amas a él?—El disgusto le tensaba la cara.
—Sí.—Sólo deseaba habérselo dicho antes a Az. Ella había tenido miedo
de confiar en alguien más después de Brandt. Después de estar tan ciega, Jade
estaba aterrorizada de cometer otro error con un hombre.
Pero Az no era un hombre cualquiera. No era un hombre, punto.
Era su Caído. Su amante.
Suyo.
—¿Cómo lo amarás cuando esté muerto?
Ella agitó la cabeza. —Él no va a morir.—Una sonrisa le curvó los labios.
Había estado esperando este momento desde que se paró sobre las tumbas de sus
padres. —Tú sí. —Blandió el trozo de hierro roto y lo golpeó contra un lado de
su cabeza. Hubo un fuerte ruido sordo, y él cayó.
Jade levantó el hierro sobre su cabeza. Había roto la parte superior de la
valla, así que la punta afilada sería perfecta para conducirse directo a su corazón.
—Dile a tu padre hola de mi parte…
Las panteras estaban gruñendo.
Jade se quedó inmóvil, y luego levantó la vista.
Oh, demonios. Habían terminado su transformación de hombres a bestias.
La manada de panteras saltó por el aire y atacó.
Capítulo Diecinueve
Antes de que las garras de las panteras pudieran rasgar su piel, él estaba
allí.
Az apareció justo frente a ella, frente a ellos, y la abrazó. —Cierra los ojos,
—le dijo.
Lo hizo, pero sintió la fuerza del calor en su piel y supo que Az había
usado su poder para quemar y destruir.
Los gemidos de las panteras llenaron sus oídos: gemidos de las bestias y
gritos de los hombres mientras se transformaban.
Sus pies dejaron la tierra y cuando aterrizaron de nuevo, ella estaba a unos
diez pies de distancia de las llamas que chisporroteaban en el suelo. Los
cambiaformas seguían vivos, pero fuera de servicio.
Y Brandt…
¿Dónde estaba él?
—¿Estás bien?—El agarre de Az sobre sus brazos era demasiado fuerte. —
¿Te ha hecho daño?
Todavía tenía el hierro en sus manos. —No.—Ningún dolor que valga la
pena mencionar. Su garganta sanaría. Az había llegado justo a tiempo.
Estaba tan contenta de verlo que las lágrimas querían inundar sus ojos.
Los cambiaformas heridos comenzaron a alejarse. —Brandt. —Se
humedeció los labios y parpadeó para contener las lágrimas. No era el momento
de debilitarse. —¡Estaba aquí!
—Elbastardo de mi hermano huyó tan pronto como empezó el fuego—
Jade se volvió hacia el sonido de la voz de Tanner. Acababa de agarrar a un
cambiaformas que pretendía huir y lo había noqueado de nuevo tirándolo al
suelo. —No te preocupes, tengo su hedor.—Señaló hacia un pequeño espacio
entre las tumbas de la derecha. —Por ahí.
Az asintió. —Quédate aquí. —En el siguiente segundo, antes de que ella
pudiera siquiera tomar aliento para discutir, él se había ido, corriendo tras el
rastro de Brandt.
Y dejándola atrás.
La rabia se apoderaba de Az mientras corría por el cementerio. Ese
bastardo se había atrevido a tocar a Jade de nuevo. Y había dejado que su
manada de sádicos cambiaformas cazaran cerca de ella.
No más.
Az avanzó aún más rápido. Unos pocos disparos rápidos de su arma, y
todo esto se acabaría. Jade sería libre. No tendría que pasar el resto de sus días
mirando por encima de su hombro y preguntándose cuándo se le echaría encima
el psicópata de su ex.
Podría tener una vida de nuevo.
Una vida conmigo.
Porque si ella lo deseara, él querría pasar todos sus días con ella. El cielo
podría esperar. Había encontrado algo que quería más.
A Jade.
Para él, ella era... todo.
La haría feliz. La haría reír. Sonreír no sólo con su hermosa boca, sino con
sus ojos.
Ella viviría de nuevo.
Se detuvo ante la pesada pared de piedra que marcaba el borde del
cementerio. ¿Había dejado Brandt el cementerio? ¿Había regresado corriendo a
la ciudad? ¿Dónde había...?
—Hay algo que tienes que ver.
Az se giró hacia la voz y se encontró cara a cara con Mateo. No era
exactamente el imbécil que quería ver. —Fuera de mi camino, —gruñó. El brujo
ya lo había traicionado una vez. No tenía la intención de darle al tipo una
segunda oportunidad para joderlo.
—Puedo mostrarte el camino, —dijo Mateo, sus ojos oscuros. —Sólo
tienes que confiar en mí.
No confiaría en ese tipo nunca.
Mateo señaló a la derecha. —Ven aquí, y verás...
Infiernos. Az podía oler la sangre. Corrió hacia delante, yendo por el
camino que Mateo le indicaba.
No miró atrás y no vio la lenta sonrisa de Mateo.
Jade absorbió profundos tragos de aire y miró fijamente por donde se había
ido Az. ¿En serio? ¿Él quería que ella… se quedara allí?
Ser una humanaapestaba. O medio humana, o lo que demonios fuera
ahora. Maldita sea, ella…
Tanner se fue hacia la izquierda, corriendo tan rápido como pudo. Jade
parpadeó. ¿A la izquierda? ¿Por qué huiría hacia allí?
Tengo su hedor. Esas habían sido las palabras de Tanner, y Tanner había
hecho que Az corriera en la dirección opuesta.
¿Por qué?
Porque Tanner quiere ser el que acabe con su hermano.
Oh, demonios. Ella corrió hacia la izquierda y lo siguió. Tanner estaba en
condición de inferioridad en esta pelea. No podía derrotar a Brandt, no cuando el
tipo tenía la fuerza de un ángel de su lado.
Las tumbas pasaban a gran velocidad a su lado. O mejor dicho, ella pasaba
a gran velocidad junto a ellas. Gruesas y blancas, las tumbas parecían apestar a
muertos. Unas cuantas velas parpadeaban cerca del suelo, silenciosas ofensas a
los espíritus, promesas a una reina del vudú desaparecida hace mucho tiempo.
—¡Hijo de puta!
Jade corrió hacia ese grito. Un giro a la izquierda. A la derecha. El
cementerio era un laberinto sinuoso y…
Y Tanner tenía a Brandt inmovilizado contra una tumba.
—Termina esta noche, —le gruñó Tanner. —No puedes lastimar a nadie
más.
Pero Brandt se rio. Y clavó sus garras en el estómago de Tanner. —Nunca
pudiste detenerme.
—¡Tanner!—El grito de horror surgió de ella.
—M-mírame...—Tanner logó decir y cortó con sus propias garras la
garganta a Brandt. La sangre de éste salió volando, empapándolo, y Brandt ni
siquiera tuvo la oportunidad de gritar.
La mirada de Brandt se volvió hacia ella. Sus ojos abiertos de par en par.
Él sonrió.
Tanner se alejó de él, y las garras de Brandt se deslizaron de su pecho con
un húmedo sonido.
Brandt cayó de cara al suelo.
Jade le miró fijamente, aturdida, mientras se le escapaba el aliento.
Lentamente, Tanner se volvió hacia ella. —Lo hice... lo-lo hice... —Su
camisa estaba empapada de sangre. Su piel estaba cenicienta. Todo su cuerpo
temblaba.
Jade corrió hacia él. Agarró a Tanner mientras las rodillas de éste se
doblaban y caía al suelo. —Tienes que transformarte, —le dijo ella, con voz
desesperada. Su mirada voló sobre sus heridas. Eran malas. Brandt lo había
atravesado. Le arrancóórganos. —Transfórmate ahora. —Jade se obligó a que su
orden sonara acerada.
Sus labios estaban más pálidos que la luna. Una onda sacudió su cuerpo y
el pelo le salió en los brazos, sólo para desaparecer un momento después.
Se dio cuenta de que Tanner no estaba lo suficientemente fuerte para
transformarse. Y si no estaba lo suficientemente fuerte, moriría en sus brazos.
Ignoró el aroma de las flores. El olor se hacía más profundo a su alrededor.
La fragancia… no era la de un Ángel de la Muerte. Sólo eran las flores de las
tumbas. Nada más.
Nada...
Las garras de Tanner se retrajeron.
—¡No puedes morir así!—Ella aplanó y golpeó la palma de su mano
contra el pecho de él. —No puedes...
Unas manos la agarraron por detrás. Manos fuertes. Manos que sabían muy
bien cómo hacer daño.
Brandt aún no había muerto. O tal vez el diablo no lo había querido junto a
él. —Tanner nunca fue tan fuerte como yo, —le susurró al oído.
Su aliento se ahogó cuando el horror y el miedo la inundaron.
—No.—La voz de Az. Fría y letal atravesó la noche. Cortándole el miedo
y dándole esperanzas. —Pero yo sí, —prometió Az.
La cabeza de Jade se giró bruscamente. Az estaba ante ellos, justo en la
entrada hacia las tumbas.
Maldito sea, ese hombre se veía sexy. Fuerte. Decidido. Enojado. Levantó
su arma. —Déjala ir.
Balas de azufre, imbécil. Ahógate con ellas. Si no hubiera estado atrapada
contra el susodicho imbécil, habría sonreído.
—No vas a dispararle.—Brandt se estaba burlando ahora. Algo mojado se
deslizaba por el hombro de ella, y estaba bastante segura de que era la sangre de
él.
Jade se retorció y se volvió para mirar a Brandt. Sólo quedaba el corte más
estrecho del agujero rasgado que había sido su garganta. Maldita sea, eso era
una curación rápida. Pero su ropa estaba empapada de rojo y ahora también la
de ella.
Brandt se encontró con su mirada. Sus ojos brillaban con su rabia. —Tú
hiciste esto,—le dijo. —Deberías haber sido feliz conmigo.
—Y tú deberías haber dejado en paz a mis padres, monstruo enfermo.—Su
cabeza se lanzó hacia adelante. Ella miró fijamente a Az. —Dispara.
Brandt se rio.—No va a...
—Esta es la mejor oportunidad que tenemos, Az. ¡Dispara!—Ella gritó.
Pero Az no iba a disparar. Jade podía ver la lucha en su cara. Él no quería
lastimarla, pero ella estaba dispuesta a recibir un par de balas si eso significaba
que podían cargarse a Brandt.—Mátalo, sólo mata...
Crack.
No sintió ningún dolor, pero, de repente, el cuerpo de Jade estaba cayendo.
Se estrelló contra la tierra. Ella tampoco sintió eso. No podía mover los dedos.
Sus piernas estaban entumecidas y su corazón...
El trueno retumbó. Una vez,dos veces. Alguien estaba gritando. Gritando.
Espera, eso no era un trueno. Disparos. Az había disparado. Él había
disparado… y el cuerpo de Brandt se estrelló contra el suelo a su lado. Su cara
estaba a centímetros de distancia. La sangre salía de su boca. Los ojos de Brandt
estaban bien abiertos y vacíos.
Muerto.
Jade quería apartarse de esa mirada vacía, pero no podía moverse. ¿Y por
qué estaba tan fría?
—¡Jade!—Su nombre era un rugido. Pero las panteras rugían, no los
ángeles, y esa era la voz de Az, ¿no? —¡No hagas esto!
¿Hacer qué? Acababa de caer. Estaría bien en unos minutos. Brandt estaba
muerto. Todos estarían bien ahora. Mejor que bien. Podrían volver a vivir.
—¡No lo hagas!
Extraño. Esas palabras habían sonado estranguladas y estaban llena de
dolor. No quería que Az sufriera. ¿Había sido herido? ¿Había conseguido Brandt
atacarle antes de que Az disparara su arma?
Ella intentó una vez más girar la cabeza y mirarlo, pero no podía moverse.
Todo se estaba oscureciendo. Quizás la luna se había ocultado detrás de unas
nubes de lluvia.
La luz volvería pronto. Ella se daría cuenta de lo que estaba pasando en
unos segundos.
Los latidos de su corazón parecían tan débiles en sus oídos.
La luz volvería pronto.
Pero entonces el mundo entero desapareció.
El bastardo le había roto el cuello a Jade. Un fuerte movimiento de sus
manos, y Brandt le había quitado la vida.
El pecho de Brandt estaba lleno de azufre, y yacía muerto en el suelo, pero
se la había llevado.
Los huesos se rompieron y se partieron ante él. Tanner. Az no miró al
cambiaformas. No podía.
Inclinó la cabeza hacia la de Jade. Sus ojos estaban abiertos. —Cariño, va
a ser...
Vacío. Sus ojos estaban vacíos.
Az la agarró y tiró de Jade a sus brazos. Sostuvo el cuerpo de ella contra su
pecho. ¿Cómo era posible que ya se sintiera tan fría? Jade debería estar caliente.
Su piel de seda debería chamuscarlo con su toque.
No de hielo. Ella no. Sólo había estado fría una vez antes, cuando la
muerte estuvo a punto de llevársela.
Su cabeza colgaba inerte, y el corazón de Az se detuvo. —¡Jade,
maldición, vuelve!—Una orden desesperada. Una súplica cargada de dolor.
Ella no se estaba moviendo.
Él se mordió la muñeca. Forzó su sangre en la boca de ella. Su sangre la
había ayudado una vez. La ayudaría de nuevo. Estaría bien, estaría…
—Sabes que no funciona así.—La voz de Sam. Calmada. Triste. Ni
siquiera sabía cómo había llegado Sam allí, y no le importaba.
Sólo había una cosa que le importaba. Una persona. Ella. —Dime cómo
traer a Jade de vuelta.—Su mano acarició su oscuro pelo. ¿Le había dicho alguna
vez lo hermoso que era su cabello? ¿Le había dicho alguna vez que era hermosa?
Lo eres, Jade. La cosa más hermosa que he visto en mi vida. Mejor incluso
que las calles doradas del cielo.
—Yo-yo no sé cómo traerla de vuelta.
—¡Entonces consígueme a alguien que lo haga!—La ira lo golpeó. Un
grito constante resonaba en su cabeza. Ella lo había estado mirando cuando cayó.
Cuando ese imbécil le rompió el cuello, lo había estado mirando y rogando que
disparara. No lo había hecho. —No quería hacerle daño.—Los labios de Az
rozaron la fría mejilla de Jade.
—Lo sé.—La mano de Sam se cerró alrededor de su hombro. —Ya no está
sufriendo más.
Az se endureció. —Tráela de vuelta. —Una orden. Su control se estaba
astillando. Podía sentirlo en su interior. Una oscuridad abriéndose, enorme,
tragándoselo todo.
Sam no movió la mano. —No puedo. No tengo ese tipo de poder.
Él no podía quitarle los ojos de encima a Jade. Su Jade. ¿Le había dicho
alguna vez que él había sido.... feliz... cuando ella estaba cerca? Que había
empezado a soñar cuando dormía. Nunca antes había soñado. Hasta encontrarla
a ella.
Todos sus sueños eran acerca de ella.
Le temblaban las manos. —Seline volvió a ti. Ella murió.—Él lo sabía.
Había estado allí. —La recuperaste.
—Seline era medio ángel.—La voz de Sam era suave, todavía con ese
borde triste y empático que estaba desgarrando a Az. —Tu Jade... no está hecha
para volver. Incluso con la sangre que le diste, es humana de corazón.
Su sangre había manchado su mejilla. —Llama a Mateo. —El brujo estaba
cerca. No habría podido huir tan rápido.
Los dedos de Sam se apretaron. —No puede ayudarte.
—Alguien tiene que hacerlo.—No la iba a dejar ir. Az se levantó,
abrazándola entre sus brazos. Estaba tan quieta. —Joder. ¡Convoca-a-Mateo!—
Rugió las palabras, y las tumbas a su alrededor se agrietaron. Los esqueletos
cayeron al suelo mientras la tierra se combaba bajo él. —¡Brujo, vuelve aquí!
Se volvió y encontró a Tanner de pie, débil, pálido, pero vivo. ¿Por qué
estaba vivo, cuando Jade no lo estaba? No había visto a un Ángel de la Muerte,
habría peleado con el bastardo si lo hubiera hecho, pero no había visto señales de
alas oscuras.
No debería estar muerta. No había habido ningún Ángel de la Muerte.
Pero Jade estaba quieta y callada en sus brazos. Su corazón no latía. No
había aire en sus pulmones.
¿Había venido el ángel y se la había llevado demasiado rápido? ¿Había
estado tan cegado por su dolor que se había perdido ese momento desesperado?
El aroma de las flores era tan fuerte en este lugar miserable. Tantos ángeles
habían estado allí. ¿Aún estaban allí?
Tanner estaba vivo. La ira de Az se centró en el cambiaformas que lo había
enviado por el camino equivocado. ¿Por qué Tanner aún vivía? ¿Por qué?
¿Por qué había alguien vivo? Si Jade no podía vivir...
Profundas grietas se abrieron bajo sus pies. Más tumbas fueron
destrozadas.
—La tuviste por un tiempo. Eso tendrá que ser suficiente, —dijo Sam
mientras retrocedía unos pasos. Su cara estaba tensa, sus ojos mirando a Az
con… miedo.
Debería tener miedo. Todo el mundo debería hacerlo. Az no iba a dejar
que se la quitaran.
La rabia y el dolor le destrozaban. Brandt había roto su hermoso cuello.
En un instante, rápido y brutal, Brandt me la quitó. Az tragó y saboreó el odio.
—¿Es…suficiente el tiempo que has tenido con Seline?
Su hermano se estremeció. —No.
—Entonces consígueme ese espíritu de la encrucijada.—La furia se estaba
abriendo paso. El fuego estalló a su lado, corriendo sobre las tumbas y
quemando el suelo. Inclinó la cabeza hacia atrás y miró fijamente al cielo
estrellado. —¡Bastion!
—No puedes volver a llamar a los muertos.—Esto vino de Tanner. Az lo
inmovilizó con una mirada feroz. El cambiaformas tragó y enderezó sus
hombros. —Ni siquiera tú eres tan fuerte. Duele, lo sé, pero tienes que dejarla ir.
No quería dejarla ir. —Yo... la necesito.—Ella era tan pequeña en sus
brazos.
¿Por qué estaban sus mejillas mojadas?
Su mirada volvió a caer sobre ella. —L-la amo. —Amor. Una emoción
humana. Pero una humana se había deslizado en su corazón. Ahora esa humana
estaba rompiéndole el corazón.
¿Era este su verdadero castigo? Por todos los pecados que había cometido,
¿era éste el fin que estaba destinado a recibir?
No te la lleves. Por favor.
Ella debería vivir. Ser feliz. Ser libre.
No eres tan fuerte. Las palabras de Tanner resonaron en sus oídos. El
cambiaformas tenía razón. No era fuerte. Sin Jade, era débil.
Los ángeles deberían haberlo sabido. Deberían haber tenido más cuidado.
El viento azotó sus mejillas. El aroma de las flores tentaba su nariz. El
ángel había escuchado su llamada. Az mantuvo los ojos sobre Jade y
simplemente dijo: —Devuélvemela.
—Intenté decirte lo que se avecinaba.—Ninguna emoción ensombreció la
voz de Bastion. —Lo siento, Azrael. Pero esto estaba destinado a ser.
Las palabras entraban y salían de su cabeza. La cara de Jade había
palidecido sin rastro de color y las gotas de lluvia empezaban a caer sobre su
cara. Lluvia, de un cielo sin nubes. Pero el trueno retumbaba. Relámpagos
brillaban a través de los cielos.
El poder rezumaba de él. Sosteniéndola con un brazo, levantó su arma y la
apuntó hacia Bastion. Todavía le quedaban dos balas en la recámara. —Tráela de
vuelta o verás lo que es morir.—Su cabeza palpitaba fuertemente y el grito que
resonaba en su mente no terminaba. Ese grito era la voz de Jade. Jade diciendo
su nombre, una y otra vez. Ella quería que él la ayudara.
Jade.
Destellos volaron por su mente, imágenes de ella.
Jade.... sonriéndole.
Besándolo.
Yo… no te estaba usando, Az. Te estaba amando.
Y él la había estado amando, pero había sido demasiado ciego y tonto para
darse cuenta antes.
—No puedo, —dijo Bastion, casi sonando pesaroso. —Es demasiado
tarde. Se ha ido...
Los gritos en su mente se hicieron más fuertes. Jade me está llamando. Az
disparó. La bala le quemó el pecho a Bastion. —Si ella está muerta, entonces tú
también.
Un aullido llenó sus oídos, mezclándose con el caos de los gritos. Los
fuegos a su alrededor ardieron más altos, más calientes, destruyendo todo lo que
había a la vista.
—¡Azrael!—El grito horrorizado de Sam rompió el fuego. —¿Qué has
hecho?
El humo salía del agujero en el pecho de Bastion. —Él se la llevó. —Az
sabía que lo había hecho. Bastion había estado cerca todo el tiempo. Y cuando el
cuello de Jade se rompió. —¡Él me la quitó, se la llevó, cuando la acababa de
encontrar!—Una mujer que podía amar al más oscuro de los ángeles.
Desapareció.
Sam permanecía detrás de la línea de fuego ardiente. —Estás fuera de
control. Necesitas...
Az le apuntó con el arma. —Te dije que llamaras al brujo.—Los ángeles
no podían ayudarlo. Seguidores de la regla. Pero el brujo... Mateo no seguía las
reglas de nadie. Engañaría a la muerte.
Por el precio justo.
Sam frunció el ceño hacia el arma. —¿Así que ahora me dispararías?
No. Sí. No podía pensar. Su corazón había desaparecido. Arrancado de su
pecho. El aroma de Jade -fresas- lo rodeaba y el calor del fuego le decía que sólo
el infierno lo esperaba. No volvería a ver a Jade cuando dejara esta tierra. Nunca
la volvería a ver.
—El mundo no continúa sin ella, —dijo. Tanner gritó cuando el fuego lo
atrapó y quemó su carne. —No lo hace.
Maldiciendo, Sam saltó a través de las llamas. Agarró el arma.
Az trató de tirar del arma hacia atrás. No la iba a soltar. No iba a soltar a
Jade.
Nunca la soltaré.
La pistola se disparó. Estaba mirando directamente a los ojos de Sam. Vio
la sorpresa en la mirada de su hermano. El destello del dolor.
Entonces vio el susurro de la vida irse cuando el espíritu de Sam fue
sacado de su cuerpo.
Sam cayó al suelo, muerto a sus pies.
Un hermano, matando al otro...
La tierra se dividió a su alrededor. Ya no eran pequeñas grietas, sino
profundas y gigantescas fisuras que parecían extenderse hasta el infierno.
Una vez se había hecho una profecía. Cuando un hermano mate al otro...
viene el infierno.
El olor de Jade se desvaneció hasta que sólo pudo oler azufre. Y los gritos
en su mente finalmente se detuvieron. Ahora podía oír risas. Susurros.
Llega el infierno.
Dejó caer el arma. Sostuvo su frío cuerpo aún más apretadamente. —
¡Mateo!—El brujo aparecería. El brujo la salvaría.
O...al menos...me mataría.
Porque las cadenas que siempre lo habían mantenido a raya estaban rotas y
sólo la furia se apoderaba de él.
—¡Mateo!
Jade estaba muerta. Había destruido a su hermano, y si Mateo no podía
matarlo... Az tenía miedo de destruir el mundo. —¡Mateo!
—Estoy aquí, —dijo el brujo mientras zarandeaba a Az. —Mírame, Caído.
Mira.
Az se dio cuenta de que estaba arrodillado en el suelo. Todo su cuerpo
temblaba, y el sudor empapaba su piel. Miró hacia arriba, y encontró a Mateo
mirándole fijamente.
—Tráela de vuelta, —susurró, su voz rota.
Mateo suspiró. —Aún no se ha ido.
En un instante, Az se puso de pie. Pero se tambaleó, sus rodillas estaban
débiles y echó la mano para apoyarse.
Y tocó sangre.
Giró la cabeza lentamente y miró la pared de la cripta que tenía a su lado.
La sangre se veía negra bajo la luz de la luna, pero él sabía lo que era. La sangre
cubría el lateral de la cripta, retorciéndose y girando en una serie de símbolos
antiguos.
Un espejo roto yacía a sus pies, y su corazón aún intentaba saltar de su
pecho.
—Siempre se ha pensado que un ángel caído sería el que abriría la puerta
al infierno. Al menos, eso es lo que me dijeron mis fuentes de arriba. —La voz
de Mateo era cuidadosamente carente de emoción.
Az tragó y probó la ceniza. —¿Dónde está Jade?
—¿En este mismo instante? Está corriendo por el cementerio en el extremo
izquierdo, corriendo detrás de Tanner y Brandt.
¿Qué? —¿Ella no… no está muerta?
—Todavía no.
Az se dio la vuelta.
—¿Aprendiste algo?—La voz aguda de Mateo lo detuvo. —¿O ni siquiera
te das cuenta de lo que acaba de pasar aquí?
Lo he perdido todo.
—Te di un regalo muy especial, Caído. Usé mi propia sangre y mi propio
poder para mostrarte lo que podría ser si elegías mal esta noche.
Lo qué podría ser... Jade muriendo. Tanner ardiendo. Él matando a Sam.
—La necesitas. Lo entiendo.—Y el brujo estaba de repente ante él. —Pero
todos los demás necesitamos que te mantengas firme. No dejes que esa rabia que
te come las entrañas se te escape. —Los ojos de Mateo brillaban. —Toma la
decisión correcta. Cambia el destino. ¿Me oyes, Caído?
El destino no puede ser cambiado. Todos los ángeles lo sabían.
Y se dio cuenta de que había susurrado las palabras de memoria.
—Entonces supongo que los ángeles están equivocados. O tal vez esas
preciosas reglas han cambiado. —Mateo miró al cielo. —Tal vez alguien quiere
que cambien.—Su mirada se posó sobre Az. —¿Qué es lo que quieres?—Jade.
Viva. Feliz. —Te dejé entrar en su mente con esa visión. Ya sabes lo que ella
quiere. —Ella le rogó que disparara. Pero tenía demasiado miedo de hacerle
daño. —Sabes lo que túdeseas.—Mateo suspiró. —Ahora veamos qué pasa...
Az aún tenía el arma. Todavía tenía la oportunidad de salvarla.
Para salvarlos a todos.
—No soy un monstruo, —susurró. No importaba lo que había visto o...
hecho en esas imágenes oscuras. No lo era…
—Pruébalo.
Lo haría. O moriría en el intento.
No soy un monstruo. Y no dejaría que la oscuridad que había en él se
liberara. No lastimaría a sus seres queridos.
Se sacrificaría a sí mismo primero.
Capítulo Veinte
Az corrió alrededor de las tumbas. Giró a la izquierda. Su cuerpo temblaba
y su corazón parecía reventar a través de su pecho.
Se adelantó con una furiosa ráfaga de velocidad y los vio. Brandt, con sus
manos alrededor del cuerpo de Jade mientras ésta forcejeaba. Las garras del
bastardo estaban fuera. La muerte cerca.
Pero no fueron las garras las que la mataron en la visión de Az.
Tanner estaba en el suelo, cubierto de sangre y sin moverse. Pero el
cambiaformas no estaba muerto. Todavía no.
Nadie lo estaba.
No. Todavía.
Az se quedó inmóvil y miró a Jade. Tan hermosa. Su ritmo cardíaco
frenético comenzó a disminuir. El temblor abandonó sus manos.
El centro de su atención se estrechó sólo sobre ella. Brandt tenía la boca
cerca del oído de Jade y Az le oyó gruñir: —Nunca fue tan poderoso como yo.
Mi señal. Az respiró profundamente. Ella no morirá. —No, —dijo Az en
voz baja, y la desesperada mirada de Jade voló hacia la suya. —Pero yo sí. —
Apartó la mirada de Jade y sostuvo la mirada de Brandt.
Vas a morir esta noche.
Az levantó el arma y apuntó a Brandt. —Déjala ir.
Los ojos de Brandt se entornaron, y no hizo ningún movimiento para
liberar a Jade. —No vas a dispararle. —La voz de Brandt se burló de él mientras
Jade se retorcía y empujaba a su captor.
Menuda luchadora. Era la mujer más fuerte que había conocido. Humana u
Otra. Ella le hacía querer ser más fuerte.
Para ser mejor.
Lo seré. No sería el monstruo de la visión. Él sería el hombre que ella
necesitaba que fuera.
Brandt la mantenía fácilmente bajo su agarre. —Tú hiciste esto, —le dijo,
con la voz gruñendo. —Deberías haber sido feliz conmigo.
Nunca habría pasado, bastardo.
Jade se tensó contra él. —Y tú deberías haber dejado en paz a mis padres,
monstruo enfermo.—Su cabeza se volvió hacia Az. Sus ojos sostenían los de él.
Tantas emociones brillaban en su mirada. Determinación. Amor. Furia. Y nada
de miedo cuando dijo: —Dispara.
Brandt se rio.—No va a...
Porque Az no quería hacerle daño. Quería protegerla. Mantenerla a salvo y
feliz.
Pero ya había visto esta escena antes, e iba a conseguir un final diferente.
—Te amo, —le dijo Az, las palabras titubeantes.
Sus labios se abrieron, sorprendida. —¿Qu...?
Intentaba herirla lo menos posible. Con su sangre de ángel en ella, no
estaba seguro de lo que la bala le haría. Lo siento, Jade.
Apuntando con cuidado, Az disparó. La bala atravesó el hombro de Jade,
desgarrando carne y músculo. Ella no gritó, sólo lo miraba con ojos que veían
directamente en su alma.
La bala la atravesó y se hundió en el pecho de Brandt. Éste se tambaleó
hacia atrás, soltando a Jade.
Ella cayó de rodillas. —Gracias, —susurró ella mientras sangre y un poco
de humo salía de su herida.
Brandt no había caído al suelo. Todavía estaba de pie y con la mirada fija
en Az.
Supongo que fallé y no le di a su corazón. Pero no había querido
arriesgarse a apuntar a ningún otro lugar del cuerpo de Jade. Si Brandt la hubiera
movido, si le hubiera dado un tirón de tan solo unos centímetros...
Mi disparo la habría matado.
Los huesos de Brandt comenzaron a estallar y a romperse cuando comenzó
su transformación. El tipo pensó que así se curaría. Que atacaría y se haría más
fuerte.
No iba a suceder.
Az saltó hacia adelante. Presionó el arma contra el corazón de Brandt. —
No la voy a perder, y tampoco voy a perder la cordura.
Brandt agarró el arma. Az también había visto esta escena antes. Sólo que
no había estado luchando con Brandt. Había estado luchando contra Sam.
Cambiar el destino. Él lo haría.
Otra bala explotó del arma. Los ojos de Brandt se abrieron de par en par y
trastabilló hacia atrás. Esta vez, cayó al suelo.
Las garras de Brandt se retrajeron. Sus colmillos se volvieron dientes de
hombre. Y su sangre se espesó en la tierra.
—¿Jade? —Brandt susurró su nombre. —Lo.... lo siento... —Se detuvo,
jadeando, y miró al cielo. —El humo se elevaba desde su pecho. Las balas de
azufre lo estaban quemando, desde dentro hacia afuera.—Quería... diferente... —
Az apenas podía oír las palabras de Brandt ahora. Sintió un toque en su brazo y
encontró a Jade parada a su lado. Ésta miró a Brandt, con el cuerpo rígido, pero
los labios temblando. —Adivina...—El aliento de Brandt sibilante. —No puedo
cambiar...
A veces, podías.
Brandt se paralizó.
Az no se movió. ¿Y si esto fuera sólo otra visión? ¿Y si Mateo le estaba
tomando el pelo?
Se real. Porque no quería vivir en un mundo sin ella. Eso sí que sería un
infierno.
Jade envolvió su brazo izquierdo alrededor de él. —Se acabó. —Su aliento
aventó ligeramente el cuello de Az. Su aroma, fresas dulces, le llenaba la nariz.
Ella era cálida contra de él. Suave, sedosa, viva.
Él la acercó más. La sostuvo tan fuerte como pudo. Le habían dado algo
especial esta noche. Una segunda oportunidad por la que habría cambiado
felizmente su alma.
Por encima de su hombro, vio a Sam salir de detrás de una cripta. Su
hermano miró fijamente el cuerpo inmóvil de Brandt, y luego hizo un gesto con
la mano. Las llamas envolvieron a Brandt, un fuego ardiente que destruiría todos
los restos del cambiaformas.
Brandt no sería capaz de resistir el fuego ahora, ya se había ido. Sólo
quedaba la carcasa vacía de su cuerpo. No le haría daño a nadie.
Nunca más.
Az le dio un beso en la sien a Jade.
—Le dije que podrías manejar el asunto, —dijo Sam asintiendo con la
cabeza. —Sabía que Mateo estaba siendo un imbécil paranoico. —Su hermano
pasó al otro lado del fuego.
Su hermano.
—Ay, —dijo Jade mientras retrocedía un poco. Los dedos de Az habían
rozado accidentalmente su hombro herido. —Tienes que calmarte un poco,
Caído.—Ella le ofreció una media sonrisa que le hizo doler el corazón. La
sonrisa iluminó sus ojos e hizo que su hoyuelo asomara. —Estoy herida.
Le recogió un mechón de su oscuro cabello. —Lo siento.
Se puso la mano sobre la herida. —Oye, yo soy quien te dijo que
dispararas. Teníamos que eliminarlo. Quién sabe qué habría pasado si...
Az la besó. No un beso caliente y salvaje, aunque sabía que eso vendría
después. Tenía que hacerlo. No, este beso era suave. Tan gentil como él podía
ser. La besó con ternura y con amor.
Porque Az sabía exactamente lo que habría pasado.
Estaría viendo esas imágenes en los años venideros. Cada vez que cerrara
los ojos, la vería morir en sus pesadillas.
Y vería su propia destrucción.
Podemos cambiar.
Lentamente, sus labios dejaron los de ella. Sabía dulce.
Fresca. Como la vida. El paraíso. Las pestañas de Jade se levantaron
lentamente. —Me salvaste.—Az negó con la cabeza. Eso no había pasado.
No, en absoluto. —Te equivocas, cariño. Tú fuiste quien me salvó a mí. —
Ella evitó que lo perdiera todo.
Era la mujer más valiente que conocía. La quehabía tocadosu alma oscura
y le había hecho sentir necesidad, le había hecho desear.
Más que la muerte.
Más que el cielo.
Jade lo era todo.
El fuego se había extinguido. Las débiles cenizas volaron hacia el cielo.
Cuidadosamente, le inspeccionó el hombro. La bala de azufre la había
atravesado. —Quiero llevarte a un médico.
Los huesos empezaron a crujir detrás de él. Se giró, manteniendo su
control sobre Jade, Az no creía que fuera capaz de dejarla ir en ningún momento
próximo, y vio a Tanner luchando por transformarse en el suelo. El pelamen se
ondulaba sobre su piel. Su cara se alargaba. Sus ojos se ensancharon. Sus piernas
se acortaban, se remodelaban, y las manos que agarraban la tierra se convirtieron
en garras.
Era un cambio lento, y uno de los más salvajes que Az había visto. Pero las
transformaciones se suponían que debían ser salvajes y poderosas. Después de
un tiempo, el cuerpo humano de Tanner había desaparecido. En su lugar había
una pantera negra temblorosa. La pantera abrió sus mandíbulas para rugir, pero
cayó al suelo. La forma de la bestia se esfumó hasta que sólo quedó el hombre.
Tanner no había aguantado la transformación mucho tiempo, pero parecía
que el breve cambio le había funcionado. Sus heridas se estaban cerrando.
Todos sobrevivirían. Todos vivirían para enfrentar otro día.
—Yo me ocuparé del gato, —dijo Sam mientras se acercaba a Tanner. —
Agarra fuerte a tu dama.
Ya lo estaba haciendo. Az levantó a Jade en sus brazos. La cabeza de ésta
cayó contra el hombro de él y su ligero olor le rodeó.
Él tragó.
—Tenemos que salir de aquí, —continuó Sam mientras se inclinaba sobre
Tanner, —antes de que los humanos vengan a averiguar por qué el fuego ha
estado iluminando este lugar.
Con el cuerpo de Brandt consumido, sólo quedaban las cenizas y la tierra
quemada para marcar su muerte. Las tumbas cercanas habían sido destrozadas y
había escombros en la zona.
Cuando los humanos llegaran, Az sabía que inventarían alguna explicación
para lo que había pasado esta noche. Siempre lo hacían. Dejemos que sean los
humanos los que realmente cubran sus huellas.
Este cementerio ya tenía una reputación. Cuando los mortales descubrieran
los restos, culparían a los fantasmas que, según se decía, se escapaban de estas
tumbas. O tal vez la tierra quemada hubiera provenido de un ritual vudú que
había salido mal. De cualquier manera, nadie pensaría en ángeles.
Nunca lo hacían.
Sí, los humanos contarían historias para explicar lo sucedido esta noche. Y
más turistas vendrían a ver la destrucción que había dejado a su paso.
Sam lanzó a Tanner sobre su hombro. Éste gruñó y Sam se rio. —Sí,
puedes agradecérmelo después, —dijo.
Az salió de entre los escombros. Pasó junto a una vieja y descolorida
estatua de un ángel. Ella estaba mirando las tumbas. El dolor estaba grabado en
su cara.
Se suponía que los ángeles no debían sentir pena.
Pero lo hacían. Incluso podían lamentar la pérdida de la vida de un asesino.
No puedo... cambiar.
Las cosas podrían haber sido diferentes para Brandt.
Las cosas serán diferentes para mí.
Entonces escuchó voces. Voces excitadas y agudas que él sabía que
pertenecían a los humanos. Los otros cambiaformas habían huido hacía mucho
tiempo. Si querían seguir viviendo, seguirían huyendo.
Su mirada se encontró con la de Sam, y asintió. Juntos, se abalanzaron
sobre el alto muro de piedra que rodeaba el cementerio. Cuando los pies de Az
aterrizaron, sus rodillas no se doblaron. Sam aterrizó a su lado un segundo
después.
Entonces se apresuraron a avanzar juntos, moviéndose rápidamente hacia
la noche. Los ojos humanos ya no podían seguirles la pista.
Y sólo quedaban cenizas a su paso.
Desde la cripta de su familia, Mateo vio a Azrael y a Sam desaparecer en
la oscuridad.
El Caído lo había logrado. Detuvo la prometida profecía de destrucción.
Salvó a la doncella. Dejó que el mundo viviera para enfrentar otro día.
Mateo miró el arma que tenía en la mano. Abrió la cámara, y dos balas
cayeron en su palma. Balas de azufre. Las había hecho en su apartamento, las
había hecho cuando Azrael estaba demasiado distraído por Jade como para darse
cuenta de sus movimientos.
Si era necesario, había planeado usar esas balas. Él y Sam eran... amigos,
en cierto modo, pero si Sam se hubiera interpuesto entre él y Azrael, una de esas
balas habría sido para él.
La otra habría sido enviada directamente al corazón de Azrael.
Mateo sabía demasiado del infierno. No quería que entrara en este reino.
Quería que los humanos, e incluso los llamados monstruos que habitaban en esta
tierra, siguieran viviendo como lo estaban haciendo.
El infierno no pertenecía aquí.
Azrael había poseído suficiente oscuridad en su corazón como para poder
tender un puente sobre la brecha entre los mundos. Un enemigo peligroso. Un
aliado peligroso.
Pero Azrael había luchado contra la oscuridad. Por una humana. La visión
de lo que podría haber sido, esa visión había sido suficiente para infundir miedo
en el corazón del Caído. Az había cambiado el destino, porque no estaba
dispuesto a dejar morir a su humana.
Humanos.
La mayoría de los Otros pensaban que los humanos eran débiles. Presas.
Poco más que comida... o juguetes con los que jugar cuando el aburrimiento
golpeaba.
Estaban equivocados. Los humanos eran los seres más fuertes para
caminar por esta tierra.
Después de todo, ellos eran los que podían quebrar ángeles, y una mujer
humana, sólo una, había puesto de rodillas a un Caído.
Se metió las balas en los bolsillos. Las mantendría cerca, porque Azrael y
Sam no eran los únicos Caídos con oscuridad en su interior. Había tantos más....
Los ángeles estaban cayendo más a menudo estos días. Cediendo a la
tentación.
¿Realmente se avecinaba una guerra? No lo sabía, pero, por si acaso,
estaría listo.
Y se aseguraría de que el infierno siguiera esperando.
El amanecer llegó. La tenue luz se deslizó a través de las persianas y se
derramó sobre la cama de Jade. Se estiró lentamente, pero luego su cuerpo se
tensó al darse cuenta…
Estoy en mi cama.
Ella realmente estaba de vuelta en su propia cama. Ya no tenía que estar
asustada. No tenía que seguir corriendo. Ni seguir mirando por encima de su
hombro.
Se había acabado.
Jade bajó la mirada a su hombro. Sólo quedaba una delgada línea roja para
mostrar dónde le habían disparado. La bala había quemado como el fuego,
quizás lo había sido, pero ahora ni siquiera le dolía el hombro.
Su cabeza giró a la derecha. Az yacía a su lado. Él estaba completamente
vestido mientras ella estaba desnuda. Ella estaba bajo las sábanas. Él estaba
sobre ellas.
Ella frunció el ceño. Comportamiento difícilmente aceptable.
Jade se incorporó para verlo mejor. Las pestañas de Az proyectaban
sombras profundas bajo sus ojos. Ella podía ver sus ojos moviéndose detrás de
sus párpados cerrados. Moviéndose rápidamente.
¿Con qué estaba soñando su Caído?
Una sonrisa levantó su boca mientras ella se inclinaba hacia él. Lo besaría
y lo descubriría.
—¡No!—El gruñido surgió de él y la congeló. —¡Jade, no!—Sus manos se
cerraron en puños sobre las mantas de la cama y unas líneas profundas
repentinamente le pusieron un paréntesis en torno a la boca. —No me dejes...—
Un susurro perdido.
Oh, no. Eso no sucedería. Jade puso sus manos a cada lado de su cara. —
Az, despierta.—Éste intentó alejarse de ella. —Az, está bien.—Levantó la voz
mientras se acercaba a él. —Estoy justo aquí.—Sus labios lo rozaron. —Todo
está bien.
Él jadeó bajo su boca, y en el siguiente instante, sus manos se curvaron
fuertemente alrededor de ella. Su lengua empujó dentro de su boca, y él la besó
con una salvaje desesperación que hizo que su corazón se acelerara en su pecho.
Las piernas de jade montaron a horcajadas sobre sus caderas, y no había
forma de pasar por alto la creciente excitación que se presionaba contra ella.
Cuando su cabeza se levantó de la de él, su aliento era jadeante y su sexo
estaba húmedo. —¿Mal… ah... mal sueño? —Jade se las arregló para preguntar
con una voz que se había vuelto ronca por la necesidad.
Sus ojos brillaban ante ella. —La peor que puedo imaginar.
La mano derecha de Jade se deslizó por su tórax y presionó sobre su
corazón. —¿Quieres que te ayude a olvidarlo?
—Nunca lo olvidaré.
Ella le frunció el ceño. —¿Az?
Su mirada examinó la de ella. —¿Lo decías en serio?
Sus rodillas se apretaron en torno a él. —Um… No estoy segura de que te
esté siguiendo.
—Dijiste que me amabas. Allá en el Sunrise. Te escuché.
Cierto. Eso. Ella enderezó sus hombros. Es difícil parecer digna cuando
estabas sentada a horcajadas sobre un ángel. —Tú también dijiste que me
amabas.—Tal vez había sido la adrenalina la que había hablado. Habían estado
en una situación de vida o muerte. Tal vez...
Por favor, ámame. Sus labios se apretaron para que no se le escaparan las
palabras.
—Lo hice.—La voz de Az era profunda, retumbante.
—¿Y lo decías en serio?—Espera. ¿Por qué estaba intentando reprocharle
esto? Ponte esas bragas de niña grande. —No, sólo...—Ella exhaló. —Sí. Quise
decir lo que dije. Te amo, Az.—Le había dicho a dos hombres en su vida que los
amaba.
Uno se había quemado y probablemente estaba en el infierno.
En cuanto al otro, quería que Az se quedara con ella. Para siempre.
—¿Puedes tener una vida conmigo?—Ella no sabía cómo funcionaba esto.
Nunca había pensado que esto llegara tan lejos. Se había enamorado rápido y
duramente de él, y ahora Az era todo lo que podía ver cuando se imaginaba su
futuro.
Pero,¿un ángel... y ella?
—No puedo tener una vida sin ti.—Sus tranquilas palabras parecieron
hundirse en el corazón de Jade. —Tú eres lo que me hace completo en este
mundo.—Sus dedos se envolvieron en torno a las caderas de ella.—Cuando
estoy contigo, quiero ser más que un monstruo que otros temen.
—No eres un monstruo.—Le patearía el trasero a cualquiera que lo dijera.
—Eres fuerte. Valiente.
Pero la tristeza se había deslizado sobre su cara. —Un día,—dijo en voz
baja, —Demostraré que soy lo suficientemente bueno para ti.
No, no lo entendía. —No tienes que demostrarme nada.—Ella lo amaba tal
como era.
La tristeza no desapareció de sus ojos. Ella no quería que se sintiera así.
Era hora de que fuera feliz. El tipo se merecía algo de felicidad.
—¿Me amas, Az?—Jade le preguntó.
—No sabía lo que era el amor hasta que te encontré.—Oh. De acuerdo.
Eso era... grandioso. Jade parpadeó rápidamente porque sus ojos acababan de
empañarse. —Me desgarró, —dijo Az mientras miraba profundamente a sus
nublados ojos. —Me partió por dentro.—Um, no sonaba tan bien. Las cejas de
Jade se alzaron. —Destruyó quien era yo.—La cara de Az era solemne. —De
nuevo, lo que él estaba diciendo caía definitivamente en la categoría de no tan
grandioso. —Y me alegro, —dijo, con voz ronca. —Porque ya no quiero ser él.
Quiero ser alguien que pueda amar. Que pueda ser feliz. Contigo. —Eso era lo
que ella quería oír. —Te daré todo lo que tengo.— Su promesa.
Ella le sonrió. —Lo sé.
—Y te amaré mucho más allá de esta vida.
En serio iba a hacer que esas lágrimas se desataran. Ah, demonios. ¿A
quién estaba engañando? Ya habían empezado. Había pasado la fase de que le
anublaran la vista.
Inclinándose hacia delante, Jade apretó sus labios contra los de él. Este
beso no era tan desesperado como el anterior, pero la necesidad seguía fluyendo
entre ellos. Ella podía saborear la sal de sus propias lágrimas en el beso.
Mientras Jade lo besaba, sus dedos se deslizaron entre sus cuerpos.
Encontró la parte de abajo de la camiseta de Az y se la arrancó. Sus bocas se
separaron lo suficiente para que ella pudiera tirar la camiseta al suelo.
—Te amo, —susurró Az antes de que sus labios se volvieran a encontrar.
Te amo.
La mano de Jade presionó sobre el grueso bulto de su erección. Siempre la
había hecho sentir deseo, mucho más que cualquier otro hombre.
Pero claro, no era sólo un hombre.
Ella le desabrochó los vaqueros y le bajó la cremallera. Su polla saltó hacia
delante. Pesada y llena, justo en sus manos.
Un día, le encantaría tener un hijo. Un niño con sus ojos brillantes y su
lenta sonrisa.
Pero tal vez su sonrisa no siempre sería tan lenta. Quizás algún día, la
felicidad le llegaría fácilmente. Y a ella.
Un día
Entonces, no quería juegos preliminares largos. No quería nada más que su
boca sobre la de ella, besándola tan suave pero profundamente, y su polla
llenando su cuerpo.
Az colocó su pene en la entrada de su cuerpo. Ella estaba más que lista
para él.
Con un suave empujón, se deslizó profundamente en su sexo. Ella jadeó en
su boca porque la plenitud se sentía tan bien. Todo con él se sentía bien.
Cierto.
Ella se levantó lentamente y le miró fijamente. Su polla la estiraba por
dentro, una libidinosa buena presión, a medida que crecía aún más. Ella apretó
sus músculos internos a su alrededor. Abrazándolo aún más fuerte.
Las pesadillas habían terminado para ellos.
La vida finalmente estaba comenzando.
Sus dedos se cerraron alrededor de sus caderas, y él la levantó. La longitud
de su carne acariciaba su clítoris, y ella sonrió ante la oleada de placer.
Entonces ella descendió sobre él y éste la llenó aún mejor que antes.
Jade no miró para otro lado mientras se levantaba y caía sobre él. Sus ojos
ardían ante ella, pero no tomó el control del placer.
Ni ella tampoco.
Esta vez, eran iguales. Dando. Tomando.
El aliento de Jade jadeaba más rápido mientras su corazón aporreaba en su
pecho. Las pupilas de Az se abrieron de par en par, pareciendo hacer que sus
ojos se volvieran completamente negros.
Más.
Sus rodillas se empujaban contra la cama. Él aumentó el ritmo junto con
ella mientras sus caderas se hundían con más fuerza.
Los dedos de Jade acariciaban su torso. Encontraron sus pezones duros y
los acarició. Su polla se sacudió dentro de ella en ansiosa respuesta.
La necesidad remontó. La tensión se intensificó. El placer esperaba fuera
de su alcance.
Ella se inclinó hacia él y su pelo se deslizó sobre su piel. Jade tenía que
besarlo. Tenía que sentir sus labios sobre los de ella cuando el placer se
apoderase de ambos.
Sus labios tocaron los de él. Su lengua se deslizó en la boca de ella,
lamiendo su labio inferior.
Entonces él se levantó, sosteniéndola fuerte, mientras mantenía sus labios
en los de ella y su polla en su interior. Se sentó en la cama, sus piernas
balanceándola para que se miraran cara a cara.
Esa posición hizo que su polla se clavara aún más profundo dentro de ella.
Me gusta eso, me gusta mucho.
Sus manos se curvaron en torno a sus hombros, y ella siguió besándolo.
Subiendo, bajando, llevándolo tan adentro como podía llegar.
Los dedos de Jade se deslizaron por su espalda. Trazaron las grandes
cicatrices que lo habían convertido en el ser que era. Az se estremeció bajo su
tacto, y sus empujes se volvieron más duros.
Ella le había dicho antes que no se rompería.
Jade lo acarició de nuevo. Una y otra vez, y supo que después besaría esas
cicatrices en su espalda. Pero por ahora...
El clímax se estrelló contra ella. La cegó con una ola de placer tan intensa
que su corazón parecía detenerse.
Y Az estaba con ella. Mientras se corría en su interior, él la abrazó aún más
fuerte.
Sus labios se levantaron de los de él, y ella miró por encima de su hombro
a la sombra de sus alas. Alas que ella no podía tocar, no realmente, pero alas que
lo marcaban como lo que era.
Un Caído.
Un ángel expulsado.
Un ángel que ella amaba.
El placer se fue tan lentamente. Ellatembló cuando su sexo se contrajo en
una pequeña réplica en torno a él.
Había más preguntas que ella necesitaba hacer. Más verdades que no
estaba segura si realmente quería escuchar. Pero por ahora, ella lo tenía.
Él la amaba.
Y eso era todo lo que Jade necesitaba.
Fueron al Sunrise esa noche. El club estaba cerrado. Marcado con cinta
policial amarilla. Ninguna línea gruesa de humanos ansiosos esperaba para
entrar y bailar con el peligro.
Az pensó que volverían. Tarde o temprano, siempre volvían.
Él y Jade se deslizaron bajo la cinta. Un fuerte empujón de su mano hizo
que se abriera la puerta principal del club. El interior del Sunrise estaba vacío y
ennegrecido por el fuego. Miró al suelo, recordando lo que era estar atrapado
mientras Jade era arrastrada lejos.
Nunca más.
Sus dedos se entrelazaron con los de ella.
—Bien, bien...—La voz de Sam resonó mientras caminaba por el pasillo.
—¿Vienes a ayudarme a quemar el resto de este lugar?
La Seline de Sam estaba a su lado, pero su cara no tenía la misma máscara
de despreocupación que Sam llevaba. No, cuando miró a Sam había
preocupación en sus ojos.
Az agitó la cabeza. —Estamos aquí para ayudarte a reconstruir.
Sam parpadeó. —¿Tú? Lo tuyo es la destrucción y la muerte, no volver a
reconstruir un insignificante bar.—Pero el bar le importaba a Sam. Podía verlo.
—Es hora de seguir adelante, —dijo Sam encogiéndose de hombros. —Hay más
lugares que ver en este mundo. Más cosas que...
—Este es un hogar.—Su nuevo hogar. —Y podemos reconstruir.—Le
ofreció a su hermano una sonrisa y tanto Sam como Seline lo miraron
conmocionados.
—Uh, Az, ¿ese cambiaformas híbrido te golpeó en la cabeza?—Seline
quiso saber.
Jade se rioligeramente de eso. Le encantaba su risa. Para él, ese era el
sonido de la pura…
Felicidad.
—Me doy cuenta de que tengo una deuda contigo, —dijo Az, —y estoy
aquí para empezar a pagarla. —Porque él sería el hombre que Jade se merecía.
Ella dijo que lo amaba tal como era. Bueno, lo amaría más una vez que expiara
sus pecados. Una vez que la oscuridad se fuese de su alma.
La haría feliz todos los días de su vida, y se ocuparía de que no volviera a
sentir miedo.
Parpadeó y encontró a Sam frente a él. —¿Qué está pasando aquí?—Sam
exigió mientras estudiaba a Az con ojos que parecían ver demasiado. —¿Qué me
perdí en ese cementerio?
Algunas historias no están hechas para ser contadas. Az le ofreció una leve
sonrisa. —Todos decían que algún día nos mataríamos el uno al otro.
Sam no le devolvía la sonrisa. —No, dijeron que si lo hacíamos, llegaría el
fin del mundo.
Jade aspiró con fuerza ante esa dura verdad.
Seline se dirigió hacia ellos. —Sam...—Una nota de advertencia entró en
su voz.
Finalmente, los labios de Sam se curvaron en su habitual sonrisa dura. —
Pero no veo el fin del mundo.
Con suerte, nunca lo verás. —El destino puede cambiar. —Ahora su
hermano dio un paso atrás, sorprendido. Esa mirada suya demasiado aguda se
ensanchó. —Puede cambiar, —dijo Az de nuevo, y eso era todo lo que su
hermano necesitaba saber.
Lentamente, Sam inclinó la cabeza.
—¿Por qué no empezamos a limpiar este lugar?—Preguntó Jade, y Az vio
como se le arrugaba la nariz. —Porque, sin ofender, pero realmente huele a pis
aquí.
Pis. Ceniza. Infierno. Lo que sea.
Seline se rio un poco mientras coincidía con Jade. Ella se acercó, y Jade
levantó los ojos hacia el techo mientras decía: —Mientras hacemos la limpieza,
dime que podemos deshacernos de esa jaula...
La jaula, aunque ennegrecida por el hollín, aún se balanceaba desde el
techo.
Seline enganchó su brazo con el de Jade. —Oh, no,—le dijo mientras se
alejaban. —Me gusta bastante.—Miró hacia atrás y le guiñó un ojo a Sam.
La cara de Sam se suavizó mientras la miraba. Pero cuando se volvió hacia
Az, las líneas de tensión se extendieron cerca de su boca y de sus ojos. —
Destino...—Él suspiró. —Deberías saber que no puedes pensar que puede ser
cambiado. —Su voz era baja para que las mujeres no escucharan sus palabras.
—Sin embargo, el destino había cambiado. —Jade estaba destinada a morir
anoche.—Sam se pasó una mano por el pelo. —¿Cuánto tiempo crees que vas a
poder tenerla a tu lado?
Para siempre. La mirada de Az corrió hacia la izquierda. Encontró a Jade.
—Te lo dije, el destino cambió.—Se detuvo y volvió a concentrarse en Sam.
—Yo he cambiado.
Sam lo estudió en silencio. ¿Qué estaba viendo? ¿La carcasa que Az había
sido antes? ¿O el hombre en el que se estaba convirtiendo?
Entonces su hermano asintió y le ofreció su mano.
Az miró fijamente la palma extendida de Sam. Él había sido el que le
juzgó cuando Sam había sido desterrado del cielo. Había visto cómo caía su
hermano, y había luchado para no mostrar ninguna emoción.
—Siempre fuiste más fuerte que yo, —confesó Az.
Sam frunció el ceño. Su mano empezó a bajar.
Az no estrechó su mano. Agarró a su hermano y lo abrazó fuerte. El
hermano que perdió hace siglos. El hermano que había encontrado de nuevo. —
Lo siento.
Debería haber luchado por Sam aquel lejano día. Se aseguraría de que
siempre lucharía por él ahora.
La pared que había mantenido alrededor de su corazón había desaparecido.
Demolida por Jade. Ahora sentía mucho.
Pero Sam se había congelado contra él. Az dio un paso atrás. Lo miró
fijamente a aquellos ojos que eran como los suyos. Sam había sido su única
familia. El más cercano a él, hasta aquel amargo día en que había forjado una
brecha entre ellos. Forjadocon tal certeza como que las alas de Sammael se
habían quemado.
—Eras el mejor ángel, —dijo Sam despacio, en voz baja. —Yo nunca
podría seguir las reglas.
No, no había seguido esas reglas. Y casi todo un ejército había sido
asesinado por su furia.
Pero…
—Algunas de esas reglas son una mierda, —admitió Az.
Sam se rio, un chisporroteo de sorpresa, y Az también lo hizo. Se rio y se
sintió... libre.
Extraño. Un ángel sin alas había encontrado finalmente su felicidad, y era
con una familia en un club quemado en una de las calles más salvajes de Nueva
Orleans.
Jade lo miró. Él no podía pasar por alto el amor en sus ojos.
Entonces Az se dio cuenta de lo afortunado que era. Una vez, Sam le había
dicho que los ángeles no siempre eran expulsados del cielo porque habían hecho
algo malo. A veces, perdían el cielo como recompensa.
Porque se les ofrecía algo... más.
Vio ese más en los ojos de Jade.
Gracias. Expidió ese pensamiento silencioso y supo que sería escuchado
por quien importaba.
Todo lo que tenía que hacer era experimentar una pequeña caída para
encontrar su paraíso.
Mientras las últimas rayas de oscuridad se deslizaban del cielo, Az salió al
balcón de Jade. El sol saldría pronto. Ya podía ver las tenues vetas de color rojo,
como la sangre, deslizándose por el horizonte.
Miró fijamente a la oscuridad y silenciosamente llamó: —Bastion.
Az sabía que el ángel vendría. Había captado el olor de Bastion varias
veces esa noche.
Un susurro de alas, y luego Bastion apareció junto a él. El ángel estaba
frunciendo el ceño. Ah… Bastion tendría que tener cuidado. Últimamente
mostraba cada vez más emociones.
Pronto podría encontrarse caminando con los humanos.
—Tengo una oferta para ti, —dijo Bastion con un aire dramático.
En ese momento, Az levantó una ceja. Tal vez ya era demasiado tarde. El
tipo casi sonaba como un humano.
Az miró hacia la puerta abierta del balcón. Las cortinas blancas ondeaban
con la brisa. —¿Qué clase de oferta?
—Puedes volver.
Sus manos se apretaron en torno a la barandilla. —¿Quién lo dice?
—Los ángeles a cargo.
Pero ellos no estaban realmente a cargo.
—¿Me he ganado la redención?—Az sabía que sonaba dudoso. —¿Cómo?
—Tú...ah... no has ganado la redención.—Frunció el ceño. Bien,
comopensaba.—Pero algunos piensan que podrías ser perfecto para un nuevo
puesto que se está volviendo vacante.—Bastion se detuvo y se aclaró la
garganta. —Los ángeles del castigo necesitan un líder. Después de la forma en
que despachaste a Brand, un ser manchado por el mal que poseía nuestros
propios poderes, pareces la primera opción para el trabajo.
Az no habló.
—Recuperarás tus alas. Tus plenos poderes. Incluso tendrás un ejército de
ángeles a tu entera disposición.
Su mirada volvió a la puerta abierta del balcón. —¿Qué pasa con Jade?,—
preguntó Az en voz baja.
—Ah... bueno... —Bastion exhaló. —Nada.
Az lo miró y esperó por más.
—Está fuera de los libros. Tu Jade no va a llegar a su fin en mucho tiempo.
—Bastion se encogió de hombros. —Parece que alguien le dio una dosis directa
de sangre de ángel,—sus labios se curvaron ligeramente, —así que ahora tiene
una esperanza de vida muy poco humana.
La opresión en el pecho de Az se alivió.
—Puedes venir a casa esta noche. Deshazte de este mundo y vuelve a ser
libre.—Tenía su libertad. —Ojalá Marna pudiera venir también. —La mirada del
Bastion se volvió hacia la calle vacía que transcurría por debajo de ellos. —Pero
está perdida.
Tal vez.
Tal vez no.
Las alas de Bastion se extendían detrás de él. —Vayámonos para que
podamos...
—No.
Las alas del Bastion se congelaron. —Te ofrezco la oportunidad de volver
a cruzar las puertas. Para que el poder, para...
—No me voy a ir.—Ni siquiera estaba tentado.
Podía ver a Bastion luchando por entenderlo. —¿Por... ella?—Az asintió y
miró en silencio al ángel. —¿Cambiarías todo lo que el cielo puede ofrecerte,
por una humana? —Bastion parecía tanto sorprendido como horrorizado.
Az aún no había dicho nada. ¿Qué había que decir? El cielo le había dado a
su humana. No necesitaba nada más.
Un músculo se flexionó a lo largo de la mandíbula de Bastion. —Bien.
Pero que sepas que esa oferta no se hará de nuevo. Estarás encadenado aquí, para
siempre.
Promesas, promesas.
Bastion se volvió para marcharse.
—Deberías tener cuidado, —Az tenía que decírselo. Pensó que era lo
correcto ofrecerle la advertencia. Después de todo, casi había matado al tipo. Las
enmiendas tenían que hacerse de alguna manera.
Bastion vaciló y le evitó una mirada furiosa.
Ah, ahí estaba otra vez. —Cuando dejas que las emociones te afecten
demasiado, la atracción de la tierra se volverá demasiado fuerte.
—No caeré.
¿Cuántos ángeles habían dicho eso? Él lo había dicho. —Todos tenemos
tentaciones.
—Conozco cuál es mi deber. No voy a...
—Ya estás debilitado, y ni siquiera te das cuenta.—¿Cómo podía estar tan
ciegoel ángel? Está ciego, igual que lo estaba yo. —La rabia me afectó primero,
—admitió Az. —La furia por las cosas que no podía controlar.
Como la caída de Sam.
Inocentes muriendo.
El culpable que evita a los ángeles del castigo.
La furia había sido su debilidad. También era la de Bastion. —Estás
furioso por lo de Marna. Esa rabia está ardiendo en tus tripas ahora mismo.
—¡No sabes nada!—Bastion le espetó.
—Reconozco el sonido de las emociones cuando las oigo.—Había
advertido al ángel. El resto sería cosa de Bastion. —Ten cuidado.
—No necesito tener cuidado. No necesito...
—Una vez le dije a Sam que era el fuego lo que lo haría gritar más fuerte
cuando cayera.—El fuego que quemaba las alas de un ángel y robaba gran parte
de su magia.
El miedo parpadeó en los ojos de Bastion. Se levantó en el aire. —No
caeré.—Sus alas lo llevaron más alto. —No lo haré.
Ya estaba en camino de su caída. Simplemente el ángel no se daba cuenta
todavía.
—Cuidado con la quemadura, —susurró Az. Porque podía verlo venir. —
Te hará gritar.
El ángel desapareció.
Az no dejó su puesto en el balcón. Esperó a que Jade viniera y se uniera a
él. Sabía que ella había estado allí todo el tiempo. No había forma de perderse
ese dulce aroma.
Las cortinas volvieron a susurrar.
—Tú... ...puedes llamarlo para que regrese.—La voz de Jade era un
susurro.
—¿Por qué haría eso?
—Para que puedas volver a casa.—Ella vino hacia él con el más suave
susurro de sonido mientras sus pies descalzos se deslizaban por el balcón. —
Para que puedas recuperar tus alas. Así puedes...
Se dio la vuelta y la cogió de las manos. —¿Pasar el resto de mi vida
extrañándote?—Su mirada analizó la de él. —No. Estoy donde quiero estar. —
La música de jazz se extendió por la calle. —Donde estoy destinado a estar. —
Con ella.
El mundo no era un lugar seguro. Era brutal y duro, y estaba lleno de
maldad… y de bondad.
Los ángeles no sólo eran necesarios en el cielo. Era necesarios aquí.
Protegiendo a los que amaban. Luchando para mantener un equilibrio entre el
bien y el mal en la tierra.
—Me alegra oír eso, —dijo Jade y sus labios llenos se ladearon en una
sonrisa, una sonrisa que se hizo eco en sus ojos. —Porque seguir tu trasero hasta
el cielo no habría sido fácil.
Sus propios ojos se abrieron de par en par. ¿Habría ella realmente...?
Sí. Podía ver la respuesta en su mirada. Jade habría ido con él a cualquier
parte.
Me parece justo. Con gusto la seguiría incluso a través de las puertas del
infierno.
—Ahora puedo dejar de preocuparme por tratar de hacer crecer mis
propias alas, —bromeó mientras sus brazos lo rodeaban. —Ese no iba a ser un
trabajo fácil, déjame decirte...
El sol estaba saliendo. La oscuridad se había ido por fin.
—No necesitas alas.—Az la acercó más.
—Malditamente cierto que yo no las necesito.—Se humedeció los labios y
se puso de puntillas. —Y tú tampoco. Te quiero, te amo, tal como eres.
Mientras inclinaba la cabeza hacia ella, Az se dio cuenta de que si tenía
que pasar por todo de nuevo....
Caería, sin pensárselo.
Sólo para estar con ella.
Había algunas cosas en este mundo por las que valía la pena morir, pero
había muchas más -muchas más- cosas por las que valía la pena vivir.
Siempre vivirá por Jade.
La besó y supo que estaba en casa.
FIN
Continua con:
AVENGING ANGEL
Ángel vengador
CUARTO LIBRO DE LA SERIE THE FALLEN (CAIDOS)
DE CYNTHIA EDEN
(Delicias terrenales)
Con un trasfondo familiar desordenado y una tendencia a desarrollar
garras y colmillos, Tanner Chance no es exactamente el chico de al
lado. Pero él es un policía decente y se mantiene del lado de los
buenos. Conveniente, porque cuando rescata a una sobreviviente de
un horrible ataque de cambiaformas se encuentra instantáneamente
enamorado, de un ángel de honradez, tan inocente como irresistible.
Marna puede ser angelical, pero no es estúpida ni débil. Ella puede
cuidarse sola. Tanner es más tentación que protección de todos
modos. O eso piensa, hasta que alguien con su cara comience a
quitar algunos de los paranormales más desagradables de Nueva
Orleans. Con la policía y los depredadores luchando por su sangre,
Marna no tiene más remedio que confiar en Tanner. . . aunque lo que
está chispeando entre ellos es más caliente que cualquier cosa
sagrada.
Notes
[←1]
Departamento de Policía de Nueva Orleans.
[←2]
Mote que recibe la ciudad de Nueva Orleans, Louisiana.
[←3]
4827 metros, o sea, casi cinco kilómetros.
[←4]
En español en el texto original. En lo sucesivo se acompañara cada vocablo que aparece en
español en el texto original con un asterisco (*).