Tráfico de Influencias: Análisis Político-Criminal
Tráfico de Influencias: Análisis Político-Criminal
00008
CONSIDERACIONES POLÍTICO-CRIMINALES
1
SOBRE EL DELITO DE TRÁFICO DE INFLUENCIAS
2
María Magdalena Ossandón Widow
1. INTRODUCCIÓN
1
Trabajo redactado en el marco del Proyecto de Investigación Fondecyt N" 1020657, "Prolecáón Pwal de !aje ptÍb/icay de las
Jimcione.r es/ala/es: estudio dogmátko y criti<v'; dirigido por el Prof. Luis Rodríguez CoUao (Universidad Católica de
Yalparaíso).
2 Profesora de Derecho Penal, Universidad Católica de Valparaíso. Doctora en Derecho, Universidad de Navarra
3 <<En definitiva, a pesar del principio de división de poderes y del resto de garantías que se prevén en el Estado
democrático para el control del poder y la aplicación igualitaria de la ley, se constatan con pesimismo las dificultades con
las que se encuentra un control del poder desde el poder y la correspondiente incriminación penal de los funcionarios
públicos>>, CUGAT MAURI, Miriam, La desviación del interés general y el tráfico de influencias, Cedecs, Barcelona,
1997, p. 33.
4
Sobre el fenómeno de la corrupción como problemática social-institucional, vid. Cugat Mauri, (n.3), pp. 31-56. El
concepto de corrupción se caracteriza por ser esencialmente relativo a la definición de un determinado modelo político-
institucional; "una vez determinado el modelo político, la corrupción se define en función de la desviación de aquél, que
puede llegar en los casos más graves, a erigirse en sistema fáctico alternativo al legal. Tal desviación es relevante
penalmente cuando afecta la eficacia del modelo. Es decir, existe corrupción cuando los sujetos que tienen atribuida
determinada función pública no la realizan y en este sentido dejan inefectivo el modelo, pues de eUos depende el buen
funcionamiento del sistema de las instituciones públicas" (p. 50).
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Traficar consiste en una actividad de intercambio entre dos partes, cada una
de las cuales resulta beneficiada directa o mdirectamente. En lo que ahora interesa,
el objeto central de este intercambio es una influencia, esto es, la posición de
predominio o posición favorable que tiene una persona en relación con
6
determinados centros de decisión , que es ejercida para mcidir en el proceso
m otivador que conduce a un funcionario a adoptar una decisión.
Pero también se suele hablar de tráfico de mfluencias en un sentido más
amplio, que incluye los supuestos en que no se desarrolla esa negociación o
intercambio que son propios del tráfico, smo que la conducta illvolucra el simple
o/"ercicio de influencias de una persona sobre el funcionario habilitado para decidir de
un asunto, con el objeto de determinar esa decisión.
E n Derecho comparado ambas. situaciones han sido modernamente
incorporadas como delito en la legislación penal, en regulaciones en que
normalmente el tipo central es el que recoge el segundo supuesto, esto es, la
conducta del funcionario público que influye sobre otro funcionario, prevaliéndose
de alguna situación personal, funcionaria o jerárquica, para conseguir una
5
En la CICC se impone a los Estados la obligación de tipificar o, al menos, considerar la tipificación de ciertas conductas
calificadas como corrupción, entre las que figura el tráfico de influencias.
6
Cfr. GARCÍA ARÁN, Mercedes, "Los delitos de tráfico de influencias en el Código penal de 1995", en MUÑOZ CONDE
(dir.), Lo.r delitos contra la Adminütración Ptíblica en el nrw<J Código penal, Instituto Andaluz de Administración Pública, Sevilla,
1997,p.87.
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7
resolución que le pueda generar un beneficio económico para sí o para un tercero .
En no pocos casos se agrega también la sanción para el particular que ejerce
8
influencias sobre un funcionario público con idéntica finalidad y en Alemania,
incluso, se ha llegado aún más lejos en las propuestas de reforma de la legislación,
en que se contempla la sanción de los delitos de tráfico de influencias entre
privados. Junto a ellos o de modo independiente, se encuentran también figuras que
se refieren al tráfico de influencias en sentido estricto, esto es, al ofrecimiento o
negociación que tiene por objeto el empleo abusivo de una posición de influencia.
Al tipificar estas conductas, lo que se pretende, en general, es evitar el
ejercicio de presiones sobre la Administración para que adopte determinadas
9
decisiones que resulten económicamente beneficiosas para el interesado . Sea que
exista un ofrecimiento y negociación para llegar a ejercer presión, sea que se la
ejerza directamente. Como en los demás delitos de funcionarios, el bien jurídico
protegido puede definirse en este caso como el correcto funcionamiento de la
Administración pública, esto es, la función de prestación a los ciudadanos y el
cumplimiento de los criterios objetivos correspondientes a los fines del Estado
social y democrático de Derecho. En particular, ello se concreta en los principios de
ol¿jetividad, imparcialidad y ificacia que informan la actuación de las Administraciones
10
públicas Para constituir un ilícito penal no bastará, por tanto, con el mero
ejercicio de algún modo de presión sobre la Administración pública, presión que en
ocasiones incluso puede ser ejercida de manera abierta y por cauces
institucionalizados -como ocurre con el derecho a huelga- y por tanto resulta
11
integrada en el sistema . Sino que lo que se quiere evitar, en el fondo, es que la
Administración llegue a ser sustituida o reducida a un simple mecanismo de
confrontación entre diversos intereses socioeconómicos, desviándose de su función
de servicio al interés general, y existiendo además la posibilidad de que se produzca
un enriquecimiento espurio e injusto de quienes participan en ella.
Cabe precisar, eso sí, que en el delito de tráfico de influencias no se pretende
cautelar el contenido concreto de una decisión, como sucede en los delitos de
prevaricación, sino el procedimiento por el que se llega a ella, en cuanto no resulta
7
Más o menos de este tenor es el art. 428 del Código penal español de 1995, y del art. 432-11 de su similar en Francia.
8
Ello se puede verificar a través de un tipo paralelo al del funcionario --en España, el art. 429, y en Francia los arts. 433-1
y 433-2-, o por medio de un único tipo penal de tráfico de influencias de sujeto indiferenciado --<~SÍ el art. 256 bis del
Código penal argentino--.
9
Para el caso de conductas que se producen entre particulares, lo que se pretendería proteger es la igualdad, la buena fe en
los negocios jurídicos y la libre competencia.
10
V. gr., en este sentido, BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE, Jgnacio, "Anotaciones sobre el delito de tráfico de
influencias", en ÜRTS BERENGUER (dir.), Delitos de los jimáonarios ptÍb/icos, Consejo General del Poder Judicial, Madrid,
1994, pp. 201-209; Cuc,rr MAURI, op. cit (n.3), p. 103 y MUÑOZ CONDE, Francisco, "Los nuevos delitos de tráfico de
influencias, revelación de secretos e informaciones y uso indebido de información privilegiada", Apéndice a Derecho
Penal. Parle Espeáal, 8.' ed., Tirant lo Blanch, Valencia, 1991.
11
Cfr. GARCÍA ARAN, op. cit. (n. 6), p. 88.
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3. REGULACIÓN CHILENA
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4. VALORACIÓN POLÍTICO-CRIMINAL
Pamplona, 1999, p. 1269 y MUÑOZ CONDE, rrancisco, Dmcho penal. Parte espetial, 13' ed., Tirant lo Blanch, Valencia,
2001 ' p. 977.
14
La punición de los deli tos de acumulación ha sido respaldada por importantes penalistas, como por ejemplo, KUHLEN,
Lothar, "Umwcltstrafrecht - auf der Suche nach ciner neuen Dogmatik", en ZStlV 1993, pp. 715-716, afirma que se
trata de «realizar una contribución a la solución de grandes problemas mediante la prohibición bajo amenaza de sanció n
de acciones, que más bien pres tan pequeñas contribuciones a la cons titución de estos problemas)) (p. 720).
15
E n este sentido SILVA SANCHEZ,J esús María, La e.,pansión del Dmcbo penal, 2' ed., Civitas, Madrid, 2001, pp. 132-135.
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16
En general, para el caso español, vid. DiAZ Y GARCÍA CONLLEDO, Miguel, "El delito de tráfico de influencias", en ASUA
BATARRITtl (ed.), De/ito.r con/m la Admini.rlmción Pliblil'fl, IV AP, Bilbao, 1997, p. 177; GARCÍA ARÁN, op. cit. (n. 6), pp. 89-
90 y Su..iREZ MONTES, Rodrigo, "Consideraciones politico-criminales sobre el delito de tráfico de influencias", en
Polílit'fJ Crimina/y Reforma PenaL Homena¡e a la memoria del Prof Dr. D. .filan del Ro.ral, EDR, Madrid, 1993, p. 1091.
En particular sobre el tema de la justificación de la necesidad de regulación autónoma del delito de tráfico de influencias,
C UGAT MtiURI, op. cit. (n.3), pp. 131-166.
17
Así BERD UGO GÓMEZ DE LA TORRE, op. cit. (n. 17), p. 205 y SUÁREZ MONTES, op. cit. (n. 16), p. 1091.
18
BEiillUGO GÓMEZ DEL~ TORRE, op. cit. (n. 17), p. 206.
19
En este sentido GARCÍA ARÁN, op. cit. (n. 6), p.103, y especialmente, SUÁREZMONTES, op. cit. (n. 16), pp. 1092-1094 y
1105, quien sugiere delimitar los ámbitos de la discrecionalidad para así dotar al delito de prevaricación y congéneres del
soporte normativo necesario para su operatividad.
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23
La au tonomía del delito de tráfico de influencias respecto del de prevaricación tiene al menos el buen efecto de que hace
viable la exigencia de responsabilidad penal a quien ha influido a un acto verdaderamente corrupto, pero que no
constituye prevaricación para el funcionario por obrar al amparo del arbitrio legal, cfr. SUÁREZ MONTES, op. cit. (n. 16),
p. 1096. Del mismo modo, su punición facilita que el funcionario que es objeto del ejercicio de influencias denuncie la
conducta, pues el delito generalmente se enciende consumado por el mero hecho de ejercer presión, sin requerir que se
haya obtenido el resultado perseguido por el autor, es decir, sin esperar a que el funcionario influido adopte la decisión
que se le exige.
24
Sin•e de ejemplo la descripción que se formula en la CICC, art. XI e, en que se propone sancionar: "toda acción u
omisión efectuada por cualquier persona que, por sí misma o por persona interpuesta o acn1ando como intermediaria,
procure la adopción, por parte de la autoridad pública, de una decisión en virtud de la cual obtenga ilícitamente para sí o
para otra persona, cualquier beneficio o provecho, haya o no detrimento del pattimonio del Estado". La conducta
resulta absolutamente indeterminada, pues consiste en toda --cualquier- acción u omisión que sirva para procurar la
adopción de una decisión.
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5
considerablemente resbaladizas y difíciles de precisar en una redacción legab/ . En
consecuencia, se hace prácticamente incompatible satisfacer, al mismo tiempo, las
exigencias del principio de legalidad -en cuanto a la determinación de la ley
penal- y los requisitos de efectividad en la protección del bien jurídico que se
pretende amparar. La tendencia general es, lamentablemente, resolver el conflicto
dando primada a esto último, con lo que se multiplica la elaboración tipos
considerablemente indeterminados.
En definitiva, la configuración de un tipo autónomo que sancione el tráfico
de influencias, en general, no cumple satisfactoriamente con el requisito de
merecimiento de pena, ni resulta del todo evidente la necesidad de contemplar
expresamente estas conductas en un tipo, figura que resulta residual respecto de
otros delitos y que, por ende, posee un reducido ámbito de aplicación.
Desde el punto de vista aquí asumido, por tanto, la fórmula empleada por
nuestro legislador para sancionar algunos supuestos de tráfico de influencias resulta
más adecuada que su configuración como delito autónomo. Ello, en tanto en
cuanto restringe la incriminación de estas conductas a algunos de los supuestos de
mayor gravedad, vinculados con los delitos de negociaciones incompatibles y
26
cohecho . Supuestos en que se aprecia, al menos, un ilícito de entidad similar al
contemplado en la configuración original de esos respectivos delitos, pero que no
resultaba sancionable en la medida en que el sujeto activo no reunía las cualidades
27
necesarias en ellos exigidas .
25
GARCÍA ARÁN, op. cit. (n. 6), p. 90.
26
En este sentido, DiAZ Y GARCÍA CONU.EDO, op. cit. (n. 16), p. 178 estima que, en España, habría sido mejor tipificar
los casos más graves de tráfico de influencias por la vía de la inclusión de alguna previsión al respecto dentro de los
deutos de cohecho.
27
En todo caso, siempre puede discutirse la legitimidad del tipo que sanciona las negociaciones incompatibles, conducta
que en otras legis laciones es sancionada en casos más específicos (Espa1ia) o es aúpica salvo que pueda ser reconducida
hacia otras figuras (Francia e Italia). Pero ello nos trasladaría a un nivel de análisis di\·erso, que no es posible asumir en
este espacio.
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28
Así planteada en algunas legislaciones en que se ha configurado un delito autónomo d e trá fico de influencias, como en
España. E n este sentido, GARCÍA ARÁN, op. cit. (n. 6), p . 102; MORALES PRATS/ RODRÍGUEZ P UERTA, en QUINTERO
Ü Ll VA RES (dir.) , Comentarios a la Parle EJpecial del Derecho penal, pp. 1270-1271 ; M UÑOZ CON DE, o p .cit. (n. 13), pp. 478 y
SS.
29
M UÑOZ CONDE, o p . cit. (n. 13), p. 478.
30
Ibidcm . E n el mismo sentido, CATALÁN SENDER,Jesús, Los delitos cometidOJ·por autoridadesyjimcionarios ptíblims en el nuevo
Código penal (doctrinayjurispmdencia), Bayer hnos. S.A., Barcelona, 1999, p. 229 y DiAz Y GARCÍA CONUEDO, op . cit (n.
16), p. 172.
31
DÍAZ Y G ARCÍA CONLLEDO, op. cit. (n . 16), p. 172.
E l ejercicio de influencias no tiene q ue Uegar a constituir coacción ni amenazas. E l autor del delito de tráfico de
influencia no constitu ye un autor mediato del eventual delito de prevaricación cometido por el funcionario objeto de la
influencia, pues se supo ne que este últi mo se reserva cierta libertad acerca de su intervenció n en la producción del
resultado, cfr. CUGAT MAURl , o p. cit. (n. 3), p. 197 y ss.
32
V gr. GA RCÍA ARÁN , op. cit. (n. 6), p . 93; Mm P UIG , Carlos, ÚJs delitos contra k1 A dministración PtÍblica en el nmvo Código
Penal, J. M. Bosch edito r, Barcelona, 2000, pp. 252-253 y 267; MORALES PRATS/RODRÍGUEZ P UERTA, op. cit. (n. 13), p .
1273 y M UÑOZ CONDE, op. cit. (n . 13), p . 478.
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Maria Magdalena Ossandón Consideraciones Politices-Criminales
33
relevancia penal cuando se hace uso del prevalimiento o abuso , que constituye un
34
factor de incremento del riesgo de desviación de la función pública . Normalmente
es un requisito que se deriva sin mayores inconvenientes de la mención expresa que
los tipos de tráfico de influencias suelen hacer a que se actúe con prevalimiento o
abuso.
Los artículos 428 y 429 del Código penal español se refieren a una actuación
prevaliéndose del ejercicio del cargo o de una situación derivada de la relación
personal o jerárquica con el funcionario público sobre quien se ejerce la influencia o
con otro funcionario o autoridad; el art. 335 del Código penal portugués y los
artículos 432-11 y 433-1 de su similar francés aluden a que se abuse de una influencia
real o supuesta.
El proyecto original de reforma de nuestro Código penal también hada
referencia a que el autor influyere prevaliéndose de su cargo (delito cometido por un
empleado público, art. 259 bis) o de cualquier situación de preeminencia en la
sociedad, sea de carácter político, económico, gremial, sindical o de otra naturaleza,
o de sus relaciones de parentesco o amistad (delito cometido por un particular, art.
259 bis A) . Sin embargo, la excesiva amplitud de la descripción de esas situaciones
de prevalimiento diluían, en parte, esta exigencia, y en el caso de ofrecimiento de
uso de influencias (art. 259 bis B) no se contemplaba ningún requisito de esta
naturaleza.
Ahora bien, la redacción definitiva de las figuras incorporadas en nuestro
Código penal por la ley 19.645 que hacen referencia al ejercicio de influencias -los
arts. 240 bis y 248 bis inc. 2°- no contienen ninguna precisión sobre la forma en
que ha de materializarse esta conducta. Más aún, en ambos supuestos, el sujeto
activo del delito ha de ser funcionario público pero, a diferencia de lo que suele
ocurrir en los delitos de este Título, éste puede ser cualquiera. No se le exige
competencia especial ni superioridad respecto del funcionario objeto de las
influencias.
Pese a ello, entiendo que los tipos deben interpretarse en un sentido
restrictivo en este punto, circunscribiendo la relevancia típica de la conducta a los
supuestos en que el funcionario público ha ejercido una influencia aprovechándose
o prevaliéndose de su función, de su relación jerárquica o de su relación personal
con el empleado que debe adoptar la decisión. Esta circunstancia, que le confiere
un cierto predominio sobre el empleado objeto de influencia, ha de considerarse
como el medio idóneo que utiliza el autor para lograr su objetivo. Si no existe
33
El pm"(l/imienlo es definido como la «utilización, por parte del funcionario o autoridad, de una determinada situación de
poder --que puede derivar tanto del cargo guc ostenta como de cualquier otra circunstancia personal- como mero
instrumento que permite, con mayor facilidad, el condicionamiento de la decisión que, en el marco de la gestión pública,
debe adoptar otro funcionariO>>, MORIJ.I..,\5 CUEV,I/PORTILLtl CONTRERAS, "Los delitos de revelación de secretos, uso
de información privilegiada, cohecho impropio y tráfico de influencias", en COBO DEI. ROSAL (dir.), Comenlano.r a la
LegiJ/aáón petral, XVI, EDR, Madrid, 1994, pp. 232-233.
34
Así, y en relación con la criminalidad organizada, CUGtiT M.~URI, op. cit. (n. 3), pp. 200-204.
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alguna forma de preval.imiento la conducta podría ser calificada como una mera
recomendación o sugerencia, que no tendría entidad suficiente para ser incluida en
el ámbito típico.
Las consideraciones de política-criminal antes expuestas conducen a esta
conclusión, pues la conducta tiene que expresar un especial desvalor -un desvalor
jurídico-penal- para ser objeto de una sanción de esta clase. Pero cabe precisar un
poco más los argumentos que avalan esta posición.
Por una parte, como ya he expuesto, el sentido natural del término puede
interpretarse de este modo. Los actos que realice el sujeto activo deben tener la
suficiente idoneidad como para incidir y alterar el proceso motivador del empleado
que debe adoptar una decisión.
Más aún, en España GARCÍ.i\ ARAN plantea que el término influir podría
considerarse como inclusivo de un cierto resultado, entendido como el efecto de la
influencia objetivizado en una conducta desviada del sujeto pasivo: influir podría
entenderse como consecución de un cambio de actitud o determinación de un
comportamiento en el sujeto influido. Sería exigible entonces que el presionado se
comportara de acuerdo con las pretensiones del sujeto activo y, por tanto, entender
que la consumación exige la resolución como resultado. Sin embargo, la autora
reconoce que la utilización del término para en la descripción típica --<<el que
35
influyere ... para conseguir .. .>>--, hace difícil aceptar esta interpretación .
En cua.9to a la exigencia de una especial gravedad de la conducta, es verdad
que en el caso chileno, al enmarcarse ésta en el ámbito de los delitos de
negociaciones incompatibles y de cohecho, puede ser objeto de un mayor juicio de
desvalor. Porque en el primer caso se trata de ejercer influencias con una finalidad
desviada, cual es la de interesarse o dar interés en un contrato u operación en la que
debe intervenir otro empleado público; y en el segundo, es la motivación de la
conducta la que aparece especialmente viciada, pues se ha generado por la solicitud
o aceptación de un beneficio económico. Con todo, la posibilidad de sancionar
penalmente un comportamiento aunque no se trate del funcionario encargado de
intervenir en el contrato u operación, en el supuesto de negociaciones
incompatibles, o la mayor pena con que se amenaza la infracción al deber del cargo
que consiste en ejercer influencias, en el del cohecho, deben estar justificadas en sí
mismas por su especial gravedad. De lo contrario, sólo se podrían castigar de
conformidad con el tipo general de cohecho o con la respectiva normativa de
carácter administrativo.
En cuanto a esto último, no está de más recordar que incluso la legislación
administrativa, cuando prohibe la realización de ciertas conductas como reñidas con
el principio de probidad, se refiere a «hacer valer indebidamente la posición
funcionaria para influir sobre una persona con el objeto de conseguir un beneficio
35
G .·\RCÍil ARAN , op. cit. (n. 6), p. 95.
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María Magdalena O ssandón Consideracio nes Políticos-Criminales
directo o indirecto para sí o para un tercero» (art 62.2 Ley de Bases Generales de la
Administración del Estado). Es decir, se pone el acento en que la presión o
influencia que se ejerce sea indebida, con lo que, además de excluir del ámbito
infraccional los supuestos que están dentro del campo de las atribuciones o
competencias del funcionario, se confiere al comportamiento una mayor carga
negativa.
A los anteriores argumentos, que todavía no pueden estimarse del todo
concluyentes, es preciso añadir el de la interpretación sistemática de las figuras
respectivas. Tanto en el caso de negociaciones incompatibles como en el supuesto
agravado de cohecho, se trata de delitos de mera actividad en que basta que el
sujeto persiga subjetivamente su objetivo para que se entienda consumada la figura.
Se les puede calificar también como delitos de resultado cortado, en cuanto la
intención del autor al ejecutar la acción típica debe dirigirse a un resultado
independiente de él, resultado que, sin embargo, no es preciso que llegue a
36
producirse realmente . En este sentido, la estructura de estos delitos es muy
próxima a la de los supuestos de participación; tanto, que se ha entendido que el
tráfico de influencias constituye un caso especial de inducción elevado a la calidad de
37
autoría . Sin embargo, son modalidades que se configuran como tipos
independientes, con sus propias reglas de imputación diferentes a los supuestos
generales de inducción. Así, por ejemplo, no se requiere que la conducta sea eficaz
en cuanto al resultado, es decir, que el autor consiga que el empleado sobre quien se
influye adopte la decisión perseguida -por eso constituyen delitos de mera
38
actividad- lo que sí se exige para que la inducción resulte punible . Aunque eso
no implica que, como aquí he defendido, deba tratarse siempre de una influencia
directa, real y suficiente, es decir, dotada de la capacidad objetiva de mover al
39
funcionario a dictar la resolución .
Pero lo que quiero destacar es que el delito de tráfico de influencias -
incluso cuando aparece asociado con los delitos de negociaciones incompatibles y
cohecho- está íntimamente relacionado con la figura de inducción a la prevaricación.
En ambos casos se sanciona la conducta de quien no es el funcionario que adopta
la decisión injusta o desviada, si bien la estructura de imputación es algo diferente y,
además, la de los delitos que estamos analizando revela un mayor desvalor de la
conducta, pues al ser cometida por un funcionario público atenta directamente
contra sus deberes de probidad y afecta el correcto funcionamiento de la
A dministración pública.
36
C fr. CUGAT MAURI, op. cit. (n . 3), p. 23 1; y MI R l' UIG, op. cit (n . 32), p. 264.
37
E n este sentido CATALÁN SENDER, o p . cit. (n . 30), p . 229 y CUGAT MAURI, o p . Cit. (n. 3), p . 192.
38
CUGATMAURI, op. cit. (n . 3), pp. 191-195.
39
Así, D ÍAZ Y GARCÍt\ CONLLEDO, o p . cit. (n. 16), p . 173 y G ARCÍA ARÁN, o p . cit. (n. 6), p . 98.
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40
En este sentido también puede estiman;e adecuada la forma en que se configuran los ilícitos en nuestro Código Penal,
porque cda valoración jurídica del hecho de influir en otro para que lleva a cabo un deter-minado acto, debe hacerse
to mando como punto de referencia el acto a cuya ejecución se induce o instiga. La clase y naturaleza del acto en que se
participa es determinante», SUÁREZ MONTES, op. cit., (n. 16), p. 1094.
41
En extenso, CUGAT MAURI, op. cit. (n. 3), pp . 197 y ss.
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b) Decisión justa
El delito de tráfico de influencias se comete cuando un funcionario ejerce su
predominio sobre otro para obtener de éste una decisión favorable a sus intereses o
a los intereses de las personas individualizadas en la norma (art. 240 bis), o una
decisión que pueda generar un provecho para un tercero interesado (art. 248 bis).
Las disposiciones en cuestión no precisan nada más acerca de la adecuación o
legalidad de esa decisión, que podría admitir un triple carácter: a) decisión adecuada
a Derecho Qegal), b) decisión no adecuada a Derecho pero no prevaricadora, y e)
decisión prevaricadora o manifiestamente injusta.
En este último caso, de una resolución manifiestamente injusta, es indudable
que se cumplen los requisitos del tipo. Más aún, puede advertirse que se produce
aquí un concurso con el delito de inducción a la prevaricación. Aparentemente, la
figura de tráfico de influencias -tal como está sancionada en nuestra legislación-
prevalecería sobre la anterior por su mayor gravedad y especificidad. Sin embargo,
parece más correcto establecer un concurso ideal entre ambos delitos, por tratarse
de una sola acción que no queda comprendida totalmente en uno de los tipos (el
2
tráfico de influencias no comprende el desvalor de la injusticia de la resolución/ •
Cuando la decisión que adopta el empleado sobre quien se ejerce la
influencia es ilegal pero no alcanza para configurar el delito de prevaricación,
quedaría de todos modos consumado el delito de negociaciones incompatibles o
cohecho con tráfico de influencias si se cumplen los demás requisitos de las figuras
pertinentes. Es conveniente incluir estos supuestos en el ámbito típico, porque
restringir el delito de tráfico de influencias sólo a la provocación de resoluciones
claramente prevaricadoras supondría restar eficacia a estos nuevos delitos de una
forma muy considerable, puesto que urucamente se consideran como
prevaricadoras las decisiones abiertamente desviadas o arbitrarias. Cuando existen
ilegalidades de poca relevancia o desviaciones procedimentales, el recurso a la
prevaricación puede considerarse ciertamente exagerado por lo leve de la
infracción, pero no así la punición de la presión ejercida sobre el funcionario para
43
que altere el funcionamiento de la Administración . En suma, considerando que se
quiere proteger la objetividad e imparcialidad de la Administración, cabe concluir
que los tipos comprenden, también, la influencia dirigida a la realización de un
hecho penalmente atípico, pero desvalorado.
Pero el supuesto más problemático se produce cuando se ha ejercido una
influencia para que se adopte una decisión que es material y formalmente adecuada
a Derecho. Es verdad que en estos casos existe un funcionamiento anómalo y se
atenta contra la pureza de los actos de la Administración, pero ¿es esto suficiente
42
Así MIR PUJG, op. cit. (n. 32), p. 259.
43
Cfr. G ARCÍA ARÁN, op. cit. (n. 6), p. 96.
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Revista de Derecho N• 1O - 2003 U. Cató lica del Norte - Campus Guayacán
para configurar el ilícito específico de que se trata? Hay que considerar que a través
del tipo de tráfico de influencias, incluso cuando se sanciona de modo autónomo,
no se pretende, sin más, resguardar el procedimiento, la pureza de la
Administración y la probidad de sus funcionarios . Si así fuera, el ejercicio de
influencias debería sancionarse en todos los supuestos en que ella se produce. Pero
el legislador penal conmina esta conducta sólo en casos específicos, cuando se
44
realiza para obtener una resolución que implique un beneficio económico . Por
ende, no se puede afirmar que la sola forma como se arranca la resolución sea
motivo suficiente para sancionar, por atentar contra la pureza de los actos de la
Administración, porque entonces ello sería punible siempre, con independencia de
que la resolución implique un beneficio económico para el interesado.
Sin embargo, tal como afirma SUÁREZ MONTES, «el beneficio económico
fruto de un acto administrativo materialmente procedente, no debe ser
estigmatizado por el Derecho penab>. La obtención de ese beneficio no es de suyo
malo, aunque en muchos casos proceda la sanción de las conductas que lo
permiten. Pero lo cierto es que «no parece admisible una responsabilidad penal por
inducción a un acto que desde la vertiente del funcionario no constituye
45
prevaricación o alguna otra infracciórn> • Esto es, cuando la decisión del
funcionario ha sido adoptada, de todos modos, con una aplicación estricta de los
criterios técnicos pertinentes.
P or otro lado, para que se realice la parte objetiva del tipo es también
necesaria la denominada imputación of?jetiva de la conducta al resultado típico, esto es,
que exista una relación de riesgo -entendida como categoría normativa-, de
modo que la conducta cree un riesgo típicamente relevante que se realice en el
resultado, considerando como criterio para su determinación el f1n de protección de
la norma. Desde este punto de vista, cuando lo que se pretende es obtener una
resolución ;usta, la acción típica de influir con prevalimiento en otro funcionario no
crea un riesgo típicamente relevante o intolerable pues no afecta el buen
funcionamiento y la objetividad e imparcialidad del actuar administrativo, o lo
46
afecta sólo de un modo insignificante .
De este modo, sería penalmente impune el supuesto del funcionario que
influyera con prevalimiento de su cargo o de su relación personal sobre otro
indicándole a quien debe elegir entre varios candidatos, siempre que ese candidato
reúna todos los requisitos exigidos y aun cuando ello signifique que el elegido se
verá económicamente favorecido .
Más evidente aún sería el supuesto en que un abogado tiene noticia de que su
cliente va a ser discriminado injustamente y presiona sobre el Magistrado
44
Lo destaca SU:ÍREZ MONTES, o p. cit. (n. 16), p. 1096.
45
ld idcm.
M . .
Cfr. CUG AT MAU RI, op. cit. (n. 3), pp. 211 -212; G ARCLA ARAN, op. cit. (n. 6), p. 96 y MIR PUI G, op. cit. (n. 32),
pp. 257 y 259.
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María Magdalena Os.andón Consideraciones Políticos-Criminales
47
En el delito de negociaciones incompatibles existe un peligro para el prestigio de los entes públicos, que se produce por
el incumplimiento de las reglas de incompatibilidad de actividades privadas y públicas de los funcionarios públicos, cfr.
ETXEBARRiA ZARRAIJEITIA, Xavier, "Fraudes y exacciones ilegales", en ASUA BATARR.ITA (ed.), De/ito.r tvn/ra la
admimslración p!Íblica, IV AP, Bilbao, 1997, p. 206.
48
Cfr. CURY, Enrique, "Contribución político-criminal al estudio de los delitos funcionarios", en &ri.rta Chilena de Dm:cho,
1986, pp. 300-301 y LAllATUT GLENA, Gustavo, Derecho penal ll, 7' ed., reimpr. 2000, p. 84.
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Re vista de Derecho N" 1O - 2003 U. Católica del Norte- Campus Guayacán
del art. 248 bis, cuando a la postre el resultado que se pretende obtener es una
decisión administrativa ajustada a Derecho. En suma, ese comportamiento queda
incluido en el supuesto de cohecho propio, y no se aprecia un mayor desvalor que
legitime una mayor pena.
6. CONCLUSIONES
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María Magdalena Ossandón Consideraciones Políticos-Criminales
Desde el punto de vista aquí asumido, por tanto, resulta criticable que
restricciones como las propuestas no operen desde la propia literalidad del tipo . En
ese sentido, además, las vaguedades terminológicas constatadas atentan contra la
seguridad jurídica pues, aunque es admisible interpretar restrictivamente las figuras
en virtud de los principios de fragmentariedad y ultima ratio, siempre es posible que
un juez las interprete de otro modo sin tergiversar el texto 'de la ley. En definitiva, la
redacción de estas normas es criticable porque permite subsumir hechos que
carecen del desvalor propio del delito que se tipifica.
Por otra parte, la aplicación efectiva de estas normas ya es, de por sí, difícil.
Y ciertamente, como afirma GARCÍA ARÁN, <da mejor manera de que un tipo penal
49
no se aplique nunca es pretender que resulta aplicable a casi todo» • Por lo tanto,
restringir el ámbito típico permite distinguir mejor según la gravedad de las
conductas realizadas, lo que a la postre facilita la aplicación efectiva de la norma.
Así se evita que las normas penales no constituyan más que una reacción
meramente simbólica frente a estos problemas.
No se puede olvidar que la prevención de comportamientos de corrupción y
el saneamiento de la Administración demanda actuaciones firmes que están fuera
del campo del Derecho penal. Este último puede colaborar al mejor
funcionamiento de la Administración y protegerla de quienes pretenden
enriquecerse a costa del interés general, pero sólo en la medida de sus posibilidades,
respetando principios básicos como el de la proporcionalidad y subsidariedad.
BIBLIOGRAFÍA
49
GARCÍA ARAN, op. cit. (n. 6), p. 103.
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