MODUS OPERANDI DELICUENCIAL
La expresión modus operandi (que en latín significa «modo de obrar») se
refiere en general a la manera de proceder de una persona o de un grupo de
personas.
En criminalística: se usa para referirse a cómo actuó el delincuente en una o
diversas ocasiones, así como para establecer una pauta de comportamiento
en diversos delitos de una misma persona; en concreto, se refiere al modo de
funcionamiento típico de un criminal, y a las maneras de reaccionar frente a
tal o cual situación.
Un determinado modus operandi, una vez identificado y detallado, puede
utilizarse para ayudar a conducir una investigación con el fin de identificar al
culpable o culpables. Por ejemplo, es posible que un ladrón tenga el hábito
de entrar a una vivienda por una ventana del fondo, rompiéndola con una
piedra o cortando el vidrio con un diamante, etcétera. Si un delincuente
conocido lo liga de alguna manera con la vivienda, con el barrio o con los
moradores habituales de la vivienda, entonces se convierte en sospechoso si
el modus operandi que suele utilizar es similar al aplicado en el acto ilícito
que se está investigando.
La Criminalística se dice que nació en el año 1893 atribuyéndose al juez
austriaco y profesor de Derecho Penal de la Universidad de Graz, Dr. Hans
Gross, en su libro titulado “Manual de Juez de Instrucción como sistema de la
Criminalística” en el que introdujo el término criminalística a la investigación
judicial-penal, que en su esencia proviene de lo criminal.
la Criminalística tiene su origen etimológico en criminalidad acotada a los
diccionarios como “carácter criminal de una acción”, en un contexto más
amplio se puede asociar con aquellos actos que son contrarios a la
humanidad y a principios del derecho internacional, su estudio abarca el
delito, sus causas e identificación del o de los responsables, lo anterior nos
enmarca al área de lo criminal, razón por la cual se desprende una definición
clásica utilizada por docentes que intentan explicar que la criminalística es
una “ciencia auxiliar del derecho penal”. Definición que ha acompañado por
generaciones la formación de policías, abogados, jueces, fiscales.
Se ha definido de muchas formas, aunque hay una que me gusta más al
considerarla como “Ciencia que aplica heterogéneos conocimientos, métodos
y técnicas de investigación de las ciencias, con el propósito de descubrir y
verificar el cuándo, el dónde, el quién y en qué circunstancias acaeció un
hecho o dejó de acaecer”.
A través de los años se ha ido perfeccionando con el objetivo de buscar,
interpretar y dar uso a la información que queda reflejada en las evidencias
encontradas en el sitio de suceso, capacidad que se adquiere con estudios,
experiencia y una mirada distinta del común de las personas, por
consiguiente, han glorificado diversas ramas de proveniente de la ciencia,
química forense, mecánica forense, documentos copia, balística, fotografía
digital, video forense, toxicología, por nombrar algunas. Como se sabe, la
dactiloscopia junto a la antropometría son unas de las más antiguas usadas al
servicio de la identificación judicial y hoy en día el ADN y el análisis nuclear
son métodos que lideran la mayoría de las investigaciones criminales. Todo
ello con la finalidad de poder determinar el investigador qué pasó, cómo,
cuándo, dónde y por qué pasó.
En lo concerniente a la investigación criminal, el método a aplicar puede
ser inductivo o deductivo. El primero consta de tres pasos a saber,
observación, hipótesis y experimentación. A través de este método el
investigador, de varias verdades particulares va a llegar al conocimiento de
una verdad general y así formular teorías, leyes o principios científicos. El
método inductivo nace del científico y la labor del criminalista es básica, por
lo tanto.
El Método Deductivo señala el camino para conocer varios principios
universales una verdad particular, con el objeto de verificar si en las leyes o
principios establecidos inductivamente, se tipifican en los fenómenos
observados en el hecho. Es como sacar una parte del todo. Otra definición
del método deductivo puede ser aquel por el cual se procede lógicamente de
lo universal a lo particular. Ambos métodos se emplean en las investigaciones
criminales para llegar a la emisión de las hipótesis que una vez verificadas
nos permita identificar al autor del delito y ponerlo a disposición de la
Autoridad Judicial.
Y, para llegar a esa conclusión se debe desarrollar por completo el proceso de
investigación policial que se inicia con la inspección del lugar de los hechos
como labor inicial y crítico en el sitio del suceso, lugar que da apertura a la
investigación.
Este espacio, es la clave para el éxito de la problemática que corresponde al
estudio de los indicios encontrados en el lugar de los hechos y su
interpretación a la luz de las posiciones de la víctima y victimario con la
finalidad de averiguar cómo pudieron haber sucedido los hechos en la
escena del crimen, según lo describe o muestra el sitio del suceso, como ser:
manchas de sangre, trayectoria del proyectil balístico, surcos en las personas
ahorcadas, halo carbonoso o quemadura en un suicidio por arma de fuego,
fractura o muescas en una puerta o ventana en los delitos de robos con
fuerza, restos de ADN en una violación, documentos en un fraude,
información en discos duros y notebook en delitos informáticos, etc.
Y, con posterioridad a este estudio, el investigador se debe plantear todas
aquellas preguntas que permita esclarecer quién o quiénes han sido los
autores del crimen. Una de ellas, y muy importante es el cómo, es decir, cuál
ha sido el “modus operandi” empleado en el hecho criminal que variará en
función del delito (robo, estafa, homicidio, etc.)
La respuesta a todas las preguntas que nos permitan orientar a conocer
cómo sucedieron los hechos, derivadas del sitio del suceso y en especial el
cómo se desarrolló el delito nos permitirá esclarecer por completo este y
ante ello nos podemos preguntar ¿a quién le corresponde determinar el
modus operandi? Y la respuesta no puede ser otra que “EL INVESTIGADOR”
que es quien asiste, estudia y analiza la escena del crimen, recoge indicios,
oye a los testigos y obtiene conclusiones, lejos de otros personajes ajenos a
la investigación criminal, por lo tanto, resulta absurdo que se pretenda
descubrir ignorando los procedimientos criminalísticos y procesales de la
investigación, ya sea policial o pericial privada. Para justificarlo debemos
aclarar algunos conceptos previos como preguntarnos ¿qué es el modus
operandi?
Este término procede del latín y significa “ modo de operar” que, según todos
los expertos criminólogos y expertos en investigación criminal, de forma
unánime lo definen. Así lo afirman los prestigiosos psicólogos, TURVEY “El
modus operandi refleja cómo comete un delito, y es diferente de la firma del
criminal, que nos informa del porqué comete el delito” , GARRIDO, que afirma
que “es lo que el asesino ha de hacer para cometer el crimen ” o SOTO
“conjunto de actos estrictamente necesarios para perpetrar el delito y
obtener éxito en su comisión”.
De estas definiciones se deduce claramente que el estudio del modus
operandi está vinculado al análisis del desarrollo del hecho criminal y que
sólo se puede determinar a través del estudio de su comisión en el análisis de
la escena del crimen, sus circunstancias, declaraciones de la víctima, testigos
y vestigios hallados y estudiados por los peritos de policía científica y
debidamente analizados por los expertos de policía judicial o peritos
criminalistas comisionados por la Autoridad Judicial.
Es evidente, por lo tanto, que la determinación de este importante dato se
centra en las conclusiones que el investigador policial o pericial, pueda
obtener como consecuencia de las conclusiones de su investigación tal y
como se determina en el libro II, título V de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
“De la comprobación del delito y averiguación del delincuente”.
Lejos de ello, por tal circunstancia, podemos afirmar que la determinación
del modus operandi pueda atribuirse a otros teóricos expertos que nunca han
estado en la escena del crimen y que tan solo lo han seguido en Internet,
cosa que no sucede con los investigadores policiales, detectives privados o
peritos forenses especializados, a tenor de las facultades que otorga la Ley de
Enjuiciamiento Criminal y en función de sus prácticos conocimientos
científicos y profesionales. Por tal razón, la identificación del modus operandi
tan solo se le puede atribuir a estos profesionales, pero raramente otros que
carezcan de la posibilidad de asistir al contenido y desarrollo de la
investigación policial como pueden ser, por ejemplo, los criminólogos. Es
inaudito, por tanto que, desde algún sector minoritario de ellos se pueda
atribuir la exclusividad en la determinación del “modus operandi” del hecho
criminal cuando desconocen por completo cuál es el itinerario del delito
cometido al no participar en ningún acto formal que se lo permita analizar,
desde mi modesta opinión, quedando totalmente desautorizada la
desafortunada expresión de “menos CSI y más modus operandi” dado que sin
la importante labor del criminalista nunca se podrá determinar conocer la
forma en la que se cometió el delito.
BIEN JURÍDICO
El concepto de bien jurídico pertenece al conjunto de las categorías más
recurrentemente empleadas por la doctrina penal de la parte especial. Con el
concepto de bien jurídico se refiere la doctrina al objeto de protección, que
no debe confundirse con el objeto material del delito. Así, en el hurto, el
objeto viene dado por la cosa sustraída, mientras que el bien jurídico por el
patrimonio. El bien jurídico es aquella realidad valorada socialmente por su
vinculación con la persona y su desarrollo. Vida, salud, integridad, libertad,
indemnidad, patrimonio… son bienes jurídicos. Pero también lo son la
Administración pública, entendida como conjunto de circunstancias de
funcionamiento de la Administración que posibilitan el desarrollo de las
personas; también la Administración de Justicia, el medio ambiente, la salud
pública… Se trata de bienes supraindividuales, que también son objeto de
protección por el Derecho penal. El Derecho penal de la actualidad protege
bienes jurídicos personalísmos, pero también el patrimonio y algunos bienes
supraindividuales, entre los que se incluyen los llamados "intereses difusos",
como el medio ambiente, la salud pública…, realidades valoradas socialmente
que afectan a diversas personas sin hallarse encarnadas en objetos
materialmente tangibles.
El concepto de bien jurídico cumple una función instrumental, en cuanto
permite clasificar los diversos delitos en torno a sus respectivos bienes
jurídicos. Se habla así de una función sistemática. Cumple también una
función interpretativa, en cuanto permite interpretar los diversos preceptos a
la luz y desde el prisma del bien jurídico que vienen a tutelar. Por tanto, es
clave poder identificar cuál es el bien protegido en cada delito; para ello,
resultaría inidóneo afirmar que es aquel que la ley dice se protege (así, por
ejemplo, en los delitos contra la Administración Pública, el bien jurídico
protegido es la Administración Pública), porque se trata de una tautología. Lo
relevante es poder definir qué se entiende por tal bien jurídico. Cuando
recurrimos al canon teleológico de interpretación, solemos emplear el bien
jurídico como elemento para dar contenido a los términos gramaticales de
cada delito.
El bien jurídico cumple además una tercera función, la político-criminal, que
significa que sirve para establecer límites a la acción del legislador cuando
define conductas como delitos. Un Derecho penal garantista es aquel que
ofrece límites y barreras a un uso desmedido del ius puniendi, en cuanto no
sometido al ius poenale. El bien jurídico ofrece un límite en cuanto no es
posible crear legislativamente delitos carentes de bien jurídico, en cuanto no
pueden elevarse a la categoría de delito conductas que solamente atentan
contra intereses políticos, ideologías…, y no contra realidades valoradas
socialmente