Reforzamiento Química
Reforzamiento Química
Inicios de la Química
La química es una ciencia natural que se ocupa de la transformación de sustancias. La química es una
ciencia experimental, sin embargo, los resultados de su investigación se pueden expresar en términos
numéricos y en forma de fórmulas cuantitativas.
El comienzo de las reacciones químicas se puede ver ya en la antigüedad, y las reflexiones teóricas
aparecieron mucho más tarde. Al principio, solo eran intuitivos. Empédocles (siglo 5 aC) identificó
cuatro entidades: aire, agua, tierra y fuego. Las propiedades de estas entidades resultaron de la
interacción de las sustancias entre sí.
Esta idea fue desarrollada por Aristóteles (siglo IV aC). Leukippos y su alumno Demócrito (siglo IV
aC) crearon teorías completamente diferentes. Creían que la materia es discontinua y consiste en
átomos indivisibles. Sin embargo, esta teoría no ganó muchos partidarios en ese momento y no se le
devolvió hasta el siglo XIX. Sin embargo, las habilidades prácticas de los químicos se estaban
desarrollando.
Las primeras obras enciclopédicas también fueron creadas, por ejemplo, “Historia Natural” por Plinio
y la obra de Zeosinos sobre la alquimia. La alquimia ha contribuido al desarrollo de muchas técnicas
experimentales (extracción, destilación, cristalización). También se han obtenido muchas sustancias,
por ejemplo, ácidos minerales y sus sales. La teoría también se desarrolló, especialmente en el mundo
árabe (Avicena, que vivió en los años 980-1037), tuvo mucho éxito. A comienzos del siglo XVI, hubo
estudiosos que ciertamente pueden llamarse químicos. Fue, entre otros, B. Paracelsus, quien es el
creador de la química médica y el descubridor del bismuto y el hidrogéno, y van Helmont (1577-
1644), quienes notaron la reversibilidad de ciertos procesos.
Glaber (1603-1668) ha desarrollado un método para obtener sulfatos. En ese momento, también se
escribieron los primeros libros de texto químicos, Un avance en química fue la publicación en 1661
del trabajo de R. Boyle. Dio la definición del elemento químico y declaró que es una sustancia simple
y duradera, y que los elementos consisten en sustancias complejas. Robert Boyle descubrió el fósforo
en 1680. Lo aisló de la orina. El descubridor del fósforo, independientemente de Boyle, fue el químico
alemán H. Brand.
Además, A. Lavoisier (1743 - 1794) contribuyó al desarrollo de la química, que inició mediciones en
la química, incluido el uso del peso. También es considerado (junto con Lomonosov) como el
descubridor de la ley de preservación de masas. Demostró que todos los elementos pueden existir en
tres estados de concentración: volátil, sólido, líquido. Mostró que, durante la combustión, las
sustancias se combinan con el oxígeno. La ley cuantitativa sobre la composición de los compuestos
químicos creados por él contribuyó al descubrimiento de otras leyes estequiometricas (J. Danton, M.
Proust o J. Richter).
Estas leyes fueron explicadas por la moderna teoría atomística de J. Dalton, que fue creada en 1808.
Esta teoría dice que el átomo está asociado con una masa que es característica de los átomos de un
elemento dado. La teoría atomística ha sido una inspiración para muchos descubrimientos
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importantes. Se han descubierto nuevas leyes de gas y se han logrado avances significativos en los
métodos analíticos. John Dalton, quien vivió en los años 1766 – 1844, fue también el primer químico
que estudió los gases: descubrió leyes de presión parcial que dicen que la presión de las mezclas de
gases no reactivos es igual a la suma de presiones que los componentes individuales de la mezcla
pondrían por separado en el mismo volumen que la mezcla.
También se han hecho intentos para clasificar los elementos conocidos en el momento. D mitry
Mendeleev creó la tabla periódica de elementos, que no solo ordenó de manera lógica los elementos
químicos, sino que también predijo las propiedades de los elementos que aún no se conocía. En marzo
de 1869, Mendeleev desarrolló la primera serie de elementos químicos, también descubrió la ley de
periocidad. Todos los elementos que conoce (63 elementos) ordenados de acuerdo con el aumento
del peso atómico. En la tabla de elementos dejó espacios vacíos para elementos aún no descubiertos.
Los pronósticos de Mendeleev para elementos que aún no se han descubierto han funcionado bien.
Tres de ellos fueron descubiertos hasta 1886.
En el siglo XIX, la química orgánica también se desarrolló. En 1828, Wöhler, por primera vez,
sintetizó urea y refutó la teoría de que los compuestos orgánicos solo se forman en los organismos
vivos. También se han desarrollado estudios sobre catálisis, que debemos en primer lugar a W.
Ostwald (1853 - 1932). El derecho de acción de las masas de Guldberg y Waagé fue formulado
(1867). Al mismo tiempo, se determinó la relación entre la velocidad de reacción y la temperatura, lo
cual fue logrado por Van Hoff. F Raoult, por otro lado, encontró que las temperaturas de ebullición y
fusión de los no electrolitos y electrolitos son diferentes. En 1887, se desarrolló la teoría de la
disociación electrolítica de S. Arrhenius, que dice que las moléculas de bases, ácidos y sales se
descomponen en iones en soluciones acuosas. Esta teoría ha contribuido al desarrollo de la
electroquímica.
En 1926, W. Heisenberg derivó el principio de incertidumbre, que dice que no es posible determinar
simultáneamente la posición y el momento de una partícula elemental. Los estudios sobre difracción
de electrones confirmaron la hipótesis desarrollada anteriormente por L. de Broglie (1924), que
transfirió el concepto de la naturaleza dualista de la luz a las moléculas de la materia (electrones,
protones y neutrones). Schrödinger ha desarrollado una ecuación que cuantifica la relación entre las
propiedades de las olas y la energía del sistema. Esta ecuación forma la base de la mecánica cuántica.
Por lo tanto, se crearon los fundamentos de la química cuántica. La teoría cuántica relacionada con
las necesidades de la química permite una determinación más precisa, entre otras, de la durabilidad
de los enlaces químicos, el proceso de unión de los átomos en las moléculas y la velocidad de la
reacción.
A finales del siglo XX hubo grandes cambios en la metodología de investigación. Las áreas de
investigación son cada vez más diversas y los grandes equipos de investigación son cada vez más
importantes. El conocimiento común de la química afecta a la cultura.
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Empleamos el término materia como un sinónimo de sustancia, es decir, de la cosa de la que están
hechos los objetos, y la comprendemos científicamente como un tipo de fenómeno distinto al de las
fuerzas o energías: las dinámicas que interactúan con los objetos.
La materia se encuentra en todas partes, y en cualquier estado físico. Hay materia en el aire que se
respira, así como en un vaso de agua. Todo lo que vemos, sentimos y tocamos, es materia, que es un
elemento fundamental para el desarrollo de la vida en el planeta.
Hasta donde sabemos, la materia está formada por partículas invisibles, indivisibles y estables, que
llamamos átomos. Existen 118 tipos de átomos, es decir, de elementos químicos o sustancias puras,
indivisibles en otras más simples, reflejados en la Tabla Periódica de los Elementos. Estos átomos
son distintos entre sí, dependiendo de la cantidad o distribución de partículas subatómicas, que son
siempre de tres tipos: electrones (carga negativa), protones (carga positiva) y neutrones (carga neutra).
Las reacciones entre las formas de la materia se conocen como reacciones químicas.
Algunas sustancia pueden generar una explosión de calor que conduce a las llamas.
Toda forma de materia reacciona en presencia de otras sustancias afines, de acuerdo a ciertas
propiedades constitutivas de sus átomos o moléculas, lo que permite que el resultado de dichas
reacciones sean sustancias diferentes de las iniciales (más complejas o más simples).
El pH: La corrosividad de los ácidos y la causticidad de las bases tiene que ver con el pH de la materia,
o sea, su nivel de acidez o alcalinidad, su capacidad de donar o recibir electrones cuando está en
contacto con ciertos materiales, como los metales o como la materia orgánica. Estas reacciones suelen
ser exotérmicas, es decir, generan calor.
La reactividad: De acuerdo a su constitución atómica, la materia puede ser más o menos reactiva, es
decir, más o menos propensa a combinarse con otras sustancias. En el caso de las formas más
reactivas, como los metales cesio (Ce) y francio (Fr), es raro verlos en formas puras, casi siempre son
parte de compuestos con otros elementos. Los llamados gases nobles o gases inertes, en cambio, son
formas de la materia con bajísima reactividad, que casi no sufren reacción con ninguna otra sustancia.
Inflamabilidad: Algunas sustancias pueden inflamarse, es decir, generar una explosión de calor que
conduce a las llamas, en presencia de una fuente de calor o en reacción con otras sustancias. A dicha
materia se la denomina inflamable, como la gasolina.
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Radiactividad: No todos los átomos de la materia son estables. Algunos adquieren formas inestables
que liberan partículas u ondas de energía, en forma de radiación ionizante, altamente peligrosa para
la vida. Esto es la radiactividad, y es típica de algunos elementos o de algunos átomos producto de
reacciones artificiales como la fisión y la fusión atómica. Una vez que liberan su exceso de energía,
los átomos radiactivos degeneran en un elemento diferente más estable.
La materia también tiene propiedades físicas, o sea, propiedades derivadas de cambios en su forma
de aparición, sin alterar su esencia química y vinculadas a la acción de otras fuerzas naturales
externas.
Temperatura: El grado de calor que presenta la materia en un momento, que generalmente se irradia
hacia el entorno cuando existe una diferencia de temperara considerable, como ocurre con el agua
caliente dejada en reposo. La temperatura es el grado de energía cinética que presentan las partículas
de un material.
Punto de fusión: Es el grado de temperatura en que un sólido puede cambiar de estado de agregación
y tornarse líquido.
Clasificación de la materia
Existen muchas formas y criterios para clasificar la materia. Desde un punto de vista general,
podemos enumerar los principales del siguiente modo:
Materia orgánica: Aquella formada principalmente por átomos de carbono e hidrógeno, y que
generalmente está vinculada con la química de la vida.
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Materia inorgánica: No es orgánica, o sea, que se halla libre en la naturaleza y no tiene que ver
necesariamente con la vida, sino con reacciones químicas espontáneas como el electromagnetismo.
Materia simple: Está compuesta por átomos de pocos tipos diferentes, o sea, que está más cerca de la
pureza.
Ejemplos de materia
Prácticamente todos los objetos del universo son un buen ejemplo de materia, mientras que se
encuentren formados por átomos y posean propiedades físico-químicas determinables, discernibles y
mensurables.
Las piedras, los metales, el aire que respiramos, la madera, nuestros cuerpos, el agua que tomamos,
todos los objetos que usamos a diario, son ejemplos perfectos de materia. Hay incluso teorías recientes
de la física cuántica que proponen que el vacío, comprendido hasta ahora como la ausencia de materia,
estaría “lleno” también de algún tipo de partículas, llamados “bosones de Higgs”.
A pesar de estar compuesta a menudo por distintos elementos químicos en distintas proporciones y
composiciones, la materia existe de manera homogénea (no se distinguen a simple vista sus
elementos) o heterogénea (se perciben fácilmente sus elementos). Y dependiendo de su composición,
variarán también sus propiedades físicas y químicas.
Propiedades generales: Las características que comparte absolutamente toda la materia, sin distinción
de su composición, forma, presentación o elementos constitutivos.
Propiedades específicas: Se llama así a las características que permiten distinguir una sustancia
específica, puntual, de otras diferentes a pesar de que puedan estar en el mismo grupo de cosas. Esto
significa que son las propiedades únicas de esa sustancia, como son el agua, el alcohol, el hierro, el
cloro, etc.
Extensión
Dos átomos no pueden nunca ocupar el mismo espacio en el mismo instante de tiempo, y por eso los
objetos ocupan un espacio determinado, con un principio reconocible y un fin. A esta propiedad se la
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conoce como extensión: el tamaño de la materia, la cantidad de espacio que ocupa normalmente, y
puede observarse desde su longitud, anchura o profundidad (las tres dimensiones).
La extensión se mide en unidades de distancia, que en el Sistema Internacional son los metros (m),
centímetros (cm) o kilómetros (km), dependiendo de si hablamos de un objeto mediano, pequeño o
grande.
Masa
La masa de los objetos alude a la cantidad de materia que hay congregada en ellos, es decir, la cantidad
de materia que los componen. Ésta se determina mediante la inercia que presenten y la aceleración
que presente una fuerza actuando sobre ellos, y se mide en el Sistema Internacional con unidades de
masa, como los gramos (g) o kilogramos (kg).
No debe confundirse la masa con el peso (que es una magnitud vectorial, medida en Newtons), ni con
la cantidad de sustancia (que se mide por moles).
Peso
El peso es la medida de la fuerza que ejerce la gravedad sobre los objetos. Se mide en Newtons (N)
en el Sistema Internacional, pues se trata de una fuerza que ejerce el planeta sobre las sustancias que
conocemos, y es una magnitud vectorial, dotada de sentido y dirección. En sentido estricto, esto
significa que el peso de algo depende sólo de su masa y de la intensidad del campo gravitacional al
cual esté sometido.
Elasticidad
Esta propiedad permite a los cuerpos recuperar su forma original (memoria de forma) luego de haber
sido sometidos a una fuerza externa que los obligara a perderla (deformación elástica). Es una
propiedad positiva o negativa de la materia, que permite distinguir entre los elementos elásticos y los
frágiles, es decir, entre los que recuperan su forma una vez eliminada la fuerza externa y aquellos que
se fracturan en pedazos idénticos más pequeños.
Inercia
Propiedad de los cuerpos de permanecer en reposo relativo o mantener su movimiento relativo de no
existir una fuerza externa que actúe sobre ellos. Se puede definir como la resistencia de la materia a
modificar la dinámica de sus partículas, frente al movimiento e incluso a la temperatura.
Existen dos tipos de inercia: la mecánica, que depende de la cantidad de masa y del tensor de inercia;
y la térmica, que depende de la capacidad calorífica.
Volumen
Se trata de una magnitud escalar que refleja la cantidad de espacio que ocupa un cuerpo en una
consideración tridimensional. Se mide en el Sistema Internacional mediante metros cúbicos (m3) y
se calcula multiplicando la longitud de un objeto, el ancho y su altura.
Dureza
La dureza es la resistencia que ejerce la materia frente a alteraciones físicas como el rayado, la
abrasión o la penetración. Tiene que ver directamente con la fuerza de la unión de sus partículas. Así,
los materiales duros tienden a ser impenetrables e inmodificables, mientras que los blandos pueden
deformarse con facilidad.
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Densidad
La densidad alude a la cantidad de materia presente en un material, pero también a qué tan juntas se
encuentran sus partículas. Los materiales densos son impenetrables y poco porosos, mientras que los
poco densos pueden ser atravesados con facilidad, pues hay espacios abiertos entre sus moléculas.
La unidad estándar de medición de la densidad es de peso por volumen, es decir, kilogramos sobre
metro cúbico (kg/m3).
Los estados de la materia son las distintas fases o estados de agregación en los que puede encontrarse
la materia conocida, sean sustancias puras o sean mezclas, dependiendo del tipo y la intensidad de las
fuerzas de unión que existan entre sus partículas (átomos, moléculas, iones, etc.).
Los estados de la materia comúnmente conocidos son tres: el sólido, el líquido y el gaseoso, aunque
también existen otros menos frecuentes como el plasmático y otras formas que no se producen en
nuestro entorno naturalmente, como los condensados fermiónicos. Cada uno de estos estados posee
características físicas distintas, como volumen, fluidez, resistencia, etc.
Los procedimientos de transformación de las fases de la materia suelen ser reversibles, y los más
conocidos son los siguientes:
Fusión: Añadiendo energía calórica (calor), puede derretirse un sólido hasta hacerlo líquido.
Sublimación: Ciertos sólidos, al recibir energía calórica, se convierten en gas sin pasar primero por
el estado líquido.
Deposición: Ciertos gases, al perder energía calórica, se convierten en sólidos sin pasar primero por
el estado líquido.
El estado sólido
Los sólidos tienen baja o nula fluidez y no pueden comprimirse.
La materia en estado sólido tiene sus partículas muy juntas, unidas por fuerzas de atracción de gran
magnitud. Es por ello que se comportan como un cuerpo único, dotado de gran cohesión, densidad y
forma constantes, resistencia a la fragmentación y memoria de forma, es decir, tienden a permanecer
iguales a sí mismos.
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A la vez, los sólidos tienen baja o nula fluidez, no pueden comprimirse, y cuando se los rompe o
fragmenta, se obtiene de ellos otros sólidos más pequeños.
Cristalinos: Sus partículas se ordenan en celdillas de forma geométrica, así que suelen tener una forma
regular.
Amorfos o vítreos: Sus partículas no se juntan en una estructura ordenada, por lo que su forma puede
ser irregular y variada.
Ejemplos de sólidos son: los minerales, los metales, la piedra, los huesos, la madera.
El estado líquido
Las partículas de los líquidos siguen estando unidas por fuerzas de atracción, pero mucho más débiles
y menos ordenadas que en el caso de los sólidos. Por eso, los líquidos no tienen una forma fija y
estable, ni presentan tanta cohesión y resistencia. De hecho, los líquidos adquieren la forma del envase
que los contenga, tienen una gran fluidez (pueden introducirse por espacios pequeños) y una tensión
superficial que hace que se adhieran a los objetos.
Los líquidos son poco compresibles y, con la excepción del agua, suelen contraerse en presencia de
frío.
El estado gaseoso
En muchas ocasiones los gases son incoloros y/o inodoros.
En el caso de los gases, las partículas se encuentran en un estado de dispersión y de alejamiento tal,
que apenas logran mantenerse juntas del todo. La fuerza de atracción entre ellas es tan débil que se
encuentran en un estado desordenado, que responde muy poco a la gravedad y ocupan un volumen
mucho mayor que los líquidos y los sólidos, por lo que un gas tenderá a expandirse hasta ocupar la
totalidad del espacio en el que se lo contenga.
Los gases no tienen forma fija, ni volumen fijo, y en muchas ocasiones son incoloros y/o inodoros.
En comparación con otras fases de la materia son poco reactivos químicamente.
El estado plasmático
Se llama plasma a un estado de agregación particular, que puede comprenderse como un gas ionizado,
es decir, compuesto por átomos a los que les han sido retirados electrones y por ende tienen una carga
eléctrica fija (aniones + y cationes -). Esto convierte el plasma en un excelente transmisor de la
electricidad y el magnetismo.
Plasma frío: Se manejan a temperatura ambiente, pues sólo los electrones se hallan cargados de
energía.
Plasma caliente: Los átomos ionizados se calientan enormemente, generando luz y calor.
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Ejemplos de plasma son el sol, las pantallas electrónicas, o el interior de los tubos fluorescentes.
Como su nombre lo indica, los cambios físicos implican alteraciones en algunas de las propiedades
físicas de la materia, como pueden ser su estado de agregación, su dureza, su forma, tamaño, color,
volumen o densidad, entre otras.
Sólo en raras ocasiones este tipo de cambios implica un reordenamiento sustancial de los átomos
(como ocurre en la formación de cristales). Por lo general, los cambios físicos suelen ser reversibles.
Los cambios físicos, además, son fruto de un método físico, que suele consistir en la modificación de
la energía, presión u otras variables en las que la materia se encuentra. Muchos de estos métodos son,
además, útiles para separar las mezclas de la materia, aunque no lo son para separar los componentes
de un compuesto químico (fruto de una reacción química).
Las reacciones químicas son comunes en la naturaleza y suelen darse de manera espontánea, de
acuerdo a la afinidad de los elementos y a las condiciones en que se encuentren. También pueden
darse en condiciones controladas en un laboratorio y por causa de la intervención del ser humano.
De hecho, muchas de las sustancias que empleamos a diario son fabricadas a través de cambios
químicos artificiales, a partir de otras sustancias más simples que pueden combinarse químicamente.
A estas últimas se las conoce como reactivos, y todo el proceso puede describirse mediante una
fórmula llamada ecuación química.
Así, en todo cambio químico intervienen dos o más reactivos. De su concentración y naturaleza
dependerá el resultado obtenido, que generalmente es un compuesto químico distinto de los que
teníamos al principio.
También es posible controlar la reacción mediante el añadido de otras sustancias y elementos. Si bien
no alteran el resultado deseado, estas sustancias, los catalizadores, aceleran el proceso o lo hacen más
eficaz.
Los cambios químicos suelen ser observables y pueden producir o consumir energía dependiendo de
si son exotérmicos o endotérmicos respectivamente. Ello se debe a la recomposición de los vínculos
moleculares o enlaces atómicos, y en ocasiones puede llegar a ser peligroso, como en el caso de las
reacciones explosivas, tóxicas o corrosivas.
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La palabra átomo proviene del griego antiguo (atomón, “sin división”) y fue acuñada por los primeros
filósofos en teorizar sobre la composición última de las cosas, es decir, las partículas elementales del
universo. Desde entonces, la forma de imaginarlas ha variado enormemente, a medida que un modelo
atómico sucedía al siguiente a través de los siglos, hasta llegar al que manejamos hoy en día.
Conforme a nuestro modelo, los átomos están conformados por partículas subatómicas dotadas de
carga eléctrica, que se conocen como electrones (-), protones (+) y neutrones (0), gracias a cuya
configuración los átomos pueden ser de uno u otro elemento químico, y por ende podrán formar parte
de distintos enlaces químicos.
Si bien los átomos se distinguen entre sí gracias a la configuración de sus partículas, también es cierto
que todos los átomos de un mismo elemento son exactamente idénticos: los átomos de hidrógeno en
el Sol son los mismos que componen nuestro cuerpo, y los átomos de carbono en el cuerpo de un
perro son idénticos a los que componen un diamante.
La diferencia entre uno y otro caso se debe a la estructura específica que dichos átomos compongan,
es decir, al modo en que se organicen entre sí. De esa manera, los átomos forman moléculas y
estructuras aún más complejas, que a su vez forman proteínas y aminoácidos y así en adelante,
empleando ladrillos cada vez más complejos para formar la materia que conocemos.
Partículas subatómicas:
Electrón
Un electrón es un tipo de partícula subatómica que presenta carga eléctrica negativa, y que se
encuentra orbitando activamente el núcleo atómico (compuesto por protones y neutrones), que
presenta a su vez una carga positiva.
El tamaño de un electrón es 1836 veces más pequeño que los protones (aportan el 0,06% de la masa
total de un átomo), y al no tener subestructuras ni divisiones, se lo considera una partícula
fundamental de la materia.
Los electrones juegan un rol esencial en determinas fuerzas y fenómenos físicos de la naturaleza,
como la electricidad, el magnetismo o la conductividad térmica, y en gran medida determinan las
uniones atómicas, tanto iónicas (de pérdida o ganancia de electrones) o covalentes (de uso conjunto
de electrones). Cuando están en desplazamiento, los electrones generan campos eléctricos, que
pueden afectar a las partículas a su alrededor.
El origen de los electrones, conforme a la teoría más aceptada respecto del origen del universo, apunta
a que se formaron durante los primeros milisegundos del llamado Big Bang, cuyas temperaturas
superaban los 1010 K, suficientes para formar pares de positrones (e+) – electrones (e-) que se
aniquilaban los unos a los otros al tener carga eléctrica contraria.
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Por razones desconocidas, el número de estos últimos fue muy superior al de sus contrarios, pudiendo
así sobrevivir para empezar a ser atraídos por los primeros protones cuando el universo se hubo ya
enfriado lo suficiente, formando así los átomos más elementales de la naturaleza.
La cantidad de electrones en los átomos de la materia determina que ésta tenga una carga neutra
(equilibrio entre protones y electrones), positiva (escasez de electrones) o negativa (exceso de
electrones).
Al mismo tiempo, existen electrones “libres” que pueden desplazarse de un átomo a otro de la materia,
generando así flujos eléctricos o campos magnéticos, dependiendo de la temperatura a la que se
encuentren. Esto permite la creación de electricidad, empleando materiales de campo magnético
variable, que se conocen como materiales conductores.
Características de un electrón
Los electrones pertenecen a un tipo de partículas fundamentales llamados leptones, que serían las
partículas mínimas que componen toda la materia, incluso los protones y neutrones.
Así, los electrones son los leptones con carga eléctrica de menor masa del conjunto, y pertenecen a
la primera generación de partículas fundamentales (la segunda generación la constituyen las
partículas muon y tau).
Protón
El protón es un tipo de partícula subatómica, es decir, una de las partículas mínimas que constituyen
al átomo. Pertenece a la familia de los fermiones y está dotado de carga eléctrica positiva.
Toda la materia está hecha de átomos, y éstos a su vez de tres tipos de partículas, dotadas de carga
eléctrica diferente: los electrones (carga negativa), los neutrones (carga neutra) y los protones (carga
positiva).
Durante mucho tiempo se pensó que el protón era un tipo fundamental de partícula, es decir, que no
se lo podía dividir. Sin embargo, hoy existe sólida evidencia que sugiere que está compuesto de
quarks.
En todo caso, el protón es una partícula subatómica estable, contrapartida del electrón. A diferencia
de este último, que orbita alrededor del núcleo del átomo, los protones se encuentran contenidos en
el núcleo atómico junto a los neutrones, aportando la mayor parte de la masa atómica.
Cada protón está formado por dos quarks «arriba» y un quark «abajo».
Los protones son partículas compuestas estables, mucho más masivos que un electrón (1836 veces)
y dotados de una carga elemental positiva de 1 (1,6 x 10-19 C). Se encuentran compuestos por tres
partículas elementales o quarks: dos “up” (arriba) y uno “down” (abajo). Su vida media es superior a
1035 años, momento a partir del cual son susceptibles de descomponerse.
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Los protones poseen, como otras partículas subatómicas, un espín propio, o sea, un momento angular
intrínseco e invariable, que en este caso es de ½. Esta propiedad resulta particularmente útil para las
resonancias magnéticas nucleares y otro tipo de aplicaciones tecnológicas modernas.
Nucleones
Dado que suelen hallarse normalmente en el núcleo atómico, los protones y los neutrones son
conocidos como “nucleones”. Los electrones, en cambio, orbitan alrededor de ellos de manera más o
menos dispersa.
Los nucleones se hallan unidos entre sí por las fuerzas nucleares fuertes, que sólo en casos de átomos
particularmente grandes (como el Uranio) pueden ceder ante otras fuerzas, como la electromagnética.
Los nucleones constituyen el mayor porcentaje de la masa de un átomo cualquiera, y determinan por
lo tanto la diferencia entre un elemento químico y el otro: por ejemplo, el átomo de hidrógeno posee
únicamente un protón en su núcleo, mientras que el de helio posee dos protones y uno o dos neutrones,
dependiendo del isótopo específico.
Número atómico
En la tabla periódica puede observarse el número atómico de cada elemento.
El número atómico (Z) indica cuántos protones posee un tipo de átomo en su núcleo. Cada elemento
químico posee un número atómico diferente, aunque su comportamiento químico está más bien
determinado por el número de electrones que orbiten en torno a su núcleo.
Así, por ejemplo, el cloro (Cl) posee 17 protones en su núcleo, de modo que su número atómico es
17. Este número no varía nunca, ni siquiera entre los isótopos (versiones) de un mismo átomo, ya que
estos se diferencian entre sí únicamente por el número de neutrones en su núcleo.
Neutrón
Un neutrón es un tipo de partícula subatómica, o sea, de las partículas que componen los átomos de
la materia, presente en el núcleo de algunos átomos y dotada de una carga eléctrica neutra (0). Todos
los átomos del universo se componen de neutrones, protones (de carga eléctrica positiva) y electrones
(de carga eléctrica negativa).
Los neutrones se hallan ordinariamente en el núcleo de la mayoría de los átomos (todos excepto el
hidrógeno), junto a los protones. Se mantienen allí unidos por fuerzas nucleares fuertes, mientras que
los electrones danzan alrededor en distintas órbitas. Por ese motivo se les conoce a protones y
neutrones como nucleones.
Cuando se encuentran en el núcleo atómico, los neutrones son estables y duraderos, pero cuando se
hallan por fuera, en estado libre, poseen una vida media de 879,4 segundos, antes de descomponerse
en un protón, un electrón y antineutrino electrónico. Esto es lo que ocurre a menudo en el interior de
las plantas nucleares, en donde hay una alta concentración de neutrones libres.
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Sin embargo, los neutrones libres pueden emplearse para otro tipo de funciones, convenientes al ser
humano. Por ejemplo, se utiliza para la penetración y visualización de materiales, mediante su
emisión controlada.
También son empleados en la fisión nuclear, es decir, la ruptura del núcleo atómico al bombardearlo
con neutrones libres, provocando así reacciones que liberan enorme cantidad de energía. Esto, desde
luego, entraña muchos peligros, ya que la emisión descontrolada de neutrones puede dañar la
estructura de las proteínas básicas de los seres vivientes (radiación ionizante).
Fisión nuclear
La fisión nuclear es una forma de ruptura del átomo, específicamente de átomos de materiales pesados
como es el uranio (U) y sus isótopos estables.
Este procedimiento consiste en bombardear el núcleo del uranio con neutrones rápidos, logrando así
su escisión y la liberación de energía, y junto a ella de nuevos neutrones libres, en una reacción en
cadena capaz de generar altos niveles de energía aprovechable.
Cuando esta reacción ocurre en un entorno controlado, puede aprovecharse para generar electricidad
mediante turbinas y destinarla a usos humanos, tal y como ocurre en el interior de las plantas
nucleares. La energía nuclear es relativamente segura y bastante rentable, pero entraña ciertos riesgos
ya que subproduce elementos tóxicos (radiactivos).
Por el contrario, cuando esta reacción se da de modo descontrolado, estamos en presencia de una
bomba atómica, una de las invenciones bélicas más destructivas que el ser humano haya podido
concebir, tal y como las que arrojó el gobierno estadounidense sobre las ciudades japonesas de
Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial.
Elemento químico
Un elemento químico es cada una de las formas fundamentales de la materia. Se presenta siempre
como átomos de un mismo y único tipo, y que por lo tanto no pueden ser descompuestas en sustancias
más simples todavía.
Los átomos de los distintos elementos químicos son, entonces, distintos entre sí, pero iguales a sí
mismos. Es decir que un átomo de hidrógeno (H) y otro de oxígeno (O), por ejemplo, se diferencian
el uno del otro en, primero que nada, la cantidad de protones que poseen un su núcleo (o sea, su
número atómico): el hidrógeno posee uno solo (1), mientras que el oxígeno posee ocho (8).
Por otro lado, todos los átomos de hidrógeno son idénticos entre sí, y todos los de oxígeno son
idénticos también. La excepción a este principio son los isótopos atómicos: variantes de cada
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elemento que poseen propiedades distintas, dado que algunos son más masivos o más estables que
otros, pero no lo bastante distintos como para constituir un elemento diferente.
Por ejemplo, el hidrógeno tiene tres isótopos: el hidrógeno ligero (11H), el más abundante; el deuterio
(21H), que presenta un neutrón adicional; y el tritio (T), que posee dos neutrones adicionales.
Cuando ocurre una reacción química entre dos o más sustancias, son sus elementos químicos los que
se intercambian, constituyendo nuevos lazos atómicos y formando así nuevas formas de materia. Es
decir que todo lo que existe está compuesto por combinaciones de los mismos elementos.
Molécula
Se entiende por una molécula a un conjunto organizado e interrelacionado de átomos de diversa
naturaleza, ya sean de un mismo elemento químico o de muchos elementos diferentes, mediante
enlaces químicos que dan como resultado un conjunto estable y por lo general eléctricamente neutro.
Una molécula es además el segmento más pequeño en que puede dividirse una sustancia química sin
desnaturalizarla, es decir, sin que pierda sus propiedades físicas y químicas específicas.
De la estructura de una molécula y del grado de compresión que existe entre sus átomos
constituyentes, dependerá si la sustancia es en efecto un sólido (poca separación entre moléculas), un
líquido (separación mediana, flexible) o un gas (mucha separación entre moléculas).
Este tipo de estructuras atómicas son sumamente comunes en la química orgánica y en la constitución
de los gases atmosféricos. Sin embargo, no todo está compuesto de moléculas: la mayoría de los
metales y minerales de la corteza terrestre se juntan con otros o entre sí formando iones, es decir,
uniones atómicas cargadas eléctricamente.
El estudio de las moléculas y su nomenclatura no sólo comprende la cantidad de átomos que las
componen y las propiedades que presentan, sino también su comprensión a partir de un modelo
tridimensional de uniones y estructuras. Dos moléculas distintas pueden presentar el mismo número
de átomos del mismo tipo, pero al estar articulados de modo diferente, constituir una sustancia
enteramente distinta.
Compuesto
La palabra compuesto proviene del latín composĭtus, podemos hablar de que algo está “compuesto
de” para señalar qué cosas conforman algo, y en la materia de la química, un compuesto es una
sustancia que está formada por dos elementos de la tabla periódica o todavía más.
Los compuestos tienen una fórmula química. Un compuesto está conformado por moléculas o iones
que tienen una determinada carga (positiva en el caso de protones o negativa en el de los electrones)
y enlaces. Los elementos que conforman un compuesto no pueden separarse con ningún tratamiento
o proceso físico, sino solo con uno químico. Para nombrar un caso, podemos dar como ejemplo el
ácido fluorhídrico, el cual está compuesto por un átomo de flúor y uno de hidrógeno.
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sustancias químicas
Se entiende por sustancia química o especie química a un tipo de materia que es químicamente
homogénea y definida, o sea, que posee una composición química fija. Dependiendo del contexto,
pueden ser sinónimos de las sustancias simples (opuestas a sustancias compuestas), formadas por
átomos de un único tipo.
Tienen la característica de que sus partículas no pueden separarse mediante ningún mecanismo físico.
Sin embargo, pueden sufrir cambios físicos, químicos o físico-químicos, cuando se las somete a las
condiciones o reacciones apropiadas.
Las sustancias químicas fueron de interés para el ser humano desde que se dio a la tarea de explorar
la naturaleza de las cosas, especialmente la composición de la materia, identificando lo que en su
momento pensaba que eran las formas indivisibles o fundamentales de la materia. Sin embargo, desde
los antiguos griegos hasta la química moderna, se ha podido finalmente entender cuándo algo es
químicamente puro y cuándo está compuesto por otras sustancias identificables.
No debe confundirse nunca una sustancia química con una mezcla de cualquier tipo.
Las sustancias químicas pueden ser de dos tipos, como se dijo antes:
Sustancias simples: A veces referidas como “sustancias”, se trata de formas indivisibles de la materia,
compuestas por un número determinado de moléculas de un mismo elemento químico, es decir,
materia químicamente “pura”.
Sustancias compuestas: Estas formas de la materia, en cambio, se componen de dos o más sustancias
simples, o sea, están químicamente constituidas por diversos elementos, formando una estructura
estable y fija. Usualmente se los conoce como “compuestos químicos”.
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Sustancias inflamables: Se llama así a las que son capaces de producir grandes cantidades de calor,
es decir, que pueden desatar incendios, una vez que se encuentren con el reactivo adecuado.
Sustancias explosivas. Aquellas sustancias que, en presencia de ciertos elementos o frente a
movimientos repentinos que ocasionen la pérdida momentánea de su estabilidad, reaccionan
exotérmicamente, o sea, generando grandes y repentinas cantidades de calor y energía, pudiendo
quemar y/o violentar lo que se halle a su alrededor.
Sustancias corrosivas: Sustancias de pH extremo (básico o ácido) que en contacto con la materia
orgánica ocasionan reacciones exotérmicas focalizadas, produciendo así quemaduras químicas, o en
casos extremos desintegrando la materia orgánica que toquen.
Sustancias tóxicas: Aquellas que reaccionan de manera nociva con las sustancias que componen el
cuerpo, desencadenando en él reacciones que atentan contra la estabilidad de la vida, o sea,
envenenándolo. Dependiendo de la sustancia y la concentración, el nivel de daño puede ser focalizado
o general, inmediato o paulatino, y puede contrarrestarse mediante un antídoto, o no.
Sustancias radiactivas: Se trata de materia atómicamente inestable, que emite cantidades de rayos
gamma o de neutrones libres constantemente, alterando la constitución química de las sustancias
alrededor (radiación ionizante). Son capaces de envenenar a los seres vivos y de causarles no sólo
quemaduras, sino mutaciones genéticas impredecibles.
Sustancias mutagénicas: Aquellas que alteran directamente el ADN de los seres vivos, desatando
mutaciones impredecibles que pueden derivar en numerosas enfermedades, e incluso transmitirse a
la descendencia.
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De esa manera, los elementos que se comportan de manera semejante ocupan renglones cercanos, y
se identifican en grupos (columnas, dieciocho en total) y períodos (filas, siete en total). En principio,
toda la materia conocida del universo está compuesta por diversas combinaciones de los elementos
que se encuentran en esta tabla: hasta ahora se conocen 118 elementos.
Los elementos de la Tabla Periódica, además, están representados con sus respectivos símbolos
químicos, y a través de un sistema de colores que indica el estado de agregación del elemento a una
temperatura de 0 °C y una presión de 1 atmósfera: rojo (gaseoso), azul (líquido), negro (sólido) y gris
(desconocido).
La Tabla Periódica es una herramienta fundamental para la química, la biología y otras ciencias
naturales, que se actualiza con el pasar de los años, conforme aprendemos más sobre los patrones de
la materia y las relaciones entre los elementos.
En 1871 Mendeléyev publicó una segunda versión de la Tabla Periódica, agrupando los elementos
según rasgos comunes en columnas y grupos, enumeradas las primeras del I al VIII conforme al
estado de oxidación del elemento. La versión contemporánea de la misma vendría a manos del
americano Horace Groves Deming en 1923, ya con 18 columnas identificadas.
Grupo 1 (IA)
Los metales alcalinos: hidrógeno (H), litio (Li), sodio (Na), potasio (K), rubidio (Rb), cesio (Cs),
francio (Fr).
Grupo 2 (IIA)
Los metales alcalinotérreos: berilio (Be), magnesio (Mg), calcio (Ca), estroncio (Sr), bario (Ba), radio
(Ra).
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Grupo 3 (IIIB)
La familia del escandio (Sc), que incluye al Itrio (Y), a las tierras raras: lantano (La), cerio (Ce),
praseodimio (Pr), neodimio (Nd), prometio (Pm), samario (Sm), europio (Eu), gadolinio (Gd), terbio
(Tb), disprosio (Dy), holmio (Ho), erbio (Er), tulio (Tm), iterbio (Yt), lutecio (Lu); y también a los
actínidos: actinio (Ac), torio (Th), protactinio
(Pa), uranio (U), neptunio (Np), plutonio (Pu), americio (Am), curio (Cm), berkelio (Bk), californio
(Cf), einstenio (Es), fermio (Fm), mendelevio (Md), nobelio (No) y lawrencio (Lr).
Grupo 4 (IVB)
La familia del titanio (Ti), que incluye el circonio (Zr), hafnio (Hf) y rutherfordio (Rf), este último
sintético y radiactivo.
Grupo 5 (VB)
La familia del vanadio (V): niobio (Nb), tántalo (Ta) y dubnio (Db), este último sintético.
Grupo 6 (VIB)
La familia del cromo (Cr): molibdeno (Mb), wolframio (W) y seaborgio (Sg), este último sintético.
Grupo 7 (VIIB)
La familia del manganeso (Mn): el renio (Re) y los sintéticos tecnecio (Tc) y bohrio (Bh).
Grupo 8 (VIIIB)
La familia del hierro (Fe): rutenio (Ru), osmio (Os) y el sintético hassio (Hs).
Grupo 9 (VIIIB)
La familia del cobalto (Co): rodio (Rh), iridio (Ir) y el sintético meitneiro (Mt).
Grupo 10 (VIIIB)
La familia del níquel (Ni): paladio (Pd), platino (Pt) y el sintético darmstadtio (Ds).
Grupo 11 (IB)
La familia del cobre (Cu): plata (Ag), oro (Au) y el sintético roentgenio (Rg).
Grupo 12 (IIB)
La familia del zinc (Zn): cadmio (Cd), mercurio (Hg) y el sintético ununbio (Uub).
Grupo 13 (IIIA)
Los térreos: boro (Br), aluminio (Al), galio (Ga), indio (In), talio (Tl) y el sintético ununtrio (Uut).
Grupo 14 (IVA)
Los carbonoideos: carbono (C), silicio (Si), germanio (Ge), estaño (Sn), plomo (Pb) y el sintético
ununquadio (Uuq).
Grupo 15 (VA)
Los nitrogenoideos: nitrógeno (N), fósforo (P), arsénico (As), antimonio (Sb), bismuto (Bi) y el
sintético ununpentio (Uup).
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Grupo 16 (VIA)
Los calcógenos o anfígenos: oxígeno (O), azufre (S), selenio (Se), teluro (Te), polonio (Po) y el
sintético ununhexio (Uuh).
Grupo 17 (VIIA)
Los halógenos: flúor (F), cloro (Cl), bromo (Br), yodo (I), astato (At) y el sintético ununseptio (Uus).
Grupo 18 (VIIIA)
Los gases nobles: helio (He), neón (Ne), argón (Ar), kriptón (Kr), xenón (Xe), radón (Rn) y el
sintético ununoctio (Uun).
Ley periódica
Es la base de la tabla periódica y establece que las propiedades físicas y químicas de los elementos
químicos tienden a repetirse de forma sistemática conforme aumenta el número atómico.
En el siglo XVIII se conocieron numerosos nuevos elementos, considerándose los más importantes
los gases, con el desarrollo de la química neumática: oxígeno (O), hidrógeno (H) y nitrógeno (N).
También se consolidó en esos años la nueva concepción de elemento, que condujo a Antoine
Lavoisier a escribir su famosa lista de sustancias simples, donde aparecían 33 elementos.
A principios del siglo XIX, la aplicación de la pila eléctrica al estudio de fenómenos químicos condujo
al descubrimiento de nuevos elementos, como los metales alcalinos y alcalino-térreos, sobre todo
gracias a los trabajos de Humphry Davy. En 1830 ya se conocían 55 elementos. Posteriormente, a
mediados del siglo XIX, con la invención del espectroscopio, se descubrieron nuevos elementos,
muchos de ellos nombrados por el color de sus líneas espectrales características: cesio (Cs, del latín
caesĭus, azul), talio (Tl, de tallo, por su color verde), rubidio (Rb, rojo), etc.
La semejanza de las propiedades físicas y químicas de ciertos elementos sugirió a los científicos del
siglo XIX la posibilidad de ordenarlos sistemáticamente o agruparlos de a acuerdo con determinado
criterio.
Johann Wolfgang Döbereiner (1780-1849) profesor de Química en la Universidad de Jena, hizo uno
de los primeros intentos de clasificación de los elementos, cuando en 1817 mostró que el estroncio
tenía una masa atómica aproximadamente igual a la media aritmética de las masas atómicas del calcio
(Ca) y del Bario (Ba), elementos similares a él.
Otros químicos como: Pettenkofer, Dumas, Lenssen, Gladstone contribuyeron también a buscar
relaciones entre diferentes elementos. Odling incluyó más de tres elementos en algún grupo y
encontró cierta analogía entre los primeros elementos de cuatro grupos contiguos como carbono(C),
nitrógeno(N), oxígeno(O) y flúor(F) cuya diferencia de pesos atómicos era menor que la que había
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entre dos elementos del mismo grupo. Incluso Kremers sugirió que algunos elementos podían
pertenecer a dos triadas diferentes perpendiculares una a la otra. Sin embargo, debido al número
limitado de elementos conocidos y a la confusión existente en cuanto a la distinción entre masas
atómicas y masas moleculares, los químicos no captaron el significado de las triadas de Döbereiner.
La importancia del trabajo de Döbereiner radica en que fue el 1° intento de clasificación de los
elementos. En su época eran muy pocos los elementos conocidos y los valores de los pesos atómicos
todavía estaban en discusión. Esto fue el inicio de la cuadrícula que posteriormente Newlands, Odling,
Meyer y el mismo Mendeleiev utilizaron hasta llegar a la clasificación periódica algunos años más
tarde.
El desarrollo del espectroscopio en 1859 por los físicos alemanes Robert Wilhelm Bunsen y Gustav
Robert Kirchhoff, hizo posible el descubrimiento de nuevos elementos. En 1860, en el primer
congreso químico internacional celebrado en el mundo, el químico italiano Stanislao Cannizzaro puso
de manifiesto el hecho de que algunos elementos (por ejemplo el oxígeno) poseen moléculas que
contienen dos átomos. Esta aclaración permitió que los químicos consiguieran una 'lista' consistente
de los elementos.
Estos avances dieron un nuevo ímpetu al intento de descubrir las interrelaciones entre las propiedades
de los elementos. En 1862, el geólogo y profesor de l'Ecole de Mines de Paris (Escuela de Minas de
París) Alexander Emile Beguyer de Chancourtois, envió a la Academie de Sciences de Paris
(Academia de Ciencias de París) un informe donde proponía una clasificación de los elementos
químicos colocados sobre la superficie de un cilindro, cuya circunferencia estaba dividida en 16 partes
iguales, tomando como base la masa atómica del oxígeno que es 16.
Los elementos se disponían sobre una línea diagonal formando un ángulo de 45 º con la horizontal,
dibujando una espiral de la misma forma que las hélices de un tornillo y estaban ordenados según su
peso atómico creciente (expresados en números enteros), de manera que los que tenían propiedades
parecidas se situaban en una misma línea vertical, evidenciando una cierta periodicidad entre los
elementos de la tabla.
Chancourtois observó la estrecha semejanza existente entre los elementos situados en la misma linea
vertical, separados por 16 unidades de masa atómica, el análisis realizado evidenció que este científico
francés fue el primero en darse cuenta de que las propiedades de los elementos eran una función de
su peso atómico. El sistema era más complejo pues también incluía compuestos (óxidos, amoníaco,)
y aleaciones. Además el esquema resultaba complicado técnicamente de imprimir por lo que en su
comunicación no se incluyó. Probablemente este hecho influyó en que su propuesta no fue demasiado
conocida.
Dos años más tarde (1864), el químico inglés John Alexander Reina Newlands (1838-1898) dio
cuenta a la Sociedad de Química Inglesa, que cuando los elementos químicos, se disponen en orden
creciente de sus masas atómicas y en grupos de siete elementos, las propiedades del octavo elemento
químico se parecen a la del primero, las del noveno son semejantes a las del segundo y así
sucesivamente (los gases nobles no habían sido aun descubiertos), de manera que cada uno tenía
propiedades similares al octavo elemento posterior.
Newlands llamó a estas series ley de las octavas por su analogía con los siete intervalos de la escala
musical, Newlands dividió los elementos en períodos y familia; los períodos los constituían los siete
elementos consecutivos según su masa atómica y en las familias agrupó a los elementos químicos con
características similares.
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Esta ley no puede aplicarse a los elementos más allá del Calcio porque dejaba de cumplirse. El
descubrimiento de elementos nuevos podía cuestionar la tabla que parecía cerrada, esta clasificación
se considero insuficiente, y no impresionó a sus contemporáneos, probablemente porque la
periodicidad observada sólo se limitaba a un pequeño número de los elementos conocidos. Su
propuesta fue rechazada por la comunidad científica que lo menospreció y ridiculizó (hasta que 23
años más tarde fue reconocido por la Royal Society, que concedió a
Newlands su más alta condecoración, la medalla Davy). A pesar de esto era la primera vez que se
utilizaba una secuencia de masas atómicas y la tabla periódica comienza a ser diseñada.
Si bien el trabajo de Newlands fue incompleto, resultó de importancia, ya que puso en evidencia la
estrecha relación existente entre los pesos atómicos de los elementos y sus propiedades físicas y
químicas.
En 1869 habían muchas de las piezas del rompecabezas de los elementos químicos, el químico ruso
Dimitri Ivanovich Mendeléiev, era consciente del trabajo de Newlands, pero no le gustaba la manera
en que lo expresaba. En particular, detestaba la forma en que algunos elementos parecían haber sido
metidos con calzador para mantener la impresión de periodicidad. Él se dio cuenta de que clasificando
los elementos según sus masas atómicas se veía aparecer una periodicidad en lo que concierne a
ciertas propiedades de los elementos y que esas propiedades tenían que dar respuesta a una ley
periódica que aun no se conocía.
Al aumentar el número atómico la composición de los óxidos de los elementos químicos se repite
cada cierta cantidad de elementos químicos. Mendeléiev comprobó que esto, no solo se cumplía para
los áxidos, sino también para otros compuestos y para las propiedades químicas de las sustancias, lo
que le llevó a la conclusión siguiente: “las propiedades de las sustancias simples, así como también
de la composición y propiedades de los compuestos de los diferentes elementos químicos, se
encuentran en dependencia periódica con la magnitud de sus masas atómicas”, es decir “Las
propiedades de los cuerpos simples así como las formas y propiedades de los compuestos de los
elementos se encuentran en dependencia periódica de los pesos atómicos de los elementos”.
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La ley periódica surgió de forma totalmente empírica y antes de conocerse sus fundamentos sus
descubridores y los que contribuyeron a su primitivo desarrollo nada sabían de electrones, protones
o neutrones, ni de número atómico y estructura atómica. Sin embargo esto no fue un inconveniente
para su inmediata utilización como norma de búsqueda de elementos desconocidos, y como principio
organizado de la creciente multitud de hechos químicos. En este sentido la ley periódica y la |tabla
periódica contribuyeron notablemente al desarrollo de la química durante medio siglo.
El sistema periódico de los elementos es expresión de la ley periódica, Mendeléiev, ordenó los
elementos de acuerdo a su masa atómica y situó en una misma columna a aquellos que tenían algo en
común. Su tabla, presentada en 1869, se basó en la variación manual de las propiedades químicas. La
aceptación universal del la clasificación de Mendeleiev puede considerarse como un verdadero
renacimiento del pensamiento químico. Por
primera vez fueron relacionadas en un esquema lógico las variaciones de las propiedades de los
elementos y sus compuestos, y dejó de ser necesario tratar un elemento como una individualidad
totalmente desligada y sin relación con sus vecinos.
La clave del éxito de sus esfuerzos fue comprender que los intentos anteriores habían fallado porque
todavía quedaba un cierto número de elementos por descubrir, y había que dejar los huecos para esos
elementos en la tabla. Por ejemplo, aunque no existía ningún elemento conocido hasta entonces con
una masa atómica entre la del calcio(Ca) y la del titanio(Ti), Mendeléiev le dejó un sitio vacante en
su sistema periódico. Este lugar fue asignado más tarde al elemento escandio, descubierto en 1879,
que tiene unas propiedades que justifican su posición en esa secuencia. El descubrimiento del
escandio sólo fue parte de una serie de verificaciones de las predicciones basadas en la ley periódica,
y la validación del sistema periódico aceleró el desarrollo de la química inorgánica.
El sistema periódico ha experimentado dos avances principales desde su formulación original por
parte de Mendeléiev y Meyer La primera revisión extendió el sistema para incluir toda una nueva
familia de elementos cuya existencia era completamente insospechada en el siglo XIX. Este grupo
comprendía los tres primeros elementos de los gases nobles o inertes, argón, helio y neón,
descubiertos en la atmósfera entre 1894 y 1898 por el físico británico John William Strutt y el químico
británico William Ramsay.
El sistema periódico como indicó Mendeléiev, en 1889, no solo esperaba nuevas aplicaciones, sino
también perfeccionamientos, un desarrollo minucioso y unas nuevas fuerzas científicas que lo
impulsaran y añadió, en 1905, después de haber sido descubiertos los gases nobles “… a la ley
periódica el futuro no lo amenaza con la destrucción, sino que solo promete superestructuras y
desarrollo”.
Después de realizadas las correciones de masas atómicas y después del descubrimiento de nuevos
elementos que fueron ocupando las casillas vacías de la tabla de Mendeliev, persistían, sin embargo,
algunas anomalías en la tabla periódica.
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Por ejemplo:
a) El níquel (Ni), que se parece más al paladio (Pd) y al platino (Pt), y debe quedar en el mismo grupo,
tiene una masa atómica menor que el cobalto (Co), no debiendo situarse antes que esté en la tabla.
b) El argón (Ar), que pertenece por sus propiedades al grupo de los gases nobles, tiene una masa
atómica superior a la del potasio (K) que debe seguirle en orden sucesivo en la tabla.
c) El teluro (Tl) que tiene una masa atómica superior al yodo (I) es muy semejante al azufre (S) y al
selenio (Se), y debe estar antes que el yodo para encajar en el grupo del oxígeno (O).
De acuerdo con todo esto se hizo evidente que la masa atómica creciente es un criterio de
ordenamiento imperfecto para la estructuración de la tabla periódica.
Realmente las causas de estas anomalías están en que las masas atómicas son las masas promedio de
las mezclas de isótopos que constituyen cada elemento y están en relación con las cantidades relativas
de cada clase de átomo en la mezcla isotópica. Es decir, que la masa atómica no es una propiedad de
clase de átomo, sino del elemento o conjunto de átomos de igual carga nuclear. La masa atómica
depende de la abundancia de cada isótopo en la mezcla y varía de acuerdo con esto para cada
elemento.
La siguiente etapa importante en el desarrollo de la ley periódica, está vinculada con los trabajos de
Moseley, quien, en 1912, estudiando los espectros de rayos X, descubrió que las líneas características
de los espectros de rayos X de los distintos elementos variaban su frecuencia en una cantidad
constante al pasar de un elemento al siguiente en la tabla periódica.
En 1913 Moseley encontró que experimentalmente la carga nuclear (Z) es una constante física de los
átomos y que está íntimamente relacionada con su estructura, siendo igual al número atómico.
A partir del descubrimiento de la ley de Moseley, la tabla periódica tiene como fundamento la carga
nuclear y no el peso atómico. Este cambio de interpretación de la ley periódica no puede sugerir
ninguna objeción de principio, puesto que la precisión de los postulados generales sobre la base de
nuevos datos experimentales es una condición indispensable para el desarrollo de la ciencia.
“Las propiedades físicas y químicas de los elementos son funciones de las configuraciones
eslectrónicas de sus átomos, las cuales varían periódicamente al aumentar el número atómico”,
postulado conocido como la Ley periódica de Moseley.
Es decir, las propiedades de los elementos varían periódicamente cuando se ordenan según sus cargas
nucleares y cada cierto número de elementos las propiedades se repiten.
Configuración electrónica
La configuración electrónica es el modo en el cual los electrones están ordenados en un átomo.
Como los electrones son fermiones están sujetos al principio de exclusión de Pauli, que dice que dos
fermiones no pueden estar en el mismo estado cuántico a la vez. Por lo tanto, en el momento en que
un estado es ocupado por un electrón, el siguiente electrón debe ocupar un estado mecanocuántico
diferente.
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En un átomo, los estados estacionarios de la función de onda de un electrón (los estados que son
función propia de la ecuación de Schrödinger HΨ = EΨ en donde H es el hamiltoniano) se denominan
orbitales, por analogía con la clásica imagen de los electrones orbitando alrededor del núcleo;
matemáticamente, sin embargo el orbital, lejos de la concepción planetaria del átomo, es la zona del
espacio que rodea a un núcleo atómico donde la probabilidad de encontrar un electrón es máxima.
Estos estados tienen cuatro números cuánticos: n, l, ml y ms, siendo los dos primeros los más
importantes. El principio de exclusión de Pauli, afirma, en resumen que no puede haber dos electrones
en un mismo átomo con los cuatro valores de los números cuánticos iguales.
El segundo número cuántico l corresponde al momento angular del estado. Estos estados tienen la
forma de armónicos esféricos, y por lo tanto se describen usando polinomios de Legendre. A estos
subniveles, por razones históricas, se les asigna una letra, y hacen referencia al tipo de orbital (s, p,
d, f):
Máximo número de
Valor de l Letra
electrones
0 s 2
1 p 6
2 d 10
3 f 14
4 g 18
Se suele emplear una regla mnemotécnica consistente en hacer una tabla en donde en la primera
columna se escribe 1s, 2s, 3s,..., en la segunda columna, saltándose una fila, 2p, 3p,... y así
sucesivamente. Los primeros niveles que se van llenando con electrones son los que quedan más a la
derecha y arriba de la tabla, como indica el sentido de las flechas en el diagrama:
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Llenado de orbitales: 1s2 2s2 2p6 3s2 3p6 4s2 3d3 (2 + 2 + 6 + 2 + 6 + 2 + 3 = 23)
donde el primer número es el número cuántico principal, la letra es el segundo (tipo de orbital) y el
superíndice es el número de electrones que están en ese nivel. Sumando el número de electrones
presente en cada orbital, obtenemos el número de electrones del elemento (23); como puede
apreciarse en este caso, el último orbita d no está lleno, sólo hay tres electrones de 10 posibles.
Notación.
En la práctica, para simplificar la notación, los niveles de energía completos se indican con la
referencia al gas noble correspondiente (el de número atómico inmediatamente menor) al que se añade
la distribución de electrones en el nivel no completo. En el caso del vanadio:
Así, el cobre tiene una estructura electrónica 4s13d10 en vez de la esperada 4s23d9. La razón de ello es
que a las fuerzas de atracción entre los protones del núcleo y los electrones, se añade la interferencia
de las capas electrónicas interiores que resulta en una desviación de los niveles de energía del último
electrón añadido y por tanto una configuración electrónica más estable distinta de la esperada.
Conforme se baja en un grupo de elementos, desde el más ligero al más pesado, los electrones más
externos, en niveles de energía más altos, y que por tanto es más fácil que participen en las
reacciones químicas, están en el
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mismo orbital, con una forma parecida, pero con una energía y distancia al núcleo mayores. Por
ejemplo, el carbono y el plomo tienen cuatro electrones en sus orbitales más externos.
Debido a la importancia de los niveles energéticos más exteriores, las distintas regiones de la tabla
periódica se dividen en bloques, llamándolas según el último nivel ocupado: bloque s, bloque p,
bloque d y bloque f.
Estructuras de Lewis
Estructura de la molécula en la que los electrones de valencia se representan como puntos situados
entre los átomos enlazados, de forma que un par de puntos representa un enlace covalente simple
(generalmente se representa por una línea). Un enlace doble se representa por dos pares de puntos,
etc. Los puntos que representan electrones de no enlace se colocan adyacentes a los átomos a los
que están asociados, pero no entre átomos. Se asignan cargas formales (+, -, 2+, etc.) a los átomos
para indicar la diferencia entre la carga nuclear positiva (número atómico) y el número total de
electrones (sobre la base formal de que los electrones de un enlace están compartidos igualmente
entre los átomos que enlazan).
2. Situar los átomos en sus posiciones relativas y dibujar una línea representando un enlace
simple de dos electrones entre los átomos que se hallan unidos.
3. Distribuir el resto de electrones por parejas entre los átomos unidos al central hasta un total
de 8 electrones (excepto para el hidrógeno). Si sobran electrones se situarán en el átomo
central.
6. Para los átomos centrales a partir del segundo periodo mover pares de electrones de no
enlace adicionales a posiciones de enlace hasta que la carga formal del átomo central sea
uno o cero.
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La denominación “regla del octeto” surgió en razón de la cantidad establecida de electrones para la
estabilidad de un elemento, o sea, el átomo queda estable cuando presenta en su capa de valencia 8
electrones.
Para alcanzar tal estabilidad sugerida por la regla del octeto, cada elemento precisa ganar o perder
(compartir) electrones en los enlaces químicos, de esa forma ellos adquieren ocho electrones en la
capa de valencia.
Ejemplo:
Veamos que los átomos de oxígeno se enlazan para alcanzar la estabilidad sugerida por la regla del
octeto. Los diferentes colores de electrosfera mostrados en la figura nos ayudan a interpretar lo
siguiente:
1 – Átomos de Oxigeno poseen seis electrones en la capa de valencia (anillo externo en la figura)
2 – Para volverse estables precisan contar con ocho electrones. ¿Y cómo lo logran entonces?
Comparten dos electrones (indicado en la unión de los dos anillos), formando una molécula de gas
oxígeno (O2)
La justificativa para esta regla es que las moléculas o iones, tienden a ser más estables cuando la
capa de electrones externa de cada uno de sus átomos está llena con ocho electrones (configuración
de un gas noble).
Es por ello que los elementos tienden siempre a formar enlaces en la búsqueda de tal estabilidad.
Berilio (Be)
Es una excepción a la regla del Octeto porque es capaz de formar compuestos con dos enlaces
simples, siendo así, se estabiliza con apenas cuatro electrones en la capa de valencia.
Como el hidrógeno (H) precisa ceder dos electrones para realizar el enlace (H ― Be ― H), el
átomo de Berilio (Be) comparte sus electrones y alcanza la estabilidad.
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Química
Aluminio (Al)
Es una excepción a la regla del octeto porque alcanza la estabilidad con seis electrones en la capa de
valencia. El átomo de aluminio tiende a donar sus electrones y así puede formar tres enlaces simples
con otros átomos.
En este caso, el Aluminio (Al) formó tres enlaces con tres átomos de Fluor (F)
Boro (B)
Forma sustancias moleculares con tres enlaces simples.
Fijémonos que el Boro (B) tiene la tendencia de donar sus electrones para los átomos de Flúor (F),
este si obedece a la regla del Octeto, necesitando sus ocho electrones en la capa de valencia. Como
el Boro cede sus electrones, el Flúor se estabiliza con el Octeto formado.
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Química
Reacción química
Una reacción es el efecto de una cierta acción. Química, por otra parte, es el nombre que recibe la
ciencia orientada al análisis de la composición, las propiedades y los cambios de la materia. Con estos
conceptos en claro, podemos avanzar con la definición de reacción química. Esta noción se refiere a
las alteraciones que, por diversos factores, pueden experimentar ciertas sustancias. Una reacción
química, por lo tanto, hace que una sustancia adquiera propiedades diferentes, con cambios en sus
enlaces y su estructura.
Puede entenderse la reacción química, en definitiva, como el proceso que lleva a una sustancia
(denominada reactivo) a transformarse en otra con propiedades que resultan diferentes. A esta
segunda sustancia se la conoce como producto.
Reactivos → Productos
Es importante destacar que, en todas las reacciones químicas, se conserva la masa (la masa de los
productos es igual a la masa de los reactivos) ya que los átomos se reorganizan, pero no se eliminan
ni se crean nuevos.
Uno de los conceptos relacionados con la reacción química es la velocidad de reacción, que se
entiende como la cantidad de sustancia que atraviesa una transformación en una cierta reacción por
cada unidad de tiempo y volumen. Por citar dos ejemplos opuestos, el butano puede transformarse en
fuego a través de una combustión que toma menos de un segundo, mientras que la oxidación del
hierro puede tomar varios años. Existen ciertos factores que repercuten directamente en la velocidad
de reacción, como ser los siguientes:
Concentración:
Según lo expone la teoría de las colisiones (la explicación cualitativa del modo en el cual tienen lugar
las reacciones químicas y de la razón por la cual la velocidad difiere en cada caso) y lo describe la
ley de velocidad (la expresión a través de la cual es posible realizar el cálculo de velocidad de
reacción, y de relacionarla con las concentraciones de los reactivos), a mayor concentración, mayor
velocidad de reacción. A medida que crece la concentración de las sustancias que participan de la
reacción química, también lo hace la frecuencia de colisión (si las partículas reaccionantes no
colisionan, no puede haber reacción).
Presión:
Dado que incrementar la presión es lo mismo que aumentar la concentración de un gas, esto puede
provocar que una reacción gaseosa ocurra más rápidamente. En los casos de reacción en fase
condensada, la repercusión de la presión sólo es significativa cuando su valor es muy alto.
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Química
Naturaleza de la reacción:
En pocas palabras, algunas reacciones químicas tardan menos que otras simplemente por su propia
naturaleza.
Orden:
El grado en el cual la presión o la concentración afectan la velocidad depende del orden de la reacción
química.
Temperatura:
Por lo general, cuando se efectúa una reacción, una temperatura mayor se refleja en un ingreso mayor
de energía en el sistema, por lo cual también aumenta la velocidad. La explicación de dicho fenómeno
reside en que junto con la temperatura aumenta la cantidad de partículas en colisión con la energía
necesaria para una reacción química exitosa.
Reacciones de descomposición
Un compuesto se transforma por acción del calor o de la electricidad en dos o más compuestos.
Reacciones de desplazamiento
Un elemento más activo reemplaza a otro menos activo en un compuesto.
Reacción endotérmica
Una reacción endotérmica es aquella que para efectuarse necesita calor. A temperatura ambiente,
algunas reacciones endotérmicas toman el calor suficiente del medio en que se encuentran, para
producir una disminución de temperatura observable. La reacción se siente “fría al tacto”.
Reacción exotérmica
A las reacciones químicas que liberan calor se les llaman exotérmicas. A temperatura ambiente, el
calor liberado por una reacción química es suficiente para producir un aumento de temperatura que
percibes al tocar el tubo de ensayo o matraz y sentirlo “caliente”. Las moléculas excitadas del vidrio
vibran tan intensamente que al tocarlas pueden lastimar o “quemar” tu piel dependiendo de la cantidad
de calor generado. Una reacción exotérmica es aquella que al efectuarse libera (genera o produce)
calor
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Química
Número de Avogadro
En química, se denomina número de Avogadro o Constante de Avogadro al número de partículas
constituyentes de una sustancia (normalmente átomos o moléculas) que se pueden encontrar en la
cantidad de un mol de dicha sustancia. Dicho en términos más simples, es un factor de proporción
que pone en relación la masa (cantidad de materia) típica de una sustancia y la masa presente en una
muestra de la misma.
Esto resulta fundamental para el conocimiento experimental de la química. Por ejemplo, para generar
1 mol de agua (H2O) deberemos combinar 1 mol de oxígeno (6,022 x 1023 átomos) con 2 moles de
hidrógeno (2 x 6,022 x 1023 átomos).
Fórmula química
Una fórmula química es una expresión gráfica de los elementos que componen un compuesto químico
cualquiera, así como los números y las proporciones de sus átomos respectivos, y en muchos casos
también el tipo de enlaces químicos que los unen. A cada molécula y/o compuesto conocido le
corresponde una fórmula química, así como un nombre a partir de ella y de acuerdo a las reglas de la
nomenclatura química.
Existen diversos tipos de fórmulas químicas, cada uno enfocado en cierto tipo de información, pero
en líneas generales todas sirven para comprender la naturaleza química de las sustancias y para
expresar lo que ocurre durante una reacción química determinada, en la que algunos elementos o
compuestos devienen en otros. Por esa razón, las fórmulas químicas obedecen a un sistema
convencional de representación de los elementos y las moléculas, es decir, a un lenguaje técnico
especializado.
Las fórmulas químicas utilizan los símbolos químicos de los elementos y proporciones lógicas
formales entre ellos, expresados mediante símbolos matemáticos.
Fórmula empírica
nos muestra la proporción entre los átomos de un compuesto químico. A veces puede coincidir con
la fórmula molecular del compuesto. La fórmula empírica se puede usar tanto en compuestos
formados por moléculas como en los que forman cristales y macromoléculas.
Fórmula molecular
es la fórmula química que indica el número y tipo de átomos distintos presentes en la molécula. La
fórmula molecular es la cantidad real de átomos que conforman una molécula. Sólo tiene sentido
hablar de fórmula molecular si el elemento o el compuesto están formados por moléculas; en el caso
de que se trate de cristales, se habla de su fórmula empírica.
Volumen molar
El volumen molar es un concepto que se utiliza en el ámbito de la química. La noción se emplea para
nombrar al volumen ocupado por un mol de una sustancia, utilizándose como unidad de referencia al
metro cúbico por mol. 1 mol = 22.4L.
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Química
Masa molar
La noción de masa molar refiere a la masa de un mol de una cierta sustancia, expresada en gramos.
Relación molar
La relación molar es una relación entre la cantidad de moles de dos especies cualesquiera que
intervengan en una reacción química.
Ácido: sustancia que en disolución acuosa se disocia con formación de iones hidrógeno, H+
Base: sustancia que en disolución acuosa se disocia con formación de iones hidróxido, OH-
La teoría de Arrhenius, si bien ha sido un gran avance, tiene grandes limitaciones, ya que el
comportamiento o ácido se verifica solo en solución acuosa.
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Química
Teoría de Brönsted-Lowry
En el 1923, Brönsted y Lowry, han propuesto paralelamente, una teoría acerca de los ácidos y las
bases que ampliaba la teoria de ácidos y bases propuesta por Arrhenius. Según esta nueva teoria,
llamada justamente teoría de Brönsted-Lowry, una sustancia manifiesta un comportamiento ácido
cuando cede protones (es decir H+) y como base cuando aceptaba protones.
HA + MOH → A- + H2O
Es decir que A-, pudiendo aceptar un H+, y volver a formar el ácido, tiene comportamiento básico
(recordemos que una base es una sustancia que acepta H+). Dado que A- está relacionado con el ácido
inicial HA, se dice que A- es la base conjugada del ácido. Análogamente, una base que acepta un H+
se convierte en su ácido conjugado, ya que podrá perder el protón para volver a convertirse en una
base.
La teoría de Lewis considera ácido a toda especie química que pueda aceptar un par de electrones,
mientras una base sería toda especie química que sea capaz de ceder un par de electrones.
Según Lewis una reacción de neutralización, es una reacción de transferencia electrónica en la que
una sustancia con espacio para alojar electrones, acepta un par de electrones de una base de Lewis.
Un ejemplo de ácido de Lewis es el BF3, mientras un ejemplo de base es el amoniaco (NH3).
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