UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN ANTONIO ABAD
DEL CUSCO
FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES
ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO
ANÁLISIS DEL CUARTO CAPÍTULO DEL
LIBRO EL ALMA DE LA TOGA
ASIGNATURA: DEODONTOLOGIA JURIDICA
DOCENTE: DR. JORGE PAUL ARCE ZANS
ALUMNO: JUBET JARA PACHECO
CÓDIGO: 201394
CUSCO, PERÚ
2021
La moral del abogado
Según nos dice el autor, se presupone que cuando un abogado acepta un caso, es porque
está defendiendo una causa justa, y éste deberá hacer todo lo moralmente y todo lo que
dentro de lo justo cabe, para defenderlo. Pero me pregunto yo, ¿quién decide lo que es
moralmente correcto y lo que no? Y aquí es donde entra otra cosa importante que nos
menciona el autor, "Abogado que sucumba al qué dirán, debe tener manchada su hoja de
servicios con la nota de cobardía". Pues para lo que muchos sean correctos, puede que
para otros no lo sea; y si nos dejamos llevar por lo que dicen los demás jamás llegaremos
a ser quienes en un principio soñamos que seríamos.
En la moral del abogado de lo que Ossorio nos habla es del criterio que debe tener un
abogado. Y comienza: La abogacía no se cimienta en la lucidez del ingenio, sino en la
rectitud de la conciencia. Malo será que erremos y defendamos como moral lo que no es;
pero si nos hemos equivocado de buena fe, podemos estar tranquilos. Cita las palabras
del novelista Collete Iver. "Nuestro oficio ¿es hacer triunfar a la justicia o a nuestro
cliente? ¿Iluminamos al Tribunal o procuramos cegarle?
Cuando un abogado acepta una defensa, es porque estima - aunque sea equivocadamente-
que la pretensión de su tutelado es justa, y en tal caso al triunfar el cliente triunfa la
justicia, y nuestra obra no va encaminada a cegar sino a iluminar.
También da unos consejos a los abogados. Hay que ser refractario al alboroto. Soportar
la amargura de una censura caprichosa e injusta, es carga añeja a los honores
profesionales. Debajo de la toga hay que llevar la coraza.
Abogado que sucumba al qué dirán debe tener su hoja de servicios manchada con la nota
de cobardía. No digo que el juicio público no sea digno de atención. Lo que quiero decir
es que después de adoptada una resolución, vacilar ni retroceder por miedo a la crítica,
que es un monstruo de cien cabezas irresponsables y faltas de sindéresis.
Cuando se ha marcado la línea del deber hay que cumplirla a todo trance. El transeúnte
que se detenga a escuchar los ladridos de los perros, difícilmente llegará al término de su
jornada.