República Bolivariana de Venezuela.
Ministerio del Poder Popular para la
Educación.
Universidad Dr. Rafael Belloso Chacín.
Facultad de Humanidades y Educación.
Catedra: Introducción al cine.
Profesora: Marianela Silva.
Sección: EAD-711S
CINE VENEZOLANO:
HISTORIA, HITOS Y REALIDADES.
Presentado por:
Luis Garrillo. C.I. 28.428.951.
Introducción
El venezolano promedio, pese a ser sumamente nacionalista, es también un
gran admirador de Hollywood. No hay chofer de transporte público que no disfrute
la saga de “Rápido y Furioso”, ni adolescente por autóctono que se piense que no
haya ido a ver “Los Vengadores”. El inescapable canon cinematográfico
estadounidense es parte de la cultura venezolana se quiera o no, y es imposible
hablar de la historia del séptimo arte en nuestro país si no prestamos también
atención a lo que estaba pasando al norte.
Mucho se habla de que se puede ver una progresión en los ideales y la
cultura estadounidense a través de lo que estaba pasando en las películas de la
época, y opino que es cierto. Es imposible no ver como con el paso de los años el
tratamiento de la cultura negra, de la representación de la mujer, de la glorificación
de la violencia y el nacionalismo americano ha cambiado para reflejar a un público
que dejó de sentirse cómodo con cómo trataba estos temas el cine de sus
abuelos, y que en nuestros días está empujando para lograr los cambios
sistémicos que eran considerados utópicos hace dolorosamente poco.
El cine es muy importante, porque de las formas de arte de consumo
masivo, es la más colaborativa. Aun si una película está hecha con el propósito de
realizar la visión personal de un autor, llamémoslo el director, hay un sinfín de
elementos de producción cinematográfica que él no puede controlar directamente,
y es en esa delegación de funciones que lo que empezó como una idea individual
es confrontada y transformada en lo que el espectador acaba por ver en la
pantalla.
Por medio de este trabajo, buscaré transmitir no sólo el conocimiento
histórico del cine nacional que adquirí, sino un análisis de contenido que le dé
lógica a las piezas cinematográficas que parimos dentro del contexto social que
vivimos.
El cine venezolano: argumentos.
Pese a cómo se establece el nacimiento del cine venezolano en el año
1897, esto marca solo la llegada al país de la idea de una película como
posibilidad, más no como un campo artístico. Era como si hoy nos mostrasen un
carro volador, pero no nos dejaran conducirlo. Pasó mucho tiempo para que las
películas venezolanas dejaran de ser usadas como instrumentos de propaganda
política o simple documentación histórica. Predomina un realismo intransigente
desde el nacimiento del movimiento hasta nuestros días, pues incluso cuando se
empezaron a producir filmes con argumentos ficticios, estos nunca despegaron de
la realidad venezolana lo suficiente como para crear una cultura en sí mismos. Es
quizás por esto que al venezolano no le interesa el cine venezolano, pierde el
romance ver en la pantalla cosas que se viven todos los días en carne y hueso.
En el periodo entre 1973 y 1993, el 53% de los filmes venezolanos recibía
financiamiento, ya sea total o parcial, directa o indirecta, por parte del Estado.
Esto, lejos de significar una fuente inagotable de fondos para los realizadores
locales, los ataba de manos en cuanto a qué temas podían tocar en pantalla,
factor crucial en un país con las eternas tensiones políticas de Venezuela, en
donde nada impulsa a las masas a ponerse detrás de una obra de arte como la
denuncia social.
Hubo un muy largo periodo en el que, pese a no vivir todo el tiempo en
dictadura, el cine venezolano era en su mayor parte financiado y hecho para el
Estado venezolano. Cuando debía impulsarse el sentimiento patriótico, nada le
gustaba más a Juan Vicente Gómez que documentar una inauguración o un acto
público para su posterior distribución alrededor del país. Aún después de su
muerte, era muy difícil financiar películas sin el apoyo gubernamental, razón por la
cual era frecuente que el director de la cinta tuviese que fungir también de
productor, lo que llevaba a la creación y disolución de compañías productoras a
diestra y siniestra conforme iniciaba y culminaba la producción de una película.
El filme que marca el comienzo de la crítica social cinematográfica
venezolana es “Caín Adolescente”, del director Román Chalbaud, estrenado en el
año 1959, poco después de la caída de Marcos Pérez Jiménez, en un clima de
desigualdad económica que dio pie a que una cinta que trataba las dificultades de
la Venezuela rural al adaptarse a la industrialización fuese vista con mayor interés.
Desligándose de la propaganda y centrándose en plasmar en pantalla una
realidad social que le hablase al venezolano de a pie, aún con sus claras
influencias norteamericanas que son visibles en la cinematografía empleada en la
cinta, con planos que parecen sacados de películas de Orson Wells.
Aun con hitos cinematográficos venezolanos tales como el documental
“Araya”, sobre las minas de sal en el estado Sucre, o “Reverón”, mostrando al
reconocido artista venezolano en los años de su vida en que su esquizofrenia
empezaba a dominarlo, estos no eran ampliamente reconocidos por el público
venezolano en su momento. Araya, pese a ser sido realizada en 1959, no fue
estrenada en Venezuela sino hasta 1977, pasando desapercibida pese al
renombre de la cinta internacionalmente, y de su directora Margot Benacerraf
ocupando un lugar tan alto en los círculos artísticos de país.
Al venezolano le gusta que le hablen en su idioma de temas que pueda
entender, por lo que los mayores hitos del cine venezolano son, la comedia
romántica “Papita Maní Tostón” del año 2013, el thriller criminal “Secuestro
Express”, del año 2004, y “Homicidio Culposo”, del año 1984. Es apreciable como
viendo hacia atrás, el cine venezolano tuvo una época en la que su prioridad no
eran los números en taquilla, sino el transmitir un mensaje de impacto social,
capacidad que se vio cercenada por el hambre ejecutiva de ver números verdes
tras la inversión en una producción cinematográfica.
En 1973 se produjo una adaptación de la novela “Cuando Quiero Llorar No
Lloro” de Miguel Otero Silva, a cargo del director mexicano Mauricio Walerstein,
ampliamente considerada como la primera cinta de cine de autor hecha en
Venezuela. Ciertamente, bajo un lente que tenga a la vista lo que vino antes de
ella, la película marca un gran cambio en la forma en que se hacía cine en el país.
Por nombre, apellido, audio y video eran mostradas importantes figuras políticas
de la época, y su rol en el ambiente que se vive en la película no es ignorado. En
la última escena, la del entierro, se cierra con un grupo de manifestantes del
partido comunista acompañando el cuerpo de un guerrillero caído, y considero
innecesario marcar la importancia de un momento así, visto muchas veces durante
la dictadura perezjimenista, a la hora de ver la progresión que llevó al resultado de
las elecciones presidenciales de 1998.
El cine venezolano tiene también una relación interesante con la violencia.
Aunque por temas de presupuesto y efectos especiales son poco comunes
escenas especialmente gráficas de violencia, esta es un elemento siempre
presente en las historias del cine venezolano, siendo el ejemplo más fácil de esto
la película “Secuestro Express” del año 2004, en la que se muestra las diferentes
etapas y giros que da la abducción de una pareja de clase alta venezolana, en un
tono poco amigable y sin miedo a mostrar consumo de drogas, violencia y abuso
sexual en pantalla.
Para cerrar esta sección del trabajo, me gustaría hablar de un aspecto de la
historia del cine venezolano que me tomó por sorpresa, siendo este lo común que
es el tratamiento de la homosexualidad en el cine nacional. Sabía previamente de
la existencia de “Azul y No Tan Rosa”, exitosa película del año 2012 sobre las
tensiones entre un padre homosexual y un hijo homofóbico, pero no sabía que
esta película no había sido ni siquiera la primera en tratar el tema en nuestro país,
siendo antecedida por “Cheila, una casa pa' maita”, y sucedida por “Desde allá”,
que en el año 2015 se llevó el León de Oro en el Festival Internacional de Cine de
Venecia.
Aún con la siempre presente censura gubernamental y un público que en su
mayoría no le presta atención, el cine venezolano ha sabido alzar su voz para
entretener, conmover y denunciar. Es quizás una lástima que sólo nos demos
cuenta en retrospectiva de lo que nos querían decir.
El cine venezolano: evolución técnica.
El mayor obstáculo en el desarrollo del escenario cinematográfico
venezolano ha sido siempre, históricamente, la obtención de fondos. A manera de
ejemplo, en más de 100 años de cine, hemos tenido solo 4 películas de ciencia
ficción, género normalmente asociado al desarrollo de efectos especiales, ya sean
prácticos o de computadora, que la capacidad de financiamiento venezolana no
puede cubrir por sí misma.
En temas de maquillaje, vestuario y peinado, el cine venezolano se
beneficia de su propia naturaleza, pues al concentrarse tan fuertemente en el
realismo, y basar ese realismo casi siempre en sectores de bajos ingresos
económicos, no deben invertir muchos fondos en maquillaje, sino simplemente
convertir a los actores en ciudadanos más corrientes.
En cuanto a manejo de cámaras y escenografía, también se sufre todo por
presupuesto, en la cinta “Caín Adolescente”, por ejemplo, el punto de la película
está encerrado en una escena de acción que nunca se nos muestra, siendo esta
la tragedia de la iglesia de Santa Teresa el 9 de abril de 1952, y es mi pensar que
esta omisión en el metraje se hizo por limitaciones presupuestarias más que una
decisión artística.
Sin embargo, películas venezolanas no financiadas por el Estado en los
años posteriores a 1998 han subido los niveles de producción, siguiendo los pasos
técnicos y estilísticos del cine norteamericano, un ejemplo de esto siendo la
película “Libertador”, del año 2013, que contó con un presupuesto de 50 millones
de dólares, un reparto de actores de renombre, más de 100 sets de grabación,
400 mil extras, una banda sonora de Gustavo Dudamel, y un equipo para escenas
de acción que había demostrado su talento en la saga de “Piratas del Caribe”.
Quizás como recordatorio de a dónde se está apuntando con el cine
venezolano, el filme recaudó solo un millón de dólares en taquilla, apenas poco
más del 2% del presupuesto.
Talento artístico venezolano (actores, guionistas,
productores, directores).
Durante muchos años, era imposible hablar del cine venezolano sin
mencionar a Miguel Ángel Landa, actor que formó parte del elenco de muchas de
las películas más emblemáticas de nuestro país en el siglo XX, como “Cuando
quiero llorar no lloro”, en 1973, “La Quema de Judas”, en 1984, “El Pez Que
Fuma”, en 1977, “Disparen a Matar”, en 1990, entre otros. Aunque con papeles
menores, también hizo apariciones en las dos películas más taquilleras en la
historia del cine nacional, “Papita, Maní, Tostón” en el 2013 y “Secuestro Express”
en el 2004.
El único otro actor que aparece en ambas películas es el también rapero Pedro
Pérez, alias “Budú”, que a través de su interpretación en ambas películas de un
delincuente caraqueño ha creado en el imaginario colectivo venezolano una
imagen humorística de este aspecto tan negativo de nuestra sociedad, en especial
la forma de hablar. Quizás esto sea muy subjetivo, pero me parece que Budú es
más influyente, si bien no más admirado, que Edgar Ramírez.
El actor venezolano con mayor proyección internacional en nuestra historia
sería este, Edgar Ramírez. Con apariciones estelares no solo en el cine local,
apareciendo en “Manos de Piedra” junto a Robert de Niro, compartiendo pantalla
con Penélope Cruz y Gael García Bernal en La Red Avispa, protagonizando “The
Last Days of American Crime” y, pese a no ser una película, un papel de amplio
reconocimiento como Gianni Versace en la serie de televisión “American Crime
Story”.
En cuanto a directores, tenemos a Jonathan Jakubowicz, director de
“Secuestro Express”, “Manos de Piedra” y “Resistencia”, filme recién estrenado en
la que cuenta con la participación de Jesse Eisenberg.
Sin embargo, algunas de las películas venezolanas más aclamadas por la
crítica internacional han sido todas dirigidas por mujeres, en concreto “La
Distancia más Larga”, de Claudia Pinto Emperador, “Pelo Malo”, de Mariana
Rondón, “Oriana”, de Fina Torres y “Huelepega”, de Elia Schneider.
Quizás el más importante director contemporáneo sea Lorenzo Vigas,
ganador del León de Oro con “Desde allá”, seguido de “El Vendedor de
Orquídeas”, un documental buscando un cuadro perdido hecho por su padre.
Pese a sus posteriores afiliaciones políticas, Román Chalbaud es quizás el
padre de la modernidad en el cine venezolano, con los primeros grandes hitos de
la narrativa cinematográfica en nuestro país, “Caín Adolescente”, “Cuentos para
Mayores”, “El Pez Que Fuma”, entre otros.
La totalidad de los directores nombrados trabajaron también como
guionistas en sus cintas, pues es común en nuestro país que los fondos se
pongan detrás de un nombre más que de una idea, con excepciones notables,
como Edgar Ramírez, que fue productor de “Desde Allá”, “Libertador” y
“Venezzia”.
Pensamientos finales
Durante mi investigación me encontré con una novela. Se llama Las
Aventuras de Juan Planchard, escrita por Jonathan Jakubowicz, el director de la
película Secuestro Express. La novela explora la vida de Juan Planchard, un
ficticio empresario venezolano con lazos al gobierno en el año 2012, y su
escandalosa vida de millonario en Estados Unidos. La novela tiene obvias
referencias a figuras políticas venezolanas, como el expresidente Hugo Chávez, la
ministra Iris Varela, entre otros. A través de esta historia tan caótica, se explora la
situación venezolana en todas sus aristas, y como ni siquiera la prosperidad
económica te hace capaz de escapar de ella, pues aun cuando la novela es
contada con un tajante humor negro, son innegables los niveles de depravación a
los que llega la prosa de Jakubowicz.
Cuento esto acá no para presumir haber leído el libro, sino por la certeza de
que la novela nació de una idea para una película que Jakubowicz sabía imposible
financiar. Quizás en unos años, cuando la bruma roja se asiente, el cine
venezolano logre producir historias con el nivel de denuncia social, estilo y
escándalo que existe en la novela de Jakubowicz, al menos a mí, me hizo sentir
esperanza.
Referencias bibliográficas
1. Patricia Káiser, Diccionario del Cine Iberoamericano. España, Portugal y
América; SGAE, 2011; Tomo 8, pags. 631-641.
2. Raúl Briceño, ¿Qué es el cine venezolano?, 2018,
https://radiorescate.com.ve/que-es-el-cine-venezolano/
3. José Miguel Ferrer, El cine venezolano y la evolución de un lenguaje
único, 2020, https://eldiario.com/2020/01/28/el-cine-venezolano-y-la-evolucion-de-
un-lenguaje-unico/