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Alcoholismo Adolescente y Familia

Este documento resume una monografía sobre el alcoholismo en la adolescencia. Describe cómo el consumo de alcohol en la adolescencia aumenta el riesgo de desarrollar trastornos de personalidad y adicciones. Explica las cuatro etapas del alcoholismo: de bebedor social a prealcohólico, sintomática, crítica crónica. Cada etapa se caracteriza por un mayor control sobre el consumo y dependencia del alcohol.
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Alcoholismo Adolescente y Familia

Este documento resume una monografía sobre el alcoholismo en la adolescencia. Describe cómo el consumo de alcohol en la adolescencia aumenta el riesgo de desarrollar trastornos de personalidad y adicciones. Explica las cuatro etapas del alcoholismo: de bebedor social a prealcohólico, sintomática, crítica crónica. Cada etapa se caracteriza por un mayor control sobre el consumo y dependencia del alcohol.
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UNIVERSIDAD DE CUENCA FACULTAD DE JURISPRUDENCIA Y CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES

CARRERA DE ORIENTACIÓN FAMILIAR EL ALCOHOLISMO EN LA ADOLESCENCIA

Monografía previa a la obtención del Título de Licenciado en Orientación Familiar.

AUTOR: Mauricio Rafael Sumba Hidalgo

DIRECTOR: Lic. Víctor Manuel Quesada Orellana Mg. Sc

Cuenca, julio de 2014

El alcoholismo en nuestra sociedad, resulta en la actualidad un problema para las familias y para la
sociedad en general. El alcoholismo al interior de la familia, parece ser el causante de conflictos
que convergen en disfunciones familiares, con las respectivas consecuencias: violencia, pérdida de
años, suicidios, accidentes de tránsito. Nuestra preocupación profesional al respecto, ha sido el
adolescente que padece esta enfermedad llamada alcoholismo, considerada en el contexto social,
por la OMS “Organización Mundial de la Salud” como una enfermedad familiar. Por las
características propias de la adolescencia, sabemos que es un período de inestabilidad, de
búsqueda y de cambios. En esta etapa del desarrollo, prima una actitud cuestionadora que se
opone a las normas y surge un deseo de exploración de nuevas experiencias. En este contexto
social y familiar, el alcohol es adictivo para todos y cuando se inicia su consumo antes de los
dieciocho años, aumenta las posibilidad de que se genere una adicción. El inicio de consumo de
alcohol en la adolescencia incrementa cuatro veces la probabilidad de padecer trastornos de
personalidades. (Torres y Forns, 240) El consumo de alcohol entre adolescentes ha sido asociado
con muertes por suicidio y accidentes de tránsito e incluso se ha visto afectada la vulnerabilidad de
los jóvenes frente al consumo de otras sustancias adictivas. En este trabajo investigativo hemos
abordado la problemática del adolescente desde el punto de vista familiar y social, de la misma
manera el grado de intervención a la familia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define al
alcoholismo como el término de síndrome de dependencia alcohólica que corresponde a “un
estado psíquico y habitualmente también físico resultado del consumo de alcohol, caracterizado
por una conducta y otras respuestas que siempre incluyen compulsión para ingerir alcohol de
manera continuada o periódica, con objeto de experimentar efectos psíquicos o para evitar las
molestias producidas por su ausencia”. (Narcóticos Anónimos, 51) El alcoholismo se caracteriza
por una dependencia emocional y a veces orgánica, que incluye además por una alteración que se
manifiesta por el consumo franco de bebidas alcohólicas. Su primer síntoma es un estado de
euforia tras las primeras dosis empieza a disminuir las capacidades de juicio, de atención de
observación y de reflexión a partir de aquí empieza una etapa de perdida de la conciencia y
produce un daño celebrar progresivo cirrosis apática y finalmente la muerte, también es causa
indirecta como factor que provoca problemas en todas las aéreas de su vida, actos de agresión
violenta accidentes de tránsito y conflictos familiares. De acuerdo con la magnitud del alcoholismo
la (OMS) Organización Mundial de la Salud la considera como una enfermedad crónica, progresiva
y a menudo mortal que se caracteriza por una dependencia emocional y a veces orgánica del
alcohol. Es producida por la ingestión excesiva de alcohol etílico, bien en forma de bebidas
alcohólicas o como constituyente de otras sustancias. (Hardiman, 101) Es un trastorno primario y
no un síntoma de otras enfermedades o problemas emocionales. La química del alcohol le permite
afectar casi todo tipo de célula en el cuerpo, incluyendo las que se encuentran en el sistema
nervioso central. En el cerebro, el alcohol interactúa con centros responsables del placer y otras
sensaciones deseables; después de la exposición prolongada al alcohol, el cerebro se adapta a los
cambios producidos por el alcohol y se vuelve dependiente a ellos. Para las personas que sufren de
alcoholismo, el tomar se convierte en el medio principal a través del cual pueden interactuar con
personas, trabajo y vida. El alcohol domina su pensamiento, emociones y acciones Todos los
alcohólicos se enfrentan a los mismos problemas básicos, ya sea que estén mendigando por el
valor de una cerveza o se encuentren ocupando un puesto ejecutivo en una gran compañía. Una
vez que el alcoholismo se ha apoderado de un individuo, no puede decirse que la víctima esté
cometiendo una falta moral. En ese estado, el alcohólico no puede valerse de su fuerza de
voluntad, porque ya ha perdido la facultad de decidir si usa el alcohol o si se abstiene de él.

No se hace alcohólico de la noche a la mañana, se necesita la repetición continua para contraer


esta enfermedad. Muchos han empezado bebiendo de manera social en reuniones, eventos,
fiestas… Otros lo han hecho debido a situaciones críticas: pérdida de algún familiar, divorcios o
diversos factores externos. A través de la repetición la persona empieza a generar dependencia y
tolerancia, dos condiciones que van de la mano, ya que se van creando hábitos y costumbres y
posteriormente se va haciendo el consumo más intenso, dependiendo la situación o estado de
ánimo que se encuentre el individuo. Asimismo, la tolerancia le lleva a un proceso de adaptación
neuronal, consumiendo cada vez dosis más altas, para obtener los mismos efectos, y pasa a
depender sutilmente del alcohol; situación que da lugar a nuevos trastornos como la obsesión y
compulsión. Alcohólicos Anónimos define como obsesión a la idea fija o abrumadora de consumir
alcohol, y compulsión una vez ingerida la primera copa es incapaz de parar por su propia voluntad.
Este trastorno obsesivo compulsivo que se genera a causa del alcohol, va ligado a ideas y acciones
repetidas, producto del consumo reiterado.

Etapas de la enfermedad Primera fase:

De bebedor social a fase pre alcohólica El tomar ya no cumple un fin social, sino que la persona
utiliza el alcohol para satisfacer una necesidad o para aliviar una emoción. La cantidad de
Universidad de Cuenca 18 Mauricio Rafael Sumba Hidalgo alcohol que se ingiere, aumenta más de
lo que ingieren los que lo rodean; va perdiendo algo de responsabilidad en su modo de tomar.
Habla frecuentemente del alcohol, y piensa más y más en este.

Segunda fase: Etapa sintomática Experimenta lagunas mentales, olvidándose de lo que pasó el día
anterior. Su forma de beber empieza a cambiar, toma tragos de un solo golpe; toma antes de ir a
fiestas; comienza a sentir malestar al día siguiente, el cual, con cada nueva borrachera, se va
empeorando. La familia comienza a notar que algo anda mal, y quizá los amigos del trabajo o
estudio le han llamado la atención de que está tomando demasiado. Pero a pesar de los
comentarios, sigue tomando, sólo que trata de hacerlo más privadamente, de ocultarlo.
Tercera fase: Etapa crítica Etapa temprana de la fase crítica: La pérdida de control se experimenta
claramente. Bebe compulsivamente; pero hay inconsistencias en las experiencias de pérdida de
control. Hay veces en que se comporta normalmente y es capaz de beber cuando quiere, mientras
que en otras ocasiones, no puede hacerlo. Esta pérdida de control va aumentando de manera
progresiva, Con las alteraciones corporales y cerebrales, la tolerancia aumenta cada vez más y el
individuo sigue acrecentando las dosis, para poder sentir los efectos que busca. Presenta una
variedad de excusas y razones para explicar su comportamiento, justificar sus excesos en la
bebida. Sus mecanismos de defensa le ayudan a justificarse, y tiende a echarle la culpa a otros de
sus problemas, Comienza la necesidad de la bebida por la mañana, para contrarrestar el malestar
que él experimenta con el síndrome de abstinencia. Universidad de Cuenca 19 Mauricio Rafael
Sumba Hidalgo Etapa avanzada de la fase crítica Pueden surgir cambios de personalidad muy
drásticos y graves. En esta etapa, una persona pacífica puede llegar a ser destructiva, violenta,
hostil, paranoica, y hasta peligrosa. El alcohol está llegando a producir problemas más avanzados,
Experimenta conflictos en el trabajo, con su familia, y con todo el que le rodea, en general. Al final
de este período, la pérdida de control no se limita a una sola noche de vez en cuando, sino que el
alcohólico empieza a beber durante varios días seguidos, sin parar. El síntoma más indicativo del
rápido avance de su adicción, es que la pérdida de control es tal, que tiene que quedarse en cama
los lunes, por ejemplo, y no ir al trabajo. Comienza a beber desde el viernes, y no puede parar el
lunes. Van aumentando los días en los cuales no puede funcionar como antes. En la mayoría de los
casos, la persona comienza a tener problemas serios para sobrevivir, y no dejarse ver por los
demás. Está dejando de ser un bebedor periódico, para convertirse en un bebedor diario.
Progresivamente se le va haciendo más difícil mantenerse sin ingerir alcohol, porque va
aumentando la alteración de ciertas sustancias químicas en su cerebro, El último síntoma
indicativo de esta etapa avanzada de la enfermedad, es la pérdida de la tolerancia. Es decir, que
poco a poco la persona se va embriagando cada vez, con menos cantidad de alcohol. Cuarta Fase:

La fase crónica En esta fase la necesidad del alcohol es fulminante. La persona tiene que tomar
todos los días para sentirse bien físicamente. Bebe sin cuidado de todo lo demás: hijos, familia,
comida y trabajo. Para sobrevivir tiene que tomar. Universidad de Cuenca 20 Mauricio Rafael
Sumba Hidalgo Tiene temblores en las manos y en el cuerpo, cuando no tiene alcohol dentro de su
organismo siente la preocupación constante de cómo conseguir su dosis de alcohol. Su baja
tolerancia se hace evidente. Unos pocos tragos producen en él efectos muy fuertes. Usan este
dato para seguir en el engaño y la negación a veces. Guarda resentimientos fuertes contra todos, y
autocompasión patológica para sí mismo. Está en un callejón sin salida, lleno de miedo y ansiedad.
Las fases más engañosas son las primeras. A veces resulta muy difícil de reconocer y distinguir
entre la persona adicta y la persona consumidora. Una de las claves más efectivas para identificar
al adicto, es la existencia de lagunas mentales. La experiencia nos ha demostrado que en la
mayoría de los casos, la manifestación de lagunas mentales indica que existe una predisposición
para el alcoholismo Los jóvenes que toman y luego se vuelven alcohólicos o adictos, cuentan que
sus primeras lagunas mentales ocurrieron durante sus primeras experiencias de intoxicación. Las
tuvieron cuando todavía tenían control sobre su consumo de la droga, pero no sabían que era un
posible síntoma de alcoholismo. A su vez, no sabían que las lagunas mentales son de muy corta
duración al principio de la enfermedad, pero que pueden llegar a durar hasta días en etapas
avanzadas. (Escobar, 210) Características de un alcohólico Para nuestro tema a tratar, tomaremos
algunas de estas características de personalidad de una persona alcohólica, para observar su
comportamiento y proponer técnicas que puedan contribuir a la sobriedad.

En nuestro ámbito social, es importante tener en cuenta que ha habido un cambio considerable en
las costumbres sociales que favorecen de alguna manera el consumo de alcohol. Por un lado, se
tiende hacia las macro sociedades, donde cada vez se da más una pérdida de valores, y por otro
los adolescentes tienen hoy una mayor independencia económica en líneas generales, que les
permite entrar de lleno en la sociedad de consumo. En definitiva, podríamos decir que tanto el
alcohol como otras drogas, están en nuestra sociedad, porque cumplen determinadas funciones,
entre las que están, la de servir al adolescente, de elemento de integración en unos casos y de
evasión en otros. Según el libro “La juventud y las drogas” de Fidel de Garza los jóvenes que
empiezan a beber desde los quince años de edad tienen cuatro veces más posibilidades en
desarrollar dependencia al alcohol que aquellos que empiezan desde los veintiuno.

Los problemas relacionados con el consumo de alcohol y las motivaciones que inducen a beber a
los adolescentes son múltiples y complejos. Tenemos factores, individuales, familiares y sociales o
culturales. Factores individuales Las características individuales juegan en el inicio y
mantenimiento del consumo de alcohol, un papel de vital importancia, ya que es el criterio
personal el que influye tanto en la interpretación y apreciación que hacemos del alcohol. -
Desinformación y prejuicios. La falta de conocimiento o la información errónea sobre la naturaleza
del Alcohol. - Repercusiones negativas a corto y largo plazo, etc. Alimenta la curiosidad o impide
valorar acertadamente los riesgos. Así, una elevada proporción de adolescente considera que el
alcohol no es una droga. - La edad constituye un factor de riesgo, ya que hay diversas etapas
evolutivas del ser humano (adolescencia, jubilación…), que resulta más favorables al consumo de
alcohol, por las características propias de las mismas. - Curiosidad por experimentar: Elevada
búsqueda de sensaciones de las personas se caracterizan por querer experimentar emociones
nuevas, en muchas ocasiones sin reparar en el daño o riesgo que la situación pueda implicar. Los
expertos han denominado a esta elevada búsqueda de sensaciones como «conductas de riesgo». -
El déficit y problemas personales constituyen factores de riesgo en algunos grupos de edad, como
en la adolescencia, porque el adolescente puede intentar compensarlos o aliviarlos recurriendo al
alcohol. Universidad de Cuenca 36 Mauricio Rafael Sumba Hidalgo - El consumo de alcohol se
relaciona estrechamente con la pobre autoestima: El autoestima es la forma en que la persona se
valora a sí misma, con sus defectos y virtudes, y tiene gran influencia en el consumo de alcohol.
Según avanza el proceso adictivo, el autoestima es una de las características personales que antes
se deteriora y que más atención requiere durante el tratamiento de la dependencias - Baja
asertividad: Si una persona no es capaz de mantener sus opiniones, ideales y de actuar bajo su
criterio, es probable que tenga dificultades a la hora de enfrentarse a los demás o al ambiente
cuando cualquiera de los elementos anteriores requiera o incite al consumo de alcohol. -
Búsqueda de placer: el consumo de alcohol ha estado siempre vinculado al deseo de desconectar
de las exigencias más agobiantes de la realidad, en un intento de disfrutar al máximo del tiempo
de ocio. Cuando durante la infancia y la adolescencia no se aprenden otras formas de diversión, el
alcohol pueden ocupar un lugar estelar para el adulto, viéndose encerrado en el círculo del
consumo. - Lugar de control externo: Hay personas que sitúan la causa de los acontecimientos de
la vida cotidiana en factores exteriores a él (como la sociedad, la suerte, la familia, etc.) Las
personas que tienden a pesar que los problemas que surgen en determinadas ocasiones, no
siempre, no se deben a sus propias características, sino a factores exteriores, tratan de
solucionarlos con recursos externos, como es el consumo de alcohol. - Falta de conformidad con
las normas sociales: Algunos individuos que tienden a «transgredir» las normas socialmente
establecidas se ven impulsados a conseguir cualquier tipo de sustancia para así, incumplir la
norma. Universidad de Cuenca 37 Mauricio Rafael Sumba Hidalgo - Escasa tolerancia a la
frustración: Algunas personas son incapaces de tolerar la frustración y pretenden que todo aquello
que desean sea satisfecho. En determinadas ocasiones, cuando esto no sucede, el consumo de
alcohol puede parecerles un medio rápido para obtener un placer inmediato, que es difícil de
conseguir por otros medios. - Elevada necesidad de aprobación social. Aquellas personas que
requieren aprobación con su grupo de iguales y la necesitan para seguir funcionando en su vida
diaria, les lleva a una brutal dependencia del grupo y ajustar su conducta a las opiniones y
pensamientos de los demás. Una persona que no sepa mantener la postura independiente al
grupo (siendo el grupo consumidor) y se deje influir por el ambiente, tiene mayor posibilidad de
incorporarse al consumo. - Dificultad para el manejo del estrés: Ante la sensación de ansiedad que
proviene del ambiente, algunas personas que no manejan el estrés pueden intentar regularla
mediante el consumo de alcohol, llevando al individuo en ocasiones, a experimentar sensaciones
de relajación. - Insatisfacción con el empleo del tiempo libre: El «gozar» de un ocio no
estructurado, basado en la asociación de este al descontrol resulta un grave riesgo para el
adolescente, si se emplea todo el tiempo libre en actividades que facilitan el consumo de alcohol
(como estar siempre en bares) o de forma poco satisfactoria para el individuo (ratos aburridos o
sin hacer nada), esto puede aumentar la probabilidad de consumo de alcohol. - Bajo
aprovechamiento escolar: Esta característica se basa en que el desarrollo individual y social no es
el mismo (autoestima baja y rechazo del entorno por no tener determinada formación), sin olvidar
que el poseer menor nivel de conocimiento puede facilitar la dificultad en la comprensión
Universidad de Cuenca 38 Mauricio Rafael Sumba Hidalgo de la información y formación de cara a
los efectos que provoca el alcohol. - Diferencias genéticas: Algunos estudios consideran que existe
una predisposición genética para convertirse en adicto al alcohol. Los hijos varones de padres con
antecedentes de dependencia al alcohol tienen más riesgo de desarrollar dependencia al alcohol.
Las hijas de madres alcohólicas tienen un riesgo tres veces mayor. - Situaciones de alto riesgo
personal: Describimos estas situaciones como aquellas en las que el individuo se enfrente
simultáneamente a varios factores potenciadores del riesgo de consumo, por ejemplo: Malos
tratos, abusos, abandonos, minusvalías físicas o psíquicas. (Torres y Forns, 242) Factores
familiares: Desde el punto de vista del sistema familiar, la condición de salud y estabilidad que el
núcleo familiar debería proveer entre sus miembros debe ser recíproco, moldeadas, con
movimiento circular más que lineal como tal Las influencias familiares son importantes al
momento de determinar las expectativas y las normas respecto del consumo de alcohol; esto nos
dice Juan Manuel Suceda García en su libro la Familia su dinámica y tratamiento. - El consumo de
alcohol en la familia es un factor de riesgo elevado pues el niño aprende por lo que ve y asimila
entonces cuando el crezca hará lo mismo, el comportamiento de los padres actúa como modelo
para los hijos. - La conducta de consumo de alcohol entre los miembros de la familia,
generalmente sirve como modelo para los jóvenes. Universidad de Cuenca 39 Mauricio Rafael
Sumba Hidalgo - El consumo de alcohol por parte de los padres puede predecir la conducta de
consumo que tendrán los jóvenes en su adultez. - La conducta de consumo de los hermanos,
especialmente los hermanos mayores y del mismo sexo, ejerce una fuerte influencia sobre los
patrones de consumo de los adolescentes, hasta quizá una influencia mayor que la que ejercen los
padres. - Sin embargo, para los niños de padres dependientes del alcohol, la predisposición
genética influye de manera más significativa sobre el desarrollo de problemas que la conducta de
consumo por parte de los padres. - La disfunción Familiar. - La estructura familiar (tal como la
presencia y la participación de los padres) durante la niñez o la adolescencia afecta el consumo de
alcohol por parte de los jóvenes esto quiere decir que estas influencias se mantienen en la adultez.
- La estabilidad en las relaciones de pareja ha sido relacionada en forma positiva con el consumo
de alcohol moderado, mientras que las alteraciones en las relaciones se relacionan más
probablemente con patrones de consumo nocivo - Las personas con lazos familiares más fuertes
son menos propensas a ser influenciadas por amigos y están mejor capacitadas para evitar el
consumo riesgoso de alcohol. - La mayor participación en las actividades familiares, en vez de en
actividades con amigos, también es un factor de protección. Universidad de Cuenca 40 Mauricio
Rafael Sumba Hidalgo - Ambientes familiares caóticos o con abuso de alcohol o drogas en los
padres - Falta de vínculo afectivo entre hijos y padres. (Saucedo, 101) Factores sociales o
culturales: El alcohol está presente en la sociedad desde la antigüedad. El consumo de alcohol
varía mucho de unas culturas a otras, pero en todas ellas se puede observar que su consumo
depende de unas variables, entre ellas destaca el status, la edad, el género del individuo y la
estructura social. La influencia que tiene el alcohol en la sociabilización de muchos individuos,
tanto para integrarse dentro de un grupo determinado, como para excluirse, se halla plasmada: -
Para sentirse bien y pasar aparentemente entretenido con amigos. - Para descansar y olvidar el
estrés acompañado de amigos que compartan las mismas creencias o ideales. - Para escapar de la
rutina y sus problemas diarios. - Porque les gusta el sabor de las bebidas alcohólicas. - Para estar
más a gusto en fiestas. - Para ser parte del grupo y que no le marginen por no beber. - Por ser
aceptado en un grupo social. Universidad de Cuenca 41 Mauricio Rafael Sumba Hidalgo -
Condición socioeconómica baja. Para los adolescentes el alcohol es una creencia errónea,
acompañado de una falta de información como una quitapenas que permitirían esquivar los
límites que la realidad impone y acceder a un mundo que ofrecería mejores condiciones y
sensaciones. - La búsqueda de efectos agradables. El encontrarse a gusto, búsqueda de una mayor
capacidad de relación. - Elementos de presión social, el bombardeo de la publicidad y la oferta,
etc. Esta situación se da debido a una serie de variables, como crisis de valores, violencia
intrafamiliar, además de una serie de cambios que vive el adolescente como crisis de identidad,
conformación de grupos, cuestionamiento de la autoridad, desarraigo de los padres y búsqueda de
ideales, entre otros, los cuales conducen al adolescente a actuar inadecuadamente, apropiándose
de modelos que lo perjudican, por lo cual, se presentan altibajos por el estado de confusión que
viven, conduciéndolos al alcohol, como medio de evasión de sus problemas, pensando que con
este se encuentra la solución, sin darse cuenta que se está convirtiendo en un adicto. Motivo por
el cual en mi proyecto de monografía he tomado como referencia estos conceptos y criterios para
demostrar, cuan destructivo puede ser el consumo de alcohol en adolescentes en todas las áreas
de la vida. (Boscolo, 75) Universidad de Cuenca 42 Mauricio Rafael Sumba Hidalgo 2.2. Riesgos del
alcoholismo en los adolescentes El consumo de alcohol durante la adolescencia tiene muchos
riesgos. Algunos de ellos son directos, porque la ingesta de bebidas alcohólicas es peligrosa para la
salud. Otros de los riesgos en el caso de los adolescentes son indirectos y están ligados a los
comportamientos derivados del consumo de alcohol. En la actualidad asistimos a una creciente
demanda de información sobre los patrones de consumo de alcohol en nuestra sociedad, por la
problemática social y personal que plantea. Dentro de estos patrones adquieren una mayor
importancia los asociados a las pautas de consumo de la adolescencia y juventud, que va
aumentando, tanto en número de bebidas adquiridas, como en el de su gradación alcohólica. La
accesibilidad de los jóvenes a las bebidas alcohólicas es cada vez mayor, a pesar de las
prohibiciones impuestas de su venta a menores. Esto nos habla una revista en Colombia dedicada
a jóvenes “vivir sano” - Los adolescentes corren un riesgo mayor que los adultos a desarrollar
enfermedades como la cirrosis del hígado, pancreatitis, infartos hemorrágicos y algunas formas de
cáncer. - Los adolescentes que consumen alcohol están más expuestos a iniciar actividad sexual
temprana, situación que los expone a un mayor riesgo de contagio con el virus del SIDA, las
enfermedades de transmisión sexual y los embarazos no deseados. De igual modo, incrementan la
probabilidad de verse afectados por la impotencia y la disfunción eréctil. - Los adolescentes que
abusan del alcohol son cuatro veces más vulnerables a la depresión severa que aquellos que no
tienen un problema de alcohol. Universidad de Cuenca 43 Mauricio Rafael Sumba Hidalgo - El
consumo de alcohol entre adolescentes ha sido asociado con muertes por suicidio y accidentes de
tránsito. - Al ser un depresor del sistema nervioso central, afecta funciones cognoscitivas
(percepción y juicio), motoras (equilibrio y reflejos), y emocionales (sensatez y madurez). - El
alcohol afecta la absorción de nutrientes en el intestino delgado, siendo esto contraproducente
para el período de crecimiento en el que se encuentran los adolescentes. - El alcohol incrementa la
vulnerabilidad de los jóvenes, frente al consumo de otras sustancias adictivas. - Existe una
correlación importante entre el consumo de alcohol y la violencia. Como efecto de la embriaguez
no se piensa en las consecuencias de los actos o estas dejan de importar y el bloqueo de las
funciones frontales del cerebro incrementa la agresividad. Pueden involucrarse en riñas callejeras,
en pandillas y en actividades delictivas. - El inicio de consumo de alcohol en la adolescencia
incrementa la probabilidad de padecer trastornos de personalidades incrementa al doble el riesgo
de ser alcohólico antes de los veinticuatro años. - Alteraciones de las relaciones con la familia,
compañeros y maestros - Adopción de conductas de alto riesgo, como conducir tras haber bebido,
primera causa de mortalidad en este grupo de edad. - Alteraciones en los procesos de memoria y
aprendizaje, con cambios cerebrales, tanto a nivel funcional como estructural, y con diferencias
del Universidad de Cuenca 44 Mauricio Rafael Sumba Hidalgo daño observadas en jóvenes,
producidas por los diferentes patrones de consumo. - El consumo excesivo de alcohol en la
adolescencia desciende los niveles de hormonas sexuales (estrógenos y testosterona) y de las
hormonas de crecimiento tanto en hombres como en mujeres. - El cerebro del adolescente
pudiera ser más sensible a los efectos dañinos del alcohol que el de los adultos, pero es
incuestionable que la exposición temprana al alcohol es un claro predictor de una posible
dependencia al alcohol en la edad adulta. - Según evidencian algunos estudios, son muchos los
jóvenes que han sufrido efectos orgánicos tales como: vómitos, diarrea o dolores abdominales,
temblores, arritmias, tambaleos al caminar, caída. - provocando también como efecto el alcohol
caídas con el consiguiente riesgo de sufrir traumatismos, existe la posibilidad como hemos visto de
quedarse dormido con el riesgo de entrar en coma y sufrir un paro cardiaco por hipotermia. En
ocasiones se producen arritmias y traslados a urgencias por probables comas etílicos. - La
intoxicación etílica aguda (borrachera) es un síndrome clínico producido por el consumo de
bebidas alcohólicas de forma brusca y en cantidad superior a la tolerancia individual de la persona.
- Al día siguiente de la ingesta de alcohol se puede diferenciar la existencia de efectos orgánicos y
psicosociales con dolor de cabeza, alteraciones del apetito, insomnio, falta de aprovechamiento de
la jornada siguiente. (Escobar, 31) Universidad de Cuenca 45 Mauricio Rafael Sumba Hidalgo 2.3

Terapias para tratar conductas adictivas del adolescente Basándonos en un criterio de A.A
Alcohólicos Anónimos el abuso de alcohol no pueden interponerse en el camino de la
recuperación de una vida productiva y agradable. Lo importante es conseguir ayuda lo antes
posible para que un adicto al alcohol cambie su vida por completo, debido al futuro impredecible.

Una persona que abusa del alcohol crónicamente, va a empezar a perder cosas que él o ella
valoran y aman. Pueden ser las relaciones, la confianza de sus compañeros de trabajo,
matrimonio, estudios, de tal manera existe solución a esta problemática si bien es cierto el alcohol
es considerado como una enfermedad que no tiene cura, pero hoy en día se la puede detener a
base de un tratamiento y ayuda adecuada.

La terapia en relación al consumo de alcohol debería contextualizarse en el tratamiento de las


adicciones, para lo cual damos a conocer técnicas para el adolescente para tratar su
comportamiento adictivo. (Torres y Forns, 137) La abstinencia: Es la decisión voluntaria que
tomará el adolescente de renunciar por completo a la satisfacción del deseo al alcohol que se las
tiene incorporadas y experimentadas, como ampliamente placenteras. Se partirá desde este
punto, ya que es necesaria la sobriedad para posteriormente ir tratando su conducta adictiva y
mantener la sobriedad duradera. Objetivo: Lo que se pretende lograr a través de la abstinencia es
lograr que el adolescente deje de consumir alcohol, para posteriormente poder continuar con el
tratamiento. Universidad de Cuenca 46 Mauricio Rafael Sumba Hidalgo Psi coeducación: Consiste
en un proceso a través del cual, se va a informar al adolescente del alcohol sus componentes,
causas y consecuencias .para que fortalecer sus conocimientos, se educara acerca de este
problema, convirtiéndole en los protagonistas del proceso de salud. Objetivo: Promover su
compromiso con el cuidado de la salud, crear comportamientos saludables, mejorar su auto
cuidado. Y mantener la sobriedad.

Terapia motivacional: Se ocupa de mejorar la percepción que las personas tienen de sus propias
capacidades para superar obstáculos y dificultades. Se trata de comprender las emociones
mezcladas que sienten las personas que deben enfrentar cambios. Objetivo: Pretenderemos
cambiar una conducta problemática, y reforzar sus puntos fuertes. La motivación será clave ya que
puede ser definida como la probabilidad de que el adolescente comience y continúe adhiriéndose
a esta estrategia de cambio. Autoestima: La importancia del autoestima estriba en que es un
conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de
comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de
comportarnos, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter. En resumen, es la
percepción evaluativa de nosotros mismos. Concierne a nuestro ser, a nuestra manera de ser y al
sentido de nuestra valía personal. Por lo tanto, puede afectar a nuestra manera de estar y actuar
en el mundo y de relacionarnos con los demás. Universidad de Cuenca 47 Mauricio Rafael Sumba
Hidalgo Abraham Maslow, nos explica en su concepto que es su jerarquía de las necesidades
humanas, describe la necesidad de aprecio, que se divide en dos aspectos, el aprecio que se tiene
uno mismo (amor propio, confianza, pericia, suficiencia, etc.), y el respeto y estimación que se
recibe de otras personas (reconocimiento, aceptación, etc.). La expresión de aprecio más sana
según Maslow es la que se manifiesta «en el respeto que le merecemos a otros, más que el
renombre y la celebridad. (Lazo, 89) Objetivo: Identificar características del autoestima baja y alta,
e identificar fortalezas, cualidades y habilidades a fin de reforzar sus ideas positivas.

Terapia Cognitivo-Conductual Es un tipo de tratamiento psicoterapéutico que ayudara al


adolescente a comprender que los pensamientos y sentimientos influyen en el comportamiento.
Se utiliza comúnmente para tratar una amplia gama de trastornos, incluyendo fobias, adicción,
depresión y ansiedad. Es una terapia generalmente a corto plazo y se centra en ayudar a los
clientes a hacer frente a un problema muy específico. Durante el curso del tratamiento, las
personas aprenden a cómo identificar y cambiar los patrones de pensamiento destructivos o
perturbadores que tienen una influencia negativa en el comportamiento. Objetivo: se logrará
cambiar ideas y actitudes, aprender a reconocer sus ideas irracionales y mejorar conceptos y
cambiar ideas y hábitos (Torres y Forns, 180) Alcohólicos Anónimos Se trabaja de manera
sistemática, cada uno de los pasos de una manera continua, dando paso a un nuevo estilo de vida
y cambiando entornos no saludables, tratando de mejorar la experiencia de vida diaria.

Aquí la persona ya es consciente de sus problemas con el alcohol, se ha dado cuenta de que la
relación de su familiar con el alcohol no es normal y por lo tanto reconocen a su familiar como un
alcohólico. Puede ser que sean conscientes porque la persona este descuidando su trabajo, sus
relaciones sociales o incluso este pasando mucho menos tiempo con su familia. Ya no beben solo
en determinados momentos sino que su vida gira en torno al alcohol y buscan excusas para beber;
La familia intenta sobrevivir y llevar una vida lo más normal posible pese a este problema, sus
metas se modifican y ya no intentan cambiar la conducta de su familiar puesto que ya están
cansados de esa situación. Los roles de los miembros de la familia van cambiando, por ejemplo, la
esposa toma la riendas de la familia, así como los hijos empiezan a tener mayores
responsabilidades en el hogar. En este punto la preocupación de los familiares se ha transformado
en ira y resentimiento hacia el alcohólico. Es por esto que las familias, como agentes preventivos
del consumo de sustancias, deben tener una postura clara en relación al consumo de sustancias y
fortalecer sus relaciones mediante: las normas familiares y comunicación, participación familiar e
involucramiento parental.
A continuación se presenta una breve descripción de los roles disfuncionales en la familia del
alcohólico: 1). El rescatador: este miembro se encarga de salvar al adicto a los problemas que
resultan de su adicción. Son los que inventan las excusas, pagan las cuentas, llaman al trabajo para
justificar ausencias, etc. Ellos se asignan a sí mismos la tarea de resolver todas las crisis que el
adicto produce. De esta manera promueve el autoengaño del adicto, manteniéndolo ciego a las
consecuencias de su adicción y convencido de que no existe ningún problema con su uso. 2). El
cuidador: ellos asumen con ímpetu todas las tareas y responsabilidades que puedan, con tal de
que el adicto no tenga responsabilidades, o tenga las menos posibles. Ellos actúan así convencidos
de que al menos "las cosas están andando". Lo que no pueden ver es que esto, los carga con
tareas que no les corresponden y con responsabilidades que no son suyas, produciendo una
sobrecarga que afecta su salud. Esto a su vez promueve la falta de conciencia en el adicto, del
deterioro que produce la adicción en su funcionamiento. 3). El rebelde: la función del rebelde u
oveja negra, es desenfocar a la familia y atraer la atención sobre sí mismo, de modo que todos
puedan volcar sobre él su ira y frustración. 4). El héroe: él también está empeñado en desviar la
atención de la familia hacia él, a través de logros positivos. De esta manera hace que la familia se
sienta orgullosa, y ayuda a la familia a distraer la atención que tiene sobre el adicto. 5). El
recriminador: esta persona se encarga de culpar al adicto a todos los problemas de la familia. Esto
sólo funciona para indignar al adicto, brindándole así una excusa perfecta para seguir
consumiendo. Universidad de Cuenca 56 Mauricio Rafael Sumba Hidalgo 6). El desentendido:
usualmente es tomado por algún menor de edad que se mantiene "al margen" de las discusiones y
de la dinámica familiar. En realidad es una máscara que cubre una gran tristeza y decepción que es
incapaz de expresar. 7). El disciplinador: este familiar presenta la idea de que lo que hace falta es
un poco de disciplina y arremete al adicto, ya sea física y/o verbalmente. Esta actitud nace de la ira
y frustración que se acumulan en la familia del adicto y de los sentimientos de culpa que muchos
padres albergan por las adicciones de sus hijos. (Saucedo, 209) La dinámica de las familias
alcohólicas se caracteriza por ser familias generalmente inflexibles en donde las reglas, por lo
general, son inhumanas lo que hace que sus miembros se sientan confundidos e inútiles. En
cuanto a los límites, estos tienden a ser rígidos o inexistentes. La comunicación es indirecta y
encubierta en donde los sentimientos carecen de valor. Promueven la rebelión y la dependencia
teniendo como consecuencia que sus miembros sean incapaces de resolver conflictos, por lo
tanto, el resultado es inapropiado y destructivo. (Pasteurse, 52) En consecuencia, suele pensarse
que el modelo de sistema de familia en el caso de la familia alcohólica, tiene cuatro principios
básicos: 1). Las familias alcohólicas son sistemas conductuales, en los cuales el alcoholismo y las
conductas vinculadas con éste, se han convertido en principios organizadores centrales, en torno a
los cuales se estructura la vida de la familia. 2). La introducción del alcoholismo en la familia posee
la capacidad potencial de alterar en profundidad el equilibrio que existe entre el crecimiento y la
regulación, en el seno de la familia. Por lo general, esta alteración impulsa a Universidad de
Cuenca 57 Mauricio Rafael Sumba Hidalgo la familia en la dirección de un acento sobre la
estabilidad a corto plazo (regulación), a expensas del crecimiento a largo plazo. 3). El impacto del
alcoholismo y de las conductas conexas con el alcohol sobre el funcionamiento sistémico, se
advierte con mayor claridad en los tipos de cambios que se producen en las conductas
reguladoras, a medida que la familia adapta, poco a poco, su vida a las exigencias coexistentes del
alcoholismo. 4). A su vez, los tipos de alteraciones que se producen en las conductas reguladoras
pueden verse en su profunda influencia sobre la forma general del crecimiento y desarrollo de la
familia. Son cambios en el ciclo normativo de la vida de ésta, que se han denominado como
"deformaciones del desarrollo".

http://dspace.ucuenca.edu.ec/bitstream/123456789/19993/1/TESIS.pdf
FACULTAD DE PSICOLOGÍA

EL CONSUMO DE ALCOHOL EN ESTUDIANTES DEL DISTRITO FEDERAL Y SU RELACIÓN CON LA


AUTOESTIMA Y LA PERCEPCIÓN DE RIESGO

TESIS

QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADA EN PSICOLOGÍA PRESENTA

Jessica Claudia Valdez González

Director de tesis: Lic. Jorge Ameth Villatoro Velásquez

México, D.F. 2005 Consumo de alcohol

Con base en investigaciones recientes, se detecta que el problema del consumo de alcohol en la
población mexicana va en aumento. Las tendencias indican que la edad de inicio del consumo es
cada vez más temprana (Villatoro et al., 2001). Esto refleja que la edad en la que un sujeto tiene su
primer contacto con el alcohol, coincide con el inicio de la adolescencia, edad conflictiva por sí
misma. El adolescente busca en el alcohol un medio de evitación, de escape, de refugio o de
aceptación social principalmente ante sus amigos y grupo de pares. En esta etapa crítica, el
individuo se encuentra en la búsqueda de su propia identidad y tiende a rebelarse ante las figuras
de autoridad. Todo esto lo lleva a realizar conductas sin evaluar las consecuencias que se pueden
presentar en él mismo y en su entorno inmediato. Un ejemplo de estas conductas es el consumo
de alcohol. Se entiende como sólo un ejemplo, porque el área de experimentación, a veces sin
medir los riesgos que se corren, abarca un gran espectro de conductas, como drogarse,
involucrarse en conductas sexuales sin protección, desafiar a las figuras de autoridad, etc. Ahora
bien, es importante recalcar que el consumo de alcohol no es homogéneo en toda la población
mexicana, ya que existen diferencias dependiendo de varios a aspectos como la edad o el sexo del
consumidor. Es así que el consumo de alcohol tiene características particulares en la población de
estudiantes del Distrito Federal. Las principales características de este consumo nos indican que es
bajo el índice de dependencia al alcohol en los adolescentes, debido a que en esta edad, se
encuentran en los inicios del consumo. Pero frecuentemente tienen problemas relacionados con
su forma de beber; por ejemplo, los accidentes, el uso combinado de alcohol y drogas, el
abandono de los estudios (Castro y Maya, 1987). Estos y otros problemas se derivan de los
patrones de beber que se acostumbran entre los adolescentes, que consisten principalmente en
ingerir altas cantidades de alcohol, en eventos espaciados. Este patrón expone a los adolescentes
a tener un mayor riesgo de accidentes automovilísticos, traumatismos, arrestos, etc. (Berenzon,
Carreño, Medina-Mora, Juárez y Villatoro, 1996). Es importante detenerse a estudiar el fenómeno
del consumo en los adolescentes, ya que conociendo las modificaciones en las tendencias, se
podrá tener una visión real y Consumo de alcohol en estudiantes 3 actualizada de la proporción
del problema. Revisando las investigaciones realizadas en el área, es claro el aumento en el
consumo de alcohol. En el año 1997, el consumo de alcohol alguna vez en la vida fue de 54% de los
estudiantes de educación media y media superior del Distrito Federal. Ya en el 2000, el consumo
se incrementó al 61.4% de los adolescentes, dato que es muy elevado considerando que la venta
de bebidas alcohólicas está prohibida a menores de edad (Villatoro et al., 2001). Además, es
importante destacar que se detectan diferencias de consumo entre géneros. El sexo masculino es
el que presenta mayores índices de consumo de alcohol; sin embargo, en los últimos años las
mujeres han ido aumentando gradualmente su consumo (Martínez, 2002; Villatoro et al., 2001).
Este incremento indica lo dinámico del problema de consumo de alcohol, por lo que es necesario
realizar evaluaciones continuamente, ya que dicho fenómeno se encuentra en constante cambio y
evolución. Con respecto a las mujeres, se puede decir que se han vuelto más vulnerables ante la
ingesta de alcohol, lo que refleja carencias en la prevención. Además, se puede inferir que ahora
los factores de riesgo también están afectando la capacidad de abstención o moderación en el
sexo femenino, específicamente en las adolescentes. Ante el incremento en el consumo de alcohol
por parte de los adolescentes, tanto hombres como mujeres, se considera importante realizar
aportaciones para poder combatir el problema, ya sea por medio de la prevención o el
tratamiento y la rehabilitación. Sea cualquiera de estas la estrategia utilizada, es necesario tener
una visión clara de los factores sobre los que hay que incidir. Natera y Nava (1993) reportan que el
problema del consumo de alcohol es multicausal; en donde los factores medioambientales, la
familia y el propio individuo contribuyen a su aparición. De tal modo que los factores de riesgo
pueden presentarse en la escuela, los amigos, el entorno familiar o en la misma personalidad del
sujeto. Lo mismo ocurre con los factores de protección, que estando presentes, van a disminuir la
probabilidad de que se dé el consumo o el abuso de bebidas alcohólicas. Cabe mencionar que los
estudios acerca de las adicciones han detectado diversos factores asociados al consumo de alcohol
en los adolescentes. Entre estos factores se mencionan los individuales (autoestima, la conducta
desviada, relaciones sociales inadecuadas); los familiares (violencia familiar, inseguridad de los
padres, prácticas ineficaces de la paternidad); la relación con el grupo de amigos (la influencia de
la Consumo de alcohol en estudiantes 4 interacción social, la pertenencia al grupo y la presión de
los amigos) y los relacionados con la comunidad (fácil acceso a bebidas alcohólicas, aceptación
social hacia el consumo, presión social, angustia y estrés). También se ha reportado que la
percepción de riesgo afecta el consumo de alcohol, de manera que un mayor riesgo percibido
incide en un menor consumo de bebidas alcohólicas (Villa, Villatoro, Cerero, Medina-Mora y Fleiz;
2001). Otro factor significativo es la autoestima, que constituye un aspecto importante de la
personalidad, ya que representa la evaluación que el individuo tiene de sí mismo y de su medio
ambiente. Diversos estudios sobre salud mental en adolescentes han demostrado que la
autoestima es un factor que influye sobre aspectos importantes de la vida tales como: la
adaptación a situaciones nuevas, niveles de ansiedad, rendimiento escolar, relaciones
interpersonales, consumo de drogas, etc. (Espinosa, 2000). Alcántara, Reyes y Cruz (1999)
postulan que uno de los atributos deseables para la constitución de tareas individuales y sociales
es una adecuada valoración de sí mismo. Algunos de los conflictos de las personas se relacionan
con la baja autoestima y en contraparte, una autovaloración adecuada permite al sujeto
conducirse de una manera gratificante con él mismo y con otros. Aunado a los bajos niveles de
autoestima, en la adolescencia se presenta una baja percepción de riesgo, lo que se refleja en las
conductas y actitudes. El adolescente se percibe como inmune y realiza actos que ponen en riesgo
su salud o su vida. Esta baja percepción de riesgo es influida por el ambiente, en especial por el
grupo de amigos. Así, el adolescente presenta una tendencia a realizar actos peligrosos (beber,
drogarse, delinquir) buscando aprobación de su grupo y sin importar los riesgos. Medina-Mora,
Villatoro, Cravioto y Fleiz (2002) reportan que el consumo de alcohol se conoce como menos
riesgoso que el consumir drogas entre los adolescentes del país; siendo los adolescentes que
continúan estudiando y las mujeres quienes perciben más riesgo asociado al consumo de cualquier
droga. A partir de estos resultados, surge la inquietud de explorar de manera más detallada la
influencia específica de la autoestima y la percepción de riesgo en el consumo de alcohol en los
adolescentes.

en realidad el alcohol es un depresor del Sistema Nervioso Central (SNC). El alcohol llega al SNC a
través de la sangre y los efectos comienzan a manifestarse casi de inmediato, tanto los subjetivos
(la forma en que el bebedor siente que cambia su estado de ánimo y su percepción de las cosas),
como los objetivos (la conducta que exhibe). Cabe mencionar que en pequeñas cantidades las
bebidas con alcohol parece que estimulan, porque inhiben funciones cerebrales que se relacionan
con el aprendizaje, el juicio y el control. Provoca desorganización e interrupción en el pensamiento
y en la actividad motriz. Esa desinhibición inicial y la euforia que puede presentarse con pocas
cantidades, han hecho creer equivocadamente que las bebidas son estimulantes (CECA Q, 2002b).
Cuanto más alcohol se beba en poco tiempo, mayor será su concentración en la Consumo de
alcohol en estudiantes 7 sangre; por lo tanto, el cerebro recibe más alcohol y se experimentan
diversos cambios que pueden conducir a la embriaguez o intoxicación. La cantidad de alcohol que
transporta la sangre se conoce como nivel o concentración de alcohol en la sangre (CAS), que se
mide como cantidad de miligramos de etanol contenida en mililitros de sangre; esto puede
hacerse con muestras de aliento, de sangre o de orina. Existe una estrecha relación entre la CAS y
los cambios en las funciones del SNC, y por lo tanto, en la conducta (CECA Q, 2002b). El etanol
altera fundamentalmente el sistema nervioso central (SNC) al modificar la “fluidez” biometabólica
de las membranas neuronales. Lo más significativo es que las membranas modifican su
permeabilidad en el sentido de alterar la “fluidez” y transformarse en más “rígidas”, adquiriendo
por lo tanto una nueva permeabilidad. Esta nueva situación que significa un cambio en la
composición lipídica de la membrana altera la actividad bioquímica neuronal y, en consecuencia, la
actividad de la sinapsis. Las membranas neuronales sometidas de forma continua al consumo de
alcohol no sólo son menos permeables, sino que modifican su funcionalidad, incluso después de
dejar este hábito no recuperan su estado anterior (Martínez, 2002). Es importante enfatizar que el
consumo de alcohol acarrea consecuencias adversas, en un amplio rango de áreas del individuo.
Estas consecuencias van desde físicas, familiares y sociales. Hasta llegar al punto de poder afirmar
que virtualmente ninguna parte del organismo está libre de los efectos del consumo excesivo de
alcohol. Solo por mencionar algunos de los efectos, está el daño al hígado, concretamente el
hígado graso, hepatitis alcohólica y cirrosis. Ubicándonos en el tubo digestivo, se puede dar lugar a
esofagitis y exacerbación de úlceras pépticas ya existentes. Además, el riesgo de cáncer esofágico
aumenta, así como la frecuencia de gastritis atrófica crónica. Se ha encontrado que el consumo
excesivo de alcohol es causa importante de pancreatitis crónica y causa común de pancreatitis
aguda. El consumo excesivo de alcohol se acompaña de deficiencias en la nutrición, pudiendo
presentarse también anemia, neuropatía y depresión de las funciones celulares y hormonales. El
alcohol tiene efecto metabólico profundo sobre el metabolismo de carbohidratos, lípidos y
proteínas. El consumo crónico de alcohol puede afectar el músculo cardiaco, ocasionar además
arritmias cardiacas y se asocia a hipertensión. El alcohol afecta el sistema inmunitario y endocrino;
puede producir complicaciones neurológicas que incluyen demencia, convulsiones, alucinaciones y
neuropatía periférica (Kershenobich y Vargas, 1994). Consumo de alcohol en estudiantes 8 Otro
efecto identificado por el abuso en el consumo es el aumento de la presión sanguínea. El efecto
del aumento en la presión sanguínea es el incremento de riesgos por hemorragias cerebrales y
subaracnoideas, los llamados “accidentes cerebro vasculares”. Las mujeres sufren el riesgo
específico de cáncer de mama, son también más susceptibles al desarrollo de cirrosis hepática y
tienen un mayor riesgo de enfermedad vascular (Peña –Corona, Feria y Medina, 2000). Es
importante mencionar que el alcohol es considerado como una droga legal, o sea que es permitida
por las leyes (pero desde los 18 años), por lo que su uso no amerita un castigo. Su consumo es
aceptado en lugares públicos, como bares, discotecas, restaurantes, reuniones sociales, por lo cual
se ha llegado a asociar con la falsa idea de que “si su uso está permitido y es socialmente
aceptado, entonces no hace daño”. El consumo de esta droga es promovido en los medios de
comunicación asociándolo con valores deseables como el poder, el dinero, la juventud, la
elegancia, etc. (MedinaMora, Natera y Borges, 2002). 1.1.1 Tipos de bebidas alcohólicas Como ya
se mencionó anteriormente, un factor que va a determinar los efectos en el SNC y en la conducta,
es el tipo de bebida alcohólica que se ingiera, ya que difieren en la concentración de alcohol que
contienen. Así que a continuación se mencionan los principales tipos de bebidas alcohólicas y sus
componentes básicos. En primer lugar están las bebidas fermentadas, que se obtienen al exponer
frutos, cereales, raíces, savia y otros productos naturales a ciertas condiciones de humedad,
temperatura y tiempo; lo que se llama fermentación. Las bebidas así obtenidas son relativamente
bajas en contenido de alcohol. En México las bebidas fermentadas más consumidas son la cerveza,
el vino y el pulque. De ahí pasamos a las bebidas destiladas, en donde, mediante el calor se separa
al alcohol de otros componentes menos volátiles, eliminando el agua y obteniendo así un
producto más concentrado; así que los destilados contienen porcentajes de alcohol más elevados
que los fermentados. Las bebidas destiladas más comunes producidas y consumidas en México
son el brandy, el ron, el tequila y el mezcal; les siguen en Consumo de alcohol en estudiantes 9
importancia los aguardientes, el whisky y el vodka. Otro tipo de bebidas son los licores que se
producen a partir de bebidas con alcohol destiladas, a las que posteriormente se añaden aroma o
sabor con diversos ingredientes y aditivos, resultando por ejemplo, licores de café, de naranja, de
cereza, de almendra o de anís. También han proliferado en México los cocteles, que son bebidas
cuya base es un destilado o un fermentado y que se mezcla con jugos, refrescos o agua mineral
(por ejemplo la michelada, la cuba libre, la piña colada, las margaritas, etc.). Hay cocteles ya
envasados que se conocen como coolers y tienen como base un fermentado natural de manzana,
durazno, uva u otras frutas, mezclado con agua y bióxido de carbono o agua carbonatada (CECA Q,
2002a). 1.2 Historia del consumo de alcohol en México La elaboración y el consumo de bebidas
alcohólicas han estado presentes desde épocas remotas en distintas regiones del mundo, donde
se han encontrado evidencias de su consumo, por lo que es de suponerse que los seres humanos
beben alcohol desde hace por lo menos 5000 años. Los insumos y las condiciones básicas para
elaborar bebidas fermentadas ya existían desde entonces: almidones (azúcar de frutas silvestres),
agua, bacterias y la temperatura adecuada. Probablemente las primeras bebidas fermentadas se
produjeron de forma accidental, quizás con unas frutas abandonadas en el interior de una cueva,
que se fermentaron y de las que el hombre primitivo probó el líquido resultante y apreció sus
efectos relajantes, placenteros y también intoxicantes. Las poblaciones nómadas, que con el
tiempo se establecieron en asentamientos, dieron lugar a la agricultura. De este modo se
presentaron las condiciones para que se pudiera iniciar el cultivo de la vid, la cebada y el maguey,
y la elaboración regular de productos fermentados. Los estudios antropológicos sugieren que los
pueblos de Mesopotamia fueron los primeros en elaborar bebidas con alcohol de modo
sistemático. En Egipto comenzaron a elaborarse a partir del año 3000 a. C. y los médicos egipcios
las recetaban desde entonces como medicamento; en China, la producción de bebidas con alcohol
se inició mil años después (CECA Q, 2002c). En lo que concierne al consumo de alcohol en
territorio mexicano, este tuvo sus inicios Consumo de alcohol en estudiantes 10 en la época
prehispánica, donde existían reglas muy claras acerca de quién podía beber, en qué cantidad y en
qué ocasiones. La bebida más popular era el pulque u octli (bebida fermentada obtenida del
maguey), cuyo uso era comunal y estaba asociado con la agricultura, la religión y los ciclos vitales
como nacimientos, matrimonios y muerte. La ebriedad que se producía durante los actos
religiosos era aceptada socialmente (Escotto, 1999; Medina-Mora, 1998). Los sacerdotes, celosos
de su tarea mediadora con lo divino, prohibieron a los plebeyos el uso de la sustancia sagrada
fuera de ciertas ceremonias. La prohibición era clara pero no universal.

Los manuales de diagnóstico internacionales de clasificación (DSM-IV y CIE-10) distinguen entre


“abuso” y “dependencia” del alcohol. Por un lado existen individuos que consumen alcohol
reiteradamente de forma excesiva, pero que nunca llegan a mostrar el síndrome de abstinencia
(cuadro sintomático que aparece en un sujeto consumidor de alcohol debido a la disminución de
los niveles en sangre de la sustancia); por otro lado, hay individuos que, abusando igualmente del
alcohol, muestran síntomas de abstinencia cuando dejan de beber. Estas diferencias definen el
abuso y la dependencia. Aunque estos dos patrones de consumo parecen evidentes, y pueden ser
observados independientemente en la población humana, hoy por hoy no se tienen suficientes
datos para defender su existencia como categorías nosológicas separadas. Uno de los problemas
es la temporalidad, es decir, no sabemos si un individuo que abusa del alcohol necesariamente se
convertirá en un individuo dependiente o si el abuso no lleva inevitablemente a la dependencia. Lo
que sí es evidente es que para desarrollar dependencia del alcohol es necesario abusar de él.
Además, ambos síndromes presentan características comunes (Belloch, Sandín y Ramos, 1995).
Como se puede observar en el cuadro 1, la Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE
10), sólo menciona como requisito para el abuso de alcohol, la aparición de daño psicológico o
físico, sin especificar el tipo de daño. Mientras tanto, el Manual Diagnostico y Estadístico de los
Trastornos Mentales IV (DSM IV) desglosa los síntomas que se esperan ante el abuso de alcohol.
Estos síntomas se refieren a: 1) La disminución del rendimiento en las actividades de la persona.
Este punto lo podemos interpretar como una pérdida o disminución de la vida productiva, en
momentos en los que se espera que la persona cumpla con sus obligaciones. 2) También se sabe
que ciertas conductas son inadecuadas y hasta peligrosas en algunas circunstancias, por lo que el
segundo criterio se refiere al consumo en momentos inadecuados como por ejemplo, al manejar
un coche o accionando una maquinaria. 3) Otro criterio es la presencia de problemas legales,
como arrestos por comportamiento escandaloso, asaltos, conducir bajo los efectos del alcohol,
etc. 4) Finalmente se menciona la presencia de dificultades con el entorno social, debido a la
manera de beber. Todos estos criterios del DSM IV nos hablan acerca de las consecuencias dañinas
que se presentan cuando se abusa del alcohol. Estas consecuencias afectan tanto al entorno como
al individuo.

Abordando el punto de los patrones de consumo, la cantidad y la frecuencia de alcohol que se


ingiere marcan la diferencia entre el consumo moderado, el abuso, hasta llegar a la dependencia.
En investigaciones nacionales se menciona que el patrón de consumo más característico es
episódico (no diario) y en cada ocasión se ingieren grandes cantidades de alcohol (Medina-Mora,
1998). Es por eso que además de los criterios internacionales para establecer un diagnóstico
preciso entre abuso y dependencia, en las investigaciones nacionales se han establecido patrones
de consumo específicos. Esta delimitación establece criterios claros y libres de ambigüedades para
clasificar el tipo de consumo en función al número y frecuencia de copas ingeridas. De acuerdo a la
clasificación que reporta la Encuesta Nacional de Adicciones, en su estudio de 1998, se consideran
8 patrones de consumo de alcohol:

• Abstemios: se refiere a las personas que no consumieron alcohol en el último año, o a los que
han consumido antes del último año, sin importar la cantidad por ocasión.

• Bebedores poco frecuentes de bajo nivel: son las personas que reportaron consumir en el último
año, pero nunca 5 copas o más por ocasión.

• Bebedores poco frecuentes de alto nivel: son quienes han consumido en el último año, en
alguna ocasión bebieron 5 copas o más, pero no en el último mes.

• Bebedores moderados de bajo nivel: son los que consumieron en el último mes y nunca
bebieron 5 copas o más.

• Bebedores moderados de alto nivel: son quienes consumieron en el último mes y, en el último
año o en el último mes, bebieron 5 copas o más en alguna de las ocasiones.

• Bebedores frecuentes de bajo nivel: consumieron en la última semana pero nunca bebieron en
el último año 5 copas o más.

• Bebedores frecuentes de alto nivel: consumieron en la última semana y en el último año o en el


último mes bebieron 5 copas o más, en alguna de las ocasiones. Consumo de alcohol en
estudiantes 20.

• Bebedores frecuentes consuetudinarios: consumieron en la última semana y en una de esas


ocasiones tomaron 5 copas o más (Medina-Mora et al., 2003). En el caso específico de estudiantes,
dado su rango de edad en el que aún no desarrollan una dependencia o un consumo
consuetudinario, la forma regular como se ha clasificado el consumo para analizar el abuso ha sido
la siguiente:

a) No bebedor: Aquella persona que no ha consumido una sola copa de alcohol en su vida.

b) Bebedor: Aquella persona que ha consumido por lo menos en una ocasión una copa completa
de alcohol.

c) Abuso: Aquella persona que por lo menos en una sola ocasión en el último mes ha tomado 5 ó
más copas de cualquier bebida alcohólica (Villatoro et al.,2001).

1.5 Trastornos mentales provocados por el alcohol Es importante el estudio del fenómeno del
consumo y abuso de alcohol, ya que este consumo genera consecuencias adversas tanto para el
individuo como para la familia y la sociedad en su conjunto. Estas consecuencias tienden a
agravarse conforme el consumo aumenta. En este apartado se mencionan los trastornos mentales
que produce una ingesta continua y excesiva de alcohol, para lograr tener una visión clara del
tamaño del problema y sus implicaciones. La ingestión excesiva y continua de alcohol provoca
trastornos agudos o crónicos, del sistema nervioso central y en particular del cerebro. Entre los
procesos neuropsicológicos alterados ligados al consumo de alcohol podemos diferenciar dos
clases en relación al curso de la disfunción cerebral. Por un lado, procesos agudos, de aparición
brusca y reversible, relacionados con la intoxicación de alcohol o con situaciones de abstinencia,
tales como amnesias temporales, alucinosis y delirium tremens. Por otro lado, procesos crónicos
que cursan de forma lenta e insidiosa y con tendencia a la irreversibilidad, que se manifiestan en
forma de trastornos cognitivos, de la personalidad y afectivos. Algunos de estos procesos crónicos
son parte de síndromes orgánicos con lesiones cerebrales identificadas (Cuadro 3), más menos
difusas (por ejemplo, encefalitis de Wernicke). Consumo de alcohol en estudiantes 21 Cuadro 3
Trastornos mentales inducidos por el abuso y la dependencia del alcohol Agudos Crónicos
Intoxicación alcohólica Síndrome de abstinencia no complicado Delirium tremens Alucinosis aguda
Amnesias parciales (blackout) Trastornos del sueño Alteraciones de la personalidad Disfunción
sexual Alteraciones cognitivas Demencia alcohólica Encefalopatía de Wernicke Síndrome de
Korsakoff Alteraciones de la personalidad Disfunción sexual (Belloch, Sandín y Ramos, 1995). 1.6 El
adolescente consumidor Al estudiar el consumo de alcohol en los adolescentes, hay que tomar en
cuenta la cantidad, la frecuencia, el peso corporal, el tiempo que bebe cada vez que lo hace, la
experiencia del usuario, el patrón de consumo a lo largo del tiempo, la definición del rol del
bebedor por el propio bebedor y por los demás, y la definición del acto de beber por el bebedor y
por los demás. Son muy pocos los adolescentes que realmente pueden presentar un síndrome de
dependencia del alcohol. El problema del alcoholismo entre los adolescentes no es grave debido,
entre otras cosas, a la edad en que se encuentran. Sin embargo, sí tienen problemas relacionados
con el consumo de alcohol, que resultan importantes para la salud pública; por ejemplo, los
accidentes, el uso combinado de alcohol y las drogas, el abandono de los estudios y, en general, el
uso tóxico que los bebedores jóvenes hacen del alcohol y que tiene implicaciones importantes
para su desarrollo. Los problemas más frecuentes a los que se enfrenta el adolescente que bebe
son: Intoxicación Accidentes ocurridos como consecuencia de la intoxicación Uso combinado del
alcohol y drogas Las complicaciones médicas y de salud son muy poco frecuentes debido a que a
esa edad es difícil que el adolescente desarrolle un síndrome de dependencia al alcohol (Castro y
Maya, 1987). En la Cuarta Encuesta Nacional de Adicciones, realizada en el 2002, se ofrece un
perfil del consumo en adolescentes y se observó que al tradicional problema del abuso de bebidas
alcohólicas entre varones de edad media, se han sumado las mujeres. Los resultados de la ENA
indican que el 25.7% de adolescentes entre 12 y 17 años consumieron una copa completa de
bebidas con alcohol en el año previo al estudio. El consumo en la población urbana alcanza 35% de
la población masculina y 25% de la femenina, a razón de 1.4 varones por cada mujer; en la
población rural el índice de consumo es menor: 14.4% en total, con el 18% en los varones y 9.9%
en las mujeres, con una razón de una mujer por cada 1.8 hombres. Consumo de alcohol en
estudiantes 26 El patrón de consumo poco frecuente (menos de una vez al mes) caracteriza a este
grupo de población, sin embargo 10.5% de los varones adolescentes urbanos y 4.7% de los rurales
reportaron consumir con patrones que incluyen altas cantidades de alcohol (5 o más copas por
ocasión de consumo). Esta conducta se observó en 3.4% de las mujeres adolescentes urbanas y el
0.9% de las mujeres adolescentes rurales. En total, 2.1% adolescentes de la población rural y
urbana, cumplieron con el criterio de dependencia del DSM-IV. El mayor índice se observó entre
los hombres rurales (4.1%). En términos generales, los resultados muestran un incremento en el
consumo en esta población, con mayores prevalencias entre los varones. Además, se ha reducido
la edad de inicio y el uso fuerte se ubica en edades más tempranas y se copian modelos
masculinos adultos (SSA, 2002). En cuanto a las tendencias de consumo, los datos de la ENA
reportan incremento en el índice de consumo de los adolescentes, de 27% en 1998 a 35% en 2002
entre los varones, y de 18% a 25% respectivamente en las mujeres. Entre los varones aumentó el
número de menores que reportaron beber mensualmente cinco copas o más por ocasión de
consumo de 6.3% a 7.8%. El incremento más notable se percibe en el número de menores que
reportaron haber manifestado en el último año al menos tres de los síntomas de dependencia del
DSM-IV, que alcanzó al 2% de los adolescentes en 2002 (SSA, 2002). 2.1.4 Estudiantes de otros
estados del país En esta sección se reportarán los resultados publicados, de investigaciones que se
han realizado con estudiantes adolescentes, en diversos estados de la República Mexicana. En
Nuevo León se realizó una investigación con estudiantes de educación secundaria en el 2000, y en
el área de consumo de alcohol, se obtuvieron los siguientes datos. El consumo de bebidas
alcohólicas afecta al 20.4% de todos los casos. En los doce meses anteriores al estudio, el consumo
de alcohol se registró en el 13.2% de los casos. Finalmente, el uso de alcohol en los últimos 30 días
mostró una prevalencia de 12.5%. Se encontró que el uso de sustancias registra diferencias
significativas entre hombres y mujeres, con tasas más altas entre la población masculina (Díaz-
Negrete, Arellanez-Hernández y Martínez-Teviño, 2002). Por otro lado, en el año 2002, se realizó
un estudio sobre consumo de drogas en Consumo de alcohol en estudiantes 27 estudiantes de
secundaria, preparatoria y universidad del municipio de Rioverde, San Luis Potosí, en donde se
encontraron los siguientes resultados en el consumo de alcohol. En el consumo alguna vez en la
vida, se encontró que uno de cada tres adolescentes de secundaria lo consumen (35.8%), con
porcentajes muy similares entre hombres (37.7%) y mujeres (34%). En preparatoria ocurre algo
similar, aunque los porcentajes casi duplican a los de secundaria. Al analizar los datos en cuanto al
abuso de alcohol, se observa en secundaria que el 12.3% de los hombres y el 6.6% de las mujeres
reportan haberlo hecho. En preparatoria estos porcentajes crecen a más del doble en los hombres
(32.7%), al igual que en las mujeres (15.5%). Comparando los datos con los reportes del Distrito
Federal, se observa que el consumo de sustancias en este estado es ligeramente inferior. No
obstante, algunas prevalencias muestran valores altos en relación con los resultados de la entidad
correspondientes a 1991 (Amador, Díaz et al., 2002). Finalmente, se recopilan los resultados de
una investigación realizada en adolescentes de secundaria de Ciudad Guzmán, Jalisco. Con
respecto al consumo de alcohol, 46.52% de las mujeres y 53.48% de los hombres declararon haber
iniciado el consumo de alguna droga o alcohol a la edad de 12.6 años. Como sustancia inicial de
consumo, el 34.18% había consumido alcohol. Y respecto al consumo actual, el 25.5% afirmó
ingerir bebidas alcohólicas. Un último factor a resaltar es la tendencia hacia el consumo de bebidas
alcohólicas hasta la embriaguez, que fue idéntica tanto en hombres como en mujeres (Amador,
Villarruel, Bustos, López y Muñoz, 2002). 2.1.5 Estudiantes a nivel medio y medio superior en el
Distrito Federal Otra fuente de información son las encuestas de consumo de alcohol, tabaco y
drogas que se realizan cada tres años entre estudiantes de nivel medio y medio superior en la
Ciudad de México. La encuesta llevada a cabo en noviembre del 2000, reporta los siguientes
resultados respecto a la ingesta de alcohol (Villatoro et al., 2001). El consumo de alcohol
representó, junto al consumo de tabaco, el principal problema de salud por el uso de sustancias en
el país. En el Distrito Federal, se encontró que el 61.4% de los adolescentes ha usado alcohol
alguna vez en su vida y un 31.9% lo ha consumido en el último mes. Consumo de alcohol en
estudiantes 28 Al analizar el consumo por género en el último mes, la población masculina (34%),
resulta más afectada que la femenina (29.9%), aunque la diferencia porcentual es pequeña. En
cuanto al nivel educativo, en secundaria el 22.6% de los adolescentes ha consumido alcohol en el
último mes. Para las escuelas de educación media superior, este porcentaje se duplica, de manera
que en las escuelas técnicas el 50.1% de los adolescentes han bebido alcohol en el último mes, y
en los bachilleratos el 43.4%. En cuanto a la edad de los adolescentes, se observa que el
porcentaje de consumidores de 14 años o menos, es menor a la mitad de los que tienen 18 años o
más. Asimismo, la mitad de los adolescentes de 17 años han bebido alcohol en el último mes, aún
cuando son menores de edad. Por otro lado, se presenta un consumo mayor de alcohol en los
adolescentes donde el jefe de familia tiene una escolaridad de secundaria o mayor (33.1%), con
relación a los adolescentes cuyo jefe de familia tiene una escolaridad de primaria o menor (28.9%).
En tanto, las delegaciones políticas más afectadas por el abuso de bebidas alcohólicas son; Alvaro
Obregón (23.1%), Benito Juárez (25.7%), Cuauhtémoc (24.6%), Gustavo A. Madero (26.1%) e
Iztapalapa (25.7%). Estas delegaciones muestran un porcentaje superior al promedio del Distrito
Federal. Los resultados indican que 21.4% de los estudiantes consumen 5 copas o más por ocasión,
al menos una vez al mes. Porcentaje similar al reportado en la encuesta pasada (Villatoro et al.,
2001). 2.2 Factores asociados al consumo de alcohol Por otra parte, se sabe que antes de que los
adolescentes sean dependientes al alcohol, tabaco u otras drogas, han sido experimentadores.
Durante mucho tiempo se ha tratado de entender porqué algunos adolescentes sí experimentan
con drogas y otros no. La idea es anticiparse al consumo experimental, conociendo con qué
probabilidad se va a desencadenar y bajo qué condiciones, individuales y ambientales. En las
investigaciones acerca del consumo de sustancias se han determinado un amplio conjunto de
factores que contribuyen al entendimiento del problema y que han sido definidos como
condiciones que correlacionan e influyen en el consumo y en los Consumo de alcohol y en los
Consumo de alcohol en estudiantes 29 patrones de dependencia. En el contexto del estudio de los
factores asociados al consumo de alcohol y otras sustancias, se ha postulado la teoría de los
factores de riesgo y protección, desde donde se tratan de ubicar los factores que se asocien con el
consumo de sustancias, para poder prevenir dicho consumo o abuso. Hasta ahora la investigación
no ha identificado aún todas las causas de las adicciones pero sabemos que la etiología es
compleja y multifactorial. No se ha podido precisar qué factores o qué combinación de estos es
más peligrosa, cuáles son más susceptibles de modificación y qué factores representan
específicamente un riesgo para el consumo de drogas antes que ser facilitadores de problemas de
conducta en general.

Los factores de protección pueden ubicarse también en cada uno de los dominios de la vida del
individuo: en la esfera individual (p. ej. alta autoestima o personalidad orientada a la evitación de
riesgos), familiar (p. ej. convivencia con padres capaces de cubrir las necesidades afectivas de los
menores), escuela (p. ej. apego escolar), pares (p. ej. amigos poco tolerantes hacia el consumo),
comunidad (p. ej. pertenencia a redes de apoyo social). Los factores de protección pueden
definirse como aquellos factores que en presencia del riesgo protegen a los individuos de
consumir drogas (MedinaMora, Villatoro et al., 2002). En esta investigación se describió la
percepción de riesgo de los adolescentes mexicanos y la influencia que tiene sobre el uso de
drogas. Los principales resultados, relacionados con los objetivos de este estudio, indicaron que el
consumo de alcohol se conoce como menos riesgoso que el consumir drogas, y los adolescentes
que continúan estudiando perciben mayor riesgo. También reportan que las mujeres en general
perciben más riesgo asociado al consumo de cualquier droga que los hombres.

2.2.1 Autoestima

La prevención de daños en jóvenes requiere de una estrategia que combine de manera adecuada
la neutralización de los factores de riesgo con el fortalecimiento de los factores de protección; de
ahí que la investigación no se limita a identificar los aspectos negativos, sino que tiende cada vez
más a detectar las características específicas que hicieron exitosos a individuos aún en presencia
de riesgos. Entre los factores de protección se han encontrado los siguientes: relación con un
adulto protector que funja como un buen modelo, oportunidad de contribuir y ser reconocido,
eficiencia en el trabajo, el juego y las relaciones. Sanas expectativas y actitud positiva hacia el
futuro, autoestima y control interno, autodisciplina, habilidades para resolver problemas y contar
con pensamiento crítico y sentido del humor (CECA Q, 2002d).

Como hipótesis central del estudio, se espera que la autoestima alta en adolescentes, disminuya el
riesgo hacia el consumo o abuso de alcohol. De tal forma, se espera que el uso, abuso o
dependencia al alcohol sea mayor entre aquellos estudiantes adolescentes con baja autoestima,
con baja percepción de riesgo, y en estudiantes adolescentes con baja autoestima y baja
percepción de riesgo (Villa et al., 2001; Espinosa, 2000).
http://www.uade.inpsiquiatria.edu.mx/pagina_contenidos/tesis/tesis_jessica.pdf

UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE PSICOLOGÍA DEPARTAMENTO DE


PSICOLOGÍA BÁSICA II (PROCESOS COGNITIVOS)

Propuesta de un modelo predictivo del consumo temprano de alcohol en adolescentes

MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTORA PRESENTADA POR:

María José Álvarez Alonso

Directores: Rosa Jurado Barba Gabriel Rubio

Valladolid Madrid, 2015

El consumo de alcohol y otras drogas es una de las grandes preocupaciones a escala internacional,
por las graves consecuencias que produce a nivel sanitario y socioeconómico. La OMS estima que
el 5% de la población adulta mundial consumió algún tipo de droga ilícita en 2010 (WHO, 2011). Si
hablamos del consumo de alcohol, esta cifra crece considerablemente, por la conexión social de
celebración y ocio que conlleva esta sustancia, y con la que se asocian directamente 2.5 millones
de muertes cada año. En España, el consumo medio de alcohol en adultos (+15 años) entre 2003 y
2005 se estimó en 11.6 litros de alcohol puro al año, en un 21.13% de la población total. El uso de
alcohol es un problema global que afecta al desarrollo social y del individuo, y es la causa a nivel
fisiológico y psicológico de numerosas complicaciones para la persona y para aquellos que se
encuentran a su alrededor (WHO, 2009). Sin embargo, además de las consecuencias adversas para
la salud de los consumidores, debemos tener en cuenta el coste económico del tratamiento que
implica ese consumo. Asimismo, debemos reparar en los años potenciales de vida perdidos, las
consecuencias a nivel social que tienen estas pérdidas, y el impacto en relación a la productividad
perdida que se relaciona con el consumo de sustancias. De esta manera, podremos conocer de
forma más exhaustiva el alcance real de las consecuencias del abuso y de la dependencia tanto de
sustancias legales como ilegales en la población general, puesto que es el tercer factor de carga
económica de enfermedades a nivel mundial, y el segundo en Europa (Baumberg, 2006). Cada año
se producen en Estados Unidos alrededor de 80.000 muertes debidas al consumo excesivo de
alcohol (CDC, 2004), siendo la tercera causa de muerte relacionada con el estilo de vida (Mokdad,
Marks, Stroup, & Gerberding, 2004). Además, estos excesos producen en las personas 2.3 millones
de años potenciales de vida perdidos, con una media de 30 años perdidos por cada muerte, y un
coste económico derivado en 2006 de más de 223 mil millones de dólares (Bouchery, Harwood,
Sacks, Simon, & Brewer, 2011). En referencia al consumo en jóvenes, aproximadamente 320.000
de ellos, entre los 15 y los 29 años (9% en esta población) mueren como consecuencia directa o
Introducción: El problema del alcohol 18 indirecta del consumo y abuso de alcohol. En un estudio
español, transversal poblacional, sobre la carga de enfermedad en jóvenes, realizado en 2008 y
publicado en 2013 por Catalá-López y cols., se pudo observar que el abuso de alcohol es la
segunda causa de carga de enfermedad en adolescentes (10.6%); además, es en los varones la
primera causa de años perdidos por discapacidad (16.4%), mientras que en las mujeres es la
quinta (4.3%) (Catala-Lopez, Genova-Maleras, Alvarez-Martin, Fernandez de Larrea-Baz, & Morant-
Ginestar, 2013).

Los factores psicológicos constituyen claramente un factor de vulnerabilidad para el desarrollo de


una dependencia a sustancias. En concreto, de entre otros muchos factores, el hecho de no tener
unas buenas capacidades para las relaciones sociales o habilidades sociales (Tomlinson, Cummins,
& Brown, 2013) es un factor de riesgo claro en la adolescencia, por la búsqueda de aceptación
dentro del grupo o la tendencia a dejarse incitar por compañeros al consumo. Schinke y cols.
crearon una serie de programas informáticos con el objetivo de la prevención del consumo de
sustancias en escuelas estadounidenses (Schinke, Schwinn, & Fang, 2010), y encontraron que, tras
siete años de intervención, aquellos adolescentes que habían recibido entrenamiento en la
búsqueda de nuevas formas de interactuar con sus compañeros y su entorno reportaban un
menor consumo de alcohol que aquellos que no lo habían realizado, y estos entrenamientos en
habilidades sociales fueron sobre todo efectivos en los adolescentes más jóvenes. El haber sufrido
algún acontecimiento traumático en la infancia también hace que aumente considerablemente el
riesgo de consumo de sustancias como el alcohol, puesto que parece que el uso de sustancias en
aquellas personas que han sufrido algún tipo de experiencia adversa se utilizaría como auto-
medicación, como forma de afrontar las consecuencias derivadas de esas vivencias traumáticas y
superar los sentimientos de pánico, depresión, estrés, ansiedad o dolor asociados (Felitti et al.,
1998; Lebling, 1986; Miller, Downs, Gondoli, & Keil, 1987; Triffleman, Marmar, Delucchi, &
Ronfeldt, 1995). Estas estrategias de afrontamiento desadaptativas son muy comunes en aquellas
personas que han sufrido malos tratos; parece que las mujeres que han sufrido negligencia por
parte de sus cuidadores muestran una mayor predisposición al consumo de drogas, así como las
mujeres y los varones que sufrieron maltratos físicos (Huang et al., 2011). Por otro lado, los
factores ambientales pueden ser especialmente decisivos, por ejemplo la probabilidad de tener el
acceso y la oportunidad de consumo. Para los adolescentes que viven en entornos en los que los
compañeros o iguales consumen, Introducción: El problema del alcohol 20 observan el mismo en
su círculo familiar o de convivencia, o advierten a nivel de barrio o comunidad el consumo de
sustancias tanto legales como ilegales, el consumo es más probable y suele iniciarse a edades más
tempranas (Rothman, Edwards, Heeren, & Hingson, 2008). Además, si a estos factores añadimos el
hecho de vivir en una familia desestructurada, o en la que no existe un control paterno sobre las
conductas, y una alta tolerancia al consumo de alcohol (Wilks, Callan, & Austin, 1989), el riesgo
será aún mayor.

El alcohol forma parte de la vida diaria de muchas personas en todo el mundo. Un consumo
responsable se considera saludable si se realiza con moderación y dentro de un estilo de vida
equilibrado. Tradicionalmente el alcohol ha formado parte de algunas dietas llamadas
mediterráneas y de las celebraciones y festejos en ciertas culturas. El patrón de consumo, sin
embargo, ha ido variando a lo largo de los años, llegando a convertirse para ciertas personas en un
problema con graves consecuencias a nivel sanitario, social y económico. Desde el contexto
Europeo, España es uno de los países con mayor prevalencia de problemas relacionados con el
consumo de alcohol (Anderson & Baumberg, 2006). Al igual que en otros países de nuestro
entorno, el consumo de alcohol por parte de los jóvenes está experimentando una serie de
cambios que lo hacen especialmente preocupante. En España se ha pasado de un consumo
llamado “mediterráneo” de alcohol, es decir, como acompañamiento de las comidas; diario y en
bajas dosis y asociado a momentos de celebración, a un patrón “anglosajón” de consumo masivo y
en forma de atracón en el que se busca la embriaguez en poco tiempo (Cruz Roja Española, 2010).
Sin embargo, los cambios en los últimos años no sólo se han producido en los patrones de
consumo de sustancias legales, sino que además, el patrón de consumo de drogas ilegales ha
cambiado, pasando de ser indicador de relación con las poblaciones marginales, a estar vinculado
a usos recreativos y de socialización, y ser consumidas por Introducción: El problema del alcohol
21 individuos perfectamente adaptados que se inician cada vez más pronto en su consumo
(Ministerio de Sanidad y Consumo, 2007).

Estos estilos de consumo actuales tienen una serie de características, que están especificadas en
los textos del Plan Nacional Sobre Drogas (PNSD), “Redes familiares y prevención” (Peiró Ripoll,
2003) y que se describen a continuación:

El patrón de consumo es relativamente nuevo; se inicia en la década de los 90 del pasado siglo.
Este nuevo modelo de consumo se produce en un entorno lúdico y de experimentación en el que
predomina el policonsumo. Suele realizarse fuera del hogar, predominantemente por la noche y
en grandes cantidades, incrementándose por lo tanto las conductas de riesgo asociadas
(accidentes, violencia, embarazos no deseados, etc.).

El consumo se asocia al tiempo libre y a las relaciones sociales. Además, el espacio y tiempo de
ocio se considera como un derecho fundamental del individuo.

Es un fenómeno cultural, en el que ya no se consume en entornos de marginalidad, sino de forma


normalizada.

La percepción de riesgo dentro de ese consumo es baja, tanto para los jóvenes como para el
resto de la población adulta.

Está influido por la presión del grupo; el consumo se convierte en un factor de unión y de
pertenencia al grupo.

Edad de inicio temprana e incorporación femenina en el consumo habitual.

Fenómeno de las sociedades más industrializadas, que se mueven en el entorno de una industria
de ocio muy atractiva.

Existen dos encuestas a nivel estatal en nuestro país que se realizan bianualmente y que nos
refieren datos epidemiológicos de consumo de sustancias, tanto en población general (EDADES,
2011-2012) (dirigida a población de 15 a 64 años) como en adolescentes (ESTUDES, 2012-2013).
Según la encuesta domiciliaria sobre alcohol y droga en población general (EDADES), sondeo
incluido en el Plan Estadístico Nacional, de 2011, un 76.6% de la población (un 83.2% de hombres
y un 69.9 de Introducción: El problema del alcohol 23 mujeres) consumió alcohol en los últimos 12
meses, un 62.3% refiere haberlo hecho en los últimos 30 días y un 10.2% declara consumirlo
diariamente. La edad media de inicio de consumo de alcohol se situó en los 16.7 años. Únicamente
un 11.1% de hombres y un 19.7% de mujeres señalan no haber consumido nunca alcohol u otras
drogas. Asimismo, el 40.7% de la población española declara ser consumidora de más de una
sustancia. La adolescencia es un período de transición, en el que los cambios en el propio cuerpo,
los afectos y el entorno social hacen que todo el contexto en el que se mueven las personas a
estas edades tenga influencia en sus comportamientos. Por lo tanto, en sus conductas y tomas de
decisiones influirán tanto el propio desarrollo como los compañeros, las recompensas sociales
ofrecidas por los iguales (Teunissen et al., 2012), la comunidad en la que se vive y la familia (Shin,
Hong, & Wills, 2012), al obtener una imagen social agradable o deseada. En varios estudios se ha
buscado la asociación entre el consumo de adolescentes, tanto de alcohol como de sustancias
ilegales y el tipo de consecuencias adyacentes que tienen estos hábitos. Entre las conclusiones de
esos estudios se ha encontrado que el consumo de sustancias está directamente relacionado con
los accidentes de tráfico, Introducción: El problema del alcohol 25 siendo ésta la primera causa de
muerte en adolescentes en los Estados Unidos (Miniño, 2010). En España, en la encuesta de
ESTUDES (2010), entre las conductas de riesgo que se relacionan con el consumo de bebidas
alcohólicas, es la conducción de vehículos la que mayor porcentaje presenta; el 21.3% de los
estudiantes reconoció haber sido pasajero en vehículos conducidos bajo efectos del alcohol, e
incluso un 7.3% reconoció haber conducido un vehículo bajo los efectos del alcohol, aumentando
el número de ellos con la edad, puesto que el 31.9% de los estudiantes de 18 años declaraban
haberlo realizado en alguna ocasión. Otra conducta de riesgo asociada al consumo de alcohol es la
disposición a tener relaciones sexuales sin protección, con la consecuente exposición a
enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados, así como posibles vivencias de
situaciones de abuso o agresión (Bonomo et al., 2001). También el consumo de sustancias está
íntimamente relacionado con los problemas en la escuela; un descenso del rendimiento
académico, ausentismo escolar o abandono de estudios. Asimismo, el consumo se asocia con una
nutrición deficiente y diversos problemas de carácter psicológico (Schinke, et al., 2010).

En resumen, al tipo de consumo como forma de experimentación y de relación social se le asocian


factores de riesgo propios de la adolescencia, también recogidos en el Plan Nacional Sobre Drogas,
que se asocian principalmente a:

Factores relacionados con el entorno social (macro-sociales). Dependiendo del contexto en el que
se ha educado o ha crecido la persona, la influencia que sobre ella tengan los medios de
comunicación, el ambiente, las normas o valores sociales, serán diferentes. En ciertos entornos, la
disponibilidad de sustancias será Introducción: El problema del alcohol 27 mayor o menor, así
como la posibilidad de generar un ocio distanciado del consumo de alcohol y otras drogas.
Factores de riesgo en su entorno cercano (micro-sociales). Las personas crecen y se desarrollan en
un ambiente particular en el que las normas de convivencia, relación y adaptación dependen de la
familia, escuela o el grupo de iguales.

Factores de personalidad (personales). Las características de personalidad y particularidades de


cada persona favorecerán el que ésta adquiera o no ciertos patrones de conducta o consumo.
Factores de riesgo escolar. El fracaso escolar o el bajo rendimiento académico son factores de
alto riesgo para el consumo de sustancias o la conducta delincuente. El abandono escolar o el
absentismo, fomentan conductas de riesgo. También las conductas antisociales o el aislamiento
dentro de la escuela podrían dar lugar a ciertos problemas durante la adolescencia.

Factores de riesgo familiar.

El convivir con el consumo de alcohol dentro de la familia es uno de los mayores factores de
riesgo para incluir esos patrones de consumo en un hábito propio. Los padres que se muestran
tolerantes hacia el consumo también estarán favoreciendo una mayor probabilidad de conductas
de consumo en sus hijos, así como aquellas familias en las que se utiliza la violencia o el castigo
excesivo. El modelado de conductas parece que juega un papel importante en la adquisición de
hábitos y comportamientos. Tener un modelo de referencia adecuado a las circunstancias y edad
de cada adolescente será una influencia importante a la hora de no mantener o adquirir conductas
de consumo. El conflicto dentro de la propia familia, las situaciones violentas o las situaciones de
maltrato son de gran importancia como factor de riesgo. El consumo de sustancias ya sea alcohol,
u otras drogas, durante la etapa de desarrollo, influirá en ese mismo desarrollo, tanto físico como
intelectual o afectivo, por lo que, tanto el tipo de relaciones, como los estilos de aprendizaje, la
salud o la interacción con el entorno en general se verán afectados. Son muchas las evidencias que
indican que el uso de alcohol en jóvenes está determinado por múltiples factores psicosociales
localizados en diferentes niveles ecológicos. Podemos encontrar un resumen esquemático de
éstos en la Figura 1. Entre los factores más próximos al Introducción: El problema del alcohol 28
adolescente se encuentran los genéticos (Young-Wolff, et al., 2011), temperamentales (Brody,
Flor, Hollett-Wright, McCoy, & Donovan, 1999) y la historia familiar de alcoholismo (Capaldi,
Stoolmiller, Kim, & Yoerger, 2009). Entre los más distales se han señalado la red de apoyo social o
comunitaria y el uso de drogas por parte de los compañeros (Stockdale et al., 2007); la
disponibilidad/facilidad para el consumo (Nathan et al., 2009) y la edad legal a la que se permite el
uso de alcohol (Casswell, Pledger, & Pratap, 2002). Pero de todos estos factores, las situaciones de
maltrato ocurridas durante la infancia-adolescencia son las que mayor riesgo tienen para el
desarrollo de trastornos por uso de alcohol durante la adolescencia y la edad adulta (Diaz et al.,
2008; Dube et al., 2006; Hussey, Chang, & Kotch, 2006; Shin, Edwards, & Heeren, 2009).

El comienzo en la experimentación y en consumo excesivo de alcohol a edades muy tempranas se


asocia directamente con un elevado riesgo de desarrollar un trastorno de abuso de sustancias y
problemas relacionados con la salud (Grant, Stinson, & Harford, 2001). Además, las conductas de
agresión, accidentes de circulación, sexo sin protección o vandalismo están directamente
relacionadas con ese consumo masivo de alcohol (Bonomo, et al., 2001; Chou et al., 2006; Temple,
Shorey, Fite, Stuart, & Le, 2013). Las consecuencias más comunes entre aquellos jóvenes que
habían consumido alcohol en los últimos 12 meses se relacionaron con bajo rendimiento
académico en un 12%, el mismo porcentaje de chicos y chicas que declararon haber tenido
problemas con amigos o familiares, aunque son los varones quienes se ven más a menudo
envueltos en peleas y problemas con la policía (Ham & Hope, 2003). Del mismo modo, otro tipo de
consecuencias a largo plazo se relacionan con este tipo de consumo de alcohol, por ejemplo la
obesidad, la alta presión arterial (Oesterle et al., 2004), o los dolores de cabeza (Miller, Naimi,
Brewer, & Jones, 2007), las dificultades para la concentración y la presencia de un bajo
rendimiento académico por problemas en el aprendizaje (Hill, White, Chung, Hawkins, & Catalano,
2000) y la memorización (Plant, et al., 2009; Zeigler et al., 2005). La Organización Mundial de la
Salud (OMS) señala que tras haber sufrido una situación de cualquier tipo de maltrato en la
infancia existe un alto riesgo de consumo de alcohol en estas edades está ligado a problemas
como absentismo escolar, bajo rendimiento escolar y conductas delictivas, lo que puede
incrementar aún más el riesgo de maltrato físico por parte de uno de los progenitores. La
educación de estos jóvenes suele verse afectada ya que suelen faltar a las clases, y progresar más
lentamente que sus compañeros, lo que tendrá consecuencias en su vida adulta, a la hora de
enfrentarse al mundo laboral. Las teorías de aprendizaje social refieren que aquellos adolescentes
que han sufrido algún tipo de malos tratos o experiencias adversas tienen un mayor riesgo de
consumo y abuso de sustancias. En muchas ocasiones su modelaje de roles es muy pobre, por falta
de atenciones de sus progenitores o cuidadores, porque convivan en un entorno en el que se
fomenta el uso y consumo de sustancias Introducción: El maltrato infantil y su relación con el
consumo del alcohol 46 directamente o porque su toma de decisiones se base en la percepción de
opciones más limitadas. Sus factores de riesgo son mayores y por lo tanto es más común que
pasen de la simple experimentación al abuso (Annenberg Commission on Adolescent Substance
Abuse, 2005). Deseamos conocer con este estudio, cuáles son las relaciones existentes en una
población de jóvenes de la Comunidad de Madrid, entre ciertas situaciones vividas a edades
tempranas y el hecho del consumo abusivo, tanto de alcohol como de otras sustancias y no como
mera experimentación adolescente. Una de las hipótesis explicativas de la relación existente entre
el maltrato y el riesgo de desarrollo de dependencia se asocia con la correlación del estrés
(secundario al maltrato) y la sensibilización de los circuitos cerebrales implicados en la
recompensa. El estrés induce la liberación de glucocorticoides y de cortisol. La activación del eje
HPA es el responsable de la liberación de cortisol y de catecolaminas periféricas que son vitales
para la supervivencia, aunque la activación crónica de estos sistemas se asocia a trastornos
mentales como la depresión, ansiedad y adicción a drogas (Sapolsky, 2000). No todos aquellos que
han sufrido malos tratos durante su infancia desarrollan un patrón de consumo abusivo o
preocupante de alcohol; ya que el abuso de sustancias puede además explicarse por la implicación
de otras variables en la respuesta al estrés como la historia de alcoholismo familiar, de
psicopatología de los pacientes o de variables genéticas. El estrés provoca una sensibilización de
los circuitos mesolímbicos dopaminérgicos implicados en el refuerzo. Los resultados procedentes
de estudios realizados en animales de experimentación coinciden en señalar que la exposición al
estrés provoca un aumento de los niveles de dopamina cerebral en estructuras mesolímbicas
implicadas en el refuerzo (núcleo accumbens y área tegmental ventral) lo que a su vez incrementa
las conductas de autoadministración de drogas como el alcohol o los estimulantes (Kalivas and
Klitenic, 1993; Meaney, Brake, & Gratton, 2002). Se ha especulado con que una experiencia
traumática puede provocar una disminución en la expresión del transportador de dopamina en el
núcleo accumbens, lo que implica una Introducción: El maltrato infantil y su relación con el
consumo del alcohol 47 mayor respuesta cuando el sujeto consume sustancias como la cocaína
(Moffett et al., 2007). Los escasos estudios de neuroimagen llevados a cabo en jóvenes
maltratadas expuestos a estrés psicosocial, indican que se produce una mayor liberación de
cortisol y que esta respuesta se correlacionaba con una mayor liberación de dopamina en el
estriado ventral (Pruessner, Champagne, Meaney, & Dagher, 2004). En otro trabajo, los adultos
jóvenes con experiencia de maltrato referían más sentimientos de tristeza y anhedonia, y una
disfunción del globo pálido izquierdo (Dillon et al., 2009). Estos hallazgos apuntan a que las
experiencias traumáticas tempranas podrían alterar los circuitos dopaminérgicos mesolímbicos.
Estos resultados son consistentes con las hipótesis que apuntan a que tras el trauma se produce
una alteración en el funcionamiento de los mecanismos de recompensa. La dependencia de
sustancias es un trastorno que involucra los sistemas motivacionales del cerebro. Una de las
estructuras que interviene en las conductas adictivas es la del sistema meso-cortico-límbico, que
está formado entre otras, por estructuras del cerebro anterior (amígdala, tálamo, hipocampo,
corteza cingulada y corteza prefrontal), estructuras del cerebro medio como el Área Tegmental
Ventral Exposición al estrés Modulación de las señales Cambios en plasticidad sináptica
Vulnerabilidad a la ansiedad Vulnerabilidad al consumo de alcohol Introducción: El maltrato
infantil y su relación con el consumo del alcohol 48 (ATV) y la sustancia negra. El conjunto de estas
estructuras es lo que se conoce como circuito de recompensa o del placer (Volkow, Fowler, &
Wang, 2004), del que podemos observar un esquema en la Figura 3. Es un sistema complejo que
permite la comunicación con diferentes áreas cerebrales, entre las que se encuentran las
aferencias entorrinales con el ATV, las corticales prefrontales y con regiones del sistema límbico
como la amígdala o el hipotálamo lateral, con quien a su vez se encuentran conexiones con el
locus coeruleus y los núcleos del rafe. En el ATV también encontramos proyecciones al núcleo
accumbens (NAc) que a su vez se conecta mediante aferencias y eferencias con el hipotálamo
lateral (influyendo en secreciones neuroendocrinas) y la corteza prefrontal. A grandes rasgos, el
circuito de recompensa está compuesto por dos grandes vías denominadas mesolímbica y
mesocortical (en su conjunto denominadas mesocorticolímbica), los núcleos del rafe y la amígdala
(Goldstein & Volkow, 2002). La vía mesolímbica, de tono dopaminérgico, conecta el ATV (cerebro
medio) con el sistema límbico vía núcleo accumbens, amígdala e hipocampo, así como con la
corteza prefrontal (cerebro anterior basal). El núcleo accumbens recibe inervación dopaminérgica
del ATV y glutamaérgica de amígdala, hipocampo y corteza prefrontal. La parte nuclear del circuito
de recompensa es la que implica la comunicación entre el ATV y el núcleo accumbens (o núcleo del
placer) a través del haz prosencefálico medial de la vía mesolímbica. La estimulación del ATV
implica liberación de dopamina en el núcleo accumbens, provocando euforia y placer, haciendo
por lo tanto que el individuo memorice esas sensaciones y desee volver a consumir; esta ruta se
relaciona directamente con la farmacodependencia, puesto que es una ruta que se activa directa o
indirectamente con el consumo de sustancias psicoactivas. Mediante la vía mesocortical el ATV se
conecta con la corteza cerebral, principalmente con áreas prefrontales (Bechara & Van Der Linden,
2005; Li & Sinha, 2008). El circuito de recompensa o del placer está por lo tanto directamente
asociado con el desarrollo de la dependencia a ciertas sustancias. Se trata de un sistema primitivo
y básico para la supervivencia, que se relaciona con conductas de alimentación o reproducción que
son placenteras. Cuando este circuito de recompensa se activa, se ven favorecidos el aprendizaje y
el mantenimiento de esas conductas, manteniendo una memoria de estímulos contextuales que
podrían favorecer la repetición de esas conductas placenteras, y que en principio se relacionan
con la supervivencia. Este circuito se activa con el consumo de sustancias, y al activarse este
circuito durante el consumo, el individuo aprende y realiza conductas de consumo que se ven
influenciadas, no sólo por lo reforzador de la sustancia consumida en sí, sino también por la propia
naturaleza reforzadora del circuito de recompensa o placer (Damasio, 1994; Verdejo-Garcia &
Bechara, 2009). El circuito de recompensa permite un mantenimiento de las conductas que nos
proporcionan placer, y esto se ve amplificado Introducción: El maltrato infantil y su relación con el
consumo del alcohol 50 por el efecto que tiene el aumento de un neurotransmisor directamente
implicado en el consumo de sustancias, que es la dopamina, ya que amplía el efecto placentero y
las sensaciones hedónicas del consumo de sustancias, así pues el sujeto que ha consumido,
tenderá a volver a hacerlo buscando esas sensaciones (Tirapu-Ustárroz, 2004) El consumo agudo
de sustancias supone un incremento de la liberación de dopamina y por tanto de su actividad, que
conlleva una intensificación en la sensación de placer. Sin embargo, la dopamina no es el único
neurotransmisor implicado en el circuito de recompensa; otros neurotransmisores como la
serotonina, que tiene efectos sobre el hipotálamo, están involucrados. Los opiáceos y el GABA
inciden sobre el ATV y el núcleo accumbens. La noradrenalina del locus coeruleus actúa sobre el
hipocampo (Nestler, 2005). Existen otros sistemas de mecanismo de refuerzo que a su vez ejercen
un efecto modulatorio sobre la dopamina y el circuito de recompensa. Entre los diversos sistemas,
en función del tipo de sustancia, destacamos los relacionados con neurotransmisores
GABAérgicos, opioides, noradrenérgicos, serotoninérgicos o glutamatérgicos. Estos
neurotransmisores se relacionarían con la acción dopaminérgica a través del ajuste y modulación
de su efecto en cualquiera de las áreas cerebrales con las que se asocia el sistema de recompensa
(Kalivas, 2009). Es por ello que, aunque cada sustancia tenga su propio mecanismo de acción, el
papel de la dopamina es importante en todos los casos, ya que se relaciona con el aprendizaje de
la respuesta al refuerzo, y está relacionada con casi todas las sustancias psicoactivas de forma
directa o indirecta. La dependencia por lo tanto sería el resultado de la compleja interacción entre
los efectos fisiológicos de la sustancia consumida, las áreas cerebrales con las que se implican y su
influencia en la emoción y motivación de cada persona. Además, deberemos tener en cuenta los
efectos del aprendizaje y de la memoria que se combinan con estos procesos biológicos de
recompensa y sobre los que actúan las sustancias psicoactivas (Hyman & Malenka, 2001); se
producirá un aprendizaje en forma de refuerzo que podrá perpetuar el consumo y la búsqueda de
sensaciones, modificando así la experiencia y huella de memoria.

Este trabajo pretende observar las posibles diferencias entre aquellos adolescentes que consumen
y aquellos que no lo hacen. Además, dentro del grupo de consumidores, encontramos un conjunto
de jóvenes que han experimentado problemas en relación a ese consumo y que buscan ayuda.
Creemos que habrá diferencias entre estos tres grupos no sólo en relación al consumo, sino
también a sus experiencias previas, a la presencia de psicopatología e incluso en sus antecedentes
familiares, que harán que su consumo y sus consecuencias sean diferentes. Por lo tanto, el
objetivo general de esta tesis doctoral es analizar las posibles variables mediadoras del consumo
temprano de alcohol en adolescentes, con el fin de encontrar una relación entre sus experiencias
previas y sus conductas de consumo. Con ello, el objetivo a largo plazo será el poder realizar
programas de prevención y mejorar los tratamientos de abandono de consumo.
2.1.1. Objetivos específicos

a) Estudiar la prevalencia de consumo de una muestra de población de jóvenes adolescentes (13-


19 años) que acuden a Atención Primaria y a distintos dispositivos asistenciales de la ciudad de
Madrid, por presentar manifestaciones clínicas donde el consumo abusivo de alcohol forma parte
de dichos síntomas.

b) Conocer la prevalencia de los diferentes tipos de maltrato en esta población, y relacionar el tipo
de maltrato con el patrón de abuso o dependencia de sustancias presente en estos jóvenes.
Justificación del estudio 58

c) Establecer la relación entre la presencia de distintos trastornos psicopatológicos y variables de


ansiedad como variables moduladoras del desarrollo de trastornos por uso de alcohol y otras
sustancias. d) Observar si existen antecedentes familiares de consumo de alcohol que puedan
estar influyendo en la conducta de consumo de los jóvenes. 2.2.

Uno de los principales objetivos de este trabajo fue el de conocer la prevalencia de consumo en
una muestra de adolescentes de la Comunidad de Madrid, y a partir de ella estudiar qué variables
son las que influyen o modulan el comportamiento y patrón de consumo de los jóvenes de 13 a 19
años, para concluir realizando modelos de predicción que nos ayuden en las intervenciones
preventivas y terapéuticas que se realizan en adolescentes. Considerando que las muestras de
jóvenes podrían variar en cuanto a sus características, la muestra de adolescentes se dividió en
tres categorías; atendiendo a si no consumían sustancia alguna, a si consumían una o varias
sustancias, pero no parecían presentar problemas específicos, y finalmente a si consumían una o
varias sustancias pero habían buscado asistencia por problemas derivados del consumo. Además
de analizar sus características socio-demográficas, realizamos un análisis de las posibles variables
moduladoras de la conducta de consumo, como son los distintos tipos de maltrato que podrían
haber sufrido en la infancia, la presencia de algún trastorno psiquiátrico que pudiera estar
influyendo en el comportamiento del adolescente y la existencia de una historia familiar de
dependencia alcohólica, basando el análisis en las diferencias que estimábamos se encontrarían,
entre los tres grupos de adolescentes. Tras estudiar esas diferencias entre los tres grupos,
observamos que un elevado porcentaje de adolescentes, no sólo consume una sustancia, sino que
utiliza habitualmente dos o más (en este caso excluimos el tabaco en el recuento de consumo) por
lo que dividimos la muestra en dos tipos de patrón de consumo: entre aquellos que consumen
alcohol y los que no lo hacen por un lado, y entre aquellos que presentan un patrón de
policonsumo y aquellos que no por otro, para la búsqueda de los modelos predictivos. La
prevalencia de uso de alcohol y de consumo de sustancias fue bastante alta en nuestra muestra;
un 82% de los adolescentes declararon consumir habitualmente alcohol y un cuarto de ellos se
revelaba policonsumidor. Las experiencias de maltrato infantil fueron muy comunes en todos los
grupos, aunque notablemente más altas entre aquellos Discusión 108 que consumían, siendo el
grupo que pertenecía a programas de ayuda aquellos que mostraban mayores incidencias de
maltrato. Las proporciones de diagnósticos de trastorno psiquiátrico fueron mucho más bajas
entre los no consumidores. Las prevalencias entre los grupos 2 y 3 fueron similares, y mayores que
las que comúnmente se observan en muestras de la comunidad. Todos aquellos que presentaban
un diagnóstico de trastorno de ansiedad, TDAH o de la Conducta Alimentaria eran consumidores
de alcohol. Además, unos altos porcentajes de aquellos que presentaban un trastorno depresivo,
(96.5%), TEPT (98.2%), TLP (93.6%) o que presentaban un padre (95.7%) o una madre (96.3%) con
problemas de dependencia alcohólica, eran consumidores de alcohol. En relación al policonsumo,
en alrededor del 50% de los adolescentes que mostraban un trastorno psicopatológico se
evidenciaba este patrón de consumo. Asimismo, el 74% de los adolescentes cuya madre era
dependiente del alcohol usaban múltiples sustancias, así como el 55% de aquellos cuyo padre
tenía problemas con el alcohol. Con estos resultados como base, hemos detectado que todas las
variables analizadas influyen en el consumo adolescente. Los principales hallazgos en cuanto los
modelos predictivos realizados en relación al consumo de alcohol fueron que, existe una influencia
en cuanto al género, siendo mayor el riesgo de consumo en los varones, cuando ha habido una
historia de AF o NE (valores de OR de 10 y 17 puntos, respectivamente), una gran influencia si
existe en el paciente un diagnóstico de TEPT (este trastorno multiplica por 25 los riesgos) y
antecedentes familiares paternos de alcoholismo (OR de 3.7). El factor de ansiedad de evitación
del daño aparece como protector, aunque su influencia no llega a tener importantes
repercusiones para el modelo. En cuanto al modelo predictivo de policonsumo, las variables que
más significativamente parecían influir en este patrón de consumo fueron sobre todo el AS y la NE
(aumentando en 16 y 11 veces, respectivamente, el riesgo de policonsumo), y en menor medida el
AF y la NE (3 y 2.5 puntos, respectivamente). Aquellos jóvenes que manifestaban un trastorno
depresivo tenían un mayor riesgo de presentar un policonsumo, así como aquellos cuyos
progenitores son alcohólicos, sobre todo cuando Discusión 109 era la madre quien lo presentaba
(OR de 17). Los factores de ansiedad medidos presentan influencia en el policonsumo, aunque de
nuevo no presentan una gran repercusión para el modelo.

Otro de los aspectos importantes a tener en cuenta es el considerar, no sólo las formas de
maltrato, sino también las experiencias personales adversas que hayan podido sufrir los
adolescentes, puesto que raramente el maltrato ocurre sólo, y suele relacionarse con otras
experiencias negativas (Dube, et al., 2001).

https://eprints.ucm.es/30982/1/T36188.pdf
El Consumo de Alcohol en Adolescentes Escolarizados: Propuesta de un Modelo Sociocomunitario

María Elena Villarreal

-González Juan Carlos Sánchez Sosa

Universidad Autónoma de Nuevo León - México Universidad Autónoma de Nuevo León - México
Gonzalo Musitu Rosa Varela -Universidad Pablo de Olavide de Sevilla - España Universidad Pablo
de Olavide de Sevilla – España

Manuscrito Recibido: 04/06/2010 Revisión Recibida: 11/09/2010 Manuscrito Aceptado:


20/10/2010

Resumen. El objetivo del presente estudio es analizar las relaciones existentes entre variables
individuales, familiares, escolares y sociales con el consumo de alcohol en adolescentes. El tipo de
estudio realizado es explicativo causal. La muestra estuvo conformada por 1,245 adolescentes de
ambos sexos procedentes de dos centros educativos de secundaria y dos de preuniversitario, con
edades comprendidas entre los 12 y los 17 años de edad. Se utilizó un muestreo probabilístico
estratificado, considerando la proporción de alumnos por grado escolar, grupos y turno. Para el
análisis de los datos se calculó un modelo de ecuaciones estructurales que explicó el 66% de la
varianza. Los resultados mostraron que el apoyo social comunitario y el funcionamiento familiar se
relacionaban con el consumo de alcohol de forma indirecta. El primero lo hacía de forma positiva y
significativa a través del apoyo de amigos y el consumo de alcohol de familiares y amigos; y el
segundo, lo hacía a través de dos paths: uno, de forma positiva y significativa, con el apoyo familiar
y el consumo de alcohol de familiares y amigos y, dos, de forma positiva a través del ajuste escolar
y la autoestima escolar y ésta, de forma negativa, con el consumo de alcohol. También se observó
una relación positiva y significativa entre funcionamiento familiar y el apoyo social comunitario.
Los resultados obtenidos se discuten en función de los estudios más relevantes en la temática de
esta investigación y se hace referencia a las limitaciones metodológicas de este estudio. Palabras
clave: consumo de alcohol, funcionamiento familiar, ajuste escolar, autoestima académica, apoyo
comunitario, adolescentes.

Introducción

Tradicionalmente, la adolescencia ha representado un periodo crítico en el inicio y


experimentación en el consumo de sustancias psicoactivas (Espada, Méndez, Griffin y Botvin,
2003; Steinberg y Morris, 2001), lo cual ha motivado a los científicos sociales y de la salud a
analizar este problema en profundidad por sus múltiples y graves efectos. Según el informe de la
Organización Mundial de la Salud (OMS, 2008) el consumo de alcohol es el primer factor de riesgo
en los países en desarrollo y el tercero en los países desarrollados, lo cual constituye una amenaza
para la salud pública en la medida en que genera consecuencias negativas en todos los niveles:
biológico, físico y psicológico en quienes lo consumen. Igualmente, los problemas referentes a la
salud pública, asociados al alcohol, han adquirido proporciones alarmantes, hasta el punto que el
consumo de esta sustancia se ha convertido en uno de los riesgos sanitarios y sociales (accidentes
de tráfico, violencia, suicidio, etc.) más importantes en el mundo (Elzo, 2010; Fernández y Marco,
2010; Ministerio de Sanidad, 2010). En Méjico, y de acuerdo con la Encuesta Nacional de
Adicciones (ENA, 2008), el patrón de consumo de alcohol se sitúa en un 26.6% de consumo, el cual
es superior en el Estado de Nuevo León (29.7%) lugar donde se realiza este estudio. Además, se
observa en este país un patrón de consumo similar al nórdico y, recientemente, también al
mediterráneo (Choquet, 2010; Elzo, 2010), caracterizado por una alta ingesta en un período corto
de tiempo -al menos cinco copas por encuentro cada fin de semana y, en los casos graves, a
diario-. La edad de inicio se sitúa entre los 13 y 14 años de edad, similar a la edad de inicio en
Europa (Elzo, 2010; Hernandez, 2009) y lo más importante, y también alarmante, es el hecho de
que el 64% de los adolescentes cree que beber es normal . En este punto, es de interés subrayar
que el consumo de alcohol en México, al igual que en los países europeos, es ilegal para los
menores de edad que aún no han cumplido los 18 años y, en consecuencia, está prohibida la venta
y consumo por debajo de esta edad. Además, se ha mostrado claramente, tanto en población
general como en población escolar, que este inicio temprano es un factor de riesgo importante
para adentrarse en el consumo de otras drogas (Natera, MedinaMora y Tiburcio, 2007). El hecho
de que los adolescentes consuman alcohol a edades tempranas conlleva un importante peligro
tanto para la salud individual como para la salud pública, con el agravante de que bajo ciertas
condiciones, aumenta la probabilidad de que se mantenga o agudice este problema durante la
vida adulta (Villarreal, 2006; Laespada, 2010). Normalmente, el consumo de alcohol en
adolescentes se ha explicado a partir de contextos tales como la familia, la escuela y la comunidad,
y han sido muy pocos los estudios que han considerado los tres ámbitos de manera conjunta tal y
como se ha hecho en este trabajo. En el sistema familiar se ha constatado que juega un papel
fundamental en el consumo de alcohol en los hijos, las pautas de interacción familiar, la cohesión y
adaptabilidad de los miembros y el consumo de los propios padres (Butters, 2002; Gilvarry, 2002;
Natera-Rey, Borges, Medina-Mora, Solís y Tiburcio, 2001; Musitu y Pons, 2010). También, la
comunicación familiar positiva favorece la cohesión y la adaptabilidad de la familia; en cambio, los
problemas de funcionamiento y comunicación entre padres e hijos adolescentes constituye un
factor de riesgo estrechamente vinculado con el consumo de alcohol y drogas en los hijos (Buelga
y Pons, 2004; Cava, Murgui y Musitu, 2008; Kumpfer, Alvarado, Whiteside, 2003). Los adolescentes
consumidores abusivos de alcohol perciben a su familia, en mayor medida que los abstemios o los
consumidores no abusivos, como un contexto conflictivo en el que existe poco entendimiento
entre los miembros de la familia (Elzo, 2010; Musitu y Pons, 2010). Otro factor de riesgo en el
escenario familiar que influye en el consumo de alcohol entre los adolescentes, es el modelado
parental de consumo en el sentido de que hay una mayor probabilidad de consumo abusivo en los
hijos conforme aumenta la frecuencia de consumo de alcohol en sus padres (Buelga y Pons, 2004;
Buelga, Ravenna, Musitu y Lila, 2006; Fromme y Ruela, 1994). El modelado de los padres es, en
consecuencia, un factor relevante para entender el comportamiento de los adolescentes en
relación al consumo de alcohol y otras substancias (Musitu, Buelga, Lila y Cava, 2001). Si un
adolescente observa en el entorno familiar el consumo de alcohol como “normal”, entenderá
como adecuado que él mismo lo pueda hacer en sus relaciones sociales con los amigos. Ha
aprendido también que los amigos estimulan y potencian la afiliación y la identidad a través de la
adhesión a ciertas conductas rituales afianzadas en el grupo. Los iguales se convierten, de esta
manera, en una influencia social dominante para el consumo de alcohol (Donovan, 2004; Henry,
Slater y Oetting, 2005). También se sabe que la identidad de las personas está vinculada a los roles
sociales que emergen de la comunidad de pertenencia, lo cual constituye uno de los principales
escenarios sociales de interacción (Shinn y Toohey, 2003). Estos roles sociales, fomentan, a su vez,
la oportunidad de desarrollar un autoconcepto más diversificado (Palomar y Lanzagorta, 2005).
Igualmente, estos autores, a su vez, subrayan la importancia que tienen los escenarios
comunitarios como por ejemplo, los grupos de ayuda mutua (Gracia, Herrero y Musitu, 2002), las
parroquias u organizaciones de carácter voluntario para la formación de roles, el sentido de
identidad y la potenciación de la autoestima (Musitu y Buelga, 2009). Por otra parte, se ha podido
observar que la autoestima académica tiende a inhibir las conductas que implican consumo de
sustancias (alcohol y otras drogas) y actúa como elemento protector (Musitu y Herrero, 2003).
Esta autoestima está más relacionada con la capacidad del adolescente para asumir y respetar las
reglas de convivencia establecidas desde una figura de autoridad, de tal manera que aquellos
adolescentes que se valoran de forma negativa respecto de su autoestima académica perciben la
escuela como un sistema injusto y tienen la tendencia a abandonar sus estudios (Musitu, Jiménez
y Murgui, 2007). Además, la autoestima académica parece ser un factor protector relevante en la
implicación en el consumo de drogas (Martín, Martínez, López, Martín y Martín, 1997; Andreou,
2000; O’Moore y Kirkman, 2001; Villarreal, 2009). Teniendo en cuenta estos antecedentes, con el
presente estudio ex post facto (Montero y León, 2007; Ramos, Moreno, Valdés y Catena, 2008)
nos proponemos estudiar las relaciones existentes entre las variables familiares –funcionamiento
familiar y apoyo familiar- y consumo familiar de alcohol–; escolares –rendimiento académico e
implicación escolar-; sociales –apoyo de amigos, tener amigos consumidores de alcohol-, el apoyo
social comunitario; la autoestima académica, y el consumo de alcohol en adolescentes. El
referente teórico que guía esta investigación y en el que se integran todas las ideas y dimensiones
anteriormente mencionadas es el modelo ecológico de Bronfenbrenner (1979), y el modelo de
estrés familiar en el que se identifican los factores de riesgo y protección (Musitu, Jiménez y
Murgui 2007). Hasta donde hemos podido revisar la literatura científica relacionada con el
consumo de alcohol en la adolescencia no hemos constatado que existan trabajos que hayan
analizado la influencia simultánea de las variables anteriormente mencionadas en el consumo de
alcohol en adolescentes escolarizados. Este análisis contribuirá, sin duda, a entender mejor el
problema del consumo de alcohol y también a diseñar programas de prevención en el consumo de
alcohol en adolescentes centrados en la familia, escuela y comunidad. La representación gráfica
del modelo hipotético propuesto para su contrastacion empírica se presenta en la Figura 1.
Método Participantes La muestra estuvo formada por 1, 245 adolescentes de ambos sexos (630
varones y 615 mujeres) de edades comprendidas entre 12 y 17 años de edad (edad media=15
años; DT= 1,5). Las edades se categorizaron de la siguiente manera: adolescencia temprana de 12
a 14 años de edad (455 sujetos: 35.4%) y adolescencia media de 15 a 17 años de edad (790
sujetos: 64.6%). Como podemos observar, el mayor porcentaje de sujetos se encuentra en la
adolescencia media. La muestra se obtuvo de 4 centros de enseñanza localizados en el Municipio
de San Nicolás de los Garza y el Municipio de Escobedo en el Estado de Nuevo León, México. Un
16,1% de los participantes cursaban primer grado de secundaria obligatoria; un 17,2% segundo
grado; y, un 16.1% el tercer grado; y en el nivel preuniversitario se ubica un 30.1% en primer grado
y, un 20.4%., en segundo grado Instrumentos Escala de evaluación familiar (APGAR) (Smilkstein,
Ashworth, Montano, 1982). Este instrumento consta de 5 ítems tipo Lickert, con un rango de
respuesta de 0 a 2 (casi nunca, a veces y casi siempre). Evalúa la cohesión y la adaptabilidad del
funcionamiento familiar, por ejemplo: «Estás satisfecho(a) con el tiempo que tu familia y tú pasais
juntos». Se establece como disfunción severa una puntuación de 0 a 3; disfunción moderada de 4
a 6 y, como funcionalidad familiar de 7 a 10. El coeficiente de fiabilidad (· de Cronbach) obtenido
en su versión original fue de 0,84; y para el presente estudio fue de 0,80. Escala de ajuste escolar
(EBAE) (Moral, Sánchez y Villarreal, 2010). Este instrumento consta de 10 ítems tipo Lickert, con un
rango de respuesta que oscila entre 1 (Completamente en Desacuerdo) y 6 (Completamente de
Acuerdo). A mayor puntuación, mayorajuste escolar. Evalúa comportamientos relacionados con la
adaptación al medio escolar y las posibilidades de realizar una carrera universitaria. Este
instrumento de medida consta de tres dimensiones: Integración escolar (por ejemplo, «Creo que
la escuela es aburrida»); rendimiento académico (por ejemplo, «Tengo buenas calificaciones») y
expectativas académicas (por ejemplo, «Estoy interesado/a en continuar mis estudios»). El
coeficiente de fiabilidad obtenido para cada uno de sus factores a partir del · de Cronbach fue de
0,85; 0,78 y 0,85 respectivamente. Escala de Clima social en el aula (CES) (Moos, Moos y Trickett,
1984), adaptado por Fernández y Sierra (1984). Esta escala consta de 30 ítems de carácter
dicotómico que en el presente estudio se transformó en una escala tipo Lickert con cinco opciones
de respuesta (nunca, casi nunca, algunas veces, bastantes veces y muchas veces) con la finalidad
de obtener un abanico mayor de posibilidades de respuesta y de potenciar la medcida. Esta escala
evalúa las relaciones con los compañeros y el profesorado. Y consta de tres dimensiones:
implicación escolar (por ejemplo, «Los alumnos/as ponen mucho interés en lo que hacen»);
amistad y ayuda (por ejemplo, «A los alumnos/as les gusta ayudarse unos a otros para hacer sus
tareas») y ayuda del profesor (por ejemplo, «Los profesores/as hacen más de lo que deben para
ayudar a los alumnos/as»). El coeficiente de fiabilidad a partir del · de Cronbach fue de 0,85; 0,78 y
0,90 respectivamente. Los obtenidos en el presente estudio fueron de 0,82; 0,71 y 0,67
respectivamente. Escala de apoyo social comunitario (Gracia, Herrero y Musitu, 2002). Este
instrumento consta de 20 ítems escala tipo Lickert con cuatro opciones de respuesta (muy en
desacuerdo, en desacuerdo, de acuerdo y muy de acuerdo). Este instrumento evalúa la
participación de forma voluntaria en su barrio o colonia, en grupos deportivos, religiosos, con la
finalidad de mejorar el bienestar de su comunidad. Esta escala consta de tres dimensiones:
integración comunitaria (por ejemplo, «Me siento muy contento/a en mi colonia»); participación
comunitaria (por ejemplo, «Colaboro solo, con mi familia, con amigos en asociaciones o en
actividades que se llevan a cabo en mi colonia») y, apoyo de redes informales (por ejemplo, «En mi
colonia hay personas que me ayudan a resolver mis problemas»). Los coeficientes de fiabilidad (·
de Cronbach) obtenidos en su versión original fueron de 0,85; 0,85 y 0,88. En el presente estudio
los coeficientes fueron de 0,88; 0,86 y 0,85 respectivamente. Cuestionario de evaluación de la
autoestima en adolescentes (AFA 5) (Garcia y Musitu, 1999). Este instrumento se compone de 30
ítems tipo Lickert con cinco opciones de respuesta (nunca, pocas veces, algunas veces, muchas
veces y siempre). Este instrumento evalúa el autoconcepto de los sujetos en cinco dimensiones:
autoestima académica: se refiere a la opinión que tiene el propio individuo de sus aptitudes
académicas (por ejemplo, «Mis profesores me consideran un buen estudiante»); autoestima
social: hace referencia a la opinión que el propio individuo tiene de sus relaciones sociales (por
ejemplo, «Hago fácilmente amigos»); autoestima emocional: alude a la opinión que posee el
individuo sobre sus propias emociones (por ejemplo, «Muchas cosas me ponen nervioso»);
autoestima familiar: alude a la valoración que el propio individuo tiene de sus relaciones familiares
(por ejemplo, «Me siento feliz en casa») y, autoestima física: los ítems aluden a la opinión que
tiene el sujeto de sus características físicas (por ejemplo, «Me gustan para realizar actividades
deportivas»). A mayor puntuación en cada uno de los factores mencionados, corresponde mayor
autoconcepto en dicho factor. Los coeficientes de fiabilidad obtenidos en su versión original (· de
Cronbach) fueron de 0,88; 0,69; 0,73; 0,76 y 0,74 respectivamente. En el presente estudio los
coeficientes fueron de 0,86; 0,78; 0,80; 0,78 y 0,75 respectivamente. Escala de consumo de alcohol
(AUDIT) (Saunders, Aasland, Babor, De La Fuente y Grant, 1993). Ha sido validado en México por
Rubio (1998). Este instrumento se compone de 10 ítems tipo Lickert. Las tres primeras preguntas
exploran la cantidad y frecuencia del consumo de alcohol. Una alta puntuación en estos ítems
sugiere que la persona está bebiendo alcohol de forma abusiva, y explora el área relacionada con
el consumo abusivo de alcohol. Una alta puntuación de las preguntas de la cuatro a las seis indica
que existe dependencia de consumo de alcohol, y que la persona manifiesta alguno de los
siguientes síntomas: no poder parar de beber después de haber iniciado, dejar de hacer algo por
beber, beber en la mañana siguiente después de haber bebido en exceso el día anterior o sentirse
culpable o tener remordimientos por haber bebido. Si puntúa alto en las preguntas de la siete a la
diez se considera consumo dañino o perjudicial, y el consumidor afirma que se siente culpable por
haber bebido, olvidar algo cuando estuvo bebiendo, que se haya lastimado o que alguien ha
resultado lesionado como consecuencia de su ingestión de alcohol y que un amigo, familiar o
personal de salud se ha preocupado por la forma en que bebe. Cada pregunta tiene de tres a cinco
posibles respuestas. El punto de corte es .80 y cada respuesta tiene un valor numérico que va
desde cero hasta dos o cuatro puntos. La sumatoria de las puntuaciones de cada respuesta da un
puntaje total de 40 puntos como máximo. Consumo de alcohol de la familia y amigos se evalúa
con dos preguntas directas para conocer el patrón de consumo familiar y de amigos; la primera
pregunta se formuló en los siguientes términos: ¿Tus padres y hermanos se emborrachan?; y la
siguiente pregunta hacía referencia al patrón de consumo de los amigos y se redactó de la
siguiente manera: ¿Tus amigos se emborrachan?. Las opciones de respuesta iban desde 1, Nunca;
hasta 5, Siempre. A mayor puntuación mayor consumo de alcohol de familia y amigos. Apoyo de la
familia y amigos: El apoyo familiar se evaluó con dos preguntas directas: La primera fue, ¿tus
padres te demuestran cariño y/o afecto? y la segunda, ¿confías en tu familia para hablar de las
cosas que te preocupan?. Y, el apoyo de los amigos, que se evaluó con dos preguntas directas:
¿cuentas con algún amigo(a) con quien puedas platicar cuando lo necesitas? y la segunda, ¿confías
en algún amigo(a) para hablar de las cosas que te preocupan? Las opciones de repuesta en una
escala tipo Lickert eran desde 1, nunca; hasta 5, siempre. A mayor puntuación mayor apoyo de la
familia o amigos según corresponda. Procedimiento Se seleccionó aleatoriamente 4 centros
educativos dos de secundaria y dos de preuniversitario, de dos municipios conurbados del estado
de Nuevo León, México. Una vez seleccionados los centros, el equipo de investigación se reunió
con la dirección y profesorado para solicitar los permisos correspondientes y explicarles los
objetivos, procedimiento y alcance de la presente investigación. Posteriormente se solicitó la
colaboración voluntaria de los alumnos y se les garantizó la confidencialidad y el anonimato de las
respuestas y la posibilidad de renunciar a cumplimentar los cuestionarios. No hubo ningún alumno
que rehusara a participar. Análisis de Datos Con el fin de analizar las relaciones entre las variables
objeto de estudio se ha calculado la correlación (producto-momento de Pearson). Posteriormente,
se puso a prueba el ajuste del modelo de ecuaciones estructurales planteado en este trabajo
(véase Figura 1) utilizando el método de máxima verosimilitud mediante el programa EQS 6.1
(Bentler, 1995). En cuanto a la desviación de la multinormalidad de los datos y considerando que
se cubren los siguientes factores señalados por Rodríguez y Ruiz, (2008): 1) muestra con un
tamaño moderado (n=1285); 2) Modelo especificado correctamente y, 3) coeficiente de Mardia ≤
70 (M=51.20). Se utilizaron estimadores robustos para determinar la bondad de ajuste del modelo
y la significación estadística de los coeficientes. Por otra parte, teniendo en cuenta que se
desaconseja utilizar una única medida de ajuste global del modelo (Hu y Bentler, 1999), se
calcularon varios índices de diferentes tipos de medidas. Se utilizaron los siguientes índices de
ajuste: el estadístico chi-cuadrado en comparación con sus grados de libertad, el índice de ajuste
comparativo robusto (CFI robusto), el índice de ajuste no normado de Bentler- Bonett (NNFI), el
índice de bondad de ajuste (GFI), el índice ajustado de bondad del ajuste (AGFI) y el error de
aproximación cuadrático medio (RMSEA). Se considera que un modelo propuesto ajusta bien a los
datos observados cuando la ratio entre el estadístico chi-cuadrado y los grados de libertad es
menor a tres, los índices de ajuste son iguales o superiores a 0,90 y el RMSEA es menor a 0,05 (Hu
y Bentler, 1999; Jöreskog y Sörbom, 1993). Por último, se han estimado los coeficientes de
regresión estandarizados incluidos dentro del modelo, analizándose su nivel de significación.
Resultados En la Tabla 1 se presenta la matriz de correlaciones de las variables. El análisis de
correlación exploratorio confirma que existen correlaciones estadísticamente significativas entre la
mayoría de las variables del modelo (Ver tabla 1). En esta tabla, se puede observar que el consumo
de alcohol se correlaciona de forma positiva con el consumo de la familia y amigos (r = .320; p <
0.01); y negativamente con las variables de funcionamiento familiar (r = -.070; p < 0.05); ajuste
escolar (r = -.105; p < 0.01); autoestima escolar (r = -.132; p < 0.01) y apoyo familiar (r = -.110; p <
0.01). Por otra parte, una vez tipificadas las variables delmodelo, se calculó un modelo de
ecuaciones estructurales para analizar la influencia directa e indirecta de los factores contextuales
y personales con el consumo de alcohol de los adolescentes escolarizados. Para cada variable
observable se ha calculado su saturación con el factor correspondiente: el factor latente,
funcionamiento familiar, se compone de las variables observables de cohesión y adaptabilidad; el
factor ajuste escolar, de las variables observadas rendimiento académico e implicación escolar; el
factor apoyo social comunitario, de las variables observadas participación e integración
comunitaria; el apoyo familiar, de las variables del apoyo que se recibe de los padres y hermanos;
el apoyo de amigos hace referencia al apoyo que se recibe de los amigos más cercanos; la
autoestima escolar, está constituida de los ítems que hacen referencia a las aptitudes académicas
que percibe el propio individuo; el consumo familiar y de amigos se compone de las variables
observadas que hacen referencia a si sus padres, hermanos y amigos beben y se emborrachan; por
último, el factor consumo de alcohol se compone de las variables observadas que hacen referencia
a la frecuencia y cantidad del consumo de alcohol.
En el presente estudio se han analizado las relaciones existentes entre los contextos familiar,
escolar, social y variables psicológicas como la autoestima escolar con el consumo de alcohol. En el
ámbito familiar, se ha comprobado que un funcionamiento familiar, caracterizado por la
vinculación emocional entre los miembros de la familia y la habilidad para adaptarse a diferentes
situaciones y demandas de la dinámica familiar se relacionan positivamente con el apoyo familiar.
Estos resultados confirman lo encontrado por otros autores que destacan el vínculo existente
entre unas relaciones positivas en el medio familiar y el apoyo social (Farrell y Barnes, 1993; Parke,
2004). También, y más importante, se ha observado que el apoyo percibido de los miembros de la
familia (padres, madres y hermanos/as) se relaciona con el consumo de alcohol en adolescentes.
Estos resultados son convergentes con los obtenidos por López (1998), McGee (2000) y Musitu y
Cava (2003). Se podría pensar, a partir de estos resultados, que una parte importante del consumo
de alcohol en adolescentes se explica a partir de las relaciones familiares y con los iguales y,
paralelamente, que este consumo está asociado, al igual que en las culturas mediterráneas, al ocio
compartido con familia y amigos -festividades cívicas y religiosas, celebraciones familiares y
reuniones de amigos- (Elzo, 2010; Laespada, 2010). El patrón de consumo es episódico y, en
ocasiones, explosivo, y, en la medida en que se observa con poca frecuencia pero con grandes
cantidades consumidas, este patrón es muy similar al mediterráneo y nórdico (Elzo, 2010). Esta
forma abusiva de consumir alcohol se da más entre los hombres que entre las mujeres y, sobre
todo, en varones jóvenes de entre 15 y 34 años. No obstante, también han aumentado las
borracheras y los atracones de alcohol entre las mujeres en torno a dos puntos. El 25,9% de las
mujeres se ha emborrachado alguna vez en el último año y el 8,6% se ha dado algún atracón de
alcohol (5/6 copas en menos de dos horas) en algún momento en los últimos 30 días. Estas
conductas se dan en el 44% y 21% de los hombres, respectivamente. En España, al igual que en
México, el consumo de alcohol se concentra durante los fines de semana y la bebida más
consumida es la cerveza (78,7%), seguida del tabaco (42,8%), el cannabis (10,6%) y los
hipnosedantes (7,1%) (Ministerio de Sanidad, 2010, Villarreal, 2009). Por otra parte, la
socialización y aceptación social del consumo de alcohol entre la población adulta está tan
arraigada en la cultura mexicana que parece difícil que padres y educadores transmitan a los
adolescentes el mensaje de que el alcohol puede afectar seriamente su salud. De ahí que las
intervenciones preventivas deben incluir necesariamente al contexto familiar y escolar a fin de
incrementar su eficacia (Marina, 2010). El problema de fondo estriba, a nuestro juicio, en que en
México como en Europa y, probablemente, en todo el mundo con altos índices de productividad
en bebidas alcohólicas, el consumo de esta droga en adolescentes representa un elevado costo
para los gobiernos puesto que va acompañado de graves conflictos familiares, accidentes de
tráfico, violencia, delincuencia, etc. (Natera, Borges, Solís y Tiburcio, 2001). En la cultura mexicana
y en otros muchos países, fundamentalmente latinoamericanos y mediterráneos, su consumo
tiene lugar en contextos de normalidad social lo cual hace que la alarma y responsabilidad social
sea menor que en otros tipos de drogas, e incluso inexistente, lo que podría explicar también la
poca efectividad de los programas de prevención. Esta tolerancia hacia el consumo de alcohol en
la mayor parte de las culturas contribuye a una menor percepción del riesgo que implica su
consumo (Pascual, 2002). Hay que tener también presente que en la adolescencia, un período de
tránsito y experimentación, se explora y experimenta con gran parte de lo que el adolescente se
encuentra en su medio y, naturalmente, con el consumo de alcohol al que tienen un fácil acceso y
una amplia aceptación (Estévez et al., 2006; Moffitt, 1993; Musitu et al., 2007; Jiménez et al.,
2007), lo cual no deja de ser sorprendente, puesto que no hay que olvidar que este estudio se
realizó con adolescentes menores de 18 años de edad a quienes está prohibido su consumo y
venta y que este estudio no debería haberse realizado por falta de muestra, es decir, porque no
hay adolescentes bebedores. Como ya se ha comentado anteriormente, se ha observado en esta
investigación una relación directa del consumo familiar y de los amigos con el consumo de los
adolescentes, es decir, tener familiares y amigos que beben es un factor de riesgo importante para
el consumo. Estos resultados son coincidentes con los obtenidos por diversos autores que
concluyen de sus trabajos que cuando padres y madres beben hay una mayor probabilidad de
consumo en los hijos adolescentes (Buelga y Pons, 2004; Fromme y Ruela, 1994). Los hábitos de
consumo de los familiares y personas cercanas como los amigos influyen como modelos en el
consumo de alcohol en los adolescentes, tanto en su inicio como en su frecuencia e intensidad
(Carballo et al., 2004; Ciariano et al., 2002; De la Villa, Rodríguez y Sirvent, 2006; Espada et al.,
2008; López y Rodriguez, 2010; Martínez y Robles, 2001; McNamara y Wentzel 2006; Musitu y
Cava, 2003). No obstante, creemos que es interesante resaltar que el consumo de alcohol está
relacionado con el funcionamiento familiar, el apoyo de familiares y amigos, y con el ajuste
escolar. La cuestión es que se ha observado que una gran parte de las familias de adolescentes
que consumen alcohol, normalmente de forma esporádica, funcionan adecuadamente (Becoña,
2002; Espada y Méndez, 2002; Musitu y Pons, 2010). Creemos que sería muy importante analizar
en posteriores estudios las relaciones de esas variables comunitarias, familiares, escolares y
psicológicas que se han examinado en este trabajo, y otras relacionadas o no con estas, pero
científicamente relevantes, con el consumo de alcohol en adolescentes, en función de la
frecuencia del consumo –frecuentemente, excepcionalmente, abstemio u otras categorías afines-,
de la intensidad –mucho, bastante y poco- y del género, puesto que sería el consumo excesivo y
frecuente el que se relacionaría con un pobre funcionamiento familiar y escolar, con una pobre
integración comunitaria y con una baja autoestima. Para entender estas ideas, aparentemente
contradictorias, que en absoluto creemos que lo sean, se podría acudir a las dos rutas en el
tránsito de la adolescencia: la transitoria y la persistente (Moffitt, 1993). Estas dos trayectorias se
consideran dos importantes marcos interpretativos de las conductas no deseables en la
adolescencia (delincuencia, consumo de alcohol y drogas). En el marco de la trayectoria
transitoria, se describe la adolescencia como un período de experimentación y, como tal, es un
momento en que los adolescentes exploran distintas alternativas (de ocio, de relaciones sociales y
amorosas, etc.) entre las que se encuentran las conductas de riesgo. Representa, además, una
etapa que pone a prueba la capacidad de toda la organización familiar para adaptarse a los
cambios que demandan los hijos adolescentes. Eccles, Midgley, Wigfield, Buchanan y Reuman
(1993) sugieren que un clima inadecuado en la familia o en la escuela puede explicar que los
adolescentes se impliquen en más conductas de riesgo. Su investigación revela que conforme
aumenta la edad y el nivel educativo, el adolescente desea más participación en la toma de
decisiones en los entornos familiar y escolar, un deseo que choca con los muros que rodean los
mundos “exclusivos” de los adultos. De hecho, Moffitt (1993) señala que existe un vacío o laguna
entre la madurez biológica y la madurez social de los adolescentes, acentuada en los últimos
tiempos por un inicio cada vez más precoz de la pubertad y un mayor retraso en su proceso de
autonomía y asunción de responsabilidades. En otras palabras, el adolescente es ya físicamente
capaz, por ejemplo, de mantener relaciones sexuales o de conducir un coche y, sin embargo, al
mismo tiempo se le impide participar en la mayor parte de los aspectos más valorados de la
autonomía adulta. En esta situación, un comportamiento desviado puede tener su origen en un
fracaso de la familia, de la escuela o de ambos en asumir las necesidades crecientes de autonomía,
control y participación del adolescente. Entonces, las conductas de riesgo representan para el
adolescente un tipo de conducta social que le permite el acceso a ciertos contextos en los que se
siente protagonista y que se relacionan con el estatus de adulto (beber alcohol, conducir vehículos
sin carné, conductas sexuales de riesgo, etc.). Moffitt señala tres procesos en el desarrollo de este
tipo de conducta transitoria: la motivación, provocada por el tránsito hacia la madurez; la
imitación social, que tiene lugar, fundamentalmente, en el grupo de iguales; y el refuerzo de la
conducta, por el acceso a esos privilegios que simbolizan la madurez. Como consecuencia, es
posible observar a adolescentes de ambos sexos bien ajustados que comienzan a beber alcohol en
esta etapa del ciclo vital, hasta el punto de que investigaciones recientes nos indican que en este
período este tipo de conducta es común y prevalente, más en los chicos que en las chicas, y que
puede describirse incluso como normativa (Hawley y Vaughn, 2003; Jiménez, Murgui, Estévez y
Musitu, 2007). Obviamente, si un adolescente ha vivido durante años en un medio en el que
observa como “normal” que sus padres, hermanos y amigos beban, entenderá como adecuado
que él mismo pueda hacerlo cuando llegue a la adolescencia y este es, justamente, el marco en el
que se ha desarrollado esta investigación. Pensamos que no se trataría de que la familia anule su
consumo de bebidas alcohólicas ante sus hijos; más bien se trataría de ofrecer modelos de no
consumo o, en su ausencia, de consumo controlado. En nuestro días, es común entre los
profesionales encaminar sus esfuerzos hacia la reducción de daños y de riesgos , mas que a la
prohibición, que hasta la fecha ha tenido muy poco efecto en el consumo adolescente (Comas,
2007). Lo importante es que para la mayoría de los adolescentes, tanto el consumo de alcohol
como la implicación en conductas transgresoras disminuye de forma importante al coincidir con la
adquisición de roles sociales adultos en el transcurso de la adultez emergente, una vez superadas
la fase de reafirmación personal y conformación de la identidad. Moffitt (1993) sugiere que, para
muchos adolescentes, la disrupción no es solamente normativa, sino que también es “adaptativa”
en el sentido de que sirve como expresión y afianzamiento de la autonomía del adolescente. Sin
embargo, la frecuencia y aparente normalidad de estas conductas no debe ocultar su gravedad.
Estas conductas a menudo son graves y pueden tener consecuencias negativas para el propio
adolescente, su entorno y la sociedad y, por tanto, deben estudiarse profundamente con el fin de
prevenirlas. En el marco de la trayectoria persistente, sin embargo, otros adolescentes, de nuevo
más los chicos que las chicas, presentan ya conductas graves en un momento más temprano de la
vida, normalmente en la primera infancia, agravándose estas conductas en la adolescencia y en la
edad adulta a las que acompaña normalmente el consumo de alcohol y substancias. Una situación
tal estaría indicando una trayectoria persistente del consumo de alcohol, drogas y conducta
delictiva. Este modelo se centra en los factores biológicos (por ejemplo, déficits neurofisiológicos),
psicológicos (temperamento difícil, déficits cognitivos), sociales (ambiente familiar negativo) y
educativos (problemas de ajuste en la escuela) que influyen de forma temprana en el desarrollo de
una personalidad o estilo conductual agresivo y antisocial en la adolescencia. Estas conductas, una
vez que forman parte del repertorio conductual se tornan reiterativas con el consecuente
deterioro del ajuste personal e interpersonal. Además, existe un consenso entre los investigadores
sociales preocupados por los problemas juveniles en la idea de que la raíz de estas conductas se
encuentra, fundamentalmente, en los entornos más cercanos a la persona: familia, pares y escuela
escenarios en los que se ha desarrollado esta investigación. Hemos encontrado en este trabajo
que el funcionamiento familiar se relaciona de forma directa con el ajuste escolar y este con la
autoestima académica, es decir aquellos adolecentes con calificaciones y con más implicación en la
escuela, presentan una autoestima escolar más alta, y consumen menos alcohol. Se podría afirmar
que la competencia académica percibida por el adolescente, parece ser un factor protector
relevante en la implicación en consumo de alcohol y drogas. Esta idea ha sido igualmente sugerida
en otras investigaciones (Andreou, 2000; Estévez, Herrero, Martínez, 2006; Martín et al., 1997;
O’Moore y Kirkham, 2001). Pero tenemos que ser prudentes en la interpretación de estos
resultados porque, al igual que hacíamos referencia al medio familiar, también se ha observado
que numerosos adolescentes que participan del botellón y de fiestas en las que el consumo de
alcohol tiene un particular protagonismo son excelentes alumnos (Elzo, 2010). Si se tienen en
cuenta estas dos reflexiones teóricas, tenemos que asumir que las conductas transgresoras en la
adolescencia son, o bien parte integrante de la búsqueda de consolidación de la identidad y
autonomía del adolescente, o bien, el resultado de un proceso previo, centrado,
fundamentalmente, en las relaciones negativas con los otros significativos como padres y
educadores, aspectos que en este investigación hemos intentado subrayar y en las que creemos
hay que seguir investigando. También creemos que estas dos orientaciones, la trayectoria y la
persistente, presentan puntos comunes en la explicación de las conductas de riesgo en la
adolescencia (importancia del entorno familiar, escolar y de iguales, por ejemplo), por lo que no
debieran considerarse como opuestas sino, más bien, como complementarias en el ámbito de la
investigación de factores explicativos y, obviamente, en la prevención e intervención. De ahí que
nuestra sugerencia es que las futuras investigaciones en el ámbito del consumo de alchol y otras
conductas de riesgo en la adolescencia, se fundamenten en estas interesantes lineas teóricas.
Finalmente, creemos que este trabajo proporciona observaciones sugerentes y relevantes sobre
ciertas variables psicosociales que intervienen en el consumo abusivo de alcohol en los
adolescentes. Sin embargo, es importante reseñar que los resultados expuestos en este trabajo
deben interpretarse con cautela, debido a la naturaleza transversal y correlacional de los datos
que, como es bien sabido, no permite establecer relaciones causales entre las variables. Un
estudio longitudinal con medidas en distintos tiempos ayudaría a la clarificación de las relaciones
aquí observadas. Pese a estas limitaciones, creemos que este trabajo puede efectivamente
orientar futuras investigaciones en las que precisamente se profundicen en las relaciones aquí
analizadas, contribuyendo de este modo, a mejorar la comprensión del consumo de alcohol, y con
ello, al diseño de programas de prevención eficaces.

http://scielo.isciii.es/pdf/inter/v19n3/v19n3a06.pdf
EL ALCOHOL COMO MEDIO SOCIAL EN LOS JÓVENES

¿Por qué los jóvenes deciden consumir alcohol?

Mariel Gajer y Natalie Margulis

Colegio Integral Estudios Económicos y Sociales

27/10/2016

Luego de un largo periodo de reflexión acerca de que tema elegir para nuestro proyecto de
investigación, decidimos optar por uno que abarca a todos los jóvenes de hoy en día
profundamente. Es una problemática que a lo largo de los años ha aumentado cada vez más,
disminuyendo paulatinamente la edad en la que los adolescentes comienzan a consumir alcohol u
otro tipo de droga. Creemos que se relaciona con nuestra orientación ya que muchas veces los
jóvenes invierten mucho dinero en este tipo de drogas sin ser conscientes de las consecuencias
que estas pueden tener en un futuro. Además, al ser adictivas provocan que tengan grandes
repercusiones en la vida de uno ya que son muy difíciles de abandonar. Las mismas pueden afectar
la economía de una persona o familiar, es decir, pueden llevar a la bancarrota, sin mencionar
todos los problemas físicos y psicológicos que pueden además afectar la vida de la persona y de
quienes lo rodean. En una familia o grupo de pares puede llegar a funcionar como un elemento
tentativo y de contagio entre los miembros. Además, creemos que realizando esta investigación
podremos ayudar a la sociedad mediante una introspección. Lograremos que quienes participen
de la misma se tomen un momento de reflexión acerca de cómo tratan este tema en su vida
diaria. Es realmente importante que los miembros de esta sociedad puedan entender la gravedad
del asunto para luego poder sumarse a nuestra causa.

El alcohol se ha convertido en una de las sustancias protagonistas del consumo de drogas en el


momento actual. Y este protagonismo adquiere un carácter destacado en lo que se refiere al
consumo juvenil. El consumo se integra dentro de unas pautas de conducta que un sector
numéricamente importante de jóvenes vive como absolutamente normal, propio de su edad y del
grupo con el que se relaciona y que adquiere todo su sentido en la utilización del tiempo libre y las
actividades desarrolladas en torno al ocio y la diversión. Sin embargo, muchas veces sucede que al
ser cuestionados o educados por un adulto en cuanto a estos temas, los jóvenes tienden a
rechazar esta conversación estableciendo que el veterano no lo entiende porque las épocas han
cambiado. Además, creemos que lo prohibido siempre es tentador, por ende, al denegarle al
adolescente y rechazar con tanto fervor el consumo de cualquier tipo de droga, el mismo siente
una mayor tentación y termina involucrándose en las mismas. Es por esto que nos parece
importante ser nosotras quienes investiguemos esta problemática que aparece en nuestro
entorno en el día a día para luego ser los jóvenes mismos los encargados de transmitir y educar a
otros pares los problemas y consecuencias que conlleva consumir y estar en contacto con drogas.

Las 3 categorías principales:


1) Motivos de consumo. Aquí pudimos identificar 3 subcategorías: aquellos que toman para
olvidarse de los problemas, aquellos que toman para sociabilizar y aquellos que toman para
divertirse y encarar mejor la noche. "Yo no me divierto de la misma manera habiendo tomado
alcohol como no tomando, es como que el alcohol te saca la timidez" "En mi caso es algo más
social que otra cosa, a mi mucho el alcohol no me gusta, yo tomo porque me divierto más y la
paso mejor"

2) Significado de la "Previa". En esta categoría decidimos incluir tres de los temas emergentes: el
lugar donde se realiza el consumo, con quién se hace, con qué frecuencia y qué tipo de bebida se
consume. A su vez, dentro de la categoría previa podemos diferenciar aquellas que se originan en
un primer período(cuando recién se comienza a tomar) y aquellas las cuales se organizan con más
experiencias (al año de haber realizado las primeras). "Lo que haces antes de ir a un boliche, tomar
alcohol, charlar, escuchar música, y cuando llegas al punto te vas, se hace porque sale muy caro
tomar adentro"

3) Acceso a la bebida alcohólica. Las bebidas alcohólicas se consiguen fácilmente, en algunos casos
mandan a los amigos que parecen más grandes o les compran hermanos mayores. Pudimos
señalar que hay algunos que los compran en las estaciones y otros a través de los servicios de
delivery. "Generalmente el alcohol lo conseguimos en lugares que ya sabemos que te venden sin
pedirte cédula, o nos ha pasado que vamos a un lugar que nos piden CI y ahí agarramos a un
conocido o a alguien que este afuera y le pedimos que nos compre, pero ta, generalmente
siempre se consigue, el tema de conseguir alcohol siendo menores de edad no es un problema
para nosotros." "También están los delivery de alcohol, que estando en una casa te pueden enviar
sin tener que pedirte CI ni nada".

Aunque la codificación nos brinda cierta información acerca de las estrategias, consecuencias,
proceso, causas y tipos de la actividad, no nos permite saturar de información a la categoría, hay
varios de los elementos del paradigma de codificación que quedan sin desarrollar. Habría que
estudiar más casos por un lado y por el otro, deberíamos realizar más preguntas a los actores, para
averiguar si dejamos de lado algún comportamiento que sucede dentro de las previas. La
condición y las consecuencias las podemos identificar como limitantes ya que no establecimos
ninguna pregunta que se refiriera a alguna de las dos. En ningún momento preguntamos que debe
haber necesariamente para que se genere un ambiente de previa, y tampoco preguntamos cuáles
eran las consecuencias a largo plazo de las previas. Igualmente podemos deducir a partir de estas
entrevistas, que una de las consecuencias inmediatas es que los jóvenes llegan a los bailes
borrachos y no necesitan gastar demasiado dinero dentro del boliche más que para la entrada.
Con respecto a la interacción entre los actores, tampoco logramos obtener información suficiente.
No nos preguntamos si la interacción entre los actores varía, si éstos son de liceos diferentes.
Tampoco sabemos acerca de la interacción entre un chico y una chica, capaz su objetivo es buscar
una relación amorosa o sexual, o quizás tendrían que omitir ciertos comportamientos frente al
sexo opuesto.
“El consumo del alcohol, ha sido reconocido como un factor de integración social y favorecedor de
la convivencia. El alcohol es una de las drogas, que por su fácil acceso y su poderosa propaganda
que recibe, se ha convertido en un verdadero problema social en casi todos los países y en todas
las edades a partir de la adolescencia. El alcohol es la droga más ampliamente empleada por los
adolescentes. Quizás mucha gente piensa que mientras no se conviertan en alcohólicos típicos, las
consecuencias de beber frecuentemente y en altas dosis no son tan alarmantes, pero los estragos
del alcohol pueden ser graves y muchos de ellos irreversibles. El alcoholismo es una enfermedad
crónica, progresiva y a menudo mortal; es un trastorno primario y no un síntoma de otras
enfermedades o problemas emocionales.

Las causas del consumo de alcohol en los jóvenes son varias: x Para sentirse bien x Para descansar
y olvidar el estrés.

x Para escapar.

x Porque les gusta el sabor de las bebidas alcohólicas.

x Para estar más a gusto en reuniones.

x Para ser partes del grupo.

x Para emborracharse.

Las personas con antecedentes familiares de alcoholismo tienen mayor probabilidad de empezar a
beber antes de la edad de 19 años y de volverse alcohólicas. Pero cualquier persona que empieza
a beber en la adolescencia está en mayor riesgo. Bebiendo temprano también aumenta en riesgo
para el abuso de drogas. Es importante que los jóvenes piensen y analicen para que se den cuenta
que están creciendo en un mundo donde el alcohol está causando daños cada vez más graves.
Muchos jóvenes también están desgraciando su vida por efectos de beber alcohol
desenfrenadamente. En la calle se pueden ver muchas personas cuyas vidas han sido arruinadas
por su adicción al licor. El problema es terrible.

“El consumo de bebidas alcohólicas ha sido siempre fuente de graves problemas, pero en la época
actual sus efectos negativos se han agravado por circunstancias nuevas. Una de ellas es que las
bebidas alcohólicas se han popularizado 19 rápidamente entre los adolescentes y cada vez son
más jóvenes las personas que beben. Las causas que llevan a consumir alcohol a la juventud son
múltiples y variadas. Para algunos, significa el falso atractivo de entrar en el mundo de los adultos
y romper con las pautas que marcan el universo de la niñez. Para muchos más, en cambio no hay
verdadera diversión sin alcohol de por medio, y ello porque el alcohol, aun consumido en
pequeñas cantidades, estimula la corteza cerebral y vuelve a las personas más desenfadadas y
ocurrentes. El problema es que tras esos primeros efectos de euforia aparece una pérdida de
autocontrol y las personas asumen conductas que sin el catalizador etílico no serían capaces de
adoptar. Hasta hace algún tiempo, y no sin cierta condescendencia, esta nociva costumbre fue
considerada una moda temporaria que más tarde o más temprano -como tantas otras- ,
terminaría por extinguirse. Esa actitud permisiva tuvo graves consecuencias: la afición por el
alcohol se ha convertido en un hábito que tiene hondo enrasamiento en las franjas más jóvenes de
la sociedad. Las cifras del consumo juvenil comienzan a ser preocupantes por su progresivo
asentamiento y, sobre todo, por las pocas barreras capaces de contrarrestar su incidencia. El
alcohol representa una droga "lícita" con la cual se inician los jóvenes en el vicio adictivo porque es
barato, accesible y socialmente aceptado. El exceso en el consumo de alcohol suele ser el primer
paso antes de probar la marihuana o la cocaína. El alcohol es, en muchos casos, el camino a la
droga y muchísimos jóvenes han comenzado a transitarlo.”

“El modelo juvenil de consumo de alcohol ha adquirido unas características propias, diferentes al
modelo tradicional adulto. En primer lugar se observa un paulatino descenso en la edad del
comienzo de consumo habitual de bebidas alcohólicas que, según los estudios oscila entre los
trece y dieciséis años (un poco antes los varones que las mujeres). Existe un aumento del consumo
de alcohol en la población joven durante los fines de semana y en los días festivos, es decir,
durante el tiempo dedicado fundamentalmente a la evasión de los compromisos escolares y
laborales. Los jóvenes son consumidores de fin de semana, mientras que la población adulta
tiende a mantener un consumo más estable durante toda la semana. El contexto del consumo de
alcohol en la población juvenil se realiza en la calla fuera de los hogares, hace algunos años el
consumo de bebidas alcohólicas se producía mayoritariamente en el contexto familiar, cuando
consumían sus alimentos o en las celebraciones familiares. Actualmente, los jóvenes consumen
alcohol en los lugares de encuentro y diversión, y en compañía de personas de su misma edad y no
con adultos. El consumo de alcohol en los jóvenes es una forma de pasar el tiempo libre en
compañía de los amigos y para establecer relaciones sociales entre ellos. En este aspecto,
consumir alcohol se asocia a la necesidad de obtener reconocimiento social por parte de sus
compañeros.”

Por otra parte, llegamos a la conclusión de que los resultados cuantitativos no serían suficientes,
por ende, quisimos hacer entrevistas con el objetivo de obtener resultados cualitativos. Estas
entrevistas fueron realizadas a los padres de estos mismos jóvenes, con el fin de conocer sus
opiniones acerca del consumo de esta droga que se encuentra en el ambiente de sus hijos. Por
último, decidimos trabajar con jóvenes bajo los efectos del alcohol, para así obtener respuestas en
el acto. En este caso, se trata de adolescentes entre 17 y 18 años. Queremos entender en el
momento en que se está llevando a cabo la acción la razón por la cual se toman estas decisiones.
Nos parece sumamente importante realizar estas observaciones mediante la mimetización
nuestra. Seremos unas más dentro de la salida. Intentaremos que las respuestas sean lo más
verídicas posibles para así comprender el problema.

A través de esta investigación, comprobamos que nuestra hipótesis acerca del consumo del
alcohol en jóvenes por creer que es una droga menos dañina que otras es verídica. A su vez,
también pudimos comprobar que el afán por consumir alcohol se da por el efecto que este tiene
en una persona y que depende mucho el marco temporal y social en el que se encuentran los
individuos al momento de comenzar a consumir alcohol y con qué tanta frecuencia se da esto. Nos
generó un gran interés realizar este proyecto debido a que comprobamos muchas cosas que
creíamos acerca del consumo de alcohol y además nos encontramos con ciertos resultados que
nos generaron cierta sorpresa, como por ejemplo; un 95% de los jóvenes estudiados consumen
alcohol. Otro aspecto que nos gusto fue el hecho de aprender no solo para nutrirnos de
conocimiento a nosotras mismas sino también para poder educar sobre este tópico a la mayor
cantidad de gente posible. Creemos que a raíz de las encuestas y entrevistas hacia nuestros
compañeros pudimos lograr que ellos se tomen un momento para reflexionar y pensar acerca de
sus acciones y cuáles son sus consecuencias. Estamos seguras que de alguna manera los
concientizamos a ser más conscientes a la hora de decidir si tomar ese vaso más de la cuenta que
les provocara un daño importante. Desde el punto de vista de los entrevistados y encuestados,
todos demostraron gran interés y seriedad en el momento de realizarlas. Además generamos un
clima de cuestionamiento ya que al finalizar las mismas el ambiente se tornó a debates y
preguntas. Lo cual nos dejó muy contentas ya que nos dimos cuenta que cumplimos uno de
nuestros principales objetivos; concientizar a la mayor cantidad de público posible (incluyendo
padres, jóvenes, maestros, etc.) acerca de la gravedad del asunto.

https://ucu.edu.uy/sites/default/files/facultad/dcsp/concurso_2016/02_jovenes_alcohol_mencio
n.pdf

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