MEDICAMENTOS EN EMBARAZO
La administración de medicamentos en la infancia debe adecuarse a un organismo que se
caracteriza por experimentar
Durante el embarazo se producen una serie de modificaciones fisiológicas,
anatómicas, y psicológicas que es conveniente conocer y no confundir con
posibles enfermedades de síntomas similares. Alguno de los cambios
fisiológicos que se producen durante la gestación pueden ser molestos o
desagradables, como estreñimiento, vómitos o ardor de estómago.
Conviene tener presente que las variaciones fisiológicas en la mujer
embarazada pueden variar el comportamiento y los resultados de los
tratamientos farmacológicos.
Durante el embarazo coexisten dos vidas, por lo que habrá que tener siempre
presente que los fármacos utilizados no perjudiquen a ninguna de las dos.
Además, el feto en formación es especialmente vulnerable a los posibles
efectos de cualquier medicamento que ingiera la madre. Estos efectos nocivos
del medicamento sobre el feto pueden ser nocivos causando alteraciones
leves, pasajeras o reversibles, hasta malformaciones o situaciones que pueden
poner en peligro el embarazo.
Según su potencialidad de producir daño fetal, los medicamentos se clasifican
en diferentes categorías. Un estudio revelaba que un 90% de las mujeres
embarazadas tomaban algún tipo de fármaco. No obstante, los fármacos sólo
causan un 3% de todas las malformaciones congénitas.
Conviene tener en cuenta una serie de normas básicas del uso de
medicamentos en embarazadas. El médico sólo prescribirá la medicación
necesaria. Evitará medicamentos de los que no se tenga certeza de sus
posibles efectos adversos. El tratamiento se llevará a cabo durante el menor
tiempo posible y empleando sólo la dosis necesaria. Además se deberá evitar
el uso simultaneo diversos medicamentos para tratar varios síntomas a la vez,
al igual que aquellos medicamentos que contienen más de un principio activo.
Por último es importante restringir al máximo el uso de medicamentos durante
los tres primeros meses.
Además de los efectos de los medicamentos en el embarazo hay que tener en
cuenta cómo afectan a este el tabaco y el alcohol.
El tabaquismo es la adicción más frecuente de las mujeres embarazadas en
países desarrollados. A pesar de la publicidad sobre los riesgos sanitarios no
se ha observado un descenso significativo en el consumo del mismo. El mayor
efecto sobre el feto es la reducción de peso; también se presenta con mayor
frecuencia el desprendimiento prematuro de la placenta, o la ruptura prematura
de membranas.
El consumo de alcohol actualmente se reconoce al como la primera causa de
malformaciones en el feto. Puede producir, aborto espontaneo, síndrome
alcohólico fetal o graves efectos sobre el recién nacido. El riesgo de aborto
espontaneo aumenta en un 50% si la ingesta de alcohol es importante.
color: black">En cuanto se tenga conocimiento del embarazo es necesario dar
a conocer al médico los tratamientos que pudiera estar recibiendo la madre
para que los adecúe. Por último recordar que cualquier mujer en edad fértil
puede quedarse embarazada, por lo que el uso racional de los medicamentos
tiene que ser constante.
Recuerde, consulte con su farmacéutico, él le aconsejará sobre su tratamiento
si está embarazada, y evite la automedicación, el tabaco y el alcohol.
MEDICAMENTOS EN NIÑOS
La administración de medicamentos en la infancia debe adecuarse a un
organismo que se caracteriza por experimentar continuos cambios de peso y
composición orgánica. Además, debemos recordar que los niños tienen
especiales características en cuanto a la absorción, unión a proteínas
plasmáticas, volumen de distribución, metabolismo y eliminación de fármacos.
Esta afirmación es tanto más cierta cuanto más pequeño es el niño, siendo
especialmente crítica en los recién nacidos y durante el primer año de vida.
Algunos datos peculiares de los niños respecto a los adultos son que, por
ejemplo, su vaciamiento gástrico está retrasado, alcanzando los valores del
adulto al cabo de seis meses. La función biliar es inmadura, existiendo un
déficit en la circulación enterohepática para algunos fármacos. Su piel también
es especial, por lo que la absorción cutánea está incrementada debido a que el
estrato córneo es más delgado y que la piel de los recién nacidos y prematuros
está más hidratada.
El recién nacido tiene mucho mayor contenido de agua que el adulto y menor
cantidad de grasa; también hay una disminución de la unión a las proteínas
plasmáticas, además, la permeabilidad de las barreras celulares es mayor en el
recién nacido que en el adulto. Estas y otras características se traducen en que
la biotransformación de los fármacos es más lenta en el recién nacido, alcan-
zando las tasas del adulto entre los primeros meses y el año; por ello, muchas
de las sustancias comúnmente usadas tienen una duración de acción más
prolongada en el recién nacido normal y en el prematuro.
La función renal en el recién nacido está disminuida. Por ello la semivida
plasmática de la mayor parte de fármacos aparece considerablemente
incrementada.
En el recién nacido y en el niño no sólo hay diferencias farmacocinéticas, sino
también farmacodinámicas, es decir, diferencias entre los efectos de los
fármacos en niños comparados con los adultos con las mismas
concentraciones séricas. Por ejemplo, los recién nacidos parecen ser más
sensibles a los opioides, mientras que la sensibilidad a la atropina y
noradrenalina parece ser inferior en el recién nacido y en el niño que en el
adulto. La anfetamina en niños paradójicamente se comporta como sedante.
En definitiva, los niños presentan un grado de inmadurez en la mayoría de sus
órganos que va a condicionar el comportamiento de los fármacos que se deban
administrar. Como norma general las dosis que se deben administrar a los
niños son inferiores que las que les corresponderían en función de su peso,
debido a la menor metabolización y excreción urinaria. En cualquier caso, hay
que evitar la automedicación y recurrir al profesional sanitario para evaluar los
posibles problemas de salud.
MEDICAMENTOS EN ANCIANOS
Todos debemos usar los fármacos con precaución, pero especialmente en la
población anciana existen algunos aspectos diferenciales que deben ser
tenidos en cuenta. En primer lugar se ha de valorar la necesidad real del
tratamiento farmacológico. Conviene recordar que muchos de los síntomas
referidos por los ancianos no requieren tratamiento farmacológico y pueden ser
controlados con otras medidas. Además, debemos asegurarnos que el fármaco
elegido es el más adecuado para el anciano, lo que puede ser una buena
alternativa terapéutica en los adultos, puede no serlo en el anciano.
La polimedicación es otro de los problemas de los más mayores. Hay que
asegurarse que el paciente esté tomando el menor número de fármacos
necesarios. Los ancianos muchas veces consumen medicamentos sin una
clara indicación, ya sea por prescripción médica o por automedicación.
Para facilitar la administración de los fármacos debe seleccionarse el tipo de
presentación farmacéutica más adecuada. Las presentaciones sólidas, como
cápsulas, comprimidos o tabletas, son mal toleradas por los ancianos, ya que
resulta difícil su deglución. El uso de presentaciones líquidas, como jarabes,
soluciones y comprimidos efervescentes, constituye una mejor alternativa.
Aunque los supositorios, en general, no son una buena forma de administración
de medicamentos en los adultos, en los ancianos pueden resultar algo más
útiles.
Al utilizar medicamentos cuya forma de administración sea compleja, como los
aerosoles, se debe explicar claramente al enfermo la forma correcta de
utilizarlos, y siempre debe informarse al paciente o a su cuidador de las
razones por las que se prescribe el fármaco, cuáles son los efectos
terapéuticos esperados y cuáles los efectos secundarios a vigilar.
El abandono de los tratamientos es otro de los problemas en los ancianos. Se
debe ser consciente de la posibilidad del incumplimiento terapéutico e instruir a
los pacientes sobre lo que deben hacer en caso de olvidar alguna dosis. Para
evitar los abandonos debe simplificarse la pauta terapéutica al máximo y si es
posible, hacer coincidir la toma del medicamento con alguna actividad, como
pueden ser las comidas, que refuerce la memoria del paciente. De ser posible,
se elegirán fármacos o presentaciones farmacéuticas que permitan una sola
administración diaria, ya que la mayor comodidad mejora el cumplimiento.
En resumen ante un paciente geriátrico siempre hay que intentar que tome el
menor número de medicamentos posible, prescribir formas farmacéuticas bien
toleradas y con pautas simples y cómodas, ajustar la dosis y educar al paciente
o a los familiares acerca del uso correcto de los fármacos y de la importancia
de la no automedicación.
No lo olvide: Pregunte siempre a su farmacéutico. Él le informará sobre
éstas y otras cuestiones relacionadas. Y recuerde que la intervención
farmacéutica supone una elevada garantía en el proceso global de
adecuación, efectividad y seguridad de los tratamientos con
medicamentos.