Estudios sobre las Culturas Contemporaneas
Universidad de Colima
pcultura@cgic.ucol.mx
ISSN (Versión impresa): 1405-2210
MÉXICO
2008
Carlos E. Vidales Gonzáles
EL MARCO SEMIÓTICO DE LA CULTURA UN RETO PARA EL ESTUDIO DE LA COMUNICACIÓN
Estudios sobre las Culturas Contemporaneas, junio, año/vol. XIV, número 027
Universidad de Colima
Colima, México
pp. 133-147
Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal
Universidad Autónoma del Estado de México
http://redalyc.uaemex.mx
EL MARCO SEMIÓTICO
DE LA CULTURA
un reto para el estudio de la comunicación
Carlos E. Vidales Gonzáles
Resumen
El presente trabajo es un intento por mostrar cómo la comunicación funciona di-
námica y sistémicamente para estructurar y cohesionar a las sociedades a través de
dos cualidades fundamentales: su capacidad de producir significados compartidos
y, por ende, de construir sistemas sociales. En este trabajo sólo nos ocuparemos de
la forma en que ambas cualidades intervienen en la construcción de un concepto
que es a la vez fundamento y escenario de todos los procesos comunicativos: la
cultura. Para este camino se ha decidido seguir una ruta semiótica basada en la
propuesta de Irui Lotman, no sólo por sus potencialidades constructivas, sino por
su naturaleza epistemológica; así, lo que pretendemos es dar cuenta de la forma
en que la cultura se convierte en un concepto central para el pensamiento comu-
nicacional y pasa de ser un simple concepto de espacio para convertirse en un
concepto de configuración.
Palabras clave: Semiótica, Epistemología, Teoría de la comunicación
Abstract- The Semiotic Framework of Culture:
a Challenge for the Study of Communication
The present work is an effort to show how communication functions dynamically
and systematically to structure and provide cohesion for societies through two
fundamental qualities: its capacity to produce shared signifieds and consequently
to construct social systems. In this study we will only concern ourselves with the
form in which both qualities intervene in the construction of a concept that is both
the foundation and site of all communicative processes: culture. In this way it has
been decided to take the semiotic route based in the proposal of Jurij Lotman, not
only for its constructive potentials, but also because of its epistemological nature;
thus, what we propose is to take into account the form in which culture converts
itself into a central concept for communications thought, thus transforming itself
from a simple concept of space into a concept of configuration.
Keywords: Semiotics, Epistemology, Theory of Communication
Carlos E. Vidales Gonzáles. Mexicano. Licenciado en Ciencias de la Comuni-
cación por la Universidad Latina de América en México. Es miembro de la Red
de Estudios en Teorías de la Comunicación (REDECOM), del Grupo Hacia una
Comunicología Posible (GUCOM) y de la Asociación Mexicana de Estudios de
Semiótica Visual del Espacio (AMESVE); morocoi@yahoo.com.
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Época II. Vol. XIV. Núm. 27, Colima, junio 2008, pp. 133-147
EL MARCO
SEMIÓTICO DE
LA CULTURA:
un reto para el
estudio de la comunicación
Carlos E. Vidales Gonzáles
A lgunos lugares comunes sobre la semiótica y el estudio de la comu-
nicación quizá podrían tener un origen similar que se remonta a los
años setenta con los trabajos de Umberto Eco y los de Iuri M. Lotman, los
cuales habían planteado un lazo de interdependencia entre semiótica, cul-
tura y comunicación, pero ¿qué es lo que quedó de aquellos programas de
investigación? La respuesta a esta pregunta es muy delicada. En el espacio
de la semiótica ambos programas han tenido un desarrollo sistemático y han
alcanzado niveles de formalización sumamente elevados, pero en el espacio
reflexivo de la comunicación la historia no ha sido tan clara. El problema
que emerge de la relación comunicación-semiótica desde los programas
de Eco y Lotman, se configura a partir de una doble problemática que está
relacionada con: a) la construcción de supuestos teóricos de organización
sobre una base semiótica sólo sugerida; y b) el desarrollo de un tipo es-
pecífico de semiótica vinculada más con marcos metodológicos de opera-
ción que con principios epistemológicos de construcción. Sin embargo,
toda relación tiene puntos de enlace, elementos que permiten establecer
el intercambio. En este caso en particular, el intercambio se estableció
entre sistemas conceptuales a través de la presencia de dos conceptos que
tanto la semiótica como la comunicación compartían y comparten en sus
programas de investigación: cultura y comunicación.
Lo que Lotman y Eco hicieron fue plantear desde la base semiótica una
forma de conceptualizar a la comunicación, llegando ambos a plantear
«modelos» comunicativos de análisis como un intento formal de entender
los fenómenos no sólo de comunicación, sino de la cultura en general.
Este parece ser el elemento de enlace entre ambos sistemas conceptuales,
no el reconocimiento de la epistemología semiótica para el estudio de los
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El marco semiótico de la cultura
procesos culturales, sino a la cultura como concepto compartido. Por lo
tanto, de lo que trata este trabajo es de dar cuenta, de manera muy general,
cómo es que las propuestas semióticas configuraron sistemas conceptuales
sobre la base de la comunicación y la cultura, con la finalidad de deconstruir
algunos lugares comunes que se tienen en el estudio de la comunicación
sobre la epistemología semiótica, principalmente aquellos que ven en la
semiótica sólo una oportunidad metodológica y no una propuesta lógica de
organización, una forma específica de ver y pensar el mundo. Finalmente, es
importante mencionar que las siguientes líneas tienen como base principal
el trabajo de Iuri Mijálovich Lotman, aunque también retomamos algunos
elementos de Umberto Eco, dos propuestas que si bien no son las únicas,
sí son dos casos ejemplares.
La cultura
como pretexto de construcción teórica
En los años setenta Umberto Eco formuló tres hipótesis fundamentales sobre
la cultura, la significación y la comunicación en el marco de la explicitación
de los límites naturales de la investigación semiótica, los cuales habrían
de darle forma a lo que llamaría el «umbral superior», uno de los límites
fuera del cual determinado fenómeno ya no es considerado semiótico o
como responsabilidad de la semiótica.1 La propuesta está basada en la
idea de que la cultura por entero es un fenómeno de significación y de
comunicación, lo que tiene como principal consecuencia que humanidad
y sociedad existan sólo cuando se establecen relaciones de significación
y procesos de comunicación, es decir, la semiótica cubre todo el ámbito
cultural; por lo tanto, el conjunto de la vida social puede verse como un
proceso semiótico o como un sistema de sistemas semióticos. Estas primeras
1. Umberto Eco plantea tres límites de la teoría semiótica, al primero lo llama el límite
político. Este primer límite no se refiere a los límites de la teoría semiótica en su estudio de
un objeto determinado sino a la intromisión de la teoría y campo semiótico a otros campos de
reflexión. Los segundos, los límites naturales, se refieren, en primer lugar, al encuentro entre
dos definiciones: la de Saussure y la de Pierce. Sin embargo, más allá del establecimiento
de un límite a través de dos espacios conceptuales diferentes, la semiótica debía establecer
sus propios límites en función de su propia fundamentación teórica. De esta forma, Eco
plantea los umbrales de la semiótica: el umbral inferior y el umbral superior. Al primero lo
constituyen una serie de signos naturales como el estímulo, la señal y la información física;
es decir, está determinado por: a) fenómenos físicos que proceden de una fuente natural; y
b) comportamientos humanos emitidos inconscientemente por los emisores. Por su parte, el
umbral superior sería el nivel más alto constituido por la cultura, entendida por Eco como
un fenómeno semiótico. Parte así de tres fenómenos que son comúnmente aceptados en el
concepto de cultura: a) la producción y el uso de objetos que transforman la relación hom-
bre-naturaleza; b) las relaciones de parentesco como núcleo primario de relaciones sociales
inter-institucionalizadas; y c) el intercambio de bienes económicos (Eco, 2000).
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consideraciones le van a permitir plantear las tres hipótesis referidas, las
cuales recobramos de forma textual, a saber, a) “la cultura por entero debe
estudiarse como fenómeno semiótico; b) todos los aspectos de la cultura
pueden estudiarse como contenidos de una actividad semiótica y c) la
cultura es sólo comunicación y la cultura no es otra cosa que un sistema
de significaciones estructuradas” (Eco, 2000:44).
La primera hipótesis sugiere que la vía para el estudio de la cultura es
precisamente la semiótica, mientras que la segunda implica tan sólo una
posibilidad, una forma de aproximación al fenómeno de la cultura. Sin
embargo, la tercera hipótesis es la más seria, dado que implica a la semió-
tica no como forma de aproximación sino como forma de estructuración,
como elemento de organización y configuración de la cultura. Aunque Eco
reconoce esta tercera hipótesis como la más radical, su desarrollo poste-
rior parece transitar en este sentido, es decir, más que en el análisis, en la
construcción de una semiótica de la cultura. De esta forma, lo que emerge
al final es, implícitamente, una forma especial de comunicación.
Hablar del desarrollo posterior de la semiótica de Eco es hablar de su
teoría de los códigos y de la producción de los signos, propuesta que se
convierte en uno de los primeros intentos por sintetizar dos programas su-
mamente diferentes, el de Pierce y el de Saussure, lo cual se hace evidente
en su consideración de sistemas codiciales y de producción sígnica. Para
Eco, el código asocia un vehículo-del-signo con algo llamado su significado
o su sentido, es decir, un signo es cualquier cosa que determina que otra
diferente se refiera a un objeto al que ella misma se refiere en el mismo
sentido, de forma que el interpretante, se convierte a su vez en un signo,
y así sucesivamente hasta el infinito. En este continuo movimiento, la se-
miosis transforma en signo cualquier cosa con la que se topa. Comunicarse
es usar el mundo entero como un aparato semiótico (Eco, 1976). Como
se puede ver, desde un comienzo aparece en el horizonte constructivo el
elemento «comunicación».
En sus primeros bosquejos, Eco había retomado parte del programa
saussureano para la explicación de su punto de vista sobre lo comunicativo
y lo cultural, expandiendo así el modelo lingüístico inicial hacia otro tipo
de materialidades, lo que trajo evidentemente algunas complicaciones. En
la Lingüística, de la unidad sígnica se puede pasar a unidades más peque-
ñas como los morfemas o los lexemas, lo que acarrea en Eco una primera
pregunta: ¿a qué nos referimos al hablar de unidad semántica o unidad
cultural? ¿Cuál es su forma de existencia? Según Eco, la cultura divide
todo el campo de la experiencia humana en sistemas de rasgos pertinentes;
así, las unidades culturales, en su calidad de unidades semánticas no son
sólo objetos, sino también medios de significación y, en ese sentido, están
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El marco semiótico de la cultura
rodeadas por una teoría general de la significación. En consecuencia, una
unidad cultural no sólo mantiene una especie de relación opositiva de ca-
rácter semántico con otras unidades culturales que también pertenecen al
mismo campo semántico, sino que, además, está envuelta en una especie de
cadena compuesta por referencias continuas a otras unidades que pertenecen
a campos semánticos completamente diferentes, por lo que una unidad
cultural no es sólo algo que se opone a algo, sino algo que representa algo
diferente, es decir, un signo (Eco, 1976). Esta primera consideración implica
que la investigación semiótica se extienda más allá de las materialidades
verbales hacia unidades culturales más diversas, cuya particularidad es-
pecífica es que su posición es producto de sus relaciones. El punto central
es comprender que estas unidades culturales no son independientes, sino
dependientes de sus relaciones con otras unidades.
Lo anterior lleva a Eco a plantear una primera condición de la cultura,
a saber:
...la cultura surge sólo cuando: a) un ser racional establece la nueva función
de un objeto, b) lo designa como el «objeto» x, que realiza la función
y, c) al ver al día siguiente el mismo objeto lo reconoce como el objeto,
cuyo nombre es x y que realiza la función y (Eco, 1976:108).
Éste es precisamente el origen de las primeras hipótesis de las que hemos
hablado, pues supone que dentro de la cultura cualquier entidad se convierte
en un fenómeno semiótico y las leyes de la comunicación son las leyes de
la cultura; así, la cultura puede estudiarse por completo desde un punto de
vista semiótico y a su vez la semiótica es una disciplina que debe ocuparse
de la totalidad de la vida social. Éste es el contexto de la emergencia del
modelo comunicativo de Eco.
Sin embargo, otra de las propuestas de las que ya hemos hablado y que
suponen una articulación entre semiótica, cultura y comunicación, a la cual
podríamos considerar junto a la de Eco como una de las fundadoras de una
semiótica de la cultura, es la hecha por el ruso Iuri Mijálovich Lotman.
Lo que Lotman suponía era que no existen por sí solos en forma aislada
sistemas precisos y funcionalmente unívocos, sino que su separación está
más bien condicionada por una necesidad heurística. Tomado por separado,
ninguno de ellos tiene capacidad de trabajar:
...sólo funcionan estando sumergidos en un continuum semiótico, comple-
tamente ocupado por formaciones semióticas de diversos tipos y que se
hallan en diversos niveles de organización. A ese continuum, por analogía
con el concepto de biosfera introducido por V. I. Vernadski, lo llamamos
semiosfera (Lotman, 1996:22).
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Con lo anterior podemos inferir que todo el espacio semiótico puede ser
considerado como un mecanismo único en donde no resulta de mayor
importancia un elemento aislado como tal, sino todo el sistema, fuera del
cual es imposible la existencia misma de la semiosis. Como se puede ver,
esta concepción tiene estrecha relación con la consideración de las unidades
culturales de Eco.
La clara diferencia de la acepción de la unidad mínima de análisis –el
signo– es entendida por Lotman como un todo semiótico; no como una
suma de partes, sino como un «texto» semiótico. Sin embargo, ese sistema
semiótico general tiene una frontera, un límite. La frontera semiótica es,
por tanto, la suma de los traductores «filtros» bilingües por los que tienen
que pasar los textos para ser traducidos a otros lenguajes que se hallan fuera
de la semiosfera dada. Entonces la idea de esta frontera semiótica o del
carácter cerrado del espacio semiótico, se manifiesta en que ésta no puede
estar en contacto con los textos alosemióticos o con los no-textos.
Para que éstos adquieran realidad para ella, le es indispensable traducirlos
a uno de los lenguajes de su espacio interno o semiotizar los hechos no-
semióticos (Lotman, 1996:24).
A partir de estas concepciones, Lotman establece Un modelo dinámico
del sistema semiótico (Lotman, 1998), contraviniendo la idea de la equi-
paración del concepto de sincronía de Saussure al de estática, puesto que
considera que la sincronía es en realidad un procedimiento científico auxi-
liar y no un modo específico de existencia. Es por esto que cabe suponer
que la estaticidad que sigue sintiéndose en toda una serie de descripciones
semióticas no es un resultado de la insuficiencia de los esfuerzos de tal o
cual científico, sino que deriva de algunas particularidades especiales de
la metódica de descripción.
Sin un análisis meticuloso de por qué el hecho mismo de la descripción
convierte un objeto dinámico en un modelo estático, y sin la introducción
de los correspondientes correctivos en la metódica del análisis científico,
la aspiración a construir modelos dinámicos puede quedarse en el terreno
de los buenos deseos (Lotman, 1998:65).
El problema que veía Lotman es que en el proceso de la descripción estruc-
tural el objeto no sólo se simplifica, sino que también se organiza adicional-
mente, se vuelve más rigurosamente organizado de lo que es en realidad.
La descripción será inevitablemente más ordenada que el objeto.
Por lo anterior, Lotman propone la dinámica del sistema semiótico
basada en seis pares de conceptos que funcionan como elementos correla-
cionales, es decir, establecen relaciones que ordenan al sistema semiótico.
138 Estudios sobre las Culturas Contemporáneas
El marco semiótico de la cultura
Los pares sistémico/extrasistémico; unívoco/ambivalente; núcleo/periferia;
descrito/no descrito; necesario/superfluo; y modelo dinámico/lenguaje
poético; establecen, por tanto, el comportamiento y la posible configuración
de los elementos que intervengan en un fenómeno semiótico determinado.
Aunque no haremos la revisión de cada uno, es importante recobrar algunos
de ellos puesto que rompen finalmente con la estaticidad de los sistemas
semióticos y, por ende, proponen un modelo de análisis para la semiótica
que involucra la dinámica misma de los sistemas que ponen al centro de
la discusión el elemento que nos interesa, la cultura.
El par sistémico/extrasistémico hace explícita una de las principales
dificultades de los sistemas semióticos: debido a que una de las fuentes
fundamentales del dinamismo de las estructuras semióticas es el constante
arrastre de elementos extrasistémicos a la órbita de la sistematicidad y la
simultánea expulsión de lo sistémico al dominio de la extrasistemicidad
(porque cualquier diferencia algo estable y sensible en el material extrasis-
témico puede hacerse estructural en la siguiente etapa del proceso dinámico)
(Lotman, 1998), las dimensiones sistémica y extrasistémica se convierten
en funciones interdependientes. Por lo tanto, el vínculo entre ambas no
se da a razón de causa-efecto o de oposición constante, sino que se da
en relación mutua de interdependencia e interrelación. Las posibilidades
de entender algo como extrasistémico tienden a guiarse de acuerdo con:
a) la utilización de metalenguajes, es decir, autodescripciones del propio
sistema; b) al concepto de inexistencia o inexistente; y c) a lo alosemiótico
o perteneciente a otro sistema semiótico. Bajo estas tres premisas, se confi-
gura sustancialmente un grado de oposiciones que funcionan como reglas
implícitas del sistema semiótico y que proporcionan la primera noción de
“orden”. Algo que esté funcionando como explicación del mismo sistema,
lo inexistente o lo alosemiótico, no puede pertenecer a ese espacio semiótico
y tiene que ser transferido a lo extrasistémico; esto implica, a su vez, que
determinados elementos se encuentren en el núcleo o más próximos a la
periferia en un determinado sistema semiótico. Pero, al igual que en los
pares sistémico/extrasistémico, los elementos pueden modificar su posición
de núcleo a periferia o viceversa.
En consecuencia, lo unívoco y lo ambivalente funcionan como pares de
orden estructural, es decir, de acuerdo a la lógica del momento temporal
del discurso y a su función de “veracidad”. Así pues,
...el aumento de la univocidad interna de un sistema semiótico puede ser
considerado como una intensificación de las tendencias homeostáticas,
y el aumento de la ambivalencia, como un indicador del acercamiento
del momento del salto dinámico (Lotman, 1998:75).
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En este punto es importante señalar que todos estos pares se suceden de
forma conjunta durante un proceso semiótico, entendiéndose no la suma
de todos ellos, sino de manera simultánea. Finalmente, en el par modelo
dinámico y lenguaje poético, se encarna una consideración de suma impor-
tancia. Mientras el primero se relaciona con mayor plenitud a las lenguas
artificiales del tipo más simple, el segundo recibe una realización máxima
en los lenguajes del arte, lo que define a su vez, dos tipos de sistemas
semióticos: los orientados a la transmisión de información primaria y los
orientados a la transmisión de información secundaria, pero mientras los
primeros pueden funcionar de manera estática, para los segundos la presen-
cia de la dinámica es una condición necesaria de su funcionamiento. Así,
...en los primeros no hay una necesidad de un entorno extrasistémico que
desempeñe el papel de reserva dinámica, mientras que para los segundos
ésta es una condición indispensable. De esta forma, al contraponer dos
tipos de sistemas semióticos, es preciso evitar la absolutización de esa
antítesis. Más bien deberá de hablarse de dos polos ideales que se ha-
llan en complejas relaciones de interacción. En la tensión estructural
entre esos dos polos se desarrolla un único y complejo todo semiótico:
la cultura (Lotman, 1998:80)2.
Es en base a la dinámica misma del sistema y a los elementos que se or-
ganizan a su interior que es posible convertir al contexto, la cultura, en un
concepto de estructuración más que un elemento de descripción contextual.
Sin embargo, la dinámica misma del sistema sólo puede ser comprobada
en su dimensión de acción práctica, en la producción de nuevos textos en
el sistema de la cultura, es decir, en los procesos de comunicación. Sobre
esto nos ocuparemos en las siguientes líneas.
Un modelo comunicativo de matriz semiótica:
el papel constructivo de la cultura en la propuesta de Lotman
En su ensayo, Sobre los modelos de la comunicación en el sistema de la
cultura (Lotman, 1998), Lotman plantea que en el sistema de las comuni-
caciones humanas se pueden seguir dos rutas. En la primera la información
está dada de antemano y se traslada de un ser humano a otro a través de un
código constante dentro de los límites de todo el acto de comunicación. En
la segunda se trata del incremento de la información, de su transformación,
su reformulación en otras categorías, al tiempo que se introducen no nuevos
mensajes, sino nuevos códigos: el que recibe y el que transmite coinciden
en una sola persona (Lotman, 1998). Bajo esta misma lógica, Lotman
2. Las cursivas son mías.
140 Estudios sobre las Culturas Contemporáneas
El marco semiótico de la cultura
considera que las funciones sociales de los sistemas de signos pueden
ser igualmente divididas en primarias y secundarias. La función primaria
supone la comunicación de cierto hecho; la secundaria, la comunicación
de otro sobre cierto hecho que me es conocido; así, en el primer caso los
participantes están interesados en la autenticidad de la información y en
el segundo de su transmisión.
En la teoría de Lotman acerca de la cultura, además del sistema modeli-
zante que ya hemos expuesto, es fundamental la noción de memoria, la cual
debe interpretarse en el sentido que se le da en la teoría de la información
y en cibernética, es decir, la facultad que poseen determinados sistemas
de conservar y acumular información. Es por esto que insiste en que la
cultura es información no genética, memoria común de la humanidad o de
colectivos más restringidos nacionales o sociales, memoria no hereditaria
de la colectividad. Así, la cultura como memoria no hereditaria supone
otras dos características de importancia:
la organización sistémica (esta memoria es un sistema: toda cultura
necesita además, unas fronteras sistémicas; se define sobre el fondo de
la no-cultura), y la dimensión comunicacional (cada cultura construye
un sistema de comunicación). Una cultura es, pues, memoria, sistema,
organización sistémica y comunicación. (Marafioti, 2005:65).
Con base en lo anterior se puede inferir que la cultura no sólo es una cate-
goría espacial, sino un concepto de estructuración. En palabras de Lotman,
“el trabajo fundamental de la cultura […] consiste en organizar estructural-
mente el mundo que rodea al hombre. La cultura es una generadora de es-
tructuralidad; es así como crea alrededor del hombre una socioesfera que, al
igual que la biosfera, hace posible la vida, no orgánica obviamente, sino de
relación” (Lotman en Marafioti, 2005:64-65). Este elemento estructurador
es para Lotman el lenguaje natural (sistema modelizante primario), es decir,
un modelo que va delimitando la realidad y que se encuentra en el centro
de la cultura funcionando como elemento de estructuralidad, puesto que
define implícitamente las reglas (o códigos) de los signos que se encontra-
ran dentro o fuera del sistema (social). Por lo tanto, los textos semióticos
(cualquier elemento cultural) no sólo intervienen en los diferentes procesos
comunicativos, sino que los estructura tácitamente.
El modelo de Lotman, al enmarcar los procesos semióticos y comunica-
tivos en un contexto cultural, permite construir un primer elemento clave
de la relación entre los elementos sistémicos que ya hemos descrito en el
apartado anterior: su mutua implicación. Ya sea una semiótica literaria o
textual, una semiótica musical, una semiótica del gusto o visual, de las
pasiones, etcétera (lo que implicaría necesariamente la dimensión del
Época II. Vol. XIV. Núm. 27, Colima, junio 2008, pp. 133-147 141
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sistema cultural humano), la comunicación y la cultura funcionan como
elementos de estructuración.
Con lo apuntado hasta aquí, lo que parece confirmarse es la hipótesis
más radical que formuló Eco y de la que hemos hablado al inicio de este
trabajo; es decir, que la teoría semiótica se extiende por encima de la teoría
comunicativa envolviéndola y haciéndola dependiente de los principios
semióticos. Una semiótica de la comunicación implicaría entonces un
estudio semiótico sobre la comunicación y sus procesos, no un punto de
vista comunicativo con perspectiva semiótica. La comunicación, siendo
un elemento de articulación en la teoría semiótica, permite un análisis de
los procesos de producción de sentido en «todos» los niveles de la estruc-
tura social y las manifestaciones culturales; es decir, de todo aquello que
funcione como signo, como texto o como función semiótica, por lo que se
expande al análisis literario, histórico, urbano, de los medios masivos de
información, de las nuevas tecnologías, de la música o del arte. En sínte-
sis, se extiende a todo lo que tenga que ver son la producción de sentido
en general. La dimensión cultural no es entonces un concepto periférico,
sino un concepto performativo: su importancia va más allá de la dimensión
espacial de la comunicación, es un concepto que interviene decisivamente
en la construcción teórica en general.
La semiótica de la cultura:
¿una tarea pendiente?
Con lo que hemos mostrado hasta este punto se podría pensar que la
semiótica de la cultura es una posición teórica definida, casi disciplinar.
Sin embargo, es de llamar la atención el balance reflexivo que formuló en
2003 Herón Pérez sobre este espacio reflexivo. Lo que Pérez presenta es
una detallada justificación de la necesidad de la semiótica de la cultura,
pero no deja de considerarla «un edificio en construcción». Desde su punto
de vista, pese a que la semiótica de la cultura ha sido fundamentada bajo
la extensión de la metáfora del análisis lingüístico, esta semiótica aún se
considera en construcción. Sin embargo, se pueden reconocer algunos
postulados.
a) Una cultura puede ser analizada como un conjunto de textos y lenguajes
que sirven de vehículos al conjunto de las significaciones que circulan
y funcionan en un determinado ámbito social;
b) Se tiene a la lingüística como el referente para el análisis. Sin embargo,
no todos los fenómenos de comunicación pueden explicarse con las
categorías de la lingüística;
142 Estudios sobre las Culturas Contemporáneas
El marco semiótico de la cultura
c) El análisis semiótico es un mecanismo que permite descubrir los sentidos
subyacentes en un texto cualquiera, inventariar sus unidades léxicas que
forman sus estructuras significativas, descubrir las reglas de combinación
de sus unidades y establecer los sentidos que son capaces de producir;
d) Otra de las semióticas de la cultura son concebidas como estudio de la
correlación funcional de diferentes sistemas de signos. Por eso, la semió-
tica de la cultura puede adoptar la forma de un estudio comparativo tanto
entre culturas como entre sistemas de comunicación intraculturales;
e) Un elemento central en la semiótica de la cultura es la existencia y con-
figuración de códigos; sin embargo, son varias las teorías y tipologías
en torno a los códigos de la cultura;
f) Las categorías de paradigma y sintagma (Saussure) pueden ser
útiles en semiótica de la cultura para analizar conductas culturales
(Pérez, 2003:272-273).
Herón Pérez reconoce que
...en la cultura todo es significativo en el sentido de que toda cultura está
estructurada como un magno sistema semiótico cuyos textos, organizados
jerárquicamente, remiten a un continnum de sentido que dinámicamente
funciona y hace funcionar una extensa gama de lenguajes cuyas reglas o
gramáticas son de índole análoga a la de las gramáticas que subyacen a
las textualidades de las lenguas naturales (Pérez, 2003:255).
Lo cual evidencia y casi justifica la extensión del modelo lingüístico para su
estudio. Pero en el fondo lo que Pérez hace es reconocer el marco semiótico
lotmaniano del que hemos venido hablando y la pertinencia de la estructu-
ración semiótica de lo social y de la cultura. Hace evidente el contexto y el
proceso de formalización que sufre la cultura y la comunicación cuando se
piensan a través de la epistemología semiótica. Sin embargo, también hace
algo más, mucho más serio: identifica como tarea pendiente el desarrollo
formal de la semiótica de la cultura.
El hecho de que Pérez reconozca que la semiótica de la cultura está
en construcción, nos plantea un escenario aún más complejo, pues lo que
nosotros identificamos es problema diferente: la desaparición del contexto
semiótico que le da sentido al concepto de cultura y comunicación cuando
éstos son incorporados desde el contexto semiótico hacia el contexto del
estudio de la comunicación. La tarea no es una obligación, es decir, no es
que el estudio de la comunicación necesariamente requiera de estos marcos
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para su propio desarrollo; pero al haber decidido usar los marcos semióticos
para la investigación de sus propios objetos de estudio (los medios de co-
municación principalmente), ésta se convierte en una reflexión necesaria. El
problema que nosotros vemos es que el estudio de la comunicación volteó
la mirada hacia la semiótica cuando ésta comenzó a desarrollar modelos
comunicativos y de la cultura (como los que hemos mostrado), pero lo
que sucedió es que incorporó sólo los ejes conceptuales y no las matrices
epistemológicas, lo que trajo como principal consecuencia la aparición
de la cultura y la significación como palabras y no como conceptos cons-
tructores, como elementos discursivos y no como elementos analíticos, es
decir, aparecen la cultura y la semiótica sólo como un ámbito contextual
y como una herramienta metodológica respectivamente.
En síntesis, la relación entre semiótica y comunicación es una relación a
construirse hacia el futuro y sobre la que habrá que seguir trabajando, pues,
pese a que reconocemos que hay grandes avances, también reconocemos
que es mucho lo que aún queda por hacer.
A manera de cierre
Lo que intentamos con el presente trabajo es mostrar cómo la comuni-
cación funciona dinámica y sistémicamente para estructurar y cohesionar
a las sociedades a través de dos cualidades fundamentales: su capacidad
de producir significados compartidos y, por ende, de construir sistemas
sociales. Como ya hemos mostrado, estas dos cualidades no pueden ser
entendidas si no es a través de su relación con la dimensión sistémica de la
cultura, un concepto que no sólo funciona como categoría contextual, sino
que interviene tan fuertemente en los procesos comunicativos que tiene que
ser considerada como parte estructural de los procesos comunicativos en
general. Este punto es clave para la teoría de la comunicación.
La cultura, desde la perspectiva semiótica que hemos adoptado, cons-
truye escenarios y participa de la producción de significados compartidos
y, por lo tanto, determina fuertemente la construcción del sistema social.
En este punto puede llegar a pensarse que la cultura no es sólo un concepto
constructor sino el signo de un proceso mucho más complejo, y de hecho
así es. Lo que aquí intentamos mostrar es que los procesos de construcción
de lo social se mueven en múltiples niveles y en múltiples dimensiones
pero tienen como condición mínima indispensable el incluir por lo menos
tres de ellas: la dimensión semiótica, la dimensión comunicativa y la
dimensión cultural. La relación que se establece entre semiótica, cultura
y comunicación, es una relación sumamente compleja que requiere una
144 Estudios sobre las Culturas Contemporáneas
El marco semiótico de la cultura
análisis mucho mayor; sin embargo, lo que aquí hemos mostrado deja en
claro que la explicación de una requiere la inclusión del campo conceptual
de las otras dos, siendo la cultura el elemento de estructuración, la comu-
nicación el elemento de articulación y la semiótica el elemento lógico y
de posibilidad.
Finalmente, el reto que tiene que enfrentar el estudio de la comunicación,
si es que decide incorporar a su propio desarrollo teórico el punto de vista
semiótico, y en específico el punto de vista de la semiótica de la cultura;
será el de integrar sistemas conceptuales y no sólo conceptos aisladas. Lo
anterior es una tarea que ya se ha venido desarrollando, pero de la que
aún queda mucho por decir y de lo que estas líneas apenas representan un
apunte sobre las posibilidades y retos a futuro.
Recibido: 27 de enero de 2008 Aprobado: 4 de abril de 2008
Época II. Vol. XIV. Núm. 27, Colima, junio 2008, pp. 133-147 145
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