706                                        Critica de la cultura y sociedad JI   Th. W. Adorno, Crítica de la cultura y sociedad, vol.
2,
                                                                                   Madrid: Akal, 2009
  perior. La desfiguración objetiva de lo superior no concierne de ma-
  nera abstracta al gran todo. En cada fenómeno individual que se cri-
  tica se tropieza rápidamente con ese límite. El deseo de propuestas
  positivas no se cumple, y por tanto es fácil difamar a la crítica. Bas-
  te con indicar que desde el punto de vista de la psicología social la
  insistencia en lo positivo es una tapadera del impulso de destrucción que
  actúa bajo una fina cubierta. Quienes más hablan de lo positivo se
  entienden muy bien con la violencia destructiva. La obligación co-
' lectiva de una positividad que permite el traslado inmediato a la praxis
  ha atrapado ya a quienes creen oponerse rotundamente a la sociedad.
  De este modo, su accionismo se integ~~,iendencia social do-
                                                                                                                    Resignación          (116'1)
  minante. A esto hiil5na que contrap~nerle, vari~ ima fras~                             A nosotros, los viejos representantes de lo que se suele denomi- ) ,,,.....
                                                                                     D                                               1
                                                                                     n~r «E~5l,a~'(le .~:.~2~rt», Cls~~.?..~;:Ilep_d:r~.~ ~.~lt~~~~a~!:-~ ~:~~~~:i?~~:
  bre de Spinoza, que lo falso, una vez conocido con precisión, ya es
  un índice de lo correcto, de lo mejor.                                               icen que, aunque uemos esarro a o e ementos e una teona cri-
                                                                                     tica de la sociedad, no estamos dispuestos a extraer las consecuencias
                                                                                     prácticas: ni hemos elaborado programas de acción ni hemos apoya-
                                                                                     do las acciones de quienes se sienten inspirados por la teoría crítica.
                                                                                     Dejo de lado la cuestión de si esto se puede exigir de los pensadores
                                                                                     teóricos, que son unos instrumentos sensibles y frágiles. La tarea que
                                                                                     les coiTesponde en la sociedad de la división del trabajo puede ser pro-
                                                                                     ble~ática, y ellos mismos pueden estar deformados por ella. Pero tam-
                                                                                     biéh están formados por ella; los pensadores teóricos no pueden eli-
                                                                                     minar mediante su voluntad lo que son. No niego el momento de
                                                                                     debilidad subjetiva que la limitación a la teoría implica, pero pienso
                                                                                     que el aspecto objetivo es más importante. La objeción que se nos ~I
                                                                                     suele plantear dice así: quien duda de la posibilidad de un cambio
                                                                                     profundo de la sociedad y, por tanto, ni participa en acciones espec-
                                                                                     taculares y violentas ni las recomienda se ha resignado; no conside-
                                                                                     ra realizable lo que piensa, propiamente no quiere que se realice; de-
                                                                                     jando la situación tal como está, la aprueba sin confesarlo.
                                                                                          La distancia deJª RJ:;pcis le.Earece mal a todo el mundo. Se sos- /1 - ·
                                                                                     pecha' d~ quien no qui~;~¡;~;;_¡;r;emanos~alaobr°a.7'~~ffi7)'Síla aver-
                                                                                     sión a esto no fuera legítima y no hubiera sido deformada por el pri- v
                                                                                     vilegio. La desconfianza contra quien desconfía de la praxis se extiende
                                                                                     desde quienes aplican a sus rivales el viejo lema «¡Basta ya de cháchara!»
                                                                                     hasta el espíritu objetivo de los anuncios, que difunde la imagen del
                                                                                     hombre activo, ya sea un mánager o un deportista. Todos tenemos
                                                                                     que hacer algo. ~~~n ~2-L?J~L:H~~~§._~ébi1....sill?l:f~YiLL4llin~l.!ll.1
                                                                                             Critica de la cultura y sociedad JI        Resignación                                                                                     709
                   708
                                                                                                                                        pensamiento, la Ilustración consciente de sí misma, amenaza con d!J
               l
                tra~or. El cliché hostil del intelectual influye profundamente, sin que
                erfos se den cuenta, sobre el grupo de esos opositores que son difa-                                                    sencant~r la ~~2i~realj_1ad e~ la que, según la formUlauóñoeFiao'er1
                mados como intelectuales.                                ,                                                              mas,~I~cc~C?..~i~~2.~ ll1:~SY.,S-_,Este es tolerado sólo porque es entendid<ij
                     Los partidarios del accionismo que además {Jierisan suelen res-                                                    como una pseudorre;Tidad. De ella forma parte, como comportamiento
              \ pon<lef:hay que-éambTar,-entr~ (¡tras cos;is~ el· estad~ de separaeión                                                  subjetivo, la pseudoactividad, la actuación que se atiza a sí misma en
              l enneeeüfíaypl~istnecesit~ffi;)5 la pr~Is p~~dsadiente parallb~~r-                                                       honor a su propia publicidad, sin admitir en qué medida es un suce-
                                                                                                                                        dáneo de satisfacción, se erige en un fin en sí mismo. Quienes están
                'ilos~aer'clümíiiió d~ ·las personas prácticas y del ideal práctico. Pero
                 esto se convierte en una prohibición de pensar. Cualquier cosa bas-                                                    encerrados quieren salir desesperadamente. En estas situaciones ya no
                 ta para que la resistencia contra la represión se dirija represivamente                                                se piensa, o si acaso con unos presupuestos. ficticios. En la praxis ab-
             . contra quienes ni se glorifican a sí mismos ni reniegan de lo que son.                                                   solutizada sólo se reacciona, y por tanto mal. Una salida sólo la po~f ••,.,
              ! La unidad de teoría y praxis tiene la tendencia a convertirse en el pre-                                                ,~_nson.t~~11samil:!Qto,i.J:.~~1:~SE-~~5ulYLt?.~~;,~pii~~t~-:.i~<i~
                                                                                                                                         ho se fe imponga un resultado, como sucede en muchas discusione1
              ' 1~Tlf~;ti~eff~~.~i~:1r!:~;~ªc;::~r!~~i!~~:: ~~~!::~~~:~~::~~~
                   más inmediata con ella. En Marx la doctrina de es~ unidad estaba
                                                                                                                                         enTasqueeSfa~laro"quieñ11i-"éfe tener razón y que, fº~ tan~o, no sirl\
                                                                                                                                         ven para nada, smo que se echan a perder como una tacuca. Si las puer-1i
                   animada por la posibilidad presente de la acción (que ya entonces no                                                  tas están atrancadas, el pensamiento no debe interrumpirse: tiene quef
                                                                                                                                         analizar las causas y obrar en consecuencia. De él depende no acep-
        ·~    \ s·e··· re·a.liz.ó).. H
                                     ..º·Y· e.s· t.á .s·. u. ced
                                                               .. ien.·d·º··.. lº. co.· n.tr·a·rio•. :. l.ª....
                   accione~ ~ei?l~~caJ_ajgi.J>,9gipfüd.acLc.le_l¡¡. acc,~,óA'Va en Marx -se es-
                                                                                                                  ge11~~~s~~~faE:ª.~~   ,tar la situación como definitiva. Hay que cambiarla, si acaso, mediante
                   coiieleali[ Üna herida. Marx debió de exponer de una manera tan au-                                                   un conocimiento íntegro. El salto a la praxis no cura al pensamiento
    '
                   toritaria la tesis n. 0 11 sobre Feuerbach porque no estaba muy segu-
                   ro de ella. De joven había reclamado la «crítica implacable de todo
                   lo existente>>, y ahora se burlaba de la crítica. Pero su célebre chiste
                   contra los hegelianos, la expresión «crítica crítica», era un blujf, una
                   mera tautología. La forzada primada de la praxis detenía irracional-
                                                                                                                                         de la resignación mientras sea pagado con el conocimiento secreto de
                                                                                                                                         que no ha sido una buena idea.
                                                                                                                                          . h~J~~~l!~.~~~S~~i,1.ªA"sssLigs,emg . f.k ,s.alyai;,,eJ?"m~cl~Q.. "ds,.J;L!l~"~<l;
                                                                                                                                        ciedad meaiadá y endure.cicla unos endaves. de.mmediatez. Esto se
                                                                                                                                        racíürialiia diciendo'que un caffilíT~ p~qJ~fió 'é~ una ;1:;-pa"'en el lar-
                                                                                                                                                                                                                                               ¡-
                   mente la crítica, que el propio Marx practicaba. En Rusia y en la or-                                                go camino hacia el cambio dehodo. El modelo funesto de la pseu-
                   todoxia de otros países, el sarcasmo de la crítica crítica se convirtió                                              doactividad es el E~v!:J.~~'[,._5,!_/fi '.<Hazlo tú mism_o»: unas activida~,es ·
                   en un instrumento para que lo existente se organizara de una mane-                                                   que se pueden hacer mucho mejor con los med10s de la producc10n
                   ra terrible. La praxis ya sólo consistía en la producción intensificada                                              industrial, pero que han de despertar en los individuos carentes de
                   de los medios de producción; ya no se toleraba más crítica que ésta:                                                 libertad y espontaneidad la confianza en que ellos son importantes. El
                   «no estáis trabajando lo suficiente». Tan fácil es que la subordinación                                              disparate del «Hazlo tú mismo» en la producción de bienes materia-
                   de la teoría a la praxis se ponga al servicio de la opresión.                                                        les y en muchas reparaciones es evidente. Pero no es total. Al esca-
                                                                                                                                        sear los servicios, algunas iniciativas que una persona privada lleva a
1   e
                   1
                       c?r~;1x~~~frglti:É~~~~-~f~:~J-~:~¿-~~l~1~~A~l~~}~~~i~~j~
                 tienemiecfo alpensamiento no .t.llX~Iac:lo y a la actitud de no renunciar
                                                                                                                                        cabo y que de acuerdo con el estado de la técnica son superfluas cum-
                                                                                                                                        plen una función cuasi racional. En la política, el «Hazlo tú mismo»
                                                                                                                                        no es exactamente del mismo tipo. La sociedad que les parece impe-
                    e ~.p.orqiíesilie'a'.g;;·~c¡i'i~~:;~~e<l~ .ªci~l:ir: que el J?~1.!.5~~E:l~E1~~ E~t:.~$
              1·t¡aeJ:.                                                                                                                 netrable a las personas son ellas mismas. La confianza en la acción li-
               \ t,¡t'l,on. Un mecanismo hurgues anuquísimo que los ilustrados d.el si-
                 "glo.XVIII conocían bien se repite hoy y sin el menor cambio: el sufri-                                                mitada de grupos pequeños recuerda la espontaneidad que se atrofia
                  miento causado por un estado negativo (en este caso por la realidad                                                   en el todo endurecido y sin la que el todo no puede convertirse en
                  bloqueada) se convierte en la ira contra quien expresa ese estado. El                                                 otro. El mundo administrado tiene la t{!n4e11c~a a estrangular l;i e§")
                                                                                                                                              ~-········-·-······-"•·-····-···   -   •·-··· .. • ~-   •••·•~••••••"·· ······-·~····F• ..~----"'"\
               710 \                                            Crítica de la cultura y sociedad JI          Resignación                                                               711
                pontaneidad pa3~,;:~pal~3r!~.<;.1!.E~~~oa~~iyL~~.:;,:.,Al menos esto no                       rechaza la estúpida sabiduría de la resignación. En él, el momento
               'func10na de una manera tan sencil1a como esperan los agentes del
           t    mundo administrado. Pero no hay que absolutizar la espontaneidad,
                                                                                                              utópico es más fuerte cuanto menos se objetualiza como utopía (esto
                                                                                                              es otra forma de regresión) y sabotea la realización de la utopía. El
                y tampoco hay que separarla de la situación objetiva e idolatrada,                            pensamiento abierto remite más allá de sí mismo. Si¡:g~o -~·-~~JU
                como el mundo administrado. De lo contrario, ese hacha en casa que                            portamiento, una figura d_<:;_~_P!~.JEI~,,".c~.lliU-ÍÜLkiiLf./f~j.§.JJ,¡),_Q¡;
                nunca nos ahorra el carpintero rompe la puerta y el comando de asal-                          formadora que un comnortamiento que obedece a la 21axis. Propia
                to entra. También las acc;io11e~ políticas pueden ~~adarse apseu-                            ~-·---~~"\-~~~~4>>=--~~---~-=~~<=•==;="tt'-°'~-~=C--;•·.>~=~             ,
                                                                                                              men1e, e1 pensamiento es antes que cualqmer contemdo partlcu1a
           '
               ,~~;J:St:ÁXid<lg~~,,"'%.,t~JJi:. Ñ~7s~ñ;·casüa1-ra~ér-qli~-108"Téléá1~-a~aC-                   la fuerza para resistir, y ha resultado muy difícil quitárselo a ella. Este
               C!ón inmediata y la propaganda de la acción hayan resucitado una                               co?cepto enfático de pensamiento 11º ss ªPC!Yª~? tlÍ por, l;_.,s.~};,i;~,¿
               vez que organizaciones antiguamente progresivas se han integrado vo-                           existente,. ni poi;Jas ~ssas a ale~~~! ni~~~~J!.2Q,:. Lo que
               luntariamente y han desarrollado en todos los países de la Tierra ras-                        se pensó alguna vez puede'7er oprimido, olvidado. Pero no se puede
               gos de aquello contra lo que se dirigían. Esto no hace caduca la crí-                          negar que algo de eso sobrevive. Pues el pensamiento tiene el mo-
               tica del anarquismo. El retorno del anarquismo es el de un fantasma.                           mento de lo general. Lo que se ha pensado certeramente tiene que
               La impaciencia frente a la teoría que se manifiesta aquí no impulsa                            ser pensado también en otro lugar, por otras personas: esta confian-
               al pensamiento más allá de sí. Al olvida!.e.LP~~!n!~V:-~<:J_Ja,_}1,E,Ra,ci~11,c::ia,,          za acompaña hasta al pensamiento más solitario e impotente. Quien
           IJ.s~f~~~~~~;~N~a~iA~-ar~~ITo medi~nte su capitulación agte el c;o~                                piensa no está airado en la crítica: el pensamiento ha sublimado la
                                                                                                              ira. Como el pensador no tiene que hechizarse a sí mismo, tampoco
             lectivo, con el que se identifica. Al.individuo se reah';r-;~·~;n:;;·;~;7u                       quiere hechizar a otros. La felicidad que se ve en los ojos del pensa-
            ilñ'pütencia; los pocos se convierten en los muchos. Este acto y no el                            dor es la felicidad de la humanidad. La tendencia universal de opre-
           \ pensamiento impertérrito es resignado. No hay una relación trans-                                sión va contra el pensamiento en tanto que tal. El pensamiento es fe-
             parente entre los intereses del yo y el colectivo en cuyas manos el yo                           licidad hasta cuando indica la infelicidad: cuando la dice. Sólo de este
             se pone. El yo tiene que borrarse para poder formar parte del colec-                             modo la felicidad entra en la infelicidad universal. g,uien n~~~ 5.1u,_co;.!illí
             tivo. Implícitamente se ha establecido un poco de i1Ilpera2JY<2.S-ª~                           ~~d ~S ~.tr2f~-122J..<;.,,,~~~1.1&~
                                                                                                                                                                                             1
                                                                                                                                                                                                 ·
            ,górico kantiano: tienes queJirpiar. El sentimiento dela 'nueva pro~
                                                                                 ..                 -·it'"
       ~}:V!l!;:e.-~;._~~-~·t~~!~-~~~~r~-~-;~~-.~~~~l:lf!:1~:
               ---~""-·""",""'"~~,,.,,.~~T--""=1!-~~~,~,,-~_., ,ú~1 --·"''                 -·- --
   11\··
     · .~e S.it.Sd~ !'2!!1:~gual que la razón insrr,ums;ntal. En este momento
        no se ve ü'naTi.gura superior de la sociedad: por eso, lo que se com-
        porta como si estuviera al alcance de la mano es regresivo. Y según
        Freud quien retrocede no ha alcanzado la meta de su impulso. La re-
        gresión es objetivamente resignación, aunque se presente como lo con-
--¡ ¡·  trario y propague sinceramente el principio de placer.
           1
            Frente a esto, quien piensa críticamente y sin compromisos, quien
      1 ni renuncia a su consciencia ni se deja aterrorizar a actuar, es en ver-
           f
        dad quien no desiste. El pensamiento no es la reproducción espiri-
        tual de lo que ya es. Mientras no se interrumpa, el pensamiento se
        aferra a la posibilidad. Su insaciabilidad, su aversión a conformarse,