Las ideas están en su lugar.
María Sylvia Carvalho Franco.
Pregunta- El Brasil, por ser un país colonial, tiene en Europa la fuente de sus ideas. ¿Cómo se
procesa la transferencia del ideario europeo y cuál es la originalidad resultante de estas ideas?
Maria Sylvia- Esta entrevista se inicia por una afirmación que, se afirma, orientaría todas las
respuestas: “El Brasil, por ser un país colonial, tiene en Europa la fuente de sus ideas” sólo
que ésta afirmación ya implica un ideal cuyo origen y cuyo significado en la vida política de
un país, merece ser cuestionado. En términos generales, esta formulación aparece inscrita por
lo menos en dos siglos de nuestra historia intelectual: se reconoce la metrópoli como centro
productor de las relaciones socioeconómicas y la colonia como su producto. Metrópoli y
colonia, atraso y progreso, son algunas de las variantes con las que nos encontramos en las
teorías de la historia brasileña.
Cualquiera de estas opciones- desde la manera como hayan sido formuladas para el
romanticismo nacionalista e incluso hasta el realismo actual de la teoría de la dependencia-
traza un presupuesto implícito sobre una diferencia esencial entre las naciones
metropolitanas, sedes del capitalismo, núcleos hegemónicos del sistema, y los pueblos
coloniales, subdesarrollados, periféricos y dependientes. De este modo, se establece una
relación de exterioridad entre los dos términos en oposición: son concebidos discretamente,
puestos uno al lado del otro y ligados por una relación de causalidad. Con esto, se establece
entre ellos una orden de sucesión, de modo tal, que las sociedades vistas como tributarias se
definen como consecuencia de un capitalismo central, siendo éste dado como su antecedente
necesario.
Especificando mejor esta relación, se dice que por aquella acción expansionista dos
centros se anticipan al cambio sustancial en los países atrasados: una organización esclavista,
una economía agraria, una sociedad tradicional, el personalismo político, el pensamiento
conservador. Hay por lo tanto un orden en estos cambios: va de las sociedades
industrializadas a las agrícolas, de las modernas a las tradicionales, de las hegemónicas a las
tributarias. Las primeras encierran las condiciones para que siga la transición hacia las
segundas, transiciones que van a aparecer como alteraciones de aquello que se presenta como
permanente.
Fue en esos cuadros de pensamiento que emerge, por ejemplo, la noción de
resistencia al cambio, tan frecuente en las teorías científicas y programas políticos de
modernización de los países atrasados. De estos mismos postulados - Europa y Brasil vistos
en una relación de exterioridad como modos de producción esencialmente diferentes en el
proceso social referido a algo permanente y diverso al capitalismo y que cambia sobre su
impacto- que deriva la nueva teoría de pensamiento brasileño como ideas fuera de lugar.
Todavía aquí reconocemos una variante de las interpretaciones que combinan con diferentes
modos de producción: la sociedad y la economía brasileña que en el siglo XIX aparecen
como esclavistas y articuladas a los grandes mercados mundiales, estos sí capitalistas,
estableciéndose relaciones entre las partes heterogéneas de un todo que las trasciende.
Es por fuerza de este mismo cuadro de pensamiento donde emerge, que la teoría de
las ideas fuera de lugar (importadas por el Brasil de los centros europeos de producción de
mercaderías e ideologías), encuentra su mayor dificultad. La circulación de mercaderías y su
absorción por los países dependientes o atrasados es inherente a la naturaleza de los mercados
internacionales; esto es, se explican por la división del trabajo social. Pero ¿cómo se realiza la
circulación de las ideas? ¿por la vía de una industria cultural de los centros hegemónicos que
crearían y determinarían sus consumidores, sus preferencias intelectuales, su gusto? Hoy,
con cuidado, se podría descartar tal hipótesis, dada la amplitud y el ritmo de la reproducción
de la información, dada la masificación de universidades y a la cantidad de literatura
repetitiva que generan, reciben y distribuyen. Pero qué decir del siglo XIX, periodo que
exactamente sirvió de base para esa teoría: ¿cómo fue que las ideas liberal-burguesas pasaron
de cabeza en cabeza, de los civilizados europeos a los rústicos señores brasileños? ¿por
fuerza del prestigio social, del atraso ornamental de la cultura “superior”? ¿por la difusión de
ideas que transmigran en las conciencias, indiferentes a la radical diferencia de las bases
dislocadas? Tendríamos de un lado , las ideas y las razones burguesas, europeas, ávidamente
adoptadas para nada y, de otro, el favor del esclavismo brasileño, incompatible con ellas.
Montar esta oposición es, ipso facto, separar abstractamente sus términos, del modo ya
indicado, y perder de vista los procesos reales de producción ideológica en el Brasil.
Para evitar este riesgo, es preciso partir de una teoría que difiera, por lo pronto, del
esquema atrás explicitado: colonia y metrópoli no retoman modos de producción
esencialmente diferentes, pero son situaciones particulares que se determinan en el proceso
de diferenciación interna del sistema capitalista mundial, en el movimiento inmanente de su
constitución y reproducción. Una y otra son desenvolvimientos particulares, partes del
sistema capitalista, pero ambas cargan, en su interior, un contenido esencial - o lucro- que
recorre todas sus determinaciones. Así, la producción y la circulación de ideas solamente
pueden ser concebidas como internacionalmente determinadas, pero con el capitalismo
mundial pensado de la forma indicada, sin una disociación analítica de sus partes.
Pregunta- ¿Cómo se daría una relación entre la ideología del favor y el ideario liberal-
burgués?
M.S.- Retomemos el favor y su incompatibilidad con el ideario burgués y, en última
instancia, con el capitalismo. Comencemos por las bases materiales de la sociedad brasileña
en el siglo XIX: las grandes propiedades territoriales, organizadas para la producción
mercantil. La esclavitud, que en ellas congregó una multitud de personal, y el carácter de
latifundio que las mantiene aisladas de las ciudades, les dieron la apariencia de una unidad
autónoma de producción y consumo, y unirán sus miembros en una estrecha comunidad de
destino. En razón de los fines y de las formas que asumieron, las relaciones establecidas en
las haciendas de café estuvieron marcadas por elementos necesariamente contradictorios:
ellas implicaron, al mismo tiempo, un reconocimiento del otro como persona y su extrema
cosificación.
De este suelo procede el favor: fue tejido como desdoblamiento de la producción
lucrativa, del capitalismo, tal como existía en el Brasil. Fundó las relaciones entre los
hombres libres, que se concebían como iguales y fue sobre esa igualdad misma que se yergue
un fuerte principio de dominación de las multitudes implantada a través del intercambio de
servicios y beneficios y que conduce, sin límites, la destrucción de los predicados humanos
de dependencia. Ninguna tradición, apenas débiles costumbres y compromisos superfluos
sellan este sistema de contraprestaciones. Esto tornó los vínculos generados en el latifundio
brasileño absolutamente diversos a cualquier otro tipo de obligaciones personales generadas
en la ligazón tierra- señor- dependencia. Por ejemplo, difiere totalmente de la relación
patrimonial, donde el amplio y exclusivo aprovechamiento de los dominados como
trabajadores limita tradicionalmente su explotación, de modo que no comprende su
disposición al buen servir. Aquí nada restringe las arbitrariedades del más fuerte: los vínculos
personales nacerán del carácter mercantil de la producción a las que fueron subordinados. El
interés material subyuga a su razón los lazos de la estima y el afecto antándolos o
destruyéndolos.
La igualdad misma en base a la cual el sistema de dominación se yergue, tiene sus
raíces en los fundamentos económicos de una sociedad centrada en producir lucro. En esta, la
adquisición de riqueza como objetivo fundamental, la ausencia de privilegios jurídicamente
establecidos, la ausencia de tradición, hicieron que la situación económica se ligase
inmediatamente a la posición social. Considérese, también que esa sociedad se constituye
rápidamente a partir de una pobreza generalizada, donde la diferencia social era rudimentaria
y donde, incluso después de acentuados los diversos estilos de vida, se mantiene, entre
dominantes y dominados, un trato aparentemente nivelador. Las representaciones igualitarias
eran necesarias para sustentar el sistema de dominación y para encubrir las disparidades,
articulando dicho postulado con las desigualdades individuales de orden psicológico,
intelectual, biológico y moral. En efecto, es necesaria la premisa de una sociedad donde todos
son potencialmente iguales pero desigualmente capacitados para emprender su conquista, a
fin de legitimar los desequilibrios de condición social y la explotación.
Esa igualdad, entrañada en la conciencia y en la práctica de los señores del siglo XIX,
no estaba distante de la libertad formal de los códigos jurídicos y menos alejado aún de su
justificación ideológica. Construido en el mismo movimiento de las unidades de producción
mercantil, este concepto de igualdad que cimentó las prácticas del favor no se opone a la
ideología burguesa de la igualdad abstracta: al contrario, podía absorber sus dificultades,
siendo sustancialmente iguales y cumpliendo las mismas tarifas prácticas.
En la vida urbana, podemos observar lo mismo: la trama de relaciones personales fue
imprescindible para el montaje y la “racionalización” de los negocios del café. Las relaciones
de la familia y las amistades se transformaron en prácticas competitivas y en recursos para
garantizar el equilibrio de las transacciones comerciales. Las lealtades, como intercambio de
servicios, las honorabilidades, la confianza, garantizaban el control y el movimiento de los
capitales en el comercio, en la producción y en las finanzas. Lo mismo sucede en el plano de
las instituciones, por ejemplo, con la burocracia, que realizó las formas y las teorías del
estado burgués para la mediación del clientelismo, vinculando autoridad oficial e influencia
personal, en el montaje eficiente de un instrumento centralizador y autoritario, explotado por
las clases dominantes en vista de sus objetivos, identificados como los intereses nacionales.
En estas breves indicaciones sobre la génesis y el significado práctico del favor, buscó
mostrar cómo el ideario liberal burgués en uno de sus pilares - la igualdad formal- no “entra”
en el Brasil, sea como fuere, pero aparece en el proceso de construcción de las relaciones de
mercado, al cual es inherente. El concepto de igualdad emerge en el proceso de dominación
socioeconómico vinculado al concepto y al derecho de propiedad, y por esta fuerte razón
cumple aquí, lo que ya era, su función práctica de encubrir e invertir las cosas. En fin, la
“miseria brasileña” no debe ser entendida en el empobrecimiento de una cultura importada y
que aquí había perdido los vínculos con la realidad, pero no del mismo modo como la
producción teórica se encuentra internamente ajustada a la estructura social y política del
país.
Pregunta- ¿Cómo se relacionarían estas tendencias y los procesos políticos que vivimos?
M.S.- Una reflexión sobre el pensamiento brasileño que busca alcanzar sus relaciones con la
historia no escapa de cuestionar su alcance político. Esto comprende tanto la tarea de
identificar los supuestos sociales del pensamiento, las ideas transferidas de las situaciones
concretas tanto para el contexto teórico como para el trabajo de señalar las implicaciones
incrustadas en los propios procedimientos de conocer la propia forma en que se articula el
discurso. Volviendo al inicio de esta exposición, recuerdo que, de modo general, las teorías
sobre la historia brasileña son sustentadas por una temporalidad entendida como serie causal,
estableciéndose entre los polos que se articulan en el capitalismo mundial una relación lineal
de condición a consecuencia. De modo general, también, están implícitas también en ellas
juicios de valor que tácitamente acentúan como deseables los contenidos “progresistas”.
En el caso de las teorías dualistas más antiguas, esto es flagrante: toda la política de la
que se sirvieron mundialmente era para promover la “modernización”, destruyendo los
bolsones de pobreza, identificados con el atraso, eliminando las resistencias a los cambios y
promoviendo la industrialización. La creencia en el progreso, linealmente entendido,
sobrepasa estas teoría, reforzando la idea paralela de una proclamada neutralidad de la técnica
y la producción científica.
En el caso de la teoría de la dependencia, como ya se vió, fue mantenida a una
distancia esencial entre las sociedades hegemónicas y periféricas: el propio concepto de
dependencia se funda en esa aprehensión
de fenómenos diversos y se expresa por la relación causal entre ellas. Hablar, por lo tanto, de
capitalismo mundial, en ese contexto, poco altera lo que se decía o hacía bajo la inspiración
de la teoría dualista. Ese nuevo dualismo padecer exactamente los dos mismos prejuicios
políticos y prácticos ya indicados, una valorización tácita de la industrialización, una verdad
del capitalismo y sus contenidos civilizatorios, suponiendo de que traiga consigo el progreso
de las instituciones democráticas burguesas. No resulta extraño, en ese esquema, el mal
absoluto que es colocado en las sociedades hegemónicas, en el capitalismo internacional y las
esperanzas de redención son colocadas en las fuerzas progresistas de la política, de la
sociedad y de la economía nacional, en la actuación de una burguesía esclarecida.
Dislocándose del foco de crítica teórica y política de la esencia del capitalismo, de sus
determinaciones universales presentes en las situaciones particulares, para estas últimas,
vistas de forma discreta. Como resultado de esta nueva figura de la misma noción de progreso
recién referida, vemos revalorizados los componentes de la cultura capitalista: aparecen
reforzadas las representaciones abstractas de la democracia burguesa. Asi, en nombre del
realismo político dá un paso atrás en la crítica a la conciencia social y por esta vía - con las
ideas bien en su lugar y ajustadas a las oportunidades políticas inmediatas- se zambulle el
retroceso.
Traducción: Victoria Volpe