EL PATITO FEO
En la granja había un gran alboroto: los polluelos de Mamá Pata estaban
rompiendo el cascarón.
Uno a uno, comenzaron a salir. Mamá Pata estaba tan emocionada con sus
adorables patitos que no notó que uno de sus huevos, el más grande de
todos, permanecía intacto.
A las pocas horas, el último huevo comenzó a romperse. Mamá Pata, todos
los polluelos y los animales de la granja, se encontraban a la expectativa de
conocer al pequeño que tardaba en nacer. De repente, del cascarón salió un
patito muy alegre. Cuando todos lo vieron se quedaron sorprendidos, este
patito no era pequeño ni amarillo y tampoco estaba cubierto de suaves
plumas. Este patito era grande, gris y en vez del esperado graznido, cada
vez que hablaba sonaba como una corneta vieja.
Aunque nadie dijo nada, todos pensaron lo mismo: “Este patito es
demasiado feo”.
Pasaron los días y todos los animales de la granja se burlaban de él. El
patito feo se sintió muy triste y una noche escapó de la granja para buscar
un nuevo hogar.
El patito feo recorrió la profundidad del bosque y cuando estaba a punto de
darse por vencido, encontró el hogar de una humilde anciana que vivía con
una gata y una gallina. El patito se quedó con ellos durante un tiempo, pero
como no estaba contento, pronto se fue.
Al llegar el invierno, el pobre patito feo casi se congela. Afortunadamente,
un campesino lo llevó a su casa a vivir con su esposa e hijos. Pero el patito
estaba aterrado de los niños, quienes gritaban y brincaban todo el tiempo y
nuevamente escapó, pasando el invierno en un estanque pantanoso.
Finalmente, llegó la primavera. El patito feo vio a una familia de cisnes
nadando en el estanque y quiso acercárseles. Pero recordó cómo todos se
burlaban de él y agachó la cabeza avergonzado. Cuando miró su reflejo en
el agua se quedó asombrado. Él no era un patito feo, sino un apuesto y
joven cisne. Ahora sabía por qué se veía tan diferente a sus hermanos y
hermanas. ¡Ellos eran patitos, pero él era un cisne! Feliz, nadó hacia su
familia.