Delta de Sol-Licencia CC
Delta de Sol-Licencia CC
#8
delta de
sol
delta de
sol
lucía maría
dharma books
Publicado por
Dharma Books + Publishing
Colección: LA PALESTRA
Delta de sol
Lucía María
Primera edición, 2020
ISBN: 978-607-98860-5-9
FOTOGRAFÍA dE PORTAdA
Anaïs Abreu D’Argence ©
Impreso en México
sol
Un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado más danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:
octavio paz, pi ed ra d e s o l
9
¿un caminar entre las espesuras
de los días futuros y el aciago
fulgor de la desdicha como un ave
petrificando el bosque con su canto?
10
una eminencia como un corte rápido
paro en silencio cavando en el cerebro
una cascada que bañando de tajo,
gozosa con sus dares y su vierto,
surte de sol, reflejo en una gota
hambre de sol, tótem de sol, ¿sufriendo?
¡loca de amar! donde sólo surge el
calor del alma cogiéndose al ser:
el ahora tintinea y gana riesgo
un anhelo ya es visible por tu pena,
es materializado a la sustancia
11
desierto de montañas hechas agua
acuarela de pieles con la lluvia
12
liberándome de tu pensamiento
voy por el agua, lejos de tus ojos
los tigres sueñan lagos de esos ojos
el colibrí sobrevive a estas llamas
13
árbol líquido
tú, sauce de cristal
yo, chorro de agua
14
soy en tu pecho una lombriz que se adentra,
escalo tu torso esa cordillera
territorio vivo para mi lengua,
tejo tus terminaciones nerviosas
destejo tu enigma alzándose en armas
eres el que me succiona o se implora
en tu punta exploto mi angustia roja
y con mi alma surco huellas de oxígeno
(tu pecho)
se pudre todos los veranos
15
acarician reverberando estímulos,
fuente rosa deshojando en jadeos
el rayo con su cola desbordando,
mi boca abre sedienta de tu sexo
mi cuello entre tus piernas bebe sal
aspirándome hacia un soplo de mar
anda
16
[los dos, a coro]
escribo a solas
17
desgaja tu falo mi trueno de ópalo
de tu voz una nota como hiel
acarrea el germen de la batalla
tus ojos como puertas de roble
cultivando sueños de maíz seco,
el universo saliva en estrellas
sujeto al crisol rosado latiendo
nuestros pechos: dos agujeros negros
18
eres el tiempo sin contar los libros
voluntad de una ceiba en la ciudad,
continúas al borde de la entrega
una ubre engordando de soledad
la tibieza se derrite en los árboles
gomero cobijando a ciegos ojos
19
entierro mis pies bajo tu lengua
aparecen rizomas en mi pubis
canta un carnaval de susurros tiernos
semillas de leche, sauzal aullando
sirena esdrújula, ave desbocada
buganvilia rosa colmando el cielo
olor a café, tambor de matrona
árbol pulsando, eternidad en fruto
liberadora de flores en pena
¿arde el instante?
es la inundación del mismo muro
20
que dan al mismo impulso vehemente
inflama el aire y se traga un cometa
la tenacidad de esta cara en llamas:
los hombres mueren queriendo ser hombres
un mismo nervio muere en todo cuerpo
todos los siglos son un sólo libro
y por todos los siglos de tus siglos
tu par de ojos cierra el paso al futuro
21
sólo un instante mientras las ciudades,
los nombres, los sabores, lo vivido,
se desmoronan en mi frente ciega,
—sí
22
el instante se abisma sobre todo
cuando el tiempo es la luz en el espacio
y se vuelve todos los colores del amar,
las nasales son túneles con alas
alcanzando el aroma hacia otras vidas,
inhalo y despierto en un parpadeo
mi labio sabe a la orilla del mundo
tu instante penetra, la voz se abisma
rayo del prisma que inicia en el cuerpo
fruto que nace dentro de sí mismo
y te bebe aquí mismo y se derrama
esta infinitud condensada se abre
dibuja su follaje, sus semillas
y madura en el centro de este nicho
crezco dentro de ti, me ocupas toda
te ocupo todo, rebosando en pájaros
este elíxir circula por tus venas
deviniendo delta sobre tu mundo
23
no vuelve a ser
aunque su ruido se desemboca
(y desvanece)
24
eres tú siempre la piedra
¿o somos ambos
insistiendo como piedras?
25
y es tu propia luz la que nos desuella
piedra de sol: cadalso que condena
el látigo que instruye como escuela
un desprecio continuo hacia la luna
son tuyas las palabras afiladas
llevo años con el pecho así vacío
eres tú el que te arrancas los recuerdos
—has olvidado tu hombre, porvenir
y gruñes con los cerdos y te pudres
comido por el sol en tu garganta
26
filamento enredándose en tu vena
dormida y escondida entre la lengua
al amanecer creíste que lloraba
al anochecer cuando por fin hablé
grité a la caída de una estrella
que quedó como un fósil del instante,
te busco en el ayer miento al callar
cuando dices:
que no hay nadie y soy nadie
¿un montón de ceniza y una escoba?
tu cuchillo mellado es tinta y pluma
emprendemos la danza de los necios
mi cuerpo duele de un dolor ajeno
llagas, sigo en la fuente de jadeos
soy la niña ahogada hace mil años
sí, es al revés:
27
tinta que reescribe un nuevo comienzo
mi madre junto a tu padre callando
mi padre junto a tu madre cayendo
miradas que nos ven desde el inicio
de la vida y son treguas de la muerte
sí, es al revés: caer en esos ojos
es volver a la vida verdadera
28
cascada ardiendo y sauce siempre vivo?
yacimiento del alba azul y oro
tomando café y chocolate en Chiapas
cruzando miradas y no palabras
tú pediste la cuenta y sonreí
¿se quedaron sentadas nuestras sombras
dejando aquel instante sobre el tiempo?
¿trazamos los astros de cuatro noches
usando estelas de imaginación
recreándonos desde lo imposible
sangrando raíces, desplegando ondas
sumiéndonos en un lago de sol?
¿el conteo de lunas en tu espalda
recorriendo la sierra de tu piel
mientras nos vemos directo al deseo
subiendo con la salvia y muriendo?
¿creció la marea desde mi pubis
sólo espuma quedó sobre tu pecho?
¿desbordó la presa desde tu falo
regando los árboles de guayabas?
arecas, marginatas, robelinas
muro de plantas, sino del desierto
la estirpe de un roble en mis piernas, mano
abierta a la llave de los pájaros
la tortuga cruza lento el ojal
29
¿los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna?
él, ellos
ladrones de vida hace mil siglos
30
porque las desnudeces nos enraízan
a la historia contada por el agua
en una respiración al unísono
siendo poesía sin cuerpo ni tiempo
verso en susurros, brisa suspendida
sembrando liberación en la tez
y al final el cosmos
en cada célula
paisaje vuelto un reflejo posible
alcanzando esa vida verdadera
¿estamos en Bellas Artes y llueve?
¿regresamos al Madrid del treinta y siente?
con estas palabras te alcanzo y te toco
me toco vaciando en estrofas de agua
Paz sin paz, de piedra sin sol, en guerra
¿del laberinto surgiste una roca?
¿no hay peor soledad que la grandeza?
espiral vacía, soledad sólida
te pronunciaste en tu cantar de gesta
al elevarte sólo como un mito,
tu mausoleo de lujo roído
tu retrato raído al ser tapete
voces como trampas, poema celda
pajarera en llamas, cuartos de puertas
consumiéndose el sol sobre las ramas,
31
hecha cenizas la ira, todo vuela
la marea verde rompe el silencio
todo lo que tocamos reverdece
poema barco que nos lanza al mar
transfigurando las piedras en ríos
el reloj revienta con cada paso
nunca hubo tiempo ni muro ni espacio
abre tu pecho, escucha la riqueza
fruto eterno del árbol de la vida
tiéndete y bebe el llanto, vuélvete agua
nos entregamos
32
y nace cada día con el sol:
el mundo cambia y crece en esta entrega
desmedida, la materia se hace luz
brillo que riega el sistema nervioso
de la tierra, estalla y lo transparenta,
corazón astro en silencio cayendo y
la bruma se esfuma en risas de niños,
libélula aleteando entre luciérnagas
en las calles se reinventa la lengua
palabras en caballos desbocados:
hambre de libertad, no de poder
sin nombres ni puestos, sin uniforme y
sin linaje o deseos en medallas
la mirada cielo a pasos de lluvia
el beneficio de la duda humana
hacer sentir al otro lo que es suyo
esa cara viva que se transforma
tiempo guardándose entre los poros
moldeando una escultura de alma en gozo
honestidad: naturaleza alada
que nos enraíza a la canción del caos
hilando el aguacero a la orilla de
los labios que avivan
la llama dentro
somos el instante en su inmensidad
33
nuestra igualdad en recuperación
una oportunidad de ser humanos
y convertir el pan, el sol, la muerte,
amar en el asombro y seguir vivas
34
el agua corre
si dos se aceptan en sus diferencias,
amar es entregarse en los deseos
—que nadie es tu puta, son las palabras
de esta Eloísa; nadie cede a esas leyes
lobo estepario que solo te castras
mejor asesina al yo
vuélvete otro:
el suicidio del destino sin tregua,
la vida paralela en los hermanos,
espejo o lago donde tomar sol
mejor el ayuno que sana el gesto
veneno vuelto ceniza en el lecho
la enseñanza feroz en el delirio
y su flor perfumada en el silencio,
en tinta aguardan las manos borradas
encajadas al papel como lápida
quieren ser recordadas en la plaza
y le exprimen la sustancia a la vida,
pero arman la eternidad con los huecos
de la hora y quiebran la cárcel del tiempo
en monedas de luz y aire real
35
mejor tu castidad a mi flor infinita
que te canta desde los tallos de mi cuerpo:
36
sigo tu desvarío, versos, voces,
voy sorteando por tus corredores
de pensamiento y subo la escalera
de tu lenguaje y no sólo me muevo
huyo de lo que empecé odio tu rostro
y vuelvo por las calles de ti mismo
bajo tu sol mortal y en todos lados
tú me ves como un árbol y soy río
camino y te murmullo como un río
crezco como una espiga entre tus manos
lato como una estrella entre tus manos
vuelo como mil pájaros, mi risa
te ha cubierto de espuma el corazón
es un astro pequeño entre tus manos
el mundo reverdece si yo avanzo
comiendo tu manzana
el mundo cambia
si nuestras voluntades enlazadas
crecen la hierba y van abriendo el cielo,
los árboles florecen y la luz
es el espacio, creando música al alba
refugio para las alas del águila,
al llegar las grises nubes, cargadas
sueltan, gota a gota, la redondez
de su cuerpo, van asentando al alma
37
nos hunden las raíces a esta tierra
el tiempo total donde todo pasa
vida dichosa que es un transcurrir
38
Casandra volvió a ser escuchada
sin tener que gritar se tornó ola,
en lugar de Sócrates en cadenas
¿dónde está la maestra Temistoclea?
(los hombres continuarán con sus burlas,
guardarán su dolor en la ironía:
una condena que inició con el sabio,
éste que antes de morir pidió un gallo,)
sacaremos a la luz la verdad:
en vez de Bruto, Porcia no te mates
y deja que las brasas ardan solas,
Atotoztli, la hija de Moctezuma,
reina no nombrada por ser mujer,
Marie Gouze feminista y escritora
de la declaración de los derechos
¿de qué? De las mujeres, por supuesto,
o Harriet Tubman, en lugar de Lincoln,
activista y conductora del tren,
o Frida antes que el marxista Trotsky,
y las Adelitas por Velarde Pérez
—¿por qué nos matan?, dice una mujer
susurra, grita, calla y continúa
—¿por qué nos matan?, dice otra mujer
compañera, hermana, espejo y amiga,
el silencio que hacemos al morir
39
que, más bien, sucede cuando nos matan
el cementerio de noticias vibra,
la memoria son células ardiendo
colgada bajo el sol para secarse
son aullidos de arena
en el desierto
la combustión de la desesperanza
a más de cincuenta grados centígrados
llaman las voces y el olvido calma
¿por qué nos matan? protestan los cuerpos
bajo la piel el miedo cultivándose
víctimas de un sistema intoxicado,
arde la misma muerte que no es nada
abandono derramado en tristeza
hijos sin madre, enigma sin respuesta
son víctimas convertidas en piedras
endurecidas de un silencio a muerte
que dicen sin decir ¿no dicen nada?
¿son algo las vidas de las mujeres?
¿pasa algo cuando la verdad revienta?
40
—sabemos eso, que no pasa nada
apenas un parpadeo de sol
de soledad huyendo en sepultura
los muertos están fijos en su vida
volverán a morirse de otra vida
toda una vida no es un sólo gesto, es
semilla poblando la piel del mundo
cicatriz de tierra, camino andado
y el regreso al minuto verdadero
un siempre ser semilla para siempre
cada minuto queda para siempre
el rey fantasma se disuelve en eco
no hay máscara en el golpe final
la ingenuidad se mezcla con el miedo
intento somos de una vida nuestra
fuego en la sangre, voluntad vivida
41
para que sea de veras nuestra,
la invitación a ser de veras lo que somos
42
¿Eloísa, Perséfona, María?
llamas al aire hasta que…
¿lo
aceptas?
que es en y con la mujer en donde,
¡verdaderamente
te muestras!
43
instante real girando en el pecho
somos la mezcla de polvo de espejos
ato el impulso dividido, inhalas
absorbes tu ser y liberas la tierra
el silencio sea paz en la esperanza
creado a sí mismo
reabriendo el cuerpo
señora de días que son semillas
esta luz inmortal que llena y crece
regresa a germinar y siempre vuelve
cada día es volver, un recomienzo
es cada despertar y yo despierto
despertamos todas de entre los sueños,
nutriéndose de agua la tierra canta
tierra cara de sol cara de todos,
puerta del amanecer sigo abierta,
déjame ser el rostro de este día,
déjate ser el rostro de esta noche,
todo se une, adhiere y nos transforma
fuego la lengua, pasos los latidos
libérame en los sueños de esta noche,
adonde no soy tú sólo nosotros
al reino de los hechos sin palabras
44
mujer, cuerpo, cierra tu puerta:
protege también tu ser, salva tu cara
trabaja tus acciones, esconde tu rostro
aguarda la señal verdadera
el amor que te aviva
el manantial que se alimenta y nunca
ni en la muerte, se seca
45
dormiste sueños de piedra que no sueña
y al cabo de los años como piedras
oíste cantar tu cárcel ensangrentada
46
un coro de mil voces alumbrando,
un entregarse río entre las curvas
arrancas, sólo sucedes, cascada
de aguas,
infinidad
fluyendo siempre…
47
pozo,
48
ojo de luz
alma,
eco de agua
49
tú, árbol bien plantado y siempre distante:
ven y camina este vacío que olvidaste
ríe, vuélvete la curva
avanza, retrocede, pero hazlo
disuélvete, sucede
y llega para siempre
¿sauce de cristal?
¿chopo de agua?
mi silencio en la punta
existo en la sangre
alumbro el espacio con esta linterna de palabras
50
y me dejo caer
al fuego, con sueños de agua
me quemo me ahogo
resisto
insisto
resisto
un siempre
donde nada se repite
donde me han dado mi voz
y es
51
laberinto colgado al pecho, Paz
¿para qué fingir morir en paz? ¿para qué fingir vivir en
guerra, soledad?
voz de piedra
¿sauce de cristal?
fuego en susurro
gritando ocúltate
del ojo que mira sin saber
52
el silencio enhebrado
en pensamiento líquido
fragmentación de la gota en luz
agujerando esta membrana hecha de arena
explosión a la mar
la célula de la célula
las sílabas de dos en dos de tres en tres
endecasílabos los pensamientos
endecasílabos en cuerpo
los impulsos envueltos en celofán/soledad
curtidos en miel y sal
53
[silencio]
—dolor de piedra...
(acerco mi boca a tu ataúd de palabras)
54
se cuentan los silencios
el silencio de las muertas y los muertos
de los asesinados
de las asesinadas
el silencio nacional
el silencio de la desesperanza
el silencio a muerte
que somos los vivos
piedras de piel y arena,
dice la poeta
55
¿cuándo dejarán de usar las palabras
a favor del encierro?
espiral
torrente,
vísceras de agua
—ábrete ya, rellena el espacio
consumémonos vacío
creando una delta de sol,
territorio cielo para todo ser humano
recuperando el silencio vivo
56
aliento de hierba,
los labios se forman en el fuego de una voz
alumbran al cuerpo hacia otro hemisferio
vida succióname
devuélveme a ti
alumbramiento vaginal de estrellas
los ojos se derriten
caen al plexo solar
57
instrucción de uso:
dejar la piedra en el agua
no Paz a nada
no hay paz en nada
parpadeo la pluma
no pasa nada
pluma cincel te encajas al cuerpo
te encajas al tiempo
desgajas el siento
y la piedra en pedazos de ser
deviniendo en arroyo
río de soy
riesgo
delta de sol hasta la mar
58
el cuerpo abierto como el instante
en las comisuras del universo
burbujas amar
es disolverse
me entrego
en una tregua
¿podré negociar mi deuda con el dolor?
59
firmo cientos de silencios en pagarés
me guardo la tristeza en una cara de piedra
los restos
lo que dejaste
lo que quedó
la construcción de la voz vacía
no hay remedio
sigo viva
este corazón palpita en olas
60
y mi cuerpo es una bestia moribunda muriéndose de
ira ladrándole a la mar
sobre la roca
al extremo de esta orilla blanca
lunar
(les suplico
—por favor—
ya no repitan más ese poema
o les tendré que pedir que salgan de lo que queda de esta voz)
61
el método es muy simple:
es el de la sumisión
el rendimiento hasta la rendición
al revés, la rendición hasta el rendimiento
a cada verso me di por vencida
pero avancé cargando moronas de ser bajo una ley rota
avanzo
pero hay una trampa
(todo poema se va llenando de trampas)
y es que no hay final
menos final feliz
62
el método
63
imaginé el final desde el principio
pero no la negación de un final
inhalo
y me dejo caer
64
respiro en poema
verdadera?
¿la vida
65
no es piramidal
ni es funesta
y es al revés
de la sombra ha nacido tierra
66
no habrá final piramidal, ni funesto
ni regreso al alto surtidor que el viento arquea
al árbol bien plantado más danzante
ni hay caminar de río que que que que que que
y se abre
y se abre
y se abre
67
y se abre
y se abre
se abre se abre
se abre me abre se abre me abre
se abre y me abre se abre y se abre te abres y te abren
se arden las brechas y se abren los pechos y se abren los versos
se abre al vacío se abre el universo te abres el centro te abre la estrella, te llena la
estrella y te abres hacia la caída del verdadero universo en tu cuerpo se abre el camino
se abre bajo tus pies se abre la hierba se abren tus manos nace la flor que se
abre se abre el cielo y las nubes se abren en tu lengua en tu boca
se sacia de agua tu lengua y se abren los labios pronuncias que se abre muy
adentro más adentro lo que se abre el pulso de la voz que se abre del corazón que se
siente que retumba que te abre los poros del cuerpo
y se abren los párpados descubriendo dos planetas que se abren
y se abren la ciudades las venas de sus calles en tu cuerpo y caminan
los árboles y revientan los mares y los campos se abren entre la hierba el espacio que se
abre bajo tus pies las montañas que se abre dentro de tu sexo y se sacian las bestias
al tomar agua del río y se vuelven peces que acarician el tiempo con su instinto las alas
que se abren la dicha de los pájaros que se riega desde su canto y se abre en más
dicha que se avienta donde brota el gozo en lluvia mezclada con cielo
se abrevan las gotas en su caída se abren por la tierra te inflama el aire inhalas
belleza surges una gota agua agua agua primera palabra de los restos de la mar que
se sublima y viaja de una nube a otra abren y caen y se condensan en la abertura de
la tierra que se disuelve en agua que regresa en aire partículas de cuerpo polvo te
abres se absuelve revienta la mar y la sal que se abre se abre se abre la
68
abertura que se sacia y busca recibe se abre
s e a b r e m e a b r e se abre se alcanza me alcanza renueva
t e a b r e s te abre un bálsamo que reencarna dentro de las uñas
se arroja hacia la bendita resurrección del alma que se abre y se muestra hacia el
cuerpo
Me abre El alma El cuerpo
me abres se arriesga en la entrega que es caída
a corazón abierto me abre me abre me abre me abre me abre
me abre me abre me abre mi cuerpo se dispersa en lo que se abre me abre me abre la
voz me abre el aire me abre la nube me abre la mañana sobre la garganta en la coro-
nilla también me abre la luz que despierta desde un fragmento de sol que al centro
se abre se abre se abre se abre en el cuerpo que se abre se abre se abre me
abre me abre me abre llanto de nube en la garganta me abro me abre
me deja abierta existe y se abre dentro de mí se abre un corazón
que es mi corazón que es el corazón de todos
se abre s e a b r e se
abre te abre se
abre se abandona hacia la caída y ya no resiste se abre
se abre se abre se abre se abre se abraza
excita en cada palpitar que es respirar en este mundo que suplico porque
se abre
alcanzando
se abre
se abre
se arranca el brebaje
las fauces de esta mar que
69
se abre se abre
la vida o el sueño el sueño que es la vida
el instante
que se abre en donde ocurre todo el instante que sucede y se abre en el cuerpo en el
pecho en el corazón que es
el universo
Lucía María
12 de agosto del 2020
70
Delta de sol: el contra-
poema al poema Piedra
de sol de Octavio Paz, el
pretexto y el contexto
L
as poetas y los poetas son heroínas y héroes, porque han salvado
sus propias vidas de la muerte-en-vida, porque ponen el ejemplo
cuando se entregan a la verdadera búsqueda, y no se conforman con
sobrevivir, deciden crear y vivir creando. Cultivan esos impulsos surgi-
dos de la sensación de libertad hacia el encuentro con la belleza, con el
amor, y la justicia; expresiones que demuestran que existe una vida más
completa. Y lo hacen con pinceladas que suceden, casi siempre, más
allá de lo que un cuerpo puede contener; y es así como permanecen,
transfigurando el tiempo.
¿Cómo entablar un diálogo con un héroe o con una heroína?
¿Cómo cuestionar su obra poética? ¿Cómo hacerlo siendo sólo una
mortal? Una mortal que sobrevive.
La desesperación y la necesidad de comprobar mi existencia como
ser humano me empujaron a escalar la montaña más alta creada por un
héroe, recolectando los versos que fueron construyendo esa edificación
para volverlos a sembrar. Pero, primero que nada, tuve que ser parte
73
de la realidad, volverme autosuficiente y, sobre todo, sobrevivirme a
mí misma, transformar esos impulsos de autosabotaje y autocensura, y
emprender la búsqueda.
¿Cómo es entonces que una mujer vulnerable pero insistente, como
hierba creciendo en un gran monumento, logra adentrarse a dicha
cimentación sin quedar petrificada? Para cuando me di cuenta ya había
escrito una primera versión de este poema. Delta de sol, como su título
lo dice, es abrir el diálogo y la discusión hurgando en la apropiación del
poema Piedra de sol de Octavio Paz: buscando romper la piedra hasta
expandir el fuego contenido, volviendo ese sol, la poesía, accesible a
la naturaleza de todos los seres humanos. Pues si pensamos en el sol
como el poder, como un brillo o una luz interior, como el encuentro
con la belleza, habría que hacérselo llegar a todas las personas, o bien,
hacerles llegar el mensaje de la existencia de ese sol y ese fuego que
llevan dentro.
Delta de sol es el discurrir desde la voz de una mujer, un acerca-
miento desde el cuerpo femenino, a las mismas preguntas que se plan-
teó Paz en Piedra de sol, pero con otras respuestas y en este tiempo. Es
una mujer agua que seduce a la piedra hombre hacia la vida. Porque si
el hombre, como Ícaro, es el que intenta llegar al sol (exterior) cele-
brando su propia soledad y quemando sus alas en ese acercamiento al
imposible fulgor del fuego, mientras se aleja del resto de la humanidad:
las mujeres somos el agua susurrando el regreso a la vida (verdadera) y
hacia el mantenimiento de esa potencia interior. Si el hombre penetra a
la mujer, la piedra penetra en el agua; si la piedra penetra con fuerza, se
74
templa gracias al agua; se suaviza en el agua, se transmuta, viaja y vive
gracias al agua.
Este contrapoema nació de la costilla del poema de Octavio Paz,
buscando dibujarle alguna ruta hacia la esperanza. Porque Piedra de
sol iba suceder como el poema del ser humano universal y libre; pero,
como a todo hombre le sucede, y ahora le pasa también a toda mujer
sometida al sistema, al aceptar las leyes del capitalismo pulverizador, se
queda en el límite de la muerte, viviendo en la espera de la muerte, sin-
tiendo ese miedo a morir, volviéndose piedra en sus últimos momentos
de vida. Porque hombres y mujeres sólo alcanzamos a sentir y a ser
parte del todo a través del dolor, de ese mismo dolor que todos los seres
humanos experimentamos, pero al ser lo único que se conoce y a lo que
una persona está acostumbrada, se queda en el dolor y el sufrimiento
hasta volverse piedra, resistiendo hasta su muerte.
“Delta de sol” como título sucedió hacia el final de la última y
definitiva versión del poema. Se iba a llamar “Piedra de sol en agua”,
luego fue “Piedra en agua”, y hasta después pensé en “Piedra de agua”
como posibilidad. En la penúltima reescritura, y durante un tiempo, se
quedó “Piedra de sal” como opción. Hasta que, gracias a Sara Uribe y a
sus palabras, sentí la fuerza, el ánimo, para llevarlo más allá y entonces
titular el poema “Delta de sol”.
Las mujeres hemos estado compitiendo por la adquisición del
poder en todos los ámbitos sociales; primero, a manera de superviven-
cia; segundo, porque tenemos la misma capacidad; tercero, porque el
poder seduce. Sin embargo, nuestra sensibilidad y nuestra intuición no
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nos permiten entregarnos tan fácilmente a la ambición y a la adicción
que genera el poder. Por eso lloramos, por eso desistimos, por eso —
finalmente— buscamos a ese hombre o esa mujer (pero que se enfrenta
a los hombres como igual), para que sean ellos los que luchen en dicha
carnicería social, mientras el reto se vuelve apoyar a ese hombre o a esa
mujer, hacer equipo, y combatir juntos a la inconsciente confusión y
al dolor. Las mujeres lloramos hasta volvernos piedras, piedras hechas
de lágrimas, frágiles, piedras de sal. Trabajamos hasta convertirnos en
piedras, con el sudor de nuestro cuerpo, hasta alcanzar la inmovilidad,
hasta exprimir toda la potencia de nuestro ser, vamos convirtiendo,
también, nuestros cuerpos en piedras de sal. Piedras que una vez que
vuelven a estar en contacto con el agua, con el amor, se disuelven y se
entregan al flujo constante de la vida.
Delta de sol vino como un querer impregnar, expandir, abarcar
todas nuestras posibilidades como seres humanos, pensando en esa
agua como un flujo cargado de sol. El inicio es un impulso hacia amar,
provocado por un ojo agua, que se vuelve arrojo, río, mar, hasta ser
una delta que se bifurca continuamente, compartiendo su poder amar,
compartiendo el amor, tomando la totalidad con sus aguas. El agua es
creación, es vida, está más allá de la muerte, está en la continua trans-
formación de lo que somos. Es una utopía como la poesía lo es, y si ya
se ha dibujado la posibilidad de una grandeza individual, si ya existe
un monolito*, como Octavio Paz, entonces difundir el agua de las
posibilidades infinitas, y hacernos sentir el poder de creación a todos
los seres humanos.
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La libertad está más allá, en el hondo manantial del cuerpo, en el
alma y el espíritu, en el amar continuo. Lo universal y lo humano se
encuentran, seguramente, donde las palabras aún no terminan de llegar
y sólo, de pronto, con ciertos versos o relatos, algunos fragmentos de
novelas, o poemas y novelas enteras, pero únicas, terminan por hacer-
nos sentir eso: que la libertad existe.
Cualquiera puede ser Octavio Paz, llegué a pensar. Cualquiera con
las condiciones en las que nació y creció Octavio Paz puede ser Octavio
Paz. Pues, hacia la mitad del trabajo de la segunda versión del poema,
mientras me encontraba lavando mi ropa en los lavaderos del edificio a
donde recién me había mudado —había rentado un cuarto de azotea—,
reconocí mis circunstancias tan distintas a las del hombre que creó
Piedra de sol: en ese momento escuchaba, con los audífonos puestos,
su charla en Minería transmitida en YouTube, aparecía Octavio Paz
acompañado por Jorge Luis Borges y Salvador Elizondo. Y sin dejar de
tallar la ropa (o creo que hice una pausa), reconocí mi ignorancia, me di
cuenta que mi intento de poema era más una ilusión que una posibi-
lidad real. Por primera vez cuestionaba de frente la hazaña —¿cómo
no había visto la complejidad de querer escribir un contrapoema que
discutiera el poema del hombre sentado en un sillón rojo, al centro del
Palacio de Minería, conversando con Borges y Elizondo como si fuera
un rey?—. Pensé en desistir, enojada por haber emprendido el intento,
porque me sentía atada a continuar, dándome cuenta de mi poca con-
vicción de llevar el texto hacia un “final”. Mi mente encasillada en una
serie de solidificaciones del ser —como piedra, plantándose en palabras
77
límite, asumiéndome, convenciéndome en darme por vencida—, me
llevaba a reconocer que, más que creer que podía decir algo, tenía las
bases para evidenciar que no había absolutamente nada que pudiera
decir, y menos adquiriendo la forma que había delineado El Poeta. Pero
tallando esa piedra imaginaria, pensando y sintiendo lo que se siente
cuando se ha perdido todo (pues recién lo había perdido una vez más;
ese todo que consistía en mi realidad: casa, pareja, trabajo, sentido),
convenciéndome que, entonces, otra vez, no había nada que pudiera
perder al hacerlo, así seguí y volví a comenzar.
Es cierto que nací dentro de una familia que me lo dio todo, clase
media-media, a veces media-alta, en donde nunca me faltó nada. En mi
primera casa en Mexicali, mi padre tenía una obsesión con el Quijote y
con los libros de Stephen King, junto a más libros de literatura, los cua-
les estaban en un librero grande ubicado en la sala, pero de chica no me
acerqué a él, más que para leer mis cuentos de niña y mi versión infantil
del Quijote acomodados en la primera repisa que se encontraba a mi
alcance. Por otro lado, alguna vez mi madre, antes de que partiera a un
campamento cuando tenía doce años de edad, me regaló un cuaderno
para que fuese mi diario, y desde entonces empecé a escribir, también,
como lo hace una niña, donde la pulsión me estuvo llevando de diario
en diario, volviéndose parte de mis días y de los años. Años después,
durante mis estudios en la universidad, viviendo en Monterrey, co-
menzaría a leer con cierta obsesión y, a la par, escribiría una columna
para el periódico de Mexicali. Más adelante, me decidiría a estudiar
una maestría en apreciación y creación literaria, estando becada por
78
mi abuelo hasta terminar. Tuve ese par de años de entregarme a leer y
a escribir desenfrenadamente, creyendo que lo iba a sostener sin tener
que sobrellevar una supervivencia económica (confiaba en que algo
mágico iba a pasar), hasta que —muy rápido, de hecho— se me acabaron
esos días. Durante diez años intenté todas las combinaciones de una
rutina de trabajo con continuar escribiendo y viviendo, hasta que se
me hizo imposible. Fui y vine a Mexicali tantas veces como me dictó el
instinto, más que el sentido común, escribía sin parar y me disponía a
concretar textos más en forma durante los periodos libres entre traba-
jos, pensando que con más tiempo iba a lograr uno que me evidenciara
que podía escribir; pero el tiempo, el dinero, la paciencia de mi familia,
la credibilidad de mis padres se terminaban antes de que pudiera lograr
algún libro con cierto valor. Hasta que acabé sin un peso, renuncié
a mi trabajo en una agencia por una crisis de salud emocional, y me
refugié en casa de mi madre pero sola (ya que nadie vivía allí en esos
años), con un muy moderado apoyo económico, mientras sobrevivía a
la más rotunda y larga depresión que he vivido. Me di cuenta que la vida
de las personas a mi alrededor había avanzado, seguía cambiando y se
volvía estable; mientras yo reconocía la marea interminable a la cual me
había arrojado, yendo y viniendo sin alcanzar tierra firme, sin alcanzar
nada. Creí que nunca más iba a salir de esa temporada (que no era en
el infierno, pero casi), creí que no estaba hecha para una vida real de
trabajo, de adulta, o una vida en la cdmx, o que no tenía la capacidad
de combinar ambas necesidades; porque, desgraciadamente, escribir
y leer eran ya necesarios en mis días, y esto es una desgracia, porque
79
cualquier necesidad, tarde o temprano, se convierte en un ancla. Hasta
que volví a la cdmx convencida de que tenía un texto con el cual podía
reivindicarme, comencé a trabajar como correctora de estilo freelance,
y al poco tiempo de ver que mi texto no estaba a la altura de ser publica-
do, de haber sido rechazado, dándome cuenta que este último intento
por vivir en la cdmx empezaba, de nuevo, a desmoronarse (en todos
los aspectos que ya mencioné), tuve un arranque de ira surgida de la
impotencia —y dije ya—, tomé Piedra de sol de Octavio Paz y comencé a
transcribirlo en un cuaderno, verso por verso, dejando un espacio para
responder a cada uno de los versos que iba leyendo, copiando, interna-
lizando y reaccionando con mi propia versión de lo que intuía o sentía
en lo que iba leyendo. Esta primera versión sucedió sin realizar un con-
teo de sílabas, y las emociones prevalecientes eran la angustia, la des-
esperación, la desolación y la rabia. El mensaje era, más bien, violento;
por medio del sexo, el susodicho yo poético, quería romper y deshacer
a la piedra, pero en su totalidad. Nada de volverla más blanda, nada de
intentar el diálogo, se trataba de romper, romper, romper, hasta acabar
con ella. Cuando finalicé esta versión y le platiqué sobre el poema a
Erick Islas, un amigo arquitecto, me preguntó si conocía la editorial
Dharma Books, le dije que no, Erick me pasó los datos de Nicolás, le
escribí a Nicolás, le mandé el poema, y no volví a saber nada durante
ocho meses. Ocho meses después, Nicolás me escribió y me citó en el
Xel-há con la propuesta de publicar el poema. Era la primera vez que
nos conocíamos y era la primera vez que sentía un verdadero sí, en
todos los aspectos: la posibilidad de publicar, el texto tenía potencial y
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llevarlo a una versión final se trataba de un reto pero ya lo tenía esbo-
zado. Habían pasado alrededor de diez años intentando comprobar si
era o no escritora, con cuatro novelas fallidas, una obra de teatro, una
colección de aforismos, y varios textos sueltos, buscaba creer que podía
crear algo por medio de las palabras porque el impulso no cesaba, pero
todavía necesitaba continuar escribiendo pues no había alcanzado algo
verdaderamente completo. Mi ingenuidad me llevaba a pensar que cada
nuevo texto que delineaba tenía como aprendizaje todos los anteriores,
también mi atención terminaba con cada punto final, rara vez volvía a
cualquiera de los textos que había escrito para ver si eran rescatables,
reescribibles, mejorables. Esa noche en el Xel-há no dejé que Nicolás
me tomara la foto para las redes sociales, esa que había visto le tomaba
a sus autoras y autores, en donde anunciaba la próxima publicación,
le dije que me sentiría bien de tener esa imagen hasta que le entregara
una versión final del poema.
Comencé a trabajar la segunda versión del texto, esta vez contando
sílabas, además de que se me ocurrió otra (gran) idea de proponerle
una serie de versos libres hacia el final del contrapoema a Paz. Leí ensa-
yos sobre el poema de Paz, uno de Maricela Guerrero en Letras Libres,
el prólogo a la edición Las palabras y los días (FCE), vi videos en You-
Tube, leí algunas entrevistas. Leí también, en un blog que se hacía en
la agencia donde había trabajado años atrás (cuando tuve esa crisis de
salud emocional), que Paz decidió la longitud del poema (584 versos)
debido a los días que tarda Venus en alinearse con el Sol respecto a la
Tierra; así que decidí darle a mi versión del poema una longitud de 687
81
versos, porque, supuestamente, algo que igual encontré navegando
la web, son las vueltas que tarda Marte en recorrer el Sol, y porque,
supuestamente, Marte, alguna vez, estuvo llena de agua y, quizá, hasta
de vida. Así le fui agregando más grados de dificultad al texto, tal vez
porque por fin iba a publicar y sentía la presión de hacerlo con todo lo
que se me ocurriera, o simplemente por querer plantear este poema
frente al de Paz o, solamente, para crear una versión propia.
Al comienzo de esta reescritura fue cuando encontré un pequeño
espacio para mudarme a vivir sola, ese cuarto de azotea que se acomo-
daba a mi presupuesto. Sin embargo, no tenía un trabajo fijo, había
estado viviendo en casa de una amiga por casi seis meses y me cobraba
una renta simbólica, pues como correctora freelance me pagaban mal y
a destiempo. En estos mismos días, casualmente, me topé con Nicolás
en la calle y me dijo que la editorial se había quedado sin editora, le dije
que me interesaba el puesto, me hizo una propuesta. Hablamos por
varias semanas, nerviosa al no saber si iba a lograr terminar la segunda
versión del poema antes de ingresar a trabajar de fijo, pues en ese mo-
mento le dedicaba casi toda la mañana hasta la hora de la comida a dicha
reescritura y, a veces, también las tardes, si la energía y la atención me
daban para ello. Realmente no recuerdo si finalicé esa segunda versión,
o no, antes de ingresar de tiempo completo como editora a Dharma
Books, porque además me ofrecieron dar una clase en la universidad
y por cuestiones de lana, acepté. Por meses anduve como malabaris-
ta: hoy me enfoco en el texto y el trabajo, mañana preparo clase y el
trabajo, pasado sólo la clase hasta en horas de trabajo, y finalmente sólo
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trabajo, trabajo, trabajo, pues llegaron los tiempos de las ferias de libro
y obviamente tuve que abocarme a ello.
Nicolás ha sido, también para mí, como lo sé lo ha sido para otras
personas, un hombre lo suficientemente abierto como para leerme sin
que yo fuese alguien, pues no era alguien que había publicado, además,
me hizo sentir más convicción acerca de lo que había emprendido con
el poema que la que yo tenía en ese momento. Pasados los meses, las
ferias, las presentaciones y la publicación de varios libros en la edito-
rial, he terminado por conocer más a fondo a Nicolás y a Raúl, y ambos
coinciden: en su generosidad y romanticismo, en su empuje, ganas
y apertura; son elementos reales de sus caracteres. Además, Nicolás
como editor es muy prudente, pero tiene un gran ojo, por lo que al
texto le asignó las correcciones pertinentes, y fue así como, meses más
tarde, realicé una tercera versión del poema. La cual, todavía, meses
más adelante, estuvimos trabajando para cerrar en una edición final,
en plena pandemia, y como el encierro me había nublado un poco las
sensaciones que tenía con respecto al texto, nuevamente, Nicolás fue
un soporte fundamental para por fin ponerle un punto final.
El trabajo en la editorial, en conjunto con Nicolás, Raúl, Katia,
Valeria, Mariana, Jorge y Beto, me ha hecho tener una perspectiva más
libre y gozosa de lo que es trabajar, al mismo tiempo de llevarme a pulir
una especie brújula para ser más contundente en mi lectura, mi escritura
y mis decisiones. Y, finalmente, ser esa adulta que no lograba ser (o que
rechazaba ser), y disciplinarme con todas las partes, como lectora, como
escritora, como editora, como persona; escuchar, aprender, callar y
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hablar en el momento necesario. Es cierto que aún no tengo el dominio
de lo anterior, pero la lectura de los libros y poemarios que he realizado
con una mirada crítica, además de todo el trabajo en terapia con Juan
Mendoza (con su cara de Juan cara de todos); la sesión, conversación
y el trabajo fotográfico de Anaïs Abreu D’Argence para la imagen de la
portada; la libertad que me dio Raúl y la creatividad con la cual trabajó
para la misma. Las pláticas y el apoyo de mis padres, de mis hermanos,
mi cuñada y la existencia de mi sobrino. Todo ha sido parte de asegurar-
me que tengo algún lugar en el mundo, e irme creyendo la libertad de
hacer lo que estoy haciendo, disfrutarlo y compartirlo.
En este poema, la intención por lo menos, es de llevar la piedra
hacia el agua, esto es, al hombre petrificado pero ardiendo, porque
siempre está ardiendo de una pasión interna (la cual confunde con una
presión que no es parte de su naturaleza pero sí del sistema), entonces
llevar a este hombre, y a las mujeres que se sientenpetrificadas, de nuevo
hacia la vida, hacia la fluidez, hacia el movimiento, volverlos líquidos,
mientras mantienen su fuego interior, y hasta lo avivan y se transfor-
man. Este contrapoema también iba llamarse “Piedra de luna”, pues se
me sugirió para que sucediera como un contratítulo más directo. Des-
pués encontré que, al parecer, alguna vez la Luna estuvo hecha de agua
y se solidificó en solidaridad con el Sol, “aceptando su muerte”, vol-
viéndose reflejo (espejo de Sol) y quedando como satélite de la Tierra;
entonces era, también, devolverle a la Luna su verdadera naturaleza.
(Al parecer, tanto seres humanos como planetas, como todo organismo
vivo, está siendo tentado, constantemente, a desistir y a morir.)
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Ojalá la premisa de buscar la vida regrese a la conciencia de nosotras
las mujeres, quienes nos hemos solidificado en complicidad con ese mie-
do y poder de los hombres y de algunas mujeres, ese miedo a sobrevivir
en este sistema; un sistema que necesita de la violencia, de la destrucción
y la autodestrucción para mantenerse con vida. Ojalá nos permitamos,
sobre todo, amar y comencemos a formar una delta con nuestra capaci-
dad de amar, y así fluir en unidad con nuestro poder de vida.
Las palabras son impulsos de vida (o de muerte) en el cuerpo; en mi
caso no creo ser la que escribe, son mis manos y mi voz como parte de
un cuerpo esponja alimentado con las sensaciones del alrededor y sus
paisajes, de las personas, de las palabras y las historias y, sobre todo,
con la capacidad de crear (de reaccionar naturalmente con todas las
emociones que avivan al cuerpo) que emana desde dentro, con eso voy
entregándome hacia algún tipo de expresión.
Cuando comencé este poema sentía ardiendo las manos, el cuerpo,
la voz, el alrededor estaba consumiéndose. Fueron cayendo las estruc-
turas de una batalla perdida contra la realidad. Con las manos vacías
sentía que debía demostrarme que seguía viva, trascender el dolor, mi
egoísmo y mi ignorancia, realizando una absurda hazaña de supervi-
vencia. Fue un impulso, un largo impulso para sobrevivir la derrota que
estaba sintiendo. Así fue como reaccioné contra una de las creaciones
más conscientes del hombre alzado como el más impecable símbolo
de la literatura en nuestro país hasta este momento de la historia. En
un inicio no lo pensé, simplemente, me senté, día tras día, a escribir
una serie de versos que conversaran, discutieran, gritaran, susurraran
85
o cantaran lo que iba penetrando de los versos de Piedra de sol, como
sucede el efecto dentro de un prisma, impregnando al cuerpo con
reflejos de luz. La reacción a veces sucedía a favor, otras en contra de
lo que se enunciaba, pero lo que permeaba su totalidad era la necesidad
de continuar dialogando y enfrentándolo.
No es la primera vez en la cual intento dilucidar un texto de Octavio
Paz, hace algunos años, como maestra de preparatoria en la CDMX,
siendo el Laberinto de la soledad parte del programa académico, tuve que
leerlo y releerlo tantas veces como me fue posible, por lo que mi rela-
ción con dicho ensayo fue cambiando conforme más iba reflexionando,
también, mientras conocía las lecturas de otros pensadores, escritoras y
poetas. Y, además, al reconocer la reacción de los alumnos y las alumnas
(de entre 15 y 16 años de edad) al enfrentarse con el texto. Primero el
asombro, después la duda, escanciándose, sobre todo, una admiración ha-
cia la lucidez del lenguaje y al ritmo de quien se siente seguro de sus ideas.
Retomando la lectura de Máscaras mexicanas, y en concreto, el
segundo capítulo del Laberinto, termino por reconocer que la ver-
sión crítica de Octavio Paz sobre el mexicano es hasta ahí, sin poder
alcanzar a la mexicana, menos a la mexicana moderna, y hasta me lleva a
cuestionar —aunque esto parece más material de chisme— si por eso no
pudo mantener una relación estrecha con Elena Garro (aunque ya no
fuese su pareja). El mexicano al que describe Paz es también él mismo.
Ese hombre que no se derrama, ese hombre que se oculta, ese hombre
que necesita de una máscara. Y que necesita mentirse para continuar
con sus días. “Prostituta, diosa, gran señora, amante, la mujer trans-
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mite o conserva, pero no crea, los valores y energías que le confían la
naturaleza o la sociedad.” (FCE, 28). Octavio Paz percibe a la mujer
sólo en relación con el hombre; y, por ejemplo, en el caso de sor Juana
Inés de la Cruz se trata de un reconocimiento de una mujer, más bien,
como enigma de su tiempo, como resultado de una época, donde llega
a mencionar que Sor Juana más bien lo que hacía era imitar a Góngora
y a otros poetas. ¿Esto mismo que estoy haciendo al determinar que
cualquiera puede ser Octavio Paz en sus circunstancias, es casi lo
mismo que, intuyo, quiso decir Paz al evidenciar que cualquiera puede
ser Sor Juana en sus circunstancias? “(Solo en Primero sueño, por las
razones que más adelante se apuntan, va más allá de sus maestros).
En suma, sor Juana nunca rebasa el estilo de su época. Para ella era
imposible romper aquellas formas que tan sutilmente la aprisionaban
y dentro de las cuales se movía con tanta elegancia: destruirlas hubiera
sido negarse a sí misma.” (FCE, 68). Octavio Paz escribe casi 800
páginas en torno al misterio que es Sor Juana, y va revisando todos los
textos posibles a su alcance, pero porque también es un acto político
voltear hacia las grandes figuras de nuestro país y plantear su versión de
la historia, Octavio Paz se ganó el premio Nobel.
Finalmente, lo que le pasa a Paz es un reconocimiento muy lúcido
de su presente mexicano, sí, y aquí es de donde surge, sobre todo, este
poema, porque no da pie a posibilidades universales, no lo hace para
todo ser humano, mujeres y hombres. Describe “lo que es”, no lo que
“pudiera ser”, y ese realismo es un no arriesgarse, pues ¿para qué se
arriesgaría el poeta que lo tiene todo y que lo ha logrado todo?
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Sin embargo, el artista, la poeta, el escritor, la autora pueden ser,
también, una especie de oráculo que nos llevarían hacia realidades
posibles, ¿para qué son las palabras si no son para darnos la oportu-
nidad de ser libres? De verdadera esperanza fungiendo como materia
prima de una realidad: “La mexicana simplemente no tiene voluntad.
Su cuerpo duerme y sólo se enciende si alguien lo despierta. Nunca es
pregunta, sino respuesta, materia fácil y vibrante que la imaginación y
la sensualidad masculina esculpen” (Ibídem, 30). “La mujer mexica-
na, como todas las otras, es un símbolo que representa la estabilidad y
continuidad de la raza” (Ibídem, 31). “El mal radica en ella misma; por
naturaleza es un ser ‘rajado’, abierto” (Ibídem, 31-32).
Por otro lado, lo que establece dicho ensayo, en ciertos puntos, es
lo que planteo en este epílogo a Delta de sol: “Por obra del sufrimiento,
las mujeres se vuelven como los hombres: invulnerables, impasibles,
estoicas” (Ibídem, 32). Y, cuando Paz menciona que “el mundo
colonial ha desaparecido, pero no el temor, la desconfianza y el recelo”
(Ibídem, 37) es porque ese colonialismo solamente ha sido sustituido
por el capitalismo; y tanto hombres como mujeres somos víctimas de
esta represión.
Durante estos dos últimos años, también, he reconocido que,
espero no ponerme una soga al cuello, sí hay una literatura escrita por
mujeres. Que lleva en sus venas las protestas y el dolor que sólo una mu-
jer es capaz de experimentar y soportar. Es cierto que hasta físicamente
tenemos un umbral más alto del dolor, pero ello no debiera traducirse
en un permiso para que lo aguantemos, menos para callarlo. Por lo que
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en la parte del poema con verso libre decidí incluir referencias a diferen-
tes poetas, buscando una especie de internalización de su pasión y de
su dolor, poetas como Gloria Gervitz, Clarisse Nicoïdski, Robin Myers,
Ana Isabel Conejo, Andrea Alzati, Daniela Escobar, Jessica J. Díaz,
Sara Uribe, Verónica Gerber Bicecci, y a la misma sor Juana Inés de la
Cruz; sin estas lecturas no hubiese podido aceptar mi propio dolor, a
parte de mi angustia y autosabotaje, tanto al momento de escribir como
al intentar vivir. Y sigo encontrándome con más y más lecturas de tantas
mujeres, tan lúcidas, tan sensibles, tan evidentemente reales, donde
pudiera no acabar nunca con el poema, muy a la Gloria (Gervitz, no Gay-
nor), y solamente dedicarme a eternamente desbordarlo. Pero he decido
detenerme y, con ello, le pedí la lectura a una poeta que admiro, por ser
tan ecuánime, sensible, coherente, y porque, al mismo tiempo, es muy
humana. Así fue como le hice llegar Delta de sol a Sara Uribe, para abrir-
me hacia una crítica real, honesta, de una mujer que pudiera decirme si
mi planteamiento era más una alucinación que una materialización poé-
tica. Cuando escuché lo que pensaba Sara sobre el poema, sus palabras
terminaron por ser esa propulsión para empujar el texto un poco más.
La palabra monolito (*), por cierto, viene de ella, pues en nuestra charla
posterior a su lectura, Sara se refirió a Paz como un monolito imposible
de quebrar. Le confesé que, después de casi dos años, ya estaba cansada
de andar entre los versos de Piedra de sol, porque además el conteo de
sílabas me hacía sentir en un laberinto muy estrecho. Sara me dijo que
esto se sentía en mi texto, pero que no desistiera, que la idea era buena,
que era el mejor momento para cuestionar Piedra de sol y que si ya lo
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estaba haciendo, que lo hiciera con todas mis fuerzas. Si ya estaba harta,
Sara me dijo algo así como hártate más; pues hay un hartazgo general ha-
cia ciertas formas y voces que han delineado y encasillado a la literatura
mexicana. Pero las mujeres, más que los hombres, estamos escribiendo
con una necesidad de liberación de estas formas, por eso Sara, también
creo, reescribió Antígona, por eso, inconscientemente, aunque ahora
soy más consciente del impulso, quise escribir este poema.
¿Cuál es mi versión de mujer? ¿Cuál es mi voz como poeta o escri-
tora o ser humano? ¿Soy feminista, mujer, poeta, escritora? Siento que
toda etiqueta me aleja de lo que pudiera ser, pero no significa que no
sienta una versión de cada una de las anteriores en mí. Alguna versión
de mujer, poeta o escritora, y una necesidad hacia la continua búsque-
da hacia ser humana. Escribo sobre lo que no dejo de sentir y siento
que las mujeres somos el agua. Somos la vida. Por eso somos capaces
de albergar vida en nuestro vientre. Somos las que intuimos el flujo
constante. Mientras los hombres, la mayoría, están petrificados como
piedras creyéndose sol. Creyéndose ídolos. Dirigiendo ciegamente
(bajo esa luz artificial del ego) al mundo, pero hasta hacerlo arder en
pequeñas, diminutas o grandes guerras. Estallando en continua ani-
quilación. Fluyendo en sangre y no en agua. Dividiéndonos a todos los
seres humanos, obligándonos a escoger un bando, definiéndonos como
enemigos. Dividiendo al hombre de sí mismo, como escribió Paz. Y a
las mujeres también, le agregaría. Porque en Piedra de sol, Octavio Paz
reconoce este alejamiento y lo poetiza, y es tan coherente en su forma
y en su ritmo que, aun develando una verdad triste y sin salida, termina
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por ser una verdad que se idolatra, pero que no alienta al cambio ni ge-
nera una esperanza. Entonces lo que hubiese, hipotéticamente, dado la
liberación al hombre, y lo que hubiese sido la liberación de los hombres
y las mujeres, de los seres humanos, termina por ser un pequeño chopo
de agua, un alto surtidor que el viento arquea, un árbol bien plantado
mas danzante al que regresa. Un flujo posible que queda solidificado
en una piedra de sol. Vuelve a sí mismo para intentarlo y no dejarlo de
intentar. Algo que se pudiera comparar con la reencarnación planteada
por los budistas. Pero por eso Delta de sol busca abrirse hacia el todo,
buscando reconectar su flujo al todo, a la totalidad del mar —del amar—
llevándose consigo a la piedra de sol hacia la vida verdadera. Delta de
sol no hubiese existido nunca sin Piedra de sol. Las mujeres existimos
para recordarles a los hombres su vitalidad, su esencia creadora (y no
destructora), su belleza y flujo: su capacidad para amar. Los hombres
existen para reconocer nuestro trabajo, para aceptar en nosotras
nuestra fuerza transformadora. Pero, en realidad, los seres humanos
estamos para recordarnos unos a los otros de nuestra única y verdadera
función y expresión que es amar, un amar que se sitúa más allá del amor
romántico. Si el mundo nace cuando dos se besan ¿Qué pasaría cuando
todos nos abrimos hacia la aceptación y hacia la compasión?, como un
flujo de agua que se abre en una delta, que viene desde la mar, mientras
cubre a la tierra y la llena de vida verdadera. Si las desnudeces enla-
zadas son inquebrantables, defendamos mantenernos desnudos: sin
máscaras ni miedos, sin proteger aquello que ni siquiera somos. Sólo si
continuamos en el ejercicio de la entrega, desde dentro, en la apertura
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hacia el encuentro con el otro ser humano y con el alrededor, acudien-
do a nuestra verdadera capacidad de amar —incondicionalmente—,
seremos esos seres humanos viviendo una vida verdadera, de creación,
de reconocimiento de la naturaleza y como parte de la naturaleza,
compartiendo la verdad de lo que sentimos, alentando y construyendo
lo que podemos llegar a ser: lo que ya somos, esta vida que nos espera,
donde todos y todas somos parte, porque todas y todos pudiéramos ser
siempre parte de este (a)mar.
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delta de
sol
de Lucía María