Unidad 1
Los primeros humanos
Lo historia de lo humanidad comenzó hace unos 4 millones de años, cuando los más antiguos
antepasados de los seres humanos empezaron a extenderse por África oriental. A diferencia
de otros seres vivos, los primeros humanos pronto se dieron cuenta de que trabajando juntos
podían resolver los desafíos que enfrentaban diariamente para poder sobrevivir.
Los primeros homínidos
La especie humana se fue conformando a lo largo de millones de años, a través de un complejo proceso de
cambios. Según los científicos, nuestros primeros antepasados fueron los Australopitecus, grupos de
homínidos que comenzaron a poblar el planeta hace unos 4 millones de años. ¿Y qué son los homínidos? Se
llama así a los individuos de las distintas especies que precedieron al Homo sapiens sapiens, que es la especie a
la cual pertenecemos.
Los primeros homínidos eran primates, una clase de mamíferos que se caracterizan por tener los
miembros superiores terminados en cinco dedos (uno de los cuales, el pulgar, puede oponerse a los otros
cuatro) y con posibilidades de agarrar objetos. Los primates poseen, además, un cerebro complejo y visión
frontal, y sus hembras tienen un ciclo mensual de fertilidad sexual. Los monos superiores (los gorilas, los
orangutanes y los chimpancés) también pertenecen a la clase de los primates, pero en ellos no tuvo lugar el
mismo proceso de transformación que en los homínidos.
La marcha bípeda abre nuevas posibilidades
Hace unos 4 millones de años, varios grupos de primates que vivían en el este de África comenzaron a caminar
sobre sus extremidades traseras. Para muchos científicos, la marcha bípeda (sobre dos patas) fue un paso fundamental en el
desarrollo de los primeros homínidos. Caminar sobre las dos piernas permitió a los primeros homínidos usar sus manos para
realizar nuevas tareas y enfrentar los desafíos generados por el descenso de la temperatura y la desaparición de los bosques
en las zonas donde habitaban. Por ejemplo, podían recolectar frutos sin necesidad de subirse a los árboles, juntar raíces y
tubérculos comestibles, y capturar insectos y pequeños animales.
Mucho tiempo después, hace alrededor de 2,5 millones de años, los primeros homínidos aprendieron a utilizar las piedras.
Así, descubrieron que las piedras rotas tenían un filo con el que podían cortar troncos y ramas de árboles, plantas y carne,
pieles y hasta huesos de animales. Poco a poco, aprendieron también que ellos mismos podían romper las piedras y
trabajarlas hasta obtener el filo deseado. Las piedras y los guijarros preparados para cortar fueron los primeros instrumentos
fabricados por los antepasados más antiguos de los actuales seres humanos
La ayuda mutua permitió sobrevivir
Los especialistas siempre se han preguntado cuál fue el principal factor que posibilitó el desarrollo
de los homínidos. En el pasado, el dedo pulgar en oposición a los otros dedos de la mano, la marcha
bípeda y el aumento del tamaño del cerebro fueron las explicaciones más aceptadas. En la actualidad,
una explicación plausible se basa en la capacidad de los homínidos para establecer relaciones sociales y
para ayudarse mutuamente. El desarrollo de esa habilidad es lo que les permitió sobrevivir, diferenciarse
de otras especies y llegar a ser lo que somos hoy.
Darwin y la evolución de las especies
En 1859, el naturalista británico Charles Darwin publicó el libro El origen de las especies, en el que
enunció la Teoría de la evolución1. Según esta teoría, todas las especies biológicas actuales tienen un
origen común y se encuentran en un gradual y constante proceso de cambio.
En ese proceso evolutivo, las variaciones favorables que desarrollan algunos individuos de una
especie para adaptarse con éxito a las condiciones del medio y a los cambios ambientales tienden a
preservarse y a ser transmitidas a sus descendientes, mientras que las desfavorables se terminan
perdiendo.
Esta teoría causó gran conmoción en su época: el ser humano no era el centro de la creación divina
sino parte de un proceso natural de transformación, compartía un origen común con todas las especies y
se encontraba en constante evolución.
Los cazadores paleolíticos
Los primeros homínidos no dejaron documentos escritos que nos permitan reconstruir su historia. Sin
embargo, el hallazgo de restos de sus esqueletos y de los de los animales que mataron, así como de los objetos
que manipularon, permiten suponer a los arqueólogos cómo puede haber sido su modo de vida.
El período de la historia humana en el que los homínidos vivieron se denomina paleolítico (de paleo,
"antiguo" y litico, "de piedra"). Esta etapa abarca desde el desarrollo de los primeros homínidos, hace unos 4
millones de años, hasta el comienzo de la agricultura, unos 8.000 años antes de Cristo. Los especialistas dividen
el paleolítico en tres subetapas, teniendo en cuenta el grado de complejidad alcanzado en la fabricación de
armas y herramientas de piedra.
Vida cotidiana
Durante el paleolítico, los seres humanos subsistieron tomando del ambiente lo que necesitaban para
sobrevivir: recolectaban frutos, hierbas, raíces, huevos de pájaros, miel y también cazaban y pescaban. Y como
los recursos naturales se agotaban y los animales se desplazaban de un lado a otro, los seres humanos debían
desplazarse constantemente para conseguir alimentos. Por eso se dice que eran nómadas.
Las formas de caza y recolección fueron cambiando a través del tiempo. Los Australopithecus, por ejemplo,
fueron cazadores oportunistas que se limitaban a comer los restos de animales muertos o los que lograban
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Evolución: conjunto de transformaciones o cambios que a partir de un antepasado común ha originado la diversidad de
formas de vida que hoy existen sobre la Tierra
matar con sus manos o arrojándoles piedras. El desarrollo de las armas fue transformando las posibilidades de
caza hasta que el Homo sapiens sapiens pudo cazar grandes animales (mamuts, por ejemplo) mediante la
creación de trampas y el uso de flechas o lanzas.
Los seres humanos del paleolítico vivieron en cuevas y cavernas ubicadas preferentemente en lugares
altos, ya que les brindaban mayor protección. Las cuevas tenían áreas de actividades bien definidas: lugares
para descansar, piletas naturales para depositar agua, talleres para trabajar con piedras, huesos y maderas,
etcétera.
También habitaron al aire libre en chozas, cabañas y tiendas. Esas viviendas estaban fabricadas con
barro, piedra, ramas y juncos; en algunos casos, se han encontrado grandes huesos de animales que se habrían
utilizado para sostener cueros y construir tiendas.
Los arqueólogos hallaron en algunos sitios restos de esqueletos humanos junto con algunos objetos.
Esto permite suponer que los grupos humanos del paleolítico practicaban ritos funerarios, y que
probablemente creían en divinidades y tenían ideas que explicaban el origen de la vida y la posibilidad de
una vida después de la muerte.
¿Es correcto hablar de "prehistoria"?
Durante el siglo XIX y gran parte del XX se utilizó el término prehistoria para denominar la etapa de la
historia de la humanidad comprendida entre la aparición de los primeros homínidos y la invención de la
escritura, hacia el año 3000 a.C. En la actualidad, los especialistas prefieren no utilizar este término ya
que transmite la idea equivocada de que los pueblos que no produ jeron documentos escritos (los pueblos
ágrafos) no forman parte de la historia de la humanidad.
• Hordas y clanes
Los cazadores paleolíticos se organizaban en pequeños grupos denominados hordas o bandas, que
estaban integrados por varias familias. En una primera etapa, las hordas habrían sido agrupaciones
momentáneas, formadas con el objetivo de conseguir alimentos. Luego, estos grupos comenzaron a
mantenerse unidos y a elaborar estrategias de supervivencia conjunta. De esta manera, comenzaron a dividir
los trabajos entre los miembros del grupo y a transmitir los conocimientos adquiridos de generación en
generación. Las hordas estaban dirigidas por un jefe, probablemente el cazador más hábil del grupo. Sin
embargo, se trataba de sociedades igualitarias, en las que todos debían trabajar para asegurar la
subsistencia y en las que no había diferencias en la posesión de bienes.
En el paleolítico superior, cuando se perfeccionaron las armas y las técnicas de caza y pesca, los grupos
comenzaron a crecer y se formaron clanes, que agrupaban a muchas familias. Los miembros del clan se
hallaban dispersos en una región, pero reconocían un origen común.
El dominio del fuego
En un primer momento, las bandas paleolíticas solo sabían conservar el fuego que se había producido
por causas naturales, como la caída de un rayo o el excesivo calor. Cuando esto sucedía, se apresuraban a
trasladar ramas encendidas al campamento o a la cueva donde vivían temporalmente. Mucho después,
hace unos 500.000 años, lograron encenderlo voluntariamente frotando dos maderos hasta que
encendían un manojo de hojas y ramas secas.
El dominio del fuego revolucionó la vida cotidiana. Por un lado, permitió diversificar la dieta. Hasta
ese momento, la alimentación estaba conformada básicamente por carne cruda, frutas y raíces. Cuando el
grupo lograba matar un animal, debía comerlo rápidamente antes de que se descompusiera. Los
alimentos cocidos, en cambio, se podían conservar durante más tiempo y los humanos ya no estaban
obligados a comer únicamente lo que encontraban día a día. Además, el fuego proveía iluminación
durante la noche, lo que modificaba las posibilidades de la actividad humana y protegía al grupo de los
animales que podían atacarlo.
El dominio del fuego permitió además calefaccionar las cuevas; posiblemente esto favoreció la
comunicación y el intercambio entre los miembros de las hordas paleolíticas
El neolítico y el modo de vida
sedentario
A partir del año 8000 a.C, en varias regiones del planeta, se comenzaron a domesticar
animales y cultivar plantas. La necesidad de cuidar los corrales y los campos de cultivo llevó a
los grupos hasta entonces nómadas a adoptar un modo de vida sedentario. Surgieron así las
aldeas neolíticas, que con el tiempo, darían lugar a las primeras ciudades. En torno a ellas
surgirían Estados.
Un período de grandes cambios
A partir del año 10.000 a.C., la temperatura del planeta se elevó gradualmente, por lo que las grandes
placas de hielo que cubrieron el hemisferio norte durante la última glaciación se derritieron paulatinamente; el
nivel de los mares subió y muchas regiones bajas se inundaron. Al mismo tiempo, la vegetación prosperó y se
conformaron grandes bosques y praderas. Estas modificaciones ambientales hicieron que bisontes y renos
migraran hacia el norte en busca de climas más fríos, y otras especies, como los mamuts, se extinguieron.
Los grupos humanos reaccionaron de maneras diversas frente a esos cambios. Algunos se especializaron en
la caza de animales más pequeños -como zorros, lobos o ciervos, otros migraron en busca de los animales que
cazaban hasta entonces o incrementaron la recolección de frutas, raíces y semillas. Pero alrededor del año 8000
a.C., algunos pueblos se las ingeniaron para crear otras formas de obtener alimentos: comenzaron a sembrar
semillas y a criar ganado.
La adopción de estas prácticas, que dieron origen a la agricultura y a la ganadería, brindó a los seres
humanos la posibilidad de producir sus propios alimentos y no depender exclusivamente de lo que
encontraban en el ambiente. El desarrollo de la agricultura y de la ganadería fue una de las características más
importantes de la etapa de la historia de la humanidad que sucedió al paleolítico y que los estudiosos llaman
neolítico.
Distintas regiones, diferentes cultivos
La agricultura se desarrolló de manera independiente en regiones del mundo muy distantes entre sí: en la
zona de Asia comprendida entre los ríos Tigris y Eufrates y en el valle del río Nilo en África,
aproximadamente 8.000 años antes de Cristo; en China, hacia el año 6000 a.C., y en América, hace cerca
de 7.000 años. En cada una de estas zonas, sin embargo, se desarrollaron distintos cultivos.
• En el Cercano Oriente, se cultivaron cereales (trigo, cebada y mijo), habas, lino, vid y olivo.
• En lo que hoy es China, los cultivos más comunes fueron el arroz, el mijo, el algodón y la soja.
• En Mesoamérica se cultivaban calabazas, maíz, chiles y frijoles.
En los Andes centrales, la calabaza, el ají, el frijol, las lentejas y el algodón eran los cultivos más
importantes
La vida en las aldeas
Durante el neolítico, los hombres y las mujeres utilizaron materiales y técnicas novedosas para fabricar
herramientas y utensilios de uso cotidiano. El pulido de piedras como el sílex, por ejemplo, permitió realizar
raspadores, puntas de flecha, hoces, hachas y cuchillos más filosos y precisos. Algunas de estas herramientas
facilitaron y agilizaron el arado de la tierra y permitieron obtener más alimentos.
En esta etapa también se desarrolló la alfarería, que consiste en utilizar arcilla o barro amasado para
fabricar vasijas y cacharros, que luego eran secados al sol o calentados en hornos precarios. Esos cacharros
servían para almacenar granos, hervir agua, y para elaborar sopas y guisos.
La necesidad de cuidar del ganado y los campos de cultivos llevó a las comunidades que desarrollaron la
agricultura y la ganadería a asentarse de manera estable en pequeñas aldeas.
Esas aldeas se establecieron en tierras fértiles cercanas a alguna fuente de agua potable. Contaban con
chozas y cabañas, y con corrales donde se criaban y cuidaban animales, como cabras, vacas y ovejas. Las chozas
y cabañas se fabricaban con adobe, paja o madera. Algunas, los fondos de cabaña, eran de forma circular y se
construían sobre un área de terreno previamente excavado. Otras, los palafitos, se montaban sobre
plataformas sostenidas por estacas de madera clavadas en las orillas de ríos y lagos.
En estos primeros asentamientos vivían entre 200 y 400 personas. Cada uno de sus habitantes conocía a
todos los demás y las relaciones entre ellos eran igualitarias. Si bien las tareas de los varones eran diferentes de
las tareas de las mujeres, todos debían trabajar para contribuir al abastecimiento de comida y al mantenimiento
de la comunidad.
De la división del trabajo a las primeras ciudades
Entre los años 7000 y 5000 a.C., los habitantes de algunos poblados situados en los valles de los ríos Tigris
y Eufrates, en la Mesopotamia asiática, y en el valle del río Nilo, en Egipto, comenzaron a desarrollar técnicas y
conocimientos para aumentar la cantidad de alimentos que producían. El arado de madera impulsado por la
fuerza de animales de tiro (los bueyes), la construcción de canales de riego y la selección de las semillas de las
especies más resistentes fueron algunas de las innovaciones que les permitieron a estos grupos obtener más
alimentos de los necesarios para el abastecimiento familiar. Así se generaron excedentes (alimentos no
consumidos), que se almacenaban en silos y depósitos.
El aumento de la disponibilidad de alimentos provocó un importante crecimiento de la población y
permitió dividir las tareas entre los miembros de la comunidad. Como ya no era necesario que todos se
dedicaran a producir alimentos, mientras unas personas cultivaban los campos y otras cuidaban el ganado, las
demás podían fabricar tejidos, cerámicas, cestas o armas. Finalmente, algunas personas comenzaron a
organizar las tareas agrícolas y a dirigir la construcción y el mantenimiento de las obras de riego y se
transformaron en los líderes de sus comunidades.
Esta división y diferenciación de los trabajos dio como resultado la expansión y mejora de la
producción agrícola, la multiplicación de los intercambios comerciales a través del trueque y la
diversificación de las actividades urbana
Los primeros jefes
A medida que la producción de alimentos aumentaba, algunos miembros de la comunidad comenzaron a
exigir reconocimiento y obediencia del resto de la población. Además, estos primeros jefes se presentaban
como los intermediarios entre los hombres y los dioses. Los jefes eran también los encargados de distribuir la
riqueza entre los integrantes de la comunidad y de impartir justicia en caso de conflictos.
En estas nuevas comunidades productoras de alimentos, el reparto de la riqueza originó desigualdades
entre los distintos grupos que realizaban los diferentes trabajos. Así, los jefes, sus familiares y las personas
encargadas de las tareas de organización y administración tenían cada vez más privilegios y prestigio, y
empezaron a acumular riquezas.
Poco a poco, algunos jefes se transformaron en príncipes o reyes y se diferenciaron del resto de la
población también por su apariencia y su forma de vida.
Las primeras ciudades
El aumento de la población y las nuevas relaciones sociales provocaron cambios en la organización de los
poblados agrícolas, y algunos de estos se transformaron en ciudades.
En el centro de las primeras ciudades, se encontraban las residencias de los jefes y sus familiares y las demás
personas encargadas de la administración. También se ubicaban allí los almacenes, los talleres y las viviendas
de artesanos y comerciantes. En la mayoría de los casos, los centros urbanos estaban rodeados de murallas
para defender la riqueza almacenada de los posibles ataques de pueblos vednos. Los campesinos dedicados a
las tareas agrícolas continuaron viviendo en los poblados ubicados en las cercanías de los cultivos.
Las nuevas ciudades tenían mayores dimensiones que los primeros poblados agrícolas, pero la
principal diferencia fueron las actividades económicas que comenzaron a desarrollarse en los centros
urbanos. Por ejemplo, la consolidación del poder de los jefes y los sacerdotes se correspondió con la
construcción de palacios, templos y tumbas. En el mismo sentido, el desarrollo del comercio con otras
ciudades se vio reflejado en la disposición de espacios abiertos donde funcionaban los mercados