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Efesios 1,12-17

El programa analiza la Epístola a los Efesios, enfocándose en la obra del Espíritu Santo en la protección y regeneración de la Iglesia, así como en el propósito del creyente de glorificar a Dios. Se destaca la importancia de la fe y el amor entre los miembros de la Iglesia de Éfeso, y se menciona la doxología y la oración de Pablo en agradecimiento por su fe. El Espíritu Santo es presentado como el sello y la garantía de la herencia futura de los creyentes.
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Efesios 1,12-17

El programa analiza la Epístola a los Efesios, enfocándose en la obra del Espíritu Santo en la protección y regeneración de la Iglesia, así como en el propósito del creyente de glorificar a Dios. Se destaca la importancia de la fe y el amor entre los miembros de la Iglesia de Éfeso, y se menciona la doxología y la oración de Pablo en agradecimiento por su fe. El Espíritu Santo es presentado como el sello y la garantía de la herencia futura de los creyentes.
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PROGRAMA No.

0698

EFESIOS

Cap. 1:12-17

Regresamos hoy, amigo oyente, a la Epístola a los Efesios, y en nuestro programa


anterior no finalizamos con la obra del Señor Jesucristo, quien pagó el precio por la Iglesia.
Dios el Padre había planificado la Iglesia, y Dios el Hijo pagó por la Iglesia. Vamos a ver
hoy que Dios el Espíritu Santo protege la Iglesia.

Quisiéramos que usted preste atención a lo que dice aquí el versículo 12, de este primer
capítulo de la epístola a los Efesios. Es una de esas doxologías maravillosas, gloriosas.
Cada vez que el Apóstol Pablo finaliza diciéndonos algo acerca de una de las personas de la
Trinidad; él se detiene y canta una doxología, y luego continúa hablando de la otra
persona. Y aquí, habiéndonos hablado acerca de la obra del Hijo, que Él nos redimió por
medio de Su sangre, que Él reveló el misterio de Su voluntad, y que Él recompensa a los
Suyos con una herencia, nos dice entonces en el versículo 12, de este capítulo 1:

12
a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente
esperábamos en Cristo. (Efe. 1:12)

Eso es algo maravilloso. El creyente es para la alabanza de su gloria. Amigo oyente, Dios
no existe para satisfacer los caprichos y deseos del creyente, pero el creyente existe para la gloria

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de Dios, y cuando el creyente se encuentra en el centro de la voluntad de Dios, él está viviendo
una vida completa, llena de satisfacción y gozo. Ese es el lugar donde uno puede encontrar
verdadera satisfacción y verdadero gozo. Y eso lo librará a usted, amigo oyente, de las manos
de los Psicólogos, como podremos apreciar en lo que vamos a considerar hoy. Y cuando usted
no se encuentra en esa area, digamos, puede que se esté acercando la tormenta. Leamos otra vez
el versículo 12:

12
a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente
esperábamos en Cristo. (Efe. 1:12)

Esto le da a la vida propósito y significado. Usted y yo no tenemos mucho que ofrecer,


¿verdad? Pero vamos a ser para la alabanza de su gloria. Dios podrá decir en la eternidad sin
fin, señalándolo a usted y señalándome a mí: “Ellos no valían mucho, pero Yo los amé y los
salvé”. Y eso es lo que le da valor, dignidad, propósito, gozo y gloria a todo esto. Existimos
hoy para la alabanza de su gloria, y eso es suficiente.

Esta doxología que tenemos ante nosotros, mira hacia el futuro, hacia la venida de Cristo, y
esta es la segunda que hemos tenido. Llegaremos a la tercera dentro de unos instantes, pero
llegamos ahora a la obra del Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo es quien nos regenera, como
veremos al leer el versículo 13. Luego veremos que el Espíritu Santo nos sella; el Espíritu
Santo es las arras del Espíritu. El Espíritu Santo nos regenera; el Espíritu Santo es un refugio
para nosotros. El Espíritu Santo le da realidad a esta vida nuestra. Nosotros tenemos
regeneración, y un refugio y realidad en la obra del Espíritu Santo. Leamos lo que dice el
versículo 13, para ver todo esto:

13
En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra

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salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la
promesa, (Efe. 1:13)

Creemos que esta sección en la cual nos encontramos, es sin lugar a dudas una de las más
maravillosas que podemos leer. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad.
Ahora, ¿de que está hablando el Apóstol Pablo aquí? Bueno, alguien puede decir: “Él no
menciona aquí la regeneración”. Él está mencionando la regeneración aquí, pero lo estaba
haciendo de una forma maravillosa, porque estamos pasando de la obra de Dios por nosotros,
que es objetiva (esa fue la obra de Dios la que planeó la Iglesia; la obra del Señor Jesucristo se
llevó a cabo en la redención de la Iglesia y pagando por ella); estamos pues, pasando de esa obra
de Dios por nosotros, a la obra del Espíritu Santo que es la de proteger a la Iglesia y esto es
diferente. Usted se da cuenta que la obra de Dios por nosotros es objetiva. Y la obra de Dios
en el Padre y el Hijo fue realizada por el Padre y el Hijo. Pero ahora la obra del Espíritu Santo
es “en nosotros”, y eso es subjetivo.

En esta obra de regeneración y de renovación, el Espíritu Santo motiva al pecador a oír y


creer en su corazón; eso es lo que lo hace un hijo de Dios, como nos podemos dar cuenta.
Ahora, ¿cómo llega uno a ser un hijo de Dios? Bien, el Señor Jesucristo dijo: “Tendrás que
renacer”. Y, ¿cómo puedo renacer? Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su
nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios – aun a aquellos que no hacen nada más que
creer en Su nombre.

Pero aquí en Efesios se nos dice: En él también vosotros, habiendo oído la palabra de
verdad. Ahora, habiendo oído, aquí no quiere decir simplemente el escuchar el sonido de las
palabras, sino el de escuchar con entendimiento, digamos de paso.

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Eso lo tenemos allá en la Primera Epístola a los Corintios. El Apóstol Pablo dice allí:
Porque los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a
Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; más para
los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. Ahora,
¿quiénes son los llamados? ¿Son ellos los únicos que han oído? No. Es más que el escuchar
el sonido de las palabras. Quiere decir, aquellos que han escuchado con entendimiento, y que Él
los llamó. No es una llamada donde se escucha simplemente palabras, sino que es un llamado
donde el Espíritu Santo hace que estas palabras sean reales y verdaderas. Así que la fe es por el
oír, y el oír, por la Palabra de Dios. (Rom. 10:17)

Aquellos que fueron llamados y oyeron; y ellos oyeron la Palabra de Dios y respondieron a
ella, ¿qué fue lo que sucedió? Bueno, Pedro lo dice de esta manera, allá en su primera epístola,
capítulo 1, versículo 23, dice Pedro: siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de
incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Esto lo podemos
explicar de la siguiente manera: la Palabra de Dios es predicada, como lo está siendo en este
mismo instante, y nosotros estamos diciendo que el Hijo de Dios ha muerto por usted. Si usted
confía en Él, usted será salvo. Bien, dice usted: “Yo oigo lo que el predicador está diciendo,
pero no tiene ningún significado para mí”. Pero hay alguien más que está escuchando esto, y el
Espíritu de Dios está aplicando esto a su corazón, y ellos lo están creyendo, están confiando. Y
cuando ellos confían en Cristo, entonces están siendo regenerados. ¡Esto es maravilloso, amigo
oyente ! Como usted puede darse cuenta, el creer es el paso lógico después de haber oído. No
es algo necesariamente cronológico, sino algo lógico. En él también vosotros, habiendo oído la
palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él. Así es como
usted llega a nacer de nuevo, amigo oyente. Creemos que esto explica con mayor claridad, lo
que quiere decir el nacer de nuevo, que cualquier otro lugar en la Palabra de Dios.

Usted ha escuchado la Palabra de verdad, el evangelio de su salvación, las buenas nuevas de

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su libertad. Y habiendo creído en él. Ahora, esta frase indica que todo esto tiene lugar al
mismo tiempo. Es decir que cuando uno cree, es sellado. Todo ocurre al mismo tiempo. Y
aquí es donde entra este tema del bautismo. Usted llega a ser bautizado en el momento en que
confía en Cristo. Usted es sellado en el momento en que confía en nuestro Señor, y este
sellamiento es la segunda obra más grande que hace el Espíritu Santo. El Espíritu Santo
primero abre el oído para que escuchemos. Luego Él implanta la fe. Y Su próximo paso lógico,
como podemos apreciar, es el de sellar al creyente.

Ahora, sabemos que hay quienes discuten si hay una diferencia en el hecho de que puede ser
Dios el Padre o Dios el Hijo quien sella con el Espíritu Santo, o si es el Espíritu Santo mismo
quien sella. Y debemos decir aquí, que este tipo de argumento, en realidad nos cansa bastante,
porque los que así argumentan están tratando de crear diferencias como las que existían en la
Edad Media. Se acostumbraba discutir cuántos ángeles podían bailar en la punta de una aguja,
por ejemplo. Ahora, si uno discute cosas como éstas, pues, nunca llega a ninguna parte.

Yo entiendo eso que quiere decir que el Espíritu Santo es el sello, porque en realidad fue
Dios el Padre quien dio a Su hijo para que muriera en la cruz. Eso se nos ha dicho claramente.
También se nos dice con toda claridad, que Dios el Hijo se ofreció a Sí mismo voluntariamente,
y ambas cosas son verdaderas. Dios el Padre y Dios el Hijo, ambos enviaron al Espíritu Santo
para que realice esta obra señaladamente, pero es el Espíritu Santo quien realiza esa obra. Él es
quien regenera al pecador y es quien sella al mismo, y también pensamos que Él, o sea el
Espíritu Santo, es el sello.

Ahora creemos que hay un doble propósito en la obra del Espíritu Santo al sellar al
creyente. Él implanta la imagen de Dios sobre el corazón para dar una realidad al creyente.
Usted sabe que un sello se coloca en un documento, y que ese sello tiene una imagen en él.

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Creemos que eso es exactamente lo que el Espíritu de Dios hace en el creyente en el presente.
Creemos que eso es lo que indica el Apóstol Juan en el capítulo 3, del evangelio de su nombre,
versículo 33, cuando dice: El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz. Y
Dios es quien implanta Su imagen sobre el creyente.

Ahora, el segundo propósito de este sello es indicar el derecho de propiedad legal. En la


Segunda Epístola a Timoteo, capítulo 2, versículo 19, leemos: Pero el fundamento de Dios está
firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo
aquel que invoca el nombre de Cristo. Ahora, ya que Él provee para usted esta seguridad, eso
no quiere decir que usted puede vivir en el pecado, sino que indica más bien, que si usted invoca
el nombre de Cristo, usted va a estar separado de la iniquidad. Y si no es así; bueno,
aparentemente amigo oyente, usted no ha sido sellado. Y con eso queremos decir que no fue
regenerado. El Espíritu Santo es el sello, y eso garantiza de que Él nos va a entregar, porque el
Apóstol Pablo, un poco más adelante en esta Epístola dirá: con el cual – o sea con el Espíritu
Santo – fuisteis sellados para el día de la redención. Un día Él nos va a entregar a Cristo, y es
muy bueno estar sellados de esta manera.

Cuando usted envía una carta por correo, muchas veces puede asegurarla, y le ponen un sello
en el sobre. Y cuando el correo pone ese sello sobre su carta, indica que ellos van a entregar esa
carta donde corresponde. Ese sello garantiza la entrega de la carta. ¿Y cuál es el propósito de
todo esto? Bueno, la tercera obra del Espíritu Santo se menciona en el versículo 14, de este
primer capítulo de la epístola a los Efesios:

14
que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida,
para alabanza de su gloria. (Efe. 1:14)

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Arras es lo que se da como prenda en señal, en algún contrato. Es decir, que si uno va a
comprar alguna propiedad y quiere que el vendedor le guarde la propiedad, usted, deja cierto
dinero como un depósito. Quiere decir que más adelante usted entregará más. Ahora, el
Espíritu Santo es algo similar. Dios nos ha dado a los creyentes el Espíritu Santo, y eso quiere
decir que Él tiene algo más que nos dará más adelante.

Como ya hemos visto, tenemos una heredad; hemos sido bendecidos con toda bendición
espiritual, y esta garantía o arras que se menciona aquí, indica que tendremos más en el futuro.
Y todo esto es para la alabanza de su gloria. Y aquí encontramos la tercera doxología en este
capítulo. Es interesante notar que cuando el Apóstol Pablo considera la obra de la Trinidad por
nosotros, él tiene una gran doxología que presentar; una doxología de alabanza a Dios. Y no
sólo eso, ahora tenemos la oración de Pablo. Porque nos damos cuenta de que aquí no sólo nos
regenera el Espíritu Santo; no sólo el Espíritu Santo se convierte en nuestro refugio, sino que el
Espíritu Santo nos da una realidad. Y entonces Pablo ahora se siente con deseos de orar. Así
es que, él ora a favor de los creyentes en Éfeso. Y usted puede notar las cosas por las cuales él
ora. Es muy importante que recordemos esto en oración. En los versículos 15 y 16, tenemos
esta oración, leamos:

15
Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de
vuestro amor para con todos los santos, 16no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo
memoria de vosotros en mis oraciones, (Efe. 1:15-16)

Notemos lo que nos ha dicho este versículo 15, una vez más:

15
Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de
vuestro amor para con todos los santos, (Efe. 1:15)

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Esta Iglesia se destacaba por su fe y por su amor. Vuestro amor para con todos los santos –
dice aquí. Este amor no era un lema nada más. No era algo que se colocaba en las ventanas de
la casa o de la Iglesia. Era algo verdaderamente real. Los creyentes se amaban unos a otros.
Y esa era la Iglesia en su apogeo. La Iglesia de Éfeso en el Libro de Apocalipsis, en el capítulo
2, representa la Iglesia en la situación ideal. Nos referimos a la Iglesia primitiva, y esa es la
Iglesia de Éfeso. Y sus miembros se destacaban por su fe en el Señor Jesucristo y por su amor
para con todos los santos. Permítanos decirle, amigo oyente, que ésta era una Iglesia muy
hermosa, y cuando el Apóstol Pablo escucha esto, él dice en el versículo 16:

16
no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,
(Efe. 1:16)

Y usted puede notar que ésta es una oración de acción de gracias. En el día de hoy, lo que
nos impulsa a orar por otras personas son: las dificultades, las enfermedades, los problemas, una
crisis y cosas por el estilo. Eso es lo que nos mueve a orar.

En cierta ocasión, un grupo de creyentes se acercó a su Pastor y le pidieron que orara por una
iglesia en la ciudad, debido a los grandes problemas que estaban ocurriendo dentro de esa iglesia.
No se veía amor en los creyentes. Y sólo existía la chismografía. El estudio bíblico ya no tenía
una prioridad, y algunos estaban verdaderamente preocupados. Entonces, este grupo de
creyentes, que se daba cuenta del problema, solicitaron que oraran por esa Iglesia. Y así, todos
oraron por ellos. O sea que, eso les dio motivo para orar. Y cuántas veces no ocurre así con
todos nosotros. Pero en el caso del Apóstol Pablo, lo que le daba motivo para orar a él, no era
sólo esta clase de problemas, sino que algo bueno también provocaba en él una oración.

Cuando usted amigo oyente, escucha decir algo bueno acerca de un hijo de Dios, de cómo

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Dios está bendiciendo algún predicador, o algún otro hijo de Dios, ¿se pone usted de rodillas y le
dice a Dios: “Oh, Dios, yo te doy gracias por este hermano y por la manera en que tú lo estás
usando?” O, cuando usted se entera de alguna Iglesia Bíblica donde se está predicando la
Palabra de Dios ¿se pone usted de rodillas y le da gracias a Dios por eso? Amigo oyente,
nosotros estamos presentando ante Dios lo que parece más bien, una lista de mercado. Le
decimos a Él que queremos esto, eso, aquello, y que queremos lo demás. “Señor, ¿quieres Tú
hacer esto y aquello por mí?” Dios no es ningún mandadero, amigo oyente. ¿Por qué no le da
las gracias a Él a veces? Tenga alguna reunión de acción de gracias, algún día.

Cierto predicador dijo en una ocasión, que la reunión de oración en su Iglesia se estaba
volviendo un poco monótona. Era tan pequeña que trataron de hacer algo nuevo. Y ellos
decidieron en la reunión de oración de la semana, que no presentarían nada, sino alabanzas a
Dios y le darían las gracias. Y dijo: “Tuvimos unas oraciones muy breves, pero tuvimos una
reunión de oración muy buena esa noche. Nadie le pidió nada a Dios. Simplemente se le dio
gracias a Él por todo lo que había hecho”.

Creemos que Dios apreciaría que todos nosotros le demos gracias a Él de una forma regular.
No simplemente una vez al año, sino que lo podamos hacer mucho más a menudo, con mucha
más frecuencia. Y el Apóstol Pablo dice que cuando él escuchó las buenas noticias y las cosas
maravillosas acerca de la Iglesia en Éfeso, él decía: no ceso de dar gracias por vosotros.
“Simplemente me acerqué a Dios y le dije: Señor, gracias por la Iglesia de Éfeso”.

¿Se ha acercado usted, amigo oyente, alguna vez a Dios, y le ha dicho: “Señor, gracias por
Fulano de Tal, esa persona significa tanto para mí. Gracias Señor por él?” Amigo oyente,
deberíamos orar de esta manera con mucha más frecuencia. Y el Apóstol Pablo dice: haciendo
memoria de vosotros en mis oraciones. Ahora, ¿para qué va a orar Pablo? Pablo hizo algunos

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pedidos como podemos ver en el versículo 17:

17
para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de
sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, (Efe. 1:17)

Y no vamos a poder seguir más adelante hoy, pero usted se habrá dado cuenta que el
Apóstol Pablo no oró para que ellos recibieran más dinero, o para que pudieran pagar sus deudas.
Sin embargo, opinamos que él pudo haber orado por eso. No hay nada malo con eso. Pero, él
oró por algo aquí, que no estamos seguros de que lo estamos presentando en nuestras oraciones
hoy. Y una vez más, el versículo 17, dice::

17
para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de
sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, (Efe. 1:17)

¿Estamos nosotros amigo oyente, orando por eso en el día de hoy? Hay muchas personas
que oran por nuestra salud, y le damos gracias a Dios por ello, lo hacemos incontables veces.
¡Y es maravilloso! Pero, cuánto nos agradaría que alguna vez alguien orara: “Señor, da un
poco más de entendimiento de la Palabra de Dios a nuestro hermano; él parece ser tan ignorante
de Tu Palabra”. ¡Apreciaríamos que usted, amigo oyente, orara esta oración alguna vez. Se lo
agradeceríamos de todo corazón!

Y bien, aquí nos detenemos por hoy. Confiamos, Dios mediante, continuar este estudio de
la carta del Apóstol Pablo a los Efesios, en nuestro próximo programa y contamos desde ya con
su fiel sintonía. Le sugerimos mientras tanto, amigo oyente, leer los siguientes versículos de
este primer capítulo, para estar así preparados y sacar el mayor provecho posible de este estudio
bíblico. Será pues, hasta entonces, ¡que el Señor continúe dándole sabiduría y revelación en el

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conocimiento del Señor Jesucristo, es nuestra más ferviente oración!

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