Sacramentos de Iniciacion para Padres
Sacramentos de Iniciacion para Padres
MANUAL BÁSICO
SACRAMENTOS
CONTENIDO:
Nos hemos apartado un poco del esquema de Manual Básico, ya que damos un orden distinto tanto a
los Sacramentos como a los puntos a tratar. Hemos sin embargo respetado el objetivo del Manual para
esta plática.
Para cada sacramento ponemos los elementos siguientes:
Definición Ministro
Base en la Sagrada Escritura Sujeto
Materia Efectos
Forma Explicación
DESARROLLO DE LA PLÁTICA
INTRODUCCIÓN:
¡Cuántas cosas hemos ido descubriendo en esta Jornada! Sabemos que Dios nos ha creado por amor,
que Su Amor no tiene límites, y que de todas las creaturas que Dios hizo, el ser humano, tú y yo,
somos la más excelsa: Nos hizo a su imagen y semejanza, inteligentes y libres, capaces de decidir y de
amar. Dios nos crea por amor y para el amor, amor que es donación, entrega de sí mismo.
En la plática sin duda más importante de la Jornada, la de la Gracia, hemos descubierto el regalo
máximo que Dios nos da por los méritos de Jesucristo: El poder de participar ya desde ahora, de su
propia divinidad y ser santos.
Pero entre el proyecto fabuloso de Dios y nuestra realidad hay un abismo llamado pecado. Somos
capaces de rechazar el maravilloso plan divino y decir no a la Gracia. Tenemos una facilidad enorme
para actuar mal, dar la espalda a Dios. Nos ganan las pasiones. Y la prueba de ello es el álbum negro
que venimos cargando desde que éramos niños y que aumentamos día a día.
Es por eso que debemos lanzar al cielo un SOS con urgencia. En Oración y los Sacrificios. Sin ellos no
será posible la vida en Gracia. No hay cristianismo sin Oración y los Sacrificios. Esas son dos de las
siglas de S.O.S., pero falta la tercera. En realidad mi plática y la anterior, forman un conjunto y por eso
habrán notado que no hemos hecho corrillos entre una y otra.
Falta pues, explicar la tercera letra, la S. Y da la casualidad de que es la más importante sin
comparación. Tanto la Oración como los Sacrificios, son hechos meramente humanos. Vienen siendo
como las disposiciones para poder vivir la Vida Divina. Pero falta la acción de Dios. Si Dios no nos
comunica su divinidad, nada hay que podamos hacer nosotros para divinizar nuestra existencia. Y esta
acción formidable de Dios en favor de sus creaturas, absolutamente indispensable y gratuita, se
concreta en lo que llamamos los SACRAMENTOS.
DEFINICION
1
1116 Los sacramentos, como "fuerzas que brotan" del Cuerpo de Cristo (cf. Lc 5, 17; 6, 19; 8,
46) siempre vivo y vivificante, y como acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que
es la Iglesia, son "las obras maestras de Dios" en la nueva y eterna Alianza.
Esta palabra por supuesto que ya la conoces, pero me sospecho que me sería difícil definir que son los
Sacramentos. Vamos a tratar de dejar una idea bien clara y sencilla.
Quisiera empezar con esta frase del Evangelio de San Juan:" Para que tengan vida". Así dice Jesús:
"Yo he venido para que tengan Vida, y la tengan en abundancia" (Jn. 10,10)
¿A qué "Vida" se refiere Cristo? Por supuesto a la Vida Divina.
¿Has venido para que tengamos vida, Jesús? ¡Pero si ya tenemos vida, ya estamos vivos! ¿O no?
¡Claro que no! Necesitamos la Vida Divina para estar realmente vivos! Lo que Cristo te ofrece, y que
has ido descubriendo a lo largo de esta Jornada, es precisamente esa vocación a la Santidad, a vivir de
la Vida misma de Dios. Esa Vida Divina, que nosotros llamamos "Gracia" porque es un don de
absolutamente gratuito de Dios, es lo que Jesús ha venido a ofrecerte.
Hemos visto esta tarde no solo cual es el plan maravilloso de Dios, sino también como podemos perder
la Gracia (Pecado) y cómo podemos incrementar la Gracia (Oración y Sacrificio).
Falta únicamente ver cómo adquirir y restaurar la Gracia cuando la perdemos. Y por eso en este
momento vamos a hablar de los SACRAMENTOS.
"Sacramento": es una palabra que proviene del griego en que fue escrito el Nuevo Testamento, y
significa "un plan secreto para conseguir un gran bien". En latín, la palabra que tiene ese mismo
significado es: "Misterio".
Los sacramentos son siete: Bautismo, Confirmación, Penitencia (Confesión), Eucaristía, Unción de los
Enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio.
Empecemos pues con una definición:
SACRAMENTO:
SIGNO EFICAZ Y SENSIBLE
INSTITUIDO POR CRISTO
PARA DARNOS LA GRACIA.
Veamos cada una de estas partes:
¿Qué es un signo?
Un signo es un elemento que usamos para comunicarnos. Si, por ejemplo, estando en clase de
matemáticas, yo dibujo un signo "+", sin decir nada, ustedes entienden que significa "más".
Lo mismo con los signos "-" (menos), "x" (por) y "/" (entre). Yo no tuve que decir nada, pero ya
estábamos de acuerdo y entendemos estos signos que, por matemáticos, son muy precisos.
Otros son menos precisos: ¿Qué significa el "agua"? Vida, limpieza... La luz de una vela? La fe, la
seguridad. Su significado depende de nuestra cultura, de nuestras tradiciones.
Dios, al hacerse hombre, se hace plenamente hombre. Incluso en nuestro lenguaje, en nuestros signos.
Nos habla a través de signos que podemos entender y por los cuales Dios nos dice, nos comunica algo.
Dios se comunica a nosotros por medio de ciertos signos para que por medio de los sentidos entremos
en contacto con Él. El máximo signo del amor de Dios es Cristo entero, y Él instituyó los sacramentos.
EFICAZ
¿Qué significa "eficaz"? Eficaz significa que hace Lo que dice que hace. Demos un ejemplo: vas en tu
coche y Llegas a un crucero donde hay un semáforo (Por cierto, qué significa el rojo ("alto"); El verde?
("Siga) Y el amarillo? Acelera, ¡porque se va a poner rojo!)
Y al llegar, el semáforo está en rojo. Pregunta: ¿El semáforo te obliga a detenerte? No, porque si
quieres te sigues de frente: La lucecita roja no te puede detener, no es eficaz.
¡La patrulla sí es eficaz! Prende sus luces, y se te pone enfrente, y te detiene: ¡Es muy eficaz!
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Un sacramento es EFICAZ porque, cuando el sacerdote dice: "Yo te Bautizo", ¡efectivamente estás
bautizado! Es Dios mismo quien te bautiza. Aunque llores, aunque patalees, ¡estás bautizado! Cuando
el sacerdote dice: "Yo te absuelvo", en ese momento Dios mismo te ha absuelto, en ese momento tus
pecados están borrados, desaparecen, dejan de existir, y nadie los puede ir a buscar.
Así pues, los Sacramentos son eficaces porque conceden al hombre alguna gracia o favor especial de
Dios, claro, en quien recibe el sacramento dignamente con las debidas condiciones. No dependen de la
santidad del ministro o de las circunstancias concretas del acto. A veces ni siquiera de la conciencia del
que la recibe. Obviamente, mientras mayor es la disposición del que lo recibe, también mayores son
las gracias recibidas.
SENSIBLE
Dios quiere que sientas, que experimentes Su Gracia. Dios quiere que sientas el agua sobre tu frente,
que sientas la mano del sacerdote sobre ti, que te perdona, que sientas el amor de tu ser querido en el
momento que se comprometen para siempre. Dios no es un Dios lejano, está cerca de ti, está en tu
corazón.
Esto puede sonar obvio, pero mucha gente dice que los sacramentos son un invento de la Iglesia para
sacarnos dinero, y que no hay pruebas de que los haya instituido Cristo. Vamos a ver hoy cómo hay
una o varias citas bíblicas para cada sacramento, donde la Palabra de Dios expresa claramente la
voluntad Divina de dejarnos estos medios maravillosos para vivir su Gracia.
1127 Celebrados dignamente en la fe, los sacramentos confieren la gracia que significan (cf.
Cc. de Trento: DS 1605 y 1606). Son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo; Él es quien
bautiza, Él quien actúa en sus sacramentos con el fin de comunicar la gracia que el sacramento
significa. El Padre escucha siempre la oración de la Iglesia de su Hijo que, en la epiclesis de
cada sacramento, expresa su fe en el poder del Espíritu. Como el fuego transforma en sí todo lo
que toca, así el Espíritu Santo transforma en vida divina lo que se somete a su poder.
1128 Tal es el sentido de la siguiente afirmación de la Iglesia (cf. Cc. de Trento: DS 1608): los
sacramentos obran ex opere operato (según las palabras mismas del Concilio: "por el hecho
mismo de que la acción es realizada"), es decir, en virtud de la obra salvífica de Cristo,
realizada de una vez por todas. De ahí se sigue que "el sacramento no actúa en virtud de la
justicia del hombre que lo da o que lo recibe, sino por el poder de Dios (S. Tomás de A., s. th.
3,68,8). En consecuencia, siempre que un sacramento es celebrado conforme a la intención de
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la Iglesia, el poder de Cristo y de su Espíritu actúa en él y por él, independientemente de la
santidad personal del ministro. Sin embargo, los frutos de los sacramentos dependen también
de las disposiciones del que los recibe.
Materia y forma
También hay que saber que Cada sacramento consta de materia y forma, así por ejemplo, la materia
del bautismo es el agua limpia y la forma es: "...Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo".
Carácter
Hay tres Sacramentos que imprimen carácter. ¿Qué es el carácter? Es cierta señal indeleble
(imborrable, que no se puede quitar) en el alma de una persona, es una señal distinta de cualquier otra.
De ahí que los sacramentos que imprimen carácter no se repiten en la misma persona. Los tres
sacramentos que imprimen carácter son: el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal. Los cuatro
restantes sacramentos no imprimen carácter y por lo tanto si admiten la reiteración.
1121 Los tres sacramentos del bautismo, de la confirmación y del orden sacerdotal confieren,
además de la gracia, un carácter sacramental o "sello" por el cual el cristiano participa del
sacerdocio de Cristo y forma parte de la Iglesia según estados y funciones diversos. Esta
configuración con Cristo y con la Iglesia, realizada por el Espíritu, es indeleble (Cc. de Trento:
DS 1609); permanece para siempre en el cristiano como disposición positiva para la gracia,
como promesa y garantía de la protección divina y como vocación al culto divino y al servicio
de la Iglesia. Por tanto, estos sacramentos no pueden ser reiterados.
Ministro
No puede cualquier cristiano administrar válidamente todos los sacramentos, sino que tienen ellos su
propio ministro, el cual válidamente administra aunque sea indigno, incluso si fuere pecador o hereje o
cismático. Debe además ser un ministro legítimo. El ministro debe poseer la debida intención de hacer
lo que quiere la Iglesia, no puede disimular un sacramento.
Sujeto de los sacramentos:
Lo es el hombre que quiere y que está debidamente dispuesto.
Efectos
Cada sacramento tiene su efecto especial, que iremos conociendo.
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1.- EL BAUTISMO
Definición
El bautismo es el primer sacramento, es puerta y fundamento de los demás, es decir, no se puede
recibir ningún otro sacramento si antes no se ha recibido el bautismo. El bautismo es único (...confieso
que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados... rezamos en el Credo). Junto con la
confirmación y la eucaristía forma los Sacramentos de la Iniciación Cristiana.
1213 El santo bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el
Espíritu (vitae spiritualis ianua) y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el
Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser
miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (cf. Cc.
de Florencia: DS 1314; CIC can. 204, 1; 849; CCEO 675, 1): Baptismus est sacramentum
regenerationis per aquam in verbo ("El bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el
agua y la Palabra", Cath. R. 2,2,5).
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intención de hacer lo que hace la Iglesia. ¿Cómo?, derramando agua sobre la cabeza del niño y
diciendo la fórmula: "Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". (Cfr. Cat.
1256)
Sujeto
1246 "Es capaz de recibir el bautismo todo ser humano, aún no bautizado, y sólo él" (CIC can.
864; CCEO can. 679).
Efectos
Los EFECTOS del Bautismo son:
Por el bautismo se comunica al alma la Gracia
Nos quita el pecado original.
Nos hace hijos de Dios.
Nos hace miembros de la Iglesia: Es la Puerta de entrada a la gran Familia de Dios.
Se perdonan los pecados, especialmente el pecado original, y también los pecados personales,
con tal que el hombre consienta por su parte. El bautismo libra de la pena temporal que se
merece por los pecados y rescata del poder del diablo.
se transforma en una nueva creatura,
es adoptado como hijo de Dios
es regenerado
renacemos espiritualmente
Por Él somos crucificados al mundo; por la muerte de Cristo se rompe la muerte, introducida
en todos nosotros por Adán y transmitida a todo hombre, todo hombre que nace hereda esa
cédula de muerte, pero por el bautismo es liberado de ella).
1264 No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado,
como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida, como
las debilidades de carácter, etc., así como una inclinación al pecado que la Tradición llama
concupiscencia, o fomes peccati: "La concupiscencia, dejada para el combate, no puede dañar a
los que no la consienten y la resisten con coraje por la gracia de Jesucristo. Antes bien 'el que
legítimamente luchare, será coronado' (2 Tm 2, 5)" (Cc. de Trento: DS 1515).
"Una criatura nueva"
1265 El bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del neófito "una
nueva creación" (2 Co 5, 17), un hijo adoptivo de Dios (cf. Ga 4, 57) que ha sido hecho
"partícipe de la naturaleza divina" (2 P 1, 4), miembro de Cristo (cf. 1 Co 6, 15; 12, 27),
coheredero con Él (Rm 8, 17) y templo del Espíritu Santo (cf. 1 Co 6, 19).
1266 La Santísima Trinidad da al bautizado la gracia santificante, la gracia de la justificación
que:
- lo hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales;
- le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante los dones del
Espíritu Santo;
- le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales.
Explicación
Claro que lo más importante de todo esto es que tú, ahora como joven, estés consciente de las
PROMESAS que tus padres y padrinos hicieron por ti, y que tú ahora puedes renovar. Como lo dijo
San Agustín: " De pequeño, tus padres te prestaron sus pies para venir a l Iglesia, te prestaron su voz
para decir tu fe, y te prestaron el corazón para amar a Dios". Ya nadie hablará por ti, sino que tú mismo
puedes expresar.
Estas promesas fueron:
"¿Renuncias a Satanás?
- Sí, renuncio.
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- ¿Renuncias a todas sus obras?
- Sí, renuncio.
-¿Renuncias a sus seducciones?
- Sí, renuncio.
- ¿Crees en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
-¡Sí creo!
- ¿Crees en Su Hijo Único Jesucristo, que nació de María Virgen, padeció, murió al tercer día,
y está sentado a la Derecha del Padre?
-¡Sí creo!
- ¿Crees en el Espíritu Santo, Señor y dador de Vida?
-¡Sí creo!
Como ves, no es muy difícil, y ahora que estás consciente de todo esto, tu fe será más fuerte, y podrás
vivir más profundamente La Gracia que Dios te dio en el Bautismo.
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Gracia bautismal: ser santos, hombres virtuosos que avanzan hacia la "Casa del Padre Celestial". Esta
consigna debe quedar grabada con fuego en nuestros corazones. "Bautizado, vive tu bautismo",
"Bautizado, vive solo para Cristo ".
2.- LA RECONCILIACIÓN
Hay por ahí un adagio que dice: "Dios perdona siempre, los hombres a veces...". A los hombres nos
cuesta perdonar porque amamos poco, pero Dios ama con locura y por eso está dispuesto a
perdonarnos. Dios nos ama inmensamente, hasta el grado de haberse encarnado en Jesús y derramar
toda su sangre para salvarnos del pecado, del dominio de Satanás y de la muerte. Si descubriéramos
cuanto nos ama Dios y lo horrible que es el pecado, no pecaríamos y viviríamos llenos de gratitud,
amando a Dios y a nuestros hermanos.
Definición
La Penitencia es un verdadero sacramento del Nuevo Testamento. el sacramento de la Penitencia es
para perdonar los pecados cometidos después del Bautismo, se hace en forma de juicio y puede
repetirse.
Base en Sagrada Escritura
En Mt, 16,19 Cristo le dice a San Pedro: "Lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que
desates en la tierra quedará desatado en los cielos"
Después de resucitado, le dice a sus apóstoles: "A quienes perdonéis los pecados les quedan
perdonados. A quienes se los retengáis, les quedan retenidos"
Cristo confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico, que está encargado del
"ministerio de la reconciliación" (2 Co 5, 18).
Materia
La Materia o cuasi-materia son los actos del penitente: la contrición (arrepentimiento), la confesión de
los pecados y la satisfacción (mejor conocida como "la penitencia" señalada por el sacerdote para la
remisión de la pena temporal).
a).- La contrición (arrepentimiento).-: La contrición: es el "dolor" del alma y la detestación del pecado
cometido junto con el propósito de no pecar en adelante; de tal modo que el hombre querría "con toda
su alma" no haber pecado. Es un acto libre y voluntario. La contrición o arrepentimiento debe
manifestarse al confesor y debe dar esperanzas fundadas de una enmienda, en especial en lo que se
refiere a la fuga de una libre ocasión próxima
+Contrición perfecta: Es la que procede de la caridad (amor sobrenatural), pero es ineficaz si
no va unida al deseo de recibir el sacramento. Y justifica (santifica y renueva internamente al
hombre por la Gracia Santificante), siempre que se de dicho deseo de confesarse. Este
arrepentimiento perfecto no hace superflua la confesión, sino que el pecador arrepentido ha de
confesarse lo más pronto posible.
+La Contrición imperfecta o Atrición: Surge comúnmente de la consideración de la fealdad del
pecado y del miedo a las penas del infierno. La atrición no incluye necesariamente el amor a
Dios; es, sin embargo, un movimiento bueno, un acto libre y voluntario, y también útil, que
dispone a la Gracia; pero sin la recepción del sacramento no puede santificar ni renovar
internamente al hombre; en cambio, estando atrito y confesando los pecados, sí basta para
recibir la Gracia Santificante.
b).- La confesión de los pecados.- Es la manifestación de los pecados al confesor, necesaria por
derecho divino (Cfr. Jn. 20, 22-23), y ha de ser de todos los pecados graves cometidos después del
Bautismo (y que no han sido ya perdonados directamente por el sacramento de la Penitencia).
Los pecados deben manifestarse íntegros, según su especie, es decir, que el pecado ha de ser expresado
de forma tal que no admita inferiores subdivisiones en especies distintas (así, no se puede decir tan
solo: me acuso de un pecado contra la caridad o de un pecado de lujuria; hay que especificar si fue de
pensamiento, deseo, palabra, de tal obra, etc., añadiendo las circunstancias que pueden modificar su
especie). En el caso de los pecados mortales, ha de decirse siempre, además el número de veces que se
cometió (si esto resulta muy difícil -porque es difícil recordar, porque hace muchos años de la última
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confesión, etc.-, ha de decirse un número aproximado; por ejemplo, alrededor de dos veces al mes
durante tres años). Aquellos pecados que involuntariamente se omitieron, deben declararse en la
próxima confesión; si el confesor pregunta si el pecado se ha convertido ya en una mala costumbre, y
así es, no ha de negarse. Esta integridad formal (decir todos los pecados mortales que se recuerdan,
según especie, género y número de veces cometidos),
+Modo de hacer la confesión de los pecados.- La confesión debe ser externa y oral, basta que se tenga
en secreto al confesor
Penitencia.- La satisfacción ha de imponerse con el poder que tiene el confesor, debe ser saludable y
conveniente, medicinal (que realmente se dirija a curar el mal espiritual que ha producido el pecado),
reparadora (como castigo). La reparación de los pecados es muy necesaria para que realmente se
corrija la persona; la separación ha de ir a realizar exactamente lo contrario del vicio o peca do en el
que se ha caído. El penitente debe cumplir siempre la satisfacción que el sacerdote le ha dejado.
La satisfacción sacramental consiste en buenas obras, por las que se honra a Dios, especialmente por la
oración, limosna y ayuno, que reciben su valor de los méritos de Cristo y también por los méritos del
propio penitente.
Forma
Es una sentencia judicial pronunciada por el sacerdote con las siguientes palabras: "Yo te absuelvo de
tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", que deben pronunciarse ante la
presencia del penitente; a dichas palabras sacramentales se debe el perdón de los pecados y no a la
confianza que posea el penitente de que esta absuelto.
Ministro
Es sólo el sacerdote debidamente autorizado por la autoridad competente. El ministro tiene la
obligación de guardar inviolablemente el sigilo sacramental.
Sujeto
Es la persona debidamente arrepentida y que se acerca libremente a la confesión.
Efectos
Los efectos de la confesión, a no ser que se trate de una "falsa penitencia" (la que hace sin rechazar los
pecados cometidos, o sin tener propósito de enmienda ni de conversión a Dios), son la curación y salud
espirituales, la recuperación de la justicia perdida (la justicia perdida es la renovación interior
-"hombre nuevo"- que se alcanza por el Bautismo, pero que se puede perder por el pecado mortal); la
reconciliación con Dios por la remisión de todos los pecados cometidos después del Bautismo.
La confesión bien hecha condona también la pena eterna debida a los pecados mortales; no siempre, en
cambio, toda la pena temporal; tal remisión no acaece sin grandes llantos y trabajos, pero se transmiten
a los que devotamente reciben este sacramento una gran paz y consolación del alma; se adquiere
además la reviviscencia de todos los méritos perdidos por el pecado.
ALGUNAS OBJECIONES MÁS COMUNES
¿Por qué tengo que decirle mis pecados a un hombre que es igual a mí o peor que yo? ¿Por qué no se
los puedo decir directamente a Dios? ¿Acaso Dios no perdona al que se arrepiente?
La primera respuesta a todas estas preguntas es: "porque Dios quiere". Esto puede parecer simplista, y
mucha gente ya no acepta esta razón. Pero para un buen católico, Hijo de su Padre Celestial, y que
busca complacerlo en todo, la Voluntad de Dios, lo que Dios quiere, debe tener la más grande
importancia. Dios no manda las cosas solo porque sí. El tiene sus razones, y estas son muy poderosas.
La pregunta debería ser: ¿por qué quiere Dios que me confiese? ¿Por qué no inventó otro sistema? La
respuesta es realmente muy sencilla: Dios quiere que EXPERIMENTES, que SIENTAS Su perdón. El
ha querido que una mano humana (como la de Jesús, que curaba a los enfermos) se pose sobre tu
cabeza, que tus oídos oigan esas palabras maravillosas: "Yo te absuelvo de todos tus pecados en el
nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo".
Claro, ¡hay quienes prefieren confesarse con la pared! Se pegan a un rincón, y dicen: "Dios, ¿me
perdonas? Claro que sí, ya sabía!!!" ¿De veras crees que una confesión así sea plenamente sincera? Esa
persona, ¿está realmente arrepentida? ¿Cómo lo sabe? ¿por qué no pide ayuda? ¿Qué pasa si se le
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olvidó algo? La pared no le va a ayudar! ¡No le va a preguntar nada! La diferencia entre la pared y el
sacerdote, es que este cumple tres funciones que la pared (o uno mismo no puede cumplir)
JUEZ: en primer lugar, el sacerdote actúa como Juez. No de la persona, pero sí del pecado. Muchas
veces no distinguimos la gravedad del pecado, y necesitamos un "experto externo" que nos ayude a
discernir. ¿Conoces la gravedad de tus pecados? ¿Quizás cometes una y otra vez el mismo pecado:
¿Eso es grave o menos grave? No es lo mismo decir "le saqué la lengua a mi abuelita" que ""le saqué
la lengua a mi abuelita cien veces" o que "le saqué la lengua a mi abuelita con unas pinzas"!! La pared,
e incluso tu misma conciencia no es siempre capaz de discernir la gravedad de un pecado, y por eso
necesitas la ayuda del sacerdote.
En segundo lugar, el sacerdote es MEDICO: La Gracia de Dios te puede curar! Es la medicina más
poderosa del mundo! Si estuvieras enfermo del hígado o del corazón, ¿con quién irías? ¿Acaso no vas
con el médico, incluso con un especialista? Si vas con la pared, ella no te va a decir nada! Cuántos más
debemos ir con un especialista para las enfermedades del alma!
Otro motivo es parecido: Tal vez eso que tú crees que es pecado, ¡realmente no lo es! Caso típico: El
joven o la joven que, de niño/a, fue violado/a. Quizás fue a manos de algún tío, padrastro, etc. ¡Y se
siente culpable! Trató de decirle a alguien: ¡No le creyeron, la regañaron, la culparon! Una persona así
viene arrastrando una carga emotiva muy fuerte, y no ha confiado en nadie. Yo te invito a que confíes
en tus sacerdotes: Cuando te acerques a confesar, especialmente en esta Jornada, ¡ábrele tu corazón! Di
todo lo que tengas que decir: Jesús te ofrece hoy la gran liberación: No desaproveches esta
oportunidad!
Finalmente, el sacerdote es, precisamente, SACERDOTE: Actúa en nombre de Dios. Te da la Gracia
Divina, cosas que ningún otro ser humano puede hacer. Tú no te puedes dar la gracia a ti mismo:
Debes acudir a otro.
Además díganme una cosa: Los sacerdotes, ¿de veras somos tan malos? ¿Somos tan pecadores como
los demás? No dudo que haya malos sacerdotes, pero en general, somos buenas gentes: El sacerdote es
un joven que ha descubierto un ideal, que también se esfuerza por alcanzar la santidad, que no estamos
exentos de culpas ni de tentaciones, pero realmente no creo que seamos "peores que tu. ¡Somos buenas
gentes! ¡Uno se mete de sacerdote por generosidad, por deseo de ayudar a los demás!
¿Puedo comulgar sin confesarme?
Mientras estés en Gracia de Dios, ¡claro! La gente piensa que se debe confesar cada vez que comulga,
pero eso no es exacto. Hay que comulgar en gracia de Dios, y para eso es la confesión. Mientras te
mantengas en esa gracia, puedes, es más, debes comulgar frecuentemente.
¿No le va a decir el sacerdote a otros mis pecados?
¡Ni aunque le des permiso!
El sacerdote está bajo la obligación del SIGILO sacramental: Por ningún motivo, bajo ninguna causa
puede o debe revelarlo que ha oído en confesión. Algunos han ido a la cárcel, otros han sido
martirizados (como san Juan Nepomuceno) con tal de no revelar el secreto de confesión. Además Dios
nos da la gracia de OLVIDAR lo que hemos oído!
No me acuerdo de todos mis pecados ¿Qué hago?
Tenemos la obligación de confesarnos bien, no de lanzarnos a lo tonto, sin prepararnos. Por eso la
Iglesia nos pide que hagamos un buen EXAMEN DE CONCIENCIA. Hay gente que se acerca a
confesarse sin haberse preparado en lo más mínimo. Por eso la confesión debe ser INTEGRA: es decir
confesar todo, lo más completamente posible.
Si en verdad, con toda sinceridad, se me olvidó decir un pecado, queda perdonado, pero debo
confesarlo en la próxima confesión. Así muestro sinceramente mi deseo de conversión. Todos los
pecados quedan perdonados, así que si ya confesé un pecado no debo repetirlo: Si Dios lo ha olvidado,
yo también debo olvidarlo y vivir la Vida Nueva que Dios me ofrece.
Me arrepiento de todos mis pecados, menos de este: ¡Qué bueno que lo hice, y lo volvería a hacer!
Este es un ejemplo típico de cómo el pecado oscurece nuestra mente y nos impide ver con claridad:
Nos hace creer que lo malo es bueno y lo bueno malo. A veces, por deseo de venganza u otro motivo
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equivocado, deseamos el mal. Pero Dios nos invita a un ideal más elevado: alejarnos del mal y vivir en
santidad: ¿Qué camino escoges?
Cuando tengas sentimientos de ese tipo, pídele a Dios que los purifique y los transforme.
¿Cómo me va a perdonar Dios, si yo no he perdonado a esa persona que me lastimó?
No hay que confundirlos sentimientos con el perdón. A veces sentimos rencor, deseo de venganza,
pero eso no es realmente nuestro deseo. Y si lo es, no es el deseo de Dios. Dios quiere que
perdonemos, para que Él pueda perdonarnos: "en verdad les digo, que si no perdonan de corazón a sus
enemigos, Su Padre Celestial tampoco los perdonará" . Ahora bien, Dios no pide imposibles: Si nos
pide que perdonemos, es porque podemos perdonar, claro que necesitamos de su Gracia. No olvides
tampoco que Dios está aquí contigo, ahora, y también está con esa otra persona, en este momento. Es
más, Dios está presente en el momento en que fuiste dañado, ya que él es eterno y para Él el tiempo no
existe: Por eso hay que hacer un gran acto de Fe, y decirle a Dios: Dios mío, dame la gracia de
perdonar como Tú perdonas, y llévale ese perdón a esa persona. Llévaselo ahora y llévaselo también al
pasado, para sanar de raíz todo este asunto.
Por supuesto que cuesta trabajo: Si fuera fácil no tendría chiste. Por supuesto que no quiero, o en
realidad mis sentimientos no quieren! Por eso hay que perdonar primero con la cabeza ("Señor, mi
inteligencia, mi razón ya perdonó porque Tú lo pides"), y después con el corazón ("Señor, ayúdame a
no sentir este rencor, quítame este sentimiento de venganza y dolor").
Si todavía me acuerdo de mis pecados, o de lo que otros me hicieron, ¿significa que no estoy
perdonado o que no es perdonado?
Los humanos somos como las computadoras: No tenemos mucha inteligencia, pero tenemos una
memoria!! Dios nos dio nuestra memoria para poder aprender y crecer. Desafortunadamente, nos
acordamos también de las cosas malas, que deberíamos olvidar.
Dios no va a borrar nuestra memoria, pero sí la va a SANAR: Hay que entregarle a Dios esos malos
recuerdos, ponerlos en sus manos una y otra vez, para que con su Gracia vayan cicatrizando. Mucha
gente, en vez de confiar en Dios, está continuamente rascando esa "herida" recordando una y otra vez,
dándole vueltas, "reabriendo la herida", y ¡hasta echándole sal! Así nunca se va a curar.
Nuevamente, hay que tener FE: "Dios mío, creo firmemente que ya me perdonaste! Te doy gracias por
ese perdón, acepto ese perdón, y también acepto perdonar como tú me perdonas". Y seguir adelante en
el camino de la vida!
NOTA: No olvides que Jesús tenía un amigo, Pedro, que era pescador. Pues bien, Jesús tomó
un día todos los pecados del mundo, hizo una bola grande con ellos, y se subió a la barca de
San Pedro y le dijo: "Pedro, llévame a lo más hondo del lago"
San Pedro va rema y rema, hasta que llegan a lo más profundo del mar.
Aquí está bien, Pedro.
Y Jesús tomó todos los pecados y los aventó por la borda.
Y puso un letrero que dice: "PROHIBIDO PESCAR"
¿Para qué me confieso, si voy a seguir pecando?
Otro ejemplo más de cómo el pecado nos confunde. Sería como decir: "para qué juego futbol, si perdí
el partido anterior? Un cristiano verdadero no se acobarda ni se da por vencido. Ciertamente algunos
vicios son más difíciles de vencer, pero precisamente en la confesión encontramos la Gracia para
vencerlos.
Es un engaño que puede alejarnos de la Gracia de Dios. Si has podido ver tus debilidades, también
podrás ver la forma de venderlas: ¡Confía en Dios!
¿Qué pasa si alguien muere sin confesarse (o sin recibir la Unción de los enfermos?
Lo importante es vivir en Gracia de Dios toda nuestra vida, hasta el último instante. Lo importante no
es cómo mueres, ¡sino cómo vives! "Cómo vives, mueres" dice el dicho.
No sabemos a qué hora vendrá la muerte, por eso hay que estar siempre preparados. El que está en
Gracia de Dios no le teme a nada.
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4.- LA CONFIRMACIÓN
La confirmación es un verdadero y propio sacramento, por medio de él se recibe al Espíritu Santo para
darnos fortaleza y valor para proclamar y vivir nuestra religión ante los demás, como auténticos
testigos de Cristo, propagadores y defensores de la fe.
El sacramento de la confirmación los une más íntimamente a la Iglesia y los enriquece con una
fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta forma se comprometen mucho más, como auténticos
testigos de Cristo, a extender y defender la fe con sus palabras y sus obras" (LG 11; cf. OCf,
Praenotanda 2).
Base en Sagrada Escritura
El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su bautismo por Juan fue el signo de que Él era el que
debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios (cf. Mt 3, 13-17; Jn 1, 33-34).
En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu (cf. Lc 12, 12; Jn 3, 5-8; 7, 37-39; 16,
7-15; Hch 1, 8), promesa que realizó primero el día de Pascua (Jn 20, 22) y luego, de manera más
manifiesta el día de Pentecostés (cf. Hch 2, 14). Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles comienzan a
proclamar "las maravillas de Dios" (Hch 2, 11) y Pedro declara que esta efusión del Espíritu es el signo
de los tiempos mesiánicos (Hch 2, 17-18). Los que creyeron en la predicación apostólica y se hicieron
bautizar, recibieron a su vez el don del Espíritu Santo (cf. Hch 2. 38).
Materia
Debe confirmarse con el crisma: compuesto de aceite y bálsamo, bendecido por el obispo. Quien pone
su mano sobre la cabeza del que va a ser confirmado y lo unge en la frente con el santo crisma
Forma
1300" El sacramento de la confirmación es conferido por la unción del santo crisma en la frente, hecha
imponiendo la mano, y con estas palabras: Accipe signaculum doni Spiritus Sancti (recibe por esta
señal el don del Espíritu Santo)" (Pablo VI, cons. ap. Divinae consortium naturae).
Ministro
El ministro ordinario de la confirmación es el Obispo; también administra válidamente este sacramento
el sacerdote dotado de facultad por el derecho común o por concesión peculiar de la autoridad
competente. Para los que se encuentran en peligro de muerte, el párroco, e incluso cualquier sacerdote
puede confirmarlos.
Sujeto
1306 Todo bautizado, aún no confirmado, puede y debe recibir el sacramento de la confirmación (cf.
CIC can. 889, 1). Puesto que bautismo, confirmación y eucaristía forman una unidad, de ahí se sigue
que "los fieles tienen la obligación de recibir este sacramento en tiempo oportuno" (CIC, can. 890),
porque sin la confirmación y la eucaristía, el sacramento del bautismo es ciertamente válido y eficaz,
pero la iniciación cristiana queda incompleta.
1310 Para recibir la confirmación es preciso hallarse en estado de gracia. Conviene recurrir al
sacramento de la penitencia para ser purificado en atención al don del Espíritu Santo. Hay que
prepararse con una oración más intensa para recibir con docilidad y disponibilidad la fuerza y las
gracias del Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14).
Los padrinos del confirmando: En la medida de lo posible tenga el confirmando un padrino, a quien
corresponde procurar que se comporte como verdadero testigo de Cristo y cumpla fielmente las
obligaciones inherentes al sacramento. Para que alguien pueda ser padrino es necesario que cumpla las
mismas condiciones que se requieren para ser padrino de bautismo. Es conveniente que se escoja como
padrino a quien asumió esa misión en el bautismo.
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Efectos
Este sello del Espíritu Santo marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre,
pero indica también la promesa de la protección divina en la gran prueba escatológica (cf. Ap 7, 2-3; 9,
4; Ez 9, 4-6).
Es la efusión plena del Espíritu Santo, como fue concedida en otro tiempo a los Apóstoles el día de
Pentecostés.
1303 Por este hecho, la confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal:
- nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir "Abbá, Padre" (Rm
8, 15);
- nos une más firmemente a Cristo;
- aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo;
- hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia (cf. LG 11);
- nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la
Palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre
de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz (cf. DS 1319; LG 11, 12).
1304 La confirmación, como el bautismo del que es la plenitud, sólo se da una vez. La confirmación,
en efecto, imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el "carácter" (cf. DS 1609), que es el
signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de
lo alto para que sea su testigo (cf. Lc 24,48-49).
1305 El "carácter" perfecciona el sacerdocio común de los fieles, recibido en el bautismo, y "el
confirmado recibe el poder de confesar la fe de Cristo públicamente, y como en virtud de un cargo
(quasi ex officio)" (S. Tomás de A. s. tn. 3, 72, 5, ad 2).
Explicación
Exigencias de la Confirmación: Anotamos aquí algunas de las más importantes:
a).- La confirmación nos obliga a adquirir una buena cultura religiosa, que es condición indispensable
para defender la fe y no dejarse atrapar por tantos errores y confusión
b).- La confirmación también nos obliga a vencer el respeto humano, el qué dirán, la cobardía, pues
para proclamar y vivir públicamente nuestra fe es necesario ser valientes y tener celo y ardor por sólo
agradar a Cristo, le pese a quien le pese.
c).- La confirmación nos lleva a ser apóstoles, a llevar el Evangelio a todas partes, con nuestro
testimonio de vida y con nuestra palabra, principalmente en el ambiente en donde nos desenvolvemos
y en las circunstancias especiales de nuestra vida.
d).- La confirmación nos obliga a una atención constante a las inspiraciones interiores del Espíritu
Santo, a tener cuidado por complacerle y vivir siempre en gracia, rechazando con todas las fuerzas el
pecado.
VII.- LA EUCARISTÍA
Definición
1322 La sagrada eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad del
sacerdocio real por el bautismo y configurados más profundamente con Cristo por la confirmación,
participan por medio de la eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor.
1323 "Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el sacrificio
eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la
cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento
de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se
llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura" (SC 47).
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LA EUCARISTÍA, FUENTE Y CUMBRE DE LA VIDA ECLESIAL
1324 La eucaristía es "fuente y cima de toda la vida cristiana" (LG 11). "Los demás sacramentos,
como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la eucaristía y a
ella se ordenan. La sagrada eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir,
Cristo mismo, nuestra Pascua" (PO 5).
1325 "La eucaristía significa y realiza la comunión de vida con Dios y la unidad del Pueblo de Dios
por las que la Iglesia es ella misma. En ella se encuentra a la vez la cumbre de la acción por la que, en
Cristo, Dios santifica al mundo, y del culto que en el Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y por Él
al Padre" (CDR, inst. Eucharisticum mysterium, 6).
1326 Finalmente, por la celebración eucarística nos unimos ya a la Liturgia del Cielo y anticipamos la
vida eterna cuando Dios será todo en todos (cf. l Co 15, 28).
1327 En resumen, la eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe: "Nuestra manera de pensar
armoniza con la eucaristía, y a su vez la eucaristía confirma nuestra manera de pensar" (S. Ireneo, haer.
4, 18, 5).
Se le llama Eucaristía porque es acción de gracias a Dios
Materia y forma
La materia son el pan y el vino. La forma son las palabras de consagración que dice el sacerdote.
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Ministro
Explicación
Vamos a terminar hablando del mayor de todos los Sacramentos. El Sacramento en el cual no
solamente se nos da la Gracia sino al Autor mismo de la Gracia: la Sagrada Eucaristía.
Ya saben que en la víspera de su pasión, en la Ultima Cena, Jesús se entrega totalmente: " Tomando
Pan en sus manos, lo bendijo y se los dio diciendo: Tomad y comed, esto es mi cuerpo. Y después de
la cena, tomando el cáliz se lo dio diciendo Tomad y bebed, éste es el cáliz de mi Sangre, que será
derramada por todos los hombres. Haced esto en memoria mía".
El colmo. Con el infinito poder que tiene como persona divina, transforma, transubstancia ese pan y
ese vino en su propio Cuerpo, en su propia Sangre. Desde antes de morir, ya se entregó. ¡Y de qué
manera! Con la elegancia de un Dios, cumple aquella promesa relatada en el capítulo 6 de San Juan: "
En verdad, en verdad les digo: mi carne es verdadera comida, mi sangre es verdadera bebida".
¿Habrán entendido los apóstoles la grandeza del momento? Mucho me temo que no. Tendría que venir
el Espíritu Santo sobre ellos para que descubrieran la verdad.
En la institución de la Eucaristía, el Señor oficia la primera Misa en el mundo. El es el sumo y eterno
Sacerdote y al mismo tiempo El es la Víctima Divina, el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo. Sacerdote y Víctima al mismo tiempo. ¡Oh misterio insondable!
La Eucaristía es antes que nada SACRIFICIO. Habiendo Jesús dado su vida en el Calvario, en un lugar
preciso del mundo, en un día determinado, quiso que todas las generaciones de sus seguidores,
participáremos del privilegio de asistir a su muerte y con El ofrecerla al Padre por la redención. Cristo
perpetúa su sacrificio en cada altar de la Iglesia Católica. No es que muera de nuevo, como si su
muerte en Jerusalén no hubiera sido suficiente, sino que cada Misa sigue siendo el Calvario. A través
del tiempo y hasta el fin de los siglos, su sacrificio se hace presente en un Sacramento que realiza la
redención permanente.
Las ofrendas de pan y vino que ponemos en el altar son bien poca cosa, aunque las acompañen
nuestras buenas obras. Pero poco después a la Consagración en el altar ya no son pan ni vino. Está
Cristo realmente presente, en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Tal como es y será. Se ha obrado lo
que la Iglesia llama transubstanciación. Permaneciendo las apariencias, la sustancia ha sido
transformada. Tan solo vemos los accidentes. Solo la fe nos dice: ahí está el Señor. Y con eso basta.
¿Por qué creemos en este prodigio? Porque Él lo dijo y ya. Esto es mi Cuerpo. ¿Alguna objeción? Tan
simple como eso. Y ha sido la fe de la Iglesia desde los apóstoles hasta la fecha. ¡Bendito sea Dios!
Una vez que tenemos a la víctima Divina en el altar, podemos por fin ofrecerla al Padre Eterno en
adoración perfecta por la redención de la humanidad. No tenemos otro modo de adorar a Dios, ni lo
necesitamos. es Cristo el que adora a su Padre y nuestro Padre. Y con el lo adoramos todos. Toda la
Iglesia es sacerdotal.
Al final de la gran oración consacratoria llamada Anáfora, el sacerdote tomando a Cristo en sus manos,
adora al Padre con las formidables palabras: " Por Cristo, con El y en El, A ti Dios Padre, en la unidad
del Espíritu Santo, Todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos". Es el resumen de toda la
Misa. Es Cristo salvando a la humanidad en todos los altares católicos. El pueblo fiel termina esa
oración con un rotundo y decidido AMEN que significa el asentimiento total, la aceptación total, el
acuerdo total. Con ese Amén, toda la Iglesia adora al Padre con Cristo, hermano nuestro. ¡Oh
Sacramento admirable!
Pero en el colmo del amor, Cristo se entrega a nosotros en forma de alimento. La eucaristía también es
BANQUETE.
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¡ Y qué banquete! ¿Cómo se le ocurrió a Jesús darse en alimento?
Es algo inaudito. Tomad y COMED. El signo sacramental más adecuado para significar la Vida Divina
que se nos comunica. El alimento es vida. El que no come, se muere. El que no come lo suficiente se
debilita. Vivamos lo que comemos.
Así sucede con la Vida Divina. El Pan de los Ángeles que se nos ofrece, nos vivifica, nos acrecienta en
santidad, nos robustece La Gracia.
De la misma manera que descaradamente la Iglesia dice que con la Gracia somos dioses, podemos
decir que nos comemos a nuestro DIOS. Como suena. Somos Teófagos. Nos alimentamos de Dios.
¡Qué barbaridad! Y podemos hacerlo si queremos, todos los días.
¿Cómo es posible, me pregunto, que haya católicos que diciendo creer en esto, nunca comulguen? El
pobre católico mexicano standard ( y eso significa tercer-mundista) si bien le va, comulga tres veces en
su triste vida: la primera vez porque lo llevan a su primera comunión. La segunda cuando se casa,
porque la novia lo lleva, y la tercera si tiene suerte, cuando le llevan al sacerdote al lecho de muerte. O
sea, que nunca comulgó por propia convicción. ¡Que pena!
A Dios gracias, hay también muchos cristianos que tienen hambre de Dios y acuden todos los días a la
Santa Misa y comulgan diariamente. Almas escogidas que han arreglado su vida no entorno de la
telecomedia sino en torno de la Eucaristía.
Creo yo que lo más normal, lo mínimo por así decirlo, será comulgar todos los domingos.
En primer lugar es de precepto asistir a Misa los Domingos, cosa que puedes cumplir desde el sábado
en la noche. Y quiero que quede bien claro que dejar de ir a Misa los domingos es pecado mortal.
Luego sucede que nos repercute mucho en la conciencia un pecado por ejemplo, de tipo sexual y la
falta de Misa ni la registramos,. y sin embargo es grave porque es dejar a Cristo el Señor plantado,
clavado en la Cruz, mientras yo me divierto o flojeo simplemente. Si una falta de educación con un
hombre está mal, despreciar la invitación del Señor, esta mucho muy mal. Que no se te olvide.
Y si asistes a Misa, a la mejor por costumbre, ¿por qué no comulgas? Tan solo veo yo tres motivos: el
primero es que acabas de comer y debes guardar una hora a lo menos antes de comulgar y se me hace
una torpeza que no te fijes. No vas a un banquete ya cenado.
La segunda causa para que no comulgues el domingo es muy triste: ni se te ocurre. A lo mejor estando
en Gracia, la Comunión no entra en tus planes de santificación. es capaz que tienes hartas devociones
secundarias, como el rosario, las novenas, las mandas, santos, etc... y no comulgas pudiéndolo hacer.
Y la tercera es la peor de todas: estás en pecado mortal. Y eso es inconcebible. Vivir en pecado mortal,
ya lo vimos es una estupidez gravísima. ¡A confesarte, tonto!
Si te pones como regla inviolable en tu vida, para los años, meses o días (uno nunca sabe) que te
queden de vida el comulgar TODOS LOS DOMINGOS, eso mismo te salvará. No podrás llegar al
domingo en pecado. Tienes que recibir al Señor. ¡Y te levantas, qué caray! Y no te meterás en una
situación de pecado como por ejemplo el adulterio o el amasiato, que te impedirían comulgar. ¡ La
comunión dominical te salvará! No lo olvides. Con eso sería suficiente, aunque no lo idóneo. Podrías
como otros, comulgar diariamente. Arregla tu vida para ello.
Pero todo esto que te vengo diciendo de la Eucaristía, es basado en un hecho: Cristo está real y
verdaderamente presente en la Hostia Consagrada. La Eucaristía es una presencia REAL. El Señor esté
en cuerpo, sangre, alma y divinidad en las formas consagradas. Y está permanentemente presente.
Tenemos la fórmula consacratoria, pero no existe la des-consacratoria. Una vez consagrado el Pan, es
El en persona. Por eso podemos ofrecer al Padre la Víctima Divina y no solo un cacho de pan. Por eso
podemos comer a Cristo y no una galleta un tanto insípida. Dios está realmente presente, todo el
tiempo, mientras existan las especies sacramentales. ¡Qué cosa!
Te diste cuenta que en la Misa de anoche, las formas que sobraron de la Misa, las guardé en el
Sagrario. Y ahí está Él. Una lámpara roja nos llama la atención y nos dice: Pst, pst, aquí está tu Señor.
¿Habías recapacitado en ello? ¿Has pensado durante esta jornada que Jesús ha estado con nosotros en
la capilla? Cuando hemos entrado a rezar, ¿has sentido Su Presencia, has sentido su mirada, llena de
amor, esperándote?
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¡Cómo podemos ser tan distraídos! ¡Cuantos católicos entran al templo y van con su santo favorito y al
Dios ni lo saludan! ¡Cuántos van a Misa indecentemente vestidos, mascando chicle, distraidísimos y ni
piensan que están en presencia del Rey de Reyes y Señor de los Señores.
Sí. muchachos: ahí está Él. En todos los Sagrarios de la bendita Iglesia Católica. "Estaré con ustedes,
hasta la consumación de los siglos". En las inmensas catedrales y basílicas, en las parroquias de todo el
mundo, en las humildes capillitas en campos de misión, ahí está El con su pueblo. Acompañandonos
en este peregrinar, a nuestra disposición, esperando, esperando. Esperando a que reaccionemos y lo
reconozcamos y lo visitemos y estemos en su magnífica presencia.
Aparte de ofrecerlo al Padre, aparte de comerlo frecuentemente, debemos visitarlo en sus sagrarios
cada vez que podamos. Nuestros templos, por lo general permanecen abiertos durante todo el día. He
visto a muchas personas del pueblo humilde. al pasar enfrente de un templo, descubrirse el sombrero
de petate o persinarse, aunque sea al aventón. Pero están reconociendo que el templo es la casa de
Dios, que ahí hay una presencia santa.
Yo te pido lo siguiente: entra, entra unos momentos.
El tiempo suficiente para decirte a Cristo ¡ Te amo! Dos segundos. Y si puedes, arrodíllate en su
presencia y deja que tu alma se derrama ante El. Díle tus cosas, oye lo que El quiera decirte. Estáte ahí
nomás. Como el Santo Cura de Ars que se pasaba largas horas en su presencia y cuando le preguntaron
que tanto le rezaba, contestó " Nada. Nomás lo miro y me mira". ¡ La perfecta oración!
Aquí, en la jornada, hemos entrado a la capilla varias veces a hacer oración. ¿ Pensaste que estaban en
Su Presencia? ¿ Te sentiste ante Jesús,en verdad? Porque la mera verdad es que podemos entrar a la
Iglesia y salir de ella sin por un momento reflexionar en su Presencia Real. La veladora roja junto al
Sagrario no nos dice nada, no nos conmueve. Rezamos, si, pero sin esa sensación maravillosa de estar
a unos cuantos metros del Señor de cielos y tierra, hecho un Sacramento silencioso, esperando nuestra
atención.
Yo te invito, ahora mismo, a que vayamos todos juntos a postrarnos en su presencia, muy cerca del
Sagrario. Ahí le hablaremos con la confianza de un niño. Ahí le abriremos nuestro corazón, con la
absoluta seguridad que nos está oyendo de todas todas y lo que es más, en alguna manera, nos está
contestando. El nunca se queda callado, pero hay que saber oírlo, darle tiempo y paz a nuestra alma
para percibir su voz internamente.
Claro que Dios se te puede revelar en el tumulto de la calle. si así lo desea, pero ante el Sagrario es
mucho más fácil escuchar su voz.
Una anécdota:
Hace muchos, muchos años, llegó a un país muy lejano, a Japón, un hombre llamado Francisco Javier.
San Francisco Javier fue el gran evangelizador de la India. Atravesó Turquía, Persia, la India y por fin
llegó a Japón. Después de fundar la Iglesia de Cristo en esas tierras, quiso partir hacia China, ese era su
gran sueño. Pero Dios no se lo permitió: Murió la noche en que un barco lo iba a llevar a China. Y fue
justo antes de que Japón se cerrara, cuando los Shogunes prohibieron la llegada de extranjeros.
Durante más de tres siglos, Japón estuvo cerrado, y ningún misionero pudo ir allá, Pues bien, pasó el
tiempo, y más de trescientos años después, por fin pudieron regresar al Lejano Oriente los Misioneros
Católicos. Entre ellos, un joven sacerdote, recién ordenado, fue enviado a la ciudad japonesa de
Nagasaki. Llegó allá, rentó un departamento, se instaló, y pensó :"¿Ahora qué hago? ¿Por dónde
empiezo?"
En ese momento tocaron a la puerta, y dos señoras estaban ahí: "¿Padre? Usted es padre, ¿verdad?
¿Podemos hablar con Usted?"
Sí, claro, ¡pasen!
Padre, queremos hacerle dos preguntas: Primero, ¿Usted cree en la Santísima Virgen María?
El joven sacerdote estaba sorprendido: ¿Cómo habían oído hablar de la Madre de Dios?
Por supuesto, ¡Ella es la Madre de Dios!
¡Las dos señoras estaban felices! ¡Les rodaban las lágrimas por las mejillas!
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Otra pregunta, Padre: ¿Usted cree en la Sagrada Eucaristía?
¡El padre iba de sorpresa en sorpresa! ¿Cómo sabían todo esto?
Sí, ¡por supuesto! ¡la Sagrada Eucaristía es el Cuerpo de Cristo! ¡Nuestro Señor está verdadera, real y
substancialmente presente en la Eucaristía!"
Las señoras no cabían en sí de felicidad! ¡Lloraban de alegría!
Padre, ¡venga con nosotros!
¿Adónde?
¡Usted venga con nosotros!
Y se lo llevaron. Llegaron a una casa grande, donde se habían reunido quizás un centenar de gentes,
todas ansiosas, expectantes, miraron a aquél padre joven que parecía venido de otro mundo. Y le
contaron su historia. Y la historia es esta:
Hacía muchos, muchos años, antes de partir, o mejor dicho, antes de morir, San Francisco Javier les
había dejado unas instrucciones: "Algún día, Dios sabe cuando, vendrán algunos hombres, que dirán
venir en nombre de Jesucristo; no los reciban! (Claro, San Francisco Javier ya sabía que los
Protestantes habían empezado con sus cosas y bien podían llegar a Japón antes que los católicos!) No
los reciban sin ponerlos a prueba! Y la prueba será esta: ¡Deberán creer en la Santísima Virgen María,
y deberán creer en la Sagrada Eucaristía! ¡ De lo contrario, no vienen en nombre de Cristo, no los
reciban!"
¡Se dan cuenta de lo que significa? ¡Durante más de trescientos años, estos hermanos nuestros
católicos estuvieron bautizando a sus niños! Se casaban legítimamente, ¡y ya! ¡No podían confesarse,
no podían comulgar, no tenían sacerdotes, ni obispos! Sólo hacían lo que podían, y lo que podían era
reunirse el domingo en esa estancia grande que usaban de iglesia, y sobre el altar ponían los
ornamentos de San Francisco Javier, prendían las velas, ponían pan y vino, y ... se sentaban a llorar,
porque no podían celebrar la Santa Misa! ¡Trescientos años! Trescientos años de Fidelidad, de
paciencia, de espera, de esperanza de que algún día llegaría un sacerdote... Trescientos años de enseñar
a sus hijos, de educarlos en la promesa que San Francisco Javier les había hecho: "Algún día, Dios
sabe cuando, vendrán algunos hombres...."
Ahora díganme ustedes: ¿Acaso Dios Nuestro Señor nos juzgará a todos por igual? ¡Nosotros los
Mexicanos no vamos a misa ni por accidente!
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