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El Espiritu Santo

Este documento describe la naturaleza y obra del Espíritu Santo. Explica que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, es Dios y posee atributos divinos como omnisciencia y omnipotencia. Su obra principal es dar vida y sostener la creación. Aunque hubo controversias históricas sobre su deidad, los concilios de Nicea y Constantinopla establecieron que el Espíritu Santo, al igual que el Padre y el Hijo, es plenamente divino.

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El Espiritu Santo

Este documento describe la naturaleza y obra del Espíritu Santo. Explica que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, es Dios y posee atributos divinos como omnisciencia y omnipotencia. Su obra principal es dar vida y sostener la creación. Aunque hubo controversias históricas sobre su deidad, los concilios de Nicea y Constantinopla establecieron que el Espíritu Santo, al igual que el Padre y el Hijo, es plenamente divino.

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El Espíritu Santo

octubre 23, 2008Espiritu, Espiritu Santo, Estudios, TeologíaBiblia, Espíritu Santo, Estudios, Teología


Introducción:

Para iniciar el presente estudio, debemos comprender primero que el


Espíritu Santo es Dios (Hechos 5:3-4), y que Dios ha escogido expresarse
a Sí mismo como Padre hacia la humanidad, como Hijo y como el Espíritu
Santo. Estos son la expresión de tres Personas (Personalidades)
diferentes y, con todo, las tres son una.

La expresión Espíritu Santo es propia del Nuevo Testamento; el tema


bíblico del Espíritu es muy extenso y comprende significados muy
amplios. Sin embargo conoceremos en el presente estudio, acerca de su
naturaleza, deidad, nombres, símbolos y su operación en el Antiguo
Testamento y Nuevo Testamento. Es en este último apartado bíblico, en
donde más conocemos acerca de Él. Pedro lo expreso de la siguiente
manera.

Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras
hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos
soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en
aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios
arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra,… antes que venga el día del
Señor, grande y manifiesto; y todo aquel que invocare el nombre del
Señor, será salvo.

El Espíritu santo nos induce a proclamar el “misterio que se ha mantenido


oculto desde tiempos eternos”, que Jesucristo, el Cordero de Dios, es el
Salvador de todos. Él es el Salvador que todo el mundo necesita conocer
y en quien necesita confiar para escapar el juicio venidero de Dios. El
Espíritu Santo es Dios, el es quien guía nuestras vidas como creyentes y
nos da poder para proclamar el evangelio de Jesucristo.

La Biblia nos presenta siempre al Espíritu como fuerza activa que da vida,
las palabras hebrea (ruakh) y griega (pneuma) que se emplean para
hablar del espíritu significan literalmente “viento” o “aire en movimiento”.
Sin embargo, en la opinión de los especialistas su sentido original es
aliento, o sea, el aire puesto en movimiento por la respiración. Una
adecuada traducción sería entonces “hálito de vida”.

En Génesis 2:7, el ser hecho de barro se transforma en un ser viviente


cuando el creador sopla sobre su nariz el “aliento de vida”. Es cierto que
en este caso la palabra usada no es ruakh, sino neshamah, pero debemos
entender ambos términos como equivalentes. Entre las muchas
referencias bíblicas que confirman esta significación, el Salmo 104:29
dice: “Les quitas el hálito (esta vez ruakh), dejan de ser, y vuelven al
polvo”.

La cita que nos da una mejor ilustración acerca de la obra del Espíritu
Santo, es la visión del valle de los huesos secos, la cual encontramos en
Ezequiel 37:1-14: es una fuerza vital, es la energía de la vida. El espíritu
que anima a todos los seres vivientes procede del Espíritu (aliento) de
Dios. Por consiguiente, la acción primordial del Espíritu Santo tiene que
ver con la animación y el sostenimiento de la vida, no solo humana, sino
de toda la creación.

La Naturaleza del Espíritu Santo

El Espíritu Santo tiene la naturaleza divina de Dios, Jesús nombró al


Espíritu Santo como una de las tres personas del Dios Trino. El hecho de
que se nombró al Espíritu Santo al último no indica que tenga una
posición inferior, o que se originó en otro tiempo. Tampoco el hecho de
que cada una de las tres personas se nombre por separado quiere decir
que cada una tenga su propia naturaleza divina. La naturaleza divina del
Espíritu Santo no está separada de la naturaleza divina del Padre y del
Hijo. La Escritura enseña que hay un Dios, con una naturaleza divina. No
hay tres dioses con tres naturalezas divinas. “Cada una de las tres
personas posee esta única e indivisible esencia divina en su totalidad.”

La Biblia le atribuye una personalidad distintiva, como también sucede


con el Padre y con el Hijo (Mateo 3:16-17; 28:19; Juan 14:16-17;
15:26). Siempre se emplea en relación con el pronombre personal
masculino a pesar de que en griego el término «Espíritu» sea neutro
(Juan. 16:13-14; Hechos 13:2).

El Espíritu Santo piensa, conoce el lenguaje, tiene voluntad (Romanos


8:27; 1 Corintios 2:10-13; 12:11). Se le puede tratar como una persona:
se le puede mentir, se le puede probar, se le puede resistir, se le puede
contristar, se le puede afrentar (Hechos 5:3; 7:51; Efesios 4:30; Hebreos
10:29). Por otra parte el Espíritu Santo también enseña, testifica,
convence, conduce, entiende, habla, anuncia (Juan 14:26; 15:26; 16:8,
13).

La Deidad del Espíritu Santo

Está muy relacionado con su naturaleza, puesto que el Espíritu Santo es


Dios, ya que el Espíritu Santo posee los atributos divinos: omnisciencia,
omnipresencia, omnipotencia, eternidad (1 Corintios. 2:10, 11; Salmos
139:7; Zacarías 4:6; Hebreos 9:14). Hechos 5:3 y 4 nos dicen
claramente que el Espíritu Santo es Dios:
“Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieras al Espíritu
Santo?…. No has mentido a los hombres, sino a Dios.

Tras esta verdad no hay lugar a dudas acerca de la deidad del Espíritu
Santo.

Vemos en las escrituras como el Espíritu Santo se le adscriben


operaciones divinas, como lo son: La creación, regeneración y
resurrección. Se le pone a un mismo nivel de dignidad con el Padre y el
Hijo (1 Corintios 10:4-6)

Mucho se ha escrito acerca de la deidad del Espíritu Santo y esto ha dado


lugar a controversias, tanto así que; en el siglo III un obispo en
Antioquía, Pablo de Samosata, enseñó que el hombre Jesucristo fue
elevado al nivel de la divinidad mediante un “dínamis”, un poder que
consistía del Logos y el Espíritu Santo que le fue dado por Dios. Enseñó
que “es permitido hablar de un Logos o Hijo y de una Sabiduría o Espíritu
en Dios, pero que éstos no son más que atributos de Dios… influencias
impersonales.”

Las confesiones luteranas en los Artículos Principales de la fe, artículo 1,


de Dios, condenan la enseñanza de los samosatenses por negar la
personalidad y deidad del Logos y del Espíritu Santo.

Arrio, un maestro de la iglesia de Alejandría, también estuvo en


desacuerdo con los samosatenses, pero basó su desacuerdo en un
argumento de extremado subordinacionismo. Llegó a la conclusión de que
Jesús era más que un hombre que fue adoptado por Dios, Jesús era el
logos, el Hijo de Dios, que existía antes de la creación del mundo. Sin
embargo, no era eterno. Según Arrio, Jesús era una primera criatura de
suprema importancia que ayudó a Dios a crear todo lo demás. Si era una
criatura, como Arrio insistió, no podía ser Dios. Tampoco podía el Espíritu
Santo ser verdadero Dios, desde su punto de vista. Arrio enseñaba que el
Espíritu Santo era la primera criatura que el Hijo hizo. Hoy los Testigos de
Jehová enseñan esto, sin embargo ellos consideran que el Espíritu Santo
es solamente una fuerza que procede de Dios.

El que tomó el liderazgo en corregir la herejía Arriana fue Atanasio,


obispo de Alejandría en el concilio general de los obispos orientales de
Nicea, 325 d. C. Con la palabra homoousios, declaró que el Padre y el Hijo
son un Dios, que tienen la misma sustancia o naturaleza. También
defendió el homoousios del Espíritu Santo en el sínodo de Alejandría en
362, enseñando que el Espíritu Santo es Dios, porque solamente un
Espíritu divino podía hacer a personas “participantes de la naturaleza
divina”.
Atanasio estuvo convencido de que la fórmula para el Bautismo revela la
naturaleza divina del Espíritu Santo. Si el Espíritu fuera solamente una
criatura no estaría incluido bajo el mismo nombre con el Padre y el Hijo.

Hasta entonces no se había dicho mucho acerca de la tercera persona de


la Trinidad, pero en los años siguientes se dio mucha más atención a la
identidad del Espíritu Santo. El obispo Macedonio de Constantinopla se
opuso a la posición de Atanasio e insistía que el Espíritu Santo es una
criatura subordinada al Hijo.

Pero el sínodo de Alejandría de 362, impulsado por el tratado de Basilio


de Cesarea sobre el Espíritu Santo, condenó tanto el arrianismo como la
enseñanza similar de los pneumatomaquianos (griego, ‘los que luchan
contra el Espíritu Santo’), que también fueron llamados los macedonios.
Basilio fue el primero en formalizar la terminología aceptada para la
Trinidad: una sustancia (ousia) y tres personas (hupostaseis).

El amigo de Basilio, Gregorio Nacianzeno, notó la distinción bíblica entre


las tres personas de la Trinidad, es decir, que el Padre es no engendrado,
el Hijo es engendrado, y el Espíritu Santo procede del Padre por el
Hijo. Esta distinción útil fue aceptada por la iglesia en un sínodo celebrado
en Roma en 380 d.C. En el año 381 en Constantinopla, la iglesia siguió un
paso más afirmando la plena deidad del Espíritu Santo, declarando que él
era el Señor y dador que procede del Padre, adorado y glorificado con el
Padre y el Hijo. En 451 en Calcedonia, tanto las partes oriental y
occidental de la iglesia formalmente adoptaron esta expresión en el Credo
Niceno. Aunque parte de esta historia quedo como atributo de la iglesia
católica romana, podemos ver como Dios ilumino a estos hombres para
defender la naturaleza de su Espíritu como Dios. Todo lo contrario hoy día
tendríamos la predica de una herejía irremisible.

Los Nombres Del Espíritu Santo

1.- Espíritu de Dios

Por medio del Espíritu Santo, Dios creó y preserva el Universo. El Espíritu
Santo representa a Dios, y actúa en las esferas del pensamiento, de la
voluntad y actividad. El Espíritu Santo es uno con Dios, y constituye una
parte del misterio de la Trinidad.

2.- Espíritu de Cristo

No hay una distinción esencial entre el Espíritu de Dios y el Espíritu de


Cristo, porque solo hay un Espíritu Santo.
¿Por qué se le llama Espíritu de Cristo?

 Porque se le envía en el nombre de Cristo


 Porque Él es el Espíritu que envió Cristo
 Esta nueva vida del Espíritu es impartida y mantenida por Cristo
 Su misión especial en estos tiempos es glorificar a Cristo
 El Cristo glorificado se presenta después de su resurrección se
presenta a los creyentes por medio del Espíritu Santo.

3.- El Consolador o Paracletos

El significado literal del nombre Paracletos es. Uno llamado al lado de otro
para el propósito de ayudarle en cualquier forma. Denominado Paracletoi
en el idioma griego, y Advocatus en latín. El envío del Consolador no
significa que Cristo ha dejado de ser el auxiliador y abogado de su pueblo.
Juan nos dice que Jesús todavía ocupa ese cargo (1 Juan 2:1)

4.- Espíritu Santo

Es llamado Espíritu Santo, porque su principal obra es la santificación.

5.- El Espíritu de la Promesa

Se le llama así, porque constituye una de las bendiciones sobresalientes


prometidas e el Antiguo Testamento. (Ezequiel 36:27; Joel 2:28)

6.- El Espíritu de Verdad

El propósito de la encarnación fue revelar al Padre, la misión del


Consolador es revelar al Hijo y ser el intérprete de Jesucristo. Recordemos
que Jesucristo se presento como la verdad y como ambos son la misma
persona el Espíritu Santo es la Verdad.

7.- El Espíritu de Gracia

Da al hombre gracia para arrepentirse al contender con Dios. Imparte el


poder para santificación, para sufrir con paciencia y para servicio.

8.- El Espíritu de Vida

Una de sus principales funciones es la creación y preservación de la Vida


natural y espiritual.

9.- Espíritu de Adopción


Cuando una persona es salva, el nuevo cristiano es adoptado en la familia
divina. Es el Espíritu Santo el que da testimonio a nuestro espíritu de que
somos hijos de Dios.

Símbolos del Espíritu Santo

Dios ha escogido ilustrar con símbolos muchas cosas, para que podamos
entender y comprender la magnitud de lo que nos está hablando. De la
misma manera ocurre con el Espíritu Santo; Dios nos da una serie de
símbolos acerca de su Espíritu, esto con el fin d que podamos entenderle,
esto se debe a nuestra pobreza intelectual e idiomática. Conozcamos
algunos de los símbolos del Espíritu Santo.

1.- Fuego

El fuego nos da la idea de limpieza, y eso es lo que hace el Espíritu Santo.


Limpia, purifica, calienta, ilumina y se propaga. Y su calor intenso nadie lo
puede resistir, es por ello que a su presencia los demonios, tiemblan y
huyen.

2.- Viento

El viento simboliza la labor regeneradora, la frescura de su presencia. Es


el respiro en momentos de angustia. Cuando el ser humano siente que
camina bajo el sol del desierto, el Espíritu Santo, sopla como viento fresco
haciéndonos saber que el esta con nosotros.

3.- Agua

El es la fuente de agua viva, El es el río de agua viva, puesto que se le


conoce como una corriente impetuosa, no da la idea de una inundación a
nuestra alma, limpiándola del polvo del pecado.

4.- Sello

Quiere decir que el Espíritu Santo, viéndolo como un sello nos sella con su
poder y nos deja impregnada la marca de pertenencia a Dios. Los
cristianos son propiedad de Dios y tienen su sello en su alma, como una
señal de propiedad del Dios altísimo.

5.- Aceite

Este es uno de los símbolos más conocidos, el más familiar y hasta


común. Esto nos da la idea de sanidad, alivio, luz, fuerza. Notemos que el
aceite se usa normalmente para los alimentos, la luz, lubricación, remedio
y para aliviar la piel. De la misma manera actúa el Espíritu Santo en el
creyente.

6.- Paloma

Cristo habló de la paloma como la personificación de la inocencia. La


paloma representa dulzura, ternura, amabilidad, inocencia, suavidad, paz
y paciencia.

7.- Nube y Luz

Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu


Santo. Desde las teofanías del Antiguo Testamento, la Nube, unas veces
obscura, otras luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un
velo sobre la transcendencia de su Gloria: como por ejemplo con Moisés
en el Sinaí.

8.- Las Arras

Una prenda que se da como garantía de nuestra salvación 2 Corintios


1:22.

9.- Un Don

Él es quien reparte los dones como quiere, para el bien común, 1


Corintios 12, los dones espirituales.

La operación del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento

Cuando vamos al inicio de todas las cosas en el Génesis, podemos


observar al Espíritu Santo obrando de manera especial. Aquí una vez más
queda en evidencia la deidad, naturaleza, y manifestación del Espíritu
Santo. Génesis 1:2 “La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas
estaban sobre la faz del abismo y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz
de las aguas”

La agencia inmediata del Espíritu, obrando sobre los elementos muertos y


discordantes, los combinaba, arreglaba y preparaba adaptándolos para
ser la escena de una creación nueva. El relato de esta nueva creación
correctamente empieza al final de este segundo versículo; y los detalles
del proceso se describen de la manera natural como lo habría hecho un
espectador, que veía los cambios que sucesivamente se efectuaban. Esto
indica la participación del Espíritu Santo en la creación. La palabra hebrea
que se traduce se movía, también se usa en Deuteronomio 32:11 para
describir un ave que revolotea sobre sus polluelos.
Es interesante observar los relatos de la creación, y como Dios contra
toda esperanza humana, se obliga al don redentor a través de su Hijo
Amado y al don del “Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda para
redención de los suyos. Las Teofanías o manifestaciones de Dios iluminan
el camino de la Promesa, desde los Patriarcas a Moisés y desde Josué
hasta las visiones que inauguran la misión de los grandes profetas. La
tradición cristiana siempre ha reconocido que, en estas manifestaciones,
el Verbo de Dios se dejaba ver y oír, a la vez revelado y “cubierto” por la
nube del Espíritu Santo. Conozcamos la obra del Espíritu Santo en todo el
Antiguo Testamento en un breve resumen.

Operación del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento

Vimos como la obra sobrenatural del Espíritu Santo se manifestó en el


Antiguo Testamento. Tras un periodo de silencio, de pronto un hombre
vestido de pelo de camello, predicaba en el desierto, un mensaje de poder
y con la autoridad que da el Espíritu Santo, el arrepentimiento de
pecados. Sin duda alguna Juan el Bautista, inspirado y con la autoridad
que da el Espíritu Santo, con esa unción anunciaba: “Viene tras mí el que
es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, agachado, la
correa de su calzado.Yo a la verdad os he bautizado con agua, pero él os
bautizará con Espíritu Santo”

Este anuncio era una verdad, era eminente el nacimiento virginal de


Jesucristo, y con el era también real la llegada del Espíritu Santo. Es en el
Nuevo Testamento en donde podemos palpar, con más atención la obra
poderosa del Espíritu Santo. Aquí el Espíritu Santo, tiene una relación más
directa con el hombre, se manifiesta su poder, su lenguaje, sus maravillas
y la obra santificadora en el ser humano.

Que hermoso cuadro es ver la ascensión de Jesús de las aguas, y de


pronto se abren los cielos con un esplendor maravilloso y ver al Espíritu
Santo, descendiendo en forma de paloma posando sobre el redentor del
mundo, y una voz que se escucha del cielo diciendo: “Este es mi hijo
amado en el cual tengo complacencia”.

De aquí en adelante la obra del Espíritu Santo se iba a manifestar con


mayor claridad, ahora bien Jesús anuncio con mayor énfasis: “Es
necesario que yo me vaya para que venga sobre vosotros el Espíritu
Santo”. “Me voy pero no os dejare solos les enviare al Espíritu Santo. Y el
os guiara a toda verdad”.

Hablar de la obra del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento es


interminable, prácticamente el Nuevo Testamento es un libro de
revelación, manifestación y obra del Espíritu Santo.
Algunas obras del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento

 Unge para el servicio – Lucas 4:18


 De El nacen los creyentes – Juan 3:3-6
 Glorifica a Cristo – Juan 16:14
 Guía a la verdad – Juan 16:13
 Convence de pecado – Juan 16:9, 14
 Da poder a los creyentes – Lucas 24:49
 Testifica de Jesús – Juan 15:26
 Enseña – Juan 14:26
 Es acceso a Dios- Efe. 2:18
 Da certeza – Romanos. 8:15, 16; Gálatas. 4:6
 Autor de la Escritura – 2 Pedro 1:20-21
 Bautiza- Juan 1:32-34; 1 Corintios. 12:13-14
 Llama y comisiona – Hechos 13:24, 20:28
 Limpia – 2 Tesalonicenses. 2:13; 1 Pedro 1:2
 Da poder – 1 Tesalonicenses. 1:5
 Llena – Hechos 2:4; 4:29-31; 5:18-20
 Otorga dones – 1 Corintios. 12:8-11
 Ayuda nuestra debilidad- Romanos. 8:26
 Mora en los creyentes – Romanos 8:9-14; Gálatas. 4:6
 Inspira la oración – Efe. 6:18; Judas 20
 Intercede – Romanos. 8:26
 Interpreta la Escritura – 1 Corintios. 2:1, 14; Efe. 1:17
 Guía – Romanos. 8:14
 Libera – Romanos. 8:2
 Moldea el carácter – Gálatas. 5:22-23
 Produce fruto – Gálatas. 5:22-23
 Resucita de entre los muertos – Romanos. 8:11
 Regenera – Tito 3:5
 Sella – Efe. 1:13-14; 4:30
 Fortalece – Efe 3:16; Hechos 1:8;2:4; 1 Corintios 2:4
 Acción de gracias – Efe. 8:11, 23
 Da victoria sobre la carne – Romanos. 8:2-4; Gálatas. 4:6
 Ayuda en la adoración – Filipenses. 3:3

Conclusión

Concluimos el presente estudio, viendo de nuevo en la Biblia, que los


creyentes que fueron llenos del Espíritu Santo en el Antiguo y Nuevo
Testamento, era producto de “algo” especifico. Y que hoy en día también
debe de ser así. Todo creyente debe de buscar ser lleno del Espíritu
Santo. El Espíritu Santo sigue realizando su obra en nuestros días, y no se
puede negar su poder. Pero hay que ser muy cuidadosos, porque es en
estos días en donde más engaño de Satanás, se ha desatado. Engañando
a muchos, con género falso de don de lenguas, imitación de su poder,
hablando falsamente, engañando con vanas y falsas profecías en nombre
de Dios y su Espíritu Santo.

Es por ello que necesitamos con urgencia los dones del Espíritu Santo
obrando en nosotros, y esto solo lo conseguiremos buscando, anhelando,
pidiendo la llenura constante de su presencia en nuestras vidas. No basta
solo con hablar en lenguas, es necesario acercarnos a El, a través de la
oración y lectura de su palabra para ser llenos todos los días de su
precioso Espíritu, y gozar de una vida plena de victoria y poder a través
de su Espíritu Santo. Para concluir este estudio; presento el siguiente
cuadro ilustrativo con sus nombres, atributos, símbolos, pecados contra El
y su poder en la vida de Cristo.

SUS SUS SUS PECADOS PODER EN LA


NOMBRES ATRIBUTOS SÍMBOLOS CONTRA EL VIDA DE
CRISTO

Dios Creador Paloma Blasfemia Concebido por el


Hechos 5:3-4 Génesis. 1:2 Mateo. 3:16 Mateo. 12:31 E.S.
Mateo. 1:18-20

Señor Omnipotente Viento Resistirle Bautismo


2 Corintios 3:18 Lucas 1:35 Juan 3:8 (incredulidad) Mateo. 3:16
Hechos 7:51

Espíritu Omnipresente Fuego Insultarlo Guiado por


1 Corintios. 2:10 Salmo 139:7-10 Hechos 2:3 Hebreos. 10:29 Lucas 4:1

Espíritu de Dios Tiene voluntad Pilar de nube o Mentirle Lleno de poder


1 Corintios 3:16 1 Corintios 12:11 fuego Hechos 5:3 Lucas 4:14, 18
Éxodo 13:21

Espíritu de Ama   Pecar Testigo de Jesús


Verdad Romanos. 15:30 Mateo. 12:31-32 Juan 15:26
Juan 15:26

Espíritu eterno Se entristece   Apagarlo Resucitó a Jesús


Hebreos. 9:14 Efe. 4:30 1 Tesalonicenses. Romanos. 8:11
5:19

 
Estudio sobre el Espíritu Santo
Introducción
Este libro es el resultado de un curso de estudios sobre el tema del Espíritu Santo
que impartí en una escuela bíblica del Campamento Yuhueyac, San Juan Opico, El
Salvador. Esta escuela bíblica se llevó a cabo desde el 23 de octubre hasta el 9 de
noviembre del año 1984. Los estudiantes me inspiraron mucho en la presentación
de este estudio. Yo les prometí preparar este libro como un recuerdo de nuestra
clase. Espero que el mismo pueda servir para otras clases en el futuro. Toda la
gloria y honra sea a Cristo.

—Guillermo R. McGrath, autor

Capítulo 1

La persona del Espíritu Santo


El Espíritu Santo tiene su personalidad. La Biblia nos enseña esta doctrina. En los
capítulos 14, 15 y 16 del evangelio de Juan se habla del Espíritu Santo usando el
pronombre “él”. Por ejemplo, Juan 14.26. Desde luego, al decir “él” no es para
referirnos a una fuerza, a un líquido o a un objeto sin vida, sino a alguien que
tiene una personalidad. Además, el Espíritu Santo es la tercera persona de la
trinidad.

Muchas veces en la Biblia nosotros notamos los atributos que Dios le asigna al
Espíritu Santo. Por ejemplo, él es eterno (véase Hebreos 9.14). Escribe aquí este
versículo:  

El Espíritu Santo es llamado Dios (véase Hechos 5.3–4).     

El Espíritu Santo todo lo escudriña (véase 1 Corintios 2.10–11).    

El Espíritu Santo está presente en todas partes (véase Salmo 139.7–8).   

El Espíritu Santo es el Creador (véase Génesis 1.1–2).   

El Espíritu Santo es llamado el Altísimo (véase Lucas 1.35).  

Para nosotros queda claro que el Espíritu Santo es Dios, porque él es una de las
personas de la (1) ________________.

Los nombres del Espíritu Santo


La verdad fundamental del Espíritu Santo es que él tiene una personalidad divina.
Su personalidad lo hace ser Dios (véase 2 Corintios 3.3, 17; Juan 16.7–15; Hechos
5.3–4). Él hace lo que solamente Dios puede hacer: crea, regenera, resucita a los
muertos, inspira las escrituras, etc. Por esta razón, en Mateo 28.19 aparece como
una de las personalidades de la trinidad. El bautismo del creyente verdadero tiene
que ser “en el nombre del (2)__________, y del (3)________, y
del (4)________________ __________”.

La Biblia hace referencia al Espíritu Santo por nombre más de 300 veces. Su
pronombre es mencionado por lo menos 40 veces. Esto hace un total de más
de (5)______ veces que la Biblia se refiere al Espíritu Santo.

En la siguiente lista de versículos aparecen otros nombres que definen al Espíritu


Santo. Busca cada cita y escribe en la raya cuál es su nombre.

  (6)  
Romanos 1.4: ______________

  (7)
  Hebreos 9.14: ______________

  (8)
  Romanos 8.9: ______________

  (9)
  Romanos 8.2: ______________

(10)
  Juan 14.17: ______________

(11)
  Mateo 1.18: ______________

(12)
  Hebreos 10.29: ______________

(13)  
Hechos 1.4: ______________

(14)
  Juan 14.26: ______________

(15)
  1 Pedro 4.14: ______________

(16)
  Génesis 1.2: ______________

(17)
  Mateo 10.20: ______________

(18)
  Gálatas 4.6: ______________

Símbolos del Espíritu Santo


Además, en la Biblia aparecen descritas muchas cosas que simbolizan al Espíritu
Santo. ¿Cuáles son los símbolos según las siguientes citas? Escribe cada símbolo en
la raya al lado de la cita bíblica.

(19)
  Juan 3.5; 7.38–39: ______________

(20)
  Mateo 3.11: ______________

(21)
  Efesios 4.30: ______________
(22)
  1 Juan 2.20, 27; Isaías 61.1, 3: ______________

(23)
  Hechos 2.2–4: ______________

(24)
  Mateo 3.16: ______________

¿Acaso no es maravilloso el Espíritu Santo? Por supuesto que sí.

La armadura del Espíritu Santo


La vida cristiana es una vida de batalla espiritual contra las fuerzas del mal. No
peleamos literalmente con nuestras manos ni con machetes. Tampoco usamos la
armadura de este mundo para pelear. ¿Por qué no?

Escribe aquí 2 Corintios 10.3–5:______________

¿Quién es nuestro peor enemigo? (25)______________

Sí, él es el enemigo de nuestras almas. Cuando el Señor luchó contra él y lo venció


lo hizo por medio del arma de la palabra de Dios. Escribe Mateo 4.4: “El [Jesús]
respondió y dijo:______________.”

De esta misma forma es con el cristiano. El arma más poderosa del cristiano contra
su enemigo es la espada del Espíritu Santo que es la (26)______________ de
________ (véase Efesios 6.17). También lee Apocalipsis 19.13, 15.

¿Qué piensas tú que son las “fortalezas” del pecado contra las cuales peleamos?
Lee 2 Corintios 10.4–5. ¿Acaso tú dirías que la televisión es una fortaleza del
pecado? (27)____ ¿Dirías que el radio es otra fortaleza del pecado? (28)____ ¿Qué de
tomar licor, fumar y usar las drogas? ¿Serán todas estas cosas fortalezas del
pecado? (29)____ ¿Qué del cine? (30)____

La palabra de Dios nos dice: “Pelea la buena batalla de la fe”. ¿Cuál es esa
batalla? (31)______________

Escribe 1 Timoteo 6.12 y 2 Timoteo 4.7:______________

¿Acaso fusilar a mujeres y niños será la “buena batalla de la fe”? (32)____ ¿Podría


decirse que bombardear otras ciudades es pelear la buena batalla de la fe? (33)____
¿Qué de pelear con los puños o con machetes? (34)____ Si ninguna de estas cosas es
pelear la “buena batalla de la fe” entonces, ¿qué podría ser? Dialoga con otro
cristiano sobre qué cosa es pelear la “buena batalla de la fe”.

¿Cuál habrá sido la impresión que tuvieron los primeros cristianos cuando leyeron
Efesios 6.10–20? Ellos vieron una lista completa de la armadura espiritual del
cristiano para la batalla espiritual. Llena los espacios en blanco.

Los soldados cristianos pelean contra enemigos espirituales y es por eso que su
armadura también es espiritual. El yelmo de la (41)__________________ protege
nuestras mentes de los pensamientos malos y pecaminosos. Cuando Satanás nos
lanza los dardos de fuego de maldad entonces nosotros levantamos nuestro escudo
de la (42)____ para hacer que los mismos reboten y no penetren.

En los empujones y movimientos recios que se hacen en la batalla, nuestros lomos


están ceñidos con la (43)____________ para así vencer las mentiras del enemigo.
Cuando nos ponemos de pie lo hacemos con firmeza porque nuestras botas son el
apresto del evangelio de la (44)______ y por tanto no seremos vencidos por la
confusión, ni el temor ni la duda. Cualquier emoción mala que trata de penetrar a
nuestro corazón rebotará en la coraza de (45)________________.

La lucha interior
Aunque el cristiano ha nacido de nuevo por el poder del Espíritu Santo todavía es
tentado por la maldad. Satanás, quien es nuestro enemigo principal, usa la
naturaleza humana como una entrada para lanzar los dardos de la tentación. Por
esa razón es mejor evitar visitar lugares tales como: los cines, los bailes, las
cantinas y los lugares donde se juegan deportes competitivos. Se debe evitar
también la televisión y la radio a causa de la suciedad moral que se trasmite por
medio de los mismos.

Sin embargo, la naturaleza humana tiene que ser conquistada por el poder de Dios.
Durante esta vida la naturaleza humana que todos tenemos nunca va a desaparecer
totalmente, pero gracias a Dios ahora se nos ha dado una naturaleza nueva. Es por
eso que debemos entregarnos al poder de la vida nueva y de esa manera podemos
recibir la mente de Cristo. ¡Gloria a Dios porque ahora tenemos la victoria por
medio de la sangre del Señor Jesucristo!

Jesucristo dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su
cruz cada día, y sígame” (Lucas 9.23). Si tomamos la cruz cada día quiere decir
que morimos diariamente a la naturaleza adámica y vivimos diariamente con
Cristo.

Completa el siguiente versículo de Romanos 6.11: “Así también vosotros


consideraos muertos al (46)____________, pero (47)__________ para Dios en Cristo
Jesús, Señor nuestro”.

Satanás y el mundo pueden lanzar muchos dardos de fuego contra nuestros


corazones. No obstante, el príncipe de las tinieblas no podrá dominarnos si nuestra
defensa es toda la armadura de Dios, si oramos, si conocemos bien la Biblia y si
somos guiados por el Espíritu Santo. ¡Gracias a Dios por la victoria que él nos ha
dado en Cristo Jesús! Completa el siguiente versículo de Apocalipsis 12.11: “Y ellos
le han vencido por medio de la (48)____________ del Cordero y de la palabra
del (49)____________________ de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la
muerte”.

Capítulo 2
Diversidad de operaciones por el Espíritu Santo
La Biblia nos enseña en 1 Corintios 12.6 que hay diversidad de operaciones del
Espíritu de Dios, pero el Espíritu Santo es el mismo. Busca los siguientes versículos
y escribe la operación del Espíritu Santo que aparece en cada uno de
ellos. Operación quiere decir la obra que el Espíritu Santo hace.

  (1)
  Génesis 1.2: ______________

  (2)
  2 Pedro 1.21: ______________

  (3)
  Juan 16.8: ______________

  (4)
  Juan 3.5: ______________

  (5)
  1 Corintios 12.13: ______________

  (6)
  1 Corintios 6.19: ______________

  (7)
  Juan 14.26: ______________

  (8)
  Hechos 1.8: ______________

  (9)
  Hechos 13.2: ______________

(10)
  Apocalipsis 2.7: ______________

(11)
  Hechos 8.29: ______________

(12)
  Juan 15.26: ______________

(13)
  1 Juan 3.24: ______________

(14)
  Juan 14.16: ______________

(15)
  Romanos 8.26: ______________

(16)
  Gálatas 5.22–23: ______________

(17)
  1 Corintios 12.11: ______________

(18)
  2 Corintios 3.18: ______________

(19)
  Juan 16.14: ______________

(20)
  2 Corintios 3.17: ______________

El Espíritu Santo también nos ayuda a crecer en la vida cristiana y nos cambia de
gloria en gloria a la imagen de Cristo (véase 2 Corintios 3.17–18). Es cierto que
somos hechos perfectos por medio de la sangre de Cristo y que también somos
justificados en él al convertirnos a su fe. Sin embargo, nosotros tenemos que
permanecer fieles y en toda obediencia a la palabra de Dios para que por medio de
la misma Cristo nos pueda perfeccionar mucho más por la operación del Espíritu
Santo en nuestras vidas. El pecado impide y destruye la operación del Espíritu
Santo.

¡Gloriosas y maravillosas son las operaciones de Dios en nosotros!

La plenitud del Espíritu Santo


Aquí vemos algunas cosas que se refieren al Espíritu Santo y que tienen que ver con
recibir su plenitud. ¿Cómo es que nosotros recibimos la plenitud del Espíritu Santo
en nuestras vidas? Alrededor del círculo vemos ocho símbolos bíblicos del Espíritu
Santo. El Espíritu Santo nos llena como un río. Además, él hace su nido en nuestro
corazón trayendo su paz como lo hace una paloma. Él es ese viento que sopla en
nuestro ser y que nos da aliento de vida. El Espíritu Santo es como el árbol
plantado en nuestras vidas que produce el fruto espiritual que otros ven en
nosotros. Es una espada que nos defiende de los enemigos espirituales de la
maldad. Él es el divino huésped que mora en nuestro templo o personalidad. Su
aceite mantiene una llama de fuego en nosotros que no se apaga en nuestros
espíritus.

En el centro del dibujo aparecen los cuatro requisitos para la plenitud del Espíritu
Santo en nuestro ser. Veámoslos:

Entender que tener la plenitud del Espíritu Santo es parte de la vida


cristiana. Esto constituye un mandato de la palabra de Dios: “Sed llenos del
Espíritu” (Efesios 5.18). La vida cristiana no es una vida débil ni mucho menos
muerta. Cristo nos prometió: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia” (Juan 10.10). Abundancia significa “gran cantidad o
número de cierta cosa”.

Rendir nuestro cuerpo y mente a Dios como un sacrificio vivo. Este debe ser el


camino constante del discípulo del Señor (véase Romanos 12.1–2). El hombre
comprado por la sangre de Cristo es un hombre rendido al Señor, vive en
arrepentimiento, es leal y completamente sumiso en toda obediencia a su
Salvador. Si estamos en esa condición entonces somos transformados del mundo de
vanidad y orgullo al reino del Hijo de Dios.

Vaciar nuestra voluntad de todos los obstáculos o estorbos es un paso consciente y


diario en la vida cristiana. Si amamos más a cualquier otra cosa o persona que a él
entonces el Espíritu Santo no podrá llenarnos porque ya estamos llenos de otras
preocupaciones. Debemos confesar todo pecado y dejar todo obstáculo que impida
nuestra sanidad espiritual. El hombre que ama la música mundana, los programas
de televisión o el entretenimiento mundano ya tiene su copa llena de cosas que
impiden la plenitud del Espíritu de Dios en su vida (véase Santiago 4.4).
Pedir el poder espiritual de Dios deberá ser una oración constante para el hijo de
Dios (véase Lucas 11.13). El cristiano tiene al Espíritu de Dios desde el momento de
su conversión (véase Romanos 8.9; Efesios 1.13; 1 Corintios 12.13), y la plenitud
del poder del Espíritu Santo es un privilegio dado continuamente a los hijos de Dios
(véase Hechos 4.8; 4.31). ¡Gracias a Dios por la vida de plenitud y abundancia que
él nos ha dado en el Espíritu Santo! Si tú aún no tienes esta plenitud del poder del
Espíritu Santo en tu vida entonces pídela a Dios en el nombre de Jesucristo nuestro
Salvador y él te la dará.

Símbolos de nuestra vida en el Espíritu Santo


En el dibujo que se encuentra en la página 16 vemos ocho símbolos bíblicos de la
plenitud del Espíritu Santo. Por ejemplo, la Biblia nos enseña que la vida espiritual
en el ser interior del cristiano es como un río de agua viva. Este río fluye y rebosa
en nuestro interior para refrescarnos y llenarnos.

Además, el Espíritu Santo es como el aceite santo de olivo que usaba el sacerdote
en el tabernáculo para llenar la lámpara. Cuando oramos y meditamos diariamente
en la palabra de Dios ese aceite santo o unción de arriba nos llena (véase 1 Juan
2.27). En Mateo 25.8 vemos qué pasa con las personas que permiten que ese aceite
escasee en sus vidas: ¡Sus lámparas se apagan!

Nuestro corazón es como un altar. En este altar nosotros debemos mantener vivas
las llamas de fuego santo que nos purifican por medio del Espíritu Santo y la Biblia.
Es imposible ser espirituales sin ser bíblicos (véase Levítico 10.1–2).

La palabra de Dios, que es la espada del Espíritu Santo, es nuestra arma más
poderosa para defendernos contra el enemigo de nuestras almas. Nuestro Salvador
usó esta arma para rechazar las tentaciones de Satanás (véase Mateo 4.1–11).

Nuestra vida es también como un árbol que da el fruto del Espíritu Santo. Si
nosotros estamos plantados a la orilla del río del agua viva entonces nuestras vidas
producirán muchos frutos espirituales para la gloria de Dios (véase Salmo 1.3;
Gálatas 5.22–23).

Desde hace muchos años la paloma representa la paz en casi todas las naciones. El
Espíritu Santo descendió sobre Jesús en forma de una paloma (véase Mateo 3.16).
Él desciende sobre cada creyente verdadero y hace un nido en su corazón trayendo
una paz interior que sobrepasa todo entendimiento humano.

En Juan 3.8 Jesús compara al Espíritu Santo con el viento. El viento es invisible y
fuerte, y siempre está más allá del control del hombre. Así es el Espíritu Santo. No
lo vemos, pero experimentamos su poder en nuestras vidas si nosotros se lo
permitimos. Tampoco podemos sujetar al Espíritu Santo a que se adapte a nuestras
ideas; más bien tenemos que rendirnos a él.

Nuestro corazón es el templo del Espíritu Santo. Él quiere morar en nosotros y


transformarnos a la imagen de Cristo Jesús para darnos crecimiento espiritual
(véase 2 Corintios 3.17–18). Este proceso se desarrolla hasta que el cristiano se
hace más y más semejante al carácter y la mente de Cristo (véase Efesios 4.12–15;
1 Juan 3.2; Filipenses 2.5).

Si en realidad nuestro corazón es un templo del Espíritu Santo entonces nosotros


debemos asegurar que todas las habitaciones del mismo estén bajo el control
absoluto del Divino Huésped. Nuestros ojos no deben codiciar las modas del mundo
así como tampoco deben deleitarse en observar las películas del cine o de la
televisión. Nuestros oídos no deben estar escuchando a voluntad la música
mundana ni tampoco ser parte de las conversaciones donde el chisme y lo profano
abunda. Nuestra boca debe dar alabanzas a Dios en todo momento. No debemos
permitir que nuestra lengua se mueva sin que el Maestro la controle. Nuestro
deseo debe ser el de cantar himnos y cánticos espirituales que glorifiquen al Señor
de nuestra fe. De tal testimonio se agrada Dios. Esto prepara a nuestras almas para
recibir la plenitud del Espíritu Santo en nuestras vidas (véase Efesios 5.18–20).

La plenitud del Espíritu Santo en la vida del cristiano deberá ser algo que suceda
día tras día. Lee Efesios 1.13; 3.19; 5.18.

Si tú no tienes esta plenitud entonces pídela a Dios y sigue sus requisitos


cumpliendo con todos.

Capítulo 3

El fruto del Espíritu Santo


El propósito de la vida cristiana es prepararnos para la vida eterna en los cielos. Es
por eso que el pecador debe confesar sus pecados y recibir al Salvador. A partir de
ese momento es que esa persona se convierte en un santo del Señor. La vida del
cristiano consiste en vivir una vida en santidad. “Seguid la paz con todos, y la
santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12.14). Esto quiere decir que el
cristiano puede crecer en la santidad a medida que su vida cristiana madura en el
Espíritu Santo.

Cuando nosotros nos hacemos cristianos es porque Cristo el Hijo de Dios ha entrado
a morar en nuestro corazón. Es por eso que el progreso en la vida cristiana consiste
en llegar a ser semejantes a él: “A fin de perfeccionar a los santos para la obra del
ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la
unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la
medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4.12–13).

Por esta razón todo el fruto del Espíritu Santo es con el objetivo de desarrollar la
imagen de Cristo en nuestra vida. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo
también en Cristo Jesús” (Filipenses 2.5). “Mirando a cara descubierta como en un
espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma
imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3.18).

El trabajo de la iglesia y la obra del Espíritu Santo consisten en ayudar al cristiano


a crecer y madurar en el proceso de esta transformación. “Hijitos míos, por
quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”
(Gálatas 4.19). “Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él,
porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se
purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3.2–3).

Una descripción del Señor (fruto, bienaventuranzas,


especias)
El número nueve es el número simbólico del Espíritu Santo. (Siete es el número del
Padre porque completó la creación y descansó en el séptimo día. Ocho es el
número del Hijo de Dios; él resucitó el octavo día, el día del Señor.) En la Biblia
aparecen algunas descripciones del fruto del Espíritu Santo: las características de
Gálatas 5.22–23, las nueve bienaventuranzas del Sermón del Monte en Mateo 5.3–
12 y las nueve especias del huerto de Dios en Cantares 4.12–16. Estas tres series de
nueve forman una descripción de la mente del Salvador.

En Gálatas 5.22–23 se nos muestra la lista del fruto del Espíritu Santo. Estas nueve
características corresponden con las nueve bienaventuranzas del Sermón del
Monte. Las dos porciones describen bien el carácter del Salvador: amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.

El Sermón del Monte (Mateo 5, 6, 7) comienza con la descripción del alma


bienaventurada de aquel que es hijo de Dios: amoroso, lleno de fe, manso,
bondadoso, benigno, limpio, pacífico, paciente y gozoso en medio de la
persecución. ¡Es nada menos que la descripción de la imagen de Cristo en el
cristiano!

¿Por qué dice “fruto” del Espíritu?


Un fruto es algo que crece y se desarrolla partiendo desde la semilla, luego pasa a
la raíz, al tronco, las ramas, las flores y por último se convierte en lo que
llamamos el fruto. Así es la obra del Espíritu Santo dentro de nuestras vidas.

Todo comienza con la siembra de la semilla de la palabra de Dios en nuestros


corazones y continúa hasta que la misma da el fruto espiritual para lo cual fue
sembrada. La cosecha que Dios espera recoger es el carácter cristiano que se
desarrolla y madura siendo lleno del Espíritu Santo y guiado por él. Nuestro
Salvador quiere reproducir dentro de nosotros su “naturaleza divina”. “Nos ha
dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser
participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en
el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1.4).

El Sermón del Monte comienza en Mateo capítulo 5 mostrándonos cómo debe ser el
carácter del cristiano y lo hace por medio de las nueve bienaventuranzas. Este
mensaje tan poderoso y cautivador concluye en Mateo capítulo 7 con las palabras
tan definitivas y enfáticas del Señor: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7.16).
La prueba del cristianismo verdadero siempre es el fruto de la semejanza del
carácter de Dios en la vida de los cristianos.
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen,
haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;
para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5.44–45).

No sería lógico escoger a un árbol malo y colocar en él buenos frutos. El fruto nace
de la savia que está dentro del árbol. ¡El fruto artificial no se puede comer! En
nuestra experiencia espiritual el crecimiento del fruto tiene su origen en el
Espíritu Santo que mora en nuestro espíritu y echa raíces, ramas, flores y frutos.
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos (...). Será como
árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo” (Salmo
1.1, 3).

Jesús nos protege de los falsos profetas


Hoy en día vivimos en un mundo lleno de violencia e impureza. Sin embargo, el
mundo de hoy es muy parecido al mundo antiguo de los días de Noé.

En Génesis 6.5 se nos enseña que el mundo antediluviano enojó a Dios porque
“todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente
el mal”. Aquel mundo corrompido estaba lleno de impureza y violencia (véase
Génesis 6.11).

En la actualidad existen muchos que profesan ser “cristianos” y que pretenden ser
“creyentes” por medio de sus palabras, pero no viven vidas que demuestran que
están siguiendo al Salvador. Ellos están involucrados en la corrupción, la
fornicación, el divorcio, el adulterio y otras impurezas que junto con los muchos
males sociales han hecho que este mundo sea tan perverso y pecador como lo llegó
a ser en el tiempo antiguo. La Biblia nos enseña claramente: “Bienaventurados los
de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5.8).

También los falsos profetas de nuestros días pretenden hacer muchos “milagros” y
tener “dones espirituales” como lo hicieron en la antigüedad. No obstante, ellos
mismos participan en la guerra, se involucran en la política, pelean entre ellos
mismos y viven entregados a la violencia. A tales personas dirá nuestro Señor:
“Nunca os conocí” (Mateo 7.23).

Si todos nosotros hacemos un estudio minucioso de las porciones de la Biblia que


describen los dones del Espíritu Santo nos vamos a dar cuenta que las mismas casi
siempre están acompañadas por la descripción del fruto del Espíritu Santo. Pienso
que uno de los objetivos de esta revelación es a causa de que es fácil falsificar los
“dones”, ¡pero es imposible falsificar el fruto! En Mateo 7 del versículo 15 al 23 se
describe cómo vienen los falsos profetas que pretenden tener muchos “dones
milagrosos”, pero que no conocen a Cristo. Jesús nos dice que nosotros vamos a
conocer a tales profetas por los frutos de su vida. También vemos otra advertencia
en 1 Corintios en los capítulos 12 y 14. Aquí se describen las instrucciones y los
beneficios de los dones espirituales en la iglesia. No obstante, también se nos
muestra una descripción de los desórdenes en la práctica de los dones cuando los
mismos no son controlados por el Espíritu Santo. Nosotros debemos reconocer
cuando un don proviene del Espíritu Santo de Dios y cuando proviene de otros
espíritus engañadores. Jesús nos enseñó que por sus frutos los podíamos conocer.
Además, la palabra de Dios nos instruye a que probemos los espíritus (véase 1 Juan
4). El verdadero don del fruto del Espíritu Santo se muestra en la manifestación del
amor. Esta definición se puede encontrar en 1 Corintios 13.

En la actualidad existen varios grupos religiosos que pretenden tener los “dones”,
pero sus vidas testifican que les falta el fruto del Espíritu Santo.

La iglesia es el huerto de Dios


En Isaías 5.1–7 se describe al pueblo de Dios como la viña del Señor. Una viña casi
siempre tiene cercas para proteger la misma y quizá hasta torres para el atalaya.
En Juan 15.1–8 se describe a Cristo como nuestra Vid y a nosotros como los
pámpanos que llevan fruto. En 1 Corintios 3.6–9 se describe a la iglesia como una
labranza que es sembrada y regada por Dios, quien es el que le da el crecimiento.

En Eclesiastés 2.4–6, Salomón describe sus viñas, sus huertos y sus jardines que
fueron sembrados con árboles de toda clase de fruto y regados por corrientes de
agua. También en Cantares 4.12–16 el propio Salomón hace una comparación que
se relaciona mucho con la iglesia. Aquí se da la idea del huerto con nueve especias
y frutos rodeando una fuente y un pozo de aguas vivas.

Cuando el cristiano piensa en estas cosas debe animarse a cuidar bien su corazón
(véase Proverbios 4.23). Nuestro corazón es el huerto espiritual de Dios. La fuente
de agua viva es el Espíritu Santo obrando en nuestro ser interior (véase Juan 4.13–
14; 7.37–39). El Espíritu Santo es quien riega cada rincón del huerto de Dios en
nuestros corazones. Cada parte de este huerto tiene su flor o árbol con frutos lo
cual es un símbolo del aspecto espiritual del fruto del Espíritu Santo en nuestras
vidas.

Nosotros también podemos decir que el huerto de Dios es la iglesia del Señor.
Entonces ese viento que sopla sobre el huerto, que es la iglesia, hace que el fruto
de la misma se madure. Por tanto, ese viento no podría ser otra cosa que el
Espíritu Santo que da el aliento de Dios a todas las cosas (véase Juan 3.8; Cantares
4.16). El huerto de Dios siempre está bien protegido con cercas y torres. Muchas
veces estas cercas y torres son las normas bíblicas que protegen a las plantas bajo
la protección de la palabra de Dios contra las bestias silvestres del mundo carnal.
Una iglesia sin normas basadas en los principios bíblicos sería como un huerto
abandonado.

En Cantares 2.4 se habla de una de estas torres del huerto de Dios: “Me llevó a la
casa del banquete, y su bandera sobre mí fue amor”. Era la costumbre de esa
época tener palacios en los huertos donde el rey podía tener un dulce
compañerismo con sus amigos especiales. Aquí se habla en el sentido espiritual y
se dice: “Gozo es la bandera que ondea en el mástil del palacio cuando el Rey está
presente”.
Los especialistas en la botánica nos dicen que cada especia o fruto de Cantares
4.12–16 tiene una cierta propiedad. Vamos a comparar estas especias con los
nueve frutos de Gálatas 5.22–23.

Granado. Produce una fruta que simboliza el amor. Tiene muchas semillas; es


refrescante y vigorizante. Contiene una medicina que destruye a los parásitos.
“Mas el fruto del Espíritu es amor” (Gálatas 5.22).

Alheña. Simboliza el gozo. El arbusto de alheña produce fragantes flores blancas.


De esta planta los antiguos hacían un perfume raro y dulce. El gozo del Señor es
como un perfume agradable que rodea nuestra vida entera. “El gozo de Jehová es
vuestra fuerza” (Nehemías 8.10). (Véase Gálatas 5.22 para gozo.)

>Nardo. Es un arbusto medicinal. De su raíz se saca un ungüento aromático para


calmar las inflamaciones. También tiene propiedades preservativas. El nardo
simboliza la paz que calma nuestras emociones turbadas y que también sirve como
antiséptico contra la putrefacción y serena los malestares de la ansiedad. “La paz
de Dios gobierne en vuestros corazones” (Colosenses 3.15). (Véase Gálatas 5.22
para paz.)

Azafrán. Es una florcita muy pequeña que es capaz de colorar y enriquecer grandes
cantidades de arroz cuando se muele y se mezcla en la comida. Se ha usado
también como laxante y para limpiar los venenos del cuerpo. Simboliza la
paciencia porque un poco de paciencia da buen sabor a toda la vida y nos guarda
de los venenos del enojo y los rencores. “Mas tenga la paciencia su obra completa”
(Santiago 1.4). (Véase Gálatas 5.22 para paciencia.)

Caña aromática. Es una planta muy suave. De ella se saca un ungüento para
disminuir las inflamaciones en el cuerpo. Simboliza la benignidad que sana
nuestras heridas. “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos,
perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”
(Efesios 4.32). (Véase Gálatas 5.22 para benignidad.)

Canela. Es la cáscara de un árbol que tiene propiedades antibióticas: destruye las


bacterias y disminuye las infecciones en el cuerpo. De ahí que la misma simbolice
la bondad que domina y vence a la maldad. “Vence con el bien el mal” (Romanos
12.21). (Véase Gálatas 5.22 para bondad.)

El árbol de incienso. Produce como una goma que se disuelve en alcohol y se


quema para darle un ambiente agradable a cualquier lugar. En la Biblia simboliza
la fe y su acción es la oración que asciende al mismo trono de Dios. “Otro ángel
vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho
incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que
estaba delante del trono” (Apocalipsis 8.3). (Véase Gálatas 5.22 para fe.)

Mirra. Es un polvo medicinal extraído de la goma que produce una planta pequeña.
Para sacar la misma se corta la cáscara de la planta. Cuando su cáscara es cortada
entonces esta planta echa una goma que fluye y que se utiliza para curar las
heridas. La mirra simboliza la mansedumbre del pueblo de Dios. El pueblo de Dios
ha sido perseguido y maltratado durante casi toda la historia del mismo, pero
siempre se ha mantenido manso y amoroso (aun con los propios enemigos). La
mirra contiene un poderoso antibiótico para combatir a las bacterias. El agresivo
conquistador nunca va a heredar la tierra, sino que: “Bienaventurados los mansos,
porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5.5). (Véase Gálatas 5.23 para
mansedumbre.)

Aloe.1 Es una planta medicinal que cura las quemaduras de la piel y los males del
estómago. El extracto curativo se halla en las hojas que a su vez son protegidas por
una cáscara tiesa con espinas. Esta planta simboliza la templanza que es una
cualidad esencial en la persona y que nos enseña a dominarnos a nosotros mismos.
“Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre” (1 Corintios 9.27). (Véase Gálatas
5.23 para templanza.)

Nosotros tenemos que darle gracias a Dios por todo el buen fruto que él ha
producido en su huerto para nuestro beneficio físico y espiritual. Tanto el cultivo
como la cosecha de tales remedios ayudan a mantener a la iglesia pura, pacífica y
sin mancha en medio de un mundo lleno de impureza y violencia.
“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”
(Mateo 5.9).

Por otra parte, un buen resumen del fruto del huerto espiritual de Dios se
encuentra en Santiago 3.17–18: “Pero la sabiduría que es de lo alto es
primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de
buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en
paz para aquellos que hacen la paz.”

“Soplad en mi huerto, despréndanse sus aromas. Venga mi amado a su huerto, y


coma de su dulce fruta” (Cantares 4.16). ¡Amén!

Capítulo 4

Los dones
A continuación aparece una lista de los quince dones. Usando la lámina, escribe
una “Ñ” si es un don de señal; una “E” si es de enseñanza y una “S” si es de
servicio.

  (1)  
profecía______________

  (2)  
exhortación______________

  (3)  
administración______________

  (4)  
milagros______________

  (5)  
misericordia______________

  (6)  
palabra de ciencia______________
  (7)  
interpretación de lenguas______________

  (8)  
fe______________

  (9)  
ayuda______________

(10)  
discernimiento de espíritus______________

(11)  
sanidades______________

(12)  
enseñanza______________

(13)  
repartimiento______________

(14)  
palabra de sabiduría______________

(15)  
diversos géneros de lenguas______________

Mal interpretaciones en cuanto a los dones


Los dones del Espíritu Santo son siempre secundarios en importancia en
comparación con el fruto del Espíritu Santo. Esto lo hemos visto en cada porción
de la Biblia donde aparece un contraste entre los dones y el fruto del Espíritu
Santo.

Por ejemplo, en el Sermón del Monte Jesucristo explica que los falsos profetas
vendrán exaltando los dones, pero que carecerán del testimonio del fruto
espiritual en sus vidas. El Señor menciona específicamente los dones de profecía,
echar fuera a los demonios, milagros (de sanar y otros) y la práctica emocionante
de usar las vanas repeticiones cuando se ora. Este engaño domina a muchos grupos
religiosos carismáticos en la actualidad.

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el
que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel
día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé:
Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7.21–23).

Siempre la prueba verdadera de la espiritualidad es la conformidad y obediencia a


la palabra de Dios. Muchos de los grupos religiosos de hoy que ponen un énfasis
extremo en los dones practican cosas que el Nuevo Testamento prohíbe. Ellos
confunden la emoción con la espiritualidad; hacen una bulla desagradable y hasta
dan gritos durante el culto. Esto está prohibido en el Nuevo Testamento (véase 1
Corintios 14.32–33, 40). Ellos permiten que las mujeres prediquen y eso también
está prohibido en el Nuevo Testamento (véase 1 Corintios 14.34–35 y 1 Timoteo
2.11–12). Ellos no les enseñan a sus mujeres a cubrirse con un cubrimiento
cristiano como también lo instruye el Nuevo Testamento (véase 1 Corintios 11.2–
16). Ellos permiten el divorcio y el adulterio (véase Mateo 19.3–9 y 1 Corintios
7.10–11, 39). Sin embargo, todos ellos se jactan de tener los “dones” y de ser más
espirituales que nadie.

Cristo enseña claramente que los que practican los “dones” sin tener el fruto del
Espíritu Santo y sin obedecer a la palabra de Dios se están engañando a sí mismos.
Él les dirá: “Nunca os conocí” (Mateo 7.23). El Señor nos enseña que por sus frutos
los conoceremos (véase Mateo 7.16).

Por todo lo antes expuesto, nosotros consideramos que es muy necesario entender
la doctrina de los dones del Espíritu Santo. Una vez más planteamos que podemos
verificar la autenticidad de los dones por medio de la presencia del fruto del
Espíritu Santo en la vida del creyente. Al notar cuidadosamente las porciones de la
Biblia que nos enseñan acerca de los dones nosotros vemos que casi siempre las
mismas se refieren también al fruto del Espíritu Santo en la vida del creyente.

El propósito de los dones del Espíritu Santo es siempre para la edificación de la


iglesia. En 1 Corintios 14.26 se nos dice: “Hágase todo para edificación”. En Efesios
4.12 se nos explica que todos los dones deben tener este propósito: “Perfeccionar
a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”.

Si alguien desea practicar algún “don” que no edifica a la iglesia entonces él debe
callarse en la congregación y practicarlo en casa (véase 1 Corintios 14.27–28). La
Biblia nos habla del don de lenguas, pero le da más énfasis al don de la profecía
(véase 1 Corintios 12.28–30 y 1 Corintios 14). El don de lenguas es de menos
importancia porque cinco palabras entendidas son mejores que 10.000 en lengua
desconocida (1 Corintios 14.19).

Si estudiamos bien las seis porciones de la Biblia que se refieren a los dones del
Espíritu Santo nosotros vamos a notar que ningún don es recibido por la voluntad
del que lo recibe, sino que es un regalo de Dios según él lo dispone. “Pero todas
estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular
como él quiere” (1 Corintios 12.11). A nosotros se nos confirma esta verdad en
Hebreos 2.4 cuando se refiere a la distribución de los dones por parte de Dios y
dice: “Y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad”.

En este caso sería incorrecto demandar que Dios nos dé cierto don tan sólo porque
otro lo tiene. Eso pudiera ser envidia. Es cierto que es bueno desear y procurar los
dones para edificar a la iglesia, pero sólo según la voluntad de Dios y nunca por
nuestra propia voluntad. Los hombres esperan; Dios reparte. Existe un gran peligro
cuando los hombres comienzan a fabricar los “dones” de acuerdo con el propio
espíritu de ellos o (peor aun) del espíritu del diablo. Tú tienes que contentarte con
los dones que Dios te ha dado para la gloria y honra suya solamente. No debes
fabricar dones falsos para tu propia alabanza.

Además, nosotros debemos escuchar la advertencia del Señor en cuanto a los que
piden señales. Jesucristo nos enseña que: “La generación mala y adúltera demanda
señal” (Mateo 12.39). Por esa razón existen varios grupos religiosos que
constituyen un peligro para la fe cristiana debido a su constante demanda de
señales. Es cierto que Dios puede sanar a los enfermos y una prueba de ello se
encuentra en Santiago 5.14–18. Sin embargo, no aparece ninguna promesa en la
Biblia que afirme que Dios siempre sanará a los enfermos. Por ejemplo, el joven
Timoteo no se mejoraba de sus enfermedades estomacales (véase 1 Timoteo 5.23).
Lucas era “el médico amado” y ello nos muestra que también nosotros podemos
recurrir a los médicos cuando tenemos alguna enfermedad.

Otro engaño que se practica entre los que les dan más énfasis a los “dones” que a
los frutos del Espíritu Santo es la opinión de que todos deben hablar en lenguas
milagrosas. En 1 Corintios 13.1 se nos dice que pueden existir lenguas que son
vanas, quizá por su falsedad, a causa de la carencia de la presencia del fruto del
amor. En 1 Corintios 12.30 se nos da la idea que no es necesario que todos hablen
en lenguas. Además, en 1 Corintios 14.27–28 se nos instruye que solamente dos o
tres pueden hablar en lenguas en la congregación y si no hay interpretación
entonces los que hablan deben callar. La Biblia dice: “calle en la iglesia” (1
Corintios 14.28). Es mejor no hablar que hablar sin ser entendido.
La persona y obra del Espíritu Santo (1ª parte)
El Espíritu Santo y la Santísima Trinidad
La importancia de aceptar la verdad revelada. Sería acertado volver a
leer el estudio sobre ?La Deidad? antes de emprender este estudio,
teniendo en cuenta dos consideraciones fundamentales: 1) Es imposible
que el raciocinio del hombre caído comprenda la naturaleza de la
Deidad, y ésta ha de ser revelada por medio del Hijo, el Verbo
encarnado, y por la iluminación del Espíritu Santo (Mt 11:25-27) (1 Co
2:10-16). 2) Los Apóstoles aprendieron el misterio de la Trinidad, no
por declaraciones dogmáticas promulgadas por el Maestro, sino por
medio de su propia experiencia. En el estudio sobre la Persona de Cristo
subrayamos las reacciones de los discípulos al verse frente al Señor
cuando efectuaba obras nacidas de su autoridad divina, llegando ellos a
la convicción práctica de que Jesús de Nazaret era Dios manifestado en
carne. Análogamente, tenían experiencia de las operaciones del Espíritu
Santo durante el ministerio del Señor en la tierra, recibiendo después la
?promesa del Padre?. Después del Día de Pentecostés, la ?Promesa? fue
hecha realidad en su experiencia, hasta el punto de comprender ellos
muy claramente que el Espíritu Santo no era una mera influencia, sino
una Persona divina. Mucho antes de formularse la doctrina de la
Trinidad, los Apóstoles habían llegado a comprender por la experiencia
que el Dios Uno, del cual habían aprendido por medio del Antiguo
Testamento, no era ?monolítico?, sino que existía en tres Personas,
iguales en sustancia y en honor, pero con una distinción interna que
hacía posible el amor y la comunicación (Jn 1:1-3). De esta distinción
surgen diversas actividades, tal como notamos en el estudio sobre ?La
Deidad?. Recordamos que, según las referencias bíblicas, el Padre es
Fuente del pensamiento y de los planes del Trino Dios, siendo típico la
declaración del Maestro en (Hch 1:7) ?No os toca a vosotros saber los
tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad? (Mr
13:32). Con todo, es preciso recordar que a veces el Padre representa
el Trino Dios, y que los términos ?Dios? y ?Padre? pueden
intercambiarse (1 Co 1:1-3). El Hijo es el gran Mediador entre el Padre
y toda la creación, siendo el Agente para realizar los propósitos que
emanan del Padre, obrando en la esfera externa, que incluye cosas
visibles o invisibles para nuestra visión (Jn 1:1-3) (Col 1:15-20). Con
todo, hay textos que muestran que no hemos de pensar en ?
compartimientos estancos? cuando se trata de las actividades de las
Personas de la Santísima Trinidad, ya que ?Dios estaba en Cristo
reconciliando consigo el mundo, no tomándoles en cuenta a los
hombres sus pecados? (2 Co 5:19). El Espíritu Santo es también Agente
para efectuar los pensamientos divinos, pero obra interiormente,
vitalizando la palabra de Dios en todas las esferas.
El Espíritu Santo según la revelación del Antiguo
Testamento
En la obra de la creación

?El Espíritu de Dios se movía (o incubaba) sobre la faz de las


aguas? (Gn 1:2), llevando a su cabo la obra que cada ?palabra divina?
decretaba para adelantar las distintas etapas de la creación. Alguna
traducción moderna traduce la frase hebrea por ?viento?, y si bien es
verdad que el sentido básico de ?ruah? es viento, o soplo, la luz
conjunta de las Escrituras indica en este contexto la obra vitalizadora
del Espíritu de Dios. Aguas y tierra habían de llenarse de vida,
culminándose el proceso de la creación en la del hombre hecho a
imagen de Dios, con el fin de controlar la vida vegetal y animal de este
mundo. Hagamos una distinción entre la vitalización amoral del Espíritu
(es decir, sin implicaciones morales), lo que hace crecer la planta más
humilde, dando su fuerza también a las fieras, etc. (Sal 104:30), y su
obra en seres conscientes que necesitan someter su voluntad a los
impulsos del Espíritu. Donde existe oposición voluntaria a la obra del
Espíritu, éste sigue obrando en la esfera natural, pero no es
responsable por la rebeldía, que surge de la libertad moral del hombre,
bajo los impulsos del mal.

El Espíritu Santo y la creación del hombre

(Gn 1:26) anuncia el propósito de Dios en cuanto al género humano, y


los versículos siguientes constatan el cumplimiento del plan en sus
líneas generales. Desde (Gn 2:4) la esfera se limita al Huerto de Edén,
y la creación se describe en términos apropiados a Adán y Eva. La
declaración de (Gn 2:7) es de gran importancia y significado. Dios ?
formó? al hombre, polvo de la tierra, o sea, le dio una constitución
relacionada con la naturaleza. Luego ?sopló en su nariz aliento de vida?
por una iniciativa especial, lo que dio al hombre su carácter
determinativo de ?ser espiritual?. Los animales también son ?seres
vivientes?, pero no se halló entre ellos ninguno que podía ser
compañero del ?hombre del espíritu?. He aquí una obra especialísima
del Espíritu Santo: comunica el ?soplo? de Dios, en virtud de la cual ?
Dios es Dios de los espíritus de toda carne (hombre)? y ?lámpara de
Jehová es el espíritu del hombre? (Nm 16:22) (Pr 20:27) (Zac 12:1).
Pese a su enlace físico con la naturaleza, el hombre es un ser espiritual,
igual que la creación angelical, y por lo tanto pertenece a una categoría
más elevada que la de un mero ?homo sapiens?. El pecado rompió la
comunión íntima con Dios, que se mantenía por el Espíritu Santo, y que
debiera caracterizar al hombre en su plenitud. No vuelve a gozarse de
la consumación de su ?hombría? hasta que sea ?bautizado con Espíritu
Santo?: obra culminante del Mesías, como veremos más abajo.

El Espíritu Santo y la profecía


Es evidente la relación entre la Palabra de Dios y el Espíritu Santo. El
Maestro subrayó la importancia de (Dt 8:3), al insistir en lo escrito: ?No
sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca
de Dios? (Mt 4:4). Dios se comunica mediante su Palabra, que,
vitalizada por el Espíritu Santo, es medio de vida para el ser humano.
Por eso el ministerio profético es una obra típica del Espíritu Santo, algo
ya conocido por Moisés y la gente de su tiempo, puesto que, frente a
los recelos de Josué, el caudillo dijo: ?¿tienes tú celos por mí? ¡Ojalá
todo el pueblo de Jehová fuese profeta y que Jehová pusiera su Espíritu
sobre ellos!? (Nm 11:29). En un momento crítico del reinado de Asa ?
Vino el Espíritu de Dios sobre Azarías, hijo de Obed, y salió al encuentro
de Asa y le dijo: Oídme Asa y toda Judá y Benjamín...?. El mensaje del
profeta, inspirado por el Espíritu, produjo una reforma en el pueblo que
se sometió a la Palabra (2 Cr 15:1-19). Otro incidente parecido se halla
en (2 Cr 20:14-30) donde se enfatiza la obra del Espíritu en la profecía.
Lo mismo se reconoce en las extrañas ?consultas? que precedieron la
derrota de Acab en Ramot de Galaad (1 R 22:1-28). Los profetas de los
libros Isaías a Malaquías no se apresuran a reclamar la potencia del
Espíritu para todos sus oráculos, quizá por el deseo de distinguirse de
los falsos profetas, tan dados a fingir éxtasis sobrenaturales, pero
Ezequiel repite frecuentemente: ?Entró el Espíritu en mí y me afirmó
sobre mis pies, y oí al que me hablaba...? (Ez 2:2). Normalmente los
profetas son fieles siervos de Dios, declarando Amós: ?No hará nada
Jehová el Señor sin que revele su secreto a sus siervos los
profetas? (Am 3:7), pero en el caso de Balaam hallamos a un hombre,
llevado por sórdidos móviles de interés propio, quien tiene que declarar
la Palabra de Dios por el impulso incontestable del Espíritu soberano: ?
Vio a Israel alojados por sus tribus, y el Espíritu de Dios vino sobre él...
y dijo...? (Nm 24:2). Al iniciarse la monarquía en Israel el pueblo
preguntó: ?¿Qué le ha sucedido al hijo de Cis? ¿Saúl también entre los
profetas??. El caso de Saúl es enigmático, pero, tempranamente,
después de su unción por Samuel, podría haber estado en comunión
con el Señor. De todas formas, lo que nos interesa es la obra del
Espíritu Santo, puesto que, según las señales dadas anteriormente por
Samuel, ?El Espíritu de Dios vino sobre él con poder y profetizó...? (1 S
10:5-11).

Distintas actividades del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento

Toda actividad ordenada por Dios, operando dentro de las vidas de los
hombres, procede del Espíritu Santo. Veremos más tarde la tremenda
importancia del Día de Pentecostés, pero el nuevo modo de operar el
Espíritu desde aquella fecha trascendental no debería cegarnos a su
obra durante el Antiguo Régimen y durante el ministerio terrenal de
Cristo. La Divina Persona es siempre igual y nada se realiza en ninguna
época sin su potencia y vitalización. No se nos dice mucho de su
operación silenciosa e interior, pero podemos estar seguros, por
ejemplo, de que la fe de Abraham y la visión y constancia de José no
habrían sido posibles sin la ayuda del Espíritu Santo, y lo mismo rige en
cuanto a todo adelanto del plan de Dios. En cuanto a referencias
directas, el Espíritu se menciona en relación con ciertas obras llevadas a
cabo por medio de los instrumentos que Dios elegía, y se nota una
amplia gama de ministerios. Recibimos la impresión de que los
instrumentos fueron investidos por el Espíritu para el cumplimiento de
su misión especial, que podría ser de menor o de mayor duración. Esto
no anula la bendición que el siervo de Dios podría recibir,
simultáneamente, como individuo.

a) Los jueces. Estos eran campeones levantados por Dios para librar las
tribus de Israel de la opresión de ciertos enemigos vecinos, cuyo
dominio entrañaba una manifestación de los juicios de Dios frente a los
desvaríos del pueblo. Al manifestarse alguna señal de arrepentimiento
de parte de Israel, Dios proveía los medios para su liberación, ungiendo
por el Espíritu a hombres aptos para la tarea, quienes, posteriormente,
asumían cierto control de los asuntos nacionales. Después del
llamamiento de Gedeón leemos: ?Entonces el Espíritu de Jehová vino
sobre Gedeón y los abiezeritas se unieron con él?. Revestido de este
poder derrotó a los madianitas, algo parecido a lo que ocurrió con
Jefté (Jue 11:29). Hasta las manifestaciones de extraordinaria fuerza
física que caracterizaban la extraña obra de Sansón se atribuyen al
Espíritu Santo que venía sobre él (Jue 14:6,19) (Jue 15:14).

b) Los reyes. Cuando el establecimiento de la monarquía puso fin a la


confusión y anarquía de los días de los jueces, la unción del escogido de
Jehová tipificaba el don del Espíritu Santo para la realización de la obra
de pastorear el ?rebaño? del Señor. Los monarcas de Israel no habían
de ser déspotas, sino virreyes, ya que Jehová era Soberano de su
pueblo. Ya hemos notado el caso de Saúl, quién terminó por ser infiel a
los implicados de su unción. Cuando David confiesa un pecado horrible,
agravado porque había sido infiel a su labor de pastoreo, ruega al
Señor: ?No me eches de delante de ti y no quites de mí tu Espíritu
Santo? (Sal 51:11). Es probable que está pensando en el don del
Espíritu Santo que le capacitaba para llevar a cabo su misión como
pastor de su pueblo. Se había mostrado indigno de su alto cargo, pero
pidió misericordia con el fin de que el Espíritu Santo le utilizara aún para
el bien de Israel.

c) Los artesanos. Moisés había visto en el Monte el diseño de la obra del


Tabernáculo, pero le hacían falta artesanos y artistas para realizar lo
dispuesto en cuanto a la construcción de esta ?casa portátil? de Dios. Es
interesante notar que esta obra de artesanía fue inspirada por el
Espíritu según (Ex 31:3): ?Habló Jehová... he llamado por nombre a
Bezaleel... y yo le he llenado del Espíritu de Dios en sabiduría, en
inteligencia, en ciencia y en todo arte? (Ex 35:21,31). (Ex
35:21) muestra que el espíritu de Bezaleel mismo estaba dispuesto a la
tarea, lo que hizo posible las poderosas operaciones del Espíritu Santo,
al sacar adelante la obra simbólica que Dios había dispuesto hasta que
viniera el tiempo de la consumación de la obra por medio del Mesías.
Notemos que el Espíritu Santo, dentro de la voluntad de Dios, puede
obrar en asuntos científicos y artísticos.

El Espíritu y el Plan de Dios

Dios escogió a Abraham para ser ?padre de los fieles?, y sus


descendientes llegaron a formar la nación de Israel, el testigo de Dios
en la tierra (Gn 12:1-3). El pueblo escogido sólo pudo cumplir su
cometido por medio del Espíritu Santo, de quien se dice que ?los
pastoreó? (Is 63:14) y que les ?enseñó? (Neh 9:20). Lo triste fue que
los propósitos de Dios en su plenitud, sólo se llevaron a cabo por medio
de los hijos espirituales de Abraham, el Resto Fiel, ya que tantas veces
Dios testificaba al pueblo con su Espíritu por medio de los profetas, pero
no prestó oído, según el lamento de Esdras y de los levitas en (Neh
9:30). Con todo, se promete que, bajo el Nuevo Pacto, basado sobre la
Obra de la Cruz, el Espíritu renovará su obra en Israel, levantando
bandera contra sus enemigos (Is 39:19), recreando la nación ?
muerta? (Ez 37) y escribiendo las leyes en el corazón del pueblo. En la
conocida profecía sobre el Nuevo Pacto de (Jer 31:31-34) no se
menciona directamente al Espíritu Santo, pero la obra realizada es
típicamente suya. La profecía de (Jl 2:28-32), que Pedro citó en relación
con el Día de Pentecostés, tiene una primera referencia a la renovación
de Israel, como se ve por el estudio del contexto: ?Después de esto
derramaré mi Espíritu sobre toda carne y profetizarán vuestros hijos y
vuestras hijas... porque en el monte de Sión y en Jerusalén habrá
salvación?.

El Espíritu Santo y las profecías mesiánicas

La esperanza que ilumina el Antiguo Testamento se asocia con el


Mesías, el Ungido por Dios para llevar a cabo sus propósitos, no sólo en
relación con Israel, sino con miras al reino universal. Como es natural,
su misión se relaciona íntimamente con las operaciones del Espíritu
Santo. Así en el elocuente anticipo del Reino en (Is 11) leemos: ?Y
reposará sobre él (el Mesías) el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría
y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de
conocimiento y de temor de Jehová...?. En el oráculo de (Is 42:1-
2) hallamos expresiones que habrán de reflejarse claramente en el
bautismo del Señor: ?He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido,
en quien mi alma tiene contentamiento. He puesto sobre él mi Espíritu;
él traerá justicia a las naciones...?. Al anunciar el sentido de su obra
mesiánica en Nazaret el Señor habrá de utilizar la profecía de (Is 61:1):
?El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová:
me ha enviado para predicar buenas nuevas a los quebrantados...? (Lc
4:18-19). El tema se enlaza con el de las operaciones del Espíritu
durante el ministerio terrenal del Señor, que tratamos más abajo.
La clave del asunto

Advertimos una y otra vez del peligro de dogmatizar cuando se trata de


las relaciones que existen entre las Personas de la Santísima Trinidad,
que se basan en secretos que no podemos conocer. Parece evidente por
la lectura del Sal 139 (especialmente el versículo 7) que la
Omnipresencia de Dios se relaciona íntimamente con la Persona y Obra
del Espíritu Santo, exclamando David: ?¿Adónde me iré de tu Espíritu?
¿Y adónde huiré de tu presencia??. En todo el pasaje se identifica el
Espíritu con Jehová el Señor, el Creador de todas las cosas, a quien se
dirige el salmista.

La importancia de la Persona y Obra del Espíritu se resume en la


conocida declaración de (Zac 4:6) ?Esta es la palabra de Jehová a
Zorobabel que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu
ha dicho Jehová de los ejércitos?. La obra total de los siervos de Dios es
diversa, pero si no actúa del Espíritu Santo no queda más que la
cáscara de un pretendido servicio, algo que viene a ser carnal y nulo.

La persona y obra del Espíritu Santo en los Evangelios


El Mesías y el Espíritu Santo

Este epígrafe enlaza el ministerio terrenal de Cristo con las profecías


mesiánicas que acabamos de considerar. Antes de ver algunas
referencias típicas, será conveniente preguntar por qué se destaca tanto
la Obra del Espíritu Santo en el ministerio del Dios-Hombre, ya que éste
se hallaba revestido de toda autoridad para cumplirlo, puesto que el
Padre había puesto todas las cosas en sus manos (Mt 11:27) (Jn 13:3).
La pregunta es análoga a la que consideramos al ver que el Hijo-Siervo
no quiere hacer nada sin su Padre (Jn 5:19) (Jn 8:28,30), y no se trata
de que el Hijo sea incapaz de realizar su Obra, dentro de los términos
de su propia autoridad, sino que las referencias enfatizan la obra
conjunta del Trino Dios en todo. Ya hemos visto que la obra divina,
interna y subjetiva es propia del Espíritu Santo, y nada anula este
principio aun cuando el Hijo mismo se halla personalmente en el
mundo. En todo tiempo el Padre ordena, el Hijo realiza la obra externa
y el Espíritu Santo vivifica, armonizándose la obra divina de una manera
perfecta.

El Espíritu Santo y la concepción del Mesías

Ante los temores de José, el ángel le tranquiliza: ?No temas recibir a


María tu esposa, porque lo engendrado en ella del Espíritu Santo
es? (Mt 1:20). Esta declaración se amplia en el mensaje de Gabriel a
María misma: ?El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo
te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá,
será llamado Hijo de Dios? (Lc 1:35). La plenitud de Dios obra por
medio del Espíritu Santo en el misterio de la Encarnación.

El Espíritu Santo y el ungimiento del Mesías

Juan el Bautista conocía a Jesús como Hombre, pero la plena


comprensión de su misión le vino después del Bautismo: ?Y he aquí, se
abrieron los cielos y vio (Juan) el Espíritu de Dios que descendía como
paloma sobre él; y he aquí una voz de los cielos que decía: Este es mi
Hijo Amado, en quien tengo complacencia? (Mt 3:16-17) (Lc 3:21-
22) (Jn 1:29-34). Ya hemos notado que la Voz del cielo hace eco de la
profecía de (Is 42:1). Hubo perfecta armonía entre la voluntad del
Padre, la Obra del Siervo y la plenitud del Espíritu Santo que reposó
sobre él.

El Mesías justificado por el Espíritu (1 Ti 3:16)

Las obras del Mesías que evidencian las profundas operaciones del
Espíritu Santo le ?justifican? ante los hombres, que debían haber
percibido el carácter divino de lo que se hacía. El Maestro apela
especialmente a esto en (Mt 12:22-32) (y paralelos). Los rabinos
habían intentado explicar una manifestación de poder que echaba fuera
a demonios diciendo: ?Este no echa fuera demonios sino por Beelzebú,
príncipe de los demonios?. El Maestro contesta con lógica contundente:
en su loco afán por desacreditar a Jesús, los rabinos suponían que
Satanás destrozaba su propio reino, algo obviamente imposible, no
queriendo confrontarse con la verdadera solución que anuncia el
Maestro: ?Si yo por el Espíritu de Dios echo fuera a los demonios,
ciertamente ha llegado a vosotros el Reino de Dios?. No hace falta
multiplicar referencias, pues la misma lógica se aplica a todas las obras
de restauración y de vivificación, siendo el Mesías ?justificado por el
Espíritu?, según el hermoso himno que cantaban los creyentes del
primer siglo, que es como hemos de entender (1 Ti 3:16).

El Espíritu Santo y la obra culminante de la Cruz y de la


Resurrección

No tenemos plena luz sobre las distintas facetas de la obra de las


Personas de la Santísima Trinidad al llegar al gran Sacrificio y triunfo
sobre la Muerte, por la Obra del Calvario y del Día de la
Resurrección (He 9:26). La figura central es la del Dios-Hombre, a la
vez Víctima y Sacerdote; sin embargo, la obra realizada es del Trino
Dios, bien que nos conviene emplear expresiones prudentes, ya que
interviene el factor del juicio sobre el pecado que procedió del Trono de
Justicia para caer sobre el Sustituto. La referencia más directa a la obra
del Espíritu Santo en esta crisis se halla en (He 9:13-14): ?Porque si la
sangre de machos cabríos... santifican (ceremonialmente) para la
purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual
mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios,
limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios
vivo??. El título ?Espíritu Santo? aquí no lleva artículo definido, pero es
evidente que se trata de una ofrenda, presentada por Aquel que era a la
vez la Víctima inmaculada y el Sumosacerdote a los efectos de la
expiación del pecado, según el impulso del Espíritu eterno, ya que es
imposible hacer distinciones entre el ?Espíritu del Hijo? y el Espíritu
Santo de Dios. Aquí la dinámica infinita que hizo posible la derrota del
pecado y de la muerte se asocia con el Espíritu Santo.

Es más fácil ver el enlace entre la Resurrección de Cristo y la operación


del Vivificador, bien que el hecho no se declara muchas veces en tantas
palabras precisamente por ser tan obvio. En (Ro 1:3) hallamos estas
palabras: ?(Jesucristo)... declarado Hijo de Dios con poder, según (el)
Espíritu de Santidad.., por la resurrección de los muertos...?. De nuevo
falta el artículo definido, pero, como en el caso de (He 9:14), el Espíritu
de Santidad tiene que identificarse con el Espíritu Santo. El Espíritu de
vida es el que anima y utiliza el cuerpo del creyente, que de otra forma
no podría ser instrumento vital en el servicio de Dios: pensamiento
relacionado con la santificación, la Resurrección del Señor y la obra del
Espíritu de resurrección: ?Y si el Espíritu de aquel que levantó de los
muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a
Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu
que mora en vosotros? (Ro 8:11). Todas las expresiones que señalan la
potencia suprema que operó en la Resurrección y glorificación de Cristo
en (Ef 1:19-23) implican la obra del Espíritu Santo, bien que no
hallamos el título expresado. De igual modo ?el postrer Adán, Espíritu
Vivificante?, obra por el Espíritu Santo al resucitar a los muertos,
dándoles ?cuerpo espiritual? (1 Co 15:42-58).

El enlace con el periodo pospentecostal, (Juan 14 a 16)


Las enseñanzas sobre la Persona y Obra del Espíritu Santo

Normalmente los Evangelios ilustran la obra del Espíritu en relación con


el Mesías, ungido éste para llevar a cabo la misión de redención. Si
tomamos en cuenta los propósitos de Juan al redactar su Evangelio, no
nos sorprende que sea él quien más nos enseñe sobre la Persona que
había de venir a sustituir, de forma directa, la Persona del Hijo. Los
discursos del Aposento alto preparan a los discípulos para el gran
cambio que se avecina, y por lo tanto enseñanzas más detalladas se
nos ofrecen en este sentido, pero antes de examinarlas debiéramos
notar las declaraciones anteriores de (Jn 7:37-39). En el último día de
la fiesta de los Tabernáculos el Señor dirigió una preciosa invitación a
todos los sedientos diciendo: ?Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba.
El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de
agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen
en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no
había sido aún glorificado?. La puntuación que hemos utilizado enfatiza
la verdad de que la Roca mesiánica es Fuente única del agua viva del
Espíritu Santo, según las figuras y profecías del Antiguo Testamento.
Repetimos que la obra del Espíritu Santo es constante, pero notamos
también que la glorificación de Cristo, después de llevar a cabo la obra
de redención, había de hacer posible el don especial del Espíritu Santo,
cumpliéndose la predicción en el día de Pentecostés.

Las enseñanzas del Cenáculo

Las enseñanzas que el Maestro dio a sus discípulos en el Cenáculo,


según los capítulos 13 a 16 de Juan, cobran una importancia muy
especial, puesto que el Señor, en la víspera de la Pasión, se expresó
como si la Obra fuese ya realizada, enfocando la atención de los suyos
en las realidades basadas en el cumplimiento de su misión en la tierra.
El, en cuanto a su Persona como Dios-Hombre en la tierra, se marcha, y
frente a la tristeza de los suyos, que no pueden imaginar la vida y el
servicio sin su presencia, el Maestro esboza algunos de los principios
que han de regir después. Naturalmente, da realce a la Persona y obra
del Espíritu Santo, ya que el nuevo período habría de ser ?el del
Espíritu? hasta que el Señor volviera para recoger su Iglesia. Esta
enseñanza viene a ser el eje de la doctrina sobre el Espíritu Santo,
enlazando la que ya hemos meditado con el hecho primordial del día de
Pentecostés. Se destaca el desarrollo de la labor especial de los Doce,
cuyo testimonio ha de ser vitalizado por la obra del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo había de venir para sustituir al Señor, (Jn 14:15-


19)

Los discípulos no habían de quedar como huérfanos en medio de un


mundo hostil: ?No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros.., vosotros
me veréis...?. Es evidente que la promesa de (Jn 14:2-3) se refiere a la
venida del Señor para recoger a los suyos a los lugares celestiales
preparados para ellos, la meta última del desarrollo de este siglo, y ha
de distinguirse netamente de la de (Jn 14:16-19), ya que estos
versículos prometen la venida del Espíritu Santo, el ?alter ego? del
Señor, quien será su Paracletos (su Ayudador cercano), del modo en
que Cristo lo había sido durante los tres años de ministerio. Pero el
Espíritu Santo, Espíritu de verdad, podría morar en ellos, y estar con
ellos ?para siempre?. Los hombres del mundo no comprenderían esta
presencia, pero ayudaría a los discípulos a reconocer la verdad,
haciendo posible que vieran al Señor espiritualmente y que recibieran
constantemente la ayuda del Paracletos.

El Espíritu Santo como Enseñador, (Jn 14:26)

El Paracleto no sólo había de consolar y auxiliar a los discípulos, sino


enseñarles ?todas las cosas?, con referencia especial en (Jn 14:26) a su
obra al despertar su memoria, recordándole las maravillosas palabras
del Verbo Encarnado. De ahí la garantía de la verdad de los Evangelios,
que no sólo constituyen excelentes documentos históricos, sino que
vienen a ser la presentación inspirada de la Persona, Obra y enseñanza
del Dios- Hombre. Se volverá a subrayar este tema más abajo.

El Espíritu Santo da testimonio a Cristo, (Jn 15:26-27)

Estos versículos enfatizan la verdad que acabamos de comentar, pero


es importante notar aquí el testimonio dual que se daría en el mundo en
cuanto a Cristo. Los discípulos estaban muy enterados en todos los
aspectos de la misión terrenal del Señor, porque habían estado con él
desde el principio de su ministerio, pero reiteramos que hacía falta la
garantía divina de la inspiración, ya que el hecho central del Evangelio
es Cristo mismo. El Paracletos procedió del Padre por mediación del Hijo
glorificado, pudiendo recordar y comunicar la verdad con toda
autoridad (Hch 1:21-22) (Hch 5:32).

El Espíritu convence del pecado, (Jn 16:7-15)

La porción señalada es de especial importancia, ya que el Maestro


desarrolla con mayor detalle el ministerio del Espíritu que había de
enviar no sólo a los discípulos, sino para la iluminación de los hombres
del mundo. Tan importante sería la labor del Espíritu que ?convenía?
que el Señor se marchara, pues había de inaugurarse otra etapa de la
historia de la redención. En el Estudio sobre la Regeneración hicimos
ver que toda la obra de gracia, no sólo objetiva, sino subjetiva
(interna), dependía de la gracia de Dios y de las operaciones del
Espíritu Santo, citando lo que hallamos aquí: ?Cuando él venga,
convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio...?. Esta bendita
obra puede ser rechazada por el hombre, pero en manera alguna puede
ser iniciada por él, pues la comprensión de la culpabilidad del pecado ha
de ser despertado por las operaciones del Espíritu Santo, en relación
con la obra de Cristo. ?Convencer al mundo? no indica que el mundo de
todos los hombres había de responder a los impulsos del Espíritu, sino
que todo testimonio tendente a despertar la conciencia de los hombres
depende del Espíritu Santo en todo el mundo.

El Espíritu Santo completa la revelación del Nuevo Pacto, (Jn


16:12-14)

El Señor vuelve a afirmar la labor didáctica del Espíritu Santo, pero de


una forma más amplia. El Maestro había enseñado mucho a los fieles
discípulos, manifestando su Nombre a ellos y entregándoles palabras
divinas (Jn 17:6-8); sin embargo, aún tenía mucho más que decirles
que no eran capaces de asimilar antes de participar en el gozo de la
Resurrección (Jn 16:12). Por eso era preciso que el Espíritu les guiara
a ?toda la verdad?, con referencia, claro está, a lo que corresponde a la
nueva dispensación, y que había de concretarse por fin en el Nuevo
Testamento. Los versículos 13 y 14 notan tres facetas de esta
enseñanza: a) su procedencia divina, ?hablará todo lo que oye?; b)
revelará asuntos proféticos, ?os declarará las cosas que están por
venir?; c) enseñará la verdad en cuanto a Cristo, pues le ha de glorificar
por tomar de lo suyo, dando a conocer a los fieles ?el misterio de Dios,
que es Cristo? (Col 2:3).

Un acto simbólico, (Jn 20:19-23)


Terminamos las referencias a la doctrina del Espíritu Santo que
hallamos en los Evangelios por notar el significado del hecho simbólico
de (Jn 20:21-23). El Señor resucitado se presentó en medio de sus
discípulos, con su mensaje de ?Paz?, reiterando los términos de la
misión de ellos: ?Como el Padre me ha enviado a mí, así también os
envío yo a vosotros... Dicho esto, sopló en ellos y les dijo: Recibid el
Espíritu Santo?. Los discípulos habían de ser bautizados por el Espíritu
Santo en el Día de Pentecostés igual que los demás creyentes presentes
en el Aposento Alto, por medio del Descenso del Paracletos aquel día:
hecho único que no podía duplicarse. Ahora bien, tratándose de estos
hombres que habían de iniciar el nuevo testimonio, siendo piedras en la
fundación de la Iglesia (Ef 2:19-20), el Maestro les concedió un acto
simbólico, efectuado por él mismo, estando aún con ellos. Anticipa la
realidad de Pentecostés en estrecha relación con la misión que les
encomendó para ser sus enviados al mundo. Los Evangelios empiezan
con una profecía de parte del Bautista: ?El os bautizará con el Espíritu
Santo? y terminan con un acto simbólico que señala el cumplimiento de
esta misión mesiánica, cuyo significado hemos de estudiar en los
párrafos siguientes.
La persona y obra del Espíritu Santo (2ª parte)
La Persona y Obra del Espíritu Santo en los Hechos
El día de Pentecostés y el bautismo del Espíritu Santo

A los efectos de este estudio, hemos de limitarnos a la mención escueta


de ciertas características fundamentales de la gran fecha del Día de
Pentecostés y el significado del Bautismo por el Espíritu Santo. Ciertos
rasgos del calendario religioso de Israel anticipaban eventos del plan de
la redención, y "Pentecostés" se describe en (Lv 23:15-21). Siete
semanas después de la Pascua, dos panes con levadura habían de ser
ofrecidos, como señal del principio de la cosecha general y del
aprovechamiento de la abundancia de la tierra. "Pentecostés" equivale a
"cincuenta", el número de días completos de este intervalo. Sin duda el
Sacrificio de la Cruz fue ofrendado durante la Pascua, y cincuenta días
después se inicia la cosecha de la Iglesia. El Señor había ascendido al
Cielo diez días antes, para enviar "la Promesa del Padre" (Hch 1:4), que
había descrito en el Cenáculo en la víspera de la Pasión. Los discípulos
no habían de apresurarse a inaugurar su obra de testimonio, sino
esperar el poder necesario para cumplir con éxito su cometido (Hch
1:8). El primer capítulo de Los Hechos constituye el Prólogo al Día de
Pentecostés, cuando el Espíritu Santo desciende para inaugurar la época
que se caracteriza especialmente por su presencia y sus operaciones en
la tierra. Más tarde Pablo, Apóstol de los gentiles, enseñará que mora
en la Iglesia y en los creyentes, que diferencia el modo de sus
operaciones de las que hemos visto en el Antiguo Testamento y en Los
Evangelios (Ef 2:19-22) (Ef 4:3-5) (1 Co 3:17) (1 Co 6:19-20) (1 Co
12:12-13). La fecha, pues, señala el principio de esta obra especial del
Espíritu Santo en el mundo, y también viene a ser el "día del nacimiento
de la Iglesia", cumpliendo la predicción del Maestro: "Sobre esta Roca
(mesiánica) edificaré mi iglesia" (Mt 16:18).

El Bautismo del Espíritu Santo

Tenemos que examinar el hecho descrito en (Hch 2:1-13) a la luz de las


enseñanzas apostólicas que nos ayudan a ver que el bautismo del
Espíritu Santo incorpora al creyente en la realidad espiritual del Cuerpo
de Cristo, que es su Iglesia, no debiendo confundirse con el
repartimiento de ciertos dones del Espíritu. Según el importante
capítulo 12 de 1 Corintios, todos los creyentes son bautizados en un
solo Cuerpo, pero el Espíritu Santo reparte sus variados dones según su
propia voluntad. El Cuerpo es uno solo, declara Pablo, y sigue
escribiendo: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un
cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos
dio a beber de un mismo Espíritu" (1 Co 12:13). El verdadero creyente,
dejando aparte la cuestión de dones que haya recibido, es bautizado
por el Espíritu en el solo Cuerpo de la Iglesia, y "ha bebido" de su
potencia. "Dones del Espíritu" y la "plenitud del Espíritu" son otros
temas que han de ser considerados en su debido lugar, pero que no
deben confundirse con el hecho fundamental del bautismo del Espíritu,
sin el cual el creyente no sería miembro del Cuerpo de Cristo. Los ciento
veinte creyentes que fueron bautizados por el Espíritu según Hechos 2
recibieron dones especiales que señalaban la poderosa intervención del
Señor, pero lo importante es el hecho del bautismo y no las
manifestaciones subsidiarias.

Al abrirse la puerta del Evangelio a los gentiles de una forma directa, la


compañía reunida en la casa de Cornelio recibió el Espíritu por el solo
medio de aceptar con fe la Palabra predicada por Pedro, siendo
bautizados por agua posteriormente (Hch 10:44-48). De nuevo, se trata
de todos y no de algunos. El verso citado de (1 Co 12:13) nos enseña
que ésta fue la experiencia común en las iglesias de la edad apostólica,
empezando con los añadidos a la Iglesia por la predicación de Pedro en
el Día de Pentecostés quienes escucharon la Palabra predicada, la
recibieron con agrado, manifestaron arrepentimiento y fe, recibieron el
perdón de los pecados y el don del Espíritu Santo, siendo agregados
seguidamente a la compañía ya formada (Hch 2:37-42).

El don de lenguas

Hoy en día se habla tanto del don de lenguas que pocos creyentes se
dan cuenta de lo poco que hallamos sobre el tema en el Nuevo
Testamento. Aparte de breves referencias en Hechos capítulos 2, 10 y
19, con la consideración de un don llamado "lenguas" y de la
conveniencia de su uso en público de 1 Co capítulos 12 a 14, apenas se
menciona esta manifestación. Y surge en seguida una cuestión inicial
que nos deja perplejos: el don que se describe en (Hch 2:4-13) ayudó a
judíos de distintas lenguas (eran judíos de la Dispersión que hablaban
los idiomas de los países donde se habían criado), a comprender
perfectamente las alabanzas de los discípulos y, por supuesto, el
discurso de Pedro. Constituyó, pues, un milagro de comunicación,
saltando por la barrera lingüística. En cambio, el don "de lenguas",
según se conoció en la Iglesia de Corinto, parece ser una comunicación
secreta entre el alma y Dios, utilizándose lenguaje que no se
comprendía por otros y que exigía la interpretación por medio de otro
don espiritual. Los dos dones son una manifestación de la operación del
Espíritu Santo para ciertos propósitos suyos en la época y lugar en
cuestión, pero ¿podrá ser un don de libre comunión igual a otro que es
secreto, y no pasa del individuo aparte de la interpretación? No
tenemos una contestación dogmática a la pregunta, pero sí notamos
que limita aún más el lugar que se da a este fenómeno en el Nuevo
Testamento. Antes de completarse los escritos del Nuevo Testamento
fue necesario que las gentes percibiesen que la obra de los Apóstoles y
sus ayudadores era de origen divino, y hemos de pensar en "lenguas"
igual que en "sanidades", etc., como un medio que acreditaba la
Palabra en ciertas circunstancias, sin llegar a ser una panacea universal.
Pensando por el momento en el tema relacionado de "sanidades",
comprendemos que la salud espiritual de Pablo se beneficiaba más por
soportar el dolor de su "aguijón en la carne" que por ser aliviado de
él (2 Co 12:7-9) y aprendemos de su experiencia que la frase "bástate
mi gracia" nos acerca más a la voluntad de Dios que no una
preocupación por manifestaciones espectaculares de la potencia del
Espíritu.

El señorío del Espíritu Santo en "Los Hechos"

Recordemos que los discípulos aprendieron la verdad en cuanto al


Espíritu Santo por medio de experiencias personales y reales de su
presencia y de su poder, comprobando lo que el Maestro les había
anunciado en el Cenáculo. Al llenar la casa donde se hallaban los ciento
veinte, como viento impetuoso, el Espíritu Santo se hizo cargo de la
situación, manifestándose como él quiso, e inspirando el don de lenguas
"según el Espíritu les daba que se expresaran" (Hch 2:4). El Señor ya
glorificado había enviado "la promesa del Espíritu Santo" y todas las
hermosas características de la Iglesia-Comunidad que se reunía en
Jerusalén se derivaban de su presencia y de su poder. Frente al
Sanedrín, Pedro se dirige a los magistrados "lleno del Espíritu Santo":
hecho manifiesto en la sabiduría y eficacia de su mensaje (Hch 4:8-12).
Juntos los discípulos, después de las amenazas del Sanedrín, oran
unánimemente y hasta el lugar donde se hallaban tembló: "y todos
fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con denuedo la Palabra de
Dios" (Hch 4:23-31). Los Apóstoles se apropiaron de la promesa de que
el Espíritu Santo había de dar eficacia a su testimonio (Hch 5:32) y
hasta los administradores ocupados en asuntos materiales habían de
ser hombres llenos del Espíritu Santo (Hch 6:3-5). El protomártir
Esteban consumó su maravilloso testimonio "lleno del Espíritu Santo", y
Felipe recibió orden expresa del Espíritu Santo cuando había de
acercarse al etíope con el mensaje de vida (Hch 7:55) (Hch 8:29).
Saltando por muchos episodios del mismo significado, hallamos en (Hch
16:6-8) que el Espíritu Santo, también llamado el Espíritu de Jesús,
prohibió a Pablo y su compañía que evangelizasen Asia y Bitinia en
aquella época, obra que correspondía a una época más tardía del
ministerio apostólico bajo la dirección del mismo Espíritu. Como es
natural, el señorío del Espíritu Santo se destaca en Los Hechos en la
obra de los siervos del Señor, pero se establece el mismo principio,
como veremos, cuando se trata del ministerio dentro de las iglesias,
locales, que dependerá de los dones que el Espíritu reparte según su
soberanía.

La Persona y Obra del Espíritu Santo en las Epístolas


El Nuevo Pacto es esencialmente espiritual
Las profecías del Antiguo Testamento ya anunciaban una obra futura,
relacionada con el Mesías, que había de ser esencialmente espiritual,
grabándose la ley en los corazones de los fieles (Jer 31:31-34). Pablo
recoge este tema al describir el ministerio apostólico diciendo: "Nos hizo
ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra (el aspecto
externo de la Ley), sino del Espíritu, pues la letra mata, mas el Espíritu
vivifica" (2 Co 3:6). Según este pasaje, el Nuevo Pacto es glorioso en
extremo, y se anima por "el Señor, el Espíritu" el Dador de perfecta
libertad, quien transforma al creyente en la misma imagen del Señor,
de gloria en gloria (2 Co 3:17-18). Las Epístolas hacen constantes
referencias a distintos aspectos de la obra del Espíritu Santo por la
sencilla razón de que los escritores inspirados exponen la doctrina de la
dispensación del Espíritu. Se ha de entender que las referencias
siguientes son típicas y no exhaustivas, pues en toda manifestación de
vida, en toda actividad ordenada por Dios, se halla la presencia y la
potencia del Espíritu Santo.

La obra y el mensaje de los siervos de Dios

Las cartas apostólicas suplen el fondo doctrinal de los acontecimientos


históricos que se destacan en Los Hechos, recordándonos que toda obra
de Dios, cada mensaje de origen divino, depende de las operaciones del
Espíritu de Dios; con clara referencia al Espíritu Santo, Pablo escribe:
"Dios es el que en vosotros produce, así el querer como el hacer, por su
buena voluntad" (Fil 2:13). Los principios de la obra en Tesalónica no
habían sido fáciles, pero sí muy eficaces, explicando Pablo la razón de
esta manera: "Nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras
solamente, sino también en poder y en Espíritu Santo y en plena
convicción..., recibiendo (vosotros) el mensaje en medio de grande
tribulación, con gozo del Espíritu Santo..." (1 Ts 1:5-7). Gracias a la
potencia del Espíritu Santo la Palabra así predicada llegó a tener
resonancia en las extensas provincias griegas de Macedonia y Acaya.

Como hemos notado ya en el caso del capítulo 3, la primera sección de


2 Corintios explaya diferentes aspectos del ministerio apostólico.
Llegando al final de la sección, en (2 Co 6:4-10), Pablo se vale de
elocuentes y gráficas expresiones para resumir el ministerio, pensando
más bien en sus experiencias personales. En medio de la lista hallamos:
"en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu
Santo, en amor no fingido, en palabra de verdad, en poder de Dios".
Quedamos maravillados ante la eficacia, la fidelidad y la abnegación del
servicio de Pablo, pero el secreto del éxito espiritual se halla en el
Espíritu Santo: Dios obrando en un hombre enteramente entregado a su
voluntad.

El Espíritu Santo distribuye soberanamente los dones para el


ministerio
El Don del Espíritu es su misma bendita Persona, que se entrega al
verdadero creyente como Fuente de toda verdadera vida y potencial de
todo servicio genuino. Los "dones del Espíritu" surgen del Don, siendo
manifestaciones de poder que capacitan al siervo de Dios para su
variado ministerio. Los pasajes más destacados que describen la
distribución y el empleo de los dones son los siguientes, que debieran
leerse: (1 Co 12:4-31) (1 Co 14:26-33) (Ro 12:3-8) (Ef 4:4-16) (1 P
4:10-11). Sólo nos cabe enfatizar los siguientes aspectos de un tema de
gran trascendencia, recomendando otros estudios al final de la sección.

1) El origen y la diversidad de los dones. El apóstol Pablo escribe: "Hay


diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo... a cada uno le es
dada la manifestación del Espíritu para provecho... a éste le es dada por
el Espíritu palabra de sabiduría... ciencia... Pero todas estas cosas las
hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular
como él quiere" (1 Co 12:4-11). Los versículos siguientes del mismo
capítulo subrayan la interdependencia de los miembros del Cuerpo de
Cristo, y la porción termina con la declaración de que Dios colocó a los
Apóstoles, profetas, etc., en la iglesia según su soberana voluntad.
Cuestiones sobre la naturaleza de algunos de los dones mencionados
han de estudiarse en los Comentarios y Estudios que mencionamos más
abajo, pero destacamos brevemente estos principios fundamentales: a)
El hombre no puede adquirir verdaderos dones por meros procesos de
estudio profesional, ya que son manifestaciones de la energía, poder y
voluntad del Espíritu Santo. b) Todo "miembro del cuerpo" está en
posesión de alguna manifestación del Espíritu Santo, y es importante
eliminar la idea de que sólo los dones de predicación, exhortación,
enseñanza, pastoreo, etcétera, constituyen manifestaciones del Espíritu.
El don podrá manifestarse en una preocupación por un hermano joven,
o por otro anciano, llevándole el socorro material, moral o espiritual que
precise. La vitalidad y eficacia del Cuerpo depende del pleno ejercicio
del don que surge de la potencia del Espíritu Santo en la forma que sea,
y en todos los miembros.

2) El ejercicio idóneo de los dones en las esferas apropiadas. Hemos de


fijarnos especialmente en (Ro 12:3-6) para ver de qué modo los dones
han de ejercitarse. Pablo acaba de enfatizar la importancia de la
consagración del creyente justificado (Ro 12:1-2) que le llevará a servir
en la iglesia local (de nuevo la figura es la de un cuerpo) con humildad,
pero también comprendiendo su responsabilidad, ya que ha de saber lo
que el Señor le ha dado con el fin de cumplir su servicio (Ro 12:3-5).
Las traducciones aquí han de añadir al original verbos de exhortación
con el fin de sacar el sentido de que la "profecía", por ejemplo, tiene su
debida esfera y debiera desarrollarse el don en las condiciones
apropiadas. Notamos que en este enfoque práctico de los dones Pablo
incluye no sólo profecía, ministerio, enseñanza, exhortación, sino
también la gracia de repartir con solicitud, y presidir con diligencia, lo
que viene a subrayar lo antedicho sobre la gran variedad de las
manifestaciones del Espíritu Santo. En (Ef 4:4-16) el panorama es más
amplio, y los "dones" concedidos por el Señor resucitado a la Iglesia son
más bien personas que ejercitan el ministerio que les ha sido
encomendado. Se verá que los Apóstoles, profetas, evangelistas,
pastores y maestros han de servir de tal forma que los demás
miembros se animen a hacer su propia contribución, según el principio
de que cada miembro ha recibido su "manifestación del Espíritu", siendo
llamado a servir a los demás: "El mismo dio a unos como Apóstoles,
profetas, evangelistas, pastores, maestros, a fin de perfeccionar a los
santos para una obra de servicio, para edificación del Cuerpo de Cristo".
El fin ideal del ministerio del Espíritu es éste: "hasta que todos
lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios,
al hombre completo, a la medida de la plenitud de Cristo" (Ef 4:11-13).

3) El ministerio del Espíritu y la Palabra de Dios. La relación estrecha


que existe entre la obra del Espíritu y la Palabra de Dios ha sido
evidente en citas anteriores tanto del Antiguo Testamento como del
Nuevo Testamento y siempre "la espada del Espíritu es la Palabra de
Dios" (Ef 6:17). Esta consideración fundamental nos ayudará a
comprender mejor el carácter de los dones en la primera época de la
fundación de las iglesias, contrastado con el de períodos posteriores. Al
viajar Pablo por las provincias del Imperio de Roma, fundando las
nuevas iglesias locales sobre el único fundamento de Cristo, los
creyentes, algunos de ellos judíos en los comienzos de la obra,
disponían de cierto número de rollos de los libros del Antiguo
Testamento. Durante la primera época del Nuevo Pacto sólo tendrían
colecciones de algunos "Dichos del Señor" (nuestros Evangelios no
aparecen hasta los años 60 a 70), relatos de ciertos incidentes del
ministerio del Señor en la tierra (Lc 1:1-3) y algunas comunicaciones
que iban recibiendo de los Apóstoles mismos. Sólo los muy privilegiados
en cuanto a cultura y posibilidades financieras podrían disponer aún de
este tesoro limitado, que no podía estar a la disposición de los esclavos
convertidos, por ejemplo. Evidentemente las congregaciones
necesitaban ayuda inmediata de parte del Espíritu Santo quien obraba
por medio de profetas, portavoces de Dios, por inspiración directa, de
tal forma que pudieran aclarar cuestiones de doctrina, práctica y
conducta. Por eso la lista de los dones en (1 Co 12:8-10) nos extraña
algo, pues se trata de lo que los creyentes necesitaban antes de poseer
el tesoro del Nuevo Testamento como complemento del Antiguo. El
cuadro de (1 Co 14:24-33) destaca el ministerio en la iglesia reunida,
viéndose claramente el uso de estos "dones extáticos", o sea, mensajes
que dependían de la operación directa del Espíritu Santo sobre sus
siervos, profetizando éstos, dando palabras "de ciencia" aquellos, o
hablando en lenguas si había intérprete. Ahora bien, al aumentarse el
caudal de la Palabra escrita del Nuevo Pacto, el ministerio había de
fundarse siempre más sobre la revelación recibida directa o
indirectamente por medio de los Apóstoles, según los términos de la
comisión especial que habían recibido. La exhortación de Pedro (1 P
4:10-11) pertenece a una época más adelantada de la revelación
apostólica, a principios de la persecución neroniana, y notamos que
enfatiza más la Palabra como base de ministerio: "cada uno según el
don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos
administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla,
hágalo conforme a las palabras de Dios...". Las enseñanzas de Pablo y
Pedro coinciden exactamente en cuanto al uso de los dones del Espíritu,
pero cuando escribe Pedro, la Palabra del Nuevo Pacto es conocida más
ampliamente de modo que los mensajes hablados habían de
conformarse con estos oráculos de Dios. Una vez que se había
terminado el canon del Nuevo Testamento, los siervos de Dios debían
fundar sus mensajes sobre la revelación dada por medio de los
Apóstoles. La suma total de la Palabra revelada tanto en el Antiguo
Testamento como en el Nuevo Testamento es de una riqueza
incalculable, y provee todo lo necesario para un ministerio completo. El
ejercicio de "dones extáticos" siempre abre la puerta a posibles
movimientos subjetivos, que pueden reflejar algo del "hombre"; o
posiblemente obran otras influencias extrañas a la voluntad de Dios que
difícilmente se prestan a comprobación. En vista de estos factores no
parece sensato correr riesgos, puesto que ningún siervo del Señor ha
agotado jamás el contenido y el profundo sentido de "los oráculos de
Dios" escritos. Está a mano "la espada del Espíritu, que es la Palabra de
Dios"; esta arma no falla nunca si se maneja con sencillez y
discernimiento en el poder del Espíritu.

Orando en el Espíritu

Nuestro epígrafe se halla tanto en (Ef 6:18) como en (Jud 1:20), y las


profundas enseñanzas de Pablo en (Ro 8:26-27) amplían las
perspectivas de "oración en el Espíritu", abarcando su intercesión. La
oración, en su sentido más profundo, viene a ser la comunión del alma
redimida con Dios, y dista mucho de una mera lista de peticiones, aun
si éstas vayan acompañadas por acciones de gracias y de alabanzas.
Esta comunión (y comunicación) con Dios es parte tan esencial de la
vida del creyente que hemos de "orar sin cesar" (1 Ts 5:17), puesto
que, si se rompe la línea de unión con Dios, no somos más que balsas a
la deriva en el océano de la vida, llevadas por corrientes incontrolables
por nosotros. El hecho que transforma meras expresiones piadosas en
fuerte trabazón entre el alma y su Dios es la morada del Espíritu Santo
en el creyente, "Dios en vosotros", quien excita deseos en conformidad
con la voluntad de Dios y nos ayuda a darlos cumplida expresión. Por el
contexto de (Ro 8:26-27) sabemos que el creyente "gime" en este
mundo, sintiendo la frustración de lo meramente natural, pero "el
Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como
conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros
con gemidos indecibles". El que escudriña los corazones interpreta las
intercesiones, de tal forma que los anhelos del corazón, despertados por
el Espíritu, se incorporan en los diseños de la voluntad del Omnipotente.
El Hijo, el Sumosacerdote, intercede por nosotros desde la Diestra (He
2-7), mientras que el Espíritu Santo, conforme a sus operaciones
internas, obra dentro de nosotros, despertando deseos que son en sí
intercesiones e interpretándolos dentro del ámbito de la voluntad de
Dios. He aquí uno de los aspectos más importantes de la obra del
Espíritu Santo en la experiencia del creyente. Enfatiza lo que las
Escrituras nos dicen sobre el peligro de entristecer el Huésped Divino.

El Espíritu Santo y la santificación

Hemos de dedicar un breve estudio al tema de la Santificación en el que


examinaremos, necesariamente, la obra del Espíritu Santo en esta
separación de la vida del creyente para Dios. Con todo, a los efectos de
no dejar un hueco obvio en la consideración de nuestro tema,
presentamos dos puntos importantes aquí. 1) La santificación se vitaliza
por el Espíritu Santo. La santificación significa la separación del
creyente para Dios, que se efectúa por su unión vital por la fe con
Cristo, el que murió al pecado y resucitó a todos los efectos de la nueva
vida. Si morimos y resucitamos con Cristo, pregunta Pablo, ¿cómo
podemos continuar en el pecado? El "viejo hombre" fue crucificado,
gracias a la obra que Cristo consumó, y está "puesto fuera de uso" (así
el verbo "katargeó" en (Ro 6:6) con el fin de que no sirvamos más al
pecado. Obviamente, una separación del mundo y del pecado realizada
por medio de la unión del creyente con Cristo resucitado, supone
también la victoria sobre el pecado. Todos estos conceptos se
desarrollan en (Ro 6:1-14), y la santificación práctica surge de nuestro
reconocimiento en todas las decisiones, grandes y pequeñas de la vida,
que "somos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús".
Pablo vuelve a subrayar la obra de Cristo como base de la victoria sobre
el pecado en (Ro 8:3-4). A continuación, sin embargo, nos hace ver
también el modo en que el Espíritu vitaliza esta obra en la vida del
creyente. El creyente que se ha unido con Cristo se halla dentro de la
esfera del Espíritu, y "el Espíritu de Cristo" mora en él, siendo "el
Espíritu de Resurrección" quien da vida al cuerpo, que de otra forma
sería meramente mortal (Ro 8:9-11). Ahora hay "una ley (norma) de
vida en Cristo Jesús" que liberta del pecado y de la muerte, y
corresponde al creyente andar "según el Espíritu" y no "según la
carne" (Ro 8:1-14). La íntima relación entre la obra del Espíritu y la
Santificación se destaca hermosamente en (2 Ts 2:13): "Dios os
escogió desde el principio para salvación, mediante la santificación por
el Espíritu y la fe en la verdad".

El fruto del Espíritu

Además de este breve resumen de las doctrinas de Romanos capítulos 6


a 8, debiéramos estudiar (Ga 5:16-26): pasaje que expresa las mismas
verdades por medio de distintas figuras y expresiones. De nuevo la
base es la crucifixión de la carne con Cristo (Ro 6:24) (Ga 5:24),
aclarando Pablo que las normas carnales y las espirituales son
incompatibles; el Espíritu Santo lucha contra toda manifestación de la
carne, o sea, la vida adámica en su sentido pecaminoso. Sólo el Espíritu
puede guiar al creyente por sus caminos, para que "ande en el
Espíritu". Las obras de la carne (Ga 6:19-21) se destacan en su terrible
fealdad, pero también se presenta el hermoso "fruto del Espíritu" (Ga
5:22-23): "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza". El creyente no
necesita estar en duda en cuanto a lo que es (y no es) la obra del
Espíritu, ya que la Palabra describe tan claramente sus manifestaciones.
¿Desembocan mis pensamientos, palabras y hechos en los rasgos
de (Ga 5:22-23)? Entonces son del Espíritu. ¿Dan lugar a las obras
descritas en los versículos 19 a 21? Entonces surgen de la vieja
naturaleza, que, en último término, se inspira en influencias satánicas.

El sello del Espíritu y la plenitud del Espíritu


El sello del Espíritu

La frase del epígrafe se basa en un simbolismo arraigado en las


costumbres orientales. El "echar una firma" no era corriente en tiempos
cuando sólo algunas personas escribían por su cuenta, empleando otros
amanuenses profesionales, de modo que el negociante o propietario
solía llevar un sello grabado con un dibujo peculiar, que servía para
estampar un documento, identificándole personalmente y dando al
escrito la autoridad de su nombre.

a) El Espíritu es el sello que garantiza el hecho de que Dios se ha


posesionado de nosotros. "No contristéis el Espíritu Santo de Dios, con
el cual fuisteis sellados para el día de la redención" (Ef 4:30). El sello
indica que ya somos de Dios, y que se ha de llevar a cabo el proceso
que se perfeccionará en la "redención" en su sentido futuro y completo.
¡Qué mejor sello que el mismo Espíritu Santo, ya que Dios mismo nos
da lo mejor del cielo ahora y garantiza la consumación de la obra!
Hablando de Cristo como el "Sí" y el "Amén" de todas las promesas de
Dios, Pablo añade: "Y el que nos confirma con vosotros en Cristo y el
que nos ungió es Dios, el cual también nos ha sellado y nos ha dado las
arras del Espíritu en nuestros corazones" (2 Co 1:21-22). Aquí el
Espíritu Santo se compara a la unción, al sello y a las arras, una
combinación muy relacionada de símbolos que ofrece una confianza
incontrastable al alma creyente. Dios no deja las garantías ni a hombres
ni a ángeles, sino que él mismo, por su Espíritu, confirma el corazón en
relación con la obra total de salvación, complementando las operaciones
del Espíritu la obra del Intercesor a la Diestra.

b) Una referencia al sello del Espíritu Santo en (Ef 1:13-14) subraya


más bien la garantía que nos da en cuanto a la herencia prometida, y el
concepto se enlaza con el de "las arras" que ya hemos notado: "En él
también vosotros, habiendo oído la Palabra de verdad, el evangelio de
vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el
Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia
hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su
gloria". No sólo somos sellados como posesión de Dios, quien ha de
completar su gran obra redentora en nosotros, sino que el Espíritu
Santo, recibido ya por el creyente, es el sello y las arras de la herencia
que Dios tiene reservada por nosotros, abarcando todos los propósitos
eternos de Dios para cada uno de los suyos.

La plenitud del Espíritu

Dios es infinito, de modo que le es imposible darse a sí mismo


parcialmente. Según (Jn 3:34), la plenitud de Dios se manifiesta en las
palabras del Hijo, y sigue la declaración: "porque Dios no da el Espíritu
por medida", que viene a ser un principio de validez eterna. Muchos de
los discípulos que recibieron el bautismo del Espíritu durante los
maravillosos días de testimonio que se describen al principio de Los
Hechos, también fueron llenos del Espíritu Santo, pero hemos de
establecer una clara distinción entre "bautismo" y "plenitud", ya que
todos fueron bautizados en un Cuerpo y todos bebieron del mismo
Espíritu (1 Co 12:12-13) y sin embargo no todos los creyentes en
Corinto se hallaban llenos del Espíritu Santo. El bautismo del Espíritu
encierra la posibilidad de la "plenitud", pero el hecho de estar lleno del
Espíritu depende de la colaboración de la voluntad del hijo de Dios. Por
eso el término se halla en (Ef 5:18) en la forma de una exhortación:
"No os embriaguéis con vino..., antes bien sed llenos del Espíritu".
Como figura explicativa pensemos en un gran embalse, que ha de hacer
posible el desarrollo de un amplio sistema de riego. Comprendemos
que, juntamente con la presa, tiene que haber acequias libres de
obstáculos con el fin de que el agua llegue adonde las plantas y árboles
la requieren para su crecimiento. Si cierto canal se obstruye por medio
de piedras, tierra y basura, quizá pase cierta cantidad de agua dando
lugar a una limitada fertilidad, pero faltará la "plenitud" que sería la
garantía de una cosecha abundante. La pobreza del testimonio de
ciertos hermanos y la flaqueza espiritual de muchas iglesias locales se
deben a la falta de esta "plenitud", a causa de la presencia de los
obstáculos que mencionaremos en el apartado siguiente. En manera
alguna surgen de escasez alguna en el suministro divino. La plenitud del
Espíritu produce abundante fruto en la vida del hijo de Dios (Ga 5:22-
23) y proporciona el poder necesario para la clara proclamación de la
Palabra, en las más variadas circunstancias (Hch 4:8,31) (1 Ts 1:5-6).

Contristando al Espíritu, apagando al Espíritu (Ef


4:30) (1 Ts 5:20-21)
"No contristéis al Espíritu Santo de Dios"

El contexto de esta exhortación (Ef 4:25-32) echa luz sobre reacciones


que podrían contristar al Espíritu de Dios, tratándose de todo
movimiento de la voluntad que impide la manifestación del fruto del
Espíritu que hemos examinado en (Ga 5:22-23). Pablo habla de iras, de
palabras torpes, de hurtar, de sentir resentimientos y proferir palabras
injuriosas. En fin, todo lo que obra en contra de la ley del amor,
manifestada mediante el espíritu de perdón, de benignidad y de
compasión. En otro lugar tendremos que notar la naturaleza y las obras
del "hombre viejo" y "el hombre nuevo", pero es obvio, por los estudios
ya hechos, que las obras del viejo hombre son totalmente contrarias a
las del nuevo, puesto que éste se somete a los impulsos del Espíritu
Santo. Es trágico que la "basura" de la vieja vida caída llegue a impedir
las divinas operaciones del Espíritu Santo, siempre a la disposición del
hijo de Dios, y comprendemos la importancia de crecer en gracia y en la
comprensión de la sabiduría de Dios por medio de la meditación en la
Palabra Santa. No se trata de un ideal hermoso (pero imposible de
conseguir), puesto que la exhortación: "Sed llenos del Espíritu" implica
la posibilidad de su realización.

"No apaguéis el Espíritu", (1 Ts 5:19)

El contexto de este mandato lo distingue netamente del pecado de


"contristar al Espíritu", ya que el Apóstol escribe a continuación: "ni
menosprecies las profecías... examinadlo todo, y retened lo bueno". Se
trata, pues, del ejercicio de los dones espirituales que hemos descrito
en su lugar, y del ministerio público de la Palabra por la potencia del
Espíritu. Había dones del discernimiento del Espíritu, y existió siempre
la necesidad de juzgar la calidad espiritual de los mensajes dados a la
congregación (1 Co 14:29); sin embargo, los hermanos habían de
cuidar muy bien de no poner estorbos en el camino de un ministerio
verdaderamente espiritual. El profesionalismo clerical no puede por
menos que "apagar el Espíritu", ya que deja muchos dones, que el
Espíritu ha dado según su soberanía, atrofiados por falta de su debido
ejercicio.

El Espíritu Santo y la Iglesia


El Espíritu Santo mora en la Iglesia universal

Bajo los títulos de "Iglesia Universal" e "Iglesia Local" volveremos a


considerar la Iglesia como Templo del Espíritu Santo, y sólo a los
efectos de no dejar nuestro tema incompleto notamos aquí que el Día
de Pentecostés, el día del nacimiento de la Iglesia, vio el "fundamento"
del edificio espiritual, la Iglesia Universal. Según (Ef 2:20-22) los
miembros de la familia de Dios se hallan "edificados sobre el
fundamento de los Apóstoles y profetas, siendo la principal Piedra del
ángulo Jesucristo mismo... edificados para morada de Dios en el
Espíritu". Sólo Dios puede ver la gloria de la manifestación del Espíritu,
análogo a la nube de gloria que llenaba el Templo de Salomón, pero no
hemos de olvidarnos de que existe, bien que nuestra visión inmediata
se limita necesariamente a la iglesia local y a los creyentes que también
se llaman "templos".

El Templo de la Iglesia Local, (1 Co 3:16-17)

"¿No sabéis que sois templo (santuario) de Dios y que el Espíritu de


Dios mora en vosotros?". Notemos que el verbo, "sois", señala la
colectividad de la iglesia, y no el hecho de que cada creyente sea un
templo. La iglesia local refleja la naturaleza y función de la Iglesia
Universal en cierto lugar geográfico, pensando no en el edificio, sino en
la congregación de los fieles que se reúnen alrededor de la Persona de
Cristo. La presencia del Espíritu Santo transforma esta compañía en un
santuario, haciendo eficaz su adoración, su ministerio y su testimonio.
Todo el pasaje tiene que ver con la obra de "cada uno" de los creyentes
dentro del conjunto de la iglesia local.

El cuerpo del creyente como templo del Espíritu Santo, (1 Co 6:19)

Al tratar de la necesidad de la pureza moral en la vida de cristianos,


Pablo lanza otra pregunta retórica: "ignoráis que vuestro cuerpo es
templo del Espíritu Santo que está en vosotros, el cual habéis recibido
de Dios...?". En este contexto se trata del hombre redimido en cuyo
cuerpo, y en todo su ser, el Espíritu Santo se digna hacer su morada.
Los cuerpos, afectados por el pecado, no parecen muy aptos para ser
convertidos en "santuarios" que manifiesten la presencia del Espíritu de
Dios, pero hemos de recordar, agradecidos, el misterio y la gloria de la
obra de la gracia de Dios en nosotros. Nos corresponde, pues, vencer el
egoísmo con el fin de glorificar a Dios por medio del cuerpo.

La personalidad del Espíritu Santo


Las actividades personales del Espíritu Santo

Las actividades que se mencionan a continuación no pueden ser las de


una mera "influencia" y las referencias confirman muchas citas
anteriores que subrayaban la Persona del Espíritu Santo. Referencias
en (Jn 14-16): El Espíritu Santo mora, enseña, recuerda, da testimonio,
convence del pecado, lleva las almas a toda verdad, entiende, habla y
anuncia (Jn 14:17,26) (Jn 15:26) (Jn 16:8,13). Referencias en Los
Hechos. Ya hemos notado el señorío del Espíritu al ordenar la obra de
sus siervos, pues dirige a Felipe, llama a Bernabé y Saulo a un servicio
especial, y les envía luego para cumplirlo. Posterga ciertos planes
apostólicos y da potencia a la Palabra (Hch 8:29) (Hch 13:2-4) (Hch
16:6-8) (1 Ts 1:5-7). Estos son ejemplos de una operación constante.
Los atributos personales del Espíritu Santo

Su voluntad se ejerce soberanamente (1 Co 12:11). Piensa e


intercede (Ro 8:27). Conoce lo profundo de Dios y lo revela en palabras
adecuadas (1 Co 2:10-11). Ama y despierta el amor (Ro 15:30) (Ga
5:22-23). Es posible contristarle y dirigirle mentiras (Ef 4:30) (Hch
5:3).

Los Nombres y títulos del Espíritu Santo

Espíritu de santidad (Ro 1:4). Espíritu de Dios (2 Cr 15:1). Espíritu de


Jehová (Is 11:2). El Espíritu del Padre (Mt 10:20). El Espíritu de
Jesús (Hch 16:7). El Espíritu de Cristo (Ro 8:9). El Espíritu del Hijo (Ga
4:6). El Paracletos (el "llamado a nuestro lado para auxiliar", (Jn
14:14). El Espíritu de la Promesa (Ef 1:13). Muchos de estos títulos nos
recuerdan la unidad del Trino Dios.

Los símbolos que representan el Espíritu Santo


El viento (Jn 3:8) (Hch 2:2. Es figura fundamental, ya que "neuma"
("ruah" en el Antiguo Testamento) quiere decir "viento" o "soplo", y de
ahí pasa a emplearse para el "soplo de Dios".

Paloma (Mt 3:16). La figura sugiere pureza, tranquilidad, capacidad


para anidar e incubar.

Fuego (Mt 3:11) (Hch 2:3). El simbolismo del "fuego" se emplea a


veces en contextos de bendición y en otros de juicio. Si en todos los
casos se piensa en que el fuego es figura de las santas energías de
Dios, manifestadas particularmente por las operaciones del Espíritu
Santo, comprenderemos que aportan suma bendición al alma humilde
al par que obran juicio en el caso del hombre rebelde.

Las figuras de "sello" y "arras" ya se han tratado aparte.

El agua. Hemos notado anteriormente que es imposible limitar el


simbolismo del "agua" al Espíritu Santo, pero aun cuando se enlaza a
veces con la Palabra, es implícita la operación del Espíritu quien
refrigera y vivifica. Pensamos en el rocío de (Os 14:5), las lluvias de (Jl
3:23,28-29) y los ríos de (Is 44:3).

"El aceite" de (Lv 8:30) y (Zac 4:1,14) se relaciona con la "unción"


de (2 Co 1:21) y (1 Jn 2:20,27), siendo símbolo de la separación para
un servicio especial y recordando también el suministro de poder divino
para su cumplimiento.

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